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El Arte de la Edad Media

La Edad Media

Durante los siglos I, II y III, fueron paulatinamente descomponiéndose las estructuras centralizadas
del Imperio romano y en lo ideológico y cultural se sustituyó la cultura clásica por una cultura
teocéntrica cristiana. En consecuencia, la Edad Media es el período histórico de la civilización
occidental comprendido entre el siglo V (caída del Imperio romano de Occidente) y el XV (caída del
Imperio bizantino). Suele dividirse en dos grandes períodos: Alta Edad Media (siglos V a X) y Baja
Edad Media (siglos XI a XIII). El siglo XIV corresponde a la crisis de la Edad Media.

El concepto de Edad Media se debe a Cristóbal Cellarius (siglo XVII), quien la consideraba un tiempo
intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre la Antigüedad, identificada con el arte y la cultura y
la renovación cultural de la Edad Moderna. Según Umberto Eco, la popularización de este esquema,
lleva a considerar a la Edad Media como una época oscura, de retroceso intelectual y cultural y de
aletargamiento social y económico. Sin embargo, en este largo periodo de mil años, surgió el
cristianismo y se produjo una impresionante sucesión de estilos artísticos (paleocristiano, románico y
gótico).

Siglos I a IV Concepción
● Crisis del Mundo Antiguo Arte Paleocristiano
● Disolución del Imperio Romano antropocéntrica
● Irrupción del Cristianismo

Siglos V a X Concepción
Alta Edad Media Arte Bizantino
● Imperio en Oriente y Occidente (en oriente) teocéntrica
● Invasiones germanas Arte Románico
● Sociedad feudal (economía (en occidente)
agraria)

Siglos XI a XIII Arte Románico
Baja Edad Media Arte Gótico Concepción
● Sociedad feudal (economía
agraria) antropocéntrica
● Incipiente capitalismo (economía
comercial)

El arte paleocristiano

En tiempos helénicos, el pueblo judío había disfrutado de considerable independencia. El


involucramiento de los romanos con los judíos comenzó en el año 63 a. de C. y, alrededor del año 6
de nuestra era, Judea se convirtió en una provincia bajo el mando de un procurador romano. Sin
embargo, continuó la intranquilidad, aumentada por las divisiones entre los mismos judíos. Algunos
estaban a favor de la cooperación con los romanos; otros propugnaban el derrocamiento violento de
la dominación romana; había quienes se oponían a cualquier medio violento para alcanzar esta meta
y muchos esperaban un Mesías que salvara a Israel de la opresión. En medio de estos conflictos,
nació Jesús de Nazaret y comenzó su predicación pública. El mensaje de Jesús era muy simple:
amar a Dios y al prójimo, conceptos éticos que conformarían las bases del sistema de valores de la
civilización occidental medieval. Algunos lo vieron como el Mesías que sacaría a Israel de la
opresión; los líderes religiosos juzgaron que socavaba la religión judía tradicional; las autoridades
romanas temieron que fuera un revolucionario y ordenaron su crucifixión.
El cristianismo comenzó como un movimiento religioso dentro del judaísmo, pero sus discípulos
transformaron el cristianismo de una secta judía en un movimiento religioso más amplio. Pablo, un
ciudadano romano, creía que el mensaje de Cristo debía ser predicado no sólo a los judíos, sino a
los gentiles (los no judíos). Al principio, el cristianismo se diseminó con lentitud. Aunque las
enseñanzas del cristianismo primitivo se difundían por la prédica de los cristianos proselitistas,
también hicieron su aparición materiales escritos. Pablo escribió una serie de epístolas que
delineaban las creencias cristianas. Asimismo, algunos de los discípulos transmitieron los dichos de
Cristo, que más tarde constituyeron las bases del Nuevo Testamento.

Los primeros cristianos se reunían en casas privadas para compartir una comida comunal, llamada
ágape, y celebrar lo que llegó a conocerse como el sacramento de la eucaristía, celebración comunal
de la última cena de Cristo.

Las iglesias se congregaban bajo el gobierno de consejos de ancianos (presbíteros), pero, a


principios del siglo II, los obispos (sucesores de los doce apóstoles) comenzaron a ejercer
considerable autoridad sobre los presbíteros.

