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Cuaderno de Trabajo

Reflexiones y Ejercicios
Por María Luisa Martín Miranda
Sobre mí, la autora
Soy María Luisa Martín Miranda,
mi trayectoria profesional y vital me ha traído hasta
la orilla en la que las preguntas que nos hacemos
son capaces de transformar nuestras vidas.

He aprendido a hacer preguntas encaminadas


a que la otra persona, el grupo o el equipo de
trabajo, a los que acompaño en su desarrollo
personal y profesional, clarifiquen el significado de
las palabras que utilizan, identifiquen sus
limitaciones, sus creencias y valores, y encuentren
más opciones de las que creían tener, hasta definir
y alcanzar sus objetivos.transformados.

He aprendido a hacerme esas preguntas a mí misma para seguir en este


camino de descubrimiento, aceptación y compromiso conmigo misma.
Poco a poco, a mi ritmo, en un aprendizaje permanente.
De cada acierto, de cada error, de cada palabra, de cada silencio, de lo
que he hecho y de lo que he dejado de hacer, de todo lo que he
experimentado y sentido.
Todas mis competencias, lo que he ido aprendiendo y haciendo, están al
servicio del crecimiento de las personas y las organizaciones.

Transformamos el mundo con nuestra mirada y por él somos


transformados.
Formación académica de la autora

Coaching Sistémico de Equipos. Certificado por ICF (International Coach


Federation). Lider-Haz-go.

Coaching Sistémico Fundamentals ORSC. Certificado por ICF


(International Coach Federation). Augere.

Coaching Personal y Ejecutivo. Certificado por ICF (International Coach


Federation), AECOP (Asociación Española de Coaching Ejecutivo y
Consultoría de Procesos) y FIACE (Federación Iberoamericana de
Coaching Ejecutivo). Lider-Haz-go.

Practitioner PNL (Programación Neurolingüística). IPH.

Formación en Eneagrama, Análisis Transaccional y The Work (Byron


Katie).

Amplia formación en el campo de las habilidades sociales, inteligencia


emocional, técnicas directivas.

Dra. en Farmacia, Especialista en Nutrición. UCM.

Lda. en Veterinaria. UCM.

Diplomada en Sanidad. UAM.

Máster Universitario en Nutrición. 1992.

Diploma de Especialización en Promoción y Educación para la Salud.


UAM.
Indice
Reflexión 1
¿Qué camino escoges? ...........................................................................................................5

Ejercicio 1
Para la Toma de decisiones ................................................................................................8

Reflexión 2
¿Discapacidad?. ..........................................................................................................................12

Ejercicio 2
Para pasar de la preocupación
a la ocupación. ............................................................................................................................15

Reflexión 3
Servicio público, calidad asistencial
y atención al paciente ..........................................................................................................20

Ejercicio 3
TPara modular creencias.....................................................................................................25
Reflexión 1
¿Qué camino escoges?
Lorem ipsum dolor sit amet, consectetuer adipiscing
elit, sed diam nonummy nibh euismod

Cuando salgo a andar y llevo el tiempo justo, suelo ir por el mismo camino,
el que empieza nada más cruzar la calle. Es como si mi mente dibujara
una línea recta desde el origen al punto de destino y me indicara que por
ahí llego antes. Sería algo parecido a ir trazando líneas rectas entre los
distintos puntos del recorrido para ir acortándolo.

Curiosamente, este camino no es el mismo que utilizo para regresar.


Porque a mi vuelta, al llegar a una de las posibles bifurcaciones, se abre
otro más amplio entre los árboles del parque y, aunque es en cuesta, lo
cojo. Por él circunvalo el de ida, lo rodeo en sus tramos medio y final.

Esta tarde salía de casa, como es habitual en mí en los últimos meses, con
una hora fijada para el paseo, llegada y salida, es decir, sin tiempo para
imprevistos.

Cuando, a mitad del paseo, me he dado cuenta de que estaba trazando ese
imaginario recorrido óptimo y que luego haría otro diferente, me he
preguntado, ¿qué me lleva a tomar esa decisión, a escoger uno y otro
camino en dos momentos diferentes?

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La respuesta es que mi mente visualiza el camino más cercano como el
más rentable para mí en ese aquí y ahora inmediatos, sin evaluar los
pormenores del recorrido y la inversión que debo hacer en cada uno, de
tiempo, espacio y esfuerzo. Es una visión general, una valoración global
de la situación.

