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Una persona normal construye su autoimagen a partir de una evaluación realista de sus
capacidades, potencialidades, debilidades, metas y relaciones con los otros. Esta imagen
confiere un sentido de unidad e integración a la personalidad y un marco de referencia para
acercarnos a otros y a nosotros mismos. Para poder realizar todo nuestro potencial, ese
estado de autorrealización, nuestra autoimagen, debe reflejar claramente nuestro verdadero
yo.
Los neuróticos crean una autoimagen igual que una persona normal pero están condenados
al fracaso ya que su autoimagen es fundada en la ilusión. Los neuróticos crean una imagen
que es real sólo para ellos y sucumben ante lo que llamó Horney la tiranía de los debería
esta trata de lo que crees que deberías ser ya que la autoimagen real que tienen de sí
mismos es negativa creen que la conducta tiene que responder a la autoimagen ilusoria (a
lo que quisieran ser).
La imagen de la naturaleza humana que nos ofrece Horney es mucho más optimista que la
de Freud. Una de las razones de su optimismo es que creía que las fuerzas biológicas no
nos condenan al conflicto, la ansiedad o la neurosis, y que la personalidad no es universal.
Por el contrario, cada individuo es único. La conducta neurótica, cuando ocurre, es
resultado de factores sociales de la niñez. Las relaciones entre progenitor e hijo pueden
satisfacer o frustrar la necesidad de seguridad del niño. Cuando se frustra esa necesidad, el
resultado es una conducta neurótica. Las neurosis y los conflictos se pueden evitar si se
cría al pequeño con amor, aceptación y confianza.
Horney pensaba que somos capaces de moldear y modificar nuestra personalidad de forma
consciente. Dado que la naturaleza humana es flexible, no adquiere formas inmutables
durante la niñez. La capacidad de crecer es universal. De ahí que las experiencias de la
edad adulta sean tan importantes como las de la infancia.