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Desde la entrada en vigor del actual régimen de enjuiciamiento en materia laboral,


se han publicado muy buenos trabajos dirigidos a explicar en forma clara y sencilla el
funcionamiento del proceso en el ámbito de las relaciones del trabajo.

Sin embargo, después de una década de funcionamiento del nuevo orden


jurisdiccional laboral, es preciso hacerse cargo de algunas cuestiones problemáticas
que se han suscitado y que merecen una adecuada exposición y tratamiento, sin
exceder los ámbitos propios de un manual sobre la disciplina.

Por otro lado, entendemos que la evolución del derecho procesal ha permitido
elaborar un conjunto de conceptos y principios propios de la disciplina y que son
comunes a toda clase de procesos, cualquiera sea la naturaleza del derecho material
aplicable.

Por cierto, es indiscutible que las normas laborales sustantivas influyen en la


estructura del proceso y expresándose en importantes especialidades en la
configuración del procedimiento laboral.

En este sentido, creemos que resulta pertinente examinar estas especialidades


propias del proceso laboral, pero con una visión específica de nuestra disciplina, y sin
olvidar la perspectiva sistémica del fenómeno procesal y del conjunto del sistema de
justicia.

En este contexto, los autores, pertenecientes a tres importantes universidades del


país, identificaron una necesidad y deciden emprender este importante esfuerzo por
colmar una parcela del conocimiento. Ciertamente, el tipo editorial en que se
desarrolla esta obra (un manual) no permite un estudio minucioso de todas las
instituciones que compromete el proceso laboral, pero el esfuerzo apunta a superar la
clásica paráfrasis de artículos desprovista de reflexión crítica, tristemente presente
aún en nuestro medio.

Si bien los autores optaron por un abordaje clásico de las lecciones de derecho
procesal, sin abandonar el método explicativo, se ha ido un poco más allá
confrontando la regulación positiva con su plano de aplicación en aquellos casos en
que la jurisdicción ha ido afinando algunas instituciones en su aplicación forense, sin
renunciar a la visión crítica, cuando el tema así lo reclama.
El esfuerzo llevado a cabo parece importante. Los autores tienen experiencia en el
área de la teoría general del proceso, en el ámbito civil y, por cierto, en el estudio de
instituciones del proceso laboral. No parece irrelevante destacar que este trabajo se
realiza desde regiones, pero teniendo también a la vista, además, cómo operan los
tribunales de Santiago. Y, tampoco, es desdeñable poner de relieve que significa un
trabajo que logra aunar los esfuerzos de académicos pertenecientes a tres
importantes centros de estudio del Derecho Procesal.

En términos generales, podemos destacar tres grandes ejes que estructuran el


contenido de esta obra: en primer lugar, el profesor Dr. Gonzalo Cortez Matcovich
(Universidad de Concepción), desarrolla los aspectos generales del proceso laboral.
En su tratamiento, el profesor Cortez, profundiza en tópicos introductorios tales como
el proceso como método de resolución del conflicto, la jurisdicción orgánica laboral o
la competencia. Posteriormente, expone los principios del proceso y del
procedimiento en el orden laboral y, finalmente, ilustrará al lector sobre las reglas
comunes en el marco del procedimiento laboral.

En segundo lugar, el profesor Dr. Diego Palomo Vélez (Universidad de Talca),


desarrolla los temas relativos al procedimiento de aplicación general. En este ámbito,
el profesor Palomo parte desde las temáticas introductorias como las características
del procedimiento de aplicación general o la supletoriedad del Código de
Procedimiento Civil, para entrar, posteriormente, de lleno en el procedimiento
propiamente tal. El autor comprende en su explicación las medidas prejudiciales, la
fase de discusión, la audiencia preparatoria del juicio oral, la audiencia de juicio oral,
la prueba y la sentencia.

Finalmente, en tercer lugar, el profesor Dr. Jordi Delgado Castro (Universidad


Austral de Chile), se ocupa del tratamiento de los procedimientos especiales. Para
ello, primeramente, explica la necesidad de existencia y significación de los
procedimientos especiales. Seguidamente, pormenoriza los detalles que destacan,
tanto en el procedimiento de tutela laboral, como en el procedimiento monitorio. El
profesor Delgado aborda los principales institutos comprometidos y, específicamente,
describe la tramitación a seguir cuando estos cauces procedimentales se imponen
como medio de darle vida a la acción laboral.

Este manual es el primer avance en el que, principalmente, se da cuenta de los


procedimientos declarativos. Esperamos que logre convertirse en una obra de
necesaria consulta y que ello conduzca a posteriores ediciones corregidas, ampliadas
y actualizadas.

Los autores
P P C P
P .G C M
I. A P L

1. E

La noción del proceso es fundamental para el estudio del derecho procesal porque
es la única forma en que los jueces pueden desarrollar la función que la Constitución
Política les encomienda. En algún momento se le consideró el principal objeto de
estudio de la disciplina y de ahí la denominación de la misma que persiste hasta
nuestros días, aun cuando para el derecho procesal moderno es aceptado que el
concepto fundamental es el de jurisdicción, en tanto que el proceso no es más —ni
menos— que el instrumento para su ejercicio.

No es momento de intentar construir una teoría general del proceso, pero no vemos
inconveniente en considerar la noción de proceso como punto inicial para esclarecer
el fenómeno de la resolución judicial de los conflictos y como escenario en el que
actúan la jurisdicción y la acción.

El establecimiento de los juicios especiales viene justificado por la circunstancia de


que determinadas relaciones jurídicas precisan de ciertas adecuaciones procesales,
para que los intereses en ellos comprometidos tengan eficacia práctica o para que
determinados grupos sociales obtengan una protección jurisdiccional más rápida y,
por ello, más acorde a sus necesidades.

Las relaciones que surgen en el ámbito del derecho del trabajo justifican la
existencia de mecanismos procesales modernos y especializados que permitan
entregar una respuesta mucho más eficaz que lo que sucede en el ámbito
estrictamente civil. Está fuera de toda duda que el estatuto laboral está dotado de
mecanismos que aspiran a restablecer el equilibrio que la asimetría de la relación
laboral perturba y la aspiración de la función jurisdiccional en el ámbito laboral debiera
ser la entrega de una respuesta eficaz y rápida, que permita que la justicia no solo
llegue, sino que lo haga en forma oportuna.

Entonces, en este caso, el distanciamiento de las normas reguladoras del proceso


laboral respecto del proceso común está completamente justificado, tanto por las
particularidades de la materia como por la asimetría estructural existente en la
relación jurídica laboral. Más aún, estas particularidades no solo se extienden al
régimen procesal, sino que han justificado el diseño de un nuevo orden jurisdiccional,
mediante la creación de tribunales especializados, al menos, en la justicia de primer
grado.

Los procedimientos especiales, además, suelen contener normas de vanguardia por


lo que el proceso laboral, junto a constituir un instrumento de protección eficaz, de
una parte, y un factor dinamizador de las relaciones económicas y de la modernidad
del Estado, por otra, debiera ser un espejo en el que se refleje la anhelada y
permanentemente postergada reforma a la justicia civil, último orden que demanda
una modernización profunda y que paradójicamente sigue siendo la norma supletoria
para todos los demás.

La tendencia mundial ha sido la de incorporar una tramitación procedimental oral,


rápida y desformalizada que, junto con imprimir una mayor velocidad en la respuesta
jurisdiccional asegure unas razonables posibilidades de obtener una correcta decisión
del asunto.

Sin embargo, el desafío de una justicia eficiente no se obtiene simplemente


acelerando el proceso, sino propiciando el pronunciamiento de decisiones judiciales
de calidad, obtenidas en un tiempo y a un costo relativamente bajo.

En esta monografía sobre proceso laboral se analizarán los procesos declarativos.


El procedimiento de aplicación general, como juicio ordinario, y los procedimientos
especiales de tutela laboral y monitorio. La evaluación y la experiencia después de un
periodo de funcionamiento prudente, puede considerarse satisfactoria. Sin embargo,
en esta obra se pretende evidenciar, también, algunos nudos críticos que podrían ser
mejorables.

2. A C

Como esta obra no pretende hacer una reconstrucción histórica del proceso laboral,
cuyos antecedentes se remontan al primer tercio del siglo pasado, consideraremos
como punto de partida la Ley Nº 18.510, como hito a partir del cual es posible
comprender la historia contemporánea de nuestro proceso laboral y cómo se ha ido
consolidando un determinado modelo.

La Ley Nº 18.510 del año 1986, impulsada por el mismo gobierno que en el año
1981 había puesto término a la judicatura especializada del trabajo, repuso los
tribunales especializados en materia laboral y, aunque no restableció las Cortes del
Trabajo, asentó las bases para la reconsolidación de la jurisdicción laboral
especializada.
Este orden jurisdiccional con una primera instancia especializada a través de los
Juzgados de Letras del Trabajo y una segunda instancia radicada en la Cortes de
Apelaciones es la que, a grandes rasgos, se mantiene hasta nuestros días.

El procedimiento ordinario, regulado entre los artículos 20 y 43, recibía del mismo
modo que hoy, el nombre de procedimiento de aplicación general y se caracterizaba
por detentar marcas de oralidad de mayor alcance que en el proceso civil, pero en el
que terminaba imponiéndose la lógica del expediente escrito. Principiaba mediante
una demanda escrita y tras el traslado y contestación, en su caso, se debía citar a las
partes a una audiencia, cuyo objeto, en primer lugar, era intentar la conciliación de las
partes. Si esta no se producía y existían hechos pertinentes, sustanciales y
controvertidos se recibía en la misma oportunidad la causa a prueba y,
posteriormente, se citaba a una nueva audiencia con el objeto de producir la prueba.

En la audiencia de prueba se recibían todas las pruebas decretadas. En especial,


decía la ley, la testimonial, la instrumental, la confesional y cualquier otro elemento de
convicción que fuere pertinente y que alguna parte lo hubiera solicitado,
consagrándose de este modo cierta holgura en materia probatoria, pero también con
un juez poco activo a la hora de decretar diligencias oficiosas.

Terminada la fase probatoria, que podía extenderse por más de una jornada, el juez
debía citar a las partes para oír sentencia y el fallo se redactaba en el plazo de diez
días contado desde dicha citación. El régimen de valoración de la prueba era la sana
crítica y en la sentencia el tribunal debía expresar las razones jurídicas y las
simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia en cuya virtud le asignaba
un valor o la desestimaba.

Finalmente, entre las particularidades de este modelo de enjuiciamiento, se debe


destacar que existía la posibilidad de impugnar en apelación la sentencia definitiva de
primera instancia, así como aquellas resoluciones que ponían fin al juicio o hacían
imposible su prosecución.

La estructura orgánica de los tribunales era la tradicional que hoy predomina en la


justicia civil: un juez, un secretario y varios funcionarios que conforman el personal de
secretaría.

Durante los regímenes democráticos se impulsaron varias reformas parciales,


algunas de las cuales, especialmente la contenida en la Ley Nº 19.250, simplificaron
el régimen procesal.

Un acontecimiento importante fue la conformación, en el año 2000, del Foro para la


Reforma de la Justicia Laboral y Previsional, que reunió a un conjunto de
especialistas en el área y que culminó con la elaboración de un documento que
contenía un diagnóstico del sistema judicial laboral chileno y un conjunto de
propuestas para su mejoramiento. Se denominó Bases Fundamentales para la
Reforma de la Justicia Laboral y Previsional.

La propuesta apuntaba, en primer lugar, hacia el establecimiento de una jurisdicción


especializada con competencia atractiva respecto de las materias que se rigen por el
derecho del trabajo. Para ello se proponía una jurisdicción de primer grado con
competencia exclusiva; un segundo grado revisor de los fallos del primer
enjuiciamiento y, finalmente, se postulaba que la Corte Suprema, como tribunal de
casación, debía uniformar la jurisprudencia en materia laboral y de seguridad social.
Es decir, un diseño bastante aproximado al régimen actual.

Respecto del procedimiento, el Foro Laboral declaraba su "preferencia por la


oralidad"; la necesidad de contar con un proceso regido por la inmediación y que
fuera concentrado, acelerado, gratuito y que, en la medida de las necesidades,
dispusiera de mecanismos que asegurasen el acceso igualitario a la justicia. De este
modo, se sentaron las bases para la creación de las Oficinas de Defensa Laboral que,
con un carácter profesional y especializado, no solo contribuyesen a la promoción de
la justicia gratuita, sino que además esta lo fuera con adecuados estándares de
calidad.

Adicionalmente, se formularon propuestas respecto del procedimiento ordinario, la


etapa de prueba, la sentencia, los recursos, la fase de ejecución, la tutela de los
derechos fundamentales y se sugirieron algunas modificaciones orgánicas
necesarias.

En cuanto al procedimiento de aplicación general, la propuesta apuntaba a despojar


al procedimiento de formalismos innecesarios y a agilizar el sistema de notificaciones.
Si bien no existía claridad sobre la conveniencia de realizar el proceso en una o dos
audiencias, sí se destacaba la posibilidad de que los jueces tuvieran un rol
protagónico en la etapa de la conciliación, pues ya se trataba de una práctica muy
extendida con una valoración positiva.

En lo concerniente a la prueba, lo más significativo fue la reivindicación del


necesario contacto entre el juez y la prueba, eliminando definitivamente la
intermediación de receptores y algunos formalismos exacerbados, como la tacha de
testigos o la confesión de parte y el interrogatorio de testigos sometidos al formato
civil.

Producida la prueba en condiciones de mejor calidad, atendido el predominio de la


oralidad, la inmediación y la desformalización de las actuaciones, la propuesta
respaldaba su libre valoración conforme a las reglas de la sana crítica y, reconociendo
que este método de apreciación no está exento de errores se proponía "(contribuir) a
asegurar el control de los tribunales superiores en torno a la corrección de las
afirmaciones fácticas extraídas por el Juez, llenando de contenido real este tipo de
control".
En esta misma línea, para permitir la revisión de la sentencia, esta debía incluir
como requisito externo, la mención de los hechos que fueron probados, la conclusión
jurídica y la normativa aplicable.

Esta forma de reclamar un contenido mínimo, pero altamente importante, no es más


que otro reflejo de la necesidad de consagrar un efectivo régimen de impugnación.
Habrá que convenir en que la principal función que cumple la exigencia de la
motivación de la sentencia consiste en hacer posible un posterior control sobre las
razones esgrimidas por el juez, como fundamento de la decisión y, además, tiene
poco sentido imponer a los jueces el deber de argumentar racionalmente sus
decisiones, si más tarde se afirma que esas razones no son revisables por la vía
recursiva.

El sistema recursivo fue otro de los aspectos destacados, llegándose a afirmar que
la apelación resultaba incompatible con un modelo oral, estableciéndose, en
consecuencia, las bases para diseñar un régimen de impugnación limitado que no
permitiera una revisión integral de lo resuelto.

Se proponía que el recurso apuntara a alguno de los siguientes objetivos:

i) revisar la sentencia de primera instancia cuando haya sido dictada con infracción
de ley;

ii) revisar los hechos declarados como probados, cuyas conclusiones se contradigan
con pruebas documentales o periciales que obren en el proceso; y,

iii) en los juicios sobre terminación del contrato de trabajo, el tribunal superior, sin
alterar las conclusiones fácticas a que se llegó en la instancia, podrá decidir la
alteración de la conclusión jurídica.

La propuesta, pues, defendía un régimen que proscribía una revisión integral de lo


resuelto, en tanto que la revisión de los hechos se permitía, pero en forma limitada.

Una de las novedades incorporadas por el sistema recursivo laboral, fue el


denominado recurso para la unificación de jurisprudencia, pese a que las bases
propusieron mantener nuestra tradicional casación en el fondo, destacaban que "su
objeto es mantener la uniformidad de la jurisprudencia".

En cuanto a la ejecución, las ideas propuestas decían relación con la necesidad de


agilizar gestiones, una mayor amplitud del catálogo de títulos ejecutivos de carácter
laboral y con la creación de tribunales de ejecución. Además, en esta fase del
proceso se sugería limitar los motivos de oposición, así como las posibilidades de
impugnación de las resoluciones; mejorar el sistema de realización de bienes y
diseñar medidas que permitiesen evitar la insolvencia del deudor o permitir el
fraccionamiento de los pagos si es que, finalmente, el deudor realmente promovía la
liquidación de las deudas en forma ordenada.

Finalmente, respecto de las propuestas relativas al modelo de enjuiciamiento, se


planteó un mecanismo para la tutela de los derechos fundamentales. En esencia, se
tuvieron a la vista los mismos motivos que determinarían su incorporación al Código
del Trabajo actual: la constitucionalización del derecho del trabajo; la falta de
protección de los derechos fundamentales del trabajador; la necesidad de contar con
un instrumento especial; la necesidad de contar con una herramienta ágil e, incluso, la
tendencia observada en la experiencia comparada.

En forma coherente con las transformaciones al enjuiciamiento, se propuso una


serie de modificaciones orgánicas que se reflejan en el diseño que hoy tienen
nuestros tribunales reformados, con estructuras administrativas más complejas y
eficientes que permiten un adecuado reparto de funciones y que descargan de tareas
no jurisdiccionales a los jueces.

Las propuestas formuladas por el Foro para la Reforma de la Justicia Laboral y


Previsional constituyeron un valioso insumo para la elaboración de las Leyes
Nº 20.022, Nº 20.023 y Nº 20.087.

La Ley Nº 20.022, que creó los Juzgados Laborales y Juzgados de Cobranza


Laboral y Previsional, apuntó hacia dos grandes objetivos: el aumento significativo de
los jueces del trabajo y la profundización de su especialización, por un lado; y, por
otro, reorganización de las funciones administrativas, en concordancia con la
experiencia de la reforma del proceso penal.

Por su parte, la Ley Nº 20.023, que modificó el sistema de ejecución de los títulos
ejecutivos laborales, puso el acento en uno de los temas más problemáticos que
nuestros sistemas de justicia enfrentan y con los más pobres resultados: la ejecución.
Para justificar la reforma se señalaba: "La tramitación en primera instancia de una
causa ejecutiva de cobranza previsional demora en promedio 1,5 años
aproximadamente en Santiago. Además, el alto grado de deserciones o abandonos
de procedimientos existentes, generan insatisfacciones de las expectativas o
pretensiones de los demandantes. Por su parte, el sistema de Seguridad Social en
Chile, se financia sobre la base de las cotizaciones efectivamente enteradas, motivo
por el cual el cobro de las mismas reviste el carácter de esencial y su cumplimiento es
de interés público. No obstante, numerosos estudios realizados han demostrado la
morosidad en el pago de las cotizaciones de seguridad social, hecho que podría
provocar el desfinanciamiento de este sistema y, en consecuencia, la falta de
protección del trabajador y su grupo familiar. La información disponible indica que la
deuda declarada y no pagada ha experimentado en estos últimos años un aumento
de un 15% anual, ascendiendo el año 2002 a la suma de MM$ 441.774".
Ante este decepcionante panorama, la Ley Nº 20.023 aspiró a mejorar el cobro
ejecutivo de las cotizaciones de la seguridad social y, también, beneficiar en idéntico
sentido los intereses particulares de los trabajadores.

En concreto, la Ley Nº 20.023, junto con las modificaciones y concordancias a otros


cuerpos legislativos, introdujo varias novedades destacables: la incorporación de
nuevos títulos ejecutivos, el impulso oficial del tribunal y la consiguiente
improcedencia del abandono del procedimiento; se limitaron las posibilidades de
oposición en la ejecución; se reguló la ampliación de la demanda para nuevas
resoluciones de cobranza respecto del mismo ejecutado; se permitió el uso de medios
tecnológicos para agilizar las notificaciones; se aclararon algunos aspectos referidos
al recurso de apelación, estableciéndose, como medida precautoria, la retención de
devoluciones de impuestos a los empleadores por parte de la Tesorería General de la
República.

Desde luego, el avance puede considerarse notable, pero la reforma orgánica y el


mejoramiento de la ejecución resultan insuficientes por sí solas, sin normas
transformadoras del sistema de enjuiciamiento en el orden de las relaciones
laborales.

En efecto, es posible establecer reglas magníficas para la protección de los


derechos de los trabajadores y tribunales ultra especializados en la materia, pero
carecerán de efectividad si, para su realización jurisdiccional, no se establecen
instrumentos de tutela procesal que sean eficaces, es decir, que permitan alcanzar la
satisfacción del derecho o interés vulnerado de manera expedita y real y,
principalmente, sin que la utilización de estos instrumentos suponga una carga
adicional y hasta superior al perjuicio frente al cual se reacciona.

Aunque esta afirmación es válida para el sistema judicial en su conjunto, en el


proceso laboral la necesidad de mecanismos procesales eficientes es tanto más
necesaria que en otros ámbitos, por el dramático efecto que, en muchas ocasiones,
se produce por la dilación del sustento económico.

"Otra consecuencia de la lentitud del proceso laboral es el alto grado de deserciones


o abandono de las causas en distintas etapas del proceso. La excesiva duración del
proceso y las dificultades para obtener el cumplimiento de lo ordenado en el fallo,
generan frustración en los demandantes para obtener por vías legales su pretensión".
(Mensaje de la Ley Nº 20.087).

La reforma de la Ley Nº 20.087, que sustituyó el procedimiento laboral, persiguió los


siguientes objetivos:

a) Brindar un mejor acceso a la justicia.

b) Posibilitar la efectividad del derecho sustantivo.


c) Asegurar el efectivo y oportuno cobro de los créditos laborales.

d) Agilizar los juicios de trabajo.

e) Modernizar el sistema procesal laboral.

f) Configurar el proceso como un instrumento de pacificación social.

g) Potenciar el carácter diferenciado del procedimiento laboral.

h) Diseñar un modelo concreto de tutela de los derechos fundamentales en el seno


de las relaciones laborales.

Esta normativa sentó los pilares sobre los que se construye el proceso laboral que
conocemos, como la oralidad, inmediación, concentración, impulso procesal de oficio,
celeridad, buena fe procesal y gratuidad, configurándose un proceso laboral, como
método de resolución de conflictos, con una importante dosis de modernidad y
vanguardia que lo acercan a un sistema de justicia moderno.

Junto con los objetivos antes señalados, también merecen destacarse algunos
aspectos que serán precursores, por ejemplo, de la Ley Nº 20.886, sobre tramitación
electrónica de los procedimientos. No solo significó una aproximación hacia la
litigación electrónica, sino que también simplificó el sistema de notificaciones y,
consecuentemente, fue perdiendo valor la notificación por cédula, a favor del uso del
Estado Diario. Este cambio responde a la incorporación de la tecnología que permite
poner en conocimiento de los litigantes los actos del proceso, en forma fehaciente y
despojada de ritos obsoletos.

También hubo otros cambios importantes que propiciaban una solución de mejor
calidad: se dotó al juez de facultades oficiosas, en especial en el ámbito cautelar y en
relación al impulso del proceso, que permiten una mayor agilidad y que apuntan a
lograr, finalmente, el cumplimiento efectivo de las sentencias.

En cuanto al esquema general de tramitación, la Ley Nº 20.087, dibujó una


secuencia clásica para el proceso en dos audiencias: una preparatoria y una en que
se incorpora la prueba. Adicionalmente, se estableció una instancia de conciliación
que en términos estadísticos ha resultado bastante exitosa, pues un número
importante de las causas que ingresan al sistema de justicia laboral concluyen de esta
forma.

La desformalización llegaría a la fase probatoria. Se concretó un modelo de libertad


probatoria tanto para los medios probatorios como para su valoración. Se diseñó una
audiencia (audiencia de juicio) en que se incorpora la prueba eliminando las clásicas
preguntas escritas y los pliegos de posiciones, para convertir el acto en un
instrumento más dinámico que permita que el juez pueda tomar conocimiento
inmediato y de forma más precisa del desarrollo de los hechos.

También se debe destacar que la Ley Nº 20.087 mantuvo las medidas para mejor
resolver. Ciertamente, tras haber presenciado la rendición de la prueba y antes de
fallar es adecuado permitir que el juez pueda decretar los medios probatorios que
estime convenientes y necesite para no tener que acudir a normas de cierre del
sistema y decidir un asunto por falta de convencimiento. Una decisión de calidad debe
estar basada en una correcta y completa reconstrucción de los hechos y si la
actividad de las partes no es suficiente para ello, no se observa el inconveniente de
que, respetando el derecho de defensa, se le atribuya al juez cierta iniciativa
probatoria complementaria —no sustitutiva— de la actividad procesal de las partes.

En cuanto al sistema recursivo, la Ley Nº 20.087 estableció un curioso régimen de


impugnación, que contemplaba un recurso de apelación que, rompiendo con la
esencia de este recurso, incorporaba causales para su interposición. En realidad, se
trataba del antecedente directo del actual recurso de nulidad, como se advierte de la
delimitación que se hacía del objeto de la "apelación":

a) revisar la sentencia de primera instancia cuando esta haya sido dictada con
infracción de normas;

b) revisar los hechos declarados como probados por el tribunal de primera instancia
cuando se advierta que en su determinación se han infringido, en forma manifiesta,
las normas sobre apreciación de la prueba conforme a las reglas de la sana crítica, y

c) alterar la calificación jurídica de los hechos, sin modificar las conclusiones


fácticas del tribunal inferior.

Este experimento recursivo, consistente en denominar apelación a un recurso cuya


procedencia dependía de que se invocaran determinados motivos o causales,
peculiaridad propia del proceso laboral, tuvo una vida breve y fue definitivamente
desechado en virtud de la reforma de la Ley Nº 20.260, una de muchas
modificaciones que sucedieron a la Ley Nº 20.087, la que, además de consagrar un
régimen de impugnación basado en un recurso de nulidad, que no hizo sino "sincerar
su tratamiento y mejorar su tramitación", incorporó dos procedimientos novedosos: el
procedimiento de tutela de los derechos fundamentales y el procedimiento monitorio;
profundizó los principios de celeridad y concentración; reforzó la inmediación;
subsanó potenciales dificultades e incertidumbres que suscitaban algunas de las
normas sobre la tramitación de los procedimientos e introdujo algunas modificaciones
a los procedimientos monitorio y de reclamación de multas, con el fin de simplificarlos
y darles un carácter más breve y expedito.

3. L
3.1. Una jurisdicción necesaria

Uno de los principales indicadores que determina el desarrollo económico y social


de una sociedad es, precisamente, la existencia de una jurisdicción especializada que
resuelva con un diseño apropiado los conflictos del orden laboral en forma efectiva,
eficiente, contextualizada y rápida.

La necesidad de una oportuna respuesta jurisdiccional es una premisa aplicable al


sistema de enjuiciamiento considerado como un todo, pero no puede desconocerse
que en materia laboral reviste caracteres de urgencia, pues, una justicia retrasada
deviene en un caso dramático en los supuestos en que una de las partes puede verse
enfrentada al riesgo derivado de la falta de sustento económico.

3.2. La jurisdicción orgánica

El Código del Trabajo principia su regulación procesal por la fijación de los órganos
que van a ejercer la potestad jurisdiccional. Así, el primer título del Libro V del Código
del Trabajo, relativo a la jurisdicción laboral, establece en su art. 415 los Juzgados de
Letras del Trabajo y el número de jueces que los integra, en tanto que en el art. 416
regula los Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional.

En la actualidad, a la luz de los datos entregados por la cuenta pública 2020, la


primera instancia laboral "procesa" 82.336 causas al año, lo que representa el 1,98%
de los ingresos ante de los tribunales en primera instancia. Este porcentaje alcanza el
2,44% si es que excluimos la tramitación de exhortos del número de ingresos.
Ciertamente, en números, la justicia laboral es una jurisdicción pequeña. Las causas
civiles significan el 49,96%; la jurisdicción de familia supone un 18,29%; las causas
penales impactan en un 18,45% de los ingresos; marginalmente las escasas causas
del crimen suponen un 0,01% y, probablemente llamará la atención que la cobranza
laboral y previsional ocupa el 10,85% de los ingresos totales.

Por su parte, la dotación de jueces representa un 6,97% del total de jueces en el


país que aumenta al 7,99% si consideramos a los jueces de cobranza laboral y
previsional.

3.3. Características

Los Juzgados de Letras del Trabajo y los Juzgados de Cobranza Laboral y


Previsional, son tribunales especiales, de composición múltiple, pero unipersonales
en el ejercicio de su potestad jurisdiccional, que integran el elenco de órganos
jurisdiccionales que componen el Poder Judicial. Esto, en esencia, significa que
tienen una regulación especial, más allá de las normas de carácter general propias
del Código Orgánico de Tribunales, que en lo específico se encuentra recogida en el
Código del Trabajo.

El art. 417 del Código del Trabajo reafirma el principio de especialidad, declara la
calidad de los magistrados que integran estos órganos como Jueces de Letras y, en
último lugar, subraya la subsidiariedad del Código Orgánico de Tribunales para
regular todo aquello que exceda la regulación específica del Código del Trabajo.

La estructura y las funciones de los nuevos Juzgados Laborales ha seguido muy de


cerca las previsiones de los tribunales con competencia penal, al punto que son
aplicables a los juzgados laborales, en cuanto resulten compatibles, las normas del
Código Orgánico de Tribunales sobre gestión administrativa de los Juzgados de
Garantía y Tribunales de Juicio Oral en lo Penal, como lo concerniente al comité de
jueces, el juez presidente, los administradores de los tribunales y la organización
administrativa de los juzgados, así como las normas de subrogación de los jueces de
garantía (art. 418 del Código del Trabajo).

Por esta razón, puede afirmarse que, en general, la estructura administrativa del
orden jurisdiccional laboral se sustenta en las mimas normas y principios que la
primera instancia penal (Juzgados de Garantía y Tribunales de Juicio Oral en lo
Penal).

Sin perjuicio de lo anterior, en aquellas comunas en las que no se han creado


Juzgados de Letras del Trabajo, serán competentes los Juzgados de Letras con
competencia en lo Civil (art. 422 del Código del Trabajo).

4. C

Como es conocido, la competencia general para conocer de todos aquellos asuntos


de carácter civil, esto es, los no penales, corresponde a los tribunales ordinarios de
justicia, a menos que la ley los atribuya expresamente a otros tribunales.

De ahí que, cuando se crea un nuevo orden jurisdiccional especial, surge la


necesidad imprescindible de precisar el ámbito sobre el cual ejercerán su potestad los
nuevos tribunales. En cambio, respecto de los tribunales ordinarios, no es necesario
determinar con similar precisión los asuntos sometidos a su conocimiento. Es
suficiente con indicar que les corresponde el conocimiento de todos los asuntos
civiles y de comercio y, con esto, tienen competencia para conocer cualquier clase de
pretensión que no esté atribuida de modo expreso a otros tribunales (art. 45 del
Código Orgánico de Tribunales). Por esta razón, cuando no existía un orden
jurisdiccional laboral o de familia, estos asuntos eran conocidos por los Juzgados de
Letras con competencia civil, aun sin una ley especial que los sometiera a su
decisión.
Probablemente, por el mismo motivo, los Juzgados de Letras Civiles mantienen
competencia para conocer de las causas del trabajo cuyo conocimiento no
corresponda a los Juzgados de Letras del Trabajo y de Cobranza Laboral y
Previsional (art. 45 Nº 2 letra h del Código Orgánicos de Tribunales) refiriéndose
específicamente a aquellos lugares que no sean territorio jurisdiccional de los
Juzgados de Letras del Trabajo, en cuyo caso conocen de estos asuntos los
Juzgados de Letras con competencia en lo civil (art. 422 del Código del Trabajo).

Surge de este modo el concepto de materia que corresponde a la naturaleza de la


pretensión que se hace valer en el proceso y que no solo es un criterio para
determinar el tribunal competente, sino que constituye el principal fundamento para la
creación de órdenes jurisdiccionales especializados y de procedimientos especiales.

Junto con la materia, para los efectos de determinar el tribunal competente en


materia laboral, es necesario considerar, además, la posible existencia de fuero entre
los interesados y el factor territorial.

4.1. La materia como factor de competencia

Partiendo de la base de que la competencia es el ámbito sobre el que los tribunales


ejercen su potestad jurisdiccional, los arts. 420 y 421 del Código del Trabajo son las
normas fundamentales atributivas de competencia a los Juzgados de Letras del
Trabajo y Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional, delimitando la materia propia
del orden laboral en la primera instancia.

Para ello el artículo 420 establece los siguientes supuestos, pormenorizadamente


explicados por Walter y Lanata:

1. Las cuestiones suscitadas entre empleadores y trabajadores por aplicación de las


normas laborales o derivadas de la interpretación y aplicación de los contratos
individuales o colectivos del trabajo o de las convenciones y fallos arbitrales en
materia laboral.

2. Las cuestiones derivadas de la aplicación de las normas sobre organización


sindical y negociación colectiva que la ley entrega al conocimiento de los juzgados de
letras con competencia en materia del trabajo.

3. Las cuestiones derivadas de la aplicación de las normas de previsión o de


seguridad social, planteadas por pensionados, trabajadores activos o empleadores,
salvo en lo referido a la revisión de las resoluciones sobre declaración de invalidez o
del pronunciamiento sobre otorgamiento de licencias médicas.

4. Los juicios en que se demande el cumplimiento de obligaciones que emanen de


títulos a los cuales las leyes laborales y de previsión o seguridad social otorguen
mérito ejecutivo.

5. Las reclamaciones que procedan contra resoluciones dictadas por autoridades


administrativas en materias laborales, previsionales o de seguridad social.

6. Los juicios iniciados por el propio trabajador o sus causahabientes, en que se


pretenda hacer efectiva la responsabilidad contractual del empleador por los daños
producidos como consecuencia de accidentes del trabajo o enfermedades
profesionales. Respecto de la responsabilidad extracontractual se seguirán las reglas
del artículo 69 de la Ley Nº 16.744.

7. Todas aquellas materias que las leyes entreguen a los juzgados de letras con
competencia laboral.

Por su parte, el art. 421 del Código del Trabajo establece las materias que serán
competencia de los Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional. En concreto lo
serán los juicios relativos al cumplimiento de las obligaciones que emanen de títulos
ejecutivos conforme a la legislación laboral, previsional o de seguridad social y, en
especial, se enfatiza que se deberá atender a aquellos regulados específicamente en
la Ley Nº 17.322 referente al cobro de imposiciones, aportes y multas en los institutos
de previsión.

Como se indicó antes, si en el territorio no existe un Juzgado de Cobranza Laboral y


Previsional, le corresponderá el conocimiento de estas materias a los Jueces de
Letras del Trabajo y, si no existe ninguna de esta clase de tribunales, corresponde su
conocimiento a los Juzgados de Letras con competencia en lo Civil (arts. 421 inc. 2º y
422 del Código del Trabajo).

La sola consideración de la clase o naturaleza de la pretensión que se ejercita en el


proceso no es suficiente, por sí sola, para la determinación del tribunal competente.
Es necesario, además, considerar la existencia de etapas o fases de la actividad
procesal cobrando especial interés la existencia de la fase de recursos y la de
ejecución.

La existencia de recursos determina que no solo los tribunales del orden laboral
conozcan de los asuntos regidos por el Código del Trabajo. Las Cortes de
Apelaciones conocen en segunda instancia de las causas laborales de que hayan
conocido en primera los jueces de letras de su territorio jurisdiccional (art. 63 Nº 3
letra a) del Código Orgánico de Tribunales) y conocen de los recursos de queja que
incidan en procedimientos laborales (art. 63 Nº 1 letra c) del Código Orgánico de
Tribunales).

Respecto del recurso de nulidad, habrá que entender que las Cortes de Apelaciones
tienen competencia para conocer de él en "segunda instancia" porque no existe
ninguna norma específica que les atribuya competencia funcional para conocer de
dicho recurso en materia laboral.

Por su parte, la Corte Suprema tiene competencia para conocer del recurso de
unificación de jurisprudencia (art. 483 A del Código del Trabajo).

Por otro lado, como se ha visto, tanto los Juzgados de Letras del Trabajo como los
Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional, tienen competencia para conocer de los
litigios en materia laboral y previsional, siendo determinante para atribuir el
conocimiento de un asunto a uno u otro tribunal, la fase jurisdiccional en que se
encuentre el proceso. La fase de conocimiento y decisión incumbe a los Juzgados de
letras del Trabajo y la fase de cumplimiento o ejecución a los Juzgados de Cobranza
Laboral y Previsional, en tanto que la etapa recursiva es de competencia de las
Cortes de Apelaciones y la Corte Suprema, dependiendo de la clase de recurso
interpuesto.

4.2. El fuero como factor de competencia

A pesar de que el art. 5º del Código Orgánico del Tribunales establece que a los
tribunales que menciona, entre ellos, los Juzgados pertenecientes al orden laboral,
corresponde el conocimiento de todos los asuntos judiciales que se promuevan dentro
del territorio de la República, cualquiera que sea su naturaleza o la calidad de las
personas que en ellos intervengan, la misma disposición se encarga se señalar que
ello es sin perjuicio de las excepciones que establezcan la Constitución y las leyes.

Una de estas excepciones está constituida por las personas que tienen fuero mayor,
referidas en el art. 50 Nº 2 del Código Orgánico de Tribunales, en cuya virtud los
asuntos en que sea parte o tenga interés alguno de los sujetos que enumera la
disposición, son conocidos en primera instancia por un ministro de la Corte de
Apelaciones respectiva, según el turno que ella fije.

Algún sector de la doctrina estima que este factor tiene aplicación en el proceso
laboral (Orellana y Pérez; Academia Judicial). Walter y Lanata, por su parte, lo
entienden procedente, pero consideran que no resulta necesaria esta especial
protección, dadas las características del proceso laboral.

El tema, en realidad, no ha sido objeto de un análisis riguroso, pero me inclino por


excluir la regla del fuero como factor de competencia en materia laboral.

La jurisprudencia parece haberse orientado por entender improcedente en materia


laboral el fuero personal. Los argumentos han sido múltiples:

a) Se ha invocado el tenor literal del art. 50 Nº 2 del Código Orgánico de Tribunales,


que hace referencia a causas civiles, debiendo ser interpretado limitadamente,
excluyendo por consiguiente aquellas materias que no sean estrictamente civiles,
como las de carácter laboral.

"Que de acuerdo a lo razonado, el concepto de 'causas civiles' debe tenerse como tal en
forma restrictiva, y de ningún modo extenderse a otro tipo de materias, como lo sería en la
especie, a las causas del trabajo o laborales, que por sí mismas, además, gozan de
especialidad, con normas propias de acuerdo a la naturaleza de los derechos que pretende
tutelar" (C. de Apelaciones de Santiago, 1 de julio de 2013, rol Nº 3590-2013. En el mismo
sentido, C. de Apelaciones de Temuco, 8 de febrero de 2018, rol Nº 1-2018).

El argumento no parece concluyente. Por sus antecedentes históricos, es claro que


cuando el Código Orgánico de Tribunales emplea las expresiones causas civiles lo
hace por oposición a causas penales, es decir, aquellas donde hay ejercicio del ius
puniendi estatal, comprendiendo, por consiguiente, tanto los asuntos civiles
propiamente tales, como los de familia, tributarios y los laborales, entre otros. Por otra
parte, nadie podría pensar que cuando el art. 76 de la Constitución Política de la
República hace alusión a causas civiles y criminales, está excluyendo de la potestad
jurisdiccional las causas laborales, por ejemplo.

b) En ocasiones, se invoca el art. 133 del Código Orgánico de Tribunales, que


impide considerar el fuero, entre otros, en los asuntos en los que se tramiten breve y
sumariamente, como sucede con el procedimiento laboral, que participaría de tales
caracteres.

"Por otra parte, establece el artículo 133 del Código Orgánico de Tribunales "No se
considerará el fuero de que gocen las partes en los juicios, que se tramiten breve y
sumariamente...". Siendo necesario detenerse en este punto, pues de una primera lectura,
pareciera que esta norma, en lo que interesa, está haciendo referencia a los juicios
sumarios, pero ello no es así, pues alude a una "tramitación breve y sumaria", lo que se
condice precisamente con la tramitación de las causas laborales, las que al alero de sus
principios rectores, en particular, el de Celeridad, calzan en la hipótesis que se ha traído a
colación del artículo 133. Incluso más, el propio 425 del Código del Trabajo empieza
disponiendo: "Los procedimientos del trabajo serán orales, públicos y concentrados"
(C. de Apelaciones de Valdivia, 7 de mayo de 2010, rol Nº 67-2010).

c) Se ha invocado también la especialidad de las normas que atribuyen


competencia a los tribunales con competencia laboral, las que priman por sobre las
de carácter general contenidas en el Código Orgánico de Tribunales
(C. de Apelaciones de Coyhaique, 3 de febrero de 2010, rol Nº 3-2010;
C. de Apelaciones de Valdivia, 7 de mayo de 2010, rol Nº 67-2010).

d) En fin, se ha resaltado la propia naturaleza del juicio laboral, cuyos principios no


se aplican al procedimiento civil.

"Que, la propia naturaleza del juicio laboral, cuyos principios son que sea oral, público y
concentrado, primando los principios de inmediación, impulso procesal de oficio, celeridad,
bilateralidad de la audiencia, principios que no se aplican al procedimiento civil.

Que, además por la naturaleza de los juicios orales, como lo son los juicios del trabajo, no
es pertinente que sea un miembro de esta Corte el que conozca y resuelva dicha causa"
(C. de Apelaciones de Chillán, 2 de septiembre de 2013, rol Nº 77-2013).

e) Por último, se ha invocado la especialidad de la judicatura laboral y los principios


que imperan en ella, todo lo cual permite concluir que existen suficientes garantías de
imparcialidad en favor de la parte demandante, no justificándose por tanto, la
aplicación de esta regla de protección (C. de Apelaciones de Valparaíso, 11 de
octubre de 2013, rol Nº 3-2013).

En realidad, la tradicional justificación que se invoca para la existencia del fuero


personal como criterio para alterar la competencia natural de un tribunal, carece de
mayor fundamento en la actualidad. La idea de que el fuero resguarda los intereses
de los más débiles, elevando la categoría del tribunal que debe conocer del asunto,
evitando las posibles influencias que pueda tener el aforado (Colombo), tiene poco
sentido en nuestros días, en que la independencia y la imparcialidad son valores
fuertemente arraigados en nuestros jueces y en que el escrutinio público de los actos
de los tribunales constituye un potente mecanismo de control. Y aunque nada de esto
fuese cierto, resulta un tanto ingenuo suponer que un ministro de Corte —que no es
una categoría de tribunal más elevada— se encuentre más a salvo de posibles
influencias externas que a las que está expuesto un juez de letras.

En cualquier caso, se debe considerar que el fuero opera cuando las autoridades
aforadas actúan a título personal, en virtud de un interés propio y no como
funcionarios públicos o como representantes de un organismo público, pues en tales
casos no tienen aplicación las reglas del fuero.

"... las personas aforadas, cada vez que ejercitan actos en el desempeño de su función,
cargo o empleo públicos, lo mismo que en representación de los intereses que les están
confiados en razón de tal desempeño, no pueden invocar ni gozan del fuero
correspondiente a su calidad personal, puesto que, entonces, se limitan a actuar no por sí
propiamente sino en cuanto al carácter funcionario que revisten o, en otras palabras, dejan
de ser parte o tener interés, directa o personalmente, en dichos actos, y, por lo tanto, para
determinar el tribunal competente hay que atender solamente a la naturaleza de la gestión
judicial, a menos que se trate de exigir o hacer efectiva su responsabilidad por los mismos
actos, o que la ley señale también un tribunal especial para conocer de la referida gestión"
(Anabalón). Así se ha resuelto (C. de Apelaciones de Concepción, 12 de julio de 2013, rol
Nº 60-2013. En similar sentido, C. de Apelaciones de Concepción, 27 de enero de 2017, rol
Nº 726-2016).

4.3. El territorio como factor de competencia


La aplicación del factor territorial determina el lugar geográfico donde funcional el
tribunal que deberá conocer del asunto.

Es regla de obligada presencia en una normativa que se declara protectora de la


parte socialmente más débil, la que ordena de manera restrictiva los criterios de
atribución de la competencia territorial y la legislación laboral no es una excepción,
aunque la consagra de manera bastante defectuosa.

La norma fundamental está contenida en el art. 423 del Código del Trabajo: el juez
competente para conocer de las causas del orden laboral es el del domicilio del
demandado, o el del lugar donde se presten o hayan prestado los servicios a elección
del demandante.

Probablemente, si se hubiese pretendido ser más consecuente con los principios


inspiradores de procedimiento laboral, debió haberse consagrado como principal
criterio el relativo al domicilio del demandante, en lugar de seguir aplicando la regla
general propia del proceso civil.

No obstante, el criterio se flexibiliza, concediéndole al actor la posibilidad de elegir


entre el juez del domicilio del demandado y el del lugar donde se presten o hayan
prestado los servicios.

Sin embargo, aplicando cualquiera de los dos criterios, el factor de atribución


territorial sigue conectado, en buena medida, al lugar donde la empresa tenga su
asiento principal.

De todos modos, la ley contempla un caso en el que el factor se invierte en


beneficio del demandante: aquellos casos en que el demandante hubiera trasladado
su domicilio con motivo del contrato de trabajo. La eficacia de la norma se relativiza
con la exigencia formal de que la referida circunstancia deba constar en el contrato de
trabajo. El requisito de la constancia parece excluir la posibilidad de invocar la
realidad del traslado del domicilio, en defecto de la consignación expresa en el
contrato. La poco afortunada regulación podría atenuarse en aquellos casos en que el
contrato no conste por escrito, en cuyo caso resulta difícil hablar de constancia y
mucho menos de instrumento, pero impondrá necesariamente la carga de acreditarla
y abre la vía para la oposición de defensas formales que entraban el procedimiento.

En cambio, por ejemplo, la Ley Nº 19.496 sobre protección de los derechos de los
consumidores es bastante más consistente y clara al consignar como factor territorial
el correspondiente al domicilio del consumidor o del proveedor, a elección del primero
(art. 50 H de la Ley Nº 19.496). El mismo criterio debió primar en materia laboral, pero
parece haber prevalecido la circunstancia de tratarse de un procedimiento civil con
especialidades, en lugar de entender que la parte más débil merece una protección
adicional permitiendo modificar el fuero territorial habitual.
De todos modos, cuando el demandado es el Fisco, prevalecen las reglas del
Código del Trabajo, por sobre la establecida en el art. 48 del Código Orgánico de
Tribunales.

"Siendo los juzgados del trabajo tribunales especiales, no le son aplicables las normas del
artículo 48 del Código Orgánico de Tribunales, como lo asevera el Consejo de Defensa del
Estado, compartiendo, sin embargo, estos sentenciadores a plenitud su afirmación que
estas normas procesales son de orden público, por lo cual no admiten otra interpretación
que no sea la estrictamente literal. Que, a mayor abundamiento, los juicios de hacienda
deben tramitarse por escrito, sin escritos de réplica y dúplica, lo que se contrapone con el
procedimiento oral que rige en sede laboral" (C. de Apelaciones de Rancagua, 25 de junio
de 2019, rol Nº 119-2019).

Las normas sobre competencia territorial en materia civil son por excelencia
disponibles, admitiéndose por consiguiente la prórroga de las mismas. Para impedirlo,
suelen establecerse prohibiciones de prorrogar. En este sentido, el art. 423 del Código
del Trabajo prohíbe la prórroga expresa de competencia, con lo que a contrario sensu
estaría permitida la prórroga tácita (C. de Apelaciones de Concepción, de 19 de enero
de 2015, rol Nº 385-2014).

Sin embargo, parte de la doctrina se ha mostrado contraria a la procedencia del


acuerdo tácito para prorrogar la competencia y que, en tal caso, el juez relativamente
incompetente debe de oficio declarar su propia falta de competencia, sin perjuicio de
las alegaciones que pueda efectuar el demandado (Orellana y Pérez; Academia
Judicial).

En mi concepto, la literalidad le imprime sentido al precepto, en cuanto no se


advierte la razón por la cual el legislador excluiría explícitamente la prórroga expresa,
si su intención era excluir tanto la expresa como la tácita. Para ello le hubiera bastado
con prohibir la prórroga de competencia, sin hacer distingo alguno.

No se observa ningún inconveniente en que el actor —usualmente el trabajador—


opte por interponer la demanda ante un tribunal relativamente incompetente y si quien
figura como demandado no consiente en la prórroga, siempre conserva la
prerrogativa de alegar la incompetencia del tribunal, si lo estima conveniente.
Parecería un contrasentido negarle al trabajador el derecho a demandar, por ejemplo,
ante el juez de su domicilio y no permitir que el demandado convenga en ello,
prorrogándose de este modo la competencia.

4.4. Tratamiento procesal del presupuesto de la competencia

Como el legislador busca asegurar que toda persona sea juzgada por el juez
predeterminado por la ley, la infracción a cualquier precepto orientado a tal fin genera
un defecto genéricamente denominado incompetencia.
Existen varios instrumentos para obtener la declaración de incompetencia:

a) Control de oficio de la competencia

De acuerdo al art. 447 del Código del Trabajo, cuando el juez se estime
incompetente para conocer de la demanda, deberá declararlo de oficio, señalando el
tribunal competente a quien le enviara´ los antecedentes.

b) A petición de parte

La contestación de la demanda debe contener, entre otras alegaciones, las


excepciones opuestas (art. 452 inc. 2º del Código del Trabajo).

Evacuado el traslado por la parte demandante, el tribunal deberá pronunciarse de


inmediato en la misma audiencia preparatoria, en la medida que su fallo pueda
fundarse en antecedentes que consten en el proceso o que sean de pública
notoriedad. En caso contrario, se tramitara´ juntamente con las demás excepciones y
se fallara´ en la sentencia definitiva (art. 453 Nº 1 del Código del Trabajo).

La resolución que se pronuncie sobre la excepción de incompetencia en la


audiencia preparatoria deberá ser fundada y solo será susceptible de recurso de
apelación aquella que la acoja, el que debe ser interpuesto en la audiencia y
concederse en ambos efectos.

c) Como motivo de recurso de nulidad

La incompetencia del tribunal está prevista como una causal que autoriza la
interposición de un recurso de nulidad (art. 478 letra a) del Código del Trabajo).

Sin perjuicio de lo anterior, la Corte de Apelaciones, de oficio, podrá acoger un


recurso de nulidad deducido por un motivo distinto del invocado por el recurrente,
cuando aquel corresponda a alguno de los señalados en el art. 478 del Código del
Trabajo, entre ellos, la incompetencia del tribunal.

d) El incidente de nulidad

Tratándose de la incompetencia absoluta del tribunal, el art. 83 CPC, aplicable por la


regla de supletoriedad, permite pedir la nulidad de todo lo obrado en el proceso
cuando se trate de la infracción de un factor de competencia absoluta.

A J , Manual de juicio del trabajo, 2ª ed., Santiago, Academia Judicial,


2017.
A , C. Tratado Práctico de Derecho Procesal Civil. Chileno Código Orgánico
de Tribunales, 2ª ed., Santiago, Seminario, 1970.

C , J., La competencia, 2ª ed., Santiago, Jurídica, 2017.

O , F. y P , A., Derecho procesal y justicia laboral, Santiago, Librotecnia,


2013.

R S , A., Curso de derecho procesal civil: Los presupuestos procesales


relativos al órgano jurisdiccional y a las partes, tomo II, Santiago, Thomson Reuters,
2017.

W , R. y L , G., Régimen legal del nuevo proceso laboral chileno, 6ª ed.,


Santiago, LegalPublishing, 2009.

Historia de la Ley Nº 20.022.

Historia de la Ley Nº 20.087.

Historia de la Ley Nº 20.260.


II. L

1. E ,

El proceso es el instrumento puesto por el Estado para que los órganos


jurisdiccionales cumplan su función institucional. Se trata de un instrumento necesario
pues los tribunales no tienen otra forma de cumplir la misión que la Constitución les
encomienda sino a través del proceso, debiendo recordarse a este respecto el
mandato constitucional de que toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción
debe fundarse en un proceso previo tramitado en forma legal.

En la base de cualquier regulación procesal es posible identificar ciertos criterios


conforme a los cuales se ajusta o debe ajustarse la ordenación de los actos
procesales.

a) Algunos de estos criterios derivan de la aplicación directa del texto constitucional


y, por consiguiente, tienen preeminencia por sobre los contenidos en la regulación
legal;

b) Otros tienen reconocimiento normativo expreso en la ley;

c) Finalmente, hay ciertos criterios que, si bien no tienen una formulación expresa,
se desprenden del conjunto de la regulación.

Con anterioridad a la reforma del proceso penal, de familia y laboral, estos criterios
informadores de la regulación no estaban formulados de forma explícita en los textos
positivos, sino que era posible deducirlos del conjunto de la regulación legal. A partir
de las señaladas reformas, se hizo un lugar común el consignar de modo expreso
dichos principios, no siempre con un criterio uniforme y, hay que decirlo, de modo
bastante poco sistemático.

El párrafo 1º del Capítulo II, del Título I, del Libro V del Código del Trabajo, contiene
los principios que inspiran este modelo de enjuiciamiento. La consagración legal de
los principios constituye un elemento auxiliar para la interpretación, pues permite
acudir a ellos e inspirar al juez cuando estime que, por algún motivo, algún pasaje de
la ley resulta de oscura aplicación ante un caso concreto. Por este motivo, es
relevante que se encuentren consagrados y desarrollados pues permite que los
jueces adopten sus decisiones con mayores dotes de seguridad jurídica para todos
los intervinientes y, a su vez, soslaya el hecho de tener que acudir a otros cuerpos
normativos, a otros principios e incluso a aquellos consagrados en otros
ordenamientos por aplicación del artículo 5º de la Constitución Política de la
República.

Adicionalmente, parece aconsejable consagrar principios inspiradores en el Código


del Trabajo en el entendido que el cuerpo supletorio, el Código de Procedimiento
Civil, está construido en una lógica diferente a las especialidades del procedimiento
en el orden laboral, que le imprimen una fisonomía propia. Esta premisa significa
reconocer que la tutela de los derechos de los trabajadores requiere, también, de un
procedimiento con ciertas particularidades.

Más allá de la conveniencia didáctica de consagrar estas reglas inspiradoras de la


construcción procesal, la doctrina ha debido advertir, por un lado, sobre los riesgos
derivados del uso indiscriminado de la expresión principios para aludir a cualquier
regla —"cuando todos son principios, nada es principio", recuerda De la Oliva— y, por
otra parte, el peligro que encierra una hipervaloración de tales criterios informadores
del proceso, enfatizando la necesidad de considerar la diferente jerarquía que
ostentan estos criterios utilizados para la ordenación del proceso.

En efecto, existe un puñado de criterios que son consustanciales a la idea misma de


proceso y que, por lo mismo, no pueden ser desatendidos a la hora de regularlo.
Otros, en cambio, responden a ciertas pautas para regular el proceso y que se
presentan al legislador como verdaderas opciones, entre las cuales tiene libertad para
escoger. Por consiguiente, no es posible situar ambos en un mismo nivel de jerarquía,
porque con ello se relativiza la importancia de los genuinos principios del proceso, es
decir, aquellos que necesariamente deben ser observados por el legislador y que
incluso vienen impuestos por la regulación constitucional.

Así, por ejemplo, el legislador es libre para diseñar un proceso dominado por la
escritura o bien optar por un régimen procesal mediante audiencias. En cambio, no es
admisible regular un proceso en el que no se observe un genuino contradictorio o no
se respete la igualdad procesal de los intervinientes.

En efecto, si bien la opción constitucional fue entregar al legislador la regulación del


proceso, aquel no es completamente libre a la hora de diseñarlo, pues el resultado de
la ordenación procesal debe responder a las ideas de racionalidad y justicia.

Esta orientación que apunta a racionalizar la definición de los criterios


conformadores del proceso ha llegado incluso a proponer la restricción del empleo de
la expresión principio solo para aquellos que responden a lo esencial del proceso,
reservando en cambio la denominación de regla para aquellos criterios de menor
entidad (Montero).

En mi opinión, prescindiendo de la denominación que se le pueda otorgar, es


importante distinguir la trascendencia de uno y otro criterio de ordenación del proceso
y, desde esta perspectiva, parece correcto subrayar su diferente jerarquía, aun
cuando se siga manteniendo el apelativo de principios:

2. L ,

2.1. La igualdad procesal

La proyección procesal del principio de la igualdad de todos los ciudadanos ante la


ley (art. 19 Nºs. 2º y 3º de la Constitución Política de la República) supone que cada
una de las partes del proceso ocupa en este una posición equivalente y por
consiguiente con análogas posibilidades de utilizar las mismas expectativas,
sometidas a las mismas cargas procesales y que se reparta igualitariamente entre
ellas el riesgo del resultado del proceso.

Este principio plantea problemas frente a la existencia de diferencias sociales y


materiales que impiden hacer efectivo el ejercicio de los derechos. En la realidad,
aunque la ley regule el proceso concediendo exactamente los mismos derechos y
cargas a todas las partes, las desigualdades sociales, culturales y económicas
convierten el principio de igualdad en algo que hay que buscar, es decir, un ideal a
perseguir y no algo que ya exista en el mundo social (Bordalí). En todo caso, el
problema de las desigualdades no es exclusivo del proceso laboral, por lo que los
instrumentos para enfrentarlo deben tener el carácter de comunes para todo el
sistema procesal. No parece razonable que el ordenamiento reaccione frente a ciertas
desigualdades y tolere, en cambio, otras.

Lo que no resulta admisible es pretender compensar esas desigualdades


preprocesales, estableciendo diferencias intraprocesales, ni es posible, tampoco,
encomendar al juez la corrección de dichas desigualdades, acomodando el proceso al
caso concreto. Como se ha dicho, frente a una situación de diferencia material o real,
los jueces nada pueden hacer, en el sentido de que no está dentro de sus funciones
corregir la injusticia social, como sí lo está la justicia del caso concreto, que es lo
propio del Derecho (Bronfman, Martínez y Núñez).

En suma, no es la norma procesal ni mucho menos el juez laboral el encargado de


materializar la igualdad en la realidad social.

Es indudable que algunas normas procesales laborales apuntan hacia el logro de la


igualdad entre las partes y es posible identificar un conjunto de disposiciones que
tienden a colocar a la parte socialmente más débil en condiciones de paridad inicial
frente a la más fuerte: la oralidad, celeridad, gratuidad procesal, ejecución provisional,
flexibilización de la tutela cautelar, entre otras, son manifestaciones concretas de este
designio.
Sin embargo, es un error suponer que se trata de un anhelo exclusivo del
procedimiento laboral, pues se trata de una aspiración común respecto del sistema de
justicia considerado como un todo.

2.2. El principio de contradicción

Consiste en la efectiva posibilidad de que toda persona que se halle expuesta a ser
afectada en su posición jurídica por una resolución judicial, pueda influir en el
contenido de la misma, mediante la adquisición de conocimiento de los materiales en
que ha de fundarse, la toma de postura respecto a los mismos y la participación en la
introducción en el proceso de materiales que le sean favorables (Ortells).

En cuanto al contenido del principio, se integra, en primer lugar, por la posibilidad


real y efectiva de tomar conocimiento del contenido material y jurídico del proceso; en
seguida, supone igual posibilidad de formular alegaciones y peticiones y, en tercer
término, implica la posibilidad de probar las alegaciones y de intervenir en la práctica
de las pruebas.

Del mismo modo que el anterior, este derecho tiene fundamento constitucional,
aunque admite cierta modulación por parte del legislador, como sucede, por ejemplo,
en materia de tutela cautelar en la que, para asegurar la efectividad de la medida, es
posible su adopción sin escuchar previamente al sujeto pasivo. Así, por ejemplo, el
inciso 3º del art. 444 establece que las medidas cautelares podrán llevarse a efecto
antes de notificarse a la persona contra quien se dicten, siempre que existan razones
graves para ello y el tribunal así lo ordene.

Desde el punto de vista conceptual los principios de igualdad y de contradicción


difieren, de modo que es posible que, respetándose la igualdad, se infrinja no
obstante la contradicción, como cuando se ha impedido a ambos intervinientes la
posibilidad de objetar las preguntas formuladas por el juez (C. de Apelaciones de
Antofagasta, 21 de junio de 2011, rol Nº 97-2011).

A su vez, en la situación inversa —que es más difícil de hallar—, no toda


desigualdad procesal entraña necesariamente vulneración del principio de
contradicción, esto es, la negación de las posibilidades de alegación y prueba, como
cuando el tribunal confiere tales facultades de alegación y prueba a ambas partes,
pero en términos disímiles.

2.3. Bilateralidad de la audiencia

La igualdad y la contradicción no figuran en la extensa enumeración de principios


que hace el legislador laboral (la igualdad aparece mencionada al pasar, en el art. 439
del Código del Trabajo), pese a su innegable valor normativo, superior incluso a las
normas legales reguladoras del proceso. No era necesaria su consagración normativa
porque responden a la idea de igualdad ante la ley y al contenido esencial del
derecho a un debido proceso.

Sin embargo, se hace alusión expresa a la bilateralidad de la audiencia.

En mi opinión, la conjugación de los principios de igualdad procesal y de


contradicción permiten la formulación de la idea de bilateralidad de la audiencia que
no es sino la igualdad de oportunidades procesales en el ejercicio de los poderes de
alegación y prueba para ambas partes. Couture se refería a la bilateralidad como el
principio en cuya virtud, toda petición o pretensión formulada por una de las partes
debe ser comunicada a la parte contraria para que pueda esta prestar a ella su
consentimiento o formular su oposición.

La jurisprudencia es bastante imprecisa en este ámbito. En algunos casos, el


principio de igualdad y de contradicción aparecen asimilados (C. de Apelaciones de
Concepción, 25 de julio de 2019, rol Nº 247-2019). En otros, el principio de la
bilateralidad aparece asociado al derecho a la prueba (C. de Apelaciones de San
Miguel, 27 de febrero de 2018, rol Nº 507-2017). En fin, también el derecho a la
bilateralidad de la audiencia figura vinculado a la garantía procesal de la igualdad ante
la justicia (C. de Apelaciones de Coyhaique, 26 de marzo de 2019, rol Nº 1-2019).

Lo que parece claro es la falta de rigor sistemático del legislador, que eleva a la
categoría de principios, reglas técnicas que responden a criterios de simple
conveniencia, situándolas en pie de igualdad junto a criterios básicos que siempre
deben ser respetados para que el proceso responda a su esencia.

No se discute la conveniencia de que el legislador mencione los criterios


inspiradores de la construcción procesal, pero la combinación miscelánea de reglas
provoca confusión y relativiza la jerarquía de principios esenciales del proceso, que
cuentan incluso con raigambre constitucional.

3. P :

Como señala Montero, todo el problema de la forma del proceso, es decir, el


procedimiento, puede resumirse en dos principios: oralidad y escritura. El legislador
laboral, siguiendo la línea trazada por las recientes reformas procesales apuesta por
la forma oral del proceso.

Probablemente uno de los aportes más significativos de la obra de Chiovenda,


quien se autoproclamó propagandista de la oralidad y al que se le atribuye haber sido
el precursor del mito de la oralidad, fue concebir esta regla, no como simple
prevalencia de la palabra hablada por sobre la escrita, sino como un sistema
coordinado de principios. En efecto, la única forma de comprender la oralidad es
entendiendo que no se trata simplemente un método o una técnica conforme a la cual
los actos procesales se realizan de viva voz, sino que con ella se sintetiza un conjunto
de caracteres del procedimiento, un sistema completo de principios entre sí
coordinados, inseparables unos de otros.

Desde luego, la oralidad implica preeminencia de la palabra hablada por sobre la


escrita. Pero esta idea de la oralidad resulta, al mismo tiempo, exagerada e
insuficiente.

Es exagerada porque ni la oralidad ni la escritura tienen expresión en su sentido


más estricto pues, por un lado, existe la imposibilidad práctica de configurar un
procedimiento de manera completamente oral o escrita y, por otro, aunque fuera
posible, tampoco sería lo deseable. Como lo plantea De la Oliva, no resulta adecuado
hablar de procesos orales o escritos sino de procesos orales y escritos, de donde se
desprende que lo relevante consiste en identificar aquellas actuaciones para cuya
eficacia la forma oral es la más adecuada, separándolas de aquellas en que la
escritura es sobradamente más apropiada.

De esta manera, es difícilmente discutible que, para los actos pertenecientes a la


fase de alegaciones, la forma escrita presenta evidentes ventajas sobre la oralidad,
en términos de fijeza y seguridad jurídicas. Lo propio puede afirmarse respecto del
régimen de recursos y qué decir para la ejecución. En cambio, la forma oral es
preferible para la práctica de la recepción de las pruebas de carácter personal, como
la testimonial o la declaración de parte.

Este es el criterio por el que optó el legislador laboral, al señalar inicialmente que
todas las actuaciones procesales serán orales, para acto seguido dejar a salvo las
excepciones expresamente contenidas en la ley. Por consiguiente, la regla general es
la oralidad, pero varias actuaciones deben respetar en su ejecución la forma escrita.
De entrada, la demanda debe interponerse por escrito, tanto en el procedimiento
ordinario (art. 446 del Código del Trabajo) como en el monitorio (art. 499 del Código
del Trabajo); la contestación del demandado debe constar por escrito (art. 452 del
Código del Trabajo); por cierto, el juicio ejecutivo también debe tramitarse por escrito
(art. 463 del Código del Trabajo); el recurso de nulidad debe interponerse por escrito
(art. 479 del Código del Trabajo) como también el recurso de unificación de
jurisprudencia (art. 483 A del Código del Trabajo). Por otro lado, además de la regla
general sobre la oralidad, algunas normas específicas enfatizan esta regla, como los
arts. 445 Nº 2 y 454 Nº 9 del Código del Trabajo.

Estas actuaciones procesales son orales, pero debe quedar constancia de las
mismas para su posterior control en el sistema de registro que debe cumplir los
siguientes requisitos: a) que se trate de un medio apto para producir fe, esto es, que
garantice la fiabilidad; b) que dicho medio permita garantizar la fidelidad y
conservación de su contenido, c) que el medio utilizado permita la reproducción de su
contenido, considerándose válida la grabación en medios de reproducción
fonográfica, audiovisual o electrónica y d) que el registro sea íntegro, esto es,
completo (art. 425 inc. 3º del Código del Trabajo).

De todos modos, resulta inconveniente reservar para la audiencia preparatoria y, por


consiguiente, sujeto a la regla de oralidad, el traslado para la contestación de la
demanda reconvencional y de las excepciones, en su caso (art. 451 Nº 1 inc. 3º del
Código del Trabajo). Parece bastante más razonable tramitar en forma previa y por
escrito la demanda reconvencional y las excepciones y, en la audiencia preparatoria
abrir un debate oral en torno a las mismas.

De todos modos, considero excesivo calificar como oral un procedimiento en el que


tantas y tan importantes actuaciones deben verificarse necesariamente en forma
escrita, lo que reafirma que el binomio oralidad-escritura se presenta como una
cuestión de predominio y no de exclusividad. El propio Chiovenda, partiendo de la
imposibilidad de configurar un procedimiento completamente oral, se refería a un
proceso mixto, precisando que este sería predominantemente oral o escrito según la
importancia que en él se dé a la oralidad y a la escritura y, sobre todo, según el modo
de verificar la oralidad.

Pero, además, la denominación de oralidad resulta insuficiente para caracterizar un


régimen procesal que apuesta seriamente por el predominio de la palabra hablada por
sobre la escrita. En la concepción chiovendiana la palabra oralidad se adopta por la
necesidad de expresar, de una forma simple y representativa, un complejo de ideas y
características, un conjunto de principios estrechamente vinculados. Son los
siguientes:

3.1. Inmediación

La oralidad exige que las actuaciones se verifiquen ante el juez de la causa, libre de
todo elemento mediatizador.

Por consiguiente, carece de sentido el diseño formal de un procedimiento oral que


no asegure la presencia del juez y el contacto directo e inmediato de este con las
personas cuyas declaraciones tiene que valorar durante el debate y la incorporación
de las pruebas, especialmente cuando se trata de pruebas de carácter personal. Es
cierto que, conceptualmente, es posible separar la oralidad de la inmediación, pero
habrá que convenir en que resulta bastante poco práctico asegurar la oralidad y
permitir que el desarrollo del proceso se verifique ante un funcionario diferente del
que debe decidir. De ahí que, aunque parezca excesivo calificar la inmediación como
una consecuencia de la oralidad, lo cierto es que se trata de una condición para su
verdadera eficacia.
"El principio de inmediación, además, conecta necesariamente con el de la oralidad, sin el
cual el proceso se convertiría en un extravagante discurso en el vacío" (C. de Apelaciones
de Coyhaique, 22 de septiembre de 2016, rol Nº 24-2016).

Por estas razones, la inmediación procedimental está imperativamente establecida


como uno de los principios del proceso laboral en el art. 425 del Código del Trabajo.

Consiste básicamente esta inmediación en la relación directa que deberá tener el


juez con las partes y con la prueba rendida, que le permitirá formar y acceder a la
intelección inmediata y no referencial de lo obrado, de manera que sea la percepción
presencial de las pruebas el factor habilitante para formar su convicción, objetivo a
lograrse, qué duda cabe, merced a la armónica conjunción y operatividad de los
principios referidos (C. de Santiago, 27 de diciembre de 2011, rol Nº 772-2011).

Para darle operatividad a esta regla y evitar que quede como una disposición de
carácter programático, se consagra como un deber funcionario la presencia personal
del juez y la prohibición de delegación de funciones.

Adicionalmente, su infracción trae aparejadas dos consecuencias:

a) La infracción de la inmediación se sanciona con la nulidad no subsanable de las


actuaciones y de la audiencia, la que deberá declarar el juez de oficio o a petición de
parte (art. 427 del Código del Trabajo);

b) Se eleva a causal del recurso de nulidad la infracción de las disposiciones sobre


la inmediación (art. 478 letra d) del Código del Trabajo).

Por otro lado, la inmediación no agota su significado con el aseguramiento de la


presencia del juez y la prohibición de delegación. Como lo sostuvo Chiovenda, la
oralidad solo tiene sentido si el juez que ha de decidir la controversia es el mismo que
ha asistido al desarrollo de la prueba y entrado en relación directa con las partes, lo
que significa que el juez de un proceso oral debe estar constituido desde el comienzo
del pleito hasta su conclusión por la misma persona física:

"Claro esta´ que la oralidad no es posible si los actos procesales tienen lugar ante personas
físicas diferentes, puesto que la impresión recibida por el juez que asiste a uno o más actos
no puede infundirse en el otro que debe juzgar" (Chiovenda).

Un reflejo concreto de esta expresión de la inmediación es la norma del art. 460 del
Código del Trabajo, en cuanto previene que, si el juez que presidio´ la audiencia de
juicio no pudiere dictar sentencia, aquella deberá celebrarse nuevamente, lo que
revela la necesidad de la identidad personal entre el juez que presenció la prueba y el
que dicta sentencia.

"...la circunstancia de emitir el fallo encontrándose con licencia la magistrado que lo dicta no
constituye una irregularidad toda vez que conforme al artículo 460 del Código del Trabajo,
ha de ser el Juez que preside la audiencia quien dicte la sentencia" (C. de Apelaciones de
Santiago, 10 de abril de 2014, rol Nº 1719-2013).

Además, es posible desprender esta regla del inciso 2º del art. 427 del Código del
Trabajo, en cuanto permite autorizar al secretario abogado —en aquellos tribunales
que cuenten con uno—, para que, en calidad de suplente, asuma en todo el curso del
juicio, en cuyo caso, se establece imperativamente solo él podrá presidir la audiencia,
dictar el fallo y llevar a cabo todas las actuaciones que correspondan.

En todo caso, aunque no existiera una regla expresa que estableciera esta
exigencia, su justificación se funda en una consideración práctica evidente, pues no
tiene sentido asegurar de modo tan vigoroso la presencia del juez en todas las
audiencias para después permitir que la sentencia la pronuncie un juez que no asistió
a una de esas audiencias.

Que como es sabido, el principio de oralidad que rige el proceso laboral le otorga al
juez un rol activo como rector del proceso, que garantiza la inmediación del juez en la
recepción de la prueba, lo que le permite que por haber tomado conocimiento directo
y personal de las mismas, sea quien debe dar por acreditados los hechos que se
controvierten (C. de Apelaciones de Valdivia, 16 de noviembre de 2010, rol Nº 191-
2010).

Hay que advertir que no siempre se ha entendido de este modo. En ocasiones, se


ha concluido que lo único que la inmediación implica es que las audiencias se deben
realizar con la presencia del juez, quedando prohibida la delegación de funciones,
pero que esto no implica que el juez que dicta sentencia sea necesariamente el de la
causa (C. de Apelaciones de Chillán, 21 de diciembre de 2007, rol Nº 341-2007).

En este mismo sentido, se ha resuelto que es perfectamente posible que el juicio


oral se lleve en audiencias sucesivas celebradas ante jueces distintos pues la función
jurisdiccional no ha sido delegada, ya que la prueba ofrecida fue recibida por el mismo
tribunal que luego falló la causa, respetando el principio de continuidad de la labor
jurisdiccional (C. de Apelaciones de La Serena, 16 de abril de 2007, rol Nº 513-2006).

Por las razones antes expuestas, el criterio expresado en estas últimas dos
sentencias no puede ser compartido y reflejan una incomprensión del principio.

3.2. Concentración

Junto al predominio de la palabra hablada por sobre la escrita y las exigencias


derivadas de la inmediación, la efectividad de un proceso mediante audiencias
requiere un diseño procedimental concentrado.
En efecto, la concentración tiende a que los actos procesales se desarrollen en una
sola audiencia y, de no ser posible, en audiencias consecutivas, de modo que los
actos procesales realizados de palabra y con inmediación ante el juez no
desaparezcan de su memoria. Como señala Palomo, es el resguardo de la frágil
memoria humana pues mientras más próximas a la decisión del juez son las
actividades procesales, tanto menor es el peligro de que la impresión adquirida por el
juez se desvanezca. A lo anterior, debe añadirse que la concentración sirve para
asegurar la identidad física del juez pues disminuye el riesgo de su eventual ausencia
(Chiovenda).

La concentración, que el legislador laboral asocia con otro que denomina celeridad,
se menciona en el art. 425 del Código del Trabajo y se concreta parcialmente en el
mandato contenido en el art. 428 del Código del Trabajo, que ordena al juez reunir en
un único acto aquellas diligencias en que esto sea posible. Por otro lado, el art. 429
del Código del Trabajo impone al juez la adopción de las medidas tendientes a evitar
la paralización del proceso o su prolongación indebida.

En suma, todo el sentido de la concentración y celeridad apunta a abreviar el lapso


que media entre la recepción de las alegaciones orales y las pruebas y la sentencia,
como forma de garantizar que el fallo se funde en aquello que el juez apreció por sus
propios sentidos en la misma audiencia.

Sin embargo, la infracción de estas exigencias indispensables para la efectividad de


la oralidad e inmediación parece no tener ninguna consecuencia procesal concreta.
Así, se ha resuelto que la circunstancia de que haya transcurrido más de tres meses
entre la conclusión de la audiencia de juicio y la dictación de la sentencia "no se
yergue como arquetipo vulneratorio del principio de la inmediación" y aunque se
considera cuestionable la situación "el juzgador no perdió el contacto directo con las
partes ni con los elementos de convicción incorporados por cada una de ellas"
(C. de Apelaciones de Santiago, 4 de marzo de 2020, rol Nº 3081-2019; en similar
sentido, C. de Apelaciones de Santiago, 6 de julio de 2018, rol Nº 764-2018).

En estos casos, salvando la hipótesis de una memoria privilegiada del juez o la


toma de apuntes con una minuciosidad extraordinaria, hay que entender que para
recordar las actuaciones personales verificadas en una audiencia practicada tres
meses antes —con decenas de audiencias en el tiempo intermedio—, el juzgador
hubo de escuchar nuevamente los autos. En tal caso, habrá que convenir en que las
ventajas de la oralidad y la inmediación se relativizan bastante y, en buenas cuentas,
simplemente se está sustituyendo un expediente escrito por un registro de audio.

Ahora bien, si las exigencias impuestas por la oralidad, inmediación y concentración


simplemente se reducen a asegurar que sea el mismo juez que tomo´ las audiencias
preparatoria y de juicio, el que dicto´ sentencia definitiva en la causa y que estuvo
presente en todo su desarrollo y percibió con sus sentidos las pruebas rendidas y los
testimonios prestados, habrá que entender que mal puede invocarse vulneración del
principio de inmediación, ni de ninguno de los otros principios que inspiran la
legislación laboral (C. de Apelaciones de Santiago, 6 de julio de 2018, rol Nº 764-
2018).

En suma, las exigencias derivadas de la concentración y, en particular, de la


denominada celeridad, solo parecen regir hasta el momento en que el proceso queda
en estado de sentencia.

"...la tardanza en la dictación de la sentencia no esta´ considerada por el legislador como


un motivo de falta de inmediación y, menos aún, como un motivo expreso de nulidad"
(C. de Apelaciones de Santiago, 12 de mayo de 2014, rol Nº 1563-2013).

La concentración no solo se relaciona con la actividad procedimental sino también


con el tratamiento procesal de las excepciones previas y los incidentes, que suelen
representar los principales obstáculos para asegurar un proceso concentrado. Ambas
cuestiones serán tratadas a continuación.

3.2.1. Tratamiento procesal de las excepciones formales

Respecto de las excepciones previas, el art. 453 Nº 1 inc. 4º del Código del Trabajo,
ordena que el tribunal se pronuncie de inmediato sobre las excepciones de
incompetencia, de falta de capacidad o de personería del demandante, de ineptitud
del libelo o aquella en que se reclame del procedimiento en la audiencia preparatoria,
en la medida que su fallo pueda fundarse en antecedentes que consten en el proceso
o que sean de pública notoriedad. Si se trata de defectos subsanables, como una
ineptitud del libelo, por ejemplo, debe suspender la audiencia por el plazo más breve
posible, a fin de que se subsanen dichos defectos u omisiones, en el plazo de cinco
días, bajo el apercibimiento de no continuarse adelante con el juicio. En los demás
casos, deben tramitarse juntamente con la cuestión principal y fallarse en la sentencia
definitiva (art. 453 Nº 1 inc. 5º del Código del Trabajo). Esta última deberá
pronunciarse sobre las acciones y excepciones deducidas que no se hubieren
resuelto con anterioridad y sobre los incidentes, en su caso, o solo sobre estos
cuando sean previos e incompatibles con aquellas (art. 458 del Código del Trabajo).

La ley regula especialmente la posibilidad de suspensión de una audiencia,


partiendo del principio de que, iniciada la audiencia, esta no puede suspenderse y
solo excepcionalmente, en evento de caso fortuito o fuerza mayor, el juez puede,
mediante resolución fundada, suspender la audiencia, fijando en el mismo acto nuevo
día y hora para su realización. Por esta razón, se ha estimado que la sola ausencia de
la parte demandante a la audiencia preparatoria de juicio no conlleva necesariamente
la suspensión de ella, pues si bien el art. 426 inciso 3º del Código del Trabajo, faculta
al juez para suspenderla, solo puede ocurrir si existe caso fortuito o fuerza mayor
(C. de Apelaciones de Santiago, 10 de julio de 2019, rol Nº 82-2019).
Esta norma le entrega al juez la facultad de suspender la audiencia por caso fortuito
o fuerza mayor, facultad que por su trascendencia debe ser ponderada debidamente
y, considerando también lo dispuesto en el artículo 430 del Código del Trabajo
(C. de Apelaciones de Concepción, 25 de julio de 2019, rol Nº 247-2019).

Sin embargo, también se tiene resuelto que el hecho de que haya asistido la parte a
la audiencia mas no su abogado, configura un supuesto de caso fortuito o fuerza
mayor, que autoriza a suspender la audiencia pues, en caso contrario, se produce una
vulneración del derecho a una debida defensa (C. de Apelaciones de Coyhaique, 26
de marzo de 2019, rol Nº 1-2019).

3.2.2. Régimen procesal de los incidentes y, en particular, el de nulidad procesal

Respecto de las cuestiones incidentales, el art. 443 del Código del Trabajo previene
que los incidentes de cualquier naturaleza deberán promoverse preferentemente en la
audiencia respectiva y resolverse de inmediato y que, excepcionalmente, el tribunal
puede dejar su resolución para la sentencia definitiva.

En el art. 429 del Código del Trabajo, se contienen unas reglas sobre el incidente de
nulidad procesal, que aparecen mezcladas con preceptos que regulan el impulso
procesal.

Se reconoce el principio de trascendencia a través de la exigencia del perjuicio


como fundamento de toda nulidad procesal, lo que enfatiza la necesidad de que
cualquier acto de alegación, así como la declaración de la nulidad de una actuación
procesal deben estar siempre fundadas en la privación o disminución de las
facultades de defensa en juicio de la parte afectada, provocada como consecuencia
de la irregularidad formal que se denuncia.

También se configura la nulidad procesal como medida de última ratio, en el sentido


que es procedente en la medida que se trate de un defecto procesal que no admita
subsanación por otra vía menos destructiva, privilegiándose de esta manera el
principio de conservación de los actos procesales. La subsanación es una actividad
orientada a enmendar el acto viciado, es decir, a ajustar la irregularidad de acto de
acuerdo a la legalidad del mismo (Carrasco), evitándose de este modo la anulación y
posterior repetición de actos que adolecen de defectos de fácil subsanación (Salas).

Ratificando la regla del art. 427 del Código del Trabajo, la vulneración de la regla de
inmediación produce el efecto de una nulidad necesaria o insaneable, en cuyo caso,
el tribunal no podrá excusarse de decretar la nulidad (art. 429 inc. 2º del Código del
Trabajo).

Finalmente, como una manifestación del reconocimiento de la buena fe procesal y,


en particular, del deber procesal de no contravenir las propias conductas pretéritas, se
priva de legitimación para alegar la nulidad procesal a la parte que ha originado el
vicio o concurrido a su materialización (art. 429 inc. final del Código del Trabajo).

3.3. La concentración y el anuncio del veredicto

El veredicto es una institución de antigua data, pero su sentido actual difiere


sustancialmente de su concepción originaria. Hoy se trata de un acto procesal típico
de los procesos orales (Gozaini) y con él se designa el pronunciamiento inmediato
que hace el tribunal al concluir la audiencia de juicio oral, en cuya virtud expresa su
decisión sobre la estimación o desestimación de la pretensión, acompañado de los
fundamentos principales.

Esta dicotomía entre el acto procesal del pronunciamiento del veredicto y la


redacción de la sentencia definitiva se reconoce en el proceso penal, en el que se
distingue el acto procesal del pronunciamiento del veredicto de absolución o condena
del acusado, de aquel otro relativo a la redacción y lectura de la sentencia (arts. 343 y
344 del Código Procesal Penal). Lo propio ocurre en el proceso seguido ante los
Tribunales de Familia (art. 65 de la Ley Nº 19.968 sobre Tribunales de Familia).

Era también el sistema reconocido en texto original del artículo 457 introducido por
la Ley Nº 20.087, que establecía dos momentos para el pronunciamiento de la
sentencia: el juez podía pronunciar el fallo al término de la audiencia de juicio o, en
todo caso, dictarlo dentro del plazo de décimo quinto día, contado desde la realización
de esta.

Pues bien, en el evento de que se pospusiera el pronunciamiento de la sentencia, el


juez debía cumplir dos deberes al término de la audiencia: anunciar las bases
fundamentales del fallo y citar a las partes para notificarlas del fallo.

Durante la tramitación del Proyecto que terminó por convertirse en la Ley Nº 20.260,
uno de los invitados a exponer ante la Comisión de Constitución de la Cámara de
Diputados expresó que, respecto de las deficiencias que podrían obstaculizar los
objetivos perseguidos con la reforma, estimaba necesario "eliminar la exigencia de
expresar las bases fundamentales del fallo que establece el artículo 457, o dejarla
como facultativa, cosa que deberá efectuar cuando no pronuncie el veredicto al
término de la audiencia del juicio, por considerar que ello complicaba al sentenciador
en los casos difíciles que debe conocer". A su juicio, esto "en nada afectaría la
celeridad del proceso por cuanto el plazo de quince días para dictar la sentencia
satisface dicho objetivo".

Al parecer, esta escueta explicación fundada en una supuesta comodidad del


juzgador, convenció a los Diputados Burgos y Monckeberg, quienes presentaron una
indicación ante la Comisión de Constitución de la Cámara, para suprimir el deber de
pronunciamiento del veredicto, agregando un argumento tan impreciso como el
anterior: "la disposición contemplaba una alternativa para los efectos de la dictación
de la sentencia... que introducía un elemento propio del proceso penal que nada tenía
que ver con lo que se trataba en este proyecto y que solamente podría prestarse para
problemas y para retardar el procedimiento".

La Comisión coincidió con estas explicaciones de los Diputados y, sin mayor debate
—lo cual es completamente efectivo—, procedió a aprobar la indicación por
unanimidad, en tanto que el Senado, por su parte, aprobó esta proposición sin
enmiendas e, igualmente, sin mayor debate.

La revisión de los antecedentes de la Ley Nº 20.087, que establecía la dualidad


veredicto-sentencia, revela que esta exigencia estaba directamente relacionada con la
concentración procesal. En efecto, en el Proyecto remitido por el Ejecutivo se hacía
constar que "en lo relativo a la oportunidad para dictar sentencia...se establece que el
juez podrá dictar sentencia al término de la audiencia de juicio o dentro del plazo de
decimoquinto día, contado desde la audiencia de juicio, en cuyo caso citará a las
partes para notificarlas, fijando día y hora al efecto, dentro del mismo plazo, pudiendo
el juez, en este último caso, anunciar las bases fundamentales del fallo al término de
la audiencia de juicio. Es decir, se privilegia el contacto directo del juez con las partes
en la resolución del pleito, acercando de esta manera a los ciudadanos al acto de
impartir justicia".

En el Segundo Informe de la Comisión del Trabajo del Senado consigna que el


ministro del trabajo señaló que con esta exigencia de trata de "asegurar la continuidad
en el tiempo entre la audiencia y la sentencia, de manera que las bases del fallo
tengan que ver estrictamente con los asuntos vistos y ponderados en la audiencia por
el juez, ya que en esta se habrán allegado los elementos probatorios necesarios. En
otras palabras, se trata de que no haya elementos distintos que puedan generarse
entre la audiencia y el fallo, evitando, así, prácticas que puedan influenciar al juez, en
relación con circunstancias diversas a lo acaecido en la audiencia".

En el mismo Informe se deja constancia de que el Subsecretario del Trabajo acotó


que "uno de los aspectos centrales de los procedimientos orales es que las partes se
retiren de la audiencia sabiendo si les fueron acogidos los puntos planteados...el juez,
con la percepción de la testimonial y las otras pruebas rendidas, ya debe tener una
convicción, lo que se condice con que, desde ya, anuncie las bases fundamentales
del fallo, y, dentro de los quince días siguientes de que dispondrá para dictar la
sentencia, efectúe el razonamiento jurídico y exprese los fundamentos de la misma".

3.4. Publicidad

Finalmente, vinculada a las reglas antes mencionadas se encuentra la publicidad.


Obviamente, cuando se hace referencia a la publicidad, lo es en relación a los
terceros que no son parte en el litigio, al público en general, puesto que la
bilateralidad de la audiencia impide que un acto procesal pueda ser secreto para
alguna de las partes.

La publicidad general se ve favorecida por la actividad oral. Se trata de una cuestión


importante porque está referida a la posibilidad de control de los actos del tribunal por
los terceros asistentes a las sesiones que se celebran en la sala o local del tribunal en
que se desarrollan las actividades procesales.

Con esto no se niega la posibilidad de tener un procedimiento escrito que sea


público, legalmente reconocida por lo demás (art. 9º Código Orgánico de Tribunales),
pero debe reconocerse que el conocimiento por el público de un expediente escrito es
difícilmente practicable frente a un régimen oral, donde la posibilidad práctica de
alcanzar la oralidad es más factible. Ahora bien, se trata de un ideal con consagración
legal (art. 425 del Código del Trabajo) pero que no siempre se concreta en la práctica
pues en nuestros tribunales no hay disposición ni instalaciones adecuadas para la
presencia de público, lo que impide cumplir adecuadamente con el principio de
publicidad. Esto genera que en la mayoría de las audiencias, que se celebran a
puertas cerradas, no exista presencia de público y cuando la hay, se trata de
personas cercanas a los intervinientes.

4. P

Cuando se habla de la dirección formal del proceso, se hace referencia al rol


atribuido al juez para controlar la regularidad formal del proceso e impulsarlo para que
avance, sin que por ello se afecte lo sustancial. Se diferencia de los poderes de
dirección material del proceso porque estos pueden influir en el resultado del juicio,
como la posibilidad de aportar pruebas.

Pertenecen a esta clase de facultades, los poderes del juez respecto de la


admisibilidad de la demanda, el control del impulso procesal y el examen de la
eficacia de los actos procesales.

El art. 447 del Código del Trabajo establece algunos supuestos en los cuales el
juez, de oficio, debe inadmitir la demanda: a) cuando se estime incompetente;
b) cuando se desprendiere claramente la caducidad de la acción y c) cuando,
tratándose de materias de seguridad social, el actor no acompañe determinados
documentos exigidos por ley.

Respecto del impulso procesal, el art. 429 del Código del Trabajo establece
claramente la regla de impulso oficial. Sin embargo, la combina con otras facultades
de carácter material, como la aportación oficiosa de pruebas que no tiene relación
necesaria con el impulso procesal. En el proceso civil también hay varias fases en las
que se reconoce el principio de impulso oficial, pero en el proceso laboral el principio
tiene carácter general y, por la misma razón, no procede el abandono del
procedimiento.

El impulso procesal de oficio busca asegurar el principio de celeridad consagrado en


la legislación laboral, impidiendo la actividad dilatoria de las partes y en todo caso, el
retraso o demora injustificada en la resolución de estos conflictos atendida la
naturaleza alimenticia y asistencial de muchos de los derechos que están en juego
(C. de Apelaciones de Antofagasta, 21 de junio de 2011, rol Nº 97-2011).

Se debe agregar que el legislador no solo asigna al juez la iniciativa para impulsar
hacia adelante el proceso, sino que, además, le impone hacerlo con cierto ritmo en
cuanto el art. 428 del Código del Trabajo dispone que los actos procesales deben
realizarse con la celeridad necesaria, procurando concentrar en un solo acto aquellas
diligencias en que esto sea posible, vinculando de este modo los poderes atribuidos al
juez con la regla de la concentración procedimental. Por otro lado, el art. 429 del
Código del Trabajo, impone al juez la adopción de las medidas tendientes a evitar la
paralización del proceso o su prolongación indebida.

En todo caso, se tiene resuelto que el deber de celeridad no se opone a la


procedencia de la suspensión de común acuerdo del procedimiento laboral.

"Que sobre la suspensión del procedimiento de común acuerdo no existe disposición


alguna en el Código del Trabajo, por lo que por remisión del art. 432 del Código del Trabajo,
es aplicable la regla del inciso segundo del art. 64 del Código de Procedimiento Civil, que la
admite por una sola vez y hasta por un plazo de 90 días" (C. de Apelaciones de Santiago,
10 de octubre de 2017, rol Nº 1165-2017).

En suma, el juez no solo debe impulsar el avance del proceso, sino que, además,
debe realizarlo con prontitud. Esta idea de la aceleración de los procesos está muy
difundida e incluso, en una degradación de la sentencia de Séneca ("Justicia tardía no
es justicia"), pareciera que se ha llegado al extremo de considerar aceptable una
solución injusta, pero prontamente obtenida. Es indudable que la aceleración del
proceso no puede obtenerse con menoscabo de garantías fundamentales ni
sacrificando las razonables probabilidades de acierto de toda resolución judicial.

Respecto de la eficacia de los actos procesales, el inciso 2º del art. 429 del Código
del Trabajo establece que el tribunal debe corregir de oficio los errores que observe
en la tramitación del juicio y adoptar las medidas que tiendan a evitar la nulidad del
procedimiento. Se trata de una redacción similar a la del inciso 3º del art. 84 del
Código de Procedimiento Civil, aunque mientras en esta última disposición se trata de
simples facultades, en el proceso laboral se han elevado a la categoría de imperativo
legal.

5. L
5.1. La buena fe procesal

Respecto de la buena fe, como señala Larroucau, existen tres formas


conceptualmente diversas de dotar de contenido normativo a la buena fe procesal,
que identifica como una tesis fuerte, contribuir a la justicia del caso; una tesis mínima,
no litigar con dolo y una tesis más que mínima, cumplir con ciertos deberes de
colaboración y con las cargas procesales.

Hasta antes de la Ley Nº 20.886, en el proceso civil no existía una norma de


carácter general que impusiera a las partes deberes de adecuar su conducta a la
buena fe procesal, aunque era posible identificar algunas manifestaciones aisladas
del principio (Romero).

En el art. 430 del Código del Trabajo el legislador se limita a reconocer la buena fe y
facultar al juez para adoptar las medidas necesarias para impedir el fraude, la
colusión, el abuso del derecho y las actuaciones dilatorias, pero sin imponer ningún
deber positivo concreto para la actuación de las partes de lo que se sigue que, en
realidad, lo que existe es un deber general de no actuar de mala fe. Con esta
afirmación no se aclara demasiado el contenido de este concepto jurídico
indeterminado, pero, al menos, evita tener que indagar sobre su contenido específico
y elaborar una enumeración casuística de los deberes específicos vinculados a la
buena fe procesal.

Especial atención coloca el legislador en una de las manifestaciones más frecuentes


de mala fe procesal: las actuaciones dilatorias. Junto con definirlas, la ley autoriza al
juez para rechazarlas de plano. Como se indicó antes, el impulso procesal de oficio,
junto con asegurar la celeridad procesal, se orienta hacia el combate de la actividad
dilatoria de las partes (C. de Apelaciones de Antofagasta, 21 de junio de 2011, rol
Nº 97-2011).

Una manifestación concreta del reconocimiento de la buena fe procesal puede


hallarse en la regla del inciso final del art. 429 del Código del Trabajo, que priva de
legitimación para alegar la nulidad procesal a la parte que ha originado el vicio o
concurrido a su materializacio´n (art. 429 inc. final del Código del Trabajo).

Se ha entendido la pretensión de una parte de revivir un pleito fenecido, en el que


se había pagado a la actora, otorgando esta el más amplio y completo finiquito,
argumentando una inexistencia en la convalidación del despido de la demandante, no
se condice con la buena fe que exige el ordenamiento jurídico y con una mínima
coherencia con los actos propios (C. de Apelaciones de Valparaíso, 4 de febrero de
2020, rol Nº 772-2019).
También se tiene resuelto que la creación de nuevas sociedades y posterior venta
de activos de la ejecutada, para justificar la interposición de una tercería (operación
fraudulenta a la que elegantemente se le denomina restructuración patrimonial),
constituye claramente un actuar fraudulento de la ejecutada, destinado a burlar el
cumplimiento de sus obligaciones laborales para con la ejecutante (C. de Apelaciones
de Temuco, 17 de junio de 2016, rol Nº 8-2016).

Aunque parezca una obviedad decirlo, ni siquiera el carácter tutelar del derecho del
trabajo, autoriza para prescindir del deber de observar una conducta congruente con
las pautas éticas elementales.

"En la situación planteada, la petición del recurrente, al no haber negado la recepción del
dinero, y por el contrario haber reconocido su entrega, no hace sino demostrar una
actuación que linda en una falta a la buena fe que debe inspirar toda actuación jurídica, por
cuanto de acogerse derivaría en un enriquecimiento ilícito por parte del trabajador, no
pudiendo ni siquiera en atención a los principios de tutela a favor del trabajador que
inspiran el derecho laboral, justificar la decisión pretendida a través de este recurso"
(C. de Apelaciones de La Serena, 23 de abril del 2010, rol Nº 29-2010).

En suma, la buena fe impone deberes recíprocos para ambas partes y la debilidad


estructural de una de ellas no la faculta para ejercer el derecho de acción de una
manera o en unas circunstancias que lo hacen desleal, según las reglas que la
conciencia social impone al tráfico jurídico (Romero).

5.2. La gratuidad

Respecto de la gratuidad, mencionada en el art. 425 del Código del Trabajo y


desarrollada en el art. 431 del mismo código, hay que decir que, si el Estado
monopoliza la justicia y prohíbe en consecuencia la autotutela, surge como
contrapartida el deber de hacerla accesible a todos aquellos que la requieran. De ahí
que la administración de justicia, por tratarse de un servicio público, tiene un costo
que debe ser asumido por el Estado, lo que significa que los litigantes no tienen la
obligación de remunerar a los funcionarios judiciales (jueces y empleados judiciales)
porque se trata de funcionarios públicos cuya remuneración corresponde al Estado.

Un obstáculo importante para el acceso a la justicia está constituido por los gastos
de abogado y mandatario, quienes no forman parte de la administración del Estado,
pero tienen derecho a una compensación económica por los servicios prestados en
juicio, lo que se traduce en el cobro de honorarios profesionales a quienes requieran
de sus servicios.

Por esta razón, se asegura que quienes posean el denominado privilegio de


pobreza tienen derecho a defensa letrada gratuita por parte de las respectivas
Corporaciones de Asistencia Judicial o, en su defecto, por un abogado de turno, o del
sistema de defensa gratuita que disponga la ley. Adicionalmente, tienen derecho a
que todas las actuaciones en que deban intervenir auxiliares de la administración de
justicia se cumplan oportuna y gratuitamente.

Cuando el trabajador ha litigado con privilegio de pobreza, las costas personales a


cuyo pago sea condenada la contraparte pertenecerán a la respectiva Corporación de
Asistencia Judicial, al abogado de turno, o a quien la ley señale (art. 445 inciso 2º del
Código del Trabajo).

B , A.; M , J. I.; N , M., Constitución Política Comentada,


Santiago, AbeledoPerrot, 2012.

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S V , J., Los incidentes y en especial el de nulidad en el proceso civil, penal
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Historia de la Ley Nº 20.260.


III. R

1. N

La noción de proceso y especialmente la de procedimiento, denotan la idea de


desenvolvimiento, de sucesión de actos en el tiempo. El proceso, por su naturaleza,
se compone de una pluralidad de actos, jamás de uno solo. La combinación de estos
actos conduce al concepto de procedimiento, entendido como la coordinación de
varios actos autónomos con vistas a la producción de un efecto jurídico final
(Carnelutti). La coordinación de estos actos consiste, según Guasp, en que cada acto
es presupuesto de admisibilidad del acto siguiente —con excepción del último— y
condición de la eficacia del acto precedente —salvo el primero—.

El proceso jurisdiccional está configurado como una actividad reglada, tanto en la


forma como debe desarrollarse, cuanto en los requisitos formales y de fondo que
deben reunir los actos que lo conforman. Nuestra Constitución opta por entregar al
legislador la potestad de regular la actividad jurisdiccional. Como señala Bordalí, "El
proceso en su aspecto formal, es decir, el procedimiento, debe ser una actividad
ordenada por reglas, pero éstas...no pueden emanar de cualquier autoridad, sino
exclusivamente del legislador".

En efecto, el legislador establece los requisitos de tiempo, forma y lugar que deben
cumplirse para la práctica de los actos del proceso. En este sentido, la doctrina ha
destacado la irrenunciabilidad de las normas procesales y la imposibilidad jurídica de
sustituirlas por actos voluntarios como consecuencia de este carácter. No hay ni
puede haber un proceso convencional pues los actos procesales solo existen en la
medida en que exista una norma jurídica que los crea, es decir, que establece cuáles
son los concretos actos de que se componen y cuál es el orden en que deben
sucederse. En suma, el proceso es una creación artificial del legislador, por lo que sin
una ley que regule el proceso, este no existe.

La forma en que se desarrolla el proceso se conoce como procedimiento. Aunque


ambas tienen una misma raíz etimológica, la voz procedimiento tiende a destacar la
forma externa que asume el proceso. El procedimiento, entonces, hace referencia al
aspecto externo de la actividad procesal, se trata de una consideración meramente
formal del proceso.

Como no existe una única forma en que se desarrolla el proceso, no hay, por
consiguiente, un único procedimiento, sino que, por el contrario, existe una variedad
de ellos que atiende a diversos aspectos.

2. L
Desde un punto de vista dinámico, conforme a lo que se ha señalado, el proceso no
es sino un conjunto de actos vinculados entre sí con una determinada finalidad, de
modo que cada uno de esos actos es presupuesto del siguiente y consecuencia del
anterior, dando origen al procedimiento que es la forma o manera como se ordena
formalmente el proceso. Esos actos que conforman el procedimiento reciben el
nombre de actos procesales.

Los actos procesales son actos jurídicos que provienen fundamentalmente de las
partes y del órgano jurisdiccional mediante los cuales el proceso se realiza y que
producen sus efectos principales, de modo directo e inmediato en el proceso. La
característica distintiva del acto procesal es la intervención de la voluntad humana y
que genera alguna repercusión en la actividad procesal. Esta primera acotación
permite diferenciar el acto procesal del hecho procesal, que es una situación que se
verifica de modo independiente de la voluntad humana y que genera efectos en el
proceso. El caso fortuito o la fuerza mayor (art. 426 del Código del Trabajo), por
ejemplo, son situaciones que, si bien son independientes de la voluntad humana,
repercuten de diferente modo en el proceso. Asimismo, la necesidad de que los
efectos del acto repercutan de modo directo e inmediato en el proceso excluye de
esta categoría a aquellos actos cuya repercusión procesal sea indirecta o mediata,
como el otorgamiento de un mandato judicial por escritura pública o la constancia del
trabajador de que, con ocasión del contrato de trabajo, traslada su domicilio (Guasp).

Un elemento distintivo del acto procesal, que es el único que interesa en este
capítulo, es que nunca se presenta como un acto aislado, ni en los textos normativos
que lo regulan, ni en su realización concreta, como suele suceder, en cambio, con los
actos jurídicos pertenecientes al derecho privado. Por esta razón, aunque es
necesario el estudio de cada uno de estos actos, la plena comprensión de su régimen
jurídico pasa por considerar que el acto procesal forma parte de una combinación de
actos jurídicos.

3. C

La clasificación más importante de los actos procesales atiende a los sujetos de


donde provienen.

Existen algunas actuaciones que provienen de las partes, como la demanda y, en


general, todos los escritos y actos que las partes presentan o ejecutan durante el
curso del proceso y otros que provienen del órgano jurisdiccional, que son, en general
las resoluciones judiciales. También es posible encontrar actos jurídicos procesales
provenientes de terceros que si bien no son abundantes suelen ser muy relevantes,
especialmente los actos de prueba, como la declaración de un testigo o el dictamen
de peritos. Frecuentemente, se requiere de terceros para la realización de actos de
cooperación, como cuando se precisa de la colaboración del empleador para
asegurar el pago de una pensión alimenticia adeudada por su empleado.
4. N :

Los actos reguladores del proceso laboral están sometidos a un triple grupo de
reglas legales. En primer lugar, se encuentran las reglas comunes aplicables a todos
los actos procesales pertenecientes al proceso laboral, contenidas entre los arts. 432
y 445 del Código del Trabajo. En lo no regulado en el Código del Trabajo o en leyes
especiales rige la regla de supletoriedad condicionada del art. 432 del Código del
Trabajo. En tercer lugar, estas disposiciones se complementan con las normas
contenidas en la Ley Nº 20.886 que estableció la tramitación judicial de los
procedimientos civiles y que entró en vigencia en todo el territorio de la República el
día 18 de diciembre de 2016, normativa que se aplica a las causas que conozcan los
tribunales ordinarios de justicia y los tribunales especiales que forman parte del Poder
Judicial, con excepción de las causas que conozcan los tribunales militares en tiempo
de paz.

