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ROMPE LA SANDÍA
DE TU VIDA

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DAVID MONTALVO

ROMPE LA SANDÍA
DE TU VIDA
Cómo disfrutar
el jugo de la felicidad
y vivir sin ataduras

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ROMPE LA SANDÍA DE TU VIDA

Copyright ©2008 por David Montalvo


Copyright ©2008 por Ediciones Empresa y
Cultura, S.A. de C.V.

INSPIRARE EDITORIAL
www.grupoinspirare.com
info@exitoymas.com

1ª. Edición, Julio, 2006


2ª Edición: Octubre, 2008
15ª Reimpresión: Diciembre 2014

Reservados todos los derechos. Queda


rigurosamente prohibida, sin la autorización
escrita del editor, bajo las sanciones
establecidas por las leyes, la reproducción
total o parcial de esta obra, incluyendo la
portada, por cualquier medio o
procedimiento, comprendidos la fotocopia y
el tratamiento informático.

ISBN: (En trámite)

Corrección y edición: Hugo Valdés


Diseño de portada: Carolina Garza

Impreso en México - Printed in Mexico

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Comienza el cuento. Todo lo que se requiere por parte
del discípulo es que escuche, no atentamente, sino con
interés, con un corazón abierto, sin ninguna tensión. Hay
que disfrutar del cuento. Cuando lo disfrutas te revela
sus misterios.

Osho

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ÍNDICE
Prólogo para la nueva edición
Introducción

1. Pato a la escopeta
2. Doña Sonrisas
3. Al mal paso…uno bueno
4. Si le aprietas, se rompe
5. Pasión para llevar
6. Miss Delirios
7. Cuatro aviones en un hospital
8. Siembra y se te dará
9. Perdónate
10.En reconstrucción
11.Cancún…en proceso de purificación
12.Oportunidades, simples oportunidades
13.La magia está en ti
14.¿Y dónde quedó el niño?
15.¿Y dónde quedó el niño? II
16.Perseguir la pelota
17.Haz de tu vida un papalote
18.¿Turista o peregrino?
19.Echando a perder, se aprende
20.Ponte tu nariz

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21.Pequeños detalles
22.La comida de mamá
23.Habla ahora o calla para siempre
24.Tú eres tú, el otro es el otro
25.Carta a un hombre millonario
26.Con piel de tigre
27.Volar sin ensuciarnos
28.Servir para que sirvas
29.Una vida de película
30.Rompe la sandía

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A los que pasaron, los que
están pasando y los que
pasarán por aquí.

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PRÓLOGO PARA
LA NUEVA EDICIÓN

La vida es un experimento. Experimenta en ella.


R.W. Emerson

NADA ES UN ACCIDENTE. Ni siquiera que tengas este libro en tus


manos. Cuando se publicó la primera edición escuché diversos
comentarios, pero hubo uno que llamó poderosamente mi atención:
“este libro tiene algo”. Fueron las palabras de un afamado empresario,
después de leerlo y haber obsequiado algunos ejemplares a sus
empleados.

Y ahora, dos años después de que el libro se publicara por primera vez,
debo confesarlo: en efecto, tiene algo. “Algo” no esperado —ni
siquiera por mí— que rompió cualquier pronóstico e hizo que miles de
personas pudieran romper sus propias sandías.

Ese “algo” viene de hace tiempo. Recuerdo que cuando comencé a


escribirlo sucedieron cosas difíciles en mi vida que me hicieron probar
todas y cada una de las palabras imaginadas y plasmadas. Como si el
universo me mandara a su visor o sinodal para juzgar si todo lo que
quería decir en el libro funcionaba realmente.

Ahora, para que surgiera esta nueva edición también se tuvieron que
brincar muchos obstáculos, pero fue la mejor forma de probar,
replantear y reestructurar todas las ideas de nuevo. Para mi sorpresa,
siguen siendo tan vigentes como lo eran aquella mañana de abril, en esa
sala de hospital, cuando comencé a teclear este sueño que tienes entre
tus manos.

Descubro ahora que Rompe la sandía de tu vida tiene “algo”, pues su


objetivo jamás ha sido ni será enseñar a nadie, sólo compartir. Su

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contenido se concebió y nació, de forma sincera y auténtica, mediante
vivencias reales, encuentros ocasionales, pláticas de banqueta, tardes de
café y noches mágicas e inesperadas.

Ese “algo” que también ha tenido una gran fuerza en mi vida, es lo que
ha hecho que este libro haya llegado al corazón de miles de personas
en los últimos años, y la razón principal por la que se publica de nuevo,
ahora en otro sello editorial, con mayor fuerza, de forma actualizada,
corregida y “recargada”.

De esta forma, te agradezco por estar aquí, compartiendo conmigo este


instante que la sincronía de la vida ha permitido. Y espero que nos
podamos conectar a través de estas palabras para encontrar ese “algo”,
esa “inspiración” que nos haga romper nuestra sandía, cuantas veces
sea necesario. Todo esfuerzo es poco si se aprende a sacarle jugo a
cada momento y, de esta forma, disfrutar una vida con mucho más
sabor. Recuerda, nada es un accidente.

David Montalvo
Otoño 2008

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INTRODUCCIÓN

Un buen día, al finalizar una conferencia, se me acercó un joven para


hacerme esta pregunta:

—Y usted, ¿sobre qué escribe?

—Escribo de lo que vivo, veo, escucho o me platican —le contesté.

Escribo sobre la vida diaria que puede llevar cualquier mortal, como tú
o como yo. Escribo en donde me den la oportunidad amorosa de
plasmar y clarificar mis pensamientos, ya sea en la columna de un
diario, en una revista, un sitio web o hasta en una servilleta.

Bien dicen que escribir es un parto. Tienen mucha razón. Cada libro es
diferente en forma, pero en el fondo sigues entregando tiempo, alma y
corazón en cada palabra. Con éste no ha sido la excepción.

En esta nueva recopilación de los que considero —en mi humilde


opinión— los mejores 30 artículos o reflexiones de este año, ha
quedado un trozo de mi vivencia personal. Hablo de experiencias con
las que me he cruzado en el camino; algunas, dulces y suaves, otras, no
tanto. Pero cada una de ellas ha formado parte de mi propio Plan
Perfecto.

Ha sido una labor desafiante. Mucho de lo que vas a leer lo escribí


justo en el momento en que la vida me obligó a probar mi propia
filosofía, la que transmito en mis cursos y conferencias. Pareciera que
en cada artículo juego el papel del escritor, pero también del lector.

Soy un ser humano como tú, como tu vecino, como cualquiera. Eso es
lo que me inspiró, aún más, a sacar a la luz este nuevo material. La vida
misma me lo solicitó por medio de sus valiosas lecciones en tiempos
difíciles. No tengo la menor duda de que con muchas de ellas te podrás
identificar.
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Aunque siendo sincero, no pretendo erigirme como maestro, gurú o
guía espiritual. Nunca ha sido mi intención y no lo será. Para mí, lo que
ya sabes y en lo que crees es sagrado. Simplemente… hemos podido
coincidir a través de este libro.

Prefiero compartirte las ideas que he experimentado o que otros, aun


sin darse cuenta, me han transmitido. Desde una mesera de hospital
apodada Doña Sonrisas; pasando por un taquero apasionado, un
taxista de la Ciudad de México y un niño de seis años; hasta un payaso
de circo.

Es un libro para leerse de principio a fin, pero también de fin a


principio. Es decir, que no está escrito en orden cronológico. En cada
página encontrarás ideas con las cuales sentirás ganas de reír, de llorar,
de pensar, de tomar el teléfono y hablarle a esa persona especial, y que
seguramente te servirán para tomar energías para el resto del día. Sólo
déjate llevar por lo que dicte tu interior.

Esto de las sandías no obedece a que haya cambiado la profesión de


conferencista por la de verdulero; surgió hace algunos meses cuando
un vendedor de frutas me invitó a comprar algunas. Las observé
detenidamente, pero su aspecto no me convenció. Cuando estaba por
marcharme, el comerciante me paró en seco con la siguiente propuesta:

—No se fije en lo de afuera. Lo mejor es lo de adentro.

Me ofreció un poco de una de ellas para probarla. Definitivamente


tenía razón. La fruta tenía un sabor excepcional y un color rojo
envidiable. Se deshacía en mi boca. Aquel bocado no guardaba relación
alguna con el aspecto de la cáscara.

Aunque no fue su intención, el vendedor me dio un gran mensaje, en


pleno supermercado, que me llevó a escribir el libro que tienes en tus
manos.

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En la vida sucede lo mismo: lo mejor del ser humano está por dentro.
Para descubrirlo, sólo necesitamos hacer un viaje al interior.

Este libro podrá llegar a ser tu boleto de partida, el impulso que


necesitas, el antídoto para curar las heridas del alma, sanar los
resultados del pasado y avivar tus deseos de vivir plenamente.

No me resta más que desearte una agradable experiencia y que puedas


sacar el máximo jugo de tu existencia… rompiendo tu propia sandía.

Vamos a platicar un poco.

Con afecto,

David Montalvo
Verano 2006

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Bienvenido al instante perfecto.
Bienvenido al momento ideal.

Gracias por estar aquí.

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1. Pato a la escopeta
Hay muchos genios cavando en las huertas y muchos
mediocres gobernando naciones.
Anónimo

“Ahora resulta que los patos les tiran a las escopetas”, comentó un
político de mi localidad cuando unos ciudadanos le presentaron un
proyecto de desarrollo urbano para ejecutarlo.

Personajes tan “ilustres” como este político aparecen todos los días:

Padres de familia autoritarios que imponen a sus hijos la carrera


universitaria y, en ocasiones, hasta su pareja.

Maestros que en lugar de fungir como facilitadores se desempeñan


como impedidores del aprendizaje en el salón de clases, sin permitir que
nadie opine, o imponiendo reglas sin sentido, pensando que un 100 de
calificación es más relevante que diseñar una estrategia para que el
alumno aplique sus conocimientos afuera del aula, donde realmente es
importante.

Algunos directores o gerentes de departamentos que por el hecho de


tener un nivel de estudios más avanzado —¡ellos sí estudiaron maestría
o doctorado!—, no permiten un solo comentario o enseñanza de sus
empleados, como excusa de que su puesto es más alto.

¡Si tan sólo nos diéramos la oportunidad de pensar que en algunos


momentos los patos les podrían tirar a las escopetas! No con el fin de
dejar en ridículo a esas personas que gravitan en las altas esferas o para
burlarse de su poca cultura, sino para demostrar la premisa de que
nunca dejamos de aprender de los demás.

Muchas veces, en la universidad nos enseñan profundas y complicadas


teorías físicas, matemáticas o filosóficas, pero muy pocas veces nos
comparten teorías de vida, ésas que no suelen refrendarse con un
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diploma o una constancia, pero que permanecen para siempre.
Definitivamente, vaciar con humildad el jarrito lleno de conocimiento
nos permite recibir cada día más.

De esa manera nos vamos a topar con niños que nos dan una
verdadera cátedra de la sonrisa sincera o del amor auténtico, con
viejecitos que con un abrazo nos enseñan el arte de la compañía.
Tendríamos asesorías magistrales de un limpiavidrios sobre la
perseverancia y lucha por unos cuantos pesos bajo el sol.

En fin… estamos rodeados de patos que nos tiran cañonazos de amor,


aunque a veces nos sintamos escopetas.

Regálate un tiempo para tener una plática con un extraño o preguntarle


a tu hijo, empleado, alumno o amigo sobre un tema o situación difícil
en particular. Aunque tengas tu propia respuesta, te sorprenderás con
su visión, muchas veces más humana y más llena de vida.

Déjate que te tiren los patos: aprenderás más de lo que imaginas.

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2. Doña Sonrisas
La risa es el trapo que limpia las telarañas del corazón.
Mort Walter, caricaturista estadounidense

¿Una sonrisa nos cambia la vida? Yo hace años pensaba que no. Como
muchos, imaginaba que era un movimiento facial igual que cualquier
otro. Pero como diría mi madre: “Los golpes en cabeza propia son los
que más duelen”, o hasta que no vivimos la experiencia, no
aprendemos. Y justo lo tuve que comprobar por cuenta propia, para
ahora compartírtelo.

En la cafetería Los Arcos atendía una mesera muy especial. Hacía la


diferencia con sus clientes trabajando de forma más intensa, aunque
recibiera el mismo sueldo que los demás. Sus resultados se notaban por
la propina que recibía.

Por su capacidad de mantener de oreja a oreja un rostro risueño y


reluciente, fue apodada Doña Sonrisas. Era impactante no tanto el
gesto, sino el tiempo que lo mantenía.

Tenía actitudes positivas que realmente “enamoraban” al cliente, por lo


que no era extraño que éste volviera al lugar. La mujer no gozaba
incluso de mucho atractivo físico, pero se imponía su belleza interior y
el hecho de que, a sus sesenta y tantos años, su carisma se conservara
intacto.

Al momento de llegar al restaurant te recibía con comentarios como:


“¿Una mesa con vista al mar?”, “¿Desea algún acompañante?”, “¿Unos
taquitos para la dieta?”, que aderezados con su proverbial sonrisa se
convertían en una fórmula antiestrés que hacían disfrutar la comida.

Esto de la magia que tiene la sonrisa no es noticia nueva, pero ¡ah,


cómo se nos olvida! Andamos con la agenda llena y el reloj vuelto loco;

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en el tráfico, en la oficina o en la universidad andamos con la cara larga
y el ceño fruncido.

Bien dicen en la India: “Una carcajada vale más que una hora de yoga”.
Por algo en Oriente vemos a tanta gente feliz o por lo menos en
aparente paz. Sonreír es toda una filosofía de vida, un hábito para
conquistar a diario.

La risa eleva inclusive la producción de los narcóticos naturales del


cerebro; por eso es adictiva. No es sólo alimento para acrecentar el
alma o agrandar el espíritu, sino también generador de climas de paz y
alegría en nuestros alrededores.

Existen diferencias importantes entre la gente alegre y la que se queja


hasta de la salida del sol. A la gente risueña, sonriente, le va siempre
mejor: cuando pasa por tiempos difíciles aprende más, y le hace la vida
más ligera a los demás.

Un payaso de profesión, Miliki, que ha hecho reír a multitudes de


chicos y grandes, cuenta en su autobiografía una anécdota de cómo
con la sonrisa podemos cambiar la situación de guerra, sufrimiento,
dolor, estrés o tensión en la que nos hallemos inmersos.

Recién llegados a Estados Unidos, nuestra gran preocupación era cómo hacer reír a
un público cuya filosofía de vida y costumbres difieren totalmente de las nuestras,
escribió el famoso payaso.

Buscándole las cosquillas a la gente corriente, en la calle tratábamos de encontrar las


claves de su sentido del humor. En todas las cafeterías de autopista del Medio Oeste
anunciaban con grandes letreros: “Second Coffee Free”, o sea, el segundo café es
gratis. En uno de nuestros primeros viajes, paramos en una de las aquellas grandes
cafeterías.

Al llegar la mesera a nuestra mesa, libreta y lápiz en mano, le pregunté:

—¿El segundo café es gratis?


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A lo que me contestó:

—Por supuesto.

Entonces le dije:

—Pues tráigame el segundo café, por favor.

La mesera soltó unas carcajadas y le confesó a Miliki, tiempo después,


que gracias a su ocurrencia había iniciado un día que sería uno de los
más formidables de ese año.

¡Vale la pena sonreír a pesar de las dificultades! Aprendamos de Doña


Sonrisas o Miliki, creando sonrisas para hacerles la vida menos pesada
a los demás y, casi sin proponérnoslo, nuestra vida irá tomando más
sabor.

