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Luis-Salvador López Herrero


Ana Pérez

LA CARA OCULTA DE LA TRISTEZA


THE DARK SIDE OF THE SADNESS

Resumen Summary
A partir de un análisis crítico del Starting from a critical analysis of the
vocablo de moda depresión, tratamos de fashionable word depression, we try to
articular, desde el contexto psicoanalíti- articulate, from in the psychoanalytic
co, la preocupación de la psiquiatría clá- context, the worry of the classic
sica por la tristeza a través del dolor psychiatrist about the sadness over the
moral. La pérdida, como explicación del pain moral. The loss, like explanation of
duelo, y la melancolía en la obra de Freud, the mourning, and the melancholy in the
encuentra en la cobardía moral de Lacan Freud´s work, finds in the Lacan´s moral
el estatuto ético de la depresión: la clau- cowardice the ethical statute of the
dicación del sujeto en relación a su de- depression: the individual´s subjection in
seo. relation to his wish.

Palabras Claves: Depresión. Malen- Key words: Depression, Misunderstanding,


tendido. Dolor moral. Pérdida. Cobardía Moral pain, Loss, Moral cowardice.
moral.

«Pero no olvidemos, en interés de nuestro


estudio, que tampoco el hombre de hoy
se siente feliz en su semejanza con Dios.»(1)
S. FREUD
La cara oculta de la tristeza
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INTRODUCCIÓN na, de culpabilidad- junto a trastornos


Tanto se menciona la palabra depre- cenestésicos que pueden concluir en fe-
sión -término que podemos acuñar en la nómenos hipocondríacos y en casos gra-
actualidad como la manera moderna de ves, ideas de negación y de no existencia,
nombrar el malestar humano- que, al fi- tanto de sí mismo como del mundo cir-
nal, bien poco se acaba por decir sobre cundante» (4), existe, aunque, ese esta-
lo que bajo esa palabra subyace. En rea- do afectivo para el psicoanálisis no tiene
lidad, el término depresión se ha conver- un estatuto estructural autónomo e in-
tido en una expresión que no dice en dependiente, sino que más bien forma
verdad nada, ni sobre la estructura clíni- parte de una queja, un malestar o un su-
ca de quien afirma estar depre ni sobre frimiento, moderno por antonomasia, que
su posición en relación a esa queja que insertado en una estructura -neurótica,
aparentemente le impide vivir satisfac- perversa, psicótica- viene a hablar «no
toriamente. Podríamos decir que, bajo el de un estado del alma, sino simplemente
uso tan abusivo de la voz depresión, «ese de una falla moral, como se expresaba
término de moda que engloba a los diver- Dante, incluso Spinoza: un pecado, lo que
sos malestares de la modernidad» (2), se quiere decir una cobardía moral» (5), se-
cierra el diálogo entre los interlocutores gún palabras de Lacan.1
-paciente y profesional- y se sella defini- Definir en este punto el afecto de la
tivamente el malestar bajo una etiqueta tristeza como una cobardía moral ante la
médica que, aun cuando en principio tran- posición subjetiva ¿es una crítica al es-
quiliza a ambas partes y permite que «el tado depresivo, esto es, un reproche in-
paciente pueda exigir una pacificación al merecido a ese sufrimiento donde está
médico sobre su mal» (3), impide poder implicado, digámoslo ya, un obstáculo al
escuchar lo que bajo ese velo que enmarca deseo? En absoluto. Esa frase, utilizada
la tristeza se esconde. a modo de provocación por parte de
Pero entonces, ¿podríamos decir que Lacan, es más bien una llamada al suje-
no existe la depresión como tal? Ni mu- to, un envite o un revulsivo, si se quiere,
cho menos. La depresión, como «un es- para tratar de sacarlo de esa posición en
tado producido por una mayor o menor la que se haya, «confundido en su males-
exaltación afectiva y displacentera de ca- tar con el desfallecimiento imaginario de
rácter triste y angustioso que se acompa- un goce narcisista» (6), y que, apoyado,
ña de cierto grado de disminución de la sin embargo, por los tiempos que corren,
actividad motriz, así como de bradipsiquia, no tiene el paciente ninguna vergüenza
temor indefinido o ideación que puede lle- en reivindicar.
gar a ser delirante -de impotencia, de rui-

1. No obstante, es necesario diferenciar, a pesar de todo, la melancolía como entidad clínica de la depresión como
estado. La primera quedaría encuadrada dentro del campo de la psicosis, mientras que la segunda podría darse
en cualquiera de las estructuras clínicas. En este punto, la diferenciación estructural que aportan los mecanis-
mos de represión, renegación y forclusión sobre las estructuras clínicas, marca las diferencias.

