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acercamientos etnográficos
tiempo determinado. Preguntarse: ¿cuáles son las funciones de la comida en una
sociedad específica?, ¿qué significados simbólicos conlleva la comida en un grupo
social?, ¿cómo se estructuran esos significados?, ¿cómo intervienen la preparación
y el consumo de alimentos en la interacción social entre individuos, grupos o co-
munidades?, ¿qué papel desempeñan la preparación y el consumo de alimentos en
la identidad de un grupo o de un pueblo específico?, etc., es pertinente para una
Antropología de la Alimentación.
Este libro, explora etnográficamente lo definido como espacio culinario, región
culinaria y comensalidad ritual y su objetivo es desarrollar y sustentar el concepto
de espacio culinario como figura analítica de espacialidad y temporalidad vinculada
al acto de comer. A partir de aproximaciones etnográficas, los autores buscan rutas
de análisis y de producción teórica-etnográfica que dan cuenta de la complejidad
del fenómeno alimentario en su dimensión sociocultural. Desde esta perspectiva,
los espacios culinarios son aquellos que están integrados por dimensiones mate-
riales y simbólicas, que son productores de retóricas e imaginarios sociales, mito-
logías, portadores de jerarquías, órdenes y “maneras de mesa”. Se trata, en todo
ALIMENTACIÓN,
caso, de un tipo particular de estructura que, en palabras de Mary Douglas (1990),
refleja el contenido sistémico de otras estructuras sociales, como lo político, lo CULTURA Y ESPACIO
religioso y lo doméstico.
acercamientos etnográficos
Introducción 9
Ernesto Licona Valencia
Alejandro Cortés Patiño
9
social entre individuos, grupos o comunidades?, ¿qué papel desempe-
ñan la preparación y el consumo de alimentos en la identidad de un
grupo o de un pueblo específico?, etc., es pertinente para una antropo-
logía de la alimentación (Licona, García & Cortés, 2017).
Este libro, explora etnográficamente lo definido como espacio y
como región culinaria y su objetivo es desarrollar y sustentar el con-
cepto de espacio culinario como figura analítica de espacialidad y
temporalidad vinculada al acto de comer. A partir de aproximacio-
nes etnográficas, los autores se han dado a la tarea de buscar rutas de
análisis y de producción teórica que den cuenta de la complejidad del
fenómeno alimentario en su dimensión sociocultural. Desde esta pers-
pectiva, los espacios culinarios son aquellos que están integrados por
dimensiones materiales y simbólicas, que son productores de retóricas
e imaginarios sociales, portadores de jerarquías, órdenes y “maneras de
mesa”. Se trata, en todo caso, de un tipo particular de estructura que,
en palabras de Mary Douglas (1990), refleja el contenido sistémico de
otras estructuras sociales, como lo político, lo religioso y lo doméstico.
También es posible vislumbrar subjetividades particulares que
inciden en las dimensiones de los espacios culinarios: chefs, cocine-
ros, meseros, matronas, comensales, que interactúan con elementos
materiales, como utensilios e ingredientes, que a su vez amalgaman,
sobre la base de producciones narrativas, conflictos y retóricas de la
preparación de alimentos y del comer como experiencias mismas de
los espacios culinarios.
Asimismo, en este libro se examina el concepto de región culinaria.
Inspirados en los textos de Gilberto Giménez sobre región sociocul-
tural, sugerimos caracterizar a una región culinaria no por su homo-
geneidad, sino por su articulación, no necesariamente armoniosa, de
las diferentes culturas alimentarias que la forman, indefectiblemente
jerarquizadas e integradas a un todo (sistema cultural alimentario) am-
plio y delimitado por formas simbólicas que se expanden por toda el
área y que se consideran emblemas culinarios de la región (Giménez,
1994). Además nos preguntamos ¿a partir de qué prácticas se delimita
una región culinaria? Así entonces, una región culinaria es producto de
formas objetivadas y subjetivadas de las culturas alimentarias puestas
acercamientos etnográficos 11
pero siendo otra, simultáneamente, por lo que definen al espacio culi-
nario gourmet como un sistema integrado organoléptico de creaciones
híbridas legitimadas.
El artículo de María del Carmen Ríos (buap) y Ernesto Licona con-
ceptúa al espacio culinario como un sistema de relaciones sociales en
conflicto a causa de los alimentos que se preparan y se comen en un de-
sayunador escolar, producto de la imposición del discurso nutricional
gubernamental que, en contradicción con la alimentación practicada
en casa por niños de edad escolar, forjan un espacio culinario domina-
do por la “dietonormatividad” que enuncia una noción nutricional del
desayuno en disconformidad con el gusto de los niños y que, también,
lo insinúan en el momento de la socialización.
Alejandro Cortés (buap) evidencia, sobre la base de testimonios y
documentos, el vínculo entre los espacios culinarios con las produc-
ciones mitológicas inherentes a éstos; los define como espacios de mi-
tologías. La mitología, al igual que muchas otras formas simbólicas,
tiene la función de proporcionar un cierto orden de funcionamiento
a los espacios culinarios, lo que los dota de características imaginarias
que les son consustanciales y que tienen una presencia a veces mística,
a veces fundadora de prácticas y espacios. Las narraciones mitológicas
son ricas fuentes etnográficas, pues en ellas es posible encontrar rasgos
significantes anclados en el devenir histórico de un lugar, de un ingre-
diente, de los fundadores de dicho lugar e incluso del espacio físico en
el que éste se ubica.
Alejandra Gámez y Rosalba Ramírez (buap) exploran la comen-
salidad ritual con base en un peculiar pan llamado de Rodeo, que en
contextos rituales, como cambio de mayordomía o fiestas patronales
en San Andrés Cholula, Puebla, se utiliza para sellar la transición de
cargos a partir de actos de convivencia en los que el alimento y la be-
bida constituyen aspectos centrales. Se trata de actividades especiales,
ya que se encuentran diferenciadas de lo cotidiano, y el alimento tiene
un propósito y una acción singular definiendo a la comensalidad ritual
como un acto de consumo comunal de comida y bebida enmarcado
en un contexto ritual.
Finalmente, el texto de Isaura García y Sofía Guadalupe Domín-
guez (buap) describe etnográficamente las panaderías, el pan y la labor
de los tahoneros en un barrio de San Pedro Cholula.
Bibliografía
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El Bajío como región culinaria:
identidad y cocina en un área cultural
de México
Introducción
15
unen ciudades y zonas con potencial agrícola y comercial con otras
áreas por medio de una red de caminos que conectan a las ciudades del
centro con las del norte. Esta complejidad de interconexiones dio paso
al intercambio de productos e ideas, que con el tiempo, enriquecieron
la cocina y la sociedad de los siglos xvii y xviii. Se trataba de una re-
gión abierta al tránsito de personas a través de la cual circulaban ideas,
productos y noticias que en constante flujo con el centro y con el norte
configuraron una región particular gracias a su dinamismo económico.
La historia ha considerado a Querétaro como una ciudad nodal
por sus múltiples interconexiones con otras rutas y ciudades del centro
y del norte del territorio nacional. Circulaban por los caminos que
unían Querétaro con otras ciudades diversos productos como textiles,
frutas, cereales, ganado y pulque. “La célula gastronómica es la región
y de ninguna manera la nación… ciertos platos pueden viajar, otros
son refractarios a todo tipo de desplazamientos. Hay que ir a ellos, no
se los puede traer” (Revel, 1996, p. 211).
Es necesario comprender la idea de que un platillo no proviene de
una ciudad, sino de una región que abarca un complejo territorio que
trasciende las fronteras estatales fijadas durante el siglo xix, y reforza-
das por el Estado posrevolucionario, sólo para figurar en el discurso
político como rasgos identitarios definitorios de una entidad político-
administrativa, pero que lejos de aclarar la relación con el entorno,
oscurecen y ocultan su construcción política.
El crecimiento de Querétaro en el Bajío fue relevante durante los si-
glos xvii y xviii gracias a su capacidad para potenciar un capital agríco-
la y ganadero por medio de la Hacienda y del rancho, que organizaron
mano de obra indígena (otomí-chichimeca) y produjeron excedentes
exportables a otras áreas vecinas, en función de amplios ciclos eco-
nómicos que transformaron la economía de zonas como el altiplano
poblano y Pachuca, las cuales comenzaron a demandar granos, ganado
e insumos, o bien del norte, con su pujante demanda de bienes para
los centros mineros.
Es así que la dinámica económica de la ciudad de Querétaro se
explica por encontrarse inserta dentro de una amplia región –el Bajío–
con la que compartía una economía centrada en la hacienda cerealera
y ganadera, ampliamente diversificada en su interior y flexible en su
articulación con otras áreas y regiones circundantes. Dichas hacien-
das y ranchos, como ejes articuladores de la región estaban formados
El Bajío es una región que muestra una serie de rasgos culturales que se
han expresado a lo largo del tiempo y es, por lo tanto, un área cultural
en el sentido que plantea Steward (2014) en su taxonomía para cla-
sificar datos culturales de los grupos humanos en categorías de áreas,
que es también una herramienta para identificar “[…] la cantidad o
el porcentaje de elementos o características compartidas por tribus o
sociedades contiguas (Steward, 2014, pp. 105-109). No obstante, esta
forma de clasificación de áreas geográficas con base en los rasgos cultu-
rales de su población es histórica y permite medir la evolución multi-
lineal a lo largo del tiempo durante el cual fue adquiriendo esos rasgos
compartidos gracias a la difusión.
El núcleo cultural (cultural core) refiere a la regularidad de rasgos
culturales sobre el territorio distribuidos como una constelación. Un
área culinaria cultural adquiere rasgos como la cocción del maíz me-
diante la nixtamalización, procedimiento que evolucionó en el contex-
to de un área concreta (Mesoamérica) y se exportó como conocimiento
especializado a otras regiones vecinas.
Un área cultural pone énfasis en los rasgos económicos, las regu-
laridades y los paralelismos presentes en un espacio determinado; un
factor importante de dicha área es que cuente con un “[…] núcleo
común de rasgos culturales compartidos, lo que hace que todos los
miembros de la sociedad tengan un mismo punto de vista y las mismas
características psicológicas” (Steward, 2014, p. 45). Lo importante del
área cultural radica en el contenido total de elementos que explican las
causas de su organización.
Esto quiere decir que dentro del grupo social que habita un espa-
cio compartido, la conducta de sus integrantes se expresa por medio
de múltiples manifestaciones que van desde la forma de conseguir su
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alimento y cómo lo preparan hasta sus formas de organización social y
política, y que además reconocen un centro o varios centros (políticos,
económicos o religiosos).
