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TEXTOS
Arqueología, Antropología
y el concepto de cultura
Patty Jo Watson
Revista Inversa
pjwatson@artsci.wustl.edu
Departament of Anthropology
Washington University in St. Louis
Abstract
The culture concept has been central to anthropology since the formational
period of the discipline. Yet for much of the discipline’s history it was used
Recibido: without explicit definition. Recent attempts to define it have yielded a range
12/12/2006
of varied formulations in the subdisciplines of archaeology and sociocultural
En revisión desde:
15/12/2006 anthropology. Does this mean that the center of anthropology -shared belief
Aceptado para publicación: in a unified culture concept- has been destroyed? Quite the opposite, the
27/12/2006 author concludes -the debate has yielded benefits.
unque1 pertenezco2 a la American Anthropological Association
Anthropologist, New Series,Vol. 97, (Redfield, 1940; ver Kroeber y Klukhohn, 1952: 61).
No. 4 (diciembre de 1995), Pp. La definición de Redfield es más corta y concisa que la de Tylor, y por
683-694. Esta es una publicación tanto más fácil de memorizar para una persona que estaba lidiando –como yo
de la American Anthropologist en ese momento– no sólo con secuencias histórico-culturales en muchas partes
Association. Todos los derechos
reservados. del Viejo y el Nuevo Mundo, sino también con los sistemas de parentesco de
los Murngin, Naskapi o los Nuer, con cómo identificar un fonema de un
2
Patty Jo Watson es profesora del morfema y con definir cómo difiere exactamente la pelvis de un australopitecino
departamento de Antropología, de la nuestra o la de un chimpancé. Es importante mencionar que Redfield
Universidad de Washington. St.
Louis, MO 63130. Es considerada era un miembro honorífico de la Facultad de Antropología de la Universidad
una de las pioneras en el campo de de Chicago, y alguien que mi director de trabajo (Robert J. Braidwood)
la etnoarqueología, gracias a la respetaba. Sobretodo, la definición de Redfield menciona las manifestaciones
innovaciones que aportó en este de la cultura (arte y los artefactos) y explícitamente invoca la duración en el
campo.
tiempo, dos características que apelan con mucha fuerza a los arqueólogos.
3
Los pies de página originales del Segura de mi comprensión del concepto de cultura, pasé mis exámenes,
texto (señalados por números obtuve mi M.A, y me dediqué a mi investigación sobre la prehistoria del
romanos) se encuentran al final de
Occidente Cercano. Redfield, Eggan, Tax, Braidwood, Washburn y McQuown
este documento antes de la
bibliografía. Las notas identificadas nos enseñaron que la antropología era una empresa compuesta por cuatro
con números arábigos son las partes iguales: la antropología social o etnología, la arqueología, la antropología
acotaciones realizadas por la física y la lingüística. Un arqueólogo prominente de Harvard, Philip Phillips,
traductora.
también enfatizó formalmente los lazos cercanos entre la arqueología y el campo
4
El graduate school es el nivel más amplio de la antropología en un artículo muy influyente publicado en 1955,
equivalente a Maestría (N. de la T.). en el que concluía que «la arqueología americana es antropología o no es nada».
Yo, entusiastamente acepté esto como verdadero y me identifiqué con la
antropología tan fervientemente como con la arqueología. En algún momento
durante el final de los años 1950s, cuando estaba por obtener mi Ph.D, tuve
una confrontación con la realidad sobre la relación entre arqueología y
antropología. Habiendo asistido a una conferencia y a la subsiguiente recepción
realizada para Ruth Landes, cuyas etnografías sobre los Ojibwa había leído y
admirado, me presenté ante ella como una antropóloga. Ella me preguntó
cuál era mi especialidad, y yo le respondí que era la prehistoria del Occidente
Cercano, en este punto ella se volteó abruptamente diciendo: «Entonces usted
no es antropóloga, usted es arqueóloga». Su respuesta fue mi primer indicio
de que el mundo antropológico no estaba tan integrado como mis mentores
me lo habían hecho creer.
