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Derecho a la prueba y

Apreciación probatoria
En el Código Procesal Penal del 2004

Paul Iriarte Bojorquez


IRIARTE ASOCIADOS ASOCIADOS IRIARTE
Paul Iriarte Bojorquez

Paul Iriarte Bojorquez

Miembro del Instituto de Defensa de Derechos Humanos “Eugenio Raúl

Zaffaroni”
Paul Iriarte Bojorquez

Por el sentido común científico (que yo acepto), es obvio que sólo se conoce una

parte infinitesimal del universo, que hubo épocas incontables en la que no existió

ningún conocimiento y que probablemente habrá otras incontables edades futuras

sin conocimiento (…). Lo que cada hombre conoce depende, en un sentido

importante, de su experiencia individual: conoce lo que ha visto y oído, lo que ha

leído y lo que se le ha dicho, y también lo que ha sido capaz de inferir a partir de

estos datos. Lo que está aquí en el tapete es la experiencia individual, no la

colectiva, pues se necesita una inferencia para pasar de mis datos a la aceptación

del testimonio. Si yo creo que existe un lugar tal como Semipalatinsk, lo creo en

virtud de cosas que me han sucedido a mí; y a menos que se acepten ciertos

principios de inferencia sustanciales, deberé admitir que todas esas cosas podrían

haberme ocurrido sin que existiera tal lugar.

B. RUSELL: El conocimiento humano


Paul Iriarte Bojorquez

Derecho a la prueba y apreciación probatoria

En el Código Procesal Penal 2004

Paul Iriarte Bojorquez

Enero 2020

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Paul Iriarte Bojorquez

Al nazareno
Paul Iriarte Bojorquez

Agradecimientos:

De recibo al Instituto Eugenio Raúl Zaffaroni,

con especial mención al profesor Mendoza Ayma.


Paul Iriarte Bojorquez

Contenido

1. Preámbulo ................................................................................................................................ 8

2. Introducción........................................................................................................................... 15

2. Epistemología e incidencia en el proceso penal ............................................................. 20

4. Antecedentes de la epistemología ...................................................................................... 21

5. Aproximación a la verdad ...................................................................................................... 23

6. Incidencia de la epistemología en el Proceso Penal ...................................................... 26

7. Sistemas de apreciación probatoria el proceso penal .................................................. 32

8. Estándar probatorio subjetivo de presunción de inocencia ........................................ 36

9. Estándar subjetivo del In dubio pro reo e insuficiencia probatoria ........................... 39

10. La prueba como resultado .................................................................................................. 41

11. Elemento de prueba y elemento de convicción ............................................................ 46

12. Actividad probatoria ............................................................................................................. 48

13. Motivación y logicidad y apreciación probatoria .......................................................... 52

A. Etapa Sensorial:............................................................................................................ 53

B. Etapa lógica – intelectual ............................................................................................... 54

14. Derecho a la prueba .............................................................................................................. 63

15. Alegatos de apertura y cierre ............................................................................................. 71

17.Carga de la prueba ................................................................................................................. 77

17. Estándar de prueba objetivo en la prisión preventiva ................................................. 79


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18. Conclusiones .......................................................................................................................... 80

19. Bibliografía .............................................................................................................................. 82


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1. Preámbulo

Referirnos a la función de lo dogmática para analizar la prueba en el nuevo proceso

oral peruano, resulta destacado, anotar las precisiones que efectúa el doctor Juan

Ignacio Piña Rochefort en su obra Rol social y sistema de imputación, una

aproximación sociológica a la función del Derecho Penal; el autor refiere “que hablar

de la función dogmática respecto de las estructuras de legitimidad es hablar de la

relación entre la dogmática y el sistema del Derecho Penal. Ya hemos adelantado

que la dogmática no forma parte del sistema jurídico, sino que es una observación

de dicho sistema por parte del sistema de la ciencia. Desde esta perspectiva, la

ciencia observa y concluye, elabora un sistema estructurado de principios en

ocasiones denominado el “edificio dogmático”. Sin embargo, las estructuras que

conforman ese edificio solo forman parte del sistema del Derecho Penal una vez

que se les ha otorgado una función dentro del sistema. En otros términos, solo una

vez que existen comunicaciones jurídicas (operaciones fácticas) que versen sobre

las construcciones dogmáticas, la “dogmática jurídica” formará parte del sistema

jurídico. Solo una vez que el sistema del Derecho ha revalidado una comunicación

del sistema de la ciencia, se produce una interpenetración de ambos sistemas y la

respectiva estructura dogmática comienza a formar parte del sistema jurídico. Antes

de ello, el más perfecto de los razonamientos dogmáticos no tiene mayor presencia

en el sistema del Derecho que un poema juvenil de Neruda (Morales, 2016, pág.

20).

Por esa razón, se abarca el tema de la – prueba – desde un flanco del razonamiento

probatorio; la probática; heurística, técnicas de litigación con los alegatos de


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apertura y cierre etc. – que sirven de herramientas imprescindibles para el litigante

de a pie. Por ello, la – prueba – es un proceso transversal y polisémico que se nutre

de varias disciplinas; por ejemplo, desde una concepción epistemológica adscrita a

la filosofía de la ciencia.

Puesto que, si bien el – objetivo del proceso judicial – radica en la verdad. Sin

embargo, su irrealización es posible.

Ciertamente, la verdad constituye un concepto único y objetivo mientras que su

pretendido conocimiento es, a no dudarlo, de índole subjetivo (jurídica, 2015, pág.

399). Puesto que – se afirmó que la finalidad de la prueba no es la indagación de la

verdad material por cuando alcanzarla mediante un proceso judicial no puede

resultar posible. La verificación de las afirmaciones de las partes referidas a

hechos será dable en la medida que el aparato jurisdiccional lo permita y ello

le sea factible al ser humano, lo que implica de por sí serias limitaciones. Sin

embargo, esto no significa que la averiguación de la verdad material no sea la meta

perseguida en todo proceso judicial, sino que puede tomarse dicho objetivo no

“realizable”. Así lo deja entrever Gorphe cuando indica que “la finalidad de las

pruebas debe consistir en obtener una certeza, aunque con frecuencia hagan alto

en mitad de su camino; es decir, en una simple probabilidad o verosimilitud

(jurídica, 2015, pág. 399).

Por tanto, lo que se afirman son afirmaciones de los hechos. En consecuencia,

tengan correspondencia con lo realmente acaecido. Por tanto, el – conocimiento –

es el relativo. Así pues, frente a los grados de conocimiento se va operando el


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proceso de conocimiento. En esa medida, lo que se prueban son las

afirmaciones de los hechos. En esa medida, refiere Sentis Melendo que los

hechos no se prueban; los hechos existen. Lo que se prueba son afirmaciones,

que podrán referirse a hechos. Así también, Serra Domínguez cuando afirma que

“… sólo pueden ser probados, no los hechos, sino nuestros juicios existenciales

o valorativos sobre tales hechos (jurídica, 2015, pág. 397).

En consecuencia, parafraseando – la finalidad de la prueba más que alcanzar la

verdad material o la indagación de la realidad de la que versa una litis, es formarle

al juzgador certeza sobre las alegaciones que las partes afirman son situaciones

ciertas y concretas. Le permitirá a aquél tomar su decisión y poner así termino a la

controversia. En ese sentido se pronuncia Cardoso Isaza al afirmar que “… el fin de

la prueba consiste en dar al juez lo suficiente para que pueda decidir con certeza

sobre el asunto del proceso (jurídica, 2015, pág. 399). Por tanto, se trabaja con los

– grados de conocimiento –. Con mayor razón, puesto que, el presunto culpable no

es objeto de prueba – si – sujeto procesal.

En esa medida, como afirma el profesor Ferrajoli – las reglas epistémicas – subyace

a las reglas normativas o procesales particularizadas para el proceso penal.

Dotando, por tanto, – seguridad – al interprete; constituyéndose en garantías. Por

ende, se exigen altas probabilidades; porque la verdad es única y absoluta y

ciertamente irrealizable. Por tanto, se exige el estándar de alta probabilidad de

acuerdo a los – grados del conocimiento –.

Por esa razón, se erigen una serie de – estándares probatorios subjetivos –. Sin
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perjuicio de establecer de – lege ferenda – estándares objetivos –. Como afirma

Montero Aroca, “… la prueba tiende a obtener certeza con relación a las

afirmaciones de hechos de las partes, pero esa certeza puede lograrse de (…) dos

modos (…):1) “Certeza objetiva”, cuando existe norma legal de apreciación, y 2)

“Certeza subjetiva”, cuando ha de apreciarse la prueba por el juez y conforme a las

reglas de la sana crítica. En los dos casos se trata de declarar probada una

afirmación de hecho en atención a los elementos probatorios existentes en las

actuaciones (jurídica, 2015, pág. 399).

En cambio, la – probática – es la disciplina que trata de satisfacer la necesidad de

probar un – hecho – o estudio de hechos – que exige determinado supuesto

normativo –. En efecto, la – probática – se erige en una disciplina concomitante al

Derecho Probatorio.

El razonamiento probatorio se ocupa de la enunciación que exigen las – inferencias

lógicas – y concluir en hipótesis debidamente estructuradas con datos objetivos –;

en razón, de los criterios de la – sana critica –. Desde una perspectiva epistémica,

a la cual subyace los – grados del conocimiento –; de cara a los estándares

probatorios sean estos – subjetivos u objetivos –.

Por tanto, para todo el iter del proceso se exigen – juicios probabilísticos – a través

de ello, fundar decisiones, esta lógica también, para la prueba testimonial y su

eventual credibilidad, y no adscribir un – sesgo de certeza – necesariamente. Por

esa razón, la declaración de culpabilidad solo procede cuando resulte ser la única

certeza a que razonablemente puede llegar el juez en la apreciación de la prueba.


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Por tanto, debe absolverse al imputado siempre que el juez no haya alcanzado la

certeza necesaria acerca de la culpabilidad que se le atribuye sobre la base del

material probatorio disponible (Castro, 2015, pág. 118). Puesto que, el órgano

jurisdiccional debe absolver en casos en los que no haya alcanzado la certeza

necesaria acerca de la culpabilidad del acusado sobre la base del material

probatorio disponible. Como es sabido, la duda racional, la incertidumbre

irresoluble, es la que determina la aplicación del expediente formal de decisión

(Flores, 2010, pág. 176).

Rige desde el momento en que se imputa a alguien la comisión de un delito,

quedando el acusado en condición de sospechoso durante toda la tramitación

del proceso, hasta que se expida la sentencia definitiva. Fuente: Exp. N° 0618

– 2005 – HC/TC, 03/08/2005, FFJJ. 20 – 21).

(…) Parafraseando – El Juez ordinario debe alcanzar certeza sobre la

culpabilidad del acusado para dictar sentencia condenatoria. Esa certeza debe

ser el resultado de la apreciación razonable de los medios de prueba […]

“Fuente: (Exp. N°00728 – 2008 – PHC/TC, 22/10/2008, FJ. 36).

Parafraseando – a Colombo Campbell, “… el juez pasa en general por tres fases o

de desarrollo de la prueba: la etapa que puede llamarse la de ignorancia de los

hechos, la etapa de la credibilidad y la etapa de certeza” (jurídica, 2015, pág. 403).

Al respecto, Marcelo Sebastián Midón dice que se “averigua lo desconocido, se

verifica lo conocido y previamente afirmado; y la prueba versa sobre las

afirmaciones de las partes, es decir, sobre datos que estas poseen, que antes
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fueron indagados. La prueba no consiste, luego, en investigar, en buscar un dato

ignorado; consiste en acreditar que aquello que se conoce y, por lo tanto, se afirma,

corresponde a la realidad (Chang, 2014, pág. 43).

Puesto que, la prueba, no sólo puede generar certeza en torno a la tesis acusatoria,

también existen otros grados de conocimiento, como la duda – que se aprecia

como un equilibrio u oscilación porque el intelecto es llevado hacía el sí y luego

hacía el no, sin poder quedarse en ninguno de los dos extremos – y la probabilidad

– se produce cuando coexisten elementos positivos y negativos, con el detalle que

los positivos son superiores – (Velarde, 2009, pág. 269).

Puesto que, desde la epistemología de la ciencia a la cual – subyace los grados del

conocimiento – van desde la posibilidad hasta la eventual certeza. Sin embargo, es

una rama independiente a propósito de la epistemología jurídica – adscrita a lo

jurídico – su objeto de estudio – orienta medidas para excluir ciertos medios

probatorios relevantes jurídicamente como para la admisión de los mismos. Por

tanto, se exigen – altas probabilidades –. Con mayor razón, para resolver medidas

gravosas como la prisión preventiva. Por ende, los actos de investigación se

orientan hacia la averiguación, y el juzgamiento a la demostración en virtud de la –

prueba – como herramienta de conocimiento.

Por esa razón, en las audiencias previas se opta por un – juicio probabilístico –

sobre los actos de investigación. Sin embargo, esa certeza más allá de toda duda

razonable; se exige de los actos de prueba; y estos por excelencia se dan en el

plenario del juzgamiento.


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A partir de aquí queda sentada la separación entre la función de acusador y la de

juzgador, impidiendo que el órgano jurisdiccional asuma el rol de acusador, ya que

la acusación tiene la carga de descubrir hipótesis y pruebas y la defensa tiene el

derecho de contradecir con contrahipótesis y contrapruebas (Flores, 2010, pág.

174). Por tanto, su ámbito de aplicación específico se circunscribe a las etapas

intermedias y de enjuiciamiento – comprende, desde luego, las solicitudes de

prueba anticipada, de enjuiciamiento – comprende, desde luego, las solicitudes de

prueba anticipada, que muy bien pueden requerirse en sede de investigación

preparatoria (art. 242.1 NCPP) –. Los actos de investigación no son prueba, por lo

que el derecho a la prueba no lo comprende, aunque su desestimación irrazonable

o arbitraria puede afectar su entorno jurídico y, en consecuencia, la propia garantía

de defensa procesal. El art. 337.4 NCPP reconoce a los sujetos procesales la

facultad de ofrecer diligencias de investigación, cuya inadmisión puede generar la

intervención del juez de investigación preparatoria (art. 337.5 del NCPP) (Castro,

2015, pág. 503).

Por ende, desde la denuncia hasta la sentencia y pasando por etapas, el juez llega

de la ignorancia absoluta hasta la evidencia; al comenzar el proceso ignoraba todo

lo relativo a la denuncia; al concluirlo tiene criterio formado y exacto acerca del

hecho y de su autor. Empieza por la posibilidad (es posible que el delito exista y el

denunciado sea su autor). Luego viene la probabilidad en la búsqueda de la

verdad, las posibilidades se desechan o se aceptan y cada una aporta un elemento

a favor o en contra de la denuncia. La evidencia es la última etapa a la cual se llega

después de pasar por la posibilidad y la probabilidad. Constituye la certidumbre a


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la cual todo juez debe aspirar (Rada, 1984, pág. 22).

Así pues, el profesor García Rada, refiere – evidencia – por una razón elemental.

En efecto, la evidencia por regla general tiene carácter científico. En consecuencia,

su fiabilidad y alta probabilidad es alta. Sin embargo, esta evidencia puede o no

coincidir con la certeza. Por esa razón, es necesario distinguir entre indicio como –

dato objetivo – y evidencia esta que tiene carácter científico. Así también medios de

convicción y medios de prueba y lo que se infiere de las mismas, – elementos de

convicción y de prueba –. En la lógica, de actos de investigación y actos de prueba

estos en juzgamiento.

