Está en la página 1de 2

Análisis de Luz de día por Blanca Varela

Luz de día, publicado en 1963, es el segundo y célebre poemario de Blanca Varela,


está dividido en tres secciones y se le considera una obra clave no sólo dentro de su
producción poética, sino también de toda la neovanguardia hispanoamericana.

Sus poemas clásicos siguen asombrando por su frescura en la actualidad. Por


ejemplo, en el poema “Del orden de las cosas” se define la ubicación de la autora ante
el fenómeno de la poesía y de la realidad. Hay una búsqueda de tono reflexivo, donde
se despliega un arte poético en el que se propone reconstruir una estructura alterada
para que el discurso cruce los límites entre lo imaginario y el mundo de los objetos,
entre lo externo y lo interno, entre lo personal y lo genérico, asociando estos niveles en
incontrolable y transfigurada unidad; o en “Madonna” poema el cual posee una
simbólica relectura de la condición femenina en la que lo profano, y con ello la
oscuridad y lo imperfecto, se entrelaza con lo sagrado.

Sin embargo, más que acentuar el contraste entre lo claro y lo oscuro, hay una
compenetración de luces y sombras:

“Hasta la desesperación requiere un cierto orden. Si pongo un número contra un muro


y lo ametrallo soy un individuo responsable. Le he quitado un elemento peligroso a la
realidad. No me queda entonces sino asumir lo que queda: el mundo con un número
menos”.

El vocablo orden adquiere de improviso un poder virtual; se carga en el contexto de un


contenido que lo equipara a conciencia de responsabilidad, y, por ende, al proceder
con responsabilidad accedemos a la genuina percepción de lo real, a distinguir lo que
queda. Esto es, a reconocer los recortes de la realidad, a percibir su esencia por la
intermitente mutilación que ésa experimenta, y con la que nos afecta al modificarse y
obligarnos a un reacomodo frente a ella.

Según Natalí Aranda los poemas de Luz de día tienen un movimiento vertical,


descendente y ambiguo. Son la atención que persiste en sacar del vacío una palabra,
un esbozo, un sonido. La persistencia de una realidad expandiéndose en el acto
creador.

Asimismo, en “No estar” Varela escribe: “Tiempo, rostro de limo, espejo trizado/ repite
este aire caliente que gira, / hazlo una piedra, / un círculo en el agua que me devora”.
Ese “aire caliente que se transforma en una piedra” y luego en “un círculo en el agua”
nos hablan de una manera de entender el lenguaje como “el lugar en que las cosas se
convierten en otras cosas”, como dice Montalbetti en Sentido y ceguera del poema.
Para el autor, Varela entendía perfectamente el poder de la metáfora, y sin embargo
optó por apegarse progresivamente a una relación literal con el mundo, aun sabiendo
de su imposibilidad.

Estudiante: Xiomara Guzmán

Ciclo: 2020 – II

Asignatura: Literatura General

También podría gustarte