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iQué es investigar?
No solamente hay engaño en las respuestas; puede haberlo
también en las preguntas. Por eso, a la interrogación del epígrafe
hay que contestar con la pregunta excluyente: ¿De qué objeto de
investigación se trata? ¿Cu&l es el problema?. Esto es así, por cuanto
el mkodo, si es que tal cosa existe, depende de la naturaleza del
objeto de investigación; 10 contrario sería tanto como hacerle fuer-
za al objeto sometiéndolo a un método general, a priori o
preestablecido. ORTEGA Y G ASSET sostiene que una racionalidad
impuesta desde fuera es simple utopía. Aún más, la especificidad
y determinacibn del objeto que orienta todo el proceso ulterior,
implica de suyo un enorme esfuerzo previo de ruptura
epistemoiógica que nada tiene que ver con método alguno.
Después de BACON se llegó a pensar que la experimenta-
ción era el único y sacrosanto procedimiento de la investiga-
ción científica; sin embargo, más temprano que tarde debió
reconocerse que no siempre es ello posible por cuanto, en
ocasiones, el objeto no se adapta a la experimentación y, en
otras, el experimento imaginario debe remplazar al experimen-
to artificial de laboratorio. MARX, al establecer la analogía entre
4 Epistemologta
la forma mercancía y la célula económica de la sociedad actual,
nos dice que “es mas fácil estudiar el organismo desarrollado que
la simple célula. Ademas, para el análisis de las formas económi-
cas no sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único
medio de que disponemos, en este terreno, es la capacidad de
abstracción”‘. La hipérbole del método experimental se logra en
la creencia de que los fenómenos naturales son experimentos que
la naturaleza hace consigo misma. Así lo veían RIBOT y DUGAS:
“En efecto, la enfermedad es un experimento del mas sutil orden,
instituido por la propia naturaleza en circunstancias muy determi-
nadas y con procedimientos de los que el arte humano no dispo-
ne; ella alcanza lo imposible”*. Lo imposible y el ridiculo de quien
lo afirma. Hoy se habla de experimento imaginario y también de
simuladores y de realidad virtual. Por ello es necesario admitir
que quizás existen métodos pero no metodología. Existen méto-
dos para adquirir las nociones y el saber, para facilitar el aprendi-
zaje, para la descripción fenomenológica de la consciencia, y para
auscultar el contenido de las creencias y de la fe de nosotros y de
los otros. En cambio, para lograr el descubrimiento y la creación
del conocimiento, para elevarnos hasta los conceptos abstractos,
no puede haber metodología ni métodos externos, tan sólo apli-
caciones de la lógica del concepto teórico mismo y de los princi-
pios racionales de la epistemología. Mas aún, el experimento, el
sanctasantórum tradicional de los métodos de las ciencias mal
llamadas empíricas, que se inscribe en el contexto de justitica-
ción, es útil para falsar o corroborar las teorías, pero carece de
rendimiento alguno en el contexto de descubrimiento y creación
de conceptos en tanto los presupone pero no los crea, excluye lo
falso pero no engendra la verdad que corrobora. Si justifica, co-
rrobora o verifica una verdad es porque esa verdad, aun en la for-
Creación y descubrimiento
Estos vocablos, que he utilizado reiteradamente, aunque
vienen ligados en la historia, expresan conceptos muy distin-
tos, si bien el común de la gente los confunde o encuentra de
su agrado sólo el último. El descubrimiento generalmente pre-
cede a la creación; es el hallazgo de un hecho o suceso de la
naturaleza, de la sociedad, de la vida, de la psique y hasta del
mundo geográfico. Este hallazgo, algunas veces, es fortuito o
azaroso, mientras que la creación nada le debe al álea o a la
suerte. Para que el descubrimiento sea causa o precedente
imprescindible de la creación debe infundir en el ánimo, en el
espíritu científico del investigador, la curiosidad, la pasión y
el sorprendimiento. Por eso los antiguos griegos decían que
el origen de la ciencia es el espanto del fantasma interior o la
sorpresa que el mundo exterior nos depara.
3 KARL h4~n.x. El dieciocho Brumario de Luis Ronaparte (O.P. Safont). Ed. Ariel.
Barcelona, 1982, pág. 1.
Y KARL M ARX . El Capital. op., pág. 7.
Mario Baena Upegui 9
En la tradición judeo-cristiana parece que crear es la acción
exclusiva y privativa del verbo divino, lo que se revela evidente en
la omnipotencia de las palabras del niño que preceden al yo ideal
del adulto. No obstante, el hombre es un ser esencialmente crea-
dor de su vida individual y de su especie. Sólo que la creación
humana no es el mágico e imposible surgimiento de la nada por la
potencia de la palabra, por cuanto ex nihilo nihil, sino la dificil
transformación de lo existente. En la producción social transfor-
ma la materia prima en valores de uso y en valores de cambio; en
el arte transforma la materia bruta en las obras maravillosas de su
ingenio de que fueron testigos áticos los antiguos griegos para
quienes la palabra poesía significó, inicialmente, creación; y en la
ciencia transforma lo hallado o lo descubierto en conceptos teó-
ricos. A ello lo precipita el asombro, el deseo del saber y las ne-
cesidades históricas. La creación es la dominación teórica del
descubrimiento, logicismo y matematización conceptual de la
realidad, que es dable únicamente al animal humano. Histórica-
mente, se produce el transito de la metafísica (creer) a la ideolo-
gía (saber) y de ésta a la ciencia (conocer). (Recuérdese que COMTE
expuso su famosa ley de los tres estadios: el teológico, el meta’&
sico y el positivo. Nosotros preferimos hablar de metafisica, ideo-
logía y ciencia. Sin embargo, entre los estudios comtian y lo
que acabo de enunciar hay una enorme diferencia. COMTE creía en
esos momentos como hechos sucesivos en la linealidad históri-
ca; en cambio, yo pienso en la periodización de la ciencia y, por lo
tanto, la metafisica, la ideología y la ciencia se repiten, aunque
cambiando de forma y contenido en cada período de la historia).
Verbigracia: Primero, el hombre debió descubrir el fuego por la
erupción de los volcanes y los incendios forestales; frente a la
experiencia de su capacidad destructora y de reducción a cenizas
de todo lo que toca, debió convertirlo en el dios-fuego, el sol
(metafísica); luego, cuando aprendió a producirlo artificialmente
para la cocción de los alimentos surgió en su mente el dios del
fuego, y mas tarde el flogisto alquímico (ideología); por último.
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