Esto significa que he primado la inmediatez y quizá algo más. Algo


parecido a sentir que era lo correcto, lo que más me convenía. A la ida, voy
con el tiempo justo. A la vuelta, puedo entretenerme un poco, a pesar de lo
que a esas horas ya me pesa el día.
Cada elección tiene un coste y una ganancia. La primera, ir por un camino
menos bonito para mí y el creer que llego antes, que atajo. La segunda,
que, a pesar de la cuesta y quizá del cansancio, puedo disfrutar del
regreso sin la presión del tiempo, que aún tengo fuerzas y ganas para
entretenerme en un tiempo que es para mí. Es como si el camino de ida
me llevara a mi destino, lo antes posible, sin perderme en dudas. Y el de
vuelta, me alejara de las prisas imaginadas del día y me dejara un tiempo
sin límites.
Aunque ambas elecciones tienen un objetivo distinto, en cada una de
ellas se esconde una estrategia similar. En los dos casos escojo el
camino más cercano y luego lo rentabilizo.

Mi mente es capaz de sacar lo mejor de cada elección. El paseo de hoy


me ha ayudado a darme cuenta.

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Ésta es una forma de tomar decisiones. Hay otras.

A la hora de elegir, optimizar, maximizar y satisfacer son aspectos a


considerar en función del resultado buscado.

Podía haber maximizado este proceso, evaluando exhaustivamente


cada uno de los aspectos a considerar, ponderándolos según el valor
atribuido. Así tendría la mejor de las decisiones de entre todas las
posibles.

También me podía haber quedado satisfecha con la primera opción


mínimamente aceptable, sin pensar más allá.

En mi caso, lo que he hecho es optimizar la elección, al generar una


respuesta que me ha permitido alcanzar un equilibrio entre los
distintos componentes en juego en ese momento para mí.

Aprender a reconocer cómo elegimos nos permite ser conscientes de


nuestros deseos y necesidades, de nuestras preferencias. Y, además,
nos aporta el valor de poder generar opciones distintas, adecuadas a
cada tipo de decisión y momento.

Y tú, ¿qué camino escoges?


Te propongo un ejercicio para desarrollar habilidades para la toma de
decisiones efectiva.

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Ejercicio 1
para la toma de decisiones

Si tú no decides, alguien lo hará por ti.

Por eso te animo a que leas mi post “¿Qué camino escoges?” y


reflexiones sobre cómo tomas tú las decisiones. Y luego, a que
practiques este ejercicio que te ayudará a desarrollar habilidades en la
toma de decisiones a hacerlo de una manera consciente con este
ejercicio que te propongo.

Vivir es elegir. Lo hacemos constantemente, de manera consciente o


inconsciente, programada o sobre la marcha. Y según dicen los
expertos, de entre las muchas estrategias para tomar decisiones, la
mayoría de las veces sólo utilizamos 4 ó 5. Lo más curioso es que estas
mismas estrategias las aplicamos a decisiones tan cotidianas como la
compra diaria en el súper o por dónde vamos al trabajo, o de tanto
alcance como cambiarnos de casa o de trabajo.

En este ejercicio te invito a entrenar tus habilidades en la toma de


decisiones.

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No existe la decisión ideal, porque en todas hay incertidumbre, y
cualquiera que tomemos tendrá ventajas e inconvenientes. Pero sí
podemos aprender a tomarlas con mayor eficacia y con mejores
resultados.

Para llegar ahí, ¿qué necesitas saber? y ¿qué tienes que hacer?

Lo primero, conocerte, saber de ti. Porque sabiendo esto podrás tomar


la decisión más acorde, la que te proporcionará una sensación mayor
de serenidad y de acierto.

Entrenarme para conocer qué es lo que quiero y qué es lo que no quiero


en mi vida.

Toma papel y lápiz y dibuja un cuadro con cuatro casillas, como el que
te pongo más abajo, y escribe en ellas:

1ª Casilla: lo que sí quiero y sí tengo.

2ª Casilla: lo que sí quiero y no tengo.

3ª Casilla: lo que no quiero y sí tengo.

4ª Casilla: lo que no quiero y no tengo.

Date tiempo para pensar sobre el contenido de cada una. Sé concreto y


expresa tu pensamiento con sencillez.

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¿Qué casilla te ha costado más?, ¿cuál ha sido más fácil?

