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ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

ahorrado durante este tiempo para ofrecértelas.


CUENTOS Y PARÁBO- Por favor, abrázame ahora”.

LAS Al llegar a la montaña, oyó una voz que


descendía retumbado de las nubes: “¿Quién
está ahí abajo? ¿Por qué te escondes de mí?
1. CUENTOS ¿Qué has puesto entre nosotros?”
Yo no sé muchas cosas, es verdad. “Soy yo. Tu santo hombre. Te he traído este
Digo tan sólo lo que he visto. precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he
Y he visto: que la cuna del hombre traído para Ti”.
la mecen con cuentos, los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, “Pero no te veo. ¿Por qué has de esconderte
que los huesos del hombre detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos
los entierran con cuentos, de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto,
y que el miedo del hombre... arrójalo lejos. Quítalo de mi vista”.
ha inventado todos los cuentos. No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper
Yo sé muy pocas cosas, es verdad, su precioso jarrón y tirar lejos todas sus
pero me han dormido con todos los cuentos... piedrecitas? “No, Señor. Mi hermoso jarrón, no.
y sé todos los cuentos. Lo he traído especialmente para Ti. Lo he
Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco, llenado de mis...”
Soy nuevo en la ciudad... Y esto quiero decir: “Tíralo. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de
Me durmieron con un cuento... él. Deseo abrazarte a ti. Te quiero a ti”.
y me he despertado con un sueño. Pedro Ribes. “Parábolas y fábulas...”, p. 31
Es un sueño sin lazos, Sin espejos, sin anillos,
sin redes, sin trampas y sin miedo. 3. ACCIÓN DESINTERESADA
León Felipe
“Lo que más me deprime es la absoluta
2. EL ABRAZO DE DIOS vulgaridad de mi existencia. Jamás en la vida he
hecho nada tan importante como para merecer
Un hombre santo, orgulloso de serlo, ansiaba la atención del mundo”.
con todas sus fuerzas ver a Dios. Un día Dios le
habló en un sueño: “¿Quieres verme? En la “Te equivocas si piensas que es la atención del
montaña, lejos de todos y de todo, te abrazaré”. mundo lo que hace que una acción sea
importante”, dijo el Maestro.
Al despertar al día siguiente comenzó a pensar
qué podría ofrecerle a Dios. Pero ¿qué podía Siguió una larga pausa.
encontrar digno de Dios? “Bueno, pero es que tampoco he hecho nada
“Ya lo sé”, pensó. “Le llevaré mi hermoso jarrón que haya influido en alguien, ni para bien ni para
nuevo. Es valioso y le encantará... Pero no mal...”
puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo”. “Te equivocas si piensas que es el influir en los
Estuvo pensando mucho en lo que metería en el demás lo que hace que una acción sea
precioso jarrón. ¿Oro? ¿Plata? Después de importante”, volvió a decir el Maestro.
todo, Dios mismo había hecho todas aquellas “Pero, entonces, ¿qué es lo que hace que una
cosas, por lo que se merecía un presente acción sea importante?”
mucho más valioso. “El realizarla por sí misma y poniendo en ello
“Sí”, pensó al final, “le daré a Dios mis todo el propio ser. Entonces resulta ser una
oraciones. Esto es lo que esperará de un acción desinteresada, semejante a la actividad
hombre santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda de Dios”.
y servicio a los demás, mi limosna, sufrimientos, Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
sacrificios, buenas obras...”. Sal Terrae.
Estaba contento de haber descubierto
justamente lo que Dios esperaría y decidió 4. ACTITUDES
aumentar sus oraciones y buenas obras,
Dice una antigua leyenda que, cuando Dios
consiguiendo un verdadero récord. Durante las
estaba creando el mundo, se le acercaron
pocas semanas siguientes anotó cada oración y
cuatro ángeles, y uno de ellos le preguntó: “Qué
buena obra colocando una piedrecita en su
estás haciendo?”; el segundo le preguntó: “¿Por
jarrón. Cuando estuviera lleno lo subiría a la
qué lo haces?”; el tercero: “¿Puedo ayudarte?”;
montaña y se lo ofrecería a Dios.
y el cuarto: “¿Cuánto vale todo esto?”
Finalmente, con su precioso jarrón hasta los
El primero era un científico, el segundo un
bordes, se puso en camino hacia la montaña. A
filósofo, el tercero un altruista, el cuarto un
cada paso se repetía lo que debía decir a Dios:
agente inmobiliario.
“Mira, Señor, ¿te gusta mi precioso jarrón?
Espero que sí y que quedarás encantado con Un quinto ángel se dedicaba a observar y a
todas las oraciones y buenas obras que he aplaudir con entusiasmo. Era un místico.

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Antohny de Mello. “La oración de la rana. 2” - Adora entonces al agua.


- En todo caso adoraría las nubes, capaces de
5. ACTUAR DE DIOS apagar el fuego.
- Adora las nubes.
Un hombre se hallaba en el tejado de su casa
- No, porque el viento es más fuerte que ellas.
durante unas inundaciones y el agua le llegaba
- Entonces adora el viento que sopla.
a los pies.
- Si debiera adorar al viento, adoraría al hombre
Poco después, pasó un individuo remando en que tiene poder de soplar.
una canoa y le gritó: - Adora entonces al hombre.
- “¡Oiga! ¿Quiere que le lleve a un sitio más - No, porque muere.
alto?”. - Adora la muerte.
- Lo único digno de adorarse es el Dueño de la
- “No, gracias - replicó el hombre -. Tengo fe en vida y de la muerte.
el Señor y Él me salvará”. El maestro alabó la sabiduría del discípulo.
Pasó el tiempo, y el agua le llegaba al hombre Anónimo judío
hasta la cintura. Entonces pasó por allí una lan-
cha de motor. 8. LA ALFORJA
- “¿Quiere que le lleve a un sitio más alto?” - gri- Un día Júpiter bajó a la tierra, convocó a todos
tó el que la llevaba. los animales, incluido el hombre, y les dijo:
- “No, gracias - respondió el hombre -. Tengo fe - Quiero que viváis en armonía y contentos. Así
en el Señor y Él me salvará”. que, si alguien tiene alguna queja, que la diga
Más tarde, cuando el nivel del agua le llegaba sin temor y enseguida le pondré el remedio.
hasta al cuello del individuo, llegó un helicópte- - Nadie expuso nada. Júpiter entonces se dirigió
ro. al mono
- “¡Cójase a la cuerda - gritó el piloto -. Yo le su- - ¿Qué? ¿Tú estás contento?
biré”.
- Claro, - respondió el mono - tengo cuatro pati-
- “No, gracias - dijo el hombre por tercera vez -. tas que son un tesoro y tengo un tipo que todos
Tengo fe en el Señor y Él me salvará”. me envidian. Yo no tengo motivos para envidiar
Desconcertado, el piloto dejó a aquel hombre en a nadie... Comparado con el oso, tan feo, soy
el tejado, casi cubierto por las aguas. Después una maravilla. Él sí tendrá de qué quejarse.
de haber pasado horas allí, el pobre hombre no Los otros animales pensaban como el mono y
pudo resistir más, se ahogó y fue a recibir su re- esperaban la queja del oso. No hubo tal queja.
compensa. Al contrario, con tono de orgullo dijo:
Mientras aguardaba en las puertas del Paraíso, - Yo me veo fuerte, bien proporcionado, con
se halló frente al Creador y se quejó de lo ocurri- cierto aire señorial. Comparado con el elefante,
do: que es un monstruo, una masa de carne que pa-
- “Señor - le dijo -, yo tenía total fe en que Tú me rece que se cae a trozos, soy un encanto. No
salvarías y me abandonaste. ¿Por qué?” me quejo de nada.
A lo cual le replicó el Señor: El elefante tomó la palabra y dijo:
- “¿Qué más quieres? ¡Te mandé dos lanchas y - ¡Ah!, pues yo no me quejo absolutamente de
un helicóptero”. nada, me siento fuerte, sólido, como un rey con
mucho poder. Mucho peor es la ballena que pa-
6. ACUMULAR rece una masa informe.
Cuando el gorrión hace su nido en bosque, no La ballena no se quejó; se veía mejor que la
ocupa más que una rama. Cuando el ciervo jirafa, larguirucha y desgarbada. La jirafa se
apaga su sed en el río, no bebe más que lo que sentía esbelta, fina, señorial, no como la
le cabe en la panza. hormiga, insignificante y rastrera. La hormiga se
veía como una reina comparada con el
Nosotros acumulamos cosas porque tenemos el mosquito. Y el mosquito se vio ágil, se defendía
corazón vacío. muy bien... Así todos hasta que llegó el hombre.
Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º Éste se entretuvo en contar todas sus
tomo)”, p. 83 cualidades y encantos. Luego siguió hablando
sobre los defectos de los otros. Y se reía de
7. ADORAR AL VERDADERO DIOS ellos.
El maestro preguntó al discípulo: Júpiter, que había estado en silencio, se dirigió
- ¿Por qué no adoras a los ídolos? a todos de nuevo y les dijo: Bien, veo que cada
El discípulo respondió: uno lleva dos bolsas: en la de atrás metéis vues-
- Porque el fuego los quema. tras faltas y en la de delante las faltas de los
- Entonces adora al fuego. otros.
- En todo caso adoraría al agua, capaz de apa-
Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 35
gar al fuego.

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9. AMANTE Y ACTIVISTA - Ay, decía el pájaro preso, ¿sabré yo posarme


en el cielo?
Un activista regresó al monasterio para El pájaro libre cantaba: “Amor mío, pía cancio-
averiguar de qué clase de luz tenía aún nes del campo”.
necesidad.
El pájaro preso decía: “Estáte a mi lado, te en-
“La luz que todavía necesitas - le dijo el Maestro señaré la canción de los sabios”.
- es la que te permita conocer la diferencia entre
un amante y un activista. El amante toma parte El pájaro libre cantaba: “No, no, nadie puede en-
en una sinfonía”. señar las canciones”.
“¿Y el activista?” El pájaro preso decía: “Ay, yo no sé las cancio-
nes del campo”.
“El activista sólo oye el sonido de su propio
tambor”, dijo el Maestro. Su amor es un anhelo infinito, mas no pueden
volar ala con ala. Se miran y se miran a través
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. de los hierros de la jaula, pero es en vano su de-
10. AMAR LO QUE SOMOS seo. Y aletean nostálgicos y cantan: “Acércate
más, acércate más”.
Los animales del bosque se dieron un cuenta un El pájaro libre grita: “¡No puedo! ¡No puedo!
día de que ninguno de ellos era el animal ¡Qué miedo me da tu jaula cerrada!”
perfecto: los pájaros volaban muy bien, pero no
nadaban ni escarbaban; la liebre era una El pájaro preso canta bajito: “¡Ay!, no puedo.
estupenda corredora, pero no podía volar ni ¡Mis alas se han muerto!”
sabía nadar... Y así todos los demás.
12. ANTE UN ELEFANTE
¿No habría una manera de establecer una
academia para mejorar la raza animal? Dicho y Un príncipe oriental, para dar una lección a sus
hecho. En la primera clase de carrera, el conejo súbditos sobre la búsqueda de Dios, hizo reunir
fue una maravilla, y todos le dieron un día a muchos ciegos. Después ordenó que
sobresaliente; pero en la clase de vuelo se les mostrase el mayor de sus elefantes sin
subieron al conejo a la rama de un árbol y le decirles qué animal tenían delante. Cada ciego
dijeron: “¡Vuela, conejo!”. El animal saltó y se se acercó al elefante y le tocaron en diversas
estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que partes de su cuerpo. Al final el príncipe preguntó
se rompió dos patas y fracasó también en el qué había palpado cada uno.
examen final de carrera. El pájaro fue fantástico El que había tocado las piernas dijo que un tron-
volando, pero le pidieron que excavara como el co arrugado de un árbol.
topo. Al hacerlo se lastimó las alas y el pico y,
El que había tocado la trompa, una gruesa rama
en adelante, tampoco pudo volar; con lo que ni
nudosa. El que había tocado la cola, una ser-
aprobó la prueba de excavación ni llegó al
piente desconocida. Un muro, dijo el que había
aprobadillo en la de vuelo.
tocado el vientre. Una pequeña colina, el que
Convenzámonos: un pez debe ser pez, un había tocado el lomo.
estupendo pez, un magnífico pez, pero no tiene
Como no se ponían de acuerdo entre ellos, co-
por qué ser pájaro. Un hombre inteligente debe
menzaron a discutir. El príncipe interrumpió la
sacarle punta a su inteligencia y no empeñarse
discusión:
en triunfar en deportes, en mecánica y en arte a
la vez. Una mucha fea difícilmente llegará a ser - Esta pequeña muestra os hacer ver cómo de
bonita, pero puede ser simpática, buena y una las grandes cosas conocemos muy poco, y de
mujer maravillosa... porque sólo cuando Dios casi nada.
aprendamos a amar en serio lo que somos, Parábola hindú
seremos capaces de convertir lo que somos en
una maravilla. 13. ANTICREACIÓN
Anthony de Mello Al fin, el hombre destruyó el cielo y la tierra.
La tierra era bella y fértil,
11. AMOR ENTRE PÁJAROS la luz brillaba en las montañas y los mares,
El pájaro manso vivía en la jaula y el pájaro libre y el espíritu de Dios llenaba el universo.
en el bosque. Y el hombre dijo:
“Posea yo todo el poder
Mas su destino era encontrarse, y había llegado en el cielo y en la tierra”.
la hora. Y vio que el poder era bueno
El pájaro libre cantaba: “Amor, volemos al bos- y llamó “grandes jefes”
que”. a quienes detentaban el poder,
El pájaro preso decía bajito: “Ven tú aquí, viva- y dio el nombre de débiles
mos los dos en la jaula”. a los que buscaban la reconciliación.
Así fue el sexto día antes del fin.
Decía el pájaro libre: “Entre rejas no pueden
abrirse las alas”. Y el hombre dijo:
“Haya una gran división entre los pueblos:
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y póngase a un lado La tierra volvió a ser


las naciones que están por mí un mundo vacío y sin orden;
y al otro lado las que están contra mí”. toda la superficie del océano
Y hubo buenos y malos. se cubrió de oscuridad
Así fue el día quinto antes del fin. y el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas.
Y el hombre dijo: 14. EL ÁRBOL GENEROSO
“Juntemos nuestras fortunas en un lugar
y creemos instrumentos para defendernos: Érase un árbol copudo, denso, fuerte; sobre
la radio y la televisión todo fuerte frente a la lluvia y los vientos
para controlar los espíritus de los hombres, huracanados que desmelenaban salvajes su
la movilización y el registro frondosa cabellera verde.
para controlar los cuerpos de los hombres, Pero el árbol tenía una debilidad: un niño, a
los uniformes para dominar quien amaba más allá de sí mismo. Lo amaba
las almas de los hombres”. desde que la madre del recién nacido venía,
Y así fue. El mundo quedó dividido casi todos los días, con el bebé en brazos, lo
en dos bloques, en guerra. mecía y lo dormía contándole nanas
El hombre vio que tenía que ser así. entrañables, apoyada en su tronco rugoso,
Así fue el cuarto día antes del fin. sentada sobre sus raíces vegetales. El corazón
Y el hombre dijo: “Haya censura del árbol creció, casi sin sentirlo, al aire de
para distinguir aquellas delicadas nanas, haciéndose a la
nuestra verdad de la de los demás”. medida del corazón inmenso de aquella mujer.
Y fue así: Un día, la madre murió; el niño tenía cuatro
el hombre creó dos grandes instituciones: años. Y fue precisamente entonces cuando el
una para ocultar la verdad en el extranjero. corazón de madera del árbol sintió que le
Y otra, maduraban por dentro las entrañas de la madre
para defenderse de la verdad dentro de casa. muerta. Amar es tener algo hermoso y querer
El hombre lo vio y lo encontró normal. compartirlo.
Así fue el tercer día antes del fin.
Tomó cariño al niño, tanto que cuando le veía
Y el hombre dijo: venir, agotaba jubiloso sus ramas y le gritaba:
“Fabriquemos armas que puedan destruir
- Ven, ¿quieres jugar? Vas a ser el rey de la sel-
a distancia ingentes multitudes”.
va. Toma mis flores y mis hojas, trenza una co-
De este modo perfeccionó
rona, colócala en tu cabeza.
la guerra bacteriológica,
perfeccionó los arsenales Y el niño pasea por los senderos del bosque.
de muerte submarinos, ¡Y el árbol fue feliz con la ofrenda de su fronda!
los proyectiles teledirigidos.
El hombre lo vio y se enorgulleció. Nadie puede detener la vida. El niño creció,
Entonces los bendijo, diciéndoles: otras instancias llenaron su corazón. Ya no
“Sed numerosos y grandes sobre la tierra, quería jugar a ser el rey de la selva; su corazón
llenad las aguas del mar quería cosas, cosas, cosas... pero no las tenía,
y los espacios celestes, multiplicaos”. y su rostro languidecía de tristeza.
Así fue el día segundo antes del fin. - ¿Por qué estás triste? - le preguntó el árbol.
Y el hombre dijo: “Hagamos a Dios - Porque necesito cosas y no tengo dinero para
a nuestra imagen y semejanza, comprarlas.
digamos que Dios
obra como nosotros obramos, - No sufras por eso. Ven: súbete en mis brazos,
que piensa como nosotros pensamos, están cargados de manzanas, toma las que
que quiere lo que nosotros queremos, quieras, llévalas al mercado, véndelas y tendrás
que mata como nosotros matamos”. el dinero que necesitas.
El hombre creó un Dios a su medida. ¡Y el árbol fue feliz con la ofrenda de sus frutos
Y lo bendijo diciendo: en sazón!
“Muéstrate a nosotros
y pon la tierra a nuestros pies: Pasó el tiempo, tiempo de soledad para el árbol;
no te faltará nada, si haces nuestra voluntad” pero una mañana su corazón volvió a
Y así fue: estremecerse de alegría. El niño de otros
el hombre vio todo lo que había hecho tiempos, hombre ahora, volvió junto a él, eso sí,
y estaba muy satisfecho de todo ello. serio, pensativo:
Así fue el día antes del fin. - ¿Qué te pasa? - le preguntó el árbol -. ¿Por
De pronto se produjo un gran terremoto qué estás triste?
en toda la superficie de la tierra, - Porque quiero hacerme una casa y no tengo
y el hombre madera.
y todo lo que había hecho dejaron de existir.
Así acabó el hombre - No sufras por eso: toma tu hacha y corta mis
con el cielo y con la tierra. ramas más robustas, hazte una casa y sé feliz.

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El niño de otros tiempos, hombre ahora, tomó el cambiar de mente; es ver la realidad de un
hacha y fue segando los brazos henchidos de modo radicalmente distinto”.
savia del árbol. Y se hizo una casa al borde del Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
bosque.
¡Y el árbol fue feliz con la ofrenda de su madera! 16. AZRAEL, EL ÁNGEL DE LA
Pero el corazón del hombre no se llena con MUERTE
cosas. Hastiado de vivir en su casita de madera Cuentan que en la ciudad de Bagdad, cierto día
al borde del bosque, el niño de otros tiempos, un joven charlaba en el jardín de su suntuoso
hombre maduro ahora, volvió a internarse en la palacio con dos ancianos mercaderes. Éstos se
maraña de la selva. Cuando el árbol lo divisó a quejaban de su incierta vida, siempre viajando
lo lejos, se estremeció de gozo y le preguntó: entre peligros y fatigas. El joven, en cambio, se
- Te veo de nuevo triste, ¿qué te pasa, no te ha siente feliz, porque llegará a la vejez gozando
llegado la madera? de su palacio. De repente aparece Azrael, el
ángel de la muerte, que mira con extrañeza al
- Sí, pero estoy aburrido de ver siempre el mis-
joven: desaparece después.
mo paisaje, de oír siempre el eco de mis pasos
resonando sobre la madera. Me han dicho que El joven, espantado, monta en su mejor caballo
lejos, muy lejos, hay mares bellísimos, paisajes y huye; al cabo de unas horas de loca carrera,
de ensueño, gentes extrañas, y quiero conocer- sufre, cerca de Damasco, una caída y en ella
las... pero no tengo barca. encuentra la muerte.
- No sufras por eso. Empuña de nuevo el hacha, Pasado algún tiempo uno de los ancianos ve a
tala mi tronco a raíz del suelo y hazte una barca. Azrael y le pregunta por qué mostró aquella
Luego, con las pocas ramas que me quedan, lá- extrañeza ante el joven; el ángel de la muerte
brate unos remos y vete a navegar: conocerás respondió: porque estaba gozoso en Bagdad y
esos mares bellísimos, paisajes de ensueño y yo debía llevármelo poco después en Damasco.
gentes extrañas. Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como
¡Y el árbol fue feliz con la ofrenda de su tronco! dardos”, p. 112
Pasó mucho tiempo, tanto que el viejo árbol 17. EL BANQUETE DEL PRIMER
generoso apenas respiraba ya por algunos
retoños verdes. Hasta que un día, empinándose MUNDO
sobre la hierba, vio que llegaba su antiguo Érase una vez un grupo de personas. Estaban
amigo. Casi no le reconoció: volvía encanecido, invitados a un banquete en un castillo medieval.
vacilante el paso, envejecido. Era una fiesta espléndida. Los mejores manja-
- Ven, viejo amigo - invitó el árbol -. Y ahora, res. Los vinos más costosos. No faltaba la or-
¿qué necesitas? questa. Los invitados tenían buen apetito. Y una
vez saciados, en lugar de ir a casa, continuaban
- Nada, no necesito nada. Estoy cansado de
degustando alimentos.
tanto viajar. Ahora no busco más que un lugar
tranquilo donde sentarme, volver la vista atrás y Eran tan voraces que se acabó la comida. El
reposar. dueño de la casa envió a sus criados, apoyados
por los guardias de seguridad, a buscar más ali-
- Acércate a mí, - replicó el viejo árbol agotado -.
mentos entre los pobres campesinos del en-
Ven, siéntate en el tronco que cortaste a ras de
torno. También el gas empezó a escasear, y los
tierra: es lo único que puedo ofrecerte... Des-
cocineros ordenaron a algunos criados que cor-
cansa.
taran madera de las columnas y del tejado para
Y el niño de otros tiempos, anciano ahora, se hacer fuego y continuar cocinando. Pasado un
sentó y descansó. buen rato las columnas cedían y aparecían grie-
¡Las raíces del árbol morían alegres con la tas en el techo. Pero los siervos y los comensa-
última ofrenda de su viejo muñón! les estaban tan absorbidos en lo suyo que no se
daban cuenta de las consecuencias de sus ac-
LÓPEZ ARRÓNIZ, Prudencio. “Más allá...” ciones.
15. ARREPENTIMIENTO Misión Abierta, nº 8 de octubre de 1996

“¿Por qué no aconsejas nunca el 18. LA BOLSA DE SEMILLAS


arrepentimiento?”, preguntó el predicador.
En una tienda de flores hay una bolsa de semi-
“¡Pero si no enseño otra cosa...!”, replicó el llas. Mientras esperan que alguien las compre,
Maestro. hablan entre sí. Una de las semillas quisiera que
“¡Pues yo nunca te he oído hablar del dolor por la comprara un campesino y que, después de
los pecados!” ser plantada, el viento la arrancara y así poder
viajar por todo el mundo. Otra desearía ser plan-
“El arrepentimiento no consiste en afligirse por
tada en un jardín para que los niños jueguen en-
el pasado. El pasado ha muerto y no merece un
tre las flores. Una tercera quisiera estar en una
solo momento de aflicción. Arrepentirse es
maceta, en el balcón de una abuelita para ale-

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grarla. La cuarta dice que ella prefiere quedarse hocico la hierba de enfrente pero no lo lograron.
dentro de la bolsa y así no sufrir molestias. La Eso aumentó más su sufrimiento, su angustia y
última en hablar, finalmente, quiere ser plantada su esfuerzo inútil.
y dar como fruto muchas flores que a su vez Pasaron así una hora, hasta que, extenuados
produzcan nuevas semillas. por el hambre, el trabajo y la rabia, cayeron al
19. BUENA NOTICIA suelo a dos dedos (¡a dos dedos tan sólo!) de la
alfalfa.
El Reino de los cielos es semejante a dos her- Dos vacas que pasaban por allí, en maravillosa
manos que vivían felices y contentos, hasta que camaradería, se pararon y, con parsimonia inte-
recibieron la llamada de Dios a hacerse discípu- ligente, liquidaron uno de los montones y, des-
los. pués, con idéntico entendimiento, acabaron con
El de más edad respondió con generosidad a la el segundo.
llamada, aunque tuvo que ver cómo se desga- Alfonso Francia. “Historias de la vida”.
rraba su corazón al separarse de su familia y de
la muchacha a la que amaba y con la que soña- 21. BUSCAR A DIOS DONDE SE EN-
ba casarse. Pero, al fin, se marchó a un país le- CUENTRA
jano, donde gastó su propia vida al servicio de
los más pobres. Se desató en aquel país una El ermitaño, en oración oyó claramente la voz
persecución de resultas de la cual fue detenido, de Dios. Le invitaba a acudir a un encuentro es-
falsamente acusado, torturado y condenado a pecial con Él. La cita era para el atardecer del
muerte. día siguiente, en la cima de una montaña lejana.
Y el Señor le dijo: “Muy bien, siervo fiel y cumpli- Temprano se puso de camino; necesitaba toda
dor. Me has servido por el valor de mil talentos. la jornada para llegar al monte y escalarlo. Ante
Voy a recompensarte con mil millones de talen- todo, quería llegar puntual a la importante entre-
tos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!” vista.
La generosidad del más joven fue menor. Deci- Atravesando un valle, se encontró a varios cam-
dió ignorar la llamada, seguir su camino y casar- pesinos ocupados en intentar controlar y apagar
se con la muchacha a la que amaba. Disfrutó de un incendio declarado en el bosque cercano,
un feliz matrimonio, le fueron bien los negocios y que amenazaba las cosechas y hasta las pro-
llegó a ser rico y próspero. De vez en cuando pias casas de los habitantes. Reclamaron su
daba una limosna a algún mendigo o se mostra- ayuda porque todos los brazos eran pocos. Sin-
ba bondadoso con su mujer y sus hijos. Tam- tió la angustia de la situación y el no poder dete-
bién de vez en cuando mandaba alguna peque- nerse a ayudarles. No debía llegar tarde a la cita
ña suma de dinero a su hermano mayor que se y, menos aún, faltar a ella. Así que con una ora-
encontraba en un remoto país, adjuntándole una ción que el Señor les socorriera, apresuró el
nota que decía: “Tal vez con esto puedas ayu- paso, ya que había que dar un rodeo a causa
dar mejor a aquellos pobres diablos”. del fuego.
Cuando le llegó la hora, el Señor le dijo: “Muy Tras ardua ascensión, llegó a la cima de la mon-
bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido con taña, jadeante por la fatiga y la emoción. El sol
valor de diez talentos. Voy a recompensarte con comenzaba su ocaso; llegaba puntual, por lo
mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu que dio gracias al cielo en su corazón.
Señor!” Anhelante esperó, mirando en todas las direc-
El hermano mayor se sorprendió al oír que su ciones. El Señor no aparecía por ninguna parte.
hermano iba a recibir la misma recompensa que Por fin descubrió, visible sobre una roca, algo
él. Pero le agradó sobremanera. Y dijo: “Señor, escrito. Leyó: “Dispénsame, estoy ocupado ayu-
aun sabiendo esto, si tuviera que nacer de nue- dando a los que sofocan el incendio”.
vo y volver a vivir, haría por Ti exactamente lo Entonces comprendió dónde debía encontrarse
mismo que he hecho”. con Dios.
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 151 Vidal Ayala. “La voz del bosque”. PS.
20. BURROS, MÁS QUE BURROS 22. BUSCAR EN LUGAR EQUIVOCA-
Dos burros estaban atados entre sí. A uno y otro DO
lado, a cinco metros aproximadamente, su due-
ño había puesto dos montones de verde y rica Un vecino encontró a Nasrudim cuando éste an-
alfalfa. Torpes, como burros que eran, acucia- daba buscando algo de rodillas.
dos por el hambre, se empeñaron en comer “¿Qué andas buscando?
cada uno del montón que tenían más cerca. “Mi llave. La he perdido”.
Tantas eran las ansias por comer, tanto el es-
fuerzo al tirar cada uno por su lado, tanta la ob- Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la
cecación y la cabezonería y tanto su egoísmo, llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino:
que se agotaron sin probar bocado. A punto es- “¿Dónde la perdiste?”
tuvieron, cada uno por su lado, de tocar con su
“En casa”
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“¡Santo Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas La felicidad era una guitarra.
aquí?” La acarició con sus dedos,
“Porque hay más luz”. las cuerdas desafinaron.
Cuando al atardecer volvía a casa,
¿De qué vale a buscar a Dios en lo lugares san- el hombre seguía llorando.
tos si donde lo has perdido ha sido en tu cora- A la mañana siguiente
zón? seguí buscando la felicidad.
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 42 A la vera del camino
había un niño que lloriqueaba.
23. EL CABALLO QUE NO TENÍA Para tranquilizarlo
SED cogió una flor y se la dio.
La fragancia de la flor
¿Qué hay que hacer para que beba un caballo perfumó a los dos.
que no tiene sed? Salvando las distancias, ¿qué Una pobre mujer temblaba de frío,
hacer para devolver la sed y el gusto de Dios a cubierta con sus harapos.
los hombres que lo han perdido? ¿Y a los que La llevó hasta el sol y también se calentó.
se contentan sólo con licores, la tele o el auto? Un grupo de niños cantaba.
¿A bastonazos? El caballo es más testarudo Él les acompañó con su guitarra.
que nuestro bastón. Además ese antiguo También él se deleitó con la melodía.
método ha sido declarado demasiado directivo Al volver a casa de noche,
por los educadores modernos. el buen hombre sonreía de verdad.
Había encontrado la felicidad.
¿Hacerle tragar sal? Aún peor por lo que tiene
de tortura psiquiátrica. 26. EL CAMPO DE MINAS
¿Cómo hacer beber, pues, a ese caballo Un ex combatiente del Vietnam se hizo querido
respetando su libertad? y apreciado entre sus vecinos, después de vol-
Sólo hay una contestación: encontrar otro ver de la guerra y asentarse en oficio y familia,
caballo que tenga sed... y que beba mucho por su consideración con todos y su prontitud en
delante de su congénere, con alegría y ayudar en cualquier momento. No parecía enca-
voluptuosidad. Y esto, no para darle buen jar tanta delicadeza con la imagen de un solda-
ejemplo, sino ante todo porque tenga sed, do de vuelta de la guerra, y de tal guerra. Pero
porque de verdad tenga sed, simplemente sed. él tenía su explicación, que sus amigos íntimos
sabían.
Un día, quizás su hermano, lleno de envidia, se
pregunte si no haría mejor metiendo también él Su misión en la guerra había sido limpiar cam-
su hocico en el cubo de agua fresca. pos de minas. Todo aquel terreno de bosques y
maleza, de escaramuzas y emboscadas, estaba
Hacen falta hombres con sed de Dios, que son
sembrado de minas traidoras que al menor con-
más eficaces que todas las necedades dichas
tacto con una rama, un alambre, una piedra en
sobre Él.
el camino podían explotar y llevarse la vida de
Jacques Loew. “Fábulas y parábolas”, p. 30. un hombre. Y el mayor peligro era para quienes
se adelantaban a detectar, adivinar, desactivar
24. CAMBIAR LA PERSPECTIVA la muerte disfrazada en el terreno.
“Según cuál sea tu percepción, así será tu ac- Había que medir cada paso, calcular cada ges-
ción. Lo que hay que cambiar no es la acción, to, arriesgar cada tirón. Varios de sus compañe-
sino la perspectiva”. ros de equipo habían muerto así, y él sabía que
“¿Y qué debo hacer para cambiarla?” lo mismo le podía ocurrir a él en cualquier mo-
mento. Y eso le hizo sentir el valor de la vida.
“Sencillamente, comprender que tu perspectiva Cada paso valía una eternidad. La vida entera
actual es defectuosa”. había de ser vivida entre el levantar un pie y vol-
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. ver a posarlo sobre el terreno incierto. Cada ins-
tante estaba lleno de vida porque el siguiente
25. EL CAMINO DE LA FELICIDAD podía estar lleno de muerte. Todos los sentidos
Es la historia de un hombre alerta a flor de piel, todo el corazón vivido en
cada latido, toda mirada abierta a la pincelada
que estaba harto de llorar.
Miró a su alrededor y vio de colores que descubre el paisaje, todo sonido
analizado en el espectro que va de la mina a la
que tenía delante de sus ojos la felicidad.
Estiró la mano y quería cogerla. muerte. Vida intensa en el campo de minas.
La felicidad era una flor. Ése era su secreto. Vivir al día, vivir el minuto,
La cogió. vivir al instante. Vivir el presente. La vida es un
Y nada más tenerla en su mano, campo de minas.
la flor ya se había deshojado. Carlos G. Vallés
La felicidad era un rayo de sol. Vida Nueva nº 2008, septiembre 95
Levantó sus ojos para calentar su cara
y en seguida una nube lo apagó.

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27. EL CANTO DEL JILGUERO algunas de ellas mantenían estrechas


relaciones.
Leyenda guaraní. Un indio oyó en la selva el De pronto, Dios reparó en dos hermosas
canto de un jilguero. Nunca había oído una me- virtudes que no parecían conocerse entre sí en
lodía igual. Quedó enamorado de su belleza y absoluto y daba la sensación de encontrarse
salió en la búsqueda del pájaro cantor. Encontró incómodas la una junto a la otra. De modo que
a un gorrión. Le preguntó: “¿Eres tú el que canta tomó a una de ellas y se la presentó
tan bien?”. El gorrión contestó: “Claro que sí”. “A formalmente a la otra: “Te presento a Gratitud”,
ver, que te oiga yo”. El gorrión cantó, y el indio dijo Dios. “Ésta es Caridad”.
se marchó. No era ese el canto que había oído.
Pero, en cuanto Dios se dio la vuelta para
El indio siguió buscando. Preguntó a una perdiz, atender a otros invitados, ellas se separaron.
a un loro, a un águila, a un pavo real. Todos le Así es como ha circulado la historia de que ni
dijeron que sí, que eran ellos, pero no era su siquiera Dios puede hacer que haya Gratitud
voz lo que él había oído. Y siguió buscando. En donde hay Caridad.
sus oídos resonaba aquel canto único, distinto,
ensoñador, y no podía confundirse con ningún Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º
otro. Siguió buscando, y un día a lo lejos volvió tomo)”, p. 180
a escuchar la melodía que había escuchado una
vez y que desde entonces llevaba en el alma. 30. CARTA A LOS MISIONEROS
Se paró silencioso. Sintió la dirección y midió la Hace unas semanas, el Ministerio de Asuntos
distancia con sus sentidos alerta. Se acercó sigi- Exteriores pidió a los misioneros españoles que
loso como un indio sabe andar en la selva sin abandonaran Burundi ante el peligro que corren
que sus pies se enteren. Y allí lo vio. No necesi- sus vidas. En estos momentos hay ocho sacer-
tó preguntarle. Lo supo desde la primera nota, dotes y seis religiosas compatriotas nuestros en
sació su mirada con la silueta del pájaro cantor, este país de los Grandes Lagos.
y volvió feliz a su aldea. Ya sabía cuál era el pá-
jaro de sus sueños. “Queridos compañeros:

La voz del Espíritu es inconfundible en el alma. Si podéis... quedaos allí. Lo entiendo desde su
Nos quedó grabada desde que nuestro cuerpo punto de vista. Creen que su deber es poner a
fue cuerpo y nuestra alma fue alma. Y vamos salvo la vida los españoles. La vida de los afri-
por el mundo preguntando ignorantes: “¿Eres canos no es su problema. No cae en su jurisdic-
tú?”. Mientras preguntamos no sabemos. Cuan- ción. Lo suyo es “sacar a las monjitas de la sel-
do se oye, ya no se pregunta. Dios se revela por va” y a todos los españoles del polvorín de
sí mismo, y sabemos que está ahí con fe incon- Ruanda y Burundi.
fundible. Que no se nos borre nunca el canto del Pero vosotros estáis en la jurisdicción del amor.
jilguero. En otra onda. Lo vuestro es estar al lado de los
Carlos G. Vallés que sufren, tratando de curarles con el bálsamo
de la ternura y con la sal de la comprensión y el
28. CANTO DEL PÁJARO perdón que cicatriza todas las heridas.
Trato de comprender vuestros miedos, los odios
Los discípulos tenían multitud de preguntas que
ciegos que nada respetan, las sospechas injus-
hacer acerca de Dios. Les dijo el Maestro: “Dios
tas, los egoísmos sin límites y toda la mentira.
es el Desconocido y el Incognoscible. Cualquier
Esa que tergiversa vuestras palabras y vuestras
afirmación acerca de Él, cualquier respuesta a
más puras intenciones. La verdad es que sois
vuestras preguntas, no será más que una
un estorbo para las desmesuradas ambiciones
distorsión de la verdad”.
políticas de algunos. Más aún, creo y sé que
Los discípulos quedaron perplejos: “Entonces, vuestra huida o muerte está calculada para al-
¿por qué hablas sobre Él? gunos egoístas como un triunfo para “su
“¿Y por qué canta el pájaro?”, respondió el causa”... Tú lo sabes también.
Maestro. El miedo es humano. La prudencia también. Si
El pájaro no canta porque tenga una afirmación las tensiones de una situación tan dura te han
que hacer. Canta porque tiene un canto que perder tu paz interior y que tus nervios estén a
expresar. flote... no lo dudes... vuelve a tu patria a descan-
sar. Nada debe perturbar tu ilusión de amar y de
Anthony de Mello luchar.
29. CARIDAD Y GRATITUD Pero si puedes, si la paz está contigo, con el co-
razón en la mano, sigue sembrando estrellas de
Hace mucho tiempo ofreció Dios una fiesta a amor y de amistad. Seguro, la victoria está de tu
todas las virtudes, grandes y pequeñas, lado. Y si te derriban, sólo habrán alumbrado
humildes y heroicas. Todas ellas se reunieron una luz más que seguirá irradiando amor misio-
en una sala del cielo espléndidamente nero.
decorada, y no tardaron en disfrutar de la fiesta,
porque todas se conocían entre sí, e incluso Chicho Morales. Vida Nueva nº 2029, de febrero
de 1996

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31. LA CASA EN LLAMAS “Casi nada”, le contestó la paloma.


Entonces el pájaro le contó esta historia: “Esta-
No hace mucho tiempo vi una casa que ardía. ba en la rama de un pino cuando empezó a ne-
Su techo era ya pasto de las llamas. Al acercar- var. No era una ventisca, sino una de esas ne-
me, advertí que aún había gente en su interior. vadas suaves. Caían los copos lentos, balan-
Fui a la puerta y les grité que el techo estaba ar- ceándose graciosamente. Como no tenía otra
diendo, incitándoles a que salieran rápidamente. cosa que hacer, me puse a contar los copos que
Pero aquella gente no parecía tener prisa. Uno caían sobre la rama donde me encontraba. Ca-
preguntó, mientras el fuego chamuscaba sus ce- yeron 3.751.952 copos.
jas, qué tiempo hacía fuera; si llovía, si no hacía
viento y otras cosas parecidas. Sin responder, Cuando muy lentamente cayó el copo
volví a salir. Esta gente, pensé, tiene que arder 3.751.953, casi nada como acabas de decir, la
antes que acabe con sus preguntas. Verdadera- rama se rompió...”. Y dicho esto, el pájaro se
mente, amigos, a quien el suelo no le queme en marchó volando.
los pies hasta el punto de desear gustosamente La paloma, toda una autoridad experta en mate-
cambiar de sitio, nada tengo que decirle. ria de la paz desde tiempos de Noé, se quedó
Bertolt Brecht pensativa y luego dijo: “A lo mejor sólo falta una
persona para que la paz sobrevenga al mundo”.
32. CASA ORIGINAL Quizá sólo faltas tú.
Nuestro Padre, Bruno Ferrero. “El canto del grillo”, p. 29
no todos los hermanos
le profesábamos el mismo cariño, 34. CAZAR MONOS
nos dejó en herencia
una original casa redonda. Los cazadores de monos han inventado un mé-
No la rodeaban muros, todo genial e infalible para capturarlos. Una vez
ni rejas la aprisionaban. descubierto el lugar donde suelen juntarse, en-
De color azul cambiante tierran en el suelo unas vasijas de cuello largo y
tenía pintados sus techos estrecho. Recubren las vasijas con tierra, dejan-
y en las habitaciones do sólo la embocadura a ras de la hierba. Luego
abundaba el color verde. meten en las vasijas unos puñados de arroz y
Era grande. otras bayas que les gustan mucho a los monos.
También los hermanos éramos muchos. Cuando se retiran los cazadores, los monos
La luz entraba a raudales durante el día vuelven. Como son curiosos por naturaleza,
y múltiples lamparitas examinan las vasijas y cuando se dan cuenta de
daban misterio a sus noches. las golosinas que encierran, introducen sus ma-
Era una buena casa redonda para vivir. nos y agarran un buen puñado de arroz y de ba-
La calefacción funcionaba yas, cuanto más grande mejor. Pero el cuello de
potentemente en verano las vasijas es muy estrecho. La mano vacía pe-
y el aire acondicionado netra fácilmente, pero cuando está llena no pue-
nos hacía tiritar en invierno, de salir.
pero era la mejor casa para vivir
En ese momento salen los cazadores y los cap-
pues, en ella, podía aspirarse
turan fácilmente, porque, aunque se resisten
el perfume de las plantas,
mucho, no les viene la más mínima idea de abrir
no era difícil adivinar
la mano y abandonar lo que aprietan en el puño.
la silenciosa huella de los animales
y convivían pacíficamente Bruno Ferrero. “El canto del grillo”, p. 57
el frescor de cumbres y mares
con la sedosa tibieza 35. LA CEBOLLA
de la vida palpitante. “Había una vez una vieja muy mala y murió. La
Era una casa amplia y redonda mujer no había realizado en su vida ni una sola
con capacidad de acogida para todos acción buena y la echaron en el lago de fuego.
aunque, entre los hermanos, Pero el ángel de la guarda que estaba allí pen-
surgieron envidias, recelos y luchas só: “¿Qué buena acción podría recordar para
que hicieron temblar sus paredes. decírselo a Dios?” Entonces recordó algo y se lo
Era la herencia de nuestro padre. manifestó:
Más que redonda era esférica
y nunca acertamos a comprender - Una vez arrancó de su huertecillo una cebolla
cuáles eran sus cimientos. y se la dio a un pobre.
Marina Cuervo y Jesús Diéguez. “Al calor de las Y Dios le respondió complacido: “Toma tú mis-
parábolas”, PPC, 1989, p. 34 mo esa cebolla y échasela al lago de forma que
pueda agarrarse a ella. Si puedes lograr sacarla
33. CASI NADA del fuego, irá al paraíso, pero si la cebolla se
rompe tendrá que quedarse donde está”.
Un pájaro preguntó a una paloma: “¿Cuánto
pesa un copo de nieve?

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El ángel corrió hasta donde estaba la mujer y le Y todos los días venían a comprobar si la
alargó la cebolla: “Toma, mujer, agárrate fuerte, montaña desaparecía. Pero la montaña seguía
vamos a ver si te puedo sacar”. impasible en el mismo sitio, pues solamente
Y comenzó a tirar con cuidado. Cuando ya casi habían conseguido arrancarla unas pocas
la había sacado del todo, los demás pecadores espuertas de tierra...
que estaban en el lago de fuego se dieron cuen- Pero el chino tenaz se dirigió a sus vecinos:
ta y empezaron todos a agarrarse a ella para - “Ya sé que las montañas son muy grandes.
poder también salir de allí. Pero la mujer era Pero... ¡no crecerán más! Cada paletada que les
mala, muy mala, y les daba patadas diciendo: arranquemos, no la repondrán jamás. Yo me
“Me van a sacar sólo a mí, no a vosotros: es mi moriré, es cierto, sin ver desaparecer la monta-
cebolla, no la vuestra”. ña; pero mis hijos continuarán la tarea; y, cuan-
Pero apenas había pronunciado estas palabras, do ellos mueran, la continuarán mis nietos... Y
cuando la cebolla se rompió en dos y la mujer algún día, no sé cuando, la montaña habrá des-
volvió a caer en el lago de fuego. Allí arde hasta aparecido y el sol podrá entrar en nuestra casi-
el día de hoy. ta. ¿No es mejor hacer algo, aunque sea poco
El ángel se echó a llorar y se fue”. cada día, que lamentarse todos los días sin ha-
cer nada?”
F. Dostoievski
37. CIELO E INFIERNO
36. CHINO LOCO
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a
Érase que se era un chino, padre honrado de mucha gente sentada en torno a una mesa rica-
familia y trabajador de un pequeño campo por mente servida. estaba llena de alimentos, a cuál
las regiones del norte del país. más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos
Su casita estaba situada en un paraje los comensales tenían cara de hambrientos y el
maravilloso entre verdes praderas y arroyos de gesto demacrado. Tenían que comer con pali-
agua limpísima. Pero, ¡oh desgracia!, la enorme llos; pero no podían, porque eran tan largos
mole de una montaña hacía sombra como un remo. Por eso, por más que estiraban
continuamente a la casa, de manera que, ni en su brazo, nada conseguían llevarse a la boca.
verano ni en invierno, podía entrar por las Impresionado, el sabio salió del infierno y subió
ventanas ni un rayo de sol... al cielo. Con gran asombro, vio que también allí
- ¡Qué casa más oscura! - decían las personas había una mesa llena de comensales y con
que venían a visitar al buen chino. iguales manjares. En este caso, sin embargo,
nadie tenía la cara desencajada; todos los pre-
- ¡Qué casa más triste! - repetía cada día el
sentes lucían un semblante alegre; respiraban
chino cuando, al levantarse y abrir la ventana,
salud y bienestar por los cuatro costados. Y es
se encontraba ante las narices aquella montaño-
que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba
na inmensa que le ocultaba el sol...
de alimentar con los largos palillos al que tenía
Pero, ¿qué hacer? Una de dos: o cambiar la enfrente.
casa de sitio, o cambiar de sitio la montaña...
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
El chino lo pensó bien y se decidió por esto últi- dos”, p. 79
mo. ¡Sí! trasladaría aquella gigantesca mole de
piedra a otro lugar... 38. CINCO ALPINISTAS
Pero... ¿cómo? Un grupo de cinco montañeros amigos estaban
Paletada a paletada. Espuerta a espuerta... escalando un pico alto y remoto después de una
larga preparación. Para la ascensión se habían
Así se lo comunicó a sus hijos. atado los cinco en una cordada, como es de ri-
- “Hijos míos - les dijo -, esta casa, que yo here- gor, ya que así, si uno de los cinco resbalaba,
dé de mi padre y él de mi abuelo, es muy triste. podrían izarlo y salvarlo, como tenían bien ensa-
Yo quiero dejaros a vosotros una casa más ale- yado. Todo hizo falta en la ardua ascensión,
gre. Por eso he decidido que, desde mañana, pues la cumbre era escarpada y cualquier caída
saldremos al campo con pico y pala e iremos sobre el valle, lejano desde tanta altura, había
demoliendo lentamente la montaña y trasladan- de resultar necesariamente fatal. Paso a paso
do su tierra a otra parte...” avanzaban hacia el vértice blanco, con firme vo-
Los hijos no se asustaron del trabajo que el luntad de conquista segura.
padre les presentaba y dijeron que sí. Y al día Todo fue bien hasta que uno de los cinco resba-
siguiente, comenzaron su trabajo. ló y cayó con fuerza hacia el vacío. En su caída
Pero los habitantes de las fincas vecinas, al arrastró al compañero más cercano, que nada
enterarse, se echaron a reír: pudo hacer por detenerlo, y éste a su vez arras-
tra al siguiente, hasta que los cinco amigos, ata-
- “¡Están locos! - decían - ¿Quién puede contra dos aún por la firme cuerda, comenzaron su
la montaña? ¡No conseguirán nada...!” descenso vertiginoso hacia una muerte segura.
La roca no tuvo piedad y, tras la larga y solidaria

Textos para orar y reflexionar 10


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caída, los cinco amigos perecieron en su aven- las montañas, la nieve, el valle y las nubes, todo
tura. visto desde la perspectiva privilegiada del vuelo
Allá en el cielo, san Pedro se aprestó a recibirlos del pájaro que por unos instantes fue mío. Con
y, como había presenciado con mucho interés esos felices sentimientos estaba cuando me lle-
su arriesgado alpinismo, decidió hacerles una gó el fin”. San Pedro le puso la mano en el hom-
sola pregunta, la misma a todos, para decidir si bro y le dijo: “Adelante, hijo mío. Este reino es
podía admitirlos en el cielo o no. Llegó el prime- para ti”. Entraron los dos juntos en el cielo y se
ro de la cordada, y san Pedro le preguntó: “He cerró la puerta.
visto que has caído desde una gran altura a una Al cerrar la puerta del cielo, murmuró san Pedro
soledad de piedra, y la caída ha sido larga, ya para sus adentros: “Pero ¿cómo voy a dejar en-
que estabais a punto de alcanzar la cumbre trar en el cielo a quien no ha sabido disfrutar en
cuando caísteis. Dime, pues, y dime con sinceri- la tierra? ¿Cuándo se enterarán lo de ahí aba-
dad, pues de tu respuesta dependerá tu suerte, jo?”
¿en qué pensabas mientras caías por el aire Carlos García Valles. “Salió el sembrador...”.
desde la cumbre hasta el valle en que en-
contraste la muerte? ¿Qué pensamientos pasa- 39. CINCO MADEJAS
ron por tu mente?
El rey, en su avaricia, había apresado y encar-
El primer alpinista contestó: “En cuanto me des-
celado a Háyarat Isa, a quien todo pueblo vene-
prendí de la roca, caí en la cuenta de que aque-
raba y reverenciaba como a hombre de Dios y
llo era el fin, y todo lo que pensé fue lo tonto que
profeta de su pueblo, e hizo saber que no lo
había sido al embarcarme en una locura que
pondría en libertad hasta que el pueblo pagase
bien sabía yo que habría de acabar mal. Pero
una muy elevada cantidad de dinero por su res-
me dejé convencer, y tenía que pagar las conse-
cate. Una manera un poco primitiva y salvaje de
cuencias. Me dio mucha rabia, y con esa rabia
cobrar impuestos. El rey sabía que el pueblo ve-
me estrellé”. San Pedro le dijo: “Lo siento, pero
neraba al santo, y pagaría.
no puedes entrar”.
Pagaron mucho, en efecto, pero la cantidad re-
El segundo contestó: “Yo me vi caer y, aunque
caudada no llegaba aún a lo estipulado. Una
comprendí que la situación era desesperada, no
viejecita de un pueblo muy lejano se enteró tam-
perdí toda esperanza y traté, según caía, de ver
bién de lo que sucedía y quiso contribuir en su
si había algún saliente que pudiera agarrar con
pobreza. Era hilandera, y todo su capital en
las manos o con la cuerda para quedar engan-
aquel momento eran cinco madejas recién hila-
chado allí y salvar mi vida y las de mis compa-
das. Las tomó y se encaminó a palacio a entre-
ñeros. Pero ya ves que no lo conseguí, y aquí
garlas para el rescate.
estoy”. San Pedro reflexionó un momento y sen-
tenció: “Tampoco tú puedes entrar aquí”. La gente, al verla pasar, se contaban unos a
otros su caso, y no podían menos de sonreírse
El tercero contestó: “Yo no pensé en mí mismo,
ante la ingenuidad de su gesto y la inutilidad de
sino en mi mujer y mis hijos. Me dio gran pena
su esfuerzo. ¿Qué valían cinco madejas de hilo
pensar que con mi muerte mi mujer quedaría
en un rescate de millones? Algunos incluso se lo
viuda, y mis niños huérfanos. Con esa pena en
decían a la cara y la disuadían de su empeño.
el alma morí”. San Pedro lo miró con cariño y
comprensión, pero luego le dijo suavemente: Pero ella seguía su camino y contestaba: “No sé
“Está bien, pero no puedes entrar”. si pondrán en libertad a Háyarat Saheb o no. Lo
único que pretendo es que cuando Dios en su
El cuarto contestó: “Desde el primer momento
juicio me pregunte qué hice yo cuando Háyarat
de la caída, yo pensé en Dios. Le encomendé
Saheb estaba en la cárcel, no tenga yo que ba-
mi alma, le pedí perdón por todos mis pecados
jar los ojos avergonzada”. Y presentó su ofren-
con contrición sincera y, aunque no tenía mucho
da.
sentido hacer propósitos de enmienda y prome-
ter no pecar más cuando sabía que ya no había El rey, a cuyos oídos había llegado ya su histo-
de tener ocasión, sí expresé mi dolor por haber ria, liberó al hombre de Dios.
ofendido a Dios y me entregué a su misericor- Sabemos que el alma de la humanidad está en
dia”. San Pedro se rascó la cabeza pensativo y, la cárcel. ¿Cuándo nos pondremos en camino
por fin, dijo: “En eso hiciste bien, pero fue un con nuestras cinco madejas?
poco tarde. Tampoco tú puedes entrar”.
Carlos G. Vallés
El quinto contestó: “Yo vi desde el primer mo-
mento que me quedaban sólo unos instantes de 40. LA CITA DE UNA ESTRELLA
vida. Abrí los ojos y vi a mi alrededor la vida
más bella que el hombre puede imaginar. Mien- Juntos vivían los dos monjes en lo alto de la
tras escalábamos la cumbre, estaba demasiado montaña: entrado en años uno, joven el otro. La
preocupado con la ascensión y agotado por el figura del viejo ermitaño más parecía una gavilla
esfuerzo para fijarme en la belleza del paisaje; de sarmientos: alto, seco, comida parca, sueño
pero, una vez libre de toda preocupación en corto, duro consigo mismo. Antes de rayar el
aquella soberbia caída, pude dedicarme a dis- alba, ya estaba en oración. Cómo resplandecía
frutar con toda el alma del espectáculo único de su rostro de gozo cuando cada mañana

Textos para orar y reflexionar 11


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iluminaba el sol la cumbre del monte y él, desde noche no acudiría Dios a la cita de la estrella
su alto coro de piedra, cantaba sobre el valle, amiga.
todavía denso en brumas: Entrada ya la noche, a hurtadillas, como de
- Montes y cumbres, manantiales y ríos, cuanto reojo, miró. Sí, miró y gritó. No se pudo
germina en la tierra, bendiga al Señor. contener. Sus ojos asombrados no veían una
El monje joven, en cambio, era todo ojos para estrella: veían dos.
ver, todo oídos para escuchar cuanto hacía y Su viejo corazón de ermitaño se desbordaba:
decía el Maestro. Sentía verdadera veneración - Gracias por la lección.... ¡Gracias, Señor!
por él, porque más que un hombre, evocaba
otra Presencia: la de Dios. LÓPEZ ARRÓNIZ, Prudencio. “Más allá...”
Aquella cumbre era el lugar adecuado para su 41. CLUB DEL REFUGIO
empeño contemplativo: lejanía del barullo de la
ciudad, silencio creador, aire puro. Era una costa peligrosa. Golpeada por el oleaje
y los grandes huracanes. La costa había sido
Cierto, era el lugar más adecuado. Sólo tenía un
testigo d innumerables naufragios. La fama de la
pequeño inconveniente: periódicamente debían
zona era reconocida por todo el mundo. Los
descender al valle, avituallarse de provisiones y
capitanes de los grandes barcos procuraban no
emprender de nuevo la marcha, pendiente
pasar cerca de esa costa por el peligro de
arriba, cargados de alimentos.
naufragio. Sin embargo, cada año, varios barcos
A mitad del repecho bullía una fuente. Eso sí, se hundían en las rocas y arrecifes por esos
cada vez que el viejo monje asceta en su lugares.
fatigosa ascensión se acercaba a la fuente,
Los que vivían en esa parte, siendo
ofrecía su sed a Dios... y pasaba de largo. Y
misericordiosos, decidieron establecer un
Dios, que no se deja vencer en generosidad, se
pequeño rancho sencillo en la costa, con un
lo agradecía cada noche, haciendo aparecer
equipo de salvavidas. Hicieron campañas, año
una estrella. Era como la sonrisa de Dios,
tras año, para recoger fondos y así poder
aceptando la renuncia de su fiel servidor.
sostener el humilde refugio. El equipo de
Pero aquel día, el venerable anciano dudaba. salvavidas se volvió experto con mucha práctica
No es que a él le importara mucho beber: toda y el número de personas perdidas iba
su vida había sido una larga cadena de disminuyendo.
renuncias; pero aquel novicio... Lo miraba y veía
La fama del pequeño refugio creció y varios
sudoroso, fatigado, los labios resecos, cargado
ricos de buena voluntad dejaron en herencia
con el pesado saco de alimentos. Dudaba...
dinero para mantenerlo. Al final, se notó que los
- ¿Qué hago? ¿Bebo... o no bebo? Si bebo, fondos del refugio eran muchos. Fue necesario
Dios no me sonreirá esta noche tras la estrella; nombrar un tesorero y comité para controlar
pero si no bebo, tampoco beberá él. ¿Y llegará bien el dinero. Así lo hicieron...
a la cumbre? ¿No desfallecerá por el camino?
Un día, un barco de primera categoría - con
Era mediodía: quemaban la piedras del monte. pasajeros ricos - se hundió cerca del refugio.
- Pues beberé, se decidió al fin el viejo monje Los salvavidas salieron con sus lanchas para
asceta: antes es el amor. Dios mismo lo ha di- salvar a los pasajeros. Cuando los llevaron al
cho. refugio, tenían vergüenza de las condiciones tan
pobres del lugar. En la próxima reunión del
Inmediatamente el joven novicio se deshizo de comité pro mantenimiento, decidieron mejorar
su fardo pesado de alimentos, se arrodilló y las condiciones del refugio para poder servir
bebió largamente. Cuando hubo saciado su sed, mejor a los pobres náufragos. A la vez, tomaron
refrescó rostro y muñecas con el agua fría, se la decisión de dar sueldos a los salvavidas
volvió sonriente al Maestro y le dijo: (antes eran voluntarios) para poder servir mejor
- Gracias... ya no podía más: me estaba murien- a esos mismos náufragos. Se creó un “comité
do de sed. de verdad, se lo agradezco. pro mejoramiento del refugio”. Ellos resolvieron
conseguir un decorado interior para hacer el
Reemprendieron la marcha. Pero ahora, la que
refugio más presentable y poder recibir mejor a
repentinamente se nubló fue el alma del viejo
los pobres náufragos. El decorador hizo bien su
asceta:
trabajo y el edificio resultó muy bello.
- No debía haber bebido... Treinta años pasando
La fama del refugio iba creciendo. Mientras
junto a la fuente, privándome de beber... Tantas
tanto, muchas personas pidieron ser miembros
y tantas sonrisas de Dios... Hice mal. ¡Esta no-
del equipo salvavidas aunque fuera como
che no se me aparecerá Dios tras la estrella
miembros honorarios. Contribuyeron ellos con
amiga!
fondos propios para mantener el lugar. Uno de
Llegaron tarde a la cumbre. Anochecía. Turbado ellos hizo una bandera especial para el refugio y
como estaba, el monje anciano apenas probó otro - con mucha iniciativa creadora - sugirió un
bocado. Se retiró pronto a orar. Sus ojos no se lema y un cambio de nombre del refugio, así
atrevían a mirar al horizonte. Seguro, aquella como un reglamento específico. Así, la
institución pasó a llamarse “El Club del Refugio”.

Textos para orar y reflexionar 12


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

El comité hizo un libro especial, reuniendo todos Todo lo que das a otros te lo estás dando a ti
los reglamentos y las tradiciones más mismo.
importantes para los miembros. Fue igualmente Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º
organizado un rito de iniciación para admisión tomo)”, p. 167
de los nuevos miembros del Club.
La fama de “El Club del Refugio” creció aún 44. COMPETITIVIDAD
más. En el sitio se ubicó un gran restaurante
El Maestro deploraba los males que acarreaba
para atender a los socios. Progresivamente
la competitividad.
aparecieron canchas de tenis, salones de
fiestas, etc. “¿Acaso el competidor no hace aflorar lo mejor
que hay en nosotros?”, le preguntaron.
Un día, durante la reunión almuerzo de los
miembros, ocurrió un naufragio. El equipo de “Todo lo contrario: hace aflorar lo peor, porque
salvavidas salió para salvar a las víctimas. te enseña a odiar”.
Cuando llegaron, estaban mojados, sucios. “¿Odiar... qué?”
Entre los náufragos había blancos, negros,
amarillos - gente de toda clase - porque la nave “Odiarte a ti mismo, por permitir que tu actividad
que se había hundido era un barco que llevaba venga determinada por tu competidor, no por tus
trabajadores pobres que buscaban trabajo en propias necesidades y limitaciones; y odiar a los
otra parte. Al ver a las víctimas, la dirección del demás, porque lo que buscas es triunfar a su
Club del Refugio se reunió en asamblea de costa”.
urgencia y proporcionó el garaje para “¡Pero eso suena a una especie de réquiem por
alojamiento de los náufragos, por un corto el cambio y el progreso!”, protestó alguien.
período, ya que el sitio sería pronto usado para “El único progreso que hay - dijo el Maestro - es
recibir a los invitados a las fiestas nocturnas del el progreso del amor y el único cambio digno de
Club. producirse es el cambio del corazón”.
Esa noche, en una sesión extraordinaria, se Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
decidió que si algunos miembros querían hacer
entrar tales tipos en el refugio, sería mejor 45. COMPRAR A UN HIJO
construir un pequeño rancho sencillo más allá
de la costa, para salvar náufragos nocturnos. Una joven pareja entró en el mejor comercio de
juguetes de la ciudad. Ambos se entretuvieron
José DAVID. “Juegos y trabajo social”.
mirando los juguetes alineados en las estante-
42. EL COMERCIO rías. Había de todo tipo. No llegaban a decidir-
se. Se les acercó una dependienta muy simpáti-
Un joven soñó que entraba en un comercio. El ca.
dependiente era un ángel. - Mira, - le explicó la mujer - tenemos una niña
- ¿Qué es lo que se vende aquí? - preguntó el muy pequeña, pero estamos casi todo el día
joven. fuera de casa y, a veces, hasta de noche.
- Todo lo que desees - respondió el ángel. - Es una cría que apenas sonríe - continuó el
- Quiero el fin de todas las guerras del mundo, hombre -. Quisiéramos comprarle algo que la hi-
más justicia para los explotados, tolerancia y ge- ciera feliz, algo que le diera alegría aun cuando
nerosidad para los extranjeros, trabajo para los estuviera sola...
parados y... - Lo siento - sonrió la dependienta con gentileza
- Lo siento - le interrumpió el ángel -. Usted no -. Pero aquí no vendemos padres.
me ha entendido. Aquí no vendemos frutos, sino Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 42
sólo semillas.
46. CON TODAS TUS FUERZAS
Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 19
Un padre estaba observando a su hijo pequeño
43. COMPARTIR EL MEJOR MAÍZ que trataba de mover una maceta con flores
Un agricultor, cuyo maíz siempre había obtenido muy pesada. El pequeño se esforzaba, sudaba,
el primer premio en la Feria del estado, tenía la pero no conseguía desplazar la maceta ni un
costumbre de compartir sus mejores semillas de milímetro.
maíz con todos los demás agricultores de los “¿Has empleado todas tus fuerzas”, le preguntó
contornos. el padre.
Cuando le preguntaron por qué lo hacía, dijo: “Sí”, respondió el niño.
“En realidad, es por puro interés. El viento tiene “No”, replicó el padre, “aún no me has pedido
la virtud de trasladar el polen de unos campos a que te ayude”.
otros. Por eso, si mis vecinos cultivaran un maíz
de clase inferior, la polinización rebajaría la cali- Bruno Ferrero. “Historias para acortar el
dad de mi propio maíz. Ésta es la razón por la camino”, p. 23
que me interesa enormemente que sólo planten
el mejor maíz”.
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47. CONOCERSE Y CONOCER LA 50. CONTAMOS CONTIGO


REALIDAD Cuando el sol se escondía detrás de las monta-
Un gallo estaba convencido de que era la poten- ñas, preguntó:
cia y belleza de su canto quien hacía despertar - ¿Hay alguien que quiera sustituirme?
al sol cada mañana. Y que si, por desgracia, un
- Se hará lo que se pueda, respondió la lámpara
día dejase de cantar, el sol y ano saldría. Pero
de aceite
la realidad era muy diferente de aquella que el
gallo suponía. Porque un día, agotado, se quedó R. Tagore
dormido y descubrió que eran los rayos del sol
quienes hacían posible el amanecer y no su 51. CONTEMPLAR UN AGUJERO
canto. Un avaro enterró su oro al pie de un árbol que
Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan- se alzaba en su jardín. Todas las semanas lo
gelización”, p. 141 desenterraba y lo contemplaba durante horas.
Pero, un buen día, llegó un ladrón, desenterró el
48. LOS CONSTRUCTORES oro y se lo llevó. Cuando el avaro fue a contem-
plar su tesoro, todo lo que encontró fue un agu-
En Antioquía, donde el río Assi corre a encon-
jero vacío.
trarse con el mar, se construyó un puente para
acercar una mitad de la ciudad a la otra mitad. El hombre comenzó a dar alaridos de dolor, al
Fue construido con enormes piedras cargadas punto que sus vecinos acudieron corriendo a
desde lo alto de las colinas sobre el lomo de las averiguar lo que ocurría. Y, cuando lo averigua-
mulas. ron, uno de ellos preguntó: “¿Empleaba usted
su oro en algo?”
Cuando el puente fue terminado se grabó sobre
el pilar en griego y en arameo: “Este puente fue “No”, respondió el avaro. “Lo único que hacía
construido por el Rey Antíoco II”. era contemplarlo todas las semanas”.
Una tarde, un joven, tenido por algunos como un “Bueno, entonces”, dijo el vecino, “por el mismo
loco, descendió hasta el pilar donde se habían precio puede usted seguir viniendo todas las se-
grabado las palabras, y las cubrió con carbón y manas y contemplar el agujero”.
escribió por encima: “Las piedras del puente No es nuestro dinero, sino nuestra capacidad de
fueron traídas desde las montañas por las mu- disfrutar, lo que nos hace ricos o pobres.
las. Al pasar de ida o de vuelta sobre el puente
están cabalgando sobre los lomos de las mulas Antohny de Mello. “La oración de la rana. 2”
de Antioquía, constructoras de este puente”.
52. CORAZÓN DE CEBOLLA
Y cuando la gente leyó lo que el joven había es-
crito, algunos se rieron y otros se maravillaron. Había una vez un huerto lleno de hortalizas, ár-
Pero una mula dijo a otra: “¿No recuerdas, aca- boles frutales y toda clase de plantas.
so, que verdaderamente nosotras acarreamos Como todos los huertos, tenía mucha frescura y
esas piedras? Y, sin embargo, hasta ahora se agrado. Por eso daba gusto sentarse a la som-
decía que el puente lo había construido el Rey bra de cualquier árbol a contemplar todo aquel
Antíoco. verdor y a escuchar el canto de los pájaros.
Kahlil Gibrán. “Obras completas (tomo 2)” Pero de pronto, un buen día, empezaron a nacer
unas cebollas especiales. Cada una tenía un co-
49. CONSTRUYENDO UNA CATE- lor diferente: rojo, amarillo, naranja, morado...
DRAL
El caso es que los colores eran irisados, des-
Un transeúnte se detuvo un día ante una cante- lumbradores, centelleantes, como el color de
ra en la que trabajaban tres compañeros. una mirada o el color de una sonrisa o el color
de un bonito recuerdo.
Preguntó al primero: “¿Qué haces, amigo?”
Después de sesudas investigaciones sobre la
Y éste respondió sin alzar la cabeza: “Me gano
causa de aquel misterioso resplandor, resultó
el pan”.
que cada cebolla tenía dentro, en el mismo co-
Preguntó al segundo: “¿Qué haces, amigo?” razón (porque también las cebollas tienen su
Y el obrero, acariciando el objeto de su tarea, propio corazón), una piedra preciosa. Ésta tenía
explicó: “Ya lo ves, estoy tallando una hermosa un topacio, la otra un aguamarina, aquella un la-
piedra”. pislázuli, la de más allá una esmeralda... ¡Una
verdadera maravilla!
Preguntó al tercero: “¿Qué haces, amigo?”
Pero por alguna incomprensible razón se empe-
Y el hombre, alzando hacia él unos ojos llenos zó a decir que aquello era peligroso, intolerable,
de alegría, exclamó: “Estamos edificando una inadecuado y hasta vergonzoso.
catedral”.
Total, que las bellísima cebollas tuvieron que
Y el caso es que los tres estaban realizando la empezar a esconder su piedra preciosa e íntima
misma tarea. con capas y más capas, cada vez más oscuras

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y feas, para disimular cómo eran por dentro. 55. EL CRISTO DE LOS FAVORES
Hasta que empezaron a convertirse en unas ce-
bollas de lo más vulgar. El viejo Haakón cuidaba una cierta ermita. En
Pasó entonces por allí un sabio, a quien gustaba ella conservaba un Cristo muy venerado que re-
sentarse a la sombra del huerto y que sabía tan- cibía el significativo nombre de “Cristo de los Fa-
to que entendía el lenguaje de las cebollas, y vores”. Todos acudían a él para pedirle ayuda.
empezó a preguntarles una por una: Un día también el ermitaño Haakón decidió soli-
citar un favor y, arrodillado ante la imagen, dijo:
- ¿Por qué no eres como eres por dentro?
- Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu
Y ellas le iban respondiendo: puesto. Quiero reemplazarte en la cruz.
- Me obligaron a ser así... Y se quedó quieto, con los ojos puestos en la
- Me fueron poniendo capas... incluso yo me imagen, esperando una respuesta. De repente
puse alguna para que no dijeran... vio que el Crucificado empezaba a mover los
labios y le dijo:
Algunas cebollas tenían hasta diez capas, y ya
ni se acordaban de por qué se pusieron las - Amigo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser
primeras. con una condición: que, suceda lo que suceda y
veas lo que veas, has de guardar silencio.
Y al final el sabio se echó a llorar.
- Te lo prometo, Señor.
Y cuando la gente lo vio llorando, pensó que llo-
rar ante las cebollas era propio de personas Y se efectuó el cambio. Nadie se dio cuenta de
muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue que era Haakón quien estaba en la cruz,
llorando cuando una cebolla nos abre su cora- sostenido por los cuatro clavos, y que el Señor
zón. Y así será hasta el fin del mundo. ocupaba el puesto del ermitaño. Los devotos
seguían desfilando pidiendo favores, y Haakón,
Imágenes de la fe, 34
fiel a su promesa, callaba. Hasta que un día...
53. CORAZÓN DE RATÓN Llegó un ricachón y, después de haber orado,
dejó allí olvidada su bolsa. Haakón lo vio, pero
Había un ratón que estaba siempre angustiado, guardó silencio. Tampoco dijo nada cuando un
porque tenía miedo al gato. Un mago se pobre, que vinos dos horas más tarde, se
compadeció del él y lo convirtió... en un gato. apropió de la bolsa del rico. Y tampoco dijo nada
Pero entonces empezó a sentir miedo del perro. cuando un muchacho se postró ante él, poco
De modo que el mago lo convirtió en perro. después, para pedir su protección antes de
Luego empezó a sentir miedo de la pantera, y el emprender un viaje. Pero no pudo contenerse
mago lo convirtió en pantera. Con lo cual cuando vio regresar al hombre rico, quien,
empezó a temer al cazador. creyendo que era ese muchacho el que se
Llegado a este punto, el mago se dio por había apoderado de la bolsa, insistía en
vencido y volvió a convertirlo en ratón, denunciarlo. Se oyó entonces una voz fuerte:
diciéndole: “Nada de lo que haga por ti va a - ¡Detente!
servirte de ayuda, porque siempre tendrás el Ambos miraron hacia arriba y vieron que era la
corazón de un ratón”. imagen la que había gritado. Haakón aclaró
Antohny de Mello. “La oración de la rana. 2” cómo había ocurrido realmente las cosas. El rico
quedó anonadado y salió de la ermita. El joven
54. CREENCIAS salió también porque tenía prisa para emprender
su viaje. Cuando por fin la ermita quedó sola,
“Una creencia religiosa - dijo el Maestro - no es
Cristo se dirigió a Haakón y le dijo:
una afirmación de la Realidad, sino un indicio,
una pista de algo que es un Misterio y que - Baja de la cruz. No vales para ocupar mi pues-
queda fuera del alcance del pensamiento to. No has sabido guardar silencio.
humano. En suma, una creencia religiosa no es - Señor - dijo Haakón confundido -, ¿cómo iba a
más que un dedo apuntando a la luna. permitir esa injusticia?
Algunas personas religiosas nunca van más allá Y Cristo le contestó:
del estudio del dedo.
- Tú no sabías que al rico le convenía perder la
Otras se dedican a chuparlo. bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virgini-
Y otras usan el dedo para sacarse los ojos. dad de una mujer. El pobre, en cambio, tenía
Éstos son los fanáticos a quienes la religión ha necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárse-
dejado ciegos. lo. En cuanto al muchacho último, si hubiera
quedado retenido en la ermita no habría llegado
En realidad, son poquísimas las personas
a tiempo a embarcar y habría salvado la vida,
religiosas lo bastante objetivas como para ver lo
porque has de saber que en estos momentos su
que el dedo está señalando. Y a estas
barco está hundiéndose en alta mar.
personas, que han superado la creencia, se las
considera blasfemas”. Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como
dardos”, p. 202
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.

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56. CREENCIAS cementerio vecino, la iglesia parroquial, todo


mostraba el zarpazo salvaje de la furia fratricida.
“Una creencia religiosa - dijo el Maestro - no es Una mañana, acompañando a su madre,
una afirmación de la Realidad, sino un indicio, traspuso el niño el recinto sagrado. Aquello era
una pista de algo que es un Misterio y que una pura desolación: altares calcinados,
queda fuera del alcance del pensamiento imágenes mutiladas, sagrario desportillado,
humano. En suma, una creencia religiosa no es paredes renegridas, montones de escombros
más que un dedo apuntando a la luna. por doquier.
Algunas personas religiosas nunca van más allá Algo, sin embargo, se había salvado: una
del estudio del dedo. vidriera. Una vidriera que, herida por el sol,
Otras se dedican a chuparlo. abría el abanico mágico de sus mil colores. El
Y otras usan el dedo para sacarse los ojos. niño preguntó:
Éstos son los fanáticos a quienes la religión ha - Mamá, y aquel hombre que está arriba vestido
dejado ciegos. de colores, ¿quién es?
En realidad, son poquísimas las personas - Un santo.- Respondió la madre.
religiosas lo bastante objetivas como para ver lo Pasaron los años. En una tertulia de amigos, no
que el dedo está señalando. Y a estas sé dónde, no sé quién, lanzó esta pregunta:
personas, que han superado la creencia, se las
considera blasfemas”. - ¿Qué es un santo?
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. El niño de otros tiempos, hombre ya maduro,
revolviendo en el arcón de sus recuerdos,
57. DE OÍDO definió:
Dos amigos andan juntos por una calle de una - Un santo es el hombre que está muy alto y que
gran ciudad. Los envuelve el ruido multiforme de deja pasar la luz.
la ciudad moderna. Bellísima definición del cristiano. “Brille vuestra
Los dos amigos son diferentes y se nota en su luz ante los hombres, de tal manera que vean
andar. Uno es alemán, hijo de la ciudad, criatura vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro
del asfalto, ciudadano del marco. El otro es un Padre del Cielo”.
yogui hindú. Está de visita. Lleva ropas anaran- El hombre de hoy cree más a los testigos que a
jadas y mirada inocente. Anda con pies descal- los maestros, a no ser que los testigos sean
zos que se apresuran para seguir a su amigo. maestros. Mejor, busca maestros que sean
De repente el yogui se para, toma del brazo a su testigos... Y dejar pasar la luz.
amigo y le dice: “Escucha, está cantando un pá- LÓPEZ ARRÓNIZ, Prudencio. “Más allá...”
jaro”. El amigo alemán le contesta: “No digas
tonterías. Aquí no hay pájaros. No te detengas”. 59. ¿DESEAS A DIOS DE VERDAD?
Y sigue adelante.
Un día fue un discípulo en busca de su maestro
Al cabo de un rato el yogui disimuladamente y e dijo: “Maestro, yo quiero encontrar a Dios”.
deja caer una moneda sobre el pavimento. El El maestro miró al muchacho, sonriéndole.
amigo se detiene y le dice: “Espera. Se ha caído
El muchacho volvía cada día, repitiendo que
algo”. Sí, claro. Allí estaba la moneda sobre el
quería dedicarse a la religión. Pero el maestro
adoquín.
sabía muy bien a qué atenerse.
El yogui sonríe. Tus oídos están afinados al di-
Un día que hacía mucho calor, le dijo al
nero, y eso es lo que oyen. Basta el sonido míni-
muchacho que lo acompañara hasta el río para
mo de una moneda sobre el asfalto para que se
bañarse. El muchacho se zambulló en el agua.
llene tus oídos y se paren los pies. Estás a tono
El maestro lo siguió y, agarrándolo por la
con el dinero, y eso es lo que oyen tus oídos, lo
cabeza, se la metió en el agua un buen rato,
que ven tus ojos y lo que desea tu corazón. Oí-
hasta que el muchacho comenzó a forcejear
mos lo que queremos. En cambio estás desafi-
para sacarla a flote. El maestro lo soltó y le
nando ante los sonidos de la naturaleza. Tienes
preguntó qué era lo que más deseaba cuando
muy buen oído, pero estás sordo. Y no sólo de
se encontraba sin respiración dentro dl agua.
oído, sino de todo. Estás cerrado a la belleza y a
la alegría y a los colores del día y a los sonidos - Aire - respondió el discípulo.
del aire. Andas desafinado. - ¿Deseas a Dios de la misma manera? - le pre-
El pájaro sí había cantado. guntó el maestro -. Si lo deseas así, lo encontra-
Carlos G. Vallés rás inmediatamente. Pero si no tienes ese de-
Vida Nueva nº 2081 de marzo del 97 seo, esa sed, por más que luches con tu inteli-
gencia, con tus labios y tu fuerza, no podrás en-
58. DEJAR PASAR LA LUZ contrar esa religión que deseas. Mientras no se
despierte esa sed en ti, no vales más que un
También por allí, como fiera en celo, había
ateo. Incluso a veces el ateo es sincero, y tú no
pasado la guerra. Las casas color de tierra, el
lo eres.

