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Salvatore Cosentino. El Trastorno Libre de Personalidad en Psicoanalisis 21
Salvatore Cosentino. El Trastorno Libre de Personalidad en Psicoanalisis 21
14 – Julio 2017
S. Cosentino, E. Arias y C.Pérez–El trastorno límite de personalidad en psicoanalisis
El Trastorno Límite de Personalidad (TLP) es, sin duda, un trastorno que ha sido
considerado durante mucho tiempo una entidad clínica confusa desde el punto de vista
nosográfico y difícil de tratar desde el punto de vista psicoterapéutico. Recientemente se ha
convertido en un campo de investigación y trabajo clínico con rasgos más definidos y que
suscita mucho interés. El desarrollo de modelos de diagnóstico más fiables y de nuevos
modelos de psicoterapia han permitido avanzar notablemente en este campo (Andreoli y
Costantini, 2009).
La condición límite ha despertado un gran interés quizás porque parece expresar el
malestar de nuestro tiempo, de la modernidad tardía, del mismo modo en que la histeria
expresaba el malestar de la modernidad, relacionada con aspectos de represión pulsional.
El trastorno límite, con sus características de inestabilidad, difusión de la identidad,
imprevisibilidad y licuefacción de las fronteras, exprime otro tipo de sufrimiento de la
identidad. Al contrario que en la histeria, el malestar no se da por exceso sino por
debilitamiento de los organizadores (personales y colectivos) de la identidad, de los
sistemas simbólicos, de los contenedores colectivos que hacían de conectores y de la
trasmisión transgeneracional de la vida psíquica (Barale, 2009). Los pacientes límite
constituyen el 20-30% de los pacientes psiquiátricos, proporción similar a la representada
por la histeria en la población psiquiátrica del siglo XIX.
El término border-line fue empleado por primera vez por V.W. Eisenstein en 1949,
aunque la evidencia de cuadros clínicos que no correspondían a la familia psicótica clásica
ni a la familia neurótica clásica se había puesto de manifiesto mucho antes, por ejemplo en
1883 con las formas atenuadas de esquizofrenia, o en 1885 con la heboidofrenia de
Kahlbaum.
En el ámbito psicoanalítico uno de los primeros y más interesantes trabajos sobre el
límite fue el de Helene Deutsch, con el artículo Some forms of emotional disturbance and
their relationship to schizophrenia (1942). Este artículo fue un trabajo pionero ya que dio
inicio a toda una serie de contribuciones sobre los estados prepsicóticos. Deutsch describe
aquí por primera vez un tipo de personalidad, que ella llama personalidad como-si. De
estas personalidades la autora dice: “la relación con la vida tiene algo de falta de
autenticidad, pero aún así, externamente, funciona como si fuese completa”. Aparecen
perfectamente ajustados, e incluso son capaces de una cierta empatía, pero en una serie de
circunstancias se revelan carentes de profundidad emocional. Una de las características del
como-si es que las tendencias agresivas están casi completamente enmascaradas por la
pasividad, dando un aire de bondad negativa, de amabilidad suave que, sin embargo, muta
fácilmente hacia lo maligno. Estos pacientes no vienen descritos como neuróticos o
psicóticos, sino más bien como prepsicóticos, aunque la autora concluye sin especificar
bien a que se refiere con ello.
Ese concepto será luego profundizado por otros autores, como Bergeret (1990), por
ejemplo, que lo considera como un sinónimo de estado límite.
En las últimas décadas se ha investigado mucho sobre los trastornos límite y existe
numerosa literatura al respecto, también en el ámbito psicoanalítico. Para poder llevar a
cabo una clasificación de las contribuciones más significativas para la comprensión del
límite, puede ser útil hacer referencia a la aportación de André Green, que en su obra La
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folie privée. Psychanalyse des cas limites clasifica las contribuciones más importantes en
tres corrientes:
a) La corriente freudiana
En los trabajos de Freud, hay pocas indicaciones que hagan referencia directa a los casos
límite, pero algunos trabajos anticipan las características de los mismos. Por ejemplo, en
Neurosis y psicosis (1924; citado por Green, 1991) Freud dice:
“[...] el Yo conseguirá evitar la ruptura si consigue alterarse a si mismo y disminuir
su propia compactez y unidad, hasta el punto de fragmentarse. Estando así las cosas, las
incoherencias, las extravagancias y las locuras de los hombres podrían ser concebidas de
forma análoga a la de sus perversiones, aceptando las cuales los individuos consiguen
evitar las represiones.