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DEPRESIÓN: ENTRE LA TRANQUILIDAD tento rebelde por adaptarse, gracias a su


DE MUCHOS Y EL MALENTENDIDO DE plasticidad, a los tiempos modernos; esto
TODOS es, la histérica trata de plegarse en su
¿Cómo plantear entonces el interés y pasividad rebelde al discurso amo que
la proliferación actual de este concepto, comanda en cada época(8). De esta for-
tan en boga como impreciso, que a modo ma, y mientras que la histeria ha ido des-
de cajón de sastre es utilizado para defi- apareciendo de la nosología psiquiátri-
nir el malestar moderno? El auge del fe- ca, el malestar neurótico, en cuanto tal,
nómeno depresivo es, a nuestro modo de ha ido tomando ese cariz depresivo que,
ver, el resultado de la crisis y atomiza- entremezclado con diversas algias, pue-
ción de la clínica clásica y de la de ser presentado a los médicos con el
medicalización del malestar moderno, escondido deseo de cuestionar su saber.
junto al ascenso imperante en el saber y Es la nueva forma de aparición de la in-
en nuestra sociedad de consumo del dis- satisfacción neurótica -depresión y dolor
curso técnico de la ciencia. Un fruto que físico- en este mundo moderno domina-
se hace preciso interrogar. do por la tecnología médica. De ahí que
En primer lugar, es necesario volver ciertos autores, como G. Wajeman, insis-
a recordar nuevamente que la prolifera- tan que« en realidad la historia de la his-
ción de la depresión, como término con- teria se confunde con la de su relación
ceptual y nosológico, es el efecto conco- con la medicina» (9).
mitante del desmoronamiento de la De esta manera, podríamos decir
psicopatología clásica en favor de ese «que, si el siglo XIX proporcionaba a la
sistema de clasificación estadístico y histérica la entrada en el templo de la cien-
ateórico que suponen los DSM o los CIE, cia médica sacándola de entre las ende-
así como del auge imperante actual del moniadas y las embrujadas» (10), el si-
discurso científico y técnico. Veamos. glo XX proporciona a los esquizofrénicos
La quiebra de la psicopatología clá- y a los depresivos -amén de toxicóma-
sica no sólo conllevó al arrinconamiento nos, anoréxicas y demás desheredados de
y la literal desaparición de la paranoia la sociedad actual- la entrada en un dis-
del panorama de la locura (7), sino tam- curso psiquiátrico técnico que, alejándo-
bién a la fragmentación de la histeria de se de la psicopatología clásica, oferta,
los manuales de la psiquiatría, que no de bajo el elixir químico, la paz deseada.
la clínica, en tanto que la histeria ha Así, esa psicopatología, que se mostraba
sabido adaptarse bien al discurso de la entusiasmada con la vivencia del pacien-
ciencia. No en vano, y como bien sabe- te y que en su vivo interés por dialogar
mos, la fenomenología camaleónica de con el enfermo trataba de ubicar las di-
la histeria -depresión, angustia y ferentes respuestas del paciente en la
somatizaciones difusas en vez del dra- aparición inefable de los fenómenos
matismo conversivo y disociativo de la intrusivos, parece ya haber sido abando-
histeria de antaño- no es más que el in- nada en los mantos de la historia, en esa

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historia anhelada, pero definitivamente cuerpo, librándole así en todo momento


