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No por mucho laburar se

enriquece más temprano


(y otras percepciones)

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Escrito por Taxideral

Estáá permitida su reproduccioá n párciál o totál, el


álmácenámiento, el álquiler y lá tránsformácioá n de este
libro, en cuálquier formá o por cuálquier medio, seá
electroá nico o mecáá nico, mediánte fotocopiás,
digitálizácioá n u otros meá todos… cuálquier cosá
pregunten.

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PREFACIO (o algo así)

No le temo al paso del tiempo, es gracias a él que la


conciencia tiene movimiento. Tampoco le temo a
envejecer, ser un eterno adolescente nunca estuvo en
mis planes. Ni siquiera le temo demasiado a la muerte,
aunque reconozco que no tengo prisa en conocerla. Lo
que realmente me aterra es convertirme en un adulto
que va a trabajar para pagar los impuestos, la comida y
los cigarrillos.
Me visualizo llegando a mi casa todo triste y ojeroso
después de un día de mierda en el trabajo, encendiendo
la televisión en el último canal que lo dejé, un canal de
noticias cuya postura política está alineada con la mía, y
mientras me amargo con cualquier realidad que me
venda ese canal, me pongo a cocinar sin ganas
imaginándome cómo hubiese sido mi vida si me hubiese
esforzado un poco más con las cosas que realmente
quería en lugar de aceptar la configuración de "adulto
responsable" como una inevitabilidad. Ese es el escenario
que me quita el sueño. El de encontrarme preso de mis
malas decisiones, así me sentí durante años, un
convicto de mis errores.
La vida de un hombre en sus treintas que quiere
dedicarse a entretener es tragicómica; se está siempre
corto de dinero, amigos y familiares tratan tu muestra
de amor hacia la vida como un simple hobby, y para
colmo uno no siente estar siendo productivo con su
vida, ni tiene la seguridad de que alguna vez vaya a

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conseguir lo deseado. Lo deseado por mí no es la fama,
ni que me llame Mtv, ni tener millones de suscriptores.
Lo que quiero es ganarme la vida haciendo lo que me
gusta, lejos de responsabilidades angustiosas y horarios
que cumplir. Es cierto que la fama, la Mtv o los millones
de suscriptores ayudarían a cumplir con mi misión,
pero también ayudan las donaciones que recibo al pasar
la gorra en mis proyecciones, una donación por otro
medio, la compra de un póster o de este librito amateur.
Poco a poco los viajes, las mudanzas, las relaciones, las
escuelas, los trabajos y la suma de todo lo vivido
empieza a solidificarse en una sola pieza de recuerdos
imprecisos que crece y se resignifica en la historia que
me cuento día a día. Quizás estos textos sirvan para
enmarcar esos recuerdos y plasmar ciertas
percepciones que tengo en el presente, percepciones
que están sujetas a cambios en la medida que crezco y la
experiencia me va proveyendo de nuevos
conocimientos.
Si de casualidad se topan con errores ortográficos,
gramaticales o de imprenta, o si les resulta incómodo
leer un libro cuyos textos no tienen relación entre sí, les
pido disculpas, tengo limitaciones y estas se harán
presentes en las siguientes páginas.

Taxideral
16 de Marzo del 2018

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MI PRIMERA COMUNIÓN

Nunca voy a entender porqué mi vieja me mandaba a


catequesis. Cuando se lo pregunto, las razones varían
entre la creatividad maternal del "creí que algún día
podías necesitar una religión", hasta una más perezosa
"iban todos tus amigos y no quería que quedes excluido del
grupo". Ahora que puedo empatizar con otros adultos
me doy cuenta que el cometido de mi mamá era que
vaya a romper los huevos a otra parte. Por eso, todos
los miércoles a la tarde iba a las clases de catequesis que
dictaba una mujer muy generosa y agradable. Allí me
encontraba incluso con algunos compañeros de la
escuela. Catequesis era uno de mis lugares favoritos,
uno de los pocos lugares donde podía portarme mal sin
que me retaran.
Durante un tiempo había asistido a sus clases sin
aprender demasiado, resulta que un compañero del
colegio me tenía aterrorizado con ese asunto ese del
Apocalipsis, así que lo más importante para mí, era
memorizar algunas oraciones que me alejaran de arder
eternamente en las llamas del infierno.
Para terminar de asegurar la compra de mi ticket al
paraíso, todos los domingos iba a la iglesia por mi
cuenta (normalmente solo, de vez en cuando con
amigos). Generalmente no entendía nada de lo que el
cura estaba diciendo, a veces escuchaba algo sobre la
"misericordia" y cada vez que decía "Cordero de Dios" me
agarraba hambre. De todos modos no importaba,

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porque mi meta no era escuchar sus palabras, sino
esquivar el Castigo Divino yendo a la casa del Señor
cada domingo, como si el creador de todo lo existente
tomara lista una vez a la semana específicamente en
aquella iglesia de aquél pueblito perdido.
La primera señal de que esta religión no era lo que yo
estaba buscando, apareció cuando fuimos con el grupo
de catequesis a confesarnos. En mi caso sería la primera
y única vez ya que estaba por tomar la comunión y
confesarse antes de tomar la comunión es obligatorio.
Es decir, para realizar aquel acto de fe, aquel ritual
sacramental de la primera comunión, el niño que
generalmente tiene entre siete y doce años, debe
contarle al sacerdote todos los pecados mortales que
cometió durante sus cortos años de vida, ¡imagínense
las cosas terribles que deben confesar esos malditos
niños pecadores!
Aquella tarde la iglesia estaba tremendamente
silenciosa (como todas las iglesias de pueblo). Nuestro
miedo se percibía en el ambiente, los rostros angelicales
de algunos compañeros resaltaban sobre otros gracias
al abundante gel que le habían puesto sus madres. Los
susurros y las risitas infantiles y nerviosas eran el único
ruido en aquel templo silente. Finalmente Juan, el cura
más amigable del mundo, caminó hacia nosotros con
una sonrisa y se llevó a Matías, el compañero que estaba
sentado al lado mío. En la banca yo era el segundo, o sea

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que después de él me tocaba a mí.
Cuando al fin estuve cara a cara con el sacerdote,
ocurrió algo que en realidad era de esperarse, ocurrió
que no sabía qué confesar, y no porque haya sido un
nene bueno, pero hay que admitir que durante la niñez
nos es más difícil trazar el mapa que divide lo correcto
de lo incorrecto.
Pensé en confesar que con mis amigos le habíamos
tirado sal a un sapo, pero en realidad el sapo no se
achicharró como pensábamos, de hecho se alejó de
nosotros con ese casi-reptar repugnante que tienen los
sapos gordos (con decepción nos dijimos que la próxima
usaríamos sal fina). Pensé en confesar que había pagado
un chocolatín a la vieja del kiosco con una moneda de
10 centavos fuera de circulación abusándome de su casi
ceguera, pero al otro día la culpa me hizo devolverle el
dinero, la vieja quedó contenta con el gesto y no me lo
aceptó. Quizás debía hablarle de las sensaciones de
inocente lujuria que la mayoría empezamos a sentir en
la infancia, pero de ninguna manera iba a permitir que
un adulto sepa lo que me generaban las piernas de mi
señorita de matemática o aquella edición argentina de
Playboy publicada en febrero de 1995 con Pamela
Anderson en la tapa.
Mientras reflexionaba todo esto, noté que el silencio
entre el sacerdote y yo había sido muy duradero.

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Tendría que haber pensado algo antes. Finalmente
terminé por confesar vaya a saber qué. Juan, el
sacerdote más bueno del mundo, me absolvió de todos
mis pecados, pero como penitencia me mandó a rezar
no sé cuántas veces una oración que terminaba
diciendo "...por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa", o
a lo mejor era otra.
Al salir de la iglesia no me sentí mejor, tampoco peor,
no sentí nada, esa noche el mundo siguió girando y
absolutamente nada ni nadie se vio afectado por mis
confesiones, ni siquiera yo.

