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Voces de altura
POETAS Y NARRADORES DE Q’ORIMARCA
1
Edición y diseño: César Mejía
PEDIDOS
casadelpoetabambamarca@gmail.com
cadelpobambamarca@gmail.com
2
PRESENTACIÓN
1
José Guillermo Vargas Rodríguez, De Chala al Corellama, p.9
4
La literatura en Bambamarca, ha sido y es una constante en el
modus vivendi de sus pobladores, desde hace siglos los yaravíes
que cobran un aire especial en voces prodigiosas, nos han
deleitado el corazón y han sido el mejor medio para desgarrar el
alma, muchos de estos yaravíes que distan considerablemente
de otros que se entonan en distintos puntos del país, han pasado
casi al olvido por la desidia de la memoria colectiva y también
porque se los ha visto como patrimonio exclusivo de la zona
rural, el desdén ha matado una interesante producción.
Considero sin embargo que hay mucho que salvar, por eso insto
a preservar lo poco del acervo cultural que nuestros ancestros
nos legaron.
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La primera edición de Joyas Literarias2 es una muestra de lo que
ya en esa época y con una muy buena performance se escribía,
en este libro, José María Gálvez Barzallo, se ocupa de diversos
temas, sin perder la finura de su pluma.
2
José M. Gálvez Barzallo, Joyas Literarias editada en Cajamarca, 1913.
6
románticos, enamoran el alma y nos hacen cómplices de sus
aventuras.
7
POETAS
1. AZULA CORONEL Magdiel
2. BAUTISTA MANOSALVA Jouleisy
3. BURGA DELGADO Alex Omar
4. CAMPOS VILLANUEVA Segundo Eulogio
5. CARRANZA EDQUÉN Willan Manuel.
6. CELIS SANTA CRUZ Roberto
7. CRUZADO SALCEDO Rafael
8. DANÉ Carlos
9. DÍAZ Fernando (J.F.Díaz)
10. GALVEZ BARZALLO José María
11. GONZALES GOICOCHEA Anghi Nicole
12. HUAMÁN SAAVEDRA Walter Alex
13. MEJÍA HORNA Oscar
14. MEJÍA LOZANO César Gonzalo
15. PÉREZ GÁLVEZ Socorro
16. PLASENCIA MORO Wilmar
17. RIOJAS TIRADO Marcos Isaías
18. SALDAÑA HUAMÁN Wilmer
19. TERÁN TERRONES Catalino Erasmo
20. TIRADO MEDINA Britaldo
21. VARGAS HOYOS Ofelia.
8
AZULA CORONEL Magdiel. Nació el 21 de
junio de 1978 en bello y lejano caserío de
Perlamayo del distrito de Chugur, provincia
de Hualgayoc. Su infancia se plasmó entre el
verdor constante de su tierra natal y las
aulas de la Institución Educativa Nº 82677 de
Perlamayo. Su adolescencia, llena de
pintorescos sueños, transcurrió en las aulas
de la Institución Educativa “José Dammert
Bellido” del mismo lugar. Es profesor de Lengua y Literatura
egresado del I.S.P. “Nuestra Señora de Chota” - Chota. Es
integrante de la Casa del Poeta Peruano Cajamarca con sede en
Bambamarca. Ha sido antologado en “Poetas de Chota en Chota”,
“De Chala al Corellama” y “IX Encuentro de Escritores en
Cajamarca” 2009.
SI YO PUDIERA SABER
Si yo pudiera saber
que al terminar mis años
tendría la lucidez de tu cabeza
y la emoción de tu corazón,
quisiera cargar con tu edad Luis Yáñez.
Si yo pudiera saber
que en el fin de mis andares
tendría la firmeza de tus pasos
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y la claridad de tu mirada,
quisiera cargar con tu edad Luis Yáñez.
Si yo pudiera saber
que en el suplemento de mi vida
tendría la fuerza de tu voz
y la energía de tu palabra,
quisiera cargar con tu edad Luis Yáñez.
Si yo pudiera saber
que en el último tramo de mis sueños
tendría la capacidad de tu cerebro
Y la mágica oración con la que inspiras,
quisiera cargar con tu edad Luis Yáñez.
Si yo pudiera saber
que en la puesta de mi existencia
tendría la tenacidad práctica de tu método,
para poder enseñar cómo se escribe un verso,
quisiera cargar con tu edad Luis Yáñez,
y entonces me haría llamar Maestro.
POETA
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que cante esperanzas,
que avive deleites.
Que la ficción sea el lecho que anidas
y el albor de tus huellas, latidos míos.
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y parezca haber llegado tu final,
tu aliento transformando la razón
entregará al viento tus latidos,
y hará de la guadaña de la muerte,
La pluma que cante a la libertad.
DESVELO
Si el poder de tu aliento
cruzaría el horizonte
para venir hacia mí,
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aromas de luz viajera
alejarían las sombras
que nublan nuestras quimeras.
Volarían mariposas
por los aires de mis venas,
trinarían avecillas
sobre el prado de mi dicha,
y mi cobijo sería
un cúmulo de sonrisas.
Pero se ahoga inhalando
el frío de la distancia.
Yo no hago más que buscarte
donde guardotus recuerdos.
El silencio del camino
me habla de ti taciturno
y al compás de mis latidos
danzan sin disfraz mis pasos.
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BAUTISTA MANOSALVA Jouleisy. Nació el 14
de mayo de 1994 en la bella ciudad de
Bambamarca. Estudios secundarios en el
Colegio Nacional “San Carlos”. En la actualidad
estudia derecho en la universidad “UPAGU”, ha
participado varios eventos literarios; y da
gracias a Dios por las personas que le apoyan y
están junto a ella, y en especial a sus padres, a
los cuales espera no defraudar nunca.
Mis sentimientos
Se condenan
Al tratar de impedir
Tus dolorosos recuerdos.
Nuestras promesas
Aun atan a mi alma
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Que hoy blasfemia al amor
Y venera al olvido,
Aun sin ser creyente o devota
De este ídolo,
Enemigo de Cupido.
RESIGNADA A OLVIDARTE
Ya es tiempo de olvidarte y
No pienso desperdiciar cada segundo
Que sin ti transcurre.
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en poetas que aman y sueñan
aunque duerman
en amargo almíbar .
HUELLAS DEL DOLOR
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Un mundo de duendes
Viejos, feos y malhumorados.
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BURGA DELGADO Alex Omar, Chota 2000.
Estudia la Primaria en I.E. 83010 MGZV de
Bambamarca. Ganador de varios concursos de
declamación, un novel poeta que a temprana
edad empieza a forjarse. Integra el taller de
poesía de la CADELPO Bambamarca.
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Ahora todos los campos
Lentamente acabaran
Al sentir que desaparece el agua
Por la contaminación ambiental
Si hacemos lo correcto
El monstruo irá con la ira en sus ojos
Llevando su rencor en la mirada
Para no sembrar más destrucción en la tierra
Con su fuerza decadente de su espada.
BAMBAMARCA
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Que nunca el cielo
Tu suspiro corte.
Con tus ventanillas de Arascorgue
Donde brilla tanto refugio de vida
Y de tus aires canciones recoges
De mi sueño y de tu inmensa lira
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Vuelve con fuerza la claridad de tu mirada
Al brillar en lo alto de tu mano que se esfuerza
Y en tu sagrado suelo que nos besa
El más grande grito de tu campanada.
CABRERA TOCAS Ariana Belén. Profesora de Comunicación,
graduada en I.S.P. “Bambamarca”. Una aeda novel con un
despegue literario trascendente; le canta al amor desde las
entrañas de la tierra.
PENAS
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fría nostalgia de no tenerte.
Y me lastiman hondamente
y destrozan cada célula;
fatigan mi semblante
al dejarme caminar sola y somnolienta
en mi noche fría de invierno.
Me siento mal,
me falta el aire
no hago otra cosa más que pronunciar tu nombre,
sé que me lastima
y esta pena me recuerda
que no serás el ángel de mi guarda.
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TU AUSENCIA
El perfume de tu ausencia
me hace amarte cada día más
cuánto extraño tu presencia
y aquel amor que tenía como rosas tu fragancia.
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¡Oh, amor mío!
vuelve pronto a mis brazos,
para que aplaques este calcáreo frío
con el dulce y tierno de tus besos
DESPEDIDA DE MI MADRE
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¡Calla, hijo mío! no me cuentes nada, de la vida que tú vas
pasando, que tus penas son tan hondas, ¡Tan hondas y también
tan mías!
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En el tiempo, en la sombra, en el olvido, Todo se ha llevado un
ávido enemigo Como un viento malo y despiadado.
Los hijos de su amor, todos dispersos, Todos cuidando el bolsillo
se han ido, Ya no están a su lado para besarla, ¡Madre Mía!, yo
transformaré su soledad y pena En bullicioso encanto de alegría
y placer.
Recuerdo a solas sus consejos, y llorando por usted, que es tan
buena, Pasé los años escribiendo y tocando mi quena, Para
olvidar, la herida y mi triste pena. No se asuste MADRE MIA, por
decirle, De la bruma y de mi tristeza, No se alarme el no saber de
mí, Yo vivo siempre a su lado y usted de mí,
Sé que me aguarda usted, sé que me quiere usted, Yo la quiero,
madrecita su corazón también.
Ahora para regresar, ¡MADRE! Miro el camino, Por donde alegre
yo andaba y jugueteaba, Y la acequia donde de niño me bañaba,
¡POBRE CAMINITO DE ANTAÑO! Te veo y no lo creo, Se ha
llenado de maleza, como que nadie pasa y no me deja
despedirme de ti,
¡Madre! Pero lo hago desde aquí, Por las mismas huellas de este
caminito de antaño, pasando la acequia sobre las alas de un
colibrí, Hoy vengo a verle ¡MADRE! Aunque adolorido. Estoy
convaleciente y quisiera andar ligero, Pero ya no puedo, apenas
ando lento, muy lento, Por ese viejo caminito por donde
caminaba, Allí voy, apoyado de mi bastón y en mi mano mi
corazón, Para verla a mí linda viejita junto a mi bella casita, Y
acariciar su cabellera bella, como la fue ella, Mi mamita y
entregarle mi corazón y mi fe.
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Tu hijo
CARRANZA EDQUÉN Willan Manuel.
(Bambamarca, 1983)
Aprendí a caminar con la sonrisa del
viento, creyendo que las plantas todas,
hablan un lenguaje divinamente
hermoso.
Seguí la carrera magisterial en el I.S.P.P.
“Bambamarca” en la Especialidad de
Comunicación, aunque otras fueron mis
aspiraciones; pero a Dios gracias y a mis maestros de superior
que me ayudaron para dar belleza a mi verso al destejerse.Tengo
elaborado y sin publicar, poesía bajo el título de “Pinceladas del
alma”, una novela corta titulada “Un grito en el silencio”, cuentos
titulados “Recuerdos de mi infancia” e “Historias del abuelo”; así
como también un texto titulado “Cómo enseñar comunicación”.
ESTA TARDE
ESE LUGAR
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pegándose a mi pecho que desierto la espera
se esconde en su contento y me dice te quiero.
Este
árbol
frondoso
divinamente
agorero y mágico,
guarda el recuerdo
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de una tarde divina,
en la que locamente nos palpamos,
nos sentimos, abrazados al compás de las horas
en la que no hubo clemencia; sólo inocencia.
Esa tarde el viento huracanado nos arreboló
nos habló del fresco de las rosas,
anotó en nuestro mudo pensamiento
ese amor que se esconde en los geranios
o tremolado en el ala de los cristales.
En este árbol
se quedo
nuestra ternura.
Y grabado
con letras
doradas
dibujamos
un corazón
con nuestro nombre
que ni el traqueteo del tiempo
podrá borrarlo con su ira iracunda.
A MI HERMANA AUSENTE
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borradas por el tiempo que pasó amortajando
los suspiros del alama.
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CELIS SANTA CRUZ Roberto.Nació un 05 de
octubre de 1952, en la provincia de Santa
Cruz - Cajamarca. Siguió sus estudios
secundarios en el Glorioso colegio San
Ramón de Cajamarca y en el Colegio
Guadalupe de la ciudad de Lima. Graduado
de Sociólogo en la Universidad Nacional de
Cajamarca, posteriormente en la misma
Universidad realiza estudios pedagógicos,
ingresando al Magisterio Nacional prestando servicios por el
lapso de 29 años. Escribe poesía y artículos periodísticos desde
muy joven; pero, por diferentes circunstancias de trabajo y de
estudios no logró publicar sus trabajos, muchos de los cuales
lamentablemente se han perdido. Escribe porque tiene la
necesidad urgente de dejar testimonio de sus reflexiones sobre el
mundo, el hombre y la sociedad y porque en sus trabajos quiere
dejar como herencia retazos de su existencia a los que vendrán.
Varios poemarios inéditos.
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Somos los dos costados opuestos de una barca
que navegan juntos sin saberlo
en el piélago proceloso del olvido.
Tal vez, en un tramo de su recorrido
las tormentas, con sus fieros brazos,
la convertirán en añicos;
y así, transformados en retazos,
podríamos volver a encontrarnos;
pero como ya no hay amor,
-no hay corazón, no hay vida,
sólo despojos de materia inerte-
ya no podremos juntar otra vez nuestras manos;
entonces las olas y las corrientes,
-de nuevo, y para siempre-
volverán a separarnos.