Si piensas que es cursi, alucinado o ridículo, sólo haz la prueba. No


pierdes nada y ganas mucho. Si te cuesta, esfuérzate y poco a poco tu
mente y tu cuerpo se irán acostumbrando a transformar este gesto tan
noble en un hábito con el que tocarás almas y harás crecer la tuya.

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3. Al mal paso… uno bueno
Una experiencia nunca es un fracaso, pues siempre viene a
demostrar algo.
Thomas Alva Edison

En estos momentos voy a tratar de imitar las cualidades extraordinarias


del comediante mexicano Chespirito, cambiando el viejo y conocido
refrán: “Al mal paso, darle prisa”, por algo más positivo y humano: “Al
mal paso… uno bueno”

No se trata de confundir a mi querido lector sobre las andanzas


respectivas de cada uno, sino de evitar el martirio, la agonía y el
sufrimiento —aunque se escucha fuerte, para muchos lo es— que
vivimos cada vez que se nos presenta una situación difícil.

Somos especialistas en ser víctimas de los problemas. Comentarios


como: “Sólo me pasa a mí”, “La vida la trae en mi contra”, “Con mi
mala suerte, mejor ni me levanto de la cama”, me llegan seguido en
mensajes electrónicos o sesiones de consultoría.

Lo más interesante de esto es que existen personas que no sólo lo


sufren, sino que desean ardientemente que los demás sufran con ellos,
contando por donde quiera que vayan sus situaciones más
desagradables, creando monumentos a la negatividad o convirtiéndose en
ellos.

Pareciera que estamos acostumbrados a ver los malos ratos o los


problemas como culpa del destino o como si fuera un sorteo de “quién
la pasará peor en la vida” y nos autoconcedemos el primer lugar.

Dar un mal paso o tomar una decisión que nos da un resultado que no
esperábamos es simple y sencillamente eso, el resultado de una
elección. Caminar en el lugar equivocado aceptando que cometimos un
error, no nos quita el valor que tenemos, ni nos hace menos humanos
o convierte en más tontos o incultos.
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Como menciona Wayne Dyer: “No tienes problemas, sólo piensas que
los tienes”. Estoy seguro de que al leer esto muchos están saltando o
profiriendo frases como: “No es cierto”, “He vivido miles de
problemas en mi vida y claro que existen”.

Las dificultades, naturalmente, existen. Las situaciones no cambian.


Nosotros no podemos cambiar a los demás, si el otro no se atreve a
hacerlo. Entonces ¿qué podemos hacer? La solución no es borrar lo
que nos molesta o eliminar a la gente que no podemos ver ni en
acuarela, sino cambiar el lente con el que observamos las cosas. No es
lo que te pasa, sino cómo reaccionas frente lo que te pasa.

No hay mejor aprendizaje que darnos cuenta cómo no hacer las cosas.
Los malos pasos o los erróneamente llamados fracasos pueden ser
nuestras mejores experiencias si nos damos la oportunidad.

Cuentan que un vendedor de calzado fue enviado por su jefe a vender


zapatos lejos de aquella ciudad. El jefe pidió que le mandara un
telegrama con información sobre las perspectivas de trabajo. El
vendedor llegó a la ciudad y cuando vio que todas las personas
andaban descalzas, telegrafió este mensaje: “Todos andan descalzos.
No necesitan zapatos. Malas perspectivas”.

El jefe mandó a otro vendedor a otra ciudad igualmente lejana,


pidiendo una respuesta inmediata. El vendedor respondió con este
telegrama: “No tienen zapatos. Venderemos muchos. Muy buenas
perspectivas”.

Lo mismo sucede en nuestra vida. Al mal paso… no darle prisa para


sufrirlo cuanto antes, sino, antes de eso, procurar dar un paso bueno.
Un paso bueno que se traduzca en regalarnos un tiempo para
reflexionar: ¿para qué estoy viviendo este momento?, ¿en qué me
puede servir?, ¿qué puedo aprender?

No hay fracasos, sólo resultados. Si no es el resultado que esperabas,


estoy seguro de que no son Dios ni la vida los que la traen contra ti,
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sino que te están regalando la oportunidad para que descubras otras
cosas de las que tal vez no te habías percatado y que te servirán en el
futuro.

Date cuenta de lo que sucede cuando, tras un mal paso, rectificas el


camino y das uno bueno y firme.

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4. Si le aprietas, se rompe
Lo más importante no es el fin del camino, sino el camino.
Quien viaja demasiado aprisa se pierde la esencia del viaje.
Louis L’Amour

Las flores no crecen estirándolas. En la vida sucede lo mismo. A fuerza


ni los zapatos entran, y no entran por muchas razones, ya sea porque el
pie es más pequeño o más grande o porque el zapato no era el
correcto. En otras palabras, no es el momento para que suceda.

Dejar que la vida fluya bajo su propio ritmo, dejando que el Plan
Perfecto se vaya realizando, es la mejor acción para alejarnos del
tremendo estrés que causa forzar las cosas a costa de todo, incluso de
uno mismo.

“Si le aprietas, se rompe”, dice un viejo adagio. “Si le aprietas, se


rompe”, decía también una señora de edad avanzada cuando estaba
preparando unas deliciosas tortillas de harina:

—Hay que revisar cada movimiento, la temperatura, la textura, porque


cualquier detallito, si le aprietas de más o de menos, no las deja igual de
sabrosas.

¡Qué gran filosofía de vida tenía esta mujer! Así como al hacer tortillas,
no hay que apretar ni más ni menos, hay momentos en que debemos
dejar que la vida siga su curso de acuerdo a lo que tiene preparado para
nosotros. No tenemos que entender todo lo que nos pasa, sino
¡obtener todas las enseñanzas de lo que nos pasa!

Recuerdo a un viejo amigo quien para conquistar a la mujer de sus


sueños recurría constantemente a la ayuda de brujos, espiritistas y
personajes varios que le leían el café, la arena, la mano, las cartas y
hasta el agua, por mencionar algunos “métodos”. Se la pasaba
“forzando” el destino, apretando de más y obteniendo de menos, sin

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aplicarse a hacer cosas efectivas que le hicieran merecer el amor de la
chica.

Cuando suceden cosas inesperadas o imprevistas, aunque sean


aparentemente malas, es el mejor momento para no tratar de
cuestionar a la vida, sino de cuestionar a nuestro fuero interno para
descubrir cómo convertir la experiencia en aprendizaje.

Esto no quiere decir que nos durmamos o nos retiremos del juego,
sino que pongamos en marcha las estrategias adecuadas, dando paso a
la acción, sin vivir en el estrés de pensar que las cosas tienen que salir
exactamente como deseamos.

Perseverar en nuestros sueños, pero adaptándonos a las nuevas


circunstancias, nos puede llevar a cristalizarlos y a convertirnos en el
protagonista de nuestra propia película. Como aquel sueño de un
amigo comerciante de iniciar su propio negocio de pizzas. A pesar de
que recibía constantemente señales para dar un giro en su restaurante,
él seguía intentando.

Llegó a quebrar su pizzería en diversas ocasiones. Intentó remontar la


mala respuesta a su negocio cambiando de nombre, logotipo o lugar
y… nada.

Pasaron los años y se topó con una oportunidad maravillosa para


iniciar un negocio de comida china a domicilio. Actualmente tiene más
de 10 sucursales. Lo mejor de todo es que él ahora está económica y
felizmente realizado. Lo que hizo este comerciante fue intentarlo,
trabajar para lograrlo, buscar las señales y aprovechar las
oportunidades.

Después de haberse topado con la realidad de que tenía que modificar


su sueño, en lugar de frustrarse y tratar de apretar de más con las pizzas,
se dio cuenta de que podía seguir cumpliéndolo, sin traicionar su
esencia. Aunque la forma era diversa, el fondo era el mismo.

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Una llamada, una carta, un encuentro, todo tiene sentido. Todo es
parte de un plan, pero si lo apretamos, se rompe. La elección es
nuestra. Quédate abierto a las oportunidades que te presente la vida
para que ni aprietes de más, ni de menos. Simplemente deja que las
cosas fluyan como deben.

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5. Pasión para llevar
Un músico debe hacer música, un pintor debe pintar, un
poeta debe escribir, con tal de que esté en paz consigo mismo.
Lo que un hombre puede ser, debe serlo.
Abraham Maslow

Existen héroes anónimos en las calles que tal vez nunca vamos a
conocer. Personas que aun cuando carezcan de un gran poder de
atracción y convocatoria —sin una capa para volar o presencia en las
portadas de periódicos y revistas— logran que su trayecto no sea en
vano.

Pepe es uno de ellos. Un taquero que se levanta antes que las gallinas:
abre el ojo diariamente a las 4:30 de la mañana para calentar sus guisos,
cargar todo en su camioneta y transportarse al centro de la ciudad. A
las siete de la mañana, puntualmente, ya está vendiendo sus tacos a los
primeros transeúntes que llegan a su puesto.

Contemplar a Pepe servir sus tacos es todo un espectáculo: pone cada


ingrediente con un arte y una calidad de gourmet que impresiona. Trata
igual al obrero y al empresario, entregando el corazón en cada platillo.

Esa entrega que traducimos en pasión no se consigue en tienda alguna:


se vive, se conquista, se siente en el alma.

Estoy seguro de que Pepe “dejó de trabajar” cuando empezó a hacer lo


que le gusta. Ahí comenzó a gozar al máximo, recibiendo por
añadidura ingresos que lo mantienen económicamente estable.

Levantarse día con día para hacer lo mismo, como vender tacos, puede
ser tan rutinario o emocionante de acuerdo a lo que marque nuestro
termómetro de pasión.

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Si no estamos inspirados, lo más seguro es que caigamos en la
desesperación o el hartazgo. Por eso hay tantas huelgas, tanta rotación
de empleados, tantos divorcios, tanta gente insatisfecha.

Se nos ha enseñado a cumplir protocolos culturales, tengamos o no


interés en aplicarnos en lo que viene después del protocolo.
Comentarios como: “No importa qué estudies, pero dame el título”,
“Ya cásate que se te hace tarde”, “Pon un negocio lo más pronto
posible”, nos privan del poder de la decisión y aniquila la importancia
de emprender con pasión cada cosa que hacemos.

A veces, por cumplir ciertos requisitos, empezamos nuevos trabajos y


relaciones para, a los pocos días, tirar la toalla. O, lo que es peor, en el
colmo del masoquismo aguantamos unos y otras hasta no soportar
más.

La rutina es el principal enemigo de la pasión, por eso la importancia


de evitarla con pequeños detalles. Pepe la elimina haciendo cambios en
su negocio, ofreciendo nuevas promociones y disfrutando de conocer
gente nueva, porque como él dice: “No sirvo tacos, sirvo alegría y
amistad”.

Así es la gente triunfadora: personas que inspiran, gente que ama lo


que hace y que no se enfoca en tener sólo unos cuantos pesos en el
balance del mes, sino en materializar sus sueños, divertirse, disfrutar al
máximo, viviendo con pasión cada cosa que hace. Como dice Wayne
Dyer: “Cuando uno está inspirado, nunca tiene que preguntarse por su
objetivo: sencillamente lo vive”.

Lo maravilloso es que el éxito y el bienestar económico llegan a sus


vidas de manera espontánea, mágica y abrumadora cuando hacen lo
que realmente desean. Ahí está la diferencia.

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6. Miss Delirios
Uno no vive de lo que come, sino solamente de lo que
digiere. Principio tan cierto para el cuerpo, como para el
espíritu.
Benjamin Franklin

“Hay de todo en la viña del Señor”. ¡Y sí que hay de todo! Eso es lo


que hace divertido al mundo, sino imagínate qué aburrimiento toparte
día a día la misma “jeta” (cara o rostro) de todos en la escuela, en el
trabajo, en la casa.

Si así fueran las cosas, el amargado sería siempre amargado y el


gracioso sería siempre el gracioso. No tendríamos la oportunidad de
cambiar ni de buscar la manera de ser auténticos porque no habría
necesidad de ello.

En la vida de estudiante sí que te topas de todo. He conocido una


cantidad de apodos que necesitaría más de un libro para hablar sobre el
tema.

En la universidad hay una pasarela interminable de personajes mejor


conocidos como el Sapo, la Botella, la Flaquita, el Mochilas, la Mosca,
la Momia, el Bóiler, entre otros. Pero ninguno me sorprendió tanto
como Miss Delirios de Persecución, el mote que una amiga se
autoadjudicó con honores.

—Miss Delirios de Persecución no es sólo un sobrenombre, sino un


estilo de vida —me platicaba, autoafirmándose, la susodicha—. Un
estilo de vida que te protege de caer en la trampa, engaños o mentiras
de los demás, porque siempre me adelanto a las circunstancias
pensando lo peor.

¿Pensando lo peor? Vaya manera de enfrentar la vida. Así como a ella,


he conocido a otros con el mismo apodo de Delirios, personas que
sienten que todo el universo conspira contra ellos. Personas que entre
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las multitudes sienten que los demás murmuran a sus espaldas, planean
complots o idean tácticas de cómo atacarlos.

A diario nos topamos con muchos Miss o Míster Delirios que cuando
les cambiamos el tono de voz, no les contestamos a la primera
interpelación o los vemos “raro”, se sienten agredidos o subestimados.

Dice el dicho popular: “Vivir así no es vida”. Precisamente ser un


Delirios cualquiera nos impide vivir, nos hace atraer lo negativo de
forma instantánea, pero sobre todo nos priva de la oportunidad de
conocer —muchas veces por miedo— lo que en verdad está pensando,
sintiendo o deseando el otro.

Miss Delirios decía frases como: “Soy más inteligente, porque me


adelanto a lo que suceda”, “A mí nadie me hace tonta”, “He
descubierto muchas cosas por ser así”.

Las preguntas que me hago son: ¿qué tantas de esas cosas que
menciona realmente son buenas?, ¿será cuestión de inteligencia o de
miedo e inseguridad por aceptarse tal cual es?

Buscar siempre la aceptación o atención de los demás es un martirio


constante. Entender que cada uno tenemos nuestra propia historia
personal, formada por experiencias vitales que nos hacen actuar de
determinada forma, es una buena medicina para curar el complejo de
Miss Delirios.

Como dice un gran amigo: “Somos únicos, pero no los únicos”. No


somos la última cerveza del estadio, ni seres atacados por el universo
entero; ni fuimos paridos por los ángeles o tejidos con hilo de oro.
Somos simplemente humanos que pasamos por la vida aprendiendo de
todos y de todo.

No hay mejor fórmula para no caer en este complejo que hablar


derecho, evitando las medias verdades, diciéndole al otro lo que

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realmente pensamos o cuestionamos, evitando así las presuposiciones
que hacen un teatro en nuestra mente que sólo nos causa conflicto.

La próxima vez que alguien te mueva la ceja, te hable con diferente


tono de voz, te voltee a ver de forma extraña o no te conteste el
teléfono al primer timbre; piensa que lo más seguro es que no tenga
algo en tu contra, sino que está viviendo una historia diferente a la
tuya.

Entender esta realidad hace la diferencia entre vivir en el conflicto o en


la tranquilidad, evitando ser Miss o Míster Delirios.

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7. Cuatro aviones en un
hospital
La primera obligación del hombre es ser feliz, y la segunda,
hacer felices a los demás.
Mario Moreno (Cantinflas)

Una tarde me encontraba en la cafetería de un hospital merendando un


exquisito pastel de chocolate cuando, de repente, me vi sorprendido
por cinco personajes.

Un padre con el rostro desanimado arribó con sus cuatro pequeños


hijos. Trataba de jugar y hacerlos reír un poco. Los dejó justo en la
mesa detrás de mí y me dio la encomienda de cuidarlos mientras se
ausentaba.

Reaccioné en automático: ¿por qué yo, pensé, habiendo tantas señoras


en la cafetería con evidente vocación de mamá? ¿O acaso tenía cara de
niñera? Estaba pensando en mis asuntos pendientes, en el tiempo, en
todo, cuando, de pronto, el padre de los niños me cuenta lo que
pasaba:

—Mi esposa está muy grave unos cuantos pisos arriba. Por supuesto
que ellos no saben, ojalá les pueda cuidar mientras vuelvo.