2. Introducción

El – derecho a la prueba – comprende varios derechos intrínsecos y su correlación

necesaria con la – verdad desde una perspectiva epistemológica–. En

consecuencia, se regula una serie de garantías probatorias; desde el ofrecimiento,

admisión, actuación, apreciación y debida motivación. En efecto, derechos que se

derivan de la Constitución Política del Estado, Convención – y de los Tratados

Internacionales – entre estos el derecho de defensa; el debido proceso y la

motivación judicial. Por tanto, los medios de prueba sean ofrecidos; admitidos;

valorados; actuados; y debidamente justificados – lógicamente y motivadamente –

a través de una actividad probatoria acuciosa; que exige contradicción dialéctica

material – de hipótesis o tesis en contienda

El reconocimiento del derecho a la prueba en la normativa se relaciona con la

presunción de inocencia bajo la fórmula siguiente: “La persona se considera


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inocente mientras no se haya declarado judicialmente su responsabilidad”. Este es

el enunciado utilizado en el artículo 2 inciso 24 acápite e) de la Constitución Política

del Perú que concuerda con lo estipulado en el artículo XXVl de la Declaración

Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y en lo prescrito en los artículos

11 inciso 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos; artículos 14 inciso

2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos; artículos 14 inciso 2 del Pacto

Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 8 inciso 2 de la Convención

Americana sobre Derechos Humanos (Morales, 2016, pág. 39).

Como también – se regula reglas de – exclusión probatoria –; frente a la

admisibilidad de los medios de prueba, criterios de pertinencia, utilidad,

necesidad, licitud. Dado que, se proscribe toda pretensión de ingresar medios de

prueba ilícitos u obtener fuentes de investigación conculcando derechos. En

consecuencia, se excluye su posible apreciación probatoria – como la incorporación

de la misma, por vulnerar un derecho fundamental directa o indirectamente.

Así pues, la pertinencia establece que éstos deben referirse a los hechos y a la

costumbre cuando ésta sustenta la pretensión. Anota Zafra que la pertinencia “...

consiste en una adecuación o correspondencia entre el medio propuesto y el tema

controvertido, o, con otras palabras, en la idoneidad de aquel para acreditar este.

Agrega dicho autor que “… la primera modalidad de la pertinencia concreta es una

consecuencia lógica de la idoneidad de los hechos que con ella se quiere acreditar

(jurídica, 2015, pág. 400).

Por tanto, el – derecho probatorio – regula una serie de garantías para la

obtención de información o fuentes de investigación; garantizando el cuidado de los


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derechos fundamentales. También regula el tema de la – apreciación probatoria –

incardinado a la sana crítica; como también canales normativos para introducir las

fuentes de investigación a través de los medios de prueba –. Por esa razón, la fuente

de investigación deviene en extra proceso. Por ende, exige su cauce normativo a

través del medio probatorio; del cual se extrae el – elementos de prueba –.

Por tanto, se tenga por bien acreditar los hechos expuesto por las partes, producir

certeza en el juez respecto de los puntos controvertidos y fundamentar sus

decisiones. Conforme a esta disposición, los medios probatorios sirven para generar

certeza en el juez, dependerá de la eficacia de los medios probatorios, lo que

depende de la calidad y contundencia de los medios probatorios ofrecidos por las

partes y adquiridos para el proceso. Es importante advertir, que la norma

procesal exige llegar a la certeza, mas no a la verdad que es un concepto

diferente (Chang, 2014, pág. 44).

Adscritas a ciertas – técnicas de litigación oral –desde una perspectiva epistémica;

a propósito de los alegatos de apertura para la demostración de una hipótesis y

estas técnicas se orienten – clave racional – y no necesariamente persuasiva, a

través de los grados de conocimiento; y así obtener una determinada

consecuencia jurídica; adscrita por un juzgador, y no por relegar la decisión a un

jurado. Por ende, la certeza a que ha de llegar el juzgador sobre la prueba actuada

va a determinar que la sentencia sea absolutoria o condenatoria (Velarde, 2009,

pág. 271).

Por tanto, se tengan que evaluar los – estándares probatorios – que establecen
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los umbrales normativos necesarios, que establecen formulas normativas de

acuerdo a la información que revista determinada – hipótesis –; para dar por cierta

determinada hipótesis y asignar consecuencias jurídicas.

Por tanto, la – apreciación de los medios probatorios – se realicen de manera

individual y holísticamente y optar por una determinada hipótesis. Sin embargo,

exige correspondencia con el estándar probatorio pertinente (in dubio pro reo)

(subjetivo). Sin perjuicio, de establecer estándares probatorios objetivos. En el

proceso penal es el de certeza más allá de toda duda razonable (estándar

subjetivo), conditio para asignar una consecuencia jurídica.

Por tanto, la – apreciación probatoria – exige racionalidad desde una concepción

epistemológica. Por tanto, se motive una decisión judicial, lógica y justificadamente.

De modo que, a través del – medio probatorio – se infiera el – elemento de prueba

– y concluir en determinada hipótesis; conforme a las reglas de la – sana crítica –

y el estándar probatorio. Motivación judicial que exige un fallo debidamente

fundamentado previsto en el artículo 139.5 de la Constitución Política del Estado.

Así, el estándar probatorio será determinado tanto legislativamente; como

jurisprudencialmente, por ejemplo, con la STC Plenaria Casatoria 1-2017. Empero,

son estándares nominales, en esa lógica, se tiene que evaluar el margen de error

que se tiene, y el grado de información de acuerdo al ilícito o delito en cuestión, para

asignar una consecuencia jurídica determinada. Con mayor razón, tratándose de

medidas cautelares gravosas como la prisión preventiva; que en la lógica de los –

grados del conocimiento – que exige una alta probabilidad rayana en la certeza.
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En consecuencia, los – estándares probatorios – exigen una – apreciación

probatoria – en virtud de la sana crítica, como también la explicitación de dicho

razonamiento, a través de una rigurosa motivación judicial, garantía que se

desprende de la Constitución Política del Estado, para toda resolución. Por tanto,

la regla básica parafraseando al profesor Sánchez en cuando a la apreciación de la

prueba, es la sana critica racional (art. 393) (Velarde, 2009, pág. 472).

Por esa razón, se exige información – base probatoria – para con los estándares

probatorios (objetivos o subjetivos)– necesarios para habilitar estadios procesales.

En efecto, lo determinante es el grado de información; esa lógica también para optar

por – procesos – más céleres, por ejemplo, el – proceso inmediato –.

Por ello, frente a los estándares probatorios no optamos por la denominación de

la STC plenaria 1-2017 refiriendo grados de sospecha. Puesto que, la sospecha no

tiene – entidad epistémica – , es mera abstracción. En efecto, muchas veces por la

personalidad del autor o presunto autor de un ilícito. Por esa razón, se tiene la

investigación preliminar, para realizar actos urgentes e inaplazables en busca de

fuentes de investigación con carácter epistémico e inferir hechos delictivos

(hipótesis delictiva). Subyace, por ende, un juicio de – apreciación probatoria – de

acuerdo al estándar probatorio para habilitar etapas procesales; y en esa lógica,

fundar medidas cautelares. Estándar probatorio que establece el – umbral – que

establece el grado de información para decidir con razonabilidad.

Por tanto, se determine luego de la – apreciación probatoria – y se colija con el –

estándar probatorio –para dar por probado con alto grado de conocimiento una
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determinada hipótesis en contienda. Puesto que, el NCPP regla la carga de la

prueba, y, en consecuencia, en el ámbito penal se establece el – estándar

probatorio – de la presunción de inocencia, como el de duda razonable, o

certeza más allá de toda duda razonable. No obstante, estándares subjetivos,

sin perjuicio, qué duda cabe, de crear jurisprudencial o legislativamente

estándares objetivos.

2. Epistemología e incidencia en el proceso penal

Es notoria la fuerte incidencia que tiene la epistemología de la filosofía de la ciencia

con el proceso judicial; y con más ahínco, en el proceso penal. De modo que, se

advierta serias cuestiones en torno a si es factible alcanzar una verdad; con mayor

razón, para fundar medidas restrictivas de derechos.

Sin embargo, la respuesta es relativa, por el carácter de “ciencia social que se

adscribe al Derecho” y la subsunción de hechos concretos a supuestos normativos

con consecuencias jurídicas.

De modo que, “verdades absolutas” si bien es cierto se afirmaron en las ciencias

duras, como por ejemplo la ley de Newton, empero, su carácter es relativo, de

acuerdo a Karl Popper hasta que se tenga una nueva hipótesis.

Por esa razón, la verdad que se ensaya para el proceso judicial, no supone una

correspondencia exacta, milimétrica o definitiva; no se trata de una fotocopia de la

realidad objetiva en el sujeto, porque esta postura sería meramente mecánica. La

correspondencia con la realidad, obviamente, solo es aproximativa (Ayma, 2015,

pág. 81).
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Dicha lógica obedece a la lógica de las ciencias, leyes generales que explican

hechos concretos. Empero, para el proceso penal se subsumen hechos concretos

a supuestos de hecho. Por tanto, su carácter es lógico inductivo. En razón, de

hechos probables, y el carácter de ciencia social que se relega al Derecho. Sin

embargo, en ambas rige la lógica. Por tanto, lo que se obtiene en el proceso penal

son probabilidades de hechos lesivos que son imputados. En suma, en toda ciencia

se opta por la lógica para explicar ciertos hechos.

En efecto, el proceso judicial se caracteriza por explicar hechos sociales. Por esa

razón, su carácter de ciencia social. Sin embargo, en el proceso científico se

explican hechos empíricos, no necesariamente sociales. De modo que, el carácter

es lógico. Por la máxima expuesta por Karl Popper hasta que se tenga una nueva

hipótesis explicativa.

4. Antecedentes de la epistemología

La epistemología es concebida por los griegos desde la antigüedad; entendida como

conocimiento en general (gnoseología). Cabe precisar que, en los albores de la

Edad Media precedida por la religión se tuvo un oscurantismo, intereses de terceros

y la imposición de ciertas ideas.

De modo que, se considera que la Edad Media ha sido una edad oscura, donde el

hombre ha sido infravalorado y cuya libertad de pensamiento ha sido seriamente

limitada (Hernández, 2011, pág. 16).

No obstante, es con la Edad Moderna que se trabaja un conocimiento más

explicativo y más predictivo; con autores como Locke, Berkeley y Hume. En razón
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de ello se tiene un Renacimiento de Renovación Cultural siglo XV y XVl, en

consecuencia, se tiene la denominada Ciencia Moderna precedida por Copérnico y

Galileo Galilei, Newton y se reafirma, por tanto, la predictibilidad en el

comportamiento de ciertos fenómenos terrestres y celestes con exactitud

matemática; a propósito del gestor Euclides. Por tanto, con Kant se concibe un

conocimiento especifico y científico y sus condiciones de posibilidad; con

interrogantes de cuál es la lógica de la matemática Etc.

Por esa razón, la distinción entre epistemología y teoría del conocimiento; obedece

a que son estudios de segundo orden no respecto a hechos en general, empero,

conocimientos científicos sobre estos hechos. Por ejemplo, en torno a la teoría del

conocimiento interrogantes en general a ciertos hechos acaecidos, y con el

conocimiento predictivo, más especificidad en las preguntas lógicas, y con

resultados altamente probables.

Sin embargo, tradicionalmente se tiene a Platón y Aristóteles que concibieron de

distinta manera el tema de la epistemología. En efecto, por ejemplo, Platón tuvo una

teoría distinta idealista. Por tanto, sus objetos fueron ideales entre estas las

matemáticas y las ideas; y necesariamente verdaderas, de modo que, es factible la

episteme en ese sentido. Por esa razón, dista de los saberes técnicos por relegarse

a la mano de obra, y no necesariamente de la lógica.

Ciertamente, su maestro Sócrates conduce al hombre a buscarse a sí mismo,

alejándolo del azar y del ciego destino. Al estudiarse el hombre descubre su

aislamiento e insignificancia, por lo que busca ansiosamente puerto de refugio, que

lo encuentra cuando otro le tiende la mano y lo dirige por el seguro sendero. “El
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alma esta siempre a punto de marchar hacia la lejanía como lo explica Max Scheler,

pero la angustia de contemplarse a sí mismo y ver su inferioridad, lo empuja a

entregarse a otro, solo porque es otro y no a causa de sus valores positivos, sino

meramente porque es un (( no yo )) (Valle, pág. 68).

En esa medida, refiere a las ideas como entidades inobservables y perfectas;

desligado del sujeto cognoscente; como también las matemáticas. Ideas como la

belleza, por ejemplo. Por ende, a las ideas se llega vía la noesis; acto intuitivo que

nos permite una captación directa por ella. En consecuencia, como las ideas no

sufren alteraciones, entonces el conocimiento es universal, y, por ende, verdaderas.

En cambio, a las matemáticas se llega vía la dianoia; es decir la demostración. En

cambio, lo empírico; se da a través de los sentidos y por ello es cambiante, depende

de cada sujeto y circunstancias, por tanto, no es factible referir episteme. En suma,

en su academia de Platón se estudian las matemáticas.

Sin embargo, Aristóteles cuestiona a su maestro Platón y refiere que no es factible

hablar de cierta independencia del sujeto cognoscente. Empero, lo ideal responde

a representaciones necesarias de objetos, es decir, del mundo empírico. De modo

que, relega una serie de disciplinas, entre estas, la biología al punto de ser

considerado el padre de la misma.

5. Aproximación a la verdad

Referir la aplicación de la verdad al proceso judicial; contraviene su carácter

normativo y prescriptivo del derecho. Sin embargo, se asume una perspectiva

epistémica, en razón de su carácter de ciencia social. Como afirma el profesor


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Michele Taruffo se habla de una aproximación a la verdad. Porque, desde Karl

Popper se sabe que el conocimiento es el aproximativo y ahí radica la cuestión, por

ende, es cambiante, y factible hablar de hipótesis en contienda, en consecuencia,

tesis contrapuestas.

En efecto, la verdad constituye un concepto único y objetivo mientras que su

pretendido conocimiento es, a no dudarlo, de índole subjetivo (jurídica, 2015, pág.

399).

Por ello, al respecto, Montero Aroca anota que “… la prueba tiende a obtener

certeza con relación a las afirmaciones de hechos de las partes, pero esa certeza

puede lograrse de (…) dos modos (…): 1) “certeza objetiva”, cuando existe norma

legal de apreciación y 2) certeza subjetiva, cuando ha de valorarse la prueba por el

juez y conforme las reglas de la sana crítica. EN los dos casos se trata de declarar

probada una afirmación de hecho en atención a los elementos probatorios

existentes en las actuaciones (jurídica, 2015, pág. 399).

Por esa razón, como afirma Karl Popper en todo caso podríamos afirmar que una

teoría es preferible a otra en un momento dada la investigación (Hernández, 2011,

pág. 166).

Por ende, se opta por la lógica, con sus posibilidades hasta probabilidades. Suma,

para referir probabilidades o altas probabilidades en el tema judicial. Por esa razón,

dicha verdad es aproximativa de acuerdo a la información que se tenga, con mayor

razón, tratándose del proceso judicial en el cual se tiene una serie de garantías, o
Paul Iriarte Bojorquez

denominados baremos probatorios para buscar fuentes de investigación e introducir

hechos al proceso.

