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PRINCIPIOS E
INTERPRETACIÓN GENERAL
El art. 18 de la Constitución Nacional constituye una de las máximas
garantías de la libertad personal, frente al abuso del poder y más allá de
los legítimos derechos de la sociedad de defenderse de la acción
delictiva. En la versión clásica, la garantía procura evitar que inocentes
resulten condenados mediante la confesión obtenida por apremios,
torturas o pruebas fraguadas o que los gobernantes persigan, de ese
modo, a sus enemigos políticos. Desde la perspectiva de los derechos
naturales —o de su nueva formulación, los derechos humanos— las
seguridades y límites del art. 18 de la Constitución, consagran tanto la
dignidad del eventual afectado por aquellas prácticas prohibidas, como de
la sociedad en su conjunto, que se denigra a sí misma si las permite y del
Estado quien, si emplea conductas delictivas, pierde su legitimidad moral
y jurídica.
En consecuencia, la norma contiene una serie de garantías procesales
e impone límites precisos a la actividad represiva del Estado y a los
instrumentos para hacerla efectiva.
Las garantías procesales se inician con el derecho a la jurisdicción, es
decir, con el derecho a peticionar ante tribunales judiciales la emisión de
una sentencia justa y eventualmente absolutoria. El derecho a la
jurisdicción se integra con la obligación, por parte del Estado, de crear
tribunales judiciales independientes del poder político partidario,
adjudicarles competencia y disponer las reglas de procedimiento que
respeten los principios del debido proceso adjetivo. Las reglas
procesales, adjetivas, encuentran, de ese modo, su límite y justificación
en la Constitución Nacional y pueden ser examinadas en su
razonabilidad, tanto como las normas sustantivas. El derecho de los
afectados a solicitar de los tribunales el control de razonabilidad de las
medidas restrictivas de la intimidad, de la libertad ambulatoria, en suma
de la preservación de las garantías del art. 18, exige de parte de los
jueces que, en todos los casos, aquellas medidas sean motivadas en los
hechos y las circunstancias del caso y fundadas en el derecho vigente.
En consecuencia, los deberes procesales de motivar y fundar las
resoluciones judiciales que de algún modo impongan limitaciones a los
derechos personales, encuentran su razón última en la Constitución
Nacional. Constituye un caso ejemplar de lo afirmado, el art. 236 del
Código de Procedimiento Penal de la Nación, en tanto la norma adjetiva
exige la emisión de un auto fundado para la intervención de las
comunicaciones telefónicas o cualquier otro medio de comunicación del
imputado, para impedirlas o conocerlas (695) . Incumplir aquella
disposición implica no sólo el olvido de una obligación procesal sino la
alteración de una garantía constitucional.
En esa misma dirección el ministro Petracchi , votando en disidencia en
el caso "Yemal, Jorge G." , sostuvo que para garantizar la inviolabilidad
de domicilio "la orden de registro sólo puede ser válidamente dictada
cuando median elementos objetivos idóneos para fundar una mínima
sospecha razonable de que en el lugar podrían encontrarse elementos
que probasen la comisión de algún ilícito penal". En consecuencia, "la
mera expresión de sospecha de un funcionario público no constituye per
se base objetiva (696) . En el caso, la orden de allanamiento emitida por
el juez se había limitado a expedirla, remitiéndose a lo que solicitaba la
Dirección General Impositiva.
En tanto la República Argentina es un país federal, la organización,
estructura y funcionamiento jurisdiccional está atribuida tanto al Estado
nacional como a las provincias y, en su órbita y competencia, a la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, conforme con los arts. 5º; 75, inc. 12; 116,
117 y 129 (697) .
Como lo señalara la Corte Suprema de Justicia de la Nación, "el art. 18
exige la observancia de las formas sustanciales del juicio, relativas a la
acusación, defensa, prueba y sentencia pronunciada por los jueces
naturales, dotando de contenido constitucional al principio de bilateralidad
sobre cuya base el legislador está sujeto a reglamentar el proceso
criminal" (698) .
El art. 18 proviene de la Constitución histórica de 1853/60. La reforma
de 1860 suprimió —de la expresión "quedan abolidas para siempre..."—
la frase referida a las ejecuciones a lanza y a cuchillo , que recordaban
una práctica reñida con la dignidad de la persona humana.
Las garantías personales del art. 18 recibieron un amplio desarrollo
doctrinario y jurisprudencial y se extendieron a todo tipo de proceso. Por
eso resultaron inconstitucionales el art. 12 del decreto 214/02 y art. 3° del
decreto 320/02(699) . De esas garantías del art. 18 derivaron la acción de
amparo y la defensa contra la sentencia arbitraria, entendida ésta como la
negación del debido proceso legal o adjetivo y del derecho a obtener una
sentencia justa.