TODO Y NADA
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Los dos somos apeirón, demiurgo, mónada,
detritus, partícula infinitesimal,
inercia absoluta, partida y llegada.
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Los dos somos geriatras que acompañan a la muerte,
pediatras que impulsan a la vida y a la superación creciente,
la saeta encendida de Eros, la corva guadaña de la muerte.
PRÉSTAMO
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ha llegado la indigencia
con su grado exponencial.
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CRUZADO SALCEDO Rafael, conocido
fraternalmente como “El Cholo” Rafael.
Músico, compositor y poeta
bambamarquino. Con un énfasis muy
popular y jocoso le ha escrito a las cosas
sencillas pero a la vez profundas, a esos
pasajes de la vida que nadie quiere
olvidar: la juventud, el terruño, los
amigos, el colegio, la familia. Su
producción lirica aparece en muchas
revistas regionales y nacionales. Entre sus publicaciones destaca
“VEINTICINCO AÑOS CAROLINOS”.
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“don negro Meshe” ha preparado flamantes “chuzos”
Y por su parte, “don Antonio Bardaluzos”:
entierra chismes, comida de grillos.
“El Zorro”, “El Güitre” y curiosos con afán,
se acercan a ver quién llega en la Díaz:
tal vez “El Tío Palo”, “Pavo Aristides, “Chueco Tobías”,
“El Equis”, “La Mangshuya”, “Briones” o el “Chazán”,
¡Cuidado…, esa maleta es de Gloria Roldán;
¡”Chucho Herminio”! dos cartas envía “El Macho Blanco”
explícale al “Carausho”. Una para el “Gato Blanco”
y; la otra para don Florencio Huamán
Ya los cariñosos “Patos Guevaras”
Sin ninguna medida ni “contrapeso”
Obsequian sus gaseosas con embeleso.
Los efectos de “el venus” ¡silo probaras…!
¡Fueráte!, ya está por “doña Aurora” la otra promoción:
¡Quinshúúúlll!, ¿Recuerdas del “Tío Tetar”, del Ramirus y
Aguchito?
¿de Lupita, Elvita, “La Truchita”, “Pejeshasho” y Abrancito?
Algunos estudiaron conmigo desde transición.
¡”Potololo”! ¡Qué becla!, ¡Ya llegó “El Pichulín”;
lo vieran al “Burro Flaco” en medio de jil y mil;
“al Coche Preñada”, “Al Drástico”, “Al Chicama” y “Al
Chontril”;
Ya será bueno que toque su banda don “Pedro Marín”.
“El Pishtuco” me ha contado que: Julia Ruiz.
Alicia, Guillermina, Florcita y Tisdelinda,
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gozan de fortuna, con su salud tan linda,
que, ¡no hay noticia más Feliz!.
Pero, mi alma siente ahora inmensa pena;
Ya no volveremos a verlo jamás:
A “Mono Napo”, mesías Paredes, a Fortunato “el Satanás”.
¡Pobrecita mi tía “Lofita”, pobrecita “La Chilena…!
¡Cómo los haríamos resucitar…!
cantaríamos, dirigido por los Maestros: Quispe y Sousa
Rubio,
autores del Himno que recuerdo más que al Danubio;
¡Qué lástima, ahora ya nadie lo sabe cantar!
¡Carolinos!, ensalcemos por Catalino Terán:
¡Nada de divisiones, tampoco inmoralidades;
trabajemos por nuestro pueblo sin mezquindades,
Bambamarca sea por siempre, ¡Nuestro primer afán!
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Presidió el comité, Carlos Cubas;
Don Heriberto Benel, Hirbin Mass;
Don César Rodríguez y, entre otros más
Anximandro y Aurelio Cubas
Francisco Solf, Don Carlos Mejía
Victor Zarate, Dorila O. Montes
¿Manuel Tiravanti? ¡Qué horizontes…!
¿Segundo Hoyos? ¡Qué tal melodía…!
Nuestro “San Carlos” es semillero,
Testigos: la noche y la alborada,
Su juventud muy bien preparada
Triunfa en el Perú y en el extranjero,
Tus “Bodas de oro” sean dichosas,
Aromáticas y fraganciosas
Y tus cosechas sin precedentes
Con promociones sobresalientes
Para mí, lo mejor que he ganado:
Dos guitarrazos por las costillas…!
Que don Florencio me ha propinado,
Por dar serenata, a sus chiquillas…!
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ni Florencio junto a su palmeta,
exigiendo correcta formación…
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don Francisco Camacho y don “Nando”,
ellos, Tesorero y Secretario,
custodiaron tan bien su inventario
y nunca resultaron quebrando.
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que si uno es pulga el otro es un grillo
¡son tales dolores de cabeza…!
Del Curita y Doña Grimanesa.
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DANÉ Carlos. Nací bajo el cielo azul de un
abril lejano de 1979 en la Provincia de
Hualgayoc – Bambamarca. Estudié en el
Glorioso Colegio Nacional “San Carlos” –
Bambamarca, posteriormente escogí la
carrera profesional de Profesor de Lengua y
Literatura y me gradué en el I.S.P.P.
“Ricardo Palma” – Chiclayo. Retorné en el
año del 2006 a mi querida tierra a ejercer la
carrera docente. Algunos años después
junto a otros Poetas de nuestra localidad integramos la Asociación
de Escritores de Bambamarca. Actualmente escribo poesía y quizá
posteriormente publicaré mi libro “La Voz Desde el Silencio”.
E mail: yagnich@hotmail.com
www.lacoctelera.com/carlos-dane
DESDE EL EXILIO
EMBRIAGUEZ ENLUTADA
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en una realidad sostenida en el péndulo reverso del tiempo.
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HAMBRE HUMANA
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DÍAZ Fernando (J.F.Díaz) (1983). Poeta,
estudió Ingeniería Civil en la U.N.C y es
estudiante de Teología en el S.B.R.
Además es integrante de “El Patio Azul”
círculo de amigos artistas.
Su poesía empezó a tejerse en las tardes
lluviosas del 99, entre el heno, la música
y las primeras flores. Ha publicado “Río
Azul” (2008) bajo el sello de la Oficina
General de Investigación de la
Universidad Nacional de Cajamarca.
MIRANDO LA RIBERA…
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La arcilla era nuestro espacio infinito,
el fruto del árbol, el río, las aves
un universo para ser felices.
El silencio
era un atisbo de sorpresa.
ATARDECER
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en una casa humilde de madera
el suelo tiembla, las olas no le pertenecen.
NACISTE MUJER
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con el amor, las vendimias y el pan recién cocido.
PROFUNDIDAD
¿A DÓNDE ME LLEVAS?
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¿Sobre qué brisa o corcel voy cabalgando?
¿A dónde me lleva el rumor de la marea?
Seré amor, sueño o cascada, en este ocaso gris
el gorrión profundo, tu lecho espera.
¿A dónde vas?
¿A dónde me llevas?
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GALVEZ BARZALLO José María. Sobre la vida
del poeta se sabe muy poco, pero se
convalida su existencia gracias a su obra
“Joyas Literarias”, publicada por primera
vez en la ciudad de Cajamarca en 1913. Fue
un hombre noble e inteligente, de
inspiración innata, de mucho respeto y se
distinguió participando en todas las
actividades cívico-culturales en su pueblo
natal: Bambamarca.
Demostró un elevado concepto de lo que significa PATRIA. Admiró
a Manuel González Prada; sintió rebeldía y repudio contra el
atropello y abuso del enemigo del Sur, y contra los traidores y
cobardes de ayer que no supieron defender con honor y dignidad
los legítimos derechos de nuestra Patria.
LA IRA
Dedicada a mi amigo D. J. M.
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donde el orgullo su pendón flamea
atropellando de soberbia henchido
al más humilde i pobre desvalido
que anda pidiendo por amor de dios
una limosna por su santo amor
una limosna como tal mendigo.
A LA COCA
Si se llega a publicar
las virtudes de la coca;
de seguro no habrá boca
que no la sepa mascar
llegando a saborear
su jugo medicinal
que al mezclarse con la cal
volatiza su esencia
dejando por consecuencia
su virtud de estomacal.
Despeja el entendimiento
y sana el reumatismo;
que sin duda por lo mismo
de virtudes el portento
ella da valor y aliento
en medio de la fatiga
quita el dolor de barriga
y del pecho la opresión
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quita el hambre al comelón.
y es la más sincera amiga
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GONZALES GOICOCHEA Anghi Nicole.
Bambamarca, Perú. Tiene 15 años.
Estudiante del Colegio San Carlos, cursa el
quinto grado de educación secundaria,
integra el taller de poesía de la Casa del
Poeta Peruano Bambamarca, además de
poeta es una excelente declamadora, ha
participado en el II Festival Internacional de
Poesía “José Guillermo Vargas Rodríguez”
(Bambamarca, setiembre 2009).
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Grito tu amor,
Evoco viejos recuerdos
Pero la ausencia de tu cuerpo
Ha sepultado mi corazón.
TU DULZURA
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Trayendo flores de olivo
para endulzar tu corazón
Con mi vida en los brazos
Para cambiarla por amor
Tu tragedia.
TUS BESOS
La luna llora
Me dejaste
Como un perro sin dueño
Desde tu partida
Las estrellas no salen
El amor se fundió
La luna ya no brilla para mí.
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Tu cuerpo trae la melancolía
Y el tiempo es un traidor
Que no sabe de amantes.
De qué sirvió
Que tus besos me hipnoticen
De qué sirvió
Si hasta besé tu propia sombra
Hoy no queda nada, nada.
TE FUISTE
Dibujaste un sentimiento
Con ausencia enredada
En al pañuelo de los recuerdos.
Te busco
Para decirte cuánto te amo
A pesar de todo.
He suplicado a la luna
Que vigile tu corazón,
Porque me pertenece
Como la luz al sol.
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HUAMÁN SAAVEDRA Walter Alex
(CUÑACALES-BAMBAMARCA). El interés por
la poesía empezó siendo estudiante en las
aulas de la institución educativa V.R.H.T
donde conoció la poesía de César Vallejo y
Pablo Neruda. Técnico en Industrias
alimentarias, graduado en el I.S.T.P.B. Su
primera publicación: “SUBLIME CANTO DE
Q’ORIMARKA” (2010). Conduce el programa
radial LA VOZ DE LOS RONDEROS de la zona de CHALA y participa
en eventos locales.
Email: alexei_16_cancer@hotmail.com
AGONÍA DE UN RÍO
Tú numeroso ejército
De indefensos,
Han perdido
La cruel batalla,
Dejando caer
La enorme espada,
Sin brillo sobre tu brisa.
Hoy existe
Un cementerio de vidas,
Ahogado en el sentimiento
Del más allá...
Y en tu amplia orilla retumba
Bóvedas compactadas en ruinas.
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Una inmensa
Bulla de burbujas,
Siguen llorándote
En tu corriente,
Amortajado con polvo
De la nube,
Queda el sepulcro
Robado por el tiempo.
De pie…
Sobre la arena caliente
Soñé en tu manantial
Junto a los pájaros,
Ni pencas ni zarzas rompieron mí alma
A tu agua ajada por la contaminación
Me sentí crecer para sordos oídos.
Querida comarca.
Recostada bajo el testigo
Perfil de Cristo,
En las entrañas
Donde guardas riqueza,
Junto al fulgido
De cielo azul.
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Eres una diosa Vestida de verde,
Y arrullada sonríes
Entre dos ríos palpitantes,
Hacendosa comarca.
En la cumbre
Del ande norteño
Huracanes te silban
A tus valles y pajonales
Doblegando un himno de vida,
Novia hermosa del vate,
Bella ninfa del edén
Para el espíritu del hombre,
Alborada del ideal
Empuñada en la luz
Del tiempo eterno,
Hospitalaria hecha comarca.
EL ECO DE MI VOZ
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Entusiasta tormenta de mejorar,
Dedico mis frases por el optimismo,
Expresión perfecta a continuar.
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MEJÍA HORNA Oscar. Novel poeta y escritor
que quiere abrirse paso con la pluma en el
maravilloso universo de la poesía ha sido
antologado en las obras “De Chala al
Corellama”, “Las Voces Bajaron al Valle” y
“Arquitectos del Alba” de Ediciones
Maribelina de la CADELPO Lima y en
“Literatura de Cajamarca” Vol. IV de Cuervo
Blanco Editores Cajamarca. Junto a
numerosos artículos y noticias, tiene en su
haber un poemario inédito titulado “Versos para Inolvidarte”
(Memorias) y dos obras narrativas, también inéditas, de cuentos
regionales, titulados “Antiguas Narraciones Vueltas a Contar” y
“Florencio: El Arriero”.
CULPABLE
SÓLO ESO
Yo solamente quería
de nuevo decirte al oído,
decirte cuánto te quiero
de nuevo vivir contigo
tantos momento ya idos.
Yo solamente quería
susurrarte a los oídos,
decirte cuánta falta me haces,
decirte cuánto te quiero.
Quería yo de nuevo
besar tus labios frescos
contarte mis tristezas
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apretados en un beso.
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Esta imagen de ti no la olvido
sólo cuando mi recuerdo se apague,
entonces… sólo entonces…
me olvidaré de ti.