Se me hizo un nudo en la garganta y me sentí desarmado. Mi agenda se


borró por completo, me olvidé de mis cosas y con un gusto enorme
acepté la oportunidad de ser útil.

Aunque traté de utilizar unos cuantos recursos para hacerles pasar un


mejor rato, no necesité de mucho esfuerzo. Al contrario, ellos eran los
que me estaban dando una verdadera lección de lo bello que es vivir
con alegría.

31
El niño mayor, de ocho años, organizaba juegos para los otros tres.
Corrían, saltaban y hasta jugaban a las escondidas por todo el lugar. Yo
estaba sorprendido.

De repente, uno de los integrantes del grupo decidió hacer un avión de


papel. Los demás siguieron su ejemplo y organizaron su propia
competencia, como si no estuvieran en un restaurant. Los meseros,
quienes les sirvieron unas malteadas, no podían dejar de sonreír al
verlos.

¡Qué paradoja de la vida! En el primer piso, cuatro aviones de papel


vuelan por el impulso de cuatro niños que sonríen, disfrutan y gozan el
instante. Pisos arriba, un hombre frente a una cama de hospital se halla
abrumado por el dolor que significa perder a la compañera de su vida.

John Milton afirmaba que nosotros podemos hacer de nuestra vida un


cielo o un infierno. Todo depende de la visión con la que afrontamos
lo que nos sucede.

Quise poner a prueba esa teoría. Esa misma tarde me dediqué a visitar
los pasillos donde se encontraban los enfermos más graves. Platicando
con los familiares me di cuenta de la gran diferencia de mentalidades.

Por un lado estaban los que externaban comentarios como: “Qué


injusta es la vida”, “Dios no nos escucha”, “El hospital es de lo peor”.
Caras largas, rostros amargados, resistencia a la voluntad de Dios y una
baja frecuencia vibratoria que se sentía tan sólo te acercabas.

En la contraparte, llegué a tener conversaciones de larga duración con


personas que, a pesar del sufrimiento, el dolor y la adversidad,
denotaban un rostro de paz, de tranquilidad y de confianza en Dios,
que hasta gusto te daba estar con ellos.

De su boca salían comentarios como: “Todo sucede por una razón”,


“Esto ha unido a nuestra familia”, “Nunca habíamos valorado tanto la

32
vida”, “Es difícil, pero tenemos que ser fuertes”, “Dios nunca nos
abandona”.

Estoy seguro de que aunque hayan tenido los mismos resultados, lo


que se van a llevar de aprendizaje en su corazón será muy diferente.

Lo importante no es lo que nos sucede, sino cómo reaccionamos


frente a lo que nos sucede. En momentos de crisis es cuando se mide
de qué está hecho el hombre.

Al cambiar nuestra forma de reaccionar frente a la crisis, alejándonos


de la negatividad, no perdemos nada y, al contrario, ganamos una paz
interior que cuatro niños dentro de un hospital me hicieron
experimentar.

33
8. Siembra y se te dará
La inspiración sí existe, pero te tiene que encontrar
trabajando.
Pablo Picasso

Abrir las puertas a la imaginación es uno de los mejores regalos que


nos podemos dar. La vida, sin que se lo pidamos, nos otorga día a día
pequeñas semillas para pensar, imaginar, soñar e idealizar.

Como en el campo, algunos nos damos a la tarea de sembrar esas


semillas y regarlas para, con paciencia, convertirlas en un fruto mágico
y especial; otros, simplemente ven cómo caen a la tierra (léase: mente),
cual si fueran piedras sin ningún fin ni sentido.

Los campesinos mexicanos que he conocido a lo largo de mi vida se


han caracterizado por su temple, trabajo, esfuerzo y por estar a plena
luz del sol trabajando la tierra, transpirando siempre, pero con alegría.

Me comentaba uno de ellos que en ese oficio no existen horarios,


como tampoco existen las excusas expresadas en frases como: “Al rato
lo hago”, “No tengo tiempo”, “Cuando ande de mejor humor”. Se
hacen las cosas en el momento, porque así lo pide desde el dueño del
campo, hasta la misma ley natural.

La cosecha que después disfrutamos en deliciosas ensaladas de


vegetales frescos fue previsualizada por un hombre que se hallaba a
muchos kilómetros de nuestra mesa. Sin embargo, a pesar del
cansancio, la pereza o el desánimo, no sólo la observó en su mente,
sino que trabajó para que esas semillas dieran el fruto esperado. Ahí
radica la diferencia entre jornaleros por la paga y jornaleros por el
fruto.

Estoy seguro de que si un día llegase al campo un importante hombre


de negocios, graduado en Harvard y con conocimientos exorbitantes, y
se le pidiera que trabajara la tierra, sembrara, regara, cuidara, cosechara
34
y obtuviera el fruto, por más IQ que ostentara, si no actuaba,
simplemente no iba a tener el mismo resultado de un campesino. Sus
ideas y entrenamiento no son en absoluto desdeñables; sin embargo,
no eran determinantes para lograr un objetivo que nos suele parecer
tan simple.

Lo mismo pasa en la vida diaria. Las cosas no suceden por arte de


magia o como decimos en mi pueblo: “No podemos esperar que nos
caiga el pan del cielo”.

Podemos escribir una enciclopedia de miles de tomos que hable de


cada una de nuestras ideas, pero si éstas no se llevan a la acción, es
como si tomáramos un cerillo y les prendiéramos fuego.

La preparación es necesaria y la inspiración, desde luego, un detonante


maravilloso para el logro de nuestros objetivos. Podemos desear o
soñar con ser grandes terratenientes, poseedores de tierras y cosechas,
pero si no somos capaces de colocar un sombrero en nuestra cabeza,
tomar una pala, un pico, un azadón, poner nuestros pies en la tierra y
empezar a trabajar, la preparación y la inspiración caerán en saco roto.

Lo que define a las personas exitosas es precisamente hacer que sucedan


las cosas. De hecho, traté exhaustivamente este tema en mi libro, Prende
tu luz, porque lo allí expuesto no sólo me lo han platicado, sino que lo
he vivido realmente en carne propia.

Cantidad inimaginable de mensajes electrónicos, de llamadas o de


conversaciones que tengo con un importante número de personas que
me dicen: “Quiero escribir un libro”, “Quiero ser cantante”, “Quiero
obtener una beca”, “Quiero tener mi propio negocio”. Quiero, quiero,
quiero y todos nos quedamos queriendo.

Mi respuesta a esos comentarios es siempre la misma: “Hazlo y listo”. Y


ahí es cuando inicia la lista de pretextos expresados en frases como:
“Ah, no, bueno, pero en unos años más”, “Es que ahorita no puedo,

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no tengo tiempo ni dinero”, “Es que está imposible que se pueda”, “Si
quiero, pero…” y es el cuento de nunca acabar.

Se oye fácil, pero es una realidad palpable. Si realmente queremos y


deseamos en el fondo de nuestro corazón cosechar esos frutos llamados
sueños cristalizados, hay que ponerse a sembrar; no hay de dos sopas.

No es casualidad que justo este día estés leyendo esto. Te pido, con el
corazón en la mano, que realmente te concedas unos minutos para
pensar: ¿qué deseamos?, ¿qué queremos?, ¿qué nos hace felices?, y después nos
cuestionemos: ¿qué nos detiene?

Si para ti, siendo honesto y sincero con tu propia realidad, realmente


esos “obstáculos” son más fuertes que tus deseos, tal vez el camino no
va por ahí. Si no es así, te invito a que, de una vez por todas, hagas que
las cosas sucedan, dando el primer paso para alcanzar lo que buscas.

No me quisiera despedir sin contarte una pequeña historia humorística


que nos hace darnos cuenta de la diferencia entre tener una idea y crear
una realidad.

Ésta es la historia de cinco ranas, una de las cuales decidió saltar.

¿Cuántas ranas quedan?

¿Cuatro? No. Quedan cinco. La rana sólo decidió, pero no saltó.

La vida te dará siempre las ideas y las oportunidades. La felicidad se


encontrará cuando trabajemos para realizar todo aquello que deseamos.
Si lo hacemos, estoy seguro de que un día nos sentaremos al final de la
vida a observar, plenamente felices, nuestra propia y abundante
cosecha.

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9. Perdónate
Perdonar es el valor de los valientes. Solamente aquél que es
bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar.
Mahatma Gandhi

Perdonar es una de las acciones más sublimes del ser humano: es una
sensación sanadora que remueve asperezas y limpia las heridas.

Es también una de las mejores herramientas del hombre para poder


amar sin medida y obtener recompensas de paz interior. Y además es
gratuita.

Es fácil perdonar e inclusive es fácil pedir perdón en determinadas


circunstancias, pero “chocamos contra la pared” cuando se nos pide
una sencilla y al mismo tiempo profunda tarea: perdonarnos a nosotros
mismos.

Hace mucho tiempo conocí a una señora amante de la buena vida, con
grandes lujos y cuentas bancarias desbordantes, pero con una actitud
—digamos— un poco prepotente. Nada más le faltaba pedirme que le
pusiera una alfombra roja para entrar a mi oficina.

Me platicaba de grandes problemas en sus relaciones interpersonales,


“echándole la bolita” a todos los que “la hacían sufrir”. Realmente su
cara era de angustia cuando me comentaba que no podía ni siquiera
mantener a sus empleados por tan siquiera un mes, porque no la
aguantaban.

Le aquejaban grandes tormentos que la hacían gritar, alterarse,


contestar a veces de forma grosera. En fin, era un bufet de problemas
que en su mayoría, según su opinión, eran causados por los demás,
porque no entendían que “así era ella y no iba a cambiar”.

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Mientras nuestra conversación avanzaba, los sentimientos comenzaban
a moverse, y cosas que parecían estar muy escondidas, de pronto
afloraron.

De repente, empezó a llorar. Sus lágrimas eran inequívocamente reales.


No surgieron por la música o el incienso que aromaba mi oficina, sino
porque realmente se encontraba en contacto con su alma. Por fin,
después de tantos años, se estaba dando la oportunidad de platicar
consigo misma.

—David, es que yo ya no tengo nada. Yo ya perdoné a quien tenía que


perdonar, ya todo quedó en el pasado —me dijo con la voz
entrecortada.

—La pregunta no es a quién perdonaste, sino: ¿te perdonaste ya a ti


misma? ¿Realmente has capitalizado esa experiencia como un proceso
de aprendizaje? —le respondí.

Después del mar de lágrimas, esbozó una leve sonrisa. Me di cuenta de


que se habían movido los hilos correctos. No había vuelta de hoja: el
trampolín para realmente sentirse merecedora de una vida mejor, era
perdonar lo que había hecho o dejado de hacer en el pasado.

Ahí empezó la verdadera reflexión, y después de platicar con ella en


varias ocasiones, realmente dio inicio a un cambio interior, fuerte y
duradero.

Si seguimos buscando víctimas y culpables, podemos pasar toda una


vida lamentándonos. Nos ahorraríamos bastantes horas tristes si somos
conscientes de que el ser humano es independiente, con una libertad
exquisita de decidir. Ser feliz o no, sentirse mal o bien, está en nuestras
manos, y no, nunca en las de los otros.

Ya estoy escuchando a más de uno decir: “David, estás loco, es


imposible olvidar lo que has hecho”. No se trata de olvidar lo que
pasó, sino quitarle la energía, el rencor y la intención negativa al
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momento incómodo. No es lo que nos pasa, sino cómo reaccionamos
frente a ello.

Eso es, precisamente, lo que hace la diferencia entre aquel empleado de


la oficina que, a pesar de la crisis, problemas económicos y un divorcio
en puerta, llega con una sonrisa de oreja a oreja, sintiéndose
interiormente en paz; y aquel otro que apenas pone un pie se revela
cual un buzón de quejas de cómo lo trata el mundo.

Tal vez este último no ha llegado a descubrir que no cambian ni


desaparecen los problemas, sino que lo que se debe transformar es
nuestra visión, nuestros pensamientos y nuestra estabilidad.

Pero, sobre todo, nuestra vida empieza a cambiar drásticamente


cuando nos atrevemos a perdonarnos todas aquellas malas acciones,
todo aquello que dejamos de hacer, todas aquellas palabras hirientes o
actitudes negativas que nos hicieron cargar una roca pesada en nuestra
espalda por mucho tiempo.

Perdonarnos no depende del otro, sino de nuestro interior. No


depende del pasado, sino del “aquí y ahora”. Depende única y
exclusivamente de nuestra decisión al darnos cuenta de que somos
débiles, de carne y hueso, con cualidades pero también con defectos.

Créetela, “lo que pasó, pasó”. No podemos seguir dándole vueltas al


círculo del “por qué a mí, por qué yo, por qué en ese momento, por
qué así, por qué nadie hizo nada, por qué…”.

Iniciemos el día de hoy con una actitud diferente y transformadora,


regalándonos unos minutos para poder perdonarnos, haya sido lo que
haya sido aquello en lo que nos equivocamos. Es válido haber tenido
un error, pero es mucho más válido aceptarlo y sacar lo bueno de ello.

No olvides que eres un ser lleno de luz, de poder, de vida. Tómate de


la mano de Dios y descubre que perdonar es una actitud de valientes y
que perdonarte a ti mismo por lo que haya pasado, no sólo te hace
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crecer, sino que te libera de culpas que tal vez llevaban más de 20 años
atormentándote.

Ve al fondo de tu corazón y recuerda que siempre es un buen día para


empezar de nuevo, conquistando nuevos mundos con un pensamiento
diferente y, sobre todo, con la tranquilidad de haberte regalado la
maravilla del perdón.

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10. En reconstrucción
En la sociedad de la mente, lo único seguro es que las
habilidades esenciales y las respuestas que necesitaremos
mañana son las mismas que tenemos hoy.
Jonás & Kjell

Los días parecen esfumarse más rápido de lo normal. Veinticuatro


horas se vuelven pocas para todo lo que queremos realizar. El tiempo
avanza sin que lo podamos detener.

El mundo se mueve vertiginosamente. Abarcamos mucho y apretamos


poco. Nos movemos de acuerdo a ciertas prioridades, reglas o normas
que nos van marcando y cercando, ya que muy pocas veces logramos
hacer lo que realmente queremos y deseamos.

Hace algunos días me tocó estar en una calle frente una majestuosa
construcción de un centro comercial, de los que últimamente
proliferan en nuestra ciudad. Recordé que anteriormente en ese lugar
se alzaba un enorme edificio, derrumbado al parecer por falta de
visitantes y, desde luego, utilidades para sus dueños.

Un letrero me llamó la atención; más o menos decía: “Estamos en


reconstrucción: Disculpe las molestias”.

Al observar a ingenieros, arquitectos y albañiles derrumbando partes


del edificio y, por otro lado, volviendo a construir, me quedé
reflexionando y llegué a la conclusión de que, definitivamente, los seres
humanos, en algunos momentos, también necesitamos una
reconstrucción general.

Necesitamos derrumbar todos aquellos malos hábitos, costumbres o


simplemente todo aquello que no nos brindaba “utilidad o ganancia”
para nuestra mente, cuerpo o espíritu. Desde luego necesitamos volver
a construir con cimientos más sólidos, más resistentes y duraderos, con
mejor material.
41
No me dejarás mentir, querido lector, pero a veces las circunstancias de
la vida parecen atarnos con cadenas y candados. Nos preocupamos
tanto por las cosas de la vida, que nos olvidamos de disfrutar la misma
vida.

Para realizar una reconstrucción se necesita primero clarificar cuáles


fueron los resultados anteriores, cuáles son esas ataduras que nos
impiden continuar luchando por nuestros sueños.

