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de pruebas, pues, de lo contrario, si las manifestaciones del imputado estuvieran
ajenas a todo tipo de valoración, no pasarían de ser meras expresiones formales,
ineficaces desde el punto de vista de la defensa material.
6. El encartado puede abstenerse de prestar declaración sin que de su silencio se pueda
extraer una presunción en su contra. Ello, pues una prolongada, profunda y
humanitaria labor de la doctrina y de la legislación han concluido definitivamente, al
menos entre nosotros, con la pretensión de extraer indicios de culpabilidad del
silencio del imputado, pues si la ley lo reputa inocente, nada tiene que alegar en su
descargo. Si además, y desarrollándose ese axioma de jerarquía fundamental, la ley
procesal manda al Juez a informar al imputado que puede abstenerse de declarar,
resulta patentemente violatorio de la Constitución y de la ley, aceptar aquella máxima
romana: “el que calla no confiesa, más ciertamente no lo niega”.
7. Nuestro sistema procesal no admite la declaración de nulidad de los actos
procesales por la nulidad misma, sino sólo cuando ella efectivamente lesiona el
interés de las partes. Tal exigencia tiene por objeto evitar el establecimiento de un
sistema de nulidades puramente formales, acogiendo sólo aquellas que por su posible
efecto corrector, tengan idoneidad para enervar los errores capaces de perjudicar
realmente aquel interés.
8. Cuando la Constitución de la Provincia de Córdoba, en su art. 40, in fine, manifiesta
que “carece de todo valor probatorio la declaración del imputado prestada sin la
presencia de su defensor", supone que se haya iniciado la persecución penal en
contra de un individuo y que al momento de su declaración no cuente con la
presencia de un defensor técnico. Así se ha establecido del mismo modo por la ley
adjetiva local (arts. 258 y ss. C.P.P.). Entonces, quien al momento de prestar
declaración testimonial no aparece en absoluto sindicado como partícipe del hecho,
no goza de dicha garantía, puesto que aún no reviste calidad de imputado.
9. El obrar sobre seguro que fundamenta el tipo agravado de la alevosía (art. 80 inc. 2°
C.P.), no lo es en relación a una actuación impune ex post, sino en relación a la
propia ejecución del hecho, que se preordena de modo tal de evitar la reacción de la
víctima o de un tercero y así poder dar muerte a la primera con mayores chances de
lograr el resultado querido. En síntesis, no cuenta la reacción posterior al ataque que
pueden asumir los terceros, sino el riesgo que procede del rechazo del ataque
mismo.
10. Como es regla en los delitos dolosos, el tipo subjetivo de la figura del homicidio por
precio o promesa remuneratoria (art. 80 inc. 3ro. C.P.) funciona a modo de espejo del
tipo objetivo, y por ende es suficiente el conocimiento de que la muerte se ejecuta a
cambio de una paga actual o futura, sin que importe que el ejecutor conozca de quién
se trata su víctima. Tan intrascendente es el dato preciso de la identidad del sujeto
pasivo, que aún mediando un error in personam, la calificante se mantiene.
11. El fundamento de la agravante contenida en el art. 80 inc. 3ro. del C.P., atiende,
como su propio texto lo indica, al mayor contenido de injusto que encierra la
muerte por precio o promesa remuneratoria: la ley quiere castigar la determinación
delictiva por lucro, la cual presenta siempre más criminalidad subjetiva que la
determinación por el solo mandato.
T.S.J., Sala Penal, S. nº 267, 5/10/2007, “SINTORA, Oscar Hugo p.s.a. homicidio
calificado –Recurso de Casación-” (Dres. Cafure de Battistelli, Tarditti, y Blanc G. de
Arabel).
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SENTENCIA NUMERO: DOSCIENTOS SESENTA Y SIETE
En la Ciudad de Córdoba, a los cinco días del mes de octubre de dos mil siete, siendo las
once horas, se constituyó en audiencia pública la Sala Penal del Tribunal Superior de
Justicia, presidida por la señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, con
asistencia de las señoras Vocales doctoras Aída Tarditti y María de las Mercedes Blanc G.
de Arabel, a los fines de dictar sentencia en los autos “SINTORA, Oscar Hugo p.s.a.
homicidio calificado –Recurso de Casación-” (Expte. “S”, n° 42/05), con motivo del
recurso de casación interpuesto por los Dres. Manuel Andrés Calderón y Eduardo Alberto
Sentencia número trece de fecha cuatro de julio de dos mil cinco, dictada por la Cámara del
Abierto el acto por la Sra. Presidente se informa que las cuestiones a resolver son las
siguientes:
1°) ¿Es nula la sentencia por falta de capacidad del Tribunal de juicio?
2°) ¿Es nula la sentencia impugnada por vulnerar las reglas de la sana crítica racional
3°) ¿Es nula la sentencia por carecer de fundamentación la calificante del homicidio
4°) ¿Es nula la sentencia por carecer de fundamentación la calificante del homicidio
5°) ¿Es nula la sentencia por carecer de imparcialidad subjetiva la intervención del
Las señoras Vocales emitirán sus votos en el siguiente orden: María Esther Cafure de
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Battistelli, Aída Tarditti y María de las Mercedes Blanc G. de Arabel.
A LA PRIMERA CUESTION:
Primera Nominación de esta Ciudad resolvió, en lo que aquí interesa, “declarar a HUGO
los términos de los arts. 80 inc. 2º y 3º y 45 del Código Penal, hecho contenido en la
II. Contra dicha resolución, recurren en casación los Dres. Manuel Andrés Calderón
Síntora, invocando el motivo formal previsto en el segundo inciso del artículo 468 del
C.P.P. y esgrimiendo diversos agravios, cuyo orden será aquí alterado para su mejor
tratamiento.
En primer lugar, los quejosos estiman que la sentencia es nula toda vez que fue
realizada por jueces “incapaces”, “en el marco de las prescripciones del art. 185 inc. 1 del
Sostienen que en el caso se han desoído las normas constitucionales que prescriben el
derecho que goza toda persona a un proceso judicial regular y legal, donde las personas que
desde un punto de vista moral, psicológico, físico y jurídico que los habilite para decidir la
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Explican que dicho requisito constituye uno de los presupuestos procesales externos a
la resolución, que permiten que la relación procesal que surge a partir de la vinculación de
un individuo con la ley penal, tenga existencia legítima y válida. Vinculan la cuestión a las
la intervención del imputado en el proceso (arts. 18 C.N. y 185 inc. 1º y 3º en función de los
éstos revisten, constituyen fundamento más que suficiente a los fines de afirmar la absoluta
miembros letrados del Tribunal, sino también a los legos, toda vez que no podemos ignorar
la necesidad de que los particulares que cumplen la función de jueces en los procesos
asistidos por jurados populares, conozcan, al menos, los principios, derechos y garantías
Sobre el punto, advierten que hay una serie de manifestaciones que fueron sostenidas
por el Presidente del tribunal y refrendadas por el resto de los miembros del mismo al
acordar (sin disidencia ni reserva alguna) con el voto de aquél, en cuanto al sentido que
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Argumentan aquí en idéntico sentido al que lo hicieran al agraviarse por el modo en
que esta ponderación del silencio viciaba la fundamentación fáctica del decisorio (supra,
Afirman los recurrentes que la inconsecuencia expresada por los miembros del
material, debe o no ser valorado como indicio de culpabilidad, habla claramente en relación
implícitamente expresa una total ignorancia de los principios básicos rectores del proceso
penal; y por tanto de su incapacidad, desde un punto de vista técnico jurídico, para resolver
Concluyen que la incapacidad demostrada por los miembros de la Cámara torna nula
la sentencia por aplicación de las normas del art. 185 incs. 1 y 3 C.P.P. Argumentan que el
concepto de capacidad al que hace referencia la norma abarca no sólo las cuestiones de
Aclaran, previo finalizar, que la cuestión que plantean nada tiene que ver con
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la capacidad del Tribunal, en el marco del artículo 185 inc. 1°, segundo supuesto, del C.P.P.,
las dos opiniones que citan los recurrentes han sido introducidas con total desapego a la
opinión de dichos autores. En efecto, cuando Ricardo NÚÑEZ alude a la capacidad “jurídica
y legal”, de una persona para actuar como juez lo hace en clara referencia a la situación de
jueces que no han sido nombrados en debida forma, que no han aceptado el cargo, o que no
embriaguez habitual o uso de estupefacientes, que impiden comprender o dirigir las propias
acciones (ob.cit., pág. 149, nota 3 al art. 171). Del mismo modo, la textualización de la
obras no arroja ningún resultado en el sentido pretendido por los quejosos (MAIER, Julio
B.J., Derecho Procesal Penal– Parte general, Editores del Puerto, Bs.As., 2003, T.II, págs.
117/121; CREUS, Carlos, Invalidez de los actos procesales penales, Astrea, Bs.As., 2004,
págs. 32/35; CLARIÁ OLMEDO, ob.cit., T.IV, págs. 205/207; CAFFERATA NORES– TARDITTI,
ob.cit., T. 1, págs. 461/462; CLEMENTE, José Luis, Código Procesal Penal de la Provincia
de Córdoba, Lerner, Córdoba, 1998, T.II, págs. 136/138, nota 3 al art. 185 inc. 1°; Torres
Bas, Raúl Eduardo, Código Procesal Penal de la Nación, Lerner, Córdoba, 1996, págs.
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Sucede, en verdad, que además de la falta de apoyo doctrinario obedece a que la
interpretación que se postula desconoce las normas que regulan la materia: la falta de
formación técnica que pudiere evidenciar un magistrado tiene remedio a través de otras vías
diferentes a la intentada por la defensa. Los yerros en que incurriere a raíz de dicho
base en el artículo 185 inc. 1° del ordenamiento procesal, carece de todo sustento jurídico y
La Sra. Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
sentido.
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal María Esther Cafure de Battistelli,
A LA SEGUNDA CUESTION:
haber inobservado las reglas de la sana crítica racional, en cuanto a prueba de valor
un cúmulo de indicios, donde cada uno de ellos contiene vicios relevantes que impiden
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derivar lógicamente –ausencia de razón suficiente– un juicio de certeza en relación a la
tiene por objeto demostrar la participación de Síntora, sino las circunstancias de tiempo,
lugar y modo en que se produjo el hecho. Sólo se utilizó una prueba directa, como es la
relativa a la pericia por la cual el Tribunal determinó que el arma secuestrada era la que dio
muerte a Maders, vinculándola luego con el imputado Síntora. Sin embargo la consideración
indicio más a los fines de demostrar su participación. En este sentido, esa prueba directa es
un elemento que integra otra prueba de tipo indirecto (fs. 9121 vta./9122).
A continuación, los recurrentes reseñan los indicios sobre los que la a quo apoya la
d. Su amistad con la persona que cobra una suma de dinero en concepto de la muerte;
f. La mala justificación por parte del imputado en cuanto al origen del bolso con armas.
Sobre dicha nómina, observan los quejosos que un indicio es un hecho probado, es
decir, que para constituir un elemento de juicio a ser utilizado como fundamento de un
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legítima; esto es, respetando la ley; y a su vez deben estar certeramente probados, con
defectos de legitimidad y por lo tanto no pueden constituir elemento probatorio sobre los
que se funde el decisorio; y que por su parte, el indicio nº 3 adolece de defectos lógicos o de
perjuicio claro y concreto en contra del mismo toda vez que el juicio asertivo de condena
2. Previo ingresar al análisis en particular de cada uno de los indicios, y en tanto los
su representado Oscar Hugo Síntora respecto de la muerte de Regino Maders, estimo útil
1, 2/2/04, "Torres", entre muchos otros). Ello así por cuanto la meritación aislada de cada
cual “cuando se trata de una prueba de presunciones... es presupuesto de ella que cada uno
de los indicios, considerados aisladamente, no constituya por sí la plena prueba del hecho
al que se vinculan -en cuyo caso no cabría hablar con propiedad de este medio de prueba-
(“Martínez, Saturnino”; 7/6/88, Fallos 311:948; cfr. T.S.J., Sala Penal, S. nº 45, 28/7/98,
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“Simoncelli”; A. 32, 24/2/99, “Vissani”); "la confrontación crítica de todos los indicios
ambivalencia individual de cada uno de ellos constituye un fundamento sólo aparente que
Araya", 12/6/90, citado por Caubet, Amanda y Fernández Madrid, Javier, "La Constitución,
su jurisprudencia y los tratados concordados", Errepar, 1995, n° 4840). Así fue que tal
tesitura llevó al Alto Tribunal a dejar sin efecto "la sentencia que absolvió al procesado
dudar sobre la existencia del hecho ilícito y la responsabilidad del autor del delito"
("Lavia", 12/5/92, citado por Caubet y otro, ob.cit., n° 4390; T.S.J., Sala Penal, "Bona",
cit.).
entre otros), la fundamentación que prescinde de tal valoración integrada –que es la que
confiere sentido convictivo a los indicios– configura una motivación omisiva que nulifica
tanto conocido– del cual se puede inferir la existencia de otro que se pretende demostrar,
la sentencia basada este tipo de prueba, atacando el razonamiento que permitiría derivar, no
la conclusión total, sino antes, cada uno de los indicios que se consideran cargosos, en
circunstancia fáctica que el Juzgador tuvo por probada. Ello configura un presupuesto
previo al agravio contra el método de valoración –claro está, en la medida en que exista
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concreto agravio sobre el punto– puesto que lógicamente se impone primero analizar si se
encuentran acreditadas las premisas fácticas que luego han de incluirse en una ponderación
Tanto una como otra óptica son motivo del presente recurso, en tanto los quejosos
discuten ora la justificación convictiva de los indicios valorados por la Juzgadora, ora su
examen propuesto por la defensa, alterando el orden de los indicios, para un más ordenado
tratamiento.
III. Indicio relativo a las confesiones extrajudiciales que realizó Síntora: previo
textualizar las referencias de la Cámara respecto de los comentarios que efectuara Síntora,
Rubén Rodolfo Barrera, los impugnantes afirman –en primer término– que la sentenciante
1. En lo atinente a Barrera, se omitió consignar que los dichos de Síntora en los que
habría manifestado haber matado a Maders, se hicieron durante unos asados. Asimismo
refirió el testigo que, en algún momento, fue enemigo de Síntora (fs. 9127/9130).
Luego reseñan las declaraciones de Claudio Martínez, Federico Pelliza, Raúl Gelada,
Juan Carlos Bazán y José Víctor Cuello. De ellas se aprecia, como otra circunstancia
soslayada por la a quo, que quienes se juntaban a comer asados eran varios, entre ellos, los
De otro costado, la Camara alude al testimonio del policía Carlos Miguel Cabrera, del
que se extrae que entre Síntora y Barrera existían constantes denuncias que éstos se
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Apuntan los quejosos que el Juzgador sólo hace una mención de todas estas personas,
pero en ningún momento merita el contenido de sus declaraciones. Si bien es discreción del
Tribunal dar mayor valor a una prueba que a otra, ello no resulta óbice de la obligación del
sentenciante de considerar toda la prueba que fuera incorporada legalmente al proceso y que
Sin lugar a dudas –aseguran– las manifestaciones de Barrera, en el sentido en que las
lee la Cámara, son tan dirimentes como las de los demás testigos que depusieron en sentido
contrario, y que fueron arbitrariamente –sin justificación alguna– excluidos del proceso (fs.
9133).
Premisa A: Barrera refiere que escuchó a Síntora decir que mató a Maders en
Premisa A: Barrera refiere que escuchó a Síntora decir que mató a Maders en varias
Cuello.
Premisa C: Gelada no escuchó nunca a Síntora decir que él había matado a Maders.
Premisa D: Martínez no escuchó nunca a Síntora decir que él había matado a Maders.
Premisa E: Pelliza no escuchó nunca a Síntora decir que él había matado a Maders.
Premisa F: Bazán no escuchó nunca a Síntora decir que él había matado a Maders.
Premisa G: Cuello no esuchó nunca a Síntora decir que él había matado a Maders.
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Premisa H: Barrera admitió su enemistad con Síntora.
denuncias recíprocas.
En similar sentido, prosiguen con las referencias que el sentenciante hace en relación
Roberto Antonio Peralta, donde también se han omitido extremos dirimentes. En efecto,
la valoración que se efectúa de los dichos de Pedro Rubén Loyola, Héctor Domingo
Premisa A: Peralta refiere haber escuchado a Síntora decir que mató a Regino Maders.
