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FICHA 11

FILOSOFÍA
5° / 2023

INSTITUTO/LICEO:
_____________________
Estudiante:
_____________________
Prof. Lic. Elena Rodríguez
EPISTEMOLOGÍA

https://youtu.be/e1BAUIZxI5A

Filosofía de la ciencia, epistemología… 1


A propósito de nomenclaturas, corresponde aclarar el significado de la palabra
epistemología. Muchos autores franceses e ingleses la utilizan para designar lo que
en nuestro medio se llama “teoría del conocimiento” o “gnoseología”, es decir, un
sector de la filosofía que examina el problema del conocimiento en general: el
ordinario, el filosófico, el científico, etc. Pero en este libro el término “epistemología”
será empleado en un sentido más restringido, referido exclusivamente a los
problemas del conocimiento científico, tales como las circunstancias históricas,
psicológicas y sociológicas que llevan a su obtención, y los criterios con los cuales
se lo justifica o invalida. La epistemología sería, entonces, el estudio de las
condiciones de producción y de validación del conocimiento científico.
El epistemólogo se formula una pregunta de crucial importancia para comprender y
analizar la significación cultural de la ciencia en la actualidad: por qué debemos
creer en aquello que afirman los científicos. No acepta sin crítica el conocimiento
científico sino que lo examina del modo más objetivo posible: para él es igualmente
de interés una teoría nueva, contemporánea, que las teorías tradicionales que en
su momento tuvieron gran prestancia (como la mecánica newtoniana). Al igual que
un filósofo, frente a cualquier teoría y con independencia de que esté apoyada por
la tradición o sea muy reciente, se preguntará por su aparición como fenómeno
histórico, social o psicológico, por qué hay que considerarla como buena o mala, o
cuáles son los criterios para decidir si una teoría es mejor o peor que otra. La
epistemología es por ello una actividad crítica que se dirige hacia todo el campo de
la ciencia. La orientación que le hemos dado a este libro es, precisamente, la de
una discusión fundamentalmente epistemológica.
Estrechamente vinculada a la epistemología se halla la filosofía de la ciencia, que
algunos autores identifican con aquélla. Sin embargo, no es conveniente hacerlo
así, porque la filosofía de la ciencia, como la filosofía en general, abarca muchos
problemas que no son estrictamente epistemológicos. Un problema filosófico sería,
por ejemplo, tratar de decidir si la realidad objetiva existe o es una ilusión de los
sentidos; en este ámbito, el filósofo de la ciencia puede interesarse por la cuestión
de si la física, por ejemplo, presupone una metafísica peculiar que afirme la
existencia de una realidad externa a la subjetiva. Pero éste no es un problema
central para la epistemología. …

1
Klimovsky, Gregorio. “Las desventuras del conocimiento científico”

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¿QUÉ ES LA “CIENCIA”?
“Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de
entenderlo; y, sobre la base de su inteligencia imperfecta pero perfectible del
mundo, el hombre intenta enseñorearse de él para hacerlo más confortable. En
este proceso, construye un mundo artificial: ese creciente cuerpo de ideas
llamado `ciencia ́, que puede caracterizarse como conocimiento racional,
sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible. Por medio de la
investigación científica, el hombre ha alcanzado una reconstrucción conceptual
del mundo que es cada vez más amplia, profunda y exacta. 2 (Mario Bunge)
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-
“No hay ninguna otra especie en la Tierra que haga ciencia. Hasta ahora es
una invención totalmente humana, que evolucionó por selección natural en la
corteza cerebral por una sola razón: porque funciona. No es perfecta. Puede
abusarse de ella. Es solo una herramienta. Pero es con mucho la mejor
herramienta de que disponemos, que se autocorrige, que sigue funcionando,
que se aplica a todo. Tiene dos reglas. Primera: no hay verdades sagradas;
todas las suposiciones se han de examinar críticamente; los argumentos de
autoridad carecen de valor. Segunda: hay que descartar o revisar todo lo que
no cuadre con los hechos. Tenemos que comprender el Cosmos tal como es y
no confundir lo que es con lo que queremos que sea. Lo obvio es a veces falso,
lo inesperado es a veces cierto. Las personas comparten en todas partes los
mismos objetivos cuando el contexto es lo suficientemente amplio. Y el estudio
del Cosmos proporciona el contexto más amplio posible. La actual cultura
global es una especie de arrogante advenedizo. Llega a escena planetaria
siguiendo a otros actos que han tenido lugar durante cuatro mil quinientos
millones de años, y después de echar un vistazo a su alrededor, en unos pocos
miles de años, se declara en posesión de verdades eternas.
Pero en un mundo que está cambiando tan de prisa como el nuestro, esto
constituye una receta para el desastre. No es imaginable que ninguna nación,
ninguna religión, ningún sistema económico, ningún sistema de conocimientos
tenga todas las respuestas para nuestra supervivencia. Ha de haber muchos
sistemas sociales que funcionarían mucho mejor que los existentes hoy en día.
Nuestra tarea, dentro de la tradición científica, es encontrarlos.”3 (Carl Sagan)
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2
Bunge, Mario. “La ciencia, su método y su filosofía”.
3
Sagan, Carl. “Cosmos”

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¿QUÉ ES LA CIENCIA? ¿CÓMO HA NACIDO?
PUNTO DE VISTA CRÍTICO: PIERRE THUILLIER.
“De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la investigación científica”

