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- EPISTEMOLOGÍA

Mario Baena Upegui


Profesor Investigador

iQué es investigar?
No solamente hay engaño en las respuestas; puede haberlo
también en las preguntas. Por eso, a la interrogación del epígrafe
hay que contestar con la pregunta excluyente: ¿De qué objeto de
investigación se trata? ¿Cu&l es el problema?. Esto es así, por cuanto
el mkodo, si es que tal cosa existe, depende de la naturaleza del
objeto de investigación; 10 contrario sería tanto como hacerle fuer-
za al objeto sometiéndolo a un método general, a priori o
preestablecido. ORTEGA Y G ASSET sostiene que una racionalidad
impuesta desde fuera es simple utopía. Aún más, la especificidad
y determinacibn del objeto que orienta todo el proceso ulterior,
implica de suyo un enorme esfuerzo previo de ruptura
epistemoiógica que nada tiene que ver con método alguno.
Después de BACON se llegó a pensar que la experimenta-
ción era el único y sacrosanto procedimiento de la investiga-
ción científica; sin embargo, más temprano que tarde debió
reconocerse que no siempre es ello posible por cuanto, en
ocasiones, el objeto no se adapta a la experimentación y, en
otras, el experimento imaginario debe remplazar al experimen-
to artificial de laboratorio. MARX, al establecer la analogía entre
4 Epistemologta
la forma mercancía y la célula económica de la sociedad actual,
nos dice que “es mas fácil estudiar el organismo desarrollado que
la simple célula. Ademas, para el análisis de las formas económi-
cas no sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único
medio de que disponemos, en este terreno, es la capacidad de
abstracción”‘. La hipérbole del método experimental se logra en
la creencia de que los fenómenos naturales son experimentos que
la naturaleza hace consigo misma. Así lo veían RIBOT y DUGAS:
“En efecto, la enfermedad es un experimento del mas sutil orden,
instituido por la propia naturaleza en circunstancias muy determi-
nadas y con procedimientos de los que el arte humano no dispo-
ne; ella alcanza lo imposible”*. Lo imposible y el ridiculo de quien
lo afirma. Hoy se habla de experimento imaginario y también de
simuladores y de realidad virtual. Por ello es necesario admitir
que quizás existen métodos pero no metodología. Existen méto-
dos para adquirir las nociones y el saber, para facilitar el aprendi-
zaje, para la descripción fenomenológica de la consciencia, y para
auscultar el contenido de las creencias y de la fe de nosotros y de
los otros. En cambio, para lograr el descubrimiento y la creación
del conocimiento, para elevarnos hasta los conceptos abstractos,
no puede haber metodología ni métodos externos, tan sólo apli-
caciones de la lógica del concepto teórico mismo y de los princi-
pios racionales de la epistemología. Mas aún, el experimento, el
sanctasantórum tradicional de los métodos de las ciencias mal
llamadas empíricas, que se inscribe en el contexto de justitica-
ción, es útil para falsar o corroborar las teorías, pero carece de
rendimiento alguno en el contexto de descubrimiento y creación
de conceptos en tanto los presupone pero no los crea, excluye lo
falso pero no engendra la verdad que corrobora. Si justifica, co-
rrobora o verifica una verdad es porque esa verdad, aun en la for-