Para los efectos de la aplicación de las disposiciones de la Ley Nº 20.886, el art. 2º


transitorio de este texto legal dispuso que la Corte Suprema debe dictar uno o más
autos acordados con el objetivo de asegurar su correcta implementación. Estos autos
acordados son los de fecha 15 de abril de 2016, contenido en el Acta Nº 37-2016 y el
de 16 de junio de 2016, contenido en el Acta Nº 71-2016, en lo sucesivo, Acta Nº 37-
2016 y Acta Nº 71-2016, respectivamente.

Es importante consignar que el uso del sistema informático es obligatorio para los
jueces, auxiliares de la administración de justicia y funcionarios de los tribunales antes
referidos, quienes tienen el deber de utilizar y registrar en el sistema informático todas
las resoluciones y actuaciones procesales que se verifiquen en el juicio (art. 3º
Ley Nº 20.886), prohibiéndose la creación por parte del tribunal de registros paralelos,
ni de carpetas o expedientes físicos para la tramitación de causas (art. 20 Acta Nº 71-
2016).

Además, salvo excepciones, las partes deben ingresar las demandas y demás
escritos por vía electrónica a través del sistema de tramitación electrónica del Poder
Judicial, para cuyos efectos los abogados o habilitados para actuar ante los tribunales
deben registrarse. (art. 5º Ley Nº 20.886). Aun en los casos excepcionales en que es
permitido a las partes presentar escritos en formato material, estos deberán ser
digitalizados e ingresados a la carpeta electrónica.

4.1. Supletoriedad del Código de Procedimiento Civil


Como se indicó, el art. 432 del Código del Trabajo establece una regla de
supletoriedad condicionada al establecer que en todo lo no regulado en el Código del
Trabajo o en leyes especiales, se aplican supletoriamente las normas contenidas en
los Libros I y II del Código de Procedimiento Civil. Se trata de una supletoriedad
condicionada porque dichas disposiciones se aplican en la medida que no sean
contrarias a los principios que informan el procedimiento laboral, en cuyo caso, el
tribunal dispondrá la forma en que se practicara´ la actuación respectiva.

La señalada regla se altera cuando se trata de los procedimientos de tutela laboral y


el procedimiento monitorio, en cuyo caso, en primer lugar, deben aplicarse las reglas
del procedimiento de aplicación general contenidas en los arts. 446 y siguientes del
Código del Trabajo.

Como es conocido, uno de los problemas más importantes que plantea la existencia
de procedimientos especiales, se refiere a la interpretación de normas oscuras o
dudosas y especialmente a la integración de las posibles lagunas normativas
existentes.

La regla del art. 432 del Código del Trabajo contiene la regla para resolver una
materia respecto de la cual la normativa especial carece de disposición expresa y,
ratificando que nos encontramos frente a un procedimiento civil con especialidades, lo
hace mediante una remisión al Código de Procedimiento Civil.

La norma en cuestión establece una regla de supletoriedad dirigida al juez con el


objeto de salvar lagunas jurídicas. En este sentido, el legislador prevé la aplicación de
las normas contenidas en los Libros I y II del Código de Procedimiento Civil, lo que
permite al tribunal cumplir su deber constitucional de conocer, resolver y hacer
ejecutar lo juzgado, toda vez que, reclamada legalmente su intervención, no puede
excusarse de ejercer tal autoridad, "ni aun por falta de ley que resuelva la contienda o
asunto sometidos a su decisión".

Como es posible advertir, la remisión a las normas del Código de Procedimiento


Civil aparece doblemente limitada: a) Únicamente hace alusión a las disposiciones
contenidas en los Libros I y II del citado cuerpo normativo, excluyendo los otros dos;
b) Contiene una regla de exclusión genérica referente a todas aquellas normas que
resulten contrarias a los principios que informan el procedimiento laboral.

La operatividad de la regla de supletoriedad requiere, en primer lugar, ausencia de


regulación. Por este motivo se ha entendido que respecto de la regla de condena en
costas, conforme a lo prevenido en el art. 459 Nº 7 del Código del Trabajo, el
legislador solo exige al tribunal que indique los motivos que tuvo en consideración
cuando absuelva del pago de las costas a la parte vencida, por lo que es dable
concluir que la decisión del sentenciador, en este aspecto, se ajusta a derecho, sin
que resulte aplicable lo previsto en el art. 144 del Código de Procedimiento Civil
(C. de Apelaciones de Santiago, 22 de marzo de 2019, rol Nº 1415-2018;
C. de Apelaciones de Talca, 18 de junio de 2020, rol Nº 479-2019).

No obstante, también se ha resuelto que el Código del Trabajo no tiene una norma
que se refiera al vencimiento total o parcial, por lo que debe aplicarse el artículo 432
del Código del Trabajo y en base a ello determinar la condena en costas
(C. de Apelaciones de Talca, 30 de octubre de 2015, rol Nº 181-2015).

También se han estimado aplicables al procedimiento laboral las normas contenidas


en el Libro I del Código de Procedimiento Civil relativas a la acumulación de autos
(C. de Apelaciones de Iquique, 5 de febrero de 2020, rol Nº 150-2019).

Se ha considerado que incidente de nulidad de lo obrado por falta de


emplazamiento no se encuentra regulado en el párrafo 4º, del capítulo II, del Libro V
del Código del Trabajo, y tampoco se encuentra reglado en parte alguna del citado
cuerpo normativo laboral, por lo que rigen a su respecto los artículos 83 y siguientes
del Código de Procedimiento Civil, siendo aplicable, además, el régimen recursivo
previsto en esta última normativa (C. de Apelaciones de Concepción, 20 de diciembre
de 2019, rol Nº 332-2019; C. de Apelaciones de San Miguel, 13 de febrero de 2018,
rol Nº 7-2018).

El mismo razonamiento se ha aplicado respecto de las tercerías en el procedimiento


laboral, haciendo aplicables las reglas del Código de Procedimiento Civil, en
particular, su régimen de impugnación (C. de Apelaciones de Puerto Montt, 3 de
diciembre de 2015, rol Nº 89-2015).

La regla sobre entorpecimiento prevista en el inciso segundo del art. 339 del Código
de Procedimiento Civil es aplicable al procedimiento laboral (C. de Apelaciones de
San Miguel, 8 de junio de 2018, rol Nº 208-2018).

Sin embargo, también se ha considerado que, en materia laboral, el entorpecimiento


solo se encuentra contemplado para un caso particular, en la audiencia de juicio, tal
como lo estatuye el Nº 10 del artículo 454 del Código del Trabajo, respecto de la
imposibilidad de comparecencia quien fuere citado a la diligencia de confesión por
causa sobreviniente y grave, debiendo el juez adoptar las medidas necesarias para la
realización de la diligencia a la mayor brevedad (C. de Apelaciones de Chillán, 24 de
abril de 2014, rol Nº 24-2014).

4.2. Comparecencia y defensa

Un obstáculo importante para el acceso a la justicia de los trabajadores está


constituido por los gastos de abogado y mandatario. Por un lado, los honorarios de
estos profesionales siguen siendo significativamente más considerables que lo que se
suele regular por concepto de costas y, por otro lado, los honorarios del abogado
pueden absorber buena parte de lo que pueda obtenerse por la condena en lo
principal, lo que muchas veces pude desalentar el reclamo judicial.

La solución a este problema real no puede consistir en no hacer exigibles las cargas
de comparecer patrocinado y representado, permitiendo la comparecencia personal
de la parte, como lamentablemente se ha permitido en ocasiones, sino que la forma
de enfrentar esta problemática consiste en robustecer los mecanismos de asistencia
jurídica gratuita.

Por este motivo, el art. 434 del Código del Trabajo hace imperativa la
comparecencia con patrocinio de abogado y representación de procurador,
imponiendo a las partes la concurrencia a las audiencias por intermedio de
mandatario (art. 426 del Código del Trabajo) y, asegurando, por otro lado, que
quienes posean beneficio de pobreza tengan derecho a defensa letrada gratuita por
parte de las respectivas Corporaciones de Asistencia Judicial, las que
necesariamente deben actuar mediante abogados y no a través de estudiantes en
práctica. En su defecto, deberán ser atendidos por un abogado de turno o a través del
sistema de defensa gratuita que disponga la ley (art. 431 del Código del Trabajo).

Los mandatarios designados se entienden de pleno derecho premunidos de la


facultad para transigir, sin necesidad de mención expresa. La redacción de la norma
no es clara, sin embargo, si se aplica a los mandatarios judiciales, porque concluye
señalado que lo anterior es "sin perjuicio de la asistencia de sus apoderados y
abogados" (art. 426 inc. 2º del Código del Trabajo).

Por otro lado, ratificando lo dispuesto en el art. 7º del Código de Procedimiento Civil,
el mandato judicial y el patrocinio constituido en el Juzgado de Letras del Trabajo,
rigen para toda la prosecución del juicio en el Tribunal de Cobranza Laboral y
Previsional, a menos que exista constancia en contrario. Se trata pues de una
aplicación de la señalada regla del Código de Procedimiento Civil que extiende la
duración del mandato judicial "hasta la ejecución completa de la sentencia definitiva".

4.3. El factor tiempo en los actos procesales

Considerando que el procedimiento es básicamente una sucesión de actos en el


tiempo, es comprensible la importancia de este elemento. El tiempo influye de
diversos modos en los actos procesales.

En primer lugar, como marco en el que se insertan tales actos. En este sentido, la
ley impone que la realización de dichos actos se verifique en determinados días y
horas, declarando inválidos los que no se acomodan a esa prescripción. En segundo
lugar, opera como regla para determinar la secuencia del procedimiento, es decir,
para evitar la coincidencia de unos actos con otros, la ley señala el orden de
realización de los diversos actos, con efecto preclusivo.
Respecto del tiempo de los actos procesales, la ley laboral no contiene normas
específicas, rigiendo por consiguiente las normas comunes a todo procedimiento
contenidas en el Libro I del Código de Procedimiento Civil, que determina periodos de
tiempo aptos o no para la práctica de actos procesales. A estos efectos no interesan
las unidades de tiempo superiores al día ni inferiores a la hora, por lo que se dice que
las actuaciones judiciales deben ser practicadas en días y horas hábiles (art. 59
inc. 1º del Código de Procedimiento Civil). La limitación debe entenderse referida a
las actuaciones propias del tribunal o sus auxiliares porque, tratándose de los escritos
y documentos presentados por las partes, como la Oficina Judicial Virtual funciona de
manera continua e ininterrumpida, pueden ser presentados todos los días del año
durante las veinticuatro horas (art. 38 Acta Nº 71-2016).

Además de la eficacia del factor temporal como requisito de validez de los actos
procesales, también tiene importancia para la secuencia del procedimiento, con lo que
corresponde ocuparse de los plazos y términos.

Reiterando la norma del art. 66 del Código de Procedimiento Civil, en cuanto a los
efectos de los plazos, el art. 435 del Código del Trabajo sienta la regla general dentro
del sistema procesal laboral en cuanto a que los plazos tengan el carácter de fatales,
con excepción de aquellos establecidos para la realización de actuaciones propias del
tribunal, como sucede, por ejemplo, con el plazo para dictar sentencia.

El plazo fatal o preclusivo es aquel que una vez vencido produce la caducidad del
derecho que debió ejercitarse dentro de él, sin necesidad de actividad alguna ni del
juez ni de la parte contraria. El vencimiento del plazo y la extinción del derecho
operan en un mismo y único instante. Por esta razón la disposición recién referida
añade que la posibilidad de ejercer un derecho o la oportunidad para ejecutar un acto
se extingue, por el solo ministerio de la ley, con el vencimiento del plazo.

Probablemente, al hacer una transcripción literal del art. 66 del Código de


Procedimiento Civil olvidó el redactor los principios de impulso oficial y de celeridad,
estableciendo en el inciso segundo del art. 435 del Código del Trabajo la
responsabilidad compartida de impulsar el proceso, una vez vencido el plazo fatal.

Respecto del cómputo de los plazos, en general, son las normas del Código Civil las
que indican mayormente la forma en que deben computarse los plazos. Como
primera cuestión, debe considerarse la unidad de tiempo que constituye el plazo o
término, distinguiéndose entre plazos de días, como el previsto en el art. 452 del
Código del Trabajo, de meses, como los señalados en el art. 510 del Código del
Trabajo y de años, como el establecido en el mismo art. 510, pero en su inciso
primero.

De acuerdo al inciso tercero del art. 435 del Código del Trabajo, tratándose de los
plazos de días, se entienden suspendidos durante los feriados.
En este sentido, se ha suscitado controversia acerca de la forma de computar el
plazo establecido en el inciso primero del art. 512 del Código del Trabajo, que señala
"El Director del Trabajo hará uso de esta facultad mediante resolución fundada, a
solicitud escrita del interesado, la que deberá presentarse dentro del plazo de treinta
días de notificada la resolución que aplicó la multa administrativa". La norma no
señala si el plazo que establece para interponer la reconsideración administrativa es o
no de días hábiles y como está ubicada en el Título Final del mismo libro, no rige el
recién señalado inciso tercero.

En tal caso, la Corte Suprema ha entendido que debe aplicarse en forma supletoria
el art. 25 de la Ley Nº 19.880 que se refiere al cómputo de los plazos del
procedimiento administrativo, disposición que señala que estos son de días hábiles,
disponiéndose que son inhábiles los días sábados, los domingos y los festivos, toda
vez que al existir un plazo "especial" como es el contenido en la Ley Nº 19.880
respecto a los procedimientos administrativos, este prima por sobre las normas de
carácter general comprendidas en el Código Civil (C. Suprema, 9 julio 2018, rol
Nº 2482-2018; C. Suprema, 11 octubre 2018, rol Nº 20569-2018).

4.4. Actos de comunicación y, en particular, las notificaciones

4.4.1. Concepto y fundamento

La realización del proceso exige cooperación de todos los implicados en la


administración de justicia. Por este motivo, surge la necesidad de una categoría de
actos procesales que establezcan lazos de unión precisos entre la actividad de las
partes y la del juez, entre los sujetos del proceso y las demás personas llamadas a
participar en él (Ramos).

En un régimen de oralidad la comunicación entre los sujetos del proceso es


inmediata, de modo que los actos de uno son conocidos por el otro en el momento
mismo en que se producen. En cambio, en los actos procesales regidos por la
escritura, es preciso utilizar algún medio para que los actos que efectúa alguno de los
sujetos sean conocidos por el otro y viceversa.

En efecto, la propia dinámica de las audiencias determina que la comunicación sea


inmediata entre quienes participan en ellas. En cambio, fuera de la audiencia, domina
la escritura y necesariamente habrá que diferenciar si la comunicación proviene de las
partes hacia el tribunal, en cuyo caso se logra por medio del escrito que la parte
presenta y que se incorpora a la carpeta electrónica (art. 26 Acta Nº 71-2016). En
cambio, si la comunicación es del tribunal hacia las partes, se verifica mediante un
acto procesal que recibe la denominación técnica de acto de comunicación, aunque
en la práctica se le denomina genéricamente notificación, cuyo objeto es dar a
conocer a las partes y a los demás sujetos que intervienen o pueden intervenir en un
proceso, una determinada resolución judicial.
Su fundamento radica en la propia dinámica del proceso, que exige la mutua
interacción entre las partes y el juez. Los actos de partes están destinados al juez y a
la otra parte. Las resoluciones judiciales tienen como destinatarios a las partes y los
otros sujetos llamados a intervenir en el proceso, como un testigo o un perito.

"...cabe tener en consideración que por regla general, las resoluciones judiciales que son
pronunciadas en los procedimientos escritos, lo son sin que aquéllos a quienes van a
afectar se hallen presente, por lo que resulta forzoso que tengan un conocimiento cabal,
veraz, oportuno y eficaz de ellas, lo que se logra por medio de las notificaciones, las que
efectuadas cumpliendo con las formalidades respectivas, permiten presumir de derecho
que tal conocimiento se ha verificado, sin que admita, salvo casos excepcionales, la prueba
de la falta de tal noticia" (C. Suprema, 12 de noviembre de 2013, rol Nº 748-2013).

4.4.2. Importancia

Los actos de comunicación tienen gran trascendencia en el proceso. Además de


cumplir una función de enlace entre los sujetos que intervienen en el proceso, su
práctica asegura el cumplimiento de las exigencias derivadas del principio de
contradicción, permitiendo que las partes puedan aprovechar las posibilidades que les
concede la ley procesal. Específicamente, respecto del demandado, la garantía del
debido proceso impone ofrecerle la oportunidad real de ser oído lo que implica
asegurarle un oportuno previo conocimiento de la pretensión. Una razonable
posibilidad de defensa y en igualdad de condiciones, exige el máximo de rigurosidad
posible en la práctica de los actos de comunicación.

En segundo lugar, su regulación es un factor influyente en la rapidez y eficacia del


proceso. Una adecuada ordenación de los actos de comunicación implica equilibrar la
exigencia de que las partes tomen un efectivo conocimiento de las resoluciones con la
necesidad de que el proceso avance hacia su conclusión, evitando la dilación que
puede generar la dificultad para practicar la respectiva comunicación.

Un régimen de los actos de comunicación demasiado complejo y que pretendiera


asegurar el conocimiento personal y directo de todas las resoluciones tornaría lento y
antieconómico el desarrollo del proceso. A su vez, un sistema de notificaciones
demasiado laxo podría comprometer la efectividad del principio de contradicción, al no
ofrecer suficientes garantías de oportuno conocimiento de las resoluciones judiciales.

La opción del legislador procesal laboral equilibra los intereses indicados


estableciendo que la primera notificación a la demandada debe practicarse en forma
personal, en tanto que las demás resoluciones, salvo algunas de especial
trascendencia, se sujetan a la regla general, esto es, la notificación mediante su
inclusión en el estado diario (arts. 436 y 441 del Código del Trabajo).

Debe destacarse que la ausencia de notificación o su práctica en forma deficiente


no conlleva la nulidad de la resolución respectiva —supuesto que esta cumpla con
todos los requisitos legales— sino que conduce a que esta no produzca sus efectos
normales previstos por la ley.

Como se comprende, el binomio compuesto por resolución y notificación es


fundamental de modo que, salvo supuestos específicamente exceptuados, la
notificación es condición para la eficacia de la resolución y esta, a su vez, colma el
contenido de la primera. El proceso avanza merced las resoluciones judiciales, pero
estas están destinadas a permanecer en la ineficacia mientras no sean objeto de
notificación. A su vez, la notificación supone per sé la existencia de "algo" que
comunicar. No hay ni puede haber notificación de "algo" que no sea una resolución
judicial. De ahí entonces la mutua interacción entre ambas clases de actos
procesales.

4.4.3. Régimen legal

Las notificaciones están sometidas a un doble grupo de reglas legales. Por un lado,
están reglamentadas en forma particularizada en el párrafo 2º del Capítulo II del Libro
V del Código del Trabajo (arts. 436-442 del Código del Trabajo), pero también se les
aplican las reglas comunes a todos los actos procesales, por lo que deben reunir
todos los requisitos de validez generales de esta clase de actuaciones procesales. En
lo no previsto, rigen las reglas contenidas en el Libro I del Código de Procedimiento
Civil (art. 432 del Código del Trabajo).

4.4.4. Clases de notificaciones: simple notificación, citación, emplazamiento y


requerimiento

Los actos de comunicación son actos del órgano jurisdiccional tradicionalmente


diferenciados según los distintos destinatarios de la comunicación. Si la comunicación
lo es entre tribunales, el más importante acto de comunicación está conformado por
los exhortos. Cuando esa comunicación se refiere a las partes litigantes o a otros
sujetos que hayan de actuar en el proceso, se habla de notificaciones, citaciones,
emplazamientos y requerimientos (De La Oliva).

El art. 451 del Código del Trabajo distingue, por ejemplo, entre la notificación de la
demanda y la citación a la audiencia preparatoria, aun cuando ambos actos de
comunicación se verifican en una misma oportunidad.

Las notificaciones, citaciones, emplazamientos y requerimientos tienen en común no


solamente sus destinatarios sino también que todas ellas comunican una resolución
judicial.

Sin embargo, la notificación es un concepto genérico y está presente en todos los


otros actos de comunicación específicos recién mencionados. La diferencia
fundamental entre ellas no reside tanto en el acto de comunicación en sí mismo, sino
que en el contenido de la resolución judicial que se comunica. Por consiguiente, la
citación, el emplazamiento y el requerimiento son especies pertenecientes al género
de las notificaciones y lo que las distingue es el objeto de la comunicación, es decir,
su contenido.

Esta circunstancia explica el motivo por el que la forma en que se llevan a efecto los
tipos especiales de actos de comunicación sea prácticamente idéntica en casi todos
los casos a la utilizada para practicar una notificación. Así, el acto de poner en
conocimiento de un sujeto una resolución cualquiera (notificación) no difiere
sustancialmente de la forma en que se practica una citación o un emplazamiento. La
nota distintiva viene determinada por el contenido de esos actos que no se limitan a
dar a conocer, sino que invitan o imponen una determinada conducta (Guasp).

a) La citación

Es un acto de comunicación cuyo contenido está constituido por una resolución


judicial que convoca a las partes o a un tercero para que comparezcan en un día,
hora y lugar determinado. La citación, como acto de comunicación se caracteriza
porque impone al afectado la carga o la obligación de comparecer a la presencia del
juez y porque esa comparecencia debe llevarse a efecto en un momento
determinado. Esto es lo esencial de la citación. Sin embargo, la manera en que se
pone en conocimiento del sujeto no difiere de modo sustancial con la forma como se
comunica otro tipo de resoluciones judiciales.

Las citaciones a las audiencias tienen requisitos especiales pues en ellas debe
hacerse constar que se celebrarán con las partes que asistan, afectándole a la que no
concurra todas las resoluciones que se dicten en ella, sin necesidad de ulterior
notificación (art. 426 del Código del Trabajo).

En el caso de la citación a la audiencia preparatoria, deberá indicarse en ella,


además, que en dicha audiencia deberán ofrecer la prueba que pretendan hacer valer
en la audiencia oral de juicio, como así también requerir las diligencias de prueba
atinentes a sus alegaciones, para que el tribunal examine su admisibilidad (art. 451
del Código del Trabajo).

b) El emplazamiento

En sentido amplio, es el acto por el cual el tribunal ordena a las partes o a los
terceros que comparezcan ante él en un lapso determinado, es decir, dentro de un
plazo. Si bien guarda semejanza con la citación, al imponer a las partes una
determinada conducta, se caracteriza porque ordena al emplazado la conducta de
que comparezca ante la presencia judicial y porque dicha comparecencia debe
verificarse en un lapso determinado y no en un instante preciso, como en la citación.

En sentido restringido, se habla de emplazamiento, para aludir al llamado que se


hace al demandado para que comparezca a defenderse en juicio dentro del plazo que
le acuerda la ley para tal fin.

El tribunal Supremo español tiene resuelto que "El emplazamiento judicial es un acto
procesal de naturaleza mixta, componiéndose de un acto de comunicación en sentido
estricto por el cual se notifica al destinatario la existencia de un proceso contra él,
integrándose, además, por un acto de intimación, para comparecer en dicho proceso" (STS
698/1995 de 13 de julio de 1995).

c) El requerimiento

Es el acto por el cual el tribunal ordena a las partes o a los terceros dar, hacer o no
hacer alguna cosa determinada que no consista en una comparecencia ante él. Se
asemeja a la citación y el emplazamiento en cuanto está compuesto por una
comunicación y porque invita o impone una determinada conducta.

La diferencia radica, en primer lugar, en la conducta que impone, que debe ser
diferente a la de comparecer ante el tribunal porque, de lo contrario, estaríamos frente
a una citación o un emplazamiento.

"Que la notificación, en un sentido estricto, es el acto del tribunal que tiene por objeto poner
en conocimiento de los interesados una resolución judicial; no puede entonces
confundírsela con el requerimiento, puesto que, como ya se ha repetido, éste lleva
involucrada una orden del tribunal para hacer o no hacer una cosa determinada que no
consista en una comparecencia" (C. de Apelaciones de Concepción, 19 de diciembre de
1977, en Rev. Der. y Jur., tomo 74, s. 2ª, p. 245).

Más allá de esta delimitación negativa, su exacta comprensión supone analizar los
supuestos normativos que lo contemplan. Los casos más destacados de esta clase
de acto de comunicación pertenecen al proceso de ejecución y son el requerimiento
para el pago (arts. 466 inc. 3º y 473 inc. 3º del Código del Trabajo). También reviste
esta naturaleza la orden de reincorporación del trabajador sujeto a fuero laboral
(art. 174 del Código del Trabajo).

4.4.5. Reglas comunes

Existe un conjunto de principios que informan a todos los actos de comunicación,


cualquiera sea su clase:

a) Son una condición de eficacia de las resoluciones judiciales. Excepciones

Como se explicó, la ley subordina la eficacia de las resoluciones judiciales a que


estas sean notificadas en forma legal (art. 38 del Código de Procedimiento Civil), lo
que significa que la resolución judicial produce todos los efectos legales que le son
propios cuando ha sido notificada y esa notificación ha sido practicada en
conformidad a la ley.
Sin embargo, esta regla no presenta carácter absoluto. El Tribunal Constitucional ha
sostenido que el principio conforme al cual toda resolución vale desde su notificación,
admite excepciones como, por lo demás, el propio texto del art. 38 del Código de
Procedimiento Civil se encarga de señalar.

"...así como el legislador puede fijar distintas formas de notificación atendiendo a la


naturaleza del proceso, también puede prescindir de ella en casos calificados,
procurando un bien superior..." (Tribunal Constitucional, 24 de enero de 2013, rol
Nº 2166).

Manifestaciones de esta excepción a la regla son las siguientes:

i) Las medidas cautelares que, conforme lo señala el art. 444 inc. 3º del Código del
Trabajo, pueden llevarse a efecto antes de notificarse a la persona contra quien se
dictan.

ii) A la parte que no asista a la audiencia le afectarán todas las resoluciones que se
dicten en ella, sin necesidad de ulterior notificación (art. 451 inc. 2º del Código del
Trabajo).

b) Para su validez no se requiere consentimiento del notificado (art. 39 del Código


de Procedimiento Civil)

La razón parece evidente: la producción de los efectos propios de una notificación


no puede quedar subordinada a la voluntad del sujeto a quien se practica la
notificación pues en tal caso bastaría con que este negare su consentimiento a ser
notificado. Por esta razón se ha resuelto que el estado etílico del notificado no tiene
incidencia en la validez de la notificación.

c) No deben contener declaración alguna del notificado (art. 57 del Código de


Procedimiento Civil)

Estrechamente vinculado a la regla anterior y derivado también de su carácter


unilateral, aparece que el testimonio que se deje en la carpeta electrónica del acto
procesal de comunicación no debe contener ningún tipo de declaración de la persona
a quien se notifica. Se trata, por un lado, de una norma imperativa dirigida al ministro
de fe que practica la notificación y cuya infracción puede significar un incumplimiento
de deberes funcionarios. De otra parte, también se traduce en la ineficacia de
cualquier clase de declaración que pudiere formular el sujeto al momento de ser
notificado, la cual carecerá de todo mérito.

d) Exigencia de georreferenciación

Como sucede respecto de toda actuación procesal, de las notificaciones debe


dejarse constancia en la carpeta electrónica. En el caso de los receptores judiciales,
la Ley Nº 20.886 sobre tramitación digital de los procedimientos judiciales establece
que el testimonio de la diligencia debe ser agregado a la carpeta electrónica dentro de
los dos días hábiles siguientes a la fecha en que se practicó la diligencia, con la
debida constancia de todo lo obrado. Adicionalmente, el acta donde consta la
diligencia debe incluir un registro georreferenciado, que dé cuenta del lugar, fecha y
horario de su ocurrencia.

La georreferenciación debe realizarse mediante el uso del programa computacional


o aplicación móvil que la Corporación Administrativa del Poder Judicial pondrá a
disposición de los receptores judiciales, los que deberán contar con dispositivos
móviles que permitan la descarga de aplicaciones y cuenten con cámara y sistema de
georreferenciación (art. 5º Auto Acordado Nº 37-2016 sobre tramitación digital de los
procedimientos judiciales).

4.4.6. Notificaciones y nulidad procesal

Con bastante frecuencia la doctrina destaca el carácter formal de las notificaciones,


en el sentido de que su eficacia está subordinada a la regularidad del cumplimiento
formal de sus requisitos. En realidad, con este rasgo no se añade un ingrediente
novedoso a la regla general de que todos los actos que componen el proceso están
sujetos al cumplimiento de requisitos formales. Es probable que se ponga el acento
en este carácter para destacar la importancia de cumplir en su ejecución con todas
las previsiones legales dispuestas para su validez, como lo sugiere el propio texto del
art. 38 del Código de Procedimiento Civil, que exige para la eficacia de las
resoluciones judiciales no solo su notificación, sino que esta sea practicada "con
arreglo a la ley".

Sin embargo, todo el sentido de las notificaciones, como actos de comunicación, se


sintetiza en la necesidad de que la persona del notificado tome conocimiento de la
respectiva resolución, por lo que toda otra consideración adicional en torno a la forma
en que se lleva a efecto el acto de comunicación queda subordinada a que su
destinatario tome real y efectiva noticia de aquello que se le comunica. La prevalencia
de la finalidad del acto de comunicación por sobre el cumplimiento de las
formalidades que lo rigen tiene una incidencia inmediata en régimen de nulidad de
esta clase de actos procesales, relativizándose en cierto modo la importancia del
elemento formal frente al efectivo conocimiento por parte del sujeto del notificado.

La priorización del conocimiento de la resolución por sobre la regularidad formal del


acto de comunicación se manifiesta en un doble sentido: hay supuestos en que el
acto de comunicación no ha sido practicado con arreglo a las previsiones legales,
pero que ha llegado a conocimiento del notificado, generando este conocimiento un
efecto saneador y hay otros en que se cumplen los requisitos legales y el acto no
llega a conocimiento del notificado, sin responsabilidad de este, careciendo de
eficacia el acto, pese al cumplimiento de sus requisitos formales.
Adicionalmente, si el acto procesal ha producido todos sus efectos, es decir, ha
conseguido la finalidad prevista por el legislador con su creación, dicho acto es válido
aun cuando en su ejecución no se hayan observado rigurosamente las formalidades
dispuestas por el ordenamiento.

Así las cosas, si de los antecedentes aparece que el sujeto que cuestiona la validez
de la notificación tuvo, sin embargo, real y oportuno conocimiento de la resolución, la
pretensión anulatoria no podrá prosperar, pese a que se haya cometido una
irregularidad formal en su ejecución.

Por este motivo, el legislador legitima como acto equivalente a la notificación, la


gestión que realiza la parte y que suponga conocimiento de dicha resolución, aunque
no se haya verificado notificación alguna o se haya efectuado en otra forma que la
legal (art. 55 del Código de Procedimiento Civil).

La relativización de la importancia de la regularidad formal del acto de


comunicación, que cede a favor del cumplimiento de la finalidad esencial del acto,
supone que cualquier alegación y la declaración de la nulidad de una notificación
debe siempre colocar el acento en la ausencia de conocimiento real y oportuno de la
correspondiente resolución y, por consiguiente, en el perjuicio ocasionado a la parte
afectada, es decir, en la privación o disminución de sus facultades de defensa en
juicio, provocada como consecuencia de la irregularidad formal que se denuncia.

4.4.7. Formas de notificación

Como se adelantó, el sistema asumido por el Código del Trabajo consiste en


practicar una primera notificación personal al demandado e imponer en seguida a las
partes la carga de mantener vigilancia activa sobre la marcha del proceso,
autorizando para ello las notificaciones por carta certificada y aun por la simple
anotación en el estado diario.

El Código establece las siguientes formas de practicar una notificación:

1. notificación personal.

2. notificación subsidiaria del art. 437 del Código del Trabajo.

3. notificación por avisos.

4. notificación por carta certificada.

5. notificación por el estado diario.

6. notificación señalada por la parte

4.4.7.1. Notificación practicada en forma personal


a) Concepto

Es aquella que se hace a la persona misma del notificado y que se verifica mediante
la entrega de una copia íntegra de la resolución de cuya notificación se trata y de la
solicitud en que haya recaído (art. 436 del Código del Trabajo).

Es la forma de notificación más perfecta que contempla el sistema procesal ya que


supone una comunicación cierta que llega al destinatario y que lo informa de manera
efectiva, real y cabal de la resolución pertinente.

b) Procedencia y requisitos de la notificación personal

La notificación personal tiene lugar cuando se trate de la primera notificación a la


parte demandada (art. 436 del Código del Trabajo).

Como todo acto procesal, además de la correspondiente constancia, la notificación


personal está sujeta al cumplimiento de requisitos de dos clases: subjetivos y de
actividad.

c) Requisitos subjetivos

Esta forma de practicar la notificación debe realizarse por el funcionario que el juez
determine, atendiendo a las circunstancias del lugar en que funcione el tribunal y
restantes consideraciones que miren a la eficacia de la actuación. Sin perjuicio de lo
anterior, la parte interesada podrá siempre encargar a su costa la práctica de la
notificación a un receptor judicial.

d) Requisitos de actividad: Lugar, tiempo y forma de la notificación personal

A pesar de que prácticamente no existen sitios inhábiles para efectuar la notificación


en forma personal, el lugar tiene incidencia respecto de las condiciones de tiempo en
que debe practicarse.

De esta manera, en los lugares y recintos de libre acceso público la notificación


personal se puede efectuar en cualquier día y a cualquier hora, procurando causar la
menor molestia al notificado.

Por lugar de libre acceso al público debe entenderse todo aquel al cual una persona
pueda acceder sin otro requisito que entrar o bien pagar la entrada, tales como
restaurantes, cines, museos, estadios municipales, bibliotecas, etc., debiendo
excluirse aquellos lugares privados que puedan existir dentro de ellos, como las
oficinas administrativas o privadas.

Puede causarse molestia al notificado, si se le notifica, por ejemplo, en ceremonias,


matrimonios, funerales y reuniones similares, o si el receptor le da a conocer el
contenido de los documentos que debe entregar a viva voz frente a terceros, puesto
que, por su naturaleza, y salvo disposición legal en contrario, el acto de notificar
consiste solamente en la entrega que el receptor hace de las copias de la resolución y
de la solicitud en ella recaída, sin que esté autorizado para revelar en público su
contenido.

De todos modos, si se practicara la notificación causándole molestias al notificado,


ello no afecta la validez de la misma, sino que dará lugar para que el afectado pueda
impetrar del juez la aplicación de medidas disciplinarias por esa falta o abuso
cometida por el funcionario que practicó la notificación.

Además, la notificación personal se podrá efectuar en cualquier día, entre las seis y
las veintidós horas, en la morada o lugar donde pernocta el notificado, en el lugar
donde ordinariamente ejerce su industria, profesión o empleo, o en el recinto del
tribunal.

Si la notificación se verifica en recintos privados, como la morada o lugar donde


pernocta el notificado o en su lugar de trabajo, la notificación podrá practicarse en
cualquier día, pero solo entre las 06:00 y las 22:00 horas.

Sin perjuicio de lo anterior, se autoriza al juez para ordenar que la notificación se


practique en horas diferentes a las indicadas, si concurren motivos fundados.

Como la norma permite que la notificación se practique en día inhábil, siguiendo la


línea del Código de Procedimiento Civil, se consideró pertinente regular la forma de
computar los plazos en esta hipótesis. En este caso, los plazos comienzan a correr
desde las cero horas del día hábil siguiente. Esta norma prácticamente carece de
sentido porque como los plazos de días, meses o años han de ser completos (art. 48
del Código Civil), nunca se debe considerar en su cómputo el día en que se practica
la notificación, resultando indiferente que la notificación se haya efectuado o no en día
inhábil.

En cuanto a la forma de practicar la notificación personal, esta se lleva a efecto


entregando a la persona notificada copia íntegra de la resolución y de la solicitud en
que hubiere recaído.

4.4.7.2. Notificación especial del art. 437 del Código del Trabajo

Como la práctica de la notificación personal, como se ha visto, supone la presencia


simultánea del ministro de fe y del sujeto a quien se notifica, si la persona a quien se
trata de notificar no es habida en alguno de los lugares hábiles para practicarla, surge
un impedimento para practicar la notificación personal.

En efecto, suele suceder que, teniendo habitación o domicilio laboral conocidos, el


notificado se oculte o evite la presencia del ministro de fe, o simplemente pase la
mayor parte del tiempo fuera de esos lugares. Para estos casos la ley ha establecido
una forma distinta de practicar la notificación personal, a través del mecanismo del
art. 437 del Código del Trabajo que tiene como supuesto la circunstancia de haberse
establecido de modo fehaciente su morada o lugar donde ordinariamente ejerce su
industria, profesión o empleo.

a) Concepto y naturaleza

Corresponde a una forma especial de notificación personal, que tiene lugar cuando
la persona a quien debe notificarse personalmente no es habida en su habitación o en
el lugar donde ordinariamente ejerce su industria, profesión o empleo, concurriendo
los demás requisitos legales.

En cuanto a su naturaleza, esta clase de notificación no tiene carácter autónomo


pues está llamada a reemplazar y producir los mismos efectos que la notificación
personal. Por consiguiente, puede decirse que se trata de una modalidad de la
notificación personal, cuando esta no ha podido practicarse por no ser habido el
notificado, cumpliéndose los demás requisitos legales.

b) Procedencia

Como se señaló, esta clase de notificación carece de entidad autónoma y solo está
destinada a substituir la notificación personal, de modo que su primera condición de
procedencia es que se trate de practicar una notificación personal.

c) Requisitos específicos de procedencia: búsqueda y constancia

Las búsquedas en los lugares autorizados. La búsqueda de la persona a quien


se trata de notificar en forma personal en su habitación o en el lugar donde ejerce
ordinariamente su industria, profesión o empleo, sin ser habido.

Acreditación de determinadas circunstancias. La ley exige que se haga constar


en el proceso los siguientes hechos:

a) que, tratándose de una persona natural, el notificado se encuentra en el lugar del


juicio, debiendo entenderse por tal la comuna donde tiene su asiento el tribunal o bien
el respectivo territorio jurisdiccional que, como es sabido, puede comprender una o
varias comunas.

b) cuál es su habitación o el lugar donde ejerce ordinariamente su industria,


profesión o empleo.

d) Forma de llevar a efecto la notificación

Acreditadas ambas circunstancias, de lo cual deberá dejar constancia el funcionario


que practica la notificación, se procede a la notificación en el mismo acto y sin
necesidad de nueva orden del tribunal, marcando así una diferencia importante con la
regulación prevista en el art. 44 del Código de Procedimiento Civil, que exige dos
búsquedas y resolución del tribunal.

La notificación se lleva a efecto entregando copia íntegra de la resolución y de la


solicitud en que hubiera recaído a cualquier persona adulta que se encuentre en la
morada o en el lugar donde el notificado ejerce ordinariamente su industria, profesión
o empleo.

Si, por cualquier causa, no es posible entregar dichas copias, deberá fijarse en un
lugar visible un aviso que de noticia de la demanda con las siguientes menciones:
especificación exacta de las partes, materia de la causa, juez que conoce de ella y
resoluciones que se notifican.

Finalmente, siguiendo la línea del Código de Procedimiento Civil, la ley se coloca en


la situación que el lugar donde deben dejarse las copias se encuentre en un edificio o
recinto al que no se permite libre acceso y donde por consiguiente no es posible al
receptor fijar el señalado aviso, en cuyo caso este y las copias se entregarán al
portero o encargado del edificio o recinto, dejándose testimonio expreso de esta
circunstancia. Este inciso fue incorporado al art. 44 del Código de Procedimiento Civil
por la reforma de la Ley Nº 19.382 y tuvo por objeto precisamente solucionar el
problema creado por la imposibilidad de acceso del ministro de fe a la morada o lugar
de trabajo del notificado, principalmente en lugares como empresas, fábricas y, sobre
todo, en edificios de departamentos, donde existen porterías y no se permite el
acceso sin autorización (Otero).

Es relevante destacar que, aunque parezca un formalismo exagerado, en este


último caso, al portero o encargado del edificio le deben ser entregadas no solo la
copia íntegra de la resolución y de la solicitud en que hubiera recaído sino que,
además, el aviso que de noticia de la demanda con las especificaciones que indica la
ley. Así se ha resuelto (C. de Apelaciones de Concepción, 23 de agosto de 2019, rol
Nº 305-2019).

Se ha resuelto que en esta clase de lugares no es válido que la notificación se


practique fijando en la puerta un aviso que dé noticia de la demanda, sino que resulta
imperativo que las copias respectivas se entreguen al portero o encargado del edificio
o recinto (C. de Apelaciones de Concepción, 23 de mayo de 2011, rol Nº 321-2011).
La conclusión no parece exacta pues la idea de permitir la entrega de las copias al
portero o encargado del edificio o recinto, lo es sobre la base de que al ministro de fe
no se le permita el libre acceso, por lo que permitida la entrada del receptor no se ve
inconveniente en que proceda en la forma ordinaria para esta clase de notificación,
esto es, fijando en un lugar visible el señalado aviso.

e) Requisitos de constancia y georreferenciación


La constancia y el envío de carta certificada. Como toda actuación judicial, de la
notificación especial del art. 437 del Código del Trabajo debe dejarse testimonio en la
carpeta electrónica.

Adicionalmente, el funcionario que practique la notificación debe dar aviso de ella a


ambas partes, enviándoles una carta certificada el mismo día o a más tardar el día
hábil siguiente. Sin embargo, no se trata de un requisito de validez de la notificación
pues su omisión no la invalidará, pero hará responsable al infractor de los daños y
perjuicios que se originen y el tribunal, previa audiencia del afectado, deberá
imponerle una medida disciplinaria.

La exigencia de georreferenciación. Además de la constancia en la carpeta


electrónica y del envío de la carta certificada, la Ley Nº 20.886 sobre tramitación
digital de los procedimientos judiciales establece que el testimonio de la diligencia
debe ser agregado a la carpeta electrónica dentro de los dos días hábiles siguientes a
la fecha en que se practicó la diligencia, con la debida constancia de todo lo obrado.
Adicionalmente, el acta donde consta la diligencia debe incluir un registro
georreferenciado, que dé cuenta del lugar, fecha y horario de su ocurrencia. A pesar
de que la obligación de georreferenciación está contenida en el art. 9º relativa a al
registro de actuaciones de receptores, la exigencia está dada para todos aquellos
sujetos habilitados por ley para practicar esta clase de notificaciones.

f) Improcedencia de la notificación especial respecto del trabajador

El art. 438 del Código del Trabajo establece la improcedencia de notificar por esta
modalidad cuando el notificado es el trabajador, en cuyo caso, deberá practicarse en
persona, siempre y cuando se trate de notificarlo de la demanda en el lugar donde
funcione la empresa, establecimiento o faena que dependa del empleador con el cual
litigue.

4.4.7.3. Notificación por avisos (art. 439 del Código del Trabajo)

a) Concepto y naturaleza

La notificación por avisos es aquella sustitutiva de la notificación personal que se


practica, previa orden del tribunal, por medio de un aviso o por cualquier medio
idóneo, cuando es necesario notificar una resolución a una persona cuya
individualización o domicilio sean difíciles de determinar o que por su número
dificulten considerablemente la práctica de la notificación.

Esta clase de notificación no tiene carácter autónomo pues está llamada a


reemplazar y producir los mismos efectos que la notificación personal de la demanda,
por lo que puede decirse que se trata de una modalidad en la forma de practicar la
notificación personal, cuando no ha podido llevarse a efecto por determinados
motivos, cumpliéndose los demás requisitos legales.
b) Procedencia y requisitos

Como se señaló, esta clase de notificación carece de entidad autónoma y solo está
destinada a substituir la notificación personal de la demanda, de modo que su primera
condición de procedencia es que se trate de practicar la notificación personal de la
demanda.

c) Requisitos específicos de procedencia

El art. 439 del Código del Trabajo establece tres supuestos de procedencia de esta
forma de notificación:

a) Que se trate de notificar a personas cuya individualización sea difícil determinar.


A menudo se cita como ejemplo de este supuesto el caso de los herederos de una
persona. Sin embargo, en la actualidad existe mayor facilidad para la individualización
de los herederos de una persona fallecida, lo que hace más compleja la procedencia
de la notificación en ese caso.

No es válida la notificación mediante avisos a los herederos del demandado


fallecido si su individualización y número no fue determinado ante el tribunal, porque
previo a ello es necesaria la individualización de estos herederos (C. Suprema, 30 de
septiembre 2010, rol Nº 419-2009).

b) Que se trate de notificar a personas cuyo domicilio sea difícil determinar.

El concepto de domicilio está tomado en sentido amplio, como comprensivo de


residencia, habitación o morada de las personas a quienes haya de notificarse, y aun
del lugar donde ordinariamente ejerce su industria, profesión u oficio.

c) Que se trate de notificar a personas que por su número dificulten


considerablemente la práctica de la diligencia.

En este caso, deben concurrir dos circunstancias de modo copulativo: la


numerosidad de personas a notificar y la considerable dificultad para notificarlos en
forma personal.

Se tiene resuelto que la mera circunstancia que los demandados fueran más de uno
no es suficiente para disponer la notificación por avisos (C. de Apelaciones de
Santiago, 11 de julio de 2007, rol Nº 8089-2002).

En todo caso, lo verdaderamente relevante es el nexo lógico que debe existir entre
ambas circunstancias, lo que determina que la dificultad para practicar la notificación
deriva específicamente del número de personas a notificar.

"Que en cuanto a la circunstancia que el número de las personas a quienes hay que
notificar dificulte considerablemente la práctica de la notificación personal o por cédula,
cabe considerar que la pluralidad de personas a que ha hecho referencia la ley no basta
por sí sola para hacerla procedente, porque es indispensable además que dicha pluralidad
dificulte en grado considerable la notificación personal o por cédula" (C. de Apelaciones de
Concepción, 6 de noviembre de 2014, rol Nº 1315-2014).

d) En materia civil, se exige que la persona que se trata de notificar se encuentre en


el territorio de la República

Reafirmando la prevalencia del conocimiento de la resolución por sobre el


cumplimiento formal de los requisitos de la notificación, en el proceso civil, doctrina y
jurisprudencia coinciden en que la notificación por avisos resulta improcedente si se
establece que el sujeto notificado se encuentra fuera del territorio de la República.

La solución parece discutible. Además de no aparecer exigido en la ley, en la


actualidad, la divulgación por medios digitales resulta bastante más asequible a la que
se realiza en formato papel, soporte que prácticamente ha sido proscrito en el
proceso, razón por la cual la sola circunstancia de que el notificado se encuentre en el
extranjero no constituye impedimento para que pueda ser notificado mediante avisos,
concurriendo lógicamente los demás requisitos legales de procedencia.

e) Forma de practicar la notificación

Establecidas las circunstancias que la hacen procedente, su forma dependerá de la


decisión del tribunal que podrá ser mediante la publicación de un aviso o por cualquier
medio idóneo.

En el primer caso, deberá publicarse, por una sola vez en el Diario Oficial u otro
diario de circulación nacional o regional, conforme a un extracto emanado del tribunal,
el que contendrá un resumen de la demanda y copia íntegra de la resolución recaída
en ella. Si el aviso se publicara en el Diario Oficial, será gratuita para los trabajadores.

La notificación mediante otro medio idóneo solo exige del tribunal que garantice el
derecho a la defensa y los principios de igualdad y de bilateralidad de la audiencia.

4.4.7.4. Notificación mediante carta certificada (art. 440 del Código del Trabajo)

La notificación mediante carta certificada procede respecto de aquellas resoluciones


que ordenen la comparecencia personal de las partes y que no hayan sido expedidas
en el curso de una audiencia.

En cuanto al lugar donde se practica la notificación por carta certificada, la ley


establece como sitio hábil para llevarla a cabo el lugar conocido, dentro de los límites
urbanos de la ciudad que hayan designado las partes. Por consiguiente, solo en este
lugar y no en otro puede practicarse la notificación y la designación de este lugar se
considera subsistente mientras no haga otra la parte interesada, aun cuando de
hecho cambie su morada.

Si el litigante no cumple con la carga de la designación legal del lugar y que este
sea conocido, el art. 440 inc. 2º del Código del Trabajo establece la consecuencia
jurídica señalando que aquellas resoluciones que debían notificarse por carta
certificada, serán notificadas por el estado diario a aquellos litigantes que no hayan
hecho la designación y mientras esta no se haga.

La consecuencia jurídica opera sin necesidad de petición de parte y sin previa orden
del tribunal.

"Que, por consiguiente, era deber del secretario del tribunal incluir la sentencia definitiva en
el estado diario correspondiente, para los efectos de su notificación a la empresa
demandada, lo que debió hacer sin necesidad de petición de parte y sin previa orden del
tribunal, de manera que la falta de dicha notificación, al no resultar imputable a la parte
demandante, impide atribuirle responsabilidad alguna en la paralización del proceso, toda
vez que el impulso procesal no estaba radicado en su persona" (C. de Apelaciones de
Copiapó, 15 de julio de 2011, rol Nº 177-2011).

Pero también hay que considerar que la falta de designación de lugar conocido
implica que la notificación por el estado diario no solo opera como una sanción, sino
que existe la necesidad de hacerlo de este modo toda vez que la falta de dicha
designación hace imposible practicar la notificación por carta certificada. Así las
cosas, si la parte demandada no fijó el señalado lugar, la notificación practicada por
carta certificada, por ejemplo, en el domicilio en que fue notificada la demanda, no
resulta eficaz, ya que la única notificación válida en este caso es la que se verifica por
el estado diario.

Se ha discutido si esta sanción se aplica únicamente al litigante que comparece y no


designa lugar conocido para la notificación o si también afecta a aquella parte que no
comparece. En mi opinión, la sanción es plenamente aplicable al litigante rebelde,
puesto que la rebeldía implica tener por evacuado el trámite de que se trata, por el
solo ministerio de la ley y para todos los efectos legales, incluso para la falta de
designación de domicilio.

Respecto del momento en que se entiende practicada la notificación por carta


certificada, el inciso 2º del art. 440 del Código del Trabajo establece que "Las
notificaciones por carta certificada se entenderán practicadas al quinto día siguiente a
la fecha de entrega de la carta en la oficina de correos, de lo que se dejara´
constancia". Se trata, en todo caso, de una presunción simplemente legal que puede
ser desvirtuada mediante una prueba en contrario.

4.4.7.5. Notificación mediante el estado diario (art. 441 del Código del Trabajo)
Concepto e importancia. La notificación por el estado diario consiste en la
inclusión en una nómina o lista, denominada estado, que se forma electrónicamente y
que está disponible diariamente en la página web del Poder Judicial y que contiene
las indicaciones y formalidades exigidas por la ley.

Su importancia deriva de que se trata de la regla general, en cuanto a la forma en


que deben practicarse las notificaciones, tanto en primera como en segunda
instancia, salvo que la parte haya propuesto para sí una forma de notificación
diferente o que por ley o disposición del tribunal deban notificarse personalmente o
por medio de carta certificada.

Por consiguiente, la ley no señala los supuestos de procedencia de esta forma de


notificación, salvo en dos casos:

a) cuando se trata de notificar al demandante la resolución recaída en la demanda


(art. 436 del Código del Trabajo).

b) cuando opera como una sanción procesal (art. 440 inc. final del Código del
Trabajo).

4.4.7.6. Notificación electrónica o por otros medios

El art. 442 del Código del Trabajo incorporó la facultad para que cualquiera de las
partes proponga para sí una forma de notificación electrónica o por cualquier otro
medio. Complementando esta disposición, el art. 68 Acta Nº 71-2016, que regula el
funcionamiento de tribunales que tramitan electrónicamente, señala que todo litigante
será llamado, desde su primera solicitud o comparecencia ante el tribunal, a
individualizar un medio electrónico único de notificación con el fin de facilitar la
comunicación expedita de la información de que se trate, el que será registrado en el
sistema informático. Este llamamiento, sin embargo, en ningún caso significa, a mi
juicio, que se pueda imponer la obligación de proponer una forma de notificación
electrónica, la que de acuerdo a la ley es meramente facultativa y está configurada
como un derecho y no como un deber.

La parte es la que decide la clase de notificación que desea para sí, que puede ser
en forma electrónica o por cualquier otro medio y deberá, por consiguiente, asumir las
consecuencias de su elección.

Aunque la propuesta de notificación es facultativa para las partes, una vez aceptada
por el tribunal, resulta obligatorio practicar todas las notificaciones en la forma
señalada por la parte, con excepción de la primera notificación al demandado, a
menos que el tribunal disponga en forma expresa la notificación personal que, por su
naturaleza, puede sustituir cualquiera otra.
En mi concepto, no es posible que la parte proponga para sí una forma de
notificación solo para ciertas resoluciones o que excluya de la notificación electrónica
otras, como la sentencia definitiva, por ejemplo. La intención ha sido que la forma de
notificación propuesta y aceptada rija para toda la causa sin excepciones.

Aunque la ley no lo expresa, por aplicación de la regla de supletoriedad, es


perfectamente admisible la notificación tácita o presunta regulada en el art. 55 del
Código de Procedimiento Civil, como también el supuesto específico regulado en el
inciso 2º de la misma disposición, que fija el momento exacto en que debe entenderse
notificada una resolución cuya notificación fue declarada nula a petición de parte.

4.4.8. Comunicaciones entre tribunales: los exhortos

Los exhortos. Los tribunales deben prestarse recíproca colaboración para la


práctica de diligencias que hayan sido dispuestas por uno y que requieran la
colaboración del otro. Como es sabido, los tribunales solo pueden ejercer su potestad
dentro de su territorio jurisdiccional y salvo calificadas excepciones, no está permitido
el desplazamiento del órgano jurisdiccional, requiriéndose necesariamente la
colaboración del tribunal del lugar donde ha de practicarse la diligencia.

De ahí que el art. 71 del Código de Procedimiento Civil, aplicable por la regla de
supletoriedad, señale que "Todo tribunal es obligado a practicar o a dar orden para
que se practiquen en su territorio, las actuaciones que en él deban ejecutarse y que
otro tribunal le encomiende".

La comunicación se dirige sin intermedio alguno al tribunal o funcionario que


corresponda ejecutarla, aunque no dependa del que reclama su intervención y será
conducida a su destino por vía del sistema de tramitación electrónica del Poder
Judicial, y no siendo posible lo anterior, por el medio de comunicación idóneo más
expedito (arts. 75 y 77 del Código de Procedimiento Civil).

Complementa las disposiciones anteriores, el art. 10 de la Ley Nº 20.886 que señala


que los exhortos que se dirijan entre tribunales nacionales deberán ser remitidos,
diligenciados y devueltos mediante la utilización del sistema de tramitación electrónica
del Poder Judicial y que deberán ser derivadas través del sistema de tramitación
electrónica desde el tribunal exhortante al exhortado y, una vez tramitada por este
último, deberá devolverse, incorporando todas y cada una de las actuaciones que se
realizaron en la carpeta electrónica a que dio origen.

Sin embargo, ciertos tribunales mencionados en el art. 439 bis del Código del
Trabajo, que tienen una particular situación de cercanía territorial, pueden decretar
actuaciones para cumplirse en otras comunas sin necesidad de exhorto.

Asimismo, si en cualquier región del país la cercanía y conectividad de las comunas


lo hace aconsejable, se pueden decretar diligencias para ser realizadas fuera del
territorio en que funciona el tribunal, sin necesidad de exhorto.

4.4.9. Los oficios

Los oficios son actos de comunicación que se verifican principalmente entre


tribunales y otras personas o instituciones de carácter público.

Así, el art. 453 Nº 8 del Código del Trabajo, señala que, en la audiencia
preparatoria, el tribunal debe despachar todas las citaciones y oficios que
correspondan y que solo se dará lugar a la petición de oficios cuando se trate de
requerir información objetiva, pertinente y específica sobre los hechos materia del
juicio. La información puede ser requerida de entidades públicas o particulares.

También es habitualmente utilizado para las comunicaciones que se llevan a efecto


entre los propios tribunales, en la medida que no implique la solicitud de práctica de
una determinada diligencia judicial, pues en tal caso se debe emplear el mecanismo
de los exhortos.

De acuerdo con lo previsto en el art. 11 de la Ley Nº 20.886, los oficios y


comunicaciones judiciales que se verifiquen desde o hacia instituciones públicas
nacionales que cuenten con los recursos técnicos necesarios se diligenciarán a través
de medios electrónicos. En cambio, si carecen de dichos recursos, deberán
diligenciarse a través del medio de comunicación idóneo más eficaz de que disponga
esa institución pública. Las comunicaciones recíprocas entre el tribunal y las
instituciones relacionadas de cada materia se llevan a cabo a través de las
interconexiones que existan, la Oficina Judicial Virtual o, en su defecto, utilizando
otros medios electrónicos (art. 27 Acta Nº 71-2016).

Con arreglo a lo dispuesto en el art. 25 del Acta Nº 71-2016, toda comunicación


entre tribunales de igual o distinta jerarquía se realizará utilizando la interconexión
que existe entre los sistemas de tramitación, y en su defecto por otros medios
electrónicos, sin perjuicio de que, para optimizar el acceso a las causas entre
tribunales, los jueces y los funcionarios autorizados por el administrador pueden
acceder a consultar causas de otros juzgados a través del sistema informático, el que
guardará el registro de las búsquedas realizadas.

4.5. Incidentes

Las cuestiones incidentales suelen representar uno de los principales obstáculos


para asegurar un proceso concentrado. Por esta razón, el art. 443 del Código del
Trabajo impone promover los incidentes preferentemente en audiencia y resolverse
de inmediato y solo excepcionalmente el tribunal podrá dejar su resolución para la
sentencia definitiva.
El legislador omite consignar el tratamiento procesal de las cuestiones incidentales
promovidas fuera de audiencia. Considerando las características del procedimiento
laboral y las facultades conferidas al juez para adoptar las medidas tendientes a evitar
la paralización del proceso o su prolongación indebida (art. 429 del Código del
Trabajo), hay que concluir que la interposición de incidentes no produce, por regla
general, la suspensión del procedimiento laboral.

4.6. Tutela cautelar

4.6.1. Tutela cautelar y derecho a la tutela judicial

La realización del proceso requiere tiempo, aun cuando se respeten rigurosamente


todas las normas legales sobre su duración. El proceso laboral, por más que el
legislador se empeñe en dotarlo de celeridad y concentración no escapa de esta
realidad.

Pues bien, esa demora, imprescindible para que la potestad jurisdiccional pueda
realizarse de modo tal que garantice razonablemente una correcta solución del
conflicto, es el escenario para que el demandado pueda ejecutar actos o realizar
conductas que puedan alterar la situación vigente al inicio del pleito, afectando con
ello la eficacia de la decisión final que reconozca el derecho del actor.

La técnica de las medidas cautelares es el instrumento que el ordenamiento


contempla para hacer frente a ese riesgo y se verifica mediante una intervención
coactiva, con distinta intensidad, en el patrimonio del sujeto pasivo de la pretensión.

Que las medidas prejudiciales precautorias constituyen actos procesales, cuya


finalidad es asegurar el resultado de la pretensión que se va a deducir en el proceso,
cuando se ha demostrado la apariencia de su existencia (pretensión) y existe el
peligro de que ella puede ser burlada antes de la dictación de la sentencia definitiva
(C. de Apelaciones de Santiago, 19 de diciembre de 2014, rol Nº 1677-2014).

Con esta noción de tutela cautelar queda en evidencia la imprecisión en que incurre
el legislador laboral al comprender dentro de la tutela cautelar la función judicial de
identificación de los obligados y la singularización de su patrimonio, así como las
facultades de requerimiento de información previstas en el inciso final de la
disposición.

Es claro que se trata de cuestiones relacionadas, pero en la determinación del


sujeto pasivo y la localización de los bienes sobre los que deberá recaer la medida,
no hay ninguna incidencia en el patrimonio del demandado por la razón fundamental
de que se trata de actividades necesariamente previas a la adopción de una medida
cautelar. También en el juicio ejecutivo, por ejemplo, podrían consagrarse normas que
permitan localizar los bienes del deudor para su posterior embargo, pero nadie podría
calificar esta actividad como ejecución.

La tutela judicial cautelar está directamente vinculada con la necesidad de


resguardar la efectividad de las resoluciones judiciales y, por ende, forma parte del
derecho a la tutela judicial, reconocido como derecho fundamental, con base en lo
dispuesto en el artículo 19 Nº 3 de la Constitución Política de la República
(Bordalí/2011).

En efecto, el derecho a la efectividad de las resoluciones judiciales garantiza que lo


decidido en una sentencia se cumpla, asegurándose a la parte que obtuvo un
pronunciamiento judicial favorable que el contenido de la sentencia tenga efectividad
práctica, es decir, que el deber ser declarado en la sentencia sea susceptible de ser
llevado a la realidad.

Aun cuando la efectividad tiene su expresión más concreta al momento de hacer


ejecutar la decisión de fondo, el derecho no está necesariamente circunscrito a ese
específico instante, pues también incluye las medidas previas y necesarias para que
la ejecución pueda desplegarse en toda su dimensión, removiendo obstáculos que
impidan o dificulten considerablemente la efectividad del proceso de ejecución.

Así las cosas, la tutela cautelar es una exigencia de la efectividad de las


resoluciones judiciales que son, a su vez, el instrumento a través del cual se otorga la
tutela judicial (Chinchilla).

4.6.2. Características

a) Instrumentalidad

Es la nota característica fundamental del proceso cautelar, que permite su distinción


de otras instituciones afines y significa que las medidas cautelares no constituyen un
fin en sí mismas, sino que están preordenadas a un proceso pendiente y destinadas a
asegurar su efectividad (Calamandrei).

Son manifestaciones de esta característica configuradora y distintiva de las medidas


cautelares las siguientes:

1ª) Solo pueden adoptarse estando pendiente un proceso principal y en el caso de


que puedan obtenerse previamente a este, la no incoación del proceso dentro de
cierto plazo opera como una suerte de condición resolutoria de la medida acordada.

2ª) Deben extinguirse cuando el proceso principal termine. Si la pretensión


interpuesta en ese proceso no es acogida, la medida debe quedar sin efecto, porque
ya no hay efectos que requieran ser asegurados. Si la pretensión ha sido estimada, la
medida también está llamada a extinguirse, porque entonces ya pueden desplegarse
los efectos propios de la sentencia principal.

"Que en este procedimiento incidental de cobro de honorarios no resulta aplicable lo


dispuesto en al artículo 444 del Código del Trabajo, pues la causa laboral se encuentra
finiquitada" (C. de Apelaciones de Chillán, 14 de enero de 2015, rol Nº 112-2014).

3ª) El contenido de la medida cautelar debe adecuarse a la situación jurídica cuya


cautela se pretende.

b) Variabilidad

La resolución judicial que se pronuncia sobre una medida cautelar es esencialmente


modificable por diferentes motivos y con distinta eficacia. La más importante
manifestación de esta característica es la posibilidad de obtener una revisión de la
resolución que se pronuncia sobre una medida cautelar, en virtud de haberse alterado
los presupuestos tenidos a la vista al momento de su adopción.

c) Idoneidad y proporcionalidad

Las medidas cautelares deben ser coherentes con el objeto de la pretensión,


idóneas, esto es, cuantitativa y cualitativamente apropiadas para el fin de garantizar la
efectividad de la pretensión y proporcionales en relación con la petición formulada. De
ahí la exigencia contenida en el inciso 2º del art. 444 del Código del Trabajo que exige
que las medidas cautelares deben ser proporcionales a la cuantía del juicio.

"...la facultad que la ley entrega al juez del juicio laboral para disponer medidas de cautela
deben siempre guardar proporcionalidad con la cuantía del pleito y, aun cuando puedan
llevarse a cabo antes de notificarse al afectado, ellas quedarán sin efecto si dentro de
quinto día no son válidamente notificadas" (C. de Apelaciones de Concepción, 21 de
diciembre de 2018, rol Nº 247-2018).

4.6.3. Los presupuestos de las medidas cautelares

La procedencia una medida cautelar está subordinada al cumplimiento de unos


presupuestos o condiciones y que corresponden a la apariencia de derecho y al
peligro en la demora.

a) La apariencia de derecho

Para la adopción de una medida cautelar, no es suficiente la previa petición de


parte, pero tampoco es exigible la prueba completa del derecho que se alega. Ese
término medio entre la certeza que establecerá la resolución final del proceso
principal y la incertidumbre, base de la iniciación de ese proceso, es la verosimilitud
(Montero).
"conforme a los antecedentes acompañados y la situación pública sobre el estado de los
negocios de la demandada, circunstancias que importan un indicio bastante para conferir
seriedad y probabilidad al derecho que se reclama..." (C. de Apelaciones de Santiago, 1 de
agosto de 2018, rol Nº 1783-2018).

b) El peligro en la demora

Corresponde a aquellos riesgos que amenazan potencialmente la efectividad de la


sentencia del proceso principal, derivados de la necesaria demora en emitirla. Más
que ante un verdadero presupuesto de las medidas cautelares, nos encontramos ante
el fundamento de estas (Serra).

"para el otorgamiento de una medida precautoria en materia laboral, se requiere que se


acredite fehacientemente el fundamento y la necesidad del derecho que se reclama y,
además, ésta sólo puede ser concedida frente a una situación concreta que importe un
riesgo cierto y plausible de que, en el evento de acogerse la demanda, ésta no pueda ser
cumplida..." (C. de Apelaciones de Concepción, 3 de junio de 2013, rol Nº 132-2013).

El fundamento de las medidas cautelares se encuentra en el denominado "periculum in


mora", esto es, la demora que conlleva la tramitación de todo proceso antes de llegar a la
sentencia, lapso durante el cual el demandado puede ejecutar diversas actividades que
pueden ocasionar un perjuicio al demandante y sus legítimas expectativas en los resultados
del juicio (C. de Apelaciones de Santiago, 5 de septiembre de 2018, rol Nº 326-2018).

Los dos presupuestos antes referidos aparecen recogidos, con cierta imprecisión, al
imponer al solicitante de la medida la exigencia de acreditar razonablemente el
fundamento y la necesidad del derecho que se reclama. La idea de acreditación
razonable del fundamento puede ser reconducida a la idea de verosimilitud, en tanto
que la idea de necesidad puede ser entendida como referencia al riesgo de
inefectividad de la sentencia (Marín).

El art. 444 del Código Laboral, otorga la función cautelar a fin de poder garantizar el
cumplimiento efectivo de la sentencia que se dicte en el procedimiento, presupuesto
consistente en el humo del buen derecho, es decir, porque existe una apariencia de
asistir un derecho y el periculum in mora, es decir, el peligro en el retraso que impidan
en el futuro poder hacer cumplir la condena de producirse (C. de Apelaciones de
Antofagasta, 10 de diciembre de 2019, rol Nº 368-2019).

4.6.4. Reforzamiento de la efectividad de la tutela cautelar

Para optimizar la efectividad de la resolución que decreta una medida cautelar, el


ordenamiento contempla dos instrumentos: la posibilidad de ejecutar una resolución
cautelar, sin previa notificación y las medidas prejudiciales.

a) Ejecución de la medida sin previa notificación


El art. 444 inc. 3º del Código del Trabajo autoriza llevar a efecto una medida
cautelar, antes de notificarse a la persona contra quien se dicten, lo que constituye
una excepción a la regla de que las resoluciones judiciales solo producen efectos en
virtud de la correspondiente notificación. Esta posibilidad está sujeta a la existencia de
razones graves para ello y en la medida que el tribunal lo ordene. De todos modos, la
eximición de esta carga es transitoria y la notificación debe practicarse dentro del
plazo de cinco días, pues, de lo contrario, quedarán sin valor las diligencias
practicadas.

Entiendo que el plazo debe computarse desde el momento en que la medida


cautelar se cumpla.

El inciso tercero de tal disposición autoriza a llevar a cabo las medidas cautelares —
cumplirlas, ejecutarlas, realizarlas— sin previa notificación de la persona en contra de
quien o quienes se dicten; la exigencia, entonces, es de notificarlas dentro de quinto
día a tales personas, mas no para llevarlas a efecto, de modo que resulta irrelevante
la oportunidad en que se ejecuta la notificación al tercero sobre quien pesa la
obligación de retener los bienes, hecho que solo reviste importancia únicamente
porque marca el inicio del plazo para notificar a la persona en contra de quien fue
dictada la medida. (C. de Apelaciones de Antofagasta, 13 de julio de 2017, rol Nº 156-
2017).

Es necesario acreditar la existencia razones graves para prescindir de la


notificación.

"...en el caso de que las mismas se lleven a efecto antes de notificarse a la persona contra
quien se dicten, debe necesariamente el solicitante acreditar que existen antecedentes
graves para ello, lo cual no fue probado por el actor" (C. de Apelaciones de Arica, 23 de
noviembre de 2016 rol Nº 57-2016).

A pesar de que la norma no alude a la posibilidad de solicitar una prórroga del


plazo, se ha entendido que es procedente por la aplicación supletoria del Código de
Procedimiento Civil, que sí la contempla.

"al tenor de lo dispuesto en el inciso 3º del artículo 444 del Código del Trabajo en similares
términos que el artículo 302 del Código de Procedimiento Civil, establece la caducidad de la
medida decretada, la que opera de pleno derecho verificada la circunstancia concurrente en
la especie de no haberse notificado a la persona contra de quien se haya dictado en el
plazo fatal de cinco días, cuya prórroga incluso procedente, antes del vencimiento del
plazo, no fue solicitada por el demandante" (C. de Apelaciones de Puerto Montt, 9 de julio
de 2015, rol Nº 57-2015).

b) Medidas prejudiciales

Como se señaló, una manifestación concreta de la instrumentalidad como


característica distintiva de las medidas cautelares, se relaciona con la existencia de
un proceso principal como verdadero presupuesto de existencia de la medida
cautelar. No obstante, con el propósito de reforzar la efectividad de la protección
cautelar, se acepta la posibilidad de pedir medidas cautelares con anterioridad al
inicio del proceso principal.

Esta posibilidad se encuentra expresamente prevista en el art. 444 inc. 4º del


Código del Trabajo. Sin embargo, la observancia de la nota de instrumentalidad exige
la pronta iniciación del proceso principal, para prevenir la eventual existencia de una
medida cautelar aislada. En este sentido, la disposición impone al solicitante la
presentación de la demanda en el término de diez días contados desde la fecha en
que la medida se hizo efectiva.

Las consecuencias jurídicas de la falta de presentación oportuna de la demanda son


dos: la caducidad, de pleno derecho y sin necesidad de resolución judicial (sic) y la
responsabilidad del solicitante de los perjuicios que se hubiere causado.

La ley permite al tribunal prorrogar el citado plazo por el lapso prudencial que el juez
estime necesario para asegurar el resultado de la litis, por motivos fundados y cuando
se acredite por el demandante el inminente término de la empresa o su manifiesta
insolvencia.

La presentación oportuna de la demanda impone al juez un nuevo enjuiciamiento de


los presupuestos de concurrencia de la medida y si constata la persistencia de las
circunstancias que motivaron su adopción, se mantendrán, esta vez, como simples
precautorias.

4.6.5. Los efectos de las medidas cautelares

En forma coherente con el mensaje de la Ley Nº 20.087, que enfatizaba la amplitud


de la función cautelar del juez, el art. 444 del Código del Trabajo señala que, en el
ejercicio de su función cautelar, el juez decretará todas las medidas que estime
necesarias para asegurar el resultado de la acción. Por consiguiente, el juez laboral
goza de una potestad cautelar general, que le habilita para decretar medidas
cautelares indeterminadas, siempre y cuando sean necesarias para asegurar el
resultado de la acción.

Sin embargo, algunas sentencias han estimado que, tratándose de medidas


cautelares típicas, como las previstas en los arts. 290 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil, se deben cumplir los requisitos de procedencia prescritos en esta
última normativa (C. de Apelaciones de Santiago, 19 de diciembre de 2014, rol
Nº 1677-2014; C. de Apelaciones de Concepción, 30 de mayo de 2018, rol Nº 147-
2018).

Esta interpretación significa cuestionar la existencia de un genuino poder cautelar


general, pues, en la potestad cautelar general del juez laboral no quedarían
comprendidas las medidas cautelares expresamente reguladas en la legislación
procesal civil y la facultad genérica del juez solo abarcaría aquellas situaciones no
subsumibles en ninguno de los supuestos previstos legalmente.

Por otro lado, esta norma no resuelve el problema de la clase de efectos que puede
tener una medida cautelar, pues la sola mención en el inciso 1º del art. 444 del
Código del Trabajo, de las expresiones "asegurar el resultado de la acción" podría
justificar una interpretación restrictiva de su eficacia, circunscribiéndola a aquellas
medidas de carácter asegurativo, excluyendo las de tipo anticipatorio.

"que en la especie no concurren los requisitos previstos en el artículo 444 del Código del
Trabajo, en tanto la medida decretada no tiene por objeto asegurar el resultado de la acción
o la protección de un derecho de los actores, sino que en la práctica constituye un
acogimiento provisorio de lo pretendido en la demanda..." (C. de Apelaciones de Santiago,
14 de octubre de 2016, rol Nº 1723-2016).

4.7. Régimen de la condena en costas

El art. 445 del Código del Trabajo no contiene una norma rectora para decidir sobre
la condena en costas, sino que se limita a establecer la oportunidad en la que debe
efectuarse el pronunciamiento en torno a ellas, por lo que cobra aplicación la regla del
art. 144 del Código de Procedimiento Civil, que utiliza el criterio del vencimiento total
para la imposición de las costas, autorizando al tribunal para su eximición cuando
aparezca que la parte vencida ha tenido motivos plausibles para litigar. Esta norma
aparece prácticamente reiterada en el art. 459 Nº 7 del Código del Trabajo, a
propósito de los requisitos de la sentencia definitiva, la que debe contener un
pronunciamiento sobre el pago de costas y, en su caso, los motivos que tuviere el
tribunal para absolver de su pago a la parte vencida.

Sin embargo, se ha decidido que el legislador solo exige al tribunal que indique los
motivos que tuvo en consideración cuando absuelva del pago de las costas a la parte
vencida y que no resulta aplicable el art. 144 del Código de Procedimiento Civil
(C. de Apelaciones de Santiago, 22 de marzo de 2019, rol Nº 1415-2018;
C. de Apelaciones de Talca, 18 de junio de 2020, rol Nº 479-2019).

En sentido contrario, se ha entendido que el Código del Trabajo no tiene una norma
que se refiera al vencimiento total o parcial, por lo que debe aplicarse supletoriamente
el Código de Procedimiento Civil para determinar la condena en costas
(C. de Apelaciones de Talca, 30 de octubre de 2015, rol Nº 181-2015).

Que no es procedente estimar infringido el art. 144 del Código de Procedimiento


Civil, en lo relativo a la condenación en costas, por cuanto el juez de la instancia tiene
la facultad exclusiva de eximir o no al perdidoso si es vencido en el juicio
(C. de Apelaciones de Santiago, 27 de diciembre de 2012, rol Nº 1533-2012).
Es necesario tener en cuenta que el art. 445 del Código del Trabajo ordena al juez a
pronunciarse sobre el pago de las costas en toda resolución que ponga término a la
causa. A su turno, el artículo 459 Nº 7, al establecer los requisitos de la sentencia
definitiva en el procedimiento de aplicación general, señala que esta debe contener
"el pronunciamiento sobre el pago de costas y, en su caso, los motivos que tuviere el
tribunal para absolver de su pago a la parte vencida". Además, dicha regulación sobre
las costas debe complementarse con aquella contenida en el Código de
Procedimiento Civil por aplicación del art. 432 del Código del Trabajo. Así, el art. 144
del Código de Procedimiento ante dicho establece que la parte totalmente vencida
será condenada al pago de las costas y, con todo, el juez podrá eximirla cuando
aparezca que ha tenido motivos plausibles para litigar (C. de Apelaciones de
Santiago, 14 de noviembre de 2019, rol Nº 2471-2019).

Si el trabajador litigó con beneficio de pobreza, las costas personales a cuyo pago
sea condenada la contraparte pertenecerán a la respectiva Corporación de Asistencia
Judicial, al abogado de turno, o a quien la ley señale. Esta norma debe
complementarse con la contenida en el art. 600 inciso penúltimo del Código Orgánico
de Tribunales, que establece que las personas que gocen de privilegio de pobreza no
serán condenadas al pago de costas, a menos que el tribunal respectivo, en
resolución fundada, declare que han obrado como litigantes temerarios o maliciosos.

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S P P
A G
P .D P V
I. E

A) C

Como es conocido, la construcción de una nueva sede jurisdiccional impone la


necesidad del diseño de diversas clases de procedimientos y, evidentemente, de uno
de carácter declarativo. En efecto, es en este donde logra desarrollarse el debate en
su mayor plenitud, con disposición de las distintas herramientas procesales que el
legislador ha entregado a las partes en disputa. Por ello, la reforma a la Justicia
laboral ha consolidado la visión tradicional del proceso laboral desde una perspectiva
declarativa, en que las partes logran plantear y probar las cuestiones que estiman
pertinentes en defensa de sus respectivos intereses, pero a partir de los cambios
estructurales al modelo que el fenómeno modernizador ha implicado.

Señalado ello, diremos de entrada que el procedimiento de aplicación general


corresponde al procedimiento declarativo ordinario y supletorio en materia laboral,
regulado en el párrafo tercero del Libro V del Código del Trabajo. Su estructura se
encuentra enmarcada por una fase de discusión en que se conserva la escritura, para
luego dar pie a la parte oral del procedimiento, desarrollada en torno a dos audiencias
orales, para terminar con la sentencia definitiva, que también tiene soporte escrito.
Estos aspectos esenciales, propios de la tendencia reformadora, obligan a analizar el
procedimiento de aplicación general desde diversas perspectivas que realzan una
serie de ventajas del nuevo modelo, principalmente tratándose de los principios y
reglas que informan el procedimiento y la manera en que ello repercutiría en una
justicia de mayor calidad.

Con todo, como se explicará en las oportunidades que corresponda, la aplicación de


la reforma por parte de los distintos operadores ha puesto de relieve aspectos que
pueden ser revisados, especialmente desde las exigencias que impone el derecho al
debido proceso que, según expondremos, parece haber registrado un retroceso de
las garantías procesales que requiere una revisión menos complaciente y más crítica,
más allá de las —en general— buenas estadísticas que ha entregado este proceso, y
junto a esta crítica proponer caminos u orientaciones para la enmienda (Palomo, D.).

B) L
La doctrina ha reiterado que la naturaleza de los conflictos laborales, así como las
normas y principios involucrados en estos, hacen necesario contar no solo con
tribunales especializados en la materia, sino que, además, con procedimientos
dotados de características que permitan convalidar el derecho sustantivo y procesal
del trabajo. Ello se ha visto reflejado expresamente en la historia de la Ley Nº 20.087
que sustituye el procedimiento laboral contenido en el Libro V del Código del Trabajo,
la cual contempla como uno de sus objetivos posibilitar la efectividad del derecho
sustantivo. Sobre este punto, establece: "Sin lugar a dudas, el reconocimiento
sustantivo de una serie de derechos no es suficiente para alcanzar un sistema de
relaciones laborales equitativo y justo. Se requiere, además, contar con los
mecanismos adecuados de tutela y protección jurisdiccional. En esta dirección, el
proyecto busca materializar, en el ámbito del proceso laboral, un sistema de garantías
procesales que se orienten a dar efectividad al derecho sustantivo".

En tal sentido, se formuló un objetivo entrelazado, consistente en potenciar el


carácter diferenciado del procedimiento laboral, señalando: "El proceso laboral busca
materializar en el ámbito jurisdiccional las particularidades propias del derecho del
trabajo, en especial su carácter protector y compensador de las posiciones disímiles
de los contratantes. De ahí, la necesidad de contar con un sistema procesal
diferenciado claramente del sistema civil, cuyos objetivos son no sólo diversos sino en
muchas ocasiones antagónicos".

Consideramos que la instauración de un sistema procesal diferenciado en orden a


consolidar el carácter protector, solo debiese obedecer a cuestiones formales, tales
como, por ejemplo, la consagración de una estructura procedimental que permita
garantizar la ejecución de los créditos laborales por parte de los trabajadores, sin que
ello implique, en caso alguno, una pretendida equiparación provenida de
desigualdades materiales existentes entre las partes. Sin embargo, como
advertiremos, las referencias a esta finalidad se encuentran presentes en una serie de
pasajes de la historia legislativa, a través de distintas fórmulas que llevan a un mismo
resultado, que no es otro que impregnar el procedimiento laboral de principios propios
del orden sustantivo.

C) L

El antiguo procedimiento ordinario, regido en buena medida por el paradigma


procesal de la escrituración y las reglas conexas a ella, dejaba al descubierto una
serie de problemas que requerían en forma urgente una modificación sustancial al
sistema de enjuiciamiento laboral. Por lo demás, teniendo en consideración que la
tendencia reformadora ya había instalado sus cimientos en sede penal y de familia, se
encontraba consolidado un modelo procedimental que, sin perjuicio de las
particularidades propias de uno u otro orden jurisdiccional, guardaba un esquema
común a las concepciones modernas. Sobre esta base, las modificaciones
introducidas a la Justicia laboral en general y al procedimiento de aplicación general
en particular, constituyeron la tercera gran reforma procesal de nuestro país,
adoptándose un modelo que intenta dejar atrás los problemas del sistema escriturado,
que se asociaba a una serie de marcas negativas.

Sobre el particular, resulta ilustrativa la historia de la Ley Nº 20.087 que, refiriéndose


al nuevo procedimiento de aplicación general, señala: "En esta materia, las
modificaciones apuntan esencialmente a agilizar el procedimiento, eliminando
actuaciones innecesarias tales como la ratificación de la demanda y de su
contestación, así como a perfeccionar la redacción y proponer nuevos textos que
reflejen de mejor manera el carácter tutelar del derecho del trabajo".

Asimismo, se apunta: "El proyecto diseña un procedimiento de aplicación general


caracterizado, como se señaló, por el énfasis en la oralidad, inmediación y en la
concentración de las actuaciones, de manera tal de aminorar al máximo las demoras
y dilaciones innecesarias a fin de que la causa quede en condiciones de fallarse". En
tal sentido se ha impregnado la normativa procesal del trabajo, estableciéndose
expresamente en el art. 425 CT la introducción a los principios formativos del
procedimiento, al consignar que los procedimientos del trabajo serán orales, públicos
y concentrados, y que primarán en ellos los principios de inmediación, impulso
procesal de oficio, celeridad, buena fe, bilateralidad de la audiencia y gratuidad.

A nuestro juicio, la intención del legislador ha sido clara: establecer un conjunto de


reglas y principios que permitan arribar a una solución de los conflictos del trabajo en
forma rápida y eficaz, rompiendo con ello el paradigma de la escrituración y la
excesiva tardanza en la respuesta jurisdiccional, poniéndose en línea con las
directrices de los ordenamientos procesales modernos. En efecto, una de las claras
ventajas que proporciona la oralidad corresponde a la celeridad que se puede obtener
en el enjuiciamiento, fundamentalmente gracias al diseño concentrado. Por ello, se
consigna claramente que todas las actuaciones procesales serán orales, salvo las
excepciones expresamente contenidas en el CT (Palomo, D.).

D) C

a) Es un procedimiento declarativo que se aplica a todo tipo de conflictos laborales.


De esta suerte, el procedimiento puede terminar por una sentencia que establezca la
declaración de un derecho, la constitución, modificación o extinción de una situación
jurídica, o la imposición del cumplimiento de una obligación, sea de dar, hacer o no
hacer (procedimiento meramente declarativo, constitutivo o de condena,
respectivamente).

b) Es el procedimiento ordinario o de aplicación general en materia laboral, puesto


que sus normas reciben aplicación en defecto de regla especial diversa.
c) Es el procedimiento supletorio respecto de todos los demás procedimientos
laborales. En tal sentido lo establece el inc. 2º del art. 432 CT, al disponer que sus
normas se aplicarán supletoriamente respecto de los procedimientos de tutela de
derechos fundamentales y monitorio, regulados en los párrafos 6º y 7º del Título II del
Libro V del CT.

d) Es un procedimiento de única instancia, al no contemplarse la procedencia del


recurso de apelación en contra de la sentencia definitiva que se dicte en él, sino del
recurso de nulidad, por las causales expresamente establecidas por el legislador y,
excepcionalmente, el recurso de unificación de jurisprudencia en contra de la
sentencia que lo falla.

e) Por mandato del art. 425 CT, es un procedimiento oral, público y concentrado, en
el cual existe primacía de los principios de inmediación, impulso procesal de oficio,
celeridad, buena fe, bilateralidad de la audiencia y gratuidad.

f) Se encuentra regido por el sistema de libertad probatoria, puesto que, por un lado,
se contempla la facultad de incorporar al juicio cualquier medio de prueba que sirva
para acreditar las afirmaciones fácticas introducidas al proceso y, por otro, el juez
puede valorar libremente las probanzas rendidas, pero sujeto a las reglas de la sana
crítica.

E) L CPC

Como punto de partida, el legislador dispone que, atendido su carácter general, las
normas del procedimiento ordinario se aplicarán supletoriamente respecto de los
procedimientos de tutela de derechos fundamentales y monitorio, que se encuentran
establecidos en los párrafos 6º y 7º del Título II del Libro V del Código del Trabajo
(art. 432 inc. 2º CT).

No obstante, en todo lo no regulado en el CT o en leyes especiales, serán


aplicables supletoriamente las normas de los Libros I y II del CPC —esto es, relativos
a las disposiciones comunes a todo procedimiento y al juicio ordinario de mayor
cuantía, respectivamente— a menos que ellas sean contrarias a los principios que
informan el procedimiento de aplicación general. En tal caso, el tribunal dispondrá la
forma en que se practicará la actuación respectiva (art. 432 inc. 1º CT).

Si bien podría pensarse que, en términos generales, la regulación del CT es


suficiente para cubrir en forma óptima los requerimientos del procedimiento ordinario
laboral, en realidad, su escasa regulación de una serie de instituciones, obliga recurrir
más de lo querido a las normas del proceso civil. Lo anterior lleva necesariamente a
cuestionar la tradición de los procedimientos reformados para señalar como normativa
supletoria al CPC, dado que la norma establecida por el inc. 1º del art. 432 CT posee
su símil en los arts. 52 del CPP y 27 de la Ley Nº 19.968 que crea los tribunales de
familia. Sin embargo, es necesario señalar que tales prescripciones solo hacen
alusión a las normas contenidas en el Libro I del CPC, esto es, aquellas relativas a las
disposiciones comunes a todo procedimiento, sin mencionar la aplicación supletoria
del juicio ordinario de mayor cuantía.

Por ello, consideramos que la instauración del procedimiento de aplicación general


en materia laboral debió realizarse con una prolijidad legislativa que permitiera
abarcar en términos óptimos la totalidad de sus etapas y las herramientas procesales
a utilizar en ellas, teniendo en consideración las claras diferencias que existen entre
este y el juicio ordinario de mayor cuantía. En tal orden de ideas, queda de manifiesto
la contradicción entre la especialización del procedimiento de aplicación general como
objetivo de la reforma y la constante (y obligada) remisión al CPC como norma
supletoria. Como sea, estimamos que ello no es más que una muestra de la
necesidad de contar con una reforma a nuestro proceso civil, teniendo a la vista que
luego de haberse detenido por más de cuatro años la tramitación legislativa del
Proyecto de Nuevo Código Procesal Civil, solo recién se han retomado las
intenciones de continuar con este proceso, con las prevenciones relativas a aquellas
materias que han sido objeto de mayores críticas por parte de la doctrina nacional.
II. A :

A) C

a) Antecedentes generales

Es sabido que normalmente el procedimiento se inicia con la demanda. Sin


embargo, también puede iniciarse por la petición de una medida prejudicial de
carácter cautelar, preparatoria o probatoria, esto es, con el objeto de asegurar el
resultado de la acción, la protección de un derecho, la identificación de los obligados
o la singularización del patrimonio de aquel en contra de quien se dirigirá la acción, o
bien para procurarse aquella prueba que el actor requiere para hacerla valer en el
juicio (Academia Judicial).

Si bien el CT no establece una regulación sistemática para las medidas prejudiciales


como una forma de iniciar el procedimiento, su procedencia se desprende de ciertas
reglas que encontramos en su cuerpo normativo. Por lo demás, atendida esta
carencia de prolijidad legislativa, debemos necesariamente remitirnos supletoriamente
a la norma establecida por el art. 253 CPC, que dispone que "todo juicio ordinario
comenzará por demanda del actor, sin perjuicio de lo dispuesto en el Título IV de este
Libro" (art. 273 y siguientes CPC).

Lo cierto, sin embargo, es que el procedimiento ordinario siempre debe comenzar


por demanda, siendo esta un acto de iniciación insustituible. Cuestión distinta es que
pueda prepararse a través de ciertas diligencias previas al proceso, mediante las
cuales el futuro demandante solicita la intervención del tribunal a fin de obtener la
información relevante para la preparación del proceso que pretende iniciar, todo lo
cual se obtiene a través de las denominadas medidas prejudiciales (Cortez, G.). Sin
perjuicio de otros efectos jurídicos que sobra explicar en este trabajo, estimamos que
la función preparatoria de las medidas prejudiciales se debe al tenor del art. 273 CPC,
en cuanto señala que "el juicio ordinario podrá prepararse".

b) Requisitos comunes a toda medida prejudicial

El art. 287 CPC establece que, para decretar las medidas prejudiciales, deberá el
que las solicite expresar la acción que se propone deducir y someramente sus
fundamentos. Ello se fundamenta en la exigencia de motivos graves que la justifiquen
y, de esta manera, permitan la decisión fundada del juez al decretarla (Academia
Judicial). Asimismo, deberá acreditarse razonablemente el fundamento y la necesidad
del derecho que se reclama y, además, deducir demanda dentro del plazo de diez
días, contado desde que la medida se hizo efectiva, so pena de que esta cese de
pleno derecho y quede el solicitante responsable de los perjuicios. Sobre este punto,
se ha señalado acertadamente que, aunque la ley no lo exija expresamente, no
resulta procedente decretar una medida prejudicial para obtener información que,
siendo necesaria para el juicio posterior, pueda obtenerla el interesado sin necesidad
de intervención judicial (Cortez, G.).

Dado que la medida prejudicial ha de solicitarse por escrito, deberá darse


cumplimiento a los requisitos comunes a toda presentación escrita, esto es,
consignándose una suma que indique su contenido y cumpliendo con los requisitos
del patrocinio y poder que al efecto establece la Ley Nº 18.120 sobre comparecencia
en juicio. Asimismo, deberá cumplirse con lo dispuesto por el inc. 3º del art. 440 CT,
es decir, designar un lugar conocido dentro de los límites urbanos de la ciudad en que
funcione el tribunal respectivo.

Además, en cumplimiento de lo dispuesto por el art. 5º de la Ley Nº 20.886,


debemos precisar que la presentación de la medida prejudicial se hará por vía
electrónica a través del sistema de tramitación electrónica del Poder Judicial, para
cuyos efectos los abogados o habilitados en derecho se registrarán en los términos
que se regulen en el Auto Acordado que la Corte Suprema dictará al efecto, entre
nosotros, el Auto Acordado Nº 71-2016, que regula el funcionamiento de tribunales
que tramitan electrónicamente.

c) Tribunal competente para conocer de la medida prejudicial

Mucho se ha discutido respecto del tribunal competente para conocer de la medida


prejudicial, teniendo a la vista el modelo procedimental sostenido sobre los principios
conexos a la oralidad. Sobre esta línea, se ha postulado que, al menos tratándose de
aquella de contenido probatorio, debe realizarse la diligencia prejudicial en
concordancia con los principios formativos del proceso laboral. Dada la debida
aplicación del principio de inmediación, debe entonces procurarse que se practique
ante el mismo juez que presidirá la audiencia de juicio. Sin embargo, de no ocurrir así,
estimamos que no puede producirse sanción alguna, pues debe primar en este caso
el carácter especial de la medida prejudicial, pues de quedar sujeta a esa
eventualidad, carecería de toda eficacia conforme a la finalidad perseguida al
decretarla (Academia Judicial).

Otros autores señalan que, si bien a priori podría pensarse que debido a que se
trata de materias que se discutirían en procesos laborales, el competente sería un
juez laboral; ello no es así, puesto que nada impide que debido a la urgencia de la
medida prejudicial que se solicite, ella pueda solicitarse ante cualquier juez de letras
en lo civil. Además, se ha señalado que esta prejudicialidad no produce la radicación
del asunto ante el juez que deberá conocer y juzgar y, por lo tanto, no puede
reclamarse su incompetencia ni absoluta ni relativa (Orellana, F.; Pérez, A.).

Con todo, consideramos que, por aplicación del principio de inmediación, lo óptimo
sería que el mismo juez que conozca de la medida prejudicial sea aquel que conozca
del juicio en su totalidad. Ello se observa con aún mayor nitidez tratándose de
aquellas medidas que implican el despliegue de diligencias probatorias, actividades
en que la presencia del juez constituye el principal objetivo de la inmediación en el
modelo procesal por audiencias. Sería incorrecto perder de vista que las medidas
prejudiciales probatorias constituyen hipótesis de prueba anticipada, sujeta a los
mismos parámetros que la prueba principal, no pudiendo atribuirse a ellas un carácter
meramente preparatorio como si se tratase de una diligencia administrativa.

B) T

a) Medidas prejudiciales precautorias

1. Concepto y legitimación para solicitar las medidas prejudiciales precautorias

Las medidas prejudiciales precautorias son aquellas que se decretan antes de la


existencia del juicio, a petición de quien será el sujeto activo en el proceso y cuya
finalidad es asegurar el resultado de la pretensión que se hará valer posteriormente
en el proceso (Cortez, G.). Su consagración legal en materia laboral se encuentra en
el inc. 3º del art. 444 CT, el cual establece que las medidas precautorias se podrán
disponer en cualquier estado de tramitación de la causa aun cuando no esté
contestada la demanda o incluso antes de su presentación, como prejudiciales.

En cuanto a su legitimación, resulta evidente que las medidas prejudiciales


precautorias se encuentran a disposición del futuro demandante, toda vez que es este
quien solicita un instrumento que permita asegurar la pretensión que introducirá al
proceso mediante su demanda.

2. Requisitos de las medidas prejudiciales precautorias

Del mismo modo que aquellas que se adopten durante el curso del procedimiento,
en el caso de las medidas prejudiciales precautorias deberá siempre acreditarse
razonablemente el fundamento y la necesidad del derecho que se reclama. Además,
como ocurre tratándose de cualquier medida cautelar, debe determinarse el monto de
bienes sobre que debe recaer la medida precautoria (art. 279 Nº 2 CPC). En efecto,
uno de los presupuestos de las medidas cautelares corresponde a su
proporcionalidad, dado que estas deberán limitarse a los bienes que sean necesarios
para responder a los resultados del juicio. En tal sentido lo manifiesta el inc. 2º del
art. 444 CT, señalando que las medidas cautelares que el juez decrete deberán ser
proporcionales a la cuantía del juicio.

Decretada que sea una medida cautelar, el solicitante tiene la carga de interponer la
demanda dentro del plazo de diez días desde que la medida se hizo efectiva, so pena
de que esta caduque de pleno derecho y sin necesidad de resolución judicial,
quedando por este solo hecho responsable de los perjuicios que se hubiere causado.
Se ha entendido que la caducidad es una sanción que se aplica a dos hipótesis
tratándose de las medidas prejudiciales precautorias. La primera de ellas consiste en
no deducir demanda dentro del plazo de diez días desde que la medida se hizo
efectiva, mientras que la segunda se refiere a no solicitar la mantención de estas
medidas en la demanda cuando han sido decretadas prejudicialmente. Cuestión
distinta es que, habiéndose decretado como prejudicial, en el examen de la demanda
el juez estime que no es necesario mantener la medida precautoria, puesto que en
tales casos el demandante quedará responsable de los perjuicios.

Con todo, por motivos fundados y cuando se acredite por el demandado el


inminente término de la empresa o su manifiesta insolvencia, el juez puede prorrogar
las medidas prejudiciales precautorias por el plazo prudencial que estime necesario
para asegurar el resultado del proceso (art. 444 inc. 4º parte final CT).

Por último, cabe hacer referencia al requisito de la caución tratándose de las


medidas prejudiciales precautorias, teniendo a la vista que, si bien el CT nada ha
dicho sobre el particular, el CPC requiere que se rinda fianza u otra garantía
suficiente, a juicio del tribunal, para responder de los perjuicios que se originen y las
multas que se impongan (art. 279 Nº 2 CPC).

Se ha fallado:

"Cuarto: Que, para resolver la controversia planteada, cabe tener presente que, según lo
dispone el artículo 444 del Código del Trabajo, el Juez, en el ejercicio de su función cautela,
decretará todas las medidas que estime necesarias para asegurar el resultado de la acción,
así como para la protección de un derecho o la identificación de los obligados y la
singularización de su patrimonio en términos suficientes para garantizar el monto de lo
demandado.

Agrega, luego dicha disposición que, con todo, las medidas cautelares que el juez decrete
deberán ser proporcionales a la cuantía del juicio señalándose, también, que éstas podrán
llevarse a efecto antes de notificarse a la persona contra quien se dicten, siempre que
existan razones graves para ello y el tribunal así lo ordene, agregando que las medidas
precautorias se podrán disponer en cualquier estado de tramitación de la causa aun cuando
no esté contestada la demanda o incluso antes de su presentación, como prejudiciales,
señalando, acto seguido que, en ambos casos se deberá siempre acreditar razonablemente
el fundamento y la necesidad del derecho que se reclama.

Quinto: Que, en consecuencia, del tenor de la norma señalada precedentemente, aparece


como requisito esencial, para acceder a una medida cautelar, que se acredite, por quien
corresponda, en forma razonable, esto es, en forma reflexiva y prudente, el fundamento de
la medida que se impetra, e igualmente la necesidad del derecho que se reclama, pero
además constituye también una condición o requisito para acceder a éstas, el que sean
proporcionales, vale decir, ellas deben ser plenamente adecuadas, equilibradas y ajustadas
al derecho que se reclama y ello es evidente dado que, de no ser así, pueden significar un
grave perjuicio que se radica en la persona en contra de quien se decretan dichas medidas"
(Corte de Apelaciones de Coyhaique, sentencia de 11 de mayo de 2016, rol Nº 6-2016).

3. Hipótesis de medidas prejudiciales precautorias

Es sabido que existen diversas medidas precautorias de las cuales puede hacerse
uso en juicio, distinguiéndose tradicionalmente entre medidas precautorias ordinarias,
especiales y extraordinarias.

Se entiende por medidas precautorias ordinarias a aquellas reguladas


expresamente por el art. 290 CPC, entre las cuales se encuentran: el secuestro de la
cosa que es objeto de la demanda, el nombramiento de uno o más interventores, la
retención de bienes determinados y la prohibición de celebrar actos o contratos sobre
bienes determinados.

Por otro lado, las medidas precautorias especiales son las demás expresamente
autorizadas por las leyes, a las cuales se refiere el art. 300 CPC, al señalar que las
medidas precautorias ordinarias no excluyen las demás que autorizan las leyes. Un
ejemplo de estas medidas corresponde a aquella consignada en el art. 467 CT, que
prevé la facultad de solicitar al tribunal que ordene a la Tesorería General de la
República la retención de las sumas que por concepto de devolución de impuestos a
la renta corresponda restituir al demandado, el monto objeto del juicio, con sus
reajustes, intereses y multas.

Por último, las medidas precautorias extraordinarias o innominadas son aquellas


que puede solicitar el actor y que no se encuentran reguladas por el art. 290 CPC ni
por otras normas legales. En materia civil, el sustento normativo de estas medidas se
encuentra en el art. 298 inc. final CPC, exigiendo, para tales efectos, la rendición de
una caución para responder de los eventuales perjuicios que pudieran causarse con
ocasión de la medida. Por el contrario, en materia laboral, se ha señalado que el
fundamento de estas medidas se encuentra precisamente en el art. 444 CT, siendo el
tribunal quien las decreta cuando lo estime necesario y no tratándose de medidas
expresamente establecidas por ley, sin que el legislador haya exigido caución para
estos efectos (Orellana, F.; Pérez, A.).

Señalado lo anterior, cabe precisar cuáles son las medidas precautorias que pueden
solicitarse como prejudiciales, dado que el art. 279 CPC señala que las medidas de
que trata el Título V del Libro II podrán decretarse en dicha calidad. Desde una
primera aproximación, podría entenderse que la norma solo hace referencia a las
medidas precautorias ordinarias, puesto que ellas se regulan expresamente en el
art. 290 y siguientes CPC. Sin embargo, dado que en dicha normativa también se
hace alusión a las medidas precautorias especiales y extraordinarias (arts. 300 y 298
CPC, respectivamente), se entiende que estas también pueden solicitarse en forma
previa a la interposición de la demanda. Por lo demás, el art. 444 CT no distingue
entre los distintos tipos de medidas precautorias, limitándose a señalar que estas
podrán disponerse antes de la demanda, como prejudiciales.

b) Medidas prejudiciales probatorias

1. Concepto y legitimación para solicitar las medidas prejudiciales probatorias

Como se ha adelantado, la estructura del procedimiento ordinario laboral centra sus


esfuerzos en recuperar la concentración en materia probatoria, de manera tal que,
salvo calificadas excepciones, toda la prueba debe ofrecerse en la audiencia
preparatoria para ser practicada en la audiencia de juicio. No obstante, entre tales
excepciones a la concentración procesal se encuentran las medidas prejudiciales
probatorias, entendiendo por tales a aquellas hipótesis de prueba anticipada no solo a
la audiencia preparatoria, sino que, además, a la existencia misma del juicio.

De esta suerte, podemos definir a las medidas prejudiciales probatorias como


aquellas diligencias anteriores al juicio que pretenden la práctica anticipada de medios
de prueba cuya eficacia puede sufrir detrimento por el estado de las cosas o la acción
de las personas, sea porque puede no realizarse su rendición o porque puede
verificarse su desaparición.

Por la naturaleza de las medidas, especialmente en cuanto pueden afectar el


derecho a defensa, es del caso que también pueda solicitarlas el que fundadamente
teme ser demandado, a fin de preparar su defensa (Academia Judicial). En tal sentido
se pronuncia el art. 288 CPC, en cuanto señala que toda persona que tema
fundadamente ser demandada, podrá solicitar las medidas que se mencionan en el
número 5º del artículo 273 y los artículos 281, 284 y 286, para preparar su defensa.