En conclusión, hay que enfocarse en el problema de cuál podría ser el mecanismo,
análogo a la represión, que permite al Yo separarse del mundo exterior.”
Esta cita anticipa el rol de la escisión del Yo, que tendrá cada vez más importancia
en las obras de Freud. La escisión no será limitada entonces a las perversiones, sino que
dañará el funcionamiento intrínseco del Yo; la escisión puede ser observada en lo que
Freud llama “incoherencias, extravagancias y las locuras de los hombres”. El rol de defensa
contra la psicosis que estos rasgos desarrollan permite reconducirlos a los casos límite.
A lo largo de la obra freudiana, muchos conceptos y teorías pueden ser conectadas
con los casos límite, como la importancia de los primeros traumas y de las primeras
distorsiones del Yo, la fijación a mecanismos de defensa más antiguos, la concepción de la
pulsión de muerte, donde muchos analistas reconocerán la importancia de la agresividad,
aunque conceptualizada e interpretada de forma diferente.
Según Green, el trabajo de Bergeret (1990) se puede situar dentro de esta
perspectiva teórica. El autor atribuye al trauma el papel de “desorganizador” que está en la
base de lo que él llama “tronco común de los estados límite”. Otto Kernberg (1979), sin
embargo, ha desarrollado las ideas de Freud desde una perpectiva diferente, tanto a nivel
estructural como a nivel dinámico-genético, adoptando lo que puede ser considerado un
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punto de vista modificado de la psicología del Yo, junto a una concepción basada en las
relaciones objetales. Green define la obra de Kernberg como una “teoría límite” entre
psicología del Yo y orientación kleiniana. Estos planteamientos teóricos serán explicados
detalladamente en las próximas páginas de este trabajo.
b) La corriente kleiniana
Una de las teorías más importantes aportadas por Melanie Klein es la hipótesis sobre la
existencia de las relaciones objetales desde el nacimiento. Su contribución es fundamental
para la descripción de la rigidez de las emociones, de la escisión, de la idealización y el
descubrimiento de la identificación proyectiva, la importancia de la naturaleza narcisista
de la relación de objeto esquizoide.
En el ámbito del movimiento kleiniano destaca la obra de Bion, que intenta poner en
perspectiva las ideas freudianas relativas al aparato psíquico, respecto a las concepciones
kleinianas de relaciones de objeto y de identificación proyectiva, considerada como
mecanismo de defensa fundamental. Junto con el bombardeo de identificaciones
proyectivas, Bion intuyó que debería haber un continente para poder contenerlas, y a
partir de ahí introdujo la noción de función de rêverie por parte de la madre. Así, la
capacidad de tolerancia que el bebé tendrá en relación a las frustraciones, dependerá tanto
de sus demandas pulsionales innatas como de la respuesta de la madre real externa. Estos
dos factores están indisociados y constituyen el modelo de Bion de continente-contenido.
Es la capacidad de continente de la madre la que origina la construcción interna, en el
bebé, de una barrera que permite el proceso secundario, el juicio de realidad y la demora
en la descarga. Todo esto, según Green, se relaciona inevitablemente con el concepto de
límite.
Winnicott no es desplazar el interés desde lo interno hacia el exterior, sino sobre el afecto
recíproco entre éstos. El autor subraya la importancia del área intermedia y, en algunos
casos, la incapacidad del niño para constituirla. En este sentido, Green afirma que
Winnicott descubrió el concepto clave para la comprensión de las estructuras intermedias
o límite.
Winnicott describe también el destino de los procesos de simbolización y la
alteración del valor funcional del campo y de los fenómenos transicionales de los casos
límite: según el autor, con estos pacientes el setting y el analista no representan la madre,
sino que son la madre. Otro aspecto importante del límite explicado por Winnicott (1971;
citado por Green, 1991) es el sentido de vacío y de inutilidad de estos pacientes,
subrayando los efectos a nivel de contratransferencia y sus repercusiones en el trabajo
clínico.