En consecuencia, el proceso no se orienta a buscar verdades; ciertamente el Código

Procesal Penal lo establezca. Sin embargo, desde Popper el tema radica en el grado

de conocimiento que se tenga. Por ende, es factible referir altas probabilidades, la

misma lógica, para el proceso judicial, es decir fundar pronunciamientos de méritos

con probabilidades, porque en toda ciencia se tiene un margen de error.

En efecto, por ello resulta fuertemente cuestionable, sentencias con consecuencias

gravosas e imputaciones. De modo que, por las precisiones, se tiene un fuerte

margen de error al fundar las mismas. Por esa razón, se exija y se tenga cautela en

apreciar y valorar con su correlación lógica y justificadamente un fallo.

En ese sentido, se tenga un carácter objetivo en la búsqueda de fuentes de

investigación en el proceso judicial. Por esa razón, se opera con los grados del

conocimiento; necesario para toda decisión cognitiva; y con mayor razón, al asignar

consecuencias jurídicas.

Más aún, al fundar medidas restrictivas de derechos. De modo que, la verdad exige

premisas lógicas. Sin embargo, lo determinante es el grado de información que se

tiene en los procesos de conocimiento; desde posibilidades, probabilidades, o

eventuales certezas de acuerdo al grado de información.

En efecto, el proceso judicial regla una serie de baremos, que garantiza derechos

fundamentales para la búsqueda de fuentes de investigación, así también en torno


Paul Iriarte Bojorquez

a la incorporación de medios de prueba; como también respecto a la valoración

probatoria respectiva, o mejor denominada apreciación probatoria.

En ese sentido, cabe concluir que, los ojos del hombre que antes se fijaron en los

astros, ahora se dirigen a la tierra para acogerse y someterse a una nueva

autoridad. El hombre se somete a la sabiduría de los maestros y de los legisladores,

quienes le entregan la verdad (Valle, pág. 68).

Por esa razón, cabe referir que la epistemología y la correspondencia con una

verdad, de acuerdo a los grados del conocimiento; incida en las decisiones y el

proceso judicial. Por tanto, se consagre el derecho a la prueba por imbricarse con

derechos fundamentales que la Constitución Política del Estado establece, entre

estas el derecho de defensa y qué duda cabe, el debido proceso. Con mayor razón,

por estar imbricando la prueba con la verdad.

En suma, la verdad correspondencia, supone la probanza de lo que uno afirma, con

mayor razón, en el proceso judicial. Sin embargo, el Derecho probatorio regla una

serie de garantías para obtener fuentes de información. Por esa razón, el profesor

Bentham sostuvo que se proscriba dichas reglas, como también que la prueba es el

arte de emplearlas.

6. Incidencia de la epistemología en el Proceso Penal

Por esa razón, los que se pretende no es contraponer una verdad formal con una

verdad material. Sin embargo, el Derecho por su carácter de ciencia social, se

adscribe a una aproximación a la verdad. De modo que se advierta, por ejemplo,

una ficción legal. Como también, una verdad material con datos de la realidad.
Paul Iriarte Bojorquez

En efecto, los enunciados probatorios expresan proposiciones descriptivas acerca

de la ocurrencia de un hecho en una realidad externa al proceso. Quienes niegan

esto suelen distinguir entre verdad procesal o formal y verdad material, como si la

verdad pudiera graduarse o distinguirse en función de un determinado escenario o

contexto epistemológico. Su error consiste en confundir la verdad con el

conocimiento, de la verdad. Por ello, para salvar la contingencia de que los hechos

establecidos como probados y, consecuentemente, considerados como verdaderos,

no guarden correspondencia con la realidad, hablan de una verdad formal,

contraponiéndola a la verdad material (Rodríguez, 2014, pág. 348).

Es importante destacar este dato óntico de los conceptos jurídicos, pues de lo

contrario se asumiría una mera sistemática clasificatoria, realizando tipologías de la

verdad (verdad jurídica, objetiva, consensual, formal, etc.) (Ayma, 2015, pág. 82).

Por esa razón, el concepto de “verdad jurídica” no configurada sobre datos de la

realidad, sirve a una concepción de la sociedad como sistema. Si un concepto

jurídico, es construido con elementos valorativos al servicio de la estabilidad de la

sociedad, y ese concepto jurídico de la verdad, es útil a su estabilización, entonces

no hay ningún problema en atribuir legitimidad a la construcción de una verdad

desprovista de datos de la realidad (Ayma, 2015, pág. 86).

Sin embargo, lo más acertado es pregonar una aproximación a la verdad. Por los

baremos legales que fija el Derecho Probatorio y el carácter social del Derecho. Con

mayor razón, para el Derecho Procesal Penal. En consecuencia, se establezcan

estándares probatorios de acuerdo al ilícito en cuestión. Sin embargo, obedecerá a

la técnica legislativa y jurisprudencial.


Paul Iriarte Bojorquez

De modo que, desde esta perspectiva se considera los datos de la realidad; en

efecto, la verdad es la correspondencia con la realidad objetiva, con lo

verdaderamente existente reflejado en nuestro cerebro. En ese orden, el

cognoscitivismo procesal exige que las tesis acusatorias se expresen en

proposiciones fácticas que sean susceptibles de verificabilidad y refutabilidad,

además de que sean sometidos a prueba empírica (Ayma, 2015, pág. 81).

Por tanto, como los hechos son los que determinan la verdad o falsedad de los

enunciados relativos a ellos, son estos enunciados y no los hechos los que son

verdaderos o falsos. Los hechos existen o no, sin que en sí mismos puedan ser

considerados verdaderos o falsos; en cambio, los enunciados que pretenden

describir la realidad o informar sobre un hecho sí pueden calificarse como

verdaderos o falsos. Serán verdaderos si los enunciados guardan correspondencia

con lo ocurrido en la realidad, y falsos si no es así. Es la realidad la que determina

la verdad o falsedad de las narraciones que la describen; por ello se dice que los

enunciados descriptivos tienen una “dirección de ajuste palabras a mundo”.

(Rodríguez, 2014, pág. 347).

En esa línea, construir un concepto de verdad para el proceso, no puede de ninguna

manera ignorar los datos objetivos de la realidad; en efecto, la verdad jurídica – en

debate en un proceso penal – aspira a realizarse en una realidad social,

determinando la afectación seria de derechos fundamentales del imputado (Ayma,

2015, pág. 82).

En esa medida, si bien la verdad es el faro. En efecto, la verdad objetiva es el faro,

el punto de referencia valioso que encamina toda la actividad de los sujetos


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involucrados en un proceso; unos buscando la verdad y otros exigiendo ésta (Ayma,

2015, pág. 82). No obstante, el proceso trabaja con estándares entre estas la

certeza. Parafraseando al profesor Chang la certeza que se alcanza en un proceso

puede o no coincidir con la verdad. En efecto, en muchos procesos las afirmaciones

de las partes pueden ser coincidentes con la verdad, esto es con lo que ha sucedido

en la realidad misma, pero si estas afirmaciones no son acreditadas, entonces será

desestimado, y todo ello en base a la certeza que emerge del proceso, lo que es

perfectamente válido en el plano jurídico. Entonces, en general, la verificación que

indica la doctrina citada se circunscribe a la certeza (Chang, 2014, pág. 48).

No obstante, si bien el Código Procesal Penal establece una verdad. Se orienta a la

práctica de la prueba de oficio. Sin embargo, esta es la excepción. En razón, de que

los ordenamientos procesales contemporáneos otorgan al juez poderes probatorios

para ordenar pruebas de oficio a fin de resolver con certeza. Sin embargo, frente a

la posición que aboga por las pruebas de oficio, se tiene una contraria que la recusa,

indicando que con las pruebas de oficio el juez puede convertirse en un dictador en

el proceso y se puede afectar su imparcialidad (Chang, 2014, pág. 49). En razón de

la misma, actualmente se establecen estándares probatorios, empero, la STC

plenaria 1-2017 refiere sospechas. No obstante, a juicio del suscrito la sospecha es

abstracta, sin contenido epistémico. Por esa razón, se tenga que trabajar los

estándares a raíz de los grados del conocimiento.

En efecto, con la apreciación y valoración se motive. En consecuencia, de optar por

una u otra hipótesis referir las razones de porque se opta por la misma y no por la
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otra. En esa medida, se dé cuenta de la garantía constitucional del derecho a la

motivación de las resoluciones judiciales.

Esta concepción de verdad – como componente de un modelo epistemológico –

cognoscitivista – es la que reconoce nuestro sistema jurídico, por lo que cuando el

juez sostiene una afirmación como esa, debe justificar que existen suficientes

elementos de juicio que la apoyan y permiten que se aplique la consecuencia

prevista por el sistema jurídica. Solo si se asume esta concepción de la verdad, el

Derecho puede cumplir con su función como guía de conducta; de otro modo, se

legitimaría la aplicación de consecuencias jurídicas por hechos que no ocurrieron,

por más que se expresen a través de narraciones coherentes (Rodríguez, 2014,

pág. 347).

Por tanto, concluimos en establecer una correlación necesaria entre prueba y

verdad, y la prueba desde el constituyente tiene clara relación con el derecho

probatorio establecido por el constituido. Por esa razón, Maier entiende que: “la

prédica constante que concibe al procedimiento penal como un medio de conocer

la verdad no puede ocultar, tampoco, que es conocimiento en todo caso, resulta

limitado y condicionado por las propias reglas procesales (Ayma, 2015, pág. 88).

Ciertamente esta lógica tiene serias incidencias, en torno al derecho de

ofrecimiento, admisión, actuación, valoración y apreciación y consiguiente

motivación, caso contrario es enteramente cuestionable dicha resolución, con

mayor razón, estando en juego derechos preciados y fundamentales.


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En consecuencia, la verdad es una sola, es absoluta y no depende de lo que crea

o decida el juez, ni de los medios probatorios aportados al proceso, ni de nada de

lo que ocurra en el mismo, sino de la simple correspondencia entre aquello que se

dice y los hechos del mundo. El conocimiento de la verdad, en cambio, no es

absoluto, sino relativo o aproximativo, en tanto puede ser objeto de graduación,

pues depende de los medios probatorios aportados, la cantidad y calidad de la

información de la que se dispone, las limitaciones que imponen las reglas

procesales, etc. (Rodríguez, 2014, pág. 349).

Por tanto, un dato es óntico y supone un compromiso epistemológico materialista, y

el otro es jurídico cultural cuyo resultado se obtiene después de superar los límites

procesales. En este sentido, la “verdad” en el proceso penal es producto que queda

luego de esta discusión dialéctica entre reproducción “culturizada” del pasado y las

vallas jurídicas a esa reproducción, que, en tutela de los derechos fundamentales,

el proceso penal opone a la indagación empírica a la verdad. En conclusión, lo que

el juez considera al momento de sentenciar es i) la verdad material como modelo, y

ii) la verdad procesal como resultado; ésta última tendrá que ser lo más aproximativa

a la primera, para recién habilitar el despliegue de la violencia punitiva (Ayma, 2015,

pág. 89).

En consecuencia, Ferrajoli asigna a la verdad – aproximación razonable – una

finalidad legitimante, como presupuesto del funcionamiento correcto en un Estado

de Derecho del proceso penal. Pero además considera otros dos pilares básicos de

su sistema garantista: la irrenunciabilidad del conocimiento de la verdad por el

Estado – principio de legalidad procesal y de oficialidad –, que resta posibilidad de


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justicia negociada entre acusador y acusado, la renuncia a la acción del primero, y

la necesidad de jueces profesionales para decir esa verdad, por oposición a los

jueces legos. Estos pilares constituyen, a juicio de Ferrajoli, el sistema acusatorio al

que debería tenderse en cualquier Estado de Derecho (Ayma, 2015, pág. 83).

7. Sistemas de apreciación probatoria el proceso penal

La historia y el derecho comprado reconocen hasta tres sistemas: a) sistema de la

prueba legal o tasada; b) sistema de la íntima convicción; y c) sistema de la crítica

racional o libre convicción. Nuestro legislador ha introducido este último sistema

pues expresamente señala que “en la apreciación de la prueba el juez deberá

observar las reglas de la lógica, la ciencia y las máximas de la experiencia, y

expondrá los resultados obtenidos y los criterios adoptados” (Art. 158.1). Como

enseña Velez Mariconde se deja al juzgador en libertad para admitir toda prueba

que estime útil al esclarecimiento de la verdad, y para apreciarla conforme a las

reglas de la lógica, de la psicología y de la experiencia común. Agrega el profesor

argentino que “estas reglas de la sana crítica racional, del “correcto entendimiento

humano” – contingentes y variables con relación a la experiencia del tiempo y del

lugar, pero estables y permanentes en cuanto a los principios lógicos en que debe

apoyarse la sentencia – son las únicas que gobiernan el juicio del magistrado

(Velarde, 2009, pág. 269).

Salas Vivaldi frente a la – sana critica – refiere que resulta ser un criterio intermedio

entre la tarifa legal y la libre apreciación que “… otorga al juez la atribución de


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apreciar los medios probatorios establecidos por la ley de acuerdo con el

conocimiento exacto y reflexivo que otorga la razón y la experiencia…”. En cambio,

frente a la prueba tasada, denominado también como el de la tarifa legal, según

Sentís Melendo consiste en la “… predeterminación por el legislador de lo que vale

cada elemento aportado a los autos. Añade el citado tratadista que” … no es un

sistema de apreciación de medios o de fuentes sino de directrices de formación de

la sentencia. Taruffo anota que “… la técnica de la prueba legal consiste en la

producción de reglas que predeterminan, de forma general y abstracta, el valor que

debe atribuirse a cada tipo de prueba. Serra Domínguez “… en el sistema de la

prueba legal, le legislador establece unas determinadas reglas que fijan

taxativamente el valor a asignar a cada uno de los medios de prueba. El juez se

limita a aplicar a la prueba los baremos establecidos previamente por el legislador

para declarar probados o improbados unos hechos determinados. Armenta Deu,

“con arreglo al sistema de lo legal o tasado, el juzgador debe aplicar una norma

positiva a la actividad realizada para probar un determinado hecho, extrayendo las

consecuencias jurídicas que la propia norma le señala. Finalmente Taruffo apunta

frente a la prueba libre o de íntima convicción que “… el principio (…) de la prueba

libre o de la libre convicción, presupone la ausencia de aquellas reglas (que

predeterminan, de forma general y abstracta el valor que debe atribuirse a cada tipo

de prueba) e implica que la eficacia de cada prueba para la demostración del hecho

sea establecida caso a caso, siguiendo criterios no predeterminados, discrecionales

y flexibles, basados esencialmente en presupuestos de la razón (jurídica, 2015, pág.

405).
Paul Iriarte Bojorquez

Por tanto, al contrario de la llamada prueba legal, propia del sistema inquisitivo, la

prueba en un sistema acusatorio tiende a la reconstrucción conceptual del hecho de

un modo comprobable y demostrable, luego cobra relevancia sustancial pues es la

única forma legalmente autorizada para destruir la presunción de inocencia, no se

admite otro modo de acreditar la culpabilidad (Flores, 2010, pág. 545).

Por esa razón, permite a las partes saber de antemano, cuál es el valor que se le

debe dar a las pruebas que se aportan o que se practican en el proceso. Uniformidad

en las decisiones judiciales. Evita que el juez, por cuestiones personales, pueda

favorecer a alguna de las partes, ya que, basándose en el valor preestablecido por

el legislador, no habrá lugar a subjetividades. Así pues, si tomamos con ejemplo la

norma que señalaba: “Dos testigos hábiles que concuerden con el hecho y sus

circunstancias de modo, tiempo y lugar, forman plena prueba en los casos en que

este medio sea admisible. En suma, la tarifa legal mecanizaba la función del juez

quitándole personalidad e impidiéndole formarse un criterio personal, incluso lo

obligaba a aceptar soluciones en contra de su convencimiento lógico y razonado,

así, conducía con frecuencia a que se declare con verdad una simple apariencia

formal, dando muchas veces a que tomaran decisiones irracionales o arbitrarias

(Flores, 2010, pág. 555).