2. Requisitos de las medidas prejudiciales probatorias

Consideramos que para que las medidas prejudiciales probatorias sean


procedentes deben concurrir los presupuestos generales. En primer término, la
exigencia del fumus boni iuris se desprende con claridad de lo dispuesto por el
art. 287 que señala que "para decretar las medidas de que trata este Título, deberá el
que las solicite expresar la acción que se propone deducir y someramente sus
fundamentos". A contrario sensu, el futuro demandado, que en virtud del art. 288
recién citado puede también solicitarlas, deberá satisfacer similares exigencias, pero
adaptadas a la inversa situación que respecto de él es aplicable (Cortez, G.). Por otro
lado, la exigencia del periculum in mora se deduce de la lectura de diversas
disposiciones que recogen la regulación de las medidas prejudiciales, entre nosotros,
que se trate de hechos que fácilmente puedan desaparecer o que exista fundado
temor de que las pruebas no puedan rendirse oportunamente.

Por otro lado, en cuanto a los requisitos específicos, debemos concurrir al examen
de cada medida prejudicial probatoria que el CPC regula, entre nosotros, la
inspección personal del tribunal, informe de peritos y certificado de ministro de fe;
absolución de posiciones y declaración de testigos.

3. Hipótesis de medidas prejudiciales probatorias

a. Inspección personal del tribunal, informe de peritos y certificado de ministro de fe

Puede pedirse prejudicialmente la inspección personal del tribunal cuando exista


peligro inminente de un daño o perjuicio, o se trate de hechos que puedan fácilmente
desaparecer. Para la ejecución de estas medidas se dará previamente conocimiento a
la persona a quien se trata de demandar, si se encuentra en el lugar de asiento del
tribunal que las decreta, o donde deban ejecutarse. En los demás casos se procederá
con la intervención del defensor de ausentes (art. 281 CPC).

b. Absolución de posiciones

Si hay motivo fundado de temer que una persona se ausente en breve tiempo del
país, podrá exigírsele como medida prejudicial que absuelva posiciones sobre hechos
calificados previamente de conducentes por el tribunal, el que, sin ulterior recurso,
señalará día y hora para la práctica de la diligencia (art. 284 inc. 1º CPC). Podrá
también pedirse que aquel cuya ausencia se teme, se constituya en el lugar donde va
a entablarse el juicio apoderado que le represente y que responda por las costas y
multas en que sea condenado, bajo apercibimiento de nombrársele un curador de
bienes (art. 285 CPC).

Si se ausenta dicha persona dentro de los treinta días subsiguientes al de la


notificación sin absolver posiciones, o sin dejar apoderado con autorización e
instrucciones bastantes para hacerlo durante la secuela del juicio, se le dará por
confesa en el curso de este, salvo que aparezca suficientemente justificada la
ausencia sin haber cumplido la orden del tribunal (art. 284 inc. 2º CPC).

c. Testigos

Se podrá, asimismo, solicitar antes de la demanda el examen de aquellos testigos


cuyas declaraciones, por razón de impedimentos graves, haya fundado temor de que
no pueden recibirse oportunamente. Las declaraciones versarán sobre los puntos que
indique el actor, calificados de conducentes por el tribunal. Para practicar esta
diligencia, se dará previamente conocimiento a la persona a quien se trata de
demandar, solo cuando se halle en el lugar donde se expidió la orden o donde deba
tomarse la declaración; y en los demás casos se procederá con intervención del
defensor de ausentes (art. 286 CPC).

c) Medidas prejudiciales preparatorias

1. Concepto y legitimación para solicitar las medidas prejudiciales preparatorias


Se las define como aquellas diligencias previas al inicio del proceso que la ley
concede a los litigantes para preparar su entrada al juicio (art. 273 CPC). A ellas
también alude el art. 253 CPC cuando señala que todo juicio ordinario comenzará por
demanda del actor, sin perjuicio de lo dispuesto en el Título IV del Libro II, aunque,
como se ha dicho, el juicio ordinario necesariamente debe comenzar por demanda,
siendo esta un acto de iniciación insustituible, no lo es menos que puede ser
preparado a través de estas diligencias previas al proceso (Cortez, G.).

En cuanto a la legitimación para solicitar las medidas prejudiciales preparatorias, se


advierte que estas se encuentran puestas a disposición de la persona que pretende
demandar. Sin embargo, existe una salvedad, que se encuentra dada por el
reconocimiento jurado de firma puesto en instrumento privado, que también podrá ser
solicitado por la persona que tema fundadamente ser demandada (art. 275 Nº 5
CPC).

2. Requisitos

Para el otorgamiento de una medida prejudicial preparatoria se exige un requisito


común, que consiste en señalar la acción que se propone deducir y someramente sus
fundamentos (art. 287 CPC). Sin embargo, será el tribunal quien, en definitiva,
determine si es necesario decretar la medida solicitada para que el futuro
demandante pueda entrar al juicio. Con todo, la ley prevé como excepción
(nuevamente) al reconocimiento jurado de firma puesta en instrumento privado, dado
que esta medida deberá decretarse siempre (art. 273 inc. final CPC). Por otro lado, la
ley establece requisitos específicos para cada una de las medidas preparatorias que
regula, a las que nos referiremos a continuación.

3. Hipótesis de medidas prejudiciales preparatorias

El art. 273 CPC establece que el juicio ordinario podrá prepararse, exigiendo el que
pretende demandar de aquel contra quien se propone dirigir la demanda, las
siguientes medidas.

1º Declaración jurada acerca de algún hecho relativo a su capacidad para parecer


en juicio, o a su personería o al nombre y domicilio de sus representantes. En el
marco de un procedimiento del trabajo, probablemente no existirán inconvenientes
tratándose de la capacidad, teniendo en consideración que en la mayoría de los
casos será el empleador quien ocupe la calidad de demandado. Por el contrario,
suelen existir problemas respecto de la determinación de personería o representación
legal de la empresa.

Como se ha dicho, el tribunal será quien aprecie la necesidad de la medida para


que el demandado pueda entrar al juicio, pero si una vez decretada, la persona
requerida se rehúsa prestar la declaración ordenada o esta no es categórica, en
conformidad a lo mandado, podrán imponerse al desobediente multas que asciendan
hasta dos sueldos vitales, o arrestos hasta de dos meses, determinados
prudencialmente por el tribunal, sin perjuicio de repetir la orden y el apercibimiento
(art. 274 CPC).

2º La exhibición de la cosa que haya de ser objeto de la acción que se trata de


entablar. En este caso, se trata de la exhibición de la cosa litigiosa, cuyo
procedimiento dependerá de quién la tenga en su poder. De esta suerte, si la cosa se
encuentra en poder del futuro demandado, este cumplirá el requerimiento mostrando
la cosa o autorizando al interesado para que la reconozca y dándole facilidades para
ello. Por el contrario, si la cosa se encuentra en poder de un tercero, el futuro
demandado cumple el requerimiento expresando el nombre y residencia de dicho
tercero, o el lugar donde el objeto se encuentre (art. 275 CPC).

Si el requerido se rehúsa a hacer la exhibición de la cosa, podrá apremiársele con


multa o arresto en los mismos términos que para la medida de declaración jurada, y
aun decretarse el allanamiento del local donde se halle el objeto cuya exhibición se
pide (art. 276 CPC). Con todo, la experiencia parece indicar que esta medida resulta
poco aplicable para causas laborales, dado que, en estos casos, el objeto del juicio no
resulta ser una cosa que pueda exhibirse, como ocurriría con un bien mueble que ha
sido objeto de una relación jurídica civil, de carácter patrimonial.

3º La exhibición de sentencias, testamentos, inventarios, tasaciones, títulos de


propiedad u otros instrumentos públicos o privados que por su naturaleza puedan
interesar a diversas personas. La configuración de esta diligencia es muy abierta,
debiendo quedar excluidos únicamente aquellos instrumentos esencialmente privados
o confidenciales (Cortez, G.). A diferencia de la exhibición de la cosa litigiosa, la
exhibición de documentos solo puede solicitarse respecto de aquellos que se
encuentren en poder del futuro demandado, puesto que, de lo contrario, solo podrá
solicitarse durante el curso del juicio (art. 349 CPC).

Si se ha ordenado la exhibición de documentos que se encuentran en poder del


futuro demandado y este desobedece, perderá el derecho de hacerlos valer después,
salvo que la otra parte los haga valer también en apoyo de su defensa, o si se justifica
o aparece de manifiesto que no los pudo exhibir antes, o si se refieren a hechos
distintos de aquellos que motivaron la solicitud de exhibición (art. 277 CPC).

Estimamos que esta constituye la hipótesis que resulta más procedente tratándose
de los procedimientos del trabajo, teniendo en consideración que, generalmente,
existen documentos que suelen estar en poder del empleador y cuya exhibición es
necesaria para que el trabajador pueda entrar en el juicio.

4º Exhibición de los libros de contabilidad relativos a negocios en que tenga parte el


solicitante, sin perjuicio de lo dispuesto en los artículos 42 y 43 del Código de
Comercio. Esta medida tiene una importante limitación, ya que es sin perjuicio de lo
dispuesto en los arts. 42 y 43 del Código de Comercio. Por tanto, si lo que se
persigue es la exhibición de libros de contabilidad de un comerciante, como se trata
de información comercial sensible que es reflejo del estado financiero de la empresa,
no cabe decretar la manifestación y reconocimiento general de dichos libros; y la
exhibición deberá ser ejecutada en el lugar donde estos se llevan y en presencia del
dueño o de la persona que él comisione. Con todo, algunos autores consideran que la
inspección de los libros se puede verificar en el despacho del tribunal, haciendo
trasladar dichos libros a su oficina (Orellana, F.; Pérez, A.).

Si el futuro demandado se niega a efectuar la exhibición de los libros de


contabilidad, la sanción es la misma que respecto de los demás instrumentos públicos
o privados, esto es, perder el derecho a hacerlos valer durante el juicio, salvas las
circunstancias mencionadas previamente (art. 277 CPC).

5º El reconocimiento jurado de firma puesto en instrumento privado. Como se ha


adelantado, esta medida prejudicial preparatoria tiene dos características que la
hacen excepcional. En primer lugar, tiene una legitimación ampliada, dado que puede
solicitarse tanto por el futuro demandante como por el futuro demandado, mientras
que, en segundo, no es necesario justificar que sea necesaria para entrar al juicio,
debiendo decretarse en todo caso por el tribunal.

Si la persona requerida no comparece o si compareciendo se niega a realizar el


reconocimiento, se procederá en conformidad a las reglas del reconocimiento judicial
de documentos en el juicio ejecutivo civil. Este mandato se traduce en la aplicación
del art. 435 CPC, en cuanto señala que el requirente podrá solicitar al tribunal que
tenga por reconocida la firma puesta en el instrumento privado. Estimamos que no
existe problema en aplicar una norma que escapa a la supletoriedad de los Libros I
y II CPC, toda vez que son disposiciones del juicio ordinario de mayor cuantía las que
se remiten a normas del procedimiento ejecutivo.

Procedimiento: Ordinario

Materia: Medida prejudicial

Demandante: Francisco Antonio


Valenzuela Salinas

Cédula de identidad: 18.610.421-K

Abogado patrocinante: Cristian


Ignacio Delgado Contreras
C : 13.452.873-0

D : Inversiones Valdés
Limitada

Cédula de identidad: 78.628.380-0

Representante legal: Carlos Sebastián


Valdés Pizarro

Cédula de identidad: 10.576.331-K

En lo principal: Solicita medida


prejudicial que se indica; en el primer
otrosí: Acompaña documentos que se
indican. En el segundo otrosí: Señala
forma de notificación; en el tercer otrosí:
Patrocinio y poder.

Señor Juez de Letras del Trabajo de


Talca

Francisco Antonio Valenzuela


Salinas, chileno, vendedor, cédula de
identidad número 18.610.421-K,
domiciliado en La Florida Nº 168, comuna
de Talca, a US. respetuosamente digo:

Que, con el objeto de determinar la


cuantía de las prestaciones adeudadas
por parte de mi ex empleadora
"Inversiones Valdés Limitada", empresa
del giro gastronómico, Cédula de
Identidad Nº 78.628.380-0, representada
legalmente por don Carlos Sebastián
Valdés Pizarro, empresario, Cédula

de Identidad número 10.576.331-K,


ambos domiciliados para estos efectos
en Calle 2 Sur Nº 3101, de la comuna de
Talca, región del Maule; vengo en
solicitar a US. de conformidad al
artículo 444 del Código del Trabajo, se
disponga decretar la medida prejudicial
probatoria que se señala a continuación,
en virtud de los siguientes
razonamientos:

1.- Que inicié mi relación laboral con


fecha 4 de marzo del 2013, cumpliendo
las funciones de vendedor, por las cuales
recibía una remuneración promedio de
los últimos 3 meses de $ 529.444. Estas
funciones se desempeñaban según las
directrices emanadas de Mario Aravena
Troncoso.

2.- Que con fecha 1 de agosto de 2018


se hace entrega por parte de mi
empleadora de carta de aviso de término
de contrato, amparándose en la causal
160 Nº 4 del Código del Trabajo, esto es:
"Abandono del trabajo por parte del
trabajador, entendiéndose por tal: a) La
salida intempestiva e injustificada del
trabajador del sitio de faena y durante las
horas de trabajo, sin permiso del
empleador o de quien lo represente".

Los hechos en que se funda la causal


serían, de conformidad a lo establecido
en la carta de despido, que: "Durante los
meses de abril, junio, julio en reiteradas
ocasiones en el turno de la tarde se retiró
antes del cierre del local sin avisarle ni
pedir autorización a su jefe directo, a
pesar de habérsele entregado y recibido
por parte suya las cartas de
amonestación correspondientes, de las
cuales usted hizo caso omiso".

3.- Que con fecha 2 de agosto del


2018, se presentó reclamo ante la
Inspección del Trabajo ante el término de
la relación laboral, fijándose fecha de
comparendo para el día 13 de agosto del
2018. En dicha instancia sólo se llega a
acuerdo por los montos correspondientes
a feriado proporcional, reservándome
expresamente el derecho de demandar
judicialmente por despido indebido por
mala aplicación de la causal,
remuneraciones pendientes y cálculo de
feriado legal y proporcional.

4.- Que según nuestra consideración


existen remuneraciones adeudadas,
siendo necesario el cálculo de una serie
de prestaciones para su posterior cobro,
que según lo dispuesto por el artículo 510
del Código del Trabajo tienen una
prescripción de 2 años, por lo que se
deberá entablar la respectiva acción de
cobro de prestaciones laborales
pendientes por la actora para obtener el
pago de las mismas.

5.- Que, a nuestro parecer, además nos


encontramos ante un despido indebido,
por lo cual se interpondrá la acción de
calificación correspondiente, con la
finalidad de acceder a la declaración y
cobro de los montos adeudados por mi
ex empleadora, por lo que el acceso a las
liquidaciones para el cálculo de estos
montos se vuelve relevante.

6.- En consideración a todo lo anterior,


se solicita a US. tener a bien disponer la
exhibición de las liquidaciones de
remuneraciones de la demandante
correspondientes al período señalado, a
fin de determinar fehacientemente el
monto de los conceptos debidos.

7.- Se cumple, por tanto, con todos los


requisitos para la presentación y acogida
de esta clase de medidas, habiéndose
enunciado la pretensión que se pretende
deducir y sus fundamentos.

8.- Se acompaña a esta presentación


respaldo documental que da cuenta de la
veracidad de los hechos señalados como
fundantes de la medida solicitada.
Por tanto, en virtud de lo
precedentemente expuesto y de lo
dispuesto en los artículos 432, 444 y 510
del Código del Trabajo, en relación a los
artículos 273 del Código de
Procedimiento Civil:

Ruego a US.: Tener por solicitada


medida prejudicial, encomiende a mi ex
empleadora la exhibición de mis
liquidaciones de sueldo, decretando la
medida prevista en el artículo 273 Nº 3
del Código de Procedimiento Civil, esto
es, la exhibición de documentos, recaída
sobre las liquidaciones de
remuneraciones de la demandante
correspondientes a los últimos 24 meses
en que se extendió la relación laboral,
bajo apercibimientos legales, dejando
copia de las mismas en carpeta
electrónica de la presente causa.

Primer otrosí: Ruego a US., tener por


acompañados los siguientes
documentos, a fin de acreditar los hechos
referidos en lo principal de esta
presentación:

1.- Contrato de trabajo entre don


Francisco Antonio Valenzuela Salinas e
Inversiones Valdés, de fecha 4 de marzo
del 2013.

2.- Comprobante de carta de


terminación del contrato de trabajo, por
plataforma virtual de la Inspección del
Trabajo, con fecha 1 de agosto del 2018.

3.- Acta de Comparendo de


Conciliación, emitido por la Inspección
del Trabajo de Talca de fecha 13 de
agosto del 2018.

Segundo otrosí: Ruego a S.S., en


virtud de lo dispuesto en los artículos 433
y 442 del Código del Trabajo, autorizar a
esta parte a que las actuaciones
procesales, a excepción de estas
audiencias, puedan realizarse por los
medios electrónicos, y que las
notificaciones que proceda realizar a esta
parte en la secuela del juicio, se
practiquen en forma electrónica al
siguiente correo:
cristiandelgado@gmail.com.

Tercer otrosí: Ruego a S.S., tener


presente que designo abogado
patrocinante y confiero poder para actuar
en juicio al abogado habilitado para

el ejercicio de la profesión, Cristian


Ignacio Delgado Contreras, cédula de
identidad número 13.452.873-0, a quien
confiero al efecto todas las facultades
contenidas en ambos incisos del
artículo 7º del Código de Procedimiento
Civil, las cuales doy expresamente por
reproducidas. Para estos efectos, el
abogado se encuentra domiciliado en
Calle 6 Oriente Nº 445, oficina 10, de la
ciudad de Talca.

Por tanto:

Ruego a US. Tener presente patrocinio


y poder conferidos.
III. F

A) D

a) Concepto y cuestiones preliminares

Se entiende por demanda a aquel acto procesal de parte, que contiene la petición
fundada del demandante, de que se le otorgue una determinada tutela jurisdiccional
mediante la sentencia (Cortez, G.). Otros señalan que la demanda es el acto procesal
en virtud del cual el actor ejercita la acción sometiendo al conocimiento del tribunal su
pretensión para que se le reconozca algún derecho que le ha sido desconocido o
menoscabado (Correa, J.).

Ahora, desde un punto de vista atingente al Derecho del Trabajo, se ha afirmado


que la demanda es aquel acto jurídico procesal de parte que contiene una pretensión
laboral, donde afirma su acción y solicita o tiene por objeto obtener una concreta
tutela del órgano jurisdiccional laboral. Este acto da inicio al proceso declarativo
laboral de aplicación general, y en virtud del principio dispositivo, podemos afirmar
que no hay procedimiento de aplicación general sin la respectiva demanda (Orellana,
F.; Pérez, A.).

La demanda constituye, por excelencia, el acto procesal que da inicio al


procedimiento en consagración del principio nemo iudex sine actore, mediante el cual
se hace ejercicio del derecho de acción y se introducen las pretensiones que se
someten al fallo del tribunal. Desde una perspectiva procesal, la importancia de este
acto radica en delimitar la competencia específica del tribunal, puesto que, en virtud
del principio dispositivo, las partes no solo dan inicio al proceso, sino que, además,
determinan el objeto de este. Por fin, el objeto del proceso incide en el deber de
congruencia, pues fijada la cuestión objeto del proceso, el juez solo puede y debe
pronunciarse sobre ella (Palomo, D.).

b) El ejercicio del derecho de acción

Al ser la Jurisdicción una actividad reclamada y ejercida por jueces imparciales, es


obligado entender que debe existir como correlativo indispensable de la Jurisdicción
un derecho a través del cual se reclame la actuación de los Jueces y Tribunales
(Vallespín, D.). Por ello, surge la acción como sinónimo de facultad de provocar la
actividad de la jurisdicción; se habla, entonces, de un poder jurídico que tiene todo
individuo como tal, y en nombre del cual le es posible acudir ante los jueces en
demanda de amparo a su pretensión (Couture, E.).

El principio dispositivo supone que las partes son enteramente libres para disponer
en el proceso de sus intereses privados y reclamarlos o no judicialmente en la medida
que consideren oportuno, es decir, de acudir o no ante un órgano jurisdiccional
pretendiendo su satisfacción (Abel, X.; Picó, J.). Sin embargo, pese a que se
configure como una facultad, el Estado debe garantizar a todas las personas los
medios idóneos para el ejercicio de este derecho que, en cuanto tal, aparece como
presupuesto indispensable para cumplir con la garantía de la tutela judicial efectiva.

Por consiguiente, consciente de la necesidad de las personas para acudir a los


tribunales con la finalidad de resolver los conflictos suscitados en las relaciones de
trabajo, el legislador de la reforma estableció expresamente como objetivo del
proyecto brindar un mejor acceso a la justicia.

La historia de la Ley Nº 20.087 señala: "El proyecto busca posibilitar a los


justiciables un mejor acceso a la justicia del trabajo, no sólo en cuanto a la cobertura
de los tribunales, sino que también en lo relativo a la forma en que se desarrollan los
actos procesales que conforman el procedimiento laboral. Se trata pues, de
materializar en el ámbito laboral el derecho a la tutela judicial efectiva, que supone no
sólo el acceso a la jurisdicción sino también que la justicia proporcionada sea eficaz y
oportuna".

Así lo ha reconocido nuestra jurisprudencia: "Que uno de los derechos que deben
ser protegidos y útil a la resolución que debe ser adoptada, dice relación con el de las
personas a acceder libremente a un tribunal de justicia para la protección de sus
intereses, también conocido en la doctrina moderna como derecho a la tutela judicial
efectiva, asegurado por el Nº 3 del artículo 19 de la Constitución Política de la
República, pues, aunque no esté designado expresamente en su texto escrito,
carecería de sentido que se hubiese esmerado en asegurar la igual protección de la
ley en el ejercicio de los derechos, el derecho a la defensa jurídica, el derecho a un
justo y racional procedimiento, si no partiera de la base de la existencia de un derecho
anterior a todos los demás y que es presupuesto para su vigencia, esto es, el derecho
de toda persona a ser juzgada, a presentarse ante el juez, a ocurrir al juez, sin
estorbos o condiciones que se lo dificulten, retarden o impidan arbitraria o
ilegítimamente" (Corte Suprema, sentencia de 20 de junio de 2018, rol Nº 7448-2018).

No cabe duda, en consecuencia, que la acción funciona en el orden actual de


cosas, merced a la presencia del Estado, a su injerencia directa y a su propósito de
asegurar la paz y tranquilidad sociales mediante el imperio del derecho (Couture, E.).
Tal configuración como un instrumento que permite alcanzar la paz social ha de
llevarse al ámbito del trabajo, con el objeto de solucionar pacíficamente los conflictos
suscitados en la actividad productiva, garantizándose a todos los sujetos que
intervengan en las relaciones laborales, la facultad de acceder libremente a los
tribunales de justicia.

c) La introducción de la pretensión laboral


Se ha entendido por pretensión a aquella declaración de voluntad petitoria que se
dirige a un órgano jurisdiccional (Montero, J.). Otros señalan que la pretensión es la
afirmación de un sujeto de derecho de merecer la tutela jurídica y, por supuesto, la
aspiración concreta de que esta se haga efectiva. En otras palabras: la autoatribución
de un derecho por parte de un sujeto que invocándolo pide concretamente que se
haga efectiva a su respecto la tutela jurídica (Couture, E.).

Por consiguiente, entendemos que la demanda constituye el vehículo mediante el


cual se ejercita el derecho de acción y se introduce la pretensión al proceso. Nadie
pues inicia un proceso simplemente para observar cómo se desenvuelve la actividad
jurisdiccional del Estado. De ahí surge el concepto de pretensión procesal, que es la
petición fundada que se dirige a un órgano jurisdiccional, frente a otra persona, sobre
un bien determinado. Como decíamos, se trata, por consiguiente, de una declaración
de voluntad petitoria (Cortez, G.).

En resumidas cuentas, digamos con certeza que la concreción de la pretensión


procesal se realiza mediante la afirmación de la acción que se traduce en la solicitud,
contenida en el escrito de demanda, planteada a favor de un determinado sujeto
jurídico frente a otro distinto, de una precisa petición de tutela al órgano jurisdiccional
en donde se deben expresar los fundamentos fácticos y jurídicos a los cuales deberá
atenderse para dar respuesta a la misma (Palomo, D.). A partir de esta premisa, la
pretensión introducida en el proceso consistirá en una solicitud precisa y concreta de
tutelar un determinado bien jurídico de carácter laboral a través de la interposición de
la demanda, que motivará la actuación de los tribunales del trabajo, para acogerla o
desestimarla sobre la base de su conformación al derecho.

Con todo, para obtener una sentencia que favorable, el demandante deberá
desarrollar una relevante tarea, que radica en acreditar los hechos constitutivos de la
pretensión. Debemos entender por tales a aquellos que conforman el supuesto fáctico
de la norma cuya consecuencia jurídica es la que pide el actor y, por tanto, de su
alegación y prueba depende la estimación de la pretensión por el juez (Montero, J.)

d) Forma de la demanda

Si bien el legislador establece la oralidad como regla general en el procedimiento


laboral, el art. 446 CT señala que la demanda deberá interponerse por escrito,
debiendo cumplir una serie de requisitos, tanto de carácter general como específico.
Se avizora, por consiguiente, que la adopción de la oralidad como forma procesal no
lo ha sido en términos absolutos. No obstante, consideramos que la exigencia de
escrituración para la demanda, lejos de constituir un contrasentido, da cuenta de un
adecuado equilibrio que ha intentado plasmar el legislador procesal laboral en la fase
de discusión (Lorca, N.; Palomo, D.).

Consideramos que la búsqueda de un modelo procedimental adecuado debe


situarse en un término intermedio, adaptándose a parámetros de certeza jurídica no
solo para las partes, sino también para el juez, debiendo tener en consideración que
la demanda constituye el acto procesal que delimita las pretensiones intentadas por el
actor y, en consecuencia, el ámbito sobre el cual el tribunal deberá expedir su
decisión. De este modo, la consideración de una fase de discusión escrita logra, en
términos procedimentales, demostrar la irrupción en un trayecto que con posterioridad
solo conserva actuaciones orales durante su estructura. La realidad (y la experiencia)
nos recuerda a golpe de frustraciones frente a las fracasadas experiencias
impregnadas de inútil fanatismo doctrinal, la forma como debe ser entendida la
oralidad, esto es, como forma procesal contingente que admite, sin mayores
problemas, distintas combinaciones según lo requieran las necesidades procesales
en un momento dado y lo permitan las posibilidades y recursos con los que se
cuentan (Palomo, D.).

Existe, a nuestro juicio, la clara voluntad del legislador procesal laboral de seguir
imprimiendo la mayor fijación posible a las peticiones de tutela contenidas en las
demandas. En efecto, creemos que las importantes repercusiones del acto procesal
que estudiamos así lo exigen, y que, bien atendida la cuestión de las formas y reglas
del procedimiento, en nada se afecta la naturaleza del modelo predominantemente
oral del procedimiento ordinario Así lo demuestra su carácter de acto iniciador del
proceso, pero sobre todo su trascendental función de determinación de la tutela
jurisdiccional que se pretende obtener en el juicio ordinario, que no es otra cosa que
la determinación del objeto necesario del juicio (Palomo, D.).

e) Contenido de la demanda

1. Requisitos generales de toda presentación escrita

Como escrito que es, la demanda debe primeramente reunir los requisitos comunes
a toda presentación formulada ante los Tribunales de Justicia (Cortez, G.). Asimismo,
el libelo debe ser redactado en lengua castellana, con un vocabulario adecuado para
el tratamiento que merecen nuestros órganos jurisdiccionales. Para estos efectos,
resulta útil recordar las atribuciones disciplinarias que poseen los tribunales para
reprimir o castigar las faltas de respeto que se cometieren en los escritos que les
presentaren, pudiendo establecer alguna de las sanciones que se establecen en los
arts. 531 y 542 COT.

Además, en cumplimiento de lo dispuesto por el art. 5º de la Ley Nº 20.886, el


ingreso de la demanda (y de todos los escritos) se hará por vía electrónica a través
del sistema de tramitación electrónica del Poder Judicial, para cuyos efectos los
abogados o habilitados en derecho se registrarán en los términos que se regulen en
el auto acordado que la Corte Suprema dictará al efecto, entre nosotros, el Auto
Acordado Nº 71, que regula el funcionamiento de tribunales que tramitan
electrónicamente.
Asimismo, el art. 8º de la misma ley dispone que el demandante podrá proponer
para sí una forma de notificación electrónica, la que el tribunal podrá aceptar aun
cuando la ley disponga que la notificación deba realizarse por cédula si, en su
opinión, resultare suficientemente eficaz y no causare indefensión. Esta forma de
notificación será válida para todo el proceso. En consonancia con lo anterior, el art. 67
del Auto Acordado Nº 71 de la Corte Suprema señala que todo litigante será llamado,
desde su primera solicitud o comparecencia ante el tribunal, a individualizar un medio
electrónico único de notificación con el fin de facilitar la comunicación expedita de la
información de que se trate, el que será registrado en el sistema informático.

El art. 30 CPC, referido a las disposiciones comunes a todo procedimiento,


establece que los escritos se encabezarán con una suma que indique su contenido o
el trámite de que se trata, dando cuenta de las peticiones principales y accesorias que
se formulen en este. Por consiguiente, tratándose de la demanda, la suma indicará la
acción que ejercerá el demandante, así como las demás menciones que por ley se
requieran, tales como el acompañamiento de documentos cuando proceda y la
constitución del patrocinio y mandato judicial.

Por último, si bien no tiene una consagración legal, la demanda debe ser firmada
por la parte que ejercita su acción, y por su abogado patrocinante y mandatario
judicial, en razón de la identificación de sus suscriptores y la responsabilidad
requerida para que se tenga por jurídicamente extendida (Correa, J.).

Antes de la vigencia de la Ley Nº 20.886 fue discutido si los escritos de las partes
requerían firma manuscrita y la consecuencia jurídica de su falta o ausencia. A partir
de la reforma, es obligatorio el uso de la plataforma informática para el ingreso de las
demandas y de todos los escritos, y las presentaciones efectuadas a través de la
Oficina Judicial Virtual se entienden suscritas por el usuario que las remite, sin
necesidad de que contengan firma manuscrita, entendiéndose la Clave Única del
Estado como firma electrónica simple. Conforme al principio de equivalencia
funcional, las presentaciones suscritas por medio de firma electrónica son válidas y
producirán los mismos efectos que si se hubieren llevado a cabo en soporte papel
(art. 2º letra a) Ley Nº 20.886) (Cortez, G.; Palomo, D.).

2. Requisitos específicos

Los requisitos específicos de la demanda se encuentran regulados en el art. 446 CT,


norma que posee una estrecha similitud con el tradicional art. 254 CPC, demostrando
que el legislador laboral no innova mayormente en la materia. Con todo, es necesario
realizar un estudio sobre cada uno de los requisitos de la demanda, con las
prevenciones que puedan hacerse desde la perspectiva del proceso laboral.

1º La designación del tribunal ante quien se entabla. La determinación del órgano


jurisdiccional que deberá conocer el conflicto jurídico laboral estará dada por las
normas de competencia absoluta y relativa, tanto por aquellas disposiciones
generales como por las disposiciones especiales establecidas por el legislador del
trabajo. Debe tenerse en consideración que el legislador laboral no permite la
prórroga de competencia, por lo que el actor necesariamente deberá cumplir con las
normas que al efecto establece tanto el COT como el CT, so pena de declararse
inadmisible su demanda de oficio o de acogerse una eventual excepción de
incompetencia planteada por el demandado. De este modo, la exigencia establecida
por el legislador se cumple indicando, posterior al encabezamiento de la demanda, la
referencia al Señor Juez de Letras del Trabajo de la comuna que corresponda, por
ejemplo, "Señor Juez de Letras del Trabajo de Talca".

2º El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandante y en su caso


de las personas que lo representen, y naturaleza de la representación. A diferencia de
la norma establecida en el procedimiento civil (art. 254 CPC), el legislador laboral
establece expresamente que el demandante debe proporcionar tanto su nombre
individual o de pila como el nombre patronímico o de familia, al requerir que este
consigne su nombre y apellidos.

En cuanto a la designación del domicilio, se requiere cumplir con los requisitos


establecidos en el art. 61 CC, entendiendo por tal a la residencia, acompañada real o
presuntivamente del ánimo de permanecer en ella. Tradicionalmente se ha exigido
absoluta precisión al momento de determinar este antecedente, atendida su
fundamental importancia en la práctica de notificaciones. Sin embargo, la tramitación
electrónica ha permitido la notificación por vías más expeditas, como es el correo
electrónico, que permiten prescindir (al menos en términos prácticos) de la primitiva
relevancia de esta referencia.

Por su parte, quienes carecen de capacidad para comparecer en juicio deberán


hacerlo mediante su correspondiente representante, debiendo individualizarse ambos,
situación extensiva a todos los supuestos en que se formule la demanda por medio de
representante, en cuyo caso las exigencias de completa identificación han de
cumplirse tanto respecto del representado (la parte) y del representante (Cortez, G.).

3. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandado. La ley


requiere hacer mención a los mismos antecedentes tratándose del demandado, los
que, como se ha dicho, son necesarios en razón de una individualización que dé lugar
a la acertada inteligencia de los actos y actuaciones procesales. Sin perjuicio de ello,
es preciso destacar que las menciones contenidas en los numerales referidos a la
designación de las partes sirven para determinar subjetivamente la pretensión y, por
consiguiente, a quienes se extenderá la eficacia de la sentencia (Cortez, G.).

4º La exposición clara y circunstanciada de los hechos y consideraciones de


derecho en que se fundamenta. Dado que la demanda constituye el instrumento que
permite la introducción de la pretensión, se requiere que la tutela solicitada se
encuentre fundada tanto desde una perspectiva fáctica como jurídica.
— Fundamentación fáctica

La importancia de la fundamentación fáctica deriva en el establecimiento de los


hechos constitutivos de la pretensión del actor, quien deberá acreditarlos para lograr
la dictación de una sentencia estimatoria. De esta suerte, la enunciación de los
hechos sobre los que verse la pretensión debe ser clara y precisa, así como de todos
aquellos datos que, según la legislación sustantiva, sean imprescindibles para
resolver las cuestiones planteadas, referencia genérica a las circunstancias
materiales que explican la razón de lo pedido en conexión con las normas que lo
amparan, y sin las cuales el juicio del órgano jurisdiccional no podría ser emitido
(Baylos, A.; Cruz, J.).

La Ley Nº 20.260 que modificó la Ley Nº 20.087 incorporó entre los requisitos de la
demanda, la circunstancia de que se haga en ella una relación circunstanciada de los
hechos, que le permitan al juez conocer de los antecedentes fácticos que se invocan
conforme a los enunciados que la parte hace en su libelo. Esta exposición permitirá al
juez hacer una confrontación con los hechos contenidos en la contestación, para el
efecto de determinar los puntos sobre los cuales debe recaer la prueba o, por el
contrario, los que deben estimarse como tácitamente admitidos por la demandada, en
caso de que esta no conteste la demanda o no niegue en términos expresos los
hechos consignados en ella.

En efecto, no resulta extraño que se enfatice en la importancia de una exposición


que guarde el debido orden, precisión y claridad de los antecedentes fácticos
introducidos al proceso por el actor. Sin embargo, tratándose del procedimiento
laboral, este requerimiento cobra una particular relevancia, toda vez que el
demandado deberá controvertir cada uno de los hechos que el demandante haya
introducido en su libelo, so pena de ser declarados tácitamente admitidos.

— Fundamentación jurídica

La exigencia referente a los fundamentos de derecho no significa que la demanda


haya de contener precisamente la cita de las leyes o de los preceptos pertinentes en
que se apoya, sino que es suficiente que la exposición en este aspecto no deje duda
acerca de la verdadera naturaleza jurídica de la pretensión que se hace valer (Baylos,
A.; Cruz, J.). Por lo demás, se ha señalado por la doctrina ius laboralista que
actualmente los fundamentos de derecho en referencia no solo comprenden las
especificadas reglas heterónomas, sino también los principios jurídicos del Derecho
del Trabajo y, en esta hermenéutica, quedaría incluida la equidad (Macchiavello, G.).

Por consiguiente, lo perseguido por el legislador no dice relación con una ciega
remisión de carácter positivo, sino que apunta a una relación entre las afirmaciones
fácticas introducidas al proceso y las instituciones jurídicas que resultan aplicables,
elementos que precisamente deben llenar de contenido a la acción enervada por el
demandante. Ahora bien, es útil destacar que no existe incompatibilidad entre la
exigencia de consignar una fundamentación de derecho por el actor y la aplicación del
principio iura novit curia por parte del sentenciador, toda vez que el sustento jurídico
aportado por el primero carece de fuerza vinculante para el segundo, dado que
resulta intrínseco de su ministerio la aplicación de las normas jurídicas que brinden
solución a la controversia sometida a su conocimiento.

Sobre el particular, se ha resuelto:

"Oportuno resulta profundizar respecto del acontecer procesal, que la juez, dentro de su
facultad y deber de administrar justicia, a virtud de sus reflexiones sobre la materia, dio
contenido jurídico a las situaciones de hecho verbalizadas por las partes. Aquí ha entrado
en vigor la máxima jurídica iura novit curia, que no es sino la manifestación del poder del
juez para aportar el material jurídico a la controversia, especialmente cuando existen
confusos planteamientos que enrarecen el camino para una justa resolución del conflicto de
carácter laboral jurisdiccional. Tal poder es consustancial al ejercicio de la jurisdicción.

En consecuencia, por todo lo analizado y reflexionado, no existiendo el vicio de ultra petita


alegado, el recurso de invalidación deducido, irá a su indefectible rechazo" (Corte de
Apelaciones de La Serena, sentencia de 1 de julio de 2015, rol Nº 17-2015).

5º La enunciación precisa y concreta de las peticiones que se someten a la


resolución del tribunal. La determinación de las peticiones constituye el requisito de
mayor importancia en la demanda, puesto que a través de ellas el actor debe precisar
la cosa u objeto pedido en el proceso. En consecuencia, el petitorio del libelo será
aquel que defina la competencia específica del tribunal, estableciendo los límites
dentro de los cuales este deberá expedir su decisión.

En esta señalada dirección estimamos que el primer paso debe estar en reconocer
en la petición de tutela jurisdiccional contenida en la demanda algo concreto dotado
de perfiles bastante precisos y no puramente abstractos. Es gracias a esa concreción
que la demanda sirve para consignar y delimitar en todo su alcance el objeto del
proceso, lo que redunda positivamente —según veremos— en la solución de diversos
problemas que plantean una serie de instituciones del proceso. La tutela jurisdiccional
que solicita el demandante a través de la demanda es, por tanto, una tutela
jurisdiccional concreta y precisa. Por lo mismo, las características que deben
buscarse y exigirse en el objeto procesal y sus categorías básicas son justamente
concreción y precisión. En efecto, en lo que se relaciona con el petitum debe tratarse
de una tutela que se pide respecto a un determinado bien jurídico (Palomo, D.).

Por consiguiente, una vez determinado el objeto del proceso y, en consecuencia, la


competencia específica del tribunal, este no podrá otorgar más allá de lo pedido por
las partes (ultra petita) o fallar sobre puntos que no han sido sometidos a su decisión
(extra petita), puesto que de lo contrario incurriría en los vicios de nulidad
consignados en la letra e) del art. 478 CT.
De este modo, nuestros tribunales superiores han señalado que "las sentencias han
de cumplir con los requisitos formales y de fondo para ser consideradas como válidas,
y en este orden de ideas han de adecuarse, guardar correlación o armonía entre las
peticiones de tutela realizadas por las partes y lo decidido en el fallo de la sentencia.
Las sentencias deben hacerse cargo de las pretensiones de las partes, con lo cual, de
no hacerlo así, se incurre en una incongruencia por ultra petita al otorgarse más allá
de lo pedido por los litigantes" (Corte de Apelaciones de Concepción, sentencia de 24
de mayo de 2017, rol Nº 24-2017).

6º Patrocinio y poder. Dado que las partes deberán comparecer con patrocinio de
abogado y representadas por persona legalmente habilitada para actuar en juicio, en
un otrosí de la demanda deberá individualizarse tanto al abogado patrocinante como
al mandatario judicial que actuarán en el proceso, entendiéndose constituido
patrocinio y poder para toda la prosecución del juicio en el Tribunal de Cobranza
Laboral y Previsional, a menos que exista constancia en contrario (art. 434 incs. 1º y
2º CT). De acuerdo con la norma del art. 432 CT, tratándose de las instituciones del
patrocinio y mandato judicial, es preciso cumplir con las disposiciones que al efecto
establece el CPC, especialmente los arts. 6º y 7º de dicho cuerpo normativo.

Debemos recordar que el patrocinio consiste en la exigencia legal de contar con


asesoría letrada en la tramitación de la inmensa mayoría de los procesos judiciales,
cualquiera sea su naturaleza, ya sea que se trate de asuntos contenciosos o
voluntarios. Su objetivo esencial es asegurar la debida y correcta defensa de los
derechos de las partes en el pleito, mediante la intervención de un abogado a quien
se encomienda definir la dirección técnica de la defensa de su representado. A su
vez, el mandato judicial o poder puede ser definido como un contrato a través del cual
una persona que interviene o pretende intervenir en un proceso judicial determinado,
contencioso o voluntario, le encarga su representación a otra, que realiza las
actuaciones judiciales a nombre y riesgo del mandante, recibiendo por ello,
usualmente, el pago de honorarios (Cortez, G.; Palomo, D.).

Es preciso señalar que, de acuerdo con el art. 7º de la Ley Nº 20.886, el patrocinio


por abogado habilitado para el ejercicio de la profesión podrá constituirse mediante
firma electrónica avanzada y el mandato judicial podrá constituirse mediante firma
electrónica avanzada del mandante. En consecuencia, para obrar como mandatario
judicial se considerará suficiente el constituido mediante declaración escrita del
mandante, suscrita con firma electrónica avanzada, sin que se requiera su
comparecencia personal para autorizar su representación judicial.

7º Requisitos especiales. Excepcionalmente, deberá presentarse conjuntamente con


la demanda, aquella prueba documental que dé cuenta de las actuaciones
administrativas que se refieren a los hechos contenidos en ella. Por otro lado, en
materias de seguridad social, cuando se demande a una institución de previsión o
seguridad social, deberá acompañarse la resolución final de la respectiva entidad o de
la entidad fiscalizadora según corresponda, que se pronuncia sobre la materia que se
demanda (art. 446 incs. 2º y 3º CT).

Procedimiento: Ordinario

Materia: Despido improcedente y


nulidad del despido

Demandante: Francisco Antonio


Valenzuela Salinas

Rut: 18.610.421-K

Abogado patrocinante: Cristian


Ignacio Delgado Contreras

Rut: 13.452.873-K

Demandada: Sociedad Comercial


Gelatiamo Limitada

Rut: 76.485.635-K

Representante legal: Carlos Sebastián


Valdés Pizarro

Rut: 10.576.331-K

En lo principal: Demanda de despido


improcedente, nulidad del despido y
cobro de prestaciones laborales; en el
primer otrosí: Acompaña documentos;
en el segundo otrosí: Notificación
electrónica; en el tercer otrosí:
Patrocinio y poder.

Señor Juez de Letras del Trabajo de


Talca

Francisco Antonio Valenzuela


Salinas, garzón, chileno, cédula de
identidad número 18.610.421-K,
domiciliado en Altos del Parque II, Casa
Nº 1878, Sector Las Rastras, de la
ciudad de Talca; a US., con respeto, digo:

Que por medio de este acto vengo en


interponer demanda de despido
improcedente, nulidad del despido y
cobro de prestaciones laborales en
contra de Sociedad Comercial
Gelatiamo Limitada, empresa del rubro
gastronómico, Rol Único Tributario
número 76.485.635-K, representada
legalmente por don Carlos Sebastián
Valdés Pizarro, comerciante, cédula de
identidad número 10.576.331-K, ambos
domiciliados en calle 1 Sur #899 de la
ciudad de Talca; para lo cual me baso en
las consideraciones de hecho y
argumentos de derecho que, a
continuación, paso a exponer:

1.- De la relación laboral

La relación laboral entre las partes


comenzó el día 1 de agosto de 2016,
cumpliendo desde entonces en la
empresa las funciones propias del cargo
de garzón, tal como consta en contrato
de trabajo acompañado a esta
presentación. A cambio de estas
funciones recibía una remuneración
mensual por el monto total de trescientos
ochenta y siete mil quinientos pesos
($ 387.500.-).

Así las cosas, con fecha 15 de


noviembre de 2017 recibo carta de aviso
de término de relación laboral basado en
la causal de necesidades de la empresa.
El despido se hizo efectivo
inmediatamente al día de recibida esta
comunicación. Junto con consignar lo
anterior, la única justificación que entrega
dicho documento respecto de las
supuestas necesidades de la empresa es
que estas consisten en "incumplimiento
de la labor asignada".

Como puede concluirse, la causal


invocada por el empleador para poner
término a nuestra relación laboral resulta
evidentemente improcedente, por cuanto
estas supuestas necesidades de la
empresa se encuentran fundadas en
base a circunstancias no previstas en la
legislación laboral nacional. Por lo
demás, hasta la fecha no se ha puesto a
disposición el finiquito de la relación
laboral, por lo que todas las
indemnizaciones legales y prestaciones
laborales pendientes se encuentran
impagas, tal como pasa a detallarse:

2.- Prestaciones e indemnizaciones


pendientes

1.- Feriado legal (1 año) $ 271.249.

2.- Feriado proporcional $ 82.100.

3.- Indemnización por falta de aviso


previo $ 387.500.

4.- Indemnización por años de servicio


$ 387.500.

5.- Recargo legal $ 116.250.

3.- Sobre el no pago de cotizaciones


de seguridad social

Sin perjuicio de lo anteriormente


señalado, es del caso también hacer
presente que la demandada adeuda el
pago de varias cotizaciones de seguridad
social devengadas durante los últimos
meses, lo cual se acredita mediante
certificados respectivos acompañados a
esta presentación. Por lo anterior, y en
aplicación de lo previsto por el inciso
quinto del artículo 162 del Código del
Trabajo, el despido no ha producido el
término del contrato de trabajo,
adeudándose las remuneraciones
comprendidas entre la fecha del despido
y de comunicación de pago de las
mismas.

4.- En cuanto al derecho

En cuanto a la improcedencia del


despido, el artículo 169 letra b) del
Código del Trabajo establece la
posibilidad de recurrir ante el tribunal
competente en los siguientes términos:
"Si el trabajador estima que la aplicación
de esta causal es improcedente, y no ha
hecho aceptación de ella del modo
previsto en la letra anterior, podrá recurrir
al tribunal mencionado en el artículo
precedente, en los mismos términos y
con el mismo objeto allí indicado. Si el
Tribunal rechazare la reclamación del
trabajador, éste sólo tendrá derecho a las
indemnizaciones señaladas en los
artículos 162, inciso cuarto, y 163 incisos
primero o segundo, según corresponda,
con el reajuste indicado en el
artículo 173, sin intereses".

El referido artículo 168 del Código del


ramo reseña que: "El trabajador cuyo
contrato termine por aplicación de una o
más de las causales establecidas en los
artículos 159, 160 y 161, y que considere
que dicha aplicación es injustificada,
indebida o improcedente, o que no se
haya invocado ninguna causal legal,
podrá recurrir al juzgado competente,
dentro del plazo de sesenta días hábiles,
contado desde la separación, a fin de que
éste así lo declare. En este caso, el juez
ordenará el pago de la indemnización a
que se refiere el inciso cuarto del
artículo 162 y la de los incisos primero o
segundo del artículo 163, según
correspondiere, aumentada esta última
de acuerdo a las siguientes reglas: a) En
un treinta por ciento, si se hubiere dado
término por aplicación improcedente del
artículo 161; (...)".

Por otro lado, en cuanto a la nulidad del


despido por aplicación del artículo 162
invocada, la referida disposición
contempla lo siguiente: "Para proceder al
despido de un trabajador por alguna de
las causales a que se refieren los incisos
precedentes o el artículo anterior, el
empleador le deberá informar por escrito
el estado de pago de las cotizaciones
previsionales devengadas hasta el último
día del mes anterior al del despido,
adjuntando los comprobantes que lo
justifiquen. Si el empleador no hubiere
efectuado el integro de dichas
cotizaciones previsionales al momento
del despido, éste no producirá el efecto
de poner término al contrato de trabajo.
(...)

Sin perjuicio de lo anterior, el


empleador deberá pagar al trabajador las
remuneraciones y demás prestaciones
consignadas en el contrato de trabajo
durante el período comprendido entre la
fecha del despido y la fecha de envío o
entrega de la referida comunicación al
trabajador. No será exigible esta
obligación del empleador cuando el
monto adeudado por concepto de
imposiciones morosas no exceda de la
cantidad menor entre el 10% del total de
la deuda previsional o 2 unidades
tributarias mensuales, y siempre que
dicho monto sea pagado por el
empleador dentro del plazo de 15 días
hábiles contado desde la notificación de
la respectiva demanda". Como puede
concluirse a partir del análisis de las
disposiciones transcritas, me encuentro
plenamente legitimado para parecer
como actor para la declaración de la
improcedencia del despido, solicitar la
nulidad del mismo y exigir el pago de las
prestaciones laborales pendientes.

Sin perjuicio de que las prestaciones


demandadas sean inferiores al mínimo
previsto para la procedencia del
procedimiento monitorio, la petición de
declaración de nulidad del despido hace
procedente la aplicación del
procedimiento ordinario.

Por lo demás, el plazo para la


interposición de esta demanda no ha
caducado, y ninguno de los derechos
alegados se encuentra prescrito.

Al haberse ejecutado las funciones de


la relación laboral dentro de la ciudad de
Talca, es que este Tribunal resulta
competente para conocer de esta acción.

Por tanto, en mérito de lo expuesto, y


de conformidad a lo previsto por los
artículos 161, 162, 163, 168, 169, y 446 y
siguientes del Código del Trabajo, así
como toda otra disposición legal que US.
estime aplicable a la especie;

Ruego a US.: Tener por interpuesta


demanda de despido improcedente,
nulidad del despido y cobro de
prestaciones laborales en contra de
Sociedad Comercial Gelatiamo
Limitada, empresa representada
legalmente por don Carlos Sebastián
Valdés Pizarro, ambos ya
individualizadas, admitirla a tramitación y,
en definitiva, acogerla, declarando lo
siguiente:
1) Que el despido se produjo en virtud
de una aplicación improcedente de la
causal prevista por el artículo 161 del
Código del Trabajo, condenando a la
demandada al pago de las siguientes
indemnizaciones:

a) Indemnización por falta de aviso


previo $ 387.500.-

b) Indemnización por años de servicio


$ 387.500.-

c) Recargo legal $ 116.250.-

2) Que el despido no produjo efecto


alguno debido a que la demandada no ha
efectuado el pago íntegro de mis
cotizaciones de seguridad social,
condenándola al pago de las
remuneraciones correspondientes al
período comprendido entre el acto del
despido y su convalidación, de
conformidad al artículo 162 del Código
del ramo;

3) Se condene a la demandada al pago


de las siguientes prestaciones laborales
pendientes:

a) Feriado legal $ 271.249.-

b) Feriado proporcional $ 82.100.-

4) Que todas las cantidades anteriores


sean pagadas con reajustes e intereses
legales, de conformidad a lo previsto por
el artículo 63 y 173 del Código del
Trabajo;

5) Se condene expresamente en costas


a la demandada.

Primer otrosí: Ruego a US. tener por


acompañados los siguientes
documentos, medios de prueba que
serán hechos valer en la oportunidad
procesal pertinente:

1.- Actualización de contrato de trabajo


entre las partes, de 1 de octubre de 2016.

2.- Carta de aviso de término de


contrato de trabajo, suscrita por la
demandada con fecha 15 de noviembre
de 2017.

3.- Liquidaciones de sueldo del


demandante, correspondientes a los
meses de octubre y noviembre de 2017.

4.- Certificado de cotizaciones


previsionales históricas de AFP del
demandante.

5.- Certificado de cotizaciones de salud


en FONASA del demandante,
correspondiente al período entre agosto
de 2016 y octubre de 2017.

Segundo otrosí: Ruego a US. que, de


conformidad a lo previsto por el
artículo 433 del Código del Trabajo, se
autorice a esta parte a realizar
actuaciones procesales de manera
electrónica, designando además como
forma válida de notificación de las
resoluciones y actuaciones decretadas
por este Tribunal durante la secuela del
juicio —y sin perjuicio de otras formas de
notificación que provea la ley—, el envío
de dichos antecedentes a la siguiente
dirección de correo electrónico:
cristiandelgado@gmail.com.

Tercer otrosí: Ruego a US. tener


presente que por medio de este acto
vengo en designar como abogado
patrocinante y confiero poder para actuar
en juicio al abogado habilitado para el
ejercicio de la profesión, Cristian Ignacio
Delgado Contreras, cédula de identidad
número 13.452.873-0, a quien confiero al
efecto todas las facultades contenidas en
ambos incisos del artículo 7º del Código
de Procedimiento Civil, las cuales doy por
expresamente reproducidas. Para estos
efectos, el abogado se encuentra
domiciliado en calle 1 Norte #880, oficina
10, de la ciudad de Talca.

Por tanto; Ruego a US.: Tenerlo


presente.

f) Acompañamiento de la prueba documental

En principio, el CT impide la presentación de documentos con la demanda, dado


que esta solo se podrá realizar en la audiencia preparatoria (art. 446 inc. 2º). Es
preciso destacar que esta norma fue incorporada por la Ley Nº 20.260 de 29 de
marzo de 2008, modificando la situación establecida en forma primitiva por el
legislador laboral, que consagraba la posibilidad de acompañar instrumentos y
solicitar diligencias probatorias que se estimaran necesarias por el actor. A nuestro
juicio, esta modificación guarda coherencia con los principios consagrados por el
nuevo procedimiento laboral, especialmente en aquello que dice relación con la
concentración procesal probatoria, en atención a que la presentación de los medios
de prueba debe verificarse en la audiencia preparatoria, como veremos
posteriormente.

No obstante, el nuevo art. 446 inc. 2º CT señala que deberá presentarse


conjuntamente con la demanda, aquellos documentos que den cuenta de las
actuaciones administrativas que se refieren a los hechos contenidos en ella. En el
mismo sentido, el inc. 3º de dicha norma establece que cuando se demande a una
institución de previsión o seguridad social, deberá acompañarse la resolución final de
la respectiva entidad o de la entidad fiscalizadora según corresponda, que se
pronuncia sobre la materia que se demanda. Pues bien, lo señalado significa que ya
no será de contenido voluntario el acompañar dichos instrumentos, entre los cuales
se consideran aquellos que dan cuenta de la tramitación previa realizada en sede
administrativa ante la Inspección del Trabajo (Lanata, G.; Walter, R.).

Cuando se demanden periodos de cotizaciones previsionales impagas, el juez de la


causa al conferir traslado de la demanda, deberá ordenar la notificación de ella a la o
las instituciones de seguridad social a las que corresponda percibir la respectiva
cotización. Dicha notificación se efectuará a través de carta certificada, la que
contendrá copia íntegra de la demanda y de la resolución recaída en ella o un
extracto si fueren muy extensas (art. 446 inc. 4º).
Esta norma debe entenderse en el marco de la reforma de las normas de ejecución,
en cuanto a que las modificaciones a la Ley Nº 17.332 por la Ley Nº 20.022 amplían
aquellas otras normas contenidas en la legislación de seguridad social en cuanto al
deber de las instituciones de seguridad social de velar por el patrimonio de los
afiliados a ellas (Academia Judicial).

g) Revisiones de oficio por el tribunal

La concurrencia de los necesarios presupuestos procesales —y, por supuesto, la


ausencia de óbices procesales— es cuestión estrechamente vinculada al interés
público en el correcto ejercicio de la función jurisdiccional: al Estado le interesa que
en los procesos que se incoen se cumplan todos los requisitos para que, a su término,
pueda dictarse una sentencia que aplique el Derecho al caso concreto y dé
satisfacción a las pretensiones que se hayan demostrado fundadas. Por eso, el
legislador no solo se ha conformado con diseñar los cauces para que las partes
puedan suscitar las correspondientes y eventuales cuestiones procesales, también ha
atribuido al tribunal las facultades suficientes para proceder, de oficio, a un examen de
la presencia o ausencia de las circunstancias de las que depende la validez del
proceso y de su propia actividad como órgano jurisdiccional (De la Oliva, A.).

En consecuencia, atendido el impulso oficial presente en todo el procedimiento, en


tanto es requerida la intervención del tribunal con ocasión de la interposición de la
demanda, este debe efectuar la revisión de una serie de situaciones para proveerla
en declaración de su admisibilidad. Sin embargo, resulta claro que, de no satisfacer
los presupuestos legales, el examen dará como indefectible resultado la
inadmisibilidad del respectivo acto de postulación.

1. Incompetencia

El tribunal deberá declarar de oficio cuando se estime incompetente para conocer


de la demanda, en cuyo caso así lo declarará, señalará el tribunal competente, y le
enviará los antecedentes (art. 447 inc. 1º CT). La lectura del precepto permite
distinguir diversas hipótesis de relevancia.

La primera de ellas consiste en que la norma no se refiere a esta revisión como una
mera facultad del sentenciador, toda vez que la establece como una obligación que
conlleva como sanción la inadmisibilidad de la demanda. Ello responde a que las
facultades oficiosas del juez laboral también se encuentran orientadas a corregir los
vicios de que pueda adolecer el proceso, evitando, en consecuencia, la nulidad de los
actos del procedimiento.

En segundo término, el legislador no distingue entre competencia absoluta o


relativa, lo que ha producido algunos cuestionamientos por parte de la doctrina
nacional. Sin embargo, los tribunales laborales han entendido que la norma se refiere
a ambos tipos de competencia, todo lo cual se entiende sin perjuicio de la facultad de
alegarse la incompetencia por las partes. Asimismo, la Academia Judicial ha
entendido que al disponer el art. 447 CT el deber del juez laboral de declarar de oficio
la incompetencia que le afecta al conocer de la demanda, sin que la ley haya hecho
distinción alguna —esto es, si se trata de la competencia relativa o absoluta— resulta
improcedente toda prórroga de la competencia en sede laboral, teniendo además
presente lo dispuesto en los arts. 5º y 182 del COT (Academia Judicial).

El tercer punto radica en que, tras declararse incompetente, el juez señalará el


tribunal competente, y le enviará los antecedentes. Ello se advierte como
consecuencia de la declaración de oficio de incompetencia, de manera tal que el
tribunal procederá al envío de los antecedentes sin mediar requerimiento, sea de
parte o del tribunal que se estime competente. Consideramos que lo anterior es
apropiado tratándose de la competencia relativa, puesto que no habría impedimento
para remitir los antecedentes en forma directa al tribunal laboral competente
territorialmente. Sin embargo, ello sería cuestionable desde la perspectiva de la
incompetencia absoluta, pues, si se estimase que se trata de una cuestión civil, no se
vislumbra razón alguna para que los autos sean remitidos directamente por el tribunal
del trabajo, ya que son las partes las encargadas de su tramitación (Lanata, G.;
Walter, R.).

2. Caducidad de la acción

La segunda hipótesis se encuentra dada por la obligación de no admitir a


tramitación la demanda cuando de los datos aportados en ella se desprendiere
claramente la caducidad de la acción, debiendo decretarse de oficio por el tribunal
(art. 447 inc. 2º). Pues bien, es útil recordar que se entiende por caducidad a aquel
modo de extinguir los derechos o facultades jurídicas por el mero transcurso del
tiempo señalado por la ley.

Por consiguiente, el objetivo de esta norma es procurar despejar aquellas acciones


que resultan manifiestamente extemporáneas, fundamentalmente en el caso del
despido, cuando se pide la calificación del mismo. Se trata de evitar la tramitación de
una causa cuya acción no se ha ejercido dentro del plazo legal (Academia Judicial).
Sobre este punto, el inc. 1º del art. 168 CT señala que el trabajador cuyo contrato
termine por aplicación de una o más de las causales establecidas en los
artículos 159, 160 y 161, y que considere que dicha aplicación es injustificada,
indebida o improcedente, o que no se haya invocado ninguna causal legal, podrá
recurrir al juzgado competente, dentro del plazo de sesenta días hábiles, contado
desde la separación, a fin de que este así lo declare.

Se ha fallado que "cuando el artículo 168 del Código del Trabajo expresa que el
trabajador considere injustificado su despido podrá recurrir al "juzgado competente",
debe entenderse por el tribunal de la especialidad; vale decir, la sola interposición de
la demanda ante un juzgado de letras del trabajo, cualquiera sea el territorio
jurisdiccional de este, basta para interrumpir el plazo de caducidad" (Corte Suprema,
sentencia de 1 de febrero de 2016, rol Nº 22754-2015).

3. Acompañamiento de documentos requeridos por la ley

En tercer lugar, el tribunal deberá rechazar de plano la demanda —en materias de


seguridad social— si el actor no ha dado cumplimiento al acompañamiento de los
documentos que den cuenta de la resolución final de la respectiva entidad de
previsión o seguridad social o de la entidad fiscalizadora según corresponda, que se
pronuncia sobre la materia que se demanda.

En tal sentido, tratándose de materias de seguridad social, el juez admitirá la


demanda a tramitación, solo si el actor ha dado cumplimiento a lo dispuesto en el
inciso cuarto del artículo precedente, de lo contrario, deberá rechazar de plano dicha
demanda (art. 447 inc. 3º CT). Sin embargo, debemos precisar que la reforma
efectuada por la Ley Nº 20.287 provocó una discordancia entre lo dispuesto por el
inc. 3º del art. 447 y el inc. 4º del art. 446, dado que esta última norma no se refiere a
la obligación de acompañar instrumentos por parte del demandante, sino que al deber
del juez de notificar a la institución de seguridad social que deba recibir las
cotizaciones impagas. Lo anterior se debe a que la citada ley eliminó la facultad del
demandante para acompañar instrumentos y solicitar diligencias probatorias que se
encontraba contenida en el antiguo inc. 3º del art. 446. Por consiguiente, el antiguo
inc. 4º pasó a ser inc. 3º, sin que se corrigiera la referencia efectuada por el art. 447
CT.

Nuestros tribunales han corregido este error legislativo, realizando una


interpretación lógica de la norma, al señalar: "Que, en efecto, antes de la dictación de
la Ley Nº 20.287 el artículo 446 contenía un inciso tercero del siguiente tenor:
"conjuntamente con la demanda se podrán acompañar documentos y solicitar las
diligencias de prueba que se estimen necesarias". Esta regla fue derogada por la
letra B) del artículo único de la referida ley, razón por la cual el inciso cuarto, que es la
norma invocada por el a quo, pasó a ser inciso tercero y la disposición del inciso final
del artículo 447 no fue modificada, de modo tal que la referencia quedó
incorrectamente señalada.

En razón de lo anterior es que debe necesariamente estimarse que el reenvío de


este último artículo ha de entenderse efectuado al inciso tercero del artículo 446, cuyo
tenor literal es claro y que por las consideraciones expuestas por el tribunal de primer
grado se considera correctamente aplicado. Por ello, la decisión debe ser mantenida"
(Corte de Apelaciones de Santiago, sentencia de 5 de diciembre de 2017, rol
Nº 2151-2017).

En todo caso, la inadmisibilidad de la demanda se desprende del carácter


imperativo establecido por el legislador para el acompañamiento anticipado de la
prueba documental, tratándose de materias de seguridad social, sin perjuicio de la
descoordinación legislativa a que hemos aludido. Por consiguiente, consideramos que
el establecimiento de esta sanción justifica la excepción referente a la concentración
procesal probatoria que constituye la presentación de tales documentos.

4. Defecto legal en el modo de proponer la demanda

Un cuarto supuesto está configurado por la existencia de un defecto legal en el


modo de proponer la demanda, dado que por aplicación supletoria del art. 256 CPC,
el tribunal de oficio no dará curso a la demanda que no cumpla con los tres primeros
requisitos establecidos en el art. 254 del mismo texto. Ahora bien, debemos observar
la forma en que debe entenderse la aplicación de esta disposición, toda vez que el
CPC solo la consagra como una facultad oficiosa en un terreno gobernado por el
principio dispositivo, cabiendo discutir si en materia laboral ello se entiende como una
atribución o como una obligación del tribunal, en atención al impulso oficial presente
durante todo el procedimiento y en concordancia con los demás deberes del juez en
materia de admisibilidad de la demanda.

La jurisprudencia civil lo ha entendido de la siguiente manera:

"Tercero: Que el artículo 256 del Código de Procedimiento Civil preceptúa: "Puede el juez
de oficio no dar curso a la demanda que no contenga las indicaciones ordenadas en los
tres primeros números del artículo 254, expresando el defecto de que adolece.

A su turno, el artículo 254 prescribe, en sus tres primeros números que: "La demanda
deberá contener:

1º La designación del tribunal ante quien se entabla; 2º El nombre, domicilio y profesión u


oficio del demandante y de las personas que lo representen, y la naturaleza de la
representación; 3º El nombre, domicilio y profesión u oficio del demandado".

Cuarto: Que como resulta evidente, las citadas disposiciones autorizan al juez para que, en
la etapa inicial del proceso, y actuando de oficio, rechace la demanda, autorización que, sin
embargo, se encuentra restringida a ciertos supuestos, que el legislador define de manera
clara y estricta al decir que podrá obrar de ese modo en caso que la demanda "no contenga
las indicaciones ordenadas en los tres primeros números del artículo 254".

Entonces, y de la lectura de los citados números del artículo 254, se desprende que el juez
puede rechazar de plano la demanda al efectuar su examen de admisibilidad si ésta no
designa al tribunal ante quien se entabla; si no expresa el nombre, el domicilio y la
profesión u oficio del actor y de las personas que lo representen, y la naturaleza de la
representación y, finalmente, si no individualiza al demandado señalando su nombre, su
domicilio y su profesión u oficio" (Corte Suprema, sentencia de 21 de febrero de 2018, rol
Nº 11548).

Así las cosas, donde el legislador es claro al establecer los requisitos de una
facultad oficiosa, debe efectuarse una interpretación estricta, no puede extenderse a
parámetros no establecidos por él ni mucho menos extrapolar las facultades de un
juez cuyos poderes han sido considerablemente ampliados en el nuevo procedimiento
del Trabajo. Por lo demás, se ha resuelto que "en el actual desarrollo del derecho
nacional e interpretando la garantía constitucional de acceso a la justicia con un
criterio finalista, amplio y garantista, cualquier limitación por vía de interpretación que
obste al derecho a la tutela judicial, aparece despojada de la razonabilidad y
justificación que precisaría para ser aceptada como admisible a la luz de lo dispuesto
en el Nº 26 del artículo 19 de la Carta Fundamental" (Corte Suprema, sentencia de 20
de junio de 2018, rol Nº 7448).

Sin perjuicio de todo lo anterior, queda a salvo la posibilidad de oponer la excepción


dilatoria de ineptitud del libelo por parte del demandado, como asimismo la facultad
de subsanarse los defectos formales por el demandante, una vez declarada la
inadmisibilidad de oficio o tras acogerse la excepción formal comentada.

5. Patrocinio y poder

Los arts. 1º y 2º de la Ley Nº 18.120 sobre comparecencia en juicio establecen que,


si la demanda constituye la primera presentación en un asunto contencioso, deberá
cumplir con los requisitos establecidos para el patrocinio y mandato judicial. De no
cumplir con los requisitos señalados, la demanda se tendrá por no presentada para
todos los efectos legales, sin que la resolución que declare su inadmisibilidad sea
susceptible de recurso alguno.

h) Acumulación de acciones

El actor podrá acumular en su demanda todas las acciones que le competan en


contra de un mismo demandado (art. 448 inc. 1º CT). Debemos precisar que esta
situación no es un verdadero caso de acumulación, dado que no existen dos juicios,
sino que se le concede al demandante la posibilidad de acumular las acciones que
dirija en contra de una persona, en un mismo juicio. De todos modos, es útil recordar
que esta disposición se encuentra en concordancia con lo dispuesto por el art. 17
CPC, en cuanto establece que en un mismo juicio podrán entablarse dos o más
acciones con tal que no sean incompatibles. Sin embargo, podrán proponerse en una
misma demanda dos o más acciones incompatibles para que sean resueltas una
como subsidiaria de la otra.

En el caso de aquellas acciones que corresponda tramitar de acuerdo a


procedimientos distintos, se deberán deducir de conformidad a las normas
respectivas, y si una dependiere de la otra, no correrá el plazo para ejercer aquella
hasta ejecutoriado el fallo de esta (art. 448 inc. 2º CT). Lo anterior se justifica en la
diversidad de procedimientos establecidos por el legislador procesal laboral (entre
nosotros, el procedimiento de aplicación general, de tutela de derechos
fundamentales, monitorio y de reclamación de multas), así como a los criterios para
determinar la aplicación de cada uno de ellos.
i) Acumulación de causas

El inc. 1º del art. 449 CT señala que, si ante el mismo tribunal se tramitan varias
demandas contra un mismo demandado y las acciones sean idénticas, aunque los
actores sean distintos, el juez de oficio o a petición de parte podrá decretar la
acumulación de las causas, siempre que se encuentren en un mismo estado de
tramitación y no implique retardo para una o más de ellas.

Debemos precisar que, si bien el legislador ha requerido identidad en las acciones,


ello no implica una identidad absoluta, sino más bien está exigiendo acciones con
identidad de causa de pedir (acciones conexas) (Orellana, F.; Pérez, A.). Por otro
lado, en cuanto a la oportunidad, la norma señala que las causas que se pretende
acumular deberán encontrarse en un mismo estado. Para interpretar este requisito,
debemos atender a la etapa en que se encuentren los procesos respectivos, sea en
fase de discusión, en la audiencia preparatoria o en la audiencia de juicio.

Es preciso destacar que el CPC, en lo relativo a la acumulación de autos, establece


que para que pueda tener lugar la acumulación, se requiere que los juicios se
encuentren en una misma clase de procedimiento y que la sustanciación de todos
ellos se encuentre en instancias análogas y que el curso de los juicios que estén más
avanzados se suspenderá hasta que todos lleguen a un mismo estado (arts. 95 y 97
CPC).

Solicitada la acumulación, se concederá un plazo de tres días a la parte no


peticionaria para que exponga lo conveniente sobre ella. Transcurrido este plazo,
haya o no respuesta, el tribunal resolverá. Con todo, el juez tendrá siempre la facultad
de desacumular las causas (art. 449 inc. 2º y 3º CT). Esta potestad del juez no debe
ser estimada como absoluta, por el contrario, el juez solo podrá desacumular cuando
exista un retardo en una de estas causas que perjudique a las otras. En todo caso,
siempre la parte perjudicada podrá reponer de esta acumulación (Orellana, F.; Pérez,
A.).

j) Admisibilidad de la demanda

Bien se señaló que no se dará curso a aquellas demandas que no cumplan con los
requisitos establecidos por el legislador, debiendo rechazarse de oficio por el tribunal.
Por el contrario, cuando del examen realizado se concluye la admisibilidad de la
demanda, esta debe ser acogida a tramitación. Pues bien, sobre este punto existen
dos normas que adquieren relevancia, una desde una perspectiva general y otra
desde un punto de vista propio del procedimiento laboral.

La primera de ellas corresponde al art. 446 inc. final CT, que señala que el tribunal
deberá conferir traslado de la demanda, una vez que esta ha sido interpuesta y, por
cierto, ha cumplido con las exigencias legales señaladas. Desde luego, se desprende
que dicha resolución tiene la naturaleza jurídica de un decreto, toda vez que solo
tiene por objeto dar curso progresivo a los autos, sin decidir ni prejuzgar ninguna
cuestión debatida entre partes. Sin perjuicio de ello, es sabido que el tribunal deberá
responder a todas las peticiones formuladas por el demandante en su libelo, sea a las
peticiones principales o las accesorias, consignadas en los otrosíes.

La segunda de tales normas, propia del procedimiento predominantemente oral,


corresponde al art. 451 CT, en virtud del cual, admitida la demanda a tramitación, el
tribunal deberá, de inmediato y sin más trámite, citar a las partes a una audiencia
preparatoria, fijando para tal efecto, dentro de los treinta y cinco días siguientes a la
fecha de la resolución, el día y la hora para su celebración, debiendo mediar entre la
notificación de la demanda y citación, y la celebración de la audiencia, a lo menos,
quince días.

En la citación se hará constar que la audiencia se celebrará con las partes que
asistan, afectándole a aquella que no concurra todas las resoluciones que se dicten
en ella, sin necesidad de ulterior notificación. Asimismo, deberá indicarse en la
citación que las partes, en dicha audiencia, deberán señalar al tribunal todos los
medios de prueba que pretendan hacer valer en la audiencia oral de juicio, como así
también requerir las diligencias de prueba atinentes a sus alegaciones, para que el
tribunal examine su admisibilidad. Conforme a lo expuesto, se deduce que el tribunal
deberá compatibilizar ambas situaciones en una misma resolución, es decir, conferir
traslado de la demanda y citar a las partes a la audiencia preparatoria.

El procedimiento ordinario previo a la reforma era de carácter eminentemente escrito y


comenzaba por la presentación de una demanda que debía contener una serie de
requisitos formales. De constatar el cumplimiento de estos requisitos, el tribunal dictaba una
resolución acogiéndola a tramitación y ordenando que se diera traslado al demandado para
que éste la conteste o demande reconvencionalmente, también por escrito (Alcaíno, E.;
Lillo, R.).

Talca, treinta y uno de julio de dos mil


dieciocho

Con el mérito de la actuación


precedente, téngase por constituido
legalmente el patrocinio y poder.

Proveyendo la demanda de 23 de julio


pasado se resuelve:

A lo principal: téngase por admitida a


tramitación la demanda. Traslado.
Cítese a las partes a audiencia
preparatoria para el día 10 de septiembre
de 2018, a las 08:30 horas, en sala 1 de
este Tribunal, ubicado en 4 Norte Nº 615,
segundo piso, de esta ciudad, la que se
celebrará con la parte que asista,
afectándole a aquella que no lo haga y se
encuentre legalmente notificada, todas
las resoluciones que se dicten sin ulterior
notificación.

Se hace presente a las partes que, en


la referida audiencia deberán señalar al
tribunal todos los medios de prueba que
pretendan hacer valer en la audiencia de
juicio, como también requerir las
diligencias de prueba que sean atinentes
a sus alegaciones, para que el tribunal
examine su admisibilidad. En caso de
presentar prueba documental, esta
deberá ofrecerse y exhibirse en la
referida audiencia preparatoria y de
conformidad a lo establecido en el Acta
Nº 71-2016 sobre tramitación electrónica,
en su artículo 47, en esta misma
audiencia y desde ya, las partes deberán
obligatoriamente traer minuta escrita con
a lo menos la prueba instrumental de que
piensen valerse en el proceso, sin
perjuicio a su incorporación en la
audiencia de juicio.

Asimismo, deberán comparecer con


patrocinio de abogado y representadas
por persona legalmente habilitada para
actuar en juicio, sin perjuicio de que, en
el evento de concurrir por intermedio de
mandatario, este último se entiende
facultado de pleno derecho para transigir.

Para los efectos establecidos en el


artículo 440 del Código del Trabajo, las
partes deberán designar, en su primera
actuación, un lugar conocido dentro de
los límites urbanos de esta ciudad, bajo
apercibimiento que las resoluciones que
debieron serles notificadas por carta
certificada lo serán por el estado diario.

Al primer otrosí: estese a lo que se


resolverá a continuación;

Al segundo otrosí: como se pide,


notifíquese vía correo electrónico;

Al tercer otrosí: téngase presente.

Notifíquese vía correo electrónico a la


demandante.

Notifíquese legalmente a la demandada


Banco Santander Chile S.A.,
representado legalmente por Jorge Peña
Collao, o por quien ejerza las facultades
del artículo 4º del Código del Trabajo,
ambos con domicilio en Bandera 140, de
la comuna de Santiago, Región
Metropolitana, o en aquel que el Ministro
de Fe constate fehacientemente; en su
caso, procédase conforme a lo previsto
en el artículo 437 del Código del Trabajo,
con la atención que en derecho
corresponde; al efecto, exhórtese al
Juzgado de Letras del Trabajo de
Santiago que corresponda para su
diligenciamiento.

RIT O-409-2018

RUC 18-4-0.122.060-3

Proveyó doña Lis Rondinella Aguilera


Jiménez, Juez Titular del Juzgado de
Letras del Trabajo de Talca.

En Talca a treinta y uno de julio de dos


mil dieciocho, se notificó por el estado
diario la resolución precedente.
k) Emplazamiento

La importancia del trámite es manifiesta, pues con él se cumple con las exigencias
derivadas del principio de contradicción. La garantía del debido proceso supone
oportuno previo conocimiento de la pretensión por parte del demandado, a quien debe
otorgársele una razonable posibilidad de defensa y en igualdad de condiciones
(Cortez, G.).

La importancia del emplazamiento es manifiesta, resolviéndose por nuestro máximo


tribunal "que el primero de los elementos que otorgan contenido al principio
constitucional de un justo y racional procedimiento garantizado en el inciso sexto del
artículo 19 Nº 3 de la Constitución Política es el debido emplazamiento, por cuyo
intermedio se pone la demanda en conocimiento del demandado y se hace saber el
plazo de que dispone para ser oído sobre ella" (Corte Suprema, sentencia de 30 de
mayo de 2018, rol Nº 4573-2018).

Por otra parte, es preciso recordar que una de las consecuencias procesales de la
notificación de la demanda corresponde al perfeccionamiento de la relación jurídico
procesal, creando para las partes el conjunto de expectativas y cargas procesales,
especialmente la del demandado de comparecer ante el juez. Asimismo, la existencia
de un proceso en el que se ha constituido la relación procesal impide la coexistencia
de otro en que se den las entidades propias de la cosa juzgada, esto es, subjetivas y
objetivas, generando el efecto de litispendencia (Cortez, G.). Pero, además, como
efecto secundario se produce la perpetuatio iurisdictionis, es decir, el efecto procesal
por el cual no surtirán efecto alguno sobre la competencia del juez los posibles
cambios o modificaciones que pudieran producirse con posterioridad a la notificación
(Orellana, F.; Pérez, A.).

1. Elementos del emplazamiento

Como es sabido, el emplazamiento está constituido por dos elementos.

El primero de ellos corresponde a la notificación de la demanda y su proveído


practicada en forma legal al demandado. Esta notificación, de ser la primera que se
haga a la parte demandada, deberá practicarse personalmente, entregándosele copia
íntegra de la resolución y de la solicitud en que haya recaído, mientras que al
demandante se le notificará por el estado diario (art. 436 inc. 1º CT).

El segundo elemento corresponde al plazo concedido por la ley al demandado para


que comparezca al juicio a defenderse. Sobre este punto, el legislador establece que,
admitida la demanda a tramitación, el tribunal deberá, de inmediato y sin más trámite,
citar a las partes a una audiencia preparatoria, fijando para tal efecto, dentro de los
treinta y cinco días siguientes a la fecha de la resolución, el día y hora para su
celebración, debiendo mediar entre la notificación de la demanda y citación, y la
celebración de la audiencia, a lo menos, quince días (art. 451 CT).
2. Término de emplazamiento

Con la expresión término de emplazamiento se designa al plazo que tiene el


demandado para comparecer al proceso a defenderse. El demandado debe contestar
la demanda por escrito con, a lo menos, 5 días de antelación a la fecha de
celebración de la audiencia preparatoria (art. 452 CT). Por consiguiente, desde para
el cual está fijada la audiencia preparatoria, se debe contar cinco días hábiles en
forma retroactiva para determinar efectivamente cuándo vence el plazo que tiene el
demandado para contestar la demanda. Debemos recordar la importancia que tiene
un acertado cómputo de este término, dado que un error en dicho ejercicio puede
derivar en la rebeldía del demandado y con ello, las duras sanciones establecidas por
el legislador procesal laboral, a que nos referiremos posteriormente.

B) C

a) Concepto y cuestiones preliminares

Se entiende por contestación de la demanda el acto de postulación del demandado


por el que se reconocen o niegan los hechos de la demanda, se determina el tema de
la prueba y se solicita del órgano jurisdiccional la inadmisión y/o desestimación, total o
parcial de la pretensión (Gimeno, V.).

En cuanto a requisitos de forma, el art. 452 CT prescribe que el demandado deberá


contestar la demanda por escrito con a lo menos cinco días de antelación a la fecha
de celebración de la audiencia preparatoria. Del mismo modo que tratándose de la
demanda, consideramos que la apuesta por la escrituración en la respuesta del sujeto
pasivo del juicio ordinario laboral permite avanzar con mayores grados de seguridad y
legitimidad en la asimilación de los cambios procesales que introducen mayores
grados de oralidad en otras fases del proceso, por los distintos operadores del
sistema (Palomo, D.).

En nada se está afectando el predominio de la oralidad en nuestro procedimiento


ordinario o de aplicación general. La escritura para la contestación implica solamente
bien entender las ventajas de una u otra forma dependiendo de la fase y acto de que
se trate. Asimismo, la celeridad de la tramitación del juicio ordinario laboral tampoco
ha sido un bien sacrificado por optar el legislador por la escritura en la respuesta del
demandado, lo que guarda perfecta relación con uno de los contenidos del derecho a
la tutela judicial efectiva. Mas, con buen criterio, ello no ha sido entregarse a un
irreflexivo modelo oral, pues se han considerado las ventajas comparativas que
entrega la forma escrita frente a la oralidad esta fase en general, y en las posibles
respuestas del sujeto pasivo, en particular (Palomo, D.).

b) La posición del demandado y la igualdad de armas procesales


Como pudiera pensarse, usualmente la posición de demandado en el proceso
laboral será utilizada por el empleador y, consiguientemente, será el trabajador quien
guarde la calidad de demandante. En principio, ambas partes deberían situarse en un
plano de igualdad, puesto que si, esencialmente, todo proceso supone la presencia
de dos sujetos que mantienen posiciones antagónicas respecto de una misma
cuestión (pretensión y resistencia) y si la auténtica y única razón de ser del proceso
es erradicar la fuerza ilegítima de una sociedad dada y, con ello, igualar jurídicamente
las diferencias naturales que irremediablemente separan a los hombres, es
consustancial de la idea lógica de proceso el que el debate se efectúe en pie de
perfecta igualdad (Alvarado, A.).

Sin embargo, teniendo en consideración que el Derecho Laboral, en cuanto rama


sustantiva, establece un estatuto protector del trabajador, algunos autores postulan
que la protección del trabajador se encuentra también en el ámbito procesal, donde
se hallan numerosas manifestaciones adjetivas del principio tutelar, por ejemplo, en el
impulso procesal de oficio, la celeridad, la buena fe y la gratuidad. Desde esta
perspectiva, se ha señalado que la proyección en el ámbito procesal del principio
sustantivo de protección del trabajador es el denominado por Couture principio de
igualdad por compensación (Gamonal, S.). Otros autores postulan que, en el proceso
de decisión probatoria, bajo determinadas condiciones, la duda debe resolverse a
favor del trabajador —que usualmente será el demandante— y que, en esa fase del
ejercicio de la jurisdicción, surgen espacios en los que puede tener cabida la regla del
in dubio pro operario (Astudillo, O.).

En esta materia, estimamos que principios que inspiran el derecho sustantivo en


aquellas relaciones intersubjetivas que por su naturaleza son desiguales, no pueden
informar el proceso, por cuanto implicaría la vulneración de la garantía constitucional
de igualdad de armas (Bruna, J.). En este sentido, se ha señalado acertadamente que
la desigualdad material entre las partes, que puede darse en la práctica con
indeseable frecuencia, resultaría contrario al sistema constitucional intentar corregirla
estableciendo una desigualdad legal de signo contrario, o permitiendo iniciativas
judiciales a favor de la parte considerada más débil, ya que con ello peligrarían
irremediablemente postulados esenciales del proceso justo, entre ellos el de la
imparcialidad del juez (Vallespín, D.).

Debemos recordar que existen principios procesales necesarios comunes a todos


los procesos. Se trata de los llamados principios jurídicos-naturales, donde se
coincide en reconocer tres principios básicos y fundamentales en la actividad que
conocemos como proceso: Los principios de audiencia, defensa e igualdad. Se trata
de unos postulados mínimos, fundamentales y básicos, derechamente
consustanciales a la idea misma de proceso, sin los que este dejaría de constituir una
vía adecuada para la tutela de los derechos e intereses de las personas (Palomo, D.).

c) Contenido de la contestación de la demanda


El CT no ha establecido una norma que determine con un orden y precisión
apropiada el contenido que debe reunir el acto procesal de la contestación de la
demanda. Por consiguiente, consideramos que resulta aplicable el art. 309 CPC, que
impone las siguientes menciones:

1º La designación del tribunal ante quien se presente. Como es evidente, todo


escrito debe enunciar el tribunal ante quien se presenta, sin que la contestación de la
demanda sea una excepción a dicha regla.

2º El nombre, domicilio y profesión u oficio del demandado. Si bien el CT no ha


hecho mención a la designación del tribunal ni a la individualización de las partes,
tanto por aplicación supletoria del CPC como por razones de praxis forense será
aconsejable incorporarlos, ello además de los datos necesarios para la identificación
de la causa respectiva (Contreras, C.; Palomo, R.).

3º Las excepciones que se oponen a la demanda y la exposición clara de los


hechos y fundamentos de derecho en que se apoya. Esta disposición debe
completarse con la norma especial contenida en el inc. 2º del art. 452 CT, el cual
requiere una exposición clara y circunstanciada de los hechos y fundamentos de
derecho en los que se sustenta, las excepciones y/o demanda reconvencional que se
deduzca, así como también deberá pronunciarse sobre los hechos contenidos en la
demanda, aceptándolos o negándolos en forma expresa y concreta.

La lectura de los preceptos mencionados denota la exigencia de una mayor


precisión por parte del legislador procesal del trabajo, por las siguientes razones:
a) Se exige una exposición clara y circunstanciada de los fundamentos fácticos y
jurídicos alegados por el demandado, como contrapartida del requerimiento impuesto
al actor a la hora de fundar su demanda; b) La oposición de excepciones que se
intenten para desvirtuar la demanda y la demanda reconvencional que sirva para
introducir una pretensión propia al proceso por parte del demandado; c) Se requiere
un pronunciamiento respecto de los hechos aportados al proceso por el actor,
negándolos o aceptándolos en forma expresa y concreta, so pena de ser declarados
como tácitamente admitidos por el tribunal.

4º La enunciación precisa y clara, consignada en la conclusión, de las peticiones


que se sometan al fallo del tribunal. Naturalmente, el petitum de la contestación ha de
ser consecuente con la naturaleza de las excepciones invocadas. Si se han alegado
exclusivamente excepciones procesales, se instará a la inadmisión de la pretensión. Y
si lo que el demandado ha efectuado una mera defensa negativa o ha aducido
excepciones materiales, solicitará su desestimación (Gimeno, V.).

Del mismo modo que la demanda, la contestación deberá presentarse por vía
electrónica a través del sistema de tramitación electrónica del Poder Judicial, para
cuyos efectos los abogados o habilitados en derecho deberán registrarse en los
términos que del Auto Acordado Nº 71-2016 de la Excma. Corte Suprema, que regula
el funcionamiento de tribunales que tramitan en forma electrónica.

d) Posibles actitudes del demandado

De acuerdo con las disposiciones citadas, el demandado legalmente emplazado


puede asumir diferentes actitudes al momento de contestar la demanda, sin perjuicio
de que el legislador no logre dar cuenta expresamente de todas las opciones por las
que pueda decantarse el demandado.

Por el contrario, existen legislaciones que establecen expresamente la serie de


posibles actitudes del demandado. Ejemplo de ello es el Código General del Proceso
Uruguayo, señalando en su art. 132 que "el demandado puede, eventualmente
allanarse a la pretensión, plantear excepciones previas, asumir actitud de expectativa,
contestar contradiciendo o deducir reconvención. Si adoptara más de una de estas
actitudes, deberá hacerlo en forma simultánea y en el mismo acto". En un sentido
idéntico a la legislación comentada, se desprende que en nuestro proceso laboral el
demandado puede adoptar actitudes que transitan desde allanarse a las pretensiones
deducidas en su contra por el actor, hasta introducir pretensiones propias al proceso,
mediante la demanda reconvencional.

1. No contestar la demanda: la rebeldía del demandado

La no contestación de la demanda por parte del demandado puede tener como


origen diversos motivos, sin embargo, con independencia de ello, el legislador ha
impuesto una dura sanción a quien incurre en esta actitud procesal. En principio, la
falta de contestación de la demanda tiene como natural consecuencia la preclusión,
en aplicación directa de lo dispuesto en el art. 435 CT. En consecuencia, la posibilidad
de ejercer el derecho a contestar la demanda se extingue, por el solo ministerio de la
ley, con el vencimiento del plazo y, en aplicación del adagio "lo accesorio sigue la
suerte de lo principal", el demandado rebelde no podrá ejercer los actos que solo
pueden hacerse valer con ocasión de la contestación de la demanda, como son la
oposición de excepciones y la interposición de una demanda reconvencional.

No obstante, la dura sanción a que nos referimos corresponde a una de las


principales controversias del nuevo proceso laboral, en cuanto el art. 453 Nº 1 inc. 7º
CT establece que cuando el demandado no contestare la demanda, o de hacerlo no
negare en ella alguno de los hechos contenidos en la demanda, el juez podrá
estimarlos como tácitamente admitidos en la sentencia definitiva. Se trata de una
norma de rango legal que establece el efecto jurídico que puede producir tanto la no
contestación de la demanda como la contestación de la demanda en que no se
controvierten todos o algunos de los hechos afirmados por el actor, siendo este efecto
la admisión tácita de los hechos contenidos en la demanda no controvertidos en la
contestación (Fernández, R.).
Desde luego, se advierte que dicha norma importa una inversión de la regla civil,
toda vez que la doctrina mayoritaria y una jurisprudencia uniforme sostienen que la
rebeldía del demandado implica una contestación ficta de la demanda, en que se
niega genéricamente los hechos constitutivos de la pretensión, de manera tal que la
carga de la prueba seguirá radicada en el demandante.

Así las cosas, la Corte Suprema ha resuelto que: "En efecto, la norma contenida en
el artículo 453 número 1, inciso 7, del Código del Trabajo consagra la institución de
carácter procesal que la doctrina denomina "admisión de hechos", que puede ser
expresa o tácita. La expresa, se puede definir como un acto procesal por el cual una
parte reconoce la verdad de los hechos expuestos por la contraria y cuyo efecto
consiste en que queda relevada de probar los hechos admitidos por la primera,
resultando innecesaria cualquier forma de prueba de los mismos que el juez debe
tener por acreditados. La admisión tácita provoca el mismo efecto, pero se diferencia
de la expresa porque solo cabe aplicarla en los casos que señala la ley, y uno de
aquellos es precisamente el que contempla la norma aludida precedentemente"
(Corte Suprema, sentencia de 26 de junio de 2014, rol Nº 15330-2013).

2. Allanamiento

El último párrafo del art. 453 Nº 1 CT establece que, si el demandado se allanare a


una parte de la demanda y se opusiera a otras, se continuará con el curso de la
demanda solo en la parte que hubo oposición. Para estos efectos, el tribunal deberá
establecer los hechos sobre los cuales hubo conformidad, estimándose esta
resolución como sentencia ejecutoriada para todos los efectos legales, procediendo el
tribunal respecto de ella conforme a lo dispuesto en el art. 462. Por su parte, dicha
norma señala que una vez firme la sentencia, lo que deberá certificar de oficio el
tribunal, y siempre que no se acredite su cumplimiento dentro del término de cinco
días, se dará inicio a su ejecución de oficio por el tribunal, de conformidad a lo
dispuesto en los artículos siguientes, relativos al cumplimiento de la sentencia y la
ejecución de los títulos ejecutivos laborales.

Pensamos que el allanamiento que regula el CT es distinto al regulado en el


CPC. En este último el acto del demandado no vincula al juez al proceso, sino
simplemente elimina el periodo de prueba (art. 313 CPC); en cambio, en el CT el
allanamiento, sea total o parcial (el legislador solo se refiere al parcial) tiene efectos
vinculantes para el juez, pues lo obliga a establecer los hechos sobre los cuales hubo
conformidad, dictando resolución judicial que se estima como sentencia ejecutoriada
(Orellana, F.; Pérez, A.).

Sin más, nuestros tribunales se han referido al allanamiento total como una figura
cuyos efectos se equiparan a la admisión tácita de los hechos contenidos en la
demanda, toda vez que ambos actos tienen una común consecuencia jurídica: la
exención de prueba. Así, se ha fallado: "Resulta indiscutible que la aceptación tácita
de los hechos que sirven de fundamento a la demanda, importa un reconocimiento o
allanamiento a los mismos, por lo que no puede estimarse que respecto de ellos
exista controversia y, por consiguiente, es improcedente la rendición de pruebas a su
respecto. Por otra parte, si la audiencia de juicio tiene como propósito el rendir las
pruebas que el juez requiera para dictar su sentencia, resulta de toda lógica entender
que ella es innecesaria cuando tales pruebas no existirán, por lo que la dictación del
fallo no puede retardarse. Aceptar las alegaciones del recurrente, implicaría la dilación
innecesaria del procedimiento en perjuicio del demandante, lo que no resulta
admisible, por lo que la petición de nulidad debe ser desestimada" (Corte de
Apelaciones de Santiago, sentencia de 4 de noviembre de 2013, rol Nº 1000-2013).

3. Negación expresa de los hechos

La negación expresa de los hechos se entiende como el cumplimiento de la carga


procesal establecida en el art. 452 inc. 2º CT, que requiere que la contestación se
pronuncie sobre los hechos contenidos en la demanda, en el sentido de negarlos en
forma expresa y concreta. Desde esta perspectiva, la negación expresa de los hechos
no solo tiene como objeto establecer cuáles son los hechos controvertidos y, en
consecuencia, sobre los que deberá recaer la prueba, sino que, además, impedir un
efecto de suyo pernicioso para los intereses del demandado, esto es, la admisión
tácita de los hechos contenidos en la demanda. Es preciso destacar que la negación
expresa de los hechos se refiere únicamente a la contravención de las afirmaciones
fácticas introducidas en la demanda, de manera que, al no introducirse nuevos
hechos por el demandado, la carga de la prueba sigue radicada en el actor.

Bien se ha ilustrado por la mejor doctrina que, para oponerse a una demanda no se
necesita tener razón. El demandado también puede actuar con conciencia de su
sinrazón y oponerse a una demanda fundada. Pero su razón o falta de razón no
pueden ser juzgadas en el transcurso del juicio, para detener o para no dar
andamiento a su oposición, sino que se actúa tal como si el derecho a oponerse fuera
perfecto, hasta el momento de la sentencia (Couture, E.).

4. Oposición de excepciones

La excepción es el poder jurídico del demandado, de oponerse a la pretensión que


el actor ha aducido ante los órganos de la jurisdicción (Couture, E.). Por consiguiente,
desde un punto de vista funcional, concebimos a la excepción como aquel medio de
defensa que el legislador ha brindado al demandado para hacer oposición a la acción
intentada en su contra por el demandante. En otras palabras: tal como se han
otorgado las acciones al demandante, las excepciones han sido puestas a disposición
del demandado.

Así las cosas, el art. 452 inc. 2º CT señala que la contestación de la demanda
deberá contener las excepciones que se deduzcan, de lo cual se concluye que estos
medios de defensa constituyen una institución específica de la contestación de la
demanda. Para estos efectos, seguiremos la distinción clásica entre excepciones
dilatorias, procesales o de forma y excepciones perentorias, materiales o de fondo.

Con todo, debemos prevenir que la concentración que gobierna el procedimiento


laboral impide hacer aplicables ciertas normas del CPC que regulan los mecanismos
defensivos de que puede valerse el demandado en ocasiones distintas a la
contestación de la demanda. Nos referimos a aquellas excepciones que la doctrina ha
denominado mixtas, que siendo perentorias pueden oponerse antes de la
contestación de la demanda (art. 304 CPC) y las denominadas anómalas,
entendiendo por tales a aquellas excepciones de fondo que pueden oponerse en
cualquier estado del juicio e incluso en segunda instancia, con tal que se funden en
un antecedente escrito (art. 310 CPC).

a. Excepciones dilatorias

Se ha entendido que son excepciones dilatorias aquellos medios de defensa que se


refieren a la corrección del procedimiento, sin afectar el fondo de la acción deducida
(art. 303 Nº 6 CPC). Ahora bien, no solo se debe recurrir al CPC para establecer una
definición de estos mecanismos procesales, sino que, además, forzoso es requerir la
aplicación del art. 303 para los efectos de consignar cuáles son las excepciones
dilatorias susceptibles de ser deducidas en el procedimiento laboral, en atención a la
remisión hecha por el art. 432 CT.

En este sentido, el art. 303 CPC establece un listado de excepciones dilatorias,


correspondientes a la incompetencia del tribunal, la falta de capacidad, personería o
representación legal del demandante, la litis pendencia, la ineptitud del libelo, el
beneficio de excusión y, en general, las que se refieran a la corrección del
procedimiento sin afectar el fondo de la acción deducida.

Sin embargo, reiteramos que no resultan aplicables las normas referidas a la


oportunidad procesal en que estas excepciones deben hacerse valer, dado que el
CPC dispone que las excepciones dilatorias deben oponerse durante el término de
emplazamiento, pero antes de la contestación de la demanda (art. 305 CPC). Esta
forma de invocar las excepciones cobra especial relevancia en materia de
incompetencia del tribunal, dado que en sede procesal civil, el demandado prorroga
tácitamente la competencia, por hacer, después de apersonado en el juicio,
cualquiera gestión que no sea la de reclamar la incompetencia del tribunal (art. 187
Nº 2 COT).

Por lo demás, atendido el carácter de incidente de previo y especial


pronunciamiento de las excepciones formales, oponerlas en forma previa a la
contestación de la demanda implicaría suspender la tramitación del procedimiento
antes de dar lugar a la discusión del fondo y, con ello, fomentar las prácticas
puramente dilatorias que son materia frecuente tratándose de estos medios
procesales, en circunstancias que el legislador ha pregonado la buena fe y celeridad
como talismanes de la reforma procesal laboral.

Por el contrario, al hacerse valer en la contestación de la demanda, el legislador


señala que el tribunal procederá a conferir traslado de las excepciones y, una vez
evacuado por el actor, deberá pronunciarse de inmediato en la audiencia preparatoria
respecto de las excepciones de incompetencia, de falta de capacidad o de personería
del demandante, de ineptitud del libelo o de aquella en que se reclame del
procedimiento, siempre que su fallo pueda fundarse en antecedentes que consten en
el proceso o que sean de pública notoriedad. En los casos que ello sea procedente,
se suspenderá la audiencia por el plazo más breve posible, a fin de que se subsanen
los defectos u omisiones, en el plazo de cinco días, bajo el apercibimiento de no
continuarse adelante con el juicio. Las restantes excepciones se tramitarán
conjuntamente y se fallarán en la sentencia definitiva (art. 453 Nº 1 incs. 4º y 5º CT).

La resolución que se pronuncie sobre la excepción de incompetencia del tribunal


deberá ser fundada y solo será susceptible de apelación aquella que la acoja, la que
deberá interponerse en audiencia. De concederse el recurso, se hará en ambos
efectos y será conocido en cuenta por la Corte (art. 453 Nº 1 inc. 6º CT).

b. Excepciones perentorias

Se entiende por excepciones perentorias o materiales a aquellas que, atacando el


fondo de la acción deducida, tienden a desvirtuar la pretensión hecha valer por el
actor, conduciendo al rechazo de la demanda. Tal como se adelantó, éstas difieren de
la negación expresa de los hechos contenidos en la demanda, toda vez que a través
de ellas se tiende a introducir nuevas afirmaciones fácticas que atacan en forma
directa los hechos constitutivos de la pretensión del actor y que, en consecuencia,
producen relevantes efectos respecto de la carga de la prueba. Nos referimos
precisamente a la introducción de nuevos hechos por el demandado, pudiendo
clasificarlos en impeditivos, extintivos y excluyentes.

Los hechos impeditivos son aquellos hechos que se producen al mismo tiempo que
los hechos constitutivos de la pretensión actora, impidiéndoles manifestar sus
normales efectos jurídicos creadores, y dan forma, por ejemplo, a la excepción de
nulidad. Los hechos extintivos, en cambio, acaecen con posterioridad constituyendo
circunstancias sobrevenidas, extinguiendo (en todo o en parte) los efectos de los
hechos constitutivos, como ocurre por ejemplo con la excepción de pago de la deuda.
Por fin, los hechos excluyentes permiten al demandado sostener, frente a los hechos
constitutivos, su absolución, mediante un contraderecho que le permite enervar el
derecho del demandante, lo que ocurre, por ejemplo, con la excepción de prescripción
(Palomo, D.).

La relevancia en materia de carga de la prueba reside en que, al introducir


excepciones perentorias y, con ello, nuevos hechos, corresponde al demandado la
prueba de los hechos impeditivos, extintivos y excluyentes. Al tratarse de medios de
defensa que miran al fondo de la acción deducida, el juez deberá fallarlos en la
sentencia definitiva (arts. 453 Nº 1 inc. 5º y 458 CT).

Sin perjuicio de lo anterior, el legislador establece que las excepciones de caducidad


y prescripción deberán ser resueltas en la audiencia preparatoria, siempre que su fallo
pueda fundarse en antecedentes que consten en el proceso o sean de pública
notoriedad. Consideramos que ello se justifica atendida la fácil comprobación de los
hechos que fundan estas excepciones, dado que la constatación del vencimiento de
los plazos respectivos permite al tribunal zanjar en un terreno preliminar una cuestión
que podría debatirse hasta el final del trayecto procesal.

5. Reconvención

Se entiende por reconvención la introducción de una nueva pretensión del


demandado yuxtapuesta a su escrito de contestación que crea en el actor, a su vez, la
carga de ejercitar frente a la misma su derecho de defensa, asumiendo, respecto de
esta nueva pretensión, el rol de demandado. El fundamento de la reconvención es el
mismo que de la acumulación, es decir, la economía procesal, pues sería
antieconómico, sobre todo para el demandado, que tuviera que esperar a finalizar el
procedimiento iniciado por el actor o incoar en otro paralelo cuando en él concurra
también la circunstancia de ser acreedor de su actor. En tal supuesto, lo más racional
y menos oneroso es que en un solo procedimiento se diluciden ambas pretensiones,
tanto la del demandante como la del demandado (Gimeno, V.)

El art. 452 CT requiere que la reconvención sea interpuesta de forma escrita, en el


acto de la contestación de la demanda, lo cual se satisface incorporando la demanda
reconvencional en un otrosí del respectivo escrito. Por lo demás, la reconvención
deberá contener las mismas menciones que establece el art. 446 y se tramitará
conjuntamente con la demanda (inc. final).

Ahora bien, el legislador establece que la demanda reconvencional solo será


procedente cuando el tribunal sea competente para conocer de ella como demanda y
siempre que esté íntimamente ligada a ella (inc. 3º). Por ello, la demanda
reconvencional debe observar las normas de competencia absoluta y relativa, pero,
además, debe guardar una estrecha relación con la demanda deducida por el actor
principal.

