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Staff
Moderadoras
nElshIA
Mona

Traductoras
Axcia Kath Molly Bloom
BELEN Kyda Mona
Carosole Lauu LR Nelly Vanessa
daydreamer lvic15 nElshIA
delilah magdys83 Olivera
Fabiro13 Maria_clio88
GigiDreamer Melusanti

Corrección
Clau Agustina
Desiree Caronin84
Cecilia Mimi
Gerald Karen's

Recopilación
Cecilia

Diseño
Belen & Cecilia
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Índice
Sinopsis
n beso dura un momento.
Pero mil besos pueden durar una vida.
Un niño.
Una niña.
Un vínculo que se forjó en un instante y valioso por toda una década.
Un vínculo que ni el tiempo ni la distancia pueden romper.
Un vínculo que durará para siempre.
O eso es lo que ellos creen.
Cuando Rune Kristiansen de diecisiete años de edad, regresa de su Noruega natal a la
tranquila ciudad de Blossom Grove, Georgia, donde se hizo amigo de Poppy Litchfield
siendo un niño, tiene una sola cosa en su mente. ¿Por qué la chica que era la mitad de su
alma, que prometió esperar fielmente su regreso, lo cortó sin una palabra de explicación?
El corazón de Rune se rompió hace dos años cuando Poppy se quedó en silencio.
Cuando descubre la verdad, encuentra que el mayor corazón roto aún está por venir.

Libro independiente, Romance dramático para adultos jóvenes.


Para catorce años en adelante.
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Prólogo
ueron exactamente cuatro los momentos que definieron mi vida.
Este fue el primero

Blossom Grove, Georgia.


Estados Unidos de América.
Cinco años de edad.

—¡Jeg vil dra! Nå! Jeg vil reise hjem igjen! —grité tan fuerte como pude, diciéndole a mi mamma
que quería irme, ¡ahora! ¡Quería volver a casa!
—No vamos a volver a casa, Rune. Y no nos vamos. Este es nuestro hogar ahora —replicó en
inglés. Se agachó y me miró directamente a los ojos—. Rune —dijo suavemente—. Sé que no querías dejar
Oslo, pero tu pappa consiguió un nuevo empleo aquí, en Georgia. —Su mano se deslizó arriba y abajo por
mi brazo, pero eso no me hizo sentir mejor. No quería estar en este lugar, en Estados Unidos.
Quería volver a casa.
—¡Slutt å snakke engelsk! —repliqué. Odiaba hablar en inglés. Desde que nos estableciéramos en
los Estados Unidos desde Noruega, mamma y pappa solo me hablaban en inglés. Decían que tenía que
practicar.
¡No quería hacerlo!
Mi mamma se puso de pie y levantó una caja del suelo.
—Estamos en Estados Unidos, Rune. Aquí hablan inglés. Has hablado inglés por tanto tiempo
como has hablado noruego. Es hora de usarlo.
Me mantuve firme, mirando a mi mamma mientras pasaba a mi lado hacia la casa. Miré alrededor
de la pequeña calle donde ahora vivíamos. Había ocho casas. Todas eran grandes, pero todas lucían
diferentes. La nuestra estaba pintada de rojo, con ventanas blancas y un pórtico enorme. Mi habitación era
grande y estaba en el piso inferior. Pensé que eso era de algún modo genial. Nunca antes había dormido en
el primer piso; en Oslo mi habitación estaba en el segundo.
Miré a las casas. Todas estaban pintadas de colores brillantes: celestes, amarillos, rosados…
Entonces miré a la casa de al lado. Justo al lado, compartíamos un porche de hierba. Ambas casas eran
grandes, y nuestros patios también lo eran, pero no había una valla o un camino entre ellas. Si lo deseaba,
podría correr a su patio y no habría nada para detenerme.
La casa era blanco brillante, con un pórtico que la envolvía por todo el rededor. Tenían mecedoras y
una gran silla tipo columpio al frente. Los marcos de sus ventanas estaban pintados de negro, y tenía una
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ventana enfrente de la ventana de mi dormitorio. ¡Justo al frente! No me gustaba eso. No me gustaba el
hecho de que podría ver dentro de su dormitorio y que ellos podrían ver el mío.
Había una piedra en el suelo. La pateé con mi pie, observándola bajar por la calle. Me volví para
seguir a mi mamma, pero entonces oí un ruido. Venía de la casa de al lado. Miré a su puerta delantera,
pero nadie salió. Subía los escalones de mi pórtico cuando vi un movimiento en el costado de la casa, en la
ventana de la habitación de al lado, la que estaba al frente de la mía.
Mi mano se congeló en la barandilla y observé mientras una niña, vestida con un brillante vestido
azul, trepaba por la ventana. Saltó al césped y desempolvó sus manos en sus muslos. Fruncí el ceño, lo que
hizo que mis cejas bajaran, mientras esperaba a que levantara su cabeza. Tenía pelo castaño, el cual se
apilaba en su cabeza como un nido de pájaros. Llevaba un gran lazo a un lado de este.
Cuando levantó la mirada, miró directo a mí. Luego sonrió. Sonrió hacia mí tan grande. Se agitó,
rápido, luego corrió hacia adelante y se detuvo frente a mí.
Extendió su mano.
—Hola, mi nombre es Poppy Litchfield, tengo cinco años y vivo en la casa de al lado.
Observé a la niña. Tenía un acento gracioso. Hacía que las palabras en inglés sonaran diferentes a
como nos enseñaron en Noruega. La niña —Poppy— tenía una mancha de barro en su cara y brillantes
botas de lluvia en sus pies. Ellas tenían grandes globos rojos a un lado.
Se veía extraña.
Levanté la vista de sus pies y fijé mis ojos en su mano. Aún la extendía. No sabía qué hacer. No
sabía qué quería ella.
Poppy suspiró. Sacudiendo la cabeza, alcanzó mi mano y la forzó en las suyas. Las sacudió arriba y
abajo dos veces y dijo:
—Una sacudida de manos. Mi mamaw1 dice que solo es correcto sacudir la mano de la gente
cuando la conoces por primera vez. —Apuntó a nuestras manos—. Esa fue una sacudida de manos. Y fue
algo educado porque no te conozco.
No dije nada; por alguna razón mi voz no funcionaba. Cuando miré hacia abajo me di cuenta que
era porque nuestras manos seguían unidas.
También tenía barro en sus manos. De hecho, tenía barro en todos lados.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Poppy. Su cabeza estaba inclinada a un lado. Tenía una
pequeña ramita atascada en su pelo—. Oye —dijo, tirando de nuestras manos—. Te pregunté por tu
nombre.
Aclaré mi garganta.
—Mi nombre es Rune, Rune Erik Kristiansen.
Poppy arrugó el rostro, sus grandes labios rosas sobresaliendo de forma graciosa.
—Suenas raro —soltó.
Arrebaté mi mano.
—¡Nei det gjør jeg ikke! —chasqueé. Su rostro se arrugó aún más.
—¿Qué acabas de decir? —preguntó Poppy, mientras me volvía para caminar a mi casa. No
quería hablarle nunca más.
Sintiéndome enojado, me di la vuelta.

1 Mamaw: Abuela.
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—Dije “¡No, no lo hago!” ¡Hablaba noruego! —dije, en inglés esta vez. Los ojos verdes de Poppy
se volvieron gigantes.
Dio un paso más cerca, y más cerca otra vez, y preguntó:
—¿Noruego? ¿Como los vikingos? Mi mamaw me leyó un libro sobre los vikingos. Decía que ellos
eran de Noruega. —Sus ojos se volvieron incluso más grandes—. Rune, ¿eres un vikingo? —Su voz había
perdido todo rechinar.
Eso me hizo sentir bien. Saqué pecho. Mi pappa siempre decía que yo era un vikingo, como todos
los hombres en mi familia. Éramos grandes, fuertes vikingos.
—Ja2 —dije—. Somos vikingos de verdad, de Noruega.
Una gran sonrisa se extendió por la cara de Poppy, y una aguda risa de chica estalló de su boca.
Levantó su mano y la arrastró por mi pelo.
—Por eso tienes el pelo largo dorado y ojos azul cristal. Porque eres un vikingo. Al principio pensé
que lucías como una niña…
—¡No soy una niña! —interrumpí, pero Poppy no pareció preocuparse. Pasé mis manos por mi
pelo largo.
Llegaba a mis hombros. Todos los niños en Oslo lo tenían así.
—… pero ahora veo que es porque eres un vikingo de la vida real. Como Thor. ¡Él también tenía
pelo largo dorado y ojos azules! ¡Eres justo como Thor!
—Ja —concordé—. Thor lo tiene. Y es el dios más fuerte de todos.
Poppy asintió, luego puso sus manos en mis hombros. Su cara se volvió toda seria y su voz bajó a un
susurro.
—Rune, no le cuento a nadie esto, pero me gustan las aventuras.
Arrugué mi rostro. No entendía. Poppy dio un paso más cerca y miró a mis ojos. Apretó mis
brazos. Inclinó su cabeza a un lado. Miró a todo nuestro alrededor, luego se inclinó para hablar.
—Normalmente no traigo a gente a mis viajes, pero eres un vikingo, y todos sabemos que los
vikingos se vuelven fuertes y grandes, y son real realmente buenos con las aventuras y explorando, y con
largas caminatas y capturando a los malos y… ¡todas las cosas como esas!
Seguía confundido, pero luego Poppy dio un paso atrás y extendió su mano otra vez.
—Rune —dijo, su voz seria y fuerte—, vives justo al lado, eres un vikingo y yo amo los vikingos.
Creo que deberíamos ser mejores amigos.
—¿Mejores amigos? —pregunté.
Poppy asintió y empujó su mano aún más hacia mí. Lentamente extendiendo mi propia mano,
agarré la suya y le di dos sacudidas, como ella me mostró.
Una sacudida de manos.
—Así que, ¿ahora somos mejores amigos? —pregunté, mientas Poppy retiraba su mano.
—¡Sí! —dijo animadamente—. Poppy y Rune. —Llevó su dedo a su barbilla y miró hacia arriba.
Sus labios sobresalían otra vez, como si estuviese pensando con mucho esfuerzo.
—Suena bien, ¿no crees? “¡Poppy y Rune, mejores amigos hasta el infinito!”.
Asentí porque lo hacía, sonaba bien. Poppy puso su mano en la mía.

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Ja: Sí en Noruego
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—¡Muéstrame tu habitación! Quiero contarte a qué aventura podemos ir después. —Empezó a
empujarme hacia adelante, y corrimos a la casa.
Cuando nos empujamos a través de la puerta de mi dormitorio, Poppy se lanzó directo a mi ventana.
—Esta es la habitación exactamente al frente de la mía.
Asentí, y ella chilló, corriendo hasta mí para tomar mi mano en las suyas otra vez.
—¡Rune! —dijo emocionadamente—, podemos hablar en la noche, y hacer walkie-talkies con latas
y cuerda. Podemos susurrarnos secretos cuando todos lo demás estén dormidos, y podemos hacer planes, y
jugar, y…
Poppy siguió hablando, pero no le tomé cuidado. Me gustaba el sonido de su voz. Me gustaba su risa
y me gustaba el gran lazo blanco en su pelo.
Tal vez Georgia no va a ser tan mala después de todo, pensé, no si tengo a Poppy Litchfield
como mi mejor amiga.

Y fuimos Poppy y yo desde ese día.


Poppy y Rune.
Mejores amigos hasta el infinito.
O eso pensaba.
Curioso cómo cambian las cosas.
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Corazones rotos y frasco de besos de chico

Hace nueve años.


Ocho años de edad.

