Está en la página 1de 13

Psicoanálisis y Psicosíntesis, 1ª parte

Al observar las características más notables de la civilización contemporánea no puede


menos de llamarnos la atención su extrema extraversión; es decir, su inclinación a investigar
y dominar las fuerzas
de la naturaleza, con el objeto de satisfacer las crecientes necesidades y exigencias del
hombre. Esta tendencia es verdaderamente dominante en nuestra época; pero en manera
alguna la única; como nos revelará un estudio más extenso.

En el transcurso de los últimos cuarenta o cincuenta años, un grupo de estudiosos, que en,
principio fue muy pequeño y que ha ido creciendo e intensificando gradualmente su
actuación, ha dirigido sus esfuerzos, a investigar los fenómenos y misterios de la psique
humana.

Los resultados más importantes de esta actividad no los debemos a la psicología académica
sino a investigadores aislados, la mayoría de los cuales han sido médicos, impulsados al
estudio de esa ciencia por las necesidades de sus pacientes y auxiliados por el mayor relieve
que algunos fenómenos psicológicos adquieren cuando van acentuados por una condición
morbosa.

El primer científico que contribuyó con descubrimientos originales en ese campo de


investigación fue Pierre Janet. Estudiando el fenómeno del automatismo psicológico, Janet
descubrió que existe una serie de actividades mentales, que se desarrollan
independientemente de la consciencia del paciente, llegando a constituir verdaderas
personalidades secundarias, que viven detrás, o alternando con la personalidad ordinaria.

Poco después de Janet, un médico vienés, el doctor Sigmund Freud, inició una vasta serie
de investigaciones psicoanalíticas. El punto de partida de las investigaciones de Freud fue un
método psicoterapéutico - el método catártico de Breuer- que consiste en hacer que vuelvan
a la memoria del paciente los choques o impresiones olvidados, causantes de los síntomas, y
liberar por medios adecuados las fuertes emociones, las que él llamó represiones.

El segundo paso en el desenvolvimiento del psicoanálisis fue la publicación, entre 1898 y


1905, de varias obras de Freud, en las que éste describe y explica muchos incidentes de
nuestra vida normal, tales como sueños, fantasías, agudezas de lenguaje, olvidos, errores y
lapsos de conducta, etc., por medio de la misma mecánica psicológica que determinan los
síntomas morbosos de un enfermo.

Freud pone mucho énfasis en la lucha entre las tendencias, impulsos, instintos y deseos, por
una parte, y los temores, inhibiciones y represiones por otra. Por ejemplo, el caso curioso de
olvido de cosas o palabras bien conocidas se debe, según Freud, a alguna relación existente
entre la cosa o hecho olvidado y una emoción dolorosa o un acontecimiento desagradable.
Cita el caso de que en cierta ocasión él, Freud, no podía recordar el nombre de un bien
conocido balneario de la Riviera italiana: Nervi. «Es claro - escribe - los «nervios» (en italiano
«Nervi») me dan mucho que hacer».

En el curso de sus estudios, Freud descubrió que, en muchos casos, el enlace entre la causa
y el efecto, entre el impulso y la manifestación no es inmediato, sino indirecto, disimulado,
simbólico. Esto le indujo a formular una serie de hipótesis e interpretaciones simbólicas, que
constituyen una de las partes más discutidas y discutibles de su sistema. Igualmente
discutible - con toda razón - es la preponderancia, o más bien, la casi absoluta importancia,
que atribuye al sexualismo en las varias transformaciones. Por otra parte, entre las más útiles
y valiosas contribuciones de Freud, contamos la demostración de la gran influencia que
tienen las impresiones y experiencias de la niñez - especialmente, la adhesión emocional de
los niños a sus padres - en la conformación de la vida ulterior del adulto, y como causas de
perturbaciones nerviosas. A esto tenemos que añadir el estudio de las «fijaciones», es decir,
la interrupción del desarrollo de ciertas regiones de la psique, con la consiguiente
persistencia de las reacciones de carácter pueril; así mismo el descubrimiento de imágenes
que dominan el subconsciente, o sea verdaderos fantasmas internos que atemorizan y
perturban nuestra personalidad. De valor especial son los estudios de Freud sobre la
transformación de instintos y emociones.

Es de lamentar sinceramente el que tan importantes contribuciones al conocimiento de


nosotros mismos vayan confundidas y mezcladas en la doctrina y práctica del psicoanálisis,
con conceptos manifiestamente erroneos, peligrosos y - a veces – perniciosos. Estos
conceptos son: la completa incomprensión de los aspectos más elevados de la naturaleza
humana; la liberación de pasiones bajas, antes reprimidas, sin considerar las consecuencias
de tal liberación la que, en muchos casos, han sido desastrosas. Esto, aún pasando por alto
los abusos que, a la sombra del psicoanálisis, han cometido individuos incompetentes y poco
escrupulosos.