Tuve una amplia oportunidad de confirmar este indicio cuando estaba
llevando a cabo una investigación en el Viejo Mundo, y luego cuando realicé
mi trabajo de campo en el Este de Norteamérica. A inicios de los años 1980s,
conocí por lo menos dos departamentos norteamericanos de arqueología
completamente separados de la antropología (Calgary y Simon Fraser), y otro
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que estaba por empezar (Boston University). Había también algunos temas
separatistas mencionados claramente en la literatura por varios arqueólogosi.
Algunos años después, una incursión anti «arqueología como antropología» a
gran escala llegó proveniente de Inglaterra y Europa Noroccidental ii. La
«arqueología norteamericana como antropología» fue rechazada a la par con
otras señales del imperialismo norteamericano, y por supuesto, durante los
años 1960s y 1970s, yo había notado que el equilibrio de las subdisciplinas
en el departamento de mi Alma Mater en Chicago, se inclinaba asimétricamente
hacia un tipo de antropología sociocultural y en contra de la arqueología y la
antropología física. 165
Yo sabía esto, pero no fue sino hasta que oí la conferencia de Kent Flannery
en la Reunión Anual de la Asociación Americana de Antropología (AAA) en
diciembre de 1981 (Flannery, 1982), que me di cuenta que la otra parte
«Una antropología temprana logró su unidad bajo la égida del concepto de cultura. La
cultura era, desde el punto de vista de los antropólogos, la que distinguía a la humanidad
del resto del universo, y eran las variedades culturales las que diferenciaban a una sociedad
de la otra […] El último cuarto de siglo ha minado este sentido de seguridad intelectual. El
relativamente incipiente concepto de «cultura» fue atacado desde varias orientaciones
teóricas. En la medida en que las Ciencias Sociales se transformaron en ciencias de la
«conducta», las explicaciones para el comportamiento ya no podían ser trazadas desde la
cultura: la conducta debía ser entendida en términos de los encuentros psicológicos, estrategias
de elecciones económicas y luchas por saldar los juegos del poder. La cultura, que alguna
vez se había extendido a todos los actos e ideas empleadas en la vida social, ha sido relegada
a las márgenes como una «forma de ver el mundo» o «valores».» (Wolf, 1980).
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materiales concretos que componen el registro arqueológico: «este [tercer] orden
consiste en objetivaciones de la cultura y no constituye la cultura en si misma»
(Taylor, 1948:100).
La manera en que Taylor trata el tema de la cultura es distinto de la posición
que tomará, mas o menos contemporáneamente Kroeber, quien dice que los
materiales y los objetos son parte de la cultura al igual que las ideas y las costumbres:
«Podemos olvidarnos de esta distinción» (Kroeber, 1948: 295-296). Aunque si
uno lee la totalidad de la discusión de Kroeber, se da cuenta de que su visión es
probablemente la misma que la de Taylor (y Redfield). El dice, 167
«Lo que cuenta no es el hacha física, o el abrigo o el trigo, sino la idea que hay sobre los mismos,
su lugar en la vida. Es este conocimiento, concepto y función lo que pone a estos mismos en
transmisión a través de las generaciones, o los difunde entre otras culturas, mientras que los
supuestos básicos con los que operaban muchos de los arqueólogos en la época
(Binford, 1987: 397), quienes no creían que los significados originales de los ítems –
el que le daban sus creadores– pudieran ser recuperados y quienes estaban menos
interesados en estas proposiciones, que en sus sistematizaciones temporoespaciales
básicas. En 1943, Griffin de hecho explicaba,
7
Method and Theory in American
Archaeology en el original (N. de laT.). «El significado exacto de cualquier objeto en particular para un grupo o individuo está perdido por
siempre, y la verdadera significación de cualquier objeto en un sentido etnológico habrá desaparecido
8
A Study of Archeology en el original
en el momento en que se vuelve parte del catálogo de hallazgos arqueológicos» (Griffin, 1943: 340).