«La ciencia, considerada como un proyecto que se realiza


progresivamente, es tan subjetiva y está tan condicionada
psicológicamente como no importa qué otra empresa
humana».
Einstein

¿De qué manera elaboran sus teorías los científicos? ¿Disponen de un «método»
establecido de una vez para siempre que garantice la «verdad» de su saber? ¿Es
cierto que la actividad de los físicos y de los biólogos es totalmente «Objetiva» y
«racional»? ¿Existen criterios que permitan saber a ciencia cierta si se debe
aceptar o rechazar una nueva teoría? ¿Se puede trazar un límite claro y definido
entre la verdadera y la falsa ciencia? (...) Tomemos un ejemplo a la vez elemental y
fundamental: ¿es exacto que una buena teoría es una teoría «confirmada por los
hechos»? Y, en otros aspectos, ¿es exacto que haya que rechazar una teoría a la
que contradicen «hechos experimentales» bien establecidos?
La respuesta, si se cree en las versiones vulgarizadas del Método Experimental, es
muy sencilla. (...) Con «la ciencia», por lo menos, uno puede saber por dónde anda.
He aquí, por fin, una actividad cognoscitiva seria que, gracias a procedimientos
eficaces, nos conduce a certezas e incluso a Verdades. De aquí el éxito de este
panorama contrastado; mientras que el arte, la religión y la filosofía recurren a la
imaginación, a la intuición, a creencias quiméricas y a especulaciones
incontroladas, la Ciencia nos revela la Realidad tal como es. Este balance
epistemológico, diremos de paso, significa concretamente esto: los expertos
científicos merecen crédito. Saben mucho, y lo saben bien... Debemos, pues,
confiar en ellos y, llegado el caso, someternos a sus decisiones.
¿No es lógico obedecer a los que detentan el conocimiento justo? Como hacía
notar Roger Bacon al comienzo siglo XVII, el saber otorga el poder. Razón de más
para interesarse por todo lo que se dice sobre la ciencia y sus fundamentos. ¿Hay
que creer que existe un Método gracias al cual se pueden elaborar teorías
estrictamente fieles a los «hechos»? No se puede formular una respuesta
mínimamente satisfactoria en unas pocas páginas. Los filósofos de la ciencia y los
mismos científicos han escrito miles y miles de páginas sobre este tema sin llegar a
perfeccionar una teoría que fuese a la vez precisa, completa y realista (...) Si la
historia de la ciencia ha podido sacar a la luz un «hecho» importante, es sin duda
éste: ¡jamás existe una adecuación perfecta entre las teorías y «los hechos»!
Y si pongo comillas al escribir «los hechos», la primera razón de ello es que esta
expresión no quiere decir nada de preciso. Los científicos utilizan «hechos», es
decir, un cierto número de observaciones y resultados experimentales. Pero, en
cuanto una teoría alcanza cierto grado de generalización y complejidad, es
prácticamente imposible tener la certeza de que todos los hechos (o incluso todos

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los tipos de hechos) pertinentes se hayan tenido en cuenta. Como dirían los
filósofos, los hombres de ciencia se mueven en la finitud... Su deseo es producir
teorías válidas para una infinidad de fenómenos. Pero en la práctica, jamás están
seguros de haber localizado todos los «hechos» útiles; y, precisamente por eso, las
teorías mejor confirmadas siguen siendo precarias, frágiles. Así pues, todos los
discursos que tienden a hacer olvidar este hecho, nos ocultan algo. Al presentar
«los hechos» como una especie de prueba máxima de la verdad de la ciencia,
hacen a esta última una publicidad abusiva; y, al mismo tiempo, empobrecen y
evalúan lo que tantas veces llamamos la aventura científica. (...)
Es cierto que, en algunos casos, se puede tener la impresión de que la «teoría» ha
sido totalmente comprobada mediante los «hechos». Así, la afirmación de que la
Tierra es esférica (o casi esférica) tuvo primero el estatus de una teoría; los sabios
antiguos llegaron a esta idea con la reflexión y la especulación. Más tarde, esta
teoría fue brillantemente confirmada. Todos nosotros, hoy en día, hemos visto
fotografías que muestran, literalmente, la esfericidad (o casi esfericidad) de nuestro
planeta. Pero aquí está la paradoja: ¡ya no se trata de una teoría! Para nosotros, es
un hecho. Resultado alentador, puesto que nos indica que las especulaciones
científicas pueden conducirnos a conocimientos reales. Pero que nos recuerda que
las teorías no son verdaderas de una manera absoluta más que cuando ya no son
teorías...Dicho de otra forma, la noción misma de teoría implica la incertidumbre.
(...)
Por otra parte, puede resultar ser necesario una revisión drástica de determinadas
nociones fundamentales (...) Una buena teoría no es una teoría definitivamente
irrefutable y absolutamente cierta: es una teoría coherente y que posee cierta
eficacia en las condiciones dadas. El malentendido comienza cuando el celo de los
publicistas (y a veces de los mismos científicos) hace que se glorifique con exceso
la certeza y la objetividad del saber experimental. (...)
En este sentido, el legendario «método experimental» expresa cierta verdad los
hombres de ciencia tienen un proyecto preciso y respetan determinadas normas
(como aquella que exige una confrontación estrecha y seria de la teoría con los
fenómenos a los que concierne). (...)
En principio no hay más que seguir el Método. Sin embargo, en la práctica, el
asunto no es tan sencillo. (...). ¿Cómo elegir los hechos buenos entre todos los
hechos disponibles? Por «hechos buenos» entendamos aquellos que son
significativos, aquellos que presentan de forma bien caracterizada las variables
«pertinentes», los fenómenos «fundamentales», etc. Cuando una teoría ha sido
aceptada, desde hace mucho tiempo, se tiende a subestimar la importancia de este
problema.
(...) En primer lugar, es muy raro que los «hechos» confirmen de forma completa e
inmediata la validez de una teoría, ya que a los hechos positivos es casi siempre
posible oponer hechos negativos (es decir, desfavorables a la teoría que se
comprueba). (...) También puede suceder que algunas teorías sean rechazadas en
el mismo instante que aparecen, pero esto no les impide prosperar...