dónde vamos, papi? —pregunté mientras él sostenía mi mano


suavemente, guiándome hacia el auto. Miré hacia atrás a mi escuela,
preguntándome por qué estaba siendo sacada de clase tan temprano.
Solo era la hora del almuerzo. No se suponía que saliera todavía.
Mi padre no dijo nada mientras caminábamos, sólo me apretó la mano. Busqué a lo
largo de la valla de la escuela, una extraña sensación tirando en mi estómago. Me encantaba
la escuela, me encantaba aprender, y ahora teníamos historia. Era, absolutamente, mi
asignatura favorita. No quería perdérmela.
—¡Poppy! —Rune, mi mejor amigo, estaba de pie junto a la cerca, viéndome
marchar. Sus manos sostenían muy fuerte las barras de metal—. ¿A dónde vas? —gritó. Me
sentaba al lado de Rune en clase. Estábamos siempre juntos. La escuela no era divertida
cuando el otro no estaba allí.
Volví la cabeza hacia la cara de mi padre en busca de respuestas, pero no me miraba.
Se quedó en silencio. Mirando hacia atrás a Rune, grité:
—¡No sé!
Rune me miró todo el camino hacia nuestro auto. Subí en la parte posterior y me
senté en mi asiento para niños, mi papá me abrochó el cinturón.
Oí el silbato en el patio del colegio, señalando el final del almuerzo. Miré por la
ventana y vi a todos los niños corriendo hacia el interior, pero no a Rune. Rune se quedó
en la valla mirándome. Su largo pelo rubio estaba flotando en el viento, mientras decía:
—¿Estás bien? —Pero mi papá se metió en el auto y empezó a conducir antes de que
pudiera responder.
Rune corrió a lo largo de la valla, siguiendo nuestro auto, hasta que la señora Davis
llegó y lo hizo ir a dentro.
Cuando la escuela se perdió de vista, dijo mi padre:
—¿Poppy?
—¿Sí, papi? —le respondí.
—¿Sabes que la abuela ha estado viviendo con nosotros por un tiempo?
Asentí. Mi abuelita se había trasladado a la habitación frente a la mía hace un tiempo.
Mi mamá había dicho que era porque necesitaba ayuda. Mi abuelo había muerto cuando yo
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era sólo un bebé. Mi abuelita había vivido sola durante años, hasta que vino a vivir con
nosotros.
—¿Recuerdas lo que tu mami y yo te dijimos acerca de porqué? ¿Por qué la abuelita
no podía vivir sola?
Respiré por la nariz y le susurré:
—Sí. Porque necesitaba nuestra ayuda. Porque está enferma. —Mi estómago dio
vueltas mientras hablaba. Mi abuelita era mi mejor amiga. Bueno, ella y Rune estaban
atados, absolutamente, en la parte superior. Mi abuela dijo que yo era igual que ella.
Antes de que estuviera enferma íbamos a un montón de aventuras. Ella me leía todas
las noches sobre los grandes exploradores del mundo. Me contaba todo acerca de la
historia, sobre Alejandro Magno, los romanos, y mi favorito, el samurái de Japón. Eran los
preferidos de la abuela también.
Sabía que mi abuela estaba enferma, pero nunca parecía enferma. Siempre sonreía,
daba abrazos apretados y me hacía reír. Siempre decía que tenía rayos de luna en su
corazón y rayos de sol en su sonrisa. Abuela me dijo que eso significaba que era feliz.
Ella me hacía feliz.
Sin embargo, en las últimas semanas la abuela había dormido mucho. Había estado
demasiado cansada para hacer cualquier otra cosa. De hecho, ahora la mayoría de las
noches le leía a ella, mientras acariciaba mi pelo y me sonreía. Y eso estaba bien, porque las
sonrisas de abuelita eran el mejor tipo de sonrisas para recibir.
—Eso es correcto, calabacita, ella está enferma. De hecho, ella está muy, muy
enferma. ¿Lo entiendes?
Fruncí el ceño, pero asentí y dije:
—Sí.
—Es por eso que vamos a casa temprano —explicó—. Ella está esperándote. Quiere
verte. Quiere ver a su amiguita.
No entendía por qué mi papá me tuvo que llevar a casa temprano para visitar a mi
abuela, cuando lo primero que hacia todas las noches después de la escuela era ir a su
habitación y hablar con ella, mientras ella estaba acostada en la cama. A ella le gustaba
escuchar todo acerca de mi día.
Nos dirigimos a nuestra calle y estacionó en nuestra entrada. Mi papá no se movió
durante unos segundos, pero luego se volvió hacia mí y dijo:
—Sé que solo tienes ocho años, calabacita, pero hoy tienes que ser una niña grande y
valiente, ¿de acuerdo?
Asentí. Mi papá esbozó una sonrisa triste hacia mí.
—Esa es mi niña.
Se bajó del auto y se dirigió a mi asiento en la parte trasera. Tomando mi mano, mi
papá me guio fuera del auto y hacia la casa. Pude ver que había más autos de lo habitual.
Acababa de abrir mi boca para preguntar de quienes eran, cuando la señora Kristiansen, la
mamá de Rune, vino caminando por el patio entre nuestras casas con un gran plato de
comida en sus manos.
—¡James! —dijo en voz alta, y mi padre se volvió para saludarla.
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—Adelis, hola —respondió. La mamá de Rune se detuvo frente a nosotros. Hoy su
largo pelo rubio estaba suelto. Era del mismo color que el de Rune. La señora Kristiansen
era muy bonita. La amaba. Era amable, y me llamaba la hija que nunca tuvo.
—Te hice esto. Por favor dile a Ivy que estoy pensando en todos ustedes.
Mi papá me soltó la mano para tomar el plato.
La señora Kristiansen se agachó y me dio un beso en mi mejilla.
—Sé una buena chica Poppy, ¿de acuerdo?
—Sí, señora —le contesté, y la vi cruzar el césped para volver a su casa.
Mi papá suspiró, y luego ladeo la cabeza hacia mí para que lo siguiera hacia el interior.
Tan pronto como atravesamos la puerta principal, vi a mis tíos sentados en los sofás, y mis
primos sentados en el piso de la sala de estar, jugando con sus juguetes. Mi tía Silvia estaba
sentada con mis hermanas, Savannah e Ida. Eran más jóvenes que yo, sólo cuatro y dos
años de edad. Se agitaron hacia mí cuando me vieron, pero la tía Silvia las mantuvo
sentadas en su regazo.
Nadie estaba hablando, pero muchos de ellos se secaban los ojos; la mayoría de ellos
estaban llorando.
Estaba tan confundida.
Me apoyé en la pierna de mi papá, agarrándome con fuerza. Alguien estaba en la
puerta de la cocina, mi tía Della, DeeDee, como siempre la llamaba. Era, absolutamente, mi
tía favorita. Era joven y divertida, y siempre me hacía reír. A pesar de que mi mamá era
mayor que su hermana, se parecían entre sí. Ambas tenían el pelo largo castaño y ojos
verdes como yo. Pero DeeDee era extra guapa. Me quería ver igual que ella algún día.
—Hola, Pops —dijo ella, pero pude ver que tenía los ojos enrojecidos, y su voz
sonaba rara. DeeDee miró a mi papá. Tomó el plato de comida de su mano y dijo—: Ve
con Poppy, James. Casi es la hora.
Empecé a ir con mi papá, pero cuando miré hacia atrás DeeDee no nos siguió. Abrí
la boca para llamar su nombre, pero de repente se dio la vuelta, puso el plato de comida en
el mostrador y apoyó la cabeza en sus manos. Estaba llorando, llorando tan fuerte, que
ruidos fuertes vinieron de su boca.
—¿Papi? —susurré, sintiendo una extraña sensación en mi estómago.
Mi papá pasó su brazo por mis hombros y me guio lejos.
—Está bien, calabacita. DeeDee sólo necesita un minuto a solas.
Caminamos hacia la habitación de abuelita. Justo antes de que papi abriera la puerta,
dijo:
—Mami está ahí, calabacita, y Betty, la enfermera de la abuela también está allí.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué hay una enfermera?
Papá abrió la puerta del cuarto de abuelita, y mi mamá se levantó de la silla junto a la
cama de la abuela. Sus ojos estaban de color rojo y su pelo estaba todo desordenado. El
pelo de mami nunca estaba desordenado
Vi a la enfermera en el fondo de la habitación. Estaba escribiendo algo en un
portapapeles. Ella sonrió y me saludó cuando entré. Entonces miré a la cama. Abuelita
estaba acostada. Mi estómago se volcó cuando vi una aguja adherida en su brazo, con un
tubo transparente que llegaba a una bolsa colgando de un gancho de metal a su lado.
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Me quedé quieta, de repente asustada. Entonces mi mamá se acercó a mí, y mi
abuelita miro en mi dirección. Ella se veía diferente a la última noche. Su piel era más
pálida, y sus ojos no eran tan brillantes.
—¿Dónde está mi amiguita? —La voz de abuelita era tranquila y parecía rara, pero la
sonrisa que me dio, me hizo sentir cálida.
Riendo hacia mi abuelita, corrí a un lado de la cama.
—¡Estoy aquí! ¡Llegué a casa temprano de la escuela para verte!
La abuela levantó su dedo y tocó la punta de mi nariz.
—¡Esa es mi niña!
Sonreí muy grande en respuesta.
—Sólo quería que me visitaras un ratito. Siempre me siento mejor cuando la luz de
mi vida se sienta a mi lado y me habla un poco.
Sonreí de nuevo. Porque yo era “la luz de su vida”, “la niña de sus ojos”. Siempre me
llamaba esas cosas. Abuelita me dijo en secreto que eso significaba que era su favorita. Pero
me dijo que tenía que mantenerlo para mí, así no molestaba a mis primos y a mis
hermanitas. Era nuestro secreto.
Unas manos de repente agarraron mi cintura, y mi papá me levantó para sentarme al
lado de la abuela en su cama. Abuelita tomo mi mano. Apretó mis dedos, pero todo lo que
pude observar fue lo frías que estaban sus manos. La abuela respiró profundamente, pero
sonaba raro, como que algo estaba crujiendo en su pecho.
—Abuelita, ¿estás bien? —le pregunté y me incline hacia adelante para presionar un
beso suave en su mejilla. Ella normalmente olía a tabaco de todos los cigarrillos que
fumaba. Pero no podía oler el humo en ella hoy.
La abuela sonrió.
—Estoy cansada, pequeña. Y voy... —abuelita aspiró otra bocanada de aire y sus ojos
se cerraron con fuerza brevemente. Cuando se abrieron de nuevo, se movió en la cama y
dijo—: ... y voy a irme lejos durante un tiempo.
Fruncí el ceño.
—¿A dónde vas, abuelita? ¿Puede ir también? —Siempre nos íbamos de aventuras
juntas.
La abuela sonrió, pero negó con su cabeza.
—No, mi niña, donde voy, no puedes seguirme. Aún no. Pero algún día, dentro de
muchos años, me vas a ver otra vez.
Mi mamá dejó escapar un sollozo detrás de mí, pero solo mire fijamente a mi abuela,
confundida.
—¿Pero a dónde vas, abuelita? No entiendo.
—A casa, cariño —dijo mi abuelita—. Me voy a casa.
—Pero estás en casa —repliqué.
—No. —Abuelita sacudió su cabeza—. Este no es nuestro verdadero hogar, mi niña.
Esta vida... bueno, es sólo una gran aventura, mientras la tenemos. Una aventura para
disfrutar y amar con todo nuestro corazón antes de pasar a la mayor aventura de todas.
Mis ojos se abrieron de emoción, entonces me sentí triste. Muy triste. Mi labio
inferior empezó a temblar.
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—Pero somos mejores amigas, abuelita. Siempre vamos en nuestras aventuras juntas.
No puedes ir a una sin mí.
Las lágrimas habían comenzado a caer de mis ojos hasta mis mejillas. Mi abuelita
levantó su mano libre para quitármelas de encima. Esa mano era tan fría como la que yo
estaba sosteniendo.
—Nosotras siempre vamos de aventuras juntas, mi niña, pero no esta vez.
—¿No tienes miedo de ir sola? —le pregunté, pero mi abuela solo suspiro.
—No, pequeña, no siento miedo. No tengo miedo en absoluto.
—Pero yo no quiero que te vayas —le supliqué, mi garganta empezando a doler.
La mano de abuelita se quedó en mi mejilla.
—Todavía me verás en tus sueños. Esto no es un adiós.
Parpadeé, luego volví a parpadear.
—¿Como ves al abuelo? Siempre dices que te visita en tus sueños. Él te habla y besa
tu mano.
—Exactamente así —dijo. Me sequé las lágrimas. Abuela me apretó la mano, y miró
a mi mamá detrás de mí. Cuando volvió a mirarme de nuevo, dijo—: Mientras no esté,
tengo una nueva aventura para ti.
Me quedé inmóvil.
—¿La tienes?
El sonido de vidrio siendo colocado sobre una mesa vino detrás de mí. Me dieron
ganas de mirar alrededor, pero antes de que pudiera, abuelita preguntó:
—Poppy, ¿qué es eso que siempre te dije, que era el mejor recuerdo de mi vida? ¿Lo
que siempre me hacía sonreír?
—Los besos del abuelo. Sus dulces besos-de-chico. Todos los recuerdos de todos los
besos-de-chico que has recibido de él. Me dijiste que son los recuerdos más favoritos que
tienes. No dinero, no las cosas, sino los besos que recibiste del abuelo, porque todos eran
especiales y te hicieron sonreír, te hicieron sentir amada, porque era tu alma gemela. Tu
para siempre.
—Así es, mi niña —respondió—. Así que, para tu aventura... —La abuela miro a mi
mamá de nuevo. Esta vez, cuando mire alrededor, vi que tenía en la mano un gran frasco
de vidrio lleno hasta el tope con montones y montones de corazones de papel rosado.
—¡Guau! ¿Qué es eso? —pregunté, sintiéndome entusiasmada.
Mamá lo puso en mis manos, y mi abuelita golpeó la tapa.
—Son mil besos-de-chico. O por lo menos, lo será, cuando los rellenes todos.
Mis ojos se abrieron mientras trataba de contar todos los corazones. Pero no pude.
¡Mil eran muchos!
—Poppy —dijo mi abuela, mientras miraba hacia arriba para ver sus ojos verdes
brillando—. Esta es tu aventura. Como quiero que me recuerdes cuando no esté.
Bajé la vista hacia el frasco de nuevo.
—Pero no lo entiendo.
Abuelita se acercó a su mesa de noche y cogió un bolígrafo. Me lo pasó y dijo:
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—He estado enferma desde hace un tiempo, mi niña, pero los recuerdos que me
hicieron sentir mejor, son aquellos donde tu abuelo me dio un beso. No sólo los besos de
todos los días, sino los especiales, aquellos en los que mi corazón casi estalla de mi pecho.
Los que el abuelo se aseguró de que nunca olvidara. Los besos bajo la lluvia, los besos al
atardecer, el beso que compartimos en nuestra graduación... aquellos en donde me abrazó y
me susurró al oído que era la chica más bonita del lugar.
Escuché y escuché, mi corazón sintiéndose lleno. La abuela señaló todos los
corazones en el frasco.
—Este frasco es para que registres tus besos-de-chico, Poppy. Todos los besos que
hagan que tu corazón casi estalle, los que sean los más especiales, los que desees recordar
cuando estés vieja y gris como yo. Los que te harán sonreír cuando los recuerdes en tu
mente.
Tocando el bolígrafo, continuó:
—Cuando encuentres al chico que va a ser tu para siempre, cada vez que recibas un
beso-muy-especial de él, saca un corazón. Anota dónde estabas cuando se besaron.
Entonces, cuando seas una abuela también, tu nieta, tu mejor amiga, pueda escuchar todo
acerca de ellos, al igual que te he contado sobre los míos. Vas a tener un tesoro, el frasco de
todos los preciosos besos que hicieron que tu corazón se acelerara.
Me quedé mirando el frasco y exhalé.
—Mil es un montón. ¡Son un montón de besos, abuelita!
Abuelita se rió
—No son tantos como crees, mi niña. Especialmente cuando encuentres a tu alma
gemela. Tienes un montón de años por delante.
Abuelita contuvo el aliento y su rostro se arrugó como si estuviera sintiendo dolor.
—Abuelita —grité, sintiendo de repente mucho miedo. Su mano apretó la mía.
Abuelita abrió los ojos, y esta vez una lágrima cayó por su pálida mejilla—. ¿Abuelita? —
dije, esta vez más bajo.
—Estoy cansada, mi niña. Estoy cansada, y ya es casi hora de que me vaya. Sólo
quería verte una última vez, para darte este frasco. Para darte un beso y así poder recordarte
cada día en el cielo hasta que te vuelva a ver.
Mi labio inferior volvió a temblar. Mi abuelita sacudió la cabeza, negando.
—No llores, mi niña. Este no es el fin. Es solo una pequeña pausa en nuestras vidas.
Y te estaré observando, todos los días. Estaré en tu corazón. Estaré en la arboleda de flores
que nos gusta tanto, en el sol y en el viento.
Los ojos de abuelita se estremecieron y mamá descansó las manos sobre mis
hombros.
—Poppy, dale a la abuelita un beso grande. Está cansada ahora. Necesita descansar.
Respirando hondo, me agaché y presioné un beso en la mejilla de mi abuela.
—Te amo, abuelita —susurré. Abuelita me acarició el pelo.
—También te amo mi niña. Eres la luz de mi vida. Nunca olvides que te he amado
muchísimo, todo lo que una abuelita puede amar a su nietecita.
Me aferré a su mano y no quería soltarla, pero mi papá me levantó de la cama y mi
mano finalmente se soltó. Me aferré a mi frasco muy fuerte, mis lágrimas caían al suelo. Mi
papá me bajó y, cuando me giré para irme, abuelita me llamó por mi nombre.
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—¿Poppy?
Miré hacia atrás, y mi abuelita estaba sonriendo.
—Recuerda, corazones de rayos de luna y sonrisas de rayos de sol...
—Siempre lo recordaré —le dije, pero no me sentía feliz. Todo lo que sentía era
tristeza. Oí a mi mamá llorar detrás de mí. DeeDee nos pasó en el pasillo. Me apretó el
hombro. Su cara estaba tan triste también.
No quería estar aquí. No quería estar en esta casa nunca más. Girándome, miré a mi
papá.
—Papi, ¿puedo ir a la arboleda de flores?
Papá suspiró.
—Sí, bebé. Voy a ir a ver cómo estás más tarde. Sólo ten cuidado. —Vi a mi papá
tomar su teléfono y llamar a alguien. Les pidió que me echaran un ojo mientras estaba en la
arboleda, pero corrí antes de saber con quién hablaba. Me dirigí a la puerta principal,
agarrando fuerte mi frasco vacío de los mil besos contra mi pecho. Salí corriendo de la
casa, y del porche. Corrí y corrí, y nunca paré.
Las lágrimas caían por mi cara. Oí que me llamaban.
—¡Poppy! ¡Poppy, espera!
Miré hacia atrás y vi a Rune observándome. Él estaba en su porche, pero
inmediatamente comenzó a perseguirme por la hierba. Pero nunca me detuve, ni siquiera
por Rune. Tenía que llegar a los árboles de cerezo. Era el lugar favorito de mi abuelita. Yo
quería estar en su lugar favorito. Porque estaba triste de que se fuera a ir. A ir al cielo.
Su verdadero hogar.
—¡Poppy, espera! ¡Ve más despacio! —gritó Rune mientras daba la vuelta a la
esquina de la arboleda en el parque. Corrí atravesando la entrada; los grandes árboles de
cerezo, que estaban en plena floración, formaban un túnel por encima de mi cabeza. La
hierba era verde debajo de mis pies, y el cielo arriba estaba azul. Pétalos de rosas brillantes y
blancos cubrían los árboles. Luego, en el otro extremo de la arboleda, estaba el árbol más
grande de todos. Sus ramas colgaban. Su tronco era el más grueso de todo el bosque.
Era el preferido de Rune y mío.
Era el de mi abuelita también.
Estaba sin aliento. Cuando llegué debajo del árbol favorito de abuelita, me dejé caer
al suelo, agarrando mi frasco, mientras las lágrimas caían por mis mejillas. Oí a Rune
detenerse a mi lado, pero no miré hacia arriba.
—¿Poppymin? —dijo Rune. Así me llamaba. Significaba “mi Poppy” en noruego. Me
encantaba que me hablara en noruego—. Poppymin, no llores —susurró.
Pero no podía evitarlo. No quería que mi abuelita me dejara, a pesar de que sabía que
tenía que hacerlo. Sabía que cuando regresara a casa, abuelita ya no estaría allí: ni ahora, ni
nunca.
Rune se sentó a mi lado y me atrajo en un abrazo. Me acurruqué en su pecho y lloré.
Me encantaban los abrazos de Rune, siempre me abrazaba tan fuerte.
—Mi abuelita, Rune, está enferma y se está yendo.
—Lo sé, me lo dijo mi mamá cuando llegué de la escuela.
Asentí, moviendo la cabeza contra su pecho. Cuando no pude llorar más, me senté,
limpiando mis mejillas. Miré a Rune, quien me estaba observando. Traté de sonreír.
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Cuando lo hice, me tomó de la mano y la llevó a su pecho.
—Lamento que estés triste —dijo Rune y me apretó la mano. Su camiseta estaba
caliente por el sol—. No quiero que nunca estés triste. Eres Poppymin; siempre sonríes.
Siempre estás feliz.
Sollocé y apoyé la cabeza en su hombro.
—Lo sé. Pero mi abuelita es mi mejor amiga, Rune, y no voy a tenerla nunca más.
Rune no dijo nada al principio, pero luego dijo:
—Soy tu mejor amigo también. Y no me voy a ninguna parte. Lo prometo. Para
siempre.
Mi pecho, que había estado doliendo tanto, de repente no dolía tanto. Asentí.
—Poppy y Rune hasta el infinito —dije.
—Hasta el infinito —repitió él.
Nos quedamos en silencio durante un rato, hasta que Rune preguntó:
—¿Para qué es este frasco? ¿Qué hay adentro?
Retirando mi mano, agarré el frasco y lo levanté en el aire.
—Mi abuelita me ha dado una nueva aventura. Una que va a durar toda la vida.
Las cejas de Rune bajaron y su largo pelo rubio cayó sobre sus ojos. Lo empujé hacia
atrás, y él sonrió con esa media sonrisa suya, mientras lo hacía. Todas las niñas en la escuela
querían que él les sonriera de esa manera, me lo dijeron. Pero sólo me sonreía a mí. Les dije
que ninguna de ellas podía tenerlo de todos modos, él era mi mejor amigo y yo no quería
compartir.
Rune agitó el frasco.
—No entiendo.
—¿Te acuerdas de los recuerdos favoritos de mi abuelita? Te los he contado antes.
Podía ver a Rune pensando seriamente y luego de repente dijo:
—¿Los besos de tu abuelito?
Asentí y tiré de un pétalo de flor de cerezo rosa pálido que estaba en una rama
colgando hacia abajo a mi lado. Me quedé mirando el pétalo. Eran los favoritos de mi
abuelita. Les gustaba porque no duraban mucho tiempo. Solía decirme que las mejores y
más bellas cosas nunca duraban mucho tiempo. Decía que una flor de cerezo era
demasiado hermosa para durar todo el año. Era más especial porque su vida era corta. Al
igual que los samurái, belleza extrema, muerte rápida. Todavía no estaba muy segura de lo
que significaba, pero dijo que lo entendería a medida que fuera creciendo.
Creo que tenía razón. Porque mi abuelita no era tan vieja, y se estaba yendo joven, al
menos eso es lo que decía papi. Tal vez por eso le gustaba tanto la flor de cerezo. Debido a
que ella era exactamente igual.
—¿Poppymin?
La voz de Rune me hizo mirar hacia arriba.
—¿Tengo razón? ¿Eran los besos de tu abuelo, los recuerdos favoritos de tu abuelita?
—Sí —respondí, dejando caer el pétalo—, todos los besos que le dio que hacían que
su corazón casi explotara. La abuelita dijo que sus besos eran los mejores del mundo.
Porque significaban que la amaba un montón. Que se preocupaba por ella. Y que a él le
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gustaba por quien ella era exactamente.
Rune miró al frasco y resopló.
—Todavía no entiendo, Poppymin.
Me reí mientras sus labios sobresalían y su rostro mostraba confusión. Tenía labios
bonitos; eran muy gruesos y con un arco de cupido perfecto3. Abrí el frasco y saqué un
papel rosa en forma de corazón. Lo levanté en el aire entre Rune y yo.
—Este es un beso vacío. —Señalé al frasco—. Abuelita me dio miles para llenar en
toda mi vida. —Puse el corazón de nuevo en el frasco y tomé su mano—. Una nueva
aventura, Rune. Reunir mil besos antes de morir, de mi alma gemela.
—Yo... qué... ¿Poppy? ¡Estoy confundido! —dijo, pero podía oír la ira en su voz.
Rune podía estar de muy mal humor cuando quería.
Saqué un bolígrafo de mi bolsillo.
—Cuando el chico que ame me bese, cuando se sienta tan especial que mi corazón
casi vaya a estallar, solo los besos extra-especiales, voy a escribir los detalles en uno de estos
corazones. Es para cuando esté vieja y gris, y quiera contarles a mis nietecitos todo sobre
los besos más especiales de mi vida. Y sobre el dulce chico que me los dio.
Me puse de pie, el entusiasmo corriendo a través de mí.
—Es lo que quería mi abuelita que hiciera, Rune. ¡Así que tengo que empezar pronto!
Quiero hacer esto por ella.
Rune se puso de pie también. En ese momento, una ráfaga de viento sopló pétalos
de cerezo justo donde estábamos parados y sonreí. Pero Rune no estaba sonriendo. De
hecho, se veía francamente enojado.
—¿Vas a besar a un chico, por tu frasco? ¿A uno en especial? ¿A uno que ames? —
preguntó.
Asentí.
—Mil besos, Rune! ¡Mil!
Rune sacudió la cabeza y frunció los labios de nuevo.
—¡NO! —rugió.
La sonrisa desapareció de mi cara.
—¿Qué? —pregunté.
Rune dio un paso, acercándose, moviendo la cabeza con más fuerza.
—¡No! ¡No quiero que beses a un muchacho por tu frasco! ¡No voy a dejar que
suceda!
—Pero... —Traté de hablar, pero Rune me agarró la mano.
—Eres mi mejor amiga —dijo y sacó pecho, tirando de mi mano—. ¡No quiero que
beses a chicos!
—Pero tengo que hacerlo —le expliqué, señalando el frasco—. Tengo que hacerlo
por mi aventura. Mil besos es mucho, Rune. ¡Muchísimo! Todavía serás mi mejor amigo.
Nadie va a significar más para mí que tú, tonto.
Él se quedó mirándome fijamente y luego al frasco. Me dolió el pecho de nuevo; me

