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La lengua vernácula en la Liturgia

como respuesta a la lógica de la Encarnación

Jornada Académica 2021

Seminario Diocesano de Culiacán

Quisiera comenzar este dialogo haciendo una pregunta que ha estado presente
en la reflexión lingüística por siglos ¿Existe una lengua mejor que otra? Para
responder a esta pregunta deberíamos hacernos otra que es aún más profunda.
¿Qué es un idioma o lengua? Podríamos definirlo como un sistema de
comunicación verbal o gestual propia de una sociedad. Es decir, el ámbito en el
que se mueve la reflexión sobre el idioma o la lengua es el ámbito de la
intersubjetividad que es propia de la naturaleza relacional del hombre. Los
idiomas son convenciones o acuerdos a los que los seres humanos han llegado
de forma consciente o inconsciente, intentos de aplicar a las realidades
materiales o inmateriales signos para identificarlas y distinguirlas. Ciertamente
el desarrollo del idioma de un grupo de personas dependerá necesariamente de
la realidad geográfica y cultural en la que el idioma se desarrolla.

Para que el sistema de signos sea eficaz en el momento de comunicar se crean,


también por convención, normas lingüísticas que permiten el desarrollo
orgánico de los idiomas para adecuarse a las relaciones humanas de cada época.
La mayoría estudiosos de la lingüística histórica, con excepción de los
exponentes del prescriptivismo, concuerdan que los factores de prevalencia de
un idioma sobre otro no se deducen de características formales sino de factores
externos al idioma mismo. El nacimiento de las lenguas romances, por ejemplo,
es el resultado de latín, vivido y hablado en las regiones del imperio. Entonces
debido a que las convenciones humanas regulan accidentalmente las relaciones
entre personas, podríamos decir que no existen idiomas mejores que otros.

Esta reflexión sobre la antropología de la lengua, como intersubjetividad, es


necesaria para entender la Revelación que es definida por el CVII como auto-
comunicación cito:

1
Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su
voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tiene
acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En
consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos,
movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo
y recibirlos en compañía (DV 2)

En primer lugar, el concilio deja claro que la Revelación divina no es un cumulo


de verdades sobrenaturales que hay que entender con la inteligencia, sino que
es la comunicación de una persona que quiere entrar en comunión de amor con
la humanidad. Quiere entablar un verdadero dialogo con el hombre. Este
diálogo es posible porque el Verbo se encarnó. Pablo en la Carta a los Gálatas
lo afirma con todo su realismo:

Pero cuando vino el cumplimiento de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una
mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de
que recibiésemos la adopción de hijos y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros
corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama ¡Abbà, Padre! Así que ya no eres
esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. (Gal 4, 4)

Pablo afirma que el Hijo asume todo lo que el hombre es: naturaleza y cultura.
con la finalidad de que el hombre pueda ser elevado a la condición de hijos en
el Hijo. Pablo también hablará de la Kenosis del Verbo, que no debe de ser
entendida únicamente en la muerte en cruz sino en la Encarnación misma.
Intentemos entrar en la mentalidad de religiosa tanto judía como greco-romana,
la divinidad vista como totalmente trascendente se “ensucia” de la bajeza de
nuestra humanidad. Por esto Pablo dirá que la cruz como resumen de la vida de
Cristo es escandalo y es necedad (Cfr. 1 Cor 1, 23), es decir es indigno de Dios.
Los padres de la Iglesia dirán que Dios en la Escritura balbucea es decir
infantiliza su lenguaje para que nosotros infantes podamos entenderlo.

La Encarnación nos muestra el método de Revelación. Jesús muestra la


salvación querida por Dios a través de gestos y palabras acequibles al entender
del hombre y es en esta mutua comprensión que se realiza un verdadero diálogo
salvífico, en donde Dios y el hombre son verdaderos interlocutores. Esta lógica
revelativa esta presente también en la economía de los sacramentos y de la
liturgia donde el misterio de la fe se manifiesta de igual modo con gestos y
palabras según lo dicho en Sacrosantum Concilium 48.

Esta constitución define la liturgía: “como el ejercicio del sacerdocio de


Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera,
realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es

2
decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro” (SC 7). El
principio de la Encarnación será fundamento de toda la acción litúrgica, ya que
es el Hijo humanado y total, usando aquella expresión de Agustín1, que realiza
el culto en espíritu y en verdad.