Como es bien sabido, del árbol del psicoanálisis proceden otros dos movimientos. Uno es la
«Psicología Individual» del Doctor Alfred Adler, también de Viena, quien dio énfasis e
importancia a la tendencia a la auto asertividad personal, el poder personal. El otro es la
Escuela del Dr. Jung, de Zurich. El Dr. Jung ha estudiado las regiones más profundas del
subconsciente y en ellas ha descubierto elementos, imágenes y símbolos de carácter
colectivo y ancestral. Ha hecho también valiosas y originales contribuciones a la clasificación
y descripción de los diversos tipos psicológicos.

A diferencia de Freud, Jung reconoce la importancia de la fase constructiva del tratamiento


psicológico y hasta admite el Yo transcendental, entre el yo ordinario y el yo subconsciente;
aunque, al parecer, no atribuye a ese Yo transcendental realidad espiritual definida,
considerándolo vagamente como una función transcendental.

Además de esa línea principal de investigación, debemos, mencionar otras que, aunque,
independientes, la completan y enriquecen. Una de ellas es la Psicobiología, la que, a base
de los estudios. de A. Wagner, H.. Triesch y M. Mackenzie, ha demostrado el innegable
elemento psicológico que existe en todos los fenómenos del la vida, aún en los más
elementales. Una segunda es la iniciada por Myers con sus estudios sobre el Yo subliminal,
sobre los fenómenos psíquicos supernormales y sobre la inspiración y el genio. Finalmente
tenemos otra línea de investigación que va desde WiIliam James hasta Evelyn Hunderhill,
quienes han examinado las manifestaciones de carácter religioso, especialmente, los
estados místicos.

Esta enorme masa de material de estudio e investigación nos ofrece elementos suficientes
para intentar una coordinación y una síntesis. Si reunimos los casos comprobados, las
contribuciones positivas y dignas de crédito, las interpretaciones bien fundadas y las
relaciones evidentes, dejando de lado las exageraciones y las superestructuras teóricas de
las diversas escuelas, podremos llegar a un concepto de la personalidad humana, que, no
obstante estar muy lejos de ser definitivo y perfecto, es, en nuestra opinión, más incluyente y
más cercano a la realidad que todos los formulados hasta ahora.

A fin de formarnos una idea de tal concepto con respecto de la constitución del ser humano,
nos valdremos de un diagrama; bien entendido que es sólo una representación cruda y
elemental; una estructura estática, casi anatómica, de nuestro ser interno; puesto que es
imposible representar el aspecto dinámico, que es el más importante y esencial.

Pero en ésta como en toda otra ciencia, hay que marchar paso a paso y el avance ha de ser
progresivo. Especialmente, tratándose de una realidad tan plástica y evasiva como nuestra
vida psicológica, es muy importante que no perdamos de vista los delineamientos principales
de las diferencias fundamentales. De
lo contrario, la incomprendida multiplicidad confunde la mente; la riqueza de los detalles hace
desvanecer
el conjunto del cuadro y nos impide que comprendamos el significado y valor de las
diferentes partes.

Diagrama l

I.- La Subconsciencia Inferior


Esta región contiene:
a) Las actividades psicológicas elementales que gobiernan la vida del cuerpo: el psiquismo
de células y órganos; la coordinación inteligentede las funciones del cuerpo.
b) Los diversos instintos y bajas pasiones
c) Muchos «complejos» cargados de intensas emociones; el producto de nuestro pasado
reciente y remoto, tanto personal como hereditario (impresiones infantiles, tendencias
familiares, restos del inconsciente
colectivo)
d) Sueños e imaginaciones de carácter inferior
e) Psiquismo inferior y mediumnidad.
f) Varias manifestaciones morbosas como fobias e ideas obsesionantes.

II.- La Subconsciencia Intermedia


Esta región está constituída por los elementos psicológicos similares a los de nuestra
consciencia de vigilia y no son fácilmente asequibles. En esta región interna es donde se
elaboran nuestras experiencias y en donde se preparan nuestras expresiones futuras y
nuestras actividades imaginativas y mentales corrientes.

III.- La Subconsciencia Superior o Superconsciencia


De esta región es de donde recibimos nuestras intuiciones e inspiraciones elevadas, sean
ellas artísticas, filosóficas o científicas. En ella se encuentra la fuente del genio y de los
estados místicos de contemplación, éxtasis e iluminación. En esta región se encuentran
también latentes las energías espirituales y los poderes más elevados.

IV.- La Consciencia de Vigilia


Aunque este término no es científicamente exacto, es de uso general y es clara y cómodo
para los objetos prácticos; sirve para describir la parte de nuestra personalidad de la. que
somos directamente conscientes: el flujo incesante de sensaciones, imágenes,
pensamientos, sentimientos, deseos, impulsos, que podemos observar, analizar y juzgar.

