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Schilder Paul Imagen Y Apariencia Del Cuerpo Humano
Schilder Paul Imagen Y Apariencia Del Cuerpo Humano
Imagen y apariencia
del cuerpo humano
Estudios sobre
las energías constructivas
de la psique
Presentación de la edición castellana
de E. Eduardo Krapf
^ Ediciones Paidós
Barcelona - Buenos Aires
Titulo original: The image and appearance o f the human body. Studies in the-
constructive energies of the psyche
Publicado en inglés por International Uníversities Press, Inc., Nueva York
Cubierta de V. Viano
ISBN: 84-7509-231-4
Depósito legal: B-30.843/1983
Impreso en Huropesa;
Recaredo, 2; Barcelona
Eo E duardo K r a p f
Pág.
PRESEN TA CIO N ................................................................................................................. 7
P R E F A C IO ............................................................................................................ ... -- 11
INTRODUCCION............................ .................................... .................................................... 15
PARTE PRIMERA
PARTE TERCERA
APENDICE 1
APENDICE II
Algunas imcion.es sobre la anatomía y fisiología del sistemu nervioso . . . . ... . . 275
Bibliografía eo ** . . . . .. .. . . 8„ oo' .. 291
PREFACIO
Los problemas de que nos ocupamos en este libro nos llamaron la atención
hace ya muchos años. Lo que primero despertó nuestro interés fueron las
observaciones clínicas de las lesiones cerebrales que dificultaban la dife
renciación entre la izquierda y la derecha. Después de estas investigaciones
llegamos a una conclusión preliminar que se materializó en un pequeño
estudio sobre el Korperschemw (Esquema corporal), publicado en 1923,
Tratábamos allí de estudiar aquellos mecanismos del sistema nervioso cen
tral que tienen importancia para la construcción de la imagen espacial
que todos tenemos de nosotros mismos. Ya entonces comprendíamos cla
ramente que un estudio de ■esta naturaleza _debía basarse, no sólo en la
fisiología y la neuropatología, sino también en la psicología. Decíamos
allí: “Sería erróneo suponer que la fenomenología y el psicoanálisis deben
o pueden separarse de la patología cerebral. A nuestro juicio, la teoría
del organismo puede y debe ser incorporada a una teoría psicológica que
vea la vida y la personal.dad como una unidad”. No hemos desechado*
pues, el conocimiento proporcionado por el psicoanálisis, con sus meca
nismos psíquicos, para dilucidar los problemas de la patología cerebral»
El estudio de los mecanismos cerebrales de la percepción y la acció®
contribuyó a procurarnos una comprensión más profunda de las actitudes
psicológicas; Siempre hemos sido de opinión de que no existe ningún
abismo entre lo orgánico y lo funcional. La mente y la personalidad son
entidades ■tan eficaces como el organismo. Los procesos psíquicos poseen
raíces comunes con otros procesos que tienen lugar en el organismo. Pos
teriormente, descubrimos que esta actitud guardaba una estrecha corres
pondencia con las mejores "tradiciones de la psiquiatría norteamericana,
tal como aparece representada en la obra de Adolph Meyer, William A.
White y Smith •Ely Jelliffe. Esta misma actitud también es inherente a
la teoría psicoanalítica. Vista desde este ángulo, la psicología es necesa
riamente psicobiología (según la expresión de Adolph Meyer), por lo cual
podría denominarse, asimismo, “Naturwissenschaftliche Psychologie”. Con
sideramos, por último, que también la posición de los psicólogos de la
gestalt es similar. Para estos psicólogos, la gestalt se halla en el mundo
exterior y también en los procesos fisicoquímicas correlacionados con los
procesos psíquicos donde aparecen los principios de la gestalt. •• .
• Una psicología de este' tipo debe hacer recaer el acento, necesaria
mente, sobre la acción, sin considerar 'que el organismo sea en sus aspectos
psíquico y somático, un ente teórico con cualidades meramente perceptivas
(percepciones, imaginaciones y pensamientos). Percepción y acción, im
presión y expresión forman, de este modo, algo unitario, y el conoci
miento y la acción adquieren una estrecha relación •recíproca. La acción
humana, erróneamente juzgada en la filosofía de Bergson y artificialmente
dividida por Kant en razonamiento práctico y puro, recobra, así, toda
su dignidad. Fácil es ver que el pragmatismo de James y el instrumenta-
lismo de John Dewey expresan el mismo principio, pero de manera filo
sófica. Por nuestra parte, también en este aspecto nos aproximamos más
de lo que creíamos por entonces, en trabajos anteriores (por ejemplo en
nuestra obra Ideen zur Naturphilosophie), a la corriente de la filosofía
americana. Esta filosofía y psicología biológicas, organicistas, tienen su
punto de partida en una actitud realista e ingenua y no les preocupan
las dudas acerca de la realidad del mundo externo. Sus representantes se
sienten con pleno derecho a adoptar este punto de vista, no sólo por la
especulación y el razonamiento filosóficos, sino también por el enfoque
.concreto de los problemas más recónditos de la conducta humana.
En Alemania, el pensamiento filosófico siguió otra dirección. Muchos
filósofos y psicólogos alemanes sintieron que existía una psicología que
no era “Naturwíssenschaftlích”, sino mucho más importante, esto es, “Gei-
steswissenschaftliche”, cuyo objeto de estudio lo constituían los problemas
centrales de la historia, la ética y la personalidad humana en general. Sin
embargo, no logramos ver ninguna difereñcia fundamental entre.la inda
gación de los problemas de la personalidad y la conducta humana por
una parte, y la indagación de la estructura de la naturaleza, por la otra.
En ambos terrenos deben encontrarse los entes y sucesiones típicos, y tam
bién en ambos la ciencia procura hallar los entes esenciales, su estructura,
su génesis y sus relaciones más o menos típicas. En la naturaleza emergen
de continuo nuevas cualidades, nuevos entes, nuevas configuraciones. Todo
compuesto químico nuevo, presenta cualidades que no podían preverse por
completo, formando una nueva unidad o gestalt. En el mundo organicista,
C. Lloyd Morgan llamó la atención sobre la evolución emergente, seña
lando la permanente creación de entes orgánicos no previstos. Una crea
ción es, en este sentido, una cualidad general de la existencia, y esta
creación tiene lugar constantemente, tanto en el mundo inanimado como
en el de los seres vivos.
En este libro hemos tratado de alcanzar un conocimiento más pro
fundo de la naturaleza del proceso creador, haciendo resaltar el esfuerzo
psíquico constructivo mediante el cual se crean nuevos entes. La evo
lución y las gestalten emergentes dentro de la esfera psíquica no son
meros datos que se nos dan como un regalo; lejos de ello, debemos luchar
para obtenerlos. No son “instancias dadas” sino “instancias adquiridas”.
En concordancia con este punto de vista, deberá considerarse la filosofía
y la psicología como ramas del saber esencialmente idénticas, salvo la
misión ulterior de la filosofía de correlacionar los demás datos de la ex
periencia con los de la psicología. - ...
De esta actitud general se desprende que hemos procurado resolver
los distintos problemas presentados mediante el cuidadoso estudio de los
hechos, de la patología cerebral y de la psicología. Nuestro método es
completamente empírico, o, para usar una palabra eaída en el descrédito,
psicologístico. Pero la psicología, de acuerdo con nuestra posición, significa
la observación fiel de los datos empíricos de la vida psíquica, sin permitir
que intuición o razonamiento alguno traspongan ese límite. La psicología
también correlaciona las experiencias relativas al mundo exterior y al
cuerpo con las experiencias internas. Todo sistema' psicológico que des-
; deñe el enorme ensanchamiento del horizonte proporcionado por Freud y
el psicoanálisis, pasará por alto infinidad de importantes experiencias.
Pero esta afirmación no supone, por supuesto, ’ la aceptación total de la
teoría psicoanalítica. No creemos que la idea freudiana básica de que
nuestros deseos tienden a arrastrarnos a etapas anteriores, conduciéndonos
hacia un estado de reposo, sea una descripción correcta de las experiencias
internas y externas. Nosotros insistimos en el carácter constructivo de las
fuerzas psíquicas y nos negamos a tomar por centro de la teoría de la
conducta humana la idea de la regresión. Pensamos, asimismo, que Freud
tendió a hacer caso omiso de los principios de la evolución emergente o
«—para utilizar una expresión más apropiada— de la evolución construc
tiva, que conduce a la creación de nuevas unidades y configuraciones.
Es evidente que las observaciones anteriores no constituyen más que
un programa para ulteriores búsquedas. No creemos que el alcance limitado
de este libro *nos permita mucho más que el mostrar el' camino a lo
largo del cual debe buscarse, a -nuestro juicio, la solución del problema.
Nuestro libro es tan sólo una investigación empírica sobre la “imagen’*
del cuerpo humano. Y es ésta, por cierto, una de las cuestiones capitales
de la psicología. Wemicke lo entendió así, cuando habló de “somatopsi-
que”, pero distinguió otras dos esferas de orientación, a saber: la orien
tación en el mundo exterior (alopsique) y la orientación en nuestra inte
rioridad (autopsique). La autopsique y alopsique no son los objetos de
esta investigación. En efecto, no es posible siquiera realizar una tentativa
preliminar _de resolver el problema general, si no se han'‘investigado pre
viamente, con todo cuidado, las otras dos esferas de la experiencia humana.
Nos apresuramos a declarar, pues, que nuestro libro representa una ten
tativa incompleta. Sólo enfoca, efectivamente, una parte del vasto reino
de la psicología y la filosofía empíricas.
En razón de las tendencias generales de este volumen, fue necesario
estüdiar un considerable material empírico dentro de la esfera de la pa
tología cerebral y de la psicología. Sin .embargo, hemos tratado de ponerlo
al alcance aun de aquellos lectores poco familiarizados con los hechos de
la neuropatología y del psicoanálisis, agregando una breve interpretación
de los hechos básicos utilizados en esta obra. Aunque lo hemos dedicado
fundamentalmente a los neurólogos, psicólogos y filósofos, esperamos, pues,
que nuestro libro también resulte de provecho- al círculo más vasto de los
lectores no especializados.
INTRODUCCION
Tal como vimos anteriormente, Head destaca el hecho de que aun cuan
do se conserve la imagen visual y esté afectado el sentido de la postura, el
individuo podrá mostrar — siempre que retenga la localización táctil— los
puntos en que haya sido estimulado, si bien en el lugar correspondiente
a la postura previa del brazo y no en el brazo mismo, cuando éste cambie
de lugar, puesto que el individuo ignora haber hecho movimiento alguno.
Por lo tanto, Head ve, en la impresión postural, lachase del modelo pos
tural del cuerpo. Hay, entonces, un patrón de las posturas sobre cuya
base se miden todas las percepciones nuevas. Head relaciona directamente
la hipotonía, la flaccidez observada en las lesiones corticales — que con
ducen a una perturbación de la sensibilidad— con una perturbación del
modelo postural del cuerpo.
Nosotros hemos podido verificar por nuestra propia experiencia las
observaciones de Head, en el sentido de que existen casos en que el pa
ciente puede localizar el contacto y precisar qué punto particular del brazo
le han tocado, pero sin lograr determinar la posición ocupada por el
brazo en el espacio. Sin embargo, no ..podemos aceptar su conclusión de%
que ello demuestra que el modelo postural se basa en la postura. Por el
contrario, nos inclinamos a pensar que todo cuanto demuestra es que.
ahora hay una imagen óptica del cuerpo que guarda relación con la per*
cepción. Estas mismas observaciones refirman la importancia de la parte
óptica del modelo postural del cuerpo.
No estará de más llamar la atención aquí sobre una observación que'
publicamos hace ya algunos años1. . Tratábase de una paciente con una
apoplejía de origen luético. Presentaba una seria hemiplejía derecha del
tipo corriente. Padecía espasmos sin importancia y perturbaciones pecu
liares de la sensibilidad, del lado derecho. En la cara, había parestesias.
La sensibilidad a los estímulos térmicos, a las cosquillas y a las corrientes'
farádicas, como así también el sentido de la postura se hallaban afectados.-
clones ópticas y Jdnestésicas, los dedos no parecen formar parte del cuerpo hasta
tanto no se reconstruye el modelo postural. Es notable que también sean el mayor y
el anular los dedos afectados con mayor frecuencia en los casos de agnosia digital.
sino que despiertan también un conocimiento vago y general mediante el
desarrollo en un plano que ya no contiene la experiencia más primitiva.
La primera experiencia no es, por lo tanto, “fundierender Inhalt^, sino que
representa la primera aparición embrionaria de lo que más tarde habrá
de alcanzar plena existencia. Y al servimos de esta metáfora, lo hacemos
pensando que es algo más que una mera metáfora. Sin embargo, sólo que
remos destacar con ella que la estructura embrionaria ya no se halla pre
sente en la estructura del organismo desarrollado. Sólo perdura como
historia, como pasado, como matriz.
No cabe ninguna duda de que Meinong ’y su escuela tienen razón
cuando se refieren a la producción de la forma final. Pero han pasado
por alto el hecho de que no es sólo una producción* sino también-una
reconstrucción completa. Han omitido considerar, asimismo, el activo y
continuo trabajo psíquico que tiene lugar en este proceso constructivo y
productivo. El proceso entero se halla guiado por continuos contactos con
la realidad, que son los que hacen posible la forma final. En realidad, no
nos dan «1 modelo postural del cuerpo, necesario para .'iniciar cualquier
movimiento, sino que debemos adquirirlo mediante un activo proceso con
sistente en colocar las partes nuevas de la realidad al alcance de la mente
activa. La apariencia final, la gestalt, es, entonces, él-Tesultado de una
actividad interna y de una acción. Los tirones musculares del caso de
Goldstein y Gelb, los movimientos de tanteo en la ilusión japonesa son
la prueba definitiva de que aquí se trata de una actividad y de que toda
actividad tiene algo que ver con las inervaciones y la mótilidad.
Este activo proceso determina, en primer lugar,vel lado que debe
actuar, y después, el miembro y la parte específica de dicho miembro. Al
mismo tiempo, debe tenerse en cuenta la relación del miembro con el
resto del cuerpo. Estas posibilidades se obtienen sólo merced a un con
tinúo esfuerzo. Es evidente que la elección de un miembro para ejecutar
una acción es el primer acto de la acción como tai En la prosecución de
dicha acción, son de suma importancia los aparatos cortical y subcortical
de la mótilidad, que posteriormente garantizan la continuación del movi
miento. Se desprende de aquí, claramente, el principio de que los cuadros
e imágenes significan movimiento. .
No es mucho lo que sabemos acerca de los procesos psíquicos que
tienen lugar cuando el movimiento es continuado. Es probable que sean
los reguladores sensomotores los que desempeñan aquí el papel más im
portante. O dicho con otras palabras, se trata en este caso de una función
orgánica que sólo proyecta vagos reflejos sobre la conciencia. Pero no
cate ninguna duda de que el conocimiento de las direcciones generales del
espacio del plano en que tiene lugar el movimiento, no debe faltar en
ningún instante. La dificultad para arribar a una clara formulación sobre
la dirección del movimiento reside, en última instancia, en el hecho psi
cológico de que el factor más importante en cualquier movimiento es la
tensión interna entre la meta y la iniciación. De algún modo, todo movi
miento se basa en las estructuras que se extienden entre la iniciación y el
fin del movimiento. Martin no logró encontrar muchas representaciones
una vez comenzado el movimiento. El movimiento como tal provoca de
continuo nuevas sensaciones de tipo kinestésico y táctil, que penetran en
el campo de tensión y se convierten, a su vez, en tensiones.
Psicológicamente, las tensiones y energías al iniciarse un movimiento
son completamente diferentes, por supuesto, de aquellas que es dable obser
var en cualquier otro punto del desarrollo del movimiento. La caída de
la energía tiene una complicada estructura y cada movimiento aislado posee
su melodía específica. Los objetivos de un movimiento pueden ser múl-
•tiples y variados. Puede tratarse de una meta en el mundo exterior, dentro
del espacio externo, o bien puede ser un objetivo comprendido dentro deí
la región del propio cuerpo. Y, por último, puede tratarse de alcanzar
un punto particular o de actuar con un objeto determinado.
Las experiencias en el terreno de la patología — que aquí no nos pode
mos detener a analizar— nos llevan a la conclusión de que el espacio
psicológico referente al propio cuerpo difiere del otro espacio. Por lo tanto,
el espacio presenta, desde el punto de vista psicológico, una falta de homo»
■geneidad. El espacio exterior y el espacio corporal difieren en su estructura.
Así, en la patología se registran casos en los cuales el sujeto no puede
encontrar correctamente un punto del mundo exterior, en tanto que '.sí es
capaz de localizar ciertos puntos del propio cuerpo, mediante una acción
correcta16.