LA ESPERA
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MEJÍA LOZANO César Gonzalo. Bambamarca,
Perú, 1963. Maestro de escuela rural,
psicopedagogo, poeta, escritor, artista
dramático y comunicador social. Ha
obtenido Mención Honrosa en el Área de
Poesía en el Concurso Nacional de Educación
Horacio (julio, 2009), Mención Honrosa en el Premio Mundial de
Literatura “Andrés Bello” Venezuela (setiembre, 2009). Actual
Delegado Cultural la Sociedad Venezolana de Arte Internacional
en el Perú.
E-mail: gonzalo950@hotmail.com y
casadelpoetabambamarca@gmail.com
Sitio Web: http://cesarmejialozano.blogspot.com/
PÉTALOS LITOGRAFIADOS
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mientras desnudan sus secretos.
Que gratas son las mañanas con el perfume
de sus pétalos litografiados.
Que dicha la mía: morir abrazado a la tierra
Sepultado de horizontes infinitos
bajo dos metros de libros palpitantes.
UN TALIBÁN FRUSTRADO
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Habla el caolín insistente.
Me susurra el pasado en cánticos nuevos.
Sus voces lejanas
acercan el futuro a nuestras manos.
Habla el caolín con voz de niño viejo.
Habla el caolín con voz de viento nuevo.
Habla enérgico desde el corazón
del Picacho.
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Vinieron del infinito
para vivir por siempre
en nuestras manos
y en el aroma de nuestra tierra
y en color de nuestra sangre.
AMANECER EN MI TIERRA
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engalanada se muestra ya.
MI GRAN DESEO
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tus noches con luna llena
con estrellas parpadeantes,
salpicadas en tu cielo
como rocío divino.
cierro mis ojos y me veo,
trasportada en el espíritu,
y admiro tanto belleza,
creada por el señor,
para los bambamarquinos
y si ya no puedan verte
mis ojos naturales
llenaré mi corazón
con los más puros pensares
recordaré con cariño
tus paisajes, tus maizales
y tus caudalosos ríos
con sus aguas de cristales.
77
PLASENCIA MORO Wilmar. Nace en el distrito
de Magdalena - Cajamarca. Realizó sus estudios
primarios en su tierra natal, los secundarios en
el San Juan de Trujillo. Siguió estudios
superiores de filosofía en el seminario San José
de Cajamarca, Teología en el instituto Superior
Juan XXIII de Lima; Bachiller en pedagogía en la
Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Trabajó
como asistente de docencia en la Pontificia
Universidad Católica del Perú - Lima. En los colegios San Carlos e
Inca Garcilaso de la Vega de Bambamarca, así mismo como
supervisor de la ODEC. Profesor en los Institutos Superiores
Públicos Bambamarca y Alcides Vásquez. Ha promovido la
conformación de las Redes Educativas del Proyecto de
mejoramiento de la calidad educativa rural. Director de la IE. Nº
101136 de Nuevo San Juan Alto Hualgayoc. Ordenado Sacerdote
Casado para la Iglesia Católica "Nuestra Señora de Guadalupe con
sede principal en EE.UU."
En el año 2005 ocupó el segundo lugar en el Concurso de
Educación Horacio, en el área de poesía con el poemario "El Libro
de las Pertenencias".
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próxima cerveza vibro al compás de la música. A la siguiente
descubro que no hay lugar para lo prohibido una más y
agoto palabras de días posteriores. Segundo viaje al baño. El
espejo vomita las carcajadas del ser. Con la siguiente
compruebo que todas las cervezas van al mar y la mar
nunca se llena. Tercer viaje al baño. El espejo inocente
reproduce varios seres que parecen sonreír. Con la próxima
cerveza soy un encantador de serpientes. Con la última
cerveza soy el rey de la selva. Último viaje al baño
Nadie en el espejo.
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RIOJAS TIRADO Marcos Isaías, nació el 22
de noviembre, en un paraje cercano a la
ciudad de Bambamarca - Cajamarca,
realizó sus estudios primarios en la vieja
76, hoy Centenaria 83010; los estudios
secundarios los realiza en el Colegio “San
Carlos” y los estudios superiores los
desarrolla en la Universidad Nacional de
Cajamarca, licenciándose en Ciencias
Biológicas. Como profesional ha laborado en diversas
instituciones y en los diversos niveles; su producción como
escritor descansa aún en el anonimato, sólo se le conocen algunos
poemas, aunque se sabe que incursiona en los diferentes
géneros, tal como novela, cuento, ensayo, investigación y poesía; y,
según trascendidos estos estarían a punto de ser publicados por
una editora capitalina.
A LA FAMA
A la fama no la busques,
no corras tras de la fama;
y si ella toca tu puerta,
escóndela tras de tu alma;
no dejes que su ponzoña
envenene tus sentidos;
mira, muchos han caído
atrapados por su encanto;
81
verás que oneroso llanto
quedan cual errantes huellas,
de quien soñó con estrellas
orlar su sien tremebunda,
no dejes que su flecha hunda
en tu mínimo costado.
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sin muros, sin excepciones;
en la fama no hay razones;
la fama no aspira al cielo.
83
que vaya por su vereda,
no te acerques nunca a ella
que no es buena compañera;
tu hora de gloria espera
pertrechado en tu cubil,
verás cómo estrellas mil
se esfuman en un segundo;
no desesperes que un mundo
todo entero hay para ti.
CREPÚSCULO
84
que, empujados por la torva realidad de los destinos,
revestidos de blasones, se disponen a partir.
Hoy, que el sol de nuestros días ya declina lentamente,
y el ocaso de un idilio se vislumbra clarear,
arreboles de nostalgia gimen, ya, en nuestra mirada,
implorando que las horas cesen ya de caminar.
Deshilemos, compañeros, la madeja de la vida;
pues, tal vez en un recodo nos espera alguna Hurí;
renovemos, sin embargo, el afán por la querencia,
donde vibran nuestras voces juveniles, siempre así.
Entreguemos nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra mente,
a los niños que carecen de año nuevo y navidad;
conquistemos horizontes de justicia y de progreso,
cultivemos, para siempre: paz, amor y libertad.
Se muy bien que en nuestra senda hollaremos mil espinas,
pues, de triunfo estamos hechos, no sabemos claudicar;
qué importa que otros digan; no hay caminos en el mundo;
pero yo te digo, hermano: “camino se hace al andar”.
A SOLAS
85
ebrio de esperanza,
rebosando fe.
86
Que no soy tu tiempo, lo sé,
para entretener tu mente,
para engrilletar tu pie;
y, a pesar de todo
te amaré en silencio:
ebrio de esperanza,
rebosando fe.
87
SALDAÑA HUAMÁN Wilmer. Nace el 01 de
enero de 1974, en Bambamarca. Ha sido
merecedor a diplomas y reconocimientos
por su labor como artista y difusor de la
cultura bambamarquina tanto en su tierra
natal como también en Alemania, país al
que viajó integrando la Agrupación de
Música Latinoamericana “Chasquillacta”.
Es ganador de concursos de música
(canción carolina y Nueva Acrópolis) y
como Mejor director de coro (Nueva Acrópolis. Entre su
producción literaria se destaca: POESÍA: “Elegías a la muerte”
(2003 inédito). “Amores de tránsito” (2005 inédito). “Poemas
sedentarios” (2006). “Poemas del suspiro ahogado” (2007).
CUENTO: “Cuentos desabrigados de Belén y otros ángeles”.
Actualmente integra el equipo directivo de la Casa del Poeta de
Bambamarca.
SÓLO LA LUZ
Sólo la luz,
que se empoza en lúgubres espacios
acalla voces que transitan mi locura,
ahoga gritos incendiados de ternura y
encadena mitos en alas de otros vientos.
Nadie exalta, como la luz,
ajenas alegrías hendidas en mi alma.
Nadie escribe en lejanas lunas
88
sus tristezas eternas…
Nadie sabe descubrir mi voz
que viene del futuro,
ni mi dolor,
ni mi angustia punzada de gratos recuerdos…
Sólo la luz ilumina
los límites del odio infinito.
Tanto dolor ataviado de extrañas congojas.
Tantas veces tantas
que ángeles con alas rotas
lloran ajenas verdades y sepulcrales silencios.
Sólo la luz, sobrevive
en la geografía de mi voz
y espanta los miedos
crucificados en mi dolor.
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entender el vuelo del cóndor…
No es fácil ahuyentar mis miedos
cuando la luz se ahoga
empozada en lúgubres espacios.
Sentada en tu profecía,
la tristeza con manos agotadas
desgrana dolores y fatalidad;
A la última sonrisa,
le han crecido alas detrás del silencio,
ensaya volar;
pero, surge un cielo pálido,
90
lo atrapa y lo conjuga
con tu voz, con mi vida y tu dolor.
91
me invita a huir espantado;
pera esta vez
el dolor se ha vuelto sedentario.
Esta mañana
los luceros proscritos del firmamento azul
posan en mis ojos eternamente dormidos
sus dolores más rebeldes.
Tu inocencia de niña,
inquilina de mi pasado,
busca su voz no emitida
llamándome papá,
busca el sur de su mirada
para iluminar el sendero
92
de mi penosa travesía.
Esta mañana
me he sentado a la mesa
a gozar del remanso
de una taza de café matutino.
Espero acaso ver tu silueta clandestina
cabalgando por los linderos de mi memoria.
Un sorbo,
y tu recuerdo se derrama convertido en llanto,
suspiros hondos como mi dolor
y tus palabras escondidas más allá del sol
se tornan susurros indecibles.
Hija,
voy a tu encuentro
porque una taza de café matutino
ha incendiado mi alma con su inmensa tristeza.
93
TERAN TERRONES
Catalino Erasmo.
Nació en Bambamarca
el 16 de julio de 1841,
fueron sus padres:
don Alejandro Terán y
doña Justa Terrones;
los dos primeros años
de educación primaria
los realizó en su tierra
natal, continúo sus estudios en la ciudad de Chota en donde
concluyó además la secundaria. En 1891 enseñaba el
segundo grado de educación primaria a 36 alumnos, su
haber mensual subió a veinte soles, con parte de este dinero
brindaba desayuno a los niños, por ello fue digno de respeto
y reconocimiento.Don Catalino fue sin duda forjador de
mentes lúcidas, de hombres pensadores y productivos.
Falleció el 03 de mayo de 1939 a la edad de 98 años.
Maestro del pueblo que aún después de muerto sigue
enseñando con su ejemplo.
ESPERANZA PERDIDA
94
Voló ya, la ilusión de la esperanza,
y es vano amar
sin esperanza alguna.
95
aquel donaire galante
y sólo vi en tu semblante
la sombra de la que fuiste.
Tú eres ángel que me guardas
constantemente en acecho
una estatua en cuyo pecho
no hay amor ni sentimiento
porque tu pecho es acero
tu corazón dura roca
eterno hielo tu boca
veneno activo tu aliento.
96
una flor que compromete
el amor del que te amó.
Yo publicaría el crimen
de tu conducta liviana
para que el vulgo mañana
te precipite al abismo
pero no, hubo un tiempo
en que también tú me amabas
97
que a tu lado me llamabas
y te quiero por lo mismo.
98
y lanzaste en mi cabeza
el baldón y la anatema.
99
un papel muy importante
el de vivir a tus pies.
100
promesas que el alma mía
un día encontró en tus rejas.
101
TIRADO MEDINA Britaldo. PERÚ, Cajamarca-
Bambamarca, 1966, Presidente de la Casa del
Poeta Peruano - Región Cajamarca. Poeta y
Promotor Cultural. Con una vasta producción
literaria. Participe en diversos eventos de poesía
y narrativa del país.
brichts@hotmail.com
cadelpobambamarca@gmail.com
A Isabel
En péndulo de la vida
La noticia llega
como sablazo
en la mañana perezosa
el café palidece con la distancia
una carcajada satírica golpea
al recuerdo que no sale del asombro
Por ti
busqué muchas veces
contar las horas bajo el árbol
102
juntar los domingos
con el compás del viento
¿Dónde perdiste
la lectura de mis versos?
¿en qué ciega mañana?
para dejar con tu ausencia mi calle vacía
Mis versos
hacen nudo
en la garganta
al leértelos
y en esa misma mesa vieja
mis cuadernos
desgastan
nublados
sus renglones
marchitos
en la dosel de la estación
Por ti
zurzo
mis trasnochados poemas
con el aroma de tu piel
mientras el tiempo
cala el infinito
Al dormir la tarde
103
jugueteó con tu sonrisa
cual barquito de papel
navega en tus hoyitos
Cómo has de recordar
que bebí tus quimeras
acurrucado en tu cuerpo
Un día te vi alejarte
en las alas de un gorrión
con tus ojos de cielo
saltar entre las ramas
del silencio
mientras a la distancia
entristece al sol
recostándose en el mar
104
Acaso la niebla limeña
no acarició tu pelo
como lo hacía mis manos
en el cúspide de la tarde?
Cómo no extrañarte
si la palpitación
de la mirada en la noche
inventa posiciones
en la cama
105
¿Qué haces hoy?
en que no te puedo acariciar
ni con el pétalo de la brisa
¿Dónde te ocultas?
que ni el dolor
puede hallar
tu cadáver exquisito
¿Quién tomó tu vida por asalto
para silenciar la dulzura
de tu música?
