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Este documento describe la conciencia moral cristiana. Explica que la conciencia es el juicio de la inteligencia sobre la conducta correcta en una situación particular. Explora los niveles de formación de la conciencia según Kohlberg y cómo la Biblia, el Concilio Vaticano II, la encíclica Veritatis Splendor y el Catecismo de la Iglesia Católica abordan el tema. Finalmente, discute algunos criterios relativos al dictamen de la conciencia.
Este documento describe la conciencia moral cristiana. Explica que la conciencia es el juicio de la inteligencia sobre la conducta correcta en una situación particular. Explora los niveles de formación de la conciencia según Kohlberg y cómo la Biblia, el Concilio Vaticano II, la encíclica Veritatis Splendor y el Catecismo de la Iglesia Católica abordan el tema. Finalmente, discute algunos criterios relativos al dictamen de la conciencia.
Este documento describe la conciencia moral cristiana. Explica que la conciencia es el juicio de la inteligencia sobre la conducta correcta en una situación particular. Explora los niveles de formación de la conciencia según Kohlberg y cómo la Biblia, el Concilio Vaticano II, la encíclica Veritatis Splendor y el Catecismo de la Iglesia Católica abordan el tema. Finalmente, discute algunos criterios relativos al dictamen de la conciencia.
1. PAPEL DE LA CONCIENCIA EN LA EDUCACIÓN MORAL Y EN EL
JUICIO ÉTICO
La encíclica Veritatis Splendor nos presenta una definición de la conciencia:
“acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento universal del bien en una determinada situación y expresar así un juicio sobre la conducta recta que hay que elegir aquí y ahora. Respecto a la formación de la conciencia, el Catecismo de la Iglesia Católica la califica de “indispensable a los seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas” (1783). Kolhberg nos presenta el esquema de los tres niveles de formación de la conciencia moral: El nivel preconvencional. El niño responde a las normas y valoraciones culturales del bien y del mal interpretándolas sobre todo por sus consecuencias de premio o castigo. La conciencia se sitúa en el terreno de la anomía: depende de un resultado objeto y de un interés. Educar la conciencia será ir abandonando lentamente esta etapa en que el bien y el mal se colocan el campo de lo utilitario, al fin. El nivel convencional. El sujeto considera valioso responder a las expectativas de la familia o del grupo social, independientemente de las consecuencias. La conciencia moral es ahora más bien heterónoma y sociónoma. Educar la conciencia requiere un esfuerzo por personalizar los valores y por reforzar el valor de la intención que aquí comienza a aparecer tímidamente. El nivel posconvencional. El sujeto desarrolla un notorio esfuerzo por definir unos valores y unos principios morales válidos y aplicables con independencia de la autoridad de los grupos o personas que los apoyan. La conciencia reivindica la autonomía y se guía por sus opciones fundamentales. Educar la conciencia significa orientar al hombre hacia esa zona de responsabilidad. Es cierto que no siempre la edad cronológica de las personas coincide con la edad ética de la maduración de su conciencia. Asimismo, el camino no siempre sigue una línea ascendente. Además, la persona avanza a veces como interiormente dividida, y puede encontrarse en etapas distintas respecto a valores determinados. Desde una perspectiva cristiana, en la formación de la conciencia, es preciso prestar atención a la Palabra de Dios, a la cruz del Señor, a los dones del Espíritu Santo, a los testimonios de los otros y a la enseñanza autorizada de la Iglesia.
