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Las Escrituras nos dicen que Dios mandó la construcción del tabernáculo (y
después del templo) porque deseaba vivir dentro de su pueblo (Éxodo 25:8; 1
Reyes 6:12, 13). Sin embargo, en su diseño y actividades, el templo era una
lección práctica ilustrando los elementos exclusivos de la religión judía.
También enfatizaba la separación entre gente pecaminosa y Dios y la dificultad
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de acercarse a la presencia divina bajo de el viejo pacto.
Sin embargo, no fue hasta varios siglos después que D-os, a través de Moisés, ordena al
pueblo judío construir “un lugar sagrado para habitar entre ellos.” Así fue cómo por
primera vez en el mundo existió un espacio que la Presencia Divina podía habitar.
A este lugar se le llamó el Tabernáculo; era un santuario movible en el cual se
guardaban las Tablas sagradas que Moisés había recibido de D-os. En este santuario se
encontraba el corazón de la búsqueda espiritual del pueblo judío en su travesía por el
desierto. Ahí Moisés escuchaba la voz de D-os, que acompañó al pueblo judío por más
de 40 años.
Más adelante, durante su reinado, David, recibe a través del profeta Natán los planos
y la misión de construir el Primer Templo. Sin embargo, él mismo sabe que será su
hijo quien finalmente lo construya. No fue hasta el año 833 a. E.C. que finalmente el
rey Salomón puede empezar la construcción del mismo. Tardó siete años en terminarse
la obra, decenas de miles de hombres fueron empleados para realizar las labores
necesarias. El Arca de la Unión, donde se encontraban las Tablas de la Ley fueron
llevadas a este recinto y la tradición sostiene que las reliquias del Tabernáculo fueron
sepultadas bajo su estructura.
En el año 434 a.E.C. Nabucodonosor marchó sobre Judea e impuso al rey Zedequías al
cual creía débil y manipulable. Sin embargo, dicho rey era temeroso de D-os y se reveló
contra el emperador asirio. Así que Nabucodonosor marchó sobre Jerusalén y
destruyó la ciudad en el año 424 a. E.C. En este lapso de tiempo el Gran Templo fue
destruido, la Asamblea de Sabios y los sacerdotes masacrados; y millones de personas
asesinadas. El pueblo judío cayó en el Exilio.
Sin embargo, pese a su aparente fortaleza los babilonios no tendrían fortuna por mucho
tiempo. Tan sólo medio siglo tras la conquista de Jerusalén imperio persa invade
Babilonia y permite a los judíos regresar a su tierra y restablecer su capital. En el año
353 a.E.C. justo 70 años tras haber sido destruido comenzó la reconstrucción del
Gran Templo de Jerusalén, que sería terminada en cuatro años.
Durante 420 años Jerusalén volvió a ser el centro de la espiritualidad judía, rebosante de
vida y movimiento. Durante este periodo tan extenso de tiempo los judíos vivieron bajo
el yugo de numerosas naciones, pudiendo pactar con ellas para preservarse. La primera
fue el Imperio persa que permitió la reconstrucción del Templo, la segunda sería Grecia
quién prohibiría muchas de las prácticas judías; provocando así la revuelta de los
asmoneos. Durante un tiempo breve sería restaurada una monarquía judía nuevamente
sólo para caer a manos de los romanos; quienes finalmente tras riñas políticas volverían
a destruir Jerusalén y exiliar a los judíos.
https://goo.gl/26KyyqCorintios 14:40
Versículos Conceptos
Versículos Conceptos
Fuera de esto, según el Señor ha asignado a cada uno, según Dios llamó a cada cual, así
ande. Y esto ordeno en todas las iglesias
Tito 1:5
Versículos Conceptos
Por esta causa te dejé en Creta, para que pusieras en orden lo que queda, y designaras
ancianos en cada ciudad como te mandé,
Nehemías 13:7 – para volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había
hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una cámara en los
atrios de la casa de Dios.