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Una de las paradojas a las que se llega, es que los mismos «hechos» pueden sufrir
diferentes evaluaciones. Si todo sucediese tal como afirman las formulaciones
usuales del «método experimental», estas evaluaciones deberían considerarse, no
sólo como superfluas, sino como condenables. Así lo exige el gran ideal de la
Objetividad: los científicos deben abstenerse de manifestar sus preferencias
personales, de hacer intervenir en sus investigaciones prejuicios filosóficos, de
privilegiar tal o cual teoría sin justificación «racional», etc. Este estado de perfecta
naturalidad, por desgracia, muy a menudo es irrealizable. (...)
¿Es preciso sacar la conclusión, (...), de que la «ciencia» es incapaz de progresar
hacia un conocimiento mejor de la naturaleza? Por supuesto que no. Los
científicos, con paciencia y repetidos esfuerzos, acaban por escribir y explicar cada
vez mejor determinados fenómenos. Tal vez no lleguen a la Verdad absoluta (lo
que, por otra parte, pondría fin a la investigación científica), pero resuelven, con
mayor o menor exactitud, un gran número de problemas. Con el transcurso del
tiempo, se establece una selección de teorías. Aunque este saber sea siempre
parcial y susceptible de modificarse o cuestionarse, resultaría vano impugnar
radical y globalmente la fecundidad del trabajo de los investigadores. Cualesquiera
que sean los fallos, e incluso los errores, la institución científica tiene, por decirlo
así, un funcionamiento positivo y un rendimiento apreciable. No se trata, por
consiguiente, de negar los méritos y los logros de «la ciencia» y sus servidores,
sino de adoptar cierta actitud crítica ante la imagen que con frecuencia se ofrece.
A pesar de los trabajos notables realizados por gran número de historiadores de la
ciencia, siempre están en boga numerosos «mitos». Mitos que presentan el
«Método Experimental» como el único que garantiza casi automáticamente el valor
de los resultados obtenidos o, peor aún, que hacen creer en la inmaculada
concepción de las teorías, como si los auténticos hombres de ciencia no tuviesen (y
no debiesen tener) creencias filosóficas, prejuicios, pasiones, fantasmas, etc. Sobre
todas estas cuestiones, que atañen «la imagen de la ciencia», es posible la
polémica.
La objetividad, repetimos, constituye un ideal. ¿Quién no sueña con una ciencia
perfecta que muestre la naturaleza tal como es? Pero estamos lejos de alcanzarlo.
En concreto, el investigador se ve obligado a correr riesgos, a apoyarse sobre
determinada concepción de la naturaleza, a postular relaciones que tal vez sean
inexistentes, a formular conjeturas audaces e incluso temerarias' a «manipular» los
hechos de forma a veces demasiado hábil. La índole de vulgata epistemológica que
oculta más o menos deliberadamente estos aspectos de la realidad científica está
orientada a ofrecer de ésta una imagen halagadora y, por decirlo así, aseptizada: el
Sabio es un espíritu puro, frío, neutro y objetivo que. Se mueve en un vacío cultural
e ideológico perfecto. …
(...) ¿Cómo se las arreglan los científicos en la práctica para descubrir y percibir la
trama de las cosas? Se nos habla de "contemplación". Pero ¿es realmente la
contemplación la que ha permitido descubrir las leyes de la gravitación, los átomos,
los genes, las partículas elementales, la relatividad y la tectónica de placas? Estos
grandes discursos, si bien se miran, ¿no encierran incongruencias e incluso