A pesar de que algunos de los valores fundamentales del cristianismo diferían marcadamente de los
del mundo greco-romano, al principio los romanos no prestaron mucha atención a los cristianos, a
quienes consideraban simplemente una secta más del judaísmo. Luego, la actitud de los romanos
comenzó a cambiar porque lo consideraron peligroso para el orden del estado romano. Los cristianos
se rehusaban a participar en la adoración de los dioses del estado y en el culto imperial y, dado que
los romanos consideraban estas ceremonias importantes para el estado, lo veían como una traición.
La persecución de los romanos a los cristianos comenzó durante el reinado de Nerón. Habiendo
destruido el fuego gran parte de Roma, los acusó de incendio premeditado. La persecución sirvió
para fortalecer el cristianismo como institución. En el siglo III, el cristianismo avanzó hacia una
organización más centralizada de sus diversas comunidades. En el siglo IV, Constantino promulgó el
Edicto de Milán por el que oficialmente se toleraba su existencia. En el siglo V, Teodosio lo declaró
religión oficial del Imperio Romano.

Se denomina arte paleocristiano al estilo artístico que se desarrolla durante los cinco primeros siglos
de nuestra era, desde la aparición del cristianismo, durante la dominación romana, hasta la invasión
de los pueblos bárbaros.

Hasta la promulgación del Edicto de Milán por Constantino en el año 313, que otorga a los cristianos
plenos derechos de manifestación pública de sus creencias, el arte de los cristianos se centró en las
catacumbas, cementerios cristianos, excavados en los jardines de algunas casas de patricios
cristianos o en las afueras. Los romanos no construían catacumbas para enterrar a sus muertos sino
que los incineraban; los cristianos rechazaron la costumbre pagana de incinerar los cuerpos
prefiriendo la inhumación por respeto al cuerpo que espera la resurrección. Las catacumbas estaban
decoradas con pinturas al fresco de ejecución bastante rudimentaria y temas iconográficos
codificados: la paloma (paz), el pavo real (eternidad), el pez que recuerda su nombre (Ichtus)[1] y el
Crismón[2], anagrama de Cristo.
Cuando los romanos aceptan oficialmente la religión cristiana, los cristianos utilizan la estructura de
la basílica romana para la construcción de sus templos: planta rectangular con ábside, tres naves
–donde se ubican los fieles- separadas por columnas; el altar se levanta en el ábside.

La basílica cristiana, a diferencia del templo pagano, es a la vez morada de Dios, recinto del culto y
lugar de reunión de la comunidad cristiana. El ábside es para el obispo; las naves para los
bautizados y los que no están bautizados se colocan en el nártex o pórtico.

La basílica de Santa Sabina, en Roma, permite comprobar la armonía original de las basílicas
paleocristianas. Es un edificio alargado, con una clásica planta rectangular y columnas que la dividen
en naves, la central más ancha y elevada que las laterales. Esta diferencia sobresaliente de altura
permite incorporar bajo la techumbre una hilera de ventanas por donde penetra la luz en el recinto.

La basílica de San Pablo Extramuros es otra de las iglesias consideradas más antiguas de Roma.
La construcción mide de largo 132metros, 65 de ancho y 30 de alto. Es, en tamaño, la segunda de
las cuatro basílicas patriarcales de Roma y es, según la tradición, el lugar donde el apóstol Pablo fue
enterrado. Desde 1990 está incluida en el Patrimonio de la Humanidad.
Otros edificios de carácter religioso fueron los baptisterios, pequeñas capillas destinadas a la
administración del bautismo. Se elevaban sobre planta circular o poligonal y se coronaban con una
cúpula. Su interior se adornaba con mosaicos y pinturas y en el centro del plano se alzaba la gran
pila bautismal de piedra.

A partir del siglo III, comienzan a representarse las imágenes del Señor y de la Virgen. La tardanza
en la aparición de estas dos imágenes se debe al origen de la religión cristiana, que procede de la
judía, la cual es una religión que prohíbe las imágenes. Al tratar de representar a Cristo, ya nadie
recordabas sus rasgos físicos, no existía ningún retrato suyo y los evangelistas no lo describieron
físicamente. Por lo tanto, los artistas cristianos inventaron la inocografía de Cristo.

Un ejemplo de esto es el tema del Buen Pastor, basado en el pasaje del Nuevo Testamento en que
Jesús se ocupa de su rebaño (fieles) con especial celo a las ovejas descarriadas o perdidas. Para
representar esta idea se recurrió al moscóforo griego, joven que porta una oveja sobre sus hombros.
A la Virgen se la representó como Madre, sosteniendo a su Hijo en el regazo, y a la Iglesia como una
mujer Orante con los brazos extendidos.