perdida. Sin embargo, para este menes- al paciente de poder hablar sobre su ca-
ter era necesario poder anular términos pacidad de decisión en aquello que le
como paranoia, histeria e incluso psico- compete; esto es, bajo el concepto de
sis, no sólo por el valor que siempre ha- enfermedad se le evita al paciente que
bían tenido y siguen teniendo para el pueda formular la pregunta por la causa
psicoanálisis, sino también para poder psíquica, y con ello se le ahorra la pre-
hacer ingresar definitivamente el capí- gunta en torno a su deseo.
tulo de la locura clásica en el marco de La desaparición, por tanto, de la his-
las enfermedades médicas de carácter teria de la nomenclatura psiquiátrica, en
mental y, con ello, a la psiquiatría, como favor de términos más operativos y
especialidad médica, en el marco del dis- ateóricos -la esfera de los trastornos como
curso de la ciencia técnica. Y aquí se hace agrupamientos sintomáticos o síndromes,
necesario subrayar la palabra enfermedad no es sólo un simple ataque al psicoaná-
por lo que este concepto implica, esto lisis, sino también un intento de hacer
es, por la ausencia de responsabilidad en desaparecer, incluso en el margen de lo
el sujeto en aquello que le atormenta, denominado antiguamente como neuró-
así como por la ausencia de cualquier tico, ese matiz de subjetividad y respon-
vestigio de subjetividad en aquel mal que sabilidad en aquello que compete al in-
presenta. Si antaño la enfermedad men- dividuo, esto es, su responsabilidad en
tal era considerada como posesión la manera de ser y actuar. Es, en este
demoníaca, determinación cosmológica o punto, donde el psicoanálisis afirma que
disturbio de humores, en la actualidad, y más allá de la enfermedad hay un sujeto
bajo el epígrafe de enfermedad mental, que padece y está involucrado en ella.
se anuncia la presencia de un mal en el De ahí que, frente a la enfermedad sin
cuerpo que, sin embargo, carece de par- sujeto de la Medicina de fin de siglo, el
ticipación subjetiva. De esta forma, si en psicoanálisis proponga su ética: «!Hay un
un principio con la palabra enfermedad sujeto en el enfermo porque hay deseo!».
se había tratado de no ver en el fenóme- Y, precisamente, es a partir de esta pers-
no de la locura más que el resorte de una pectiva que debemos entender esa frase
alteración morfológica -anatómica anta- de Lacan que resalta la depresión como
ño, bioquímica en la actualidad y genética una cobardía moral: un lema que hace de
o molecular en el futuro-, con el concep- la depresión una cuestión fundamental-
to actual de depresión se pretende ver, mente ética.
incluso en la insatisfacción neurótica (la Sin embargo, debemos comprender
tristeza no delirante, la angustia sobre el también que este intento de desubjeti-
futuro o la propia incapacidad para ser vación del malestar que se ha propuesto
feliz), al igual que sucedía con la melan- el saber científico actual no es algo ais-
colía clásica de carácter psicótico, el re- lado de la propia dimensión socio-cultu-
sultado de una alteración anclada en el ral en que vivimos, sino que precisamen-

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te está arraigado en las bases de nuestra como tales, se anhelan en petit comité o
propia cultura. Es, podríamos decir, un en los nostálgicos programas televisados
efecto de los tiempos por donde se mue- como un ideal perdido, pero en realidad
ve este hombre moderno que camina ver- apenas se cree ya en ellos. De ahí ese
tiginosamente por la vida sin querer de- diálogo de sordos con el que en ocasio-
tenerse a pensar. Cuando en realidad se nes se intercambian los mensajes en los
dice «que vivimos en la era de la ciencia medios de comunicación; mensajes que
o que lo científico es lo que vale o que mayoritariamente buscan simplemente
hay que construir una verdad en base a dar rienda suelta al goce de cada cual.
una realidad científica», lo que definiti- Es por todo ello por lo que podemos
vamente estamos marcando -con este len- decir, finalmente, que existe como una
guaje de la ciencia y su instrumento, la unión y una sintonía eficaz entre este
técnica- es la forma adecuada de pensar sistema científico -que, mediante el dis-
y de relacionarse con el mundo. Y ha sido curso técnico de la ciencia, propugna la
precisamente hacia este tren científico e masiva medicalización del malestar de los
instrumental hacia donde la psiquiatría sujetos y la búsqueda de un estatuto de
actual se ha encaminado, en un intento enfermedad para la infelicidad humana-,
por hacerse definitivamente con un dis- con esta cultura nuestra que impone y
curso médico eficaz, eficiente y efecti- sutura cualquier forma de demanda con
vo, según la jerga del momento, que le objetos de consumo que tratan de per-
sirviera de puente de conexión con otras vertir el deseo y facilitar el goce.
disciplinas científicas. Pero no nos equi- El resultado final es la anulación de
voquemos; el discurso de la ciencia y de la subjetividad en el sufrimiento huma-
la técnica, llegado a este punto, es el no y la consecuente irresponsabilidad de
único que vale y cualquier otro modo de todo aquello que bajo la queja e, inclu-
pensamiento está condenado al ostracis- so, el acto se cierne; esto es, se cuestio-
mo. La técnica se ha convertido en la na en todo momento la propia posición
herramienta veraz de cualquier procedi- del sujeto; algo frente a lo que el psicoa-
miento de intercambio y resolución de nálisis se rebela, porque, como apunta
problemas, y apenas se cree ya en otra Lacan, de nuestra posición de sujeto
cosa que no sea lo objetivo, científica- siempre somos responsables.
mente hablando. Hasta se tiende en la
actualidad, por ejemplo, a que la filoso-
fía desaparezca de los programas de en- LA PSIQUIATRÍA CLÁSICA. UNA MI-
señanza en favor de la técnica, y, desde RADA ALREDEDOR DEL DOLOR MORAL.
luego, lo objetivo en este caso es la má- Para tratar de situar ahora el proble-
quina, el instrumento de medición, el ma de la depresión en el contexto de la
fármaco y no ya el sujeto, la palabra, ni cobardía moral, se hace preciso realizar
la relación médico-paciente. El sujeto, la una incursión previa por el campo de la
palabra y la relación médico-paciente, psiquiatría clásica, en tanto que esta dis-