Por esa razón, la garantía procesal que asume enorme significancia en un sistema

de libre valoración de la prueba es la que impone al tribunal el deber de motivar su

fallo, esto es, hacer que él justifique mediante argumentaciones racionales su

decisión sometiéndola a un control externo de verificación (Freyre, 2009, pág. 348).

En efecto, tiene una ventaja sobre el de la prueba legal, pues no ata la convicción
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del juez a formalidades preestablecidas (muchas veces, ajenas a la verdad real),

presenta como defecto evidente el de no exigir la motivación del fallo, generando el

peligro de arbitrariedad y, por ende, de injusticia (Flores, 2010, pág. 558).

En consecuencia, se puede entender al sistema de la sana crítica como la

superación del sistema de intima convicción, en ese sentido supera los defectos que

mantenía este, los que se manifestaban con las críticas, primero, en el orden

ideológico, al ver las consecuencias negativas que tienen para las garantías del

proceso y el alto grado de arbitrariedad que permite y; segundo, en el ámbito de su

racionalidad epistemológica. Las características fundamentales de este sistema

son: la inexistencia absoluta de dogmas legales sobre la forma en que se deben

probar los hechos y sobre el valor acreditante que debe otorgársele a cada prueba,

de modo que el juez puede admitir cualquier medio de prueba que estime útil y

pertinente para comprobar el objeto de conocimiento, lo que se traduce en una

amplitud referencia al principio de libertad probatoria. En tal sentido, este sistema

presupone la libre valoración de los elementos producidos, en tanto la ley no

preestablece valor alguno, y a su vez, la libertad de escoger los medios probatorios

para verificar el hecho (Flores, 2010, pág. 559).

Una segunda característica fundamental de este sistema es la imposición que se le

hace al juez de valorar la prueba conforme a los principios de la sana critica racional,

es decir, que debe apreciar la prueba y fundar su decisión basándose no en su

íntimo convencimiento, sino objetivamente en los más genuinos lineamientos que

indican la psicología, la experiencia común y las reglas de la lógica y el recto

entendimiento humano. Por ende, la sana critica racional implica, entonces, la


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posibilidad de que el magistrado logre sus conclusiones sobre los hechos de la

causa valorando la eficacia conviccional de la prueba con total libertad, pero

respetando, al hacerlo, los principios de la recta razón, es decir, las normas de la

lógica (constituidas por las leyes fundamentales de la coherencia y la derivación, y

por los principios lógicos de identidad, de no contradicción, de tercero excluido y de

razón suficiente), los principios incontrastables de las ciencias (no sólo de la

psicología, utilizable para la valoración de dichos o actitudes) y la experiencia común

(constituida por conocimiento vulgares indiscutibles por su raíz científica; v,gr,,

inercia, gravedad) Cafferata citado por el profesor Neyra Flores. Así, una

característica relacionada con la anterior es la exigencia que se le hace al juez de

fundamentar motivadamente su resolución expresando las razones que motivan su

decisión, lo que implica que el magistrado debe imperativamente expresar cuales

son las razones que, surgidas de las pruebas, determinan la decisión adoptada,

indicando cuál fue el camino deductivo, seguido para llegar a esa conclusión y no

solo el resultado de la operación mental. Esto impide que el órgano jurisdiccional

pueda decidir basado sólo en su capricho, en simples conjeturas o en su íntimo

convencimiento (Flores, 2010, pág. 560).

8. Estándar probatorio subjetivo de presunción de inocencia

Parafraseando al profesor Sánchez Velarde – refiere que la prueba – aportada en

el debate contradictorio, tendrá como norte, a efectos de destruir válidamente la

presunción de inocencia, la certeza en torno a la imputación ya que es presupuesto

básico para emitir una sentencia condenatoria. Cuando la percepción de haber


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alcanzado la verdad es firme, se dice que hay certeza (Velarde, 2009, pág. 269).

Esta regla se pronuncia del antagonismo entre la presunción de inocencia y la

prisión preventiva, ya que garantiza que la restricción de la libertad se realice sólo

legítimamente (cuando exista probabilidad de la imputación y respetando su

aplicación de los principios de necesidad, legalidad, necesidad, proporcionalidad,

prueba suficiente, provisionalidad y judicialidad (Flores, 2010, pág. 172).

Por tanto, se exige de que las pruebas actuadas en el juzgamiento han demostrado

de forma fehaciente e incontrovertible, que el acusado ha cometido el delito

contenido en la acusación, con base en las proposiciones fácticas aportadas en la

teoría del caso propuesto por el fiscal y, en negativo, cuando la actuación

probatoria no ha sido capaz de destruir el estado presuntivo de inocencia que

reviste al imputado, su apreciación revela una manifestación aún dubitativa del tema

en controversia o, resultado que la tesis de la defensa arroga un – estándar de

mayor fiabilidad probatoria y de solidez argumentativa – (Freyre, 2009, pág. 347)..

Por esa razón, para que dicha ponderación pueda llevar a desvirtuar la presunción

de inocencia, es precisa una mínima actividad probatoria producida con las

garantías procesales que de alguna forma pueda entenderse de cargo y de la que

se pueda deducir, por tanto, la culpabilidad del procesado (Velarde, 2009, pág. 270).

Por tanto, el – estándar o grado de prueba – asumido en sede penal es el de la

prueba “más allá de toda duda razonable”; han de haber quedado plenamente

acreditados los hechos constitutivos de la pretensión penal – y siempre que no

consten hechos impeditivos o extintivos de la responsabilidad (Castro, 2015, pág.

119).
Paul Iriarte Bojorquez

Esta fase de la presunción, contiene a su vez ciertas manifestaciones, que se

encuentran reconocidas por nuestro NCPP en el inciso 1 del artículo 2, al referir lo

siguiente:

“Toda persona imputada de la comisión de un hecho punible es considerada

inocente, y debe ser tratada como tal, mientras no se demuestre lo contrario

y se haya declarado su responsabilidad mediante sentencia firme

debidamente motivada, para estos efectos, se requiere de una suficiente

actividad probatoria de cargo, obtenida y actuada con las debidas garantías

procesales …”

Por tanto, la presunción de inocencia – en concreto – delimita la contradicción frente

al – objeto del proceso –(imputación). Julio Maier refiere que (…) por ello; ninguna

consecuencia penal le es aplicable, permaneciendo su situación frente al derecho

regida por las reglas aplicables a todos con prescindencia de la imputación

deducida. Así, es menester precisar la – observación – del profesor Giuseppe

Bettiol: “Si en el proceso penal encontrase aplicación una verdadera y propia

presunción de inocencia del imputado, es evidente que el órgano de la acusación

correspondería una carga formal de la prueba; de forma que el juez, cuando el

ministerio fiscal permaneciese inactivo, debería absolver al imputado porque a favor

de éste jugaría una presunción de inocencia. Pero en el proceso penal no sucede

así, debiendo el juez estar limitado por presunciones a cargo o a favor del imputado,

aquél puede siempre sustituirse a la inactividad del M.P., para probar que el hecho

delictivo subsiste, o a la inactividad del detenido para probar que el hecho por el

contrario no subsiste. Así también, Gimeno Sendra refiere que la presunción está
Paul Iriarte Bojorquez

presente a lo largo de todas las fases del proceso penal y de todas sus instancias.

A diferencia del proceso penal inquisitivo del antiguo régimen en que el que una

mera denuncia avalada por dos testigos libres, daba lugar a una mala fama que

permitía al juez inquisidor adoptar la prisión preventiva e incluso, en la confesión

con cargos el uso de la tortura, una de las conquistas esenciales del movimiento

libertad consistió en elevar a rango constitucional el derecho de todo ciudadano

sometido a un proceso penal a ser presumido inocente (Orbe, 2015, pág. 175).

9. Estándar subjetivo del In dubio pro reo e insuficiencia

probatoria

Por la defensa implica en primera línea desbaratar, desvirtuar, demostrar en el juicio

que la hipótesis de incriminación del persecutor público no es sólida, que adolece

de coherencia y que en definitiva no refleja la verdad del hecho – objeto de

juzgamiento –. El defensor ha de atacar la verosimilitud y consistencia de la teoría

del fiscal, pero a su vez debe mostrar el juzgador su propia versión de los hechos,

que precisamente tiene que haberse manifestado en la actuación probatoria llevada

a cabo en el juzgamiento; en tal sentido tienen que demostrar, que los testigos de

cargo se han contradicho entre sí, que existen más que divergencias entre los

relatos del acusado los propuestos por la víctima, que la pericia oficial carece de

validez científica para demostrar lo que se pretendía con aquella lo cual se evidencia

aún , más con la pericia ofrecida por la defensa, etc. Importa a su vez agregar un

relato, que cuenta con un respaldo fáctico y probatorio a la vez, una coartada,

apoyada en medios de prueba, que de forma conjunta aparezcan como suficientes


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para controvertir la tesis de la acusación, cuando menos de generar duda en el

juzgador (in dubio pro reo) (Freyre, 2009, pág. 335).

En consecuencia, cuando no resultan refutadas ni la hipótesis acusatoria, ni las

hipótesis en competencia con ella, la duda se resuelve, conforme al principio in

dubio pro reo. Sin embargo, cuando si existan pruebas de cargo, pero que no han

sido suficientes para desvirtuar la presunción de inocencia del imputado, dado que

al igual que la fiscalía la defensa proporcionó medios de prueba del mismo peso

que los de la fiscalía, estamos ante el supuesto de duda razonable (Flores, 2010,

pág. 176).

En efecto, este principio guarda estrecha relación con la presunción de inocencia.

Por tanto, ninguna persona puede ser considerada como culpable hasta que se

pruebe el hecho materia de imputación y el juzgador lo exprese en una sentencia

condenatoria y motivada. Es más, se ha afirmado que el indubio pro reo constituye

un corolario del principio constitucional de inocencia, como lo señala Langer y que

en su aspecto negativo “prohíbe al tribunal condenar al acusado si no obtiene

certeza sobre la verdad de la imputación” y en su aspecto positivo, “obliga al tribunal

no solo a condenar si no a absolver al acusado al no obtener certeza” (Velarde,

2009, pág. 271).

Parafraseando, al profesor Sánchez Velarde, el indubio pro reo, encuentra su

ubicación natural en el ámbito de la apreciación de la prueba y no en otro momento

procesal, porque es el Tribunal de Inmediación – y si el órgano juzgador no está

convencido por el resultado de la prueba por tener una duda razonable, aplicara el
Paul Iriarte Bojorquez

indubio pro reo. A contrario sensu, no aplicara tal principio, si al momento de dictar

sentencia el juzgador considera que no hay pruebas para la condena, o aquellas

son insuficientes, por lo tanto, deberá absolver al imputado bajo tales criterios

(falta de pruebas o insuficiencia probatoria) (Velarde, 2009, pág. 472).

En la jurisprudencia española ambas son manifestaciones de un genérico favor rei,

pero que existe una diferencia sustancial pues el derecho a la presunción de

inocencia, desenvuelve su eficacia cuando existe una falta absoluta de pruebas o

cuando las practicas no reúnen las garantías procesales; y el principio

jurisprudencial in dubio pro reo que pertenece al momento de la apreciación

probatoria, y que ha de juzgar cuando exista una duda racional sobre la real

concurrencia de los elementos objetivos y subjetivos que integran el tipo

penal (Velarde, 2009, pág. 271). En consecuencia, si rige la presunción de

inocencia ha de absolverse al imputado cuando la prueba es insuficiente ha de

absolverse al imputado cuando la prueba es insuficiente (SCIDH Cantoral, de 18 –

08 – 00) (Castro, 2015, pág. 118).

10. La prueba como resultado

El maestro Mixán Mass, en su prolífica vida y como añorado jurista peruano, ha

profundizado los estudios sobre la acepción polisémica de la palabra prueba; es así

que en su creación jurídica Cuestiones epistemológicas de la investigación y de la

prueba destaca que, “en el grado de la actividad cotidiana, se asignan múltiples

opciones a la palabra prueba. Así, por ejemplo, en ocasiones puede ser empleada
Paul Iriarte Bojorquez

para referirse a una argumentación correcta (a una inferencia concatenada y

correcta), cuya conclusión sea la afirmación de la verdad o falsedad alcanzada

sobre el objeto de conocimiento de que se trata. O bien, la palabra prueba es

utilizada para indicar algún dato, signo, cuya interpretación conduzca a poner de

manifiesto la verdad o probabilidad sobre aquello que ese dato indica. En la

investigación experimental la palabra prueba es proferida para identificar la

actividad metódica que consiste en la manipulación de variables y luego saber si

confirma o refuta la hipótesis de investigación. También es utilizada la palabra

prueba al referirse al proceso racional de demostración, como, por ejemplo, de un

teorema. En todo caso, la palabra prueba refleja siempre la idea de que el ser

humano tiene aptitud y necesidad permanente por conocer, descubrir la verdad o,

su caso la falsedad o el error respecto a aquel tanto de la realidad que origina e

impulsa su inquietud heurística; inquietud especial que determina el despliegue de

acciones y métodos conducentes hacia esa finalidad”; refiere además que “el

concepto de prueba es esencial tanto para la teoría como para la práctica. La lógica

como ciencia que estudia “las leyes y formas de pensamiento;, facilita comprender

la prueba como el proceso discursivo orientado a descubrir, demostrar, poner de

manifiesto la relación entre las formas del pensamiento (concepto, juicio, raciocinio,

hipótesis, teoría) y la realidad que reflejan; si esa relación es verdadera o si solo

probable o si deformada intencionalmente (falsa) o si viciada de error (Morales,

2016, pág. 21).

En un sentido jurídico, Florían sostiene que prueba es todo aquello que en el

proceso puede conducir a la determinación de los elementos necesarios del juicio.


Paul Iriarte Bojorquez

En ese sentido, “prueba”, es aquello que confirma o desvirtúa una hipótesis o

afirmación precedente en el proceso. En criterio de Roxin, probar significa

convencer al juez sobre la certeza de la existencia de un hecho. Mittermaier, por su

parte, también en sentido jurídico, llama “prueba” a la suma de motivos productores

de la certeza en el juez (Flores, 2010, pág. 544).

Teniendo en cuenta la gravedad de la sanción que implica la pena, en los sistemas

constitucionales modernos donde se respetan los derechos de los sujetos

procesales, la prueba constituye el medio necesario para el juez ha de llegar a la

certeza en cuanto a la responsabilidad del imputado, más allá de toda duda

razonable, o de probabilidades menores de culpabilidad. Al convertirse en un medio

de comprobación y demostración de los hechos imprime objetividad a la decisión

judicial. De esta manera, en las resoluciones judiciales, sólo podrán admitirse como

ocurridos los hechos que hayan sido acreditados plenamente mediante pruebas

objetivas, lo que impide que aquellas sean fundadas en elementos puramente

subjetivos (Flores, 2010, pág. 545).