Es así que el Bajío se configura como un área cultural donde su
población, desde el periodo colonial hasta el presente, a pesar de los
cambios de régimen y de las profundas transformaciones socioeconó-
micas, mantiene un origen compartido en los procesos económicos
formativos (en un primer momento encomienda, hacienda, rancho,
y más tarde, ciudades como centros articuladores). La identidad de
la población del Bajío, su historia y la presencia de múltiples rasgos
culturales, que ya anotaban los historiadores (como la forma de ser),
se corroboran etnográficamente en múltiples prácticas y procesos de
preparación de alimentos, como ocurre con las enchiladas, plato am-
pliamente difundido entre la población de toda el área cultural.
Conforme Querétaro fue desempeñando un rol abastecedor respec-
to de las minas del norte, el sistema económico se hizo más complejo,
y el papel de la región como eje articulador destacó por su importante
centro de conexión entre el centro y norte.
[…] los ingredientes por sí mismos no integran una cocina. Éstos deben estar
insertos dentro de una geografía definible y sobre los cuales prevalezcan con-
sideraciones sociales acerca de su uso. En ese sentido, vemos a las cactáceas,
el chile, el maíz, el azúcar y las frutas, dentro del repertorio de ingredientes
que sobresalen dentro de la cocina regional… Pero estos ingredientes por sí
mismos no dicen nada si no están dentro de una concepción difundida y com-
prendida de los alimentos representativos de la región, que es, en opinión de
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culinario. Su profundidad analítica nos permite considerar a la cocina
como la forma máxima de expresión de lo culinario porque considera
dos aspectos centrales: 1. es un ámbito integrador que estructura en
un sistema cultural el saber hacer del hecho alimentario, y 2. este saber
hacer genera una pertenencia cultural con claros visos identitarios co-
rreferenciales que tienen lugar en un territorio en particular.
Así, lo culinario se manifiesta en una identidad regional presente
en platos, procedimientos e ingredientes locales que integran preferen-
cias alimentarias organizadas en tiempo y forma, en ocasiones como
tradiciones. Se entiende lo culinario como una parte constitutiva de
la identidad regional que refiere a una estructura que organiza y jerar-
quiza elementos presentes en el espacio regional; es así que la cocina,
en este caso la regional, es la expresión situacional de un entrecruce de
cocinas locales que convergen en una expresión: platillo, ingrediente o
procedimiento. Al respecto Fournier nos recuerda que:
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identidades políticas. De este modo, las normas que dictan y organi-
zan las relaciones sociales en el marco de un espacio regional como el
Bajío, representan en modelos culinarios –por ejemplo, en este caso,
las enchiladas– formas y variantes de una expresión cultural sistémica
de alcances regionales que funciona porque mantiene una identidad
regional con claras fronteras.
Parece una paradoja, pero no lo es: han sido justamente los procesos de ho-
mologación y de globalización de los mercados y los modelos alimenticios los
que han provocado una nueva atención hacia las cocinas locales, la invención
–sobre la base de fragmentos entregados por la historia– de “sistemas” a los
que nos gusta llamar “cocinas regionales” (Montanari, 2006, p. 84).
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ensalada de nopales, sus variadas formas de preparación, las celebra-
ciones, eventos y situaciones en las que se sirven, así como los lugares y
los espacios donde se consumen, sin olvidar, quiénes y cómo lo hacen.
Al respecto vale recordar que durante el siglo xix Querétaro, como
parte de una amplia región como lo es el Bajío, continuaba producien-
do “[…] cereales, ganado y frutas que demandaba la ciudad de Méxi-
co. De hecho, la hacienda y los ranchos continuaron siendo lugares de
abasto de las zonas urbanas y sitios de refugio en las diferentes épocas
en que hubo escasez de alimentos debido a los momentos de conflicto
armado” (Guerrero, 2007, p. 12). En su expresión culinaria se vivía
una época de intensas manifestaciones que refieren al Bajío como la
región culinaria de la que Querétaro formaba parte.
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migraciones alternantes, que iban y venían; los desplazamientos por
compras o diversiones; el aprovisionamiento de los centros urbanos
de productos agrícolas, la difusión de periódicos citadinos, etcétera
(Giménez, 1999, p. 41).
El territorio, la identidad y la cocina mantienen una relación dialéc-
tica; las prácticas alimentarias construyen rasgos culinarios que serán
apropiados y definirán una región, los cuales no son fijos ni unívocos,
ya que cambian por situaciones de tiempo y espacio; es así que, por
ejemplo, consumido por la población en el campo, el pulque se bebió
menos debido a la introducción de la cerveza y del refresco embotella-
do a partir de la década de 1930. No obstante, su consumo se mantie-
ne entre distintos segmentos de la población campesina del Bajío, el
cual, junto con el centro del país, formaban parte de la región pulquera
que abarcaba los actuales estados de Hidalgo, Tlaxcala, Puebla, Estado
de México y parte del estado de Querétaro.
En este sentido podemos hablar de regiones culinarias con tradi-
ciones alimentarias que definen y redefinen constantemente un área
cultural. La práctica culinaria define espacios porque está articulada a
actividades económicas centrales que organizan la vida social, política
y económica de una comunidad o área cultural. Por ejemplo, Queré-
taro fue una zona productora de camote durante el último cuarto del
siglo xix y principios del xx, pero la entidad federativa que sobresale
en la actualidad por su producción de dulces a base de este tubérculo
es Puebla. ¿Qué papel desempeñan los mitos que fijan en el imaginario
una producción culinaria a un lugar en concreto? ¿Qué mecanismos
entran en juego para pensar en continuidades más que en cambios?
¿Por qué nos negamos a considerar el cambio como una constante y
nos es más cómodo pensar en la presencia continua de prácticas, uten-
silios y platillos como algo fijo?
Quizás la respuesta se encuentre en la seguridad que nos aporta
considerar que los cambios sólo se presentan en el ámbito de lo econó-
mico y lo político –como un cambio de régimen– pero que no afectan
otros ámbitos de la vida social, religiosa y familiar, lo cual es falso,
porque cualquier cambio implica reorganización, ajuste y reacomodo
de todos los ámbitos y espacios de la vida social de un pueblo.
Esto implicaría analizar la relación entre cultura y territorio. Nos
interesa de manera particular la segunda dimensión que señala Gimé-
nez, aquella en la que el
acercamientos etnográficos 27
En este sentido, concebimos a la cocina regional como un conjunto
de prácticas sociales y culturales que incluyen las prácticas subjetivas –
como las formas de concebir una cocina, de construirla y de utilizarla–;
entendida así, la cocina como una dimensión de la cultura, la encon-
tramos “… verbalizada en el discurso, cristalizada en el mito, en el rito
y en el dogma; incorporada a los artefactos, a los gestos y a la postura
corporal” (Eunice R. Durham, citada en Giménez, 1999, p. 32); coci-
na regional referida a una dimensión espacial del territorio que va del
ámbito local y extralocal hasta el regional. Lo anterior se encuentra
en el discurso de los habitantes del Bajío queretano que refiere sus
recursos locales alimentarios en relación con la historia de la hacienda
ganadera y cerealera, en las huertas urbanas y en el ámbito domésti-
co y conventual como modelos hegemónicos alimentarios articulados
dentro del sistema colonial. Al respecto, John C. Super señala que la
hacienda y la ganadería coloniales fueron unidades productivas que or-
ganizaron la vida económica, política, social y religiosa de la población
en la región al integrar actividades agropecuarias a nivel interregional.
En el presente, la cocina regional se refiere a rasgos culturales cu-
linarios, selectivos, heredados históricamente y transmitidos en los
distintos espacios de lo cotidiano (la casa, la plaza, el barrio y el mer-
cado), y a situaciones (la celebración y la fiesta, los ritos de paso y los
intercambios) que operan como sistemas articuladores y vínculos para
comunicar una manera de hacer, de perpetuar una práctica culinaria,4
de moldear actitudes cotidianas5 y formar el gusto.6 Por lo tanto, la
cocina regional está anclada en espacios locales y proyectada al ám-
bito más amplio mediante una receta, un ingrediente, una forma de
preparación, una fiesta o celebración familiar; en definitiva, una ma-
nera de compartir en lo social su continuidad. Estos rasgos culturales
culinarios operan como marcadores identitarios entre clases, géneros,
generaciones, profesiones, oficios, grupos, sectores e individuos que se
distinguen por sus gustos alimentarios pero que también comparten
prácticas culinarias y actitudes cotidianas.
4
Aprender un guiso a partir de la cocina escrita y la cocina práctica (Juárez, 2016).
5 Enrollar un taco, cucharear con la tortilla, limpiar el plato con un pedazo de
pan. Desde almorzar tacos de guisos hasta comer pepitas o tomar pulque.
6 Se desarrolla desde la niñez por medio de la crianza (gusto particular) y la
socialización (gusto social).
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rellenos de queso; quelites, frijoles quebrados en salsa de guajillo, verdolagas
en carne de puerco, tamalitos de piñón envueltos en hoja de aguacate, la
extraordinaria dulcería elaborada con las frutas mesoamericanas y endulzada
con piloncillo o azúcar (Guerrero, 2007, p. 64).
Como se ha referido, esta porción del Bajío integró una compleja mez-
cla de ingredientes, productos y técnicas que se incorporaron de mane-
ra creativa a las distintas cocinas microrregionales. Es así que los rasgos
culturales que forman parte de las cocinas del Bajío se encuentran en
la historia culinaria de la región y su cambio y evolución son muestra
de su capacidad de adaptación a distintas zonas del Bajío. La incorpo-
ración discreta y no hegemónica de las tradiciones culinarias indígenas
durante el virreinato no ha sido reconocida; así, las cocinas del Bajío
explican la falta de valoración de las cocinas indígenas.
Había un reconocimiento de la fusión en platillos, pero no de su
origen cultural en cocinas indígenas diversas circunscritas a espacios
domésticos y microrregiones donde se amalgamaron con tradiciones
alimentarias de otra índole. Esta identidad regional va incorporando
esas tradiciones (española, mestiza e indígena) y construyendo un nue-
vo modelo alimentario que no es la negación ni de una ni de otra, sino
la suma de sus aportaciones. No obstante, no es reconocida porque no
cuenta con signos claramente reconocibles que puedan identificarse
con la historia regional.
