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IMPACTO DEL COVID-19 EN EL SISTEMA MUNDIAL

En plena era de la globalización, con un ritmo creciente del fenómeno desde


finales del siglo XX, en la misma época de la economía digital y los más grandes
avances en el campo de la inteligencia artificial, la humanidad se ha visto
sorprendida por el ataque de un virus que ha supuesto una muy grave pandemia,
con unas consecuencias terriblemente preocupantes y graves en términos de
vidas humanas.
 En pocas semanas la economía mundial está sufriendo los terribles efectos de un
virus que supone la pandemia más grave sufrida en el siglo XXI.
 Instituciones económicas de ámbito internacional se han pronunciado sobre la
crisis económica que se está derivando, planteando proyecciones sobre lo que
puede ocurrir dentro de un escenario repleto de incertidumbres, y proponiendo
respuestas al gran desafío mundial.
 De ese modo, la conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD) ha reconocido que la duración y la profundidad de la crisis va a
depender de tres variables a considerar; en primer lugar, cuál va a ser la rapidez
de propagación del virus; en segundo término, cuánto tiempo va a transcurrir hasta
que se encuentre la vacuna, y por último, cuánto será el grado de eficacia de los
responsables de diseñar políticas para mitigar los daños de índole física y
económica.
 No cabe duda que las tres variables apuntadas por la UNCTAD están rodeadas
de incertidumbres, pero todas ellas vendrán a su vez acompañadas de una cuarta
variable, la sensación de ansiedad de las personas, que influirá notablemente en
los resultados finales de la crisis.
 
La UNCTAD establece dos lecturas respecto a las consecuencias económicas del
COVID-19.
 
Por un lado, hay una opinión consensuada en la que el shock generado tiene la
suficiente fuerza para poder alterar la recuperación mundial establecida en el
segundo semestre de 2017, que se amparaba en estimaciones optimistas de
crecimiento económico en los años sucesivos.
 De acuerdo con lo anterior, se establece una doble perspectiva temporal. En el
caso de que el shock sea de corta duración, podría ser suficiente para hacerle
frente el hecho de implementar un paquete de medidas de políticas monetarias
acomodaticias combinadas con la actuación de estabilizadores fiscales. Sin
embargo, en el supuesto de que la crisis sea de mayor duración, las recetas
económicas para la recuperación dependerán de suministros de liquidez
sostenidos y coordinados con los bancos centrales, medidas de política fiscal más
dinámicas y un impulso renovado al libre comercio y a la inversión de capital
extranjero.
 Por otro lado, en una segunda lectura se plantea que las consecuencias
económicas dependen sobre todo de una cuestión de liderazgo y coordinación
política. De este modo, la pérdida de confianza de consumidores e inversores
serían los indicios más evidentes de la propagación del contagio, no obstante la
deflación de los precios de los activos, la débil demanda agregada, el aumento de
la deuda y el empeoramiento de la distribución del ingreso son los indicadores que
plantean los mayores retos de política económica.
 Desde este enfoque, se propone como respuesta eficaz no solo medidas de
política macroeconómica activas y concretas, sino también una serie de políticas
correctivas y reformas de carácter institucional que son precisas para establecer
las bases de un crecimiento económico sostenido.
 De cualquier forma, la UNCTAD está convencida que el impacto en el ingreso
global estará bajo el signo de billones de dólares.
 La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)
considera la pandemia actual como la que trae consigo la tercera y la mayor crisis
económica, financiera y social del siglo XXI después del 11-s y la crisis financiera
mundial de 2008.
 Desde la visión del propio secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, el único
modo de reactivar las economías de forma rápida y contundente es con acciones
inmediatas, coordinadas y a gran escala, requiriendo con urgencia una
coordinación internacional en cuatro campos.
 En primer término, la OCDE aboga por una coordinación internacional en el
campo sanitario, con medidas que garanticen que las vacunas, una vez
fabricadas, lleguen a las personas de la forma más rápida posible. Instando a los
organismos reguladores como la Agencia Europea de los Medicamentos y la
homóloga de Estados Unidos a trabajar de forma conjunta con el propósito de
eliminar los obstáculos para las vacunas y los tratamientos.
 En segundo lugar, se requiere una coordinación en las medidas de política
económica que se están aplicando, asegurando un colchón financiero inmediato
con el objetivo de amortiguar la crisis y acelerar la recuperación, con ayudas a los
trabajadores amenazados por el desempleo y a las empresas presionadas por los
pagos más inmediatos. Del mismo modo, se requieren inversiones inmediatas en
el ámbito de la sanidad, con pruebas exhaustivas y tratamientos para todos los
pacientes, además del apoyo a los trabajadores sanitarios, mejorando los
elementos de protección en la práctica sanitaria.
 Además, la OCDE considera primordial que sea más eficaz la coordinación en la
regulación y supervisión financiera, con el objetivo de obtener mejores resultados
en la vigilancia, el diagnóstico de tensiones emergentes y en la adopción de
medidas reguladoras.
 En cuarto lugar, la institución para la Cooperación subraya de forma crucial el
restablecimiento de la confianza pública, lo que supone resolver problemas
previos a la crisis del coronavirus, como las restricciones al comercio, en
referencia a la guerra comercial entre China, Estados Unidos e incluso la Unión
Europea, y que supuso una minoración de la confianza en los mercados.
 Por último, el Fondo Monetario Internacional ha señalado que en 2020 se
producirá la peor crisis financiera de la historia a nivel mundial debido a los efectos
del coronavirus COVID-19.
 
