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La noción de tipo procesal que abarca a los sujetos y a los modos del acto
constituye la base doctrinal para delimitar la invalidez procesal, ya que ella sólo
puede originarse en un defecto interno. El acto válido procesal es el que ha sido
ejecutado cumpliendo con los elementos subjetivos instrumentales y modales
determinados por la ley procesal, por lo que solamente el tipo procesal es el que le
otorga al acto su condición de válido o inválido.
Por último, se puede afirmar que los actos procesales gozan de la presunción
de eficacia salvo que medien defectos relativos o absolutos en su conformación o
a la existencia de una declaración judicial al respecto. La ineficacia del acto nulo
pone de manifiesto el antiguo postulado de que lo nulo es lo que no produce
efectos; es decir, implica tomar la consecuencia por el antecedente, designar al
fenómeno en forma indirecta con mención al signo negativo de la nulidad. Se
explica por la dificultad de entrar al análisis de lo que es un acto jurídicamente
nulo, al describir lo que por su propio significado parece contradecir a la
descripción. Por lo anterior, Prates da Fonseca, citado por Gelsi, menciona que en
el mundo jurídico, lo que interesa son consecuencias; consideradas desde este
ángulo, las nulidades son ineficacias del acto. El acto nulo o anulable, es, puede
tornarse, ineficiente (ineficaz)
Los actos procesales que cumplen con cada uno de los requisitos
establecidos por la ley son los denominados actos perfectos; “a contrario sensu”,
existen los llamados actos irregulares, en los cuales incumplen las exigencias
señaladas en la ley. Mientras que los actos perfectos son siempre eficaces; por
otro lado, no ocurre que los actos irregulares siempre sean ineficaces, dado que
puede generarse que dicho defecto sea subsanado o convalidado.