Ejemplo de lo anterior son los platillos considerados “típicos” que
sólo son producto de la construcción del Estado posrevolucionario
mexicano, que se dio a la tarea de definir y fijar platillos “típicos” de
cada entidad federativa, en busca de una identificación elaborada por
el discurso estatal, y que eran promovidos como política cultural de
integración desconociendo las variantes intrarregionales de las cocinas.
[…] quedó marcada por el trajín de ganados y ganaderos que iban y venían de
Querétaro a las Ciénegas de la laguna de Chapala; la fiebre argentina que em-
pujaba ríos de gente hacia Zacatecas y que hacinó en el estrechísimo valle de
Guanajuato a multitudes anhelantes, acezantes, temblorosas, ansiosas de salir
de pobres, y el espíritu bélico de españoles, otomíes, purépechas, mexicanos,
negros, pames, guachichiles, guamares y tecuexes (González, 1980, p. 102).
acercamientos etnográficos 31
[…] consistió en el uso desmedido del caballo y en el invento y la práctica de
la charrería; en el modo como se desenvolvieron algunos ocios y diversiones;
en la fisonomía de ciertas costumbres que andan en busca de autor y, sobre
todo, en la manera como se satisfizo en el Valle de los Chichimecas, una
vez vuelto Bajío, una de las dos necesidades primarias del hombre. Quizá
en ninguna otra parte de México cayó tan rápidamente el muro racial como
aquí. Fuera de pocos señores empeñados en mantener la palidez de la raza de
mármol, lo común en la zona parece haber sido un amplio comercio con las
razas de bronce y de ébano que confluyeron en ella desde el siglo xvi, un no
hacerle el fuchi al matrimonio con personas de distinto tinte (González, 1980,
pp. 105-106).
Las condiciones que configuraron al Bajío como una región con nom-
bre propio fueron resultado de una compleja relación económica que
articuló los vastos territorios del norte con los fértiles llanos del centro.
La configuración de un área cultural con tradiciones propias fue fruto
de la integración interétnica de su población, organizada en activida-
des agrícolas, ganaderas y de comercio a larga distancia. Estas activida-
des económicas formaron parte de una identidad distintiva expresada
en celebraciones rituales, modos de ser e ingredientes, formas de co-
mer y de aprovechar los recursos del entorno, así como preferencias
alimentarias.
Comentarios finales
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acercamientos etnográficos 33
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acercamientos etnográficos 35
La construcción social del espacio
culinario gourmet
Presentación
7
La retórica es el arte de producir discursos persuasivos. Es una estrategia que
consiste en sustituir una palabra por otra produciendo significados. La retórica
se organiza mediante figuras que transforman el sentido original de las palabras
ornamentándolas para comunicar otra cosa. Hay muchas figuras retóricas, como
la metáfora, la sinécdoque, la metonimia (Tapia, 1991), la hipérbole, el oxímoron
o la alegoría. En este texto consideramos la comida gourmet como un proceso de
alegorización.
8
El gusto “selecto” tiene que ver con “acto de conocimiento, una operación de
desciframiento, de decodificación que implica la aplicación de un patrimonio
cognitivo, de un código cultural. Ese código incorporado, que llamamos cultura,
funciona de hecho como un capital cultural porque, estando desigualmente
distribuido, otorga automáticamente beneficios de distinción” (Bourdieu, 2013,
pp. 233-234). El gusto es entendido como la capacidad de hacer diferencias, en
este caso, de los espacios culinarios gourmet.
37
Los restaurantes a los cuales se hace referencia en este texto son
gourmet, idea culinaria aplicable a cualquier cocina,9 asociada a la “alta
cocina”; se trata de una “voz francesa” que deriva de gourmand que
significa “amor por el buen comer” y que a su vez proviene de gout,
“gusto” o “sabor”, además de tener elementos propios y que lo hacen
distinto, tales como ingredientes frescos y de alta calidad empleados
para elaborar los platillos, así como la forma en que se combinan y se
preparan poniendo atención a sus propiedades organolépticas,10 con
una presentación artística y refinada; su elaboración es dirigida por el
chef y participan distintos actores de la cocina; en la mayoría de los
casos las nuevas creaciones se esbozan en libretas en las que se dibuja
el platillo y se va complementando con ideas que parten de los ingre-
dientes disponibles dentro de la temporada, la región y el presupues-
to; teniendo como resultado la mezcla de sabores y de colores que se
materializa en el montaje final. Los platillos gourmet se encuentran
dirigidos a comensales con un gusto específico para no sólo comerlos,
sino degustarlos en un ambiente creado dentro del restaurante que ha
sido construido para que a través de cada uno de los sentidos se viva
una experiencia distinta, que ensambla alimentación y espacio.
La cocina
9
Son los rasgos socioculturales los que organizan la comida formando una
estructura que denominamos “sistema cultural alimentario” o “cocina”,
estructura estructurante. En primer lugar, la cocina es un hecho social, a la
manera de Durkheim, en la medida en que existe fuera del individuo y se
impone tanto a él como a la sociedad; es una realidad objetiva, un resultado
histórico productor y producto determinado, por lo que constituye una
instancia social tan importante como la lengua, la religión o el orden político-
jurídico, y que sólo por medio de su producción se llega a su conocimiento,
porque expresa un orden del mundo. En este texto utilizamos “cocina” para
referirnos al sistema cultural alimentario de una sociedad.
10
Impresión que causa un alimento en cada uno de los sentidos.
11
Sarah Bak-Geller Corona se pregunta ¿cómo se lleva a cabo la mexicanización
de la cocina? Dice que por medio de la tipificación de ingredientes y de platillos
locales de un repertorio culinario nacional; mediante la legitimación del español
vernáculo y la implementación de un vocabulario culinario nacional y la
emergencia de una nueva temporalidad histórica gracias a la aprobación y a la
reinvención de cocinas precoloniales. Para esta investigadora fue muy importante
la publicación, en 1831, del Cocinero mexicano, que junto con la promulgación de
la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824, la fundación
de la Academia de Letrán y su programa de “mexicanización de las letras”, en 1836,
acercamientos etnográficos 39
regiones del país, los cuales son reconocidos como representativos de
la diversidad de cocinas del mismo y algunos han sido elegidos para
exaltar la riqueza de sabores, mezclas, técnicas e ingredientes.
La complejidad de la cocina mexicana producida y consumida en
restaurantes de la ciudad de Puebla se observa en el hecho de que se
ha realizado una elección de platillos de la región, como el mole, el
pipián, las chalupas y los chiles en nogada, entre otros, como repre-
sentativos de ésta, y cuyas recetas han permanecido a lo largo de los
años y han sido la base no sólo para prepararlos, sino para elaborar
discursos acerca de la conservación de una tradición culinaria que se
ha interiorizado y que se confronta con la reinterpretación de los gui-
sos abriendo las posibilidades de experimentar con ingredientes y con
maneras culinarias tradicionales.
El origen de la hoy denominada “cocina tradicional mexicana”
también tiene que ver con un encuentro de cocinas,12 ingredientes,
maneras culinarias y utensilios reconocidos, tanto por actores como
por instituciones, como auténticos. Los platillos que la representan en
los restaurantes han sido seleccionados debido a que su origen se apega
tanto a la región como a la historia.
Por ejemplo, el mole poblano es reconocido como un guiso sincré-
tico13 debido a la fusión de lo indígena con lo español y se entrelaza
con la historia de la ciudad de Puebla y con la preparación de ali-
mentos en los conventos. En estos espacios, los alimentos adquieren
significados distintos y al mismo tiempo configuran un discurso acerca
de las recetas tradicionales, que funcionan como guía para su elabora-
ción y cuyo origen familiar o conventual es resaltado y apropiado por
los restaurantes para distinguirse de otros que ofertan lo mismo, pero
distinto, los cuales, a su vez, se enaltecen sobre alegorías referentes a
su fachada, su decoración, sus objetos, etc., así como de los platillos
gourmet que ahí son creados, elaborados y consumidos.
[…] cambiamos los vinos por el maridaje cuando se cambia la carta; tenemos
que buscar un sommelier que nos adapte la carta de vinos para la nueva tempo-
rada; todo es remodelación constante, trabajo en equipo todo el tiempo, y no
nos aburrimos, cuando ya dominamos una carta, pues nos la cambian y hay
que aprenderse la otra, este cambio de carta se da dos veces al año.15
acercamientos etnográficos 41
volcán Popocatépetl, pasas, almendras, granada de Tehuacán, manzana
panochera, pera de leche, durazno, jerez y biznaga, entre otros.
En cuanto a la adquisición de ingredientes, el restaurante Entre Tie-
rras, por ejemplo, mediante una relación más directa con los pequeños
productores, busca evitar a los intermediaros en la compra de frutas y
verduras. Cuenta el gerente, “para la nuez de Castilla se va con un señor
de San Nicolás de los Ranchos; la vainilla que se utiliza es de Papantla
y el café de altura es de un productor de la sierra norte de Puebla”. Sin
embargo, por lo que se refiere a otros insumos se tiene que recurrir a
intermediarios, ya que la cosecha de los pequeños productores no es
constante debido a diversos factores, y la cocina no puede prescindir de
los ingredientes básicos para la preparación de ciertos platillos, sobre
todo los que permanecen en el menú durante todo el año, además de
los que se ofrecen de temporada.
Los ingredientes básicos de estas cocinas son los que se han utiliza-
do tradicionalmente en la cocina mexicana; además, los que se van in-
corporando para la creación de platillos específicos de cada restaurante
son también de la región o bien de otras regiones o países, producien-
do así una fusión que es contemporánea y que, a su vez, ha sido parte
de la cocina mexicana desde hace un par de siglos. Es decir, si “lo que
caracteriza a la cocina mexicana es su sincretismo, la cocina contempo-
ránea mexicana es una fusión que a su vez da cuenta de una actitud de
recuperación y de resignificación en un mundo culinario globalizado,
ante el cual se reinventa lo local como una forma de insertarse en él”
(Gámez, 2011, p. 43). Aunado a esto, “muchos alimentos e ingre-
dientes históricamente poco valorados se convierten ahora en objeto
de orgullo” (Matta, 2011, p. 202) y son utilizados para la preparación
de platillos gourmet que redimensionan su preparación y su consumo.