Algunos autores, como Masud Khan (1964; citado por Green, 1991), han
desarrollado su propio punto de vista a partir de la teoría winnicottiana. Khan propone la
idea del trauma acumulativo, de la neurosis infantil en relación a la organización de un
falso Self, y los aspectos de la transferencia y de la contratransferencia que repercuten en la
situación análitica. Como Winnicott, Khan se preocupa de mantener la situación analítica,
a costa de modificar la técnica, aunque para otros psicoanalistas ya no se trataría de
psicoanálisis.
mantendrá. Pero si tras cualquier acontecimiento el cristal se rompe, solo podrá hacerlo
siguiendo las líneas de “fuerza” y de “ruptura” preestablecidas en la primera edad. El sujeto
de estructura neurótica no podrá desarrollar más que una neurosis, el sujeto de estructura
psicótica, una psicosis.
Según Bergeret la estabilidad de las estructuras verdaderas implica igualmente una
imposibilidad de pasar de una estructura a otra a partir del momento en que el Yo
específico está organizado en un sentido o en otro. La estructura psicótica se caracteriza
por limitaciones muy precoces del Yo, que ha sufrido importantes fijaciones o regresiones a
lo largo de la fase oral o, como muy tarde, durante la primera fase del periodo anal (fase de
expulsión anal). Las frustraciones precoces tienen habitualmente su origen en el polo
materno. Este esbozo de organización sufre un silencio evolutivo durante el periodo de la
latencia. En la adolescencia suelen aparecer unos trastornos estructurales que dan al Yo
una pequeña oportunidad de abandonar la línea psicótica, todavía no fijada
completamente, y progresar hacia una estructura neurótica. En la realidad clínica esto pasa
muy pocas veces y estos sujetos, psicóticamente preorganizados, seguirán su evolución a lo
largo de la línea psicótica, en la cual se encuentran ya suficientemente introducidos, hacia
un modo definitivo en forma de estructura psicótica verdadera y estable.
En la estructura neurótica, por el contrario, el elemento inmutable sigue siendo la
organización del Yo alrededor de lo genital y del Edipo. Al igual que en la línea psicótica, la
latencia producirá una detención de la evolución estructural y, en la adolescencia, se
desencadenarán alteraciones estructurales. Si en este momento los conflictos internos y
externos se muestran demasiado intensos, el Yo puede ser conducido a un maYor
deterioro, recurriendo a sistemas defensivos y relacionales más arcaicos que pueden
evolucionar hacia una estructura psicótica definitiva. Pero en la maYor parte de los casos el
Yo preorganizado de manera neurótica permanecerá dentro del cuadro neurótico, donde el
conflicto se sitúa entre el Yo y las pulsiones. La represión de las representaciones
pulsionales dominará las otras defensas, la libido objetal estará en juego y el proceso
secundario conservará un rol eficaz que respeta la noción de realidad.
Entre las dos líneas estructurales, psicótica y neurótica, Bergeret sitúa el que
denomina espacio de los estados límite, donde todo es menos rígido, menos estable
estructuralemente y, por tanto, mucho más susceptible a cambios. El autor atribuye a un
traumatismo psíquico importante al inicio de la evolución edípica normal la etiología de
esta organización. Hay que enteder el trauma en el sentido afectivo del término, es decir,
un sobresalto pulsional aparecido en el momento en el que el Yo se encontraba todavía en
un estado no suficientemente organizado e inmaduro, sobretodo a nivel defensivo. El Yo se
verá obligado a recurrir a mecanismos parecidos a los que emplea el psicótico:
identificación proyectiva, desdoblamiento de los imagos, manejo omnipotenete del objeto.
Este traumatismo representará, de cualquier modo, el papel de primer desorganizador de
la evolución psíquica del sujeto. Detendrá la evolución libidinal comezada en condiciones
normales. Esto es lo que Bergeret llama tronco común dispuesto de los estados límite. Él
no concibe esto como una verdadera estrucutra según criterios clínicos de estabilidad,
solidez y especificidad definitiva de estas organizaciones. El estado límite queda en
situación “dispuesta”, pero no determinada estructuralemente. Lo concibe más bien como
un esfuerzo relativamente inestable y costoso para el Yo por tener que mantenerse fuera de
las dos grandes líneas de estructuras verdaderas, de las cuales una (la línea psicótica) ya se
halla superada y la otra (la línea neurótica) no ha podido ser alcanzada en lo que se refiere
a la evolución pulsional y madurativa del Yo.
