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Lo escatológico se presentó en el primer siglo, ante
todo, como una creencia: Jesucristo resucitado, ya presente
para siempre entre los suyos, centraba la fe respecto a las
realidades últimas. La inmediatez en el tiempo invitaba a
pensar en una inmediatez escatológica. Se vivía en
expectación. Lo escatológico fue en los orígenes de la
Iglesia una vivencia que se veía apoyada y con gurada por
creencias que aún no se habían tematizado. Por lo demás,
no era necesario tematizarlas; no se sentía la necesidad de
hacer de esas creencias ideas.
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necesariamente risas y burlas entre los «sabios de este
mundo» (cf. Act 17, 32). Respecto a la concepción del
tiempo, la muerte y la resurrección de Cristo se impusieron
pronto como el punto de división de la historia según un
antes y un después. El misterio pascual se descubre como
el cumplimiento de las promesas hechas en la antigüedad al
pueblo escogido y cómo la coronación de las expectativas
humanas escritas en el corazón de todas las civilizaciones.
La historia encuentra en ese hecho su primer n. Pero el
misterio pascual revela también el sentido último de la
historia que le sigue: todos los hombres de todos los
pueblos están llamados a recibir la salvación; la historia
entera de la humanidad se orienta a la salvación de nitiva
que acaecerá con la segunda venida del Señor. El cristiano
de los primeros siglos, que espera con ado en la segunda
venida de Jesús, mantiene la tensión entre el ya y el todavía
no de la salvación. Tensión que le hace percibir la historia en
sentido lineal, orientada a un n bien preciso. Se corrige así
la idea cíclica del tiempo. San Agustín a rmará: «ya han
explotado aquellos círculos», indicando con ello qué se debe
seguir el camino recto que es Cristo, aparcando la menee
«de aquel vano e inútil círculo de los impíos»!'. La
superación de la noción grecorromana del tiempo
comportaba la corrección de la doctrina de la creación;
ahora se distinguirá entre «crear» y «devenir». La creación
se enciende ex nihilo sui et subiecti , es decir, no de Dios
mismo, ni de una materia prima preexistente, que sería
elaborada por Dios; sui et subiecti signi ca que Dios crea de
la nada de sí mismo (el mundo no es una emanación de la
sustancia divina) y de la nada de un sujeto o sustrato (Dios
no crea a partir de una· materia preexistente, como si esa
existiera al lado de Él). En el mundo grecorromano el tiempo
es la medida del uir continuo del mundo: no tiene inicio ni
n, es continuo retorno; en la concepción cristiana también
el tiempo es criatura de Dios, sometido, por tanto, al plano
divino: destinado a la consumación nal y a través del cual
se desarrollan las etapas del proceso de salvación; el
«tiempo cristiano» tiene un principio y un n, Cristo, el Alfa y
la Omega, por quien y en vista de quien todo ha sido
creado.
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que sólo en Él está la salvación: la esperanza futura de
salvación se ha hecho presente en Jesucristo; 2) que esa
salvación se extendía a todos los pueblos: la esperanza
futura de salvación para todos los pueblos se ha inaugurado
en Cristo. Frente al judaísmo, la tensión presente-futuro
destaca como actitud escatológica especí camente
cristiana: la salvación se nos ha concedido ya en Jesús, por
eso, creer en El es estar ya salvados (no creer es estar ya
condenados), y al mismo tiempo, encontrará su plenitud al
nal de los tiempos, cuando Él venga a juzgar y suceda la
resurrección de los muertos.
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Jesús, la parusía, es el momento de la resurrección y del
juicio. La resurrección se basa sólo en el poder de Dios:
siguiendo la tradición bíblica, Justino relaciona el poder
creador de Dios y el poder de resucitar. En su segunda
venida el Señor resucitará al hombre íntegro y lo hará
incorruptible, impasible e inmortal.
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escatológico: De carne Christi y De resurrectione mortuoria.
En realidad, ambas obras están concebidas como un solo
escrito con dos parres: en la primera se ocupa de la
resurrección de Cristo y del realismo de su cuerpo
resucitado; en la segunda, como consecuencia de la
resurrección de Cristo, se ocupa de nuestra resurrección. La
resurrección de los muertos constituye el centro de la
esperanza cristiana'", La resurrección se entiende como
recomposición del compuesto humano que la muerte
destruye. La muerte es la separación del alma y del cuerpo,
la vida es la unión de los dos; si en la muerte se han
separado, han de volver a juntarse en la resurrección. Ésta
consiste, pues, en la reconducción del alma a la carne. La
resurrección futura será con el mismo cuerpo: no será otro,
aunque sí otra cosa distinta (non alius, sed aliud).
Resucitará la carne, coda la carne, la misma carne y en su
integridad. Si la carne de Cristo es el eje de la economía de
la salvación (caro salutis est cardo), nada tiene de particular
que sea también la salvación de la carne humana lo que
preocupe primariamente a Tertuliano. En la resurrección se
da el pleno encuentro con Cristo. El cuerpo resucitado de
Cristo se identi ca con la cierra prometida por los profetas;
por eso, la resurrección se da, en cierto sentido, «en
Cristo».
2.2. El milenarismo
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podríamos pensar que el cambio de voluntad se re ere al
diablo. En otros pasajes parece a rmar lo contrario.
Orígenes se pregunta si es posible que los demonios se
conviertan porque la maldad, en un momento libremente
elegida, puede haberse convertido en parre de su misma
naturaleza; negando, además, expresamente que los
demonios puedan salvarse. En cuanto a la _salvación de los
hombres, tampoco los textos son unánimes: que Dios lo sea
todo en todo parece indicar una universalidad de la
salvación; pero sus palabras pueden ser expresión de
esperanza y de deseo, más que de total certeza.
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interpretación de 1 Cor 3,11-15: Dios mismo es el fuego que
puri ca.
3. INTERVENCIONES CONCILIARES
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no será en la humildad de la carne, sino revestido de honor
y majestad, con la gloria que recibe del Padre; 2) «y su reino
no tendrá n»; es un añadido frente a la doctrina trinitaria de
Marcelo de Ancira, que reconocía sólo la distinción de
Personas en la Trinidad durante la historia de la salvación
(Trinidad solo económica), a rmando que el Hijo
desaparecería al nal al hacerse uno y lo mismo que el
Padre; la cláusula del Credo considera esa doctrina
contraria a la fe y ayuda a interpretar correctamente 1 Cor
15 ,24-28. En el artículo del Espíritu Santo hallamos dos
a rmaciones: 1) «Espero la resurrección de los muertos»; la
resurrección nuestra, anees que artículo de fe, es objeto de
esperanza; el cristiano cm en Cristo resucitado y espera en
su propia resurrección; el hecho de que la a rmación sobre
nuestra resurrección se introduzca en el tercer artículo
denota que se considera un efecto de la acción del Espíritu
Santo: haber recibido el mismo Espíritu del Hijo es la
garantía de nuestra propia resurrección; 2) «y la vida del
mundo futuro»; la vida eterna no se identi ca, sin más, con
la resurrección; el mundo futuro hace referencia tanto a la
vida después de la muerte, como a la vida ele resucitados,
aunque no se especi ca el contenido de ambas.
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