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AYAMAN (ETNIA INDIGENA)

Los ayamanes eran una etnia americana que vivía en territorio de lo que
ahora es el centro norte de Venezuela cuando llegaron los europeos. Su
territorio correspondía a lo que hoy es el sur de Falcón y gran parte del
estado Lara y colindaba con zonas habitadas por los jirajaras y caquetíos.

Cuando el obispo Mariano Martí visitó en 1776 la región de Siquisique,


encontró aun una aldea con indios ayamanes, la aldea de San Miguel de los
Ayamanes. El científico venezolano Alfredo Jahn visitó San Miguel en 1910 y
pudo comprobar que los pocos habitantes del pueblo ya no hablaban el
idioma y se enteró de sus habitantes que muchos se habían dispersado y
dejado de hablar su idioma hacia 1880.

Características de los ayamanes

Se dice que los ayamanes eran muy unidos con la naturaleza, eran muy
hábiles para movilizarse de un lugar a otro dentro de su territorio, colindante
con los jirajaras y caquetíos. Según Federmann, eran de muy baja estatura,
al punto que algunos llegaban a medir 1,10 metros de altura, aunque
“estaban bien hechos y bien proporcionados” indicó el mismo Federmann.
Se dedicaban a la agricultura, cultivaban maíz, frijol, quinchoncho, yuca,
ñame, mamones, semerucos y maya. Según algunos historiadores, los
ayamanes pertenecían a la familia lingüística Arawak. Los jirajaras decían
que “aunque eran enanos, eran muy valientes y la comarca salvaje y
montañosa”. Podrían describirse como racistas, según las formas
modernas, ya que despreciaban la mezcla con otras razas, e incluso
rechazaban a los de su tribu que se mezclaron con los Xidehara.

La aridez, escasez de agua y la alimentación escasa y poco variada, de


pocos elementos fosfatados, pudieron ser la causa de individuos enanos,
como los ayamanes, que llegaron a reproducirse. Las escasas fuentes o
pozos que existen tienen para ellos la mayor importancia y son objeto de
mitos y leyendas. Creen que cada fuente o manantial tiene en su interior un
espíritu que la hace brotar. En la vecindad de San Miguel existen las
denominan: Nonavana, Senecoy (agua viva), Curachire, (nombre de un ave)
Marasí (agua de nosotros) y Tucutúcu. Cuando muere un Ayomán, su
cadáver es amarrado sobre una parihuela o troje de madera y sepultado en el
suelo, colocando dentro de la sepultura una tapara de agua y aquellas
comidas que eran preferidas por el difunto.

Los arcos miden 1,50 metros de largo, tienen una sección de 22×18
milímetros en el centro y son fabricados de una madera rojiza, muy dura,
llamada palo de arco.

El baile de Tura

La fiesta llamada Tura, la cual se celebra en julio o agosto, en la época en


que el maíz está jojoto, es una de las pocas costumbres que se conserva de
aquella cultura. Llevan una cuerda enrollada sobre el antebrazo derecho y
pintada la cara con líneas arqueadas sobre las cejas y debajo de los ojos, de
una pintura roja que llaman barikí, preparada con óxido de hierro o almagre.
Las mujeres llevan una corona de bejucos de caraotas, batatas y otros
productos agrícolas. Cuando los hombres son reemplazados en sus cargos,
deben entregar el rollete distintivo al nuevo funcionario. Si muere éste, la
viuda enciende por un extremo el rollete y lo lleva al que lo había entregado
a su marido y el antecesor debe conservarlo en su casa hasta que se haya
consumido, procediéndose en seguida a la fabricación de uno nuevo.
En el baile los hombres forman un círculo, apoyando las manos sobre los
hombros de sus vecinos. El centro de este círculo lo ocupan los dos
tañedores de turas y el indio que hace de ciervo o venado, quien soplando
por el agujero occipital dentro de un cráneo con carameras que sostiene con
ambas manos delante de si, e imitando los mugidos del ciervo brinca hacia
los bailadores amenazándoles con la cornamenta y tratando de forzar el
paso.

Entre tanto los bailadores cantan y cierran sus filas para impedir la huida del
furioso animal. Se balancean al compás de las notas arrancadas a las turas.
Los recesos entre uno y otro baile son aprovechados por parejas, músicos y
ciervos para refrescarse con frecuentes libaciones de chicha y aguardiente.
Estas fiestas suelen durar dos, tres o más días; depende siempre su
duración de la cantidad de chicha, hasta que no se acaba, sigue la fiesta.

El baile se funda en un acto del culto religioso con ofrendas que procuran el
favor de los espíritus. Se presume que los sacrificios y flagelaciones eran
parte de las ceremonias, tal como lo hacían los Timotes. Se cree que el
rollete debió ser el látigo con que se flagelaban mutuamente los danzantes
masculinos.

El día de todos los santos

El 1° de noviembre los que han perdido algún pariente ponen sobre una
mesa batatas, yuca, miel y más manjares. Durante la noche colocan sendas
luces que se mantienen encendidas hasta el alba. Creen que los espíritus
vienen a comer a su hogar. Al día siguiente invitan a amigos para que
vengan “a comer la comida de la llora de sus hijos”. El 2 de noviembre para
los fallecidos el día de todos los santos, se repite la ceremonia. Son más
abundantes y variadas las viandas y no debe faltar el cocuy. Como señal de
luto se quita la cuerda al arco y se adornan de negro éste y las flechas.
Deben permanecer durante tres meses con los dardos en tierra.

La ceremonia de la sequía

Colocan sobre una mesa algunos envases con cocuy y carato, tres monedas
de plata y tres tabacos. Con eso se remunera al curandero. La casa debe
estar cerrada y todos los perros del vecindario amarrados y bozaleados. El
piache entra por el techo de la casa y así se cree que ha venido volando
desde Moroturo. Esto se hace en tiempos de sequía para que vuelvan las
lluvias y no se pierdan las cosechas.

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