Tratándose de las exigencias para la procedencia de la demanda reconvencional, se


ha resuelto:

"Segundo: Que el artículo 452 del Código del Trabajo establece que la reconvención sólo
será procedente cuando el tribunal sea competente para conocer de ella como demanda y
siempre que esté íntimamente ligada a ella. Por su parte, el artículo 420 del mismo texto
legal, establece la competencia de los Juzgados de Letras del Trabajo; señalando en cada
uno de sus literales, las materias que ésta abarca; específicamente: cuestiones suscitadas
entre trabajadores y empleadores por aplicación de las normas laborales o derivadas de la
interpretación de los contratos individuales o colectivos de trabajo; cuestiones derivadas de
la aplicación de las normas sobre organización sindical y negociación colectiva; cuestiones
derivadas de las normas de previsión o de seguridad social; juicios sobre cumplimiento de
obligaciones emanadas de títulos que las leyes laborales otorguen mérito ejecutivo;
reclamaciones contra resoluciones dictadas por autoridades administrativas en materias
laborales, previsionales o de seguridad social; juicios en que se pretenda hacer efectiva la
responsabilidad del empleador en accidentes del trabajo o enfermedades profesionales; y
todas aquellas materias que las leyes entreguen a los juzgados de letras con competencia
laboral" (Corte de Apelaciones de Concepción, sentencia de 6 de febrero de 2017, rol
Nº 387-2016).

"Octavo: Que si bien los conceptos que el demandado reclama del actor por vía
reconvencional —anticipos de comisiones y préstamos otorgados al trabajador— pueden
tener como base la relación laboral que existió entre las partes, no se trata de una materia
que diga relación con la aplicación de normas laborales, ni se deriva tampoco de la
interpretación o aplicación del contrato individual de trabajo. En efecto, no basta que, con
ocasión del contrato de trabajo, se hayan efectuado pactos o convenciones entre las partes
que den lugar a obligaciones pecuniarias, ya que la jurisdicción del trabajo está acotada a
la resolución de conflictos de índole netamente laboral. En la especie, la práctica de otorgar
préstamos a los trabajadores, sea bajo la figura de "anticipar comisiones" o a título de
préstamo propiamente tal, excede el ámbito propio de la relación laboral y por ello su pago
o cancelación no es materia de interpretación o aplicación del contrato de trabajo" (Corte de
Apelaciones de Santiago, sentencia de 28 de abril de 2011).

En cuanto a su tramitación, se ha establecido que el juez, al iniciar la audiencia


preparatoria, junto con efectuar una relación somera de los contenidos de la demanda
y contestación, deberá hacerlo respecto de la demanda reconvencional que se
hubiere deducido en tiempo y forma. A continuación, deberá conferir traslado para la
contestación de la demanda reconvencional, la que se llevará a efecto en la misma
audiencia.

En lo principal: Contesta demanda.


Primer otrosí: Se tenga presente.
Segundo otrosí: Señala forma de
notificación. Tercer otrosí: Patrocinio y
poder.

Señor Juez de Letras del Trabajo de


Talca
Carlos Sebastián Valdés Pizarro,
empresario, chileno, en representación
de Informativa y Servicios Valdés
Limitada y Servicios Valdés E.I.R.L.,
ambos domiciliados en Calle 2 Sur
Nº 1432, en autos caratulados
"Valenzuela con Informativa y Servicios
Valdés Limitada" Nº de RIT O-47-2018, a
US. respetuosamente digo:

Que por este acto vengo en contestar la


demanda de despido, despido
injustificado y cobro de prestaciones
laborales, interpuesta ante SS., por don
Francisco Antonio Valenzuela Salinas
solicitando se rechace en todas sus
partes con expresa condena en costas,
de conformidad con los antecedentes,
hechos y fundamentos de Derecho que a
continuación expongo:

1.- Pronunciamiento de los hechos


señalados en las demandas deducida
en autos

En los términos del artículo 452 del


Código del Trabajo, esta parte niega y
controvierte expresamente todos y cada
uno de los hechos, vertidos en el
acápite II, III y IV que contiene y exponen
en el escrito de demanda laboral a
excepción.

2.- Hechos de las demandas que se


niegan expresamente

1.- Que la relación laboral se desarrolló


con aparentemente con normalidad. No
obstante, los trabajadores detectamos
que nuestro empleador no paga las
cotizaciones.

2.- Que ante dicha situación de


cotizaciones impagas por parte de la
demandada principal Informática y
Servicios Valdés Limitada, y dado que
para postular a proyectos con entidades
públicas es requisito tener las
cotizaciones al día, es que se crea una
segunda empresa Servicios Valdés
E.I.R.L. (también llamada Infoser E.I.R.L.)
con el mismo domicilio, RUT,
representante legal, y del mismo giro,
sólo que enfocada en la práctica
principalmente en brindar servicios a
instituciones públicas o licitaciones vía
Chilecompra.

3.- Que en el caso del demandante


ambas empresas eran en la práctica la
misma.

4.- Que la situación del demandante se


puso crítica en septiembre de 2017 y que
en aquella fecha su empleador cesa en el
pago de mi remuneración.

5.- Que se adeuda la suma de


$ 556.875 por septiembre, 556.875 por
octubre, 556.875 por noviembre, 556.875
por diciembre de 2017, y los 29 días de
enero de 2018.

6.- Que mi parte haya dejado de


cumplir las obligaciones esenciales que
emanan del contrato de trabajo, como es
el pago de una remuneración, sin
perjuicio que además se está apropiando
indebidamente de los fondos
previsionales que le pertenecen al actor.

7.- Que la falta de pago de las


cotizaciones de salud durante varios
meses hay sido un incumplimiento grave
de las obligaciones contractuales por
parte del empleador.

8.- Que Informática y Servicios Valdés


Limitada y la demandada solidaria y
Servicios Valdés E.I.R.L, son ambas
empresas pertenecientes al empresario y
jefe, don Carlos Sebastián Valdés
Pizarro.

9.- Que el actor recibía las órdenes


directas, al igual que todos mis
compañeros.

10.- Que ambas empresas se


encuentran domiciliadas y en
funcionamiento en 2 norte 524, Talca.

11.- Que para postular a proyectos con


entidades públicas vía licitaciones se
haya creado una segunda razón social el
año 2010: Servicios Valdés E.I.R.L.

12.- Que el motivo de crear esta razón


social es que la primera tenía y
arrastraba una gran deuda previsional
con sus trabajadores.

13.-Que para el único motivo que fue


creada la demandada solidaria Servicios
Valdés E.I.R.L., fue para postular a
licitaciones vía Chilecompra, a las cuales
no podía postular Informática y Servicios
Valdés Limitada por la gran deuda
previsional existente.

14.- Que estemos ante un subterfugio


laboral.

15.- Se niega que se le adeuden


remuneraciones laborales por un valor de
$ 556.875 mensuales de septiembre,
octubre, noviembre, diciembre de 2017 y
29 días de enero de 2018.

3.- Excepción de nulidad del despido


indirecto

Como se acreditará al actor nada se le


adeuda por remuneraciones laborales y
los reales hechos que motivan el despido
indirecto están en una causa ilícita que
deviene en el actuar indebido que realizó
el actor durante la vigencia del contrato
de trabajo. En efecto, como se acreditará
el actor por la calidad en que fue
contratado, mediante contrato de trabajo
y por sus cláusulas esenciales y de su
naturaleza, estaba obligado a
determinadas obligaciones laborales que
incumplió. Ello causó perjuicio a mis
representadas y en definitiva conforman
la idea, planificación y actuar doloso del
actor para conformar su despido indirecto
y que fueron el real motivo que indujo al
acto de dar el despido indirecto. Así el
actor incurrió en las siguientes
irregularidades:

1) No tenía actualizada las carpetas


individuales del personal

2) No llevaba un archivo adecuado de


control de vacaciones del personal,
incluyéndose el mismo (tenía doble
recibo con distinta información)

3) No llevaba carpeta de control de


previsional

4) No llevaba control de libro de


compras

5) No llevaba libro de asistencia ni


control de este

6) Tenía un desorden administrativo


general

7) Hacía uso permanente en horario


laboral de visitas a páginas web
inadecuadas

Todo lo anterior, conllevó que la gestión


administrativa de la empresa sufriera un
descalabro y desorden que no permitió
responder oportunamente ante las
obligaciones laborales y previsionales de
los trabajadores, todo motivado por el
actuar del actor, y que en concreto
significa ahora que él se aprovecha de su
propio dolo o negligencia para dar un
despido indirecto e interponer una
demanda laboral en los términos que se
deduce. En efecto, desde antiguo se
reconoce y sanciona la actitud dolosa de
los sujetos de derecho, al punto que
nadie puede aprovecharse de su propio
dolo.

La legislación civil y laboral no escapa a


ese principio y dentro de los principios
formativos del Derecho Laboral existe el
principio de la buena fe en el
cumplimiento de los contratos, lo que no
ha ocurrido en el caso del actor. El acto
del despido indirecto es un acto jurídico
unilateral

y como tal no escapa a los requisitos que


debe tener todo acto jurídico en su
gestación y materialización, entre ellos
debe tener una causa lícita. Ello no
ocurre en este caso, ya que el actor
actuó con dolo en el incumplimiento de
su contrato de trabajo y contra la actitud
esperada por su empleador y por las
motivos que lo contrató como un
trabajador de confianza en la parte
administrativa encargado de tener
actualizadas las carpetas individuales del
personal, de llevar un archivo adecuado
de control de vacaciones del personal sin
doble recibo o distinta información, el
llevar las carpetas de control de
previsional, el control de libro de compras
y los libros de asistencia y control del
personal, en suma él tenía como
obligación esencial o a lo menos de la
naturaleza de su contrato de trabajo tener
un orden administrativo general, el cual
no hizo llevando en definitiva a una
situación de descontrol y desorden de la
empresa que provocó sendas demandas,
pagos inoportunos de remuneraciones y
cotizaciones que el actor debía de
preparar, informar y coordinar con el
contador de la empresa para proceder a
hacer oportunamente los pagos
respectivos, cosas que no hizo
dolosamente y en su beneficio.-

Como se acreditará el desfase, o el no


enterar oportunamente sus cotizaciones
es únicamente por el actuar doloso del
actor y este actuar doloso o negligente es
aprovechado por él ahora para dar un
despido indirecto reñido con los
elementales principios de buena fe
contractual que permiten invocar la
nulidad del acto del despido indirecto por
causa ilícita, pues el único motivo que lo
induce al acto jurídico aquel es
aprovecharse de su propio dolo lo que
contradice la ley y las buenas costumbres
y en general el orden público, ya que esa
dejación, ese actuar doloso es lo que ha
provocado la conductas que estima el
actor como tipificantes del despido
indirecto y que en definitiva viene a
constituir un provecho del propio dolo del
actor, por lo que se solicita que se
declare por SS. que el despido indirecto
dado por el actor con fecha 29 de enero
de 2018 es un acto jurídico unilateral,
hecho dolosamente, fraguado y
articulado por el actor y por tanto con
causa ilícita, esto es, con una causa
prohibida por ley o contraria a las buenas
costumbres o al orden público y por lo
mismo es nulo y sin valor conforme lo
que establecen los artículos 1681 y 1682
del código Civil, por lo queda sin efecto,
rechazándose la demanda laboral
incoada por la contraria por falta de
validez del despido indirecto y en razón
de lo cual no se accede al cobro de
prestaciones laborales deducida en
autos; con costas.-

Por tanto, ruego a US.: Que dentro de


plazo y en forma, se sirva tener
contestada la demanda de despido
indirecto y cobro de prestaciones
laborales, deducida en autos en contra
de mí representada y se sirva tener por
opuesta la excepción de nulidad del
despido indirecto y negarle lugar a la
demanda en todas sus peticiones, con
costas.

Primer otrosí: Ruego a US. se sirva


tener presente que me valdré de todos
los medios de prueba que nos franquea
la ley.

Segundo otrosí: Ruego a US. se sirva


disponer que se nos notifique el correo
electrónico: cristiandelgado@gmail.com.

Tercer otrosí: Ruego a US. tener


presente que designo abogado
patrocinante y confiero poder con todas
las facultades establecidas en los
artículos 6 y 7 del Código de
Procedimiento Civil a don Cristian Ignacio
Delgado Contreras, abogado habilitado
para el ejercicio de la profesión,
domiciliado en calle 3 Oriente Nº 1253,
Talca.
IV. A

A) C

a) Antecedentes generales

Las reformas procesales en nuestro país han transitado hacia la consolidación de


un modelo procesal por audiencias que permitiría poner en práctica los valores de la
justicia moderna que ya han sido pregonados por el derecho comparado. Sobre esta
base, se ha dividido el procedimiento en dos audiencias orales, públicas y
concentradas, dentro de las cuales debería ventilarse la totalidad de los actos a
desarrollar hasta la dictación de la sentencia definitiva. El legislador procesal laboral,
hasta el momento, el último en ponerse al día con la tendencia reformadora, ha
dejado expresa constancia de este fenómeno en la normativa del procedimiento de
aplicación general, al señalar: "El procedimiento regulado en este Párrafo se
desarrollará en dos audiencias, la primera preparatoria y la segunda de juicio,
conforme a las reglas que se señalan en los artículos siguientes" (art. 450 CT).

En efecto, uno de los objetivos de la Ley Nº 20.087 consistía en la modernización


del sistema procesal laboral, señalándose: "En la última década, nuestro país ha
sufrido enormes transformaciones en sus instituciones políticas, productivas y
sociales, acometiendo progresiva y decididamente en el último tiempo las necesarias
e ineludibles modernizaciones del sistema de administración de justicia.

Este proceso modernizador debe encontrar, quizás como en ningún otro, en el


ámbito del proceso laboral un terreno fértil para su concreción, recogiendo de las
experiencias y tendencias comparadas exitosas en esta materia, las ideas matrices
que permitan lograr los objetivos planteados".

Dicho sea de paso, que esta audiencia ha recibido diversas denominaciones,


mencionándose como audiencia preliminar, audiencia preparatoria, audiencia de
preparación del juicio oral, audiencia previa al juicio, entre otras. Ahora bien, como
quiera que se le denomine, este acto procesal tiene una vital importancia en el
modelo instaurado por los distintos órdenes procesales reformados, cuya finalidad es
depurar el objeto del debate, explorar la posibilidad de solución alternativa y llevar a
cabo una serie de actividades probatorias (Contreras, C.; Palomo, R.).

b) Objetivos

Teniendo en consideración que al encontrarse el proceso en la etapa de la


audiencia previa ya se ha determinado el objeto del debate, solo quedaría consolidar
la debida orientación hacia su eje central: la prueba. Como es sabido, la audiencia de
juicio se encuentra reservada para la práctica de los medios de prueba y estos, a su
vez, deben haber pasado por el examen de admisibilidad realizado precisamente en
la preparación del juicio oral. Sin embargo, la regulación que ha instaurado el
legislador procesal laboral da cuenta de una serie de funciones u objetivos que la
audiencia preliminar se encuentra destinada a cumplir y que escapan al examen de
los medios de prueba que se practicarán en el juicio oral. Para estos efectos, la
doctrina distingue las funciones: conciliatoria, saneadora y delimitadora.

En primer lugar, respecto de la función conciliatoria, el art. 453 Nº 2 CT dispone en


su inciso primero que, terminada la etapa de discusión, el juez llamará a las partes a
conciliación, a cuyo objeto deberá proponerles las bases para un posible acuerdo, sin
que las opiniones que emita al efecto sean causal de inhabilitación.

Partiendo de la base de la asistencia de las partes a la audiencia o, al menos, de


sus apoderados con poderes suficientes al efecto, será el propio juzgador quien
deberá proponerles a los asistentes las bases de arreglo. Para ello, es de extrema
relevancia y, a nuestro entender, insoslayable, que el juez maneje acabadamente los
términos del debate, planteados a través de los escritos iniciales de postulación. Solo
así podrá proponer bases que sean dignas de ser atendidas. Si ello no ocurriere,
difícilmente el juez podrá hacer una oferta tentadora a las partes que los incentive a
autocomponerse (Lorca, N.; Palomo, D.).

En segundo término, como su nombre lo indica, el objetivo de la función saneadora


es liberar al proceso de todos aquellos vicios que pudieren afectarlo en su desarrollo,
sanar al proceso de las enfermedades de que padezca. Esta función se desarrolla,
como es obvio, con posterioridad al descarte del acuerdo de las partes (Lorca, N.;
Palomo, D.).

El legislador da cuenta expresamente de esta función, señalando que, una vez


evacuado el traslado por la parte demandante, el tribunal deberá pronunciarse de
inmediato respecto de las excepciones de forma que se hayan deducido por el
demandado. En los casos en que ello sea procedente, se suspenderá la audiencia por
el plazo más breve posible, a fin de que se subsanen los defectos u omisiones, en el
plazo de cinco días, bajo el apercibimiento de no continuarse adelante con el juicio
(art. 453 Nº 1 inc. 4º CT).

Por último, respecto de la función delimitadora, el itinerario establecido por el


legislador indica que la siguiente importante tarea que concentrará la atención y
esfuerzos de las partes y el juez estará relacionada directamente con la fijación y
delimitación precisa del objeto del juicio. Por decirlo ilustrativamente: la audiencia
previa al juicio y sus intervinientes se sacan el traje "saneador" (ya usado con éxito) y
se ponen el traje "preparatorio" (del juicio). Evidentemente, corresponderá abordar
este contenido de la audiencia solo en aquellos casos en donde no se hayan
suscitado cuestiones procesales o, habiéndose suscitado, hayan sido resueltas en el
sentido que la audiencia y el proceso sigan su curso (Palomo, D.).
La delimitación que busca la audiencia preliminar está encaminada a conseguir, por
un lado, encuadrar en su justa medida los términos en que deberá desarrollarse el
debate de ahí en más y, por otro, definir todo lo que dice relación con la prueba, en
especial, qué hechos requieren de prueba y cuáles no y, como consecuencia
necesaria de ello, qué medios probatorios de los ofrecidos por las partes serán los
admitidos para esos efectos y cuáles no (Lorca, N.; Palomo, D.). Dicho de otra forma:
en cuanto a las partes, la audiencia previa está conectada con la demanda y la
contestación (y la contestación a esta, en su caso). No es, o no debe ser, pues, la
audiencia previa una ocasión para sorpresas, que desequilibrarían la igualdad de
derechos procesales de las partes (De la Oliva, A.).

B) E

a) Citación a la audiencia

El art. 451 CT establece que, admitida la demanda a tramitación, el tribunal deberá,


de inmediato y sin más trámite, citar a las partes a una audiencia preparatoria, fijando
para tal efecto, dentro de los treinta y cinco días siguientes a la fecha de la resolución,
el día y hora para su celebración, debiendo mediar entre la notificación de la demanda
y citación, y la celebración de la audiencia, a lo menos, quince días.

En la citación se hará constar que la audiencia preparatoria se celebrará con las


partes que asistan, afectándole a aquella que no concurra todas las resoluciones que
se dicten en ella, sin necesidad de ulterior notificación. Asimismo, deberá indicarse en
la citación que las partes, en dicha audiencia, deberán señalar al tribunal todos los
medios de prueba que pretendan hacer valer en la audiencia oral de juicio, como así
también requerir las diligencias de prueba atinentes a sus alegaciones, para que el
tribunal examine su admisibilidad (art. 451 inc. 2º CT).

Además, en cumplimiento de lo dispuesto en el art. 47 del Auto Acordado Nº 71 de


la Corte Suprema, el tribunal deberá hacer constar en la citación que las partes
deberán obligatoriamente traer minuta escrita con a lo menos la prueba instrumental
de que piensen valerse en el proceso, sin perjuicio de su incorporación en la
audiencia de juicio.

En el antiguo procedimiento ordinario, una vez contestada la demanda por parte del
demandado, o habiéndose hecho cargo el demandante de las excepciones o
demanda reconvencional, el tribunal debía dictar una resolución que recibiera de
inmediato la causa a prueba, fijara los puntos sobre los cuales ésta debía recaer, y
señalara una fecha para realizar una audiencia de conciliación y prueba en un lapso
que por ley no podía ser superior a 15 días (pero que en la práctica se realizaba entre
3 a 8 meses de presentada la demanda). Dictada que fuera la resolución que recibía
la causa a prueba y citadas que fueran las partes a la audiencia de conciliación y
prueba, las partes que hubiesen deseado presentar prueba debían solicitarlo dentro
de los tres días siguientes, junto con la citación a los testigos (por carta certificada) y
la absolución de posiciones (testimonio de parte). En dicha actuación, el tribunal se
pronunciaba sobre los medios de prueba solicitados, ordenaba las notificaciones
correspondientes y luego se llevaba a cabo la "audiencia" de conciliación y prueba
antes descrita. En ella, se hacía un llamado a conciliación a las partes y luego se
rendía la prueba ofrecida, normalmente, ante funcionarios del despacho judicial
conocidos como "actuarios", quienes eran en general los encargados de la tramitación
de los expedientes (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

b) Inicio de la audiencia

La audiencia preparatoria se desarrollará en su totalidad ante el juez de la causa, el


que la presidirá y no podrá delegar su ministerio. El incumplimiento de este deber
será sancionado con la nulidad insaneable de las actuaciones y de la audiencia, la
que deberá declarar el juez de oficio o a petición de parte (art. 427 inc. 1º CT). De
esta suerte, se advierte que el contenido asignado a la audiencia previa al juicio
(reforzado en relación con las experiencias pasadas) fuerza la presencia y
participación activa de los jueces, estableciéndola como un factor imprescindible para
su desarrollo (Palomo, D.).

A su vez, el art. 453 Nº 1 explica detalladamente el inicio y posterior desarrollo de la


audiencia preparatoria, señalando que esta comenzará con la relación somera que
hará el juez de los contenidos de la demanda, así como de la contestación y, en su
caso, de la demanda reconvencional y de las excepciones, si estas hubieren sido
deducidas por el demandado en los plazos establecidos en el artículo 452. A
continuación, el juez procederá a conferir traslado para la contestación de la demanda
reconvencional y de las excepciones, en su caso, sobre las que deberá pronunciarse
el demandante tras haber tomado oportuno conocimiento de ellas (art. 453 inc. 3º
CT).

c) Resolución de las excepciones

Como muestra de la aplicación del principio de concentración, durante la audiencia


preparatoria, luego de haberse evacuado el traslado de la demanda reconvencional
por el demandante, el tribunal deberá pronunciarse de inmediato respecto de las
excepciones de incompetencia, de falta de capacidad o de personería del
demandante, de ineptitud del libelo, de caducidad, de prescripción o aquella en que
se reclame del procedimiento, siempre que su fallo pueda fundarse en antecedentes
que consten en el proceso o que sean de pública notoriedad.

La ley permite, excepcionalmente, la suspensión de la audiencia por el plazo más


breve posible, a fin de que se subsanen los defectos u omisiones, en el plazo de cinco
días, bajo el apercibimiento de no continuarse adelante con el juicio. Las restantes
excepciones se tramitarán conjuntamente y se fallarán en la sentencia definitiva
(art. 453 Nº 1 incs. 4º y 5º CT).
La resolución que se pronuncie sobre las excepciones de incompetencia del
tribunal, caducidad y prescripción, deberá ser fundada. Si el tribunal acogiera la
excepción de incompetencia, el proceso llega a su fin, pero el juez debe remitir los
antecedentes al tribunal competente, a efectos de que su tramitación se verifique ante
este último (art. 447 CT). Por el contrario, si el tribunal acogiera las excepciones de
caducidad y prescripción, el proceso llega a su término irremediablemente, atendida
la extinción de la acción deducida. En contra de la resolución que se dicte en este
sentido será procedente el recurso de apelación, el que deberá interponerse en
audiencia y, de concederse, se hará en ambos efectos y será conocido en cuenta por
la Corte (art. 453 Nº 1 inc. 7º CT).

d) Falta de negación de los hechos contenidos en la demanda

Cuando el demandado no contestare la demanda, o de hacerlo no negare en ella


algunos de los hechos contenidos en la demanda, el juez, en la sentencia definitiva,
podrá estimarlos como tácitamente admitidos (art. 453 Nº 1 inc. 7º CT). Como se ha
mencionado anteriormente, tanto la no contestación de la demanda como la falta de
negación de los hechos contenidos en ella dan lugar a la aplicación de la admisión
tácita de estos. Con todo, debemos prevenir que la norma en comento establece que
esta constituye una facultad para el juez, al señalar que podrá estimar los hechos
como tácitamente admitidos.

Ahora bien, si el demandado se allanare a una parte de la demanda y se opusiera a


otras, se continuará con el curso de la demanda solo en la parte en que hubo
oposición. Para estos efectos, el tribunal deberá establecer los hechos sobre los
cuales hubo conformidad, estimándose esta resolución como sentencia ejecutoriada
para todos los efectos legales, procediendo el tribunal respecto de ella conforme a lo
dispuesto en el artículo 462 (art. 453 Nº 1 inc. 8º CT). Tratándose de esta hipótesis,
hay que tener presente la posibilidad que el demandado conteste la demanda, pero
omita controvertir solo algunos de los hechos contenidos en ella, caso en el cual
corresponderá recibir la causa a prueba para acreditar aquellos hechos que fueron
controvertidos y aceptar tácitamente en la sentencia aquellos que no lo fueron
(Quintana, M.).

e) Suspensión de la audiencia preparatoria

La concentración procesal y la celeridad buscan que el proceso se desenvuelva en


el mínimo de actuaciones posibles y, de esta manera, se pueda tener una respuesta
jurisdiccional rápida y eficaz. Sin embargo, estos principios tienen algunos matices
tratándose de la audiencia de preparación del juicio oral, pudiendo procederse a su
suspensión bajo determinadas hipótesis que, atendido su carácter excepcional, deben
encontrarse expresamente previstas en la ley.

Un primer supuesto se encuentra comprendido por la incomparecencia de las partes


a la audiencia preparatoria, evento en el cual tendrán el derecho de solicitar, por una
sola vez, conjunta o separadamente, dentro de quinto día contados desde la fecha en
que debió efectuarse, nuevo día y hora para su realización (art. 453 Nº 1 inc. 2º CT).

De este modo, la ley da solución a la eventualidad de que no comparezcan las


partes a la audiencia preparatoria, disponiendo el derecho a nueva audiencia, pero
limitado a una sola vez. De no hacerlo las partes, estimamos que el juez debe
proceder al archivo de los autos, sin que de modo alguno se pueda proseguir el juicio,
toda vez que, al no haber hecho la petición dentro del plazo legal, precluyó el
derecho, y siendo la audiencia preparatoria imprescindible para que el juez pueda
pronunciarse con el mérito de los antecedentes o para la determinación de los hechos
a probar y la prueba, es que ha de entenderse abandonada la acción (Academia
Judicial).

Una segunda hipótesis se encuentra conformada por aquellas situaciones en que el


tribunal puede suspender la audiencia por el plazo más breve posible, a fin de que se
subsanen los defectos u omisiones, en el plazo de cinco días, bajo el apercibimiento
de no continuarse adelante con el juicio (art. 453 Nº 1 inc. 4º CT). Se puede entender
que es esta una sanción que se asimila al abandono del procedimiento —que
concluye— sin que necesariamente ello afecte a la acción deducida en juicio, puesto
que no hay pronunciamiento de fondo en la resolución que lo decreta (Academia
Judicial).

El art. 63 del Auto Acordado Nº 71 de la Corte Suprema complementa estas


normas, regulando la no realización y suspensión de audiencias. Dicha prescripción
señala que el administrador del tribunal deberá verificar el cumplimiento de los
horarios de programación de las audiencias, así como las razones que determinan la
no realización o suspensión de ellas, adoptando las medidas administrativas para
evitar su ocurrencia.

Si existen motivos estrictamente legales, al excusarse de realizar una audiencia, el


juez deberá dejar constancia de ellos por escrito o en el audio correspondiente, lo
cual será registrado por el administrador. En caso de excusa o ausencia no
comprendida en el inciso anterior, el administrador deberá informar al ministro
visitador, con copia al juez presidente.

f) No comparecencia a la audiencia preparatoria

Resulta evidente que las partes tienen la carga de comparecer a la audiencia


preparatoria y, en cuanto tal, se atribuyen consecuencias perjudiciales para el evento
que no sea satisfecha. Pues bien, tratándose de la falta de comparecencia, se debe
distinguir si se trata del demandante o demandado y, respecto de este último, si ha
contestado o no la demanda deducida en su contra.

El efecto de la incomparecencia del demandante o del demandado que ha


contestado demanda a la audiencia preparatoria radica en que las resoluciones que
se dicten en aquella audiencia afectarán al demandado rebelde, sin necesidad de
posterior notificación, ello por aplicación del art. 451 inc. 2º CT. Por otro lado, respecto
de los actos procesales para los cuales se encuentra destinada esta audiencia, se
atribuye como consecuencia la preclusión de su derecho a ofrecer al tribunal los
medios de prueba que pretendía hacer valer en la audiencia de juicio, así como la
imposibilidad de solicitar diligencia probatoria alguna (Quintana, M.).

Cuestión distinta ocurre con el demandado que no solo no ha concurrido a la


audiencia preparatoria, sino que, además, no ha contestado la demanda. Para estos
efectos se ha atribuido una sanción más estricta, toda vez que el tribunal podrá
estimar como tácitamente admitidos los hechos contenidos en la demanda.

g) Conciliación

1. Cuestiones generales

Se entiende por conciliación un mecanismo de resolución de conflictos con carácter


bilateral, en que las partes llegan a un acuerdo a instancias del juez, quien les
propone las bases sobre las cuales deben autocomponerse. Sobre esta base, se ha
definido a la conciliación como un acto jurídico procesal bilateral en cuya virtud las
partes, a iniciativa del juez que conoce de un proceso, logran durante su desarrollo,
ponerle fin de mutuo acuerdo (Colombo).

Este trámite está revestido de obligatoriedad en el procedimiento ordinario laboral,


puesto que, terminada la etapa de discusión, el juez llamará a las partes a
conciliación, a cuyo objeto deberá proponerles las bases para un posible acuerdo, sin
que las opiniones que emita al efecto sean causal de inhabilitación (art. 453 Nº 2
inc. 1º CT). No obstante, estimamos que lo anterior no significa que el juez pueda
prejuzgar sobre el objeto de la discusión ni menoscabar la libertad de las partes para
aceptar las bases de acuerdo propuestas o generar las propias (Contreras, C.;
Palomo, R.).

Producida la conciliación, sea esta total o parcial, deberá dejarse constancia de ella
en el acta respectiva, la que suscribirán el juez y las partes, estimándose lo conciliado
como sentencia ejecutoriada para todos los efectos legales (art. 453 Nº 2 inc. 2º CT).
Consideramos que esta disposición tiene como finalidad impregnar de certidumbre
jurídica el acuerdo parcial a que hayan arribado las partes (y principalmente del
demandante), dado que, con independencia del posterior desenvolvimiento del
proceso, este gozará de la inmutabilidad producida por la autoridad de cosa juzgada.
En tal sentido se pronuncia el art. 464 Nº 2 CT, confirmando la calidad de equivalente
jurisdiccional de la conciliación al otorgarle la calidad de título ejecutivo laboral,
debiendo tramitarse separadamente, si fuere necesario, el cobro de las sumas
resultantes de la conciliación parcial (art. 453 Nº 2 inc. 3º CT).
2. Aspectos problemáticos de la conciliación en el nuevo procedimiento de aplicación
general

a. Confianza en los jueces como protagonistas del ejercicio conciliatorio

A través de la reforma procesal laboral se asumen los postulados propios de la


corriente procesal publicista que desde hace más de un siglo busca ser reconocida
como la "moderna" tendencia de la disciplina a partir de la cual (se repite) se
impondría para los nuevos modelos contar con jueces "más proactivos, pensantes,
creativos y directores del proceso", para permitir, como corolario natural, la plena
realización del derecho individual y una tutela jurisdiccional efectiva. Se dota a los
jueces de mayores poderes y mayor margen de discrecionalidad para conseguir una
respuesta jurisdiccional "justa", a la vez que se le encarga acelerar significativamente
los tiempos de resolución de los conflictos (Palomo, D.).

b. La unidimensionalidad y el eficientismo procesal en la autocomposición de la


nueva justicia laboral

La búsqueda de una justicia laboral más eficaz, basada exclusiva y


unidimensionalmente en la mayor velocidad en la tramitación de la respuesta
jurisdiccional, debe ser revisada cuando se aprecia que, bajo la excusa de la
aceleración de los tiempos de la justicia, se termina pasando a llevar principios
jurídicos superiores, de anclaje constitucional, que sirven de sustento a la idea misma
de proceso (Palomo, D.).

En tal sentido lo ha reconocido la doctrina, sosteniendo que, a nivel comparado,


muchas de las decisiones legislativas de las últimas décadas han estado dirigidas a lo
que se ha llamado "aceleración del proceso", persiguiéndose, no perfeccionar alguno
de los mecanismos del proceso, de aquellos que lo hacen más adecuado para la
tutela de los derechos de las partes, sino la realización del proceso en el menor
tiempo posible. "Acelerar" el proceso ha tenido las mismas consecuencias que
"acelerar" un motor; a la larga no ha producido más velocidad y ha terminado por
quemarlo (Montero, J.).

En gran medida, a partir de esta búsqueda de la celeridad, se ha impuesto entre


nosotros una visión unidimensional de la eficiencia, vinculada con más mitos que
realidad a la primacía del modelo procesal inquisitivo, descuidando muchas veces,
por las prisas y por las estadísticas, la vigencia de valores que consideramos
superiores, que sirven de base para la construcción de una justicia no solo más
rápida, sino que de mayor calidad (Palomo, D.).

c. Nuevas fórmulas que respeten los principios esenciales de todo proceso

Debe reflexionarse sobre la necesidad de encontrar un punto de equilibrio razonable


entre las soluciones impuestas a propósito de los problemas de la justicia laboral
chilena, fundamentalmente la sobrecarga de asuntos y la lentitud de la respuesta
jurisdiccional, y el peligroso retroceso que se puede apreciar en el plano del respeto a
determinados postulados elementales de justicia, sin los cuales el proceso (también el
laboral) se hace irreconocible. Por cierto, ya no basta con un llamado a confiar en la
prudencia de los jueces, ni con una mirada unidimensional a la eficiencia en la
justicia, y se hace necesario sostener con mayor convicción si cabe que si bien el
factor tiempo es un elemento importante de la justicia, la búsqueda de una mejora en
las estadísticas temporales no puede terminar significando un claro retroceso al
respeto a derechos, principios y garantías procesales esenciales. Junto al salto
cuantitativo (ligado a los mejores números asociados a la reforma), debe propiciarse
no solo no degradar la función jurisdiccional sino también buscar un salto cualitativo
(Palomo, D.).

h) Recepción de la causa a prueba

1. Presupuestos generales

El requisito sine qua non para que se reciba la causa a prueba corresponde a la
existencia de hechos sustanciales, pertinentes y controvertidos, presupuesto que el
juez desprenderá al contrastar las alegaciones hechas valer por las partes en sus
escritos de postulación. De lo contrario, el juez deberá poner fin a la causa y dictar
sentencia (art. 453 Nº 3 inc. 2º). Asimismo, solo se recibirá la causa a prueba tras
constatar que las partes fracasaron en el llamado a conciliación, tras no arribar a un
acuerdo mediante el cual pudieran autocomponerse.

Así las cosas, el inc. 1º del art. 453 Nº 3 CT establece que, contestada la demanda,
sin que se haya opuesto reconvención o excepciones dilatorias, o evacuado el
traslado conferido de haberse interpuesto estas, el tribunal recibirá de inmediato la
causa a prueba, cuando ello fuere procedente, fijándose los hechos a ser probados
que, como se ha dicho, deben ser sustanciales, pertinentes y controvertidos. En
contra de esta resolución y de la que no diere lugar a ella, solo procederá el recurso
de reposición, el que deberá interponerse y fallarse de inmediato.

Es útil mencionar que la resolución que fija los hechos a probar constituye el símil
de la resolución que recibe la causa a prueba (también denominado "auto de prueba")
en sede procesal civil (art. 318 CPC). Sin embargo, en contra de esta resolución
procede el recurso de reposición con apelación subsidiaria, con el objeto de eliminar,
agregar o modificar alguno de los hechos consignados en ella.

2. Examen de admisibilidad de la prueba

Constatada la necesidad de prueba, y habiéndose fijado los hechos sustanciales,


pertinentes y controvertidos, las partes tienen la carga procesal de proponer las
fuentes de pruebas concretas para que se admitan y, por tanto, se rindan en la
audiencia de juicio (Fernández, R.). Junto con ello, tiene lugar el examen de
admisibilidad de las pruebas de que piensan valerse las partes para acreditar los
hechos controvertidos. Como es de imaginar, el juez será el encargado de efectuar
dicho estudio y admitir o rechazar las pruebas ofrecidas por las partes. Sin embargo,
este no se encuentra facultado para actuar discrecionalmente, dado que debe
resolver sobre la base de las limitaciones a los medios de prueba, entre nosotros,
utilidad, pertinencia y licitud.

En primer término, el art. 453 Nº 4 CT inc. 1º establece que el juez resolverá


fundadamente en el acto sobre la pertinencia de la prueba ofrecida por las partes,
pudiendo valerse de todas aquellas reguladas en la ley. Las partes podrán también
ofrecer cualquier otro elemento de convicción que, a juicio del tribunal, fuese
pertinente.

En relación con la utilidad de los medios probatorios, se establece que solo se


admitirán las pruebas que tengan relación directa con el asunto sometido al
conocimiento del tribunal y siempre que sean necesarias para su resolución (art. 453
Nº 4 inc. 2º CT).

Por último, carecerán de valor probatorio y, en consecuencia, no podrán ser


apreciadas por el tribunal, las pruebas que las partes aporten y que se hubieren
obtenido directa o indirectamente por medios ilícitos o a través de actos que impliquen
violación de derechos fundamentales, esto es, la denominada prueba ilícita (art. 453
Nº 4 inc. 3º CT).

3. Diligencias probatorias de oficio

a. Exhibición de documentos

En la audiencia preparatoria el tribunal podrá ordenar la exhibición de instrumentos


que se encuentren en poder de la parte contraria, la que deberá verificarse en la
audiencia de juicio. Obviamente esta situación será muchísimo más común en el caso
del empleador, el cual está obligado legalmente a tener cierta documentación, como
ocurre, por ejemplo, con los contratos de trabajo, los libros de contabilidad de la
empresa o el registro de asistencia (Gamonal, S.).

Cuando, sin causa justificada, se omita la presentación de aquellos que legalmente


deban obrar en poder de una de las partes, podrán estimarse probadas las
alegaciones hechas por la parte contraria en relación con la prueba decretada
(art. 453 Nº 5 CT). La gravedad de la sanción se explica porque la parte contraria a la
que solicitó la prueba no la presentó, pudiendo hacerlo, con el consiguiente perjuicio
que significa para esta la privación de una prueba que podría haber contribuido a
comprobar los hechos controvertidos favorables a su pretensión; realizó una
actuación contraria a la buena fe, correspondiéndole al tribunal sancionarla
(Fernández, R.).
b. Otras diligencias probatorias

Además, el art. 453 Nº 9 CT establece que, en general, el juez de la causa podrá


decretar diligencias probatorias en la audiencia preparatoria, las que deberán llevarse
a cabo en la audiencia de juicio. Todo ello se encuentra en consonancia con lo
dispuesto en el inc. 1º del art. 429 CT, en que se concede al tribunal la facultad de
decretar de oficio las pruebas que estime necesarias, aun cuando no las hayan
ofrecido las partes y rechazará mediante resolución fundada aquellas que considere
inconducentes. Dicha resolución será susceptible de impugnarse a través de recurso
de reposición en la misma audiencia.

Ello no solo lleva a cuestionar si existe un verdadero predominio del principio de


aportación de parte, sino que, además, a considerar que el otorgamiento de
semejantes atribuciones implica una grave deformación del derecho a un juez
imparcial y a la igualdad de armas procesales. Si bien la vigencia del principio de
aportación de parte no implica la asignación de un rol de absoluto espectador para el
juez, cuestión distinta es entregarle facultades probatorias cuyo despliegue pueda
depender de su entera discrecionalidad.

4. Exclusión de pruebas

La exclusión consiste en aquella actividad mediante la cual las partes solicitan la


inadmisión de los medios probatorios propuestos por la contraria, por encontrarse en
contradicción con alguno de los límites de la prueba. La ley laboral no contempla
expresamente una oportunidad para la verificación del debate de exclusión de
pruebas. De ello podría pensarse que, en principio, las solicitudes de exclusión se
pueden ventilar a medida que se ofrezcan las pruebas por la parte contraria, sin
embargo, por cuestiones de orden, lo más lógico es concentrar en una sola
intervención las diversas peticiones que en este sentido realicen las partes.

La práctica judicial ha determinado que el debate de exclusión se realice con


posterioridad al ofrecimiento de las pruebas por ambas partes. En este acto, las
partes deberán tener en consideración los límites de la prueba para plantear sus
solicitudes de exclusión (entre nosotros, utilidad, pertinencia y licitud), debiendo darse
traslado a la contraria a efectos de que se pronuncie sobre ella. Todo lo anterior lleva
a confirmar que la audiencia preparatoria tiene por objeto garantizar la calidad de la
información que ingresa al proceso, sometiendo las pruebas ofrecidas al examen y
debate de las partes en aplicación del principio de contradicción, logrando incluso, si
es del caso, la exclusión de aquellas que no cumplan con los estándares de
admisibilidad.

Si bien se trata de un tema que en estricto rigor no obedece a la exclusión de


prueba propiamente tal, nada ha dicho el legislador procesal laboral sobre las
convenciones probatorias, en circunstancias que los demás órdenes procesales
reformados han consagrado expresamente su procedencia en el marco de la
audiencia de preparación del juicio oral, en la cual deben fijarse los hechos que deben
ser probados y las convenciones probatorias que las partes hayan acordado (arts. 30
y 61 Nº 7 Ley Nº 19.968 y 275 CPP).

Por consiguiente, atendida esta carencia legislativa, es preciso que el procedimiento


de aplicación general cuente con una norma que franquee a las partes la facultad de
solicitar conjuntamente al juez que dé por acreditados determinados hechos para no
ser discutidos en la audiencia de juicio. Con todo, de consagrar expresamente esta
institución, es preciso que se establezcan límites explícitos, generalmente referidos a
su conformación con el derecho y, especialmente, a la concurrencia de un
consentimiento prestado en forma libre y voluntaria, con pleno conocimiento de los
efectos que la convención produciría en el proceso.

Con todo, existen ciertos reconocimientos jurisprudenciales que declaran la


aplicación de esta institución en el procedimiento laboral, señalando: "TERCERO:
Que la etapa de discusión de un procedimiento laboral puede concluir sin que existan
hechos controvertidos, sea porque el debate es esencialmente jurídico, sea porque
las partes celebraron convenciones probatorias o porque el Tribunal ejerció la facultad
del inciso 7º del artículo 453 del Código del Trabajo" (Corte de Apelaciones de
Rancagua, sentencia de 1 de diciembre de 2017, rol Nº 150-2017).

También se ha resuelto: "3.- Que, por consiguiente, los demandantes respecto de


los cuales cabe pronunciarse (por mediar desistimientos) no pudieron ser
remunerados con un sueldo inferior al ingreso mínimo mensual, ya que estaban
contratados por 40 horas semanales, lo que constituye jornada completa. En
consecuencia, como se les pagó sólo una proporción de ese mínimo, razón llevan al
reclamar la diferencia y lo mínimo cabe decir del cálculo de su gratificación,
cantidades sobre las cuales no existe discusión por haber sido materia de
convenciones probatorias, de suerte que corresponde acoger la demanda, en la forma
que se dirá en lo resolutivo" (Corte de Apelaciones de Rancagua, sentencia de 30 de
diciembre de 2013, rol Nº 152-2013).

i) Medidas cautelares

Como punto de partida, el art. 444 inc. 4º CT establece que las medidas
precautorias se podrán disponer en cualquier estado de tramitación de la causa. Sin
embargo, existe una norma expresa tratándose de la audiencia preparatoria, la cual
prescribe que se decretarán las medidas cautelares que procedan, a menos que se
hubieren decretado con anterioridad, en cuyo caso se resolverá si se mantienen
(art. 453 Nº 7 CT).

Tratándose de las medidas cautelares, la historia de la Ley Nº 20.087 establece: "Se


amplía la facultad del juez para decretar cualquier medida cautelar que estime
necesaria para asegurar el resultado de la acción, así como para la protección de un
derecho o la identificación de los obligados y de su patrimonio.
Se dispone, además, que la función cautelar del tribunal comprende la posibilidad
de requerir información de organismos públicos, empresas u otras personas jurídicas
o naturales, sobre cualquier antecedente que a criterio del juez contribuya al objetivo
de su función, incluidos las deudas, créditos, bienes, valores y otros derechos de las
partes, así como los de sus empresas o personas relacionadas o que tengan interés
en ella".

Tal intención legislativa se traduce en el mencionado art. 444 CT que, sin embargo,
fue modificado por la Ley Nº 20.260. Dicha norma señala que, en el ejercicio de su
función cautelar, el juez decretará todas las medidas que estime necesarias para
asegurar el resultado de la acción, así como para la protección de un derecho o la
identificación de los obligados y la singularización de su patrimonio en términos
suficientes para garantizar el monto de lo demandado. Con todo, las medidas
cautelares que el juez decrete deberán ser proporcionales a la cuantía del juicio
(inc. 2º).

La resolución que se pronuncie sobre la solicitud de medidas cautelares, sea


acogiéndola o rechazándola, será susceptible de impugnarse por la vía del recurso de
apelación, el que se concederá en el solo efecto devolutivo (art. 476 CT).

j) Remisión de oficios y demás comunicaciones

En la audiencia preparatoria el tribunal despachará todas las citaciones y oficios que


correspondan cuando se haya ordenado la práctica de prueba que, debiendo
verificarse en la audiencia de juicio, requieran citación o requerimiento (art. 453 Nº 8
inc. 1º CT). Sobre el particular se establece que la resolución que cite a absolver
posiciones se notificará en el acto al absolvente, presumiendo que la parte cuya
confesión se solicita se encuentra presente en la audiencia preparatoria. Por otro
lado, la citación de los testigos deberá practicarse por carta certificada, la que deberá
despacharse con al menos ocho días de anticipación a la audiencia, al domicilio
señalado por cada una de las partes que presenta la testimonial (art. 453 Nº 8 inc. 2º
y 3º CT).

Sin perjuicio de lo anterior, cuando se decrete la remisión de oficios o el informe de


peritos, el juez podrá recurrir a cualquier medio idóneo de comunicación o de
transmisión de datos que permita la pronta práctica de las diligencias, debiendo
adoptar las medidas necesarias para asegurar su debida recepción por el requerido,
dejándose constancia de ello (art. 453 Nº 8 inc. 4º CT).

El tribunal sólo dará lugar a la petición de oficios cuando se trate de requerir


información objetiva, pertinente y específica sobre los hechos materia del juicio.
Cuando la información se solicite respecto de entidades públicas, el oficio deberá
dirigirse a la oficina o repartición en cuya jurisdicción hubieren ocurrido los hechos o
deban constar los antecedentes sobre los cuales se pide informe. Las personas o
entidades públicas o privadas a quienes se dirija el oficio estarán obligadas a
evacuarlo dentro del plazo que fije el tribunal, el que en todo caso no podrá exceder a
los tres días anteriores al fijado para la audiencia de juicio, y en la forma que éste lo
determine, pudiendo disponer al efecto cualquier medio idóneo de comunicación o de
transmisión de datos (art. 453 Nº 8 inc. 6º CT).

k) Determinación de fecha para la audiencia de juicio

Durante la audiencia preparatoria se fijará la fecha para la audiencia de juicio, la que


deberá llevarse a cabo en un plazo no superior a treinta días, entendiéndose citadas
las partes por el solo ministerio de la ley (art. 453 Nº 6 CT). El legislador es claro en
disponer que la celebración de la audiencia de juicio debe verificarse en un plazo
breve, con la intención de que las etapas de ofrecimiento y rendición de la prueba se
encuentren distanciadas por un periodo que permita cumplir con las exigencias de
celeridad establecidas para el nuevo procedimiento de aplicación general.

Si bien el proceso como un conjunto de actos y actuaciones requiere de tiempo para


desarrollarse, la extensión del periodo comprendido entre ellos debe situarse dentro
de márgenes racionales de exigibilidad. Pretender una cercanía extrema entre
audiencias como virtud de la concentración y celeridad, no solo puede constituir un
inútil y ciego fanatismo doctrinal, sino que, además, una visión carente de eficacia al
no considerar que se requiere de tiempo para evacuar ciertas diligencias, máxime
tratándose de aquellas de contenido probatorio.

La aplicación de los principios de concentración y celeridad al requerir una


proximidad racional entre las audiencias permite conservar los intereses y
expectativas de las partes, como también el desarrollo que precisan las actuaciones
realizadas por ellas. Esto se observa con mayor nitidez al ser la audiencia de juicio el
último de los actos en que las partes tendrán una participación activa dentro del
proceso, la que, en definitiva, constituirá la base de la decisión que expedirá el
juzgador.

l) Acta de la audiencia preparatoria

Se levantará una breve acta de la audiencia que solo contendrá la indicación del
lugar, fecha y tribunal, los comparecientes que concurren a ella, la hora de inicio y
término de la audiencia, la resolución que recae sobre las excepciones opuestas, los
hechos que deberán acreditarse e individualización de los testigos que depondrán
respecto a esos, y, en su caso, la resolución a que se refieren el párrafo final del
número 1) y el número 2) de este artículo (art. 453 Nº 10 CT).

El art. 62 del Auto Acordado Nº 71-2016 de la Excma. Corte Suprema establece que
el acta de audiencia es una actuación administrativa que contiene el resumen de lo
contenido en ella, por lo que no corresponde que contenga una transcripción íntegra,
debiendo ser suscrita por un funcionario. Las actas serán extendidas dentro de las
veinticuatro horas siguientes desde la celebración de la audiencia respectiva y los
funcionarios designados serán responsables de su elaboración, lo que comprenderá
la extensión de las plantillas previamente aprobadas, además de la confección y
remisión de los respectivos oficios.

Es preciso destacar que el administrador del tribunal será el funcionario encargado


de supervisar el adecuado registro del audio y de que las actas se encuentren
debidamente ingresadas y firmadas en el sistema. Dicha revisión será supervisada
por el juez presidente, quien la pondrá en conocimiento de los demás jueces del
tribunal con la periodicidad definida en el Plan Anual de Trabajo. El resumen de la
revisión será parte del informe de gestión que será remitido al ministro visitador, quien
podrá ordenar la corrección de las anomalías o inconsistencias que se adviertan
(art. 19 Auto Acordado Nº 71 Corte Suprema).
V. A

A) C

a) Antecedentes generales

La audiencia de juicio constituye el segundo de los grandes actos del procedimiento


de aplicación general y, en dicha calidad, se encuentra llamada a ser el centro
neurálgico del modelo procesal por audiencias. Se trata de una audiencia también
oral, pública y concentrada, respecto de la cual también se exige la presencia directa
del juez, pero dedicada a una cuestión claramente ligada al fondo: la práctica de las
pruebas (Palomo, D.).

Si bien podemos sostener que el cambio de paradigma impone a los intervinientes


nuevos desafíos en razón de los principios que informan el procedimiento, ello se
observa con mayor claridad en la audiencia de juicio, toda vez que esta se encuentra
destinada a confrontar directa e inmediatamente a las partes, el juez y los medios de
prueba que se practiquen en ella.

En efecto, los principios de oralidad, inmediación y concentración obligarán no solo


a que todas las pruebas se practiquen en la audiencia de juicio, sino que, además,
que el juez presencie de manera frontal e ininterrumpida las declaraciones que se
presten con ocasión de los medios de prueba de carácter personal, esto es, los
interrogatorios realizados a las partes, testigos e incluso peritos para que den razón
de su informe. Por consiguiente, a través de este acto se logra consolidar el tránsito
efectivo desde el paradigma de la escritura, los papeles y actuarios para llegar a un
estadio en que el juez se impregnará de las palabras, expresiones y coherencia de las
declaraciones que presten aquellos que depongan ante él, facultándolo inclusive para
formular las preguntas que estime pertinentes para que estos aclaren o precisen sus
dichos.

b) Objetivo

Tal como se adelantó, la segunda audiencia del procedimiento de aplicación general


corresponde a la audiencia de juicio, que constituye el eje central del modelo procesal
por audiencias. Atendida la importancia de este acto procesal, el objetivo perseguido
por el legislador ha sido establecido claramente: la práctica de las pruebas ofrecidas
en la audiencia preparatoria y el pronunciamiento del fallo. Para tales efectos, la
audiencia de juicio deberá llevarse a cabo en un plazo no superior a treinta días
contados desde la verificación de la audiencia preparatoria y se realizará con las
partes que asistan (art. 453 Nº 6 CT).
Dado que la audiencia de juicio constituye el eje central del procedimiento ordinario
laboral, en esta deben pregonarse con aún mayor énfasis los principios perseguidos
en él. Muestra de ello corresponde a la exigencia de inmediación impuesta en el
inc. 1º del art. 427 CT, en cuanto dispone que la audiencia de juicio se desarrollará en
su totalidad ante el juez de la causa, el que la presidirá y no podrá delegar su
ministerio. El incumplimiento de este deber será sancionado con la nulidad insaneable
de las actuaciones y de la audiencia, la que deberá declarar el juez de oficio o a
petición de parte.

Ahora bien, conviene precisarlo inmediatamente, la audiencia de juicio no se agota


en la pura práctica de las pruebas, también comprende otras actividades que ligando
con la de prueba no constituyen su práctica y que, siguiendo la regla de la
concentración procesal que se establece, también se ha previsto por el legislador se
lleven a cabo en esta actuación. Entre ellas destacamos principalmente las
conclusiones e informes orales que las partes formularán una vez practicadas las
pruebas, exposiciones a través de las cuales podrán realizar un resumen valorativo y
crítico de las pruebas, contrastándolas con los hechos controvertidos, permitiendo al
juez una comparación final de las posiciones enfrentadas en el proceso (Palomo, D.)

B) E

a) Inicio de la audiencia: rendición de la prueba

El legislador ha optado por entrar de lleno en la actividad probatoria tratándose de la


audiencia de juicio, señalando que esta se iniciará con la rendición de las pruebas
decretadas por el tribunal, comenzando con la ofrecida por el demandante y luego
con la del demandado (art. 454 Nº 1 inc. 1º CT). No obstante lo anterior, en los juicios
sobre despido corresponderá en primer lugar al demandado la rendición de la prueba,
debiendo acreditar la veracidad de los hechos imputados en las comunicaciones a
que se refieren los incisos primero y cuarto del artículo 162, sin que pueda alegar en
el juicio hechos distintos como justificativos del despido (art. 454 Nº 1 inc. 2º CT).

A continuación, en un punto que llama la atención, el legislador señala el orden de


recepción de las pruebas: documental, confesional, testimonial y los otros medios
ofrecidos, sin perjuicio de que el tribunal pueda modificarlo por causa justificada
(art. 454 Nº 1 inc. 3º CT). Sobre este punto, cabe anotar que la situación que motive
la modificación del orden establecido por la ley debe revestir fundamento suficiente,
no pudiendo argüirse cualquier circunstancia para estos efectos.

Con todo, la ley no se ha pronunciado respecto de la prueba decretada de oficio por


el tribunal y la oportunidad en que esta debe rendirse, limitándose a establecer que
ello se efectuará en la audiencia de juicio (art. 453 Nº 9 CT). Sin embargo,
considerando que la vigencia efectiva del principio de aportación de parte indica que
estas deben ser las protagonistas en la práctica de las pruebas, la solución más
óptima consiste en que la prueba de oficio sea rendida con posterioridad a la prueba
ofrecida por las partes.

Debemos apuntar que el papel de director del proceso obliga al juez a dirigir la
práctica de las pruebas, cuestión esencialmente ligada a la aplicación del principio de
inmediación y que, a su vez, busca la efectividad de la concentración de la actividad
desplegada en la audiencia de juicio. Consideramos que, lejos de extrapolar el papel
que corresponde al juez en materia probatoria, ello da cuenta de un acierto para el
adecuado avance de la actividad desplegada por las partes.

b) No comparecencia a la audiencia de juicio

El legislador procesal laboral no ha previsto una sanción específica tratándose de la


incomparecencia a la audiencia de juicio. Con todo, tal como se apuntó previamente,
la consecuencia lógica será la preclusión de la actuación a realizar en la audiencia de
juicio, esto es, la facultad de las partes para incorporar la prueba que hubieren
ofrecido en la audiencia preparatoria, así como también realizar observaciones a la
prueba.

Por otro lado, existen dos consecuencias adicionales. En primer término, si la parte
que no comparece hubiese sido citada a absolver posiciones, podrán presumirse
como efectivas las alegaciones hechas por la contraria en la demanda o contestación,
según corresponda (art. 453 Nº 1 CT). En segundo lugar, dicha parte se entenderá
notificada de la sentencia dictada en audiencia de juicio o en la actuación prevista
para ello, conforme lo establece el art. 457 inc. 2º CT.

c) Observaciones a la prueba

Se entiende por observaciones a la prueba a las conclusiones e informes orales que


las partes formularán una vez practicadas las pruebas, a través de las cuales podrán
realizar un resumen valorativo y crítico de las pruebas, contrastándolas con los
hechos controvertidos y permitiendo al juez una comparación final de las posiciones
enfrentadas en el proceso (Palomo, D.) Refiriéndose a estas actuaciones, el
legislador procesal del trabajo establece que, una vez rendida la prueba en la forma
establecida por la ley, las partes formularán, en forma breve y precisa, las
observaciones que les merezcan las pruebas rendidas y sus conclusiones. Con todo,
si a juicio del juez hubiere puntos no suficientemente esclarecidos, podrá ordenar a
las partes que los aclaren (art. 454 Nº 9 CT).

El CPP se ha referido a esta actividad como el alegato final y de clausura del juicio
oral, estableciendo en su art. 338 que, concluida la recepción de las pruebas, el juez
presidente de la sala otorgará la palabra al fiscal, al acusador particular, al actor civil y
al defensor, para que expongan sus conclusiones. Por otra parte, el art. 64 inc. final
de la Ley de Tribunales de Familia establece que, finalmente, las partes formularán,
oralmente y en forma breve, las observaciones que les merezca la prueba y la opinión
del miembro del consejo técnico, así como sus conclusiones, de un modo preciso y
concreto, con derecho a replicar respecto de las conclusiones argumentadas por las
demás.

En cuanto a la forma de llevar a cabo esta actividad, siguiendo los principios


aplicables a la prueba, deberá hacerse oralmente al término de la audiencia de juicio.
Ello importa el despliegue de diversas destrezas por los abogados de las partes,
debiendo realizar las calificaciones y conclusiones que les merezca la rendición de la
prueba practicada hace algunos instantes.

Por el contrario, en el antiguo procedimiento de aplicación general, una vez


verificada la audiencia de conciliación y prueba, las partes tenían el plazo de 5 días
para incluir observaciones a la prueba rendida. Además, el tribunal podía por sí
mismo o a petición de parte ordenar que se rindiesen pruebas adicionales (Alcaíno,
E.; Lillo, R.). La misma lógica se sigue en el procedimiento civil vigente,
estableciéndose en el art. 430 CPC que, vencido el término de prueba, y dentro de los
diez días siguientes, las partes podrán hacer por escrito las observaciones que el
examen de la prueba les sugiera.

Pues bien, considerando que esta constituye la única oportunidad en que podrá
efectuarse calificaciones respecto de las pruebas rendidas, su importancia consiste
en la elaboración de una exposición crítica que permita, mediante un ejercicio
valorativo, entender cómo los medios de prueba logran acreditar las afirmaciones
fácticas sostenidas por las partes y, con ello, ayudar al juez a resolver el conflicto
sometido a su decisión.

d) Acta de la audiencia de juicio

Al finalizar la audiencia se extenderá el acta correspondiente, en la que constará el


lugar, fecha e individualización del tribunal, de las partes comparecientes, de sus
apoderados y abogados, y de toda otra circunstancia que el tribunal estime necesario
incorporar (art. 455 CT).

Como se ha dicho, las actas serán extendidas dentro de las veinticuatro horas
siguientes desde la celebración de la audiencia respectiva y los funcionarios
designados serán responsables de su elaboración, lo que comprenderá la extensión
de las plantillas previamente aprobadas, además de la confección y remisión de los
respectivos oficios.

e) Pronunciamiento del fallo

El juez podrá pronunciar el fallo al término de la audiencia de juicio o, en todo caso,


dictarlo dentro del plazo de décimo quinto día, contado desde la realización de esta,
en cuyo caso citará a las partes para notificarlas del fallo, fijando día y hora al efecto,
dentro del mismo plazo (art. 457 inc. 1º CT).
Si bien el CT ha establecido la posibilidad de dictarse sentencia definitiva al término
de la audiencia de juicio, debemos apuntar que la regla consiste en que el juez haga
uso del plazo de quince días contados desde la realización de la audiencia de juicio,
debiendo citar a las partes a la audiencia de lectura de fallo dentro del mismo plazo.

Por otro lado, cabe destacar que el legislador laboral no ha impuesto al juez la
exigencia de, al menos, comunicar su veredicto en aquellos casos que no dicte
sentencia al término de la audiencia de juicio, como ocurre con el proceso penal, al
requerirse la comunicación de la decisión relativa a la absolución o condena del
acusado, so pena de incurrirse en un vicio de nulidad del juicio (art. 343 CPP).
VI. L

A) A

a) Concepto y cuestiones preliminares

No debe resultar extraña la dificultad en arribar a un concepto unívoco de prueba,


toda vez que existe una serie de significados que, sin perjuicio de estar vinculados,
difieren entre sí. Dicho lo anterior, y con el fin de evitar confusiones, considérese que
cuando intentamos dar con un concepto adecuado de la prueba, estamos
considerando fundamentalmente la actividad desarrollada por las partes y el juez,
convertida en el verdadero eje del complejo mecanismo en que consiste el proceso
(Palomo, D.).

Teniendo a la vista el intenso periodo de reformas que sufrió nuestro país durante la
década anterior, el cambio de paradigma pregonado desde los niveles
procedimentales generales debía abarcar necesariamente a aquella actividad que, a
nuestro juicio, tiene la mayor relevancia en el proceso. Como se ha planteado en
varias oportunidades, el modelo procesal por audiencias impone a los intervinientes
una serie de requerimientos desde el inicio del procedimiento y, con cuánta razón, al
momento de desplegar las actividades ligadas al fondo del asunto, que
indefectiblemente vinculan con la prueba. Más aun, podemos afirmar con certeza que,
en la práctica, tales exigencias imponen el desarrollo de destrezas por parte de
abogados y jueces al momento de la proposición y práctica de la prueba, cuestión
íntimamente ligada a la instauración de principios como la oralidad, inmediación y
concentración.

Ya se ha manifestado en otras ocasiones. No sin problemas iniciales de


implementación y de recursos, hay que decirlo también, la reforma procesal laboral,
recogió relevantes cambios, obligando a jueces y abogados a un cambio de
arraigados hábitos consolidados al alero del sistema escriturado, debiendo destacar el
efecto que se busca provocar con el deber de inmediación judicial que asume en esta
clase de modelos orales un papel moralizador que ya ha sabido subrayar la mejor
doctrina. Se asumió que los problemas y deficiencias propias de la lógica "el papel
aguanta todo", naturalmente vinculada al sistema escriturado, debían dar paso a las
ventajas asociadas a los positivos efectos facilitados por ese contacto directo y frontal
del juez con las partes, sus abogados y las fuentes de prueba (Palomo, D.).

En todo caso, lógico es exigir que el despliegue de las habilidades de los abogados
de las partes se concentre en la actividad probatoria, puesto que de ella dependerá la
resolución del conflicto en forma favorable a los intereses de quienes representan.
Por ello, el material probatorio producido e incorporado al proceso debe ser objeto del
mayor provecho posible, debiendo valerse, para estos efectos, de las distintas
herramientas que el sistema procesal laboral pone a disposición de los intervinientes.

b) Función de la prueba

En el último tiempo especialmente se ha señalado que la prueba tiene como función


la búsqueda y descubrimiento de la verdad sobre los hechos que las partes han
introducido al proceso. Sin embargo, digamos de entrada que cuando se afirma que el
juez tiene que asumir la dirección del proceso en busca de la única verdad que existe,
la que concuerda con la realidad y suprime las llamadas verdades formales para
llegar a constatar la verdad de una situación real que no es distinta de la verdad de
una situación jurídica, se está, aparte de negando la propia esencia de las
regulaciones legales de los procesos no penales (incluyendo aquí el laboral y el
contencioso-administrativo) en los países del mundo occidental, poniendo de
manifiesto una concepción ideológica (Montero, J.).

Por ello, la doctrina ha especificado que cabe hablar tan solo de verdades relativas
pues, desde hace tiempo, las verdades absolutas son patrimonio exclusivo de alguna
metafísica o religión integrista. Pero la verdad procesal es relativa también en otro
sentido muy importante: en el de que la misma se funda exclusivamente en las
pruebas obtenidas en el proceso. En consecuencia, es "relativa" porque está en
relación con el grado de confirmación que las pruebas pueden atribuir a los
enunciados sobre los hechos del pleito. Por lo tanto, pueden darse distintos niveles de
verdad en la comprobación de los hechos, según el fundamento que las pruebas
atribuyan a la afirmación de que esos hechos son verdaderos o falsos (Taruffo, M.).

B) P

a) Oralidad

El art. 425 CT establece serán orales todas las actuaciones procesales verificadas
en los procedimientos del trabajo, salvo las excepciones expresamente contenidas en
el Código de la materia. Desde luego, esta regla general guarda aplicación en materia
probatoria, sin perjuicio de que el legislador establezca la oralidad para determinadas
diligencias.

En tal sentido, la primera etapa relativa a la prueba es realizada de manera oral,


toda vez que las partes deberán ofrecer los medios de prueba de que piensan valerse
en la audiencia preparatoria (art. 453 Nº 4 CT). Por otro lado, la segunda etapa,
referida a la práctica probatoria, se desarrolla durante la audiencia de juicio,
existiendo una serie de normas que se refieren a los diversos medios de prueba
regulados en la ley (art. 454 CT)
En efecto, tanto en el interrogatorio de las partes y testigos, como en la prueba de
peritos (en el caso que deban exponer su informe y sostenerse a examen
contradictorio de las partes) la opción del legislador está representada por la oralidad
del diálogo que, digámoslo de entrada, supera la mera apariencia de oralidad que
podía representar el carácter verbal de las contestaciones que se realizaban a los
escritos que contenían los pliegos de posiciones o las preguntas, actuaciones
procesales todas entroncadas en un sistema formal rigurosamente escrito. Debe ser
oral la forma de expresión de las partes, del juez y de los sujetos de prueba en los
medios personales (Palomo, D.).

b) Inmediación

La inmediación recibe aplicación desde su establecimiento como principio formativo


del procedimiento, que supone que toda la prueba sea rendida ante un mismo juez y
este sea quien la presencie personalmente. En efecto, la audiencia de juicio, al ser el
acto procesal en que se verifica la práctica de la prueba, deberá desarrollarse en su
totalidad ante el juez de la causa, el que la presidirá y no podrá delegar su ministerio
(arts. 425 y 427 CT).

Pues bien, el diseño procedimental aprobado para los juicios laborales, sostenido en
el modelo procesal por audiencias y la efectiva inmediación judicial que se postula y
asegura, ha buscado generar un cambio radical en la comprensión y funcionamiento
de la actividad probatoria, con el objetivo esencial de recuperarla en la calidad de los
materiales que la misma entrega al juzgador para que pueda pronunciar su sentencia
con mejores posibilidades de llegar a un fallo justo, a partir justamente de instalar
como un elemento central del nuevo procedimiento laboral el contacto directo, real y
temprano entre el juez y las actividades propias de la prueba bajo un esquema de
audiencias que debieran permitir generar una prueba pertinente, útil y sobre todo,
fiable (Matamala, P.; Palomo, D.).

Bien se ha advertido que el antiguo procedimiento de aplicación general se


levantaba sobre el eje de la audiencia de conciliación y prueba. Sin embargo, dicho
acto era presidido por los funcionarios de despacho que adquirían la denominación de
"actuarios", impregnando la etapa de mayor importancia en el procedimiento de una
nociva delegación de funciones. Para contrarrestar esta situación, el legislador de la
reforma ha sancionado expresamente con la nulidad insaneable de las actuaciones y
la audiencia cuando el juez delegue su ministerio. La doctrina más autorizada se ha
referido al motivo que induce a esta decisión, postulando que a la asunción de las
pruebas procede, naturalmente, el juez. Si tiene que persuadirse él mismo, conviene
que vea él con sus ojos, oiga con sus oídos y toque con sus manos. Y, se comprende,
debe ser el mismo juez quien luego decide (Carnelutti, F.). Con todo, cabe matizar
este entusiasmo, especialmente en lo que liga con las pruebas personales y la
potencialidad de la inmediación judicial especto de ellas, como se ha pretendido por
parte de alguna doctrina y buena parte de la jurisprudencia de las Cortes que
amparándose en las virtudes de la inmediación han terminado blindando excesiva y
desbordadamente la revisión en alzada de los aspectos fácticos.

c) Concentración

La consolidación de la concentración procesal como un principio formativo del


procedimiento, no solo se manifiesta en la fase de discusión, sino que, por el
contrario, guarda una aplicación fundamental durante la etapa probatoria. Debemos
precisar, en todo caso, que la estructuración del procedimiento de aplicación general
sobre la base de dos audiencias ha discernido claramente de acuerdo a la actividad
que se debe desarrollar en torno a los medios de prueba de que piensen valerse las
partes.

Sobre el particular, debe entenderse que la proposición u ofrecimiento de los medios


de prueba debe realizarse necesariamente durante la audiencia preparatoria, sin
perjuicio de la excepción relativa a la prueba documental, a la que nos remitimos. Por
otro lado, la práctica o rendición de los medios de prueba solo puede llevarse a cabo
en la audiencia de juicio, tras haber sido objeto de la depuración realizada en la
audiencia de preparación del juicio oral, traspasando las barreras de la exclusión
probatoria.

Asimismo, la oralidad y la concentración procesal ("unidad de acto") que se prevén


por la ley para la materialización de estas actuaciones termina aportando un elemento
de gran utilidad, completamente ausente en el sistema escrito: la flexibilidad, en este
caso, del proceso de propuesta y admisión de las distintas pruebas del juicio. En
efecto, el modelo que privilegió la acumulación de papeles, la rigidez y la proliferación
de formalismos sacramentales, se pasa a otro cuya estructura más flexible facilita
tanto al juez como a las partes brindar efectivamente a la actividad probatoria la
relevancia que efectivamente posee (Palomo, D.).

d) Congruencia

La congruencia tiene manifestación como principio en materia probatoria, en tanto la


prueba ofrecida debe tener correlación directa con la teoría del caso de las partes y
con la fijación de los hechos a probar. De lo contrario, tales pruebas serán
incongruentes o impertinentes, y no deberán ser admitidas o, al menos, no ser
valoradas en juicio (Ministerio de Justicia).

Si bien nos hemos referido a la congruencia como un deber que corresponde al


juzgador para expedir su decisión, en cuanto se encuentra constreñido a resolver
conforme a lo alegado y probado por las partes, debemos precisar que también
corresponde a estas rendir sus probanzas de acuerdo a los límites que al efecto ha
establecido el legislador y que el juez ha aplicado al caso en particular.
Refiriéndose a este principio, nuestra Excma. Corte Suprema ha señalado: "Que,
para los efectos de resolver, es necesario tener en consideración que la exigencia de
congruencia no solo es un principio al que debe someterse el tribunal para resolver el
asunto controvertido, sino que también las partes al argumentar para que se acojan
sus planteamientos y peticiones, puesto que solo así el sentenciador puede hacerse
cargo de aquellas" (Corte Suprema, sentencia de 14 de septiembre de 2017, rol
Nº 33757-2017).

e) Publicidad

El art. 425 CT establece que los procedimientos laborales serán públicos, por tanto,
dicho principio, en cuanto formativo del procedimiento, extiende su aplicación en
materia probatoria. En consecuencia, serán públicas tanto las audiencias como las
diligencias probatorias que en ellas se ventilen, en relación al ofrecimiento y rendición
de la prueba.

Un nuevo punto sobre el cual se sostiene la apuesta oral en punto a la práctica


probatoria está constituido por la garantía de publicidad que encuentra en el modelo
oral una plataforma donde expresar su verdadero significado, condicionado entre las
coordenadas impuestas por el profundo predominio de la escritura. Las posibilidades
de la publicidad general, esto es, aquella que va más allá de las exigencias del
principio de contradicción o audiencia vinculadas a la prohibición de indefensión de
las partes y se logra extender para asegurar al público, a la generalidad de la
ciudadanía, eran mínimas (Palomo, D.).

La publicidad que se recoge en el nuevo modelo procesal, es la estructura formal


sostenida en la oralidad y sus reglas asociadas la que permite contar con un proceso
efectivamente público que vaya de la mano tanto de exigencias constitucionales como
de los mandatos provenientes de los pactos internacionales (Palomo, D.).

La publicidad tiene por objetivo que cualquier persona tenga la posibilidad de


presenciar audiencias, y con ello prohibir la justicia secreta al tomar decisiones,
sometiéndola al escrutinio de las partes y el público. Ello fue considerado fundamental
para asegurar que las actuaciones son efectivamente realizadas o presenciadas por
el juez y no por un funcionario del tribunal, cuestión común en el procedimiento
antiguo (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

f) Aportación de parte y oficialidad

Bien se ha apuntado que una de las principales cargas a que están sujetas las
partes consiste en acreditar sus las afirmaciones fácticas que han introducido al
proceso, puesto que ellas son quienes se encuentran en una mejor posición para
conocer la forma en que ocurrieron los hechos. Sin embargo, hemos de prevenir que
la vigencia de los principios dispositivo y de aportación de parte no implica que el juez
esté obligado a presenciar la práctica de las pruebas como si fuera una persona
inerme, desprovista de toda intervención. El legislador debe asegurar al juez
razonables posibilidades de dirección en la práctica probatoria a través de las cuales
este pueda instar por el resultado final más acertado y justo posible atendidos los
elementos de hecho y de derecho aportados por las partes (Palomo, D.).

No obstante, consideramos que la confianza puesta en el juez debe situarse dentro


de los márgenes de racionalidad que digan relación con la dirección en la práctica
probatoria, sin que ello implique dotarlo de discrecionalidad para decretar de oficio las
pruebas que estime pertinentes. Ello no solo se funda en guardar la debida
imparcialidad que tanto la ley como la Constitución exigen, sino que, además, se debe
brindar el espacio que corresponde a las partes en cuanto ellas son las que conocen,
desde una perspectiva protagónica, los hechos que motivan el proceso.

En efecto, mucho se ha discutido sobre la vigencia del principio de aportación de


parte en relación al acrecentamiento de los poderes oficiales en materia probatoria.
En este orden de ideas, es sabido que la tendencia reformadora ha impuesto el
cambio desde un sistema escriturado con un juez ausente hacia uno oral con
inmediación efectiva en que se autoriza al juzgador para decretar de oficio en la
audiencia preparatoria las diligencias probatorias que estime conducentes (Matamala,
P.; Palomo, D.).

Pues bien, en un tema tan controversial como es la injerencia del juez en la


actividad probatoria, resulta evidente y justificado que no exista consenso en doctrina.
Algunos autores, razonando a la luz de los arts. 429 y 453 Nº 9 CT, sostienen que en
la proposición de fuentes de pruebas existe una especie de colaboración entre el
magistrado y las partes, dado que las partes son las primeras en proponer pruebas, y
solo cuando estas son insuficientes el magistrado puede decretar otras de oficio,
señalando, además, que es requisito indispensable que hayan hechos sustanciales,
pertinentes y controvertidos, de lo contrario no hay necesidad de prueba, ya que no
hay hechos que comprobar (Fernández, R.). Sin embargo, desde otro sector se
sostiene que el otorgamiento al juez de semejante poder de intervención sobre el
material fáctico no obedece ya simplemente a la llamada "opción técnica" entre el
principio de aportación de parte y el de investigación de oficio, sino a la sustitución del
principio dispositivo por el inquisitivo, bajo el supuesto de que la materia objeto del
proceso es indisponible por las partes (Palavecino, C.).

Pues bien, está bastante instalado que la concreción de un considerable aumento


de las facultades probatorias de los jueces, de un modelo sustentado en un rol
protagónico, asignándoles amplios poderes probatorios, pone en serio riesgo la
debida imparcialidad del tribunal, aunque los señalados poderes digan relación
solamente con los hechos discutidos e introducidos por las partes, puesto que al
hacer uso de ellos podría decantarse bien a favor o en contra de una de las partes,
favoreciendo a una en perjuicio de la otra, afectando la igualdad de las partes y el
método acusatorio de debate (Palomo, D.).
Resulta, se señala, que el medio de prueba que el juez decrete de oficio obrará en
beneficio de una de las partes e, indefectiblemente, perjudicará a la contraria. Ello
cobra mayor nitidez al considerar que la misma persona que decretó la probanza es
aquella que deberá valorarla, formar su convicción y, en definitiva, dictar sentencia.
En dicho escenario, el juez, que actuará en subsidio de una de las partes, perderá las
condiciones de imparcialidad que la garantía constitucional del debido proceso
requiere con ocasión del justo y racional procedimiento.

g) Bilateralidad

Este principio se expresa, en materia probatoria, fundamentalmente a través del


derecho y oportunidad de las partes de expresar sus argumentaciones ante el juez de
la causa con todo aquello que diga relación con la prueba, su impugnación,
admisibilidad y observaciones a la prueba (Ministerio de Justicia). Es por ello que la
bilateralidad liga necesariamente con el derecho a la prueba y, más precisamente,
con la existencia de contradicción procesal. Bajo la cobertura del principio de
audiencia o contradicción se hace alusión a que el proceso tiene una construcción
dialéctica y a que en el debate judicial ambas partes deben ser oídas (Vallespín, D.).

Para llenar de contenido el derecho a la prueba y la igualdad de armas procesales,


ambos integrantes de una garantía previa, como es el derecho al debido proceso, es
indispensable que ambas partes se encuentren en un mismo pie que les permita
participar directamente en la proposición y práctica de la prueba, así como en el
debate que surge con ocasión de tales actividades. Más aún, consideramos que la
contradicción en que se cimienta el principio de bilateralidad de la audiencia logra
dotar de legitimidad al material probatorio aportado al juicio, permitiendo la exclusión
de arbitrariedades y, de esta manera, arribar a una decisión justa que brinde solución
al conflicto jurídico laboral.

Así, se ha resuelto por nuestros tribunales:

"Que el principio del contradictorio o bilateralidad de la audiencia, asume un carácter de


garantía en lo que dice relación con el derecho de defensa, incluido en el concepto de
debido proceso.

Así, como se adelantó, una de las manifestaciones de este derecho, supone que las partes
estén en condiciones de controlar y controvertir la prueba, lo que, tratándose de la prueba
testimonial supone, indefectiblemente, conforme a lo dispuesto en el artículo 454 Nº 6, la
posibilidad de impedir que se interrogue a los testigos utilizando métodos vedados, como la
formulación de preguntas asertivas, ni aquellas que contengan elementos de juicio que
determinen la respuesta ni relativas a hechos o circunstancias ajenas al juicio.

Esta garantía de control probatorio, evidentemente se relaciona con la calidad de la prueba


que ingresa al juicio y sobre la cual el juez del juicio debe formar su convicción, y supone
que no toda prueba es válida para tal fin, sino, exclusivamente, aquellas que se rinden con
plenas condiciones de legitimidad, igualdad de oportunidades, y evitando toda injerencia
indebida, para que de esta manera dicha información resulte confiable para la adecuada
resolución del asunto.

Manifestación de este derecho de controlar la prueba que las partes incorporan al juicio,
especialmente la calidad de la información que la misma contiene, resulta pues, el
mecanismo de objeciones de preguntas que se deriva del artículo mencionado" (Corte de
Apelaciones de Antofagasta, sentencia de 31 de marzo de 2017, rol Nº 28-2017).

h) Celeridad y buena fe

Bien se ha señalado que el art. 425 CT establece expresamente los principios


formativos del procedimiento, entre los cuales se encuentran la celeridad y la buena
fe procesal. Pues bien, atendido dicho carácter general, el legislador ha pretendido su
vigencia a lo largo de todo el procedimiento, incluyendo, desde luego, el ámbito
probatorio.

Desde un primer instante, no resulta extraño que la pretensión de una respuesta


jurisdiccional rápida tenga repercusiones en materia probatoria, puesto que, en
determinados pasajes se opta derechamente por privilegiar la velocidad en el
conocimiento para llegar prontamente a la etapa de enjuiciamiento, como veremos
posteriormente. Con todo, debemos reconocer que también existen ciertas
prescripciones que hacen plausible la protección de la celeridad, castigando aquellas
prácticas que atentan contra la buena fe procesal.

En efecto, se ha sostenido acertadamente por la doctrina, que la infracción del


principio de buena fe procesal en el desarrollo de la actividad probatoria suele estar
relacionado, por un lado, con conducta de las partes, y por otro, con el uso de los
medios probatorios para dilatar o complicar el desarrollo normal del proceso (Picó, J.).
De esta suerte, se ha planteado que la buena fe en materia probatoria comporta una
serie de exigencias para las partes, entre las cuales se encuentran: a) Limitar la
proposición de la prueba a los límites impuestos por el legislador; b) Proponer la
prueba y solicitar su exclusión en la oportunidad procesal pertinente; c) Realizar toda
la actividad tendiente a la práctica de la prueba admitida por el tribunal.

La jurisprudencia de nuestros tribunales ha reconocido la custodia de estos


principios en materia probatoria, estableciendo: "Así, como se ve, en materia de
prueba, la ley trata de conciliar el derecho de rendir prueba en el juicio, con otros
principios del proceso laboral, tales como: inmediación, celeridad y buena fe, evitando
la práctica de pruebas inconducentes, impertinentes u obtenidas en contravención a
garantías fundamentales" (Corte de Apelaciones de Copiapó, sentencia de 12 de
enero de 2010).

i) Adquisición procesal
Un principio de aplicación general, pero de particular incidencia en el ámbito de la
prueba, es el principio de adquisición procesal. A través de este principio se señala,
en lo que a la prueba se refiere, que los resultados de las actuaciones probatorias se
incorporan al proceso con prescindencia de la parte que las haya realizado. En otras
palabras, una vez que la actuación probatoria se ha realizado, esta y su resultado
queda incorporado al proceso, de manera que cuando se estima que el hecho está
probado será irrelevante determinar cuál fue la parte que tuvo la iniciativa respecto a
la incorporación del material probatorio (Palomo, D.).

Pues bien, atendida la vigencia de este principio, los resultados de la prueba


rendida se desprenden de quien ha aportado el respectivo medio probatorio al juicio.
De esta manera, los efectos de este principio cobran especial relevancia al momento
de efectuarse la apreciación comparativa de los medios de prueba, en que se
considera por el tribunal la conexión y concordancia (o falta de ellas) de la prueba
rendida. Pues bien, en dicho momento el juez incluso podrá constatar la coincidencia
entre los resultados desfavorables de la prueba aportada por una de las partes y los
resultados favorables de la prueba producida por la contraria.

Se ha resuelto:

"Que la circunstancia de que el sentenciador haya dado a los documentos agregados por la
demandada una eficacia probatoria diferente de la pretendida por la parte que agregó dicho
medio de prueba, no es constitutivo de infracción alguna pues, como es sabido, conforme al
denominado principio de adquisición procesal, los resultados de la actividad procesal son
comunes entre las partes con independencia de la parte que los realice. (Corte de
Apelaciones de Concepción, 5 de octubre de 2010, rol Nº 217-2010). Esto significa que, si
un hecho ha resultado probado en el proceso, el juez debe partir de él en la sentencia,
siendo indiferente qué parte lo haya probado y si esa parte tenía intención o no de probarlo.

Como lo tiene resuelto el máximo tribunal, "... una vez que la prueba llega al proceso, ésta
queda como un elemento de convicción para el juzgador, que es su destino natural, de
manera que para determinar sus efectos, deja de importar quien la aportó; desde esa
perspectiva el aportante no podría pretender que sólo se examinara en cuanto le aprovecha
y no en cuanto le perjudica". (Excma. Corte Suprema, 6 de junio de 2017, rol Nº 87889-
2016).

Así las cosas, el propósito probatorio que tuvo la parte al agregar la prueba no vincula al
sentenciador, el que valora la prueba y extrae sus conclusiones probatorias de acuerdo a
su mérito intrínseco y no conforme a lo querido por el aportante" (Corte de Apelaciones de
Concepción, sentencia de 9 de abril de 2018, rol Nº 522-2017).

C) S

a) Sistema de prueba legal


La manifestación de este sistema estaría dada por el carácter tasado o cerrado del
señalamiento que el legislador ha hecho respecto de los medios de prueba. Se habla
de un numerus clausus para reforzar la idea de que serán los medios de prueba que
recoge la ley los únicos que las partes podrán utilizar (Palomo, D.).

Es útil recordar que este modelo aún se encuentra presente en sede procesal civil,
dado que tanto el art. 341 CPC como el inc. 2º del art. 1698 CC establecen los
medios de prueba de que pueden valerse las partes en juicio, entre nosotros:
documentos, testigos, confesión de parte, inspección personal del tribunal, informe de
peritos y presunciones. Se ha apuntado acertadamente que la regulación cerrada de
la prueba presenta una marcada tendencia a regular todo el fenómeno de las pruebas
y a excluir del mismo aquellos aspectos que se sitúen fuera (o más allá) de la
regulación. El sentido de la regulación es aquí, principalmente, determinar o incluir lo
que puede ser considerado como prueba, y paralelamente excluir lo que no puede
(Gascón, M.).

Por lo demás, cabe destacar que este modelo ha hecho complejo el encaje de las
fuentes de prueba más modernas que no estuvieron en la mente del legislador a la
hora de establecer el catálogo cerrado de medios, de manera que la taxatividad legal
impediría recurrir a fuentes modernas de prueba, por ejemplo, elementos modernos
de reproducción de la imagen o del sonido (Palomo, D.).

Este sistema de prueba, abandonado en las legislaciones más modernas, además


se caracteriza por llevar de la mano la incorporación de una serie de reglas de
valoración de las pruebas establecidas susceptibles de incorporarse al proceso. Por
consiguiente, también se habla de prueba legal cuando es la ley la que predetermina,
con carácter general y abstracto, cuál es la eficacia que debe ser atribuida a una
determinada prueba (Palomo, D.).

b) Sistema de prueba libre

Se habla de prueba libre cuando el legislador establece que los hechos


incorporados al juicio podrán acreditarse por cualquier medio de prueba que respete
los límites establecidos por la ley. Por otro lado, la prueba también es libre cuando no
existen normas de prueba legal dirigidas a determinar el valor de las pruebas.

Refiriéndose a la prueba libre en su estado más puro, la doctrina ha señalado que la


concepción abierta de la regulación jurídica de la prueba presenta una marcada
tendencia a reducir al máximo la regulación jurídica de las pruebas. La regla general
es aquí la libertad de prueba, y por eso el sentido de la regulación es tan solo el
establecimiento de reglas de exclusión cuando existan razones para ello (Gascón,
M.).

Atendido que la realización de un sistema de absoluta libertad probatoria es casi


imposible, la fórmula que siguen los órdenes procesales más modernos pasa por lo
siguiente: por un lado, como no puede ser de otro modo, se establece una relación de
medios de prueba con régimen reglado por la propia ley, entre los que pueden
incluirse de modo independiente los medios de reproducción de la imagen, sonido, de
palabras y de datos. Junto con esta previsión reglada de medios de prueba, debe
contemplarse una norma que autorice expresamente al tribunal, a instancia de parte,
la incorporación al proceso de las fuentes de prueba que hayan sido omitidas por el
legislador, adoptando las medidas que en cada caso resulten necesarias. En tal
sentido se ha decantado el legislador procesal penal y de familia (Palomo, D.).

c) El sistema del Código del Trabajo

El legislador laboral ha sido mezquino para establecer con la debida claridad y


precisión el sistema de prueba que regirá en el procedimiento de aplicación general.
Por el contrario, los demás órdenes procesales reformados han sido ilustrativos para
señalar el sistema que regirá en ellos, estableciendo expresamente la libertad de
prueba como el faro que ilumina toda la actividad probatoria.

De este modo, el art. 295 CPP establece: "Libertad de prueba. Todos los hechos y
circunstancias pertinentes para la adecuada resolución del caso sometido a
enjuiciamiento podrán ser probados por cualquier medio producido e incorporado en
conformidad a la ley". En el mismo sentido se pronuncia el art. 28 de la
Ley Nº 19.968: "Libertad de prueba. Todos los hechos que resulten pertinentes para la
adecuada resolución del conflicto familiar sometido al conocimiento del juez podrán
ser probados por cualquier medio producido en conformidad a la ley".

Además, el legislador laboral, desde un primer alcance, pareciera consagrar una


suerte de legalidad en los medios de prueba, señalando en la primera parte del inc. 1º
del art. 453 Nº 4 CT, que las partes podrán valerse de todas aquellas pruebas
reguladas en la ley, entre nosotros, los denominados medios de prueba tradicionales.
Sin embargo, acto seguido indica que, no obstante, las partes podrán ofrecer
cualquier otro elemento de convicción que, a juicio del tribunal, fuese pertinente. Ello
necesariamente debe concordarse con el art. 454 Nº 8 CT, el cual dispone que
cuando se rinda prueba que no esté expresamente regulada en la ley, el tribunal
determinará la forma de su incorporación al juicio, adecuándola, en lo posible, al
medio de prueba más análogo.

A su vez, el art. 323 CPP, de idéntico tenor al art. 58 de la Ley Nº 19.968 dispone:
"Medios de prueba no regulados expresamente. Podrán admitirse como pruebas
películas cinematográficas, fotografías, fonografías, videograbaciones y otros
sistemas de reproducción de la imagen o del sonido, versiones taquigráficas y, en
general, cualquier medio apto para producir fe.

El tribunal determinará la forma de su incorporación al procedimiento, adecuándola,


en lo posible, al medio de prueba más análogo".
Consideramos que la tendencia moderna de establecer una regulación de los
medios de prueba tradicionales no es impedimento para estimar que nos
encontramos frente a un sistema de libertad probatoria, dado que también se ha
dejado la puerta abierta para la incorporación de prueba no expresamente regulada
en la ley. Más aún, con justa razón el legislador ha optado por consignar reglas sobre
la proposición y práctica de los medios de prueba, esbozando necesarios ápices de
seguridad jurídica, sin perjuicio de que, en determinados pasajes, la normativa
establecida sea insuficiente y fuerce a una remisión supletoria.

D) O

a) Hechos sustanciales, pertinentes y controvertidos

Uno de los principales contenidos de la audiencia preparatoria corresponde a la


determinación del objeto de la controversia, persiguiendo establecer los hechos que
resultan controvertidos y que deberán ser acreditados (Matamala, P.; Palomo, D.).
Como resulta evidente, la concurrencia de los caracteres requeridos se desprenderá
de los actos de discusión realizados por las partes en sus escritos de postulación. En
especial, debemos recordar la carga que el legislador ha impuesto al demandado,
relativa a pronunciarse sobre los hechos contenidos en la demanda, sea
aceptándolos o negándolos en forma expresa y concreta (art. 452 inc. 2º CT). Por
consiguiente, solo constituirán el objeto de la prueba aquellos hechos que el
demandado haya negado expresamente en su escrito de postulación y que hayan
sido introducidos por el actor en su demanda, con tal que revistan, además, el
carácter de sustanciales y pertinentes.

Nuestra normativa no define a los hechos sustanciales, pertinentes y controvertidos.


Con todo, fundamentalmente gracias a la labor de nuestros tribunales, se ha
coincidido entre nosotros en algunos conceptos fundamentales. Así, en primer lugar,
por hecho sustancial, debemos entender aquel que integra en modo tan esencial la
controversia que sin su prueba no se puede adoptar resolución alguna. De su parte,
hecho pertinente será aquel que no estando en el caso anterior, se vincula al conflicto
y es necesario para la respuesta jurisdiccional. Por fin, hecho controvertido es aquel
respecto del cual existe discrepancia entre las partes acerca de la existencia o de la
forma en que él ha acaecido (Palomo, D.).

b) Hechos exentos de prueba

Tras el adecuado abordaje de los contenidos de la audiencia preparatoria deben


quedar delimitados los hechos sobre los que existiera disconformidad (aquellos que
deben ser objeto de prueba) y aquellos sobre los que existiera conformidad y que por
esa razón quedarán exentos de la necesidad de prueba (Matamala, P.; Palomo, D.).
Un primer supuesto está dado por los hechos no controvertidos. Advertimos que la
falta de controversia de un hecho puede originarse en el común acuerdo de las partes
o en la falta de negación de una de ellas. Tratándose del primer supuesto, quedará de
manifiesto en la contestación de la demanda, al aceptar expresamente alguna de las
afirmaciones fácticas introducidas por el actor en su libelo. Cuestión distinta ocurre
tratándose de la falta de negación, atendida la rigurosidad del legislador procesal
laboral, que establece como sanción la posibilidad de establecer la admisión tácita de
los hechos contenidos en la demanda, cuando estos no han sido controvertidos
expresamente por parte del demandado (art. 453 Nº 1 inc. 7º CT). Con todo, es
forzoso concluir que el efecto jurídico atribuido a tales actuaciones no es otro que la
ausencia de prueba tratándose de hechos que, por uno u otro motivo, carecen de
controversia.

Un segundo caso se encuentra determinado por los hechos notorios.


Evidentemente, aunque no lo señale expresamente el legislador; cuando se trata de
afirmaciones sobre los hechos notorios no es requerida actividad probatoria: notoria
non egent probatione. La doctrina ha destacado que la notoriedad es una
característica relativa, no siendo obligatorio que sea conocido por todo el mundo, ni
aún por todas las personas que residen en el ámbito geográfico del que se postula su
notoriedad, y que debe atenderse a las personas con un grado de cultura medio,
entre las que, por cierto, debe contarse al juez. Esta característica hace que lo
relevante para la operatividad de la figura sea que los hechos sean notorios para el
tribunal. Si el juez no conoce el hecho o si existe controversia sobre la notoriedad, el
tribunal no eximirá de prueba al hecho (Palomo, D.).

En efecto, aunque se trate de una cualidad relativa y cambiante en el tiempo y en el


espacio, la notoriedad permite la fijación de unos hechos cuando sean conocidos de
forma "absoluta y general" por los que forman parte de una sociedad determinada en
un momento concreto (Bonet, J.).

Nuestra Corte Suprema ha señalado: "Que es también sabido, que "un principio de
exoneración de prueba existe para los hechos notorios. Son notorios o de fama
pública los que, por pertenecer a la ciencia, a la vida diaria, a la historia o al comercio
social, son conocidos y tenidos como ciertos por un círculo más o menos grande de
personas de cultura media ... La característica del hecho notorio o de fama pública, es
que al ser creído como cierto por un extenso círculo de personas, no puede ser
puesto seriamente en duda, siendo la convicción que aporta tan firme como la que se
obtiene tras una prueba, y de aquí que la doctrina considere que los hechos notorios
no necesitan prueba". (Leonardo Prieto Castro en "Derecho Procesal Civil" Vol. 1,
3ª edición, Madrid 1978, p. 137)" (Corte Suprema, sentencia de 18 de abril de 2016,
rol Nº 8024-2015).

El tercer supuesto de hechos exentos de prueba corresponde a aquellos dotados de


una presunción. Las presunciones legales parten de la consideración por el legislador
de que podría ser muy difícil probar directamente el hecho causa de una determinada
consecuencia jurídica (Montero, J.).

A diferencia del proceso civil (art. 341 CPC), el procedimiento laboral no establece a
las presunciones como un medio de prueba, sin embargo, podemos señalar que tal
postura es, al menos, parcialmente correcta. Ello se debe a que el mecanismo de las
presunciones, en lugar de constituir un medio de prueba en sentido estricto, supone
una labor deductiva a partir de un hecho que ya está establecido en el proceso (hecho
base o indicio), y a partir de la cual se autoriza a tener como cierto otro hecho (hecho
presunto), que queda establecido a los efectos del proceso, salvo que exista prueba
en contrario, en aquellos casos en que dicha prueba es procedente (presunciones
iuris tantum) (Palomo, D.).

Por su parte, en lo relativo a la exención de la prueba, debemos precisar que ella


solo se materializa en aquellos casos que el legislador ha establecido una presunción
de derecho, esto es, aquella que no admite prueba en contrario (art. 47 inc. final CC).
Citamos como ejemplo lo dispuesto en el art. 4º CT, en cuanto dispone que se
presume de derecho que representa al empleador y que en tal carácter obliga a este
con los trabajadores, el gerente, el administrador, el capitán de barco y, en general, la
persona que ejerce habitualmente funciones de dirección o administración por cuenta
o representación de una persona natural o jurídica.

Por otro lado, en las presunciones que admiten prueba en contrario, más que estar
frente a una exención probatoria, lo que existe es una específica distribución de la
carga probatoria. A partir de ella será posible la actividad de la parte que para que no
opere la presunción, ya sea para practicar prueba contraria al hecho base de la
presunción, ya sea para probar que del hecho base deriva una consecuencia distinta
al hecho presumido, normalmente porque la operatividad del nexo o enlace entre
estos hechos, es distinto al que funda la presunción (Bonet, J.).

En tal sentido se ha pronunciado nuestra Excma. Corte Suprema, señalando: "Que


para tal labor, es menester tener presente que el derecho del trabajo, debido a su
carácter finalista, incluye una serie de principios y herramientas de naturaleza
procesal y sustantiva, destinadas a concretar una adecuada tutela de los derechos
laborales; entre las que se cuentan, por ejemplo, por un lado, presunciones legales
que invierten la carga de la prueba en beneficio del trabajador; y por otro, preceptos
que consagran con carácter de fundamental ciertos derechos y principios que se
aplican a los trabajadores en su desempeño bajo vínculo laboral, que, en definitiva,
buscan armonizar la interpretación de la normativa positiva con la exigencia basal de
lo jurídico-laboral, consagrada en el principio protector del trabajador" (Corte
Suprema, sentencia de 4 de julio de 2018, rol Nº 42659-2017).

El último caso se encuentra dado por los hechos negativos, los cuales, por regla
general, no son objeto de prueba. Con todo, buscando una mayor precisión en esta
explicación debe distinguirse lo que constituye la simple negativa o la negativa
general del demandado respecto de los hechos que sirven de soporte a la pretensión
deducida en su contra, de la negación de uno o más hechos aislados respecto de la
pretensión deducida (C. Maturana). En la primera hipótesis, la carga de la prueba se
mantiene en el actor, y en el demandado no recae la carga de probar una negación
general de los hechos que el actor ha invocado en la demanda, fundándola. En la
segunda hipótesis el escenario es menos categórico, toda vez que en muchos casos
la negativa de un hecho podría implicar la afirmación contraria de un hecho. En tal
evento, estas negaciones (aparentes) no se encuentran excluidas de prueba, toda vez
que ellas pueden ser acreditadas por el hecho positivo contrario (Palomo, D.).

E) L

a) Utilidad

La utilidad apunta al carácter necesario que debe revestir un medio probatorio para
la acreditación de las afirmaciones fácticas introducidas por las partes y, en
consecuencia, para la resolución del conflicto. Si bien el legislador procesal laboral no
se refiere específicamente a la utilidad como límite de la prueba, dispone que solo se
admitirán las pruebas que tengan relación directa con el asunto sometido al
conocimiento del tribunal y siempre que sean necesarias para su resolución (art. 453
Nº 4 inc. 2º CT).

La inutilidad de un medio de prueba en sentido estricto puede atender a dos tipos de


razones: cuando el medio probatorio no es adecuado para verificar con él las
afirmaciones de hecho que pretenden ser probadas por la parte, esto es, cuando el
medio es inadecuado respecto del fin que se persigue y, por otro lado, cuando el
medio de prueba propuesto es superfluo, bien porque se han propuesto dos pruebas
con el mismo fin, bien porque el medio de prueba ya se había practicado antes
(Montero, J.).

b) Pertinencia

Atendido que los hechos sobre los que versará la prueba deben ser pertinentes
(además de sustanciales y controvertidos), los medios de prueba con que intenten
acreditarse deberán guardar la misma calidad. El legislador laboral ha sido claro en
requerirlo, señalando que solo podrán recibirse aquellas pruebas que guarden
relación directa con el asunto sometido a conocimiento del tribunal (art. 453 Nº 4
inc. 2º CT). En todo caso, debemos señalar que prueba impertinente es aquella no
relativa a hechos que guarden relación con el objeto del proceso y con lo que
constituye el thema decidendi, por ejemplo, los medios de prueba que se dirijan a
probar unos hechos que no fueron afirmados por las partes en los escritos de
alegación, o bien que se dirijan a probar hechos no controvertidos o hechos notorios
(Palomo, D.).
De esta manera, el legislador procesal laboral establece que el juez resolverá
fundadamente en la audiencia preparatoria sobre la pertinencia de la prueba ofrecida
por las partes, pudiendo valerse de todas aquellas reguladas en la ley. Sin perjuicio
de ello, las partes podrán también ofrecer cualquier otro elemento de convicción que,
a juicio del tribunal, fuese pertinente (art. 453 Nº 4 inc. 1º CT). Asimismo, el juez
podrá decretar las pruebas que estime necesarias, aun cuando no las hayan rendido
las partes. Asimismo, deberá rechazar aquellas pruebas que considere
inconducentes, cuya resolución será susceptible de recurso de reposición, que deberá
interponerse en la misma audiencia (art. 429 CT).

Conviene precisar que en los demás órdenes procesales reformados se establece


una mayor exigencia para este límite de prueba, puesto que, además de consignarlo
expresamente, el legislador lo ha elevado a la categoría de prueba "manifiestamente
impertinente". En tal sentido se desprende de los arts. 31 de la Ley Nº 19.968 y 276
del CPP.

Refiriéndose a esta exigencia, se ha resuelto por la Corte Suprema: "Que sobre el


punto traído al conocimiento de este tribunal, es necesario tener en cuenta que la
situación propuesta se encuentra regulada en el artículo 276 del Código Procesal
Penal, norma que contempla las hipótesis de exclusión de prueba del procedimiento,
siendo la primera de ellas la referida a la manifiestamente impertinente, esto es,
aquella que no guarda relación alguna con los hechos materia de acusación o los
alegados por la defensa, al no existir relación lógica o jurídica entre el hecho y el
medio de prueba (H.L. y L.M., Derecho Penal Chileno, tomo II, pág. 45). De esta
manera, el orden procesal penal entrega al juez de garantía herramientas para velar
por la economía procesal, impidiendo la introducción al juicio de prueba que aparezca
como inútil para la determinación de los hechos, exigencia que se consagra como
requisito para la prueba de cargo y para la defensa y ha de ser manifiesta, esto es,
evidente" (Corte Suprema, sentencia de 13 de junio de 2018, rol Nº 5397-2018).