IMPACTO DEL COVID-19 EN EL SISTEMA NACIONAL
La crisis actual que enfrenta no solo Guatemala, sino el mundo entero ante este
peligroso virus, ha cobrado la vida de muchas personas. Los efectos económicos
se empiezan a percibir y se prevé una situación no muy alentadora para los
futuros días. Por eso, en las siguientes líneas, se pretende visualizar cuál es el
panorama económico que se espera. Además, se proponen algunas soluciones
que permitan paliar la crisis económica que empieza a afectar a todos.

No es una guerrilla, no es una invasión de un imperio, tampoco es la amenaza de


una guerra nuclear. Es apenas, un ser microscópico que ha causado muchas
muertes a nivel mundial. Las guerras dejan terribles consecuencias económicas.
Sin embargo, este diminuto enemigo, ya ha comenzado a hacer estragos en la
economía mundial. Las bolsas de valores han caído; pequeñas y medianas
empresas, en la mayoría de países, han cerrado y la situación de Guatemala es
similar. 

Grandes potencias mundiales han sufrido los embates de la pandemia con


pérdidas de muchas vidas y daños económicos; tal es el caso de Estados Unidos,
que ha tenido que doblegarse ante la crisis que el coronavirus está provocando.
Entonces surge la pregunta: ¿Qué sucederá con la mayoría de países
latinoamericanos en vías de desarrollo que, en un sentido, dependen de esa gran
nación? En el caso de Guatemala, las remesas provenientes de ese país
disminuirán considerablemente, pues muchas personas se están quedando sin
empleo, debido a la crisis causada por el virus. Eso repercutirá seriamente en los
hogares que recibían dichos ingresos.

Muchos opinan que esta pandemia traerá una recesión mayor a la del 2008, la
cual se manifestó un año después. Expresan que, así como ese impacto
económico, se verá el impacto de la pandemia, con mayores consecuencias para
el 2021. Por eso, algunos analistas sugieren fortalecer el mercado interno y la
integración regional, para fortalecer los vínculos entre los países de la región.

La situación de Guatemala se agudiza aún más porque de por sí, la economía ha


sido un grave problema de antaño. La mayoría de guatemaltecos apenas logra
cubrir las necesidades básicas. Según las estadísticas, la pobreza alcanza
aproximadamente un 60% y la extrema pobreza un 24%. Es decir, más de la mitad
de la población guatemalteca es pobre y una cuarta parte se encuentra en
pobreza extrema. Se calcula que estos porcentajes aumentarán debido a la crisis
provocada por la pandemia.

Con miras de proteger a la población guatemalteca ante esta enfermedad, el


gobierno ha implementado varias medidas que han contenido el contagio. Sin
embargo, está afectando seriamente la economía. Está golpeando al turismo, al
comercio informal, a la mediana y pequeña empresa.  No obstante, algunos siguen
produciendo y trabajando; tal es el caso de los grandes restaurantes, algunas
empresas con franquicias extranjeras y otros comercios; quizá no con las mismas
ganancias. Entonces, se calcula que el porcentaje de desempleo aumentará.

Ante esta problemática, ¿qué soluciones podría haber? No es tiempo de acaparar


o encarecer los productos para beneficio propio, porque esa actitud lo único que
hará es hundir al país, lo cual a la larga afectará también a quienes cometen esos
actos deleznables. Valdría la pena recordar las sabias palabras del Gran Maestro:
“¡Tengan cuidado! Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no
depende de la abundancia de sus bienes”; y reflexionar en aquella frase dicha al
acaparador, hace más de dos mil años: “¡Necio! Esta misma noche te van a
reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado? Así le sucede al
que acumula riquezas para sí mismo” (Lucas 12:15, 20-21 Nueva Versión
Internacional).