V.- El Yo Normal Consciente


El Yo se confunde muy a menudo con nuestra personalidad consciente, la que acabamos de
describir; pero, en realidad, es bastante diferente. Quien tenga alguna práctica en
introspección puede comprobar esto sin lugar a duda. Una cosa es el contenido cambiante
de nuestra consciencia (sensaciones, pensamientos, sentimientos, etc., ya mencionados) y
otra es el Yo, el centro de nuestra consciencia, que los contiene, por así decirlo, y los
percibe.

Desde cierto punto de vista, esta diferencia. puede compararse con la que existe entre la luz
blanca proyectada en la pantalla cinematográfica y las imágenes que se desarrollan en ella
Pero el común de los hombres, y hasta muchos instruídos e inteligentes, no se toman el
trabajo de observarse a sí mismos y establecer la distinción, sino que se dejan llevar de la
«corriente mental» y se identifican con las oleadas sucesivas que agitan el contenido
cambiante de sus consciencias.

VI.- El Yo Espiritual
El Yo consciente no sólo está generalmente sumergido en el incesante flujo de elementos
psicológicos,
sino que, con frecuencia, parece desaparecer y quedar reducido a la nada; como ocurre
cuando nos dormimos, o cuando en un síncope perdemos la consciencia, así como bajo la
acción de una droga o de la influencia de un hipnotizador. Al despertar, nuestro misterioso yo
reaparece, sin saber como ni de donde viene; hecho que, si se examina detenidamente,
sorprende y confunde. Esta y muchas otras consideraciones (las que exigirían tiempo y
espacio del que no disponemos), nos lleva inevitablemente a admitir que «detrás» o «sobre»
el yo consciente, debe haber un centro espiritual permanente, el verdadero Yo. Este Yo
espiritual es fijo e inmutable, no afectado por el flujo de vida psíquica, ni por condiciones
corporales. El yo personal consciente ha de considerarse como meramente el reflejo, una
proyección del Yo espiritual en el plano de la personalidad.

Volviendo a nuestra analogía cinematográfica, diremos que el Yo espiritual corresponde al


manantial de luz, la lámpara cuya luz blanca se proyecta sobre la pantalla. En nuestro
diagrama esa relación se indica por el punto que representa nuestro yo normal, situado en el
centro del campo de nuestra consciencia de vigilia y conectado por una línea de trazos
(representando el rayo o hilo descendente) con la estrella situada en la parte superior, que
representa al Yo espiritual.

El diagrama nos ayudará a relacionar dos hechos que, a simple vista parecen contradecirse y
excluirse el uno al otro, a saber:

l.- La aparente dualidad, la existencia de dos yoes en nosotros. En efecto, prácticamente


hablando, es como si existieran dos egos; porque el yo normal, por lo general, prescinde del
otro, tanto en la práctica como en teoría, y este otro, el verdadero Yo, es latente y no se
revela directamente a nuestra consciencia.

2.- La unidad real e individual del yo. No existen dos yoes o entidades independientes y
separadas. El Yo
es Uno, sólo que se manifiesta en diferentes grados de consciencia y de auto comprensión.,

El reflejo es distinto del manantial luminoso, pero no tiene realidad en sí mismo; no tiene
verdadera substancialidad autónoma, no es una luz nueva y diferente.

Este concepto de la estructura del ser aunque comprende, coordina y dispone, en una visión
integral, todos los datos adquiridos de diversas observaciones y experiencias, nos
proporciona un conocimiento más completo del drama humano, de los conflictos y problemas
que cada uno de nosotros tiene que solucionar, indica los medios por los cuales los
podremos resolver y nos señala el camino de la liberación.

En nuestra vida ordinaria, es decir, como simples personalidades conscientes, estamos


limitados y sujetos de mil maneras, presos de mil ilusiones y fantasmas, esclavos de mil
demonios internos, llevados de aquí para allá por incontables influencias externas, cegados e
hipnotizados por infinidad de influencias engañadoras.

No es extraño que, en tal condición, el hombre se sienta inquieto, descontento e inestable en


sus sentimientos, pensamientos y acciones, pues, sabiendo intuitivamente que es Uno, se
encuentra «dividido en sí mismo» de tal manera que no se comprende, ni comprende a los
demás.

No hay que maravillarse de que, no entendiéndose, no se domine a sí mismo y se vea


continuamente envuelto en las redes de sus propios errores y debilidades., Nada de extraño
tiene que tantas vidas sean
un fracaso, o que estén limitadas y ensombrecidas por numerosas enfermedades mentales y
físicas, atormentadas por la duda, el desaliento y la desesperación.