(13) El fantasma
Una de las expresiones más claras de la existencia del modelo postural ':-
del cuerpo es el llamado “fantasma” de las personas que han sufrido una
amputación. Parece ser que para que se produzca este fenómeno es necesaria
. la pérdida repentina del miembro. En la experiencia se han observado
fantasmas de brazos, piernas y también de pechos y falos. El primero que
observó este fenómeno fue "Weir MitchelL La mayoría de los investigadores
ha comprobado que el fantasma se halla representado principalmente por
sensaciones táctiles y kinestésicas. Pero nosotros hemos advertido que casi
siempre hay también imágenes ópticas relativas al fantasma. Al principio,
el fantasma suele adoptar la forma de la extremidad perdida, aunque con
el transcurso de los años va cambiando de forma, desapareciendo agunas
de sus partes. Cuando se trata del fantasma de un brazo, la mano se acerca
al codo, o en los casos extremos, puede situarse inmediatamente sobre el
lugar mismo de la amputación. También ocurre que la mano se haga más
pequeña, asemejándose a la de un niño. Fenómenos análogos se registran
cuando se trata de una pierna. La posición del fantasma suele ser rígida,
y según Katz y Riese coincide, a menudo, con la posición que ocupaba
cuando el paciente perdió el miembro. Es, entonces, como si el fantasma
tratara de perpetuar el último momento de vida del miembro.
El fantasma se rige por sus propias leyes. Cuando se mueve el brazo
hacia un objeto rígido, el fantasma se dirige hacia dicho -objeto. Incluso
puede llegar a atravesar el propio cuerpo del paciente, tal como pudimos
comprobar en uno de nuestros casos. En uno de ellos, al -principio el pa- -
cíente sentía en la pierna fantasma el maléolo, los dedos y el talón. Poste
riormente, este último desapareció. Podemos tener la certeza de que en
todos estos fenómenos de conformación o desaparición de determinadas
partes, como así también en los desplazamientos de la posición de manos
y pies hacia el muñón, trátase de procesos centrales. Estos hechos pueden
proporcionarnos una visión más acabada de la estructura del modelo pos
tural del cuerpo.
Puesto que la mano y el pie del fantasma perduran más tiempo y
muestran una mayor resistencia, cabe concluir que las representaciones psi
cológicas de dichas partes deben diferir de las de otras partes del cuerpo.
La mano nos proporciona más sensaciones que cualquier otra parte del
cuerpo; pero más correcto sería decir que es la parte del brazo que guarda
la relación más estrecha con el mundo exterior; relación ésta que se tra
duce en múltiples vínculos con los objetos externos. Las demás partes del
brazo tienen, en comparación, un escaso contacto con la variada experien
cia que suministra el tacto. Arribamos, así, a la conclusión general de que
el modelo postural del cuerpo se desarrolla, sobre todo, mediante el con
tacto con el mundo externo, y que aquellas partes de nuestro cuerpo que
guardan un contacto estrecho y múltiple con la realidad, son las más
importantes. El pie es la parte que nos proporciona el contacto más íntimo
con la tierra. Parece ser que los contactos de la parte anterior de los dedos
son más variados que los del.talón, de modo que no cuesta comprender por
qué desapareció el talón en el caso de nuestro primer paciente.
El papel desempeñado por las parestesias en la construcción del fan
tasma ha constituido siempre un verdadero problema. Antes de abordar
su análisis, quisiéramos mencionar la observación de un caso que perdió
por una amputación (después de un accidente automovilístico) las últimas
dos falanges de los dedos mayor y anular de la mano izquierda. Inmedia
tamente después de la operación, experimentó un vivo dolor y, junto con
él, la vivida impresión táctil de los dos dedos doblados dolorosamente en
la primera articulación interfalángica. Las parestesias, junto con los do
lores, desempeñaban por entonces un importantísimo papel. Las imágenes
ópticas se hallaban vinculadas casi regularmente con la percepción táctil.
Una vez desaparecido el dolor, el fantasma persistió, pero con la diferencia
de que los dedos ya no aparecían doblados sino normalmente estirados.
También entonces era evidente la vinculación con las parestesias. Guando-
quiera que las parestesias se hacían más fuertes, el modelo postural táctil
y óptico de los dedos tornábase más y más vivido. A menudo, el sujeto
sentía los extremos concretos de los dedos amputados en su lugar corres
pondiente; pero aunque tenía la sensación de la piel normal de la yema,
ésta le parecía más pequeña, y otro tanto ocurría con el resto del fantasma.
A veces, el sujeto sentía en el lugar de la amputación yemas y uñas, y ex
perimentaba un vivo dolor en el extremo de la uña. Después de algunos
meses, las parestesias desaparecieron junto con el fantasma. Dicho fantasma
de los dedos era, pues, un vivido fenómeno sensorial. Pero sin una base
sensorial, el paciente olvidó con frecuencia que le faltaban los dedos.
E n con tram os, así, dos fenómenos distintos, a saber: la presencia del
fantasma y el olvido del defecto. El fantasma depende evidentemente de
las parestesias. No hay por qué extrañarse, entonces, de que Pitres, Son-
ques y Poisot bayan comprobado qiie la cocainización de los nervios haga
desaparecer el fantasma. Gallineck y Forster también lograron eliminar el
fantasma mediante modificaciones periféricas. Adler y Hoff disminuyeron
la percepción del fantasma aplicando cloruro de etilo al muñón. Pero no
cabe ninguna duda de que los fenómenos periféricos no bastan para ex
plicar la imagen del cuerpo, tal como aparece en el fantasma. Vale la
pena hacer notar que en los experimentos realizados por Adler y Hoff
la aplicación del cloruro de etilo en uno de los costados también influ
yó sobre el modelo postural del cuerpo del otro costado. Es indudable
que sólo es posible interpretar los fenómenos de ese tipo cuando se su
pone que la imagen corporal y el fantasma se basan en un complicado
mecanismo cerebral- Por consiguiente, las parestesias, las sensaciones pe
riféricas sólo son un factor activante. Frecuentemente hemos llamado la
atención sobre el principio general de que no debemos preguntarnos si
un fenómeno es periférico o central, sino más bien “cuáles son los compo
nentes periféricos, y cuáles los centrales deLfantasma”. Descartamos con esto
el punto de vista de que periferia y centrólse oponen mutuamente.
También puede darse el caso de un fantasma, aun cuando el miembro
no se haya perdido. Mayer-Gross observó el surgimiento de un fantaJma
tras el completo desgarramiento de los nervios del plexo braquial y la lesión
transversa de la médula espinal. Zadór: logró provocar un fantasma en
el brazo izquierdo de un caso de poliomielitis, aplicando el tubo de Es-
march. Pero no es posible establecer a punto fijo cuál es la relación entre
estos fantasmas coexistentes con la presencia del miembro real, y aquellos
que reemplazan un miembro amputado. Es muy difícil provocar en los
sujetos normales imágenes, más o menos vividas de sus propias extremi
dades» Y la existencia de múltiples diferencias individuales queda cate
góricamente demostrada por los protocolos de Kanner y Schilder. Estos
miembros imaginados también pueden ser más pequeños que los reales.
Cualquier tentativa por parte de un sujeto normal de imaginar uno de
sus propios miembros en movimiento, cuando se halla -en reposo, puede
provocar fenómenos parecidos, por muchos conceptos, al del fantasma. Sin
embargo, los verdaderos fantasmas se apoyan en otra base.
Head informa que en un caso el fantasma desapareció después de
una operación cerebral. Hasta donde alcanza nuestro conocimiento, rio
se ha proporcionado ninguna comunicación detallada del suceso.
Cabe preguntarse: ¿qué significan realmente estos fenómenos? ¿por
qué se encoge el fantasma? Katz es de opinión de que retorna la auto-
experiencia de la infancia. Por nuestra parte, estamos convencidos de que
en muchos casos podrá comprobarse la corrección de esta teoría. Pero
en el caso mencionado más arriba, referente a los dedos amputados, por
lo menos es posible otra interpretación. Las parestesias marcan, en cierto
modo, el punto hacia donde marcha el esquema del cuerpo. También
sabemos que los puntos con sensaciones fuertes constituyen siempre las
señales hacia las cuales es arrastrado el modelo postural del cuerpo. Por
consiguiente, la tendencia a poseer un dedo completo debe adaptarse al
espacio disponible, de lo cual resulta una imagen más pequeña del cuerpo.
Probablemente, de acuerdo con las experiencias psicológicas generales,
el modelo postural del cuerpo esté presente en nosotros con su forma ori
ginal. Esta conclusión se basa en las conversiones continuas del modelo pos
tural del niño en el modelo postural del adulto. Existe una larga serie de
imágenes; pero una de las importantes características de la vida psíquica
es la tendencia a multiplicar las imágenes y a variarlas con cada nueva
multiplicación. Es una de las características inherentes a nuestra vida psí
quica el cambiar constantemente nuestras imágenes; así, las multiplica
mos de continuo y les conferimos una apariencia distinta. Esta regla
general también vale para el modelo postural del cuerpo. De modo que,
por juego, podemos encogerlo exageradamente y acercamos a la dimensión
liliputiense, o bien lo podemos transformar en un gigante. Poseemos, pues,
un número casi ilimitado de imágenes corporales. Probablemente la per
sona amputada procura encontrar, más o menos por juego, una' imagen
utilizable. Cuando el fantasma es pequeño, es posible devolverle el tamaño
normal mediante la hipnosis. De igual modo, si la maiiV está pegada al
cuerpo, se la puede ubicar en su lugar normal, también mediante la hip
nosis (Bedheim). Estos fenómenos se tornan comprensibles cuando ha
blamos de un patrón ya construido del modelo postural del cuerpo, quo
es activado por las sensaciones periféricas. P ero . cuando: nos referimos al
patrón ya construido, no debemos olvidar que los patrones psicológicos no
son una cosa estática, sino una tendencia y una función. El patrón de
la imagen. corporal consiste en los procesos que construyen y elaboran
ayudados por las sensaciones y la percepción; pero los procesos emocio
nales son la fuerza y fuente de energía de estos procesos constructivos, a
los cuales guían.
Nosotros estamos acostumbrados a tener un cuerpo completo. El fan
tasma de una persona amputada es, por ló tanto, la reactivación, por
parte de las fuerzas emocionales, de un patrón perceptivo determinado.
Sólo es posible comprender la gran variedad de fantasmas cuando se
consideran las reacciones emocionales de los individuos ante sus propios
cuerpos. Uno de los pacientes de Betlheim estaba convencido de que su
brazo derecho había sido guardado en alguna parte y le sería devuelto.
Éstos son fenómenos muy semejantes a los observados en los casos de
no percepción. Estos pacientes pueden sentir, en efecto, que sus miembros
sanos se hallan en alguna otra parte. Cabe mencionar aquí un interesante
caso estudiado por Kogerer. Trátase de una mujer, de 58 años, que, siete
años antes de ponerse en observación, había sufrido una serie de ope
raciones relacionadas con una infección séptica en el dedo mayor de la
mano derecha. Finalmente, la extremidad había tenido que ser amputada.
Actualmente la paciente siente la mano cerca del hombro. Todavía siente
algunas de las heridas de la operación de manera sumamente penosa, es-
peclalmente las de aquellas operaciones que tuvieron lugar después de la
primera extirpación (relacionada eon el dedo mayor). Las operaciones
habían sido ejecutadas bajo narcosis. Kogerer interpreta acertadamente
este fenómeno, afirmando que la paciente experimenta el dolor de las
heridas correspondientes a aquellas operaciones en que había temido tener
que sufrir una mutilación definitiva.
Es evidente que el cuadro final del fantasma depende, en gran me
dida, de los factores emocionales y de la situación vital. Quizá la forma
en que se construye y aparece en el fantasma el esquema del cuerpo, en
trañe una significación general. Trátase, en efecto, de un modelo de cómo
se desarrolla comúnmente la vida psíquica. Así, mientras algo ocurre en
la periferia del cuerpo, es sólo la interacción entre la periferia y el centro
lo que provoca la aparición final. Esta interacción se basa en la multi
plicación, por juego, de las experiencias psíquicas. La conformación de
las experiencias se sirve reiteradamente de sensaciones concretas. Pero el
verdadero significado, el verdadero sentido de una experiencia obedece a
las actitudes emocionales o, dicho de otro modo, a la situación vital. Nues
tro propio cuerpo y la imagen de nuestro cuerpo son, por supuesto, el
objeto de las emociones más fuertes. Tras la amputación, el individuo debe
enfrentar una situación enteramente nueva; pero puesto que lo hace con
disgusto, trata de mantener la integridad de su propio cuerpo. Según Riese,
el fantasma es la expresión de una dificultad para adaptarse a un defecto
súbito producido en una importante parte periférica del cuerpo. Hasta
ahora hemos hablado como si el fantasma permaneciera siempre inmóvil;
pero lo cierto es que muchos sujetos lo sienten moverse espontáneamente,
o bien pueden moverlo a voluntad.
En uno de nuestros casos (amputación del muslo) cada movimiento
de la pierna sana provocaba en el paciente la impresión de que el fan
tasma se movía de manera idéntica. Y toda vez que el paciente sentía
moverse a la pierna fantasma, se movían los músculos del muñón. Siempre
se observaba un vivido juego en los músculos del muñón, pero es fácil
demostrar que esta impresión de movimiento en el fantasma no se debía
ai movimiento de los músculos del muñón, puesto que también los movi
mientos de los dedos y del pie de la pierna sana eran transmitidos a la
pierna fantasma, siendo que la amputación había tenido lugar a la altura
del muslo. Y aun cuando fuera transmitida una inervación del muslo de
la pierna sana al de la pierna fantasma, el juego recíproco de los músculos
del muñón no coincidía con el movimiento experimentado en. la pierna
fantasma. Cuando el paciente procuraba mover el miembro fantasma, mo
vía en su lugar la pierna sana.
No todos los observadores han reparado en los movimientos asociados
del fantasma. Así, Katz y E. Meyer, por ejemplo, los pasaron por alto.
A uno de nuestros pacientes, los movimientos del brazo izquierdo siempre
le provocaban la' sensación de cerrar el puño del fantasma, a la derecha.
A partir de las comprobaciones de Curschmann, se sabe que la mayoría
de las personas que han sufrido amputaciones ejecutan movimientos. aso-
ciados con la pierna y el brazo sanos, cuando se les ordena mover el
miembro fantasma. Curschmann explica este fenómeno diciendo que el es
fuerzo provoca movimientos contralaterales simétricos asociados. Encon
tramos, pues, nuevos indicios de la estrecha relación de motilidad que
existe entre ambos lados del cuerpo. Los movimientos simétricos asociados,
contralaterales, se basan en los vínculos y aparatos anatómicos, cuyo centro
está probablemente en los ganglios basales. Todo esfuerzo tendiente al
movimiento habrá de provocar el movimiento simétrico asociado, tal como
lo demostró Curschmann. Pero la transferencia del movimiento desde el
lado intacto al del fantasma sólo es posible interpretarla mediante la teoría
de que el plan del movimiento y la melodía kinestésica cortical del mo
vimiento son transferidos simétricamente al fantasma. Los movimientos
en el muñón ■—que nunca faltan— pueden contribuir a dar a estas im
presiones el colorido más vivido de una sensación. Los movimientos con
cretos no son responsables, ciertamente, de la forma final del movimiento
del fantasma, puesto que a menudo siguen una dirección distinta de la
experimentada en el fantasma. No es necesario detenernos aquí a analizar
las “sensaciones de inervación” (sensaciones provocadas por el impulso
central hacia la inervación). Ese viejo y tan debatido problema ya ha
sido resuelto en sentido negativo.
La patología demuestra claramente que construimos un plan para los
movimientos; que desarrollamos este plan merced a un continuo contacto
con las experiencias concretas; que el plan como tal, ya existe al iniciarse
la actividad motriz, y, por último, que la actividad motriz se origina a
partir de una intención de nuestra dirección interna hacia una meta, que
se pone de manifiesto en el movimiento concreto. Cuando el paciente
amputado trata de mover su miembro fantasma,. posee un plan de movi
miento (Bewegungsentwurf). La actividad motriz aflora en el movimiento
contralateral, y la forma en que las múltiples experiencias motrices y ki
nestésicas registradas en el muñón y en el lado contralateral confieren al
plan de movimiento la tangible vivacidad de la impresión de un movi
miento, depende de la estructura total del fantasma. - •• .
Katz no; concedió suficiente atención a la imaginación de movimientos
de miembros én reposo (cf. más anteriormente). Los fenómenos que experi
mentan los sujetos normales en estos miembros imaginados se parecen con
siderablemente a los descritos por las personas amputadas. Existén, sí, mu
chas diferencias individuales en la experiencia similar de la imaginación-
de movimientos con sujetos normales; pero con suma frecuencia se regis
tran tensiones musculares en el miembro real, lo cual provoca sensaciones
musculares que probablemente desempeñan un papel semejante en la ela
boración final de la imaginación, tal como ocurre con las sensaciones que
experimenta la persona amputada, por el movimiento del muñón. Los
movimientos del muñón de la persona amputada merecen mayor atención
de la que se les ha dispensado hasta ahora. Por lo pronto, en.el muñón
se observan permanentemente una cantidad de movimientos irregulares y
de tirones musculares! Dichos movimientos no alcanzan a hacerse cons-
cíentes en la persona amputada. Ésta es incapaz de contrarrestar los im
pulsos inervatorios del muñón, que no guarda ningún contacto inmediato
con la realidad. Los movimientos son la expresión, por lo tanto, de ten
dencias posturales ' que ya no se hallan coordinadas por la . orientación
hacia un objetivo definido del mundo externo. Sólo el contacto con dicho
mundo externo puede suministrar suficientes sensaciones reguladoras.