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60. DESEOS TORCIDOS 62. DIENTES DE LEÓN


Un santo asceta hindú llevaba años haciendo Un hombre que se sentía muy orgulloso del
penitencia. Sabía que cuando alcanzase cierta césped de su jardín se encontró un buen día
cuota certificada de penitencias oficiales, tendría con que en dicho césped crecía una gran canti-
derecho a pedirle a Dios una gracia concreta y dad de “dientes de león”. Y aunque trató por to-
Éste habría de concedérsela. Él le había dicho: dos los medios de librarse de ellos, no pudo im-
“Deseo el don de la levitación, quedar suspendi- pedir que se convirtieran en una auténtica plaga.
do del aire como hacían los santos. No lo pido Al fin escribió al ministerio de Agricultura, refi-
por mí, sino por Vos. Cuando la gente me vea riendo todos los intentos que había hecho, y
suspendido en el aire, vendrán a mí, y yo apro- concluía la carta preguntando: “¿Qué puedo ha-
vecharé para enseñarles el camino del cielo y el cer?”
culto a Vos. Por su bien y el Vuestro lo hago”.
Al poco tiempo llegó la respuesta: “Le sugerimos
Dios no las tenía todas consigo, pues temía que que aprenda a amarlos”.
lo que el asceta quería era presumir ante la gen-
te de acrobacias místicas. Pero no tuvo más re- Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 90
medio. Cuando el asceta llenó la cuota, Dios ac-
cedió a regañadientes y le dijo: “Pide lo que 63. EL DINERO
quieras, pero una sola gracia”. “Maestro, ¿qué piensa del dinero?”, preguntó el
Hubo un silencio. Cuando abrió su boca, el as- discípulo.
ceta dijo: “Os pido que nunca más vuelva yo a “Mira a la ventana”, le dijo el maestro, ¿qué
desear la gracia de la levitación”. ves?”
Dios sonrió. La penitencia había surtido su ver- “Veo una mujer con un niño, una carroza tirada
dadero efecto. Había liberado al penitente de por dos caballos y una persona que va al merca-
todo deseo aun aparentemente bueno. Le con- do”.
cedió la gracia de no tener ya el deseo. Y luego
sí, le concedió la gracia de la levitación. “Bien. Ahora mira al espejo. ¿Qué ves?”

Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2.077 “¿Qué quiere que vea? Me veo a mí mismo, na-
turalmente.
61. EL DIAMANTE “Ahora piensa: la ventana está hecha de vidrio,
lo mismo que el espejo. Basta una pequeñísima
El sannyasi había llegado a las afueras de la al-
capa de plata por detrás del vidrio para que el
dea y acampó bajo un árbol para pasar la no-
hombre sólo se vea a sí mismo”.
che. De pronto llegó corriendo hasta él un habi-
tante de la aldea y le dijo: “¡La piedra! ¡Dame la Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p.57
piedra preciosa!”
64. DIOS EN EL CORAZÓN
“¿Qué piedra?”, preguntó el sannyasi.
“La otra noche se me apreció en sueños el Se- El maestro se hizo famoso mientras aún vivía.
ñor Shiva”, dijo el aldeano, “y me aseguró que si Contaban que Dios mismo había ido un día a
venía al anochecer a las afueras de la aldea, en- pedirle consejo: “Quiero jugar al escondite con
contraría a un sannyasi que me daría una piedra los hombres. He preguntado a mis ángeles cuál
preciosa que me haría rico para siempre”. sería el mejor sitio para esconderse. Unos dicen
que en lo profundo del océano. Otros, que en la
El sannyasi rebuscó en su bolsa y extrajo una cima de la montaña más alta. Otros que en la
piedra. “Probablemente se refería a ésta”, dijo cara escondida de la luna o en una estrella leja-
mientras entregaba la piedra al aldeano. “La en- na. Tú, ¿qué me aconsejas?
contré en un sendero del bosque hace unos seis
días. Por supuesto que puedes quedarte con Respondió el maestro: “Escóndete en el corazón
ella.” humano. Es el último sitio en que se les ocurrirá
ir a buscarte”
El hombre se quedó mirando la piedra con
asombro. ¡Era un diamante! Tal vez el mayor Bruno Ferrero. “El canto del grillo”, p. 49
diamante del mundo, pues era tan grande como
65. DIOS ES UN ZAPATERO
la mano de un hombre.
Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche El viejo zapatero remendón, detrás de los
dando vueltas en la cama, totalmente incapaz cristales de la tienda, estaba siempre
de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue a trabajando, absorto, concentrado, encorvado
despertar al sannyasi y le dijo: “Dame la riqueza sobre aquellos zapatos destrozados, gastados,
que te permite desprenderte con tanta facilidad sucios, anticuados, como si fuera un cirujano,
de este diamante”. que rebaja, cortaba y recosía, curando las
huellas del cansancio y las heridas de nuestro
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 182 caminar a rastras por la vida.
Yo le llevaba alguna vez mis zapatos, mis botas
para arreglar. Le compraba plantillas. Y siempre

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me admiraba su labor de esperanza, de “Cuando miras un árbol a distancia y puedes


humildad, de realismo y paciencia. Hay quienes distinguir si es un mango o un anacardo”.
todo lo arreglan comprando cosas nuevas y “Tampoco”, dijo el gurú.
tirando lo viejo, como si no tuviera ya arreglo.
Tú, Padre, te arreglas con lo viejo. Solamente “Está bien”, dijeron los discípulos, “dinos cuándo
una vez empezaste de nuevo. Después, es”.
siempre has tomado a los hombres como son, “Cuando miras a un hombre al rostro y
con nuestros rotos, miserias y pecados. En vez reconoces en él a tu hermano; cuando miras a
de tirarnos a la basura como algo inservible y la cara a una mujer y reconoces en ella a tu
estrenar otros nuevos, prefieres arreglarnos. hermana. Si no eres capaz de esto, entonces,
Desde el comienzo de la historia, trabajas sin sea la hora que sea, aún es de noche”.
descanso, remendando, cosiendo, abrillantando Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º
la vieja piel del hombre. Ante cada remesa que tomo)”, p. 227
llega hasta tu tienda, recomienzas de nuevo,
lleno de confianza, la paciente tarea de 68. DOCTRINA
reconstrucción, hasta que, al fin, un día nos
Había un hombre que tenía una doctrina.
colocas flamantes en la vitrina de tu tienda, en el
Una doctrina que llevaba en el pecho
escaparate brillante de tu Reino. Cada vez que
(junto al pecho, no dentro del pecho),
pasaba junto a la tienda de aquel humilde
una doctrina escrita que guardaba
taumaturgo, recordaba a tu Hijo, trabajando en
en el bolsillo interno del chaleco.
la Iglesia, recibiendo incansable toda clase de
La doctrina creció.
encargos, recogiendo amoroso imposibles
Y tuvo que meterla en un arca,
trabajos, transformando lo viejo con sus divinas
en un arca como la del Viejo Testamento.
manos.
Y el arca creció.
La Iglesia nunca dice: “Esto hay que tirarlo”. Y tuvo que llevarla a una casa muy grande.
Acepta con amor cada par de zapatos que Entonces nació el templo.
llevan a la tienda, y recoge el encargo. Sabe Y el templo creció.
que el Zapatero verá cómo arreglarlo. Y se comió al arca, al hombre
Revista Catequética de enero - marzo 1995 y a la doctrina escrita que guardaba
en el bolsillo interno del chaleco.
66. DIOS PERSONAL Luego vino otro hombre que dijo:
“El que tenga una doctrina que se la coma,
A algunos discípulos les inquietaba el hecho de antes de que se la coma el templo;
que al Maestro no pareciera preocuparle que la vierta, que la disuelva en su sangre,
demasiado si la gente creía o no en un Dios que la haga carne de su cuerpo...
personal. y que su cuerpo sea
En cierta ocasión, el Maestro les citó un bolsillo, arca y templo.
pensamiento que le gustaba muchísimo y que lo León Felipe. “Ganarás la luz”. Cátedra, p. 225
había tomado del Diario del antiguo Secretario
General de la ONU, Dag Hammarskjold: 69. DOS RANAS
“Dios no muere Dos ranas, jóvenes y amantes de la aventura,
el día en que dejamos de creer fueron una tarde a dar un paseo. En el camino
en una divinidad personal, hallaron una casa de campo. Como la ventana
sino que morimos nosotros estaba abierta, una de ellas dijo: “¿Qué te
el día en que nuestras vidas parece? ¿Echamos un vistazo al interior?”. La
dejan de estar iluminadas otra, naturalmente, estaba de acuerdo. Dieron
por el continuo resplandor, un salto y se encontraron en un gran balde de
renovado día a día, leche en la habitación campestre.
de un prodigio cuya fuente
excede todo razonamiento”. Aquello no era una tragedia para las ranas.
Después de todo, saben nadar. Pero pronto se
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
dieron cuenta de que la leche es más espesa
67. DISTINGUIR EL DÍA DE LA NO- que el agua y, sobre todo, que no podían salir
del balde, porque sus paredes estaban llenas de
CHE grasa. Resbalaban y se iban al fondo una y otra
Preguntó un gurú a sus discípulos si sabrían vez.
decir cuándo acababa la noche y empezaba el Una de las ranas era pesimista. Después de
día. unos veinte intentos inútiles, se rindió, estiró las
Uno de ellos dijo: “Cuando ves a un animal a patas, se fue al fondo y se ahogó.
distancia y puedes distinguir si es vaca o un La otra, en cambio, era optimista. No se rindió.
caballo”. Braceó y braceó toda la noche y, cuando al
“No”, dijo el gurú. amanecer entraron los primeros rayos del sol,
estaba sobre algo sólido: la leche se había
vuelto mantequilla.

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Moraleja: no hay que desesperar ni siquiera en veces el Gran Dragón había sentido su poder, y
las situaciones aparentemente sin vías de había visto a hombres y mujeres temerlo,
salida. De algún modo o en cualquier momento admirarlo, venerarlo, suplicarle, pero nunca se
se presenta siempre una solución que ayuda a había sentido amado, cuidad, mimado. Aquello
superar las dificultades en que nos movemos. era una nueva experiencia para él. No quería
dejarla.
70. DRAGÓN INVULNERABLE
También un Dragón tiene sus obligaciones que
Los dragones en China tienen el poder de no debe descuidar, y el Gran Dragón, que hacía
transformarse en cualquier animal que deseen mucho faltaba de sus despacho, lo sabía. Había
para acercarse o alejarse de hombres y peticiones que atender, necesitados a quienes
mujeres, según el caso. Sucedió una vez que un socorrer, fiestas a que asistir, y ya no podía
Gran Dragón, a quien le gustaba mucho la retrasarse más. La familia que o había
compañía de los seres humanos, se transformó protegido, al asegurarse de que la paloma se
en una paloma blanca para estar cerca de ellos. había recuperado del todo, decidió devolverle la
Disfrutó mucho en un principio revoloteando en libertad, la llevaron al aire libre, lejos de
sus plazas, posándose en sus tejados, anidando muchachos agresivos, y la echaron a volar, La
en las torres de sus pagodas y comiendo lo que ploma voló en círculos cada vez más altos,
la gente compasiva le echaba con cariño. mirando a sus bienhechores con cariño hasta
perderse de vista en el cielo. Una vez allí,
Todo iba bien hasta que un día el Dragón hecho
recobró su forma de Dragón y volvió a sus
paloma se acercó inocentemente a una pandilla
actividades normales.
de chiquillos traviesos y agresivos que
empezaron a tirarle piedras a ver si le daban. La Pero todos los años, en ese mismo tiempo, el
pobre paloma no podía creerse aquello, le Dragón vuelve a convertirse en paloma para
pareció que debía ser una equivocación, y para recordar los días en que disfrutó del cariño de
cuando se dio cuenta de que los chiquillos iban una familia. Si aciertas a ver una paloma con
de veras y tiraban a dar, y quiso elevar el vuelo una pluma roja en el ala derecha, ése es el Gran
y huir rápidamente, una piedra la alcanzó en el Dragón que se acerca a nosotros. Si le saludas,
ala y se la rompió. Sobre sus blancas plumas se te bendecirá.
dibujó un trazo de sangre, y al verla supo el Carlos García Valles. “Salió el sembrador...”
Dragón que tenía un serio problema. Sabía que,
mientras no se restañara la sangre y curara la 71. EL ELEFANTE
herida, no podría volver a su forma original de
Dragón, ya que para ello su cuerpo había de Todos los habitantes de aquella ciudad eran
estar libre de todo defecto. Una herida en el ala ciegos. Un rey con su cortejo llegó cerca de
de la paloma se traduciría en un defecto en las aquel lugar, trajo su ejército y acampó en el
patas del Dragón, y eso no podía ser así, desierto. Tenía un poderoso elefante que usaba
porque el Dragón había de ser perfecto. Él lo para atacar e incrementar el temor de la gente.
sabía muy bien, y tuvo miedo. La población estaba ansiosa por ver al elefante,
Intentó volar, pero no podía remontar el vuelo. y algunos ciegos de esa comunidad se
Con ayuda del ala sana corrió rauda para precipitaron como locos para encontrarlo.
alejarse de los muchachos, pero las piedras que Como no conocían ni siquiera la forma y
éstos lanzaban eran más veloces que su aspecto del elefante tantearon ciegamente, para
carrera. Varias lo alcanzaron, y los gritos reunir información, palpando alguna parte de su
salvajes de muerte de los agresores le hicieron cuerpo.
perder toda esperanza. En aquel momento, un
Cada una pensó que sabía algo, porque pudo
hombre de la vecindad que había oído el griterío
tocar una parte de él.
se acercó, comprendió al instante lo que
pasaba, tuvo compasión de la paloma, la Cuando volvieron con sus conciudadanos,
recogió cuidadosamente en sus manos y obligó impacientes grupos se apiñaron a su alrededor.
a dispersarse a los muchachos. Una vez en su Todos estaban ansiosos, buscando
casa, cuidó a la paloma, le limpió la herida, le equivocadamente la verdad de boca de aquellos
dio de comer y le preparó un rincón mullido para que se hallaban errados.
descansar. La paloma durmió agradecida. Preguntaron por la forma y aspecto del elefante,
Día a día, siguió cuidando el buen hombre a la y escucharon todo lo que aquellos dijeron.
paloma, acariciándola con cariño y Al hombre que había tocado la oreja le
asegurándose de que iba recobrando sus preguntaron acerca de la naturaleza del
fuerzas y no le faltaba nada. Pronto se le elefante. Él dijo: “Es una cosa grande, rugosa,
curaron las heridas, se le fortalecieron las alas y ancha y gruesa como un felpudo”.
recobró el ánimo. Ya era otra vez el Gran
Dragón y podía volver a su forma original Y el que había palpado la trompa dijo: “Yo
cuando quisiera. Pero él también le había conozco los hechos reales, es como un tubo
cogido cariño a aquella familia, al hombre que lo recto y hueco, horrible y destructivo”.
cuidaba, a su mujer y a sus hijos e hijas, que El que había palpado sus patas dijo: “Es
rivalizaban en colmarle de atenciones. Muchas poderoso y firme como un pilar”.
Textos para orar y reflexionar 19
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Cada uno había palpado una sola parte de las según mi necesidad porque paso falta de amor.
muchas. Cada uno lo había percibido Ni me dio según mi necesidad porque parece
erróneamente. Ninguno conocía la totalidad: el que mi cuerpo atrajera todas las enfermedades”.
conocimiento no es compañero de los ciegos. Mas yo os diría:
Todos imaginaron algo, algo equivocado.
- Había una vez un hombre al que le fue dado
La criatura humana no está informada acerca de un huerto para alimentarse y pasaban los días
la divinidad. No existe camino en esta ciencia sin que fuera a cultivarlo, y pasaban semanas
por medio del intelecto ordinario. sin que se preocupase de labrarlo, ni abonarlo,
Idries Shah. “Cuentos de los derviches”. Paidós, no cortarle las malas hierbas. Llegó el tiempo de
la cosecha y no recogió nada, entonces miró al
72. EN TODAS PARTES Cielo y enfrentándose con Él se violentó dicien-
do: “¿Qué mal he hecho, ¡oh Dios!, para que me
Un experto en arte pronunciaba una conferencia
trates así? ¿Qué mal he hecho para me mandes
en el monasterio.
esta desgracia? ¡Mira los campos de mi vecino
“El arte - decía - se encuentra en los museos, qué frondosos están y mira el mío mustio y
pero la belleza se halla por doquier: en el aire, seco!
en la tierra, en todas partes, a disposición de
Mirad pues y meditad y no pidáis al Cielo lo que
todos... y sin nombre de ninguna clase”.
no os pedís a vosotros mismos.
“Exactamente igual que la espiritualidad - dijo el
¿Y cuántas veces veis a un hermano y lo
Maestro al día siguiente, cuando estuvo a solas
envidiáis porque creéis que tiene lo que
con sus discípulos -. Sus símbolos se
vosotros desearíais tener? Mas yo os digo que
encuentran en ese “museo” que llamamos
si entrarais en su vida, veríais que está vacío de
templo, pero su substancia se halla en todas
otras cosas y sufre por no tenerlas tanto como
partes, a disposición de todos, sin que nadie la
vosotros.
reconozca y sin nombre de ninguna clase”.
No juzguéis por los ojos, ni deseéis por los ojos.
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
Pensad que cada uno trae su carga. Y
73. ENCONTRARSE CON DIOS ayudados unos a otros a llevarla.
Cayetano Arroyo. “Diálogos con Abul-Beka”
El ermitaño en la oración oyó claramente la voz
de Dios. Le invitaba a acudir a un encuentro es- 75. EL ESPANTAPÁJAROS
pecial con Él. La cita era para el atardecer del
día siguiente, en la cima de una montaña lejana. En un lejano pueblo vivía un labrador muy
avaro. Era tanta su avaricia que cuando un
Temprano se puso en camino, se encontró a va-
pajarito comía un grano de trigo encontrado en
rios campesinos ocupados en intentar controlar
el suelo, se ponía furioso y pasaba los días
y apagar un incendio declarado en el bosque
vigilando para que nadie tocara su huerto.
cercano, que amenazaba las cosechas y hasta
las propias casas de los habitantes. Reclamaron Un día tuvo una idea: “Ya sé, construiré un
su ayuda porque todos los brazos eran pocos. espantapájaros. Así alejaré a los animales de mi
Sintió la angustia de la situación y el no poder huerto”.
detenerse a ayudarles. No debía llegar tarde a Cogió tres cañas y con ellas hizo los brazos y
la cita y, menos aún, faltar a ella. Así que con las piernas, luego con paja dio forma al cuerpo.
una oración que el Señor les socorriera, apresu- Una calabaza le sirvió de cabeza, dos granos de
ró el paso ya que había que dar un rodeo a cau- maíz de ojos, por nariz puso una zanahoria y la
sa del fuego. boca a una hilera de granos de trigo.
Tras ardua ascensión, llegó a la cima de la mon- Cuando terminó el espantapájaros le colocó
taña, jadeante por la fatiga y la emoción. El sol unas ropas rotas y feas y de un golpe seco lo
comenzaba su ocaso ; llegaba puntual por lo hincó en tierra. Pero se percató de que le faltaba
que dio gracias al cielo en su corazón. un corazón y cogió el mejor fruto del peral, lo
Anhelante esperó, mirando en todas las direc- metió entre paja y se fue a casa.
ciones. El Señor no aparecía por ninguna parte. Allí quedó el espantapájaros moviéndose al
Por fin descubrió, visible sobre una roca, algo ritmo del viento. Más tarde un gorrión voló
escrito: “Dispénsame, estoy ocupado ayudando despacio sobre el huerto buscando dónde podía
a los que sofocan el incendio”. encontrar trigo. El espantapájaros al verle quiso
Entonces comprendió dónde debía encontrarse ahuyentarle dando gritos, pero el pájaro se posó
con Dios. en un árbol y dijo:
- Déjame coger trigo para mis hijitos.
74. LA ENVIDIA
- No puedo. - contestó el espantapájaros. Pero
Cuidaos de la envidia, porque ante el Cielo a tanto le dolía ver el pobre gorrión pidiendo comi-
cada uno se os dio según vuestra necesidad. da que le dijo - Puedes coger mis dientes que
Y muchos diréis: “A mí no me dio el Cielo según son granos de trigo.
mi necesidad porque paso hambre. Ni me dio

Textos para orar y reflexionar 20


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

El gorrión los cogió y de alegría besó su frente sol transformándose en el más brillante de sus
de calabaza. El espantapájaros quedó sin boca, rayos.
pero muy satisfecho de su acción. Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como
Una mañana un conejo entró en el huerto. dardos”, p. 73
Cuando se dirigía hacia las zanahorias, el
muñeco lo vio y quiso darle miedo, pero el 76. LOS ESPEJOS
conejo le miró y le dijo:
Un día descubrió Satanás un modo de divertir-
- Quiero una zanahoria, tengo hambre. se. Inventó un espejo diabólico con una propie-
Tanto le dolía al espantapájaros ver un conejito dad mágica: en él se veía feo y mezquino todo
hambriento que le ofreció su nariz de zanahoria. cuanto era bueno y hermoso y, en cambio, se
veía grande y detallado todo lo que era feo y
Cuando el conejo se marchó, quiso cantar de malo.
alegría, pero no tenía boca, ni nariz para oler el
perfume de las flores, pero estaba contento. Satanás iba por todas partes con su terrible es-
pejo. Y todos cuantos se miraban en él se horro-
Más tarde apareció el gallo cantando junto a él. rizaban: todo aparecía deforme y monstruoso.
- Voy a decirle a mi gallina que no le ponga más El Maligno se divertía de lo lindo con su espejo.
huevos al dueño de esta huerta, pues nos mata Cuanto más repugnantes eran las cosas más le
de hambre. gustaban. Un día le pareció tan delicioso el es-
- Eso no está bien, dijo el espantapájaros. Yo te pectáculo que se desternilló de risa. Se rió tanto
daré comida, pero tú no digas nada a tu mujer. que el espejo se le fue de las manos y se hizo
¿De acuerdo? Coge mis ojos que son de maíz. trizas, partiéndose en millones de pedazos. Un
huracán, potente y perverso, desperdigó por
- Bien, contestó el gallo, y se fue muy agradeci-
todo el mundo los trozos del espejo.
do.
Algunos trozos eran más pequeños que un gra-
Poco más tarde alguien se acercó a él y dijo:
nito de arena y penetraron en los ojos de mu-
- Espantapájaros, ¿podrías darme una limosna, chas personas. Estas personas comenzaron a
tú que eres tan bueno? El labrador me ha echa- verlo todo al revés: sólo percibían lo que era
do de su casa. malo de manera que sólo veían la maldad por
- ¿Quién eres?, le preguntó el espantapájaros. todas partes.
Yo no puedo verte. ¿No os habéis encontrado, acaso, con hombres
- Soy un vagabundo que pido limosna. de ese tipo?
- Coge mi vestido, es lo único que puedo ofre- Cuando Dios se dio cuenta de lo que había pa-
certe. sado se entristeció. Y decidió ayudar a los hom-
bres. Se dijo: “Enviaré al mundo a mi Hijo. El es
El vagabundo, tomando las ropas viejas del mi imagen, mi espejo. Es el reflejo de mi bon-
espantapájaros, se marchó muy contento. Más dad, de mi justicia y de mi amor. Refleja al hom-
tarde el espantapájaros notó que alguien lloraba bre como Yo lo he pensado y querido”.
junto a él. Era un niño que buscaba comida para
su madre. El dueño de la huerta no había Y Jesús vino como un espejo para los hombres.
querido ayudarle. Quien se miraba en él descubría la bondad y la
hermosura y aprendía a distinguirlas del egoís-
- Toma, le dijo el espantapájaros, te doy mi ca- mo y de la mentira, de la injusticia y del despre-
beza que es una gran calabaza... cio.
Cuando el labrador fue al huerto y vio su Muchos amaban el espejo de Dios y siguieron a
espantapájaros en aquel estado, se enfadó Jesús. Otros, en cambio, rechinaban de rabia y
muchísimo y le prendió fuego. decidieron romper este espejo de Dios. Y lo ase-
Sus amigos, al ver cómo ardía, se acercaron y sinaron.
amenazaron al labrador, pero en aquel Pero bien pronto se levantó un nuevo y potente
momento cayó al suelo algo que pertenecía a huracán: el Espíritu Santo. Arrastró los millones
aquel monigote: su corazón de pera. El labrador, de fragmentos por todo el mundo. El que recibe
riéndose, se lo comió diciendo: una mínima centella de este espejo empezará a
- ¿Decís que todo os lo ha dado? Pues esto me ver al mundo y las personas como las veía Je-
lo como yo. sús: lo primero que se refleja en ellas son las
Pero sólo al morderla, notó un cambio en él. El cosas buenas y hermosas, la justicia y la gene-
espantapájaros le había comunicado su bondad. rosidad, la alegría y la esperanza. En cambio, la
Entonces el labrador dijo: maldad y la injusticia aparecen como vencibles y
cambiables.
- Perdonadme, desde ahora os acogeré siem-
pre. Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 17

Mientras tanto, el espantapájaros se había 77. LA ESTATUA


convertido en cenizas y el humo llegaba hasta el
Cierta vez, entre las colinas, vivía un hombre
poseedor de una estatua cincelada por un
Textos para orar y reflexionar 21
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

anciano maestro. Descansaba contra la puerta con palabras la sensación que había inundado
de cara al suelo. Y él nunca le prestaba su corazón cuando contempló aquellas flores de
atención. sobrecogedora belleza y escuchó los sonidos
Un día pasó frente a su casa un hombre de la nocturnos de la selva? ¿Cómo comunicar lo que
ciudad, un hombre de ciencia. Y advirtiendo la sintió en su corazón cuando se dio cuenta del
estatua preguntó al dueño si la vendería. peligro de las fieras o cuando conducía su
canoa por las inciertas aguas del río?
Riéndose, el dueño respondió: “¿Y quién
desearía comprar esa horrible y sucia estatua? Y les dijo: “Id y descubridlo vosotros mismos.
Nada puede sustituir al riesgo y a la
El hombre de la ciudad dijo: “Te daré esta pieza experiencias personales”. Pero, para orientarles,
de plata por ella”. les hizo un mapa del Amazonas.
El otro quedó atónito, pero agradado. Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el
La estatua fue trasladada a la ciudad al lomo de Ayuntamiento. E hicieron copias de él para cada
un elefante. Y, luego de varias lunas el hombre uno. Y todo el que tenía una copia se
de las colinas visitó la ciudad y, mientras consideraba experto en el Amazonas, pues ¿no
caminaba por las calles, vio una multitud ante un conocía acaso cada vuelta y cada recodo del
negocio y a un hombre que a voz en cuello río, y cuán ancho y profundo era, y dónde había
gritaba: “Acercaos y contemplad la más rápidos y dónde se hallaban las cascadas?
maravillosa estatua del mundo entero. El explorador se lamentó toda su vida de haber
Solamente dos piezas de plata para admirar la hecho aquel mapa. Habría sido preferible no
más extraordinaria obra maestra”. haberlo hecho.
Al instante, el hombre de las colinas pagó dos Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 47
piezas de plata y entró en el negocio para ver la
estatua que él mismo había vendido por una 81. FLEXIBILIDAD
sola pieza de ese mismo metal.
El discípulo fue a visitar al maestro en el lecho
Kahlil Gibrán. “Obras completas (tomo 2)” de muerte.
78. ¿EXISTE DIOS? - Déjame en herencia un poco de tu sabiduría -
le pidió.
Alguien le preguntó si existía un Dios. Contestó:
El sabio abrió la boca y pidió al joven que se la
- Te aconsejo que medites si tu comportamiento mirara por dentro: “¿Tengo lengua?”
variaría según la respuesta que se diese a esa
pregunta. Si permaneciese inalterable, la pre- - Seguro - respondió el discípulo.
gunta sería ociosa. Si, por el contrario, tu con- - ¿Y los dientes, tengo aún dientes?
ducta variase, en tal caso puedo ayudarte di- - No - replicó el discípulo -. No veo los dientes.
ciendo que tú mismo habrías zanjado la cues-
tión: efectivamente, necesitarías ese Dios. - ¿Y sabes por qué la lengua dura más que los
dientes? Porque es flexible. Los dientes, en
Bertolt Brecht. “Historias de almanaque”. cambio, se caen antes porque son duros e infle-
79. EXPECTATIVAS xibles. Así que acabas de aprender lo único que
vale la pena aprender.
Cuando el Maestro oía decir a alguien: “Me Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 24
gustaría mucho más mi mujer si fuese de otra
manera”, solía contar lo que le ocurrió a él un 82. LA FÓRMULA
día mientras contemplaba una puesta de sol en
el mar. El místico regresó del desierto. “Cuéntanos”, le
dijeron con avidez, “¿cómo es Dios?”.
- “¿No es precioso?”, le dijo entusiasmado a una
pasajera que se encontraba junto a él apoyada Pero ¿cómo podría él expresar con palabras lo
en la barandilla. que había experimentado en lo más profundo de
su corazón? ¿Acaso se puede expresar la
- “Sí - dijo de mala gana la mujer -. Pero ¿no Verdad con palabras?
cree usted que estaría mejor con un poco más
de rosa a la izquierda?” Al fin les confió una fórmula (inexacta, eso sí, e
insuficiente), en la esperanza de que alguno de
- “Todo el mundo - dijo el Maestro - te resulta ellos pudiera, a través de ella, experimentar por
encantador cuando prescindes de las expectati- sí mismo lo que él había experimentado.
vas que te habías forjado sobre cómo deberían
ser”. Ellos aprendieron la fórmula y la convirtieron en
un texto sagrado. Y se la impusieron a todos
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. como si se tratara de un dogma. Incluso se
80. EXPLORADOR tomaron el esfuerzo de difundirla en países
extranjeros. Y algunos llegaron a dar su vida por
El explorador había regresado junto a los suyos, ella.
que estaban ansiosos por saberlo todo acerca Y el místico quedó triste. Tal vez habría sido
del Amazonas. Pero ¿cómo podía él expresar mejor que no hubiera dicho nada.
Textos para orar y reflexionar 22
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 46 a poco se fueron apartando, hasta que no hubo
nadie que escuchara las palabras del profeta.
83. GRAN MIEDO
Cierto día, un viajante le dijo al profeta:
Caía la noche. El sendero se internaba en el - ¿Por qué sigues predicando? ¿No ves que tu
bosque más negro que la noche. Yo estaba misión es imposible?
sólo, desarmado. Tenía miedo de avanzar,
miedo de retroceder, miedo del ruido de mis Y el profeta respondió:
pasos, miedo de dormirme en esa doble noche. - Al principio tenía la esperanza de poder cam-
Oí crujidos en el bosque y tuve miedo. Vi brillar biarlos. Pero si ahora sigo gritando es única-
entre los troncos, ojos de animales y tuve mente para que no me cambien ellos a mí.
miedo, más miedo que nunca. Por fin salió de la Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 82
sombra una sombra que me cerró el paso.
- “¡Vamos pronto! ¡La bolsa o la vida!”
86. HACER SALIR AL SOL
Y me sentí casi consolado por esa voz humana, “Por mucho que te esfuerces no lograrás en-
porque al principio había creído encontrar a un mendar tu vida ni alcanzar la iluminación más
fantasma o a un demonio. que podrías hacer salir al sol por tus propias
fuerzas”, decía el Maestro.
Me dijo: “Si te defiendes para salvar tu vida,
primero te quitaré la vida y después la bolsa. “Entonces, ¿para qué me hacéis practicar tantos
Pero si me das la bolsa solamente para salvar la ejercicios de penitencia y devoción y estudio y
vida, primero te quitaré la bolsa y después la contemplación?, contestaba el discípulo.
vida.” “Para que estés despierto cuando salga el sol”.
Mi corazón se enloqueció, mi corazón se rebeló. Paradoja eterna del esfuerzo y la gracia. Para-
Perdido por perdido, mi corazón se dio la vuelta. doja bella y cierta, atrayente y desesperante,
ayuda permanente y prueba irritante. Hay que
Caí de rodillas y exclamé: “Señor, toma todo lo hacer todo sabiendo que no sirve para nada.
que tengo y todo lo que soy”.
Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2039, mayo 96
De pronto me abandonó el miedo y levanté mis
ojos. 87. ¿HACIA DÓNDE REZAR
Ante mí todo era luz. En ella el bosque verdecía.
- Rezo siempre mirando a la Meca, maestro,
84. GRANO DE ORO porque allí me han enseñado a dirigir mis plega-
rias.
Iba yo pidiendo de puerta en puerta por el - Haces bien, hijo mío. Pero no puedes estar
camino de la aldea, cuando tu carro de oro todo el día mirando hacia la Meca, y Dios está
apareció a lo lejos como un sueño magnífico. Y, en todas partes. Acostúmbrate a rezar también
yo me preguntaba maravillado, quién sería todas las direcciones.
aquel Rey de reyes.
- Rezo siempre a las horas determinadas cuan-
Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé do el muecín llama a la oración desde la mez-
que mis días malos se habían acabado. Y me quita.
quedé aguardando limosnas espontáneas,
tesoros derramados por el polvo. - Haces bien, hijo mío ; pero acostúmbrate a re-
zar también cuando no llama nadie, pues Dios
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y está dispuesto a escucharte en cualquier mo-
bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la mento.
vida había llegado al fin. Y de pronto, tú me
tendiste tu diestra diciéndome: “¿puedes darme - Yo rezo con mis labios, maestro, cuando recito
alguna cosa?”. versos sagrados, con mis dedos al pasar las
cuentas benditas de oración, con mis rodillas al
¡Qué ocurrencia de tu realeza! ¡Pedirle a un hincarlas en el suelo en adoración, con mis ojos
mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué cuando derraman lágrimas de emoción.
hacer. Luego saqué despacio de mi saco un
granito de trigo y te lo di. - Haces bien, hijo mío ; pero acostúmbrate a re-
zar también cuando tus labios no se muevan o
Pero, qué sorpresa la mía, cuando al vaciar por tus rodillas no estén hincadas ; cuando tus ojos
la tarde mi saco en el suelo encontré un granito miren otros objetos y tus dedos se empleen en
de oro en la miseria del montón. ¡Qué otros menesteres. Dios están en todas las cir-
amargamente lloré por no haber tenido corazón cunstancias de la vida, en todo movimiento y en
para dártelo todo! toda palabra, en todo gesto y en toda mirada, y
R. Tagore allí hemos de hallarlo si queremos estar siempre
en su presencia. Las posturas rituales son sólo
85. GRITAR PARA QUEDAR A SALVO para recordarnos que cualquier postura nos ha
de llevar a pensar en Dios ; y las lecturas sagra-
Una vez llegó un profeta a una ciudad con el fin
das son sólo para recordarnos que toda palabra
de convertir a sus habitantes. Al principio la
ha de servirnos para recordar su nombre. La
gente le escuchaba cuando hablaba, pero poco
Textos para orar y reflexionar 23
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

mezquita está en su sitio para consagrar todo el De modo que dijo al ángel Gabriel: “Reúne a
espacio. La Meca es una para bendecir a toda la todo el mundo ante mi trono y léeles los Diez
tierra. Mandamientos”.
- Lo acepto, maestro, ya que veo a Dios en vos. Todo el mundo acudió y leyó Gabriel el primer
- Como yo veo a Dios en ti, hijo mío. mandamiento. Entonces dijo Dios: “Todo el que
haya pecado contra este mandamiento deberá
Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2025 trasladarse al infierno inmediatamente”. Algunas
personas se separaron de la multitud y se
88. HERMANOS fueron llenas de tristeza al infierno.
Dos hermanos, uno soltero y otro casado, Lo mismo hizo con el segundo mandamiento,
poseían una granja cuyo fértil suelo producía con el tercero, el cuarto, el quinto... Para
abundante grano, que los dos hermanos se entonces, la población del cielo había decrecido
repartían a partes iguales. considerablemente. Tras ser leído el sexto
Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó mandamiento, todo el mundo se fue al infierno,
un momento en que el hermano casado empezó a excepción de un solo individuo gordo, viejo y
a despertarse sobresaltado todas las noches, calvo.
pensando: “No es justo. Mi hermano no está Le miró Dios y dijo a Gabriel: “¿Es ésta la única
casado y se lleva la mitad de la cosecha; pero persona que ha quedado en el cielo?
yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que, en
“Sí”, respondió Gabriel.
mi ancianidad, tendré todo cuanto necesite.
¿Quién cuidará de mi pobre hermano cuando “¡Vaya!”, dijo Dios, “se ha quedado bastante
sea viejo? Necesita ahorrar para el futuro mucho solo, ¿no es verdad? Anda y di a todos que
más de lo que actualmente ahorra, porque su vuelvan.
necesidad es, evidentemente, mayor que la Cuando el gordo, viejo y calvo individuo oyó que
mía”. todos iban a ser perdonados, se indignó y gritó a
Entonces se levantaba de la cama, acudía Dios: “¡Eso es injusto! ¿Por qué no me lo dijiste
sigilosamente a donde residía su hermano y antes?”
vertía en el granero de éste un saco de grano. ¡Ajá! ¡Otro fariseo a la vista! ¡Otro hijo mayor! ¡El
También el hermano soltero comenzó a hombre que cree en recompensas y castigos y
despertarse por las noches y a decirse a sí que es un fanático de la más estricta justicia!
mismo: “Esto es una injusticia. Mi hermano tiene Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 156
mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la
cosecha; pero yo no tengo que mantener a 90. LA HOJA BLANCA
nadie más que a mí mismo. ¿Es justo que mi
pobre hermano, cuya necesidad es mayor que Dijo un día una hoja blanca de papel: “Me he
la mía, reciba lo mismo que yo? formado blanca, nítida, inmaculada y pura, y así
seré hasta la eternidad. Prefiero quemarme y
Entonces se levantaba de la cama y llevaba un volverme ceniza blanca antes de permitir que
saco al granero de su hermano. me mancille la negrura y me macule la
Un día se levantaron de la cama al mismo suciedad”.
tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con Oyó un tintero aquellas razones y se rió en su
un saco de grano a la espalda. negro corazón, pero no se atrevió a tocar
Muchos años más tarde, cuando ya había aquella hoja blanca de papel.
muerto los dos, el hecho se divulgó. Y cuando La oyeron también las plumas y tampoco la
los ciudadanos decidieron erigir un templo, tocaron. Y así permaneció la hoja de papel
escogieron para ello el lugar en el que ambos blanca, nítida, cual la nieve... pero vacía.
hermanos se habían encontrado, porque no
creían que hubiera en toda la ciudad un lugar Kahlil Gibrán. “Obras completas (tomo 1)”
más santo que aquél.
91. LA HOJA QUE NO QUERÍA AGUA
Anthony de Mello. Alfonso Francia. “Educar con
parábolas”, p. 52 Había una vez una planta muy joven en la que
se ponían grandes esperanzas. Tenía
89. EL HIJO MAYOR exactamente cuatro hojas. Cuatro bonitas hojas,
resplandecientes al rocío y al sol.
Estaba Dios paseando por el cielo cuando, para
su sorpresa, se encontró con que todo el mundo Un día las cuatro hojas tuvieron (es la moda)
se hallaba allí. Ni una sola alma había sido una reunión.
enviada al infierno. Esto le inquietó, porque Una dijo que su vocación clara consistía en
¿acaso no tenía obligación para consigo mismo permanecer unida al naciente arbolito, pero que
de ser justo? Además, ¿para qué había sido en lo sucesivo había decidido prescindir del
creado el infierno, si no se iba a usar? agua. Cuestión de proyecto personal: “Que sus
compañeras estudiasen el asunto y una vez
entendido respetaran su libertad”.

Textos para orar y reflexionar 24


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Las otras tres hojas estaban repletas de buenas Soy yo la que con tu tinta escribo lo que hay en
disposiciones y decidieron aceptar lo que su mí. ¡La que realmente escribe es la pluma!”
compañera les pedía. Volvió el poeta que fue a un concierto y que con
Se instaló un ingenioso sistema de paraguas: la música se había inspirado. Y escribió en la
con el buen tiempo el paraguas se cerraba y se hoja: “¡Qué necios serían el arco y el violín si
abría en cuanto amenazaba lluvia. pensaran que son ellos los que tocan! Igual de
Y he aquí que el arbolito tan prometedor dio necios somos los hombres cuando presumimos
signos de languidez y murió. de lo que hacemos, olvidando que todos somos
simples instrumentos de Dios”.
Cada hoja fue llevada por el viento a un sitio
distinto. Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan-
gelización”, p. 168
¿Qué se podía haber hecho? ¿Pedir a la hoja
que no quería agua que se marchara a otro 95. JESÚS, ADOPTADO
sitio? ¿Llegar a un compromiso?
- Anoche tuve un sueño realmente precioso.
Hay grupos en que para respetar la libertad de
uno, no se respeta a los otros. Y, finalmente, - ¿Ah, sí? ¿Qué fue?
termina muerto todo el grupo. - Soñé que teníamos un hijo.
Jacques Loew - ¿Otro más ? ¡Si van tres...!
92. HUELLAS DE DIOS - Era un hijo especial. Era... ¡Jesús de Nazaret!
- ¡Por Dios santo! Tú estás loca. Déjate de sue-
Era africano. Y creía en Dios. Alguien se propu- ños y vamos a comer.
so tomarle el pelo y reírse de él. Y le preguntó:
Los cinco se pusieron a la mesa como siempre.
- ¿Cómo sabes tú que existe Dios? Pero aquel día, ella había puesto una silla de
- ¿Y cómo sabes tú que una persona o un perro más, como si fueran seis. Esa noche, en la
o un burro ha estado alrededor de tu choza? cama, junto a su esposo, soñaba aún despierta.
- Lo descubro por las huellas que deja en la are- La mañana siguiente era día de fiesta. Ella esta-
na del suelo. ba radiante, como el que lleva dentro el sol de
una alegre noticia saliendo por los ojos.
- También yo descubro a Dios por las huellas
que deja. - ¡El sueño era verdad! Esta noche lo he visto
aún más claro. Tendremos otro niño. Será Jesús
93. HUELLAS EN LA ARENA de Nazaret.
- Pero mujer, ¿ya estamos otra vez?
Una noche soñé que iba andando por la playa
con Dios. Y que se proyectaban en el cielo - No es ninguna locura. Es la pura verdad. Nos
muchas escenas de mi vida. En cada cuadro haremos la cuenta de que él es otro hijo. Cuan-
veía huellas de pisadas en la arena. A veces las do les regalemos juguetes o les demos propi-
de dos personas y otras sólo las de una. nas, al comprarles los libros, la ropa, comida o
medicinas, contaremos con cuatro, y una parte
Observé que durante los períodos más difíciles
será para los niños pobres. ¿No nos dio su pala-
de mi existencia se veían huellas de una sola
bra, palabra de hombre y Palabra de Dios?
persona. Y dije:
“Conmigo lo hicisteis”. Es como si adoptáramos
- Me prometiste, Señor, que siempre caminarías al Hijo del Dios y al hijo de María. ¿No es una
a mi lado. ¿Por qué cuando más te necesité no gran verdad?
estabas conmigo?
Alberto Iniesta
Él respondió:
- Cuando viste las huellas de una sola persona,
96. EL JUICIO DE LA COLMENA
hijo mío, fue cuando tuve que llevarte en brazos. “¡Oh, hermanas mías!”, dijo la abeja, “somos
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como chispas del sol; nuestro cuerpo es del mismo
dardos” metal. Somos hijas del gran cielo; nuestras alas
son del mismo cristal. La justicia reina en
94. INSTRUMENTOS nuestras ciudades: la razón nos dirige a la
dicha; la música acompaña nuestros actos.
En el escritorio de un famoso poeta había un tin-
tero que, por la noche, cuando las cosas cobra- Nos alimentamos con luz líquida; con un azúcar
ban vida, se daba mucha importancia. Decía: incorruptible y diáfano. Somos las únicas
“Es increíble la de cosas hermosas que salen de criaturas que saben comer sin matar. Para
mí. Con una sola gota de mi tinta se llena toda nosotras, comer es unirnos a la más fina
una página. ¡Y cuántas cosas magníficas y con- esencia de las cosas. Para nosotras, comer no
movedoras se pueden leer en ellas!” es perseguir una presa, abatir a un ser viviente,
desgarrar el cadáver, arrancar y dañar el fruto;
Pero sus jactancias provocaron el resentimiento para nosotras es fecundar la flor, es hacer
de la pluma: “¿No comprendes, tonto barrigudo, resurgir la vida.
que tú sólo eres el que pone la materia prima?

Textos para orar y reflexionar 25


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Mas, ¡oh hermosísimas mías! ¿Por qué no Así lo hizo el muchacho y observó que, una vez
somos del todo perfectas como los astros son evaporada el agua, reaparecía la sal. Entonces
perfectos? Sólo una cosa nos aparta de la le dijo Uddalaka: “Tú no puedes ver a Dios aquí,
dignidad de los dioses: el aguijón y el veneno hijo mío, pero de hecho está aquí”.
que llevamos en el vientre. Y el que emplea el Los que buscan la iluminación no logran
aguijón muere, pero quita la vida del que mata. encontrarla, porque no comprenden que el
Si, pues el amor no os contiene, que por lo objeto de su búsqueda es el propio buscador. Al
menos el temor os cohiba. igual que la belleza, también Dios está en el yo
En cuanto a mí, prefiero morir a manos de mis del observador.
enemigos que por efecto de mi propia malicia. Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º
¡Oh, reina!, te devuelvo mi aguijón y de mi tomo)”, p. 197
propio veneno haré miel”.
Las obreras juzgaron y dijeron: “¿Para qué sirve 98. LECHE DE LEONA
la miel sin el aguijón y el veneno? Cuanta más
El rey enfermó, y el médico real emitió el diag-
miel tengamos, más expuesta al robo quedará
nóstico que el rey no curaría a no ser que toma-
nuestra colmena. Devolver el aguijón es hacerse
se la leche de una leona. El rey estaba dispues-
cómplice del enemigo. ¿Quién no descubre el
to a tomar la leche. ¿Pero quién traería la leo-
aguijón y el veneno de la traición en las melosas
na? Se ofreció la real recompensa. ¿Se atreve-
palabras de ésta? La acusada merece la
ría alguien?
muerte”.
Un campesino que habitaba en la selva se ofre-
Los zánganos juzgaron y dijeron: “Conocemos
ció y pidió un tiempo. Él conocía la guarida de
nuestro destino, que es perecer por el aguijón.
los leones, se ganó su confianza con graduado
¿Pero quién sospecha que somos cobardes? El
contacto, ofreció tierna caza a la leona y ordeñó
amor y la muerte están ligados. Querer el uno
su leche. La llevó derecho al rey y le invitó a be-
sin la otra es contrario a la lógica, a la
berla.
costumbre y al honor. La proposición ofende. La
acusada merece la muerte”. En la corte sobran los envidiosos. Alguien gritó:
¡No es leche de leona! Otro: ¡Es leche de cabra!
La reina juzgó y dijo: “Si el razonamiento de la
Otro: ¡Es leche de camella! La sospecha se
acusada fuese justo, señalaría el fin de la
adueñó de todas las mentes, y el rey se dispuso
colmena; por ende, es falso. Ella merece la
a castigar al imprudente que por ganar una re-
muerte”.
compensa real traía leche falsa. Pero el campe-
Todos los aguijones se volvieron, pues, contra la sino supo defenderse. Dijo al rey: “¿Queréis sa-
abeja que había renunciado al suyo. ber si es de verdad leche de leona la que traigo?
Todas las que picaron murieron con valentía. Bebedla. Si es de leona os curaréis, y si no, os
quedaréis como estáis. ¿No digo verdad?” Ca-
Toda a colmena murió por miedo a quedarse lló la corte. Bebió el rey la leche y se curó inme-
indefensa. diatamente. El campesino recibió la recompen-
Lanza del Vasto. “Umbral de la vida interior” sa.
Mil dudas en la mente. ¿Será, no será? ¿Resul-
97. LA LECCIÓN DE UDDALAKA tará, no resultará? Oración, petición, práctica es-
El sabio Uddalaka enseñó a su hijo a descubrir piritual, ejercicios del alma, fe en el obrar, espe-
al Uno tras la apariencia de lo múltiple. Y lo hizo ranza en el preservar. ¿Merece la pena? ¿Dará
valiéndose de “parábolas” como la siguiente: fruto? ¿Será verdad? Mil dudas nos asaltan ante
las verdades y las prácticas del espíritu. Y las
Un día le ordenó a su hijo: “Pon toda esta sal en
mil dudas tienen una solución: bebe la leche.
agua y vuelve a verme por la mañana”.
Ora, reza, lee, medita. Daño no te hará. Y si te
El muchacho hizo lo que se le había ordenado, y cura, era leche de leona. En vez de llenar la vida
al día siguiente le dijo su padre: “Por favor, de vacilaciones, tengamos sencillamente la de-
tráeme la sal que ayer pusiste en el agua”. cisión de hacer lo que sabemos hacer. Beber de
“No la encuentro”, dijo el muchacho. “Se ha un trago. Y llega la salud.
disuelto”. Carlos G. Vallés
Vida Nueva nº 2004, de 5 agosto del 95
“Prueba el agua de esta parte del plato”, le dijo
el padre. “¿A qué sabe?” 99. EL LEÓN Y LAS HORMIGAS
“A sal”. Un día el león hizo que se reunieran todos los
“Sorbe ahora de la parte del centro. ¿A qué animales de la sabana, del bosque y de la
sabe? montaña. Cuando todos llegaron ante él, el
“A sal”. pregonero se subió a un árbol y gritó la
proclama: “Orden del rey león. Todos los
“Arroja al suelo el contenido del plato”, dijo el animales, de todo género, especie y tamaño,
padre. deben reconocer al león como rey, rindiéndole
obediencia. Quien se niegue será castigado”.

Textos para orar y reflexionar 26


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Se escuchó un gran murmullo en la asamblea 101. LA LLAVE


de los animales; después una vocecita se alzó
protestando. Era el portavoz de las hormigas Una tarde, el padre se encuentra a su mujer
guerreras: “Nosotras no aceptamos. En nuestra llorando ante al hijo que acaba de preparar su
tribu, nuestros antepasados nos dieron una maleta y se dispone a abandonar la casa.
reina y nosotros sólo obedecemos sus órdenes”. Quiere preguntarle, dialogar con él, intentar
El león, con un rugido desafiante, respondió: comprenderle. Pero le paralizan las respuestas
“Tendréis vuestro castigo”. glaciales. Se queda allí, destrozado sin poder
Todos se dispersaron, los hijos del león salieron reaccionar. Segundos más tarde el hijo
de caza, cogieron un jabalí, lo escondieron tras desaparece dando un portazo... Entonces, el
unas ramas y fueron a llamar al rey. Las padre da un salto en el rellano de la escalera,
hormigas se reunieron desde los cuatro puntos corre y alcanza a su hijo. Le entrega su propia
cardinales y en un momento cubrieron la llave de la casa y le dice: “Toma, cógela. Así,
sabana. Se preparaban para la gran batalla. cuando vuelvas, no hará falta que llames”.

En un momento se comieron el jabalí, dejándole 102. EL LOCO


sólo los huesos. Mientras tanto el sol había
desaparecido tras el horizonte. Llegó el león, Fue en un jardín de un manicomio donde conocí
majestuoso, con su familia. Entonces en ejército a un joven de rostro pálido y hermoso y lleno de
de hormigas entró en acción. encanto.
De la hierba y de las hojas llovieron sobre los Y sentándome a su lado sobre el banco le
leones, treparon por sus patas mordiendo con pregunté: “¿Por qué estás aquí?”
fuerza. Los leones rugían de dolor, se tiraban Me miró asombrado y respondió: “Es una
sobre la hierba para frotarse, intentaron pregunta inadecuada, pero te contestaré. Mi
escapar, pero no podían luchar en la oscuridad padre quiso hacer de mí una reproducción de sí
contra el enemigo omnipresente. mismo; también mi tío. Mi madre deseaba que
A la mañana siguiente un buitre, pasando en fuera la imagen de su ilustre padre. Mi
vuelo rasante, vio esparcidos los esqueletos hermana mostraba a su esposo navegante
desnudos de la familia de aquel que había como el ejemplo perfecto a seguir. Mi
querido imponerse como rey absoluto de los hermano pensaba que debía ser como él un
animales. Y continuando su camino solitario excelente atleta. Y mis profesores, como el
pensó que los poderosos no deberían nunca doctor de filosofía, el de música y el de lógica,
despreciar la fuerza de los pequeños cuando se ellos también fueron terminantes y cada uno
unen. quiso que fuera el reflejo de sus propios rostros
en un espejo. Por eso vine a este lugar. Lo
Fábula del pueblo bantú. Antena Misionera, encontré más sano. Al menos, puedo ser yo
marzo 1993 mismo”.
100. LEYENDA En seguida se volvió hacia mí y dijo: “Pero dime,
¿te trajeron a este lugar la educación y el buen
Abel y Caín se encontraron después de la consejo?”
muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se
reconocieron desde lejos, porque los dos eran Yo respondí: “No, soy un visitante”.
muy altos. Los hermanos se sentaron en la Y él añadió: “Oh, tú eres uno de los que
tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban viven en el manicomio del otro lado de la
silencio, a la manera de la gente cansada pared”.
cuando declina el día. En el cielo asomaba Kahlil Gibrán. El vagabundo, p. 49-50
alguna estrella, que aún no había recibido su
nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en 103. LA LUZ EN EL PAÍS DE LA
la frente de Abel la marca de la piedra y dejó NOCHE
caer el pan que estaba por llevarse a la boca y
pidió que le fuera perdonado su crimen. Sucedía en el país de la noche. Una noche que
Abel contestó: nunca se acababa: jamás había salido el sol. Le
gente en este país era apocada y triste, por
- ¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no tanta oscuridad. Ni se daban cuenta de que
recuerdo; aquí estamos juntos como antes. estaban tristes: lo veían tan normal. Para ellos,
- Ahora sé que de verdad me has perdonado - la vida era triste, oscura. Las calles y las casas
dijo Caín -, porque olvidar es perdonar. Yo trata- eran tan oscuras como la misma boca del lobo.
ré también de perdonar. No existían las estrellas.
Abel dijo despacio: Un día en aquel pueblo se presentó un niño que
tenía una pequeña llama en la palma de la
- Así es. Mientras dura el remordimiento dura la
mano y se paseaba por las calles. Algunos
culpa.
niños del país de la noche salieron a los
balcones y decían a los mayores: “Aquel niño
que pasa por la calle lleva una lucecita en la

Textos para orar y reflexionar 27


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mano. ¿Qué es?”. Y la gente mayor les creía que era otro perro que le amenazaba y
respondía: “Anda, niño, métete en casa y cierra huía sin beber. Al final, la sed pudo más que el
el balcón. Ha venido del país de la luz. Quiere miedo, se arrojó al agua, con lo que desapareció
hacernos daño en los ojos”. Y cogían a los niños el otro perro y bebió a gusto”.
y los encerraban en casa. Pero ellos, aun “¿Y de qué le sirvió a usted ese incidente?”, in-
estando cerrados, decían: “Quiero irme al país sistieron los discípulos. El maestro explicó: “En-
de la luz, quiero irme con aquel niño al país de tendía en aquel momento que el obstáculo que
la luz”. impedía al perro saciar su sed era su propio yo,
La gente se dio las buenas noches, se acostó, y es decir, la falsa imagen de la ilusión del yo.
después se levantó para ir al trabajo. Y mira por Una vez que ésta desapareció, el perro alcanzó
dónde, ya de mañana, había niños que su objetivo. Ésa es la suprema lección. El obstá-
paseaban por el país de la noche con una culo que te impide avanzar es tu yo. Hazlo des-
lucecita en la mano. Y daban saltos cantando: aparecer. Bórrate tú delante de tus ojos. El más
“Nosotros nos hemos pasado al país de la luz”. mínimo apego a tu yo es una pesada cadena
Y estaban locos porque el pequeño de la que traba tus pies. Si sientes la sed de la pre-
lucecita en la mano les había dado la llama. Y sencia de Dios, no vuelvas nunca a ti. El que re-
de esta manera se paseaban por los callejones nuncia a su yo, encuentra a Dios”.
del país de la noche. Carlos G. Vallés
Los hombres del país de la noche no querían la Vida Nueva nº 2055 de 7/9/96
luz. Decían: “Eso hace daño en los ojos”. Y 105. MAL QUE PRODUCE BIEN
murmuraban entre ellos y se enfurecían contra
los niños del país de la luz porque llevaban la Dijo un día el Maestro: “No estaréis preparados
pequeña lucecita en la mano. Y ahora ya no para combatir el mal mientras no seáis capaces
eran cinco o diez; eran cientos y cientos, y entre de ver el bien que produce”.
todos llenaban de alegría y luz el país de la
Aquello supuso para los discípulos una enorme
noche.
confusión que el Maestro no intentó siquiera
En la casa grande del país de la noche se disipar.
reunieron los hombres para discutir lo que
Al día siguiente les enseñó una oración que
harían a los niños del país de la luz. Y
había aparecido garabateada en un trozo de
decidieron llamarles, no a todos, pero sí a los
papel de estraza hallado en el campo de
cabecillas. Y les dijeron: “Ahora mismo, ante
concentración de Ravensburg:
nosotros, apagaréis vuestra luz; tener esa luz
encendida va contra nuestras costumbres “Acuérdate, Señor, no sólo
sagradas de nuestro país”. Y mandaron a los de los hombres y mujeres de buena voluntad,
guardianes apagar todas las luces de todos los sino también de los de mala voluntad.
niños y a los primeros les mandaron al calabozo No recuerdes tan sólo el sufrimiento
más oscuro del país de la noche. Muchos de los que nos han causado;
niños que habían paseado su pequeña lucecita recuerda también los frutos
se pusieron a llorar. Y unos hombres del país de que hemos dado gracias a ese sufrimiento:
la noche entraron en el calabozo para apagarles la camaradería, la lealtad,
el resplandor, pero no podían de ninguna la humildad, el valor,
manera; soplaban con toda su rabia, pero la luz la generosidad y la grandeza de ánimo
no se apagaba nunca; les metían las manos en que todo ello ha conseguido inspirar.
los cubos de agua, pero era imposible: la Y cuando los llames a juicio,
pequeña lucecita no se rendía nunca. Al final, haz que todos esos frutos que hemos dado
los dejaron estar... Hicieron poner en los sirvan para su recompensa y su perdón”.
periódicos que todo había concluido, cerraron la Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
puerta con siete candados, pusieron vigilantes Sal Terrae.
en la entrada y se fueron.
106. MANIFIESTO DE LAS INDIAS
Dentro quedaron solos los niños del país de la
luz. Pero todo el país de la noche, desde el
E INDIOS JÓVENES
calabozo hasta la casa del zapatero, todos Nosotros, la gran mayoría de las indias y de los
vieron cómo en el país de la noche empezaba a indios jóvenes de la tribu de aquí, no tener tra-
clarear. ¡Quién sabe si habían descubierto que bajo y por eso no tener mondas para comprar
la pequeña llama había dejado en todos los choza, ni para comida, ni para taparrabos, ni
corazones un poco de resplandor! para plumas de colores que alegrar vida y fies-
tas de vez en cuando.
104. MAESTRO DEL MAESTRO
Así que tener que aguantar en choza de padre y
Al maestro le preguntaron: “¿Y quién fu vuestro madre mientras nuestras caras envejecer y gran
maestro?” Él respondió: “Un perro. Lo vi al bor- mala leche nos invadir.
de de un estanque que agua clara; jadeaba de
Cuando trabajar, tener que ser el trabajo de po-
sed y no se atrevía a beber. Al acercarse a la
cas lunas o debajo de agua y, aunque trabajo
superficie del agua veía su imagen reflejada,

Textos para orar y reflexionar 28


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ser igual o más que trabajo de indios mayores, 109. MIRAR A DIOS
monedas ser muchas menos.
Nosotros decir que aunque no nos dejar mover El Maestro impartía su enseñanza: “El genio de
manos para trabajar, necesitar mover boca para un compositor se halla en las notas de su músi-
comer, y tener derecho a monedas como todos ca; pero analizar las notas no sirve para revelar
los indios y las indias de la tribu. su genio. La grandeza del poeta se encierra en
sus palabras; pero el estudio de éstas no revela
Además, cuando crecer, tener que ir a la mili a su inspiración. Dios se revela en la creación;
perder el tiempo y hacer gilipollas y aprender a pero, por mucho que escudriñes la creación, no
usar palo de fuego y tener que ir en canoa lejos encontrarás a Dios, del mismo modo que no
a hacer guerra a indios pobres que no habernos descubrirás el alma por mucho que examines el
hecho nada. Si decir no, o mili caca, encerrar en cuerpo”.
cárcel.
Llegado el momento del diálogo, alguien pre-
Culpa de todo tener gran jefe morro gordo y su guntó: “Entonces, ¿cómo podemos encontrar a
clan, que sólo ayudar a rostros pálidos pasta Dios?
gansa de afuera a amontonar muchas monedas,
mientras nosotros morir de asco. - Mirando la creación, no analizándola.

Nosotros saber que situación chunga de ahora - ¿Y cómo hay que mirarla?
no tener por qué ser situación chunga siempre, - Si un labrador intenta buscar la belleza de una
sino que poder y tener que cambiar. puesta de sol, lo único que descubrirá será el
Nosotros empezar por denunciar, ¿y tú? sol, las nubes, el cielo y el horizonte de la tie-
rra... mientras no comprenda que la belleza no
107. LAS MARIPOSAS es una “cosa”, sino una forma especial de mirar.
Buscarás a Dios en vano mientras no compren-
Tres mariposas amigas vieron cierto día una das que a Dios no se le puede ver como una
lámpara de luz en una vivienda. La curiosidad “cosa”, sino que requiere una forma especial de
por saber qué era aquello que brillaba como el mirar... semejante a la del niño, cuya visión no
sol, pero que no era el astro, les hizo entrar en está deformada por doctrinas y creencias prefa-
aquella habitación. La primera, intrépida, se bricadas.
acercó a la bombilla. Enseguida regresó dicien-
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
do: “No he podido saber muy bien qué era por-
que aquello me cegaba”. 110. LA MISMA DIRECCIÓN
La segunda, más atrevida, se acercó más y casi
se quema las alas; “Es horrible, casi me destro- Una pareja de novios preguntó al maestro:
za las alas”. “¿Qué debemos hacer para que nuestro amor
dure para siempre?”
La tercera mariposa se acercó más y más, hasta
quedar atrapada por el calor de la bombilla y ar- “Amar juntos otras cosas”, respondió el maestro.
der con ella. La luz en aquel momento se volvió Los amigos no se miran a los ojos, sino que mi-
más intensa durante algunos segundos... Sólo la ran los dos en la misma dirección.
tercera supo realmente qué era la bombilla. Bruno Ferrero. “El canto del grillo”, p. 54
Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan-
gelización”, p. 37 111. LA MONA
108. MILAGRO Había una vez una mona que andaba saltando
de árbol en árbol. Mientras saltaba vio un bello
- ¿Para qué orar? Dios no me ha concedido lo nogal. Cogió una nuez y la mordió. Como la cás-
que le he pedido. He buscado a Dios, lo he bus- cara estaba amarga, la mona la tiró y se quedó
cado sinceramente, con todo el ardor... pero sin probar el rico bocado que tenía dentro.
Dios no acudió a la cita. En la vida sucede lo mismo. Existen personas
- Perdón... ¿De qué Dios me hablas? ¡Es tan fá- que comienzan a realizar una actividad: apren-
cil buscar un dios a la medida de nuestros sue- der un oficio, tocar un instrumento, comenzar
ños y deseos! En tu país se considera milagro el una escultura, etc. Estas personas, cuando tro-
que Dios haga tu voluntad. Entre nosotros se piezan con las primeras dificultades, abandonan
considera un milagro el que alguien haga la vo- la tarea iniciada y, de ese modo, se quedan sin
luntad de Dios. saborear las satisfacciones que les hubiera de-
El Dios cristiano nos sorprende, nos desborda y parado el trabajo iniciado, una vez que hubieran
descascarilla nuestros falsos sueños, nuestros superado las dificultades del comienzo.
facilones mesianismos. ¡Y nos deja en la Ver- Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 20
dad!
112. LA MUÑECA DE SAL
Prudencio López Arróniz. “Más allá..! PS Ed.
Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros
de tierra firme hasta que, por fin, llegó al mar.

Textos para orar y reflexionar 29


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Quedó fascinada por aquella móvil y extraña Y también con él estaba de acuerdo, aunque
masa, totalmente distinta de cuanto había visto tampoco podía impedir ofenderme con él. De
hasta entonces. manera que me sentía impotente y como atrapa-
“¿Quién eres tú?”, le preguntó al mar la muñeca do.
de sal. Con una sonrisa, el mar respondió: “En- Pero un día me dijo: “No cambies. Sigue siendo
tra y compruébalo tú misma”. tal como eres. En realidad no importa que cam-
Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida bies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como
que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta eres y no puedo dejar de quererte”.
que apenas quedó nada de ella. Antes de que Aquellas palabras sonaron en mis oídos como
se disolviera el último pedazo, la muñeca excla- música: “No cambies. No cambies... Te quiero”.
mó asombrada: “¡Ahora ya sé quién soy!”. Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh
Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 53 maravilla!, cambié.

113. LA MURMURACIÓN Ahora sé que en realidad no podía cambiar has-


ta encontrar alguien que me quisiera, prescin-
Un día, una mujer dada fácilmente a sacar de- diendo de que cambiara o dejara de cambiar.
fectos de los demás se fue a confesar con al- ¿Me quieres Tú de esa manera, Dios mío?
guien que tenía fama de santo. Aquel confesor Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 92
escuchó pacientemente a la penitente; después
le dijo: “Como penitencia, coge una gallina y re- 116. NO CUENTAN LOS MÉRITOS
corre las calles más importantes de tu pueblo
arrancando lentamente las plumas que soltarás El joven está confuso. Su idea de la justicia no
al viento. Después. regresa otra vez a mí”. parece avenirse con lo leído en el Evangelio.
Pregunta:
Aquella señora obedeció. Cuando retornó al
confesor, éste le dijo: “La penitencia no ha con- - ¿Por qué Dios paga igual jornal a quien trabajó
cluido. Ahora debes volver a andar por las calles de sol a sol y a quien sólo trabajó una hora?
y recoger todas las plumas que has sembrado”. El maestro pondera el valor de la justicia de
“Es imposible”, contestó la mujer. Dios, cuya acción está explicada por dos nuevos
elementos: el amor y la gratuidad. Y prosigue:
“Así es la murmuración”, respondió el confesor.
Pequeños juicios sobre otras personas pueden - Un padre tiene tres hijos. Uno es fuerte y sano,
crear situaciones irreparables. constituye un ejemplo de laboriosidad y entrega
al trabajo familiar. El segundo es débil y de
P. Righetto salud quebradiza, trabaja regularmente, pero no
114. NI SIQUIERA TÚ ERES TUYO puede con los trabajos más duros y a veces ha
de guardar cama. El tercero tiene parálisis des-
Y dijo Buda: “Esta tierra es mía, éstos son mis de la infancia, es una carga en casa, ya que no
hijos”... son las palabras que dice el loco que no puede valerse por sí mismo. Vive gracias a los
comprende que ni siquiera él mismo es suyo. cuidados de los demás. ¿A quién de los tres hi-
jos habrá de amar más el padre?
En realidad, nunca posees cosas. Tan sólo las
retienes durante un tiempo. Si eres incapaz de El joven, tras breves reflexión, responde en tono
desprenderte de ellas, serás agarrado por ellas. seguro:
Todo cuanto atesores debes tenerlo en el hueco - Los tres tienen igual derecho al amor del pa-
de tu mano como si fuera agua. dre, y en todo caso recibirá más amor aquel que
tenga mayor necesidad de ser amado. El padre
Trata de apresarla y desaparecerá. Intenta apro-
ama sin más, no por los méritos que tenga cada
piártela y te manchará.
uno.
Déjala en libertad y será tuya para siempre.
Vidal Ayala. “La voz del bosque”. PS.
Antohny de Mello. “La oración de la rana. 2
117. NO PESA... ES MI HERMANO
115. NO CAMBIES
El grupo estaba de excursión cuando aparece a
Durante años fui un neurótico. Era un ser angus- lo lejos un niño de unos ocho años que trae so-
tiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo in- bre sus hombros a otro más pequeñito, como de
sistía en decirme que cambiara. Y no dejaban tres. Su rostro era ardiente, tostadito como el de
de recordarme lo neurótico que era. todos los campesinos del lugar. Más expresivo
Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con quizás al pasar a nuestro lado, pero incapaz de
ellos, y deseaba cambiar, pero no me convencía ocultar un cierto cansancio, producido sin duda
de la necesidad de hacerlo, por mucho que lo in- por la distancia, lo difícil del camino y el peso del
tentara. niño.
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba Para dar calor humano y aliento al pobre niño,
de recordarme lo neurótico que estaba. Y tam- pregunté con tono de cariñosa cercanía: “Amigo,
bién insistía en la necesidad de que yo cambia- ¿pesa mucho?”. Y él, con inefable expresión de
ra. cara y encogimiento de hombros, que encerra-

Textos para orar y reflexionar 30


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

ban una gran carga de amor, de valor y de re- siones. Mas yo no lo creo, y aunque en mis días
signación, dice con fuerza y decisión: “No pesa, y en mis noches pienso que camino hacia algo,
es mi hermano”, y agarrando más fuertemente mi imaginación se para en este plano donde
al pequeño, que sonríe y saluda con su manita adoro el latido de la savia y el palpitar de las ho-
derecha, echa una corta y lenta carrera hacien- jas cuando me acarician los pies”.
do saltar con gracia a su hermanito que aún Entonces la mariposa se fue hacia arriba y des-
mira una vez atrás para sonreír. apareció. Pasaron varios días, que fueron años
118. NO SE PUEDE ENSEÑAR para la oruga, y ésta notó que se le venía el fi-
nal. Se fue hacia una rama saliente de pino y
Un rey envió a su hijo al maestro para que lo for- cuando se ponía el sol hizo su tumba de seda,
mase en ciencia y en verdad. Cuando volvió, su acostándose para esperar la venida de la muer-
padre le preguntó: “¿Has aprendido aquello que te.
no se puede enseñar?”. “No”. “Pues vuelve al Y con el tiempo llegó la primavera de su naci-
maestro”. miento como mariposa, extendió sus alas y rau-
El maestro le dijo: “No te lo enseñé porque no da se ensimismó en el aire y dio sus primeros
me lo pediste y porque no se puede enseñar. aleteos hacia el sol de la mañana. Y cuando vo-
Sólo se puede indicar. Mira, toma esas cuatro- laba vio a una oruga que subía trabajosamente
cientas cabezas de ganado, vacas, bueyes, ove- por un tronco y posándose delante de ella le
jas, cabras, llévalas al bosque profundo donde dijo: “Hola, hermana del pasado. ¿Por casuali-
nadie llega, cuídalas en silencio, y cuando las dad sabes tú que vendrán en el futuro días...?”
cuatrocientas sean mil, vuelve a mí”. Cayetano Arroyo. “Diálogos con Abul-Beka”
El muchacho partió, escogió el lugar y quedó en
solitario apacentando el ganado. Se aburrió. Se 120. OJOS CERRADOS; OJOS
desesperó. Se calmó. Se encontró. El silencio ABIERTOS
apagó las palabras y acalló el pensamiento. Su
ser entero se sintió uno con la naturaleza y los La madre de Krishna, la encarnación del dios
árboles y los prados y el ganado y la vida. más popular, cuidó de él mientras era niño, ado-
Aprendió lo que no se podía enseñar. Vio lo que lescente y joven con todo el cariño de madre y
no se podía leer. Sintió lo que no se podía ex- la sumisión de la fe. Creció Krishna y le llegó el
presar. Se olvidó de contar el ganado, de perse- momento de dejar su casa, su pueblo y a su ma-
guir un fin, de por qué estaba allí. Alcanzó la ilu- dre para predicar, ayudar y redimir a su pueblo.
minación. Al despedirse, su madre le pidió una gracia:
“Que siempre que cierre yo los ojos, te vea”.
Un día los mugidos del ganado le hicieron caer Krishna le contestó: “Te concedo una gracia me-
en la cuenta de que ya no cabían en el valle. jor: que siempre que abras los ojos, me veas”.
Eran ya más de mil. Sonrió al recordar la misión
que le había llevado allí. Recogió el ganado y lo Ver a Dios en todo. En las personas, en las co-
pastoreó sin prisas hacia la morada del maestro. sas, en la vida. Ver a Dios con los ojos abiertos.
Al ver al maestro, el discípulo se inclinó profun- El andar se hace fe y el mirar se hace contem-
damente ante él. Y el maestro, con la misma plación. Allí está Él. En cada sonido está el eco
elegante generosidad, se inclinó profundamente de su voz, en cada color está un destello de su
ante el discípulo. Por fin había aprendido lo que mirada. Allí se esconde, o mejor dicho, allí se re-
no se puede enseñar. vela. Todo lo ha hecho Él y Él vive en todo lo
que ha hecho. Todo son huellas para quien bien
Nada que merezca la pena puede ser enseña- conoce el pisar del Amado.
do. Sólo pueden crearse situaciones en uno
aprenda consigo mismo y con Dios. Ésa es la la- Los ojos bien abiertos. Los hizo Él para que vié-
bor del maestro. ramos todos, y en todo a Él. Rostros y movi-
mientos, encuentros y sucesos, naturaleza y as-
Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2027, de febre- falto. No hay diferencia en cuanto a su presen-
ro del 96 cia, porque Él está en todo. Basta con abrir los
ojos y verlo. Ver claro, ver de frente, ver del
119. NUEVAS DIMENSIONES todo. Saber reconocer rasgos eternos en paisa-
Una vez iba una oruga paseando por la rugosa jes diarios. Saber sentir la presencia divina en
superficie de un tronco. La vio una mariposa y un apretón de manos. Saber contemplar la pre-
posándose ante ella le dijo: “Hola, hermana del sencia divina en un apretón de manos. Saber
pasado. ¿Por casualidad sabes tú que vendrán contemplar la visión infinita en el horizonte del
en el futuro días en que abandonando esa en- entorno constante. Saber ver.
voltura terrena te hagas voladora como yo y as- ¿Por qué la gente, cuando proponemos unos
ciendas hacia el cielo?” minutos de oración, siempre cierra los ojos?
Y la oruga le dijo: “Sí. Eso es lo que me enseña- Carlos G. Vallés. Vida Nueva, 18/3/95
ron mis padres y a ellos les enseñaron mis
abuelos. Decían que después de ésta hay otra 121. ORACIÓN “ESCUCHADA”
vida donde podemos liberarnos de las cadenas
de la tierra y ascender alados a nuevas dimen- Un piadoso musulmán rezaba todos los días
ante Dios, y todos los días le suplicaba una gra-
Textos para orar y reflexionar 31
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cia que deseaba le concediese. Se colocaba ron la jaula donde la había puesto el cabrero y
siempre para su oración en el mismo rincón de allí estaban los pajarillos revoloteando en su in-
la mezquita, y tantos años pasaron y tantas ve- terior.
ces repitió su oración que cuentan que las seña- Al verlos el cabrero se dijo: “Si los padres vienen
les de sus rodillas y sus pies quedaron marca- a cuidar a sus hijos con tanto esmero, quiero ver
das sobre el mármol del suelo sagrado. cómo los hijos agradecidos de tanto amor a sus
Pero Dios parecía no oír su oración, parecía no padres, los cuidan a ellos”.
enterarse siquiera de que alguien le invocaba. Cogió una red y la echó sobre la pareja aprisio-
Un día por fin se le apareció al devoto musul- nándolos. Inmediatamente abrió la puerta de la
mán en su oración un ángel de Dios, y le dijo: jaula y, dejando libres a los hijos, metió en ella a
“Dios ha decidido no concederte lo que le pi- los padres. Los hijuelos salieron volando y en
des”. Al oír el mensaje del ángel, el buen hom- vano los padres esperaron su regreso.
bre comenzó a dar voces de alegría, a saltar de Al cabo de un tiempo murió la pareja de hambre
gozo, a contarles, a todos los que se reunieron y dolor.
al verlo, lo que le había sucedido. La gente pre-
guntó, sorprendida: “¿Y de qué te alegras, si Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 24
Dios no te ha concedido lo que le pedías?” A lo
que él contestó, rebosándole el gozo sincero en 124. PARÁBOLA DEL MELOCO-
cada palabra: “Es verdad que me lo ha negado, TÓN DE SECANO
pero al menos así sé que mi oración llegó hasta
El Reino de los Cielos se parece a esos meloco-
Dios. ¡Qué más puedo desear!” Y siguió repar-
tones de secano, que son más pequeños, más
tiendo alegría.
feos y menos presentables que los aguados me-
Oración es saber que mi voz llegó a Dios. No es locotones del mercado. Por todas esas razones
la petición, la concesión, la respuesta. O sí es no pueden competir con ellos en precio y se
todo eso, pero por dentro y por encima de todo venden por una nonada. Pero ¡qué sabrosos
es la fe de saber que el mensaje llegó, que mis son!, ¡qué delicadamente dulces!, ¡qué insospe-
palabras sonaron en oídos divinos, que la tierra chadamente gratificantes cuando se los muerde,
tocó el cielo. ¿Qué importa el “resultado” de la no sin cierto cuidado, porque si el bocado es
oración cuando tenemos el “contacto”? Yo escri- muy ávido, le entra a uno miedo de tropezar con
bí la carta, y ahora sé que la carta llegó y fue leí- el hueso!
da. Eso es lo que me interesa.
El reino del capital se parece a uno de esos me-
El buen musulmán continuó yendo todos los locotones de cada día de cada verano, que son
días a la mezquita, al rincón marcado por sus una maravilla de la técnica. Son preciosos, des-
rodillas, para dar gracias porque su oración ha- comunales, tientan a los ojos con sus colores de
bía llegado a Dios. lienzo de Sorolla, que sugieren la promesa de
Carlos G. Vallés un nuevo festín de Babette. Su sola vista parece
justificar aquel eslogan antiguo y cazaturistas de
122. LA OVEJA PERDIDA... que “España ofrece calidad”. Y, sobre todo, pa-
rece justificar cualquier precio que se pague por
Parábola para educadores religiosos: ellos. ¡Ellos sí que son un buen negocio!
Una oveja descubrió un agujero en la cerca y se Pero con ellos el festín se acaba a la hora de
escabulló a través de él. Estaba feliz de haber hincarles el diente: tienen figura y color suave y
escapado. Anduvo errante mucho tiempo y aca- sugerencia, pero carecen de lo único decisivo: el
bó desorientándose. buen sabor. El exceso de agua que los ha hen-
Entonces se dio cuenta de que estaba siendo chido y los ha lavado, e invita a pagarlos sin te-
seguida por un lobo. Echó a correr y a correr..., mor y a morderlos sin miedo, debe ser el mismo
pero el lobo seguía persiguiéndola. Hasta que que los ha vuelto insípidos. Están diciendo: “Pá-
llegó el pastor, la salvó y la condujo de nuevo, game y muérdeme”, pero luego no saben a
con todo cariño, al redil. nada.
Y a pesar de que todo el mundo le instaba a lo No saben a nada, claro; pero ¡éstos sí que son
contrario, el pastor se negó a reparar el agujero rentables! Mientras que lo del sabor es simple-
de la cerca. mente cuestión de tiempo: dentro de pocos
años, las generaciones que suben ya se habrán
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 198
acostumbrado, y ya no conocerán el sabor del
123. LOS PADRES Y LOS HIJOS melocotón de secano, ni siquiera del melocotón
en general. No podrán comparar. Y donde no
Un cabrero paseando por el campo vio un árbol. puede haber comparación tampoco puede haber
En el árbol había un nido de pajarillos. Estaban sospecha, ni queja, ni protesta. ¡Ya veis qué
solos, pues los padres habían ido a buscar el sencillo resulta todo!
alimento. El cabrero cogió los pajarillos y los Quien tenga oídos para oír, que oiga.
metió en una fría jaula de metal.
Cuando llegaron los padres, viendo que no esta-
ban sus hijos, afligidos los buscaron. Encontra-
Textos para orar y reflexionar 32
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125. EL PARAÍSO pez, totalmente decepcionado, mientras se mar-


chaba nadando a buscar en otra parte.
En un sueño un ferviente discípulo del Talmud Deja de buscar, pequeño pez. No hay nada que
fue autorizado a acercarse al templo del Paraí- buscar. Sólo tienes que estar tranquilo, abrir tus
so, donde los grandes sabios del Talmud pasa- ojos y mirar. No puedes dejar de verlo.
ban su vida eterna. Vio que estaban sencilla-
mente sentados alrededor de varias mesas es- Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 26
tudiando el Talmud. El discípulo se preguntó:
¿Estoy de verdad en el Paraíso? De pronto oyó 128. PERDÓN Y OLVIDO
una voz: “Te equivocas. Los sabios no están en Un cura estaba harto de una beata que todos
el Paraíso. El Paraíso está en ellos”. los días le venía a contarle revelaciones que
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar- Dios personalmente le hacía. Semana tras se-
dos”, p. 59 mana, la buena señora entraba en comunica-
ción directa con el cielo y recibía mensaje tras
126. PASARÁ mensaje. Y el cura, queriendo desenmascarar
de una vez lo que de superchería había en tales
Un rey convocó a la corte a todos los magos del comunicaciones, dijo a la mujer: “Mira, la próxi-
reino y les dijo: “Querría ser siempre un buen ma vez que veas a Dios dile que, para que yo
ejemplo para mis súbditos. Presentarme siem- me convezca de que es Él quien te habla, te
pre como un hombre fuerte y seguro, sereno e diga cuáles son mis pecados, esos que yo sólo
impasible frente a las vicisitudes de la vida. Me conozco”. Con esto, pensó el cura, la mujer se
ocurre a veces que me encuentro triste o depri- callará para siempre. Pero a los poco días re-
mido por una mala noticia. Otras veces una ale- gresó la beata. “¿Hablaste con Dios”. “Sí”. “¿Y
gría imprevista o un gran éxito me ponen en un te dijo mis pecados?”. “Me dijo que no me los
estado de sobreexcitación anormal. Todo eso no podía decir porque los ha olvidado”. Con lo que
me gusta. Me hace sentirme como una brizna el cura no supo si las apariciones aquellas eran
que lleva el viento de la suerte. Fabricadme un verdaderas. Pero supo que la teología de aque-
amuleto que me proteja de esos estados de áni- lla mujer era buena y profunda: porque la verdad
mo y estos cambios de humor”. es que Dios no sólo perdona los pecados de los
Uno tras otro, los magos se echaron atrás. Sa- hombres, sino que una vez perdonados, los olvi-
bían hacer amuletos de todas las clases para da. Es decir, los perdona del todo.
los incautos que se acercaban a pedirles ayuda, Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
pero no era fácil engatusar a un rey. Y a un rey dos”, p. 107
que, además, pretendía un amuleto de efecto
tan difícil. 129. LA PERLA
El rey estaba a punto de estallar de ira, cuando
Dijo una ostra a otra: “Siento un gran dolor den-
se adelantó un viejo sabio que dijo: “Majestad,
tro de mí. Es pesado y redondo y me lastima”.
mañana te traeré el anillo que buscas. Cada vez
que lo mires, si estás triste te pondrás alegre y Y la otra ostra replicó con arrogante complacen-
si te encuentras nervioso, podrás calmarte. Sim- cia: “Alabados sean los cielos y el mar. Yo no
plemente bastará que leas la frase mágica gra- siento dolor dentro de mí. Me siento bien por
bada en el anillo”. dentro y por fuera”.
Al día siguiente, el sabio volvió y, en medio de En ese momento, un cangrejo que por allí pasa-
un silencio general, ya que todos tenían curiosi- ba escuchó a las dos ostras, y dijo a la que esta-
dad por conocer la frase mágica, alargó el anillo ba bien por dentro y por fuera: “Sí, te sientes
al rey. bien e intacta; mas el dolor que soporta tu veci-
na es una perla de inigualable belleza”.
El rey lo miró y leyó la frase grabada sobre el
aro de plata: “También esto pasará”. Kahlil Gibrán. “Obras completas (tomo 2)”
José Joaquín Gómez Palacios. “Buenos días / 130. EL PESCADOR SATISFECHO
2”. CCS. 1995”
El rico industrial se horrorizó cuando vio a un
127. EL PEQUEÑO PEZ pescador del Sur tranquilamente recostado
contra su barca y fumando su pipa.
“Usted perdone”, le dijo un pez a otro, “es usted
más viejo y con más experiencia que yo y pro- “¿Por qué no has salido a pescar?”, le preguntó
bablemente podrá ayudarme. Dígame: ¿dónde el industrial.
puedo encontrar eso que llaman Océano? He “Porque ya he pescado bastante por hoy”, res-
estado buscándolo por todas partes sin resulta- pondió el pescador.
do”.
“¿Y por qué no pescas más de lo que necesi-
“El Océano - respondió el viejo pez - es donde tas?”, insistió.
estás ahora mismo”.
“¿Y qué iba a hacer con ello?”, preguntó a su
“¿Esto? Pero si esto no es más que agua... Lo vez el pescador.
que yo busco es el Océano”, replicó el joven