(N. de la T.).
9
En cursiva en el original (N. de la T.). Casi exactamente 20 años después de que Taylor completara su disertación
publicada en 1948 como Estudio de la Arqueología10 –una crítica devastadora y legítima,
A Study of Archeology en el
10
original (N. de la T.). que aparentemente se hundió sin dejar rastro–, otro reformista publicó un intento
mucho más corto y mucho más exitoso, muy similar en algunos aspectos al de
11
Ver también el texto publicado Taylor pero muy distinto en otros: Lewis Binford escribió un artículo en 1962
en la American Antiquity: Journal of
the Society for American
publicado en American Antiquity11 titulado «Arqueología como Antropología», que
Archaeology (1988, Vol Nº 53) inició un periodo de dominancia de la Arqueología Procesual o «Nueva Arqueología»
titulado «History and Archaeological como usualmente es conocidavi. Al igual que Taylor, Binford y los Nuevos Arqueólogos
Theory: Walter Taylor revisited» de hacían un intento por expandir las metas de la arqueología antropológica americana
James Deetz (N. de la T.).
más allá de las tipologías y la estratigrafía. Aunque Binford insistía en que todos12 los
12
En cursiva en el original (N. de laT.). aspectos de las sociedades del pasado podrían ser investigados arqueológicamente,
en la práctica él se enfocaba casi exclusivamente en la subsistencia y la ecología. La
Procesual o la Nueva Arqueología fue una especie de «econopensamiento»13
neoevolucionista (Hall, 1977) con un fuerte énfasis en el método hipotético deductivo,
la cuantificación, los computadores y las estadísticas. El concepto de cultura de
Binford, apropiado para el tenor de la Nueva Arqueología y bastante diferente del de
Taylor, era el de Leslie White quien fuera su profesor en la Universidad de Michigan:
«Cultura son los medios extrasomáticos del hombre para adaptarse» (Binford, 1962;
White, 1959: 8, 38-39).
El mismo Binford –como otro de sus profesores en la Universidad de Michigan,
James Griffin–, tenía poco interés en los significados que los materiales arqueológicos
podrían haber tenido para quienes los hicieron o usaron, y no ponía mayor énfasis
sobre las situaciones ideacionales, dejándoles como epifenómenos como máximo.
De este modo, bajo su liderazgo altamente influyente, la arqueología americanista
era materialista, funcionalista y evolucionista en su orientación, y abiertamente
antropológica y científica en su aspiración. Esta trayectoria fue muy exitosa durante
los años 1960s y 1970s. De hecho, aún representa el eje central de la práctica
arqueológica en los Estados Unidos (Willey y Sabloff, 1993: 317), en parte dado al
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gran éxito inicial de la Nueva Arqueología, y en parte por la legislación federal de
1974 (la Moss-Bennet Hill, o el Acta de Conservación Arqueológica) que demandaba
la inclusión de la arqueología en las evaluaciones de impacto ambiental federales.
Esta legislación formalizó y estandarizó los procedimientos arqueológicos, según la
forma en que se realizaban a principios de los 70s, y que persisten hoy en día en los
Estados Unidos.
Finalizando los años 60s, los intentos de Binford por entender las variaciones
morfológicas en los conjuntos del Paleolítico Medio en Francia (Musteriense),
terminaron por cambiar el énfasis de sus trabajos a la etnografía en el norte de Alaska 169
y otros lugares (Binford, 1983:100-106). En gran medida, aunque no únicamente,
gracias a la influencia de Binford, la etnoarqueología se convirtió en un foco estándar
de investigación durante los años 70s y 80s para los americanistas y otros
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derivativo»ix.
Hodder inicialmente escogió el este de África como un lugar pertinente para
investigar, con propósitos arqueológicos, los patrones espaciales de los artefactos en
relación con la fronteras étnicas (Hodder, 1982a), pero después se distrajo con otros
elementos de la escena contemporánea en Baringo y se dedicó al estudio de objetos
materiales en sistemas simbólicos y su intersección con la interpretación arqueológica.
