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Exposición Erótica

Paige Tyler

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Traducido y corregido por Mari

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Índice

Argumento…………………..……………………………………………………….……… Página 4

Capítulo Uno………………………………………………..……………………….……… Página 5

Capítulo Dos……………………………………………….……………………….……. Página 19

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Argumento

Liz Bellamy está de acuerdo en posar para un calendario provocativo que


ayudará a recaudar dinero para el refugio animal en donde ella es
voluntaria. A pesar de que es por una buena causa, está un poco
temerosa acerca de posar semidesnuda.

Cuando Liz llega al estudio de fotografía, se encuentra con el caliente


fotógrafo Kent Draper. Casi se acobarda, pero termina realizando una
increíblemente sexy sesión fotográfica, porque descubre que estar medio
desnuda frente a un ardiente fotógrafo y su cámara, es malditamente
estimulante. Y cuando una chica se excita, un poco de timidez no le
impedirá obtener lo que desea.

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Capítulo Uno

“Ya sabes, si esto no fuera por una buena causa, no habría forma de
que estuviera haciéndolo,” le dijo Liz Bellamy a su hermosa perra
labrador de color chocolate, Godiva.

Ella medio esperaba que la perra la convenciera para librarse de esto,


independientemente de la causa, pero su mascota sólo la miró como si
dijera, “No me mires a mí, esta fue tu idea.” De hecho, por la sonrisa
canina en el rostro de Godiva, casi pensó que al animal le hacía gracia
todo el asunto.

“Por supuesto que encuentras esto gracioso,” murmuró Liz. “Nadie te


está pidiendo que te quites la ropa.”

Godiva le dio una mirada intencionada que decía, “Eso es correcto. ¡Y


ni pienses en tocar mi collar!”

Bueno, tal vez decir que se quitaría la ropa era una exageración. Ella
podría hacer un poquitín de exposición artística de los hombros, quizás
incluso mostrar un poco de pierna. Nada más que eso.

“¿Cierto, Godiva? Trazaremos el límite en los hombros y piernas.”

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Realmente era para una buena causa. El refugio animal en donde
obtuvo a Godiva dos años atrás, estaba organizando una especie de sexy
calendario “desnúdate-para-la-causa”, con el fin de reunir fondos. Liz y
las otras mujeres voluntarias, habían accedido a hacer las fotografías.
Hubo una organización de rescate animal en Portland que había hecho lo
mismo el año pasado y tuvo un gran éxito, obteniendo miles de dólares
para ayudar a apoyar su refugio. Cuando la dueña, en donde Liz era
voluntaria, le preguntó si lo haría, no fue capaz de decir que no.

Ahora que se encontraba parada frente a la puerta del estudio de


fotografía en el centro de Seattle, comenzaba a pensar que en su lugar
debió donar algo de dinero. No es que fuera una mojigata o demasiado
tímida ni nada de eso. Era sólo que nunca había hecho algo tan atrevido y
audaz como posar medio desnuda para un calendario pin-up.

Pero ella había dicho que lo haría, así que no se iba retractar ahora.
Nunca podría enfrentar a las otras chicas del refugio si no lo hacía. Todas
ya hicieron sus sesiones de fotos y no habían dejado de hablar sobre lo
divertido que había sido.

Así que, tirando más de cerca la correa de Godiva, Liz abrió la puerta y
entró. Una pequeña campana adherida a la parte superior de la puerta
tintineó, anunciando su llegada. Miró alrededor del estudio, creyendo
encontrar a la fotógrafa esperándola, pero la mujer no se veía por ningún
lado. Las otras chicas que hicieron la sesión de fotografía ya la habían
descrito como alguien muy fácil con quien trabajar. Eso hizo sentir mejor

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a Liz. Posar para una agradable mujer mayor no la haría sentir tan
avergonzada.

Después de que unos minutos pasaron y nadie salió desde la


trastienda del estudio, Liz pensó que la mujer no debió de escuchar la
campana. Tal vez se hallaba ocupada preparando las cosas para la sesión
fotográfica.

Ordenándole a Godiva quedarse quieta, Liz se acercó para tocar la


campanilla del mostrador. Era más ruidosa de lo que pensó que sería e
hizo una mueca mientras hacía eco entorno a la sala. Le dio una mirada
de disculpa a Godiva.

“Lamento eso. Estoy un poco nerviosa.”

Godiva le lanzó una mirada que Liz tradujo como, “Lo que sea,” antes
que se echara para lamerse las patas. Probablemente quería que sus
uñas lucieran bien para la sesión, pensó Liz, deseando estar tan relajada
como su perra.

Sabiendo que sólo iba a ponerse más nerviosa si continuaba pensando


sobre las fotografías, Liz dejó que sus ojos vagaran por la habitación.
Además del sofá de cuero y dos sillas a juego, había una mesita de café y
varias plantas en macetas que le entregaban a la habitación un ambiente
cálido y acogedor. Pero fueron las fotos montadas en la pared lo que
llamaron su atención. De todo, desde niños y animales, hasta bodas y
retratos familiares, vida silvestre y paisajes, era una mezcla de color y
blanco y negro, hermosas y artísticas. Ella pudo ver porqué los dueños de

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del refugio habían escogido a este estudio de fotografía para tomar las
fotos de este calendario. Si salían la mitad de elegantes como las que se
encontraban en la pared, el resultado sería una obra de arte.

“¿Puedo ayudarte en algo?”

Liz estaba tan hipnotizada por las fotografías que no escuchó a nadie
entrar a la habitación y saltó al sonido de la voz de un hombre. Con una
mano en su garganta, se giró para ver al tipo más magnífico en el que
alguna vez posó los ojos, parado justo frente a ella. Alto y musculoso con
cabello oscuro y una mandíbula cincelada, él tenía el tipo de ojos
conmovedores con los que una chica se perdería si no era cuidadosa.

La sonrisa que le destelló era suficiente para hacerla derretirse justo


ahí, en ese instante. “Lo Lamento,” dijo. “No quería asustarte.”

“No lo hiciste.” Ella sintió que su cara se sonrojaba al darse cuenta


cuan lamentable sonaba, especialmente cuando era obvio que sí la había
sorprendido. “Bueno, tal vez sí me asustaste un poquitito. Me encontraba
observando las fotografías y no te escuché venir.”

Duh. Alzó la mano para meter su pelo oscuro detrás de la oreja


mientras intentaba ocultar su vergüenza. Sin embargo, antes de que
pudiera decir otra cosa mucho más inteligente, Godiva se paró y caminó
hacia el hombre para saludarlo, con su cola moviéndose violentamente.
Liz instintivamente abrió su boca para regañarla suavemente, pero el tipo
ya se había inclinado sobre su rodilla para darle a la perra una caricia
afectuosa.

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“Godiva,” le advirtió Liz, luego le dio al hombre una tímida mirada.
“Lamento eso. Es su primera vez en un estudio de fotografía, así que está
un poco emocionada”.

El tipo se echó a reír. “Está bien. Sólo está siendo amistosa. ¿No es
así, muchacha?”

Liz no pudo evitar sonreír mientras él le frotaba detrás de las orejas.


No sólo este hombre era totalmente ardiente, sino que también le
gustaban los animales. Se preguntaba si tenía novia. Si no, quizás se
encontraba buscando una.

Le dio a Godiva otra caricia, y luego se levantó. “Tú debes ser Liz
Bellamy, ¿ciento?”

Ella asintió, preguntándose cómo supo su nombre. Su confusión debió


de ser obvia porque él le explicó. “Soy Kent Draper, uno de los fotógrafos
de aquí. Maxine mencionó que vendrías para una sesión fotográfica con tu
perro, así que simplemente sumé dos más dos.”

“Oh”. Liz miró por sobre él hacia la puerta que daba a la parte
posterior del estudio. “¿Maxine está aquí?”

“En realidad, tuvo que irse más temprano. Su hija entró en labor de
parto hace un par de horas, así que ella y su esposo se dirigieron a
Olympia.”

“Oh.”

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Liz no sabía si sentirse aliviada sobre posponer la sesión o no. Había
pasado la mayor parte del día preparándose psicológicamente y ahora
tendría que hacerlo todo de nuevo.