Después, hacer un plan general para nuestra vida física, mental,


espiritual y emocional, proponiéndonos metas para cada área con
fechas y medios de acción concretos.

Es tiempo de hacer una reconstrucción. Estos días de descanso pueden


ser una herramienta perfecta para sentarnos a reflexionar, a
redireccionar un poco nuestra vida, a cargar combustible.

Alejarnos en estos momentos del trabajo constante en la casa u oficina,


de las preocupaciones, de los compromisos o del tratar de quedar bien
con todos, puede ser un gran detonador para hacer un alto y decir:
“Estoy en reconstrucción: Disculpe las molestias”.

“Disculpe las molestias”, es lo que le tendremos que decir a nuestra


vida pasada. “Disculpe las molestias” es lo que tendremos que decir a
ciertas personas que, por estar en una frecuencia diferente de
conciencia, tal vez no comprendan este tipo de “altos necesarios” para
cambiar nuestra vida. Sin embargo, estoy seguro de que se asombrarán
en poco tiempo al observar las transformaciones que irán surgiendo.

Tomar aire, darle un respiro a nuestro organismo, desintoxicarnos de


los pensamientos negativos, no sólo es un recurso recomendable, sino
urgente y necesario, sobre todo cuando queremos cimentar nuestra
vida de forma más segura.

Haciendo un alto, nuestra gran construcción llamada vida estará más


tranquila, más segura, más preparada para cualquier tiempo de
42
tormenta. Tendremos los resultados deseados y, definitivamente, nos
sentiremos orgullosos del trabajo que hemos hecho como arquitectos
de nuestro propio destino.

43
11. Cancún…
En proceso de purificación
Mientras algunas personas están estudiando las raíces, otros
están recogiendo los frutos. Todo depende de qué lado usted
quiera estar.
Jim Rohn

Nadie se lo esperaba. Nadie lo creía. Pensaban que era imposible Y sin


embargo… sucedió.

Una de las más hermosas playas en México sufrió la catástrofe más


grande de su historia: Cancún. Un paraíso majestuoso, un lugar
visitado por extranjeros de todo el mundo por sus espacios mágicos de
descanso, llenos de sol, arena y mar, está hoy catalogado como zona de
desastre debido a la presencia del huracán Wilma.

Cuando me enteré de la noticia tuve dos reacciones. La primera, una


muy humana y primitiva, fue de alarma, preocupado por el lugar,
pensando en todo lo “malo” que podía suceder, en cómo aquella
ciudad que pensaba visitar pronto iba a estar “volteada de cabeza”, de
cuánta gente estaba a punto de morir, de cuántos recursos
desperdiciados, de cuántas familias sin un techo que les proteja.

La segunda reacción, un poco más espiritual, fue con la que preferí


quedarme. Lo que pasó, tuvo que pasar, y hay que dejar que pase,
porque por algo pasa. No, estimado lector, no es un trabalenguas. Si
realmente entendemos que todo es parte de un Plan Perfecto,
podemos comprender que lo ocurrido en Cancún es simplemente una
pieza más del rompecabezas, algo que se tenía que dar para lograr un
fin mayor.

Cancún está entrando en una etapa de purificación. Un “borrón y


cuenta nueva”, un dar un respiro, un parar la velocidad, un detenerse
en el camino, sacar el mapa y pensar si realmente es el camino correcto.
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La vida nos da una lección maravillosa de la que podemos entender
que:

1. La naturaleza se está cobrando la factura. El hombre ha vivido con


excesos a lo largo de la historia. Cancún no es la excepción. Dios, a
través de la naturaleza, ha puesto un alto para frenar la destrucción que
existía no sólo física, sino también espiritualmente. ¿Cuántos excesos
estamos viviendo nosotros?

2. En la vida diaria nos sucede lo mismo. A veces son necesarios esos


“huracanes” o “sacudidas” para darnos cuenta si vamos por el camino
correcto o si nos estamos dejando arrastrar por la rutina de nacer,
crecer, desarrollarse y morir, sin ningún sentido de trascendencia.

3. Nada es para siempre. Un gran número de hoteles, hospitales y


centros comerciales que anteriormente sobresalía por sus estructuras,
hoy está destruido. ¿Qué tan firmes son nuestros cimientos de ideales,
valores, objetivos y pensamientos positivos?

4. El hombre se realiza al servicio del hombre. En el proceso de ayuda


a los damnificados, ya no sobresale tanto la clase social, el puesto
público, la cultura o la capacidad económica: ahí todos se ayudan por el
mero hecho de ser humanos. Si así fuera en la vida diaria, las cosas
serían muy distintas.

En cualquier proceso de purificación se tiene que realizar una limpia. A


veces esas limpias llegan cuando menos las esperamos: surgen en
eventos inesperados, llamadas o cartas sorpresa, alguna pérdida
material o humana, un despedido del trabajo, un divorcio, una
separación. Esos “huracanes” pueden ser grandes bendiciones para
limpiar el camino y volver a empezar si queremos. Nunca es tarde. Sólo
es cuestión de que nos atrevamos a afrontar y ver ese dolor que causa
un proceso de “desintoxicación” emocional, mental, espiritual y física
como una oportunidad grandiosa de aprendizaje.

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Estoy seguro de que todos necesitamos de procesos de purificación en
algunos momentos de nuestra vida para limpiar el alma, agrandar el
corazón. Hay que estar preparados por si nos cambian los planes. Tal
vez tu momento sea ahora. Disfrútalo. No tengas miedo.

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12. Oportunidades, simples
oportunidades
Cuando el ojo no está bloqueado, el resultado es la vista.
Cuando el oído no está bloqueado, el resultado es poder
escuchar. Y cuando la mente no está bloqueada, el resultado
es la oportunidad.
Anónimo

Si la vida te ha jugado una mala pasada o sientes que los problemas te


agobian como nunca; si te encuentras acorralado sin aparente salida,
levanta tu mirada y… ¡dale gracias a Dios por eso!

¿Dar las gracias en estos momentos? “Definitivamente, David se


volvió loco”, podrás pensar. Pero no, no estoy en ningún lapsus fuera
de la realidad o bajo el efecto de alguna droga.

Tal vez esto te parece “positivismo exagerado” o alucinante, pero,


créemelo: si te encuentres en un momento complicado, estás en una
oportunidad más valiosa de lo que puedes imaginar.

Las empresas con más éxito en el mundo o los emprendedores más


visionarios se dan cuenta de que los “problemas” o “fracasos” son
zonas de oportunidad, de crecimiento, de desarrollo.

Estoy seguro de que Thomas Alva Edison descubrió, mientras se


quebraba la cabeza tratando de inventar el foco, razones no para
rendirse y mandar todo por la borda, sino para continuar y para
demostrarse a sí mismo su gran capacidad.

En estos momentos me sincero contigo, querido lector, y te confieso


que no soy de hule ni de palo: soy un ser humano como tú, con
momentos complicados —de ellos nadie se salva—, pero que ha
logrado evadir el sentimiento negativo que comúnmente genera este
tipo de enfrentamientos con la vida.
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Como lo he repetido en mis cursos y conferencias y lo aclaro de forma
enfática en mi libro Un café con tu conciencia: “Lo que cambian no son los
problemas, sino la visión con la que los enfrentamos”.

A veces hemos caído en el error de ver esos sentimientos como si


fueran normales. Hace algunos días, una persona me comentaba:
“David, mi vida es una porquería pero ya me acostumbré, se que
puedo lidiar con ello”.

¡Qué impresionante! Y cuánto desgaste de tiempo pensar que lo


normal es sufrir, humillarse, sentirse deprimido o angustiado. Lo
normal es sentirse extraordinariamente bien, como lo menciona
Alejandro Ariza.

Eso es lo normal: descubrir en cada momento una oportunidad de


conocernos, saber lo que nos afecta, lo que nos ayuda, nuestras
potencialidades, hasta dónde somos capaces de llegar, saber con quién
podemos contar. Saber, simplemente, qué deseamos hacer con nuestra
vida.

Las oportunidades son para aprovecharse, no para guardarse. Las


situaciones difíciles nos van forjando en el fuego, haciéndonos más
fuertes y más brillantes como el oro. No tengas miedo si el día de hoy
estás en un momento complicado: en cualquier instante una luz te
indicará la salida y descubrirás grandes regalos. Regalos que tal vez no
hubieras recibido si no hubieses pasado antes por este tipo de pruebas.

No olvides que la siguiente vez que te enfrentes a un revés en tu vida o


a una mala jugada, se te están ofreciendo oportunidades, simples y
valiosas oportunidades de crecer y fortalecerte.

48
13. La magia está en ti
Se escoge sólo una vez. Elegimos ser guerreros o ser hombres
corrientes. No existe una segunda oportunidad. No sobre esta
Tierra.
Carlos Castaneda

Uno de mis grandes pasatiempos de niño era, sin lugar a dudas, el


ilusionismo. Me emocionaba el simple hecho de tener el “poder” de
desaparecer, aparecer, cambiar de color o forma cualquier objeto.

Observar a un mago era una experiencia impresionante. Para mí, los


profesionales del “Nada por aquí…” eran como superhéroes de la vida
real. Todavía recuerdo las grandes cantidades de dinero que gastaban
mis padres para comprarme mis “juguetitos mágicos”. Inclusive, de
niño, llegué a tomar un curso de verano con el famoso Mago Frakman
para iniciarme en esta apasionante actividad.

Hoy en día sigo admirando a todas estas personas que han dedicado su
vida a crear magia en sus espectáculos o presentaciones mediante
cartas, pelotitas, conejos, palomas, monedas y hasta tigres blancos.

En la magia existe un fundamento: “La mano es más rápida que la


vista”. Para muchos magos todo es cuestión de percepción, de lo que
hacen creer o pensar a los espectadores.

Creo que la vida diaria no está muy alejada de ese concepto. He


comprobado que en el escenario ilusorio de la existencia, la magia se
encuentra dentro de cada uno de nosotros. Cada uno es responsable de
lo que quiere ver o dejar de ver.

Somos dueños de nuestras propias circunstancias, como menciona uno


de los fundamentos de mi filosofía Transformación Positiva de la Conciencia.
Somos totalmente capaces de crear nuestra propia realidad.

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Simplemente recordemos el ejemplo de un padre que tiene dos hijos
gemelos, relativamente idénticos, a los cuales se les da la misma
educación e iguales oportunidades. Al cabo del tiempo, uno se
convierte en un peligroso asesino, mientras que el otro se vuelve un
promotor de la paz en su país.

Lo que hace nuestra vida no es el entorno, sino cómo reaccionamos


frente a lo que sucede en él.

Cuando una persona realmente decide cumplir su misión, sus más


anhelados sueños, es capaz de crear magia en su vida. Grandes magos
nos han acompañado en el mundo, desde Jesucristo, la Madre Teresa
de Calcuta, hasta aquel hombre que trabaja honradamente cada día por
darles una mejor calidad de vida a sus hijos.

Normalmente, las personas que viven un estrés constante todo el


tiempo —o la mayor parte del día— son aquellas que piensan,
precisamente, que esto de la magia no existe, que es puro rollo o
charlatanería. Son los típicos escépticos que no te creen aunque les
aparezcas el conejo en plena cara y, tristemente, suelen hacer de la vida
un infierno en la Tierra.

Mejor es mantener la ilusión, la capacidad de asombro y la facultad de


convertir no sólo un negro bastón en un hermoso ramo de flores, sino
también una vida gris en un bello jardín de orquídeas y arroyuelos.

Hagamos consciente y operativo el poder que tenemos de transformar


nuestra realidad, así como la capacidad de aprovechar lo bueno que hay
en cada evento de nuestra vida, sabiendo que todo forma parte de un
plan. Veremos entonces que la magia empezará a fluir por sí sola.

Estoy seguro de que las personas que crean magia se han dado cuenta
de ello: para ellos, cada día es una aventura, un milagro donde
descubrirán, aprenderán, conocerán algo diferente, algo nuevo,
asimilando que todo es en beneficio propio.

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Sentirse bien es una tarea interior, personal y totalmente independiente.
No significa que vivamos en un mundo irreal donde no haya
problemas. Los problemas existirán hasta que dejemos de vivir, pero lo
importante es cómo los afrontamos. Ahí la diferencia es abismal.

La próxima vez que te topes con un momento difícil, recuerda que la


magia está dentro de ti y que eres capaz de transformar el pañuelo
negro en uno blanco maravilloso. Está en tus manos.

51
14. ¿Y dónde quedó el
niño?
Pase lo que pase, nuestra esencia está intacta. La vida es
desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, y nos
convierte en protagonista de nuestra propia historia.
Patricia Garrido

Cada vez que me pongo a pensar en aquel niño que vivió la etapa de
mi infancia, quisiera regresar a tener una larga charla con él.

No para lamentarme de lo que hice o dejé de hacer, sino para recobrar


esa inocencia, esa magia, esa capacidad de asombro por las cosas
sencillas.

Me encantaría sentarme en un parque a platicar. Compartirle


frustraciones, ansiedades, dificultades: mis supuestos problemas de
adulto.

Estoy seguro de que él seguiría jugando con las hojas de los árboles,
voltearía a verme y me dejaría callado con una sonrisa, como las que
tienen todos los niños, sinceras y transparentes.

Si le contara las preocupaciones del vivir diario, ni siquiera me


entendería. Para él lo importante en ese momento sería calcular cuántas
torres construiría en su castillo de arena.

Si comenzara a llover, yo trataría de buscar el lugar más seguro para


evitar mojarme. Él empezaría a brincar de alegría, buscando la forma
para mojarse más y chapotear en los charcos.

Si me topara con ese niño, me podría quedar una eternidad observando


la emoción con la que me cuenta sus deseos.

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Los deseos de un niño que no tiene límites, que no se preocupa por el
que dirán, por el tiempo, por el dinero, por la edad, por los problemas
políticos. Un niño que simplemente… sueña.

Como menciona Carlos Devis, nada hay más increíble que esa
capacidad del niño de imaginar que es el campeón de futbol, el rey de
reyes, el magnate industrial, el sabio, el artista genial o, sencillamente, la
persona más feliz de esta tierra.

Un niño al que no le interesan las estadísticas, la Bolsa de Valores, los


reconocimientos, el ISO 9000, los metrosexuales, la globalización o el
desempleo. Un niño que simplemente… vive.

Un niño que espera con ansia la Navidad, su cumpleaños o el placer de


levantarse un domingo por la mañana para ver su programa de
televisión preferido. Un niño que simplemente… disfruta.

Querido lector, si todos tuviéramos la capacidad de vivir como niños,


nos olvidaríamos del estrés, la depresión o la tristeza. Entenderíamos
que lo que nos pasa, tiene que pasar, y no hay de qué preocuparse. Hoy
es un gran momento para reencontrarnos con ese niño interior, con
nuestra propia vida.

Te invito a que coloques una fotografía de cuando eras niño o niña en


tu escritorio de trabajo o habitación. Y cuando te sientas ahogado por
los problemas o con el mundo encima, sólo dale un vistazo a esa
sonrisa que calienta hasta el corazón más frío.

Recuerda a ese niño que vive sin límites y que crea mundos mágicos en
su imaginación, donde todo, absolutamente todo, se puede realizar.

Si has pasado por circunstancias difíciles anteriormente y las has


podido vencer, estoy seguro de que hoy no será la excepción. Recuerda
que los problemas no cambian, sino la visión con la que los
enfrentamos. El ejemplo del niño es la forma más gráfica de explicarlo.

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Reencuéntrate con tu propia vida. Piensa como niño. Estoy seguro de
que no encontrarás mejor maestro que te enseñe a descubrir la alegría
de vivir y disfrutar las cosas sencillas.