Las formas pictóricas eran toscas, sencillas, planas, sin perspectiva ni paisajes, ya que no se
buscaba la belleza sino la expresión de la fe cristiana y la esperanza en la salvación del alma.

Con la Iglesia triunfante tras el edicto de Milán (3l3), las paredes de las basílicas y baptisterios se
cubrieron con frescos y mosaicos. El mosaico, que ya usaban los romanos, es resultado de la unión
de teselas de vidrios y mármoles de vistosos e intensos colores.
El arte bizantino (s. V-XV)

El arte bizantino es una expresión artística que se configura a partir del siglo V, fuertemente
enraizada en el mundo helenístico, como continuadora del arte paleocristiano oriental. En sus
primeros momentos, Bizancio se consideró como el continuador natural, en los países del
Mediterráneo oriental, del Imperio romano. Los períodos del arte bizantino se ajustan, como es
natural, a las grandes fases de su historia política.

En el 395, como dijimos, Teodosio dividió el Imperio romano entre sus hijos Arcadio (oriente) y
Honorio (occidente). Este hecho va a dar origen al que será el Imperio bizantino, con capital en
Constantinopla, ciudad fundada por el emperador Constantino que, cuando cae el Imperio romano de
occidente en poder de los bárbaros, se convierte en la capital cultural por excelencia.

Lo hace desde el siglo VI, en la época de Justiniano. Después del período de la lucha de los
iconoclastas, comienza, en el siglo IX, otro período importante que perdura hasta el siglo XIII, cuando
Constantinopla es conquistada por los cruzados. Después del dominio europeo, se da otro período
de otro que finaliza con la toma de Constantinopla en 1453.

El arte bizantino promovió el culto popular a los íconos, retratos estilizados de Cristo, la Virgen, un
santo o representación de un acontecimiento de la historia Sagrada. Los iconos eran mucho más que
una simple pintura: eran la divinidad misma hecha materia, una teofanía (una revelación de lo divino).
Esta característica hará que cambie todo, desde su creación hasta su propia contemplación, siendo
incluso la causa de una cruenta guerra que duró casi dos siglos. Los artistas debían ser monjes o
personas sumamente cercanas a la divinidad “para que su mano fuera guiada por lo divino”, pues
sólo se consideraban “un simple instrumento a través del cual se manifiesta lo oculto, lo maravilloso”.
Debían cumplir numerosas exigencias antes de ponerse a trabajar. A los lavados rituales (para
conseguir una limpieza espiritual) se sumaban oraciones, ayunos y penitencias que aseguraran a la
persona “su sometimiento a lo transcendente”.

El ícono bizantino es, por consiguiente, una pintura sacra sobre madera o metal, cualquiera que sea
la técnica de la pintura. La más generalizada fue al temple (tempera y clara de huevo como emulsión
para lograr un mayor densidad del color). El soporte era generalmente una tabla; se le pegaba una
tela gruesa que, a su vez, se recubría de yeso con la finalidad de preservar la pintura de ser
embebida por la madera. Preparada así la tabla, el pintor, con un punzón, trasponía el dibujo e
inmediatamente pasaba a la aplicación de sus colores empezando por los fondos. El fundamental era
siempre el dorado asociado al cielo, hecho con delgadísimas laminillas de oro denominadas pan de
oro, el ocre expresaba lo terrenal, el azul se vinculaba a lo infinito y el rojo proyectaba el fuego
divino. Una vez pintado el ícono, se bañaba con una capa de lino, que contribuía no sólo a realzar los
colores, sino también a dar más consistencia a la pintura.

La forma de representación es poco naturalista (se dibuja la idea de Dios y no lo visto por los ojos).
Se prefieren iconografías repetitivas, figuras frontales, con escaso detalle realista, reducido
claroscuro, hieráticos (sin demasiada expresión que los humanice). Cuando la cara es el centro de la
representación, los ojos son lo más importante y las cejas refuerzan la expresión de la mirada; la
nariz fina y alargada es signo de nobleza; los labios, carentes de sensualidad, están siempre
cerrados en el silencio de la contemplación.
Fue tal la importancia que tomaron los íconos que terminaron por crear una verdadera guerra civil en
Bizancio: la Querella Iconoclasta. Los monasterios, poseedores de los íconos, adquirieron un poder
excesivo dado la piedad del pueblo. Su influencia sobre él le permitía manipularlo e ir acumulando
cada vez más riquezas que el basileus, en el siglo VIII, quiso eliminar. Se dicta así una prohibición
de los íconos, procediéndose a su destrucción. Estos actos crearon una verdadera ira popular que
fue utilizada por los distintos pretendientes al trono divididos en iconoclastas (anti-íconos) e
iconodulos (pro-imágenes). El conflicto terminó recién a finales del siglo IX, cuando se declararon
lícitos los iconos.