Premisa A: Peralta refiere haber escuchado a Síntora decir que mató a Regino Maders.
Premisa B: Loyola escuchó decir a Peralta que él había perjudicado a Síntora. Que lo
detenidos refieran los hechos en los que participaron. Que esos son los códigos.
razonamiento, la conclusión hubiera sido otra toda vez que las tres premisas evitadas
explicitan, por un lado, que se descarta que los presos hablen de los hechos que han
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cometido, anulándose así la posibilidad de que Síntora hubiera realizado un comentario de
Desde otro aspecto, señalan que quien afirmó haber escuchado la confesión, refirió
en otro ámbito haber perjudicado a Síntora con sus declaraciones, habiéndolo hecho por
elementos que permitieron al juez arribar a él; tornándolo de este modo, de imposible
testimonios de Roberto Peralta, Claudio Martínez y Rubén Barrera, en tanto su cotejo con
otros elementos de juicio –testimonios de Pelliza, Gelada, Bazán, Cuello, Cabrera, Loyola,
Quinteros– no permitiría concluir con certeza que Síntora haya efectuado los comentarios
Sobre el punto, la Cámara expuso que el imputado asesinó a Regino Maders “y luego
mismo en el círculo en que se movía, ya sea fuera como dentro de la Cárcel con el fin de
darse, a lo que dentro de su mente razonaba, poder frente a los otros” (fs. 9070 vta./9071).
grupos: uno, conformado por aquellas personas que supieron de la vinculación de Síntora en
oportunidad del incidente suscitado por la desaparición del arma dejada por su hijo Oscar en
un bolso –junto con otras tres más– en el domicilio de Blanca Fernández, y otro, constituido
homicidio de marras.
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2.a) Es importante destacar que lo que de aquí en más individualizaré como el
primer grupo de testigos, no fue –en el examen del presente indicio– considerado por los
los quejosos analizaron los dichos de aquéllos, lo hicieron en relación al indicio relativo a la
individualización del arma (que numeran como 5°), mas no los incluyeron en el punto aquí
tratado, evidenciando así una primera segmentación del contenido del decisorio que
pretenden conmover.
dicho análisis puesto que –como se ha demostrado– la fuerza convictiva del indicio sub
examine no descansa únicamente en los dichos del segundo grupo sino que ellos prestan y
reciben recíproco apoyo de los del primer grupo, que paso a reseñar.
Fernández, de sus hijos Alejandro y Natalia Díaz, de Argentino Guzmán y Heraldo Pagano.
Resaltó la a quo que entre la primera y los dos últimos “nunca hubo contradicción, fueron
antagónicos, con una réplica defensiva que no pudo ser sostenida con firmeza y no logró
confutar lo expresado por los testificantes” (fs. 9071 vta.). Expuso que “tanto Blanca
Fernández como sus hijos refirieron que Oscar Síntora hijo, concurre a buscar el arma que
se encontraba en el interior de un bolso a su casa... que éste lo hace muy nervioso ya que
cuando se da con el bolso, faltaba precisamente la pistola 9 mm con pintura negra y como
el mismo Oscar le dijera a Alejandro ‘que con esa arma su padre (Oscar Hugo) había
debate, le refirió ‘sí Doña, tengo un problema, estoy con mi papá, porque yo le saqué unas
armas y es la que utilizó para matar a Maders’. El hijo del traído a proceso ya conocía del
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tema sobre el homicidio ocurrido tan sólo un mes antes, conocía por estas manifestaciones
que el autor del homicidio había sido su padre, de ahí su preocupación por rescatar el
arma que lo comprometía a este último en forma directa con el hecho y también por
supuesto de ahí el encolerizamiento del nombrado con su hijo como lo demostró frente a la
casa de los Díaz, cuando toma a su hijo por el cuello al enterarse que el arma no se
Blanca Fernández manifestó que Pedro Guzmán le comentó que Síntora hijo refirió que su
padre había matado a Maders. Congruente con ello, la mujer mencionó haber encontrado –
durante la limpieza de la habitación de sus hijos– un bolso negro con cuatro armas, y que al
otro día de que Claudio Guzmán cayera preso “fue a su casa Oscarcito en un auto de color
oscuro, que paró en la puerta, este se bajó y le dijo ‘...sí Doña, tengo un problema, estoy
con mi papá, porque yo le saqué unas armas y una de esas armas es la que utilizo mi papá
para matar a Maders...’, ella le dijo que fuera al dormitorio y las sacara. Cuando Oscar
regresó con el bolso, lo puso sobre la mesa y lo abrió, entonces le dijo que faltaba una, era
la de color más resaltante, ella le pidió que se llevara todo, le dijo ‘llevate todo eso de
bolso con armas sustraidas al imputado por su hijo: declaró que “en el año 93, él junto con
Oscar Síntora, alias "Orejudo" fueron en la moto de Perona hasta la casa del padre del
Orejudo en barrio San Vicente y éste le sacó al padre una 9 mm. de color negra... Luego
llevaron el arma que saca el "Orejudo" a la casa de su madre... Que en el bolso había
cuatro o cinco armas... Que las armas estuvieron unos días o una semana en la casa de su
madre... Que como ellos se enteraron que se venía una serie de allanamientos, sacaron las
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armas de la casa y al otro día lo detuvieron a él. Que no estuvo presente cuando retiraron
el bolso, pero cuando Síntora hijo lo fue a visitar a la Seccional 13 le dijo que una parte
había ido a parar al taller del "Negro Manuel", entre éstas iba la pistola 9 mm. Que él
vendió un arma, pero no era la 9 mm... Que el padre de Oscar lo andaba buscando a este
por todos lados y al dicente también lo buscaba. Se decía que Síntora padre había andado
encontraba el arma, podía haber beneficios por medio de Síntora. Que en el año ‘94 cayó
detenido junto con el Orejudo y éste le dijo que se mencionaba al padre como el autor de
Similar relato al de su madre expone Natalia Vanesa Díaz, quien fue, a la sazón, la
que recibió y guardó las armas, pero –lo que es más importante– presenció la ira del
encartado ante el faltante de una de ellas: “recibió un bolso, se lo pasaron por la ventana;
Oscar Síntora hijo, ‘Orejudo’, es amiga de él, el bolso tenía armas... Al otro o a los 2 o 3
días, lo fue a buscar Oscar Síntora, lo atendió su mamá, ella estaba en la pieza, fue con
otra persona, con el padre, el padre fue en un auto grande, de color oscuro y el Orejudo (h)
en una motito, y se llevaron el bolso; Oscar fue y sacó el bolso, estaba debajo de la cama,
no se acuerda bien cuántos días estuvo el bolso en la casa. La madre no sabía de ese bolso,
estaba preso y Alejandro, “el chupa”, en la calle. Respecto al bolso, dijo el Oreja que
faltaba un arma... Luego de ver que faltaba un arma, discutían en la puerta, el padre lo
agarró del cuello al Orejudo... [Síntora hijo] salió, y volvió y le dijo ‘doña falta un arma’...
El Oreja le comentó a ella que el padre estaba enojado porque faltaba un arma y le
comentó que su padre le dijo que con ese arma había matado a alguien...” (fs. 8886
vta./8887 vta.).
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En apoyo de los dichos de Blanca Fernández, obra el testimonio de Pedro Argentino
Guzmán, quien recibiera igual versión de parte de la nombrada. Señaló éste que a raíz de
comentarios que le efectuara Natalia Díaz, le transmitió a Pagano el dato sobre el arma, y
puesto a averiguar sobre el tema, Fernández “le dijo que al arma la dejaron en su casa
junto con otras, un día fueron a buscarlas, no sabe si fue el hijo de Síntora o Síntora. Que
la persona que la fue a buscar le dijo a Fernández ‘...dame ésa, con ésa lo han cortado a
Maders, hay que hacerla desaparecer...’, también le comentó que "Oscarcito" le dijo ‘al
arma no la van a encontrar nunca, si lo ha matado la yuta’, entonces él le dijo a esta mujer
que iba a tener problemas”. Agregó que la señora “no quería declarar ya que no se quería
comprometer, pero un día le dijo que se sentía mal, entonces él le recomendó que hablara
dicente se contactó con Pagano y concertaron una entrevista entre éste y la Sra. Fernández
investigación del hecho, “una persona de apellido Guzmán, que suele trabajar con
compañías de seguros y que suele aportar datos sobre autos robados a Sustracción de
sobre comentarios que escucha en la calle, le comentó al dicente que una señora de nombre
Franca Esther Fernández, amiga de él, le dijo que tenía datos sobre la muerte del
Ingeniero Maders y que ella había tenido guardada la pistola con la que lo mataron, en su
propia casa, la cual le fue entregada por un tal Síntora. Que también esta señora le expresó
que el tal Síntora fue quien le comentó que con esa pistola habían matado al Ingeniero
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Maders y que había sido por encargo de Medina Allende...” (fs. 5220, incorporada por su
lectura).
El testigo Miguel Alfredo del Prado también confluye en este sentido; “era
Comisario en la época del Dr. Sarmiento y también con el Dr. Villalba... estaba a cargo del
grupo especial G.O.A.T. y a mediados del año 2000 que empezó a colaborar con la
una pistola en un Juzgado de Menores... había un comentario de que había una causa en la
que intervenía el hijo de Síntora y que había un arma. Habían caído algunos, en compañía
del hijo de Síntora. No sabe a quien pertenecía el arma. La versión nace del comisario
2.a.2) A la par de los testimonios analizados, cuentan aquéllos sobre los cuales
específicamente se ocupan los recurrentes, los que hemos denominado segundo grupo. El
embate que estructuran se dirige a restar convergencia a los distintos aportes recabados,
La Cámara valoró, en primer lugar, los dichos de Roberto Antonio Peralta, quien
compartió celda con el imputado durante algunos días de septiembre de 1991, esto es, a
poco del homicidio de marras. Según el nombrado, Síntora “repitió y repitió, de que él fue
‘si Síntora perdió fue porque habló de más, se habló de una reunión en el centro, en un bar,
que no recuerda el nombre, entre Síntora, el Tuerto Medina Allende y Rocha’...” precisó
que “Síntora se arrimó a la habitación que él ocupaba y comienzan a conversar, que éste
se encontraba muy nervioso y al preguntarle del por qué, le contó que sus nervios se
debían a que tenía miedo que saltara una bronca y se ‘ligara una pepa’ es decir una
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conocía y le preguntó ‘¿no me digas que tenés algo que ver?’ y Síntora le dijo ‘yo lo
hice’... ‘fue porque la Chancha Aguirre le pagó’. Al referirle el deponente que eso no podía
ser porque Aguirre no tenía dinero para pagar, Síntora le contestó ‘el Tuerto Medina
Allende puso el dinero, porque Maders estaba investigando cosas que no debía’. Que la
Chancha Aguirre visitó a Síntora en la Cárcel...”, dato éste que a su vez corroboró el
guardiacárcel Jorge Alberto Salazar. Prosiguió la a quo señalando que “Héctor Domingo
Quinteros, otro testigo que estaba preso junto al acusado y en el debate refiere que Peralta
le dijo ‘que uno de los autores del crimen de Maders, es Síntora’, también refirió que ‘para
él al Senador lo matan para silenciarlo, sabía lo que tenía que saber para ser peligroso,
íntimamente cree que Síntora participó del crimen’. El testigo Claudio Alejandro Martínez
depuso en el debate que ‘fue Barrera quien le comentó que Síntora había matado a
Maders’; ‘una vez tuvo unas palabras con Síntora y no tuvo contacto, que era muy
sobresaltado... que Síntora nombraba mucho al tuerto Rocha... que en dos oportunidades
pasaron alguna noticia referente al hecho de Maders, frente a lo cual el nombrado dijo ‘ahí
nervioso’. Rubén Rodolfo Barrera expresa en el debate, que ‘respecto a Síntora, lo conoció
mas o menos en el año 2000... ‘después de tomar unos vinos les decía a ‘a esos pendejos
yo los voy a manejar, porque yo maté a Maders, ustedes no saben quién soy yo’, ésto lo dijo
muchas veces, en varias oportunidades... que un día agarré la guía y busqué el teléfono de
la familia Maders y llamé y le dije que el supuesto asesino era un comerciante de San
de debate, Ida Iris Tarquino de Maders, quien expresó que ‘efectivamente recibió un
llamado telefónico donde le informaban que el asesino de Maders, vivía sobre calle
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Leartes, no recuerda bien, en B° San Vicente’. Continuando con el testigo Barrera, también
hizo referencia a los dichos de Síntora... que ‘el arma que se utilizó (para matar a Maders),
nunca la encontrarían, sólo él lo sabía y el único que podría acarrearle un problema era su
dirimencia de esta expresión del testigo Barrera sobre dichos del imputado, ya que
corrobora totalmente que Síntora tenía el arma y que su hijo lo complicaría. También
Barrera comentó que Síntora “sabía que lo iban a detener y un policía lo fue a ver antes, de
civil, un hombre de contextura mediana, se fueron atrás y ahí Síntora salió mortal, ‘estoy
esperando en cualquier momento voy a caer’...”. Agregó el testigo que “todo lo que sabe es
por boca de Síntora...”. Concluye la Cámara que las manifestaciones hechas por el
convictiva, mientras que las referidas a otras en forma indirecta pueden ser más débiles pero
resultan consonantes con las anteriores. En este último sentido, destaca el testimonio de
Daniel Rodríguez, según el cual “de adentro de la Cárcel se entera que el loco Síntora fue
uno de los autores de la muerte de Maders, que en la Cárcel se comentaba esto” (fs.
9072/9074).
Contra este razonamiento indiciario, los quejosos reprochan, en primer término, que
según Barrera, Síntora refirió haber matado a Maders durante algunos asados en los cuales
también participaron Gelada, Martínez, Pelliza, Bazán y Cuello; sin embargo –objetan–
Barrera admitió ser enemigo de Síntora, dato que corroboró el policía Cabrera.
Pues bien; es cierto que Barrera ubicó espacio–temporalmente las expresiones del
imputado durante asados en la casa del encartado (fs. 8870 y ss.), y que quienes habrían
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excepción de Martínez, como se verá. Sin embargo, así presentado, el análisis adolece de
Como anticipara, Sebastián Pelliza (fs. 8877), Raúl Gelada (fs. 8881 vta./8882), Juan
Carlos Bazán (fs. 8884 vta./8885) y José Víctor Cuello (fs. 8891 vta.) no oyeron que Síntora
se atribuyera el homicidio de Maders, reconocimiento éste del que sólo daría cuenta, en lo
hasta ahora examinado, Rubén Barrera. Claudio Alejandro Martínez, en cambio, si bien
no escuchó a Síntora decir tal cosa, sí indicó que Barrera le comentó haberlo oído. Agregó,
frente a lo cual el nombrado dijo ‘ahí cagué yo’, e inmediatamente se prendía un cigarrillo
buenas relaciones. No obstante ello, omiten los recurrentes agregar que el propio Barrera
aclaró que si bien cuando declaró ante la Fiscalía estaba enemistado con Síntora, al
momento de deponer en el debate, en iguales términos a los que lo había hecho en sede
instructoria, ya no tenía sentimientos hostiles, “porque [ahora] le da lástima” (fs. 8871 vta.).
2.a.3) Detengo aquí el razonamiento, para efectuar una digresión en forma paralela.
Este segundo grupo de testimonios se conforma no sólo con los asistentes a los asados en
casa del imputado, arriba mencionados, sino también con otros, provenientes del ambiente
carcelario: Roberto Peralta, Pedro Loyola, Héctor Quinteros y Víctor Hugo Cuello.