2. LA CONCIENCIA MORAL EN LA SAGRADA ESCRITURA
En el Antiguo Testamento. La noción de conciencia aparece aquí en
contadas ocasiones, especialmente en los libros sapienciales. En el judaísmo se fue perfilando cada vez con más nitidez el concepto de conciencia, como Tema 31. La conciencia moral cristiana
en Filón y en los escritos de Qumrân. No obstante, la noción de conciencia
aparece vinculada a otras nociones y palabras: o El corazón. Es el testigo del valor moral de los actos humanos. La conciencia es el lugar donde se interioriza la ley divina. El corazón también aparece como la fuente de la vida moral. La conversión de la propia conciencia se conecta con el conocimiento del propio corazón. o La sabiduría. Esta noción abarca diversos aspectos de la prudencia y de la conciencia. La sabiduría es fruto de la “experiencia” y lleva consigo el sentido de la “agudeza” y de la perspicacia. En sentido moral, la posesión y el ejercicio de la sabiduría y de la prudencia comportan la práctica de las buenas obras (misericordia, justicia, pureza, paciencia, fortaleza). La sabiduría es fuente de la justicia y las virtudes son el fruto de sus esfuerzos. o El espíritu. El espíritu es, junto con el corazón, la sede principal de toda la vida moral y religiosa. La restauración de la vida moral se hará a través de una renovación del espíritu y del corazón de cada uno. La norma última de la moralidad será el nuevo corazón y el nuevo espíritu que Dios infundirá en los hombres que escuchen su voz. En el Nuevo Testamento. Los vocablos de corazón y espíritu siguen ocupando un puesto de importancia en el NT. Sin embargo, ahora sí encontramos el empleo frecuente del término “conciencia”, especialmente en Pablo. En cuanto a los Evangelios, ellos conservan la antigua imagen profética del corazón bueno, recto y renovado por Dios. El corazón es la sede de la moralidad y de la nueva vida guiada por el Espíritu. Para Pablo, la conciencia es un juicio religioso-moral común a todos los hombres. Ella es la última instancia de apelación en las relaciones del hombre con Dios. De todo ello podemos deducir algunos rasgos de la concepción neotestamentaria de la conciencia: o Noción de conciencia. La conciencia es una mentalidad religioso- moral, un testigo interior y decisivo del actuar humano responsable. o Universalidad de la conciencia. Pablo afirma en Rm 2, 14-15 que todos los hombres poseen la capacidad de emitir un juicio moral sobre sus propias acciones, tanto judíos como paganos. o Sacralidad de la conciencia. Pablo considera que la valoración de la conciencia decide en último término sobre la calidad moral de una acción u omisión, donde entra en juego la cuestión de los derechos y la dignidad de la conciencia errónea (1 Cor 8-10; Rom 14). o Formación de la conciencia. Los cristianos y todos los hombres tienen el deber de formar su conciencia con la ayuda del Espíritu y de la comunidad, examinándose a sí mismos y buscando la voluntad de Dios. o Conciencia y fe. La fe es una condición indispensable para una conciencia moral bien formada. Así, el autor de las cartas pastorales relaciona la conciencia con la fe y la herejía.
3. DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE LA CONCIENCIA: VATICANO II,
VERITATIS SPLENDOR, CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA Tema 31. La conciencia moral cristiana
Concilio Vaticano II. Entre otras muchas alusiones, el texto explícito
sobre el tema se encuentra en la constitución pastoral Gaudium et spes, número 16. De este riquísimo texto, conviene subrayar los puntos siguientes: o La conciencia está dotada de un carácter sagrado en cuanto que es dictada por Dios, en cuanto que constituye el sagrario de la intimidad del hombre con Dios, en cuanto que revela la voz de Dios y su ley, “cuyo cumplimiento consiste en el amor a Dios y al prójimo”. o La conciencia es la base para una cierta ecumenicidad del comportamiento humano. Su normatividad antecede a las prescripciones de las diversas confesiones religiosas y se remonta a la misma normatividad del ser del hombre: a su última verdad ontológica. o La conciencia es la garantía del proceso humanizador de la peripecia humana y del progreso técnico de los pueblos, en cuanto ayuda al hombre a descubrir y