En consecuencia, desde esta concepción, la prueba procesal se configura no como

un simple instrumento de persuasión o como un simple estímulo que suscita la

reacción subjetiva del juez, sino como un verdadero instrumento de conocimiento

(Freyre, 2009, pág. 283). Por esa razón, la prueba es una de las instituciones más

trascendentes y de mayor apasionamiento en el proceso judicial, ya que, a través

de ella, se busca demostrar la verdad y naturalmente constituye un requisito

fundamental para la decisión final del juzgador. Siguiendo a Cafferata Nores

podemos afirmar: “son las pruebas, no los jueces, los que condenan, de ahí que la
Paul Iriarte Bojorquez

prueba se constituya en una garantía fundamental ante la posible arbitrariedad de

las decisiones judiciales (Velarde, 2009, pág. 223).

Taruffo enseña que “… la prueba es el instrumento utilizado las partes (…) para

demostrar la veracidad de sus afirmaciones, y del cual se sirve el juez para decidir

respecto a la verdad o falsedad de los enunciados fácticos. En términos muy

generales, se entiende como prueba cualquier instrumento, método, persona, cosa

o circunstancia que pueda proporcionar información útil para resolver dicha

incertidumbre. Según esta definición, son prueba tanto los instrumentos para

adquirir información que están expresamente regulados por la ley (las denominadas

pruebas típicas) como aquellos que la ley no regula expresamente (las

denominadas pruebas atípicas), pero que, sin embargo, pueden servir para fundar

la decisión sobre los hechos. El Mencionado jurista agrega que “… se acostumbra

decir que la función de la prueba es la de ofrecer al juez elementos para establecer

si un determinado enunciado, relativo a un hecho, es verdadero o falso. A su vez,

se dice que un enunciado fáctico es verdadero si está confirmado por pruebas y es

falso si las pruebas disponibles confirman su falsedad; y no está probado si en el

proceso no se adquirieron pruebas suficientes para demostrar su verdad o falsedad.

En función de cuál de estas posibilidades se dé, el juez decidirá de uno u otro modo

y extraerá consecuencias jurídicas (jurídica, 2015, pág. 394).

Para Mittermaier en toda sentencia hay una parte esencial que decide si se ha

cometido el delito, si lo ha sido por el acusado, y que circunstancias de hecho vienen

a determinar la penalidad, y si ello se resuelve afirmativamente, la segunda parte

de la sentencia viene a ser corolario inmediato de la primera; el juez ya no tiene que


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hacer sino aplicar la sanción penal al hecho averiguado. “La sentencia que ha de

versar sobre la verdad de los hechos de la acusación, tiene por base la prueba”

(Velarde, 2009, pág. 223).

Por ende, parafraseando al profesor Morales – se puede entrever, entonces, que

por “prueba” se plantean múltiples definiciones; así, siguiendo con el análisis de los

diversos criterios sobre su significado diremos que la “prueba” es concebida como

el o los instrumentos útiles y pertinentes, que planteados por las partes

intervinientes o propuestos aun de oficio según nuestro sistema con tendencia

adversativa en la estación procesal pertinente, tiene por finalidad conferir certeza

en el juzgador al momento de dictar sentencia acerca de la verdad o falsedad de un

hecho o de una afirmación, con relevancia, para nuestro caso, de índole pena

(Morales, 2016, pág. 21).

Por esa razón, desde la perspectiva adoptada – prueba – entendemos como

resultado de una – actividad probatoria acuciosa –. En consecuencia, la prueba es

demostrar determinadas proposiciones fácticas alegadas en juzgamiento.

Así, por ejemplo, Rodrigo Coloma Correa, al comentar sobre la relevancia de la

prueba, las define como “la información recibida y la aceptación del enunciado, a

través de la decisión de aquel que se encuentra probado, es decir, la información

tendrá que poseer un vínculo necesario entre la comunicación ofrecida o recibida y

la aceptación o desaprobación de un enunciado a través de la decisión que adopte

el órgano jurisdiccional competente. Con ello, se concluiría que la prueba estaría

subordinada a una necesaria relación entre la comunicación ofrecida, recibida y


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finalmente sobre lo resuelto, nexo de interrelación que tendrá que poseer

forzosamente relevancia jurídica (Morales, 2016, pág. 22).

Por ende, coincidimos con el profesor Mixán Mass la prueba debe ser conceptuada

integralmente, es decir, como una actividad finalista, con resultado y consecuencias

jurídicas, que le son inherentes; y que procesalmente, “la prueba consiste en una

actividad cognoscitiva metódica, selectiva, jurídicamente regulada, legitima y

conducida por el funcionario con potestad para descubrir la verdad concreta sobre

la imputación o, en su caso, descubrir la falsedad o el error al respecto, que permita

un ejercicio correcto y legítimo de la potestad jurisdiccional penal (Velarde, 2009,

pág. 224).

11. Elemento de prueba y elemento de convicción

Como refiere el profesor Mixán Mass, es necesario distinguir entre medio de

convicción, medio de prueba, a la cual subyace la fuente de

investigación(extraprocesal). En consecuencia, sean ofrecidos – medio probatorio

– y sean admitidos, actuados, apreciados, justificados lógica y motivadamente.

Puesto que, fuente de prueba es todo aquello que da origen a un medio o elemento

de prueba y existe con independencia y anterioridad a un proceso. Lo que interesa

de la fuente de prueba es lo que podemos obtener de ella, lo que “fluye” de ella; es

lo que suministra indicaciones útiles para determinadas comprobaciones (Flores,

2010, pág. 551).

Para tal efecto, el “interrogatorio directo de los órganos de prueba corresponde al


Paul Iriarte Bojorquez

fiscal y a los abogados de las partes”. ¿Quiénes son los órganos de prueba? Todas

aquellas personas que han de suministrar la fuente de conocimiento del objeto de

prueba, esto es, el testigo, el perito, etc. Se entiende por órgano de prueba a la

persona que colabora con el juez introduciendo en el proceso elementos de

prueba, escribe Jauchen (Freyre, 2009, pág. 283).

En esa lógica, lo que importa para fines de concluir determinada hipótesis; es el

elemento de prueba – antes elemento de convicción – que se desprende del –

medio probatorio – actuado en el plenario. En efecto, a través de los actos de

prueba, antes actos de investigación –.

Así pues, según Vélez Mariconde refiere que – el elemento probatorio – es todo

dato objetivo que se incorpora legalmente al proceso, capaz de producir un

conocimiento cierto o probable acerca de los extremos de la imputación delictiva.

Manzini dice que es el hecho y circunstancias. Los caracteres de elemento de

prueba son: objetividad, legalidad, relevancia y pertinencia. Elemento de prueba,

o prueba propiamente dicha, es todo dato objetivo que se incorpora legalmente al

proceso, capaz de producir un conocimiento cierto o probable acerca de los

extremos la imputación delictiva. Jauchen dice que es el dato o circunstancia

debidamente comprobada mediante la producción de un medio de prueba que lo

introduce objetiva y regularmente al proceso, siéndole útil al juzgador para rechazar

en todo o en parte las cuestiones sobre las que debe decidir (Salazar, 2009, pág.

236).

En conclusión, se puede afirmar que el elemento de prueba, es la prueba en sí


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misma (Flores, 2010, pág. 551).

Por tanto, frente a una – actividad probatoria – o – actuación preliminar – lo

importante es el – elemento de convicción o prueba – que se caracteriza por

extraerse del medio de prueba pertinente sea a través del acto de investigación u

acto de prueba(juicio). En suma, es lo pertinente – vinculado al objeto litigioso –. En

consecuencia, de dicho – dato objetivo – se infiere o enuncia – para concluir una

determinada pretensión procesal.

12. Actividad probatoria

La actividad probatoria se encuentra regulada por la Constitución Política del

Estado y también por las leyes internacionales que garantizan los derechos

fundamentales de la persona. Conforme a la presunción de inocencia, se debe

respetar la consideración de no autor o no participe de un delito mientras no se halla

declarado judicialmente su responsabilidad (Art. 2 inc. 24, ap. e). También se

prohíbe la violencia moral o de tratos inhumanos o humillantes; y la afirmación de la

carencia de valor de las declaraciones obtenidas por violencia. El art. 2° inc. 24 ap.

h) de nuestro texto constitucional es muy claro:

Nadie debe ser víctima de violencia moral, psíquica o física, ni sometido a

tortura o a tratos inhumanos o humillantes. Cualquiera puede pedir de

inmediato el examen médico de la persona agraviada o de aquella

imposibilitada de recurrir por si misma a la autoridad. Carecen de valor las

declaraciones obtenidas por la violencia. Quien la emplea incurre en

responsabilidad.
Paul Iriarte Bojorquez

En los Pactos y Convenios Internacionales existe mención expresa a los derechos

fundamentales y la actividad probatoria.

“Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su

inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a ley “Art. 14.2

Pacto de Nueva York; 8.2 Pacto de San José). “Derecho a no ser obligado a

declarar contra sí mismo ni a confesarse culpable (Art. 14.3 g Pacto de Nueva

York; 8.2 g Pacto de San José). “La confesión es válida es hecha sin coacción

de ninguna naturaleza” (Art. 8.3 Pacto de San José).

El Código Procesal Penal, a diferencia de la regulación anterior, consagra en si título

preliminar que “carecen de efecto legal las pruebas obtenidas, directa o

indirectamente, con violación al contenido esencial de los derechos fundamentales

de la persona” (Art. Vlll. 2), lo que permite contar con una amplia protección de los

derechos fundamentales en materia probatoria (Velarde, 2009, pág. 226).

Llegamos a la fase central del juzgamiento, una vez que han sido depuradas todas

las cuestiones relativas a la admisión de nuevos medios probatorios. A la luz de la

actuación de los medios probatorios es que el juzgador estará en posibilidad de

tomar contacto con las versiones que las partes exterioricen en el debate, mediante

el soporte probatorio que fue admitido en el auto de enjuiciamiento; cada uno de

ellos dirigirá su participación a la acreditación de su posición, de su versión de los

hechos, para que acoja su pretensión en la sentencia. Así, el debate incidirá también

en refutar la hipótesis del contrario, del adversario, de poner en manifiesto la poca

solvencia y/o consistencia de las argumentaciones que se exponga; por ejemplo, de


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desacreditar la declaración de un testigo de cargo o de poner en evidencia la

debilidad del examen pericial presentado por la acusación (Freyre, 2009, pág. 281).

Por tanto, de entrada – la actividad probatoria encuentra su momento culminante

cuando se procede judicialmente. Se espera alcanzar la verdad sobre los hechos

mediante la prueba y ésta tiene como función específica darle el incentivo vigoroso

de la verdad dado que, la sentencia que es el fin característico del proceso se hace

realidad cuando las pruebas se dirigen a asegurar la verdad – Parafraseando al

profesor Arango citando por el profesor Sánchez Velarde (Velarde, 2009, pág. 268).

A la luz, del principio de – contradicción – que se identifica en el juicio oral, de

forma especial con el derecho de defensa y ello porque en la fase de investigación

el imputado, no cabe duda, se encuentra en una posición más debilitada que la

acusación pública. Por tanto, la dialéctica que toma lugar en el juzgamiento es

manifestación esencial del contradictorio: conceder a la parte contraria el derecho

de rebatir, contradecir la versión expuesta por el adversario, contrainterrogar a un

testigo, cuestionar la pertinencia de una pregunta en el examen del acusado; en

suma, tiene que ver con el derecho a ser oído como afirma el profesor Ascencio

Mellado citado por el profesor Freyre (Freyre, 2009, pág. 220).

Por esa razón, Gimeno Sendra citado por el profesor Raúl refiere – frente al derecho

a la acusación, al ejercicio de la acción en el proceso penal (derecho a obtener tutela

judicial efectiva) por las partes acusadoras, el ordenamiento jurídico inevitablemente

ha de reconocer un derecho de signo contrario: el derecho del sujeto pasivo del

proceso, del acusado, a obtener también la tutela efectiva por medio de una
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adecuada defensa, derecho a repeler esta agresión que pone en cuestión sus

bienes jurídicos más importantes, entre ellos, su libertad (Freyre, 2009, pág. 335).

En esa medida Montero Aroca señala lo siguiente:

“La actividad probatoria no es investigadora, sino verificadora de las afirmaciones

de hecho de las partes, confiándose a estas la determinación de los elementos

(fuentes y medios de prueba) que deben utilizarse dentro de los previstos

legalmente. Esa determinación es una carga, pero también es un – derecho – de

las partes y, además, de rango fundamental. Por ende, tiende a alcanzar la certeza

en el juzgador respecto de los datos aportados por las partes (Chang, 2014, pág.

44).

En consecuencia, los hechos materia de prueba o el thema probandum resultan ser

un hecho concretó o varios hechos que constituyen, a su vez, el núcleo de la teoría

del caso del fiscal y cuando aparece una contrahipótesis de la defensa, también

esta última enuncia hechos que modelan el objeto del interrogatorio, en cuanto este

persigue probar (Freyre, 2009, pág. 221).

En consecuencia, la actividad probatoria es concretamente actividad cognoscitiva.

Lo que hace un juez en un proceso judicial es conocer (a través de la abstracción

mental), para llegar a determinar si la hipótesis de una norma (también conocida

como hipótesis de incidencia criminal) ocurrió o no en el hecho imputado al sujeto

activo, de serlo, tiene que imponer la consecuencia jurídica prevista en la ley penal,

en caso de no verificarse tiene que abstenerse de hacerlo y declarar absuelto al

procesado. EL operador del proceso debe realizar juicio razonados y lógicos que
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se deduzcan de la abstracción que ejecuta cuando hace el juicio retrospectivo del

hecho in concreto, para ello, el juez debe ubicarse en la posición ex ante

concatenando, concordando con los elementos y medios de prueba que se hayan

actuado durante la actividad probatoria. Si el proceso de conocimiento lo trabaja de

esa manera el operador se encuentra en condiciones óptimas de distinguir los

diversos grados de ejecución criminal, los de autoría y participación criminal, formas

y circunstancias que rodearon el evento criminoso (Salazar, 2009, pág. 233).

El artículo 157 numeral 1 establece el objeto de prueba. Por consiguiente, se tenga

una correlación entre acusación y sentencia. Puesto que, el tema de prueba o

thema probandum se denomina a lo que en la práctica resulta necesariamente

objeto de la actividad probatoria en cada proceso penal en concreto. De modo que,

el thema probandum tiene como contenido: afirmación de hechos. Asimismo, existe

diferencia entre necesidad de prueba y tema de prueba; pues la primera tiene

categoría de principio, mientras que el segundo no; la primera es incluyente y el

segundo incluido. Los perfiles y particularidades del tema de prueba serán

identificados y delimitados según la tipicidad efectuada que ha determinado la

apertura del procedimiento y la consiguiente necesidad de la actividad probatoria en

cada caso concreto (Salazar, 2009, pág. 237).

13. Motivación y logicidad y apreciación probatoria

Este principio está reconocido en la Constitución Política del Estado en el artículo

139 inciso 5, para evitar la arbitrariedad en la emisión de resoluciones. Se refiere a

la motivación necesaria del Ministerio Público En la motivación lo determinante debe


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ser la demostración del vínculo existente entre el hecho y el derecho vulnerado

(Herrera, 2010, pág. 285).

De modo que, el conocimiento es un proceso mediante el cual la mente del hombre

efectúa la aprehensión de las cosas y sus relaciones. El proceso de conocimiento

distingue dos etapas: LA ETAPA SENSORIAL y la ETAPA LÓGICA O

INTELECTUAL, en la primera, los órganos de los sentidos están en relación con el

fenómeno y comprende la sensación, la percepción y la representación, en la

segunda, se elaboran los conceptos, los juicios y los raciocinios en un proceso

complejo de abstracción creciente. Estas últimas elaboraciones se hacen con

prescindencia del estímulo actual de los sentidos por los fenómenos externos.