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contradicciones? En resumen ¿no nos ocultan algunas caras del saber científico?
Si reflexionamos, es bastante evidente que la concepción "mística" de la ciencia no
es más que la transposición engalanada de la concepción empirista. En los dos
casos, se sobreestima la percepción de los "hechos": los hombres de ciencia
"descubren" una verdad preexistente, -son intelectos en alguna forma
desencarnados, capaces de aprehender lo real "objetivamente". (...) No obstante,
hay acuerdo en el siguiente postulado: el verdadero científico no tiene necesidad
de inventar, el verdadero científico no es subjetivo. (...) Siempre se acaba llegando
a la misma conclusión: el hombre de ciencia se comporta como si no tuviese un
"perfil psicológico" singular; como si no tuviese una afectividad, pasiones, cultura,
convicciones personales heredadas de su ambiente, y su educación; como si no
tuviese historia ni, por supuesto, inconsciente. (...) Pero sigue funcionando la
misma mitología de la Mirada Objetiva: el investigador es un ser ideal que
radiografía, por decirlo así, la Naturaleza en un estado total de neutralidad. Se
entiende demasiado bien que esta «imagen de la ciencia» tenga tanto éxito en una
sociedad científico-tecnológica-industrial. Valoriza el saber de los expertos y
constituye una justificación suplementaria de su influencia o de su poder y a
muchas personas les satisface sabe que la institución científica desvela
metódicamente los secretos de la naturaleza gracias al examen imparcial de los
Hechos. Muchos hombres de ciencia, aunque se den cuenta de que la situación no
es tan límpida, aceptan gustosos esta leyenda. (...) Una tesis, en particular, merece
ser sometida a la crítica: aquella que deja entender que los hombres de ciencia
estudian los fenómenos de forma neutral, rechazando todo presupuesto filosófico y
dejando su espíritu en una especie de vacío teórico.
¿Por qué no renunciar sin ambages a la ficción del Hecho Puro, totalmente
objetivo? Las anticipaciones y las de los investigadores no son un mal menor, no
son violaciones de un Método que habría que ocultar sino sencillamente el único
medio de hacer progresar al conocimiento. (...)
¿Se hace progresar la cultura científica al glorificar unilateralmente los «hechos» y
presentar la objetividad como una norma absoluta? No es seguro. Por una parte, ya
hemos dicho de paso, los relatos de divulgación de la historia de la ciencia a
menudo simplifican y distorsionan en exceso las «vidas de los grandes sabios» con
el fin de hacerlas coincidir con este modelo ideal. Culturalmente, esto resulta
empobrecedor. Toda una mitología acaba por interponerse entre los hombres de
ciencia y el público. (Ver ejemplo)
La ciencia está mucho más próxima del mito que lo que una filosofía científica es
capaz de admitir. (...)
Una vez más, la actitud que defiendo no consiste en rechazar la ciencia, en negar
en bloque el valor y la utilidad de sus teorías, etc. Sino en ver sus límites; en darse
cuenta de que los hombres de ciencia son precisamente hombres y no espíritus
puros; en comprender que «el método experimental» define un ideal pero no
previene automáticamente contra los errores; en admitir que toda investigación
científica pone en juego presupuestos cuyo valor absoluto no está garantizado; en

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admitir igualmente que los «hechos» se construyen sobre la base de determinadas
elecciones que tal vez sean discutibles; y así sucesivamente. (...)
¿Quiere decir únicamente que «la ciencia moderna» no es más que un saber entre
otros? ¿O bien quiere sistemáticamente arrojar la duda, de forma muy certera,
sobre la eficacia cognoscitiva de esta misma ciencia? Por mi parte, acepto la
primera tesis: la ciencia moderna proyecta una luz especial sobre el mundo -y nada
prueba que únicamente esa luz sea capaz de hacernos percibir las estructuras de
lo real-. Pero esa forma de relativizar «la ciencia» no implica que se deba
descalificar de forma más o menos radical los conocimientos específicos obtenidos
gracias a esa misma ciencia. Creo que esta distinción, si se quiere entablar una
discusión fecunda, debe mantenerse. La ciencia moderna, por decirlo de una forma
tan sencilla como es posible, nos hace percibir relaciones significativas; el patinazo
de los partidarios del cientificismo comienza únicamente en el momento en que
consideran que no es posible ninguna otra manera de percibir lo real. (...)
París, marzo de 1988
ACTIVIDAD: Texto para analizar (Pierre Thuillier, De Arquímedes a Einstein)
“Los científicos, con paciencia y repetidos esfuerzos, acaban por describir y explicar cada
vez mejor determinados fenómenos. Tal vez no lleguen a la Verdad absoluta (lo que, por
otra parte, pondría fin a la investigación científica), pero resuelven, con mayor o menor
exactitud, un gran número de problemas. Con el transcurso del tiempo, se establece una
selección de teorías. Aunque este saber sea siempre parcial y susceptible de modificarse o
cuestionarse, resultaría vano impugnar radical y globalmente la fecundidad del trabajo de
los investigadores.
Cualesquiera que sean los fallos, e incluso los errores, la institución científica tiene, por así
decirlo, un funcionamiento positivo y un rendimiento apreciable. No se trata, por
consiguiente, de negar los logros y los méritos de la ciencia y sus servidores, sino de
adoptar cierta actitud crítica ante la imagen que con frecuencia se ofrece. A pesar de los
trabajos notables realizados por gran número de historiadores de la ciencia, siempre están
en boga numerosos “mitos”. Mitos que presentan el “método experimental” como el único
que garantiza casi automáticamente el valor de los resultados obtenidos o, peor aún, que
hacen creer en la inmaculada concepción de las teorías científicas, como si los auténticos
hombres de ciencia no tuviesen (y no debiesen tener) creencias filosóficas, prejuicios,
pasiones, fantasmas, etc. Sobre todas estas cuestiones, que atañen a “la imagen de la
ciencia”, es posible la polémica.
La objetividad, repetimos, constituye un ideal, ¿Quién no sueña con una ciencia perfecta
que muestre la naturaleza tal como es? Pero estamos lejos de alcanzarlos.