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ciplina se ha mantenido como un marco bién a la melancolía por el dolor moral.


de referencia y reflexión para el pensa- Nos dice: «el doliente está cada vez más
miento psicoanalítico. No en vano, po- dominado por un estado de dolor moral
dríamos decir que el establecimiento de que persiste por sí mismo, y que está aún
la clínica psiquiátrica clásica tendría como más reforzado por cada impresión moral
su heredera formal a la clínica exterior» (13). Nuevamente, la cuestión
psicoanalítica. ética sigue pesando, a nuestro modo de
Sin ánimo de hacer un recorrido de- ver, en el estatuto de los trastornos
masiado exhaustivo, sí quisiera mencio- afectivos.
nar a algunos de los autores que me sir- Pero, ¿cómo vienen todos estos au-
ven como introducción en el tema sobre tores a definir este dolor moral? Como
la ética (la posición del sujeto) y la de- un incierto sentimiento de opresión, an-
presión, siguiendo atentamente el esque- siedad y tristeza. Parecería que se estu-
ma de trabajo realizado por Quinet (11). vieran adelantando en su descripción a
A mediados del siglo XIX, Joseph la nomenclatura de los trastornos mixtos
Guislain propone el término de de ansiedad y depresión de la CIE-10,
frenopatías, en lugar de la palabra locu- aunque para estos autores, y más allá de
ra, para hablar de las enfermedades men- la importancia que la fenomenología ad-
tales, en tanto que entendía que las ma- quiere en su obra, también está presente
nifestaciones psíquicas eran reacciones el correlato moral, el estatuto ético.
psicológicas a un estado de dolor moral. No obstante, y a pesar del esfuerzo
Esta idea de un dolor inicial de carácter realizado por todos estos autores para
moral, nos dirá Bercherie, «aparecería in- describir y comprender el acontecer mor-
cluso antes de las locuras de tonalidad boso, sus descripciones no encuentran
afectiva alegre» (12). De esta manera, cómo responder a la pregunta por la etio-
comenzará a irrumpir en el marco de la logía, quedando pendiente por resolver
psiquiatría lo que vendría a ser la princi- en todos ellos la cuestión de la causa.
pal característica de la melancolía, la Parecería, así, que esa tristeza que em-
frenalgia -phrenalgie-. Un término que bota, aturde e invade al paciente debe-
será traducido más tarde por los psiquia- ría tener una causa y, sin embargo, antes
tras franceses y alemanes, como dolor de que el paciente pueda preguntarse por
moral, y que, posteriormente Lacan nom- ella, la respuesta le adviene en forma de
brará, como «dolor de existir», esto es, esa cascada de pensamientos lúgubres,
como el efecto traumático del Lenguaje presentimientos vagos, temores inciertos
sobre el viviente. Esta descripción de la y sueños angustiosos. ¿Cómo responder
melancolía por parte de Guislain, como entonces a la pregunta por la causa? Si
un estado de exaltación moral (intensifi- para Griesinger, como para el resto de los
cación de los sentimientos de tristeza y clásicos, en el origen del dolor moral del
manía), se verá reforzada años más tarde melancólico se sitúa una causa descono-
por Griesinger, quien caracterizara tam- cida, para Freud, como veremos, una pér-