Textos para orar y reflexionar 33


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“Ganarías más dinero”, fue la respuesta. “De que está preso y vive penado en la cárcel.
ese modo podrías poner un motor a tu barca. ¿Quién será más feliz de los dos?” Y la respues-
Entonces podrías ir a aguas más profundas y ta: “En invierno el preso, en verano el rey”.
pescar más peces. Entonces ganarías lo sufi- Bernardo Atxaga. “El hombre solo”. Ediciones B.
ciente para comprarte unas redes con las que
obtendrías más peces y más dinero. Pronto ga- 133. PROBAR POR UNO MISMO
narías para tener dos barcas... y hasta una ver-
dadera flota. Entonces serías rico, como yo?” Una compañía internacional pidió a un comer-
ciante indio que le proporcionara muestras de
“¿Y qué haría entonces?”, preguntó de nuevo el
frutas, incluyendo variedades para elegir a dife-
pescador.
rentes precios. Siguiendo sus indicaciones, pre-
“Podrías sentarte y disfrutar de la vida”. paró cinco cajas separadas, indicando el comer-
“¿Y qué crees que estoy haciendo en este preci- ciante a sus obreros que les colocaran las eti-
so momento”, respondió el satisfecho pescador. quetas.
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 171 Lamentablemente, los embaladores confundie-
ron las etiquetas, por lo cual los precios y las ca-
131. PIDE LO QUE QUIERAS lidades estaban mal indicados. Cuando los im-
portadores abrieron las cajas y probaron las de
Kapil Muni era pobre y desconocido antes de al- “calidad excelente”, lo que probaron fue en reali-
canzar la santidad que lo hizo querido y venera- dad la calidad ínfima.
do en toda la India.
Sin inmutarse, sin embargo, declararon que
Su mujer le dijo un día: “Me he enterado de que eran deliciosamente dulces, a pesar de lo eleva-
el rey da una moneda de oro al brahmán que es do del precio, que ellos estimaron excelente
el primero en bendecirle”. para aquella calidad. Decididamente harían un
Kapil fue a dormir a la puerta de palacio para ser pedido grande.
el primero en cuanto amaneciera el día. A media Al probar la siguiente clase, que realmente eran
noche le despertó la luna llena, creyó que era el bastante mejores, pusieron gesto de desagrado
sol, y se precipitó a la puerta. Los guardas lo por lo ácido y convinieron en que la inferioridad
apresaron como ladrón. El rey, sin embargo, al estaba reflejada en el precio, mucho menor.
juzgarlo, creyó su historia y le dijo que pidiese lo
que quisiera. El resto, que contenía lo mejor, ni lo abrieron y
lo arrojaron a un montón de basura.
Kapil pensó: “Pediré la moneda de oro que me
corresponde. O, ya que el rey me ofrece más, Algunos pájaros, que observaban de lejos, baja-
pediré cinco. No, diez. Mejor veinte para cubrir ron enseguida y se dieron un festín: “¡Qué estú-
todo el año. O cien. Más seguro mil. Digamos pidos son los humanos! ¿Es que no pueden pro-
cien mil para asegurar el porvenir de los hijos. bar por sí mismos la calidad en lugar de confiar
Mejor aún un millón para vivir de los intereses. en las etiquetas?”
Pero el dinero solo no da seguridad. Ya que el Pedro Ribes. “Parábolas y fábulas...”, p. 81
rey no ha puesto límite a lo que puedo pedirle, le
pediré la mitad de su reino. ¿Y por qué la mitad 134. PROGRESO
tan sólo? Le pediré el reino entero. Aunque eso
El maestro estaba escuchando a un afamado
no sería justo para con el rey que tan bien se
economista cómo explicaba sus ideas acerca
porta conmigo. Mejor conformarme con la mitad
del desarrollo. El economista defendía que lo
del reino. Ahora que eso de la administración
más importante era el crecimiento económico y
conllevaría muchas preocupaciones. Más vale
el bienestar. Porque todo crecimiento es bueno
dejarlo en dinero. Volvamos al millón de mone-
en sí mismo.
das de oro. Demasiado. La verdad es que con
cien mil me basta y me sobra para mí y toda mi El maestro tomó la palabra: “Si su teoría fuese
familia. Y también con mil. Para ser sincero voy cierta, habría que admitir que es lo mismo que
a pedir sólo cien. O veinte. O diez. O cinco. Lo piensa la célula cancerosa: lo único importante
mejor será pedir honradamente una moneda de es crecer, sin discernir el bien o el mal que se
oro que es lo que me corresponde. ¿Y para qué pudiera estar haciendo”.
necesito yo una moneda de oro? Mejor estoy Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan-
como estoy”. gelización”, p. 192
Cesó el deseo. Y Kapil alcanzó la iluminación.
135. LOS PUERCOESPINES
Carlos G. Vallés
Es de noche y hace frío. Y en una gran exten-
132. EL PRESO Y EL REY sión están unos puercoespines. Como hace frío,
se acercan, y como se acercan, se pinchan. Y al
En la cárcel se decía: “Un hombre está preso,
hacerse daño, se separan. Y así sucesivamente.
pero todas y cada una de las noches sueña que
es rey y vive con todas las comodidades de un Todo el juego de la vida consiste en encontrar la
rey; en cambio, muy lejos de la prisión, un rey distancia que nos permite al mismo tiempo ayu-
tiene cada noche el sueño opuesto, es decir, darnos los unos a los otros y no hacernos daño

Textos para orar y reflexionar 34


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los unos a los otros. Aceptar que el otro no sea 138. ¿QUÉ PIDE DIOS DE MÍ?
yo, que posea caminos propios y, al mismo
tiempo, no aceptar la separación: intentar vivir a El viejo monasterio había sobrevivido a las di-
dos. versas vicisitudes y pruebas de su ya larga his-
Schopenhauer toria. La fundación se remontaba a los tiempos
en que la comarca estaba deshabitada, por tra-
136. ¡QUÉ DIFÍCIL ES EL PERDÓN! tarse de un terreno abrupto de difícil acceso. El
núcleo de la población actual nació a la sombra
Érase un rey que tenía tres hijos. Poseía ade- del monasterio y se mantenía vinculado a él.
más muchas riquezas. Sobre todo un brillante Existía una mutua dependencia y complementa-
de valor extraordinario, admirado en el mundo ción. En todo tiempo hubo jóvenes del pueblo
entero. ¿Para quién sería aquel brillante al re- que abrazaban la vida monacal. Los monjes, a
partir la herencia? Su padre les sometió a una su vez, dedicaban generosos esfuerzos a culti-
prueba. Sería para el que realizase la mayor ha- var el espíritu del pueblo.
zaña el día señalado... Al llegar la noche, cada
Había destacada, en estas tareas, un anciano
uno relató los acontecimientos de la jornada.
monje cuya larga vida de entrega a Dios y de
El mayor había dado muerte a un dragón que atención a los demás era objeto de admiración
sembraba el pánico por todo el reino. El segun- común. Retirado de la actividad directa por su
do venció a diez hombres bien armados con una avanzada edad, aún era buscado por su don del
pequeña daga. El tercero dijo: “Salí esta maña- consejo.
na y encontré a mi mayor enemigo durmiendo al
Hasta el venerado monje llegó un joven, atraído
borde de un acantilado... y le dejé seguir dur-
por la fama de su ciencia y virtud. Cuando estu-
miendo”.
vo ante él, le expuso:
Entonces el rey se levantó de su trono, abrazó a
- Deseo que me digas, con brevedad y sin pala-
su hijo menor y le entregó el brillante.
bras rebuscadas, qué es lo que Dios pide a
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar- cada uno; necesito saber qué quiere Dios de mí.
dos”, p. 116
Responde el monje:
137. ¡QUÉ MÁS QUIERES! - Es muy sencillo. Jesús nos vino a mostrar, con
su vida, y a decirnos lo que Dios quiere de noso-
Un hombre se hallaba en el tejado de su casa tros: simplemente lo quiere todo.
durante unas inundaciones y el agua le llegaba
ya a los pies. Poco después, pasó un individuo Vidal Ayala. “La voz del bosque”. PS.
remando en una canoa, y le gritó: “¡Oiga! ¿Quie-
re que le lleve a un sitio más alto?”. 139. RAÍCES
“No, gracias”, replicó el hombre. “Tengo fe en el Un niño que jugaba con otros niños lo vio pasar
Señor y Él me salvará. y dejándolo todo se fue tras Él para escucharle.
Y el Maestro señalándolo decía:
Pasó el tiempo, y el agua le llegaba al hombre
hasta la cintura. Entonces pasó por allí una lan- - Mirad que para él, aquello que deja es tan va-
cha de motor. “¿Quiere que le lleve a un sitio lioso como si vosotros dejarais vuestras casas y
más alto?”, gritó el que la llevaba. vuestras familias y todas vuestras posesiones.
“No, gracias”, respondió el hombre. “Tengo fe en Bienaventurados vosotros que podéis dejar por-
el Señor, y Él me salvará”. que tenéis y más bienaventurados aquellos que
más tienen porque más pueden dejar.
Más tarde, cuando el nivel del agua llegaba ya
al cuello del individuo, llegó un helicóptero. “¡Có- Envidia os tiene la montaña, que no puede dejar
jase a la cuerda!”, gritó el piloto. “Yo le subiré”. de ser montaña para hacerse nube. Envidia os
tiene el hermano árbol, que no puede ni por un
“No, gracias”, respondió el hombre por tercera
instante dejar de ser árbol para hacerse águila.
vez. “Tengo fe en el Señor, y Él me salvará”.
Y la hermana rosa, ¡cuánto daría por volar como
Desconcertado, el piloto dejó a aquel hombre en una mariposa! Vosotros podéis dejar todo cuan-
el tejado, casi cubierto por las aguas. Después to se os dio, para probaros.
de haber pasado horas allí, el pobre hombre no
Y cuando guardáis, no hacéis sino alargar las
pudo resistir más, se ahogó, y fue a recibir su
pruebas, hasta atrofiaros, como se atrofian los
recompensa.
árboles viejos y echan raíces cada vez más pro-
Mientras aguardaba ante las puertas del Paraí- fundas.
so, se halló frente al Creador, y se quejó de lo
Cayetano Arroyo. “Diálogos con Abul-Beka”,
ocurrido: “Señor, yo tenía total fe en que Tú me
salvarías, y me abandonaste. ¿Por qué?”. 140. RANA DEL POZO
A lo cual replicó el Señor: “¿Qué mas quieres?
¡Te mandé dos lanchas y un helicóptero”. En un pozo profundo vivía una colonia de ranas.
Llevaban su vida, tenían sus costumbres, en-
Johnny Hart contraban su alimento y croaban a gusto hacien-
do resonar las paredes del pozo en toda su pro-

Textos para orar y reflexionar 35


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

fundidad. Protegidas por su mismo aislamiento, ción; y ella dijo que no pensaba bajar, y que les
vivían en paz, y sólo tenían que guardarse del deseaba a todas que lo pasaran bien, y se mar-
pozal que, de vez en cuando, alguien echaba chó con su compañera y los siete renacuajos.
desde arriba para sacar agua del pozo. Daban Abajo en el pozo hubo mucho revuelo, y hubo
la alarma en cuanto oían el ruido de la polea, se algunas ranas que quisieron comentar la pro-
sumergían bajo el agua o se apretaban contra la puesta, pero las autoridades las acallaron en se-
pared, y allí esperaban, conteniendo la respira- guida, y la vida volvió a la normalidad de siem-
ción, hasta que el pozal lleno de agua era izado pre en el fondo del pozo.
otra vez y pasaba el peligro.
Al día siguiente, por la mañana, la niña de las
Fue a una rana joven a quien se le ocurrió pen- trenzas rubias se quedó asombrada cuando, al
sar que el pozal podría ser una oportunidad en sacar el cubo con agua del pozo, vio que estaba
lugar de un peligro. Allá arriba se veía algo así lleno de ranas
como una claraboya abierta, que cambiaba de
aspecto según fuera de día o de noche, y en la Carlos García Valles. “Salió el sembrador...”
que aparecían sombras y luces y formas y colo-
res que hacían presentir que allí había algo nue- 141. REGALO, NADA MÁS
vo digno de conocerse. Y, sobre todo, estaba el Ayer me encontraba en la cocina preparando la
rostro con trenzas de aquella figura bella y fugaz cena. Entró mi hija mayor. Me dio un papel es-
que aparecía por un momento sobre el brocal crito. Apartando la comida del fuego y tomando
del pozo a arrojar el cubo y recobrarlo todos los el papel entre mis manos comencé a leer:
días en su cita sagrada y temida. Había que co-
“Por haberme lavado los dientes
nocer aquello.
toda la semana: 7 pesetas.
La rana joven habló, y todas las demás se le Por ir a comprar el pan: 3 pesetas.
echaron encima: “Eso nunca se ha hecho. Sería Por traer el pan y la gaseosa: 4 pesetas.
la destrucción de nuestra raza. El cielo nos cas- Por cuidar el hermanito
tigará. Te perderás para siempre. Nosotras he- cuando saliste con papá al cine: 15 pesetas.
mos sido hechas para estar aquí, y aquí es don- Por ir a buscar las quinielas: 7 pesetas.
de nos va bien y podemos ser felices. Fuera del Por tomarme
pozo no hay más que destrucción absoluta. Que las asquerosas medicinas: 14 pesetas.
nadie se atreva a violar las sabias leyes de Total: 50 pesetas.
nuestros antepasados. ¿Es que una rana joven- Había terminado de leer. Ella estaba tan tranqui-
zuela de hoy puede saber más que ellos? la moviendo su bolígrafo entre los dientes. Mien-
La rana esperó pacientemente la próxima baja- tras la miraba, algo me hizo sentir una profunda
da del pozal. Se colocó estratégicamente, dio un pena. Y al mismo tiempo una serie de recuerdos
salto en el momento en que el pozal iba a ser se agolparon en mi mente. Tomando el bolígra-
izado y subió en él ante al asombro y el horror fo, di la vuelta al papel y comencé a escribir:
de la comunidad batracia. El consejo de ancia- Por nueve meses
nos excomulgó a la rana prófuga y prohibió que que duró tu gestación: REGALO.
se hablara de ella. Había que salvaguardar la Por ese parto
seguridad del pozo. que ahora dicen sin dolor: REGALO.
Pasaron los meses sin que nadie hablara de ella Por las lágrimas
y nadie se olvidara de ella, cuando un buen día que pude derramar: REGALO.
se oyó un croar familiar sobre el brocal del pozo, Por mis horas
se agruparon abajo las curiosas y vieron recor- de desvelo e inquietud: REGALO.
tada contra el cielo la silueta conocida de la rana Por los gastos
aventurera. A su lado apareció la silueta de otra de colegio y de profesor: REGALO.
rana, y a su alrededor se agruparon siete pe- Por los objetos
queños renacuajos. que rompiste de valor: REGALO.
Por la ropa
Todas miraban sin atreverse a decir nada, cuan- que te compro sin cesar: REGALO.
do la rana habló: “Aquí arriba se está maravillo- Por los chicles,
samente. Hay agua que se mueve, no como allá golosinas y demás: REGALO.
abajo, y unas fibras verdes y suaves que salen
Después de leer mi mensaje, tenía lagrimas en
del suelo y entre las que da gusto moverse, y
los ojos. Me abrazó muy fuerte y me dijo: “Ma-
donde hay muchos bichos pequeños muy sabro-
má, te quiero mucho”. Tomó el papel en mis ma-
sos y variados, y cada día se puede comer algo
nos y en grandes letras escribió: REGALO.
diferente. Y luego hay muchas ranas de muchos
tipos distintos, y son muy buenas, y yo me he Regalo, regalo nada más, hija mía. Mi suma de
casado con ésta que está aquí a mi lado, y tene- amor te quiero regalar. Yo nunca me fijo en la
mos siete hijos y somos muy felices. Y aquí hay suma. ¡Qué más da!
sitio para todas, porque esto es muy grande y
nunca se acaba de ver lo que hay allá lejos”. 142. REGATEAR POR LA VIDA
De abajo, las fuerzas del orden advirtieron a la En sus años jóvenes, el Maestro había viajado
rana que, si bajaba, sería ejecutada por alta trai- por todo el mundo. Hallándose una vez en el

Textos para orar y reflexionar 36


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

puerto de Sanghai, oyó un griterío cerca de su 145. EL SECRETO DE LA FELICI-


barco. Al mirar hacia allá, vio cómo un hombre,
inclinado sobre la borda de un junco cercano,
DAD
sujetaba por la coleta a otro hombre que se de- Una niña caminaba por el bosque cuando vio
batía frenéticamente en el agua. una mariposa atrapada entre las zarzas. Con
El del junco sumergía al otro de vez en cuando sumo cuidado para no romperle las alas, la libe-
en el agua y lo volvía a sacar. Luego discutían ró.
ambos durante un minuto, o algo así, hasta la si- La mariposa, después de volar un rato, regresó
guiente zambullida. y, de improviso, se transformó en una preciosa
El Maestro llamó entonces al grumete y le pre- hada que le dijo: “Para agradecer tu bondad, es-
guntó de qué discutían. El muchacho sonrió y cucharé tu mayor deseo”.
dijo: “No discuten, señor. El del junco le pide al La niña reflexionó un instante y después respon-
otro sesenta yuans por no ahogarle, y éste sólo dió: “Quiero ser feliz”.
le ofrece cuarenta”.
Entonces el hada se inclinó sobre ella, le susu-
Tras las lógicas risas de los discípulos, el Maes- rró algo al oído y desapareció.
tro dijo: “¿Hay uno solo de vosotros que no ande
regateando con la única Vida que hay?”. Y todos La niña se convirtió en mujer y nadie en todo el
guardaron silencio. país era más feliz que ella. Cuando le pregunta-
ban el secreto de su alegría, se limitaba a son-
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. reír y decía: “He seguido el consejo de una bue-
na hada”.
143. SALVAR A UNO
Pasaron los años y la niña se hizo vieja, pero
- Con lograr salvar a un solo muchacho en esta era siempre la más dulce y feliz viejecita del
institución ya habrán quedado justificados los país. Sus vecinos, y también sus nietos, temían
gastos y esfuerzos que se invierten en una insti- que pudiese morir con ella el secreto de su feli-
tución de este tipo - dijo un experto educador en cidad. Le pidieron: “Revélanos qué te dijo el
el momento de inaugurar un reformatorio. hada”.
Posteriormente, un miembro de la junta directiva La deliciosa viejecita les respondió: “Me reveló
le dijo: que, incluso los que aparentan seguridad, todos
- ¿No ha estado usted ligeramente exagerado? tienen necesidad de mí”.
¿Cree de veras que el salvar a un solo mucha- Herminio Otero
cho justificaría todos los gastos y esfuerzos? Narraciones para la catequesis
- ¡Si se tratara de mi hijo, sí! - fue la respuesta. 146. EL SECRETO DEL PARAÍSO
Antohny Mello. “La oración de la rana. 2”, p. 30
Un samurai fuerte y corpulento fue a visitar a un
144. SANTO Y PECADOR pequeño monje: “Enséñame en qué consiste el
cielo y el infierno”.
El maestro le pide al discípulo: “Encuéntrame un El monje alzó los ojos para contemplar al impo-
santo. recorre toda la tierra y sus continentes, nente guerrero y le respondió con enorme des-
busca en rincones y cuevas si es necesario; tó- precio: “¿Enseñarte a ti en qué consiste el cielo
mate todo el tiempo que haga falta, pero al final y el infierno? En verdad que no me sería posible
trae a un verdadero santo a mi presencia”. enseñarte nada. Eres puerco y hediondo, eres
El discípulo parte, busca, tarda en volver y, al una vergüenza, un flagelo para la casta los
fin, regresa solo. Y explica: “No lo encontré. Vi a samurais. Apártate de mi vista, no puedo sopor-
grandes ascetas, pero me parecían cerrados en tarte”.
sí mismos; observé a quienes servían heroica- El samurai montó en cólera. Comenzó a tem-
mente al prójimo, pero percibí una sombra de blar, el rostro encendido de rabia. no lograba de-
vanidad en sus acciones; admiré oraciones en- cir una palabra. Desenvainó la espada y la puso
cendidas, pero noté que e fervor no duraba en en alto, dispuesto a acabar con la vida del mon-
su firmeza. Ninguno me satisfizo del todo”. je.
El Maestro cambia su mandato: “Búscame un - Eso es el infierno - murmuró el monje.
pecador y tráelo a mi presencia”.
El samurai estaba confundido. ¡Cuánta compa-
El discípulo parte... y regresa nuevamente solo: sión y rendimiento en este hombrecillo que ha-
“No encontré a un verdadero pecador. Unos ha- bía ofrecido la propia vida para darle esa ense-
cían el mal, pero era por debilidad, no por mal- ñanza, para demostrarle lo que es el infierno!
dad; otros no sabían lo que hacían; y otros ha- Lentamente bajó la espada, lleno de gratitud y
cían el mal creyendo que hacían el bien”. de una paz inesperada.
El Maestro concluye: “Y tú, ¿qué eres?” - Y eso es el cielo - murmuró el monje.
Hay tanto de bueno en el peor y tanto de malo Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 34
en el mejor que es absurdo condenar a nadie.
Carlos García Vallés

Textos para orar y reflexionar 37


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147. SENDA ESTRECHA Pero sí podemos decir algo de los tres hombres
que pasaron por el camino: del primero pode-
En cierta ocasión previno Dios al pueblo de un mos decir que era un perezoso, del segundo
terremoto que habría de tragarse las aguas de que era un mujeriego y del tercero que era un
toda la tierra. Y las aguas que reemplazarían a hombre muy trabajador.
las desaparecidas habrían de enloquecer a todo De un apotegma de los Padres
el mundo.
Tan sólo el profeta se tomó en serio a Dios. 149. LA SERPIENTE Y LA ABEJA
Transportó hasta la cueva de su montaña enor-
Iba una abeja volando por un campo lleno de
mes recipientes de agua, de modo que no hu-
flores y arbustos, se paró en uno de ellos y ex-
biera de faltarle el líquido elemento en los días
trajo miel. Pasaba por allí una serpiente y se
de su vida.
acercó al mismo arbusto, mordió el tronco y
Y efectivamente, se produjo el terremoto, des- sacó veneno.
aparecieron las aguas y una nueva agua llenó
Esto me hizo pensar que, de un libro lleno de
los arroyos y los lagos y los ríos y los estan-
ciencia leído por dos personas, una mala y la
ques. Algunos meses más tarde bajó el profeta
otra buena, pueden sacar la buena miel, es de-
de su montaña a ver lo que había ocurrido. Y
cir lo bueno del libro, y la mala el veneno.
era verdad: todo el mundo se había vuelto loco y
le atacaba a él y no quería tener nada que ver De lo que se deduce que todo depende de las
con él. Y hasta se convenció de que era él el buenas o las malas intenciones con que se mi-
que estaba loco. ran y hacen las cosas. O dicho de otro modo: el
malo lo malo ve, y el bueno ve lo bueno.
Así pues, el profeta regresó a su cueva de la
montaña, contento por haber tenido la precau- Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 86
ción de guardar agua. Pero, a medida que trans-
curría el tiempo, la soledad se le hacía insopor- 150. SÍSIFO
table. Anhelaba tener compañía humana. De Los dioses habían condenado a Sísifo a ha-
modo que descendió de nuevo a la llanura. Pero cer rodar una roca hasta la cima de una monta-
nuevamente fue rechazado por la gente, tan di- ña, llegada a la cual, la piedra volvía a caer
ferente de él. por su propio peso. Pensaron, y con razón, que
Entonces el profeta tomó su decisión: Tiró el no existe castigo más doloroso que el trabajo
agua que había guardado, bebió del agua nueva inútil y sin esperanza ninguna... Ver todo el es-
y se unió a sus semejantes en la locura. fuerzo en tensión para elevar la enorme piedra,
Cuando buscas la Verdad, vas solo. La senda hacerla rodar y ayudarla a vencer la fuerza de
es demasiado estrecha para llevar compañía. gravedad de una pendiente, cien veces bajada
Pero, ¿quién puede soportar semejante sole- y subida; ver el rostro crispado con la mejilla
dad? pegada contra la piedra...

Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 120 Y al final de cada largo esfuerzo, medido por
el cielo y el tiempo sin profundidad, tener la es-
148. LOS SENDEROS DE LA LUZ peranza de lograr la meta. Una vez allí, Sísi-
fo ve la piedra descender de nuevo, rápidamen-
Un día, al atardecer, un campesino se sentó a la te, en unos instantes, hacia ese mundo infe-
puerta de su casa a tomar el fresco, Por ahí pa- rior de donde es necesario elevarla otra vez ha-
saba el camino en dirección al cercano pueblo. cia las cimas. Vuelta a descender a las llanuras.
Pasó un hombre, que al divisar al campesino Esa misma lucha hacia las cumbres basta para
sentado, pensó para sí: “Este hombre es un pe- llenar un corazón de hombre. Pensemos que
rezoso. No trabaja y se pasa el día sin hacer Sísifo era dichoso.
nada sentado a su puerta”. Y siguió de largo. Nota.- La acción tiene valor en sí. Es lo que
Luego pasó otro caminante en dirección al pue- exalta el mito. Permite al hombre la satisfacción
blo, y al ver al campesino sentado, pensó para de desarrollarse. Pero le falta algo muy humano:
sí: “Ese hombre es un mujeriego. Está todo el saber por qué lucha.
día sentado junto al camino para ver pasar a las
muchachas y alternar con ellas”. Y siguió de lar-
151. SOLIDARIDAD
go. Estaba un día Diógenes plantado en la esquina
Pasó otro viajero en dirección al pueblo, y al ver de una calle riendo como un loco.
al campesino sentado a su puerta, pensó para “¿De qué te ríes?”, preguntó un transeúnte.
sí: “Este hombre es muy trabajador. Ha trabaja-
do duro todo el día, y ahora, al caer la tarde, se “De lo necio que es el comportamiento humano”,
toma un merecido descanso”. Y siguió su ca- respondió.
mino. “¿Ves esa piedra que hay en medio de la calle?
Enseñanza de la parábola: en realidad no pode- Desde que llegué esta mañana diez personas
mos decir mucho del carácter y costumbres del han tropezado con ella y la han maldecido, pero
campesino que se sentó a la puerta de su casa. ninguna de ellas se ha tomado lo molestia de re-
tirarla para que no tropezaran otros con ella”.
Textos para orar y reflexionar 38
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Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan- zarse y ocupar una pequeña cabaña a la orilla
gelización”, p. 109 del río.

152. EL SUFRIMIENTO Cada mañana, después de efectuar sus ablucio-


nes, el discípulo ponía a secar su taparrabos,
Un discípulo preguntó al maestro: que era su única posesión. Pero un día quedó
consternado al comprobar que las ratas lo ha-
- ¿Por qué los buenos sufren más que los ma-
bían hecho trizas. De manera que tuvo que
los?.
mendigar entre los habitantes de la aldea para
El maestro respondió: conseguir otro. Cuando las ratas también des-
- Una vez un ciudadano tenía dos vacas, una ro- trozaron éste, decidió hacerse con un gato, con
busta y otra débil. ¿A cuál puso el yugo? lo cual dejó de tener problemas con las ratas,
pero, además de mendigar para su propio sus-
- Ciertamente a la fuerte, respondió el discípulo. tento, tuvo que hacerlo para conseguir leche
Concluyó el maestro: para el gato.
- Así hace el Misericordioso: para que el mundo “Eso de mendigar es demasiado molesto”, pen-
siga adelante, pone el yugo a los buenos. só, “y demasiado oneroso para los habitantes de
Anónimo judío. “Parábolas para una nueva la aldea. Tendré que hacerme con una vaca”. Y
evangelización”, p. 73 cuando consiguió la vaca, tuvo que mendigar
para conseguir forraje. “Será mejor que cultive el
153. EL TALISMÁN terreno que hay junto a la cabaña”, pensó enton-
ces. Pero también aquello demostró tener sus
En premio a sus servicios al maestro, el joven inconvenientes, porque le dejaba poco tiempo
recibió un talismán con el que podría lograr todo para la meditación. De modo que empleó a unos
lo que desease. Sólo tenía que tener cuidado de peones que cultivaran la tierra por él. Pero en-
cumplir con las condiciones que imponía su uso. tonces se le presentó la necesidad de vigilar a
Podía usarse sólo para algo importante, algo los peones, por lo que decidió casarse con una
que no hiciera daño a nadie sino bien a todos, y mujer que hiciera esa tarea. Naturalmente, an-
algo que él no pudiera obtener por sus propias tes de que pasara mucho tiempo se había con-
fuerzas. Con esas condiciones quedaba garanti- vertido en uno de los hombres más ricos de la
zada la fuerza del talismán y el efecto inmediato. aldea.
El joven lo guardó celosamente y esperó la oca- Años más tarde, acertó a pasar por allí el gurú,
sión de usarlo. Pensó en dinero, pero eso lo po- que se sorprendió al ver una suntuosa mansión
día ir consiguiendo él mismo poco a poco; pen- donde antes se alzaba la cabaña. Entonces le
só en el amor de una joven, pero comprendió preguntó a uno de los sirvientes: “¿No vivía aquí
que era mucho más noble ganarle el corazón un discípulo mío?”
con su propia bondad y cariño; pensó en viajar
Y antes de que obtuviera respuesta, salió de la
por todo el mundo, pero supo que también eso
casa el propio discípulo. “¿Qué significa todo
entraba dentro de sus propias fuerzas si real-
esto, hijo mío?”, preguntó el gurú.
mente lo deseaba.
“No va usted a creerlo, señor”, respondió éste,
Al fin cayó descubrió el verdadero mensaje del
“pero no encontré otro modo de conservar mi ta-
talismán. Hacerle caer en la cuenta de lo que
parrabos”.
verdaderamente deseaba y hacerle extremar
sus esfuerzos pues, bien pensado, siempre es- Así crecen las organizaciones espirituales.
taba a su alcance lo que realmente deseaba, y Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º
era mucho más satisfactorio lograrlo con su pro- tomo)”, p. 110
pio esfuerzo que no con la magia de un talismán
extraño. El talismán tenía su fuerza en no ser 155. EL TAPIZ MARAVILLOSO
usado. En hacer reflexionar ante cada crisis. En
sacar a flote las fuerzas ocultas que siempre Un buen hombre recibió una carta de un amigo.
son más de las que creemos tener. En entregar- Le comunicaba que le iba a regalar un hermoso
nos al máximo y hacer todo lo que está en nues- tapiz. Era precioso, le decía, y hacía los mayo-
tra mano antes de pedir ayuda ajena. En descu- res elogios del tapiz precioso que iba a recibir
brirnos a nosotros mismos. todo él bordado en oro, representaba primorosa-
mente unas escenas bellísimas de cacería, los
Por eso se trata de un talismán que todos he- colores estaban perfectamente conseguidos. Su
mos recibido. Ahora nos toca usarlo... sin usarlo. valor, en una palabra, era incalculable.
Carlos G. Vallés
A los pocos días llamaron a su puerta para en-
Vida Nueva nº 2051 de julio 1996
tregarle el tapiz.
154. EL TAPARRABOS Lo desembaló a toda prisa, y al verlo, no pudo
Un gurú quedó tan impresionado por el progreso menos de sentirse defraudado. Aquello no era
espiritual de su discípulo que, pensando que ya sino un montón de hilos mal distribuidos sin for-
no necesitaba ser guiado, le permitió independi- mar dibujo alguno inteligible. Aquí y allá se
veían nudos empalmados de cualquier manera.

Textos para orar y reflexionar 39


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Por ningún sitio veía aquellas maravillosas esce- - Voy también yo a quedarme en un rincón, con-
nas de cacería de que le había hablado. ¿No fiando en el Señor, y Éste me dará cuanto nece-
será fruto de la imaginación de mi amigo?, llegó sito.
a pensar. ¡Tantos elogios para tan poca cosa! Así lo hizo durante muchos días. Pero no suce-
De repente, y casi sin advertirlo, dio la vuelta al día nada. El pobre hombre estaba casi a las
regalo y respiró aliviado. Desgraciadamente lo puertas de la muerte cuando oyó una voz que le
había estado mirando del revés. Ahora sí pudo decía:
admirar los riquísimos matices de los colores, - Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre
las bellas escenas representadas... En fin, le pa- los ojos a la verdad. Sigue el ejemplo del tigre y
reció que su amigo se había quedado corto en deja de imitar al pobre zorro mutilado.
las alabanzas.
Luego, el hombre vio a una niña aterida y tiritan-
Así nos ocurre a nosotros con el dolor. Depende do de frío dentro de un ligero vestido y con po-
de por dónde lo miremos. Mirado del lado de cas perspectivas de conseguir una comida de-
acá nos parece un sinsentido, un absurdo. Visto cente. Se encolerizó y le dijo a Dios:
desde los ojos de Dios puede convertirse en una
ocasión maravillosa para encontrarnos con lo - ¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no
mejor de nosotros mismos, con los demás y con haces nada para solucionarlo?
el mismo Dios. Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar- aquella noche, de improviso, le respondió:
dos”, p. 217 - Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a
ti.
156. TE AYUDARÉ SIEMPRE ASÍ
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
En el patio de recreo de un centro de recupera- dos”, p. 191
ción para poliomelíticos, un niño de siete años
acaba de caer al suelo y lucha por levantarse. 158. TODO ES RELIGIÓN
Los músculos de sus piernas están atrofiados y
Un predicador norteamericano preguntó al ca-
agarrotados por la terrible enfermedad y se re-
marero de un restaurante de Pekín qué era la
tuerce en el suelo buscando una posición que le
religión para los chinos.
permita utilizar las fuerzas intactas de sus bra-
zos, para poder incorporarse. El camarero le hizo salir a la terraza y le pregun-
tó: “¿Qué es lo que usted ve desde aquí, se-
El educador pasa en esos momentos por allí y el
ñor?”
niño, al verlo, abandona el esfuerzo y le tiende
la mano gritándole: “Levántame”. Pero el educa- “Veo una calle y unas casas, gente que pasea y
dor se le aproxima sonriendo y le responde: “No, autobuses y taxis que circulan”.
Juanito, levántate tú”. El niño tiene un arrebato “¿Y qué más?”
de cólera, golpea el suelo con los puños, pero el
educador no cede. Entonces, calmado ya, rea- “Árboles”.
nuda su esfuerzo. Poco a poco, encuentra una “¿Qué más”
forma de equilibrio irguiéndose por atrás y apo-
“Está soplando el viento...”
yándose en los brazos muy despacio, se levanta
y se mantiene de pie. Su cara se dilata en una El chino extendió sus brazos y exclamó: “¡Eso
inmensa alegría y arrojándose en brazos del es la religión, señor!”
educador le grita: “Tú no me has ayudado, ¿eh? ¡Lo buscas como quien busca la visión con los
Tienes que decírselo a los demás... que tú no ojos abiertos! Es tan evidente que es difícil bus-
me has ayudado, que lo he hecho yo solo”. Pero carlo.
después, un poquito después reflexiona un poco
y añade: “Sí, a pesar de todo, tú me has ayuda- Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º
do...”. El otro le responde: “Te ayudaré siempre tomo)”, p. 102
así”.
159. TONELADA DE ARROZ
Jean Le Du
“Una mujer que deseaba vivamente encontrar la
157. TE HICE A TI paz en medio de sus quehaceres domésticos de
esposa y madre, acudió al sabio Yang Zhu y le
Un hombre que paseaba por el bosque vio a un rogó le instruyera lo más rápidamente posible
zorro que había perdido sus patas, por lo que el para alcanzar la iluminación enseguida y poder
hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. volver a su hogar con el ánimo ecuánime, ya
Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una que tenía plena fe en que, una vez liberada su
presa en su boca. El tigre ya se había hartado y mente de la ilusión que es la vida, podría dedi-
dejó el resto de la carne para el zorro. carse plenamente a sus deberes sin que éstos
Al día siguiente, Dios volvió a alimentar al zorro turbaran en manera alguna su espíritu. sabía
por medio del mismo tigre. que esto era así, y estaba dispuesta a hacer
todo lo que se le dijera para llegar a la liberación
En hombre comenzó a maravillarse de la gran
interior en el breve tiempo de que disponía.
bondad de Dios y se dijo:

Textos para orar y reflexionar 40


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El sabio respondió: “Genuino es tu deseo, y ésa sías... aquí? ¡Increíble! Claro, que si estaba dis-
es la primera gran condición para alcanzar el frazado... entonces, tal vez... ¿Podría ser éste...
fruto del espíritu. Pero también hace falta cierta o aquél?
instrucción y ciertas prácticas que puedo ir en- Una cosa era cierta: si el Mesías estaba allí dis-
señándote poco a poco en ratos breves, según frazado, no era probable que pudieran recono-
tengas tiempo para venir a verme. Junto con el cerle. De modo que empezaron todos a tratarse
gran deseo, la gran paciencia es también requi- con respeto y consideración. “Nunca se sabe”,
sito indispensable para la iluminación. Me has pensaba cada cual para sí cuando trataba con
dicho que tienes un hijo. En toda su vida tu hijo otro monje, “tal vez sea éste...”
llegará a comerse una tonelada de arroz. Pero
¿qué pasaría si le haces comerse todo ese El resultado fue que el monasterio recobró su
arroz de una vez? No le haría bien, sino daño. antiguo ambiente de gozo desbordante. Pronto
Aprende a tener gran deseo y ninguna prisa. volvieron a acudir docenas de candidatos pi-
Vuelve aquí cuando lo desees”. diendo ser admitidos en la Orden, y en la iglesia
volvió a escucharse el jubiloso canto de los
Carlos García Valles. “Salió el sembrador...” monjes, radiante del espíritu de Amor.
160. UNO DE VOSOTROS ES EL ¿De qué sirve tener ojos si el corazón está cie-
MESÍAS go?
Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º
El gurú, que se hallaba meditando en su cueva
tomo)”, p. 58
del Himalaya, abrió los ojos y descubrió, senta-
do frente a él, a un inesperado visitante: el abad 161. LA VANIDAD
de un célebre monasterio.
Érase una vez un científico que descubrió el arte
“¿Qué deseas?”, le preguntó el gurú.
de reproducirse a sí mismo tan perfectamente
El abad le contó una triste historia. En otro tiem- que resultaba imposible distinguir al original de
po, su monasterio había sido famoso en todo el la reproducción. Un día se enteró de que anda-
mundo occidental, sus celdas estaban llenas de ba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces
jóvenes novicios, y en su iglesia resonaba el ar- hizo doce copias de sí mismo. El ángel no sabía
monioso canto de sus monjes. Pero habían lle- cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que
gado malos tiempos: la gente ya no acudía al tenía ante sí era el científico, de modo que los
monasterio a alimentar su espíritu, la avalancha dejó a todos en paz y regresó al cielo.
de jóvenes candidatos había cesado y la iglesia
Pero no por mucho tiempo, porque, como era un
se hallaba silenciosa. Sólo quedaban unos po-
experto en la naturaleza humana, se le ocurrió
cos monjes que cumplían triste y rutinariamente
una ingeniosa estratagema. Regresó de nuevo y
sus obligaciones. Lo que el abad quería saber
dijo: “Debe ser usted un genio, señor, para ha-
era lo siguiente: “¿Hemos cometido algún peca-
ber logrado tan perfectas reproducciones de sí
do para que el monasterio se vea en esta situa-
mismo. Sin embargo, he descubierto que su
ción?”
obra tiene un defecto, un único y minúsculo de-
“Sí”, respondió el gurú, “un pecado de ignoran- fecto”.
cia”.
El científico pegó un salto y gritó: “¡Imposible!
“¿Y qué pecado puede ser éste?” ¿Dónde está el defecto?”
“Uno de vosotros es el Mesías disfrazado, y vo- “Justamente aquí”, respondió el ángel mientras
sotros no lo sabéis”. Y dicho esto, el gurú cerró tomaba al científico de entre sus reproducciones
sus ojos y volvió a su meditación. y se lo llevaba consigo.
Durante el penoso viaje de regreso a su monas- Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º
terio, el abad sentía cómo su corazón se desbo- tomo)”, p. 185
caba al pensar que el Mesías había vuelto a la
tierra y había ido a parar justamente a su mo- 162. LA VECINA DESALIÑADA
nasterio. ¿Cómo no había sido él capaz de reco-
nocerle? ¿Y quién podría ser? ¿Acaso el herma- Una mujer se quejaba ante una amiga que ha-
no cocinero? ¿El hermano sacristán? ¿El her- bía ido a verla de lo desaliñada y poco cuidado-
mano administrador? ¿O sería él, el hermano sa que era una vecina suya. “¡Tendrías que ver
prior? ¡No, él no! Por desgracia, él tenía dema- cómo lleva de sucios a los niños... y cómo tiene
siados defectos... la casa! Es una auténtica desgracia tener que vi-
vir con semejante vecindario... Echa una mirada
Pero resulta que el gurú había hablado de un a la ropa que tiene tendida en el patio: fíjate en
Mesías “disfrazado”... ¿No serían aquellos de- las manchas negras que tienen esas sábanas y
fectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos esas toallas...”
en el monasterio tenían defectos... ¡y uno de
ellos tenía que ser el Mesías! La amiga se acercó a la ventana, miró hacia
afuera y dijo: “A mí me parece que esa ropa es-
Cuando llegó al monasterio, reunió a los monjes tá perfectamente limpia, querida. Lo que tiene
y les contó lo que había averiguado. Los monjes manchas son tus cristales”.
se miraban incrédulos unos a otros: ¿el Me-

Textos para orar y reflexionar 41


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Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º lo que se le ocurrió preguntar, y recibió siempre
tomo)”, p. 154 la respuesta definitiva y clara a cada pregunta.
Durante un año y medio estuvo preguntando,
163. EL VENDEDOR DE GLOBOS hasta que se le acabaron las preguntas y se dis-
puso a despedirse. Preguntó a la dama: “¿Y de-
Un niño negro contemplaba extasiado al vende-
seáis que les diga de vos a los hombres y muje-
dor de globos en la feria, el cual era, evidente-
res de allá abajo?” A lo cual ella sonrió con vive-
mente un excelente vendedor: en un determina-
za: “Decidles que soy joven y hermosa”. Y son-
do momento soltó un globo rojo, que se elevó
rió con su único diente. ¡La Verdad miente! ¡Oh
por los aires, atrayendo a una multitud de posi-
liberación de liberaciones!
bles clientes. Luego soltó un globo azul, des-
pués uno amarillo, a continuación un globo blan- Carlos G. Vallés
co. Todos ellos remontaron el vuelo hacia el cie- Vida Nueva nº 2.083 de marzo del 97
lo hasta que desaparecieron. 166. VERDADERA ESCUELA
El niño negro, sin embargo, no dejaba de mirar
un globo negro que el vendedor no soltaba en Un conejo, un pájaro, un pez, una ardilla, un
ningún momento. Finalmente le preguntó: “Se- pato y otros animales, decidieron fundar una es-
ñor, si soltara usted el globo negro, ¿subiría tan cuela. Todos se pusieron a discutir qué es lo
alto como los demás?” que se debía enseñar. El conejo insistía en que
la carrera debía figurar como asignatura. Lo mis-
El vendedor sonrió compasivamente al niño, sol- mo hizo el pájaro con el vuelo, el pez con la na-
tó el cordel que tenía sujeto el globo negro y, tación y la ardilla con la trepa de árboles. Todos
mientras éste se elevaba hacia lo alto, dijo: “No los demás animales querían también que sus
es el color lo que hace subir, hijo. Es lo que hay respectivas especialidades constasen en el re-
dentro”. pertorio de disciplinas. Hecho de este modo, co-
metieron el error garrafal de que todos los ani-
164. VER AL CREADOR males habían de seguir todos los cursos.
Un filósofo dijo a un anacoreta: El conejo se comportó magníficamente en la ca-
- Hazme ver tu Dios. rrera; ningún otro podía correr como él. Pero se
dijeron que enseñar a volar era algo positivo, in-
El anacoreta respondió: telectual y emocionalmente. Por tanto, se empe-
- Alza los ojos y mira al cielo: Dios está allí. ñaron en que el conejo aprendiese a volar. Le
El filósofo alzó los ojos y resultó deslumbrado pusieron sobre una rama y exclamaron: “Vuela,
por la luz del sol. conejo”. Y el pobre animal saltó al vacío y se
rompió la pata. Como consecuencia de la caída
Entonces el anacoreta contestó: ni siquiera pudo ya correr bien. En vez de sobre-
Tú me pides ver a Dios y no eres capaz siquiera saliente en carrera, sólo obtuvo un aprobado, y
de soportar el resplandor de una criatura suya. en vuelo le suspendieron. El comité de estudios
seguía entusiasmado.
Anónimo judío.
Con el pájaro ocurrió algo parecido: volaba a su
165. LA VERDAD OS HARÁ LI- antojo, por lo que era candidato seguro al sobre-
BRES saliente. Pero quisieron que el pájaro excavara
agujeros como el topo. Naturalmente se quebró
Un joven se lanzó en busca de la Verdad. De- las alas y el pico, por lo que no pudo ya volar
seaba encontrarla costase lo que costase y es- satisfactoriamente.
tuviese donde estuviese. Donde preguntaba,
F. Basaglia. “Vivir, amar y aprender”.
siempre le decían que más allá, que más arriba,
que más lejos. Atravesó desiertos, cruzó ríos, 167. VERÉIS LO QUE SOIS
escaló montañas. Y por fin, en un pico del Hima-
laya, en una cueva escondida, entre hielos y Un pajarillo me dijo un día: “He volado y volado
nieves, encontró a la Verdad. Era una anciana buscando las alas que me hacen volar y la fuer-
decrépita con un solo diente en la boca, rostro za que me mueve, y no la encuentro”.
con más arrugas que piel, y lacios cabellos blan- Y yo respondí: “Hermano mío, también el hom-
cos sobre sus hombros. Pero era la Verdad, y bre anda buscando su camino y la fuerza que lo
su voz clara y firme daba testimonio a su saber hace andar y no se da cuenta que es “él mis-
de todo lo que había sucedido desde el principio mo”.
del mundo.
Y una palmera que nos escuchaba dijo: “Dejaos
El joven comenzó a preguntarle sobre todas las de filosofar y tomad mi ejemplo. Cada ser es lo
dudas que tenía, que eran muchas; y a todas que da. Mirad lo que dais y veréis lo que sois”.
contestó la Verdad con certeza indudable. Le
preguntó si los gobernantes decían la verdad. Y después miré hacia arriba y vi que muchos
(No). Si su mujer le engañaba. (Lo mismo que él pajarillos dormían en su seno.
a ella). Si el pelo de su vecino era postizo. (Sí). Cayetano Arroyo. “Diálogos con Abul-Beka”
Si los quitamanchas quitan las manchas de ver-
dad. (No). Y así siguió preguntando sobre todo

Textos para orar y reflexionar 42


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

168. LA ZANAHORIA ES MÍA 170. PARTIR ES LLEGAR


Una anciana falleció y fue llevada por lo ángeles Un cuento de Frank Kafka:
ante el Tribunal. Pero, al examinar su historial, “Ordené que trajeran mi caballo del establo. El
el Juez descubrió que aquella mujer no había criado no me entendió, así que fui yo mismo.
realizado un solo acto de caridad, a excepción Ensillé el caballo y lo monté. A la distancia oí el
de cierta ocasión en que había dado una za- sonido de una trompeta y pregunté al mozo su
nahoria a un mendigo famélico. significado. Él no sabía nada; no había oído so-
Sin embargo, es tan grande el valor de un sim- nido alguno. En el portón me detuvo y me pre-
ple acto de amor que se decretó que la mujer guntó: “¿Hacia dónde cabalga, señor?” – “No lo
fuera llevada al cielo por el poder de aquella za- sé”, respondí, “sólo quiero partir”. – “¿Entonces
nahoria. Se llevó la zanahoria al tribunal y le fue conoce usted la meta?”, preguntó él. – “Sí”, con-
entregada a la mujer. En el momento en que ella testé, “ya te lo he dicho. Partir es mi meta”.
tomó en su mano la zanahoria, ésta empezó a Partir es la meta. El futuro es el presente. El so-
subir como si una cuerda invisible tirara de ella. nido de la trompeta ha llegado al oído, y en eso
llevándose consigo a la mujer hacia el cielo. no está todo. La esencia es partir. Dar el primer
Entonces apareció un mendigo, el cual se aga- paso. Abrir el establo. Montar en el caballo. Si
rró a la orla del vestido de la mujer y fue elevado nos paramos a preguntar, no saldremos nunca.
junto con ella; una tercera persona se agarró al Y si nunca salimos, nunca llegaremos. No hace
pie del mendigo y también se vio transportado. falta mapas, ni itinerarios, ni brújulas. Hace falta
Pronto se formó una larga hilera de personas fe para salir de casa y alegría para lanzarse al
que eran llevadas al cielo por aquella zanahoria. camino. La meta era salir. Ya hemos salido.
Y, por extraño que pueda parecer, la mujer no Ahora cada paso será otra meta, cada encrucija-
sentía el peso de todas aquellas personas que da será un comienzo, cada principio será un fin.
ascendían con ella; y además, como ella no de- Salir es llegar.
jaba de mirar al cielo, ni siquiera las veía. El diálogo insistente retrasa al viajero. ¿A dónde
Siguieron subiendo y subiendo, hasta llegar vas? ¿Cuál es la meta? ¿Cuándo llegarás?
prácticamente a las puertas del cielo. Entonces ¿Cuándo volverás? Quien se para a responder
la mujer miró para abajo, para echar una última estas preguntas se envuelve en la duda y se le
ojeada a la tierra, y vio toda aquella hilera de paraliza el caballo. Es decir, se le paraliza la
personas detrás de ella. mente. Por tener que detallar a dónde llegar le
Aquello la indignó y, haciendo un imperioso ade- resulta por fin imposible el partir. Las garantías
mán con su mano, gritó: “¡Fuera! ¡Fuera todos matan la aventura. La seguridad ahoga el entu-
de aquí! ¡Esta zanahoria es mía! siasmo. La necesidad de la certeza no permite
desplegar las alas de la posibilidad. La tiranía
Pero, al hacer aquel imperioso gesto, soltó la del fin anula los medios.
zanahoria por un momento... y se precipitó con
todos hacia abajo. El criado del establo no había oído la trompeta.

Hay un solo motivo de todos los males de la tie- Carlos G. Vallés. Vida nueva nº 2103 de sep-
rra: “¡Esto me pertenece!”. tiembre 97

Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º 171. ESTAR UNIDOS


tomo)”, p. 187
Los hijos de un labrador estaban peleados. És-
169. LA ENCINA INÚTIL te, a pesar de sus muchas recomendaciones, no
conseguía con sus argumentos hacerles cam-
Érase una vez un carpintero que caminaba por biar de actitud. Decidió que había que conse-
el monte con uno de sus aprendices. Les llamó guirlo con la práctica. Les exhortó a que le traje-
la atención una gran encina, rugosa, enorme, ran un haz de varas. Cuando hicieron lo ordena-
añosa, espléndida. Y el carpintero preguntó al do, les entregó primero las varas juntas y mandó
aprendiz: que las partieran. Aunque se esforzaron no pu-
- ¿Sabes por qué este árbol es grande, tan ru- dieron; a continuación, desató el haz y les dio
goso, tan añoso y espléndido? las varas una a una. Al poderlas romper así fá-
cilmente dijo: “Pues bien, hijos, también voso-
- No lo sé. ¿Por qué?
tros, si conseguís tener armonía seréis invenci-
- Porque es inútil, respondió el carpintero. Si la bles ante vuestros enemigos, pero si os peleáis,
encina hubiese sido útil ya hace tiempo que la seréis una presa fácil”.
hubieran cortado para hacer mesas y sillas. Por
Esopo
el hecho de ser inutilizable ha podido ser tan
grande y hermosa que uno puede sentarse y 172. SOLIDARIDAD CON EL FUTU-
descansar a su sombra.
RO
Misión Abierta nº 6 de junio del 97
El sultán sale una mañana rodeado de su fas-
tuosa corte. Al poco de salir encuentran a un
campesino que planta afanoso una palmera. El

Textos para orar y reflexionar 43


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sultán se detiene al verlo y le pregunta asombra- La fábula muestra que los mentirosos sólo ga-
do: nan una cosa: no tener crédito aun cuando di-
- Anciano, plantas esta palmera y no sabes gan la verdad.
quién comerá su fruto... Muchos años necesita Esopo
para que madure y tu vida se acerca a su tér-
mino. 175. LA MANTA
El anciano lo mira bondadosamente y luego le Un padre casó a su hijo y le donó toda su fortu-
contesta: na. Se quedó a vivir el padre con los recién ca-
- ¡Oh, sultán! Plantaron y comimos; plantemos sados y así pasaron dos años al cabo de los
para que coman. cuales nació un hijo del matrimonio.
El sultán se admira de tan grande generosidad y Fueron luego sucediéndose los años. El abuelo
le entrega cien monedas de plata, que el an- no podía ya andar sino apoyándose en su bas-
ciano toma haciendo una reverencia, y luego tón y se sentía sucumbir bajo la aversión de la
dice: nuera. Ésta decía constantemente a su marido:
“Me voy a morir pronto si tu padre continúa vi-
- ¿Has visto, oh rey, cuán pronto ha dado fruto viendo con nosotros”.
la palmera?
El marido fue donde su padre y le dijo: “Tienes
Más asombrado, el sultán, al ver cómo tiene sa- que irte. Ya te hemos mantenido durante mu-
bia salida para todo un hombre del campo, le chos años”.
entrega otras cien monedas.
La respuesta del padre fue: “¡Que Dios te bendi-
El ingenioso anciano las besa y luego contesta ga, hijo mío! Me voy, pero al menos dame una
prontamente: manta para abrigarme pues estoy muerto de
- ¡Oh, sultán!, lo más extraordinario de todo es frío”.
que generalmente una palmera sólo da fruto una El marido llamó a su hijo, que todavía era un ni-
vez al año y la mía me ha dado dos en menos ño: “Baja al establo y dale a tu abuelo una man-
de una hora. ta de los caballos para que tenga con qué abri-
Maravillado está el sultán con esta nueva salida, garse”.
ríe y exclama dirigiéndose a sus acompañantes: El niño bajó al establo con su abuelo, escogió la
- Vamos pronto. Si estamos aquí un poco más mejor manta, la dobló por la mitad y, haciendo el
de tiempo este buen hombre se quedará con mi abuelo sostuviera uno de los extremos, comen-
bolsa a fuerza de ingenio. zó a cortarla sin hacer caso a lo que el anciano
tristemente le decía: “¿Qué haces, niño? Tu pa-
Carolina Toval
dre te ha mandado que me la dieses entera. Voy
173. EL CUERVO Y LA ZORRA a quejarme a él”.
“Haz como quieras”, contestó el muchacho.
Un cuervo que había robado un trozo de carne
se posó en un árbol. Y una zorra, que lo vio, qui- El abuelo salió del establo y, buscando a su hijo,
so adueñarse de la carne, se detuvo y comenzó le dijo: “Mi nieto no ha cumplido tu orden: no me
a exaltar sus proporciones y belleza, le dijo ade- ha dado más que la mitad de una manta”.
más que le sobraban méritos para ser el rey de El padre ordenó al muchacho: “Dásela por ente-
las aves y, sin duda, podría serlo si tuviera voz. ro”.
Pero al querer demostrar la a la zorra que tenía
voz, dejó caer la carne y se puso a dar grandes “No, por cierto”, contestó el rapaz. “La otra mitad
graznidos. Aquélla se lanzó a arrebatar la carne la guardo para dárosla a vosotros cuando yo
y dijo: “Cuervo, si también tuvieras juicio, nada sea mayor y os arroje de mi casa”.
te faltaría para ser el rey de las aves”. El padre, al oír esto, llamó al abuelo que ya se
Esopo marchaba: “¡Volved, padre mío! Os hago dueño
y señor de mi casa. No comeré un pedazo de
174. EL PASTOR BROMISTA carne si que vos hayáis comido otro. Tendréis
un buen aposento, un buen fuego, vestidos
Un pastor que llevaba su rebaño bastante lejos como los que yo llevo...”.
de la aldea, se dedicaba a hacer la siguiente
Y el buen anciano lloró sobre la cabeza de su
broma: se ponía a gritar a los aldeanos diciendo
hijo arrepentido.
que unos lobos atacaban a sus ovejas. Dos o
tres veces los de la aldea se asustaron y acudie- Carolina Toval
ron corriendo, volviéndose después burlados;
pero al final ocurrió que los lobos se presentaron 176. LA RESPONSABILIDAD ES
de verdad. Y mientras su rebaño era saqueado, DE TODOS
gritaba pidiendo auxilio, pero los de la aldea,
sospechando que bromeaba según tenía como Éste es un cuento sobre Gente llamada Todos,
costumbre, no se preocuparon. Y así ocurrió Alguien, Cualquiera y Nadie. Había que hacer
que se quedó sin ovejas. un trabajo importante y Todos estaban seguros
de que Alguien lo iba a hacer. Cualquiera lo po-

Textos para orar y reflexionar 44


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dría haber hecho, pero Nadie lo hizo. Alguien se dioses no pueden querer que tanta belleza de-
enojó por esto, porque era el trabajo de Todos. genere en usos tan bajos. Sería una locura dedi-
Cada uno pensó que Cualquiera lo podría hacer, carme a afeitar las enjabonadas barbas de los
pero Nadie se enteró de que Todos no lo iban a labriegos. ¡Qué bajo servicio! ¿Estoy destinada
hacer. Todos culparon a Alguien, cuando Nadie para un servicio así? Sin duda alguna que no.
hizo lo que Cualquiera podía haber hecho. Me ocultaré en un sitio retirado y allí pasaré mi
vida tranquila”.
177. EL QUÉ DIRÁN
Después de vivir este estilo de vida durante al-
Érase una vez un viejo que tenía un burro al que gunos meses, salió fuera de su funda al aire li-
quería vender. Un día él y su hijo, y el burro por bre, se dio cuenta de que había adquirido el as-
supuesto, fueron al mercado. pecto de una sierra oxidada y que su superficie
no podía reflejar ya el resplandor del sol. Arre-
Alguien les increpó por el camino: “Qué tontos
pentida, lloró en vano su irreparable desgracia y
sois, puesto que vais andando teniendo un bu-
se dijo: “¡Cuánto mejor hubiera sido gastarme
rro”.
en manos del barbero que tuvo que privarse de
El padre dijo: “Es verdad, ya que tenemos un mi exquisita habilidad para cortar! ¿Dónde está
burro, usémoslo mientras podamos”. Se subió ya mi rostro reluciente? El óxido lo ha consumi-
en él y el hijo agarró el ramal para seguir el ca- do”.
mino.
Leornardo da Vinci
“¿No te da vergüenza, viejo?”, le dijo alguien.
“Tú en burro mientras tu hijo tiene que caminar”. 179. LA TORTUGA Y LA LIEBRE
El anciano se sonrojó, se bajó del burro y dijo a Una tortuga y una liebre discutían sobre quién
su hijo: “Móntate un rato y yo sujetaré el ramal”. era más rápida. Así, fijaron una fecha y un lugar
A continuación se encontraron con unas seño- y se separaron. La liebre, por su natural rapidez,
ras que venían del mercado: “¿No te da ver- descuidó el ponerse en carrera, se tiró al borde
güenza? Un joven como tú montando en burro del camino y se durmió. Pero la tortuga, cons-
mientras tu anciano padre va andado. ciente de su propia lentitud, no cesó de correr, y
de este modo tomó la delantera de la liebre dor-
La cara del joven se puso tan roja como la de su
mida y se llevó el premio del triunfo.
padre momentos antes. “Las señoras tienen ra-
zón, padre. Yo no debería ir descansando mien- La fábula muestra que muchas veces el esfuer-
tras tú caminas”. zo vence a la naturaleza descuidada.
“¿Por qué no nos montamos los dos?”, dijo el Esopo
viejo. El burro siguió con los dos hombres sobre
él. 180. MEJOR HACER ALGO QUE
“¿No os da vergüenza?”, gritaron unos hombres
LAMENTARSE
que recogían heno en un campo cercano. “Dos Un anciano vivía en el norte de China. Su casa
adultos encima de un pobre burro. ¿Cómo po- miraba al sur, pero ante su puerta se alzaban
déis ser tan crueles?” dos enormes montañas. Le cerraban el camino.
El viejo y su hijo se bajaron rápidamente. “Ya sé El anciano y sus hijos se pusieron manos a la
lo que podemos hacer”, dijo el joven. “En lugar obra: con pico y pala comenzaron a allanar las
de que el burro nos lleve, nosotros llevaremos al montañas.
burro”. El vecino del anciano, moviendo la cabeza, dijo:
Los hombres fueron recibidos a carcajadas de "¡Qué locos estáis! Es imposible allanar estas
burla mientras se esforzaban en llegar al merca- montañas".
do llevando al burro sobre sus hombros. El anciano sonrió y luego dijo: "Cuando yo mue-
“Fíjate, dos hombres llevando un burro, cuando ra, mis hijos continuarán. Cuando mueran mis
el burro está hecho para llevarlos a ellos”, grita- hijos continuarán mis nietos. Las montañas son
ba la gente a coro. altas, pero ya no crecen. Nuestras fuerzas pue-
den crecer. Con cada palada de tierra que quita-
“Por intentar dar gusto a todos, dijo el viejo, no mos nos vamos acercando a la meta. Es mejor
hemos agradado a nadie. En el futuro seremos hacer algo que lamentarse de que las montañas
nosotros los primeros en agradarnos”. no nos dejan ver el sol".
365 cuentos para dormir Y el anciano siguió cavando con ánimo inque-
178. LA NAVAJA brantable.
Esto conmovió al mismo Dios. Y mandó a sus
Un día la navaja, saliendo del mango que le ser- mensajeros a la tierra para allanar las monta-
vía de funda, se puso al sol y vio el sol reflejado ñas.
en ella.
Misión Abierta nº 9 de noviembre de 1997
Entonces se enorgulleció, dio vueltas a su pen-
samiento y se dijo: “¿Volveré a la tienda de la
que acabo de salir? De ninguna manera. Los

Textos para orar y reflexionar 45


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181. HISTORIA UNIVERSAL de vida desafinada,


maltrechos y destrozados por el pecado,
Al principio, la Tierra estaba totalmente desorga- que son subastados a precios irrisorios
nizada. Hacerla habitable constituyó una hermo- ante una turba inconsciente!
sa tarea. Para atravesar ríos nos había puentes, ¡Lo mismo que el viejo violín!
no había caminos para subir montes. ¿Te que-
rías sentar? Ni siquiera un banquito a la sombra. Un plato de lentejas, un vaso de vino,
¿Te caías de sueño? No existían las camas; Una apuesta y, luego, sigue tu camino...
para no pincharse los pies, ni zapatos ni botas. A la una, a las dos... casi a las tres...
Si veías poco, no encontrabas unas gafas. Para Pero llega el Maestro...
jugar un partido no había balones. Faltaban la y la turba insensata nunca puede comprender
olla y el fuego para cocer macarrones y, pen- el valor de un alma y el cambio que produce
sándolo bien, hasta faltaban los macarrones. No el toque de la mano del Maestro.
había nada. Cero más cero, y basta. Sólo exis-
tían los hombres, con dos brazos para trabajar y 184. MI DIOS Y YO
así los errores más grandes se pudieron reme- El petirrojo le dijo al gorrión: “Me gustaría, de ve-
diar. No obstante, quedan aún muchos por co- ras, saber, por qué estos afanosos seres huma-
rregir: ¡Remangaos, hay trabajo para todos! nos se apresuran y se preocupan tanto”.
Gianni Rodari Y el gorrión le contestó: “Amigo, estoy seguro de
que tiene que ser porque ellos no tienen un Pa-
182. LA OSTRA dre Celestial que se cuide de ellos como se cui-
Es una gracia especial la de la ostra. da de ti y de mí”.
Cuando entras en su seno un grano
de arena, una chinita que le hace daño, 185. LA FELICIDAD VIENE DE-
no se echa a llorar; no se queja, TRÁS
ni desespera. Día a día va cambiando
su dolor por una perla: una obra Un perrito le dijo a un viejo perro: “Durante un
maestra de la naturaleza. curso de filosofía, aprendí que lo mejor para un
Bruno Forte perro es la felicidad, y resulta que esa felicidad
está en mi rabo. Por eso trato de atraparlo; en
183. EL TOQUE DEL MAESTRO cuanto lo atrape, la tendré”.
Estaba maltrecho y desportillado, El viejo perro le replicó: “También yo pienso que
y el subastador pensó que no merecía la pena la felicidad es algo bueno para un perro y que
perder mucho tiempo con el viejo violín. esa felicidad está en mi rabo. Pero me he dado
Pero lo alzó en sus manos con una sonrisa: cuenta de que, cuando voy detrás de él, se
"¿Qué ofrecéis por él, buena gente? - exclamó - aparta de mí; pero cuando marcho a cumplir mi
¡Mil pesetas, mil...! Van dos mi pesetas. deber, él viene detrás de mí”
¿No hay quien dé más?
Dos mil, dos mil... ¿Quién ofrece tres mil? 186. CORRESPONSABLES
Van tres mil a la una, tres mil a las dos,
En un crudo invierno, un anciano tembloroso fue
Y tres mil a las... ¡pero no!"
llevado ante los tribunales. Se le acusaba de ha-
Desde el fondo de la sala
ber robado pan. Al ser interrogado, el hombre
un hombre de cabellos grises
explicó al juez que lo había hecho porque su fa-
se adelanta y toma el arco,
milia estaba muriéndose de hambre.
limpia el polvo del viejo violín,
tensa las flojas cuerdas - La ley exige que sea usted castigado – declaró
y toca una melodía pura y celestial, el juez -. Tengo que ponerle una multa de qui-
celestial como el canto de los ángeles. nientas pesetas.
Al mismo tiempo metió la mano en el bolsillo y
Cesa la música, y el subastador, dijo: “Aquí tiene usted el dinero para pagar la
Con voz grave, dice: multa. Y además, pongo una multa de cien pes-
"¿Qué dais por el viejo violín? etas a cada uno de los presentes en la sala por
- mientras lo mantiene en alto - vivir en una ciudad donde un hombre necesita
¡Cien mil pesetas! ¿Quién da doscientas mil? robar pan para poder sobrevivir”.
¡Doscientas mil! ¿Quién ofrece trescientas mil?
Trescientas mil a la una, Pasaron una bandeja por el público y el pobre
trescientas mil a las dos, hombre, totalmente asombrado, abandonó la
¡y trescientas mil a las tres!" sala con cinco mil pesetas en su bolsillo.
La gente aplaudía, pero algunos lloraban.
187. EL CAMINO DE LA FELICIDAD
"No acabamos de entenderlo.
¿Quién ha cambiado su valor?" El sabio está sentado bajo el árbol de siempre.
Pronto llegó la respuesta: La gente viene y le consulta y le pregunta y le
"El toque de la mano del maestro". cuenta cuitas y le pide bendiciones. Y él escu-
cha y bendice y responde a cada uno según lo
¡Cuántos seres humanos hay, necesita.
Textos para orar y reflexionar 46
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En esto se acerca un joven y le pregunta sobre los, esperar a que crezcan, ir haciendo el arca...
la felicidad. Hemos nacido para ser felices. No lo y la gente cuando le veía hacer aquellos le pre-
somos. ¿Cómo serlo? El joven pregunta y el sa- guntaban y Noé respondía que si dejaban de ro-
bio escucha. Después le dice: "Vuelve mañana. bar habichuelas, Dios evitaría el diluvio.
Te espero aquí". Pero ellos... no prestaron atención.
El joven vuelve al día siguiente, pero no hay na- Marie Vidal. “Un judío llamado Jesús”
die bajo el árbol. Se cerciora de que es el mismo
árbol, el mismo sitio. Sí, lo es, pero no hay ni 189. ADÁN Y EVA
rastro del sabio. Espera, pero no viene. Sigue
esperando, pero sin resultado. El Señor escuchó la penitencia de Adán y le res-
pondió: “Te perdono según tu palabra”. Y cuan-
Entonces al joven se le ocurre sentarse bajo el
do el Señor vio que Adán y Eva se arrepentían
árbol. El árbol es de todos, y allí descansará. Lo
de su pecado se llenó de compasión hacia ellos
hace con paz.
y los tranquilizó para que no se sintieran desgra-
Al cabo de un rato alguien se acerca. La gente ciados por haber sido expulsados del Paraíso
sabe que bajo ese árbol se sienta el sabio, y vie- donde todo era bueno. No les abandonó, sino
nen a consultarle, y hoy llega un hombre, toma a que los amó para siempre. El Señor llamó al
nuestro joven por el sabio, pues nada hay de ex- hombre y a la mujer y les dijo: “Sé que vendrán
traño en el mundo de la sabiduría, y se pone a sobre vosotros días duros, días de angustias y
hacerle preguntas. El joven cae en la cuenta de males que quebrantarán vuestro espíritu. Pero
la equivocación, pero decide seguir la broma. sabed que Yo os amo y que nada os ha de fal-
Así por lo menos pasará el tiempo. Luego ya se tar. Por eso voy a sacar de mi tesoro una perla
lo dirá y se reirán los dos. para vosotros. Héla aquí: ¡es una lágrima! Y
El hombre pregunta sobre la felicidad. Hemos cuando os encontréis con una catástrofe, derra-
nacido para ser felices. No lo somos. ¿Cómo maréis esa lágrima de vuestros ojos y os senti-
serlo? Y el joven se encuentra con que va res- réis aliviados de vuestra tristeza”.
pondiendo, va diciendo cosas, y el visitante En ese momento los ojos de Adán y Eba empe-
asiente, entiende, se siente satisfecho. zaron a derramar lágrimas. Y esas lágrimas ro-
El joven sospecha y se fija en las facciones del daban y caían por tierra. Estas lágrimas eran las
visitante. Sonríe. El visitante es el sabio disfra- primeras de mundo que humedecían la superfi-
zado. Le ha enseñado a que se responda a sí cie del suelo. Adán y Eva les dieron estas lágri-
mismo. Nadie puede decirnos el camino de mas en herencia a sus hijos y a los hijos de sus
nuestra felicidad sino nosotros mismos. hijos hasta la eternidad. Pero fuera de la des-
cendencia de Adán, nada en el mundo forma
Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2121 de enero algo semejante para llorar con lágrimas. Desde
del 98 entonces y hasta el día de hoy, las personas
vierten una lágrima en los momentos de angus-
188. EL DILUVIO tia y de desgracia y ella aligera su carga y con-
Todo el pueblo de Israel conoce el Midrash so- suela su corazón.
bre los motivos del diluvio: una situación repetiti- Marie Vidal. “Un judío llamado Jesús”
va consentida por todos aquellos que no la con-
sideraban grave, si bien se aprovechaban am- 190. LOS SEIS ABSURDOS
pliamente de ella. Si un pobre tenía sólo un ces-
to de habichuelas para poder subsistir, cada uno El Maestro dijo: "¿Has oído hablar alguna vez
le robaba una habichuela. Para él representaba de los seis absurdos y sus consecuencias?"
el fin de habichuelas. Pero ellos no venían dón- El discípulo respondió: "Nunca he oído hablar de
de estaba el mal. ¿Qué pasa? Quitarle a uno eso".
una habichuela, ¿a eso le llamáis robar? ¡Vaya
Entonces el Maestro se lo explicó: "El primer ab-
tontería! Y de todos modos ¿creéis que nos
surdo consiste en pretender alcanzar el bien
pondrán pleito por una habichuela? No, no po-
prescindiendo del estudio y su consecuencia es
dría poneros un pleito por tan poca cosa. Pero
la decepción; el segundo consiste en intentar al-
Dios califica esta actitud de violencia. Y decidió
canzar la ciencia sin entregarse al estudio, lo
mandar el diluvio.
que conduce a la incertidumbre; el tercero con-
La sentencia puede parecer muy dura e impro- siste en el deseo de ser sincero prescindiendo
pia de la misericordia de Dios. Pero este vere- del estudio, lo cual provoca el engaño; el cuarto
dicto se hace mucho menos rígido cuando se consiste en pretender obrar rectamente sin ha-
entiende la pedagogía puesta en acción para ber recibido la instrucción adecuada, con lo que
evitar el diluvio. Los contemporáneos de Noé se cae en la temeridad; el quinto consiste en
fueron advertidos durante 120 años largos para querer compaginar el valor con la incultura, lo
que se arrepintieran de su falsa conducta y de que da lugar a la insubordinación; finalmente, si
sus técnicas de desnaturalización de la verdad. se desea alcanzar la perseverancia prescin-
¿Por qué Dios le manda construir el arca? Para diendo del estudio, se cae en la testadurez y ob-
que sus contemporáneos observaran e hicieran cecación".
penitencia. Dios le manda plantar cedros, regar- Carlos Díaz

Textos para orar y reflexionar 47


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Diez palabras clave para educar en valores Entonces se le ocurrió orar del siguiente modo:
“He cometido una verdadera estupidez, Señor:
191. LIBRE HASTA EL FIN he salido de casa esta mañana sin mi libro de
Se cuenta que una vez un ejército rebelde irrum- oraciones y tengo tan poca memoria que no soy
pió en una ciudad coreana y todos los monjes capaz de recitar sin él ni una sola oración. De
del templo budista de la localidad huyeron. To- manera que voy a hacer una cosa: voy a recitar
dos, excepto el abad. Entonces el general rebel- cinco veces el alfabeto muy despacio, y Tú, que
de que se pavoneaba por el templo se quedó conoces todas las oraciones, puedes juntar las
atónito al ver que el abad no caía de hinojos in- letras y formar esas oraciones que yo soy inca-
mediatamente ante él: paz de recordar”.
- ¿No sabes - rugió - que estás viendo a un Y el Señor dijo a sus ángeles: “De todas las ora-
hombre que puede traspasarte con su espada ciones que he escuchado hoy, ésta ha sido, sin
sin un parpadeo? duda alguna, la mejor, porque ha brotado de un
corazón sencillo y sincero”.
- ¿Y tú - replicó el abad - estás viendo a un
hombre que puede ser traspasado por una es- 195. LA LLAVE DEL CALABOZO
pada sin un parpadeo!
El preso está encerrado en la cárcel cuando
El general quedó desconcertado. Pasado un Dios se le aparece, le da la llave de la prisión y
momento, se inclinó reverencialmente y se mar- le dice que la use para salir fuera y liberarse. El
chó. recluso queda fuera de sí por la emoción, cuelga
Carlos Díaz la llave de la pared y le reza todos los días y le
Diez palabras clave para educar en valores ofrece incienso y se postra ante ella. Pero sigue
192. LA SILLA VACÍA en la cárcel.
Desilusionado por el fracaso, pierde la fe en lla-
Un enfermo tenía una silla vacía junto a su ve, en Dios, en la religión y continúa miserable
cama. Cuando llegó un sacerdote de visita, le en su calabozo. Un día un compañero escucha
comentó: “He colocado a Jesús en esa silla y su historia y le abre los ojos. Le explica el fun-
estaba hablando con él hasta que llegó usted”. cionamiento de la llave, cómo hay que introdu-
Algunos días más tarde, cuando falleció, la hija cirla en el agujero que tiene la puerta, darle la
del enfermo fue a visitar al cura y le dijo: “Lo de- vuelta a la derecha, empujar la puerta y salir. El
jé solo un par de horas. ¡Parecía tan lleno de recluso escucha, lo intenta, lo consigue y queda
paz! Cuando volví de nuevo a la habitación lo libre.
encontré muerto. Pero noté algo raro: su cabeza
no reposaba sobre la almohada de su cama, La llave, dice el Maestro, son los convenciona-
sino sobre una silla colocada junto a la cama. lismos religiosos. De nada sirve la llave si no se
usa. La llave no va a hacerlo por nosotros. Y de
Antonny de Mello
nada vale el incienso y las postraciones y las
Sadhana, un camino de oración
adoraciones. La llave es para abrir la puerta, no
193. ¿HE SIDO BUENO? para venerarla en sí misma. Es para practicarla.

