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La autoimagen idealizada

En un individuo normal la autoimagen idealizada se refiere a la idea que creamos de


nosotros mismos sin embargo en un individuo neurótico la autoimagen es ilusoria e
inflexible.

Una persona normal construye su autoimagen a partir de una evaluación realista de sus
capacidades, potencialidades, debilidades, metas y relaciones con los otros. Esta imagen
confiere un sentido de unidad e integración a la personalidad y un marco de referencia para
acercarnos a otros y a nosotros mismos. Para poder realizar todo nuestro potencial, ese
estado de autorrealización, nuestra autoimagen, debe reflejar claramente nuestro verdadero
yo.

Los neuróticos crean una autoimagen igual que una persona normal pero están condenados
al fracaso ya que su autoimagen es fundada en la ilusión. Los neuróticos crean una imagen
que es real sólo para ellos y sucumben ante lo que llamó Horney la tiranía de los debería
esta trata de lo que crees que deberías ser ya que la autoimagen real que tienen de sí
mismos es negativa creen que la conducta tiene que responder a la autoimagen ilusoria (a
lo que quisieran ser).

La autoimagen realista es todo lo contrario a la ilusoria ya que esta se adapta a medida la


persona se desarrolla, cambia y tiene consciencia de sí mismo. Una gran diferencia entre la
autoimagen realista y la ilusoria es que la primera es flexible por lo tanto persigue una meta,
la segunda inflexible no es una meta sino una idea fija.

La autoimagen del neurótico es un sustituto poco satisfactorio de un sentido objetivo de la


valía personal. El neurótico tiene poca confianza en sí mismo debido a la inseguridad y la
ansiedad, además de que la autoimagen idealizada no permite corregir esas deficiencias.
Ofrece un sentido ilusorio de la valía personal, enajenándolo de su yo verdadero. Creada
para conciliar modos de conducta incompatibles, simplemente se convierte en un elemento
más del confl icto. Lejos de resolver el problema, lo agrava con un creciente sentimiento de
futilidad. La más ligera fractura en la autoimagen idealizada amenaza el falso sentido de
superioridad y seguridad del neurótico para el cual se armó toda esta estructura. No se
requiere mucho para demolerla. Horney dijo que esta autoimagen se asemeja a una casa
llena de dinamita.

Los neuróticos tratan de defenderse de los conflictos internos que provoca la


incompatibilidad de la autoimagen idealizada y la real por medio de la externalización y
proyectan los conflictos hacia el mundo exterior. Es un proceso que alivia temporalmente la
ansiedad que produce el conflicto, pero no aminora en absoluto la brecha entre la
autoimagen idealizada y la real.

La externalización implica una tendencia a experimentar los conflictos como si estuviesen


ocurriendo fuera de uno. Además, entraña describir las fuerzas externas como la fuente que
los genera. Por ejemplo, los neuróticos que se odian a sí mismos por la discrepancia entre
el yo real y el idealizado podrían proyectar el odio hacia
otras personas o instituciones y hasta llegar a pensar que éste proviene de esas fuentes
externas y no de su interior.

Cuestiones relativas a la naturaleza humana

La imagen de la naturaleza humana que nos ofrece Horney es mucho más optimista que la
de Freud. Una de las razones de su optimismo es que creía que las fuerzas biológicas no
nos condenan al conflicto, la ansiedad o la neurosis, y que la personalidad no es universal.
Por el contrario, cada individuo es único. La conducta neurótica, cuando ocurre, es
resultado de factores sociales de la niñez. Las relaciones entre progenitor e hijo pueden
satisfacer o frustrar la necesidad de seguridad del niño. Cuando se frustra esa necesidad, el
resultado es una conducta neurótica. Las neurosis y los conflictos se pueden evitar si se
cría al pequeño con amor, aceptación y confianza.

Todos tenemos el potencial innato para la autorrealización, y ése es el objetivo supremo y


necesario de la vida. El potencial y nuestras capacidades intrínsecas florecerán como la
bellota que se convierte en roble. Lo único que impide el desarrollo es que la necesidad de
seguridad y amor se frustren en la niñez.

Horney pensaba que somos capaces de moldear y modificar nuestra personalidad de forma
consciente. Dado que la naturaleza humana es flexible, no adquiere formas inmutables
durante la niñez. La capacidad de crecer es universal. De ahí que las experiencias de la
edad adulta sean tan importantes como las de la infancia.

Horney confiaba tanto en la capacidad de autocrecimiento que, recurrió al autoanálisis con


sus pacientes y en su vida personal. En su libro titulado Autoanálisis (Horney, 1942),
hablaba de la capacidad para resolver nuestros propios problemas. Por eso, en la cuestión
del libre albedrío frente al determinismo, optó contundentemente por la libertad: podemos
moldear nuestra vida y alcanzar la autorrealización.

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