Algunos platillos gourmet, que sólo se producen en los restaurantes
de esta investigación, son los siguientes: en La Purificadora, la flor de
calabaza rellena de quesillo y epazote encapsulada en tempura acompa-
ñada de fideo seco, caldillo rojo y queso panal, tacos de camarón con
tortilla de harina y aderezo de chipotle (por un tiempo estuvo fuera del
menú, pero a petición de los comensales regresó y para no alterar la
esencia del plato principal, sólo se cambian las guarniciones por tem-
18
El sous chef de La Purificadora comenta que quien crea los platillos es “la
chef ejecutiva y se apoya de los sous chefs; somos los que estamos buscando,
innovando, dando ideas…”, es decir, tiene que existir una relación laboral
de confianza entre ambos, así como de entendimiento, ya que si ésta no se
da, se complejiza el funcionamiento de la cocina, sobre todo en el proceso
de creación de nuevos platillos y de menús de temporada, si bien en estas
prácticas participa el equipo de cocina, el chef se apoya directamente en el sous
chef para las decisiones finales; “mi sous chef es francés, ha sido como mi media
naranja en el trabajo, lanzo una idea y él, ya sabes… y a la hora del montaje es
así como que ¡wow!, esperaba algo así” (chef de Entre Tierras). La posición del
sous chef es la que tiene más prestigio después de la del chef.
19
Hotel Boutique y restaurante. Calle 4 Norte 2. Centro. Puebla, Pue.
20
Restaurante. 2 Norte. 2. Centro Histórico. Puebla, Pue.
21
Consideramos al platillo o guiso a manera de texto. Un texto organiza com-
plejamente los signos (ingredientes) en una unidad de sentido, producción de
contenidos en relación con un código. El discurso retórico como hecho del
lenguaje organiza tales descripciones de los guisos (Tapia, 1991).
acercamientos etnográficos 43
fusionamos la parte mexicana con la italiana y con la española, hace-
mos una mezcla” (sous chef).
En La Casona de la China Poblana: “Cocina de autor. He tratado
de hacer cosas diferentes porque en cada restaurante hay cosas que lo
definen, pero a nosotros lo que nos define, por ejemplo, un filete de
res en salsa de agave, un salmón en salsa de jamaica… tenemos lo que
es la comida tradicional, que no puede faltar porque es lo que vienen a
buscar, y lo que ofrecemos, como mole poblano, chalupas, cemitas. Es
una combinación de cocina de autor con tradicional” (chef).
En Casareyna:22 “Alta cocina poblana, quiere decir que es comida
poblana pero de un alto nivel, de un alto estándar, en cuanto a los
procesos, la producción y lo que vas a encontrar en la carta, porque
tú dices ‘cocina poblana’ y te imaginas mole, pipián, chalupas, pero
un ejemplo de la alta cocina poblana es el salmón, un platillo rico,
más costoso de lo que sería un pipián, pero combinado con una salsa
de tamarindo, es algo que también pide Tesoros,23 que tengas comida
mexicana, y no se vale tener comida internacional o de otros países,
entonces tú tienes, el salmón que puede ser comida internacional pero
con un toque mexicano, que es el tamarindo” (gerente a&b).
En El Mesón de la Sacristía:24 “Tradicional porque nos basamos en
recetas originales; obviamente cada lugar tiene su especialidad, por
ejemplo, en lugar de ponerle cebolla le pongo ajo, cada quien tiene
su toque, pero nos basamos en una receta estándar, no le metemos
diferentes chiles; por ejemplo, aquí cocinamos con manteca todavía,
usamos aceite de oliva a veces. La base de los alimentos es la original,
todavía vamos al molino, los frijoles se hacen normal, caseros, las sopas
es como si te comieras una en casa, no se busca modificar los platos,
son como los conocemos desde antes” (chef).
En Entre Tierras: “Cocina mexicana artesanal contemporánea; ob-
viamente lo artesanal habla de las cosas que se hacen con las manos,
es eso, que todo se hace de cero, que todo lleva un proceso lento para
poder tener un buen resultado… que haya un proceso en el que los
sabores sean los protagónicos, el montaje es el plus, la loza es el plus,
22
Hotel Boutique y restaurante. Priv. 2 Oriente 1007. Centro. Puebla, Pue.
23
Haciendo referencia a la categoría “Tesoros de México”.
24
Hotel Boutique y restaurante. 6 Sur 304, Callejón de los Sapos, Centro
Histórico. Puebla, Pue.
25
Los chefs mencionaron haber trabajado en restaurantes como El Parrillaje,
La Boquería o La Silla; así como en diversas banqueteras y grandes cadenas
hoteleras, como Marriot.
26
Con un lenguaje técnico y maneras de hacer estandarizadas.
acercamientos etnográficos 45
los elementos que se encuentran dentro de una cocina como a la forma
de realizar las prácticas27 y actividades cotidianas.
Otros chefs resaltan más la experiencia que los estudios; cuenta el
chef de La Casona de la China Poblana:
[…] tengo 10 años acá, desde que empezó el restaurante. Soy lírico, terminé
la escuela pero no estudié para esto, lo fui haciendo desde joven en la cocina;
trabajaba y estudiaba desde los 13 años; conocí después a una persona de ban-
quetes en México y me invitó a colaborar; yo estaba trabajando en los hoteles
Marriot y de ahí me salí para irme con él. De ahí me quedé acá; él fue quien
armó el menú del restaurante desde el inicio haciendo pruebas y tomando
fotos de cada platillo para el montaje, retomando incluso recetas familiares.
27
Un ejemplo es la manera de calcular el peso de los ingredientes, algunos
actores utilizan la báscula, mientras que otros utilizan las manos o la vista como
instrumentos de medición.
28
Es el caso del Mercado La Victoria, que funcionaba como espacio de abasto de
la capital y que fue desmantelado para que las prácticas comerciales que ahí se
realizaban se efectuaran en la periferia de la ciudad.
acercamientos etnográficos 47
acuden a ellos. La pertenencia a Tesoros de México diferencia a estos
espacios de otros estandarizados, como las grandes cadenas hoteleras
o restauranteras.
Estos espacios están fuertemente ligados al turismo nacional e inter-
nacional y a los actores con capitales económicos y simbólicos suficien-
tes para consumir estos espacios, tanto material como simbólicamente;
los costos de las habitaciones29 y de los alimentos30 son elevados, y el
consumo, desde la experiencia de los mismos, tiene que ver con el co-
nocimiento previo de ciertos aspectos, históricos o arquitectónicos, que
hacen que se valore más la estancia.
Además se apela a poseer un gusto culinario característico de cier-
tos grupos sociales para poder apreciar cada uno de los elementos
que integran estos espacios, lo cual indica que “los gustos están jerar-
quizados socialmente, cualquier transformación de la estructura del
campo implica una traslación de la estructura de los gustos, es decir,
del sistema de distinciones simbólicas entre los grupos” (Bourdieu,
2005, p. 241). La relevancia de estos establecimientos, de la materia-
lización de un concepto y de la creación de un ambiente, tiene que
ver con que forman parte de un campo en el cual ciertos gustos son
reconocidos y legitimados por los actores que en él se encuentran.
Uno de los hoteles boutique más reconocidos y el primero en poner
en práctica este concepto hace más de 20 años es el Mesón de la Sacris-
tía, descrito por la directora administrativa como:
Una casona antigua que tiene más de 200 años de historia y está fusionada con
la tradición de los dueños, que son anticuarios desde hace tres generaciones,
y todo complementa el concepto. Somos un hotel boutique con antigüedades
que están permanentemente a la venta; todo lo que vemos en el restaurante,
la galería y el hotel […] Somos un referente tanto gastronómico como arqui-
tectónico tradicional mexicano, es como Puebla en todo su esplendor; si tú te
pones a ver los colores, cómo tenemos la decoración… es una probadita de
Puebla para nuestros visitantes.
29
Entre 1 700 y 3 000 pesos la noche (en La Purificadora los precios se manejan
en dólares), dependiendo de la habitación, la temporada y los servicios extra que
se soliciten, como decoración especial o botellas de vino.
30
La comida varía entre 300 y 600 pesos por persona, dependiendo de lo que se
pida; por supuesto el precio se eleva al consumir bebidas alcohólicas.
[…] era una vecindad, en la entrada veías a una señora vendiendo quesadillas
y molotes, y solamente había un pasillo que conectaba las escaleras; cada bal-
cón era un cuarto de renta, la parte de abajo también, hasta el patio central.
Se hizo una labor impresionante de rescate y de conservación porque en las
escalinatas tenemos todavía los frescos originales y la parte de arriba de la
31
Se encuentra en el denominado “Callejón de los sapos”, reconocido por la
concentración de tiendas de antigüedades.
acercamientos etnográficos 49
terraza se dejó adrede. La gente que habita las vecindades poco valor le da a
los inmuebles y por eso vemos muchas capas de pintura, porque no se aprecia
el inmueble. De ahí se cambió a lo que es hoy, cada espacio es muy particular
y atractivo.32
[…] está ubicado en uno de los barrios más antiguos de la ciudad; antes había
una purificadora de agua fundada en 1884; después fue cambiando y se fue
dejando y a últimas fechas fue de los Real de la Mora, que era la fábrica de
agua superior, pero continuó siendo purificadora de agua y fábrica de hielo,
es por eso que cuando lo rescata Ricardo Legorreta,34 trata de recuperar las
paredes originales y le da el toque contemporáneo, por eso el nombre.
[…] fue la idea de buscar ese ingreso adicional a la venta de alimentos, bebida
y hospedaje […] Afortunadamente esa casona, desde que mi padre la compró
en 1976, me la dio, fue algo así como una herencia en vida, si no hubiera
tenido esa casona, hubiera sido imposible. Tres años tomó su rehabilitación,
hubo que planearlo desde la definición del proyecto hasta la consecución de
los recursos económicos, que fue a través de un préstamo bancario.
35
Por ejemplo, el centro comercial Angelópolis o el hotel boutique El Sueño, que
también se ubica en el centro histórico.
acercamientos etnográficos 51
por lo tanto cada pared levantada o tirada, cada objeto, cada color, cada
ventana, cada lámpara tienen un motivo, si como dice Braudillard “el
ambiente descansa, en materia de colores, en el equilibrio calculado
de los tonos cálidos y de los tonos fríos, contribuye a dar al sistema
discursivo del mobiliario una gran coherencia y crear una categoría
directora del sistema global de los objetos” (Braudillard, 1969, p. 38),
entonces se tiene que pensar en una armonía, si bien hay objetos que
se consideran como propuesta de valor en cada espacio, éstos forman
parte de algo más amplio y precisamente su valía resalta al ser parte de
un conjunto.
acercamientos etnográficos 53
relacionadas con formas de ver el mundo que se inscriben en éstas; por
ejemplo, los objetos que se encuentran en la mesa se organizan alre-
dedor del platillo que se consume, cuya elección se realiza a partir del
menú entendido como un lenguaje escrito de los saberes, ingredientes
y utensilios que los producen; el nombrar platillos es uno de los ele-
mentos fundamentales del mismo, ya que conjuga la palabra escrita
con la representación mental de éstos, tanto en presentación como en
consistencia y sabor. Las recetas y el menú delinean de forma escrita
las prácticas culinarias que también están configuradas por significa-
ciones, interpretaciones y reinterpretaciones de los alimentos que se
preparan y se consumen.
