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RESUMEN N° 04
De las prácticas de los profesores que estudiamos, emergen siete principios bastante
comunes.
Más que ninguna otra cosa, los mejores profesores intentan crear un entorno para
el aprendizaje crítico natural: «natural», porque los estudiantes se encuentran con
las destrezas, costumbres, actitudes e información que están intentado aprender
inmersas en preguntas y tareas que encuentran fascinantes -tareas auténticas que
despiertan la curiosidad y se convierten en intrínsecamente interesantes
Muchos profesores nunca hacen preguntas; sólo dan a sus estudian tes
respuestas. Si plantean problemas intelectuales, a menudo se centran sólo en su
materia y en los temas que animan la más sofisticada erudición propia del campo.
Por el contrario, los mejores profesores tienden a sumergir los asuntos de la
disciplina en intereses más generales, dando a menudo un enfoque
interdisciplinario de los problemas.
Mientras que las ideas del aprendizaje crítico natural sirven co.mo una potente
base lógica organizadora alrededor de la cual tiene lugar la mejor docencia, lo que
hacen las personas que estudiamos está guiado por algunos principios específicos
más. Conscientemente intentan captar la atención de los estudiantes con alguna
acción, pregunta o afirmación sugerente. «La mente humana debe centrarse en
primer lugar en el problema de cómo entender, aplicar, analizar, sintetizar o
evaluar algo», nos dijo uno de los profesores en una argumentación que
escuchamos con frecuencia.
Esta idea de empezar desde donde están los estudiantes en lugar de donde podría
dictar la tradición disciplinar, ejerce otra influencia añadida en las prácticas de aula:
conduce a explicaciones que comienzan en lo simple y se mueven hacia lo más
complejo. «Si los estudiantes tienen un conocimiento que está justo aquí abajo»,
explicaba Jeanette Norden, colocando su mano junto al suelo, «no puedes
comenzar con algo que esté por allá arriba. Algunos estudiantes de medicina
llegan aquí incluso sin saber lo que es una neurona -una neurona es una célula del
cerebro-, de manera que tú tienes que empezar con esa noción sencilla y luego, a
partir de ahí, ya puedes ir construyendo con rapidez»
4. Buscar compromisos
Hay una diferencia sutil pero extremadamente importante entre este enfoque y el
de los profesores que intenta n gobernar a la manera de los sargentos de
instrucción. Los profesores del estudio nunca intentaban mandar sobre los
estudiantes; en lugar de eso, pedían que se comprometieran si habían previsto
hacer el curso. «Quiero que mis estudiantes decidan si realmente quieren hacer el
curso, seguir estos objetivos», nos dijo un profesor, «y que se den cuenta de lo
que implica ese propósito para las clases. Les pido que lo piensen y que decidan)).
Incluso sin mediar ceremonias formales y públicas de compromiso, los profesores
con mucho éxito enfocan cada clase como si esperasen que los estudiantes
escucharan, pensaran y respondieran. Esa expectativa se muestra en pequeños
hábitos: los contactos visuales que hacen, el entusiasmo de su voz, la buena
disposición para invitar a hablar a los estudiantes. Contrasta fuertemente con los
profesores que muy rara vez miran a sus estudiantes, si lo hacen alguna vez, y
que continúan hablan do de algún tema crucial casi como si no esperasen que los
estudiantes escucharan, y que nunca intentan generar una discusión o pedir una
res puesta porque no esperan que nadie tenga ninguna.
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5. Ayuda, a los estudiantes a aprender/itera de clase
Los profesores hacen en el aula lo que creen que ayudará más y animará a sus
estudiantes a aprender fuera del aula, entre una clase y la siguiente
Los profesores más efectivos utilizan el tiempo de clase para ayudar a los
estudiantes a pensar sobre la información y las ideas a la manera de los eruditos
de la disciplina. Piensan en su propio razonamiento y hacen que los estudiantes
sean explícitamente conscientes de ese proceso, empujándolos continuamente a
hacer lo mismo. No piensan sólo en términos de enseñar su disciplina; piensan en
enseñar a los estudiantes a comprender, aplicar, analizar, sintetizar y evaluar
evidencias y conclusiones. Algunos utilizan un método socrático; otros consiguen
principalmente la misma meta con una combinación de explicaciones y preguntas.
«No podemos aprender a razonar sin tener algo sobre lo que razonar», nos dijo un
profesor, «pero el conocimiento no llega con la memorización de hechos aislados,
sino con la capacidad de razonar, es decir, la capacidad de extraer conclusiones
de la razón». Vimos a instructores llamar la atención sobre razonamientos
concretos a la vez que explicaban algo o dirigían una discusión.