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ORIGINALES Y REVISIONES (59)

dida vendrá a ser el detonante de ese to, es el origen del sufrimiento melancó-
dolor moral que corroe y destruye por lico actual. De ahí esa resignación tan
dentro. constante con que el sujeto melancólico
A finales del siglo XIX, Sèglas, un espera su castigo; un castigo que en oca-
psiquiatra francés, viene a dibujar fina- siones no duda él mismo en ejecutarlo.
mente el cuadro de la melancolía simple Finalmente, y llegado a su punto ex-
o hipocondría moral. Un cuadro clínico tremo, el sujeto melancólico puede lle-
donde el dolor moral y las alteraciones gar a negar su propia vivencia corporal
cenestésicas e intelectivas definen cla- e, incluso, su existencia como ser huma-
ramente ese estado de melancolía con no (delirio de negación de Cotard). La
conciencia. En este estado melancólico, muerte del sujeto, como dirá Lacan, an-
la aparición de las ideas delirantes de tecede en este caso a esa muerte corpo-
ruina, culpabilidad o persecución no son ral imposible que jadea y anhela el suje-
más que la consecuencia de ese dolor to melancólico.
moral previo que atormenta al paciente.
De esta forma, y aun cuando la temática
delirante en el sujeto melancólico pueda Y EN ESTO LLEGÓ FREUD. LA TRISTE-
ser variada, se presenta sin embargo, y ZA Y LA PÉRDIDA.
como denominador común, el dolor mo- La visión freudiana trató de dotar a
ral y las alteraciones corporales e la psiquiatría clásica, marcada por la des-
ideativas. Nuevamente podemos volver a cripción de los fenómenos, de un instru-
percibir cómo, en su reflexión, Sèglas mento de comprensión necesario que per-
detecta en el origen del cuadro una falta mitiera aclarar aquella parte que subyace
moral, precisamente en el mismo lugar en el fenómeno de la tristeza, esto es,
en donde Freud evidenciará más tarde la trató de comprender la dinámica de la
existencia de una pérdida desconocida, estructura. El texto de Freud Duelo y me-
esto es, una pérdida de carácter incons- lancolía (1915) es, precisamente, el in-
ciente. tento de poner el acento en la pérdida
Si precisamente la falta moral en su inconsciente, como causa de ese dolor
origen justifica la presencia de las alte- moral descrito por los psiquiatras clásicos.
raciones corporales, así como las altera- Freud, coetáneo de las grandes dis-
ciones intelectivas, el delirio viene a ser cusiones clasificatorias de la enfermedad
la reacción a ese dolor moral en un in- mental durante principios del siglo XX,
tento por comprender intelectivamente no se entretuvo en dilucidar fenomeno-
la causa del sufrimiento. Vemos, así, cómo lógicamente la cuestión diagnóstica de
el delirio cumple una función de explica- la melancolía, sino que trató de aportar
ción, que, en ocasiones y de forma retro- una descripción sencilla que permitiera
activa, da contenido a esa causa desco- abordar rápidamente la dinámica en jue-
nocida que, mediante lo acontecido o no go. La melancolía, nos dice, «se caracte-
acontecido en la historia previa del suje- riza psíquicamente por un estado de áni-

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mo profundamente doloroso, una cesación con el objeto perdido se ha llegado a


del interés por el mundo exterior, la pérdi- perder. «De este modo nos veríamos im-
da de la capacidad de amar, la inhibición pulsados a relacionar la melancolía con
de todas las funciones y la disminución una pérdida de objeto sustraída a la con-
del amor propio - sentimiento de ciencia, diferenciándose así del duelo, en
autoestima-. Esta última se traduce en el cual nada de lo que respecta a la pérdi-
reproches y acusaciones, de que el paciente da es inconsciente»(16).
se hace objeto a sí mismo, y puede llegar Pero no sólo nos llama la atención
incluso a una delirante espera de casti- en la melancolía la naturaleza inconscien-
go» (14). Sin embargo, y aun cuando la te de la pérdida, sino también esa dismi-
analogía del cuadro del duelo con la me- nución de la autoestima, esto es, ese em-
lancolía -reacción a la pérdida de un ser pobrecimiento del yo, principalmente
amado o de una abstracción equivalen- moral, en donde los reproches, los insul-
te: patria, libertad, ideal...- es superpo- tos y la espera de castigo dan cuenta de
nible en muchos casos, un aspecto resul- un ser despreciable -un objeto abyecto
ta claramente diferencial entre ambos: la (objeto a)- y abandonado del amparo del
perturbación de la autoestima marca y Otro, como dirá Lacan. Un ser que no
viene a delimitar claramente el cuadro de muestra, en ningún momento, reparo ni
la melancolía. remordimiento alguno en mostrar su fal-
¿Cómo se produce el duelo?, se pre- ta moral. Freud en este punto no cues-
gunta Freud. En el duelo, la realidad pone tiona tales acusaciones del paciente con-
en evidencia la falta del objeto amado y tra su yo, sino que precisamente su pre-
«demanda que la libido abandone todas gunta se basa en «por qué ha tenido que
sus ligaduras» (15), siendo precisamente enfermar el sujeto para descubrir tales
todo el trabajo del duelo el esfuerzo ne- verdades»(17). Si bien el paciente debe
cesario para conseguir librarse de tan tener buenas razones para haber perdido
pesada carga y plegarse de esta manera su autoestima, la pérdida del objeto en
al mandato de la realidad. Si el objeto ya la melancolía, a diferencia del duelo nor-
no existe, el yo debería tratar de liberar- mal, ha tenido -culmina diciendo Freud-
se de todos los puntos de enlace con el «importantes efectos en el propio yo»(18).
objeto perdido. De esta manera, para Pero ¿cómo explicar ese autorrepro-
Freud, el trabajo del duelo acaba con la che que ciega severamente la conciencia
aparición de la libertad del yo y la des- del melancólico? La conciencia moral, que
aparición de toda inhibición. viene a ser el prolegómeno de la instan-
Si en el contexto del duelo la causa cia superyoica del modelo estructural
de la pérdida es notoria -de ahí que nos freudiano, se separa del yo y dirige sus
resulte fácilmente comprensible el due- críticas contra él, como si de un objeto
lo-, en el caso de la melancolía a veces se tratara. Es como si el yo se hubiera
no es tan fácil averiguar qué es lo que convertido en otra cosa bien distinta de
realmente se ha perdido o, incluso, lo que lo que previamente era. Pero ¿en qué se