Respecto de este nuevo subconjunto de testigos, los quejosos reprochan que los
dichos del primero en cuanto a que Síntora dijo haber matado a Regino Maders deben ser
cotejados con otras declaraciones que indican, a saber: que Peralta admitió haber
23
(Loyola), que en la cárcel se comentaba de estas ventajas para quienes aportaran datos sobre
la causa (Quinteros), y finalmente que no es usual que intramuros los detenidos hablen
Estos reparos tienen respaldo en los testimonios a los que hacen referencia. Veamos
cuál fue la información proporcionada por Peralta. Dijo el nombrado que “en el pabellón
donde se alojan los ex-policías, tomaban un té con pastillas, eso los volaba y ahí siempre
tocaban el tema de la muerte de Maders. Si Síntora perdió fue porque habló demás. Se
habló de una reunión en el centro, en un bar, que no recuerda el nombre, entre Síntora, el
Tuerto Medina Allende y Rocha. Que la Chancha Aguirre lo fue a visitar a la cárcel a
Síntora, según Síntora el que pasó el dinero fue Medina Allende y no recuerda bien que
pasó con el hijo de Angeloz, pero en la época del hecho, éste se fue a vivir a España. Que
Pedro Rubén Loyola, por su parte, dijo que en una oportunidad durante su estancia
en Bower “le fue a pedir el diario a Síntora y éste le manifestó ‘mirá en todo lo que me
involucran’... cree que era respecto de la declaración de Peralta... entonces le comentó que
charla de varios detenidos, donde se estaba comentando el caso Maders, escuchó a Peralta
decir ‘yo lo dejé embrollado a Síntora, lo dejé con un fierro’; ‘es buena plata y yo puedo
Víctor Hugo Cuello explicó que en un momento fueron algunos internos del
12 años de prisión, y por ello “cree que buscaba un beneficio de la Cámara, por la
desesperación que tenía por salir, se comentaba que habría un beneficio de reducción de
pena o económico”. Aclaró sin embargo que “seguro no recibió ningún beneficio, porque
24
cumplió la condena tal cual estaba establecida”, y que “no tenía relaciones con Síntora”,
quien “estuvo muy poco tiempo”. Puntualizó que “eso del ‘cartel’ en la cárcel, de andar
diciendo lo que cada uno hizo o por lo que está detenido no existe, esos comentarios no se
impugnantes. Aunque es cierto que mencionó los rumores sobre beneficios procesales para
quienes dieran información relevante, lejos de desmerecer los dichos de Peralta, dijo
conocerlo, aclarando que “era uno de los más allegados de los que estaban ahí en la cárcel,
es posible que hayan conversado de la muerte de Maders”. Dijo incluso que Peralta “le dijo
que uno de los autores del crimen de Maders era Síntora, y también del asalto a EPEC ”.
Puntualmente sobre los comentarios de Síntora atribuyéndose la muerte, dijo que “la cárcel
es otro mundo, puede ser que simplemente sea un dicho, esto de que Síntora mató a
Maders, puede haberlo hecho para tener más cartel, para pasar como más pesado que los
otros, para infundir miedo”, con lo cual se va diluyendo la alegada imposibilidad de que el
imputado, entre sus compañeros de encierro, efectuara comentarios como los que se le
relaciones lógicas entre premisas y conclusiones, los recurrentes han soslayado atender a
que aún dando crédito a las objeciones formuladas a los dichos de Blanca Fernández y los
suyos por un lado, a la declaración de Barrera por otro y al aporte de Peralta por último,
estas tres fuentes de información –que no guardan relación entre sí– son convergentes
Maders.
25
Ello lleva a pensar que aún cuando Barrera haya estado enemistado con el imputado,
que en el ambiente carcelario no fuera frecuente este tipo de comentarios, o que Peralta
hubiera revelado las confidencias de Síntora a cambio de beneficios procesales, etc., los
propia esfera de convivencia se ha visto compensada desde afuera, por terceros. Esta
Maders en el proceso paralelo, por el cual se reconoció a Miguel Ángel Rubio como aquél
que reclamaba el dinero y a quien se lo entregaron esa noche en la ciudad de San Fernando
del Valle de Catamarca, no haciendo lugar al planteo de los defensores que solicitaban la
de Síntora. Recuerdan que respecto del mismo, y posteriormente a la finalización del debate,
apelación planteado por el representante del Ministerio Público Fiscal (fs. 9139 vta./9140).
el que fuera nulificado por la Cámara 12° del Crimen –en ejercicio de sus potestades como
realizado por el mismo testigo y del que no participó esta defensa. Por tanto les resulta útil
26
hacer algunas consideraciones en relación al real carácter que tienen esas actuaciones
desglosadas durante las cuales se produjeron estos actos (en referencia a las que se
contra de Hugo Oscar Síntora), en relación al interés defensivo de Síntora (fs. 9140).
En primer término, explican, en esas actuaciones se sostuvo por parte del Sr. Fiscal
efectuado no significó iniciar una nueva causa sino sólo continuar la investigación del
mismo hecho para individualizar los demás partícipes e instigadores. La calificación legal
los que aceptaron la promesa remuneratoria se requiere una o más personas que la formulen
por el Sr. Fiscal de Instrucción –y luego también lo hizo la Alzada– en cuanto a que los
autos pasaron a la etapa de plenario en razón que el representante del Ministerio Público
Fiscal consideró culminada la investigación respecto del imputado Síntora (fs. 9140 vta.).
acto vulnerante de garantías constitucionales haciendo referencia genérica a los demás; pero
que en cambio, incumple absolutamente el requisito de trascendencia, toda vez que esos
actos objeto de la queja no afectan intereses del imputado Síntora ni conculcan su derecho
de defensa en juicio. De este modo se afirma que el planteo es de mero tipo ritualista sin que
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Asienten los defensores que el desglose de actuaciones, materializado en la elevación
judicial, sino la continuación del que se iniciara con motivo del homicidio del Ing. Regino
Maders; ahora bien; bajo el pretexto de investigar los demás partícipes e instigadores del
hecho de referencia, se realizaron actos procesales que modifican la situación procesal del
Sin lugar a dudas, apuntan, no es indistinto defender a Síntora con los argumentos de
cargo utilizados durante la investigación que habría concluido y que se hubiera elevado por
agregando elementos de juicio que luego fueron introducidos “por la ventana” al debate y
9141 y vta.).
el Ministerio Público en el momento que plantea el art. 363 C.P.P.C.. Empero, señalan,
Síntora, que fueron ofrecidos como “testigos nuevos” en la oportunidad del art. 363 o del
art. 400 de la ley de rito, pero a partir de declaraciones que prestaron en el “desglose” que
se lleva adelante ante la Fiscalía de Instrucción a cargo del Dr. Villalba: Walter Leocadio
Antón, Edgar Irineo Allende, Francisco José Coronel, Dagoberto Rogelio Martínez, Raúl
28
Si la investigación en contra de Síntora había terminado, no debió seguirse
produciendo prueba de ninguna naturaleza que pudiera ser utilizada en su contra fuera de la
fotocopias de dicho desglose a los recurrentes, puesto que pone de manifiesto que se les
afirman los quejosos que por medio del mismo se procuraba determinar quiénes fueron los
entre las personas que fueron sometidas a los reconocimientos y el imputado Síntora, en el
concretamente, era averiguar si Miguel Ángel Rubio había participado del hecho de alguna
forma, indagación que arrojó un resultado positivo. Por ello se logró establecer una relación
precisa entre Rubio y el hecho y de este modo, con Síntora. Esta línea de investigación fue
Ese acto, sin embargo, no fue notificado y por ende no pudo ser controlado en su
del cual los letrados tienen derecho a participar para poder analizar, corroborar y valorar el
proceso cognoscitivo del testigo– y continúa con la exhibición (ya sea personal o en
que no puede aceptarse que la presencia de otros letrados, sean particulares o de oficio, que
29
ausencia de los recurrentes, ya que aquéllos se encontraban abocados a la protección de sus
El perjuicio que este acto nulo irrogó al imputado –aditan– quedó de manifiesto en
describiendo serias relaciones entre Síntora y Rubio, como así también el pago que éste
último habría recibido es valorado a los fines de confirmar que Síntora mató en función de
al principio de derivación) que cualquier persona hubiera percibido la retribución, sino que
el que la haya percibido fuera, particularmente, Miguel Ángel Rubio, una persona
existencia de un pago de dinero por la muerte de Maders; el cual puede ser utilizado a los
fines de fundar la calificación legal del hecho más no, la participación de Síntora (fs. 9145).
2. Los quejosos se agravian –en prieta síntesis– por cuanto entienden que la
valoración del reconocimiento fotográfico realizado por Héctor Maders en el proceso que
por desglose del presente se sigue en contra de Luis Medina Allende, ha sido ilegal en tanto
no fue agregado a los presentes durante el término del art. 363 del C.P.P., ni tampoco fue
sobre el punto, defecto que impacta en el análisis de dirimencia requerido por el artículo
413 inc. 4°, del C.P.P. (T.S.J., Sala Penal, S. 13, 16/8/84, "Pérez"; S. 72, 20/8/96,
30
"Calvimonte"; A. n° 333, 7/9/99, "Rey"; A. n° 178, 7/6/02, "Bravo"; entre muchos otros).
Aseguran los quejosos que dicho elemento de juicio es decisivo ya que la a quo lo
valoró para vincular a Miguel Angel Rubio y Síntora, en el marco de una hipótesis en
relación al motivo del crimen. Tal apreciación es incorrecta, ya que el único pasaje de la
continuación, donde se pretende “confirmar el pago del dinero previamente pactado para
cometer el asesinato. Para ello se toma en cuenta los testimonios directos de Héctor
Terminal de Ómnibus de Catamarca, en el mes de enero del año 1992, y en una mesa se
encontraban tres personas, ‘una de ellas de espaldas, otro de frente y otra al costado’,
respecto al deponente quien primero había dicho que había cuatro, luego recordó que eran
tres las personas. Que escuchó que uno de ellos decía ‘no, si no me pagan les a va a pasar
los mismo que a Regino Maders’, y el otro respondió ‘ésto es lo que me dieron, mitad
dólares, mitad efectivo’. Luego se retiraron y los siguió hasta que uno de ello ascendió a
Dodge 1500 de color verde oscuro y se fue, ‘éste era el que pedía el dinero”. El testigo
describe físicamente a los tres sujetos y luego expresa que ‘a esto lo consultó esa misma
noche con el Dr. Álvarez para ver que hacía, y como es Juez, se comunicó a Córdoba y
‘reconoció a una de las personas que estuvo en el bar, era el que pedía el dinero...’.
Edgardo Rubén Álvarez expone ante el Tribunal, confirmando los dichos de Maders y se
completa esta prueba con el reconocimiento fotográfico y que fuera tratado al inicio de la
31
reconoce Héctor Maders, es Miguel Angel Rubio. Lo analizado nos lleva a preguntarnos
¿qué relación existe entre el acusado y Rubio?, la respuesta es obvia, la relación de Síntora
traída por boca de Rocha que afirma que Rubio vivió con él y con Síntora” (fs. 9086 y vta.).
confluencia de numerosos testimonios: Diego Maders (fs. 8853 vta.), Fernando Martín
Rocha (fs. 8904), Oscar Alberto Aiza (fs. 8916/8919 vta.), Ricardo Mario Lencina (fs.
8920/8924), Pedro Armando Moreno (fs. 8924/8926), Máximo Flores (fs. 8929 y vta.), Luis
Eduardo Tula (fs. 8949 vta./8960), Juan Carlos Nievas (fs. 8986/8993), por citar algunos.
dinero; sin embargo, la propia sentencia aclara que la efectivización del pago –que, insisto,
es lo que intenta acreditar la prueba que se reputa ilegal– no fue un aspecto relevante para la
condena, ya que “como ha existido una promesa de pago en dinero, que es lo admitido por
cuenta es que en este caso, Síntora actuó por este incentivo y no bajo la “creencia” de que
recibiría el pago sino por la importancia del pacto sobre el precio” (fs. 9079 vta./9080).
comentara haber recibido un pago por la muerte de Regino Maders constituye un indicio
más de cargo en contra de Síntora, también es cierto que suprimiéndolo hipotéticamente del
cuadro convictivo meritado, su ausencia no hace desplomar la certeza que surge del resto de
reuniones en las que se formalizó la oferta. Si a ello se suman los indicios relativos a la
32
tenencia del arma homicida y los comentarios que el propio imputado realizó a terceros
En este sentido, esta Sala tiene dicho que la exigencia de un interés directo como
requisito estatuído para los recursos (art. 443 C.P.P.), no sólo es una condición para la
último aspecto ha sido elaborado en los precedentes de la Sala, en los que se ha dicho que el
interés existe "en la medida que la materia controvertida puede tener incidencia en la parte
deducido resulta ser el medio adecuado para excluír el agravio que aparece como posible
(T.S.J., Sala Penal, S. n° 107, 7/12/00, "Bonino"; S. n° 30, 11/4/01, "Torres"; S. n° 59,
No configurándose esta exigencia, por las razones apuntadas más arriba, estimo que
introducen al análisis dos aspectos íntimamente vinculados entre sí, en relación al valor
Síntora.
imputado. Advierten que el indicio de la posesión del arma homicida en manos de Síntora
tiene como presupuesto de hecho de que se considere al arma que Síntora tuvo en su poder,
Sobre este preciso punto, sostienen que la a quo omitió valorar prueba dirimente que
de haber sido tenida en cuenta hubiera llevado, ya a una conclusión distinta –que el arma
33
secuestrada no es “el” arma–, ya a la decisión de realizar un nuevo acto pericial sobre
Apuntan que la Cámara afirma que la única pericia balística que debe ser tenida en
cuenta en las presentes actuaciones es la practicada por Gendarmería Nacional, por entender
que no hay prueba alguna de que previo a dicho examen el arma haya sido analizada, y que
Pino no recuerda la entrega de la misma ni la pericia (fs. 9146 y vta.). Textualizan los
pasajes de la sentencia que estiman pertinentes, y concluyen que la misma, para arribar a la
conclusión relativa a que Síntora tuvo en su poder el arma homicida, parcializa las
existe constancia escrita en el expediente relativa a que la pericia a la que hace referencia
Pino se hubiera realizado; 2) Que Pino no recuerda el acto de entrega del arma. 3) Que,
según el testigo Del Prado, sobre ese arma no se realizó pericia alguna (fs. 9148 vta.).
parcialmente las expresiones del testigo Gustavo Rubén Pino (perito balístico de Policía
Judicial), omitiendo especialmente, las constancias de las actas de debate producidas el día
21/03/05 de las cuales se desprende que la manifestación del Tribunal en el sentido de que
“no existe constancia escrita en el expediente respecto que Pino hubiera realizado esa
pericia” resulta arbitraria toda vez que sí existe en el expediente constancia que refiere una
pericia encomendada a Pino a respecto del arma y es la que consta, como se hubiera
expresado, a fs. 5.335, donde se consigna que se hace entrega a Pino del arma marca
Browning cal 9 mm., numeración limada, con cargador sin zócalo, proporcionada por el
Juzgado de Menores de 7ma. Nominación, Secretaría 7ma. para que realice informe técnico
34
con el objeto de determinar si la misma guarda relación con los hechos de la causa Maders
Destacan que también se omite valorar que respecto de los resultados, Pino expresa
que no de todas las pericias quedaban constancias por escrito, que todas las tareas que le
fueron encomendadas, fueron cumplidas, que peritó más de cien armas y por ello no
tomó exclusivamente lo que éste expresa en relación a que él no vio que Pino se hubiera
llevado el arma para peritar, pero se soslayó su alusión a la posibilidad de que se la hubieran
Si el juez hubiera tenido en cuenta al analizar por qué no existe en autos una
éste referida a que no todas las pericias se contestaban por escrito, habría descartado utilizar
el elemento “ausencia de resultado escrito”, como un elemento que permita inferir que la
reparado en por qué Pino no recuerda esa pericia ni haber recibido el arma, en que éste
expresó que realizó más de cien pericias sobre distintas armas, habría descartado el
que a él no le consta que se hubiera entregado el arma a Pino pero que esto podría haber
ocurrido sin que él supiera, no habría podido considerar la negativa de Del Prado como
elemento que sirviera para concluir que la única pericia que se realizó sobre el arma fue la
35
Expresan que el acto practicado por el perito balístico Rubén Gustavo Pino es válido
y legítimo, y por la trascendencia de la información que producía, debió ser valorado por la
a quo, el que de haberlo hecho, habría concluido de una manera distinta a como lo hizo (fs.
9151 y vta.).
Afirman los impugnantes que habiéndose evidenciado que el Juzgador omitió valorar
contraria, o hubieran obligado al Juzgador a actuar según las facultades que le atribuyen los
arts. 400, 241 y 407 C.P.P.C. en el sentido de ordenar una nueva pericia sobre el arma; y al
constituirse este elemento como ilegítimo, debió haberse descartado la valoración (fs. 9151
vta./9152).
Indicio n° 6: mala justificación sobre el origen del bolso con armas. Anotan los
quejosos, por otra parte, que el Juzgador considera como indicio de mala justificación la
contradicción existente entre la declaración de Síntora vertida a fs. 8059, en relación a las de
su hijo, Oscar Hugo, de fs. 7976 y de la madre de éste, Sra. Liliana Pacheco, de fs. 7977 (fs.