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15. ¿Y dónde quedó el
niño? II
Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a
ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con
algo y a exigir con todas sus fuerzas aquello que desea.
Anónimo

Al observar los ojos de un pequeño niño podemos entrar a un mundo


maravilloso que alguna vez nos tocó disfrutar, pero al que pocas veces
hemos regresado desde que nos pusieron —¿o impusieron?— la
etiqueta de adultos.

Al observar los ojos de un niño nos damos cuenta de que la felicidad


plena existe. Puede pasar un terremoto, una guerra, un ciclón, hambre
o sufrimiento a su lado y él seguirá sentado en la tierra jugando con un
coche o una pelota de colores, como si no pasara absolutamente nada.

¿Qué significa vivir? Vaya pregunta. A lo largo de mi existencia la he


meditado hasta el cansancio y lo seguiré haciendo porque siempre hay
respuestas nuevas a una misma cuestión. Sin embargo, por el momento
puedo afirmar con certeza que vivir es la magia de poder influir y tocar
la mayor cantidad de personas posibles en un tiempo determinado. Es
ahí cuando la vida toma sabor y sentido.

En definitiva, sin que nos demos cuenta, eso es lo que hacemos de


niños. El mundo de un niño es el aprovechar cada minuto, cada
instante al máximo como si fuera la última oportunidad para jugar,
divertirse, hacer travesuras o estar con los amigos.

Un niño vive en su interior un mundo lleno de paz, tranquilidad,


inocencia y amor. Un niño no juzga, no te valora por lo que tienes en
tu cuenta bancaria o por los contactos que le puedes ofrecer. Un niño
no se estresa por lo que sucede con el gobierno, con la crisis, con las

55
finanzas. Un niño despierta cada mañana pensando en qué forma se
divertirá o cómo gozará durante el día y nada más.

Un niño no tiene una apretada agenda ni se preocupa por lo que opina


la sociedad de él, por los múltiples títulos que puede recibir, por los
salarios tan injustos que recibe, mucho menos por quedar bien con
todos los que lo rodean. Un niño se dedica a vivir el momento y se
acabó.

El claro ejemplo está en su sonrisa: limpia, sin intereses, ni mentiras, ni


actuaciones. Sin querer, un niño suele ser centro de atracción por
donde quiera que vaya.

A veces provoca que algunos adultos nos detengamos para tocarles el


cabello, darles la mano o jugar con ellos con la mirada, con tal de que
nos regalen una de esas mágicas sonrisas. Eso es a lo que yo llamo
influir en la vida del otro.

Cuando los problemas llegan a nuestra vida, cuando las decisiones se


tornan complicadas, cuando parece que todo va en nuestra contra,
sería interesante pensar: ¿qué parte de mi vida se asemeja a un niño?
Pero sobre todo: ¿qué tanto influyo positivamente en la vida de los
demás?

Es difícil salir de nuestra burbuja personal, envuelta de egoísmo, para


ver como niños y así vivir al máximo cada instante. El que sea difícil no
lo hace imposible, sino mucho más valioso.

Una sonrisa, un “buenos días”, un gesto amable, un comentario


positivo, un consejo en el momento, un abrazo, un “te quiero”, un
detalle de amor, un “perdóname”, son un excelente inicio para influir
en la vida de los demás, regalando calidad de vida a extraños y
conocidos.

Atrévete a vivir la experiencia de influir positivamente el día de hoy en la


vida de otra persona. Involúcrate en un mundo de niño donde siempre
56
hay oportunidad de sonreír a pesar de las dificultades que irrumpan
alrededor.

Todos tenemos la capacidad de ayudar a vivir a otros. No entierres ese


regalo maravilloso. Descúbrelo y ponlo en práctica día con día. La
siguiente vez que se te acerque un niño pequeño, obsérvalo a los ojos y
te darás cuenta de que, realmente, vale la pena sentirse más libres, más
tranquilos, más llenos de vida.

57
16. Perseguir la pelota
Nunca es demasiado tarde para ser lo que podrías haber sido.
George Eliot

Me encontraba sentado en la banca de un parque observando cómo un


niño, con una sonrisa de oreja a oreja que emocionaba a cualquiera,
corría detrás de una pelota. Era tal su entusiasmo, que hasta me daban
ganas de ayudarlo a parar el balón.

Me sorprendió ver la concentración en su objetivo: atrapar la pelota.


No le importaba nada más en el universo. Podía caerse la Bolsa de
Valores o destruirse el país vecino, pero él tenía que seguir con su
“importante tarea”.

Cuando lo logró, no pude dejar de sentir una sensación de paz al ver su


emoción por lo que había logrado. Pasara lo que pasara, él tenía sus
cinco sentidos puestos en algo. Estaba enfocado.

Nunca es tarde para soñar. La edad avanza pero el espíritu permanece.


No importa la fecha que marque el calendario, sino la capacidad de
enfoque que tengamos. Siempre es momento para ajustar el lente,
clarificar el objetivo, disparar el obturador y capturar con nitidez la
imagen de éxito anhelada.

Según una de las definiciones del Diccionario de la Real Academia de la


Lengua Española, el término “enfocar” se refiere a “dirigir un foco de
luz sobre algo o alguien para iluminarlo”.

Precisamente en nuestra vida es necesario iluminar el camino,


encendiendo un foco de luz al reflexionar sobre lo que realmente
queremos.

58
El mundo necesita personas que quieran limpiar sus lentes de las
manchas del negativismo, del “no se puede”, de la apatía o indiferencia,
y lo hagan brillar con el cumplimiento de sus sueños.

Enfocarnos no en el objetivo en que la gente piensa que nos tenemos


que enfocar; no en lo que nos dicen las revistas, los periódicos o el
programa de moda. No en lo que nos dijeron de niños que teníamos
que hacer.

Enfocarnos en lo que realmente estamos llamados a ser, enfocarnos en


nuestra misión de vida, la que nos hará sentir inspirados.

¿Cuántos ingenieros hay que deseaban ardientemente ser médicos?


¿Cuántas personas se casaron con alguien con quien no quieren estar?
¿Cuántos empleados hay trabajando en una empresa que no les gusta?
¿Cuántos vendedores hay con el sueño de ser cantantes, actores,
ingenieros espaciales, biólogos marinos o payasos?

¿Cuántas actividades hemos realizado al estar desenfocados? Son


momentos que, desde luego, nos arrojan alguna experiencia positiva,
pero no esa inspiración ni magia que se siente cuando hacemos lo que
realmente anhelamos.

Enfocarnos es sentarnos a platicar un rato con nuestro interior para


descubrir qué lo que nos mueve, y luchar por ello aunque al resto del
mundo le parezca imposible.

Todavía estás a tiempo para que recuerdes esas tardes de niño en


donde tenías como objetivo perseguir una pelota. Sea cual sea el
tamaño de tu meta o sueño hoy en día, atrévete a estar en tus cinco
sentidos y a enfocarte en lo que siempre has deseado en tu corazón.

59
17. Haz de tu vida un
papalote
Podrá ser tarde para todo, excepto para ser tú.
E. J. Malinowski

Cuando hace algunos años inicié mi labor como escritor y


conferencista inspiracional, nunca imaginé la cantidad de personas que
se iban a cruzar en mi camino como maestros o ángeles ocasionales
para brindarme grandes enseñanzas.

Cada día, sobre todo después de alguna conferencia, curso,


presentación o encuentro inesperado, compruebo la magia que surge
cuando haces lo que realmente quieres y eres lo que realmente estás
llamado a ser.

En esos momentos, ángeles y maestros aparecen cuando menos los


esperas: se abren las oportunidades, se te presentan opciones
interesantes, te llega una carta, te hacen una llamada o invitación, pero
sobre todo se te va marcando el camino para que, con entera libertad,
vayas eligiendo dar los pasos correctos.

Todas las personas, ¿todas?, sí, hasta las que nos caen mal, tienen la
posibilidad de emprender, de crear su propio plan, de soñar, de hacer
lo que realmente desean. La importancia radica en darse cuenta y en
atreverse a dar los pasos necesarios.

Recuerdo frases como: “Cada quien su vida”, “Cada quien hace de su


vida un rehilete”, “Cada quien hace lo que le venga en gana”. Ideas que
si bien para muchos pueden parecer egoístas, agresivas o egocéntricas,
cuando vas avanzando en tu desarrollo personal te das cuenta de la
gran verdad que encierran.

Cada quien es responsable de su propia vida. Cada uno tiene la libertad


de elección, de ir por el camino que la mayoría recorre o construir un
60
nuevo sendero. Ésa es la diferencia entre los emprendedores que dejan
huella y los que simplemente tienen algunas cuantas ideas.

La vida es una exquisita aventura para emprender; es un desafío, un


encuentro, un misterio. Sin embargo, para disfrutarla al máximo exige
hacerse cargo de la propia existencia.

Somos especialistas en postergar nuestras ideas, proyectos, planes,


sueños. Encontramos culpables que van desde la crisis, el desempleo,
la inflación, hasta el sueldo tan raquítico, por ejemplo, que recibe gran
parte de nuestro cuerpo docente —algo de lo cual estoy consciente—.

A pesar de eso y miles de excusas más, nuestra vida continúa, el mundo


gira y el tiempo no se detiene. Ahí es cuando el ser humano saca su
poder interior para demostrar que es más que las circunstancias y que,
definitivamente, cada quien hace de su vida un papalote, pero estoy
seguro de que en el cielo habrá papalotes muy, muy diferentes.

¿De qué color es tu papalote hoy en día? ¿Vuela alto o ni siquiera ha


logrado despegar? ¿Es colorido y con vida o grisáceo y a punto de
romperse? ¿Has apoyado a otros para que puedan mantener el suyo en
el aire? ¿Te la pasas envidiando los papalotes ajenos y quejándote de
por qué el tuyo es diferente?

Nadie vivirá por nosotros. Ese papalote llamado vida depende de


nuestros pensamientos, de nuestras acciones, de lo que hagamos o
dejemos de hacer. Espero que en este día te puedas preguntar si
realmente estás siendo quien deberías ser y si realmente te sientes
apasionado e inspirado con lo que haces.

Habrá gente que estará impidiéndote el vuelo, tratando de tirar el


papalote con sus pedradas en forma de comentarios como: “No
pierdas tu tiempo”, “Es imposible”, “Esa idea está loca”, “Déjate de
cosas y ponte a estudiar”, “Si nadie lo ha logrado, tú menos”, “Por algo
no lo han hecho”, entre otras cosas. El límite es el que se impone el ser
humano.
61
Si cada uno de nosotros dedicáramos más tiempo a construir nuestro
papalote en vez de estar viendo lo que hacen o dejan de hacer los
otros, estoy seguro de que el cielo tendría millones de papalotes
coloridos cubriendo el firmamento, haciendo sentir plenamente
realizados a sus artífices.

Atrévete a dar el primer paso para hacerte cargo de tu existencia, más


allá de las opiniones del mundo o de las circunstancias. Y, como dicen
en España: “¡A vivir, que son dos días!”.

62
18. ¿Turista o peregrino?
…mas no hagas con prisas tu camino; mejor será que dure
muchos años y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla, rico de
cuanto habrás ganado en el camino.
Konstantinos Kavafis

Un viejo amigo, hombre pudiente, de recursos, me contaba sus grandes


travesías por el continente europeo. Me sorprendía la capacidad que
tenía de contar las historias: desde la de una mujer que conoció en un
bar español, hasta cómo entró sin que lo descubrieran a una audiencia
con el Papa, en Roma.

A veces eran tantos los lugares que visitaba y tan poco el tiempo para
hacerlo, que en algunas ocasiones llegaba a una ciudad a media mañana
para dormir en otra ese mismo día.

Era sistemático en el momento de viajar. Su agencia de viajes le


organizaba cada vuelo, cada hotel, cada ciudad; le calculaban distancias
y presupuestos. Salirse del plan era algo que no estaba en su mente; por
eso, cuando existía algún cambio de fuerza mayor se ponía furioso.

Pasa lo mismo en nuestra vida. Nos hacemos 100 por ciento turistas
obsesionados por cada paso que damos. Un turista, dice Ignacio
Larrañaga, sabe dónde dormirá hoy, qué museos visitará mañana y qué
ciudades recorrerá al día siguiente.

Un turista se preocupa tanto por los resultados finales de cada cosa que
hace, que se olvida de disfrutar el trayecto para lograrlos. Pone cuantas
marquitas puede en el mapamundi para ir contando el número de
países que visita pero, en su afán de cantidad, olvida tomar fotografías
y paladear el momento.

En otras palabras, los turistas son todos aquellos que se quedan horas
en la oficina para llevar el pan a casa, pero se olvidan de platicar con
los hijos. Son aquellas señoras que pasan en el gimnasio cada mañana
63
para obtener un cuerpo de lujo, con rutina y constancia admirable,
pero no hacen nada para alimentar su espíritu.

Un peregrino, en cambio, no sabe nada, ni dónde dormirá hoy, ni qué


será con su vida el día de mañana. Tiene un espíritu libre, un equipaje
ligero, un alma solidaria, siguiendo espontáneamente el camino que le
van marcando sus sueños.

Un peregrino hace cada viaje importándole no el destino, sino lo que


descubre en cada lugar, cada experiencia, cada persona con la que se
encuentra.

El turista tiene miedo a la incertidumbre, al futuro. El peregrino, por el


contrario, deja a un lado su seguridad buscando la aventura. Bien dicen
que el que no arriesga, no pierde, pero el que no pierde, no aprende. A
los peregrinos no les importa perder, sino llevarse el mayor número de
experiencias en su costal de aprendizaje.

El peregrino olvida juzgar o comparar qué tanto ha avanzado el otro.


Él sabe que cada uno tiene su propio Plan Perfecto, sus propios
tiempos. No llora por los que van adelante o más atrás, ni se pone a
seguir las huellas de los demás, sino que hace su propio camino.

No se la pasa tratando de entender la vida, cuestionándola cada


segundo: se dedica a sentir, a ser, a vivir y amar. No lleva un itinerario
fijo, sino que hace su propio plan de viaje. El peregrino sabe que hay
que disfrutar lo que suceda ahora, porque no tiene caso vivir el futuro
dos veces.

No se trata de no tener sueños u objetivos en la vida. La filosofía del


peregrino va más allá; tiene una visión de lo que quiere llegar a ser
interiormente, pero sabe que en cualquier momento, por su propio
bien, Dios le puede cambiar la jugada. Lo importante es estar abierto a
esos cambios, dejándonos llevar.

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La próxima vez que hagas un viaje, recuerda que lo que importa no es
el destino, sino todo lo que viviste en el camino para llegar a él. Vive la
magia de un peregrino.

65
19. Echando a perder,
se aprende
Si en el camino te das cuenta de que te equivocaste de
carretera, no te regreses a tu casa. Sólo consigue el mapa
adecuado.
David Montalvo

Me encontraba a bordo de un taxi en la Ciudad de México. Ese día iba


a dictar un curso sobre comunicación al personal docente de una
institución educativa.

El tráfico, el calor, los floridos “recordatorios maternales” de los


automovilistas y los vendedores ambulantes, creaban una atmósfera
difícil de evadir. Para distraerme un rato, quise poner a prueba el tema
del curso y empecé una conversación con el chofer en turno.

Confieso que siempre me ha gustado hablar con la gente, extraños y


conocidos, no sólo por el hecho de ser comunicador, sino por las
valiosas lecciones que te dejan las personas que menos te imaginas;
pero si, y sólo si, dejas a un lado tu ego, abres los ojos, los oídos y el
alma. Y ese día no fue la excepción.

El taxista comenzó a platicar con nostalgia sobre su antigua profesión:


había sido gerente regional de un famoso banco en México hasta hacía
apenas dos años, cuando lo “renunciaron” debido a un recorte de
personal.

Inmediatamente, invirtió lo que tenía ahorrado en un negocio que


quebró por completo, dejándolo en la calle. Ahora rentaba el taxi para
sacar unos cuantos centavos y tenía un puesto de helados al sur de la
ciudad.