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TEORIAS EPISTEMOLÓGICAS.
INDUCTIVISMO O MÉTODO LÓGICO INDUCTIVO

EL INDUCTIVISMO INGENUO 4
Según el inductivista ingenuo, la ciencia comienza con la observación. El observador
científico debe tener órganos sensoriales normales, no disminuidos, y debe registrar de un
modo fidedigno lo que pueda ver, oír, etc., que venga al caso de la situación que esté
observando y debe hacerlo con una mente libre de prejuicios. Se pueden establecer o
justificar directamente como verdaderos los enunciados hechos acerca del estado del
mundo o de una parte de él por un observador libre de prejuicios mediante la utilización de
sus sentidos. Los enunciados a los que se llega de este modo (los llamaremos enunciados
observacionales) forman, pues, la base de la que se derivan las leyes y teorías que
constituyen e! conocimiento científico. (…) Si la ciencia se basa en la experiencia, entonces
¿por qué medios se pueden obtener de los enunciados singulares, que resultan de la
observación, los enunciados generales que constituyen el conocimiento científico? ¿Cómo
se pueden justificar las afirmaciones generales y no restringidas que constituyen nuestras
teorías, basándose en la limitada evidencia constituida por un número limitado de
enunciados observacionales?
La respuesta inductivista es que, suponiendo que se den ciertas condiciones, es lícito
generalizar, a partir de una lista finita de enunciados observacionales singulares, una ley
universal. Por ejemplo, podría ser lícito generalizar, a partir de una lista finita de
enunciados observacionales referentes al papel de tornasol que se vuelve rojo al ser
sumergido en ácido, esta ley universal: «los ácidos vuelven rojo el papel de tornasol», o
generalizar, a partir de una lista de observaciones referentes a metales calentados, la ley:
«los metales se dilatan al ser calentados». Las condiciones que deben satisfacer esas
generalizaciones para que el inductivista las considere lícitas se pueden enumerar así:
1. El número de enunciados observacionales que constituyan la base de una generalización
debe ser grande.
2. Las observaciones se deben repetir en una amplia variedad de condiciones.
3. Ningún enunciado observacional aceptado debe entrar en contradicción con la ley
universal derivada. (…)
El tipo de razonamiento analizado, que nos lleva de una lista finita de enunciados
singulares a la justificación de un enunciado universal, que nos lleva de la parte al todo, se
denomina razonamiento inductivo y el proceso se denomina inducción. Podríamos resumir
la postura inductivista ingenua diciendo que, según ella, la ciencia se basa en el principio de
inducción, que podemos expresar así:
Si en una amplia variedad de condiciones se observa una gran cantidad de A y si todos los A
observados poseen sin excepción la propiedad B, entonces todos los A tienen la propiedad B. (…)

4
Chalmers, Alan F.. ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?

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La figura 1 representa,
de forma esquemática,
un resumen de toda la
historia inductivista de la
ciencia. El lado izquierdo
de la figura se refiere a
la derivación de leyes y
teorías científicas a
partir de la observación
que ya hemos analizado.
(…)
Una vez que un
científico tiene a su
disposición leyes y
teorías universales
puede extraer de ellas
diversas consecuencias
que le sirven como explicaciones y predicciones. Por ejemplo, dado el hecho de que los metales se
dilatan al ser calentados es posible derivar el hecho de que los raíles de ferrocarril continuos, sin
que existan entre ellos pequeños huecos, se distorsionarán con el calor del sol.
Al tipo de razonamiento empleado en las derivaciones de esta clase se le denomina razonamiento
deductivo. (…)
He aquí un ejemplo de deducción lógica.
Ejemplo 1:
1. Todos los libros de filosofía son aburridos.
2. Este libro es un libro de filosofía.
3. Este libro es aburrido.
En este argumento, (1) y (2) son las premisas y (3) es la conclusión. Es evidente, creo, que si (i) y (2)
son verdaderas,
(3) ha de ser verdadera. No es posible que (3) sea falsa si (1) y (2) son verdaderas, ya que si (1) y (2)
fueran verdaderas y (3) falsa ello supondría una contradicción. Esta es la característica clave de una
deducción lógicamente válida.
Si las premisas de una deducción lógicamente válida son verdaderas, entonces la conclusión debe
ser verdadera.
Una ligera modificación del ejemplo anterior nos proporcionará un caso de deducción no válida.
Ejemplo 2:
1. Muchos libros de filosofía son aburridos.
2. Este libro es un libro de filosofía.
3. Este libro es aburrido.
En este ejemplo, (3} no se sigue necesariamente de (l) y (2). Es posible que (1) y (2) sean verdaderas
y que, no obstante, (3) sea falsa. Aunque (1) y (2) sean verdaderas, puede suceder que este libro
sea, sin embargo, uno de los pocos libros de filosofía que no son aburridos. Afirmar que (1) y (2) son
verdaderas y que (3) es falsa no supone una contradicción. El argumento no es válido. (…)
Ejemplo 3:
1. Todos los gatos tienen cinco patas.
2. Bugs Pussy es mi gato.
3. Bugs Pussy tiene cinco patas.
Esta deducción es perfectamente válida. El caso es que si (1) y (2) son verdaderas, entonces (3)
debe ser verdadera.
Sucede que en este ejemplo (1) y (3) son falsas, pero esto no afecta a la condición de la
argumentación como deducción válida. Así pues, la lógica deductiva por sí sola no actúa como

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fuente de- enunciados verdaderos acerca del mundo. La deducción se ocupa de la derivación de
enunciados a partir de otros enunciados dados. (…)

ALGUNAS CRÍTICAS AL INDUCTIVISMO


1) La inducción no se puede justificar sobre bases estrictamente lógicas.

Historia del pavo inductivista por Bertrand Russell.