Una pareja iba paseando por la calle con su hijo Hay quienes, sigue el Maestro, no quieren tener
de unos cinco años. Al ver a un pobre mendi- nada que ver con prácticas religiosas. Tiran la
gando en la calle dieron una moneda al niño llave porque puede convertirse en objeto de cul-
para que se la entregara al necesitado. to, y señalan que de hecho hay gente religiosa
que hace eso precisamente y convierte las en-
Cuando éste lo hizo, volvió sonriente diciendo: señanzas en culto, las instrucciones en recitales
¡Qué bueno he sido! y las llaves en ídolos. Quizá. Pero, concluye el
¿No nos pasa a nosotros que nos creemos bue- Maestro, si aún te encuentras dentro de la cár-
nos porque damos lo que únicamente hemos re- cel, la llave puede ayudarte.
cibido para los demás? ¿E incluso que, en lugar Carlos G. Vallés
de darlo todo, nos reservamos una parte de ello Vida Nueva 2.135 de mayo del 98
para nosotros mismos? ¿Somos buenos porque
lo damos todo o sólo hacemos lo que tenemos 196. UNIÓN CON DIOS
que hacer? ¿Y nos damos cuenta que estamos Érase una vez un asceta. El solitario estaba me-
en ese mismo momento ante nuestros padres? ditando en un rincón, en el campo. De pronto se
le presentó un ratoncillo y comenzó a oler sus
194. ALFABETO viejas sandalias. El asceta abrió sus ojos. Y se
Un pobre campesino que regresaba del merca- enfadó mucho:
do a altas horas de la noche descubrió de pron- - ¿Por qué me molestas en mi meditación?, gri-
to que no llevaba consigo su libro de oraciones. tó.
Se hallaba en medio del bosque y se le había
salido una rueda de la carreta y el pobre hombre - Tengo hambre, dijo el ratón.
estaba muy afligido pensando que aquel día no - Vete de aquí, estúpido ratón, añadió el asceta,
iba a poder recitar sus oraciones. estoy buscando la unión con Dios. No me mo-
lestes.

Textos para orar y reflexionar 48


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- ¿Cómo quieres entrar en unión con Dios, si ni consultaba su Longinos.


siquiera estás en unión conmigo?, preguntó el - ¡No llegamos, no llegamos,
ratón. y el Santo Parto ha venido!
Misión Abierta nº 7 de septiembre de 1998 - Son las doce y tres minutos,
y tres reyes se han perdido.
197. ¿DÓNDE NO ESTÁ DIOS? El camello cojeando,
más medio muerto que vivo,
Érase una vez un místico que iba se peregrina- va especulando su felpa,
ción a la Meca. Hacía mucho calor y las jorna- entre los troncos de olivos.
das eran largas. Se detuvo a la sombra de un Acercándose a Gaspar,
árbol y se durmió. Melchor le dio al oído:
Otro peregrino, que llevaba la misma ruta, vio el "Vaya birria de camello,
místico dormido; le despertó y comenzó a hacer- que en Oriente te han vendido".
le grandes reproches: ¡eres un desalmado, un A la entrada de Belén
impío, no tienes respeto a Dios, te has dormido al camello le dio el hipo.
con los pies hacia la Meca! ¡Deberías sentirte ¡Ay qué tristeza tan grande
avergonzado! en su belfo y en su tipo!
Se iba cayendo la mirra
El sufí levantó la cabeza y pidió amablemente a lo largo del camino,
perdón. Y añadió: “¡Colócame los pies en la di- Baltasar lleva los cofres,
rección donde no esté Dios! Melchor empujaba al bicho.
Misión Abierta nº 8 de octubre de 1998 Y a las tantas ya del alba,
ya cantan los pajarillos,
198. EL PAYASO SERIO los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
Sucedió una vez que se declaró un incendio en-
oyendo hablar como a un Hombre
tre bastidores de un teatro. El payaso salió al
a un Niño recién nacido.
escenario a informar al público. Creyeron que
- No quiero oro ni incienso,
era una broma y aplaudieron. Repitió el aviso, y
ni esos tesoros tan fríos,
aplaudieron más fuerte. Por eso creo que el
quiero al camello, le quiero.
mundo se acabará en medio de los aplausos de
Le quiero, repitió el Niño.
todos los graciosos que se creerán que es una
A pie vuelven los tres reyes,
broma.
cabizbajos y afligidos.
Nos dicen cristianos serios que la iglesia está Mientras tanto el camello echado
perdiendo credibilidad. Y nos reímos. Nos dicen le hace cosquillas al Niño.
que en grandes regiones no hay apenas jóvenes Gloria Fuertes
que aspiren al sacerdocio y a la vida religiosa. Y
no le damos importancia. 200. VENIR SIN NADA
Nos dicen que los jóvenes de hoy "pasan" de la Un día un monje fue a visitar a un maestro y le
iglesia. Y no nos afecta, porque sabemos que la dijo: "He venido sin nada".
iglesia durará para siempre. El maestro le contestó: “Entonces, déjalo por
Nos dicen que impera el "cristianismo a la car- ahí”. Si tenía la sensación de venir sin nada, im-
ta", donde cada cual toma lo que quiere de dog- plica que echaba en falta algo.
mas y mandamientos y creencias y conductas, El monje no entendió nada y se enfadó. Enton-
con la consiguiente confusión y anarquía y debi- ces, tranquilamente, el maestro le dijo: “Te lo
litamiento de fe y costumbres. Y seguimos tan ruego, recógelo y vuelve a casa”.
tranquilos.
Catherine Clément. “El viaje de Teo”
Nos están dando los avisos más serios que pue-
den darse, y que son verdad porque el fuego se 201. LA PAJARITA DE PAPEL
ha declarado ya entre bastidores. Y seguimos
riendo y aplaudiendo. Siento en el rostro del pa- "Tato tenía seis años y un caballo de madera.
yaso responsable su agonía en el escenario. A Un día su padre le dijo:
veces sueño que soy yo ese payaso.
- ¿Qué regalo quieres? Dentro de poco es tu
Carlos G. Vallés. Vida Nueva 2161 de noviem- cumpleaños.
bre de 1998
Tato se quedó callado. No sabía qué pedir.
199. EL CAMELLO Entonces vio un pisapapeles sobre la mesa de
su padre. Era una pajarita de plata sobre un
El camello se pinchó pedazo de madera. Y sobre la madera estaba
con un cardo del camino escrito:
y el mecánico Melchor
le dio vino. PARA LOS QUE NO TIENEN TIEMPO DE
Baltasar fue a reportar, HACER PAJARITAS.
más allá del quinto pino... Al leer aquello, sin saber por qué, el niño sintió
e intranquilo el gran Melchor tristeza por su padre y dijo:
Textos para orar y reflexionar 49
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- Quiero que me hagas una pajarita de papel. Y se puso a hacer muchas pajaritas de papel. Y
El padre sonrió: cuando la habitación estuvo llena de pajaritas,
Tato gritó:
- Bueno, te haré una pajarita de papel.
- ¡Mira, papá!¡ Nuestra pajarita de papel ya es
El padre de Tato comenzó a hacer una pajarita muy feliz! Es el mejor regalo que me has hecho
de papel, pero ya no se acordaba. Fue a una en toda mi vida.
librería y compró un libro. Con él aprendió a
hacer pajaritas de papel. Al principio le salían Entonces todas las pajaritas de papel, sin
mal, pero después de una horas hizo una necesidad de ningún aparato, volaron y
pajarita de papel maravillosa. cantaron por toda la habitación.

- Ya he terminado, ¿te gusta? 202. TRANSFORMARSE EN FUE-


El niño miró la pajarita de papel y dijo: GO
- Está muy bien hecha, pero no me gusta. La El sacerdote Lot fue a ver a otro sacerdote
pajarita está muy triste. (José) y le dijo: "Padre, de acuerdo con mis
El padre fue a casa de un sabio y le dijo: posibilidades, he guardado mi pequeña regla y
he observado mi humilde ayuno, mi oración, mi
- Esta pajarita de papel está triste; inventa algo meditación y mi silencio contemplativo; y en la
para que esté alegre. El sabio hizo un aparato, medida de lo posible, mantengo mi corazón
se lo colocó a la pajarita debajo de las alas y la limpio de malos pensamientos. ¿Qué más debo
pajarita comenzó a volar. El padre llevó la hacer?
pajarita de papel a Tato y la pajarita voló por
toda la habitación. En respuesta, el anciano se puso en pie, elevó
hacia el cielo sus manos y apuntó hacia unas
- ¿Te gusta ahora?, le preguntó. Y el niño dijo: antorchas encendidas y le dijo: "Te falta
- Vuela muy bien pero sigue triste. Yo no quiero transformarte en eso, totalmente en fuego".
una pajarita triste.
203. UN SUSPIRO COMO ORA-
El padre fue a casa de otro sabio. El otro sabio
hizo un aparato y con él la pajarita podía cantar. CIÓN
La pajarita de papel voló por toda la habitación Un zapatero remendón acudió a un Maestro
de Tato, y, mientras volaba cantaba una judío, y le dijo: "No sé que hacer con mi oración
hermosa canción. de la mañana. Mis clientes son personas pobres
Tato dijo: que no tienen más que un par de zapatos. Yo se
los recojo a última hora del día y me paso la
- Papá, la pajarita de papel está triste; por eso
noche trabajando; al amanecer aún queda
canta una triste canción. !Quiero que mi pajarita
trabajo por hacer si quiero que todos ellos los
sea feliz¡
tengan listos para ir a trabajar. Y mi pregunta es:
El padre fue a casa de un pintor famoso. Y el ¿qué debo hacer con mi oración de la
pintor famoso pintó hermosos colores en las mañana?".
alas, en la cola y en la cabeza de la pajarita de
"¿Qué has venido haciendo hasta ahora?",
papel. El niño miró la pajarita de papel pintada
preguntó el Maestro judío.
de hermosos colores.
"Unas veces hago la oración a todo correr y
- Papá, la pajarita de papel sigue estando triste.
vuelvo enseguida a mi trabajo; pero eso me
El padre de Tato hizo un largo viaje. Fue a casa hace sentirme mal. Otras veces dejo que se me
del sabio más sabio de todos los sabios. Y el pase la hora de la oración, y también entonces
sabio más sabio de todos los sabios, después tengo la sensación de haber faltado; y de vez en
de examinar la pajarita, le dijo: cuando, al levantar el martillo para golpear un
- Esta pajarita de papel no necesita volar, no zapato, casi puedo escuchar como mi corazón
necesita cantar, no necesita hermosos colores suspira: ¡qué desgraciado soy, pues no soy
para ser feliz. capaz de hacer mi oración de la mañana...!".
Y el padre de Tato preguntó: Le respondió el Maestro judío: "Si yo fuera Dios
apreciaría más ese suspiro que la oración".
- Entonces, ¿por qué está triste?
Y el sabio más sabio de todos los sabios le 204. DIOS NO SE OCUPA DE LO
contestó: QUE PUEDES HACER TÚ
- Cuando una pajarita de papel está sola, es una Un discípulo llegó a lomos de su camello ante la
pajarita de papel triste. tienda de su maestro sufí. Desmontó, entró a la
El padre regresó a casa. Fue al cuarto de Tato y tienda, hizo una profunda reverencia y dijo:
le dijo: "Tengo tan gran confianza en Dios que he
dejado suelto a mi camello ahí fuera, porque
- Ya sé lo que necesita nuestra pajarita para ser
estoy convencido de que Dios protege los
feliz.
intereses de los que le aman".

Textos para orar y reflexionar 50


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"¡Pues sal afuera y ata a tu camello, estúpido!", suplicante: "Por caridad, señora, déme seis
le dijo el maestro. "Dios no puede ocuparse de peniques. Llevo dos días sin comer..."
hacer en tu lugar lo que eres perfectamente La duquesa le rechazó con un gesto y le dijo:
capaz de hacer por ti mismo". "¡Desgraciado! No te has dado cuenta de que he
205. MEDIACIONES DE DIOS estado bailando para ti toda la noche?"

Un hombre se perdió en el desierto. Y más 210. OCUPARSE DEL MUNDO EN-


tarde, refiriendo su experiencia a sus amigos, TERO
les contó cómo, absolutamente desesperado, se
había puesto de rodillas y había implorado la Érase una vez un hombre que estaba
ayuda de Dios. construyéndose una casa. Y quería que fuera la
casa mas hermosa, más acogedora y más
"¿Y respondió Dios a tu plegaria?", le confortable del mundo.
preguntaron.
Entonces llegó alguien a pedirle ayuda, porque
"¡Oh, no! Antes de que pudiera hacerlo, el mundo estaba ardiendo. Pero lo que a él le
apareció un explorador y me indicó el camino. interesaba era su casa, no el mundo.
206. ACTUAR COMO DIOS Cuando, al fin, tuvo construida su casa,
descubrió que no tenía de un planeta donde
Un día, Abraham invitó a un mendigo a comer colocarlo.
en su tienda. Cuando Abraham estaba dando
gracias, el otro empezó a maldecir a Dios y a 211. NO HAY LUGAR
decir que no soportaba oír su Santo Nombre.
Cuando don Enrique falleció, fue directamente al
Presa de indignación, Abraham echó al cielo. Nada más llegar, llamó con fuerza y deter-
blasfemo de su tienda. minación a la puerta de san Pedro, que entrea-
Aquella noche, cuando estaba haciendo sus brió.
oraciones, le dijo Dios a Abraham: "Ese hombre - ¿Quién es? – preguntó una voz.
ha blasfemado de mí y me ha injuriado durante
cincuenta años, y sin embargo, yo le he dado de - ¡Soy yo, don Enrique Fernández del Valdi-
comer todos los días. ¿No podías haberlo vieso! –contestó orgulloso.
soportado tú durante un sólo almuerzo?". - ¡Vete, aquí no hay sitio para los dos!

207. ANDAR PRIMERO CON EL Y don Enrique tuvo que instalarse en el purgato-
rio. Al cabo de un tiempo, si es que en la eterni-
CORAZÓN dad hay tiempo, volvió a ascender al cielo y vol-
Un anciano peregrino recorría su camino hacia vió a llamar, con más timidez, a la puerta.
las montañas del Himalaya en lo más crudo del - ¿Quién es? – preguntó de nuevo la voz.
invierno. De pronto se puso a llover.
- ¡Soy yo! – contestó don Enrique omitiendo
Un posadero le preguntó: "¿Cómo has esta vez sus apellidos insignes.
conseguido llegar hasta aquí con este tiempo de
- ¡Vete, aquí no hay sitio para los dos! – le
perros, buen hombre?".
volvió a responder la voz.
Y el anciano respondió alegremente: "Mi
Y de nuevo don Enrique tuvo que volver al pur-
corazón llegó primero, y el resto de mí le ha sido
gatorio, y de nuevo la misma historia se repitió
fácil seguirle".
una, dos, tres, cuatro, cien veces, hasta que un
208. VIVIR ES MÁS IMPORTANTE día al preguntarle la voz, don Enrique respondió:
QUE TEORIZAR - ¡Soy Tú!
Sólo entonces hubo sitio para él en el cielo.
Un niño le preguntó a un electricista: "¿Qué es
exactamente la electricidad?". Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a
Dios”
"La verdad es que no lo sé, pequeño. Pero
puedo hacer que te dé luz?". 212. LA TENTACIÓN
(La verdad no es teórica. Fundamentalmente se
le vive). - Después de vencer una serie de terribles
tentaciones en mi cueva del desierto – ex-
209. CARIDAD Y NO BENEFICEN- plicaba el maestro a sus discípulos – exte-
CIA nuado, desfallecido, le pregunté al Señor:
- ¿Dónde estabas, Dios mío, mientras me
Una enjoyada duquesa salió, a latas horas de la atacaba la tentación?
noche, de un elegante hotel de Londres donde
había cenado y asistido a un "baile de caridad" a - Estaba en medio de tu corazón, orgulloso,
beneficio de los niños abandonados. viéndote combatir y vencer – me respondió
el Señor.
Estaba a punto de subir a su Rolls Royce
cuando un andrajoso pilluelo se le acercó

Textos para orar y reflexionar 51


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Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a tiempo que volvió sin haber podido realizar
Dios” el encargo del rey.

213. LA FE Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a


Dios”
Le preguntaron al maestro por qué partían tan-
tos barcos a la mar y por qué regresaban tan 216. UNO MISMO
pocos, a lo cual él contestó: El maestro les decía: “Diez mil hombres que vie-
- La vela del barco de la existencia humana nen de fuera no pueden abrir la puerta de la ciu-
es la fe. Mientras la vela existe y está izada, dad si dentro no tienen un cómplice. Diez mil pa-
el viento conduce el barco hacia puerto. labras que vienen de fuera son totalmente inúti-
Cuando la vela no está izada o no existe, les si no son confirmadas por el interior. Si un
las palabras de los sabios son sólo viento. árbol no tiene humedad en sus raíces, de nada
Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a la servirán diez mil torrentes”.
Dios” Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a
Dios”
214. LA ORACIÓN Y LA FE
217. EL ESPEJO
- ¿Hay algo más importante que la oración?
– le preguntó el discípulo al maestro. La mujer de Abdul era la más bella de la ciudad.
- Ciertamente – respondió éste -. La fe es En cierta ocasión en que Abdul regresaba de un
más importante. La oración entre los musul- largo viaje, ésta le preguntó:
manes es obligatoria cinco veces al día. La - ¿Qué me has traído?
fe, para todos los hombres realmente reli- - Nada más bello que tu semblante. ¿Qué
giosos, es necesaria en todo momento. iba, pues, a traerte? Sólo puedo ofrecerte
Puedes dejar de orar por fuerza de causa este espejo para en todo momento puedas
mayor, sin embargo en los momentos difíci- contemplarte en él.
les tu fe ha de ser todavía más fuerte. Ade-
más, sin la fe la oración carece totalmente Así pues, prosiguió el maestro después de rela-
de valor y de eficacia: es pura hipocresía tar la historia, ¿qué creéis que le podéis ofrecer
mientras que la fe sin la oración no carece a Dios?, ¿vuestros méritos?, ¿vuestros sacrifi-
de valor. Las oraciones son diversas, varían cios?, ¿vuestras ofrendas?, ¿vuestros conoci-
según los lugares, las épocas y las religio- mientos? ¡Él es todo conocimiento, todo mérito y
nes, pero la fe es siempre la misma. toda belleza, más que todos vosotros juntos! Só-
lo desea una cosa de vosotros: que en el día de
Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a la verdad le ofrezcáis un espejo puro en el que
Dios” poder contemplarse.
215. LA ÚNICA COSA Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a
Dios”
Después que hubieran realizado todos los traba-
jos que el maestro les había encomendado, y 218. EL HOMBRE QUE LLORÓ
que no eran pocos, éste se acercó a ellos y les
dijo: Era un hombre que había nacido en la tierra de
Yen, pero que creció y se educó lejos de allí. En
- Todo lo que habéis hecho no sirve para su ancianidad le entró nostalgia de su tierra na-
nada. tal y decidió volver a ella.
Sorprendidos, le preguntaron por qué, y les rela- En su viaje, sus compañeros de viaje decidieron
tó la siguiente historia: gastarle una broma. Uno le dijo al llegar a un po-
- Una vez un rey envió a uno de sus servido- blado: “Este es tu pueblo”. Y él quedó muy serio.
res a hacer un pequeño recado. Dado que Otro señaló un edificio y le dijo: “Este es el tem-
estaba muy lejos y suponía muchos días de plo al que te llevaban de pequeño”. Él suspiró
viajes y un gasto elevado, el criado decidió profundamente. Otro le llevó a una casa aban-
comunicar a sus parientes y amigos su par- donada y le dijo: “Esta es la casa de tus antepa-
tida para ver si alguien la confiaba más re- sados, donde tú naciste”. El hombre se emocio-
cados y así aprovechaba más el viaje. No nó visiblemente. Por fin, otro compañero de via-
se equivocó: mucha gente tenía asuntos je le llevó a un cementerio, le mostró unas tum-
que resolver y la distancia hacía que se re- bas antiguas y le dijo: “Éstas son las tumbas de
trasaran. Por eso se los confiaron al criado. tus antepasados”. Ante ellas el hombre se pos-
Y aún más, todos ellos eran aparentemente tró y se deshizo en sollozos y lágrimas.
de mayor envergadura e importancia que el Viéndolo tan apesadumbrado decidieron que ya
recado que le había encomendado el rey. Y era bastante y le dijeron que todo era una bro-
así el criado partió hacia su destino, carga- ma. El hombre pidió perdón por sus emociones,
do de encargos más urgentes y rentables y no habló más por el camino.
que el que había motivado el viaje. Cuando
le tocó regresar, éstos habían tomado tanto

Textos para orar y reflexionar 52


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Llegaron por fin a su verdadero pueblo y allí vio El ENTUSIASMO bailó secundado por la EUFO-
su verdadera casa donde nació y las tumbas de RIA. La ALEGRIA dio tantos saltos que termino
sus antepasados. Pero no se sintió mal ni lloró. por convencer a la DUDA, e incluso a la APA-
El hombre había entendido que nuestras emo- TÍA, a la que nunca le interesaba nada. Pero no
ciones no son el resultado de lo que realmente todos quisieron participar. La VERDAD prefirió
es, sino de lo que nosotros creemos que es. no esconderse (¿para qué?), si al final siempre
Nuestros sentimientos no vienen de las cosas la hallaban, y la SOBERBIA opinó que era un
en sí, sino de nuestras creencias acerca de juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba
ellas. Quien entiende eso, encuentra la paz. era que la idea no hubiese sido suya), y la CO-
BARDÍA prefirió no arriesgarse...
Carlos G. Vallés
- Uno, dos, tres...- comenzó a contar la LOCU-
Vida Nueva nº2183, de mayo del 99 RA.
219. LA CARAVANA EN EL DE- La primera en esconderse fue la PEREZA que,
SIERTO como siempre, se dejó caer tras la primera pie-
dra del camino. La FE subió al cielo, y la ENVI-
Un poderoso sultán viajaba por el desierto se- DIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO,
guido de una larga comitiva que transportaba su que con su propio esfuerzo había logrado subir
tesoro favorito de oro y piedras preciosas. a la copa del árbol más alto. La GENEROSIDAD
casi no alcanzaba a esconderse; cada sitio que
A mitad de camino, un camello de la caravana,
hallaba le parecía maravilloso para alguno de
agotado por el ardiente reverbero de la arena,
sus amigos: que si un lago cristalino, ideal para
se desplomó agonizante y no volvió a levantar-
la BELLEZA; que si el bajo de un árbol, perfecto
se.
para la TIMIDEZ; que si el vuelo de la mariposa,
El cofre que transportaba rodó por la falda de la lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD; que si una
duna, reventó y derramó todo su contenido de ráfaga de viento, magnífico para la LIBERTAD.
perlas y piedras preciosas, entre la arena. Así que terminó por ocultarse en un rayito de
El sultán, no quería aflojar la marcha; tampoco sol. El EGOÍSMO, en cambio, encontró un sitio
tenía otros cofres de repuesto y los camellos muy bueno desde el principio, ventilado, cómo-
iban con más carga de la que podían soportar. do... pero sólo para él.
Con un gesto, entre molesto y generoso, invitó a La MENTIRA se escondió en el fondo de los
sus pajes y escuderos a recoger las piedras pre- océanos (¡mentira!, en realidad se escondió de-
ciosas que pudieran y a quedarse con ellas. trás del arco iris), y la PASIÓN y el DESEO en el
Mientras los jóvenes se lanzaban con avaricia centro de los volcanes. El OLVIDO... ¡se me ol-
sobre el rico botín y escarbaban afanosamente vidó dónde se escondió!... pero es no es lo im-
en la arena, el sultán continuó su viaje por el de- portante.
sierto. Se dio cuenta de que alguien seguía ca- Cuando la LOCURA contaba 999.999, el AMOR
minando detrás de él. Se volvió y vio que era todavía no había encontrado un sitio para es-
uno de sus pajes que lo seguía, sudoroso y ja- conderse, pues todo se encontraba ocupado,
deante. hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió
- ¿Y tú - le preguntó el sultán - no te has parado esconderse entre sus flores.
a recoger nada? -¡Un millón!- contó la LOCURA y comenzó a
El joven le respondió con dignidad y orgullo: buscar.
- ¡ Yo sigo a mi rey ! La primera en aparecer fue la PEREZA, sólo a
tres pasos de la piedra. Después se escuchó a
220. LAS VIRTUDES la FE discutiendo con Dios en el cielo sobre
Zoología. Y a la PASIÓN y al DESEO los sintió
Cuentan que una vez se reunieron en un lugar en el vibrar de los volcanes.
de la tierra todos los sentimientos y cualidades
de los hombres. Cuando el ABURRIMIENTO ha- En un descuido encontró a la ENVIDIA y, claro,
bía bostezado por tercera vez, la LOCURA, pudo deducir dónde estaba el TRIUNFO. Al
como siempre tan loca, les propuso: EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo; el solito
salió disparado de su escondite, que había re-
- ¿Jugamos al escondite? sultado un nido de avispas.
La INTRIGA levantó la ceja intrigada y la CU- De tanto caminar sintió sed y, al acercarse al
RIOSIDAD, sin poder contenerse, preguntó: "¿Al lago, descubrió a la BELLEZA. Y con la DUDA
escondite?, ¿ y cómo es eso?" resultó más fácil todavía, pues la encontró sen-
- Es un juego - explicó la LOCURA- en que yo tada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado
me tapo la cara y comienzo a contar desde uno esconderse.
hasta un millón mientras ustedes se esconden y Así fue encontrando a todos: el TALENTO entre
cuando yo haya terminado de contar, el primero la hierba fresca, la ANGUSTIA en una oscura
de ustedes al que encuentre, ocupará mi lugar cueva, la MENTIRA detrás del arco iris y hasta
para continuar el juego. el OLVIDO, al que ya se le había olvidado que
estaba jugando a los escondidos.

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Pero sólo el AMOR no aparecía por ningún sitio. 223. DAR


La LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo
cada arroyo del planeta, en la cima de las mon- Aquella tarde, la comunidad monástica hacía, en
tañas y, cuando estaba por darse por vencida, su oratorio, una plegaria de intercesión. Una tras
divisó un rosal y las rosas... Y tomó una horqui- otra, se escuchaban las oraciones de los mon-
lla y comenzó a mover las ramos, cuando de jes: "Señor, te pido", "Señor, te pido", "Señor, te
pronto un doloroso grito se escuchó. Las espi- pido". También el Abad hacía su plegaria: "Se-
nas habían herido en los ojos al AMOR. La LO- ñor, te pido...". Por fin, todos callaron largamen-
CURA no sabía qué hacer para disculparse; llo- te.
ró, rogó, imploró y hasta prometió ser su lazari- Hasta que de nuevo se dejó oír la voz del Abad:
llo. "Ahora, Señor, dinos en qué podemos ayudarte;
Desde entonces, desde que por primera vez se te escuchamos en silencio".
jugó al escondite en la tierra, Al cabo de un rato concluyó: "Gracias, Padre,
EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA LO porque quieres contar con nosotros". Y todos los
ACOMPAÑA SIEMPRE. monjes respondieron al unísono: "Amén".
(Porque habían comprendido que la oración,
221. EL CIEMPIÉS como el amor, tiene dos tiempos: dar y recibir, y
que si falta uno de ellos, se muere.)
- Qué complicación (exclamó el Abad viendo ca-
minar a un ciempiés) y qué maravilla: lo hace 224. COMPASIÓN
tan bien que parece fácil.
De pronto, le vino a la memoria una historieta Uno de los discípulos fue sorprendido en el acto
que había escuchado no sabía dónde: "El pe- de robar. Lo apresaron, denunciaron, acusaron
queño ciempiés sintió que debía lanzarse a ca- y esperaron el castigo ejemplar del Maestro.
minar, y preguntó inquieto a su madre: Pero el Maestro no hizo nada. El descontento se
intensificó entre los demás discípulos que mur-
- Para andar, ¿qué pies debo mover primero: los muraron, protestaron, amenazaron. Por fin, al
pares o los impares, los de la derecha o los de ver que no se castigaba al culpable, todos los
la izquierda, los de delante o lo de detrás? ¿O demás discípulos se reunieron y declararon ante
los del centro? ¿Y cómo? ¿Y por qué? el Maestro que, si el ladrón no era expulsado, se
- Cuando quieras andar, hijo mío - le respondió irían todos ellos.
la madre- deja de cavilar y... anda". El Maestro contestó: "Podéis iros. Vosotros te-
néis ya buenas costumbres y buen juicio. Sabéis
222. LA SED discernir el bien y el mal y actuar según el dicta-
Un joven inquieto se presentó a un sacerdote y men de vuestra conciencia. Pero este pobre her-
le dijo: mano no distingue el bien del mal. ¿Quién le va
a enseñar si yo no lo hago? Yo seguiré ense-
- 'Busco a Dios'. ñándole a él, aunque todos los demás os mar-
El reverendo le echó un sermón, que el joven chéis".
escuchó con paciencia. Acabado el sermón, el El ladrón se echó a llorar. Sintió que todo deseo
joven marchó triste en busca del obispo. de robar había desaparecido de sus entrañas.
- 'Busco a Dios', le dijo llorando al obispo. Hasta entonces se había mostrado arrogante,
Monseñor le leyó una pastoral que acababa de confiado al verse protegido, impenitente en bus-
publicar en el boletín de la diócesis y el joven ca de la próxima ocasión para practicar impune-
oyó la pastoral con gran cortesía, pero al acabar mente sus artes. Pero, ante la bondad del Maes-
la lectura se fue angustiado al papa a pedirle: tro, se le deshizo el orgullo, se le abrieron los
ojos, se le enterneció el corazón. Y vio lo que
- 'Busco a Dios'. nunca había visto y entendió lo que ninguna lec-
Su santidad se dispuso a resumirle su última en- ción le podría haber hecho aprender.
cíclica, pero el joven rompió en sollozos sin po- El ladrón no fue el único que lloró. Hubo también
der contener la angustia. lágrimas escondidas en ojos de muchachos que
- '¿Por qué lloras?', le preguntó el papa total- se sabían culpables de faltas encubiertas que al
mente desconcertado. no ser vistas iban quedando en su conciencia
apagada como no cometidas.
- 'Busco a Dios y me dan palabras' dijo el joven
apenas pudo recuperarse. La compasión del Maestro es la gran virtud que
inspira la mejor conducta en el discípulo. Ya no
Aquella noche, el sacerdote, el obispo y el papa hubo más robos.
tuvieron un mismo sueño. Soñaron que morían
de sed y que alguien trataba de aliviarles con un Carlos G. Vallés
largo discurso sobre el agua. Vida Nueva 2189 del 12 de junio de 1999

Textos para orar y reflexionar 54


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

225. EL OTRO YO mejor situado para la operación de carga. Esta


vez la hormiga acometió lateralmente su objeti-
Se trataba de un muchacho corriente: en los vo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza.
pantalones se le formaban rodilleras, leía histo- Por un instante pareció vacilar, luego reinició el
rietas, hacía ruido cuando comía, se metía los viaje, con un andar bastante más lento que el
dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llama- que traía.
ba Armando Corriente en todo menos en una Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del pa-
cosa: tenía Otro Yo. pel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo,
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se exactamente en el punto en que la superficie por
enamoraba de las actrices, mentía cautelosa- la que marchaba, cambiaba de color. Las seis
mente, se emocionaba en los atardeceres. Al patas hollaron una N mayúscula y oscura. Des-
muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le pués de una momentánea detención, terminó
hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez
Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y de- clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel,
bido a ello, Armando no podía ser tan vulgar partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces
como era su deseo. un recorrido que incluyó una detenida inspec-
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, ción de ambas porciones, y eligió la mayor. Car-
se quitó los zapatos, movió lentamente los de- gó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese ins-
dos de los pies y encendió la radio. En la radio tante libre, apareció una colilla aplastada. La
estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro
Cuando despertó el Otro Yo lloraba con descon- lado del pucho, la superficie se había vuelto
suelo. En el primer momento, el muchacho no nuevamente oscura porque en ese instante el
supo que hacer, pero después se rehizo e insul- tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A.
tó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo Hubo una leve corriente de aire, como si alguien
nada, pero a la mañana siguiente se había suici- hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Aho-
dado. ra el terrón se desarmó por completo. La hormi-
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo ga cayó sobre sus patas y emprendió una enlo-
golpe para el pobre Armando, pero enseguida quecida carrerita en círculo. Luego pareció tran-
pensó que ahora sí podría ser íntegramente vul- quilizarse. Fue hacia uno de los granos de azú-
gar. Ese pensamiento lo reconfortó. car que antes había formado parte del medio te-
rrón, pero no lo cargó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la
calle con el propósito de lucir su nueva y com- Cuando reinició su marcha no había perdido la
pleta vulgaridad. Desde lejos vio que se acerca- ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al
ban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e in- reingresar en la zona clara, otro obstáculo la de-
mediatamente estalló en risotadas. Sin embar- tuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso tres
go, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron veces más grande que ella misma. Retrocedió,
su presencia. Para peor de males, el muchacho avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil duran-
alcanzó a escuchar que comentaban: "Pobre Ar- te unos segundos. Luego empezó la tarea de
mando. Y pensar que parecía tan fuerte, tan carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al fi-
saludable". nal quedó bien afirmado, como una suerte de
mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la se-
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de gunda A oscura, el andar de la hormiga era casi
reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del es- triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos
ternón un ahogo que se parecía bastante a la centímetros por la superficie clara del papel,
nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melan- cuando algo o alguien movió aquella hoja y la
colía, porque toda la melancolía se la había lle- hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí
vado el Otro Yo. misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a
la madera del piso. A cinco centímetros estaba
226. A IMAGEN Y SEMEJANZA el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez
Era la última hormiga de la caravana, y no pudo con parsimonia, como midiendo cada séxtuple
seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de paso.
azúcar había resbalado desde lo alto, quebrán- Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando
dose en varios terroncitos. Uno de éstos le inter- estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el
ceptaba el paso. aire y el palito rodó hasta detenerse diez centí-
Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre metros más allá, semicaído en una de las rendi-
el papel color crema. Luego, sus patitas delante- jas que separaban los tablones del piso. Uno de
ras tantearon el terrón. Retrocedió, después se los extremos, sin embargo, emergía hacia arri-
detuvo. Tomando sus patas traseras como casi ba. Para la hormiga, semejante posición repre-
punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sentó en cierto modo una facilidad, ya que pudo
sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. hacer un rodeo a fin de intentar la operación
Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas desde un ángulo más favorable. Al cabo de me-
delanteras se estiraron, en un primer intento de dio minuto, la faena estaba cumplida. La carga,
alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el otra vez alzada, estaba ahora en una posición
rápido movimiento hizo que el terrón quedara más cercana a la estricta horizontalidad. La hor-

Textos para orar y reflexionar 55


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miga reinició la marcha, sin desviarse jamás de Un amigo porteño empezó a tomar conciencia
su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con de esa adaptación a partir de una noche en que
sus respectivos víveres, habían desaparecido hubo una fuerte explosión en las cercanías de
por algún invisible agujero. su apartamento, y su hijo, de apenas cinco
Sobre la madera, la hormiga avanzaba más len- años, se despertó sobresaltado.
tamente que sobre el papel. Un nudo, bastante "¿Que fue eso?", preguntó. Mi amigo lo tomó en
rugoso de la tabla, significó una demora de más brazos, lo acarició para tranquilizarlo, pero, con-
de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, forme a sus principios educativos, le dijo la ver-
pero un particular vaivén del cuerpo de la hormi- dad: "Fue una bomba". "¡Que suerte!", dijo el ni-
ga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más ño. "Yo creí que era un trueno".
y un golpe resonó. Un golpe aparentemente
dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa ta- 229. LOS POCILLOS
bla vibró y la hormiga dio un saltito involuntario,
Los pocillos eran seis: dos rojos, dos negros,
en el curso del cual, perdió su carga. El palito
dos verdes, y además importados, irrompibles,
quedó atravesado en el tablón contiguo. El tra-
modernos. Habían llegado como regalo de Enri-
bajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en
queta, en el último cumpleaños de Mariana, y
ese punto era bastante profunda. La hormiga se
desde ese día el comentario de cajón había sido
acercó al borde, hizo un leve avance erizado de
que podía combinarse la taza de un color con el
alertas, pero aún así se precipitó en aquel abis-
platillo de otro. "Negro con rojo queda fenome-
mo de centímetro y medio. Le llevó varios se-
nal", había sido el consejo estético de Enriqueta.
gundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la
Pero Mariana, en un discreto rasgo de indepen-
hendidura y reaparecer en la superficie del si-
dencia, había decidido que cada pocillo sería
guiente tablón. Ahí estaba el palito. La hormiga
usado con su plato del mismo color.
estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento
que un intermitente temblor en las patas delan- "El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?", preguntó
teras. Después llevó a cabo su quinta operación Mariana. La voz se dirigía al marido, pero los
de carga. El palito quedó horizontal, aunque ojos estaban fijos en el cuñado. Este parpadeó y
algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormi- no dijo nada, pero José Claudio contestó: "Toda-
ga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces vía no. Esperá un ratito. Antes quiero fumar un
la carga quedó mejor acomodada. A medio me- cigarrillo." Ahora sí ella miró a José Claudio y
tro estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la pensó, por milésima vez, que aquellos ojos no
antigua dirección, que en ese espacio casual- parecían de ciego.
mente se correspondía con la veta. Ahora el La mano de José Claudio empezó a moverse,
paso era rápido, y el palito no parecía correr el tanteando el sofá. "¿Qué buscás?", preguntó
menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros ella. "El encendedor." "A tu derecha." La mano
de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo corrigió el rumbo y halló el encendedor. Con ese
alertada. Entonces, de lo alto apareció un pul- temblor que da el continuado afán de búsqueda,
gar, un ancho dedo humano y concienzudamen- el pulgar hizo girar varias veces la ruedita, pero
te aplastó carga y hormiga. la llama no apareció. A una distancia ya calcula-
da, la mano izquierda trataba infructuosamente
227. PERSECUTA de registrar la aparición del calor. Entonces Al-
Como en tantas y tantas de sus pesadillas, em- berto encendió un fósforo y vino en su ayuda.
pezó a huir despavorido. Las botas de sus per- "¿Por qué no lo tirás?" dijo, con una sonrisa
seguidores sonaban y resonaban sobre las ho- que, como toda sonrisa para ciegos, impregna-
jas secas. Las omnipotentes zancadas se acer- ba también las modulaciones de la voz. "No lo
caban a un ritmo enloquecido y enloquecedor. tiro porque le tengo cariño. Es un regalo de Ma-
riana."
Hasta no hace mucho, siempre que entraba en
una pesadilla, su salvación había consistido en Ella abrió apenas la boca y recorrió el labio infe-
despertar, pero a esta altura los perseguidores rior con la punta de la lengua. Un modo como
habían aprendido esa estratagema y ya no se cualquier otro de empezar a recordar. Fue en
dejaban sorprender. marzo de 1953, cuando él cumplió 35 años y to-
davía veía. Habían almorzado en casa de los
Sin embargo esta vez volvió a sorprenderlos. padres de José Claudio, en Punta Gorda, ha-
Precisamente en el instante en que los sabue- bían comido arroz con mejillones, y después se
sos creyeron que iba a despertar, él, sencilla- habían ido a caminar por la playa. El le había
mente, soñó que se dormía. pasado un brazo por los hombros y ella se había
228. RUTINAS sentido protegida, probablemente feliz o algo se-
mejante. Habían regresado al apartamento y él
A mediados de 1974 explotaban en Buenos Ai- la había besado lentamente, morosamente,
res diez o doce bombas por la noche. De distin- como besaba antes. Habían inaugurado el en-
to signo, pero explotaban. Despertarse a las dos cendedor con un cigarrillo que fumaron a me-
o las tres de la madrugada con varios estruen- dias. Ahora el encendedor ya no servía. Ella te-
dos en cadena, era casi una costumbre. Hasta nía poca confianza en los conglomerados sim-
los niños se hacían a esa rutina.

Textos para orar y reflexionar 56


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bólicos, pero, después de todo, ¿qué servía aún cer su crueldad sin posible retroceso. Era increí-
de aquella época? ble cómo hallaba a menudo, aún en las ocasio-
"Este mes tampoco fuiste al médico", dijo Alber- nes menos propicias, la injuria refinadamente
to. certera, la palabra que llegaba hasta el fondo, el
comentario que marcaba a fuego. Y siempre
"No." desde lejos, desde muy atrás de su ceguera,
"¿Querés que te sea sincero?" como si ésta oficiara de muro de contención
para el incómodo estupor de los otros.
"Claro."
Alberto se levantó del sofá y se acercó al venta-
"Me parece una idiotez de tu parte."
nal.
"¿Y para qué voy a ir? ¿Para oírle decir que ten-
"Que otoño desgraciado", dijo, "¿Te fijaste?" La
go una salud de roble, que mi hígado funciona
pregunta era para ella.
admirablemente, que mi corazón golpea con el
ritmo debido, que mis intestinos son una maravi- "No", respondió José Claudio. "Fijate vos por
lla? ¿Para eso querés que vaya? Estoy podrido mí."
de mi notable salud sin ojos." Alberto la miró. Durante el silencio, se sonrieron.
La época anterior a la ceguera, José Claudio Al margen de José Claudio, y sin embargo, a
nunca había sido especialista en la exterioriza- propósito de él. De pronto Mariana supo que se
ción de sus emociones, pero Mariana no se ha había puesto linda. Siempre que miraba a Alber-
olvidado de cómo era ese rostro antes de adqui- to se ponía linda. El se lo había dicho por prime-
rir esta tensión, este resentimiento. Su matrimo- ra vez la noche del 23 de abril del año pasado,
nio había tenido buenos momentos, eso no po- hacía exactamente un año y ocho días: una no-
día ni quería ocultarlo. Pero cuando estalló el in- che en que José Claudio le había gritado cosas
fortunio, él se había negado a valorar su ampa- muy feas, y ella había llorado, desalentada, tor-
ro, a refugiarse en ella. Todo su orgullo se con- pemente triste, durante horas y horas, es decir,
centró en un silencio terrible, testarudo, un silen- hasta que había encontrado el hombro de Alber-
cio que seguía siendo tal, aún cuando se rodea- to y se había sentido comprendida y segura.
ra de palabras. José Claudio había dejado de ¿De dónde extraería Alberto esa capacidad para
hablar de sí. entender a la gente? Ella estaba con él, o sim-
plemente lo miraba, y sabía de inmediato que él
"De todos modos debería ir", apoyó Mariana.
la estaba sacando del apuro. "Gracias", había
"Acordate de lo que siempre te decía Menén-
dicho entonces. Y todavía ahora la palabra lle-
dez."
gaba a sus labios directamente desde su cora-
"Cómo no, que me acuerdo: Para Usted No Está zón, sin razonamientos intermediarios, sin usu-
Todo Perdido. Ah, y otra frase famosa: La Cien- ra. Su amor hacia Alberto había sido en sus co-
cia No Cree en Milagros. mienzos gratitud, pero eso (que ella veía con
Yo tampoco creo en milagros." "¿Y por qué no toda nitidez) no alcanzaba a depreciarlo. Para
aferrarte a una esperanza? Es humano." ella, querer había sido siempre un poco agrade-
cer y otro poco provocar la gratitud. A José
"¿De veras?" Habló por el costado del cigarrillo. Claudio, en los buenos tiempos, le había agra-
Se había escondido en sí mismo. Pero Mariana decido que él, tan brillante, tan lúcido, tan
no estaba hecha para asistir, simplemente para sagaz, se hubiera fijado en ella, tan insignifican-
asistir, a un reconcentrado. Mariana reclamaba te. Había fallado en lo otro, en eso de provocar
otra cosa. Una mujercita para ser exigida con la gratitud, y había fallado tan luego en la oca-
mucho tacto, eso era. Con todo, había bastante sión más absurdamente favorable, es decir,
margen para esa exigencia; ella era dúctil. Toda cuando él parecía necesitarla más.
una calamidad que él no pudiese ver; pero esa A Alberto, en cambio, le agradecía el impulso
no era la peor desgracia. La peor desgracia era inicial, la generosidad de ese primer socorro que
que estuviese dispuesto a evitar, por todos los la había salvado de su propio caos, y, sobre
medios a su alcance, la ayuda de Mariana. El todo, ayudado a ser fuerte. Por su parte, ella ha-
menospreciaba su protección. Y Mariana hubie- bía provocado su gratitud, claro que sí. Porque
ra querido -sinceramente, cariñosamente, piado- Alberto era un alma tranquila, un respetuoso de
samente- protegerlo. su hermano, un fanático del equilibrio, pero tam-
Bueno, eso era antes; ahora no. El cambio se bién, y en definitiva, un solitario. Durante años y
había operado con lentitud. Primero fue un de- años, Alberto y ella habían mantenido una rela-
caimiento de la ternura. El cuidado, la atención, ción superficialmente cariñosa, que se detenía
el apoyo, que desde el comienzo estuvieron ro- con espontánea discreción en los umbrales del
deados de un halo constante de cariño, ahora tuteo y sólo en contadas ocasiones dejaba en-
se habían vuelto mecánicos. Ella seguía siendo trever una solidaridad algo más profunda. Acaso
eficiente, de eso no cabía duda, pero no disfru- Alberto envidiara un poco la aparente felicidad
taba manteniéndose solícita. Después fue un te- de su hermano, la buena suerte de haber dado
mor horrible frente a la posibilidad de una discu- con una mujer que él consideraba encantadora.
sión cualquiera. El estaba agresivo, dispuesto En realidad, no hacía mucho que Mariana había
siempre a herir, a decir lo más duro, a estable- obtenido a confesión de que la imperturbable
soltería de Alberto se debía a que toda posible
Textos para orar y reflexionar 57
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candidata era sometida a una imaginaria y des- Sentado frente a ellos, José Claudio respiraba
ventajosa comparación. normalmente, casi con beatitud. Con el tiempo,
"Y ayer estuvo Trelles", estaba diciendo José la caricia de Alberto se había convertido en una
Claudio, "a hacerme la clásica visita adulona especie de rito y, ahora mismo, Mariana estaba
que el personal de la fábrica me consagra una en condiciones de aguardar el movimiento próxi-
vez por trimestre. Me imagino que lo echarán a mo y previsto. Como todas las tardes, la mano
la suerte y el que pierde se embroma y viene a acarició el pescuezo, rozó apenas la oreja dere-
verme." cha, recorrió lentamente la mejilla y el mentón.
Finalmente se detuvo sobre los labios entrea-
"También puede ser que te aprecien", dijo Alber- biertos. Entonces ella, como todas las tardes,
to, "que conserven un buen recuerdo del tiempo besó silenciosamente aquella palma y cerró por
en que los dirigías, que realmente estén preocu- un instante los ojos. Cuando los abrió, el rostro
pados por tu salud. No siempre la gente es tan de José Claudio era el mismo. Ajeno, reservado,
miserable como te parece de un tiempo a esta distante. Para ella, sin embargo, ese momento
parte." incluía siempre un poco de temor. Un temor que
"Qué bien. Todos los días se aprende algo nue- no tenía razón de ser, ya que en el ejercicio de
vo." La sonrisa fue acompañada de un breve re- esa caricia púdica, riesgosa, insolente, ambos
soplido, destinado a inscribirse en otro nivel de habían llegado a una técnica tan perfecta como
ironía. silenciosa.
Cuando Mariana había recurrido a Alberto en "No lo dejes hervir", dijo José Claudio.
busca de protección, de consejo, de cariño, ha- La mano de Alberto se retiró y Mariana volvió a
bía tenido de inmediato la certidumbre de que a inclinarse sobre la mesita. Retiró el mechero,
su vez estaba protegiendo a su protector, de apagó la llamita con la tapa de vidrio, llenó los
que él se hallaba tan necesitado de amparo pocillos directamente desde la cafetera.
como ella misma, de que allí, todavía tensa de
escrúpulos y quizás de pudor, había una razo- Todos los días cambiaba la distribución de los
nable desesperación de la que ella comenzó a colores. Hoy sería el verde para José Claudio, el
sentirse responsable. Por eso, justamente, ha- negro para Alberto, el rojo para ella. Tomó el po-
bía provocado su gratitud, por no decírselo con cillo verde para alcanzárselo a su marido, pero
todas las letras, por simplemente dejar que él la antes de dejarlo en sus manos, se encontró con
envolviera en su ternura acumulada de tanto la extraña, apretada sonrisa. Se encontró ade-
tiempo atrás, por sólo permitir que él ajustara a más, con unas palabras que sonaban más o
la imprevista realidad aquellas imágenes de ella menos así: "No, querida. Hoy quiero tomar en el
misma que había hecho transcurrir, sin hacerse pocillo rojo."
ilusiones, por el desfiladero de sus melancólicos 230. LA CUEVA DE LA MORA
insomnios. Pero la gratitud pronto fue desborda-
da. Como si todo hubiera estado dispuesto para I
la mutua revelación, como si sólo hubiera falta-
Frente al establecimiento de baños de Fitero, y
do que se miraran a los ojos para confrontar y
sobre unas rocas cortadas a pico, a cuyos pies
compensar sus afanes, a los pocos días lo más
corre el río Alhama, se ven todavía los restos
importante estuvo dicho y los encuentros furti-
abandonados de un castillo árabe, célebre en
vos menudearon. Mariana sintió de pronto que
los fastos gloriosos de la reconquista por haber
su corazón se había ensanchado y que el mun-
sido teatro de grandes y memorables hazañas,
do era nada más que eso: Alberto y ella.
así por parte de los que lo defendieron como de
"Ahora sí podés calentar el café", dijo José los que valerosamente clavaron sobre sus alme-
Claudio, y Mariana se inclinó sobre la mesita ra- nas el estandarte de la cruz. De los muros no
tona para encender el mecherito. Por un mo- quedan más que algunos ruinosos vestigios; las
mento se distrajo contemplando los pocillos. Só- piedras de la atalaya han caído unas sobre otras
lo había traído tres, uno de cada color. Le gusta- al foso y lo han cegado por completo; en el patio
ba verlos así, formando un triángulo. de armas crecen zarzales y matas de jaramago;
Después se echó hacia atrás en el sofá y su por todas partes adonde se vuelven los ojos no
nuca encontró lo que esperaba: la mano cálida se ven más que arcos rotos, sillares oscuros y
de Alberto, ya ahuecada para recibirla. Qué deli- carcomidos; aquí un lienzo de barbacana, entre
cia, Dios mío. La mano empezó a moverse sua- cuyas hendiduras nace la yedra; allí un torreón
vemente y los dedos largos, afilados, se introdu- que aún se tiene en pie como por milagro; más
jeron por entre el pelo. La primera vez que Al- allá los postes de argamasa con las anillas de
berto se había animado a hacerlo, Mariana se hierro que sostenían el puente colgante.
había sentido terriblemente inquieta, con los Durante mi estancia en los baños, ya por hacer
músculos anudados en una dolorosa contrac- ejercicio, que, según me decían, era convenien-
ción que le había impedido disfrutar de la cari- te al estado de mi salud, ya arrastrado por la cu-
cia. Ahora no. Ahora estaba tranquila y podía riosidad, todas las tardes tomaba entre aquellos
disfrutar. Le parecía que la ceguera de José vericuetos el camino que conduce a las ruinas
Claudio era una especie de protección divina. de la fortaleza árabe y allí me pasaba las horas
y las horas escarbando el suelo por ver si en-

Textos para orar y reflexionar 58


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contraba algunas armas, dando golpes en los Por explicación de aquel buen hombre vine en
muros para observar si sonaba a hueco y sor- conocimiento de que acerca del castillo árabe y
prender el escondrijo de un tesoro, y metiéndo- del subterráneo que yo suponía en comunica-
me por todos los rincones, con la idea de encon- ción con él había alguna historieta, y como yo
trar la entrada de alguno de esos subterráneos soy muy amigo de oír todas estas tradiciones
que es fama existen en todos los castillos de los especialmente de labios de la gente del pueblo,
moros. le supliqué me la refiriese, lo cual hizo, poco
Mis diligentes pesquisas fueron por demás in- más o menos, en los mismos términos que yo, a
fructuosas. mi vez, se la voy a referir a mis lectores.

Sin embargo, una tarde en que, ya desesperan- II


zado de hallar algo nuevo y curioso en los alto Cuando el castillo, del que ahora sólo restan al-
de la roca sobre la que se asienta el castillo, re- gunas informes ruinas, se tenía aún por los re-
nuncié a subir a ella, y limité mi paseo a las ori- yes moros, y sus torres, de las que no ha que-
llas del río que corre a sus pies, andando a lo dado piedra sobre piedra, dominaban desde lo
largo de la ribera, vi una especie de boquerón alto de la roca en que tienen asiento todo aquel
abierto en la peña viva y medio oculto por fron- fertilísimo valle que fecunda el río Alhama, tuvo
dosos y espesísimos matorrales. No sin mi po- lugar junto a la villa de Fitero una reñida batalla,
quito de temor, separé el ramaje que cubría la en la cual cayó herido y prisionero de los árabes
entrada de aquello que me pareció cueva forma- un famoso caballero cristiano, tan digno de re-
da por la naturaleza y que, después que anduve nombre por su piedad como por su valentía.
algunos pasos, vi era un subterráneo abierto a Conducido a la fortaleza y cargado de hierros
pico. por sus enemigos, estuvo algunos días en el
No pudiendo penetrar hasta el fondo, que se fondo de un calabozo luchando entre la vida y la
perdía entre las sombras, me limité a observar muerte, hasta que, curado casi milagrosamente
cuidadosamente los accidentes de la bóveda y de sus heridas, sus deudos le rescataron a fuer-
del piso, que me pareció que se elevaba for- za de oro.
mando como unos grandes peldaños en direc- Volvió el cautivo a su hogar; volvió a estrechar
ción a la altura en que se halla el castillo de que entre sus brazos a los que le dieron el ser. Sus
ya he hecho mención, y en cuyas ruinas recordé hermanos de armas y sus hombres de guerra se
entonces haber visto una poterna cegada. Sin alborozaron al verle, creyendo llegada la hora
duda, había descubierto uno de esos caminos de emprender nuevos combates; pero el alma
secretos, tan comunes en las obras militares de del caballero se había llenado de una profunda
aquella época, el cual debió servir para hacer melancolía, y ni el cariño paterno ni los esfuer-
salidas falsas o coger, estando sitiados, el agua zos de la amistad eran parte a disipar su extraña
del río que corre allí inmediato. melancolía.
Para cerciorarme de la verdad que pudiera ha- Durante su cautiverio logró ver a la hija del alcai-
ber en mis inducciones, después que salí de la de moro, de cuya hermosura tenía noticias por
cueva por donde mismo había entrado, trabé la fama antes de conocerla; pero que cuando la
conversación con un trabajador que andaba po- hubo conocido la encontró tan superior a la idea
dando unas viñas en aquellos vericuetos, y al que de ella se había formado, que no pudo re-
cual me acerqué so pretexto de pedirle lumbre sistir a la seducción de sus encantos y se ena-
para encender un cigarrillo. moró perdidamente de un objeto para él imposi-
Hablamos de varias cosas indiferentes: de las ble.
propiedades medicinales de las aguas de Fitero, Meses y meses pasó el caballero forjando los
de la cosecha pasada y la por venir, de las mu- proyectos más atrevidos y absurdos: ora imagi-
jeres de Navarra y el cultivo de las viñas; habla- naba un medio de romper las barreras que lo
mos, en fin, de todo lo que al buen hombre se le separaban de aquella mujer, ora hacía los ma-
ocurrió, primero que de la cueva, objeto de mi yores esfuerzos por olvidarla, y ya se decidía
curiosidad. por una cosa, ya se mostraba partidario de otra
Cuando, por último, la conversación recayó so- absolutamente opuesta, hasta que, al fin, un día
bre este punto, le pregunté si sabía de alguien reunió a sus hermanos y compañeros de armas,
que hubiese penetrado en ella y visto su fondo. hizo llamar a sus hombres de guerra y, después
-¡Penetrar en la cueva de la Mora! -me dijo, de hacer con el mayor sigilo todos los aprestos
como asombrado al oír mi pregunta-. ¿Quien necesarios, cayó de improviso sobre la fortaleza
había de atreverse? ¿No sabe usted que de esa que guardaba a la hermosura objeto de su in-
sima sale todas las noches un ánima? sensato amor.

-¡Un ánima! -exclamé yo, sonriéndome-. ¿El áni- Al partir a esta expedición, todos creyeron que
ma de quién? sólo movía a su caudillo el afán de vengarse de
cuanto le habían hecho sufrir arrojándole en el
- El ánima de la hija de un alcaide moro que fondo de sus calabozos; pero después de toma-
anda todavía penando por estos lugares, y se la da la fortaleza, no se ocultó a ninguno la verda-
ve todas las noches salir vestida de blanco de dera causa de aquella arrojada empresa, en que
esa cueva, y llena en el río una jarrica de agua.

Textos para orar y reflexionar 59


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

tantos buenos cristianos habían perecido para preciosa carga y comenzó a descender hasta
contribuir al logro de una pasión indigna. llegar al fondo del subterráneo.
El caballero, embriagado en el amor que, al fin, III
logró encender en el pecho de la hermosísima Cuando el caballero volvió en sí, tendió a su al-
mora, no hacía caso de los consejos de sus rededor una mirada llena de extravío, y dijo:
amigos, ni paraba mientes en las murmuracio-
nes y las quejas de sus soldados. Unos y otros -¡Tengo sed! ¡Me muero! ¡Me abraso!
clamaban por salir cuanto antes de aquellos mu- Y en su delirio precursor de la muerte, de sus la-
ros, sobre los cuales era natural que habían de bios secos, al pasar por los cuales silbaba la
caer nuevamente los árabes, repuestos del pá- respiración sólo se oían salir estas palabras an-
nico de la sorpresa. gustiosas:
Y, en efecto, sucedió así: el alcaide allegó de los -¡Tengo sed! ¡Me abraso! ¡Agua! ¡Agua!
lugares comarcanos y una mañana el vigía que
La mora sabía que aquel subterráneo tenía una
estaba puesto en la atalaya de la torre bajó a
salida al valle por donde corre el río. El valle y
anunciar a los enamorados amantes que por
todas las alturas que lo coronan estaban llenos
toda la sierra que desde aquellas rocas se des-
de soldados moros, que, una vez rendida la for-
cubre se veía bajar tal nublado de guerreros,
taleza, buscaban en vano por todas partes al ca-
que bien podía asegurarse que iba a caer sobre
ballero y a su amada para saciar en ellos su sed
el castillo la morisma entera.
de exterminio. Sin embargo, no vaciló un instan-
La hija del alcaide se quedó al oírlo pálida como te, y tomando el casco del moribundo, se deslizó
la muerte; el caballero pidió sus armas a gran- como una sombra por entre los matorrales que
des voces y todo se puso en movimiento en la cubrían la boca de la cueva y bajó a la orilla del
fortaleza. Los soldados salieron en tumulto de río.
sus cuadras; los jefes comenzaron a dar órde-
Ya había tomado el agua, ya iba a incorporarse
nes; se bajaron los rastrillos, se levantó el puen-
para volver de nuevo al lado de su amante,
te colgante y se coronaron de ballesteros las al-
cuando silbó una saeta y exhaló un grito.
menas.
Dos guerreros moros que velaban alrededor de
Algunas horas después comenzó el asalto.
la fortaleza habían disparados sus arcos en la
El castillo podía llamarse con razón inexpugna- dirección en que oyeron moverse las ramas.
ble. Solo por sorpresa, como se apoderaron de
La mora, herida de muerte, logró, sin embargo,
él los cristianos, era posible rendirlo. Resistie-
arrastrarse a la entrada del subterráneo y pene-
ron, pues, sus defensores una, dos y hasta diez
trar hasta el fondo, donde se encontraba el ca-
embestidas.
ballero. Éste, al verla cubierta de sangre y próxi-
Los moros se limitaron, viendo la inutilidad de ma a morir, volvió en su razón y, conociendo la
sus esfuerzos, a cercarlo estrechamente para enormidad del pecado que tan duramente expia-
hacer capitular a sus defensores por hambre. ban, volvió sus ojos al cielo, tomó el agua que
El hambre comenzó, en efecto, a hacer estragos su amante le ofrecía y, sin acercársela a los la-
horrorosos entre los cristianos; pero sabiendo bios, preguntó a la mora:
que, una vez rendido el castillo, el precio de la -¿Quieres ser cristiana? ¿Quieres morir en mi
vida de sus defensores era la cabeza de su jefe, religión y, si me salvo, salvarte conmigo?
ninguno quiso hacerle traición, y los mismos que
La mora, que había caído al suelo desvanecida
habían reprobado su conducta juraron perecer
con la falta de sangre, hizo un movimiento im-
en su defensa.
perceptible con la cabeza, sobre la cual derramó
Los moros impacientes, resolvieron dar un nue- el caballero el agua bautismal invocando el
vo asalto al mediar la noche. La embestida fue nombre del Todopoderoso.
rabiosa, la defensa desesperada y el choque ho-
Al otro día, el soldado que disparó la saeta vio
rrible. Durante la pelea, el alcaide, partida la
un rastro de sangre a la orilla del río, y siguién-
frente de un hachazo cayó al foso desde lo alto
dolo entró en la cueva, donde encontró los ca-
del muro, al que había logrado subir con la ayu-
dáveres del caballero y su amada, que aún vie-
da de una escala, al mismo tiempo que el caba-
nen por las noches a vagar por estos contornos.
llero recibía un golpe mortal en la brecha de la
barbacana, en donde unos y otros combatían 231. LA ROSA DE LA PASIÓN
cuerpo a cuerpo entre las sombras.
Los cristianos comenzaron a cejar y a replegar- (Leyenda religiosa)
se. En este punto la mora se inclinó sobre su Una tarde de verano, y en un jardín de Toledo,
amante, que yacía en el suelo, moribundo, y to- me refirió esta singular historia una muchacha
mándolo en sus brazos con unas fuerzas que muy buena y muy bonita.
hacían mayores la desesperación y la idea del Mientras me explicaba el misterio de su forma
peligro, lo arrastró hasta el patio de armas. Allí especial, besaba las hojas y los pistilos que iba
tocó a un resorte, se levantó una piedra como arrancando, uno a uno, de la flor que da nombre
movida de un impulso sobrenatural y por la boca a esta leyenda.
que dejó ver al levantarse, desapareció con su

Textos para orar y reflexionar 60


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Si yo la pudiera referir con el suave encanto y la abría un ajimez árabe, resto de las antiguas
tierna sencillez que tenía en su boca, os conmo- construcciones de los moros toledanos. Alrede-
vería como a mí me conmovió, la historia de la dor de las caladas franjas del ajimez, y enredán-
infeliz Sara. dose por la columnilla de mármol que lo partía
Ya que esto no es posible, ahí va lo que de esa en dos huecos iguales, subía desde el interior
piadosa tradición se me acuerda en este instan- de la vivienda una de esas plantas trepadoras
te. que se mecen verdes y llenas de savia y lozanía
sobre los ennegrecidos muros de los edificios
I ruinosos.
En una de las callejas más oscuras y tortuosas En la parte de la casa que recibía una dudosa
de la ciudad imperial, empotrada y casi escondi- luz por los estrechos vanos de aquel ajimez, úni-
da entre la alta torre morisca de una antigua pa- co abierto en el musgoso y agrietado paredón
rroquia mozárabe y los sombríos y blasonados de la calleja, habitaba Sara, la hija predilecta de
muros de una casa solariega, tenía hace mu- Daniel.
chos años su habitación raquítica, tenebrosa y
miserable como su dueño, un judío llamado Da- Cuando los vecinos del barrio pasaban por de-
niel Leví. lante de la tienda del judío y veían por casuali-
dad a Sara tras las celosías de su ajimez moris-
Era este judío rencoroso y vengativo, como to- co y a Daniel acurrucado junto a su yunque, ex-
dos los de su raza, pero más que ninguno enga- clamaban en alta voz, admirados de las perfec-
ñador e hipócrita. ciones de la hebrea:
Dueño, según los rumores del vulgo, de una in- - ¡Parece mentira que tan ruin tronco haya dado
mensa fortuna, veíasele, no obstante, todo el tan hermoso vástago!
día acurrucado en el sombrío portal de su vi-
vienda, componiendo y aderezando cadenillas Porque, en efecto, Sara era un prodigio de belle-
de metal, cintos viejos o guarniciones rotas, con za. Tenía los ojos grandes y rodeados de un
las que traía un gran tráfico entre los truhanes sombrío cerco de pestañas negras, en cuyo fon-
de Zocodover, las revendedoras del Postigo y do brillaba el punto de luz de su ardiente pupila
los escuderos pobres. como una estrella en el cielo de una noche os-
cura. Sus labios, encendidos y rojos parecían
Aborrecedor implacable de los cristianos y de recortados hábilmente de un paño de púrpura
cuanto a ellos pudiera pertenecer, jamás pasó por las invisibles manos de un hada. Su tez era
junto a un caballero principal o un canónigo de blanca, pálida y transparente como el alabastro
la primada sin quitarse una y hasta diez veces el de la estatua de un sepulcro. Contaba apenas
mugriento bonetillo que cubría su cabeza calva dieciséis años, y ya se veía grabada en su ros-
y amarillenta, ni acogió en su tenducho a uno de tro esa dulce tristeza de las inteligencias preco-
sus habituales parroquianos sin agobiarlo a fuer- ces, y ya hinchaban su seno y se escapaban de
za de humildes salutaciones, acompañadas de su boca esos suspiros que anuncian el vago
aduladoras sonrisas. despertar del deseo.
La sonrisa de Daniel había llegado a hacerse Los judíos más poderosos de la ciudad, prenda-
proverbial en todo Toledo, y su mansedumbre, a dos de su maravillosa hermosura, la habían soli-
prueba de las jugarretas más pesadas y las bur- citado para esposa; pero la hebrea, insensible a
las y rechiflas de sus vecinos, no conocían limi- los homenajes de sus adoradores y a los conse-
tes. jos de su padre, que instaba para que eligiese
Inútilmente los muchachos, para desesperarlo, un compañero antes de quedar sola en el mun-
tiraban piedras a su tugurio; en vano los pajeci- do, se mantenía encerrada en un profundo silen-
llos y hasta los hombres de armas del próximo cio, sin dar más razón de su extraña conducta
palacio pretendían aburrirlo, llamándole con los que el capricho de permanecer libre.
nombres más injuriosos, o las viejas devotas de Al fin, un día, cansado de sufrir los desdenes de
la feligresía se santiguaban al pasar por el um- Sara y sospechando que su eterna tristeza era
bral de su puerta, como si viesen al mismo Luci- indicio cierto de que su corazón abrigaba algún
fer en persona. secreto importante, uno de sus adoradores se
Daniel sonreía eternamente, con una sonrisa ex- acercó a Daniel y dijo:
traña e indescriptible. Sus labios delgados y - ¿Sabes, Daniel, que entre nuestros hermanos
hundidos se dilataban a la sombra de su nariz se murmura de tu hija?
desmesurada y corva como el pico de un aguilu-
cho, y aunque de sus ojos pequeños, redondos El judío levantó un instante los ojos de su yun-
y casi ocultos entre las espesas cejas, brotaba que, suspendió su continuo martilleo, y sin mos-
una chispa de mal reprimida cólera, seguía im- trar la menor emoción, preguntó a su interpelan-
pasible golpeando con su martillito de hierro el te:
yunque donde aderezaba las mil baratijas moho- - ¿Y qué dicen de ella?
sas y, al parecer, sin aplicación alguna, de que - Dicen -prosiguió su interlocutor-, dicen... ¡Qué
se componía su tráfico. sé yo! Muchas cosas... Entre ellas, que tu hija
Sobre la puerta de la casucha del judío, y dentro está enamorada de un cristiano.
de un marco de azulejos de vivos colores, se
Textos para orar y reflexionar 61
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Al llegar a este punto, el desdeñado amante de como si la judía acabara de retirarse de su alféi-
Sara se detuvo para ver el efecto que sus pala- zar.
bras hacían en Daniel. II
Daniel levantó de nuevo sus ojos, lo miró un rato Era noche de Viernes Santo, y los habitantes de
fijamente, sin decir palabra, y, bajando otra vez Toledo, después de haber asistido a las tinieblas
la vista para seguir su interrumpida tarea, excla- en su magnífica catedral, acababan de entregar-
mó: se al sueño o referían al amor de la lumbre con-
- ¿Y quién dice que eso no es una calumnia? sejas parecidas a las del Cristo de la Luz, que,
- Quien los ha visto conversar más de una vez robado por unos judíos, dejó un rastro de sangre
en esta misma calle, mientras tú asistes al ocul- por el cual se descubrió el crimen, o la historia
to sanedrín de nuestros rabinos -insistió el joven del Santo Niño de la Guardia, en quien los im-
hebreo, admirado de que sus sospechas prime- placables enemigos de nuestra fe renovaron la
ro, y después sus afirmaciones, no hiciesen me- cruel Pasión de Jesús.
lla en el ánimo de Daniel. Reinaba en la ciudad un silencio profundo, inte-
Este, sin abandonar su ocupación, fija la mirada rrumpido a intervalos, ya por las lejanas voces
en el yunque, sobre el que después de dejar a de los guardias nocturnos que en aquella época
un lado el martillo se ocupaba en bruñir el bro- velaban en derredor del Alcázar, ya por los ge-
che de metal de una guarnición con una peque- midos del viento, que hacía girar las veletas de
ña lima, comenzó a hablar en voz baja y entre- las torres o zumbaba entre las torcidas revueltas
cortada, como si maquinalmente fuesen repitien- de las calles, cuando el dueño de un barqui-
do sus labios las ideas que cruzaban por su chuelo que se mecía amarrado a un poste cerca
mente. de los molinos, que parecen como incrustados
al pie de las rocas que baña el Tajo, y sobre las
- ¡Je, je, je! -decía, riéndose de una manera ex- que se asienta la ciudad, vio aproximarse a la
traña y diabólica-. ¿Con que a mi Sara, al orgu- orilla, bajando trabajosamente por uno de los
llo de la tribu, al báculo en que se apoya mi ve- estrechos senderos que desde lo alto de los mu-
jez, piensa arrebatármela un perro cristiano? ¿Y ros conducen al río, a una persona a quien, al
vosotros creéis que lo hay? ¡Je!, ¡je! -continua- parecer, aguardaba con impaciencia.
ba, siempre hablando para sí y siempre riéndo-
se mientras la lima chirriaba cada vez con más - ¡Ella es! -murmuró entre dientes el barquero-.
fuerza, mordiendo el metal con sus dientes de ¡No parece sino que esta noche anda revuelta
acero-. ¡Je! ¡Je! Pobre Daniel, dirán los míos, toda esa endiablada raza de judíos !... ¿Dónde
¡ya chochea! ¿Para qué quiere ese viejo mori- diantres se tendrán dada cita con Satanás, que
bundo y decrépito esa hija tan hermosa y tan jo- todos acuden a mi barca, teniendo tan cerca el
ven, si no sabe guardarla de los codiciosos ojos puente?... No, no irán a nada bueno cuando así
de nuestros enemigos?... ¡Je! ¿Crees tú, por evitan toparse de manos a boca con los hom-
ventura, que Daniel duerme? ¿Crees tú, por bres de armas de San Cervantes, pero, en fin,
ventura, que si mi hija tiene un amante..., que ello es que me dan buenos dineros a ganar, y a
bien pudiera ser, y ese amante es cristiano y su alma su palma, que yo en nada entro ni sal-
procura seducirla, y la seduce, que todo es posi- go.
ble, y proyecta huir con ella, que también es fá- Esto diciendo, el buen hombre, sentándose en
cil, y huye mañana, por ejemplo, lo cual cabe su barca, aparejó los remos, y cuando Sara, que
dentro de lo humano, crees tú que Daniel se de- no era otra la persona a quien al parecer había
jara arrebatar su tesoro?... ¿Crees tú que no sa- aguardado hasta entonces, hubo saltado al bar-
brá vengarse? quichuelo, soltó la amarra que lo sujetaba y co-
- Pero -exclamó interrumpiéndole el joven-, ¿sa- menzó a bogar en dirección a la orilla opuesta.
béis acaso...? - ¿Cuántos han pasado esta noche? -preguntó
- Sé -dijo Daniel levantándose y dándole un gol- Sara al barquero apenas se hubieron alejado de
pecito en la espalda-, sé más que tú, que nada los molinos y como refiriéndose a algo de que
sabes ni nada sabrías si no hubiese llegado la ya habían tratado anteriormente.
hora de decirlo todo... Adiós; avisa a nuestros - Ni los he podido contar -respondió el interpela-
hermanos para que cuanto antes se reúnan. do: ¡un enjambre! Parece que esta noche será
Esta noche, dentro de una o dos horas, yo esta- la última que se reúnen.
ré con ellos. ¡Adiós! - ¿Y sabes de qué tratan y con qué objeto aban-
Y esto diciendo, Daniel empujó suavemente a donan la ciudad a estas horas?
su interlocutor hacia la calle, recogió sus trebe- - Lo ignoro...; pero ello es que aguardan a al-
jos muy despacio y comenzó a cerrar con do- guien que debe de llegar esta noche. Yo no sé
bles cerrojos y aldabas la puerta de la tiendeci- para qué lo aguardarán, aunque presumo que
lla. para nada bueno.
El ruido que produjo ésta al encajarse rechinan- Después de este breve diálogo, Sara se mantu-
do sobres sus premiosos goznes impidió al que vo algunos instantes sumida en un profundo si-
se alejaba oír el rumor de las celosías sobre el lencio y como tratando de ordenar sus ideas.
ajimez, que en aquel punto cayeron de golpe, «No hay duda -pensaba entre sí-; mi padre ha
Textos para orar y reflexionar 62
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sorprendido nuestro amor y prepara, alguna ción de la espantosa obra que había estado me-
venganza horrible. Es preciso que yo sepa dón- ditando días y días, mientras golpeaba impasi-
de van, qué hacen, qué intentan. Un momento ble el yunque de su covacha de Toledo.
de vacilación podría perderlo.» Sara, que en favor de la oscuridad había logra-
Cuando Sara se puso un instante en pie, y como do llegar hasta el atrio de la iglesia, tuvo que ha-
para alejar las horribles dudas que la preocupa- cer un esfuerzo para no arrojar un grito de ho-
ban se pasó la mano por la frente, que la angus- rror al penetrar en su interior con la mirada.
tia había cubierto de un sudor glacial, la barca Al rojizo resplandor de una fogata que proyecta-
tocaba a la orilla opuesta. ba las sombras de aquel círculo infernal en los
- Buen hombre -exclamó la hermosa hebrea, muros del templo, había creído ver que algunos
arrojando algunas monedas a su conductor y hacían esfuerzos por levantar en alto una pesa-
señalando un camino estrecho y tortuoso que da cruz, mientras otros tejían una corona con las
subía serpenteando por entre las rocas, ¿es ese ramas de los zarzales o afilaban sobre una pie-
el camino que siguen? dra las puntas de enormes clavos de hierro. Una
- Ese es, y cuando llegan a la Cabeza del Moro, idea espantosa cruzó por su mente: recordó que
desaparecen por la izquierda. Después, el dia- a los de su raza los habían acusado más de una
blo y ellos sabrán a dónde se dirigen -respondió vez de misteriosos crímenes; recordó vagamen-
el barquero. te la aterradora historia del Niño Crucificado,
que ella hasta entonces había creído una grose-
Sara se alejó en la dirección que éste le había ra calumnia inventada por el vulgo para apostro-
indicado. Durante algunos minutos se la vio apa- far y zaherir a los hebreos.
recer y desaparecer alternativamente entre
aquel oscuro laberinto de rocas oscuras y corta- Pero ya no le cabía duda alguna; allí, delante de
das a pico después, y cuando hubo llegado a la sus ojos, estaban aquellos horribles instrumen-
cima llamada la Cabeza del Moro, su negra si- tos de martirio, y los feroces verdugos sólo
lueta se dibujó un instante sobre el fondo azul aguardaban a la víctima.
del cielo, y, por último, desapareció entre las Sara, llena de una santa indignación, rebosando
sombras de la noche. en generosa ira y animada de esa fe inquebran-
IV table en el verdadero Dios que su amante le ha-
bía revelado, no pudo contenerse a la vista de
Siguiendo el camino donde hoy se encuentra la aquel espectáculo y, rompiendo por entre la ma-
pintoresca ermita de la Virgen del Valle, y como leza que la ocultaba, presentóse de imprevisto
a dos tiros de ballesta del picacho que el vulgo en el umbral del templo.
conoce en Toledo por la Cabeza del Moro, exis-
tían aún en aquella época los ruinosos restos de Al verla aparecer, los judíos arrojaron un grito de
una iglesia bizantina, anterior a la conquista de sorpresa, y Daniel, dando un paso hacia su hija,
los árabes. en ademán amenazante, le preguntó con voz
ronca:
En el atrio, que dibujaban algunos pedruscos di-
seminados por el suelo, crecían zarzales y hier- - ¿Qué buscas aquí, desdichada?
bas parásitas, entre las que yacían, medio ocul- - Vengo a arrojar sobre vuestras frentes -dijo
tas, ya el destrozado capitel de una columna, ya Sara con voz firme y resuelta- todo el baldón de
un sillar groseramente esculpido con hojas en- vuestra infame obra, y vengo a deciros que en
trelazadas, endriagos horribles o grotescas o in- vano esperáis la víctima para el sacrificio, si ya
formes figuras humanas. Del templo sólo queda- no es que intentáis cebar en mí vuestra sed de
ban en pie los muros laterales y algunos arcos sangre, porque el cristiano a quien aguardáis no
rotos ya y cubiertos de hiedra. vendrá porque yo lo he prevenido de vuestras
Sara, a quien parecía guiar un sobrenatural pre- asechanzas.
sentimiento, al llegar al punto que le había seña- - ¿Sara! -exclamó el judío, rugiendo de cólera-.
lado su conductor, vaciló algunos instantes, in- Sara, eso no es verdad; tú no puedes habernos
decisa acerca del camino que debía seguir; hecho traición, hasta el punto de revelar nues-
pero, por último, se dirigió con paso firme y re- tros misteriosos ritos, y si es verdad que los has
suelto hacia las abandonadas ruinas de la igle- revelado, tú no eres mi hija...
sia. - No; ya no lo soy; he encontrado otro Padre, un
En efecto, su instinto no la había engañado. Da- Padre todo amor para los suyos, un Padre a
niel, que ya no sonreía; Daniel, que no era ya el quien vosotros clavasteis en una afrentosa cruz
viejo débil y humilde, sino que, antes bien, respi- y que murió en ella por redimiros, abriéndonos
rando cólera de sus pequeños y redondos ojos, para una eternidad las puertas del cielo. No; ya
parecía animado del espíritu de la venganza, ro- no soy vuestra hija, porque soy cristiana y me
deado de una multitud como él, ávida de saciar avergüenzo de mi origen.
su sed de odio en uno de los enemigos de su re- Al oír estas palabras, pronunciadas con esa
ligión, estaba allí y parecía multiplicarse dando enérgica entereza que sólo pone el cielo en
órdenes a los unos, animando en el trabajo a los boca de los mártires, Daniel, ciego de furor, se
otros, disponiendo, en fin, con una horrible soli- arrojó sobre la hermosa hebrea y derribándola
citud los aprestos necesarios para la consuma- en tierra y asiéndola por los cabellos, la arrastró,
Textos para orar y reflexionar 63
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

como poseído de un espíritu infernal, hasta el - Margarita, para ti el amor es todo, y tú no ves
pie de la cruz, que parecía abrir sus descarna- nada más allá del amor. No obstante, hay algo
dos brazos para recibirla, exclamando al dirigir- tan respetable como nuestro cariño, y es mi de-
se a los que los rodeaban: ber. Nuestro señor, el conde de Gómara, parte
- Ahí os la entrego; haced vosotros justicia de mañana de su castillo para reunir su hueste a
esa infame, que ha vendido su honra, su religión las del rey don Fernando, que va a sacar a Sevi-
y a sus hermanos. lla del poder de los infieles, y yo debo partir con
el conde. Huérfano oscuro, sin nombre y sin fa-
IV milia, a él le debo cuanto soy. Yo le he servido
Al día siguiente, cuando las campanas de la ca- en el ocio de las paces, he dormido bajo su te-
tedral asordaban los aires tocando a gloria, y los cho, me he calentado en su hogar y he comido
honrados vecinos de Toledo se entretenían en el pan a su mesa. Si hoy le abandono, mañana
tirar ballestazos a los Judas de paja, ni más ni sus hombres de armas al salir en tropel por las
menos que como todavía lo hacen en algunas poternas de su castillo, preguntarán maravilla-
de nuestras poblaciones, Daniel abrió la puerta dos de no verme: <<¿Dónde está el escudero
de su tenducho, como tenía por costumbre, y favorito del conde de Gómara?>>, y mi señor
con su eterna sonrisa en los labios comenzó a callará con vergüenza, y sus pajes y sus bufo-
saludar a los que pasaban, sin dejar por eso de nes dirán, en son de mofa: <<El escudero del
golpear en el yunque con su martillito de hierro; conde no es más que un galán de justas, un li-
pero las celosías del morisco ajimez de Sara no diador de cortesía>>.
volvieron a abrirse, ni nadie vio más a la hermo- Al llegar a este punto, Margarita levantó sus
sa hebrea recostada en su alféizar de azulejos ojos, llenos de lágrimas, para fijarlos en los de
de colores. su amante, y removió los labios como para diri-
... girle la palabra; pero su voz se ahogó en un so-
llozo.
Cuentan que algunos años después un pastor
trajo al arzobispo una flor hasta entonces nunca Pedro, con acento aún más dulce y persuasivo,
vista, en la cual se veían figurados todos los atri- prosiguió así:
butos del martirio del Salvador del mundo, flor - No llores, por Dios, Margarita; no llores, porque
extraña y misteriosa, que había crecido y enre- tus lágrimas me hacen daño. Voy a alejarme de
dado sus tallos por entre los ruinosos muros de ti; mas yo volveré después de haber conseguido
la derruida iglesia. un poco de gloria para mi nombre oscuro... El
cielo nos ayudará en la santa empresa. Con-
232. LA PROMESA quistaremos a Sevilla, y el rey nos dará feudos
(Leyenda castellana) en las riberas del Guadalquivir a los conquista-
dores.
I
Entonces volveré en tu busca y nos iremos jun-
Margarita lloraba con el rostro oculto entre las tos a habitar en aquel paraíso de los árabes,
manos; lloraba sin gemir, pero las lágrimas co- donde dicen que hasta el cielo es más limpio y
rrían silenciosas a lo largo de sus mejillas, desli- más azul que el de Castilla; volveré, te lo juro;
zándose por entre sus dedos para caer en la tie- volveré a cumplir la palabra solemnemente em-
rra, hacia la que había doblado su frente. peñada el día que puse en tus manos ese anillo,
Junto a Margarita estaba Pedro; éste levantaba símbolo de una promesa.
de cuando en cuando los ojos para mirarla, y - ¡Pedro! -exclamó entonces Margarita, domi-
viéndola llorar, tornaba a bajarlos, guardando a nando su emoción y con voz resuelta y firme-.
su vez un silencio profundo. Ve, ve a mantener tu honra -y al pronunciar es-
Y todo callaba alrededor y parecía respetar su tas palabras se arrojó por última vez en brazos
pena. Los rumores del campo se apagaban; el de su amante. Después añadió, con acento más
viento de la tarde dormía y las sombras comen- sordo y conmovido-:Ve a mantener tu honra;
zaban a envolver los espesos árboles del soto. pero vuelve..., vuelve a traerme la mía.
Así transcurrieron algunos minutos, durante los Pedro besó la frente de Margarita, desató su ca-
cuales se acabó de borrar el rastro de luz que el ballo, que estaba sujeto a uno de los árboles del
sol había dejado al morir en el horizonte; la luna soto y se alejó al galope por el fondo de la ala-
comenzó a dibujarse vagamente sobre el fondo meda.
violado del cielo del crepúsculo, y unas tras Margarita siguió a Pedro con los ojos hasta que
otras fueron apareciendo las mayores estrellas. su sombra se confundió entre la niebla de la no-
Pedro rompió al fin aquel silencio angustioso, che, y cuando ya no pudo distinguirle, se volvió
exclamando con voz sorda y entrecortada, y lentamente al lugar donde la guardaban sus her-
como si hablase consigo mismo: manos.
- ¡Es imposible..., imposible! - Ponte tus vestidos de gala -le dijo uno de ellos
Después, acercándose a la desconsolada niña y al entrar-; que mañana vamos a Gómara con to-
tomando una de sus manos, prosiguió con acen- dos los vecinos del pueblo para ver al conde,
to más cariñoso y suave: que se marcha a Andalucía.