Consideramos que elevar la exigencia hacia una prueba manifiestamente


impertinente en materia de exclusión posee relevancia para la admisibilidad de la
denominada prueba indirecta, entendiendo por tal a aquella que tiene como objeto
inmediato un hecho secundario, que sirve como premisa de inferencia relativa al
hecho principal (Palomo, D.). Dicho de otro modo, este tipo de prueba, por no versar
directamente sobre el hecho que se pretende probar sino solo sobre un hecho
secundario, para acreditar aquel necesitaría del razonamiento, de la inferencia
(Gascón, M.).

En efecto, en muchos casos se hace necesaria la acreditación de determinadas


situaciones que, si bien son accesorias al hecho objeto de prueba, resultan
necesarias para el esclarecimiento del contexto en que este ocurrió. Por ello, algunos
autores han optado por denominarla como prueba de contexto.

c) Licitud
La licitud de la prueba se refiere a cómo la parte ha obtenido la fuente de prueba
que luego pretende introducir en el proceso por un medio de prueba, y así es posible
cuestionarse si, atendida la manera como la parte se ha hecho con esa fuente, cabe
que luego la use en el proceso, realizando la actividad prevista legalmente para los
medios, con el fin de intentar conformar la convicción judicial o fijar un hecho
(Montero, J.).

Ahora bien, cabe destacar que tanto el legislador como la doctrina suelen referirse a
este punto desde un sentido negativo, apuntando a la ilicitud de la prueba ofrecida o
rendida por las partes. Sobre el particular se ha pronunciado el art. 453 Nº 4 CT,
señalando que carecerán de valor probatorio y, en consecuencia, no podrán ser
apreciadas por el tribunal, las pruebas que las partes aporten y que se hubieren
obtenido directa o indirectamente por medios ilícitos o a través de actos que impliquen
violación de derechos fundamentales. Dicha prescripción ha dado lugar al
asentamiento de la teoría de la prueba ilícita en materia laboral, ampliamente
difundida por los ordenamientos procesales modernos.

d) Sobreabundancia

Parte de la doctrina señala que un último límite a la prueba estaría constituido por la
sobreabundancia. A diferencia de lo que ocurre en sede de familia (art. 31
Ley Nº 19.968), en el proceso laboral no existe un reconocimiento expreso de ella, sin
embargo, su existencia puede desprenderse de la interpretación de diversas normas
que regulan los medios probatorios de que pueden valerse las partes.

Una de estas normas establece que el juez podrá reducir el número de testigos de
cada parte, e incluso prescindir de la prueba testimonial cuando sus manifestaciones
pudieren constituir inútil reiteración sobre hechos suficientemente esclarecidos
(art. 454 Nº 5 inc. 3º CT). Por otro lado, se dispone que, si los demandantes fueren
varios y se solicitare la citación a confesar en juicio de muchos o de todos ellos, el
juez podrá reducir el número de quienes habrán de comparecer, en especial cuando
estime que sus declaraciones puedan resultar una reiteración inútil sobre los mismos
hechos (art. 454 Nº 3 inc. 3º CT).

La jurisprudencia de nuestros tribunales superiores ha reconocido la procedencia de


la sobreabundancia como límite de prueba, resolviéndose: "Que es necesario advertir
que, como muy bien lo señala la recurrente, lo que establece el legislador es un
máximo de cuatro testigos admitidos a declarar, no que el número de cuatro sea el
mínimo o el único a respetar en lo relativo a la prueba testimonial. Por otra parte,
debe agregarse que el tribunal a quo está facultado para limitar o excluir prueba por
razones de sobreabundancia o impertinencia. Como quiera que sea, la recurrente
tampoco observó el deber de preparación de su recurso, en orden a propiciar, por
todos los medios, la reparación del defecto que pretende. En esa virtud, su recurso
tampoco puede prosperar, en esa parte" (Corte de Apelaciones de Santiago,
sentencia de 20 de agosto de 2010, rol Nº 756-2010).
En un fallo más reciente, se ha resuelto: "Si fuere necesario más especificidad, el
fundamento tercero, en relación con el quinto, es bastante para desestimar la
alegación y en cuanto a la valoración de la testifical y documental, debe agregarse
que en el motivo séptimo el juez desestimó las deposiciones por no haber contribuido
al esclarecimiento de los hechos, especialmente por referirse a cuestiones no
controvertidas, misma razón que dio para no considerar la documental, sumando a
esta última la sobreabundancia, argumentaciones sobre las que no se hace cargo el
recurrente en su libelo" (Corte de Apelaciones de Iquique, sentencia de 12 de mayo
de 2015, rol Nº 15-2015).

F) L

a) Cuestiones preliminares

Es sabido que el desarrollo de la teoría de la prueba ilícita se ha pregonado con


especial fuerza desde el derecho procesal penal, como producto de la jurisprudencia
de la Corte Suprema de Estados Unidos que produjo un efecto expansivo en la gran
mayoría de los ordenamientos jurídicos occidentales. Por ello, con esmero, tanto
legislación como doctrina comparada han diseñado un conjunto de construcciones
teóricas frente a un tema imposible de soslayar en el ámbito de la prueba.

Con todo, estimamos que la importancia de esta institución obliga a darle una
aplicación transversal a todos los órdenes procesales. Si bien es efectivo que es
precisamente en el proceso penal donde existe una mayor susceptibilidad de
vulnerarse los derechos fundamentales de los intervinientes, y en especial del
imputado, ello no obsta a que en otros órdenes tales vulneraciones puedan
verificarse. Con justa razón, el legislador patrio decidió avanzar en la protección de
los derechos fundamentales, extendiendo lo instaurado en el proceso penal en las
reformas a la justicia de familia y del trabajo.

Sin más rodeos, es evidente que la búsqueda de la verdad no puede efectuarse a


cualquier costo, puesto que las diligencias probatorias realizadas por las partes y el
juez deben respetar, en toda su extensión, los derechos fundamentales que la
Constitución ha garantizado a las personas. El legislador procesal laboral (al igual que
el legislador procesal penal y de familia), consciente de esta limitación, ha establecido
que carecerán de valor probatorio las pruebas obtenidas por medios ilícitos o por
actos vulneratorios de derechos fundamentales.

La historia de la Ley Nº 20.087 da cuenta del avance en el establecimiento de esta


restricción, señalando: "En cuanto a los medios de prueba de que pueden valerse las
partes, se mantiene la fórmula amplia contemplada por la legislación actual.
Con todo, de manera novedosa, se incorpora en el proyecto una regla dirigida a
privar de valor probatorio a las pruebas que las partes aporten y que se hubieren
obtenido directa o indirectamente por medios ilícitos o a través de actos que impliquen
violación de derechos fundamentales".

b) Fundamento de la prueba ilícita

La doctrina sostiene como fundamento último de la teoría de la prueba ilícita a la


garantía del debido proceso, en virtud de la cual toda sentencia de un órgano que
ejerza jurisdicción deberá fundarse en un proceso legalmente tramitado,
correspondiendo al legislador establecer siempre las garantías de un procedimiento y
una investigación racionales y justos (art. 19 Nº 3 inc. 5º CPR). A nuestro parecer, la
premisa es clara: la sentencia que ponga término al procedimiento no podrá ser justa
si, al momento de su dictación, el juez otorga valor a la prueba obtenida ilícitamente o
con vulneración de derechos fundamentales.

Sin embargo, se ha señalado que no resulta suficiente justificar la exclusión de la


prueba ilícita en el debido proceso, principalmente porque existe otra institución que
también es pieza integrante de él, pero que entra en conflicto con la exclusión, a
saber, el derecho a la prueba, el cual, según nuestra doctrina, estaría consagrado
dentro del derecho a defensa establecido en el artículo 19 Nº 3 párrafo segundo de la
Constitución Política (García, J.). En efecto, si bien el sistema de prueba que rige en
materia procesal laboral es la libertad probatoria, que logra ratificar un sentido amplio
del derecho a la prueba, reconoce como limitación la ilicitud en la obtención,
formación y producción de la prueba que se rendirá en el juicio.

De cualquier manera, sea amparándose en una concepción general del derecho al


debido proceso o en una concepción restringida del derecho a la prueba, es
imperativo que el legislador adopte los resguardos necesarios para aquellos derechos
de la más alta categoría, máxime tratándose del contexto de un proceso judicial, que
debe desenvolverse en toda su extensión con el máximo de los respetos a las
garantías fundamentales, consagradas tanto por la Constitución como por los tratados
internacionales suscritos por Chile y que se encuentren vigentes. Por ello, se ha
señalado acertadamente que el interés de encontrar la verdad cede ante las
exigencias superiores de la efectiva tutela de derechos (Arenhart; Marinoni; Núñez).

c) Causales de ilicitud de la prueba

Reiterando la norma establecida por el legislador laboral, carecerán de valor


probatorio y, en consecuencia, no podrán ser apreciadas por el tribunal, las pruebas
que las partes aporten y que se hubieren obtenido directa o indirectamente por
medios ilícitos o a través de actos que impliquen violación de derechos
fundamentales. Ante ello, se han distinguido dos hipótesis o causales distintas de
exclusión por ilicitud de la prueba.
Una primera causal se encontraría dada por la obtención directa o indirecta de
medios ilícitos. Cabe señalar de entrada que la redacción de esta norma ha suscitado
diferencias entre los autores, señalándose incluso que se trata de la regla de
exclusión más amplia del derecho chileno, proponiéndose diversas opciones para
determinar qué se entiende por medios ilícitos.

La primera de ellas residiría en entender la causal "medios ilícitos" como una


referencia a la infracción de aquella legalidad ordinaria que ampara, consagra o
detalla derechos fundamentales (como sucede con las llamadas garantías
procesales). Una segunda interpretación sostiene que la diferencia entre las causales
de exclusión no obedecería (necesariamente) a un parámetro de jerarquía normativa
de la norma infringida, sino que cronológico, esto es, al momento de la infracción. La
última interpretación posible sostiene que el legislador simplemente innovó en materia
laboral, estableciendo un concepto amplio de la prueba ilícita, de forma tal que el
artículo 453 Nº 4 párrafo tercero del Código del Trabajo también puede ser entendido,
a la luz de la causal "medios ilícitos", como un mecanismo de control de legalidad de
la actividad probatoria de las partes (García, J.).

La segunda causal de ilicitud se encontraría dada por la obtención de pruebas a


través de actos que impliquen vulneración de derechos fundamentales. Más
restringida, pero no por ello menos controversial, esta causal permitiría comprender
de una manera más simple la exclusión de la prueba ilícita. Si bien existen diversas
formas de interpretar qué se entiende por derechos fundamentales y cuáles se
encontrarían comprendidos por la restricción, nos adherimos a la concepción más
general y comprensiva sobre la materia, esto es, la incorporación de todos los
derechos fundamentales garantizados por la Constitución e incorporados por tratados
internacionales sobre derechos fundamentales suscritos y ratificados por Chile que se
encuentren vigentes.

Con todo, la jurisprudencia más reciente de nuestra Corte Suprema ha cuestionado


la efectiva existencia de dos hipótesis distintas en la norma en comento,
decantándose por establecer que el legislador decidió proveer una causal única para
el tratamiento de la exclusión de pruebas por ilicitud. Así, se ha resuelto por nuestro
máximo tribunal:

"Tercero: Que, para esa finalidad resulta pertinente, en primer lugar, recordar que el
artículo 453 del Código del Trabajo, en su numeral 4), prescribe: 'El juez resolverá
fundadamente en el acto sobre la pertinencia de la prueba ofrecida por las partes, pudiendo
valerse de todas aquellas reguladas en la ley. Las partes podrán también ofrecer cualquier
otro elemento de convicción que, a juicio del tribunal, fuese pertinente.

Sólo se admitirán las pruebas que tengan relación directa con el asunto sometido al
conocimiento del tribunal y siempre que sean necesarias para su resolución.

Con todo, carecerán de valor probatorio y, en consecuencia, no podrán ser apreciadas por
el tribunal las pruebas que las partes aporten y que se hubieren obtenido directa o
indirectamente por medios ilícitos o a través de actos que impliquen violación de derechos
fundamentales'. De manera preliminar, cabe señalar que, a diferencia de lo que afirma la
sentencia recurrida, a juicio de esta Corte no existen argumentos para entender que la
regla de exclusión en el orden laboral incorpora dentro de la noción de prueba ilícita aquella
obtenida en abierta contravención a una norma de derecho a un imperativo moral
socialmente aceptado, con independencia de la inobservancia de garantías
constitucionales, como propugna el fallo en análisis. Si bien la redacción del precepto es
confusa, ya que parece proponer dos hipótesis distintas de no valoración, una relativa a
aquella evidencia obtenida directa o indirectamente pro medios ilícitos y otra atinente a
violación de derechos fundamentales, lo cierto es que no existe constancia en la historia
fidedigna de que se haya pretendido innovar en el tratamiento de la exclusión de pruebas,
más allá de lo que se ha entendido por parte de la doctrina como una consagración legal de
la "teoría de los frutos del árbol envenenado", que por lo demás, desde un inicio ha tenido
plena aplicación jurisprudencial en materia penal. La norma de exclusión propuesta por el
Mensaje Nº 4-350, de 23 de septiembre de 2003, contenida en el inciso 4º del artículo 458
del proyecto, es idéntica a la finalmente aprobada y que corresponde actualmente al
artículo 453 Nº 4 del Código del Trabajo, sin que en la discusión del proyecto de ley se
generara debate en torno a las hipótesis de exclusión de prueba ilícita" (Corte Suprema,
sentencia de 12 de abril de 2018, rol Nº 35159-2017).

d) Consecuencias jurídicas de la prueba ilícita

Uno de los temas más controversiales en doctrina y jurisprudencia corresponde a


las consecuencias que debe atribuirse a la prueba ilícita en el marco del
procedimiento laboral. Con esto nos referimos específicamente a la etapa en que
debe efectuarse la alegación relativa a la ilicitud y, consecuentemente, al efecto que
ella generará en la decisión probatoria, esto es, la exclusión o falta de valoración de la
prueba.

Para estos efectos, debemos partir de la base que el legislador establece en


términos expresos que "carecerán de valor probatorio y, en consecuencia, no podrán
ser apreciadas por el tribunal las pruebas que las partes aporten y que se hubieren
obtenido directa o indirectamente por medios ilícitos o a través de actos que impliquen
violación de derechos fundamentales". Atendida la redacción del precepto, surgen
dos aristas por las cuales el intérprete podría decantarse. La primera de ellas
corresponde a una prohibición de admisión, mientras que la segunda a una
prohibición de valoración.

De las vertientes señaladas, Jorge García, ha sintetizado cuatro posibles


interpretaciones. La primera de ellas consiste en que el artículo 453 Nº 4 párrafo
tercero establece una prohibición de admisibilidad pura, facultando de forma exclusiva
al juez de la audiencia preparatoria para excluir prueba ilícita, ya sea de oficio o a
petición de parte. La segunda consiste en entender esta norma tanto como una
prohibición de admisibilidad como de valoración, de forma tal que, si bien solo el juez
de la audiencia puede no admitir la prueba ilícita, el juez de la audiencia de juicio
puede también sancionar la incorporación de una prueba ilícita mediante su no
valoración. En tercer lugar, se sostiene que dicha norma contempla un tipo de
prohibición especial, estableciendo como oportunidad procesal para alegar la ilicitud
de la prueba la audiencia preparatoria, pero dejando su examen y resolución en
manos del juez de la audiencia de juicio, quien debe sancionar la ilicitud mediante su
no valoración. Por último, se argumenta que el artículo establece simplemente una
prohibición de valoración, de forma tal que la prueba siempre se practicará en la
audiencia de juicio y, por lo tanto, no habría ninguna razón para que las partes no
pudiesen alegar la ilicitud mediante su no valoración (García, J.).

En el proceso penal, el derecho a permanecer en silencio y la presunción de


inocencia reflejan la preeminencia del derecho de la libertad. En los procesos civiles,
es deber de ambas partes decir la verdad y del poder judicial, prestar tutela al
derecho fundado en la verosimilitud, lo cual refleja la importancia de definir, en
abstracto, un derecho o una posición procesal de mayor importancia. De modo que
las diferentes realidades situadas en cada uno de los procesos no pueden dejar de
tenerse en consideración cuando se piensa en las pruebas obtenidos de modo ilícito.
Al intentar uniformar la manera de comprender el proceso penal y el proceso civil, es
posible caer en el engaño de pensar en la prueba como algo que no tiene relación
con las diversas situaciones puestas en estos diferentes procesos (Arenhart;
Marinoni; Núñez). Asimismo, se ha señalado que los procesos laborales o de familia
consideran la protección de intereses relevantes y pueden justificar limitaciones
probatorias más fuertes que los litigios de carácter eminentemente patrimonial, sin
embargo, el criterio de exclusión debe ser menor que las prohibiciones existentes en
materia penal (Jara, F.).

G) C

a) Concepto y cuestiones preliminares

Digamos de entrada que la carga probatoria consiste en determinar a quién


corresponde probar los hechos que alega y, por consiguiente, soportar las
consecuencias de la falta de dicha actividad. Para responder a esta interrogante,
debemos precisar que, no obstante la aplicación de la oficialidad bajo ciertos
supuestos, la vigencia del principio de aportación de parte indica que son
precisamente las partes las encargadas de acreditar las afirmaciones fácticas
introducidas al proceso, protagonismo y responsabilidad que les corresponde por
estar en mejores condiciones para conocer los hechos que motivan el juicio.

Pues bien, el problema de determinar a quién le incumbe aportar al proceso la


confirmación de los hechos afirmados por una de las partes y negados por la otra, es
tan antiguo como el derecho mismo y ha preocupado por igual a la doctrina y a la
jurisprudencia de todos los tiempos (Alvarado, A.).
No obstante, la doctrina ha atribuido una segunda utilidad de la carga de la prueba,
ahora referida al juez, para que, en el momento de dictar sentencia y ante una
afirmación de hecho no probada, decida cuál de las partes debe sufrir las
consecuencias de esa falta de prueba (Montero, J.). Ello ha llevado a que se atribuya
a la carga de la prueba el carácter de una regla de juicio, que el sentenciador debe
aplicar al momento de emitir su decisión sobre el asunto sometido a su conocimiento.

Desde esta perspectiva, se afirma que la regla de la carga de la prueba se destina a


iluminar al juez que llega al final del procedimiento sin convencerse sobre cómo
pasaron los hechos. En este sentido, la regla de la carga de la prueba es un indicativo
para el juez de librarse del estado de duda y, así, juzgar el mérito y colocar fin al
proceso. Tal duda debe ser satisfecha por la parte que tiene la carga de la prueba
(Arenhart; Marinoni; Núñez).

b) Regla general

El legislador laboral no ha establecido una norma expresa sobre la carga de la


prueba, cabiendo hacer aplicación de la supletoriedad del procedimiento civil en
aquello referente a las disposiciones comunes y el juicio ordinario de mayor cuantía
(art. 432 CT). Sin embargo, dado que el legislador procesal civil tampoco se ha
pronunciado sobre la materia, debemos acudir a la vieja norma del Código Civil.
Efectivamente, nos referimos al tradicional art. 1698, que establece que incumbe
probar las obligaciones o su extinción a quien alega aquellas o esta.

Con todo, debemos prevenir que la doctrina ha criticado que sea una norma del
Código Civil, referida a la prueba de las "obligaciones" (y no de los hechos), la que
resuelva toda la cuestión vinculada a la distribución del onus probandi. Además, la
norma pareciera referirse solo a los hechos constitutivos y extintivos, sin hacer
referencia a la situación de los hechos impeditivos y excluyentes (Palomo, D.).

Pues bien, a partir de la norma señalada, y corrigiendo sus omisiones, la doctrina y


la jurisprudencia ha completado la regla en el sentido de atribuir la carga de la prueba
(y por cierto de su alegación) de los hechos constitutivos al actor, y la de los hechos
impeditivos, extintivos y excluyentes al demandado. En términos más sencillos, el
actor deberá probar lo que sostiene y fundamenta su pretensión, mientras que el
demandado deberá probar lo que sostiene y fundamenta su oposición a la pretensión
del actor. Entre los autores se ha explicado que la parte que pretende ser beneficiada
por los efectos de una norma jurídica debe probar sus presupuestos fácticos para su
aplicación; no los que impiden su aplicación, o modifican, extinguen o excluyen el
derecho (Palomo, D.).

Se ha fallado:

"De esta forma, el demandado que simplemente niega los hechos que han sido sostenidos
por el actor, no es necesario que presente prueba alguna en apoyo de su postura. Pero si el
demandante acredita los presupuestos fácticos en que funda su pretensión, la situación
anterior se invierte.

El demandante deberá justificar los hechos constitutivos de su pretensión, que son aquellos
que producen el nacimiento de un derecho o de una situación jurídica que antes no existía
y que son el basamento de su demanda, encontrándose el demandado, por su parte, en la
necesidad de probar los hechos extintivos, impeditivos o modificativos capaces de justificar
el rechazo de la demanda del actor.

Lo anterior ha quedado plasmado en la regla contenida en el recién mencionado


artículo 1698 que en su inciso primero dispone: "Incumbe probar las obligaciones o su
extinción al que alega aquéllas o ésta"" (Corte Suprema, sentencia de 11 de agosto de
2015, rol Nº 28625-2014).

c) Carga de la prueba en los juicios de despido

Bien se ha expuesto que la regla general a aplicar en el procedimiento ordinario


corresponde al tradicional art. 1698 CC con las precisiones apuntadas. No obstante,
el legislador procesal laboral ha establecido una norma especial tratándose de los
juicios de despido, en los cuales corresponderá en primer lugar al demandado la
rendición de la prueba, debiendo acreditar la veracidad de los hechos imputados en
las comunicaciones a que se refieren los incisos primero y cuarto del artículo 162, sin
que pueda alegar en el juicio hechos distintos como justificativos del despido (art. 454
Nº 1 inc. 2º CT).

De esta suerte, una norma especial que agregó la Ley Nº 20.087 y que apunta a la
debida correspondencia que debe existir entre las normas sustantivas y el
procedimiento, es la que se ha dispuesto en el numeral primero del artículo 454, en
cuanto a que, en caso de despido, no se podrá en la contestación invocar hechos
distintos a los imputados en las comunicaciones de término de contrato como
justificativos del mismo, por lo que el juez deberá abstenerse de considerarlos en la
determinación de aquellos a probar y no recibirá prueba sobre ellos, pues no han
podido ser parte de la controversia y en consecuencia de aquello que se discute, por
lo que no deberá pronunciarse sobre ellos en la decisión (Academia Judicial).

En términos sustantivos, lo anterior se debe a que el despido es la sanción más


estricta en el marco de la relación laboral, imponiéndose diversas exigencias al
empleador para poner término al contrato de trabajo. En tal sentido, tendrá que
cumplir oportunamente el requisito relativo a enviar la carta de despido al trabajador y,
además, los hechos imputados en ella deberán guardar la debida coherencia con la
causal invocada al efecto. Por otro lado, en términos procesales, ello se traduce en
que, una vez iniciado el proceso, se limita doblemente la posibilidad de defensa del
empleador, dado que no podrá alegar en la contestación de la demanda hechos
distintos a los invocados en el documento señalado, y, en consecuencia, su actividad
probatoria solo podrá referirse a acreditar la veracidad de ellos.
Así, se ha resuelto por nuestra Excma. Corte Suprema:

"Como se lee, este mandato dispone, entonces, que es un elemento insustituible para la
defensa del empleador que pretende que el despido que efectuó sea estimado como
justificado, que acredite, primero, la existencia de la carta de despido; segundo, que aquella
fue debidamente noticiada al trabajador; y tercero, que exprese con precisión la causal de
cese del vínculo laboral junto con los hechos en que la funda, circunstancias fácticas que
deberá acreditar en el juicio, manera en que se abona, no sólo el perfil protector del
derecho laboral, sino, el debido proceso, pues son tales formalidades las que garantizan la
posibilidad de impugnación por el trabajador ante el órgano judicial competente de dicha
decisión.

Décimo: Que, en el mismo orden de ideas, surge como una carga ineludible para el
empleador que en juicio pretende justificar su decisión de despido, acompañar,
primeramente, la carta de despido donde conste la causal invocada y los hechos en que se
apoya y, principalmente, que se verifique que aquella fue debidamente comunicada al
trabajador, ya que se trata del medio legal que le proporciona los antecedentes que
explican las razones del despido, permitiéndole preparar las objeciones que le reconoce el
artículo 168 del estatuto laboral si considera que dicha aplicación es injustificada, indebida
o improcedente" (Corte Suprema, sentencia de 4 de julio de 2018, rol Nº 42659).

d) Fijación de hechos a probar, cargas probatorias y sentencia

Podemos advertir que la resolución que fija los hechos a probar constituye una de
las manifestaciones de la carga probatoria, entendiendo que corresponderá al
demandante acreditar los hechos constitutivos, mientras que al demandado los
hechos impeditivos, extintivos y excluyentes. Por consiguiente, es preciso que esta
resolución establezca los puntos de prueba en estricta y necesaria relación con los
hechos sustanciales, pertinentes y controvertidos que las partes han incorporado al
proceso mediante sus escritos de postulación.

De acuerdo con lo anterior, al dictar sentencia, el juez considerará los hechos objeto
de prueba y la satisfacción de su acreditación por las partes, de acuerdo a las
respectivas alegaciones que estas habían realizado previamente. Como se ha dicho,
ello se debe a que la segunda naturaleza jurídica de la carga de la prueba
corresponde a su conformación como regla de juicio, encontrándose dirigida al juez
para ser aplicada al momento de dictar sentencia, consagrada en el art. 459 CT
(Fernández, R.).

En efecto, el juez hará aplicación de esta regla al realizar un examen de los hechos
que las partes debían probar y al constatar si han logrado o no la satisfacción de esta
actividad, dictando una sentencia contraria a los intereses de aquella parte que no
logró soportar la carga de la prueba. Sin embargo, en el estudio completo que realice
el juez, siempre se encontrará constreñido a la información aportada por las partes al
proceso, dado que, en primer término, deberá fijar los hechos a probar de acuerdo a
los escritos iniciales de postulación y, en segundo, en su sentencia deberá observar
los hechos que él mismo se sirvió establecer como necesitados de prueba y que
lograban la distribución de la carga probatoria en las partes.

Acertadamente, la doctrina ha señalado que la armonía que debe existir entre los
hechos a probar, las cargas probatorias y la sentencia apunta a la debida congruencia
que debe existir entre las actividades realizadas por las partes y el juez, constituyendo
un límite que debe observarse en el inicio del trayecto procesal, las diligencias
intermedias y, cómo no, en la resolución del conflicto jurídico laboral.

e) Reglas especiales que inciden en la distribución de la carga probatoria

El legislador laboral ha establecido ciertas normas que complementan, inciden o


alteran las reglas generales de la carga de la prueba.

Una primera manifestación se encuentra constituida por la no contestación de la


demanda y la falta de negación expresa de los hechos contenidos en ella, desde el
momento en que el juez se encuentra facultado para estimarlos como tácitamente
admitidos (art. 453 Nº 1 CT). Existen hipótesis legales en que no es siquiera
necesario fijar los hechos a probar antes de dictar sentencia definitiva, pues la ley en
virtud del principio de celeridad, y aplicando las presunciones y/o sanciones
procesales señaladas precedentemente, facultan al juez a dictar sentencia, aún sin tal
trámite procesal (Ministerio de Justicia). Pues bien, tratándose de los números 1º y 3º
del art. 453 CT, esto es, no contestar la demanda, contestarla sin negar los hechos
contenidos en ella, o allanarse total o parcialmente, el juez podrá hacer uso de esta
facultad en la audiencia preparatoria, liberando al actor de probar los hechos
constitutivos de su pretensión, contenidos en la demanda.

Una segunda manifestación radica en la no comparecencia a absolver posiciones, la


negación a declarar o la declaración dando respuestas evasivas, supuestos en que el
juez podrá presumir como efectivas las alegaciones de la parte contraria, en relación
a los hechos objeto de la prueba (art. 454 Nº 3 CT). Desde luego, las hipótesis de
confesión tácita o ficta confessio importan una alteración de la carga de la prueba al
exonerar a las partes de acreditar las afirmaciones fácticas que serían objeto de la
prueba de absolución de posiciones que no se verificó o lo hizo en forma frustrada por
la negligencia o mala fe de la parte contraria.

Una tercera manifestación corresponde a la falta de exhibición de documentos,


cuando esta ha sido ordenada por el tribunal por encontrarse legalmente en poder de
una de las partes. Para tales efectos, el tribunal podrá estimar probadas las
alegaciones hechas por la contraria en relación con la prueba determinada (art. 453
Nº 3 CT), relevando a la parte de probar los hechos contenidos en los documentos
cuya exhibición se solicitó.

f) Las cargas probatorias dinámicas


Dada la insuficiencia normativa del ordenamiento procesal laboral, varios autores
han apuntado hacia teorías que permitan solucionar diversas situaciones
problemáticas que a menudo se presentan en la actualidad, postulando como
principal alternativa la consolidación de las cargas probatorias dinámicas.

Como lo ha señalado la mejor doctrina, con las cargas probatorias dinámicas se


hace referencia —fundamentalmente— a los criterios de facilidad y proximidad
probatoria, muy comunicados por lo que la razón y la experiencia han mostrado. Por
el primero se dice que, con independencia de la naturaleza del hecho que ha sido
afirmado, podría probar la parte que tenga mayor facilidad para hacerlo. Por el
segundo, por su parte, se señala que puede probar la parte que esté más próxima a
la fuente de prueba (Montero, J.). Hay situaciones en que al demandante le es
imposible, o muy difícil, la producción de prueba del hecho constitutivo, pero al
demandado le es viable, o más fácil, para demostrar su inexistencia, lo que justifica la
inversión de la carga de la prueba (Arenhart; Marinoni; Núñez).

Pese a que la tendencia comparada ha transitado hacia la consolidación normativa


de ciertas reglas que permitan hacer efectiva la proximidad y facilidad probatoria y
flexibilizar las reglas de la carga de la prueba, el procedimiento ordinario laboral no ha
instaurado expresamente dicha posibilidad y la jurisprudencia ha sido reacia a
reconocerla en los términos planteados.

Incluso el Proyecto de Nuevo Código Procesal Civil incorporó en algún momento el


denominado "nuevo y más justo" tratamiento a la tradicional carga de la prueba,
introduciendo la posibilidad que el juez distribuyera la carga conforme a la
disponibilidad y facilidad probatoria que posea cada una de las partes en el litigio. A
diferencia de otros sistemas procesales, como el argentino, el Proyecto nacional
contemplaba que el traslado de la carga probatoria se debía comunicar a las partes
con la debida antelación para que asumieran las consecuencias que le pudiese
generar la omisión de antecedentes probatorios o rendición de la prueba que
mantuviese en su poder. Conforme a lo anterior, la propuesta nacional, imponía al
juez el deber de dar aviso en la audiencia preliminar. Este aviso anticipado, resultaba
una mayor garantía en relación a otros sistemas que operan con una fórmula más
desbordada de la teoría de las cargas probatorias dinámicas. Sin embargo, en su
momento nos preguntamos si esta regulación del Proyecto, inmunizaba o no de los
problemas y riesgos que traía aparejados a los derechos y principios básicos del
proceso, como el derecho de defensa y el principio del contradictorio (Palomo, D.).

H) L

a) Documentos
1. Concepto y cuestiones preliminares

La doctrina ha tenido particulares complicaciones para dar un concepto de


documento, toda vez que las concepciones tradicionales no han logrado abarcar las
evoluciones que este medio de prueba ha experimentado con el indefectible
transcurso del tiempo. Con todo, podemos decir que clásicamente se ha entendido al
documento como aquel escrito de un acto humano que consta en un soporte de papel
o similar (Montero, J.). Sin embargo, han surgido diversas complicaciones a partir de
la consolidación de los medios tecnológicos que no solo dan lugar a la creación de
medios no escritos, sino que, además, permiten que estos escapen de un soporte
material.

Ahora bien, escapando de meras consideraciones conceptuales, debemos


mencionar la gran importancia que ostenta la prueba documental en el procedimiento
del trabajo, atendida la serie de prestaciones que se devengan con motivo de la
relación laboral y su continencia en un contrato de tracto sucesivo. Sin ánimo de
entrar en aspectos sustantivos, consideramos que la constante modificación de la
relación de trabajo, sea desde una base individual o colectiva, quedará plasmada
indefectiblemente en los medios de prueba que resultan pertinentes a estos efectos y
que, en la mayoría de los casos, constituyen la base de la exigibilidad de los derechos
de las partes en el proceso.

2. Clasificación

El procedimiento laboral sigue la regla general que distingue entre documentos


públicos y privados, a la que nos referiremos someramente.

— Documentos públicos. Se entiende por instrumento público el otorgado por


competente funcionario autorizado con las solemnidades legales. Como es sabido, el
ejemplo clásico de este tipo de documentos corresponde a la escritura pública,
entendiéndose por tal a aquel otorgado ante escribano e incorporado en un protocolo
o registro público (art. 1699 incs. 1º y 2º CC). Estimamos que resulta aplicable en lo
pertinente el art. 342 CPC, en cuanto establece un listado de documentos que serán
considerados como instrumentos públicos en juicio, siempre que en su otorgamiento
se hubieren cumplido las disposiciones señaladas.

— Documentos privados. Por otro lado, se entiende por instrumento privado aquel
confeccionado por los particulares, sin que concurran los requisitos del instrumento
público.

3. Proposición de la prueba documental

Siguiendo la regla general, el legislador señala que la prueba documental solo podrá
presentarse en la audiencia preparatoria. Sin embargo, deberá presentarse
conjuntamente con la demanda, aquellos documentos que den cuenta de las
actuaciones administrativas que se refieren a los hechos contenidos en ella. En el
mismo sentido, cuando se demande a una institución de previsión o seguridad social,
deberá acompañarse la resolución final de la respectiva entidad o de la entidad
fiscalizadora según corresponda, que se pronuncia sobre la materia que se demanda
(art. 446 incs. 2º y 3º CT).

Dicho sea de paso, que, para cumplir con el ofrecimiento de la prueba, basta
señalar el nombre del documento cuya proposición se realiza, la fecha de que este
data y la institución de quien emana. No debe confundirse esta fórmula con la relativa
a la incorporación de la prueba, dado que revelar la información del documento en
una oportunidad procesal anterior a la destinada para la rendición de la prueba puede
resultar desventajoso para los intereses de la parte y la estrategia procesal que se
decida adoptar.

4. Incorporación de la prueba documental

El inc. final del art. 454 Nº 1 CT establece que la prueba documental deberá ser la
primera en rendirse durante la audiencia de juicio. En la práctica, tal exigencia se
satisface a través de la denominada "oralización" de los documentos, haciéndose una
lectura extractada que dé cuenta del contenido de aquellos que se incorporen en la
audiencia de juicio, en términos que la parte da fundamento del contenido probatorio
del documento, en cuanto a los efectos que de él se producirán en respaldo del
enunciado de hecho contenido en la demanda o en la contestación, según
corresponda (Academia Judicial). Esta manifestación confirma que el efecto más
visible de la videncia de la oralidad es la forma de expresión de quienes intervienen
en la práctica de prueba. Será mediante el uso de la palabra, incluso en aquellos
supuestos en que la prueba se inicia por escrito, como es el caso de los documentos,
que se lleve a cabo la incorporación del material probatorio por las partes (Bonet, J.).

Se hace necesario señalar que dados los verbos utilizados por la ley respecto de la
prueba documental (entre nosotros, proponer e incorporar), según ya se ha señalado,
es que se estima que esta debe singularizarse a los efectos del hecho a probar, para
el que se hace valer en el juicio, sin que sea necesaria su incorporación íntegra
mediante el registro oral de su contenido. Ello en razón del mérito del documento en
cuanto tal, pero, además, considerando la necesaria expedición de la audiencia y del
conocimiento en el evento de que se recurra la decisión del tribunal y el documento
constituya un antecedente del recurso que se deduzca (Academia Judicial).

Es menester destacar que el art. 47 del Auto Acordado Nº 71-2016 de la Excma.


Corte Suprema exige la presentación de una minuta de individualización para la
presentación de documentos materiales que se incorporarán en la audiencia de juicio,
tras ofrecerse en la audiencia preparatoria. Dicha norma dispone que al momento de
acompañar materialmente documentos cuyo formato original no sea electrónico, se
deberá presentar un escrito con la individualización de los mismos, comprendiendo a
lo menos los siguientes datos: tipo, cantidad de páginas de cada documento, monto
en el caso de ser valorados y fecha de emisión, suscripción, autorización u otra que
corresponda, manteniéndose además la obligación dispuesta en el inc. 3º del art. 6º
de la Ley Nº 20.886. Por su parte, esta última norma establece que, sin perjuicio de la
posibilidad de presentar documentos materialmente, los documentos y títulos
ejecutivos que se presenten de esta forma deberán acompañarse con una copia en
formato digital a través del sistema de tramitación electrónica del Poder Judicial o, en
caso de requerirlo así las circunstancias, en el tribunal, a través de la entrega de
algún dispositivo de almacenamiento de datos electrónicos.

5. Impugnación

El legislador laboral dispone claramente que la impugnación de la prueba


instrumental acompañada deberá formularse en forma oral en la audiencia
preparatoria o en la de juicio (art. 454 Nº 2 CT). Sin embargo, olvidó establecer una
norma que regule las causales de impugnación de los documentos, por lo que
debemos remitirnos supletoriamente a las normas del procedimiento civil y que, a su
vez, se remiten a las normas reguladoras de la prueba del CC.

Para estos efectos, se debe distinguir entre: a) Nulidad, que se presenta por
infracción a los requerimientos de los instrumentos públicos establecidos en los
arts. 1699 y 403 COT, tratándose de un caso de nulidad absoluta del documento que,
una vez declarada, implicará privarlo de todo valor probatorio. En los casos en que el
instrumento público sea solemnidad del acto o contrato, la nulidad del mismo acarrea
también la nulidad del contrato que contiene; b) Falta de autenticidad o falsedad,
traducida en que el instrumento público o privado no se ha otorgado por las personas
y de la manera en que él se expresa; c) Falsificación ideológica, presentada cuando el
contenido del instrumento no corresponde a la verdad. Debe advertirse que en esta
hipótesis el instrumento público cumple con todos los requisitos de validez (no es
nulo) y se ha otorgado por las personas y de la manera que en él se expresa (no es
inauténtico). Acá el problema no está en el soporte, en el documento, sino en el
contenido; d) Falta de integridad, suscitada cuando el instrumento público o privado
no se acompaña en forma íntegra (Palomo, D.).

Se ha cuestionado en doctrina cuál es el objetivo perseguido por la impugnación de


la prueba documental, esto es, si se trata de una actividad que apunta a la exclusión o
la valoración de la prueba. Al respecto, la Academia Judicial ha señalado
acertadamente que la ley hace referencia a la impugnación de la prueba documental,
entendiendo que ello es más amplio que la objeción documental y comprende la
referida no solo al mérito probatorio de la misma, sino, además, a su admisibilidad.
Así, es posible que se impugne el documento al presentarse para su admisibilidad o,
bien, una vez incorporado al proceso, se rechace el mérito probatorio que la parte que
lo presenta le otorga, sea en virtud de las causales de objeción o de otras que puedan
recaer sobre el mismo, como puede ser su inoponibilidad.
A propósito de la impugnación documental y las causales previstas al efecto, resulta
útil recordar que, con fecha 16 de enero de 2017, la Corte Suprema acogió un recurso
de revisión por haberse pronunciado una sentencia en consideración de documentos
declarados falsos. Así, nuestro máximo tribunal declaró:

"Noveno. Que, sin embargo, por sentencia dictada el 1 de marzo de 2016, el Undécimo
Juzgado de Garantía de Santiago, en los autos RUC 1310.036.682-1, RIT O-9364-2013,
condenó a don J.J.M.A. como autor del delito consumado de presentación de medio de
prueba falso en juicio, previsto y sancionado en el artículo 207 del Código Penal, y precisa
que dentro de los documentos privados falsos que constituyen el objeto material en que
recae la acción delictuosa, se encuentran exactamente aquellos presentados por el
condenado en el juicio ordinario laboral en comento. De esta forma, el juzgador singulariza
los siguientes documentos como aquellos que fueron falsificados y presentados como
medios de prueba: contrato de trabajo de 1 de septiembre de 2009 y comprobantes de
liquidaciones de remuneraciones de junio, agosto y septiembre de 2011.

De lo anterior resulta plena coincidencia entre los instrumentos declarados falsos por el
Undécimo Juzgado de Garantía de Santiago y aquellos que se presentaron como medio de
prueba en el juicio laboral.

Asimismo, se evidencia que esta última determinación fue dictada con posterioridad a
aquella emitida en el juicio del trabajo cuya revisión se pretende, desde que, según consta
de la certificación de fojas 354, emanada de la Jefa de Unidad de Causas del Undécimo
Juzgado de Garantía de Santiago, el fallo condenatorio quedó firme y ejecutoriado el 20 de
abril de 2016.

Décimo. Que, como corolario, habiéndose dictado sentencia fundada en documentos


declarados falsos por resolución ejecutoriada, pronunciada con posterioridad a aquella que
se trata de rever; y teniendo, además presente, lo informado por el Fiscal Judicial
subrogante, se admitirá el recurso en examen" (Corte Suprema, sentencia de 16 de enero
de 2017, rol Nº 820-2015).

6. La exhibición de documentos

Como es evidente, existen casos en que ciertos documentos obrarán en poder de


una de las partes, encontrándose la otra en una posición desmejorada por carecer de
un acceso directo hacia ellos, como ocurre con los libros de contabilidad o los
registros de asistencia. Por consiguiente, el legislador procesal laboral ha otorgado a
dicha parte (que usualmente será el trabajador) la posibilidad de solicitar en la
audiencia preparatoria la exhibición de aquellos documentos que legalmente deban
obrar en poder de la contraria.

En tal sentido, el art. 453 Nº 5 inc. 1º CT establece que la exhibición de


instrumentos que hubiere sido ordenada por el tribunal se verificará en la audiencia de
juicio. Cuando, sin causa justificada, se omita la presentación de aquellos que
legalmente deban obrar en poder de una de las partes, podrán estimarse probadas
las alegaciones hechas por la parte contraria en relación con la prueba decretada.
Además de ello, debe recordarse la facultad de solicitarse prejudicialmente la
exhibición de documentos que obren en poder de la contraria (art. 273 Nº 3 y 4 CPC).

No cabe duda que en esta disposición, la máxima que conecta el hecho conocido
(omitir la presentación de los documentos que deben obrar en poder de alguna de las
partes) y el que se declara probado (que son verdaderas las alegaciones hechas en
relación a la prueba decretada) está relacionada con la idea de que el sujeto que
entorpece o priva a la otra parte de la prueba documental es porque aquella le genera
perjuicios en su contra (Hunter, I). Asimismo, consideramos que la sanción
establecida por el legislador intenta corregir una infracción del deber de buena fe, de
manera que, al constatar que la parte no efectuó la exhibición pudiendo hacerlo, el
juzgador se encuentra facultado (no obligado) para establecer la veracidad de las
afirmaciones señaladas.

7. Documentos y principio de supremacía de la realidad

Bien se ha señalado en los límites de la prueba que existen ciertos medios


probatorios que resultan más apropiados para acreditar los hechos controvertidos y
que, a fin de cuentas, determinan la pertinencia que estos deben revestir para ser
rendidos en juicio. La manifestación paradigmática de esta idea corresponde a la
práctica de la prueba documental con el objeto de acreditar aquellos hechos que se
circunscriben al contrato de trabajo, como podría ser la jornada laboral, la
remuneración, entre otros. Sin embargo, es sabido que el legislador ha establecido
ciertas normas que materializan los principios sustantivos del Derecho del Trabajo.
Resulta útil precisar que, cuando la doctrina habla de principios sustantivos del
Derecho laboral, se trata de los principios generales de un sector de la disciplina
jurídica, o sea, de aquellos principios que no informan todo el ordenamiento sino una
institución particular o un sector de la disciplina jurídica (Gamonal, S.).

En efecto, la dogmática ius laboralista ha tendido a sostener la vigencia del principio


protector en el ámbito del derecho procesal laboral y, específicamente, en el estadio
de la prueba, a lo que ya nos hemos referido. Sin embargo, creemos que los autores
han olvidado una directriz sustantiva que podría entrelazarse y dar lugar a un vínculo
sustantivo-procesal, sin transgredir las garantías que integran el derecho al debido
proceso. Específicamente, nos referimos al principio de primacía o supremacía de la
realidad.

A ello se debe a que el estatuto laboral consagra una serie de principios y


herramientas de naturaleza procesal y sustantiva, como son las presunciones.
Ejemplo de ello corresponde a lo dispuesto en los arts. 7º y 8º CT, esto es, que
cualquier prestación de servicios bajo subordinación y dependencia que incluya el
pago de una remuneración, hará presumir la existencia de un contrato de trabajo. Así
las cosas, consideramos que el establecimiento de presunciones legales que
permitan la aplicación de la supremacía de la realidad constituye una real injerencia
de principios sustantivos en materia probatoria, sin que ello importe una vulneración
de la garantía de igualdad de armas procesales como parte integrante del derecho al
debido proceso. Ello se debe a que, desde un punto de vista sustantivo, el legislador
precave ciertas situaciones que el trabajador podría padecer como sujeto débil y,
desde una perspectiva procesal, entiende acreditada existencia de la relación laboral
bajo determinadas condiciones que se consideran integrantes de la realidad aun
cuando no exista el documento que respalde la existencia del vínculo contractual,
invirtiendo el onus probandi y dejando al empleador como responsable de acreditar lo
contrario.

En tal sentido, se ha resuelto por nuestra Excma. Corte Suprema: "Que el principio
de primacía de la realidad en materia laboral centra su significado en la circunstancia
de que ha de prevalecer siempre la verdad de los hechos por encima de los acuerdos
formales, es decir, es más importante lo que ocurra en la práctica que aquello que las
partes hayan pactado de manera más o menos solemne o expresa, o lo que aparezca
en documentos, formularios e instrumentos de control. Este principio emana de la
gran mayoría de las instituciones que conforman el Derecho del Trabajo individual, en
los que se plasma una desigualdad formal, en tanto ellas reconocen que la voluntad
de las personas contratantes se ve afectada por las circunstancias donde manifiestan
su voluntad de contratación, obligando a un trato desigual, toda vez que es una
máxima de justicia tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales para evitar
privilegios que no corresponden. En la práctica, el principio en estudio observa la
realidad de las circunstancias materiales y como ellas repercuten en la libertad de la
voluntad, permitiendo conocer cuando se está ante una situación que autorice el trato
formalmente desigual propio del Derecho del Trabajo" (Corte Suprema, sentencia de
3 de abril de 2017, rol Nº 55135-2016).

También se ha fallado: "Vigésimo: Que, por último, es útil recordar que para
determinar el estatuto aplicable a una persona que se desempeña en una
Municipalidad, no procede considerar únicamente los términos de los respectivos
documentos conforme a los cuales el trabajador se incorporó a la dotación municipal,
tampoco los acuerdos arribados por las partes, sino lo que sucede en la práctica,
criterio protector que la doctrina denomina "primacía de la realidad", y que en la
legislación del ramo recoge el inciso primero del artículo 8º del Código del Trabajo, en
la medida que señala que toda prestación de servicios en los términos descritos en el
artículo 7º del mismo, esto es, de carácter personal, contra el pago de una
remuneración y bajo subordinación o dependencia, hace presumir la existencia de un
contrato laboral, y cuya principal expresión se da cuando se intenta encubrir a un
trabajador dependiente bajo la apariencia de ser uno independiente contratado a
honorarios, lo que obliga a desentrañar la verdadera naturaleza de la prestación; tal
principio cobra especial relevancia en los casos que la doctrina enseña que se
producen desajustes entre los hechos y las formalidades o apariencias, a saber: a) la
intención deliberada de fingir o simular una situación jurídica distinta de la real;
b) provenir de un error; c) por falta de actualización de los datos; y d) por falta de
cumplimiento de requisitos formales. (Gamonal Contreras, Sergio, Fundamentos de
Derecho Laboral, Abeledo Perrot LegalPublishing Chile, Ed. 2011, p. 121)" (Corte
Suprema, sentencia de 22 de enero de 2018, rol Nº 34530-2017).

b) Testigos

1. Concepto y cuestiones preliminares

A través de la proposición de este medio de prueba, las partes pretenden convencer


al juzgador de la veracidad de una serie de hechos relevantes para el proceso,
merced a la declaración de ciertos terceros, denominados testigos, que
presumiblemente los conocen bien por haberlos presenciado, bien por haberles sido
referidos (Chozas, J.).

Tradicionalmente, el legislador patrio ha mirado con recelo la prueba testimonial,


teniendo en consideración la primacía de los intereses patrimoniales invocados en el
proceso y la afectación de la imparcialidad de quienes se presentan como testigos.
Además, es cierto que la falibilidad humana tiene uno de sus exponentes más claros
en la actividad testifical. Dejando aparte los episodios habituales de testimonios
inveraces a sabiendas, en muchas ocasiones la realidad nos demuestra que, de
buena fe, el testigo puede incurrir en múltiples errores (Chozas, J.).

Sin embargo, sabiamente se ha señalado que, en realidad, el testimonio es una


prueba indispensable, pero peligrosa, que debe ser percibida y valorada con extrema
cautela, ya porque la fidelidad del relato depende de la atención del testigo en el
momento en que acaecieron los hechos narrados, de su memoria, de sus condiciones
psíquicas en el momento en que se hace la narración; ya porque, a menudo, los
intereses que juegan en torno a las partes, presionan sobre él y lo inducen, con mayor
o menor energía, a la reticencia y al engaño (Carnelutti, F.).

Además, consideramos que en el ámbito procesal laboral la prueba de testigos tiene


un papel trascendente, dado que a menudo los hechos que motivan el juicio ocurren
en un espacio físico que reúne a diversas personas que, por motivos de trabajo, se
encuentran presentes en él y cuya declaración resulta imprescindible para el
esclarecimiento de los hechos y la consecuente resolución del tribunal.

Contribuye a confirmar lo anterior el hecho de que el legislador laboral no imponga


limitaciones específicas a la prueba testimonial, como ocurre aún en materia civil, en
que se tiene como más atendible la prueba escrita ante determinados supuestos,
regulados expresamente entre los arts. 1708 y 1711 CC. Por consiguiente, la prueba
de testigos será admisible en todos los casos, sin importar la cuantía del asunto ni la
necesidad de contar con documentos en determinadas ocasiones.

2. Clasificación de los testigos


— Testigos presenciales y testigos de oídas. La primera clasificación se plantea a
partir de la diferente aproximación sensorial que pueden tener los testigos respecto de
los hechos que se declaran. Los testigos presenciales declaran sobre lo que
percibieron directamente a través de sus sentidos, mientras que los testigos de oídas
declaran en relación a hechos que conocieron a través del dicho de una de las partes
o de terceros (Palomo, D.).

— Testigos contestes y singulares. El carácter conteste de los testigos deriva de que


estén de acuerdo en el hecho y en sus circunstancias esenciales, lo que no acontece
tratándose de los testigos que la doctrina conoce como singulares.

3. Derechos del testigo

Es usual que el testigo interrumpa sus funciones diarias para acudir a la audiencia a
que fue citado, por lo cual se garantiza que la comparecencia no resulte perjudicial
respecto de las actividades que le corresponda realizar. Así, se establece que la
comparecencia del testigo a la audiencia de juicio constituirá siempre suficiente
justificación cuando su presencia fuere requerida simultáneamente para dar
cumplimiento a obligaciones laborales, educativas o de otra naturaleza, y no le
ocasionará consecuencias jurídicas adversas bajo circunstancia alguna (art. 454 Nº 5
inc. 6º).

Por otro lado, a diferencia del legislador procesal civil, el CT no ha hecho referencia
expresamente al derecho de indemnización que poseen los testigos que acudan a
prestar su declaración. Por ello, debemos remitirnos al art. 381 CPC, el cual dispone
que el testigo tiene el derecho para reclamar de la persona que lo presenta, el abono
de los gastos que la comparecencia le imponga.

4. Deberes del testigo

— Deber de comparecer

Pese a constituir el medio de prueba más desarrollado por el legislador laboral, este
no estableció una norma expresa sobre el deber de comparecer para los testigos, por
lo que debemos remitirnos supletoriamente al art. 359 CPC, el cual prescribe que toda
persona, cualquiera sea su estado o profesión, está obligada a concurrir a la
audiencia que el tribunal señale con el objeto de que preste su declaración. Además,
dado que el inc. 1º del art. 454 Nº 5 CT establece que los testigos únicamente podrán
declarar ante el juez que conoce de la causa, se desprende que estos terceros
deberán apersonarse ante las dependencias del tribunal.

Para estos efectos, la persona cuya declaración se pretende deberá ser citada por
carta certificada, la que deberá despacharse con al menos ocho días de anticipación
a la audiencia, al domicilio señalado por cada una de las partes que presenta la
testimonial (art. 453 Nº 8 inc. 3º CT). Por su parte, el testigo que legalmente no
comparezca podrá ser compelido por medio de la fuerza a presentarse ante el tribunal
que haya expedido la citación, a menos que compruebe que ha estado en
imposibilidad de concurrir (art. 380 inc. 2º CPC).

— Deber de decir verdad

Los testigos declararán bajo juramento o promesa de decir verdad en juicio. El juez,
en forma expresa y previa a su declaración, deberá poner en conocimiento del testigo
las sanciones contempladas en el artículo 209 del Código Penal, por incurrir en falso
testimonio (art. 454 Nº 5 inc. 4º CT).

De acuerdo con el tenor literal de la norma citada, se ha advertido correctamente


que no existe fórmula legal para efectuar el juez al testigo la pregunta de si jura o
promete decir la verdad sobre lo que se le va a preguntar, ni para dar este la
respuesta, por lo que puede usarse cualquier expresión en ese sentido (Fernández,
R.).

Resulta útil recordar que el CPC conserva la fórmula sacramental para el juramento
o promesa de decir verdad, estableciendo que antes de examinar a cada testigo, se le
hará prestar juramento al tenor de la fórmula siguiente: "¿Juráis por Dios decir verdad
acerca de lo que se os va a preguntar?" El interrogado responderá: "Sí, juro",
conforme a lo dispuesto en el artículo 62 (art. 363 CPC). Ahora bien, en la práctica de
los procesos laborales, esta exigencia se satisface mediante la pregunta "¿Jura o
promete decir verdad sobre lo que se le preguntará?".

— Deber de declarar

Nuevamente, el proceso laboral no cuenta con una norma que disponga en forma
expresa la obligación de declarar del testigo, sin embargo, por aplicación supletoria
nos remitimos al art. 359 CPC, el cual dispone que toda persona, cualquiera sea su
estado o profesión, está obligada a declarar cuando sea citada con este objeto. Por
consiguiente, la persona citada a declarar estará obligada a responder las preguntas
que tanto el juez como las partes le realicen, sean formuladas en el interrogatorio
directo o en el contra examen.

5. Limitaciones de la prueba testimonial

El legislador establece como límite objetivo a la práctica de la prueba que solo serán
admitidos a declarar solo hasta cuatro testigos por cada parte. En caso de que se
haya ordenado la acumulación de autos, el número de testigos admitidos a declarar
será determinado por el tribunal, no pudiendo en ningún caso ser superior a cuatro
por causa acumulada (art. 454 Nº 5 inc. 1º CT).

Dicho sea de paso que, en el antiguo procedimiento de aplicación general, la prueba


testimonial se realizaba en la misma audiencia con un máximo de dos testigos por
cada parte sobre cada uno de los puntos de prueba fijados (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

Sin perjuicio de lo anterior, el tribunal se encuentra facultado para modificar el


número de testigos que depondrán. En primer término, excepcionalmente, y por
resolución fundada, podrá ampliar el número de testigos cuando, de acuerdo a la
naturaleza de los hechos a ser probados, ello se considere indispensable para una
adecuada resolución del juicio. Por otro lado, podrá reducir el número de testigos de
cada parte, e incluso prescindir de la prueba testimonial cuando sus manifestaciones
pudieren constituir inútil reiteración sobre hechos suficientemente esclarecidos
(art. 454 Nº 5 incs. 2º y 3º CT).

6. Idoneidad del testigo

El art. 454 Nº 5 inc. 5º CT dispone expresamente que no se podrá formular tachas a


los testigos, lo cual ratifica la línea seguida por la tendencia reformadora, en orden a
establecer que no existen testigos inhábiles, puesto que tanto el proceso penal como
el proceso de familia han consagrado habilidad en forma absoluta.

Debemos mencionar que en el antiguo procedimiento de aplicación general aún


existía la institución de la "tacha", en virtud de la cual la contraparte podía excluir a un
testigo por encontrarse dentro de una de las situaciones descritas en las causales
establecidas taxativamente en la ley. Dicha figura se conserva en el procedimiento
civil vigente, en el cual el testigo es susceptible de encontrarse en causales de
inhabilidad que la doctrina ha clasificado en absolutas y relativas. Sin embargo, es
preciso destacar que la formulación de la tacha no impide la declaración del testigo,
dado que el tribunal solo debe pronunciarse sobre ella en la sentencia definitiva
(art. 379 CPC).

Ahora bien, sin perjuicio de que el legislador laboral establezca una habilidad
absoluta para la prueba testimonial, en la práctica, suelen formularse preguntas al
testigo que indirectamente den cuenta de su idoneidad. Por consiguiente, en el
interrogatorio directo se intentará acreditar a la persona cuyo testimonio se pretende,
mientras que en el contrainterrogatorio se intentará dejar a la vista su falta de
idoneidad o imparcialidad, pero sin que las partes puedan efectuar calificaciones a
partir de las preguntas realizadas sobre el particular.

No obstante lo anterior, queda a salvo la facultad de que, únicamente en la etapa de


observaciones a la prueba, las partes formulen las calificaciones que estimen
oportunas respecto de las circunstancias personales y la veracidad de las
manifestaciones de los testigos, lo que el tribunal tendrá en consideración al momento
de la valoración (art. 454 Nº 5 inc. 5º CT).

7. Práctica de la prueba testimonial


El inc. 1º del art. 454 Nº 5 CT establece que los testigos podrán declarar únicamente
ante el tribunal que conozca de la causa y, por cierto, durante la audiencia de juicio.
La intención del legislador es clara: custodiar la inmediación que debe reinar en
materia probatoria.

Esta prescripción intenta descartar dos actuaciones tradicionales que atentan contra
la inmediación judicial y que aún encontramos presentes en el procedimiento civil. La
primera de ellas consiste en excluir la posibilidad de realizar la declaración por vía de
exhorto, mientras que la segunda, y más importante, reside en que la deposición del
testigo solo sea realizada ante el juez que conoce de la causa, evitando su delegación
hacia cualquier funcionario de la Administración de Justicia, como ocurre actualmente
con el receptor judicial.

De esta suerte, los problemas relativos a la falta de inmediación judicial ya no


existen producto del establecimiento de un diseño procesal más racional y adecuado
para la recepción probatoria. Gracias a este el juez toma contacto directo con los
testigos, y lo hace en el mismo lugar con todos; los observa y escucha personalmente
las respuestas que dan a las preguntas que les formulan los abogados de las partes,
y todo ello sin la intermediación de otros sujetos, estando físicamente presente
(Palomo, D.).

— Interrogatorio directo

La práctica de la prueba testimonial inicia con la identificación del testigo, pasando a


continuación al juramento o promesa de decir verdad, informándosele, asimismo, de
la posibilidad de incurrir en el delito de falso testimonio en causa civil, establecido en
el art. 209 del Código Penal.

Posterior a ello tiene lugar el interrogatorio directo, es decir, aquel examen mediante
el cual el testigo contestará las preguntas concretas sobre hechos relativos al objeto
del proceso que se le formulen por aquella parte que lo ha presentado (Chozas, J.).
En este primer examen, de carácter general, se persigue que el testigo exprese toda
la información que maneja sobre los hechos objeto de la prueba, demostrando al
tribunal y a la parte contraria que se encuentra en una situación óptima para ilustrar
sobre los hechos.

Posterior a las preguntas relativas a los hechos, tienen lugar las llamadas
repreguntas, que tienen por objeto que el testigo rectifique, esclarezca o precise los
hechos sobre los cuales invoca su testimonio. Téngase presente en esta fase de la
interrogación, el testigo se encontrará respondiendo a diversas preguntas que le
serán formuladas por la parte que lo ha presentado, hablándose de un testigo
"amigable" en esta fase (Palomo, D.). Sin perjuicio de ello, el legislador procesal
laboral ha dotado al juez de ciertos poderes sobre la materia, estableciendo una
participación activa que le permite formular a los testigos las preguntas que estime
necesarias para el esclarecimiento de los hechos sobre los que versa el juicio y,
además, exigirles que aclaren o precisen sus dichos (art. 454 Nº 6 inc. 1º CT).

Por su parte, en la búsqueda de la imparcialidad del testigo, se ha requerido que las


preguntas que se le dirijan, tanto por el tribunal como por la parte que lo presenta,
sean de un carácter meramente aclaratorio, proscribiendo la formulación de preguntas
asertivas, de aquellas que contengan elementos de juicio que determinen la
respuesta y de aquellas que se refieran a hechos o circunstancias ajenas al objeto de
la prueba, lo que calificará el tribunal sin más trámite (art. 454 Nº 6 inc. 2º CT). Con
todo, de no repelerse de oficio estas preguntas, queda a salvo la facultad de la
contraria para formular la objeción correspondiente, antes de que el testigo responda
a ellas.

— Contrainterrogatorio o contra examen

Posterior al examen directo, tiene lugar el contrainterrogatorio, contra examen o


sistema de cross examination, mediante el cual la parte contraria puede formular al
testigo nuevas preguntas sobre los hechos. Esta actividad tiene una función
eminentemente crítica, puesto que con este nuevo interrogatorio se persigue no solo
la adquisición de nuevas noticias sino, además y primordialmente, investigar el grado
de sinceridad y veracidad del anterior testimonio, así como dar al testigo la
oportunidad de ampliar su deposición, quizás en pro de la otra parte (Chozas, J.).

A diferencia del interrogatorio directo, en el contra examen se permite la formulación


de todo tipo de preguntas, salvo de aquellas que sean engañosas, confusas,
impertinentes o repetitivas, debiendo reclamarse de ellas por la parte que ha
presentado al testigo, sin perjuicio de la facultad del tribunal para repelerlas de oficio.
Por consiguiente, en términos generales, las preguntas realizadas deben ser claras y
precisas, puesto que solo así el testigo entenderá qué es lo que se le pregunta y
podrá responder correctamente. La claridad se refiere a que deben evitarse las
expresiones equívocas, que puedan tener más de un sentido. La precisión supone
que la pregunta tiene que referirse a un único hecho, son mezclar en ella hechos
diferentes que podrían tener respuestas diversas (Fernández, R.).

8. Impugnación

Considerando que una de las cuestiones que más afecta la credibilidad de la


información que se introduce es la forma en que se realiza el interrogatorio, frente a
las preguntas es posible que se planteen objeciones. Éstas son incidentes que se
promueven en la audiencia y tienen como objeto impugnar una determinada pregunta
realizada por el abogado de la contraparte (Palomo, D.). Pues bien, planteada que
sea la objeción por una de las partes, el tribunal podrá brindar traslado a la contraria
para que se pronuncie sobre ella, o bien resolverla de plano.
Como se ha dicho, la oposición de objeciones se encuentra en directa vinculación
con la forma adoptada para la formulación de las preguntas de la contraparte, sean
realizadas en el interrogatorio directo o en el contra examen, constituyendo la vía
idónea para atacar las preguntas realizadas en forma conclusiva, engañosa, confusa,
impertinente o repetitiva. Dicho sea de paso, que no solo las partes se encuentran
facultadas para objetar las preguntas realizadas durante la rendición de la prueba
testimonial, toda vez que el tribunal podrá repeler de oficio aquellas que sean
susceptibles de englobarse en alguna de las categorías mencionadas.

9. Poderes del juez en la prueba testimonial

a. Modificación de la cantidad de testigos

— Ampliación del número de testigos

Excepcionalmente, y por resolución fundada, el tribunal podrá ampliar el número de


testigos cuando, de acuerdo a la naturaleza de los hechos a ser probados, ello se
considere indispensable para una adecuada resolución del juicio (art. 454 Nº 5 inc. 2º
CT).

Si bien el legislador ha previsto esta facultad excepcional, ha establecido una doble


limitación para que el tribunal pueda hacer uso de ella. En primer término, la
ampliación debe obedecer a motivos graves que la tornen indispensable, de acuerdo
a la naturaleza de los hechos a probar, como podría ocurrir con algunas causales de
despido disciplinario. En segundo lugar, al decretar la ampliación, el tribunal deberá
hacerlo por resolución fundada, que dará cuenta de las razones que motivaron la
decisión.

Por lo demás, si bien las partes pueden pedir la ampliación, exponiendo los motivos
que fundan su solicitud, la determinación de indispensabilidad para acogerla
constituye una facultad privativa del juzgador, quien, considerando el mérito del
proceso y la naturaleza de los hechos a probar, resolverá sobre su procedencia.

— Reducción del número de testigos

El juez podrá reducir el número de testigos de cada parte, e incluso prescindir de la


prueba testimonial cuando sus manifestaciones pudieren constituir inútil reiteración
sobre hechos suficientemente esclarecidos (art. 454 Nº 5 inc. 3º CT). Se ha señalado
que, el juez, como ha presenciado la totalidad de las pruebas rendidas hasta el
momento de la práctica de la prueba testimonial, está en condiciones de adoptar esta
decisión, pues si la declaración de la totalidad de los testigos admitidos por la ley no
es necesaria para esclarecer los hechos controvertidos, o bien la prueba testimonial
no es necesaria porque en nada contribuye para aclarar esos hechos, su rendición va
a ser innecesaria, constituyendo una actuación dilatoria. Se ha señalado al este
respecto que el sentenciador debe velar por la vigencia del principio de la celeridad,
debiendo impedir toda actuación procesal que contribuya a dilatar indebidamente el
proceso (Fernández, R.).

Con todo, el juez debe ejercer esta facultad con extremo cuidado, como todavía no
ha llegado a la etapa de valoración de la prueba, donde apreciará la totalidad de la
prueba rendida, debe ser manifiesta la necesidad de disminuir el número de testigos a
declarar o su prescindencia. De lo contrario, se podría vulnerar el derecho a la prueba
que corresponde a las partes, reconocido expresamente por nuestra jurisprudencia
laboral como una manifestación del derecho a defensa que forma parte del derecho
denominado debido proceso, ambos de carácter fundamental (Fernández, R.).

Se ha fallado:

"Sexto: Que al efecto y para establecer un parámetro de prudencia en relación a la


testimonial, resulta útil revisar el tenor del artículo 454 Nº 5 del Código Laboral, que se
refiere a la forma de rendir este medio de prueba en la audiencia, señalando al efecto y en
lo pertinente, que serán admitidos a declarar sólo hasta cuatro testigos por cada parte y
que en caso de que se haya ordenado la acumulación de autos, el número de testigos
admitidos a declarar será determinado por el tribunal, no pudiendo en ningún caso ser
superior a cuatro por cada causa acumulada. Además, se establece que el juez podrá
reducir el número de testigos de cada parte, e incluso prescindir de la prueba testimonial
cuando sus manifestaciones pudieren constituir inútil reiteración sobre hechos
suficientemente esclarecidos. Conforme lo señalado el número máximo de testigos que se
permite declarar es de cuatro por cada parte, pudiendo rebajarse este número cuando se
haya ordenado la acumulación de autos, que no es el caso de autos, sin perjuicio de lo cual
no debe olvidarse que —como se señaló en el motivo precedente— la demanda contiene
antecedentes, fundamentos y peticiones concretas relativos a 16 personas que bien
pudieron demandar por separado y, en tal supuesto, pudo cada uno de ellos en sus
respectivos juicios ofrecer y rendir hasta un límite de 4 testigos. Asimismo, la ley permite
reducir el número de testigos e incluso prescindir de ellos cuando sus manifestaciones
pudieren ser reiteraciones inútiles, entendiéndose que el espíritu de la norma es evitar caer
en redundancias en las declaraciones de testigos, pero para ello al menos es necesario que
alguno de ellos se haya manifestado, única forma de poder apreciar si el resto de los
testigos ofrecidos por la misma parte declarará sobre lo mismo no aportando nuevos
antecedentes, lo que en la especie tampoco ha ocurrido, desde que derechamente 13 de
los demandantes no tuvieron acceso a presentar ni siquiera un testigo en su favor.

Séptimo: Que la Constitución Política de la República, en su artículo 19, numeral 3º, otorga
a todas las personas la garantía del debido proceso. Corresponde a un derecho
fundamental que las decisiones de los órganos que ejerzan jurisdicción deban fundarse en
un proceso previo y legalmente tramitado, que cumpla ciertos estándares mínimos. La
noción del debido proceso se relaciona con la exigencia de parámetros básicos o
elementales, dirigidos a asegurar que la discusión y que la definición de los derechos
involucrados se lleve a cabo conforme a lineamientos de razonabilidad y justicia. Así, la
legitimidad de la decisión jurisdiccional está sometida a la existencia de un órgano dotado
por la ley de la prerrogativa de conocer y juzgar una causa y a la circunstancia de que tal
decisión sea el resultado de un proceso previo que, en el sentir del constituyente, está
revestido de reglas formales constitutivas de un procedimiento racional y justo. Para la
eficacia de este derecho, la Constitución Política de la República y las leyes contemplan
una serie de mecanismos a favor de las partes de la relación procesal, los que se traducen
en la posibilidad de hacer valer sus pretensiones, de ser escuchadas, de producir la prueba
pertinente y de reclamar cuando no están conformes.

Octavo: Que, de lo relacionado se evidencia que al reducir a tal extremo la prueba


testimonial, en definitiva se privó de este medio de prueba a 13 de los demandantes, fuera
de los casos en que el juez está autorizado por la ley, careciendo de facultades para
hacerlo, impidiendo a dicha parte probar sus alegaciones y defensas, y en consecuencia se
estima que en la tramitación del proceso en cuestión se ha producido una vulneración
sustancial de los derechos o garantías fundamentales de los actores, que en definitiva llevó
al juzgador a rechazar la demanda en todas sus partes, entendiéndose en consecuencia
por configurada la causal de nulidad alegada, por lo que se hará lugar al recurso deducido"
(Corte de Apelaciones de La Serena, sentencia de 28 de julio de 2015, rol Nº 52-2015).

b. Interrogación de testigos

Como se ha dicho, el nuevo procedimiento laboral otorga amplias facultades al juez


en la práctica de las pruebas, siendo quizás, la prueba testimonial el ejemplo más
claro de ello. Así, el art. 454 Nº 6 CT establece que el tribunal podrá formular a los
testigos las preguntas que estime necesarias para el esclarecimiento de los hechos
sobre los que versa el juicio y, además, exigir a los testigos que aclaren o precisen
sus dichos.

Nada se ha dicho respecto a la oportunidad para formular estas preguntas, por lo


que existen algunos jueces, pocos afortunadamente, que estiman que ellos son los
primeros que interrogan y luego si las partes estiman que falta algo por inquirir
pueden hacerlo. Nos parece que una interpretación correcta de la potestad de los
jueces en el interrogatorio de testigos debería estar marcada por su pasividad, en
primer lugar, presenciando y escuchando el interrogatorio dirigido por los abogados
de las partes, tratando de mantener una posición no interviniente (Palomo, D.).

Por otra parte, y más importante aún, si bien existen actualmente en el proceso
laboral oral herramientas para poder objetar las preguntas que se formulen a los
testigos, y aun cuando no existe un Código de evidencia que nos determine de
manera precisa la procedencia, no existen instrumentos efectivos explícitos para
controlar ese interrogatorio cuando se hace por el juez. Basta analizar el texto legal
(art. 456 Nº 6 CT) para constatar que no existen instrumentos expresos de control de
los poderes del juez, y efectivamente estos consideran que sus preguntas en el
interrogatorio testimonial no son susceptibles de control por parte de los litigantes, lo
que no solo es aberrante desde el punto de vista lógico, sino que pone a las partes en
situación de desmedro importante si ha ocurrido la adquisición procesal por parte del
juez. Si el sentenciador ha adoptado la teoría del caso de una de las partes, o peor
aún, tiene una propia y la desarrolla, incluso podríamos tener problemas de
congruencia, desde que el Tribunal ha probado cosas distintas que lo que partes han
alegado en el proceso, debiendo las partes tener necesariamente medidas de control
(Palomo, D.).

Entonces, como hemos venido señalando, nos parece que una interpretación
correcta de la potestad de los jueces en el interrogatorio de testigos, debería estar
marcada por su pasividad en primer lugar, presenciando y escuchando el
interrogatorio dirigido por los abogados de las partes, tratando de mantener una
posición no interviniente. No obstante, puesto que nuestra ley ha establecido un juez
reforzadamente poderoso, estimamos que debe interpretarse la norma del art. 454
Nº 6 CT, como una restricción aplicable tanto a las partes como para el Tribunal,
porque de esa forma, tendremos la certeza que existe un juicio justo donde todas las
partes han tenido la posibilidad de defenderse, exponer su teoría del caso e impedir la
adquisición procesal por parte del Tribunal (Palomo, D.).

Así, se ha fallado:

"Resulta necesario indicar, no obstante su evidencia, que ciertamente el tribunal, en la


práctica, puede vulnerar las formas legítimas de interrogación señaladas en la ley, pues
podría interrogar sobre hechos que no son materia de la controversia, efectuar preguntas
asertivas y, todavía más, contener elementos de juicio que condicionen la respuesta.

Conclusión pacífica debiera ser que ello no resulta procedente pues, por una parte, la
norma no distingue respecto de quienes rige la prohibición y por tanto, debe extenderse al
interrogatorio del tribunal, como por otro, si se analiza la ratio de la prohibición, como se
adelantó, controlar la calidad de la información que ingresa al juicio, deviene que ésta aún
más debe regir para el tribunal, en la medida que puede afirmarse que, especialmente
ciertos testigos de bajo nivel intelectual o escaso nivel cultural, pudieran ser proclives a
responder positivamente las afirmaciones que efectúa un juez.

Consecuente con ello, debe también aceptarse que las partes tienen la potestad de
oponerse al ejercicio abusivo o ilegal de las facultades oficiosas del tribunal,
particularmente al momento de la producción de la prueba.

La facultad de las partes, que asume dimensión de garantía, de controlar la prueba que
ingresa al juicio, es un pilar del modelo de juicio laboral y en general, del debido proceso.
Luego, la mera posibilidad que cierta prueba que, según el caso, pueda ser decisiva para la
demostración de hechos del juicio quede al margen del señalado control, constituye un
grave o sustancial quebrantamiento a las bases del modelo y resulta inaceptable.

Por lo demás, si cada una de las resoluciones que dicta el tribunal, salvedad de la
sentencia definitiva, para la cual se dispone el recurso de nulidad, o aquellas interlocutorias
que ponen término al juicio o hacen imposible su continuación, pueden ser objeto de
recurso de reposición, —artículo 475 del Código del Trabajo: clara manifestación del
principio de bilateralidad de la audiencia— con mayor razón la formulación de una
pregunta, fuera de los estrictos marcos establecidos en la ley, puede y debe ser materia de
impugnación directa por la parte que se sienta afectada, désele a la misma el nombre
técnico de objeción, empleado en la litigación de juicio oral, incidente, o cualquier otro.

La posibilidad de impugnación respecto de actuaciones del tribunal, por lo demás, es base


de todo nuestro sistema procesal y regla general cuando se hace por vía de retractación,
salvedad de resoluciones que tengan el carácter de sentencias definitivas, lo que no puede
predicarse de las preguntas que el tribunal pueda formular en el curso de la declaración de
un testigo" (Corte de Apelaciones de Antofagasta, sentencia de 31 de marzo de 2017, rol
Nº 28-2017).

En efecto, si bien el nuevo procedimiento de aplicación general ha dotado al juez


laboral de ciertas potestades en la prueba de testigos y, específicamente en materia
de interrogatorios, este debe someterse a los límites establecidos para las partes y,
desde luego, le está vedado incurrir en un abuso de las facultades oficiosas que la ley
le ha conferido. No debemos olvidar que una de las garantías que componen el
principio del debido proceso corresponde al derecho a un juez imparcial,
característica que el sentenciador perdería al momento de subsidiar a alguna de las
partes durante la rendición de la prueba y que, por cierto, contribuiría a generar un
desequilibrio en la relación procesal.

c) Confesión

1. Concepto y cuestiones preliminares

Se ha conceptualizado a la confesión como aquel medio de prueba que consiste en


el reconocimiento que una parte realiza de hechos determinados que le son
desfavorables, benefician a la contraria y que resultan ser trascendentes para la
resolución del conflicto. En este orden de ideas, debemos descartar que la "admisión
de hechos" en las alegaciones iniciales escritas sea confesión: el o los hechos
admitidos no requerirán prueba, por lo que no estamos en las hipótesis de un medio
de prueba. También debe descartarse el "allanamiento", al cual ya nos hemos
referido, que pone término al proceso (Palomo, D.).

Si bien el legislador procesal laboral no ha adoptado genéricamente esta


denominación, una interpretación lógica de sus normas permite concluir que para la
regulación de este medio de prueba se ha referido a una variante específica de la
confesional, esto es, la confesión judicial provocada o absolución de posiciones. Se
ha entendido por tal a aquel medio de prueba que consiste en la actividad procesal
por la que una parte, bajo juramento o promesa, contesta a las preguntas que la otra
le formula, relativas a los hechos personales de aquella, con el fin de conseguir
certeza sobre los hechos controvertidos en el proceso (Montero, J.).

Con todo, la prueba de absolución de posiciones del nuevo procedimiento laboral


difiere desde muchas perspectivas de aquella que se verificaba en el antiguo régimen
procesal (así como también de la actual diligencia en materia civil), habida
consideración de la necesidad de adaptar la prueba a las exigencias de la oralidad e
inmediación. Por ello, se eliminan aquellas barreras tradicionalmente establecidas por
la escrituración y se exige la presencia directa e ininterrumpida del juez durante la
declaración del absolvente.

2. Clasificación

— Confesión judicial y extrajudicial. La confesión judicial es aquella que se realiza


dentro del juicio, mientras que la confesión extrajudicial es la que se realiza fuera del
proceso en cuestión, cubriendo también la hipótesis de confesión prestada en un
proceso diverso. Por la misma descripción apuntada a su respecto, la confesión
extrajudicial es un hecho que debe ser objeto de prueba para ser incorporada al
proceso, para lo cual habrá de recurrir al medio de prueba más pertinente (prueba
testimonial o instrumental) según sea oral o escrita la forma en que se expresó la
señalada confesión (Palomo, D.).

— Confesión judicial espontánea y provocada. La confesión judicial será


espontánea cuando se materialice voluntariamente por la parte, mientras que la
confesión judicial será provocada cuando sea promovida a través del requerimiento
de la otra parte por la vía del procedimiento formal en que consiste la absolución de
posiciones (Palomo, D.).

— Confesión expresa y tácita. La confesión expresa es aquella en que la parte


reconoce expresamente un hecho que le resulta desfavorable y que beneficia a la
contraria. Por otro lado, el art. 454 Nº 3 inc. 1º CT se refiere expresamente a la
hipótesis de confesión tácita o ficta confessio, señalando que, si el citado a confesar
no compareciese a la audiencia sin causa justificada, o compareciendo se negase a
declarar o diere respuestas evasivas, podrán presumirse efectivas, en relación a los
hechos objetos de prueba, las alegaciones de la parte contraria en la demanda o
contestación, según corresponda.

3. Deberes del absolvente

— Deber de comparecer

La persona citada a absolver posiciones estará obligada a concurrir personalmente


a la audiencia, a menos que designe especialmente un mandatario para tal objeto, el
que, si representa al empleador, deberá tratarse de una de las personas a que se
refiere el art. 4º CT. La designación del mandatario deberá constar por escrito y
entregarse al inicio de la audiencia, considerándose sus declaraciones para todos los
efectos legales como si hubieren sido hechas personalmente por aquel cuya
comparecencia se solicitó (art. 454 Nº 3 inc. 2º CT).

Con todo, pueden presentarse diversas situaciones que impidan la comparecencia


de quien deba absolver posiciones. En tal caso, si una de las partes alegare
entorpecimiento respecto de la imposibilidad de comparecencia de quien fuere citado
a confesar, deberá acreditarlo al invocarla, debiendo resolverse el incidente en la
misma audiencia. Solo podrá aceptarse cuando se invocaren hechos sobrevinientes y
de carácter grave, en cuyo caso, deberá el juez adoptar las medidas inmediatas que
fueren necesarias para su realización a la mayor brevedad, notificándose a las partes
en el acto (art. 454 Nº 10 CT).

— Deber de declarar

Resulta lógico exigir imperativamente que la persona citada a confesar esté


obligada a declarar, respondiendo las preguntas que se le formularán mediante la
interrogación del abogado de la contraria. Para garantizar esta obligación, el
legislador sanciona duramente a la parte que decida no prestar declaración,
señalando que si el absolvente compareciera a la audiencia de juicio y se negase a
declarar o diere respuestas evasivas, podrán presumirse efectivas, en relación a los
hechos objeto de prueba, las alegaciones de la parte contraria en la demanda o
contestación, según corresponda (art. 454 Nº 3 inc. 1º CT). Esta hipótesis constituye
lo que la doctrina ha denominado confesión tácita o ficta confessio.

— Deber de decir verdad

Si bien el legislador no ha establecido expresamente que el absolvente se


encuentre obligado a decir verdad sobre lo que declare, resulta aplicable
supletoriamente el art. 390 CPC, el cual establece que antes de interrogar al litigante,
se le tomará juramento de decir verdad en conformidad al artículo 363, esto es, en la
misma forma prevista para la prueba testimonial.

4. Práctica de la prueba

Siguiendo la regla general, la prueba de absolución de posiciones se practicará en


la audiencia de juicio y, según el orden establecido en la ley, se llevará a efecto en
segundo lugar, posterior a la prueba documental y en forma previa a la testimonial, sin
perjuicio de la facultad del tribunal para modificar este orden por causas justificadas.

En cuanto a la iniciativa, el legislador ha establecido que la absolución de


posiciones solo podrá pedirse una vez por cada parte y, además, podrá decretarse
por el tribunal en virtud de su potestad genérica en materia probatoria, esto es, en la
audiencia preparatoria para rendirse en la audiencia de juicio (art. 453 Nº 8 inc. 2º y
Nº 9 CT).

En tal sentido, se ha resuelto por nuestros tribunales: "Que la anomalía descrita en


el motivo sexto, en cuanto a disponerse de oficio por el tribunal la absolución de
posiciones del demandante en la misma audiencia de juicio, importa una clara
situación de indefensión para esa parte, como lo hizo ver el actor en el comparendo,
debido a la sorpresa que le significaba verse enfrentado a una prueba desconocida y
no ordenada en su oportunidad, para la cual el trabajador no estaba preparado
atendidas las condiciones neurológicas en que quedó después de haber sufrido el
accidente materia del proceso, siendo este medio probatorio valorado posteriormente
por el juez en la sentencia definitiva que se estudia, como consta de su considerando
octavo, sin que el fallo accediera a todas las pretensiones del actor" (Corte de
Apelaciones de Concepción, sentencia de 15 de mayo de 2018, rol Nº 176-2018).

En cuanto a la rendición, se ha establecido que las posiciones para la prueba


confesional se formularán verbalmente, sin admisión de pliegos, y deberán ser
pertinentes a los hechos sobre los cuales debe versar la prueba y expresarse en
términos claros y precisos (art. 454 Nº 4 inc. 1º CT). El legislador ha intentado
continuar con la vigencia de la oralidad en la práctica de la prueba, garantizando con
ello la flexibilidad en la realización de las preguntas y la espontaneidad en las
respuestas del absolvente. A diferencia de ello, en el antiguo procedimiento de
aplicación general, la declaración de parte era realizada mediante el sistema de
absolución de posiciones, en el cual una de las partes entregaba un sobre que
contenía las preguntas por escrito (el denominado "pliego de posiciones") para que su
contraparte las responda o de lo contrario se presumían efectivos los hechos
categóricamente afirmados en este (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

Como se adelantó, las preguntas deberán ser pertinentes a los hechos sobre los
cuales debe versar la prueba y expresarse en términos claros y precisos, de manera
que puedan ser entendidas sin dificultad. El tribunal, de oficio o a petición de parte,
podrá rechazar las preguntas que no cumplan con dichas exigencias (art. 454 Nº 4
CT). Lo anterior supone que cada pregunta ha de referirse a un hecho, sin que en la
misma se mezclen varios extremos, para ser entendidas y por lo mismo contestadas
sin dificultad por el confesante. No debe haber dudas en lo que se quiere preguntar,
cuestión que en definitiva apreciará el tribunal, no el confesante, porque este a
pretexto de no ser claras las posiciones no respondería ninguna, con el fin de frustrar
el éxito de la prueba de la contraria (Fernández, R.).

De acuerdo al art. 391 CPC, que resulta aplicable supletoriamente, la declaración


debe prestarse inmediatamente, de palabra y en términos claros y precisos, sin
subterfugios ni respuestas no concluyentes, esto es, que carezcan de la debida y
posible claridad y precisión, aunque no se aprecie un ánimo evasivo (De la Oliva, A.).
Si se tratara de hechos personales, deberá prestarse afirmándolos o negándolos. El
tribunal podrá admitir la excusa de olvido de los hechos, en casos calificados, cuando
ella se funde en circunstancias verosímiles y notoriamente aceptables. Podrá el
confesante añadir las circunstancias necesarias para la recta y cabal inteligencia de lo
que se declara (Palomo, D.).

5. La confesión tácita o ficta confessio en el procedimiento de aplicación general

Puede conceptualizarse a la confesión tácita como aquella que se produce como


consecuencia del cumplimiento de las hipótesis previstas por el legislador en el marco
de la absolución de posiciones (Palomo, D.). Tales supuestos se han previsto bajo la
siguiente fórmula: si el absolvente no compareciese a la audiencia sin causa
justificada, se negase a declarar o diese respuestas evasivas, se podrán presumir
efectivas las alegaciones de la parte contraria en la demanda o contestación, según
corresponda (art. 453 Nº 3 inc. 1º CT).

De esta suerte, se interpreta que la confesión tácita o ficta confessio es una sanción
procesal impuesta al litigante que, culposa o intencionalmente, ha incumplido las
obligaciones que le corresponden en su calidad de absolvente. Para estos efectos, el
legislador ha previsto diversas situaciones en que se sancionará a aquella parte que
no colabore con la prueba confesional.

En primer término, se establece que se dará por confesa a aquella parte que no
comparezca a la audiencia de juicio cuando hubiese sido citada para absolver
posiciones, salvo que acreditare estar imposibilitada por entorpecimiento fundado en
hechos sobrevinientes y de carácter grave.

En segundo lugar, se entenderá aplicable la confesión tácita para aquella parte que,
habiendo comparecido a la audiencia de juicio, se niegue a declarar. La negativa a
declarar puede ser, a su vez, expresa o tácita. Será expresa cuando el absolvente
señala que no responderá las preguntas que se le formulen, mientras que será tácita
cuando se desprenda de sus actos, por ejemplo, retirándose de la audiencia tras
prestar juramento.

Por último, se encuentra en esta situación el litigante que, compareciendo y


contestando a las preguntas formuladas por el abogado de la contraria, lo haga de
forma evasiva. Las respuestas evasivas son aquellas que buscan eludir la pregunta
que se le está formulando: evitan responder efectivamente a la pregunta. En estos
casos, el absolvente no tendrá la intención de responder, entregando solo respuestas
ambiguas o vagas con el claro propósito de no responder realmente (Palomo, D.).

Señalado lo anterior, debemos hacer una prevención fundamental, referida a la


forma de entender esta figura, dado que el CT la consagra como una facultad del
juez, puesto que éste podrá presumir efectivos los hechos alegados por la contraria
en su respectivo escrito de postulación. Como es evidente, esto no significa que el
tribunal deba hacer un uso arbitrario de esta facultad; por el contrario, debe ser
razonada, demostrando y explicando los presupuestos que dan lugar a esta situación
(Fernández, R.).

6. Poderes del juez en la absolución

a. Reducir del número de absolventes

El legislador procesal laboral establece que, si los demandantes fueren varios y se


solicitare la citación a confesar en juicio de muchos o de todos ellos, el juez podrá
reducir el número de quienes habrán de comparecer, en especial cuando estime que
sus declaraciones puedan resultar una reiteración inútil sobre los mismos hechos
(art. 454 Nº 3 inc. 3º CT).

Esta facultad guarda coherencia con la establecida con aquella que posee el juez
para la prueba de testigos cuando se ha solicitado la declaración de muchas
personas. Por ello, nos remitimos a lo dicho sobre la prueba testimonial, debiendo
tener en especial consideración la obligación del juez de hacer uso de esta potestad
con extremo cuidado por la eventualidad de vulnerar el derecho a la prueba como
integrante del derecho al debido proceso.

b. Interrogar a los absolventes

El juez podrá formular a los absolventes las preguntas que estime pertinente, así
como ordenarles que precisen o aclaren sus respuestas (art. 454 Nº 4 inc. 2º CT).
Como se aprecia del tenor de la norma, el legislador dota al juez laboral de dos
facultades en materia de interrogación.

La primera de ellas se encuentra redactada en un sentido amplio, dotando al


juzgador de cierta discrecionalidad, por cuanto este puede formular a los absolventes
las preguntas que estime pertinentes. De ello deviene el concepto de "preguntas
propias", las que puede formular el tribunal con independencia de las preguntas
formuladas por los abogados de las partes, cuando estas no han sido suficientes para
esclarecer los hechos. Sin embargo, el interrogatorio que puede realizar el juez no es
libre, debiendo sujetarse a las mismas exigencias de las partes litigantes, pues el
legislador, al señalar las exigencias de las posiciones, se atiene exclusivamente a
ellas sin importar si las formulan los abogados de las partes o el magistrado
(Fernández, R.).

La segunda de tales facultades consiste en ordenar a los absolventes que precisen


o aclaren sus respuestas, sea ante preguntas efectuadas por las partes o el juez. De
esta facultad deviene el concepto de preguntas aclaratorias, que tienen por objeto
dejar al sentenciador con una mayor nitidez sobre la forma en que ocurrieron los
hechos, merced de la declaración efectuada por el confesante.

d) Informe de peritos

1. Concepto y cuestiones preliminares

Se llama peritos, en el lenguaje habitual, a aquellas personas especialmente


cualificadas en razón de sus conocimientos, especializados en ciencia, arte, técnica o
práctica, es decir, a aquellas personas con especiales conocimientos en materias que
no son conocidas, con tanta precisión, por las demás personas de su mismo nivel
cultural (Font, E.). Así planteado, podemos decir que el informe de peritos es aquel
medio de prueba en que un tercero, especialmente cualificado sobre determinado
tema, emite un dictamen pronunciándose sobre materias relativas a este y que son
pertinentes y útiles para la resolución del juicio.

Tal como se adelantó, es requisito de la esencia de este medio de prueba la


cualificación técnica o experticia que debe poseer el tercero llamado a intervenir en el
proceso para la acreditación de determinadas afirmaciones fácticas que han sido
alegadas por las partes. Sin embargo, cabe precisar que el elemento esencial de este
medio probatorio no dice relación estricta con los hechos que son objeto de la prueba,
como ocurre con los testigos, debiendo recordar la infungibilidad que reviste a tales
personas por haber presenciado directamente los hechos que motivan el juicio. Por el
contrario, tratándose del perito, podemos avizorar que este tiene un carácter
eminentemente intercambiable o sustituible, en razón de la posesión de igual o mayor
cualificación técnica por parte de otra persona y de su falta de conocimiento sobre los
hechos específicos que motivan la causa.

En doctrina se discute sobre la naturaleza jurídica del informe pericial, señalándose


por unos que este sólo constituye un elemento de valoración de hechos y
circunstancias, mientras que, por otros, se entiende como un medio de prueba en
tanto se endereza a la fijación de la certeza positiva o negativa de unos hechos
(Montero, J.). No resulta extraño que el legislador laboral se haya decantado
expresamente por la segunda de tales posturas, dejándolo de manifiesto en la
regulación de los medios de prueba susceptibles de rendirse en el procedimiento.

Además, tradicionalmente se ha discutido sobre la clase del perito, distinguiendo


dos concepciones antagonistas: el perito de parte y el perito de tribunal. Con todo, la
doctrina más autorizada ha señalado que en el debate sobre la elección de una u otra
concepción se han olvidado cosas elementales. El sistema del perito de parte ha sido
el usado tradicionalmente en el proceso penal, en que cada parte propone la prueba
con perito o peritos de su libre designación, llegándose al acto del juicio oral en el que
se explican los dictámenes, con contradicción, respondiendo a las preguntas de las
partes, para ser luego valorados por el tribunal conforme a la sana crítica. Y lo mismo
ha ocurrido en el proceso laboral. En estos dos procesos la existencia de dictámenes
contradictorios es lo normal (Montero, J.).

A contrario sensu, coincidimos en señalar que, en materia civil, la prueba pericial ha


sido concebida como un mecanismo del tribunal que lo auxilie en la resolución del
conflicto. Ello queda demostrado en el art. 412 CPC, al establecer que la iniciativa de
este medio de prueba es notoriamente favorable al juez, quien puede decretarla de
oficio en cualquier estado del juicio y como medida para mejor resolver (art. 159 Nº 4),
mientras que las partes solo podrán solicitarla dentro del término probatorio.

Ahora bien, tratándose de nuestro nuevo procedimiento de aplicación general, este


razonamiento se encontraría en entredicho por las amplias facultades oficiosas que
se han conferido al juez laboral, por lo cual podría decretar este medio de prueba en
un mismo nivel que las partes. Con todo, consideramos que esa es la situación que
gobierna a todos los medios de prueba y no solo a la prueba pericial, por lo cual no
existiría la intención de establecer un tratamiento especial respecto de este medio de
prueba.

2. Función del perito en el procedimiento laboral

La afirmación base es la de que el juez no puede llegar a tener, por un lado, todos
los conocimientos necesarios para llegar a establecer la existencia, por otro, todos los
hechos que son el supuesto fáctico, por fin, de todas las normas jurídicas cuya
aplicación en el caso concreto debe efectuar al actuar la función jurisdiccional. En
muchas ocasiones esos conocimientos no tendrán que llegar más allá de los que son
propios de un hombre con cultura media, pero en otras será imprescindible tener
saberes cuya posesión no puede exigirse al juez (Montero, J.).

No resulta extraño que la prueba pericial resulte fundamental para aquellos casos
de corte civil en que, generalmente, la cosa que es objeto del juicio tiene
determinadas características que hacen necesaria la intervención de un tercero
experto. Lo mismo ocurre tratándose de ciertas cuestiones en materia penal, en la
cual incluso se cuenta con instituciones dedicadas especialmente a la elaboración de
pericias. Señalado ello, surge la duda sobre cuál es la necesidad y trascendencia de
la prueba de peritos en el proceso laboral, así como cuáles podrían ser los principales
intervinientes en razón de este medio de prueba.

Las normas sobre los informes de peritos, contenidas en los artículos 411 y
siguientes CPC, nos hacen ver que fueron concebidas para grandes exigencias de
conflictos sobre derecho extranjero o que requieren de alta especialización científica o
de arte, sin perjuicio de "reconocimientos" sobre hechos u objetos especiales o
asuntos de mero cálculo o mediciones. En materia laboral se necesitan peritajes
generalmente sobre estas últimas materias (Macchiavello, G.). Es sabido que los
conflictos surgidos con ocasión de la relación de trabajo devienen, principalmente, en
prestaciones pecuniarias, por lo cual generalmente no existe un objeto o antecedente
determinado que requiera el examen pormenorizado de un tercero experto. Sin
embargo, teniendo en consideración la dificultad que puede surgir para la
determinación de ciertas cuestiones de carácter pecuniario, la práctica forense ha
hecho usual la designación de peritos contables que han adquirido un rol fundamental
en los procesos laborales.

3. Nombramiento del perito

Digamos de entrada que, en la prueba pericial, la iniciativa puede ser de las partes
para proponerla y del tribunal para decretarla, debido a las amplias facultades que le
permiten disponer los medios de prueba que estime pertinentes (art. 429 CT).
Cuestión distinta es la designación del perito, entendiendo por tal a la elección de la o
las personas que se desempeñarán como terceros expertos en este medio de prueba,
la cual debe realizarse en la audiencia preparatoria. Atendido a lo dispuesto en el
inciso cuarto del número 9 del artículo 453, en cuanto establece que se puede recurrir
a cualquier medio idóneo de comunicación o transmisión de datos que permita la
pronta práctica de las diligencias, solo asegurando la debida recepción y dejándose
constancia de ello, es que debe practicarse en dicha audiencia, de forma que se
produzca de inmediato la aceptación del cargo (Academia Judicial).

Declarada la admisión de la prueba pericial en la audiencia preparatoria, el


nombramiento se efectuará de común acuerdo por las partes, quienes deberán
convenir en el número de peritos que deban intervenir, su calidad, aptitudes o títulos
que deban reunir y el punto o puntos sobre los que deberá recaer el informe. Si las
partes no llegaren a acuerdo sobre los puntos referidos, la designación del perito
deberá hacerse por el tribunal, pero esta no podrá recaer en ninguna de las dos
primeras personas que hayan sido propuestas por cada parte (art. 414 CPC). Por lo
demás, los peritos que nombre el tribunal deberán figurar en las listas que, cada dos
años, elabora la respectiva Corte de Apelaciones (art. 416 bis CPC).

Distinto es el procedimiento de nombramiento de los peritos en el proceso civil,


dado que de acuerdo a los arts. 414 y siguientes del CPC, presentada que sea la
solicitud de la parte, o bien decretado de oficio por el juez el informe pericial, el
tribunal debe proceder a citar a las partes a una audiencia (fijando día y hora al
efecto), que tendrá lugar con las partes que asistan y en la cual se perseguirá
designar al perito, determinar su número, su calidad, aptitudes o títulos que deban
reunir, y el punto o puntos sobre los que deberá recaer el informe de peritos. La
fijación de una audiencia especialmente convocada para el nombramiento de los
peritos atentaría contra la celeridad y concentración requerida por el legislador
laboral, no cabiendo hacer aplicación supletoria por ser estas disposiciones contrarias
a los principios formativos del procedimiento.

Designado que sea el perito, el tribunal podrá recurrir a cualquier medio idóneo de
comunicación o transmisión de datos que permita la pronta práctica de la diligencia,
debiendo adoptar las medidas necesarias para asegurar su debida recepción y
posterior aceptación por el requerido, dejándose constancia de ello (art. 453 inc. 4º
CT). La comunicación que se remita al perito debe tener todas las especificaciones de
la diligencia, no quedando dudas relativas al objeto sobre el cual se emitirá el informe,
el lugar de su realización y demás antecedentes para su acertada inteligencia.
También debe contener la orden que debe avisar a las partes acerca del día en que
realizará el examen pericial, para que si lo desean puedan comparecer junto a sus
abogados y hagan uso de los derechos que le confiere el art. 419 CPC (Fernández,
R.).

El perito que acepte el cargo deberá declararlo así, jurando desempeñarlo con
fidelidad (art. 417 inc. 1º CPC). Este juramento o promesa tiene por objeto que el
perito diga la verdad, en la forma en que se disponga, que actuará con la mayor
objetividad posible, tomando en consideración tanto lo que pueda favorecer como lo
que sea susceptible de causar perjuicio a cualquiera de las partes (Chozas, J.).
4. Idoneidad del perito

Si el sistema permite a un experto con la finalidad de aportar información necesaria


para construir las decisiones judiciales a través de sus conclusiones u opiniones, lo
lógico resulta que exista un mínimo filtro previo que permita verificar si se trata de una
persona idónea, es decir, alguien calificado en la ciencia, arte o técnica sobre la cual
prestará declaración en juicio (Duce, M). Asimismo, dado que con la prueba pericial
se busca la elaboración de un informe con apego a criterios científicos o técnicos, es
preciso que la persona que desempeñe el cargo lo haga revestida de la debida
imparcialidad.

Sin perjuicio de ello, nada ha dicho el legislador procesal laboral sobre la idoneidad
de los peritos, pero siguiendo la lógica de la prueba testimonial, no sería posible
deducir tachas que tengan por objeto perseguir su inhabilidad. Con todo, resulta
aplicable supletoriamente el Nº 2 del art. 413 CPC, en cuanto establece que, salvo
acuerdo expreso de las partes, el perito debe cumplir con la posesión de un título
profesional expedido por autoridad competente como condición para desempeñarse.

Ahora bien, la oportunidad para dar cuenta de la idoneidad o habilidad del perito
será en el momento en que preste declaración, encontrándose sujeto al interrogatorio
de las partes. En dicha oportunidad se le formularán preguntas tanto desde la
perspectiva de su imparcialidad como de su cualificación técnica, reservando la
calificación que ellas merezcan a las partes para la etapa de observaciones a la
prueba.

Por el contrario, como se ha dicho, en materia civil persiste el mecanismo de las


tachas como medio para perseguir la inhabilidad, en este caso, de un perito. Además,
los peritos pueden ser objetados por no tener título profesional expedido por autoridad
competente y pueden ser inhabilitados por alguna de las causales de implicancia o
recusación de los jueces. Es una demostración que el legislador busca que los peritos
sean lo más imparciales posibles para que sus informes sean lo más objetivos
posibles (Palomo, D.).

De cualquier manera, los factores relativos a la idoneidad e imparcialidad del perito


serán apreciados por el tribunal en la sentencia definitiva. Para estos efectos, al
momento de valorar la prueba, tomará en consideración tanto el informe evacuado
por el experto como la declaración que preste en la audiencia de juicio, dando cuenta
del contenido y procedimiento utilizados para su elaboración.

5. Derechos y deberes del perito

A diferencia del testigo, el perito, en razón de su cualificación técnica sobre


determinada materia, tiene derecho a honorarios con ocasión de la emisión de su
informe o dictamen. De conformidad con el art. 411 inc. 2º CPC si la pericia ha sido
solicitada por una parte, esta deberá pagarla, a menos que el tribunal la estime
necesaria para el esclarecimiento del asunto, caso en el cual deberá pagarse por
ambas partes, en mitades. También deberán pagarla ambas partes si ella ha sido
dispuesta por el tribunal, de oficio, o en aquellos casos en que ella procede
obligatoriamente (arts. 409 y 410). Sin perjuicio, obviamente, de lo que en definitiva se
resuelva sobre el pago de costas.