Después de esta, a mi parecer, necesaria introducción vayamos ahora al


Concilio Vaticano II. Recordemos que el concilio tiene como linea portante el
querer tener un carácter pastoral. Aquí es necesario aclarar que pastoral no
significa práctico o prágmatico como en muchas ocasiones lo traducimos, si
tenemos en cuenta lo antes dicho pastoral significa seguir la lógica de la
Encarnación, llegar al hombre de todo tiempo, tal cual es2. Desde este punto de
vista las reformas iniciadas por el concilio no son gustos caprichosos de una ala
progresista que desea terminar con lo establecido, sino son la respuesta a una
lógica presente en la Iglesia, que llamamos Tradición. La Tradición no debe de
ser entendida como un monolito al cual me acerco de tanto en tanto para ver si
me estoy alejando o no al plan salvífico de Dios, sino a la vida misma de la
Iglesia que en la Historia es interprete de la divina voluntad de Dios que es que
toda la humanidad creada a su imagen, entre en comunión con Él.

En estas coordenadas debemos situar la Reforma Litúrgica, que es presentada


en el primer documento examinado y que, según las palabras de Pablo VI, es
aquel que muestra de una manera elocuente este deseo de hacer que el mensaje
cristiano a todo hombre3. Una de las reformas más evidentes introducidas por
el concilio fue la apertura a las lenguas vernaculas para hacer, cito el mensaje
conclusivo del concilio: “que las innumerables lenguas de los pueblos hoy
existentes (fuesen) admitidas para expresar litúrgicamente la palabra de los
hombres a Dios y la palabra de Dios a los hombres”4.

Esta disposición no es una medida prágmatica sino teólogica, y si analizamos


la historia de la Iglesia, encontraremos una tendencia: la Iglesia ha aceptado y
ha promovido la traducción de los textos, aún los bíblicos para lograr que este
mensaje sea salvífico, es decir opere una relación humano modo entre Dios y
el hombre. Me permito dar algunos ejemplos históricos de esta preocupación.

El deseo de acceder a la Escritura como un mensaje para todos esta presente


en los intentos de traducción existentes ya desde el siglo III a.C. con la llamada

1
Cfr. Augustinus, Sermo 72, 7; Sermo 341, 11.
2
Cfr. Pablo VI, Discurso de clausura del CVII.
3
Cfr. Pablo VI, Discurso de apertura de la II sesión del Concilio.
4
Pablo VI, Discurso de clausura del CVII.

3
Biblia de los LXX, un esfuerzo de traducir del original hebreo al griego para
los judíos nacidos en la diaspora y que no tenían la oportunidad de leer los
textos sagrados en la lengua hebrea. Recordemos que esta versión griega no
será la única que circulará. Ante esta tendecia se opondrá departe de Jerusalén
una visión del hebreo como lengua sagrada, tendencia que no será seguida por
los cristianos. Ya que los cristianos adoptan la Biblia de los LXX como la
propia, traducen los textos apostólicos de los originales hebreos al griego con
la finalidad de que el mensaje llegue a todos, poseemos versiones muy antiguas
de la Biblia en latín ya desde finales del siglo I, las llamadas vetus latina, con
la finalidad de que la gente que no conoce el griego entre en contacto con el
texto bíblico, que se convierte en Palabra de Dios cuando entra en contacto
personal con nosotros.

Recordemos el primer texto latino cristiano, que poseemos: el acta de los


martires de Scillium en el norte de Africa, datado en 180, en este interrogatorio
se les pregunta sobre el contenido de unos cilindros que llevaban consigo los
presos, a lo que responden “los libros con las cartas de Pablo, un hombre
justo”5.

Recordemos que el texto de la Septuaginta es llamado por los latinos como la


Vulgata, será hasta el siglo IX que se comenzará a utilizar el texto de Jerónimo
y este adoptará el nombre de Vulgata, texto que será oficializado en el concilio
de Trento y será la versión latina oficial de la Iglesia hasta Juan Pablo II, cuando
encarga la llamada Neo-Vulgata. A partir del siglo XIII comenzará el interes
por la traducción de la biblia a las lenguas vernaculas empresa que todavía no
termina teniendo aproximadamente 450 versiones completas en distintas
lenguas y 2000 versones parciales.

