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Los objetivos de aprendizaje del curso como una totalidad, y desglosados por unidad,
señalan cambios a promover en el estudiante y son descritos a continuación:
Es importante mencionar que estos cambios ocurren en los alumnos a partir de todas las
actividades diseñadas que se realizan en el proceso educativo del curso. De esta manera,
los objetivos indican cómo se van a manifestar estos cambios y las pautas que permiten
saber si se han logrado están referidas a las evaluaciones (medición) del aspecto
cognitivo de las unidades propuestas.
1.1.1 Introducción.
Conocer la evolución histórica de los conceptos matemáticos es de vital importancia ya
que estimula la reflexión, aumentando así la capacidad de pensamiento crítico que
contribuya a una comprensión mayor de los conceptos; también representa un factor de
motivación al mostrarnos la humanización de sus contenidos exponiendo su desarrollo
con errores y perfeccionamientos. A través del componente histórico, algunos de los
conceptos matemáticos podrían ser más atractivos y evidentes si nos enteramos de su
génesis. De esta manera, aprenderemos el porqué y el cómo hemos llegado al grado de
desarrollo de las matemáticas en la actualidad. Conocer la historia de las matemáticas
permite formarnos una idea de su naturaleza, extensión y aplicación. Esta sección está
dedicada a situar a la aritmética y al álgebra en su perspectiva histórica.
En primera instancia, podemos decir que los animales superiores, los hombres
primitivos o salvajes y los niños pequeños, no son completamente ajenos al concepto de
número y espacio; poseen, todos ellos, nociones rudimentarias de aritmética y geometría
(ciencias en primera instancia aisladas) que han marchado acompañadas constituyendo a
las matemáticas. En función de la experiencia de estos seres, se puede hablar de una
percepción de la pluralidad: esto significa que el pájaro o el niño se dan cuenta
vagamente de una diferencia entre dos conjuntos de objetos análogos. Asimismo, esas
inteligencias poco desarrolladas reconocen que un conjunto (poco numeroso) ha sufrido
una modificación cuando es percibido una segunda vez después de que se les ha quitado
o añadido un constituyente.
El hombre prehistórico no estaba por tanto más avanzado que algunos pájaros, y fue sin
embargo de ese núcleo de donde salió nuestra concepción del número. No hay la menor
duda de que, reducido a esta percepción directa, el hombre no hubiera hecho más
progreso que los pájaros. Esta percepción directa de la pluralidad es extraordinariamente
limitada: se circunscribe a la visión global de “espacio ocupado” por un conjunto de
objetos. Después de una larga y penosa evolución el hombre terminó por adueñarse de
dos técnicas, que en adelante formarán parte de su “equipo mental”: el apareamiento y
el censo.
Por lo tanto, en alguna remota civilización, tal vez alrededor de 4000 años a.C.,
comenzaron a emplear este equipamiento mental reconociendo el número de objetos
que poseían. Por ejemplo, sabían que tres flechas y tres borregos tenían algo en común,
una característica que relacionaba a ambos conjuntos y que era necesario introducir
dicha realidad en nuestra mente, abstraerla y transformarla en idea a través de un
artificio o símbolo que la sustituyera: el número. La apreciación del número como idea
abstracta fue el detonante de las matemáticas.
El siguiente paso de estas civilizaciones primitivas fue el de las operaciones con los
números. En algún momento de su evolución, los seres humanos agruparon sus
posesiones; tenían la posibilidad de disponer de una colección de objetos materiales,
cada uno de los cuales representaba una unidad. Al separarlos de uno en uno y para
reunirlos de nuevo, formaron sucesivas colecciones de uno, dos, tres o más elementos.
Entonces, ¿por qué son los griegos a los que siempre recordamos y no a estas
antiguas civilizaciones? Lo que sabemos es que los griegos poseían una mentalidad
muy diferente que dio fruto en lo que a matemáticas se refiere. La primera lección
griega que deberíamos considerar es que el propósito de las matemáticas nada tenía que
ver con el interés práctico de las mismas, es decir, las matemáticas no fueron creadas
para calcular intereses de impuestos, transacciones comerciales o para determinar
volúmenes de graneros.
Las matemáticas estaban para entender la naturaleza. De todos los fenómenos el que
más les atraía era el de los cuerpos celestes. Los griegos también estudiaron la luz, el
sonido y el movimiento de los cuerpos en la Tierra. Mientras que diversas
civilizaciones, aun después de los griegos, concebían a la naturaleza en relación con lo
sobrenatural y la superstición. Los griegos afirmaban que la naturaleza era racional y
matemática, y que la razón humana, aliada a las matemáticas, permitía comprenderla.
Para los griegos los números eran entidades vivas y principios universales imbuidos en
todo: de los cielos hasta la ética de los hombres. Los griegos acostumbraban a
representar a los números mediante guijarros o puntos. Algunos de estos números se
podían poner en una disposición geométrica de triángulo equilátero, a los que llamaron
números triangulares. Uno de ellos, el número diez, fue llamado Tetraktys,
considerándolo sagrado. Para los seguidores de Pitágoras, el Tetraktys era tan
fundamental que tenían un juramento que decía: “Juro por aquel que trasmitió a
nuestra alma la Tetraktys en la cual se encuentra la fuente y la raíz de la eterna
naturaleza”. Una posible explicación de esta veneración se puede deber a que los
griegos comprendían que la geometría y los números describían al mundo en el que
vivían. En este caso, el Tetraktys revelaba las dimensiones de lo que se percibía, tal
como lo muestra la figura.