’ KARLMAPX ElCapital. Prólogo alaprimeraedición(W~~~~~~o ROCES). Tomo,. Val


I. Fondo de Cultura Económica. México, 1946, pág. 6.
2 GEoRoEs CANFULHEM. Lonormalylopafológic”(~cnRoo POTSCHARD). Siglo veintiu-
no. Ed. M&ko, 1971, pág. 22.
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ma de la abducción, ya existía por fuera del experimento y, por
supuesto, al interior de la experiencia posible, fundamento real,
en última instancia, del conocimiento científico. El experi-
mento, y en esto son contestes la mayoría de los epistemólogos,
viene ya “cargado de teoría” surgida del trabajo de la razón y
no de un aparato técnico ad hoc por complejo y perfecto que
sea, aparato que presupone un conocimiento teórico anterior.
Nadie, hasta ahora, ha realizado un experimento con el propó-
sito de crear una teoría; por el contrario, los investigadores
echan mano del expediente experimental para confirmar o ne-
gar las que ya tenían en ciernes en el silencio del pensamiento
abstracto. El experimento es artificio probatorio y no fuente
generadora de conocimiento. La alternancia entre el concepto
y el experimento que lo falsa es lo que se enuncia en la manida
expresión de ensayo y error. Ahora bien, algunos aconteceres
de la naturaleza tenidos, en ocasiones, como experimentos,
tales las perturbaciones de la órbita de NEPTUNO que, supues-
tamente, sirvieron para probar la existencia de PLUTONIO, o el
perihelio de MERCURIO para probar la teoría general de la
relatividad, no son experimentales, sino eso, observaciones fo-
tográficas o telescópicas. Si esto no es cierto, habría que dar
un nuevo concepto de lo que se entiende por experimento.
La fisiología es el lugar de la ciencia donde el experimen-
to ha dado mayor resistencia en su pretensión creadora. Debe-
mos aceptar que el experimento crea condiciones artificiales
que el experimentador asimila arbitrariamente a las condicio-
nes naturales. CANGUILHEM es contundente: «Ante todo se in-
sistirá en que el tisiólogo, como el fisico y el químico, ins-
tituye experimentos cuyos resultados compara, haciendo la
presuposición capital de que tales datos valen ‘si las demás
condiciones no varian’$. 0 sea que las normas funcionales
del enfermo de laboratorio sólo pueden tener sentido den-
3 GEORGES CANGUILHBM. Op. cit., pág 108
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tro de las normas operativas del hombre de ciencia que realizó
el experimento. Más adelante, el mismo autor, al subrayar las
dificultades para asimilar a condiciones experimentales las
condiciones normales, nos informa: “Si se define lo anormal
o lo patológico por la desviación estadística o por lo insólito,
como suele hacerlo el fisiólogo, desde un puro punto de vista
objetivo, hay que decir que las condiciones de examen en el
laboratorio colocan .al ser vivo en una condición patológica,
de la cual paradójicamente se pretende extraer conclusiones
que tengan alcance normativo”4.
El positivista ama el experimento porque éste le permite
llegar a donde quiere ir; él sabe que el experimento crea con-
diciones artificiales orientadas, consciente o inconscientemen-
te, para producir el resultado que desea y busca probar.
En pocas palabras, no es lo mismo ‘investigar’ en el am-
plísimo espectro de la ideología, en la nebulosa de la metafísi-
ca, o en el campo azaroso y desconocido de lo científico.
De tal manera que investigación en el sentido prístino