Textos para orar y reflexionar 64


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

- A mí más me entristece que me alegra ver irse sus torres de palo; las cuadrillas de escaladores
a los que acaso no han de volver -respondió y la gente menuda del servicio de las acémilas.
Margarita con un suspíro. Luego, envueltos en la nube de polvo que levan-
- Sin embargo -insistió el otro hermano-, has de taba el casco de sus caballos, y lanzando chis-
venir con nosotros, y has de venir compuesta y pas de luz de sus petos de hierro, pasaron los
alegre; así no dirán las gentes murmuradoras hombres de armas del castillo, formados en
que tienes amores en el castillo y que tus amo- gruesos pelotones, que semejaban a lo lejos un
res se van a la guerra. bosque de lanzas.
II Por último, precedido de los timbaleros, que
Apenas rayaba en el cielo la primera luz del montaban poderosas mulas con gualdrapas y
alba, cuando empezó a oírse por todo el campo penachos, rodeado de sus pajes, que vestían ri-
de Gómara la aguda trompetería de los solda- cos trajes de seda y oro y seguido de los escu-
dos del conde, y los campesinos que llegaban deros de su casa, apareció el conde.
en numerosos grupos de los lugares cercanos Al verle, la multitud levantó un clamor inmenso
vieron desplegarse al viento el pendón señorial para saludarle, y entre la confusa vocería se
en la torre más alta de la fortaleza. ahogó el grito de una mujer, que en aquel mo-
Unos sentados al borde de los fosos, otros subi- mento cayó desmayada y como herida de un
dos en las copas de los árboles, éstos vagando rayo en los brazos de algunas personas que
por la llanura, aquéllos coronando las cumbres acudieron a socorrerla. Era Margarita, Margarita,
de las colinas, los de más allá formando un cor- que había conocido a su misterioso amante en
dón a lo largo de la calzada, ya haría cerca de el muy alto y muy temido señor conde de Góma-
una hora que los curiosos esperaban el espectá- ra, un de los más nobles y poderosos feudata-
culo, no sin que algunos comenzaran a impa- rios de la corona de Castilla.
cientarse, cuando volvió a sonar de nuevo el to- III
que de los clarines, rechinaron las cadenas del El ejército de don Fernando, después de salir de
puente, que cayó con pausa sobre el foso, y se Córdoba, había venido por sus jornadas hasta
levantaron los rastrillos, mientras se abrían de Sevilla, no sin haber luchado antes en Écija,
par en par, y gimiendo sobre sus goznes, las pe- Carmona y Alcalá del Río de Guadaira, donde,
sadas puertas del arco que conducía al patio de una vez expugnado el famoso castillo, puso los
armas. reales a la vista de la ciudad de los infieles.
La multitud corrió a agolparse en los ribazos del El conde de Gómara estaba en la tienda senta-
camino para ver más a su sabor las brillantes ar- do en un escaño de alerce, inmóvil, pálido, terri-
maduras y los lujosos arreos del séquito del ble, as manos cruzadas sobre la empuñadura
conde de Gómara, célebre en toda la comarca del montante y los ojos fijos en el espacio con
por su esplendidez y sus riquezas. esa vaguedad del que parece mirar un objeto y,
Rompieron la marcha los farautes, que, dete- sin embargo, no ve nada de cuanto hay a su al-
niéndose de trecho en trecho, pregonaban en rededor.
alta voz y a son de caja las cédulas del rey lla- A un lado, y de pie, le hablaba el más antiguo de
mando a sus feudatarios a la guerra de moros y los escuderos de su casa, el único que en aque-
requiriendo a las villas y lugares libres para que llas horas de negra melancolía hubiera osado in-
diesen paso y ayuda a sus huestes. terrumpirle sin atraer sobre su cabeza la explo-
A los farautes siguieron los heraldos de corte, sión de su cólera.
ufanos con sus casullas de seda, sus escudos - ¿Qué tenéis, señor? -le decía-. ¿Qué mal os
bordados de oro y colores y sus birretes guarne- aqueja y consume? Triste vais al combate y tris-
cidos de plumas vistosas. te volvéis, aun tornando con la victoria. Cuando
Después vino el escudero mayor de la casa, ar- todos los guerreros duermen rendidos a la fatiga
mado de punta en blanco, caballero sobre un del día, os oigo suspirar angustiado, y si corro a
potro morcillo, llevando en sus manos el pendón vuestro lecho, os miro allí luchar con algo invisi-
de ricohombre con sus motes y sus calderas, y ble que os atormenta. Abrís los ojos y vuestro
al estribo izquierdo, el ejecutor de las justicias terror no se desvanece. ¿Qué os pasa, señor?
del señorío vestido de negro y rojo. Decídmelo. Si es un secreto, yo sabré guardarlo
Precedían al escudero mayor hasta una veinte- en el fondo de mi memoria como en un sepul-
na de aquellos famosos trompeteros de la tierra cro.
llana, célebres en las crónicas de nuestros reyes El conde parecía no oír al escudero. No obstan-
por la increíble fuerza de sus pulmones. te, después de un largo espacio, y como si las
Cuando dejó de herir el viento al agudo clamor palabras hubiesen tardado todo aquel tiempo en
de la formidable trompetería, comenzó a oírse llegar desde sus oídos a su inteligencia, salió
un rumor sordo, compasado y uniforme. Eran poco a poco de su inmovilidad y, atrayéndole
los peones de la mesnada, armados de largas hacia sí cariñosamente, le dijo con voz grave y
picas y provistos de sendas adargas de cuero. reposada:
Tras éstos no tardaron en aparecer los apareja- - He sufrido demasiado en silencio. Creyéndome
dores de las máquinas, con sus herramientas y juguete de una vana fantasía, hasta ahora he
Textos para orar y reflexionar 65
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callado por vergüenza; pero no, no es ilusión lo destacándose sobre el luminoso horizonte, se
que me sucede. Yo debo hallarme bajo la in- alzaban los muros de Sevilla, flanqueados de to-
fluencia de laguna maldición terrible. El cielo o el rres, almenadas y fuertes. Por cima de la corona
infierno deben querer algo de mí, y lo avisan con de almenas rebosaba la verdura de los mil jardi-
hechos sobrenaturales. ¿Te acuerdas del día de nes de la morisca ciudad, y entre las oscuras
nuestro encuentro con los moros de Nebrija en manchas del follaje lucían los miradores blancos
el aljarafe de Triana? Éramos pocos. La pelea como la nieve, los minaretes de las mezquitas y
fue dura, y yo estuve a punto de perecer. Tú lo la gigantesca atalaya, sobre cuyo aéreo pretil
viste: en lo más reñido del combate, mi caballo, lanzaban chispas de luz, heridas por el sol, las
herido y ciego de furor, se precipitó hacia el cuatro grandes bolas de oro, que desde el cam-
grueso de la hueste mora. Yo pugnaba en balde po de los cristianos parecían cuatro llamas.
por contenerle. Las riendas se habían escapado La empresa de don Fernando, una de las más
de mis manos, y el fogoso animal corría lleván- heroicas y atrevidas de aquella época, había
dome a una muerte segura. Ya los moros, ce- traído a su alrededor a los más célebres guerre-
rrando sus escuadrones, apoyaban en tierra el ros de los diferentes reinos de la Península, no
cuento de sus largas picas para recibirme en faltando algunos que de países extraños y dis-
ellas. Una nube de saetas silbaba en mis oídos. tantes vinieran también, llamados por la fama, a
El caballo estaba algunos pies de distancia del unir los esfuerzos a los del santo rey.
muro de hierro en que íbamos a estrellarnos,
cuando... Créeme: no fue una ilusión. Vi una Tendidas a lo largo de la llanura mirábanse,
mano que, agarrándole de la brida, lo detuvo pues, tiendas de campaña de todas formas y co-
con una fuerza sobrenatural y, volviéndole en di- lores sobre el remate de las cuales ondeaban al
rección a las filas de mis soldados, me salvó mi- viento distintas enseñas con escudos partidos,
lagrosamente. En vano pregunté a unos y otros astros, grifos, leones, cadenas, barras y calde-
por mi salvador. Nadie le conocía, nadie le ha- ras y otras cien y cien figuras o símbolos herál-
bía visto. <<Cuando volabais a estrellaros en la dicos que pregonaban el nombre y la calidad de
muralla de picas -me dijeron-, ibais sólo, com- sus dueños. Por entre las calles de aquella im-
pletamente solo. Por eso nos maravillamos al provisada ciudad circulaban en todas direccio-
veros tornar, sabiendo que ya el corcel no obe- nes multitud de soldados, que, hablando dialec-
decía al jinete>>. Aquella noche entré preocupa- tos diversos y vestido cada cual al uso de su
do en mi tienda. Quería en vano arrancarme de país y cada cual armado a su guisa, formaban
la imaginación el recuerdo de la extraña aventu- un extraño y pintoresco contraste.
ra. Mas al dirigirme al lecho torné a ver la misma Aquí descansaban algunos señores de las fati-
mano, una mano hermosa, blanca hasta la pali- gas del combate, sentados en escaños de aler-
dez, que descorrió la cortinas, desapareciendo ce a la puerta de sus tiendas y jugando a las ta-
después de descorrerlas. Desde entonces, a to- blas, en tanto que sus pajes les escanciaban el
das horas, en todas partes, estoy viendo esa vino en copas de metal; allí algunos peones
mano misteriosa que previene mis deseos y se aprovechaban un momento de ocio para adere-
adelanta a mis acciones. La he visto, al expug- zar y componer sus armas rotas en la última re-
nar el castillo de Triana, coger entre sus dedos y friega; más allá cubrían de saetas un blanco los
partir en el aire una saeta que venía a herirme; más expertos ballesteros de la hueste, entre las
la he visto, en los banquetes donde procuraba aclamaciones de la multitud, pasmada de su
ahogar mi pena entre la confusión y el tumulto, destreza; y el rumor de los tambores, el clamor
escanciar el vino en mi copa, y siempre se halla de las trompetas, las voces de los mercaderes
delante de mis ojos, y por donde voy me sigue: ambulantes, el golpear del hierro contra el hie-
en la tienda, en el combate, de día, de noche... rro, los cánticos de los juglares, que entretenían
Ahora mismo, mírala, mírala aquí, apoyada sua- a sus oyentes con la relación de hazañas por-
vemente en mis hombros. tentosas, y los gritos de los farautes que publi-
Al pronunciar estas últimas palabras el conde se caban las ordenanzas de los maestros del cam-
puso de pie y dio algunos pasos como fuera de po, llenando los aires de mil y mil ruidos discor-
sí y embargado de un terror profundo. des, prestaban a aquel cuadro de costumbres
guerreras una vida y una animación imposible
El escudero se enjugó una lágrima que corría de pintar con palabras.
por sus mejillas. Creyendo loco a su señor, no
insistió, sin embargo, en contrariar sus ideas, y El conde de Gómara, acompañado de su fiel es-
se limitó a decirle con voz profundamente con- cudero, atravesó por entre los animados grupos
movida: sin levantar los ojos de la tierra, silencioso, tris-
te, como si ningún objeto hiriese su vista ni lle-
- Venid... Salgamos un momento de la tienda. gase a su oído el rumor más leve. Andaba ma-
Acaso la brisa de la tarde refrescará vuestras quinalmente, a la manera que un somnámbulo,
sienes, calmando ese incomprensible dolor, cuyo espíritu se agita en el mundo de los sue-
para el que yo no hallo palabras de consuelo. ños, se mueve y marcha sin la conciencia de
IV sus acciones y como arrastrado por una volun-
El real de los cristianos se extendía por todo el tad ajena a la suya.
campo de Guadaira hasta tocar en la margen iz- Próximo a la tienda del rey, y en medio de un
quierda del Guadalquivir. Enfrente del real, y gran corro de soldados, pajecillos y gente menu-
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da que le escuchaban con la boca abierta apre- Ella, que le ha conocido,


surándose a comprarle alguna de las baratijas con grande aflicción gemía:
que anunciaba a voces y con hiperbólicos enco- “¡Ay de mí, que se va el conde
mios, había un extraño personaje, mitad romero, y se lleva la honra mía!”
mitad juglar que, ora recitando una especie de Mientras la cuitada llora,
letanía en latín bárbaro, ora diciendo una bufo- diz que el viento repetía:
nada o una chocarrería, mezclada en su intermi- ¡Mal haya quien en promesas de hombre fía!
nable relación, chistes capaces de poner colora- III
do a un ballestero con oraciones devotas, histo- Su hermano, que estaba allí,
rias de amores picarescos con leyendas de san- estas palabras oía.
tos. “Nos has deshonrado”, dice.
En las inmensas alforjas que colgaban de sus “Me juró que tornaría.”
hombros se hallaban revueltos y confundidos mil “No te encontrará, si torna,
objetos diferentes: cintas tocadas en el sepulcro donde encontrarte solía.”
de Santiago, cédulas con palabras que él decía Mientras la infelice muere,
ser hebraicas, las mismas que dijo el rey Salo- diz que el viento repetía:
món cuando fundaba el templo y las únicas para ¡Mal haya quien en promesas de hombre fía!
libertarse de toda clase de enfermedades conta- IV
giosas; bálsamos maravillosos para pegar a Muerta la llevan al soto;
hombres partidos por la mitad; evangelios cosi- la han enterrado en la umbría;
dos en bolsitas de brocatel, secretos para hacer- por más tierra que le echaban,
se amar de todas las mujeres, reliquias de los la mano no le cubría:
santos patrones de todos los lugares de Espa- la mano donde un anillo que le dio el conde te-
ña, joyuelas, cadenillas, cinturones, medallas y nía.
otras muchas baratijas de alquimia, de vidrio y De noche, sobre la tumba,
plomo. diz que el viento repetía:
Cuando el conde llegó cerca del grupo que for- ¡Mal haya quien en promesas de hombre fía!
maban el romero y sus admiradores, comenza- Apenas el cantor había terminado la última es-
ba éste a templar una especie de bandolina o trofa, cuando rompiendo el muro de curiosos,
guzla árabe con que se acompañaba en la rela- que se apartaban con respeto al reconocerle, el
ción de sus romances. Después que hubo esti- conde llegó a donde se encontraba el romero y,
rado bien las cuerdas unas tras otras y con mu- cogiéndole con fuerza del brazo, le preguntó en
cha calma, mientras su acompañante daba la voz baja y convulsa:
vuelta al corro sacando los últimos cornados de
la flaca escarcela de los oyentes, el romero co- - ¿De qué tierra eres?
menzó a cantar con voz gangosa y con un aire - De tierra de Soria -le respondió éste sin alte-
monótono y plañidero un romance que siempre rarse.
terminaba con el mismo estribillo. - ¿Y dónde has aprendido ese romance? ¿A
El conde se acercó al grupo y prestó atención. quién se refiere la historia que cuentas? -volvió
Por una coincidencia, al parecer extraña, el títu- a exclamar su interlocutor, cada vez con mues-
lo de aquella historia respondía en un todo a los tras de emoción más profunda.
lúgubres pensamientos que embargaban su áni- - Señor -dijo el romero, clavando sus ojos en los
mo. Según había enunciado el cantor antes de del conde con una fijeza imperturbable-, esta
comenzar, el romance se titulaba el Romance cántiga la repiten de unos en otros los aldeanos
de la mano muerta. del campo de Gómara, y se refiere a una desdi-
Al oír el escudero tan extraño anuncio, pugnó chada cruelmente ofendida por un poderoso. Al-
por arrancar a su señor de aquel sitio; pero el tos juicios de Dios han permitido que al enterrar-
conde, con los ojos fijos en el juglar permaneció la quedase siempre fuera de la sepultura la
inmóvil escuchando esta cántiga: mano en que su amante le puso un anillo al ha-
I cerla una promesa. Vos sabréis, quizá, a quién
toca cumplirla.
La niña tiene un amante
que escudero se decía. V
El escudero le anuncia En un lugarejo miserable y que se encuentra a
que a la guerra se partía. un lado del camino que conduce a Gómara he
“Te vas y acaso no tornes.” visto no hace mucho el sitio en donde se asegu-
“Tornaré por vida mía.” ra tuvo lugar la extraña ceremonia del casa-
miento del conde.
Mientras el amante jura,
Después que éste, arrodillado sobre la humilde
diz que el viento repetía:
fosa, estrechó en la suya la mano de Margarita y
Mal haya quien en promesas de hombre fía!
un sacerdote autorizado por el Papa bendijo la
II lúgubre unión, es fama que cesó el prodigio y la
El conde, con la mesnada, mano muerta se hundió para siempre.
de su castillo salía.

Textos para orar y reflexionar 67


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Al pie de unos árboles añosos y corpulentos hay haces, imbécil? Ves que la pieza está herida,
un pedacito de prado que al llegar la primavera que es la primera que cae por mi mano, y aban-
se cubre espontáneamente de flores. La gente donas el rastro y la dejas perder para que vaya
del país dice que allí está enterrada Margarita. a morir en el fondo del bosque. ¿Crees acaso
que he venido a matar ciervos para festines de
233. LOS OJOS VERDES lobos?
Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir - Señor -murmuró Iñigo entre dientes-, es impo-
cualquier cosa con este título. Hoy, que se me sible pasar de este punto.
ha presentado ocasión, lo he puesto con letras - ¡Imposible! ¿Y por qué?
grandes en la primera cuartilla de papel, y luego
he dejado a capricho volar la pluma. - Porque esa trocha -prosiguió el montero- con-
duce a la fuente de los Alamos: la fuente de los
Yo creo que he visto unos ojos como los que he Alamos, en cuyas aguas habita un espíritu del
pintado en esta leyenda. No sé si en sueños, mal. El que osa enturbiar su corriente paga caro
pero yo los he visto. De seguro no los podré su atrevimiento. Ya la res, habrá salvado sus
describir tal cuales ellos eran: luminosos, trans- márgenes. ¿Cómo la salvaréis vos sin atraer so-
parentes como las gotas de la lluvia que se res- bre vuestra cabeza alguna calamidad horrible?
balan sobre las hojas de los árboles después de Los cazadores somos reyes del Moncayo, pero
una tempestad de verano. De todos modos, reyes que pagan un tributo. Fiera que se refugia
cuento con la imaginación de mis lectores para en esta fuente misteriosa, pieza perdida.
hacerme comprender en este que pudiéramos
llamar boceto de un cuadro que pintaré algún - ¡Pieza perdida! Primero perderé yo el señorío
día. de mis padres, y primero perderé el ánima en
manos de Satanás, que permitir que se me es-
I cape ese ciervo, el único que ha herido mi vena-
- Herido va el ciervo..., herido va... no hay duda. blo, la primicia de mis excursiones de cazador...
Se ve el rastro de la sangre entre las zarzas del ¿Lo ves?... ¿Lo ves?... Aún se distingue a inter-
monte, y al saltar uno de esos lentiscos han fla- valos desde aquí; las piernas le fallan, su carre-
queado sus piernas... Nuestro joven señor co- ra se acorta; déjame..., déjame; suelta esa brida
mienza por donde otros acaban... En cuarenta o te revuelvo en el polvo... ¿Quién sabe si no le
años de montero no he visto mejor golpe... Pero, daré lugar para que llegue a la fuente? Y si lle-
¡por San Saturio, patrón de Soria!, cortadle el gase, al diablo ella, su limpidez y sus habitado-
paso por esas carrascas, azuzad los perros, so- res. ¡Sus, Relámpago!; ¡sus, caballo mío! Si lo
plad en esas trompas hasta echar los hígados, y alcanzas, mando engarzar los diamantes de mi
hundid a los corceles una cuarta de hierro en los joyel en tu serreta de oro.
ijares: ¿no veis que se dirige hacia la fuente de Caballo y jinete partieron como un huracán. Iñi-
los Alamos y si la salva antes de morir podemos go los siguió con la vista hasta que se perdieron
darlo por perdido? en la maleza; después volvió los ojos en derre-
Las cuencas del Moncayo repitieron de eco en dor suyo; todos, como él, permanecían inmóvi-
eco el bramido de las trompas, el latir de la jau- les y consternados.
ría desencadenada, y las voces de los pajes re- El montero exclamó al fin:
sonaron con nueva furia, y el confuso tropel de
hombres, caballos y perros, se dirigió al punto - Señores, vosotros lo habéis visto; me he ex-
que Iñigo, el montero mayor de los marqueses puesto a morir entre los pies de su caballo por
de Almenar, señalara como el más a propósito detenerlo. Yo he cumplido con mi deber. Con el
para cortarle el paso a la res. diablo no sirven valentías. Hasta aquí llega el
montero con su ballesta; de aquí en adelante,
Pero todo fue inútil. Cuando el más ágil de los que pruebe a pasar el capellán con su hisopo.
lebreles llegó a las carrascas, jadeante y cubier-
tas las fauces de espuma, ya el ciervo, rápido II
como una saeta, las había salvado de un solo - Tenéis la color quebrada; andáis mustio y som-
brinco, perdiéndose entre los matorrales de una brío. ¿Qué os sucede? Desde el día, que yo
trocha que conducía a la fuente. siempre tendré por funesto, en que llegasteis a
- ¡Alto!... ¡Alto todo el mundo! -gritó Iñigo enton- la fuente de los Alamos, en pos de la res herida,
ces-. Estaba de Dios que había de marcharse. diríase que una mala bruja os ha encanijado con
sus hechizos. Ya no vais a los montes precedido
Y la cabalgata se detuvo, y enmudecieron las de la ruidosa jauría, ni el clamor de vuestras
trompas, y los lebreles dejaron refunfuñando la trompas despierta sus ecos. Sólo con esas cavi-
pista a la voz de los cazadores. laciones que os persiguen, todas las mañanas
En aquel momento, se reunía a la comitiva el tomáis la ballesta para enderezaros a la espesu-
héroe de la fiesta, Fernando de Argensola, el ra y permanecer en ella hasta que el sol se es-
primogénito de Almenar. conde. Y cuando la noche oscurece y volvéis
pálido y fatigado al castillo, en valde busco en la
- ¿Qué haces? -exclamó, dirigiéndose a su mon-
bandolera los despojos de la caza. ¿Qué os
tero, y en tanto, ya se pintaba el asombro en sus
ocupa tan largas horas lejos de los que más os
facciones, ya ardía la cólera en sus ojos-. ¿Qué
quieren?

Textos para orar y reflexionar 68


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Mientras Iñigo hablaba, Fernando, absorto en rece que nos hablan los invisibles espíritus de la
sus ideas, sacaba maquinalmente astillas de su Naturaleza, que reconocen un hermano en el in-
escaño de ébano con un cuchillo de monte. mortal espíritu del hombre.
Después de un largo silencio, que sólo interrum- Cuando al despuntar la mañana me veías tomar
pía el chirrido de la hoja al resbalar sobre la puli- la ballesta y dirigirme al monte, no fue nunca
mentada madera, el joven exclamó, dirigiéndose para perderme entre sus matorrales en pos de
a su servidor, como si no hubiera escuchado la caza, no; iba a sentarme al borde de la fuen-
una sola de sus palabras: te, a buscar en sus ondas... no sé qué, ¡una lo-
- Iñigo, tú que eres viejo, tú que conoces las cura! El día en que saltó sobre ella mi Relámpa-
guaridas del Moncayo, que has vivido en sus fal- go, creí haber visto brillar en su fondo una cosa
das persiguiendo a las fieras, y en tus errantes extraña.., muy extraña..: los ojos de una mujer.
excursiones de cazador subiste más de una vez Tal vez sería un rayo de sol que serpenteó fugi-
a su cumbre, dime: ¿has encontrado, por acaso, tivo entre su espuma; tal vez sería una de esas
una mujer que vive entre sus rocas? flores que flotan entre las algas de su seno y cu-
- ¡Una mujer! -exclamó el montero con asombro yos cálices parecen esmeraldas...; no sé; yo creí
y mirándole de hito en hito. ver una mirada que se clavó en la mía, una mi-
rada que encendió en mi pecho un deseo absur-
- Sí -dijo el joven-, es una cosa extraña lo que do, irrealizable: el de encontrar una persona con
me sucede, muy extraña... Creí poder guardar unos ojos como aquellos. En su busca fui un día
ese secreto eternamente, pero ya no es posible; y otro a aquel sitio.
rebosa en mi corazón y asoma a mi semblante.
Voy, pues, a revelártelo... Tú me ayudarás a Por último, una tarde... yo me creí juguete de un
desvanecer el misterio que envuelve a esa cria- sueño...; pero no, es verdad; le he hablado ya
tura que, al parecer, sólo para mí existe, pues muchas veces como te hablo a ti ahora...; una
nadie la conoce, ni la ha visto, ni puede dame tarde encontré sentada en mi puesto, vestida
razón de ella. con unas ropas que llegaban hasta las aguas y
flotaban sobre su haz, una mujer hermosa sobre
El montero, sin despegar los labios, arrastró su toda ponderación. Sus cabellos eran como el
banquillo hasta colocarse junto al escaño de su oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y
señor, del que no apartaba un punto los espan- entre las pestañas volteaban inquietas unas pu-
tados ojos... Este, después de coordinar sus pilas que yo había visto..., sí, porque los ojos de
ideas, prosiguió así: aquella mujer eran los ojos que yo tenía clava-
- Desde el día en que, a pesar de sus funestas dos en la mente, unos ojos de un color imposi-
predicciones, llegué a la fuente de los Alamos, ble, unos ojos...
y, atravesando sus aguas, recobré el ciervo que - ¡Verdes! -exclamó Iñigo con un acento de pro-
vuestra superstición hubiera dejado huir, se lle- fundo terror e incorporándose de un golpe en su
nó mi alma del deseo de soledad. asiento.
Tú no conoces aquel sitio. Mira: la fuente brota Fernando lo miró a su vez como asombrado de
escondida en el seno de una peña, y cae, resba- que concluyese lo que iba a decir, y le preguntó
lándose gota a gota, por entre las verdes y flo- con una mezcla de ansiedad y de alegría:
tantes hojas de las plantas que crecen al borde
de su cuna. Aquellas gotas, que al desprender- - ¿La conoces?
se brillan como puntos de oro y suenan como - ¡Oh, no! -dijo el montero-. ¡Líbreme Dios de co-
las notas de un instrumento, se reúnen entre los nocerla! Pero mis padres, al prohibirme llegar
céspedes y, susurrando, susurrando, con un rui- hasta estos lugares, me dijeron mil veces que el
do semejante al de las abejas que zumban en espíritu, trasgo, demonio o mujer que habita en
torno a las flores, se alejan por entre las arenas sus aguas tiene los ojos de ese color. Yo os
y forman un cauce, y luchan con los obstáculos conjuro por lo que más améis en la tierra a no
que se oponen a su camino, y se repliegan so- volver a la fuente de los álamos. Un día u otro
bre sí mismas, saltan, y huyen, y corren, unas os alcanzará su venganza y expiaréis, murien-
veces, con risas; otras, con suspiros, hasta caer do, el delito de haber encenagado sus ondas.
en un lago. En el lago caen con un rumor indes- - ¡Por lo que más amo! -murmuró el joven con
criptible. Lamentos, palabras, nombres, canta- una triste sonrisa.
res, yo no sé lo que he oído en aquel rumor
cuando me he sentado solo y febril sobre el pe- - Sí -prosiguió el anciano-; por vuestros padres,
ñasco a cuyos pies saltan las aguas de la fuente por vuestros deudos, por las lágrimas de la que
misteriosa, Para estancarse en una balsa pro- el Cielo destina para vuestra esposa, por las de
funda cuya inmóvil superficie apenas riza el un servidor, que os ha visto nacer.
viento de la tarde. - ¿Sabes tú lo que más amo en el mundo? ¿Sa-
Todo allí es grande. La soledad, con sus mil ru- bes tú por qué daría yo el amor de mi padre, los
mores desconocidos, vive en aquellos lugares y besos de la que me dio la vida y todo el cariño
embriaga el espíritu en su inefable melancolía. que pueden atesorar todas las mujeres de la tie-
En las plateadas hojas de los álamos, en los rra? Por una mirada, por una sola mirada de
huecos de las peñas, en las ondas del agua, pa- esos ojos... ¡Mira cómo podré dejar yo de bus-
carlos!
Textos para orar y reflexionar 69
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Dijo Fernando estas palabras con tal acento, moro; antes lo premio con mi amor, como a un
que la lágrima que temblaba en los párpados de mortal superior a las supersticiones del vulgo,
Iñigo se resbaló silenciosa por su mejilla, mien- como a un amante capaz de comprender mi
tras exclamó con acento sombrío: caso extraño y misterioso.
- ¡Cúmplase la voluntad del Cielo! Mientras ella hablaba así, el joven absorto en la
III contemplación de su fantástica hermosura,
atraído como por una fuerza desconocida, se
- ¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dón- aproximaba más y más al borde de la roca.
de habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca,
y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a La mujer de los ojos verdes prosiguió así:
los servidores que conducen tu litera. Rompe de - ¿Ves, ves el límpido fondo de este lago? ¿Ves
una vez el misterioso velo en que te envuelves esas plantas de largas y verdes hojas que se
como en una noche profunda. Yo te amo, y, no- agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho
ble o villana, seré tuyo, tuyo siempre. de esmeraldas y corales..., y yo..., yo te daré
El sol había traspuesto la cumbre del monte; las una felicidad sin nombre, esa felicidad que has
sombras bajaban a grandes pasos por su falda; soñado en tus horas de delirio y que no puede
la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la ofrecerte nadie... Ven; la niebla del lago flota so-
niebla, elevándose poco a poco de la superficie bre nuestras frentes como un pabellón de lino...;
del lago, comenzaba a envolver las rocas de su las ondas nos llaman con sus voces incompren-
margen. sibles; el viento empieza entre los álamos sus
himnos de amor; ven..., ven.
Sobre una de estas rocas, sobre la que parecía
próxima a desplomarse en el fondo de las La noche comenzaba a extender sus sombras;
aguas, en cuya superficie se retrataba, temblan- la luna rielaba en la superficie del lago; la niebla
do, el primogénito Almenar, de rodillas a los pies se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos ver-
de su misteriosa amante, procuraba en vano des brillaban en la oscuridad como los fuegos
arrancarle el secreto de su existencia. fatuos que corren sobre el haz de las aguas in-
fectas... Ven, ven... Estas palabras zumbaban
Ella era hermosa, hermosa y pálida como una en los oídos de Fernando como un conjuro.
estatua de alabastro. Y uno de sus rizos caía Ven... y la mujer misteriosa lo llamaba al borde
sobre sus hombros, deslizándose entre los plie- del abismo donde estaba suspendida, y parecía
gues del velo como un rayo de sol que atraviesa ofrecerle un beso..., un beso...
las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias
brillaban sus pupilas como dos esmeraldas suje- Fernando dio un paso hacía ella..., otro..., y sin-
tas en una joya de oro. tió unos brazos delgados y flexibles que se lia-
ban a su cuello, y una sensación fría en sus la-
Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios bios ardorosos, un beso de nieve..., y vaciló..., y
se removieron como para pronunciar algunas perdió pie, y cayó al agua con un rumor sordo y
palabras; pero exhalaron un suspiro, un suspiro lúgubre.
débil, doliente, como el de la ligera onda que
empuja una brisa al morir entre los juncos. Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerra-
ron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fue-
- ¡No me respondes! -exclamó Fernando al ver ron ensanchándose, ensanchándose hasta expi-
burlada su esperanza-. ¿Querrás que dé crédito rar en las orillas.
a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Hábla-
me; yo quiero saber si me amas; yo quiero sa- 234. EL BESO
ber si puedo amarte, si eres una mujer...
(Leyenda toledana)
- O un demonio... ¿Y si lo fuese?
Cuando una parte del ejército francés se apode-
El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió ró a principios de este siglo de la histórica Tole-
por sus miembros; sus pupilas se dilataron al fi- do, sus jefes, que ignoraban el peligro a que se
jarse con más intensidad en las de aquella mu- exponían en las poblaciones españolas disemi-
jer, y fascinado por su brillo fosfórico, demente nándose en alojamientos separados, comenza-
casi, exclamó en un arrebato de amor: ron por habilitar para cuarteles los más grandes
- Si lo fueses.:., te amaría..., te amaría como te y mejores edificios de la ciudad.
amo ahora, como es mi destino amarte, hasta Después de ocupado el suntuoso alcázar de
más allá de esta vida, si hay algo más de ella. Carlos V, echóse mano de la Casa de Consejos:
- Fernando -dijo la hermosa entonces con una y cuando ésta no pudo contener más gente, co-
voz semejante a una música-, yo te amo más menzaron a invadir el asilo de las comunidades
aún que tú me amas; yo, que desciendo hasta religiosas, acabando a la postre por transformar
un mortal siendo un espíritu puro. No soy una en cuadras hasta las iglesias consagradas al
mujer como las que existen en la Tierra; soy una culto. En esta conformidad se encontraban las
mujer digna de ti, que eres superior a los demás cosas en la población donde tuvo lugar el suce-
hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas, so que voy a referir, cuando una noche, ya a
incorpórea como ellas, fugaz y transparente: ha- hora bastante avanzada, encueltos en sus oscu-
blo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. ros capotes de guerra y ensordeciendo las es-
Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde trechas y solitarias calles que conducen desde

Textos para orar y reflexionar 70


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

la Puerta del Sol de Zocodover, con el choque A la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se
de sus armas y el ruidoso golpear de los cascos perdía entre las espesas sombras de las naves
de sus corceles, que sacaban chispas de los pe- y dibujaba con gigantescas proporciones sobre
dernales, entraron en la ciudad hasta unos cien el muro la fantástica sombra del sargento apo-
dragones de aquellos altos, arrogantes y forni- sentador, que íba precediénsole, recorrió la igle-
dos de que todavía nos hablan con admiración sia de arriba abajo, y escudriñó una por una to-
nuestras abulas. das sus desiertas capillas, hasta que una vez
Mandaba la fuerza un oficial bastante joven, el hecho cargo del local mandó echar pie a tierra a
cual iba como a distancia de unos treinta pasos su gente, y hombres y caballos revueltos, fue
de su gente, hablando a media voz con otro, acomodándola como mejor pudo.
también militar, a lo que podía colegirse por su Según dejamos dicho, la iglesia estaba comple-
traje. Este, que caminaba a pie delante de su in- tamente desmantelada; en el altar mayor pen-
terlocutor, llevando en la mano un farolillo, pare- dían aún de las altas cornisas los rotos jirones
cía servirle de guía por entre aquel laberinto de del velo con que le habían cubierto los religiosos
calles oscuroas, enmarañadas y revueltas. al abandonar aquel recinto; diseminados por las
Con verdad, decía el jinete a su acompañante, naves veíanse algunos retablos adosados al
que si el alojamiento que se nos prepara es tal y muro, sin imágenes en las hornacinas; en el
como me lo pintas, casi casi sería preferible coro se dibujaban con un ribete de luz los extra-
arrancharnos en el campo o en medio de una ños perfiles de la oscura silleria de alerce; en el
plaza. pavimento, destrozado en varios puntos, distin-
guíanse aún anchas losas sepulcrales llenas de
¿Y qué queréis mi capitán?, contestóle el guia timbres, escudos y largas inscripciones góticas;
que efectivamente era un sargento aposentador. y allá a lo lejos, en el fondo de las silenciosas
En el alcázar no cabe ya un gramo de trigo, capillas y a lo largo del crucero, se destacaban
cuando más un hombre; San Juan de los Reyes confusamente entre la oscuridad, semejantes a
no digamos, porque hay celda de fraile en la que blancos e inmóviles fantasmas, las estatuas de
duermen quince húsares. el convento adonde piedra, que, unas tendidas, otras de hinojos so-
voy a conduciros no era mal local, pero hará bre el mármol de sus tumbas, parecían ser los
cosa de tres o cuatro días mos cayó aquí como únicos habitantes del ruinoso edificio.
de las nubes una de las columnas volantes que
recorren la provincia, y gracias que hemos podi- A cualquier otro menos molido que el oficial de
do conseguir que se amontonen por los claus- dragones, el cual traía una jornada de catorce
tros y dejen libre la iglesia. leguas en el cuerpo, o menos acostumbrado a
ver estos sacrilegios como la cosa más natural
En fin, exclamó el oficial, después de un corto del mundo, hubiéranle bastado dos adarmes de
silencio y como resignándose con el extraño alo- imaginación para no pegar los ojos en toda la
jamiento que la casualidad le deparaba; más noche en aquel oscuro e imponente recinto,
vale incómodo que ninguno. De todas maneras, donde las blasfemias de los soldados que se
si llueve, que no será dificil según se agrupan quejaban en voz alta del improvisado cuartel, el
las nubes, estaremos a cubierto y algo es algo. metálico golpe de las espuelas, que resonaban
Interrumpida la conversación en este punto, los sobre las anchas losas sepulcrales del pavimen-
jinetes, precedidos del guía., siguieron en silen- to, el ruido de los caballos que piafaban impa-
cio el camino adelante hasta llegar a una pla- cientes, cabeceando y haciendo sonar las cade-
zuela, en cuyo fondo se destacaba la negra si- nas con que estaban sujetos a los pilares, for-
lueta del convento con su torre morisca, su cam- maban un rumor extraño y temeroso que se dila-
panario de espadaña, su cípula ojival y sus teja- taba por todo el ámbito de la iglesia y se repro-
dos desiguales y oscuros. ducía cada vez más confuso, repetido de eco en
eco en sus altas bóvedas.
He aquí vuestro alojamiento, exclamó el apo-
sentador al divisarle y dirigiéndose al capitán, Pero nuestro héroe, aunque joven, estaba ya
que después que hubo mandado hacer algo a la tan familiarizado con estas peripecias de la vida
tropa, echó pie a tierra, tornó al farolillo de ma- de campaña, que apenas hubo acomodado a su
nos del guía y se dirigió hacía el punto que éste gente, mandó colocar un saco de forraje al pie
le señalaba. de la grada del presbiterio, y arrebujándose
como mejor pudo en su capote y echando la ca-
Comoquiera que la iglesia del convento estaba
beza en el escalón, a los cinco minutos roncaba
completamente desmantelada, los soldados que
con más tranquilidad que el mismo rey José en
ocupaban el resto del edificio habían creído que
su palacio de Madrid.
las puertas le eran ya poco menos que inútiles,
y un tablero hoy, otro mañana, habían ido arran- Los soldados, haciéndose almohadas de las
cándolas pedazo a pedazo para hacer hogueras monturas, imitaron su ejemplo , y poco a poco
con que calentarse por las noches. fue apagándose el murmullo de sus voces.
Nuestro joven oficial no tuvo, pues, que torcer A la media hora sólo se oían los ahogados ge-
llaves ni descorrer cerrojos para penetrar en el midos del aire que entraba por las rotas vidrie-
interior del templo. ras de las ojivas del templo, el atolondrado revo-
lotear de las aves nocturnas que tenían sus ni-
dos en el dosel de piedra de las esculturas de
Textos para orar y reflexionar 71
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los muros, y el alternado rumor de los pasos del andaban por Madrid, la varia fortuna de la gue-
vigilante que se paseaba envuelto en los anchos rra y los amigotes muertos o ausentes, rodando
pliegues de su capote, a lo largo del pórtico. de uno en otro asunto la conversación vino a
II para el tema obligado, esto es, las penalidades
del servicio, la falta de distracciones de la ciu-
En la época a que se remonta la relación de dad y el inconveniente de los alojamientos.
esta historia, tan veridica como extraordinaria,,
lo mismo que al presente, para los que no sa- Al llegar a este punto, uno de los de la reunión
bían apreciar los tesoros de arte que encierran que por lo visto, tenía noticia del mal talante con
sus muros, la ciudad de Toledo no era más que que el joven oficial se había resignado a acomo-
un poblachón destartalado, antiguo, ruinoso e dar su gente en la abandonada iglesia, le dijo
insufrible. con aire de zumba:

Los oficiales del ejército francés, que a juzgar Y a propósito del alojamiento, ¿qué tal se ha pa-
por los actos de vandalismo con que dejaron en sado la noche en el que ocupáis?
ella triste y perdurable memoria de su ocupa- Ha habido de todo, contestó el interpelado, pues
ción, de todo tenían menos de artistas o arqueó- si bien es verdad que no he dormido gran cosa,
logos; no hay para qué decir que se fastidiaban el origen de mi vigilia merece la pena de la vela-
soberanamente en la vetusta ciudad de los Cé- da. El insomnio junto a una mujer bonita no es
sares. seguramente el peor de los males.
En esta situación de ánimo, la más insignificante !Una mujer!, repitió su interlocutor, como admi-
novedad que viniese a romper la monótona rándose de la buena fortuna del recién venido.
quietud de aquellos días eternos e iguales era Eso es lo que se llama llegar y besar el santo.
acogida con avidez entre los ociosos; así es que Será tal vez algún antiguo amor de la corte que
promoción al grado inmediato de uno de sus ca- le sigue a Toledo para hacerle más soportable el
maradas, la noticia del movimiento estratégico ostracismo, añadió otro de los del grupo.
de una columna volante, la salida de un correo
de gabinete o la llegada de una fuerza cualquie- !Oh, no!, dijo entonces el capitán, nada menos
ra a la ciudad, convertianse en tema fecundo de que eso. Juro, a fe de quien soy, que no la co-
conversación y objeto de toda clase de comen- nocía y que nunca creí hallar tan bella patrona
tarios, hasta tanto que otro incidente venía a en tan incómodo alojamiento. Es todo lo que se
sustituirle, sirviendo de base a nuevas quejas, llama una verdadera aventura.
críticas y suposicones. !Contadla! !contadla!, exclamaron en coro los
Como era de esperar, entre los oficiles que, se- oficiales que rodeaban al capitán, y como éste
gún tenían costumbre, acudieron al dia siguiente se dispusiera a hacerlo así, todos prestaron la
a tomar el sol y a charlar un rato en el Zocodo- mayor atención a sus palabras, mientras él co-
ver,no se hizo platillo de otra cosa que de la lle- menzó la historia en estos términos.
gada de los dragones, cuyo jefe dejamos en el Dormía esta noche pasada como duerme un
anterior capitulo durmiendo a pierna suelta y hombre que trae en el cuerpo trece leguas de
descansando de las fatigas de su viaje. Cerca camino, cuando he aquí que en lo mejor del
de un hora hacía que la conversación giraba al- sueño me hizo despertar sobresaltado e incor-
rededor de este asunto, y ya comenzaba a inter- porarme sobre el codo un estruendo horrible, un
pretarse de diversos modos la ausencia del re- estruendo tal que me ensordeció un instante
cién venido, a quien uno de los presentes, anti- para dejarme después los oídos zumbando cer-
guo compañero suyo del colegio, había citado ca de un minuto, como si un moscardón me can-
para el Zocodover, cuando en una de las boca- tase a la oreja.
calles de la plaza apareció al fin nuestro bizarro
Como os habréis figurado, la causa de mi susto
capitán, despojado de su ancho capotón de gue-
era el primer golpe que oía de esa endiablada
rra, luciendo un gran casco de metal con pena-
campana gorda, especie de sochantre de bron-
cho de plumas blancas, una casaca azul turquí
ce, que los canónigos de Toledo han colgado en
con vueltas rojas y un magnífico mandoble con
su catedral con el laudable propósito de matar a
vaina de acero, que resonaban arrastrándose al
disgustos a los necesitados de reposo.
compás de sus marciales pasos y del golpe
seco y agudo de sus espuelas de oro. Renegando entre los dientes de la campana y
del campanero que toca, disponíame, una vez
Apenas le vio su camarada, salió a su encuentro
apagado aquel insólito y temeroso rumor, a se-
para saludarle, y con él se adelantaron casi to-
guir nuevamente el hilo del interrumpido sueño,
dos los que a la sazón se encontraban en el co-
cuando vino a herir mi imaginación y a ofrecerse
rrillo, en quienes había despertado la curiosidad
ante mis ojos una cosa extraordinaria. A la du-
y la gana de conocerle, los pormenores que ya
dosa luz de la luna que entraba en el templo por
habían oído referir acerca de su carácter original
el estrecho ajimez del muro de la capilla mayor,
y extraño.
vi una mujer arrodillada junto al altar.
Después de los estrechos abrazos de costum-
Los oficiales se miraron entre sí con expresión
bre y de las exclamaciones, plácemes y pregun-
entre asombrada e incrédula; el capitán, sin
tas de rigor en estas entrevistas; después de ha-
atender al efecto que su narración producía con-
blar largo y tendido sobre las novedades que

Textos para orar y reflexionar 72


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tinuó de este modo: no podéis figuraros nada que aún permanece en cuerpo y alma de hino-
semejante a aquella nocturna y fantástica visión jos sobre la losa que la cubre, inmóvil, con las
que se dibujaba confusamente en la penunbra manos juntas en ademán suplicante, sumergida
de la capilla, como esas virgenes pintadas en en un éxtasis de místico amor.
los vidrios de colores que habréis visto alguna De tal modo te explicas, que acabarás por pro-
vez destacarse a lo lejos, blancas y luminosas, barnos la verosimilitud de la fábula de Galatea.
sobre el oscuro fondo de las catedrales.
Por mi parte, puedo deciros que siempre la creí
Su rostro, ovalado, en donde se veía impreso el una locura, más desde anoche comienzo a com-
sello de una leve y espiritual demacración; sus prender la pasión del escultor griego.
armoniosas facciones llenas de una suave y me-
lancólica dulzura; su intensa palidez, las purísi- Dadas las especiales condiciones de tu nueva
mas lineas de su contorno esbelto, su ademán dama, creo que no tendrás inconveniente en
reposado y noble, su traje blanco y flotante, me presentarnos a ella. De mi sé decir que ya no
traían a la memoría esas mujeres que yo soña- vivo hasta ver esa maravilla. Pero ... ¿qué dian-
ba cuando era casi un niño. !Castañas y celes- tre te pasa?... diríase que esquivas la presenta-
tes imágenes , quimérico objeto del vago amor ción, !ja, ja! bonito fuera que ya te tuviéramos
de la adolescencia!. Yo me creía juguete de una hasta celoso.
adulación, y sin quitarle un punto los ojos ni aun Celoso, se apresuró a decir el capitán, celoso de
osaba respirar, temiendo que un soplo desvane- los hombres, no ... mas ved, sin embargo, hasta
ciese el encanto. Ella permanecía inmóvil. dónde llega mi extravagancia. Junto a la imagen
Antojábaseme al verla tan diáfana y luminosa de esa mujer, también de mármol, grave y al pa-
que no era una criatura terrenal, sino un espíritu recer con vida como ella, hay un guerrero ..., su
que, revistiendo por un instante la forma huma- marido sin duda ... Pues bien lo voy a decir todo,
na, había descendido en el rayo de la luna, de- aunque os moféis de mi necedad ... si no hubie-
jando en el aire y en por de si la azulada estela ra temido que me tratasen de loco, creo que ya
que desde el alto ajimez bajaba verticalmente lo habría hecho cien veces pedazos.
hasta el pie del opuesto muro, rompiendose la Una nueva y aún más ruidosa carcajada de los
oscura sombra de aquel recinto lóbrego y miste- oficiales saludó esta original revelación del es-
rioso. trambótico enamorado de la dama de piedra.
Pero ..., exclamó interrumpiéndole su camarada Nada, nada, es preciso que la veamos, decían
de colegio, que comenzando por echar a broma los unos.
la historia, había concluido interesándose con su
Sí, sí, es preciso saber si el objeto corresponde
relato ¿cómo estaba allí aquella mujer? ¿no le
a tan alta pasión, añadían los otros.
dijiste nada? ¿no te explicó su presencia en
aquel sitio? ¿Cuándo nos reuniremos para echar un trago
en la iglesias en que os alojáis? exclamaron los
No me determiné a hablarle, porque estaba se-
demás.
guro de que no había de contestarme, ni verme,
ni oírme. Cuando mejor os parezca, esta misma noche si
queréis, respondió el joven capitán, recobrando
¿Era sorda?, ¿era ciega?, ¿era muda?, excla-
su habitual sonrisa, disipada un instante por el
maron a un tiempo tres o cuatro de los que es-
relámpago de celos. A propósito, con los baga-
cuchaban la relación.
jes he traído hasta un par de docenas de bote-
Lo era todo a la vez, exclamó al fin el capitán llas de champagne, verdadero champagne, res-
después de un momento de pausa, porque tos de un regalo hecho a nuestro general de bri-
era ... de mármol. gada, que, como sabéis es algo pariente.
Al oír el estupendo desenlace de tan extraña !Bravo, bravo!, exclamaron los oficiales a una
aventura cuando había en el corro prorrumpie- voz prorrumpiendo en alegres exclamaciones.
ron a una ruidosa carcajada, mientras uno de
!Se beberá vino del país!
ellos dijo al narrador de la peregrina historia,
que era el única que permanecía callado y en !Y cantaremos una canción de ronsard!
una grave actitud: Y hablaremos de mujeres, a propósito de la
!Acabáramos de una vez! Lo que es de ese gé- dama del anfitrión. Conque ... hasta la noche.
nero, tengo yo más de un millas, un verdadero Hasta la noche.
serrallo, en San Juan de los Reyes; serrallo que
desde ahora pongo a vuestra disposición, ya III
que a lo que parece, tanto os da de una mujer Ya hacia un largo rato que los pacíficos habitan-
de carne como de piedra. tes de Toledo habían cerrado con llave y cerrojo
!Oh no!, continuó el capitán, sin alterarse en lo las pesadas puertas de sus antiguos caserones;
más mínimo por las carcajadas de sus compa- la campana gorda de la catedral anunciaba la
ñeros: estoy seguro de que no pueden ser como hora de la queda, y en lo alto del alcázar, con-
la mía. La mía es una verdadera dama castella- vertido en cuartel, se oía el último toque de si-
na que por un milagro de la escultura parece lencio de los clarines, cuando diez o doce oficia-
que no la han enterrado en un sepulcro, sino les que poco a poco habían ido reuniéndose en

Textos para orar y reflexionar 73


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el Zacodover tomaron el camino que conduce mano en dirección al sitio que ocupaba la tum-
desde aquel punto al convento en que se aloja- ba, les dijo con la finura más exquisita:
ba el capitán, animados más con la esperanza Tengo el placer de presentaros a la dama de
de apurar las comprometidas botellas que con el mis pensamientos. Creo que convendréis con-
deseo de conocer la maravillosa escultura. migo en que no he exagerado su belleza.
La noche había cerrado sombría y amenazado- Los oficiales volvieron los ojos al punto que les
ra; el cielo estaba cubierto de nubes de color de señalaba su amigo, y una exclamación de
plomo; el aire, que zumbaba encarcelado en las asombro se escapó involuntariamente de todos
estrechas y retorcidas calles, agitaba la mori- los labios.
bunda luz del farolillo de los retablos, o hacía gi-
rar con un chirrido agado las veletas de hierro En el fondo de una arco sepulcral revestido de
de las torres. mármoles negros, arrodillada delante de un re-
clinatorio con las manos juntas y la cara vuelta
Apenas los oficiales dieron vista a la plaza en hacia el altar, vieron, en efecto, la imagen de
que se hallaba situado el alojamiento de su nue- una mujer tan bella que jmás salió otra igual de
vo amigo, éste que les aguardaba impaciente, manos de un escultor, ni el deseo pudo pintarla
salió a encontrarles, y después de cambiar algu- en la fantasía más soberanamente hermosa.
nas palabras a media voz, todos penetraron jun-
tos en la iglesia, en cuyo lóbrego recinto la esca- !En verdad que es un ángel!, exclamó uno de
sa claridad de una linterna luchaba trabajosa- ellos.
mente con las oscuras y espesísimas sombras. !Lástima que sea de mármol!, añadió otro.
!Por quien soy!, exclamó uno de los convidados No hay duda que aunque no sea más que la ilu-
tendiendo a su alrededor la vista, que el local es sión de hallarse junto a una mujer de este cali-
de lo menos a propósito del mundo para una bre, es lo suficiente para no pegar los ojos en
fiesta. toda la noche.
Efectivamente, dijo otro, nos traes a conocer a ¿Y no sabéis quién es ella?, preguntaron algu-
una dama, y apenas si con mucha dificultad se nos de los que contemplaban la estatua al capi-
ven los dedos de la mano. tán, que sonreía satisfecho de su triunfo.
Y con todo, hace un frío que no parece sino que Recordando un poco del latín que en mi niñez
estamos en la Siberia, añadió un tercero, arre- supe, he conseguido, a duras penas, descifrar la
bujándose en el capote. inscripción de la tumba, contestó el interpelado;
Calma, señores, calma, interrumpió el anfitrión; a lo que he podido colegir, pertenece a un título
calma, que a todo se proveerá. !Eh, muchacho!, de Castilla, famoso guerrero que hizo la campa-
prosiguió dirigiéndose a uno de sus asistentes, ña con el Gran Capitán. Su nombre lo he olvida-
busca por ahí un poco de leña, y enciéndenos do; mas su esposa, que es la que veis, se llama
una buena fogata en la capilla mayor. doña Elvira de Castañeda, y por mi fe que si la
copia se parece al original, debió ser la mujer
El asistente, obedeciendo las órdenes de su ca- más notable de su siglo.
pitán, comenzó a descargar golpes en la sillería
del coro, y después que hubo reunido una gran Después de estas breves explicaciones, los con-
cantidad de leña, que fue apilando al pie de las vidados, que no perdían de vista al principal ob-
gradas del presbiterio, tomó la linterna y se dis- jeto de la reunión, procedieron a destapar algu-
puso a hacer un auto de fe con aquellos frag- nas de las botellas, y sentándose alrededor de
mentos tallados de riquísimas labores, entre los la lumbre, empezó a andar el vino a la ronda.
que se veían ,por aquí, parte de una columnilla A medida que las liberaciones se hacían más
salomónica, por allá, la imagen de un santo numerosas y frecuentes, y el calor del espumo-
abad, al torso de una mujer o la disconforme ca- so champagne comenzaba a trastornar las ca-
beza de un grifo asomado entre hojarasca. bezas, crecían la animación, el ruido y la algaza-
A los pocos minutos, una gran claridad que de ra de los jóvenes, de los cuales éstos arrojaban
improvisto se derramó por todo el ámbito de la a los monjes de granito adosados en los pilares
iglesia, anunció a los oficiales que había llegado los cascos de las botellas vacías, y aquéllos
la hora de comenzar el festín. cantaban a toda voz canciones báquicas y es-
candalosas, mientras los de más allá prorrum-
El capitán que hacía los honores de su aloja- pían en carcajadas, batían las palmas en señal
miento con la misma ceremonia que hubiera he- de aplausos o disputaban entre sí con blasfe-
cho los de su casa, exclamó, dirigiéndose a los mias y juramentos.
convidados:
El capitán bebía en silencio como un desespera-
Si gustáis, pasaremos al buffet. do y sin apartar los ojos de la estatua de doña
Sus camaradas, afectando la mayor gravedad, Elvira.
respondieron a la invitación con un cómico salu- Iluminada por el rojizo resplandor de la hoguera
do, y se encaminaron a la capilla mayor precedi- y a través del confuso velo que la embriaguez
dos del héroe de la fiesta, que al llegar a la es- había puesto delante de su vista, parecíale que
calinata se detuvo un instante, y extendiendo la la marmórea imagen se transformaba a veces
en una mujer real; parecíale que entreabría los

Textos para orar y reflexionar 74


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labios como murmurando una oración; que se extraña, vida que yo no me explico bien, pero
alzaba su pecho como aprimido y sollozante ; que la siento, sobre todo cuando bebo un poco.
que cruzaba las manos con más fuerta; que sus !Magnifico!, exclamaron sus camaradas, bebe y
mejillas se coloreaban, en fin como si se rubori- prosigue.
zase ante aquel sacrílegio y repugnante espec-
táculo. El oficial bebió, y fijando los ojos en la imagen
de doña Elvira, prosiguió con la exaltación cre-
Los oficiales que advirtieron la taciturna tristeza ciente:
de su camarada, le sacaron del éxtasis en que
se encontraba sumergido, y presentándole una !Miradla...! !Miradla ...! ¿no veis esos cambian-
copa, exclamaron en coro: tes rojos de sus carnes mórbidas y transparen-
tes ...? ¿no parece que por debajo de esa ligera
!Vamos brindad vos, que sois el único que no lo epidermis azuladas y suave de alabastro circula
ha hecho en toda la noche! un fluido de luz color de rosa ...? ¿queréis más
El joven tomó la copa, y poniéndose en pie y al- reaidad ...?
zándola en alto, dijo encarándose con la estatua !Oh!, sí, seguramente, dijo uno de los que le es-
del guerrero arrodillado junto a doña Elvira. cuchaban, quisiéramos que fuese de carne y
!Brindo por el emperador, y brindo por la fortuna hueso.
de sus armas, merced a las cuales hemos podi- !Carne y hueso...! !Miseria, podredumbre...!, ex-
do venir hasta el fondo de Castilla a cortejarle su clamó el capitán. Yo he sentido en orgía arder
mujer, en su misma tumba, a un vencedor de mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego
Ceriñola!. que corre por las venas hirvientes como la lava
Los militares acogieron el brindis con una salva de un volcán, cuyos vapores caliginosos turban
de aplausos, y el capitán, balanceándose, dio al- y transtornan el cerebro y hacen ver visiones ex-
gunos pesos hacía el sepulcro. trañas. Entonces el beso de esas mujeres mate-
No ... prosiguió dirigiéndose siempre a la esta- riales me quemaba como un hierro candente, y
tua del guerrero, y con esa sonrisa estúpida de las apartaba de mi con disgusto, con horror,
la embriaguez, no creas que te tengo rencor al- hasta con asco; porque entonces, como ahora,
guno porque vea en ti un rival ... al contrario, te necesitaba un soplo de brisa del mar para mi
admiro como un marido paciente, ejemplo de mente calurosa, beber hielo y besar nieve ... ;
longanimidad y mansedumbre, y a mi vez quiero nieve teñida de sueave luz, nieve coloreada por
también ser generoso. Tú serías bebedor a fuer un dorado rayo de sol ... ; una mujer blanca, her-
de soldado ... no se ha de decir que te he deja- mosa y fría, como esa mujer de piedra que pare-
do morir de ser, viéndonos vaciar veinte botellas ce incitarme con su fantástica hermosura, que
... !toma!. parece que oscita al compás de la llama, y me
provoca entreabriendo sus labios y afeciéndome
Y esto diciéndole llevóle la copa a los labios, y un tesoro de amor ... !Oh ...! si ...; un
después de humedecérselos con el licor que beso ....,sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor
contenía le arrojó el resto a la cara, prorrum- que me consume.
piendo en una carcajada estrepitosa al ver cómo
caía el vino sobre la tumba goteando de las bar- !Capitán...!, exclamaron algunos de los oficiales
bas de piedra del inmóvil guerrero. al verle dirigirse hacía la estatua como fuera de
sí, extraviada la vista y con pasos inseguros,
!Capitán!, exclamó en aquel punto uno de sus ¿qué locura vais a hacer?, !basta de bromas, y
camaradas en tono de zumba, cuidado con lo dejad en paz a los muertos!.
que hacéis mirad que esas bromas con la gente
de piedra suelen costar caras ... Acordaos de lo El joven ni oyó siquiera las palabras de sus ami-
que aconteció a los húsares del 5 en el monas- gos, y tambaleando y como pudo llegó a la tum-
terio de Poblet ... Los guerreros del claustro di- ba y aproximóse a la estatua, pero al tenderle
cen que pusieron mano una noche a sus espa- los brazos resonó un grito de horror en el tem-
das de granito y dieron que hacer a los que se plo. Arrojando sangre por ojos, boca, y nariz, ha-
entretenían en pintarles bigotes con carbón. bía caído desplomado y con la cara deshecha al
pie del sepulcro.
Los jóvenes acogieron con grandes carcajadas
esta ocurrencia: pero el capitán, sin hacer caso Los oficiales, mudos y espantados, ni se atre-
de sus risas, continuó siempre fijo en la misma vían a dar un paso para prestarle socorro.
idea: En el momento en que su camarada intentó
¿Crees que yo le hubiera dado el vino, a no sa- acerca sus labios ardientes a los de doña Elvira,
ber que se tragaba al menos el que le cayese en habían visto al inmóvil guerrero levantar la mano
la boca ...? !oh ...! !no! yo no creo, como voso- y derribarle con una espantosa bofetada de su
tros, que estas estatuas son un pedazo de már- guante de piedra.
mol tan inerte hoy como el día en que lo arran- 235. EL MISERERE
caron de la cantera. Indudablemente, el artista,
que es casi un dios, da a su obra un soplo de (Leyenda religiosa)
vida que no logra hacer que ande y se mueva,
Hace algunos meses que, visitando la célebre
pero que le infunde una vida incomprensible y
abadía de Fitero, y ocupándome en revolver al-

Textos para orar y reflexionar 75


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gunos volúmenes de su abandonada biblioteca, con él pasiones que me arrastraron a un crimen.


descubrí en uno de sus rincones dos o tres cua- En mi vejez quiero convertir al bien las faculta-
dernos bastante antiguos, cubiertos de polvo y des que he empleado para el mal, redimiéndo-
hasta comenzados a roer por los ratones. me por donde mismo pude condenarme.
Era un Miserere. Como las enigmáticas palabras del desconocido
Yo no sé música; pero le tengo tanta afición no pareciesen del todo claras al hermano lego,
que, aun sin entenderla, suelo coger a veces la en quien ya comenzaba la curiosidad a desper-
partitura de una ópera y me paso las horas tarse, e instigado por ésta continuara en sus
muertas hojeando sus páginas, mirando los gru- preguntas, su interlocutor prosiguió de este
pos de notas más o menos apiñados, las rayas, modo:
los semicírculos, los triángulos y las especies de - Lloraba yo en el fondo de mi alma la culpa que
etcéteras que llaman llaves, y todo esto sin com- había cometido; mas al intentar pedir a Dios mi-
prender una jota ni sacar maldito el provecho. sericordia no encontraba palabras para expresar
Consecuente con mi manía, repasé los cuader- dignamente mi arrepentimiento, cuando un día
nos, y lo primero que me llamó la atención fue se fijaron mis ojos por casualidad sobre un libro
que, aunque en la última página había una pala- santo. Abrí aquel libro, y en una de, sus páginas
bra latina, tan vulgar en todas las obras, finis, la encontré un gigante grito de contrición verdade-
verdad era que el Miserere no estaba terminado, ra, un salmo de David, el que comienza: Misere-
porque la música no alcanzaba sino hasta el dé- re mei, Deus! Desde el instante en que hube leí-
cimo versículo. do sus estrofas, mi único pensamiento fue hallar
una forma musical tan magnífica, tan sublime,
Esto fue, sin duda, lo que me llamó la atención que bastase a contener el grandioso himno de
primeramente; pero luego que me fijé un poco dolor del Rey Profeta. Aún no la he encontrado;
en las hojas de música, me chocó más aún el pero si logro expresar lo que siento en mi cora-
observar que en vez de esas palabras italianas zón, lo que oigo confusamente en mi cabeza,
que ponen en todas, como maestoso, allegro, ri- estoy seguro de hacer un Miserere tal y tan ma-
tardando, piú vivo, a piacere, había unos renglo- ravilloso, que no hayan oído otro semejante los
nes escritos con letra muy menuda y en alemán, nacidos; tal y tan desgarrador, que al escuchar
de los cuales algunos servían para advertir co- el primer acorde los arcángeles dirán conmigo,
sas tan difíciles de hacer como esto: Crujen..., cubiertos los ojos de lágrimas y dirigiéndose al
crujen los huesos, y de sus médulas ha de pare- Señor: ¡Misericordia!, y el Señor la tendrá de su
cer que salen los alaridos; o esta otra: La cuerda pobre criatura.
aúlla sin discordar, el metal atruena sin ensorde-
cer; por eso suena todo y no se confunde nada, El romero al llegar a este punto de su narración
y todo es la Humanidad que solloza y gime; o la calló por un instante, y después, exhalando un
más original de todas, sin duda, recomendada al suspiro, tornó a coger el hilo de su discurso. El
pie del último versículo: Las notas son huesos hermano lego, algunos dependientes de la aba-
cubiertos de carne; lumbre inextinguible, los cie- día y dos o tres pastores de la granja de los frai-
los y su armonía..., fuerza:..., fuerza y dulzura. les que formaban un círculo alrededor del hogar,
escuchaban en un profundo silencio.
- ¿Sabéis qué es esto? -pregunté a un viejecito
que me acompañaba, al acabar de medio tradu- - Después -continuó- de recorrer toda Alemania,
cir estos renglones, que parecían frases escritas toda Italia y la mayor parte de este país clásico
por un loco. para la música religiosa, aún no he oído un Mi-
serere en que pueda inspirarme, ni uno, ni uno,
El anciano me contó entonces la leyenda que y he oído tantos, que puedo decir que los he oí-
voy a referiros. do todos.
I - ¿Todos? -dijo entonces, interrumpiéndole, uno
Hace ya muchos años, en una noche lluviosa y de los rabadanes-. ¿A que no habéis oído aún el
oscura, llegó a la puerta claustral de esta abadía Miserere de la Montaña?
un romero y pidió un poco de lumbre para secar - ¿El Miserere de la Montaña? -exclamó el músi-
sus ropas, un pedazo de pan con que satisfacer co con aire de extrañeza-. ¿Qué Miserere es
su hambre y un albergue cualquiera donde es- ese?.
perar la mañana y proseguir con la luz del sol su
camino. - ¿No dije? -murmuró el campesino, y luego pro-
siguió con una entonación misteriosa-: Ese Mi-
Su modesta colación, su pobre lecho y su en- serere, que sólo oyen por casualidad los que,
cendido hogar puso el hermano a quien se hizo como yo, andan día y noche tras el ganado por
esta demanda a disposición del caminante, al entre breñas y peñascales, es toda una historia,
cual, después que se hubo repuesto de su cans- una historia muy antigua, pero tan verdadera
ancio, interrogó acerca del objeto de su romería como, al parecer, increíble. Es el caso que en lo
y del punto adonde se encaminaba. más fragoso de esas cordilleras de montañas
- Yo soy músico -respondió el interpelado-. He que limitan el horizonte del valle, en el fondo del
nacido muy lejos de aquí, y en mi patria gocé un cual se halla la abadía, hubo hace ya muchos
día de gran renombre. En mi juventud hice de mi años, ¡qué digo muchos años!, muchos siglos,
arte un arma poderosa de seducción y encendí un monasterio famoso, monasterio que, a lo que