“Maxine me pidió que yo tomara las fotografías en su lugar, si eso está


bien para ti,” dijo.

Liz parpadeó sorprendida. Ella no lo vio venir. “¿Te lo pidió?”

Él metió sus manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros. “Sí. A


menos que prefieras regresar otro día. Entenderé si te sientes más
cómoda con que ella te tome las fotos.”

Liz se mordió el labio inferior. Mientras que una parte de ella quería
volver cuando Maxine estuviera allí, otra parte deseaba terminar con todo
el asunto de una vez. ¿Pero podría posar frente a un hombre? No estaba
tan segura de eso. Por otra parte, la corta vestimenta que había traído no
era tan reveladora. No es como si tuviera que desnudarse por completo
frente a él.

Tampoco podía negar el pequeño cosquilleo excitante que comenzaba


a expandirse por su cuerpo ante el pensamiento de que un bombón como
él le tomara las fotografías en paños menores. Ella se detuvo para
pensar. ¿De dónde diablos había salido eso? Hace un minuto atrás estaba
aterrorizada ante el pensamiento de que Maxine incluso viera sus
hombros. ¿Y ahora se estaba poniendo toda caliente y mojada por la idea
de que Kent viera lo mismo? Está bien, el tipo estaba buenísimo.

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“No,” le respondió. “Ya estamos los dos aquí, así que bien podríamos
seguir adelante y hacerlo.” Caramba, ¿había dicho eso en voz alta? El
color subió por su rostro cuando se dio cuenta que debió sonar como si
ella quisiera saltar sobre sus huesos ahí mismo. “Me refiero a la sesión
fotográfica.”

Él sonrió. “Me di cuenta.”

Se sonrojó aún más y alzó la mano para meter su cabello detrás de la


oreja otra vez. Incluso Godiva la miraba como si fuera una idiota.

“Así que, ¿para qué refugio animal estás haciendo este calendario?”
preguntó Kent.

Liz sonrió, aliviada de que él cambiara el tema. “Personas para


Mascotas. Está en la Avenida 12.”

“¿En serio? Adopté a mi perro allí.”

“¿Tienes un perro? ¿De qué raza?”

“Es mitad collie.” Kent gesticuló hacia la fotografía en la pared detrás


del mostrador. “Esa es su foto.”

La sonrisa de ella se amplió cuando vio la foto. El perro de tonos


blanco y negro parecía juguetón, aunque alerta y vigilante al mismo
tiempo.

“¿Cómo se llama?” preguntó, desviando su atención de vuelta a Kent.

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“Bob.”

Frunció el ceño. “¿Bob? Ese no es nombre para un perro.”

Kent miró la fotografía por un momento, considerándolo, luego se


encogió de hombros. “No sé. Luce como un Bob para mí.”

Liz se giró para estudiar al adorable perro nuevamente. No, a ella no le


parecía.

“El baño está al final si quieres cambiarte,” sugirió Kent. “En la


segunda puerta a la derecha.”

Liz se volvió hacia él. Había estado tan interesada en hablar sobre su
perro, que casi se olvidó del motivo real de su visita. “Bien, gracias.” Le
dio a la correa que tenía en su mano un suave tirón. “Vamos, Godiva.”

“Ella se puede quedar aquí conmigo mientras te cambias, si quieres.”


Se ofreció Kent.

Miró a Godiva, luego a él. “Seguro. Si no te importa.”

Entregándole la correa de la perra, Liz le dijo a Godiva que sólo se


tardaría unos minutos, entonces se dirigió hacia la parte de atrás del
estudio. A medida que pasaba por entre las luces, sombrillas y diversos
equipos fotográficos, se sorprendió por el grado de profesionalismo de
todo. La hizo sentirse como una modelo de verdad. Cierto. Como si las
modelos reales estuvieran tan nerviosas antes de su sesión fotográfica.

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Sacudiendo su cabeza, Liz entró en el baño y cerró la puerta. Se quitó
los vaqueros y la camiseta. Debido a que las fotos del calendario eran de
contenido sensual, ella y las otras mujeres que posaron, se les ocurrió la
idea de usar lencería para la sesión. La camisola y las bragas de bikini
que algunas de sus amigas utilizaron parecían ser demasiado reveladoras
para ella, así que, en cambio, optó por su corta bata favorita de seda.
Observando su reflejo en el espejo de cuerpo entero cuando se ataba el
cinturón alrededor de su delgada cintura, se alegró de elegir ese atuendo.
No sólo la linda bata azul claro acentuaba sus esbeltas curvas, sino que
también mostraba sus piernas largas. Se había puesto maquillaje justo
antes de ir al estudio, así que todo lo que tuvo que hacer fue retocar su
brillo de labios, pasó los dedos por su largo cabello oscuro, y ya estuvo
lista.

Tomó un profundo aliento, le dio a su reflejo una última mirada, y


luego abrió la puerta.

Cuando Liz caminó hacia el estudio, encontró a Godiva acostada a los


pies de Kent con su cabeza entre las patas mientras él estudiaba la
cámara entre sus manos. Cuando se acercó, ambos levantaron sus
cabezas para mirarla. Godiva inmediatamente se levantó y caminó para
saludar a Liz. Kent, en cambio, se quedó parado ahí, con la cámara en
sus manos aparentemente olvidada, mientras él admiraba su esbelta
figura envuelta en una bata y sus largas y desnudas piernas. Liz sintió
que sus mejillas se coloreaban ante obvia apreciación de sus ojos oscuros

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y tímidamente de inclinó para darle a Godiva una suave palmada en la
cabeza.

Kent se aclaró la garganta. “Podemos comenzar en cuanto estés lista.”

Liz se enderezó para darle una mirada avergonzada. “Nunca antes he


hecho modelaje, así que no estoy muy segura ahora de cómo debo
posar.”

Él sonrió. “No hay problema. ¿Por qué no se ponen tú y Godiva de pie


en el estrado delante del telón de fondo y comenzamos con unas tomas
para calentar? Tengo la cámara conectada a un monitor, así que puedes
verte a ti misma mientras saco las fotos.”

Ella asintió. Ese era un montaje elegante. “Está bien. Vamos, Godiva.”

Moviendo la cola, Godiva siguió ansiosamente a Liz hasta la plataforma


elevada y se sentó de forma obediente.

“Eso está bien,” dijo Kent. “Sonríe para mí.”

Liz siguió sus instrucciones, inclinando ligeramente la cabeza y dándole


lo que esperaba que fuera una sonrisa natural.

“Genial.” Kent levantó su cámara y sacó algunas fotos. “Está bien, la


misma sonrisa, pero esta vez, pon tus manos en las caderas.”

Ella así lo hizo, dejando descansar sus manos libremente en la curva


de las caderas e inclinando un poco una pierna. Recordando lo que él dijo

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sobre mirarse en el monitor, lanzó una rápida ojeada en esa dirección y
vio que ella y Godiva lucían bastante bien. Todo ese asunto del monitor
era genial.

“Muy bonito.” Tomó algunas fotografías más, y luego la miró por sobre
la cámara. “Está bien, intentémoslo contigo arrodillada al lado de
Godiva.”

Se dejó caer en una rodilla junto a la perra y puso un brazo rodeando


amorosamente a Godiva. “¿Así?”

“Perfecto.” Sacó más fotos, girando la cámara primero a un lado, y


luego al otro mientras él se movía un poco de derecha a izquierda.

Él bajó la cámara para destellarle una sonrisa sexy. “Si todas las
mujeres son tan hermosas como tú, estoy seguro que terminaré
comprando un calendario.”

Ella se sonrojó ante el cumplido y alzó una mano libre para meterse el
pelo detrás de la oreja de manera avergonzada.

“Mantén esa pose,” ordenó Kent.

Aunque Liz se sorprendió, pero obedeció. No habría pensado que la


casi cándida pose fuera particularmente digna de estar en el calendario,
pero decidió dejárselo a Kent. Después de todo, él era el fotógrafo. Pero
cuando ella miró hacia el monitor, se percató que la imagen sí lucía un
tanto sexy.

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Sacó lo que deberían haber sido unas veinte o treinta fotos desde
varios ángulos con ella en esa pose, antes de bajar la cámara para darle
otra sonrisa. “Sabía que ibas a ser natural en esto.”