La segunda señal (y quizás la más clara) de que esa


religión no era para mí, ocurrió en la mañana de mi
primera comunión. Para aquella misa solemne dedicada
exclusivamente a los niños que están por recibir a
Jesucristo por primera vez, mi mamá se había vestido
de un modo formal que no encajaba con los trapos
hippies que viste durante sus días cotidianos aún en la
actualidad, eso ya debería indicarme que algo malo iba
a pasar.
Para quienes no lo saben, recibir a Jesucristo consiste
en probar por primera vez la hostia, algo que me daba
mucha curiosidad. Todos los domingos durante la
liturgia eucarística de la misa, veía un desfile de
personas haciendo fila india para comer aquella

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galletita que ante mi mirada infantil tenía aspecto de
golosina.
La iglesia esta vez no estaba silenciosa, sino abarrotada
de adultos encamisados o trajeados, una imagen
completamente anacrónica para un milenio que estaba
sólo a un lustro de acabarse.
No recuerdo cómo amanecí esa mañana, ni si estaba
nervioso, lo que sí recuerdo es que al estar rodeado de
tanta gente y con ese clima tan cargado, empecé a
descomponerme. Nauseas, calor y claustrofobia eran
algunos de los síntomas.
Durante las misas, hay momentos en los que uno debe
estar de pie, y otros en los que se debe sentar. Al estar
sentado, los síntomas disminuían, pero al levantarme,
estos volvían de manera exagerada. Finalmente llegó el
momento esperado, tras una larguísima misa que
parecía no acabarse jamás, me levanté para recibir el
cuerpo de Jesucristo.
Entre la fila estaban mis compañeros de catequesis, al
costado en las bancas, los adultos observando el
espectáculo. Yo seguía sintiéndome mal, no veía el
momento de recibir el cuerpo de Jesús e irme a mi casa.
Esquivando la mirada de los demás para disimular mi
malestar, clavé mis ojos en la larga cabellera castaña de
Alejandra, una compañera que estaba delante mío.
Al llegar donde se encontraba el sacerdote, hubo un

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problema que podría haber advertido si hubiese
prestado atención en catequesis o durante las misas, o
al menos si hubiese sido lo suficientemente alto como
para observar el interior del cáliz dorado. En la primera
comunión (y sólo por esa vez para los niños), el cuerpo
de Cristo se prueba también con la sangre, la sangre de
Cristo huele de un modo que me desagrada mucho
desde que tengo memoria y ahora me estaban
obligando a probarla.
- El Cuerpo y la Sangre de Cristo - Dijo el cura.
- Amén - Dijo el niño descompuesto que sólo estaba ahí
para no sufrir por el resto de la eternidad en un mar de
azufre y fuego.
El cura sumergió la hostia consagrada levemente en
vino y la puso sobre mi lengua.
En lugar de unirme con alegría y amor a todos los
cristianos recibiendo el alimento que me daría la vida
eterna, salí corriendo por la nave principal de la iglesia
y en las puertas de la casa del señor, en el escalón
previo a la vereda, terminé escupiendo la sangre y el
cuerpo de Cristo cubierto de bilis, para luego vomitarle
mi desayuno encima. Mi madre y otros adultos
intentaron socorrerme, pero ya era tarde... Ya había
rechazado mi salvación eterna.

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Dicen que el Papa Pio X dispuso que los niños se
acercaran a la Santa Comunión cuando tuvieran el
discernimiento para distinguir la diferencia entre un
pan común y el Cuerpo de Cristo en la hostia
consagrada, ese discernimiento era algo que no
habíamos tenido ni yo, ni mi sistema digestivo.

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LATA DE ALMAS EN PENA

Los conductores de una línea de colectivos que no


quiero mencionar jamás sonríen, por el contrario, el
cien por ciento de las veces ponen su peor cara ante
cualquier pregunta y elevan la voz de manera grosera
cuando alguien no logra escucharlos.
Mientras esperamos en la parada, no es raro ver un
desfile incesante de pasajeros que van llegando y
subiendo a otros colectivos que viajan con más fluidez.
Cuando finalmente divisamos nuestro esperado
ómnibus, no siempre podemos leer el cartel luminoso
que indica a qué recorrido pertenece (a veces el cartel
se rompe, a veces le da de lleno el reflejo del sol), lo que
sí podemos observar siempre en alta definición, es al
chofer con su rostro fúnebre y cansado, dispuesto a
pasarnos de largo a toda velocidad en un infernal día de
verano, ignorándonos por completo al vernos en una
parada fuera de servicio, sin intención de hacer ningún
tipo de señas para que nos percatemos del error,
dejándonos atrás como si fuésemos fantasmas flotando
en una parada que ya no existe.
A veces, cuando de tanta gente ya no entra ni una
molécula de aire en el vehículo, alguno de los
conductores se apiada y evita el ascenso de más
pasajeros, aunque normalmente intenta que suban una
cantidad irreal de personas, convirtiendo al colectivo
en una lata de almas en pena cocinándose al sol en sus
propios jugos.

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Probablemente durante esos días, sientas sobre tu nuca
acalorada y transpirada el aliento de algún otro
desgraciado que comparte el transporte público con
vos, ya que a él tampoco le quedan más espacios libres
donde respirar cómodamente.
Las millones de personas que utilizan el lamentable
servicio tampoco ven mejorar su situación durante el
invierno ya que el vehículo se vuelve hermético al
cerrar las ventanas para evitar el frío, dejando dentro
un congestionado apilamiento de personas que
estornudan y tosen mientras toquetean todo a su paso.
El precio del boleto aumenta a un ritmo acelerado, pero
la mejora en el servicio es inexistente y temo que
siempre lo será.
De vez en cuando, les comento estas inquietudes a mis
pares, quienes sumidos en una superficial resignación
responden "y bueh, boludo ¿Qué se le va'cer?".
Al parecer soy uno de los pocos en darse cuenta que esa
línea está embrujada, pero no por espíritus malvados,
sino por el mismísimo Diablo disfrazado de empresarios
exitosos que eligen seguir viviendo en barrios privados
mientras la plebe se desplaza o va a trabajar en
condiciones infrahumanas (conductores y pasajeros por
igual).
La empresa sigue creciendo y acaparando más
recorridos en lugar de mejorar los que ya tienen. Me
atrevo a decir que esa es la razón por la cual el
constante aumento de su flota es inversamente
proporcional a la felicidad de sus trabajadores y
pasajeros.

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TODO LO QUE INTERNET
NECESITABA ENSEÑARME SOBRE
LA ARMÓNICA
Aunque un prototipo de armónica llamado Sheng ya
existía en China 3000 a. C., no fue hasta 1821 que un
relojero alemán con el nombre de Christian Ludwing
Buschmann colocó quince diapasones de viento de
distintas tonalidades e inventó el instrumento que hoy
conocemos como armónica1. Este pasó desapercibido en
medio de todas las grandes innovaciones del siglo XIX.
Christian Ludwing definió su invención como “un
instrumento musical verdaderamente único, de sólo diez
centímetros de diámetro con veintiún notas, con la
posibilidad de ejecutar un crescendo y armonías para seis
tonos que pueden ser sostenidos durante todo el tiempo que el
músico tenga aliento.”
No fue hasta décadas más tarde, tras la muerte de
Christian, que un joven también relojero llamado
Matthias Hohner, compró una de esas primeras
versiones del instrumento hechas a mano y decidió
producirlas masivamente.
En 1857, con sólo veinticuatro años, fundó la empresa
Horhner, y junto a su mujer y un sólo empleado
llegaron a producir 650 armónicas en un año (menos de
lo que actualmente puede producir la empresa en una

1 Dicha invención fue bautizada como “mundaoline”, que en


alemán se traduce como “harpa de boca”.

