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JOHN WAYNE GACY JR.

: EL ORIGEN DE LOS PAYASOS


DIABÓLICOS
Verónica Cano Alarcón
Trabajadora Social. Criminóloga. MAPc. Formadora, Investigadora y Divulgadora

A finales de 2016, el fenómeno internacional de los payasos diabólicos aterrizaba en


España: individuos ocultos bajo una cómica máscara de payaso, sin motivo aparente, optaban
por agredir a personas al azar y atemorizar a la población. No resultaría extraño pensar que
esta disparatada moda se inspirase en el cine de terror, repleto de personajes disfrazados de
payaso que han conseguido aterrar a generaciones enteras: recordar a Pennywise, una de las
figuras creadas por el escritor Stephen King (1986), se convierte, llegados a este punto, en una
situación verdaderamente incómoda.

El pánico que ha sembrado esta novedad se ha ido extendiendo más allá de Estados
Unidos y de Europa: aprovechando la noche de Halloween, estos payasos provocaron
numerosas denuncias por sus ataques en España, destacando los incidentes producidos en
Badajoz, Paterna y Cartagena. Hablar de su origen no tendría sentido sin antes recurrir a la
coulrofobia, es decir, la fobia o miedo irracional a los payasos y a lo que a ellos concierne, la
cual afecta, de una forma especial, a los niños, aunque también puede aparecer en
adolescentes y personas adultas. Aquellos que la padecen suelen coincidir en un terror
inexplicable al excesivo maquillaje, a la nariz roja o al llamativo color de las vestimentas de
estas figuras que, en cierto modo, ocultan su verdadera identidad. Resulta previsible que este
miedo surja a partir de ciertas situaciones de estrés postraumático, experiencias negativas
vividas con estos personajes.

En ese sentido, sería interesante mencionar a Jonh Wayne Gacy Jr. (142-1994),
también conocido como Pogo el Payaso o El Payaso Asesino. Famoso asesino en serie
estadounidense, este individuo violó y mató a 33 hombres jóvenes entre 1972 y 1978,
enterrando a 26 de ellos en el semisótano de su propia casa, 3 en otros puntos del domicilio y 4
lanzados a un río cercano. Curiosamente, ese apodo surgió del hecho de participar de forma
totalmente altruista en desfiles y fiestas de niños vestido de payaso, creando un personaje por
el cual aún a día de hoy se le recuerda.

John Wayne Gacy Jr. nació en Chicago, siendo el segundo de tres hermanos, siendo
las otras dos féminas. Si bien es cierto que, cuando era niño, estaba muy unido a su madre y a
sus hermanas, frecuentemente era castigado por su padre alcohólico, que abusaba de su
madre y le pegaba con un cinturón de cuero. A lo largo de su infancia y adolescencia, Gacy
siempre intentó acercarse a su padre, pero rara vez le aceptaba e, incluso, dudaba de su
sexualidad, haciendo comentarios malsonantes en torno a este tema y a su obesidad
característica. A los 9 años, un amigo de la familia abusó sexualmente de él y, cuando tenía 11,
su padre le golpeó en la frente, lo que le provocaría la formación de un coágulo de sangre en el
cerebro que pasaría desapercibido hasta los 16, cuando comenzó a sufrir desmayos.

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Cuatro fueron los colegios a los que Gacy asistió y abandonó. A la edad de 20 años se
mudó a Las Vegas, donde trabajó en una funeraria durante tres meses antes de volver a su
hogar, graduándose posteriormente en una escuela de negocios. Seguidamente, obtuvo un
puesto directivo en prácticas en una empresa de calzado, en 1964 se mudó a Springfield para
trabajar como vendedor y, en septiembre de ese mismo año, se casó con Marlynn Myers. Gacy
no tardaría en ascender y en ser muy activo en varias organizaciones.