Al examinar las ideas sobre los patrones espaciales de la cultura material ampliamente
difundidas entre los arqueólogos, Hodder encontró que sus observaciones sobre
varios grupos del este africano (los Njiemps o Ilchamus, los Lonkewan Dorobo y 171
Samburu, los Lozi y los Nuba) contradecían estas ideas, o en algún punto las hacían
parecer sumamente problemáticas. Por ejemplo, la mayoría de los arqueólogos estarían
de acuerdo en que la cultura material refleja el grado de interacción entre los grupos:
«La cultura material transforma estructuralmente más allá de reflejar el comportamiento […] los
desechos y patrones de enterramiento relacionan la organización social con los conceptos de pureza
y contaminación […] Por tanto, la forma en que la cultura material se relaciona con una sociedad
depende de las estructuras ideológicas y los códigos simbólicos»x. Oscar Javier Reyes Chiriví
Hodder y otros postprocesualistas estaban también muy preocupados por el
ambiente sociopolítico de la arqueología contemporánea. Ellos insistían a los
arqueólogos sobre la necesidad de estar atentos y ser autocríticos respecto a sus
sesgos y preconcepciones, no fuera que ellos involuntariamente terminaran por crear
Arqueología, antropología y el concepto de cultura Pp. 161-183.
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probablemente nunca podremos saber el significado específico que el arte en una
cueva del Paleolítico Superior tuvo para sus creadores. Sin embargo, él estimula a los
arqueólogos a comprometerse con «el estudio de las tradiciones culturales así como
de los constreñimientos ecológicos y sistémicos […] teniendo en cuenta los
constreñimientos impuestos sobre el comportamiento humano por las tradiciones
culturales así como las acomodaciones racionales a los factores externos», de este
modo sintetiza el determinismo ecológico de la arqueología procesual con el
particularismo histórico de la arqueología postprocesual (Trigger, 1991: 562-563).
El optimismo de Trigger sobre la posibilidad de síntesis es alentador, pero falla al
no ofrecer ningún tipo de consideración para resolver el problema muy significativo 173
de decidir qué es «cultural» («interno») y qué es «natural» («externo») en las sociedades
documentadas etnográfica o arqueológicamente. Esta parte de la discusión no tiene
en cuenta la totalidad de la empresa antropológica, que es obtener conocimiento
«Primero, los teóricos ecosistémicos hacen énfasis sobre la totalidad de las poblaciones y del
comportamiento adaptativo como un todo, lo que nubla la visibilidad del género, la clase y las
parcialidades en el pasado prehistórico. Segundo, un análisis en el que se tiene en cuenta el género,
la clase y las parcialidades puede explicar muchos aspectos del registro prehistórico que la perspectiva
ecosistémica no puede explicar. Tercero, una apreciación de la importancia del género, la clase y las
parcialidades en la prehistoria, nos lleva a rechazar la visión de la teoría ecosistémica en la que las
culturas son sistemas adaptativos. Por el contrario, debemos reconocer que los «sistemas» de
comportamiento basados en la cultura, son los resultados de la negociación entre los agentes
posicionados socialmente que persiguen sus metas bajo constreñimientos tanto ecológicos como
sociales». (Brumfiel, 1992: 551).
que están llevando a cabo investigaciones más duraderas y precisas que las de Binford
o Hodder. De tantos buenos ejemplos traigo a colación sólo tres: los 30 años de
trayectoria de etnoarqueología en los San de Botswana empezando por el trabajo de
Yellen y Brooks hasta el que realizó Hitchcock, Weissner y Kent; el proyecto de 20
años sobre la cerámica Kalinga en el norte de Luzon que desarrollara Longacre; la
investigación de 10 años sobre cerámica Luo y los asentamientos Luo en el oeste de
Kenya realizado por Herbich y Dietlerxii.