A. Etapa Sensorial:

a) La sensación: es la primera etapa del proceso de conocimiento en su fase

sensorial y se caracteriza por ser una impresión o impacto que causa el

objeto, el hecho o el fenómeno u órgano correspondientes, es decir, es el

impacto del color a la vista, de la dureza al tacto, del olor al olfato, del ruido

al oído, del sabor al gusto.

b) La percepción: es la segunda etapa del proceso de conocimiento en su fase

sensorial y se caracteriza porque en ella se aprehende ya no cada cualidad

por el órgano correspondiente sino la unidad o integridad de la cosa, del

hecho o del fenómeno. Se distinguen sin lugar a dudas estas dos fases,

porque resultaría no posible que mediante órganos especializados se pudiera

aprehender la totalidad o la unicidad del hecho. Esto lleva a los expertos a


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admitir la necesidad de una segunda etapa de integración de parte, que se

denomina la percepción.

B. Etapa lógica – intelectual

a) El concepto: Es una idea mediante la cual se fijan los caracteres

esenciales del objeto y por ello permite hallar diferencias entre objetos

parecidos y semejanzas entre objetos diferentes. El concepto, entonces,

tiene dos funciones lógicas: fijar los caracteres esenciales, y diferenciar

un objeto de otro. Estas funciones solo son posibles mediante un reiterado

y repetido proceso de comparación. Se entiende por caracteres

esenciales, los que hacen que la cosa sea tal y no otra, aquéllos que

permiten identificar el objeto o, también, aquellos sin los que el objeto no

puede ser. Los caracteres accidentales del objeto, son aquellos que

puede o no estar en él o, que, si faltan, no por eso falta el objeto.

b) El juicio: Es una entidad lógica por la cual afirmamos o negamos

caracteres o propiedades al objeto. Los juicios son pensamientos de

carácter atributivo, porque en ellos se afirma o se niega alguna cosa de

algo, denotan si una propiedad pertenece o no al objeto. Los elementos

del juicio son SUJETO, PREDICADO y CÓPULA. EL SUJETO es el

concepto del objeto del juicio, es decir el concepto de una cosa de la cual

se afirma o se niega algo y, en últimas, es el objeto o la cosa misma. EL

PREDICADO es lo que se afirma o se niega acerca del objeto. LA

CÓPULA liga lo pensado en el predicado como propio o no propio del

objeto del juicio.


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c) El raciocinio: Es una operación lógica mediante la cual, con base en un

conocimiento previamente adquirido, se infiere un conocimiento nuevo.

Estos raciocinios pueden ser de tipo inductivo, si a partir de un juicio de

un grado de generalidad se obtiene otro de mayor grado de generalidad;

puede ser deductivo, si a partir de un juicio de un grado de generalidad

se obtiene otro de un grado de generalidad menor, y puede ser traductivo,

si es parte de un conocimiento de conocimiento de determinado grado de

generalidad, para llegar a otro del mismo grado (Salazar, 2009, pág. 241).

Por tanto, el juez debe excluir la intuición, entendida como la capacidad de lograr

un conocimiento directo, una percepción inmediata sin la observación o la razón. El

juez no puede prescindir de la regla de la carga de la prueba – material, en lo

procesal penal –, de la presunción de inocencia y hasta de los pocos indicios que

puedan extraerse de la prueba practicada. Por lo demás, invocando “las máximas

de la experiencia” no puede sustituir aquellos que las pruebas dicen, o colmar las

lagunas de lo que no han dicho. Por ello, parafraseando al profesor CHAIA refiere

que la declaración de hechos que ha de tener toda sentencia se forma de lo que

resulta de la actividad probatoria, no sobre aquellos que intuyan los jueces. Por

tanto, si el proceso de apreciación se violan principios lógicos o las argumentaciones

son contradictorias, insuficientes o defectuosas, se emitirá una sentencia con

errores in cogitando (Castro, 2015, pág. 596).

Será preciso entonces, que quede debidamente explicitada en la resolución

judicial, pues no basta con expresar que la conclusión responde a las reglas de la

lógica, las máximas de la experiencia o a los conocimientos científicos, sino que


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dicho razonamiento lógico debe estar debidamente exteriorizado en la

resolución que la contiene. Solo así se podrá enervar válidamente el derecho a la

presunción de inocencia, así como se justificará la intervención al derecho a la

libertad personal, y, por consiguiente, se cumplirán las exigencias del derecho a la

debida motivación de las resoluciones judiciales, conforme a las exigencias

previstas por el artículo 139, inciso 5, de la Constitución. Por ende, la conexión

lógica debe ser directo y preciso, pero además debe responder o sujetarse

plenamente a las reglas de la lógica, las máximas de la experiencia o a los

conocimientos científicos. Y es que a los efectos del control de calidad del curso

argumental del juez (control del discurso), ello supone mínimamente que de su

lectura debe verse cual o cuales son los indicios que se estiman probados y cual o

cuales son los hechos a probar. Pero, además, se exige que se haya explicitado

que regla de la lógica, máxima de la experiencia que conocimiento científico

han sido utilizados, y si hubiera [sic] varios de estos, por qué se ha escogido

uno de ellos (Chang, 2014, pág. 54).

Como afirma el profesor San Martin, se llega a las conclusiones probatorias por

razones objetivas, el juez debe motivar esas razones, las cuales deben ajustarse

“a las reglas de la lógica, la ciencia y las máximas de la experiencia” (art. 158.1

NCPP). Cada medio probatorio de uno u otro modo, tiene sus propias reglas de

apreciación, de modo que en impugnación si se advierte la máxima o regla infringida

y se demuestra su relevancia penal para el juicio final de la sentencia, no queda otro

camino que la revocación del fallo sentencia. En estos casos el examen impugnativo
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de la sentencia se centra en lo que es objetivable, en el examen de las razones

concretas que condujeron al iudex a quo a una determinada conclusión.

Ante esto, se puede cuestionar en apelación estas deficiencias a partir de una doble

vía – parafraseando – al profesor San Martin:

A. Impugnar la lógica del razonamiento judicial. En la prueba testifical, por

ejemplo, es posible analizar desde las actas o grabaciones si la exposición

fue coherente, estaba corroborada, contextualizada y no contenía detalles

oportunistas; por consiguiente, si se da validez a un testimonio con alguna

de estas falencias, en tanto fueran relevantes, se concluirá que las

apreciaciones de la prueba no se guiaron por criterios lógicos. Tal es la

amplitud del examen que incluso el iudex a quem puede reinterpretar toda

la resultancia probatoria.

B. Impugnar la propia motivación. Se presenta cuando la propia motivación

de las razones por las que el iudex a quo ha alcanzado una conclusión

probatoria es inexistente – falta, por ejemplo, el análisis de credibilidad de las

declaraciones – o su expresión deficiente. No obstante, ello, pueda ser que

la motivación sea insuficiente, pese a lo cual el iudex a quem puede

confirmar la sentencia de primera instancia, en la medida que sea factible

incorporar en su análisis los criterios lógicos y objetivos correspondientes

(Castro, 2015, pág. 597).

Por tanto, si bien la finalidad es la – verdad –. Sin embargo, el proceso establece –

baremos subjetivos – certeza más allá de toda duda razonable. Por ende, la

resolución puede o no corresponderse con la verdad. Sin embargo, actualmente se


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erigen – estándares probatorios subjetivos –. No obstante, de – lege ferenda –

se regulen – estándares probatorios objetivos –. Para tal efecto, se considera

válida, por ejemplo, la vigencia práctica de un cierto control, incluso del uso de las

máximas de la experiencia, pues, de no ser así, cualquier conclusión delirante sería

invulnerable, convirtiéndose así en una paradójica garantía de discrecionalidad

judicial incontrolada. Por ende, se exige que se haya señalado debidamente y con

total objetividad el procedimiento para su aplicación. Ello aquí significa dejar claro

cómo hay que hacer las cosas, es decir, las sentencias, si se quiere que

definitivamente se ajusten al único modelo posible en este caso: el constitucional.

En consecuencia, se debe advertir que no se ha explicitado o exteriorizado

dicho razonamiento lógico, esto es, no ha explicitado que regla de la lógica,

que máxima de la experiencia o qué conocimiento científico le ha motivado

dicha conclusión (Chang, 2014, pág. 55).

La sentencia, por lo tanto, ha de recoger la decisión final del juzgador, cuyo

contenido debe responder a un razonamiento no solo jurídico, sino también lógico y

racional, pues sus apartados deben advertir una estructura compositiva ordenada,

cuya secuencia guarde una inferencia deductiva de que la consecuencia jurídica, el

contenido del fallo sea congruente con su parte expositiva y considerativa, en cuanto

a la subsunción de los hechos en la norma jurídico – penal aplicable, tomando en

cuenta en detalle todos los elementos a considerar para la graduación de la

magnitud de la pena así como todo lo concerniente a la cuantificación de la

responsabilidad civil ex delictivo. No basta, entonces, que el tribunal invoque los

dispositivos legales en cuestión, sino que parta de un juicio de valor, de


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inferencia crítica, de por qué dichos hechos (probados) constituyen

verosímilmente un delito (Freyre, 2009, pág. 347).

Puesto que una mala práctica que observamos en algunas sentencias emitidas tras

concluirse el juicio oral de primera instancia estriba en el incumplimiento de este

importantísimo precepto normativo, y es que algunos jueces de juzgamiento omiten

la apreciación de la prueba en forma individual en primer término y luego

conjuntamente con las demás, significando que no se realiza el control de

fiabilidad, pertinencia, utilidad y conducencia de la prueba de manera individual

para luego ser estimada en conjunto; circunstancia que conlleva a que sus

pronunciamientos sean anulados con el consecuente quebrantamiento del ideal de

proceso rápido y eficaz que se ambiciona requiriéndose entonces la aplicación de

las normas sobre la prueba y sus aspectos notables a tenerse en cuenta; claro está,

que el juez no puede emplear para la deliberación pruebas diferentes a aquellas

legítimamente incorporadas en el juicio; empero, debe respetar en su proceso

cognitivo asociado a la determinación de la inocencia o culpabilidad del

agente activo las reglas de la sana critica, especialmente conforme a los

principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos

científicos (Morales, 2016, pág. 23).

El profesor Talavera Elguera es también enfático al sostener que esta exigencia de

apreciación de las pruebas puede descomponerse en dos aspectos distintos; por un

lado, se exige que las pruebas admitidas y practicadas sean tomadas en

consideración a los efectos de justificar la decisión que se adopte. Por otro lado, se

exige que la valoración que se haga de las pruebas sea racional, la primera de las
Paul Iriarte Bojorquez

exigencias es a menudo incumplida mediante el recurso a la denominada

“apreciación conjunta de las pruebas”. Debe advertirse que, si bien una decisión

sobre los hechos no pueda realizarse sin esta apreciación conjunta, esta última no

puede ser utilizada para evitar la apreciación concreta de cada una de las pruebas

aportadas. Es más, solo después de apreciadas individualmente las pruebas

podrá hacerse con rigor una apreciación conjunta de las mismas. Por ello,

deberían ser consideradas como violaciones al derecho a la prueba los supuestos

en que algunas de las pruebas admitidas y practicadas no hayan sido tomadas en

consideración al momento de la decisión. Salvo que el valor probatorio de la prueba

que no fue merituada en nada afecte el pronunciamiento de fondo la responsabilidad

penal o no del imputado (Morales, 2016, pág. 23).

Por tanto, en la doctrina nacional se señala que la sentencia debe contener la

enunciación de todos los hechos y circunstancias objeto de la acusación, esto

es, las pretensiones penales y, de ser el caso, las demás pretensiones. Se debe

explicar a las partes por qué se arriba a tal o cual decisión porque se desestima su

posición argumental, es la única forma de asegurar que el dictado jurisdiccional se

integre en la idea de la tutela jurisdiccional efectiva, de forma concreta los derechos

de defensa y de contradicción”. (…) (Freyre, 2009, pág. 348).

En consecuencia, es necesario, pues (…), que el órgano judicial explicite no solo

las conclusiones obtenidas sino también los elementos de prueba que conducen

a dichas conclusiones y el iter mental que le ha llevado a entender probados los

hechos constitutivos del delito, a fin de que pueda enjuiciarse la racionalidad y

coherencia el proceso mental seguido. Tal como señala la doctrina procesal penal,
Paul Iriarte Bojorquez

no es lo mismo resolver conforme a una corazonada que hacerlo con criterios

idóneos para ser comunicados, sobre todo en un sistema procesal como el nuestro,

que tiene el principio de presunción de inocencia como regla de juicio, regla que

tantas veces obliga a resolver incluso contra la propia convicción moral (Chang,

2014, pág. 58).

Por tanto, la motivación debe ser legal (fundada en pruebas válidas), veraz (no

podrá “fabricar” ni distorsionar los datos probatorios), específica (debe existir una

motivación para cada conclusión) y arreglada a las reglas de la sana crítica racional

(principios de la lógica, las ciencias y la experiencia común). Por tales motivos, la

resolución jurisdiccional (sentencia), ha de componerse de operaciones, la primera

se concentra en determinar el “hecho probado” y una vez conocido el hecho, se

ocupa de la labor de subsunción de dicho hecho en algún precepto legal; entre

ambos juicios de valor, debe subyacer una secuencia lógica – jurídica, a fin de

configurar el silogismo jurídico – como producto del raciocinio intelectivo –, del

juzgador que se plasma en la sentencia. Por ende, desde el punto de vista externo

formal la sentencia debe ser clara, precisa, en cuando a su redacción; y en su

estructura interna debe ser congruente con las pretensiones de las partes (Freyre,

2009, pág. 349).

En consecuencia, de advertir, en casación – que incluye, al igual que el control de

legalidad, el de la interdicción de la arbitrariedad de las decisiones judiciales –

también es posible analizar la apreciación probatoria, y lo puede hacer en tres

supuestos muy concretos – parafraseando al profesor San Martin:


Paul Iriarte Bojorquez

A. Cuando el juez de apelación pasó por alto la aplicación de una norma de

prueba legal – en lo penal se puede producir esa vulneración respecto de la

prueba del estado civil o de ciudadanía de las personas (art. 157.2 NCPP) –

o vulneró las exigencias de la prohibición de apreciación probatoria (Art. 159

NCPP).

B. Cuando el juez de apelación pasó por alto la aplicación de una norma de

prueba legal – en lo penal se puede producir esta vulneración respecto de la

prueba del estado civil o de ciudadanía de las personas (art. 157.2 NCPP) –

o vulneró las exigencias de la prohibición de apreciación probatoria (art. 159

NCPP).

C. Cuando el juez de apelación acudió a la última ratio del ordenamiento

probatorio, la carga de la prueba – la presunción de inocencia en materia

penal (art. ll. 2 TP NCPP) –, antes de tiempo; es decir, que haya prescindido

de apreciar el material probatorio obrante en autos y haya presupuesto que

era insuficiente.

Debe quedar sentado que el mito de la inmediación – visto como un todo,

pero solo circunscrita en caso de prueba personal a la percepción sensorial

por el tribunal de instancia, no niega el control de su apreciación racional

por el tribunal de revisión – debe ceder ante la tutela jurisdiccional

efectiva que solo es posible mediante lo racional, metódica y analítica

disección e las pruebas interrelacionadas en forma lógica (SSTSE de 09

– 12 – 05 y de 26 – 09 – 06) (Castro, 2015, pág. 597).