Mientras compartía su historia, notaba que a pesar de lo que estaba


viviendo —etapas que a los seres humanos les encanta llamar
66
“fracasos”—, su sonrisa y entusiasmo seguían como si nada hubiera
pasado; para él no eran malos momentos, sino simples resultados.

Inclusive, me platicaba emocionado que, algún día, el carrito de


helados, atendido por su hija de 15 años, iba a convertirse en un
próspero negocio.

No me quise quedar con la curiosidad de saber cuál era la razón de su


pensamiento positivo.

Me contestó con una valiosa lección:

—Después de haber estado como empleado de una gran empresa


teniéndolo todo y de repente quedarte sin nada, no me queda más que
entender que echando a perder, se aprende.

Vaya, con sólo esa frase podríamos escribir un libro completo.

Qué sencillo sería vivir si comprendiéramos que estamos aquí, en la


Tierra, como en un gran laboratorio donde hacemos experimentos a
prueba y error.

Experimentamos no para fracasar, sino para conocer cómo no hacer


las cosas y emprender la acción hacia un nuevo camino, con una nueva
estrategia.

Conozco muchos seres humanos que, tras perderlo todo, prefieren


esconderse como el avestruz para no ver lo que está afuera. Algunos se
encierran en su hogar, otros evaden sus experiencias durmiendo y unos
se desquitan con todo lo que les pongan enfrente.

Con estas acciones buscan evitar lo malo, pero al mismo tiempo se


pierden nuevas oportunidades que pasan frente a sus ojos por estar
pensando en el pasado.

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Definitivamente, echando a perder, se aprende. Muchos quisieran tener
una varita mágica para saber si les va a ir mal en una relación, en un
negocio, en una nueva experiencia. Algunos se quedan en la mera
intención de emprender algo por el miedo a lo que vaya a pasar.

¡Hay que arriesgarnos! ¡Hay que lanzarnos a la aventura! No importa si


echamos a perder, porque eso sólo nos indica que no va por ahí. No se
trata de ser mediocres. Hay que crear un plan, por supuesto, pero si el
plan A no funciona, inmediatamente hay que pensar en un plan B, o C,
o D, hasta que alcancemos lo que deseamos.

Como aquella historia en la que un restaurant se estaba derrumbando a


causa de un incendio. Su joven propietario se encontraba sentado en la
acera de enfrente observando el suceso, cuando una amiga se sentó a
su lado para tratar de consolarlo. Le dijo:

—Qué triste lo que está pasando, ¿no crees?

Pero él tranquilamente respondió:

—Al contrario. Ya estoy pensando en qué otro lugar lo construyo de


nuevo.

Cumplió su palabra. Volvió a construir, y aquel pequeño negocio se ha


convertido hoy en una exitosa cadena de restaurantes.

Una batalla perdida afina la estrategia para la victoria final. Echando a


perder, se aprende. Atrévete a vivirlo.

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20. Ponte tu nariz
Ten en cuenta que el brillo que emites, puede dañar los ojos
sensibles e irritables de la gente que te rodea.
César Lozano

David Larible no es un personaje cualquiera. Es un ser humano


excepcional nacido en Verona, Italia, que desde los ocho años supo
que quería ser payaso. Hoy es estrella del Circo Ringling Brothers.

Hace unos años lo invitaron a México y una señora le dijo:

—Tengo un problema muy grande: mi hijo tiene 10 años y mi familia


piensa que está loco porque siempre está con su nariz de payaso, se
duerme con ella, él quiere ser payaso y la familia cree que está loco.

David comentaría luego al respecto: “Y yo pienso que si un niño juega


con una pistola eso es normal, pero si un niño juega con una nariz de
payaso se piensa que está loco. Ésta es la sociedad en la que vivimos
hoy. Una persona que se pone una nariz ¡cómo va ser considerado
loco! Para mí son héroes que nos dan alivio en momentos críticos
como los que estamos viviendo”.

Colocarse una nariz de payaso va más allá de una acción loca, cursi o
desenfrenada. Colocarse una nariz de payaso y salir a la calle es ir más
allá de la crítica, los comentarios de los demás, romper paradigmas y
creencias.

Bien dicen por ahí que el respeto humano es la guillotina de los santos.
Yo le agregaría del bombero, el policía, el político, el empresario, el
maestro, el padre de familia.

El respeto humano aniquila a los hombres soñadores. Comienzan con


una gran idea, pero en el momento de recibir comentarios como:
“Ponte a hacer algo de provecho”, “Qué loco estás”, “A quién se le

69
ocurre semejante barbaridad”, “Aquí eso no funciona”, se deslizan
entre la resbaladilla que separa a los exitosos de los que tenían ganas.

Estoy seguro de que este niño del cual habla David lo hubiera hecho
de igual manera frente a su amigo del colegio como ante el presidente.
Eso es valentía. Eso es no importarle lo que opine el otro.

Miedo es tratar de ocultarse tras una imagen que no corresponde, para


poder ser aceptado. Miedo es precisamente que nuestros gobernantes
se pongan el cartel de “Aquí sólo truena mi pistolita”, desapareciendo
del mapa a todo aquel que opine diferente a ellos.

Nuestras narices de payaso son a diario una idea emprendedora:


creencias positivas, un estilo de ropa, un grupo de amigos, nuestros
valores, principios, sueños, nuestra nueva forma de pensar. Narices que
a veces guardamos por temor a lo que vaya a decir el vecino.

No se trata de ser egoístas, ni de pensar que el mundo no existe. Claro


que hay personas que nos ayudan a mejorar, pero hay que saber elegir
los comentarios y quedarnos con lo que realmente nos sirva.

En la película-documental ¿Y tú qué @#V!* sabes? hacen la


comparación entre qué lente llega a observar más: el de la cámara que
estaba en ese momento grabando la entrevista, o el del humano. La
respuesta correcta es el lente de la cámara, porque ésta no juzga.

Hay tantos juicios o creencias negativas en nuestra mente que nos


ciegan al conocer gente nueva; que nos impelen a ser “reservados”; que
nos hacen “masificarnos”, ser uno más del montón. Vivimos cegados
comportándonos de acuerdo a fundamentos sociales que sólo nosotros
hemos ido creando.

Al final de una conferencia¸ una adolescente se me acercó con lágrimas


en los ojos para platicarme de una experiencia vivida, pero sobre todo
para hacerme una pregunta:

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—David ¿cómo le hago para decirles a mis papás que quiero ser
baterista sin que me regañen o me peguen?

¡Qué increíble que todavía ni siquiera hablaba con sus papás y ya estaba
escondiendo su nariz! La escondía por razones que comprendo, ya que
sus papás estaban decidiendo cada paso que daba, privándola del poder
de elección.

Estoy seguro —porque lo he experimentado y lo he visto en miles de


personas— de que nada ni nadie puede influir negativamente en tu
vida si tú no les das el permiso.

No te detengas cuando desees ponerte una nariz de payaso y salir a la


calle con algo positivo en mente, aunque los demás se te queden
viendo con cara de extraterrestre. A fin de cuentas, el clavo que
sobresale recibe siempre un martillazo.

Créeme que será más humano que jugar al enmascarado y te sentirás


más libre. A fin de cuentas, quien gozará o aprenderá de sus propios
resultados eres tú. Nadie más lo hará por ti, ni siquiera los que te
critican. Haz la prueba y luce tu particular y muy propia nariz.

71
21. Pequeños detalles
Nunca olvides que puedes acariciar a la gente con palabras.
Francis Scott Fitzgerald

Un profesor contó el caso de doña Maximiliana, quien muy cascada


por los trajines de una larga vida sin domingos, había sido internada en
el hospital, donde cada día pedía lo mismo:

—Por favor, doctor ¿podría tomarme el pulso?

Una suave presión de los dedos en la muñeca, y él decía:

—Muy bien. Setenta y ocho. Perfecto.

—Sí, doctor, gracias. Ahora, por favor ¿me toma el pulso?

Y él volvía a tomarlo, y volvía a explicarle que estaba todo bien, que


mejor, imposible.

Día tras día se repetía la escena. Cada vez que él pasaba por la cama de
doña Maximiliana, esa voz, ese ronquido lo llamaba y le ofrecía ese
brazo, esa ramita, una vez y otra vez y otra.

Él obedecía, porque un buen médico debe ser paciente con sus


pacientes, pero pensaba: “Esta vieja es un plomo. Le falta un tornillo”.

Demoró años en darse cuenta de que ella sólo necesitaba que alguien la
tocara.

Me pregunto si realmente estamos conscientes del poder que tenemos


de influir positivamente en la vida de los demás. Si de verdad
conocemos la magia que surge cuando tenemos detalles o gestos de
amor con el otro.

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No estoy hablando de extravagancias probablemente muy lejanas a
nuestro modesto alcance, como depositarle al vecino un cheque por
100 mil dólares o regalarle un automóvil a la futura esposa.

Me refiero a ese otro tipo de detalles, de los que cuestan muy poco o
hasta son gratis, pero que hacen una gran diferencia.

Recuerdo que me contaban la anécdota de cómo una niña había


perdido su muñeco del personaje Peggy en la habitación de un hotel de
Disneyworld. Los padres trataron de hacer lo imposible por encontrar
el juguete de su hija, pidiendo apoyo al gerente del hotel.

La encargada de su habitación buscó por todos lados pero no encontró


nada. Tuvo que hablar con el departamento de lavandería y buscar
entre las sábanas, hasta que encontraron el muñeco tan deseado.

Lo más normal y común para los mortales era decir que se perdió o, en
un caso muy especial, enviárselo por correo hasta el domicilio de la
niña.

Pero el detalle no quedó ahí. Personal de la empresa de Disney se dio a


la tarea de fotografiar a la muñeca de su pequeña cliente en muchas de
las atracciones del parque. Luego le enviaron un paquete a la niña que
contenía su muñeco extraviado, las fotografías y una nota que decía:

“Perdón por llegar hasta ahorita, pero a Peggy todavía le faltaba


disfrutar de muchas atracciones del parque y quisimos tomarle estas
fotos de recuerdo. Atentamente, Mickey Mouse”.

¡Vaya! Si esos detalles los tuviéramos con nuestra pareja, amigo,


empleado, la persona que limpia nuestro coche, el barrendero del
colegio, el vigilante del fraccionamiento e inclusive los automovilistas
que andan de mal humor en medio del tráfico, haríamos que los demás
vivieran mejor.

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Precisamente ése es el secreto de la filosofía que ha llevado a Disney a
ser una de las empresas más importantes del mundo: “Crear momentos
mágicos en los demás”.

Ahora te pregunto: ¿cuántos momentos mágicos le produces a alguien


más durante el día?, ¿durante el mes?, ¿durante tu vida?

Tener detalles con los demás no tiene relación con que sean de tu
mismo tipo de sangre, familia, religión o sexo. Aquí los límites los
pones tú y es mucho mejor si no los pones.

Cuando vayas caminando por la calle, haz la prueba de voltear a ver a


un completo desconocido y con una “sonrisa Colgate” dile: “Que
tenga un extraordinario día”.

Estoy seguro de que la reacción, en primer lugar, será de asombro,


porque no estamos acostumbrados a recibir cariño. Nos parece extraño
que alguien piense en nosotros, precisamente porque somos víctimas
de nuestro egoísmo; pero, en el fondo, con ese simple gesto
probablemente le hayas hecho la diferencia y le hayas aligerado la carga
que tiene con su familia o el trabajo.

Si eso podemos lograr con desconocidos, por qué no irnos entrenando


con nuestra propia familia o amigos. Un “Te quiero mucho”, “Muchas
gracias”, “Perdón”, “Estoy orgulloso de ti”, “Felicidades”, entre otras
cosas, puede ser el detonador para que una persona viva mejor su día.

También la creatividad influye. Estoy seguro de que si ese “Te quiero”


viene acompañado del dulce favorito del destinatario; o un “Gracias”
está escrito en una nota sorpresa en la maleta de tu hijo cuando sale de
viaje; o un “Felicidades” llega de repente, incluso usando la tecnología,
con un mensaje de texto o correo electrónico, el “cañonazo” de amor
llega con mayor impacto.

Atrévete a crear momentos mágicos en la vida de los demás. Los


conozcas o no, busca la forma, el momento y el tiempo de tener
74
detalles que si bien pueden parecer pequeños, harán una gran
diferencia. Depende de ti… y el tiempo ya está corriendo.

75
22. La comida de mamá
Todos hemos nacido para el amor. Es el principio de nuestra
existencia, y su único fin.
Benjamín Disraeli

Nada más rico, sabroso y nutritivo que la comida de mamá. Para


muchos, la casa es el mejor de los restaurantes.

No existe mejor alimento que una rica tortilla hecha a mano; el caldo
de pollo que arregla corazones rotos o aligera el cansancio cotidiano; el
arroz con verduras, único en su tipo; los postres que endulzan la vida;
o ese platillo típico que se ha ido pasando de generación en generación.

No pretendo provocarte hambre o incitar tu paladar con estos


recuerdos, sino que nos pongamos a pensar en ese ingrediente que
hace la diferencia en el sabor, aderezando cada uno de estos platillos: el
amor.

Como dicen por ahí: “Si te vas a casar, toma unas clases de cocina”.
Pero si no sientes cariño por la otra persona, por más clases que tomes,
hasta se te va a quemar el agua cuando la pongas al fuego.

Así es la vida y no nada más en el momento de cocinar, sino en


cualquier circunstancia. Lo importante no es tanto lo que hacemos,
sino cómo lo hacemos.

No es lo mismo hacer por hacer, o hacer porque me pidieron, o hacer


como que lo hago, a entregarse con pasión en alguna actividad.

La típica frase de “Lo hice por amor al arte” no es sólo sinónimo de


“No me pagaron ni un centavo”, sino de que realmente la prioridad no
estuvo en llenarse la billetera, sino en llenar el alma haciendo lo que
uno disfruta.

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Lo más impresionante es que la mayoría de las veces esas cosas hechas
“por amor al arte” salen mejor. Por eso, el arroz de mamá sabe tan
rico: no tanto por la cantidad de tomate que pueda tener, sino por las
dosis de cariño que pone en cada cucharada.

Hacer las cosas por amor y no por compromiso nos hace tener
resultados extraordinarios. Cosas tan simples que a veces hacemos de
mala gana, como saludar al vecino; dar una limosna; platicar con el
joven que vende el periódico; empezar una nueva tarea o proyecto;
platicar con nuestra familia; se vuelven más especiales cuando les
agregamos ese ingrediente mágico.

Una historia que sucedió en Monterrey, la capital de Nuevo León, me


hace recordar la importancia del amor en la vida diaria. Quiero
compartirla contigo.

Él había fallecido hacía un año y se acercaba una fecha importante, el


día de San Valentín. Todos los años él le enviaba un ramo de rosas a su
esposa con una tarjeta que decía: “Te amo más que el año pasado, mi
amor crecerá más cada año”.

Éste sería el primer año en que Rosa no las recibiría. Inevitablemente


las extrañaba cuando llamaron a su puerta y, para su sorpresa, al abrir
le entregaron un ramo de rosas con una tarjeta que decía: “Te amo”. Se
molestó mucho, por supuesto, pensando que había sido una broma de
mal gusto.

Llamó a la florería para reclamar el hecho. Amablemente, el dueño le


dijo saber del fallecimiento de su esposo un año atrás y le preguntó si
había leído el contenido de la tarjeta. Le explicó que esas rosas las
había pagado su esposo por adelantado, así como todas las demás para
todos los años por el resto de su vida.