La reforma constitucional de 1994 incluyó expresamente en el art. 43,
las garantías específicas del amparo —en una versión ampliada de la
clásica— el hábeas data y el hábeas corpus . Al mismo tiempo, la
jerarquía constitucional de algunos Tratados de Derechos Humanos
favoreció la interpretación fuertemente garantista de la vida, la libertad y
la dignidad humana e incorporó algunas protecciones concretas, a partir
de entonces, de raigambre expresamente constitucional. Así, por
ejemplo, puede señalarse el art. 10 de la Convención Americana de
Derechos Humanos que establece el derecho a la indemnización en caso
de condena firme por error judicial.
La primera frase del art. 18 "Ningún habitante de la Nación puede ser
penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del
proceso" constituye una especie del principio de legalidad, establecido en
forma general en el art. 19 de la Constitución Nacional. La norma dispone
que los tipos penales —definición del hecho delictivo— y la sanción
correspondiente deben establecerse por ley. Ni siquiera circunstancias
excepcionales autorizan al Poder Ejecutivo a dictar decretos por razones
de necesidad y urgencia en materia penal (conf. art. 99, inc. 3, C.N.).
Además, la ley penal debe ser anterior al hecho del proceso, con lo cual
resulta inaplicable la ley penal más gravosa sancionada con posterioridad
a los hechos. Este principio, paradigma del derecho liberal, también está
consagrado en varios tratados a los que la República Argentina otorgó
jerarquía constitucional (700) .
No obstante, la Corte Suprema, al declarar imprescriptibles los
delitosde lesa humanidad , debió examinar la aplicación de la Convención
sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y los de Crímenes
de Lesa Humanidad en el caso "Prats " a delitos cometidos antes de la
entrada en vigencia en la República Argentina de la mencionada
Convención (701) . Tal como se ha dicho, aunque la tipificación de los
delitos de lesa humanidad no se encuentra totalmente integrada, es claro
que la jurisdicción internacional para el juzgamiento de esos crímenes se
justifica, pues la humanidad toda resulta víctima de ellos (702) .
Por otro lado, el derecho a la aplicación de la ley penal más benigna—
a l momento de la sentencia o durante la condena— no derivaba de las
garantías del art. 18 de la Constitución Nacional sino del art. 2º del
Código Penal, pero después de la reforma constitucional de 1994 se
convirtió en un principio constitucional merced a los tratados a los que se
dio esa jerarquía y establecieron aquel derecho (703) . Ese fue el criterio
adelantado en una disidencia de la Corte Suprema en el caso "Ayerza ",
de 1998. Se sostuvo en aquella ocasión que la retroactividad de la ley
penal más benigna resultaba aplicable aún en las hipótesis de leyes
penales en blanco, cuando la que mudaba en orden a la menor sanción
era el tipo que surgía de la norma complementaria. En términos de la
disidencia referida, se dijo expresamente que "no existen razones para
excluir a las leyes penales en blanco del principio de aplicación de la ley
penal más benigna" principio consagrado en los Tratados de Derechos
Humanos con jerarquía constitucional pues "...en esta clase de leyes
penales se da la posibilidad de que sin variación formal del tipo penal, su
contenido resulte modificado por el cambio sufrido por la norma
extrapenal. Ello en razón de que no es posible concebir como completa la
norma en estudio sin la normativa de complemento, pues ésta resulta una
parte esencial de la ley, sin la cual se tornaría inoperante (704) . De su
lado, en la restante disidencia del caso "Ayerza" se dijo, con cita de un
precedente del Superior Tribunal Federal de Alemania, que "...para la
cuestión de la ley penal más benigna interesa la situación jurídica total de
la que se desprende la norma. No existe fundamento jurídico para no
emplear esta regla en el ámbito de las leyes penales en blanco" (705) .
Por fin, la Corte Suprema en una muy breve sentencia, siguiendo las
disidencias en "Ayerza ", aplicó el principio de la retroactividad de la ley
penal más benigna en la hipótesis de las leyes penales en blanco, en el
caso "Cristalux S.A." , en 2006. La sentencia fue emitida por unanimidad
lo que fortalece la doctrina de la Corte Suprema sobre la cuestión (706) .
E n suma y tal como se ha señalado, la jurisprudencia "ha entendido
tradicionalmente que el principio de legalidad abarca a todos los
presupuestos de la punibilidad y no sólo a la descripción de la conducta
típica en sentido estricto. En consecuencia, también los plazos de
prescripción han de estar legalmente determinados con carácter previo, y
no cabe prorrogarlos retroactivamente, tanto si antes del acto de prórroga
ha expirado el plazo como en el caso contrario" (707) .