17 Resulta instructivo comparar este fenómeno con otro que se Basa, induda
blemente, en la persistencia de la inervación muscular, a saber, el llamado fenómeno
de Kohnstamm. Cuando uno inerva un brazo contra una resistencia inmóvil j repen
tinamente nos quitan dicha resistencia, el brazo comienza a moverse en la misma
dirección del esfuerzo, aunque el sujeto no tenga intención de desplazarlo en ese
sentido. El brazo parece levantarse por sí solo — al tiempo que se torna más liviano—*
cuando ejercemos presión contra una resistencia situada por encima del brazo. En
cambio, cuando el brazo ejerce su presión contra una resistencia situada más abajo,
al desaparecer ésta, el brazo se desplaza con un movimiento descendente. No impor
ta, en estos casos, en qué postura haya estado el brazo. Cuando éste ha estado en el
cuadrante inferior ejerciendo presión contra un obstáculo, al desaparecer éste, se le
vanta en la misma forma que cuando ejercía presión contra un obstáculo situado en
el cuadrante superior. El fenómeno de Kohnstamm se basa, ciertamente, en la per
sistencia de la inervación muscular (cf, el trabajo de Matthaeis).
nivel, teniendo los ojos abiertos, al cerrarlos, el brazo M, previamente lei
vantado, comienza a moverse hacia arriba, sin que aquél se dé cuenta.
En efecto, para él es como si el brazo estuviera todavía en la misma
posición. 0 , dicho con otras palabras, tanto la tracción muscular, que
trata de restaurar la antigua posición, como su efecto, permanecen incons
cientes. Se trata, pues, de una impresión engañosa con respecto a la postura
de nuestros miembros en el espacio, y ello puede demostrarse introdu
ciendo variantes en .el experimento.
En nuestra prueba, el sujeto no tiene absolutamente nada que hacer.
Después de haber permanecido el brazo M veinticinco segundos en su
posición, el investigador lo coloca pasivamente a la misma altura que el
brazo IL En los casos en que el brazo haya estado levantado, al sujeto
le parecerá que el brazo M no se halla al mismo nivel que R, sino varios
centímetros más abajo. Cuando el investigador coloca el brazo M, no a
la misma altura que R, sino algunos centímetros más arriba, el sujeto
siente que ambos brazos se encuentran ahora a la misma altura. Iguales
fenómenos ocurren, por supuesto, en el caso inverso, cuando M ha estado
previamente abajo, y, una vez transcurridos los veinticinco segundos, se
lo coloca, primero, a igual altura que R y luego a unós: centímetros por
■debajo de éste. El sujeto siente entonces, primero, que' M está más abajo
que R y luego, en un mismo niveL Llamamos a este -fenómeno “persis
tencia sensorial -del tono”.
El significado teórico de este fenómeno es que 4a. posición normal
del brazo M, después de haber actuado el tono sobre él, es aquella en
que lo coloca la tracción del tono; o bien que el tono dé la persistencia
postural influye sobre la imagen corporal, en el sentido de que ésta sufre
una tracción en la dirección del tono. Por consiguiente, el sujeto expe
rimenta el miembro en una posición opuesta a la dirección de la tracción
muscular. O, para decirlo en términos más generales, el modelo postural
del cuerpo depende de la tracción del tono. Este enunciado tiene una con
siderable importancia ^general. El fenómeno de la persistencia postural es
un fenómeno de codo el cuerpo, y es dable comprobar su existencia en
cada músculo del mismo. Y también en cada postura aislada del cuerpo.
Estamos, pues, ante un fenómeno de significación general.
Hoff y Schilder demostraron que el fenómeno de la persistencia del
tono pertenece al grupo de los reflejos postur ales de Magnus y de De Kleyn
Sabemos que los fenómenos tónicos de este tipo desempeñan un papel fun
damental en el mantenimiento de la postura del cuerpo. Todo movimiento
modifica la tracción muscular de las demás partes del cuerpo. Cuando la
cabeza de un suj eto normal gira, los brazos se desvían hacia el mismo
lado en que se ha vuelto la cabeza. Al mismo tiempo, el brazo del lado
del mentón pasa a ocupar una posición algo más elevada. El sujeto no se
percata de ello, creyendo todavía que ambos brazos se hallan a la misma
altura. Entonces, si uno coloca pasivamente el brazo del mentón en la
misma posición que el otro brazo, al sujeto le parece ahora que está más
abajo. Cierto es que la desviación lateral de los brazos es parcialmente
■consciente, pero aun así, el individuo tiene la sensación de qué los brazos
se hallan menos desviados de lo que realmente «stán.
Las experiencias con casos patológicos demuestran que los mismos
principios valen para los tonos originados en la irritación vestibular, en
lesiones del cerebelo y en lesiones parieto-occipitales. Todos estos tonos
arrastran los miembros a una posición ignorada por el individuo. La
postura normal se convierte, entonces, en aquella postura en que la trac
ción del tono coloca al miembro, Y a partir de esta postura se juzga a
todas las demás sintiéndose siempre el miembro en una posición opuesta
a la dirección de la tracción del tono. Hoff y Schilder demostraron que
los casos cerebelosos presentan una tendencia a una mayor flexión *de la
rodilla, cuando imitan el lado sano con el afectado. Este fenómeno ha sido
denominado de hiperflexión cerebelosa. Esta hiperflexión también perte
nece al grupo de cambios tónicos que influyen sobre el modelo postural
del cuerpo. En consecuencia, al individúo le parece que la pierna está
menos flexiónada de lo que se halla en realidad, y la rodilla (en e !; pa
ciente reclinado) parece estar más abajo que la del lado no afectado, cuando
se la coloca en la misma posición. No cabe ninguna duda de que la: pen
dencia a la desviación cerebelosa, que no podemos analizar aquí detalláÜa-
mente, ejerce la misma influencia sobre el modelo postural del cuerpo.
En síntesis: hay muchos tipos de tono muscular que influyen sobre el
modelo postural del cuerpo. He aquí los más importantes:
: 1) Tono vestibular.
2) Tono de la desviación cerebelosa y tono de hiperflexión cerebelosa.
3) El tono de los reflejos de Magnus y de De Kleyn (reflejos de
actitud y rectificatorios).
4) Los cambios parieto-occipitales en los reflejos rectificatorios.
5) El tono de la persistencia postural.
Dijimos ya que la parte de la piel que se halla tensa, sobre lós huesos,
es percibida de manera nítida. Sin embargo, las partes más importantes
de nuestro cuerpo, son los orificios. Estas partes ofrecen, por supuesto,
sensaciones muy particulares. Cuando respiramos con la boca cerrada ex
perimentamos una cantidad de sensaciones particulares en la nariz. Pero
también cuando respiramos con la boca abierta y no Somos conscientes de
que estamos respirando, o aun si dejamos de respirar, sentimos claramente
el interior de nuestras Harinas. Es importante señalar que las sentimos
cerca del orificio, pero no en el punto exacto de la abertura, sino alrededor
de un centímetro dentro del cuerpo. Ora sentimos allí algo específico, ora
•el fresco del aire. Es como si el cuerpo fuera más sensible a un centímetro,
más o menos, del orificio y de la superficie. Lo mismo vale para la boca.
Paradójicamente, no sentimos la boca donde se abre, sino que la zona más
sensible se halla, también aquí, a un centímetro de la abertura, dentro del
cuerpo. Cuando inspiramos por la boca, sentimos la entrada del aire contra
el velo del paladar; pero la sensación parece experimentarse sólo en el
primer tercio de la boca. Si efectuamos una inspiración muy honda, senti
mos el aire más adentro, en el interior de la boca, pudiendo descender in
cluso a la región esternal, pero sin ir más abajo del extremo del esternón,
y lo sentimos a uno o dós^ centímetros por debajo de la superficie. Llega
mos. así, a la conclusión general de que las zonas más sensibles del cuerpo
se encuentran cerca de los orificios, pero a uno o dos centímetros de pro
fundidad. Verdad es que estas observaciones con respecto a la experiencia
de nuestro propio cuerpo son todavía sumamente incompletas, pero por lo
menos nos procuran una perspectiva inicial.
El orificio de la uretra también es percibido a más profundidad de la
que realmente tiene y otro tanto puede decirse del ano. Ambas aberturas
son experimentadas a uno o dos centímetros dentro del cuerpo. Así, desde
. el punto de vista psicológico, podría afirmarse que los orificios del cuerpo
se hallan a dos centímetros debajo de su superficie. Lógicamente es un
problema de suma importancia establecer dónde se experimenta el deseo
de orinar. Y bien; no cabe ninguna duda de que se centra en tomo al
punto psicológico mencionado. En el hombre, la sensación se ubica espe
cialmente en el glande, y en la mujer, a cierta distancia del orificio de la
uretra. Aquí también puede haber una segunda sensación cerca del esfín
ter real, pero aparentemente más cerca de la supercie de lo que se halla
realmente el esfínter. Cuando la vejiga se halla demasiado dilatada, se per
cibe una sensación de presión, pero también aquí se localiza cerca de la
superficie de la piel y se extiende más en la dirección paralela a la piel
del abdomen. No se trata por cierto de la sensación de una bolsa llena,
sino de una curiosa lámina adosada al interior de la piel. El deseo de de
fecar se localiza principalmente, asimismo, en la misma zona sensitiva. En
ese punto, la sensación puede abarcar una extensión de varios centímetros.
El deseo sexual se concentra en la región donde se percibe el orificio
de la uretra, pero se extiende a lo largo de la superficie inferior del pene y.
también aquí, debajo de la pieL En la mujer, el deseo sexual no se halla
localizado en la entrada de la vulva. Al parecer, en el hombre la excitación
sexual puede extenderse desde el orificio uretral hasta la región de la
abertura anal. La zona sensitiva se halla, una vez más, algo por debajo
de la superficie. Probablemente sea de importancia para el carácter sexual
del individuo en qué parte de esta línea vinculatoria entre la uretra y el
orificio anal se hace sentir especialmente la excitación sexual.
Nos encontramos aquí, por primera vez, el importante principio de
que el carácter del individuo se expresa en el modelo de la imagen corpo
ral. Así, casi es posible discernir, sobre la base de la imagen corporal, la
intensidad* de los complejos anales de un sujeto dado. Al parecer, todas
nuestras sensaciones internas se hallan en esta zona sensitiva por debajo
de la superficie. La sensación de satisfacción y bienestar presenta una ex
tensión plana en la región del estómago. El dolor de estómago se origina en
el mismo punto, punto que puede hallarse vinculado con el anal cuando se
experimenta una sensación de indigestión.
Vale, la pena hacer notar que las sensaciones patológicas tienden a vin
cularse con los puntos sensitivos de los orificios. Uno de mis pacientes
— un buen observador— padecía uretritis y, de tiempo en tiempo, experi
mentaba dolorosas sensaciones en la parte inferior derecha del glande. Des
de que comenzó la dolorosa sensación de ardor, tuvo continuamente la im
presión de que su órgano estaba doblado, de modo tal que el punto del
ardor coincidía con la abertura de la uretra (claro está que alrededor de
un centímetro más abajo que el orificio real) o, dicho de otro modo, de
alguna manera el punto patológicamente sensitivo se convirtió en el orificio
de la uretra. Puesto que aún existía una localización correcta, había sido
necesaria una transacción, de modo qüe el sujeto experimentaba el pene
como si estuviera doblado. El examen uretroscópico reveló, efectivamente,
un cambio patológico ea el lado derecho de la uretra, que desapareció tras
su tratamiento local. La sensación de ardor, y junto con ella la de que el
órgano se hallaba doblado, también desapareció después del tratamiento.
Observamos, pues, que una sensación intensa puede coincidir con un
orificio, y las demás sensaciones tienen que adaptarse al' orificio patoló
gico. Esta observación es de valor porque destaca una vez más la impor
tancia de los puntos sensitivos de los orificios corporales- Claro., está que
cada parte del cuerpo tiene su psicología específica y su conjunto especí
fico de sensaciones vinculadas con la misma. No cabe ninguna duda de
que los pezones, aun cuando no se los toque, indican puntos especiales en
la sensación superficial de nuestro cuerpo. Existe inequívocamente una es
trecha relación entre estos hechos y las llamadas zonas de Head.
Según este Investigador, las enfermedades de los órganos internos pro
ducen dolores e hiperestesias en segmentos espinales, específicos, de la piel.
Pero algunas investigaciones preliminares nos demostraron que el dolor no
es percibido, generalmente, sobre la piel, sino debajo de ella y, una vez
más, en la zona sensitiva situada a uno o dos centímetros de profundidad.
Aparentemente es ésta la parte más vital en la percepción de nuestro cuer
po. Quedará a los futuros investigadores el estudio de la sintomatólogía de
las sensaciones subjetivas de los pacientes con enfermedades internas.
• Pickler rozó un importante problema cuando se preguntó dónde sen
timos actuar nuestra voluntad sobre los músculos. Al parecer, apreciamos
el peso y la forma que debemos mover y tratamos de desplazarla como a
•cualquier otra masa pesada. Cuando estamos parados y levantamos una
pierna, tenemos la impresión de que la estamos moviendo en torno del punto
medio del muslo. Cuando inclinamos la cabeza hacia atrás, la tracción pa
rece actuar sobre el centro de la mayor circunferencia de la cabeza. Cuando
realizamos una flexión dorsal del pie nos parece mover, e intentamos mo
ver, la parte media del pie. Nuestra voluntad parece hallarse dirigida, en
cierto modo, ha&ia el centro de gravedad del miembro. La voluntad no
se halla dirigida hacia el movimiento del músculo, y la ubicación real del
tendón y del tejido muscular nada tiene que ver con el punto del miembro
que intentamos mover. (El propio Pickler arribó a conclusiones diferentes) -
(22) El dolor
Las percepciones ópticas ejercen, sin duda, una fuerte influencia sobre
la imagen corporal- No creemos que la imaginación óptica sea menos im
portante para el modelo postural. En experimentos anteriores (Cf. fflahn
und Erkenntnis) demostramos que cuando se producen deliberadamente
imágenes óptícás relativas al propio cuerpo, se registran cambios en las
sensaciones reales. Cuando se le pide al sujeto que se imagine sus propias
manos con un*.tamaño tres veces mayor, puede llegar a sentir un aumento
Je peso en estas gigantescas manos imaginarias, y esta sensación de pesadez
será una sensación real. Pero las imaginaciones, incluyendo las relativas
a nuestro propio cuerpo, se rigen por sus propias leyes. Así, varían de
acuerdo con la influencia de los impulsos motores y de las imaginaciones
motrices. En los protocolos que con Kanner dimos a publicidad, decíamos
que la imaginación, de posturas antinaturales provoca distorsiones de largo
alcance en las representaciones ópticas del propio cuerpo. El imaginarse-un
movimiento del brazo alargaba, en uno de los casos, el cuadro mental del
mismo, si bien es cierto que en este paciente la imagen óptica tenía una
permanente tendencia a variar de forma. También se registran distorsiones
o, como suele llamárselas, metamorfopsias, y tendencias a multiplicar la
imaginación óptica (poliopsia). El cuadro también cambia de tamaño.
Puede hacerse más grande y más pequeño (macropsia y micropsia). Se
observa, asimismo, una tendencia específica en cada representación óptica
a desintegrar su forma, tendencia acompañada frecuentemente de' fenóme
nos de movimiento en el cuadro óptico.
Cabe suponer que estos cambios operados en Jas representaciones
ópticas relativas al propio cuerpo pueden producir cierto afecto sobre la
imagen corporal. Pero puesto que existe un flujo continuo de las expe
riencias reales provenientes del cuerpo, el cambio, de las representaciones
ópticas sólo puede ejercer una iníluencia limitada sobre la imagen corporal.
Sin embargo, las representaciones ópticas sólo difieren cuantitativamente
de las impresiones ópticas. El pasaje de las imágenfes ópticas a las per
cepciones ópticas se ve facilitado cuando la conciencia se embota y no se
percibe ningún cambio en la imagen corporal que guarde correspondencia
con los cambios operados en el cuadro del cuerpo, surgido de la repre
sentación deliberada.
Federa describió prolijamente las alteraciones producidas en la imagen
corporal cuando uno se duerme gradualmente. Frecuentemente pierde por
completo la tercera dimensión. Aparte de ello, se distorsiona en los cuatro
sentidos. La distancia entre las partes simétricas puede parecer mucho
mayor que el largo del cuerpo. Las dimensiones en el espacio pierden toda
proporción. Cuando se experimentan correctamente dos o tres partes del
cuerpo, el resto del mismo se convierte en una masa vaga que puede
tener un tamaño mayor o menor que el normal. A vecco la imagen cor?*
poral sólo llega hasta el tronco o hasta las rodillas. Pero también pueden
desaparecer las partes correspondientes a la zona media del cuerpo. .Los
límites del cuerpo pueden hacerse borrosos en determinada dirección -y,
entonces parecerá producirse cierto movimiento hacia ese lado. La imagen
corporal del rostro y de la cabeza suele hallarse libre de cambios,.Tam
bién se estabilizan las partes del cuerpo que reposan sobre la cama. Pero
hasta la forma de la cabeza puede sufrir ciertas alteraciones. Federa
insiste en que las regiones que entrañan mayor significación erótica* se.
muestran más resistentes que el resto del cuerpo. Pero más adelante nos
detendremos a considerar este aspecto del problema con mayor detalle. :
Por nuestra parte hemos realizado observaciones muy semejantes a
las efectuadas por Federn. En uno de nuestros casos, la paciente tenía la sen
sación, antes de dormirse, de achicarse progresivamente hasta- medir tan
sólo unos pocos centímetros. Otro paciente sentía algo muy parecido
cuando se hallaba intoxicado con nicotina. En la espera de los sueños
pueden observarse cambios semejantes en el esquema del cuerpo. Según
Federn, aquél sólo consta, a veces, de las piernas o de la cabeza. También
se registran ciertos cambios en la gravedad del cuerpo y pueden faltar
algunas partes de la imagen corporal; por último, ciertas partes del cuerpo
del soñador pueden presentarse en otras personas. En este terreno, lo úni
co que puede ayudarnos a comprender mejor estos fenómenos es el estudio
de la estructura libidinal del cuerpo. En las primeras etapas de la hipnosis
se registran fenómenos semejantes. I. H. Schultz describe la siguiente ex
periencia de un paciente hipnotizado: “Estoy acostado en el agua, a bas
tante profundidad, pero puedo ver lo que hay afuera. Encima de mí hay un
cuerpo delgado. Sé cómo estoy acostado, pero mi cuerpo está doblado
en ángulo recto. En el pecho tengo un gran agujero. De él sale un largo
cuello como el de un cisne, con una cabeza muy chica. El tronco, junto
con ía cabeza, se da vuelta desprendiéndose del cuerpo”.