Este pavo descubrió que, en su primera mañana en la granja avícola, comía a las 9
de la mañana. Sin embargo, siendo como era un buen inductivista, no sacó
conclusiones precipitadas.
Esperó hasta que recogió una gran cantidad de observaciones del hecho de que
comía a las 9 de la mañana e hizo estas observaciones en una gran variedad de
circunstancias, en miércoles y en jueves, en días fríos y calurosos, en días lluviosos
y en días soleados. Cada día añadía un nuevo enunciado observacional a su lista.
Por último, su conciencia inductivista se sintió satisfecha y efectuó una inferencia
inductiva para concluir: «Siempre como a las 9 de la mañana». Pero, ¡ay! se
demostró de manera indudable que esta conclusión era falsa cuando, la víspera de
Navidad, en vez de darle la comida, le cortaron el cuello. Una inferencia inductiva
con premisas verdaderas ha llevado a una conclusión falsa. (…)

Una inferencia inductiva con premisas verdaderas ha llevado a una conclusión falsa. El principio de
inducción no se puede justificar simplemente apelando a la lógica. Dado este resultado, parecería
que el inductivista, según su propio punto de vista, está ahora obligado a indicar cómo se puede
derivar de la experiencia el principio de inducción.

2) La exigencia de que se realice un “gran número” de observaciones en una


“amplia variedad” de circunstancias.

¿Cuántas observaciones constituyen un gran número? ¿Cuántas veces hay


que calentar una barra de metal, diez veces, cien veces, antes de que
podamos concluir que siempre se dilata al ser calentada? Sea cual fuere la
respuesta a esta cuestión, se pueden presentar ejemplos que hagan dudar de
la invariable necesidad de un gran número de observaciones.

La cuestión de la probabilidad.
Hay una manera muy evidente de moderar la postura extrema del
inductivismo ingenuo (…) Una argumentación que defendiera una postura
más moderada podría ser la siguiente:

No podemos estar ciento por ciento seguros de que sólo porque hayamos
observado en muchas ocasiones que el sol sale cada día, el sol saldrá todos
los días. De hecho en el Ártico y en el Antártico hay días en que el sol no sale-

No podemos estar ciento por ciento seguros de que la siguiente piedra que
arrojemos no “caerá” hacia arriba. Sin embargo aunque no se puede

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garantizar que las generalizaciones a las que se ha llegado mediante inducciones lícitas
sean perfectamente verdaderas, son probablemente verdaderas. El conocimiento
científico no es conocimiento probado, pero representa un conocimiento que es
probablemente verdadero.

Cuanto mayor sea el número de observaciones que formen la base de una inducción y
cuanto mayor sea la variedad de condiciones en las cuales se hayan realizado estas
observaciones, mayor será la probabilidad de que las generalizaciones resultantes sean
verdaderas.
Esto no deja de lado el problema de la inducción.

FALSACIONISMO . 5

El Falsacionismo o Principio de Falsabilidad es una corriente epistemológica fundada por el


filósofo austríaco Karl Popper.
Para Popper, constatar una teoría significa intentar refutarla mediante un contraejemplo. Si
no es posible refutarla, dicha teoría queda corroborada, pudiendo ser aceptada
provisionalmente, pero nunca verificada. Dentro del falsacionismo metodológico, se
pueden diferenciar el falsacionismo ingenuo inicial de Popper y el falsacionismo sofisticado
de la obra tardía de Popper
El problema de la inducción nace del hecho de que nunca
podremos afirmar algo universal a partir de los datos
particulares que nos ofrece la experiencia. Por muchos
millones de cuervos negros que veamos nunca podremos
afirmar que “todos los cuervos son negros”. En cambio si
encontramos un solo cuervo que no sea negro, si podremos
afirmar “No todos los cuervos son negros”. Por esa razón
Popper introduce como criterio de demarcación científica el
falsacionismo.
Popper en realidad rechaza el verificacionismo como método
de validación de teorías. La tesis central de Popper es que no
puede haber enunciados científicos últimos, es decir, que no
puedan ser contrastados o refutados a partir de la experiencia.
La experiencia sigue siendo el método distintivo que
caracteriza a la ciencia empírica y la distingue de otros
sistemas teóricos.
Para Popper la racionalidad científica no requiere de puntos de partida incuestionables,
pues no los hay. El asunto es cuestión de método. Aunque la ciencia es inductiva, en
primera instancia, el aspecto más importante es la parte deductiva. La ciencia se
caracteriza por ser racional, y la racionalidad reside en el proceso por el cual sometemos a
la crítica y reemplazamos nuestras creencias. Frente al problema de la inducción Popper

5
https://aquileana.wordpress.com/2009/08/11/karl-popper-falsacionismo-principio-de-falsabilidad/

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propone una serie de reglas metodológicas que nos permiten decidir cuándo debemos
rechazar una hipótesis.
Popper propone un método científico de conjetura por el cual se deducen las
consecuencias observables y se ponen a prueba. Si falla la consecuencia, la hipótesis
queda refutada y debe entonces rechazarse. En caso contrario, si todo es comprobado, se
repite el proceso considerando otras consecuencias deducibles. Cuando una hipótesis ha
sobrevivido a diversos intentos de refutación se dice que está corroborada, pero esto no
nos permite afirmar que ha quedado confirmada definitivamente, sino sólo
provisionalmente, por la evidencia empírica.
Para los falsacionistas el científico es un artista en tanto que debe proponer audazmente
una teoría que luego será sometida a rigurosos experimentos y observaciones. El avance
en la ciencia está en falsar sucesivas teorías para así, sabiendo lo que no es, poder
acercarse cada vez más a lo que es.
Las hipótesis que proponen los falsacionistas deben ser falsables. Esto significa que
deben ser susceptibles de ser falsadas. Para cumplir con esta condición, las hipótesis
deben ser lo más generales posible y lo más claras y precisas posible. Una hipótesis no
falsable sería “Mañana tal vez llueva”, ya que en ningún caso se puede falsar.
Una hipótesis falsable sería “el planeta Mercurio gira en una órbita”. Una hipótesis más
general y por lo tanto más falsable sería “todos los planetas giran en una órbita”. Y una
hipótesis más precisa y por lo tanto también más falsable sería “todos los planetas giran en
una órbita elíptica”.
Los falsacionistas, que se apoyan en se apoya en el Método hipotético deductivo prefieren
las hipótesis o teorías que sean más falsables, es decir más susceptibles de ser
demostrada su falsedad, mientras que no hayan sido ya falsadas. Así la ciencia
progresaría a base de ensayo y error.-

THOMAS KHUN. LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICAS.