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hora). Matthias embarcaría el producto a sus primos
que habían emigrado a los Estados Unidos. Al poco
tiempo la demanda de armónicas se disparó;
vendedores ambulantes, soldados e inmigrantes
esparcieron el diminuto instrumento popularizándolo
en el país. Estados Unidos se convirtió rápidamente en
una parte importante del mercado para la compañía
emergente.
Al principio la mayoría de los músicos tocaban sin
compañía, imitando sonidos de trenes o
representaciones sonoras de animales con acordes y
ritmos durante sus expediciones de caza.
Posteriormente, durante la guerra civil, muchos
soldados de ambos bandos llevaban consigo siempre
una armónica, sobre la que algunos juran haber
recibido un balazo, salvándose de heridas mortales.
Ya de lleno en el siglo XX, en el sur, los músicos negros
gravitaban entre ciudades de posiciones más relajadas
frente al racismo, que les ofrecían clubes donde tocar y
cierta exposición en la radio. También daban recitales
en los llamados pueblos abiertos, lugares donde gracias a
los gobiernos corruptos no se aplicaba la prohibición
del alcohol. Otras corrientes migratorias de artistas,
fueron a parar al norte y al oeste, donde las
posibilidades de un salario y un trabajo industrial
parecían más convenientes que los trabajos de
temporada en las cosechas del sur, así es como en
Memphis nace para algunos la edad temprana del blues
urbano.
Algunos músicos empezaron a mezclar el ragtime, el

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jazz de la época, el hokum blues y otros derivados de los
espectáculos ambulantes de vodevil llamados medicine
shows, ofreciendo letras humorísticas, a veces con
sutiles referencias sexuales.
En Chicago cerca de 1947 emergieron dos estilos muy
diferentes de blues; uno influenciado por el jazz de los
años 20 con la inclusión de distintos instrumentos,
como la trompeta y el saxo, y el otro con el sonido rural
del sur, ésta vez trasplantado a la ciudad, con
instrumentos de cuerdas y letras que reflejaban las
preocupaciones de vivir en la urbe.
El sonido había cambiado, el country blues comenzó a
acelerarse y a adquirir más actividad en el ritmo.
Ya a finales de la década del 40, los músicos empezaron
a amplificar su sonido con un amplificador portátil y un
micrófono barato, esto les permitía tocar lo
suficientemente alto como para sonar en la calle o para
ejecutar el instrumento en clubes nocturnos.
Resulta increíble pensar que en ese entonces (ahí, entre
la edad temprana del blues urbano y el nacimiento de la
armónica amplificada), al otro lado del continente, un
joven argentino de cinco años nacido en Santiago del
Estero recibía un pelotazo en la cara que lo dejaría
temporalmente ciego. En aquél caluroso verano, los
Reyes Magos le regalaron su primera armónica,
instrumento que hasta entonces era considerado un
juguete en nuestros pagos. Aquél niño durante su
ceguera sacó de oído las zambas y las chacareras que
bailaban y cantaban sus padres, las pisadas del
Malambo de los gauchos y también algunas melodías de

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tango y de jazz que llegaban por la radio.
Hugo Díaz tocó por primera vez en vivo a los nueve
años en una radio de su provincia, y con el tiempo logró
generar la admiración de un público que escuchaba
perplejo aquellos fraseos que no provenían de un
bandoneón ni de un acordeón, sino de una caja
diminuta que se escondía por completo en las manos y
la boca del ejecutante.
Nuestro músico autodidacta elevó los sonidos de la
armónica a un nivel sin precedentes al encaminarse
hacia el jazz y el tango, estilos que lo llevaron a girar
por Asia, Europa y América.
Su primer disco de tango, Hugo Díaz en Buenos Aires, fue
disco de oro en Japón. En Argentina llegó a compartir
escenario con grandes como Atahualpa Yupanqui,
Gustavo Leguizamón, Aníbal Troilo y Astor Piazzolla.
La leyenda dice que Hugo era un artista bohemio, un
enamorado de la música y la noche. Alguna vez supo
decir “...quiero que la muerte me pille sobre el escenario,
haciendo lo que hice siempre, la música del mundo", y así
fue; el 23 de Octubre de 1977 se descompuso tocando
“La Última Curda” en un teatro de Viedma, y al ser
internado en un hospital cercano falleció de cirrosis.

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LA CASI VERDADERA HISTORIA
DEL HOMBRE RAYO

El hombre rayo nació en 1929 bajo el nombre de Fred


Lincoln Wray, más conocido como Link Wray, hijo de
una india Shawnee, nacido en la clase baja de Carolina
del Norte.
A los ocho años, estaba en la entrada de su casa sentado
con una guitarra sin la menor idea de cómo sacarle
sonido. Fue entonces cuando un viejo negro vio la
escena y se acercó para enseñarle los secretos del blues,
Link quedó enganchado inmediatamente al escuchar las
notas deslizarse por la guitarra.
A finales de la década del cuarenta, junto a sus
hermanos, Vernon y Doug, formaría una banda de
western swing, hoy considerado un subgénero de la
música country, pero en palabras de Link, se trataba del
“rock & roll antes del rock & roll”.
La banda se hizo popular en la ciudad. Fueron
teloneros de varios músicos de la época y dieron un
puñado de recitales en algunas emisoras de radio.
Link tenía contacto directo con Dios, con quien hablaba
regularmente, pero a pesar de gozar de una saludable
protección celestial y de un comienzo prometedor en el
mundo de la música, el gobierno de los Estados Unidos
lo convocó obligadamente a la guerra de Corea, en la
que tuvo que servir durante dos años.

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No sabemos las cosas que presenció durante esos días,
lo que sí sabemos es que enfermó de una tuberculosis
que no fue diagnosticada hasta un par de años después
de haberla contraído, esto le costó un pulmón.
Tras finalizar sus días en la guerra, Link agradeció a su
ángel de la guarda por haberlo sacado de la casa de la
muerte y regresó a los escenarios, esta vez con
dificultades para cantar gracias a la ausencia de un
pulmón, quizás por eso se enfocó de lleno en la guitarra
y con el tiempo logró desarrollar ese sonido tan
particular que más tarde lo catapultaría brevemente
hacia la cima.
A mediados de la década del 50, Link formaría The Ray
Men junto a su hermano Vernon en la batería y su
amigo Shorty Horton en el bajo. La banda se convertiría
en anfitriona de The Milt Grant Show, programa de
televisión reconocido por expandir el rock & roll en el
mercado juvenil.
Cuenta la leyenda que una noche, durante la grabación
de The Milt Grant Record Hop en Friedericksburg,
Virginia, The Ray Men fueron soporte del cuarteto vocal
canadiense The Diamonds.
Grant, conductor del programa, pidió a los Ray Men que
tocaran Stroll, el tema número 1º de The Diamonds,
lamentablemente Link no se sabía ningún stroll2.
Su hermano empezaría a tocar el ritmo de dicho
género en la batería, Dios se comunicaría nuevamente
con Link, esta vez en forma de música.
2 Tipo de baile de rock & roll lento bastante popular en aquellos
días.

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Los primeros acordes de lo que en principio iba a ser
una simple improvisación reventaron en la sala.
Aquella noche germinó la semilla de Rumble, una de
las canciones más pesadas del siglo XX.
La gente enloqueció y los Ray Men terminaron tocando
el tema unas cuatro veces a pedido del publico.
Al notar la innegable magia que se escondía detrás de
la canción, la banda intentó grabarla, pero en el estudio
Link no lograba conseguir el sonido crudo que había
generado aquella noche gracias a los micrófonos que
tomaban el sonido de los amplificadores.
Tras algunas idas y vueltas al asunto, resolvió perforar
el tweeter de su propio amplificador con un lápiz. Sin
saberlo, acababa de regalarle al rock & roll uno de sus
sellos más distintivos, la distorsión.
Rumble a pesar de ser un instrumental fue un éxito,
vendió cuatro millones de copias y fue censurada en
varios estados por considerarse sugestiva a la
delincuencia juvenil.
Así fue como en plena época del rock & roll vainilla, del
rock & roll del bailecito, incluso con la presencia de
músicos más preponderantes como Chuck Berry, o en
medio de la invasión inglesa que llegó de la mano de la
beatlemanía, en algún rincón de Norteamérica sonaba la
guitarra áspera de Link Wray, padre de los acordes de
poder, creador de la distorsión.
Fred Lincon Wray, veterano de guerra, con un pulmón
menos y sin ser reconocido por sus obras en vida, logró
esculpir los rugidos de su guitarra en el mismísimo
diamante del tiempo.

