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La yiva crea su propio karma con sus deseos particulares de disfrutar este
mundo de diferentes maneras. De modo que ni Krishna (Dios) ni la
naturaleza material son responsables por el karma de la yiva; ésta construye
su propio destino, y según sus actividades (bajo la supervisión del
Supremo), la naturaleza material sencillamente la conduce a otro cuerpo
para que lleve a cabo sus deseos. Si uno quiere trascender el samsara o los
nacimientos y muertes repetidos, uno tiene que estar libre de todo karma.
En El Bhagavad gita, el Señor Krishna explica en detalle este arte del Karma
Yoga. Él expone cómo aquel que ejecuta sus actividades como sacrificio al
Señor Supremo evita el karma, el cautiverio dentro del mundo material. Esta
actividad de sacrificio tan refinada se llama Akarma, es decir, la acción sin
reacción. El Narada Pancharatra explica que el arte del Karma Yoga es
“Servir al Señor de los sentidos con los sentidos de uno”. Es la función del
Guru enseñar a sus discípulos este arte de actuar sin reacción.
Como el ladrido del perro es ilegal, así mismo cuando uno dice algo ofensivo
a otras personas, eso también es pecaminoso. Eso es igual que ladrar. Por lo
tanto, las actividades pecaminosas se cometen de muchísimas maneras
directa e indirectamente. Bien sea que pensemos en actividades
pecaminosas, o que hablemos algo pecaminoso, o que de hecho cometamos
una actividad pecaminosa, todo ello se considera actividad pecaminosa… y
uno tiene que sufrir un castigo por ellas.
De esta manera, el tipo de cuerpo que uno reciba en su próxima vida estará
determinado tanto por el tipo de conciencia que uno desarrolle en esta
existencia como también por la inmutable ley del karma. En cuanto al
desarrollo de la conciencia, ésta depende de nuestros pensamientos, deseos
y acciones; lo cual quiere decir que todo lo que hemos pensado, deseado y
hecho durante toda nuestra vida queda como impresiones en nuestra mente
y ellas son las que determinarán nuestros pensamientos o nuestro estado de
conciencia en el momento de morir. Así, la naturaleza material nos
proporcionará un nuevo cuerpo conforme a estos pensamientos. La clase de
cuerpo que tenemos ahora, es el resultado del estado de conciencia que
tuvimos al morir la última vez. Y por supuesto, también ha dependido de
nuestro karma; es decir de nuestras actividades que han provocado las
consiguientes reacciones; tal como la semilla que cuando la plantamos va
fructificando con el transcurso del tiempo. Estas reacciones del karma son el
polvo que cubre el espejo de nuestra conciencia espiritual pura.
En el momento de la muerte, los elementos más refinados (tales como la
mente, la inteligencia y el ego falso), llamados también el cuerpo sutil, crean
la forma sutil del siguiente cuerpo burdo que ocupará la entidad viviente. Y a
semejanza de la oruga que se transporta de hoja en hoja, cogiéndose de las
siguientes antes de abandonar la anterior; así la entidad viviente, mediante la
mente, sus pensamientos y deseos, inicia la preparación de un nuevo cuerpo
antes de abandonar el actual. Es decir, la mente es el mecanismo que dirige
estas trasmigraciones, impulsando al alma hacia nuevos y nuevos cuerpos.
Y es mediante este cuerpo sutil cómo la entidad viviente sucesivamente se
desarrolla, abandona y ocupa uno tras otro los cuerpos burdos. Finalmente,
es este cuerpo sutil el que precisamente hará de vehículo para trasportar la
pequeña partícula que es el alma individual a otro cuerpo para que goce o
sufra sus reacciones.
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