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Tema 31.

La conciencia moral cristiana

TEMA 31. LA CONCIENCIA MORAL CRISTIANA

1. PAPEL DE LA CONCIENCIA EN LA EDUCACIÓN MORAL Y EN EL


JUICIO ÉTICO

La encíclica Veritatis Splendor nos presenta una definición de la conciencia:


“acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento
universal del bien en una determinada situación y expresar así un juicio sobre la
conducta recta que hay que elegir aquí y ahora.
Respecto a la formación de la conciencia, el Catecismo de la Iglesia Católica
la califica de “indispensable a los seres humanos sometidos a influencias
negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las
enseñanzas autorizadas” (1783). Kolhberg nos presenta el esquema de los tres
niveles de formación de la conciencia moral:
 El nivel preconvencional. El niño responde a las normas y valoraciones
culturales del bien y del mal interpretándolas sobre todo por sus
consecuencias de premio o castigo. La conciencia se sitúa en el terreno de
la anomía: depende de un resultado objeto y de un interés. Educar la
conciencia será ir abandonando lentamente esta etapa en que el bien y el
mal se colocan el campo de lo utilitario, al fin.
 El nivel convencional. El sujeto considera valioso responder a las
expectativas de la familia o del grupo social, independientemente de las
consecuencias. La conciencia moral es ahora más bien heterónoma y
sociónoma. Educar la conciencia requiere un esfuerzo por personalizar los
valores y por reforzar el valor de la intención que aquí comienza a aparecer
tímidamente.
 El nivel posconvencional. El sujeto desarrolla un notorio esfuerzo por
definir unos valores y unos principios morales válidos y aplicables con
independencia de la autoridad de los grupos o personas que los apoyan. La
conciencia reivindica la autonomía y se guía por sus opciones
fundamentales. Educar la conciencia significa orientar al hombre hacia esa
zona de responsabilidad.
Es cierto que no siempre la edad cronológica de las personas coincide con la
edad ética de la maduración de su conciencia. Asimismo, el camino no siempre
sigue una línea ascendente. Además, la persona avanza a veces como
interiormente dividida, y puede encontrarse en etapas distintas respecto a
valores determinados.
Desde una perspectiva cristiana, en la formación de la conciencia, es preciso
prestar atención a la Palabra de Dios, a la cruz del Señor, a los dones del
Espíritu Santo, a los testimonios de los otros y a la enseñanza autorizada de la
Iglesia.

2. LA CONCIENCIA MORAL EN LA SAGRADA ESCRITURA

 En el Antiguo Testamento. La noción de conciencia aparece aquí en


contadas ocasiones, especialmente en los libros sapienciales. En el judaísmo
se fue perfilando cada vez con más nitidez el concepto de conciencia, como
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en Filón y en los escritos de Qumrân. No obstante, la noción de conciencia


aparece vinculada a otras nociones y palabras:
o El corazón. Es el testigo del valor moral de los actos humanos. La
conciencia es el lugar donde se interioriza la ley divina. El corazón
también aparece como la fuente de la vida moral. La conversión de la
propia conciencia se conecta con el conocimiento del propio corazón.
o La sabiduría. Esta noción abarca diversos aspectos de la prudencia y
de la conciencia. La sabiduría es fruto de la “experiencia” y lleva consigo
el sentido de la “agudeza” y de la perspicacia. En sentido moral, la
posesión y el ejercicio de la sabiduría y de la prudencia comportan la
práctica de las buenas obras (misericordia, justicia, pureza, paciencia,
fortaleza). La sabiduría es fuente de la justicia y las virtudes son el fruto
de sus esfuerzos.
o El espíritu. El espíritu es, junto con el corazón, la sede principal de
toda la vida moral y religiosa. La restauración de la vida moral se hará a
través de una renovación del espíritu y del corazón de cada uno. La
norma última de la moralidad será el nuevo corazón y el nuevo espíritu
que Dios infundirá en los hombres que escuchen su voz.
 En el Nuevo Testamento. Los vocablos de corazón y espíritu siguen
ocupando un puesto de importancia en el NT. Sin embargo, ahora sí
encontramos el empleo frecuente del término “conciencia”, especialmente
en Pablo. En cuanto a los Evangelios, ellos conservan la antigua imagen
profética del corazón bueno, recto y renovado por Dios. El corazón es la
sede de la moralidad y de la nueva vida guiada por el Espíritu. Para Pablo, la
conciencia es un juicio religioso-moral común a todos los hombres. Ella es la
última instancia de apelación en las relaciones del hombre con Dios. De todo
ello podemos deducir algunos rasgos de la concepción neotestamentaria de
la conciencia:
o Noción de conciencia. La conciencia es una mentalidad religioso-
moral, un testigo interior y decisivo del actuar humano responsable.
o Universalidad de la conciencia. Pablo afirma en Rm 2, 14-15 que
todos los hombres poseen la capacidad de emitir un juicio moral sobre
sus propias acciones, tanto judíos como paganos.
o Sacralidad de la conciencia. Pablo considera que la valoración de la
conciencia decide en último término sobre la calidad moral de una
acción u omisión, donde entra en juego la cuestión de los derechos y la
dignidad de la conciencia errónea (1 Cor 8-10; Rom 14).
o Formación de la conciencia. Los cristianos y todos los hombres
tienen el deber de formar su conciencia con la ayuda del Espíritu y de la
comunidad, examinándose a sí mismos y buscando la voluntad de Dios.
o Conciencia y fe. La fe es una condición indispensable para una
conciencia moral bien formada. Así, el autor de las cartas pastorales
relaciona la conciencia con la fe y la herejía.

3. DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE LA CONCIENCIA: VATICANO II,


VERITATIS SPLENDOR, CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
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 Concilio Vaticano II. Entre otras muchas alusiones, el texto explícito


sobre el tema se encuentra en la constitución pastoral Gaudium et spes,
número 16. De este riquísimo texto, conviene subrayar los puntos
siguientes:
o La conciencia está dotada de un carácter sagrado en cuanto que es
dictada por Dios, en cuanto que constituye el sagrario de la intimidad
del hombre con Dios, en cuanto que revela la voz de Dios y su ley,
“cuyo cumplimiento consiste en el amor a Dios y al prójimo”.
o La conciencia es la base para una cierta ecumenicidad del
comportamiento humano. Su normatividad antecede a las prescripciones
de las diversas confesiones religiosas y se remonta a la misma
normatividad del ser del hombre: a su última verdad ontológica.
o La conciencia es la garantía del proceso humanizador de la peripecia
humana y del progreso técnico de los pueblos, en cuanto ayuda al
hombre a descubrir y realizar los valores objetivos que configuran el
universo moral.
o La conciencia es frágil y está sujeta al error, ya que puede
entenebrecerse a causa de las opciones pecaminosas.
 Encíclica Veritatis Splendor. La conciencia también está muy presente
en este documento. Aquí late la preocupación por las tendencias culturales
que contraponen y separan entre sí la ley y la libertad, exaltando esta hasta
la idolatría y llevando a una interpretación “creativa” de la conciencia moral.
El documento considera la conciencia como una instancia personal de
conocimiento y actuación de la ley natural, y subraya la dignidad de la
conciencia como revelación de la verdad última del ser humano, de acuerdo
con el testimonio de Dios mismo. No puede haber discrepancia real entre la
libertad humana y la verdad última del ser del hombre. Así pues, la madurez
y responsabilidad de los juicios de la conciencia se demuestran y realizan no
con la liberación de la conciencia respecto a la verdad objetiva del ser
humano, en favor de una presunta autonomía decisional, sino con una
sincera búsqueda y actuación de la verdad del hombre y de lo humano (VS
61).
 Catecismo de la Iglesia Católica. Este documento:
o Parte de una visión tradicional de la conciencia, pero subraya su
presencia y orientación en el corazón del hombre, así como las
mediaciones racionales que la configuran.
o Subraya la relación de la conciencia con la dignidad de la persona
humana.
o No abandona una visión filosófica de la conciencia, pero la ve inserta en
el misterio de la vida trinitaria a la que ha sido llamado el cristiano.
o Evita el peligro del subjetivismo, apelando a la “autoridad de la verdad
con referencia al Bien supremo” y a “la verdad sobre el bien moral,
declarada en la ley de la razón, que es reconocida práctica y
concretamente por el dictamen prudente de la conciencia”.
o Hace referencia a los datos de la experiencia y a los signos de los
tiempos, a través de los cuales se puede formular un juicio recto de
acuerdo con la razón y con la ley divina.
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o Ofrece una visión positiva de la educación de la conciencia, que ha de


enseñar la virtud, preservar o sanar del miedo, de los insanos
sentimientos de culpa o de autocomplacencia, para llevar a la persona
hacia la libertad y la paz del corazón.
o Pone en relación la conciencia con las virtudes teologales. Su dictamen
constituye una garantía de esperanza y de misericordia. La conciencia
buena es iluminada por la fe y produce frutos de caridad.

4. CRITERIOS RELATIVOS AL DICTAMEN DE LA CONCIENCIA

La tradición teológica ha esbozado algunos principios concernientes al


dictamen de la conciencia, especialmente cuando el sujeto se encuentra en
estado de duda o de incertidumbre. Recordemos tres de esos principios:
 “Norma operativa incondicional es tan sólo la conciencia recta y al
mismo tiempo cierta”. El dictamen recto de la conciencia es aquel que
está de acuerdo con los valores objetivos y humanizadores. Nadie puede
exigir al sujeto que actúe en contra de un valor que no es objetivamente tal
(rectitud) o sobre el que mantiene algunas dudas insuperables (certeza).
 “Nunca es lícito obrar contra la propia conciencia indudablemente
cierta, aun cuando fuera invenciblemente errónea”. La conciencia
errónea no está conforme con el valor y el deber objetivos y, por tanto, no
puede obligar por sí misma. Pero obliga de forma accidental a causa de la
convicción cierta del sujeto que se siente vinculado por ese deber moral. La
ignorancia puede ser imputable, pero habrá ocasiones en que sea invencible
y, por tanto, inculpable. Sin embargo, un tercero podría estar obligado a
ayudar al sujeto a salir de su error en esos casos.
 “Nunca es lícito actual con una duda práctica de conciencia o con
una conciencia venciblemente errónea, sobre todo cuando se trata
de actuaciones de una cierta gravedad”. Para actuar moralmente se
requiere un juicio prácticamente cierto de que la correspondiente acción es
buena y lícita. El grado de certeza deberá ser tanto mayor cuanto más
importante sea la acción a realizar, cuanto más comprometidos queden los
valores éticos fundamentales, cuanto mayor sea el número de personas
sobre las que han de revertir los efectos de tal acción, etc.

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