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tiempo de ocio.

47 Por lo que se refiere a la juventud de los ilotas, la fina

lidad de una existencia dedicada a los pónoi,al trabajo, es distinta. Para

éstos supone algo similar al asno que lleva su carga o al buey que tira del

arado, manifestación de su condición infrahumana, de su naturaleza he

cha para la servidumbre. Para los otros se trata de un período de prue

bas, en el curso del cual lo que constituye para los ilotas una especie de

sello definitivo certificador de su atimía,de su oprobio, deviene condi

ción indispensable para poder tener acceso en el futuro a los honores y

la gloria.48

Lo mismo sucede con el látigo. Según los griegos, los hombres li

bres, los ciudadanos, no pueden ser azotados. Pero los ilotas están so

metidos, sin la menor causa ni justificación, al capricho de sus amos, no

tanto para castigarlos como para demostrarles y convencerles de que

no han nacido ni están hechos más que para padecer el látigo.49 El láti

go es el compañero también, a lo largo de su juventud, del futuro ciuda

dano de Esparta. En el horizonte de su primera infancia aparecen cons

tantemente, además de los cuidadores, los mastigophóroi,los portadores

del látigo.50 Se castiga a los muchachos con los azotes cuando cometen

alguna falta o para enseñarles a obedecer a quienes están por encima de

ellos: a su jefe, a sus mayores, a la ley. Azotar así a la élite de la juventud

libre, aplicar un tratamiento infamante a aquellos a los que se prepara

para las más altas dignidades de Estado supone desde el punto de vista

griego, más que una paradoja o una contradicción lógica, todo un escán

dalo.51 También algunos relatos más o menos fabulosos dan a entender

que las matronas azotan a los jóvenes todavía solteros obligándoles a gi

rar alrededor del altar,52 como también que los jóvenes debían todos los

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