9152).
justificación.
Ahora bien, para arribar a tal conclusión el Tribunal omitió en su valoración prueba
de carácter fundamental: los testimonios vertidos por Juan Carlos Nievas, Luis Eduardo
36
Tula y Estela María Quevedo (fs. 9153 y vta.). Los quejosos textualizan estas declaraciones
como así también la del Dr. Juan Eduardo Hernández (fs. 9153/9166 vta.), y afirman que
todas ellas evidencian que –de haber sido meritadas– el razonamiento antes mencionado
habría variado:
año 1.993 es detenido el hijo de Síntora y éste va a buscar un bolso con armas a la
villa La Maternidad. Que esas armas fueron a cotejo balísitico. Una de esas armas
se la dan a Tula.
año 1.994 en la casa de Viera había un bolso con armas. Que Viera le dijo que al
bolso lo había entregado Síntora y que lo fueron a buscar cerca de una villa. Ese
bolso estaba relacionado con el hijo de Síntora. Esas armas fueron a cotejo
Premisa F: El Dr. Juan Hernández refiere que Viera acompañó un bolso con
armas para cotejo. Que cree que esa entrega tenía relación con Síntora.
Premisa G: Estela Quevedo refiere que, durante el año 1.993, por un problema
judicial que tenía el hijo de Síntora, fueron a buscar un bolso con armas junto a la
Sra. Pacheco a la villa La Maternidad. Que esas armas fueron entregada a Viera.
Que Tula conserva una de esas armas (fs. 9166 vta./9167 vta.).
De ello se desprende que, si estas últimas cinco premisas hubieran sido incluidas
37
dentro del razonamiento seguido por el Tribunal, nunca hubiera podido concluirse que las
hubieran podido determinarse certeramente las referencias de Pacheco y su hijo (fs. 9167
vta.).
su detentación por el imputado a la fecha del hecho en dos líneas de argumentación; una
tendiente a establecer si el arma obtenida es la que mató a Regino Maders, y otra orientada a
2.a. Identificación del arma homicida: sobre este aspecto, la Cámara se abocó a
Walter Esteban Aguero fue la utilizada en el homicidio, si ella fue peritada por Gendarmería
Nacional, si los proyectiles secuestrados fueron los que impactaron en el cuerpo de Maders,
si ellos son los mismos que luego fueron peritados, si fueron disparados por la pistola de
empleados policiales detuvieron a dos jóvenes identificados como Walter Esteban Agüero y
Sergio Gabriel Galíndez, secuestrándosele al primero una pistola Browning 9 mm, “...con
la numeración del cañón limada, en buenas condiciones, mejor que las que usa la policía,
era bien negra, como si estuviera pintada, ...es difícil encontrar en la calle un arma en esas
condiciones, pero no puede precisar si estaba pintada o empavonada...”. Por este hecho se
38
Secretaría Nº 7, autos “Walter Esteban Agüero p.s.a. tenencia de arma de guerra”. En ellas,
el acta de secuestro da cuenta de la incautación de “una pistola 9 mm de color negra con las
cachas de plástico de color negra, sin números, marca Browning con cargador, que a la
parte de abajo del cargador le falta la base... en poder de Agüero Walter...”. Explicó la
sentenciante que al deponer en la audiencia de debate, Agüero refirió que “el arma que
tenía era negra, el Comisario de la Séptima dijo que era una Browning, dijo que él conocía
esa arma y les preguntaba de dónde la habían sacado, que él le había prestado esa arma a
un muchacho, luego dijo ‘cómo le van a dar el arma a estos pendejos barderos’...”, Agüero
negó conocer a quien se la vendió, pero dijo que la compró en $100 y le dieron a cambio
una moto el mismo día que les vendió el arma. Resaltó la Cámara que esto es coincidente
con los dichos de quien vendió la pistola secuestrada a Agüero, Gabriel Giorgis, y recordó
también que el arma salió a la venta y entró en la distribución en las calles, al ser vendida
Explicó luego que el mismo día en que fue secuestrada se ordenó que el arma fuera
mantenida en el depósito Judicial del Precinto 24. Con fecha 25 de Agosto de 2000, el Juez
de Menores remitió un oficio al Director de la Policía Judicial, Sección Balística, para que la
pistola secuestrada fuera entregada al Oficial Miguel A. Del Prado. Éste, al deponer como
testigo, refirió no recordar bien, pero sí que a fines del año 2000 concurrió al Juzgado de
Séptima Nominación en compañía del Juez Dr. Sarmiento, a cargo en ese momento de la
cal. 9 mm y que al día siguiente la retiró del Juzgado de Menores “...sin llevar ni recibir
ninguna documentación y no le hicieron firmar recibo alguno según recuerda, cree que
Balística, pero esta seguro de que nunca fue remitida a dicha sección para confeccionar
39
informe o pericia al respecto”. En el debate y con el control de las partes, agregó “...había
que hacer un secuestro de una pistola en un Juzgado de menores, que me pide Sarmiento
que lo haga, fui solo, había un comentario de que había una causa en la que intervenía el
hijo de Síntora y que había un arma, habían caído algunos en compañía del hijo de Síntora,
quedó en el Juzgado, no sé los pasos que siguieron, en ese momento no fue peritada... yo no
lo he visto a Pino llevar el arma, para mi nunca la llevó, nunca ví que la llevaran ni conocí
que la llevaran... puede ser que a Pino le hayan dado el arma y que el dicente no lo sepa ”.
Resume la a quo que de su testimonio se extrae que el arma no fue peritada ni sacada del
Tribunal por Pino, que aunque no lo descarta, él no vio nada en ese sentido (fs. 9049
vta./9050 vta.).
Continúa la sentenciante con el testimonio del perito balístico Rubén Gustavo Pino
quien dijo haber revisado numerosas armas con motivo del presente hecho, “no menos de
cien, que la modalidad era que todas las pistolas 11,25 mm o 9 mm que se secuestraran
fueran peritadas, pero que eran tantas armas que no se realizaban oficios por parte del
Tribunal ordenando las medidas, sino que directamente eran llevadas, observadas y si no
había ninguna conexión con la causa, eran devueltas...”. El nombrado dijo no recordar el
acto material de haber recibido y haber hecho una pericia sobre esta última arma, pero al
hacerle notar la defensa un oficio donde el mismo habría recibido el arma para peritarla,
afirma entonces que si esto es así, el acto se llevó a cabo. Lo que no existe en las
actuaciones es que dicha arma haya sido peritada por Pino, sólo tenemos sus dichos, que no
recuerda nada de haber practicado este acto, cosa que sería a todas luces imposible de
olvidar porque si así hubiera sido, se habría conocido ya para esa fecha el resultado técnico
40
Concluye la Juzgadora, sobre esta base, que no existe ninguna prueba que demuestre
que el arma haya sido peritada antes que el acto practicado en Gendarmería Nacional y que
pericia”. Entonces –reseña la a quo– “tenemos que con fecha 7 de agosto de 2000, por
orden del Sr. Juez de Menores de Séptima Nominación, se ordena el peritaje del arma
secuestrada a Walter Agüero (fs.7087 C-35), pero con fecha 25 de agosto de igual año y
por orden del mismo Magistrado, el Sr. Director de Policía Judicial –Sección Balística-
hizo entrega del arma al Oficial Principal Miguel Alfredo del Prado (fs.7185 C-35), el que
testimonio, quedando a resguardo del mismo”, situación que se corrobora además por el
oficio de fecha 22 de agosto de 2002 dirigida por Policía Judicial al Fiscal de Instrucción
agosto de 2000, fue entregado al Oficial Principal Miguel. A del Prado (fs. 9051 y vta.).
labrara, el Cabo José Rodolfo Domínguez, surge que en el domicilio de Regino Maders
frente la puerta; una cápsula servida de calibre nueve milímetros sobre la vereda y otras
cápsula servida del mismo calibre sobre la calle...”. Aunque no hubo un correcto resguardo
del lugar del hecho por cordón perimetral, este material fue limpiamente identificado
días después, el perito Pérez Allasia indica que lo secuestrado se trata de dos proyectiles
41
correspondiente al calibre 9 x 19 mm... uno de los cuales es “Parabellum” y el otro “Nato”,
los que “han sido lanzados por una misma arma que podría ser tipo Browning o similar y
están en buenas condiciones para un eventual cotejo”. Destaca la a quo que a los seis días
arma homicida– que los proyectiles habían sido lanzados por una misma arma y de tipo
Nominación el día 12 de septiembre de 1991 con el material de causa, por lo que no cabe
ninguna duda en cuanto a que tanto la pistola 9 mm Browning sin numeración remitida por
el Juzgado de Menores de Séptima Nominación al despacho del Dr. Sarmiento, como los
proyectiles y vainas, han quedado a resguardo del Tribunal obrando la descripción de ambos
También sobre los proyectiles, un informe de Rubén Pino (fs. 729) indica que se
realizó una serie de tomas fotográficas sobre la munición secuestrada en la causa Maders,
para compulsar todas las armas de ese calibre que ingresaran para su peritación. A partir de
ello, fue clara la investigación que se llevó cabo, se compulsaron numerosas armas con estos
destaca como detalle que “de los distintos macizos-fondos de un proyectil, revela que el
luego agrega “los elementos de juicio que me brinda el conjunto “proyectil-vaina servida”
son de gran valor para el trabajo de comparación”. En función de ello, la Cámara arriba
“a una sola conclusión, y es que siempre se trató lo cotejos realizados con distintas
[los que] nunca fueron cambiados, ya que no sólo tenemos la descripción de los mismos,
42
sino que también están fotografiados (fs. 9053 y vta.).
Instrucción Villalba ordena practicar una pericia balística a través de la Sección Pericias de
Gendarmería Nacional, identificando entre las pistolas remitidas, en el punto “C”, “una
pistola calibre 9 mm, con numeración adulterada (pintada con pintura color negro)”, es
El día 18 de abril de 2002, el Fiscal de Instrucción hizo entrega del material al perito oficial
Mara, consignándose en el número 2, “la pistola calibre 9mm, con numeración limada,
pintada con pintura color negro” y con el número 10 “los dos proyectiles correspondiente
dos vainas servidas calibre 9 x 19 mm, una de ellas con origen de la Fábrica Militar San
Francisco en el año 1976, la otra del mismo calibre también con origen Fábrica Militar
San Francisco de Octubre de 1987, secuestradas del lugar del hecho”. No hay dudas para
la Cámara de que lo que se remitió a Gendarmería fue “el arma 9 mm de la causa Walter
De la pericia llevada a cabo por Gendarmería Nacional, surge: a) que los dos
proyectiles que impactaron en el occiso “fueron disparados por la misma arma”; b) que la
pistola Browning en cuestión fue la que disparó ambos proyectiles; c) que las vainas
encontradas en el lugar de los hechos fueron disparadas por una misma arma, y d) que no
había identidad entre dichas vainas y la Browning. Asimismo, se determinó que dicha
43
9054/9055).
el Comandante Mara explicó que ello obedecía a que “la marca dejada por la aguja
percutora, difiere de las marcas en las vainas”; agregó a ello, que la aguja es una pieza
cambiable. El dictamen pericial, asimismo, estableció que cabía “la posibilidad que se
recámara que llevan consigo la numeración del arma, el resto de las piezas no llevan
constitución de los mecanismos, es relativamente sencillo cambiar estas piezas sin dejar
de percusión no siendo posible determinar si hubo o no reemplazo del resto de las piezas.
De estos elementos de juicio derivó el sentenciante que la falta de identidad de las vainas de
la causa con la pistola n° 302247 se explica por la posibilidad de que la aguja percutora
que al intervenir Gendarmería Nacional los elementos peritados hayan sido cambiados
o sustituidos por otros (fs. 9057 vta./9059 vta.). Esta premisa no ha sido controvertida por
fuera inicialmente secuestrada a Walter Agüero ha sido oportunamente peritada por Pino,
sin resultado positivo. Subyace a esta idea, la insinuación de que el arma examinada por
44
Pino –antes en poder de Agüero– fue luego sustituida por otra, la que efectivamente diera
Este razonamiento se basa en una lectura fragmentada del cuadro convictivo, donde
los impugnantes sólo seleccionan aquellos indicios que aisladamente considerados resultan
favorables a su pretensión, pero desoyen las suficientes explicaciones que brindó la Cámara.
acreditado que el arma n° 302247 fue oportunamente llevada desde el Juzgado de Menores
que se labró un acta en la cual consta que con fecha 29 de Agosto de 2000 se encargó a Pino
la realización de una pericia sobre la pistola Browning proveniente del Juzgado de Menores
Ahora bien, aún aceptando que el arma se haya puesto a disposición del nombrado, lo
acto material de la entrega del arma ni el haber realizado la pericia, el acto se llevó a cabo
ya que consta su firma en el oficio y de que “no quedó informe encomendado que no se
haya hecho el trabajo y de todas ellas arrojó resultado negativo” (fs. 8769 vta.).
Si a ello se suma que una posterior remisión de varias armas, entre las cuales se
como la empleada para dar muerte a la víctima, la suerte de este reproche parece quedar
sellada.
prueba testimonial y documental, en razón de los dichos aislados de un testigo que incluso
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vería comprometida su labor como auxiliar del proceso de no haber ocurrido los hechos tal
como férreamente afirma, sea porque no efectuó una pericia que le fue expresamente
Por último, es la hipótesis sostenida por la Cámara y no la alegada por los defensores
la que se explica en función del resto de los indicios meritados, tal como se verá al finalizar
2.a.3) Detentación del arma homicida por parte de Oscar Hugo Síntora, a la
fecha del hecho: habiéndose así dado por acreditado que el arma que dio muerte a Regino
poder de Walter Agüero, resta ahora abordar un segundo eslabón para verificar si se ha
probado acabadamente que dicha arma se encontraba, a la fecha del hecho, en poder de
2.a.3.1) Sobre el punto, la Cámara de juicio meritó que el arma fue secuestrada con
fecha 7 de agosto de 2000, en poder de Walter Esteban Agüero quien portaba en su poder la
pistola 9 mm. El Juzgado de Menores interviniente autoriza a Miguel Alfredo del Prado para
que le sea entregada el arma y la traslade al Juzgado de Instrucción a cargo del Dr. César
y recae en la Fiscalía de Instrucción Distrito III, turno 1, a cargo del Dr. Luis Eduardo
secuestradas. En ese trámite, el 18 de abril de 2003 es entregado todo el lote de armas entre
mm Browning, pintada de negro, sin numeración visible, junto a los dos proyectiles
obtenidos del lugar del hecho al Comandante Mara. La indagación permitió obtener la
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numeración del arma, y establecer su identidad con los proyectiles mencionados (fs. 9060
vta./9061 vta.).
Eduardo Ramón Loyola, a quien le fuera secuestrada en Febrero de 1990 en el marco de una
Judicial. Loyola fue condenado y el arma no se solicitó para el juicio. Siguiendo su rastro,
en Marzo de 1990, el Agente de Correo de la Seccional Séptima trasladó varias armas, entre
las que estaba la número 302247, desde la Policía Judicial a la Seccional, las que fueron
recibidas por el Oficial de Guardia Carlos Dante Temporini. El correo Oviedo recuerda que
Temporini las puso en el cajón de la guardia donde se guardaban los secuestros, y que el
Comisario Bartolomé le preguntó varias veces que es lo que había pasado con el arma, que
además que Bartolomé exigía explicaciones a Temporini por el arma que no aparecía (fs.
