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mite así la descodificación de un verdadero sistema de pen

samiento que no es inmediatamente accesible en todos sus ni

veles a nuestros hábitos de pensamiento.

Por consiguiente, lo que, de partida, habría constituido el

principal obstáculo epistemológico para el análisis riguroso de

los mitos griegos sería más su excesiva proximidad, su presen

cia aún demasiado «natural» en el universo mental del Occiden

te, que su singularidad, su rareza. Así se explica que los pro

gresos más espectaculares de las investigaciones mitográficas

en la época contemporánea se inscriban más en el activo de los

antropólogos y los etnólogos que en el de los helenistas que sin

embargo trabajan con un material desde hace mucho tiempo in

ventariado, clasificado y comentado. Indudablemente se necesi

taban dos condiciones para que se renovaran las perspectivas

tradicionales en la aproximación al mito. Era necesario, pri

mero, que los conocimientos relativos a la Antigüedad clásica

dejaran de encontrarse mezclados con el saber general de los

doctos, dejaran de estar integrados, como lo estuvieron desde

los siglos XV al xvxn europeos, en una «erudición» cuyo origen

se remonta a la época helenística: en resumen, que los hechos

antiguos comenzaran a situarse a una distancia a la vez histórica

y c u ltu r a l16. En segundo lugar, y sobre todo, era necesario que

los mitos griegos dejaran de constituir el modelo, el centro de

referencia de la mitología, que, con el desarrollo de una ciencia

comparada de las religiones, fueran confrontados con los mitos

de otras grandes civilizaciones no clásicas y, mediante la apor


tación de las investigaciones etnográficas, con los de los pueblos

sin escritura. A través de este doble movimiento, por una parte

de alejamiento de la Antigüedad (que permite concebir el hele

nismo como un momento histórico, un mundo espiritual par

ticular que tiene sus caracteres propios), y, por otra, de acer

camiento de los mitos griegos a los de otras poblaciones (que

perm ite contemplar lo mítico, bajo la diversidad de sus formas,

como un nivel del pensamiento en general) se han definido los

grandes rasgos de la problemática contemporánea referente al

universo del mito.

16 Cf. B. Bravo, Philologie, histoire, philosophie de l'h is to ir e , Varsovia, 1968.

190 Jean-Pierre Vernant

I I . ESBOZO DE UNA CIENCIA DE LOS MITOS

Uno y otro movimiento se inician hacia el final del siglo xvm:

por una parte se produce, especialmente en Alemania, el des

pegue de los estudios de filología histórica, con lo que la his

toria se asocia a la erudición de la que antes se había separado

(en lo que concierne a la Antigüedad, la historia era la misma

que habían escrito los antiguos con la pluma de Heródoto, Tu

cídides, Polibio, etc.); al mismo tiempo, el romanticismo, y des

pués el hegelianismo, desarrollaban las nociones de Volk, Volksgeist y Weltgei'st, que,


prefigurando nuestros conceptos de cul

tura y civilización, podían aplicarse en particular al mundo

griego. Por otra parte, ya en 1724, el padre J. F. Lafitau había

establecido un paralelo, que iba a ser recogido por De Brosses,

entre las leyendas en las que creían los griegos y las supersti
ciones de los indios del Nuevo M undo17. Esta convergencia re

conocida entre la mitología de Grecia, madre de la civilización

y nodriza de la razón, y la de los salvajes de América iba a

suscitar públicamente, tras el fracaso de las interpretaciones

simbolistas de F. Creuzer, un escándalo que las tres grandes

escuelas cuyos enfrentamientos dominan el campo de los estu

dios mitológicos a fines del siglo xix, se esforzarían igualmente

por aprovechar18: si se rechazan las explicaciones demasiado

fáciles y gratuitas de tipo alegórico, ¿cómo explicar, en el pue

blo que alcanzó «los límites de la civilización», este lenguaje

«insensato e incongruente» que narra historias «salvajes y ab

surdas» 19 y atribuye a los dioses «cosas que harían estremecerse

al más salvaje de los pieles r o ja s 20»: todas las abominaciones

del parricidio, el incesto, el adulterio, la sodomía, el homicidio

y el canibalismo? ¿Cómo justificar la presencia, al lado de la

razón más depurada, de este elemento irracional del mito, que

recuerda el lenguaje «de una mente afectada temporalmente por

la demencia»21? En una palabra, ¿cómo es posible que la barba

rie aparezca, a través del mito, inscrita en el corazón mismo de

17 J.-F. Lafitau, Moeurs des sauvages américains comparées aux moeurs

des prem iers temps, 4 vols., Paris, 1724; De Brosses, Du culte des dieux

-fétiches ou parallèle de l’ancienne religion de l’Eg yp te avec la religion

actuelle de la Négritie (s. 1.), 1760.

“ Seguimos aquí a M. Détienne, de cuyo estudio titulado Mythe et

langage tomamos las referencias a A. Lang y M. Müller.

19 A. Lang, La mythologie, Paris, 1880, p. 20.


30 M. Müller, Nouvelles leçons sur la science du langage, trad, de G. Ha

rris y G. Perrot, Paris, 1968, p. 115.

n A. Lang, op. cit., p. 63.

Razones del mito 191

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