Liz rió. “Yo no sé nada de eso.”

“Cambiarás de opinión cuando veas estas fotos impresas,” le aseguró.


“¿Qué tal si te sientas sobre una cadera con tus piernas un poco
escondidas debajo de ti?”

Hizo lo que le pidió, descansado su cadera en contra de Godiva


mientras acomodó sus piernas a un lado. El movimiento causó que la
bata se abriera un poco más arriba en los muslos, pero ella no se movió
para ajustarla. Se suponía que las fotografías debían ser sexys y si la
forma en que la mirada de Kent se mantuvo allí era una indicación,
entonces mostrar un poco de pierna era definitivamente sexy. ¿Quién lo
diría? Incluso podría vender más calendarios.

“Está bien,” dijo. “Ahora pon tus brazos alrededor de Godiva.


Perfecto.”

Mientras Kent continuaba tomando fotos, Liz miró a Godiva por la


esquina de su ojo para ver a la perra lanzarle a la cámara una enorme
sonrisa canina y tuvo que contener la risa. Qué lindura.

“Inclínate un poco y déjame ver algo más de ese hermoso escote,” le


indicó Kent.

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¿Escote? Liz parpadeó sorprendida. No se había dado cuenta de que
estuviera mostrando escote alguno, pero una rápida mirada le demostró
que su bata se había abierto un poco, no sólo revelando el encaje de su
sujetador de satín negro, sino que la parte superior de sus pechos
también. Sonrojada, ella se inclinó hacia delante para mostrarle a la
cámara –y a Kent- un poco más. Ya comenzaba a acostumbrarse a esto.

“Oh sí, justo así,” susurró. “Mantén esa pose para mí.”

Liz no estaba segura si fue la manera ronca en que dijo las palabras o
la provocativa y sexy pose, pero mientras Kent se movía más cerca para
sacar las fotos, ella sintió una repentina oleada de calor que se
concentraba entre sus muslos. Joder, en realidad se estaba excitando.

Cayendo sobre una rodilla frente a ella, Kent bajó la cámara y se


acercó con la mano libre para cepillar gentilmente el pelo con sus dedos.
El contacto envió un hormigueo de electricidad, que nunca antes había
sentido, cruzando su cuerpo y quedó sin aliento. ¿También lo había
sentido él? Se preguntó. Por la mirada en sus ojos le hizo pensar que sí,
pero antes de que pudiera estar segura, Godiva interrumpió el momento
al levantarse, salir de la tarima, y caminar fuera del estudio. Liz miró con
asombro cuando la perra desapareció a través de la puerta hacia el área
de espera.

Recordando abruptamente el motivo por el que se encontraban allí, Liz


abrió la boca para llamar a Godiva para que regresara, pero Kent la
detuvo.

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“Está bien,” dijo, bajando su mano. “Tenemos suficientes tomas para
el calendario.”

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Capítulo Dos

“Oh.” Liz no pudo ocultar su decepción cuando Kent se paró. “Me


estaba divirtiendo tanto, tenía la esperanza de que tuvieras que tomar
algunas más.”

Él la observó en silencio por un momento, entonces le dio una sonrisa


perezosa. “Sólo porque tengamos suficiente para hacer el calendario, no
significa que no pueda sacar algunas fotografías más. Y si te gustan
algunas de esas, más que las otras, puedo simplemente usar PhotoShop
para incluir a Godiva más tarde.”

Liz se mordió el labio inferior mientras consideraba su oferta. El


estudio fotográfico había donado sus servicios para el refugio, así que
realmente no debería ocupar más de su tiempo. Por otra parte, no todos
los días un tipo ardiente le tomaba fotografías.

“Está bien,” dijo. “Pero sólo si estás seguro que no te molesta.”

La boca de él se torció. “¿Si acaso me importa sacarle fotos a una


hermosa mujer como tú? Es un trabajo difícil, lo admito, pero alguien
tiene que hacerlo.”

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Ella rió, sus mejillas se colorearon ante el cumplido. Dios, este sujeto
sabía exactamente qué decirle a una chica.

Kent se agachó apoyándose en una rodilla frente a ella, con la cámara


en ristre. “Bien, ahora que Godiva salió de la habitación, muéstrame tu
mejor mirada sensual.”

Liz no estaba muy segura de cómo ser sensual, pero decidió dar lo
mejor de sí misma. Poniendo sus manos en el suelo frente a ella, se
inclinó hacia delante para mostrarle un poco más de escote y lo miró por
debajo de sus pestañas.

Él inmediatamente empezó a tomar fotos. “Oh sí, eso es de lo que


hablo. Sigue así.”

Ella se rió ante sus palabras, incapaz de evitarlo.

Se asomó por detrás de la cámara para lanzarle una mirada curiosa.


“¿Por qué te detienes? Estaba perfecto.”

“No estoy tan segura si puedo hacer una buena mirada sensual,” le
contestó.

“No estoy de acuerdo. Y tampoco la cámara. Pero si no me crees, haz


lo mismo y esta vez echa un vistazo al monitor.”

Esperando no lucir tan ridícula como se sentía, Liz mantuvo la misma


pose, luego miró el monitor después de que le tomara una foto. Lo que
vio, la hizo mirar dos veces. Con sus carnosos labios entreabiertos, sus

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ojos azules medio escondidos bajo la espesa franja de pestañas negras,
la parte superior de sus pechos cubiertos de encaje asomándose por
sobre la bata de seda, no sólo no lucía ridícula, sino que parecía ser la
exacta definición de sensualidad. Ese pensamiento envió otra corriente de
excitación a través de su coño.

“Hermosa,” dijo Kent. “Ahora, deja caer un poco la bata por tus
hombros para mí.”

Liz hizo lo que le pidió, esperó a que le tomara otra fotografía,


entonces, impulsivamente levantó su cabello con su mano libre y le lanzó
un beso al aire por encima de su hombro.

Él se rió entre dientes. “Eso es. Muéstrame más. Diviértete con ello.”

Ella bajó su mano, dejando caer el pelo por su espalda mientras


cambiaba de posición. Apoyada con su cadera, se inclinó hacia delante
para darle una sexy ven-acá mirada. Mientras lo hacía, la bata se deslizó
hasta sus codos, exponiendo completamente su sostén de encaje ante la
cámara y al hombre detrás de ésta. El gemido de aprobación de Kent fue
todo el estímulo que necesitó para seguir adelante. Rodando sobre su
espalda, se apoyó con lo codos y levantó sus piernas desnudas al aire.

“Mantén esa pose,” dijo Kent mientras sacaba más fotos. “Muy
bonito.”

Olvidando el comentario anterior que le hizo a Godiva, sobre no


mostrar nada más que las piernas y un poco de hombros, Liz se vio a sí

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misma yendo por el cinturón de su bata. Pero entonces dudó. ¿Se
atrevería? El sujetador y las bragas a juego que llevaba podrían
considerarse diminutas, pero no eran tan distintas a un bikini, de esos
que usualmente se ponía. Además, posar para unas fotografías subidas
de tono era bastante divertido. Como si fuera su propia sesión fotográfica
glamorosa.

Con lo labios curvándose en una sonrisa traviesa, Liz lentamente


desató el cinturón y dejó que la bata cayera para darle a Kent y a su
costosa cámara digital de alta tecnología, una buena y larga mirada a su
cuerpo semi desnudo. Por su acelerada respiración, ella tuvo el
presentimiento que a él le gustaba lo que veía.

Rodando sobre su lado para enfrentarse a él, se apoyó sobre su codo y


levantó su pierna superior hacia arriba. Mientras Kent capturaba su pose
con la cámara, ella observó el monitor y le complació ver lo sensual que
se veía. A pesar de que siempre había sido bastante segura con su
cuerpo, verse a sí misma de este modo la hizo sentirse incluso más sexy.
Le recomendaría hacer esto a cualquier chica que buscara mejorar su
imagen personal. Atrapando su labio inferior con los dientes, volvió su
atención hacia Kent y le lanzó una mirada provocativa.

“Oh sí, eso es,” dijo. “Hazle el amor a la cámara.”