Esto con respecto al texto sagrado, con respecto al texto litúrgico pareciera que
el criterio es el mismo. La liturgía es acción del pueblo santo que asociado a
Cristo invoca al Señor y por él tributa culto al Padre Eterno6. El Vaticano II
recuerda que la participación de todo el pueblo significa máximamente la
realidad del Cuerpo unido a Cristo. El clero por si sólo no basta para significar
lo que la Iglesia, la asamblea que celebra su fe de manera consciente representa
sacramentalmente al Cristo Total. Me permito dar algunos ejemplos de la
preocupación de la Iglesia primitiva en la participación consciente y
plurilingüistica de la asamblea en la liturgia y también exponer las razones que

5
Acta de los mártires de Scillum, 12.
6
Sacrosantum Concilium, 7.

4
llevaron a imponer el latín como lengua oficial y única para la Iglesia de
Occidente por cinco siglos.

Los estudiosos concuerdan con la idea de que la primitiva comunidad cristiana


en occidente conocían el griego, por esto los textos de Pablo a Roma, el escrito
de Clemente a Roma y los textos de Ireneo son escritos en griego, por
considerarse la lengua franca de las comunidades cristianas en los siglos del I-
III, la latinización de las comunidades cristianas comenzará a mediados del
siglo III. En el siglo IV encontramos que el conocimiento de la lengua griega
en occidente era muy reducido, el mismo Agustín se lamenta de no saberlo
como debería. Esto obligará al papa Dámaso a pedir que los textos de la liturgía
cambien de la lengua griega al latín por motivo de la comprensión de los
mismos.

Un dato que llama la atención, ahora en la Iglesia de Oriente, lo tenemos en el


itinerario de Egeria o Eteria, la primera turista religiosa, que en el siglo IV en
su peregrinación a Jerusalen relata que el pueblo cristiano, que sabía griego y
sirio. La liturgia era celebrada en griego y para que el pueblo que no entiende
el griego comprendiera un presbitero traducia al sirio. Por dos ocasiones en el
texto se dice: “en razón del pueblo”7. De igual modo Agustín utilizará
traductores que le ayuden para interpretar las homilías y las celebraciones del
latín al púnico8 y en ocasiones renunciará a la elocuencia para hacerse entender
por el pueblo cito: “prefiero que me reprenda el gramático a que no entienda
mi pueblo”9. Recordemos que en la evangelización fundante de México,
existirán también la figura del interprete con la finalidad de que el pueblo
entendiera los textos y participara.

En el siglo VII y VIII se comenzará a formular la teoría de las tres lenguas


sagradas hebreo, griego y latín debido a que eran las lenguas presentes en el
Titulus de la Cruz. Se crea en estos momentos una tensión entre los deseos de
Carlomagno de hacer prevalecer el latín como lengua litúrgica y el nacimiento
paulatino de las lenguas romances; asi como la evangelización de pueblos como
la Gran Bretaña y los pueblos eslavos. Cirilo y Metodio son el ejemplo de una
inculturización del rito romano a la lengua eslava.

7
ltinerarium Aetheriae, 47; ed. H. Pétré, 1943, págs. 281-262.
8
Cfr. Agustín, Epistula 84.
9
Agustín, In Psalmos 138, 20. Este mismo principio lo encontramos en Gregorio, Ep. in libr. B. Job, PL 75,
516; asi como en Cesáreo de Arles, Sermone op omn pars prima ed. Germ Morln, Maretioli, 1937, pág. 333.

5
Hagamos un salto a Trento y la crisis a la cual responde. Nos situamos en el
movimiento de Reforma que vino a poner en duda el dogma tanto de la
Eucaristía como del sacramento del Orden. En cuanto a la Eucaristía se puso a
discusión la tesis de Calvino que en su obra De Coena Domini decía, cito: “debe
condenarse el rito de la Iglesia romana, según el cual se pronuncian en secreto
y en voz baja las palabras de la consagración; la misa sólo puede celebrarse en
lengua vulgar de manera que sea entendida por todos”10. En la discusión se
tocará tangencialmente el tema de la lengua, de hecho Juan de Arce
argumentará que el uso del latín en la liturgia respondió al hecho de ser la
lengua del vulgo11, hecho que precedentemente ya hemos analizado.