Kuhn es un epistemólogo que se


centra en cuestiones
sociológicas, en especial el
comportamiento de la comunidad
científica frente a los problemas
que la sociedad demanda.
Es el más popular de los
epistemólogos y dio un giro a la
epistemología, la desplazo a un
carácter sociológico y vinculado con la historia de la ciencia.
Comienza como físico pero luego elige el camino de la historia de la
ciencia. Sostiene que los paradigmas pensantes son los que tienen
más fuerza en el momento. Le da importancia al carácter
revolucionario del progreso científico. El progreso de la ciencia es un

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esquema abierto le da sucesión de etapas que se repiten una y otra vez.
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THOMAS KUHN6

El filósofo Thomas Kuhn se ocupó principalmente de cuestiones acerca de filosofía


de la ciencia: ¿cómo se lleva a cabo la actividad científica? ¿Existe un mismo
patrón en dicha actividad que se pueda aplicar a lo largo de las distintas épocas
históricas? ¿A qué se debe el aparente éxito en la obtención de conocimientos de
la ciencia? Dicho conocimiento, por otra parte, ¿es acumulativo a lo largo de la
historia?
Este tipo de cuestiones, así como las respuestas que Kuhn ofrecerá, nos muestran
el enfoque histórico con el que se analiza la ciencia. Efectivamente, Kuhn se dedicó
en un primer momento al estudio de la historia de la ciencia y fue a partir de ella de
donde surgieron diversas cuestiones que muestran un contraste entre dos
concepciones de la ciencia. Por un lado, la ciencia entendida como una actividad
completamente racional y controlada (como nos la presenta el Círculo de Viena,
por ejemplo), y por otro lado, la ciencia entendida como una actividad concreta que
se ha venido dando a lo largo de los siglos y que en cada época histórica presenta
peculiaridades y características propias. Estos dos planteamientos pueden ser
denominados "formalista" e "historicista", respectivamente.
Las respuestas que Kuhn da a las cuestiones iniciales, que se plasman en la obra "La
estructura de las revoluciones científicas", de 1962, supusieron un gran cambio en el
debate filosófico del momento, pues el modelo formalista que imperaba fue desafiado por
el enfoque historicista de Kuhn, según el cual, la ciencia se desarrolla siguiendo
determinadas fases:
1. Establecimiento de un paradigma
2. Ciencia normal
3. Crisis
4. Revolución científica
5. Establecimiento de un nuevo paradigma
En esta concepción la noción de "paradigma" resulta fundamental. Kuhn define paradigma
de la siguiente manera:
Considero a los paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas
que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una
comunidad científica.
Los paradigmas son, por tanto, un marco o perspectiva bajo la cual se analizan los
problemas y se trata de resolverlos. Por ejemplo, el movimiento aparentemente irregular de
los planetas en el cielo es un problema concreto. Podemos verlo a la luz del paradigma
que ofrece la teoría geocéntrica de Aristóteles, según el cual el movimiento de los planetas
es absolutamente circular. En éste caso, por lo tanto, la labor del científico será mostrar

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http://www.webdianoia.com/contemporanea/kuhn.htm