En cuanto al otro propósito de este texto, ¿hay una edificante conclusión a partir
de la comparación de las odiseas del concepto de cultura en la antropología social/
etnología norteamericana y en la arqueología? Si la hay. En cada subdisciplina, muchos
investigadores tomaron dicho concepto muy en serio, y no solamente como una
pieza más o menos sin sentido del viejo dogma antropológico. Dado que los
arqueólogos de los años 1930s no hicieron el intento de operacionalizar el concepto
de cultura prevaleciente, y por el contrario lo ignoraron mientras se encontraban
absortos en la creación de sus marcos temporoespaciales esenciales para la prehistoria
norteamericana, Walter Taylor (1948) hizo un impresionante esfuerzo por alinear la
arqueología americanista con la antropología sociocultural norteamericana, retomando
el concepto tradicional de cultura de Tylor como el principio fundamental de su
20
«Underconceptualization» en el propuesta. Taylor tuvo muy poca influencia inmediata sobre sus colegas arqueólogos,
original (N. de la T.).
en gran medida porque su concepto de cultura no podía ser implementado u
21
«Faceless blobs» en el original (N. operacionalizado congruentemente con las preocupaciones arqueológicas de los años
de la T.). 1940s y 1950s. Binford gozó de mucho más éxito durante los 60s y 70s al insistir
como Taylor en que la arqueología debía ser antropología, mientras que insistía en
el concepto de cultura de Leslie White, un concepto no Tyloriano, ni tradicional.
Hodder volvió a algo similar al concepto tradicional de cultura pero lo modificó
para colocar los artefactos, la arquitectura y la arqueología en el centro de la
antropología y la teoría social, mientras explícitamente rechazaba la conclusión de
Phillips según la cual «la arqueología es antropología o no es nada». «La arqueología
es arqueología» insistían él y los postestructuralistas, a pesar de que parte de su
programa ha sido incorporado en el manejo de recursos tanto académicos como
culturales de la arqueología antropológica americanista, en parte para reforzar ciertos
temas minoritarios que ya existían antes de el movimiento postprocesualista, y en
parte para la futuras síntesis entre las metas de la arqueología procesual y
postprocesualxiii.
Los revisionistas de la antropología sociocultural y la etnología, encontraron
eventualmente que el concepto tradicional de cultura no era muy útil para ellos, y
por tanto lo modificaron para que se ajustara a sus propósitos. Muchos de ellos,
antes y ahora, son muy explícitos al respecto, y muchos de ellos fueron exitosos al
iniciar líneas de investigación productivas basadas en sus nuevas formulacionesxiv. En
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la antropología sociocultural desde los pasados 40 o 50 años, ha habido una
proliferación en las aproximaciones a la cultura, desde las concepciones esencialistas
tempranas hasta el de las culturas como configuraciones de tipo psicológico, o como
una serie de mapas cognitivos distintivos, como sistemas simbólicos y/o adaptativos,
como fenómenos superficiales infinitamente cambiantes que pueden revelar verdades
profundas sobre los procesos universales del pensamiento humano, como redes de
conocimiento social, o como un rasgos complejos definidos y estudiados por los
marcos neodarwinianos.
¿Quiere decir esto que el centro de la antropología –la creencia de todos los
antropólogos en alguna de las ampliamente sancionadas variantes del concepto 175
unificado de cultura– ha sido destruido? Si es así, ¿la falta de unanimidad sobre la
cultura- qué es, dónde esta y cuándo importa- quiere decir que la antropología
misma, como una disciplina holística dejó, o esta a punto de dejar, de existir?
NOTAS
Reconocimientos. Estoy muy agradecida con Anna M. Watson por su discernimiento
sobre la cultura en el sentido partitivo y sobre la diversidad cultural en el mundo
contemporáneo, con Rubie S. Watson por ofrecerme una guía bibliografica crucial,
con James L. Watson por las muchas discusiones que tuvimos sobre los actuales
desarrollos en la antropología sociocultural, y con Richard A. Watson por sus
comentarios sobre la posmodernidad en la literatura y en muchos lugares mas.