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LAS DESVENTURAS DE COUNT
DANKULA

Una de las bromas de mal gusto más ridículas y


adorables del último lustro fue realizada por Mark
Meechan, más conocido en las redes como Count
Dankula.
El escocés de veintiocho/veintinueve años, con la
intención de molestar a su novia, se armó de paciencia,
y con mucho trabajo y esmero logró convertir a Buda, el
diminuto y hermoso perro pug de su pareja, en un nazi.
Con el mismo tono que se le pregunta a un perro si
quiere la pelotita, Meechan jugaba con él al grito de
"Buda, ¿Querés gasear a los Judíos? ¡Gaseá a los judíos!"3,
apremiando al canino con una galleta cada vez que este
reaccionaba.
Al cabo de un tiempo, estaba listo para mostrarle a su
novia lo que el perro que ella amaba tanto había
aprendido a hacer.
-Buda ¡Sieg Heil!- Dijo el escocés tentado de la risa. Buda
levantó una sola patita emulando el saludo fascista, la
mujer miró a su novio con muchísima ira y tras una
discusión dejó de hablarle durante algunos días.
Meechan subió el video del perro a su canal de
YouTube, donde tenía aproximadamente diez
suscriptores, en él se lo puede ver mirando a cámara y
diciendo: "Mi novia siempre está alardeando sobre lo lindo y

3 Buddah, do you want to gas the jews? Gas the jews!

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adorable que es su perro, así que se me ocurrió convertirlo en
lo menos adorable que pude pensar, un nazi", acto seguido
podemos ser testigos de Buda mirando un discurso de
Hitler, volviéndose loco al escuchar la pregunta
"¿Querés gasear a los judíos?", aprendiendo y finalmente
haciendo el gesto ofensivo.
Al final del video, Meechan aclara, “Por favor, no crean
que soy un nazi ni algo por el estilo, simplemente tenía ganas
de hacer enojar a mi novia”.
Posteriormente, nuestro usuario de YouTube voló hacia
un festival en Islandia (aquel compromiso lo tenía
reservado desde hacía varios meses). En el festival,
Meechan la pasó muy bien; bebió, fumó, bailó y se alejó
de su teléfono durante toda la jornada.
Al otro día, aún lidiando con una tremenda resaca,
conectó su teléfono al Wi-Fi del hotel y recibió una
cantidad inesperada de notificaciones. Al parecer
alguien había compartido el video en Reddit y se había
hecho viral.
La última vez que pude ver el video sin ninguna
limitación por parte de YouTube, todavía catalogado
como "apto para la comunidad", estaba cerca del millón y
medio de visitas y una notable cantidad de likes.
Ofensivo o no, ver a un perro pug, un carlino chiquitito
y hermoso mirando un discurso de Hitler, es gracioso
para la mayoría por la contradicción de sensaciones que
genera ver aquel tierno, estúpido y chistosamente
enérgico animal en un contexto tan macabro. Quien no
encontró para nada graciosa la broma fue la prensa
sensacionalista británica, quienes reptando como

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serpientes se acercaron a Meechan para escuchar sus
declaraciones y luego citarlas fuera de contexto,
acusándolo de ser un racista y de subir el video para
luego escapar hacia Islandia.
De vuelta en Escocia, al cabo de unos días, mientras
dormía con su pareja, la policía golpeó la puerta de su
casa. El asunto había cobrado peso mediático
convirtiendo un video de humor ofensivo en Internet
en un caso judicial, y ahora el escocés estaba siendo
acusado bajo el acto de comunicaciones ofensivas,
clasificado como un crimen de odio por haber dirigido
la broma hacia una minoría.
Meechan se vestía con la policía presente en su
habitación (por un momento temió por la bolsa de
marihuana que tenía escondida en un cajón), mientras
tanto, uno de los oficiales le explicaba las posibles
ramificaciones que su broma podía generar dentro de la
sociedad. En su discurso se notaba el temor de un
resurgimiento del Partido Nacionalsocialista Obrero
Alemán gracias al video de YouTube. El oficial quizás,
hasta llegó a pensar que el nazismo había fracasado por
una cuestión de imagen, y que sólo hacía falta la
ternura de un perro que le lavara la cabeza a suficientes
personas para que aquellos desgraciados volvieran a
emerger.
Al salir de la casa, vecinos, autoridades y prensa
esperaban en la puerta. Meechan fue esposado,
probablemente por temor a que suba más videos
ofensivos camino a la comisaría. Una vez allí, lo
sentaron con el resto de los malvivientes. En la sala

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había un viejo amigo suyo procesado por mandarse
alguna macana con fuego. Tras una breve charla, cada
criminal empezó a contar el motivo de su obligatorio
encierro.
-Estoy acá por robo- Dijo uno, otro añadió -A mí me
agarraron con cinco kilos de cocaína-
-Yo le enseñé al perro de mi novia a hacer el saludo nazi-
dijo Meechan, y todos en la celda estallaron a
carcajadas. Recuperándose de su ataque de risa, uno de
los criminales más viejos le dijo que si le llegaban a dar
condena, no cuente eso en la cárcel.
Mark Meechan fue procesado en una serie de juicios
que le deben haber parecido interminables.
En el periodo de un año (quizás un poco más) pasó por
siete tribunales, cada vez que iba a la corte temía no
poder abandonar el establecimiento, algunos de los
juicios se vieron interrumpidos por las risas de los
presentes, e incluso echaron a alguien por jugar con un
cubo Rubik durante el proceso.
De vez en cuando, y muy a pesar de Meechan, alguien
antisemita o de ultraderecha apoyaba su causa
públicamente, lo cual sólo servía para alejarlo más de
una resolución favorable. Nadie le volvió a dar trabajo,
por lo que en su momento tuvo que abrir un sistema de
recaudación para pagar su defensa. La fama le regaló
más de 300 mil suscriptores en su canal de YouTube,
donde sigue subiendo videos no tan graciosos como el
primero y donde iba actualizando las noticias de su
extraño caso. Hace algunos meses atrás generó más de
un millón de visitas, por las que sólo ganó 82 libras.

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Tras consultar las notificaciones de los usuarios,
YouTube determinó inhabilitar algunas funciones en el
video del perro nazi; como los comentarios, los vídeos
sugeridos, la monetización, las estadísticas de visitas o
la opción para compartirlo, ya que el contenido puede
ser "inapropiado u ofensivo para algunas audiencias".
El detective encargado del caso, David Cockburn, se
dirigió a los que tuvimos la desgracia de haber visto el
video, y nos pidió que pensáramos en el dolor y el daño
que esto ha causado a una minoría de nuestra
comunidad.
Ephraim Borowski, director del Consulado de las
Comunidades Judías en Escocia declaró: "Considerar el
asesinato meticulosamente planeado e industrializado de seis
millones de personas únicamente por su etnia como una
broma es indignante…", estaría de acuerdo con esa
declaración si el video de Meechan se hubiese burlado
del holocausto, pero no fue así, lo gracioso del video no
son las víctimas de los horrores cometidos durante la
segunda guerra mundial (víctimas que no aparecen en
ningún momento durante el video), sino el perro
aprendiendo a hacer un gesto ofensivo y totalmente
fuera de lugar. Cabe destacar que hasta ahora, ningún
sobreviviente del holocausto se pronunció al respecto.
Quizás aquellos ancianos tendrán otras cosas en qué
pensar o tal vez no se han enterado de lo sucedido a
pesar de la difusión que tuvo el acontecimiento.

33
Buda, el perro que irónicamente pertenece a una raza
de proporciones graciosamente monstruosas y muy
poco arias, sigue haciendo el saludo fascista cada vez
que quiere comer o jugar. Afortunadamente sigue en
libertad… Por ahora.

ACTUALIZACIÓN: Desde que escribí esto, YouTube quitó


las restricciones absurdas del video luego de que el caso
fuera cerrado, Meechan debió pagar 800 libras de
multa. Parece un final feliz, pero en realidad el
gobierno escocés le hizo creer a sus ciudadanos que
pagar 800 libras por hacer un chiste es un resultado
positivo.

OTRO DATO DE INTERÉS: En Enero de 1941, el gobierno


alemán, gracias a ciertos rumores, puso en marcha una
investigación de aproximadamente tres meses contra
un ciudadano finlandés residente en Tampere, un
hombre de negocios llamado Tor Borg, quien casi
termina en la corte por tener una perra llamada Jackie
la cual también realizaba aquél conflictivo saludo.

34
35
PARANOIAS DE UN
HUMANO-DIGITAL

36
PARANOIAS DE UN HUMANO
DIGITAL

“Saber que una ardilla muere en tu jardín


puede ser más relevante para tus intereses
que saber que muere gente en África"

Mark Zuckerberg
Fundador de Facebook
Actual amo y señor del planeta Tierra.

I
Cuando era niño Internet existía para algunos pocos y
yo ni siquiera había oído hablar de aquella tecnología.
No fue hasta que cumplí catorce o quince años
(2000/2001) que creé mi primera cuenta de Hotmail y
empecé a ir muy de vez en cuando a los primeros
cibercafés de la zona. En ese entonces, la única función
de Internet que me interesaba era la de usar el correo
electrónico y el MSN, el cual me servía para estar en
contacto con mis tíos que acababan de mudarse a otro
país.
Recordaba cómo durante mi infancia, mi padre que
vivía a cientos de kilómetros, me llamaba al teléfono del
vecino para avisarme que en breve recibiría una carta,
yo esperaba la correspondencia durante días, quizás
semanas (el tiempo en la infancia se distorsiona
mucho), pero ahora el nuevo milenio había llegado y

37
con sólo unos pesos podía enviarle una carta a mis tíos
que vivían a doce mil kilómetros, sabiendo que esta les
llegaría de inmediato, sin necesidad de un transporte
físico, ni intermediarios que pudieran extraviarla.