La prioridad en este momento es la salud de los guatemaltecos y se está tratando


de apoyar a las familias más vulnerables. El gobierno está creando soluciones
para proveer de alimento y de una contribución económica a las familias más
necesitadas. Lo importante es que esa ayuda llegue finalmente a los que en
verdad la necesitan y no interfieran aquellos, que con miras de ser los “más
astutos”, saquen provecho de esta situación. No es tiempo de ser egoístas, ha
llegado el tiempo de ser solidarios. Algunas empresas han brindado ayuda al
gobierno. Sin embargo, para aminorar los futuros estragos económicos, se
deberían crear programas conjuntos de capacitación por parte de gobierno e
iniciativa privada para ayudar, en un futuro cercano, a las medianas y pequeñas
empresas con miras de ser autosostenibles. 

No es tiempo de competir, es tiempo de compartir. El gobierno está apoyando,


pero no es un compromiso solo de él; es un compromiso de todos los
guatemaltecos. Tal vez, después de esta tormenta, pueda comenzar un destello
de luz que permita a la economía guatemalteca no solo reponerse, sino ser mucho
mejor que la anterior. Quizá para muchos parece una utopía o una propuesta
meramente idealista; pero si en verdad, cada uno es solidario, se llegará a tener
esa gran nación que todos anhelamos.
IMPACTO DEL COVID-19 EN EL SISTEMA LOCAL
Las zonas urbanas son la zona cero de la pandemia del COVID-19, con un 90 %
de los casos comunicados.
Las ciudades están sufriendo las peores consecuencias de la crisis, muchas de
ellas con sistemas de salud sobrecargados, servicios de agua y saneamiento
inadecuados y otros problemas.
Este es el caso en particular en las zonas más pobres, donde la pandemia ha
puesto de manifiesto desigualdades profundamente arraigadas.
Sin embargo, las ciudades son también lugares donde vemos una solidaridad y
una resiliencia extraordinarias:
Desconocidos que se ayudan unos a otros, gente que sale a la calle a animar a los
trabajadores esenciales, negocios locales que donan suministros vitales...
En las ciudades hemos visto lo mejor del espíritu humano.
Al responder ante la pandemia y trabajar por la recuperación, volvemos los ojos
hacia nuestras ciudades y vemos en ellas centros de comunidad, innovación
humana e ingenio.
Hoy tenemos una oportunidad para reflexionar y reajustar la forma en que vivimos,
nos relacionamos y reconstruimos nuestras ciudades.
Por eso hoy presentamos un documento de políticas sobre “el COVID-19 en un
mundo urbano”.
En el documento se formulan tres recomendaciones fundamentales.
Primero, debemos asegurarnos de que en todas las fases de respuesta ante la
pandemia se aborden las desigualdades y los déficits de desarrollo a largo plazo y
se salvaguarde la cohesión social.
Debemos dar prioridad a los más vulnerables en nuestras ciudades, por ejemplo,
garantizando a todos un lugar seguro donde cobijarse y vivienda de emergencia a
quienes no tienen hogar.
El acceso al agua y al saneamiento también es vital.
El estado deficiente de los servicios públicos en muchas ciudades exige atención
urgente, en particular en los asentamientos informales.
Casi la cuarta parte de la población urbana mundial vive en barrios marginales.
Los gobiernos locales ya están tomando medidas, desde prohibir los desalojos
durante la crisis hasta instalar nuevos puntos de agua limpia en las zonas más
vulnerables.
Segundo, debemos reforzar la capacidad de los gobiernos locales.
Para ello hacen falta medidas decisivas, y también una cooperación más profunda
entre las autoridades locales y nacionales.
Las medidas de estímulo y otras medidas de alivio deberían ir en apoyo de
respuestas a los casos específicos e impulsar la capacidad del gobierno local.
Tercero, debemos trabajar por una recuperación económica verde, resiliente e
inclusiva.
Muchas ciudades han creado nuevos carriles para bicicletas y zonas peatonales,
recuperando con ello espacios públicos y mejorando la movilidad, la seguridad y la
calidad del aire.
Centrándose en una gran transformación ecológica y en la creación de empleo, las
medidas de estímulo pueden conducir el crecimiento hacia una senda resiliente de
bajas emisiones de carbono y promover los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La rápida adopción del teletrabajo ilustra cómo las sociedades pueden
transformarse en lo que parece de la noche a la mañana para hacer frente a
amenazas urgentes.
Debemos actuar con la misma urgencia y decidir firmemente transformar las
ciudades y abordar la crisis climática y de contaminación.
Ahora es el momento de repensar y dar nueva forma al mundo urbano.
Ahora es el momento de adaptarnos a la realidad de esta pandemia y las
pandemias futuras.
Ahora tenemos la oportunidad de recuperarnos y mejorar, construyendo ciudades
más resilientes, inclusivas y sostenibles.

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