Liz no había pensado que lo que estaba haciendo era hacerle el amor a
la cámara, pero esas palabras hicieron que su concha temblara aún más
entre sus piernas. Se preguntó si la idea de posar como modelo de página

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central era lo que encontraba excitante, o si era en realidad el hacer esto
frente a un hombre tan arrebatador como Kent. Mientras ella se sentaba,
decidió que era un poco de ambas.

Preguntándose qué tan juguetona podía ponerse con la picante sesión


fotográfica, Liz lentamente pasó los dedos por su escote, luego cubrió sus
pechos envueltos de raso con sus manos. Los pezones se endurecieron
bajo la tela con su caricia, y tuvo que sofocar un pequeño gemido. Dios,
cómo le gustaría quitarse el sujetador y simplemente darles un suave
pellizco. La urgencia era demasiado poderosa para resistirse y se vio a sí
misma intentando alcanzar su sostén para desabrocharlo. Sin embargo,
una vez que sus dedos encontraron los ganchos, titubeó, no muy segura
si debía continuar. Pero entonces vio un destello de anticipación en los
ojos de Kent y su pulso se aceleró agitadamente. Supo en ese momento
que no se iba a detener.

Desenganchando los broches, perezosamente empujó unas de las


correas, luego la otra por su hombro. Pero en vez de quitarse el corpiño
de inmediato, cruzó sus brazos sobre sus pechos, se inclinó hace delante
lo suficiente como para burlarse un poco de Kent antes de hacer la gran
revelación.

Kent se acercó aún más, su dedo haciendo clic en el botón de disparo


con furia. “¿Estás segura que nunca antes habías hecho esto?”

“Estoy segura.” Ella ladeó un hombro hacia delante y le dio una linda
mueca. “¿Por qué lo preguntas?”

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“Porque sabes exactamente cómo seducir a la cámara.”

Liz se dio cuenta que se había olvidado de la cámara. En algún


momento, esto se había convertido en seducir al hombre detrás de ésta.
Se preguntaba si estaba funcionando. Decidiendo que había sólo una
manera de descubrirlo, lentamente dejó caer su sostén para revelar sus
pechos desnudos.

Kent bajó la cámara para mirarla. “Maldición,” suspiró.

Ella le lanzó una tímida mirada y cruzó sus brazos por sobre sus
pechos otra vez. “¿Fue demasiado para ser la primera sesión fotográfica?”

La comisura de su boca se alzó mientras volvía a tomar fotos. “En lo


absoluto.”

“Bueno, en ese caso…”

Dejando la frase sin terminar, Liz tranquilamente descruzó los brazos y


acarició sus pechos. Ella tomó cada pezón rosa enrojecido entre el pulgar
y el dedo índice y les dio un firme apretón. Un hormigueo de placer la
atravesó y jadeó.

“Dios, eso es tan caliente,” dijo Kent.

Las palabras roncas provocaron espasmos en su coño. Queriendo ver


qué tan caliente lucía en realidad, ella observó el monitor y se asombró al
darse cuenta que no sólo se veía sexy, sino que tan lujuriosa como el
infierno.

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“Apóyate hacia atrás con tus manos y cruza una rodilla sobre la otra,”
le indicó Kent.

Hizo lo que le pidió, balanceando perezosamente la pierna. “¿Así?”

“Justo así.”

Liz esperó hasta que él sacó unas cuantas fotografías de esa pose
antes de estirar una pierna frente a ella y llevar la otra hacia arriba.
Mientras lo hacía, sintió la humedad entre sus muslos y se dio cuenta que
sus bragas estaban mojadas con su excitación. Si ella deslizaba una mano
dentro de éstas, estaría segura que se encontrarían empapadas.

Entonces, ¿qué te detiene?

Lanzándole a la cámara una mirada que haría orgullosa a una modelo


de Playboy, enganchó el pulgar en los tirantes del bikini y lentamente los
bajó sobre la curva de su cadera. A pesar de que no podía ver los ojos de
Kent detrás de la cámara, se dio cuenta por la brusca inhalación, que le
gustaba hacia donde se dirigía la sesión fotográfica. Bastante complacida
consigo misma, ella continuó descendiendo centímetro a centímetro sus
bragas hasta que se encontraron envueltas alrededor de sus muslos.
Luego las bajó incluso más.

Se preguntaba si Kent podría ver cuan excitada esta pequeña y


traviesa sesión fotográfica la estaba dejando. La noción de que él podría
saberlo era más que un afrodisíaco. Antes de percatarse de lo que estaba
haciendo, cerró sus ojos e introdujo una mano entre sus piernas para

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acariciar con los dedos los pliegues de su coño. Dios Santo, se hallaba
empapada. Su clítoris palpitaba, rogando que lo acariciaran y, esta vez, ni
siquiera intentó contener el gemido que escapó de sus labios. Sin poder
evitarlo, comenzó a hacer pequeños círculos alrededor de su clítoris.

“¿Tienes alguna idea de lo excitante que es esto?”

Ante el sonido de la voz de Kent, Liz abrió los ojos para descubrir que
ya no estaba tomándole fotografías, pero, en cambio, observaba cada
uno de sus movimientos con sus ojos oscuros cargados de lujuria. El
recordatorio de que ella tenía audiencia sólo hizo que el acto de darse
placer a sí misma fuera incluso mucho más candente.

Su mirada se dirigió a la erección que era claramente visible en la


delantera de sus vaqueros y los labios de ella se curvaron en una sexy
sonrisa. Al diablo con seguir siendo tímida. Lo deseaba. “¿Por qué no
vienes aquí y me lo demuestras?”

Liz no sabía quién de los dos estaba más sorprendido por sus palabras,
si ella o Kent. Normalmente, no hacía proposiciones a hombres que
acababa de conocer. Al contrario, le gustaba llevar las cosas muy
despacio. Pero esta noche ella parecía haber desechado sus inhibiciones
junto con la bata. Además, se había sentido atraída por el atractivo
fotógrafo desde el momento en que lo conoció y justo ahora, no podía
pensar en nada más que en sentir su duro cuerpo contra el suyo.

Aún así, Kent se quedó mirándola por tanto tiempo, que Liz tuvo
miedo que no fuera a aceptar su oferta. Sin embargo, después de un

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momento, él dejó la cámara y subió a la tarima. Su pulso se aceleró
cuando se arrodilló a su lado. Esperó a que dijera algo, pero, en cambio,
deslizó su mano por su largo cabello e inclinó la cabeza para besarla.

Su boca era suave pero firme sobre la de ella, y dejó escapar un


pequeño suspiro entrecortado cuando sus lenguas se tocaron y
entrelazaron. Ansiosa por descubrir si realmente estaba tan bien dotado
como creía, deslizó sus manos por la parte frontal de su torso. Para su
deleite, él estaba duro y firme bajo la camiseta azul marino, y dejó que
sus dedos recorrieran apreciativamente cada músculo. Siempre le
atrajeron los tipos que se ejercitaban.

Kent se alejó de su boca para observarla, sus ojos oscuros destellaban


hambre. “He querido hacer eso desde que entraste por la puerta.”

“¿Por qué tardaste tanto?” preguntó suavemente.

Él la besó otra vez antes de responder. “Por el código de ética del


fotógrafo.”

Ella frunció el ceño. “¿Hay un código de ética para los fotógrafos?”

Otro beso. “Seguro. ¿Nunca has oído hablar de él?”

Tenía la leve sospecha que le estaba tomando el pelo, pero no le


reprendió por ello. En cambio, simplemente sacudió su cabeza y presionó
su boca contra la suya. “No.”

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“Estoy sorprendido. Es muy estricto.” Tomó el labio inferior con su
boca y lo succionó. “Aunque el código no fue lo único que me impidió
besarte.”

Ella gimió mientras él tentaba sus labios con besos de mariposa. “¿No
lo fue?”

“No. No estaba seguro si había un novio en la escena o no.”

“No lo hay.”

“Bien.”

“¿Qué hay de ti? ¿Hay una novia en la escena?”

“Ninguna novia. Soy un agente libre.”

“Bien.”

