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Red Informática de la Federación Latinoamericana de Psicoterapia Analítica de Grupo

LA COORDINACION EN PSICOANALISIS GRUPAL


UN ESPACIO QUE SE CONSTRUYE
Marina Ravenna de Selvatici

En una época de cambio en los ideales sociales, con el acento puesto en el consumo, el
pragmatismo y la acción, de transformaciones en las modalidades vinculares, nos
interrogamos sobre la perspectiva que cobra el trabajo con los grupos.
La realidad intersubjetiva es condición del sujeto humano. El vínculo representa un
orden que lo constituye sobre un ya dicho social. Por un lado el ser humano es un
eslabón en la cadena generacional, atravesado por la transmisión de significados. El
grupo precede al sujeto quien nace en él con una carga de expectativas del mundo
familiar y social que lo rodea. A su vez, el nacimiento es un primer momento de
ruptura, de discontinuidad fundante, vacío que se intentará anular a través de la
búsqueda ilusoria de llenar esa brecha. Esto se constituirá en un motor incesante de
nuevos vínculos.

El sujeto humano transita a lo largo de su vida por variados grupos que cumplirán para
él distintas funciones. Las situaciones grupales son potencialmente ámbitos donde se
juegan las identificaciones, donde se tramita la inserción social, con todas las vicisitudes
de la pertenencia, que pone en movimiento la construcción subjetiva. Partimos de la
hipótesis de que los procesos inconscientes que se juegan en los grupos los constituyen
en lugares de producción de realidad psíquica. Estos desarrollos se apoyan en la teoría
psicoanalítica, desde una perspectiva del trabajo con los vínculos. A partir de allí, la
construcción de un dispositivo, instrumento de discernimiento que vuelve accesibles
ciertos aspectos de la realidad psíquica. Representa la construcción de un espacio de
significación. En particular, el dispositivo grupal permite acceder a ciertos fenómenos
psíquicos que no sólo se despliegan sino que se instituyen en la grupalidad. Está
organizado por una consigna y ciertas reglas que serán objeto de investidura y
depositarias de aspectos muy primarios que pueden movilizarse en situación de crisis.

Un primer acercamiento al dispositivo grupal pone en relieve ciertos aspectos que hacen
a su especificidad. La pluralidad de los integrantes, la particular disposición en el
espacio, donde prevalece el cara a cara, la mirada, pone en un primer plano el mirar, el
ser visto y el mirar ser visto. Imagen de sí unida o disgregada por las múltiples
refracciones de los otros. Necesidad de un rápido posicionamiento frente al impacto de
lo grupal. Búsqueda de indicios identificatorios, de asignación -condición d existencia-,
de aprobación o rechazo. Construcción de una piel, de un nosotros. La presencia de los
otros en la situación grupal permite el despliegue de la fantasmática inconsciente y su
dramatización. Los lugares y posiciones del mundo interno de los distintos participantes
entran en juego, creando una escena más regresiva e indiferenciada o con mayor
aceptación de diferencias cuando el otro aparece como posibilidad de un tope.

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Las características del dispositivo grupal podrán tener variaciones de acuerdo a los
objetivos que se propongan, ya sean éstos de índole terapéutica en sentido estricto
(grupo terapéutico) o de índole reflexiva, vinculados al trabajo sobre fenómenos
inconscientes que se juegan en toda situación de grupo. Las distintas posibilidades que
ofrece el grupo de reflexión permiten trabajar con grupos que comparten una tarea, que
tienen una problemática común o que desean investigar las cuestiones relativas a la
grupalidad en sí.

