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Técnicas de investigación en contextos festivos con presencia musical

(Semana Santa de 2012 en Aldana)

Los primeros elementos tienen que ver con las procesiones y la misa, actividades festivas
de carácter oficial, establecidas por la iglesia. En estos casos, se realizó una observación
directa, pasiva, de los eventos y sus componentes, la cual permite una mirada ajena a estos.
Las descripciones se reconstruyeron a partir del registro escrito en diario de campo.

Por motivo del Domingo de Ramos, por la mañana, la primera gran celebración se lleva a
cabo en las veredas y en el pueblo. Las tonadas fúnebres acompañan todas las jornadas de
las festividades religiosas y acompañan cada segmento antes y después de las palabras del
padre durante el recorrido hacia la iglesia. La banda del pueblo acompaña la procesión, que
concluye al entrar a la iglesia, luego de lo cual se da inicio a la misa. Al fondo, al costado
derecho del altar en el que el cura oficia la eucaristía, se ubican dos músicos jóvenes que
tocan charango y guitarra. Estos realizan los cantos litúrgicos católicos, liderados por el
sacerdote o cura y dirigidos a Dios, la Virgen María, Jesucristo y los Santos.

En las veredas, las misas son oficiadas por el mismo cura, y en ella participan los mismos
músicos (que son los monaguillos), pero sólo con una guitarra y sin equipos de
amplificación, debido al tamaño de las capillas. Se selecciona a doce hombres para
representar a los discípulos durante el tiempo que dura el ritual (procesión y eucaristía), se
les cubre con una manta de color y se les pone una banda con el nombre del personaje.
Debido a que en las veredas no hay una plaza alrededor de la cual marchar, las personas se
alejan a unos veinte metros de la capilla, sobre terreno inclinado y suben de manera
organizada, y agitan los ramos compartidos anteriormente.

Durante la Semana se repiten las procesiones en el pueblo, cada noche. Las noches del
Jueves Santo y el Viernes Santo tienen una importancia particular, y corresponden a la
Última Cena y el Santo Sepulcro, respectivamente. Se realizan de noche, pues las escenas
representadas concuerdan con este escenario, y en ellas se reproducen las tonadas propias
de la marcha fúnebre, preparadas por la banda del pueblo con una configuración
instrumental muy definida, ubicada al final de la procesión.
La procesión está organizada en filas de a tres personas que ya no cargan ramos sino velas,
en el caso del Viernes Santo, cuando la misa se realiza antes de la marcha y no al contrario.
A estas filas corresponden cuatro columnas en la parte de los músicos: los tres instrumentos
de percusión (bombo, redoblante y platillos) delante de los vientos, que están integrados
por trombones, clarinetes, saxofones y trompetas, todos de a tres. Durante este viacrucis, se
representan siete paradas, en cada una de las cuales el músico mayor se adelanta hasta
posicionarse junto al cura para tocar una tonada lúgubre antes o después de sus palabras.

La concurrencia en este caso es mucho mayor que en las demás noches, por lo que aquí
participa también la banda juvenil. Los niños y jóvenes del colegio municipal tocan temas
de música moderna con instrumentos propios de bandas escolares. Las niñas, con bastones
y xilófonos, coreografían al compás de los tambores, tocados por los niños que les siguen.
Hay tambores de tres tamaños distintos. Todo esto suena independiente pero
simultáneamente a la banda mayor (que en realidad es mucho menor en tamaño y
organización) y, a diferencia de ésta, se ubica en la parte delantera de la procesión.

La iconografía clásica religiosa está presente todas las noches de la Semana, sin importar si
las figuras se repiten o no corresponden al día. El Cristo con la cruz, la Virgen María y
algunos santos, se encuentran indiferentemente a lo largo de la marcha. El Viernes todo se
acompaña con sahumerios y con una parafernalia mucho mayor que el resto de la Semana:
las telas son más vistosas, las escenas más grandes y el ambiente más serio.

Otra costumbre religiosa, que ocurre durante las madrugadas de la semana, está relacionada
con el Santuario de la Virgen de Las Lajas, en la que se realizan jornadas de peregrinación
desde todos los municipios del departamento, a pie hasta el Santuario. Desde Aldana, a
buen paso, el camino demora entre cuatro y cinco horas. En el transcurso se observan
mayoritariamente grupos de jóvenes muy bien abrigados que se acuestan a descansar entre
cobijas pesadas, desde aproximadamente un kilómetro antes de llegar a la iglesia, hasta sus
costados y fachada. La única música escuchada en este trayecto es el reggaetón que
reproducen los jóvenes en sus celulares y demás aparatos, y se acompañan con botellas de
hervidos, un licor caliente elaborado a base de chapil y jugo de fruta. En este caso
recurrimos a la observación participante, para vivenciar lo ocurrido en el peregrinaje, desde
su carácter actual y bajo la noción de las nuevas generaciones.
Los contextos festivos de celebración popular fueron mencionados por algunas de las
personas con quienes hablamos en diferentes momentos de la semana y que nos dieron
luces para intentar comprender el uso de la tradición musical, sus características propias y
sus motivos según cada contexto. Se realizaron entonces entrevistas abiertas, a manera de
conversaciones, en las que prima el interés del hablante sobre los temas que enuncia, y sólo
se dirigen parcialmente por quien pregunta. En la revisión de notas del investigador, se
indaga por las categorías especiales usadas por el sujeto/objeto en estas conversaciones.