Él capturó su boca con la suya en otro beso abrasador antes de que


pudiera contestar y unos momentos después, cuando levantó la cabeza
para trazar un camino de besos por la curva de su mandíbula, ella olvidó
lo que había estado a punto de decir. Mientras él la besaba por el cuello,
ella inclinó la cabeza hacia un lado, dándole acceso a cualquier lugar que
quisiera ir. El ángulo la dejó en una perfecta posición para ver el monitor
y echar un vistazo a la última foto que Kent le tomó. En ésta, ella estaba
inclinada hacia atrás, con sus ojos cerrados, sus labios abiertos y su
mano entre las piernas mientras se daba placer a sí misma.

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“¿Verte a ti misma de ese modo te excita?”

Liz arrastró su mirada lejos de la pantalla para observarlo, con un


rubor coloreando sus mejillas. “Un poco. ¿Eso me convierte en una
pervertida?”

“Tal vez. Pero me gusta lo perverso.” La besó duramente. “No te


muevas. Volveré enseguida.”

Kent ya estaba de pie antes de que ella pudiera averiguar hacia dónde
se dirigía y lo miró curiosa cuando él tomó la cámara digital que había
estado usando y la puso en el trípode. Frunció el ceño, preguntándose si
iba a sacar más fotografías. Estuvo a punto de interrogarlo cuando
regresó y se arrodilló a su lado nuevamente.

“Puse la cámara en automático para que tome fotos de cada


momento,” le explicó antes de que pudiera preguntarle. “De ese modo
podrás ver todo lo que hacemos.”

Su mirada se dirigió hacia el monitor y veía con fascinación cómo las


fotografías cambiaban luego de un momento mientras la cámara
capturaba sus imágenes. Era como estar en una sesión pornográfica
privada. Su coño se contrajo ante esa idea tan traviesa. ¿Cuándo se había
convertido en una chica mala?

Liz le lanzó una lenta y sexy sonrisa a Kent. “Entonces, montemos un


espectáculo para la cámara.”

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Levantándose sobre sus rodillas frente a Kent, pasó sus manos por
debajo de su camiseta y la jaló hacia arriba. Alzó la mano hasta su
cabeza y lo ayudó a quitársela, arrojándola a un lado, y dejó su magnífico
torso desnudo ante su hambrienta mirada. Ella lo observó con
apreciación, absorbiendo el six-pack que tenía por abdominales y sus
pectorales bien definidos, preguntándose otra vez porqué diablos él
pasaba su tiempo detrás de la cámara en vez de estar frente a ésta.
Maldita sea, si estaba bien formado.

Ella pasó sus manos por los músculos lisos de su pecho y por sobre
sus hombros anchos, suspirando por la manera en que se flexionaban
bajo su caricia. No podía recordar la última vez que tuvo sexo con un tipo
simplemente porque era un bombón. El pensamiento de tener su dura
verga dentro de ella prácticamente la tenía jadeando de necesidad y
envolvió una mano alrededor de su nuca para jalarlo en busca de un
beso. Esta vez, fue ella quien tomó la iniciativa, hundiendo la lengua en el
interior de su boca.

Kent hizo un sonido profundo en su garganta. Pasó una mano por su


cabello y, con la otra, ahuecó suavemente su seno. Liz gimió en contra de
su boca mientras él tomó su pezón entre el pulgar y el dedo índice y le
dio un gentil apretón. Ella siempre había tenido los pezones sensibles,
pero esta noche parecían estar más receptivos ante las caricias. O quizás
Kent sabía cómo hacerles el amor mucho mejor que cualquier otro
hombre que conociera. Podría dejarle hacer esto toda la noche.

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Fue por ese motivo que casi protestó cuando quitó su mano. Pero
entonces se dio cuenta que había dejado de jugar con sus pechos para
poder recostarla gentilmente en el suelo.

La miró, observando cada centímetro de su cuerpo desnudo. “Dios,


eres hermosa.”

El halago calentó a Liz por todo el camino hasta la punta de los dedos
de sus pies. Le habría dado las gracias, pero Kent ya se había inclinado
hacia delante para besar lentamente a lo largo del interior de su pierna
extendida. Ella se lamió los labios con anticipación mientras él se
acercaba más y más a su concha. Pero, para su sorpresa, pasó de largo
su sexo y fue directamente a sus senos otra vez, ahuecándolos con
ambas manos. Ella jadeó cuando cerró su boca en el mismo pezón con el
que antes había estado jugando. Así que, al hombre le gustaban los
pechos ¿no? Sus labios se curvaron en una sonrisa. Debería haberlo
sabido por la forma en que sus ojos se mantuvieron pegados a ellos
durante toda la sesión fotográfica.

Ella echó un vistazo al monitor mientras él le chupaba uno de sus


pezones, sin poder creer lo sexy que se veía. Había robado una rápida
mirada ocasional al espejo de su habitación mientras tenía sexo con otros
hombres, pero esto era mucho más caliente.

Liz gimió, alzando su mano y pasando los dedos por su pelo oscuro
mientras él arremolinaba su lengua una y otra vez alrededor del pequeño
y rígido pico. Si bien lo que estaba haciendo se sentía maravilloso,

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también era suficiente para conducirla a la demencia y no estaba muy
segura de sentirse aliviada o consternada cuando finalmente alzó la
cabeza. Antes de poder decidirlo, él se inclinó nuevamente para tomar el
otro pezón con su boca y prodigarle la misma atención, volviéndola loca
otra vez.

Cuando finalmente terminó el festín con sus pechos, besó, de manera


lenta y pausada, su vientre hasta llegar a su ombligo. Él hizo pequeños
círculos perezosos alrededor de la hendidura con su lengua antes de
sumergirla en su interior. Nunca antes tuvo a un hombre haciéndole eso,
pero ante el estremecimiento de placer que la recorrió, ella decidió que
podría haber descubierto toda una nueva zona erógena.

Sin embargo, Liz se olvidó completamente todo lo relacionado con su


ombligo cuando Kent fue descendiendo. Su respiración se aceleró
mientras él se acercaba más y más a la unión de sus muslos. Algo le dijo
que sabía exactamente cómo practicarle el sexo oral a una mujer. Y si su
lengua se sentía la mitad de bien en su coño como en sus senos,
entonces ella iba a tener un orgasmo alucinante.

Tomando su culo con las manos, Kent alzó los ojos para sostener la
mirada por un largo instante, antes de inclinarse para pasar lentamente
su lengua a lo largo de los resbaladizos pliegues de su concha. Liz gimió,
automáticamente echando un vistazo al monitor otra vez. Ver el cabello
oscuro de Kent enterrado en su coño, foto tras foto, hizo que el acto del
sexo oral fuera incluso más erótico y no podría haber quitado los ojos de
la pantalla incluso si lo intentaba.

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Kent no lamió su clítoris de inmediato, sino que enfocó su atención en
los labios de su concha, provocando, pasando su lengua primero por un
lado y luego por el otro, hasta que ella estuvo tan excitada, que estuvo
segura que iba a explotar en el momento en que finalmente lamiera su
clítoris. Se preguntaba si él iba a sentir misericordia por ella en algún
momento, cuando puso su cálida boca en la pequeña protuberancia
regordeta.

Liz se quedó sin aliento.

Como para volverla aún más loca, él sacudió su clítoris con rápidas y
leves caricias, antes de hacer lentos y deliberados círculos a su alrededor.
Ella se arqueó en su contra, sus dedos hallando el camino hacia su pelo
nuevamente mientras comenzaba a rotar sus caderas.

“Oh Dios,” suspiró. “Justo así. No te detengas.”

Kent dejó escapar un gemido y se aferró aún más a las mejillas de su


culo, su lengua se movía firmemente mientras continuaba lamiendo su
clítoris. Mantuvo un ritmo lento y calmado, elevándola más y más alto
con cada minuto que pasaba. Cuando el orgasmo finalmente la golpeó,
comenzó justo en el centro de su clítoris, para luego se extenderse a lo
largo de todo su cuerpo hasta dejarla temblando por completo.

Liz intentó mantener sus ojos fijos en le monitor mientras se corría,


pero eso rápidamente se volvió imposible cuando empezó a retorcerse
bajo su implacable lengua. Renunciando a la pantalla, ella cerró los ojos,
echó la cabeza hacia atrás, y se rindió ante el placer mientras Kent la

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envolvió en un arrebatador clímax tras otro hasta dejarla completamente
mareada. Se sentía tan bien, que no quiso detenerlo.