II

Sólo un par de años después, con la proliferación


excesiva de los cibers, la popularización del chat y los
juegos Online, un grupo de adolescentes sin planes de
estudiar ni de conseguir un trabajo digno nos
aglutinábamos hasta altas horas de la madrugada en el
ciber del barrio para descubrir aquél maravilloso y a
veces desagradable mundo digital, este nos brindaba
acceso a un sinfín de contenidos hasta ahora inéditos en
nuestra cultura; publicidades japonesas, videos con un
sentido del humor desquiciado, pornografía
increíblemente explícita, animaciones hechas por y
para drogadictos, chats llenos de groserías, violencia
demasiado gráfica para mi gusto. En aquél punto
específico de nuestra historia y durante sólo ese breve
periodo de tiempo, Internet era como una especie de
patria global sin gobierno, y tenía algo que lo hacía
increíblemente entretenido; el anonimato, el hecho de
que todos éramos nadie. Fotolog no era popular (o quizás

38
aún ni existía), las redes sociales aún no habían
ensombrecido el paisaje, los foros te permitían
registrarte sin demasiadas preguntas personales.
Esas identidades inexistentes colisionando entre ellas
en una red aún descentralizada, convertían la
experiencia de ser en una situación totalmente ficticia.
La inmensa mayoría parecíamos entender que la World
Wide Web no era el mundo real.
Desafortunadamente, hoy el internauta ha cometido el
error de querer forzar su personalidad dentro de las
redes facilitando toda su información; fotos de su cara,
de sus amigos, de lo que come, las películas que vio, la
música que escucha, los libros que leyó, los lugares a
donde fue, las frases que lo identifican, los eventos a los
que asistió y asistirá, su lugar de trabajo, su desmedido
activismo (o mejor dicho clicktivismo). De este modo,
transfiriendo sus datos reales a digitales, lo digital se
convirtió en real y el usuario creó una relación casi
palpable entre él y las personas detrás del monitor o la
pantalla del teléfono.
La sociedad está empezando a crecer dentro de
Internet, y esa es para mí la razón por la cual una buena
porción del mundo moderno se volvió más intolerante
al discurso ajeno, porque a diferencia de antes, donde
las charlas se daban de manera orgánica y en persona, o
de manera absolutamente anónima entre fantasmas

39
Online, actualmente el exusuario hoy convertido en
humano-digital, tiene en su teléfono o computadora un
torrente de actualizaciones constantes de diversas
opiniones políticas y culturales en sus respectivos
timelines, en sus muros o donde sea, esto genera una
situación desesperante, en la que todos hablan y nadie
escucha, o mejor dicho, todos escriben y nadie lee, ya
que Google, Facebook, Twitter y prácticamente todo el
aglomerado corporativo del mundo digital, en un
intento de convertir Internet en un espacio seguro y
apto para todo público, y así expandir sus plataformas
haciendo de estas un negocio más rentable,
comenzaron a generar algoritmos que crean burbujas
entre nosotros. Lentamente, nuestras búsquedas
terminan coincidiendo cada vez más con lo que como
individuos consideramos importante. Tus búsquedas en
Google no dan exactamente los mismos resultados que
las mías. Literalmente podríamos tener los mismos
contactos en Facebook, pero nuestra ubicación
geográfica, nuestros likes y el resto de nuestras
interacciones terminarían generando rápidamente un
muro distinto entre ambos, un hilo de noticias diferente
para cada humano-digital. Así este observa cada vez con
más frecuencia su opiniones reafirmadas, y al leer las
ajenas que inevitablemente aparecen en diversas
publicaciones, se siente personalmente atacado y

40
termina por responder con comentarios sarcásticos y
cierto tono autocongratulatorio. Después de todo, su
sesgo confirmatorio ahora acentuado por la
información personalizada que recibe, le dicen que él
está en lo correcto.

III
Estamos siendo testigos de una drástica alteración
cultural que aún no ha acabado de cumplir su ciclo,
pero que se divisa a la distancia, como cuando los
astrónomos advierten un hoyo negro en la lejanía
gracias a la deformación que estos generan en el
espacio.
Hay claras señales de que la cultura se está deformando
(para bien y para mal). Hace sólo unos años empezó el
inevitable cambio, cuando aparecieron las primeras
generaciones de recién nacidos con un teléfono que los
apunta todo el tiempo, estos van a ser los primeros
humanos cuya vida estará enteramente documentada
en la red. Desde bebés, sin que nadie les pida permiso,
sus padres les sacan fotos con el celular y las suben a la
nube, normalizando el hecho de que cientos de extraños
tengan acceso a sus vidas privadas.
Celulares y computadoras tienen cámaras fotográficas
con un software de reconocimiento facial que mejora día
a día, cuentan con geolocalización y reconocimiento de

41
voz, saben perfectamente lo que buscás y gracias a ello
terminan conociendo tus secretos e inquietudes, así
como el número de teléfono de tus familiares, de tus
amigos, de tu dealer y el de tus amantes, y por más irreal
que suene, algunos de esos aparatos escuchan
conversaciones y ven a través de las cámaras.
Desde no hace muchos años, estos aparatos tienen la
posibilidad de seguir rostros y rastros de un individuo,
desde su nacimiento hasta el final de sus días.
Los dueños de esta información son enormes
corporaciones que operan a niveles inimaginables,
cediendo nuestra información a algunos gobiernos y
vendiéndosela a los gigantes del marketing y las
relaciones públicas.
Toda la información está almacenada en servidores
ubicados en centros de proceso de datos, pero estos
lugares por más confiables que parezcan no son
totalmente seguros, no existe ninguna protección
digital que goce de absoluta invulnerabilidad.4

4 Para notar lo frágil que puede ser todo este sistema, sólo tienen
que recordar casos como el de Sony PlayStation en el 2011, con 77
millones de cuentas penetradas, o el último desastre en Equifax
ocurrido en Mayo/Julio del 2017, un hackeo que expuso datos
crediticios y otra información sensible de 143 millones de
personas. La mierda salpicó hasta el Veraz en Argentina, país
donde los empleados usaban “admin” tanto de usuario como de
contraseña.

42
Lamentablemente no podemos hacer mucho al
respecto, para usar cada uno de estos productos y
servicios firmamos contratos que no sólo nunca leemos,
sino que son imposibles de rechazar, de hacerlo nos
privaríamos de utilizar celulares, computadoras,
correos electrónicos, redes sociales y otra docena de
servicios básicos del mundo moderno que nos son útiles
para trabajar y estudiar, para comunicarnos con
nuestros afectos y para pelotudear todo el día.

IV
Jamás me gustó que subieran fotos mías a ningún lado,
personalmente nunca subí una foto mía a las redes, ni
una sola vez. Sí tengo familiares, amistades y conocidos
que han subido fotos donde aparezco, actitud que me
molesta un poco. Nunca entendí porqué el hecho de que
decenas de extraños tengan acceso a mi cara me
incomodaba, pero no hace mucho una aplicación
terminó demostrando que mi paranoia aún sin
fundamentos no era tan descabellada.
Un usuario de Reddit bajo el nombre de deepfakes
desarrolló una tecnología que gracias al reconocimiento
facial y la inteligencia artificial, es capaz de reemplazar
una cara por otra en un video. Esta increíble tecnología
logra colocar una máscara que imita los gestos del
rostro original a la perfección. Para ser más específico;

43
supongamos que alguien utilizara la aplicación para
superponer la cara del gordo Wallas en alguna escena
de Rambito y Rambón, el resultado sería una suerte de
Wallas junto al negro Olmedo vestidos de colimba,
haciendo gestos locos y llevando a cabo sus
rimbombantes travesuras.
Cuantas más imágenes del rostro a falsificar sean
facilitadas al programa, más realista se va a ver dicho
rostro en la superposición, por lo tanto resulta más fácil
utilizar el programa con rostros de celebridades (o de
gente que sueña serlo y se la pasa subiendo selfies y
fotos suyas).
Algunos usuarios utilizaron escenas famosas de Matrix
o Indiana Jones para reemplazar a los personajes por
Nicholas Cage obteniendo resultados hilarantes, pero
como era de esperarse el programa fue mayormente
utilizado en escenas pornográficas, reemplazando a
actrices del entretenimiento adulto en plena acción por
alguna actriz de Juego de Tronos o House. También
escuché de casos donde ponían a usuarias de Facebook
en videos de sexo amateur.
Todo este fenómeno podría traer consecuencias graves
en una sociedad democrática donde la opinión pública
es la que termina por elegir a los representantes del
poder, porque si periodistas y políticos del mundo aún
no saben cómo desmentir noticias falsas o desmantelar

44
lo que algunos llaman troll-centers, imagínense el
peligro que esta tecnología podría representar en
futuras elecciones, cuando el candidato favorito
aparezca diciendo cosas inaceptables, cometiendo un
crimen o filmándose con el celular mientras tiene sexo
anal.