Paul Iriarte Bojorquez

14. Derecho a la prueba

Fijado la – concepción epistemológica – y su correlación con – la verdad epistémica

–. Es factible consagrar el contenido esencial del derecho fundamental a la prueba

e inferir de los derechos de defensa; debido proceso. Por tanto, el derecho de

prueba se erige del constituyente. Es decir, obedece a una serie de derechos

explícitos – reglados en el artículo 2 de la Constitución Política del Estado, –

Derecho fundamental del ser humano –.

Por esa razón, el – derecho a la prueba – se justifica en un – valor axiológico– de

trascendencia teleológica. Es decir, con la aproximación a la verdad. En efecto, el

derecho se aplica a través de la prueba como herramienta de conocimiento. Puesto

que, la Constitución establece el numerus apertus, por una razón elemental,

derechos que se van consagrando con el devenir social.

Por tanto, si bien su – fundamentabilidad – es de carácter implícito. Sin embargo,

se tienen fuertes razones para colegir su – carácter formal normativo –. En razón,

del – tránsito – de un Estado de Derecho a un Estado Constitucional. Por ende, de

erigirse en derecho fundamental su vinculación es obligatoria para con los Poderes

del Estado. En efecto, el derecho de defensa se ejerce a través de la – prueba –

como herramienta de conocimiento. Con mayor razón, tratándose de demostrar una

posición defensiva.

Parafraseando – al profesor Morales señala que – El Tribunal Constitucional señala

que los elementos que forman parte del contenido del – derecho a la prueba –

están constituidos por el hecho de que las pruebas actuadas dentro del proceso
Paul Iriarte Bojorquez

penal sean apreciadas de manera adecuada y con la motivación debida, de lo

cual se deriva una doble exigencia para el juez:

En primer lugar, la exigencia del juez de no omitir la apreciación de aquellas

pruebas que son aportadas por las partes al proceso, dentro del marco del respeto

a los derechos fundamentales y a lo establecido en las leyes pertinentes.

En segundo lugar, la exigencia de que dichas pruebas sean apreciadas

motivadamente con criterios objetivos y razonables.

Por ello, la omisión injustificada de la apreciación de una prueba aportada por las

partes, respetando los derechos fundamentales y las leyes que la regulan, comporta

una vulneración del derecho fundamental a la prueba, y, por ende, al debido proceso

(Morales, 2016, pág. 64).

Por tanto, parafraseando al profesor San Martin Castro – el derecho a la prueba

integra la garantía de defensa procesal. Se define este derecho como el poder

jurídico que se reconoce a toda persona que interviene en un proceso jurisdiccional

de provocar la actividad procesal necesaria – utilizar los medios de prueba

necesarios – para lograr la certeza del órgano jurisdiccional acerca de la existencia

o inexistencia de los hechos relevantes para la decisión del conflicto que es objeto

del proceso (Castro, 2015, pág. 503).

En consecuencia, su – contenido esencial – obedece al ofrecimiento de los medios

probatorios; como también a que estos sean admitidos, debidamente actuados al

calor del contario, apreciados probatoriamente y justificados lógica y

motivadamente. En efecto, ello obedece al iter del proceso cognitivo.


Paul Iriarte Bojorquez

El Tribunal Constitucional, en la STC Exp. N° 06712 – 2005 – PHC / TC, precisa

que “el derecho a la prueba comprende “el derecho a ofrecer medios probatorios

que se consideren necesarios, a que estos sean admitidos, adecuadamente

actuados, que asegure la producción o conservación de la prueba a partir de la

actuación anticipada de los medios probatorios y que estos sean apreciados de

manera adecuada y con la motivación debida, con el fin de darle el mérito probatorio

que tenga en la sentencia. La apreciación de la prueba debe estar suficientemente

motivada por escrito, con la finalidad que el justiciable pueda comprobar si dicho

mérito ha sido efectiva y adecuadamente realizada”. Por dicha razón, en la STC

Exp. N° 04831 – 2005 – PHC / TC subrayó que el derecho a la prueba “se deriva

de una doble exigencia para el juez: en primer lugar, la exigencia del juez de no

omitir la apreciación de aquellas pruebas que son aportadas por las partes al

proceso dentro del marco del respeto a los derechos fundamentales y a lo

establecido en las leyes pertinentes y, en segundo lugar, la exigencia de que

dichas pruebas sean valoradas motivadamente con criterios objetivos y

razonables (Morales, 2016, pág. 24).

Además, agrega el Tribunal Constitucional que “el derecho a la prueba mantiene

una íntima conexión con el derecho a la motivación de las resoluciones judiciales.

A decir, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la motivación protege el

derecho de los ciudadanos a ser juzgados por las razones que el Derecho

suministra, en tanto que “es la exteriorización de la justificación razonada que

permite llegar a una conclusión”, por ello “ la argumentación de un fallo debe mostrar

que han sido debidamente tomados en cuenta los alegatos de las partes y que el
Paul Iriarte Bojorquez

conjunto de pruebas ha sido analizado “ (Casos Chocrón Chocrón vs. Venezuela y

Apitz Barbera y otros – “Corte de los Contencioso Administrativo “ – vs. Venezuela)

(Morales, 2016, pág. 24).

El derecho a la prueba – atento a su dimensión constitucional – presenta, según lo

precisado por el Tribunal Constitucional Federal Alemán

(Bundesverfassjungsgericht), una doble vertiente: objetiva y subjetiva.

Objetivamente, constituye como derecho fundamental una garantía esencial del

ordenamiento jurídico, en el que se inserta con fuerza vinculante. Subjetivamente,

atribuye a la persona el poder de ejercitarlos y de reclamar su debida protección

Pico i Junoy citado por el profesor San Martin Castro – La vertiente objetiva del

derecho a la prueba comporta cuatro consecuencias: 1. Necesidad de efectuar una

lectura amplia y flexible de las normas probatorias, de suerte que permitan la

máxima actividad probatoria de las partes. 2. Necesidad de realizar una

interpretación restrictiva de las normas que limitan el derecho a la prueba, en cuya

virtud los límites deben encontrar una justificación en un bien, interés o derecho

constitucionalmente reconocido, en orden a impedir la frustración de la máxima

actividad probatoria. 3. Subsanabilidad de los defectos procesales en materia

probatoria, en tanto no suponga una ruptura de regularidad del proceso, por lo que

un defecto subsanable no puede convertirse en insubsanable por desidia del órgano

jurisdiccional sin permitir a la parte solicitante su subsanación. 4. Irrenunciabilidad

del derecho a la prueba, es decir, la prueba no es disponible por las partes; todo

pacto que suponga una limitación irrazonable a su ejercicio e impida la meta de

esclarecimiento del proceso (Castro, 2015, pág. 503).


Paul Iriarte Bojorquez

La vertiente subjetiva comprende tres derechos: 1. A la admisión de la prueba, por

lo que toda prueba que cumpla con los limites intrínsecos – inherentes a la actividad

probatoria – y extrínsecos – consustanciales a los requisitos legales de proposición

– debe ser admitida sin más. 2. A la práctica de la prueba admitida, pues de no ser

así se incurría en una denegación tácita del citado derecho, corresponde al órgano

jurisdiccional desarrollar toda la actividad necesaria para no frustrar la práctica del

medio de prueba ofrecida, así como asegurar el derecho de las partes a estar

presente en su actuación e intervenir activamente en su desarrollo. 3. A la

apreciación de la prueba practicada, de modo que si no se interpreta y aprecia la

prueba e interpreta – se incurre en una violación de este derecho y del

correspondiente de motivación; las pruebas se han de analizar individual y

conjuntamente, con mención justificación de los motivos que ha producido (Castro,

2015, pág. 504).

Por tanto, el – ofrecimiento – se realiza por la – libertad probatoria – del sujeto

procesal en la etapa intermedia o postulatoria. Sin embargo, para que los medios

probatorios sean admitidos se exige su pertinencia, utilidad, necesidad y su

licitud. Con ello se tiene que la prueba, que tenga la potencialidad de desvirtuar la

inocencia del acusado, ha de ser obtenida y actuada con las debidas garantías

procesales. Esto implica una incorporación de las pruebas respetando los principios

de pertinencia, conducencia, utilidad, relevancia y por sobre todo principios de orden

constitucional. Asimismo, dentro del juicio oral la prueba ha de actuarse bajo el

respeto de los principios de oralidad, inmediación, publicidad y concentración

(Flores, 2010, pág. 175).


Paul Iriarte Bojorquez

Por tanto, todo medio de prueba, para ser admitido al proceso debe cumplir ciertos

requisitos, al respecto, el Tribunal Constitucional, ha establecido que son los

siguientes: pertinencia, conducencia, idoneidad, utilidad, licitud y preclusión (Flores,

2010, pág. 533).

En efecto, para su actuación en juicio exige que sea útil, conducente y pertinente.

Se establece que la solicitud para una declaración testimonial o la práctica de una

pericia tendrá que especificar el punto a declarar o el objeto del examen. La ley

señala que la resolución que dicte el juez no puede ser objeto de impugnación (art.

352.5.b). En el caso de que se admita la prueba anticipada se realizará siguiendo

las reglas del art. 245 del Código. (Velarde, 2009, pág. 173).

En consecuencia, todo el procedimiento probatorio debe obedecer a criterios

judiciales fundamentales de legitimidad, orden procedimental, pertinencia y

contradicción. El objeto del proceso debe quedar plenamente satisfecho para que

ese cumpla la excelsa función jurisdiccional: juzgar (Velarde, 2009, pág. 268).

Por ende, el derecho a la prueba, como derecho fundamental, no tiene un carácter

absoluto. Tiene límites intrínsecos y extrínsecos. El primero se refiere a los

presupuestos o condiciones que por su naturaleza debe cumplir con toda prueba:

pertinencia, utilidad y necesidad – los dos primeros actúan en la fase de admisión,

mientras que el último en la fase de práctica o ejecución de la actividad probatoria

–. El segundo límite, extrínseco, da cuenta de los cauces y formas procedimentales

para su debido ejercicio; son requisitos legales para la proporción de la prueba. Son

de dos órdenes: genéricos y específicos. Los primeros – tres en total – afectan a

cualquier medio de prueba; 1. Legitimación para la prueba, que se adhiere por el


Paul Iriarte Bojorquez

mero hecho de ser parte procesal. 2, Temporalidad, esto es, la prueba debe

ofrecerse en el momento procesal oportuno, y cumpliendo además los requisitos de

forma y de lugar legalmente establecidos. 3. Licitud o legitimidad, por lo que la

prueba no ha de estar contaminada con una vulneración constitucional o que infrinja

de modo grave las normas de legalidad ordinaria que garanticen su debido ejercicio

y tutela. En consecuencia, los limites específicos están circunscritos a concretos

medios de prueba. Cada medio de prueba contempla requisitos para su admisión y

actuación con algún nivel de singularidad, por lo que al cumplimiento de los

requisitos genéricos han de agregarse la observancia de los requisitos específicos.

Este sería el caso, por ejemplo, de los testigos sujetos a alguna restricción al deber

de declarar – secreto profesional o de Estado – (Castro, 2015, pág. 504).

Por ende, se tenga – utilidad – en razón del objeto probatorio con los puntos

controvertidos, –pertinencia – que exige vinculación con el objeto de prueba, –

necesidad – con relación a los hechos circunstanciales y la licitud. Por ende, se

erigen una serie de – baremos – que exige protección para recabar fuentes de

investigación, en atención al respeto de los derechos fundamentales. En

consecuencia, sean – apreciados – racionalmente de forma holística e

individual y, por ende, se establezca una debida motivación explicitando los

hechos probados.

En consecuencia, aceptado este concepto, es de afirmar que el derecho y el

proceso reconocen tres tipos de limitaciones a la noción general de prueba

jurisdiccional, que inciden de modo relevante sobre la relación entre prueba y

verdad. El entendido de este reconocimiento es que la prueba no tiene una conexión


Paul Iriarte Bojorquez

conceptual con la verdad – que es un ideal no alcanzable parafraseando al profesor

Castro –; pero sí teleológica; la aproximación a la verdad sigue siento el

objetivo de la prueba.

A. La primera limitación es aquella que impone el proceso en cuanto tal, fundada

en el marco en que se desarrolla la actividad probatoria. Se trata del marco

temporal en que debe desarrollarse y de la posibilidad reconocida a las partes

de aportar medios de prueba a favor de su posición procesal o de determinar,

a partir de sus alegaciones, los hechos que deberán ser probados en el

proceso – el carácter desinteresado de la búsqueda de la verdad que limitado

por razones de la primacía de la garantía de defensa procesal –.

B. La segunda limitación es la institución jurídica de la cosa juzgada, cuya

función es poner un límite a la discusión jurídica a través del proceso

jurisdiccional.

C. La tercera limitación es la existencia de reglas jurídicas sobre la prueba. Son

de tres tipos: reglas sobre la actividad probatoria, reglas sobre los medios

probatorios, y reglas sobre el resultado probatorio. Las dos primeras no

suponen un impedimento para que pueda atribuirse valor de verdad a los

enunciados declarativos de hechos probados. La última define como se ha

interpretar el material probatorio aportado al proceso – el principio de libre

apreciación de la prueba, exige una evaluación del material probatorio

conforme a las reglas de la racionalidad general – Ferrer citado por el

profesor Castro – (Arana, 2007, pág. 501).


Paul Iriarte Bojorquez

15. Alegatos de apertura y cierre

Su tesis de los hechos propuesta en el debate es la que mayor fiabilidad ostenta

según las pruebas actuadas, que precisamente los términos que propuso al iniciarse

el juicio oral son los que más se adecuan a la verdad que se busca alcanzar en el

proceso. Por ende, en los alegatos finales serán el producto de los debates

contradictorios, que de forma adversarial dieron lugar en el juzgamiento,

sintetizando las aspiraciones en cuando a su acogimiento en la resolución que pone

punto final al proceso (Freyre, 2009, pág. 324).

No obstante, ello, es preciso resaltar nuevamente, que el NCPP establece de

manera facultativa la exposición del alegato de apertura por parte del abogado

defensor, ello implica que este puede optar por exponer o no su alegato de

apertura, siendo que esto último podría darse ocasionalmente debido a cuestiones

de estrategia, dado que ante ciertas circunstancias puede resultar favorable al

defensor obviar la exposición de su alegato de apertura. Por tanto, sólo debemos

presentar nuestras afirmaciones de hecho y los medios probatorios que las

acreditan, sin emitir conclusiones respecto de ellas. Se debe tener en cuenta que

todavía no se ha producido prueba. Por ello, al no existir aún el caudal probatorio

practicado y controvertido, no hay lugar para realizar la crítica de las pruebas, ni

inferir o argumentar conclusivamente sobre el caso. Esto es propio de un alegato

final (Flores, 2010, pág. 812).

De modo que, ha de señalarse, entonces, la calidad de “hechos probados” en lo que

respecta a las proposiciones fácticas, que de forma conjunta cuentan con la


Paul Iriarte Bojorquez

idoneidad para construir de forma cabal la teoría jurídica, sobre la cual asienta su

posición. Por ende, la exposición oral del fiscal ha de basarse en lo siguiente:

primero, ha de enumerar la cronología de los hechos que han sido probados en el

desarrollo del juzgamiento, conforme a lo que se planteó en su acusación, que ahora

debe ser percibida como una “verdad” de lo acontecido, tomando en cuenta para

ello todos los medios probatorios que resultan idóneos para acreditar cada una de

las proposiciones fácticas que toman lugar en su teoría del fiel reflejo a la teoría

jurídica, sobre la cual basa la imputación delictiva; que estas de forma conjunta y

razonada poseen lo suficiente para destruir la presunción de inocencia que asiste al

imputado. Asimismo, deberá hacer mención a los medios probatorios

ofrecidos por la defensa, que estos no han tenido la eficacia necesaria para

controvertir el contenido de la acusación, en cuanto argumentos débiles y

poco sostenibles para lo que apuntaron acreditar (Freyre, 2009, pág. 327).