Pero en algún momento las sensaciones se hicieron demasiado


intensas y ella apretó el agarre de su cabello, instándolo a levantarse.
Aunque dejó de lamerla, no levantó su cabeza. En cambio, él recorrió el
interior de su tembloroso muslo con tiernos besos, luego el otro, antes de
mirar en su dirección.

Ella lo observó a través de sus pestañas a medio cerrar. Había estado


con tipos que eran buenos para lamer coños, pero ese tuvo que ser el
mejor sexo oral de su vida. Él era un artista con su lengua. A pesar que
su clítoris estaba satisfecho, sin embargo, su concha aún se hallaba
adolorida por la necesidad que casi bordeaba la desesperación. Y sólo una
cosa iba a satisfacer su anhelo.

“Te necesito dentro de mí,” le rogó.

Kent no contestó, sino que simplemente se levantó y abrió su cinturón,


desabrochando luego sus vaqueros. Sintió que su pulso se aceleraba
mientras esperaba a que se desvistiera. Con un torso tan increíble como
el suyo, el resto de su cuerpo tenía que ser igual de asombroso, estaba
segura. Cuando finalmente se bajó los vaqueros para revelar sus largas y
musculosas piernas, le encantó descubrir que tenía razón. Pero tan
fascinada como lo estaba con sus piernas bien tonificadas, fue el
considerable bulto en la parte delantera de los boxer lo que captó su
atención, y se quedó sin aliento cuando su dura polla por fin apareció.

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Estaba mucho mejor dotado que cualquier otro tipo con el que había
estado antes, y mientras lo observaba ponerse un condón que tomó del
bolsillo de sus pantalones, sólo pudo imaginarse cuan glorioso iba a
sentirse dentro de ella. Su concha latió con anticipación. Iba a descubrirlo
muy pronto.

Se le ocurrió entonces a Liz que probablemente debería elogiar su


cuerpo como él lo había hecho con el suyo, pero antes de poder abrir su
boca, Kent ya se encontraba junto a ella en el suelo. Obviamente no
quería perder más tiempo. Eso estaba bien por ella. Habría tiempo para
halagos más tarde.

Apoyando sus brazos a cada lado de su cabeza, él se posicionó entre


sus muslos, luego inclinó la cabeza y cubrió su boca con la suya. Ella
envolvió los brazos alrededor de su cuello, un gemido escapó de sus
labios cuando sintió la cabeza de su verga presionándose contra su
entrada. Esperaba que la penetrara de inmediato, pero, en cambio, se
deslizó provocativamente hacia arriba y abajo recorriendo los suaves
labios exteriores. Ella gimió contra su boca otra vez, impaciente por
tenerlo dentro.

Kent debió interpretar lo que quería, porque reposicionó la cabeza de


su eje contra la apertura de su coño y lentamente se acomodó en su
interior.

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Liz se quedó sin aliento mientras la penetraba. Su polla la llenaba de
manera tan perfecta y completa que era como si él estuviera hecho para
ella.

Por encima de ella, Kent gimió con voz ronca. “Dios, estás tan
apretada.”

Liz lo envolvió con sus piernas, llevándolo aún más profundo. “Eso es
algo bueno, ¿verdad?”

Él hizo un sonido que fue entre risa y gemido. “Eso es algo muy
bueno.”

“Entonces fóllame,” le ordenó suavemente.

Ella se sonrojó ante su propio descaro. Normalmente no hablaba sucio


en la cama, pero el posar desnuda para las fotos, había sacado a relucir
su chica mala interior. Aunque a Kent no pareció importarle. De hecho,
por la sonrisa que tiraba de la esquina de su boca cuando comenzó a
mover las caderas, ella sospechó que a él probablemente le gustó.

Él la embistió lentamente, deslizándose fuera hasta que sólo la cabeza


de su verga estaba en su coño, luego se enterró profundo en su interior
otra vez hasta que tocó su centro. Ella apretó sus piernas más fuerte a su
alrededor, jalándolo hacia dentro tanto como pudo, jadeó cuando su eje
estiro su concha aún más. Kent bajó la cabeza y enterró el rostro en su
cuello, besando la piel sensible de ese lugar mientras bombeaba dentro y
fuera.

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Liz estaba tan cerca de correrse, que no le habría importado si él
aceleraba el ritmo en ese momento. Trató de instarlo a ir más rápido
acercándolo con sus talones descalzos, pero se rehusó a obedecer. En
cambio, continuó con su ritmo lento y constante, manteniéndola al borde
del orgasmo.

Ella se preguntó si él sabía lo que le estaba haciendo, pero por la


mirada en sus ojos, pudo darse cuenta que disfrutaba volviéndola loca.

Entonces, justo cuando creyó que enloquecería de placer, él se retiró y


se sentó sobre sus talones.

“Quiero que me montes,” dijo con voz ronca, tomando su mano e


instándola a levantarse.

Mientras Kent rodó sobre su espalda, Liz se colocó obedientemente a


horcajadas entre sus caderas y con cuidado se sentó sobre su polla.
Contuvo el aliento cuando llenó su coño por completo una vez más,
saboreando la sensación de tenerlo en su interior. Él seguramente quiso
cambiar de posición porque se encontraba tan cerca de correrse como
ella.

Inclinándose hacia delante, puso sus manos en su torso y lentamente


comenzó a montarlo, subiendo y bajando. El movimiento condujo a su eje
profundamente dentro de ella con cada embiste y gimió de placer. Había
planeado ir lento y suave, provocándolo como lo había hecho con ella,
pero él la agarró del culo con ambas manos, haciendo que se moviera

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más rápido. Dios, era tan excitante cuando un hombre se hacía cargo de
ese modo durante el sexo.

Recordando de forma abrupta la cámara, lanzó una mirada hacia el


monitor y observó con asombro cuán increíblemente caliente lucían los
dos juntos. La cámara los había capturado justo cuando ella iba a tomarlo
en su interior de nuevo, con su verga a punto de sumergirse en su
concha y sus fuertes manos afirmando sus nalgas.

Se volvió hacia Kent para ver que éste tenía una sonrisa tirando de su
boca. “Caliente, ¿ah?”

Sus labios se curvaron en una sonrisa. “Muy caliente.”

Reclinándose hacia delante, deslizó las manos por su cabello y lo besó.


Él gimió en contra de su boca y apretó el agarre de su culo, moviéndola
arriba y abajo mientras bombeaba sus caderas. El movimiento
acompasado envió a su eje más y más profundo con cada embiste. Con él
haciéndose cargo del ritmo, todo lo que ella tuvo que hacer fue
entregarse al placer y disfrutar del viaje.

“Más rápido,” exigió Liz en contra de su boca. “¡Fóllame más rápido!”

Kent obedeció, empujando dentro de ella con tanta fuerza que


seguramente habría brincado fuera de él si no la hubiera tenido bien
afirmada. Su coño se contrajo alrededor de su polla, indicando el
inminente orgasmo, y arrastró su boca lejos de Kent.

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“Oh sí, justo así,” lo instó. “No te detengas. ¡Por favor, no te
detengas!”

“No lo haré,” le prometió, con su profunda y ronca voz en el oído


mientras bombeaba de su interior. “Córrete para mí, nena. Córrete para
mí.”

Esas palabras fue todo lo que se necesitó para enviar a Liz sobre el
borde. Aferrándose a sus hombros, ella dejó salir un grito de éxtasis lo
suficientemente fuerte como para que toda la ciudad de Seattle lo
escuchara. Kent hizo un sonido propio, gimiendo profundamente por su
garganta mientras alcanzaba su propio clímax.

Cuando su orgasmo finalmente cedió, Liz se deslizó fuera de él y


colapsó sobre su pecho, jadeando en busca de aire. “Eso fue asombroso.”

Él pasó su brazo por sobre su cintura, abrazándola. “Sí, lo fue.”