¿Son todos los contenidos del mismo peso?

¿Hay alguno más relevante para tu vida?, ¿en qué casilla esta?

¿Has descubierto algo que te llama la atención?, ¿algo que no


sabías?

¿Qué has aprendido de ti al hacer el ejercicio?

Este ejercicio está basado en la propuesta de G. Bertolotto para


trabajar el diseño de objetivos, a partir de los estudios de R.
Bandler, co-creador de la PNL, sobre alejamiento y acercamiento,
que son las direcciones vitales de nuestra mente.
A partir de ahora, ¿hacia dónde te quieres mover?

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Y TÚ, ahora...
¿Qué camino vas a escoger?

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Reflexión 2
¿Discapacidad?

Acabábamos de llegar de un largo viaje a la vuelta de la esquina. Ahora,


cada pasito que dábamos juntas se convertía para ella en una prueba de
resistencia, en su triatlón particular. Era una campeona.

Llevaba todos sus años a cuestas, aunque cada vez el pasado le pesaba
menos y el futuro era tan inmediato que vivía en un ahora casi
permanente.

¿Qué has comido hoy?, ¿vas al fisio esta tarde?, ¿qué tal la pelu? Eran
preguntas sin sentido ya. La vida se simplificaba a cada rato.

Hace un momento, en la noche, cuando ya estaba acostada, sentada al pie


de su cama, le preguntaba: ¿qué cosa bonita te ha pasado hoy? Y como
ella prefería acordarse de lo malo —se había hecho una experta en
encontrar lo peor de cada situación—, la pregunta siempre empezaba con
la misma contestación: nada. Vale, pero si lo piensas un poquito más,
¿qué has hecho hoy?, ¿con quién has estado?, ¿te ha gustado la comida?,
¿has hablado con los niños?, ¿qué ropa te has puesto?… Y así, poco a
poco, su mente iba encontrando recuerdos de un color diferente al negro
zaíno. Su cara se iluminaba y una sonrisita pícara de niña pequeña
preludiaba una tras otra respuestas alegres que a ella misma le
sorprendían. ¿Tanto bueno me ha pasado?, quizá se preguntaba a sí
misma. O quizá, como cogida en renuncio, pensaría algo parecido a “esta
hija mía qué lista es, no me puedo escaquear”.
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Tontunas que nos hacían el encuentro nocturno casi lo mejor de cada
día. De ellas apenas hacía un momento. Sólo habían pasado unos
pocos meses desde entonces. Desde aquel entonces en el que ella
podía pensar en algo que había ocurrido y en algo que fuera a suceder
más allá del día siguiente. Y este otro momento convertido en un ahora
indivisible en fracciones de tiempo, por muy cercanas que estuvieran.

Me he puesto a escribir esto al llegar a casa con la certeza de que no


iba a olvidar lo que me acaba de decir ella y que yo no había entendido,
pero…no ha sido así. Sólo guardo el recuerdo de que en esa
conversación había sido yo quien no la había escuchado ni, desde
luego, entendido.

¿Tengo que preocuparme porque me vaya a pasar como a ella? No sé


si sucederá. Lo que sí sé es que preocuparme por llegar a ese sitio no
me garantiza no llegar. Y lo que es peor, cómo voy a renunciar a ir de
una mano como la suya. Lo recorrería sin rechistar. Por lo que, si voy a
llegar, gracias de antemano.

De su sonrisa se desprende una sensación con la que puedo andar la


distancia que separa nuestras casas, incluso lloviendo, sin calarme
más que de agradecimiento a la vida, a ella que la representa para mí.

De ella, con ella, por ella, para ella y para…mí, aprendo a hacer las
preguntas que las dos necesitamos.

¿A quién ves ahora aquí contigo?, ¿quién es ésta que está a tu lado,
escabulléndose entre los pliegues de la colcha?, ¿a quién escuchas?,
¿oyes ese ruidito de crujir de sábanas recién planchadas que haces al
querer arrebujarte en ellas?, ¿tienes frío o estás a gusto?, ¿cómo te
sientes?, ¿a qué te huelen mis manos?, ¿te gusta la crema con la que
te acabo de dar le masaje en los pies?…

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Cuantísimas preguntas se pueden hacer para centrar la atención en
un aquí y ahora presente, eterno, el único momento de la vida que
existe en la realidad. Tantas, como la mirada que compartimos
ambas, del color de una comprensión que aprende a romper
cualquier límite. Una mirada que sabe a aceptación, tierna y firme.