Es explicable que el hombre en su apasionada y ciega persecución de libertad y satisfacción,


se revele, a veces violentamente, y trate de acallar sus tormentos internos precipitándose a
una vida de actividad febril, excitación constante, emociones violentas y aventuras
temerarias.
Veamos si es posible resolver este problema central de la vida, humana y de qué manera
podemos curar esta dolencia fundamental del hombre. Veamos cómo puede él mismo
liberarse y alcanzar paz, armonía y poder. Ciertamente, la tarea no es sencilla ni fácil; pero
los buenos resultados. obtenidos por quienes han empleado métodos adecuados y
apropiados demuestran que es posible realizarla.

Las etapas para la realización de esta gran obra pueden enumerarse como sigue:

1.- Un conocimiento completo de la propia personalidad.

2.- Dominio de los diversos elementos.

3.- Comprensión del verdadero Yo o, por lo menos, la creación de un centro unificador.

4.- Psicosíntesis : la formación o reconstrucción de la personalidad alrededor del nuevo


centro.

Examinemos ahora cada una de esas etapas sucesivamente.

1.- El Conocimiento completo de la propia Personalidad


Hemos admitido que, para conocernos realmente a nosotros mismos, no basta practicar un
inventario de
los elementos que constituyen nuestro ser consciente, sino que necesitamos llevar a cabo
una extensa exploración de las vastas regiones de nuestra subconsciencia.

Primeramente, debemos descender valientemente a los abismos de nuestra subconsciencia


inferior, a fin
de descubrir las fuerzas negras que nos engañan y nos amenazan, las imagenes ancestrales
o de la niñez, que nos obsesionan y que, silenciosamente, nos dominan, los temores que nos
paralizan, los vampiros internos que minan nuestra vida, los conflictos que desgastan
nuestras energias. Esto lo podemos hacer gracias al conocimiento y a los métodos del
psicoanálisis.

Aunque esa investigación puede hacerla uno mismo, será más fácil sí se cuenta con la ayuda
de otros. En cualquier caso, el método debe aplicarse de manera científica, con objetividad e
imparcialidad, sin dejarse influenciar por teorías preconcebidas y sin permitir que la
encubierta o violenta resistencia de nuestros temores, de nuestros deseos o vínculos
sentimentales nos desvíen o nos detengan.

La obra de Freud, y de los que le siguen, generalmente no pasa de aquí; pero.como hemos
visto antes, es una limitación arbitraria e injustificada. Es necesario explorar también la
consciencia intermedia y la superconsciencia. De esa manera descubriremos en nosotros
aptitudes desconocidas, nuestras verdaderas inclinaciones, nuestras elevadas potencias las
que nos impulsan a que les demos expresión, pero las que frecuentemente repelemos y
réprimimos, por falta de comprensión, o a causa de prejuicios o temor.

Descubrimos también la inmensa reserva de energía psíquica indiferenciada que existe


latente en cada uno de nosotros, la subconsciencia plástica que tenemos a nuestra
disposición, nuestra infinita capacidad para aprender, el fiel servidor interno, capaz de
trabajar en nuestro provecho, como así lo hace ya sin que lo sepamos, pero que trabajaría
más y mejor si supieramos apreciar su naturaleza, sus leyes y sus ritmos y cooperáramos
inteligentemente con él.

2.- Dominio de los varios elementos de la Personalidad


Después de haber descubierto todos esos elementos, tenemos que tomar posesión de ellos
y adquirir el dominio sobre los mismos. El método fundamental, mediante el cual podemos
adquirir este dominio, es el
de desidentificación. Este está basado en un principio psicológico central, el que puede
formularse como sigue: Estamos dominados por todo aquello con lo cual nuestro Yo
llega a identificarse. Podemos dominar y regular todo aquello de lo cual nos
desidentifiquemos

En este principio yace el secreto de nuestra esclavitud o de nuestra líberación. Cada vez que
nos identificamos con una debilidad, una falta, un temor o cualquier otra emoción personal,
nos limitamos y paralizamos a nosotros mismos. Cada vez que confesamos: “Estoy
desanimado», o «Estoy irritado» nos sentimos más y más dominados y. arrastrados por la
depresión o la ira. Al admitir esas limitaciones, nos ponemos nosostros mismos las cadenas.

Psicoanálisis y Psicosíntesis, 2ª parte

Diagrama 2

En cambio, si en una situación parecida declaramos «Una ola de desaliento trata de


sumergirme” o “Un impulso de ira trata de dominarme” la situación es muy diferente. Hay
entonces dos fuerzas que se enfrentan: de un lado nuestro Yo vigilante, del otro lado, el
desaliento o la ira. El Yo no se somete a esa invasión; es capaz de observar objetiva y
analíticamente los impulsos de desaliento o de ira; puede buscar su origen, prever sus malos
efectos y apreciar su falta de fundamento.