Ellos yacieron ahí en silencio por un momento, los latidos de Kent


sincronizados con los de ella mientras sus respiraciones se normalizaban.
A lo lejos, Liz pudo oír los clicks que emitía la cámara. Sonrió ante el
pensamiento de las fotos triple X, pero frunció el ceño cuando se
preguntó si era algo de lo que Kent hacía un hábito. Mientras no estaba
segura de querer saber la respuesta, no pudo contener su curiosidad.

Alzó la cabeza de su hombro considerándolo con cuidado. “Así que, ¿te


acuestas con todas las mujeres a las que fotografías?”

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“Eres la primera.”

¿Qué más había esperado que dijera? Aún así, las palabras la
complacieron y sonrió. “Buena respuesta.”

Él levantó la mano para acariciar su cabello y alejarlo de su rostro.


“Sólo estoy siendo honesto. Nunca he querido hacer algo como eso con
ninguna otra mujer a la que he fotografiado.”

Había una sinceridad en sus ojos oscuros que hizo que Liz le creyera y
volvió a acurrucarse sobre él. No pudo evitar sentirse mareada. Eso hacía
que lo que acababan de compartir fuera incluso más especial.

Mientras yacía con la cabeza sobre su torso, disfrutando la calidez de


ese pensamiento, Liz miró hacia abajo y se percató que Kent se había
quitado el condón. ¿Cuándo diablos lo había hecho? Mientras pensaba en
ello, también notó que su verga comenzaba a endurecerse otra vez.
Sonriendo, pasó los dedos a lo largo de la base de su eje hasta la punta.

“Parece que alguien está listo para la segunda ronda.”

Él rió entre dientes. “Siempre.”

Ella se incline para darle un beso en la boca. “Mmm, me gusta eso en


un hombre.”

Afirmándose sobre sus rodillas, Liz trazó besos a lo largo de la línea de


su mandíbula y bajó hasta su cuello. Luego descendió, explorando los
esculpidos contornos de su torso y abdominales con sus labios y lengua,

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hasta que llegó a su polla. Ella iba a tomarlo tan duro como nunca lo
había sido en su vida. Envolviendo una mano alrededor de la base, rodó
la lengua sobre la cabeza para lamer el reluciente líquido preseminal de la
punta. Era dulce y almizclado, y Liz dejó salir un pequeño gemido de
apreciación cuando el sabor llenó su boca.

Levantó la otra mano y ahuecó las bolas en su palma. A pesar de


haberse corrido hacía sólo un momento, se hallaban pesadas por la
excitación y gentilmente las masajeó mientras pasaba la lengua arriba y
abajo de la longitud de su eje. Recordando cómo la provocó cuando él le
dio sexo oral, decidió que dar vuelta un poco la situación sería lo justo.
Así que, en vez de tomarlo en su boca de inmediato, ella cerró los labios
alrededor de la cabeza y succionó gentilmente.

Kent inhaló profundamente en lo que ella estaba segura que era


anticipación, pero sólo continuó rodando su lengua una y otra vez en la
punta hasta que él dejó salir un gruñido de frustración. Decidiendo que ya
lo había torturado bastante, cerró sus labios sobre su verga y lo tomó por
completo dentro de su boca.

Por sobre ella, Kent gruñó otra vez, aunque ahora con obvia
aprobación, y Liz casi sonrió cuando lentamente movió su boca arriba y
abajo de su longitud.

“Maldita sea, eres buena en eso,” dijo, con voz ronca por el deseo.

Esta vez, Liz sí sonrió mientras trazó un camino por su pene con su
lengua. Cuando ella llegó hasta la punta, arremolinó su lengua sobre la

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cabeza antes de tomarlo hondamente con su boca de nuevo. Luego se lo
llevó más profundo y succionó.

Kent contuvo el aliento y deslizó una mano por su cabello,


levantándole la cabeza. “Si continúas así, voy a correrme en esa linda
boquita tuya. Y a pesar de que eso no sería malo, justo ahora, necesito
estar dentro de ti otra vez.”

Si bien la idea de hacer que se corriera en su boca hizo que Liz se


estremeciera con anticipación, decidió que lo quería dentro de su concha
tanto como él quería estar ahí.

La acercó y besó fuerte y duro en la boca. “Ponte de manos y rodillas


frente a la cámara.”

Liz hizo lo que le pidió, con su coño contrayéndose. Amaba cuando un


hombre la tomaba por detrás. Y no tenía ninguna duda de que iban a lucir
espectaculares en esas fotografías.

Mientras Kent hurgaba en el bolsillo de sus vaqueros buscando otro


condón, ella lanzó una mirada al monitor y vio que la cámara había
capturado su beso. Maldita sea, lucían ardientes juntos.

Detrás de ella, Kent la agarró por las caderas y Liz quedó sin aliento
cuando lo sintió jugar en la entrada de su concha con la cabeza de su
verga. La urgencia de tenerlo en su interior era imposible de resistir.
Cuando comenzó a penetrarla, ella intentó empujar hacia atrás, pero él la
mantuvo en su lugar y se introdujo en su coño centímetro a glorioso

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centímetro. Una vez que finalmente se hallaba tan profundo como podía,
se mantuvo allí, llenándola completamente.

Kent se sentía tan perfecto en su interior que Liz pensó que realmente
se podría correr por el extremo placer de su unión.

Pero entonces él hizo algo que llevó ese placer a otro nivel. Se sentó
sobre sus talones, instándola a que se sentara en su regazo. Esa posición
empujó su polla más profundo y ella se quedó sin aliento cuando se
inclinó en contra de su torso.

“¿Eso se siente bien?” preguntó, con su boca rozando su oído mientras


ahuecaba sus pechos.

“Mmm… mmmm,” suspiró, descansando la cabeza en su hombro.

Él presionó sus labios en la curva de su cuello. “¿Qué hay de esto?”

“Dios, ¡sí!”

Le dio a sus pezones un pequeño apretón, haciéndola saltar. “Eso es.


Monta mi polla.”

Liz puso una mano en cada uno de sus musculosos muslos y


lentamente comenzó a moverse arriba y abajo.

“Justo así,” él murmuró en su oído. “Lento y suave.”

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Ella obedeció, ondulando sus caderas con lentitud. Él se sentía tan bien
en su interior que era difícil mantener un ritmo pausado, y se alegró
cuando la distrajo al susurrarle otra vez.

“Mira el monitor.”

Ante la mención, volvió su atención a la pantalla. La cámara los había


captado cuando Kent ahuecaba sus pechos y ella inclinada hacia tras en
su contra, con sus labios abiertos, sus ojos entrecerrados, y una
expresión de pura lujuria en su rostro.

“Eres muy fotogénica,” dijo él suavemente.

Ella le sonrió por sobre el hombro mientras bajaba sobre su verga de


nuevo. “Tú también.”

Kent gruño una respuesta, murmurando algo que ella no pudo


entender mientras se aferraba a sus caderas y la instaba a inclinarse
hacia delante sobre sus manos y rodillas. Apretando su agarre, él
comenzó a empujar dentro y fuera con una fiereza que la dejó sin
respiración.

Liz alzó la cabeza hacia atrás para mirar el monitor. La posición lucía
incluso más primitiva en la pantalla y estaba fascinada por la imagen.
Detrás de ella, los hombros y torso de Kent ondulaban y flexionaban
frente a la cámara, la iluminación que él había preparado para la sesión
fotográfica acentuaba sus magníficamente cincelados músculos mientras
bombeaba dentro y fuera.

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“¡Más duro!” ella demandó, apoyando sus manos en el suave material
que cubría la tarima y empujaba hacia atrás.

Él obedeció, hundiendo su polla tan profundo con cada embestida que


estaba segura que se desmayaría por cuan maravilloso se sentía. Cuando
el orgasmo se apoderó de ella un momento después, no perdió la
conciencia como pensó que pasaría. En cambio, alzó la cabeza hacia a
tras y gritó una y otra vez cuando la marea la placer la llevó lejos.

Liz se hallaba tan perdida en su propio clímax que apenas fue


conciente de Kent corriéndose junto con ella hasta que se enterró a sí
mismo en su coño con un movimiento suave y un fuerte gemido de
satisfacción.

Pasó un largo momento antes de que Liz pudiera recuperar el aliento y


cuando finalmente pudo hacerlo, fue para jadear cuando Kent se deslizó
fuera de ella. No estaba segura de cómo era posible, pero ese orgasmo
había sido incluso mejor que los anteriores.