Quizá en otro momento, que espero para un poquito más adelante,


aunque prefiero no esperarlo, quizá a la vuelta de otra esquina, las
preguntas dejarán de tener sílabas y se pronunciarán con sonrisas
calladas y besos sonoros. Y será como volver a gatear por los
pasillos de casa bajo la mirada de quien más nos quiere. Y las
respuestas serán aún más cálidas, guardando en cada gesto la
esencia de todos los gestos bonitos vividos juntas.

Y no habrá preguntas, sólo un estar ahí. Presente y totalidad.

Pero eso será otro día. Ahora y aquí, andamos balanceándonos


entre ambas piernas, como en una borrachera de niña pequeña que
no acaba de caerse y que, si lo hace, se levanta con un resorte de
risa espléndida y mágica.

Sigue leyendo que te propongo un ejercicio para dejar de


preocuparnos y empezar a ocuparnos de aquello sobre lo que
tenemos capacidad de actuar e influir.

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Ejercicio 2
Para pasar de la preocupación a la
ocupación

…¿Tengo que preocuparme porque me vaya a pasar como a
ella? No sé si sucederá. Lo que sí sé es que preocuparme por
llegar a ese sitio no me garantiza no llegar…

Si has leído la reflexión “¿Discapacidad?”, reconocerás la frase anterior.

A veces nuestro pensamiento está centrado en cosas que están fuera


de nuestro control. A eso lo solemos llamar “estar preocupados”.

¿Te ha sucedido alguna vez a ti? ¿Imaginas que pudiéramos cuantificar


ese tiempo?

Puedes preguntarte cuánto tiempo has invertido en algo sobre lo que


tienes poca o ninguna capacidad de influencia. La respuesta te dará la
cantidad de energía perdida en cosas que no está en tus manos
solucionar. Y, también, te dará idea de la cantidad de energía que has
dejado de invertir en aquello sobre lo que sí tienes capacidad de influir y
cambiar.

Para trabajar esta capacidad de invertir adecuadamente la energía que


tenemos, te propongo este ejercicio.

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1º Piensa en lo que te preocupa.

Repasa tu vida personal, familiar, social, profesional. Piensa en


cualquier aspecto sobre el que te sientes preocupado.

Escríbelo, ponlo en frases cortas y sencillas.

Imagina que es una mochila que llevas a cuestas en tu vida.

¿Cómo te sientes con todo eso presente en tu vida?, ¿con todo ese peso que
cargas a tu espalda?, ¿hacia dónde va tu mirada?, ¿qué te dices a ti mismo?,
¿qué escuchas a tu alrededor?

2º De eso que te preocupa ¿sobre qué no tienes ninguna influencia?

Son los pensamientos que están por completo fuera de tu capacidad de


actuar sobre ellos.

Separa estos pensamientos, colócalos aparte. Ahora, tienes dos listas:

Lo que te preocupa, pero no depende en absoluto de ti hacer algo para


cambiarlo.
Lo que te preocupa y sobre lo que puedes actuar en alguna medida, solo
o con la participación de otras personas.

¿Cómo te sientes cuando has sacado esas preocupaciones de tu presente?,


¿cómo pesa ahora esa mochila?, ¿qué ocurre con tu mirada?, ¿qué ves
ahora?, ¿qué escuchas dentro de ti, a tu alrededor?

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3º Separa aquello que te preocupa y sobre los que tienes sólo cierta
influencia.
Pon estos pensamientos sobre las cosas que te preocupan pero no
depende sólo de ti poder actuar sobre ellos, ya que necesitas la
participación de otros para conseguirlo.
Lo que acabas de hacer es separar, de la segunda lista, lo que no
depende sólo de ti, de lo que sí depende de ti. De esta manera, tienes
ya tres listas:

Lo que te preocupa, pero no depende en absoluto de ti hacer algo


para cambiarlo.
Lo que te preocupa y sobre lo que puedes actuar en alguna
medida con la participación de otros.
Lo que te preocupa y sobre lo que tú tienes toda la capacidad de
actuar.

¿Cómo te sientes ahora?, ¿qué ves nuevo?, ¿qué te dice esto de tu vida?

4º Dibuja tres círculos concéntricos, como los que tienes en la imagen


posterior. En ellos colocarás cada una de las tres listas.