Nehemías 13:8 – Y me dolió en gran manera; y arrojé todos los muebles de la
casa de Tobías fuera de la cámara,
Nehemías 13:9 – y dije que limpiasen las cámaras, e hice volver allí los
utensilios de la casa de Dios, las ofrendas y el incienso.
Nehemías 13:10 – Encontré asimismo que las porciones para los levitas
no les habían sido dadas, y que los levitas y cantores que hacían el servicio
habían huido cada uno a su heredad.
Nehemías 13:11 – Entonces reprendí a los oficiales, y dije: ¿Por qué está la
casa de Dios abandonada? Y los reuní y los puse en sus puestos.
Nehemías 13:12 – Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite,
a los almacenes.
En el versículo 6 vemos que llega Nehemías a sacar toda las pertenencias que
estaban en la casa de Tobías dentro del mismo Lugar del Señor, llego
limpiando los cuartos, sacando a todas las personas que estaban adentro y que
se habían apoderado de ellas, ya no había servicio al Señor, eso parecía como
un hotel, Nehemías con valentía empieza a arrojar todas las cosas fuera, las
cosas que no servían y solo metía las necesarias dando órdenes de que
limpiasen las “Cámaras” del templo y que sacaran todo de ahí, ya que Tobías
había dispuesto ese lugar Santo del Señor para su propio beneficio, Nehemías
llego a limpiar la casa del Señor.
Los levitas eran de las 12 tribus, era la familia que se iba a encargar de cuidar
la casa de Dios, de asegurarse de que siempre hubiese incienso y sacrificios ,
solo ellos podían sacrificar, ellos eran los encargados de la Casa de Dios,
cuando llega Nehemías se encuentra con que ya no se estaban dando la
porciones de adoración al Señor, la despensa para El y que los levitas y
cantores habían huido, ellos se habían ido; quizás los levitas ya estaba
flaquitos como en la 2a guerra mundial con los judíos, ya no les estaba
trayendo de comer, por eso habían huido a su tierra ya que de ese lugar se
había apoderado Tobías haciendo mal uso del templo.
En el versículo 11. Reprendió a los oficiales y preguntó por qué la casa de Dios
estaba abandonada.
¡Debemos empezar por tener una familia fuerte y después eso se va a reflejar
en la iglesia, de que sirve llegar de traje si por dentro estamos espantosos!!
¡DEBO CUIDAR LO QUE HAY DENTRO!
Nehemías 13:7 – para volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había
hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una cámara en los
atrios de la casa de Dios.
Nehemías 13:8 – Y me dolió en gran manera; y arrojé todos los muebles de la
casa de Tobías fuera de la cámara,
Nehemías 13:9 – y dije que limpiasen las cámaras, e hice volver allí los
utensilios de la casa de Dios, las ofrendas y el incienso.
Nehemías 13:10 – Encontré asimismo que las porciones para los levitas
no les habían sido dadas, y que los levitas y cantores que hacían el servicio
habían huido cada uno a su heredad.
Nehemías 13:11 – Entonces reprendí a los oficiales, y dije: ¿Por qué está la
casa de Dios abandonada? Y los reuní y los puse en sus puestos.
Nehemías 13:12 – Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite,
a los almacenes.
En el versículo 6 vemos que llega Nehemías a sacar toda las pertenencias que
estaban en la casa de Tobías dentro del mismo Lugar del Señor, llego
limpiando los cuartos, sacando a todas las personas que estaban adentro y que
se habían apoderado de ellas, ya no había servicio al Señor, eso parecía como
un hotel, Nehemías con valentía empieza a arrojar todas las cosas fuera, las
cosas que no servían y solo metía las necesarias dando órdenes de que
limpiasen las “Cámaras” del templo y que sacaran todo de ahí, ya que Tobías
había dispuesto ese lugar Santo del Señor para su propio beneficio, Nehemías
llego a limpiar la casa del Señor.