realizar los valores objetivos que configuran el universo moral. o La conciencia es frágil y está sujeta al error, ya que puede entenebrecerse a causa de las opciones pecaminosas. Encíclica Veritatis Splendor. La conciencia también está muy presente en este documento. Aquí late la preocupación por las tendencias culturales que contraponen y separan entre sí la ley y la libertad, exaltando esta hasta la idolatría y llevando a una interpretación “creativa” de la conciencia moral. El documento considera la conciencia como una instancia personal de conocimiento y actuación de la ley natural, y subraya la dignidad de la conciencia como revelación de la verdad última del ser humano, de acuerdo con el testimonio de Dios mismo. No puede haber discrepancia real entre la libertad humana y la verdad última del ser del hombre. Así pues, la madurez y responsabilidad de los juicios de la conciencia se demuestran y realizan no con la liberación de la conciencia respecto a la verdad objetiva del ser humano, en favor de una presunta autonomía decisional, sino con una sincera búsqueda y actuación de la verdad del hombre y de lo humano (VS 61). Catecismo de la Iglesia Católica. Este documento: o Parte de una visión tradicional de la conciencia, pero subraya su presencia y orientación en el corazón del hombre, así como las mediaciones racionales que la configuran. o Subraya la relación de la conciencia con la dignidad de la persona humana. o No abandona una visión filosófica de la conciencia, pero la ve inserta en el misterio de la vida trinitaria a la que ha sido llamado el cristiano. o Evita el peligro del subjetivismo, apelando a la “autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo” y a “la verdad sobre el bien moral, declarada en la ley de la razón, que es reconocida práctica y concretamente por el dictamen prudente de la conciencia”. o Hace referencia a los datos de la experiencia y a los signos de los tiempos, a través de los cuales se puede formular un juicio recto de acuerdo con la razón y con la ley divina. Tema 31. La conciencia moral cristiana
o Ofrece una visión positiva de la educación de la conciencia, que ha de
enseñar la virtud, preservar o sanar del miedo, de los insanos sentimientos de culpa o de autocomplacencia, para llevar a la persona hacia la libertad y la paz del corazón. o Pone en relación la conciencia con las virtudes teologales. Su dictamen constituye una garantía de esperanza y de misericordia. La conciencia buena es iluminada por la fe y produce frutos de caridad.
4. CRITERIOS RELATIVOS AL DICTAMEN DE LA CONCIENCIA
La tradición teológica ha esbozado algunos principios concernientes al
dictamen de la conciencia, especialmente cuando el sujeto se encuentra en estado de duda o de incertidumbre. Recordemos tres de esos principios: “Norma operativa incondicional es tan sólo la conciencia recta y al mismo tiempo cierta”. El dictamen recto de la conciencia es aquel que está de acuerdo con los valores objetivos y humanizadores. Nadie puede exigir al sujeto que actúe en contra de un valor que no es objetivamente tal (rectitud) o sobre el que mantiene algunas dudas insuperables (certeza). “Nunca es lícito obrar contra la propia conciencia indudablemente cierta, aun cuando fuera invenciblemente errónea”. La conciencia errónea no está conforme con el valor y el deber objetivos y, por tanto, no puede obligar por sí misma. Pero obliga de forma accidental a causa de la convicción cierta del sujeto que se siente vinculado por ese deber moral. La ignorancia puede ser imputable, pero habrá ocasiones en que sea invencible y, por tanto, inculpable. Sin embargo, un tercero podría estar obligado a ayudar al sujeto a salir de su error en esos casos. “Nunca es lícito actual con una duda práctica de conciencia o con una conciencia venciblemente errónea, sobre todo cuando se trata de actuaciones de una cierta gravedad”. Para actuar moralmente se requiere un juicio prácticamente cierto de que la correspondiente acción es buena y lícita. El grado de certeza deberá ser tanto mayor cuanto más importante sea la acción a realizar, cuanto más comprometidos queden los valores éticos fundamentales, cuanto mayor sea el número de personas sobre las que han de revertir los efectos de tal acción, etc.