Finalmente
me regalas los años
acompasados de soledad
hasta dejar en la tez
contorsiones de nostalgia
106
i
s
m
o
y la soledad no puede
vestir mi locura
con tu s i l e n c i o
Te vas temprano
antes que el obrero
salga a su faena
cruel noviembre
en que la tarde gesta
y el color se ahorca
Me dejas la angustia
de no verte más
107
VARGAS HOYOS Ofelia. Poeta
bambamarquina de renombre
nacional. Señala “heredé de mi
madre la afición por la lectura y de
mi padre un poquito de su
impecable redacción. De la mano
de mi madre aprendía a amar la
naturaleza y a dejar volar la
imaginación, era una narradora
inigualable y aún resuenan en mi
memoria sus cuentos e historias”.
Ha publicado “Zigzagueando la vida”, 2001.
QUIZA
Te hubiera gustado
que bajara los ojos
y callara.
Que pidiera perdón
…por nada
eternamente contrita
por culpas inventadas
o verdaderas.
Te hubiera gustado
que me pusiera tus ojos
para ver la vida.
Que te estuviera
108
eternamente agradecida
entonces hubieras sido feliz
…y quizás yo también.
GUITARRA
No quiero morir
con los maderos apolillados,
con mis cuerdas
destempladas
con las clavijas flojas
109
…con mi silencio eterno.
NARRADORES
110
CARRANZA EDQUÉN Willan Manuel.
(Bambamarca, 1983)Tiene elaborado y sin
publicar, poesía bajo el título de “Pinceladas
del alma”, una novela corta titulada “Un grito
en el silencio”, cuentos titulados “Recuerdos
de mi infancia” e “Historias del abuelo”; así
como también un texto titulado “Cómo
enseñar comunicación”.
111
En mi mente se hacen un crucigrama todos mis
recuerdos; pero en especial, vienen a mí aquellos eneros,
en que no había preocupación por tareas escolares, y que
junto a nuestra inocencia, hacíamos a la naturaleza un arco
iris tremolado entre los balcones de los cerros.
Salíamos muy temprano con nuestras ovejas a pastar.
Lógicamente, luego del desayuno.
Al partir de la casa, ya por el camino; se escuchaba el
viento cantando en el monte, la yerba fragante poblaba
hoyadas y colinas; mientras yo y Mariano con voz tibia y
afilada, arreábamos los corderos que saltaban el bordo
para entrar en las chacras y comer las apetitosas hojitas de
maíz y frejoles recién crecidas.
Qué alegría inmensa era salir a esa hora. Era las seis de
la mañana y lo único que nos acompañaba era una quena
hecha de carrizo, una antara y una bolsa de cancha para
cuando tengamos hambre. El lugar donde nos dirigíamos
estaba a dos horas de camino; con subidas, bajadas y
largas travesías.
Las ovejas a veces se esparcían en el trayecto; corríamos
por un lado y otro, y la volvíamos a juntar; gracias al
Duque y la Antuca que corrían ladrando de arriba abajo. De
rato en rato, lanzaban sus balidos acuchillando la quietud y
el silencio de la mañana, que como un gran hombre tenía su
poncho empezando a reverdecer.
Ya cuando daba las siete de la mañana; de las casas al
borde del camino, salía desde su cocina el humo calientito
112
de leña verde y ese olor desbordante de chochoca, que los
gatos legañosos la miraban desde sobre una tullpa.
Las aves revoleteaban entre los árboles, cantando y
riendo en su propio idioma; hasta el punto que escapaban
por entre las chacras con sus ojos desorbitados por el
temor a los perros que estaban tras el rebaño. También se
escuchaba su canto crepuscular de los gallos, que parecía al
unísono robarse los rayos del sol que ya se tendía sobre los
prados y los techos.
Caminábamos con la agilidad del viento y así llegábamos
hasta la pradera, casi a las nueve. Nuestro terreno era
inmenso; allí esparcíamos el rebaño sin temor a que le
sucediera algo. El cielo era azul infinito y la ovejas se
perdían en su ir y venir por entre los pajonales, buscando
yerba fresca o algo para llenar el estómago.
Buscábamos un árbol para que en su sombra dejáramos
nuestro fiambre, y desde esa hora nos poníamos a jugar;
primero sólo yo y Mariano, luego con los otros niños que
también tenían su rebaño al costado de nuestro terreno.
Qué cosa más extravagante la que hacíamos. Nos
inventábamos juegos, creábamos nuestros juguetes y todo
era fiesta. Además que el sol, subía por el cielo
reverberando en las plantas húmedas y astillando el rocío
de los matorrales.
Pasaba las diez, la once, las doce y nuestro juego era
interminable; mientras nuestros rebaños enterraban sus
113
ojos con mirada de luna, entre la yerba, hasta el punto de
dar en su boca y luego en el estómago.
- Saquen los fiambres - decían los más menores, cuando
ya casi era la una y nuestras sombras se perdían en
nuestros pies; al rito del día que se acostaba al otro lado
de donde la vimos llegar.
Corríamos a los fiambres y desenvolviéndolo de entre
nuestros ponchos, sacábamos; unos nuestra bolsa de
cancha, otros harina de maíz morocho, habas tostadas y
sancochadas, y otros, su apetitoso y envidiable Chiclayo
con leche, a punto de dulce de chancaca y maíz blanco.
Compartíamos entre todos lo poco que se tenía, al ritmo del
sol que a esa hora parecía tener una fuerza sobrenatural.
Muy cerca de donde estábamos comiendo, sentados en
círculo; sopló el viento, y un grupo de palomas salió
volando mientras los perros echaron a correr como
queriendo atraparlo. Al escuchar eso, también nos
levantamos y en lo alto pudimos ver hermosas palomitas
que acudían a cosechar con sus alas granitos de espacio y
cielo azul.
Sin contenernos y ya con los estómagos llenos,
nuevamente volvimos al juego. Con nuestros gritos
hacíamos añicos el corazón silencioso de los cerros y como
loros bullangueros correteábamos por todo sitio. Y claro,
de pronto, se siente llegar un fresco airecito avisando la
aurora de la tarde. El silbido de los pajonales nos sacudía el
114
alma, parecía música, que se retorcía como serpiente
luminosa, o como rayo en una noche lúgubre…
Pero el juego seguía, creábamos un mundo que sólo era
nuestro. Era un mundo donde imperaba la magia de los
sueños, la capacidad de conversar con las piedras, hacer
figuras extraordinarias a los retazos de madera, convertir
al perro en un toro bravo, a nuestra voz en motor de
nuestro imaginario carrito o avión, a un palo delgado en
caballo de paso y a las hojas de los árboles en billetes con
los que pagábamos nuestras compras, simulando una feria
dominical. En fin, nuestros juguetes tenían la sencillez
nuestra; lo hacíamos utilizando nuestra imaginación y las
cosas del campo tiradas por doquier.
Debo decir, que pasaban los minutos y las horas, sin
que nos demos cuenta; hasta que llegaban las cuatro, hora
en que teníamos que juntar nuestros rebaños y regresar a
casa, no sin antes de darle agua en el río; para que no
muera seco del libro, decía la abuela…
Cada uno hacía lo suyo; cargábamos nuestras cosas y
partíamos de regreso, prometiendo a nuestros amigos que
al siguiente día seguiremos jugando.
Con nuestros rebaños adelante, volvíamos llenos de
júbilo; éramos una cascadita de agua cristalina donde había
flores de retama y colores de arco iris. A veces parecíamos
entre el camino, pececitos de sol surcando remansos de
sueño… Qué caray, a nuestro corazón le faltaba espacio
para cobijar tanta alegría de haber jugado todo el día.
115
Los minutos caían y las sombras del atardecer
empezaban a trenzar su mirada entre lo sublime de las
cosas; y en el cielo, se salpicaba de tintes anaranjados,
amarillos nuevos, rosáceos y toda una ráfaga de quietud
iluminada.
Mariano, sacaba su quena y empezaba a entonar un
yaraví que asegundado por mi antara parecía arremolinar
tristeza y pesares.
Al rato, mientras arreábamos las ovejas por el camino
empedrado que daba al río, el cielo cambió, ya tenía otra
mirada y parecía que se colgaba unas nubes negras que
amenazaban llover. Y claro, si eso sucedía las tardes eran
tristes, nos llenaban de desconsuelos que nos habrían el
pecho; porque de seguro sobre nuestras camas caerán las
goteras de la casa que en el techo tenían hojas de penca,
resecas y partidas.
Casi a las cinco, a lo lejos vimos que culebreó un rayo.
Después, se dejó oír el sordo retumbar de un trueno, que
parecía que en el cielo se están despeñando grandes
avalanchas de rocas; al punto, que comenzó a caer unas
gruesas gotas de lluvia templada.
Apresuramos el paso; y pensé que seguro mamá en la
casa juntaba los granos puestos a secar y trasladaba la leña
a lugares secos. Papá cortaba hojas de maguey para hacer
chorreras y se preocupaba por coger las goteras del tejado
de la casa recién terminada.
116
Me imaginaba también que mis hermanitas pequeñas
han de estar sentadas en el poyo del zaguán, para mirar el
reventar de globitos sobre el agua en las goteras de la
puerta o para ver cuando sale el humo de las chacras
recién sembradas por la alegría de recibir la lluvia.
Al rato, la lluvia era un rumor constante, ya no había
chacras ni árboles secos; nosotros también estábamos
todo mojados, al igual que nuestras ovejas, que tenían un
torpe andar por el barro que se empezó a tender en el
camino.
Faltando pocos metros para llegar a la casa, antes de
cruzar el río, encontramos a un hombre, cubierto con un
costal, chorreando de agua, empapadito; pasó sin
contestarnos el saludo arreando sus burros.
Así llegamos al río; tomaron agua nuestras ovejas,
avanzamos una cuesta y al fin llegamos a la casa que
reverberaba un temblor de amistad y de sosiego. Todo
mojaditos; a la velocidad de un rayo encerramos en el
corral al rebaño, nos sacamos la ropa mojada, lo colgamos
en un gancho de madera colocado en la esquina de la casa y
nos dirigimos al fogón para abrigarnos envueltos con
ponchos y chales secos, hasta que se hiciera la cena.
La lluvia seguía y la noche ya en su totalidad había
llegado tendida con su negro manto.
Toda la noche llovió. Nosotros cenamos y luego nos
dirigimos a disfrutar del sueño; aunque a veces no se podía,
porque en una sola cama dormíamos los diez hermanitos
117
con una sola frazada y unos pellejos viejos un poco mal
olientes, que recién lo bajaron que estaba secándose
pegado en la pared de la casa.
Así pasábamos las noches, hasta que daba el alba del
amanecer del siguiente día, apretujado por la oración de las
chilalas y el silbido de chuqueages que saltaban con sus
patas largas al borde de los manantiales de agua y la laguna
el toro mocho.
- ¡A levantarse carajos! – dijo una voz casi a las cinco de
la mañana; era mi padre, y lo escuché entre sueños y
ronquidos de su mal dormir de mi hermano Saúl.
Inmediatamente nos levantamos todos y salimos
corriendo al escuchar la bulla y el llanto de mamá que se
desesperaba en el corral.
Pero, ¿qué había sucedido?, ¿quién murió?; vino a mi
mente las preguntas, mientras me ponía el pantalón y
despertaba a los demás.
Salí corriendo de la habitación y me dirigí a la puerta del
corral. Me di cuenta, que había sucedido lo peor. Había
sucedido una desgracia. La pude ver, aún a oscuras. Justo
cuando la vecina Catalina llegó corriendo al escuchar la
bulla y el llanto de mamá.
-¿Qué pasó papá?- pregunté; sobándome los ojos y
acercándome con las piernas que temblaban de frio.
-¡Qué han hecho con las ovejas ayer!, ¡todas están
muertas, carajos!
118
- Alguien que les aborrece seguro los envenenó – agregó
doña Santos, una vecina que casi todos los días venía a que
le prestaran unos granos de sal para su desayuno.
El llanto se extendió más en los ojos de mamá, y en los
nuestros también; porque creíamos que tenemos la culpa
y que seguro papá nos castigará sin compasión, como
cuando le azotaron a Jesús antes de estar en la cruz.
El corral ere un mar de animales muertos y llantos de
todos colores. Allí estaban casi 100 ovejas, sin contar sus
crías y becerros que nos habían encargado unos tíos que
vivían en la ciudad.
¡Qué desgracia! ¡Qué fatalidad!, hablaban los vecinos que
llegaban corriendo por la puerta; sin darse cuenta que yo
seguía llorando con entrecortados pensamientos de culpa.
Dio las seis y la bulla seguía.
-¡Por maría santísima!- decía la abuela, cogiendo sus
manos al cielo y mirando su oveja negra que en cada parto
aumentaba de dos en dos.
-Esto es venganza señores- dijo don Armando,
golpeándose las manos y caminando de un lado para el
otro.
-Pongamos una denuncia en la ronda, en la policía y en
la fiscalía; esto no se puede quedar así – Agregó don Pablo.
Golpeándole el hombro a papá que había montado en
cólera y que ruborizado nos buscaba con su pensamiento,
al punto que parecía que quiere hablar con los ojos.
119
-Sí, sí… Se escucharon voces de entre los presentes que
como abejas al panal habían llegado, más rápido de lo que
canta un gallo.