Esto es, con frecuencia, lo suficiente para resistir el ataque de tales fuerzas, dispersarlas y
ganar la batalla. Pero, aun en el caso de que el enemigo interno sea momentáneamente más
fuerte y consiga, al principio, dominar a la personalidad consciente por la violencia del
ataque, el Yo vigilante nunca es realmente dominado. Puede retirarse a una fortaleza màs
interna y allí prepararse y esperar el momento favorable para el contra-ataque. Es posible
que pierda algunas batallas, pero si no abandona las armas y no se rinde, al final la victoria
será suya sin condiciones ni limitaciones.

En efecto, además de repeler uno a uno los ataques que lleguen del subconsciente,
podemos aplicar un método más fundamental y decisivo. Podemos atacar las causas
profundamente arraigadas, y de esta manera arrancar el mal de raíz. Esta cura radical puede
dividirse en dos fases:

a) La desintegración de las “imágenes” y “complejos” dañosos.


b) El dominio y utilización de las energías así liberadas.

El Psicoanálisis ha demostrado que el poder de estas “imágenes” y “complejos” está,


principalmente, en que somos inconscientes de ellos, en que no los reconocemos como
tales. Una vez desenmascarados y comprendidos, se resuelven en sus elementos y
frecuentemente dejan de obsesionarnos. En todo caso somos más capaces de defendernos
de ellos.

Para desintegrarlos y disolverlos hemos de emplear el método ya mencionado de


objetivación, de análisis crítico y de discernimiento; es decir, observaciones impersonales y
desapasionadas, como si se tratara de algo extraño a nosotros mismos, de meros
fenómenos naturales, interponiendo un espacio psicológico entre nosotros y ellos;
manteniendo esas imágenes o complejos, a cierta distancia, por así decirlo, y entonces
considerar tranquilamente su origen, su naturaleza y su estupidez.

Es bien sabido que el exceso de crítica y análisis tiende a paralizar, y hasta a matar, nuestras
emociones y sentimientos. Este poder, que frecuentemente se emplea sin discernimiento y
perniciosamente en contra
de nuestros sentimientos más elevados y poderes creadores, debería. emplearse en cambio
para librarnos de pasiones, impulsos y tendencias indeseables.

Pero el análisis, y la crítica no son siempre suficientes. Existen en nosotros ciertas fuerzas
instintivas, ciertos elementos vitales que no se conquistan con el mero análisis. Son
adherencias que, aunque las menospreciamos y condenamos, persisten obstinadamente.
Queda, de todos modos, el problema de las energías emocionales e impulsivas que, una vez
desprendidas de los complejos o desviadas de sus cauces primitivos, crean en nosostros un
estado de agitación y desasosiego y toman un rumbo indeseable. De consiguiente, no hay
que dejar esas energías libradas a sí mismas, sino emplearlas en forma que no dañen, o
mejor todavía, con fines constructivos para reconstruir nuestra personalidad, para contribuir a
nuestra psicosíntesis. Pero para realizar esto debemos empezar por el centro; debemos
haber estabilizado y haber dado eficacia al principio unificador y regulador de nuestra vida.
Consideremos ahora la tercera etapa.
3.- La Realización de nuestro verdadero Yo, el descubrimiento o la creación de un
centro unificador
Apoyándonos en lo que hemos dicho de la naturaleza y poderes del Yo, no es difícil señalar
la solución teórica del problema. Lo que debemos. conseguir es la expansión de la
consciencia personal, unirla con la del Yo espiritual; unir el el yo inferior al Superior. Pero
esto, que se expresa tan fácilmente en palabras es, en realidad, una tremenda tarea;
significa trascender completamente el reino humano y transformarse en
un verdadero ser espiritual.

Es una empresa grandiosa; pero, ciertamente, larga y ardua para lo cual no todos estamos
preparados. Pero entre el punto de partida en las honduras de nuestra consciencia de vigilia
y las brillantes alturas de la realización de nuestro Yo espiritual, existen muchas fases
intermedias, muchas mesetas de variadas altitudes, en las cuales el hombre puede
descansar y aún habitar temporalmente, si la escasez de sus fuerzas así lo exige, o su
voluntad decide no ascender más arriba.

En casos favorables, ese ascenso se realiza, en cierto grado espontáneamente, mediante un


proceso de desarrollo interno natural, determinado por las complejas experiencias de la vida;
pero frecuentemente este proceso es muy lento; aunque en todos los casos puede ser
activado y acelerado considerablemente mediante nuestra acción consciente y deliberada.