Por su parte, la principal obligación del perito consiste en evacuar el informe


solicitado, debiendo hacerlo con, a lo menos, tres días de anticipación a la fecha de
celebración de la audiencia de juicio. Si el informe pericial no fuere evacuado antes de
la audiencia y su contenido fuere relevante para la resolución del asunto, el juez
deberá, dentro de la misma audiencia, tomar las medidas inmediatas que fueren
necesarias para su aportación en ella. Si al término de esta audiencia dichas
diligencias no se hubieren cumplido, el Tribunal fijará para ese solo efecto una nueva
audiencia que deberá llevarse a cabo dentro del más breve plazo (art. 454 Nº 7 CT).

El art. 453 Nº 8 inc. 5º CT establece que la declaración de los peritos se desarrollará


de acuerdo a las normas establecidas para los testigos, de manera que regirán para
estos las mismas obligaciones respecto de la rendición de la prueba testimonial, esto
es, comparecer, declarar y decir verdad, sin perjuicio de que la primera de ellas sea
—en estricto rigor— anterior a la declaración.

6. Práctica de la prueba pericial

En el nuevo modelo procesal laboral, la práctica de la prueba pericial se abarca


desde una doble perspectiva. La primera de ellas consiste en la emisión del informe
que ha sido encomendado al perito desde su nombramiento, mientras que la segunda
radica en la declaración a que este se encuentra sujeto durante la audiencia de juicio
oral.

a. Emisión del informe

En primer término, cuando se rinda prueba pericial, el informe respectivo deberá ser
puesto a disposición de las partes en el tribunal al menos tres días antes de la
celebración de la audiencia de juicio. Si el informe del perito no fuere evacuado antes
de la audiencia y su contenido fuere relevante para la resolución del asunto, el juez
deberá, dentro de la misma audiencia, tomar las medidas inmediatas que fueren
necesarias para su aportación en ella. Si al término de esta audiencia dichas
diligencias no se hubieren cumplido, el tribunal fijará para ese solo efecto una nueva
audiencia que deberá llevarse a cabo dentro del más breve plazo (art. 454 Nº 7 CT).

Aunque la ley nada nos dice respecto del contenido del dictamen, se entiende que
este debe comprender la descripción de lo que haya sido objeto del informe, la
relación de las operaciones realizadas, el resultado de las mismas y, por último, las
conclusiones que se formulen, las cuales, bien se ha apuntado por la doctrina
procesal, no deberán ser necesariamente categóricas, ya que la realidad objeto del
informe pericial no siempre es susceptible de ser reducida a esquemas rígidos (Font,
E.).

b. Declaración del perito

Por otro lado, el perito tiene la obligación de comparecer ante el tribunal,


precisamente a la audiencia de juicio, para declarar con la finalidad de dar razón de
su informe. Esta forma distinta de concebir a la prueba pericial es producto de la
aplicación de la oralidad y los principios ligados a ella, dado que no solo existirá un
contacto directo y frontal entre el juez y el informe, sino que, además, se someterá a
la contradicción de las partes el resultado del dictamen y el procedimiento utilizado
por el experto mediante su declaración.

Bien se ha adelantado que la declaración de los peritos se regirá por las normas
relativas a la prueba testimonial. Por ello, el juez, en forma expresa y previa a su
declaración, deberá poner en conocimiento del perito las sanciones contempladas en
el artículo 209 del Código Penal, por incurrir en falso testimonio (art. 454 Nº 5 CT, por
remisión del art. 453 Nº 8). En cuanto a la declaración propiamente tal, el perito estará
afecto tanto al interrogatorio directo de la parte que lo ha presentado como al
contrainterrogatorio o contra examen, realizado por la parte contraria. Asimismo, el
juez está facultado para realizar las preguntas tendientes a aclarar o precisar sus
dichos.

Las preguntas que pueden hacerse al perito son variadas y persiguen entre otros
los siguientes objetivos: a) Explicación del dictamen o de alguno o algunos de sus
puntos, cuyo significado y alcance no se considere suficientemente claro para los
efectos de la prueba; b) Que el perito responda a preguntas y objeciones sobre el
método, premisas, conclusiones y otros aspectos del dictamen (Fernández, R.).

Sin perjuicio de todo lo anterior, el juez podrá, con el acuerdo de las partes, eximir al
perito de la obligación de concurrir a prestar declaración, admitiendo en dicho caso el
informe pericial como prueba (art. 453 Nº 8 inc. 5º CT). Para este caso, debe existir
una declaración expresa del tribunal mediante la cual se libere al perito de la
comparecencia, puesto que, de lo contrario, la prueba pericial carecerá de valor
probatorio.

En tal sentido, se ha resuelto:

"Cuarto: Que de lo que se ha reseñado en el considerando que precede aparece que, si


bien la demandante solicitó al tribunal que se practicara una pericia, para los fines
señalados en su oportunidad, lo cierto es que en la audiencia de juicio incorporó —en su
reemplazo— un documento, consistente en el oficio a través del cual la Asociación Chilena
de Seguridad respondió al requerimiento del tribunal, situación que se encuentra al margen
de la normativa legal aplicable.
En efecto, el artículo 453 del Código del Trabajo, en su número 8), dispone que: "Cuando
se rinda prueba pericial, el informe respectivo deberá ser puesto a disposición de las partes
en el tribunal al menos tres días antes de la celebración de la audiencia de juicio. El juez
podrá, con el acuerdo de las partes, eximir al perito de la obligación de concurrir a prestar
declaración, admitiendo en dicho caso el informe pericial como prueba. La declaración de
los peritos se desarrollará de acuerdo a las normas establecidas para los testigos".

Sin embargo, como consta del registro de audio de la audiencia preparatoria de 4 de agosto
de 2011, el tribunal decretó —a requerimiento de la demandante— la práctica de una
pericia, sin que se hubiere eximido al perito que la evacuara de la obligación de concurrir a
prestar declaración a la audiencia de juicio, única hipótesis en que el tribunal hubiere
podido legalmente admitir como prueba pericial el informe respectivo, y valorarlo como tal,
con tal que el mismo hubiere estado a disposición de las partes al menos tres días antes de
la celebración de la audiencia de juicio.

Quinto: Que, como se ve, sin perjuicio de la fecha en que el oficio remitido por la Asociación
Chilena de Seguridad efectivamente haya estado a disposición de las partes, lo cierto es
que el mismo no constituye prueba pericial, sino documental, como quiera que se trata de
un oficio, desnaturalizando de esta forma la prueba ofrecida y decretada, sin que existiera
resolución alguna del tribunal que autorizara esta forma de proceder, estando por lo demás
regulados los términos en que prueba consistente en oficios se rinde en el inciso final del
número 8) del artículo 453 del Código del Trabajo, los que resultan inaplicables en la
especie.

Sexto: Que, en consecuencia, habiéndose decretado la práctica de una pericia y no


habiéndose llevado a cabo la misma, no puede procederse a su valoración por parte del
tribunal, por lo que ninguna omisión se ha cometido en la sentencia impugnada a este
respecto, circunstancia que resulta suficiente para desestimar el recurso de nulidad
deducido, por no concurrir la primera de las causales que se invoca de manera conjunta, a
la luz de lo expuesto en el fundamento segundo que precede, sin perjuicio de lo cual se
pasará a analizar la causal invocada" (Corte de Apelaciones de Copiapó, sentencia de 21
de febrero de 2012, rol Nº 58-2011).

7. Poderes del juez en la prueba pericial

a. Designación del perito

En principio, la designación del o los peritos debe realizarse de común acuerdo por
las partes, consensuando en el número, calidad, aptitudes y títulos que deban tener.
Sin embargo, a falta de acuerdo, el nombramiento debe efectuarse por el juez, pero
sin que este pueda recaer en ninguna de las dos primeras personas propuestas por
cada parte y necesariamente deberá tratarse de personas que figuren en la lista
elaborada por la respectiva Corte de Apelaciones.

Una vez decretado el informe de peritos (y designada la o las personas que se


desempeñarán como tal) el juez podrá recurrir a cualquier medio idóneo de
comunicación o de transmisión de datos que permita el conocimiento del perito y la
pronta práctica de las diligencias, debiendo adoptar las medidas necesarias para
asegurar su debida recepción y posterior aceptación del requerido, dejándose
constancia de ello.

b. Facultades ante la falta de emisión del informe

Posterior al nombramiento, el juez debe informar al perito su obligación de poner el


informe a disposición de las partes con, a lo menos, tres días de anticipación a la
celebración de la audiencia de juicio oral. Si el informe pericial no fuere evacuado
antes de la audiencia y su contenido fuere relevante para la resolución del asunto, el
juez deberá, dentro de la misma audiencia, tomar las medidas inmediatas que fueren
necesarias para su aportación en ella. Si al término de esta audiencia dichas
diligencias no se hubieren cumplido, el Tribunal fijará para ese solo efecto una nueva
audiencia que deberá llevarse a cabo dentro del más breve plazo (art. 454 Nº 7 CT).

Como punto de partida, llama la atención que el legislador establezca como


requisito la relevancia del contenido del informe pericial para la resolución del asunto,
en circunstancias que el requerimiento de la intervención del tercero experto se ha
efectuado por la necesidad de contar con conocimientos especializados sobre
determinada materia y que, usualmente, no logran satisfacerse con otros medios de
prueba.

Por otro lado, supuesta la relevancia del contenido del informe, se establece como
deber del juez la adopción de medidas inmediatas que fueren necesarias para su
aportación en la audiencia de juicio. Señalado ello, la duda que surge consiste en
determinar cuáles pueden ser las medidas que el juez deba adoptar, teniendo en
consideración la inmediatez que se requiere para la incorporación de este medio de
prueba, en un periodo de tiempo en extremo acotado. Por consiguiente, si al término
de la audiencia de juicio no se hubieren cumplido dichas diligencias —entre nosotros,
lo más probable que ocurra—, el tribunal deberá fijar para el solo efecto de su
verificación una nueva audiencia, que deberá llevarse a cabo dentro del más breve
plazo. Estimamos que la fijación de una nueva audiencia no implica la obligación de
suspender la audiencia de juicio, puesto que de igual manera podrán rendirse los
demás medios de prueba que hayan sido decretados en la audiencia preparatoria.
Con todo, atendida la necesidad del informe para la resolución del conflicto, lo natural
será que se suspenda el curso normal del procedimiento, postergando la dictación de
la sentencia definitiva por no encontrarse incorporados todos los medios de prueba
que el tribunal debe valorar para formar su convicción.

c. Interrogación del perito

Dado que la declaración en la prueba pericial se regirá por las normas de la


testimonial, el perito será interrogado tanto por las partes como por el tribunal,
existiendo las mismas deficiencias respecto de esta última hipótesis, a las que nos
remitimos.

No obstante, es preciso señalar que algunos autores se han referido a las preguntas
que pudiera realizar el juez al perito que es interrogado, señalando que al considerar
que el informe pericial persigue otorgar al magistrado la información técnica sobre
cierta materia, las preguntas que pueda formular al perito son de suma importancia,
para los efectos de aclarar las dudas que tenga al respecto (Fernández, R.).

e) Oficios

1. Concepto y cuestiones preliminares

Se entiende por oficios a aquellas comunicaciones que realiza el tribunal hacia


determinadas instituciones públicas o privadas, con el fin de solicitar y recibir
información relativa a los hechos objeto del juicio. En otras palabras, los oficios son
comunicaciones escritas, referente a los asuntos de las administraciones públicas o
asuntos privados, que digan relación con los hechos materias del proceso (Orellana,
F.; Pérez, A.).

La importancia de los oficios es producto de los avances en materia de


comunicaciones y, consecuentemente, de los medios tecnológicos de los cuales se
puede hacer uso en la actualidad. Del mismo modo, la rapidez y eficiencia de las
comunicaciones entre instituciones hace factible la pronta recopilación de información
que resulta pertinente y útil para el juicio y, específicamente, para dar por acreditadas
afirmaciones fácticas que han sido introducidas por las partes.

De esta manera, los oficios ocupan un papel relevante en el nuevo procedimiento


laboral, puesto que, en ciertas ocasiones, resulta indispensable la adquisición de
datos que no se encuentran a disposición de las partes, sino de terceros que, al ser
requeridos, se encuentran obligados a proporcionarlos y hacerlos llegar al juicio.

Como se ha dicho, la concepción de los oficios como medios de prueba resulta de


las transformaciones experimentadas por la tendencia reformadora, no solo por la
consagración de la libertad probatoria, sino, además, por el establecimiento expreso
de normas que regulen esta actividad. Nada se ha dicho en el proceso civil sobre
estas comunicaciones, dado que no se encuentran en el listado taxativo consignado
en el art. 341 CPC, constituyendo la única hipótesis regulada en el CT que escapa a
la consideración de medios de prueba tradicionales.

Por lo demás, en los oficios puede hacerse uso de cualquier medio idóneo de
comunicación o de transmisión de datos, debiendo asegurarse su debida recepción.
De este modo, es posible en este caso recurrir a la transmisión vía correo electrónico,
fax u otra forma de datos, incluso telefónica, de modo que la información requerida
esté a la disposición del tribunal para la audiencia de juicio (Academia Judicial).
2. Objetivo

La norma base adoptada por el legislador laboral indica que el tribunal despachará
todas las citaciones y oficios que correspondan cuando se haya ordenado la práctica
de prueba que, debiendo verificarse en la audiencia de juicio, requieran citación o
requerimiento (art. 453 Nº 8 inc. 1º CT).

Los oficios tienen por objeto traer al proceso aquella prueba que, por cuestiones de
proximidad, no se encuentra a disposición de las partes y que resulta relevante para
la acreditación de determinadas afirmaciones fácticas referidas al tema de la prueba.
Sin embargo, debemos precisar que el oficio en sí mismo no constituye una probanza,
y dependerá del resultado de la gestión para que lo que se allegue al proceso, se
considere con eficacia probatoria o no, según las reglas pertinentes de admisibilidad,
producción y valoración (Orellana, F.; Pérez, A.).

Con todo, la utilidad de este medio de prueba es manifiesta, dado que


habitualmente las partes necesitan contar con antecedentes que sean aportados de
forma fidedigna por parte de una determinada institución, sea pública o privada, quien
estará obligada a aportarla en los términos requeridos por el tribunal en la respectiva
comunicación.

3. Práctica

Los oficios se decretan y despachan en la audiencia preparatoria, al igual que todas


las citaciones, y el tribunal solo dará lugar a la petición de oficios cuando se trate de
requerir información objetiva, pertinente y específica sobre los hechos materia del
juicio. Así planteado, se concluye que la intención del legislador es clara: solo se
puede requerir la información relativa a elementos precisos de carácter objetivo y que
guarden relación con los puntos de prueba establecidos por el tribunal, no pudiendo
solicitar la emisión de informes mediante los cuales las personas o instituciones
requeridas realicen calificaciones que resulten favorables a una de las partes.

Por su parte, cuando la información se solicite respecto de entidades públicas, el


oficio deberá dirigirse a la oficina o repartición en cuya jurisdicción hubieren ocurrido
los hechos o deban constar los antecedentes sobre los cuales se pide informe. Las
personas o entidades públicas o privadas a quienes se dirija el oficio estarán
obligadas a evacuarlo dentro del plazo que fije el tribunal, el que en todo caso no
podrá exceder a los tres días anteriores al fijado para la audiencia de juicio, y en la
forma que este lo determine, pudiendo disponer al efecto cualquier medio idóneo de
comunicación o de transmisión de datos (art. 453 Nº 8 inc. final CT).

Del mismo modo que en la prueba pericial, si el oficio no fuere evacuado antes de la
audiencia y su contenido fuere relevante para la resolución del asunto, el juez deberá,
dentro de la misma audiencia, tomar las medidas inmediatas que fueren necesarias
para su aportación en ella. Si al término de esta audiencia dichas diligencias no se
hubieren cumplido, el tribunal fijará para ese solo efecto una nueva audiencia que
deberá llevarse a cabo dentro del más breve plazo (art. 454 Nº 7 CT).

Respecto de esta hipótesis, se ha resuelto:

"Cuarto: Que resulta en cambio que la diligencia probatoria a que se ha hecho mención,
reiterada en audiencia de juicio, a efectos de lograr su materialización y finalmente
denegada por el tribunal, corresponde a la que el propio juez de la causa admitió en la
audiencia preparatoria, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 453 Nº 4 del Código del
Trabajo, por tener relación directa con el asunto sometido a su conocimiento y resultar
necesaria para su acertada resolución. Recuérdese que al solicitar la parte dicha diligencia
había hecho presente que tal probanza se relacionaba directamente con la imputación
formulada al actor en la carta de aviso de despido correspondiente, relativa a su
participación en la sustracción de especies de elevado monto de propiedad de la empresa,
resultando evidente como se señala en el recurso, que las copias íntegras de la carpeta de
investigación criminal, que oportunamente debieron remitirse habrían permitido al tribunal
un examen completo y objetivo de todos sus antecedentes, entre otros, de la querella
presentada por hurto frustrado, el parte policial, reconocimiento fotográfico, las
declaraciones de testigos —que el sentenciador echa de menos— y de los inculpados en el
hecho investigado, evidencia de suyo esenciales para poder permitirle probar el punto de
prueba fijado por el tribunal y la alegación de su parte a este respecto.

Quinto: Que dentro de las garantías de todo debido proceso, principio reconocido
constitucionalmente en el artículo 19 Nº 3 inciso 4º de la Constitución Política de la
República, se encuentra la de poder probar las circunstancias que se alegan en defensa de
los propios intereses de la parte, lo que evidentemente en el caso en estudio no se ha
respetado, al haberse sentenciado el conflicto privando a la parte demandada, en efecto, de
la oportunidad, de poder demostrar lo concerniente a los hechos fundantes de la causal de
despido invocada, al negarse el tribunal a la reiteración de una diligencia de prueba
solicitada oportunamente por dicha parte, tendiente a probar su aserto, a la que el juez de
la causa había accedido, pero a la cual finalmente negó cabida invocando para ello la
necesidad de resolver el asunto en el menor tiempo posible, en virtud del principio de
celeridad que informa el procedimiento, claramente conciliable en el caso que se conoce,
no obstante, con el derecho a rendir prueba en el juicio, a la luz de lo previsto en el
artículo 454 Nº 7 del Código del Trabajo, dado el contenido relevante de la información que
se solicitaba" (Corte de Apelaciones de Concepción, sentencia de 12 de enero de 2010, rol
Nº 83-2009).

I) L

a) Cuestiones preliminares

Bien se conceptualizó a la prueba como aquella actividad desarrollada tanto por las
partes como por el juez; a la primera hipótesis nos hemos referido latamente,
convocándonos en esta ocasión el estudio de la iniciativa probatoria judicial en el
marco del procedimiento de aplicación general del trabajo.

La experiencia indica que en aquellos procedimientos dominados por los principios


dispositivo y de aportación de parte, la iniciativa probatoria judicial se encontrará
limitada al ser las partes las encargadas de incorporar al juicio las probanzas de que
piensen valerse para acreditar sus afirmaciones fácticas. Por el contrario, en los
procesos no dispositivos, en los cuales existe prevalencia del interés público, se
reconoce una mayor amplitud para la práctica de pruebas de oficio (Abel, X.).

En efecto, el nuevo procedimiento laboral concede al tribunal la facultad de decretar


en la audiencia preparatoria las pruebas que estime necesarias, aun cuando no las
hayan ofrecido las partes, las que deberán rendirse en la audiencia de juicio (arts. 429
y 453 Nº 9 CT). Con la reforma procesal laboral el rol del juzgador pasó de ser pasivo,
y prácticamente invisible en el contexto de un modelo escriturado y con una dinámica
de delegación de funciones, al establecimiento de un magistrado profesional y
especialista, dotándolo de una serie de potestades públicas explícitas, especialmente
en materia probatoria, que lo han transformado en la manifestación de lo que algunos
llaman juez autoritario, el cual actúa en el proceso oral de conformidad a su particular
criterio, incluso manteniendo su propia teoría del caso, sin que se prevean normas
claras relativas al necesario control de esta actuación, indispensable para que la
garantía del debido proceso sea una realidad (Palomo, D.).

b) Fundamentos de la prueba de oficio

En los procesos dispositivos, normalmente la distribución entre las cargas de las


partes y las facultades del juez obedece a un reparto de funciones, de modo que a las
partes corresponde la proposición de la prueba y al juez el control sobre las pruebas
propuestas en forma de admisión y adecuación de la práctica de la prueba propuesta
a la normativa legal (Abel, X.). El principio de aportación de parte se corresponde con
la esencia de la oportunidad y del principio dispositivo la consecuencia de que sobre
las partes recae la carga de aportar los hechos al proceso, de modo que las
afirmaciones de hechos, en cuanto se refieren al supuesto fáctico contemplado por la
norma jurídica que prevé una consecuencia de esta naturaleza, solo pueden ser
realizadas por las partes (Montero, J.).

Sin embargo, paulatinamente la tendencia reformadora comparada ha avanzado


hacia la publicización de los procesos no penales, de manera tal que el proceso
laboral ha quedado impregnado de cuestiones que lo acercan más a un modelo
inquisitivo que dispositivo. De este modo, resulta inevitable aludir a los fundamentos
históricos que motivan el tránsito de una perspectiva liberal hacia una de corte
publicista.

Si bien el fenómeno publicista tiene un desarrollo paulatino en Europa, su punto de


inflexión se encuentra dado por la dictación de la Ordenanza Procesal Civil Austriaca
de 1895, puesta en marcha por el jefe de sección del Ministerio de Justicia, Franz
Klein. Este personaje, de suma importancia en el Derecho Procesal moderno,
entendió al proceso como un fenómeno social de masa que debía reglamentarse
como instituto de bienestar, que lo llevó a apostar por el aumento de los poderes
discrecionales de los jueces, pudiendo acordar medios de prueba ampliamente,
pasando el juez de juzgar el litigio a dirigirlo en calidad de representante del bien
común (Palomo, D.).

En este contexto uno de los elementos definidores de ese proceso es el refuerzo de


los poderes del juez, el cual no puede seguir siendo un mero contemplador de la
contienda, puesto que debe proteger no solo al individuo, sino también al
Ordenamiento jurídico al servicio de la comunidad, lo que incluye el acordar pruebas
de oficio (Montero, J.).

Un sector de la doctrina habla de un carácter complementario de la iniciativa


probatoria judicial, dado que el juez laboral, al decretar la prueba de oficio,
complementa la actividad probatoria, suple deficiencias probatorias, pero las partes
son las principales actoras en materia de proposición de pruebas, es decir, las partes
son las que tienen el derecho a la prueba, por lo que la ley les otorga amplias
posibilidades de proponer los elementos de convicción que estimen necesarios para
el éxito de sus pretensiones, por tanto las interferencias de terceros deben ser ínfimas
para garantizar la eficacia de este derecho fundamental (Fernández, R.). Sin
embargo, otros autores consideran que la prueba de oficio genera indudablemente
una desigualdad de armas no porque el actor o demandado tenga un derecho a que
se falle la causa sin prueba de su contraparte, sino porque una de las partes gana con
la ayuda de su contraparte, deliberada o no, del juez de la causa (Palavecino, C.).

c) Limitaciones a la prueba de oficio

Bien se ha advertido que el legislador laboral no ha establecido limitaciones


expresas a la iniciativa probatoria de oficio. Sin embargo, la doctrina es pacífica en
determinar que deben existir, además de los límites generales de la prueba, diversas
restricciones específicas a la prueba decretada de oficio por el tribunal. Seguimos en
este punto al autor Xabier Abel Lluch (Abel, X.), quien postula las limitaciones que
trataremos a continuación.

En primer lugar, se encuentra la imposibilidad de introducir hechos no alegados por


las partes, puesto que ello afectaría al proceso y los hechos discutidos. El objeto del
proceso es definido exclusivamente por las partes en los actos de discusión y,
conforme a ellos, el juez debe limitarse a determinar los hechos sustanciales,
pertinentes y controvertidos que deben ser objeto de la prueba.

En segundo lugar, hallamos la imposibilidad de utilizar fuentes probatorias distintas


de las existentes en el proceso, dado que ello afectaría al juez y a su imparcialidad.
Un ejemplo de ello consiste en que el juez solo pueda decretar la comparecencia de
testigos con tal que estén aludidos en los escritos de demanda y contestación. De no
cumplir con estas dos limitaciones, el magistrado se convertiría en un verdadero
inquisidor, al realizar una tarea que corresponde a las partes (Fernández, R.). En
efecto, la introducción de hechos no invocados por las partes y de fuentes probatorias
distintas de las ofrecidas por estas, llevaría al juez a adquirir el papel de investigador,
en circunstancias que ello resulta totalmente incompatible con la función de resolver
el conflicto.

En tercer lugar, la necesidad de permitir contradicción de las partes, proponiendo


nuevas pruebas y participando en toda la práctica de la actividad probatoria. Afecta a
las partes y a su derecho a defensa. De esta limitación debemos distinguir dos
manifestaciones. La primera de ellas consiste en que las partes puedan controvertir la
prueba decretada de oficio por el tribunal, dado que en el ejercicio de esta potestad el
juez debe someterse a los mismos límites establecidos para las partes, a efectos de
que la información ingresada sea objetiva y contrastada. Por otro lado, la segunda
apunta a la posibilidad de las partes para ofrecer una contraprueba que les permita
desvirtuar la prueba decretada de oficio por el tribunal.

J) L

Bien se ha señalado en innumerables ocasiones que el modelo procesal adoptado


en sede laboral ha discernido claramente en las finalidades de sus dos audiencias
centrales, entendiendo que la audiencia preparatoria está destinada al ofrecimiento de
la prueba, en tanto la audiencia de juicio a la rendición de ella. Sin embargo, este
esquema general, adoptado también por los demás órdenes procesales reformados,
ha admitido dos excepciones bajo la denominación de prueba no solicitada
oportunamente, las que, sin embargo, no han encontrado un reconocimiento
normativo en materia laboral.

La primera de estas instituciones corresponde a la denominada prueba nueva o


prueba de nueva noticia, entendiendo por tal a aquella que no pudo ofrecerse en la
oportunidad procesal pertinente por ignorarse su existencia por las partes. Así, el
art. 336 inc. 1º CPP establece que, a petición de alguna de las partes, el tribunal
podrá ordenar la recepción de pruebas que ella no hubiere ofrecido oportunamente,
cuando justificare no haber sabido de su existencia sino hasta ese momento. El
inc. 2º del art. 63 bis de la Ley Nº 19.968 requiere, además, que el juez considere que
estas pruebas resulten esenciales para la resolución del asunto.

La segunda excepción se encuentra dada por la denominada prueba sobre prueba¸


entendiendo por tal a aquella prueba no solicitada oportunamente, que recae sobre un
medio probatorio incorporado al juicio que se ha controvertido por adolecer de algún
defecto legal. Sobre ella se pronuncian los arts. 336 inc. 2º CPP y 63 bis inc. 2º de la
Ley Nº 19.968, los cuales disponen que, si con la rendición de una prueba surgiere
una controversia relacionada exclusivamente con su veracidad, autenticidad o
integridad, el tribunal podrá autorizar la presentación de nuevas pruebas destinadas a
esclarecer esos puntos, aunque ellas no hubieren sido ofrecidas oportunamente y
siempre que no hubiere sido posible prever su necesidad.

Si bien el legislador laboral no ha dispuesto una norma específica para rendir en


una oportunidad distinta aquella prueba cuya existencia se ignoraba por la parte,
algunos autores han sostenido que ella resulta procedente en el procedimiento de
aplicación general. Así, se ha señalado que, siempre en el contexto de casos graves y
justificados, la prueba nueva podría permitirse en razón de los artículos 429 inciso 1º
(facultad del juez para pedir pruebas nuevas) y 454 Nº 9 (facultad del juez para pedir
aclaraciones) del C. del Trabajo, sin perjuicio de las normas para los incidentes y
casos de suspensión. Converge además el artículo 432 del mismo texto que remite a
los artículos 321, 322 y 326 inciso 2º del C. de Procedimiento Civil sobre prueba
nueva y al 159 de igual código sobre medidas para mejor resolver, en única o primera
instancia (Utman, F.).

También se ha expuesto que el artículo 454 Nº 2 abre la puerta a una revisión de la


prueba documental cuando se discute su licitud, por lo que la prueba sobre prueba no
sería una institución tan ajena a estos procedimientos. Sin embargo, no hay
referencia a otros medios, en cuyo caso y tratándose de casos graves y justificados,
podría igual concederse en atención al aforismo que reza que a la misma razón, la
misma disposición, tomando como expresión de esa razón el citado artículo 454 Nº 2
del C. del Trabajo (Utman, F.).

Sin embargo, en una posición contraria se ha sostenido que, con la modificación de


la Ley Nº 20.260, en cuanto a que establece los casos específicos en los que se
admite prueba fuera de la audiencia de juicio —los casos excepcionales relativos al
informe de peritos y de los oficios solicitados como al entorpecimiento alegado en el
caso del citado a confesar—, no resulta admisible otra prueba distinta de aquella que
haya sido ofrecida y admitida, presentada en la oportunidad procesal correspondiente
(Academia Judicial). En el mismo sentido se ha pronunciado una parte de la
jurisprudencia, optando por rechazar la procedencia de la prueba no ofrecida
oportunamente por no haberse previsto por la ley, a diferencia de lo que ocurre en
materia penal y de familia, así como por no poder aplicarse supletoriamente las
normas del proceso civil, por ser contrarias a los principios que informan el
procedimiento en materia laboral.

Así, se ha fallado:

"Sexto: Que, en este marco, el legislador dispuso que la prueba en estos procedimientos
judiciales debería ofrecerse en la audiencia preparatoria (artículo 453 del Código del
Trabajo), precluyendo el derecho de la parte si no se ofrece en esa oportunidad, sin
disponer de otra instancia para ello. Ello es, evidentemente, contrario a lo que ocurre en
otros procedimientos judiciales, por ejemplo, en materia penal, en que el legislador
estableció esa posibilidad en ciertas circunstancias especiales (artículos 278 y 336 del
Código Procesal Penal).

Séptimo: Que, lo anterior no se controvierte por lo dispuesto en el artículo 321 del Código
de Procedimiento Civil, ya que si bien el artículo 432 del Código del Trabajo establece la
supletoriedad de las normas dispuestas en los Libros I y II de aquel Código, ello se sujeta,
evidentemente, a la compatibilidad de los principios de éstas a aquellas, cuestión que
evidentemente en este caso no acontece. Aún más, lo dispuesto en el artículo 321 se
refiere a una cuestión diversa de lo planteado por la recurrente en este caso, ya que esta
norma regula los supuestos de ampliación de la prueba, en el marco de un procedimiento
escrito, rígido y de doble instancia, elementos que no concurren en la especie" (Corte de
Apelaciones de Valparaíso, sentencia de 25 de enero de 2016, rol Nº 435-2015).

Con todo, es forzoso advertir que la jurisprudencia de nuestros tribunales superiores


no ha sido uniforme, de manera que también han existido ciertos pronunciamientos
que, aunque tímidamente, reconocen la procedencia excepcional de la prueba no
solicitada oportunamente. De este modo, se ha resuelto:

"Cuarto: Como primera cuestión, ha de decirse que el hecho que una de las partes no rinda
la prueba que pueda ser útil a sus pretensiones no configura per sé infracción al debido
proceso, pues tal garantía —en lo que a la prueba se refiere— resguarda la posibilidad de
ofrecer y rendir prueba conforme al mandato legal y en la especie ello no aconteció, ya que
la demandada tuvo la posibilidad de ofrecer la prueba testimonial y declaración de parte,
alegó entorpecimiento y pudo deducir los recursos legales correspondientes, sin que el
hecho de no haberla rendido finalmente sea imputable a una vulneración del debido
proceso y menos que ello tenga el carácter de sustancial. Lo mismo se advierte en el caso
de la prueba nueva, que excepcionalmente se permite, en términos que su admisión se
encuentra limitada a la concurrencia de supuestos legales, que en la especie el juez
desestimó.

Sexto: A mayor abundamiento, en lo que a la incorporación de prueba nueva se refiere,


atendido el contenido que se anuncia del documento, su inclusión en el juicio carece de
influencia en lo dispositivo del fallo, puesto que su objetivo era demostrar pérdidas en la
empresa sin que conste en alguna parte del fallo o se haya llegado a establecer que el
pago del bono no operaba en caso de pérdidas como pretende la demanda" (Corte de
Apelaciones de Santiago, sentencia de 13 de noviembre de 2017, rol Nº 1236-2017).

Con todo, consideramos que negar la posibilidad de incorporar prueba no solicitada


oportunamente, cuando su existencia era ignorada por la parte que pretende su
rendición o cuando es necesaria para resolver la controversia sobre la eficacia de un
medio de prueba, impide, en cierto sentido, el efectivo ejercicio del derecho a la
prueba como parte integrante del debido proceso. Por ende, consideramos necesario
que el estatuto laboral cuente con una norma que permita incorporar, aun
extemporáneamente, aquellas probanzas que permitan a las partes complementar la
actividad desplegada en la audiencia de juicio, considerando que no les resulta
imputable su falta de rendición en la oportunidad procesal pertinente.

En todo caso, cabe señalar que han existido intentos legislativos tendientes a
regular estas hipótesis en el procedimiento laboral, siendo ejemplo de ello el Boletín
Nº 11.210-113, en el cual se establece:

"En otras ramas del derecho procesal, como lo son el derecho de familia y el derecho
penal, el legislador si contempla lo señalado anteriormente y lo califica como "prueba
nueva" colocándose en el supuesto de que las partes encontraron, antes de la audiencia de
juicio, pero ya transcurrida la audiencia preparatoria, medios probatorios que no existían o
que no sabían de su existencia y, que por tanto, no fueron oportunamente ofrecidos. De lo
anterior se concluyen dos requisitos copulativos que deben ser probados por la parte que lo
solicita, el primero es que no se sabía de su existencia, siendo carga de la parte
argumentar cómo era posible que desconociesen dicha prueba y, segundo, que resultan
esenciales para resolver la controversia.

A mi juicio, no existe argumento alguno que determine la razón de excluir dicha facultad a
las partes en un litigio, tomando en consideración que en otras ramas del derecho, las
cuales tienen un procedimiento prácticamente idéntico lo contemplan, por lo que estimo que
debe ser regulado, con el fin que en un litigio se rindan todas las pruebas suficientes que
faciliten al sentenciador dar una solución justa y sobre todo informada a la controversia.

Es por ello, que el motivo de la presente moción es proponer que se admita la recepción de
pruebas que no hayan sido ofrecidas oportunamente, cuando justifiquen las partes, no
haber sabido de su existencia sino hasta ese momento y siempre que el juez considere que
resultan esenciales para la resolución del asunto".

Así, la moción culminaba con la propuesta normativa del siguiente tenor: "Artículo
único: Modifíquese el Código del Trabajo, de la siguiente manera: Agréguese un
nuevo artículo 454 bis, lo siguiente: "Prueba no solicitada oportunamente. A petición
de alguna de las partes, el juez podrá ordenar la recepción de pruebas que ellas no
hayan ofrecido oportunamente, cuando justifiquen no haber sabido de su existencia
sino hasta ese momento y siempre que el juez considere que resultan esenciales para
la resolución del asunto".

Si bien este proyecto de ley se encontraba bien encaminado, no lograba abarcar la


totalidad de los supuestos aludidos, dado que solo hacía referencia a la institución de
la prueba nueva. Por ello, siguiendo la misma línea, se ha elaborado una nueva
moción parlamentaria, materializada en el Boletín Nº 11.547-13, el cual señala: "El
presente proyecto tiene como objetivo incorporar al Código del Trabajo un nuevo
artículo "454 bis" el cual contenga una disposición expresa sobre prueba nueva,
otorgando de esta manera la instancia para poder probar la verdad de todos los
hechos directos y circunstanciales a través del aporte de prueba nueva relevante.
Esta inclusión no solo busca ser conteste con los principios del proceso laboral, sino
también, estar conforme a la garantía constitucional del debido proceso consagrada
en el artículo 19 Nº 3 de la Constitución Política".

De esta manera, culmina con la redacción del proyecto de ley en los siguientes
términos: "Artículo Único. Modificase el Código del Trabajo incorporando un nuevo
Artículo 454 bis que verse de la siguiente manera: "Artículo 454 bis. A petición de
alguna de las partes, el tribunal podrá ordenar la recepción de pruebas que no
hubiere ofrecido oportunamente, cuando justificare no haber sabido de su existencia
sino hasta ese momento y siempre que el juez considere que resultan esenciales para
la resolución del asunto.

Si con ocasión de la rendición de una prueba surge una controversia relacionada


exclusivamente con su veracidad, autenticidad o integridad, el tribunal podrá autorizar
la presentación de nuevas pruebas destinadas a esclarecer esos puntos, aunque ellas
no hayan sido ofrecidas oportunamente y siempre que no haya sido posible prever su
necesidad".

Bien se ha dicho que las normas que regulan el juicio oral deben establecer la forma
en que las partes pueden ofrecer e incorporar las pruebas al juicio, facilitando el
conocimiento de la contraparte con anticipación para que pueda preparar su defensa.
Sin embargo, esta premisa puede tener matices cuando se trata de casos graves y
calificados, como es la ignorancia inimputable de aquella prueba que resulta esencial
para la resolución del conflicto y cuando su necesidad de rendición nace con
posterioridad a la oportunidad procesal pertinente, sin que esto fuera previsible por las
partes.

Por lo demás, casi sobra decirlo, ello encontraría como fundamento una cuestión
que a menudo suele olvidarse por el legislador procesal laboral, como es el derecho
al debido proceso y, más específicamente, el derecho a la prueba. Si bien la doctrina
ha señalado que este derecho se encuentra limitado por requisitos de carácter
extrínseco, referidos a las formalidades en la proposición de la prueba, ello no puede
pregonarse de una forma rígida e irreflexiva que lleve a cuestionar el carácter justo y
racional del procedimiento, en circunstancias que la misma racionalidad fundamenta
que tales limitaciones cedan ante supuestos que permitirían arribar a una decisión
más justa.

La esencia del proceso, como garantía, incluso en el ámbito laboral, es ineludible e


imprescindible para el legislador y para el juez. No se trata de una cuestión opcional,
sino que nos encontramos en presencia de principios fundamentales que se
concretan en exigencias comunes a todos los procesos. No entenderlo así es
consolidar una mirada en buena medida miope de lo que debe ser una Justicia
moderna, que bajo la excusa de la oralidad y sus reglas conexas así lo imponen
seguirá secuestrada por la trampa de las estadísticas y la retórica de la búsqueda de
la eficiencia, sacrificando elementos esenciales para brindar una Justicia
objetivamente de calidad (Palomo, D.).

K) V

a) Concepto y cuestiones preliminares

En diversos textos que abordan el tema de la prueba, es fácil encontrar utilizadas


como expresiones sinónimas las siguientes: apreciación, interpretación y valoración.
Es del caso realizar una revisión de este relevante aspecto que deslinde desde el
inicio estas ideas que, siendo conexas, refieren a actuaciones que son diversas
(Calamandrei, P.).

La primera de estas expresiones, en estricto rigor, debe servir para dar cuenta de
una fórmula que engloba las dos siguientes, esto es, la interpretación y la valoración
de las pruebas, con la que se obtiene el convencimiento del juzgador de la certeza de
un hecho o para fijarlo formalmente a los efectos del proceso. Dicho esto, veamos
que debe entenderse por interpretación y valoración.

La labor de interpretación refiere a un momento previo al de la valoración. En efecto,


tras la práctica de la prueba, cualquiera que sea, debe el juez determinar cuál es el
resultado que se desprende de ella. Si tomamos el ejemplo de la prueba testimonial
se tratará de determinar qué es lo que el testigo dijo en su declaración, estableciendo
de una manera cierta el significado de las expresiones del testigo. Esta determinación
o establecimiento del resultado de cada prueba es fruto de la labor de interpretación.

A su turno, la labor de valoración da cuenta de un momento posterior, cuando ya se


ha determinado el resultado de cada prueba, en el ejemplo, se ha establecido de
modo cierto lo que el testigo dijo, y se refiere a la determinación de la credibilidad que
cabe conceder al resultado. Siguiendo con el ejemplo, corresponde la decisión en
torno a si se dará crédito a lo dicho por el testigo.

La apreciación consistirá entonces, retomando ahora con el concepto inicial, en que


a partir de la opción por ciertas pruebas (que han sido interpretadas y valoradas) que
hace el juez, establece la verosimilitud de una determinada versión de los hechos, lo
que se hace poniendo en relación los distintos materiales probatorios (directos e
indirectos) con lo que se busca obtener el convencimiento de la certeza de un hecho
o para fijarlo formalmente a los efectos del proceso (Palomo, D.).

b) Sistemas de valoración de la prueba

No existe consenso en doctrina al momento de agrupar los sistemas de valoración


de la prueba, existiendo diferencias para determinar cuáles son y las características
esenciales de ellos. Sin embargo, digamos de entrada que, de acuerdo con la
posición más acertada, es posible distinguir dos sistemas de valoración de la prueba:
el sistema de prueba legal y el sistema de libre valoración.

La prueba legal o tasada corresponde a aquel sistema probatorio mediante el cual


se establece un listado taxativo de medios de prueba y una valoración a priori de
estos por la ley. El legislador, sea por respeto al principio de aportación de parte o en
aras a la seguridad jurídica, introduce normas que contemplan medios de prueba
mediante los cuales se producirá la fijación fáctica, o al menos, la favorecerá,
solamente cumpliendo las exigencias que la misma norma establece. Se trata, por
tanto, de conocer el contenido concreto de estas normas y comprobar
escrupulosamente el cumplimiento de sus presupuestos y requisitos (Bonet. J.).

Esta noción corresponde al período del Derecho Común romano-canónico, donde la


prueba legal consistió en una construcción teorética y racional, que en virtud del
estudio analítico y formalista de los juristas permitió establecer criterios concretos de
admisión y valoración de las probanzas. La opinión de los jurisconsultos más
relevantes ("la opinión común"), constituía la base para resolver todos los problemas
probatorios sobre la base de los cálculos y medidas establecidas en los textos
doctrinarios. Por ello, las pruebas no tenían que ser pesadas sino más bien contadas
por el juez, a partir de los aludidos parámetros teóricos (Meneses, C.).

Por otro lado, cuando recibe aplicación el sistema libre el juez decidirá, según su
criterio, la valoración de la prueba. Se considera por el legislador que es el sistema
que facilita, da sentido y hasta potencia la adecuada reflexión judicial valorativa a la
luz de las pruebas rendidas, por regla general, con presencia e intervención efectiva
del juez (Palomo, D.).

Si bien el sistema libre persigue una valoración razonada y motivada, ello no


siempre ha logrado materializarse, debida la consagración de la íntima convicción.
Este sistema encuentra origen histórico en la Revolución francesa, especialmente a
partir del establecimiento del jurado en el proceso penal, donde se instala la idea de
que el jurado no podía estar vinculado a regla legal alguna en la valoración de las
pruebas. Esta fórmula, que luego se traspasó desde el jurado y el proceso penal a los
jueces técnicos y al proceso civil, se resumía básicamente en dos consideraciones:
a) La valoración de la prueba no consiste en un ejercicio de la razón, sino en una
declaración de voluntad; b) Esa declaración no tiene que ser motivada. Con ello, las
notas que caracterizan a este sistema son las de voluntad discrecional, no motivación
e irresponsabilidad (Montero, J.).

Por consiguiente, dado el desapego del sistema de íntima convicción a las


exigencias que impone el derecho al debido proceso, como es la motivación de la
decisión judicial, los órdenes procesales modernos se han alejado hacia una
concepción más respetuosa de estos postulados esenciales. Por ello, las normas
legales de valoración probatoria que dan contenido al sistema de prueba legal o
tasada se traducen en la positivación de algunas "máximas de la experiencia" que, en
algunos casos ha sido entendido como el paso necesario para evitar los repetidos
errores de valoración de jueces dejados en libertad de valoración (De la Oliva, A.).

Sin embargo, la asunción de la convicción judicial como función de la actividad


probatoria ha ganado terreno frente a las demás respuestas, especialmente en un
contexto de reformas en donde el paradigma de las reglas legales de valoración va
siendo sustituido (en buena medida) por un sistema de valoración libre de acuerdo a
la sana crítica. Las reglas de la sana crítica, las máximas de la experiencia del propio
juez (adquiridas gracias a su experiencia de vida y cultural), se convierten en el
camino que se debe seguir en la valoración de las pruebas practicadas, que deben
servir a su crítica o depuración sostenida en la razón, la madurez, el buen sentido
lógico y el sano juicio, las que son el soporte de una valoración probatoria razonada,
responsable y motivada. En otras palabras, una valoración libre, pero sujeta a reglas
de la razón y de la lógica (Palomo, D.).

Dicho esto, debemos precisar que la sana crítica, en sí misma, no constituye un


sistema de valoración de la prueba. Ello se debe a que este modelo rige como una
limitación al sistema libre, estableciendo a sus reglas como aquellos parámetros que
el juez no podrá vulnerar al momento de apreciar la prueba. No obstante, en sentido
amplio y partiendo de las acepciones que nos da el Diccionario de la Real Academia
Española de la Lengua, aplicándolas al interés de la unidad conceptual de sana
crítica, aplicado al proceso de enjuiciamiento judicial, se ha entendido que la sana
crítica es el sistema, técnica y arte de juzgar atendiendo a la bondad y verdad de los
hechos, sin vicios ni error; mediante la lógica, la experiencia, la equidad y las ciencias
y artes afines y auxiliares a la moral, para alcanzar y establecer, con expresión
argumentativa, la certeza sobre la prueba que se produce en el proceso (Barrios, B.).

Sin perjuicio de todo lo anterior, es forzoso destacar que tanto el sistema de prueba
legal o tasada como el sistema de prueba libre de acuerdo a las reglas de la sana
crítica se sostienen en las denominadas "máximas de la experiencia", elementos
centrales en la actividad de apreciación probatoria en general y de la valoración en
particular, claro está que en un caso impuestas y aseguradas por expresa disposición
de la ley, y en el otro, señaladas como el camino o el método a través del cual deberá
el juez valorar las pruebas. De este modo, dado que incluso en aquellos
ordenamientos jurídicos que han implementado reformas hacia la valoración libre
conforme a la sana crítica, subsisten reglas legales de valoración de algunos medios
de prueba o se prohíben actividades probatorias ilícitas, debe ser una fórmula mixta la
que finalmente se imponga en la explicación de la función de la prueba (Palomo, D.).

c) El sistema de valoración del Código del Trabajo

El art. 456 inc. 1º CT señala que el tribunal apreciará la prueba conforme a las
reglas de la sana crítica, mientras que el inc. 2º dispone que, al hacerlo, el tribunal
deberá expresar las razones jurídicas y las simplemente lógicas, científicas, técnicas
o de experiencia, en cuya virtud les asigne valor o las desestime. En general, tomará
en especial consideración la multiplicidad, gravedad, precisión, concordancia y
conexión de las pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de manera que el
examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence al sentenciador.

Como hemos adelantado, en estricto rigor la sana crítica no constituye un sistema


de valoración, sino que un mecanismo de limitación a la libre valoración de la prueba.
Por consiguiente, debemos entender que el sistema por el cual se ha decantado el
legislador laboral corresponde a la valoración libre, solo encontrándose restringido a
las reglas de la sana crítica. Con todo, de la lectura del precepto citado se desprende
que el legislador procesal laboral utilizó una redacción diferente a la instaurada en
sede procesal penal y de familia, en los cuales se ha establecido expresamente:

"Valoración de la prueba. Los tribunales apreciarán la prueba con libertad, pero no podrán
contradecir los principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos
científicamente afianzados" (arts. 297 CPP y 32 Ley Nº 19.968). Si bien esta fórmula no
señala expresamente que tales reglas y principios son integrantes de la sana crítica, deja
en claro que el juez valorará la prueba en forma libre y que estas constituyen limitaciones a
dicha actividad.

Nuestra Excma. Corte Suprema ha establecido cómo debe apreciar la prueba el juzgador y
qué debe entenderse por valoración conforme a las reglas de la sana crítica, obviando las
diferencias existentes entre la redacción del CT y de los demás textos procesales
reformados. Así, se ha resuelto: "Que la letra b) del artículo 478 del Código del Trabajo
señala: "El recurso de nulidad procederá, además: b) Cuando haya sido pronunciada con
infracción manifiesta de las normas sobre la sana crítica". Por su parte, se ha definido a
estas reglas, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 456 del mismo cuerpo legal, como
aquellas que emanan de la lógica, de las máximas de la experiencia o de los conocimientos
técnicos o científicamente afianzados, debiendo tomarse en especial consideración "la
multiplicidad, gravedad, precisión, concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes
del proceso que utilice, de manera que el examen conduzca lógicamente la conclusión que
convence al sentenciador". Luego, cabe concluir entonces que si bien el juez del trabajo
valora libremente la prueba rendida en el proceso, ella no lo redime de la importante
limitación que contiene el citado artículo 456 del Código Laboral, esto es, no contradecir los
principios de la lógica, no atentar contra los conocimientos empíricos ni resolver
transgrediendo aquellos datos que la ciencia o la técnica se han encargado de dar por
verdaderos" (Corte Suprema, sentencia de 2 de noviembre de 2016, rol Nº 36491-2015).

Dado que las reglas de la sana crítica guardan un carácter extrajurídico, la


redacción utilizada por el art. 456 CT ha provocado inconvenientes. En efecto, la
intromisión de la expresión "razones jurídicas" utilizada por el legislador ha suscitado
diversas interpretaciones, sin que en doctrina o jurisprudencia se haya logrado zanjar
el tema. Entre las posibles acepciones de esta expresión, se encuentran las
siguientes: a) Mero error legislativo; b) Forma de incorporar máximas o principios
jurídico-laborales a las reglas de la sana crítica y c) Remisión a las normas de prueba
legal (Meneses, C.).
Se ha señalado que las razones jurídicas no pueden reducirse a las actuales leyes,
sino que necesariamente se requiere aclarar, desentrañar el contenido, a veces
desviado, inconsistente o incompleto y enriquecerlo con principios, doctrinas, teorías y
lo empírico, teniendo como brújula rectora el fondo de las relaciones laborales y no
eludir su contundente significado, desechando presentaciones bajo el argumento de
ser la forma más sustantiva que hacer, en sí, justicia (Macchiavello, G.).

Por otro lado, el legislador establece que el juez, en general, tomará en especial
consideración la multiplicidad, gravedad, precisión, concordancia y conexión de las
pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de manera que el examen conduzca
lógicamente a la conclusión que convence al sentenciador.

d) Las reglas de la sana crítica

1. Principios de la lógica

a. Concepto y cuestiones preliminares

El primero de los tres grandes pilares sobre los cuales se levanta el sistema de la
sana crítica se encuentra constituido por los principios de la lógica. Por tanto, las
primeras cuestiones a resolver residen en determinar qué se entiende por lógica y
cuáles son sus manifestaciones desde el punto de vista de la valoración de la prueba.

Desde un primer instante, podemos decir que este concepto es, quizás, el más
cotidiano de los situados en el sistema de valoración en estudio, por lo cual una
persona con niveles culturales medios podrá imaginar en términos sencillos qué es la
lógica y, por el contrario, cuándo algo carece de ella. Sin embargo, como es evidente,
el estudio pormenorizado de este concepto requiere de una mayor precisión.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su sexta acepción,


define a la lógica como la ciencia que expone las leyes, modos y formas de las
proposiciones en relación con su verdad y falsedad. Por otro lado, la doctrina
procesalista la ha definido como un sistema que permite verificar la corrección de los
razonamientos y se la identifica como una disciplina normativa destinada a prescribir
cómo se debe pensar (argumentar, inferir) para hacerlo correctamente, destacándose
que su finalidad no es solo enseñar a pensar, sino que pretende hacerlo de modo
correcto, de suerte que se convierte en un control de calidad del razonamiento (Abel,
X.).

b. Características de los principios de la lógica

Siguiendo a Maturana (Maturana, J.), los principios de la lógica guardan las


siguientes características.

a) Las reglas de la lógica son formales, pues indican la manera correcta de razonar.
b) Los principios de la lógica son permanentes e invariables, pues pretender regir
todo pensamiento, determinando la forma correcta de su razonamiento, sin importar ni
el tiempo ni el lugar en que se formule este.

c) Son universales, necesarias y estables, pues son independientes de cualquier


mundo posible.

d) La lógica forma leyes generales y está orientada a la verdad.

e) Los principios de la lógica no expresan cómo son los pensamientos de los


hombres en realidad, ni cómo sería bueno que piensen. Es decir, no son reglas
psicológicas, ni normativas, sino que plantean las condiciones para que el
razonamiento sea válido. No expresan un "deber ser", sino un "tiene que ser".

c. Principios supremos de la lógica

Las manifestaciones de la lógica en el tema que nos convoca, se traducen en una


serie de principios que debe observar el juez al momento de valorar la prueba, tales
son: el principio de identidad, de no contradicción, de razón suficiente y del tercero
excluido.

— Principio de identidad

El principio de identidad se sustenta en que una cosa solo puede ser lo que es y no
otra; esto es que una cosa solo puede ser idéntica a sí misma. La importancia de este
principio lógico radica en que no solo se aplica a la identidad de los objetos en sí
mismos sino, también, a la identidad de los conceptos en sí mismos (Barrios, B.).

De este modo, durante todo el trayecto de la operación mental deben tomarse los
conceptos con un contenido invariable. Si se comienza atribuyendo a un concepto
cierto contenido, debe mantenerse a través de todo el curso de razonamiento, pues,
de otro modo, se estaría manejando en realidad otro concepto y, al finalizar la
inferencia, se encontraría no en el concepto primitivo, sino con uno distinto, lo cual
propiciaría a que la conclusión sea falaz (Cerda, R.).

Se ha resuelto por nuestra Corte Suprema:

"Que la vulneración a la sana crítica se ha hecho consistir en la infracción de los principios


de identidad, del tercero excluido, de no contradicción y de razón suficiente. Al respecto,
cabe señalar que el principio de identidad se identifica con la máxima de que "todo ser es
idéntico a sí mismo" e implica que al aplicarlo a la argumentación en el mundo jurídico no
puede existir inferencia alguna que se sostenga sino en el ser, por lo tanto, toda
argumentación debe ser demostrable, coherente y razonable". (Razonamiento Judicial,
Nelson Pozo Silva, Editorial PuntoLex, año 2009; pág. 300) (Corte Suprema, sentencia de
16 de diciembre de 2013, rol Nº 4820-2013).
— Principio de no contradicción

El principio de no contradicción se remonta a la escolástica, en la que se afirmaba


que "todo aquello que es, en cuanto tal, no puede no-ser". Se enuncia de modo
afirmativo señalando que no es posible que una cosa o sujeto sea X y no X al mismo
tiempo (Abel, X.). Por consiguiente, cuando un juez motiva sus resoluciones debe
hacerlo coherentemente. Todos los argumentos que sustenten la sentencia deben ser
compatibles entre sí. No se puede afirmar y negar, a la vez, un hecho de una cosa o
un mismo sujeto, pues los argumentos contradictorios se excluyen mutuamente,
siendo imposible sacar una conclusión válida de ellos (Cerda, R.).

En tal sentido, nuestros tribunales han ilustrado que "el principio de la no


contradicción se hace radicar principalmente en que la proposición y su negativa no
pueden ser, al mismo tiempo, verdaderas, en el mismo sentido. El principio de la no
contradicción permite juzgar como falso todo aquello que implica una contradicción
entre ambos razonamientos, que el recurrente hace radicar en la confrontación entre
el valor de las pruebas incorporadas por su parte con las conclusiones a las que
arriba el juez, esto es, se trata de un cuestionamiento al valor de los antecedentes
probatorios y a las conclusiones a las que arriba el sentenciador" (Corte de
Apelaciones de Talca, sentencia de 3 de junio de 2016, rol Nº 69-2016).

— Principio de razón suficiente

El principio de razón suficiente sostiene que todo hecho que ocurre tiene alguna
razón, causa o motivo que lleva a su despliegue o verificación. En el ámbito procesal
el principio de razón suficiente significa que el juez debe expresar en la valoración
probatoria su ratio decidendi. Del mismo modo que los litigantes deben fundar sus
pretensiones y aportar sus medios de prueba (principio de aportación de parte) el
tribunal debe expresar las razones por lo que da crédito a determinados medios de
prueba y tiene por probados unos hechos y otros por no probados (deber de motivar
la resolución judicial) (Abel, X.).

De este modo, se ha sostenido que en el ámbito procesal toda argumentación de


los litigantes debe fundarse para ser aceptada por el tribunal; luego, toda decisión del
órgano jurisdiccional debe contener argumentos que la justifiquen, para ser entendida
y controlada por las partes y por la comunidad (Cerda, R.).

Sobre este principio, nuestros tribunales han resuelto: "Que, adicionalmente, como
se ha visto, el recurrente ha sostenido que se ha vulnerado el principio de razón
suficiente. De acuerdo con dicho principio, "todo objeto debe tener una razón
suficiente que lo explique". Lo que es, es por alguna razón, "nada existe sin una
causa o razón determinante", dado que según Wilhelm Leibniz —quien lo planteó—
nuestros razonamientos están fundados sobre dos grandes principios: el de
contradicción, en virtud del cual juzgamos falso lo que implica contradicción, y
verdadero lo que es opuesto o contradictorio a lo falso, y el de razón suficiente, en
virtud del cual consideramos que no podría hallarse ningún hecho verdadero o
existente, ni ninguna enunciación verdadera, sin que haya una razón suficiente para
que sea así y no de otro modo. Así el principio de razón suficiente nos da respuesta a
una exigencia natural de nuestra razón, según la cual nada puede ser nada más
"porque sí", pues todo obedece a una razón" (Corte de Apelaciones de Antofagasta,
sentencia de 20 de julio de 2018, rol Nº 119-2018).

— Principio del tercero excluido

Algunos autores agregan un cuarto principio integrante de la lógica, señalando que


el principio del tercero excluido se formula estableciéndose que entre dos
proposiciones de las cuales una afirma y otra niega, una de ellas debe ser verdadera
(Barrios, B.). En otras palabras, si hay dos proposiciones opuestas, contradictorias, no
pueden ser las dos falsas, o las dos verdaderas al mismo tiempo, puesto que
necesariamente una de ellas es verdadera y la otra es falsa (Fernández, R.).

Este principio de la lógica recibe una aplicación natural en el ámbito de la prueba,


dado que la actividad probatoria solo versará sobre hechos que sean sustanciales y
pertinentes, pero, además, controvertidos. En efecto, es tal controversia o
contradicción la que permite avizorar dos posiciones antagónicas y concluir que solo
una de ellas puede ser cierta y, por tanto, que una de ellas será falsa.

La jurisprudencia de nuestros tribunales ha reconocido la concurrencia del principio


del tercero excluido como una regla de la lógica, señalándose: "Ahora bien, la parte
que pretenda una revisión de este tipo debe satisfacer el imperativo de demostrar la
vulneración de tales reglas. Por lo mismo, resulta indispensable que las identifique o
señale para el caso concreto, debiendo expresar las razones jurídicas, científicas,
técnicas, las máximas de la experiencia o las razones simplemente lógicas que han
sido infringidas, y entre estas últimas, cuál es el principio de la lógica infringido, es
decir, si el de identidad, de no contradicción del tercero excluido o de razón suficiente;
para luego, explicar cómo, en qué considerando y por qué se habrían vulnerado en el
fallo dichas reglas y principios; qué hechos específicos estarían comprometidos en
esa supuesta vulneración —señalándolo— y, en fin, de qué manera podría alterarse
la decisión adoptada en la instancia respectiva" (Corte de Apelaciones de Santiago,
sentencia de 8 de enero de 2016, rol Nº 1489-2015).

2. Máximas de la experiencia

a. Concepto y cuestiones preliminares

Se ha señalado que las máximas de la experiencia son definiciones o juicios


hipotéticos de contenido general, desligados de los hechos concretos que se han de
juzgar en el proceso, procedentes de la experiencia, pero independientes de los
casos particulares de cuya observación se han inducido y que, por encima de esos
casos, pretenden tener validez para otros nuevos (Stein, F.).
Las máximas de la experiencia son reglas no jurídicas, extraídas de la experiencia a
partir de la observancia de numerosos y similares casos reales, pero independientes
de los casos particulares, que permiten fundar la valoración probatoria del juez, y
cuya eficacia probatoria dependerá de la solidez de la ley científica en que se ampare
(Abel, X.).

Se trata, en síntesis, que el juez al realizar su operación mental de valoración de las


pruebas se vale de situaciones por él vividas y conocimientos adquiridos de cualquier
modo durante su existencia, que integran ni más ni menos que la masa de
conocimientos acumulados de su experiencia. La experiencia, en este sentido, actúa
como un elemento decisivo en todo el proceso de valoración de las pruebas
(Fernández, R.). Por consiguiente, si señalamos antes que integran el acervo cultural
común de las personas, incluido desde luego el propio juzgador, lo normal deberá ser
que el juez las aplique, de acuerdo a su experiencia de vida (Palomo, D.).

Nuestra Excma. Corte Suprema también ha intentado dar un concepto de máximas


de la experiencia, señalando:

"Que en el sistema probatorio ya mencionado, resulta relevante tener en consideración las


máximas de la experiencia, que son valores de conocimiento judicial erigidos sobre la base
de determinada costumbre general de vida o especiales conocimientos en la materia, que
dan legitimidad y fuerza de convicción para sustentarse como normas de valor general,
independientes del caso específico, pero extraídas de la observación, lo que de ordinario
ocurre en numerosos casos. Por tanto, es factible su aplicación en todos los asuntos de la
misma especie; o bien, se trata de definiciones o juicios hipotéticos de contenido general,
no ligados a los hechos específicos del proceso que provienen de la experiencia, pero
independientes de los asuntos particulares de cuya observación se han inducido y que
pretenden tener validez para otros nuevos. En ese sentido, las máximas de la experiencia
se generan a partir de hechos singulares, repetidos en el tiempo y emergen en el intelecto a
través de un proceso inductivo por aplicación que de ellos realiza el juez y no se agotan con
la situación fáctica presente, pues se prolongan más allá del asunto bajo la litis. Constituyen
razones de injerencia justificadas en la vida real y están restringidas al campo en que se
desenvuelve el juez y conforman su acervo" (Corte Suprema, sentencia de 13 de octubre
de 2014, rol Nº 1821-2014).

Por consiguiente, cuando se trata de comprender en qué área del conocimiento se


ubican las máximas de la experiencia, la respuesta que usualmente se da es que
entran en la cultura media o bien en el sentido común, es decir, en aquel conjunto de
nociones que constituyen el patrimonio cultural difundido en un cierto lugar y en un
cierto momento histórico. Sin embargo, si bien es cierto, no obstante, que no la
agotan (Taruffo, M.). De ello se advierten importantes consecuencias, dado que
cuando las máximas de la experiencia integran el acervo cultural común de las
personas deberá el juez aplicarlas de oficio. Al contrario, cuando no integren este
acervo cultural común y se trate de reglas o máximas de la experiencia
especializadas, deberán ser objeto de prueba, aun cuando el juez, por las razones
que sean, tenga adquirido en su conocimiento las máximas de la experiencia
especializada pertenecientes o propias de una determinada ciencia o arte (Palomo,
D.).

b. Características de las máximas de la experiencia

Siguiendo al autor español Xavier Abel Lluch, las máximas de la experiencia tienen
las siguientes características:

a) Se trata de máximas o reglas, esto es, de proposiciones de naturaleza


tendencialmente general.

b) Tienen un carácter general y fundamento empírico.

c) Las máximas de la experiencia no forman parte del material probatorio que los
litigantes suministran al juez, sino del normal conocimiento de las cosas, por lo que,
en principio, no son objeto de alegación ni de prueba por las partes.

d) Las máximas de la experiencia pueden operar como criterio de valoración de la


prueba, integrándose en las reglas de la sana crítica, y contribuyen a justificar el juicio
de hecho, expresando las razones para fijar como probados unos hechos
controvertidos.

e) La máxima de la experiencia se basa en una generalización a partir de la


observancia de una serie de conductas similares, pero su eficacia probatoria vendrá
determinada por la solidez de la ley científica que le sirve de fundamento o sustento
cognitivo.

c. Funciones de las máximas de la experiencia

Las máximas de la experiencia sirven de premisa mayor en las inferencias que hace
el juez para colegir un hecho desconocido a partir de uno conocido, y por ello sirven
de premisa mayor para su razonamiento. El juzgador, utilizando la premisa mayor
(máxima de la experiencia) y la presencia de los hechos conocidos que sirven de
premisa menor —las pruebas rendidas—, puede llegar a una conclusión, el hecho
desconocido. Si este razonamiento nos lleva a una conclusión que es coincidente o
incompatible con las hipótesis a probar, entonces puede afirmarse que él aporta
grados de confirmación o refutación a esta (Maturana, J.). Sobre esta base, Taruffo ha
señalado que las máximas de la experiencia tienen tres funciones, denominadas
heurística, epistémica y justificativa.

— Función heurística

Las máximas de la experiencia desarrollan una función heurística en cuanto


representan un instrumento del que podemos servirnos para formular hipótesis sobre
los hechos de la causa. Asimismo, puede decirse que se trata de la inferencia por
medio de la cual se parte de una circunstancia conocida (un indicio, una fuente de
presunción) para formular una hipótesis en torno a un hecho que no se conoce
directamente, pero que se trata de determinar (Taruffo, M.).

La función heurística también desarrolla un papel importante en el contexto del


proceso, cuando se trata de construir narraciones hipotéticas que se refieran a los
hechos de la causa. Se trata, sobre todo, de las stories que los abogados narran en el
momento en que presentan al juez, en sus alegaciones, descripciones relativas a las
circunstancias de hecho que consideran potencialmente relevantes para la decisión.
Debe tratarse de una buena narración, es decir, de un recuento coherente, ordenado,
que corresponda a lo que constituye la experiencia común relativa a los hechos del
tipo de aquellos que se narran (Taruffo, M.).

— Función epistémica

En el ámbito de la narración de los hechos construida por el juez, las máximas de la


experiencia desempeñan una función epistémica, en cuanto representan instrumentos
de los cuales se sirve el juez para derivar de hechos conocidos, mediante inferencias
fundadas en las máximas, el conocimiento indirecto de hechos sobre los cuales se
debe establecer la verdad. Se trata, en esencia, de la determinación de los hechos
que se produce mediante un razonamiento presuntivo o indiciario. El juez se
encuentra en la situación de tener que verificar las hipótesis que se han formulado
sobre los hechos de la causa, resolviendo las incertidumbres que la han caracterizado
a lo largo de todo el proceso, y las máximas de la experiencia le suministran criterios
cognoscitivos en función de los cuales formula una o varias inferencias relativas a la
verdad o falsedad del enunciado relativo al "hecho desconocido" cuya existencia debe
determinar (Taruffo, M.).

— Función justificativa

La función justificativa que pueden desarrollar las máximas de la experiencia se


manifiesta en el contexto de la motivación de la decisión sobre los hechos de la
causa. En el momento en que el juez construye las argumentaciones destinadas a
representar la justificación externa de la premisa de hecho de la decisión, es decir, de
la determinación de los hechos de la causa, debe formular inferencias que hagan
resultar justificada esta determinación, sobre la base de las pruebas de las cuales
disponía. Sucede a menudo que la credibilidad de las pruebas o la reconstrucción
presuntiva de los hechos relevantes, se sustentan en el recurso a máximas de la
experiencia. Éstas se usan —precisamente— como criterios en función de los cuales
las conclusiones que se trata de justificar se configuran como fundadas racionalmente
en la derivación lógica de premisas determinadas (Taruffo, M.).

3. Conocimientos científicamente afianzados


a. Concepto y cuestiones preliminares

Como lo señala su nombre, existen ciertos datos que la ciencia se ha encargado de


dar por efectivos y que el juez debe considerar al momento de valorar la prueba
rendida. Así, se ha afirmado con certeza que ciencia y proceso están en diálogo. La
ciencia no es imprescindible para el proceso, pero una vez aplicada a unos
conocimientos, el proceso no puede ignorarla, aunque tampoco sobredimensionarla.
Se trata de un diálogo con pluralidad de interlocutores, pues la ciencia interesa al
abogado para plantear su demanda, al perito para fundar sus máximas de experiencia
técnicas, y al juez para motivar la decisión judicial (Abel, X.).

Dentro de los conocimientos científicos o técnicos, entendiendo por tales el conjunto


de conocimientos ordenados y sistemáticos sobre la realidad o algún aspecto de la
misma, es posible encontrar una gran variedad de saberes, desde los conocimientos
que pertenecen a una ciencia exacta hasta las ciencias humanas como la sociología o
psicología (Fernández, R.).

La convicción según la cual el recurso a los conocimientos científicos asegura


racionalidad y admisibilidad, en tanto la ciencia se funda en el empleo de métodos
controlables y empíricamente verificables, y por tanto, garantizada la certeza de los
resultados, se basa normalmente en la referencia —implícita o explícita— a las
ciencias duras o de la naturaleza. En otros términos, se tiende a considerar que estas
ciencias, valiéndose de métodos empíricos y de aparatos teóricos y matemáticos,
están en capacidad de producir resultados "ciertos" y por tanto, idóneos para
fundamentar una determinación verdadera de los hechos. Sin embargo, al lado del
empleo procesal de las ciencias de la naturaleza, se configura la eventualidad del
empleo de las llamadas ciencias humanas o sociales, como la psicología, la
sociología, la economía, la historia, etcétera. Está claro que estos ámbitos del saber
pueden ser relevantes de distintas maneras en el contexto del proceso (Taruffo, M.).

Se ha resuelto:

"Que los jueces en la valoración de la prueba, de acuerdo con las reglas de la sana crítica,
no pueden contradecir los principios científicamente afianzados, vale decir, le está vedado
ignorar el conocimiento sistematizado, elaborado a partir de observaciones y del
reconocimiento de patrones regulares, sobre los que se pueden aplicar razonamientos,
construir hipótesis y esquemas metódicamente organizados.

En ese campo, la aplicación del método científico y su conocimiento lleva a una forma
superior del saber que se traduce en predicciones concretas, cuantitativas y comprobables,
referidas a hechos observables, pasados, presentes y futuros. Con frecuencia estas
hipótesis pueden formularse mediante razonamientos y estructurarse como reglas o leyes
generales, que dan cuenta del comportamiento de un sistema predictivo que pronostica
cómo actuará dicho régimen en determinadas circunstancias" (Corte Suprema, sentencia
de 13 de octubre de 2014, rol Nº 1821-2014).
b. Características de los conocimientos científicamente afianzados

Siguiendo a Cerda (Cerda, R.), podemos identificar una serie de características del
conocimiento científico:

a) El conocimiento científico es un saber crítico y fundamentado, ya que debe


justificar sus conocimientos y dar prueba de su verdad.

b) Se trata de un conocimiento sistemático, constituyendo un saber ordenado


lógicamente, no disperso e inconexo, de modo que permite relacionar hechos entre sí.

c) Es explicativo, a través de las teorías, leyes y modelos.

d) Es verificable, esto es, susceptible de ser comprobado experimentalmente, o al


menos contrastados experiencialmente.

e) Es metódico, ya que no se adquiere al azar, sino que es fruto de rigurosos


procedimientos, como la observación, reflexión, contrastación, experimentación, etc.,
que en conjunto constituyen el método científico.

f) Es objetivo, vale decir, válido para todos los individuos y no solamente para uno
determinado; pretende conocer la realidad tal como es.

g) Es comunicable, a través de un lenguaje científico, unívoco en términos y


proposiciones, evitando las ambigüedades.

h) Es racional, pues conoce las cosas mediante el uso de la inteligencia, de la


razón.

i) Es provisorio, ya que no entiende a la verdad como algo absoluto, procura más


bien la certeza, considerada como una adecuación transitoria del saber a la realidad;
el saber científico está en permanente revisión, y así evoluciona.

4. Las demás reglas que establece el CT

El art. 456 inc. 1º CT señala que el tribunal apreciará la prueba conforme a las
reglas de la sana crítica, mientras que el inc. 2º dispone que, al hacerlo, el tribunal
deberá expresar las razones jurídicas y las simplemente lógicas, científicas, técnicas
o de experiencia, en cuya virtud les asigne valor o las desestime. En general, tomará
en especial consideración la multiplicidad, gravedad, precisión, concordancia y
conexión de las pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de manera que el
examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence al sentenciador.

Sobre este punto, la doctrina se ha referido a la apreciación comparativa de los


medios de prueba, en oposición a la apreciación individual de los mismos. De esta
manera, se ha señalado que el juez no puede determinar arbitrariamente cuáles
pruebas preferirá, por el contrario, debe sujetarse a los cánones dispuestos por el
legislador; estas reglas, por tanto, guían al magistrado para efectuar una apreciación
comparativa de las pruebas. En otros términos, las reglas generales de la sana crítica
se emplean para apreciar cada una de las pruebas practicadas en el juicio; en
cambio, las demás despegan toda su intensidad una vez realizada la apreciación
individual, al momento de valorar la totalidad de las pruebas por comparación o
exclusión de las diversas versiones obtenidas del facttum probandum y, determinar en
base a qué pruebas se adoptará la decisión fáctica (Fernández, R.).

El aspecto positivo de la apreciación conjunta de las pruebas comporta la necesidad


de poner el resultado de unos medios de prueba con los otros, de suerte que un
medio de prueba no puede valorarse individualmente y desconectado de los demás
practicados (Abel, X.). En efecto, un examen contrastado logra evidenciar las
similitudes y contradicciones producidas por los distintos medios de prueba
incorporados al juicio, de manera que el juez deberá decantarse por la posición que,
conforme a los criterios legales señalados, satisfaga la barrera que permita dar por
acreditados los hechos que la constituyen.

Nuestra Excma. Corte Suprema ha reconocido a la valoración comparativa como


una segunda tarea a realizar en esta materia, señalando:

"La sana crítica está referida a la valoración y ponderación de la prueba, esto es, la
actividad encaminada a determinar primero los aspectos que inciden en la decisión de
considerar aisladamente los medios probatorios, para precisar su eficacia, pertinencia,
fuerza, vinculación con el juicio y cuanto pueda producir fe en el juzgador respecto de su
validez y contribución al establecimiento de la verdad de los hechos controvertidos, esto es
el mérito que puede incidir en la convicción del sentenciador. Luego, en una valoración
conjunta de los medios probatorios así determinados, extraer las conclusiones pertinentes
en cuanto a los hechos y fijar la forma en que sucedieron los hechos. En ambos escalones
deberá tener presente el magistrado las leyes de la lógica, la experiencia y los
conocimientos científicamente afianzados en la comunidad en un momento determinado,
por ello es que son variables en el tiempo y en el espacio, pero estables en el pensamiento
humano y la razón. Este es el contenido de la sana crítica o su núcleo medular; son los
aspectos que no pueden ser desatendidos" (Corte Suprema, sentencia de 25 de abril de
2011, rol Nº 7213-2010).

a. Multiplicidad

En primer término, la multiplicidad se refiere a la consideración de la mayor cantidad


posible de probanzas de que el juez debe valerse para estimar acreditadas las
afirmaciones fácticas aportadas por las partes. Desde una segunda perspectiva, la
multiplicidad se refiere a que el juez debe considerar la variedad de pruebas
producidas en atención a los diversos medios de que las partes podrían valerse.

Particular relevancia sobre la materia tiene la libertad probatoria que domina en el


proceso laboral, toda vez que se ha puesto a disposición de las partes un catálogo
abierto de medios de prueba. En este escenario, si bien resulta lógico exigir al juez
que considere la multiplicidad de antecedentes aportados, puede estimarse como un
deber correlativo a la carga de las partes para acreditar las afirmaciones fácticas que
les corresponde introducir al proceso.

De esta manera, se ha resuelto:

"Octavo: Que, la sentencia recurrida, en su considerando undécimo, refiere que se


incorporó al juicio abundante prueba, de lo que se desprende, que no sólo se trató de la
declaración de las denunciantes sino de una multiplicidad de antecedentes, incluyendo
incluso informes médicos, prueba que no fue controvertida por otra en contrario toda vez
que la demandada no rindió prueba" (Corte de Apelaciones de Temuco, sentencia de 6 de
mayo de 2018, rol Nº 62-2016).

b. Gravedad

La gravedad alude a que las pruebas elegidas tengan la mayor credibilidad respecto
a cómo realmente han sucedido los hechos controvertidos (Fernández, R.). De esta
suerte, el juez debe tener en consideración la facultad de la prueba rendida para
producir su convencimiento en forma concluyente, de manera tal que sea suficiente
para dar por acreditados los hechos aportados por una de las partes.

Así las cosas, tratándose de la gravedad, se debe reflexionar sobre la capacidad de


determinación que las pruebas produzcan en el razonamiento del juez y que le
permitan decantarse por la tesis de hecho de una de las partes.

c. Precisión

La precisión apunta a que las pruebas lleven a la conclusión que se intenta


acreditar, sin que adolezcan de vaguedad o ambigüedad. Por consiguiente, la
precisión puede observarse, en primer término, desde la perspectiva de las partes, en
razón de acreditar en forma certera las afirmaciones fácticas que han introducido al
proceso mediante sus actos de discusión. En segundo término, será el juez quien, al
momento de valorar la prueba, necesariamente deberá tener en consideración el
acierto de las partes al momento de practicar sus probanzas.

Desde luego, las partes tienen la carga de aportar una exposición clara y
circunstanciada de los hechos que fundamentan la demanda y contestación, según
corresponda. Sobre esta base, se advertirá que existen cuestiones generales y
accesorias que intentarán acreditarse a través de diversos medios de prueba,
prefiriéndose a aquella prueba que dé cuenta en forma detallada sobre todas o, al
menos, la mayor parte de ellas.

Se ha fallado:
"Cuarto: que también para arribar a dicha conclusión, se aparta del tenor de la prueba de la
propia demandada, quien acompañó el contrato de trabajo del demandante con un tercero,
de fecha de inicio de 20 de febrero de 2012 —según se indica en el considerando séptimo
— de manera que, si hubiera sido posible extraerla, no podía constituir un impedimento que
abarcara el periodo anterior, comprendido entre el 2 de febrero de 2011 y el 20 de febrero
de 2012, por no haberse presentado durante ese lapso y sin embargo la sentenciadora la
hizo extensiva a todo el periodo demandado sin fundamentación alguna.

Quinto: que, sobre estas bases, la conclusión extraída por la sentenciadora en el párrafo
segundo del considerando décimo en cuanto a la imposibilidad física de cumplir jornada en
el mismo horario para dos empleadores distintos en diferentes lugares viene a ser una
suposición subjetiva desconectada del mérito de la discusión y de la precisión de la prueba
directa rendida, por lo cual se aparta de la sana crítica" (Corte de Apelaciones de Punta
Arenas, sentencia de 1 de abril de 2013).

d. Concordancia

La concordancia, como puede advertirse, apunta a que exista una relación de


coincidencia entre las distintas pruebas que debe valorar el tribunal. Desde esta
perspectiva, se requiere que las probanzas rendidas conduzcan a un mismo resultado
respecto de los diferentes hechos que han sido objeto de prueba, de manera que, a
través de un examen comparativo, el tribunal pueda arribar de forma coherente a la
decisión que manifestará en su sentencia.

Por lo demás, si bien el juez debe tener en cuenta todas estas reglas al momento de
valorar conjuntamente la prueba, queda de manifiesto que la coincidencia requerida
por la ley solo puede satisfacerse a través de una multiplicidad de pruebas, puesto
que será la variedad la que permita denotar la concurrencia de distintos medios hacia
un mismo resultado.

Entre los medios de prueba existe una relación dinámica, por lo que la coincidencia
y contradicción entre ellos influye, no solo sobre el resultado confirmatorio de las
hipótesis a probar, sino que también sobre el grado de confirmación que puede
aportar cada medio de prueba. La concordancia y contradicción entre los medios de
prueba afectan la validez y grado de confirmación que cada uno de ellos aporta,
haciéndolos más o menos creíbles (Maturana, J.).

Se ha fallado:

"Sexto: Que sin perjuicio de lo anterior, y pronunciándose respecto de cada una de las
causales de nulidad invocadas, cabe precisar, en cuanto a la primera de ellas, que de un
examen pormenorizado del fallo es posible advertir que en su fundamento quinto establece
de forma clara y precisa la concordancia que existe de las diversas pruebas rendidas por
ambas partes. En efecto, el sentenciador, para arribar a la conclusión que la demandada no
adeuda las prestaciones que fueron pretendidas por el actor, se remite a la absolución de
posiciones rendidas por las partes, a la prueba testimonial, a los contratos, tanto
individuales como colectivos, a las liquidaciones de sueldos y a un peritaje, que fue
evacuado en base a toda la prueba documental que aportó la demandada, y de la cual, la
contraria solicitó su exhibición" (Corte de Apelaciones de Iquique, sentencia de 27 de marzo
de 2014, rol Nº 10-2014).

e. Conexión

Desde un primer alcance, al contemplar que una segunda labor del juez al momento
de valorar la prueba es realizar un estudio comparativo, quizás sea la conexión el
principal elemento a considerar, puesto que ella da cuenta de la vinculación que
existe entre los diversos medios probatorios de que se han valido las partes.

Pues bien, se ha entendido que la conexión hace referencia a que las pruebas de
cada parte estén unidas por algún lazo, ya sea por emanar de la misma persona, o
bien porque constituyen el complemento para probar los hechos en su totalidad:
algunas comprueban un aspecto de este y las otras una arista diversa (Fernández,
R.).

e) El estándar de prueba en el procedimiento de aplicación general laboral

1. Concepto y cuestiones preliminares

La experiencia del proceso, sobre todo, enseña, aun al gran público, que las
pruebas no son a menudo suficientes para que el juez pueda reconstruir con certeza
los hechos de la causa. Las pruebas debieran ser como faros que iluminaran su
camino en la oscuridad del pasado; pero frecuentemente ese camino queda en
sombras (Carnelutti, F.). En consecuencia, para adoptar una decisión basada en las
pruebas practicadas, el tribunal debe considerar si estas han logrado satisfacer
aquella barrera que permita estimar como efectivamente acreditada una determinada
afirmación fáctica.

Dicho esto, conviene destacar que no se debe confundir nociones que, si bien
tienen vinculación, son completamente distintas, como son los conceptos de estándar
probatorio y valoración de la prueba conforme a las reglas de la sana crítica, en
circunstancias que el primero indica la exigencia de acreditación que debe
satisfacerse para estimar como probado un hecho, mientras que el segundo se refiere
a las limitaciones que tiene el juzgador en el ejercicio apreciativo de las probanzas
rendidas en juicio, en razón de expresar los motivos que lo llevan a las conclusiones
consignadas en su sentencia.

Con todo, se puede sostener que, si bien la sana crítica no es un estándar de


prueba, desde ella se puede dar un concepto más objetivo de este, puesto que a
partir de la justificación de la decisión se explicita el estándar. En otras palabras, si
bien no son lo mismo, el estándar de prueba se evidencia a partir de una adecuada
aplicación de la sana crítica, al efectuarse la valoración racional de las pruebas
(Aguilar, A.).

Pues bien, la duda que debemos resolver a continuación es: ¿Cuál es el estándar
de prueba que rige en materia procesal laboral? La respuesta es incierta, dado que no
existe consenso en doctrina y jurisprudencia sobre la determinación precisa de una
barrera de acreditación, al menos en el procedimiento de aplicación general.

2. La convicción más allá de toda duda razonable

Conviene señalar que, por el contrario, el dilema se encuentra zanjado en terreno


procesal penal, donde el legislador distingue claramente entre el sistema de
valoración de la prueba y el estándar probatorio, consignando que el primero
corresponde a la valoración libre conforme a las reglas de la sana crítica, mientras
que el segundo a que exista convicción más allá de toda duda razonable de que
realmente se hubiere cometido el hecho punible objeto de la acusación y que en él
hubiere correspondido al acusado una participación culpable y penada por la ley
(art. 340 CPP).

Consideramos que la nitidez observada en el proceso penal aflora de una


construcción que liga con lo más esencial de lo sustantivo, conformada por aquella
que quizás sea la principal garantía del imputado: la presunción de inocencia. Sin
embargo, creemos dicha injerencia se justifica por la serie de restricciones que la
facultad punitiva del Estado puede provocar en las garantías constitucionales y, en
especial, de la libertad personal, haciendo que la decisión de optar por un alto
estándar de prueba se encuadre a los derechos fundamentales del imputado.

El juicio penal no es una contienda en la que el tribunal se pronuncia sobre cuál de


las dos versiones ante él presentadas es mejor, sino que es un método (cognoscitivo)
para determinar con certeza la existencia del delito y la participación del acusado.
Entonces el objetivo de un juicio criminal no es elegir entre las historias de las partes,
sino búsquedas unilaterales de la verdad, la que fluye a través de la contradicción
(Cerda, R.).

Con todo, la doctrina ius laboralista ha pretendido que en el proceso laboral se


aplique un estándar en los mismos términos que en materia penal, señalando que, en
definitiva, las razones jurídicas que conducen a proponer un estándar en los términos
ya manifestados, están en el principio de protección que informa el derecho del
trabajo y que establecen que en materia sustantiva la interpretación normativa debe
ser realizada en favor del trabajador (in dubio pro operario) y en el ámbito procesal se
puede ver concretado en una menor exigencia probatoria cuando le corresponde
probar al trabajador (Aguilar, A.).

Es un desacierto pensar que existe una equiparación entre los principios protectores
de las señaladas disciplinas. En efecto, la desigualdad de condiciones materiales
entre empleador y trabajador no puede asimilarse a la carga del Ministerio Público de
derribar la presunción de inocencia del imputado, siendo esta una de las garantías
generales del procedimiento, reconocida expresamente en el art. 4º CPP y en
diversos tratados internacionales sobre derechos fundamentales suscritos y
ratificados por Chile, y que justifica que solo satisfaciendo un alto estándar de prueba
se pueda dictar una sentencia condenatoria con todas las consecuencias jurídicas
que esta conlleva.

3. Preponderancia de la evidencia

De esta manera, forzoso es concluir que debe ser el sistema de preponderancia de


evidencia aquel que sea utilizado en el estándar de prueba del procedimiento
ordinario laboral, esto es, aquel en que sea la prueba más convincente la que
determine el grado de acreditación necesario para la dictación de una sentencia
estimatoria de su pretensión.

Tras considerar que las especificidades de una determinada situación de derecho


material, determina un grado de probabilidad suficiente, la doctrina sueca concluyó
que el juicio podría escapar a la regla de la carga de la prueba cuando existiese un
mínimo de preponderancia de la prueba, es decir, un grado del 51%. Mejor explicado:
si la posición de una de las partes es más verosímil que el de la otra, aunque sea
mínimamente, esto sería suficiente para darle la razón (Arenhart; Marinoni; Núñez).

Sobre esta base, Taruffo ha señalado que el sistema de preponderancia de


evidencia tiene como premisas principales: a) Que se conciba la decisión del juez
sobre los hechos como el resultado final de elecciones en torno a varias hipótesis
posibles relativas a la reconstrucción de cada hecho de la causa; b) Que estas
elecciones se conciban como si fueran guiadas por criterios de racionalidad; c) Que
se considere racional la elección que toma como "verdadera" la hipótesis sobre
hechos que resulta mejor fundada y justificada por las pruebas respecto a cualquier
otra hipótesis; d) Que se utilice, como clave de lectura del problema de la valoración
de las pruebas, no un concepto genérico de probabilidad como mera no-certeza, sino
un concepto específico de probabilidad como grado de confirmación de la veracidad
de un enunciado, sobre la base de los elementos de confirmación disponibles
(Beltrán, R.).

Si se pidiera al actor la demostración de los hechos que fundan su demanda con un


grado excesivamente elevado de prueba, se podría objetar probablemente su
inconstitucionalidad, por dificultar el acceso a la justicia, y si el estándar es superior al
fijado para el demandado, por vulneración del principio de igualdad de las partes. Lo
dicho es plenamente aplicable a nuestro sistema procesal reformado, donde la base
normativa para la valoración de la prueba es la sana crítica, procurando siempre
establecer la verdad de los enunciados fácticos, con diferentes énfasis según la
naturaleza del conflicto de que se trate: civil, de familia, laboral, etc. (Cerda, R.).
f) El deber de motivación

La principal razón para abrazar el sistema de prueba libre se funda en la confianza


que debe entregarse al juzgador para cumplir con los cometidos que legal y
constitucionalmente le corresponden. Por ello, el juez será libre para valorar los
medios de prueba rendidos, pero en dicho ejercicio no podrá violentar las reglas de la
sana crítica, a que nos hemos referido. En consecuencia, deberá expresar en su
sentencia las razones jurídicas y las simplemente lógicas, científicas, técnicas o de
experiencia, en cuya virtud asigne valor o desestime las probanzas rendidas. Para
estos efectos, deberá considerar especialmente la multiplicidad, gravedad, precisión,
concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de
manera que el examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence al
sentenciador.

En tal sentido lo ha afirmado la mejor doctrina, al señalar que las reglas de la sana
crítica son máximas de la experiencia judiciales, en el sentido de que se trata de
máximas que deben integrar la experiencia de la vida del juez y que este debe aplicar
a la hora de determinar el valor probatorio de cada una de las fuentes-medios de
prueba. Esas máximas no pueden estar codificadas, pero sí han de hacerse constar
en la motivación de la sentencia, pues solo así podrá quedar excluida la
discrecionalidad y podrá controlarse por los recursos la razonabilidad de la
declaración de hechos probados (Montero, J.). De ahí que importante doctrina afirme
que la sana crítica exige que el juzgador piense y describa su razonamiento de modo
tal que permita al perdidoso comprender las razones objetivas y subjetivas que
influyeron en su ánimo al tomar la decisión que le es adversa y, además, posibilitar
igual conocimiento para que pueda saber lo mismo y, eventualmente, atender los
agravios del impugnante (Alvarado, A.).

Por lo demás, se ha señalado que una de las principales funciones que se asigna a
la motivación consiste en facilitar el control público o ciudadano de la decisión. Se
trata, por tanto, de una función respecto del público en general, pues es un error
pensar que la decisión judicial interesa solo a las partes directamente afectadas por
ella: la sentencia es también un acto público o colectivo, por cuanto representa el
ejercicio de un poder que es público y que por consiguiente ha de ser no solo interna
o procesalmente sino también externamente controlado (Gascón, M.).

Consideramos que la motivación constituye uno de los pilares sobre los cuales se
levanta la concepción racional de la decisión. En cuanto a la motivación, es evidente
que el ordenamiento está orientado hacia una concepción racional de la motivación
judicial cuando impone a los jueces la obligación de motivar sus propias decisiones, la
que puede o no ser objeto de elección por parte del legislador. El signo de esta
elección se halla en las normas relativas a las pruebas, sobre todo en las que se
refieren a su valoración y en las que prevén la obligación del juez de motivar sus
decisiones (Taruffo, M.). Sin embargo, la práctica ha demostrado que el principal
motivo tenido en consideración para una valoración libre ha sido el principal
transgredido por nuestros tribunales laborales y, más aún, por sus superiores
jerárquicos, como veremos posteriormente.

Bien se ha ilustrado por la doctrina que la inmediación, la relación de proximidad


temporo-espacial, utilizada reflexivamente como medio de captación de datos
efectivamente observables, para hacerlos objeto de valoración racional explícita, será,
qué duda cabe, fuente de conocimiento asimismo racional, y, como tal, susceptible de
verbalización y de valoración intersubjetiva, esto es, accesible a la crítica de terceros.
En cambio, tomada como forma de percepción íntima —extrasensorial casi más que
sensorial, a tenor de ciertas formulaciones— de un lenguaje gestual, subliminalmente
emitido (y diríase que también recibido), fuente de datos esenciales y, sin embargo,
tenidos por no expresables con palabras y por incomunicables de otro modo que el
implícito en el sentido último de la decisión, la inmediación se convierte en una suerte
de blindaje del juicio, de coartada o vía de escape del deber de motivar. Y con ello en
peculiar garantía de irracionalidad del enjuiciamiento (Ibáñez, P.).

El autor continúa: "Es por lo que me parece que aquí sigue teniendo actualidad el
reproche de Carnelutti a sus colegas, hace ahora más de 70 años, al imputarles la
exclusiva dedicación al estudio del "proceso" con descuido del "juicio". Y, en efecto,
es ciertamente lo que hay: desentendimiento del verdadero núcleo de la actividad
jurisdiccional" (Ibáñez, P.). Si bien debemos reconocer que mucho se ha avanzado
gracias al establecimiento de la inmediación como un principio intransigible, esta no
puede generar un detrimento en aquellos postulados esenciales del debido proceso
excusándose en que la presencia directa del juez justifica la falta de motivación a la
hora de decidir. De lo contrario, el resultado es claro: existe procedimiento, pero no
racionalidad y justicia.

g) La sana crítica y el recurso de nulidad

El art. 478 letra b) CT señala que el recurso de nulidad procederá, además, cuando
la sentencia haya sido dictada con infracción manifiesta de las normas sobre
apreciación de la prueba conforme a las reglas de la sana crítica. Ello necesariamente
debe concordarse con lo dispuesto en el art. 456 CT, que obliga al sentenciador a
expresar las razones jurídicas y las simplemente lógicas, científicas, técnicas o de la
experiencia, en cuya virtud les asigne valor o las desestime.

Sobre esta materia, se advierte que a la motivación se le atribuye otra importante


función, que consiste en facilitar el control interno de las decisiones judiciales a través
de los recursos legalmente previstos: en cuanto expresión de las razones que
justifican la decisión, la motivación permite a los órganos de control un conocimiento
más claro y detallado de las mismas (Gascón, M.). Sin embargo, debemos destacar
que la tendencia jurisprudencial de nuestras Cortes de Apelaciones al conocer del
recurso de nulidad interpuesto con ocasión de la vulneración de las reglas de la sana
crítica, ha sido adoptar un criterio restringido fundamentalmente por dos factores.
El primero de ellos consiste en la imposibilidad de valorar la prueba rendida ante el
tribunal a quo porque es una facultad privativa de este, atendida la inmediación que
gobierna el procedimiento de aplicación general. En efecto, hay fallos que fundan la
imposibilidad de efectuar una revisión amplia de la sentencia impugnada en él, para
nosotros, desmesurado poder que se le reconoce a la inmediación. Razonan aquellos
en el sentido que, como la prueba ha sido recibida y presenciada personalmente por
el juez que ha dictado el fallo, es él quien está en la mejor posición para poder
interpretarla y valorarla y, consecuentemente, realizar la labor de establecimiento del
sustrato fáctico del proceso en cuestión, lo que no ocurre con el tribunal de nulidad,
quien conoce de la misma de forma mediata (Lorca, N.).

En este sentido, nuestros tribunales han resuelto: "Luego, solo es posible controlar
la motivación de la sentencia por la vía de esta causal si el razonamiento de la
sentenciadora resulta ilógico o irreproducible; pero no está permitido proceder a una
nueva valoración probatoria por pugnar con el carácter de derecho estricto del
presente recurso, así como los principios formativos del procedimiento laboral, como
el de inmediación" (Corte de Apelaciones de Copiapó, sentencia de 12 de mayo de
2017, rol Nº 23-2017).

El segundo motivo radica en que la causal establecida por el legislador para la


procedencia del recurso de nulidad es la dictación de una sentencia en que la
infracción a las reglas de la sana crítica sea manifiesta. Así, se ha fallado: "Conforme
a la causal que se invoca, resulta posible anular una sentencia si el juez, en la
motivación de aquella se aparta en forma manifiesta de los principios de valoración
enunciados en el artículo 456 del Código del Trabajo, de modo que no sea posible
reproducir el razonamiento para arribar a las conclusiones de dicho componente
fáctico. Luego, solo es posible controlar la motivación de la sentencia por la vía de
esta causal si el razonamiento del sentenciador resulta lógico o irreproducible; pero
no está permitido proceder a una nueva valoración probatoria, por pugnar con el
carácter de derecho estricto del presente recurso, así como los principios formativos
del procedimiento laboral, como es la inmediación" (Corte de Apelaciones de
Santiago, sentencia de 20 de octubre de 2016, rol Nº 1669-2016).

Exigir que el yerro debe tratarse de un absurdo o que el mismo apareje señales de
gravedad, nos parece que es forzar la interpretación de la norma y llevarla a extremos
que no han sido queridos por el legislador, sin perjuicio de generar con esa
interpretación un forado gigante que permitiría que sentencias en que se infringen
efectivamente las reglas de la sana crítica no sean anuladas, pues esa infracción,
para los sentenciadores de turno, no era del todo evidente o absurda como se exige
(Lorca, N.).

En el mismo sentido lo ha advertido la doctrina más autorizada, apuntando que


cuando resoluciones de este tipo son recurridas, lo más normal es que resulten
convalidadas en uso de un constructo argumental que se nutre de alguna tópica
referencia a las ventajas de la inmediación, que de este modo se convierte en una
suerte de blindaje de aspectos básicos del juicio de hecho; con el añadido de la
igualmente tópica, ya aludida, afirmación de la inexistencia de un derecho a
determinada extensión de la motivación, que por eso, suele decirse, puede ser
"sucinta" (Ibáñez, P.).

La adopción de esta posición en la jurisprudencia no hace más que confirmar el


retorno de la irracionalidad en la valoración probatoria, dado que la inmediación, en
cuanto requerimiento para la presencia y apreciación de la prueba, se ha
transformado en una excusa no solo para la falta de motivación, sino que, además,
para la renuencia de nuestros tribunales superiores para revisar aquello que ha visto
el juez del fondo en ejercicio de su denominada "facultad soberana".
VII. S

A) A

a) Concepto y cuestiones preliminares

Como acto, la sentencia es aquel que emana de los agentes de la jurisdicción y


mediante el cual deciden la causa o punto sometidos a su conocimiento (Couture, E.).
También puede definirse como el acto del juzgador en el que este emite su juicio
sobre la conformidad o disconformidad de la pretensión procesal con el Derecho y, en
consecuencia, decide estimarla o desestimarla poniendo fin al proceso (Bordalí, A.).

Uno de los objetivos de la Ley Nº 20.087 consistía en configurar el proceso laboral


como un instrumento de pacificación social. En efecto, la historia de la ley señala: "El
proceso laboral está llamado a constituirse en uno de los mecanismos privilegiados
de solución eficiente y oportuna de conflictos en el ámbito laboral, dando con ello las
certezas que los actores sociales requieren para el normal desenvolvimiento de sus
relaciones y la actividad productiva".

En efecto, la tramitación de un procedimiento carecería de sentido si este no llegara


a la resolución del conflicto y, si bien el legislador ha potenciado la solución alternativa
de controversias, la mejor manera de cumplir con los grados de certidumbre jurídica
que requieren las partes, no es otra que a través de la dictación de la sentencia
definitiva, resolviendo el asunto que ha sido sometido al conocimiento de los
tribunales. Sin este acto de vital importancia, el proceso no podría cumplir el rol de
instrumento de pacificación social que ha pretendido el legislador. No obstante,
atendida la relevancia de esta resolución, el juez deberá observar en su
pronunciamiento todas las prescripciones establecidas por la ley, no solo aquellas que
resuelvan de manera sustantiva el conflicto, sino que, además, deberá cumplir con las
normas procesales y los principios formativos del procedimiento que pueden y deben
recibir aplicación, como expresaremos más adelante.

Por lo demás, es en la sentencia donde el juez deberá hacerse cargo de la prueba


rendida, cobrando máxima relevancia los medios de prueba aportados al proceso y la
valoración que de ellos efectúe, toda vez que la acreditación de los hechos que
forman el tema de la prueba determinará la calificación jurídica del caso, permitiendo,
de esta manera, expedir la decisión que ponga término al conflicto. Así, la sentencia
deberá hacerse cargo de los diversos contenidos sustantivos y procesales que
resultan aplicables al caso en particular, poniendo término al juicio con autoridad de
cosa juzgada y consolidando el carácter del proceso como un instrumento de
pacificación social y, en específico, de la actividad productiva. Bien se ha ilustrado
que si al final del recorrido procesal la justicia de la sentencia —de la orden concreta
en función de una comprobación de hechos hipotéticamente previstos por la ley—
reside en el recorrido realizado para alcanzar el resultado, el procedimiento debe
estructurarse de cara a su justificación: debe ser "un proceso justo" (Trocker, N.).

b) Oportunidad y forma de dictar sentencia

El juez podrá pronunciar el fallo al término de la audiencia de juicio o, en todo caso,


dictarlo dentro del plazo de décimo quinto día, contado desde la realización de esta,
en cuyo caso citará a las partes para notificarlas del fallo, fijando día y hora al efecto,
dentro del mismo plazo (art. 457 inc. 1º CT).

Si bien la ley franquea al juez la posibilidad de dictar sentencia oralmente en la


audiencia de juicio, debemos precisar que, en la práctica, aquellas sentencias
dictadas oralmente son las que provienen de un acuerdo entre las partes, lo cual no
se verifica en la audiencia de juicio, sino que en la audiencia preparatoria (Alcaíno, E.;
Lillo, R.). Por consiguiente, la regla general consiste en que los tribunales hagan uso
del plazo de quince días contados desde la realización de la audiencia de juicio para
dictar la sentencia definitiva, debiendo citar a las partes a la audiencia de lectura de
fallo dentro del mismo plazo.

Es preciso señalar que el antiguo procedimiento ordinario también establecía el


plazo de quince días para dictar la sentencia definitiva, sin embargo, las estadísticas
indican que, en la práctica, los tribunales demoraban entre 3 a 8 meses para expedir
su decisión (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

B) C

a) Parte expositiva

1. El lugar y fecha en que se expida. El art. 169 CPC establece que toda resolución,
de cualquiera clase que sea, deberá expresar en letras el lugar y fecha en que se
expida. A ello se le agrega la exigencia de llevar al pie la firma electrónica avanzada
del juez o jueces que la dicten o intervengan en el acuerdo. Debemos recordar que la
firma electrónica avanzada se considera como firma manuscrita para todos los
efectos legales (art. 3º inc. final Ley Nº 19.799), por lo que las resoluciones judiciales
suscritas de este modo no requieren de la firma manuscrita ni de la autorización del
ministro de fe, a menos que la ley lo disponga expresamente (art. 4º Ley Nº 20.886).

2. La individualización completa de las partes litigantes. La designación completa y


específica de las partes del proceso debe efectuarse sobre la base de lo realizado en
los actos iniciales de postulación. En síntesis, se individualizan las partes para efectos
de la cosa juzgada; es decir, para saber a quiénes va a afectar el juicio y, además,
para identificar si previamente las mismas partes promovieron un nuevo juicio, con el
mismo objeto pedido y misma causa pedida (Cortez, G.; Palomo, D.).
3. Una síntesis de los hechos y de las alegaciones de las partes. La síntesis de los
hechos y alegaciones de las partes se desprende de la fase o etapa de discusión, en
que a través de los actos iniciales de postulación y las alegaciones efectuadas en
audiencia constituirán el eje sobre el cual el tribunal deberá expedir su decisión.