En el círculo más externo, pon aquello


que te preocupa pero sobre lo que no
puedes influir de modo alguno. Ésta es
tu zona de preocupación pura (ZP)
En el círculo intermedio, sitúa aquello
sobre lo que tienes capacidad de
influencia, aunque su solución no está
solo en tus manos. Ésta es tu zona de
influencia (ZI)
En el círculo más interno, quédate con
las cosas que dependen de ti. Ésta es tu
zona de control (ZC).

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De esta forma, puedes ver cómo se organizan tus pensamientos y cómo
se distribuyen tus energías.
Ahora tienes un mapa que te ayudará a actuar sobre lo que puedes llegar
a conseguir.
¿En qué círculo te sientes con más energía?, ¿en cuál cuentas con más
recursos propios?
La zona de control es en la que te mueves con más soltura, en la que las
acciones son más fáciles de planificar, en la que los objetivos son tuyos
y conseguirlos sólo depende de ti.
Cuanta más influencia ejerzas sobre los otros, sobre tu entorno, más
ampliarás tu zona de control.
Estos aspectos se trabajan en un proceso de coaching, son sus bases.
El ejercicio se basa en el modelo de S. Covey de “Los 7 hábitos de la
gente altamente efectiva”?, y en explorar tus sistemas representativos y
de comunicación a partir de las propuestas de la PNL (Programación
Neuro-Lingüística) de Bandler y Grinder.
Repasa tus preocupaciones, tus listas. ¿Hay algo que trasladarías de un
círculo a otro?, ¿qué ocurre cuando lo haces?, ¿cómo queda tu energía,
la ganas o la pierdes?
¿Dónde tienes puesta tu energía ahora?, ¿quieres hacer algún cambio?,
¿qué pasaría si lo hicieras?
Tú ahora estás en disposición de ver más claramente por dónde empezar tu
propio proceso de desarrollo, de escuchar lo que de verdad importa en tu
vida y sobre lo que puedes actuar y de sentirte competente para ello.

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Y TÚ, ahora...
¿Qué has aprendido de ti con
este ejercicio?

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Reflexión 3
Servicio público, calidad
asistencial y atención al paciente

A propósito de los once días pasados en un hospital público en el


preludio de la navidad.

¿Durante cuánto tiempo vamos a seguir ocultando lo que de verdad


importa?

Un trato profesional, competente y respetuoso.

No hacen falta ISO, EFQM, protocolos, estándares y observatorios de


calidad, textos de buenas prácticas, cartas de servicio, manuales de
estilo…

…compromisos que se redactan para…cumplimentar documentos de


evaluación, certificados y acreditaciones.

¿Quién, cuándo, cómo, dónde, por qué y para qué?

No hacen falta para trabajar bien, dando todo lo que se sabe, bajo la
máxima responsabilidad, la de cada uno. Estar preparado, tener los
conocimientos y las habilidades necesarios para desempeñar con
competencia el puesto de trabajo. Y hacerlo como las personas
merecen, como merecemos: quienes prestan el servicio y quienes lo
reciben.

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Somos personas que trabajamos para personas.
En condiciones de máxima dependencia y vulnerabilidad. En la cama
de un hospital público, vestida con un camisón que deja ver toda la
belleza de un cuerpo mayor, vivido y con ganas de seguir aquí,
compartiendo el cariño de una sonrisa o de una broma sobre su mala
pata. La segunda cadera rota. Pero duele menos, porque el deterioro
cognitivo preserva en cierta media de la sensación de dolor. Y ya no
recuerda ni que se ha caído, ni dónde está o qué es lo que quería
celebrar todos juntos. Pero sí sabe quién es y, sobre todo, quién era de
pequeña, de muy pequeña. Un historial de varios párrafos que se
resume en: necesita ayuda para todo el desempeño de su vida diaria.

Cuando tus manos y tus pies, para salir al encuentro de tus


necesidades, son los de otros.

Cuando tus palabras no son tuyas sino de ese interlocutor fiable,


amable y cálido o esquivo, desaparecido e inexistente.

Cuando tus oídos y tus ojos han de escuchar y ver lo que otros
deciden.

Cuando esos otros no deciden para ti pero sí por ti.

Cuando la vida te lleva y te trae a su antojo, como hace la vida, que se


vive a sí misma en cada una de las historias que creemos la nuestra.