Los estados intermedios implican nuevas identificaciones. Las personas que no puedan
alcanzar a su verdadero Yo, en su esencia espiritual pura, y hayan de permanecer en la
esfera de la vida y de las actividades humanas, deben crear una imagen y un ideal de
personalidad perfeccionada ajustada a su condición, grado de desenvolvimiento y tipo
psicologico. De consiguiente, crear un ideal alcanzable en su vida presente.

Para algunos será el ideal del artista, que se manifiesta y expresa como creador de cosas
bellas, que hace del arte el interés más vital y el principio activo de su existencia,
concentrando en él todas sus mejores energías, subordinándole y, si es necesario,
sacrificándole, todos los demás intereses y deseos.

Para otros, será el ideal de quien busca la Verdad; el filósofo, el científico. Aun para otros
será un ideal más limitado y personal; pero que también es difícil de alcanzar, el de un padre
o una madre perfectos.

Estos “modelos de ideal» implican, como es evidente, relaciones activas con el mundo
exterior, con otros seres humanos; es decir, un cierto grado de extraversión.

Tenemos, por otra parte, personas que son extremadamente extraversas y llegan, por así
decirlo, a proyectar el centro vital de su personalidad fuera de ellos mismos. Los siguientes
son dos ejemplos típicos de esa proyección.

El uno es el patriota ardiente qué se entrega enteramente a su amada patria, la que se


convierte en el centro de su vida e interés. Casi todos sus pensamientos y sentimientos están
polarizados hacia ese objeto por el que está dispuesto a sacrificar su misma vida. El otro
ejemplo es de la mujer que se identifica con el hombre que ama, vive para él y es absorbida
por él. La mujer hindú de antaño consideraba a su esposo no sólo como su dueño en la
tierra, sino que le adoraba, además, como Maestro, su Guru, y casi como a su dios.

Esta proyección externa del propio centro, esta excentricidad, en el sentido etimológico de la
palabra, no debe ser menospreciada. Aunque no representa el sendero más directo y
elevado; puede, a pesar de las apariencias, constituir de momento una forma adecuada de
auto realización. En los casos más favorables,
el individuo no se sumerge o anula realmente a sí mismo en el objeto externo sino se libera,
de esa manera, de intereses egoístas y limitaciones personales; se encuentra a sí mismo por
conducto del ideal o ser externo.

Este último viene a ser un eslabón indirecto, pero efectivo; un punto de conexión entre el
hombre personal
y su Yo Superior, quien se refleja y está simbolizado en ese objeto.

Tenemos luego las personas religiosas, especialmente el místico de tipo devocional, que
eligen a Dios como centro de su interés y su amor, considerándolo como un Ser exaltado
dotado de sublimes características personales, al que aspiran a unirse.

4.- Psicosintesis. La formación y reconstrucción de la nueva Personalidad


Una vez que se ha encontrado o se ha creado el centro unificador, estamos en condiciones
de construir una nueva personalidad alrededor del mismo; una personalidad coherente,
organizada, unificada. Esta es la verdadera Psicosíntesis. Este proceso tiene también varias
etapas. La primera es decidir el plan de acción, formular el programa interno. Debemos
visualizar el propósito que debemos alcanzar, es decir, la nueva personalidad que deseamos
desarrollar, tabular y obtener una clara comprensión de las diversas tareas parciales que
debemos llevar a cabo.

Algunas personas tienen una clara visión de su objeto desde el principio. Son capaces de
formar una imagen precisa de sí mismos, tal como desean y se proponen ser. Esta visión es
una fuerza y una ayuda; facilita la tarea, eliminando dudas y errores, concentrando las
energías, y proporcionando la ayuda del gran poder sugestivo y creador inherente a la
“imagen” precisa mantenida ante la visión mental.

Otros individuos, por el contrario, cuya mentalidad está menos desarrollada, y cuya
naturaleza psíquica es más plástica; siguiendo espontáneamente indicaciones e intuiciones,
más bien que planes definidos, encuentran difícil la formulación de tal programa; la
construcción del “modelo” es una labor que les desagrada positivamente. Su tendencia es
dejarse guiar por el Espíritu Interno y la voluntad de Dios, dejando que Él decida lo que
deben ser. Consideran que llegarán más fácilmente a la meta, si van eliminando el mayor
número posible de obstáculos y resistencias inherentes a la personalidad; ensanchando el
canal de comunicación con el Yo Superior, por aspiración y devoción, y dejando que actue el
poder creador del Espiritu, en el que confían y al que obedecen.

Ambos métodos son eficaces y cada uno es adaptado al tipo correspondiente. Pero es útil
conocer, valorar y utilizar ambos métodos en cierta medida, y de esa manera evitar las
limitaciones y exageraciones de cada uno, corrigiéndolo y enriqueciéndolo con elementos
tomados del otro.