Inmediatamente, seis hombres, salieron del corral y
atrapando el camino se dirigieron a la casa del gobernador
que se situaba al otro lado del río. Nosotros también nos
fuimos en su tras, mirando que no nos viera papá, que en el
corral ya nos había desafiado que éramos culpables.
Antes de llegar al puente, vimos a doña María que con su
sombrero en la mano corría por la fila, desesperadamente
llorando.
Don Antuco hacia lo mismo, saliendo a la puerta de su
casa que estaba al borde del camino, justo por donde
estábamos pasando.
-¿Qué está sucediendo?, ¿Qué está pasando?- Le
preguntaron.
Sollozante y sin remedio; dijo que todas sus vacas
habían muerto en el corral y que no sabía qué le pasó.
Hasta eso, doña María ya se acercó y también manifestó
que sus burros están a punto de morir y que no sabe qué
hacer.
Caramba. La historia empezó a cambiar y nuestros
pensamientos se desdibujaron en incógnitas y sabores que
se atragantaban en nuestra garganta.
Nos dimos cuenta que no éramos los únicos de la
desgracia. Pero, ¿qué es lo que estaba pasando?
120
Nada nos detuvo; se sumaron a nuestro grupo, don
Antuco y doña María, y seguimos hasta llegar al
gobernador.
Como un solo hombre llegamos hasta su casa, los
ladridos de su perro que salió al camino, nos hizo llegar;
justo cuando se estaba despidiendo otros comuneros que
muy temprano le habían visitado.
-¿En qué les puedo servir?
-Algún desgraciado ha matado a nuestros animales- dijo
don Antoño, con voz enérgica y levantando su poncho al
hombro derecho con las dos manos.
- Será algún manatural taytito que nos quiere ver en la
desgracia- agregó doña santos con su voz temblorosa y
sumida en suspiros de llanto.
El gobernador los miró, levantó su sombrero y se sentó
sobre un banco de maguey que estaba justo en la puerta de
su casa.
-No es así señores. Ayer acabo de enterarme, que ha
sucedido lo mismo en la parte alta de donde nace el río
Maygasbamba; sus animales han muerto e incluso hay
personas; entre ellos muchos niños.
- Y, ¿qué cosa será?- agregó don Alberto.
-El problema es el agua. No se han dado cuenta que
tiene un color distinto y huele bastante?
121
-¿Y Qué ha pasado señor?- preguntó el Chuti que había
estado con nosotros el día pasado.
-Dicen que en gobierno central, ya autorizó para que las
minas empiecen a trabajar, se lleven el oro y toda nuestra.
Es más que seguro que ellos botaron sus relaves al río sin
tener piedad de envenenar el corazón de la cordillera y
nuestras vidas.
-¿Qué podemos hacer?- pregunté.
- Nada niño. Absolutamente nada. La mina tiene poder.
El gobierno les autorizó y nuestro rio quedó envenenado y
sin vida; lamentablemente- dijo finalmente el gobernador
con mirada taciturna y moviendo su cabeza de un lado para
el otro como queriendo afirmar.
Nos miramos fijamente unos a otros, y regresamos hasta
nuestras casas, con nuestra sola tristeza y muchas
incógnitas tejiendo en nuestras mentes.
La muerte del río Maygasbamba había llegado, y desde
ese día, ya los niños no corren de arriba abajo buscando
truchas, o mirando al sol cuando se dibuja como una gota
de rocío en una hoja matinal.
Tampoco hay esperanzas de ver esos espejos que la
vieron mis abuelos. Más todavía, los niños que vendrán han
de pensar que en la jalca llovió bastante y trajo a los cerros
en las olas de su abismo.
122
Y claro, son las seis, y sigo recordando aquellas escenas
amargas; mientras la lluvia en los geranios al frente de
donde estoy, sigue danzando agitadamente, más y más…
125
los arrieros lo estaba llevando. La cuda es una mujer muy
linda…
-Entonces que vengan dos, una para mí y otra para ti –
repliqué.
-¡Qué caray…! Ni lo digas. Además de linda es maldita.
Dicen que te bota muerto y saliendo sangre por la boca; o
caso contrario te deja babeando como perro envenenado.
-¿Es como fantasma?
-Algo así. Tiene la mitad de cuerpo como de una mujer y
la otra mitad es como animal; sus patas son parecidas a la
de una gallina.
-Eso es fantasía hombre- respondí finalmente.
Luego me paré y empecé a buscar la alforja que tenía
bien amarrado en un mate el fiambre. Inmediatamente lo
encontré y lo saqué. Volví a sentarme, y al desatarlo, un
olor pestilente emanaba hasta el cielo. Estaba malogrado,
ya no se podía comer y Benjamín y yo no teníamos mejor
suerte. A esa hora el hambre en nuestros estómagos
danzaba como grandes mechones de fuego; pero que pena,
no había nada más que comer. No era primera vez, ya otras
veces nos había sucedido lo mismo. El calor rápido lo
malograba la comida y los que vivían por allí no eran
dignos de darnos algo. De otros arrieros ya tenían malas
referencias, pues si les daban posada, abusaban de las
mujeres o si les daban algo se lo llevaban sus cosas.
126
Al rato, me acordé que traíamos la sal en grano y maíz
blanco, bien seco... Me nació una idea. Una brillante idea,
que antes que funcionara, no le dije nada a Benjamín, por el
temor a que echara burla o se riera agarrándose la barriga
como lo solía hacer.
-¿Cuál fue esa idea abuelo?- preguntaron en coro y
motivados por la intriga.
Empezamos a recoger troncos secos, maderas, ramas y
tallos; sacamos fuego frotando con fuerza dos pedernales
hasta el punto que abrimos brazas de fuego, y ya…
- Y ya sé abuelito…Con eso hicieron carne asada de una
mula que mataron? - preguntó Javier- uno de los nietos
más ingenuos.
-No hijo- objetó el abuelo cogiéndolo la cabeza y
acariciándolo suavemente, como cuando el viento nos
acaricia en la mañana o se dibuja en las ramas de los
eucaliptos al medio día cuando el sol rasguña la tierra con
su mirada.
Saqué mi sombrero, lo llené en la copa el maíz y cogí los
carbones rojitos y lo mezclé; casi como quemándome y
soplándome las manos, que al mismo tiempo lo hacía
flamear de arriba abajo. Luego empecé a moverlo, de un
lado a otro, hasta el punto que el maíz por el calor de los
carbones empezaron a reventar, como si estuvieran en el
tiesto o el sartén.
Después de unos minutos tuvimos cancha, aunque no
tostada en su totalidad; pero que más, para apagar el
127
hambre y en esas condiciones estaba perfectamente,
puedo asegurar.
Pero, eso no es todo; de entre la fogata también sacamos
piedras calientes, la colocamos en nuestros mates con agua
y con el calor, lo hacíamos hervir, o al menos lo
calentábamos; que colocándolo unos granos de sal,
teníamos caldo con cancha de maíz blanco.
Así sufríamos hijitos. No teníamos paz, ni zapatos en
nuestros pies, como ya les dije, ni mucho menos idea de
terno inglés. Y si en la escuela les preguntan que quién
descubrió la cancha, dígale que fue su abuelo, cuando era
arriero desde la costa hasta la sierra.
Faltando dos días para cumplir treinta años en ese
trabajo, me retiré, nos explotaba mucho el patrón y no nos
pagaba bien. Desde mi niñez lo hice, pues mi abuela que me
crió cuando murieron mis padres me envió allí, primero
ganando un kilo de arroz, luego dos y hasta que después
me daban una propina con lo cual la abuela se sentía muy
contenta, e incluso me querían hacer que contrajera
matrimonio con la hija de don Melchor, el comerciante más
conocido de toda la comarca.
Bajó su mirada, con ojos de estatua remojada en la luna
y siguió mirando la lluvia que verticalmente caía más y
más…
Esa tarde lo escuchamos muy atentos esa historia; y hoy
nuestras memorias asaltan su recuerdo y sus sabios
consejos, del abuelo Paulino que descubrió la cancha.
128
129
CELIS SANTA CRUZ Roberto. Nació un 05 de
octubre de 1952, en la provincia de Santa
Cruz - Cajamarca. Siguió sus estudios
secundarios en el Glorioso colegio San Ramón
de Cajamarca y en el Colegio Guadalupe de la
ciudad de Lima. Graduado de Sociólogo en la
Universidad Nacional de Cajamarca,
posteriormente en la misma Universidad
realiza estudios pedagógicos, ingresando al
Magisterio Nacional prestando servicios por
el lapso de 29 años.
EL MAKUZORZAL
(Cuento)
130
—Hmmm —masculló Matías— Ha canta’o una sola vez;
sólo se lleva a uno. Pronto tendremos velorio.
Absortos, el anciano Matías y la Victoria, debido al
revuelo causado por el makuzorzal, no se habían dado
cuenta de mi presencia. Era viernes por la tarde y, como
todos los viernes, religiosamente me constituí a la casa de
don Mati —como cariñosamente lo llamaba— para
escuchar, grabar y deleitarme con los relatos fascinantes y
muchos de ellos inverosímiles que aquel venerable anciano
extraía de su memoria, como de un archivo inacabable.
— ¿Qué pasa don Mati? ¿Por qué tanto ajetreo y
laberinto? —pregunté.
El viejo Matías volteó la cabeza, pequeña, de pelo
ríspido, cortado muy alto y moteado bellamente por unas
manchas blanquecinas, que eran las huellas ineludibles del
paso del tiempo.
—Ah… llega, Jorgito. No me había da’o cuenta de tu
llegada. Es que estamos preocupa’os por el canto del
makuzorzal; ha canta’o otra vez, después de mucho tiempo.
Desgraciadamente, se llevará otro wawa este año.
— ¿Qué es eso del Maku-zorzal? ¿Qué tiene que ver su
canto con muerte de wawas y todo eso? Deme a conocer
todo lo referente a esa historia. Por favor, don Mati —le
pedí emocionado.
—Bien, hijo —contestó el anciano—. Es una larga
historia… Toma asiento... Te la voy a relatar porque me late
131
que algún día tú la publicarás y la escribirás pa’ que lo
conozcan en las escuelas y todos esos leydos del pueblo.
Mientras me decía esto, extendía un poncho doblado a
modo de alfombra en el grueso tablón de madera que
servía como mueble y se prolongaba a lo largo de todo el
corredor de la casa.
—Bien, verás: Hace mucho tiempo… —comenzó a
relatarme, mientras extendía la mano haciéndome llegar
dos olorosas y apetitosas lúcumas que sacó de una
canastita pequeña que tenía a su lado—. Pa que vayas
comiendo y me escuches mejor… —explicó el anciano—.
Luego, se enfundó su poncho habano para contrarrestar
el frio de aquella tarde nublada, gris y fría, de persistente y
menuda llovizna de tarde serrana, y continuó su relató:
…Como te decía: Hace ya un buen tiempo, cuando la
comunidad recién se había separa’o del dominio de los
hacendaos, y cuando todos se encontraban afana’os en
organizar la comunidad y elegir a sus autoridades pa’
comenzar por fin una vida de pequeños propietarios y de
personas libres, hubo en estas tierras un tal llamado
Braulio Cóndor, cholo grandote, muy fuerte, de piel oscura,
casi negra, de ojos inquietos y siempre rojos como si se
alimentaran de odio y de sangre. Dicen que los ojos rojos
son seña de las gentes de mala entraña.
El Braulio se había converti’o en la pesadilla, el azote y el
peligro para la naciente comunidad. Se negaba a participar
en cualquier tipo de organización o trabajo comunal; no
132
cultivaba ni trabajaba la pequeña parcela que le había
deja’o su padre. Todo lo que quería o necesitaba lo tomaba,
lo arrebataba y lo robaba de cualquier vecino; y, si le hacían
frente, sacaba a relucir un afilado cuchillo que nunca le
faltaba de la cintura, causando graves lesiones y también
varias muertes a los que se le oponían. Dado que era muy
fuerte y mucho más alto que todos los comuneros, no había
nadie que le pudiera desafiar. Dándose cuenta de su
ventaja física y del miedo que había meti’o a las personas,
comenzó a violar a las mujeres y a saltear en los caminos,
convirtiéndose en una verdadera amenaza pa’ los
comuneros.
Se establecieron muchas medidas pa’ contrarrestar el
vandalismo del Braulio, al cual, por su tamaño, su ferocidad
y su color empezaron a llamarlo el Makubraulio.
Posiblemente, este mote provendría de Makuku, que
significa grande y fuerte, en el quechua de nuestros
antepasados. El sobrenombre le caía a pelo. Y, el sólo
escuchar “ahí viene el Makubraulio”, era motivo de gran
preocupación y miedo: las personas huían a ponerse a buen
recaudo y si su encuentro era inevitable, lo saludaban
temerosos “buen día” o “buenas tardes don Braulio”, y si
algo quería de ellos, tenían que entregárselo sin la menor
resistencia.
Se estableció que las personas no anden solas, siempre
en grupos de dos o tres; que las mujeres siempre vayan
acompañadas por varones; que en las noches se tranquen
bien las puertas y que los hombres duerman con machetes
133
afila’os en sus cabeceras por si acaso alguna emergencia.
Asimismo, se ordenó que cada jefe de hogar tuviera un
silbato que haría sonar ante cualquier peligro, pa’ que
todos los hombres de la comunidad se reúnan y vayan en
su auxilio.