Lo curioso lo encontramos en los cánones emanados por la sesión 22 donde se


dice que no parecio conveniente a los padres conciliares la celebración de la
misa en lengua vulgar, pero que se procure explicar par edificación del pueblo
alguna parte de lo que se lee en la celebración. En el tenor del decreto se
mantiene la postura encontra de los reformadores pero por otra parte no se
olvida de una vertiene pastoral. Las circustancias históricas y los peligros
doctrinales obligan a los pastores a mantener esta postura que durará por los
400 años.

Esta sintesis histórica, quiere mostrar que la preocupación del Vaticano II es la


de seguir siendo fieles a un modelo de la Encarnación, donde el mensaje se
hace accesible a cada cultura y cada pueblo sabiendo que la liturgía es vinculo
de unidad dentro de la pluralidad humana. Con esto no queremos decir que todo
sea relativo o sujeto a cambios, resta en la liturgia un nucleo inmutable, por ser
de institución divina y como hemos visto otros elementos que evolucionan
legítimamente.

Pablo VI en la audiencia del 26 de noviembre de 1969 es decir a 4 días de iniciar


con el nuevo rito de la misa expone las novedades que traerá este rito, entre
ellas la de la lengua vernacula, cito:

Esta claro que la mayor novedad es la del idioma. No será utilizado mas el latín como
el idioma principal de la misa, sino la lengua hablada. Para aquellos que saben la
belleza, el poder y la sacralidad expresiva del latín, ciertamente esta sustitución es un
gran sacrificio: perdimos el modo centenario de hablar de los cristianos, nos
convertimos casi en intrusos y profanos del recinto literario de la expresión sagrada y
asi perdimos gran parte del estupendo e incomparable hecho artístico y espiritual del

10 A. Theiner, Acta Genuina, I, pág- 603, IX.


11 Ibidem, I , pág. 611.

6
canto gregoriano. Tenemos razón en lamentarnos y casi de sentirnos perdidos: ¿Con
qué podremos sustituir esta lengua angélical? Es un sacrificio de precio inestimable
¿Por cuál razón lo hacemos? ¿Qué cosa vale más que estos altisimos valores de nuestra
Iglesia? La respuesta parece banal y prosaica; dado que es humana, dado que es
apostólica. Vale más la comprensión de la oración que las vestiduras antiguas y de
seda en las que a la manera de un rey sea revestida; vale más la participación del
pueblo, si de este pueblo necesitado de una palabra clara, inteligible y traducible a una
conversación profana12.

Este texto es muy iluminador, ya que presenta precisamente el gran sacrificio


que la Iglesia tuvo que hacer, el sacrificio de la forma por el contenido, siendo
este no el punto de llegada sino el punto de partida de tener que hacer que
nuestros textos litúrgicos también gocen de una forma que trasmita dignamente
el contenido y que a su vez sea adecuado a la cultura que celebra los misterios.
Pablo VI reconoce que la Iglesia al igual que su Señor tiene que hacer un acto
kenótico, despojarse de algo, que es bueno pero que no es el nucleo de su
misión, para lograr ser verdadera sierva. En esto radica el modelo de la
Encarnación, la Iglesia para poder ser verdaderamente fiel a Dios tendrá que
constantemente preguntarse si esta siendo tambien fiel a la humanidad13, a la
cual su maestro amó hasta el extremo (Cfr. Jn 13, 1).

Analizando los datos expuestos, queda claro que la introducción de las lenguas
vernaculas como lenguas litúrgicas no es un capricho de los padres conciliares
o un compromiso de los valores perennes del evangelio con el mundo que esta
en constante cambio, sino que ellos se hacen portavoces de un movimiento que
los supera, son navegantes del río de gracia que llamamos Tradición, que nace
del proyecto de salvación de Jesús que mandó a sus apostoles “Vayan por todo
el mundo y hagan discipulos a toda creatura.” (Mt 16, 15-18).

Muchas gracias.

Pbro. Jorge Leonardo Tong Wong


12
Pablo VI, audiencia del 26 XI 69.
13
Cfr. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes 21, este punto propone el esquema fiel a Dios-fiel al hombre; el
esquema fiel al hombre-fiel a Dios es propuesto por H. Pérez en Fiel al hombre, fiel a Dios. La Iglesia de la
Gaudium et spes a la Evangelii gaudium en clave de recepción latinoamericana, México 2018.

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Diócesis de Culiacán

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