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ORIGINALES Y REVISIONES (61)

ha convertido el yo en realidad? En otra Al final, tanto la melancolía como el


persona, en otro objeto; precisamente, duelo, nos dirá Freud, «desaparecen al
en el objeto erótico deseado. Freud nos cabo de un cierto tiempo, sin dejar tras
dirá: «los reproches con los que el enfer- de sí grandes modificaciones»(22). El yo
mo se abruma corresponden en realidad a consigue tras el trabajo del duelo des-
otra persona, a un objeto erótico, y han prenderse aparentemente de la libido que
sido vueltos contra el propio yo»(19). se mantenía fijada en el objeto, y acaba,
Podemos reproducir ahora claramen- siguiendo las ordenes de la realidad, por
te el proceso de la melancolía. Sobre una alcanzar su libertad anhelada sin triunfo
elección objetal previa de carácter narci- sobre el objeto ni felicidad aparente.
sista, una ofensa real o un desengaño
convoca la sustracción de la libido hacia
otro objeto; pero, en vez de buscar esta LACAN: LA TRISTEZA, LA COBARDÍA
libido nuevas fuentes de gratificación en MORAL Y EL DUELO IMPOSIBLE
otro objeto, la libido es desplazada di- Si bien Freud distingue claramente
rectamente al yo, identificándose éste con en sus escritos metapsicológicos el due-
el objeto abandonado. «La sombra del lo y la melancolía -mediante ese meca-
objeto cae sobre el yo»(20), y con ello el nismo básico que supone la identifica-
conflicto previo entre el yo y el objeto se ción narcisista al objeto perdido y que
transforma «en una disociación entre la hace, por este motivo, que la queja del
actividad crítica del yo y el yo modificado melancólico se convierta, en realidad, en
por la identificación»(21). De esta mane- la fuente de una acusación dirigida ha-
ra, y aun cuando la melancolía tome cier- cia al otro-, años más tarde, y a través
tos aspectos y características del duelo - del desarrollo del modelo estructural -yo,
la pérdida real de un objeto erótico, por ello y superyo-, Freud convertirá definiti-
ejemplo-, ésta mantiene, sin embargo, un vamente a la identificación en el meca-
mecanismo que le hace específica, esto nismo básico de construcción del yo, y
es, el proceso de regresión de la elección especialmente del superyo, como heredero
de objeto narcisista al narcisismo, así de la disolución del complejo de Edipo.
como ese carácter de sufrimiento placen- De ahí que Lacan, a la hora de hablar de
tero (goce) con que el melancólico se la estructura del duelo en Freud, haga
atormenta, fruto, por un lado, de la iden- mención precisamente a esa identifica-
tificación del yo con el objeto perdido y, ción con el objeto perdido, como el ele-
por el otro, de la satisfacción de las ten- mento esencial del duelo freudiano.
dencias sádicas dirigidas hacia él. De ahí Pero es que, además de esta aporta-
la facilidad con que puede darse un pa- ción de Freud al estudio del duelo, me-
saje al acto -el suicidio-, en tanto que diante el mecanismo de la identificación,
ese yo disociado puede liberar toda su podemos decir también que, por esta épo-
agresividad sobre esa parte del yo iden- ca, Freud mantiene una interpretación del
tificado con el objeto amado-odiado. duelo que resulta por momentos muy

