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¡El teléfono también puede ser terapéutico!

24 ideas para una psicoterapia breve de M. Beyebach. Herder


(2006)
Capítulo 3

El contacto inicial entre terapeuta y consultante se puede establecer de muchas maneras,


pero a menudo se hace mediante el teléfono, cuando el cliente llamara para pedir una cita.
Este contacto inicial es ya, necesariamente, parte de la terapia y por tanto vale la pena
aprovecharlo al máximo. Al fin y al cabo, un contacto telefónico bien llevado puede
encauzar un caso de forma positiva, mientras que un mal contacto telefónico puede
condicionar un estancamiento posterior del caso o incluso suponer que la persona que
llame abandone la terapia antes de empezarla.

Para qué
La llamada telefónica puede contribuir a acortar la terapia si con ella conseguimos los
siguientes objetivos:
− Empezar a crear una buena relación terapéutica, que el cliente se sienta
escuchado y bien tratado.
− Definir un contexto terapéutico que enmarque la terapia como un
intercambio de información sujeto a unas reglas.
− Movilizar los recursos de los consultantes, al invitar para la primera
entrevista a aquellas personas que puedan contribuir a una más rápida
solución del problema presentado.
− Detectar casos que no son atendible por nosotros, como por ejemplo,
alguien que pide que se aplique una batería neurológica a un familiar, o
alguien que quiere que se le prescriba medicación. En estos casos la llamada
telefónica permite derivar directamente a otro profesional, ahorrándonos así
una entrevista innecesaria.
Qué
Aunque existen múltiples formatos de recogida de información para el contacto telefónico
(fichas telefónicas) proponemos una muy sencilla, que permite aprovechar al máximo el
poco tiempo del que generalmente dispone la terapeuta para la llamada. Básicamente, las
informaciones que habría que solicitar serían las siguientes:
− Nombre de la persona que llama.
− Motivo de la consulta.
− Derivante.
− Quién más forma parte de la familia.
− Tratamientos previos o actuales.
− Teléfono y dirección de contacto.

Una vez recogida esta información, la terapeuta procede a proponer día y hora para la
primera entrevista y a negociar con la persona que llama quiénes asistirán a la primera

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sesión. Esta cuestión es muy relevante entre otras cosas porque quiénes participan en una
interacción determina en gran medida qué realidad psicoterapéutica se construye. Esto se
aplica tanto a la idea que como terapeutas nos hacemos de la situación que nos cuenten
(por ejemplo, es muy distinto oír hablar sobre alguien que hablar con alguien), como al
mensaje que transmitimos a los consultantes 8si de entrada no citamos al padre de un chico
con "problemas de hiperactividad" o aceptamos sin más que no venga, estamos aceptando y
fomentamos su construcción e que "eso es cosa de mi mujer"). Además, el que en la 1ª
entrevista participen unos miembros del sistema y no otros condiciona la relación
terapéutica. Por ejemplo, parece claro que si invitamos a la mujer después de haber tenido
dos sesiones con el marido, habrá un fuerte desequilibrio inicial en a alianza terapéutica
percibida por éste.

Nuestra estrategia terapéutica en este punto es tratar de contar, para la primera entrevista,
con todas aquellas personas que potencialmente puedan ayudar a generar soluciones par el
problema por el que consultan. En este sentido, contar con más personas significa que
habrá más recursos, y eso puede contribuir a acortar la intervención. Aunque generalmente
la decisión de a quién invitar es muy sencilla (por ejemplo, llama una persona que dice
sentirse deprimida, que vive sola y sin familiares cerca; o llama una mujer diciendo que ella
y su marido quieren venir a una entrevista porque tienen muchos conflictos de pareja), en
otras ocasiones resulta algo más complicada. Éstas son algunas de las posibilidades que se
pueden plantear:

− Si llama alguien por un problema que define como relacional ("mi marido y
yo no nos llevamos bien", "es que desde que murió mi madre no tengo
comunicación con mis hijos"), la estrategia es invitar a los implicados (el
marido y ella; el padre y los hijos). Si el problema se define como de pareja,
citaremos a ambos integrantes (dejando fuera a los hijos u otros familiares) y
si se define como familiar, a la familiar nuclear (más las personas que
conviven en el núcleo familiar).
− Si llama alguien por un problema que define como individual, pero de otra
persona ("mi hijo está muy agresivo con nosotros", "mi mujer lleva seis años
en tratamiento pero depresión pero no mejora"), invitamos a las personas
implicadas, incluyendo al que llama, o si se trata de alguien mayor de edad,
pedimos que nos llame la persona que presuntamente "tiene" el problema.
− Si llama alguien por un problema que define como personal, suyo,
exploramos la posibilidad de que le acompañe alguien para "echarle una
mano", preferentemente de su misma generación (su pareja o un amigo, más
que un padre o un hijo).

Si la persona que llama poner trabas a que venga alguno de los invitados o a venir ella
misma, explicamos que preferimos que venga el mayor número posible de personas a la
primera entrevista y que a partir de ahí ya nos podemos plantear, entre todos, quién asistirá
a y quién no a las entrevistas posteriores. También puede ser útil remarcar que invitar a
varias personas es simplemente una manera de contar con más punto de vista y con más
personas que "echen una mano" (con esto tratamos de contrarrestar la posible percepción
de que estamos invitando a la familia porque entendamos que está "enferma" o es culpable

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del problema). Si nuestro interlocutor sigue poniendo trabas, optamos por ajustarnos a su
posición y aceptamos que vengan los que quieran.

Si quien llama nos informa de que alguno de los ampliados no quiere de ninguna forma
tener una entrevista pedimos que le transmita nuestra invitación a venir, pero también
dejamos claro que preferimos que no se traiga a nadie "obligado". En cualquier caso
tratamos de acomodar el día y la hora de la entrevista para poderlo más sencillo a todos los
invitados.
Cómo
La primera cuestión a plantearse respecto al cómo es quién será la persona que recoja la
llamada. puesto que damos mucha importancia a este contacto inicial, preferimos que lo
haga el propio terapeuta. sin emparcho, también puede realizar esta tarea personal
administrativo o auxiliar, siempre que esté bien entrenado para ello.

Otra cuestión que considerar es que, pese a su importancia terapéutica, no se trata de


convertir la llamada telefónica en una verdadera entrevista terapéutica, a no ser que
trabajemos en un servicio de terapia por teléfono. Por tanto, es importante mantenerla
dentro de unos límites temporales razonables (4 - 5 minutos) y circunscribirse a lo esencial.
De esta forma también se evitan posibles desequilibrios en la alianza terapéutica.

Lo más importante es que el consultante perciba a su terapeuta como alguien amable, que
le trata con atención y deferencia. para ello, el terapeuta tiene a su disposición todos los
recursos habituales: llamar a su interlocutor por el nombre, hacer paráfrasis, reflejos,
asentir, resumir lo que se ha escuchado, usar el lenguaje de cliente, hacer comentarios
empáticos, etc.

Una última cuestión referida al "cómo" es que el terapeuta deberá también estructurar la
conversación, es decir, canalizarla y encauzarla de forma terapéutica. Para ello puede ser
necesario interrumpir amablemente al interlocutor, si corre el riesgo de perderse en su
relato o de alargar en exceso la llamada. Para hacer esto sin perder la relación conviene
combinar la firmeza con la amabilidad.

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