Mientras que Bergeret describe el límite como una organización de personalidad
provisional y fluctuante, otros autores como Kernberg (1967) y Mc Williams (1999) lo
enfocan como una organización de personalidad estable, dentro de un continuum
evolutivo entre el nivel psicótico y el neurótico de desarrollo de la personalidad.
Hablando de organización límite, Kernberg la define como una estructura de
personalidad que por sus características específicas y estables se diferencia de esas
situaciones inestables entre neurosis y psicosis, inicialmente identificados como estados
límite. De acuerdo con las teorías propuestas por Klein, Kernberg plantea que en la
formación de este tipo de organización de personalidad, la agresividad primaria juega un
papel muy importante, mucho más que los eventos traumáticos.
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El autor se refiere con esta definición a un grupo de pacientes que presentan cuatro
rasgos clave (Kernberg, 1975):
estos niños son incapaces de integrar los aspectos buenos y malos de sí mismos y de sus
madres. Estas imágenes contradictorias son guardadas en formas separadas a través de la
escisión, de tal manera que tanto la madre y el Self son vistos alternadamente como
completamente buenos y completamente malos. El resultado final de esta fijación en el
desarrollo es una condición que Kernberg caracterizó por su predominancia de
introyecciones negativas.
Un concepto que tiene un papel importante en la teoría de Kernberg es el de
estructura mental. Una estructura es un patrón estable y duradero de las funciones
mentales que organizan el comportamiento, las percepciones y la experiencia subjetiva de
un individuo (Clarkin, Yeomans y Kernberg, 2006). Kernberg (1976) usa el término
análisis estructural para describir la relación entre la estructura de las relaciones de objeto
internalizadas y los distintos niveles de organización del funcionamiento mental. El autor
propone la existencia de tres organizaciones estructurales amplias: neurótica, límite y
psicótica. Estas organizaciones estructurales de la personalidad se entrelazan con aspectos
neurobiológicos del desarrollo de la cognición social y de la teoría de la mente (Kernberg,
2015), plasmando en el tiempo la estructura psíquica del sujeto. Esta estructura constituye
la matriz subyacente sobre la que se desarrollarán más tarde los síntomas o los rasgos de
carácter del sujeto. Estos tres tipos de organización se caracterizan por tres elementos
determinantes: 1) el grado de integración de la identidad, 2) el tipo de operaciones
defensivas, 3) la prueba de realidad.
La estructura de personalidad neurótica, en contraste con la estructura de
personalidad límite o borderline y la psicótica implica una identidad integrada. Su
organización defensiva se centra en la represión y en mecanismos defensivos avanzados, es
decir, aquellos constituidos con posterioridad al sepultamiento del complejo de Edipo. Las
estructuras límite o borderline y las psicóticas se encuentran en pacientes que poseen un
predominio de defensas primitivas que tienen como base el mecanismo de escisión. Esta
organización implica un menor grado de integración de la identidad del Yo. La prueba de
realidad se conserva en la organización neurótica de la personalidad y en algunos aspectos
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entre ello, Yo y super-Yo y entre la parte del Yo que vive las experiencias y la parte
observante. La psicología de las relaciones objetales y la psicología del Self destacan la falta
de un límite claro entre experiencia interna y externa, experiencia donde siempre están
presentes el miedo y la confusión.
En las personas potencialmente psicóticas la naturaleza del conflicto primario es
literalmente existencial: vida y muerte, existencia y no-existencia, seguridad y terror. Sus
sueños están llenos de imágenes de terror y destrucción. Ningún clínico ha conseguido
presentar datos que refuten la observación de que en el psicótico falta una profunda
convicción de su propio derecho a una existencia separada, prevaleciendo un sentimiento
de no existencia.
La última consideración de la autora sobre la estructura psicótica se enfoca en la
contratransferencia con estos pacientes, que suele ser “positiva”, hasta el punto en que
muchos de ellos desarrollan una relación de dependencia con el terapeuta. “Con el
psicótico la contratransferencia es muy similar a los sentimientos maternos hacia un niño
que tiene menos de un año y medio: es maravilloso en su apego y espantoso en sus
necesidades” (Mc Williams, 1999).