En los restaurantes que tienen cambio de menú cada temporada,
éste se crea meses antes por el chef:
[…] vamos con la temporada, tengo a mis jefes de turno y siempre llego con
una lista para refrescarles la mente… lo que busco en mi cocina es que tengan
pasión, que tengan visión, esa sed de conocer, de echarle coco sin que se salgan
del estatuto de la cocina mexicana… nos sentamos todos y es así de… ¿qué
ingredientes se vienen esta temporada? Vamos armando dentro de las posibi-
lidades de los costos” (chef de Entre Tierras).
acercamientos etnográficos 55
La utilización de distintos materiales en cuanto a los objetos en los
cuales se sirven los platillos, como la loza, la cristalería y los cubiertos,
depende de cada restaurante, y para la “construcción estética de los
platillos se echa mano de elementos […] que permiten el consumo
de significados mediante símbolos que hacen patria, que nos ayudan
a reconocernos por medio de ellos […], los objetos se encuentran re-
contextualizados, su presencia es testimonio de un pasado […] dan
cuenta de lo popular como memoria cultural colectiva” (Gámez, 2011,
p. 44). Por ello se llega a utilizar talavera, barro, cerámica, peltre e
incluso molcajete, de forma que la presentación puede compensar sim-
bólicamente el hecho de que la producción de alimentos no sea con
ingredientes considerados típicos mexicanos durante su preparación y
el mole se presente en talavera, el café en pequeñas jarras de barro y las
salsas en molcajetes.
La loza que se utiliza en los restaurantes es fundamental para la
presentación de los platillos, a lo que se suman los vasos, las copas, los
cubiertos y sus variantes para el consumo de ciertos alimentos y bebi-
das como carnes, cocteles o vinos; estos objetos los enmarcan y com-
plementan su exposición, además pueden llegar a ser característicos de
los restaurantes. En el Mesón de la Sacristía se utiliza como loza una
aleación de talavera para evitar el choque térmico,38 sin embargo, este
tipo de platos no se puede decorar debido a su diseño de base blanca
y grabado azul, simplemente se complementa con la manera de servir
que no es muy elaborada. El restaurante Casareyna meja una línea de
talavera exclusiva que lo distingue y el diseño de los platos, que con-
siste en una franja alrededor con cuadros de distintos colores permite
que el montaje luzca, ya que el centro del plato es liso y de color crudo.
La Purificadora o La Casona de la China Poblana tienen vajilla blanca
para que toda la atención se centre en la presentación de los platillos,
“los diseños de la loza no son ni exóticos ni variados, además, el color
y la forma hacen que los colores vivos de la comida mexicana resalten y
le den buena vista”, comenta un chef en relación con este tipo de loza.
Todo funciona como un sistema en el que los elementos se ensam-
blan alrededor del espacio culinario gourmet; los siguientes discursos
publicitarios lo especifican:
38
Cuando un cambio brusco de temperatura rompe el material.
acercamientos etnográficos 57
referencia en el actual panorama gastronómico de la ciudad de Puebla. Los
poblanos somos herederos de uno de los grandes tesoros gastronómicos de
México, por lo cual guardamos un profundo respeto hacia la deliciosa obra
de nuestros ancestros. Pero también sabemos que el arte culinario no sólo se
hereda. Hay que cultivarlo diariamente, renovarlo y enriquecerlo con creati-
vidad. Esta es, por lo tanto, nuestra misión y nuestra razón de ser. Nuestro
afán por dar continuidad a la inventiva culinaria que ha caracterizado durante
siglos a Puebla. Nuestra carta incluye las joyas culinarias de la ancestral cocina
poblana, pero también nuestras propias propuestas de platillos, resultado de
la fusión de recetas, sabores e ingredientes antiguos, con las tendencias con-
temporáneas de la cocina mexicana e internacional.
Consideraciones finales
Bibliografía
acercamientos etnográficos 59
Figura 1. Entrada al restaurante El Mesón de la Sacristía.
En la pizarra se nombran platillos representativos de Puebla
y bebidas que se ofrecen en el menú.
acercamientos etnográficos 61
Figura 3. Interior del restaurante Entre Tierras. En una de las salas se
conjugan distintos tipo de mobiliario que responden al concepto de
restauración y son utilizados a lo largo del día para consumir ciertos
alimentos, en este caso cafés, postres y desayunos.
acercamientos etnográficos 63
Espacio culinario en conflicto:
el desayunador escolar
Presentación
65
material, significados y formas simbólicas complejas, como los guisos y
demás, que al igual que el lenguaje, organiza, hace estructura.
Así la cocina es un sistema de sistemas conformado por relaciones
sociales actorales, objetos, representaciones, significados y lugares; ele-
mentos sistémicos entretejidos en la práctica de preparación y consumo
de alimentos. En este sentido, alimentarse es una práctica social que
involucra tanto el cocinar como el comer, los que metodológicamente
separamos para comprenderlos a manera de dos procesos interconecta-
dos, dinámicos y en construcción permanente a modo de subsistemas
del gran sistema cultural alimentario (cocina). Así entonces, una parte
de la antropología de la alimentación estaría centrada en deletrear e
interpretar los usos, funciones y significados de cocinar/comer que ha-
cen sistema en las prácticas culinarias de un grupo social y/o cultura,
en un espacio y un tiempo determinados, que denominamos “cultura
alimentaria” (Licona, García & Cortés, 2017).
La cultura alimentaria se ha definido como el acumulado de repre-
sentaciones, creencias, conocimientos y prácticas heredadas y/o apren-
didas asociadas a la alimentación y compartidas por los miembros de
una cultura dada o de un grupo social determinado dentro de un mis-
mo contexto. Con este mismo razonamiento proponemos comprender
a la cultura alimentaria centrada en las prácticas de preparación y con-
sumo de alimentos (prácticas culinarias y de comensalidad), a modo de
conjunto de símbolos, valores, actitudes, habilidades, conocimientos,
organización social, bienes materiales, simbólicos, ingredientes, uten-
silios y sabores que definen el pasado y el presente de una cocina, mis-
mas que generan la relación espacio, agentes y territorio con base en la
dimensión simbólica y sociocultural de los alimentos (Licona, García
& Cortés, 2017).
Así, el espacio culinario no es un espacio físico, sino social rela-
cional de elementos desemejantes que permiten la objetivación y la
subjetivación de culturas alimentarias en un contexto determinado. En
este trabajo interesa subrayar el discurso dominante “dietonormativo”
como elemento que define a los espacios culinarios y que simultánea-
mente oculta la práctica alimentaria de los niños; así también mostrar
la importancia del desayuno como un espacio de socialización.
acercamientos etnográficos 67
ren que para la instalación de los desayunadores escolares se toman
en cuenta los aspectos de índice de pobreza y de marginación social y
determinantes de desnutrición y obesidad.
El desayunador escolar de la Nueva Resurrección da servicio a una
población de migrantes cuyo origen étnico se integra por habitantes
de la Sierra Norte y la Mixteca poblanas, San Miguel Canoa y la Re-
surrección. Encontramos personas que dejaron el centro de la ciudad
de Puebla y otras procedente de los estados de Oaxaca, Veracruz y la
Ciudad de México.
La población de estudio fueron niños de edades entre cinco y 12
años en etapa escolar primaria; personal del Comité de Padres de Fa-
milia del programa dec;41 personal de la escuela (director y docentes);
funcionarios de instituciones responsables de las políticas de la Estrate-
gia Integral de Asistencia Social Alimentaria (eiasa), quienes dirigen el
programa dec a nivel local, municipal, estatal y nacional, y padres de
familia de la institución educativa y del consejo escolar. Estas personas
fueron analizadas en sus acciones y expresiones para comprender las
prácticas y las preferencias escolares infantiles; su información propor-
cionó una referencia del tiempo y del lugar en el que la población de
estudio llevaba a cabo (in situ) sus acciones alimentarias en el desayu-
nador escolar. Como resultado de esto se observó la resistencia a un
“cambio social alimentario saludable”.
acercamientos etnográficos 69
alimentaria escolar infantil y “producir el máximo de resultados con el
mínimo de recursos humanos, financieros, materiales y técnicos” (dif
Nacional, 2016, p. 5).
La objetivación del discurso gubernamental se observa en las “guías
alimentarias”, en las que se encuentran gráficos como el Plato del Buen
Comer y la Jarra del Buen Beber empleadas por el personal administra-
tivo y los nutriólogos del programa mediante actividades de orienta-
ción alimentaria a los niños, padres de familia y comité dec, a fin de
difundir una forma determinada de comer, así como el consumo de los
productos deshidratados brindados por el programa, el cual subraya
la diferencia entre una “correcta alimentación” y una “mala alimenta-
ción”, dada su baja calidad o cantidad excesiva. El programa dec “se ha
esmerado en registrar los malos hábitos de los grupos de población de
bajos ingresos para afianzar la dominación cultural de los mismos con
el argumento de que su mala alimentación les perjudica y permitirse
imponer una dieta” (Lutz, 2012, pp. 103-112).
Las reglas de la política de la eiasa producen en los padres de fami-
lia integrantes del comité dec y en los niños un sentimiento de apri-
sionamiento, debido a una administración que se empeña en corregir
sus prácticas de alimentación para inducirles otras “saludables […]
combatir las causas y los efectos de la vulnerabilidad alimentaria […]
curar la desnutrición […] y la obesidad causada por la mala nutición”
diagnosticando que los niños se encuentran en “situación nutricional
crítica […] y poseen prácticas alimentarias negativas”, por lo que nece-
sitan la “ayuda alimentaria”.
Sobre la base de esta discursividad, el desayunador parece ser el úni-
co lugar de la escuela en el que se come correcta, sana y nutritivamente
y se alcanza una calidad de vida saludable. Desde esta perspectiva po-
demos concretar que opera la “dietonormatividad” entendida como:
“El conjunto de las relaciones de poder por medio de las cuales la
alimentación se normaliza y se reglamenta dentro de una cultura de la
alimentación; en particular, las prácticas de la alimentación idealizadas
se institucionalizan y se equiparan con lo que significa ser un humano
saludable” (Ortega & Ríos, 2015, pp. 2004-2015).
