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Uno de los objetivos principales de nuestro Curso de Ética y Política apunta a lograr
desarrollar una capacidad de discernimiento para poder decir una palabra ética sobre
nuestra realidad y para actuar éticamente en el mundo donde nos corresponde vivir. Ser
ético es una tarea importante, no trivial, pero, paradójicamente, accesible a todos: todos
podemos y queremos ser éticos, y todos lo somos, probablemente más de lo que nos
imaginamos –como aquel personaje de Molière que se enteró, con asombro, de que él
hablaba en prosa, sin siquiera saberlo”.[1]
Para lograr este importante objetivo del curso, hemos introducido el esquema fundamental
del mismo. Este consiste básicamente en un círculo hermenéutico o de interpretación.
El concepto de Discernimiento.
En efecto, Discernir, en sentido amplio, significa buscar, a través de una lectura ética de la
realidad, lo mejor para dicha realidad, con el fin de llevarlo a cabo. Se trata, como hemos
visto en el curso de Ética y Política, parafraseando a Pablo VI, de conducir a la realidad
desde condiciones menos humana a condiciones más humanas. O dicho de otro modo, de
provocar el desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres. Discernir es
buscar, entonces, con claridad sobre lo que es mejor para el macro y micro mundo en el
cual nos desenvolvemos, lo mejor para nosotros mismos y para todos, desarrollar en la
historia un proceso de hominización y de humanización[5].
La pregunta central del discernimiento que para la espiritualidad cristiana es ¿Qué quiere
Dios de mí?, puede ser formulada de la siguiente manera; ¿Qué es lo mejor para mi y para
los demás?, ¿Qué es lo que me humaniza y nos humaniza más? Detrás de esto hay una
filosofía de la libertad en la historia pues se trata de que el hombre y los seres humanos
buscamos libremente lo mejor para nosotros mismos.
Discernir lo mejor para nosotros mismos descansa sobre dos supuestos. El primero se puede
formular así: Nuestra conciencia ética habla y podemos oír lo que nos dice. El segundo
supuesto nos indica que el mensaje de nuestra conciencia es descifrable, por lo tanto
podemos saber lo que es mejor para mí y para los demás, es decir, el hombre escucha,
tiene capacidad para escuchar y entender su conciencia. Por otro lado importa agregar
además la presencia de una realidad escondida y negativa que también habla y tiene que
ver con el misterio escondido del mal en el mundo, lo que los creyentes llaman pecado y
muchas veces conocemos como injusticia, intolerancia, violencia, etc. Esto hace necesario
saber distinguir qué es lo que pertenece a nuestra conciencia verdadera o recta y qué
pertenece a esa otra conciencia también existente y que no es recta sino falsa o errónea.[6]
En este sentido el discernimiento es un mecanismo o método que nos ayuda a vivir en
conciencia verdadera.
Para el pensamiento cristiano, quien nos habla no es un Dios lejano sino un Dios que desde
siempre ha estado vinculado a la historia concreta de los hombres.(Hebreos 1,1.: Habló el
Padre educando al pueblo, habló el Hijo encarnado. Ahora habla el Espíritu: "Cuando El
venga, el Espíritu de la verdad, los irá encaminando hacia la verdad entera" (Jn. 16,13).)
Desde el mero punto de vista humanista, podemos afirmar que esta conciencia ética, que
hemos definido en clases anteriores como nuestro fuero interno, como nuestra realidad más
profunda de seres humanos, como nosotros mismos en cuanto seres con interioridad, nos
habla permanentemente en la historia de nuestra vida que siempre es personal y social a la
vez[7].
El hombre escucha.
La capacidad del hombre para escuchar lo que su conciencia habla la desarrolla activamente
a través de sus propias inquietudes. Estas inquietudes se expresan a través de sus preguntas
fundamentales. La primera pregunta del hombre que discierne es: "Qué es lo que debo
hacer con mi vida?. Ahora bien, ese yo que pregunta es un ser abierto a la comunión con
los demás y con capacidad para leer la realidad junto al los demás y ver en ella lo que es
más humano. Ese yo no se constituye como persona si no es de alguna manera reconocido
por los demás. Esta es otra manera de afirmar nuevamente la antropología subyacente al
curso que posibilita el ejercicio del hombre ético: el ser social. Quienes reconocen a ese yo
son el Tú y el Nosotros. Veamos en qué consisten:
a) El tú. El primer radio del reconocimiento es la relación de uno con un tú. Es la experiencia
del que nace que constituye un primer paso para la relación al nosotros. Desde que venimos
al mundo nos relacionamos con un tú. Sin esta relación difícilmente podremos desarrollarnos
como seres humanos. Algunos han llamado a esta parte del proceso de la persona como
proceso de socialización primaria. Es el inicio de la formación de la conciencia ética del ser
humano.