3. Características de la estructura de personalidad a nivel límite:
La autora empieza la descripción de la organización límite de personalidad afirmando que
una de las características más evidentes es el uso de defensas primitivas. Al recurrir a
defensas arcaicas como la denegación, la identificación proyectiva y la escisión, cuando se
encuentran en una condición regresiva difícilmente se pueden distinguir de pacientes
psicóticos. Una diferencia importante entre borderline y psicóticos en el área de las
defensas está en el efecto que se produce cuando el terapeuta interpreta algo relacionado
con las mismas: un paciente límite puede aceptar o rechazar esa interpretación, pero en
cualquier caso se produce una reducción de la angustia. Un paciente psicótico, sin
embargo, reaccionaría con un incremento de angustia, ya que estas interpretaciones
podrían desencadenar una sensación de terror profundo debido a la caída de dichas
defensas.
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Los pacientes límite son, al mismo tiempo, similares y diferentes de los pacientes
psicóticos en el aspecto de la integración de la identidad. Es probable que tengan una
experiencia de sí mismos caracterizada por incoherencia y discontinuidad; al pedirles que
describan su propia personalidad sienten vergüenza, como los psicóticos. Son incapaces de
dar descripciones “tridimensionales” de sí mismos o de personas importantes en sus vidas.
Pero a diferencia de pacientes psicóticos, sus respuestas no suenan literales o extañas, sino
que tienden a rechazar el interés del terapeuta sobre la complejidad de sí mismos.
La relación de los pacientes límite con su propia identidad se diferencia de la de los
psicóticos en dos aspectos, a pesar de la común falta de integración. En primer lugar, el
sentido de incoherencia y discontinuidad que sufren los límites no se encuentra el mismo
nivel de terror existencial del esquizofrénico. Aunque tengan confusión sobre su identidad,
saben que existen. En segundo lugar, es menos probable que las personas con tendencias
psicóticas reaccionen con hostilidad, como hacen los límite, a preguntas sobre su propia
identidad y la de los otros.
Los dos grupos, a diferencia de los neuróticos, debido a la utilización masiva de
defensas primitivas, padecen un defecto de base del sentido del Self. La dimensión de la
experiencia en la que los dos grupos se distinguen radicalmente es el examen de realidad.
Los borderline saben evaluar la realidad, por muy extraña que sea su sintomatología. A
pesar de mantener un buen examen de realidad, no tienen mucha consciencia de su propia
enfermedad, no tienen un Yo observante como los neuróticos. Personas con este tipo de
personalidad acuden a la terapia quejándose de síntomas específicos, como ataques de
pánico, depresión o alguna molestia que el médico atribuye al estrés, u obligados por algún
familiar, pero no vienen con la idea de que es importante realizar un cambio para lograr un
maYor bienestar. No habiendo tenido nunca otro tipo de carácter, no saben que quiere
decir tener una identidad integrada, defensas maduras, una cierta capacidad de tolerar la
ambivalencia. Solo quieren dejar de sufrir o dejar de ser criticados.
En condición no regresiva ―ya que el examen de realidad es bueno y a menudo
consiguen presentarse de manera que estimulan la empatía del terapeuta― los pacientes
límite no parecen muy “enfermos”. A veces, solo después de un periodo de psicoterapia, el
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clínico se da cuenta que subyace una estructura borderline. Uno de los primeros signos es
que algunas interpretaciones que el terapeuta considera útiles, vienen percibidas como un
ataque. El terapeuta intenta buscar la alianza de un Yo observante que en realidad no
existe.
La descripción de la estructura límite de Mc Williams sigue enfocándose en un
dilema fundamental para estos pacientes: cuando se sienten muy cercanos a otra persona
experimentan pánico por miedo a una excesiva implicación o de un control total; cuando se
separan viven el abandono como traumático. Este conflicto central en sus experiencas
emotivas se refleja en el continuo entrar y salir de las relaciones, incluso la relación
terapéutica, donde no se logra tolerar ni la distancia ni la cercanía. Masterson (1976, citado
por Mc Williams, 1999) para explicar este rasgo del carácter lo relaciona con una fijación a
la sub-fase de acercamiento del proceso de separación-individuación descrito por Margaret
Mahler (1971), en la que el niño ha logrado un cierto grado de autonomía, pero tiene
todavía la necesidad de sentir la cercanía de los padres para sentirse seguro. Este drama se
manifiesta alrededor de los dos años, cuando los niños oscilan entre el rechazo a la ayuda
maternal y la búsqueda de ella.
