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La función pedagógica del Jardín Maternal debe desarrollarse en una institución que provea
al niño un entorno seguro emocionalmente más allá de la diversidad socio-cultural que
converge en la institución. Para favorecer este espacio compartido, es necesario ayudar a
desarrollar una mayor comunicación entre docentes, padres, instituciones, para reflexionar,
donde se puedan compartir sus propias dificultades, expresar sus tensiones y manifestar
sus necesidades.
En la integración del niño a la vida del jardín maternal, cobra fundamental importancia el rol
del docente como figura significativa; el maestro debe asumir su posición de adulto
profesional y articular armoniosamente sus habilidades pedagógicas teniendo en cuenta
que el ingreso al jardín maternal es un acontecimiento trascendental en la vida de los bebés
y la familia.
Cuando la docente logra conjugar las actividades de crianza y de asistencia con las tareas
de enseñanza, puede facilitar con sus propuestas el fortalecimiento de su tarea educativa.
A su vez, debe considerar que los niños acceden al jardín con cierta cultura familiar que
establece un determinado modelo de crianza, que no necesariamente coincide con el del
personal del jardín. Por ello, a través de entrevistas iníciales, reuniones e intercambios se
debe intentar tomar contacto con las costumbres, los estilos de crianza y la singularidad de
cada grupo familiar.
"La existencia de los jardines maternales modifica los patrones tradicionales de cuidado
infantil; ya no se puede decir que los niños primero se desarrollan en el hogar, en el grupo
primario, y luego acceden a las instituciones escolares, porque en la actualidad muchos
niños concurren a estos, desde los primeros meses de vida.
De esta manera, tanto la familia como los miembros de la institución cuidan su salud, su
crecimiento y estimulan su desarrollo; cada uno lo hace desde un lugar diferente y
realizando acciones complementarias", alude Lucía Moreau de Linares (1993). En relación
al lugar de la familia en la institución, es necesario conocer y analizar el bagaje histórico
sociocultural de ellas, sus orígenes e historias, para integrarlas en el proyecto educativo.
Resulta de particular importancia que la maestra, con los pequeños de este grupo, procure
el establecimiento de ritmos en la alimentación, el sueño y los periodos de actividades. Esta
función, requiere de trabajo, esfuerzo y ya que se trata del pasaje de los ritmos individuales
a un ritmo colectivo.
La maestra sabe que cada uno de los pequeños tiene distintos ritmos y costumbres, en
función del pasaje de un estado a otro.
En relación con los ritmos colectivos, el hecho de propiciar la adaptación de cada pequeño
conlleva al desarrollo de un vínculo de potencia, comunicación y alegría.
De acuerdo con el conocimiento que la maestra tenga acerca de las de las posibilidades de
su grupo, es importante que organice momentos de actividades de atención libre y dispersa,
y de atención focalizada relacionados con juegos motores y sensoriales, juegos de ostén,
de ocultamiento, etc.
En la sala de deambuladores los momentos de vigilia son más extensos. Los niños se
desplazan por sus propios medios (caminan, corren saltan, trepan, descubren nuevos
espacios), tienen más desarrollada la coordinación de sus movimientos. Comienza el
control de esfínteres. Utilizan las palabras frase, nombran objetos y juegan con las palabras.
Se interesan por los juegos de sacar y poner.
Es necesario que la docente continúe trabajando los ritmos pero con parámetros diferentes
a los trabajados en la sala de lactarios: la maestra puede alternar actividades que
demandan mayor movimiento con otras más tranquilas, puede organizar los momentos de
las actividades individuales con otras grupales.
La maestra puede continuar trabajando con juegos de sostén y ocultamiento, pero en esta
sala estos juegos tendrán características diferentes a los de la sala anterior.
También es importante brindar a los pequeños consignas acerca de cómo utilizar los
elementos con los que vaya a trabajar, o bien expresar en palabras los sentimientos que
aparezcan en cada uno de ellos y en el grupo en el transcurso de las diferentes situaciones
que acontezcan en el aula.
Con respecto al niño de dos años, se puede afirmar que ya ha dejado de ser un bebé. Se
caracteriza por su autonomía, necesita y quiere hacer las cosas por sí mismo, aspecto que
manifiesta, por lo general, con la expresión “yo solito”. Busca su independencia y al mismo
tiempo necesita depender de un adulto y lo expresa a través de sus caprichos y berrinches.
Durante este periodo suele aparecer el juego paralelo, a partir del que los niños juegan uno
junto al otro sin que se manifieste todavía un intercambio real.
Los niños que concurren a esta sala se caracterizan por presentar la evocación
representativa de un objeto o un acontecimiento ausente, aspecto que pueden expresar
verbalmente mediante el uso de frases cortas; su lenguaje se enriquece notablemente y
pueden reconocer ritmos en la sucesión de hechos cotidianos.
La función de la maestra maternal es plantear algunas actividades que los niños puedan
realizar solos o con poca ayuda.
En relación con el uso del espacio, los niños de esta edad suelen usar todos los espacios
disponibles de la institución.
En cuanto al desarrollo cognitivo y motor, los niños ya pueden caminar, correr, saltar,
balancearse, trepar, la maestra además de ofrecerles actividades acordes con estas
posibilidades con estas posibilidades, debe transformarlas en situaciones de juego grupal
con la intencionalidad de que los niños puedan comenzar a jugar juntos.
Examen final de Seminario sobre Jardín Maternal
Alumna: María Isabel Díaz
Fecha de examen: 26/03/2021
Así también, a la docente le compete el trabajo con las relaciones temporales y espaciales
como categorías relativas.
Al finalizar la sala de dos años, en los niños suelen aparecer una sensación de curiosidad
por su propio cuerpo y lo demuestran con los juegos con su cuerpo, por espiar a otros niños
cuando están en el baño, etc.
Resulta fundamental que tanto los padres como la maestra puedan dar respuestas a estos
interrogantes con el propósito de rescatar la importancia que se le debe atribuir al hecho de
generar un vínculo en relación con el aprendizaje y la indagación.
En cuanto a la expresividad del niño, se manifiesta tanto con el lenguaje verbal como con
la música y el movimiento. La función de la maestra se relaciona con generar situaciones
que contemplen, a partir de las posibilidades expresivas de los niños, propuestas de
dramatizaciones con las cuales se inventen historias y se disfracen, mediante la narración
de cuentos, al recitar poesías bien rítmicas, con el uso de instrumentos de percusión para
acompañar actividades musicales, al trabajar técnicas que los pongan en contacto con la
producción de imágenes, al aprovechar todos los momentos del día para ampliar el
lenguaje, entre otras.
Bibliografía
MOREAU DE LINARES, Lucía (1993). "El Jardín Maternal. Entre la institución y el saber.
Buenos Aires". Editorial Paidós. Buenos Aires.