Los mosaicos fueron el método habitual para la decoración de las iglesias bizantinas. La tendencia
general del estilo se basa en la idealización de las representaciones, lo que las vincula a un
sentimiento religioso profundamente espiritual que hace que no haya que materializar las formas,
sino darles precisamente sensación de irrealidad. Por ello las composiciones son frontales, con
figuras que permanecen aisladas entre sí, con repetición de esquemas, disposiciones rígidas, sin
expresar sentimientos ni emociones, hieráticas, que se reiteran monótonamente entre elementos
decorativos o de paisajes.

Los mosaicos que corresponden a la consagración de la iglesia de San Vital -construida por el
emperador Justiniano y financiada por un acaudalado banquero de origen griego- son dos. En el
lado izquierdo, el emperador Justiniano lleva como ofrenda una gran vasija de oro; va precedido por
dos altos dignatarios eclesiásticos, uno de ellos lleva el incensario y el otro el misal, y por el
arzobispo que lleva una cruz, todas estas ofrendas ricamente decoradas con gemas y esmaltes. Tras
el arzobispo, en segundo plano, el banquero que financió la construcción de la iglesia. Detrás del
emperador hay dos altos funcionarios del estado con toga; cierra el cortejo la guardia personal del
emperador. En el lado derecho, la emperatriz Teodora lleva un cáliz de oro; va precedida por dos
dignatarios de la corte y seguida por la esposa y la hija del general Belisario. Cierran el cortejo las
doncellas de la emperatriz. En los mosaicos, hay frontalidad, impenetrabilidad en los rostros,
hieratismo, ausencia de movimiento, “horror vacui”, colores planos y jerarquización de tamaño.
El arte románico (siglos IX a XII)

El románico es un movimiento artístico internacional que, aunque con diferencias regionales, se


desarrolla en Europa occidental -Francia, Alemania, Inglaterra, Italia y España- en la Alta Edad
Media (siglos IX a XII). Es la manifestación artística de la sociedad feudal.

El nombre “románico” hace referencia a la fuente en que tiene su origen, que es el arte de Roma, el
arte romano, del que toma tipos de edificios y técnicas constructivas. Se denomina sí por la
semejanza con el vocablo “romance”, el cual designa los idiomas derivados del latín. La arquitectura
la veremos en Arte y temas.

Dentro de la pintura románica hay que distinguir la pintura mural, la pintura sobre tabla y las
miniaturas.

La pintura mural cubría los muros de los templos (la zona posterior del altar, los ábsides, y las
bóvedas); se basaba en la preparación de la pintura a base de pigmentos coloreados diluidos en
agua de cal. Este tipo de pintura se aplicaba sobre la superficie mural a la que previamente se había
añadido una capa de enlucido para alisarla (yeso, estuco). La aplicación se hacía cuando el enlucido
estaba aún húmedo. Al secarse, el conjunto adquiría gran dureza y resistencia

La pintura sobre tabla decoraba principalmente frontales de altares y pequeños retablos. A


diferencia de la pintura mural al fresco, se utilizaba la técnica del temple.

En los códices, las miniaturas[3] consistían en pinturas o dibujos que representaban temas de
carácter sacro. En los márgenes de las páginas de los manuscritos era frecuente que se incluyeran
distintos motivos ornamentales; los más conocidos son los que realzan las letras iniciales o los que
separan las columnas de texto mediante motivos que representan arquitecturas fingidas, arabescos y
tallos con formaciones vegetales y hojas que se enroscan por los márgenes de las páginas.
Como en el caso de la escultura su función es la de instruir y exaltar la piedad de los fieles. Para este
fin no sirve el naturalismo: si lo importante no es la vida terrenal sino la espiritual, lo que la pintura va
a representar no es la naturaleza sino el espíritu. Por eso la pintura va a eliminar lo que es propio de
la representación natural: va a eliminar la luz y la sombra, el volumen, la profundidad y el movimiento
y va a utilizar colores planos, sin matices ni graduación, delimitando las superficies por líneas bien
definidas, un fondo neutro y formas estáticas.