Los levitas eran de las 12 tribus, era la familia que se iba a encargar de cuidar
la casa de Dios, de asegurarse de que siempre hubiese incienso y sacrificios ,
solo ellos podían sacrificar, ellos eran los encargados de la Casa de Dios,
cuando llega Nehemías se encuentra con que ya no se estaban dando la
porciones de adoración al Señor, la despensa para El y que los levitas y
cantores habían huido, ellos se habían ido; quizás los levitas ya estaba
flaquitos como en la 2a guerra mundial con los judíos, ya no les estaba
trayendo de comer, por eso habían huido a su tierra ya que de ese lugar se
había apoderado Tobías haciendo mal uso del templo.
En el versículo 11. Reprendió a los oficiales y preguntó por qué la casa de Dios
estaba abandonada.
¡Debemos empezar por tener una familia fuerte y después eso se va a reflejar
en la iglesia, de que sirve llegar de traje si por dentro estamos espantosos!!
¡DEBO CUIDAR LO QUE HAY DENTRO!
¿Qué más debemos hacer para inculcar buenos modales en nuestros hijos?
Dedicar tiempo a hablar con ellos de los muchos ejemplos de buena conducta
que contiene la Palabra de Dios (Rom. 15:4).
Utilicemos ejemplos bíblicos
Un personaje del que podemos hablar es Samuel. La Biblia indica que su padre
se inclinó ante Jehová en muestra de agradecimiento y respeto (1 Sam. 1:28).
Y seguramente cuando su madre lo llevó al tabernáculo, con apenas tres o
cuatro años, ya le había enseñado que era apropiado inclinarse delante del
sumo sacerdote, Elí. ¿Podríamos hacer algo similar con nuestros hijos? Una
buena meta sería acostumbrarlos a dar los buenos días, las buenas tardes, las
buenas noches y otros saludos. Así serán como el pequeño Samuel, quien era
“[muy] agradable, tanto desde el punto de vista de Jehová como del de los
hombres” (1 Sam. 2:26).
La Biblia también puede ser útil para mostrar la diferencia entre el respeto y la
descortesía. Podemos hablar, por ejemplo, de lo que sucedió cuando Ocozías,
el infiel rey de Israel, mandó llamar al profeta Elías. Primero envió a “un jefe de
cincuenta con sus cincuenta [soldados]”. Al llegar ante Elías, el oficial le exigió
que lo acompañara, pero esa no era manera de dirigirse a un representante de
Jehová. ¿Cómo reaccionó el profeta? Dijo: “Si soy hombre de Dios, que baje
fuego de los cielos y se los coma a ti y a tus cincuenta”. Y así fue: “Vino
descendiendo fuego de los cielos y procedió a comérselos a él y a sus
cincuenta” (2 Rey. 1:9, 10).
Ocozías envió a un segundo oficial, y este también llegó con exigencias.
De nuevo, bajó fuego del cielo y acabó con él y sus cincuenta hombres.
Entonces llegó un tercer oficial, pero con una actitud muy distinta. En vez de
darle órdenes al profeta, respetuosamente le suplicó de rodillas: “Hombre del
Dios verdadero, por favor permite que mi alma y el alma de estos cincuenta
siervos tuyos sea preciosa a tus ojos. He aquí que bajó fuego de los cielos y
procedió a comerse a los dos jefes de cincuenta anteriores y a sus
cincuentenas, pero ahora permite que sea preciosa mi alma a tus ojos”. ¿Qué
haría Elías con aquel hombre, que seguramente se encontraba atemorizado?
¿Le pediría a Dios que enviara fuego contra él cuando le había hablado con
tanto respeto? ¡Claro que no! De hecho, mediante un ángel recibió
instrucciones de acompañarlo (2 Rey. 1:11-15). ¿Verdad que este pasaje
demuestra la importancia de ser respetuoso?
Otro buen ejemplo es el del apóstol Pablo. Cuando fue arrestado en la zona del
templo por soldados romanos, no dio por sentado que tenía el derecho de
dirigirles la palabra. En vez de eso, le preguntó con respeto al oficial a cargo:
“¿Se me permite decirte algo?”. Como resultado, se le concedió la oportunidad
de hablar en su defensa (Hech. 21:37-40).