Tras ser declarado culpable de abuso sexual de menores en 1968, su primer


matrimonio llegó a su fin. Fue condenado a 10 años de prisión pero, tras 16-18 meses, obtuvo
la libertad condicional por buen comportamiento antes de volver a mudarse a Chicago, donde
estableció su propio negocio y ocultó su pasado criminal. Gacy se casaría por segunda vez con
una mujer que conoció en la secundaria, mudándose tanto ella como las hijas de ésta a vivir
con él. El sujeto se convirtió en un importante y respetado miembro de la comunidad, y
comenzó a participar de forma altruista en actividades públicas con su show como payaso y
como voluntario.

¿Quién iba a decir que tras John Wayne Gacy Jr., aquel hombre de negocios, dedicado
en cuerpo y alma a su familia, de espíritu altruista y ciudadano ejemplar, se escondía, en
realidad, un sádico asesino en serie que violaría y mataría, en menos de siete años, a un total
de 33 jóvenes? Pogo el Payaso enterró a 26 de sus víctimas en el semisótano de su vivienda,
a otras 3 en otros espacios de la casa y a las últimas cuatro las lanzó a un río cercano, aun
estando casado y manteniendo, a diferencia de su padre, una relación ejemplar con sus hijos.
Nadie imaginó nunca que aquel hedor putrefacto que emitía su domicilio se debía a los restos
humanos en descomposición que albergaba.

La obesidad que padecía nunca le impidió atraer y asesinar a hombres jóvenes


deportistas y fuertes, con una capacidad física claramente superior a la suya. Para ello, acudía
a zonas frecuentadas por hombres homosexuales o a estaciones de autobús, donde ofrecía
llevar en su coche a todos aquellos jóvenes que parecían perdidos. También les prometía
empleo en su negocio o solía hacerse pasar por policía, para torturarles, sodomizarles
sexualmente y estrangularles hasta la muerte. Aun así, no todas sus víctimas fueron
asesinadas: David Cram logró escapar gracias a su pasado como militar; Robert Donelly le
denunció por tortura y violación, aunque Gacy alegó que se trataba de un episodio
sadomasoquista consentido, y Jeffrey Rignall también le denunció, aunque su testimonio no
recibió demasiada credibilidad. Fue la desaparición de Robert Piest, de 15 años, en 1978, lo
que cerró las sospechas sobre él, pues el joven fue visto por última vez camino de una
entrevista de trabajo con él. La policía descubrió numerosos artículos en la casa del sujeto que
le relacionaban con numerosas desapariciones acaecidas en los últimos años, confesando
finalmente los crímenes el 22 de diciembre de ese mismo año: todas sus víctimas tenían entre
14 y 21 años.

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Cuando se le preguntó por el motivo de sus crímenes, Gacy declaró que se excitó
hasta el punto de tener un orgasmo la primera vez que clavó un cuchillo a una víctima, al ver
que la sangre manaba de la herida. Si bien es cierto que intentó alegar un desorden mental,
estaba mentalmente sano: tenía conciencia de haber cometido cada uno de sus crímenes, a
pesar de intentar librarse de la pena de muerte alegando que todos los fallecimientos fueron
accidentales por asfixia erótica, durante apasionadas relaciones sexuales.

¿Qué comunican estos datos? Que John Wayne Gacy Jr. forma parte de la tipología de
los asesinos en serie debido a la presencia de tres o más víctimas, con un período de
enfriamiento emocional entre ellas, cometidas en localizaciones geográficas diferentes; Gacy
cometió un total de 33 crímenes conocidos y no se descartan algunos otros. En cualquier caso,
forma parte de la tipología de asesinos en serie organizados (De Burger y Holmes, 1988), cuyo
rasgo principal era la planificación del crimen: premeditado y no espontáneo, que le permitiera
dar rienda suelta a sus desviaciones sexuales. El sujeto planeaba sus crímenes, seleccionando
cuidadosamente a sus víctimas, siguiendo criterios como la edad (jóvenes de la edad de sus
hijos), la complexión (fuerte) o la orientación sexual (homosexual). Se acercaba a ellas
aprovechando su imagen de hombre de negocios, respetado en la comunidad y con un
profundo espíritu altruista: su buen saber estar y su positiva imagen pública provocaban que las
víctimas no pudiesen negarse a subir en su coche o a trabajar en su empresa, aunque no
tardaría en mostrar sus verdaderas intenciones cuando les drogaba, torturaba, sodomizaba y
estrangulaba, para luego deshacerse de los cuerpos o almacenarlos en su domicilio.