Las intervenciones del coordinador se apoyan en una determinada posición teórica. Es


lo que le permite hundirse en la situación grupal sin quedar sumergido en ella, es el
lugar del tercero, de la diferenciación. En efecto, el coordinador, desde una perspectiva
psicoanalítica, es también sujeto del grupo, como dice Kaës: es decir, también está
sometido a los constreñimientos de la situación grupal y al interjuego de las
identificaciones y los fenómenos transferenciales. Deberá articular sus funciones de
contención facilitadora de apoyatura en la matriz grupal, con el lugar del diferenciador.
Es guardián del encuadre y de la memoria del grupo.
Anzieu señala, en el coordinador de grupos de formación, ciertas funciones "propias de
la paternidad en oposición a fantasías dualistas de modelado que no permitiría la brecha
para la terceridad, la palabra, la creación simbólica, el conocimiento". Es frecuente la
depositación en el coordinador de ese lugar de ideal, lugar del supuesto saber, dador de
completud. Pero la modalidad de transmisión del conocimiento tal como se entiende
desde el psicoanálisis de los vínculos, apunta a la idea de construcción conjunta del
conocimiento, con espacio para lo nuevo y aceptación de ese resto no previsto, no
conocido o incognoscible. Es una modalidad que pone el acento en la transcripción, que
tiene que ver con la posibilidad de metabolizar lo que circula y producir un
posicionamiento subjetivo al respecto, evitando adherencias dualistas.

La tarea del coordinador está subtendida por su deseo de desarrollar un trabajo grupal,
deseo de comprender y hacer comprender que puede desplegarse o no en una
institución, pero que siempre estará atravesado por el determinado lugar social que
ocupa y por los ideales y limitaciones que lo caracterizan.
La situación grupal promueve fantasías vinculadas con los orígenes, con empezar de
nuevo, por las potencialidades de cambio que en ella se depositan.
Desde esta perspectiva, la función de escucha es especialmente importante, en cuanto da
lugar a que el conjunto multivocal de los integrantes se constituya en una "figura" en la
mente del coordinador, a modo de un caleidoscopio. La escucha es contención, la
escucha es disponibilidad, recepción, entrada y creatividad. También está presente la
mirada, el registro de lo no verbal. ¿Qué lugar conceder al registro corporal, a ese más
acá de las palabras? Si bien la palabra no da cuenta de la totalidad del impacto que
produce el encuentro, la única manera de adueñarse de esos efectos es poniéndoles
palabras.

El lugar del coordinador en el grupo es esencialmente precario, en el sentido de que no


es un lugar adquirido sino un lugar a analizar. Dice Kaës que éste se ubica "en esa
brecha entre el posicionamiento imaginario en el que lo afecta la transferencia y ese
lugar de escucha y de palabra en el que se constituye la función simbólica". Para que
esos lugares asignados en la situación grupal puedan ser trabajados e interpretados, el
coordinador no coincidirá con, ni "realizará", ninguno de ellos.