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esperanzadora para todos. Comienza di- Su manera de desresponsabilizarse es


ciendo: «al final de la labor del duelo vuel- culpabilizándose mediante el velo de lo
ve a quedar el yo libre y exento de toda imaginario. Y, en este punto, que duda
inhibición»(23); y, más tarde, para expli- cabe que la posición del psicoanálisis
car en la melancolía la liberalización del frente a la psiquiatría del momento es
yo frente al objeto, dirá: «el yo puede diametralmente opuesta. La psiquiatría,
gozar quizá de la satisfacción de recono- amparándose en la biología, busca
cerse como el mejor de los dos, como su- desresponsabilizar al sujeto en favor de
perior al objeto»(24). un déficit de neurotransmisores, por
¿Será por tanto posible elaborar ra- ejemplo, esto es, busca hacerle un en-
dicalmente el duelo o, tal vez, ante cual- fermo mudo y sordo ante la pregunta so-
quier duelo se reabre de una manera bre la causa, mientras que el psicoanáli-
desgarradora ese duelo imposible de ela- sis, en tanto que defiende que el hombre
borar? no es sólo un organismo sino un cuerpo
Siguiendo a Freud, la interpretación sometido al efecto del lenguaje, busca la
que hará Lacan de la depresión estará, implicación del sujeto en aquello que le
tanto en el eje de la posición ética del hace sufrir, pretendiendo, ante todo, in-
sujeto, en cuanto que la cara oculta de terrogar la relación del sujeto con su goce.
la tristeza es una falla moral o una co- Pero el psicoanálisis con ello no trata de
bardía moral, como en el eje de su rela- moralizar la conducta humana, ni mucho
ción con el goce, esto es, con esa satis- menos de establecer pautas de conduc-
facción que atenta contra la vida. ta, sino que favorece a través del rescate
Ya dijimos anteriormente que la in- de la posición subjetiva en la palabra,
troducción de la posición ética en ese aquello que dificulta la puesta en escena
mal moderno por excelencia denominado del deseo, aquello que le obstruye y le
depresión, es la manera provocativa que impide surgir. En este sentido, podemos
tiene Lacan de introducir al sujeto en decir que no hay más ética en psicoaná-
aquello de lo que se queja para hacerle lisis que la del deseo, y que la depresión,
precisamente responsable de aquello que en este caso, no es más que una cobar-
le hace sufrir. Pero, en este punto, con- día moral frente al deseo, frente a ese
viene aclarar que responsabilidad no es deseo inconsciente que nos posee y nos
culpabilidad; precisamente, a mayor do- domina.
sis de culpabilidad menor injerencia de La tristeza, por tanto, como punto
la responsabilidad en el sujeto. No obs- de claudicación frente al deseo, no es más
tante, es cierto que el sujeto depresivo que la cara desfalleciente de ese sujeto
en ocasiones se siente culpable, tanto por que retrocede frente a lo que le determi-
lo realizado como por lo no realizado a lo na y que muestra, bajo ese acto de re-
largo de su vida, pero con ello, lo que no nuncia2 , una toma de posición pasiva
quiere escuchar es, precisamente, la par- frente a su conflicto, y una reclusión fren-
te de responsabilidad en lo acontecido. te a las consecuencias de su deseo; es

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ORIGINALES Y REVISIONES (63)