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que la irregularidad de los planetas no es tal y aclarar a qué se debe dicha apariencia. Pero
podríamos verlo también partiendo del paradigma de la teoría heliocéntrica. En este último
caso podríamos llegar a aceptar la no-circularidad del movimiento real de los planetas,
pero sea cual sea la explicación ofrecida, debe aplicarse por igual al resto de los cuerpos
celestes. Los paradigmas son, por lo tanto, macro teorías que se aceptan de forma general
por toda la comunidad científica y a partir de las cuales se realiza la investigación. El
objetivo de la misma es aclarar los posibles fallos del paradigma (como por ejemplo datos
empíricos que no coincidan exactamente con la teoría) o extraer todas sus consecuencias.
A este proceso de investigación basado en un paradigma se le denomina "ciencia normal".
En palabras de Kuhn:
Ciencia normal" significa investigación basada firmemente en una o más realizaciones
científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica particular reconoce,
durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior.
Esta fase del desarrollo de la ciencia ocupa la mayor parte del tiempo de los científicos,
porque aunque los nombres que nos han llegado hasta nosotros han sido los de científicos
revolucionarios que han roto con las concepciones de su tiempo (como Galileo o Einstein),
la mayor parte de científicos realizan trabajos rutinarios de comprobación para mostrar o
poner a prueba la solidez del paradigma en el que se basan.
En ocasiones, no obstante, un paradigma no es capaz de resolver todos los problemas, y
estos persisten a lo largo de los años o de los siglos, tal vez acumulándose junto con otros.
En ese caso el paradigma en conjunto comienza a ponerse en cuestión y los científicos
comienzan a considerar si supone el marco más adecuado o la forma más correcta de
abordar los problemas o si debe ser abandonado. La crisis supone la proliferación de
nuevos paradigmas, en un principio tentativo y provisional, con vistas a resolver la o las
cuestiones más problemáticas. Estos nuevos paradigmas compiten entre sí y cada uno
trata de imponerse como el enfoque más adecuado.
Finalmente se produce una revolución científica cuando uno de los nuevos paradigmas
sustituye al paradigma tradicional (como sucedió con la visión del mundo copernicana, que
derrocó a la concepción aristotélica o con la teoría de la relatividad de Albert Einstein, que
sustituyó a la visión newtoniana de la realidad como la forma más apropiada forma
aproximarse al mundo):
Las revoluciones científicas se consideran aquí como aquellos episodios de desarrollo no
acumulativo en que un antiguo paradigma es reemplazado, completamente o en parte, por
otro nuevo e incompatible. Tras la revolución el ciclo comienza de nuevo y el paradigma
que ha sido instaurado da pie a un nuevo proceso de ciencia formal.
Como se puede ver, el enfoque historicista da más importancia a factores subjetivos en el
proceso de investigación científica que anteriormente habían sido pasados por alto. Kuhn
muestra que la ciencia no es solamente un contraste y neutral entre las teorías y la
realidad, sino que hay diálogo, debate, y también tensiones y luchas entre los defensores
de los distintos paradigmas. Los científicos no son seres absolutamente racionales.
Cuando los experimentos parecen mostrar que una teoría determinada es falsa, algunos
científicos continúan usándola. Si hay una posible aplicación práctica de la teoría o existen
intereses de algún tipo, esto influye en la actividad científica, así como la existencia de
colectividades o grupos sociales a favor o en contra de una teoría concreta, o la existencia
de problemas éticos. Todos ellos son casos en los que la actividad científica se ve
influenciada por el "mundo exterior". En definitiva, allí donde los formalistas afirmaban que
lo importante de la ciencia son las teorías y la comparación objetiva entre las teorías

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existentes, los historicistas conceden más importancia al sujeto que lleva a cabo la
investigación así como a la sociedad en la que está inmerso. Otro argumento adicional en
contra de la concepción de la ciencia como un proceso perfectamente racional en el que
sólo tienen importancia la fuerza de los argumentos es el hecho de que desde un
paradigma resulta difícil (algunos afirman que imposible) entender el punto de vista
alternativo, ya que siempre se parte de un paradigma determinado. No existe forma de
alejarse de todos los paradigmas y compararlos de forma objetiva, sino que siempre
estamos inmersos en uno de ellos y conforme al mismo interpretamos el mundo que nos
rodea. El debate que se establece, por lo tanto, entre defensores de distintos paradigmas
puede resultar a menudo estéril, hasta el punto, llega a decir Kuhn, de que un paradigma
triunfa no porque consiga convencer a sus oponentes, sino porque los representantes del
paradigma más antiguo van falleciendo.
Considerados estos factores, ¿cómo hemos de entender el progreso en la ciencia? La
respuesta de Kuhn es que el progreso, estrictamente hablando, sólo se produce en las
fases de ciencia normal, pero no se puede hablar de un progreso continuado desde la
época de los griegos hasta la actualidad, porque las revoluciones científicas no son sino
rupturas de esa continuidad. Cada revolución marca, en cierto sentido, un nuevo comienzo.
Esta perspectiva dará pie posteriormente a un relativismo radical según el cual no habría
forma de saber cuál, entre dos teorías, es verdadera puesto que la verdad depende del
paradigma desde el que se analizan los problemas (Feyerabend es un filósofo relativista
que ejemplifica esta postura). El propio Kuhn, sin embargo, se desmarcará de una
interpretación de su propia teoría en ese sentido.
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Bunge, Mario. “La ciencia. Su método y su filosofía”.
Chalmers, Alan F. “¿Qué es esa cosa llamada ciencia?”
Echeverría, Javier. “Introducción a la metodología de la ciencia”.
Klimovsky, Gregorio. “Las desventuras del conocimiento científico”

CARACTERÍSTICAS DE LA CIENCIA – RUBÉN H. PARDO


(Esther Díaz. La posciencia. Fragmento del capítulo “Verdad e historicidad: el conocimiento
científico y sus prácticas. Rubén Pardo) – A CONTINUACIÓN
(…) La ciencia, según la visión que en la actualidad se tiene de ella, es un cuerpo de conocimientos
al que le son esenciales las siguientes características:
1- Capacidad descriptiva, explicativa y predictiva
2- Carácter crítico
3- Fundamentación lógica y empírica
4- Carácter metódico
5- Sistematicidad
6- Comunicabilidad mediante un lenguaje preciso
7- Pretensión de objetividad.
Sin embargo sería lícito ahora preguntar ¿siempre se ha entendido “esto” por ciencia? Y de no ser
así, ¿cuándo tiene su origen ese modo de comprender el conocimiento científico que acabamos de
describir? La respuesta a la primera pregunta es, obviamente no, puesto que cada época ha pensado
la ciencia de una manera propia y particular, en relación con una forma de concebir la realidad y la
racionalidad. Mientras que habrá que responder a la segunda pregunta lo siguiente: nuestra actual
idea de ciencia tiene un doble origen, uno remoto, la filosofía griega, y otro reciente, el conocimiento
tal como lo entiende la modernidad.

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