También podemos hablar de Jesucristo. Cuando fue abofeteado durante su
juicio, protestó, pero supo cómo hacerlo. Dijo: “Si hablé mal, da testimonio
respecto al mal; pero si [hablé] bien, ¿por qué me pegas?”. Nadie pudo
acusarlo de haber dicho algo incorrecto (Juan 18:22, 23).
Hay otros relatos de la Palabra de Dios que muestran cómo debemos
reaccionar cuando alguien nos corrige enérgicamente o cuando tenemos que
reconocer una equivocación o un descuido (Gén. 41:9-13; Hech. 8:20-24). Por
ejemplo, Abigail se disculpó ante David por la insolencia con que lo había
tratado su marido, Nabal. Pero no solo eso; además, le regaló víveres en
abundancia. David quedó tan impresionado por lo que hizo esta prudente mujer
que, cuando Nabal murió, decidió tomarla por esposa (1 Sam. 25:23-41).
Es primordial que eduquemos a nuestros hijos para que sean corteses y
respetuosos en toda ocasión: tanto en el diario vivir como en las circunstancias
más difíciles. De esta forma dejaremos que “resplandezca [nuestra] luz” delante
de la gente y daremos “gloria al Padre [...] que está en los cielos” (Mat. 5:16).
me dijo: si tu hijo es un impuntual va ser por tu culpa. Después de esos 15 minutos salí de ahí
molesto, porque a todos nos molesta que nos corrijan, nos molesta que nos digan cual es el
orden que debemos seguir, nos enoja muchísimo en nuestro corazón; salí tan enojado que dije:
no vuelve a llegar tarde mi hijo. Y no volvió a llegar tarde, estudió todo el kinder, la primaria y la
secundaria y nunca más llegó tarde. Hoy está en segundo de preparatoria, lo sigo llevando,
pero ahora más temprano, a las 6:25 estamos saliendo de la casa y nunca ha llegado tarde,
siempre lo dejo antes 10 o 15 minutos antes de las siete, antes de que entre. A mi no me
interesa que llegue antes, sino que no llegue después.
A mi hija igual, ve que va a llegar algo tarde y se angustia y se molesta, y me ella me apura
para que no vayamos a llegar tarde, nos gusta llegar 10 minutos antes. Y siempre llegamos a
tiempo, ¿por qué? A raíz de ese regaño que me dieron, no quiero otro.
Entramos a trabajar, nos molesta que nos corrijan, nos molesta el orden, vamos a algún lugar,
hay fila para pagar en el banco, hay fila para comprar las tortillas, el pan, la comida, para todo
hay fila, y estamos buscando a ver de qué manera nos adelantamos, hay gente que aun se
pasa muy discretamente y se va hasta adelante. O el clásico: me aparta tantito, ahorita vengo
voy a hacer mi ficha. No es lo correcto, lo correcto es que hagan todo lo que tienen que hacer,
y finalmente se formen, que es lo que debemos hacer, pero no nos gusta el orden, somos
desordenados, nos gusta hacer las cosas fuera de orden, nos gusta la indisciplina, nos gusta el
desorden; así somos y somos para todo.
Y aquí en la iglesia decimos: amado hermano por favor cuando esté la profecía concéntrate en
la palabra de Dios. Y estamos volteando para un lado, para el otro; no estamos sujetos,
estamos haciendo cosas que no debemos hacer, estamos rompiendo el orden establecido.
Dice la Palabra de Dios que pongamos su Palabra y que la colguemos en las puertas, en los
muros, en los dinteles, su Palabra. Tuvimos que poner aquí en la entrada un letrero NO A LOS
ALIMENTOS; NO A LOS CHICLES. Los hermanos ujieres vienen y me dicen: es que ya hay
muchos que están mascando chicle, diles que por orden no lo hagan.