Textos para orar y reflexionar 76


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parece, edificó a sus expensas un señor con los - ¿A dónde voy? A oír esa maravillosa música, a
bienes que había de legar a su hijo, al cual des- oír el grande, el verdadero Miserere, el Miserere
heredó al morir, en pena de sus maldades. Has- de los que vuelven al mundo después de muer-
ta aquí todo fue bueno; pero es el caso que este tos y saben lo que es morir en el pecado.
hijo, que por lo que se verá más adelante debió Y esto diciendo, desapareció de la vista del es-
de ser de la piel del diablo, si no era el mismo pantado lego y de los no menos atónitos pasto-
diablo en persona, sabedor de que sus bienes res.
estaban en poder de los religiosos y de que su
castillo se había transformado en iglesia, reunió El viento zumbaba y hacía crujir las puertas,
a unos cuantos bandoleros, camaradas suyos como si una mano poderosa pugnase por arran-
en la vida de perdición que emprendiera al carlas de sus quicios; la lluvia caía en turbiones,
abandonar la casa de sus padres, y una noche azotando los vidrios de las ventanas, y de cuan-
de Jueves Santo, en que los monjes se hallaban do en cuando la luz de un relámpago iluminaba
en el coro, y en el punto y hora en que iban a por un instante todo el horizonte que desde ellas
comenzar o habían comenzado el Miserere, pu- se descubría.
sieron fuego al monasterio, entraron a saco en Pasado el primer momento de estupor:
la iglesia, y a éste quiero, a aquél no, se dice
- ¡Está loco! -exclamó el lego.
que no dejaron fraile con vida. Después de esta
atrocidad se marcharon los bandidos, y su insti- - ¡Está loco! -repitieron los pastores, y atizaron
gador con ellos, a donde no se sabe, a los pro- de nuevo la lumbre y se agruparon alrededor del
fundos tal vez. Las llamas redujeron el monaste- hogar.
rio a escombros; de la iglesia aun quedan en pie II
las ruinas sobre el cóncavo peñón de donde
nace la cascada que, después de estrellarse de Después de una o dos horas de camino, el mis-
peña en peña, forma el riachuelo que viene a terioso personaje que calificaron de loco en la
bañar los muros de esta abadía. abadía, remontando la corriente del riachuelo
que le indicó el rabadán de la historia, llegó al
- Pero -interrumpió impaciente el músico- ¿y el punto en que se levantaban, negras e imponen-
Miserere? tes, las ruinas del monasterio.
- Aguardaos -continuó con gran sorna el raba- La lluvia había cesado; las nubes flotaban en
dán- que todo irá por partes. oscuras bandas, por entre cuyos jirones se des-
Dicho lo cual, siguió así su historia: lizaba a veces un furtivo rayo de luz pálida y du-
dosa; y el aire, al azotar los fuertes machones y
- Las gentes de los contornos se escandalizaron
extenderse por los desiertos claustros, diríase
del crimen: de padres a hijos y de hijos a nietos
que exhalaba gemidos. Sin embargo, nada so-
se refirió con horror en las largas noches de ve-
brenatural, nada extraño venía a herir la imagi-
lada; pero lo que mantiene más viva su memoria
nación. Al que había dormido más de una noche
es que todos los años, tal noche como en la que
sin otro amparo que las ruinas de una torre
se consumó, se ven brillar luces a través de las
abandonada o un castillo solitario: al que había
rotas ventanas de la iglesia; se oye como una
arrostrado en su larga peregrinación cien y cien
especie de música extraña y unos cantos lúgu-
tormentas, todos aquellos ruidos le eran familia-
bres y aterradores que se perciben a intervalos
res.
en las ráfagas del aire. Son los monjes, los cua-
les, muertos tal vez sin hallarse preparados para Las gotas de agua que se filtraban por entre las
presentarse en el Tribunal de Dios limpios de grietas de los rotos arcos y caían sobre las losas
toda culpa, vienen aún del purgatorio a impetrar con un rumor acompasado, como el de la pén-
su misericordia cantando el Miserere. dola de un reloj; los gritos del búho, que grazna-
ba refugiado bajo el nimbo de piedra de una
Los circunstantes se miraron unos a otros con
imagen en pie aún en el hueco de un muro; el
muestras de incredulidad; sólo el romero, que
ruido de los reptiles, que, despiertos de su letar-
parecía vivamente preocupado con la narración
go por la tempestad, sacaban sus disformes ca-
de la historia, preguntó con ansiedad al que la
bezas de los agujeros donde duermen o se
había referido:
arrastran por entre los jaramagos y zarzales que
- ¿Y decís que ese portento se repite aún? crecían al pie del altar, entre las junturas de las
- Dentro de tres horas comenzará sin falta algu- lápidas sepulcrales que formaban el pavimento
na, porque precisamente esta noche es la del de la iglesia, todos estos extraños y misteriosos
Jueves Santo y acaban de dar las ocho en el re- murmullos del campo, de la soledad y de la no-
loj de la abadía. che llegaban perceptibles al oído del romero,
que sentado sobre la mutilada estatua de una
- ¿A qué distancia se encuentra el monasterio? tumba, aguardaba ansioso la hora en que debie-
- A una legua y media escasa. Pero, ¿qué ha- ra realizarse el prodigio.
céis? ¿A dónde vais con una noche como ésta? Transcurrió tiempo y tiempo, y nada se percibió;
¡Estáis dejado de la mano de Dios! -exclamaron aquellos mil confusos rumores seguían sonando
todos, al ver que el romero, levantándose de su y combinándose de mil maneras distintas, pero
escaño y tomando el bordón, abandonaba el ho- siempre los mismos. ¡Si me habrá engañado!,
gar para dirigirse a la puerta. pensó el músico; pero en aquel instante se oyó
Textos para orar y reflexionar 77
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un ruido nuevo, un ruido inexplicable en aquel de, diciendo con voz baja y sepulcral, pero con
lugar, como el que produce un reloj algunos se- una desgarradora expresión de dolor, el primer
gundos antes de sonar la hora: ruidos de ruedas versículo del salmo de David:
que giran, de cuerdas que se dilatan, de maqui- - Miserere mei, Deus, secundum magnam mise-
naria que se agita sordamente y se dispone a ricordiam tuam!
usar de su misteriosa vitalidad mecánica, y sonó
una campanada..., dos..., tres...; hasta once. Cuando los monjes llegaron al peristilo del tem-
plo, se ordenaron en dos hileras y, penetrando
En el derruido templo no había campana, ni re- en él, fueron a arrodillarse en el coro, donde,
loj, ni torre ya siquiera. con voz más levantada y solemne, prosiguieron
Aún no había expirado, debilitándose de eco en entonando los versículos del salmo. La música
eco la última campanada; todavía se escuchaba sonaba al compás de sus voces: aquella música
su vibración temblando en el aire, cuando los era el rumor distante del trueno, que, desvaneci-
doseles de granito, que cobijaban las esculturas, da la tempestad, se alejaba murmurando; era el
las gradas de mármol de los altares, los sillares zumbido del aire que gemía en la concavidad
de las ojivas, los calados antepechos del coro, del monte; era el monótono ruido de la cascada
los festones de tréboles de las cornisas, los ne- que caía sobre las rocas, y la gota de agua que
gros machones de los muros, el pavimento, las se filtraba, y el grito del búho escondido, y el
bóvedas, la iglesia entera comenzó a iluminarse roce de los reptiles inquietos. Todo esto era la
espontáneamente, sin que se viese una antor- música y algo más que no puede explicarse ni
cha, un cirio o una lámpara que derramase apenas concebirse; algo más que parecía como
aquella insólita claridad. el eco de un órgano que acompañaba los ver-
Parecía como un esqueleto de cuyos huesos sículos del gigante himno de contrición del rey
amarillos se desprende ese gas fosfórico que salmista con notas y acordes tan gigantes como
brilla y humea en la oscuridad con una luz azu- sus palabras terribles.
lada, inquieta y medrosa. Siguió la ceremonia; el músico, que la presen-
Todo pareció animarse, pero con ese movimien- ciaba absorto y aterrado, creía estar fuera del
to galvánico que imprime a la muerte contraccio- mundo real, vivir en esa región fantástica del
nes que parodian la vida, movimiento instantá- sueño, en que todas las cosas se revisten de
neo, más horrible aún que la inercia del cadáver formas extrañas y fenomenales.
que agita con su desconocida fuerza. Las pie- Un sacudimiento terrible vino a sacarlo de aquel
dras se reunieron a las piedras; el ara, cuyos ro- estupor que embargaba todas las facultades de
tos fragmentos se veían antes esparcidos sin or- su espíritu. Sus nervios saltaron al impulso de
den, se levantó intacta, como si acabase de dar una conmoción fuertísima, sus dientes choca-
en ella su último golpe de cincel el artífice, y al ron, agitándose con un temblor imposible de re-
par del ara se levantaron las derribadas capillas, primir, y el frío penetró hasta la médula de los
los rotos capiteles y las destrozadas e inmensas huesos.
series de arcos que, cruzándose y enlazándose Los monjes pronunciaban en aquel instante es-
caprichosamente entre sí, formaron con sus co- tas espantosas palabras del Miserere:
lumnas un laberinto de pórfido.
- In iniquitatibus conceptus sum: et in peccatis
Una vez reedificado el templo, comenzó a oírse concepit me mater mea.
un acorde lejano que pudiera confundirse con el
zumbido del aire, pero que era un conjuro de vo- Al resonar este versículo y dilatarse sus ecos re-
ces lejanas y graves que parecía salir del seno tumbando de bóveda en bóveda, se levantó un
de la tierra e irse elevando poco a poco, hacién- alarido tremendo que parecía un grito de dolor
dose cada vez más perceptible. arrancado a la Humanidad entera por la con-
ciencia de sus maldades; un grito horroroso, for-
El osado peregrino comenzaba a tener miedo; mado por todos los lamentos del infortunio, de
pero con su miedo luchaba aún su fanatismo por todos los aullidos de la desesperación, de todas
todo la desusado y maravilloso, y alentado por las blasfemias de la impiedad; concierto mons-
él dejó la tumba sobre que reposaba, se inclinó truoso, digno intérprete de los que viven en el
al borde del abismo por entre cuyas rocas salta- pecado y fueron concebidos en la iniquidad.
ba el torrente, despeñándose con un trueno in-
cesante y espantoso, y sus cabellos se erizaron Prosiguió el canto, ora tristísimo y profundo, ora
de horror. semejante a un rayo de sol que rompe la nube
oscura de una tempestad, haciendo suceder a
Mal envueltos en los jirones de sus hábitos, ca- un relámpago de tenor otro relámpago de júbilo,
ladas las capuchas, bajo los pliegues de las hasta que, merced a una transformación súbita,
cuales contrastaban con sus descarnadas man- la iglesia resplandeció bañada en luz celeste;
díbulas y los blancos dientes las oscuras cavida- las osamentas de los monjes se vistieron de sus
des de los ojos de sus calaveras, vio los esque- carnes; una aureola luminosa brilló en derredor
letos de los monjes, que fueron arrojados desde de sus frentes; se rompió la cúpula, y a través
el pretil de la iglesia a aquel precipicio, salir del de ella se vio el cielo como un océano de lumbre
fondo de las aguas y, agarrándose con los lar- abierto a la mirada de los justos.
gos dedos de sus manos de hueso a las grietas
de las peñas, trepar por ellas hasta tocar el bor-

Textos para orar y reflexionar 78


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Los serafines, los arcángeles y los ángeles y las serere, que aún estaba abierto sobre una de las
jerarquías acompañaban con un himno de gloria mesas.
este versículo, que subía entonces al trono del In peccatis concepit me mater mea...
Señor como una tromba armónica, como una gi-
gantesca espiral de sonoro incienso: Estas eran las palabras de la página que tenía
ante mi vista, y que parecía mofarse de mí con
- Auditui meo dabis gaudium et laetitiam: et exul- sus notas, sus llaves y sus garabatos ininteligi-
tabunt ossa humiliata. bles para los legos de la música.
En este punto, la claridad deslumbradora cegó Por haberlas podido leer hubiera dado un mun-
los ojos del romero, sus sienes latieron con vio- do:
lencia, zumbaron sus oídos y cayó sin conoci-
miento por tierra, y no oyó más... ¿Quién sabe si no será una locura?
III 236. EL MONTE DE LAS ÁNIMAS
Al día siguiente, los pacíficos monjes de la aba-
(Leyenda soriana)
día de Fitero, a quienes el hermano lego había
dado cuenta de la extraña visita de la noche an- La Noche de Difuntos, me despertó a no sé qué
terior, vieron entrar por las puertas, pálido y hora el doble de las campanas. Su tañido monó-
como fuera de sí, al desconocido romero. tono y eterno me trajo a las mientes esta tradi-
ción que oí hace poco en Soria.
- ¿Oísteis, al cabo, el Miserere? -le preguntó
con cierta mezcla de ironía el lego, lanzando a Intenté dormir de nuevo. ¡Imposible! Una vez
hurtadillas una mirada de inteligencia a sus su- aguijoneada la imaginación es un caballo que se
periores. desboca y al que no sirve tirarlo de la rienda.
Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como
- Sí respondió el músico.
en efecto lo hice.
- ¿Y qué tal os ha parecido?
A las doce de la mañana, después de almorzar
- Lo voy a escribir. Dadme un asilo en vuestra bien, y con un cigarro en la boca, no le hará mu-
casa -prosiguió, dirigiéndose al abad-, un asilo y cho efecto a los lectores de El Contemporáneo.
pan para algunos meses, y voy a dejaros una Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la
obra inmortal del arte, un Miserere que borre he escrito volviendo algunas veces la cabeza
mis culpas a los ojos de Dios, eternice mi me- con miedo cuando sentía crujir los cristales de
moria y eternice con ella la de esta abadía. mi balcón, estremecidos por el aire de la noche.
Los monjes, por curiosidad, aconsejaron al abad Sea de ello lo que quiera, allá va, como el caba-
que accediese a su demanda. El abad, por com- llo de copas.
pasión, aun creyéndole un loco, accedió, al fin, a
I
ello y el músico, instalado ya en el monasterio,
comenzó su obra. - Atad los perros, haced la señal con las trom-
pas para que se reúnan los cazadores y demos
Noche y día trabajaba con un afán incesante. En
la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día
mitad de su tarea se paraba y parecía como es-
de Todos los Santos y estamos en el Monte de
cuchar algo que sonaba en su imaginación, y se
las Animas.
dilataban sus pupilas, saltaba en el asiento y ex-
clamaba: - ¡Tan pronto!
- ¡Eso es; así, así, no hay duda..., así! -y prose- - A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese
guía escribiendo notas con una rapidez febril, rebaño de lobos que las nieves del Moncayo
que dio en más de una ocasión que admirar a han arrojado de sus madrigueras, pero hoy es
los que lo observaban sin ser vistos. imposible. Dentro de poco sonará la oración en
los Templarios, y las ánimas de los difuntos co-
Escribió los primeros versículos y los siguientes
menzarán a tañer su campana en la capilla del
hasta la mitad del salmo; pero al llegar al último
monte.
que había oído en la montaña le fue imposible
proseguir. - ¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asus-
tarme?
Escribió uno, dos, cien, doscientos borradores:
todo inútil. Su música no se parecía a aquella - No, hermosa prima. Tú ignoras cuanto sucede
música ya anotada, y el sueño huyó de sus pár- en este país, porque aún no hace un año que
pados y perdió el apetito, y la fiebre se apoderó has venido a él desde muy lejos. Refrena tu ye-
de su cabeza, y se volvió loco, y se murió, en gua, yo también pondré la mía al paso, y mien-
fin, sin poder terminar el Miserere, que, como tras dure el camino te contaré esa historia.
una losa extraña, guardaron los frailes a su Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos
muerte, y aún se conserva hoy en el archivo de grupos. Los condes de Borges y de Alcudiel
la abadía. montaron en sus magníficos caballos, y todos
... juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso,
que precedían a la comitiva a bastante distan-
Cuando el viejecito concluyó de contarme esta
cia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en
historia, no pude menos de volver otra vez los
estos términos la prometida historia:-
ojos al empolvado y antiguo manuscrito del Mi-
Textos para orar y reflexionar 79
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

- Ese monte que hoy llaman de las Animas per- miento, los caprichos de la llama. Alonso miraba
tenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, el reflejo de la hoguera chispear en las azules
a la margen del río. Los Templarios eran guerre- pupilas de Beatriz.
ros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los Ambos guardaban hacía rato un profundo silen-
árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras cio.
para defender la ciudad por la parte del puente,
haciendo en ello notable agravio a sus nobles Las dueñas referían, a propósito de la noche de
de Castilla, que así hubieran solos sabido defen- Difuntos, cuentos temerosos, en que los espec-
derla corno solos la conquistaron. Entre los ca- tros y los aparecidos representaban el principal
balleros de la nueva y poderosa Orden y los hi- papel; y las campanas de las iglesias de Soria
dalgos de la ciudad fermentó por algunos años, doblaban a lo lejos con un tañido monótono y
y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros triste.
tenían acotado ese monte, donde reservaban - Hermosa prima exclamó, al fin, Alonso, rom-
caza abundante para satisfacer sus necesida- piendo el largo silencio en que se encontraban,
des y contribuir a sus placeres. Los segundos Pronto vamos a separarnos, tal vez para siem-
determinaron organizar una gran batida en el pre; las áridas llanuras de Castilla, sus costum-
coto, a pesar de las severas prohibiciones de los bres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y
clérigos con espuelas, como llamaban a sus patriarcales, sé que no te gustan; te he oído
enemigos. Cundió la voz del reto, y nada fue a suspirar varias veces, acaso por algún galán de
parte a detener a los unos en su manía de cazar tu lejano señorío.
y a los otros en su empeño de estorbarlo. La
Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia: todo
proyectada expedición se llevó a cabo. No se
un carácter de mujer se reveló en aquella des-
acordaron de ella las fieras. Antes la tendrían
deñosa contracción de sus delgados labios.
presente tantas madres como arrastraron sen-
dos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cace- - Tal vez por la pompa de la Corte francesa,
ría. Fue una batalla espantosa: el monte quedó donde hasta aquí has vivido se apresuró a aña-
sembrado de cadáveres. Los lobos, a quienes dir el joven. De un modo o de otro, presiento
se quiso exterminar, tuvieron un sangriento fes- que no tardaré en perderte... Al separarnos, qui-
tín. Por último, intervino la autoridad del rey: el siera que llevases una memoria mía... ¿Te
monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias
declaró abandonado, y la capilla de los religio- a Dios por haberte devuelto la salud que viniste
sos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la
se enterraron juntos amigos y enemigos, co- pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué her-
menzó a arruinarse. Desde entonces dicen que moso estaría sujetando un velo sobre tu oscura
cuando llega la noche de Difuntos se oye doblar cabellera! Ya ha prendido el de una desposada;
sola la campana de la capilla, y que las ánimas mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y
de los muertos, envueltas en jirones de sus su- ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?
darios, corren como en una cacería fantástica - No sé en el tuyo contestó la hermosa, pero en
por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos mi país una prenda recibida compromete una
braman espantados, los lobos aúllan, las cule- voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe
bras dan horrorosos silbidos. Y al otro día se aceptarse un presente de manos de un deudo...,
han visto impresas en la nieve las huellas de los que aún puede ir a Roma sin volver con las ma-
descarnados pies de los esqueletos. Por eso en nos vacías.
Soria lo llamamos el Monte de las Animas, y por
eso he querido salir de él antes que cierre la no- El acento helado con que Beatriz pronunció es-
che. tas palabras turbó un momento al joven que,
después de serenarse, dijo con tristeza:
La relación de Alonso concluyó justamente
cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del - Lo sé, prima; pero hoy se celebran Todos los
puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Santos y el tuyo entre todos; hoy es día de cere-
Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, monias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?
después de incorporársele los dos jinetes, se Beatriz se mordió ligeramente los labios y exten-
perdió por entre las estrechas y oscuras calles dió la mano para tomar la joya, sin añadir una
de Soria. palabra.
II Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silen-
Los servidores acababan de levantar los mante- cio, y volvióse a oír la cascada voz de las viejas
les; la alta chimenea gótica del palacio de los que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbi-
condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, do del aire que hacía crujir los vidrios de las oji-
iluminando algunos grupos de damas y caballe- vas, y el triste y monótono doblar de las campa-
ros que alrededor de la lumbre conversaban fa- nas.
miliarmente, y el viento azotaba los emplomados Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diá-
vidrios de las ojivas del salón. logo tornó a reanudarse de este modo:
Solas dos personas parecían ajenas a la con- - Y antes que concluya el día de Todos los San-
versación general: Beatriz y Alonso. Beatriz se- tos en que así como el tuyo se celebra el mío, y
guía con los ojos, y absorta en un vago pensa- puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuer-

Textos para orar y reflexionar 80


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do, ¿no lo harás? -dijo él, clavando una mirada zón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la
en la de su prima, que brilló como un relámpa- hermosa, que estaba aún inclinada sobre el ho-
go, iluminada por un pensamiento diabólico: gar, entreteniéndose en revolver el fuego:
- ¿Por qué no? -exclamó ésta, llevándose la - Adiós, Beatriz, adiós, Hasta pronto.
mano al hombro derecho, como para buscar al- - ¡Alonso, Alonso! -dijo ésta, volviéndose con ra-
guna cosa entre los pliegues de su ancha man- pidez; pero cuando quiso o aparentó querer de-
ga de terciopelo bordado de oro, y después, con tenerlo, el joven había desaparecido.
una infantil expresión de sentimiento, añadió:
A los pocos minutos se oyó el rumor de un ca-
- ¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a ballo que se alejaba al galope. La hermosa, con
la cacería, y que no sé qué emblema de su color una radiante expresión de orgullo satisfecho que
me dijiste que era la divisa de tu alma? coloreó sus mejillas, prestó oído a aquel rumor
- Sí. que se debilitaba, que se perdía, que se desva-
- ¡Pues... se ha perdido! Se ha perdido, y pensa- neció por último.
ba dejártela como un recuerdo. Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos
- ¡Se ha perdido! ¿Y dónde? -preguntó Alonso, de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los
incorporándose de su asiento y con una indes- vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad
criptible expresión de temor y esperanza. doblaban a lo lejos.

- No sé... En el monte acaso. III

- ¡En el Monte de las Animas! -murmuró, palide- Había asado una hora, dos, tres; la medianoche
ciendo y dejándose caer sobre el sitial. ¡En el estaba a punto de sonar, cuando Beatriz se reti-
Monte de las Animas! -luego prosiguió, con voz ró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, y, a
entrecortada y sorda-: Tú lo sabes, porque lo querer, en menos de una hora pudiera haberlo
habrás oído mil veces. En la ciudad, en toda hecho.
Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No - ¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven, ce-
habiendo aún podido probar mis fuerzas en los rrando su libro de oraciones y encaminándose a
combates, como mis ascendientes, he llevado a su lecho, después de haber intentado inútilmen-
esta diversión, imagen de la guerra, todos los te murmurar algunos de los rezos que la Iglesia
bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario de consagra en el día de Difuntos a los que ya no
mi raza. La alfombra que pisan tus pies son des- existen.
pojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo Después de haber apagado la lámpara y cruza-
conozco sus guaridas y sus costumbres, y he do las dobles cortinas de seda, se durmió; se
combatido con ellas de día y de noche, a pie y a durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.
caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha
visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra no- Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz
che volaría por esa banda, y volaría gozoso oyó entre sueños las vibraciones de las campa-
como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche..., nas, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los
¿a qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronun-
campanas doblan, la oración ha sonado en San ciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una
Juan del Duero, las ánimas del monte comenza- voz ahogada y doliente. El viento gemía en los
rán ahora a levantar sus amarillentos cráneos vidrios de la ventana.
de entre las malezas que cubren sus fosas... - Será el viento -dijo-, y poniéndose la mano so-
¡Las ánimas!, cuya sola vista puede helar de te- bre su corazón procuró tranquilizarse.
rror la sangre del más valiente, tornar sus cabe-
Pero su corazón latía cada vez con más violen-
llos blancos o arrebatarlo en el torbellino de su
cia, las puertas de alerce del oratorio habían
fantástica carrera como una hoja que arrastra el
crujido sobre sus goznes con chirrido agudo,
viento sin que se sepa adónde.
prolongado y estridente.
Mientras el joven hablaba, una sonrisa imper-
Primero unas y luego las otras más cercanas,
ceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que,
todas las puertas que daban paso a su habita-
cuando hubo concluido, exclamó en un tono in-
ción iban sonando por su orden; éstas con un
diferente y mientras atizaba el fuego del hogar,
ruido sordo y grave, y aquellas con un lamento
donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas
largo y crispador. Después, un silencio; un silen-
de mil colores.
cio lleno de rumores extraños, el silencio de la
- ¡Oh! Eso, de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir medianoche; lejanos ladridos de perros, voces
ahora al monte por semejante friolera! ¡Una no- confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos
che tan oscura, noche de Difuntos y cuajado el que van y vienen, crujir de ropas que arrastran,
camino de lobos! suspiros que se ahogan, respiraciones fatigo-
Al decir esta última frase la recargó de un modo sas, que casi se siente, estremecimientos invo-
tan especial, que Alonso no pudo menos de luntarios que anuncian la presencia de algo que
comprender toda su amarga ironía; movido no se ve y cuya aproximación se nota, no obs-
como por un resorte se puso en pie, se pasó la tante, en la oscuridad.
mano por la frente, como para arrancarse el
miedo que estaba en su cabeza y no en su cora-
Textos para orar y reflexionar 81
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza que al otro día, antes de morir, pudo contar lo
fuera de las cortinas y escuchó un momento. que viera, refirió cosas terribles. Entre otras, se
Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por asegura que vio a los esqueletos de los antiguos
la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio. Templarios y de los nobles de Soria enterrados
Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las en el atrio de la capilla levantarse al punto de la
crisis nerviosas, como bultos que se movían en oración con un estrépito horrible, y, caballeros
todas las direcciones, y cuando dilatándolas las sobre osamentas de corceles, perseguir como a
fijaba en un punto, nada; oscuridad de las som- una fiera a una mujer hermosa y pálida y des-
bras impenetrables. melenada que, con los pies desnudos y san-
grientos, y arrojando gritos de horror, daba vuel-
- ¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermo- tas alrededor de la tumba de Alonso.
sa cabeza sobre la almohada de raso azul del
lecho. ¿Soy yo tan miedosa como esas pobres 237. EL RAYO DE LUNA
gentes cuyo corazón palpita de terror bajo una
armadura al oír una conseja de aparecidos? (Leyenda soriana)
Y cerrando los ojos, intentó dormir...: pero en Yo no sé si esto es una historia que parece
vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. cuento o un cuento que parece historia; lo que
Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más puedo decir es que en su fondo hay una verdad,
inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: una verdad muy triste, de la que acaso yo seré
las colgaduras de brocado de la puerta habían uno de los últimos en aprovecharme, dadas mis
rozado al separarse, y unas pisadas lentas so- condiciones de imaginación.
naban sobre la alfombra; el rumor de aquellas Otro, con esta idea, tal vez hubiera hecho un
pisadas era sordo, casi imperceptible, pero con- tomo de filosofía lacrimosa; yo he escrito esta
tinuado, y a su compás se oía crujir una cosa leyenda, que, a los que nada vean en su fondo,
como madera o hueso. Y se acercaban, se acer- al menos podrá entretenerlos un rato.
caban, y se movió el reclinatorio que estaba a la
I
orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y
rebujándose en la ropa que la cubría, escondió Era noble; había nacido entre el estruendo de
la cabeza y contuvo el aliento. las armas, y el insólito clamor de una trompa de
guerra no le hubiera hecho levantar la cabeza
El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de
un instante, ni apartar sus ojos un punto del os-
la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno
curo pergamino en que leía la última carta de un
y monótono; los ladridos de los perros se dilata-
trovador.
ban en las ráfagas de aire, y las campanas de la
ciudad de Soria, unas cerca, y otras distantes, Los que quisieran encontrarlo no lo debían bus-
doblaban tristemente por las ánimas de los di- car en el anchuroso patio de su castillo, donde
funtos. los palafreneros domaban los potros, los pajes
enseñaban a volar a los halcones y los soldados
Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, por-
se entretenían los días de reposo en afilar el
que la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al
hierro de su maza contra una piedra.
fin, despuntó la aurora. Vuelta de su temor en-
treabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. - ¿Dónde está Manrique? ¿Dónde está vuestro
Después de una noche de insomnio y de terro- señor? -preguntaba algunas veces su madre.
res, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del - No sabemos -respondían sus servidores-; aca-
día! Separó las cortinas de seda del lecho, ten- so estará en el claustro del monasterio de la Pe-
dió una mirada serena a su alrededor, y ya se ña; sentado al borde de una tumba, prestando
disponía a reírse de sus temores pasados, oído a ver si sorprende alguna palabra de la
cuando de repente un sudor frío cubrió su cuer- conversación de los muertos; o en el puente, mi-
po, sus ojos se desencajaron y una palidez mor- rando correr una tras otra las olas del río por de-
tal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio bajo de sus arcos; o acurrucado en la quiebra
había visto, sangrienta y desgarrada, la banda de una roca y entretenido en contar las estrellas
azul que fue a buscar Alonso. del cielo, en seguir una nube con la vista o con-
Cuando sus servidores llegaron, despavoridos, templar los fuegos fatuos que cruzan como
a notificarle la muerte del primogénito de Alcu- exhalaciones sobre el haz de las lagunas. En
diel, que por la mañana había aparecido devora- cualquiera parte estará menos en donde esté
do por los lobos entre las malezas del Monte de todo el mundo.
las Animas, la encontraron inmóvil; asida con En efecto, Manrique amaba la soledad, y la
ambas manos a una de las columnas de ébano amaba de tal modo, que algunas veces hubiera
del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la deseado no tener sombra por que su sombra no
boca, blancos los labios, rígidos los miembros, lo siguiese a todas partes.
muerta, ¡muerta de horror!
Amaba la soledad porque en su seno, dando
IV rienda suelta a la imaginación, forjaba un mundo
Dicen que después de acaecido este suceso, un fantástico, habitado por extrañas creaciones, hi-
cazador extraviado que pasó la noche de Difun- jas de sus delirios y sus ensueños de poeta,
tos sin poder salir del Monte de las Animas, y porque Manrique era poeta, ¡tanto, que nunca le

Textos para orar y reflexionar 82


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

habían satisfecho las formas en que pudiera en- los religiosos, la vegetación, abandonada de sí
cerrar sus pensamientos, y nunca los había en- misma, desplegaba todas sus galas, sin temor
cerrado al escribirlos! de que la mano del hombre la mutilase, creyen-
Creía que entre las rojas ascuas del hogar habi- do embellecerla.
taban espíritus de fuego de mil colores, que co- Las plantas trepadoras subían encaramándose
rrían como insectos de oro a lo largo de los tron- por los añosos troncos de los árboles; y las
cos encendidos, o danzaban en una luminosa sombrías calles de álamos, cuyas copas se to-
ronda de chispas en la cúspide de las llamas, y caban y se confundían entre sí, se habían cu-
se pasaba las horas muertas sentado en un es- bierto de césped; los cardos silvestres y las orti-
cabel, junto a la alta chimenea gótica, inmóvil y gas brotaban en medio de los enarenados cami-
con los ojos fijos en la lumbre. nos, y en los trozos de fábrica, próxima a des-
Creía que en el fondo de las ondas del río, entre plomarse, el jaramago, flotando al viento como
los musgos de la fuente y sobre los vapores del el penacho de una cimera, y las campanillas
lago vivían unas mujeres misteriosas, hadas, síl- blancas y azules, balanceándose como en un
fides u ondinas, que exhalaban lamentos y sus- columpio sobre sus largos y flexibles tallos, pre-
piros o cantaban y se reían en el monótono ru- gonaban la victoria de la destrucción y la ruina.
mor del agua, rumor que oía en silencio, inten- Era de noche; una noche de verano, templada,
tando traducirlo. llena de perfumes y de rumores apacibles, y con
En las nubes, en el aire, en el fondo de los bos- una luna blanca y serena en mitad de un cielo
ques, en las grietas de las peñas imaginaba per- azul, luminoso y transparente.
cibir formas o escuchar sonidos misteriosos, for- Manrique, presa su imaginación de un vértigo de
mas de seres sobrenaturales, palabras inteligi- poesía, después de atravesar el puente, desde
bles que no podía comprender. donde contempló un momento la negra silueta
¡Amar! Había nacido para soñar el amor, no de la ciudad que se destacaba sobre el fondo de
para sentirlo. Amaba a todas las mujeres un ins- algunas nubes blanquecinas y ligeras arrolladas
tante: a ésta porque era rubia, a aquélla porque en el horizonte, se internó en las desiertas rui-
tenía los labios rojos, a la otra porque se cim- nas de los Templarios.
breaba al andar, como un junco. La medianoche tocaba a su punto. La luna, que
Algunas veces llegaba su delirio hasta el punto se había ido remontando lentamente, estaba ya
de quedarse una noche entera mirando a la en lo más alto del cielo, cuando al entrar en una
luna, que flotaba en el cielo entre un vapor de oscura alameda que conducía desde el derruido
plata, o a las estrellas, que temblaban a lo lejos claustro a la margen del Duero, Manrique exhaló
como los cambiantes de las piedras preciosas. un grito, un grito leve y ahogado, mezcla extraña
En aquellas largas noches de poético insomnio de sorpresa, de temor y de júbilo.
exclamaba: En el fondo de la sombría alameda había visto
- Si es verdad, como el prior de la Peña me ha agitarse una cosa blanca que flotó un momento
dicho, que es posible que esos puntos de luz y desapareció en la oscuridad. La orla del traje
sean mundos; si es verdad que en ese globo de de una mujer, de una mujer que había cruzado
nácar que rueda sobre las nubes habitan gen- el sendero y se ocultaba entre el follaje, en el
tes, ¡qué mujeres tan hermosas serán las muje- mismo instante en que el loco soñador de qui-
res de esas regiones luminosas! Y yo no podré meras o imposibles penetraba en los jardines.
verlas, y yo no podré amarlas... ¿Cómo será su - ¡Una mujer desconocida!... ¡En este sitio... ¡A
hermosura?... ¿Cómo será su amor? estas horas! Esa, esa es la mujer que yo busco -
II exclamó Manrique-; y se lanzó en su seguimien-
to, rápido como una saeta.
Sobre el Duero, que pasa lamiendo las carcomi-
das y oscuras piedras de las murallas de Soria, III
hay un puente que conduce de la ciudad al anti- Llegó al punto en que había visto perderse, en-
guo convento de los Templarios, cuyas posesio- tre la espesura de las ramas, a la mujer miste-
nes se extendían a lo largo de la opuesta mar- riosa. Había desaparecido. ¿Por dónde? Allá le-
gen del río. jos, muy lejos, creyó divisar por entre los cruza-
En la época a que nos referimos, los caballeros dos troncos de los árboles como una claridad o
de la Orden habían ya abandonado sus históri- una forma blanca que se movía.
cas fortalezas; pero aún quedaban en pie restos - ¡Es ella, es ella, que lleva alas en los pies y
de los anchos torreones de sus muros; aún se huye como una sombra! -dijo, y se precipitó en
veían, como en parte se ven hoy, cubiertos de su busca, separando con las manos las redes
hiedra y campanillas blancas, los macizos arcos de piedra que se extendían como un tapiz de
de su claustro, las prolongadas galerías ojivales unos en otros álamos. Llegó, rompiendo por en-
de sus patios de armas, en las que suspiraba el tre la maleza y las plantas parásitas, hasta una
viento con un gemido, agitando las altas hier- especie de rellano que iluminaba la claridad del
bas. cielo... ¡Nadie! ¡Ah!... Por aquí, por aquí va -ex-
En los huertos y en los jardines cuyos senderos clamó entonces-. Oigo sus pisadas sobre las ho-
no hollaban hacía muchos años las plantas de jas secas, y el crujido de su traje, que arrastra

Textos para orar y reflexionar 83


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

por el suelo y roza en los arbustos -y corría, y IV


corría como un loco, de aquí para allá, y no la Aunque desvanecida su esperanza de alcanzar
veía-. Pero siguen sonando sus pisadas -mur- a los que habían entrado por el postigo de San
muró otra vez-; creo que ha hablado; no hay Saturio, no por eso nuestro héroe perdió la de
duda, ha hablado... El viento, que suspira entre saber la casa que en la ciudad podía albergar-
las ramas; las hojas, que parece que rezan en los. Fija en su mente esta idea, penetró en la
voz baja, me han impedido oír lo que ha dicho; población y, dirigiéndose hacía el barrio de San
pero no hay duda: va por ahí, ha hablado..., ha Juan, comenzó a vagar por sus calles a la ven-
hablado... ¿En qué idioma? No sé; pero es una tura.
lengua extranjera...
Las calles de Soria eran entonces, y lo son toda-
Y tornó a correr en su seguimiento, unas veces vía, oscuras y tortuosas. Un silencio profundo
creyendo verla, otras pensando oírla: ya notan- reinaba en ellas, silencio que sólo interrumpían,
do que las ramas por entre las cuales había ora el lejano ladrido de un perro, ora el rumor de
desaparecido se movían, ya imaginando distin- una puerta al cerrarse, ora el relincho de corcel
guir en la arena la huella de sus breves pies; que piafando hacía sonar la cadena que lo suje-
luego, firmemente persuadido de que un perfu- taba al pesebre en las subterráneas caballeri-
me especial, que aspiraba a intervalos, era un zas.
aroma perteneciente a aquella mujer que se bur-
laba de él complaciéndose en huirlo por entre Manrique, con el oído atento a estos rumores de
aquellas intrincadas malezas. ¡Afán inútil! la noche, que unas veces le parecían los pasos
de alguna persona que había doblado ya la últi-
Vagó algunas horas de un lado a otro, fuera de ma esquina de un callejón desierto; otras, voces
sí, parándose para escuchar, ya deslizándose confusas de gentes que hablaban a sus espal-
con las mayores precauciones sobre la hierba, das y que a cada momento esperaba ver a su
ya en una carrera frenética y desesperada. lado, anduvo algunas horas corriendo al azar de
Avanzando, avanzando por entre los inmensos un sitio a otro.
jardines que bordeaban la margen del río, llegó Por último, se detuvo al pie de un caserón de
al fin al pie de las rocas sobre las que se eleva piedra; oscuro y antiquísimo, y al detenerse bri-
la ermita de San Saturio. llaron sus ojos con una indescriptible expresión
- Tal vez, desde esta altura podré orientarme de alegría. En una de las altas ventanas ojivales
para seguir mis pesquisas a través de ese con- de aquel que pudiéramos llamar palacio se veía
fuso laberinto -exclamó, trepando de peña en un rayo de luz templada y suave, que, pasando
peña con la ayuda de su daga. a través de unas ligeras colgaduras de seda co-
Llegó a la cima, desde la que se descubren la lor de rosa, se reflejaba en el negruzco y agrie-
ciudad en lontananza y una gran parte del Due- tado paredón de la casa de enfrente.
ro, que se retuerce a sus pies, arrastrando una - No cabe duda; aquí vive mi desconocida -mur-
corriente impetuosa y oscura por entre las cor- muró el joven en voz baja y sin apartar un punto
vas márgenes que lo encarcelan. sus ojos de la ventana gótica-; aquí vive... Ella
Manrique, una vez en lo alto de las rocas, tendió entró por el postigo de San Saturio... Por el pos-
la vista a su alrededor; pero al tenderla y fijarla tigo de San Saturio se viene a este barrio... En
al cabo en un punto, no pudo contener una blas- este barrio hay una casa donde, pasada la me-
femia. La luz de la luna rielaba chispeando en la dianoche, aún hay gente en vela... ¿En vela?
estela que dejaba en pos de sí una barca que se ¿Quién, sino ella, que vuelve de sus nocturnas
dirigía a todo remo a la orilla opuesta. excursiones, puede estarlo a esas horas?... No
hay más; ésta es su casa.
En aquella barca había creído distinguir una for-
ma blanca y esbelta, una mujer sin duda, la mu- En esta firme persuasión, y revolviendo en su
jer que había visto en los Templarios, la mujer cabeza las más locas y fantásticas imaginacio-
de sus sueños, la realización de sus más locas nes, esperó el alba frente a la ventana gótica; de
esperanzas. Se descolgó de las peñas con la la que en toda la noche no faltó la luz ni él sepa-
agilidad de un gamo, arrojó al suelo la gorra, ró la vista un momento.
cuya redonda y larga pluma podía embarazarlo Cuando llegó el día, las macizas puertas del
para correr, y desnudándose del ancho capotillo arco que daban entrada al caserón, y sobre
de terciopelo, partió como una exhalación hacía cuya clave se veían esculpidos los blasones de
el puente. su dueño, giraron pesadamente sobre los goz-
Pensaba atravesarlo y llegar a la ciudad antes nes, con un chirrido prolongado y agudo. Un es-
que la barca tocase en la otra orilla. ¡Locura! cudero apareció en el dintel con un manojo de
Cuando Manrique llegó, jadeante y cubierto de llaves en la mano, restregándose los ojos y en-
sudor, a la entrada, ya los que habían atravesa- señando al bostezar una caja de dientes capa-
do el Duero por la parte de San Saturio entraban ces de dar envidia a un cocodrilo.
en Soria por una de las puertas del muro, que Verlo Manrique y lanzarse a la puerta, todo fue
en aquel tiempo llegaba hasta la margen del río, obra de un instante.
en cuyas aguas se retrataban sus pardas alme- - ¿Quién habita en esta casa? ¿Cómo se llama
nas. ella? ¿De dónde es? ¿A qué ha venido a Soria?

Textos para orar y reflexionar 84


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

¿Tiene esposo? Responde, animal -ésta fue la aquella noche, al par que su traje, y eran ne-
salutación que, sacudiéndole el brazo violenta- gros...; no me engaño, no, eran negros.
mente, dirigió al pobre escudero, el cual, des- ¡Y qué bien hacen unos ojos azules muy rasga-
pués de mirarlo un buen espacio de tiempo con dos y adormidos, y una cabellera suelta, flotante
los ojos espantados y estúpidos, le contestó con y oscura, a una mujer alta...; porque... ella es
voz entrecortada por la sorpresa: alta, alta y esbelta como esos ángeles de las
- En esta casa vive el muy honrado señor don portadas de nuestras basílicas, cuyos ovalados
Alonso de Valdecuellos, montero mayor de rostros envuelven en un misterioso crepúsculo
nuestro señor el rey, que, herido en la guerra las sombras de sus doseles de granito!
contra moros, se encuentra en esta ciudad repo- ¡Su voz!... Su voz la he oído...; su voz es suave
niéndose de sus fatigas. como el rumor del viento en las hojas de los ála-
- Pero, ¿y su hija? -interrumpió el joven, impa- mos, y su andar acompasado y majestuoso
ciente-. ¿Y su hija, o su hermana, o su esposa, como las cadencias de una música. Y esa mu-
o lo que sea? jer, que es hermosa como el más hermoso de
- No tiene ninguna mujer consigo. mis sueños de adolescente, que piensa como yo
pienso, que gusta de lo que yo gusto, que odia
- ¡No tiene ninguna!... Pues, ¿quién duerme allí, lo que yo odio, que es un espíritu hermano de
en aquel aposento, donde toda la noche he visto mi espíritu, que es el complemento de mi ser,
arder una luz? ¿no se ha de sentir conmovida al encontrarme?
- ¿Allí? Allí duerme mi señor don Alonso, que, ¿No me ha de amar como yo la amaré, como la
como se halla enfermo, mantiene encendida su amo ya, con todas las fuerzas de mi vida, con
lámpara hasta que amanece. todas las facultades de mi alma?
Un rayo cayendo de improviso a sus pies no le Vamos, vamos al sitio donde la vi la primera y
hubiera causado más asombro que el que le única vez que la he visto... ¿Quién sabe si, ca-
causaron estas palabras. prichosa como yo, amiga de la soledad y el mis-
terio, como todas las almas soñadoras, se com-
V
place en vagar por entre las ruinas en el silencio
- Yo la he de encontrar, la he de encontrar; y si de la noche?
la encuentro, estoy casi seguro de que he de co-
Dos meses habían transcurrido desde que el es-
nocerla... ¿En qué? Eso es lo que no podré de-
cudero de don Antonio de Valdecuellos desen-
cir...; pero he de conocerla. El eco de sus pisa-
gañó al iluso Manrique; dos meses durante los
das o una sola palabra suya que vuelva a oír, un
cuales en cada hora había formado un castillo
extremo de su traje, un solo extremo que vuelva
en el aire, que la realidad desvanecía con un so-
a ver, me bastarán para conseguirlo.
plo; dos meses durante los cuales había busca-
Noche y día estoy mirando flotar delante de mis do en vano a aquella mujer desconocida, cuyo
ojos aquellos pliegues de una tela diáfana y absurdo amor iba creciendo en su alma, merced
blanquísima; noche y día me están sonando a sus aún más absurdas imaginaciones, cuan-
aquí dentro, dentro de la cabeza, el crujido de do, después de atravesar, absorto en estas
su traje, el confuso rumor de sus ininteligibles ideas, el puente que conduce a los Templarios,
palabras. ¿Qué dijo?... ¿Qué dijo?... ¡Ah!, si yo el enamorado joven se perdió entre las intrinca-
pudiera saber lo que dijo, acaso...; pero aun sin das sendas de sus jardines.
saberlo, la encontraré...; la encontraré; me lo da
VI
el corazón, y mi corazón no me engaña nunca.
Verdad es que ya he recorrido inútilmente todas La noche estaba serena y hermosa; la luna bri-
las calles de Soria; que he pasado noches y no- llaba en toda su plenitud en lo más alto del cielo,
ches al sereno, hecho poste de una esquina; y el viento suspiraba con un rumor dulcísimo en-
que he gastado más de veinte doblas de oro en tre las hojas de los árboles.
hacer charlar a dueñas y escuderos; que he Manrique llegó al claustro, tendió la vista por su
dado agua bendita en San Nicolás a una vieja, recinto y miró a través de las macizas columnas
arrebujada con tal arte en su manto de anasco- de sus arcadas... Estaba desierto.
te, que se me figuró una deidad; y al salir de la
Colegiata, una noche de maitines, he seguido Salió de él, encaminó sus pasos hacia la oscura
como un tonto la litera del arcediano, creyendo alameda que conduce al Duero, y aún no había
que el extremo de sus holapandas era el del tra- penetrado en ella, cuando de sus labios se es-
je de mi desconocida; pero no importa...; yo la capó un grito de júbilo.
he de encontrar, y la gloria de poseerla excede- Había visto flotar un instante y desaparecer el
rá seguramente al trabajo de buscarla. extremo del traje blanco, del traje blanco de la
¿Cómo serán sus ojos?... Deben de ser azules, mujer de sus sueños, de la mujer que ya amaba
azules y húmedos como el cielo de la noche; me como un loco.
gustan tanto los ojos de ese color...; son tan ex- Corre, corre en su busca; llega al sitio en que la
presivos, tan melancólicos, tan... Sí..., no hay ha visto desaparecer; pero al llegar se detiene,
duda: azules deben de ser, azules son segura- fija los espantados ojos en el suelo, permanece
mente, y sus cabellos, negros, muy negros y lar- un rato inmóvil; un ligero temblor nervioso agita
gos para que floten... Me parece que los vi flotar sus miembros, un temblor que va creciendo, que
Textos para orar y reflexionar 85
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

va creciendo, y ofrece los síntomas de una ver- no obstante, diríase que lo infunde el Cielo para
dadera convulsión, y prorrumpe, al fin, en una la expiación de una culpa.
carcajada, en una carcajada sonora, estridente, Ella era caprichosa, caprichosa y extravagante,
horrible. como todas las mujeres del mundo; él, supersti-
Aquella cosa blanca, ligera, flotante, había vuel- cioso, supersticioso y valiente, como todos los
to a brillar ante sus ojos; pero había brillado a hombres de su época. Ella se llamaba María
sus pies un instante, no más que un instante. Antúnez; él, Pedro Alonso de Orellana. Los dos
Era un rayo de luna, un rayo de luna que pene- eran toledanos, y los dos vivían en la misma ciu-
traba a intervalos por entre la verde bóveda de dad que los vio nacer.
los árboles cuando el viento movía las ramas. La tradición que refiere esta maravillosa historia
... acaecida hace muchos años, no dice nada más
acerca de los personajes que fueron sus héroes.
Habían pasado algunos años. Manrique, senta-
do en un sitial, junto a la alta chimenea gótica de Yo, en mi calidad de cronista verídico, no añadi-
su castillo, inmóvil casi, y con una mirada vaga e ré ni una sola palabra de mi cosecha para ca-
inquieta como la de un idiota, apenas prestaba racterizarlos; mejor.
atención ni a las caricias de su madre ni a los II
consuelos de sus servidores. El la encontró un día llorando, y la preguntó:
- Tú eres joven, tú eres hermoso -le decía aqué- ¿Por qué lloras?
lla-. ¿Por qué te consumes en la soledad? ¿Por
qué no buscas una mujer a quien ames, y Ella se enjugó los ojos, lo miró fijamente, arrojó
amándote pueda hacerte feliz? un suspiro y volvió a llorar.
- ¡El amor!... El amor es un rayo de luna -mur- Pedro, entonces, acercándose a María le tomó
muraba el joven. una mano, apoyó el codo en el pretil árabe des-
de donde la hermosa miraba pasar la corriente
- ¿Por qué no despertáis de ese letargo? -le de- del río y tornó a decirle:
cía uno de sus escuderos-. Os vestís de hierro
de pies a cabeza; mandáis desplegar al aire ¿Por qué lloras?
vuestro pendón de rico hombre, y marchamos a El Tajo se retorcía gimiendo al pie del mirador,
la guerra. En la guerra se encuentra la gloria. entre las rocas sobre las que se asienta la ciu-
- ¡La gloria!... La gloria es un rayo de luna. dad imperial. El sol trasponía los montes veci-
nos; la niebla de la tarde flotaba como un velo
- ¿Queréis que os diga una cantiga, la última de gasa azul, y sólo el monótono ruido del agua
que ha compuesto Mosén Arnaldo, el trovador interrumpía el alto silencio.
provenzal?
María exclamó:
- ¡No! ¡No! -exclamó el joven, incorporándose
colérico en su sitial-. No quiero nada...; es decir, No me preguntes por qué lloro, no me lo pregun-
sí quiero: quiero que me dejéis solo... Canti- tes, pues ni yo sabré contestarte ni tú compren-
gas..., mujeres..., glorias..., felicidad..., mentiras derme. Hay deseos que se ahogan en nuestra
todo, fantasmas vanos que formamos en nues- alma de mujer, sin que los revele más que un
tra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y suspiro; ideas locas que cruzan por nuestra ima-
los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué?, ginación, sin que ose formularlas el labio, fenó-
¿para qué? Para encontrar un rayo de luna. menos incomprensibles de nuestra naturaleza
misteriosa, que el hombre no puede ni aun con-
Manrique estaba loco; por lo menos, todo el cebir. Te lo ruego, no me preguntes la causa de
mundo lo creía así. A mí, por el contrario, se me mi dolor; si te la revelase, acaso te arrancaría
figura que lo que había hecho era recuperar el una carcajada.
juicio.
Cuando estas palabras expiraron, ella tornó a in-
238. LA AJORCA DE ORO clinar la frente y él a reiterar sus preguntas.
(Leyenda toledana) La hermosa, rompiendo al fin su obstinado silen-
cio dijo a su amante con voz sorda y entrecorta-
I da:
Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura Tú lo quieres; es una locura que te hará reír;
que inspira el vértigo, hermosa con esa hermo- pero no importa; te lo diré, puesto que lo de-
sura que no se parece en nada a la que soña- seas. Ayer estuve en el templo. Se celebraba la
mos en los ángeles y que, sin embargo, es so- fiesta de la Virgen, su imagen, colocada en el al-
brenatural; hermosura diabólica, que tal vez tar mayor sobre un escabel de oro, resplandecía
presta el demonio a algunos seres para hacerlos como un ascua de fuego; las notas del órgano
sus instrumentos en la tierra. temblaban, dilatándose de eco en eco por el
El la amaba; la amaba con ese amor que no co- ámbito de la iglesia, y en el coro los sacerdotes
noce freno ni límite; la amaba con ese amor en entonaban el Salve, Regina. Yo rezaba, rezaba
que se busca un goce y sólo se encuentran mar- absorta en mis pensamientos religiosos, cuando
tirios, amor que se asemeja a la felicidad y que, maquinalmente levanté la cabeza y mi vista se
dirigió al altar. No sé por qué mis ojos se fijaron,
Textos para orar y reflexionar 86
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

desde luego, en la imagen; digo mal; en la ima- Pedro fijó una mirada estúpida en la corriente
gen, no; se fijaron en un objeto que, hasta en- del río; en la corriente, que pasaba y pasaba sin
tonces, no había visto, un objeto que, sin que cesar ante sus extraviados ojos, quebrándose al
pudiera explicármelo, llamaba sobre sí toda mi pie del mirador, entre las rocas sobre las que se
atención... No te rías...; aquel objeto era la ajor- asienta la ciudad imperial.
ca de oro que tiene la Madre de Dios en uno de III
los brazos en que descansa su Divino Hijo... Yo
aparté la vista y torné a rezar... ¡Imposible! Mis ¡La Catedral de Toledo! Figuraos un bosque de
ojos se volvían involuntariamente al mismo pun- gigantescas palmeras de granito que al entrela-
to. Las luces del altar, reflejándose en las mil fa- zar sus ramas forman una bóveda colosal y
cetas de sus diamantes, se reproducían de una magnífica, bajo la que se guarece y vive, con la
manera prodigiosa. Millones de chispas de luz vida que le ha prestado, el genio, toda una crea-
rojas y azules, verdes y amarillas, volteaban al- ción de seres imaginarios y reales.
rededor de las piedras como un torbellino de Figuraos un caos incomprensible de sombra y
átomos de fuego, como una vertiginosa ronda luz, en donde se mezclan y confunden con las ti-
de esos espíritus de las llamas que fascinan con nieblas de las naves los rayos de colores de las
su brillo y su increíble inquietud... Salí del tem- ojivas donde lucha y se pierde con la oscuridad
plo; vine a casa, pero vine con aquella idea fija del santuario el fulgor de las lámparas.
en la imaginación. Me acosté para dormir; no
Figuraos un mundo de piedra, inmenso como el
pude... Pasó la noche, eterna con aquel pensa-
espíritu de nuestra religión, sombrío como sus
miento... Al amanecer se cerraron mis párpados,
tradiciones, enigmático como sus parábolas, y
y, ¿lo creerás?, aún en el sueño veía cruzar,
todavía no tendréis una idea remota de ese
perderse y tornar de nuevo una mujer, una mu-
eterno monumento del entusiasmo y de la fe de
jer morena y hermosa, que llevaba la joya de
nuestros mayores, sobre el que los siglos han
oro y pedrería; una mujer, sí, porque ya no era
derramado a porfía el tesoro de sus creencias;
la Virgen que yo adoro y ante quien me humillo;
de su inspiración y de sus artes.
era una mujer, otra mujer como yo, que me mi-
raba y se reía mofándose de mí. ¿La ves? pare- En su seno viven el silencio, la majestad, la
cía decirme, mostrándome la joya. ¡Cómo brilla! poesía del misticismo y un santo honor que de-
Parece un círculo de estrellas arrancadas del fiende sus umbrales contra los pensamientos
cielo de una noche de verano. ¿La ves? Pues mundanos y las mezquinas pasiones de la tie-
no es tuya, no lo será nunca, nunca... Tendrás rra. La consunción material se alivia respirando
acaso otras mejores, más ricas, si es posible; el aire puro de las montañas; el ateísmo debe
pero ésta, ésta, que resplandece de un modo curarse respirando su atmósfera de fe.
tan fantástico, tan fascinador..., nunca, nunca. Pero si grande, si imponente se presenta la ca-
Desperté; pero con la misma idea fija aquí, en- tedral a nuestros ojos a cualquier hora que se
tonces como ahora, semejante a un clavo ar- penetra en su recinto misterioso y sagrado, nun-
diendo, diabólica, incontrastable, inspirada sin ca produce una impresión tan profunda como en
duda por el mismo Satanás... ¿Y qué?... Callas, los días en que despliega todas las galas de su
callas y doblas la frente... ¿No te hace reír mi lo- pompa religiosa, en que sus tabernáculos se cu-
cura? bren de oro y pedrería; sus gradas, de alfom-
Pedro, con un movimiento convulsivo, oprimió el bras, y sus pilares, de tapices.
puño de su espada, levantó la cabeza, que, en Entonces cuando arden despidiendo un torrente
efecto, había inclinado, y dijo con voz sorda: de luz sus mil lámparas de plata; cuando flota
- ¿Qué Virgen tiene esa presea? en el aire una nube de incienso, y las voces del
coro y la armonía de los órganos y las campa-
- La del Sagrario murmuró María.
nas de la torre estremecen el edificio desde sus
- ¡La del Sagrario! -repitió el joven con acento de cimientos más profundos hasta las más altas
terror-. ¡La del Sagrario de la Catedral! ... agujas que lo coronan, entonces es cuando se
Y en sus facciones se retrató un instante el esta- comprende, al sentirla, la tremenda majestad de
do de su alma, espantada de una idea. Dios, que vive en él, y lo anima con su soplo, y
lo llena con el reflejo de su omnipotencia.
- ¡Ah! ¿Por qué no la posee otra Virgen? -prosi-
guió con acento enérgico y apasionado-. ¿Por El mismo día en que tuvo lugar la escena que
qué no la tiene el arzobispo en su mitra, el rey acabamos de referir se celebraba en la catedral
en su corona o el diablo entre sus garras? Yo se de Toledo el último de la magnífica octava de la
la arrancaría para ti, aunque me costase la vida Virgen.
o la condenación. Pero a la Virgen del Sagrario, La fiesta religiosa había traído a ella una multi-
a nuestra Santa Patrona, yo..., yo, que he naci- tud inmensa de fieles; pero ya ésta se había dis-
do en Toledo, ¡imposible, imposible! persado en todas direcciones, ya se habían apa-
- ¡Nunca! -murmuró María con voz casi imper- gado las luces de las capillas y del altar mayor,
ceptible-. ¡Nunca! y las colosales puertas del templo habían rechi-
nado sobre sus goznes para cerrarse detrás del
Y siguió llorando. último toledano, cuando de entre las sombras, y
pálido, tan pálido como la estatua de la tumba

Textos para orar y reflexionar 87


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

en que se apoyó un instante mientras dominaba Tornó empero a dominarse, cerró los ojos para
su emoción, se adelantó un hombre que vino no verla, extendió la mano, con un movimiento
deslizándose con el mayor sigilo hasta la verja convulsivo, y le arrancó la ajorca, la ajorca de
del crucero. Allí, la claridad de una lámpara per- oro, piadosa ofrenda de un santo arzobispo, la
mitía distinguir sus facciones. ajorca de oro cuyo valor equivalía a una fortuna.
Era Pedro. Ya la presea estaba en su poder; sus dedos
¿Qué había pasado entre los dos amantes para crispados la oprimían con una fuerza sobrenatu-
que se arrestara, al fin, a poner por obra una ral; sólo restaba huir, huir con ella; pero para
idea que sólo al concebirla había erizado sus esto era preciso abrir los ojos, y Pedro tenía
cabellos de horror? Nunca pudo saberse. Pero miedo de ver, de ver la imagen, de ver los reyes
él estaba allí, y estaba allí para llevar a cabo su de las sepulturas, los demonios de las cornisas,
criminal propósito. En su mirada inquieta, en el los endriagos de los capiteles, las fajas de som-
temblor de sus rodillas, en el sudor que corría bras y los rayos de luz que, semejantes a blan-
en anchas gotas por su frente, llevaba escrito su cos y gigantescos fantasmas, se movían lenta-
pensamiento. mente en el fondo de las naves, pobladas de ru-
mores temerosos y extraños.
La catedral estaba sola, completamente sola y
sumergida en un silencio profundo. No obstante, Al fin abrió los ojos, tendió una mirada, y un grito
de cuando en cuando se percibían como unos agudo se escapó de sus labios. La catedral es-
rumores confusos: chasquidos de madera tal taba llena de estatuas, estatuas que, vestidas
vez, o murmullos del viento, o, ¿quién sabe?, con luengos y no vistos ropajes, habían descen-
acaso ilusión de la fantasía, que oye y ve y pal- dido de sus huecos y ocupaban todo el ámbito
pa en su exaltación lo que no existe; pero la ver- de la iglesia y lo miraban con sus ojos sin pupila.
dad era que ya cerca, ya lejos, ora a sus espal- Santos, monjes, ángeles, demonios, guerreros,
das, ora a su lado mismo, sonaban como sollo- damas, pajes, cenobitas y villanos se rodeaban
zos que se comprimen, como roce de telas que y confundían en las naves y en el altar. A sus
se arrastran, como rumor de pasos que van y pies oficiaban, en presencia de los reyes, de hi-
vienen sin cesar. nojos sobre sus tumbas, los arzobispos de már-
Pedro hizo un esfuerzo para seguir en su ca- mol que él había visto otras veces inmóviles so-
mino; llegó a la verja y siguió la primera grada bre sus lechos mortuorios, mientras que, arras-
de la capilla mayor. Alrededor de esta capilla es- trándose por las losas, trepando por los macho-
tán las tumbas de los reyes, cuyas imágenes de nes, acurrucados en los doseles, suspendidos
piedra, con la mano en la empuñadura de la es- en las bóvedas ululaba, como los gusanos de un
pada, parecen velar noche y día por el santua- inmenso cadáver, todo un mundo de reptiles y
rio, a cuya sombra descansan por toda una eter- alimañas de granito, quiméricos, deformes, ho-
nidad. ¡Adelante!, murmuró en voz baja, y quiso rrorosos.
andar y no pudo. Parecía que sus pies se ha- Ya no pudo resistir más. Las sienes le latieron
bían clavado en el pavimento. Bajó los ojos, y con una violencia espantosa; una nube de san-
sus cabellos se erizaron de horror; el suelo de la gre oscureció sus pupilas; arrojó un segundo gri-
capilla lo formaban anchas y oscuras losas se- to, un grito desgarrador y sobrehumano, y cayó
pulcrales. desvanecido sobre el ara.
Por un momento creyó que una mano fría y des- Cuando al otro día los dependientes de la iglesia
carnada lo sujetaba en aquel punto con una lo encontraron al pie del altar, tenía aún la ajor-
fuerza invencible. Las moribundas lámparas, ca de oro entre sus manos, y al verlos aproxi-
que brillaban en el fondo de las naves como es- marse exclamó con una estridente carcajada:-
trellas perdidas entre las sombras, oscilaron a - ¡Suya, suya!
su vista, y oscilaron las estatuas de los sepul-
cros y las imágenes del altar, y osciló el templo El infeliz estaba loco.
todo, con sus arcadas de granito y sus macho-
nes de sillería. 239. MAESE PÉREZ, EL ORGANIS-
TA
¡Adelante!, volvió a exclamar Pedro como fuera
de sí, y se acercó al ara; y trepando por ella, su- (Leyenda sevillana)
bió hasta el escabel de la imagen. Todo alrede-
En Sevilla, en el mismo atrio de Santa Inés, y
dor suyo se revestía de formas quiméricas y ho-
mientras esperaba que comenzase la misa del
rribles; todo era tinieblas o luz dudosa, más im-
Gallo oí esta tradición a una demandadera del
ponente aún que la oscuridad. Sólo la Reina de
convento.
los cielos, suavemente iluminada por una lám-
para de oro, parecía sonreír tranquila, bondado- Como era natural, después de oírla aguardé im-
sa y serena en medio de tanto horror. paciente que comenzara la ceremonia, ansioso
de asistir a un prodigio.
Sin embargo, aquella sonrisa muda e inmóvil
que lo tranquilizara un instante concluyó por in- Nada menos prodigioso, sin embargo, que el ór-
fundirle temor, un temor más extraño, más pro- gano de Santa Inés, ni nada más vulgar que los
fundo que el que hasta entonces había sentido. insulsos motetes con que nos regaló su organis-
ta aquella noche.

Textos para orar y reflexionar 88


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Al salir de la misa no pude por menos que decir- duque de Alcalá doblan la esquina de la plaza
le a la demandadera con aire de burla: de San Pedro, y por el callejón de las Dueñas se
- ¿En qué consiste que el órgano de maese Pé- me figura que he columbrado a las del de Medi-
rez suene ahora tan mal? na Sidonia. ¿No os lo dije?

- ¡Toma! -me contestó la vieja-, ¡es que ése no Ya se han visto, ya se detienen unos y otros, sin
es el suyo! pasar de sus puestos... Los grupos se disuel-
ven... Los ministrales, a quienes en estas oca-
- ¿No es el suyo? ¿Pues qué ha sido de él? siones apalean amigos y enemigos, se retiran...
- Se cayó a pedazos de puro viejo hace una por- Hasta el señor asistente, con su vara y todo, se
ción de años. refugia en el atrio... Y luego dicen que hay justi-
cia... Para los pobres.
- ¿Y el alma del organista?
Vamos, vamos, ya brillan los broqueles en la os-
- No ha vuelto a aparecer desde que colocaron
curidad... ¡Nuestro Señor del Gran Poder nos
él que ahora lo sustituye.
asista! Ya comienzan los golpes... ¡Vecina, veci-
Si a alguno de mis lectores se le ocurriese ha- na! Aquí..., antes que cierren las puertas. Pero,
cerme la misma pregunta después de leer esta ¡calle! ¿Qué es eso? Aún no han comenzado
historia, ya sabe por qué no se ha continuado el cuando lo dejan... ¿Qué resplandor es aquel?...
milagroso portento hasta nuestros días. ¡Hachas encendidas! ¡Literas! Es el señor arzo-
I bispo.
- ¿Veis ese de la capa roja y la pluma blanca en La Virgen Santísima del Amparo, a quien invo-
el fieltro, que parece que trae sobre su justillo caba ahora mismo con el pensamiento, lo trae
todo el oro de los galeones de Indias; aquel que en mi ayuda... ¡Ay! ¡Si nadie sabe lo que yo
baja en este momento de su litera para dar la debo a esta Señora!... ¿Con cuánta usura me
mano a esa otra señora que, después de dejar paga las candelillas que le enciendo los sába-
la suya, se adelanta hacía aquí, precedida de dos!... Vedlo qué hermosote está con sus hábi-
cuatro pajes con hachas? Pues ése es el mar- tos morados y su birrete rojo... Dios le conserve
qués de Moscoso, galán de la duquesa viuda de en su silla tantos siglos como deseo de vida
Villapineda. Se dice que antes de poner los ojos para mí. Si no fuera por él media Sevilla hubiera
sobre esta dama había pedido en matrimonio a ya ardido con estas disensiones de los duques.
la hija de un opulento señor; mas el padre de la Vedlos, vedlos, los hipocritones, cómo se acer-
doncella, de quien se murmura que es un poco can ambos a la litera del prelado para besarle el
avaro... Pero, ¡calla!, en hablando del ruin de anillo... Cómo lo siguen y lo acompañan confun-
Roma, cátale que aquí se asoma. ¿Veis aquel diéndose con sus familiares. Quién diría que
que viene por debajo del Arco de San Felipe, a esos dos que parecen tan amigos, si dentro de
pie, embozado con una capa oscura y precedido media hora se encuentran en una calle oscura...
de un solo criado con una linterna? Ahora llega Es decir, ¡ellos, ellos!... Líbreme Dios de creer-
frente al retablo. los cobardes. Buena muestra han dado de sí pe-
leando en algunas ocasiones contra los enemi-
¿Reparasteis, al desembozarse para saludar a gos de Nuestro Señor... Pero es la verdad que si
la imagen, en la encomienda que brilla en su pe- buscaran... Y si se buscaran con ganas de en-
cho? A no ser por ese noble distintivo, cualquie- contrarse, se encontrarían, poniendo fin de una
ra lo creería un lonjista de la calle de Culebras... vez a estas continuas reyertas, en las cuales los
Pues ése es el padre en cuestión. Mirad cómo la que verdaderamente baten el cobre de firme son
gente del pueblo le abre paso y lo saluda. Toda sus deudos, sus allegados y su servidumbre.
Sevilla lo conoce por su colosal fortuna. El solo
tiene más ducados de oro en sus arcas que sol- Pero, vamos, vecina, vamos a la iglesia, antes
dados mantiene nuestro señor el rey don Felipe, que se ponga de bote en bote..., que algunas
y con sus galeones podría formar una escuadra noches como ésta suele llenarse de modo que
suficiente a resistir a la del Gran Turco... no cabe ni un grano de trigo... Buena ganga tie-
nen las monjas con su organista... ¿Cuándo se
Mirad, mirad ese grupo de señores graves; ésos ha visto el convento tan favorecido como
son los caballeros veinticuatro. ¡Hola, hola! ahora?... De las otras comunidades puede decir-
También está aquí el flamencote, a quien se se que le han hecho a maese Pérez proposicio-
dice que no han echado ya el guante los seño- nes magníficas. Verdad que nada tiene de extra-
res de la Cruz Verde merced a su influjo con los ño, pues hasta el señor arzobispo le ha ofrecido
magnates de Madrid... Ese no viene a la iglesia montes de oro por llevarlo a la catedral... Pero
más que a oir música... No, pues si maese Pé- él, nada... Primero dejaría la vida que abando-
rez no le arranca con su órgano lágrimas como nar su órgano favorito... ¿No conocéis a maese
puños, bien se puede asegurar que no tiene su Pérez? Verdad es que sois nueva en el barrio...
alma en su almario, sino friéndose en las calde- Pues es un santo varón pobre, sí, pero limosne-
ras de Pedro Botero... ¡Ay, vecina! Malo..., ro, cual no otro... Sin más pariente que su hija,
malo... Presumo que vamos a tener jarana. Yo ni más amigos que su órgano, pasa su vida en-
me refugio en la iglesia. Pues, por lo que veo, tera en velar por la inocencia de la una y compo-
aquí van a andar más de sobra los cintarazos ner los registros del otro... ¡Cuidado que el ór-
que los paternóster. Mirad, mirad: las gentes del gano es viejo!... Pues nada; él se da tal maña en

Textos para orar y reflexionar 89


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

arreglarlo y cuidarlo, que suena que es una ma- La iglesia estaba iluminada con una profusión
ravilla... Como que lo conoce de tal modo, que a asombrosa. El torrente de luz que se desprendía
tientas... Porque no sé si os lo he dicho, pero el de los altares para llenar sus ámbitos chispeaba
pobre es ciego de nacimiento... ¿Y con qué pa- en los ricos joyeles de las damas, que arrodillán-
ciencia lleva su desgracia!... Cuando le pregun- dose sobre los cojines de terciopelo que tendían
tan que cuánto daría por ver, responde: Mucho, los pajes y tomando el libro de oraciones de ma-
pero no tanto como creéis, porque tengo espe- nos de sus dueñas, vinieron a formar un brillante
ranzas. ¿Esperanzas de ver? Sí, y muy pronto - circulo alrededor de la verja del presbiterio.
añade, sonriendo como un ángel-. Ya cuento se- Junto a aquella verja, de pie, envueltos en sus
tenta y seis años. Por muy larga que sea mi capas de color galoneadas de oro, dejando en-
vida, pronto veré a Dios: trever con estudiado descuido las encomiendas
¡Pobrecito! Y si lo verá..., porque es humilde rojas y verdes, en la una mano el fieltro, cuyas
como las piedras de la calle, que se dejan pisar plumas besaban los tapices; la otra sobre los
de todo el mundo... Siempre dice que no es más bruñidos gavilanes del estoque o acariciando el
que un pobre organista de convento, y puede pomo del cincelado puñal, los caballeros veinti-
dar lecciones de solfa al mismo maestro de ca- cuatro, con gran parte de lo mejor de la nobleza
pilla de la Primada. Como que echó los dientes sevillana, parecían formar un muro destinado a
en el oficio... Su padre tenía la misma profesión defender a sus hijas y a sus esposas del contac-
que él. Yo no lo conocí, pero mi señora madre to de la plebe. Esta, que se agitaba en el fondo
que santa gloria haya, dice que lo llevaba siem- de las naves con un rumor parecido al del mar
pre al órgano consigo para darle a los fuelles. cuando se alborota, prorrumpió en una exclama-
Luego, el muchacho mostró tales disposiciones ción de júbilo, acompañada del discordante so-
que, como era natural, a la muerte de su padre nido de las sonajas y los panderos, al mirar apa-
heredó el cargo... ¡Y qué manos tiene, Dios se recer al arzobispo, el cual, después de sentarse
las bendiga! Merecía que se las llevaran a la ca- junto al altar mayor, bajo un solio de grana que
lle de Chicharreros y se las engarzasen en oro... rodearon sus familiares, echó por tres veces la
Siempre toca bien, siempre; pero en semejante bendición al pueblo.
noche como ésta es un prodigio... El tiene una Era hora de que comenzase la misa. Transcu-
gran devoción por esta ceremonia de la misa del rrieron, sin embargo, algunos minutos sin que el
Gallo, y cuando levantan la Sagrada Forma, al celebrante apareciese. La multitud comenzaba a
punto y hora de las doce, que es cuando vino al rebullirse demostrando su impaciencia; los ca-
mundo Nuestro Señor Jesucristo..., las voces de balleros cambiaban entre sí algunas palabras a
su órgano son voces de ángeles... media voz, y el arzobispo mandó a la sacristía a
En fin, ¿para qué tengo que ponderarle lo que uno de sus familiares a inquirir por qué no co-
esta noche oirá? Baste ver cómo todo lo más menzaba la ceremonia.
florido de Sevilla, hasta el mismo señor arzobis- - Maese Pérez se ha puesto malo, muy malo y
po, vienen a un humilde convento para escu- será imposible que asista esta noche a la misa
charlo. Y no se crea que sólo la gente sabida, y de medianoche.
a la que se le alcanza esto de la solfa, conoce
su mérito; sino que hasta el populacho. Todas Esta fue la respuesta del familiar.
esas bandadas que veis llegar con teas encen- La noticia cundió instantáneamente entre la mu-
didas, entonando villancicos con gritos desafora- chedumbre. Pintar el efecto desagradable que
dos al compás de los panderos, las sonajas y causó en todo el mundo sería imposible. Baste
las zambombas, contra su costumbre, que es la decir que comenzó a notarse tal bullicio en el
de alborotar las iglesias, callan como muertos templo, que el asistente se puso en pie y los al-
cuando pone maese Pérez las manos en el ór- guaciles entraron a imponer silencio confundién-
gano...; y cuando alzan no se siente una mos- dose entre las apiadas olas de la multitud.
ca...: de todos los ojos caen lagrimones tama-
En aquel momento, un hombre mal trazado,
ños, al concluir se oye como un suspiro inmen-
seco, huesudo y bisojo por añadidura, se ade-
so, que no es otra cosa que la respiración de los
lantó hasta el sitio que ocupaba el prelado.
circunstantes, contenida mientras dura la músi-
ca... Pero vamos, vamos; ya han dejado de to- - Maese Pérez está enfermo -dijo-. La ceremo-
car las campanas, y va a comenzar la misa. Va- nia no puede empezar. Si queréis, yo tocaré el
mos adentro... Para todo el mundo es esta no- órgano en su ausencia, que si maese Pérez es
che Nochebuena, mas para nadie mejor que el primer organista del mundo, ni a su muerte
para nosotros. dejará de usarse este instrumento por falta de
inteligente.
Esto diciendo, la buena mujer que había servido
de cicerone a su vecina atravesó el atrio del El arzobispo hizo una señal de asentimiento con
convento de Santa Inés y, codazo con éste, em- la cabeza, y ya algunos de los fieles, que cono-
pujón en aquél, se internó en el templo perdién- cían a aquel personaje extraño por un organista
dose entre la muchedumbre que se agolpaba en envidioso, enemigo del de Santa Inés, comenza-
la puerta. ba a prorrumpir en exclamaciones de disgusto,
cuando de improviso se oyó en el atrio un ruido
II
espantoso.

Textos para orar y reflexionar 90


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

- ¡Maese Pérez está aquí!... ¡Maese Pérez está dos, diríase que las aguas y los pájaros, las bri-
aquí!... sas y las frondas, los hombres y los ángeles, la
A estas voces de los que estaban apiñados en tierra y los cielos, cantaban, cada cual en su
la puerta, todo el mundo volvió la cara. idioma, un himno al nacimiento del Salvador.

Maese Pérez, pálido y desencajado, entraba, en La multitud escuchaba atónita y suspendida. En


efecto, en la iglesia, conducido en un sillón, que todos los ojos había una lágrima; en todos los
todos se disputaban el honor de llevar en sus espíritus, un profundo recogimiento. El sacerdo-
hombros. te que oficiaba sentía temblar sus manos, por-
que Aquel que levantaba en ellas, Aquel a quien
Los preceptos de los doctores, las lágrimas de saludaban hombres y arcángeles, era su Dios, y
su hija, nada había sido bastante a detenerle en le parecía haber visto abrirse los cielos y transfi-
el lecho. gurarse la Hostia.
- No -había dicho-. Esta es la última, lo conozco. El órgano proseguía sonando; pero sus voces
Lo conozco, y no quiero morir sin visitar mi ór- se apagaban gradualmente, como una voz que
gano, esta noche sobre todo, la Nochebuena. se pierde de eco en eco y se aleja y se debilita
Vamos, lo quiero, lo mando. Vamos a la iglesia. al alejarse, cuando de pronto sonó un grito en la
Sus deseos se habían cumplido. Los concurren- tribuna, un grito desgarrador, agudo, un grito de
tes lo subieron en brazos a la tribuna y comenzó mujer.
la misa. En aquel punto sonaban las doce en el El órgano exhaló un sonido discorde y extraño,
reloj de la catedral. Pasó el Introito, y el Evange- semejante a un sollozo, y quedó mudo.
lio, y el Ofertorio; llegó el instante solemne en
que el sacerdote, después de haberla consagra- La multitud se agolpó a la escalera de la tribuna,
do, toma con la extremidad de sus dedos la hacia la que, arrancados de su éxtasis religioso,
Sagrada Forma y comienza a elevarla. Una volvieron la mirada con ansiedad todos los fie-
nube de incienso que se desenvolvía en ondas les.
azuladas llenó el ámbito de la iglesia. Las cam- - ¿Qué ha sucedido? ¿Qué pasa? -se decían
panas repicaron con un sonido vibrante y maese unos a otros, y nadie sabía responder, y todos
Pérez puso sus crispadas manos sobre las te- se empeñaban en adivinarlo, y crecía la confu-
clas del órgano. sión, y el alboroto comenzaba a subir de punto,
Las cien voces de sus tubos de metal resonaron amenazando turbar el orden y el recogimiento
en un acorde majestuoso y prolongado, que se propios de la iglesia.
perdió poco a poco, como si una ráfaga de aire - ¿Qué ha sido eso? -preguntaron las damas al
hubiese arrebatado sus últimos ecos. asistente, que; precedido de los ministriles, fue
A este primer acorde, que parecía una voz que uno de los primeros en subir a la tribuna y que,
se elevaba desde la tierra al cielo, respondió pálido y con muestras de profundo pesar, se di-
otro lejano y en un torrente de atronadora armo- rigía al puesto donde lo esperaba el arzobispo,
nía. Era la voz de los ángeles que, atravesando ansioso, como todos, por saber la causa de
los espacios, llegaba al mundo. aquel desorden.