del vocablo sólo existe en la ciencia, en tanto la adquisición
del saber de la ideología es simple aprendizaje, y la metafísi-
ca es la introyección del deseo del Otro por la palabra del
otro. El objeto de la ciencia es lo que queda de la ruptura con
la ideología y la metafísica, esto es, el concepto teórico abs-
tracto que es la creación propia del espíritu humano y, por
ello, en cuanto tal, producto y objeto de la razón, que es lo
que se llama reflexionar a la manera de KANI., por muy equi-
vocado que haya sido el razonamiento del filósofo de
KONIGSBEKG. El ideólogo y el metafísico saben lo que buscan
y, por ello, siempre lo encuentran. Desde hace muchísimos
años se les dijo que ‘el que busca encuentra’ en el océano de
las nociones externas de la tradición y del presente, o, lo que
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es lo mismo, en su propio mundo interior de la sensibilidad
inconsciente. Por eso define su búsqueda como el anhelo de
encontrarse a sí mismo, y logra la alacridad en el dogma que
responde todas las preguntas y ofrece la paz de los espíritus.
El investigador científico, por el contrario, va en búsqueda
de lo ‘anómalo’*, de lo ‘anormal’, o de lo desconocido, de lo
que todavía no se conoce, en las fronteras de la ciencia y más
allá del límite actual del conocimiento y, por ello, en muchas
ocasiones, no encuentra otra cosa que no sea más que la he-
sitación o la angustia de nuevas preguntas sin respuestas que
deben, entonces, postergarse.
¿Qué hace la ciencia respecto de la ideología y la metafí-
sica?. Vigilarlas, para evitar su invasión, proceso conocido como
demarcación de los campos propios de una y otras. El psicoa-
nálisis nos ha demostrado que existe la tendencia del incons-
ciente a investir al yo que no se reconoce en esa nueva investi-
dura, especie de spaltung o escisión del yo que convierte la
realidad en formas del fantasma o del imaginario.
Vigilarlas, igualmente, para que el prejuicio ideológico no
se levante a la manera de obstáculo del conocimiento que rom-
pe con aquél, rompimiento tanto mas doloroso cuanto mayor
es la resistencia que genera. La historia de la ciencia está ple-
na de ejemplos en los cuales el investigador paga con su vida,
persecución, retractación, exclusión o desprecio, el precio de
la verdad científica que contradice la evidencia ideológica o
metafísica. “Cabalgamos, Sancho”. El psicoanálisis desde sus
albores, desde el día del santo de 1900 en que apareció en Viena
La Interpretación de los Sueños, de SIGMUND FREUD, ha sa-
bido que mientras más vergonzoso y profundo sea nuestro pre-
juicio 0 nuestro secreto inconsciente, mas violenta es la reac-
ción consciente que provoca la palabra que lo revela. Si esto
* NoadmitimoslanocióndeanomaliadeKu~~. Enel mundofisiconoexistealgoque
puede llamarse anómalo. Lo anómalo son las teorías, no los seres del mundo tlsico
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es cierto respecto del individuo, tanto más lo será respecto de
la masa del pueblo para quien “la tradición de todas las genera-
ciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los
vivos”5. El mismo autor, en el prólogo de su obra cumbre, El
Capital, reitera la idea: “No sólo nos atormentan los vivos,
sino también los muertos. Le mort saisit le vP6.
Investigar es ‘pensar’ y pensar lo pensado, es decir, re-
flexionar con los mecanismos de la razón o principios
epistemológicos, tal como ex-profeso lo declararan KANT ,
EINSTEIN y MARX.