Había una hermana ujier que me dijo: yo creo que les dejamos a todos el chicle. Y le dije: no,
yo creo que a todos se los quitamos, y que nadie masque chicle. Y me dijo es que la verdad a
mi hermana le encanta mascar chicle. Siempre la hermana mascaba chicle aquí, y le dije pues
dile que no lo haga, que tire ese chicle. Y la hermana ujier se atrevió a ir con la hermana y yo
pensé que como eran hermanas las cosas no iban a ser tan tensas. Fue y le dijo a la hermana:
oye por favor ve y tira el chicle, es un orden establecido aquí en la iglesia. La hermana se
levantó y se retiro de la iglesia y no regresó más. Es decir: si no puedo mascar chicle aquí,
mejor no vengo, mejor me voy a otra iglesia donde sí lo pueda hacer. Bueno que vaya a la
iglesia donde quiera, tal vez en algún lugar se lo permitan; yo sé una cosa, Dios no le va a dejar
mascar chicle en su reino, yo lo sé. Y si lleva el hábito de mascar chicle no la va a dejar entrar.
Y Dios establece ese orden, y muchas ocasiones en la Iglesia queremos brincarnos los
ministerios, queremos hacer lo que mejor nos parece, sin el orden establecido. Somos una
semilla y queremos dar un fruto ya, y no es posible tienen que pasar los tiempos de Dios para
que cada cosa ocurra. Yo quiero participar en un ministerio: tengo que desarrollarme, tengo
que crecer, tengo que dar un fruto y después ya podré participar. Y la Palabra de Dios lo
establece de una manera bien clara, y todos tenemos que crecer, todos tenemos que
desarrollarnos. No podemos dar algo que no tenemos, yo no puedo dar un fruto que yo no
poseo.
Y queremos adelantarnos en los tiempos, todo tiene un orden. Y tal vez nosotros veamos los
ordenes fuera de nuestro deseo, fuera de la voluntad de Dios, pero no, Dios es un Dios de
orden. En contraposición de lo que pasaba en Corinto, nosotros encontramos a
Colosas, Colosenses 2:5 Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu
estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en
Cristo.
Y fíjense qué hermoso, una carta del apóstol dirigida a los Colosenses diciéndoles: me gozo
con el orden que ustedes tienen. Y de ninguna manera orden significa oprimir al Espíritu Santo.
La Escritura dice: Hágase todo decentemente y con orden. Podemos profetizar, podemos
hablar en lenguas, podemos interpretar lenguas, podemos dar cántico nuevo, podemos orar por
enfermos, podemos dar palabra de ciencia, podemos dar palabra de sabiduría, podemos fluir
en todos los dones, pero todo dentro del orden establecido por Dios. No podemos hacer las
cosas revueltas, no las podemos hacer fuera de orden.
Dice la Biblia que en el principio todo estaba desordenado. Génesis 1:2a Y la tierra estaba
desordenada y vacía. Había un desorden total y absoluto, dice la Escritura; y lo primero que
hizo Dios fue poner orden en todas las cosas. Nuestra vida antes de conocer a Cristo era un
absoluto desorden, llegamos al Señor y entonces el Señor empieza a poner orden en cada uno
de nosotros. Empieza a poner orden en nuestra vida, en nuestros pensamientos; orden en
nuestros valores, empieza a poner orden absolutamente en todo, porque tenemos que
dirigirnos con orden, porque sin orden no va a estar la presencia de Dios.
Yo quiero que seamos una iglesia ordenada, yo quiero que seamos esa iglesia con la cual el
Señor se goce; esa iglesia que entre completita al reino de los cielos y vivamos por la eternidad
todos nosotros juntos en la presencia de Dios, yo quiero eso. Pero aquí hay otro problema,
para que halla orden tiene que haber otra cosa que tampoco nos gusta, que lo aborrecemos,
que nos molesta, que nos irrita. Tiene que haber disciplina.
Hebreos 12:11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino
de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Yo
quiero llamar tu atención en esto, en primer lugar sabemos que la palabra de Dios es verdad, y
nosotros lo vivimos: la disciplina no nos gusta. Aquí yo veo que el Escritor se queda corto y
dice: es causa de tristeza. Yo no he escuchado ni he visto a alguien que ande todo triste, y que
llegues y le preguntes: ¿qué pasó hermano qué tienes? "Estoy triste, muy triste. ¿por qué? Es
que soy un indisciplinado, ya me llamaron la atención".No lo he visto.