Después comenzaron a oírse como unos him- - ¿Qué hay?


nos distantes que entonaban las jerarquías de - Que maese Pérez acaba de morir.
serafines. Mil himnos a la vez, que al confundir- En efecto, cuando los primeros fieles, después
se formaban uno solo, que, no obstante, sólo de atropellarse por la escalera, llegaron a la tri-
era el acompañamiento de una extraña melodía, buna, vieron al pobre organista caído de boca
que parecía flotar sobre aquel océano de acor- sobre las teclas de su viejo instrumento, que
des misteriosos, como un jirón de niebla sobre aún vibraba sordamente, mientras su hija, arro-
las olas del mar. dillada a sus pies, lo lloraba en vano entre suspi-
Luego fueron perdiéndose unos cuantos; des- ros y sollozos.
pués, otros. La combinación se simplificaba. Ya III
no eran más que dos voces, cuyos ecos se con-
fundían entre sí; luego quedó una aislada, sos- - Buenas noches, mi señora doña Baltasara.
teniendo una nota brillante como un hilo de luz. ¿También usarced viene esta noche a la misa
El sacerdote inclinó la frente, y por encima de su del Gallo? Por mi parte, tenía hecha intención
cabeza cana, y como a través de una gasa azul de ir a oírla a la parroquia pero, lo que sucede...
que fingía el humo del incienso, apareció la Hos- ¿Dónde va Vicente? Donde va la gente. Y eso
tia a los ojos de los fieles. En aquel instante, la que, si he de decir la verdad, desde que murió
nota que maese Pérez sostenía tremante se maese Pérez parece que me echan una losa so-
abrió y una explosión de armonía gigante estre- bre el corazón cuando entro en Santa Inés...
meció la iglesia, en cuyos ángulos zumbaba el ¡Pobrecillo! ¡Era un santo!... Yo de mi sé decir
aire comprimido y cuyos vidrios de colores se que conservo un pedazo de su jubón como una
estremecían en sus angostos ajimeces. reliquia, y lo merece... Pues en Dios y en ni áni-
ma que si el señor arzobispo tomara mano en
De cada una de las notas que formaban aquel ello, es seguro que nuestros nietos lo verían en
magnífico acorde se desarrolló un tema, y unos los altares... Mas ¡cómo ha de ser!... A muertos
cerca, otros lejos, éstos brillantes, aquéllos sor-
Textos para orar y reflexionar 91
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

y a idos no hay amigos... Ahora lo que priva es tada como ridícula. Entre la gente menuda que
la novedad..., ya me entiende usarced. ¡Qué! se apiñaba a los pies de la iglesia se oía un ru-
¿No sabe usted nada de lo que pasa? Verdad mor sordo y confuso, cierto presagio de que la
que nosotras nos parecemos en eso: de nuestra tempestad comenzaba a fraguarse y no tardaría
casita a la iglesia y de la iglesia a nuestra casita, mucho en dejarse sentir.
sin cuidarnos de lo que se dice o deja de decir... - Es un truhán que, por no hacer nada bien, ni
Sólo que yo, así..., al vuelo..., una palabra de aun mira a la derecha -decían los unos.
acá, otra de acullá... sin ganas de enterarme si-
quiera, suelo estar al corriente de algunas nove- - Es un ignorantón que, después de haber pues-
dades. to el órgano de su parroquia peor que una carra-
ca; viene a probar el de maese Pérez -decían
Pues, sí, señor. Parece cosa hecha que el orga- los otros.
nista de San Román, aquel bisojo que siempre
está echando pestes de los otros organistas, Y mientras éste se desembarazaba del capote
perdulariote; que más parece jifero de la Puerta para prepararse a darle de firme a su pandero, y
de la Carne que maestro de solfa, va a tocar aquél percibía sus sonajas, y todos se disponían
esta Nochebuena en lugar de maese Pérez. Ya a hacer bulla a más y mejor, sólo alguno que
sabrá usarced, porque esto lo ha sabido todo el otro se aventuraba a defender tibiamente al ex-
mundo y es cosa pública en Sevilla, que nadie traño personaje, cuyo porte orgulloso y pedan-
quería comprometerse a hacerlo. Ni aun su hija, tesco hacía tan notable contraposición con la
que es profesora, después de la muerte de su modesta apariencia y la afable bondad del difun-
padre entró en un convento de novicia. Y era to maese Pérez.
natural: acostumbrados a oir aquellas maravi- Al fin llegó el esperado momento, el momento
llas, cualquiera otra cosa había de parecernos solemne en que el sacerdote, después de incli-
mala, por más que quisieran evitarse las compa- narse y murmurar algunas palabras santas, to-
raciones. Pues cuando ya la comunidad había mó la Hostia en sus manos... Las campanillas
decidido que en honor del difunto, y como mues- repicaron, asemejando su repique una lluvia de
tra de respeto a su memoria, permaneciera ca- notas de cristal. Se elevaron las diáfanas ondas
llado el órgano en esta noche, hete aquí que se de incienso y sonó el órgano. Una estruendosa
presenta nuestro hombre diciendo que él se algarabía llenó los ámbitos de la iglesia en aquel
atreve a tocarlo... No hay nada más atrevido que instante y ahogó su primer acorde.
la ignorancia... Cierto que la culpa no es suya,
Zampoñas, gaitas, sonajas, panderos, todos los
sino de los que le consienten esta profanación.
instrumentos del populacho, alzaron sus discor-
Pero así va el mundo... Y digo... No es cosa la
dantes voces a la vez; pero la confusión y el es-
gente que acude... Cualquiera diría que nada ha
trépito sólo duraron algunos segundos. Todos a
cambiado de un año a otro. Los mismos perso-
la vez, como habían comenzado, enmudecieron
najes, el mismo lujo, los mismos empellones en
de pronto. El segundo acorde, amplio, valiente,
la puerta, la misma animación en el atrio, la mul-
magnífico, se sostenía aún, brotando de los tu-
titud en el templo... ¡Ay, si levantara la cabeza el
bos de metal del órgano como una cascada de
muerto! Se volvía a morir por no oír su órgano
armonía inagotable y sonora.
tocado por manos semejantes.
Cantos celestes como los que acarician los oí-
Lo que tiene que, si es verdad lo que me han di-
dos en los momentos de éxtasis, cantos que
cho, las gentes del barrio le preparan una buena
percibe el espíritu y no los puede repetir el labio,
al intruso. Cuando llegue el momento de poner
notas sueltas de una melodía lejana que suena
la mano sobre las teclas, va a comenzar una al-
a intervalos, traídas en las ráfagas del viento; ru-
garabía de sonajas, panderos y zambombas
mor de hojas que se besan en los árboles con
que no hay más que oír... Pero, calle, ya entra
un murmullo semejante al de la lluvia, trinos de
en la iglesia el héroe de la función. ¡Jesús!, ¡qué
alondras que se levantan gorjeando de entre las
ropilla de colorines, qué gorguera de cañutos,
flores como una saeta despedida de las nubes;
qué aire de personaje! Vamos, vamos, que hace
estruendos sin nombre, imponentes como los
ya rato que llegó el arzobispo y va a comenzar
rugidos de una tempestad; coros de serafines
la misa... Vamos, que me parece que esta no-
sin ritmo ni cadencia, ignota música del cielo
che va a darnos que contar para muchos días.
que sólo la imaginación comprende, himnos ala-
Esto diciendo la buena mujer, que ya conocen dos que parecían remontarse al trono del Señor
nuestros lectores por sus exabruptos de locuaci- como una tromba de luz y de sonidos..., todo lo
dad, penetró en Santa Inés, abriéndose, según expresaban las cien voces del órgano con más
costumbre, un camino entre la multitud a fuerza pujanza, con más misteriosa poesía, con más
de empellones y codazos. fantástico color que lo habían expresado nunca.
Ya se había dado principio a la ceremonia. El ...
templo estaba tan brillante como el año anterior.
Cuando el organista bajó de la tribuna, la mu-
El nuevo organista, después de atravesar por en
chedumbre que se agolpó a la escalera fue tan-
medio de los fieles que ocupaban las naves
ta y tanto su afán por verlo y admirarlo, que el
para ir a besar el anillo del prelado, había subido
asistente, temiendo, no sin razón, que lo ahoga-
a la tribuna, donde tocaba, unos tras otros, los
ran entre todos, mandó a algunos de sus minis-
registros del órgano con una gravedad tan afec-

Textos para orar y reflexionar 92


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triles para que, vara en mano, le fueran abriendo de tomar el agua bendita en la puerta, escogía
camino hasta llegar al altar mayor, donde el pre- un puesto en un rincón de las naves, donde
lado lo esperaba. unos cuantos vecinos del barrio esperaban tran-
- Ya veis -le dijo este último cuando lo trajeron a quilamente a que comenzara la misa del Gallo.
su presencia-. Vengo desde mi palacio aquí sólo - Ya lo veis -decía la superiora-: vuestro temor
por escucharos. ¿Seréis tan cruel como maese es sobre manera pueril; nadie hay en el templo;
Pérez, que nunca quiso excusarme el viaje to- toda Sevilla acude en tropel a la catedral esta
cando la Nochebuena en la misa de la catedral? noche. Tocad vos el órgano, tocadlo sin descon-
- El año que viene -respondió el organista- pro- fianza de ninguna clase; estaremos en comuni-
meto daros gusto, pues por todo el oro de la tie- dad... Pero... proseguís callando, sin que cesen
rra no volvería a tocar este órgano. vuestros suspiros. ¿Qué os pasa? ¿Qué tenéis?

- ¿Y por qué? -interrumpió el prelado. - Tengo... miedo -exclamó la joven con un acen-
to profundamente conmovido.
- Porque... -añadió el organista, procurando do-
minar la emoción que se revelaba en la palidez - ¿Miedo? ¿De qué?
de su rostro-, porque es viejo y malo, y no pue- - No sé..., de una cosa sobrenatural... Anoche,
de expresar todo lo que se quiere. mirad, yo os había oído decir que teníais empe-
El arzobispo se retiró, seguido de sus familiares. ño en que tocase el órgano en la misa, y, ufana
Unas tras otras, las literas de los señores fueron con esta distinción, pensé arreglar unos regis-
desfilando y perdiéndose en las revueltas de las tros y templarlo, a fin de que os sorprendiese...
calles vecinas; los grupos del atrio se disolvie- Vine al coro... sola..., abrí la puerta que conduce
ron, dispersándose los fieles en distintas direc- a la tribuna... En el reloj de la catedral sonaba
ciones, y ya la demandadera se disponía a ce- en aquel momento una hora..., no sé cuál...,
rrar las puertas de la entrada del atrio, cuando pero las campanas eran tristísimas y muchas...,
se divisaban aún dos mujeres que después de muchas..., estuvieron sonando todo el tiempo
persignarse y murmurar una oración ante el re- que yo permanecí como clavada en el umbral, y
tablo del Arco de San Felipe, prosiguieron su ca- aquel tiempo me pareció un siglo.
mino, internándose en el callejón de las Dueñas. La iglesia estaba desierta y oscura... Allá lejos,
- ¿Qué quiere usarced, mi señora doña Baltasa- en el fondo, brillaba como una estrella perdida
ra? -decía la una-. Yo soy de este genial. Cada en el cielo de la noche, una luz moribunda...: la
loco con su tema... Me lo habían de asegurar luz de la lámpara que arde en el altar mayor... A
capuchinos descalzos y no lo creería del todo... sus reflejos debilísimos, que sólo contribuían a
Ese hombre no puede haber tocado lo que aca- hacer más visible todo el profundo horror de las
bamos de escuchar... Si yo lo he oído mil veces sombras, vi..., lo vi, madre, no lo dudéis; vi a un
en San Bartolomé, que era su parroquia, y de hombre que, en silencio, y vuelto de espaldas
donde tuvo que echarlo el señor cura por malo; hacia el sitio en que yo estaba, recorría con una
y era cosa de taparse los oídos con algodones... mano las teclas del órgano, mientras tocaba con
Y luego, si no hay más que mirarlo al rostro, la otra sus registros..., y el órgano sonaba, pero
que, según dicen, es el espejo del alma... Yo me sonaba de una manera indescriptible. Cada una
acuerdo, pobrecito, como si lo estuviera viendo, de sus notas parecía un sollozo ahogado dentro
me acuerdo de la cara de maese Pérez cuando, del tubo de metal, que vibraba con el aire com-
en semejante noche como ésta, bajaba de la tri- primido en su hueco y reproducía el tono sordo,
buna, después de haber suspendido al auditorio casi imperceptible, pero justo.
con sus primores... ¡Qué sonrisa tan bondadosa, Y el reloj de la catedral continuaba dando la
qué color tan animado!... Era viejo y parecía un hora, y el hombre aquel proseguía recorriendo
ángel... No que éste, que ha bajado las escale- las teclas. Yo oía hasta su respiración.
ras a trompicones, como si le ladrase un perro El horror había helado la sangre de mis venas;
en la meseta, Y con un olor de difunto y unas... sentía en mi cuerpo como un frío glacial, y en
Vamos, mi señora doña Baltasara, créame usar- mis sienes fuego... Entonces quise gritar, quise
ced, y créame con todas veras: yo sospecho gritar, pero no pude. El hombre aquel había
que aquí hay busilis... vuelto la cara y me había mirado...; digo mal, no
Comentando las últimas palabras, las dos muje- me había mirado, porque era ciego... ¡Era mi pa-
res doblaban la esquina del callejón y desapare- dre!
cían. Creemos inútil decir a nuestros lectores - ¡Bah! Hermana, desechad esas fantasías con
quién era una de ellas. que el enemigo malo procura turbar las imagina-
IV ciones débiles... Rezad un paternóster y un ave-
Había transcurrido un año más. La abadesa del maría al arcángel San Miguel, jefe de las mili-
convento de Santa Inés y la hija de Maese Pé- cias celestiales, para que os asista contra los
rez hablaban en voz baja, medio ocultas entre malos espíritus. Llevad al cuello un escapulario
las sombras del coro de la iglesia. El esquilón tocado en la reliquia de San Pacomio, abogado
llamaba a voz herida a los fieles desde la torre, contra las tentaciones, y marchad, marchad a
y alguna que otra rara persona atravesaba el ocupar la tribuna del órgano; la misa va a co-
atrio, silencioso y desierto esta vez, y después menzar, y ya esperan con impaciencia los fie-

Textos para orar y reflexionar 93


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les... Vuestro padre está en el cielo, y desde allí, pera, departiendo amigablemente con sus mon-
antes que daros sustos, bajará a inspirar a su teros sobre las peripecias del día, y refiriéndose
hija en esta ceremonia solemne, para el objeto unos a otros las aventuras más o menos curio-
de tan especial devoción. sas que en su vida de cazadores les habían
La priora fue a ocupar su sillón en el coro en acontecido, cuando por lo alto de la empinada
medio de la comunidad. La hija de maese Pérez ladera y a través de los alternados murmullos
abrió con mano temblorosa la puerta de la tribu- del viento que agitaba las hojas de los árboles,
na para sentarse en el banquillo del órgano, y comenzó a percibirse , cada vez más cerca. el
comenzó la misa. sonido de una esquililla a las del guión de un re-
baño.
Comenzó la misa y prosiguió sin que ocurriera
nada notable hasta que llegó la consagración. En efecto, era así, pues a poco de haberse oído
En aquel momento sonó el órgano, y al mismo la esquililla empezaron a saltar por entre las api-
tiempo que el órgano, un grito de la hija de mae- ñadas matas de cantueso y tomillo y a descen-
se Pérez. La superiora, las monjas y algunos de der a la orilla opuesta del riachuelo, hasta unos
los fieles corrieron a la tribuna. cien corderos blancos como la nieve, detrás de
los cuales, con su caperuza calada para libertar-
- ¡Miradlo! ¡Miradlo! -decía la joven, fijando sus se la cabeza de los perpendiculares rayos del
desencajados ojos en el banquillo; de donde se sol, y su hatillo al hombro en la punta de un
había levantado, asombrada, para agarrarse palo, apareció el zagal que los conducía.
con sus manos convulsas al barandal de la tri-
buna. - A propósito de aventuras extraordinarias-excla-
mó al verle uno de los monteros de don Dionís,
Todo el mundo fijó sus miradas en aquel punto. dirigiéndose a su señor, ahí teneis a Esteban, el
El órgano estaba solo, y, no obstante, el órgano zagal que de un tiempo a esta parte anda más
seguía sonando...; sonando como sólo los ar- tonto que lo que naturalmentre lo hizo Dios, que
cángeles podrían imitarlo... en sus raptos de no es poco, y el cual puede haceros pasar un
místico alborozo. rato divertido refiriendo la causa de sus conti-
... nuos sustos.
- ¿No os dije yo una y mil veces, mi señora doña ¿Pues qué le acontece a ese pobre diablo?, in-
Baltasara; no os lo dije yo? ¡Aquí hay busilis! quirió don Dionís con aire de curiosidad picada.
Oídlo. ¡Qué! ¿no estuvisteis anoche en la misa !Friolera!, añadió el montero en tono de zumba,
del Gallo? Pero, en fin, ya sabréis lo que pasó. es el caso que, sin haber nacido en Viernes
En toda Sevilla no se habla de otra cosa... El se- Santo, ni estar señalado con la cruz, ni hallarse
ñor arzobispo está hecho, con razón, una furia... en relaciones con el demonio a lo que se puede
Haber dejado de asistir a Santa Inés, no haber colegir de sus hábitos de cristiano viejo, se en-
podido presenciar el portento..., ¿y para qué?... cuentra, sin saber cómo ni por donde , dotado
Para oir una cencerrada, porque personas que de la facultad más maravillosa que ha poseído
lo oyeron dicen que lo que hizo el dichoso orga- hombre alguno, a no ser Salomón, de quien se
nista de San Bartolomé en la catedral no fue dice que sabía hasta el lenguaje de los pájaros.
otra cosa... Si lo decía yo. Eso no puede haberlo
tocado el bisojo, mentira...; aquí hay busilis, y el ¿Y a qué se refiere esa facultad maravillosa?,
busilis era, en efecto, el alma de maese Pérez. se refiere, prosiguió el montero, a que, según él
afirma, y lo jura y lo perjura por todo lo más
240. LA CORZA BLANCA sagrado del mundo, los ciervos que discurren
por estos montes se han dado de ojo para no
En un pequeño lugar de Aragón , y allá por los dejarle en paz, siendo lo más gracioso del caso
años de mil trescientos y pico, vivía retirado en que en más de una ocasión los ha sorprendido
su torre señorial un famoso caballero llamado concertando entre sí las burlas que han de ha-
don Dionís, el cual después de haber servido a cerle y después que estás burlas se han llevado
su rey en la guerra contra infieles, descansaba a a termino, ha oído las ruidosas carcajadas con
la sazón, entregado al alegre ejercicio de la las que las celebran.
caza, de las rudas fatigas de los combates.
Mientras esto decía el montero, Constanza, que
Aconteció una vez a este caballero, hallándose así se llamaba la hermosa hija de don Dionís, se
en su favorita diversión acompañado de su hija, había aproximado al grupo de los cazadores, y
cuya belleza singular y extraordinaria blancura como demostrase su curiosidad por conocer la
le habían granjeado el sobrenombre de la Azu- extraordinaria historia de Esteban, uno de éstos
cena, que como se les entrase a más andar el se adelantó hasta el sitio en donde el zagal
día engalfados en perseguir a una res en el daba de beber a su ganado, y le condujo a pre-
monte de su feudo, tuvo que acogerse durante sencia de su señor que, para disipar la turbación
las horas de la siesta, a una cañada por donde y el visible encogimientos del pobre mozo, se
corría un riachuelo, saltando de roca en roca apresuró a saludarle por su nombre, acompa-
con un ruido manso y agradable. ñando el saludo con una bondadosa sonrisa.
Haría cosa de unas horas que don Dionís se en- Era Esteban un muchacho de diecinueve a vein-
contraba en aquel delicioso lugar, recostado so- te años, fornido, con la cabeza pequeña y hundi-
bre la menuda grama a la sombra de una cho- da entre los hombros, los ojos pequeños y azu-

Textos para orar y reflexionar 94


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les, la mirada incierta y torpe como la de los al- res a vida en veinte jornadas al contorno, habían
binos, la nariz roma, los labios gruesos y entrea- no hace mucho agotado la caza en estos mon-
biertos, la frente alzada, la tez blanca , pero en- tes, hasta el extremo de no encontrarse un ve-
negrecida por el sol, y el cabello, que le caía nado en ellos ni por un ojo de la cara.
parte sobre los ojos y parte alrededor de la cara, Hablaba yo de esto mismo en el lugar, sentado
en guedejas ásperas y rojas semejantes a las en el porche de la iglesia, donde después de
crines de un rocín colorado. acabada la misa del domingo solía reunirme con
Esto, sobre poco más o menos, era Esteban en algunos peones de los que labran la tierra de
cuanto al físico, respecto a su moral, podía ase- Veratón , cuando algunos de ellos me dijeron:
verarse sin temor de ser desmentido ni por él ni Pues, hombre, no sé en qué consistía el que tú
por ninguna de las personas que le conocían, no las topes, pues de nosotros podemos asegu-
que era perfectamente simple, aunque un tanto rarte que no bajamos una vez a las hazas que
suspicaz y malicioso, como buen rústico. no nos encontremos rastro, y hace tres o cuatro
Una vez el zagal repuesto de su turbación, le di- días, sin ir más lejos, una manada que, a juzgar
rigió de nuevo la palabra a don Dionís, y con el por la huellas, debía de componerse de más de
tono más señorío del mundo, y fingiendo un ex- veinte, le segaron antes de tiempo una pieza de
traordinario interés por conocer los detalles del trigo al santero de la Virgen del Romeral.
suceso a que su montero se había referido, le ¿Y hacía qué sitio seguía el rastro?, pregunté a
hizo una multitud de preguntas, a las que Este- los peones, con ánimo de ver si topaba con la
ban comenzó a contestar de una manera evasi- tropa. Hacía la cañada de los cantuesos, me
va, como deseando evitar explicaciones sobre el contestaron.
asunto.
No eché en saco roto la advertencia, y aquella
Estrechado, sin embargo, por las interrogacio- noche misma fui a apostarme entre los chopos.
nes de su señor y por los ruegos de Constanza, Durante toda ella estuve oyendo por acá y por
que parecía la más curiosa e interesada en que allá, tan pronto lejos como cerca, el bramido de
el pastos refiriese sus estupendas aventuras, los ciervos que se llamaban unos a otros, y de
decidióse éste a hablar, mas no sin que antes vez en cuando sentía moverse el ramaje a mis
dirigiese a su alrededor una mirada de descon- espaldas, pero por más que hice todo ojos, la
fianza, como temíendo ser oído por otras perso- verdad es que no pude distinguir a ninguno.
nas que las que allí estaban presentes, y de ras-
carse tres o cuatro veces la cabeza tratando de No obstante, al romper el día, cuando llevé a los
reunir sus recuerdos o hílvanar su discurso, que corderos al agua, a la orilla de este río, como
al fin comenzó de esta manera: obra de dos tiros de honda del sitio en que nos
hallamos, y en una umbría de los chopos, donde
Es el caso, señor, que según me dijo un preste ni a la hora de la siesta se desliza un rayo de
de Tarazona, al que acudí no ha mucho para sol, encontré huellas recientes de los ciervos, al-
consultar más dudas, con el diablo no sirven gunas ramas desgajadas, la corriente un poco
juegos, sino punto en boca, buenas y muchas turbia y, lo que es más particular, entre el rastro
oraciones a San Bartolomé, que es quien le co- de las reses las breves huellas de unos pies pe-
noce las cosquillas, y dejarle andar; que Dios queñitos como la mitad de la palma de mi mano,
que es justo y está allá arriba, proveerá a todo. sin ponderación alguna.
Firme en esta idea, había decidido no volver a Al decir esto, el mozo, instintivamente, y al pare-
decir palabra sobre el asunto a nadie, ni por cer buscando un punto de comparación, dirigio
nada, pero lo haré hoy por satisfacer a vuestra la vista hacia el pide de Constanza que asoma-
curiosidad, y a fe, a fe que después de todo, si ba por debajo del brial, calzado de un precioso
el diablo me lo toma en cuenta y torna a moles- chapín de tafilete amarillo, pero como al par de
tarme en castigo de mi indiscreción, buenos Esteban bajasen también los ojos de don Dionís
evangelios llevo cosidos a la pelliza y con su y algunos de los monteros que le rodeaban, la
ayuda creo que, como otras veces, no me será hermosa niña se apresuró a esconderlo, excla-
inútil el garrote. mando con el tono más natural del mundo; !Oh
Pero vamos, apremió don Dionís, impaciente al no!; por desgracia, no los tengo yo tan peque-
escuchar las digresiones del zagal, que amena- ños pues de este tamaño sólo se encuentran en
zaba no concluir nunca, dejate de rodeos y ve las hadas cuya historia nos refieren los trovado-
derecho al asunto. res.
A él voy, contestó con calma Esteban, que des- Pues no paro aquí la cosa, continuó el zagal,
pués de dar una gran voz acompañada de un cuando Constanza hubo concluido, sino que
silbido para que se agruparan los corderos, que otra vez, habiéndome colocado en otro escondi-
no perdía de vista y comenzaba a desparramar- te por donde indudablemente habían de pasar
se por el monte, tonó a rascarse la cabeza y kis ciervos para dirigirse a la cañada, allá al filo
prosiguió así: de la medianoche me rindió un poco el sueño ,
Por una parte vuestras continuas excursiones, y aunque no tanto que no abriese los ojhos en el
por otra el dale que le das de los cazadores fur- mismo punto en que creí percibir que las ramas
tivos, que ya con trampa o con ballesta no dejan se movían a mi alrededor. Abrí los ojos, según
dejo dicho, me incorporè con sumo cuidado, y

Textos para orar y reflexionar 95


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

poniendo atención a aquel confuso murmullo !Bah!....!Bah!... Esteban, exclamó don Dionís
que cada vez sonaba más próximo, aí en las rá- con aire burlón, sigue los consejos del preste de
fagas de aire como gritos y cantares extraños, Tarazona no hables de tus encuentros con los
carcajadas y tres o cuatro voces distintas que corzos amigos de burlas, no sea que haga el
hablaban entre si, como un ruido y algabaria se- diablo que al fin pierdas el poco juicio que tie-
mejantes al de las muchachas del lugar, cuando nes, y pues ya estás provisto de los evangelios,
riendo y bromeando por el camino vuelven en y sabes las oraciones de San
bandadas de la fuente con sus cántaros a la ca- Bartolomé vuélvete a tus corderos, que comien-
beza. zan a desbandarse por la cañada.
Según colegía de la proximidad de las voces y Si los espíritus malignos tornan a incomodarle
del cercano chasquido de las ramas que crujían ya sabes el remedio: paternoster y garrotazo.
al romperse para dar paso a aquella turba de lo-
cuelas, iban a salir de la espesura a un pequeño El zagal, después de guardarse en el zurrón un
rellano que formaba el monte en el sitio donde medio pan blanco y un trozo de carne de jabalí,
yo estaba oculto, cuando enteramente a mis es- y en el estómago un valiente trago de vino que
paldas, tan cerca o más que me encuentro de le dio por orden de su señor uno de los pañafre-
vosotros, aí una nueva voz fresca, delgada y vi- neros, despidióse de don Dionís y su hija, y ape-
brante que dijo ...., creedlo, señores, esto es tan nas anduvo cuatro pasos , comenzó a voltear la
seguro como que me he de morir..., dijo ... claro homda para reunir a pedradas los corderos.
y distintamente, estas palabras: Como a esta sazón notábase don Dionís que
!Por aquí, por aquí, compañeras, entre unas y otras las horas del calor eran pasa-
que está ahí el bruto de Esteban! das y el vientecillo de la tarde comenzaba a mo-
Al llegar a este punto de la relación el zagal, los ver las hojas de los chopos y a refrescar los
circunstantes no pudieron ya contener por más campos, dio orden a su comitiva para que ade-
tiempo la risa que hacia largo rato les retozaba rezasen las caballerías que andaban paciendo
en los ojos, y dando rienda suelta a su buen hu- sueltas por el inmediato soto; y cuando todo es-
mor prorrumpieron en una carcajada estrepito- tuvo a punto, hizo seña a los unos para que sol-
sa. De los primeros en comenzar a reír y de los tasen las traíllas, y a los otros para que tocasen
últimos en dejarlo , fueron don Dionís, que a pe- las trompas, y saliendo en tropel de la chopera,
sar de su fingida circunspección no pudo por prosiguió adelante la interrumpida caza.
menos que tomar parte en el regocijo, y su hija II
Constanza, la cual cada vez que miraba a Este-
Entre los monteros de Don Dionís había uno lla-
ban todo suspenso y confuso, tornaba a reírse
mado Garcés hijo de un antiguo servidor de la
como una loca hasta el punto de saltarle las lá-
familia, y por tanto el más querido de sus seño-
grimas a los ojos.
res.
El zagal, por su parte, aunque sin atender al
Garcés tenía poco más o menos la edad de
efecto que su narración había producido, pare-
Constanza, y desde muy niño habíase acostum-
cía todo turbado e inquieto; mientras los señores
brado a prevenir al menor de sus deseos y adivi-
reían a sabor de sus inocentadas, él tornaba la
nar y satisfacer el más leve de sus antojos.
vista a un lado y a otro con visibles muestras de
temor y como queriendo descubrir algo a través Por su mano se entretenía en afilar en los ratos
de los cruzados troncos de los árboles. de ocio las agudas saetas de su ballesta de
marfil, él domaba los potros que había de mon-
¿Qué es eso, Esteban, qué te sucede?, le pre-
tar su señora, él ejercitaba en los ardides de la
guntó uno de los monteros, notando la creciente
caza a sus lebreles favoritos y amaestraba a sus
inquietud del pobre mozo, que ya fijaba sus es-
halcones, a los cuales compraba en las ferias de
pantadas pupilas en la hija de don Dionís, ya las
Castila caperuzas rojas bordadas de oro.
volvía a su alrededor con una expresión asom-
brada y estúpida. Para con los otros monteros, los pajes y la gente
menuda del servicio de don Dionís , la exquisita
Me sucede una cosa muy extraña, explicó Este-
solicitud de Garcés y el aprecio con que sus se-
ban, cuando, después de escuchar las palabras
ñores le distinguían, habíanle valido una especio
que dejo referidas, me incorporé con prontitud
de general animadversi´0n, y al decir a los envi-
para sorprender a la personas que las había
diosos , en todos aquellos cuidados con que se
pronunciado, una corza blanca como la nieve
adelantaba a prevenir los caprichos de su seño-
salió de entre las mismas matas en donde yo
ra, reveláse su carácter adulador y rastrero. No
estaba oculto, y dando unos saltos enormes por
faltaban, sin embargo, algunos que más avisa-
encima de los carrascales y los lentiscos, se ale-
dos o maliciosos, creyeron sorprender en la asi-
jó seguida de una tropa de corzas de su color
duidad del solicito mancebo algunas señales de
natural, y así estas como la blanca que las iba
mal disimulado amor.
guiando, no arrojaban bramidos al huir, sino que
se reian con unas carcajadas cuyo eco juraría Si en efecto era así, el oculto cariño de Garcés
que aún me está sonando en los oídos en este tenía más que sobrada disculpa en la incompa-
momento. rable hermosura de Constanza. Hubiérase nece-
sitado un pecho de roca y un corazón de hielo
para permanecer impasible un día y otro al lado
Textos para orar y reflexionar 96
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de aquella mujer singular por su belleza y sus Cosas más extrañas hemos visto en el mundo, y
raros atractivos. una corza blanca bien puede haberla, puesto
La Azucena del Moncayo llamábanla en veinte que, si se ha de dar crédito a las cantigas del
leguas a la redonda, y bien merecía este sobre- país, San Humberto, patrón de los cazadores,
nombre, porque eran tan airosa, tan blanca y tan tenía una. !Oh, si yo pudiese coger viva una cor-
rubia, que como a las azucenas, parecía que za blanca para ofrecérsela a mi señora!."
Dios la había hecho de nieve y oro. Así pensando y discurriendo pasó Garcés la tar-
Y sin embargo, entre los señores comarcanos de, y cuando ya el sol comenzó a esconderse
murmurábase que la hermosa castellana de Ve- por detrás de las cevinas lomas y don Dionís
ratón no era tan limpia de sangre como bella, y mandó volver grupas a su gente para tornar al
que, a pesar de sus trenzas rubias y su tez de castillo, separóse sin ser notado de la comitiva y
alabastro, había tenido por madre una gitana. Lo echó en busca del zagal por lo más espeso e in-
cierto que pudiera haber en estas murmuracio- trincado del monte.
nes nadie pudo nunca decirlo, porque la verdad La noche había cerrado casi por completo cuan-
era que don Dionís tuvo una vida bastante aza- do don Dionís llegaba a las puertas de su casti-
rosa en su juventud, y después de combatir lar- llo. Acto continuo dispusieron una frugal coloca-
go tiempo bajo la conducta del monarca arago- ción y sentóse con su hija en la mesa.
nés del cual recabó entre otras mercedes el feu- Y Garcés ¿dónde está?, preguntó Constanza,
do del Moncayo marchóse a Palestina, en don- notando que su montero no se encontraba allí
de anduvo errante algunos años, para volver por para servirla como tenía de costumbre.
último a encerrarse en su castillo de Veratón
con una hija pequeña, nacida sin duda en aque- No sabemos, se apresuraron a contestar los
llos países remotos. El único que hubiera podido otros servidores; desapareció de entre nosotros
decir algo acerca del misterioso origen de Cons- cerca de la cañada, y esta es la hora que toda-
tanza, pues acompañó a don Dionís en sus leja- vía no le hemos visto.
nas peregrinaciones, era el padre de Garcés, y En este punto llegó Garcés todo sofocado, cu-
este había ya muerto hacía bastante tiempo, sin bierta aún de sudor la frente, pero con la cara
decir una sola palabra sobre el asunto ni a su más regocijada y satisfecha que pudiera imagi-
propio hijo, que varias veces y con muestras de narse.
gran interés se lo había preguntado.
Perdóname señora, rogó, dirigiéndose a Cons-
El carácter tan pronto retraído y melancólico tanza, perdonadme si he faltado un momento a
como bullicioso y alegre de Constanza, la extra- mi obligación: pero allá de donde vengo a todo
ña exaltación de sus ideas, sus extravagantes correr de mi caballo, como aquí, sólo me ocupa-
caprichos, sus nunca vistas costumbres, hasta ba en serviros.
la particularidad de tener los ojos y las cejas ne-
¿En servirme?, repitió Constanza, no compren-
gros como la noche, siendo blando blanca y ru-
do lo que quieres decir.
bia como el oro, habían contribuido a dar pábulo
a las hablillas de sus convecinos , y aun el mis- Sí ,señora, en serviros, repitio el joven, pues he
mo Garcés, que tan íntimamente la trataba, ha- averiguado que es verdad que la corza blanca
bía llegado a persuadirse que su señora era existe. A más de Esteban, le dan por seguro
algo especial y no se parecía a las demás muje- otros varios pastores, que juran haberla visto
res . más de una vez, y con ayuda de los cuales es-
pero en Dios y en mi patrón San Humberto, que
Presente a la relación de Esteban, como los
antes de tres días, viva o muerta, os la traeré al
otros monteros, Garcés fue acaso el único que
castillo.
oyó con verdadera curiosidad los pormenores
de su increíble aventura, y si bien no pudo me- !Bah!... !Bah!.. ,exclamó Constanza, con aire de
nos de sonreír cuando el zagal repitió las pala- zumba, mientras hacían coro a sus palabras las
bras de la corza blanca, desde que abandonó el risas más o menos disimuladas de los presen-
soto en que habían sesteado comenzó a revol- tes. Dejáte de cacerías nocturnas y de corzas
ver en su mente las más absurdas imaginacio- blancas; mira que el diablo ha en la flor de tentar
nes. a los simples, y si te empeñas en andarle a los
talones, va a dar que reir contigo como con el
"No cabe duda que todo eso de hablar las cor-
pobre Esteban.
zas es pura aprensión de Esteban, que es un
completo mentecato, decía entre si el joven Señora, interrumpió Garcés, con voz entrecorta-
montero mientras que, jínete en un poderoso da y disimulando en lo posible la cólera que le
alazán, seguía a paso el palafrén de Constanza, producía el burlón regocijo de sus compañeros,
la cual también parecía mostrarse un tanto dis- yo no me he visto nunca con el diasblo y, por
traida y silenciosa, y retirada del tropel de los consiguiente, no sé todavía cómo las gasta:
cazadores, apenas tomaba parte en la fiesta, pero conmigo os juro que todo podrá hacer me-
pero, ¿quién dice que en lo que se refiere a ese nos dar que reír, porque el uso de ese privilegio
simple no existirá algo de verdad?, prosiguió sólo en vos sé tolerarlo.
pensando el mancebo. Constanza conoció el efecto que su burla había
producido en el enamorado joven; pero desean-

Textos para orar y reflexionar 97


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

do apurar su paciencia hasta lo último, tornó a agazapóse en un ribazo junto a unos chopos de
decir en el mismo tono: ¿y si al dispararle te copas elevadas y oscuras, a cuyo pie crecían
saluda con alguna risa del género de la que oyó unas matas de lentisco, altas lo bastante para
Esteban, o se te ríe en la nariz, y al escuhcar ocultar a un hombre echado en tierra.
sus sobrenaturales carcajadas se te cae la ba- El río, que desde las musgosas rocas donde te-
llesta de las manos, y antes de reponerte del nía el nacimiento, venía siguiendo las sinuosida-
susto ya ha desaparecido la corza blanca más li- des del Moncayo, al entrar en la cañada por la
gera que un relámpago?. vertiente, deslizábase desde allí bañando el pie
!Oh! ,exclamo Garcés, en cuanto a eso, estad de los sauces que sombreaban sus orillas, o ju-
segura que como yo la topase de ballesta, aun- gueteando con alegre murmullo entre las pie-
que me hiciese más monos que un juglar, aun- dras rodadas del monte, hasta caer en una hon-
que me hablara, no ya en romance, sino en la- dura próxima al lugar que servía de escondrijo al
tín, como el abad de Munilla, no se iba sin un ar- montero.
pón en el cuerpo. Los álamos, cuyas plateadas hojas movía el aire
En este punto del diálogo terció don Dionís, y con un rumor dulcísimo, los sauces que inclina-
con una desesperante gravedad a través de la dos sobre la limpia corriente humedecían en ella
que se adivinaba toda la ironía de sus palabras, las puntas de sus desmayadas ramas, y los
comenzó a darle al ya sendereado mozo los apretados carrascales por cuyos troncos subían
consejos más originales del mundo, para el caso y se enredaban las madreselvas y las campani-
de que se encontrase de manos a boca con el llas azules, formaban un espeso muro de follaje
demonio convertido en corza blanca. A cada alrededor del remanso del río.
nueva ocurrencia de su padre, Constanza fijaba El viento, agitando los frondosos pabellones de
sus ojos en el atribulado Garcés y rompia a reír verdura que derramaba en torno su flotante
como una loca, en tanto que los otros servidores sombra, dejaba penetrar a intervalos un furtivo
reforzaban las burlas con sus miradas de inteli- rayo de luz, que brillaba como un relámpago de
gencia y su mal encubierto gozo. plata sobre la superficie de las aguas inmóviles
Mientras duró la colocación prolongóse esta es- y profundas.
cena en que la credulidad del joven montero fue, Oculto tras los matojos, con el oído atento al
por decirlo así, el tema obligado del general re- más leve rumor y la vista clavada en el punto en
gocijo; de modo que cuando se levantaron los donde según sus cálculos debían aparecer las
paños, y don Dionís y Constanza se retiraron a corzas Garcés esperó inútilmente un gran espa-
sus habitaciones, y toda la gente del castillo se cio de tiempo.
entregó al reposo, Garcés permaneció un largo
espacio de tiempo irresoluto, dudando si, a pe- Todo parecía a su alrededor sumido en una pro-
sar de las burlas de sus señores, proseguiría fir- funda calma. Poco a poco, y bien fuese que el
me en sus propósitos o desistiría completamen- peso de la noche, que ya había pasado de la mi-
te de la empresa. tad, comenzara a dejarse sentir, bien que el le-
jano murmullo del agua, el penetrante aroma de
!Y qué diantre!, exclamó, saliendo del estado de las flores silvestres y las caricias del viento co-
incertidumbre en que se encontraba. Mayor mal municasen a sus sentidos el dulce sopor en que
del que me ha sucedido no puede sucederme, y parecía estar impregnada la Naturaleza todo, el
si, por el contrario es verdad lo que nos ha con- enamorado mozo que hasta aquel punto había
tado Esteban ... !oh, entonces cómo he de sabo- estado entretenido reviviendo en su mente las
rear mi triunfo!. más halagüeñas imaginaciones, comenzó a
Esto diciendo, armó su ballesta, no sin haberle sentir que sus ideas se elaboraban con más len-
hecho antes la señal de la cruz en la punta de la titud y sus pensamientos tomaban formas más
vira, y colocándosela a la espalda se dirigió a la leves e indecisas.
poterna del castillo para tomar la vereda del . . . . . . . . . . .
monte.
Cosa de dos horas o tres haría ya que el joven
Cuando Garcés llegó a la cañada y al punto en montero roncaba a pierna suelta, disfrutando a
que según las instrucciones de Esteban, debía todo sabor de uno de los sueños más apacibles
aguardar la aparición de las corzas, la luna co- de su vida, cuando de repente entreabrió los
menzaba a remontarse con la lentitud por detrás ojos sobresaltado, e incorporóse a medias lleno
de los cercanos montes. aún de ese estupor del que vuelve en sí de im-
A fuer de buen cazador y práctico en el oficio, provisto después de un sueño profundo.
antes de elegir un punto a propósito para colo- En las ráfagas del aire y confundido con los le-
carse al acecho de las reses, anduvo un gran ves rumores de la noche, creyó percibir un ex-
rato de acá para allá examinando las trochas y traño rumor de voces delgadas, dulces y miste-
las veredas vecinas, la disposición de los árbo- riosas que hablaban entre sí, reían o cantaban
les , los accidentes del terreno, las curvas del río cada cual por su parte y una cosa diferente, for-
y la profundidad de sus aguas. mando una algarabía tan ruidosa y confusa
Por último, después de terminar este minucioso como la de los pájaros que despiertan al primer
reconocimiento del lugar en que se encontraba, rayo del sol entre las frondas de una alameda.

Textos para orar y reflexionar 98


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Este extraño rumor sólo se dejó oír un instante, A medida que desechaba la primera impresión,
y después todo volvió a quedar en silencio. Garcés comenzó a comprenderlo así, y riéndose
Sin duda soñaba con las majaderías que nos re- interiormente de su incredulidad y su miedo,
firió el zagal, se dijo Garcés, restregándose los desde aquel instante sólo se ocupó en averi-
ojos con mucha calma, y en la firme persuación guar, teniendo en cuenta la dirección que se-
de que cuando había creído oír no era más que guían, el punto donde se hallaban las corzas.
esa vaga huella del ensueño que queda, al des- Hecho el cálculo, cogió la ballesta entre los
pertar, en la imaginación como queda en el oído dientes, y arrastrándose como una culebra por
la última cadencia de una melodía después que detrás de los lentiscos, fue a situarse sobre
ha expirado temblando la última nota. Y domina- unos cuarenta pasos más lejos del lugar en que
do por la invencible languidez que ambargaba se encontraba. Una vez acomodado en su nue-
sus miembros, iba a reclinar de nuevo la cabeza vo escondite, espero el tiempo sificiente para
sobre el césped, cuando tornó a oír el eco dis- que las corzas estuvieran ya dentro del río, a fin
tante de aquellas misteriosas voces, que acom- de hacer el tiro más seguro. Apenas empezó a
pañándose del rumor del aire, del agua y de las escucharse ese ruido particular que produce el
hojas, cantaban así: agua cuando se bate a golpes o se agita con
CORO violencia, Garcés comenzó a levantarse porqui-
to a poco y con las mayores precauciones, apo-
- El arquero que velaba en lo alto de la torre ha yándose en la tierra primero sobre la punta de
reclinado su pesada cabeza en el muro. los dedos, y después con una de las rodillas.
- Al cazador furtivo que esperaba sorprender la Ya de pie, y cerciorándose a tientas de que el
res lo ha sorprendido el sueño. arma estaba preparada, dio un paso hacía de-
- El pastor que aguarda el día consultando las lante, alargó el cuello por encima de los arbus-
estrellas, duerme ahora y dormirá hasta el ama- tos para dominar el remanso, y tendió la balles-
necer. ta, tendió la vista buscando el objeto que había
de herir, se escapó de sus labios un impercepti-
- Reina de las ondinas , sigue nuestros pasos.
ble e involuntario grito de asombro.
- Ven a mecerte en las ramas de los sauces so-
La luna, que había ido remontándose con lenti-
bre el haz del agua.
tud por el ancho horizonte, estaba inmóvil y
- Ven a embriagarte con el perfume de las viole- como suspendida en la mitad del cielo. Su dulce
tas que se abren entre las sombras. claridad inundaba el soto, abrillantaba la intran-
- Ven a gozar de la noche, que es el día de los quila superficie del rio y hacia ver los objetos
espíritus. como a través de una gasa azul.
Mientras flotaban en el aire las suaves notas de Las corzas habían desaparecido.
aquella deliciosa música, Garcés se mantuvo in- En su lugar, lleno de estupor y casi de miedo,
móvil. Después que se hubo desvanecido, con vio Garcés un grupo de bellísimas mujeres, de
mucha orecaución apartó un poco las ramas, y las cuales unas entraban en el agua juguetean-
no sin experimentar algún sobresalto, vio apare- do, mientras las otras acababan de despojarse
cer las corzas, que en tropel y salvando los ma- de las ligeras túnicas que aún ocultaban a la co-
torrales con ligereza increíble unas veces dete- diciosa vista el tesoro de sus formas.
niéndose como a escuchar otras, jugueteaban
En esos ligeros y cortados sueños de la maña-
entre sí ya escondiéndose entre la espesura, ya
na, ricos en imágenes risueñas y voluptuosas,
saliendo nuevamente a la senda, bajaban del
sueños diáfanos y celestes como la luz que en-
monte en dirección al remanso del río.
tonces comienza a transparentarse a través de
Delante de sus compañeras, más ágil, más lin- las blancas cortinas del lecho, no0 ha habido
da, más juguetona y alegre que todas, saltando, nunca imaginaciones de veinte años que bos-
corriendo, parándose y tornando a correr, de quejase con los colores de la fantasía una es-
modo que parecía no tocar el suelo con los cena semejante a la que se ofrecía en aquel
pies, iba la corza blanca, cuyo extraño color punto a los ojos del atónito Garcés.
destacaba como una fantástica luz sobre el os-
Despojadas ya de sus túnicas y sus velos de mil
curo fondo de los árboles.
colores, que destacaban sobre el fondo suspen-
Aunque el joven se sentía dispuesto a ver en didos de los árboles o arrojados con descuido
cuando le rodeaba algo de sobrenatural y mara- sobre la alfombra del césped, las muchachas
villoso, la verdad del caso era que, prescindien- discurrían a su placer por el soto, formando gru-
do de la momentánea alucinación que turbó un pos pintorescos, y entraban y salían en el agua,
instante sus sentidos, fingiéndole músicas, ru- haciéndola saltar en chispas luminosas sobre
mores y palabras, ni en la forma de las corzas, las flores de la margen como una menuda lluvia
ni en sus movimientos, ni en los cortos bramidos de rocío.
con que parecían llamarse, había nada con que
Aquí una de ellas, blancas como el vellón de un
no debiese estar ya muy familiarizado un caza-
cordero, sacaba su cabeza rubia entre las ver-
dor práctico en esta clase de expediciones noc-
des y flotantes hojas de un planta acuática, de la
turnas.
cual parecía una flor a medio abrir, cuyo flexible

Textos para orar y reflexionar 99


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

talle más bien se adivinaba que se veía temblar En el momento en que Constanza salió del bos-
debajo de los infinitos círculos de luz de las on- quecillo, sin velo alguno que ocultase a los ojos
das. de su amante los escondidos tesoros de su her-
Otra allá, con el cabello suelto sobre los hom- mosura, sus compañeras comenzaron nueva-
bros mecíase suspendida de la rama de un sau- mente a cantar estas palabras con una melodía
ce sobre la corriente del río, y sus pequeños dulcísima:
pies, color de rosa, hacían una raya de plata al CORO
pasar rozando la tersa superficie. En tanto que - Genios del aire, habitadores del luminoso éter,
éstas permanecían recostadas aún al borde del venid envueltos en un jirón de niebla plateada.
agua con los ojos azules adormecidos aspirando
con voluptuosidad del perfume de las flores y - Silfos invisibles, dejad el cáliz de los entrea-
estremeciéndose ligeramente al contacto de la biertos lirios y venid en vuestros carros de ná-
fresca brisa, aquéllas danzaban en vertiginosa car, a los que vuelan uncidas las mariposas.
ronda, entrelazando caprichosamente sus ma- - Larvas de las fuentes, abandonad el lecho de
nos ,dejando caer atrás la cabeza con delicioso musgo y caed sobre nosotras en menuda lluvia
abandono e hiriendo el suelo con el pie en alter- de perlas.
nada cadencia.
- Escarabajos de esmeralda, luciérnagas de fue-
Era imposibles seguirlas en sus ágiles movi- go, mariposas negras, !venid!.
mientos, imposible abarcar con una mirada los
- Y venid vosotros todos, espíritus de la noche,
infinitos detalles del cuadro que formaban, unas
venid zumbando como un enjambre de insectos
corriendo, jugando y persiguiéndose con alegres
de luz y de oro.
risas por entre el laberinto de los árboles; otras
surcando el agua como un cisne y rompiendo la - Venid, que ya el astro protector de los miste-
corriente con el levantado seno; otras, sumer- rios brilla en la plenitud de su hermosura.
giéndose en el fondo, donde permanecían largo - Venid, que ha llegado el momento de las trans-
rato para volver a la superficie, trayendo una de formaciones maravillosas.
esas flores extrañas que nacen escondidas en
el lecho de las aguas profundas. -Venid, que las que os aman os esperan impa-
cientes.
La mirada del atónito montero vagaba absorta
de una lado a otro, sin saber dónde fijarse, has- Garcés, que permanecía inmóvil, sintió al oír
ta que, sentado bajo un pabellón de verdura que aquellos cantares misteriosos que el áspid de
parecía servirle de dosel , y rodeada de un gru- los celos le mordía el corazón, y obedeciendo a,
po de mujeres todas a cual más bella, que la un impulso más poderoso que su voluntad, de-
ayudaban a despojarse de sus ligerísimas vesti- seando romper de una vez el encanto que fasci-
duras, creyó ver el objeto de sus ocultas adora- naba sus sentidos, separó con mano trémula y
ciones; la hija del noble don Dionís, la incompa- convulsa el ramaje que le ocultaba, y de un solo
rable Constanza. salto se puso en la margen del río. El encanto
se rompió , desvanecióse todo como el humo, y
Marchando de sorpresa en sorpresa, el enamo- al bullicioso tropel con las tímidas corzas, sor-
rado joven no se atrevía ya a dar crédito ni al prendidas en lo mejor de sus nocturno juegos,
testimonio de sus sentidos , y creíase bajo la in- huían espantadas de su presencia, una por
fluencia de un sueño fascinador y engañoso. aquí, otra por allá, cuál salvando de un salto los
No obstante, pugnaba en vano por persuadirse matorrales, cuál ganando a todo correr la trocha
de que todo cuando veía era efecto del desarre- del monte.
glo de su imaginación, porque mientras más la !Oh, bien dije yo que todas estas cosas no eran
miraba, y más despacio, más se convencía de más que fantasmagorías del diablo!, exclamó
que aquella mujer era Constanza. entonces el montero; pero por fortuna, esta vez
No podía caber duda, no ; suyos eran aquellos ha andado un poco torpe, dejándome entre las
ojos oscuros y sombreados de largas pestañas, manos la mejor presa.
que apenas bastaban a amortiguar la luz de sus Y, en efecto, era así, la corza blanca, deseando
pupilas, suya aquella rubias y abundante cabe- escapar por el soto, se había lanzado entre el
llera que, después de coronar su frente se de- laberinto de sus árboles, y enredándose en una
rramaba por su blanco seno y sus redondas es- red de madreselvas, pugnaba en vano por des-
paldas como una cascada de oro, suyos, en fin, asirse. Garcés le encaró la ballesta. pèro en el
aquel cuello airoso que sostenía su lánguida ca- mismo punto en que iba a herirla, la corza se
beza, ligeramente inclinada como una floir que volvió hacía en montero, y con voz clara y agu-
se rinde al peso de las gotas de rocío, y aque- da detuvo su acción con un grito, diciéndole:
llas coluptuosas formas que él había soñado tal
vez, y aquellas manos semejantes a manojos de - ¿Garcés, qué haces?.
jazmines, y aquellos pies diminutos, compara- El joven vaciló, y después de un instante de
bles sólo con dos pedazos de nieve que el sol duda, dejó caer al suelo el arma, espantazdo a
no ha podido derretir y que a la mañana blan- la sola idea de haber podido herir a su amante.
quean entre la verdura. Una sonora y estridente carcajda vino a sacarle
al fin de su estupor, la corza blanca había apro-

Textos para orar y reflexionar 100


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vechado aquellos cortos instantes para acabar- ha impedido pasar las pruebas hematológicas
se de desenredar y huir ligera como un relámpa- prematrimoniales, y que yo, descuidadamente,
go, riéndose de la burla hecha al montero. me he contagiado de él.
!Ah, condenado engendro de Satanás!, exclamó Estoy segura de que lo recibiréis en nuestra fa-
Garcés con voz espantosa, recogiendo la balles- milia con los brazos abiertos. Él es cariñoso, y
ta con una rapidez indecible, pronto has cantado aunque no muy educado, tiene ambición. Su
victoria pronto te has creido fuera de mi alcance, raza y religión son distintas de la nuestra, pero
y esto diciendo, dejó volar la saeta, que partió sé que vuestra tolerancia, frecuentemente ex-
silbando y fue a perderse en la oscuridad del presada, no os permitirá enfadaros por esto.
soto, en el fondo del cual sonó al mismo tiempo Ahora que ya estáis al corriente de todo, quiero
un grito, al que siguieron después unos sonidos deciros que no se incendió mi dormitorio, no
sofocados. tuve fractura ni conmoción de cráneo, ni fui al
!Dios mío!, exclamó Garcés, al percibir aquellos hospital, no estoy embarazada, no tengo novio,
lamentos angustiosos. !Dios mío, si será ver- no sufro ninguna infección y no hay ningún mu-
dad!. chacho en mi vida. Sin embargo, he sacado un
Y fuera de sí, como loco, sin darse cuenta ape- suspenso en Historia y un aprobado en Cien-
nas de lo que le pasaba, corrió en la dirección cias, y quiero que veáis estas notas en su
en que había desaparecido la saeta, que era la perspectiva adecuada.
misma en que sonaban los gemidos. Llegó al Vuestra hija que os quiere.. Ana.
fin; pero al llegar, sus cabellos se erizaron de
horror, las palabras se anudaron en su garganta 242. LA GESTIÓN DEL TIEMPO
y tuvo que agarrarse al tronco de un árbol para
Un experto asesor de empresas en Gestión del
no caer a tierra.
Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su
Constanza, herida por su mano, expiraba allí a conferencia.
su vista, revolcándose en su propia sangre, en-
Sacó de debajo del escritorio un frasco grande
tre las agudas zarzas del monte.
de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a
241. CÓMO DAR UNA MALA NOTI- una bandeja con piedras del tamaño de un puño
y preguntó: “¿Cuántas piedras piensan que ca-
CIA A TUS PADRES ben en el frasco?.
Queridos papá y mamá: Después de que los asistentes hicieran sus con-
Desde que me fui al colegio he descuidado el jeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó
escribiros y lamento mi desconsideración por no el frasco. Luego preguntó: “¿Está lleno?”.
haberlo hecho antes. Ahora os pondré al co- Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó
rriente, pero antes sentaos. No leáis nada más, de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Me-
a menos que estéis sentados. ¿De acuerdo? tió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las
Bueno, pues me encuentro bien ahora. La frac- piedrecillas penetraron por los espacios que de-
tura de cráneo y la conmoción que me produjo jaban las piedras grandes. El experto sonrió con
la caída al saltar desde la ventana de mi dormi- ironía y repitió: “¿Está lleno?”.
torio, cuando este se incendió, a poco de llegar Esta vez los oyentes dudaron: “Tal vez no”.
aquí, se han curado perfectamente. Pasé sólo
“¡Bien!”. 
quince días en el hospital y ahora veo casi con
normalidad y sólo me afecta el dolor de cabeza Y puso en la mesa un cubo con arena que co-
una vez al día. Por fortuna, el incendio en el dor- menzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba
mitorio y mi salto por la ventana fueron presen- en los pequeños recovecos que dejaban las pie-
ciado por un empleado de la gasolinera cercana, dras y la grava. “¿Está lleno?”, preguntó de
que avisó a los bomberos y a la ambulancia. nuevo. 
Después me vino a visitar al hospital y como yo “¡No!”, exclamaron los asistentes.
no tenía sitio donde vivir, a causa del incendio,
él fue tan amable que me invitó a compartir su “Bien”, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro
vivienda. Realmente se trata de un sótano, pero que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún
es muy cuco. Él es un muchacho excelente y no rebosaba. 
nos enamoramos como locos, por lo que pensa- “Bueno, ¿qué hemos demostrado?”, preguntó.
mos casarnos. Aún no sabemos la fecha exacta,
Un alumno respondió: “Que no importa lo llena
pero podrá ser antes de que se note mi embara-
que esté tu agenda, si lo intentas, siempre pue-
zo.
des hacer que quepan más cosas”.
Sí papás, estoy embarazada. Me consta lo mu-
“¡No!”,concluyó el experto: “Lo que esta lección
cho que os complacerá ser abuelos y estoy se-
nos enseña es que si no colocas las piedras
gura que recibiréis bien al bebé, dándole el mis-
grandes primero, nunca podrás colocarlas des-
mo cariño, afecto y cuidados que tuvisteis con-
pués. ¿Cuáles son las grandes piedras en tu
migo cuando era pequeña.
vida?. Tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu
La causa del retraso en nuestra boda se debe a salud, la persona amada.... Recuerda, ponlas
una ligera infección que padece mi novio y nos primero. El resto encontrará su lugar”.
Textos para orar y reflexionar 101
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

243. UN TROPIEZO 244. DIOS EXISTE


El Chaco ardía en el algodonal. Mediaba enero, Un hombre fue a una barbería a cortarse el pelo
y Ciriaco se había levantado muy temprano a fin y recortarse la barba. Como es costumbre en
de aprovechar el fresco de la mañana para pe- estos casos, entabló una amena conversación
gar la última carpida al tabloncito de algodón con la persona que le atendía.
que tenía en un claro del monte, como a siete Hablaban de muchas cosas y tocaron varios te-
cuadras de las casa. Comenzaban ya a preñar- mas. De pronto tocaron el tema de Dios. El bar-
se los capullos tratando de reventar en una bero dijo:
mano abierta que regalaba la blanca fibra.
Fíjese caballero, que yo no creo que Dios exista,
Serían cerca de las once de la mañana. Estaba como usted dice...
con la azada en la mano desde las cinco, y aho-
ra el cansancio se desparramaba por su cuerpo - ¿Pero?, ¿por qué dice usted eso? - preguntó el
lo mismo que el sudor que lo deshidrataba de- cliente.
jándole huellitas de sal al secarse. Tenía sed y - Pues es muy fácil, basta con salir a la calle
esperaba llegar cuando antes a su rancho para para darse cuenta de que Dios no existe, o díga-
refrescarse bajo el chorro de agua de la bomba me, acaso si Dios existiera, habrían tantos en-
y beber después despacio y a sorbos lentos. fermos, habría niños abandonados, si Dios exis-
Conocía los peligros del agua fresca para el que tiera no habría sufrimiento ni tanto dolor para la
la bebe con ansia y con el cuerpo recalentado humanidad, yo no puedo pensar que exista un
por las faenas del campo. Dios que permita todas estas cosas.
Decidió acortar el camino. En lugar de hacerlo El cliente se quedó pensando un momento, pero
por la huella que bordeaba un rastrojo viejo lleno no quiso responder para evitar una discusión. El
de malezas, lo cortó derecho por entre los yuyos barbero terminó su trabajo y el cliente salió del
altos y la gramilla espesa. Con la azada al hom- negocio. Recién abandonaba la barbería, obser-
bro, y arrastrando a medias sus viejas alparga- vó en la calle a un hombre con la barba y el ca-
tas, trataba de avanzar por entre el malezal don- bello largo. Al parecer, hacía mucho tiempo que
de el año anterior había tenido la chacra. Iba no se lo cortaba y se veía muy desarreglado.
distraído de lo que hacía y concentrado en lo
Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo
que le esperaba. Ni tiempo tuvo de darse cuen-
al barbero:
ta, cuando sus pies tropezaron en un gran bulto
que estaba escondido entre el pastizal. - ¿Sabe una cosa? los barberos no existen . . .
No hubo manera de evitar la costalada. Instinti- - ¿Cómo que no existen? - pregunto el barbero -
vamente arrojó a un lado la azada, para no lasti- Si aquí estoy yo, y soy barbero.
marse con ella, y dejó que el cuerpo cayera lo - ¡No! - dijo el cliente - No existen porque si exis-
más flojo posible, para evitar quebraduras. Se tieran no habría personas con el pelo y la barba
dio un tremendo golpe que apenas si lograron tan larga como la de ese hombre que va por la
mitigar las ramas del yuyo colorado que lo reci- calle.
bió, junto con algunas rosetas traicioneras. Des-
de adentro le nació la necesidad de desahogar- - Ah, los barberos sí existen, lo que pasa es que
se con una maldición. ¡Lo que le faltaba al día! esas personas no vienen hacia mí.
Pero se contuvo. Si había tropezado, con algo - ¡Exacto! - dijo el cliente - ese es el punto, Dios
sería. ¿Y si aquello fuera una sandía? Se puso sí existe, lo que pasa es que las personas no
de pie, y recogiendo la azada, fue despejando el van hacia Él y no le buscan, por eso hay tanto
lugar donde terminaban las huellas de sus pisa- dolor y miseria...
das y comenzaba la de su cuerpo. Y efectiva- Texto aportado por María Elena Ruiz
mente, allí entre la gramilla alta y los yuyos fron-
dosos, estaba una hermosa sandía con la guía 245. EL BURRITO
medio seca. Pesaba como veinte kilos. Segura-
mente alguna semilla de la cosecha anterior ha- El burrito es de un amigo mío (la foto de la pos-
tal) muy edificante y al que mucho me gustaría
bía germinado entre el rastrojo, y ahora le ofre-
cía su fruto de la única manera que tenía: po- imitar en muchas de sus virtudes. Siempre calla
(fuera de algún rebuznillo); nunca se queja, no
niéndoselo delante de sus pies.
tiene pretensiones de caballo; carga con todo
A pesar del cansancio, del calor, y de su cuerpo como lo que es, como un burro. Cuando la gen-
dolorido por la caída, cargó con cariño la sandía te quiere insultar a otro le dicen su nombre y él
sobre sus hombros y con cuidado completó la no se molesta: le da un comino; se ve que
distancia que lo separaba de su rancho. Y mien- aprendió aquello de "oprobios, injurias, afrentas,
tras de antemano saboreaba la sorpresa que le etc." Es el más humilde de los animales. Y por
daría a su patrona, se iba diciendo a sí mismo: humilde mereció estar con Jesús: en su naci-
- ¡No hay tropiezo que no tenga su parte aprove- miento, en su huida a Egipto, llevándolo encima
chable! en los momentos duros de la persecución; y
después en los gloriosos de la entrada en Jeru-
Mamerto Menapace, osb. Monasterio salén; y en esos momentos de gloria y de pal-
Santa María de Los Toldos

Textos para orar y reflexionar 102


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

mas y de andar sobre vestiduras, no se envane- + ¿Somos agradecidos con quienes nos ayu-
cía, porque sabía que esto no era por él sino por dan?
el que llevaba encima: él no era sino el borriqui- + ¿Cuándo prestamos un servicio lo hacemos
to de Jesús. Pidamos al Señor que nos haga por amor al otro (sea quien sea) o para buscar
también esta gracia a nosotros. un reconocimiento de los demás?
Revista Ave María, nº 656 Agosto-Septiembre J.I. González Faus
de 2000
247. GRACIAS, SEÑOR
246. EL ENANO Y EL GIGANTE Un alma recién llegada al cielo se encontró con
Cuentan de un gigante que se disponía a atra- un ángel. El ángel llevó al alma a un recorrido
vesar un río profundo y se encontró en la orilla por el cielo.
con un pigmeo que no sabía nadar y no podía Ambos caminaron paso a paso por unos gran-
atravesar el río por su profundidad. El gigante lo des talleres llenos con otros ángeles. El ángel
cargó sobre sus hombros y se metió en el agua. se detuvo frente a la primera sección y dijo:
Hacia la mitad de la travesía, el pigmeo, que so- "Esta es la sección de recibo".
bresalía casi medio metro por encima de la ca- Aquí, todas las peticiones hechas a Dios me-
beza del gigante, alcanzó a ver, sigilosamente diante la oración son recibidas. "El alma miró a
apostados tras la vegetación de la otra orilla, a la sección y estaba terriblemente ocupada con
los indios de una tribu que esperaban con sus muchos ángeles clasificando peticiones escritas
arcos a que se acercase el gigante. en voluminosas hojas de papel de personas de
El pigmeo avisó al gigante, Este se detuvo, dio todo el mundo.
media vuelta y comenzó a deshacer la travesía. Ellos siguieron caminando hasta que llegaron a
En aquel momento, una flecha disparada desde la siguiente sección y el ángel le dijo: "Esta es
la otra orilla se hundió en el agua cerca del gi- la sección de empaquetado y entrega".
gante, pero sin haber podido ya llegar hasta él.
Así ocurrió con otras sucesivas flechas, mien- Aquí, las gracias y bendiciones que la gente
tras ambos - gigante y pigmeo - ganaban la ori- pide, son empacadas y enviadas a las personas
lla de salida sanos y salvos. que las solicitaron. El alma vio cuán ocupada
estaba. Había tantos ángeles trabajando en ella
El gigante dio las gracias al pigmeo, pero éste le como tantas bendiciones estaban siendo empa-
replicó: - "Si no me hubiese apoyado en ti, no quetadas y enviadas a la tierra.
habría podido ver más lejos que tú".
Finalmente, en la esquina más lejana del cuarto,
Ideas para trabajar el texto en grupos: el ángel se detuvo en la última sección. Para su
+ Dramatizar el cuento. sorpresa, sólo un ángel permanecía en ella ocio-
+ Revisar en nuestra vida si alguna vez vivimos so haciendo muy poca cosa. "Esta es la sec-
alguna experiencia parecida. Ponerla en común. ción del agradecimiento" dijo el ángel al alma.
+ Si el grupo es de chicos de primaria, dibujar el "¿Cómo es que hay tan poco trabajo aquí?" -
cuento a manera de historieta y colocar una fra- preguntó el alma.
se que resuma el mensaje central. Luego expo- "Esto es lo peor"- contestó el ángel. Después
ner los trabajos de cada uno y terminar con una que las personas reciben las bendiciones que
oración. pidieron, muy pocas envían su agradecimiento.
+ Si se trabaja con jóvenes de secundario, divi-
dir en pequeños grupos y encargar a cada uno ¿Cómo uno agradece a las bendiciones de
que escriba un cuento semejante con alguna si- Dios?
tuación cotidiana para todos ellos. Dar también "Simple" contestó el ángel, "Solo tienes que de-
la posibilidad de dramatizar la situación. cir, Gracias Señor"
+ Debatir el cuento entre todos intentando pro-
Gracias Señor, por darme el regalo más grande;
fundizar cuál es el mensaje que brinda. Imaginar
por enviar a tu hijo unigénito a morir por mis pe-
y reproducir con improvisaciones el diálogo en-
cados y darme la salvación, la vida eterna por
tre los dos personajes en los distintos momentos
medio de Jesús.
del cuento.
+ Realizar tarjetas individuales con un pensa- Yanira C.
miento alrededor del mensaje del cuento y una
ilustración realizada por cada integrante del gru- 248. IMAGEN Y SEMEJANZA
po. Luego intercambiar las tarjetas entre todos. Estaba el Niño Jesús a la costa del Paraná ju-
Preguntas para profundizar: gando. Como todos los niños se dedicaba a mo-
+ ¿ Es común la ayuda mutua entre nuestros delar figuras de animales y de pajaritos con sus
conocidos? ¿Recordamos ejemplos similares manitas embarradas. Solo que él tenía el poder
que hayan salido en los medios de comunica- de darles además de la forma, la vida. Luego de
ción? trabajarlos bien, no los ponía a secar. Simple-
+ ¿Cómo nos sentimos cuando damos una mente los colocaba en la palma de la mano y los
mano a alguien? ¿Y cuándo no la damos? soplaba. Es decir: los rozaba con su aliento
como si les diera un beso. Y al sentirse alenta-

Textos para orar y reflexionar 103


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dos por el beso de Dios, los animalitos se estre- 249. LA GALLINA Y LOS HIJOS PA-
mecían de vida; y se largaban a volar, a correr,
a saltar o a hacer aquello que la vida les regala-
TOS
ba por dentro. Una pata muy maternal puso paciente una doce-
Pero un día el Niño Dios quiso hacer algo real- na de huevos. Soñaba con su nueva familia.
mente bonito. Iba a crear el mainumb: el pica- El amor la afiebró y comenzó a pasar largas jor-
flor. La verdad es que se esmeró al inventarlo. nadas, con sus días y sus noches, empollando
No quería hacerlo grande, pretendía hacerlo paciente su esperanza. En uno de sus breves
hermoso. Buscó entre los ivot iporá veva, las flo- descansos, corrió hasta la vecina laguna, para
res más lindas, los colores más brillantes y lla- refrescarse con un rápido baño. Y fue tan mala
mativos y se los colocó en la palma de la mano. su suerte, que fue descubierta por un zorro que
En un claro del monte recogió algo del ñasaind, acechaba hambriento. Y el zorro se la comió.
dejado por la luna. Del cohetí mañanero, la albo-
rada, extrajo los colores suaves. Mezcló todo Una gallina muy maternal, afiebrada por la clue-
esto con un puñadito blando de retá pytá, tierra quez, y desposeída de sus huevos, se sintió do-
colorada del borde del Paraná. Lo amasó des- lida ante la desgracia. Y decidió hacerse cargo
pacito con sus dedos divinos hasta hacer una del nido, donde doce huerfanitos dormían en
pasta tierna y delicada. Y le dio la forma de un sus cascarones.
pajarito, en le que metió una chispa de aratirí: el Y cubrió con su calor de madre el nido abando-
relámpago. nado.
Así lo tenía en al palma de su mano derecha, Pasaron los días, y entre sus plumas comenzó a
como si fuera el nido desde donde tendría que moverse la vida. Doce patitos, hijos adoptivos
partir. Lo arrimó despacito a la boca y lo rozó de mamá gallina, comenzaron a caminar por el
apenas con sus labios para besarlo. Tocado por campo. A veces como una cinta amarillenta de-
el soplo divino el pajarito se estremeció entero y trás de la madre adoptiva y, otras, como un re-
abriendo las alas partió recto hacia arriba, para molino de hojas secas, llevadas por el viento.
doblar en ángulo cerrado sobre sí mismo y ser En una jornada de intenso calor, mamá gallina
una flor temblorosa frente a un racimo azul de sintió sed. Y se encaminó con su familia hacia la
jacarandá. Así nació el mainumb. cercana laguna, para beber.
Pero resulta que Añá Mba’e Poch, el diablo, lo Pero, ¡qué mal rato pasó! ¡Qué susto terrible!
andaba espiando. Porque quería copiar lo que el ¡Qué disgusto! Porque en cuanto los doce huer-
Niño Dios hacía, para sacar también él algo pa- fanitos descubrieron el agua, se arrojaron a ella,
recido. Fue haciendo lo que le veía hacer. Y así, ¡felices! Flotaban como copos de algodón amari-
juntó también él un poco de los colores de las llento.
flores primorosas, le robó los tintes a la albora-
da, y los mezcló con claro de luna y temblor de Mamá gallina olvidó su sed. Abrió las alas. Ca-
refucilo. Buscó la greda colorada del Paraná y careó desesperadamente. Los llamó con insis-
con sus dedos peludos y largos trató de darle tente cloqueo.
forma a la pasta que había conseguido. No le Pero, ¡nada! Los doce patitos se internaban
salió tan prolijo, porque de apurado tenía un ojo aguas adentro, como una flota de barquitos de
en lo que miraba y otro en lo que hacía. Lo que juguete, llevada por el viento. ¡Seguros! ¡Feli-
siempre es feo. Cuando lo tuvo listo a su pajari- ces! Mamá gallina siguió en su deseperado clo-
to, resulta que éste no se movía. Y claro ¡que se queo. Volvió a cacarear con toda su fuerza.
iba a mover! Si no tenía vida adentro. Tenía que
Ante lo inútil de todos sus llamados intentó arro-
soplarlo. Pero el diablo tiene mal aliento. En
jarse al agua, para salvar a sus hijos adoptivos.
cuanto Añá Mba’e Poch la arrimó a su hocico y
¡Imposible! Sintió que las aguas amenazaban su
lo quiso besar, el pobre bichito se aplastó contra
vida. Retrocedió y sacudió sus plumas en la ori-
la mano como para atajarse. El diablo lo tiró
lla.
para arriba, a fin de que volara. Y resultó que en
vez de largarse de flor en flor como el mainumb Esto la convenció más hondamente del peligro
de Dios, el animalito cayó al suelo como un cas- que corrían sus hijos en las aguas.
cote y se desparramó todo. Así nació el cururú Y cacareó una vez más, desesperadamente.
vaí, el escuerzo. A pesar de que tiene lindos co-
lores, siempre anda aplastado y escondiéndose, Y llegó corriendo el gallo.
porque lleva arriba el mal aliento del diablo. "¿Qué sucede?", preguntó, asumiendo su res-
Dios inventó el amor, con todo lo lindo que en- ponsabilidad de jefe.
contró, y le dio el beso de su bendición. El dia- "¿No ves?", respondió mamá gallina, mirando
blo quiso copiarlo, y lo que le salió fue el vicio, la absorta la flota lejana.
pasión y el egoísmo. En muchas cosas se pare-
El gallo miró detenidamente a los felices patitos
cen, pero son muy distintos. Como el mainumb
flotar sobre el agua tranquila.
lo es del cururú vaí.
Después dijo resignadamente, para sí y a mamá
Mamerto Menapace, osb. Monasterio
gallina: "Estos no parecen hijos nuestros".
Santa María de Los Toldos

Textos para orar y reflexionar 104


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  - Señor: no tengo paz ni consuelo. Toda yo soy


una estéril lluvia de lágrimas.
Ideas para trabajar el texto en grupos: - Resignación, Mujer.
Nos parece que este cuento puede resultar una - Lo soñé con amor. Lo engendré con amor. Lo
excelente motivación para una reunión de pa- esperé con amor. Lo dí a luz con amor... Y me
dres de hijos adolescentes. Es común que apa- fue arrebatado. No tiene sentido. (*)
rezcan en las familias las problemáticas acerca
de las diferencias generacionales, lo que los pa- - Busca las palabras de la resignación y de la fe
dres esperan de los hijos, los distintos modos de - dijo el Angel y desapareció.
pensar y vivir que caracterizan a padres e hijos. La Mujer cerró sus desolados ojos. Cuando los
Un buen equilibrio entre la necesaria libertad volvió a abrir estaba en una Iglesia que destila-
para crecer y la autoridad propia de la misión de ba esplendor. En los murales escenas del Viejo
los padres ayuda a sobrellevar estos conflictos y y Nuevo Testamento. Pintores de clara estirpe
resolverlos sin enfrentamientos. Charlar de esto idealizaron hasta el arrebato místico, los rostros
en reuniones de padres puede ayudar mucho. de Vírgenes y Santos.
Lectura del cuento. Se arrodilló ante el sacerdote.
Trabajo en grupos: - Padre: he perdido a mi hijo. No tengo paz ni
+ Relacionar el cuento con la vida cotidiana y la consuelo. En vano he llamado a la Muerte. Vivo
experiencia de ser padres. en martirio.
+ ¿Qué cosas o situaciones pueden ser para - "Bienaventurados los que sufren porque de
cada uno la "laguna" del cuento? ellos será el reino de los cielos... Dios da y Dios
+ ¿En qué aspectos notamos a nuestros hijos quita. Tu criatura, Mujer, es un ángel grato a los
diferentes a nosotros? ¿En que nos afecta esto? ojos del Señor. Resignación, hija mía".
+ Reflexionar juntos el siguiente pensamiento:
"A cada generación de adultos Cubierta con su cabellera como un manto, la
le nace una generación nueva, Madre entró en la Sinagoga. Refulgían la estre-
capaz de hacer lo que ellos no alcanzaron. lla de David y los candelabros de siete brazos.
No le prohibas a tu hijo arrojarse al mar, Arcos de flores blancas, para el cortejo de la no-
porque tú no sabes nadar". via, temblaban al acercarse a la bordada seda
de un dosel.
 En plenario:
+ Un integrante de cada grupo hace una breve Se arrodilló ante el rabino.
exposición de los temas charlados entre todos. - Señor: he perdido a mi hijo. Lo engendré con
+ Se termina haciendo una ronda en la que alegría. No tengo calma, ni consuelo, ni sentido
cada padre comenta su conclusión sobre lo mi vida. Soy un dolor.
charlado luego de oír las reflexiones de los dife-
- "Un Rabí perdió a su hija recién nacida y, en
rentes grupos.
su acompañamiento, iba alegre y danzando...
René Trossero Cuando le preguntaron el motivo, repuso: "Me
alegra poder devolver a Jehová un alma tan
250. EL DON DEL CONSEJO pura como cuando El me la dio en
Dinámica para trabajar con jóvenes y adultos el custodia...Dios da y Dios quita. Resignación, hija
don del consejo. mía".
La madre, la muerte y el ángel. Envuelta en la oscuridad de su cabellera y de su
pena, la Mujer entró en la mezquita. Finas co-
"En pleno día -por tiempo y por edad- la mujer
lumnas de alabastro copiaban la altura y la es-
vestía de noche. La oscuridad de su pena hacía
beltez de las palmeras del desierto. La filigrana
juego con la suelta cabellera, los ojos insonda-
de la piedra reproducía, hasta el infinito, el nom-
bles y la túnica. Unidad exterior y anímica.
bre de Alá.
Cansada de llamar a la Muerte -que bajó la ca-
Se hizo un ovillo a los pies del Imán.
peruza, tapó sus oídos y vagó por todo el mun-
do sólo por no oírla- acudió al Angel. - Señor: he perdido a mi hijo. Era tan pequeño
que mis brazos le bastaban. Lo amaba y lo per-
- Señor: he perdido a mi hijo . ¡Era tan pequeño
dí. No tengo consuelo. Vivo en desesperación.
que cabía exactamente en la cuna de mis bra-
zos! En vano llamé a la Muerte para que me lo - "La verdadera tumba de los mortales no está
devolviera... en la tierra sino en el corazón de los hombres...
Tu hijo está vivo en tu corazón. Vida y Muerte
- ¿No sabes, Mujer, que la muerte no devuelve
no nos pertenecen, Dios da y Dios quita. Resig-
nada...?
nación, hija mía".
- Le rogué que me llevara junto a él. No fui escu-
Arrebujada en el manto vivo de su cabellera, la
chada.
Madre entró en una capilla evangelista.
Las alas del Angel permanecieron rígidas como
Las paredes eran grises y desnudas. Ni un cua-
si nunca hubieran levantado vuelo.
dro, ni un signo de mundana frivolidad. Sólo un

Textos para orar y reflexionar 105


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crucifijo fino, de madera negra. En lo alto, los ponerse en el lugar del otro, compadecerse,
fragmentados colores de un "vitraux". como tantas veces lo hizo Jesús,y por sobre to-
Dobló su torturada humanidad ante el Pastor. das las cosas, dejar nuestros propios intereses
de lado para tratar de descubrir qué es lo mejor
Señor: he perdido a mi hijo. Era tan pequeño y para el que necesita de nosotros un consejo.
tan grande mi dolor. Vivo penando y sin consue-
lo. Para trabajar con el cuento:
- Narrar o leer el cuento hasta (*). Preguntar a
El pastor le dijo: "En el día del juicio final vere- los participantes qué le dirían a una mujer en
mos los rostros de El y de los seres que ama- esta situación.
mos y perdimos. Mira las aves del cielo... Consi- - Entregar a cada participante una copia del
dera los lirios del campo... Dios da y Dios quita. cuento y terminar la lectura. Analizar lo que dice
Resignación, hija mía". cada uno de los personajes: ángel, sacerdote,
En lágrimas, ya sin fuerzas, la Madre era una fi- rabino, imán, pastor y María.
gura oscura, espasmódicamente sacudida por - Conversar entre todos qué significa aconsejar
sollozos y el viento. - Dejar un momento de silencio en el cual cada
Ajena a la vida que pasaba a su alrededor, sólo uno va a pensar en las personas que alguna vez
recordaba la fugaz que latió dentro de ella, tuvo le pidieron un consejo, cómo respondieron, có-
en sus brazos y se perdió como un sueño... mo las escucharon, si fueron capaces de acon-
sejar desinteresadamente, si fueron capaces de
El Potero Celestial, con infinita pena, extendió ponerse en el lugar del otro y junto al otro. Invi-
su celeste ala derecha y, movimiento de brisa, le tar al que lo desee para que comparta sus refle-
alzó el rostro. xiones.
- Mujer, levántate. Voy a llevarte ante quien - Hacer una oración al Espíritu Santo pidiendo
comprenderá tu dolor. que nos de capacidad para saber aconsejar.
Por un instante, la Madre abandonó su oscuri- 251. LA MANO DERECHA
dad de cuerpo y espíritu. Vio la claridad y supo
que ante esa luz, toda otra luz -la de la aurora y Este es un cuento de bichos. Y trata de Aguará,
la del mediodía, de las fogatas, las bujías y las el Zorro. Don Juan, como se lo llama en el cam-
lámparas- era casi sombra... po. Personaje lleno de astucia, y por demás afi-
cionado a los gallineros. Pero que no deja así
- ¡Señora...! - suplicó ante la augusta figura -. Tú nomás el cuero en la estaca. Aunque a veces el
que perdiste a tu Hijo, ¿cuál es la fórmula del hambre lo lleva a cometer imprudencias, que
consuelo...? suele pagar caro.
Entonces, a dos mil años del hecho, los ojos de Se la tenían jurada en la estancia a Don Juan.
la Virgen maría se llenaron de lágrimas..." Sabían que era inútil buscarlo entre las pajas
de Eugenia Calny. 30. Cuentos para la Cateque- bravas del cañadón, una vez que allí se ganaba.
sis. También hubiera sido de gusto buscarlo con pe-
Para reflexionar: rros de día. Los olía de lejos y cualquier cueva
le servía de escondite para hacérseles humo.
En general, los cuentos, permiten adaptaciones De ahí que decidieron ganarle por la astucia.
y es factible utilizar la misma narración para dis- Conocían su preferencia por las que llevan plu-
tintas edades. Sin embargo, en esta ocasión ma, sobre todo cuando están gordas y alejadas
elegimos un cuento destinado sólo a los adultos. de la defensa normal de los gallineros cercanos
Cuando estábamos haciendo el proceso de se- a la casa.
lección de los cuentos para los dones del Espíri-
tu Santo, y empezamos a leer "La madre, la Y así fue que le armaron la trampa. En la tapera
muerte y el ángel", nos pareció que era muy vieja. Le ataron una gallina viva y gorda a media
fuerte, por el gran dolor de esta madre que no altura, enredándola en un alambre, entre los ga-
puede encontrar consuelo para sus sufrimientos. jos no muy altos de un naranjo viejo. Todo pare-
Sin embargo, cuando llegamos al final, com- cía haber sucedido de casualidad. La gallina po-
prendimos que era el cuento adecuado para tra- dría haberse alejado de la casa habitada y la no-
bajar este don, el del consejo. ¿Quién puede che la sorprendería picoteando en el patio lleno
aconsejar? El que tiene sabiduría y entendi- de yuyos en la tapera vieja. Allí se habría subido
miento, pero además, es capaz de ponerse en al naranjo para dormir a seguro, y un alambre
el lugar del otro. Los consejos que recibe esta quizá de cuánto tiempo olvidado, la habría en-
mujer de parte de los distintos pastores o sacer- ganchado dejándosela a pedir de boca a Don
dotes, no son malos, cada uno de ellos va di- Juan.
ciendo una verdad, pero es María la única que Al menos esa fue la conclusión a la que llegó el
se pone junto a la mujer y llora con ella. Es con Aguará luego de estudiar desde la distancia y
la actitud que le dice que no está sola, que ella con cautela la situación con la que se encontró
está a su lado, que Jesús también la escucha y aquella nochecita. El hambre lo había sacado
la comprende en su sufrimiento. Es necesario del pajonal, y antes de arriesgar una cercanía al
pedir con insistencia esta capacidad de aconse- gallinero había querido pasar por aquel lugar
jar que implica necesariamente saber escuchar, para averiguar el ruido del aleteo de lo que po-

Textos para orar y reflexionar 106


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

dría ser un ave. No se dejó convencer muy fácil. Mamerto Menapace, osb. Monasterio
Pero al fin el hambre por un lado, y su instinto Santa María de Los Toldos
de cazador solitario por el otro, lo animaron a
acercarse. Y lo que vio le confirmó sus esperan- 252. LA CAMISA DEL HOMBRE FE-
zas. La gallina estaba al alcance de sus saltos, y LIZ
de ninguna manera había allí arriba nada que se
pareciera a una trampa. Tenía suficiente expe- Un gran marajá indio no era feliz. Sin embargo,
riencia como para conocer dónde había peligro. tenía todo lo que un mortal puede desear, un
Y la gallina estaba realmente apetitosa. palacio lujoso, riquezas en abundancia, escla-
vos a su disposición, distracciones renovadas
- Dios ayuda al que madruga – se dijo, sin per- incesantemente, mujeres que cambiaba varias
catarse de que otro había madrugado antes veces por semana. A pesar de eso, no era feliz.
que él. De esto se dio cuenta recién cuando al Un día, fue en busca de su gran visir, y le pre-
segundo salto, y casi teniendo ya el ave entre guntó qué debía hacer para ser feliz.
sus dientes, al caer a tierra sintió el ¡trac! De la
trampa de hierro que estaba escondida entre los - Nadie es feliz, le respondió el hombre.
pastos del suelo. Insatisfecho, el marajá planteaba su problema a
Eso no se lo había esperado. ¡Maldita gula, que todos los que encontraba. Un sabio aceptó com-
lo llevó a descuidarse! La trampa no estaba en- prometerse y le dio su receta de la felicidad:
tre las ramas, sino donde había puesto la pata. "Tenéis que poneros la camisa de un hombre fe-
O mejor la mano. Porque la pinza de hierro con liz, y llegaréis a serlo". Inmediatamente, el mara-
dientes herrumbrados, había agarrado su mano já envío a sus embajadores por todo su reino
derecha justo por arriba de la muñeca. La san- con la misión de encontrar al hombre feliz y lle-
gre comenzó a chorrear y el frío inicial se fue varle su camisa.
convirtiendo en un agudísimo dolor que le aca- Los enviados partieron hacia los cuatro puntos
lambraba todo el cuerpo. Fueron inútiles los es- cardinales del reino e interrogaron a las gentes.
fuerzos. Los dientes penetraban cada vez más
Por todas partes la misma respuesta:
en la coyuntura, y la trampa estaba amarrada
con alambre al tronco del árbol. - No, no soy feliz
Bien pronto Don Juan el Aguará comprendió - No tengo mas que un pedazo de tierra y no
que todo estaba perdido. De allí no se soltaría, puedo alimentar a mi familia.
ni podría llevarse aquella maldita trampa a su - No estoy bien en mi pellejo; no estoy de acuer-
cueva. Luego de una noche de dolores tremen- do conmigo mismo.
dos, llegaría la madrugada y con ella el peón re-
corriendo al trotecito de su caballo zaino. Abriría - Estoy terriblemente fastidiado, etc.
desde arriba la tranquera, se acercaría a la ta- Ricos y pobres, hombres y mujeres, adultios y
pera, se dejaría caer del caballo con el talero en niños, nadie era feliz.
la mano, arrollada la lonja sobre el puño y libre Los legados estaban a punto de desesperarse
el cabo para sacudirle el golpe que lo despena- cuando, un día, uno de ellos descubrió, en el
ría definitivamente. De todo esto no le cabía la fondo de un macizo montañoso, una cueva en la
menor duda. Aunque a veces el dolor y su ins- que vivían unos "yoguis". Habían abandonado el
tinto de conservación lo llevaban a realizar des- mundo para dedicarse a las realidades divinas.
esperados esfuerzos por arrancar su mano de- No poseían nada y se alimentaban con un grano
recha de la dentadura de fierro que lo atenaza- de arroz por día. Al primero a quien se acercó,
ba. el enviado le hizo la pregunta:
Y llegó la madrugada. El golpe del cierre sobre - ¿Eres feliz?
el travesaño de la tranquera lo despertó del le-
targo. Allí estaba el peón acercándose al troteci- - ¿Yo? Completamente feliz, contestó.
to sobón de su zaino. Don Juan se dio cuenta - Entonces, dame tu camisa al momento.
de que había llegado el momento decisivo. Ha-
Unos instantes, el sabio fijó sobre el rostro del
bía que optar. Y optó.
interlocutor su mirada profunda y transparente.
Arrimó con rabia sus afilados dientes a los dien- Después dijo, con un gesto que indicaba una
tes de hierro de la trampa, afirmándolas justo allí evidencia:
sobre la herida que producían. Cerró los ojos, y
- Muy gustoso te daría mi camisa. Pero ya hace
a la vez que daba un tremendo tirón, mordió con
tiempo que no la tengo
todas sus fuerzas su propia mano, cortándosela
a ras del hierro. Pierre Babin
Allí quedaría su mano derecha, mientras él, en 253. LOS GRILLOS Y EL VENDA-
tres patas y casi sin fuerzas, huía hacia los pajo-
nales salvando así su vida. VAL
Consideró preferible salvar la vida rengo, que La tarde había ido apilando nubarrones en el
terminar con sus cuatro patas bajo el talero del oeste. Hacía días que el viento norte andaba
peón. suelto, acartuchando los maizales y enervando
a la gente. Algo tenía que pasar esa noche.