decir el sujeto, refugiándose por momen- a la nada, y que, a la vez que marca con
tos -y con el precio tan severo a pagar su huella enigmática nuestros actos y
por ello- en el afecto de la tristeza, se decisiones, inquieta, domina y posee al
evade de lo que en realidad la produce y ser humano. De ahí que la relación del
retrocede, así, frente al deseo. De ahí que sujeto humano frente a su deseo siempre
podamos decir que, en realidad, la tris- se muestre en el terreno de lo conflicti-
teza esconde, bajo su máscara incierta, vo, de la duda, de la angustia y que, pre-
la renuncia a saber sobre el inconscien- cisamente, frente a ese terreno incierto
te, esto es, esconde, y evita a la vez, que supone el deseo -que permitiría un
poder confrontarse con la causa de su despertar a la vida-, es frente a lo que el
deseo. sujeto depresivo claudica, dirime y esca-
No retroceder frente al deseo se con- pa, mediante un síntoma, la tristeza como
vierte así, en el lema ético del psicoaná- afecto, que es, a la vez, tanto la expre-
lisis por excelencia. Pero, ¿a qué deseo sión de la claudicación frente al deseo,
nos referimos en realidad? Al deseo in- como la satisfacción de esa parte del su-
consciente. Y el deseo inconsciente, como jeto que se opone a él (el goce).
motor del aparato psíquico, no es, desde Si hemos dicho que la tristeza es una
luego, aquello que desde la consciencia acto de responsabilidad inconsciente, de
nos va dirigiendo por entre los resortes voluntad involuntaria (27), que obstacu-
del consumo, ni siquiera lo que desde la liza el deseo, ese deseo que en realidad
necesidad siempre cambiante se tipifica apunta a un vacío, a la nada ¿cómo po-
y encubre bajo la demanda; el deseo, bajo der afrontarlo sin llegar a asustarnos?
el epígrafe de lo inconsciente, es, en rea- ¿Cómo situarnos frente a esa nada que
lidad, lo no sabido, lo que nos determi- nos invade y que demuestra nuestra frá-
na, lo que no se deja cubrir bajo la de- gil existencia? ¿Cómo poder hacer ese
manda, lo que no se puede calmar me- duelo por la nada que somos a pesar de
diante ese objeto que tapa la necesidad, la mascarada del yo? Es evidente que con
tal y como muy bien nos lo muestra nues- valentía. Con esa valentía que tiene que
tro sujeto anoréxico (25). En definitiva, ver con poder llegar a situarse más allá
lo que perdura más allá de la pacifica- del sentido del significante, de la pala-
ción de la necesidad. El deseo incons- bra. Porque, si el significante traduce un
ciente por tanto, como efecto del len- sentido, sabemos sin embargo, que no
guaje sobre el ser vivo, «es la consecuen- todo puede ser dicho con la palabra, que
cia en el ser hablante de la castración o, hay un punto en que el significante falla
lo que es lo mismo, de la diferencia intro- y la palabra queda a la deriva sin poder
ducida por el significante» (26). Un de- cernir el significado último. Y este
seo que, en realidad, apunta a un vacío, significante inexistente, este no-sentido,

2. La tristeza vendría a ser, por tanto, como un acto de voluntad inconsciente que equivale a no afrontar el
deseo.

2461
La cara oculta de la tristeza
(64) ORIGINALES Y REVISIONES

este vacío estructural con que se topa el resulta. En fin, una tristeza que no
ser humano en su peregrinar por la exis- martiriza ya al cuerpo, que no culpabiliza
tencia, nos enfrenta también con una tris- a nadie y que, sin embargo, permite se-
teza; pero con una tristeza que no es la guir deseando.
del melancólico, que, invadido por un De esta forma, si la tristeza de la
vacío, se deja llevar hacia el goce mortí- depresión es una obstrucción al deseo,
fero de un síntoma de queja que no cesa la tristeza, efecto del duelo imposible -
o, en ocasiones, hacia el hilo de una pero aceptado sin resignación-, es una
muerte con la que trata de tapar su ma- invitación a vivir con un deseo siempre
lestar incierto, sino que es una tristeza, vivo y que no se agota. Un deseo que,
efecto de un duelo imposible de resol- aun cuando guarda relación con la falta
ver, que confirma que el sentido de la que agujerea al ser parlante, no impide,
vida es el de un deseo, dirigido hacia la sin embargo, la realización de una vida
muerte que puede ser trasladado a la vida, que se dirige inevitablemente hacia la
aun a sabiendas de lo perecedera que ésta muerte.

BIBLIOGRAFÍA

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2462
La cara oculta de la tristeza
ORIGINALES Y REVISIONES (65)

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16. Ibid, pp 2092.
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19. Ibid, pp 2094.
20. Ibid, pp 2095.
21. Ibid, pp 2095.
22. Ibid, pp 2097.
23. Ibid, pp 2092.
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Luis-Salvador López Herrero


Médico Especialista Medicina Familiar y Comunitaria. Psicoanalista.
Tutor de la Unidad Docente de Medicina Familiar y Comunitaria de León.
Centro de Salud José Aguado. León
C/. Páramo nº 1 -5A. Esc. 3. León 24006
Telf. 987-253856
luis_salvador@terra.es

Ana Pérez
Médico Residente. Medicina Familiar y Comunitaria
Centro de Salud José Aguado. León

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