3
Cupid’s bow: Línea curvada del labio superior.
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di cuenta que no estaba contento por la expresión de su rostro. Se había puesto de mal
humor otra vez.
Me acerqué a mi mejor amigo, y los ojos de Rune estaban fijos en los míos.
—Poppymin —dijo, su voz más profunda, dura y firme—. ¡Poppymin! Significa mi
Poppy. Hasta el infinito, por siempre y para siempre. ¡Eres MI Poppy!
Abrí la boca para gritarle también, para decirle que se trataba de una aventura que
sólo tenía que empezar. Pero ni bien la abrí, Rune se inclinó hacia adelante y de repente
apretó sus labios sobre los míos.
Me quedé helada. No podía mover un músculo cuando sentí sus labios sobre los
míos. Eran cálidos. Sabía a canela. El viento sopló su pelo largo sobre mis mejillas. Empezó
a hacerme cosquillas en la nariz.
Rune se retiró, pero su cara quedó cerca de la mía. Traté de respirar, pero mi pecho
se sentía algo raro, como liviano y esponjoso. Y mi corazón latía tan rápido. Tan rápido que
presioné mi mano sobre mi pecho para sentirlo correr ahí debajo.
—Rune —susurré. Levanté la mano para presionar mis dedos contra mis labios.
Rune parpadeó, luego parpadeó otra vez mientras me miraba. Saqué la mano y presioné los
dedos contra sus labios—. Me besaste —susurré, aturdida. Rune levantó su mano para
sostener la mía. Bajó las manos unidas a su lado.
—Yo te daré mil besos, Poppymin. Todos ellos. Nadie va a besarte jamás sino yo.
Mis ojos se abrieron, pero mi corazón no se detuvo.
—Eso sería para siempre, Rune. ¡Que nunca nadie más me bese significa que
estaremos juntos por siempre y para siempre!
Rune asintió, luego sonrió. Rune no sonreía mucho. Normalmente daba una media
sonrisa o una mueca. Pero debería sonreír más. Era realmente guapo cuando lo hacía.
—Lo sé. Porque estaremos siempre juntos. Hasta el infinito, ¿recuerdas?
Asentí lentamente, y luego la incliné hacia un lado.
—¿Tú me darás todos mis besos? ¿Los suficientes como para llenar todo este frasco?
―pregunté.
Rune me dio otra pequeña sonrisa.
—Todos ellos. Llenaremos todo el frasco, y muchos más. Reuniremos muchísimos
más que mil.
Di un grito ahogado. De repente recordé el frasco. Saqué la mano para poder agarrar
el bolígrafo y abrí la tapa del frasco. Agarré un corazón en blanco y me senté a escribir.
Rune se arrodilló delante de mí y puso su mano sobre la mía, evitando que escribiera.
Miré hacia arriba, confundida. Tragó saliva, se metió el pelo largo detrás de la oreja, y
me preguntó:
—¿Acaso... cuando te… besé... tu… tu corazón casi estalló? ¿Fue extra especial?
Dijiste que sólo los besos extra-especiales iban dentro del frasco. —Sus mejillas se tornaron
de color rojo brillante y bajó la mirada.
Sin pensar, me incliné hacia delante y envolví mis brazos alrededor del cuello de mi
mejor amigo. Presioné mi mejilla contra su pecho y escuché su corazón.
Latía tan rápido como el mío.
—Sí, Rune. Fue lo más especial que un beso puede ser.
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Sentí a Rune sonreír contra mi cabeza, luego me alejé. Crucé las piernas y puse el
corazón de papel en la tapa del frasco. Rune se sentó con las piernas cruzadas también.
—¿Qué vas a escribir? —preguntó. Me di golpecitos con el bolígrafo en los labios
mientras pensaba detenidamente. Me senté con la espalda recta y me incliné hacia delante,
presionando el bolígrafo sobre el papel:

Cuando terminé de escribir, puse el corazón en el frasco y cerré la tapa bien fuerte.
Miré a Rune, que me había estado observando todo el tiempo, y anuncié con orgullo:
—Ahí está. ¡Mi primer beso de un chico!
Rune asintió, pero sus ojos cayeron a mis labios.
—¿Poppymin?
—¿Sí? —susurré. Rune alcanzó mi mano. Comenzó a trazar patrones en el dorso con
la punta de su dedo.
—¿Puedo... puedo besarte otra vez?
Tragué saliva, sintiendo mariposas en el estómago.
—¿Quieres besarme otra vez... ya?
Rune asintió.
—He querido besarte desde hace un tiempo. Y bueno, eres mía y me ha gustado. Me
gustó besarte. Sabes a azúcar.
—Comí una galleta en el almuerzo. Mantequilla de nuez. La favorita de abuelita —
expliqué.
Rune respiró hondo y se inclinó hacia mí. Su pelo voló hacia adelante.
—Quiero hacerlo otra vez.
—Está bien.
Y Rune me besó.
Me besó y me besó, y me besó.
Para el final del día tenía cuatro besos de chicos más en mi frasco
Cuando llegué a casa, mami me dijo que mi abuelita se había ido al cielo. Corrí a mi
habitación lo más rápido que pude. Me apresuré a dormirme. Como me prometió, abuelita
estaba allí en mis sueños. Así que le dije todo acerca de los cinco besos de mi Rune.
Mi abuelita sonrió ampliamente y me dio un beso en la mejilla.
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Sabía que esta sería la mejor aventura de mi vida.
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2
Notas musicales y las llamas de la
hoguera