45
46
JABONES COMESTIBLES
Es una lástima que el jabón de tocador no sea
comestible. La forma en la que se vuelve cremoso al
entrar en contacto con un líquido, sus colores similares
a los del helado y la suavidad de su textura harían de
esta una golosina perfecta. A veces, cuando se hace
presente el perfume del jabón aún en su paquete,
pienso en lo interesante que sería que en lugar de oler a
flores o desodorantes, oliera a producto de repostería,
entonces puedo visualizar jabones en un envoltorio
similar al de los alfajores; jabones comestibles Milka de
chocolate blanco, jabones bon-o-bon rellenos de pasta de
maní, jabones Bagley con un corazón de dulce de leche y
un dejo de ron. Cada vez que estoy en la ducha, imagino
un pedacito de jabón resbalándose por mi boca como un
caramelo, dejando a su paso una película jabonosa con
sabor a frutilla, vainilla o coco. Sé que crear un dulce
tan perfecto presenta sus dificultades químicas, pero en
realidad el verdadero motivo por el que esto no está
todavía inventado es porque la industria del jabón está
dominada por señoras y señores mayores, quienes
conspiran para reemplazar el dulce jabón de tocador
por el amargo gel de ducha.

47
48
NO POR MUCHO LABURAR SE
ENRIQUECE MÁS TEMPRANO

I
Soy el hombre más vago del mundo, ya de niño era el
hombre más vago del mundo, aún así ingresé al
mercado laboral a temprana edad. El primer trabajo en
blanco lo tuve a los diecisiete años en un hotel cinco
estrellas, ubicado en algún rincón de la Costa Brava
catalana.
Dos días antes de empezar, había ido a la entrevista de
trabajo con mi mejor vestimenta; unos jeans gastados y
unas Topper blancas. El encargado, un flaco de cuarenta
años al que le quedaban mal los trajes y parecía
increíblemente atareado, me entrevistó rápidamente,
me explicó un poco el trabajo y sin analizar demasiado
mis inexistentes capacidades me confirmó que podía
empezar el viernes, también enfatizó en el tema de que
debía sacarme los piercings de la cara, me pidió llevar
zapatos y pantalón de vestir; dos cosas que no tenía, ni
tengo en la actualidad.

49
II
La mañana del viernes me levanté a las siete y con más
ganas de morir que de tomarme un colectivo, viajé
media hora hasta el hotel donde me esperaba
nuevamente el encargado flaco; aún atareado, aún
vestido con un traje que le quedaba mal. Tras una breve
charla, me hicieron la entrega del uniforme, me dieron
un walkie-talkie para llamarme cada vez que me
necesitaban y me mostraron el lugar de las escobas (es
sabido que en todos los trabajos orientados al sector
servicios se debe estar limpiando en los momentos
donde no hay nada para hacer).
Todavía despertando a mi nueva realidad de empleado,
sujetaba la escoba con ira y descreimiento mientras
observaba el patio de entrada. Habían pasado solamente
diez minutos y todavía me quedaban ocho horas y
cincuenta minutos más ahí adentro, ese cálculo me
había dejado en estado de shock, ¿cómo era posible que
los seres humanos pasaran de ocho a doce horas diarias
encerrados en un lugar así y vivieran para contarlo?
¿Cómo podía ser que algunos lograran ser felices y
aceptaran esta realidad como algo inevitable?
-Ya fue, en una semana me voy- me dije mientras hacía
cuentas poco realistas del dinero que podía ganar en
una semana y de lo mucho que este me podía durar.

50
III
Pasaron dos semanas y aún no había renunciado,
porque para mi sorpresa uno se va acostumbrando al
esfuerzo físico de trabajar, así que con el tiempo me
levantaba a las siete de la mañana sin problemas.
Una vez en el hotel trataba de mantenerme activo para
que el tiempo transcurriera lo más rápido posible, y en
caso de necesitar un descanso o fumar un cigarrillo,
conocía todos los rincones del establecimiento dónde
podía esconderme por un rato.
Si bien uno se va acostumbrando al esfuerzo físico de
trabajar, el esfuerzo mental que requiere permanecer
encerrado realizando actividades aburridas durante
tantas horas me resultó imposible de adquirir.
La mente es como un gran músculo incorpóreo que a
diferencia de los músculos materiales, requiere lo
opuesto a una rutina para hacerse fuerte. Claro que el
cerebro precisa de la repetición para aprender tareas
complejas como realizar cuentas matemáticas o
ejecutar un instrumento, pero la mente, el alma, el
espíritu o como quieran llamarlo, necesita nuevos
estímulos para mantenerse en forma, nuevos estímulos
que dentro de un trabajo aburrido no se pueden
conseguir.
Al recibir muchos bits de información, muchos datos

51
que la mente deba procesar, el tiempo transcurre
rápidamente; estoy mirando una serie intensa y bien
realizada, tomando algo con amigos o escuchando
música, las agujas del reloj giran entonces a toda
velocidad. Poca información que deba procesar, poco
estímulo, el tiempo parece no avanzar; estoy barriendo
un patio, levantando una valija o lustrando un mueble,
las agujas del reloj se vuelven estáticas. Es por eso que
aquella travesía de cargar y descargar pesadísimas
valijas, lustrar muebles, y barrer hojas en un patio lleno
de árboles que llenaban de hojas el patio en una suerte
de bucle patético, duró sólo tres meses que
transcurrieron a la velocidad de un año.
Al finalizar aquel contrato mi vida comenzaría ese
movimiento pendular entre el desempleo y el empleo,
entre no tener dinero para gastar en mi tiempo libre y
no tener tiempo libre para gastar mi dinero.
Mi situación no es culpa del sistema (aunque
evidentemente este se encuentra muy enfermo); hay
gente muy capaz que trabaja duro todos los días, y hace
de este mundo un lugar mejor, gente que levanta una
pared, que instala una línea telefónica, que desarrolla
vacunas efectivas. Tampoco puedo culpar a la vida,
muchos han nacido con menos oportunidades que yo y
hoy están terminado una carrera, montando su
emprendimiento o aprendiendo a arreglar artefactos. Y

52
por supuesto que no me culpo mí mismo, no puedo
culparme por sentir algo que no puedo modificar, no
quiero estar encerrado durante tantas horas haciendo
algo que no me gusta, ya estuve demasiados años
cumpliendo condena en aquella cárcel infantil llamada
escuela, y en aquellos días tristemente grises, soñaba
con ser adulto para hacer lo que quiera; irme de viaje
solo, comprarme todos los mantecoles que se me
antojen, quedarme despierto hasta cualquier hora o
empobrecerme haciendo dibujos animados.

IV
Ya pasaron quince años desde que emprendí viaje en las
amargas aguas del empleo, siempre por breves periodos
de tiempo y casi siempre en el sector servicios; cocinas,
bares y hoteles fueron los lugares que más copé,
también pasé por un supermercado famoso y la
verdulería de un familiar, y lo único que saqué en esta
década y media de intentar trabajar seriamente sin
conseguirlo, es el título de este libro.
Unos viven la realidad como si se tratara de una lucha
constante; "hay que producir", "hay que laburar", "hay que
romperse el lomo", son algunas de las frases que oigo
decir a gente que sólo parece feliz cuando publica sus
merecidas vacaciones en Facebook, pero que en persona
están siempre amargadas por lo que no tienen.