En algunas casas campesinas, en las veredas, se escucha música tradicional mientras se


realizan las labores agrícolas en la tierra y alimenticias en la cocina. Se escucha en el fondo
una emisora ecuatoriana en un equipo de sonido viejo. La influencia de la música andina
ocupa todos los espacios de la vida tradicional festiva no religiosa. Las veladas, que se
hacían y se hacen a los Santos (tayticos) de las veredas, tenían antiguamente una
importancia un poco mayor que ahora. Se pueden hacer también por todo tipo de fechas
especiales. Son fiestas organizadas por un particular según la ocasión, a quien se le llama
fiestero, y es quien decide la duración, la cantidad de invitados y la formalidad en que se
desarrollará. Es decisión del fiestero si se contrata o no músicos para el encuentro, pero es
rara la ocasión en que se prescinde de ellos para este tipo de eventos.

Anteriormente se utilizaban muchos instrumentos, según don Marcos Reina, antiguo


músico de la vereda de Chitaíra, quien mencionó violines, vientos, tambores, guitarras,
hasta arpas. Adicionalmente, había presencia de fuegos artificiales y licor.

La fiesta de San Francisquito (uno de los tayticos), por ejemplo, se realiza una vez al año.
Aunque tiene un origen fundamentalmente religioso, su estructura festiva corresponde a las
celebraciones populares tradicionales andinas. Los instrumentos allí usados pueden ser un
tambor grande y uno pequeño (bombo y redoblante) y una flauta de madera, y la música
interpretada es llamada tradicional, típicamente andina. San Francisco tiene su propia
capilla, frente a una laguna -que hoy se encuentra seca- y delante de ella se realizan bailes
con máscaras y ofrendas de comida, ritual acompañado de la música mencionada. Aquí
podría entrar la parte de los danzantes.
En el mes de octubre se llevan a cabo las fiestas patronales, dirigidas a la Virgen de
Nuestra Señora del Pilar, patrona del pueblo, y son organizadas en gran medida por el
gremio de los motoristas, muy importante para el pueblo. Creo que lo que tenga Diter
puede corroborar o desmentir todo esto, porque aquí no es muy claro. En este tipo de fiestas
es común la música tropical, la cual se baila sin ninguna organización formal en la plaza
del pueblo. También es interpretada música tradicional por algunos músicos de la banda,
con la que igualmente se baila y se bebe. Esta música tradicional de Aldana y de gran parte
de Nariño, es llamada música ecuatoriana.

Se indaga a continuación por aspectos etnohistóricos en las entrevistas semi-estructuradas,


en las cuales se dirigen un poco más los temas tratados, de acuerdo con el interés particular
de la investigación. El entrevistador marca la pauta, pero no tiene una línea absoluta.

Según cuenta Don José Luis Nastar, último músico vivo de la “Banda Nariño de Aldana”,
ésta era una de las más famosas del departamento y reconocida en diversos eventos, como
el festival de bandas de Samaniego, aún hoy existente. La vida de los músicos era mucho
más dedicada y disciplinada que ahora. El respeto y la obediencia hacia el maestro eran
claves para desempeñarse adecuadamente a la hora de salir a tocar. Los repasos (ensayos)
debían ser puntuales, para lo cual se convocaba dando golpes de tambor cerca al lugar del
repaso y, en caso de incumplimiento, se cobraba multa a quien llegara tarde. La educación
en general era mucho más dura, los correctivos en las escuelas al fallar alguna de las
lecciones repetitivas se daban con cachetadas o reglazos.

Otro elemento importante es el compás, es decir, el ritmo y en general el talento con el que
deben contar los miembros de las bandas. Los instrumentos se obtenían de Ipiales o Pasto,
por pedido de la Gobernación del cabildo, pero bajo la coordinación del músico mayor de la
banda. El dinero obtenido de los contratos o en los concursos de los festivales, se destinaba
casi completamente a la reparación de los instrumentos. No ha existido nunca en el pueblo
un taller de fabricación de estos instrumentos musicales, ni hay quien los elabore. Sin
embargo, esto no evitaba que parte del presupuesto municipal se usara para pedirlos, pues
la música tiene un valor muy grande para la gente, ya que las festividades marcan
momentos importantes en los ciclos anuales y no deben prescindir del acompañamiento.
No existe una dedicación exclusiva a la música por parte de la gente del pueblo o las
veredas. Entre los integrantes se pueden contar amas de casa, agricultores, carpinteros,
albañiles. Esto se debe en gran parte a que la música no es un oficio permanente en este
contexto, pues los eventos festivos son ocasionales.

En la actualidad, el respeto, el interés, la disciplina y la tradición se han perdido entre las


generaciones más jóvenes, por varias razones. Luis Eduardo Pastás, actual músico mayor
de la banda, se lo atribuye principalmente a lo que él llama invasión, o el ingreso de
tecnologías que han contribuido a la difusión informativa interactiva, de gran atractivo para
los jóvenes y de muy fácil acceso. Desde el radio y la televisión, hasta los equipos de
sonido y el internet, los celulares y las cámaras digitales. Aparte de esto, la discontinuidad
política por el cambio de gobernantes, genera rupturas y enemistades en la cohesión social
del pueblo y altera la prolongación de los procesos educativos y culturales.

La pérdida de identidad cultural en las generaciones más jóvenes se puede observar en su


falta de interés por la música tradicional, por las razones que se han mencionado, y en su
atracción por la música moderna. La conformación de bandas de rock y la diversificación
de gustos musicales “externos” entre los jóvenes es mucho mayor que el interés por la
llamada música ecuatoriana sólo se puede preservar a través de una ardua labor educativa
para la que no se ha encontrado un apoyo en ninguna institución interna ni externa, política
o cultural, oficial o privada –por lo menos no de manera continua.

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