Mc Williams concluye la descripción del límite enfocándose en la transferencia y
contratransferencia con estos pacientes. La transferencia suele ser intensa, hay ausencia de
ambivalencia, presentan resistencia a las interpretaciones normales. El terapeuta suele ser
percibido como totalmente bueno o totalmente malo; como pasa en las otras relaciones, no
se consigue integrar los dos aspectos. Por ende, también la contratransferencia es muy
intensa y perturbadora. Puede ir desde una profunda compasión hasta una actitud
punitiva. El terapeuta tiene que tener en cuenta este aspecto a lo largo de la terapia, ya que
puede generar una intensa frustración.
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examen de realidad. Pero puede pasar que bajo la presión de emociones y afectos muy
intensos, estos retrocedan a un pensamiento típico del proceso primario. Según Kernberg
esta regresión hacia el proceso primario es debido a un defecto de los procesos de
integración cognitiva, y a la reactivación de modalidades típicas del funcionamiento
borderline, donde la escisión juega un papel fundamental.
Winnicott (1949, citado por Mangini y Mondini, 2003) destacó que en condiciones
anormales, es decir, cuando el individuo no ha superado de forma satisfactoria las
primeras fases del desarrollo y se encuentra en una situación ambiental anormal,
desarrolla una “hiperactividad de funcionamiento mental”. En estos casos, según el autor,
se observa comúnmente que el funcionamiento mental se vuelve una cosa en sí,
sustituyendo prácticamente la madre, la cual no va a ser necesaria. El resultado es una
psique patológica. Este tipo de funcionamiento consituye un obstáculo a un sano sentido
de continuidad del Self.
Según los autores, estas dos posiciones teóricas, por un lado antitéticas, ayudan a
comprender algunas formas de funcionar de la mente del paciente límite: por un lado, la
evidente dificultad, sobre todo en condiciones de tensión psíquica, en mentalizar los
eventos con una posible apelación al acting (por medio de conductas adictivas
alimentarias, toxicómanas o farmacológicas, conductas suicidas, autolesivas); por el otro,
la presencia de una capacidad intelectual, a veces notable, que de todas formas no se
conecta a la posibilidad de un contacto con aspectos emocionales y afectivos.
El mecanismo de la escisión se refleja, dentro de la patología límite, también en las
dificultades de consecución de una identidad estable y en los sentimientos internos a ella
conectados como, por ejemplo, sentimiento de vacío interior y angustia de separación. El
fracaso en la constitución del sentido de identidad personal puede ser considerado una
consecuencia de las pulsiones destructivas de los objetos parentales, que llevan hacia
relaciones objetales negativas (como en el modelo de Kernberg) o relacionados con la
interiorización de figuras parentales ambiguas en el plano de la diferenciación individual y
sexual, y que no son capaces de ofrecer un buen soporte o referencia a nivel narcisista
(como en el modelo de los objetos-Self de Kohut). Frente al fracaso en la consecución de
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una identidad estable, se pueden dar intentos de crear otra identidad a través de un
“reflejo narcisista” (Kohut 1971; citado por Mangini y Mondini, 2003). De esta manera, es
imposible para el sujeto tener una opinión propia original, ni una suficiente certeza de sus
ideas y convicciones. El objeto investido narcisísticamente (el objeto-Self) garantiza de
forma “externa” la continuidad y la identidad del Self. El continuo pasar de una
identificación a la otra, perdiéndose en múltiples identificaciones, se refleja también en los
problemas de elección duradera de un objeto. Detrás de ese mimetismo siempre se
esconde un sentido de intenso vacío, rabia y vergüenza por esa identidad descolorida e
ineficiente. Rabia, drogas o promiscuidad sexual pueden asumir la función de revitalizar
con una intensa experiencia afectiva y sensorial un sentido del Self vacío y sin vitalidad
(Correale, Alonzi, Carnevali, Di Giuseppe, Giacchetti, 2009).