Tal como lo demostraron nuestras investigaciones en colaboración
con Bromberg, no sólo las imágenes ópticas sufren modificaciones de
esta naturaleza, sino también las imaginaciones táctiles. Encestas inves
tigaciones nos referimos al hecho, asimismo, de que los pbst^efectos tác
tiles obedecen a principios muy semejantes. En toda percepción hay tam
bién cierto elemento que tiende a la distorsión, a la transposición espacial*
a la multiplicación y a las alteraciones en el tamaño del objeto percibido.
Todos estos cambios deben agregar un nuevo elemento de incertidumbre
a la modificación de la construcción de la imagen corporal. Con Kanner
y Bromberg demostramos también que los procesos desintegradores en las
imaginaciones, y los :post-efectos de las sensaciones aumentan cuando se
altera la función del aparato vestibular.
Estudiamos más arriba la influencia del aparato otolítico sobre la
percepción de la masa del cuerpo; pero también existen otros importantes
cambios en lo relativo a la imagen corporal, por influencia de las irrita
ciones vestibulares. A úna de las pacientes que estudiamos con •Hoff le
parecía que se le hinchaba el cuello cuándo sentía vértigos. La misma
paciente tenía la sensación de que sus extremidades se habían vuelto más
grandes. En una antigua observación de Romberg, las manos se tomaban
más grandes y se movían en distintas direcciones. Stein menciona el caso
de un paciente cuyos pies parecían alargarse. Otra tiene la sensación de
que su cuello se alarga cada vez más y de que se le vuela la cabeza. Las
piernas crecen y se dirigen hacia la pared. Cada vez que haya cam
bios en la conciencia, podrá aumentar la Influencia vestibular sobre el
modelo postural. Mencionaremos, tan sólo, los sueños de volar, cuando
existe irritación vestibular. Cierto es que entonces uno experimenta, sobre
todo,* un cambio en el peso del cuerpo, aunque también la forma puede
resultar distorsionada. En la intoxicación con mescalina nos encontramos
con una alteración de la conciencia, aunque es probable que también haya
un cambio en. el aparato vestibular. Fórster informa que durante la in
toxicación con mescalina sintió como si su lado izquierdo fuera sumamente
delgado, en tanto que el derecho parecía cinco veces más grueso y pesado.
Sentía, asimismo, como si los miembros no guardaran proporción unos
con otros. Zador resume el caso de un paciente que se sentía más pequeño
en condiciones similares; así, sus piernas parecían acortarse como si todo
él se encogiera. Cuando cerraba los ojos, tenía la sensación de ser tan
pequeño que le parecía posible entrar en una cueva de ratones. Un caso
de esquizofrenia comunicado por Beringer, que presentaba fenómenos
análogos a los característicos de los casos de intoxicación con mescalina,
sentía que los brazos se le acortaban y se le alargaban. Nosotros hemos
descrito casos de alucinaciones alcohólicas en los cuales los pacientes te
nían la sensación de que desaparecían algunas partes de su cuerpo.
Aquellos sujetos que experimentan un agrandamiento de todo el cuer
po nos proporcionan una visión más acabada de las complicaciones de todo
este problema. R. Klein observó estos cambios en casos de encefalitis y
psicosis. Nemlicher y Sinegubko resumen un caso de epilepsia cortical en
relación con una macroparestesia. Al sujeto le parecía que sus miembros
se habían agrandado. Estos hechos refutan la teoría de Bechtereff y Rat-
ner, según la cual el fenómeno se halla relacionado con alteraciones de
las vías de conducción sensorial; estos autores tratan de explicarlo como
un cambio en los centros vegetativos. A nosotros nos ha sido imposible
conseguir los trabajos publicados en Rusia por Bechtereff, quien observó
casos en los cuales los pacientes experimentaban gran número de miembros.
Pero, en todo caso, el aparato vestibular desempeña un papel fun
damental en la integración de nuestras experiencias sensuales, y, por con
siguiente, en la construcción de la imagen corporal. No debe sorprendernos,
entonces, que Bonnier haya observado el caso de un sujeto que, durante
los ataques, de vértigo, se sentía dividido en dos personas. Skworrzoff
menciona alucinaciones análogas de duplicación, en casos vestibulares22.
3 En este libro usamos con el mismo sentido las palabras “instinto”, “impulso” .
y “deseo*5*
y durante la anal, en tomo del ano. El flujo libidinal^ de la energía debe
influir intensamente sobre la imagen del cuerpo. Pero no bay ninguna
razón para creer que en el erotismo concerniente a la superficie del cuerpo
carecen de importancia las actividades musculares.' Suponemos, por' lo
tanto, que toda acción del yo en el sentido analítico 4, todo acto de .pren
sión, tanteo y succión babrán de tener una enorme influencia sobre la
estructura de la imagen corporal. Los sentidos habrán de influir sobre
la motilidad, y ésta habrá de incidir sobre los sentidos, si bien la motili-
dad también se halla dirigida hacia los afanes, tendencias y deseos. Es
evidente que en la construcción del esquema del cuerpo habrá, entonces,
una continua interacción entre las tendencias del yo y las libidinales o, en
otras palabras, entre el yo y el ello.
(4) Despersonalización
(5) Hipocondría
Elena Hoffman, nacida en 1896, se halla desde hace varios años bajo
nuestra observación. Su historia familiar carece de importancia. Una hija
de su hermana tiene una psicosis crónica. La paciente, que representa
unos cuarenta y cinco años, se queja de sufrir terribles estados de ansiedad,
especialmente cuando cruza la calle. “Cuando se apodera de mí esta ansiedad,
no puedo seguir caminando. Corro hacia mí misma* Me destrozo en peda
zos. Soy como espuma. Pierdo mi centro de gravedad. No tengo ningún
peso. Me pongo totalmente mecánica. Quedo deshecha. Soy como un títere.
No tengo de dónde agarrarme. No estoy sobre la tierra; estoy en alguna
otra parte. Estoy en algún punto intermedio. Me siento rígida, no puedo
gritar. Una vez tuve un sueño pavoroso: flotaba sin tener la sensación de
pertenecer a parte alguna. Por la mañana, cuando me desperté, todo se
había disipado. No me queda ningún tiempo por delante. No sé qué me
va a pasar. Me siento patas arriba y toda al revés; soy nada más que
medio ser humano. Ya de chica sentía que no era un ser entero. En la
escuela me hacían quedar después de hora. Nunca fui tan feliz como otras
niñas aun cuando tenía ocho o nueve años. Podía haber sido más dicho
sa”. Cuando tenía nueve años ella previo la muerte de dos niñas. aY
realmente murieron tiempo después. Es una sensación horrible. De repente
se me aparecieron azules y amarillas”. Le resulta intolerable que le hablen
de la muerte natural. “Si oigo hablar de eso, rompo a llorar y sigo así
durante semanas enteras. Quedo destrozada; a uno le falta el suelo bajo
los pies como cuando ya no está en la tierra. Rara vez siento el piso debajo
de mí”. También previo por anticipado la muerte de su madre y de su
No cabe ninguna duda de que bace falta una actividad cortical para
la producción de la imagen del cuerpo.' Los análisis de la Parte I de este
libro lo demuestran claramente. El modelo postural del cuerpo no se baila
depositado en forma alguna, por supuesto, en la región cortical. Ésta- no
es más que una parte del cerebro necesaria para la integración final de los
diversos procesos que conducen a la construcción de la estructura del cuerpo.
La actividad cortical en sus diversos planos da término al proceso percep
tivo 7 lo saca de la vaga indiferenciación y generalidad de la percepción
primitiva | la actividad cortical le da el carácter de un todo unitario con
sus partes bien diferenciadas y reduce la cantidad superfina de impresiones
e impulsos estrechamente entrelazados que son característicos del nivel
inferior de la percepción y la mentalidad. No hay ninguna razón para poner
en duda que la imagen y la percepción estén vinculadas con la actividad
cortlcaL Lo mismo vale para la memoria, el pensamiento y el juicio.
Las imágenes perceptivas y mentales (aquí usaremos el término “cua
dro”) se hallan vinculadas con los impulsos motores de diversos niveles.
Hemos puesto ya de relieve que estos diversos impulsos hacen posible el sur
gimiento de la depurada percepción definitiva. Los cuadros pasan por un
proceso de desarrollo que va desde una generalidad vaga con múltiples entre
lazamientos, a nítidas unidadés con sus partes netamente diferenciadas. El
proceso va de lo general a lo individual y de lo complejo a lo simple. El pen
sar del niño y el del individuo primitivo están mucho más llenos dé sig
nificado que el pensar del adulto. Aquéllos' ven más relaciones: todo está
vinculado con todo. Su pensamiento se halla saturado de simbolizaciones
y condensaciones. Un objeto significa mucho más para su mentalidad que
lo que ve en él el pensamiento adulto; no sólo está animado, sino que se
vincula directamente con todas las actividades del universo. Freud llama
a este tipo de pensar, acción del sistema del inconsciente; Lévy Bruhl y
la Escuela Francesa lo llaman pensamiento primitivo o prelógico. Nosotros
preferimos hablar de esfera y con este término queremos significar aquellos
procesos qué tienen lugar en el fondo de nuestras mentes, poniendo reite
radamente las partes sueltas en todo tipo de variadas relaciones y que
se desenvuelven bajo la dirección de las diversas tendencias instintivas
orientadas desde lo general hacia lo individual. Los cuadros (representa-’
ciones y percepciones) tienen, por lo tanto, un importante desarrollo, en
el cual las tendencias psíquicas desempeñan un papel capital. Tenemos dere
cho a suponer que cada fase de este desarrollo se halla vinculada con una
motilidad10 particular, y se halla dirigida, por otro lado, por las tendencias
instintivas. Por eso, cuando hablamos de cuadros, en realidad estamos sim
plificando los hechos reales. El cuadro es ya el producto de actividades
( 11 ) Enfermedad orgánica.
Hasta ahora hemos estudiado el esquema del cuerpo como una unidad
construida sobre distintas bases, pero no hemos considerado todavía el
hecho de que esta unidad no sólo personiza algunas partes sino que
también, frecuentemente, las cede. La unidad corre constante peligro, asi
mismo, de perder algunas de sus partes. En esta unidad hay partes, ademas,
que no permanecen allí continuamente» sino que son expulsadas. No sólo
existe la tendencia a construir el modelo postural del cuerpo, sino que
también hay una tendencia contraria a destruirlo, según se. desprende de
algunos de los casos que hemos descrito. Antes de iniciar un examen
detenido de este ,problema, debemos considerar la relación que guarda
la imagen corporal con las -excreciones. Cuando comemos o cuando bebe
mos, algo del mundo externo se agrega a la imagen del cuerpo. Pero
Las prácticas mágicas con excrementos, orina, sangre, uñas, etc., se basan
en el hecho de que éstos todavía pertenecen a la imagen corporal.
18 Este dedito puso un huevito (meñique).
Éste lo cocinó (anular).
Éste le puso la sal (medio).
Éste lo revolvió (índice).
Y este picaro ladrón se lo comió, (anular)
todo por aquí, por aquí, por aquí.
This little pig went to market (thumb).
This little pig stayed at home (índex).
This little pig had bread and butter (middle).
This little pig had none (ring).
and This little pig pee-wee-weed all the way home (little).
Der Daumen schüttelt die Pfllcmnea (Daumen)
Der klaubt sle auf (Zeigefinger).
Der tragt sie hinein (Mittelfinger).
Der misst sie (Ringfinger).
und Der frisst sie (Kleiner Finger).
Das ist der Vater (Daumen).
Das ist die Mutter (Zeigefinger).
Das ist die Schwester . (Mittelfinger).
Das ist der Bruder (Ringfinger).
und Das ist das Wutzerl in der Wiagn. (Kleiner Finger).
Verdad es que lo mismo sucede con los genitales femeninos, aunque a
nuestro juicio con menor frecuencia. De este modo, hablamos del hombre
cito y otros . . . “itos”, como así también de la “mujercita” para designar
los genitales femeninos, etc. En los sueños, los niños frecuentemente se sim
bolizan los órganos genitales. La coherencia en el modelo postural de]
cuerpo difiere para sus distintas partes. La configuración anatómica des
empeña aquí un importante papel. Toda protuberancia pertenece menos
al cuerpo, pero aparte de eso está la función libidinal, que es de la mayor
importancia para la estructura del cuerpo. Parece ser que siempre que una
parte del cuerpo guarda una vinculación menos estrecha con las demás
partes de la imagen corporal, se origina el temor de perderla. Es el temor
de que se dañe la integridad del cuerpo, integridad que se basa en las
cualidades internas del modelo postural del cuerpo.
Lo primero sobre lo cual llamó la atención el psicoanálisis fué la
existencia del temor relativo a los genitales masculinos, especialmente el
pene, y el temor a la castración. Posteriormente no tardaron en aflorar
múltiples simbolizaciones del complejo de castración, así como el hecho
de que casi todas las partes del cuerpo, especialmente las protuberantes,
pueden servir de base al complejo de castración.
En la teoría psicoanalítica se consideró que estas partes del cuerpo
eran símbolos de los órganos sexuales. Pero pronto se hizo evidente que
no sólo existía el temor de perder el pene, sino que también existían ana
logías pregenitales con el complejo de castración. Así, por ejemplo,. está
el miedo de perder las partes internas del cuerpo,.y en estos casos en
contramos un fenómeno que podríamos llamar complejo anal de castración.
También existe un temor general en lo concerniente a la integridad del
cuerpo o, tal como hemos preferido designarlo, un tema general sobre el
desmembramiento del cuerpo. En la psicosis, especialmente, este tema
del desmembramiento desempeña un importante papel. En última instan
cia, se basa en las cualidades estructurales de la imagen corporal. El temor
a las operaciones pertenece a la misma categoría. Cuando construimos una
imagen duradera y coherente del cuerpo, lo hacemos a partir de nuestro
estado emocional, que se basa en tendencias biológicas. La unidad de la
imagen corporal reflej a, de este modo, la tendencia vital de la unidad
biológica. El cambio operado en esta última se refleja en la imagen más
plástica del cuerpo, y la tendencia del organismo a la autodefensa se
refleja, a su vez, en el temor a la castración y a la castración pregenital,
y en el temor a ser desmembrado. Se explica entonces por qué en aquellas
psicosis en que la unidad de los instintos corre tanto peligro, los temas
de la castración (Stárcke) y el desmembramiento desempeñan un papel
tan importante. En uno de los casos que examinamos anteriormente, la pa
ciente sufría un proceso de desmembramiento por influencia de sus propias
tendencias sádicas contra el mundo exterior y contra sí misma. Simultá
neamente, en ese mundo exterior había partes de ella, y ella se proyectaba
hacia él. En respuesta. a la necesidad emocional, las partes del cuerpo se
proyectan hacía el mundo exterior. Nuevamente comprobamos aquí la
enorme labilidad del modelo postural del cuerpo. La labilidad del modelo
postural del cuerpo, en el aspecto meramente perceptivo e imaginativo, guar
da una estrecha correspondencia con los cambios de la imagen corporal
por influencia de la emoción. En las experiencias oníricas e hipnagógicas
de Federn, la imagen del cuerpo se altera, no sólo desde el punto de vista
de la percepción, sino también desde el punto de vista de la estructura
libidinaL En los casos de alucinación alcohólica, no sólo se registran al
teraciones vestibulares y perturbaciones ópticas que trastornan por dentro
y por fuera la imagen corporal, sino también una profunda ruptura libi
dinal de dicha imagen. El complejo de castración y los temas. de desmem
bramiento se hallan — tal como lo logramos demostrar con Bromberg—
en .un primerísimo plano en el cuadro de gran número de casos.
El modelo postural del cuerpo se mantiene estable sólo durante un
breve lapso y se altera inmediatamente después. La estabilidad de los
cuadros en la vida psíquica probablemente sólo signifique una fase pasa
jera, con la cual es posible contrastar la fase siguiente. Pero no cabe
"ninguna duda de qué en nuestra vida psíquica siempre hay tendencias a
formar unidades, gestalten o —para usar el término tomado de la física—
guantas. P^co toda vez que se cree una gestalt, ésta tenderá inmediata
mente al cambio y a la destrucción.