Es un modelo construido desde el discurso nutricio hegemóni-
co dominante; se decide qué comer y qué no comer, lo “bueno” y lo
“malo” de las prácticas alimentarias (Ortega & Ríos, 2015), produ-
ciendo, según Lutz (2012, p. 12), “una erradicación de los saberes au-
42
En trabajo de campo se pudo constatar que de una población total de 702 ni-
ños, asisten diariamente al desayunador entre 125 y 135 niños (19%).
acercamientos etnográficos 71
que: “hoy mi abuela preparó caldito de sopa con verduras y esto desa-
yuné con ella […] en mi casa me dieron lechuga, frijoles y elotes que
mi papá tiene y siembra […] en casa de mi abuela ella siembra y tiene
distintas verduras… las comemos en casa, son ricas”, etcétera.
A pesar de que el comité dec está integrado por padres de familia y
de que tienen cierta libertad para preparar alimentos, regularmente es-
tán normados (guía de menús, menús cíclicos43), dicen: “algunos pro-
ductos que el programa exige proporcionar a los niños no los sabemos
preparar o darle una variedad”. Afirma la cocinera del desayunador:
[…] he leído sobre las reglas de operación, sí las conozco porque nos las die-
ron en los recetarios, pero no hemos tenido capacitación de estas reglas […]
hacen que sólo nos metamos al ruedo sin saber algunas cosas. Me gustaría que
me capacitaran con cursos, porque soy la más responsable en el desayunador,
pues yo me siento con más responsabilidad porque soy la que guisa y la que
dirige qué se va a cocinar o a desayunar; también soy responsable de que lo
que los niños coman no les haga daño. Por tanto, me gustaría aprender so-
bre qué puedo hacer más con los alimentos que dan en el desayunador; por
ejemplo, qué puedo hacer más con la soya, con la lenteja, sólo la preparo de
pocas maneras y me gustaría cambiar las recetas […] para que los niños no se
aburran de lo mismo.
43
A manera de ejemplo, véase el primer punto de las Reglas de Operación, el cual
deja ver el carácter normativo e institucionalizado de la preparación de alimentos
en el desayunador: “1. Incluir como máximo dos cereales diferentes por menú
(tortilla, avena, arroz, papa con cáscara, tortilla de harina integral, pasta integral,
galletas integrales, etc.). Preferir la tortilla de maíz por su alto aporte de calcio y fi-
bra. En caso de incluir arroz, éste deberá acompañarse de verdura para compensar
su poco aporte de fibra dietética. Cuando la papa aparezca como un ingrediente
que se agregue en una pequeña cantidad al plato y no sea el ingrediente principal,
no será considerada como una porción de cereal.”
El programa está bien, sólo que no cumple con lo que los niños quieren comer
porque deberían mandarnos otros alimentos; por ejemplo, antes nos daban
unos frutos secos que los niños dejaban, no se los comían, no les gustaban
[…] yo creo que el programa está bien porque cumple con las necesidades de
crecimiento y desarrollo, pero en sus gustos no, porque son niños y son muy
difíciles para que coman […] también se necesita variar un poco los alimentos
para no aburrirlos y que entren al desayunador.
Hay que tener mucho cuidado con la forma en la que se preparan los alimen-
tos, tal vez si hicieran un estudio sobre los alimentos que prefieren los niños
y cuáles no les agradan… para así evitar que haya rechazo. Que variaran la
acercamientos etnográficos 73
comida, ya que al variarla pueden motivar a los niños. También a veces darles
algo que les guste, para que entren, pues el programa no está comprendiendo
sus preferencias al no tomar en cuenta el gusto que tienen por ciertos alimen-
tos, ¡y todavía sin motivación! Muchas veces mi hija a veces no quiere entrar
porque me comenta que les dan mucha pasta y soya, que casi es siempre, y
que le da asco.
Consideraciones finales
acercamientos etnográficos 75
el desayunador escolar cotidianamente se articulan tensiones entre el
desayuno institucional y el desayuno en casa; el primero es expresión
de un discurso dominante que impone, independientemente del con-
texto sociocultural de los niños, una dieta “saludable y nutritiva”, y el
segundo es manifestación de lo que han comido tradicionalmente en
casa argumentando, simultáneamente, lo saludable del mismo.
Lo que se observa es el desencuentro de dos sabores culturalmen-
te construidos en contextos diferentes, uno institucional que niega al
otro, lo que ocasiona bajo ingreso de niños al desayunador escolar.
Afirma un docente: “Pero ni de chiste nos dicen que se consuma un
gramo de chapulines, verdolagas, huitlacoches, ya que se quiere tapar
la comida mexicana por otra comida extranjera […] con las Reglas de
Operación del desayunador limitan los saberes locales de la población
porque no se toman en cuenta [por parte del dif ] las características
culturales de consumo de los niños”.
La alimentación es una práctica social edificada por significa-
dos culturales construidos a partir de la “mesa de casa”, que de manera
cotidiana la población reproduce; así, mientras la política institucional
del programa dec rehúya la alimentación local familiar provocará re-
chazo, conflicto, inconformidad y resistencia a un cambio alimentario
“saludable” en los niños. No es por desinterés de los padres de familia
no colaborar para que su hijo aprenda a llevar una “alimentación co-
rrecta”, sino porque el Programa no cumple con las necesidades ali-
mentarias y socioeconómicas de los menores, porque “el desayunador
no toma en cuenta lo que estamos acostumbrados a comer”.
Bibliografía
acercamientos etnográficos 77
Espacios culinarios como espacios
de mitologías comestibles
Introducción
79
estilos de “lectura” y de comunicación de mensajes, para los cuales los
alimentos son el elemento central de su retórica. Menús, recetas, leyen-
das y genealogías, la biografía social de los ingredientes, el secreto, son
algunas figuras cuya finalidad es la de ubicar a un platillo en un lugar
determinado dentro del campo culinario.
Las narraciones mitológicas son tácticas, a la manera de Michel de
Certeau (2000), que responden a diferentes fines y estímulos socio-
culturales, que pueden ir desde la discursividad oficial, turística, hasta
contenidos más estructurales, emosignificativos e ideológicos. Por eso
son fundamentales la exploración y el análisis de estas producciones
debido a su estructuralidad y preeminencia en los diferentes modos y
formas de producción y consumo culinario. Elementos como las co-
cinas (estilo), los utensilios (materialidad), las técnicas (poética), los
menús y las recetas (retórica) muchas veces están asociados a narrativas
mitológicas que determinan sus objetivos y funciones finales.
De esta forma, los elementos mitológicos que rodean la prepara-
ción de los alimentos adscriben a su lógica ejemplos cotidianos, como
la apropiación y la transmisión hereditaria de un utensilio familiar que
posee ciertos rasgos históricos o emotivos; o el aclientelarse con una
misma marchanta en el mercado estableciendo una relación social du-
radera; también el uso de la receta de la abuela o de la bisabuela o bien,
ejemplos más ceremoniales, como la preparación de ciertos platillos el
Día de muertos, o en las fiestas patrias o en Navidad y Año Nuevo: in-
cluso relaciones identitarias que aspiran a la región culinaria y la iden-
tidad urbana/local a manera de apropiación de un recetario urbano.
No es extraño toparse con espacios culinarios en los que las na-
rraciones antes mencionadas se hacen presentes discursivamente con
características estéticas y contextuales. La originalidad de un platillo,
por ejemplo, aludiendo a la primigeneidad de la receta, es un recurso
cotidiano y para nada extraño entre los productores de mole pobla-
no en el centro histórico de la ciudad. La exigencia de estar en juego
(Bourdieu, 2011) orilla a estos sujetos a acudir a esta retórica de la
originalidad como táctica de permanencia.
El presente artículo está dividido en dos partes. La primera es un
acercamiento etnográfico, literario y documental a algunas construc-
ciones mitológicas que se generan en torno a alimentos, lugares, locu-
ciones y personas que tienen un reconocimiento social en la ciudad de
Puebla, retomando particularmente aquellos que están relacionados
acercamientos etnográficos 81
San Pascual es quien debe vigilar la acción culinaria. Incluso se le crea
una oración:44 “San Pascual Bailón, báilame en este fogón. Tú me das
el sazón y yo te dedico un danzón”, que sanciona una relación indi-
sociable entre este santo y quienes cocinan. Hay un sistema de inter-
cambio: el sazón por un danzón. Así funcionan las relaciones con los
santos: dando y dando. Esto no es ajeno a la cocina de Martín, pues
este santo corona la cocina tradicional y, aunque no se le reza ni se le
pide, en la mente de quienes ahí trabajan preparando alimentos está
presente y se le rinden cuentas.
Imagen 2
44
Es sabido que se pueden generar muchas oraciones a este santo, dependiendo
de la petición que se le haga. Muchas de ellas se pueden leer en exvotos (Imagen
2) tradicionales mexicanos, que son vivos testimonios del sistema de creencias de
la gente.
acercamientos etnográficos 83
Cierto es que la multiplicidad de testimonios sobre el origen de
ambos platillos ofrece una riqueza simbólica necesaria para compren-
der su complejidad. Así, no es raro que en algunos establecimientos
que ofrecen tacos árabes encontremos un origen libanés, pero también
es posible encontrar un origen iraquí, incluso ahora es posible encon-
trar las versiones griegas y turcas de eso que hemos llamado taco árabe.
Retomo algunos fragmentos de un testimonio sumamente intere-
sante, recogido y analizado por Angoa y Flores (2003), en el que se
explica la llegada del taco árabe a partir de la historia del señor Juan
Geleana Merza,45 quien nació en México, de padre iraquí:
45
Su padre fundó la famosa taquería “La Oriental”, la cual, según él, ahora se ha
esparcido por toda la ciudad, pero argumenta que este local, el que él maneja, es
“el único negocio original en Puebla” (Angoa & Flores, 2003, p. 82).
46
Ir al mercado del Carmen es dar testimonio de las pilas de milanesas ya empa-
nizadas, listas para ser fritas en litros de aceite que permanecen en constante ebu-
llición; contenedores plásticos rellenos de quesillo deshebrado; kilos de aguacate
en huacales de madera y plástico; bandejas con chipotles en escabeche; rajas de
jalapeño encurtidas en vinagreta; pata de cerdo y otras preparaciones que, junto
a la incesante labor de los cocineros, se presentan como una figura teatral de la
cemita en tanto elemento identitario de la cocina poblana.
acercamientos etnográficos 85
una serie de procesos rituales, económicos y alimentarios que tienen
lugar en Tehuacán.47
Aquí hay tres elementos de gran interés que enriquecen el testimo-
nio: a) existe la plena conciencia de que los animales que se utilizan
para este platillo, en toda la ciudad, proceden del mismo lugar, de la
misma matanza; b) que la diferencia radica en eso que la receta de la
abuela puede y debe hacer para diferenciar el guiso, c) asume que la
matanza es un acto de suma importancia, aunque no especifica sus
particularidades.