Prosigue la sentenciante destacando que aquí entran en escena los policías retirados
“Tuerto” Rocha, Rubio, otro que le decían el “Perro”, los que eran atendidos por Temporini
y luego pasaban hablar con Bartolomé, “que ellos estaban asiduamente en la seccional”;
agregó Oviedo que también “muchas veces llamaban diputados, no daban explicaciones,
Bartolomé negó conocer sobre la desaparición del arma, negó conocer a Medina
Allende y con respecto a Rocha dijo que sólo lo conocía por la profesión, pero no recuerda
si frecuentaba la Seccional. Carlos Dante Temporini, por su parte, manifestó que “recibió
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las armas, las guardó en el cajón del segundo Jefe... a la mañana siguiente cuando fue a
buscarlas, las habían sustraído, no las buscó ni siquiera en el depósito porque pensó que se
avisó a nadie...”. Indicó Temporini que con motivo de la investigación del homicidio de
Cecilia Ruesch conoció a Manzanelli y el “Perro” Antón; recordó que una o dos veces
Rocha visitó a Bartolomé; también conoce a Rubio, a quien no vió en la Seccional pero sí
una vez lo atendió por teléfono. Desmintió a Bartolomé en cuanto a su relación con Luis
Medina Allende: dijo que lo llamaba por teléfono al Comisario, y en otras ocasiones lo
1990. Destaca a la vez que el comisionado Juan Carlos Nievas, el Comisario Edgar Irineo
Allende y el comisionado Luis Eduardo Tula, hacen referencia a que Oscar Hugo Síntora y
Carlos Dante Temporini se conocían, de lo que deducen que el arma ha ido a parar a manos
del primero, ya que además ambos integraban una banda delictiva muy grande que se
Víctor Fernández, ingresan al mismo Pabellón carcelario, a disposición del mismo Tribunal,
Instrucción 16, y por igual causa, saliendo en libertad el día, el 19 de septiembre de 1991.
Roberto Peralta, por su parte, se encontraba alojado también en el mismo Pabellón 20, pero
desde el 24 de abril de 1989 y permaneció hasta el 27 de abril de 1992 (fs. 9063 vta.). En
función de esas fechas, y ponderando los testimonios de los Díaz, Guzmán y Pagano (ya
referidos supra, III.2.a.1), destaca luego que Claudio Díaz fue detenido el 11 de Octubre de
1991, por lo cual fue el día 10 del mismo mes y año que su madre encontró el bolso con
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cuatro armas (que esta testigo describe) en su habitación, debajo de la cama. El día 12 (“al
otro día que cayera el Claudio”) fue Síntora hijo al domicilio a buscar “unas armas” que le
había sacado a su padre, “y una de esas armas es la que utilizó mi papá para matar a
Maders”. Cuando “Oscarcito” abrió el bolso, le dijo que faltaba una, por lo cual se lo vió
muy preocupado, nervioso. La mujer dijo haber visto el arma faltante cuando le fueron
reconocimiento de objetos sobre la pistola Browning n° 302247, ubicándose ésta entre otras
mano el arma n° 5, era algo así”, y ante preguntas de la Sra. Asesora Letrada acerca de la
seguridad de tal señalamiento, dijo que “le parece que se trata de dicha arma, no estando
totalmente segura de ello en razón de que no la tuvo en sus manos en la oportunidad en que
exhibió nuevamente el arma entre otras similares, y volvió a señalarla, expresando a su vez
que había una marca que antes no la tenía, tratándose ésta de la impronta dejada por el
de este testimonio, a juicio de la a quo, no pudo ser destruida por la defensa, siquiera frente
al careo de Alejandro y Vanesa Díaz con “Oscarcito” Síntora, quien curiosamente “no
junto con Hugo Urquiza, Claudio Perona, Claudio Caro, Carlos Gómez, etc., también
integraban una banda delictiva. Díaz recordó que en numerosas oportunidades ha concurrido
a la casa del padre de Síntora a buscar armas, indicando incluso que en alguna oportunidad
sacó una Browning 9 mm, que cree tenía los números limados. Dijo que rotaban las armas,
que estuvieron en su casa como una semana, pero como se enteraron que vendrían
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allanamientos, sacaron las armas de la casa. No estuvo presente cuando sacaron el bolso con
las armas, pero luego Oscar Síntora (h) le refirió que una parte de ellas –entre ellas, la
pistola 9 mm– había ido a parar al taller del “negro” Manuel, a quien se la vendió en $100
Señala aquí la Cámara la coincidencia entre los dichos de Díaz con los de su madre y
su hermana: el primero dijo que en la casa del imputado tomaron un bolso y colocaron allí
varias armas: una pistola 9 mm Smith & Wesson, un pistola 9 mm Browning color negro,
una 9 mm marca Astra, un revólver cal.22 al que le pusieron una cinta y un 38 “lechucero”
y que este bolso lo llevaron a su casa y se lo pasaron por la ventana a su hermana Natalia
para que lo guardase. Blanca Fernández, por su parte, había descripto –al encontrar el
bolso– similar contenido: “dos de caño fino y dos más gruesa, había una con una cinta
azul, eran de color oscuro, una más opaca, la otra era como más brillante, como más
nueva”. Natalia Díaz, finalmente, previo negar haber abierto el bolso con tres o cuatro
armas, luego reconoció haberlo hecho y dijo que en su interior “había pistolas y revólveres
y una tenía una cinta azul, una era negra y otra cromada”; asimismo, ratificó el episodio
del día en que el “Oreja” fue a buscar el bolso con su padre, y que a falta de una de ellas,
acogoteó... el ‘Oreja’ le comentó a ella que el padre estaba enojado porque faltaba un
arma y le comentó que su padre le dijo que con esa arma había matado a alguien” (fs.
9067/9068).
(Síntora hijo), y le transmitió –de parte de su padre– que “si no decía nada referente al
origen de las armas, él los podría beneficiar ya que la causa había caído en Instrucción 16,
50
De los dichos de Natalia Díaz y de Síntora hijo, establece la mala relación existente
entre éste y el imputado (fs. 9068), y deriva que en razón de ello, fue mientras el encartado
Díaz sacaron de su casa el bolso con armas; que una vez puesto en libertad, y al no
encontrar la pistola con la que había dado muerte a Maders, se lo reclamó a su hijo (fs. 9068
y vta.).
Por último, la Cámara merita los dichos de Rubén Barrera, quien escuchó de Síntora
decir que era el único que sabía dónde estaba el arma, pero que luego “a los dos o tres
minutos se transformó y dijo ‘estoy preocupado’... ‘uno de mis hijos tiene un arma que me
círculo que se cierne sobre el acusado, en cuanto a que la pistola Browning n° 302247 se
encontraba en poder de Síntora a la fecha del homicidio de Regino Maders (fs. 9068 vta.).
justificación, valora la negativa de Síntora acerca de que existieran dos bolsos con armas
(uno, el aludido por los Díaz, y otro, que fuera entregado por Viera a Tula). Explica que
Oscar Hugo Síntora manifestó que en el año 1993 su ex mujer Liliana Pacheco y su hijo
Oscar le pidieron ayuda porque a este último se le atribuía un hecho de robo calificado en
Cruz del Eje, en el que intervenía el Juzgado de Instrucción 16 al que el imputado estaba
ligado. Dijo el encartado que habló con Viera para que hablara con Johnson y éste lo
mando a llamar expresándole que iban a “cajonear”, la causa siempre y cuando él continuara
con la investigación de Maders. Indicó que como sabía que su hijo tenía armas, le pidió que
su grupo le trajera todas las que tuvieran. A raíz de ello, le entregaron un bolso con cuatro
rellenada con bronce, un revólver cal. 38 con cinta en la empuñadura y una Bersa cal.22”.
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Dijo haber observado estas armas y habérselas llevado a Viera para peritarlas porque si
alguna era la del homicidio, le iban a entregar 180.000 dólares. Viera le dijo que estaban
“limpias” y por orden del Tribunal, le entregaban la 9 mm con el relleno de bronce en los
agujeros “para que se cuidara”. Éste es el bolso que la defensa intenta postular como el
único bolso en cuestión. Sin embargo, este bolso tiene una diferente ubicación temporal, que
no se condice con el dato coincidente que aportan Blanca Fernández y sus dos hijos, como
así también el hijo del imputado. La versión, indica la Cámara, tampoco tiene sustento en el
testimonio de este último y de su madre. En efecto, Oscar Síntora hijo negó el episodio
referido por el encartado, como así también haber concurrido en cualquier otra oportunidad
con su madre al domicilio de su padre a solicitarle ayuda, ni con ella y la señora Quevedo a
la Villa La Maternidad a buscar un bolso con armas. Liliana Pacheco ratifica la negativa, y
de allí deriva el Tribunal que la explicación de Síntora ha sido “mala y contradictoria” (fs.
9069 vta./9070).
2.a.3.2) Pues bien, frente a semejante cuadro convictivo, estimo que el razonamiento
En efecto, recuérdese que en contra del indicio relativo a la detentación del arma
por el imputado a la fecha del hecho, la Cámara de juicio analizó tres grandes ejes: a) uno,
302247 como aquélla que diera muerte a la víctima; b) otro, vinculado a los testimonios de
con armas obtenido del domicilio del imputado; y c) un indicio de mala justificación
consistente en haber intentado posicionar otro bolso –con otras armas– en sustitución de
52
El recurso, empero, cuestiona el primer y el último extremos, pero nada dice en
relación al segundo, con lo cual deja a éste incólume en soporte de la decisión. A la vez, la
objeción dirigida contra la tarea pericial, como se ha visto en el apartado precedente (supra,
Ello, per se, relevaría a esta Sala de abordar este último análisis, puesto que –al no ir
acompañado de un embate integral del resto de los elementos de juicio que llevaron a la
No obstante ello, estimo que aún ingresando al argumento, y aceptando que hubiese
existido la circunstancia negada por Pacheco y Síntora hijo, ello sólo pondría de manifiesto
cuestión, sin negar la efectiva aparición del primero, en el año 1991. Esta última, como
coincidentes que tienen una muy puntual referencia cronológica: la detención de Claudio
imputado a raíz de haber sido detenido en los días intermedios, que a su vez habría dado la
ocasión a que su hijo ingresara al domicilio en busca de armas, entre ellas, la que dio muerte
a Maders.
artículo 413 inc. 4° del Código ritual para habilitar la nulidad pretendida.
De otro costado, resulta curioso que los impugnantes citen como prueba de descargo
53
existencia de dos bolsos, e incluso efectúa una serie de consideraciones adicionales
altamente incriminantes. En efecto, es cierto que el testigo refirió que... “en el ‘93 cae preso
el hijo de Síntora. Síntora padre, preocupada por la situación del hijo y con la intervención
de Johnson, se ofrece para colaborar con Viera, consiguiéndole un arma... fueron a buscar
un par de armas en un bolso a Villa La Maternidad, Johnson les dijo que se las dieran a
Pino para que las peritara. En esa ocasión podrían haber aclarado el caso del playero
Jiménez. Después de peritar las armas, Johnson le dijo a Viera que le devolviera las armas
a Síntora, pero Viera decide ofrecerle una a Tula, otra se la queda él y Síntora se lleva el
Sin embargo, también es cierto que en la misma declaración Nievas manifestó haber
establecido el camino seguido por el arma que fuera finalmente secuestrada a Agüero;
éste la había comprado a Gabriel Giorgis, a quien “se lo sabía ver en el taller del Negro
Manuel... Manuel Herrera, tenía un taller donde reclutaba chicos para trabajar en el taller,
juntaba armas, compraba y vendía armas, a ese lugar iba Giorgis. Que las armas se las
vendía a Rene Díaz, el Alemán, Síntora hijo, el Condorito. Síntora hijo era amigo de los
Díaz y sabia andar con el Condorito Urquiza. Que en el año 91 de acuerdo a lo que dice
Rene Díaz, habían empezado a robar con Síntora hijo y como andaban tratando de
organizarse, necesitaban armas. En una oportunidad deciden con Síntora hijo que iban a ir
a la casa del padre de este para robarle armas. Que fueron a la casa de Síntora padre, el
Claudio Díaz se quedó afuera y Síntora hijo entró y le sustrajo un bolso con armas. Que al
llegar a la casa de los Díaz, el Claudio le pasó el bolso a la Natalia y ésta lo guardó en la
pieza de los chicos... Que con fecha 11/10/91 lo detienen a Claudio Díaz, ese mismo día
llegó Oscar Síntora a la casa de los Díaz... a buscar un bolso porque el padre ‘lo traía
corriendo’ con las armas. La madre de los Díaz le dio el bolso, Síntora hijo sacó una 9mm.,
54
que la señora Fernández le dijo que sacara todo porque el Claudio estaba preso y se iban a
llevar todo. Que esa no era el arma, lo que buscaba el padre era otra. Que en el bolso
había cuatro armas, un revolver, un lechucero y dos pistolas. Que Síntora hijo se va con el
padre y se llevan el bolso de las armas. Que al otro día Síntora hijo vuelve a la casa y le
cuenta a la madre de los Díaz que el padre con esa arma había matado a Maders y que
los que estaban con el padre iban a tener muchos problemas si no encontraba el arma”
(fs. 8986/8987).
secuestró y se mandó a peritar; que el arma fue luego llevada a la Seccional Séptima, donde
la recibió Carlos Dante Temporini, vinculado a un tal Baigorria, que se dedicaba a asaltar
bancos junto con el imputado Síntora, entre otros. Precisó incluso que fue Temporini quien
entregó el arma en cuestión al grupo para que cometieran estos hechos. Más en detalle,
indicó que Giorgis no dijo de dónde sacó el arma que le vendió a Agüero, que el arma que
buscaba Síntora hijo era una que tenía una pintura negra opaca, que ésa era la que faltaba
del bolso. Hablando con René Díaz, “el chupa” tenía inconvenientes con su hermano menor,
cuando dejaron el bolso ahí, sacó el arma y le vendió la pistola 9 mm al negro Manuel, pero
antes de irse le dijo que limara el número; que así lo hizo René Díaz y se la dió a Manuel,
Allende, los supuestos motivos del crimen –el conocimiento que Maders tenía acerca de
Navarrete, Rocha y Síntora. Explicó incluso que como Rubio no podía disparar por su
enfermedad (temblaba mucho), Rocha no veía bien de noche y Navarrete era muy grandote
55
(y por eso no podía pasar desapercibido), el apto para disparar era Síntora. El testigo narró
incluso cómo a su entender ocurrió la muerte, según la investigación que realizó: Rubio y
Síntora fueron hasta el lugar del hecho, Síntora fue el que disparo y Rocha y Navarrete los
aguardaron a unos ciento cincuenta metros, en un auto, cerca de la placita (fs. 8988/8993).
Por último, los testimonios de Tula, Quevedo y Hernández refieren el episodio del
justificación, de la alusión por parte del imputado a un bolso con armas en el año 1993,
hecho, por parte de Síntora, del arma que dio muerte a Maders no sólo no se ve conmovida
por la prueba invocada por los quejosos sino incluso reforzada por uno de los
testimonios que se reputan omitidos y no negada por los tres restantes, todo lo cual
ofrecimiento de dinero para dar muerte a Maders. En relación a este punto, adelantan
1. Reproducen las expresiones del testigo Fernando Rocha y Pedro Armando Moreno
(fs. 9169/9171), valoradas por la sentenciante, y afirman que de ellas no surge elemento que
permita al Juzgador –en uso de las reglas del buen pensar– derivar que el imputado Oscar
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Premisa A: Rubio hizo la oferta a Navarrete, posteriormente, cuando yo me retiraba,
Premisa B: Moreno dijo que Rubio le hizo una oferta para matar, en dos oportunidades,
Premisa C: Moreno dijo que Rubio le hizo una oferta para matar, en dos oportunidades,
participaban de la conversación.
dinero para matar a un político. Esto constituye un indicio en su contra (fs. 9171 y vta.).
culpabilidad en contra de Síntora toda vez que resulta de imposible derivación a partir de las
Expresan los defensores que la motivación respecto de este punto tiene un carácter
Explican que se cuenta con tres testimonios que fueron transcriptos por el Juzgador,
como los del Crio. Juan Carlos Nievas, del Of. Luis Eduardo Tula y de Ricardo Mario
utiliza. Los dos primeros refieren que Síntora participó efectivamente de las reuniones
donde se ofreció dinero por la muerte de Regino Maders. Nievas refiere que las reuniones
fueron cuatro y Tula sólo refiere una reunión (fs. 9172 vta.).