¿Cuántas sugerencias y reclamaciones serán necesarias para que


cada uno haga lo que tiene que hacer? Trabajar desde el compromiso
con su vocación, con sus compañeros, con su empresa, con lo público,
con los pacientes, con los mayores y con los vulnerables, con su
propio trabajo, consigo mismo.

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¿Qué te permitiría hacer lo que de verdad tu vocación te dice?, ¿qué te
impide hacerlo?

El único compromiso que no depende de nada externo a mí, es el que


se basa en lo que quiero hacer y cómo, en ser un profesional que se
respeta a sí mismo y da lo mejor de sí mismo. Ese compromiso es mi
compromiso conmigo mismo. Y ese es mi máximo valor.

Quizá tú también lo sepas. Tú, que escogiste ese trabajo de atención y


cuidado a quienes más lo necesitan. Era tu compromiso vital. Pero
quizá no lo tienes presente en un día a día duro, complicado, con falta
de recursos y motivación.

¿Qué te haría recuperarlo? ¿A qué esperas para devolver a tu vida eso


que estaba dentro de ti cuando tomaste la decisión de trabajar en la
sanidad pública?

A veces, hacemos pagar a otros lo que es responsabilidad de otros


muy distintos. Pero es tan fácil.

¿Cuánto tiempo más vas a dejar que tus palabras se dirijan contra y no
a favor de tus valores?, ¿y que tus actos sean incongruentes con ellos,
con los que reclamas para ti?

¿Cuántos procedimientos, instrucciones de trabajo, estándares y


protocolos hay que cumplimentar para hacer lo correcto?

Qué oportunidad perdida cuando hay que poner por escrito lo que las
palabras dejan de decir: me merezco ser tratada con dignidad y tú
también.

Una dignidad llena de competencia y respeto.

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Si no estás a gusto con tu trabajo, cambia de trabajo para que otra
persona con competencia, con aptitud y actitud para desempeñarlo, lo
haga.

Y si no puedes cambiar de trabajo, ¿qué estás dispuesto a hacer para


sentirte mejor y que los pacientes y sus familias reciban el trato
profesional que se merecen, el que tú escogerías para ti y los tuyos?

Lo que damos es lo que recibimos. ¿Tú, no te lo


mereces?
Si no estás dispuesto a atender al paciente, no digas que lo atiendes
señalando un letrero con un horario.

Si tienes que ocultar tu nombre, reflexiona sobre tus acciones.

Si la justificación con el mal desempeño es la falta de presupuesto,


porque se lo han llevado otros o porque todo el mundo lo hace igual,
revisa tu vocación, tu compromiso y deja espacio a que otro con
compromiso auténtico, lo ejerza.

Si tu desempeño lo justificas con otra justificación, revisa tus


creencias. Estas yendo en contra de tus principios y tus valores, y eso
te hace sentir mal. Esa actitud influye en tu aptitud. La capacidad de
afrontar con éxito el trabajo la determina el motor interno, la voluntad
de querer, de querer hacerlo bien.

Cuando no respetamos al otro, ¿quién nos respeta?

Perdemos la oportunidad de respetarnos cada vez que faltamos al


respeto al otro. Nos faltamos al respeto cada vez que dejamos de dar
al otro todo lo que nuestro trabajo merece, toda nuestra competencia
profesional, nuestro saber hacer y nuestra atención.
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Una llamada a ese respeto es una llamada a la
consciencia, a estar atentos a lo que de verdad
importa, personas trabajando con y para
personas.
Desde el servicio público, tenemos la oportunidad de demostrar que
las circunstancias las creamos cada vez que hacemos realidad ese
trato de calidad, ese respeto y esa competencia profesional puestos al
servicio del otro, para ese otro y para mí. Porque yo también soy
persona.

Somos personas y trabajamos con co-razón.

Te propongo indagar en esto para reencontrarte contigo mismo y


avanzar hacia alcanzar tus objetivos de la mano de tus auténticos
valores. ¿Quieres? Sigue leyendo y encontrarás un ejercicio que te
ayudará a revisar tus creencias.

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Ejercicio 3
Para modular creencias

“Tanto si crees que puedes como si no, tienes razón.”
(Henry Ford)

¿Has leído el post SERVICIO PÚBLICO?

Desde El Rincón de Cleo, te propongo un ejercicio de coaching basado


en PNL para indagar en tus creencias y aprender a modularlas.