Al colgar el teléfono, a Rosa se le llenaron sus ojos de lágrimas y al


abrir la tarjeta vio que estaba escrita por su esposo y decía: “Hola, mi
amor, sé que ha sido un año difícil para ti, espero te puedas reponer
77
pronto, pero quería decirte que te amaré por el resto de los tiempos y
que volveremos a estar juntos otra vez. Se te enviarán rosas todos los
años; el día que no contesten a la puerta, harán cinco intentos en el día,
y si aún no contestas, estarán seguros de llevarlas a donde tú estés, que
será junto a mí. Te ama, tu esposo”.

Al final de la vida nos iremos con la alforja vacía. Para ese momento las
cosas del mundo nos serán pasajeras. Lo que quedará es todo aquello
que hicimos con amor por los hombres. Desde llevarle rosas a la
persona amada, hasta un caldo de pollo para nuestros hijos.

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23. Habla ahora o calla para
siempre
La muerte es un desafío. Nos dice que no perdamos tiempo...
Nos dice que nos digamos ya mismo que nos amamos.
Leo Buscaglia

“¡Tenía cosas pendientes que decirle!... pero ya no está conmigo, ahora


sólo me toca imaginar lo que hubiera pasado”.

Con frecuencia escucho comentarios como éste cuando se acercan a


mí personas que buscan consuelo por haber perdido a un ser amado.
Se lamentan, ya inútilmente, por el futuro que se esfumó antes de lo
planeado, por no haber aprovechado el presente.

Desgraciadamente, toda la reflexión y los “hubiera dicho, hubiera


hecho, hubiera demostrado” llegan al corazón cuando terrenalmente es
imposible comunicarse.

Mucho de los mensajes pendientes se quieren plasmar el día del


funeral, pero es triste darnos cuenta de que, aunque queramos atrasar
las manecillas del reloj, el tiempo nos ha ganado ventajosamente.

Lo sorprendente es que cuando me toca preguntar en conferencias


quién ha dicho lo que siente a sus seres queridos, pocos son capaces de
levantar la mano y aun me comentan: “Es buena la idea, pero me
siento ridículo”, “No puedo decir lo que siento, porque luego se va a
sentir importante”, “Prefiero esperar otro momento”.

¿No valdrá más la pena arriesgarnos a hacer el ridículo, a que el otro se


sienta más, a que tal vez no sea el mejor momento, que después ya no
tener tiempo para decir lo que pensamos?

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La escritora Anamaría Rabatté nos da un mensaje claro y concreto:
“En vida hermano, en vida”. Inclusive nos ofrece la idea de que, así
como celebramos el Día de Muertos, celebremos a los vivos los 365
días del año.

Celebremos el poder de decir al otro “Te quiero” sin pensar que somos
cursis; celebremos dar las gracias sin pensar que nos hacemos menos;
celebremos decir “Te necesito” sin pensar que perdimos la dignidad;
celebremos la oportunidad de pedir perdón sin pensar que somos
fracasados.

Como dice San Maximiliano Kolbe: “Vive siempre como si éste fuera
el último día de tu vida, porque el mañana es inseguro, el ayer no te
pertenece y solamente el hoy es tuyo”.

Haz un homenaje en vida a todo aquél con el que te topes en el


camino. Dile lo que sientes, lo que piensas. Se sincero con esa persona
y con tu corazón. No hablo de cursilerías. Hablo de aprovechar el
presente, de no dejar cosas pendientes.

Estás a una carta, una llamada o a un encuentro de distancia. Habla


ahora o calla para siempre.

80
24. Tú eres tú, el otro es el
otro
No puedes ser feliz y disfrutar de paz interior, si vas por ahí
esperando que los demás sean y vivan como quieres que sean
y vivan.
Wayne Dyer

No vemos el mundo tal y como es: vemos el mundo tal y como somos.
Cada quien tiene su propio mapa. Cada uno tenemos una concepción
sobre el mundo totalmente diverso. Si en estos momentos te pidiera
que imaginaras un perro, lo más seguro es que tendrías la visión de un
pastor alemán o tal vez un chihuahueño o un dálmata.

No podría forzar a una multitud a concordar en uno solo. Esto es


porque tal vez puedes pensar en el que tuviste en la infancia, el que
tienes hoy en casa o alguno que viste por primera vez en televisión.

Desde que nacemos estamos involucrados en un espacio sociocultural


donde recibimos toda clase de información. Creencias que van desde
“Las matemáticas son difíciles”, “Siempre serás gorda”; hasta otras que
hieren más como “Eres la culpable de los problemas en la casa”.

Hemos vivido tantas cosas, que somos una amalgama de colores


diversos. Si fuéramos una pintura, tendríamos claroscuros, algunos más
brillantes, otros más opacos, pero al verla en conjunto sería una obra
maestra.

Uno de los grandes errores del ser humano que limita su crecimiento
personal, es creer que los demás tienen que pensar exactamente igual a
como piensa él, que tienen que reaccionar igual porque es lo “normal”.

¿Lo normal para quién? ¿En qué momento? ¿Bajo qué circunstancia?

81
Las cosas cambian cuando las enfocamos con un diferente cristal y
aceptamos que cada quien tiene su propia historia, su propio acontecer
diario, sus propios gustos, sus propias creencias.

Me da risa cuando alguien defiende a capa y espada sus comentarios


como si fueran palabra sagrada: “Es que sin título universitario no eres
nadie”, “Si no te casas antes de los 30, ya se te fue el tren”, “Tienes que
graduarte y estar en una empresa importante”, como si eso hiciera la
realización de todo el universo.

En esos momentos habla el ego, habla el mapa de cada uno.

Sería un desgaste tratar de juzgar a la otra persona porque no le


interesa la misma universidad que a nosotros; porque prefiere la música
country en vez de la salsa; o porque es psicólogo en lugar de ingeniero
en sistemas computacionales.

Dicen que el gusto se rompe en géneros, pero también hace que se


rompan relaciones si no sabemos ser tolerantes frente a preferencias
distintas a las propias.

La siguiente vez que alguien te haga un comentario totalmente


diferente a lo que estabas acostumbrado, o tenga una reacción que no
habías observado en este planeta, no te preocupes, no trates de
entender. Recuerda que cada quien es diferente, que cada uno tiene su
propio mapa para hablar, para pensar y para actuar.

Tú eres tú, el otro es el otro. Eso te hace un ser único y especial. No lo


olvides.

82
25. Carta a un hombre
millonario
Querido John Dólar:

Hola, hace mucho tiempo que no tengo noticias tuyas. Me imagino que
has de estar ocupado con las nuevas propiedades que compraste,
administrando los negocios o gastando tu fortuna en centros de
apuestas.

Cada día admiro más la capacidad que tienes para convertir en oro
todo lo que tocas. Me di cuenta también de que te dedicaron la portada
en la revista Forbes por ser uno de los hombres más poderosos del
mundo.

Espero me puedas conceder una entrevista en tu apretada agenda. Si


quieres, le llamo a tu asistente para que me haga algún espacio.

¿Sabes?, sinceramente tengo ganas de platicar contigo, de contarte


cómo me ha ido, de hablar de cuestiones que para ti no son tan
importantes como la caída del peso, pero de las que me gustaría que
supieras, y son tantas cosas…

He visto tus productos anunciados por todos lados. Me imagino que te


has de sentir muy orgulloso. Tus empleados te sonríen diariamente con
un “Buenos días, Don Dólar”, que es música para tus oídos.

Los ceros en tu cuenta aumentan cada vez más. Qué increíble que
puedas ver por internet cada día cómo esa fortuna va creciendo sin
parar.

La autoridad que tienes en tu empresa es impresionante. Todos te


respetan, te alaban, hacen todo lo que les pides. Tienes un liderazgo
que impacta.
83
Me interesan muchísimo tus planes. Tantos proyectos para, desde
luego, seguir llenando la billetera. Tantos proyectos con visión a corto,
mediano y largo plazo. Me impresiona la capacidad de tener toda una
planeación de aquí a 50 años.

Me encantó la decoración de tus imponentes casas en Miami, Nueva


York y en diversas playas en México. Los choferes y las amas de llaves
que tienes ahí parece que atienden a un rey; son en verdad muy
serviciales.

Creo que hoy recibes un premio más por ser uno de los hombres más
multimillonarios del país. ¿Cómo te sientes? Imagino que
maravillosamente.

Estos días que te estuve observando, me sentí impactado por tu


capacidad de generar riqueza; pero creo que olvidaste algo.

Olvidaste el partido de futbol de tu hijo de 10 años. Te cuento que


metió tres goles y otros papás tuvieron que ir a felicitarlo. Un abrazo
hubiera hecho la diferencia.

Creo que también te olvidaste del limpiacoches que pasó a tu lado esta
mañana. Me imagino que no te diste cuenta o tu chofer no te avisó,
pero hubieran sido la diferencia 10 o 20 pesos que le pudiste haber
ofrecido. Su mamá está delicada y necesitaba unas medicinas.

Fue tu aniversario de bodas. ¿Te acuerdas de aquel momento mágico


en donde prometiste amor eterno a la que hoy es tu esposa? Tal vez
tuviste muchas preocupaciones, porque se quedó esperando en la casa.
Creo que una carta, un ramo de rosas, una cena romántica, no te
hubieran costado tanto y hubieran hecho la diferencia.

Al parecer ni levantaste la mirada para ver el paisaje que te regalé


mientras ibas a tu oficina. Quise poner mi mejor esfuerzo para
recrearte un sol brillando en su esplendor, un clima agradable y un azul

84
del cielo lo más nítido que se pudiera. Observar esas imágenes te
hubiera hecho sentir en paz, olvidando un poco el estrés.

Tu papá, tu viejo, el que tanto te enseñó, te compartió, te instruyó en el


camino de los negocios, está solo en casa. Una visita habría sido un
extraordinario regalo para él.

Te olvidaste de platicar con Juany, tu secretaria. Está a punto de


divorciarse, pasa por un mal momento y como quiera te sirve con una
sonrisa.

Te olvidaste de la persona que cuida a tus hijos, que tristemente les da


el cariño cuando no estás. Te olvidaste de leer un buen libro, tomar
una taza de café, platicar con tu hija adolescente. Olvidaste también
hacer alguna oración, descansar tu mente o escuchar buena música.

Olvidaste recibir otro tipo de reconocimientos, ésos que te ofrece la


gente cuando les tocas sus corazones.

Ganaste mucho dinero hoy, pero olvidaste lo esencial.

Estoy seguro de que si te acordaras más seguido de lo que hoy


despreciaste, serás mucho más rico de lo que te imaginas.

Piénsalo, hijo mío, piénsalo.

Con amor,

Dios

85
26. Con piel de tigre
Las cosas mejores y más bellas del mundo no pueden verse ni
tocarse… pero se sienten en el corazón.
Hellen Keller

Cuentan que el cordero tenía miedo de los lobos. Encontró una piel de
tigre y se cubrió con ella. Un día vio un lobo de lejos y se echó a
temblar. Se había olvidado de que llevaba la piel de tigre.

Cada uno tenemos una piel de tigre en nuestra alma que ha sido curtida
por la experiencia. Es una capa protectora que se ha ido formando por
las circunstancias y las enseñanzas que arroja cada etapa que pasamos.
Como decíamos en una reflexión pasada, nosotros vamos formando
nuestro propio mapa.

Para poder enfrentar la vida, para poder cumplir nuestros sueños,


tenemos que creer en esa piel que traemos puesta, saber de qué estamos
hechos y no vencernos al acercarse el miedo o la incertidumbre con
disfraz de lobo. No se trata de ataviarnos de alguien que no somos o
de no ser auténticos, sino de darnos cuenta de todo el potencial que
tenemos.

A veces, al término de una conferencia se acercan algunas personas


con la inquietud de publicar un libro, preguntándome cómo le hice.
Les respondo de forma sencilla: escribiéndolo primero. Tal vez se trate
de una respuesta que no esperaban escuchar, pero les aseguro que no
estoy mintiendo.

Les digo que lo difícil no está en escribirlo, porque si realmente


disfrutas plasmar sobre una hoja en blanco tus ideas, todo va fluyendo.
El reto, el desafío radica en el proceso posterior a escribirlo.

Les empiezo a contar que es necesario registrarlo ante Derechos de


Autor, pagarle a un corrector de estilo u ortografía, buscar el diseño de

86
la portada y contraportada, enviarla no a una, sino a más de 20
editoriales para tener al final una o dos que crean en el proyecto,
esperar 90 días para una respuesta…. Y la lista sigue.

De repente percibo que el interesado se esfuma al escuchar tantos


requisitos. En el mejor de los casos, algunos se quedan para decirme:
“¡Ah, yo creía que era más sencillo!”, “¡No tengo dinero!” o “¡Es un
proceso muy largo!”, “¡Mejor me olvido del asunto!”.

Ahí es cuando la gente olvida la piel de tigre que trae puesta. Ahí es
cuando aparece el personaje que bauticé como el cordero excusador. Aquél
que al darse cuenta de que no es tan fácil como pensaba, prefiere
quedarse como espectador de los triunfadores.

Es aquella persona que al invitarla a un viaje de descanso, en lugar de


decir que prefiere ahorrar, hace comentarios como: “No tengo dinero
ni para quedarme”. O que les compartes una oportunidad de negocio y
te dicen: “¿A qué hora lo hago? No tengo tiempo”.

Lo más interesante de este fenómeno es que esas personas sí desean


irse de viaje, tener un nuevo negocio, ganar un buen sueldo o vivir
mejor al lado de su familia.

Vaya ¿a quién no le gusta vivir bien? Pero cuando piensan en todo lo


que tienen que hacer para lograrlo, es justo cuando llega “el lobo” de la
duda y se queda todo en meras intenciones.

Creer en uno mismo no es sólo pensar que podemos, sino


visualizarnos en el momento en que ya lo estamos logrando. Creer en
uno mismo es saber que tenemos las cualidades y el potencial para
llegar más allá de nuestros propios límites.

Si la fe es débil, inevitablemente nos alejamos de nuestras metas, nos


autosaboteamos y autoengañamos pensando en lo que todo mundo
dice: “No se puede”. A lo mejor empezamos, pero a la primera prueba
estaremos tirando la toalla.
87
Tal vez tu sueño no sea publicar un libro. Puede ser iniciar un nuevo
negocio, bajar de peso, emprender un nuevo proyecto o comenzar un
programa de crecimiento. Sea lo que sea, las personas que no creen en
ti llegarán por el camino disfrazadas de lobo para hacerte desistir.

Lo importante no es lo que te digan o lo que crean de tu sueño, sino lo


que tú mismo pienses de ti. Puedes tener defectos, como todos, pero lo
que hace la diferencia es que logres tus objetivos a pesar de —o más
bien aprovechando— esas áreas de oportunidad.

Nunca olvides tu piel, esa piel que te ha hecho fuerte a lo largo de los
años y bajo la cual has vencido obstáculos más grandes que ése por el
que estás pasando.

Nunca olvides que aunque eres un frágil cordero, tienes piel de tigre.

88
27. Volar sin ensuciarnos
No creas sólo lo que dicen tus ojos. Sólo muestran
limitaciones. Mira con tu inteligencia, descubre lo que ya
sabes y hallarás la manera de volar.
Richard Bach

Cuenta la leyenda que un pájaro que vivía resignado en un árbol


podrido que se alzaba en medio del pantano, se había ya acostumbrado
a estar ahí. Comía gusanos del fango y se hallaba siempre sucio por el
pestilente lodo.

Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre, hasta que cierto
día un gran ventarrón destruyó su guarida; el árbol podrido fue tragado
por el cieno y el animalito se dio cuenta de que iba a morir.

En un deseo repentino de salvarse, comenzó a aletear con fuerza para


emprender el vuelo. Le costó mucho trabajo porque había olvidado
cómo volar, pero enfrentó el dolor del entumecimiento hasta que logró
levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque
fértil y hermoso.