Luego transcriben los dichos de Lencina, y concluyen que a pesar de las diferencias
57
Síntora en las mismas. Sin embargo, ello importa una omisión arbitraria e injustificada de
las otras declaraciones (Rocha y Moreno), las que de haber sido valoradas en el verdadero
sentido que se expresan, esto es, como prueba de descargo, la conclusión respecto a que
Síntora participó de las reuniones hubiera sido exactamente la contraria (fs. 9173 y vta.).
derivarse nunca una conclusión de cargo. La verdadera prueba de cargo no fue valorada,
descargo (testimonio de Rocha y Moreno) según el exacto carácter que esta tiene (fs. 9173
vta./9174).
descargo, la conclusión tampoco habría sido la relativa a que Síntora participó de las
58
premisas.
conclusión:
probablemente, ni siquiera ha sido percibido por el Tribunal, el carácter exculpatorio que las
mismas revestían. Esa omisión de prueba de valor fundamental (toda vez que emanaba de
las únicas dos personas que el juez considera que participaron de las reuniones), de haber
sufre este elemento es de carácter lógico. Por su parte, y si la conclusión se funda en las
Premisas D, E y F, la formulación del indicio sufre de defectos de legitimidad toda vez que
que, en primer lugar, parece postular una suerte de tarifación de la prueba, la que resultaría
inicialmente clasificada como “de cargo” o “de descargo”, y que una vez asignada una u
59
Tal premisa, no sólo ha sido enunciada sin ningún tipo de argumentación que la
sustente en abstracto, sino que tampoco ha sido acompañada de una concreta ponderación
Puntualmente, agravia a los recurrentes que se haya valorado los dichos de Rocha,
cuando éste en verdad indicó que el ofrecimiento dinerario de Rubio se dirigía a Navarrete,
y el testimonio de Moreno, en cuanto a que al reunirse con Rubio para tratar la oferta
estaban Rocha y Síntora pero “en la cocina tomando unos vinos”, sin intervenir en la
En efecto, Fernando Martín Rocha dijo conocer acerca “de una oferta para matar
a un político hecha por Rubio, la misma se realizó en un bar ubicado en la Avda. Colón;
ésto sucedió en el año 1991, entre mayo y julio” (dos meses antes del asesinato de Maders).
Narró que “en el bar se encontraban Navarrete y Rubio, y Rubio dijo ‘hay una plata que se
que ahí se retiró”; pero inmediatamente agregó “y se cruzó con Síntora que venía con otra
persona” (fs. 9082 vta./9083). El testigo Pedro Armando Moreno, por su parte, dijo que
Rubio “le ofreció un negocio, le dijo si no se animaba a matar a un político, a una persona
que molestaba al poder político... ofrecían 30000 pesos o dólares”. Aclaró que le habían
ofrecido ese negocio a Rubio y que éste se lo ofreció a él, que lo rechazó. Detalló que el
primer ofrecimiento fue en un bar, pero como Rubio trabajaba en una agencia de vigilancia
con Rocha, se juntaron allí. Mencionó que en la agencia Rubio le planteó el negocio, cree
que estaban Síntora y Rocha, “pero ellos no participaban, ellos estaban en la cocina
60
Como se aprecia de la reseña que precede, aún cuando el imputado no haya sido
mencionado por ambos testigos como quien expresamente recibiera el encargo de matar por
precio, lo cierto es que Rocha y Moreno denotan la estrecha vinculación de Síntora con
Rubio y Navarrete, y hasta una coincidencia temporal y espacial con la ocasión en que
cercanía a la discusión sobre el homicidio: Rocha lo sitúa llegando al lugar del cual él se
retiraba luego de haber sido convocado para el “trabajo”; Moreno, conversando en la cocina
Valorar sólo una parte de estos testimonios y seccionar otra, importa un proceder
antojadizo que sólo busca aprovechar los segmentos que pueden resultar favorables y
silenciar los más cargosos. Cabe aclarar además, que tampoco los testimonios de Rocha ni
Por ello es que tales relatos, anexados a otros que también consideró la a quo,
terminan echando por tierra el intento defensivo. En primer lugar, Ricardo Mario
Rubio. Navarrete le dijo “que estaba cansado, empelotado porque se lo involucraba con la
muerte de Maders, que el “loco” Síntora, se había mandado un moco, que era para
asustarlo por una denuncia que iba a realizar sobre el banco social, juegos y máquinas de
videos de Caruso y compañía, que quien efectuó los disparos fue Síntora, era para
asustarlo no para matarlo. Que todo se planificó en la casa de Síntora, la forma en que se
iba a llevar a cabo y que en esa reunión estaba presente Valoy Vallejos...” (fs. 9084 vta.).
61
Luis Eduardo Tula precisó que “Síntora le comento que en el año 89 y cuando
funcionaba la agencia de seguridad ‘Cónsul’ y en las oficinas de éste, Miguel Angel Rubio
le había ofrecido a él (Síntora), plata para matar a un político, luego le dijo que quien le
dijo esto fue Rocha, pero Rocha y Síntora tuvieron una entrevista en el estudio jurídico del
Dr. Morelli y Rocha llorando le pidió no lo nombrara, después de esta entrevista Síntora
sus dichos anteriores, que “cuando Síntora prestaba una declaración ante el Juez Johson
dijo del ofrecimiento de dinero para matar un político, pero no dijo cuál. Luego fuera del
acta (de la testimonial que se le recepcionaba), le dijo que no lo quiso decir en el acta, pero
que el político era Maders pero que no lo dijo por temor a su vida o de su familia” (fs.
9085 vta./9086).
Roberto Peralta, por su parte, dijo que a su entender Síntora “había perdido” por
hablar demasiado; que se habló de una reunión en el centro, en un bar, que no recuerda el
Finalmente, más allá de los hasta aquí nombrados, el Tribunal de mérito también
Héctor Quinteros (fs. 9080), Rubén Barrera (fs. 9080 vta.), Walter Antón (fs. 9081), Oscar
Alberto Aiza (fs. 9081 y vta.), Fernando Martín Rocha (fs. 9082), Máximo Flores (fs. 9084
y vta.). Esta conexión, sumada a los anteriores testimonios, refuerza el valor indiciario de
VII. Indicio relativo al silencio del imputado: finalmente, afirman los recurrentes
que de las expresiones formuladas por parte de los Juzgadores, se demuestra un absoluto
62
entre ellos, la imposibilidad de la utilización del silencio en el ejercicio de la defensa
agregando no creer que tal actitud obedeciera sólo a un consejo profesional, puesto que sus
abogados refirieron –desde el primer día que esta causa se radicó en el Tribunal– que era
imposible manejar a Síntora por su carácter muy fuerte, no dominable. Conjeturó entonces
el Vocal que lideró la votación, que si tal conducta obedeció al temor por su vida o su
audiencia de debate frente a las manifestaciones inculpatorias efectuadas por los testigos
Del mismo modo, en otro tramo la Cámara vuelve sobre el punto, agregando que
“con la prueba contundente que existe en su contra y que él mismo pudo percibir cuando
comenzó a participar todos los días del debate, nunca hizo referencia alguna sobre por
ejemplo la procedencia del arma”, siendo que “fue entrevistado por los medios de Prensa
de Córdoba poco antes de la finalización del debate y dijo que hablaría en su momento, que
se sabría la verdad”, lo que nunca ocurrió. Luego de reconocer que no puede valorar en
concretó tal anuncio “porque no obstante las enseñanzas a los señores miembros del
Jurado Popular que no debían llevarse por su íntima convicción, esa fue una pregunta que
obligadamente nos formularon a los tres Jueces, ¿por qué no se defendió cuando estaba en
63
Sobre tales expresiones, la defensa efectúa un triple análisis:
indicio de culpabilidad, aseveración que carece de todo valor jurídico toda vez que resulta
clara e indiscutida la facultad que asiste al imputado de elegir el modo que crea de mayor
conveniencia a los fines del ejercicio de su derecho de defensa material (arts. 259 y 261
Const. Prov. Cba., Art. 18 C. Nac., Art. 8 Inc. 2 CADH., Art. 26 de la DADDH, Art. 11
DUDH y art. 14 inc. 2 del PIDCP) y su correlato en cuestiones relativas a la carga procesal
Público Fiscal) quien tiene a cargo la obligación de reunir elementos probatorios que, una
vez que fueran legítimamente incorporados al proceso, puedan dar fundamento a un juicio
valorado en contra del mismo. Ésta es una expresión –apuntan los quejosos–
incluso que esta conducta no pudo ser explicada a los vocales legos que formaban parte del
64
desplegada por Síntora. Explican que si ciertamente el espíritu del sentenciante hubiera sido
total contradicción entre ésta y la primera, defecto que torna incierto el conocimiento de
constitucionales que se erigen como escudo protector sobre la persona de todo individuo
sometido a un proceso penal. Afirman los recurrentes que la duda expresada por los
miembros del Tribunal –que surge del análisis de las dos afirmaciones contradictorias–
expresa una total ignorancia de los principios básicos rectores del proceso penal a la hora de
Concluyen que el estado jurídico de inocencia del que goza el imputado lo releva de
2. Como se aprecia, los recurrentes reprochan la meritación del mutismo que observó
confesiones extrajudiciales realizadas por el acusado en cuanto a “que él fue el autor del
homicidio de Maders”. En efecto, luego de meritar tales comentarios, la a quo advirtió que
“mucho cambió en su actitud, cuando frente al Tribunal y en los ocho meses de Juicio...
65
guardó siempre un llamativo silencio, incluso ante expositores que lo comprometían
día del padre en su casa...”. Prosiguió el Vocal que lideró la votación explicando no creer
que “esta actitud silenciosa haya sido tomada sólo por consejo profesional porque los
mismos y desde el primer día que esta causa se radicó en este Tribunal refirieron ante el
muy fuerte, no dominable y que en la audiencia podía llegar acarrear problemas, por lo
que si esta actitud de no hablar fue por miedo, a alguna otra cuestión como de peligro por
su vida o su familia si así lo hacía, lo podemos también tomar entonces como otro indicio
Volvió asimismo sobre el punto más abajo, al tratar la alevosía en el modo de matar,
indicando que “con la prueba contundente que existe en su contra y que él mismo pudo
percibir cuando comenzó a participar todos los días del debate, nunca hizo referencia
alguna sobre por ejemplo la procedencia del arma, y digo esto porque fue entrevistado por
los medios de Prensa de Córdoba poco antes de la finalización del debate y dijo que
hablaría en su momento, que se sabría la verdad. Nunca ocurrió, sólo fue una expresión
que nunca la concretó ¿por qué?, sólo él mismo tendrá que buscar ahora la respuesta
porque sin duda que nada vale legalmente la obligación a hacerlo, sé que su silencio no
puedo valorarlo en su contra, pero no puedo dejar de señalarlo porque no obstante, las
enseñanzas a los señores miembros del Jurado Popular que no debían llevarse por su
66
íntima convicción, esa fue una pregunta que obligadamente nos formularon a los tres
Jueces, ¿por qué no se defendió cuando estaba en juego su libertad de por vida?. No
2.b) Asiste razón a los quejosos en cuanto a lo indebido de la meritación del silencio
del imputado.
la Constitución Nacional toda vez que, en forma implícita y explícita establece que "nadie
puede ser condenado sin ser oído" y "nadie puede ser obligado a declarar contra sí
mismo". Igual reconocimiento tiene dicha garantía a través de los Pactos y Tratados
Derechos y Deberes del hombre, art. XXVI, segundo párrafo; Convención Americana sobre
Así las cosas, nadie pone en duda hoy en día que la declaración del sometido a
proceso, analizada desde la óptica del imputado, importa un medio idóneo para la
significado, es que desde la perspectiva del juez en lo penal, se debe traducir dicho acto en
una fuente eventual de pruebas, pues, de lo contrario, si las manifestaciones del imputado
formales, ineficaces desde el punto de vista de la defensa material (T.S.J., Sala Penal, S.
Ahora bien; cuando el legislador local se propone diseñar un código adjetivo útil para
67
la realización de la ley penal, puede establecer el alcance de las garantías constitucionales
que tutelan los intereses social e individual reconocidos en el proceso penal, de modo tal
que se haga posible la realización de la verdad objetiva (su fin inmediato) (T.S.J., Sala
pruebas de cargo, debe informársele “que puede abstenerse de declarar sin que su silencio
implique una presunción de culpabilidad...” (art. 261, C.P.P.), norma que va en directa
tutela de la defensa en juicio (CLARIÁ OLMEDO, Jorge A., Tratado de Derecho Procesal
Penal, Ediar, Bs.As., 1962, T.II, pág. 419; CAFFERATA NORES, José Ignacio– TARDITTI,
Por ello es que sin dificultad se ha sostenido que el encartado puede “abstenerse de
prestar declaración sin que de su silencio se pueda extraer una presunción en su contra”
(T.S.J., “Simoncelli”, cit.). Ello, pues “una prolongada, profunda y humanitaria labor de la
pretensión de extraer indicios de culpabilidad del silencio del imputado, pues si la ley lo
reputa inocente... nada tiene que alegar en su descargo. Si además, y desarrollándose ese
axioma de jerarquía fundamental, la ley procesal manda al Juez a informa al imputado que
ley, aceptar aquella máxima romana... él que calla no confiesa, más ciertamente no lo
niega’...” (T.S.J., Sala Penal, S. n° 18, 5/09/69, “Bortoletto”; cfme., NÚÑEZ, Ricardo C.,
Código Procesal Penal, Lerner, 2° ed. actualizada, Córdoba, 1986, pág. 267, nota 1 al art.
294).
68
Cabe concluir entonces que aquellos pasajes del decisorio en los que el Tribunal de
juicio efectúa conjeturas acerca de las razones por las cuales el encartado Síntora optó por
ocasiones, esta Sala ha dicho que nuestro sistema procesal no admite la declaración de
nulidad de los actos procesales por la nulidad misma, sino sólo cuando ella efectivamente
lesiona el interés de las partes. Tal exigencia tiene por objeto evitar el establecimiento de
un sistema de nulidades puramente formales, acogiendo sólo aquellas que por su posible
efecto corrector, tengan idoneidad para enervar los errores capaces de perjudicar realmente
aquel interés (T.S.J., Sala Penal, A. nº 73, 4/11/85, “Leyría”; A. nº 220, 21/8/98, “Salinas”;
S. n° 91, 31/10/00, "Castro"; A. n° 166, 27/4/01, "Cuello"; S. n° 31, 20/05/02, entre otros).
perjuicio concreto para alguna de las partes, porque cuando se adopta en el sólo interés del
buen servicio de justicia (Fallos 295:961, 298:1413, 311:2337, entre muchos otros).
imputado resulta dirimente en la valoración probatoria que dio base a la condena recaída en
su contra.
Habiéndose desechado las objeciones dirigidas por los recurrentes contra cada uno de
los indicios en particular (supra, III a VI), estimo que suprimiéndose hipotéticamente estos
pasajes viciados de la sentencia, ninguna mella sufre la certeza requerida para la condena.
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Ésta queda suficientemente asentada en la pluralidad de indicios convergentes ya tratados:
Síntora es quien, a la fecha del hecho, tenía en su poder el arma que dio muerte a Regino
oportunidades éstas en las que Síntora –al menos– se encontraba en las inmediaciones, ya
sea en una habitación contigua o llegando al lugar. Luego del hecho –y para más– el
homicidio.
concomitantes y posteriores al hecho que dan debida cuenta de su autoría, y que no han
carente de interés.
autoría del imputado opera aquí de cierre al tratamiento de los agravios deducidos contra la
fundamentación fáctica de la sentencia. Brevemente, dicha reseña pone en evidencia que los
defectos de motivación que los quejosos han atribuido al decisorio no se compadecen con el
Oscar Hugo Síntora en la muerte de Regino Maders, con arreglo a la sana crítica racional.
70
La Sra. Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
sentido.
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal María Esther Cafure de Battistelli,
A LA TERCERA CUESTION:
violentando de este modo también, los preceptos del art. 413 inc. 4 C.P.P.C., esto es, por
falta de fundamentación.