El arte gótico

El gótico aparece en el siglo XII en Francia y se extiende durante el XIII por toda Europa. El término
gótico fue utilizado por primera vez en el siglo XVI por el historiador de arte Giorgio Vasari. Con él
quería definir el "oscuro" arte medieval frente al clasicismo antiguo, cargándose de connotaciones
negativas. Esta actitud se mantuvo hasta el siglo XIX, cuando el romanticismo descubrió con
admiración la fuerza y originalidad del gótico.

Por lo general, la consideración social del artista durante el gótico es análoga a la de los demás
artesanos y lo que la sociedad valora de su trabajo no es tanto su capacidad de creación sino su
dominio de las técnicas del oficio. La mayoría de los artistas trabajaba por encargos reales o
cortesanos y de la iglesia. Europa ve renacer sus ciudades por el auge comercial que tiene lugar por
la afluencia de campesinos que abandonan el campo buscando nuevas posibilidades de vida. En
este ambiente se desarrollan las grandes catedrales y los primeros ayuntamientos que reúnen a los
vecinos escapando, en muchas ocasiones, del dominio señorial.

En el gótico, la catedral representa la magnitud divina frente a la pequeñez humana. Igual que el
resto de las Iglesias cristianas reproduce la forma de cruz latina en la que muere Cristo y potencia
dos centros de interés especial: el crucero, intersección de las naves longitudinales con el transepto,
y el ábside, donde se coloca el altar; ambos coinciden con el corazón y la cabeza en un cuerpo
humano como referencia a la razón y la emoción.

La pintura es el arte que más cambia en el gótico. Pierde su lugar natural: el muro. Las técnicas más
utilizadas son el temple y el óleo.

Cimabue es uno de los artistas más importantes de finales del gótico. Su Virgen y el Niño en un
trono (temple sobre tabla; 2,85 x 2,25), con ángeles distribuidos de forma simétrica responde al
"horror vacui". Si bien conserva los elementos compositivos simétricos y la iconografía de los
modelos bizantinos, busca la tercera dimensión con la perspectiva que da al trono. Del mismo modo,
su Virgen en majestad también intenta romper con el hieratismo dando un carácter más humano a
las figuras, lo que se manifiesta en la expresividad de los rostros.
Duccio di Buoninsegna (1255-1319) es el máximo representante de la pintura gótica. Su obra La
Virgen entronizada entre ángeles y santos (temple sobre tabla; 2,10 x 4,25 m) muestra a la Virgen
rodeada de ángeles, santos y apóstoles.

Si bien se mantiene la perspectiva jerárquica y la composición simétrica, la representación comienza


lentamente a ser más naturalista. Lo mismo ocurre en Aparición en la cena de los apóstoles y La
última cena.
Bibliografía

Durliat, Marcel (1992) El arte románico. Madrid: Ediciones Akal.

Erlande-Brandenburg, Alain (1992) El arte gótico. Madrid: Ediciones Akal.

Simson, Otto (1986) La catedral gótica. Madrid: Alianza Editorial.

Sureda, Joan (1985) La Edad Media. Románico. Gótico. En "Historia Universal del Arte". Volumen IV.
Barcelona: Editorial Planeta.

FUENTE: SOSA, NÉLIDA (2012) CUADERNO DE CÁTEDRA DE ARTE Y LITERATURA

[1] La imagen del pez simboliza a Cristo porque las letras que forman la palabra “Pez”, en griego
IXTHUS, sirven de sigla a la expresión Iēsous Xhristos Theou Hyios Soter (Jesús Cristo, de Dios
Hijo).

[2] El crismón es un acróstico formado con las dos primeras letras griegas del nombre de Cristo (X
P “equis Rho”) a las que se añaden los símbolos apocalípticos alfa y omega, representando que EL
es el Principio y el Fin. A estas letras se solía añadir la cruz y todo ello era encerrado en un círculo.
Se trata de un símbolo complejo en el que se habla de un Cristo como síntesis espiritual del universo,
como la luz que alumbra las tinieblas del paganismo grecorromano, sobre las que finalmente triunfa.

[3] El término 'miniatura' deriva de minium, un óxido de plomo de color rojo que se utilizaba como
compoente de la tinta fundamental que se empleaba para la iluminación de los códices manuscritos.

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