Hace dos años


Quince años de edad

e hizo el silencio mientras ella se acomodaba en el escenario. Bueno, no todo


estaba en silencio, el tronar de la sangre corriendo a través de mí rugía en mis
orejas mientras mi Poppy se sentaba con cuidado. Se veía hermosa en su
vestido negro sin mangas, con su largo pelo marrón peinado hacia atrás en un moño, con
un lazo blanco acomodado encima.
Levantando la cámara que siempre llevaba alrededor de mi cuello, llevé el lente a mi
ojo justo cuando ella posicionó el arco contra las cuerdas de su chelo. Siempre me
encantaba capturarla en ese momento. El momento en que cerraba sus grandes ojos verdes.
El momento en que la expresión más perfecta iba a la deriva sobre su rostro, la mirada que
tenía justo antes de que la música empezara. La mirada de pura pasión por los sonidos que
vendrían.
Tomé la foto en el momento perfecto, y entonces la melodía comenzó. Bajando mi
cámara, me enfoqué simplemente en ella. No podía tomar fotos mientras tocaba. No podía
obligarme a perderme ninguna parte de como se veía ella en ese escenario.
Mi labio se inclinó en una pequeña sonrisa cuando su cuerpo comenzó a moverse
con la música. Ella amaba esa pieza, había estado tocándola por tanto tiempo como podía
recordar. No necesitaba partituras de música para esa; Greensleeves se derramaba de su alma a
través de su arco.
No podía dejar de mirar, mi corazón latía como un maldito tambor cuando los labios
de Poppy se retorcían. Sus profundos hoyuelos se destacaban cuando se concentraba en las
partes difíciles. Sus ojos permanecían cerrados, pero podía decir qué partes de la música
adoraba. Su cabeza se inclinaba hacia un lado y una gran sonrisa se extendía en su rostro.
La gente no entendía que después de todo este tiempo todavía fuera mía. Solo
teníamos quince años, pero desde el día que la besé en la arboleda de flores, a los ocho
años de edad, nunca había habido nadie más. Tenía anteojeras para cualquier otra chica.
Sólo veía a Poppy. En mi mundo, sólo ella existía.
Y era diferente a cualquier otra chica en nuestra clase. Poppy era rara, no popular.
No se preocupaba por lo que la gente pensaba de ella, nunca lo había hecho. Tocaba el
chelo porque le encantaba. Leía libros, estudiaba por diversión, se despertaba al amanecer
sólo para ver salir el sol.
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Era por eso que era mi todo. Mi para siempre. Porque era única. Única en una ciudad
llena de copias de cabezas huecas. Ella no quería adular, o jugar o perseguir a los chicos.
Sabía que me tenía, tanto como yo a ella.
Éramos lo único que necesitábamos.
Me moví en mi asiento cuando el sonido de su chelo se hizo más suave, Poppy
llevaba la pieza al final. Levantando mi cámara de nuevo, tomé una última foto cuando
Poppy levantó su arco de las cuerdas, con una expresión de felicidad rozando su bello
rostro.
El sonido del aplauso me hizo bajar la cámara. Poppy separó el instrumento de su
pecho y se puso de pie. Hizo una pequeña inclinación, luego escaneó el auditorio. Sus ojos
se encontraron con los míos. Sonrió.
Pensé que mi corazón estallaría a través de mi pecho.
Sonreí en respuesta, apartando mi largo pelo rubio de mi cara con mis dedos. Rubor
tiñó las mejillas de Poppy, luego salió del escenario por el lado izquierdo, las luces de la
casa inundaban el auditorio de luz. Poppy había sido la última en presentarse. Siempre
cerraba la función. Era la mejor músico en el distrito para el grupo de nuestra edad. En mi
opinión, eclipsaba a cualquiera en los tres grupos de edades por encima.
Una vez le pregunté cómo podía tocar como lo hacía. Simplemente me dijo que las
melodías salían de su arco con tanta facilidad como respirar No podía imaginarme teniendo
esa clase de talento. Pero así era Poppy, la chica más asombrosa del mundo.
Cuando el aplauso se desvaneció, la gente comenzó a salir del auditorio. Una mano se
presionó en mi brazo. La señora Litchfield estaba limpiándose una lágrima. Siempre lloraba
cuando Poppy se presentaba.
—Rune, cariño, debemos llevar a estas dos a casa. ¿Está bien para ti ir por Poppy?
—Sí, señora —contesté, y en voz baja me reí por Ida y Savannah, las dos hermanas
de nueve y once años de Poppy, durmiendo en sus asientos. A ellas nos les importaba
mucho la música, no como a Poppy.
El señor Litchfield puso los ojos en blanco y me lanzó una despedida con la mano,
luego despertó a las chicas para llevarlas a casa. La señora Litchfield me besó en la cabeza y
luego los cuatro se fueron.
Mientras caminaba por el pasillo, escuché susurros y risas saliendo a la derecha.
Mirando sobre los asientos, vi a un grupo de chicas de primer año mirando en mi
dirección. Aparté mi cabeza, ignorando sus miradas.
Sucedía mucho. No tenía ni idea de porqué muchs de ellas me prestaban tanta
atención. Había estado con Poppy por tanto tiempo como me conocían. No quería a nadie
más. Deseaba que dejaran de intentar apartarme de mi chica, nada jamás lograría eso.
Pasé a través de la salida y fui hacia la puerta de los bastidores. El aire era denso y
húmedo, haciendo que mi camisa negra se pegara a mi pecho. Mis pantalones negros y mis
botas negras probablemente eran demasiado calientes para este calor de primavera, pero
usaba este estilo de ropa todos los días, sin importar el clima.
Al ver a los artistas comenzar a salir a montones por la puerta, me incliné contra la
pared del auditorio, descansando mi pie contra el ladrillo pintado de blanco. Crucé mis
brazos sobre mi pecho, sólo desdoblándolos para apartar el pelo de mis ojos.
Vi a los intérpretes recibiendo abrazos de sus familias, entonces, al ver a las mismas
chicas de antes mirándome, bajé mis ojos al suelo. No quería que se acercaran. Y no tenía
nada que decirles.
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Mis ojos todavía estaban en el suelo cuando escuché pasos viniendo en mi dirección.
Alcé la mirada justo cuando Poppy se lanzó a mi pecho, sus brazos envolviéndose
alrededor de mi espalda, apretándome con fuerza.
Resoplé una pequeña risa y la sostuve de regreso. Ya tenía una altura de metro
ochenta, así que me cernía sobre el metro cincuenta y dos de Poppy. Me gustaba sin
embargo, como encajaba perfectamente contra mí.
Inhalando profundamente, aspiré el aroma dulzón de su perfume y presioné mi
mejilla contra su cabeza. Después de un último apretón, Poppy se retiró hacia atrás y me
sonrió. Sus ojos verdes se veían enormes bajo su rímel y maquillaje iluminado, sus labios
rosados y exuberantes por su bálsamo de labios de cereza.
Subí mis manos por sus costados, deteniéndome cuando acuné sus suaves mejillas.
Las pestañas de Poppy aletearon, haciéndola ver de todas las clases de dulce.
Sin ser capaz de resistir sentir sus labios sobre los míos, lentamente me incliné, casi
sonriendo cuando escuché la misma alteración en la respiración de Poppy de cada vez que
la besaba, en ese momento justo antes de que nuestros labios se tocaran.
Mientras nuestros labios se encontraban, exhalé a través de mi nariz. Poppy siempre
sabia así, a cereza, el sabor de su bálsamo de labios fluyendo a mi boca. Y Poppy me besó
de regreso, sus pequeñas manos agarrando con fuerza los costados de mi camisa negra.
Moví mi boca sobre la suya, lenta y suavemente, hasta que finalmente me retiré hacia
atrás, dejando tres cortos y suaves besos sobre su boca hinchada. Inhalé aire y observé los
ojos de Poppy aletear al abrirse.
Sus pupilas estaban dilatadas. Se lamió su labio inferior antes de lanzarme una
brillante sonrisa.
—Beso trescientos cincuenta y dos. Con mi Rune contra la pared del auditorio. —
Contuve el aliento, esperando por la siguiente línea. El brillo en los ojos de Poppy me dijo
que las palabras que esperaba que siguieran saldrían de sus labios. Inclinándose más cerca,
balanceándose sobre las puntas de sus pies, susurró—: Y mi corazón casi estalló en llamas.
Ella sólo registraba los besos extra especiales. Sólo aquellos que la hacían sentir que
su corazón era pleno. Cada vez que la besaba, esperaba por esas palabras.
Cuando venían, casi me hacía explotar con su sonrisa.
Poppy se rio. No pude evitar sonreír ampliamente ante el sonido de felicidad en su
voz. Presioné otro beso rápido en sus labios y di un paso hacia atrás para envolver mi
brazo sobre sus hombros. La acerqué más y descansé mi mejilla contra su cabeza. Los
brazos de Poppy se envolvieron alrededor de mi espalda y estómago, y la aparté de la
pared. Mientras lo hice, sentí a Poppy congelarse.
Levanté mi cabeza para ver a las chicas de primer año apuntar a Poppy y susurrar
entre ellas. Sus ojos estaban enfocados en Poppy en mis brazos. Mi mandíbula se apretó.
Odiaba que la trataran de esta forma, sólo por celos. La mayoría de las chicas jamás le
daban oportunidad a Poppy porque querían lo que ella tenía. Poppy decía que no le
importaba, pero podía decir que sí lo hacía. El hecho de que se tensara en mis brazos me
dijo qué tanto.
Moviéndome enfrente de Poppy, esperé a que levantara la cabeza. Tan pronto como
lo hizo, le ordené.
—Ignóralas.
Mi estómago se tensó cuando la vi forzar una sonrisa.
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—Eso hago, Rune. No me molestan.
Incliné mi cabeza hacia un lado y alcé mis cejas. Poppy sacudió la cabeza.
—No lo hacen. Lo prometo —intentó mentir. Poppy miró por sobre mi hombro y
se encogió. Cuando me miró a los ojos, dijo—: Pero lo entiendo. Quiero decir, mírate,
Rune. Eres hermoso. Alto, misterioso, exótico… ¡Noruego! —Se rió y presionó su palma
sobre mi pecho—. Tienes todo ese estilo de chico malo y alternativo. Las chicas no pueden
evitar quererte. Eres tú. Eres perfecto.
Me moví más cerca y vi sus ojos verdes abrirse más.
—Y tuyo —añadí. La tensión se desvaneció de sus hombros.
Deslicé la mano sobre la pequeña en mi pecho.
—Y no soy misterioso, Poppymin. Sabes todo lo que hay que saber de mí: nada de
secretos, ni misterios.
—Para mí —discutió, mirándome a los ojos de nuevo—. No eres un misterio para
mí, pero lo eres para todas las chicas de nuestra escuela. Todas te desean.
Suspiré, comenzando a sentirme enojado.
—Y lo único que yo quiero es a ti. —Poppy me miró, como si estuviera intentando
encontrar algo en mi expresión. Eso sólo me enojó más. Enlacé nuestros dedos y susurré—
: Por la eternidad.
Con eso, una genuina sonrisa tiró de los labios de Poppy.
—Para siempre —susurró eventualmente como respuesta.
Dejé caer mi frente contra la suya. Mis manos acunaron sus mejillas, y le aseguré:
—Te quiero a ti y sólo a ti. Lo he hecho desde que tenía cinco años y estrechaste mi
mano. Ninguna otra chica cambiara eso.
—¿Sí? —preguntó Poppy, pero pude escuchar el humor de regreso en su dulce voz.
—Ja —contesté en noruego, escuchando el dulce sonido de su risa bañar mis orejas.
A ella le encantaba cuando hablaba en mi idioma nativo. Besé su frente, luego di un paso
atrás y tomé sus manos—. Tu mamá y tu papá se llevaron a las chicas a casa; me dijeron
que te lo dijera.
Asintió, luego me miró, nerviosa.
—¿Qué pensaste de esta noche?
Puse mis ojos en blanco y arrugué la nariz.
—Terrible, como siempre —dije secamente.
Poppy se rió y golpeó mi brazo.
—¡Rune Kristiansen! ¡No seas tan malo! —me regañó.
—Bien —dije, pretendiendo estar molesto. La estrellé contra mi pecho, envolviendo
mis brazos alrededor de su espalda, atrapándola contra mí. Ella chilló cuando comencé a
besarla de arriba abajo por la mejilla, manteniendo sus brazos aferrados a su costado. Dejé
caer mis labios en su cuello y atrapé su aliento, toda la risa olvidada.
Moví mi boca hacia arriba hasta que tiré de su lóbulo con mis dientes.
—Estuviste maravillosa —susurré suavemente—. Como siempre. Estuviste perfecta
ahí arriba. Te apoderaste de ese escenario. Te apoderaste de todos en el cuarto.
—Rune —murmuró. Escuché el tono feliz de su voz.
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Me eché hacia atrás, sin mover mis brazos.
—Nunca estoy más orgulloso de ti que cuando te veo en ese escenario —confesé.
Poppy se sonrojó.
—Rune —dijo tímidamente, pero incliné mi cabeza para mantener el contacto visual
cuando ella intentó apartarse.
—Carnegie Hall, recuerda. Un día estaré viéndote tocar en Carnegie Hall.
Poppy se las arregló para liberar una mano y suavemente me golpeó en el brazo.
—Me halagas.
Negué con la cabeza.
—No. Siempre digo la verdad.
Poppy presionó sus labios con los míos, y sentí su beso todo el camino hasta mis
pies. Cuando se retiró, la solté y enlacé nuestros dedos juntos.
—¿Vamos a ir al campo? —preguntó Poppy cuando comencé a guiarla a lo largo del
estacionamiento, sosteniéndola un poco más cerca cuando pasamos al lado del grupo de las
chicas de primer año.
—Preferiría estar a solas contigo —dije.
—Jorie preguntó si iríamos. Todo el mundo está ahí. —Poppy alzó la mirada hacia
mí. Por la mueca de sus labios, supe que estaba frunciendo el ceño—. Es viernes en la
noche, Rune. Tenemos quince, y has pasado la mayor parte de la noche viéndome tocar el
chelo. Tenemos noventa minutos hasta el toque de queda; de verdad deberíamos ver a
nuestros amigos como adolescentes normales.
—Bien —me rendí y envolví mi brazo alrededor de sus hombros. Inclinándome,
coloqué mi boca contra su oreja y dije—: Pero te tendré para mí, mañana.
Poppy colocó su brazo alrededor de mi cintura y me apretó con fuerza.
—Lo prometo.
Escuchamos a las chicas detrás de nosotros mencionar mi nombre. Suspiré con
frustración cuando Poppy se tensó levemente.
—Es porque eres diferente, Rune —dijo Poppy, sin alzar la mirada—. Eres un
artista, en la fotografía. Usas ropas oscuras. —Se rió y negó con la cabeza. Aparté el pelo de
mi rostro y Poppy dijo—: Pero más que todo es por eso.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué?
Alzó la mano y tiró de una hebra de mi pelo largo.
—Cuando haces eso. Cuando te apartas el pelo hacia atrás como lo haces. —Alcé
una ceja, divertido. Poppy se encogió de hombros—. Es algo irresistible.
—¿Ja? —pregunté, antes de detenerme para pararme frente a Poppy, apartando mi
pelo hacia atrás con exageración hasta que se rió—. ¿Irresistible, eh? ¿Para ti, también?
Poppy se rió y apartó la mano de mi pelo para envolverla con la suya. Mientras
seguimos el camino al campo —un pedazo del parque donde los chicos de nuestra escuela
pasaban las noches— Poppy dijo:
—En realidad no me molesta que las otras chicas te miren, Rune. Sé cómo te sientes
con respecto a mí, porque es exactamente la misma forma en que me siento por ti. —
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Poppy succionó su labio inferior. Sabía que eso significaba que estaba nerviosa, pero no
sabía la razón, hasta que dijo—: La única chica que me molesta es Avery. Porque te ha
deseado por mucho tiempo y estoy bastante segura que haría lo que fuera por hacerte suyo.
Negué con la cabeza. No me caía bien Avery, pero como estaba en nuestro grupo de
amigos, siempre estaba alrededor. A todos mis amigos les caía bien; todos ellos pensaban
que era la persona más bonita del lugar. Pero jamás lo vi, y odiaba como era conmigo.
Odiaba como hacía sentir a Poppy.
—Ella no es nada, Poppymin —le aseguré—. Nada.
Poppy se acunó en mi pecho y giramos a la derecha, hacia donde estaban nuestros
amigos. Sostuve a Poppy con más fuerza a medida que nos acercamos. Avery se paró
cuando nos aproximamos.
Girando mi cabeza hacia Poppy, repetí:
—Nada.
La mano de Poppy se apretó en mi cabeza, diciéndome que había escuchado. Su
mejor amiga Jorie saltó de donde estaba sentada.
—¡Poppy! —la llamó Jorie emocionada, acercándose para abrazar a Poppy. Me caía
bien Jorie. Era despistada, rara vez pensaba antes de hablar, pero quería a Poppy y Poppy a
ella. Era una de las pocas personas en esta pequeña ciudad que encontraba las
peculiaridades de Poppy entrañables y no sólo raras.
—¿Cómo están, dulzuras? —preguntó Jorie y dio un paso atrás. Miró el vestido
negro de Poppy para la presentación—. ¡Te ves hermosa! ¡Malditamente linda!
Poppy inclinó su cabeza en señal de dar las gracias. Tomé su mano de nuevo. Y nos
guié alrededor del pequeño fuego que habían encendido en la hoguera y nos sentamos. Me
incliné contra un banco de troncos, tirando a Poppy para que se sentara entre mis piernas.
Me sonrió mientras se sentaba conmigo, presionando su espalda contra mi pecho y
metiendo su cabeza contra mi cuello.
—Entonces, Poppy, ¿cómo te fue? —Judson, mi mejor amigo, preguntó al otro lado
del fuego. Mi otro amigo cercano, Deacon, estaba sentado a su lado. Inclinó su barbilla
hacia arriba en saludo, su novia, Ruby, también nos lanzó un pequeño saludo con la mano.
Poppy se encogió de hombros.
—Bien, supongo.
Mientras envolvía mi brazo a lo largo de su pecho, sosteniéndola con fuerza, miré
hacia mi amigo de pelo negro y añadí.
—La estrella del espectáculo. Como siempre.
—Sólo es chelo, Rune. Nada demasiado especial —argumentó Poppy suavemente.
Negué con mi cabeza en protesta.
—Puso el lugar a sus pies.
Capté a Jorie sonriéndome. Y también capté a Avery poniendo sus ojos en blanco
despectivamente. Poppy ignoró a Avery y comenzó a hablar con Jorie sobre la clase.
—Vamos, Pops. Juro que el señor Millen es un maldito alien malvado. Un demonio.
Infiernos, es de algún lugar de afuera por lo que sabemos. Traído por el director para
torturarnos a nosotros los débiles y jóvenes terrícolas con algebra demasiado difícil. Es
como consigue su energía vital; estoy convencida de eso. Y creo que está ensañado
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conmigo. Ya sabes, por el hecho de que sé que es un extraterrestre, porque, ¡Señor! ¡Ese
hombre sigue haciendo reprobar mi trasero y dándome esa mirada horrible!
—¡Jorie! —Poppy se rió se rió tan fuerte que todo su cuerpo tembló. Sonreí por su
felicidad, luego me desconecté. Me incliné más contra el tronco mientras nuestros amigos
hablaban, perezosamente tracé círculos en el brazo de Poppy, sin querer nada más que
irme. No me importaba sentarme con nuestros amigos, pero prefería estar a solas con ella.
Era su compañía lo que ansiaba; el único lugar en que quería estar era con ella.
Poppy se rió por algo que Jorie dijo. Su risa fue tan fuerte que golpeó la cámara que
colgaba alrededor de mi cuello a un costado. Poppy me lanzó una sonrisa de disculpa, me
incliné, y alcé su barbilla hacia mí con un dedo y la besé en los labios. Solo pretendía que
fuera rápido y suave, pero cuando la mano de Poppy se enredó en mi pelo, acercándome
más, se convirtió en otra cosa. Cuando Poppy abrió sus labios, empujé mi lengua para
buscar la suya, perdiendo el aire mientras lo hacía.
Los dedos de Poppy se apretaron en mi pelo. Acuné su mejilla para mantenerla en
este beso tanto como fuera posible. Si no tuviera que respirar, imagino que jamás dejaría de
besarla.
Demasiado perdidos en el beso, sólo nos separamos cuando alguien se aclaró la
garganta al otro lado de la fogata. Levanté la cabeza para ver a Judson sonriendo. Cuando
miré a Poppy, sus mejillas estaban sonrojadas. Nuestros amigos ocultaron sus risas, y apreté
a Poppy con más fuerza. No me avergonzaría por besar a mi chica.
La conversación se retomó de nuevo, y levanté mi cámara para ver que estuviera
bien. Mi mamá y mi papá la compraron para mí en mi cumpleaños número trece, cuando
pudieron ver que la fotografía se estaba volviendo mi pasión. Era una antigua Canon de
1960. La llevaba conmigo a todos lados, tomando cientos de fotografías. No sabía por qué,
pero capturar momentos me fascinaba. Tal vez era porque algunas veces lo único que
tenemos son momentos. No hay repeticiones; lo que sea que pasa en un momento define la
vida, tal vez es la vida. Pero capturar un momento grabado mantiene ese instante con vida,
para siempre. Para mí, la fotografía era magia.
Mentalmente pasé por el rollo de mi cámara. Fotos de la vida salvaje y acercamientos
de las flores de cerezo en la arboleda ocupaba la mayor parte del rollo. Luego habría fotos
de Poppy esta noche. Su hermoso rostro mientras la música se apoderaba de ella. Sólo
había visto esa mirada en su rostro una única vez, cuando me miraba a mí. Para Poppy, era
tan especial como la música lo era.
Y en ambos casos, un lazo que nadie podía romper.
Tomando mi teléfono, lo levanté enfrente de nosotros, los lentes de la cámara
apuntados en nuestra dirección. Poppy ya no estaba siendo parte de la conversación
alrededor de nosotros. Estaba en silencio, pasando las puntas de sus dedos a lo largo de mi
brazo. Atrapándola fuera de guardia, tomé una foto, justo cuando me miró. Dejé salir una
sola risa cuando sus ojos se entrecerraron con molestia. Sabía que no estaba molesta, sin
embargo, a pesar del esfuerzo que hizo por parecerlo. Poppy amaba cada foto que tomaba
de nosotros, incluso si era tomada cuando menos se lo esperaba.
Cuando me enfoqué en mi celular, mi corazón inmediatamente comenzó a latir
contra mi pecho. En la foto, mientras Poppy me miraba, se veía hermosa. Pero era la
expresión en su rostro lo que me derribó. La mirada en sus ojos verdes.
En ese momento, ese único momento capturado, había esa expresión. La que me
daba tan fácilmente como a la música. La que decía que la tenía tanto como ella me tenía.
La que me aseguraba que estaríamos juntos por todos estos años. La que decía que incluso
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aunque éramos jóvenes, sabíamos que habíamos encontrado nuestra alma gemela en el
otro.
—Déjame ver.
La voz baja de Poppy apartó mi atención de la pantalla. Me sonrió y bajé el teléfono
para que ella viera.
Miré a Poppy, no a la foto, cuando su mirada cayó sobre la pantalla. La miré cuando
su mirada se suavizó y el susurro de una sonrisa aparecía en sus labios.
—Rune —susurró, mientras bajaba la mano para tomar mi mano libre.
La apreté con fuerza y ella dijo.
—Quiero una copia de esta. Es perfecta. —Asentí y besé su frente.
Y es por esto que amo la fotografía, pensé. Podía sacar emociones, emociones crudas, de
un segundo en el tiempo.
Apagando la cámara de mi teléfono, vi la hora desplegarse en la pantalla.
—Poppymin —dije en voz baja—, debemos ir a casa. Se está haciendo tarde.
Poppy asintió. Me puse de pie y la ayudé a enderezarse.
—¿Ya se van? —preguntó Judson.
Asentí.
—Sí. Te veo el lunes.
Lancé una despedida para todos y tomé la mano de Poppy. No dijimos mucho
mientras caminábamos a casa. Cuando nos detuvimos en la puerta de Poppy, la tomé en
mis brazos y la atraje contra mi pecho. Coloqué mi mano a un costado de su cuello. Poppy
alzó la mirada.
—Estoy muy orgulloso de ti, Poppymin. No hay ninguna duda de que entrarás a
Julliard. Tu sueño de tocar en Carnegie Hall se hará realidad.
Poppy sonrió brillantemente y tiró de la correa de mi cámara alrededor de mi cuello.
—Y tú estarás en la Escuela de Artes Tisch en la Universidad de Nueva York.
Estaremos en Nueva York juntos, como se supone que sea. Como siempre planeamos.
Asentí y rocé mis labios a lo largo de su cuello.
—Entonces no habrá más toque de queda —murmuré juguetonamente. Poppy se
rió. Moviéndome a su boca, presioné un suave beso en sus labios y me aparté.
Mientras soltaba sus manos, el señor Litchfield abrió la puerta. Me vio apartándome
de su hija y sacudió la cabeza, riéndose. Sabía exactamente lo que habíamos estado
haciendo.
—Buenas noches, Rune —dijo secamente.
—Buenas noches, señor Litchfield —repliqué, viendo a Poppy sonrojarse mientras
su papá hacía gestos para que entrara.
Caminé por el pasto hacia mi casa. Abrí la puerta, caminé a través de la sala de estar y
encontré a mis padres sentados en el sofá. Ambos estaban inclinados hacia adelante en sus
asientos, se veían tensos.
—Hei —dije, y la cabeza de mi mamá se alzó de golpe.
—Hei, cariño —dijo.
Fruncí el ceño.
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—¿Qué pasa? —pregunté. Mi mamma le lanzó una mirada a pappa.
Ella negó.
—Nada, cariño. ¿A Poppy le fue bien? Lamento que no pudiéramos ir.
Miré a mis padres. Estaban escondiendo algo. Podía decirlo. Cuando no dijeron nada
más, lentamente asentí, respondiendo su pregunta.
—Estuvo perfecta, como siempre.
Creí haber visto un destello de lágrimas en los ojos de mi mamá, pero rápidamente
parpadeó. Necesitando escapar de la incomodidad, alcé la cámara.
—Voy a revelar éstas y luego me iré a la cama.
Mientras me daba vuelta, pappa dijo.
—Vamos a salir como familia mañana, Rune.
Me detuve en seco.
—No puedo. Planeé pasar el día con Poppy.
Mi pappa negó.
—Mañana no, Rune.
—Pero… —Iba a discutir, pero pappa me interrumpió, su voz era seria.
—Dije que no. Vas a venir, eso es todo. Poppy te puede ver cuando volvamos. No
nos iremos todo el día.
—¿Qué está pasando en realidad?
Mi papá caminó hasta estar ante mí. Colocó una mano sobre mi hombro.
—Nada, Rune. Es sólo que ya casi no te veo por el trabajo. Quiero cambiar eso, así
que vamos a ir a la playa.
—Bueno entonces, ¿Poppy puede venir con nosotros? le encanta la playa. Es su
segundo lugar favorito al que ir.
—No mañana, hijo.
Me quedé en silencio, enojándome, pero pude ver que no iba a ceder. Pappa suspiró.
—Ve a revelar tus fotos, Rune, y deja de preocuparte.
Haciendo lo que dijo, bajé al sótano y al pequeño cuarto a un costado que mi papá
había convertido en un cuarto oscuro para mí. Todavía revelaba rollos a la antigua en lugar
de usar una cámara digital. Pensaba que daba un mejor resultado.
Después de veinte minutos, di un paso atrás y vi la línea de nuevas fotos. También
había impreso la foto de mi teléfono, de Poppy y yo en el campo. La tomé y la llevé a mi
habitación. Asomé mi cabeza en el cuarto de Alton mientras pasaba, viendo a mi hermano
de dos años dormir. Estaba acurrucado contra su oso de peluche marrón, su desordenado
pelo rubio estaba extendido en la almohada.
Empujé mi puerta y encendí la lámpara. Miré al reloj, registrando que era casi
medianoche. Pasándome la mano por el pelo, caminé hasta la ventana, y sonreí cuando vi la
casa de los Litchfield a oscuras, con excepción de una tenue luz de la lámpara de noche de
Poppy, su señal de que la costa estaba despejada y podía escabullirme dentro.
Puse seguro a la puerta de mi habitación y apagué la lámpara. El cuarto fue sumido
en la oscuridad. Rápidamente me puse mis pantalones de dormir y una camisa.
Silenciosamente, levanté la ventana y salí. Corrí a través del pasto entre nuestras dos casas y
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trepé dentro de la habitación de Poppy, cerrando la ventana tan silenciosamente como
pude.
Poppy estaba en la cama, metida bajo las sábanas. Sus ojos estaban cerrados y su
respiración era suave y regular. Sonriendo por lo bonita que se veía con su mejilla
descansando sobre su mano, me acerqué, coloqué su regalo en la mesa de noche y me subí
a su lado.
Me recosté, con mi cabeza compartiendo su almohada.
Habíamos hecho esto por años. La primera noche que me quedé fue un error; trepé
hasta su habitación a la edad de doce, para hablar, pero me dormí. Afortunadamente me
desperté lo suficientemente temprano a la mañana siguiente para escabullirme de regreso a
mi propia habitación sin que se diera cuenta. Pero entones la noche siguiente, me quedé a
propósito, luego la noche después de esa, y casi cada noche desde entonces. Por suerte
nunca nos habían atrapado. No estaba muy seguro de que al señor Litchfield le cayera igual
de bien si supiera que duermo en el cuarto de su hija.
Pero quedarme al lado de Poppy en la cama se estaba volviendo más y más difícil.
Ahora que tenía quince, me sentía diferente alrededor de ella. La veía diferente. Y sabía que
ella también. Nos besábamos más y más. Los besos se hacían más profundos, nuestras
manos comenzaban a explorar lugares que no deberían. Se estaba volviendo más y más
difícil parar. Quería más. Quería a mi chica de cada forma posible.
Pero éramos jóvenes. Sabía eso.
Eso no lo hacía menos difícil sin embargo.
Poppy se movió a mi lado.
—Me preguntaba si vendrías esta noche. Esperé por ti, pero no estabas en tu cuarto
—dijo somnolienta mientras apartaba el pelo de mi rostro.
Capturando su mano, besé su palma.
—Tuve que revelar el rollo, y mis padres estaban actuando extraño.
—¿Extraño? ¿Cómo? —preguntó, moviéndose más cerca para besar mi mejilla.
Negué con la cabeza.
—Sólo… extraño. Creo que algo está sucediendo, pero me dijeron que no me
preocupara.
Incluso en la luz tenue pude ver las cejas de Poppy fruncirse de preocupación. Apreté
su mano para tranquilizarla.
Recordando el regalo que le traje, pasé la mano detrás de mí y tomé la foto de la
mesa de noche. Le había puesto en un sencillo marco plateado. Toqué el icono de la
linterna en mi teléfono y lo sostuve para que Poppy pudiera verlo mejor.
Ella soltó un pequeño suspiro y observé mientras una sonrisa iluminaba toda su cara.
Tomó el marco y pasó un dedo a lo largo del cristal.
—Me encanta esta foto, Rune —susurró, luego la colocó sobre su mesita de noche.
La miró por unos segundos, luego se giró de nuevo en mi dirección.
Poppy levantó el cobertor, lo sostuvo alto para que pudiera deslizarme bajo este.
Pasé mi mano sobre la cintura de Poppy y me acerqué más a su rostro, dejando suaves
besos sobre sus mejillas y cuello.
Cuando besé el punto justo debajo de su oreja, Poppy comenzó a reírse y se apartó.
—¡Rune! —susurró—, ¡me da cosquillas!
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Me aparté y enredé mi mano a través de la suya.
—Entonces —preguntó Poppy, levantando su otra mano para jugar con una hebra
de mi pelo—, ¿qué vamos a hacer mañana?
Poniendo los ojos en blanco, contesté.
—Nada, mi papá nos va a hacer ir a una salida familiar por el día. A la playa.
Poppy se sentó emocionada.
—¿En serio? ¡Me encanta la playa!
Mi estómago se hundió.
—Dijo que debemos ir solos, Poppymin. Sólo la familia.
—Oh —dijo Poppy, sonando decepcionada. Se recostó de nuevo en la cama—.
¿Hice algo malo? Tu papá siempre me invita a ir con ustedes.
—No —le aseguré—. Es lo que te estaba diciendo antes. Están actuando extraño.
Dijo que quiere que pasemos el día como familia, pero creo que hay algo más.
—Bien —dijo Poppy, pero pude escuchar el tono triste en su voz.
Acuné su cabeza en mi mano y le prometí.
—Regresaré para la cena. Pasaremos la noche juntos mañana.
Ella tomó mi muñeca.
—Bueno.
Poppy me miró, sus ojos verdes grandes bajo la tenue luz. Pasé mi mano a lo largo de
su pelo.
—Eres tan hermosa, Poppymin.
No necesité de la luz para ver el sonrojo cubrir sus mejillas. Cerré la corta distancia
entre nosotros y aplasté mis labios contra los suyos. Poppy suspiró cuando empujé mi
lengua dentro de su boca, sus manos subieron para agarrar mi pelo.
Se sintió muy bien, la boca de Poppy se puso más y más caliente a medida que nos
besábamos, mis manos cayeron pasando por sus brazos desnudos hasta su cintura.
Poppy se movió sobre su espalda cuando mi mano se deslizó para tocar su pierna.
Continué y me moví sobre ella, Poppy apartando su boca de la mía con un jadeo. Pero no
dejé de besarla. Arrastré mis labios a lo largo de su mandíbula para besarla a lo largo del
cuello, mi mano se movió bajo su bata de dormir para acariciar la suave piel de su cintura.
Los dedos de Poppy tiraron de mi pelo, y su pierna se levantó para envolverse
alrededor de la parte posterior de mi muslo. Gruñí contra su garganta, regresando arriba
para tomar su boca con la mía. Cuando mi lengua se deslizó contra la suya, subí mis dedos
más por su cuerpo. Poppy se apartó del beso.
—Rune….
Dejé caer mi cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro, respirando
profundamente. La deseaba tanto que era casi demasiado para soportar.
Inhalé y exhalé mientras Poppy bajaba la mano para acariciar mi espalda de arriba
hacia abajo. Me enfoqué en el ritmo de sus dedos, obligándome a calmarme.
Minutos y minutos pasaron, pero no me moví. Estaba feliz recostado sobre Poppy,
respirando su delicado aroma, mi mano presionada contra su suave vientre.
—¿Rune? —susurró Poppy. Levanté la cabeza.
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La mano de Poppy estuvo de inmediato en mi mejilla.
—¿Bebé? —susurró, y pude escuchar la preocupación en su voz.
—Estoy bien —susurré de regreso, manteniendo mi voz tan calmada como era
posible para no molestar a sus padres. La miré profundamente a los ojos—. Sólo te deseo
demasiado. —Dejé caer mi frente con la suya y susurré—: Cuando estamos así, cuando nos
permitimos ir tan lejos, como que pierdo la razón.
Los dedos de Poppy se enredaron a través de mi pelo y cerré mis ojos, amando
tocarla.
—Lo siento, yo…
—No —dije con fuerza, un poco más de lo que pretendía. Retrocedí. Los ojos de
Poppy estaban enormes—. No. Nunca te disculpes por esto, por detenerme. No es algo
que debas lamentar nunca.
Poppy abrió sus labios hinchados por los besos y dejó salir un largo suspiro.
—Gracias —susurró. Moví mi mano y bajé mis dedos para enlazarlos con los suyos.
Moviéndome a un lado, abrí mi brazo y moví mi cabeza para que se acercara a mí.
Recostó su cabeza en mi pecho. Cerré mis ojos y simplemente respiré.
Eventualmente, el sueño comenzó a apoderarse de mí. El dedo de Poppy se movió
de arriba abajo por mi estómago. Casi me había quedado dormido cuando Poppy susurró.
—Eres mi todo, Rune Kristiansen, espero que sepas eso.
Mis ojos se abrieron de golpe por sus palabras, mi pecho se sintió lleno. Colocando
un dedo bajo su barbilla, incliné su cabeza hacia arriba. Su boca estaba esperando por mi
beso.
La besé suavemente, delicadamente, y lentamente me aparté. Los ojos de Poppy se
mantuvieron cerrados mientras sonreía. Sintiendo como si mi pecho fuera a explotar por la
felicidad en su cara, susurró.
—Por la eternidad.
Poppy se acurrucó de nuevo en mi pecho y susurró.
—Para siempre.
Y ambos nos quedamos dormidos.
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Dunas de Arena y Lágrimas saladas