David Browman y Richard Fox amablemente me proveyeron de un importante
material reciente; la advertencia de Jean Ensminger fue la inspiración para tomar
la dirección que tuvo este ensayo. El concepto de cultura en la arqueología del
que doy cuenta en este ensayo se originó en un corto curso en teoría arqueológica
que Don Fowler me invitó a enseñar en el Programa de Manejo de los Recursos
Culturales en la Universidad de Nevada-Reno en enero de 1992, y fue desarrollado
más adelante durante las reuniones sucesivas en el marco del seminario de Teoría
Arqueológica en la Universidad de Washington, St. Louis, le debo un
agradecimiento muy especial a los estudiantes de esas clases. Las revisiones previas
a la publicación de este trabajo fueron realizadas en la Camargo Foundation, en
24
En francés en el original. En
español se traduce como pesadilla. Cassis, Francia, estoy muy agradecida con Michel Pretina, director, y con
(N. de la T.). Anne-Marie Franco, asistente administrativa, por su apoyo.
i
Dunnell, 1980; Gumerman &Phillips, 1978; Meltzer, 1979; Wiseman, 1980.
Chippindale, 1989: 69; Clarke, 1968: 13; Odre, 1991a: Cáp.9; Shanks &
ii
Tilley, 1988: 213, tema 6.5; Cenen, 1986; Tilley, 1989: especialmente110.
Barth, 1994; Bernard, 1994; Bloch, 1994; Goodenough, 1994; Harris, 1994;
iii
Keesing, 1994; Kottak & Colson, 1994; Marcus, 1994; Sahlins, 1994; Salzman,
1994; Scheper-Hughes, 1994; Strauss & Quinn, 1994; Tambiah, 1994; Tishkov,
1944; Wolf, 1994; Ver también Watson, 1992-94; J Watson, 1994; R.A Watson,
1964; R.R Watson, 1978; R.S Watson, 1994.
iv
Bennett, 1943; Binford, 1962; Kluckhonhn, 1940; Taylor, 1948.
v
Ver también: Kroeber, 1948: 295-296; Kroeber & Waterman, 1931: 11.
vi
Caldwell, 1959; P. Watson, LeBlanc & Redman, 1971, 1984; R.A Watson,
1972.
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Gould, 1978; Kleindienst & P. Watson, 1956; Kramer, 1979, 1994; Longacre,
vii
Binford, 1987, 1988; Binford & Stone, 1988; Hodder, 1988, 1989, 1991a; P.
viii
Watson, 1991.
ix
Binford, 1976,1978a, 1978b, 1980, 1981, 1982. La cita es de Binford, 1981:
29; Ver también las partes 3 y 4 en Binford, 1989.
177
x
Hodder, 1982a: 210-211; Ver también Pág. 155-170 para ver la discusión detallada
sobre la disposición de los residuos óseos y las costumbres de enterramientos en
los Nuba.
Kramer 1994 provee referencias y comentarios sobre el trabajo con los San. Ver
xii
Longacre, 1991 para información sobre la investigación sobre los Kalinga, y sobre
otros trabajos en etnoarqueología cerámica, muchos de los cuales preceden a la
era de la Nueva Arqueología; el proyecto de Herbich y Dietler esta resumido en
Herbich, 1987 y en Herbich & Dietler, 1991.
Ver por ejemplo Fritz, 1978: may 1976, 1977; Kehoe & Kehoe, 1974; Marshack,
xiii
1972.
Para más ejemplos, anteriores y mas recientes, ver Aunger, 1992, en prensa;
xiv
Benedict, 1934, especialmente el Cáp. 3; Geertz, 1973: 4-5; Fox, 199; Harris,
1964; Kroeber, 1952: parte 1; Lévi-Strauss, 1955, 1962; Tyler, 1969.
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