Así, los que sigan el primer método deben evitar que su «imagen» del ideal sea demasiado
rígida; han de estar dispuestos a modificarla o ampliarla, y hasta cambiarla enteramente, si
futuras experiencias, más amplia visión o nueva luz indican y aconsejan el cambio. Por otra
parte, los que sigan el segundo método, deben guardarse de hacerse excesivamente pasivos
y negativos y de tomar como intuiciones y altas inspiraciones ciertos impulsos que, en
realidad, son efectos de deseos y fantasías subconscientes. Además, habrán de desarrollar
el poder de mantenerse firmes durante las fases inevitables de aridez y oscuridad internas,
durante las cuales se interrumpe la comunión consciente con el centro espiritual y la
personalidad queda librada a sí misma.

Los “modelos o imágenes”, de ideal que uno puede crear son muchos; pueden, sin embargo,
dividirse en dos grupos principales. El primero comprende a aquellos que tienden a un
desarrollo armónico, a la perfección personal y espiritual en todo sentido. Esta clase de ideal
es la preferida, principalmente, por el introvertido.

El segundo grupo comprende lo que podríamos llamar « cualidades especializadas». El


propósito, en este caso, es el máximo desarrollo de una facultad, una cualidad o un poder,
correspondiente a la línea determinada de expresión o servicio que el individuo haya elegido.
El ideal del artista, del lider político, del maestro, del apostol de una buena causa, etc., son
modelos escogidos por los extravertidos.

Una vez que se ha elegido la forma del ideal, empieza la verdadera Psicosíntesis; la
formación de la nueva personalidad. Podemos dividir la obra en tres partes principales:

a) La utilización de nuestras energías, las fuerzas liberadas por el proceso procedente de


análisis y desintegración de los complejos y adherencias subconscientes, y de los poderes,
aptitudes y tendencias latentes, pero hasta entonces descuidados o reprimidos, que existen
en los diversos niveles internos. Esta utilización demanda la transformación de muchos de
esos elementos y fuerzas. Su plasticidad y mutabilidad fundamental hace esa transformación
posible. Es un proceso que se efectúa constantemente dentro de nosotros. De la misma
manera que el calor se transforma en movimiento y energía eléctrica y viceversa,
así también nuestros impulsos y emociones se trasmutan en acciones externas o en
actividades imaginativas o intelectuales; las ideas despiertan emociones, o se transforman en
planes y luego en acción, etc.

En el Yoga del oriente, en el ascetismo y misticismo cristiano y en las obras de alquimia


espiritual se encuentran importantes enseñanzas y ejemplos, en relación con la doctrina y
práctica de la transformación de las energías internas. El psicoanálisis ha contribuído a su
vez con algunos aspectos nuevos. Tenemos, pues, elementos suficientes para la formación
de una verdadera ciencia de las energías psicológicas, que bien podría llamarse
«Psicodinámica» y una técnica adecuada y segura, para producir las transformaciones
deseadas en nosotros mismos y en los demás.

b) La segunda parte de la Psicosíntesis comprende el desarrollo de los elementos que son


insuficientes o inadecuados para el objeto que queremos alcanzar. Este desarrollo puede
efectuarse de dos maneras: por medio de la evocación directa, autosugestión y afirmación
creadora; o por el entrenamiento metódico de las facultades débiles o faltas de desarrollo; un
entrenamiento muy similar al empleado en la cultura física, o
en el desarrollo de la habilidad técnica, como para tocar el violín, cantar, etc.

c) La tercera parte de la Psicosíntesis comprende la coordinación y subordinación de las


diversas energías y facultades psicológicas en la creación de la jerarquía interna, o sea, la
sólida organización de la personalidad. Este orden y régimen internos representan
interesantes y sugestivas analogías con las de un estado moderno, con los diversos
agrupamientos de los ciudadanos en ciudades, clases sociales, comercios y profesiones, las
diferentes categorías de funcionarios municipales, provinciales y estatales.
Tales son, en breve delineamiento, los procesos por los cuales se llega a la Psicosíntesis.
Debo, no obstante, hacer presente que las diversas etapas y los varios métodos
mencionados están íntimamente correlacionados y no han de seguirse necesariamente el
uno al otro en rígida sucesión de periodos o etapas distintas. Hablamos frecuentemente de la
«construcción de la personalidad». Esta analogía es exacta, pero no ha de llevarse
demasiado lejos o darle un significado demasiado material o literal. El ser humano viviente no
es un edificio en el que primero se construyen los cimientos, luego se levantan los muros y
finalmente
se cubre con el techo.

La ejecución de un vasto plan interno de Psicosíntesis puede empezar en varios lados y


ángulos a la vez, y los diferentes métodos y actividades pueden alternarse inteligentemente,
en ciclos más o menos prolongados, de acuerdo con las circunstancias externas y las
condiciones internas. Esto puede parecer algo formidable al principio, pero no hay razón para
vacilar o acobardarse. Ciertamente, la tarea puede hacerse más fácil con la ayuda de un
instructor competente pero, en cambio, por los propios esfuerzos y los propios errores, se
adquiere más extenso y profundo conocimiento.