Por tanto, el buen abogado a demostrar en sus alegatos finales que los hechos que

fueron expuestos en el juzgamiento pusieron de manifiesto la debilidad y fragilidad

de la tesis de la acusación, que no pudieron ser subsanados, lo que a su vez

determina su escasa fiabilidad para alcanzar un alto grado de certeza (Freyre, 2009,

pág. 336). Por tanto, se deben enunciar las disposiciones sustantivas y procesales

que fundamentan su teoría, se procura con ello remarcar la concurrencia de los

elementos necesarios para declarar la absolución o condena del acusado. En

efecto, además se puede colocar una idea nueva vinculada a una máxima de la

experiencia a la que se puede asociar el caso o mencionar algún aspecto particular

sobre la víctima o el acusado, según el caso, que predisponga favorablemente al


Paul Iriarte Bojorquez

juzgador, no debe olvidarse la condición de seres humanos que ellos poseen

(Flores, 2010, pág. 815).

En consecuencia, fijando los alcances del – derecho probatorio – se corresponde,

por tanto, con el valor axiológico intrínseco de – verdad correspondencia – con

los grados pertinentes de conocimiento.

Por tanto, el alegato debe ser ordenado de manera lógica, razonable, y efectiva,

además debe usarse un lenguaje comprensible para todo espectador, no solo para

el juez sino para cualquier ciudadano común y corriente, la sencillez le dará claridad.

Por ende, es recomendable mostrar una persona y objeto que genere impresión en

el Tribunal: Por ejemplo, el arma de fuego utilizada en la comisión del hecho

delictivo, o una foto de la víctima luego de haber sufrido los daños del hecho

cometido en su contra, la que deberá mostrarse al Tribunal, presentándola al mismo.

También, buscar en otras disciplinas apoyos para justificar o explicar alguna acción,

reacción de secuencia de hechos. Así pues, se puede señalar estadísticas sobre el

delito que se presentará o incorporar datos de perfiles psicológicos (Flores, 2010,

pág. 817).

Puesto que, lo importante del alegato de apertura es dar a conocer al juez cuales

son nuestras afirmaciones respecto de los hechos, cuáles son nuestras versiones

acerca de cómo éstos sucedieron y, por ende, a que consecuencia queremos que

se llegue en el juicio; de no ser así, solo se desnaturaliza la función del alegato de

apertura. Así, el alegato debe fijar una cierta versión de los hechos, no debemos

convertirlo en una instancia de opiniones políticas o emotivas (hacer llorar al

Tribunal). Lo que corresponde realizar en el desarrollo del alegato de apertura es la


Paul Iriarte Bojorquez

presentación de los elementos fácticos del caso y su vinculación con las normas

aplicables. Se debe tener siempre en consideración que la prueba aún no ha sido

presentada, de ahí que el alegato no es la oportunidad para emitir conclusiones

acerca de la calidad de las pruebas. Así pues, el alegato de apertura no debe

contaminarse con opiniones personales del litigante; la introducción de las opiniones

del abogado le quita credibilidad y fuerza al planteamiento, porque suelen

argumentar precisamente aquello que están llamadas a probar (Flores, 2010, pág.

820).

Por tanto, el alegato de clausura es un ejercicio netamente argumentativo (el

primero y el único), responde a la pregunta ¿por qué debe prevalecer mi caso ?,

el litigante sugiere que conclusiones se deben extraer de lo que ocurrió durante el

debate. El alegato de clausura es la última oportunidad que tiene el litigante para

comunicar su caso. También es conocida como el argumento de cierre o informe

final. Con ello, no se crea nada, solo se emiten las conclusiones que la prueba

merece, es decir, es el espacio donde el litigante analiza la prueba que se actúa

en el juicio. En ese sentido, el alegato de clausura es la última fase del juicio,

llegado este momento toda la prueba ya ha sido presentada, es la instancia donde

armaremos el rompecabezas, juntando todos los trozos de información que hemos

venido aportando en el desarrollo del juicio. Todas nuestras actuaciones dentro del

juicio oral, estarán dirigidas a estructurar nuestro alegato de clausura. Toda la

información que hayamos obtenido se encuentra al servicio de nuestro alegato de

clausura (Flores, 2010, pág. 942).


Paul Iriarte Bojorquez

El propósito principal del argumento de cierre – alegato de clausura – no es repasar

los hechos (este es el propósito de la declaración de apertura), ni repasar la ley

(este es el propósito de las declaraciones del Juez). El propósito del argumento de

cierre es repasar el razonamiento que determina que nuestra idea sea preferible a

la del contrario y que deba construirse en un marco de sus argumentos que

conducen directamente a la conclusión deseada. Por su parte, Hegland, señala

que se debe usar los argumentos explícitos, ya que “uno se ve forzado a definir

de qué modo exactamente cada medida de prueba encaja en su teoría del caso. De

lo contrario, se muestra descuidado y su argumentación se convierte en una serie

de “puntos eficaces” sin verdadera claridad acerca de la razón exacta por la cual

son eficaces. Por esa razón, se exige ser coherente con nuestra teoría del caso. Se

basa en nuestra teoría del caso, pero es más extenso, ya que se cuenta con prueba

necesaria para poder argumentar con propiedad y hacer inferencias

necesarias. Hegland – citado por el profesor Neyra refiere que los progresos

tecnológicos del arsenal son eficaces en una sola guerra, después, la gente aprende

el modo de contrarrestarlos. Lo mismo puede decirse de los argumentos rutinarios.

Todos pueden ser rechazados (Flores, 2010, pág. 944).

Siguiendo el orden cronológico de los hechos, se trata de presentar ordenada y

secuencial los hechos como sucedieron, por lo que es una manera de abordar el

argumento de conclusión, determinando en el tiempo cada suceso y

estableciendo cómo se probó. Respecto al segundo supuesto, es decir, “siguiendo

el orden de los cargos de la acusación”, debemos tener en cuenta que la acusación,

como acto procesal que enmarca el juicio, puede tomarse de referencia para
Paul Iriarte Bojorquez

formular el alegato, relacionando cada cargo o sindicación. La defensa puede

atacar cada elemento o supuesto de la acusación para comprobar las

falencias materiales o formales de la tesis de la Fiscalía. Esta, a su vez puede

afirmar que todas las premisas de la acusación se han comprobado y refresca en el

juez cada una, dando certeza a sus planteamientos iniciales (Flores, 2010, pág.

945).

El tercer supuesto se refiere a estructurar el argumento partiendo de la norma que

describe la conducta punible en la parte especial del código, o la norma que

configura un juicio de valor sobre la conducta, o los supuestos probatorios

necesarios para condenar, es el otro orden para efectuar el alegato de

conclusión. Es una presentación que se ordena desde la premisa jurídica y desde

allí se elabora el discurso sobre los hechos y sobre las pruebas (Flores, 2010, pág.

945).

En consecuencia, extraer inferencias o deducciones, cuando la prueba no

permite llegar directamente a las conclusiones, se debe trabajar lo que aporta la

prueba y de allí comenzar la formulación de inferencias, lo cual implica pedirle al

juez que vaya razonando conjuntamente a partir de esa primera premisa fáctica,

hacia una premisa intermedia, para llegar a una conclusión determinada. Desarrollar

el proceso de razonamiento judicial, se debe predecir el proceso de razonamiento

del juez y las conclusiones que se pueden consignar en la sentencia. Refutar al

adversario, indicando al juez que no puede acoger la teoría del caso de la

contraparte porque ha distorsionado la prueba o sus argumentos son

contradictorios, o al haber aceptado la evidencia solicitar al juez llegue a una


Paul Iriarte Bojorquez

conclusión distinta al de la formulada por la contraparte. Argumentar en función de

la credibilidad de los testigos que han rendido su testimonio en juicio. O indicar a

los jueces la sentencia esperada, entregándoles los argumentos que permitan

acoger o desechar las peticiones de las partes, poniendo énfasis en las siguientes

materias: hechos probados, hechos no probados, participación aceptada,

participación no aceptada (Flores, 2010, pág. 946).

17.Carga de la prueba

La carga de la prueba supone si el pretensor afirma hechos; necesariamente el –

opositor – necesariamente tiene que revertir dicha afirmación persistiendo en la

negación de dichas afirmaciones o con una – contra hipótesis –.

De modo que, la polémica sobre tales hechos los convierte en hechos

controvertidos y la existencia del juicio oral ofrece oportunidad al Ministerio

Público, sobre quien recae la carga de la prueba para que, con las formalidades y

garantías de la audiencia, demuestre la existencia del delito (hecho típico,

antijurídico, y cuyo autor asumiría su responsabilidad). Así pues, respecto a la

defensa, lo permisible y cierto es que aquella sí puede hacer afirmaciones

contradictorias, en relación con los hechos atribuidos por el fiscal. Por su lado, la

fiscalía solo aparece haciendo básicamente afirmaciones alrededor de una

hipótesis, cuando el caso lo fundamenta en prueba indiciaria, ya que en tal situación

“existirían datos sensibles y operaciones mentales que se resolverían en

presunciones”. Tener claridad sobre estos temas es fundamental para el

momento en que se debe justificar la actuación de cada testimonial y

especificar los puntos materia de interrogatorio (artículo 352, inciso 5, literal b)


Paul Iriarte Bojorquez

(Arana, 2007, pág. 18) (Arana, 2007, pág. 18).

Por tanto, la carga de la prueba viene a ser el conjunto de reglas de juicio que le

señala al magistrado la manera cómo resolverá en aquellos casos de omisión de

pruebas o pruebas insuficientes que no puede salvar siquiera con la actuación de

pruebas de oficio. Así, como el juez no puede inhibirse de expedir el correspondiente

fallo, tales reglas le ayudarán a pronunciarse sobre el asunto. Por ende, la carga de

la prueba implica reglas indirectas de conducta para las partes, que les indican

cuales son las afirmaciones de hecho que a cada una de ellas les interesa probar

para que acojan sus pretensiones (jurídica, 2015, pág. 401).

En consecuencia, la carga de la prueba, está en manos del fiscal, en tanto función

deber, da sustento al sistema acusatorio y permite establecer las reglas del proceso

penal”, pues sucede que el fiscal “se halla en la obligación legal de probar dichos

cargos, esto es, demostrar mediante los medios probatorios que la ley procesal

penal regula, la veracidad de sus imputaciones, tanto para acreditar la comisión del

delito como la responsabilidad penal del autor, coautores o participes. En suma, la

carga de la prueba pesa así gravemente sobre el fiscal, quien debe calcular

responsablemente sus pasos para probar el delito, pues “De no lograr el fiscal

dichos resultados, habrá fracasado en su función persecutoria acusatoria,

afirmando la irrelevancia penal del supuesto de hecho o rigiendo la

presunción de inocencia, ya sea que no existan pruebas en su contra

(ausencia de culpabilidad) o que estas susciten dudas (insuficiencia de

pruebas) (Arana, 2007, pág. 19).


Paul Iriarte Bojorquez

17. Estándar de prueba objetivo en la prisión preventiva

Evaluado los – presupuestos de la prisión preventiva – y fijando el – objeto del

debate – se discutirá en audiencia. En consecuencia, conviene enfocarnos con el

estándar probatorio de – graves y fundados –. Por esa razón, es necesario

realizar una – apreciación probatoria probabilística – sobre la base del – acervo

probatorio – de la fiscalía y de la defensa. En efecto, ya que esta medida cautelar

gravosa se fundamenta en el peligro procesal pero también en dichos elementos –

graves y fundados – estos como estándar.

Por tanto, se ensaya la fórmula de – lege ferenda – propuesta por el profesor Ferrer

Beltrán que establece:

A. La hipótesis debe ser capaz de explicar los datos disponibles

integrándolos de forma coherente, y las predicciones de nuevos datos

que la hipótesis permita formular deben haber resultado confirmadas –

se ha de aplicar correctamente la metodología de la contrastación de

hipótesis –.

En consecuencia, realizado el – juicio probabilístico – con criterios lógicos, máximas

probables, etc. Es factible, apreciar si de los – datos – u acervo de cargo y de

descargo; es factible colegir dos probables hipótesis. Es decir, del Ministerio

Público, como también de la defensa. Por ejemplo, una probable – coartada – con

– probabilidad –. Por tanto, de configurarse el – estándar objetivo – ensayado de

prueba, no es factible optar por resolver por la medida gravosa.


Paul Iriarte Bojorquez

No obstante, - datos – datos probatorios – una hipótesis sea esta de la fiscalía logra

corroborarse con alta probabilidad – rayana en la certeza superando el

estándar – es factible habilitar la prisión preventiva.

18. Conclusiones

- Por tanto, la – gnoseología – como la epistemología trabaja el tema del

conocimiento de manera más general y la epistemología más científica. Sin

embargo, en la lógica del proceso judicial si bien su objetivo es la verdad.

Ciertamente es irrazonable. Por esa razón, se establecer – estándares probatorios

– subjetivos. Sin perjuicio, de establecer – estándares probatorios – (objetivos). En

consecuencia, lo determinante es el – grado de conocimiento – desde la

probabilidad hasta la certeza orientados a la corroboración de pretensiones.

-Por tanto, – los grados del conocimiento – se encuentra ligada a la demostración

de determinadas afirmaciones de hecho. En consecuencia, se tenga una

aproximación a la verdad – es decir, de lo que realmente acaeció en grado probable

o altamente probable de acuerdo al estándar probatorio establecido,

legislativamente – o jurisprudencialmente, objetivo o subjetivo.

- El proceso de reconstrucción de una teoría jurídica del derecho a la prueba se ve

reforzada por la revisión de la evolución de las Convenciones Internacionales, así

por tener forma de inclusión dentro del sistema nacional (bloque constitucional,

núcleo duro), como también por derivarse de derechos fundamentales concretos.

- Por ende, fijada la correlación entre – prueba y verdad – se constituye el derecho

de prueba en – derecho fundamental –. Con mayor razón, de acuerdo al artículo 3


Paul Iriarte Bojorquez

de la Constitución Política del Estado en torno al numerus apertus. Sin embargo, ya

la jurisprudencia establece criterios que giran en torno al – derecho a la prueba –.

De modo que, se tenga por bien legislativamente explicitarlo –en la Constitución

Política del Estado.

- Por tanto, la prueba como derecho constitucional, es un derecho fundamental, no

sólo por su necesaria vinculación con los derechos de defensa, debido proceso,

motivación, si no por su inclusión dentro del concepto de – verdad teleológica –.

Además, es un derecho constitucional fundamental autónomo por cuanto forma

parte de los derechos fundamentales, al tener expresas constitucionales que deben

ser comprendidas y aceptadas como tales por los operadores del derecho.

- Por consiguiente, la – prueba – se produce en juicio como producto probatorio.

Como también, estándares probatorios subjetivos. Sin perjuicio, de los –

estándares probatorios –objetivos. No obstante, subyace a los grados del

conocimiento, y, por consiguiente, a las reglas de la – sana critica –.


Paul Iriarte Bojorquez

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