John Wayne Gacy Jr. se sentía rechazado por su padre, alcohólico que solía
maltratarle hasta tal punto de provocarle lesiones. Si bien es cierto que Gacy nunca quiso
menoscabar la imagen de su progenitor, sí reconoció que le hacía constantes bromas acerca
de su orientación sexual y de su obesidad. A su vez, haber sufrido abusos sexuales a una edad
tan temprana pudo provocar en él un episodio de estrés postraumático crónico que
desembocase en este tipo de comportamientos, de índole antisocial. Si bien es cierto que
podía parecer encantador y altruista, carecía de sentimiento de culpa o de sentido de la
empatía hasta tal punto de poder simular lo contrario cuando colaboraba en tareas
comunitarias.

Por tanto, y según los criterios diagnósticos establecidos por el DSM-5 (2003), John
Wayne Gacy Jr. padecía un Trastorno Antisocial de la Personalidad. A pesar de la diferencia
entre un trastorno antisocial y la psicopatía, esa sería la denominación del trastorno Gacy,
quien, incluso el mismo día de su muerte, no consiguió mostrarse arrepentido, dejando la
puerta abierta a la existencia de más víctimas. Existe la posibilidad de que, también, padeciese
Necrofilia, parafilia caracterizada por mantener relaciones sexuales con cadáveres humanos
que podría considerarse una perversión sexual: se trata ya no sólo de recordar su breve paso
por una funeraria cuando contaba con 20 años, sino el hecho de continuar almacenando
cadáveres y restos humanos en el semisótano de su domicilio. Conviene apuntar que las
relaciones sexuales con sus esposas siempre fueron incompletas: rara vez conseguía una

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erección y, en una única ocasión que la consiguió, engendró a su hija con su segunda esposa.
Sin embargo, y a pesar de ser un psicópata de manual, un sádico que se excitaba con el
sufrimiento humano, sí se comportaba como un marido y un padre ejemplar.

Esa fijación sexual por jóvenes de complexión fuerte ha sido determinante para el
diagnóstico, la cual seguramente comenzó durante su adolescencia: sus problemas sexuales
empezaron de la mano de la actitud de su padre y de los abusos sexuales que sufrió, lo que
acabó por provocarle una situación de estrés postraumático que nunca le abandonó. Su
orientación sexual no estaba del todo definida, pero tenía problemas para excitarse con
mujeres; sin embargo, no soportaba la idea de mantener relaciones sexuales debido a que los
pensamientos recurrentes le devolvían a los abusos de su adolescencia. Es posible que
mantener los cadáveres en su domicilio le permitiera, quizá, alimentar su necrofilia, revivir esos
actos sexuales, esas torturas que proliferaba a sus víctimas las cuales, tal y como él mismo
reconoció, le hacían disfrutar y excitarse como nunca. Cuerpos enteros se almacenaban en su
domicilio, emitiendo un hedor insoportable que, por lo visto, nunca fue percibido por su familia.

Finalmente, el 13 de marzo de 1978, John Wayne Gacy Jr. fue sentenciado a 21


cadenas perpetuas y 12 penas de muerte, siendo ejecutado por inyección letal el 10 de mayo
de 1994. Durante los años que pasó en prisión pintó al óleo numerosos payasos, quizá símbolo
de su álter ego. Sus últimas palabras demostraron, una vez más, su falta de arrepentimiento,
sembrando dudas acerca de la existencia de más víctimas.

Artículo publicado en El Mundo Sobrenatural – Revista Oficial (Marzo 2017)

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