Este guiso es considerado como uno de los platillos de temporada
más importantes, al lado de los gusanos de maguey, el chile en nogada
y los escamoles. Consiste fundamentalmente en un caldo, cuyo sabor
concentra la esencia del chivo, acompañado de especias. Pero es un
guiso que posee historia, que está vinculado a procesos rituales y cuyo
consumo, finalmente, se especializa en un tipo de comensales en par-
ticular. “Gente con lana48 que quiere comer mole de caderas”, asegura
él mismo.
Así, el mole de caderas que sirven en este lugar, no obstante el mis-
mo origen histórico y cultural del espinazo y las caderas de chivo, se
sustenta en el secreto familiar: la receta de la abuela, que bajo ninguna
circunstancia ha de ser publicada ni compartida, así sea con los ami-
gos más cercanos. Este origen mitológico, en el que la abuela, y quizá
igualmente sus antepasados, aportaron su propio bagaje culinario en la
confección de un platillo que ahora se ofrece a “gente con lana”.
acercamientos etnográficos 87
No sin regalarnos una singular y muy cómica revisión de la oralidad
del mexicano –que podemos constatar con infinidad de preparaciones
que pueden ir del “no pica” al “pica rete mucho”– el autor nos hace
voltear hacia las diferentes formas orales que constituyen la esencia
misma del picante. Dice una comensal con la que he trabajado en la
investigación: “A mí, lo que me genera mucho placer, es el picante. La
sensación de ardor, de sudor y de mareo que produce el habanero es
casi como drogarse.” Es decir, que del “no pica” al “casi como drogarse”
pasan muchas y muy variadas formas de recibir y percibir el picante
que atiende, fundamentalmente, a matices culturales.
Abundan las referencias narrativas históricas y culturales sobre el
chile, que no sólo tiene usos culinarios: “antes, un tratamiento para
los males respiratorios –me contaba mi abuelo, que es médico– era
pasar al enfermo sobre semillas de chile quemándose, que ayudaban a
expectorar las flemas”. Hay, incluso, algunas funciones más poéticas:
Afirma Fernando del Paso que en México “no sólo el chile es peligroso,
sino también la palabra que lo designa, sinónimo del miembro mas-
culino, y es así como hasta la fecha, en algunas comunidades campesi-
nas, la mujer tiene prohibido entrar a los cultivos del chile o chilares”
(2016, p. 212). Hay una dimensión significante que dota a este platillo
de usos metaculinarios, pero no por eso deja de ser parte fundamental
de su importancia como ingrediente.
Queda clara la importancia estructural –no sólo culinaria– del chile
como elemento identitario, como expectorante, como metáfora de “lo
macho” y “lo caliente”, como espanto de brujas y malas compañías.
También se reportan usos correctivos con los niños, como valor tribu-
tario y hasta como arma química (Long-Solís, 1986). Quizá de ahí su
omnipresencia en los consumos culinarios: en el mole, en las salsas, en
los dulces, en los postres y en muchos aliños y marinaciones de sopas
y caldos.
acercamientos etnográficos 89
a poquito la fueron conociendo y ya después eran ventas hermosas, así llega-
ron…” (testimonio de la señora Paulina Matilde Velázquez Giles).
Solía decir mi abuela, quien cocinaba desde muy joven –y lo hacía muy
bien– que “recaudo hace cocina”. Lo que ella entendía como recaudo,
que no dudo es herencia de sus antepasados, estaba muy relacionado
con aquello con lo que se contaba, en el día a día, para cocinar. El
recaudo es, en términos estrictos, una mezcla de especias y otros ingre-
dientes que normalmente se utilizan para sazonar un guiso. También
hace alusión al acto de cuidar, de resguardar. Pero aquí, el recaudo se
refiere más a una estrategia.
Es bien sabido que muchos de los ahora grandes y famosos platillos
de las diferentes cocinas mundiales han tenido un origen arraigado
en la pobreza, la necesidad y la guerra. Platillos como la gachamiga
española, la sopa de cebolla francesa, las diferentes formas de consumir
papa en Alemania e incluso ingredientes mesoamericanos como los
insectos y algunas hierbas silvestres no son necesariamente producto
del glamour que ahora la globalización les otorga.
Testimonio de un estudiante comensal: “yo estiro el gasto lo más
que puedo y no me doy el lujo de tirar comida. Si un día hago atún
con mayonesa y sobra, al día siguiente hago un paté, y si aun así sobra,
el día siguiente me hago un sándwich”. El recaudo de este comensal
está definido por la necesidad de “estirar el gasto”. Testimonios del
bestiario culinario mexicano: “echarle más agua a los frijoles”; “donde
Existen diversas versiones sobre el origen de este platillo típico de las Fiestas
Patrias. La más popular dice que fue inventado por las monjas agustinas del
convento de Santa Mónica, en Puebla, para celebrar tanto la reciente Inde-
pendencia de México, como el santo del nuevo emperador, Agustín de Iturbi-
de. Aprovechando los productos de temporada, como la granada y la nuez de
Castilla, las monjas agustinas prepararon un plato que llevara los colores del
ejército trigarante: verde, blanco y rojo. Otra versión, más romántica que la
anterior, está descrita por el famoso escritor Artemio de Valle-Arizpe [quien]
relata que en el ejército trigarante existían tres soldados cuyas novias vivían en
Puebla. Emocionadas por la Independencia y por tener de vuelta a sus ena-
morados, decidieron crear un platillo para engalanarlos. Cada una eligió un
ingrediente que representara el color del ejército, y encomendadas a la Virgen
del Rosario y a San Pascual Bailón, se dispusieron a cocinar (Jardón, 2012).
acercamientos etnográficos 91
para consumir esta preparación que es, sin duda, fundamental en la
gastronomía poblana.
En fin, que el recaudo es una práctica generadora de infinidad de
tradiciones culinarias fundamentales en la actualidad. Esta se incor-
pora a muchas mitologías culinarias aportando un sentido lógico al
uso de determinados ingredientes y utensilios, y apoyándose en la na-
rración, el cuento o la leyenda, para reforzar su validez cultural y su
efectividad social.
acercamientos etnográficos 93
literarios o poéticos,
imaginario social.
Cartografía biográfica, Devenir histórico,
recorridos localización, ubicación,
elementos físicos
y materiales del
establecimiento,
acontecimientos, memoria
y recuerdo, taxonomías y
morfologías culinarias.
acercamientos etnográficos 95
Notas finales
Bibliografía
acercamientos etnográficos 97
La comensalidad ritual: el “rodeo”
en San Pedro Cholula, Puebla.
Una aproximación etnográfica
Introducción
99
Actualmente Cholula es una ciudad cuya característica principal,
a nivel cultural e identitario, es la vida festiva en torno de los santos;
estimaciones locales calculan que anualmente se realizan más de 1 500
fiestas, las cuales se sustentan en un tipo de organización sociorreligio-
sa que internamente se denomina “mayordomía”, misma que entre sus
muchas funciones cuenta con la de cuidar las iglesias (San Pedro tiene,
por ejemplo, 29), las imágenes de los santos y organizar y ejecutar sus
fiestas. Se calcula que en 1970 San Pedro Cholula tenía un poco más
de 70 mayordomías entre mayores y menores, 28 asociaciones, y la
cantidad de personas que participaban con un cargo anualmente eran
más de 1 000 (Olivera, 1970, p. 221); 45 años después podemos afir-
mar que el número de mayordomías y de personas que participan ha
aumentado considerablemente.49
La complejidad festiva lleva consigo también una amplia gama de
mayordomías y por tanto de actividades rituales de cambio y toma de
posesión de los cargos. Generalmente los actos de toma de cargos de
mayordomos se realizan en los días de fiesta de los santos o en días
previos a éstas y van acompañados de una serie de secuencias desde la
selección, el pedimento y la elección de los mayordomos hasta su toma
de posesión, y son parte del decurso festivo religioso.
La fiesta es una expresión ritual realizada en espacios y tiempos
previamente consensuados; permite la reafirmación y la cohesión cul-
turales de los participantes; crea identidades; establece diferencias y es
uno de los motores más importantes de la reproducción cultural, la
cohesión social y la defensa de intereses comunes. Son prácticas so-
ciales que proyectan formas diversas de concebir el mundo; poseen
49
Algunas estimaciones locales calculan que actualmente existen un poco más
de 160 mayordomías, entre mayores y menores (comunicación personal con el
Maestro Manuel Tlatoa Guizar). Por otra parte, por medio del trabajo de campo
realizado desde 2015 a la fecha, hemos podido contabilizar aproximadamente
102 mayordomías, sin embargo, falta llevar a cabo más investigación en algunos
barrios de San Pedro Cholula. El número de personas que participan en este tipo
de organizaciones, calculamos, asciende a más 4 000. No obstante, es necesario
mencionar que existe una gran cantidad de otro tipo de organizaciones coadyu-
vantes o paralelas a las mayordomías, como las hermandades y las asociaciones, en
las cuales participan cientos de personas; por ejemplo, la asociación de músicos de
Tepontla o las hermandades de cargadores que cada barrio posee, entre muchas
otras más.
50
Entendemos por cosmovisión un conjunto de interpretaciones que sobre la rea-
lidad maneja un grupo humano; generalmente está compuesta por un sistema de
representaciones, creencias, ideas y explicaciones sobre el universo, el mundo, la na-
turaleza y el hombre, así como de sus mutuas interrelaciones (Gámez, 2012, p. 61).
El pan en la ritualidad
51
En 2010, los establecimientos que elaboraban productos como pan y tortillas
en dos municipios vecinos como son Cuautlancingo y San Pedro Cholula, en
total sumaban 42 empresas medianas, tres pequeñas y 45 pymes, asociadas a ese
ramo (García, 2013, p. 172). Sin embargo, no se consideraron los innumerables
talleres familiares, “hornitos”, que producen estos productos a pequeña escala.