«El cerebro adora la diversidad», nos dijo repetidamente Jeanette Norden . Para
alimentar ese apetito, ella y otros profesores excepcionales dirigían la clase de
muchas maneras distintas. A veces ofrecían información visual (dibujos,
diagramas, esquemas de flujo, líneas de tiempo, películas o demostraciones);
otras veces, estímulos auditivos (charlas o símbolos visuales de información
auditiva -palabras escritas y notación matemática- ). Permitían que los estudiantes
hablaran de cosas, que interactuaran unos con otros; pero también les daban una
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oportunidad para reflexionar independientemente, o para escuchar las
explicaciones de otros. Parte del material se organizaba de manera inductiva, a
partir de hechos, datos y experimentos, hacia las teorías y principios genera les; y
parte de forma deductiva, aplicando principios a situaciones específicas. Los
profesores daban a los estudiantes una oportunidad de aprender de manera
secuencial, paso a paso; también les proporcionaban espacio para aprender
globalmente, mediante revelaciones súbitas. Parte del aprendizaje precisaba
repetición y métodos habituales; otra parte, innovación y sorpresas. Los
auténticamente mejores profesores ofrecí n un equilibrio entre lo sistemático y lo
desordenado
«La gran contribución del asunto de los estilos de enseñanza», nos dijo un
profesor, «es que llamó la atención sobre la necesidad de diversificar. No creo que
haya mucha evidencia de que la mayoría de las personas tengan estilos exclusivos
de aprendizaje y de que no puedan aprender más que de una forma determinada,
sino que creo que todos nos beneficiamos de la variedad»
Aun con lo eficaces que pueden resultar estos siete principios, pue den producir
aburrimiento si el profesor no los utiliza adecuadamente. La manera de actuar
delante de los estudiantes afecta a lo bien que aprenden, y tiene que ver con una
especie de buen oficio docente, y con habilidades técnicas e incluso físicas.
Destrezas como éstas no pueden transformar una docencia que presente
debilidades fundamentales, pero sacar punta a estas destrezas puede hacer que
los buenos profesores sean aún mejores. Esta atención a la forma de actuar
también está «centrada en el esn1diante», un interés por cuidarse de los detalles
en beneficio del aprendizaje del estudiante.
Buena oratoria
Quizás la habilidad más importante mostrada por los profesores de nuestro estudio
en el aula, ¡el laboratorio, el estudio o cualquier otro lugar en que se encontraban
con los estudiantes era la capacidad de C0!)1tmicarse verbalmente de forma que
estimulara el pensamiento. Ningún erudito podría negar la importancia de escribir
bien, y cierta mente la buena escritura tiene que ver de manera fundamental con la
capacidad de razonar, y también supone un cierto oficio e incluso prestar mucha
atención a pequeños detalles y reglas. Académicamente, la capacidad de escribir
bien goza de una consideración especial que ya hace mucho tiempo que ha
perdido la comunicación oral. Para nuestros sujetos, no obstante, la capacidad de
hablar bien - dando instrucciones breves o en largas explicaciones- sigue siendo
importante, una destreza que vale la pena refinar tanto como su forma de escribir.
Lenguaje cálido
Aun con la fuerza que estas ideas tienen, todavía hay algo más que resaltaba en la
comunicación de los profesores más efectivos. Durante años nos devanamos los
sesos para dilucidar estas cualidades añadidas, hasta que Paul Heinrich de la
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University of Sidney nos dio a conocer la idea de lenguaje «cálido» y lenguaje
«frío». A veces, cuando explicamos algo. hablamos acerca de ello en lugar de
contarlo directamente.
Algunos de los profesores que estudiamos usaban este patrón de manera muy
formal para generar discusiones, mientras que otros se mostraban más informales
Samuel LeBaron, un médico que enseña en la Facultad de Medicina de la
Stanford University, por ejemplo, cree que los estudiantes aprenderán más
fácilmente a pensar con claridad en circunstancias informales que cuando estén
interpretando su papel de estudiantes. Él ha comprobado que la frase, «antes de
que empecemos», es una forma muy buena para crear esas circunstancias
privadas en las que se pueden plantear muchas de las preguntas que hemos
discutido antes En una clase sobre el dolor de espalda, por ejemplo, entró en el
aula y dijo a los estudiantes: «Antes de que empecemos la clase, he de deciros
que he sufrido esos dolores de espalda y
no hay manera de que desaparezcan,>> Con esta pequeña queja de su parte, los
estudiantes comenzaron a ofrecerle sugerencias mientras él les insistía
suavemente para que explicasen y razonasen sus pensamientos, desafiando
sutilmente a veces alguna argumentación sobre lo que parecía ser una cuestión
informal. Así, en esa atmósfera informal, llevaba a los estudiantes desde preguntas
exploratorias hasta las opiniones y sus implicaciones mediante preguntas sobre las
evidencias.