En lo atinente a la agravante del homicidio por alevosía (art. 80 inc. 2°, C.P.), luego
de reseñar las exigencias típicas de esta forma calificada (fs. 9175 vta./9176 vta.), explican
los impugnantes que ésta se excluye cuando la víctima hubiera gozado de una defensa de
terceros, de forma concomitante al ataque del que era objeto, viéndose así marginado el
requisito objetivo que plantea el tipo penal, esto es, el estado de indefensión que debía
De otro costado, apuntan que si bien la valoración de las pruebas y las conclusiones
caso concreto que nos convoca, con el principio lógico de no contradicción y tercero
informe técnico –la Cooperación Técnica Nº 18.648 realizada por Dirección de Policía
71
Judicial– dos sentidos distintos y contradictorios, dejando infundado el aspecto relativo a la
cuestión relativa a cuál de las autopsias realizadas daba por creíble. Allí, estimó que “si se
parte, de acuerdo a la trayectoria del proyectil, desde el frente del domicilio de calle
Larrauri al 3.668, pega y rebota en la vereda de la esquina de esta arteria y calle Taboada,
a 2,70 m del cordón, y va a dar a la casa del frente, Larrauri 3721. Amén a esto debemos
reproducción videográfica etc. y que en el punto 4 del informe dice textualmente “El
disparo y proyección ejecutado por un arma de calibre 22, cuyo ángulo establece la
posibilidad que no fue dirigido hacia el cuerpo de Maders, sino hacia los agresores...”.
que adhiere a los dichos de la Dra. Martínez en lo que hace a esta cuestión porque la
balística sobre la trayectoria del proyectil lanzado y secuestrado que es del calibre 22,
partió por calle Larrauri, a la altura del 3668, impactó en la vereda de la esquina de
Larrauri y Taboada del lado de la vivienda de Maders, rebota y va a dar contra el frente
de la vivienda de Lucrecia Aliaga, la esquina del frente. Lo especulado desde esa óptica
por la defensa sobre quien fue el autor, son sólo suposiciones sin ningún sustento
72
probatorio, porque se han practicado los allanamientos correspondientes en las viviendas
arma que resultara compatible con el proyectil secuestrado en autos, por lo que si así
fuera, podría dentro de este terreno presumir por qué no, que puede haber sido realizado
por alguno de los propios cómplices en el asesinato para asegurar luego la impunidad,
pero esto es entrar en un terreno especulativo de la cual no tengo ninguna prueba para
atribuyen al disparo en cuestión un carácter defensivo (esto debe leerse, contra los
agresores) mientras que en una segunda oportunidad le atribuye a ese mismo disparo, y a
partir del análisis del mismo elemento probatorio, un sentido en el que no puede afirmarse
que fue defensivo o no. Se vulneraron así, los principios lógicos de no contradicción y
Que el disparo calibre 22” existió, no está cuestionado por el sentenciante. Empero,
Maders, o si no tuvo ese carácter (fs. 9178 vta.). Anotan los recurrentes que si la sentencia,
al fundamentar por qué la víctima se encontraba indefensa al momento del ataque, utiliza
dos afirmaciones absolutamente contradictorias entre sí al punto que una de ellas excluye la
que hace referencia especialmente el art. 408 inc. 2 C.P.P. (fs. 9178 vta./9179).
unos de los elementos esenciales que hacen a la calificación legal por alevosía, cual es, la
73
II. Acerca del modo alevoso en que establece que se cometió el homicidio, la
Cámara a quo expuso que en base a prueba testimonial se acreditó que “aproximadamente
Velez Sarsfield, donde llega luego de la cero horas, aproximadamente entre las cero diez y
las cero quince del día seis de septiembre” (fs. 9089 vta./9090). Tomando en cuenta la
forma en que se pactó el precio por su muerte, el Tribunal analiza que en la noche del
hecho, Síntora contaba a su favor: conocer de armas (era ex policía), especialmente una
fuerza; haber desarrollado una tarea muy activa durante la época del “proceso militar” y
sin poner en peligro su vida ya que también desarrollaba tareas de seguridad. Asimismo,
meritó que Síntora contó con un tiempo de planificación ya que “la oferta del dinero por la
muerte” se conocía desde bastante, de lo que se deriva que conocía perfectamente el lugar y
los movimientos que llevaba a cabo el occiso, en cuanto a sus costumbres, horarios, etc..
Ponderó asimismo el escaso tránsito de personas por el lugar en razón de la hora elegida y
de la época del año –noche con temperaturas más bien bajas–. También valoró que esa
noche la presencia policial estaba dirigida a custodiar la seguridad pública en lugares muy
que Síntora como ex policía, manejaba a la perfección. Concluye entonces que “todo este
proceder, estaba perfectamente aceitado como para que nada falle y poder actuar con total
impunidad ni riesgo para la vida del autor... fue tan perfecto que la investigación para
74
traerlo a Juicio a Síntora, llevó catorce años. El hecho fue tan meditado, que la
18648, de la cual extrae que en razón del ángulo de ingreso al domicilio Síntora se
encontraba perfectamente oculto junto a los otros secuaces de acuerdo a los relevamientos
que previamente habían hecho del sitio y se encontraban en vigilancia continua desde unos
Analiza luego el testimonio de Sergio Federico Miotti, quien refiere que luego de los
disparos, observa pasar un vehículo de tamaño mediano de color claro, no puede precisar la
marca del automóvil y el sonido de otro un Fiat 128 o 125, a varias cuadras de su casa y por
la aceleración que se escuchaba del moto, parecía que iba aumentando la velocidad de la
marcha, luego una desaceleración como para doblar y nuevamente volvió a sentir la
aceleración del motor. La madre de este testigo, Lucrecia Elena Aliaga, domiciliada en
Larrauri 3721, en la casa esquina frente a la de Maders, que depuso en la audiencia, refirió
que su hijo cree haber escuchado algo, pero estaba acostado y no se levantó. Ella sintió
ruidos en el techo, como que se deslizaban por una pared, momentos antes de los disparos,
pensó incluso que se podría tratar de un gato que se deslizaba, “no puede asegurar que el
ruido que parecía provenir del deslizamiento de ropa sobre la pared se debía a que alguien
baja del techo o se dirigía rozando la pared desde el lado del garage hacia la casa de
Maders”, esto fue lo primero que escuchó, luego como que habían rozado el portón de su
casa, luego a los cinco o diez minutos escuchó los estampidos, muy fuertes. Su marido que
cocina para ver si la puerta que da al patio se encontraba cerrada, “escuchó los tiros y que
alguien gritó en la calle, luego corridas y supuso que eran policías que iban corriendo,
75
persiguiendo a alguien, pero su esposo le decía que no dijera nada, que no hablara”. La
parte de la calle de su lado es oscura, la ventana de casa que sobre Taboada “por lo menos
habría visto dos personas, una mas grande y otra mas baja que iban para el lado de la
plaza por Taboada” (es coincidente en esta parte con los dichos de Marcos Spíndola),
unos días antes de esto encontró en el poste de alumbrado público que está en la esquina de
entrada a su casa, una persona trepada en el poste, sobre Taboada, no tenía herramientas
ni nada, estaba solo, en una camioneta blanca, sin ningún logo identificatorio, pensó que
eran los de Telecom, por eso entró rápido a su casa y probó el teléfono, pero éste
funcionaba bien”, “que luego volvió a ver, también unos días antes, otra persona como a
las veintitrés horas, que era un hombre que luego se sentó encima de una casilla de gas que
está en la esquina en diagonal con lo de Maders, que se quedó un rato, luego se levantó y
se fue”. Héctor Horacio Bosque, quien en el debate declaró que es amigo de Diego
cuando sonaron los disparos, fue el primero en asomarse y vio desde calle Rosi, que es
paralela a Larrauri, “doblando hacia Lascano un automóvil Fiat 128 o 125, (en consonancia
con los dichos de Miotti), se alejaba a gran velocidad”, las calles se encontraban bien
iluminadas, en lo de Maders la iluminación era buena, pero para el lado de la puerta del
garage, la visibilidad era dificultosa porque existían sombras. La iluminación por Lascano
hasta Rosi es regular. Marta del Valle Céspedes de Miotti, declara haber escuchado luego
de los disparos, los motores de al menos dos automóviles, uno de ellos se sentía como que
lo aceleraban constantemente. Federico Miotti declara que después de los disparos escuchó
la aceleración de un automóvil, cree que pudo ser un Fiat, que el ruido que percibió era “era
similar a una marcha, la primera larguísima, que se iba”. Jorge Rubí Arcurio refiere que
76
llegó a su casa aproximadamente a las veintitrés horas y que no ha visto nada. Rogelio
Martínez Delgado (fs. 120 C-1), domiciliado en Larrauri 3681, escuchó los disparos y
Taboada al 925, dijo que vive a unos 60 de la casa de Maders, que llegó a su casa a las
23,50 horas, era una noche fría, la calle estaba desierta, no había buena iluminación, sintió
disparos e inmediatamente sintió una persona que corría por la calle y dada la velocidad que
lo hacía, debió tratarse de una persona joven. Los pasos se perdieron inmediatamente para el
lado de la plaza que tiene piso de tierra. Blanca Amalia Muso, declara haber escuchado los
estampidos, un grito y “luego los motores de vehículos”. Marcos Spindler en el debate dijo
que “escuchó tres detonaciones, estampidos, sin solución de continuidad, con la misma
sonoridad, solo el tiempo que lleva accionar el arma, luego escuchó pasos corriendo de
una sola persona, que entre el último estampido y los pasos, pasaron unos veinticinco
segundos, calcula”, “agrega que no hubo intercambios de disparos, que ese día cuando
regresó a su casa, notó que la luz era defectuosa, estaba en penumbras, eso no era normal”
Coteja la Cámara que estos testimonios “no son coincidentes en cuanto al número de
disparos, que escucharon, dos, tres o cuatro, tampoco coinciden en si había o no buena
iluminación, unos que sí otros que era defectuosa, pero ello en definitiva no hace a la
prueba en concreto porque lo que sí tenemos seguro y da la certeza por todo lo narrado,
que los disparos fueron dos que impactaron en Maders y que hubo un tercer disparo de un
Es este último disparo el que da pie a la defensa para alegar que puede haber sido
realizado para amedrentar a los agresores. Pretenden derivar de allí que Maders habría
recibido ayuda y por ende no se encontraba desvalido. Vuelve la a quo aquí sobre
77
Cooperación Técnica 18648, según la cual en la planimetría balística sobre la trayectoria del
proyectil lanzado y secuestrado del calibre 22, partió por calle Larrauri, a al altura del 3668,
Maders, rebota y va a dar contra el frente de la vivienda de Lucrecia Aliaga, la esquina del
frente. Estima el Tribunal de mérito que “lo especulado desde esa óptica por la defensa
sobre quien fue el autor, son sólo suposiciones sin ningún sustento probatorio, porque se
donde partió este disparo, no lográndose el secuestro de ninguna arma que resultara
compatible con el proyectil secuestrado en autos, por lo que si así fuera, podría dentro de
este terreno presumir por qué no, que puede haber sido realizado por alguno de los propios
terreno especulativo...”. Pondera que de esta cooperación técnica surge que en la vivienda
de Eduardo José Esper y de Rosa Antonia Robles de Montañés –frente a la casa de Maders
por Larrauri, el primero a la altura del 3696 y la segunda del 3688– existía a la fecha del
hecho, un arbusto ubicado a la par de la tapia, que dividía los espacios verdes entre ambos
domicilios, cuyas dimensiones son confirmadas por la señora rosa Robles de Montañés y la
altura del vegetal llegaba hasta la del techo y su follaje rebasaba la tapia señalada que tiene
una altura de 1,30 m, inclusive superaba el límite invadiendo una parte no significativa
hacia la entrada de la cochera de Montañés. También examina que el testigo Carlos Alberto
Jalil que se domicilia sobre Larrauri 3661, sobre la misma vereda que la casa de Maders,
Razona, en base a ambos extremos, que “había lugares donde ocultarse, que los lugares
elegidos fueron tan eficaces que ninguno de los actores fueron vistos por vecinos que
momentos antes pasaron por el lugar, ni siquiera por la propia víctima... Síntora y quienes
78
lo acompañaban se habían asegurado de no ser vistos antes, ni durante y garantizada la
huida, todo estaba muy calculado, la víctima a esta altura, ya no tenía forma de escapar de
portón del garage, ingresa su Renoleta, cierra el portón y se dirige caminando por la
vereda de calle Larrauri hacia la puerta de ingreso que está en la esquina, en intersección
con Taboada. Nada observó, nada sintió pero cuando ya estaba parado frente a la puerta
de entrada, dentro del ángulo recto formado entre la pared de su costado izquierdo, de
ningún tipo de salida o escape, más que por el lado de su derecha, pero es cuando Síntora
aparece por detrás sorprendiéndolo, lo que hizo que Maders al sentirlo, girara un poco su
cuerpo que iba en dirección a la puerta, de izquierda a derecha y en ese momento, el antes
Nacional no mayor a los tres metros, efectúa los dos disparos seguidos, con la pistola
Cal.9 mm n º 302.247 (que a esa distancia de tres metros y con ese tipo de arma de fuego
que portaba, las municiones son lanzadas a una velocidad de metros por segundo de
segundo de los disparos que ingresa en la zona escapular derecha, sale por la axila
izquierda y va a dar también contra la puerta. Visto en el lugar, sorprendido por detrás
porque los impactos ingresan por el costado derecho de atrás hacia delante, sin darle
la izquierda (visto el frente de la casa) y de costado a la puerta, ‘fue una ejecución’, dijo el
79
policía retirado José Arturo Acevedo interviniente en el hecho, lo que así pareciera por la
forma en que es sorprendida la víctima, sin correr su agresor ningún tipo de riesgo ya que
el occiso no poseía arma alguna ni elemento de defensa y ni siquiera tuvo tiempo de hacer
un gesto de protección, por lo que puede deducirse de los testigos que encontraron su
cuerpo y en la forma que quedó tirado en el piso” (fs. 9095y vta.). Continúa: “Síntora no
corrió ningún tipo de riesgo, solo salió del lugar donde se encontraba oculto que como ya
lo dijera, había varios lugares donde hacerlo incluso por calle Taboada donde según
testigos la luz era deficiente, y portando una pistola de grueso calibre lo que le aseguraba
mas el logro de su acción y el no peligro para el mismo, tanto, que ni siquiera tuvo
necesidad de corroborar el resultado porque los disparos que hizo, sabía perfectamente por
su profesión, que habían sido mortales porque Maders cayó y ya no se movió mas” (fs.
9095 vta.).
III. El eje alrededor del cual gira la argumentación de los quejosos finca en la
existencia acreditada de un proyectil calibre 22”, que permite afirmar que Síntora no fue el
único que disparó aquella noche, y por ende –si hay margen para suponer que tal disparo
pudo haber sido efectuado por algún vecino, en defensa de la víctima, debería descartarse el
ya que primero le confiere valor convictivo –al determinar cuál de las autopsias realizadas
era creíble– pero luego se lo niega al descartar que el disparo pueda haber partido de una
La contradicción, empero, no existe, toda vez que lejos de desmerecer dicho informe
a la hora de explicar el hallazgo del proyectil calibre 22”, simplemente ofrece una diferente
80
alternativa a la expuesta por los recurrentes: mientras éstos postulan que pudo haber
provenido del accionar defensivo de un vecino, el Tribunal estima que también puede haber
sido disparado por los cómplices de Síntora, para asegurar el resultado del obrar de éste.
que antecede, la conclusión relativa a que Oscar Hugo Síntora dio muerte a Regino Maders
en forma alevosa se ha basado no sólo en dicho elemento de juicio sino además en diversos
testimonios y otras pruebas que han sido aquí completamente soslayadas por los recurrentes.
para planificar y llevar a cabo un hecho como el de marras (ex policía en la época del
proceso militar, integrante de la Div. Inteligencia y del D2, luego dedicado a tareas de
seguridad), la escena elegida para ejecutar el encargo (en horas de la noche, con bajas
pequeño trecho hasta la puerta de ingreso, en un momento en que la atención policial estaba
centrada en otro lugar de la Ciudad), el tiempo que tuvo Síntora para observar, recabar
información y en base a ello diseñar un plan para abordar a su víctima sobre seguro, lo
Ninguna de estas premisas ha sido incluida por los recurrentes en su análisis, y por
Vale agregar que, en lo súbito del ataque no parece viable que hubiera tiempo para
que el disparo del calibre 22” pudiera haber sido producto de la reacción de un vecino. Los
testigos han sido contestes en ilustrar acerca de la rápida sucesión de los hechos, secuencia
en la que no restaría el tiempo necesario para que –al oir los primeros disparos– alguien en
las inmediaciones se anoticiara del ataque, tomara un arma y repeliera la agresión. El modo
81
en que han ocurrido los hechos torna más plausible el razonamiento del sentenciante, en
3. Por último, debo decir que aún aceptándose la conjetura de que el disparo calibre
22” hubiese provenido del auxilio de alguien que reaccionara ante los disparos dirigidos
Es que esta Sala –en otra integración– ha sostenido que “el obrar sobre seguro que
actuación impune ex post, como parece entenderlo la defensa, sino en relación a la propia
ejecución del hecho, que se preordena de modo tal de evitar ‘la reacción de la víctima o de
un tercero’ y así poder dar muerte a la primera con mayores chances de lograr el resultado
querido (NÚÑEZ, Ricardo C., Derecho Penal Argentino, Bibliográfica Omeba, Bs.As., 1965,
T.III, p. 37; CREUS, Carlos, Derecho Penal –Parte Especial–, Astrea, Bs.As., 1996, T.1, p.