He visto hermanos furiosos, que se les ve la cara de enojo, súper enojados. ¿Qué te pasa
hermano? Estoy enojado, pues qué les pasa, yo quería salir y no me dejaron salir porque
pusieron la cadena. Me exigieron que yo tenía que llegar a una hora y como llegué,
simplemente llegué media hora tarde ya no me tomaron en cuanta mi asistencia. Y se enojan, y
bien enojados cuando se les quiere disciplinar. Los hermanos esperamos todos llegar a un
ministerio, llegar media hora tarde a la clase y el hermano que está compartiendo la clase, el
maestro nos diga: bienvenido, qué bueno que llegaste, tienes asistencia el día de hoy porque
llegaste media hora tarde, no te preocupes, muy bien felicidades, es más el próximo domingo
puedes llegar tres cuartos de hora más tarde y de todos modos yo te voy a poner asistencia.
Eso sería fascinante.
Hermana fíjate que no traje el uniforme para participar en las banderas, y que la hermana me
dijera: ah no te preocupes, el uniforme simplemente es un protocolo, tú ministra como quieras.
Ven uniformado como quieras, es más, si no quieres venir uniformado, no vengas uniformado
no hay problema. Hermano es que a mí no me dieron certificado del curso; ah es que faltaste a
cinco estudios de doce. Ay hermano lo oigo por casete, no es que lo oigas por casete; es que
hay un orden establecido.
Es orden, pero nos molesta el orden, nos molesta la disciplina, no queremos la disciplina. Dice
el apóstol, nos da tristeza, nos da coraje, la verdad nos molesta, nos irrita que nos disciplinen
no lo aceptamos. Hay ocasiones que de repente le digo algo a mi esposa, por ejemplo: oye
esto por favor. Ya, ya, ya sé, ya. Nos molesta, yo lo entiendo nos molesta la disciplina, no nos
gusta pero nos tenemos que disciplinar para hacer las cosas de acuerdo a lo que Dios
establece. Y nos molesta la disciplina no importando la edad que tengamos. Si somos niños
nos molesta la disciplina, si somos recién nacidos nos molesta; aun hasta a los bebés hay que
disciplinarlos. Somos adolescentes, jóvenes, adultos, viejos o ancianos nos molesta la
disciplina.
En una ocasión llegó un hermano y me dijo: Yo te voy a pedir un favor pastor, tú me tienes que
disciplinar a mí porque soy tu oveja. Y Dios dice que tú me tienes que disciplinar y si hay algo
que está mal en mí, por favor disciplíname. Sí no hay problema, gracias. Luego venía de vez en
vez y me decía: ¿qué pasó no hay algo que me tengas que decir? No hermano todo está bien.
Un buen día le dije: hermano hay algo que sí me gustaría comentarte, me gustaría que esto se
hiciera de esta modo porque se está haciendo de este modo. Y a los pocos días vino el
hermano y me dijo: yo creo que ya me voy de la iglesia, porque no estoy haciendo las cosas
bien, porque no las hago bien. Entonces dije: por fin, podemos disciplinar o no podemos. O
vamos a disciplinar con el temor de que y si se va el hermano, que tal si no le parece.
Hebreos 12:5 Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo
mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por
él; 6 porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Y esto rompe
con el esquema tradicionalista de que Dios a mí no me va a llamar la atención porque es un
Dios de amor. Dios no me va a decir algo porque yo soy su hijo y Él me ama, y como me ama
me va a consecuentar.
Dice la Palabra que ¡NO!, que no debes menospreciar la disciplina del Señor, porque el Señor
al que ama disciplina; por lo tanto si el Señor te disciplina dale gracias a Dios porque Dios te
ama. Si no te amara te dejaba sin disciplina, y no le importaría a Dios que por tu indisciplina te
perdieras.
Versículo 7-8 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a
quien el padre no disciplina? 8Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido
participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
Y esto es tremendo, yo prefiero ser hijo de Dios, yo prefiero, no sé tú, pero yo prefiero ser hijo
de Dios, y que Dios venga y me discipline y me diga: endereza esto, corrige esto, haz esto,
entra en este orden; aunque me duela, aunque me moleste yo prefiero que lo haga, ¿por
qué? Porque sé primero que Dios me ama, segundo: sé que no me voy a perder y tercero: sé
que soy su hijo. Porque nos gusta sentirnos y sabernos hijos de Dios. ¿Te gusta la disciplina?