Contando con la instrucción teórica preliminar de los principios psicológicos, las leyes que
comprende y la técnica que habrá que aplicar, lo demás es cuestión de práctica, inteligencia
e intuición, y estas se desarrollan paralelamente con las necesidades, la constancia o el
interés con que llevamos a cabo la empresa.

Si ahora consideramos a la Psicosíntesis en conjunto, con todas sus implicaciones y


desenvolvimientos, veremos que no ha de considerarse como una doctrina psicológica
particular ni como una simple rutina técnica. Es, principalmente, una concepción dinámica y,
me atrevo a decir, dramática, de nuestra vida psicológica; la que presenta como una
constante interacción y conflicto entre las muchas y diferentes fuerzas opuestas y un centro
unificador que tiende siempre a dominarlas, armonizarlas y utilizarlas.

La Psicosíntesis es, además, una combinación plástica de varios métodos de acción interna;
dirigida, primero, al desenvolvimiento y perfeccionamiento de la personalidad y después a la
coordinación armónica y unificación cada vez más íntima con el Yo Espiritual. Estas dos
fases pueden dominarse «Psicosíntesis personal” y “Psicosíntesis espiritual»
respectivamente.

Según sean las esferas de actividad a que se aplique y los diferentes objetos que haya de
servir, la Psicosíntesis es, o puede ser:

1 - Un método de autodesenvolvimiento psicológico y espiritual.


Para aquellos que no estén dispuestos a continuar siendo. esclavos de sus propios
fantasmas internos, influencias externas; ni a someterse pasivamente a la acción de sus
energías psicológicas, sino que han decidido ser los dirigentes de su mundo interno.

2.- Un método para curar enfermedades nerviosas y desarreglos psicológicos.


Tal método parece ser necesario cuando la causa del desarreglo es el conflicto, violento y
complicado, entre grupos de fuerzas conscientes y subconscientes; o cuando se debe a
crisis profundamente arraigadas y atormentadoras (generalmente mal comprendidas y
juzgadas por el mismo paciente) que a menudo proceden al despertamiento de la
consciencia del alma, o a alguna fase importante del desenvolvimiento espiritual.
3.- Un método de educación integral.
Que tienda no sólo a favorecer el desenvolvimiento de las diversas facultades del niño o del
adolescente, sino que le ayude a descubrir y comprender su verdadera naturaleza espiritual y
a desarrollar, bajo su guía, una personalidad armónica, eficiente y segura de sí misma.

La Psicosíntesis puede considerarse como la expresión individual de un principio más


amplio, de una ley general de inter individualidad y síntesis cósmica.

En efecto, el individuo aislado no existe. Lo sepa o no, tiene relaciones íntimas de


interdependencia y subordinación con otros individuos y con la Realidad espiritual y super
individual. Así, invirtiendo la analogía ya mencionada, cada hombre ha de considerarse un
elemento o célula de un grupo humano, el que, a su vez, forma asociaciones con grupos más
extensos y complejos: el grupo de la familia, los urbanos y provinciales, las clases sociales;
los trabajadores y las asociaciones corporativas y los grandes grupos internacionales y, por
fin, la entera familia humana.

Entre esos individuos y grupos se suscitan problemas y conflictos, que son curiosamente
similares a los que se suscitan en cada individuo; cuya solución se busca de la misma
manera y se corrigen por los mismos métodos que se han indicado para llegar a la
Psicosíntesis individual.

Un amplio y concreto estudio de este paralelismo puede, en nuestra opinión, resultar muy
iluminador y ayudarnos a descubrir la profunda significación y valor real de tantos ensayos de
organización y síntesis
de naturaleza práctica o espiritual que se están intentando ahora entre los diversos grupos
nacionales, sociales y religiosos.

Desde un punto de vista más amplio y comprensivo, la misma vida universal se nos revela
como una lucha entre la multiplicidad y la unidad en forma de esfuerzo y aspiración a la
unión. Parece como si percibiésemos que Dios, por medio de su Espiritu, activo en la
creación, está tratando de perfeccionarla en orden, belleza y armonía y de unir con lazos de
amor a los seres humanos entre sí y a Sí mismo (algunos de ellos deseosos y dispuestos;
pero la mayoría todavía ciegos y rebeldes); como si Él estuviese realizando lenta y
silenciosamente, pero potente y irresistible, la Suprema Síntesis.

Roberto Assagioli

Extractado por Farid Azael de


Assagioli, Roberto.- Psicoanálisis y Psicosíntesis
Centro de Estudios “Sophia”.- Barcelona.

También podría gustarte