une, tenemos que hablar contigo —dijo mi pappa, mientras comíamos


nuestro almuerzo en el restaurante con vistas a la playa.
—¿Se van a divorciar?
La cara de pappa palideció.
—Dios, no, Rune —me aseguró rápidamente y tomó la mano de mi mamma para
hacer énfasis. Mi mamma me sonrió, pero podía ver las lágrimas formándose en sus ojos.
—Entonces, ¿qué? —pregunté. Mi pappa se inclinó lentamente hacia atrás en su silla.
—Tu mamma ha estado molesta por mi trabajo, Rune, no conmigo. —Estaba
completamente confundido, hasta que dijo—: Me están transfiriendo de vuelta a Oslo,
Rune. La compañía se ha topado con un problema técnico allí y estoy siendo enviado de
regreso a solucionarlo.
—¿Por cuánto tiempo? —pregunté—. ¿Cuándo vas a estar de vuelta?
Mi pappa pasó la mano por su pelo rubio y corto, justo en la forma en que yo lo
hacía.
—Aquí está la cosa, Rune —dijo con cautela—. Podrían ser años. Podrían ser meses.
—Suspiró—. Siendo realistas, cualquier cosa, desde uno a tres años.
Mis ojos se abrieron.
—¿Nos estás dejando aquí en Georgia por tanto tiempo?
Mi mamma alargó la mano y cubrió la mía con la de ella. Me quedé mirándola
fijamente. Luego, las verdaderas consecuencias de lo que estaba diciendo pappa
comenzaron a filtrarse en mi cerebro.
—No —dije en voz baja, sabiendo que no me haría esto. No podía hacerme esto.
Miré hacia arriba. Vi la culpabilidad resbalar por toda su cara.
Supe que era cierto.
Ahora comprendía. Por qué vinimos a la playa. Por qué quería que estuviéramos
solo. Por qué se rehusó a que nos acompañara Poppy.
Mi corazón se estaba acelerando mientras mis manos no dejaban de moverse sobre la
mesa. Mi mente giraba en círculos... ellos no lo harían... él no lo haría... ¡Yo no lo haría!
—No —escupí, en voz fuerte, atrayendo las miradas de las mesas cercanas—. Yo no
voy. No voy a dejarla.
Me volví a mi mamma en busca de ayuda, pero bajó la cabeza. Retire rápidamente la
mano de debajo de ella.
—¿Mamma? —le rogué, pero negó lentamente con la cabeza.
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—Somos una familia, Rune. No vamos a separarnos durante tanto tiempo. Tenemos
que irnos. Somos una familia.
—¡No! —grité esta vez, empujando mi silla de la mesa. Me puse de pie, mis puños
apretados a los costados—. ¡No voy a dejarla! ¡No puedes obligarme! Este es nuestro
hogar. ¡Aquí! ¡No quiero volver a Oslo!
—Rune —dijo mi pappa, de manera conciliadora, levantándose de la mesa y
extendiendo las manos. Pero no podía estar en este espacio cerrado, con él. Girando sobre
mis talones, corrí fuera del restaurante tan rápido como pude y me dirigí a la playa. El sol
había desaparecido tras densas nubes, causando que un viento frío azotara la arena. Seguí
corriendo, en dirección a las dunas, los granos ásperos golpeando mi rostro.
Mientras corría, traté de luchar contra la rabia que me desgarraba. ¿Cómo podían
hacerme esto? Ellos saben cuánto necesito a Poppy.
Estaba temblando de ira mientras subía la duna más alta y me dejé caer para sentarme
en su punto más alto. Me recosté, mirando al cielo grisáceo, y me imaginé una vida en
Noruega sin ella. Me sentí enfermo. Enfermo ante sólo la idea de no tenerla a mi lado,
tomando mi mano, besando mis labios...
Apenas podía respirar.
Mi mente se aceleró, en busca de ideas de cómo podría quedarme. Pensé y pensé en
todas las posibilidades, pero conocía a mi pappa. Cuando se decidía por algo, nada lo haría
cambiar de idea. Iba a ir; la expresión de su rostro me había dicho claramente que no había
salida. Me estaban alejando de mi chica, mi alma. Y no podía hacer una maldita cosa al
respecto.
Oí a alguien subiendo la duna detrás de mí y sabía que era mi pappa. Se sentó a mi
lado. Aparté la vista, mirando hacia el mar. No quería reconocer su presencia.
Nos quedamos en silencio, hasta que finalmente me rompí y le pregunté:
—¿Cuándo nos vamos?
Sentí a mi pappa tensarse a mi lado, haciendo que mirara en su dirección. Él ya
estaba viendo mi cara, con simpatía en su expresión. Mi estómago se hundió aún más.
—¿Cuándo? —presioné.
Pappa dejó caer la cabeza.
—Mañana.
Todo se quedó inmóvil.
—¿Qué? —le susurré conmocionado—. ¿Cómo es posible?
—Tu mamma y yo lo sabíamos desde hace aproximadamente un mes. Decidimos no
decirte hasta el último minuto porque sabíamos cómo te sentirías. Me necesitan en la
oficina para el lunes, Rune. Hemos organizado todo con tu escuela, se transfirieron tus
expedientes. Tu tío está preparando nuestra casa en Oslo para nuestro regreso. Mi empresa
ha contratado encargados de mudanza para vaciar nuestra casa en Blossom Grove y enviar
nuestras pertenencias a Noruega. Llegan mañana, poco después de irnos.
Mire a mi pappa. Por primera vez en mi vida, lo odiaba. Apreté los dientes y aparté la
mirada. Me sentía enfermo por la cantidad de ira corriendo por mis venas.
—Rune —dijo mi pappa en voz baja, poniendo su mano en mi hombro.
Me encogí de hombros soltándome de su mano.
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—No —le susurré—. No vuelvas a tocarme o hablar conmigo de nuevo —estallé
comprendiendo—. Nunca te perdonaré —le prometí—. Nunca te perdonaré por alejarla de
mí.
—Rune, lo entiendo… —trató de decir, pero lo interrumpí.
—No lo haces. No tienes idea de lo que siento, lo que significa Poppy para mí. Ni
una maldita idea. Porque si lo hicieras, no estarías alejándome de ella. Le habrías dicho a tu
empresa que no te mudarías. Que tenemos que quedarnos.
Pappa suspiró.
—Soy el técnico principal, Rune, tengo que ir a donde se me necesite, y en este
momento eso es Oslo.
No dije nada. No me importaba que él fuera el maldito técnico principal de alguna
empresa en crisis. Estaba enojado porque sólo me lo estuviera diciendo ahora. Estaba
molesto de que nos íbamos, y punto.
Cuando no hablé, mi pappa dijo:
—Voy a reunir nuestras cosas, hijo. Ve al auto en cinco minutos. Quiero que tengas
esta noche con Poppy. Quiero por lo menos darte eso.
Lágrimas calientes se construyeron en mis ojos. Volví la cabeza para que él no me
viera. Estaba enojado, tan enojado que no podía detener las malditas lágrimas. Nunca
lloraba cuando estaba triste, solo cuando estaba enojado. Y en este momento, estaba tan
molesto que apenas podía respirar.
—No va a ser para siempre, Rune. Unos pocos años a lo sumo, y luego, vamos a
estar de vuelta. Lo prometo. Mi trabajo, nuestra vida, está aquí en Georgia. Pero tengo que
ir a donde la empresa me necesite —dijo pappa—. Oslo no será tan malo; es de donde
somos. Sé que tu mamma estará feliz de estar cerca de la familia de nuevo. Pensé que
podías estarlo, también.
No le respondí. Porque algunos años sin Poppy eran toda una vida. No me
importaba mi familia.
Estaba perdido, viendo el ritmo de las olas, y esperé durante todo el tiempo que pude
antes de ponerme de pie. Quería llegar a Poppy, pero al mismo tiempo, no sabía cómo
decirle que me iba. No podía soportar la idea de romper su corazón.
El claxon sonó, y corrí hasta el auto, donde mi familia estaba esperando. Mi mamma
trató de sonreírme, pero no le hice caso y me deslicé en el asiento trasero. Mientras nos
alejábamos de la costa, miré por la ventana.
Sintiendo una mano en mi brazo, me giré para ver a Alton aferrándose a la manga de
mi camisa. Su cabeza estaba inclinada hacia un lado.
Revolví su pelo rubio desordenado. Alton rió, pero su sonrisa se desvaneció, y no
dejó de mirar en mi dirección todo el viaje de vuelta. Me pareció irónico como mi
hermanito parecía entender la cantidad de dolor que sentía, mucho más de lo que lo hacían
mis padres.
El viaje se sintió una eternidad. Cuando nos detuvimos en la entrada, prácticamente
me zambullí fuera del auto y corrí a la casa de los Litchfield.
Llamé a la puerta y la señora Litchfield respondió después de sólo unos pocos
segundos. Al minuto en que notó mi expresión vi que sus ojos se llenaron de simpatía.
Miró a través del jardín hacia mi mamma y pappa que estaban desempacando el auto. Ella
les dio un pequeño saludo.
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Ella lo sabía también.
Había sabido que nos íbamos antes que yo.
—¿Está Poppy aquí? —me las arreglé para preguntar, empujando las palabras a
través de mi garganta tensa.
La señora Litchfield me dio un abrazo.
—Está en la arboleda de cerezos, cielo. Ha estado allí toda la tarde, leyendo. —La
señora Litchfield besó mi cabeza—. Lo siento tanto, Rune. Esa hija mía tendrá el corazón
roto cuando te vayas. Eres toda su vida.
Ella es toda mi vida también, quería añadir, pero no me atreví a decir una sola palabra.
La señora Litchfield me soltó y me alejé, saltando desde el porche, corriendo todo el
camino a la arboleda.
Llegué allí en cuestión de minutos, divisando inmediatamente a Poppy debajo de
nuestro árbol de cerezo favorito. Me detuve, manteniéndome fuera de la vista mientras la
veía leyendo su libro, sus auriculares púrpuras sobre su cabeza. Ramas llenas de pétalos de
cerezo rosa caían a su alrededor como un escudo protector, protegiéndola del sol brillante.
Ella llevaba puesto un vestido blanco corto sin mangas, un gran lazo blanco fijado en el
costado de su largo pelo castaño. Me sentía como si hubiera entrado en un sueño
Mi estómago se encogió. Había visto a Poppy todos los días desde que tenía cinco
años. Dormí a su lado cada noche. La besé todos los días desde que tenía ocho años, y la
amaba con todo lo que tenía por tantos días que había dejado de llevar la cuenta.
No tenía idea de cómo vivir un día sin ella a mi lado. Cómo respirar sin ella a mi
lado.
Como si hubiera sentido que estaba ahí, levantó la vista de la página de su libro.
Cuando me paré sobre la grama, me mostró su sonrisa más grande. Era la sonrisa que sólo
tenía para mí.
Traté de devolverle la sonrisa, pero no pude.
Caminé sobre las flores de cerezo muertas, por lo que el camino cubierto de hojas
caídas parecía un río de color rosado y blanco debajo de mis pies. Vi la sonrisa de Poppy
desvanecerse a medida que me acercaba. No podía ocultar nada de ella. Me conocía tan
bien como me conocía yo mismo. Ella podía ver que estaba molesto.
Le había dicho antes que no había ningún misterio conmigo. No con ella. Ella era la
única persona que me conocía por completo.
Poppy se quedó inmóvil, moviéndose solamente para quitar los auriculares de su
cabeza. Ella puso su libro a su lado en el suelo, envolvió sus brazos alrededor de sus
piernas dobladas y se limitó a esperar.
Tragando, caí de rodillas ante ella y mi cabeza cayó hacia adelante en derrota. Luché
contra la opresión en mi pecho. Finalmente, levanté la cabeza. Las lágrimas ya estaban en
los ojos de Poppy, como si supiera que lo que iba a salir de mi boca lo cambiaría todo.
Nos cambiara.
Cambiará toda nuestra vida.
El fin de nuestro mundo.
—Nos vamos —finalmente logró expresar.
Vi su rostro pálido. Una sola lágrima deslizarse por su suave mejilla.
Alejando la mirada, me las arreglé para inhalar otra corta respiración, y añadí:
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—Mañana, Poppymin. De regreso a Oslo. Pappa me va a llevar lejos de ti. Ni siquiera
está tratando de quedarse.
—No —susurró en respuesta. Inclinada hacia delante—. Debe haber algo que
podamos hacer. —La respiración de Poppy se aceleró—. ¿Quizás puedas quedarte con
nosotros? ¿Irte a vivir con nosotros? Podemos arreglar algo. Podemos…
—No —interrumpí—. Sabes que mi pappa nunca lo permitiría. Lo saben desde hace
semanas, ya me han trasferido de escuela. Solo que no me lo dijeron porque sabían cómo
iba a reaccionar. Tengo que ir, Poppymin. No tengo otra opción. Tengo que ir.
Me quedé mirando fijamente una sola hoja del cerezo cómo se partía desde una rama
baja. Fue a la deriva como una pluma al suelo. Sabía que, de ahora en adelante, cada vez
que viera una flor de cerezo pensaría en Poppy. Ella pasaba todo su tiempo aquí en esta
arboleda, conmigo a su lado. Era el lugar que ella más amaba.
Apreté los ojos cerrados mientras la imaginaba completamente sola en esta arboleda
después de mañana, nadie para ir de aventuras con ella, nadie para escuchar su risa... nadie
para darle una ráfaga de besos de un chico para su frasco.
Al sentir un dolor agudo golpear mi pecho, me gire de vuelta hacia Poppy y mi
corazón se desgarró en dos. Ella estaba congelada en su lugar contra el árbol, pero su linda
cara estaba inundada de ríos y ríos de lágrimas silenciosas, sus pequeñas manos en puños,
temblando en sus rodillas.
—Poppymin —dije con voz áspera, finalmente, dejando todo mi dolor libre. Corrí a su
lado y la acuné en mis brazos. Poppy se fundió en mí, llorando en mi pecho. Cerré los ojos,
sintiendo cada parte de su dolor.
Este dolor era mío también.
Nos quedamos así durante minutos y minutos, hasta que finalmente, Poppy levantó
la cabeza y apretó la palma de su mano temblorosa en mi mejilla.
—Rune —dijo con una voz quebrada—, ¿qué voy... qué voy a hacer sin ti?
Sacudí mi cabeza, en silencio diciéndole que no sabía. No podía hablar, mis palabras
estaban atrapadas en mi garganta obstruida. Poppy se relajó contra mi pecho, sus brazos
como una mordaza alrededor de mi cintura.
No hablamos mientras las horas pasaban. El sol se desvaneció para dejar atrás un
cielo naranja encendido. En poco tiempo, aparecieron las estrellas, y la luna también, llena y
brillante.
Una brisa fresca se deslizó alrededor de la arboleda, obligando a las hojas a bailar
alrededor de nosotros. Cuando sentí a Poppy comenzar a temblar en mis brazos, supe que
era tiempo de irnos.
Levantando las manos, pasé los dedos por el abundante pelo de Poppy y susurré:
—Poppymin, tenemos que irnos.
Ella sólo me agarró con más fuerza en respuesta.
—¿Poppy? —lo intenté de nuevo.
—No me quiero ir —dijo con voz casi inaudible, su dulce voz ahora ronca. Miré
hacia abajo mientras sus ojos verdes miraron hacia arriba y se trabaron en los míos—. Si
dejamos esta arboleda, significa que es casi hora de que me dejes también.
Pase el dorso de la mano por sus mejillas teñidas de rojo. Estaban heladas al tacto.
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—Sin adiós, recuerdas —le recordé—. Siempre dices que no hay tal cosa como un
adiós. Porque siempre nos volveremos a ver en nuestros sueños. Como con tu abuelita. —
Las lágrimas se derramaron de los ojos de Poppy, y limpié las gotas con la yema del
pulgar—. Y tienes frío —dije suavemente—. Es muy tarde y tengo que llevarte a casa para
que no te metas en problemas por perder el toque de queda.
Poppy forzó una pequeña sonrisa en sus labios.
—Pensé que los vikingos en la vida real no jugaban según las reglas.
Me reí una sola vez y presioné mi frente con la suya. Coloqué dos besos suaves en la
comisura de sus labios y respondí.
—Voy a acompañarte a tu puerta, y una vez que tus padres estén dormidos, voy a
estar subiendo a tu dormitorio para una última noche. ¿Qué te parece eso para romper las
reglas? ¿Suficiente para un vikingo?
Poppy se rió.
—Sí —respondió, empujando mi pelo largo de delante de mis ojos—. Eso es todo el
vikingo que alguna vez necesitaré.
Agarrando sus manos, besé la punta de cada dedo y me obligué a levantarme. Ayudé
a Poppy a ponerse de pie y tiré de ella en mi pecho. Envolví mis brazos alrededor de ella,
manteniéndola cerca. Su dulce aroma flotó en mi nariz. Juré recordar exactamente cómo se
sentía ella en ese momento.
El viento se hizo más fuerte. Rompí nuestro abrazo y tomé la mano Poppy. En
silencio, comenzamos a caminar por el sendero sembrado de pétalos. Poppy apoyó la
cabeza en mi brazo, inclinando la cabeza hacia atrás para observar el cielo nocturno. Besé la
parte superior de su cabeza y la oí suspirar profundamente.
—¿Alguna vez has notado cuán oscuro está el cielo por encima de esta arboleda?
Como es más oscuro que en cualquier otro lugar de la ciudad. Se ve de color negro
azabache, pero por el brillo de la luna y los destellos de las estrellas. En contraste con el
rosado de los árboles de cerezo, parece como algo salido de un sueño. —Incliné la cabeza
hacia atrás para ver el cielo, y una sonrisa tiró de la comisura de mis labios. Ella tenía razón.
Parecía casi surrealista.
—Sólo tú notarías algo así —dije mientras bajaba la mirada—. Siempre ves el mundo
de manera diferente a todos los demás. Es una de las cosas que me encantan de ti. Esta es
la aventurera que conocí cuando tenía cinco años.
Poppy apretó su agarre en mi mano.
—Sabes, mi abuelita siempre decía que el cielo se ve como quieres que se vea. —La
tristeza en su voz hizo que mi aliento se atorara en mi garganta.
Ella suspiró.
—El lugar preferido de abuelita era bajo nuestro cerezo. Cuando me siento y miro a
lo largo de las filas y filas de árboles, y luego, hacia arriba al cielo negro azabache, a veces
me pregunto si ella está sentada en ese árbol exactamente allá en el cielo, mirando a lo largo
de los árboles de cerezo, igual que nosotros, mirando hacia arriba el cielo nocturno al igual
que lo estoy haciendo ahora.
—Estoy seguro de que lo está, Poppymin. Y ella estará sonriendo hacia ti, como te
prometió que haría.
Poppy extendió la mano y capturó en su mano una flor de cerezo rosa brillante. La
sostuvo enfrente de ella, mirando fijamente los pétalos en su palma.
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—Abuelita también decía que las mejores cosas de la vida mueren rápidamente,
como la flor de cerezo. Porque algo tan hermoso no puede durar para siempre, no debería
durar para siempre. Se conserva por un breve momento en el tiempo para recordarnos lo
preciosa que es la vida, antes de desaparecer tan rápido como llegó. Dijo que te enseña más
en su corta vida que cualquier cosa que está siempre a tu lado.
Mi garganta comenzó a cerrarse ante el dolor en su voz. Ella alzó la vista hacia mí.
—Porque nada tan perfecto puede durar una eternidad, ¿verdad? Como las estrellas
fugaces. Vemos las estrellas habituales por encima de nosotros cada noche. La mayoría de
las personas las dan por hecho, incluso se olvidan de que están ahí. Pero si una persona ve
una estrella fugaz, recuerda ese momento para siempre, incluso piden un deseo en su
presencia.
Ella tomó una respiración profunda.
—Se dispara tan rápido que las personas saborean el corto tiempo que tienen con
ella. Esa estrella fugaz es demasiado hermosa para durar y volver cada noche.
Sentí una lágrima caer sobre nuestras manos unidas. Estaba confundido, sin saber
por qué estaba hablando de cosas tristes.