En cumplimiento de este requisito, la sentencia debe hacer un señalamiento


resumido de lo que afirmó el actor y de la defensa del demandado, en definitiva, un
resumen del conflicto sometido a decisión del tribunal, lo que es útil para determinar si
el juez entendió el objeto del pleito y si falló todas y cada una de las pretensiones
deducidas. Lo anterior cobra importancia para considerar o no la procedencia de
recursos que eventualmente se puedan interponer (Cortez, G.; Palomo, D.).

b) Parte considerativa

4. El análisis de toda la prueba rendida, los hechos que estime probados y el


razonamiento que conduce a esta estimación. Si la motivación da la posibilidad de
conocer y controlar las razones por las cuales el juez ha cumplido de cierta forma sus
deberes en torno a la valoración de la prueba, de ello se infiere que la motivación
fáctica tiene que justificar todas sus decisiones sobre cada una de las pruebas,
argumentando porqué les asignó valor o las desestimó. Este principio de plenitud de
la motivación en lo que dice relación a la valoración de las pruebas, significa que es
indispensable la apreciación total de las pruebas, porque es evidente que establecer
si cada medio de prueba es o no creíble representa un punto central de la fijación
probatoria de los hechos. Por lo mismo, su motivación no solo debe referirla a las
pruebas que el mismo valoró positivamente y que, por tanto, le sirvieron para
fundamentar positivamente su decisión, sino también con referencia a las que no
consideró fiables o menos fiables que las ya señaladas, sobre todo si las mismas eran
contrarias a la reconstrucción de los hechos que llevó a cabo (Fernández, R.).

Esta norma debe concordarse necesariamente con lo dispuesto por el art. 456 CT,
en cuanto señala que, una vez valorada la prueba conforme a las reglas de la sana
crítica, el juez deberá expresar las razones jurídicas y las simplemente lógicas,
científicas, técnicas o de experiencia, en cuya virtud les asigne valor o las desestime.
En general, tomará en especial consideración la multiplicidad, gravedad, precisión,
concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de
manera que el examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence al
sentenciador.

Una de las principales finalidades que persiguió el legislador al establecer un


sistema de libertad probatoria (ergo, en la valoración) fue reforzar la motivación de la
sentencia, debiendo darse cuenta por el tribunal de todos y cada uno de los medios
de prueba que rindieron las partes durante la oportunidad procesal pertinente, los
hechos que estos lograron acreditar y el razonamiento utilizado para estimar dicha
efectividad. Más aun, tal como se ha expuesto, una materialización del derecho al
debido proceso o a la tutela judicial efectiva corresponde a la motivación o
fundamentación de la decisión del órgano jurisdiccional, consideramos que un justo y
racional procedimiento debe terminar necesariamente por un acto fundado, tanto de
un punto de vista fáctico como jurídico.

De todos modos, y aun cuando la necesidad de motivar las sentencias se ha


convertido ya en una exigencia incontestable, la cultura de la motivación encuentra
una especial resistencia en el ámbito de la prueba. Ello seguramente obedece a que
el juicio de hecho ha pertenecido durante mucho tiempo, sea al ámbito de las
cuestiones jurídicas "no problemáticas", sea a una "zona de penumbra" donde reina el
arbitrio judicial (Gascón, M.).

Lamentablemente, es usual encontrar en las sentencias de nuestros tribunales una


serie de frases tipo que solo consignan una aparente valoración, pero sin explicar
fundadamente el razonamiento utilizado para arribar a las conclusiones que les
permiten adoptar la decisión, ni mucho menos exponer cuáles son las reglas de la
lógica, las máximas de la experiencia o los conocimientos científicamente afianzados
que utilizaron para la correcta motivación del fallo.

5. Los preceptos constitucionales, legales o los contenidos en tratados


internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes, las
consideraciones jurídicas y los principios de derecho o de equidad en que el fallo se
funda. El legislador laboral ha sido claro en requerir la fundamentación del fallo a
través de las distintas normas jurídicas susceptibles de ser invocadas, sean de orden
legal, constitucional o internacional. Sin embargo, como es característico en materia
laboral, se otorga un espacio importante a los principios como una fuente susceptible
de ser invocada para la fundamentación del fallo.

El derecho laboral otorga gran importancia a los principios (entre ellos el protector
con la regla in dubio pro operario o la primacía de la realidad), característica que
también se refleja en esta norma procesal de contenido de la sentencia, indicándole al
juez que debe fallar con la ley y con la Constitución, los tratados internacionales e
incluso los principios, sin que se establezca una suerte de orden de precedencia entre
ellos (Gamonal, S.).

Precisamente esta característica permite avizorar una diferencia con el proceso civil,
en tanto el Nº 5 del art. 170 CPC señala que la sentencia definitiva deberá expresar la
enunciación de las leyes, y en su defecto de los principios de equidad, con arreglo a
los cuales se pronuncia el fallo.

Obviamente el juez tenderá a revisar la ley, en base a nuestra cultura jurídica


deudora de los ideales de la modernidad, aunque interpretará las normas y llenará los
vacíos en base a los principios del derecho laboral consagrados en la misma
Constitución (el de protección y el de libertad sindical) y en los tratados
internacionales respectivos (Gamonal, S.).
c) Parte dispositiva

6. La resolución de las cuestiones sometidas a la decisión del tribunal, con expresa


determinación de las sumas que ordene pagar o las bases necesarias para su
liquidación, si ello fuere procedente. La decisión del asunto controvertido da lugar a la
parte resolutiva o dispositiva de la sentencia, que constituye la obligación del tribunal
de brindar solución a la controversia jurídica laboral que ha sido sometida a su
conocimiento.

En esta parte, la sentencia definitiva deberá pronunciarse sobre las acciones y


excepciones deducidas que no se hubieren resuelto con anterioridad y sobre los
incidentes, en su caso, o solo sobre estos cuando sean previos e incompatibles con
aquellas (art. 458 CT).

Debemos recordar que el Nº 6 del art. 170 CPC establece que la sentencia definitiva
deberá contener la decisión del asunto controvertido, debiendo comprender todas las
acciones y excepciones que se hayan hecho valer en juicio; pero podrá omitirse la
resolución de aquellas que sean incompatibles con las aceptadas. Tal prescripción
consagra el denominado principio de exhaustividad, que se refiere a la necesidad de
pronunciarse sobre todos y cada uno de los puntos litigiosos que hayan sido objeto de
debate, o como señala nuestro legislador, "todas las acciones y excepciones que se
hayan hecho valer en el juicio" (Cortez, G.; Palomo, D.).

7. El pronunciamiento sobre el pago de las costas y, en su caso, los motivos que


tuviere el tribunal para absolver de su pago a la parte vencida. La sentencia deberá
pronunciarse sobre el pago de las costas respecto de la parte vencida, sea en forma
condenatoria o absolutoria, debiendo, en este último caso, expresar los motivos que
considerare para tales efectos.

Para estos efectos debe tenerse en consideración el art. 144 CPC por aplicación
supletoria del art. 432 CT, dado que el legislador laboral no ha establecido una norma
especial en cuanto a la determinación de la condena en costas. En tal sentido, la
norma mencionada dispone que la parte que sea vencida totalmente en un juicio o en
un incidente será condenada al pago de las costas. Sin embargo, podrá el tribunal
eximir a la parte vencida del pago de las costas, cuando aparezca que ha tenido
motivos plausibles para litigar, sobre lo cual se hará declaración expresa en la
resolución.

d) Requisitos de la sentencia inmediata

Debemos recordar que tratándose de los números 1º y 3º del art. 453 CT, esto es,
no contestar la demanda, contestarla sin negar los hechos contenidos en ella, o
allanarse total o parcialmente, el juez podrá hacer uso de esta facultad en la
audiencia preparatoria. La sentencia que se dicte en tal evento solo deberá cumplir
con los requisitos de los números 1, 2, 5, 6 y 7 del art. 459 CT. Ello se explica por la
ausencia de contradicción existente entre las partes y, por consiguiente, la falta de
prueba que permita al tribunal realizar un análisis de la actividad desplegada por
estas.

C) N ,

El art. 457 inc. 2º CT señala que las partes se entenderán notificadas de la


sentencia, sea en la audiencia de juicio o en la actuación prevista al efecto, hayan o
no asistido a ellas. Además, en caso de ser procedente, la sentencia de término será
notificada a los entes administradores de los respectivos sistemas de seguridad
social, con el objeto de que estos hagan efectivas las acciones contempladas en la
Ley Nº 17.322 o en el Decreto Ley Nº 3.500, de 1980, según corresponda (art. 461
CT).

Dicho sea de paso, el Auto Acordado Nº 71-2016 de la Excma. Corte Suprema, que
regula el funcionamiento de Tribunales que tramitan electrónicamente, dispone que el
Tribunal dispondrá que la notificación del fallo se verifique por un funcionario
designado al efecto, quien dejará constancia de la práctica de la diligencia. Esta
diligencia deberá realizarse dentro del horario de funcionamiento normal del tribunal
(art. 85).

Por otro lado, el art. 462 CT determina que una vez firme la sentencia, lo que
deberá certificar de oficio el tribunal, y siempre que no se acredite su cumplimiento
dentro del término de cinco días, se dará inicio a su ejecución de oficio por el tribunal,
de conformidad a lo dispuesto en los arts. 463 a 473 del mismo texto.

Sobre el particular, la historia de la Ley Nº 20.087 que sustituye el procedimiento del


Libro V del Código del Trabajo, consignó como uno de sus objetivos asegurar el
oportuno cobro de los créditos laborales, señalando: "La efectividad de los derechos
laborales no sólo ha de suponer el reconocimiento y protección de los mismos sino
que también, a modo de complemento ineludible, asegurar el efectivo y oportuno
cobro de los créditos laborales, sean ellos declarados por el órgano judicial o
establecidos en títulos a los cuales la ley les asigna mérito ejecutivo.

En este sentido, el proyecto busca optimizar y agilizar los procedimientos de cobro


de las obligaciones laborales, poniendo énfasis en el impulso procesal de oficio del
juez en orden a llevar a adelante el procedimiento ejecutivo".

D) S
El art. 460 CT establece que, si el juez que presidió la audiencia de juicio no pudiere
dictar sentencia, aquella deberá celebrarse nuevamente. No quedan dudas de que
esta norma constituye un claro resguardo de la inmediación que se persigue a lo largo
de todo el procedimiento de aplicación general, toda vez que sería un contrasentido
concebir un modelo en que la inmediación gobierne la totalidad del trayecto procesal,
pero que la excluya en su acto de mayor importancia. Por el contrario, solo estará
facultado para dictar sentencia el juez que haya presidido las audiencias verificadas
en el procedimiento y, con ello, que haya presenciado y participado en forma directa
en la rendición de la prueba. Esta regla procura la inmediación en sentido estricto,
esto es, que presencien las alegaciones y pruebas quienes luego están llamados a
resolver.

Debemos recordar que el fundamento último de las alegaciones y las probanzas


practicadas por las partes no es otro que alcanzar la convicción del tribunal con el
objeto de obtener una sentencia favorable y, con ello, que satisfaga sus pretensiones.
Sin embargo, tal grado de convicción solo podrá alcanzarlo una persona que haya
recibido, almacenado y valorado el material probatorio aportado al proceso,
extrayendo de él las conclusiones que le permitan arribar a una decisión justa.

Sobre el particular se ha resuelto por nuestros tribunales: "Que en cuanto a la


segunda causal invocada por la recurrente esto es la contemplada en el artículo 478
letra d) del Código del Trabajo, debe expresarse que la inmediación es un principio
recogido expresamente en el código mencionado en los artículos 427 y 460. Este
principio es uno de los que forman la columna vertebral del nuevo proceso laboral de
audiencia, con la oralidad, concentración, publicidad, entre otros. Si bien la
inmediación ha sido siempre analizada desde un punto de vista de la prueba
practicada en la audiencia y la presencia ininterrumpida del juez, ella no es más que
una de las manifestaciones de este principio. En efecto, la inmediación técnicamente
despliega su eficacia en el momento del debate probatorio, con miras a facilitar y
optimizar la actividad de conocimiento que acompaña la producción de la prueba. La
actitud que debe asumir el juez que dirige el debate en el juicio oral, exige el contacto
directo con las pruebas y partes que intervienen en esa fase, y esta presencia
personal exigida por el legislador —inmediación— no se termina en la audiencia del
juicio donde se rinden las pruebas, va más allá, se extiende incluso a la dictación de
la sentencia, acto procesal de la mayor importancia en todo el ordenamiento jurídico
por cuanto ella además de decidir el conflicto, expondrá las razones que exige el
legislador para apreciar la prueba, probanza que fue presenciada personalmente y
recibida por el juez y guardada, "memorizada" en su intelecto" (Corte de Apelaciones
de Antofagasta, sentencia de 25 de octubre de 2013, rol Nº 129-2013).

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T P P E
P .J D C
I. P E .A

A) I

El proceso laboral como medio de solución del conflicto nace con el objetivo de huir
del rigor formal asociado a nuestro procedimiento civil, muy al estilo de la eterna
aspiración a superar el solemnis ordo iudicarius. Del mismo modo que las reglas que
rigen la relación laboral debieron tomar un rumbo propio —más allá del Derecho civil
— el proceso laboral también requirió de instrumentos rituarios más ágiles cuya
finalidad fuera lograr una respuesta rápida que pudiera ser oportuna. No debemos
olvidar que en este tipo de contienda hay una parte que tiene la eventualidad palmaria
de ser más débil y que, por lo tanto, pudiera encontrarse en una posición negocial
más desfavorable conforme avanza el tiempo. No parece de recibo que la Justicia sea
sometida por un lapso temporal que, de forma imposible de controlar, determina que
un sujeto renuncie a sus derechos a favor de soluciones injustas, pero más rápidas.
Tampoco, en el otro extremo, la justicia excesivamente atropellada logra sus
objetivos.

Un ejemplo muy claro de esta situación se produce en la resolución de un recurso


de hecho que se resolvió por la Corte de Apelaciones de Talca, con fecha 4 de
septiembre de 2015 (Causa rol Nº 152-2015). En aquella oportunidad, en la causa de
origen no se concedió un recurso de apelación (contra la resolución de la excepción
de incompetencia) al haberse interpuesto en subsidio de un recurso de reposición.
Pues bien, en definitiva, la Corte entendió que una interposición, quizá errónea, no
podía tomarse como una condición que cercenara el derecho al recurso en un
contexto desformalizado.

No es el momento de volver a exponer las bondades y entresijos del procedimiento


paradigmático y ordinario del orden laboral, sino de hacernos cargo de los
procedimientos especiales de este orden jurisdiccional.
En primer lugar, es importante señalar que bajo determinadas circunstancias es
necesario acudir a regulaciones especiales que puedan dar solución a problemas
concretos. Con esta premisa finalista, el legislador diseñó, desde la Ley Nº 20.087,
una serie de procedimientos de carácter especial con objetivos certeramente
delimitados. Probablemente, la finalidad no pasaba (ni pasa) por vulnerar principios
como la contradicción o la igualdad de armas, pero sí introducir matices que ayuden a
cristalizar una relación procesal lo más justa posible.

El soslayo del procedimiento de corte ordinario, por la instauración de múltiples


cauces especiales termina, también, desdibujando el sentido y alcance de los mismos
generando una serie de conflictos y confusiones que, de ninguna manera hacen bien
a la práctica forense cotidiana. En este sentido, entonces, es de aplaudir que el
legislador no derrochó su ingenio en excesivos procedimientos de tutela privilegiada y
se concentró en casos bien justificados. Parece que esa debiera ser la senda
correcta.

Esta forma de diseñar el proceso laboral tiene una muy buena razón: efectivamente
hay causas que requieren de tratamiento especial. Chile ha apostado desde hace
décadas, fuertemente, por el respeto y específico cuidado de los derechos
fundamentales y, a su vez, el ordenamiento se ha ido modernizando adquiriendo
nuevas formas de enjuiciamiento que entregan mayor celeridad. En definitiva, la tutela
privilegiada, a veces, tiene su origen en que el derecho material requiere de ciertas
exigencias que diferencian algunos aspectos (Montero Aroca, 2019).

Adicionalmente, en el caso de los procedimientos de tutela laboral y monitorio,


observamos que el legislador ha seguido una pedagógica forma de conformarlos de
modo que se puede constatar que el procedimiento estándar (aplicación general)
podría identificarse con el concepto amplio de proceso y, por su parte, las
especialidades procesales señaladas no pasarían de eso, meras especialidades
procesales o procedimientos.

B) J

Tanto la Historia de la Ley Nº 20.087, como de la Ley Nº 20.260 recogen varias


consideraciones de importancia a la hora de entender qué razones justificaron la
adopción de los procedimientos especiales.

a) Motivaciones para regular el procedimiento de tutela laboral

El procedimiento de tutela de los derechos fundamentales vino a renovar las


antiguas armas procesales cuyo origen estaba en la protección a la libertad sindical.
Así, siendo que el antiguo proceso laboral tutelaba las prácticas desleales o
antisindicales y las prácticas desleales en la negociación colectiva (Historia de la
Ley Nº 20.087, p. 24) se encontraban establecidas las bases suficientes para
considerar un procedimiento que tutelara los derechos fundamentales de los
trabajadores.

Por ejemplo la Diputada Ximena Vidal afirmó: "También se establecen


procedimientos especiales garantistas, entre ellos la tutela de derechos
fundamentales, como la defensa ante las prácticas antisindicales, que se hace
extensiva a cualquier violación de los derechos fundamentales establecidos en la
Constitución Política de la República" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 238); El
Ministro del Trabajo, Yerko Ljubetic señaló: "También la incorporación de un
procedimiento especial de tutela de derechos fundamentales. Éste es un tema
emergente. Todos los días asistimos a situaciones de violaciones de privacidad, de
intimidad, a una vulneración de derechos de los trabajadores en su calidad de
personas y ciudadanos. Hoy vamos a disponer en la medida en que eso esta´
incorporado en el proyecto de un procedimiento que va a atender esa materia tan
propia de la dignidad de los trabajadores de una forma expedita y eficaz" (Historia de
la Ley Nº 20.087, p. 341); También indicó: "Propone un procedimiento especial para
tratar causas en las que se ventilen infracciones a los derechos fundamentales de los
trabajadores. Con ello, el proyecto se hace cargo de una demanda histórica, que lo
pone a la altura de los estándares internacionales en la materia. La cuestión dice
relación con un conjunto de derechos reconocidos en la Constitución Política, que
pueden ser vulnerados en función del ejercicio de las facultades de administración por
parte del empleador. Ésta es una de las innovaciones más relevantes de la iniciativa
en informe" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 392).

La existencia de antecedentes en nuestra legislación permitió, sin duda, consolidar y


seguir desarrollando instituciones que logren alcanzar objetivos específicos en torno a
la tutela de derechos fundamentales.

Pero como acertadamente señala Ugarte (2018): "no había existido en nuestra
legislación laboral adjetiva espacio para la creación de los cauces procesales
necesarios para la protección de derechos no patrimoniales, vinculados, más que al
intercambio de servicio por salario, a la dimensión moral del sujeto, entendido como
titular de derechos fundamentales".

Para ello, se propuso un procedimiento especial con un objetivo amplio: tutelar las
infracciones a los derechos fundamentales de los trabajadores. Se llegó a considerar
un objetivo histórico que renovaba el procedimiento dotándolo de una categoría que
había de cumplir con los estándares internacionales al uso (Historia de la
Ley Nº 20.087, p. 392). Ya el primer Mensaje Presidencial se hacía eco de esta
novedad enfatizando que los trabajadores merecían no solo tutela jurisdiccional
propia del desarrollo de las relaciones del trabajo, sino que debían ser protegidos por
su condición de persona (derecho a la intimidad y vida privada, el honor, la propia
imagen, el pensamiento político o religioso, la libertad de expresión, el derecho a no
ser discriminado, etc.) (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 12).
De hecho se tuvo muy claro su ámbito de aplicación objetivo, por ejemplo la
Diputada Ximena Vidal: "El procedimiento de tutela laboral es una verdadera
innovación en el marco del derecho del trabajo, puesto que se aplicara´ respecto de
las cuestiones suscitadas por la aplicación de las disposiciones que afecten los
derechos fundamentales de los trabajadores, entendiéndose por éstos los
consagrados en el artículo 19 de la Constitución Política, números 1º, inciso primero,
integridad física y síquica de la persona; 4º, inciso primero, respeto y protección a la
vida privada y pública y a la honra de la persona y de su familia; 5º, inviolabilidad de
toda forma de comunicación privada; 6º, inciso primero, libertad de conciencia; 12º,
inciso primero, libertad de emitir opinión y de informar, sin censura previa, y por
cualquier medio; y 16º, en lo relativo a la libertad de trabajo, al derecho a su libre
elección y a lo establecido en su inciso cuarto, cuando aquellos derechos resulten
lesionados en el ejercicio de las facultades del empleador.

También se aplicara´ este procedimiento para conocer los actos discriminatorios a


que se refiere el artículo 2º del Código del Trabajo".

¿Cuándo se lesionan los derechos? Cuando el ejercicio de las facultades que la ley
le reconoce al empleador limita el pleno ejercicio de aquellas sin justificación
suficiente, en forma arbitraria o desproporcionada, o sin respeto a su contenido
esencial" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 324).

Sin embargo, en aquella primera propuesta las cosas eran bastante diferentes. En
especial, cabe destacar en este momento que, una vez admitida a tramitación la
denuncia, se citaba a las partes a una audiencia única que se encontraba regulada en
el art. 508 (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 49). Finalmente, como sabemos, se
terminó por hacer una remisión al procedimiento de aplicación general que,
aparentemente, hoy debiera ser el vehículo procedimental adecuado. Esta supuesta
sencillez, con todo, ha dejado una serie de particularidades propias en este
procedimiento que iremos analizando. En rigor, entonces, existe un procedimiento
especial que se remite al procedimiento de aplicación general a los efectos de colmar
las lagunas que puedan desprenderse de su escueta, pero significativa, regulación.

Adicionalmente, por el tinte especialmente importante que aparejaba esta decisión,


se destacaba entre sus principales fortalezas la facilitación y morigeración del
régimen del onus probandi. En concreto, se subrayaba que el mero desprendimiento
(o inferencia sencilla) de indicios provenientes de las alegaciones iniciales, que
pudieran dar cuenta de una eventual violación de un derecho fundamental, eran razón
suficiente para exigir al empleador la prueba de un acto o conducta empresarial que
respondiera a una motivación legítima. Parecía, en principio, que en nuestra
nomenclatura clásica se invertía la carga de la prueba a favor del sujeto más débil,
atendido a que no tenía las condiciones de acceso más favorables al material
probatorio.
El tema probatorio en el procedimiento de tutela laboral será abordado más
adelante, sin embargo, es prudente señalar desde el inicio que más allá de que el
legislador indicara en el Mensaje: "[E]s de destacar que en este evento no se exige al
empleador la prueba de un hecho negativo (que no violó un derecho fundamental)"
(Historia de la Ley Nº 20.087, p. 26) lo cierto es que a todas luces demostrar en una
etapa temprana que no se cometió un atropello a las garantías fundamentales de los
trabajadores difícilmente pueda ser calificado de forma diversa a una inversión de la
carga probatoria en una etapa que, propiamente, no es la etapa de prueba. Podemos
avanzar, entonces, que se creó una figura un tanto extraña y que no ha de estar
exenta de polémica para nuestros adjudicadores.

En este instante meramente descriptivo, cabe recordar que la carga de la prueba


fue parte central de la discusión de la Ley: "Se hizo hincapié, por parte de los
representantes del Ejecutivo, que esta norma es el eje central del procedimiento de
tutela de los derechos fundamentales a raíz de que, si bien se invierte la carga de la
prueba, ello ocurre bajo ciertos supuestos que no conllevan la prueba de hechos
negativos por parte del denunciado sino que, por el contrario, éste deberá acreditar
que la actuación que ha tenido es proporcional y legítima. De lo contrario, sería muy
difícil para el afectado probar la vulneración de su derecho, con lo que la norma se
transformaría en letra muerta" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 196).

Junto con estas primeras consideraciones, también es importante destacar que


desde la primera propuesta se fueron haciendo incorporaciones a favor de dotar de
mejor contenido técnico al instrumento tutelar. Por ejemplo, prontamente se suprimió
la compatibilidad entre el procedimiento de tutela laboral y la acción constitucional de
protección de modo que se individualizó, separó y apostó con fuerza por la existencia
de un mecanismo especial propio dentro del seno de la jurisdicción laboral. Esta
técnica, adicionalmente, apostó por la entrega de la decisión a un órgano
especializado.

También se recogió durante la tramitación de la ley. Así: "Algunos estiman que el


procedimiento abreviado del que conocerán los jueces del trabajo y que es sustitutivo
del recurso de protección, es inadecuado e impropio, y que sólo debiera regir este
último. Yo no comparto tal punto de vista. Desde la entrada en vigencia del recurso de
protección entre nosotros, en la década de los 80, y aun antes con el Acta
Constitucional Nº 3, la práctica demuestra que es sumamente difícil utilizar esa
instancia para obtener tutela de las garantías constitucionales tanto para los
trabajadores como, eventualmente, para los empresarios. Y eso, sin duda, ha llevado
a los autores del proyecto a proponer este procedimiento alternativo" (Historia de la
Ley Nº 20.087, p. 443).

Otro ejemplo de aquello, es el cambio en el concepto "daños irreparables" por


"efectos irreversibles" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 115) que permite comprender
que, si el juez va a suspender el efecto de algún acto, lo hará teniendo en cuenta que
se genera un daño por la actividad, no por el grado de reparación pecuniaria del que
goza aquella acción.

Más allá de cuestiones técnicas como las descritas, se desprenden de la Historia de


la Ley Nº 20.087 afirmaciones que dan sentido a la adopción de este mecanismo: "Se
trata de derechos fundamentales de los trabajadores que exceden a los que
tradicionalmente se han considerado derechos propiamente laborales, como la
sindicalización, la negociación colectiva y otros. Esta nueva modalidad procesal busca
salvaguardar el ejercicio de los derechos de las personas, los cuales son inviolables
en cualquier circunstancia, incluso al interior de la micro sociedad que es la empresa,
y están garantizados para todos los habitantes en la Constitución Política, como la
intimidad, la honra, la libertad personal, la propiedad y otros. Las violaciones a estos
derechos fundamentales podrán ser conocidas por los tribunales laborales en un
procedimiento especial" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 167).

En este mismo sentido, uno de los objetivos declarados era "[D]iseñar un modelo
concreto de tutela de los derechos fundamentales en el seno de las relaciones
laborales" para ello se dijo: "Teniendo en cuenta las consideraciones esbozadas, se
ha estimado de vital importancia, siguiendo muy de cerca las experiencias
comparadas, disen~ar un modelo concreto de tutela de los derechos fundamentales
al interior de la empresa, mediante un procedimiento especial que de´ cuenta de una
serie de garantías procesales conducentes a una adecuada y eficaz protección".
(Historia de la Ley Nº 20.087, p. 389).

Además, el objetivo pasaba por retrotraer la situación al momento anterior a la


vulneración del derecho fundamental, tomar las medidas de aseguramiento para
evitarlo y además resarcir el daño que eventualmente se hubiere podido llegar a
causar (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 223). Esta premisa no debiera perderse de
vista, pues del mismo modo que el tradicional recurso de protección gran parte de la
importancia de este procedimiento está, precisamente, en que es el medio idóneo
para poner fin de inmediato a una acción vulneradora de garantías constitucionales y,
tras ello, observar, siempre que corresponda, el fondo del asunto.

Finalmente, es destacable que desde el principio se pensó en un modelo que


contara con postulación procesal y, por lo tanto, que siempre estuviera asistido por
abogado. De esta forma se evitarían problemas motivados por desconocimiento
(escollos sobre legalidades del fondo del asunto) y barreras técnicas como defectos
en la forma de proponer la demanda (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 401).

En términos generales, entonces, siempre gozó de una buena acogida, salvo


contadas excepciones.

Por nombrar un ejemplo el señor Augusto Bruna Vargas, fiscal de la Cámara


Chilena de la Construcción y presidente de la Comisión Laboral de la Confederación
de la Producción y el Comercio: "Finalmente, señalo´ objeciones a otras normas:
aquella que permite dictar sentencia basada en preceptos constitucionales y en
tratados internacionales pues, estos últimos, son de carácter amplísimo y responden
a situaciones diversas existentes en países con diferentes desarrollos, tradiciones,
costumbres y situaciones; las que regulan el recurso de apelación, que producen —en
la práctica— su desaparición, así como la inexistencia de salas especializadas para la
segunda instancia y, finalmente, las que establecen un procedimiento especial para la
tutela de los derechos fundamentales del trabajador, pues buscan copiar la normativa
española sobre la materia, pero sin atenerse a las diferencias intrínsecas y reales de
ambos países" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 169).

Por su parte, la Ley Nº 20.260, básicamente se concentró, en este aspecto, en


explicitar la posibilidad de interponer como pretensión principal aquella que debiera
ventilarse según las normas del procedimiento de tutela y subsidiariamente la acción
por despido injustificado, indebido o improcedente (Historia de la Ley, 20.260, p. 8).
De este modo se evitarían problemas derivados de los efectos que la cosa juzgada de
un procedimiento pudiera producir en otro, al tratarse en forma acumulada dos
acciones. Como se dijo en la tramitación, evitando la duplicidad de procesos (Historia
de la Ley Nº 20.260, p. 21).

La introducción del procedimiento de tutela significa un hecho histórico que


determina dos etapas en la historia de los derechos de los trabajadores. Ugarte
condensa las razones que motivaron este cambio, entre otras en: la construcción
jurídicamente neutra del recurso de protección; la necesidad de encontrar un
mecanismo que mejore la protección que había negado el recurso de protección; el
hecho de tener que superar la falta de alcance de algunos derechos fundamentales
(específicamente señala la no discriminación laboral) y; finalmente, la respuesta a la
eventual represalia que el empleador puede ejercer ante denuncias sobre su actuar
(Ugarte, 2018).

b) Motivaciones para regular el procedimiento monitorio

El procedimiento monitorio laboral se incorporó mediante su consagración en la


Ley Nº 20.087, de 3 de enero de 2006. Como sucede con muchas instituciones que
llegan a nuestro ordenamiento jurídico, "apareció" a propósito de un Informe
complementario en la Comisión de Constitución, sin haber sido parte de los
resultados del Foro para la Reforma Procesal Laboral y, por lo tanto, sin contar con
una discusión acabada en la comunidad que permitiese evaluar su conveniencia,
funcionamiento y oportunidades.

A grandes rasgos, el primer monitorio laboral se preveía para contiendas por


término de la relación laboral de cuantía igual o menor a cuatro ingresos mínimos
mensuales. Principiaba mediante la interposición de un reclamo ante la Inspección del
Trabajo erigiéndose, de este modo, una fase de carácter administrativo previo que no
parece tener parangón en el instituto monitorio comparado y que pese a los esfuerzos
que posteriormente hizo el legislador continúan desnaturalizando esta institución y la
celeridad que le imprime el propio procedimiento.

Tras esa instancia administrativa que, eventualmente, podía conducir a una


conciliación, el Inspector del Trabajo remitiría, en su caso, los antecedentes al Juez
del Trabajo, quien procedería, en esencia, a desarrollar el monitorio. Ingresados los
instrumentos y el acta del comparendo frustrado y puestos en conocimiento del juez,
este debía acoger inmediatamente las pretensiones, si las encontraba fundadas o, en
caso contrario, debía rechazarlas sin mayor tramitación. En este momento, se
desplegaba absolutamente la genuina técnica monitoria. Como observaremos ante
una petición fundada, el juez debe acoger o rechazar inmediatamente.

Forma que se inspira en modelos de derecho comparado, por ejemplo, García


(2013): "El proceso monitorio 'sin prueba' se caracteriza básicamente por la
inexistencia de evaluación alguna del fundamento de la deuda por parte del órgano
jurisdiccional. El requerimiento o mandato de pago condicionado se emite por la
autoridad competente a base de la sola afirmación, unilateral y no probada del
acreedor".

Posteriormente, las partes (resulta curioso, aunque plausible, puesto que en rigor
parece que solo el demandado pudiera tener agravio, en tanto que al demandante le
quedaría el reingreso) disponían de cinco días para reclamar aquella resolución. Sin
mayores consideraciones, el reclamo obligaba a que el juez citase a una audiencia
que debía producirse en los quince días siguientes. Tras la audiencia, que se seguía
a tenor de las disposiciones generales, se obtendría una sentencia, recurrible de
nulidad previa consignación del monto al que hubiera resultado condenada la parte
recurrente.

Si bien hay reformas hasta llegar a lo que hoy conocemos como monitorio en el
proceso laboral, este esquema sentará las bases para el desarrollo del mismo. El
modelo original, quizá por el acabado desconocimiento de la institución, se había
tornado muy engorroso y se introdujeron algunos cambios que determinarían el
procedimiento actual.

En primer lugar, se estableció el ámbito de aplicación para aquellos supuestos cuya


cuantía no excediera los diez ingresos mínimos mensuales y aquellos casos
regulados a tenor del artículo 201 Código del Trabajo. Extrañamente, porque en algún
momento se señaló su eliminación, continuó exigiendo la presentación previa de un
reclamo ante la Inspección del Trabajo, salvo para los supuestos del art. 201
CT. Aunque, más específicamente, se requería, como requisito para accionar,
presentar el acta que da cuenta que se intentó un comparendo de conciliación y, por
tanto, ante su frustración de aquella gestión, se acudía a la justicia ordinaria.

En este marco normativo, el monitorio, estrictamente, principia mediante demanda,


que junto a los requisitos generales y habituales deberá, especialmente, acompañar
el acta del comparendo ante la Inspección del Trabajo y los demás documentos de los
que se le haga entrega.

El juez, por su parte, al recibir la demanda debe acoger inmediatamente las


pretensiones, si las estima fundadas. En caso contrario, las rechazará de plano. La
primera interrogante que se nos plantea es qué deberemos entender por fundadas y,
sin menor importancia, el mismo art. 500 CT señala varios criterios que todavía nos
generan mayor confusión: la complejidad del asunto; la comparecencia de las partes
a la etapa administrativa y el hecho de haber realizado el demandado pagos
parciales. A su vez, el Código propone una tercera vía: un llamado a una audiencia,
cuando no existan antecedentes suficientes. Entremezclándose, como vemos, la
difusa frontera entre cuándo rechazar y cuándo llamar a audiencia. Ya que en ambos
casos existe una falta de fundamento que no permite acoger sin más.

En muy resumidas cuentas, el procedimiento monitorio laboral nació como


mecanismo cuyo objetivo principal era dar acceso y celeridad a la Justicia Laboral.
Con la importancia de conceder cobertura a un amplio número de casos que se llegó
a estimar cercano a la mitad de ingresos (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 793) y que,
hoy representa números cercanos al 30% de las causas. Probablemente, las reformas
que promueven subir la cuantía hasta los 20 ingresos mínimos mensuales lograrán
"disparar" la importancia cuantitativa de este procedimiento ante nuestros tribunales
de justicia.

Muy bien lo explica el Senador Bombal: "En cuanto al procedimiento de mínima


cuantía, denominado "procedimiento monitorio", es preciso mencionar que incluirá´
todas las causas cuya cuantía no supere los ocho ingresos mínimos mensuales (un
millón de pesos, aproximadamente). Eso permite a trabajadores modestos, de rentas
bajas, acceder a un procedimiento que se inicia en la Inspección del Trabajo con el
respectivo comparendo de conciliación. Si ésta no se produce, los antecedentes
pasarán al tribunal del trabajo y el juez resolverá´ de plano. Si alguna de las partes no
queda conforme, se iniciara´ el procedimiento de aplicación general" (Historia de la
Ley Nº 20.087, p. 747).
II. E T L

El procedimiento de Tutela Laboral se encuentra regulado en el Párrafo 6º, del


Capítulo II, del Título I, del Libro V del Código del Trabajo. En específico se halla
reglado entre los artículos 485 y 495 del citado Código. Observaremos en lo sucesivo
su régimen legal contrastando, cuando así proceda, algunas de las previsiones
normativas con su ámbito de aplicación, con el objeto de ir matizando algunos de los
conceptos que pretendemos introducir.

A) Á A

El procedimiento de tutela laboral, a tenor de lo dispuesto en el artículo 485 CT, se


encuentra circunscrito a los supuestos en que se produzcan vulneraciones de
derechos fundamentales de los trabajadores dentro del marco de la relación laboral y
siempre que resulten aplicables normas de carácter laboral. Además, se deberá
ocurrir a este procedimiento en aquellos casos en que se pretendan proteger
vulneraciones que deriven de la transgresión de las normas que establecen el
beneficio (mejor garantía) de indemnidad, al que nos referiremos un poco más
adelante.

Definida, esta garantía, en nuestra jurisprudencia como "el medio de protección


legal y jurisdiccional que tienen los trabajadores que se han visto afectados por las
represalias que han tomado sus empleadores por el ejercicio de acciones judiciales, o
acciones administrativas ante la Dirección del Trabajo" (T-9-2016, Juzgado de Letras
del Trabajo de San Miguel).

Sin perjuicio de aquello, el artículo 489 CT amplía el objeto de este procedimiento a


los supuestos en que las transgresiones se produjeron con ocasión del despido y, a
su vez, configura un régimen de legitimación que será objeto de comentario.

Dice la Corte Suprema: "[d]el claro tenor del artículo 489 del Código del Trabajo se
observa que si un empleador con su conducta conculca uno de los derechos
fundamentales a que se refieren los incisos primero y segundo del artículo 489, con
ocasión del despido, el inciso tercero de la norma aludida contempla una
indemnización adicional no inferior a seis meses ni superior a once meses de la última
remuneración mensual, además de las indemnizaciones sustitutiva del aviso previo y
por años de servicio con el correspondiente recargo" (Sentencia de la Corte Suprema,
19 de agosto de 2020, rol Nº 23097-2019).

De este modo, se genera un espacio de protección material que ha de desplegar


sus efectos dentro de las relaciones que se producen con ocasión del trabajo (y aun
con motivo de la finalización del mismo) siempre y cuando se resulten de aplicación
aquellas normas. Como ya se dijera, uno de los objetivos principales de este
procedimiento fue proteger las vulneraciones de derechos fundamentales en el
contexto de las relaciones del trabajo. Esta esfera, tradicionalmente, había resultado
deficitariamente protegida mediante los instrumentos de acción constitucional (recurso
de protección) y por lo tanto, el emprendimiento de una reforma de envergadura,
como lo fue la reforma al proceso laboral, ameritaba crear un instituto propio
concebido a aquel efecto.

Lo explica así Ferrada: "Se trataba de dar plena vigencia a algunos de los derechos
ya contenidos en la Constitución Política de la República, pero cuya eficacia vía el
Recurso de Protección se estimaba débil, a partir de una interpretación restrictiva de
éstos por los tribunales ordinarios. En el fondo se pretendía proteger de forma más
eficaz los derechos fundamentales de los trabajadores en la empresa, reconociendo a
éstos el carácter de "ciudadanos", del que ya gozaban fuera del ámbito laboral"
(Ferrada, 2008).

La Corte Suprema se ha pronunciado en diferentes ocasiones sobre el objetivo del


procedimiento de tutela:

"Que la finalidad que persigue el procedimiento de tutela laboral se concreta en la


protección de los derechos fundamentales de los trabajadores, de modo de que se
respeten las garantías que consagra la Carta Fundamental en el terreno de las relaciones
laborales. Es un sistema diseñado para proteger derechos no patrimoniales vinculados,
más que al intercambio de servicios por dinero, al carácter de sujeto de derechos que
posee el trabajador al interior de la relación laboral, puesto que, además, de proteger
prerrogativas de la naturaleza ya mencionada, esta vía procesal se instituye como el arbitrio
eficaz para hacer respetar los derechos de carácter no específicamente laboral que
resultan conculcados en la relación de trabajo" (Sentencia de la Corte Suprema, 5 de marzo
de 2014, rol Nº 5967-2013).

Entonces, en este primer alcance extraemos que, ha de existir una relación laboral,
de una parte, y debe producirse una vulneración de derechos fundamentales, de otra.
Esta circunstancia ha sido ampliamente discutida por la doctrina que, en definitiva,
señala que quizá hoy se produce una paradoja si se vulneran normas de orden
constitucional o de rango legal, produciéndose un aparente contrasentido (Palavecino,
2014).

El artículo 485 del Código del Trabajo afinará, de mejor manera, el catálogo de
garantías que, eventualmente, pueden verse afectadas. Así, se recoge positivamente
a los derechos consagrados en el art. 19, número 1º, inciso primero; 4º, 5º, 6º inciso
primero, 12º inciso primero y 16º inciso primero de la Constitución Política de la
República. Debiendo, adicionalmente, agregarse que en el caso del art. 19 Nº 1,
inc. 1º se refiera a hechos que hayan acontecido específicamente dentro del ámbito
de la relación laboral; respecto del Nº 5, cuando diga relación con la inviolabilidad de
toda forma de comunicación privada y; en el caso del Nº 16 siempre que se trate de la
libertad de trabajo, del derecho a la libre elección del mismo y en el caso del inciso
cuarto, solamente en los casos en que existan lesiones de derechos relativas al
ejercicio de facultades del empleador (lo recoge en forma prácticamente literal la ley y
se refleja en la forma en que lo entiende la Corte Suprema: sentencia de 6 de abril de
2020, Causa rol Nº 1540-2019).

Adicionalmente, el inciso segundo del artículo 485 del Código del Trabajo dispone la
aplicación clara y directa de este instituto tutelar para aquellos supuestos en que se
vulnere la dignidad de las personas (debe comprenderse la incorporación de todas las
garantías que contempla el art. 2º del Código, salvo el inciso sexto, por así referirlo
literalmente la norma). En una enumeración ejemplificadora se señala el acoso sexual
(puede consultarse esa relación entre dignidad humana y acoso sexual, por ejemplo,
en las sentencias de la Corte Suprema, de 9 de julio de 2019, Causa rol Nº 18865-
2018) que menoscabe la situación laboral, o las posibilidades dentro del empleo; el
acoso laboral (Caamaño y Ugarte, 2014), concebido como cualquier conducta que
signifique agresión u hostigamiento reiterados (materializada tanto por el empleador,
como por los trabajadores) y que signifique menoscabo, maltrato, humillación
atentatoria de la situación laboral o de las oportunidades en el empleo; los actos de
discriminación como distinciones, exclusiones o preferencias con ocasión de la raza,
color, sexo, edad, estado civil, sindicación, religión, opinión política, ascendencia
nacional, situación socioeconómica, idioma, creencias, participación en
organizaciones gremiales, orientación sexual, identidad de género, filiación,
apariencia personal, enfermedad o discapacidad y origen social cuyo efecto dañe la
igualdad de oportunidades o trato en el contexto del empleo u ocupación (así lo
sostiene también la Corte Suprema. Véase, Sentencia de la Corte Suprema, de 10 de
julio de 2015, Causa rol Nº 24386-2014).

Por falta de una exclusión explícita y aunque pudiera verse relacionado íntimamente
con el inciso 6º, también debieran ser contempladas dentro del ámbito de aplicación
material los impedimentos para contratar originados por la existencia de obligaciones
de carácter económico, financiero, bancario o comercial; salvo en los supuestos que
ello se aplicase para los casos de contratación de trabajadores que pudieran tener
poder para representar al empleador como gerentes, subgerentes, agentes,
apoderados y trabajadores que hubieran de ejercer funciones de recaudación,
administración o custodia de fondos o valores.

Finalmente, podría intentarse el ejercicio de la acción de tutela en contra del Estado


si es que, de algún modo, se lograre demostrar que se vulneró el derecho a elegir
libremente el trabajo o las normas que regulan la prestación de los servicios.

A mayor abundamiento, por la remisión del artículo 485 del Código del Trabajo y
atendido a que cuando el legislador quiso hacer una exclusión, lo hizo en forma
explícita, debemos también entender comprendido dentro el ámbito material del
procedimiento de tutela, la garantía que significa la libertad de las personas para
contratar y dedicar su esfuerzo a la labor lícita que elijan (inciso primero del art. 485
CT).
Si bien es cierto que como señala Ugarte (Ugarte, 2018) parece que la acción no
alcanza a la discriminación pre-ocupacional, cuestión que ha sido criticada por la
doctrina laboral (Caamaño, 2003).

Con todo, es necesario refrendar que el inciso 5º del artículo 2º del Código del
Trabajo, permite la discriminación fundada en la necesidad de contar con una
calificación determinada, pues sería, entonces, un caso en que se encuentra
motivada y no se trata de una decisión antojadiza o arbitraria. De este modo,
podemos comenzar a afirmar que uno de los objetivos que se busca con este
procedimiento es evitar la vulneración arbitraria de las garantías fundamentales que
rodean a la dignidad de la persona (Nogueira, 2005). Por otra parte, la Corte Suprema
ha declarado expresamente que el artículo 5º del Código del Trabajo limita el ejercicio
de las facultades del empleador: "al respeto de las garantías constitucionales del
trabajador, de donde se deriva el carácter protector del derecho del trabajo en general
y del procedimiento de tutela en particular" (Sentencia de 13 de diciembre, de 2016,
Causa rol Nº 87767-2016).

Para reforzar esta idea, el inciso 3º del artículo 485 del Código del Trabajo dispone
que se vulnerarán los derechos y garantías mencionados cuando el empleador limita
su ejercicio sin una justificación suficiente, en forma arbitraria, desproporcionada o sin
respeto a su contenido esencial. De este modo, la discriminación de un derecho debe
entenderse que, o bien resulta tan grosera que vulnera su propia esencia, o bien, se
realiza sin razón suficiente que la pudiera llegar a motivar o justificar (Díaz de Valdés,
2014).

Postulados, bien arraigados entre nuestra jurisprudencia como podemos ver, entre
muchas, en la sentencia de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, de 3 de diciembre
de 2018, Causa rol Nº 683-2018:

"En estas normas se encuentra expresamente reconocido a los trabajadores el ser titulares
de derechos fundamentales que emanan de la naturaleza humana y por su reconocimiento
tanto constitucional como legal permiten morigerar al empleador en el ejercicio de sus
facultades de mando, dando paso así a lo que se conoce en doctrina como la ciudadanía
en la empresa, pues se entiende que el trabajador porta con sí, incluso en el ámbito de la
relación laboral esos derechos fundamentales que emanan de su naturaleza humana. En
este sentido, la Excma. Corte Suprema en causa rol Nº 5281-2010, declara, ... "Que la
acción de tutela de derechos fundamentales persigue la protección y resguardo de ciertos
derechos fundamentales del trabajador al interior de su relación laboral, ya sea mientras
ésta se desarrolla a fin de que se restablezca el ejercicio del derecho lesionado o la
reparación del daño producido, consagrando con éste el reconocimiento del mismo como
ciudadano en el marco de las relaciones laborales y con ello evitar el abuso del ejercicio de
la potestad de mando del empleador".

El inciso 3º del artículo 485 del Código del Trabajo también introdujo la llamada
garantía de indemnidad. Esta se caracteriza por proteger al trabajador que realiza un
ejercicio legítimo de sus derechos ante los Tribunales de Justicia (acción), o
comparece como testigo ante los mismos, o motiva o participa de alguna forma en un
procedimiento de fiscalización de la Dirección del Trabajo. En muy resumidas
cuentas, se trata de evitar una represalia del empleador que responda al ejercicio
legítimo de un derecho por parte de un trabajador.

Así, también, en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional español (SSTC


55/2004, de 19 de abril; 87/2004, de 10 de mayo; o, por ejemplo, 38/2005, de 28 de
febrero.

No parece tolerable que quien ejerce sus derechos, aun desestimándose sus
acciones, deba sufrir una suerte de persecución en el trabajo. De hecho, por las
dificultades de aplicación práctica, la Ley Nº 20.974 vino a ampliar su cobertura a los
testigos y se aprovechó de precisar la redacción del texto legal.

Queda absolutamente claro, en la Historia de la Ley Nº 20.974, durante el tercer


trámite constitucional (senado) el informe de la Comisión del Trabajo recoge: "En
consecuencia, se entenderá que resultan lesionados los derechos y garantías
fundamentales de los trabajadores explicitados en los incisos primero y segundo del
artículo 485 cuando existan represalias ejercidas contra los trabajadores por el
ejercicio de acciones judiciales, por la participación de los trabajadores como testigos
o por haber sido ofrecidos como testigos, o por la labor fiscalizadora de la Dirección
del Trabajo" (Historia de la Ley Nº 20.974, p. 28).

Así mismo, la jurisprudencia lo ha resumido de la siguiente forma:

"la regulación por el legislador de esta garantía implica imponer al empleador (a) la
prohibición de usar su potestad de mando y sus facultades disciplinarias para sancionar o
castigar a los trabajadores por haberse ejercido su derecho a acudir a la vía judicial o
administrativa" (Sentencia de la ICA Valdivia, de 19 de noviembre de 2018, Causa rol
Nº 221-2018).

Como podemos observar, entonces, el ámbito de aplicación de este procedimiento


podría, eventualmente, colisionar con el que se contempla para la acción
constitucional de protección o recurso de protección.

Cabe recordar que el artículo 20 de la Constitución Política de la República


establece: "Artículo 20.- El que por causa de actos u omisiones arbitrarios o ilegales
sufra privación, perturbación o amenaza en el legítimo ejercicio de los derechos y
garantías establecidos en el artículo 19, números 1º, 2º, 3º inciso quinto, 4º, 5º, 6º, 9º
inciso final, 11º,12º, 13º, 15º, 16º en lo relativo a la libertad de trabajo y al derecho a
su libre elección y libre contratación, y a lo establecido en el inciso cuarto, 19º, 21º,
22º, 23º, 24º, y 25º podrá ocurrir por sí o por cualquiera a su nombre, a la Corte de
Apelaciones respectiva, la que adoptará de inmediato las providencias que juzgue
necesarias para restablecer el imperio del derecho y asegurar la debida protección del
afectado, sin perjuicio de los demás derechos que pueda hacer valer ante la autoridad
o los tribunales correspondientes.

Procederá, también, el recurso de protección en el caso del Nº 8 del artículo 19,


cuando el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación sea afectado
por un acto u omisión ilegal imputable a una autoridad o persona determinada.

En la redacción original del Proyecto de Ley se contemplaba expresamente la


compatibilidad de ambos mecanismos: El inciso 3º del original artículo 507 indicaba:
"La interposición de una denuncia de conformidad a las normas de este párrafo es sin
perjuicio de la acción de protección a que se refiere el artículo 20 de la Constitución
Política de la República".

Sin embargo, en la Comisión de Constitución se terminó modificando este alcance y


se declaró expresamente la incompatibilidad de ambos institutos (Historia de la
Ley Nº 20.087, p. 193). Así hoy, quien quiera tramitar su causa mediante el cauce del
recurso de protección por vulneración de sus garantías fundamentales, lo ha de hacer
sabedor que aquella decisión procesal le veda el acceso al procedimiento de Tutela
Laboral.

Sin embargo, no son pocas las ocasiones en que los litigantes prefieren desistirse
del recurso de protección y, posteriormente, tramitar una acción de tutela laboral.
Baste como ejemplo, la resolución que declaró inadmisible el recurso de unificación
de jurisprudencia ante la Corte Suprema, de 6 de mayo de 2019, Causa rol Nº 4856-
2019.

Algo que pareciera tan sencillo como lo es la incompatibilidad entre el recurso de


protección y la acción de tutela laboral, no ha estado exento de polémica. Pareciera,
eso sí, que la interpretación más correcta es aquella que establece que una vez
admitido el recurso de protección se imposibilita el acceso a la tutela laboral.

Así, en un interesante ejemplo la Corte de Apelaciones de Arica señala:

"Sexto: Que, de lo antes expuesto es dable concluir que la prohibición de recurrir a los
Tribunales del Trabajo por la interposición de un recurso de protección solo subsiste y debe
ser aplicada en la medida que la acción constitucional haya sido declarado admisible,
desde que en ese caso, se le ha estimado procedente, y ello provocará una decisión y
pronunciamiento de la Corte respectiva.

El afirmar lo contrario, esto es que el mero acto de interponer la acción sin otro ejercicio de
valoración basta para la pérdida de un derecho, importaría declarar que la expresión "en los
casos que proceda" no tiene ninguna utilidad práctica y que es una expresión carente de
sentido; y ello no es aceptable no sólo porque el principal anhelo al instaurar el
procedimiento de tutela fue que los trabajadores obtuvieran un reconocimiento de sus
derechos fundamentales, sino además porque precisamente esa expresión "en los casos
que proceda" es la que deja a salvo los casos en que un trabajador recurre de protección
extemporáneamente o invocando garantías que no son susceptibles del recurso.

Séptimo: Que, aplicar todo el rigor del inciso final del artículo 485 del Código del Trabajo a
situaciones como la de autos excede y trastoca todos los principios que orientaron la
adopción del actual procedimiento de tutela implicaría dejar desprovista de toda protección
y de acceso a la justicia a una trabajadora por haber errado en el cómputo del plazo fatal
del recurso de protección, lo que no se condice con la actual legislación proteccionista
laboral" (Corte de Apelaciones de Arica, 30 de mayo de 2019, Causa rol Nº 25-2019).

En última instancia, a propósito del ámbito de aplicación que estamos tratando de


explicar, hay que tener en cuenta que el artículo 292 del Código del Trabajo también
dispone que para los asuntos en que hayan de ventilarse infracciones por prácticas
desleales o antisindicales se sustanciará el procedimiento conforme a la tutela laboral.

De este modo, no se pierde el espíritu del ámbito de aplicación que motivó la


preocupación por la tutela de derechos fundamentales.

Incluso, la jurisprudencia ha ido ampliando el régimen de aplicación. Hoy en día es


bastante consolidada la doctrina que establece que este procedimiento debe aplicarse
extensivamente en los supuestos en que se aplican normas de derecho
administrativo, puesto que solo al dilucidar sobre el fondo del asunto podrá
observarse si se aplica supletoriamente, o no, el Derecho del Trabajo.

Así por ejemplo, sentencia de la Corte Suprema de 30 de octubre de 2017, rol


Nº 37996-17: "Que la circunstancia que la demandada haya basado su defensa en
que el vínculo que la unió con la actora es de carácter administrativo y regido por
normas de derecho público, que no existe una aplicación supletoria generalizada del
Código del Trabajo y que lo reclamado debe ser resuelto por la vía que corresponda,
mas no a través de un tribunal laboral, no priva a dicha jurisdicción del mandato
constitucional y legal de decidir". Recopila muy bien varios años de esta doctrina la
Sentencia de la Corte Suprema, Causa rol Nº 18740-2016, de 25 de abril de 2019:
"Que, de conformidad con lo razonado, esta Corte confirma el criterio expresado en
sentencia de unificación de treinta de abril de dos mil catorce en causa rol Nº 10972-
2013, o más recientemente en los ingresos rol Nº 6417-2016 de 16 de agosto de 2016
y rol Nº 52918-2016 de 5 de junio de 2017, en el sentido que los funcionarios públicos
a contrata pueden denunciar la afectación de sus derechos constitucionales ocurrida
con ocasión de su relación funcionaria mediante el procedimiento de tutela laboral
que establece el Código del Trabajo".

Cuestión, empero, no exenta de polémica y en especial, de matices:

"Que las acciones de tutela por vulneración de derechos fundamentales y subsidiarias de


despido injustificado y nulo presentadas por el demandante, fueron desestimadas, puesto
que no acredito´ la existencia de indicios que constituyeran al menos sospecha de haber
sido trasgredidas las garantías amparadas en el artículo 485 del Código del Trabajo,
rechazándose en lo demás la demanda, tras estimarse que el demandante era un
funcionario a contrata, regido por un estatuto especial —Ley Nº 18.883—, excluido, por
tanto, de la regulación del Código del Trabajo, de forma que no pudo ser despedido, menos
ser calificada su procedencia y verificarse los supuestos de procedencia de la sanción
contenida en su artículo 162, criterio que fue compartido por la Corte al momento de
conocer el recurso de nulidad, considerando correcta la aplicación de los artículos 485 y
493 del código citado, sin que la eventual aplicación supletoria de las reglas de dicho
cuerpo normativo permitieran alterar la calificación jurídica realizada según los hechos
asentados en el proceso, en particular, relativos al vínculo administrativo que unía a las
partes" (Sala Cuarta de la Corte Suprema, Causa rol Nº 4876-2019, de 27 de mayo de
2019).

El matiz más importante vendría, en este sentido, dado por el art. 4º de la


Ley Nº 18.883, como indica la Sentencia de la Corte Suprema, Causa rol Nº 31611-
2018, de 6 de mayo de 2019: "toda vez que el ordenamiento laboral no se aplica a las
personas contratadas a honorarios en un órgano de la Administración del Estado,
siempre y cuando se advierta que la labor que desempeñan se enmarca dentro del
tipo que el referido artículo 4º de la Ley Nº 18.883 ordena".

Pese a no ser el objetivo de este trabajo, entrar en las profundidades de este


asunto, sí se recomienda al lector que quiera introducirse en esta polémica observar
las sentencias del Tribunal Constitucional roles Nºs. 3853-17-INA; 5854-18-INA y
6089-19-INA en conjunto con las Sentencias de la Corte Suprema roles Nºs. 9381-
2012; 9074-2010; 10.972-2013 y las más reciente 3853-2017. Finalmente, es
importante señalar, que en la actualidad se encuentra en tramitación un proyecto
iniciado en mociones de los senadores Carolina Goic, Adriana Muñoz, Ximena
Rincón, Juan Ignacio Latorre y Juan Pablo Letelier (Boletín Nº 12.322-13); de los
senadores Isabel Allende, Carolina Goic, Adriana Muñoz, Juan Ignacio Latorre y Juan
Pablo Letelier (Boletín Nº 12.327-13) y de los senadores Juan Pablo Letelier, Isabel
Allende, Alfonso De Urresti, Felipe Harboe y Ricardo Lagos (Boletín Nº 9476-13)
cuyos objetivos específicos residen, precisamente, en esclarecer la interpretación
jurisprudencial divergente para aclarar que el procedimiento de tutela laboral es
aplicable a los funcionarios públicos. Al momento de cierre de esta edición esta
iniciativa era objeto de veto presidencial parcial, que fue retirado posteriormente.

Adicionalmente, decíamos, por aplicación del artículo 489 CT también este


procedimiento será cauce idóneo cuando la vulneración de derechos se haya
producido con ocasión del despido. El principal efecto práctico es que amplía el
espectro de causas que pueden promoverse, en tanto también, los hechos que
ocurran en el momento de la finalización por despido de la relación laboral, se ven
comprometidos. Es más, al no contemplarlo específicamente la ley, la jurisprudencia
se ha encargado de destacar que también se debe entender comprendido en ese
concepto de despido el denominado autodespido.
Así, elocuentemente, la Sentencia de la Corte Suprema, Causa rol Nº 11200-2015,
de 6 de junio de 2016: "el ejercicio de la acción de tutela que contempla la referida
norma legal no se encuentra limitada sólo al caso en que el vínculo laboral se finiquita
por decisión del empleador, sino que también en el evento que sea el trabajador el
que opta por poner término al contrato de trabajo conforme lo previene el artículo 171
del código citado, ergo, puede reclamar que con ocasión del despido indirecto se
vulneraron derechos fundamentales que se encuentran protegidos por la normativa
pertinente. En efecto, el despido directo o el indirecto substancialmente son idénticos
en sus antecedentes, motivos y causas: el incumplimiento de las obligaciones
contractuales o legales por parte del empleador, originando la vulneración de los
derechos del trabajador. De esta forma la voz "despido" utilizada por el legislador
equivale a término de la relación laboral, única forma de vincular el principio de
igualdad y no discriminación a los efectos del incumplimiento, en atención a que en
ambas situaciones el trabajador dispondrá de idénticas acciones para hacer valer y
reclamar los derechos vulnerados derivados del incumplimiento de las obligaciones
por el empleador. Que, en consecuencia, se debe concluir que no existe razón para
excluir el denominado "autodespido" o "despido indirecto" de la situación que regula el
artículo 489 del estatuto laboral, disposición legal que precisamente se erige para
proteger los derechos fundamentales de los trabajadores, vulnerados con ocasión del
término de la relación laboral; finalidad que no se cumpliría si sólo se estima aplicable
al caso del dependiente que es despedido por decisión unilateral del empleador, de
manera que los efectos de su ejercicio deben ser los mismos que emanan cuando la
relación laboral se finiquita por voluntad del empleador. En este contexto, si el
empleador con ocasión del despido vulneró las garantías fundamentales del
trabajador, —y no sólo las obligaciones que emanan del contrato—, con mayor razón
si éste desea poner término a la conculcación de sus derechos fundamentales y los
propios del contrato de trabajo, debe ser protegido por el ordenamiento jurídico, a
través de las mismas acciones y derechos que tendría si es despedido por un acto
voluntario de su empleador, lo contrario significaría desconocer los citados principios
que informan el Derecho del Trabajo y, dejar al trabajador en una situación de
desprotección, porque se lo obliga a permanecer en una relación laboral que afecta
sus derechos fundamentales". Jurisprudencia que, sin duda, se ha convertido en
consolidada y que en fechas más recientes continúa utilizándose en este sentido.
Véase, la más reciente, sentencia de la Corte Suprema, de 18 de mayo de 2018,
Causa rol Nº 286-2017.

Un buen resumen del ámbito de aplicación de este procedimiento se encuentra en


la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, Causa rol Nº 34-2019, de17 de
abril de 2019:

"Que el procedimiento de tutela laboral se encuentra regulado en el Párrafo 6º del Título I


del Libro V del Código del Trabajo, artículos 485 a 495, estableciendo el primer precepto
que se aplicará respecto de las cuestiones suscitadas en la relación laboral por aplicación
de las normas laborales, que afecten los derechos fundamentales de los trabajadores,
consagrados en el artículo 19 Nº 1, inciso primero, de la Constitución Política de la
República, siempre que su vulneración sea consecuencia directa de actos ocurridos en la
relación laboral, 4º, 5º, en lo relativo a la inviolabilidad de toda forma de comunicación
privada, 6º, inciso primero, 12º, inciso primero, y 16º, en lo relativo a la libertad de trabajo,
al derecho a su libre elección y a lo establecido en su inciso cuarto, cuando aquellos
derechos resulten lesionados en el ejercicio de las facultades del empleador. Además,
señala que también se aplicará para conocer de los actos discriminatorios a que se refiere
el artículo 2º del Código del Trabajo, con excepción de los contemplados en su inciso sexto.
Y, por último, estatuye que se entenderá que los derechos y garantías a que se refieren los
incisos anteriores resultan lesionados cuando el ejercicio que las facultades que la ley le
reconoce al empleador limitan el pleno ejercicio de aquéllas sin justificación suficiente, en
forma arbitraria o desproporcionada, o sin respeto a su contenido esencial. Y que en igual
sentido se entenderá las represalias ejercidas en contra de trabajadores por el ejercicio de
acciones judiciales, o por su participación en ellas como testigo o haber sido ofrecidos en
tal calidad, o bien como consecuencia de la labor fiscalizadora de la Dirección del Trabajo
(norma modificada en tal sentido por la Ley Nº 20.974 de 3 de diciembre de 2016)".

B) L

Uno de los temas que, habitualmente, han sido olvidados por el legislador es el de
la legitimación. Entre otros motivos, porque como ya señalamos (Contreras y
Delgado, 2018) la legitimación termina reduciéndose, a efectos prácticos, a la
afirmación de un derecho (legitimación activa) en contra de un sujeto determinado
(legitimación pasiva). Sin pretender, entonces, realizar alcances dogmáticos
profundos, reconocemos que la cuestión estriba en saber si se amplía la legitimación
activa a los sindicatos como representantes de los trabajadores, o bien se trata de un
tema estrictamente individual y que, por lo tanto, debe evitarse la injerencia de
actores externos. Antes de observar el régimen legal, pareciera prudente extender la
legitimación a los sindicatos ya que determinadas vulneraciones del ordenamiento
jurídico, por su gravedad, tienen que ser especialmente fiscalizadas, más si cabe
cuando un sujeto débil puede temer que su acción judicial termine generándole aún
más problemas que el daño que está actualmente sufriendo (en el mismo sentido,
Caamaño).

La legitimación se encuentra regulada en los artículos 486 a 489 del Código del
Trabajo. En síntesis, nos podemos encontrar ante dos escenarios: vulneraciones de
derechos fundamentales en el contexto del despido y, todos los demás casos, es
decir sin ocasión precisa del despido, o en circunstancias diversas a éste. Además de
entregar mayor o menor grado de legitimación a diferentes sujetos, lo cierto es que
determina dos cauces procedimentales distintos que pasaremos a exponer.

a) Legitimación activa en causas motivadas con ocasión del despido

El artículo 489 del Código del Trabajo contempla la regulación de la legitimación


para las causas en que se hayan vulnerado los derechos fundamentales referidos en
los incisos primero y segundo del artículo 485 del Código del ramo y solamente en
aquellos supuestos en que esas vulneraciones hayan sido producidas con ocasión del
despido. Este caso, sin embargo, se nos antoja el más común a tenor que parece
más probable que un sujeto interponga una demanda una vez se produce el término
de su relación laboral que mientras se encuentra inmerso en ella, paradójicamente
fundado en el temor a represalias que este procedimiento de tutela protege.

El artículo 485 CT, básicamente, se refiere a casi todo el ámbito de aplicación ya


comentado: "Artículo 485.- El procedimiento contenido en este Párrafo se aplicará
respecto de las cuestiones suscitadas en la relación laboral por aplicación de las
normas laborales, que afecten los derechos fundamentales de los trabajadores,
entendiéndose por éstos los consagrados en la Constitución Política de la República
en su artículo 19, números 1º, inciso primero, siempre que su vulneración sea
consecuencia directa de actos ocurridos en la relación laboral, 4º, 5º, en lo relativo a
la inviolabilidad de toda forma de comunicación privada, 6º, inciso primero, 12º, inciso
primero, y 16º, en lo relativo a la libertad de trabajo, al derecho a su libre elección y a
lo establecido en su inciso cuarto, cuando aquellos derechos resulten lesionados en el
ejercicio de las facultades del empleador.

También se aplicará este procedimiento para conocer de los actos discriminatorios a


que se refiere el artículo 2º de este Código, con excepción de los contemplados en su
inciso sexto".

En este evento la legitimación activa corresponderá exclusivamente al trabajador.


De modo que, la legitimación sindical finaliza con la relación laboral.

b) Legitimación activa en causas diversas al despido

El artículo 486 del Código del Trabajo parece, en rigor, estar regulando el régimen
general. Es decir, las reglas que allí se establecen tienen vocación de aplicarse en
forma ordinaria y proyectan la imagen de discurrir en casi todo momento.

En concreto, tanto el trabajador como el sindicato (que invoque un derecho o interés


legítimo) podrán promover el procedimiento de tutela siempre que se consideren
transgredidos derechos fundamentales en el marco de las relaciones laborales y que,
por lo tanto, aquellas correspondan ser resueltas por la jurisdicción laboral: el único
límite es que el contexto de desarrollo de los sucesos sea diverso al despido (puede
observarse aquello en Sentencia de la ICA Valparaíso, 21 de julio de 2016, Causa rol
Nº 219-2016, que trae origen de la causa RIT T-4-2016 del Segundo Juzgado de
Letras de Los Andes). Es más, como señalan Walter y Lanata: "el Código no parece
exigir que la lesión afecte directamente al trabajador denunciante, sino que
perfectamente podría estimarse que tiene un interés legitimo cuando la vulneración la
ha sufrido, por ejemplo, otro trabajador de la misma empresa. Lo mismo ocurre con la
organización sindical".
De todos modos, si la acción la impetrare el trabajador, el sindicato tiene la opción
de intervenir bien como tercero independiente, bien como tercero coadyuvante.

El artículo 486 CT, además, regula otra particularidad bien interesante respecto de
la participación en estos casos de la Inspección del Trabajo. En este escenario que
venimos describiendo, la Inspección puede también hacerse parte en juicio y si bien la
norma no lo específica debemos entender que pudiera participar tanto en grado de
interviniente principal, como tercero coadyuvante.

El resto del articulado y el rol de la Inspección del Trabajo parecen tan complejos
que ameritan la construcción de un apartado independiente, indicando algunos
aspectos para poder comprender qué puede hacer esta institución en el momento
inicial del juicio.

c) Legitimación pasiva

La regla general viene conformada por disponer la legitimación pasiva en contra del
empleador. Sin embargo, como se ha puesto de manifiesto (Palavecino, 2014) nada
obsta a que se extienda esta legitimación a terceros ajenos cuando entra en juego la
situación de subcontratación.

En forma muy particular, podemos nombrar el supuesto en que un trabajador dirigió


su demanda en contra del Hospital de Urgencia de Asistencia Pública, en vez del
Servicio de Salud Metropolitano Central, y pese a que la Corte Suprema reconoció el
yerro, finalmente, no anuló el fallo, principalmente debido a que: "se trata de un error
puramente formal que no alcanza a impedir que se establezca una relación procesal
entre el demandante y el citado Servicio de Salud" (Sentencia de la Corte Suprema,
18 de julio de 2016, rol Nº 9332-2015), dando cuenta de la des formalización como
principio inspirador del ordenamiento procesal laboral.

La ICA Valparaíso, por el contrario, estableció que el director del hospital


autogestionado Carlos Van Buren no ostenta las facultades necesarias para
representar judicialmente al Hospital. Así, en sentencia de la Corte de Apelaciones de
Valparaíso, de 29 de octubre de 2018, Causa rol Nº 498-2018.

En general, la Corte Suprema ha realizado una interpretación muy lejana al


formalismo exacerbado que hiciera peligrar el desarrollo de los procedimientos por
motivos exclusivamente ritualistas. Es de aplaudir que la Corte de Apelaciones de
Santiago, en la misma línea, dirija interpretaciones certeras en que, por ejemplo,
rechaza la excepción de falta de legitimación pasiva al dirigirse la demanda en contra
del MOP y no del Fisco de Chile. Es cierto, como señalaba el demandado, afirmar
respecto del MOP que: "no tiene personalidad jurídica ni patrimonio propio, debiendo
actuar para los efectos legales pertinentes, bajo la personalidad jurídica del Fisco de
Chile, conforme lo dispuesto en el artículo 26 de la Ley Orgánica Constitucional de
Bases Generales de la Administración del Estado. En razón de lo expuesto, dicho
Ministerio no podría ser demandante o demandado en un juicio si no actúa bajo la
personalidad jurídica del Fisco de Chile, representado por el Presidente del Consejo
de Defensa del Estado o por el Abogado Procurador Fiscal respectivo, de acuerdo a
lo dispuesto en los artículos 18 y 24 del D.F.L. Nº 1, de Hacienda, de 1993, que fijó el
texto refundido de la Ley Orgánica del Consejo de Defensa del Estado"; sin embargo,
la Corte de Apelaciones de Santiago concluyó en una forma muy sencilla, que
interpuesta una demanda en contra del MOP, le corresponde al Fisco de Chile la
representación por mandato legal, sin mayores cuestionamientos:

"asentada así la aplicación supletoria del Procedimiento de Tutela de Derechos


Fundamentales respecto de los funcionarios públicos, surge, como contrapartida, la
obligación del dicho órgano del Estado, de responder conforme a sus normas.
Consecuentemente, la legitimación pasiva del Fisco de Chile en representación del
Ministerio de Obras Públicas, frente a las acciones ejercidas en esta causa conforme a los
artículos 485 y siguientes del Código del Trabajo, no deriva del tipo de relación jurídica
existente entre ellos, sino que de la aplicación supletoria de dichas normas al órgano de la
Administración del Estado" (Sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, de 21 de
diciembre de 2018, Causa rol Nº 58-2018).

De todos modos, la legitimación pasiva de los órganos del Estado (por decirlo de
manera bien genérica) requiere de un estudio profundo y acabado, puesto que en
temas de responsabilidad civil médica, por traer a colación casos en que hay
comprometidos servicios médicos como los descritos, la Corte Suprema (en su Sala
Tercera) suele entregar interpretaciones más formalistas, como pareciera que en rigor
proceden: no todos los demandados tienen legitimación pasiva.

d) Otros casos de legitimación

Finalmente, hay que destacar que, esencialmente la jurisprudencia, ha procurado


dotar de legitimación activa a sujetos que parecían sometidos a régimen
administrativo, como los docentes de una corporación municipal. No así a los cargos
directivos, como el jefe del Departamento Administrativo de Educación que, en
definitiva, acceden a cargos administrativos, por concurso público y les resulta
aplicable plenamente la Ley Nº 18.883. Se sugiere, en este sentido, consultar la
sentencia de la Corte Suprema, 16 de marzo de 2016, rol Nº 35539-2015.

Por extensión de lo ya expuesto, al menos hoy, podríamos considerar que está


suficientemente consolidada, en atención a lo fallado en unificación de jurisprudencia,
el derecho de los funcionarios públicos para accionar mediante el procedimiento de
tutela laboral cuando se vulneren sus derechos fundamentales (Sentencias de la
Corte Suprema, 30 de abril de 2014, rol Nº 10972-2013; 16 de agosto de 2016, rol
Nº 6417-2016; 30 de noviembre de 2016, rol Nº 6870, junto con las ya señaladas:
Tribunal Constitucional roles Nºs. 3853-17-INA; 5854-18-INA y 6089-19-INA y de la
Corte Suprema roles Nºs. 9381-2012; 9074-2010; 10972-2013).
Afortunadamente, existe una ley en trámite muy avanzado que va a zanjar esta
polémica en forma clara. Lamentablemente, había dos posturas —aunque ya
podíamos ver consolidada la de la Corte Suprema— que no permitían la certeza
absoluta que la nueva ley va a entregar, concediendo legitimación a los funcionarios
públicos.

C) L I T T L

El objetivo del artículo 486 del Código del Trabajo parece determinar la regulación
de la legitimación activa en algunos supuestos. Sin embargo, lo cierto es que termina
reglamentando la participación de la Inspección del Trabajo en este tipo de causas.

Entonces, la Inspección del Trabajo goza de legitimación en las causas de Tutela


Laboral, en la forma que se dirá y, adicionalmente, tiene —o podría tener— un papel
protagónico en especial, en aquellos supuestos en que la vulneración de derechos se
produzca mientras se encuentra vigente la relación laboral.

Lo cierto es que el artículo 486 CT norma varias potestades y posibilidades respecto


de la Inspección del Trabajo, pero en una forma un tanto desordenada y,
seguramente, tiene más sentido el orden que vamos a proponer, cuyo objetivo es
clarificar el rol de la Inspección respecto de la Tutela.

a) Toma de conocimiento de vulneración a los Derechos fundamentales

La Inspección del Trabajo puede tomar conocimiento que se están vulnerando


derechos y garantías fundamentales en el contexto de su actividad como ente
fiscalizador o, simplemente, por llegar una denuncia de un trabajador.

Solo a modo de ejemplo, un caso recurrente es aquel en que existen malos tratos
verbales y/o físicos en los que el trabajador realiza la denuncia de esta situación ante
la Inspección del Trabajo. En este sentido, puede verse, la Causa RIT T-232-2019 del
Juzgado de Letras del Trabajo de Temuco, entre otras muchas.

Sea como fuere que la Inspección se informe de hechos que, eventualmente,


puedan transgredir garantías fundamentales, es su obligación abrir una investigación
y, en caso que constate mérito suficiente, deberá tratar de aplicar las medidas
correctivas inmediatas que sean pertinentes y que puedan ser adoptadas en forma
paccionada. Para cumplir con este cometido, se explicita la necesidad, previa a la
jursdiccionalización de la causa, de intentar la solución alternativa del conflicto a
través de la mediación (se puede apreciar así, como un mero testimonio
ejemplificativo, en la Causa RIT T-3-2019, Juzgado de Letras y Garantía de Collipulli).
Por otra parte, como indica el propio artículo 486 CT la noticia del acaecimiento de
los sucesos le podría venir dado por requerimiento del Tribunal quien tramitando una
causa de este tenor tiene la potestad de solicitar informe a la Inspección sobre los
hechos denunciados por un trabajador o un sindicato. En este supuesto, el cauce
jurisdiccional ya estaría abierto y, por lo tanto, no correspondería la instancia
mediadora de la Inspección, sin embargo, su participación en el proceso podría
desprenderse de la posibilidad de hacerse parte en el mismo.

b) Mediación

Aunque está algo confuso (temporalmente) en su redacción, el artículo 486 CT entre


sus prescripciones contempla que la Inspección del Trabajo debe llevar a cabo un
procedimiento de mediación previo a promover denuncia ante los Tribunales de
Justicia.

Es una posibilidad que se encuentra en el inciso 6º y que, reflejamente, abre el


debate sobre si puede haber mediación en circunstancias en las que los bienes
jurídicos vulnerados entran en la categoría de derechos fundamentales. En especial,
en casos tan mediáticos como el de la Piccola Italia en que los medios de
comunicación se encargaron de mostrar videos en donde se podía observar el tipo de
trato que un superior jerárquico despachaba a los empleados. Esta causa, por lo
demás, guarda varias particularidades procesales, incluido un recurso de queja a
propósito de un tema de incompetencia, por lo que recomendamos su consulta:
Sentencia de la Corte Suprema de 4 de febrero, 2020, Causa rol Nº 36746-2019.

Al menos, se trata de un momento incipiente y, ciertamente, las vulneraciones no


podrían resultar más que presuntas o no declaradas judicialmente. Pero el principal
escollo es que, independientemente de otras consideraciones, la mediación no está
destinada a tutelar el derecho, sino más bien a alcanzar un acuerdo que, por regla
general, no podrá lograr la totalidad de lo pretendido por el agraviado.

En todo caso, solamente determina la estrategia litigiosa de la propia Inspección del


Trabajo, quien por mandato legal deberá promover esta instancia de mediación, pero
en nada obsta a que la parte afectada directamente interponga su acción según su
mejor criterio.

c) Informe sobre la vulneración de Derechos fundamentales

Sea como fuere que llegase a conocimiento de la Inspección del Trabajo la


vulneración de Derechos fundamentales, debe investigar los hechos y, en su caso,
denunciarlos ante el tribunal competente. Como señalamos, empero, pudiera ser que
el procedimiento ya estuviera en curso y, por lo tanto, ya no existirá la obligación de
denuncia ante el Tribunal competente, sino que entonces nacerá la posibilidad de
hacerse parte.
En todo caso, la Inspección del Trabajo siempre va a tener la obligación de emitir un
informe sobre la vulneración de Derechos fundamentales que servirá como material
para la toma de convicción del tribunal (a modo meramente ilustrativo, puede
consultarse el informe emitido en Causa RIT T-298-2019, del Juzgado de Letras del
Trabajo de Concepción).

La mayor o menor importancia de los efectos procesales de este informe reside en


que si el procedimiento no se encuentra en tramitación ante la jurisdicción social, este
será un hito en una cadena rituaria que conducirá, en su caso, al inicio de un
procedimiento de tutela ante los tribunales.

De este modo, si el procedimiento no se encuentra ya iniciado y la toma de


conocimiento de la Inspección del Trabajo ha provenido de una denuncia, o bien, de
sus labores propias de fiscalización, el informe será parte de una investigación de un
hecho que de revestir el mérito suficiente deberá conducir a que la Inspección
denuncie el hecho al tribunal. Por el contrario, si el procedimiento se encuentra
actualmente en tramitación ante la jurisdicción, el mandato del artículo 486 es hacia el
tribunal, quien deberá solicitar un informe a la Inspección.

d) Denuncia

La Inspección del Trabajo tiene la obligación de denunciar aquellos hechos


constitutivos de vulneraciones a los derechos fundamentales ante la jurisdicción
(supuesto que se da, entre muchos, en la Causa RIT T-17-2014, seguida ante el
Juzgado de Letras del Trabajo de Arica). Este mandato general, que no evita las
sanciones que ella misma pueda aplicar dentro de la esfera de sus atribuciones, debe
cumplirse siempre, y dará inicio al procedimiento jurisdiccional convirtiéndose en el
libelo introductorio de instancia. Esta regulación tan específica de una situación
particular ha logrado que, a ese escrito inicial, habitualmente conocido como
demanda, se le conozca en este procedimiento como denuncia, incluso en aquellos
casos —como veremos— que propiamente se interpone una demanda y ni tan
siquiera existe una participación directa de la Inspección del Trabajo.

Se produce, también con este fenómeno, un curioso caso de legitimación en que


puede sostener la pretensión un ente que, de algún modo (no jurisdiccional, por
cierto), enjuició e impetra la acción judicial con el objeto de que se vuelva a sancionar
por los mismos hechos, pero en otro ámbito. Además, es cuestionable que cuente con
legitimación activa un ente que fiscaliza y que, en rigor, no debiera tener interés
directo en la interposición de acciones que escapan a sus fines y alcances.

Lo cierto es que, procesalmente hablando, no se establecieron por el legislador los


requisitos con los que debe cumplir la denuncia. Únicamente se señala la obligación
de acompañar el reseñado informe que proviene de la actividad de fiscalización, a
que haya conducido el conocimiento de una actividad eventualmente vulneradora de
derechos fundamentales. Por cierto, aquel informe tampoco tiene requisitos
contemplados en la norma.

Entonces, nos encontramos ante un escenario que podría tornarse complejo a los
efectos de llevar a cabo una eventual defensa, ante un ente que carece de interés
directo en el resultado del pleito. Máxime, por ejemplo, si el trabajador adoptase la
decisión de no perseverar en una acción judicial y, por lo tanto, tampoco participase
de una demanda propiamente tal.

Ante esta falencia, se produce un potencial problema que solamente puede ser
resuelto si es que exigimos a la denuncia de la Inspección del Trabajo los mismos
requisitos que se establecen en el artículo 490 del Código del Trabajo y que, en
principio, parecían haber sido establecidos para la demanda intentada por el
legitimado activo.

En este momento, solamente enunciaremos de qué requisitos se trata y los


desarrollaremos en el apartado en que trataremos la denuncia como forma de iniciar
el procedimiento por el trabajador que considera vulnerados sus derechos con
ocasión del despido y siempre que se hubieren vulnerado los incisos primero y
segundo del artículo 485 CT.

De este modo, la denuncia deberá contener los requisitos del artículo 466 CT, vale
decir, los mismos requisitos que se le exigen a la demanda en el procedimiento de
aplicación general, la enunciación clara y precisa de los hechos constitutivos de
vulneración de derechos fundamentales y, como dijéramos, el informe confeccionado
por la propia Inspección del Trabajo.

Pese a no ser tan numerosos, podemos observar que los escritos de la Inspección
del Trabajo cumplen con las mismas formalidades forenses a las que estamos
acostumbrados. Para una revisión, se sugiere consultar las causas rol T-1497-2019;
T-1510-2019; T-1862-2019; T-2086-2019; T-2145-2019 todas ellas del 1er Juzgado de
Letras del Trabajo de Santiago, o bien, las causas rol T-1554-2017; T-1757-2019 del
2º Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago.

Finalmente, esta denuncia debe interponerse dentro del plazo de sesenta días
contados desde que se produzca la vulneración de los derechos alegada. Sin
embargo, por lo prescrito en el inciso final artículo 486 CT este plazo podrá verse
suspendido en la forma en que señala el artículo 168 CT.

A este respecto, el juez Álvaro Flores Monardes (Historia de la Ley Nº 20.260, p. 25)
indicó que por su naturaleza cautelar la denuncia debiera ser eminentemente
desformalizada y no exigir los mismos requisitos que el régimen general. Es curioso
que, finalmente, se le llame denuncia a un instrumento que, a todas luces es una
demanda.
e) Hacerse parte

Finalmente, en cuanto al rol de la Inspección del Trabajo, debemos señalar que


también se contempla la posibilidad que esta se haga parte respecto de un proceso.
En efecto, se le otorga legitimación, probablemente, porque la propia visión de la
Dirección del Trabajo expresa que se trata de: "Ser un Servicio Público moderno,
respetado y confiable que garantice y promueva relaciones laborales justas,
disminuyendo las desigualdades y así contribuir a la justicia social".

Para contemplar esta previsión se materializan dos formas: En primer lugar, la


Inspección del Trabajo pudiera hacerse parte a propósito de encontrarse conociendo
de un procedimiento iniciado por denuncia, o como parte de su actividad fiscalizadora
y, entonces, en el contexto de actividad propia que lo conduzca a presentar denuncia
ante el tribunal correspondiente. En segundo, pudiera hacerse parte, cuando la
Inspección toma conocimiento del asunto en el contexto que el Tribunal requiere
informe sobre los hechos denunciados.

Por lo tanto, más allá de los momentos concretos, lo cierto es que existe una
concesión de legitimación activa a la Inspección del Trabajo, pudiéramos decir, tan
pronto tome conocimiento de los hechos. Sea que en un caso el informe lo
confeccione antes de denunciar, sea que lo haga mientras el juicio ya está pendiente.

D) A

Como señaláramos, el diseño original del procedimiento de tutela permitía su


tramitación en compatibilidad con el recurso de protección. Cuestión que,
evidentemente, podía generar problemas asociados a decisiones contradictorias y, en
fin, a que el efecto de cosa juzgada distorsionara algunas decisiones. Por este motivo,
finalmente, el inciso final del artículo 485 CT vedó, definitivamente, esta posibilidad.

Así lo recoge, entre otros, el voto en contra del ministro Gutiérrez de la Corte de
Concepción, Causa rol Nº 240-2016 que, de paso, afirma que sí existen (distintos a
los que propone el Código del Trabajo) mecanismos para la defensa de los derechos
de los funcionarios en el ámbito de las relaciones del trabajo.

El artículo 487 del Código del Trabajo, por su parte, establece claramente que no se
podrán acumular acciones en comunión con la acción de tutela laboral. En
consecuencia, los tribunales deben "desacumular" acciones que se presenten
conjuntas para que sean tramitadas como corresponda.

Entonces, lo que esta técnica pone de relieve es que se prefiere analizar


individualmente la vulneración, o no, de derechos fundamentales so riesgo de generar
prejudicialidad en materias con factores de conexión, probablemente, porque el objeto
principal trata de realzar la preocupación del legislador por la defensa de los derechos
fundamentales. Son evidentes los problemas que pueden darse en el cotidiano
transcurrir, pero sin duda es una opción procesal legítima.

Incluso, si bien llama un poco más la atención, se veda la posibilidad de conocer de


la misma pretensión que tenga fundamento diverso.

Ahora bien, cuando ya estamos convencidos que esta institución es tan


determinante que merece atención exclusiva y es excluyente de otras acciones, el
artículo 489 del Código del Trabajo regula especialmente un caso de acumulación.

Básicamente, se comprende que cuando haya dos o más acciones y una se tratase
de la acción de tutela deben acumularse a un mismo procedimiento. Posteriormente,
la misma norma rituaria realiza una salvedad: si se trata de la acción por despido
injustificado, indebido o improcedente esta acción se debe proponer en forma
subsidiaria. La diferencia entre ambos supuestos, que se irá ahondando en los
sucesivos apartados, radica en que en esta hipótesis la vulneración de derechos se
produjo con ocasión del despido. De este modo, no se trata de una relación laboral
vigente que se quiere cuidar en el tiempo, sino que se trata de la finalización de la
misma. En este entendido, es probable que puedan existir dos o más acciones que
provengan de los mismos hechos.

Esta situación, empero, fuera denunciada por el diputado Nicolás Monckeberg quien
dijo: "que el mecanismo propuesto por el senado para interponer la acción por
despido injustificado en subsidio de la tutela de derechos, dará lugar a que siempre se
intente la acción de despido por esta vía, toda vez que el procedimiento de tutela es
más rápido, goza de preferencia y si se desecha la acción principal, automáticamente
se seguirá en subsidio con la de despido. Agregó que este mecanismo terminaría con
el procedimiento tutelar, el que fue concebido como excepcional pero que, en la
práctica se convertirá en regla general, con lo que perderá sentido". (Historia de la
Ley Nº 20.260, p. 383).

En estos casos, el artículo 489 CT otorga una suerte de vis atractiva por la que
todas las acciones deben acumularse a la de tutela y ser tramitadas en un mismo
procedimiento. Adicionalmente, esto tiene la ventaja que en rigor el procedimiento de
tutela y el de aplicación general están tan íntimamente relacionados que,
procesalmente, no genera ningún tipo de menoscabo a sujeto alguno.

Sin embargo, hay que tener presente algunas consideraciones: en primer lugar, el
inciso final del artículo 489 CT matiza lo que acabamos de señalar, en tanto, genera
una excepción. En efecto, en aquellos casos que se trate de la acción seguida por
despido injustificado, indebido o improcedente, esta deberá interponerse en subsidio
de la de tutela. De lo contrario, se estará renunciando a ella.

Un buen ejemplo de esta regulación se puede observar en la causa rol Nº 302-2016


de la ICA Concepción: "Que, en cuanto al motivo de nulidad previsto en el
artículo 477 del Código del Trabajo, inciso primero, en relación con los artículos 487
del mismo Código y 144 del Código de Procedimiento Civil, esto es, la de haberse
dictado la sentencia con infracción de ley que hubiere influido sustancialmente en lo
dispositivo del fallo, el recurrente lo fundamenta, relativamente al artículo 487, en que
se habría acogido a tramitación y se resolvió una acción de tutela conjuntamente con
otras acciones, tales como el despido indebido y el cobro de prestaciones, que serían
incompatibles con aquélla, ya que dicha disposición legal prohíbe la acumulación con
acciones de otra naturaleza o con idéntica pretensión basada en fundamentos
diversos. En cuanto la infracción referida, esta Corte procederá al rechazo por cuanto
la sentencia impugnada no ha infringido el mencionado artículo, toda vez que se ha
resuelto la litis conforme lo prevé el artículo 489 inciso séptimo del Código del
Trabajo, norma que claramente permite la acumulación, al señalar que "Si de los
mismos hechos emanaren dos o más acciones de naturaleza laboral, y una de ellas
fuese la de tutela laboral de que trata este párrafo, dichas acciones deberán ser
ejercidas conjuntamente en un mismo juicio, salvo si se tratare de la acción por
despido injustificado, indebido o improcedente, la que deberá interponerse
subsidiariamente". Es más, dicha norma trae aparejada una sanción para el
demandante si así no lo hiciere, ya que se entenderán renunciadas. Así, el
artículo 489 inciso final del Código del Trabajo no restringe ni limita el ejercicio de
otras acciones conjunta y/o subsidiariamente con la referida en esta norma. En este
sentido, la Excma. Corte Suprema ha resuelto que "conforme lo dispone el inciso final
del artículo 489 del Código del Trabajo, la acción de tutela laboral es compatible con
otras de naturaleza laboral, e incluso si de un mismo hecho emanan dos o más
acciones de dicha naturaleza y una de ellas es la de tutela de derechos
fundamentales, deben necesariamente ser ejercidas conjuntamente en el mismo
juicio, de lo contrario importa su renuncia" de forma que "en ese contexto, como lo
sostiene la doctrina laboral, la acción de tutela sólo no es susceptible de acumularse
con: a) acciones de naturaleza no laboral, como, por ejemplo, el cobro de una suma
de dinero adeudada por una de las partes; y b) acciones con idéntica pretensión
basada en fundamentos diversos, por ejemplo, demanda de tutela por discriminación
laboral de un trabajador discapacitado fundada en el artículo 17 de la Ley Nº 19.779,
o de un trabajador portador del VIH basada en el artículo 48 de la Ley Nº 19.284.
(Ugarte Cataldo, José Luis, Tutela de Derechos Fundamentales del Trabajador,
Editorial LegalPublishing, 3ª edición, año 2010, pág. 26)" y agrega que "el
conocimiento conjunto de las acciones referidas en un mismo juicio encuentra su
justificación en el principio formativo del procedimiento de la economía procesal, pues
evita que entre las mismas partes se incoen dos o más juicios, en circunstancias que
pueden ser tramitados y decididos en uno solo, lo que se traduce en una mayor
facilidad para los litigantes y una disminución de la carga de trabajo de los tribunales;
principio que fue precisamente el que inspiró al legislador al instituir por la
Ley Nº 20.260 el actual inciso final del artículo 489 del Código del Trabajo,
modificando su redacción original dada por la Ley Nº 20.087. A lo que se debe
agregar que la tramitación por cuerda separada puede generar decisiones
contradictorias" (Sentencia de 6 de agosto de 2014, considerandos 5º y 6º rol
Nº 11645-2014). En igual sentido, sentencia rol Nº 292-2014 y rol Nº 252-2014 del
ingreso de esta Corte de Apelaciones de Concepción".

En segundo lugar, se produce un problema de incompatibilidad normativa puesto


que el procedimiento monitorio es claro en su regulación ajustada a la cuantía. Toda
contienda que cumpla con el requisito objetivo de la cuantía debe tramitarse por
monitorio.

Así pues, sí se generaría un problema en la acumulación de una acción que ha de


tramitarse, con especialidades, pero guardando la esencia del procedimiento de
aplicación general en conjunto con un tipo procedimental tan distinto como significa el
procedimiento monitorio que, entre otras diferencias, solamente prevé una audiencia.

E) T

El procedimiento de tutela laboral principiará por demanda o medida prejudicial


(citaremos a modo meramente ejemplificativo la causa RIT T-39-2016 del Juzgado de
Letras del Trabajo de Puente Alto como ejemplo de tramitación principiada por
medida prejudicial). Pese a que lo más correcto hubiera sido hablar de demanda, el
legislador en todo el articulado habla de denuncia arrogándole los mismos efectos
que a una demanda propiamente tal.

Este es un error procesal que, pese a no generar ninguna consecuencia práctica no


deja de llamar la atención. Propiamente, podemos hablar de una demanda, en tanto
que contiene todos aquellos aspectos que la caracterizan, vale decir, uno o más
sujetos activo y pasivo, una causa de pedir y una petición. En una denuncia no
siempre existirá una pretensión. Pero, como fuere, debemos entender que el
legislador llamó denuncia al acto introductorio de instancia.

Sobre las medidas prejudiciales, solamente, hay que recordar que en forma
indirecta dan inicio al proceso, puesto que se trata de un procedimiento autónomo que
no siempre provocará el acceso a la tramitación de una petición sobre el fondo del
asunto controvertido.

a) Denuncia

La denuncia, a tenor de lo establecido en el Código del Trabajo, es el acto


introductorio de instancia por el que un trabajador interpone su pretensión, fundada en
la vulneración de garantías constitucionales (derechos fundamentales) bien hayan
sucedido con ocasión del despido, bien en el desarrollo de la relación laboral o,
pudiendo haberse motivado por represalias sucedidas por la promoción de acciones
judiciales, o la participación en condición de testigo de las mismas.
Técnicamente no debiéramos hablar de denuncia como acto introductorio de
instancia. La denuncia pudiera ser la comunicación por la que el trabajador da cuenta
a la Inspección del Trabajo de una vulneración de derechos, pero sin duda —entre
nosotros— el término demanda se asocia en el orden civil, comercial y laboral al libelo
que contiene la petición al órgano jurisdiccional, en conjunto con otra serie de
requisitos.

Pero más allá de la cuestión técnica que pudiera ser leída como nimia, lo cierto es
que esta denuncia ha de contener una serie de requisitos para que pueda ser
admitida a trámite y, en definitiva, procesada por un tribunal.

Los requisitos de la denuncia son los requisitos comunes a toda demanda del
artículo 446 CT y los específicos que recoge el artículo 490 CT. De este modo
podemos enumerarlos:

1. La designación del tribunal ante quien se entabla.

2. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandante y en su caso,


de las personas que lo representen, y naturaleza de la representación.

3. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandado.

4. La exposición clara, circunstanciada y precisa de los hechos constitutivos de


vulneración a los derechos fundamentales, y las consideraciones de derecho en que
se fundamenta.

5. La enunciación precisa y concreta de las peticiones que se someten a la


resolución del tribunal.

6. Los antecedentes en los que se fundamenta la petición. En el caso de no


acompañarse el tribunal concederá un plazo de cinco días fatales para su
incorporación.

Por lo tanto, llama poderosamente la atención que el legislador conocedor de que


en el artículo 446 CT se habla de demanda, haya incorporado la voz denuncia a este
tipo procedimental especial.

En todo caso, respecto del régimen general (la demanda regulada en el artículo 446
CT) se pueden apreciar dos diferencias. La primera, quizá de menor importancia, dice
relación con una matización comprensible respecto de la enunciación de los hechos.
En efecto, lo que se solicita en el procedimiento de tutela es que se refieran
específicamente a las eventuales violaciones de derechos fundamentales, de una
parte, y que ello se realice en forma clara, de otra. Este requisito no presenta mayores
complicaciones y, como dijimos, parece atendible entendiendo que se trata,
simplemente, de adecuar el requisito a la naturaleza específica del objeto de
protección de este procedimiento.

La segunda diferencia, parece de mayor complejidad, pero también es


absolutamente atendible por lo que, en profundidad, la trataremos más adelante, pero
que, podemos avanzar, se correlaciona con la suspensión del acto vulneratorio
regulada en el artículo 492 CT. En concreto, entonces, el artículo 490 CT impone la
obligación de acompañar documentos fundantes en conjunto con la demanda y otorga
un plazo de subsanación de 5 días para el evento que no se cumpla con esta
obligación. Sin embargo, muchos litigantes (en realidad, en la práctica forense, casi
todos) entienden que este enunciado es lo suficientemente genérico como para
acompañar en un "otrosí" todos los documentos que en forma directa o indirecta se
relacionan con la causa, como el contrato de trabajo. En principio, el numeral 6º del
artículo 490 CT pareciera estar pensado para que se alleguen los antecedentes que
existan en relación con una vulneración de derechos, pero ante la indeterminación de
la norma, el foro ha estimado preferible para las estrategias litigiosas excederse en lo
que quería el legislador.

Por su parte el artículo 446 CT indica específicamente que la prueba documental


solo se puede presentar en la audiencia preparatoria y, por lo tanto, ni se exige su
acompañamiento con la demanda, ni puede inferirse de ningún modo aquella
posibilidad. Solamente, se hace una salvedad respecto de las actuaciones de orden
administrativo que se refieran a los hechos. En cambio, la "demanda" de tutela laboral
exige la presentación de todos los documentos de los que se disponga.

Además de estos requisitos, no es poco frecuente que en la práctica nos


encontremos con apartados que, con el ánimo de precaver las consecuencias
consagradas en el art. 447 CT, incorporen argumentaciones sobre aspectos como:
competencia, tipo de procedimiento, caducidad de la acción, prescripción... y si se
interponen con la petición subsidiaria de la acción por despido se contengan, también,
los trámites posteriores al término de la relación o el monto de la remuneración.

M (D )

Procedimiento: Tutela laboral

Materia: Denuncia por vulneración de


Derechos Fundamentales

Demandante: Pablo Donoso Gosua

Rut: 0.000.000-0

Abogado Patrocinante y Apoderado:


Pedro Morcego Vázquez
Rut: 0.000.000-0

Demandado: Empresario Malvado S.A.

Rut: 0.000.000-0

Representante Legal: Santiago


Gallardo Lefenda

Rut: 0.000.000-0

En lo principal: Demanda por


vulneración de Derechos Fundamentales.
Primer otrosí: Acompaña documentos
que se indican. Segundo otrosí: Solicita
autorización para realizar actuaciones
procesales y notificaciones en forma
electrónica. Tercer otrosí: Patrocinio y
poder.

S.J.L. del Trabajo

Pedro Morcego Vázquez, abogado en


representación de Pablo Donoso Gosua,
domiciliado para estos efectos en calle
Sin Nombre Nº 000, Valdivia, a US.
respetuosamente digo:

Que encontrándome dentro del plazo


legal para hacerlo y de conformidad a los
artículos 420, 485, y 490 en relación con
el artículo 446, todos, del Código del
Trabajo y las demás normas del Código
del Trabajo y Tratados Internacionales
sobre Derechos Humanos relacionados
con el ámbito laboral que resultan
aplicables y que se encuentran
ratificados y vigentes, es que vengo en
deducir denuncia por vulneración de
Derechos Fundamentales con ocasión
del despido, en contra de Empresario
Malvado S.A., representada legalmente
por Santiago Gallardo Lefenda, o quien
haga sus veces en virtud del artículo 4º
del Código del Trabajo, ambos
domiciliados en Calle Sin Nombre
Nº 000, comuna de Valdivia, Región de
los Ríos.

Todo lo anterior, y lo que S.S. estime


que en derecho corresponda, de acuerdo
a los siguientes antecedentes que paso a
exponer:

I. Caducidad, Jurisdicción,
Competencia, Legitimación y
Prescripción (Admisibilidad)

II. Antecedentes de Hecho — Relación


circunstanciada de los hechos

A. Inicio de la relación laboral

B. Remuneración

C. Jornada Laboral

D. Término de la Relación Laboral

E. Antecedentes de las vulneraciones

F. Hechos en que se fundan las


vulneraciones

G. Indicios que acreditan la vulneración


denunciada

III. El Derecho

A. Vulneración de la garantía
constitucional

B. Indemnización del daño moral

IV. Peticiones concretas

Por tanto, ruego a US. se sirva tener


por interpuesta denuncia por tutela de
vulneración de derechos fundamentales
con ocasión del despido, en contra de
Empresario Malvado, S.A., ya
individualizada, darle curso y, en
definitiva, acogerla en todos sus
extremos, en especial para que se
declare:

A. Vulneración de Derechos
Fundamentales

B. Indemnizaciones

C. Condena a la sanción legal

D. Indemnización por años de servicio

E. Feriado legal

F. Pago de las remuneraciones


devengadas

G. Ajustes, intereses y costas

Primer otrosí: Solicito a US. tener por


acompañados los siguientes
documentos:

A. Contrato de trabajo

B. Anexos

C. Liquidaciones

D. Carta de despido

E. Antecedentes que puedan ser


considerados indicios suficientes

Segundo otrosí: Solicito que en virtud


de lo dispuesto en los artículos 422 y 433
del Código del Trabajo se me notifique
toda actuación judicial y se me permita
hacer presentaciones electrónicas,
facilitándose la casilla de correo
electrónico oisteplabor@abogado.com

Tercer otrosí: Solicito a US. tener


presente que en mi calidad de abogado
habilitado actúo personalmente en estos
autos, conforme al mandato judicial
conferido por Escritura Pública otorgada
ante el Notario Público Luis Gonzalo
Navarrete Villegas, otorgándome
facultades amplias, conforme a los dos
incisos del artículo 7º del Código de
Procedimiento Civil, especialmente las
facultades de transigir, conciliar, percibir y
renunciar.

b) Plazo de interposición

La denuncia debe interponerse dentro del plazo fijado por el artículo 485 CT, es
decir, en el plazo de 60 días. Sin embargo, el primer día del plazo (dies a quo) se
contará en forma distinta en función de si se aplica el artículo 486 CT o el 489
CT. Estos dos casos se corresponden con los tratados en el apartado de legitimación,
puesto que, en función de la vulneración, en rigor, se han definido dos cursos
procedimentales ligeramente diferentes.

En principio, el caso "genérico", es decir el contemplado en el artículo 486 CT por el


que se confiere legitimación al trabajador, al sindicato y a la Inspección del Trabajo y
que define un ámbito de aplicación amplia para aquellos supuestos en que se ha
vulnerado un derecho o interés legítimo en el ámbito de las relaciones laborales, le
corresponde un plazo de 60 días. Pero la particularidad de este plazo es que
comienza a correr desde que se produzca la vulneración alegada, o de otra forma,
desde que se produce el hecho que se pretende denunciar.