53
Hay otros que a pesar de ambicionarlo todo, son
incapaces de tomar sus metas seriamente y terminan
postergando sus deseos y relegando sus talentos a
trabajos que no les satisfacen, generalmente esas
personas acaban por resentirse con el resto, criticando
a todo aquel que tiene lo que ellos hubiesen podido
tener si se hubiesen esforzado en lugar de ponerse
excusas. Otros simplemente tenemos sueños sembrados
que no sabemos si darán frutos, pero nos preocupamos
de regarlos todos los días, aunque a veces para hacerlo
nos tengamos que privar de saciar nuestra sed con
aquella agua (ahre poeta).

No creo que la sociedad se divida en esas tres clases de


personas que acabo de describir, seguro hay muchas
más, pero no voy a nombrar todas las que pueda contar,
y si te preguntás porqué, quizás deberías releer las
primeras siete palabras de este texto.

54
55
56
SOBRE PRODUCCIONES TRUKINI

I
El lugar donde empieza y termina una historia es
absolutamente arbitrario, porque las historias de
nuestra biografía están entrelazadas entre sí. La
experiencia como un único fenómeno aislado de otras
experiencias no existe, entonces contarles la historia de
Producciones Trukini como si tuviese un origen sería
contarles una historia incompleta, y contarles toda la
historia es técnicamente imposible, es por eso que para
contarles una historia que los deje medianamente
satisfechos voy tocar sólo los puntos decisivos, sin
derrapar en tangentes innecesarias como la de esta
introducción.
Desde los tres a los once años viví lejos de mi padre,
por lo que llegaba a verlo en los meses que duraban las
vacaciones de verano y ocasionalmente alguna
quincena de invierno. Mi padre, uno de los trabajadores
más responsables que conozco, trabajaba horario
partido de lunes a sábados durante unas ocho horas,
por lo que se ausentaba del monoambiente durante un
total de casi nueve horas (1000 horas en horas de niño).
Yo no tenía amigos en Rosario, y era muy chico para
salir a las calles de una ciudad sin acompañamiento de

57
un adulto, por lo tanto debía permanecer encerrado
solo.
Estos fueron probablemente mis momentos más felices,
además de ser provisto de comida y golosinas, contaba
con un televisor de 14 pulgadas con cable, Comics
europeos de la década del setenta, videojuegos, una pila
de discos y una videocasetera con cintas que
almacenaban al menos seis horas de animaciones y
entretenimiento.
A veces, para que no me quedara todo el día encerrado,
mi viejo me llevaba a uno de sus lugares de trabajo; el
cine, por lo que podía ver algunas películas gratis todas
las veces que quisiera. Pude disfrutar de Robocop 3 y
Mortal Kombat en la pantalla grande una veintena de
veces. Creo que esa es la explicación del porqué prefiero
la ficción a la realidad, pasé demasiado tiempo en la
primera como para interesarme por la segunda. Mi
viejo se queja de que así sea, pero en realidad es su
culpa.

II
Las madrugadas solitarias de los pueblos o las ciudades
pequeñas son mágicas. La total ausencia de actividad en
las calles genera un silencio en el ambiente que podría
hacerte creer que estás completamente solo en el
planeta, la poca contaminación lumínica en algunos de

58
estos lugares te permite apreciar las estrellas, las cuales
te pueden hacer experimentar la contradictoria
sensación de sentirte diminuto y enorme a la vez, es el
clima propicio para que una persona recientemente
iniciada en el cannabis tenga revelaciones de carácter
místico.
Todos tenemos momentos en la vida en la que una
sensación de comprensión total nos invade por
completo, como que de repente entendemos el
funcionamiento universal de algunas cosas.
Personalmente no creo en momentos reveladores que
cambien tu vida de un día para otro, pero sí reconozco
que existen sensaciones y ciertos estados de la mente
que nos dejan reminiscencias, y que estas pueden llegar
a determinar nuestras futuras acciones.
El cannabis que recién llegaba a mi vida hizo darme
cuenta que en realidad los bares y los boliches (las
discos) son aburridas, y que lo mejor que hay para
hacer con amigos es juntarse a fumar en la plaza. En
todos los rincones del mundo este ritual se repite día a
día, dando lugar al nacimiento de prometedores
filósofos y artistas que morirán en el anonimato, ya que
al crecer, las responsabilidades adultas terminarán por
succionarles toda la magia que alguna vez supieron
tener.
Durante aquellas madrugadas de porrito y plaza, yo

59
pasaba mucho tiempo en Casilda, lugar donde viví
algunos años y de donde es oriunda una buena parte de
mi familia materna. Quien me daba cobijo en esos días
era mi abuela Rosa, a quien nunca voy a olvidar, ni a
ella ni a aquél living acogedor con mecedoras de
madera, con un exagerado blanco en sus paredes, con
un televisor Phillips de 20 pulgadas idéntico al que tenía
mi madre. Fue ahí, en ese living, sentado en una de las
mecedoras, con el blanco de sus paredes resaltando los
colores del televisor, en una madrugada mágica, tras
volver del ritual de fumar en la plaza, donde terminé
redescubriendo ciertos capítulos de South Park y Los
Simpsons. Esta vez, aquellos episodios no me resultaron
solamente graciosos, sino obras maestras dignas de los
más minuciosos exámenes. En aproximadamente medio
siglo, quienes escribieron estas obras van a ser
considerados grandes literatos de la televisión,
auténticos creadores del humor adulto en materia de
animación. Ahora no lo parece porque estamos tan
cerca del árbol que no podemos ver el bosque, pero
cuando tomemos suficiente distancia del asunto,
futuros escritores de comedia estudiarán a estos genios
de la televisión como dramaturgos que analizan las
obras de Shakespeare desde hace siglos.
Me explayaría durante varias páginas sobre las razones
casi científicas por las que creo que estas animaciones

60
se destacaron sobre el resto, pero al principio insistí en
que sólo iba a tocar los puntos decisivos de esta historia
sin derrapar en tangentes innecesarias.

III
Estaba por cumplir veintitrés años, mi abuela Rosa
había fallecido un tiempo atrás, así que por primera vez
en la vida no tenía ningún apuro en volver a Argentina
al acabar con mi temporada laboral en España. En lugar
de gastar mis ahorros en el viaje transcontinental que
realizaba anualmente desde que tenía dieciséis, preferí
recorrer varios países en tren, países donde terminé
viviendo experiencias intransferibles e inolvidables
(probé hongos alucinógenos en Amsterdam, paseé por
las calles de Buxtehude de la mano de una rusa de
voluptuosos senos y gran nariz puntiaguda, me saqué
una selfie de espaldas a la torre Eiffel antes de saber lo
que era una selfie).
Acabada ya mi experiencia pseudo-hippie, volví lleno de
energía a la casa de mi madre, quien acababa de
mudarse recientemente a Andalucía. Mi plan era
sencillo; llegar a España y conseguir trabajo de lo que
sea, de este modo podría ayudar con los gastos de la
casa, disfrutar el tiempo con mi familia y ahorrar para
volver a Argentina a ver al resto de mis familiares y
amigos.

61
Lamentablemente era el año 2008, y en España (al igual
que en muchos otros lugares) acaba de estallar la
burbuja inmobiliaria dejando una enorme crisis
financiera por delante, semejante conflicto económico
hizo de conseguir trabajo una empresa imposible para
un inmigrante de acento argentino cuyas únicas
habilidades explotables apuntaban a una industria
hotelera superpoblada y de muy poca actividad.
El ritual de fumar en la plaza antes mencionado, no es el
único practicado en todo el mundo, hay otro ritual que
se practica con mayor frecuencia; el ritual de salir a
buscar trabajo sin esperanzas, este ritual suele ser
mayormente practicado por los mismos que pasaron
demasiado tiempo practicando el ritual de fumar en la
plaza.
Salir a repartir currículums casi mendigando, mientras
empleadores de caras largas también afectados por la
economía te rechazan de mala gana, es la gran tragedia
moderna. Uno va perdiendo poco a poco la dignidad y la
esperanza de las que tanto debe nutrirse el alma
humana para seguir adelante.
Pasaron un mes, dos meses, tres meses... No hubo
novedad a pesar de los esfuerzos. Durante las solitarias
noches andaluzas sobreanalizaba las pésimas decisiones
que había tomado en la vida, lamentaba no haberme
adaptado nunca a ningún lugar.