No, a mí tampoco me gusta pero la tengo que recibir, y me tengo que sujetar a ella, ¿por qué?
Porque amo a Dios y porque quiero vivir por la eternidad con Él.
Versículo 9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los
venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y
viviremos? 10Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía,
pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
Dios nos disciplina para que nosotros seamos santos, para que nosotros caminemos en
santidad, dentro de lo que Él establece. Dios establece que nosotros tenemos que caminar en
santidad y por lo tanto debemos hacerlos, y para ello tiene que disciplinarnos. Si no nos
disciplina nosotros no podríamos entrar en santidad. No lo haríamos y estaríamos en contra de
la Palabra. Por lo tanto la disciplina y el orden van de la mano, van juntas. No podemos tener
orden sin disciplina, y tampoco podemos tener disciplina sin orden. Tenemos que entenderlo, y
entenderlo en nuestra vida para todas las áreas: ORDEN y DISCIPLINA.
Si yo quiero ser exitoso en lo que sea, tengo que ser ordenado y tengo que ser disciplinado.
Todos los deportistas que obtienen los mejores premios, no los obtienen por indisciplinados ni
por desordenados, los obtienen porque se disciplinan a las cosas y están constantes día y
noche están sobre lo mismo para alcanzar lo que quieren alcanzar. Yo quiero alcanzar el reino
de Dios, por lo tanto me tengo que disciplinar a lo que Dios establece y ser constante. Si lo
hago el resultado va a ser uno voy a alcanzar el reino de Dios.
Señor decía: Escucha el consejo, y recibe la corrección, es decir: acepta la disciplina. Dala a
tus hijos y tú como hijo de Dios recíbela, ¿por qué? Como dice la Escritura: para que seas
sabio. Para que hables las cosas de Dios conforme al propósito de Dios. No importa los
pensamientos que tu tengas en tu mente y en tu corazón, lo que importa es lo que tú recibas de
Dios. Y esos consejos que recibas de Dios transformen, cambien tus pensamientos a la
voluntad de Dios. Necesitamos orden y necesitamos disciplina.
Mira a tu corazón, mira tus actitudes, mira tus pensamientos y empieza a poner orden; aunque
te moleste el orden establecido nos tenemos que sujetar a ello y más cuando ese orden y esa
disciplina proceden de Dios. Ciertamente hay desorden e indisciplina en nosotros y es por ello
que es el momento de venir delante de Dios y decirle que deseamos que las cosas sean
cambiadas, sabiendo que la disciplina es causa de tristeza, para algunos es causa de
molestia, para otros de enojo, de irritación, pero entendiendo que es necesaria tanto la
disciplina como el orden.
El hacer las cosas de acuerdo a como nos gusta o como queremos no es grato delante de los
ojos de Dios; tenemos que entrar a los ordenes que Dios establece, pidámosle que nos ayude
a través de su Espíritu Santo a aceptar el orden y la disciplina, que nos ayude a ser
trasformados porque en verdad no queremos ser como somos, queremos caminar en una
constante renovación, queremos caminar cada día en su voluntad haciendo lo que Dios
establece. Roguemos a Dios que ponga ese espíritu de disciplina y de orden que debemos
tener en cada uno de nosotros, y que aunque halla cosas con las cuales no estamos de
acuerdo aprendamos a sujetarnos.
Que entremos en los ordenes, en la disciplina y aceptemos que somos desordenados e
indisciplinados, pero queremos hacer esfuerzos porque queremos vivir por la eternidad con el
Señor, queremos ser tomados en cuenta siempre, y aceptemos la disciplina del Señor en
nuestra vida. Pero mientras no entres tú a ese orden y disciplina del Señor, tu casa no entrará a
esa disciplina y ese orden conforme y la voluntad de Dios. Amén.