—Porque algo tan completamente perfecto y especial está destinado a desaparecer.
Eventualmente, tiene que desaparecer en el viento. —Levantó la flor de cerezo que todavía
estaba en su mano—. Igual que esta flor. —La arrojó en el aire justo cuando una ráfaga de
viento llegaba. La fuerte ráfaga se llevó los pétalos hacia el cielo y lejos por encima de los
árboles.
Desapareció de nuestra vista.
—Poppy… —Iba a hablar, cuando me interrumpió.
—Tal vez somos como la flor del cerezo, Rune. Como las estrellas fugaces. Tal vez
nos quisimos tanto, demasiado jóvenes, y ardimos tan brillantemente que teníamos que
desaparecer. No había otra opción. Era nuestro destino. —Señaló detrás de nosotros a la
arboleda de cerezos—. Belleza extrema, muerte rápida. Hemos tenido este amor el tiempo
suficiente para aprender una lección. Para mostrarnos cuán capaces de amar realmente
somos.
Mi corazón cayó a mi estómago y giré a Poppy hacia mí. La expresión devastada en
su hermoso rostro me cortó allí mismo.
—Escúchame —dije, sintiendo pánico. Colocando mis manos a cada lado de la
cabeza de Poppy, prometí—: Voy a volver por ti. Esta mudanza a Oslo, no será para
siempre. Vamos a hablar todos los días, nos escribiremos. Aún seremos Poppy y Rune.
Nada puede romper eso, Poppymin. Siempre vas a ser mía, siempre poseerás la mitad de mi
alma. Este no es el final.
Poppy sorbió y parpadeó las lágrimas. Mi pulso se aceleró de miedo ante la idea de
que ella se rindiera con nosotros. Porque eso nunca se me había pasado por la cabeza. No
estábamos terminando nada.
Di un paso aún más cerca.
—No hemos terminado —dije con fuerza—. Hasta el infinito, Poppymin. Por siempre
y para siempre. Nunca termina. No puedes pensar así. No con nosotros.
Poppy se levantó de puntillas y copió mi postura, colocando sus manos en mi cabeza.
—¿Me lo prometes, Rune? Porque todavía tengo cientos de besos de chico que
necesito que me des. —Su voz era tímida y asustadiza… estaba atormentada por el miedo.
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Me reí, sintiendo el temor filtrarse de mis huesos, el alivio tomando su lugar.
—Siempre. Y te voy a dar más de mil. Te voy a dar dos, o tres o incluso cuatro.
La sonrisa alegre de Poppy me calmó. La besé en forma lenta y suave, sosteniéndola
tan cerca como me fuera posible. Cuando nos separamos, Poppy abrió los ojos y anunció:
—Beso número trescientos cincuenta y cuatro. Con mi Rune, en la arboleda de
cerezos… y mi corazón casi estalló.
Entonces Poppy prometió.
—Mis besos son todos tuyos, Rune. Nadie más tendrá nunca estos labios, sólo tú.
Rocé mis labios contra los suyos una vez más e hice eco de sus palabras.
—Mis besos son todos tuyos. Nadie va a tener estos labios, sólo tú.
Tomé su mano y nos dirigimos de regreso a nuestras casas. Todas las luces en mi
casa estaban aún encendidas. Cuando llegamos a la puerta de entrada de Poppy, me incliné
y bese la punta de su nariz. Moviendo mi boca a su oído, susurré.
—Dame una hora e iré a ti.
—Está bien —susurró Poppy en respuesta. Entonces salté cuando su palma se apoyó
gentilmente en mi pecho. Poppy se acercó más a mí. La expresión seria en su cara hizo que
de repente me pusiera nervioso. Se quedó mirando fijamente su mano, luego movió sus
dedos lentamente sobre mi pecho y bajó hacia mi estómago.
—¿Poppymin? —pregunté, inseguro de lo que estaba pasando.
Sin decir una palabra, retiro su mano y se movió hacia la puerta. Espere que se girara
y me explicara, pero no lo hizo. Entró por la puerta, dejándome clavado al sitio en su
entrada. Todavía podía sentir el calor de su mano en mi pecho.
Cuando la luz en la cocina de los Lichfield se encendió, me obligue a caminar de
regreso a mi propia casa. Tan pronto como pasé por la puerta, vi un montón de cajas en el
pasillo.
Debieron haber sido embaladas y almacenadas lejos para mantenerlas fuera de mi
vista.
Caminando pesadamente frente a ellas, vi a mamma y pappa en la sala de estar. Mi
pappa me llamó pero no me detuve. Entré en mi habitación justo cuando llegaba detrás de
mí.
Me moví hacia mi mesita de noche y empecé a recoger todo lo que quería conmigo,
especialmente la fotografía enmarcada de Poppy y de mí que había tomado la noche
anterior. Cuando mis ojos recorrieron la fotografía, mi estómago dolió. Si era posible, ya la
extrañaba. Extrañaba mi hogar.
Extrañaba a mi chica.
Sintiendo que mi pappa todavía estaba detrás de mí, dije tranquilamente:
—Te odio por hacerme esto.
Escuché su rápida inhalación. Me giré y vi a mi mamma de pie junto a él. Su cara
estaba tan sorprendida como la de mi pappa. Nunca los había tratado así de mal. Me
gustaban mis padres. Nunca había entendido cómo a otros adolescentes no les gustaban los
suyos.
Pero lo entendía ahora.
Los odiaba.
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Nunca había sentido tanto odio hacia nadie antes.
—Rune… —comenzó mi mamma, pero me di un paso adelante y la interrumpí.
—Nunca te perdonaré, a ninguno de los dos, por hacerme esto. Los odio tanto a los
dos ahora mismo que no puede soportar estar cerca de ustedes.
Estaba sorprendido por lo áspera que sonaba mi voz. Era espesa y llena de toda la
rabia que estaba construyéndose dentro de mí. La ira que no había sabido que era posible
sentir. Sabía que para la mayoría de la gente parecía de mal humor, hosco, pero en realidad,
rara vez sentía rabia. Ahora me sentía que estaba hecho de ella. Sólo odio corría por mis
venas.
Rabia.
Los ojos de mi mamma se llenaron de lágrimas, pero por una vez, no me importaba.
Quería que se sintieran tan mal como me sentía en este momento.
—Rune… —dijo pappa, pero me giré de espaldas a él.
—¿A qué hora nos vamos? —gruñí, interrumpiendo lo que sea que estaba tratando
de decir.
—Salimos a las 7 a.m. —me informó en voz baja.
Cerré los ojos; ahora tenía sólo unas horas con Poppy. En ocho horas la estaría
dejando atrás. Dejando todo atrás, salvo esta rabia. Me aseguraría de que viajara conmigo.
—No va a ser para siempre, Rune. Después de un tiempo, se volverá más fácil.
Conocerás a alguien más con el tiempo. Seguirás adelante…
—¡No! —rugí mientras me di media vuelta, lanzando la lámpara de la mesita de
noche al otro lado de la habitación. El bombillo de vidrio se rompió en el impacto. Respiré
con fuerza, con el corazón acelerado en mi pecho, mientras miraba fijamente a mi pappa—.
¡No vuelvas a decir algo así de nuevo! No voy a superar a Poppy. ¡La amo! ¿No lo
entiendes? Ella es mi todo y tú estás haciéndonos pedazos. —Vi su rostro pálido. Di un paso
adelante.
Mis manos estaban temblando.
—No tengo más remedio que ir contigo, lo sé. Sólo tengo quince; no soy lo
suficientemente estúpido como para creer que puedo quedarme aquí solo. —Apreté los
puños—. Pero voy a odiarte. Los odiaré a ambos cada día hasta que regresemos. Podrán
pensar que sólo porque tengo quince años olvidaré a Poppy, tan pronto como alguna zorra
de Oslo coquetee conmigo. Pero eso nunca pasará. Y los odiaré cada segundo hasta que
esté de nuevo con ella.
Hice una pausa para recuperar el aliento, y luego añadí:
—E incluso entonces, los odiaré por haberme alejado de ella en primer lugar. Por tu
culpa, voy a perder años de estar con mi chica. No creas que por el hecho de que soy joven
no reconozca lo que tengo con Poppy. La amo. La amo más de lo que podrías imaginar. Y
me estás alejando, sin considerar siquiera cómo me sentiría. —Le di la espalda, caminé a mi
armario y empecé a sacar mi ropa—. Así que de ahora en adelante, me importa un bledo
cómo se sientan acerca de cualquier cosa. Nunca los perdonaré por esto. A ninguno de los
dos. Especialmente a ti, pappa.
Empecé a empacar la maleta que mi mamma debió haber puesto en mi cama. Mi
pappa permaneció donde estaba, mirando al suelo en silencio. Con el tiempo se dio la
vuelta y dijo:
—Duerme un poco, Rune. Vamos a levantarnos temprano.
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Cada vello de mi cuello se erizó con disgusto por su rechazo a lo que tenía que decir,
hasta que añadió en voz baja:
—Lo siento tanto, hijo. Sé cuánto significa Poppy para ti. Probé dejar de decírtelo
hasta ahora para evitarte semanas de dolor. Está claro que no sirvió de nada. Pero esto es la
vida real, y este es mi trabajo. Un día lo entenderás.
La puerta se cerró detrás de él, y me dejé caer sobre la cama. Arrastré mi mano por
mi rostro, y mis hombros cayeron cuando miré fijamente mi armario vacío. Pero la rabia
todavía estaba allí, ardiendo en mi estómago. Si acaso, estaba ardiendo con más fuerza que
antes.
Estaba bastante seguro que había llegado para quedarse.
Tiré la última de mis camisas en la maleta, sin preocuparme de cuán arrugadas
quedarían. Fui a la ventana y vi que la casa de Poppy estaba a oscuras, todas a excepción de
la lamparita tenue indicándome que la costa estaba despejada.
Después de cerrar la puerta de mi dormitorio, me escapé por la ventana, corriendo
por el césped. La ventana estaba ligeramente abierta, esperando por mí. Me deslicé por ella
y la cerré con firmeza detrás de mí.
Poppy estaba sentada en el centro de su cama, su pelo y su rostro recién lavados.
Tragué saliva cuando vi lo hermosa que se veía en su camisón blanco, sus brazos y piernas
descubiertas, y su piel tan suave y tersa.
Di un paso más cerca de la cama y vi el portarretrato en su mano. Cuando levantó la
vista, pude ver que había estado llorando.
—Poppymin —dije en voz baja, mi voz se quebró al verla tan alterada.
Poppy colocó el marco en la cama y apoyó su cabeza sobre la almohada, dando
palmaditas al colchón a su lado. Tan rápido como pude, me acosté junto a ella,
moviéndonos hasta que estábamos a sólo centímetros.
Tan pronto como vi los ojos de Poppy inyectados en sangre, la rabia dentro de mí
pareció estallar.
—Bebé —le dije, cubriendo mi mano con la suya—, por favor, no llores. No puedo
soportar verte llorar.
Poppy tragó.
—Mi mamá me dijo que van a irse muy temprano en la mañana.
Bajé mis ojos y lentamente asentí.
Los dedos de Poppy pasaban por mi frente.
—Así que sólo tenemos esta noche —dijo ella. Sentí una daga atravesar mi corazón.
—Ja —respondí, parpadeando hacia ella.
Ella me miraba de forma extraña.
—¿Qué? —pregunté.
Poppy arrastró su cuerpo más cerca. Tan cerca que nuestros pechos se tocaron y sus
labios se cernían en mi boca. Podía oler la crema dental de menta en su aliento.
Lamí mis labios mientras mi corazón empezó a golpear con fuerza. Los dedos de
Poppy se deslizaron por mi cara, sobre mi cuello y hacia abajo sobre mi pecho hasta que
llegaron a la parte inferior de mi camisa. Me moví en la cama, necesitando un poco de
espacio, pero antes de que pudiera alejarme, Poppy se acercó y presionó su boca contra la
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mía. Tan pronto como la probé en mis labios, me incliné más cerca, entonces su lengua se
abrió paso para encontrarse con la mía.
Me besó lentamente, más profundo que nunca. Cuando su mano levantó mi camisa y
se apoyó en mi estómago desnudo, tiré de golpe mi cabeza hacia atrás y tragué duro. Podía
sentir el temblor de la mano de Poppy contra mi piel. La miré a los ojos, y mi corazón dio
un vuelco.
—Poppymin —susurré y pasé la mano por su brazo desnudo—. ¿Qué estás haciendo?
Poppy movió su mano hacia arriba hasta que su mano estaba en mi pecho, y mi voz
se detuvo por la espesura en mi garganta.
—¿Rune? —susurró Poppy mientras inclinaba su cabeza para colocar
cuidadosamente un solo beso en la parte inferior de mi garganta. Mis ojos se cerraron
mientras su boca cálida tocó mi piel. Poppy habló contra mi cuello—. Yo... te deseo...
El tiempo se detuvo. Mis ojos se abrieron de golpe. Poppy retrocedió unos
centímetros y levantó la cabeza hasta que sus ojos verdes se encontraron con los míos.
—Poppy, no —protesté, sacudiendo la cabeza, pero ella puso sus dedos sobre mis
labios.
—No puedo... —Ella se quedó en silencio, luego, se recompuso y continuó—: No
puedo permitir que me dejes y nunca saber lo que se siente estar contigo. —Hizo una
pausa—. Te amo, Rune. Tanto. Espero que lo sepas.
Mi corazón golpeo con un nuevo ritmo, uno que sabía que tenía el amor de su otra
mitad. Era más fuerte y más rápido. Era infinitamente más fuerte que el de antes.
—Poppy —susurré, completamente sorprendido por sus palabras. Sabía que me
amaba, porque yo la amaba. Pero esta era la primera vez que lo habíamos dicho en voz alta.
Ella me ama…
Poppy esperó en silencio. Sin saber cómo responder de cualquier otra manera, pasé la
punta de mi nariz por su mejilla, retrocediendo sólo una fracción para mirarla a los ojos.
—Deg Jeg elsker.
Poppy tragó, luego sonrió.
Le devolví la sonrisa.
—Te amo —lo traduje al inglés, sólo para asegurarme que entendía por completo.
Su rostro se puso serio, una vez más, y se movió para sentarse en medio de la cama.
Estirándose por mi mano, me jaló para sentarme frente a ella. Sus manos cayeron a la parte
inferior de mi camisa.
Tomando una respiración temblorosa, la llevó arriba y sobre mi cabeza. Cerré los
ojos y sentí un cálido beso en mi pecho. Abrí los ojos de nuevo para ver a Poppy dándome
una sonrisa tímida. Me derretí ante la mirada nerviosa en su cara.
Ella nunca se había visto tan hermosa.
Tratando de luchar a través de mis propios nervios, puse mi mano en su mejilla.
—No tenemos que hacer esto, Poppy. Solo porque me voy, no necesitas hacer esto
por mí. Voy a volver; me aseguraré de ello. Quiero esperar hasta que estés lista.
—Estoy lista, Rune —dijo, con voz clara y firme.
—¿Crees que somos demasiado jóvenes…?
—Tendremos dieciséis pronto.
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Sonreí, al oír el fuego en su voz.
—La mayoría de la gente todavía piensa que eso es demasiado joven.
—Romeo y Julieta tenían alrededor de nuestra edad —argumentó. No podía dejar de
reír. Dejé de reír cuando se acercó más y pasó la mano por mi pecho—. Rune —susurró—,
he estado lista desde hace algún tiempo, pero estaba feliz de esperar porque teníamos todo
el tiempo del mundo. No había prisa. Ahora no tenemos ese lujo. Nuestro tiempo, esta vez,
es limitado. Sólo tenemos horas. Te amo. Te amo más de lo que nadie podría creer. Y... y
creo que sientes lo mismo por mí.
—Ja —respondí al instante—. Te amo.
—Por siempre y para siempre —dijo Poppy en un suspiro, luego se alejó de mí. Sin
retirar sus ojos de los míos, llevó la mano al tirante del camisón y lo empujó hacia abajo.
Hizo lo mismo con el otro tirante, y el camisón cayó a sus caderas.
Me quedé congelado. No podía moverme mientras Poppy se sentaba frente a mí,
desnuda para mí.
—Poppymin —susurré, convencido de que no merecía esta chica... este momento.
Me acerqué más, hasta que me elevé justo encima de ella. Busqué sus ojos y le
pregunté:
—¿Estás segura, Poppymin?
Poppy entrelazo su mano con la mía, luego llevó nuestras manos a su piel desnuda.
—Sí, Rune. Estoy segura. Quiero esto.
No podía contenerme más, así que me deje ir y la besé en los labios. Sólo teníamos
unas horas. Iba a pasarlas estando con mi chica, en todas las formas posibles.
Poppy movió su mano de la mía y recorrió mi pecho con sus dedos, sin romper
nunca nuestro beso. Pasé los dedos por su espalda, empujándola más cerca de mí. Se
estremeció bajo mi tacto. Dejé caer mi mano hasta el dobladillo de su vestido en su muslo.
Mi mano viajó hacia arriba, hasta que me preocupé de estar yendo demasiado lejos.
Poppy se separó y apoyó la frente en mi hombro.
—Continúa —instruyó ella, sin aliento. Hice lo que me pidió, tragando los nervios
construyéndose en mi garganta—. Rune —murmuró.
Cerré los ojos ante el sonido de su dulce voz. La amaba demasiado. Debido a eso no
quería hacerle daño. No quería ser responsable de empujarla demasiado lejos. Quería que se
sintiera especial. Quería que entendiera que era mi mundo.
Nos quedamos así durante un minuto, encerrados en el momento, respirando,
esperando lo que sea que viniera después.
Entonces las manos de Poppy se desviaron hacia el botón de mis jeans y abrí los
ojos. Ella me estaba observando de cerca.
—¿Esto está... esto está bien? —preguntó con cautela. Asentí, incapaz de hablar.
Tomando su mano libre, me guió para desnudarla, hasta que todas nuestras ropas habían
sido arrojadas al piso.
Poppy se sentó en silencio delante de mí, sus manos moviéndose nerviosamente en
su regazo. Su largo pelo castaño estaba suelto sobre uno de sus hombros, y sus mejillas
estaban encendidas.
Nunca la había visto tan nerviosa.
Nunca había estado tan nervioso.
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Extendiendo mi mano, pasé mi dedo por su mejilla caliente. Con mi tacto, los ojos de
Poppy revolotearon hacia arriba, una tímida sonrisa tirando de sus labios.
—Te amo, Poppymin —susurré.
Un suspiro suave escapó de su boca.
—Te amo también, Rune.
Los dedos de Poppy se envolvieron alrededor de mi muñeca y se echó hacia atrás
con cuidado sobre la cama, guiándome a avanzar hasta que estaba junto a ella, mi torso
moviéndose para cubrir el de ella.
Inclinándome, coloque suaves besos sobre sus mejillas encendidas y su frente,
terminando en un largo beso en su boca cálida. La mano temblorosa de Poppy se presionó
en mi pelo y me jaló más cerca.
Se sintió como sólo unos segundos más tarde, cuando Poppy se movió debajo de mí,
rompiendo el beso. Colocó su mano en mi mejilla y dijo:
—Estoy lista.
Acariciando mi rostro contra su mano, besé los dedos apoyados en mi mejilla y
absorbí sus palabras. Poppy se inclinó hacia un lado y tomó algo del cajón de su mesita de
noche. Cuando me entregó el paquetito que había tomado, luché contra la ráfaga repentina
de nervios.
Me quedé mirando a Poppy y sus mejillas enrojecidas por la vergüenza.
—Sabía que este día llegaría pronto, Rune. Quería asegurarme de que estuviéramos
preparados.
Besé a mi chica hasta que reuní el valor suficiente para hacer esto. No pasó mucho
tiempo, con el toque de Poppy calmando la tormenta en mi interior, hasta que supe que
estaba listo.
Poppy abrió sus brazos, guiándome sobre ella. Mi boca se fundió con la de ella, y por
un tiempo más largo, simplemente la besé. Probé el protector labial de cereza en sus labios,
amando la sensación de su cálida piel desnuda presionando contra la mía.
Me aparté en busca de aire. Me encontré con la mirada de Poppy y ella asintió. Pude
ver en su cara lo mucho que me deseaba, como yo la deseaba. Mantuve los ojos fijos en los
de ella, y no me aparte ni una vez.
Ni por un solo segundo...