Analizar el papel desempeñado por el tema de la castración y del»
desmembramiento en la psicosis,’ equivaldría casi a estudiar todo el campo
de la psiquiatría, Starcke sostuvo que, en las psicosis, el complejo de
castración desempeña el mismo papel que el complejo de Edipo en las
neurosis. Esto no sería exacto si considerásemos solamente el papel genital
del complejo de castración; pero tiene algo de cierto si tenemos en cuenta
el temor relativo a la integridad del cuerpo en su totalidad, lo cual com
prende tanto las actividades pregenitales como las genitales. Cualquier tipo
de temor a la mutilación se basa en el amor narcisístico a todo nuestro
cuerpo. El tema del desmembramiento es la expresión del complejo de cas
tración en el plano del amor narcisístico; en la melancolía especialmente,
donde las tendencias sádicas son tan crueles y fuertes, es frecuente la rup
tura del modelo postural del cuerpo. El sujeto melancólico niega la exis
tencia de casi todas las partes de su cuerpo. Se queja de que le faltan los
intestinos, de que ya no puede orinar ni defecar, de que no tiene miembros;
o bien se queja de que sus miembros se han hecho enormes. Una de nues
tras pacientes decía: “Estoy perforada y distorsionada. Tengo tentáculos
tan largos como los de los animales marinos. Por supuesto, existen per
sonas destruidas en vida. Yo me imagino a mí misma como un barril vacío.
No soy más que aire y polvo”. La paciente sostiene también que su cabeza
se ha vuelto de madera y que hace tiempo que le cocinaron los sesos en
la sopa. Según ella, los cortó y los comió; no sólo sus propios sesos sino
•quizá también el de algunas otras Cabezas. (Introducción a una psiquiatría
psicoanalítica, pág. 123). Otros pacientes se quejan de sentirse convertidos
•en piedrá.
Fácil es reconocer que en estos delirios se trata básicamente de los
mismos fenómenos que en los casos de hipocondría y de neurosis en que
prevalecen los impulsos sádicos, salvo que, dada la profunda disociación
de la vida emocional y la primitividad de los instintos, la ruptura del mo
delo postural del cuerpo es mucho más extensa. Resulta sumamente difícil,
por supuesto, obtener de los pacientes descripciones que permitan distin
guir entre lo que constituye un cambio real de los sentidos y de lás per
cepciones y representaciones relativas al modelo postural del cuerpo, y lo
que constituye un delirio referente a la imagen del cuerpo. Sabemos que
la imagen y las percepciones están basadas sobre los mismos procesos sbmá-*
ticos fundamentales. Pero debemos considerar que también existen procesos
intelectuales, procesos de pensamiento, elementos de delirio relativos al
cuerpo. Hay una línea que comunica la percepción, la imaginación y el
pensamiento. Los procesos del pensamiento relativos al cuerpo también se
basan en la actitud total, en los afanes libidinales y en las percepciones,
de modo tal que un estudio cuidadoso de los pensamientos referentes al
propio cuerpo o de la parte puramente intelectual de la imagen corporal
habrá de brindarnos una* comprensión más profunda de la estructura de
la imagen corporal
En la esquizofrenia >pueden darse toda suerte de percepciones, imagi
naciones y pensamientos extravagantes con respecto al cuerpo. El caso 14
de nuestro libro, Seele und Leben, se quejaba de que había sido homo
sexual. Al mismo tiempo, decía que le habían robado el corazón y que la
habían vaciado por dentro. En las fases de su psicosis, la paciente se
quejaba de que todo su cuerpo había sido destruido y de que le habían
sacado la nariz. Los pacientes esquizofrénicos a menudo se quejan de ha»
berse transformado en alguna otra cosa. No es difícil demostrar que nue
vamente se trata aquí de fenómenos basados en- las cualidades intrínsecas
de la imagen corporal, bajo la influencia de una estructura libidinal di
sociada. Pero estos casos suministran nuevas pruebas de la labilidad.del
modelo postural del cuerpo, al tiempo que demuestran que las experiencias
inmediatas del cuerpo pueden ser fácilmente distorsionadas y alteradas por
la influencia psíquica. Este cambio puede operarse en el campo perceptivo,
en el campo de la imaginación y en el de los procesos del pensamiento.
Cada vez que encontremos un profundo cambio en la estructura libidinal,
veremos que el modelo postural del cuerpo sufre modificaciones consi
derables. Estos cambios serán particularmente fuertes cuando las tendencias
sádicas se encuentren en un primer plano.
Esto nos conduce nuevamente al problema de las tendencias destructi
vas, especialmente las autodestructivas. Federa ve en la melancolía la expre
sión más clara del instinto de muerte. Pero la muerte y la vida no son, en
realidad, verdaderos opuestos; a! menos, no lo son desde el punto de vista
biológico. La biología no nos muestra la existencia de ningún instinto in
trínseco que nos lleve hacia la muerte. Por el contrario, existe* un verdadero
movimiento hacia la vida. Verdad es que existen tendencias destructivas que
también son autodestructivas. Pero el paciente depresivo no desea el fin;
antes bien, perpetúa el sufrimiento autoinfligido y el sufrimiento de los
demás. La melancolía significa eternidad del sufrimiento y no fin y reposo.
El paciente melancólico se mata y desmembra a sí mismo o a otras perso
nas, pero ese yo desmembrado resucita. Aun aquí encontramos junto con
el proceso de destrucción otro constructivo. Cierto es que tan pronto como
creamos la imagen corporal, comenzamos a romperla. Pero los procesos
constructivos son siempre una especie de bajo continuo, aun cuando tenga
lugar la ruptura de la imagen corporal. Es por eso por lo que hemos
puesto como subtítulo a esta obra: “Un estudio de las fuerzas constructivas
de la psique”. La destrucción es, en otras palabras, una fase parcial, de la
construcción, que es un planeamiento y una característica general de la
vida. Así, pues, cuando destruimos, lo hacemos para planear algo nuevo.
No nos proponemos ahondar aquí en la teoría del instinto del yo o del ins
tinto sexual, ni en la teoría del yo y el ello. Pero creemos, no obstante,
que no deben exagerarse Jas diferencias entre estos conceptos. En el yo
y en el ello encontramos las mismas tendencias fundamentales y lo que
deseamos destacar es, sobre todo, el hecho, de que la construcción — que só
lo es posible sobre la base de una permanente y renovada destrucción—
constituye una característica general de los instintos, característica que está
más alia de toda división de los instinto^en yo e instintos sexuales. En todas
partes encontramos fuerzas constructivas.
Resulta claro, así, que el problema de la imagen corporal es básico
para la comprensión de los casos psicóticos. En muchas psicosis, los cam
bios relativos a la conciencia del cuerpcr ocupan el primer plano del cuadro
clínico. Wernicke se refirió a la somatopsicosis, en la cual se encuentra per
turbada la orientación en relación con el cuerpo. (Cf. asimismo, Pick).
Este investigador realizó, en tal sentido, una descripción clásica de la des
personalización. Él fue el primero en ver claramente que toda esta esféra
psicológica sólo podría ser comprendida desde el punto de vista de la
fisiología cerebral. Su tentativa de distinguir distintos casos de psicosis a
saber, alo, somato, y autopsicosis, no sólo es fundamental para una clasi
ficación psiquiátrica racional, sino que también constituye un descubri
miento psicológico de enorme importancia. En un breve trabajo, Über Pro
bleme der klinischen Psychiatrie, tratamos de desarrollar con más detalle
este punto de vista. Pero lamentablemente no logramos atraer mayor aten
ción sobre el tema y así, hace poco tiempo, Gurewitch comunicó algunas
interesantes observaciones acerca de lo que denomina “el síndrome parietal
en la psicosis”, efectuadas en un caso de somatopsicosis, pero sin apreciar
el desarrollo histórico de los problemas implicados ni reparar en las múl
tiples facetas y complicaciones del problema.
Bernfeld reunió cierto material referente a la actitud del niño con res
pecto a su cuerpo. Según las observaciones de Preyer (Die Seele des Km-
des) 9 el niño presenta en un principio la misma actitud hacia las partes de
su cuerpo que hacia los objetos extraños- Así, observa sus brazos y piernas
en movimiento como podría observar la llama de una vela. Y mira la mano
en plena tarea de prensión con la misma atención con que puede mirar
cualquier acción extraña. Durante el baño se observa y se toca, especial
mente los pies (39 semanas). Se muerde los dedos, los brazos y los dedos
del pie, llegando a producirse dolor (40 semanas). Se golpea con violencia
su propia cabeza (41 semanas). Aprieta firmemente una de sus manos con
la otra, sobre la mesa, como si se tratara de un juguete. Este interés por
la observación de su propio ser disminuye al entrar en el segundo año.
Es como si el niño conociera ya su cuerpo y no tuviera más interés en éL
Preyer y Bernfeld llegaron a la conclusión de que un niño prácticamente no
conoce su cuerpo, y debe distinguirlo de los demás objetos merced a los
datos motores kinestésicos y viscerales, Bernfeld afirma con razón que se
trata aquí de un problema de coordinación de las experiencias ópticas,
táctiles o de otra naturaleza con el yo corporal. Preyer y Dix pusieron de
relieve la importancia de la experiencia del dolor en este desarrollo. Pero,
por otro lado, Dix informa que aun a los diez meses las acciones del niño
contra su propio cuerpo no provocan la reacción de ¿olor que cabría espe
rar. Así, a los diez meses el niño golpea la cabeza contra la pared como
si se tratara de un objeto extraño; en. algunos casos, durante los primeros
meses, puede llegar a sufrir heridas y a sangrar, sin dar ninguna muestra
de dolor. Parece ser que a esta edad son más fuertes las reacciones de
dolor relativas a los órganos internos. Preyer y Bernfeld destacan, asimis
mo, la importancia de la obediencia del órgano para la creación de la
imagen corporal. Al parecer, algunas partes del cuerpo pueden disociarse
de éste, aun ya avanzado el desarrollo. Bernfeld expresa correctamente que
el yo corporal se halla presente desde el principio, porque desde el princi
pió hay algunos órganos que obedecen de conformidad con las necesidades
del cuerpo.
Desde el comienzo mismo hay un núcleo de la imagen del cuerpo en
la zona oral; cabeza, brazos, manos, tronco, piernas y pies crecen en su
cesivas adiciones independientes de este núcleo. Bernfeld arriba a la con
clusión de que existe un desarrollo primario que se inicia en la zona oral
y que una depuración secundaria diferencia luego el yo corporal del mun
do exterior. Este proceso actúa en dos direcciones. El niño encuentra el yo
corporal demasiado grande: la madre debe ser eliminada. En otros casos,
es demasiado pequeño y entonces hay que agregarle los dedos del pie. Se
gún Bernfeld, la obediencia del órgano o la desilusión provocada por el
órgano constituyen los principales factores en este desarrollo. Las afirma
ciones de Bernfeld se basan en datos analíticos y son muy similares a las
nuestras. Verdad es que el material empírico real relativo al niño es su
mamente limitado. La reseña de Bernfeld se basa en el estudio de adultos.
En todo caso, se plantea aquí el problema del desarrollo de la imagen
corporal. En realidad, no sabemos con precisión cómo tiene lugar este des
arrollo. Tenemos buenas razones para creer que existe un desarrollo interno,
una maduración en todos los campos de la vida psíquica, y que existen
factores internos que se dan en el organismo y son relativamente indepen
dientes de las experiencias que determinan este. desarrollo. Pero siempre
observamos que el proceso de maduración alcanza su forma final merced a
las experiencias individuales, por lo cual no debemos subestimar la influen
cia de la experiencia del individuo.
El principio general puede explicarse sobré la base del conocido expe
rimento de Amold Gesell. Se tomaron dos hermanos gemelos idénticos y
a uno de ellos, T, cuando tenía 46 semanas, se le ensenó durante seis sema
nas, a razón de veinte minutos por día, a subir escaleras. El mellizo C no
recibió, en cambio, ningún adiestramiento., A las 48 semanas T subió la
escalera por primera vez sin ninguna ayuda y a las 52 semanas ya era todo
un experto, en tanto que C no podía subir ni siquiera con ayuda. Pero a
las 53 semanas, sin ayuda ni entrenamiento de ninguna clase, también G
subió las escaleras. J. R. Shepard y F„ S. Breed realizaron experimentos
similares con dos pollos jóvenes. Es obvio que, aun en las funciones en que
la maduración del sistema nervioso central es sin duda de gran importancia,
el adiestramiento desempeña al menos cierto papel en algunas fases del
desarrollé. .En todo caso, entre las 48 y las 52 semanas T fue superior a C.
Vemos asi, que hasta la forma en que tiene lugar la maduración depende
de los factores de la experiencia. Pero no sabemos cuál habrá de ser el des3
arrollo ulterior de estos dos mellizos adiestrados de esta manera. De acuer
do con la experiencia del psicoanálisis, tenemos que contar por lo menos
con la posibilidad de que su actitud psíquica frente a la acción de caminar
y subir escaleras sea diferente durante toda su vida.
En cuanto a la imagen del cuerpo, debemos suponer que existe un
factor de maduración responsable de los contornos primarios del modelo
postural del cuerpo. Pero la forma en que se desarrollan dichos contornos y
el ritmo de su evolución dependen en gran medida de la experiencia y la
actividad; y podemos suponer que las tendencias más finas de la imagen del
cuerpo habrán de depender más aún de las experiencias vitales, de la ense
ñanza y de las actitudes emocionales. No hay razón alguna para que nos
pleguemos a ninguno de los dos grupos extremistas. Para uno, la experien
cia, el aprendizaje y el condicionamiento ocupan el primer plano (Watson),
en tanto que para el otro, la experiencia significa poco o' nada (Kohler,
Koffka, Wertheímer y Wheeler). Freud mismo, siempre insistió en que,
además del factor anatómico y de la función estructurada, existe el factor
de la experiencia y la actitud. Así, hay funciones exclusivamente determi
nadas por la anatomía y la fisiología. Pero aun en estos casos la influencia
psíquica y la de la experiencia — de acuerdo con nuestras últimas observa
ciones—* desempeña cierto papel. En otros terrenos, especialmente aquellos
relacionados con la estructura libidinal del modelo postural, la experien
cia desempeña un papel preponderante, pero aun así esta experiencia debe
vincularse con la anatomía y la fisiología. En páginas anteriores hicimos
hincapié en que el factor central del organismo y la personalidad determina
a menudo qué parte de la anatomía habrá de ser utilizada.
Debemos suponer que la imagen corporal no sólo tiene un desarrollo
ontogenético sino que también pasa por una evolución filogenéüca. Pero
claro está que resulta difícil determinar este último proceso.
Preyer y Bernfeld destacan el importante papel desempeñado por el
dolor, en el desarrollo de la imagen corporal. Es muy poco lo que sabemos
acerca de las sensaciones de dolor en los animales. Hempelmann reunió cier
to material en torno de este punto. Las reacciones de dolor de los vertebra
dos inferiores son bastante limitadas, aun en el caso de los pájaros. Según
Ziegler,. los seres humanos alcanzan el nivel más alto de sensibilidad al
dolor. ¿Podemos considerar la sensibilidad al dolor uno de los factores de
importancia en la construcción de la imagen corporal? Uexkíill considera
el dolor como una necesidad biológica. Según él, es un signo del propio
cuerpo y sirve para impedir la automutilación. Esto último resulta particu
larmente indispensable en los animales carnívoros. Cuando se les cortan
los nervios sensorios, las ratas se devoran sus propias patas. Parece ser, en
todo caso, que el dolor constituye uno de los factores más importantes
para la organización de, la estructura, por la demás lábil, de la imagen
corporal. • ■
Y menos aun es lo. que sabemos de los invertebrados. Así, no es posi
ble saber si las violentas reacciones defensivas.de una lombriz son expre
sión de dolor o sólo de una fuerte irritación del sistema nervioso. Cuando
cortamos en dos a una lombriz, la parte del cuerpo que no contiene los
centros superiores realiza movimientos más violentos. En los artrópodos,
especialmente en los insectos, las lesiones y mutilaciones -— que de acuerdo
con nuestras experiencias debieran provocar dolor— no determinan ningún
efecto externo particular. Sí se seccionan las antenas y el abdomen de una
hormiga, ésta sigue tranquilamente succionando miel. Si se lesiona el ex
tremo posterior de una oruga^ ésta se roe a sí misma cuando se le coloca
el extremo de adelante frente a la herida. Ciertas arañas se devoran las
patas cuando éstas se les quiebran. Una araña macho a quien la hembra
comience a roer durante la copulación, puede proseguir el acto como si
nada sucediera. Según Uexkiill una libélula comienza a comerse sá propio
cuerpo cuando se le pone su extremo posterior entre las mandíbulas.