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Acompañando la escucha, su palabra, vehiculizada por la interpretación, constituye un
acto de conocimiento transmitido al grupo. A partir de diversos elementos puestos en
circulación en la cadena asociativa grupal, la interpretación emerge como una nueva
conexión de significados.
Pero estas formulaciones no pueden desprenderse del lugar del coordinador frente al
grupo, frente a la teoría y frente a los interrogantes que le suscita su inserción grupal,
institucional y social. Interpretaciones prematuras o demasiado frecuentes son a veces
índice de la ansiedad del coordinador o de cierta necesidad de "reafirmar su lugar", o
hacer lo que supone que esperan de él, sin darse tiempo, sin permitir que el grupo
despliegue su escena. El silencio, la espera, a menudo son sinónimos de suspensión del
deseo. Si la palabra del coordinador se propone como verdad incuestionable, se ubicará
desde un lugar de poder. En cambio, puede darse por momentos que la función
interpretante circule en un grupo. En ese sentido, una intervención que no se plantea
como certeza sino que incluye la posibilidad de su interrogación, permite una
apropiación transformadora del conocimiento.
Si es cierto que la especificidad de la transferencia tiene incidencia sobre el proceso
asociativo en los grupos, también la transferencia del coordinador hacia el orden que lo
funda, ya sea la institución a la que pertenece o el lugar real o virtual en el entretejido de
sus pares, incidirá en su peculiar "estar en el grupo", determinando "su sujeción más o
menos consciente a un orden interno-externo que lo atraviesa" (Kaës). Aquí entra en
juego la ecuación personal del analista. El trabajo sobre esta ecuación personal tiene que
ver por un lado con su formación pero también en gran medida con el conocimiento que
el coordinador posea acerca de sus dinamismos inconscientes y de sus propias escenas
internas, "capturadas" en el aquí-ahora de la escena grupal. Indudablemente, están en
juego los valores y la ética del coordinador, que incluye la propia ideología que evitará
imponer al grupo.
Ahora bien, ¿qué lugar ocupa este dispositivo cuyo objetivo es producir efectos de
discernimiento, efectos de análisis, en nuestro particular momento social? Los cambios
en las modalidades vinculares que caracterizan esta época denominada posmoderna, con
sus urgencias, el aumento de la individualidad consumista, lindante con el otro borde, la
masificacíón, el acento en el tiempo presente, la dificultad para hacer proyectos y el
incremento de la violencia, nos hace interrogarnos sobre la legitimidad de una posición
teórica y una práctica que busca recuperar y resignificar la historia, que propone la
interrogación. Si bien es cierto que el ser humano aparece hoy en día mucho más frágil
y sujeto a su presente, no deja de ser una construcción histórica con todas las
contradicciones inherentes al hecho de ser un eslabón en la cadena generacional y estar
atravesado por peculiares cirscunstancias sociales.
El precario lugar del coordinador conlleva la necesidad de conocer los atravesamientos
sociales pero sin aceptarlos pasivamente, intentando "desnaturalizarlos". Esto implica
mantener presentes las contradicciones, sostener el lugar de la diferencia, aunque por
momentos esto determine un espacio de soledad.
Frente a la expectativa de obtener respuestas de cierre, completas, búsqueda de un saber
rápido que se adhiera sin esfuerzo, el mantener viva la pregunta implica también
sostener la necesidad permanente de un interlocutor, no a modo de espejo, no a modo de
doble , sino con toda la riqueza del encuentro con un otro, tolerando las diferencias.

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Los episodios de intolerancia, destrucción y muerte que hemos vivido recientemente
sólo pueden intentar ser metabolizados a través del encuentro con el otro en un
dispositivo grupal. Este se constituye en la posibilidad de construir una nueva piel para
contener y poner palabras a vivencias que han dejado en carne viva.
Frente a expresiones tan intensas de desamparo, de sin sentido, el trabajo grupal en
grupos de reflexión es también un instrumento privilegiado para la prevención. Genera
la posibilidad de construir redes de sostén. Estas redes se constituyen en matrices
transicionales que ofrecen apoyatura y pertenencia, pero también desprendimiento y
noción de límites, presencia y finitud, liga- duras pero también marcas nuevas, dando
lugar a una construcción subjetiva permanente. Finalmente, el trabajo con los grupos
aparece como un instrumento prioritario en el intento de reforzar los lazos comunitarios
de solidaridad.

BIBLIOGRAFIA
Anzieu et al. - El Trabajo Psicoanalítico en los grupos. Ed. Siglo XXI
Kaës, R. - Le Groupe et le Sujet du groupe. Ed. Dunod. París 1993.
Kaës, R. - La Parole et le Lien. Ed. Dunod. París 1994.
Selvatici, M.R. de - El encuadre grupal psicoanalítico. 3as Jornadas Dto. de Grupos de la
AAPPG. 1991
Selvatici, M.R. de - La interpretación, acto de conocimiento dador de libertad. 4as
Jornadas Dto. de Grupos de la AAPPG. 1992

Sternbach, S. - Grupos y macrocontexto. Ficha AAPPG.

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