Ot
ro concepto numérico que los griegos tenían era el Gnomon (en griego γνώμων). Para
Euclides el Gnomon es el complemento acomodado en cuadrados que los carpinteros
llaman comúnmente “escuadra”, que resulta ser una palabra técnica que expresa a la
perfección la extracción de un cuadrado en el mismo centro de ese ángulo recto hueco.
El Gnomon servía para representar números como lo muestra la figura.
Si partimos de la unidad y le añadimos los números impares siguiendo el Gnomon,
obtendremos los números cuadrados. Pitágoras se dio cuenta que un Gnomon más un
cuadrado producía otro cuadrado y que este triplete de números tenía una representación
geométrica; esto es lo que conocemos como el teorema de Pitágoras, de gran utilidad en
la ciencia. Pero la razón por la que se considera que las aportaciones de los griegos
fueron fundamentales en el desarrollo de las matemáticas se debe a que proporcionaron,
antes que todos, demostraciones lógicas y pruebas concluyentes del poder de la razón
humana para deducir verdades nuevas. Por ejemplo, Pitágoras no solamente enunció su
teorema sino que también lo demostró.
Aún en nuestros días la obra de los griegos es la mejor muestra de poder y de logros de
la razón. Cientos de generaciones han aprendido geometría con el trabajo de Euclides y
reconocen que la mejor manera de entender los números naturales es a través de la
definición Pitagórica. Si alguna persona intentara dar un claro ejemplo de un
razonamiento matemático, inevitablemente recurriría a las matemáticas aunque en un
principio despreciara el valor de esta disciplina.
El hombre de las primeras civilizaciones realizó un esfuerzo dramático para obtener una
notación que le permitiera representar cómodamente los números y operar con ellos
fácilmente; sin embargo no lo lograron. Este problema sólo pudo resolverse en la edad
media con la invención hindú-arábica de la notación decimal. Esta notación permite leer
y escribir los números de manera más cómoda, facilita las operaciones y sirve para
precisar en términos puramente aritméticos los antiguos conceptos de magnitud
conmensurable e inconmensurable con la unidad, sustituidos hoy por números
racionales e irracionales.
Los árabes eran admiradores de los griegos debido a que habían creado obras
maravillosas en muchos campos del conocimiento. Por tal motivo, se dedicaron a
recolectar y estudiar todo lo que encontraron con respecto a ellos en las tierras que
habían sometido durante su reinado, del año 800 al 1,200 d.C. Aunque existen pocas
obras originales de la cultura griega, los árabes tradujeron a su idioma las obras de
Aristóteles, Euclides, Arquímedes y Ptolomeo. Es importante mencionar que los árabes
también se interesaron por la óptica, la astronomía y la medicina.
En el campo de las matemáticas los árabes se inclinaron mayormente por el aspecto
práctico que por el del razonamiento. De las matemáticas griegas apreciaron su
contenido abstracto y preciso, y estudiaron los métodos eficaces para resolver
ecuaciones. Los árabes se apropiaron y trasmitieron las matemáticas desarrolladas por
los hindúes, entre las que destaca el empleo de símbolos especiales para los números del
uno al nueve. También introdujeron el cero y la notación posicional de base diez.
Este libro se tradujo al latín en el siglo XII como Ludus algebrae et almucgrabalaeque y
de aquí se redujo a álgebra. Mohammed también escribió el libro titulado Algorithmi de
número indorum que se puede traducir como “cálculo con números indios”. Con este
libro los europeos aprendieron el sistema numérico posicional de la India y las
operaciones de la aritmética de donde se popularizó la palabra "algoritmo", que
proviene del apellido del autor (Al- Khwārismi).
Estos libros dan testimonio de que los árabes investigaron y escribieron, influenciados
fuertemente por los griegos e hindúes, acerca de los números, de los métodos de cálculo
y de los procedimientos algebraicos para resolver ecuaciones y sistemas de ecuaciones.
Otro de los grandes personajes de las matemáticas árabes fue Omar Khayyam (Abdul-
Fath Umar ibn Ibrahim al-Kayyami) quien contribuyó dando reglas para resolver
ecuaciones cuadráticas y un método para la resolución de ecuaciones cúbicas con raíces
reales.
Para encontrar los coeficientes del binomio, Khayyam consideró una estructura parecida
al triángulo de Pascal intentando una demostración del postulado de las paralelas de
Euclides. Los árabes también conocieron una aproximación para el
número π con 16 decimales correctos; en trigonometría se aproximaron al concepto de
función al utilizar los conceptos de seno, tangente, cotangente y secante. De esta manera
los árabes contribuyeron al desarrollo matemático que hoy conocemos, destacando su
copiosa labor en estudiar, recopilar y difundir los trabajos realizados por los griegos e
hindúes, preservándolos a lo largo de generaciones.