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Es por ello que, el problema fundamental en la producción de ATP ha sido lograr la obtención de
polímeros mecánicamente resistentes que cumplan con todas las condiciones de calidad
establecidas en el mercado. Esto se debe básicamente a que el ATP como tal se caracteriza por
tener un alto grado de solubilidad en el agua y unas propiedades mecánicas pobres, dada su
naturaleza frágil, causada relativamente por su baja temperatura de transición vítrea Tg y la falta
de relajación de la sub-Tg debido al encadenamiento molecular del almidón. Adicionalmente, la
migración eventual de los plastificantes al ambiente aumenta la fragilidad del material. Este
último aspecto, es un problema de estabilidad estructural que se incrementa con el paso del
tiempo debido a la disminución del volumen libre y la retrogradación del almidón, lo cual resulta
ser una desventaja en el momento de usar este tipo de polímeros en aplicaciones comerciales
(Valero et al., 2013; Villada et al., 2008).
Para compensar estas deficiencias, en los últimos años se ha centrado la atención sobre rellenos
naturales como un tipo específico de refuerzo, que al ser adicionado al ATP durante su
producción, podrían mejorar las características mecánicas asociadas al polímero incluyendo una
mayor resistencia a la tensión, tenacidad, entre otras. De aquí que la incorporación de fibras
naturales en matrices de almidón termoplástico es una alternativa que luce atractiva para el
mejoramiento en las propiedades mecánicas del material; sin embargo es necesario estudiar la
zona interfacial formada entre el ATP y las fibras, con el fin de entender la naturaleza de sus
interacciones y procurar aprovechar la capacidad de reforzamiento mecánico (Valero et al., 2013;
Mina, 2012).