Textos para orar y reflexionar 107


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

Caído ya el sol, todo el horizonte refucilaba en jas seguridades. Sólo los grillos parecían estar
silencio, como quien prueba el filo de sus armas despiertos y mezclaban en toda esa geografía
antes del entrevero. su humilde canto inútil. Acostumbrados a mirar
Los molinos montaban guardia, cada uno en la desde abajo y a sentirse pequeños, se habían
esquina de su potrero, olfateando el viento, olvidado casi de sí mismos y necesitaban de su
siempre de frente. Y los grandes eucaliptos de canto para comunicarse con sus hermanos gri-
las avenidas entraban en la noche de a pie, bien llos invisibles, pero también despiertos. Así pro-
agarrados en la tierra con sus raíces en abanico fesaban su fe en todo lo grande que veían arri-
y recortando un trozo del cielo estrellado con su ba: el cielo, las nubes, los refucilos; y mucho,
ramaje tendido al aire. Algunos eran bien gran- pero mucho más lejos, las estrellas ahora ocul-
des. Se los podía ver desde legua y media de tas.
distancia; y hasta podían ser puntos de referen- A media noche se oyó un grito. Ese grito inmen-
cia. Alrededor de las casas estaban desparra- so de la naturaleza sorprendida por el vendaval.
mados los demás árboles. Unos grandes; otros Cada rama, cada tronco, cada arista gimió bajo
pobres, más chicos. Algunos tenían como mi- el tremendo empuje de la avalancha. Cedieron
sión dar fruta, otros sólo flores. Y otros estaban las raíces de los inmensos eucaliptos, y en su
allí nomás por llenar un hueco, simplemente caída esos gigantes aplastaron en su abrazo a
porque la casualidad de la vida había hecho en- cuanto se guarnecía a su sombra. Todo cuanto
trar allí su carozo. O tal vez porque alguien, al- estaba de pie fue sacudido por el vendaval, que
guna vez, se había fijado en ellos y los había en sólo tres minutos cambió el viejo paisaje
transplantado allí. abriendo brechas de luz y derramando descua-
Pero todos, eso sí, habían buscado la altura. Su jados los ramajes con historias y proyectos.
ansia de aire y de luz los había obligado a esti- También el canto de los grillos fue ahogado por
rarse para sacar al menos el brazo de una rama ese alarido del vendaval y de las cosas, y en
por encima de los demás. Algunos no habían esos momentos ya nadie pensó más en ellos. Ni
llegado a tiempo y ahí estaban, tapados y se- en ello ni en nada. El impacto de la sorpresa y la
cos. angustia del paisaje transformado, hicieron que
los hombres se olvidaran de todo lo que aún se-
Todos entraban en la misma noche, cada uno guía igual.
con su historia hecha de pasado y de proyectos.
Cada uno asegurado en su existencia por la pro- A lo mejor nadie pensó que las estrellas aún se-
fundidad de sus raíces, la seguridad de sus tor- guían en sus sitios. Nadie de los hombres, atur-
nillos o la flexibilidad de sus ramas. El tiempo didos por el miedo, consideró que aún se darían
había ido acumulando en ellos fuerza y resisten- atardeceres quietos y anocheceres tibios con lu-
cia. Curtidos por los soles o los vientos, habían ciérnagas en los reparos.
terminado por tener confianza en ellos mismos. Tratando de templar los nervios, tendido en la
Además, cada uno de ellos comprendía y valo- cama, yo escuchaba los truenos que se aleja-
raba el aporte de su propia existencia. Algunos ban hacia el este destrozando paisajes viejos,
tenían sus frutas casi maduras. Otros las esta- arriados por refucilos que la distancia hacía
ban haciendo crecer para mayo. Leña, abrigo, cada vez menos enérgicos. El silencio se fue
sombra o agua: cada techo y cada árbol tenía acercando, como para ver qué pasó. Y fue en-
conciencia de estar cumpliendo una misión. Y la tonces cuando un chirrido arañó el silencio de
conciencia de estar cumpliendo una misión im- los truenos lejanos. Breve, el canto del grillo se
portante mantiene fácilmente en pie y hace que detuvo como asustando de lo que había hecho.
uno considere su propia existencia como im- Pero al ratito se repitió con más confianza. Y
prescindible. A los mejor, acostumbrados de pronto tomó la firmeza y el ritmo cadencioso de
tiempo a estar allí plantados, les resultaba difícil las letanías de capilla de misión. Otros grillos se
imaginarse ese paisaje sin ellos. Y de tanto to- unieron a su rezo, y pronto, de entre los pastos
marse entre ellos como puntos de referencia, y prosternados por el vendaval, surgió hacia la no-
de mirar desde la altura de sus ramas hacia che madre de las estrellas aún ocultas, hacia
abajo, habían reducido su geografía a la superfi- Dios, esa profesión de fe en la vida y en la victo-
cie capaz de ser cubierta por su sombra. Habían ria sobre todos los vendavales pasados y futu-
reducido la vida a su vida, y la existencia a su ros.
existencia. ¿Inconsciencia del grillo? No.
Al final la noche terminó por envolverlo todo. El Simple y profunda intuición de mi pueblo humil-
candil de una luna en creciente apenas si logra- de.
ba mantenerse encendido detrás de las nubes;
pero no iluminaba nada. Sólo el chispear de los Hay árboles que sólo cuando han caído uno se
refucilos cada vez más amplios en sus adema- da cuenta de lo grandes que eran (proverbio
nes, lograba regalar su contorno a los árboles chino).
con más tamaño. Pero eso era sólo el gesto de Mamerto Menapace, osb. Monasterio
un instante, lo necesario como para ubicar al Santa María de Los Toldos
enemigo.
Cuando del bochorno del día cada uno se fue
entregando al descanso atrincherado en sus vie-
Textos para orar y reflexionar 108
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254. LOS HOMBRES Y LA TIERRA nes de geografía cambiada. Y la presencia


constante de aquellos hombres en diálogo conti-
Hay muchas maneras de estudiar la tierra. De nuo con la tierra, interpelándola por los abrojos,
relacionarse con ella. He conocido un grupo de por la quínoa y el chamico.
ingenieros que vinieron al campo, extrajeron pe- Nuestros hombres no interpelaban a la tierra por
queñas muestras de tierra, y luego las analiza- lo visible de la tierra, por lo que la tierra mostra-
ron minuciosamente en sus laboratorios. Al ba. Interpelaban a la tierra por lo que en la tierra
tiempo volvieron acompañados por otros hom- había de oculto. No se limitaron a recoger u or-
bres e instalaron una ladrillería. Arañaron la su- ganizar lo que encontraron en su superficie. La
perficie de la tierra y le sacaron toda la capa fér- incendiaron, la roturaron, la recorrieron tranco a
til. La humillaron prolijamente en el pisadero, la tranco sembrándola de semillas nuevas. Des-
mezclaron con otros elementos, de la zona unos pués supieron esperar. Esperaron vigilantes,
y otros traídos de afuera. moldearon el amasijo, carpiendo siempre el rebrote del paisaje viejo. Y
luego lo resecaron al sol y lo apilaron de a miles lo que es importante: vivieron en la tierra; no se
formando un hormiguero. El fuego completó la fueron de ella.
obra, endureciendo esta tierra fértil, desmenuza-
da sin identidad en una infinitud de paralilepípe- Eran hombres con fe en la tierra. Con un cariño
dos útiles para ser transportados y apilados en profundo por la tierra. Sabía que la tierra tiene
cualquier parte. posibilidades muchísimo más ricas que aquello
que puede dar cuando es dejada a sus solas
Cuando se agotó la tierra fértil y el paisaje mos- fuerzas.
tró su rostro agrio de médano y de tosca, esos
hombres levantaron el campamento y se fueron No es que se hayan propuesto liberarla de algo:
a reanudar su minería en paisajes nuevos. No yuyos invasores o antiguo pajonal. No quisieron
creo que la nostalgia haya tenido nada que ha- liberar la tierra de algo. Quisieron liberar algo en
cer en su despedida. Nada dejaban allí esos ella. Sus posibilidades ocultas, su capacidad de
hombres que fuera obra suya, a no ser los res- trigal, su florecer de linares, sus rastrojos de
tos de hornallas de color entre rojo y negro, que maizal fortificado de trojas.
en ese paisaje de tierra semejaban bocas de pu- La tierra aceptó a estos hombres. Les devolvió
ñalada en el cuerpo de un finado. con inmensa generosidad las semillas que ellos
También he visto un grupo de hombres que en habían sembrado. Al tiempo comenzó a haber
términos científicos hablaban de la fauna y de la una identificación entre esos hombres y la tierra
flora. De cada yuyo distinto sacaron un par de liberada.
hojitas. Descubrieron flores raras y se indigna- Bajo un mismo sol, la tierra y los hombres co-
ron al comprobar que otras se habían extingui- menzaron a tener la piel color trigal. Y cuando el
dos. Estos hombres, ¡con qué respeto y con qué hombre se acostó a dormir en el surco, la tierra
altura hablaban de la tierra! Con términos preci- se levantó a vivir en el alma de sus hijos.
sos y correctos aborrecieron el trabajo de los la-
Así cuentan que nació el folklore, con sus co-
drilleros.
plas.
Y luego de unos días, agotado ya lo que tenían
Mamerto Menapace, osb. Monasterio Santa Ma-
que decir, se fueron también ellos del paisaje,
ría de Los Toldos
sin que quedaba de ellos ni un recuerdo en ab-
soluto. A su paso, es cierto, el paisaje no quedó 255. LOS TRES CIEGOS
humillado. Pero tampoco se aportó nada nuevo
al paisaje. No se vio allí organizarse un trebolar, Había una vez tres sabios. Y eran muy sabios.
ni verdear un trigal. ni preñarse los surcos en el Aunque los tres eran ciegos. Como no podían
batatal. ver, se habían acostumbrado a conocer las co-
Al tiempo, una ley declaró a ese paisaje: “Par- sas con solo tocarlas. Usaban de sus manos
que Nacional”. Y con ello esa tierra fue senten- para darse cuenta del tamaño, de la calidad y de
ciada a virginidad perpetua; a ser para siempre la calidez de cuanto se ponía a su alcance.
tierra de turismo, paisaje para ser gozado o es- Sucedió que un circo llegó al pueblo donde vi-
tudiado sin compromiso; con prohibición absolu- vían los tres sabios que eran ciegos. Entre las
ta de que allí se hiciera ni organizara nada. cosas maravillosas que llegaron con el circo, ve-
Y he visto también otros grupos de hombres. Vi- nía un gran elefante blanco. Y era tan extraordi-
nieron con todo lo poco que tenían, y algunos nario este animal que toda la gente no hacía
animales. Tenían muchas menos posibilidades más que hablar de él.
que los ladrilleros y mucha menos ciencia que Los tres sabios que eran ciegos quisieron tam-
los sabios. Pero tenían una gran riqueza: tenían bién ellos conocer al elefante. Se hicieron con-
tiempo y cariño por la tierra. ducir hasta el lugar donde estaba y pidieron per-
Comenzaron por incendiar un trozo de pajonal. miso para poder tocarlo. Como el animal era
Ordenaron un pequeño trozo de paisaje y allí se muy manso, no hubo ningún inconveniente para
instalaron para vivir. Traían semillas distintas, que lo hicieran.
nuevas para ese paisaje viejo. Al principio todo El primero de los tres estiró sus manos y tocó a
pareció quedar igual, salvo los pequeño tablo- la bestia en la cabeza. Sintió bajo sus dedos las

Textos para orar y reflexionar 109


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enormes orejas y luego los dos tremendos col- + Hacer un listado de situaciones comunes que
millos de marfil que sobresalían de la pequeña puedan ser iluminadas con este cuento. Por
boca. Quedó tan admirado de lo que había co- ejemplo, cuando hay que tomar decisiones en
nocido que inmediatamente fue a contarles a los conjunto, al analizar la realidad, etc.
otros dos lo que había aprendido. Les dijo: Mamerto Menapace
- El elefante es como un tronco, cubierto a am-
bos lados por dos frazadas, y del cual salen dos 256. LOS TRES ESPÍRITUS
grandes lanzas frías y duras. De esto hace mucho tiempo. Fue para poco
Pero resulta que cuando le tocó el turno al se- después de esa gran creciente que se llevó a
gundo sabio, sus manos tocaron al animal en la casi toda la humanidad, con aves, bichos y sa-
panza. Trataron de rodear su cuerpo, pero éste bandijas. Además de cuarenta días de aguacero
era tan alto que no alcanzaba a abarcarlo con sin parar, se rompieron las defensas y el agua
los dos brazos abiertos. Luego de mucho palpar, sublevada atropelló llevándoselo todo por delan-
decidió también él contar lo que había aprendi- te.
do. Les dijo: Anoticiado por Tata Dios, el paisano don Noé
- El elefante se parece a un tambor colocado so- había construido una gran jangada, sobre la que
bre cuatro gruesas patas, y está forrado de cue- armó un enorme galpón en el que guareció de
ro con pelo para afuera. cada especie de bicho una yunta. Además logro
salvar a su familia: su patrona y los tres hijos
Entonces fue el tercer sabio, y agarró el animal
con sus esposas.
justo por la cola. se colgó de ella y comenzó a
hamacarse como hacen los chicos con una Cuando bajó la creciente, aquello parecía un ce-
soga. Como esto le gustaba a la bestia, estuvo menterio. Pero no era cuestión de echarse para
largo rato divirtiéndose en medio de la risa de atrás. Enseguida se comenzó todo de vuelta.
todos. Cuando dejó el juego, comentaba lo que Noé entregó a cada uno de sus hijos los animali-
sabía. También él dijo: tos salvados, asignándoles la zona de campo
donde podrían criarlos. Como él ya andaba me-
- Yo se muy bien lo que es un elefante. Es una
dio viejo y con las tabas entumecidas de tanta
cuerda fuerte y gruesa, que tiene un pincel en la
humedad como había soportado, decidió dedi-
punta. Sirve para hamacarse.
carse a cultivar una pequeña chacrita vecina a
Resulta que cuando volvieron a casa y comen- las casas.
zaron a charlar entre ellos lo que habían descu-
Además de la verdura y hortalizas para el con-
bierto sobre el elefante no se podían poner de
sumo, le dio al viejo por probar con unas espe-
acuerdo. Cada uno estaba plenamente seguro
cies nuevas, que parecían ser de buen porvenir.
de lo que conocía. Y además tenía la certeza de
En una cosa de esas dio una plantita medio ru-
que sólo había un elefante y de que los tres es-
gosa, que daba una especie de racimos con fru-
taban hablando de lo mismo. pero lo que decían
tita muy dulce. Pensó que podía ser buena fruta
parecía imposible de concordar. Tanto charlaron
para fabricar algún jugo virtuoso y reconfortante.
y discutieron que casi se pelearon.
Sin darse cuenta, había descubierto la planta de
Pero al fin de cuentas, como eran los tres muy vid.
sabios, decidieron hacerse ayudar, y fueron a
Como era hombre de ingenio, en cuanto la vio
preguntar a otro sabio que había tenido la opor-
prosperar y crecer, enseguida le armó una parra
tunidad de ver al elefante con sus propios ojos.
para que se fuera agarrando. A cosa de una
Y entonces descubrieron que cada uno de ellos cuadra de las casas quedaba el terrenito que le
tenía razón. Una parte de la razón. Pero que co- dedicó. Todos los días iba a echarle una miradi-
nocían del elefante solamente la parte que ha- ta, a la vez que aprovechaba para carpir los yu-
bían tocado. Y le creyeron al que lo había visto y yos que aparecían entre los surcos y almácigos.
les hablaba del elefante entero. Si algún gusano, de los salvados vaya a saber
Ideas para trabajar el texto en grupos: cómo de la inundación, se atrevía a subirse al
parral, lo bajaba de allí con el lomo del falcón, y
+ Analizar el cuento. ¿qué momentos podemos
lo aplastaba con la bota sin miedo de acabar
señalar? ¿cuál es la conducta de cada persona-
con su especie.
je?
+ Relacionar el cuento con alguna situación si- Una mañanita encontró algo raro en su quinta.
milar que hayamos vivido. Ponerla en común. Vio pisadas que no eran de cristiano, pero tam-
+ Para contestar juntos: poco parecían de animal. Y para peor, parecía
- ¿Escuchamos a los demás, sus opi- que el desconocido se las había agarrado con la
niones, sus ideas? plantita de viña. Porque allí se arremolinaban las
- ¿Creemos tener siempre la"justa", y huellas, y hasta había removido la tierra alrede-
que los otros están equivocados? dor del tronco. Lo rastreó, pero la rastrillada se
- ¿Qué nos enseña este cuento sobre le perdió entre los pajonales un par de cuadras
la verdad de las cosas? más allá.
+ Relacionar el cuento con Dios. ¿Nos pasa lo Como no era hombre de dejarse madrugar por
mismo que a los tres sabios? ¿Por qué? un cualquiera, Noé se decidió a esperarlo es-

Textos para orar y reflexionar 110


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condido entre los matorrales, para ver qué inten- dio charqueado por la lonja de la guacha que
ciones traía. Al principio no tuvo suerte. Una tar- Noé no le mezquinaba, se decidió a confesar la
decita sintió que le bicho volvía. Digo bicho, por- picardía que andaba realizando. Y apretando
que le pareció que se trataba de eso cuando vio contra el suelo, al final dijo:
aparecer algo que podía parecerse a un mono. - Le estaba echando gualicho a la raíz de la vi-
Pero pronto se percató de que en realidad se ña, para darle virtú al vino.
trataba del mismísimo Mandinga en persona.
Traía de una soguita una mona, puro gruñido y - ¿Y de que virtú se trata? – bramó Noé.
morisquetas. Se arrimó a la plantita de parra, y - Son tres espíritus diferentes – respondió el
sin más ceremonia, agarró a la mona por el pes- apretaro -. Tres espíritus que se van despertan-
cuezo y la degolló allí mismo. Con su sangre re- do a medida que le hombre se interna en el
gó bien la tierra en derredor del tronco de la vino. Al principio es el de la mona. Al que no
planta. Después agarró al animalito muerto, y sabe dominarse a tiempo, en cuanto se bandea
revoleándolo de la cola, lo tiró entre los pajona- un poco, le entra el espíritu de este bicho, y co-
les. Limpió el facón en los pastos, y sin siquiera mienza a hacerse el gracioso para hacer reír a
saludar se hizo humo. la gente. Y todos los que lo ven, lo cargan di-
Don Noé no tuvo tiempo para reaccionar. Cuan- ciéndole que suelte la mona que se agarró. Si
do se quiso dar cuenta, Satanás ya se había ido continúa bebiendo, se le despierta el espíritu del
sin dejar rastros. Pensaba irse para su casa a puma. Se pone malo y peleador. Se atreve co-
comentar lo extraño del suceso pero volvió a bardemente con su mujer y con los chicos. Le
sentir ruido entre los pajonales. Esta vez la cosa da por buscar camorra y por provocar peleas.
parecía en serio, porque eran bramidos. Y no Es que le ha entrado en el cuerpo la sangre del
era para menos Mandinga apreció de nuevo, puma. Si continúa bebiendo, entonces es el cer-
traía un puma a la cincha. Bravo andaba el do el que se le despierta por dentro. Comienza a
bayo, tirando zarpazos y dentelladas por todos gruñir, se le cae el chiripá y termina por tirarse
lados. Pero el diablo no era manco, y pisándole en las cunetas revolcándose en el barro igualito
en las ancas lo inmoló allí mismo, repitiendo el que un chancho.
extraño rito de regar con su sangre la plantita de - ¡Ahá, bicho desgracio! – bramó Noé, al tiempo
viña. Terminada la operación, tomó al puma por que le descargaba un tremendo rebencazo -. Yo
la cola y revoleándolo lo tiró entre los pajonales. te voy a enseñar a andar haciendo picardías.
Y a los saltos desapareció como si se fuera a Aquí mismo te voy a despenar para limpiar el
buscar otro animal para repetir lo que andaba mundo de un sabandija como vos.
haciendo.
Pero al querer sacar el facón, aflojó un poco las
Noé sospechó que volvería esta vez decidió no rodillas, y Mandinga se le fue de abajo como ca-
dejarlo escapar. Se tanteó la cintura para cercio- rozo mal apretado. Noé quedó de rodillas y con
rarse de que el facón estaba a mano. De su em- el cuchillo en la mano, mientras Mandinga salía
puñadura colgaba el grueso rebenque cabo de echando humo por los pajonales con el trasero
naranjo, y lonja de cuatro dedos de ancho. Se ardiéndole por los rebencazos.
agazapó sobre sus garrones, listo para el salto.
Noé se secó el sudor de la cara con la punta del
No tuvo que esperar mucho. De nuevo se sintie-
pañuelo que tenía al cuello. Después se arrimó
ron unos gruñidos y golpes. Mandinga traía de
con pena a la planta de vid, dispuesto a cortarla
la cola y a los rodillazos un chanchito. Aunque el
de un solo hachazo. Ya había levantado el fa-
animal se quería empacar, el diablo se dio maña
cón, cuando el ángel del cielo le detuvo el brazo
y lo arrimó a la parra. Después de degollarlo,
al tiempo que le pegaba el grito:
como entendido en el asunto, volvió a regar con
su sangre el tronco y toda la tierra que lo rodea- - ¡No amigo, no lo haga! ¡Respete los dones de
ba. Ya se disponía a tomarlo de la cola para re- Dios! Llegará un día en que el mismísimo Hijo
volearlo, cuando Noé se le fue encima como un de Dios necesitará del vino, para convertirlo en
ventarrón. No le dio tiempo ni pa’ encomendarse su sangre, a fin de que todo aquel que la beba
a Dios. De un talerazo en la nuca lo volteó pan- tenga la vida eterna, lo que es la vida de Dios.
za abajo, y ya se le tiró encima apretándolo con Ahora usted ya sabe los peligros que encierra.
las rodillas en la cintura, mientras le bajaba el Tómelo con moderación y enséñele a sus hijos y
rebenque sin asco por las asentaderas. nietos la verdad de esta historia.
Mientras le menudeaba los azotes, Noé le grita- Pero Noé medio afligido le dijo que aunque así
ba furioso: lo hiciera, a lo mejor sus descendientes, empe-
zando por sus hijos, no le harían caso.
-¡Te agarré, maldito! De aquí no vas a salir sin
marca, hasta que no me hayas confesado todito Entonces el ángel de Dios agachándose levantó
lo que andás haciendo, y por qué me has queri- del suelo el rebenque y se lo alcanzó, mientras
do engualichar mi viña. riendo le decía:
Bramaba el maldito por el dolor, pero no podía - Tome amigo, y enséñeles esto...¡pa’ recuerdo!
sacárselo al paisano Noé de encima. La boca se Mamerto Menapace, osb. Monasterio
le llenaba de tierra, y ya medio ahogado le supli- Santa María de Los Toldos
có que no le siguiera pegando. Que le contaría
todo lo que había estado haciendo. Así, ya me-
Textos para orar y reflexionar 111
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257. ASAMBLEA EN LA CARPIN- 258. LA CARAVANA EN EL DE-


TERÍA SIERTO
Un cuento para compartir Un poderoso sultán viajaba por el desierto se-
Cuentan que en la carpintería hubo una vez una guido de una larga comitiva que transportaba su
extraña asamblea. Fue una reunión de herra- tesoro favorito de oro y piedras preciosas.
mientas para arreglar sus diferencias. El martillo A mitad de camino, un camello de la caravana,
ejerció la presidencia, pero la asamblea le notifi- agotado por el ardiente reverbero de la arena,
có que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía se desplomó agonizante y no volvió a levantar-
demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiem- se.
po golpeando. El cofre que transportaba rodó por la falda de la
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que tam- duna, reventó y derramó todo su contenido de
bién fuera expulsado el tornillo; dijo que había perlas y piedras preciosas, entre la arena.
que darle muchas vueltas para que sirviera de El sultán, no quería aflojar la marcha; tampoco
algo. tenía otros cofres de repuesto y los camellos
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a iban con más carga de la que podían soportar.
su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que Con un gesto, entre molesto y generoso, invitó a
era muy áspera en su trato y siempre tenía fric- sus pajes y escuderos a recoger las piedras pre-
ciones con los demás. ciosas que puedieran y a quedarse con ellas.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que Mientras los jóvenes se lanzaban con avaricia
fuera expulsado el metro que siempre se la pa- sobre el rico botín y escarbaban afanosamente
saba midiendo a los demás según su medida, en la arena, el sultán continuó su viaje por el de-
como si fuera el único perfecto. sierto. Se dio cuenta de que alguien seguía ca-
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e minando detrás de él. Se volvió y vio que era
inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el me- uno de sus pajes que lo seguía, sudoroso y ja-
tro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera ini- deante.
cial se convirtió en un lindo mueble. - ¿Y tú - le preguntó el sultán - no te has parado
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, a recoger nada?
la asamblea reanudó la deliberación. Fue enton- El joven le respondió con dignidad y orgullo:
ces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: - ¡ Yo sigo a mi rey !
"Señores, ha quedado demostrado que tenemos
defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras 259. CUENTO
cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así
que no pensemos ya en nuestros puntos malos "Un muchacho se quejaba un día a Dios y le de-
y concentrémonos en la utilidad de nuestros cía:
puntos buenos". - Señor, tú has hecho ricos a todos los demás,
La asamblea encontró entonces que el martillo mientras que a mí no me has dado nada.
era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija Un viejo, que escuchaba sus quejas, le dijo
era especial para afinar y limar asperezas y ob-
servaron que el metro era preciso y exacto. - ¿Eres tan pobre como crees? ¿No te ha dado
Dios juventud y salud?
Se sintieron entonces un equipo capaz de pro-
ducir muebles de calidad. Se sintieron orgullo- - Sí, es verdad, y me siento orgulloso de ello,
sos de sus fortalezas y de trabajar juntos. dijo el muchacho.

Ocurre lo mismo con los seres humanos. Obser- Entonces el viejo le tomó de la mano y le dijo
ven y lo comprobarán. Cuando en un grupo se - Si te diese cien mil pesetas, ¿te dejarías cortar
buscan a menudo defectos en los demás, la si- la mano derecha
tuación se vuelve tensa y negativa. En cambio, - ¡Ni hablar!
al tratar con sinceridad de percibir los puntos
fuertes de los demás, es cuando florecen los - ¿Y la izquierda?
mejores logros humanos. - ¡Tampoco!
Es fácil encontrar defectos, cualquiera puede - ¿Y si te diese un millón, te dejarías quedarte
hacerlo, pero encontrar cualidades, eso es para sin vista?
espíritus superiores que son capaces de inspirar
todos los éxitos humanos.- - ¿No lo permita Dios! Ni por una fortuna daría
uno de mis ojos
Martha Lambrechts. Catequesis 2000 - año jubi-
lar - Entonces, ¿de qué te quejas?, le dijo el viejo.
¿No ves la inmensa fortuna que Dios te ha rega-
lado? Pues vete, y no seas desagradecido.
Tolstoi

Textos para orar y reflexionar 112


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260. LA SOMBRA SANTA El perrito subió lentamente las viejas escaleras


de madera. Al terminar de subir las escaleras se
Érase una vez un hombre tan piadoso que hasta topó con una puerta semiabierta; lentamente se
los ángeles se alegraban viéndolo. Pese a su adentró en el cuarto. Para su sorpresa, se dio
enorme "santidad", no tenía ni idea de que era cuenta que dentro de ese cuarto habían 1000
un santo. ÉL se limitaba a cumplir sus humildes perritos más observándolo tan fijamente como él
obligaciones, difundiendo en torno suyo la bon- los observaba a ellos. El perrito comenzó a mo-
dad de la misma manera que las flores difunden ver la cola y a levantar sus orejas poco a poco.
sus fragancia, o las lámparas su luz. Los 1000 perritos hicieron lo mismo. Posterior-
Su "santidad" consistía en no tener en cuenta el mente sonrió y le ladró alegremente a uno de
pasado de los demás, sino que tomaba a todo el ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que
mundo tal y como era en ese momento, fijándo- los 1000 perritos también le sonreían y ladraban
se por encima de la apariencia de cada persona, alegremente con él ! Cuando el perrito salió del
en lo más profundo de su ser, donde todos eran cuarto se quedó pensando para sí mismo: ¡Qué
inocentes, honrados y demasiado ignorantes lugar tan agradable! ¡Voy a venir mas seguido a
para saber lo que hacían. Por eso amaba y per- visitarlo!¨
donaba a todo el mundo, y no pensaba que hu- Tiempo después, otro perrito callejero entró al
biera nada de extraordinario en ello puesto que mismo sitio y se encontró entrando al mismo
era la consecuencia lógica de su manera de ver cuarto. Pero a diferencia del primero, este perri-
a la gente. to al ver a los otros 1000 perritos del cuarto se
Un día le dijo un ángel: "Dios me ha enviado a ti. sintió amenazado ya que lo estaban viendo de
Pide lo que desees y te será concedido. ¿De- una manera agresiva. Posteriormente empezó a
seas, tal vez, tener el don de curar?". "No", res- gruñir; obviamente vio como los 1000 perritos le
pondió el hombre, "preferiría que fuera el propio gruñían a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y
Dios quien lo hiciera". "¿Quizá te gustaría devol- los otros 1000 perritos le ladraron también a él.
ver a los pecadores al camino recto?" "No", res- Cuando este perrito salió del cuarto pensó: "Que
pondió, no es para mi eso de conmover los co- lugar tan horrible es este!! Nunca más volveré a
razones humanos. Eso es propio de los ánge- entrar allí!" En el frente de dicha casa se en-
les". "Preferirías ser un modelo tal de virtud que contraba un viejo letreroque decía: "La Casa de
suscitaras en la gente el deseo de imitarte? "No" los 1000 Espejos".
dijo el santo, "porque eso me convertiría en el TODOS LOS ROSTROS DEL MUNDO SON
centro de atención". ESPEJOS. NO ERES RESPONSABLE DE LA
"Entonces, ¿Qué es lo que deseas?" preguntó el CARA QUE TIENES, ERES RESPONSABLE
ángel. "La gran gracia de Dios" -. Respondió Él. DE LA CARA QUE PONES...
"teniendo eso, no deseo tener nada más". "No", 262. MANOS QUE ORAN
le replicó el ángel, "tienes que pedir algún mila-
gro; de lo contrario, se te concederá cualquiera Durante el siglo XV, en una pequeña aldea cer-
de ellos, no sé cual..." "Está bien; si es así, pedi- cana a Nuremberg, vivía una familia con 18 ni-
ré lo siguiente: deseo que se realice el bien a ños. Para poder poner pan en la mesa para tal
través de mí sin que yo me dé cuenta." prole, el padre, y jefe de la familia, trabajaba
De este modo se decretó que la sombra de casi 18 horas diarias en las minas de oro, y en
aquel santo varón, con tal de que quedara de- cualquier otra cosa que se presentara. A pesar
trás de él, estuviera dotada de propiedades cu- de las condiciones tan pobres en que vivían, dos
rativas. Y así, cayera donde cayera su sombra - de los hijos de Albrecht Durer tenían un sueño.
y siempre que fuese a su espalda -, los enfer- Ambos querían desarrollar su talento para el
mos quedaban curados, el suelo se hacía fértil, arte, pero bien sabían que su padre jamás po-
y recobraban la alegría los rostros de los ago- dría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la
biados por el peso de la existencia. Academia. Después de muchas noches de con-
versaciones calladas entre los dos, llegaron a un
Pero el santo no se enteraba de ello, porque la acuerdo. Lanzarían al aire una moneda. El per-
atención de la gente se centraba de tal modo en dedor trabajaría en las minas para pagar los es-
su sombra que se olvidaban de él; y de este tudios al que ganara. Al terminar sus estudios, el
modo se cumplió con creces su deseo de que ganador pagaría entonces los estudios al que
se relizara el bien a través de él y se olvidaran quedara en casa, con las ventas de sus obras, o
de su persona. como fuera necesario.
Anthony de Mello Después de muchas noches de conversaciones
calladas entre los dos, llegaron a un acuerdo.
261. LOS MIL PERRITOS Lanzarían al aire una moneda. El perdedor tra-
Se dice que hace tiempo, en un pequeño y le- bajaría en las minas para pagar los estudios al
jano pueblo, había una casa abandonada. que ganara. Al terminar sus estudios, el ganador
pagaría entonces los estudios al que quedara en
Cierto día, un perrito buscando refugio del sol,
casa, con las ventas de sus obras, o como fuera
logró meterse por un agujero de una de las
necesario. Lanzaron al aire la moneda un do-
puertas de dicha casa.
mingo al salir de la Iglesia. Albretch Durer ganó

Textos para orar y reflexionar 113


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y se fue a estudiar a Nuremberg. Albert comen- 263. EL MENDIGO


zó entonces el peligroso trabajo en las minas,
donde permaneció por los próximos cuatro años Cuentan que a un pueblo lejano, un día llegó un
para sufragar los estudios de su hermano, que hombre ya bien anciano. Dicen que era sabio.
desde el primer momento fue toda una sen- Unos jóvenes universitarios decidieron probarlo.
sación en la Academia. Fueron hasta él y le preguntaron: "Si eres un sa-
Los grabados de Albretch, sus tallados y sus bio, entonces dinos quien es la mejor persona
óleos llegaron a ser mucho mejores que los de de este pueblo."
muchos de sus profesores, y para el momento Al día siguiente, se posicionó en una calle don-
de su graduación, ya había comenzado a ganar de se dice que todos los ciudadanos pasaban
considerables sumas con las ventas de su arte. continuamente. Colocó un cartel que decía "NE-
Cuando el joven artista regresó a su aldea, la fa- CESITO ALGO DE USTED. POR FAVOR, DÓ-
milia Durer se reunió para una cena festiva en NEME ALGUNA COSA." La gran mayoría le dio
su honor. Al finalizar la memorable velada, Al- dinero. Pero, cada vez que le daban dinero, él lo
bretch se puso de pie en su lugar de honor en la arrojaba a otro mendigo que se encontraba a su
mesa, y propuso un brindis por su hermano que- lado. La gente se sorprendió con su actitud. Al
rido, que tanto se había sacrificado para hacer día siguiente, de nuevo estaba él con el mismo
sus estudios una realidad. cartel. Esta vez, muy pocos le dieron dinero -
Sus palabras finales fueron: "Y ahora, Albert que fue debidamente arrojado al otro mendigo –
hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir tú a pero le trajeron comida, de la mejor y de la peor.
Nuremberg a perseguir tus sueños, que yo me Nuevamente, el sabio dio toda la comida recibi-
haré cargo de ti". Todos los ojos se volvieron lle- da a otros mendigos cercanos y, al llegar la hora
nos de expectativa hacia el rincón de la mesa del almuerzo, comió de su propia comida. Nadie
que ocupaba Albert, quien tenía el rostro empa- entendió que quería realmente el sabio. Llegó el
pado en lágrimas, y movía de lado a lado la ca- tercer día, estaba él con el mismo cartel pero
beza mientras murmuraba una y otra vez: "No... esta vez le dieron menos dinero que el día ante-
no... no...". Finalmente, Albert se puso de pie y rior y muy pocos le dieron comida y la que reci-
secó sus lágrimas. Miró por un momento a cada bió él la distribuyó con los otros mendigos del lu-
uno de aquellos seres queridos y se dirigió lue- gar, pero, un hombre apareció se acercó al sa-
go a su hermano, y poniendo su mano en la me- bio, le preguntó cómo estaba, le sonrió, conver-
jilla de aquel le dijo suavemente: "No, hermano, só un rato con él y después se retiró. Cuando el
no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mí. hombre se fue, el sabio se movió y abandonó el
Mira lo que cuatro años de trabajo en las minas lugar.
han hecho a mis manos. Cada hueso de mis Dos días después, los jóvenes preguntaron so-
manos se ha roto al menos una vez, y última- bre lo que había sucedido. "Mis jóvenes, la reali-
mente la artritis en mi mano derecha ha avanza- dad es que tanto el dinero como la comida que
do tanto que hasta me costó trabajo levantar la me dieron no tenían nada de especial
copa durante tu brindis... mucho menos podría Simplemente cumplían con su deber, por tener
trabajar con delicadas líneas el compás o el per- algo, dando a los que no tienen. Sin embargo, la
gamino y no podría manejar la pluma ni el pin- persona que se acercó, me sonrió y conversó
cel. No, hermano... para mí ya es tarde". conmigo es la mejor de todas, porque me dio la
Sus palabras finales fueron: "Y ahora, Albert riqueza de la vida y la comida del alma.
hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir tú a "Siempre que busquen a alguien bueno, veri-
Nuremberg a perseguir tus sueños, que yo me fiquen que, junto con cualquier cosa mate-
haré cargo de ti". Todos los ojos se volvieron lle- rial, esa persona dé algo de si misma."
nos de expectativa hacia el rincón de la mesa
que ocupaba Albert, quien tenía el rostro empa- 264. EL PODER DE LA PUERTA
pado en lágrimas, y movía de lado a lado la ca- NEGRA
beza mientras murmuraba una y otra vez: "No...
no... no...". Finalmente, Albert se puso de pie y Érase una vez en el país de las mil y una no-
secó sus lágrimas. Miró por un momento a cada ches...En este país había un rey que era muy
uno de aquellos seres queridos y se dirigió lue- polémico por sus acciones, tomaba a los prisio-
go a su hermano, y poniendo su mano en la me- neros de guerra y los llevaba hacia una enorme
jilla de aquel le dijo suavemente: "No, hermano, sala... Los prisioneros eran colocados en gran-
no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mí. des hileras en el centro de la sala y el rey grita-
Mira lo que cuatro años de trabajo en las minas ba diciéndoles: “Les voy a dar una oportunidad,
han hecho a mis manos. Cada hueso de mis miren el rincón del lado derecho de la sala...” Al
manos se ha roto al menos una vez, y última- hacer esto, los prisioneros veían a algunos sol-
mente la artritis en mi mano derecha ha avanza- dados armados con arcos y flechas, listos para
do tanto que hasta me costó trabajo levantar la cualquier acción. Ahora, continuaba el rey...mi-
copa durante tu brindis... mucho menos podría ren hacia el rincón del lado izquierdo...Al hacer
trabajar con delicadas líneas el compás o el per- esto, todos los prisioneros notaban que había
gamino y no podría manejar la pluma ni el pin- una horrible y grotesca puerta negra, de aspecto
cel. No, hermano... para mí ya es tarde". dantesco, cráneos humanos servían como deco-

Textos para orar y reflexionar 114


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ración y el picaporte para abrirla era la mano de desde donde puede monitorear todo el resto de
un cadáver...en verdad, algo verdaderamente los procesos.
horrible sólo de imaginar, mucho más para ver. Mi amigo se esta encontrando con que algunas
El rey se colocaba en el centro de la sala y grita- aplicaciones como NOCHE DE POKER 10.3,
ba: “Ahora escojan, ¿qué es lo que ustedes JUERGA DE CERVEZA 2.5 y NOCHE DE PUB
quieren: morir clavados por flechas o abrir rápi- 7.0 no se pueden ejecutar nunca mas, porque
damente aquella puerta negra mientras los dejo ESPOSA 1.0 bloquea el sistema cuando son se-
encerrados allí? Ahora decidan, tienen libre al- leccionados (incluso aunque antes funcionaron
bedrío, escojan....” Todos los prisioneros tenían bien siempre).
el mismo comportamiento: a la hora de tomar la En su instalación, ESPOSA 1.O instala automá-
decisión, ellos llegaban cerca de la horrorosa ticamente servicios indeseados, como SUEGRA
puerta negra de más de cuatro metros de altura, 3.1 y CUÑADO versión DEMO, los efectos mas
miraban los cadáveres, la sangre humana y los notables de estos servicios añadidos es una de-
esqueletos, con leyendas escritas del tipo: "viva gradación diaria y progresiva del rendimiento del
la muerte" , y decidían: - prefiero morir flecha- sistema.
do... uno a uno, todos actuaban de la misma for-
ma, miraban la puerta negra y a los arqueros de Mi amigo, que no escarmienta, esta consideran-
la muerte y decían al rey: - prefiero ser atravesa- do muy seriamente cambiar la versión de la apli-
do por flechas a abrir esa puerta y quedarme cación ESPOSA, pero hay algunas característi-
encerrado. cas que el querría ver añadidas en la siguiente
versión de la aplicación (ESPOSA 2.0) y estas
Millares optaron por lo que estaban viendo: la son:
muerte por las flechas. Un día, la guerra termi-
nó, pasado el tiempo, uno de los soldados del 1) Un botón "Olvídate de mi" y otro para minimi-
"pelotón de flechas" estaba barriendo la enorme zar.
sala cuando apareció el rey. El soldado con toda 2) Incorporación de una opción que permita que
reverencia y un poco temeroso, preguntó: - Sa- ESPOSA 2.0 pueda ser instalada con la opción
bes, gran rey, yo siempre tuve una curiosidad, "desinstalar en cualquier momento", sin la perdi-
no se enfade con mi pregunta, pero... ¿qué es lo da de la cache y otros recursos valiosos del sis-
que hay detrás de aquella puerta negra? El rey tema.
respondió...recuerdas que a los prisioneros
3) Una opción para correr el controlador de red
siempre le di la opción de escoger?, pues
en modo "promiscuo", que permita al sistema
bien...ve y abre esa puerta negra. El soldado, te-
probar en versión shareware diversas aplicacio-
meroso, abrió cautelosamente la puerta y sintió
nes de la competencia, para tener un mayor co-
un rayo puro de sol besar el suelo de la enorme
nocimiento del mercado.
sala, abrió un poco más la puerta y más luz y un
delicioso aroma a verde llenaron el lugar. El sol- Yo, por mi parte, he decidido evitar todos los do-
dado notó que la puerta negra daba hacia un lores de cabeza asociados a ESPOSA 1.0, con-
campo que apuntaba a un gran camino. Fue ahí tinuando con NOVIA 4.0. Incluso así he en-
que el soldado se dio cuenta de que la puerta contrado numerosos problemas. Aparentemente
negra llevaba hacia la... Libertad. no puedes instalar NOVIA 4.0 sobre NOVIA 3.0,
debes desinstalar las versiones anteriores pri-
265. CAMBIO DE LA APLICACIÓN mero.
NOVIA 6.0 A ESPOSA 1.0 Además, aparentemente, las versiones de NO-
El año pasado un amigo mío, administrador de VIA tiene conflictos para compartir el uso de la
sistemas como yo, cambio la aplicación NOVIA puerta I/O (Entrada/Salida).
6.0 por ESPOSA 1.0 y encontró que la actuali- En el servicio de soporte técnico me han comen-
zación dejaba mucho que desear. tado que se trata de un bug conocido y que es-
En primer lugar ESPOSA 1.0 deja muy escasos tán buscando una manera de rodear el proble-
los recursos del sistema para otras aplicaciones; ma, pues aparentemente se encuentra imple-
no solo eso, sino que se ha dado cuenta de que mentado en el kernel (corazón) de la aplicación
ESPOSA 1.0 es también prolífica procesadora y no consideran aconsejable modificar este.
de NIÑOS 1.X, los cuales son adicionalmente Para empeorar las cosas, el programa para de-
consumidores de recursos valiosos. sinstalar NOVIA 3.0 no funciona muy bien, de-
No había mención de este particular fenómeno jando trazas indeseables de la aplicación del
ni en la documentación aportada por el fabrican- sistema.
te del producto, ni en la garantía del mismo, Otro problema: todas las versiones de NOVIA
aunque otros colegas le habían informado de continuamente lanzan molestos mensajes acer-
que esto seria de esperar debido a la naturaleza ca de las ventajas de cambiar a ESPOSA 1.0.
de la aplicación. Consultado de nuevo, el soporte técnico me su-
Pero las sorpresas no acabaron ahí. Además, giere ignorar tales mensajes, cuando les indico
ESPOSA 1.0 se autoconfigura de forma que que para esa solución no me hacia falta llamar-
siempre se lanza en la inicialización del sistema, les, vuelven sobre la explicación al anterior pro-
blema (bug en el kernel).

Textos para orar y reflexionar 115


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ESPOSA 1.0 AVISO DE INCOMPATIBILIDAD: zo había logrado subir a la copa del árbol más
Si tratas de instalar AMANTE 1.1 antes de de- alto.
sinstalar ESPOSA 1.0, esta borrara los archivos La generosidad, casi no alcanzaba a esconder-
MS-DINERO y a continuación procederá a eje- se. Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso
cutar una auto-desinstalación. Entonces AMAN- para alguno de sus amigos. Así le ocurrió que si
TE 1.1 rehusara instalarse alegando insuficien- un lago cristalino para la belleza; que si el bajo
tes recursos en el sistema. de un árbol perfecto para la timidez; que si el
Para evitar este efecto indeseable, intenta insta- vuelo de la mariposa para la voluptuosidad; que
lar AMANTE 1.1 en un entorno diferente y nunca si una ráfaga de viento para la libertad....
ejecutes una aplicación de transferencia de ar- Así que terminó por ocultarse en un rayito de
chivos, como por ejemplo MANCHA DE ROUGE sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio
6.0. muy bueno desde el principio: ventilado, cómo-
También evita similares aplicaciones de alquiler do, pero sólo para él.
porque se sabe que pueden transferir virus que La mentira se escondió en el fondo de los océa-
pueden afectar a ESPOSA 1.0. Otra solución nos - esto no es verdad, en realidad se escondió
podría ser ejecutar AMANTE 1.1 vía proveedor detrás del arco iris-, y la pasión y el deseo en el
de red bajo un nombre anónimo; de nuevo evita centro de los volcanes.
los virus que puedan ser accidentalmente carga-
dos. El olvido no recuerdo dónde se escondió, pero
esto no es lo importante.
N.R.: algunos consideran que la única aplicación
que funciona correctamente, aun cuando convi- Cuando la locura contaba 999, el amor todavía
ve con otras mencionadas, es MANUELA 1.0 o no había encontrado un sitio para esconderse,
(en sus diversas versiones)... pues todo se encontraba ocupado hasta que di-
visó un rosal y, estremecido, decidió esconderse
266.  ESCONDITE DE AMOR Y LO- entre sus flores.
CURA - Un millón- contó la locura y comenzó a buscar.
Cuenta, que una vez se reunieron en un lugar La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres
de la tierra todos los sentimientos y las cualida- pasos de la piedra. Después se escuchó a la fe
des de los hombres, y ocurrió cuanto sigue: discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología.
Y la pasión y el deseo los sintió en el vibrar de
Cuando el aburrimiento había bostezado por ter-
los volcanes.
cera vez, la locura, como siempre tan loca, les
propuso: En un descuido, encontró a la envidia y, claro,
pudo deducir dónde estaba el triunfo.
- ¿Jugamos al escondite?
Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo; él solito
La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosi-
salió disparado de su escondite, que había re-
dad, sin poder contenerse preguntó:
sultado ser un enjambre de avispas.
- ¿Al escondite? ¿Cómo se juega?
De tanto caminar, sintió sed y al acercarse al
- Es un juego -explicó la locura- en que yo me lago, descubrió la belleza.
tapo la cara y comienzo a contar desde uno has- Y con la duda, resultó más fácil todavía, pues la
ta un millón, mientras ustedes se esconden y encontró sentada en una cerca sin decidir aún
cuando yo haya terminado de contar, el primero de qué lado esconderse.
de ustedes al que encuentre, ocupará mi lugar
para continuar el juego. Así fue encontrando a todos: el talento entre la
hierba fresca: la angustia en una oscura cueva:
El entusiasmo bailó secundado por la euforia. La la mentira detrás del arco iris, y hasta el olvido,
alegría dio tantos saltos que terminó por con- el cual ni se acordaba que estaba jugando al es-
vencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que condite. Pero sólo el amor no aparecía por nin-
nunca le interesaba nada. Pero no todos quisie- gún sitio.
ron participar.
La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada
La verdad prefirió esconderse -¿para qué?, si al arroyo del planeta, en la cima de las montañas
final siempre la encontraban-. Y la soberbia opi- y, cuando estaba por darse por vencida divisó
nó que era un juego muy tonto -en el fondo lo un rosal y las rosas... y tomó una horquilla, co-
que le molestaba era que la idea no había salido menzó a pinchar en el corazón de las rosas y de
de ella y fuese suya- y la cobardía prefirió no pronto escuchó un grito. Las espinas habían he-
arriesgarse. rido en los ojos al amor. La locura no sabía qué
- Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis.... -comenzó hacer para disculparse; lloró, rogó, imploró y
a contar la locura. hasta prometió ser su lazarillo.
La primera en esconderse fue la pereza, que Desde entonces, desde que por primera vez se
como siempre, se dejó caer tras la primera pie- jugó al escondite en la tierra, el amor es ciego y
dra del camino. la locura lo acompaña siempre.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras Revista Misión Joven marzo 1999
la sombra del triunfo, que con su propio esfuer-
Textos para orar y reflexionar 116
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267. CARTA DE UN BEBÉ explotó como una nuez. Para entonces ya tenía
rato de estar muerto. No sentía nada. Me trago
Hola Mami..... por completo la sanguinaria aspiradora.
Soy tu hijo, me recuerdas? El que debió ser mi Sé que lo que te sucedió a ti te traumó. Conoz-
padre andaba fuera del país, no bastaron las co, mamá, tus largas noches en vela y tus so-
promesas de amor que le escribías, ni tu hones- bresaltos. Sé que me amas, pues sueñas con-
tidad, ni tu familia. En su ausencia surgió otro migo y más de una vez te has preguntado, si
hombre. De ese romance fui engendrado yo. soy niño o niña, ah, si supieras la alegría que te
Que gratos recuerdos mami, de los tres meses y hubiera traído!. ¿Sabes mami, que los niños no
veintiún días que me acunaste en tu vientre, me deseados al nacer son mas amados?. Ah por
sentía tan seguro!. Que bonito era sentir tu cari- cierto, soy niño!. Y quiero que sepas que me pa-
cias, escuchar el timbre dulce de tu voz, jugar rezco mas a ti que al seductor que te engañó.
con tu universo interno. Sin embargo, había que Pero no te preocupes, vas a olvidar, yo a cada
blanquear tu desliz, tenia que MORIR el delator momento pido a Dios que borre de tu mente
y ese era YO. esas pesadillas que turban tu descanso y te dan
Por entonces supe de los problemas y de las muerte en vida!. Mientras te escribo tengo a mi
discusiones que tenías con tu amante, mi padre. lado a Antonio, bueno es un decir, porque mi
El quería verme nacido y tu no. Que peleas!, amigo es igual que yo, lo mato su mamá porque
hasta que al fin pudiste arrancarle el dinero que cuando ella era muy joven, una noche al regre-
costó mi defunción. Por cierto, que triste que a sar a su casa, un hombre la violó, y por eso se
todo le pongan precio en el mundo de los hom- deshizo de su hijo a los pocos días de haberlo
bres. "Hasta el asesinato de un inocente". Que concebido.
caros son los abortos! Comentaste. Pero no A mi amigo le obsesiona una pregunta. ¿Por
hay, tiempo que perder, lo que tenga que ser qué si mi mama no amaba al hombre que la vio-
que sea de una vez. ló, me mató a mi, que la hubiera amado por
No justifico tu crimen mamá, pero lo perdono. Lo siempre y jamás me hubiera avergonzado de
que no me cabe en la cabeza es la maldad de ella?. Aquí en el reino del amor, solo entende-
aquella bestia vestida de blanco. ¡Que temor tan mos el lenguaje del amor, por eso no compren-
horrible!, cuando me apuntaba con aquella enor- demos esos "argumentos" acerca del aborto:
me aguja, que anunciaba el fin de mi vida. Re- que por malformaciones del feto, que por viola-
cuerdo que en ese momento, presintiendo el fi- ción, que por dificultades económicas de los pa-
nal de mi vida, rompí en llanto incesante, pero ni dres, que por no tener mas hijos, que "la familia
tu ni él pudieron escucharme. Quise huir, alejar- pequeña vive mejor". Me cuenta que ni las gue-
me de aquel extraño monstruo que amenazaba rras, ni Hitler con sus cámaras de gas mortal,
con destruirme. Mi ritmo cardiaco iba aumentan- han realizado tan criminal y desmedida ma-
do, sobrepasaba los 200 latidos por minuto, me sacre. Con los abortos, se ha privado a la huma-
agitaba, me convulsionaba lo más fuerte posible nidad de brillantes poetas, sacerdotes y médi-
para evitar el contacto con aquel tubo letal, pero cos, de músicos, pilotos, estadistas, profesores,
el espacio era reducido y el agresor llevaba las periodistas, licenciados, pintores, arquitectos, in-
de ganar. genieros, escultores.... a mi todos me dicen que
Finalmente y para desgracia mía, la punta de quizá hubiera sido un brillante cirujano o un pia-
succión se adhirió a una de mis piernitas y la nista. Cuando nos reunamos mami, ya veras
desprendió de un tajo. Mutilado y con un dolor que manos tengo: lo que más me agrada es
que no imaginas, seguí moviéndome cada vez cuando me dicen "tu mami tiene que ser muy
más lento, pues aquel ambiente antes tan agra- hermosa".
dable, trasparente y calientito, se fue volviendo No llores mami. Perdóname si acaso yo soy el
rojizo y cada vez mas seco. La punta de la aspi- culpable de tu sufrimiento, lucha por olvidar el
radora me seguía insistentemente. El médico la pasado para que seas feliz. Si es necesario, ol-
introducía y buscaba a ciegas. Le daba lo mis- vídate de mi. Ah! Se me olvidaba, aunque me
mo arrancarme una piernita, un bracito o mi consumo por las ganas de verte, no te des prisa
tronco. como te darás cuenta, para el asesinato en venir, pues mis hermanos te necesitan más
en si, no existe ningún procedimiento técnico, lo que yo. Hazle a ellos lo que nunca pudiste ha-
importante es matar. cerme a mi. Fíjate que cuando bañas al bebé o
YO seguí llorando en una agonía impresionante. lo amamantas, no se, me entra un poquitín de
El tubo volvió a alcanzarme, esta vez engan- añoranza de todo lo que pude ser y no fui. No
chándome un bracito, que también fue despren- sabes lo que me hubiera gustado que me arru-
dido. Negándome a morir, mi cuerpecito desga- llaras en tus brazos o que me amamantaras con
rrado seguía sacudiéndose. La manguera jalaba leche de tus pechos, ser acariciado por esas
mi tronco, tratando de arrancarlo de la cabeza. manos tuyas tan lindas y tan semejantes a las
Al fin lo logro. El desmembramiento fue total, mías, manos de cirujano mal logrado.
solo mi cabeza quedó dentro, esta era demasia- Y termino pidiendo por favor, no para mi pues
do grande para ser succionada; así que el medi- comprenderás que ya no lo necesito, sino para
co introdujo unas poderosas pinzas y con ellas otros niños que aún viven en el seno materno,
la aplastó. Ah, que horrible!, mi tierna cabecita que a ellos no los maten como a mi, si conoces
Textos para orar y reflexionar 117
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

a una joven madre que quiera abortar o algún Pero poco a poco las raíces, las ramas y el tron-
sujeto que monta campañas a favor del aborto. co, se dieron cuanta de que no podían vivir se-
O a una médico que se burla de Hipócrates, o a parados, que estaban hechos unos para otros,
una enfermera que se presta a ese crimen, cám- que la importancia no era de cada uno, sino del
biales ese corazón de roca por uno de carne. árbol que todos formaban… Así que las raíces
Préstanos, a millones que no tienen voz, la tuya dejaron de guardarse la savia, sólo para ellas, y
y grítales a todos que tenemos derecho a vivir se las dieron al tronco. Este, al principio, se ne-
como ellos, exigimos que nos dejen amar aun- gaba a participar pero al fin también colaboró.
que no nos amen, pedimos que nos den la opor- Las ramas se alegraron al recibir la primera gota
tunidad de demostrar cuanto somos capaces de de savia, y pidieron perdón al tronco y a las
dar y hacer por los demás..... es tan triste tener raíces por haberlos despreciado. Todo volvió a
un corazón para nada. ser como antes. Los pájaros siguieron anidando
Ya no quiero atormentarte más, es mejor decirte en sus ramas y la gente sigue tomando la som-
adiós, para no seguir alimentando ese dolor que bra bajo su copa.
te lacera y te quema por dentro. Hasta que nos El árbol ya está de nuevo feliz y el bosque se
veamos mami, entonces te enseñaré lo mucho alegra con él.
que te amo. Te espero con los labios aún sin es-
trenar, rebosantes de besos que tengo guarda- 269. NICOLÁS Y CASIANO
dos solamente para ti.
Una vieja leyenda popular rusa cuenta que lso
Hasta entonces.... santos Nicolás y Casiano iban paseando cuando
encontraron en su camino a un pobre labriego
268. NOS NECESITAMOS cuyo carro había volcado.
En el centro de un gran bosque había un gran - Vamos a ayudarle - propuso Nicolás.
árbol, un magnífico árbol. A su sombra se senta- - Yo no, que me ensuciaré la túnica.
ban a descansar. Los caminantes y en sus ra-
mas los pájaros construían sus nidos. - Entonces espérame, que vuelvo enseguida.
Pero un día las ramas dijeron: “¿Veis lo impor- San Nicolás arremangó su túnica, metió mano a
tantes que somos? Causamos la admiración de la carreta volcada, trabajó con el labriego hasta
todos los que nos ven y los pájaros están muy que caballo y carreta quedaron de nuevo en el
contentos de vivir con nosotras… Además qué camino. Eso sí, la túnica de Nicolás estaba rota
colorido tan maravilloso tienen nuestras y llena de manchas.
hojas¡ ¿Qué tenemos nosotras que ver con ese San Pedro se extrañó al verles entrar en el cielo:
sucio y viejo tronco, tan feo y horrible, y cuánto “¿Qué ha pasado?”
menos con esas apestosas raíces que están
Nicolás le contó.
todo el día bajo tierra?”
San Pedro le preguntó a Casiano: “Pero si esta-
Y decidieron que desde aquel día vivirían solas,
bais juntos, ¿cómo es que tú vuelves limpio y
sin necesitar de nadie.
sin rotos?
El tronco pos su lado dijo: “¿Qué sería del árbol
- Yo no suelo mezclarme en lo que no me co-
sin mí? Soy quien sustenta a las ramas y doy vi-
rresponde y, por supuesto, no quise ensuciarme
gor a todo el árbol. Si yo no estuviese aquí las
la túnica.
ramas no tendrían fundamento ni savia que les
diese colorido y vida… Soy ciertamente el más San Pedro sentenció: “Bien; tú, Nicolás, que no
fuerte e importante”. te importó mancharte por ayudar al prójimo, ten-
drás en adelante dos fiestas cada año y serás
Nosotras sí que somos bien importantes, dije-
considerado por los labriegos de Rusia el santo
ron las raíces. El árbol no podría subsistir sin
más importante después de mí. Tú, Casiano,
nosotras que absorbemos de la tierra, la sustan-
que has preferido guardar limpia tu túnica, ten-
cia con la que producimos el alimento que sus-
drás tu fiesta cada cuatro años, el 29 de febrero,
tenta al tronco y a las hojas. Por eso no tene-
cuando toque bisiesto.
mos nada que ver con ese tronco tan antipático
y gordo y menos con esas ramas tan creídas. Lo cual significa que a san Pedro le gustan las
Desde hoy nos alimentaremos nosotras solas y túnicas blancas, pero le gustan más las túnicas
no daremos nuestra sabia a nadie. Y así lo hi- gastadas por ejercer la caridad.
cieron. José Mª Javierre
El gran árbol comenzó a secarse. Las hojas se
cayeron, y el tronco se quedó sin una gota de 270. LO QUE SE PUEDA
savia. Las raíces estaban más tristes que nun- Un hombre dormía en su cabaña cuando de re-
ca. Los pájaros abandonaron los nidos construi- pente una luz iluminó la habitación y apareció
dos en las ramas, y la gente que pasaba por el Dios. El Señor le dijo que tenía un trabajo para
bosque, ya no se sentaba a tomar la sombra… él y le mostró una gran roca frente a la cabaña.
Todo el bosque estaba muy triste porque el gran Le explicó que debía empujar la piedra con to-
árbol se estaba muriendo. das sus fuerzas. El hombre hizo lo que el Señor
le pidió, empujaba la piedra... y ésta no se mo-

Textos para orar y reflexionar 118


ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

vía. Todas las noches el hombre regresaba can- vencido de que vería un resultado desastroso
sado y sintiendo que sus esfuerzos eran en propio de un niño de cinco años. Pero, para su
vano. Como el hombre empezó a sentirse frus- sorpresa, comprobó que el mapa estaba perfec-
trado, Satanás decidió entrar en el juego trayen- tamente reconstruido: cada trocito había sido
do pensamientos a su mente: "Has estado em- colocado y pegado en el lugar correspondiente.
pujando esa roca por mucho tiempo y no se ha Sin salir de su asombro y mirando fijamente el
movido". Le dio al hombre la impresión de que mapa, le dijo al niño: “Hijo, si tú no sabías cómo
la tarea que le había sido encomendada era im- era el mundo, ¿cómo has podido hacerlo?
posible de realizar y que él era un fracaso. Sata-
nás le dijo: "¿Porqué esforzarte todo el día en “Muy fácil, papá – contestó el niño- cuando
esta tarea imposible? Sólo haz un mínimo es- arrancaste la hoja de la revista vi que por el otro
fuerzo y será suficiente". El hombre pensó en lado había un hombre. Di la vuelta a los trocitos
poner en práctica esto pero antes decidió elevar que me diste y me puse a hacer el puzzle del
una oración al Señor y confesarle sus sentimien- hombre, que sabía cómo era. Cuando conseguí
tos: "Señor, he empleado toda mi fuerza para arreglar el hombre di la vuelta a la hoja y vi que
conseguir lo que me pediste, pero aun así, no había arreglado el mundo”.
he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Por- Fco. Cerro y otros. “Cientos de cuentos parábo-
qué he fracasado?". las para todos”. Ed. Monte Carmelo.
El Señor le respondió con compasión: "Querido
hijo: Cuando te pedí que me ayudaras, te dije 272. LA ESTRELLA DE MAR
que la tarea era empujar la roca con todas tus Cierto día, caminando por la playa, reparé en
fuerzas y lo has hecho. Nunca dije que espera- una persona que se agachaba a cada momento,
ba que la movieras. Ahora vienes a mí, sin fuer- recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Ha-
zas, a decirme que has fracasado, pero ¿en rea- cía lo mismo una y otra vez…
lidad fracasaste?. Mírate ahora, tus brazos es-
tán fuertes y musculosos, tus manos callosas y Tan pronto como me aproximé me di cuenta de
resistentes. Has ejercitado tu Fe en ti y en mí, la que lo que aquella persona agarraba eran estre-
perseverancia y la constancia; a pesar de la ad- llas de mar que las olas depositaban en la are-
versidad, has crecido. Tal vez no has movido la na, y una a una las arrojaba de nuevo al
roca, pero tu misión era hacer bien lo que se te océano.
pidió y tú, lo has hecho. Intrigado, le pregunté por lo que estaba hacien-
do, a lo cual me respondió:
Ahora, querido amigo, juntos moveremos la
roca". - Estoy lanzando estas estrellas marinas nueva-
mente al océano. Como ves, la marea es baja y
271. EL PUZZLE DEL MUNDO estas estrellas han quedado en la orilla, si no las
arrojo de nuevo al mar morirán aquí por falta de
Un científico, que vivía preocupado por los pro- oxígeno.
blemas del mundo, estaba decidido a encontrar
- Entiendo, pero debe haber miles de estrellas
las respuestas necesarias para solucionarlos.
de mar sobre la playa. No puedes lanzarlas to-
Por eso, se pasaba los días en el estudio de su
das, son demasiadas. Y quizá no te des cuenta
casa en busca de respuestas para sus dudas.
de que esto sucede en cientos de playas a lo
Una tarde, su hijo de cinco años entró en el es- largo de la costa. ¿No estás haciendo algo que
tudio con la intención de ayudarle a trabajar. El no tiene sentido?
científico, nervioso por la interrupción, le pidió al
Mi interlocutor sonrió, se inclinó y tomó una es-
niño que fuese a jugar a otro sitio. Pero después
trella marina y mientras la lanzaba de vuelta al
de comprobar que no le hacía caso, pensó en
mar, me respondió: “Para ésta sí lo tuvo”.
algo que pudiera distraer su atención. ¡Perfecto!
Encontró una revista y vio que una de sus pági- Fco. Cerro y otros. “Cientos de cuentos parábo-
nas tenía un mapa del mundo. Arrancó la hoja, las para todos”. Ed. Monte Carmelo.
recortó el mapa en muchos trozos y, junto con
un rollo de celo, se lo dio a su hijo diciendo: 273. ¡QUÉ CASUALIDAD!
“Mira, hijo, como te gustan tanto los puzzles, te Un joven recién llegado a un pueblo preguntó a
voy a dar el mundo en trocitos para que lo arre- un anciano que estaba acompañado por su nie-
gles sin ayuda de nadie”. to: “Cómo es la gente que vive aquí?” El ancian-
Así, el padre quedó satisfecho y el niño también. do le contestó con otra pregunta: ”¿Cómo es la
El padre porque pensó que el niño tardaría más gente del lugar de donde vienes?” El joven dijo:
de una hora en hacerlo. El niño porque creyó “Muy egoísta, pero sobre todo envidiosa y ven-
que estaba ayudando a su padre. Pero después gativa”. Entonces, el viejo replicó: “¡Qué casuali-
de unos minutos el niño exclamó: “Papá, ya”- dad… es la misma gente que encontrarás aquí!”
El padre, en un primer momento, no dio crédito Poco después llegó otro joven que le hizo la
a las palabras del niño. Era imposible que, a su misma pregunta que el anterior. También el an-
edad. Hubiera conseguido recomponer un mapa ciano le respondió igual: “¿Cómo es la gente del
que nunca había visto antes. Desconfiado, el lugar de donde vienes?” El joven reflexionó un
científico levantó la vista del libro que leía, con- momento y le contestó: “Se puede confiar en
Textos para orar y reflexionar 119
ITAKA - ESCOLAPIOS CUENTOS Y PARÁBOLAS

ella. Es amable, justa y demuestra mucho amor 276. GESTIÓN DE TIEMPO


hacia los demás”. A lo que el anciano le dijo:
“¡Qué casualidad! Es la misma gente que en- Un experto asesor de empresas en gestión de
contrarás aquí”. tiempo quiso sorprender a los oyentes. Sacó de
El nieto, sin entender nada y bastante sorprendi- debajo del escritorio un frasco grande de boca
do, le preguntó a su abuelo: “¿Por qué has he- ancha. Lo colocó en la mesa, junto a una bande-
cho eso, abuelo? A cada uno le has dicho una ja con piedras del tamaño de un puño y pregun-
cosa distinta”. Mirándole fijamente a los ojos, le tó: “¿Cuántas piedras piensan que caben en el
respondió: “Decide qué rostro llevarás por den- frasco?”.
tro y ese será el que muestres a los demás. No Después de que los asistentes hicieran sus con-
eres responsable de la cara que tienes. Eres jeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó
responsable de la cara que pones. el frasco. Luego preguntó. “¿Está lleno?”
Fco. Cerro y otros. “Cientos de cuentos parábo- Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó
las para todos”. Ed. Monte Carmelo. de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Me-
tió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las
274. SEÑALES piedrecillas penetraron por los espacios que de-
jaban las piedras grandes. El experto sonrió con
Una vez un hombre susurró: “Dios mío, dime
ironía y repitió: “¿Está lleno?”
algo”. Y un árbol cantó. Pero el hombre no escu-
chaba. Luego, el hombre habló más alto pidien- Esta vez los oyentes dudaron, tal vez no… Y
do: “Dios, háblame”. Y el viento silbó a su alre- puso en la mesa un cubo con arena que comen-
dedor. Pero el hombre no oía. El hombre miró a zó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en
su alrededor y gritó: “Dios, déjame que te vea”. los pequeños recovecos que dejaban las pie-
Y una estrella se encendió con fuerza en el cie- dras y la grava. “¿Está lleno?”, preguntó de nue-
lo. Pero el hombre no veía. Entonces el hombre vo. “¡No!”, exclamaron los asistentes.
gritó: “Dios, muéstrame un milagro”. Y en ese “Bien”, dijo y cogió una jarra de agua que co-
momento un niño nació. Pero el hombre no lo menzó a verter en el frasco. El frasco aún no re-
supo. bosaba.
Luego, el hombre ya desesperado pidió a voces: “Bueno, ¿qué hemos demostrado?”, preguntó.
“Tócame, Dios. Hazme saber que estás aquí”
Dicho esto, Dios bajó y lo tocó. Pero el hombre, Un alumno respondió: “Que no importa lo llena
sin darse cuenta, espantó la mariposa que vola- que esté tu agenda, si lo intentas, siempre pue-
ba a su alrededor y siguió caminando. des hacer que quepan más cosas”.
Fco. Cerro y otros. “Cientos de cuentos parábo- “No – concluyó el experto – lo que esta lección
las para todos”. Ed. Monte Carmelo. nos enseña es que si no colocas las piedras
grandes primero, nunca podrás colocarlas des-
275. EL ECO pués”.

Un padre fue con su hijo a las montañas. De Fco. Cerro y otros. “Cientos de cuentos parábo-
manera inesperada el niño cae al suelo y, aun- las para todos”. Ed. Monte Carmelo.
que sólo se hizo una leve herida en su pierna, 277.
pegó un fuerte grito: ¡Aaahh!
Cuál sería su sorpresa cuando oye su propia
voz repetirse, desde algún lugar de la montaña:
¡Aaahh!
Asombrado gritó nuevamente: “¿Quién eres tú?.
Y eso mismo recibió por respuesta.
Ya enojado y menos preocupado por su herida
volvió a gritar: “Cobarde”. Y esa fue la respues-
ta.
El niño mira sorprendido a su padre y este le
sonríe a la vez que le dice: “Presta atención”. Y
luego grita: “Te admiro” Y esa respuesta recibe.
“Eres el mejor”…
El niño, sorprendido, continuaba sin entender.
Por ello, su padre le explica: “La gente llama a
esto el eco, pero realmente es la vida. Y tiene el
poder de devolverte de igual manera cualquier
cosa que digas o hagas”.
Fco. Cerro y otros. “Cientos de cuentos parábo-
las para todos”. Ed. Monte Carmelo.

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