Hay buenas razones para creer que. en todos estos ejemplos nos en
contramos con una organización incompleta del modelo postural del cuerpo
y es posible llegar a la conclusión general de que la integración psicológica
del modelo postural del cuerpo es característica de los niveles superiores
de la evolución filogenética. Es notable que en el ejemplo de las ratas el
seccionamiento de los nervios sensibles desintegre el modelo postural del
cuerpo, de modo tal que se den entonces secciones semejante, por su es» ■
tructura, a las de los invertebrados. Aparentemente, la rata que se devora
su propia pata tiene una imagen corporal en la cual la parte óptica des
empeña un papel mínimo. Este ejemplo también nos hace recordar los
casos de no percepción de un lado del cuerpo debido a una lesión de la
esfera táctil, en los cuales la impresión óptica no basta para preservar la
unidad de la imagen corporal. Las experiencias de este tipo constituyen una
advertencia contra la sobreestimación de los factores ópticos en la cons
trucción del modelo postural del cuerpo.
Es necesario mencionar aquí otro fenómeno notable, a saber, el de
la llamada autonomía. Cabe encontrar esta reacción defensiva no sólo en
algunos invertebrados sino también en las lagartijas. Gracias a un reflejo
especial, que tiene su centro en la región lumbar de la médula espinal, la
lagartija es capaz de desprenderse de su cola cuando la cogen de ella. Su
columna vertebral se quiebra en el punto débil preformado, en el centro
de la vértebra. Las lagartijas decapitadas también muestran ese reflejo.
Es evidente, asimismo, que poseemos mecanismos que alteran la ima
gen corporal en un nivel orgánico sumamente profundo. Trátase de una
disminución de la imagen del cuerpo que corresponde al cuerpo como taL
Pero vemos, por otro lado, que puede haber diferencias orgánicas en la
coherencia de la estructura del cuerpo, de modo tal que se vuelve más
simple la disociación psicológica y orgánica de las partes del cuerpo. El
mecanismo de expansión y contracción de la imagen corporal responde,
pues, a un nivel orgánico profundo, pero encontramos el mismo mecanis
mo también en las estructuras psicológicas, tal como pusimos de relieve
con anterioridad 17.
Cuando nos ocupamos de la psicología genética, no debemos olvidar
que los objetos no son, para el pensamiento primitivo y el pensamiento pie
namente desarrollado, la misma cosa. Así como el cuerpo es una construc
ción que tiene lugar de acuerdo con la situación total, los objetos sólo
adquieren su signi*icc.J!o dentro del conjunto específico de circunstancias.
En general, nos sentimos demasiado inclinados a creer que lo único que
cuenta son las circunstancias de nuestro pensamiento. En nuestra psicolo
gía médica mencionamos los conocidos experimentos de Volkelt con ara
ñas. Cuando se coloca una mosca directamente dentro de la boca de la ara
ña, ésta no la acept*.. Sólo la acepta cuando la mosca cae en la tela y la
araña tiene la oportunidad de atraparla en forma activa. £1 objeto de la
araña no es realmente la mosca sino la sacudida de la tela con su subsi
guiente actividad, que la lleva hacia la mosca y a toda una serie de impre
siones vinculadas con aquella impresión inicial. Es cosa sabida que pueden
hallarse ejemplos similares en todo el reino de la conducta animal. A esta
misma categoría pertenece, por ejemplo, el conocido caso estudiado por
Kohler. En cuanto a los hábitos higiénicos, nos dice este investigador que
JCohler cree que los adornos primitivos no dependen de su posible efecto sobre los
demás sino de una curiosa intensificación de la percatación, el orgullo y la sensación
del cuerpo por parte del animal.
19 Freud indica las regresiones que tienen lugar cuando quitamos la mortaja
del “yo corporal”.
Niza, no sólo alteran la base fisiológica de su imagen corporal, sino que se
convierten realmente en verdaderos gigantes. Uno de los. mayores placeres
que produce este desfile es la posibilidad de jugar con el agrandamiento de
nuestra imagen corporal, acrecentando así nuestra propia importancia.
Nuestra imagen corporal pasa por un continuo proceso de agrandamiento
y encogimiento, y estos cambios nos producen placer. La imagen cor
poral varía constantemente y ello nos permite triunfar sobre las limitacio
nes del cuerpo, agregando máscaras y ropas a la imagen corporal20. He
abí la explicación de las máscaras animales de los pueblos primitivos, que
en realidad identifican al portador de la máscara con el animal. Pero me
diante la transformación aumenta el poder mágico, y con el agrandamiento
de la imagen corporal también se acrecienta el poder narcisístico. Las ropas
no son, entonces, más que un método para transformar la imagen corporaL
La posibilidad de modificar la imagen corporal es la base, así, de la difun
dida creencia de los pueblos primitivos en la transformación. Aparentemen
te su poder para reconstruir la imagen corporal es mayor. Según Preuss,
todo animal y todo objeto puede transformarse, adquiriendo innumerables
formas distintas. Un ser humano se convierte en un lobo. La transformación
de una cosa en otra es la especialidad de los llamados demonios; los dioses
de la guerra de los Zunis poseían como facultad específica la de la transfor
mación y el espíritu y aliento de la destrucción.
En los cuentos de hadas y en los mitos de todos los pueblos son fre
cuentes las transformaciones de seres humanos en animales y de animales
en seres humanos. En los cuentos de hadas primitivos la mayoría de los
personajes son animales y seres humanos al mismo. tiempo. K. von den
Steinen da cuenta de un caso en que un esclavo negro fugitivo era perse
guido por los Bakairi. Éstos no lograron capturarlo, pero encontraron, en
cambio, entre los arbustos, una tortuga. Entonces la tribu de los Bakairi
abandonó la persecución, en la firme creencia de que la tortuga no era sino
el esclavo transformado.
En el desarrollo posterior de los cuentos de hadas la transformación,
que hasta entonces había sido una cosa completamente natural, se hizo po
sible sólo mediante recursos especiales de magia. Cualesquiera sean los
motivos psíquicos de los mitos de transformación, éstos se basan en la
plasticidad de la imagen corporal. Sabemos que en las psicosis los pacientes
tienen a menudo la sensación de hallarse transformados en un animal, tal
como un perro o un lobo. Los mitos relativos a los hombres lobos pertene
cen a la misma categoría. Los pueblos primitivos y los sujetos psicóticos
a yeces logran alterar su imagen corporal mediante la mera imaginación
libidinal. Puede tratarse de un cambio en la parte perceptual-imaginativa
de la imagen corporal o hasta en la parte intelectual. Los sujetos considera
dos normales sólo logran en menor grado, generalmente, este cambio Uau-
20 Nos gusta experimentar nuestro cuerpo con cien tamaños y variantes dife
rentes. Mientras conservemos la estructura psíquica del yo, no podremos satisfacer,
este afán de multiplicación placentera.
toplástico” de la imagen corporal. Por consiguiente, debemos servimos de
métodos aloplásticos, vale decir, del uso de máscaras y ropas, cuando que
remos obtener cambios considerables en nuestra imagen corporal.
En todo nuestro análisis no hemos discriminado hasta ahora entre la
creencia en las transformaciones de los demás y la transformación de nos
otros mismos. Ambas se hallan íntimamente vinculadas entre sí. Como ve
remos más adelante, las imágenes corporales no se hallan aisladas y la co
munidad de imágenes corporales se halla en la base de toda función social,
aunque por razones de método nos hemos circunscripto hasta ahora a la
consideración de la imagen corporal del individuo aislado.
1 El movimiento nudista satisface esa tendencia libidinal. Pero puesto que sólo
constituye el desahogo de un deseo parcial, permanece necesariamente incompleto,
aun cuando los órganos genitales se exhiban libremente, en lo cual reside, después
de todo, el núcleo central de dicho movimiento. Y a dijimos que nunca alcanzamos
una percepción nítida de la piel y del cutis de nuestros semejantes. A nuestro juicio,
ello es expresión de la imposibilidad de satisfacer la libido exclusivamente de esta
manera. E l serio problema de la integración de los deseos sexuales no se resuelve,
pues, haciendo que la humanidad tire a un lado las ropas y se ponga a retozar des
nuda. (Cf. el trabajo de Lorand sobre “El Nudismo” ) .
2 Donald Hayvforth propuso la interesante teoría de que la principal función
de la risa es advertir a los semejantes que no existe ningún peligro, es. decir, hacerles
saber que pueden reposar, alimentarse o jugar sin preocupaciones. Nosotros mostra
mos nuestras emociones a los demás y luego nos las volvemos a guardar.
llevue, por propia iniciath n. Somáticamente, mostraba signos de un alckholis-
mo grave; sufría estremecimientos continuos y se observaba en sus manos un
ostensible temblor alcohólico. Confesó sin ningún reparo que era un bebedor
empedernido y que toda su vida había bebido, aunque la última semana lo
había hecho en mayor cantidad que nunca. Había buscado refugio en el hos
pital porque había empezado a oír voces que lo insultaban y acusaban de ser
un degenerado y un homosexual. Estas persecuciones venían produciéndose
desde hacía varias semanas. Se sentía acosado por las voces y por esa causa
había abandonado St. Louis. ciudad donde vivía; también había abandonado
el hospital donde había estado internado durante un tiempo. No es necesario
reconstruir aquí el complicado trayecto que había recorrido para escapar
de sus perseguidores. Baste saber que el paciente siguió sintiendo las vo~.
ces durante más de tres semanas, después de internarse en el hospital» A
veces hablaba con toda claridad y coherencia, en tanto que otras sus pen-
/ samientos parecían casi totalmente iacoi^xos. Padecía alucinaciones rea
les, pero también oía voces verdaderas que interpretaba erróneamente.
Eran estas últimas las que desempeñaban el papel más importante. Vea
mos algunos ejemplos de las frases pronunciadas durante esta etapa.
“Oía una confusión de voces y ruidos. Estaba en el hospital de SL
jlíouis para alcoholistas. Me fui del hospital porque los ruidos y las voces
se burlaban de mí. Me decían: ‘eres un rojo, un ladrón, un gallina5, y
finalmente,. ‘eres un degenerado’. Mi idea era que querían hacerme pe
dazos. para determinar si era o no un degenerado. Mis sentimientos eran
;que tenían algo conmigo y querían obtener el resto de ios datos que yo
conozco. Cuando eché a andar por la calle, los ruidos me siguieron. To
davía me parece que fue algo real. Me dicen que es como si yo difundiera
mis ideas por el aire y que por eso pueden leer mis pensamientos. En el co
che en que viajé hasta aquí venían otros cinco o seis hombres. Todo el tiempo
se lo pasaron murmurando y rechinando los dientes y haciendo toda clase
de ruidos con la boca. Al mirar hacia el vidrio de adelante pude agarrar
a uno y él se dio vuelta y me echó una mirada. Parecía hacerle señas al
hombre que iba al lado de él. Yo sentía que todos ellos tenían sumo inte
rés en cada movimiento mío. Me di cuenta de que en cada parada había
un hombre que no era un peón ferroviario y entonces pensé que este hom
bre lo ba a encontrar de ciudad en ciudad. Les oía decir: ‘Muy bien;
tenemos tus ojos, tenemos tu nariz, tenemos tus dientes, tenemos tus ma
nos; tenemos tus pies’. Y luego: ‘sos un degenerado’. Pensé que tenía los
dientes picados, que me los estaban arrancando en pedazos. Ellos se apo
deraban de mis labios; eso quiere decir que podían leer en ellos. Y luego
de mis dientes; eso quiere decir que podían leer mis pensamientos en
los dientes. Todo lo que sucedía provocaba pensamientos contra mi vo
luntad. Ud. pasó a mi lado, yo traté de concentrarme en la pared; no pu
de dejar de dec’r: ‘allí va el judío inmundo1. Mientras comía no podía
dejar de pensar en el pene y en yesca. Quería saber por qué habían en
trado los negros en la casa de Lindbergh. Pensé que podía ser porque eran
capaces de leer mis pensamientos, porque sus sentidos eran más agudos-
que los de los blancos, así que podían apoderarse de la niñera. Si podían
leer los pensamientos, podrían leer los pensamientos de la niñera, y sí la
niñera o cualquier otra persona de la casa estaba complicada, también
podrían saberlo”.
A veces sus frases eran aún más inconexas. Nopodía dejar de pensar
quela gelatina era esperma de ballena. “Eso empezó desde que estoy acá.
Este juego que parece continuar todavía, tiene que ver con el negocio de
la aguja que me tiraron; yo no sé nada de eso. Entiendo que haya algo así:
uno pincha una persona y lee sus pensamientos. Las personas cambian co
mentarios entre sí y si uno escucha, uno se da vuelta y lo primero de- que
se entera es que están hablando de uno. Cuando se llevan la mano al cuello
significa que las papas queman5. Ese asunto de la aguja es tan serio que
a uno le pueden leer. Esta gente sabe todo lo que uno dice. Poco a poco
me fui dando cuenta de que. mientras caminaba por la calle iba hablando.
No pronuncio palabras; simplemente trato de avanzar derecho por la calle,
sin prestar atención. Esta gente también avanza, pasan a mi lado y me mi
ran. Y aquí todas las noches es lo mismo y cada vezmás. Me sucede como
esta mañana, con el jabón de Castilla; me froté y melavé las manos y algcf
parecía decirme: 6¡u y! ahora está hablando de España’ y mis pensamien
tos se iban* a España. Este asunto, sea real o no, me parece haberme lle
vado al Mar de Ross, y eso significa que soy una banderilla, una lanza
o algo que entra en una ballena. Hay un golpe. Hay una ballena y yo la
atravieso y no soy yo y todo es igual Eso significa que lo llevan a uno
alrededor del mundo y uno va al Polo Norte; eso s gnifica una cosa y luego
ai sur, es decir, al Mar de Ross. Si pienso en cualquier cosa del pasado, la
gente parece mencionarlo; por ejemplo, uno de los muchachos de color de
aquí mismo me dice: syo lo conozco, yo lo he visto antes a Ud.; ahora
lo encuentro muy delgado’. En ese momento yo me concentro en Florida,
en ios indios seminóles y entonces el negro me dice que no lo estoy mi
rando de ninguna manera. Si lo miro, se me presentan asociaciones con
indios y negros. No sé qué quiere decir él con eso. No quiero hablar con
él. Caminan, con movimientos rítmicos, despacio; gente cantando, chupan
do. Cuando se trata del asunto de las cajas, cosas, relojes, eso me sugiere
la idea de chupar. Entonces mis labios dicen por f'n: ‘sorber’. Si uno
mira el reloj, se supone que tendrá algún signo. El tiempo parece signifi
car que ellos quieren saber mis pensamientos en un momento dado, retro
traerme a algo en un momento particular. Cuando son las dos, se supone
que tengo que decir ‘son las dos2; y entonces mis pensamientos se remon
tan a las dos y hay una asociación de ideas.'Poco a poco, cuando se apode
ran de los pensamientos de uno durante cierto tiempo, terminan por apro
piarse de toda la historia de uno”. • . .
Después del 12 de mayo el paciente recuperó totalmente su lucidez.
Desapareció su desconfianza y su aprensión y ya no se mostró reservado.
Se hizo posible examinar, con su ayuda, su psicosis y logró explicarnos las
observaciones inconexas. Ahora creía que no había oído voces reales sino •
que sólo había interpretado erróneamente lo que decían realmente los de-
más, como así también sus movimientos y pensamientos (pero a nuestro ;
juicio es mucho más probable, que, por lo menos las palabras tales como ’
“ladrón”, “degenerado”, etc., [véase anteriormente], fueran verdaderas
alucinaciones). Los objetos que veía y los movimientos de los demás le su
gerían pensamientos que los otros podían adivinar. Cuando vio el ala de .
pollo en su plato se imaginó que era una gallina. Las salchichas de Viena
le habían hecho pensar en el órgano masculino (probablemente era éste un
recuerdo de la infancia. “Los chicos le llamaban ál pene salchicha, chori
zo, etc., cuando yo tenía siete u ocho años” ). “Los olores del baño me
impregnaban durante horas enteras. Al principio un cigarrillo me pareció
que tenía gusto de yesca china. Todo el mundo fumaba Camels y me hacía
sentir el gusto de la yesca. Cuando era chico, a los cuatro o cinco años,,
juntábamos yesca con los otros chicos y la fumábamos”. Cuando los de
más se hacían señas aludiendo a él, parecía provocarle pensamientos rela
cionados con aquello de ‘degenerado’, ‘gallina’, etc. Cuando sus ideas sur
gían de este modo, sentía que todas las miradas convergían sobre él, y que
sus dedos se contraían y formaban letras que los demás podían leer. Los
otros provocaban en él ciertos pensamientos y luego los leían gracias a la
posición de sus dedos.
Pero no es posible comprender plenamente la psicosis de este paciente
sin tener por lo menos un ligero conocimiento de su personalidad y desarro
llo. En su familia no se había registrado ningún caso de psicosis. Los pri
meros seis hermanos y hermanas habían muerto en la infancia. Tres herma
nos suyos eran sacerdotes y una hermana mayor era monja. El padre y la
madre eran más bien estrictos. La madre solía pegarles a todos los hijos.