Según las teorías de Kernberg la intervención de la escisión provoca una cierta
debilidad del Yo, porque la falta de integración de las introyecciones e identificaciones
provoca una insuficiente neutralización de la agresividad, fuente de energía necesaria para
el crecimiento del Yo. Se instaura, así, un círculo donde escisión y debilidad del Yo se
refuerzan la una a la otra (Kernberg, 1975). Esta dinámica de debilidad de los procesos
integrativos da lugar también a dispersión de la identidad, debido a la falta de un concepto
integrado del Self y de los objetos en relación con el Self.
La siguiente cuestión a la que intentaremos dar respuesta es cómo todo lo que acabamos
de explicar se refleja en las dinámicas relacionales de estos sujetos. Una de las
aportaciones más interesantes y exhaustivas de la literatura psicoanalítica italiana
contemporánea sobre el tema es la de Antonello Correale y colaboradores (2009). Uno de
los puntos de esta contribución, que merece ser subrayado, es el intento de conectar de
forma coherente algunos elementos de los dos modelos principales en la teoría sobre el
límite, que ya han sido explicados a lo largo de este trabajo: el primero es el modelo de
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El límite y la mentalización
Desde el modelo de la teoría del apego, una contribución muy significativa para la
comprensión del trastorno límite es la de Peter Fonagy, cuYo concepto de mentalización es
uno de los ejes centrales de su aportación.
La mentalización o función reflexiva es una función simbólica específica
fundamental, tanto en la teoría psicoanálitica como en la teoría del apego. Se define como
la capacidad de explicar, formarse creencia y dotar de significado las conductas del otro en
términos de pensamientos, deseos o expectativas. Consiste en atribuir al otro un mundo
interno representacional-mental o, dicho de otra forma, considerar al otro como poseedor
de una mente cuYos contenidos determinan y permiten comprender los comportamientos
de las personas. Al mismo tiempo, debido a que dota de significado a la conducta de sí
mismo y de los otros y la hace predecible, es también capaz de ser flexible para poder
activar, entre los múltiples grupos de representaciones Self-otros, el más apropiado para
un contexto interpersonal particular. La exploración del significado de las acciones de los
otros está ligada esencialmente a la habilidad del niño de calificar y encontrar sentido a su
propia experiencia. Esta habilidad juega un papel crucial en la regulación del afecto,
control pulsional y dominio sobre el Self (Fonagy, 2004).
La función reflexiva está muy unida al apego. Si el apego seguro es concebido como
la adquisición de procedimientos para la regulación de los estados indeseables de
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Dentro del marco teórico de este trabajo, puede resultar interesante concluir este
paréntesis sobre la teoría de la mentalización con una consideración de Fonagy (2004)
sobre la relación entre teoría psicoanalítica y teoría del apego. Intentando conectar las dos
teorías, el autor afirma, por ejemplo, que la idea de función reflexiva o mentalización
estaba ya presente en Freud con la noción de Bindung, o conexión. Este término se refiere
al cambio cualitativo desde lo físico (inmediato), a la cualidad psicólogica (asociativa) de la
conexión. Melanie Klein, al describir la posición depresiva, insistió en que conlleva,
necesariamente, el reconocimiento del dolor y sufrimiento en el otro, es decir, darse cuenta
de los estados mentales. No hay duda de que, para que ello tenga lugar, el Self y el otro han
de ser conscientes de esta intencionalidad. También Wilfred Bion con el concepto de
contención se acerca a la mentalización. Este autor explica la transformación (función alfa)
de los sucesos internos experimentados como concretos (elementos beta), en experiencias
tolerables y pensables. Donald Winnicott fue, quizás, el autor más cercano a las ideas de la
teoría del apego, al reconocer la importancia de la comprensión psicológica del bebé por
parte del cuidador, para que pueda emerger el Self verdadero y el reconocimiento del
aspecto dialéctico de esta relación. Según el autor, el Self psicólogico se desarrolla a través
de la propia percepción de estar en la mente de otra persona como alguien que puede
pensar y sentir.
A partir de las observaciones pioneras sobre el concepto de mentalización, Bateman
y Fonagy (2004, 2006) desarrollaron el tratamiento basado en la mentalización
(Mentalization based therapy, MBT), consiguiendo integrar teoría de la mente, psicología
del Yo, teoría kleiniana y teoría del apego (Levy, Wassermann, Scott y Yeomans, 2009).
Los autores postulan que el elemento de cambio en todos los tipos de terapias para
pacientes con trastorno límite de personalidad es el desarrollo de la capacidad de
mentalizar, la capacidad de pensar acerca de los estados mentales propios y de los otros en
términos de deseos e intenciones.