Pero, a pesar de todas estas medidas, no se había podi’o
frenar las incursiones del feroz Braulio, quien, según
decían, había sali'o de la comunidad para vivir en una
choza que él mismo había construi’o en un contrafuerte de
las peñas llamadas La Cárcel. Desde ahí, bajaba al valle para
conseguir lo que necesitaba, a la hora menos esperada: en
las madrugadas, en las noches y, muchas veces, a plena luz
del día.
La situación era insostenible. Algo tenía que hacerse y en
forma urgente. Por esta razón, el taita Aurelio había
convoca’o a los otros tres jefes o taitas de los tres sectores
restantes que conformaban la comunidad. Llegaron a la
casa del taita Aurelio: el taita Doroteo, el taita Fermín y el
taita Anselmo. El taita Aurelio, que los estaba esperando en
el corredor de su casa de teja, chacchando impasible su
armada de coca, les saludó:
—Buenas noches taitas, lleguen”.
—Aquí estamos a su llamado, taita Aurelio” —
respondieron.
Don Aurelio, sin mediar más palabras, se levantó, abrió
la puerta e invitó a pasar a sus visitantes.
134
En un rincón de la casa, senta’os alrededor de una tosca
mesa de madera, se encontraban cuatro hombres
enfunda’os en largos ponchos oscuros. Tenían el cuello en
alto y sus bufandas les cubrían casi todo el rostro, de modo
que sólo sus ojos podían verse. Sus sombreros voltea’os a la
frente y la luz mortecina del lamparín les conferían la
característica de negros fantasmas.
El taita Aurelio exclamó:
—Ellos son los que se van a encargar del trabajo. Ya está
todo conversa’o. Como seguro comprenderán, ninguno de
ustedes sabrá quiénes son estos hombres, solamente yo;
secreto que por demás me llevaré a la tumba.
El taita Doroteo, el más experimenta’o del grupo, miró a
las cuatro siluetas nocturnas y luego replicó:
—Gracias, hombres. Van a hacer un gran bien a la
comunidad.
Luego, de una pequeña alforja, sacó una bolsa llena de
coca, una cajetilla de cigarros Inca y una botella de cañazo.
Lo mismo hicieron los dos taitas restantes. Doroteo entregó
los presentes a los cuatro hombres y les dijo:
—Acepten esto como nuestro reconocimiento. Les
deseamos suerte”.
Luego, dirigiéndose a don Aurelio, continuó:
—Lo que usted ha pacta’o taita, pacta’o está. Nos
pasamos a retirar”.
135
El viejo Aurelio habló pausadamente:
—Está por demás decirles que nadie debe conocer de lo
que se ha trata’o en esta reunión. Y, mañana, taita Fermín,
usted debe estar atento para dejar pasar el paquete por su
sector”.
—Así se hará, taita —asintió Fermín.
Luego se retiraron de la casa, perdiéndose en las
sombras de la noche...
El viejo Matías hizo una pausa; luego, continuó su
narración. Yo estaba anonadado ante tan fascinante y
singular exposición.
Prosiguió don Matí:
…Dicen que la bendición y la desgracia de un hombre
entra por una mujer y hasta los más desalmados y
perversos requieren del calor y la companía femenina. El
Braulio tenía una mujer, a la cual visitaba de vez en cuando.
Le traía víveres, comida y seguramente algún dinero,
producto de sus robos. Ella se encargaba de lavar, coser y
restaurar la ropa del Braulio. Todos conocían esto en la
comunidad, pero no se podía hacer nada contra la Cleofé,
porque ella también era víctima del poder del Braulio;
aunque, con el andar del tiempo, la Cleo había termina’o
por aceptar y hasta querer al temible bandido.
Se había teni’o conocimiento, por parte de la Rosalina, la
única persona que podía acercarse a la Cleo, pues era
medio-familiar del Maku-Braulio, que el hijo de Braulio y
136
Cleofé, un infante de ocho meses de naci’o, se encontraba
muy enfermo, presa de altísima fiebre: le roncaba
demasiado el pecho, e, incluso botaba sangre por la nariz.
Ya no le hacían nada los remedios que le traía del pueblo la
Rosalina, ni los baños, ni las infusiones de hierbas que se le
proveía. Se sabía además que el feroz Braulio tenía un
acendra’o y profundo amor por ese hijo y que orgulloso
decía: “Éste seguirá mis pasos, y, cuando crezca, tendrá a
los maulas de la comunidad bajo la planta de su llanque,
como yo los tengo ahora”.
Al enterarse de la gravedad de su hijo, el Maku-Braulio
había decidi’o, esa noche, llegar hasta la casa de la Cleo
para sacar a su hijo y llevarlo a su primo Eleuterio, el
taciturno y temido brujo malero que habitaba al pie de las
peñas de La Cárcel, a una mediana distancia de su choza.
Eleuterio, sin duda, salvaría a su hijo, haciendo uso de su
conocimiento, sus hierbas, sus limpias y sus conjuros. Era
pues indispensable esta acción.
La Cleo había confia’o este secreto a Rosalina ¡Error
garrafal!, pues la Rosalina lo había comenta’o ante otras
mujeres de la comunidad, y el taita Aurelio no tardó en
enterarse. Y fue así como se comenzó a preparar la trampa.
Al día siguiente, muy temprano, el tal taita Aurelio
comenzó la cosecha del maíz: cortó los tallos con todo
mazorcas, y los apiló en grandes parvas a un la’o de la
chacra, para dejar así libre al cultivo de alverjas que se
había sembra’o junto al maíz. Pa’l final del día, quedaron
137
varias pilas altas y grandes que semejaban amarillentas
chozas, alrededor de la chacra.
La noche llegó. No era una noche muy clara. En la
penumbra, una silueta sigilosa avanzaba dando saltos
felinos detrás de los cercos, las pircas y los árboles; luego,
de un brinco silencioso y largo llegó hasta la puerta de la
casa de la Cleo, machete en mano. Penetró a la habitación y,
después de un corto tiempo —cortísimo en realidad—la
figura comenzó nuevamente a deslizarse en la noche, pero,
esta vez, ya no en forma rápida y felina; ahora iba
agazapa’o, con un pequeño bulto sosteni’o en los brazos,
oteando y moviendo la cabeza de un la’o a otro.
Todo iba bien, hasta que pasó junto a las pilas de maíz.
El golpe tuvo que ser mortal y contundente: De debajo de
una parva de maíz, que había si’o acondicionada como una
cueva, brotó una figura que, cual fantasma ágil y silencioso,
descargó un golpe brutal en el cráneo del Makubraulio. El
temible bandolero rodó con la cabeza prácticamente
apelmazada; pero aún estaba con vida e instintivamente se
llevó la mano al filudo puñal. Entonces, otra figura
fantasmal surgió de la noche y de un tajo preciso al cuello
dejó indio Braulio con la cabeza, literalmente, separada del
cuerpo. El cholo comenzó a desangrarse; sus heridas eran
mortales; pero, a pesar de eso, en una especie de canto o de
sentencia espantosa, emitió estas palabras, que más que
palabras eran ronquidos espectrales, pero entendibles:
A setenta y seis me llevaré
138
y luego regresaré
a poner punto final
completando 77 con el principal.
Se realizó el entierro del hijo del Braulio, sin
comentarios, sin averiguaciones. Del Makubraulio, no se
volvió a saber más, y a nadie se le ocurrió hacer alguna
acotación o pregunta. Se tejieron muchas y diferentes
explicaciones, y al final se creyó que el Braulio había
abandona’o a la Cleofé a su suerte, que se había i’o a la
costa a participar de otros asaltos más grandes y lucrativos.
Lo bueno y lo interesante es que la comunidad comenzó
a vivir en paz, y, pronto, el Makubraulio pasó a ser
solamente un recuerdo y una leyenda.
Se dice que el alma del Braulio, al separarse de su
cuerpo, fue a introducirse al cuerpo de un zorzal grande,
muy negro, de uñas gruesas y negras, de patas escamosas y
de ojos rodea’os de un círculo rojo, como los de todos los
zorzales y como los tenía el Braulio. Dicen que, cada vez y
en circunstancias inesperadas, ese zorzal canta en las
ramas del añoso sauco, de copa en forma de media luna,
que se encuentra frente a la casa de la Cleo. Su canto
anuncia la muerte de un infante, muerte que se suscitará en
alguna de las cuatro estancias que conforman la
comunidad, según adónde apunte su cabeza. Esto lo haría
en venganza por la muerte de su hijo.
Era otro viernes, a finales de diciembre, y como siempre,
ávido de las conversaciones y relatos de don Mati, me dirigí
139
a su casa; pero me llevé una gran sorpresa: el grueso tablón
en el que se sentaba don Mati, en el que siempre me
esperaba los viernes por la tarde, estaba vacío. Ni él ni la
Victoria parecían encontrarse en casa. “¿Habrán salido?”,
me pregunté. De pronto, el makuzorzal volvió a cantar, en
la misma copa del sauco en forma de media luna. Su canto
fue bronco y tremendo; y no sólo cantó una vez, sino dos
veces. Me quedé pensativo recordando el relato del viejo
Matías.
—Ha cantado dos veces —me dije en voz baja—. Se
llevará a dos esta vez.
De pronto, la figura del viejo Matías apareció detrás de
mí recalcándome.
—Tienes razón, hijo. Esta vez serán dos. ¿Has visto a qué
la’o está la cabeza?
—Sí —le contesté—; nuevamente para acá, para el lado
de la Chorrera.
La noticia corrió velozmente por la comunidad: había
muerto otro infante de lado de la Chorrera. Esta vez, fue el
hijo de la Justina.
Al día siguiente se realizaba el entierro, pues a los
infantes sólo se les vela una noche según la costumbre. La
mayoría de comuneros estaban en el panteón; los
rezadores elevaban sus cantos quejumbrosos y monótonos;
circulaban las botellas de cañazo y se repartían puñados de
coca. De pronto, alguien dijo, como ansioso y asombrado:
140
— ¿Dónde está don Mati? ¡No hay don Mati! ¿Qué ha
pasado con don Mati?
Era raro que el viejo no esté, pues nunca faltaba en este
tipo de acontecimientos ni en ninguna acción de
acompañamiento o ayuda comunal. Pero, por alguna razón,
no estaba.
De pronto alguien grito:
— ¡Ahí viene! ¡Ahí está don Mati!
Lo divisamos todos: se acercaba, bajaba por la ligera
pendiente que lleva al campo santo, con paso lento y
cansino, apoyado en su bordón con cabeza de mono. Se le
notaba meditabundo, muy callado; parecía preocupado.
—Llegue, taita Mati— le saludaron las gentes—. ¿Está
usted bien? Ya nos estaba preocupando su ausencia.
—No estoy muy bien. El cuerpo se me ha descompuesto
un poco. Sin duda, el tiempo no pasa en vano y voy
sintiendo el peso de los años. Me sentaré aquí a descansar
un rato —dijo el anciano mientras se recostaba sobre la
descolorida lápida de una tumba.
Sorbió un trago de la botella de cañazo que le invitaron y
se disponía a sacar la taleguita de coca para empezar su
armada. De pronto, comenzaron los gritos desgarradores,
los llantos y los desmayos de los deudos. Era la hora de
depositar el cajón en la abierta sepultura, y todos estaban
pendientes y con la atención puesta en los acontecimientos
de ese triste momento.
141
Poco a poco, el cajón fue cubriéndose de la tierra que
sobre él vertían los enterradores hasta que quedó un negro
lomo de barro recién removido, propio de las sepulturas
del campo. Para rematar se colocó la cruz de madera con el
nombre del infante fallecido y la fecha del deceso.
Un grupo de comuneros se disponía a retirarse ya del
cementerio, cuando el grito de la Victoria alborotó a la
concurrencia:
— ¡Taita Mati, taita Mati! ¡No puede ser, Dios mío!
Todos se arremolinaron hacia el lugar donde estaba el
viejo Matías quien, con la cabeza inclinada sobre el hombro
derecho, los ojos vidriados y una boca semi abierta que
dejaba notar algunas hojas de verde coca, había muerto.
El alboroto fue general y tremendo; la conmoción muy
grande. Del dolor de los comuneros se pasó a dar órdenes
para preparar el recojo y el velorio del taita Matías.
Mientras se decidía qué hacer, el cuerpo del viejo
comunero seguía solo, recostado sobre la vieja lápida, como
descansando de los afanes de la vida.
La Cleofé, casi muda e impávida, pasó frente al cadáver
del anciano e inmutable y casi despreocupada afirmó:
— Se cumplió la sentencia del Makubraulio. Ha veni’o y
se ha lleva’o al principal, pues el viejo Matías fue el jefe de
ese grupo de personas que mataron al Braulio y fue él
quien prácticamente le arrancó la cabeza. Ya no habrá más
142
muertes por causa del canto del makuzorzal; la sentencia
se ha cumpli’o con la muerte del principal.