Las creencias son aquellos juicios que guardamos en el disco duro de


nuestra mente, a veces sin ser conscientes de su existencia, y que nos
dan o quitan el permiso para hacer lo que hacemos. Son la llave de
nuestras acciones.

Son pensamientos que se han quedado en las profundidades de


nuestra inteligencia, que hemos ido incorporando a lo largo de nuestra
vida, a los que otorgamos el valor de ser auténticos, a pesar de su
inconsistencia en muchas ocasiones, y a los que convertimos en
nuestros juicios de valor.

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Pensamientos que a veces han llegado a nuestra mente como por
ósmosis o transfusión. Como si se nos pegaran a la piel y nos calaran
hasta las huesos. Otras, puede que hayan sido fruto del análisis
intelectual y de la confrontación con la experiencia. Y otras, simplemente,
porque los copiamos, porque los elegimos sin más, aparentemente.

Estos pensamientos-llave han llegado desde nuestro entorno más


próximo, nuestra familia, los amigos, la sociedad en general, pero sobre
todo, quienes son o han sido nuestros referentes.

Las creencias nos han ayudado a llegar hasta donde estamos. Nos han
facilitado cosas y nos han impedido otras. Son creencias potenciadoras,
unas, y limitadoras, otras.

No se trata de quitar o borrar creencias, sino de modularlas. En algún


momento, esa misma creencia puede volver a ser necesaria. El valor del
cambio está en saber cómo y cuándo utilizarla.
Para eso, te invito a trabajar desde el coaching con herramientas
de la PNL.
Es un ejercicio sencillo con consecuencias liberadoras.

En este momento en el que te replanteas tu vida personal y profesional. En


este momento en que necesitas alcanzar tu máximo potencial. Es en este
momento en el que quieres saber más, quieres encontrar qué creencia
limitadora subyace detrás de ese comportamiento y esa actitud que te
impiden dar lo mejor de ti.

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1º Describe la situación sobre la que quieres actuar y cambiar.
Sé muy concreto, escucha lo que te dices, lo que oyes.

Mira a tu alrededor, ¿qué ves?

¿Qué sientes en ese momento?

Escríbelo con todo detalle.

2º Especifica el pensamiento que quieres modificar.


Escribe, en una frase corta y sencilla, de qué se trata.

¿En qué porcentaje te crees ese pensamiento?, ¿qué valor le darías del 0 al
100?

3º Analiza el pensamiento confrontándolo con la realidad.


¿En qué te basas para pensar así?

¿Quién te lo dice?

¿Qué estás dejando de ver y de escuchar?

¿En qué ocasiones tienes un pensamiento similar?

¿Cuántas veces se confirma ese pensamiento en tu realidad?

¿Desde cuándo piensas así?

¿Cuándo fue la primera vez que te diste cuenta de tener ese pensamiento?

¿Qué te estás perdiendo por pensar así?

¿A dónde te lleva creerte ese pensamiento?

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4º Construye un pensamiento alternativo.

En esa misma situación, ¿qué pensamiento es más realista, es más


verdadero que el anterior y está más adaptado a lo que necesitas hacer
para alcanzar tus objetivos?

Escríbelo y piensa cuánto de verdad te lo crees. Dale un número del 0 al


100.

5º Contrasta el nuevo pensamiento con la situación real.


Imagínate en la situación original con el nuevo pensamiento. Permítete
recrearla en tu mente y observar lo que pasa en ese momento.

¿Qué ves?

¿Qué escuchas?

¿Cómo actúas?

Si hay otras personas, ¿cómo reaccionan?

¿Qué sientes?

6º Evalúa los resultados del proceso de reformulación de pensamientos.


¿Qué ha ocurrido con el pensamiento original?, ¿cuánto te lo crees ahora?

¿Qué has aprendido en este proceso?

Acabas de hacer un ejercicio de coaching que trabaja el modelo de


observador, a partir de los estudios de Beck sobre terapia cognitiva. En el
que nos hemos ayudado del análisis del metamodelo del lenguaje de
Bandler y Grinder, los creadores de la PNL (Programación Neuro
Lingüística).

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A partir de aquí, puedes
continuar con esta indagación a
través de nuevas situaciones y
nuevos pensamientos. Atrévete a
seguir la senda de la liberación
de las creencias que te han
estado limitando.

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www.cleoresuelve.com

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