28). Se busca ‘una víctima desprevenida’ (SOLER, Sebastián, Derecho Penal Argentino,
T.E.A., Bs.As., 1960, T. III, p. 27), ‘que se encuentre en situación de indefensión que le
impida oponer resistencia que se transforme en un riesgo para el agente’ (CREUS, ob. y lug.
cit.), ‘una marcada ventaja en favor del que mata, como consecuencia de la oportunidad
1968, T. IV, p. 91). En síntesis, no cuenta ‘la reacción posterior al ataque que pueden
asumir los terceros, sino el riesgo que procede del rechazo del ataque mismo’ (CREUS, ob.
y lug. cit., con negrita agregada)” (T.S.J., Sala Penal, Sent. n° 165, 30/07/07, “Salvay”).
momento y lugar para hacerlo, parapetado en un lugar donde aquél no puede advertir a su
82
agresor, y haciéndolo objeto de un ataque súbito, con un arma de grueso calibre, desde atrás
y a una distancia no mayor a tres metros. En este cúmulo de circunstancias, todas ellas
habría sido tardía, esto es, cuando el ataque ya se había producido e incluso cesado, lo cual
da cabal muestra de que en el caso bajo análisis se encuentran holgadamente satisfechos los
Código Penal.
La Sra. Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
sentido.
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal María Esther Cafure de Battistelli,
A LA CUARTA CUESTION:
I. Del mismo modo, los defensores se agravian por la calificación del hecho atribuido
83
Efectuan una síntesis de los requerimientos típicos de esta otra forma calificada (fs.
9179/9180 vta.), para luego criticar la sentencia en cuanto carece de razones en lo relativo a
uno de los elementos que fundan el ilícito bajo examen, cual es que el pacto necesario
hubiera sido a los fines de matar, concretamente, a Regino Maders (fs. 9179 vta.).
Apuntan que la sentencia ha sostenido como ciertos diferentes hechos a los fines de
motivar el derecho que se aplica. Así, en procura de dicha finalidad venal ha establecido, sin
lugar a otra interpretación, que la víctima objeto del pacto homicida era el Ingeniero
tarea tenía perfecto conocimiento de quién se trataba esa persona que iba a ser la destinataria
de la agresión, no surgen de esos mismos razonamientos los motivos por los cuales el
sentenciante realiza esa afirmación. Concretamente sostienen que no puede derivarse del
resto de las constancias que forman la unidad resolutoria, la afirmación de que el pacto
transcripciones de los testimonios que efectuó la a quo, y que, concretamente, dan cuenta de
las reuniones previas donde según el Tribunal se pactó el precio y la muerte de Regino
Maders. Transcriben los testimonios de Rocha y Moreno, de los que surge que en aquellos
encuentros se hacía una oferta a determinadas personas “para matar a un político” o “para
conocimiento del nombre del político que se pretendía ultimar (fs. 9181).
Puntualizan que aquí aparece la misma situación que la invocada en torno al indicio
relativo a que Síntora había participado de las reuniones en donde se ofreció la muerte de
Maders: de las premisas arriba expresadas y que se infieren de los testimonios de Rocha y
84
Moreno, no surge esa conclusión toda vez que no pueden derivarse de las mismas (premisas
Por ello es que se debe derivar aquélla conclusión de otras expresiones. Se remiten, a
tal efecto, a las manifestaciones que en este sentido realiza el testigo Luis Eduardo Tula.
Según las referencias volcadas en la sentencia, el imputado habría referido que durante las
Maders, quien, a la postre, resultó víctima del hecho objeto de este proceso. Sin embargo,
de valorar, en contra del imputado, cualquier manifestación que el mismo hubiera prestado y
que resultare incriminante de algún modo para sí en el ámbito de una causa judicial, sin la
Argumentan que la declaración que hubiera sido prestada por Síntora, y de la cual se
habría extraído el contenido de las expresiones de Tula, fueron con el imputado en carácter
de testigo; esto es, con el peso del juramento y la obligación de decir verdad que incumbe a
toda persona que ocupa esa posición procesal. Sin dudas, esa obligación implicó, a todas
debía ser muerto era Regino Manuel Maders (fs. 9181 vta.).
Nievas quien también refiere que de una de las reuniones (específicamente la cuarta), surgió
permitiría hacerlo de las referencias en relación a Tula (para el caso que se considere legal
su inclusión) y Nievas. Sin embargo, una formulación en estos términos importa haber
85
omitido de la valoración las premisas contenidas en las referencias sentenciales relacionadas
a los testigos Rocha y Moreno, quienes, según la propia sentencia, estuvieron presentes en
El esquema correcto:
Reiteran que de premisas como éstas –de descargo– no es posible, sin violar el
haber extraído la conclusión de las alusiones que en la sentencia constan en relación a Tula
y Nievas. Sin embargo, concluir en ese sentido implicaba, también en este caso, haber
Si estas hubieran sido incorporadas a la ilación, la conclusión hubiera sido relativa a que la
de legitimidad (según cual se considere que fue el razonamiento utilizado por el Juzgador)
calificación legal por precio o promesa remunerativa prevista en la figura penal dispuesta en
el art. 80 inc. 3º, cual es, que se haya producido un acuerdo entre el mandante y el matador
86
por el cual se haya expresado de forma clara, precisa e indubitable quien era la persona
II. Sobre el punto, la Cámara dio por cierto que existía un grupo de personas, que se
especialmente por el tema juegos en la Provincia, que se reunían en forma frecuente, que era
un grupo en su mayoría integrado por ex policías, que tuvieron una actividad importante
lo que se conoció como el D2, que entre ellos se pasaban informes para cometer ilícitos. De
estas reuniones salió el ofrecimiento –pago de por medio– para matar a una persona. El
grupo tenía perfecto conocimiento de que lo que se ofrecía pagar como recompensa, era por
matar a una persona perfectamente sindicada y era Regino Maders (fs. 9078 vta./9079 vta.).
acerca del ofrecimiento para dar muerte “a un político o un gremialista”, como asimismo de
vez con sectores políticos de la Legislatura –especialmente, con Luis Medina Allende– (fs.
9080/9088).
Los impugnantes estiman que no se ha acreditado que el pacto venal haya tenido
como objeto matar, concretamente, a Regino Maders. Entienden que si bien de los
testimonios de Rocha y Moreno surge que se concertaban encuentros en los que se hacía una
oferta a determinadas personas, ésta era “para matar a un político” o “para matar un
87
1. Objetan en primer término que en tanto estos testimonios son pruebas de
Síntora en las reuniones donde se efectuó la oferta; en lo que aquí respecta, tampoco
individualizaron que fuera Maders la persona cuya muerte se planeaba; por ello la catalogan
como prueba de descargo, y ello se erige en una suerte de valla insuperable para cualquier
indiciaria: aún cuando ambos testigos nada hayan dicho en relación al preciso extremo bajo
análisis, ello en nada obsta a su interrelación con otros elementos de juicio que permitan ir
eslabonando las distintas premisas hasta llegar al hecho que se pretende probar.
de Luis Tula, en cuanto afirmó que al declarar Síntora como testigo ante el Juez de
Instrucción, dijo –fuera del acta– que el ofrecimiento fuera para matar a Maders.
En primer lugar, el solo hecho de que tales manifestaciones hayan sido vertidas fuera
de su declaración testimonial muestra a las claras que no asiste razón a los quejosos en
Empero –y es ésto de mayor peso– no es verdad que por el solo hecho de tratarse de
una declaración prestada por el ahora imputado, en aquel momento, como testigo, no pueda
el Tribunal de juicio valorarlas. En este sentido, en forma reiterada hemos sostenido que
“carece de todo valor probatorio la declaración del imputado prestada sin la presencia de
88
individuo y que al momento de su declaración no cuente con la presencia de un defensor
técnico; de tal modo es también por la ley adjetiva local (arts. 258 y ss., C.P.P.; T.S.J., Sala
aparece en absoluto sindicado como partícipe del hecho, puesto que aún entonces no reviste
calidad de imputado, y por ello no se activa todavía la garantía invocada. En el caso bajo
análisis, al momento en que Síntora expresara lo referido luego por Tula, lejos de estar
Así entonces, no existía óbice para la valoración de sus dichos, y el argumento cae
3. De otro costado, cabe aclarar que para resistir eficazmente la calificante del
homicidio por precio o promesa remuneratoria (art. 80 inc. 3°, C.P.), era necesario que el
víctima a raíz del móvil económico, afirmación que ha quedado incólume y que en modo
alguno se ve afectada por la mera circunstancia de que Síntora hubiese ignorado que la
En este sentido, como es regla en los delitos dolosos, el tipo subjetivo de la figura
agravada funciona a modo de espejo del tipo objetivo, y por ende es suficiente el
conocimiento de que la muerte se ejecuta a cambio de una paga actual o futura, sin que
mayor contenido de injusto que encierra la muerte por precio o promesa remuneratoria:
“la ley quiere castigar la determinación delictiva por lucro, la cual presenta siempre más
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aquí al espíritu económico como fuente de la delincuencia de sangre... es elemento esencial
de la agravante que el autor haya obrado movido por el incentivo pactado...” (NÚÑEZ,
Ricardo C., Derecho Penal Argentino, Bibliográfica Omeba, Bs.As., 1965, T.III, págs.
49/50); “...la gravedad del hecho... reside en que el ejecutor realiza el hecho sin motivo
personal alguno y por tan bajo impulso como es una recompensa...” (SOLER, Sebastián,
Derecho Penal Argentino, T.E.A., Bs.As., 1970, pág. 35); “el bajo motivo que inspira al
Bs.As., 1996, T.1, pág. 34); “el fundamento del severo castigo se encuentra en el mayor
reproche que merece quien mata por un puro interés” (DONNA, Edgardo Alberto, Derecho
Y tan intrascendente es el dato preciso de la identidad del sujeto pasivo, que aún
víctima por parte del mandatario no excluye la calificación” (NÚÑEZ, ob.cit., T. III, pág.
51); “el hecho queda consumado como homicidio calificado con la muerte de una persona
en virtud del pacto, aunque la víctima, por error del ejecutor, no se a la indicada por el
por tal motivo carece del interés requerido por el artículo 443 del C.P.P. (T.S.J., Sala Penal,
S. n° 107, 7/12/00, "Bonino"; S. n° 59, 5/8/02, "Matta"; S. n° 32, 20/03/97, “Moreno”, entre
otros).
controvertido por la defensa, vale agregar que la conclusión de la a quo acerca de que el
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homicidio cometido por Oscar Hugo Síntora ha sido por encargo, se encuentra sólidamente
ofrecimiento dinerario a cambio de la muerte de Maders, resulta harto razonable que Síntora
que fue él quien llevó a cabo la muerte. A ello se agrega que si bien no ha podido
tampoco surge motivación alguna que en lo personal pudiere haber tenido Síntora para darle
muerte.
La Sra. Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
sentido.
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal María Esther Cafure de Battistelli,
A LA QUINTA CUESTION:
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I. En forma subsidiaria, y también bajo el motivo formal (art. 468 inc. 2°, C.P.P.), los
recurrentes impugnan la sentencia tachándola de nula, toda vez que el día 15 de febrero de
2005 el vocal Raúl Horacio Sponer adelantó su opinión personal respecto del juicio en curso
sentencia, derivado de las previsiones del art. 18 C.N., 39 y 156 C.P.C. y 1 C.P.P., implica
la nulidad de los actos que se produzcan en función de esa violación (fs. 9109).
Explican que en la audiencia de debate el día 15 de febrero del 2005, cuando uno de
los jurados populares, Sr. Raúl Horacio Sponer interrogaba al testigo Miguel Ángel SOSA,
dirigiéndose al testigo Sosa: “...a la referencia del miembro del jurado en cuanto que
del juicio”. Esta situación llevó a la defensa a incidentar la recusación de Sponer, por
haber demostrado una absoluta parcialidad de su parte, con base en los arts. 558 inc. 3º
en función de los art. 60 inc. 8º y 12º, y art. 66 y según las formalidades que determina el
art. 68, todos del C.P.P.. Se ofreció como prueba el video casette correspondiente a la
instancia fue rechazada in límine por manifiestamente improcedente (fs. 9116 vta./9117).
Refieren los quejosos que en virtud de lo establecido en el artículo 369 del código
ritual, los jurados tienen las mismas atribuciones que los Vocales. Ello, conectado con los
artículos 2 inc. 2° y 64 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, y 154 y 156 de la Const.
Pcial., impone la absoluta imparcialidad de su actuación. En sintonía, el inc. 3º del art. 558
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del C.P.P. dispone, en relación a los jurados que deberán inhibirse y podrán ser recusados
por las mismas causales establecidas para los jueces. Tales prescripciones se vieron
populares dictado por Acuerdo n° 232 serie “A” del 23/07/98 (fs. 9117 y vta.).
Frente a tal cuadro normativo –apuntan los recurrentes– tan temprana conclusión
ausencia de imparcialidad por parte del jurado Sponer (fs. 9118 y vta.).
resoluciones judiciales. Fuera de las formas establecidas legalmente, sus expresiones son
encuentra comprendida dentro de las previsiones de los artículos 184, 185 inc. 1º, 186 y
190, todos del Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba (fs. 9118 vta.).
sumamente importante que constituye uno de los elementos indiciarios que son utilizados
esto es, la valoración del silencio que guardó Síntora durante el proceso (fs. 9119).
hacían a los miembros del jurado previsiones relativas a que no debían llevarse por su
íntima convicción y que no obstante ello, los jurados les formulaban preguntas como la que
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consta arriba, hacen evidente que no obstante las advertencias de los jueces letrados, el
2. Por otra parte, pero de modo directamente relacionado con el anterior, los
correrá vista a las partes, para que posteriormente pueda resolver el Tribunal en un término
la publicidad de la audiencia, (la recepción de las pruebas, y el informe de las partes) y con
ella la de las razones que tuvieron los jueces para pronunciarse en la forma que lo hicieron,
intención de evitar que dichas expresiones tuvieran estado público (fs. 9120 y vta.).
del imputado Síntora, y el perjuicio concreto que la misma ocasiona, afirman que ella se ha
implica necesariamente que la resolución del tribunal fue formulada sin haber apreciado la
prueba ofrecida por esta parte, lo que implica una grave violación al derecho de defensa en
juicio (fs. 9120 vta.); b) en segundo lugar, se cercenó el derecho de la defensa a informar las
razones por las que se realizaba el planteo y dar los motivos que sustentaban la
este caso, durante el trámite incidental que quedara trunco (fs. 9121).
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Concluyen que esta inobservancia procesal al resolver la recusación de Raúl Horacio
Sponer sin cumplir la normativa procesal específica, deviene su decisorio en nulo, por haber
II. Vuelve a tornarse necesario aquí recordar que en razón del principio del interés,
la nulidad que se denuncia ha de ser trascendente, esto es, debe haber sido dirimente en el
resultado que agravia al recurrente, y la invalidación que se pretende debe tener un efecto
corrector del perjuicio que se ha causado. Ello no ocurre si, aún en el caso de haberse
examen. Aceptando en forma provisoria que uno de los jurados pudiere haber evidenciado
una actitud parcial en el juzgamiento de Oscar Hugo Síntora, lo cierto es que el voto del Sr.
jurado –Sr. Elio Enrique Luna– y los Sres. Vocales Dres. Lorenzo Víctor Rodríguez, Jorge
Luis Fantín y Alberto Crucella –cuya imparcialidad no ha sido objetada por la defensa– se
legal dispuesta (tercera y cuarta cuestiones), hemos afirmado que ambas conclusiones han
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sido emitidas por el Tribunal de mérito con arreglo a derecho, con lo cual termina de
La Sra. Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
sentido.
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal María Esther Cafure de Battistelli,
A LA SEXTA CUESTION:
Así voto.
La Sra. Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
sentido.
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal María Esther Cafure de Battistelli,
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RESUELVE: Rechazar el recurso de casación interpuesto por los Dres. Manuel Andrés
Con lo que terminó el acto que, previa lectura y ratificación que se dio por la
señora Presidente en la Sala de Audiencias, firman ésta y las señoras Vocales, todo por ante
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