143
MEJÍA HORNA Oscar. Ha sido
antologado en las obras “De Chala al
Corellama”, “Las Voces Bajaron al
Valle” y “Arquitectos del Alba” de
Ediciones Maribelina de la CADELPO
Lima y en “Literatura de Cajamarca”
Vol. IV de Cuervo Blanco Editores
Cajamarca. Junto a numerosos
artículos y noticias, tiene en su haber
un poemario inédito titulado “Versos
para Inolvidarte” (Memorias) y dos obras narrativas,
también inéditas, de cuentos regionales, titulados
“Antiguas Narraciones Vueltas a Contar” y “Florencio: El
Arriero”. Dentro de la investigación pedagógica ha escrito
“Realidad Educativa del Distrito de Conchán” (1987), “La
Investigación Científica en la Universidad” (1997),
“Problemática Universitaria:
145
uno de sus mejores caballos. Pude observar entre la
floresta que era un cárdeno con grandes crines que habían
trenzado y adornado con cintas rojas. Pude ver también el
aparejo muy lujoso, enchapado en plata que resplandecía
ante los rayos del sol. La pellonera repleta de dinero.
Apareció el casadero, que no cabía en su pellejo por la
emoción de salir a la aventura. El noble lacayo ayudó a
montar al señorito. El padre, cogiendo a la cabalgadura por
el pechero, parte del apero adornado con monedas de plata
de nueve décimos finos, le dio los últimos consejos de su
manera de comportarse y de que observara bien a las
mozas y desde luego que procedan de buenas familias. Será
como tú digas, le contestó y aguijoneó las ijadas de su
caballo con las espuelas relucientes lengua de víbora. Su
padre le siguió con la mirada hasta que desapareció entre
los alisos por un recodo del camino. Bajó la mirada, abrazó
a su mujer que se había quedado triste en el umbral de la
puerta principal de la casona y se adentraron en ella. Yo le
seguí a corta distancia en mi caballito moro. Iba muy feliz el
muchacho, cuyo poncho y corbatín eran batidos por el
viento, se sujetaba de cuando en cuando el sombrero,
escuché que silbaba los arpegios de una romántica canción.
Al caer la tarde llegó a una casona, un palacete
resguardado por varias columnas, donde se veía deambular
a los criados. Esperó un buen rato en una bodega ubicada al
frente de la casona. Salió como bólido tras una muchacha
de la servidumbre, la que se detuvo en seco al escuchar que
la llamaban, cruzaron brevemente unas cuantas palabras,
146
ella entró en la panadería y él regresó a la bodega a
terminar de beberse la última copa de vino. Vi de nuevo
regresar a la chica con el canasto rebosante de pan fresco,
entró a la casa, luego de unos minutos, como quien no
quiere la cosa, se hizo la que sacude un mantel de color
rojo. A mi entender era un aviso. Seguro que la engreída
hija de ese otro hacendado había aceptado el recado. Lo
pude comprobar en el brillo que advertí en los ojos de
Doroteo, quien apuró el último trago, pagó de la botella de
vino, jaló su caballo que estaba atado a un poste cercano a
la bodega y se alejó discretamente. Unos bebedores
curiosos que se habían posicionado cerca de la bodega
también lo observaban minuciosamente.
Las horas pasaron. El cansancio agobió a Doroteo. Jaló la
carona de su caballo, que pacía tranquilamente en la escasa
pastura, cerca de él la tiende y se sienta para descansar.
Mientras chacchaba mi bolo que no endulzaba, como
presagiando un desenlace infeliz, escuché sus ronquidos.
Entonces me acomodé para ver el desenlace, cómo era
posible que un alma enamorada pueda flaquear en el
último momento, el que está enamorado, no come ni
duerme y espera atento. No hubo pasado mucho tiempo
cuando vi que por una de las ventanas laterales se
deslizaba raudamente un ligero bulto que al tocar el piso se
incorporó y pude distinguir entre el negro crespón de la
noche una sutil figura femenina que miraba nerviosa en
todas direcciones. Un agudo bohemio que, al igual que yo,
había estado mirando atentamente los sucesos precipitó su
147
paso con dirección al caballo, lo desató, montó y fue con
dirección a la joven que ya intentaba regresar a la casa. La
oscuridad favoreció al osado borrachín que se llevó la rica
cabalgadura y a la, sin duda, hermosa joven, seguro que era
un codiciado botín para cualquier mozalbete aventurero.
Los vi atravesar la noche, la tenue lumbre lunar formaba
ligeras estelas al cortar el viento su precipitado paso.
Desaparecieron sumergiéndose en la enmarañada noche
que parecía haberse detenido, su imagen se veía
entrecortada por pequeñas ondas como cuando se arroja
una piedra a un pozo de agua calma. Sólo cuando ya no se
veían en el horizonte retorné a la realidad y escuchaba los
yaravíes desafinados de los demás beodos que no se habían
percatado de este incidente que ya me oprimía el pecho y
me daba unas ganas enormes de darle una cueriza al
dormilón.
Había llegado el alba, yo no pude contenerme la
curiosidad, de tal manera que seguí a la pareja, pero
supongo la sorpresa y la desazón sufrida por el enamorado
dormilón que por entregarse a los brazos de Morfeo dejó
escapar los dulcísimos elíxires del amor que le ofrecía la
diosa Afrodita. Pude ver ahora con mayor claridad, que ella
vestía un traje largo de inmaculada blancura con encajes
que el viento blandía al mismo ritmo que su luenga
cabellera y que, a veces caía sobre su nacarado rostro
dificultándole la visión. Me preguntaba qué pasaría cuando
descubra que no estaba huyendo con el descendiente de
Apolo que ella creía. Después me enteré que ella había
148
advertido el fétido tufo del licor barato del chalán y que de
reojo se había percatado de los labios toscos y verdosos de
la coca que había chacchado, las manos que llevaban las
bridas, rudas y callosas, con uñas indefinidas y cargadas de
mugre. Definitivamente, no era él, había pensado. Pero tuvo
temor a la reacción del desconocido y a la oscuridad y este
era el momento de deshacerse de aquel intruso. Exageró la
incomodidad que le hacía el viento y con el codo topó el
sombrero de su taimado acompañante y le dijo
suavemente: _ Baja, amorcito, se te cayó el sombrero. _ No
importa, tengo mucho dinero, me compraré otro, le
respondió. Cogiendo las riendas, intentó detener al caballo
a la vez que inquirió _ No vale desperdiciar lo que se tiene,
amorcito, además nosotros necesitamos muchas cosas para
iniciar nuestro hogar. Al no tener escapatoria y en un
instante de incauto detuvo al solípedo y bajó. No bien sus
pies tocaron el suelo la moza aguijoneó al sudoroso caballo
que estaba impaciente por reiniciar el trote y se alejó
velozmente.
Me había retrasado un poco para que no advirtieran que
los seguía ya que había amanecido y el sol esparcía
orgulloso sus rayos sobre la hermosa jinete que desde la
distancia en que la divisaba me pareció que entraba en una
especie de arco iris, seguí sus huellas pero llegué a un lugar
donde el camino se bifurca en dos ramales. Elegí el
incorrecto y por más que la busqué por varios lugares no
pude ubicarla y allí perdí temporalmente la ilación de
nuestra historia. Estuve retornando cuando avisté que
149
ingresaba al pequeño poblado donde estaba extraviado un
viejo jamelgo con un jinete igual de triste, polvorientos y
denotaban estar sedientos y con bastante hambre.
Retrocedí cautelosamente y observé. Oh, casualidad, era
Doroteo, el mozalbete modorra. Fue de puerta en puerta
pidiendo trabajo, se detuvo en una pequeña zapatería, le
ayudaron a bajarse y a meter a empujones al jamelgo por
una estrecha portezuela. Todos ingresaron y me quedé con
la espina de no saber más. Deduje que no iba a volver a su
casa por la vergüenza de haberlo perdido todo y me
contenté con saber dónde se encontraba. Ahora mi
curiosidad se había acrecentado, tenía que saber qué pasó
con la moza. Ella tampoco podía volver a casa, se había
escapado y eso era causa de afrenta pública. Retorné hasta
el cruce de caminos y fui de poblado en poblado hasta que
supe que había comprado la mejor casa con tierras de
cultivo y tenía hasta peones a su cargo. Se me ocurrió la
idea de pedir trabajo, de buscar algún pretexto para
contarle donde se encontraba el verdadero causante de su
situación actual, pero sabía también que tenía una familia
que me esperaba y seguramente ya se encontraban
bastante preocupados. De tal manera que allí los dejé.
Tiempo después supe que por casualidad llegóel
borrachín al poblado donde se encontraba Doroteo, todo
lleno de harapos, sediento y muerto de hambre. Doroteo al
verlo se reconoció a sí mismo cuando llegó hace tiempo
atrás de manera similar, por lo tanto, no dudó en prestarle
ayuda. La zapatería había prosperado enormemente. Se
150
había especializado en hacer calzado sobre medida, de tal
modo que su fama se había esparcido por todos los
poblados vecinos y era dueño de la mitad del negocio.
Cierto día en que se encontraba enseñando las artes de la
curtiembre y de la confección del calzado a Damasio, el
causante de cambiar el curso de su historia personal, quien
había dejado la bebida y quería iniciar una nueva vida,
comenzó a hacerle una solemne confesión mientras
hacendosamente cumplía con traerle todo lo que Doroteo
pedía, produciéndose el siguiente diálogo: _ Patrón, yo no
estaría haciendo estas cosas, sino hubiera cometido la
burrada de bajarme del caballo. Estuviese disfrutando de
grandes placeres y al lado de una mujer que jamás había
imaginado en la vida, del dinero que le arrebatamos a un
cojudazo que se quedó dormido de tanto esperar. Al
escuchar esto, prestó mayor atención, afinó los oídos y
dirigió sus preguntas aparentando no darle mucho interés,
porque se dejaría advertir que él era el aludido. _ ¿Ah sí? ¿Y
qué pasó con ese cojudazo? Fíjese, patroncito que se quedó
dormido cuando estaba esperando a su enamorada para
escaparse con ella. Hubiese visto uste’, qué caballo, qué
aperos, alforja llenecita de plata, yo monté en el caballo y le
dejé sólo la carona. Ah, si hubiera visto qué mujer la que
puse al anca, era para no tocarla, yo le hubiera prendido
velitas para adorarla. Definitivamente era él. Sintió el
calorcillo de la vergüenza que llegaba de las orejas a la cara,
que trató de disimular, atendiendo el trabajo y maldecía
por enésima vez en sus adentros el haberse quedado
dormido, pero ahora le aguijoneaba la duda, qué le había
151
hecho a la dama este majadero que se atrevía a enrostrarle
tamaña confesión, claro está sin saber que él era el
afectado. Por lo que volvió a preguntar: _ ¿Qué y tú no
lograste nada de la muchacha? _ Nada, patrón, la muy
astuta tumbó mi sombrero y me obligó a bajar del caballo
para recogerlo dizque que no debemos ser botarates y que
necesitamos para formar nuestro hogar, ja, ja, para mí que
la pícara se dio cuenta que no era el buenmozo dormilón,
entonces picó el caballo y me dejó atollao’, que tuve que
caminar varios días sin agua y sin comida y dormir en el
arenal. Cómo decirle que él pasó por lo mismo, sólo que
tuvo algunos soles en el bolsillo y se compró un viejo
jamelgo que le ayudó a llegar hasta el lugar en donde se
encontraban. Salió de su letargo y de nuevo inquirió: _ ¿No
has sabido nada de ella, no has intentado seguirla? _ Como
pue’ patroncito, llegué al cruce de dos caminos, elegí el de
la derecha que dicen que da buena suerte y para qué me ha
traído aquí con usted, me ha salvado de morir y hasta
trabajo tengo. Terminaron de seleccionar el cuero y se
dirigieron hacia la máquina de coser.
Esa noche no pudo dormir, se puso a meditar y se le
quitó el sueño pensando en el modo de averiguar el
paradero de su adorada, a quien sentía cerca por los datos
y señales referidas por Damasio. Qué larga se hizo la noche
y cuántos remordimientos afloraron a su mente. Apenas
despuntó el alba se dispuso a levantarse, sintió su cuerpo
muy pesado. Se incorporó lentamente y se dirigió al espejo
para rasurarse, su rostro denotaba una profunda
152
preocupación y pensó si me viera en estas fachas
seguramente se desanimaría. Sonrió tristemente, cogió la
antigua navaja de afeitar, la pasó un par de veces por el
cuero de afilar, se puso un poco de espuma en la cara y se
afeitó meticulosamente. Se vistió y desayunó café bien
cargado para que le reanimara y abrió su zapatería. La
mañana con sol discurría tranquila y sus actividades
comerciales con la normalidad cotidiana. De pronto la
presencia de una dama de dulce sonrisa, apacible trato y
voz angelical cruzó los dinteles del negocio y al dirigirse a
Doroteo éste se quedó anonadado, un hilito de calambre le
recorrió el cuerpo de pies a cabeza y se alojó en el
estómago como un hormigueo que le puso intensamente
nervioso. Al mirarle a los ojos, Lucía también se estremeció.
Guardó silencio, se repuso y preguntó entrecortadamente
por el precio de unos delicados botines de cuero repujado,
volteó ligeramente y del pecho, entre los pliegues de su
vestido sacó una amarillenta y vieja fotografía la miró y con
disimulo la puso en su lugar. Doroteo aprovechó este
instante para revisar su billetera donde también
celosamente guardaba su retrato, se miraron casi
simultáneamente, ella tomando la iniciativa le dijo
susurrante: _ ¿Conoces a este joven? Observando con
asombro la fotografía, repuso: - ¿Y usted señorita conoce a
esta joven? Entonces, se unieron en un fuerte abrazo, se
contaron brevemente las peripecias que sufrieron
recíprocamente por quedarse dormido, ella le contó que
todo el dinero de la pellonera estaba intacto y podían
iniciar una vida juntos y agradeció a Dios por haberlos
153
juntado y poner a prueba su amor
concluyendo con la siguiente
sentencia: “lo que es para uno aunque
te saques y lo que no es, así te pongas”.