La relación hasta el momento es clara: Nuestra conciencia nos habla, podemos escucharla
y de esta manera saber lo que es necesario hacer en medio de nuestras relaciones y en
medio de nuestros condicionamientos naturales e históricos. Lo mejor para nosotros se va
descubriendo poco a paco a través de nuestra conciencia moral pero también a través de la
conciencia de los otros y de la microsociedad y macrosociedad, su cultura y su ethos. Ahora
bien, ¿cómo descifrar dicho mensaje?. El mensaje se descifra mediante la razón: intelectual
y cordial.
Pero en el mundo de la libertad también hay un orden, pero es de otro tipo. El hombre
imprime un sentido en los acontecimientos. La libertad no es el “poder” de hacer cualquier
cosa, sino el “poder” de hacer la propia cosa, la que responda a su autenticidad profunda,
a su ley moral. El poder de la libertad sobre los acontecimientos no es ni total ni nulo; somos
una libertad condicionada, lo que significa que la libertad tiene márgenes (físicos, biológicos,
psicológicos, sociales, históricos, etc.) y que el hombre puede dar nuevo sentido a esos
márgenes. De ahí la idea de proyecto. Siempre hay un espacio para hacer, para crecer, para
disponer de la vida, para construir la historia humana aunque sean muy estrechos los
márgenes en los cuales puedo hacerlo. El hombre, a través de la razón cordial capta, intuye,
lo que es mejor para él y para los demás.[9]
De este modo, la persona tiene la capacidad para conocer analíticamente la realidad y
también para intuir lo que es mejor para él. Análisis sistemático e intuición se complementan
y configuran un modo de acercamiento a la vida que permite al ser humano tomarla en sus
manos para conducirla hacia un mundo mejor. Este es el sentido más profundo de la
condición ética de la persona humana.
[1] Antonio Argandoña La ética en la Empresa Instituto de estudios económicos
Madrid,1994. Pág. 8.
[2] Ver la Constitución Conciliar del Concilio Vaticano Segundo, Gaudium et Spes. Nª11.
[3] Ver la carta pastoral de Pablo VI, Octogésima Adveniens Nªs 4,15,49,31,35.
[5] Entendemos por Hominización, el proceso en que la persona humana se hace cada vez
más persona. Humanización, ser refiere al proceso donde los hombres colectivamente son
más hombres, un mundo mejor. Ambos fenómenos están absolutamente ligados y no se
entiende el uno sin el otro.
[6] La Conciencia, como hemos visto en clases, puede ser verdadera o errónea. La
conciencia errónea puede ser venciblemente errónea o invenciblemente errónea. Es decir
podemos tener una relación con la realidad y valorar adecuadamente desde el punto de
vista ético dicha realidad. Pero también dicha valoración puede ser errónea. Si es errónea,
es posible que podamos salir de dicho error. Pero también es posible que estemos
imposibilitados para salir de dicho error por variadas circunstancias de nuestra vida y cultura.
[7] Esta realidad de la persona de ser social siempre, trae consecuencias para nuestra visión
de la ética. José Luis Aranguren afirma que “si la persona es, en su constitución misma,
mucho más social de lo que los párrafos al principio citados permitían ver, es claro que “su”
moral, la que denominábamos “moral personal” es ya, desde su raíz, se quiera o no,
social….teóricamente, y así como el conflicto individuo - sociedad y el consiguiente de moral
personal versus moral social es la artificial construcción de un falso problema, porque la
sociedad concreta es que se vive conforma la mentalidad y la sensibilidad de sus miembros;
asimismo y recíprocamente, son esos miembros, en tanto que miembros, aunque se sientan
desgajados, y nunca en tanto que “individuos”, quienes modifican las vigentes pautas -
morales y, en cuanto tales, culturales- de comportamiento y, en el límite, el ethos moral
mismo de la sociedad global de que se trate. Y en esto, justamente, es en lo que consiste
la dinámica, moral y cultural, de la sociedad.” Ética de la Felicidad y otros lenguajes Tecnos
, Madrid, 1988. Págs 105-106.
[8] José Luis Aranguren nos dice que “el hombre real, en la mayor parte de las situaciones
que se presentan ante él, posee ya, de antemano, si no la respuesta de toutes pièces, por
lo menos “piezas”, elementos de respuesta, que le han sido proporcionados por la sociedad
en que vive; todo un conjunto de saberes prácticos, patrones de existencia y de
comportamiento, mores. El hombre, por lo general, es socio-culturalmente determinado en
su conducta. En cierto sentido ...cada hombre verdaderamente se hace a sí mismo. Pero en
el sentido que en este momento nos concierne, el hombre es hecho por la sociedad en que
vive y por el mundo histórico –cultural a que pertenece....La sociedad conforma la
mentalidad de sus miembros”. Ética y Política Biblioteca Nueva Madrid 1996. Pág 20-21.
[9] Como hemos dicho en otras oportunidades, lo más propio del ser humano es su vocación
a ser protagonista de su vida. Ser ético consiste justamente en la capacidad innata de la
persona humana para poder tomar la vida propia con sus propias manos.