Kent tomó su mano y le dio un pequeño tirón, jalándola en contra de


su pecho mientras él yacía sobre su espalda en el suelo. Liz se arrimó
más cerca y dejó salir un suspiro.

“Eso fue fuera de serie,” dijo ella suavemente.

Él pasó sus dedos arriba y abajo de su brazo que tenía apoyado en


contra de su torso. “Me alegra de que te gustara. Yo también lo creo, por
cierto.”

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Liz sonrió. ¿A quién se le habría ocurrido que ella terminaría haciendo
el amor con su fotógrafo? Y pensar que casi se acobarda acerca de venir
esta noche y ser fotografiada para el calendario a beneficio.

Ese pensamiento le hizo recordar que Godiva aún esperaba por ella en
la sala y ahogó un gemido. Mientras que habría preferido quedarse justo
ahí durante toda la noche, realmente necesitaba ir a ver cómo se
encontraba su preciosa cachorra.

Se reincorporó a regañadientes sobre su codo. “Debería vestirme e ir a


ver qué es lo que Godiva está haciendo. Ella podría estar tratando de
comerse las plantas de allá fuera.”

Kent arrugó la frente. “Maldita sea, estaba tan callada, que olvidé que
se encontraba aquí.”

Liz rió. “Yo también.”

“Bueno, mientras vas a comprobar cómo está, transferiré las fotos de


la cámara para que podamos echar un vistazo. ¿Suena bien?”

Su pulso dio un vuelco ante la idea de mirar esas atrevidas fotografías


con él y sonrió. “Suena genial.”

Él pasó una mano por su cabello y la jaló para un largo y lento beso
antes de ayudarla a levantarse. Mientras se vestían, ella no pudo evitar
mirar por sobre su hombro para observar el cuerpo desnudo de Kent una
vez más. Dios mío, él era espléndido.”

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Ahogando un gemido, ató el cinturón de la bata alrededor de su
cintura, luego pasó una mano por su pelo despeinado y se apresuró hacia
la sala para ver qué estaba haciendo Godiva. La perra estaba en el suelo
junto al sofá, profundamente dormida con su cabeza sobre sus patas,
pero ante el sonido que Liz hizo al entrar, levantó su cabeza para lanzarle
una mirada somnolienta.

“Está bien, muchacha,” dijo Liz, agachándose para darle un cariñoso


masaje en la cabeza. “Puedes regresar al estudio ahora.”

Godiva movió la cola, pero no hizo ademán de levantarse. En cambio,


ella puso su cabeza de regreso a sus patas y volvió a dormir.

Liz rió. “O puedes quedarte aquí y dormir mientras me cambio de


ropa, perezosa.”

Sacudiendo su cabeza, Liz se levantó y regresó al estudio. Kent ya se


hallaba vestido y había sacado la cámara del trípode para conectarla al
ordenador.

Él la miró. “¿Está bien Godiva?”

“Ella está bien. Duerme.”

Él se rió entre dientes. “Tendré las fotos listas en un minuto.”

“Genial. Voy a cambiarme y regresaré.”

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Apresurándose hacia el cuarto de baño, se quitó la bata y la metió en
su bolso, luego se colocó los vaqueros y camiseta rápidamente. Ella se
observó en el espejo y sonrió. Maldita fuera si no lucía como si acabara
de ser total y absolutamente follada. Se veía muy bien en ella. Lanzando
su bolso sobre el hombro, regresó al estudio, sintiéndose más sexy de lo
que nunca antes se había sentido en su vida.

“Las fotos de ti y Godiva salieron estupendas,” dijo Kent mientras ella


caminaba hacia él.

Ansiosa de verlas por sí misma, Liz se acercó furtivamente a su lado.


Mientras las estudiaba, no pudo evitar sonreír. Kent tenía razón.
Realmente lucían bien.

“¿Tienes alguna idea sobre cuál quieres usar para el calendario?” le


preguntó él.

Ella se mordió el labio pensativamente por un momento, luego apuntó


una donde ella estaba arrodillada junto a Godiva con sus brazos alrededor
de la perra y su escote a la vista. “Esta.”

“Buena elección. Esa es mi favorita también.” Él sonrió. “Al menos


entre las fotos de ti y Godiva.”

Ella alzó la cabeza. “Miraste las otras.”

Su sonrisa se ensanchó. “Les eché un vistazo.”

“Déjame verlas también.”

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Él rió y se acercó al computador. Un momento después, apareció un
nuevo conjunto de imágenes en la pantalla. Dios, había un montón de
esas. El ordenador las mostraba en el orden en que fueron tomadas y Liz
lentamente dejó que su mirada vagara de una foto a la siguiente,
asombrada por cuan sexy se veía, desde ir completamente vestida a
totalmente desnuda.

“Así que, ¿qué te parecen?” preguntó Kent.

Ella sonrió. “Creo que eres un excelente fotógrafo.”

Él rió entre dientes. “Eres sólo tú, nena. Yo sólo tomé las fotografías.”

Ella se sonrojó. “¿Puedo ver el resto?”

Él se inclinó para hacer clic otra vez y las fotos de ella y Kent haciendo
el amor aparecieron en la pantalla. Éstas eran incluso más
impresionantes que las otras, y todo lo que podía hacer era mirarlas con
asombro. Aunque eran extremadamente eróticas, gracias a las seductoras
sombras que la luz creaba, también eran sexys y elegantes al mismo
tiempo. Como verdaderas obras de arte.

“¿Te gustan?” le preguntó Kent suavemente.

Ella se giró para mirarlo. “Me encantan. Son hermosas.”

“Al igual que tú,” dijo, besándola dulcemente en la boca. Cuando


levantó su cabeza un momento después, se inclinó sobre el ordenador,
luego sacó la tarjeta de memoria del lector y se la tendió a ella. “Por

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mucho que me guste la idea de quedarme con las fotos, no quiero que
estés preocupada acerca de que terminen por todo el Internet, así que
será mejor que te las lleves contigo.”

Liz frunció el ceño en confusión mientras tomaba la tarjeta de


memoria. Había estado tan atrapada en el momento que ni siquiera había
pensado en pedirle las fotografías. “¿Qué hay de las fotos para el
calendario?”

“Las guardé en el disco duro, pero sólo las tuyas con Godiva.”

“Oh.” Ella miró la tarjeta de memoria por un momento, luego le dirigió


una mirada burlona. “¿Y no estás preocupado de que pueda publicar tus
fotos en el Internet?”

“En realidad no.” le dio un guiño. “Soy un muy buen juez de carácter y
no creo que seas ese tipo de persona.”

Ella rió. “Tienes razón. Las protegeré con mi vida.”

Liz tomó su tiempo deslizando la tarjeta de memoria en su bolso


mientras se preguntaba cómo sacar el tema de contactarse con Kent de
nuevo. No sólo para tener sexo. Aunque definitivamente no le importaría
repetir la actuación de esta noche, a ella le gustaría ir en una cita un poco
más convencional, sólo para ver si estaba en lo cierto acerca de la
conexión que había sentido con él.

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Kent acercó su mano para alejarle el cabello del rostro. “¿Sabes? Llevo
a Bob al parque que está en la Cuarta Avenida todos los sábados por la
tarde. Me preguntaba si tú y Godiva querrían ir con nosotros esta
semana. Luego de que los perros nos dejen agotados, podemos salir a
cenar, entonces tal vez podamos ir a ver una película o algo así.”

Ella sonrió. No sólo era pecaminosamente atractivo y muy bueno en la


cama, pero aparentemente podía leer la mente también. “Me encantaría.”

“Genial.” Dio un paso más cerca. “Por cierto, esa tarjeta de memoria
puede almacenar muchas más fotos.”

Su pulso se aceleró. “¿En serio?”

“Muchas más.”

Liz lo observó por debajo de sus pestañas y le dio una sonrisa sexy.
“Entonces, ¿vas a traer tu cámara a nuestra cita?”

Kent deslizó sus manos por el cabello y le echo la cabeza hacia atrás.
“Cuenta con ello,” le prometió, con su boca cerrándose sobre la suya.

Fin
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