Como en esta historia, un día me negué a ser como todos: me rehusé a


ser parte del montón, a vivir cumpliendo únicamente lo que la sociedad
dictaba con la vacía excusa de “Es que todo mundo lo hace”. Me di
cuenta de que la vida es tan fácil o tan difícil como nosotros la
observemos y decidamos hacerla.

Somos pájaros libres con el valioso don de volar por el mundo, sin
límites, ni ataduras. Nosotros mismos nos aprisionamos cuando nos
dejamos llevar negativamente por las circunstancias.

Nos atamos las alas cuando, en lugar de ver lo que nos sucede como
parte de un Plan Perfecto, pensamos que se trata de castigos de Dios.

89
Nos privamos de volar con alegría cuando envidiamos el éxito de los
demás. Cuando preferimos criticar relaciones, en vez de construir las
nuestras. Cuando hablamos sin conocer al otro, sólo por la impresión
que nos pueda dar.
Volar significa que a pesar de seguir viviendo en el pantano, no
tenemos por qué contaminarnos en él.

Volar significa que a pesar de estar en un mundo en donde existen la


guerra, la crisis, la corrupción y tantas debilidades del hombre,
podemos crear nuestra propia fantasía de amor y esperanza, que a
veces es más real que la “realidad establecida”.

Pero para que esto suceda, necesitamos —como el pájaro— vivir y


superar el dolor del entumecimiento. Un entumecimiento que nos
ciega, que nos hace vivir en ese egoísmo formado con nuestras
creencias, miedos e inseguridades.

Tenemos que afrontar el cambio, quitarnos el lodo, la losa encima de la


espalda. Ya sabemos volar, sólo necesitamos dejar el pantano,
pensando en los cielos que estamos a punto de descubrir.

Asumamos el riesgo de salir del pantano, de volar sin contaminarnos.


Quítate el lodo de vivir con ese vicio que te aniquila, de convivir con
quien no deseas, de estar en un trabajo que se presenta como un
suplicio.

Si es necesario y lo deseas ardientemente, Dios te pondrá a un maestro


que te dará la mano, siempre y cuando estés atento a las oportunidades.

Eres una persona que nació para ser libre, para volar sin ensuciarte. En
el momento en que dejes a un lado lo que te pesa, harás de tu vida un
increíble cielo. Date la oportunidad.

90
28. Servir para que sirvas
Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho, si no
hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.
Gabriela Mistral

En esta casa en común llamada mundo, compartimos nuestra


habitación con millones de personas. Diariamente tenemos la
oportunidad de hacer que esta experiencia sea más plena para todos.

En momentos nos toca limpiar la sala, barrer el piso de la entrada o


hacer la comida. Siempre hay oportunidades para poner nuestro
granito de arena y hacer placentera nuestra estancia.

Como en cualquier hogar, es importante tener obligaciones, derechos y


responsabilidades. Necesitamos la tolerancia, apertura mental y la
comunicación; pero no podemos dejar a un lado el ingrediente
característico de las personas iluminadas, la cualidad de todos aquellos
que hacen cambios en este mundo: servir.

¿Servir? Sí, querido lector, leíste bien. Vaya verbo ¿no? No dice en
ningún momento ser servido o que me atiendan, dice sencillamente
servir.

El ser humano es fundamentalmente bueno. Y porque es bueno, tiene


en el fondo de su corazón la intención de hacer algo por los demás. La
diferencia aparece cuando esa intención se convierte en acción.

Vale la pena servir en el hogar universal, pero no servir sólo porque el


otro es buena gente o nos cae bien; no servir al funcionario público
para que después nos regrese el “favorcito”. No tranquilicemos la
conciencia sirviendo a la suegra sólo para que nos dedique una mejor
cara, o al empleado para que no nos demande por maltrato.
Hay que servir por el llano hecho de servir. Así de fácil, así de práctico.
Servir para que nuestra vida sirva a los demás. Servir hasta que duela,
91
decía la Madre Teresa; pero no que duela el egoísmo, sino las manos de
tanto dar.

En este planeta servir al prójimo es una oportunidad maravillosa para


que nuestro espíritu se fortalezca. Servimos con un pedazo de pan,
pero también con un fuerte abrazo. Servimos con unas monedas, pero
también ayudando al invidente a cruzar la calle. Servimos con una
ofrenda a Dios, pero también dando unas palabras de aliento al
anciano que pide limosna afuera de la iglesia.

Todo el día, desde que nos levantamos, tenemos la posibilidad de


servir en algo o a alguien. Todos aquellos que no te piden apoyo, pero
intuyes que lo necesitan, aquél que tiene arrastrando su problema, en la
casa, fuera de ella. Ocasiones existen.

Pero sinceramente te confieso que no es tarea fácil. Jesús Aniorte tiene


razón al decir que servir es cosa de fuertes, porque pocos se atreven a
vencerse a sí mismos. Porque la negativa a servir a los demás, el miedo
a estar por debajo de cualquiera, grita, exhibe nuestra “pequeñez” y
nuestra sin-importancia. Qué vanidad la del ser humano.

Sin embargo, estoy seguro de que es mejor dar que estar con los brazos
cruzados. Cuando servimos, sin quererlo, recibimos más de lo que
damos. Cuando servimos, tenemos asegurada una recompensa llamada
felicidad. Tagore no se equivocaba cuando decía: “Soñé que la vida era
alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Me puse a servir y en
el servicio encontré la alegría”.

No esperes grandes oportunidades, majestuosas campañas. En el ínter,


en el compás de espera, hay muchos consuelos que quedan sin darse;
muchas lágrimas que no se enjugan; muchos favores que no se hacen;
muchos problemas que no se resuelven.

Sólo los grandes sirven. Sólo ellos se atreven a “rebajarse”. Pero al final
de la vida son los que marcan el camino.

92
29. Una vida de película
Observar lo hace cualquiera. Observarse a uno mismo está
reservado para los grandes.
David Montalvo

Me encanta el cine. Me gusta poner el botón de apagado de mis


actividades diarias para desconectarme un poco y disfrutar una buena
película con alguna persona importante en mi vida.

Me fascina la idea de poder trasladarme a otro mundo, a otro espacio,


con otras personas, que tal vez existen sólo en la mente del guionista.

Es mágico poder disfrutar de una buena proyección con unas ricas


palomitas, un refresco bien frío y sentir la emoción de conocer una
nueva historia, ajena a la nuestra, pero con la que podemos
identificarnos más de lo que creemos.

Recuerdo, hace algunos años, que después de haber disfrutado la


película Patch Adams sobre el médico del mismo nombre, una gran
amiga me hizo una pregunta que me dejó congelado:

—¿Cómo se llamaría la película de tu vida?

Son esas preguntas que prefieres evadir, que te dejan sin habla, porque
no tienes ni la más remota idea de qué responder. En esos momentos
no sabía si reír, llorar, salir corriendo o reflexionar. Decidí hacer lo
último.

No podía dejar atrás mi faceta de comunicador. Llegaron a mi mente


miles de ingeniosas y creativas ideas como título. Estaba pensando algo
que tuviera chispa, que impresionara, que atrapara al espectador, que
tuviera rating o, como se dice en el argot publicitario, que “vendiera”.

Mi amiga lo resolvió de golpe, diciéndome:

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—No le metas marketing, es una pregunta personal, deja que hable tu
corazón.

Tenía razón. Tenía que dejar que mi corazón contestara. Era una
pregunta sencilla que yo mismo estaba haciendo complicada.

Antes de responder, me imaginé en una sala de cine totalmente vacía.


La misma sala que visitaba de niño. La misma sala que me enseñó a
imaginar y soñar sin límites.

Pero en esa escena la imaginé con un silencio sepulcral. Ya no


escuchaba el murmullo de las personas emocionadas antes de iniciar, el
tronar de las palomitas o los llantos de los bebés. Estaba totalmente
solo frente a una pantalla en blanco.

En esos momentos hice un recuento de toda mi vida. Empecé a ver


entonces cada uno de los momentos que me marcaron para siempre.
Algunos difíciles, otros increíblemente maravillosos, otros que me
dejaron un aprendizaje sobre cómo hacer las cosas y otros sobre cómo
no hacerlas.

La película seguía e iban apareciendo personajes que me dejaron algo


importante. Algunos siguen en mi vida, otros llegaron, me dejaron su
enseñanza y se fueron, tal vez en lapsos de cinco años, dos meses o un
minuto.

Fue un ejercicio de reflexión que pasó en segundos, pero lo seguí


disfrutando horas después.

¿Sabes? Me gustó la película porque fui el guionista. Me gustó la


película porque me dieron la libertad de tomar decisiones. Me gustó la
película porque me vi guiado por un director llamado Dios, y conté
con unos personajes estelares llamados amigos, familia y maestros.

A pesar de que la imagen no se veía clara todo el tiempo, entendí que


cada momento, cada instante, inclusive los aparentemente malos o
94
borrosos, tuvieron que haber ocurrido. En ninguna escena hubo
cortes, ni de más ni de menos. No hubo edición ni fotomontajes. La
película la observé tal cual se fue grabando.

Sin esos momentos dolorosos, de crisis y soledad, pero también de


amor, alegría y entusiasmo, la película de tu vida no sería igual. Tienes
que pasar por todo tipo de experiencias para que al final se proyecte
una obra maestra.

Si me preguntas qué le contesté a mi amiga o cómo titulé mi película,


sinceramente… no lo sé; de hecho, todavía no lo descubro. Por lo
pronto me dedico a disfrutarla, porque queramos o no, es la película
más importante que jamás podremos volver a filmar, al menos en esta
Tierra.

95
30. Rompe la sandía
¿Te acuerdas del juego de romper la piñata? Los ojos
vendados, una cuantas vueltas y... salir a jugar. Imagínate,
ahora, que te levantas de donde estás... los ojos vendados,
unas cuantas vueltas y sales a la vida. Vamos probando cada
paso, tanteando inseguros, confundidos, sin sentido de
orientación.
Patricia Garrido

La vida te manda mensajes. Mensajes que alcanzan a ver sólo aquéllos


que creen en esta forma —para algunos, extraña; para otros,
milagrosa— de percibir señales que nos orientan durante nuestra
existencia. Este libro, dentro de cada reflexión, contiene muchos de
ellos. No tanto por lo que un servidor pueda escribir, sino por lo que
puedas interpretar.

Desde hace algunos meses, empecé a recibir unos cuantos mensajes, en


su mayoría relacionados con esa deliciosa fruta llamada sandía. De
pronto, observaba un panorámico, un anuncio en la televisión, un
lienzo o hasta un vendedor que se cruzaba en mi camino,
promoviendo, de forma particular, el consumo de éste manjar. Eran
como advertencias o señales que iban llegando, de forma amable pero
directa, gracias a la sincronía de la vida.

Tenía que descubrir qué me querían dar a entender esos mensajes. No


lo supe hasta semanas después, cuando un vendedor de frutas me
invitó a comprar algunas sandías. Las observé detenidamente, pero su
aspecto no me convenció. Cuando procedía a marcharme, el
comerciante me paró en seco con la siguiente propuesta:

—No se fije en lo de afuera. Lo mejor es lo de adentro.

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Me ofreció un poco de una de ellas para probarla. Definitivamente,
tenía razón. Tenía un sabor excepcional y un color rojo inmejorable,
apetecible. El fresco bocado se deshacía en mi boca.

Comprendí al instante que ¡el aspecto de la cáscara no reflejaba el


tesoro que ocultaba!

Tal vez no fue su intención, pero el vendedor me dio un gran mensaje,


en pleno supermercado, que inclusive me llevó a escribir el libro que
estás a punto de concluir.

La sandía es una metáfora perfecta de la vida. En el día a día, actuamos


como si los demás hombres fueran simples frutas. Vamos pensando y
quejándonos de lo que carecemos, del exterior. Vamos juzgando a los
demás, y a nosotros mismos, por la defectuosa cáscara que cada ser
humano tiene.

Tunas espinosas, kiwis marrones, plátanos con motas oscuras, piñas de


áspero exterior. Signos externos que nos confunden y nos hacen
prejuzgar. ¡Cuántas delicias nos hemos perdido por el rechazo a la
apariencia!

Y como en casi todo, en los seres humanos hay de cáscaras a cáscaras.


Algunos quieren ser más gordos, otros menos feos, otros más flacos,
otros más simpáticos. Nos autosaboteamos en vez de amarnos. Es
válido el cambio, de eso no tengo la menor duda. Pero nadie ama lo
que no conoce. Si somos capaces de cambiar nuestra mente, se
transforma todo el entorno, incluido lo que traemos por fuera.

Si no nos atrevemos a echarnos un clavado al interior, olvidándonos un


poco de la cáscara, será un poco complicado advertir que ahí se
encuentra lo más rico, lo más sabroso, lo más valioso: el jugo, la
esencia misma.

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El jugo tiene una relación directa con lo que llevamos dentro. El jugo
es a la sandía lo que el alma es al hombre. Su exquisito sabor depende
del cuidado que se le ha dado con el paso del tiempo.

Esa esencia se debe de cuidar como si fuera una cristalería fina a punto
de ser atacada por una manada de elefantes (léase: pensamientos
negativos). Lo que nos afecta en la vida o al jugo no es tanto lo que
entra, sino las ideas que salen de nuestros labios o que dejamos que
circulen en nuestra mente.

Las semillas son también una metáfora de lo que hemos hecho en


nuestro paso por la tierra. Se sabe, por ejemplo, que las semillas de
sandía maduran a la par que el fruto. Cuando estamos preparados
interiormente, por tanto, se producen los milagros.

Somos jornaleros en el jardín del universo. Vamos dejando caer


nuestras ideas en los corazones de los demás, y teniendo detalles,
palabras, gestos y acciones que al sembrarse perduran en el tiempo.

Cuidemos de que cada semilla sea una gota de amor enmedio de un


mundo que para muchos está en crisis. Todo lo que sembramos
terminará dando un hermoso fruto que dará vida en el futuro.

Aunque, definitivamente, nadie puede llegar al jugo, a la pulpa o a las


semillas si no se atreve primero a romper la sandía. Para lograr
disfrutar lo de adentro, hay que romper todos esos miedos, esas
creencias negativas, esa inseguridad que aniquila. Romper desde la raíz.

Si no actuamos ahora, viendo qué oportunidades de crecimiento,


aprendizaje o cambio necesitamos en nuestra vida; si no compartimos
ahora lo mejor de nuestro interior; las sequías de la vida o los granizos
de los imprevistos podrían estropear la sandía…

Y en cuanto al paso inexorable del tiempo, si permitimos que sea


estéril, aquél convertirá nuestro preciado fruto en una masa insípida y

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desabrida que empezará irremediablemente a pudrirse, de una forma
que no esperábamos, pero sobre todo, que no queríamos.

Y así como en la aventura que era romper la piñata, vamos a veces con
los ojos vendados, un tanto inseguros de lo que nos depara el destino.

Pero si de algo estoy seguro, es que para lograr el éxito en cualquier


área de nuestra vida necesitamos pagar el precio. Lo más maravilloso y
mágico es que una vez que pagamos el precio, existe siempre una
recompensa.

Al romper la sandía, la pulpa es la recompensa. Un exquisito manjar


que sólo los que se atreven a quitar la cáscara que los lastima, que los
ata, que los detiene, merecen disfrutarlo.

Date la oportunidad de experimentarlo. Cuida lo que traes por dentro:


conócelo sin miedo, sin temor. Suceda lo que suceda, es acaso lo único
que vale la pena descubrir y, en su plenitud, busca brindárselo a los
demás, esparciendo semillas sanas que en su momento darán fruto y
significarán tu trascendencia.

¡Que tengas un extraordinario viaje como sembrador de alegría,


esperanza y optimismo!

Gracias por estar aquí.

99
Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida.

Sin embargo... en cada vuelo, en cada vida, en cada sueño,


perdurará siempre la huella del camino enseñado.

Madre Teresa de Calcuta

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