62
Una fría y terrenal madrugada de Enero, mientras
todos dormían, me encontraba tirado en la cama con
insomnio, sin trabajo, sin guita, sin amigos y sin nada
que hacer. Lo único que nos salva en esas situaciones es
la música. En mi reproductor de Mp3 puse el álbum
Todo Niño Sensible Sabrá De Qué Estamos Hablando, al
escuchar el séptimo tema, los recuerdos empezaron a
granizar dejándome frías heridas.
Me acordaba de los comienzos de mi adolescencia
sintiéndome libre sin dinero, con un puñado de sueños
e ideas que esperaba algún día sacar de mi bolsillo para
que estas pudieran resplandecer. Me acordaba de mis
viejos amigos jugando a la Play o la Sega entre risas e
insultos, usando de mesita para el mate un gran
parlante hueco de madera. Me acordaba de los
pequeños juegos que hacíamos durante la madrugada
para determinar quiénes irían en bicicleta a comprar
facturas a la única panadería del pueblo abierta las 24
horas, y de aquella época en la que durante meses mi
hogar había sido un ciber donde otros loquitos pasaban
también la noche.
Si el año y el país hubiesen sido otros, una madrugada
invernal de insomnio y depresión como esa no hubiese
significado nada, porque podría haber llamado por
teléfono a otra alma nocturna, o pedalear hasta la casa
de alguien y en cuestión de minutos estar con amigos

63
burlándome de la mala suerte.
Que la soledad me chupe la sangre había sido algo
común en otras épocas, pero esta mordida era más
profunda que las anteriores, como si los colmillos de la
soledad acabaran de ser afilados con la piedra del
fracaso que sienten los adultos desempleados.
Al percatarme de mi situación actual, la desesperación
hizo levantarme de la cama. Salí a caminar sin rumbo
durante horas. En un acto de autoflagelación decidí
latiguear la herida de la nostalgia con más recuerdos,
haciendo que en mis auriculares suenen las bandas
punks de mi infancia y adolescencia. Por algún motivo,
viví esta experiencia como una purga.
Al cabo de unos días, aún bajo el encanto de una
tristeza que parecía infinita, ya cansado de perder el
tiempo, trepé nuevamente fuera del pozo, sacando del
bolsillo por primera vez mi ahora polvoriento puñado
de ideas y sueños; tomé la idea de emular aquellas
viejas y variadas animaciones que miraba
reiteradamente en el monoambiente de mi padre, con el
casi imposible sueño de escribir obras maestras como
las que escribieron aquellos literatos televisivos que con
su ingenio coloreaban el living de mi abuela.
En la casa de mi madre, una vieja computadora que ya
nadie utilizaba me sirvió para empezar a manejar
lentamente el Macromedia Flash Player.

64
Al cabo de casi un mes, terminé de materializar una
animación titulada Fruens, teniendo de personajes
principales a mis amigos con quienes tomaba mates
sobre aquél gran ahuecado parlante de madera y con
quienes más tarde compartiría noches sin sueño en el
ciber.
La animación fue un éxito entre mi cerrado grupo de
amigos y yo me volvería adicto al poder de darle
movimiento a mis ideas.

IV
Todo sigue cambiando desde ese entonces; me mudé
muchísimas veces más, nuevas relaciones llegaron a mi
vida y otras se fueron, tuve diferentes trabajos, aprendí
cosas nuevas y olvidé muchas otras, arranqué y
abandoné todo un abanico de actividades, todos somos
presos del constante cambio. Lo único que no cambia
nunca es el hecho de que siga haciendo animaciones
esté donde esté, no pasa un día en el que no haya una
historia en mi cabeza, en el que no me amargue
pensando en ideas que no están a la altura de lo que
busco, o pensando qué voy a hacer con este hobby que
me arruinó la vida.
Algunos se quejan de la poca o nula frecuencia con la
que salen mis animaciones, pero les aseguro que no es
por falta de interés, ni porque sea un colgado, sino

65
porque hacer animaciones es un trabajo laborioso, el
cual requiere de cierta estabilidad que recién hoy estoy
empezando a conocer.

V
Si alguna vez mandaste un mensaje a cualquiera de mis
vías de contacto, es muy probable que hayas obtenido
una respuesta, quizás hasta nos conocimos en persona y
desde ahí creamos una pequeña amistad, y es que
detrás de Producciones Trukini hay un combustible que
excede al de la inútil nostalgia, el vulgar pasatiempo o
el ferviente deseo de ganarme la vida haciendo lo que
amo. Dentro de Producciones Trukini se desata una
guerra, una pelea sucia sin reglas, sangrienta y
despiadada, una lucha violenta y salvaje contra la
verdadera protagonista de esta historia; la soledad.

66
67
EDUARD
Regresar al lugar donde no hay remordimientos,
patear la calle con el discman, perdido
lleno de nuevos sentimientos
en el desperar de tu libido.
Con la rubia de Locomotion entre peluches,
con remeras de bandas que sólo era posible que escuches en
los años donde una vieja casetera era tu única compañera.
Grabando diversos materiales; películas, videoclips, recitales

y una seguidilla de series televisivas cuyo material


inagotable llegaba a través del cable inyectándose en tu
mente como un veneno saludable desde Japón, Yankilandia,
Argentina y el resto de América Latina.
Disfrutar el poder de no necesitar dinero,
mirar a la autoridad con desdén,
recorrer el mundo entero
pedaleando en la playera rápido como un tren.

Animación, series y la corrupción del mundo en un barrio


desierto.
El Twisted Metal con los pibes, toda la noche despiertos.
Amanecer a las tres de la tarde, estaciones entre cervezas y
amigos, bicicletas y Zanellas eran testigos de ocasos naranjas
tiñendo las plazas de dorado en un pasado que ahora es
presente no deseado.

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Desde tu perspectiva hoy todo es una repetición aburrida de
aquellos días.
Y a veces te gana el estrés, la comida, el futuro el alquiler,
pensar que los adultos tan fácil lo hacían parecer.

Y quienes pensaste que siempre estarían tuvieron hijos, se


casaron, se mudaron, mutaron, se borraron.
No te estanques en esa etapa alucinatoria, pasa a otra
historia.
Entendé que los recuerdos están siempre esterilizados por la
memoria.

Aún cuando no puedas escapar de la angustia que la


ausencia de nuevos estímulos da, y te perfore el corazón
comprender que lo que fue ya fue y lo que no fue ya nunca
será.
Y que sólo vamos hacia adelante, que una década es un
instante, aprendé a ignorar el fuego del infierno de ya no
saberte eterno.

Caminá con la cabeza en alto, elegantemente viviendo en el


presente, mientras lentamente direccionás tu mente a curtir
el mambo de que lo único realmente permanente es el
cambio.

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BLANQUITO
Cuando el joven mira hacia el futuro, saca conclusiones
estúpidas del porvenir y piensa que cumplir sus metas
es sólo una cuestión de tiempo y dedicación.
Al crecer, se encuentra con un mundo complicado.
Nada es tan fácil como parece. Son más de siete mil
millones de humanos en este planeta y el éxito no es
para todos… Pero ¿qué es el éxito? ¿tener una carrera?
¿llegar a ser profesor, artista, político? Todos
conocemos profesores incapaces de enseñar, o hemos
escuchado historias de un centenar de artistas
refugiándose en la miseria de los excesos, ¿y cuántos
políticos idealistas una vez subidos al podio terminaron
siendo un triste espejo de lo que antes criticaban?
Es evidente que tu carrera no te garantiza el éxito, ni te
define como persona, y el puesto que ocupes en la
jerarquía social de esta extraña cultura por la que hoy
transitamos, es sólo una ilusión que cuando estás
distraído se percibe como real.
¿ENTONCES QUÉ CARAJO QUERÉS DE LA VIDA? ¿PLATA,
SEXO, FAMA, DROGAS? No, vos querés habitar bajo la
piel de esta bestia libre del dolor de ser un hombre, vos
querés ser como yo, humano.

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Que suprimí auspiciar mi augurio y asumí audazmente
la responsabilidad de vivir en la eternidad del instante.
Dormí ausente de miedos, no temí aún habiendo
olfateado la muerte y jamás me deprimí aunque
mi ausencia de derechos fuese innegable.
Yo no lloro por la plata ni por mi auto, ni me preocupo
por mi aura, camino junto a mi austeridad hacia el final,
recordando que lo único realmente importante en la
vida es…

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No por mucho laburar se
enriquece más temprano
(y otras percepciones)

Escrito por Taxideral

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