52
Con base en la investigación de Luz Marina Morales (2006, p. 10), desde
mediados del siglo xviii “Puebla siempre ha sido una ciudad panera; la
variedad de panes lo confirma: cuernos, volcanes, batidas, colchones, almo-
hadas, pañuelos, campechanas, rosquetas, aviones, orejas, chilindrinas, con-
chas, lolas, canillas, hogazas, polvorones, cocoles, roscas y ojos de pancha son
algunos de los numerosísimos nombres con los cuales los poblanos identifican
la variedad de pan que consumen a diario”. Aspecto que podría sugerirse para
la región del valle Puebla-Tlaxcala, de la que forman parte San Pedro y San
Andrés Cholula.
A continuación, detallamos las prácticas del uso del rodeo en San Pedro
Cholula, en el marco del ritual de cambio de mayordomía y de los “pedi-
mentos” de las imágenes de “circular”. En San Pedro Cholula hay varios
tipos de mayordomías: aquellas consideradas “menores”, las “de barrio”56
y las “de circular” y, en todas, las galletas de rodeo son imprescindibles.
Debido a la similitud de las fases que integran un cambio de mayordo-
mía menor con respecto a la de barrio, sólo se describe la primera.
De igual manera, en el ritual del “pedimento”, sólo abordaremos
como ejemplo el caso de la Virgen de Los Remedios. Cabe precisar que
los llamados “pedimientos” son actos rituales cuya finalidad es realizar
55
Sin embargo, se mencionó que también se consume en otros sitios, como San
Francisco Acatepec.
56
Debido a las características y condiciones de cada barrio se tienen prácticas
específicas, las cuales por motivos de espacio no se mencionan, dejando para
futuras reflexiones los casos de cada uno. Por lo pronto, puede referirse que
en los barrios de San Cristóbal Tepontla y San Matías Cocoyotla, en el marco
de los cambios de mayordomía, el convite comienza con una concha de dulce
de gran tamaño colocada en la parte superior de una tasa con chocolate, para
posteriormente proseguir con tamales y pan de sal, más adelante se sirven
arroz y mole. El compartir la galleta de rodeo no figura en el día en el que los
mayordomos reciben la visita de los demás barrios para atestiguar el cambio
de cetro y platito.
61
Dependiendo del barrio, al final de los rodeos se entregan a los mayordomos
salientes pequeños presentes, que consisten en platitos o bolsitas con pan de
rodeo y una botella de aguardiente.
62
Las cuales suelen tener bordado el nombre de la imagen (“Virgen de Los Re-
medios”, “San Pedro de Ánimas” y “Guadalupe”, así como la fecha y el nombre
del barrio).
Reflexión final
Bibliografía
Por el pan
Margarito Ledesma64
63
Tahonero, persona que elabora el pan.
64
Ver texto completo en Guerrero (1987, p. 43).
133
religioso, lo que vale en el caso que nos ocupa el pan procesado en los
pueblos y los barrios de Cholula, pan tradicional que se consume en
fiestas, ceremonias y rituales.
Como se sabe el pan se produce en México desde los primeros
años posteriores a la Conquista española; al principio fue difícil su
aceptación; primero, por el propio proceso de adaptación del trigo en
las nuevas tierras, su crecimiento y desarrollo era mucho más lento que
el del maíz, su ciclo agrícola tardaba un año mientras que el maíz sólo
tres meses, por lo cual los españoles se resignaron a comer más tamales
y tortillas que pan. Los nuevos colonizadores equipararon el trigo con
el maíz y al pan con la tortilla (Corcuera, 2014).
Poco a poco se introdujo el trigo en nuestro consumo, se le conoció
como el pan de sal, castellano, pambazo, muy distinto al pan doblado,65
antecedente con el que se inició una serie de cambios y singularidades
para instaurar el trigo y consumir el pan (García, 1989), práctica que
se completó con la llegada de la pastelería francesa del siglo xix, la
cual se reinterpreta en México para dar vida a la panadería como la
conocemos hoy, es decir, el “pan nuestro de cada día”, construcción
histórico-social diversa, regional, finalmente cultural, producto efíme-
ro, temporal de la invención de manos mestizas reinterpretando for-
mas, olores, colores, texturas, maneras de hacer coloniales, españolas,
inglesas y francesas (Pilcher, 2001).
Respecto del trigo, el pan y la panadería, se han escrito diversos es-
tudios desde la perspectiva económica (García, 1988 y 1989), también
existen investigaciones históricas que ahora comparten su temática con
la antropología, aunque el pan ha estado presente en relatos y crónicas,
en la tradición oral a lo largo de la historia de la humanidad. Desde
tiempos remotos, cuando hizo su aparición la agricultura, tanto en
Mesopotamia como en Egipto, ya se hablaba del pan y de su impor-
tancia simbólica. En el ámbito de la antropología y de la cultura de la
65
Sahagún describe, en el capítulo XIII del Libro VIII, los tipos de tortillas y de
tamales que se consumían en las comidas de los señores: “[…] también comían
unos panecillos no redondos, sino largos, que llamaban tlaxcalpachollimimilli;
son rollizos y blancos y de largor de un palmo a poco menos” (Sahagún, 1999,
p. 463). Actualmente, los tlaxcales aún son diferentes tipos de panes de maíz
que se producen en distintos lugares de Puebla y Guerrero. Informe de campo
en Olinalá, Guerrero, 15/11/2016.
66
Silva Castillo (2003) documenta el uso del pan desde los babilónicos.
67
Argumento que usaron los españoles para convencer a los indios de comer
pan de trigo (Guerrero, 1987; Iglesias y Cabrera & Salinas, 1997).
68
Cholula es un centro religioso que data del siglo xii a.c.; ha tenido una
ocupación permanente por más de 30 siglos; fue construida en sus inicios por
grupos olmecas-xicalancas y compartió horizontes culturales con Teotihua-
cán. En el posclásico fue habitada por grupos de origen tolteca, por lo que
se le reconoce como ciudad sagrada “Tollan-Chollollan-Tlachihualtépetl”, que
significa “Gran ciudad donde cae el agua en el lugar de huida del cerro hecho
de tierra” o “hecho a mano” (Walles, 1971).
69
La ciudad encontrada por los españoles se reconocía como “sagrada” y estaba
divida en calpullis que se renombraron como barrios, cada uno formado por un
mismo grupo parental.
70
En las entrevistas realizadas se le llama pan, aunque en el centro de Cholula se
vende como galleta; en realidad es una rosquilla que puede presentarse en dife-
rentes colores, pero también se encuentra en forma redonda o de estrella, como se
aprecia en la fotografía 1.
71
La presencia del rodeo en la feria se da todos los años; las familias que venden
en las calles del centro de San Pedro se colocan en las esquinas y en las banque-
tas para distribuir el pan, actualmente por tratarse de un pan tradicional de un
pueblo mágico, lo encontramos en Semana Santa y en otras celebraciones, en casi
toda la región.
72
Tal vez se observan muchas más a primera vista, sin embargo, la mayor parte son
solamente expendios de pan; testimonio de Rigoberto Domínguez Paredes, quien
comenta que en los últimos 30 años poco a poco han cerrado las panificadoras
tradicionales, 25/10/2014.
Pan de barrio
73
Se hacían con los residuos del salvado mezclados con alguna porción de harina
(García, 1989, p. 159).
Las mayordomías en este barrio se manejan por medio de las cofradías, que
cambian con el paso de los años, aunque muchos de los jóvenes ya no quieren
continuar; pero es una cosa muy bonita para nosotros, pues pocos lugares
hay aquí en Puebla que lo hacen como nosotros, por ejemplo: las fiestas de la
iglesia y de la cofradía se celebran con misas y con sermones, con procesiones
y con banquetes. Creo que ahí es donde entraría el pan, nosotros comemos
el pan que nos dan los mayordomos para celebrar a la iglesia cuando hay un
nuevo mayordomo, quien se tiene que encargar de que les toque a todos, si
no, no está cumpliendo con su deber de cofradía. También se dan cuando
se le celebra al patrono, como al Señor Santiago o al Santo San Cristóbal de
Tepontla, a estos se les festeja con posadas, procesiones, mañanitas, lo que
quieras. Se le puede dar pan al mayordomo, ya sea fruta o pan del normal o
pan de rodeo, según sea el caso, como un regalo y eso es tradición.74
El que es panadero tiene estas propiedades, que sabe bien cernir la harina y
amasarla y sobarla, e hinchar los panes y leudarlos, y hacer tortas y meter en el
horno y cocer bien el pan; el pan que vende es blanco, bien cocido, tostado y a
la vez quemado o moreno; y por el contrario, mal cocido y si está como ha de
estar y no está avinagrado, es sabroso, suave y dulce (Sahagún, 1999, p. 567).
74
Entrevista realizada por Sofía Domínguez, 2013.
Las figuras
Las llamadas “figuras” son piezas de pan que durante los años 60 cons-
taban de una pequeña representación sobre la que se colocaban ador-
nos de color rojo; las piezas eran circuladas y vendidas durante todo
el año en los barrios; sin embargo, con el paso del tiempo dejaron de
producirse y los nuevos estilos del pan se fueron adhiriendo a los há-
bitos alimenticios de los habitantes de Cholula. Es rara la ocasión en
la que estas, antes muy populares figuras, se preparan para el deguste
de los cholultecas.
La Feria de Cholula es otro evento muy importante de la región, en
la que también se encuentra este pan, que se ofrece generalmente a los
visitantes. La feria es un festival que se celebra cada año en el munici-
pio de San Pedro Cholula los primeros días de septiembre y termina a
mediados de ese mismo mes. El motivo de la celebración es “el santo”
de Nuestra Señora de Los Remedios, el día 8. El rodeo está en la feria
todos los años y las familias que venden en las calles del centro de San
Pedro se colocan en las esquinas y en las banquetas para distribuirlo.
Panificadoras familiares
Como se sabe, igual que en otros oficios, también los obreros o apren-
dices de los panaderos realizaban actividades alternativas, algunos
mínguez, 18/07/2013.
[…] conocía a los que llamaban “chiche pelada”, y entre éstos, a los panaderos
que andaban casi desnudos […] Iban los tales cubiertos únicamente con una
manta vieja con trama de mugre, y con esa somera indumentaria transitaban
por la calle, sino así, disolutamente aireados, entraban a las iglesias a oír misa,
o en los atardeceres a rezar muy devotos el santo rosario, antes de ir a sus
tahonas, pues raros eran los de este oficio que se ponían camisa o calzón y se
descubrían cosas que no fuera menester que vieran la luz del sol (Guerrero,
1987, p. 33).
El rodeo y el muégano
Roscas de reyes
Bibliografía
Corrección de estilo:
Ana Luz Minera Castillo.