Antes de exponer las formas del pensamiento lógico-cien-


tífico o, lo que es lo mismo, los principios de la racionalidad,
debo detenerme en algunos problemas de la episteme moderna.

Creación y descubrimiento
Estos vocablos, que he utilizado reiteradamente, aunque
vienen ligados en la historia, expresan conceptos muy distin-
tos, si bien el común de la gente los confunde o encuentra de
su agrado sólo el último. El descubrimiento generalmente pre-
cede a la creación; es el hallazgo de un hecho o suceso de la
naturaleza, de la sociedad, de la vida, de la psique y hasta del
mundo geográfico. Este hallazgo, algunas veces, es fortuito o
azaroso, mientras que la creación nada le debe al álea o a la
suerte. Para que el descubrimiento sea causa o precedente
imprescindible de la creación debe infundir en el ánimo, en el
espíritu científico del investigador, la curiosidad, la pasión y
el sorprendimiento. Por eso los antiguos griegos decían que
el origen de la ciencia es el espanto del fantasma interior o la
sorpresa que el mundo exterior nos depara.

3 KARL h4~n.x. El dieciocho Brumario de Luis Ronaparte (O.P. Safont). Ed. Ariel.
Barcelona, 1982, pág. 1.
Y KARL M ARX . El Capital. op., pág. 7.
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En la tradición judeo-cristiana parece que crear es la acción
exclusiva y privativa del verbo divino, lo que se revela evidente en
la omnipotencia de las palabras del niño que preceden al yo ideal
del adulto. No obstante, el hombre es un ser esencialmente crea-
dor de su vida individual y de su especie. Sólo que la creación
humana no es el mágico e imposible surgimiento de la nada por la
potencia de la palabra, por cuanto ex nihilo nihil, sino la dificil
transformación de lo existente. En la producción social transfor-
ma la materia prima en valores de uso y en valores de cambio; en
el arte transforma la materia bruta en las obras maravillosas de su
ingenio de que fueron testigos áticos los antiguos griegos para
quienes la palabra poesía significó, inicialmente, creación; y en la
ciencia transforma lo hallado o lo descubierto en conceptos teó-
ricos. A ello lo precipita el asombro, el deseo del saber y las ne-
cesidades históricas. La creación es la dominación teórica del
descubrimiento, logicismo y matematización conceptual de la
realidad, que es dable únicamente al animal humano. Histórica-
mente, se produce el transito de la metafísica (creer) a la ideolo-
gía (saber) y de ésta a la ciencia (conocer). (Recuérdese que COMTE
expuso su famosa ley de los tres estadios: el teológico, el meta’&
sico y el positivo. Nosotros preferimos hablar de metafisica, ideo-
logía y ciencia. Sin embargo, entre los estudios comtian y lo
que acabo de enunciar hay una enorme diferencia. COMTE creía en
esos momentos como hechos sucesivos en la linealidad históri-
ca; en cambio, yo pienso en la periodización de la ciencia y, por lo
tanto, la metafisica, la ideología y la ciencia se repiten, aunque
cambiando de forma y contenido en cada período de la historia).
Verbigracia: Primero, el hombre debió descubrir el fuego por la
erupción de los volcanes y los incendios forestales; frente a la
experiencia de su capacidad destructora y de reducción a cenizas
de todo lo que toca, debió convertirlo en el dios-fuego, el sol
(metafísica); luego, cuando aprendió a producirlo artificialmente
para la cocción de los alimentos surgió en su mente el dios del
fuego, y mas tarde el flogisto alquímico (ideología); por último.
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en ruptura con las creencias y nociones anteriores, lo creó me-


diante los conceptos de la combustión, reacción entre varias cla-
ses de combustibles y el comburente oxígeno. Por su parte, el
psicoanálisis, en el imaginario de la escena primaria encontraría
el ardor del Eros, el significante falo del ave cebada en el hígado
somático de Prometeo, el héroe cultural, que lo hurta a losdio-
ses, el símbolo de la pulsión del deseo y el goce.

Expondré algunos ejemplos:

3 La palanca. Hoy sabemos que el descubrimiento de la pa-


lanca se pierde en los albores de la historia, lo que no tiene nada
de casual en tanto el brazo del hombre es una palanca natural y
versátil dado que puede tener su punto de apoyo en el hombro, en
el codo o en la muñeca. (Las distancias de las masas al punto de
apoyo las seguimos llamando brazos de la palanca). Sabemos tam-
bién que los babilonios y los egipcios de las antiquísimas dinas-
tías de los primeros faraones utilizaron ampliamente la palanca,
el plano inclinado y la polea en la construcción de túmulos fune-
rarios y pirámides. Sm embargo, sólo ARQUÍMEDES en el siglo Il1
a.c., después de crear la ley de la palanca, pudo decir: “Dadme un
punto de apoyo y moveré el mundo”. Estableció que M.a: F.b.; en
donde M es la masa pesante del cuerpo que se mueve; a es la
distancia de M al punto de apoyo 0; F es la ‘fuerza’ que debe apli-
carse en el otro extremo, y b es la distancia desde F hasta el punto
de apoyo 0. Mientras mayor sea la diferencia entre el brazo b y el
brazo a, (b-a), mayor será la eficacia de la palanca, saber que se
puede lograr también empíricamente. (Las distancias, a y b, son
los brazos de la palanca. Figura 1).
Huelga decir que con ktST6TELES y ARQUíMEDES se inicia
la estática en física, que no logra salir de ahí en la antigüedad,
hasta la dinámica galileana.

Los egipcios descubrieron empíricamente la eficacia de


la palanca e incluso le dieron adecuado uso práctico, pero

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