Más tarde, la sostuve en mis brazos. Nos encontrábamos uno frente al otro cuando
nos acostamos bajo las sábanas. La piel de Poppy estaba caliente al tacto y su respiración
estaba ralentizándose de nuevo a su ritmo normal. Nuestros dedos estaban entrelazados
sobre la almohada que ahora compartíamos, nuestro agarre apretado, con las manos
ligeramente temblorosas.
Ninguno de nosotros había hablado todavía. Mientras estudiaba a Poppy observando
cada movimiento que hacía, recé para que no se arrepintiera de lo que habíamos hecho.
La vi tragar profundamente y tomar una respiración lenta. Cuando exhaló, bajó los
ojos a nuestras manos entrelazadas. Lo más lentamente posible, pasó sus labios sobre
nuestros dedos entrelazados.
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Me quedé inmóvil.
—Poppymin —dije, y sus ojos se alzaron. Una larga hebra de su pelo había caído sobre
su mejilla y la empujé suavemente hacia atrás, metiéndola detrás de su oreja. Ella todavía no
había dicho nada. Necesitando que supiera qué había significado para mí lo que habíamos
compartido, susurré—: Te amo tanto. Lo que acabamos de hacer... estar contigo así... —Mi
voz se apagó, sin saber cómo expresar lo que quería decir.
Ella no respondió, y mi estómago se revolvió, temiendo que hubiera hecho algo mal.
Mientras mis ojos se cerraban en frustración, sentí la frente de Poppy contra la mía y sus
labios susurraron besos sobre mi boca. Me moví hasta que estábamos lo más cerca que
podíamos estar.
—Voy a recordar esta noche para el resto de mi vida —confesó ella, y el miedo que
sentía fue empujado lejos de mi mente.
Abrí mis ojos y apreté mi agarre alrededor de su cintura.
—¿Fue... fue especial para ti, Poppymin? ¿Tan especial como lo fue para mí?
Poppy esbozó una sonrisa tan amplia que la vista me robó el aliento.
—Lo más especial que un beso puede ser —respondió ella en voz baja, haciendo eco
de las palabras que me había dicho cuando teníamos ocho años y la besé por primera vez.
Incapaz de hacer nada más, la besé con todo lo que tenía, derramando todo mi amor en el
beso.
Cuando nos apartamos, Poppy me apretó la mano, y lágrimas se formaron en sus
ojos.
—Beso trescientos cincuenta y cinco, con mi Rune, en mi habitación... después de
que hicimos el amor por primera vez. —Tomando mi mano, la colocó sobre su pecho,
directamente sobre su corazón. Podía sentir sus fuertes latidos bajo mi palma. Sonreí. Sabía
que sus lágrimas eran lágrimas de felicidad, no de tristeza—. Fue tan especial que mi
corazón casi estalló —agregó con una sonrisa.
—Poppy —susurré, sintiendo mi pecho comprimirse.
La sonrisa de Poppy cayó, y vi que sus lágrimas comenzaron a caer a su almohada.
—No quiero que me dejes —dijo con la voz entrecortada.
No podía soportar el dolor en su voz. O el hecho de que estas lágrimas eran ahora
unas tristes.
—No me quiero ir —le contesté, con honestidad.
No dijimos nada más. Debido a que no había nada más que decir. Peiné el pelo de
Poppy con mis dedos, mientras ella pasaba la punta de sus dedos arriba y abajo en mi
pecho. No pasó mucho tiempo antes de que la respiración de Poppy se hubiera nivelado y
su mano se hubiera quedado inmóvil sobre mi piel.
El ritmo de su respiración constante arrulló mis ojos hasta cerrarlos. Traté de
permanecer despierto el mayor tiempo posible, para saborear el tiempo que me quedaba.
Pero al poco tiempo, me quedé dormido, con una mezcla agridulce de felicidad y tristeza
fluyendo por mis venas.
Parecía que apenas había cerrado los ojos cuando sentí la calidez del sol elevándose
besar mi cara. Parpadeé hasta que abrí los ojos, viendo un nuevo día aparecer a través de la
ventana de Poppy.
El día en que me iba.
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Mis entrañas se apretaron cuando vi el tiempo. Me iba en una hora.
Cuando miré a Poppy, durmiendo sobre mi pecho, pensé que nunca había parecido
más bella. Su piel estaba sonrojada por el calor de nuestros cuerpos, y sonreí al ver nuestras
manos todavía unidas en mi estómago.
De repente, los nervios me inundaron cuando pensé en la noche anterior.
Se veía tan contenta mientras dormía. Mi mayor temor era que se despertara y
lamentara lo que habíamos hecho. Deseaba, tan desesperadamente, que amara lo que
habíamos hecho tanto como yo lo hacía. Quería que la imagen de nosotros juntos este tan
arraigada en su memoria, como lo estaría en la mía.
Como si sintiera mi intensa mirada, Poppy abrió lentamente los ojos. Vi que el
recuerdo de la noche anterior apareció en su rostro. Sus ojos se ampliaron cuando tomó
nuestras manos sobre nuestros cuerpos. Mi corazón saltó un latido ante la expectación,
pero luego una lenta y hermosa sonrisa se extendió por su rostro. Viendo esto, me moví
más cerca de ella. Poppy enterró su cabeza en mi cuello mientras la envolvía en mis brazos.
La abracé durante tanto tiempo como me fue posible.
Cuando por fin levanté la cabeza y miré el reloj de nuevo, la rabia de ayer vino
estrellándose de nuevo.
—Poppymin —susurré, oyendo la rabia saturada en mi voz grave—. Yo... tengo que
irme.
Poppy se puso rígida en mis brazos. Cuando se movió hacia atrás, sus mejillas
estaban mojadas.
—Lo sé.
Sentí las lágrimas golpear mis mejillas también. Poppy las limpió con suavidad. Cogí
su mano y puse un solo beso en el centro de su palma. Me quedé por un par de minutos
más, absorbiendo cada centímetro del rostro de Poppy, antes de obligarme a salir de la
cama y vestirme. Sin mirar atrás, me deslicé por la ventana y corrí a través del césped,
sintiendo mi corazón desgarrarse con cada paso.
Trepé por mi ventana. La puerta de mi habitación había sido desbloqueada desde el
exterior. Mi pappa estaba cerca de la cama. Por un breve momento mi estómago se
revolvió ante el hecho de que me habían atrapado. Pero entonces la furia se encendió
dentro de mí y levanté la barbilla, retándolo a decir algo, cualquier cosa.
Le di la bienvenida a una pelea.
No lo dejaría avergonzarme por pasar la noche con la chica que amaba. La que él me
estaba arrancando.
Se dio la vuelta y se alejó sin decir una palabra.
Treinta minutos pasaron en un instante. Eché un vistazo por encima de mi
habitación, una última vez. Levantando mi bolso, lo colgué sobre mi hombro y salí a la
calle, mi cámara colgada al cuello.
El señor y la señora Litchfield ya estaban en nuestra entrada, de pie con Ida y
Savannah, abrazando a mis padres, despidiéndose. Al verme salir por la puerta, me
encontraron al final de la escalera y me abrazaron despidiéndose también.
Ida y Savannah corrieron hacia mí y se lanzaron alrededor de mi cintura. Despeiné su
cabello. Cuando se hicieron a un lado, oí una puerta siendo abierta. Alcé los ojos y vi a
Poppy corriendo. Ella tenía el pelo mojado, claramente acaba de ducharse, pero se veía más
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hermosa que nunca mientras corría hacia donde estábamos todos, sólo yo en su punto de
mira.
Cuando llegó a nuestro camino de entrada, se detuvo brevemente para abrazar a mis
padres y dar un beso de despedida a Alton. Luego se volvió hacia mí. Mis padres se
metieron en el auto y los padres y hermanas de Poppy volvieron hacia su casa, dándonos
un poco de espacio. No perdí tiempo extendiendo mis brazos, y Poppy se abalanzó hacia
mi pecho. Apreté con fuerza, inhalando el dulce aroma de su pelo.
Puse mi dedo bajo su barbilla, levanté su cabeza y luego la besé por última vez. La
besé con todo el amor que pude encontrar dentro de mi corazón.
Cuando me separé, Poppy habló a través del torrente de lágrimas.
—Beso número trescientos cincuenta y seis. Con mi Rune en su camino de entrada...
cuando me dejó.
Cerré los ojos. No podía soportar el dolor en el que ella estaba, en el que yo estaba
también.
—¿Hijo? —Miré por encima del hombro de Poppy a mi pappa—. Tenemos que
irnos —dijo en tono de disculpa.
Las manos de Poppy se apretaron en mi camisa. Sus grandes ojos verdes brillaban
con lágrimas, y parecía como si estuviera tratando de memorizar cada parte de mi rostro.
Finalmente soltando mi agarre sobre ella, levanté la cámara y pulsé el botón.
Capturé este raro momento: el momento exacto en que el corazón de alguien se
rompe.
Caminé hacia el auto, mis pies sintiéndose como si pesaran toneladas. Cuando subí
en el asiento trasero, ni siquiera intenté dejar de llorar. Vi a Poppy de pie al lado de nuestro
auto, su pelo húmedo volando en la brisa, viéndome ir, despidiéndome con la mano.
Mi pappa puso en marcha el motor. Abrí la ventana. Extendí la mano y Poppy la
sostuvo. Mientras miraba su cara por última vez, dijo:
—Te veré en tus sueños.
—Te veré en mis sueños —le susurré de regreso y de mala gana solté su mano
mientras mi pappa condujo el auto lejos. Miré atrás hacia Poppy a través de la ventana
trasera, mirándola ondear la mano, hasta que estaba fuera de la vista.
Guardé el recuerdo de esa mano ondeando, despidiéndose.
Prometí aferrarme a ella hasta que esa mano ondeando me diera la bienvenida a casa
de nuevo.
Hasta que una vez más significara “hola”
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Silencio

Oslo
Noruega

n día después estaba de vuelta en Oslo, separado de Poppy por un océano.


Hablamos todos los días por dos meses. Traté de ser feliz con que al menos
tuvieramos eso. Pero mientras cada día terminaba sin ella a mi lado, la furia
dentro de mí se construía. Mi odio por mi pappa se incrementaba, hasta que eso quebró
algo en mi interior, y lo único que podía sentir era vacío. Me opuse a hacer amigos en la
escuela, me opuse a cualquier cosa que haría de este lugar mi hogar otra vez.
Mi hogar estaba en Georgia.
Con Poppy.
Poppy no dijo nada sobre mi cambio de estado de ánimo, si es que siquiera lo notó.
Esperaba haberlo escondido bien. No la quería preocupándose por mí.
Luego un día, Poppy no devolvió mis llamadas, correos o mensajes.
O el día siguiente, o el siguiente.
Dejó de ser parte de mi vida.
Poppy simplemente desapareció. Sin palabras, sin dejar rastro.
Dejó la escuela. Se fue del pueblo.
Su familia recogió todo y se fue sin previo aviso.
Por dos años, me dejó completamente solo al otro lado del Atlántico,
preguntándome dónde estaba. Preguntándome qué había pasado. Preguntándome si hice
algo mal. Haciéndome pensar que tal vez la empujé demasiado lejos la noche antes de irme.
Ese fue el segundo momento que definió mi vida.
Una vida sin Poppy.
Sin infinito.
Sin para siempre.
Solo… nada.
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Viejos amantes y nuevos extraños