El padre bebió durante toda su vida pero sin llegar a ser un borracho. En
la familia nunca se discutió el tema del sexo, pues los tópicos de esta índole
se hallaban estrictamente prohibidos. Hasta los cinco años durmió en la
misma cama con su hermano, pero nunca vio sus órganos sexuales. “Me
acostumbré a no fijarme en esas cosas desde que tuve uso de razón. Cuando
era muy chico vi a una chica defecando; le vi las nalgas y eso me dio náu
seas”. El paciente quería a su padre tanto como a su madre. Era muy hi
giénico. La madre insistía escrupulosamente en que la limpieza fuera rigu
rosa. A los cinco años de edad, era bastante religioso. Sólo a los diez
descubrió la diferencia entre varones y niñas. Pero desde los seis años co
menzó a mostrar curiosidad por los asuntos de los demás. Empezó a fumar
a los seis años, y a beber cerveza, a los ocho. Cuando tenía alrededor de
veinte años, le interesó un caso de asesinato y se desempeñó como investiga
dor con bastante éxito. Por entonces era repórter de un diario. Cuando se
incorporó a la marina, se hablaba mucho de ciertos casos de homosexuali
dad. Los individuos en cuestión habían organizado una exhibición. Cierta
dama de la sociedad que había presenciado el espectáculo había presentado
una queja. Nuestro paciente cooperó para encontrar a los responsables y ha
cerlos dar de baja por razones médicas. Todavía le interesaban las investi
gaciones. Le repugna cualquier clase de perversión, especialmente la homose
xualidad. En su vida consciente jamás ha tenido ninguna relación particular
con los movimientos intestinales. Su vida sexual consiste en el trato con
prostitutas. Le parecería mal tener relaciones sexuales con una mujer de
cente. A veces pasan uno o dos meses sin que tenga relaciones sexuales. La
necesidad sexual no lo molesta, especialmente cuando bebe. Y por cierto
que bebe profusamente, casi siempre en compañía.
Tenemos aquí una alucinación alcohólica típica donde prevalecen los
elementos delirantes. La psicosis trae a primer plano rasgos que fueron
fundamentales para su personalidad. Siempre fue curioso. Cabe suponer
que esta curiosidad se debió en gran medida a la curiosidad sexual. Con
la represión de la curiosidad sexual, aumentó su interés por los asuntos de
los demás y, sobre todo, por las actividades criminales. Nunca llegó a des
arrollar plenamente su heterosexualidad. El celo con que llevó a cabo la
investigación de la homosexualidad en la marina, demuestra la presencia
de una fuerte homosexualidad latente. En su psicosis, se pusieron al descu-'
bierto su sexualidad y sus tendencias anales y orales. Pero el punto sobre
saliente en esta observación es que los demás pudieran leer sus pensamien
tos y conocer sus actividades exactamente en la misma forma en que él
había investigado antes las actividades de los otros. La gente le inducía
por medio de ademanes los pensamientos prohibidos. Se producían enton
ces asociaciones libres que conducían a .pensamientos perversos. Tenía que
expresarlos por medio de movimientos de la boca o de las manos, reve
lando así sus tendencias infantiles a los demás. Él comprendía a los otros,
comprendía sus cuerpos como el suyo propio, y por eso sus pensamientos
eran comprendidos por los demás. Los ademanes de ellos y los suyos, los
pensamientos de ellos y sus pensamientos guardaban una libre comunica
ción. En general, deseamos comprender los pensamientos y ademanes de
los demás, pero también queremos que nuestros propios pensamientos y
ademanes sean comprendidos. Los movimientos expresivos de nuestros pa
cientes constituyen una comunicación. Cabe suponer que generalmente son
comunicaciones que dirigimos a los demás.
3 En otro trabajo, Levy estudió estas actitudes en relación con los problemas
de la vida individual de los niños. •
No debemos olvidar que la imagen postural del cuerpo, aunque prima
riamente sea una experiencia de los sentidos, provoca actitudes de tipo emo
cional, y que estas actitudes emocionales son inseparables de la experiencia
sensoria. El juicio relativo al cuerpo deriva de ambas fuentes y sólo es
factible merced a los factores sensorios y emocionales subyacentes. Cabe
distinguir idénticos planos cuando vemos el cuerpo de otra persona. Prime
ro recibimos una impresión sensoria acerca del cuerpo del otro individuo.
Esta impresión sensoria adquiere su verdadero significado, gracias a nues
tro interés emocional por las diversas partes de su cuerpo, y finalmente,
arribamos a un juicio sobre las distintas partes del cuerpo del otro. Pero
ni siquiera esta triple subdivisión nos proporciona una idea cabal de la im
portancia de la imagen del cuerpo. Así como la propia imagen corporal ad
quiere pleno significado sólo merced a su movimiento y a su función — que
una vez más se expresa de manera sensorial— el movimiento de la imagen
corporal de otra persona, sus cambios concernientes a la función y sus pers
pectivas relativas a la acción, confieren a la imagen corporal un significa
do más profundo. . .
El caso de alucinosis alcohólica examinado anteriormente abre el
camino hacia un nuevo campo. El movimiento y la función de la imagen cor
poral se hallan íntimamente relacionados, después de todo, con los objetivos
y tendencias del individuo, y movimiento y función son, asimismo, parte in
tegral de la imagen del cuerpo de los demás como expresión de la persona
lidad. La imagen corporal y la emoción se hallan íntimamente vinculadas
entre sí, y así como nuestra imagen corporal es la expresión de nuestra
propia vida emocional y nuestra personalidad, los cuerpos de los otros ad
quieren su significado último por el hecho de ser los cuerpos de otras per
sonalidades. La percepción de los cuerpos de los demás y de su expresión
de las emociones es tan primaria como la percepción de nuestro propio
cuerpo y de sus emociones y expresiones. Nuestro cuerpo, tal como lo de
muestran todos los análisis que anteceden, no difiere, en la percepc.ón sen
soria, de los cuerpos de los demás. Con suma frecuencia encontramos
nuestra propia imagen corporal libidinal gracias a la tendencia libid nal
de los demás dirigida contra nosotros. Así como rechazamos la idea de la
Einjühlung, debemos rechazar la idea de que arribamos al conocim ento
del cuerpo de ios demás y de sus emociones mediante la proyección de
nuestro cuerpo y de nuestras sensaciones hacía las otras personalidades.
Pero es indudable que existe un continuo intercambio entre nuestra propia
imagen corporal y la de los demás. Lo que vemos en los otros podernos des
cubrirlo en nosotros mismos. Y lo que descubrimos en nosotros, podemos
verlo en los demás.
6 Pero Preyer describe el caso de una niña capaz de imitar correctamente una
nota ejecutada en el piano, cuando sólo contaba nueve meses de edad.
maravillass de Lewis Carroll, el gato deXheshire desaparece y sólo queda
su risa burlona. Esto es cierto en la medida en que la gestalt de la risa
burlona puede permanecer, aun cuando no se perciban las distintas partes
del rostro! Pero esa particular impresión de risa siempre se bailará vincu
lada con una imagen del cuerpo, guardando relación con la personalidad.
Puede ser la personalidad de un ser humano o de un animal, pero debe
ser algo vivo dotado de una imagen corporal. Los factores ópticos y ki-
nestésicos que estudiamos en la construcción del modelo postural del cuer
po tendrán aquí una importancia fundamental, no sólo para la construc
ción del propio modelo postural del cuerpo, sino también para la cons
trucción de la imagen corporal de los demás. Sería mejor decir que mi
imagen corporal y las imágenes corporales de los demás guardan una es
trecha relación primaria entre sí. Las acciones de los demás también guar
dan relación con mis propias'acciones. Cuando imito las acciones y actos
de otra persona, no hago sino reconocer el profundo factor subyacente
del carácter parcialmente común de la imagen corporal. Es éste un factor
sensorio básico. Las tendencias emocionales van adheridas al mismo y
utilizan la construcción sensoria de la imagen corporal. Y hay, por su
puesto, un rico mundo de motivos y afanes que determinan lo que desea
mos imitar en los demás. •
MacDougall parece pensar en problemas semej antes cuando analiza
las acciones imitativas de tipo ideomotor simple. “Y todos nosotros, si
concentramos intensamente la atención en el movimiento de otra persona,
tendemos a efectuar — al menos en forma incipiente y parcial— todos los
movimientos que observamos, por ejemplo, una tacada difícil en el billar,
las oscilaciones de un volatinero para mantener el equilibrio y los giros
rítmicos de un bailarín. En todos estos casos, los movimientos imitativos
parecen obdecer al hecho de que la presentación visual de los movimientos
de otra persona basta para provocar la representación de un movimiento
similar del propio cuerpo, la cual — como todas las representaciones mo
trices— tiende a materializarse de inmediato en movimiento”.
Sólo debemos insistir una vez más en que los movimientos siempre
se hallan vinculados con la imagen corporal y yacen debajo de todas las
leyes relativas a la imagen corporal que ya hemos examinado. Arribamos,
así, a una comprensión más profunda de la inducción simpática de las
emociones. La risa es, en verdad, común a todos nosotros. Es, en forma
inmediata, un asunto del grupo social, al igual que el grito de pánico,
por carente de sentido que éste sea. Es erróneo llamar inducción a este
proceso. Las emociones se hallan vinculadas en sí mismas con las expre
siones y también con las emociones de los demás. Nosotros percibimos la
imagen corporal de los otros, percibimos sus expresiones que lo son de
emociones, y éstas emociones son, a su vez, emociones de personalidades.
Trátase aquí de datos primarios. En efecto, no son secundarios con respecto
a la construcción de nuestro modelo postural del cuerpo, y ya demostra
mos detenidamente que el modelo postural del cuerpo depende en gran
medida de lo que vemos y experimentamos en los demás. ■
Mucho dista esto, .por cierto, de las formulaciones de Lipps relativas
a la empatia. La empatia es — según Lipps— una proyección de los pro
pios sentimientos hacia otra persona u objeto. “El ademán amenazador
de otra persona provoca en mí el instinto de imitación y mediante esta
imitación experimento la amenaza y la proyecto hacia el otro. Cierto es
que existen tendencias hacia la imitación y que éstas son de tipo muy pri
mitivo. Tal puede verse en los niños y también en los adultos.. . Hay bue
nas razones para estar de acuerdo con Lipps en lo relativo a los instintos de
imitación. La patología nos muestra los mismos fenómenos con contornos
más nítidos. Hay, en efecto, pacientes alucinados que repiten todo lo que
oyen. Otros hacen, en cambio, todo aquello que ven ópticamente en sus
alucinaciones y hasta son capaces de convertirse en el cuadro que visua
lizan. Cabe decir, en general, que todo cuadro, toda experienciá sensual,
lleva consigo la tendencia a una acción, y cabe distinguir dos posibilidades:
o bien actuamos como si quisiéramos ser nosotros mismos el cuadro, o bien
dirigimos nuestra acción contra el cuadro, reconociéndolo como objeto. In
dudablemente es de enorme importancia conocer estas tendencias a coactuar
e imitar”* (Medizinische Psychologie, págs. 276 y sig.). “Pero es dudoso
que de este modo pueda llegarse al reconocimiento de la personalidad de
otro individuo, puesto que cuando yo imito instintivamente, soy yo, una vez
más, quien tiene las experiencias, y queda todavía por descubrir cómo pue
den convertirse estas experiencias en las experiencias de otro. . . La em
patia no nos saca del círculo del yo, haciéndonos retornar a la afirmación
de que debe existir una experiencia independiente de los yoes y las persona
lidades exteriores”. Sólo nos resta agregar que la personalidad del otro in
dividuo se basa en su imagen corporal.
La imitación es un término procedente de la psicología descriptiva. Es
un término que se refiere a la vida psíquica plenamente consciente. La ten
tativa de Tarde y otros de alcanzar cierto conocimiento de la estructura
formal de la imitación y sus motivos, no pasa de la superficie, puesto que
estos investigadores no tuvieron en cuenta la vida psíquica “inconsciente”:
Cabe repetir aquí que, según Freud, los procesos psíquicos del sistema del
inconsciente presentan características especiales. En la esfera inconsciente,
realidad y representación no se hallan separadas una de otra. En efecto,
allí tienen lugar simbolizaciones, condensaciones y transposiciones. La in
vestidura psíquica de una representación puede ser transferida a otra similar
que se convierte entonces en el símbolo de la representación primaria. Las
experiencias inconscientes no sólo perduran sino que resultan eficaces en
el presente. En tanto que nuestro pensamiento consciente no tolera las con
tradicciones y trata de arribar a una conciliación de las tendencias incom
patibles, las tendencias del inconsciente no se contradicen entre sí. En este
sentido, es indudable que para el pensamiento inconsciente no tienen im
portancia el grado de certeza y seguridad ni las relaciones. Freud habla de
un sistema del inconsciente cuando se refiere. a esta forma particular de
acción psíquica. Si bien es de opinón de que los procesos psíquicos de esa
naturaleza no se hallan generalmente en el campo de la percatación psíqui-
ca, cree que ocasionalmente los procesos psíquicos del inconsciente pueden
tornarse conscientes, pero reteniendo el carácter estructurado del sistema del
inconsciente. El niño, el sujeto primitivo y el esquizofrénico pueden tener,
por ejemplo, procesos inconscientes en el campo de la percatación. Nos
otros hemos dado un paso más. No creemos, así, que haya un solo proceso
psíquico que no posea la cualidad de la percatación. Y tampoco creemos
qué pueda hablarse de un inconsciente psíquico si por inconsciente entende
mos la ausencia de percatación.
(7) La identificación
1 Estamos de acuerdo con Kóhler cuando supone que los Impulsos no son con
ducidos simplemente de manera indeterminada a través del aparato periférico, sino
que ya existen cualidades y configuraciones específicas en el mundo exterior, de
modo que también la conducción es específica.
entero de coordinación y utilización de los datos de los diversas sentidos
y su correlación respectiva, la producción del signo local (“Localzeichen”) ,
de un contacto, no se Lasa en un razonamiento plenamente lúcido y
consciente.
La estructura de la imagen corporal en su sentido puramente fisioló
gico se basa, en gran medida, en procesos que permanecen en el fondo de
la conciencia. Es allí donde tiene lugar una activa construcción de la ima
gen del cuerpo. Verdad es que parte de esta construcción se halla por cierto
Completamente fuera del campo de la conciencia, pero también está repre
sentada por procesos psíquicos conscientes e “inconscientes”. En el expe
rimento de la ilusión japonesa se comprende claramente cómo arribamos,
ínerced a complicados métodos y constantes esfuerzos, a una orientación
tfinal en relación con nuestro propio cuerpo. Los movimientos nos propor
cionan nuevas impresiones táctiles que nos ayudan a determinar la localiza
ción relativa de un punto tocado.
Los estudios de Antón y Babinski sobre la anosognosia constituyen una
contribución ulterior para la comprensión de la estructura del modelo pos-
tural del cuerpo. Los pacientes de este tipo o bien no advierten la presencia
de una parálisis o bien se olvidan por completo de un lado entero de su
cuerpo. Cuando el sujeto ignora un lado del cuerpo, parte de las sensacio
nes pueden transferirse al lado sensible del cuerpo. La transferencia puede
hallarse vinculada -—aunque no forzosamente— con los impulsos motores.
La omisión de las impresiones recibidas por una mitad del cuerpo, la no
percepción de una mitad, puede darse sin la transferencia de los impulsos
hacia el otro lado. De modo entonces que puede basarse en un mecanismo
del tipo llamado puramente psíquico. Pero también puede deberse a meca
nismos orgánicos. Este mecanismo regresivo orgánico puede ser de carácter
general — “Korsakoff”— pero también puede basarse en una lesión focal.
La represión orgánica puede llevar o bien a pasar por alto la hemiplejía o
bien a descuidar por completo un lado del cuerpo. También puede provocar
ilusiones y distorsiones con respecto a la percepción de dicho lado. En la
mayoría de estos casos, hay perturbaciones de la sensibilidad que indican
una seria lesión de las vías de conducción centrales; pero existe úna per
turbación en el mecanismo parietal especial, cuya integridad asegura el
modelo postural del cuerpo. Todos estos mecanismos deben hallarse en per
fectas condiciones para poder alcanzar un acabado conocimiento del modelo
postural de nuestro cuerpo.
Todo fenómeno de la esfera psicofisiológica — y todo lo que ocurre en
el cuerpo pertenece a la esfera psicofisiológica—- supone la participación
de multitud de factores. El sistema nervioso se halla construido, en sí mis
mo, en planos de distinta integración. Los niveles superiores de estas inte
graciones adquieren una relación más estrecha con los estratos psíquicos y
muestran una mayor similitud con los mecanismos de la esfera psíquica.
Los mecanismos que hemos denominado de represión orgánica son, por
muchos conceptos, semejantes a los mecanismos psíquicos, pero ni los pro
cesos psíquicos conscientes ni los inconscientes se hallan vinculados con
ellos. En la función normal, todos estos mecanismos se hallan integrados,
formando una unidad. En los casos patológicos, en cambio, pasa a primer
plano una parte determinada de este mecanismo.
Las diversas partes del modelo postural del cuerpo son estimadas de
modo diferente, de acuerdo con las necesidades del individuo. La linea me
dia es de particular importancia. La relación existente entre la izquierda
y la derecha es una relación en el modelo postural del cuerpo.
Las percepciones, en todo el campo de la psicología, tienen significado
sólo en la medida en que constituyen la base para las acciones. El modelo
postural del cuerpo — el conocimiento de los miembros y de su relación
recíproca— es necesario para iniciar cualquier movimiento. Y aun en todas
las acciones dirigidas contra el propio cuerpo, también es necesario su co
nocimiento. Cuando el conocimiento de los miembros no basta para iniciar
el movimiento, el individuo acrecienta sus conocimientos mediante movi
mientos de prueba. Todo conocimiento sin movimiento debe ser siempre in
completo. El espacio de nuestro cuerpo posee una caracterización particular,
pero además hace falta un conocimiento espacial del ordenamiento de las
partes separadas de nuestro cuerpo, para tener éxito en los movimientos
hacia dichas partes.