(Tomado de “Florencio: El
Arriero”)
154
TANTAKORI, EL ÍDOLO DE TOTORAMAYO
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TIRADO MEDINA Britaldo. PERÚ,
Cajamarca-Bambamarca, 1966,
Presidente de la Casa del Poeta
Peruano- Región Cajamarca. Poeta y
Promotor Cultural. Con una vasta
producción literaria. Participe en
diversos eventos de poesía y
narrativa del país.
brichts@hotmail.com
cadelpobambamarca@gmail.com
160
Caminó desde la sierra a la costa, atravesó montañas y
valles, para trabajar en corte de caña, en una vieja
hacienda. Ocho días costaba el viaje desde su tierra, con el
alimento en su alforja para una semana de camino. Mi
abuelo, hombre de reconocida sencillez, campesino
humilde, que decidió vivir con lo que tenía y nunca se
inquietó ante la riqueza, ni le quitó el sueño. Por mi parte,
tuve más suerte y muchos privilegios respecto a los demás,
dormí junto a sus historias, por ser el primer nieto. A
miedad, encantaban las historias. No hay más niño feliz que
aquel que se duerme escuchando una historia de fantasía, un
cuento o una leyenda. Muchas veces pedí volviera a
contarlas cuando en algún momento dormido los perdí. A
veces sus cuentos se mezclaron con la realidad de mis
sueños. Si algo le debo a mi abuelo, es aquello, haber
robado su imaginación para amar el mundo de su realismo
mágico. Para él, era sencillo contarlas, cada día tenía una
nueva, pienso que se sentía feliz con lo que hacía. Hasta
años después esperé encontrarme alguna vez con los
personajes creados por él; pero, un día, ya hombre, aprendí
que mi abuelo fue un ferviente creyente de sus sueños, sus
historias eran como una brújula en su vida, vivía los días
como los soñaba. Enviudó a los cincuenta años, aun joven y
no volvió a casarse, no sé si por respeto a mi abuela o
porque aun tenía hijos pequeños y quería verlos crecer sin
madrastra. Recuerdo que un día no pudo salir al trabajo,
sin arrepentirse de nada, se dedicó a escuchar la caída de
las hojas en invierno, el sonido de los pájaros al volar y con
lo poco que le quedaba de la mirada, disfrutaba ver al
161
colibrí hacer vibrar sus alas en jugueteo con las flores. Su
pensamiento casi gris, perseguía los recuerdos que
viajaban como centellas luminosas, con ello se dedicó a
gozar de las cosas buenas que vivió en su juventud.
Entonces, sin darse cuenta, con el ocaso de las tardes,
arrugó su corazón, encorvó su esperanza. Conforme llega a
viejo, muere como la tarde al perderse en la noche, a
medida que se distancian los recuerdos. Descontó las
noches en que no pudo conciliar el sueño e inventó
posiciones en la cama para dormir; pero, el canto de ese
gallo madrugador le anunció siempre la aproximación de
un nuevo día, con el cuerpo lleno de cansancio. Luego,
recibía el sol temprano en el corredor, frente a tantos
árboles que rodean la casa, hora en que su hija, la única que
lo acompañó hasta su final, preparaba con el amanecer el
desayuno. Calentaba el cuerpo con la frescura del aire,
junto a las gallinas corrían a recibir maíz. La soledad, el
peor mal que adquiere el ser humano, consume al ser más
fuerte: desvestido el árbol, sin hojas, es despojado de las
ganas de vivir. Claro, mi abuelo se atrincheró en su
melancolía impredecible, difícil de saber dónde lo llevaría.
Sus pensamientos los colgó en la última hoja del árbol
torturado por el otoño, tiempo en que pasó mirando allí
por largas horas. Su contemplación ya no iba en compás
con su pensamiento, perdió la palabra, casi no se
comunicaba con el fiel amigo, su perro. Éste, algunas veces
se acercaba y se restregaba en sus piernas o le lamía las
manos, pero el pobre animal lo sintió, huraño y se cargó de
nostalgia; de hecho, el cariño entre ambos se hizo un
162
desierto desolado. Llegó a noventa años, como un buen
macizo hasta ver crecer hijos y nietos.
Yo, tenía cuarenta años cuando él se fue y me gustaría
que las historias se repitieran para mis hijos.
Y para ir contento llamó a toda su prole y conversó con
todos, pidió vivir en armonía consigo mismos, con sus
hermanos y todo lo que Dios nos da. Luego durmió, hasta
que sentí que se alejó como un barco en alta mar, con el
calor de unos cirios espigados. Entendí que la vida tiene un
compás, como viene, también se va.
***
163
despertar inescrupuloso de la mañana, consigue un galón
de gasolina que el marido compró para la motocicleta, rocía
el combustible en la cama donde duerme plácidamente su
esposo y prende fuego. Lo único que logra es incendiar
dieciocho casas de aquella manzana y escapar con el miedo
a ser linchada por los vecinos. El esposo vuelve a nacer.
***
164
***
***
BESO MORTAL
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VÁSQUEZ VÁSQUEZ Herliter.
El Frutillo,Bambamarca, Hualgayoc,
Cajamarca 1982. Transcurre los
primeros años de su vida en la zona
rural. Estudia en el Colegio “San
Carlos de Bambamarca; y sus
estudios superiores, los realiza en el
Instituto Superior Pedagógico
Público “Bambamarca”, donde se
gradúa como profesor de Lengua y
Literatura. Poeta novel, y que se
lanza en este Tercer Festival para compartir algunas líneas de su
producción.
UN RARO INCIDENTE
(Cuento)
Una espléndida noche de luna llegaba a su fin. El canto
de los gallos repetíase formando una cadena interminable,
que a cada minuto parecía agitarse más presurosamente.
Don Santos, con los ojos todavía aturdidos por el blando
sueño, se disponía dejar la abrigadora tarima, muy
silenciosamente, a fin de no interferir el dulce pernoctar de
su fiel esposa, y empezar el día muy temprano, sacando el
ganado hacia el pastizal; cuando, de pronto, se escuchó un
estruendo sobre su cabeza.
_ ¿Quién es?_ preguntó, acurrucando entre sus brazos a
su andina compañera, la cual, entre sueños, ya había
proferido un grito desesperado.
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_Nadie_ respondió una tímida voz de varón.
Don Santos, abrió los ojos lo más que pudo, haciendo de
ellos dos grandes perlas blanquecinas, como quien quiere
ver mejor y; efectivamente, divisó por la abertura del
terrado, que las ennegrecidas tejas de su casa estaban
separadas, formando un pequeño agujero, por donde, se
podía ver entre la luz del alba y la sombra de la noche
moribunda, algunas nubes de abril y un centenar de lejanas
estrellas.
Luego, un hombre de contextura delgada y de la talla de
cualquier nativo de nuestra tierra, completamente desnudo
y con actitud desafiante, descendía lentamente del terrado
de la casa, para caer directamente a la alcoba de la pareja,
quienes, aún no terminaban de cubrir sus cuerpos con las
escasas pero abrigadoras prendas de lana.
_ ¡Oye sinvergüenza!, ¿eres tú?_ exclamó Santos muy
airado, al reconocer en aquella adánica imagen, a la
persona de su propio hermano.
_ Sí soy yo_ respondió el intruso, tratando de
acomodarse rápidamente, al lado de la señora de Santos.
_ Te voy a matar grajo del demonio_ vas a ver quién soy
yo.
_ No me hagas nada, hermano, sólo quiero a tu mujer
por orden de mi dios, sí de mi dios, mas no del tuyo_
respondió nuevamente el malévolo hombre.
170
La pareja, atolondrada, no podía creer lo que veía.
Luego, en un impulso sobrenatural e instintivo, zafaron
como pudieron de entre las mantas de la cama, y salieron
corriendo, gritando a voz en pecho:
_ ¡Auxilio!, ¡Vengan!, ¡ayúdenos!...
Los vecinos, concurrieron más pronto que el viento a
ver lo que sucedía.
_ Mi hermano está loco, se ha convertido en una
completa bestia. Acaba de meterse en mi cama,
completamente calato, cuando yo he estado durmiendo con
mi mujer_ gritaba Santos, desesperado.
_ Hay que matarlo_ decían algunos, movidos por la ira y
la desesperación.
_ No, sólo le daremos una penqueada_ decían otros un
poco más compasivos.
_ Vamos, dijo alguien más decidido, entremos a ver
dónde está.
Una veintena de hombres y mujeres, provistos de
machetes, cuchillos, hoces, piedras y maderos entraron en
la casa, lentamente y en completo mutismo.
Las viejas frazadas y trapos de la alcoba de don Santos,
formaban un rollo como cuando un hombre viaja en brazos
de Morfeo, cubierto de los pies a la cabeza.
_ Ahí está_ gritó la señora de Santos,_desgraciau, diablo,
maldiaciau …
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_ Sí, él es, salieron voces en todas direcciones.
_ Quien lo avienta primero_ se preguntaban unos a otros,
completamente nerviosos.
_ Que lo haga el más buencholo_ decían algunos.
_ Cállense y estén listos_ ordenó un hombre vigoroso
quien llevaba consigo un reluciente y filudo machete, y
tenía la fama de no haberle temido a nada ni nadie desde
que era muy niño.
Diversidad de rústicas armas domésticas pero con
especial filo se levantaban alertas a cualquier movimiento.
A paso lento, siempre con machete en mano, el jefe de
grupo, llegó a la cama, y con la otra, iba levantando
suavemente las mantas y trapos, cada vez más ansioso e
invadido por un fortuito miedo; los demás contemplaban el
acto, y los segundos se tornaban cada vez más
interminables.
_ Muere sinvergüenza_ profirió el primer hombre
arremetiendo un machetazo, tras deshacer aquella
formación de andrajos que parecía un hombre acostado.
Regresó la cara hacia los demás, y los miró por un
momento, con los ojos completamente desorbitados.
Sorpresa; pues, no había hombre alguno, y el golpe del
machete fue a perderse entre los harapos.
_ ¡No está!, ¡este es el mismo diablo!_ gritaron todos.
Pero cuando levantaron completamente los pullos,
frazadas y trapos, se dejaron ver dos enormes serpientes,
172
desenroscándose lentamente, como cuando se levantan de
su dormidero para esperar los ardientes rayos caniculares.
_¡Dale!
_ ¡Toma diablo!
_ ¡Le corté la cabeza!_ dijo uno.
_ ¡Y la otra!
_ ¡La otra!..
_La otra se nos fue.
_¡Que no se escape!, ¡mátenla!, ¡denle en la cabeza!
Muy tarde se dieron las instrucciones; ya que, mientras
en el polvoriento suelo se removían trozos de una plomiza
culebra agonizante, tratando de juntarse y revivir para
cobrar venganza; una cola de la misma especie pero de
color plateado, fue lo único que alcanzaron ver, cuando se
escabulló por entre las piedras del cimiento de la casa.
_ ¡Carajo…!, nos ganó la muy desgraciada.
_ Se escapó…
_ Menos mal que matamos a una_ se oyeron las mismas
voces, pero un poco más calmadas.
_ Parece que este hombre estaba compactado con el
diablo, el cual nos ha puesto una trampa para ayudar a
escapar a su víctima, haciéndonos ver dos culebras para no
saber a quién verdaderamente hemos matado.
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_ ¿Y si hemos matado a la que no es?_ preguntó un
hombre de apariencia añosa, bajo el alar de un viejo
sombrero de paja palma.
_ Hay que esperar, si este hombre no aparece hasta el
viernes, entonces lo hemos matado; pero si por gracia del
amito aparece entre nosotros, tal vez ya no tenga poderes
malignos, porque entonces habremos matado al diablo,
quien ha encantado el alma de este pobre gafo_
Del centro del tumulto se desprendía un olor carne
asada; eran los restos de la serpiente muerta, que se
quemaban en ceremoniosa hoguera hecha de zarzas y
pencas secas.
EL AGUA
La clase iba tornándose muy vivencial, transcurría a
orillas del río, cuya monótona melodía, amenizaba las
primeras horas de la fresca mañana.
_ Miren niños, el agua es un recurso completamente
natural, cuya característica principal es no tener color o
pigmentación alguna_ sentenció la maestra con voz firme y
entusiasta.
Un niño, el más pequeño de la clase, en cuyo aspecto
reflejaba la vulnerabilidad más completa, después de mirar
temblorosamente a la maestra, expresó:
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_ Señorita, miente usted como el Presidente_ Luego
perdió su mirada en la corriente de las turbias y
amarillentas aguas del río Maygasbamba.
MINERÍA RESPONSABLE
“La minería responsable no contamina el agua;
después de usarla, la deja discurrir siempre limpia”,
escuchó una anciana madre en su decadente radioreceptor.
Levantó la mirada, dio un guiño al aire infinito y entre
lágrimas pronunció:
“También tengo limpias las tripas, desde que la mina me
arranchó mis tierras y me dejó sin agua”_ Luego, ocultó su
mirada bajo el gran manto de increíble miseria.
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