Conclusiones
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Uno de los principales objetivos de este trabajo de revisión bibliográfica ha sido trazar un
hilo conductor sobre la condición borderline, a través de la evolución a lo largo del tiempo
de las diferentes conceptualizaciones, intentando abarcar desde las primeras teorías hasta
los más recientes hallazgos. En mi opinión, es posible identificar un punto de contacto
entre los varios planteamientos teóricos, a saber, el carácter de profunda inestabilidad a
nivel afectivo y relacional, ese fondo inestable de la experiencia definido por Barale (2009),
como la inestabilidad que no permite a estos sujetos poder crear memoria, historia interna,
representación de los objetos modulada y rica de matices, fondo inestable que se traduce
en sentimientos de vacío, falta de una “base segura”, defecto de la experiencia interna de
contención que impide una adecuada significación de la experiencia. Es fundamental tener
en cuenta este aspecto clave, sobre todo desde el punto de vista psicoterapéutico, tanto en
terapias de orientación psicoanalítica como de otras orientaciones, terapias que suelen ser
bastante turbulentas. Puede resultar útil concluir este trabajo con una metáfora con la que
Barale intenta explicar tanto el funcionamiento complejo de estos pacientes como las
dificultades en el abordaje terapéutico. El psicoanalista compara la condición límite con un
prisma que gira, y que girando expone sus diferentes caras a la luz, reflejando
continuamente diferentes partes del Self y del objeto, aspectos buenos y malos, de forma
mutable y contradictoria. Esta inestabilidad hace que la relación terapéutica sea
“previsiblemente imprevisible”, donde se alternan la intolerancia a las separaciones y la
transferencia violenta y negativa, como si el paciente estuviese continuamente en una
montaña rusa.
Referencias bibliográficas
Clarkin, J. F., F.E. Yeomans, y O.F Kernberg (2006), Psychotherapy for borderline
personality: focusing on object relations, Washington, American Psychiatric Publishing.
Green, A (1990), Psicoanalisi degli stati limite. La follia privata, trad. de Franco Del
Corno, Milano, Raffaello Cortina, 1991.
Kernberg, O. F. (1976). Object Relations Theory and Clinical Psychoanalysis. New York,
Aronson.
30
Levy, K.N., R.H. Wassermann, L.N. Scott y F.E. Yeomans (2009), “Empirical evidence for
transference-focused psychotherapy and other psychodynamic psychotherapy for
borderline disorder”, en Handbook of evidence-based psychodynamic psychotherapy,
New York, Humana Press, pp. 93-120.
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Resumen
En este artículo se examinan algunas contribuciones sobre el estudio del Trastorno Límite
de Personalidad desde la perspectiva psicodinámica y psicoanalítica. Para ello se traza un
hilo conductor desde los primeros planteamientos teóricos hasta los avances más recientes,
tanto en el diagnóstico como en sus implicaciones al abordaje terapéutico. Se analizan las
características genético-dinámicas de las personalidades de estos pacientes y sus
repercusiones a nivel relacional, haciendo sobre todo referencia a los modelos del
diagnóstico estructural de Otto Kernberg y a la teoría de la mentalización de Peter Fonagy.
Summary
In this article we present some contributions about the study of Borderline Personality
Disorder from the psychodynamic and psychoanalytic perspective. To do this, we follow a
thread leading from the first theoretical approaches to the most recent advances, both in
diagnosis and in the implications for the therapeutic approach. The genetic-dynamical
characteristics of the personalities of these patients and their repercussions at the
relational level are analyzed, with important references to Otto Kernberg's structural
diagnosis model and Peter Fonagy's theory of mentalization.
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Salvatore Cosentino
Doctor en Psicología.
Universidad Ramon Llull. FPCEE Blanquerna.
salvatorec1@blanquerna.url.edu
Eulàlia Arias-Pujol
Doctora en Psicología, y Psicóloga Clínica.
Universidad Ramon Llull. FPCEE Blanquerna.
eulaliaap@blanquerna.url.edu
Carles Pérez-Testor
Doctor en Medicina y Psiquiatra
Universidad Ramon Llull. FPCEE Blanquerna.
IUSM Vidal i Barraquer
carlespt@blanquerna.url.edu
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