En segundo lugar, nos encontramos con el supuesto específico del artículo 489
CT. En este imperativo se acota el ámbito de aplicación objetivo a los supuestos en
que se transgredan las reglas previstas en los incisos primero y segundo del
artículo 485 del CT y, adicionalmente, en aquellas hipótesis en que se hubieran
vulnerado derechos con ocasión del despido. Pues bien, el plazo ha de contarse
desde la separación de las funciones.

En ambos casos recibe aplicación lo dispuesto en el artículo 168 CT. En el que


llamamos caso genérico, la remisión es completa a todo el artículo 168 CT; y, en el
supuesto específico del artículo 489 CT, la remisión lo es solamente al inciso final del
artículo 168 CT. Lo cierto, empero, es que, tanto en uno como en otro supuesto, no
puede sino entenderse —desde el punto de vista procedimental— como una remisión
al inciso final, pues es allí donde se regula algún aspecto en relación al plazo.

Así, el plazo de 60 días se suspenderá siempre que el trabajador acuda a la


Inspección del Trabajo e interponga reclamo. De hecho, si es que —legitimado que
fuera— actúa un sindicato también logrará extender ese plazo pese a que no lo haga
el trabajador y este último sea quien impetra la acción judicial. Así, puede observarse:
"En consecuencia, es necesario distinguir la legitimación activa en cada sede. Así
resultan tener tanto al trabajador como el sindicato al que pertenece al momento de la
denuncia en sede administrativa, la que se reduce solo al trabajador en sede judicial.
Lo anterior no impide que el plazo se suspenda si en la primera sede actuó el
sindicato y en la segunda el trabajador, pues ambos estaban legitimados para
hacerlo, lo que permite aplicar lo dispuesto en el inciso final del artículo 168 del
Código del Trabajo, en este caso.

Lo anterior resulta coherente con el principio pro actione, que impone a los órganos
judiciales que los requisitos procesales sean interpretados considerando el objetivo de
la norma y facilitando el acceso a la justicia, y con el principio pro personae que,
dentro del área de los derechos humanos propia del procedimiento de tutela laboral,
señala que la interpretación legal debe ser amplia y extensiva cuando se trata de
proteger garantías y, por el contrario, restrictiva cuando pretenden ser limitadas.
Finalmente, el principio pro operario también apoya esta interpretación al propender al
real y efectivo ejercicio de derechos laborales" (Sentencia de la ICA Valdivia, de 4 de
noviembre de 2019, rol Nº 228-2019; del mismo día rol Nº 229-2019).

Al tratarse de una mera suspensión, el plazo continuará corriendo desde que se


resuelva el reclamo en la Inspección del Trabajo y, en todo caso, nunca podrá
sobrepasar los 90 días hábiles, aun y cuando se hubiera suspendido. Por lo tanto, si
el trabajador acude a la Inspección del Trabajo debe seguir atento al transcurso del
tiempo, dado que la interrupción tiene un tope máximo de 90 días, incluso si el
organismo no ha logrado resolver el conflicto en ese tiempo.

Es interesante, por ejemplo, destacar: "Que ninguna norma permite sostener que el
plazo de interposición de esta acción se suspende por la interposición de licencias
médicas por parte del trabajador, más aún si, como ocurre en la especie la demanda
fue presentada transcurridos los 90 días que como máximo contempla el mencionado
artículo" (Causa rol Nº 2-2018, ICA Valdivia).

Este plazo, de todos modos, debe entenderse interrumpido en forma amplia. En un


supuesto concreto, por lo sucedido en la causa T-699-2018, del 1er Juzgado de Letras
del Trabajo de Santiago, nos conduce a entender, de mejor modo, las posibilidades
de caducidad de esta acción. En efecto, en el particular, lo que sucedió es que la
defensa arguyó que el plazo se encontraba caducado, puesto que el hecho de haber
concurrido a la instancia administrativa solamente alcanzaba al despido injustificado y
no a la tutela laboral. Esta forma de disociar el conflicto en dos peticiones subsidiarias
no puede entenderse con absoluta taxatividad. El conflicto es el mismo, pero el cauce,
la acción que se entabla en forma subsidiaria lo es solo a los efectos procesales. Así,
para el evento que no se logre el objetivo de demostrar la vulneración de derechos
fundamentales, o que esta —derechamente— no haya sucedido, se intenta
reconducir mediante otro vehículo procesal. En todo caso, el acudir a la Inspección
del Trabajo debe suspender, aunque no se realizare mención alguna a las
vulneraciones de derechos fundamentales (del mismo modo lo termina entendiendo la
Corte Suprema que, conoce de este asunto a raíz de un recurso de queja, contra la
sentencia que apeló esta situación (sentencia de 3 de diciembre de 2016, rol
Nº 87767-2016).

Pero no debe entenderse en forma tan amplia que rebase los límites del Código del
Trabajo. En concreto, la reclamación administrativa, por ejemplo, ante la Contraloría
General de la República no habilita a entender que concurren los presupuestos de
interrupción del artículo 168 CT. Así que, si bien hay que comprender que la
separación del artículo 486 CT debe entenderse como el momento efectivo en que se
pone cese a las funciones (anterior, coetánea, o posterior a la comunicación formal),
la eventual reclamación por vía administrativa en nada empece a los plazos del
Código del Trabajo. En este sentido fue declarado por la sentencia de 9 de
septiembre de 2016, 2º Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago, causa T-750-
2016, que fue confirmada en apelación y que al llegar a la Corte Suprema mediante
recurso de queja, volvió a refrendarse pese a que, interesantemente, el ministro señor
Blanco "lamentó" esta situación puesto que en su voto particular destacó: "Que, de
este modo, toda interpretación que limite de alguna manera el acceso a la posibilidad
de obtención de un pronunciamiento judicial en relación con una denuncia de tutela
de derechos fundamentales, aparece despojada de la razonabilidad y justificación que
precisaría para ser aceptada como admisible a la luz de lo dispuesto en el Nº 26 del
artículo 19 de la Carta Fundamental, máxime en un contexto de excepcional
sensibilidad e importancia, como el del derecho del trabajo" (Sentencia de la Corte
Suprema, de 18 de enero de 2017, rol Nº 97894-2016).

c) Examen de admisibilidad

Pese a que no se encuentra regulado expresamente, el hecho que la demanda


deba cumplir con una serie de requisitos impone un examen de admisibilidad de la
misma por parte del tribunal.

Se trate del tipo procedimental que fuere, lo cierto es que la primera norma que
debiera tenerse a la vista es el artículo 256 del Código de Procedimiento Civil, en
atención a lo dispuesto en el artículo 3º del mismo cuerpo normativo que, sin duda,
recibe plena aplicación en el ámbito laboral.

De este modo, el juez controlará que se haya individualizado tanto al tribunal como
a las partes, en la forma habitual, ya señalada. En caso de cumplir con los requisitos,
que debiera ser lo más común, dará curso a la demanda, es decir la sustanciará y
tramitará hasta que concluya.

Adicionalmente, el juez deberá —en concordancia con el artículo 447 CT— observar
su competencia y declarará su incompetencia (se refiere a la incompetencia absoluta
y no relativa (sentencia de la ICA Santiago, 8 de febrero de 2017, rol Nº 55-2017)
cuando la verifique, remitiendo los antecedentes al tribunal que cree competente para
conocer del asunto en particular. También, en la misma lógica, ha de declarar la
caducidad de la acción cuando así resulte de los datos aportados con la denuncia.

De ahí que observamos como la práctica forense lleva a que, muchas veces, los
escritos de parte se encabecen con un apartado que hace referencia a estos
aspectos. Por este motivo, y pese a que como decimos, no hay una regulación
expresa que así lo indique, si se infiere que el juez controlará los presupuestos
procesales y por el mismo motivo, nosotros también lo indicamos como parte del
modelo sucinto de demanda laboral por tutela: parece lo más útil.

d) Procedimiento de sustanciación

El artículo 491 CT realiza una remisión al procedimiento de aplicación general, una


vez se admite la denuncia a tramitación. De este modo, el tribunal deberá comprobar
que se presentó en forma la denuncia (demanda) y, en especial, habrá de observar el
acompañamiento de los antecedentes en que se fundamente.

Lamentablemente, porque se pudo ser más claro, no se sabe si es que el tribunal ha


de realizar un examen de mérito o no (de mera existencia) de esos antecedentes. Por
una parte, pareciera que aquello pudiera darse en el contexto de evaluar, si ha o no
de suspenderse el acto denunciado y, por otra, no parece oportuno realizar un
prejuzgamiento en una etapa procesal tan temprana. Ante esta tesitura, la prudencia
llama a ejercer un control meramente formal para evitar formar un juicio al tribunal en
forma anticipada, sin la debida contradicción y sin haber podido rendir la prueba.

Ahora bien, como especialidad procesal (algún sector cree que no es un


procedimiento especial, sino que se trata del procedimiento de aplicación general con
especialidades (Picart, 2014), todavía nos restan por señalar algunas particularidades
que diferencian a este procedimiento del de aplicación general.

e) Especialidades procesales

Como referimos, el procedimiento de tutela laboral pareciera de fácil sustanciación


en tanto la previsión del artículo 491 CT determina el seguimiento del procedimiento
de aplicación general. Con ese reenvío, deberíamos, del mismo modo, nosotros
remitirnos a las explicaciones previas. Si bien ello pudiera parecer plausible, lo cierto
es que lejos tratar de defender la existencia de un procedimiento propio, sí
convenimos importante resaltar las consideraciones diferenciadas de este iter
procedimental.

1. Suspensión del acto denunciado

La primera especialidad, como hemos dado en llamar, es la posibilidad de que el


hecho que da origen al conflicto sea dejado sin efecto antes de sustanciar (o al menos
en una etapa muy temprana) el procedimiento. Se trataría de una suerte de tutela
anticipatoria que trata de corregir, preventivamente, situaciones en que se hayan
podido vulnerar derechos fundamentales. De hecho, más allá de otras diferencias, se
parece al recurso de protección en tanto que pone fin al hecho basal de la eventual
vulneración mientras se dilucida la certeza o existencia de la misma. Sin embargo,
parte de la doctrina ha entendido que la finalidad de la tutela laboral cumple con una
finalidad reparatoria y no meramente preventiva (Palavecino, 2014).

Esta forma de entender la Justicia responde, de una parte, a la necesidad de tutelar


garantías constitucionales y, de otra, a las dificultades procedimentales añadidas a las
que se encuentran sometidos los trabajadores. Pareciera, entonces, que se produce
una doble discriminación favorable al más débil, en tanto no solo goza del estatuto
protector que significa el Código del Trabajo, sino que adicionalmente existen armas
procesales que le permiten, con mayor o menor acierto, tratar de litigar en
condiciones de igualdad de armas. Ahora bien, no es el único ejemplo, pues el
procedimiento monitorio, de igual modo, sin vulnerar la igualdad de armas u
oportunidades parte entregando la razón a quien, simplemente, la solicita por escrito.

La suspensión podrá decretarse de oficio o a petición de parte y recaerá sobre "el


acto impugnado". En rigor, se producirá sobre el hecho que ha generado una
vulneración de derechos fundamentales, siempre y cuando este no sea puntual y
perdure en el tiempo, de lo contrario, poco podrá suspenderse un acto que agotó su
propia eficacia desde que se produjo. En otras palabras, un menoscabo producido,
por ejemplo, por un dicho injurioso de la honra, no podrá suspenderse de no ser cierto
que se perpetúe en el tiempo.

Como fuere, en este caso, llama la atención que no se trata de una potestad del
juez, en tanto el verbo rector que establece la norma es "dispondrá". Por lo tanto, se
está conminando al juez a que realice una actividad concreta. Sin embargo, para que
aquello suceda y no en forma prácticamente automática y sin reflexión, se condiciona
ese mandato a que en los antecedentes que han de ser acompañados con la
denuncia "aparezcan" lesiones de especial gravedad o cuando la vulneración pueda
causar efectos irreversibles.

En atención a esta explicación se nos plantean diversas dudas: Primeramente, no


sabemos qué alcance concreto debemos desprender de los llamados antecedentes.
Es decir, ¿se trata de documentos? O bien, ¿servirían solamente los dichos del
demandante (denunciante)? Lo cierto es que en este asunto tenemos una auténtica
piedra de tope. Pensemos que este procedimiento trata de enarbolar la bandera de la
rebaja en el estándar probatorio para el trabajador, atendido a que le resulta, en la
mayoría de ocasiones, una labor draconiana, pues es el empleador quien tiene todo el
material probatorio en su poder, o bajo su subordinación. Es algo así como el ejemplo
que se usa para defender las cargas dinámicas de la prueba, en el contexto de la
responsabilidad civil médica. Las Clínicas de atención médica disponen de todas las
fuentes de prueba y resulta evidentemente difícil probar los hechos para el usuario.
Con esa misma idea, entonces, se pretende proteger al trabajador tratando de hacer
cesar de inmediato la perturbación a sus garantías fundamentales. Pero, como
señalamos, de no ser que actualmente se estén desarrollando —y no parece lo más
probable— se torna una disposición normativa muy bien intencionada, pero de yerma
aplicación. Como se ha indicado (Palavecino, 2014) hay una confusión conceptual
entre tutela anticipatoria y tutela cautelar (se sugiere la consulta de una diáfana forma
de explicarlo en Plantet, 2010).

Para que esta suspensión surta efecto, la ley además contempla un incentivo. En
efecto, se apercibirá a la parte que, de no cejar en la conducta, podrá ser objeto de
una multa de 50 a 100 UTM que, además, podrá repetirse hasta obtener el
cumplimiento de la medida. El grado de indeterminación deja la puerta abierta, no a la
reiteración de la multa por segunda vez, sino que pareciera que se pudieran decretar
tantas multas como fuere necesario, hasta que se ponga fin a la conducta que
aparece de manifiesto en los antecedentes aportados con la denuncia.

Por otra parte, el artículo 492 CT, en su inciso final, termina estableciendo que,
contra estas resoluciones, es decir las que ordenan poner fin al acto vulneratorio y,
eventualmente, aquellas que decretasen multas en este contexto, no proceden
recursos.

Así lo entiende, por lo demás, la jurisprudencia. A modo de ejemplo, ICA Santiago


rol Nº 1626-2020: "1.- Que, conforme lo dispone el artículo 476 del Código del
Trabajo, como regla general, el recurso de apelación procede en contra de las
sentencias interlocutorias que pongan término al juicio o haga imposible su
continuación, las que se pronuncien sobre medidas cautelares y las que fijen el monto
de las liquidaciones o reliquidaciones de beneficios de seguridad social. 2.- Que, sin
perjuicio de lo anterior, existen situaciones particulares en que el Legislador establece
excepciones a la regla general, tal es el caso del artículo 492 del Código del Trabajo
—Tutela Laboral—, en que, en su inciso segundo, se declara que, en contra de la
resolución en que se suspendan los efectos del acto impugnado, no procederá
recurso alguno. 3.- Que, en el caso de autos, la resolución recurrida fue dictada
precisamente en esa hipótesis, de tal manera que su especialidad debe primar por
sobre la regla que entrega el artículo 476, razón por la cual el presente recurso, no
puede ser admitido a tramitación".

En primer lugar, llama la atención que no se contemplen recursos contra una


resolución judicial que entrega un mandato preventivo, ya que de un modo u otro se
van a conculcar derechos de una parte, sin que se haya desarrollado actividad
jurisdiccional propiamente tal. Pero también, resulta sorpresivo que no se quiera
evaluar, siquiera, el monto de la multa que, por ejemplo, pudiera ser excesivo en un
caso, e incluso muy bajo a juicio de la parte que promovió la denuncia.

Es oportuno, empero, traer a colación la intepretación que, por ejemplo, la Corte de


Antofagasta, ha realizado sobre la resolución que rechaza la solicitud de la parte que
promueve la tutela. Así, en forma muy inteligente la Corte señala:

"De su tenor literal, se desprende que el inciso primero de la norma contempla dos
momentos procesales en que el tribunal puede decretar la medida cautelar especial en el
contexto de juicios de tutela de derechos fundamentales: en la primera resolución que se
dicte y en cualquier tiempo, desde que se cuente con antecedentes que la hagan
procedente. Es respecto de estas dos resoluciones, ambas referidas a la concesión de la
medida cautelar especial, que el inciso final de la disposición declara como inimpugnables.
Respecto de las otras, vale decir, de aquellas que rechazan la solicitud de parte en orden a
decretar tales medidas, debe aplicarse la regla general en materia de impugnación en sede
laboral establecida en el artículo 476 del mismo Código, que en su inciso primero indica:
'Sólo serán susceptibles de apelación las sentencias interlocutorias que pongan término al
juicio o hagan imposible su continuación, las que se pronuncien sobre medidas cautelares y
las que fijen el monto de las liquidaciones o reliquidaciones de beneficios de seguridad
social'.

En consecuencia, el recurso de apelación presentado, contrario a lo señalado por el


tribunal, es procedente, debiendo así declararse" (Sentencia de la Corte de Apelaciones de
Antofagasta, de 13 de marzo de 2018, Causa rol Nº 69-2018).

Adicionalmente, genera un problema respecto del efecto que esta suspensión y


multas pueden jugar en contra de terceros. Así como fuere que el acto tenga visos de
generar vulneraciones de derechos fundamentales, no parecería descabellado que si
a un tercero alcanzan los efectos pueda este señalar lo que a su derecho
corresponda. Bastaría con otorgarle, al menos un derecho de audiencia una vez
decretada la suspensión del acto vulneratorio. Lo contrario importa dejar en situación
de desamparo a quien sufre las consecuencias siendo tercero. De hecho, en esta
misma línea argumental, llama la atención que se le conceda la posibilidad de
participar como tercero coadyuvante a un sindicato, quien probablemente ostenta un
interés reflejo en la causa y no a un tercero afectado directamente por la suspensión.

2. La inversión probatoria del artículo 493 del Código del Trabajo

Quizá la norma estrella de este procedimiento es la prescripción contenida en el


artículo 493 del Código del Trabajo. Ella se presentó como un alivio probatorio, pero
termina significando una inversión de la carga de la prueba.

Pese a no ser la corriente jurisprudencial mayoritaria, que más bien reconoce un


alivianamiento por sobre una inversión, la propia Corte Suprema ha llegado a
reconocer: "Ello significa, desde una perspectiva procesal, que el legislador interviene
en la distribución de las cargas probatorias, invirtiéndola, es decir, frente a la
constatación referida, le corresponde al actor acreditar que no incurrió en las
conductas presumidas" (Sentencia de 9 de julio de 2019, Causa rol Nº 18865-18).

El Mensaje Presidencial señalaba: "También se introduce una norma novedosa en


nuestro ordenamiento jurídico, absolutamente imprescindible a la hora de brindar
protección en este tipo de figuras, en relación con el onus probandi, que consiste en
facilitar o alivianar la prueba al denunciante, cuando de sus alegaciones se
desprendan indicios en orden a que se ha producido la vulneración de derechos
fundamentales. En este caso, surge la obligación para el denunciado de justificar
suficientemente, en forma objetiva y razonable, las medidas adoptadas y su
proporcionalidad. Se produce entonces, una matización de la regla general sobre la
carga de la prueba, ya que al trabajador le basta con que de sus alegaciones se
desprendan "indicios", es decir, señales o evidencias que den cuenta de un hecho
oculto (violación de un derecho fundamental). Es de destacar que en este evento no
se exige al empleador la prueba de un hecho negativo (que no violo´ el derecho
fundamental), sino que pruebe que el acto o conducta empresarial obedeció´ a una
motivación legítima". Sin embargo, la norma que recoge este deseo no parece de la
mejor factura técnica.

La primera objeción que debemos destacar se refiere a la confusión respecto de si


se trata de una regla de enjuiciamiento, o bien si debe incardinarse en la discusión
sobre la suspensión, o no de llamado acto impugnado. Lo cierto es que resulta
imposible no asociar el artículo 493 CT al 492 CT cuando son consecutivos y regulan
cuestiones relativas a la misma materia, en concreto, el efecto que genera la
aportación de antecedentes al proceso.

Pero, además, ambos artículos regulan idéntica situación. De este modo, una
lectura plausible y acorde con el derecho de audiencia aconsejaría pensar en que una
vez se acompañen antecedentes con la demanda y el juez acceda a la suspensión
del acto, corresponderá al demandado explicar los fundamentos de las medidas
adoptadas y su proporcionalidad. Pero este no parece ser el sentido que se le quiso
dar a la norma.

La regla contenida en el artículo 493 CT, entonces, es una norma de distribución de


la carga de la prueba, que adolece de una complicada falta de claridad suficiente. Por
lo pronto, entonces, significa una modificación difusa a la remisión del procedimiento
de aplicación general. Así, si esta fuera una norma de contenido procesal probatorio,
debiera explicitarse de mejor forma, puesto que de lo contrario, como venimos
sosteniendo, abre interpretaciones plausibles como la ya esbozada.

De hecho, la jurisprudencia, frecuentemente, lo comprende de este modo.


Adicionalmente, se deja ver la dificultad de control de todas estas situaciones
atendido a que las Cortes prefieren no revisar cuestiones que tengan visos de
posibilidad de revisiones fácticas, atendido el carácter del recurso: "Que, en el
sistema Procesal en estudio, existe como principio fundamental que el
correspondiente análisis de las probanzas corresponde al tribunal de la instancia,
carácter que no inviste la Corte de Apelaciones respectiva cuando se procede al
conocimiento de un recurso de nulidad, de manera que no se puede acceder hasta la
revisión de los hechos que se han dado por establecidos en la valoración de los
antecedentes probatorios que le entregan las partes intervinientes en el proceso. Lo
anterior es relevante, debido a que el proceso de tutela laboral tiene algunas
particularidades respecto al procedimiento de aplicación general laboral, ya que como
se desprende del artículo 493 arriba citado, el estándar probatorio es de menor
entidad, ya que el sentenciador puede, mediante los indicios que establezca en base
a la prueba rendida acoger la acción tutelar" (ICA Valdivia, 21 de febrero de 2020,
Causa rol Nº 10-2020).

Por otra parte, como norma probatoria no tiene mucho sentido. En efecto, las reglas
de valoración de la prueba son aptas para señalar los medios probatorios y su valor,
pero nada de eso se ve reflejado en esta regla. Tampoco se puede inferir que haya
una alteración del onus probandi puesto que el enunciado es altamente genérico e
impreciso sobre el punto.

Si bien es cierto que en la jurisprudencia es bien arraigado la afirmación sobre la


condición de regla probatoria: "el artículo 493 del Código del Trabajo establece una
regla probatoria que favorece al denunciante en los procedimientos de tutela laboral,
pero ella supone, para que opere, que se aporten antecedentes de los que emanen
indicios suficientes de que se ha producido la vulneración de derechos
fundamentales" (Sentencia ICA San Miguel, 14 de febrero de 2020, Causa rol Nº 26-
2020).

Habitualmente, entre nosotros, hemos convenido que la distribución de la carga de


la prueba se realiza según lo establecido en el 1698 del Código Civil que, en rigor, es
una norma especial en caso de los hechos relacionados con las obligaciones. No
sería tan claro que recibiera una aplicación directa para todo asunto, pero en general,
se ha señalado que de ahí derivaría el onus probandi y que, por lo tanto, a cada parte
le corresponde probar los hechos que le benefician y, en especial, soportar el riesgo
de su falta de prueba.

Como observamos entonces, y a riesgo de parecer absolutamente evidentes, el


objeto de la prueba son hechos y por lo tanto, parece que en el plano técnico el
legislador lo que quiso establecer es algún tipo de presunción y no una alteración de
la carga de la prueba, o definitivamente hay una conjugación de tantos elementos que
aparece como un totum revolutum. Pues, insistiendo con la lectura plausible ya
propuesta, pareciera que el legislador indica que en el caso que el juez disponga la
suspensión del acto vulneratorio (art. 492 CT) corresponderá al denunciado explicar
cómo ha puesto fin a aquello, en concreto, mediante qué medidas y qué
proporcionalidad guardan (493 in fine CT).

Por su parte, la Corte Suprema tampoco ha querido pronunciarse, puesto que,


exaltando el carácter extraordinario del recurso de unificación de jurisprudencia, ha
soslayado este aspecto. Un buen ejemplo de ello en la sentencia de 6 de junio de
2018, rol Nº 8011-2018: "establecer si para los fines de valoración de la prueba de
indicios conforme a la sana crítica, y a la concordancia y relación que existe entre las
pruebas presentadas, los indicios son hechos que generen en el juez una sospecha
razonable de que ha existido una conducta lesiva, lo que sería suficiente para dar por
cumplida la labor probatoria del denunciante como reconocimiento de una facilidad
probatoria a favor de la víctima de la vulneración de derechos fundamentales, o si por
el contrario, se debe contar con plena prueba y así establecer de forma contundente
la vulneración a las garantías fundamentales, siendo una carga del denunciante
probarlos en forma directa".

Lo que no parece correcto es esta suerte de alteración en el iter conviccional del


juez, que conduce a que haya una suerte de sospecha, sin prueba. La prueba por
presunciones, que parece poder compararse con esta norma, en tanto se infiere una
consecuencia lógica a un hecho, requiere siempre la comprobación de la premisa. Es
decir, siempre ha de probarse el llamado hecho conocido para poder aplicar la
consecuencia lógica que determinará el arribo a una presunción de derecho o
simplemente legal, en función de si admite o no prueba en contra.

En los hechos funciona de este modo en nuestros tribunales de justicia, al más alto
nivel. Así, la Corte Suprema en sentencia de 13 de julio de 2016 (rol Nº 12362-15), ha
dicho: "si la denuncia cumple los requisitos que señala la primera norma y son
suficientes para generar en el juez la sospecha razonable que se infringieron
derechos fundamentales del denunciante, se aliviana o facilita la carga probatoria que
le asiste, correspondiéndole al denunciado explicar los fundamentos de las medidas
adoptadas y su proporcionalidad, en caso contrario, debe asumir el peso de la prueba
en su integridad; sin que pueda inferirse que para admitir a tramitación la denuncia es
menester que se acompañe la prueba material de la cual surgen los antecedentes
que se indican en el libelo respectivo".

Si bien llega a una conclusión distinta, contiene argumentos muy parecidos el


razonamiento de Ugarte (2004): "la víctima o demandante no está completamente
liberado de prueba, ya que debe acreditar al menos, la existencia de "indicios" de la
existencia de la conducta lesiva, para que recién ahí´ se traslade al demandado el
deber de probar que su conducta se debió a motivos objetivos y razonables (...) por
eso se ha dicho con razón que la regla procesal citada, más que alterar la carga
probatoria, afecta el objeto de la prueba (thema probandum), ya que el demandante si
´ debe acreditar un hecho, pero no el que le correspondería según las reglas
generales (las conductas discriminatorias o lesivas), sino una conducta distinta: la
existencia de indicios que hagan verosímil la existencia de la lesión".

Es más, del mismo modo que la presunción simplemente legal, en este caso, se
altera la carga de la prueba puesto que corresponde destruir la presunción y, por lo
tanto, probar sus dichos a quien perjudica aquella situación. Pese a plantearlo de una
forma muy diferente, arribamos a una conclusión muy parecida a la de Ugarte
(Ugarte, 2009).

Es claro que el trabajador no dispone de las herramientas idóneas para probar sus
dichos y establecer los hechos, pero no es menos cierto que se podría alivianar la
carga respecto de la suspensión del acto vulneratorio, del mismo modo que si fuera
tutela cautelar acogiendo aquella petición con meros visos de verosimilitud. Parece
más justificable un enjuiciamiento prima facie en una etapa temprana en la que no se
ha decidido nada sobre el fondo.

De hecho, es frecuente observar este tipo de conceptos en la jurisprudencia, pero


careciendo de esta reflexión que estamos proponiendo y, entonces, aplicándola al
enjuiciamiento del fondo del asunto: "el artículo 493, del Código del Trabajo,
determina lo que se ha denominado "Prueba Indiciaria", que obedece a indicios o
antecedentes verosímiles de la infracción cometida. Como consecuencia de ello,
corresponde al denunciado explicar los motivos de las medidas adoptadas que según
el denunciante lesionan derechos fundamentales y la proporcionalidad de ellas, lo que
no implica, en caso alguno, inversión de la carga de la prueba, existe más bien, una
distribución de dicha carga entre las partes, debiendo el actor acreditar indicios y el
denunciado, acreditar que las medidas adoptadas son racionales y proporcionadas,
por lo que no existe lesión a derecho alguno. Se trata, de una norma que consagra
una reducción de la carga probatoria en base al principio de tutela judicial efectiva,
dada la lógica de la protección de la parte más débil de la relación laboral, técnica que
no implica una inversión del onus probandi, puesto que no significa que sea suficiente
la mera alegación de una lesión a un derecho fundamental, para que se traslade al
empleador la carga probatoria, sino que ella consiste en aliviar la imposición del
trabajador exigiéndole un principio de prueba por el cual acredite indicios de la
conducta lesiva; esto es, acredite hechos que generen la sospecha fundada,
razonable, en orden a la existencia de la lesión que alega" (Sentencia ICA Coyhaique,
9 de abril de 2020, Causa rol Nº 7-2020).

Sin embargo, la condena por sentencia que declare que se han vulnerado garantías
fundamentales debe tener un sustento probatorio de mayor envergadura, puesto que
la valoración libre de la prueba puede conducirle a lo contrario. De este modo,
corresponderá al trabajador probar los hechos que indica y si aún y así el legislador
considera que se trata de una prueba difícil o imposible, atendido a que todo —o gran
parte— del material probatorio está bajo el dominio del empleador, entonces debe
generarse una norma clara y precisa que declare la inversión probatoria
explícitamente.

Adicionalmente, se dan dos situaciones que queremos también poner sobre aviso.
En primer lugar, es extraño que, en vez de solicitar prueba en contra, se conmine a
demostrar cómo se superó la vulneración de garantías fundamentales y; en segundo,
explicar la pertinencia, oportunidad, fundamento y proporcionalidad de las medidas
adoptadas implica, siempre, allanarse a los hechos.

Así, otra de las circunstancias que nos conduce a pensar que no se trataba de una
norma con contenido probatorio, sino que se trataba de una regulación específica en
el marco de la tutela cautelar sobre la suspensión de un acto, está determinada por
resultar excesivamente anormal que, por decirlo de algún modo, contra "indicios
suficientes" se proceda a explicar las medidas adoptadas. Si fuera una norma de
contenido probatorio, lo que debiera procurar indicar es el deber de aportar claridad
sobre el hecho que lo rebate, o simplemente, debiese señalarse que le corresponderá
al denunciado probar la veracidad de los hechos y, quizá, indicar que, de su inacción,
podrán acarrearse las mismas consecuencias que ya prevé el régimen general para el
enjuiciamiento en el orden laboral.

Como fuere, explicar y defender la pertinencia, proporcionalidad, fundamentos y


motivos de las medidas adoptadas, siempre parte de la premisa de aceptar el hecho
que motivó la vulneración de derechos fundamentales. De suerte tal, que nada de lo
que se exponga puede exonerar al empleador de haber cometido un hecho
vulnerador de derechos fundamentales. Por lo tanto, el diseño de esta norma y su
seguimiento literal por el denunciado lo conduce, inevitablemente, al allanamiento
expreso o, quizá bajo algunos parámetros, tácito cuando menos (sea total, o parcial).

No significa aquello que en la práctica forense nos encontremos siempre con


condenas y ejercicios automáticos de inversión probatoria diabólica. Por ejemplo, la
Causa rol Nº 137-2020, de la ICA Valdivia, de fecha 6 de agosto de 2020: "Que si se
considerara que existió un indicio de vulneración, como lo pretende el recurrente, la
empleadora ha justificado su actuar y este tribunal, tal como lo ha resuelto el sr. juez a
quo, lo considera apto para restarle mérito a la denuncia".

El ámbito de aplicación descrito en el artículo 485 CT indica que la tutela laboral se


aplicará en aquellos casos de vulneración de los derechos fundamentales, en el
contexto de la relación laboral. Admitir que hubo una vulneración será objeto de
constatación en el contenido propio de la sentencia y conllevará aparejada alguna de
las consecuencias previstas en los artículos 487, 489 y/o 495 del Código del Trabajo.

3. Fallo

Finalmente, tras el seguimiento del procedimiento de aplicación general y las


consideraciones especiales expuestas, la causa deberá fallarse teniendo a la vista lo
dispuesto en los artículos 494 y 495 del Código del Trabajo.

En primer término, el artículo 494 CT expone que para adoptar la decisión se tendrá
a la vista el informe de fiscalización, siempre que sea procedente; lo expuesto por las
partes y las demás pruebas acompañadas al proceso. La regulación positiva indica
que se dictará sentencia en la misma audiencia o dentro de décimo día y se aplicará
lo dispuesto en el artículo 457 CT.

Vuelve a llamar nuestra atención la forma de regular la toma de convicción del juez.
En especial, porque esta materia se encuentra regulada de mejor forma en las
normas que dicen relación con el procedimiento de aplicación general y por
establecerse una original manera que no tiene parangón en nuestro ordenamiento
jurídico procesal vigente.
Así, lo deseable —como bien hace el artículo 456 CT— es que la ley establezca
cómo se va a valorar la prueba y entregue un mandato claro al juez para que su
valoración probatoria sea externalizada de modo tal que permita el control. De otra
forma, lo lógico es que la norma regule de qué forma puede el juez apreciar la prueba
(sana crítica) y qué ha de explicitar para que su razonamiento pueda ser comprendido
por las partes. El artículo 456 CT, que es aplicable a este procedimiento, en este
sentido prescribe que "el tribunal deberá expresar las razones jurídicas y las
simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia, en cuya virtud les asigne
valor o las desestime. En general, tomará en especial consideración la multiplicidad,
gravedad, precisión, concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del
proceso que utilice, de manera que el examen conduzca lógicamente a la conclusión
que convence al sentenciador".

En conjunción con aquello, el artículo 459 CT, que también recibe aplicación directa,
es bien cuidadoso a la hora de regular qué menciones ha de contener la sentencia y,
por ejemplo, se hace mención a que debe analizarse toda la prueba rendida, le
corresponde al juez señalar los hechos que considera probados y, finalmente, el
razonamiento que le condujo a arribar a sus conclusiones. En resumen, con acierto se
explica que el juez debe recibir la prueba y exponer, principalmente a las partes, de
qué forma logró su convencimiento.

En este contexto, llama la atención que el artículo 494 CT haga mención expresa
del informe de fiscalización que pudo, o no, ser objeto de prueba en el proceso. Si lo
fue debe ser valorado para indicar cómo influyó en la convicción del juzgador, en el
sentido de otorgarle el peso específico necesario para conducir a una conclusión, o
descartarla. Por lo que esta mención, solamente redunda y puede llevar a solicitar la
nulidad de lo obrado cuando, por algún motivo, no se hubiere podido recabar en el
momento oportuno.

Pero resulta más superflua la mención a "lo expuesto por las partes". Las partes
pueden haber señalado infinidad de cosas, pero no todas serán objeto de prueba y no
deberá razonarse sobre lo que, por ejemplo, resulte redundante, inoportuno o
sobreabundante. Así mismo, esa exposición no sabemos qué alcance procesal tiene y
si se refiere a su confesión de parte (absolución de posiciones), o bien a las
exposiciones de los escritos iniciales.

Para concluir esta enumeración se habla de "las demás pruebas acompañadas al


proceso". Huelga seguir insistiendo en la reiteración inocua de esta norma.

El único objetivo real de este artículo, entonces, es circunscribir a 10, en vez de 15,
los días que se conceden para dictar sentencia, en el evento de no poder realizarse al
final de la audiencia.

Para concluir el fallo del procedimiento de tutela laboral, junto con lo dispuesto en el
artículo 459 CT que regula el contenido de la sentencia definitiva en el procedimiento
de aplicación general, el artículo 495 CT indica menciones adicionales para la parte
resolutiva.

Primeramente, se impone el deber de declarar si efectivamente existió o no la lesión


de derechos fundamentales denunciada. En coherencia con lo expuesto hasta el
momento, no podemos sino reafirmar que, de cualquier manera que se quiera
observar, la declaración de una vulneración de derechos fundamentales, del mismo
modo que la correcta interpretación de un contrato, o la declaración de la existencia
de una obligación, está configurada en nuestro ordenamiento jurídico para ser
obtenida tras la tramitación de todo un procedimiento que culmina con una actividad
lógica de valoración y expresión de las consecuencias derivadas de los hechos
acreditados. De este modo, no es sino al final de este iter que podemos afirmar
aquello y no anticipadamente. Así, el denunciado no podrá sino defenderse en la
oportunidad correspondiente y lo hará en función de los hechos que considere ciertos,
aportando el material probatorio del que se pueda desprender.

En el evento que se declare la existencia de una lesión a los derechos


fundamentales del trabajador, el segundo numeral del artículo 495 indica que el
tribunal ordenará el cese de aquella transgresión del ordenamiento jurídico, bajo el
apercibimiento de hacer efectiva una multa de 50 a 100 UTM que pudiera, en su caso,
repetirse hasta obtener el cumplimiento de la orden.

Junto con estas menciones, el numeral 3, contempla la posibilidad de que el juez


adopte medidas concretas destinadas a obtener la reparación del daño, incluidas las
indemnizaciones que resulten procedentes y, también, recibirá aplicación el
apercibimiento ya indicado que se regula en el artículo 492 CT.

Finalmente, se posibilita que el juez decida sobre la aplicación de multas en


conformidad a las normas del cuerpo completo del Código del Trabajo. Así mismo, el
juez deberá tratar de retrotraer la situación al estado anterior a la vulneración de los
derechos fundamentales ya declarada y no permitirá que se llegue a acuerdos sobre
los hechos que fundaron la denuncia, si es que estos conllevan la perpetuación de la
conducta originadora de lesiones a los derechos fundamentales.
III. E

El procedimiento de monitorio laboral se encuentra regulado en el Párrafo 7º, del


Capítulo II, del Título I, del Libro V del Código del Trabajo. En específico se halla
comprendido entre los artículos 496 y 502 del citado Código. Observaremos en lo
sucesivo su régimen legal deteniéndonos en algunos de sus problemas y nudos
críticos que han ido siendo destacados por la jurisprudencia y que, sin duda, surgen
en el cotidiano devenir de nuestra jurisdicción laboral.

A) Á

El procedimiento monitorio laboral se encuentra establecido para la tramitación de


las causas en que las contiendas ostenten una cuantía igual o inferior a diez ingresos
mínimos mensuales. Esta cuantía debe tenerse en cuenta sin los aumentos de la
llamada Ley Bustos y, en principio, determina el supuesto clásico y paradigmático del
procedimiento monitorio.

El procedimiento monitorio, despojado de otros apellidos, nace con la vocación de


resultar un medio de tutela rápido, a favor de la recuperación de créditos indubitados,
en especial cuando los acreedores de los mismos tienen una posición especialmente
pasiva (Calamandrei). En efecto, los códigos de procedimiento de carácter
decimonónico se caracterizan por proteger excesivamente al deudor que, la mayoría
de las veces no es un agente colaborador del procedimiento y lo cierto es que los
incentivos que se disponen lo conducen, precisamente, al aprovechamiento de su
tratamiento.

Entonces, instituciones como el procedimiento monitorio contribuyen a un cambio en


la tramitación como la hemos venido entendiendo, puesto que, para determinados
supuestos, prácticamente el pago es la única opción viable. Esta forma de legislar
está pensando en racionalizar el uso del aparataje estatal del Poder Judicial y que,
bajo determinados presupuestos, solo quienes tienen opciones reales de defenderse
lo hagan. Se evita, así, la defensa meramente dilatoria cuyo único objetivo es
desgastar a la parte contraria, para que en el mejor (peor) de los casos abandone su
pretensión.

Llama, entonces, la atención, que el procedimiento monitorio laboral también


contemple entre su extensión competencial a los conflictos suscitados al alero del
artículo 201 del Código del Trabajo. Si bien es cierto que, en la misma lógica del
adeudo de prestaciones económicas simples, en estos supuestos se parte de una
premisa sencilla: hechos que tengan relación con la separación de funciones, de una
parte, y que estos tengan origen o consecuencia del supuesto fáctico del embarazo,
maternidad, paternidad o adopción. Podría ser un escenario más complejo en la
discusión de los hechos, pero lo cierto es que no se coartan las posibilidades de
defensa y, por ende, resulta aparentemente acertado proteger con mayor celo este
tipo de situaciones.

La jurisprudencia, sin embargo, ha afinado un poco el concepto, en el sentido que el


sujeto activo de esta previsión es el trabajador: "Que el análisis armónico de las
distintas normas que regulan la materia, es evidente que el procedimiento monitorio
fue establecido en beneficio del trabajador, y no del empleador, aserto que se ratifica
por el hecho que el inciso primero del artículo 497 previene que el trabajador tiene la
posibilidad de optar por uno u otro procedimiento; que el inciso segundo del
artículo 498 deje a salvo al trabajador el ejercicio de acciones en procedimiento de
aplicación general; y que el artículo 499 exprese que el trabajador podrá interponer la
demanda ante el Tribunal competente dentro de los plazos de los artículos 168 y
201".

Pero más allá del tino con el que se privilegian ciertas situaciones, el problema está
dado por lo complejo que pueda llegar a ser la pretensión. En efecto, en el ámbito de
aplicación del procedimiento monitorio, gran parte de su éxito viene dado por la
solicitud de una cantidad de dinero cuyo origen está en una relación jurídica
contractual vencida, actualmente exigible y no prescrita. Por lo tanto, incorporar
causas con mayores niveles de complicación en lo fáctico, en lo jurídico y en los
alcances de la decisión jurisdiccional, sin duda, distorsionan su sentido y han de
producir dificultades.

Por este motivo, nuestro Código del Trabajo contiene una previsión que también
recoge la jurisprudencia, y que pese a lo que más adelante se indicará, se entiende
que permite al Juez llamar a audiencia cuando tenga dudas al tenor de lo expuesto en
el libelo introductorio de instancia. Así, "(...) correspondiendo regirse en el
procedimiento monitorio por lo dispuesto en el artículo 500 incisos 1º y 5º del Código
del Trabajo. Dichas normas disponen que en el caso que el Tribunal considere que no
existen antecedentes suficientes para acoger o rechazar la presentación de la
demandante debe citar a la audiencia dentro de los quince días de efectuada la
presentación por dicha parte" (ICA San Miguel, 11 de septiembre de 2013, Causa rol
Nº 267-2013).

B) A :

Una de las principales marcas que caracterizan al procedimiento monitorio laboral


es su ligazón con un requisito de procesabilidad insoslayable: la interposición de una
denuncia (reclamo) ante la Inspección del Trabajo. Si bien es cierto que este requisito
trató de separarse del procedimiento monitorio nacional, todavía subsiste (Pereira,
2008 y Orellana, 2010).

El bien intencionado, aunque no necesariamente acertado, legislador, entendió que


antes de iniciar una acción judicial por este cauce procedimental debía acudirse
obligatoriamente a la Inspección del Trabajo. Sin desconocer la labor que realiza este
ente, lo cierto es que difícilmente se va a poder recomponer una relación laboral que,
presumiblemente, está muy deteriorada en este momento. En cualquier caso, debió
tratarse de una potestad facultativa de quien quiere intentar una solución alternativa o
más temprana de su conflicto de lo que la jurisdicción pudiera entregarle.

Si bien es cierto, que la jurisprudencia ha entendido, en ocasiones, cumplido el


requisito aun cuando haya errores formales en la forma de deducirse. Un buen
ejemplo de ello es la sentencia de la ICA Iquique, de 1 de marzo de 2017, Causa rol
Nº 130-2016: "Ahora bien, en lo que dice relación con la garantía de igualdad ante la
ley, ella tampoco concurre, desde que no se aprecia una discriminación arbitraria por
la ausencia de un reclamo que hubiere sido efectuado ante la Inspección del Trabajo
en contra de la demandada específicamente, puesto que sí se acompañó el reclamo
administrativo exigido por la ley, y el hecho que se haya entablado en contra de otra
persona jurídica, en caso alguno importa una infracción a esta garantía, pues el
debate consiste en determinar a qué persona le corresponde hacerse cargo de las
obligaciones laborales demandadas por el trabajador".

Entonces, el primer hito en la tramitación de un procedimiento monitorio es la


interposición de un reclamo ante la Inspección del Trabajo. Recibido este, la
Inspección deberá citar a un comparendo en día y hora determinadas. El objetivo de
esta instancia previa a la jurisdicción es lograr una resolución alternativa mediante un
proceso de mediación del que se levantará un acta con todo lo acaecido.

La generación de esta fase previa se dará siempre a instancia de la parte interesada


en, eventualmente, promover una acción. Al concurrir a la Inspección del Trabajo e
interponerse un reclamo, de inmediato, por mandato legal, se deberá agendar una
fecha y hora para la realización de un proceso de mediación. Fijada la audiencia se
procederá a realizar una citación formal conforme a lo dispuesto en el artículo 508 del
Código del Trabajo.

La citación a comparendo de conciliación se realizará mediante el envío de carta


certificada al domicilio que las partes hayan fijado en el contrato de trabajo. Si bien la
ley no es absolutamente clara en el punto, parece que lo más razonable es que esta
notificación se realice a ambas partes, pese a que el reclamante haya debido ser
informado personalmente en el mismo momento de presentación del reclamo, pues el
artículo 497 del Código del Trabajo indica que la fecha y hora se fijarán al momento
de ingresarse la reclamación. Por lo tanto, aunque parece dispensable, la prudencia
aconseja que se notifique por escrito, también, al reclamante.

A los efectos de lo dispuesto en el artículo 508 CT por domicilio debe contemplarse


el que se haya establecido expresamente en el contrato de trabajo, salvo para
aquellos supuestos en que los hechos tengan relación con actuaciones colectivas
que, también, podrán contemplar el domicilio fijado en el instrumento colectivo o el
proyecto del mismo. Así mismo, el domicilio puede constar en la Inspección del
Trabajo, o puede ser aportado por el denunciante.

La citación, también, podrá efectuarse —en vez de por carta certificada— mediante
un funcionario de la Inspección del Trabajo designado al efecto que actuará como
ministro de fe. Para este evento, la notificación se realizará personalmente al
empleador o, en su defecto, a una persona adulta que se encuentre en el domicilio de
éste.

Aplicando, también, las normas generales del artículo 508, al que la ley se remite,
se entenderá practicada la notificación al sexto día hábil desde la recepción de la
citación según la información que se desprenda de la oficina de Correos. Deberá,
adicionalmente, dejarse constancia de esta fecha cierta por escrito.

Una vez emplazadas las partes en conflicto deberán personarse al comparendo de


conciliación con los instrumentos probatorios de que dispongan. En concreto y en
forma meramente ejemplificadora, el Código contempla el contrato de trabajo,
balances, comprobantes de remuneraciones, registros de asistencia y todos aquellos
que se estimen convenientes. Seguramente, en este punto, se está pensando
también en correos electrónicos, cartas de despido y todo aquello que pudiera dar
cuenta de los hechos que motivaron la situación.

Finalmente, como dijimos, de todo lo obrado se levantará acta y quien quisiera


impetrar una acción ante los tribunales de justicia podría cumplir con el requisito
exigido en el artículo 498 CT que en su inciso final indica que junto a la demanda
deberá acompañarse "el acta levantada en el comparendo celebrado ante la
Inspección del Trabajo y los documentos presentados en éste".

Importante es señalar, en este momento, que todo lo señalado no surtirá efecto en


el caso de las contiendas suscitadas a propósito de la vulneración de lo dispuesto en
el artículo 201 CT. Así, reciben mayor protección propiamente jurisdiccional y
soslayan el paso forzoso por mecanismos alternativos de solución de controversias,
aquellos supuestos en que se considera que la vulneración es especialmente grave y
requiere de una respuesta jurisdiccional inmediata. No podemos dejar de señalar, con
todo, que es preferible permitirle al ciudadano elegir la modalidad que prefiera.

El diseño normativo contiene varias imprecisiones que, afortunadamente, no han


provocado grandes problemas prácticos pero que nos corresponde destacar en este
momento. En primer lugar, ya señalamos que no parece que haya de imponerse la
concurrencia a la resolución alternativa de controversias. Entre nosotros, son varios
los ejemplos que rompen con uno de los principios básicos (voluntariedad) de la
resolución alternativa y que, a la postre, terminan por contaminar la imagen de los
mismos, en tanto que, ciertamente, no todos los casos son aptos para ocurrir a este
tipo de métodos de solución del conflicto. La desnaturalización de estas instancias
produce, además, una dilación que no parece razonable para quien ostenta una
pretensión sencilla y que requiere de una tutela fugaz. Se produce, en definitiva, un
contrasentido entre el concepto monitorio de celeridad y el freno procedimental
articulado.

Otro aspecto que parece criticable es la exigencia de concurrencia con los medios
probatorios. La verdad es que carece de sentido, primeramente, al tratarse de una
fase prejudicial. Quizá existe una tendencia en el ordenamiento jurídico a promover
instituciones foráneas como, en este caso, el discovery, pero resulta paradójico que
nuestro modelo monitorio laboral sea puro (es decir no exija de acompañamiento de
documentos) y sí se soliciten medios probatorios en esta fase. Ahondaremos algo
más en esta idea cuando tratemos la forma de deducir la demanda.

En cualquier caso, la omisión de alguna petición de las que, posteriormente,


conformarán el libelo posterior no impedirá que sea acogido por el tribunal. Así, por
ejemplo, no haber reclamado ante la Inspección por las cotizaciones previsionales
adeudadas, no impedirá que la sentencia que acoge la pretensión principal, también
condene al pago de las mismas (véase, sentencia del Juzgado de Letras y Garantía
de Quirihue, 29 de marzo de 2019, RIT M-13-2018).

Finalmente, hay que destacar que las materias contempladas en el artículo 201 CT
están exentas de concurrir a la vía administrativa previa. Esta diferenciación no
parece tener una justificación idónea y solo permite concluir que, en rigor, se
mezclaron temas que no eran compatibles. A mayor abundamiento, esa suerte de
disposición de materias que han vulnerado derechos fundamentales, a priori, no
pareciera tener condiciones para generar instancias negociales, nunca.

C) F

En lo que sí parece haber acertado el legislador, es en otorgarle un valor relativo a


esta vía de solución del conflicto, puesto que la mediación ante la Inspección del
Trabajo se frustra con bastante sencillez y por lo tanto, constituye un óbice, pero no
un impedimento absolutamente insuperable.

Para que la conciliación ante la Inspección del Trabajo no prosiga, basta, en primer
lugar, con que el "reclamante" (futuro demandante) no comparezca. Es de hacer notar
que la redacción del artículo 498 indica que el reclamante debe haber sido legalmente
citado, idea que ahora, refuerza nuestra aclaración sobre la notificación a la parte que
iniciará la acción. Si se opta por esta vía, en rigor se cumple el peor de los escenarios
críticos para con este sistema: en efecto, se obligaría a quien no tiene ningún deseo
de llegar a un acuerdo, a dilatar su pretensión judicial, con un expediente de estéril
tramitación. No podemos exponer ahora todos los inconvenientes que esta situación
suscita, pero parece lógico que quien demanda tutela jurisdiccional y no alberga un
ápice de deseos de llegar a un acuerdo con la parte contraria, pueda acceder
libremente a los tribunales de justicia.
Esta regulación deja en un espacio intermedio entre la mediación voluntaria y la
obligatoria. Lamentablemente, va a conducir a que en un alto número de ocasiones se
busque, solamente, el acta que certifique la mediación frustrada como requisito de
procesabilidad de la acción. En esas condiciones, era mejor ser más directo en los
incentivos que se desean promover. De este modo, o bien se opta por un modelo
absolutamente voluntario, o por el contrario se le imponen mayores deberes de
colaboración a quien promueve este procedimiento. La vía intermedia, en este caso,
no parece ser la mejor solución.

En el caso que sea el futuro demandado (reclamado) quien no comparece, o


compareciendo no hay un acuerdo total, el artículo 499 CT permite dar paso a la
interposición de la demanda. Sin embargo, el legislador —como mencionaremos—
tomará este hecho como un indicio de conducta del futuro demandado.

D) D

La demanda que da inicio al procedimiento monitorio debe cumplir con los requisitos
generales a todo escrito y lo prescrito en los artículos 446 y 499 CT.

Así, contendrá, como enuncia el artículo 446:

1. La designación del tribunal ante quien se entabla;

2. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandante y en su caso


de las personas que lo representen, y naturaleza de la representación;

3. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandado;

4. La exposición clara y circunstanciada de los hechos y consideraciones de


derecho en que se fundamenta.

5. La enunciación precisa y concreta de las peticiones que se someten a la


resolución del tribunal.

Además de las menciones clásicas, la demanda monitoria debe acompañar el acta


recaída en el comparendo de conciliación (recién expuesta) y los documentos
presentados en aquel. En el caso de los supuestos regulados por el artículo 201 CT la
ley vuelve a eximir de la obligatoriedad de acompañar el acta, por los motivos ya
señalados.

Presentamos, a modo de ejemplo, una demanda monitoria resumida:

M
Procedimiento: Monitorio

Materia: Despido injustificado, nulidad


del despido y cobro de prestaciones e
indemnizaciones

Demandante: Pablo Castells Poch

Rut: 0.000.000-0

Domicilio: Calle Sin nombre, sin


número, comuna de Valdivia, Región de
Los Ríos

Abogado patrocinante: Carlos Covelo


Lafita

Rut: 0.000.000-0

Domicilio: Calle importante, Nº 16,


Oficina 44 (Valdivia)

Email: carloscovelo@abogado.cl

Demandado: Empresa Malvada S.A.

Rut: 0.000.000-0

Representante legal: Juan Manuel


Alonso González

Rut: 0.000.000-0

Domicilio: Calle de la Empresa


Malvada, Nº 65, Valdivia.

En lo principal: Interpone demanda en


procedimiento monitorio por despido
injustificado, nulidad de despido y cobro
de prestaciones; Primer otrosí:
Acompaña documentos; Segundo
otrosí: Solicita forma de notificación que
indica; Tercer otrosí: Patrocinio y poder.

S.J.L. del Trabajo de Valdivia


Carlos Covelo Lafita, abogado en
representación de Pablo Castells Poch,
domiciliado para estos efectos en Calle
importante, Nº 16, Oficina 44, Valdivia, a
US. respetuosamente digo:

Que encontrándome dentro del plazo


legal para hacerlo y de conformidad a los
artículos 496 y siguientes del Código del
Trabajo es que vengo en deducir
demanda laboral en procedimiento
monitorio por despido injustificado,
nulidad del despido y cobro de
prestaciones en contra de Empresa
Malvada S.A., representada legalmente
por Juan Manual Alonso González, o
quien haga sus veces en virtud del
artículo 4º del Código del Trabajo, ambos
domiciliados en Calle de la Empresa
Malvada, Nº 65, comuna de Valdivia,
Región de Los Ríos.

Todo lo anterior, y lo que S.S. estime


que en derecho corresponda, de acuerdo
a los siguientes antecedentes que paso a
exponer:

I. Cuestiones procesales previas:


Caducidad, Competencia,
Legitimación, Admisibilidad y
Procedimiento

Pese a no estar expresamente regulado


en la ley y debido a la inercia que, en
estas causas, puede imprimir el
procedimiento ordinario, puede ser
interesante referirse a los presupuestos
procesales que deben ser observados de
oficio y que, en algunos casos, pueden
suponer óbices de insuperable
franqueamiento.

A) Relación de hechos
a) Antecedentes de la relación
laboral

b) Desarrollo de la relación laboral

c) Término de la relación laboral

B) Consideraciones de derecho

a) Despido injustificado

b) Condiciones para que opere la


causal

c) Descuento indebido del aporte al


seguro de cesantía

C) Prestaciones demandadas

POR TANTO, en virtud de lo dispuesto


en los artículos 161, 168, 172 y
siguientes del Código del Trabajo, así
como todas aquellas normas que
concuerdan con las mismas, solicito a
US., tener por interpuesta demanda
laboral por despido justificado, indebido e
improcedente en contra de mi ex
empleador Empresa Malvada S.A., RUT:
0.000.000-0, representada legalmente
por Juan Manuel Alonso, cédula de
identidad 0.000.000-0, domiciliados para
todos los efectos en Calle de la Empresa
Malvada S.A., Nº 65, en la ciudad y
comuna de Valdivia, someterla a
tramitación y, en definitiva, acogerla en
cada una de las peticiones concretas
formuladas y declarar, en suma, lo que se
pide:

1. Declarar que el despido fue


improcedente.

2. Declarar el recargo legal del 30%


sobre la indemnización por años de
servicio, de conformidad al artículo 168
del Código del Trabajo, por la suma
de XXXXX, o la cantidad que US.
determine conforme a Derecho.

3. Se declare indebido el descuento


que el empleador realizó en el finiquito
por concepto de AFC, condenándose a la
restitución de la suma de XXXX.

4. Se condene en costas contemplando


reajustes e intereses.

En atención a lo señalado en el
artículo 500 del Código del Trabajo,
solicito a US., acoja de inmediato lo
pedido.

Primer otrosí: Ruego a US., tener por


acompañados los siguientes documentos
que en cumplimiento de lo dispuesto en
art. 499 CT dan cuenta de las gestiones
realizadas en sede conciliatoria ante la
Inspección del trabajo:

1. Acta de comparendo de Conciliación,


realizado en el Centro de Mediación XXX.

2. Finiquito de trabajo de fecha XXXX,


autorizado ante notario con fecha XXXX.

3. Carta de despido.

Segundo otrosí: En conformidad a lo


dispuesto en el artículo 442 del Código
del Trabajo, RUEGO a US., se sirva
autorizar que las notificaciones
emanadas de este proceso se notifiquen
a la casilla de correo electrónico
carloscovelo@abogado.cl

Tercer otrosí: Ruego a US, tener


presente que designo como abogado
patrocinante y confiero poder a don
Carlos Covelo Lafita, abogado habilitado
para el ejercicio de la profesión,
RUT. 0.000.000-0, con domicilio para
estos efectos en Calle importante, Nº 16,
Oficina 44, en la comuna y ciudad de
Valdivia, quien firma en señal de
aceptación.

E) R

Ante la petición formulada por el actor, y si bien el Código no contempla una


regulación específica a los efectos monitorios, el tribunal deberá, en primer lugar,
observar si concurren los requisitos que propone la ley. Parece que, siguiendo el
régimen supletorio del Código de Procedimiento Civil, lo más razonable es que se
observe celosamente el cumplimiento de los tres primeros requisitos del artículo 446
CT y, de otra parte, los requisitos de procesabilidad específicos (el acompañamiento
del acta y los documentos). En caso que se satisfagan esos requisitos desplegará
todos sus efectos la técnica monitoria, en tanto, la resolución que se dicte no conferirá
traslado, sino que por el contrario debiera acoger inmediatamente la pretensión.

La resolución mayoritariamente debiera ser la misma que damos en el siguiente


ejemplo: "Valdivia, siete de enero de dos mil veinte. A lo principal, Por interpuesta
demanda. Estimándose fundadas las pretensiones del actor; existiendo antecedentes
suficientes para emitir pronunciamiento y visto además, lo dispuesto en los
artículos 4, 7, 9, 32, 54, 63, 73, 162, 168, 496 y siguientes, todos del Código del
Trabajo, se resuelve: Que se acoge la demanda interpuesta por (...)" (JL del Trabajo
de Valdivia, RIT M-7-2020).

Efectivamente, la primera resolución en un procedimiento monitorio, clásicamente,


es la resolución que accede a lo pedido y advierte al demandado que para el evento
de no defenderse esa resolución adquirirá firmeza convirtiéndose en título ejecutivo
perfecto por el transcurso de un plazo, normalmente, moderado de tiempo.

Siguiendo con el mismo ejemplo propuesto, es imprescindible que esa primera


resolución haga la admoción al demandado de los efectos perjudiciales que se
producirán en su contra, especialmente para el evento que tenga una actitud pasiva:
"Se advierte a las partes que sólo podrán reclamar de esta resolución, ante este
mismo tribunal, dentro del plazo de diez días hábiles contados desde su notificación,
por medio de abogado habilitado para el ejercicio de la profesión. Si no se presenta
reclamo, o si éste es extemporáneo, se certificará dicho hecho, adquiriendo esta
resolución el carácter de sentencia definitiva ejecutoriada para todos los efectos
legales y se procederá a su ejecución, a través, de la Unidad de Cumplimiento de
este Tribunal, si no se efectuare el pago de lo ordenado dentro de los cinco días
siguientes a la fecha en que este fallo quede ejecutoriado. Notifíquese al apoderado
de la demandante por correo electrónico y al demandado personalmente o de
acuerdo a lo dispuesto en el artículo 437 del mismo cuerpo de leyes, por funcionario
notificador del Tribunal" (JL del Trabajo de Valdivia, RIT M-7-2020).

Esta forma de entender el proceso provoca una mayor dosis de colaboración de las
partes. En la nomenclatura más clásica (civil o comercial), el deudor de la obligación
se ve forzado a defenderse, a dar razones, o de lo contrario resulta condenado
(Ramos Méndez). Incluso su silencio es equivalente a la aceptación de las
consecuencias.

En el procedimiento monitorio laboral, empero, el diseño fue original creándose una


suerte de procedimiento nacional con alguna particularidad que vamos a pasar a
destacar:

a) Acoge la pretensión y avisa de las consecuencias de la resolución

La primera opción que se contempla en el procedimiento monitorio laboral (art. 500


CT) es que el juez, ante la petición, acoja inmediatamente la misma. Como venimos
reiterando, este es el camino paradigmático para el cual se diseñó el monitorio desde
sus orígenes. El mercader que no podía soportar la demora del paso del tiempo
generada por el solemnis ordo iudicarius obtenía un pronunciamiento rápido sin oír a
la otra parte.

La resolución típica no debiera entrar a realizar análisis profundos. Basta con que el
juez entienda que existe una petición fundada. Por lo tanto, sería deseable una
fórmula escueta y eficaz como: "Que encontrándose suficientemente fundadas las
pretensiones y conforme a lo establecido en el artículo 500 del Código del Trabajo, se
resuelve: Que se acoge la demanda interpuesta por XXXX, declarándose XXXX".
Esta fórmula tiene la ventaja de evitar que el juez conozca del asunto y, por lo tanto,
soslaya posibles decisiones a la luz del mérito de la causa.

En este mismo sentido, consideramos que debieran evitarse resoluciones tan


extendidas en nuestros tribunales como, por ejemplo, la que utiliza el 2º Juzgado de
Letras del Trabajo de Santiago, en fecha 6 de enero de 2020 (M-4-2020): "Que con
los antecedentes acompañados por la parte demandante se estima suficientemente
fundadas sus pretensiones y de conformidad con lo dispuesto en el artículo 500 del
Código del Trabajo, se resuelve (...)". Puesto que, como venimos defendiendo,
pareciera que el juez evalúa el mérito de los antecedentes (documentos)
acompañados. Este momento, no es propiamente una instancia de enjuiciamiento del
mérito, sino una vía de celeridad para intentar forzar el pago, o la oposición fundada.

Esta forma de concebir el proceso cambia radicalmente el panorama formalista y


conviccionario de nuestros tribunales de justicia. Así, el órgano jurisdiccional acoge
sin "juicio", al menos en el sentido tradicional del término.
Para que esto suceda, eso sí, el juez debe estimar que las pretensiones son
suficientemente fundadas. Ello significaría que una petición razonada, precisa,
motivada y bien explicada bastaría para ser acogida de inmediato. Sin embargo,
nuestros tribunales vienen considerando que las peticiones deben ser acompañadas
de prueba (o un principio), esencialmente instrumental, para poder considerarse
suficientemente "fundadas". Sucede, de este modo, lo mismo que cuando se solicitan
medidas precautorias en cuyo caso deben acompañarse comprobantes que
constituyan a lo menos presunción grave.

Las fórmulas que observamos recurrentemente, se asemejan a lo resuelto por el


Juzgado de Letras del Trabajo de Valdivia en Causa RIT M-1-2020: "A lo principal, en
atención a no existir antecedentes suficientes para emitir pronunciamiento y de
conformidad a lo dispuesto en los artículos 496 y 500 del Código del Trabajo, por
interpuesta demanda laboral en procedimiento monitorio, cítese a las partes a
audiencia de conciliación, contestación y prueba, para el 14 de enero de 2020 a las
12:30 horas, en las dependencias del Juzgado de Letras del Trabajo de Valdivia,
ubicado en Aníbal Pinto 1925, 4º piso, de esta ciudad, a la que deberán concurrir con
patrocinio de abogado habilitado para el ejercicio de la profesión" (así sucede en M-2-
2020; M-3-2020; M-4-2020; M-5-2020; M-6-2020; M-8-2020; y M-10-2020, solo
habiéndose revisado las 10 primeras causas).

No pareciera, en esta primera aproximación, generar problemas salvo si pensamos


que, en rigor, esta instancia no debe servir para completar un auténtico
enjuiciamiento. El juez debiera acoger "a ciegas", bastando la mera petición fundada,
puesto que posteriormente pudiera tener que realizar un auténtico juicio de fondo. Por
otra parte, esta forma de entender el procedimiento monitorio se condice, de mejor
forma, con la auténtica técnica monitoria que se ha podido observar en el derecho
comparado.

Sin embargo, en general, nuestros jueces de letras han entendido que requieren de
elementos que le permitan poder sustentar ese acogimiento inicial y de no existir, o no
producirles la suficiente convicción, llaman a audiencia (que será comentada más
adelante).

Si se cumple, empero, con esta hipótesis y el juez accede a la petición en forma


inmediata al notificarse la resolución, señala el artículo 500 CT, se indicarán los
efectos que producen la falta de reclamo o su presentación extemporánea. En rigor,
debiera ser la propia resolución la que hiciera la advertencia y no la notificación: es la
resolución judicial la que debe señalar la decisión y las consecuencias que se
pudieran producir, ya que la notificación solamente debiera servir para dar noticia y
eficacia al acto jurídico procesal que encierra la resolución.

La misma resolución citada anteriormente (M-4-2020, 2º Juzgado de Letras del


Trabajo de Santiago, en fecha 6 de enero de 2020) realiza esta declaración en forma
precisa:
"Se advierte a las partes que sólo podrán reclamar de esta resolución, ante este mismo
Tribunal, dentro del plazo de diez días hábiles contados desde su notificación. Si no se
presenta reclamo, o si éste es extemporáneo, se certificará dicho hecho, adquiriendo esta
resolución el carácter de sentencia definitiva ejecutoriada para todos los efectos legales,
debiendo darse cumplimiento a lo resuelto dentro de quinto día hábil. De no producirse tal
cumplimiento, se procederá a su remisión al Juzgado de Cobranza Laboral y Previsional de
Santiago para el cumplimiento compulsivo de lo resuelto".

Pese a que el artículo 500 CT no lo dice expresamente, se puede inferir que el


principal efecto derivado de la falta de oposición, o extemporaneidad de la misma,
produce automáticamente la firmeza de la decisión que acoge y, por lo tanto, el
demandante obtendrá una respuesta jurisdiccional que le concede la razón y que le
sirve para abrir la vía ejecutiva (cobranza).

Esta operación debiera producirse sin mayores complejidades. Sin embargo, el


artículo 500 CT ha introducido una serie de criterios que, si bien parecen razonables,
a simple vista, no cumplen con auxiliar la tarea del juez y, solamente complican un
acogimiento que, como sostenemos, debiera ser prácticamente inmediato.

En concreto, para poder acceder a las peticiones del demandante —junto con
observar que están suficientemente fundadas— el juez debe comprobar "entre otros
antecedentes" (que lo cierto es que cuesta mucho imaginarse cuáles) la complejidad
del asunto que se somete a su decisión, la comparecencia de las partes en la etapa
administrativa y la existencia de pagos efectuados por el demandado. En suma,
podemos intuir que el legislador quería establecer que el demandado que hubiera
mostrado una actitud colaborativa, pudiera tener derecho a una audiencia antes de
ser condenado, puesto que al final esa es la consecuencia.

Pero si lo pensamos con detenimiento no se trata de criterios que deban recibir


aplicación ante la técnica monitoria. Para comenzar, la complejidad del asunto no
puede ser una variable válida puesto que se trata de algo intangible y eminentemente
subjetivo. Un asunto de escasa cuantía puede ser muy complejo, o muy sencillo y, al
final, es probable que el justiciable entienda que su caso es muy sencillo, puesto que
ha habido un incumplimiento de las normas que regulan las relaciones laborales y no
se necesita más que una declaración judicial. El procedimiento monitorio no está
diseñado, en su fase inicial, para enjuiciar el mérito de la petición, sino el
cumplimiento de requisitos formales de interposición. La complejidad del asunto no
puede aportar nada, puesto que no es el momento procesal oportuno para valorarlo.

En segundo término, la comparecencia a la etapa administrativa no aporta ningún


antecedente importante para la decisión del asunto. Así, la ley establece claramente
los efectos tanto de la comparecencia, como de la incomparecencia y, en esencia, se
encaminan a dilucidar si se podrá llevar a cabo la instancia de mediación ante la
Inspección del Trabajo. No sería justo denegar una petición al demandante por no
comparecer, o hacerla recaer en el hecho que el demandado sí asistió y, por lo tanto,
se rechaza. El comportamiento estratégico prejudicial no debe tener ligazón con el
procedimiento propiamente tal, al final, no participa ningún órgano jurisdiccional y, por
lo tanto, los efectos que produzcan las acciones u omisiones anteriores debieran ser
absolutamente limitados. Lo contrario importaría una limitación excesiva. Ya
sostuvimos que no debiese ser una fase obligatoria, pero hacer depender efectos de
la misma parece demasiado.

Por otra parte, el que el demandado haya hecho pagos parciales, pudiera asociarse
a que asume su culpa y además colabora económicamente con la solución del
conflicto, pero tampoco consideramos que se pueda establecer como un criterio útil.
El hecho que alguien pague o deje de pagar antes de la adjudicación judicial no
puede determinar una mayor o menor sanción y, solamente, podrá significar que si
existía una resolución judicial que reconoce un crédito al demandante, este será
menor al haberse realizado pagos anteriores. Pero nada más. En otras palabras, si
alguien prepagó seguramente deba menos. Lo contrario significaría entender que
quien no pagó siempre lo hizo con el ánimo de perjudicar a la parte contraria, sin
considerar la posibilidad que quien es demandado, simplemente, no consideraba justo
satisfacer montos económicos derivados de la relación laboral.

En conclusión, abogamos, derechamente, por una suerte de admisión (casi)


indiscriminada de las peticiones que, solamente, se vea censurada cuando no se
cumpla con los requisitos de proposición, o bien, existan elementos de orden público
(como la incompetencia del tribunal) que no permitan acoger de inmediato la
pretensión. La técnica monitoria desplaza el contradictorio y permite que quien se vea
perjudicado se defienda.

En lo principal: Deduce reclamación


ante acogimiento de demanda monitoria

Primer otrosí: Solicita forma de


notificación por email que indica

Segundo otrosí: Patrocinio y poder

S.J.L. del Trabajo de Valdivia

Germán David Vallespín Pérez,


abogado, en representación, según se
acreditará, de la Empresa Malvada, RUT:
0.000.000, domiciliada para estos efectos
en Calle sin nombre, Nº 8, de Valdivia, en
autos caratulados Pérez con Empresa
Malvada seguidos por despido
injustificado y cobro de prestaciones, en
procedimiento monitorio RIT: M-53-2020,
a US. respetuosamente digo:

Que encontrándome dentro del plazo


legal para hacerlo y de conformidad al
artículo 500 inciso 2º del Código del
Trabajo es que vengo en reclamar
respecto de la resolución dictada por US.,
con fecha 6 de enero del año 2020, que
fuera notificada el día 9 de enero del
mismo año y que, en definitiva, acogió la
interposición de la demanda de autos,
solicitando que se cite a audiencia única
de conciliación, contestación y prueba.

Por tanto, en virtud del artículo 500 del


Código del Trabajo sírvase tener por
interpuesta reclamación en contra de la
resolución de fecha 6 de enero de 2020,
notificada el día 9 de enero del mismo
año y solicito proceda a fijar día y hora
para la realización de la audiencia única
de rigor en la forma que disponen los
artículos 500 y siguientes del Código del
Trabajo.

Segundo otrosí: solicito que en


conformidad a lo dispuesto en el
artículo 442 del Código del Trabajo se
sirva ordenar que las notificaciones que
se efectúen en lo sucesivo se envíen,
directamente, al correo electrónico:
abogado@abogados.cl

Tercer otrosí: Por este acto, vengo en


acompañar, con citación, copia de la
escritura pública de fecha 15 de abril de
2015 otorgada ante el Notario Público
don Luis Gonzalo Navarrete Villegas,
donde consta mi personería para
representar a Empresa Malvada.

Por tanto, solicito se tenga presente.


b) Acoge parcialmente

El artículo 500 del Código del Trabajo no regula específicamente el acogimiento


parcial. En este caso, entonces, algunas peticiones se encuentran en condición de
suficientemente fundadas y otras, por el contrario, no lo están. Nada, salvo una
lectura excesivamente literal del precepto, debiera impedir esta fórmula, ya que
tampoco el procedimiento monitorio se caracteriza, especialmente, por contener una
única pretensión.

En este supuesto se abre la posibilidad que ambas partes puedan "reclamar" puesto
que serían —eventualmente— ambas titulares del agravio producido por la falta de
correlación entre la resolución y los intereses de parte. Puede consultarse un ejemplo
de una resolución que acoge parcialmente en la Causa RIT M-394-2020, del 2º
Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago, con fecha 19 de febrero de 2020.

c) Rechaza la demanda monitoria

En la versión más clásica del procedimiento monitorio, el juez ante la petición debe
acoger o rechazar. Para que el juez rechace la demanda monitoria en el
procedimiento laboral chileno, esta debiera adolecer de falta de pretensiones
fundadas. La principal consecuencia es que, al no haberse producido cosa juzgada, el
demandante deberá observar si desea perseverar en su intento, reformulando su
libelo, en atención a si se encuentra cumplido el plazo de caducidad de la acción que
lo asiste; o, si, por el contrario, desea presentar un reclamo en contra de esa
resolución.

Como ya dijéramos, para que las peticiones se comprendan como fundadas debiera
entenderse que son suficientemente expuestas y argumentadas, sin embargo, lo
usual es que los tribunales de justicia perciban que se trata de peticiones que se
acompañan de antecedentes suficientes que permiten un enjuiciamiento prima facie
sobre la plausibilidad o verosimilitud de la pretensión.

Para tomar esta decisión, del mismo modo que para acoger, deberá tener a la vista
la complejidad del supuesto de hecho, la comparecencia a la etapa administrativa y la
existencia de pagos realizados por el demandado. Como narramos en el apartado
anterior, no parecen criterios especialmente acertados para permitir adoptar una
decisión.

Sin pretender reiterar lo indicado, lo cierto es que nada dice —y por lo mismo, no
parece razonable rechazar— una demanda monitoria porque el caso es muy
complejo; por no asistir a la conciliación a la Inspección del Trabajo y, menos si cabe,
por haber realizado pagos parciales.

En el rechazo de la demanda monitoria, entonces, parece más sencillo comprender


que son pautas que dificultan una operación tan sencilla como rechazar de plano
aquellas peticiones que no sean suficientemente claras y estén razonablemente
fundamentadas.

Tomando, otra vez, un ejemplo, la resolución del 2º Juzgado de Letras del Trabajo
de Santiago, de 3 de enero de 2020 (M-11-2020), parece asociar la cantidad o la
calidad de los antecedentes con la fundamentación de la petición:

"Que de los antecedentes acompañados por la parte demandante no se estima


suficientemente fundadas sus pretensiones y de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 500 del Código del Trabajo, se resuelve: Que se rechaza la demanda interpuesta
(...)".

Fórmulas que se repiten en maneras casi idénticas en otras causas y nos conducen
a la misma reflexión: "Que de los antecedentes acompañados por el actor, se estiman
insuficientemente fundadas sus pretensiones, y de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 500 del Código del Trabajo, se resuelve: Que, SE RECHAZA la demanda en
procedimiento monitorio (...)" (Causa Rol M-6-2020, del 1er Juzgado de Letras del
Trabajo de Santiago, 6 de enero de 2020). De hecho, se trata de la fórmula de estilo
que utilizan nuestros tribunales ante el rechazo, reiterándose en forma casi idéntica
en todas las causas.

Ya hemos sido suficientemente enfáticos en proponer que los antecedentes se


enjuicien en su mérito tras la audiencia (si es que esta existe) y, de lo contrario, no se
tomen más que los argumentos que arguye la demanda y no el peso de los
documentos que acompaña.

Ante el rechazo de la demanda monitoria, el artículo 500 inciso 2º del Código del
Trabajo permite que quien se sienta perjudicado por la resolución pueda presentar un
reclamo. Este hecho en concordancia con lo que dispone el inciso 5º del mismo
artículo 500 determinará que el juez cite a una audiencia cuyo objeto es, finalmente,
resolver el conflicto. Llama la atención que ante un rechazo se plantee una suerte de
recurso de reposición cuya mera interposición permite continuar adelante con el
procedimiento. La ley, sin embargo, es bien clara en el punto "[P]resentada la
reclamación dentro de plazo, el juez citará a las partes a una audiencia única de
conciliación, contestación y prueba (...)".

En lo principal: Deduce reclamación


ante rechazo de la demanda monitoria.

S.J.L. del Trabajo de Valdivia


Néstor Garrido Dimas, abogado, por su
mandante en autos sobre nulidad de
despido, despido injustificado y cobro de
prestaciones, en procedimiento monitorio
Rit: M-X-2020, caratulados "Morillo con
Almodóvar", a US. respetuosamente
digo:

Que encontrándome dentro del plazo


legal para hacerlo y de conformidad al
artículo 500 inciso 2º del Código del
Trabajo es que vengo en reclamar
respecto de la resolución dictada por US.,
con fecha 6 de enero del año 2020, que
fuera notificada el día 9 de enero del
mismo año y que, en definitiva, rechazó
la interposición de la demanda de autos,
solicitando que se cite a audiencia única
de conciliación, contestación y prueba.

Por tanto, en virtud del artículo 500 del


Código del Trabajo sírvase tener por
interpuesta reclamación en contra de la
resolución de fecha 6 de enero de 2020,
notificada el día 9 de enero del mismo
año y proceda a fijar día y hora para la
realización de la audiencia única de rigor
en la forma que disponen los
artículos 500 y siguientes del Código del
Trabajo.

d) Citación a audiencia: la tercera vía que desnaturaliza el monitorio

La técnica monitoria tradicional se caracteriza por que ante una petición un juez
acoge o rechaza de inmediato. Hay una inversión del contradictorio y, de este modo,
no habrá procedimiento propiamente tal hasta que el demandado se defienda, si lo
estima oportuno. La pasividad o contumacia del demandado solamente conduce a
que el demandante que ha visto acogida su pretensión logre la obtención de un título
ejecutivo hábil para abrir la vía del cumplimiento. Es más, ante la oficialidad que rige
en el proceso laboral, será el propio tribunal quien disponga los antecedentes al
órgano de cumplimiento.

Sin embargo, el legislador chileno posibilitó una vía alternativa que,


paradójicamente, estaría perjudicando a quien demanda. Habitualmente, el
demandante debiese estar caracterizado por ser la parte débil de la relación
contractual y por necesitar, más que nadie un pronunciamiento fugaz. Lo justo,
pareciera, es que si su petición no es suficientemente argumentada, sea declinada sin
más trámite y, al contrario, para que despliegue su virtualidad este procedimiento, el
acogimiento —tras la mera revisión formal— habría de reproducirse como la tónica
imperante.

En la práctica, pareciera que hay tribunales que comprenden esta lógica que acoger
o rechazar y otros que prefieren llamar a audiencia. Así, por ejemplo, el 2º Juzgado
de Letras del Trabajo de Santiago (tomando como muestra aleatoria las 30 primeras
causas del año 2020) acoge o rechaza siempre (en este universo). Mientras que, por
el contrario, el Juzgado de Letras del Trabajo de Valparaíso (con la misma muestra de
causas) llamó a audiencia en, al menos 13 ocasiones (podría tratarse de más, puesto
que algunas causas están "reservadas" en el sistema de consulta unificada). Para
ello, utilizó mayoritariamente la fórmula: "No existiendo antecedentes suficientes para
emitir pronunciamiento y, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 500 del Código
del Trabajo: Cítese a las partes a audiencia única de conciliación, contestación y
prueba, para el día (...)". Se pueden consultar, en este sentido, las Causas M-1, 3, 6,
7, 9, 14, 19, 23, 24, 25, 26, 27 y 29, todas del Juzgado de Letras del Trabajo de
Valparaíso, ya referido.

El artículo 500, por su parte, abre el espacio al mismo efecto que si el demandado
se opusiera a la demanda monitoria. Así, si el juez siente dudas, es decir no termina
de comprender si la petición es fundada o no, puede llamar a una audiencia, que
describiremos más adelante.

Adicionalmente, el texto normativo habla de carencia de "antecedentes suficientes"


abriendo, más si cabe la posibilidad de identificar aquella ausencia con el
acompañamiento de documentos. Sin duda, empero, podemos afirmar que, al hablar
de antecedentes, se podría continuar entendiendo que se trata, simplemente, de
dichos argumentados.

La única hipótesis, no verificada, por cierto, que se nos ocurre es que haya jueces
que sabedores que la contraria se va a oponer se "adelantan" y llaman a audiencia
para darle más agilidad al procedimiento. Se rompería, de ser correcto, con la forma
habitual de funcionamiento de este instituto y quizá, se estaría beneficiando al
demandado.

F) A

Pagar o dar razones (Ramos Méndez). Esta máxima es la que persigue el


procedimiento monitorio. Se trata de una técnica cuyo objetivo es alcanzar un cobro
más expedito de la deuda, pero que indirectamente, también, busca una colaboración
más activa del deudor. Realmente hay un cambio de paradigma respecto de los
procedimientos decimonónicos que, en términos generales, han permitido una actitud
pasiva del deudor, incluso, tomando su inacción como una contestación que niega
todas las pretensiones y fundamentos de la demandante generando una carga total
para el demandante.

En esta lógica, entonces, el diseño promueve que el demandado pague o bien su


oposición, lo sea porque tiene un motivo de suficiente entidad que, en sí mismo,
desvirtúa por completo la petición monitoria. Adicionalmente, hay que considerar que
en general nuestro ordenamiento jurídico no obliga (más bien carga) a ningún sujeto a
defenderse o mantener una posición activa. Pero en este procedimiento se usa un
incentivo: la falta de oposición conduce inexorablemente a que el acogimiento de la
petición se convierta, a todos los efectos, en sentencia firme.

a) Pago

El pago siempre resulta el escenario idóneo para quien se vio obligado a interponer
una acción monitoria atendido el incumplimiento contractual de su empleador.
Lamentablemente, no parece la opción más sencilla de lograr ya que, en rigor, quien
no paga no tiene otros incentivos (la ley no dice nada, por ejemplo, sobre liberarlo de
las costas) y ciertamente, tampoco le pasa nada al demandado que se opone
antojadizamente. Como fuere, el pago pone fin al procedimiento y, en términos más
amplios, al conflicto.

En todo caso, se puede apreciar un cambio sustancial en cómo se ha venido


entendiendo el enjuiciamiento hasta el momento. Quien no paga, al menos, deberá
oponerse. Decimos al menos, puesto que hoy en día quizá es una buena opción —
desde la óptica del proceso civil clásico—. En efecto, quien no quiere defenderse en
un proceso civil, automáticamente procura para sí la defensa más perfecta, en tanto
que niega todas y cada una de las pretensiones del actor y de algún modo impide el
correcto desarrollo del mismo (Delgado, 2014).

Tampoco dice nada la ley sobre los pagos parciales, pero debiéramos entender que
el monitorio proseguirá por la parte insoluta.

Sin embargo, hay que hacer notar que la falta de pago, no determina —al menos en
todos los casos—, como en el modelo monitorio tradicional, que el acreedor cuente
con un título ejecutivo y pueda solicitar su ejecución. Si bien es cierto que no es la
práctica más común, no resulta tan extraño que, ante el silencio del demandado y su
ausencia de pago, llamen a una audiencia que será tratada con posterioridad.

b) Reclamar (Oponerse)

De forma bien sencilla, la ley contempla que uno de los derechos que asiste al
demandado es "reclamar". Quizá no era la mejor manera de indicarlo, pero se debe
entender que el demandado puede defenderse y, por tanto, refutar lo señalado por el
demandante. En rigor, empero, lo que el demandado puede hacer es mostrar su
disconformidad con la resolución que acoge la demanda, pidiendo que se llame a una
audiencia en la que se desarrolle el contradictorio.

La ley no contempla ni la forma, ni el contenido de la reclamación. Se debe deducir


que la reclamación debe cumplir con los requisitos comunes a todo escrito y, a su vez,
ha de indicar claramente que su objetivo es hacer frente al acogimiento de la
demanda sin haberse dado audiencia al demandado. En rigor no se trata de una
contestación a la demanda, por lo que no recibirían aplicación sus menciones.

Este reclamo, siguiendo la técnica monitoria, debiera ser sencillo y como único
objeto bastaría con mostrar el desacuerdo con los dichos de la demanda (en rigor,
nuestro Código del Trabajo no exige aquello) y, del mismo modo, con la resolución
que la acogió sin dar audiencia a la parte. Si bien, como dijimos, la ley es parca en la
regulación esto, también tiene un motivo.

Debemos recordar que el demandado ha resultado vencido, al menos


provisionalmente, sin ser oído. En este escenario, el efectivo contrapeso que le otorga
la ley es que una mera muestra de disconformidad, le abre el paso al ejercicio del
derecho a la defensa y al juicio justo. No parecería normal que las causas terminaran
sin siquiera otorgar la posibilidad de defensa al demandado y, esta forma
procedimental logra cautelar el factor debido proceso al procedimiento monitorio.

Hubiera sido deseable que se exigiera que esa oposición fuera fundada y que
estuviera vinculada a la audiencia posterior. Lo contrario significa volver a entregarle
privilegios al deudor: Es cierto que no parece razonable acoger una pretensión cuya
única base es una demanda; pero, ante el escenario exigente de la colaboración del
demandado, lo más acertado parecería que quien quiera defenderse lo haga,
también, entregando todos sus argumentos desde que se encuentra notificado y
conocedor de un procedimiento en su contra. Se evitarían, además en gran medida,
reclamos meramente dilatorios y se permitiría al demandante llegar en condiciones de
igualdad y sin sorpresas a la audiencia prevista al efecto.

La opción legislativa, empero, es válida y tiene asidero en los modelos de derecho


comparado. No debemos dejar de vista el hecho que la mera petición del actor
conducía al acogimiento automático y, por tanto, parece razonable dejarlo sin efecto
del mismo modo, como medio de buscar una solución del conflicto en igualdad de
oportunidades.

El plazo para reclamar es de diez días y determina la generación de una audiencia


cuyo objetivo es, en definitiva, dirimir el asunto que, desde este momento, es
controvertido para ambas partes.

M
En lo principal: Interpone reclamación
respecto de resolución que acoge
monitorio; Primer otrosí: Solicita
notificación por email; Segundo otrosí:
Personería; Tercer otrosí: Patrocinio y
poder.

S.J.L. del Trabajo de Talca

Jesús Carlos García Reich, abogado en


representación de Empresa Malvada
S.A., domiciliado para estos efectos en
Calle importante, Nº 16, Oficina 44,
Valdivia, a US. respetuosamente digo:

Que encontrándome dentro del plazo


legal para hacerlo y de conformidad al
artículo 500 del Código del Trabajo es
que vengo en deducir reclamo respecto
de la resolución dictada por US., con
fecha 3 de enero

del año 2020, que fuera notificada el día


5 de enero del mismo año y que, en
definitiva, acogía en forma inmediata la
demanda interpuesta en contra de mi
representada y, en consecuencia, a
solicitar que se proceda a fijar día y hora
para la celebración de audiencia única de
contestación, conciliación y prueba según
lo dispone la legislación vigente.

Por tanto, sírvase tener por interpuesto


reclamo en contra de la resolución de
fecha 3 de enero de 2020, notificada el
día 5 de enero del mismo año y proceda
a fijar día y hora para la realización de la
audiencia única de rigor en la forma que
dispone el artículo 500 y siguientes del
Código del Trabajo.

Primer otrosí: Sírvase US. tener


presente que, en conformidad a lo
señalado en el artículo 442 del Código
del Trabajo, solicito que las resoluciones
que se dicten en esta causa me sean
notificadas al correo electrónico
jesuscarlos@abogado.cl

Segundo otrosí: Solicito a US. tener


presente que mi personería consta en
copia autorizada de escritura pública de
mandato judicial que se acompaña en
este acto, otorgada ante el notario
público Luis Gonzalo Navarrete Villegas.

Tercer otrosí: Sírvase US. tener


presente que, en mi calidad de abogado
habilitado para el ejercicio de la
profesión, asumiré personalmente el
patrocinio y poder en esta causa en
representación de la demandada
Empresa Malvada S.A.

c) No hacer nada

Habitualmente, las lecciones de Derecho procesal explican que el demandado


puede reaccionar o no hacer nada. La segunda opción le conduce a constituirse en
rebeldía y su actitud se entiende como una negación genérica de los hechos
afirmados por el actor en su demanda. Al demandante le compete toda la carga del
proceso y ha de generar convicción en el juzgador para lograr su objetivo, de todos
modos.

El procedimiento monitorio es una forma de evitar que los deudores sean inactivos y
consigan ventajas procesales y sustanciales derivadas de la protección que el
ordenamiento jurídico les entrega en este punto.

En el procedimiento monitorio laboral no hacer nada significa que la resolución que


acogía la pretensión va a convertirse en una sentencia firme y, por lo tanto, el
trabajador tendrá un título ejecutivo suficiente que le permita perseguir el
cumplimiento del mismo.

Pero lo cierto es que la ley tampoco lo contempla literalmente. Lo que sí contempla


es que el demandado que pretenda reclamar deberá hacerlo en el plazo de diez días
y contra la reclamación no procederá recurso alguno. Es decir, se puede inferir que
una vez se realiza el acto de oposición, éste conduce inexorablemente a la audiencia
monitoria.

Para refrendar esta interpretación, el artículo 500 indica que a la hora de notificar la
resolución recaída ante la demanda se informará de los efectos que produce la
ausencia de reclamo o su presentación extemporánea. No lo detalla, pero si la
primera resolución acogía la pretensión, lo que lógicamente debe suceder es que esa
resolución se convierta en firme.

Típicamente, las resoluciones que acogen dirán algo parecido a lo señalado en la


Causa Rol M-8-2020, del Juzgado de Letras de Concepción: "Se advierte a las partes
que sólo podrán reclamar de esta resolución dentro del plazo de DIEZ días hábiles
contados desde su notificación. En caso de no presentarse reclamación en contra de
esta resolución o la presentación extemporánea de la misma, hará que la presente
adquiera el carácter de sentencia definitiva para todos los efectos legales".

Se perfecciona el instrumento monitorio, de esta manera, y como observamos al


demandado se le exige su colaboración con el procedimiento o, en forma casi
inmediata, se ve sometido a un pronunciamiento judicial de fondo que acoge una
petición en su contra.

Lo que va a suceder, entonces, es que habitualmente los tribunales certificarán el


hecho de no haberse interpuesto reclamación dentro del plazo de diez días y se
certificará, también, que la resolución que había acogido la petición principal adquiere
el carácter de sentencia definitiva ejecutoriada, para todos los efectos.

En el mismo ejemplo recién expuesto (Causa Rol M-8-2020, del Juzgado de Letras
de Concepción) con fecha 19 de febrero de 2020, se dictó la siguiente certificación
por el Jefe de la Unidad de Causas: "CERTIFICO: Que la resolución de fecha 9 de
enero de 2020 de la presente causa se encuentra firme o ejecutoriada, por no constar
en el sistema informático de tramitación de causas laborales SITLA, presentación de
reclamación en contra de esta resolución dentro del plazo de diez días hábiles
contado desde su notificación, adquiriendo el carácter de sentencia definitiva
ejecutoriada para todos los efectos legales".

G) E :

Cumpliéndose con el ámbito de aplicación y ante la demanda monitoria una de las


opciones que puede darse es que el juez cite a audiencia. Esto sucederá, en primer
lugar, cuando considere que la petición principal adolece de falta de antecedentes
suficientes, es decir, si es que el órgano jurisdiccional considera que no puede formar
su convicción por lo expuesto en el libelo. Ya hemos explicado los motivos que
desaconsejan esta forma de plantearlo que, en síntesis, se resumen en que el tribunal
no ha de formar su convicción, sino observar si la demanda está suficientemente
fundada.

Este primer escenario, sin embargo, desnaturaliza la técnica monitoria. Es evidente


que el acogimiento inmediato de la pretensión siempre lo será "a ciegas". De hecho,
así se establece por el legislador, recogiendo una tradicional fórmula del derecho
comparado. Por lo tanto, las opciones debieran ser solamente dos: o bien se acoge, o
bien se rechaza. Lo contrario, conduce a un extraño: se abre una audiencia por una
petición que no es lo suficientemente fundada y, en ese contexto, tampoco el
demandado va a poder defenderse con todas las garantías, si es que acude a una
instancia de discusión en que las peticiones no son claras o fundamentadas.

Se produce una distorsión que no termina de comprenderse, porque el no rechazar,


pero no acoger deja un escenario de incertidumbre sobre el objeto de debate que no
parece poder ser subsanado. El actor, quizá hubiera preferido que se rechace su
pretensión para rehacerla y el demandado no va a comprender cómo una petición que
no está suficientemente fundada continúa siendo tramitada. Por eso, apegándose a la
tradición, parece que esta vía no debiese adoptarse en ningún caso. La práctica
forense nos enseña que se trata de una opción muy recurrente en algunos tribunales
(no en todos, por descontado).

El segundo supuesto en que pudiéramos llegar a audiencia es aquel que se abre


tras la oposición (reclamo) del deudor. Como ya señalamos, en este caso sí parece
de sentido común abrir una etapa de discusión. Lamentablemente, como al
demandado le basta con realizar una oposición meramente formal, pudiera ser que el
demandante no sepa con qué argumentos llega el requerido a esa audiencia, siendo
que el actor debiera adelantar sus mejores argumentos, so riesgo de ser rechazada
su petición inicial.

Esta diferencia que conduce al mismo resultado (audiencia) tiene, a su vez, una
consecuencia práctica respecto de los plazos de celebración de la instancia oral. Así,
en el primer caso —aquel en el que el tribunal cita por no encontrarse del todo
convencido— se fijará agendamiento para una fecha dentro de los veinte días
siguientes a la fecha de la resolución, debiendo mediar entre la notificación y la
celebración de la audiencia, al menos cinco días. En la segunda hipótesis —llamado a
audiencia motivado por reclamo— el plazo para que se lleve a cabo la audiencia
única estará dentro de los quince días siguientes a la interposición del reclamo.

En tercer lugar, a esta audiencia —como se explicó— pudiera llegarse fruto de la


reclamación que interpone el demandante al ver cómo su petición resulta rechazada.
También resulta algo confuso, puesto que, si su interposición no es suficientemente
fundada, el rechazo podría ser recurrible, pero no parece que lo más idóneo sea abrir
una audiencia precedida de una petición poco clara.

La audiencia que el legislador contempla se caracteriza por desarrollar,


especialmente, las instancias de conciliación, contestación y prueba.

a) Conciliación
Pareciera que el orden lógico de la audiencia no está bien definido en nuestro
Código del Trabajo. Así, lo normal, a todas luces, es que la instancia de conciliación
se practique después de haberse desarrollado la contestación de la demanda, es
decir finalizado el periodo de discusión.

Realizar la actividad tal y como está prevista en la ley debe conducir a un imposible.
Nadie querrá atender a las bases que proponga el juez, si no es habiendo mostrado
sus argumentos y habiendo revisado los de la contraria. Es más, ningún juez puede
realizar propuestas de superación de los nudos críticos de relevancia jurídica, si no es
con un dibujo de los principales sustentos de cada parte. Tal y como está redactada la
norma, obliga al juez a proponer soluciones colaborativas en que solo dispone de la
información aportada por una parte. Si a esto le unimos el hecho de arribar a esta
instancia por las dudas generadas en el libelo introductorio de instancia, parece un
absoluto despropósito.

Sin pretender desarrollar, entonces, algo singular que caracterice a esta instancia
conciliatoria, solamente, podemos reivindicar que ella se lleve a cabo después de
oído el demandado.

b) Contestación

Siguiendo con lo expuesto, lo primero que debiese producirse en esta audiencia es


la contestación. Para lograr una mejor igualdad de oportunidades y evitar que se
rebasen los límites de la buena fe, lo cierto es que esta contestación debiera guardar
estrecha relación con el "reclamo" ya explicado. La ley, sin embargo, permite
simplemente reclamar sin dar motivos.

No parece del todo justo que el demandado pueda guardar sus argumentos para
una audiencia que, en esta lógica, puede convertirse en toda una sorpresa.
Adicionalmente, las partes pueden llegar con una posición negocial más acabada, si
conocen de antemano las posiciones de la contraria y, sin duda, el juez podrá realizar
una actividad conciliatoria de mayor calidad siempre y cuando esté empapado de los
detalles de la discusión con anterioridad a la celebración de una vista oral.

Pero lo cierto, es que nada de esto contempla nuestro ordenamiento procesal y,


entonces, la contestación es un hito que se desarrolla en forma oral y en el marco de
esta audiencia que está destinada a ventilar el grueso del procedimiento, en el menor
tiempo posible.

c) Prueba

Este tema podría ser uno de los más complejos. Si como pareciera, los asuntos son
de escasa complejidad jurídica y existe un sistema de libre valoración que permite
adquirir sencillamente la construcción fáctica, entonces el resultado será fácil; pero si,
por el contrario, la petición es clara, pero la demostración de la misma no es tan
sencilla, no parece que se vaya a dar una instancia probatoria tan desprovista de
complejidades.

Como fuere, y aunque la ley no lo recoge específicamente, en esta audiencia


deberá realizarse una fase de proposición, admisión e incorporación de la prueba.
Volvemos a insistir en lo deseable que hubiera sido que el legislador vinculase esta
instancia a los escritos en que las partes construyen su teoría del caso. De este
modo, se promovería una mejor comunicación en la audiencia; se promovería de
mejor manera el acto de conciliación; se acudiría en una posición estratégica más
apegada a la realidad y, en definitiva, se mejoraría la calidad del enjuiciamiento y
solución del conflicto. Esta medida, adicionalmente, requiere que los jueces acudan
absolutamente informados de la causa, lo contrario ofrece una justicia que no tiene
ningún sentido.

Al no regularse nada específicamente hay que entender que se permite todo medio
de prueba que cumpla, a juicio del tribunal, con ostentar la calidad y pertinencia
suficientes para generar convicción en el órgano jurisdiccional. Procedimentalmente,
se deben seguir las reglas generales.

d) Reglas generales aplicables en la audiencia única

Las partes deberán comparecer provistas de todos los medios de prueba de los que
dispongan. Esta regla se condice con lo señalado en el apartado precedente, sobre
prueba, ya que en esa instancia oral se van a desarrollar todas las actividades
tradicionales por las que deambula el procedimiento probatorio.

Además, en caso de comparecer por mandatario, este debe asistir revestido


específicamente de la facultad de transigir. Del mismo modo que en el supuesto
anterior, también se trata de una regla coherente atendido que se va a llevar a cabo
una oportunidad conciliatoria que podría requerir de la expresión de consentimiento
como medio de poner, tempranamente, fin al conflicto.

Finalmente, hay que tener presente que la audiencia se llevará a efecto siempre que
una de las partes comparezca. Como venimos sosteniendo, se requiere una
colaboración activa con el proceso y, por este motivo, la inasistencia no suspenderá,
ni dilatará per se el desarrollo del procedimiento, sino que acarreará la pérdida de la
oportunidad de defenderse cabalmente en juicio.

H) S

Otro de los aspectos que llaman la atención del operador jurídico, es la


imposibilidad de inteligencia de la sentencia monitoria. En efecto, tras remitirse a la
normativa general, el artículo 501 CT prescribe que la sentencia no deberá contener
ni la síntesis de los hechos y alegaciones de las partes, ni el análisis de toda la
prueba rendida, los hechos que se consideren probados y el razonamiento para llegar
a esa conclusión.

En otras palabras, la sentencia solamente va a indicar el lugar y fecha, la


individualización de las partes, la resolución del caso y las sumas a pagar y,
finalmente, la regulación de las costas.

Esta sentencia no permite saber a su destinatario los motivos que condujeron a


adoptar una decisión y producen la ignorancia o indefensión de quien la debe cumplir.

Si sumamos este hecho a lo restrictivo que ha resultado el régimen recursivo, lo


cierto es que nos encontramos con procedimientos monitorios que casi,
inexorablemente, nos conducen a la fórmula del one shot de enjuiciamiento. El
procedimiento era fugaz, quizá en este hito de relevancia capital valía la pena
tomarse un tiempo para completar una resolución judicial más tradicional y que
permitiera entender la decisión.

Por este motivo, en otro momento propusimos que se entienda que en la audiencia
se dicte el veredicto y la sentencia posterior y por escrito contenga todas las
menciones que la caracterizan como tal (Delgado, Palomo y Acevedo, 2019). También
constatamos allí que, afortunadamente, los tribunales de justicia suelen entregar los
motivos que condujeron a la toma de su decisión.

I) R

La sentencia emanada de un procedimiento monitorio accede, por prescripción del


art. 502 CT, a todo el régimen recursivo existente. En términos generales, al tratarse
de una sentencia definitiva —por definición— le corresponderá, en lo inmediato, el
recurso de nulidad. Podríamos, si se quiere decir así, descartar de inmediato el
recurso de apelación por no condecirse la naturaleza jurídica de la resolución con el
objeto de la apelación laboral.

Por otra parte, si bien la ley indica que las resoluciones no podrán acceder al
recurso de unificación de jurisprudencia, lo cierto es que una correcta inteligencia de
este pasaje no puede sino conducirnos a reivindicar el acceso de estas causas a
aquel instrumento.

El recurso de unificación de jurisprudencia es un excelente medio de otorgar


uniformidad al ordenamiento jurídico. Por lo que no parece deseable vetar el acceso a
una carga significativa del sistema que bordea el 30% del total de las causas.

Para sostener una interpretación respetuosa de la legislación positiva, debiéramos


considerar que la sentencia monitoria no podría acceder "directamente" al
conocimiento y fallo de la Corte Suprema, pues nuestro sistema procesal no prevé, en
este caso, una casación bastarda; pero, el artículo 483 CT permite que se promueva
el recurso de unificación de jurisprudencia contra la resolución que falla el recurso de
nulidad. De este modo, si una sentencia monitoria obtiene un fallo en el contexto de
aquel recurso que se tramita ante las Cortes de Apelaciones, no debiese impedirse su
acceso, eventual, a la Corte Suprema, siempre que se den las condiciones de
admisibilidad para que aquello suceda.

Si el verdadero objetivo de la unificación es permitir cumplir con una mayor igualdad


en la aplicación judicial de la ley, permitir que se unifique en aquellas materias es un
objetivo deseable.

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