En los fantasmas de personas que han perdido sus miembros en forma
más o menos repentina, es donde el modelo postural del cuerpo adquiere su
expresión más evidente. La actitud hacia el fantasma demuestra que las per
sonas afectadas por la pérdida de un miembro procuran recrear la integri
dad del cuerpo. Tienen éxito en esta recreación, sobre todo cuando existen
parestesias de tipo periférico que contribuyen al proceso constructivo. La
estructura fisiológica del fantasma y del modelo postural del cuerpo es en
sí misma, generalmente, muy semejante a las estructuras psicológicas rela
cionadas con el cuerpo como un ente total y con su integridad. Los factores
psicológicos determinan la forma final del fantasma y también la forma
final de la no-percepción de ciertas partes del cuerpo.
En casos de histeria y en los de la llamada aloquiria, la parte
psicógena de. nuestras emociones vinculadas con el modelo postural del
cuerpo provoca fenómenos muy similares a la represión orgánica. No sólo
hacen falta movimientos activos voluntarios y semivoluntarios para cons
truir el modelo postural del cuerpo, sino también todo el estado tónico
del cuerpo habrá de darle forma al modelo postural. Es muy espe
cialmente el tono de los reflejos posturales y rectificatorios el que distor
siona el modelo postural del cuerpo, y será en el tono donde se construya
un modelo postural correcto del cuerpo. Pero entre estas actitudes cambian
tes y los diversos impulsos, el modelo postural del cuerpo corre peligro
de no proporcionar ya ninguna ayuda definida. Corre peligro de cambiar,
al igual que Proteo. El único remedio es, entonces, la construcción de pos
turas primarias. Estas posturas son de tipo motor y también sensorial.
Vale la pena hacer notar que «tendemos a ps^ár por alto las desviaciones de
estas posturas primarias. Las posturas primarias son creaciones y construc-
clones que ños suministran una base más fírme en lo que respecta a las si
tuaciones externas.
En el modelo postural de nuestro cuerpo no sólo se nos da un contor
no, sino que también encontramos una superficie. Ésta «adquiere su carácter
definitivo únicamente en relación con las impresiones ópticas, aunque tam
bién hay una percepción de lo que ocurre en el interior de nuestro cuerpo-
Aquí, sentimos principalmente la masa pesada, Y la sentimos en la misma
forma en que experimentamos cualquier otra masa pesada. De modo, pues,
que dentro de nuestro cuerpo no sentimos nada más que esa masa pesada.-
Todas las demás sensaciones las experimentamos muy cerca de la superficie.
Nuestra apreciación de la masa y la pesadez varía con el tono de loa
músculos/
. En cosa comprobada que una irritación del nervio vestibular habrá de
modificar, con el tono, el modelo postural del cuerpo. Esto también vale
■'para los movimientos rotatorios y puede estudiarse claramente, asimismo,
en los movimientos ascendentes o descendentes realizados en ascensores ve-»
loces. Aquí encontramos disociaciones en la masa pesada del modelo posJ
toral del cuerpo, y parte de la masa pesada abandona el cuerpo bajo la for
ma de un fantasma. El nervio vestibular contribuye a la unidad del modelo
postural del cuerpo, especialmente a la unidad de la masa pesada con la
parte óptica del cuerpo. El dolor siempre se baila vinculado con el modelo
postural del cuerpo, pero las lesiones cerebrales pueden disociarlo de éste.
Sin embargo, el dolor distorsiona el modelo postural del cuerpo. Hay un
enorme número de factores somáticos que ayudan al modelo postural del
cuerpo, pero ello no obstante sigue siendo una unidad con distintas partes
de significación diversa.
Existen algunos aspectos generales de la experiencia del propio cuerpo,
fío se trata por cierto de una unidad dada, sino de una unidad en desarro
llo. Existen cuatro planos generales que interfieren constantemente. El pri
mero es el plano puramente fisiológico, que es simpático, periférico, me-
Idular. No estamos en condiciones aún de establecer los procesos psicológicos
vinculados con este plano. Existe un segundo plano que se relaciona con
las actividades focales del cerebro. El mecanismo como tal es fisiológico
pero tiene de continuo resonancias en la conciencia. Dentro de esra cate
goría quedan comprendidos los casos de no-percepción de una mitad del
cuerpo. Un tercer plano guarda relación con las actividades orgánicas ge
nerales vinculadas con la región cortical. Este mecanismo se halla pertur
bado, por ejemplo, en la psicosis de Korsakoff. En su núcleo, es orgánico
en el sentido corriente; pero trátase por cierto de una vida orgánica su
mamente afín a la vida psicológica. La resonancia en la conciencia es más
fuerte en el segundo plano, en tanto que el tercero puede ser explicado
desde un punto de vista psicológico. El proceso orgánico tiene el aspecto
aquí de un proceso psicológico congelado. Y, por último, tenemos un cuarto-
plano cuyos procesos se desarrollan en la esfera psíquica pero influyen
do, al mismo tiempo, sobre lo que acontece en la esfera somática. Así, hay
en el modelo postural del cuerpo una permanente interacción de esos cuatro
planos.
Esta formulación posee un significado que va más allá del problema
especial del modelo postural del cuerpo. Cabe suponer que toda la vida
psicofisiológica se construye sobre planos similares y que la interacción de
estos diversos niveles es característica de la vida orgánica. Claro está que
la idea de los diversos planos, de la integración nerviosa, no es nueva. En
las obras de Jackson y también de Head desempeña un papel considerable.
Sería fácil, por cierto, demostrar que no sólo existen los cuatro planos
que acabamos de describir sino muchos más2. Y naturalmente, nos apre
suramos a reconocerlo; pero lo que a nosotros nos interesa aquí son, ex
clusivamente, esos cuatro planos principales. Hasta ahora la bibliografía
sobre el tema se ha limitado a considerar estos planos desde el punto de
vista de la neurología orgánica, sin tener en cuenta su significación psico
lógica. Sólo Adolph Meyer ha considerado las integraciones psicofisiológi-
cas. También nos encontramos con distintos planos fisiológicos y psicofi-
siológicos. Cabe preguntarse si de ello se desprende que el plano fisiológico
sin resonancias en la conciencia es realmente la estructura básica a partir
de la cual se originan los otros planos. A nuestro juicio, una teoría que
afirmase tal cosa sería totalmente equivocada. Generalmente se acepta que
las actividades de los organismos son, primordialmente, actividades psíqui
cas. En el organismo altamente desarrollado existen actividades primordial-
mente psíquicas que tienen lugar, en parte, a plena luz consciente. Poseen
éstas el carácter del pensamiento lógico y de la intención lógica. Pero mu
chas de estas actividades psíquicas se desarrollan en el marco de la con
ciencia y ostentan, para decirlo en pocos palabras, un carácter simbólico
o esférico. Caen dentro de la categoría de lo que Freud llama “inconscien
te”. Pero todas éstas son experiencias psíquicas que pertenecen a nuestro
cuarto plano cortical psíquico, por lo cual estamos aquí ante las actividades
primarias de la psique.
Cuando algunas de las funciones orgánicas pierden el acceso inmediato
a la conciencia, tenemos que vérnosla, en mayor o menor medida, con un
proceso de transformación de la actitud psíquica en otra meramente fisio
lógica, para convertir en herramienta algo que originalmente ha sido una
función. No creemos, por lo tanto, que el primer plano sea en forma al
guna anterior al segundo, al tercero y al cuarto. Si deseamos llevar a cabo
una construcción es mucho más fácil, por cierto, derivar la función fisio
lógica de la función psíquica y no a la inversa. Sabemos, en todo caso, que
la función psíquica de ejercitación y adaptación acarrea un cambio en la
función del sistema nervioso central y en los músculos. Generalmente se
acepta que la función originalmente crea la forma. Verdad _es que una
vez creada la forma, ésta también puede ejercer influencia sobre la función.
Pero es probable, al menos, que forma y función se pertenezcan forzosamente
y que la función sea necesariamente psíquica o desempeñe por lo menos un
1 La kistorla de estos casos será de interés* sin duda, para los neurólogos.
tibular, olfato y gusto normales; el hombro derecho algo caído. Paresia
severa del tipo corriente. En el brazo derecho, postura típica. Pero los
espasmos son sumamente limitados, aunque de carácter piramidal. El al
cance de los movimientos se halla disminuido en todas las articulaciones.
Donde mejor se encuentra es en el hombro, en tanto que es imposible el
movimiento voluntario de la mano. Los reflejos tendinosos y periósticos
del brazo son más fuertes en el derecho que en el izquierdo. Imposible el
examen de coordinación y diadococinesia. Paresia de los músculos del
tronco. Presencia de los abdominales a ambos lados. La pierna derecha
muestra una fuerte pronación del pie. Por lo demás, hay una paresia del
tipo corriente de grado medio (sólo se halla disminuida la motilidad de
los dedos del pie). El tono muestra una tensión muy moderada de carácter
piramidal; el pie es, incluso, hipotónico. No hay ataxia ni adiadococinesia.
Los reflejos patelar y aquiliano son más fuertes del lado derecho que del
izquierdo. Clonus del tobillo derecho. Babinski, Oppenheim, Rossolimo
positivos del lado derecho. Cuando la paciente trata de caminar, su hombro
se hunde hacia adelante y no puede hacerlo ni siquiera con la ayuda de un
bastón. Funciones vesical y rectal normales.
La sensibilidad presenta las siguientes perturbaciones: dolor espon
táneo en la región del ojo derecho. El dolor disminuye a veces a una pa
restesia, y en otras falta por completo. Hay sensación de la postura; da rápi
das respuestas cuando se trata del lado izquierdo del cuerpo. Si se le hace
imitar movimientos pasivos del lado derecho de su cuerpo con el lado
izquierdo, comete errores casi grotescos. Si se examina — en la forma co
rriente— la percepción de la dirección de los movimientos pasivos, la
perturbación resulta mayor en la mano y en el pie, en tanto que disminuye
en las articulaciones proximales. A veces se tiene la impresión de que cuando
tiene lugar un movimiento la paciente lo percibe en la mano y en el pie,
pero sin estar segura acerca de su dirección.
Tiene frecuentes alucinaciones y cree haber hecho movimientos con
los dedos, aun cuando no se haya iniciado el examen. Los movimientos
pasivos efectuados en las articulaciones de las extremidades izquierda pro
vocan a menudo, después de cuatro a diez segundos, sensaciones -más débiles
de igual carácter en las extremidades de la derecha.
En general, la sensibilidad de la paciente del lado derecho del cuerpo
se caracteriza por lo siguiente: Hay una marcada disposición a las aluci
naciones en el lado derecho del cuerpo, y las sensaciones en el lado iz
quierdo del cuerpo provocan, poco tiempo después (de cuatro a diez se
gundos) , una sensación análoga en un punto simétrico situado en el lado
derecho del cuerpo.
Percepción térmica; sensibilidad al frío intacta; pero falta sensibilidad
a l calor en el lado derecho.
Perdura la percepción del dolor en las partes más profundas y en
la superficie. La paciente se muestra menos sensible a la corriente farádica
©n el lado derecho. Ante la comezón, reacciona de igual manera a ambos
lados del cuerpo. Las cosquillas son experimentadas principalmente como
un contacto, del lado derecho. La palestesia y la sensibilidad a la presión
profunda son idénticas a ambos lados. La paciente siente los pesos de
igual manera en ambos lados. Localiza los contactos practicados en el lado,
derecho de manera errónea y grotesca. Siente correctamente los contactos
más suaves. Cuando se toca a la paciente en el lado derecho, cerca del
pecho, primero lo siente en el hombro, pero después de cuatro a diez
segundos experimenta una segunda sensación cerca del codo, una tercera
en la parte superior de la pierna, y una cuarta en el dorso del pie. Pero las
sensaciones 2, 3 y 4 son más borrosas e indiferenciadas que la primera
sensación. La poliestesia es constante cuando se le toca el lado derecho del
cuerpo. Pero con suma frecuencia la paciente sólo experimenta dos sensa
ciones. También se registra poliestesia cuando se aplica el estímulo en el lado
izquierdo. Al principio, aparecen en el punto simétrico del lado derecho
sensac ones más débiles y tenues y, después de eso, otra de la localización
más distal. La sensación derecha no siempre guarda una simetría absoluta
con la izquierda. Un contacto en la mano izquierda puede provocar una
sensación a la misma altura pero en el tronco.
Idénticos fenómenos se registran cuando se le efectúan pinchazos. Un
pinchazo en el muslo derecho provoca una sensación de pinchazo indistinta
mente localizado, a la que sigue una sensación de contacto. Si se le pincha
el muslo izquierdo, aparece una sensación más opaca en un punto aproxi
madamente simétrico del muslo derecho. Aunque la localización de los
pinchazos y contactos del lado derecho por lo general es mala, a veces
la paciente da respuestas correctas. Ocasionalmente localiza correctamente
un pinchazo practicado en el pulgar del pie derecho. Las equivocaciones
difieren en dirección y tamaño. A veces sólo se trata de pocos centímetros,
pero en otras un contacto en el tronco puede ser transferido al pie o a la ca
ra, en dirección transversa. Los errores aumentan la fatiga. Cuando la
paciente tiene parestesias en la cara, localiza todos los contactos en ésta.
También las sensaciones térmicas del lado izquierdo suelen ser transferidas
sin cambios cualitativos al lado derecho del cuerpo. Un contacto con un
vidrio caliente es experimentado primero del lado izquierdo y luego del
derecho, aunque algo menos caliente, y casi siempre en puntos aproximada
mente simétricos. Lo mismo vale para las sensaciones de frío y palestésicas.
Aun cuando se le pongan determinados objetos en la mano izquierda, ella
los siente también en la derecha. A veces una sensación de frío y calor
del lado izquierdo sólo provoca una sensación de presión en el lado derecho;
Los contactos sobre el pezón derecho generalmente son bien localizados.
Cuando se le toca a la paciente el brazo derecho con un género áspero o
con un cepillo, sólo siente un simple contacto o un pinchazo, aun cuando
el contacto se extienda sobre una superficie considerable y se efectúen
movimientos extensos sobre la piel. Las líneas trazadas sobre la piel con
el dedo son experimentadas como si sólo se tratara de un contacto, aun
cuando la línea recorrida sea de 20 centímetros. A veces experimenta varios
contactos. Si se le tocan, los pezones, la paciente localiza el contacto en-
el pezón. A veces afirma sentir el movimiento en sentido descendente
cuando la línea trazada con el dedo, es ascendente. Cuando se produce un
movimiento en la piel, la paciente suele afirmar que ha movido las articu
laciones de los dedos. También es verdad que todas las cualidades sensibles
son transferidas del lado izquierdo hacia el derecho y que son poiiestésicas.
La segunda sensación siempre es de contacto, cuando la primera sensación
ha tenido lugar en el lado derecho.
La paciente no tiene la menor idea de la posición ocupada en el espacio
por sus miembros derechos, pero es perfectamente capaz de señalarse un
punto específico del tronco. La discriminación es buena. Es imposible
examinar la discriminación sucesiva debido a su poliestesia. La irritabilidad
vasomotriz es mayor del lado derecho. La paciente carece de sensaciones
determinadas de placer o disgusto con respecto al lado derecho del cueifpo.
Sus imágenes ópticas relativas a este lado son correctas. Tras un prolongado
tratamiento con Salvarsán, disminuyeron las alucinaciones espontáneas. Las
sensaciones del lado izquierdo actualmente son transferidas sólo en forma
incompleta al derecho, si bien los fenómenos son idénticos en esencia.
Todavía es manifiesta la perturbación de la localización, aunque las loca
lizaciones correctas son más frecuentes.
2 Recientemente se llamtS la- atención sobre las atrofias vinculadas con lesiones
del lóbulo parietal. Podría aventurarse la hipótesis de que lo que en un caso surge
como perturbación a trófica, se presenta en otros como una sensación de extrañeza y
alteración del cuerpo. '
Cabe destacar que la paciente no presenta perturbaciones ópticas y
que su memoria no se halla afectada, pese a evidenciar una ligera dificul
tad para la formación de asociaciones nuevas. Verdad es que tiene cierta
tendencia a tomar por familiares y parientes a personas extrañas. Pero
todo esto no explica la duda tenaz relativa a su brazo derecho. Esta.última
debe hallarse vinculada con su lesión focal. Estamos, pues, ante un caso
de no-percepción focal de un lado del cuerpo. Es notable que en esta ocasión
la paciente reaccione en esta forma peculiar - hacia el lado derecho del
cuerpo. La paciente nunca fue zurda y en su familia no hay ningún zurdo.
Resulta claro que la regla de Babinski no es absoluta; hay excepciones
en las cuales los pacientes reaccionan de manera peculiar hacia el lado
derecho del cuerpo. Es notable que la paciente no sólo haya desarrollado
la ilusión de que tiene la mano y los dedos hinchados, sino también que
se queje frecuentemente de una fractura del brazo y la pierna de la dere
cha. Encontramos aquí una tendencia orgánica a las ilusiones localizadas.
Diencéfalo Metencéfalo
Tei encéfalo
*Postencéfalo
Cerebro medio
Te! encéfalo