Blossom Grove, Georgia


En la actualidad
17 años

l está regresando.
Tres palabras. Tres palabras que enviaron mi vida en picada. Tres
palabras que me aterrorizaban.
Él está regresando.
Miré fijamente a Jorie, mi amiga más cercana, apretando mis libros fuertemente
contra mi pecho. Mi corazón despegó como un cañón y los nervios me abrumaron.
—¿Qué dijiste? —susurré, ignorando a los estudiantes a nuestro alrededor en el
pasillo, todos corriendo a su siguiente clase.
Jorie puso su mano en mi brazo.
—Poppy, ¿estás bien?
—Sí —respondí débilmente.
—¿Estás segura? Te pusiste pálida. No te ves bien.
Asentí, tratando de ser convincente, y pregunté:
—¿Quién…quién te dijo que él estaba regresando?
—Judson y Deacon —respondió—. Estaba en clase con ellos y estaban diciendo que
su papá ha sido transferido de nuevo aquí por la empresa. —Se encogió de hombros—.
Esta vez, para siempre.
Tragué.
—¿A la misma casa?
Jorie parpadeó, pero asintió.
—Lo lamento, Pops.
Cerré los ojos y tomé una tranquila respiración. Él iba a estar en la casa de al lado de
nuevo… su habitación justo enfrente de la mía otra vez.
—¿Poppy? —preguntó Jorie, y abrí los ojos. Su mirada estaba llena de simpatía—.
¿Estás segura de que estás bien? Solo has estado aquí un par de semanas. Y sé lo que hará
ver a Rune…
Forcé una sonrisa.
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—Voy a estar bien, Jor. Ya no lo conozco. Dos años es mucho tiempo, y no hemos
hablado ni una vez en ese tiempo.
Jorie frunció el ceño.
—Pop…
—Estaré bien —insistí, levantando la mano—. Necesito llegar a clase.
Estaba alejándome de Jorie cuando una pregunta apareció en mi cabeza. Miré hacia
mi amiga por encima de mi hombro, la única amiga con la que había seguido en contacto
en los dos últimos años. Mientras que todos pensaban que mi familia se había ido de la
ciudad para cuidar a la tía enferma de mi mamá, Jorie sabía la verdad.
—¿Cuándo? —reuní el coraje de preguntar.
La cara de Jorie se suavizo cuando se dio cuenta qué quería decir.
—Esta noche Pops. Llega esta noche. Judson y Deacon están regando la noticia para
que las personas vayan al campo esta tarde para darle la bienvenida. Todos van a ir.
Sus palabras se sintieron como una daga punzante en mi corazón. No había sido
invitada. Pero, de nuevo, no debería estarlo. Deje Blossom Grove sin una palabra. Cuando
volví a esta escuela, sin estar del brazo de Rune, me volví la chica que siempre debería
haber sido, invisible para el grupo de los populares. La chica rara que usaba moños en el
pelo y tocaba el violonchelo.
Nadie, excepto por Jorie y Ruby, le había importado que me hubiera ido.
—¿Poppy? —llamó Jorie de nuevo.
Parpadeé de regreso a la realidad y me di cuenta de que los pasillos estaban casi
vacíos.
—Mejor ve a clase Jor.
Ella dio un paso hacia mí.
—¿Vas a estar bien Pops? Estoy preocupada por ti.
Me reí sin humor.
—He pasado por cosas peores.
Agaché la cabeza y corrí a mi clase antes de que pudiera ver la simpatía y la lástima en
el rostro de Jorie. Entré a mi clase de matemáticas, deslizándome en mi asiento justo
cuando el profesor comenzaba la clase.
Si alguien me preguntaba más tarde sobre qué había sido la clase, no sería capaz de
decirles. Por cincuenta minutos en todo lo que pude pensar fue en la última vez que vi a
Rune. La última vez que me sostuvo en sus brazos. La última vez que presionó sus labios
contra los míos. Cuando hicimos el amor, y la mirada en su hermoso rostro cuando fue
alejado de mi vida.
Inútilmente, me pregunté cómo lucía ahora. Él siempre fue alto y de hombros
amplios, bien construido. Pero, como para el resto de su cuerpo, dos años era un largo
tiempo para que una persona cambiara a nuestra edad. Sabía eso mejor que nadie.
Me preguntaba si sus ojos aún se veían azul cristalino en el sol brillante. Me
preguntaba si aún llevaba el pelo largo, y si aún lo alejaba cada pocos minutos, ese
irresistible movimiento que enloquecía a todas las chicas.
Y por un breve momento, me permití preguntarme si aún pensaba en mí, la chica de
al lado. Si alguna vez se preguntó qué estaba haciendo en algún momento en particular. Si
alguna vez pensó en esa noche. Nuestra noche. La noche más asombrosa de mi vida.
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Entonces pensamientos oscuros me golpearon duro y rápido. La pregunta que me
hizo sentir enferma físicamente… ¿había besado a alguien más en el paso de dos años? ¿Le
había dado a alguien sus labios, cuando me los había prometido a mí por siempre?
O peor: ¿había hecho el amor con otra chica?
El agudo sonido de la campana me sacó de mis pensamientos. Me levanté de mi
asiento, caminando hacia el pasillo. Estaba agradecida de que fuera el final del día escolar.
Estaba cansada y dolida. Pero más que eso, me dolía el corazón. Porque sabía que
Rune estaría de regreso en la casa de al lado desde esta noche, en la escuela mañana, y no
sería capaz de hablarle. No sería capaz de tocarlo o sonreírle, como había soñado hacer
desde el día que no regresé sus llamadas.
Y no sería capaz de besarlo dulcemente.
Tenía que permanecer lejos.
Mi estómago se revolvió cuando me di cuenta de que probablemente no se
preocuparía por mí nunca más. No después de que simplemente lo corté, sin explicación,
de la nada.
Empujando las puertas hacia el frío y fresco aire, inhalé profundamente. Sintiéndome
mejor al instante, puse mi pelo detrás de mis orejas. Ahora que estaba corto y estilizado,
siempre lo sentía extraño. Extrañaba mi pelo largo.
Comenzando mi caminata a casa, sonreí al cielo azul y las aves cantando en las cimas
de los árboles. La naturaleza me calmaba, siempre lo había hecho.
Solo había recorrido unos cuantos metros cuando vi el auto de Judson, rodeado por
los viejos amigos de Rune. Avery era la única chica en la multitud de chicos. Agaché la
cabeza y traté de pasarlos rápido, pero ella gritó mi nombre. Me detuve de golpe y me forcé
a girarme en su dirección. Avery se apartó de donde había estado apoyada en el auto y se
acercó. Deacon intentó jalarla para que regresara, pero ella se alejó de su mano. Vi por su
expresión de suficiencia que no iba a ser amable.
—¿Has escuchado? —me preguntó, una sonrisa en sus labios rosas. Avery era
hermosa. Cuando volví a la ciudad, no podía creer cuán hermosa se había vuelto. Su
maquillaje siempre estaba perfecto y su largo pelo rubio perfectamente estilizado. Ella era
todo lo que un chico quería en una chica, y todo lo que la mayoría de las chicas querían ser.
Puse mi pelo detrás de mi oreja, un hábito que mostraba mis nervios.
—¿Escuchar qué? —pregunté, sabiendo exactamente lo que quería decir.
—Acerca de Rune. Está volviendo a Blossom Grove.
Podía ver el brillo de alegría en sus ojos azules. Alejé la mirada, determinada a
mantener la compostura, y negué con la cabeza.
—No, Avery, no lo había escuchado. No he estado de regreso mucho tiempo.
Vi a Ruby, la novia de Deacon, caminando hacia el auto, Jorie caminando detrás de
ella. Cuando vieron a Avery hablándome, se apresuraron a unirse a nosotras. Las amaba
por eso. Solo Jorie sabía dónde había estado el pasado par de años, por qué me había ido.
Pero desde el minuto en que regresé, Ruby había actuado como si nunca me hubiera ido.
Eran verdaderas amigas, me había dado cuenta.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Ruby casualmente, pero pude escuchar el
borde de protección en su voz.
—Le estaba preguntando a Poppy si sabía que Rune estaba regresando a Blossom
Grove esta noche —respondió Avery secamente.
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Ruby me miró con curiosidad.
—No sabía —le dije. Ruby me sonrió con tristeza.
Deacon caminó detrás de su novia y puso un brazo sobre sus hombros. Él movió su
barbilla hacia mí en saludo.
—Hola, Pops.
—Hola —respondí.
Deacon se volvió hacia Avery.
—Ave, Rune no ha hablado con Poppy en años, te lo dije. Ella ya ni siquiera lo
conoce. Por supuesto que no sabía qué estaba regresando, ¿por qué en el mundo le diría?
Escuché a Deacon y supe que no estaba siendo cruel conmigo. Pero eso no quería
decir que sus palabras no hirieran tan profundo como una estaca en el corazón. Y ahora lo
sabía, sabía que Rune nunca hablaba de mí. Era obvio que él y Deacon habían permanecido
en contacto. Era obvio para mí que ahora no era nada para él. Que nunca me mencionaba.
Avery se encogió de hombros.
—Solo me preguntaba, es todo. Ella y Rune eran inseparables hasta que se fue.
Tomando eso como mi pista para irme, moví la mano.
—Tengo que irme. —Rápidamente me di la vuelta y fui a casa. Decidí atravesar el
parque que me llevaría a Blossom Grove. Mientras caminaba por el bosque vacío, los
árboles de cerezo desprovistos de sus hermosas hojas, una tristeza me llenó.
Esas ramas estaban tan vacías como yo me sentía. Ansiando la cosa que las
completaban, pero sabiendo que sin importar cuánto lo desearan, ellas no la tendrían de
vuelta hasta primavera.
El mundo simplemente no funcionaba de esa forma.
Cuando llegué a casa, mi mamá estaba en la cocina. Ida y Savannah estaban sentadas
en la mesa haciendo sus tareas.
—Oye, cariño —dijo mi mamá. Me acerqué a ella y le di un abrazo, agarrándola por
la cintura solo un poco más apretado de lo usual.
Mi mamá levantó mi cabeza, una mirada preocupada en sus cansados ojos.
—¿Qué está mal?
—Solo estoy cansada, mamá. Voy a ir a acostarme.
Mi mamá no me dejó ir.
—¿Estás segura? —preguntó, poniendo su palma en mi frente, revisando mi
temperatura.
—Sí —le prometí, moviendo su mano y besándola en la mejilla.
Caminé a mi habitación. Miré fijamente por la ventana a la casa de los Kristiansen.
Estaba igual. Nada diferente del día en que se habían ido para volver a Oslo.
No la habían vendido. El señor Kristiansen le había dicho a mi mamá que sabían que
estarían de vuelta en algún momento, así que la mantuvieron. Amaban el vecindario y
amaban la casa. Una empleada doméstica la había limpiado y arreglado cada pocas semanas
durante dos años para asegurarse de que estuviera lista para su regreso.
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Hoy, todas las cortinas estaban levantadas y las ventanas abiertas para que entrara
aire fresco. La empleada claramente se estaba preparando para la inminente llegada. El
regreso a casa que estaba temiendo.
Cerrando las cortinas que mi papá puso para mí cuando volví a casa hace algunas
semanas, me acosté en mi cama y cerré los ojos. Odiaba sentirme fatigada todo el tiempo.
Por naturaleza, era una persona activa, que veía el sueño como una pérdida de tiempo
cuando podía ser pasado afuera en el mundo, explorando y creando recuerdos.
Pero ahora no tenía opción.
Me imagine a Rune en mi mente, y su rostro se quedó conmigo mientras caía en un
sueño. Era el mismo sueño la mayoría de las noches, Rune sosteniéndome en sus brazos,
besando mis labios y diciéndome que me amaba.
No sé cuánto tiempo dormí, pero cuando desperté, fue por el sonido de camiones
llegando. Ruidosos golpes y voces familiares venían del otro lado del patio.
Sentándome, quite el sueño de mis ojos. La comprensión me llegó.
Él estaba aquí.
Mi corazón comenzó a latir. Latía tan rápido que me sujeté por miedo a que fuera a
salirse de mi pecho.
Él estaba aquí.
Él estaba aquí.
Salí de la cama y me posicioné frente a las cortinas cerradas. Me agaché cerca así
podía escuchar lo que estaba pasando. Distinguí las voces de mamá y papá entre el bullicio,
junto con las voces familiares del señor y la señora Kristiansen.
Sonriendo, me estiré para quitar la cortina. Me detuve; no quería que me vieran.
Retrocediendo, corrí escaleras arriba a la oficina de mi papá. Era la única otra ventana que
daba hacia su casa, una ventada donde podía esconderme a plena vista debido a la cubierta
que la protegía del brillante sol.
Me moví al lado izquierdo de la ventana, solo en caso de que cualquiera levantara la
mirada. Sonreí de nuevo cuando mis ojos cayeron en los padres de Rune. Apenas lucían
diferentes. La señora Kristiansen estaba tan hermosa como siempre. Su pelo estaba más
corto, pero además de eso era exactamente la misma. El señor Kristiansen tenía un poco
más de canas, y parecía que había perdido algo de peso, pero la diferencia era pequeña.
Un niño rubio salió corriendo por la puerta y mi mano voló a mi boca cuando vi que
era el pequeño Alton. Tendría cuatro ahora, calculé. Había crecido mucho. Y su pelo era
igual al de su hermano, largo y lacio. Mi corazón se apretó. Lucía exactamente como un
pequeño Rune.
Observé a los trabajadores amueblar la casa con increíble velocidad. Pero no había
señal de Rune.
Eventualmente mis padres volvieron adentro, pero seguí vigilando la ventana,
esperando pacientemente por el chico que había sido mi mundo por tanto tiempo que no
sabía dónde comenzaba él y terminaba yo.
Más de una hora pasó. La noche llegó y estaba perdiendo la esperanza de verlo.
Mientras estaba a punto de dejar la oficina, vi movimiento detrás de la casa de los
Kristiansen.
Cada uno de mis músculos se tensó mientras atrapaba un pequeño vistazo de luz
brillando en la oscuridad. Una nube blanca de humo apareció en el aire por encima del área
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de césped entre nuestras casas. Primero no estaba segura de lo que estaba viendo, hasta que
una figura alta, vestida de negro, emergió de las sombras.
Mis pulmones dejaron de funcionar cuando la figura entró al brillo del farol y se
detuvo. Chaqueta de cuero de motociclista, camiseta negra, jeans negros ajustados, botas
negras y un largo y brillante pelo rubio.
Me quedé mirando fijamente, con un nudo en mi garganta, mientras que el chico de
hombros anchos y altura impresionante levantaba su mano y la pasaba por su largo pelo.
Mi corazón se saltó un latido. Porque conocía ese movimiento. Conocía esa fuerte
mandíbula. Lo conocía. Lo conocía tan bien como me conocía a mí misma.
Rune.
Era mi Rune.
Una nube de humo salió de su boca de nuevo, y me tomó unos minutos darme
cuenta de lo que en realidad estaba viendo.
Fumando.
Rune estaba fumando. Rune no fumaba; él nunca habría tocado los cigarros. Mi
abuela había fumado toda su vida y había muerto demasiado joven de cáncer de pulmón.
Siempre nos habíamos prometido que ni siquiera lo intentaríamos.
Estaba claro que Rune había roto esa promesa.
Mientras lo veía dar otra calada, y alejar su pelo por tercera vez en unos minutos, mi
estómago cayó. La cara de Rune se levantó hacia el brillo de la luz y exhalo una corriente de
humo a la fría brisa de la noche.
Así que aquí estaba. El Rune Kristiansen de diecisiete años, y era aún más hermoso
de lo que pude haber imaginado. Sus ojos azul cristalino eran tan brillantes como habían
sido siempre. Su una vez infantil rostro era ahora rudo y completamente impresionante.
Solía bromear con que era tan guapo como un dios nórdico. Mientras estudiaba cada parte
de su rostro, estaba segura de que su aspecto los superaba incluso a ellos.
No podía apartar mis ojos.
Rune terminó su cigarro y lo tiro al piso, la luz de la colilla gradualmente apagándose
en el corto césped. Esperé, conteniendo la respiración, a ver qué haría después. Entonces
su papá llegó al borde del porche y le dijo algo a su hijo.
Vi los hombros de Rune tensarse y su cabeza moverse en dirección a su papá. No
podía descifrar lo que estaban diciendo, pero escuché claramente las voces elevadas,
escuché a Rune responderle agresivamente a su padre en su nativo noruego. Su papá dejó
caer la cabeza derrotado y volvió a la casa, claramente herido por algo que había dicho
Rune. Mientras el señor Kristiansen se alejaba, Rune le enseñó el dedo medio a su espalda,
solo dejándolo caer cuando la puerta de su casa se cerró.
Observe, rígida de sorpresa. Vi como este chico, un chico que una vez conocí de
forma tan completa, se volvió un extraño ante mis ojos. Decepción y tristeza me llenaron
mientras Rune comenzó a caminar a través del césped entre nuestras casas. Sus hombros
estaban rígidos. Casi podía sentir la furia irradiando de él incluso desde este punto.
Mis peores miedos se habían realizado: el chico que conocí se había ido.
Entonces me congelé, quedándome quieta, mientras Rune dejaba de caminar y
miraba a la ventana de mi dormitorio, justo debajo de donde estaba parada. Una ráfaga de
viento atravesó el patio, levantando el pelo rubio de su rostro y, en ese segundo, pude ver
un increíble dolor, severa añoranza, en sus ojos. La imagen de su torturado rostro, mientras
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miraba a mi ventana, me golpeó más fuerte que un tren. En esa expresión perdida estaba
mi Rune.
A este chico, lo reconocí.
Rune dio un paso hacia mi ventana, y por un momento, pensé que trataría de trepar,
de la manera en que lo hizo todos esos años. Pero, abruptamente, se detuvo y sus manos se
apretaron en puños a sus costados. Sus ojos se cerraron y sus dientes se apretaron tanto
que podía ver la tensión en su barbilla desde donde estaba.
Entonces, claramente cambiando de idea, Rune se dio la vuelta y camino decidido
hacia su casa. Me quedé en la ventana de la oficina, en las sombras. No podía moverme con
la sorpresa de lo que acababa de presenciar.
La luz de la habitación de Rune se encendió. Lo vi caminar alrededor de su cuarto,
luego moverse hacia la ventana y sentarse en la cornisa. La abrió. Encendió otro cigarro y
soplo el humo por el espacio abierto.
Negué con la cabeza en incredulidad. Entonces alguien entró a la oficina, y mi mamá
vino a mi lado. Cuando se asomó por la ventana, supe que se había dado cuenta qué estaba
haciendo.
Sentí mis mejillas encenderse con calor por ser atrapada. Finalmente, mi mamá habló:
—Adelis dijo que ya no es el chico que conocíamos. Dijo que no les ha dado nada
más que problemas desde que volvieron a Oslo. Erik está perdido y no tiene idea de qué
hacer. Están en verdad contentos de que a Erik lo trasladaran de regreso aquí. Querían a
Rune lejos de las malas amistades que tenía en Norway.
Mi mirada cayó en Rune de nuevo. Él lanzó el cigarrillo desde la ventana, y apoyó la
cabeza contra el cristal. Sus ojos estaban enfocados en una cosa y solo una cosa… la
ventana de mi habitación.
Mientras mi mamá se movía para dejar la oficina, puso su mano en mi hombro.
—Tal vez es algo bueno que hayas roto todo contacto, cariño. No estoy realmente
segura de que él pudiera haber manejado todo lo que has pasado, por lo que su mamá ha
dicho.
Lágrimas llenaron mis ojos mientras me preguntaba qué lo había convertido en esto.
En este chico que no conocía. Me había alejado deliberadamente del mundo, los pasados
dos años, para salvarlo del dolor. Así podía tener una buena vida. Porque saber que en
Norway estaba un chico cuyo corazón aún estaba lleno de luz hacía todo lo que estaba
atravesando tolerable.
Pero esa fantasía fue rota cuando observé esta copia de Rune.
La luz de Rune era débil, ya no brillaba. Estaba oscurecida por sombras y llena de
oscuridad. Era como si el chico que había amado hubiera sido intercambiado en Norway.
El auto de Deacon estacionó en la entrada de la casa de Rune. Vi el celular de Rune
iluminarse en su mano, y lentamente caminó desde su cuarto hasta el porche. Caminó con
una actitud descuidada hacia Deacon y Judson, quienes saltaron del auto. Los palmeó a
ambos en la espalda como saludo.
Entonces mi corazón se partió en dos. Avery salió del asiento trasero y abrazó fuerte
a Rune. Estaba usando una falda corta y un top recortado, mostrando su figura perfecta.
Pero Rune no le devolvió el abrazo, a pesar de que eso no hizo nada por disminuir mi
dolor. Porque Avery y Rune, parados lado a lado, lucían tan perfectos. Ambos rubios y
altos. Ambos hermosos.
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Todos se amontonaron en el auto. Rune entró de último, tomando valor, y entonces
condujeron lejos de nuestra calle y fuera de mi vista.
Suspiré mientras veía los faros desvanecerse en la noche. Cuando miré de regreso a la
casa Kristiansen, vi al papá de Rune parado en el porche, sujetando la barandilla, mirando
fijamente en la dirección en que se acababa de ir su hijo. Entonces levantó su rostro a la
ventana de la oficina, y una triste sonrisa atravesó sus labios.
Me había visto.
El señor Kristiansen levantó su mano y me dio un pequeño saludo. Mientras se lo
devolvía, vi una mirada de profunda tristeza en su cara.
Lucía cansado.
Lucía con el corazón roto.
Lucía como si extrañara a su hijo.
Volví a mi habitación, me acosté en mi cama y tomé mi portarretrato favorito en mis
manos. Mientras miraba al hermoso chico y la chica embelesada devolviéndome la mirada,
ambos tan enamorados, me pregunté qué había pasado en los últimos dos años para hacer
a Rune tan problemático y rebelde como parecía ser.
Entonces lloré.
Lloré por el chico que era mi sol.
Añoré al chico que una vez ame con todo mi ser.
Añoré a Poppy y Rune, una pareja de extrema belleza y muerte aún más rápida.
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Pasillos llenos y corazones
destrozados

stás segura de que estás bien? —preguntó mi mamá mientras frotaba


mi brazo. El auto se detuvo.
Sonreí y asentí.
—Sí, mamá, estoy bien.
Sus ojos estaban bordeados de rojo y lágrimas se construían en sus ojos.
—Poppy, nena, no tienes que ir a la escuela hoy si no quieres.
—Mamá. Me encanta la escuela. Quiero estar aquí. —Me encogí de hombros—.
Además, tengo historia en la quinta hora y sabes cuánto la amo. Es mi clase favorita.
Una reticente sonrisa apareció en su boca y se rió, secando sus ojos.
—Eres igual que tu mamaw. Terca como una mula y siempre viendo la luz detrás de
cada nube. Puedo ver su personalidad brillando en tus ojos cada día.
Calidez floreció en mi pecho.
—Eso me hace muy feliz, mamá. Pero es verdad, en verdad estoy bien —dije
sinceramente.
Cuando los ojos de mamá se llenaron de agua de nuevo, me echó del auto, poniendo
la nota del doctor en mi mano.
—Ten, asegúrate de tener esto a la mano.
Tomé el papel, pero antes de que cerrara la puerta del auto, me agache para decir:
—Te amo mamá, con todo mi corazón.
Mi mamá se detuvo y vi una sonrisa agridulce de felicidad aparecer en su rostro.
—Yo también te amo, Pops. Con todo mi corazón.
Cierro la puerta y me doy la vuelta para entrar a la escuela. Siempre pensé que era
extraño, llegar tarde a la escuela. El lugar estaba tan quieto y silencioso, como apocalíptico,
lo total opuesto a la rudeza del almuerzo o la molesta masa de estudiantes entre clases.
Caminé a la oficina de la escuela buscando a la señorita Greenway, la secretaria, para
procesar la nota del doctor. Mientras me extiende mi pase, pregunta:
—¿Cómo lo estás haciendo querida? ¿Estás manteniendo en alto esa linda cabeza
tuya?
Sonriendo ante su amable cara, respondí:
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—Sí, señora.
Ella me guiño, haciéndome reír.
—Esa es mi chica.
Revisando mi reloj, veo que mi siguiente clase solo ha estado dentro por quince
minutos. Moviéndome tan rápido como puedo para evitar perderme algo más, corro a
través de dos juegos de puertas hasta que llego a mi casillero. Lo abro de golpe y saco la
pila de libros de inglés que necesito para mi clase.
Escucho la puerta al final del corto pasillo abrirse, pero no le prestó atención. Una
vez que tengo todo lo que necesito, cierro la puerta de mi casillero con el codo y me dirijo a
clase, luchando con muchos libros. Cuando levanto la mirada, me detengo en seco.
Estaba segura de que mi corazón y pulmones dejaron de trabajar. Parado a menos de
dos metros de mí, pareciendo tan congelado como yo, estaba Rune. Un alto y
completamente crecido Rune.
Y me estaba mirando fijamente. Ojos azules cristalinos me tenían en su trampa. No
pude haberme dado vuelta incluso si hubiera querido.
Finalmente, fui capaz de respirar, y llené mis pulmones con aire. Como un salto, la
acción causo que mi corazón latiera, latiera furiosamente bajo la mirada de este chico. El
único, que si estaba siendo honesta conmigo, aún amaba más que a nada en el mundo.
Rune estaba vestido como siempre, camiseta negra, jeans ajustados negros y botas de
motorista. Solo que ahora sus brazos eran más gruesos; su cintura era torneada y
musculosa, terminando en sus caderas. Mis ojos viajaron a su cara y mi estómago cayó.
Pensé que había visto toda su belleza mientras se paraba bajo el farol anoche, pero no.
Más viejo y más maduro, era muy posiblemente la más hermosa criatura que había
visto. Su mandíbula era fuerte, perfectamente definiendo su rostro escandinavo. Sus
pómulos eran prominentes, pero no de forma femenina, y un ligero toque de sangre
agraciaba sus mejillas. Las constantes, descubrí, eran esas oscuras cejas rubias enmarcando
sus almendrados ojos azules.
Los ojos que incluso a una distancia de miles de kilómetros, y después de dos años,
nunca podría borrar de mi memoria.
Pero esa mirada, esa mirada que actualmente estaba atravesándome, no pertenecía al
Rune que conocí. Porque estaba llena de acusación y traición. Esos ojos estaban
mirándome con desprecio no disimulado.
Tragué el dolor que subía por mi garganta, el dolor de ser la receptora de tan dura
mirada. Ser amada por Rune traía una abrumadora sensación cálida. Ser odiada por Rune
era como estar parada en el ártico.
Los minutos pasaron y ninguno se movió un centímetro. El aire parecía temblar a
nuestro alrededor. Miré los puños de Rune apretarse a sus costados. Parecía estar peleando
mentalmente consigo mismo. Me pregunté contra qué luchaba. La mirada en su rostro se
hizo más oscura. Entonces, detrás de él, la puerta se abrió, y William, el monitor de pasillos
paso por ella.
Nos miró a Rune y a mí, dándome la excusa que necesitaba para liberarme de este
momento demasiado intenso. Necesitaba ordenar mis pensamientos.
William aclaró su garganta.
—¿Puedo ver sus pases?
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Asentí y, balanceando mis libros en una rodilla levantada, fui a pasarle el mío, pero
Rune movió su mano enfrente de la mía.
No reaccioné a su obvia grosería.
William revisó su pase primero. Rune había estado acomodándose a su horario de
clase, que era el porqué iba tarde. William le regresó su pase pero él siguió sin moverse.
William tomó el mío. Me miró y dijo:
—Espero que te mejores pronto, Poppy.
Mi cara palideció, preguntándome cómo lo sabía, pero entonces me di cuenta de que
el pase decía que había ido al doctor. Solo estaba siendo amable. No lo sabía.
—Gracias —dije nerviosa y me arriesgué a levantar la mirada. Rune estaba
mirándome, solo que esta vez en su frente apareció una línea. Reconocí su expresión
preocupada. Tan pronto como Rune me vio mirándolo, leyéndolo correctamente, la
preocupación fue rápidamente remplazada por el ceño que tenía antes.
Rune Kristiansen era demasiado guapo para fruncir el ceño. Una cara así de hermosa
debería usar siempre una sonrisa.
—Vamos, ustedes dos, vayan a clase. —La dura voz de William alejó mi atención de
Rune. Los pasé a ambos, y salí por la puerta más lejana. Tan pronto como alcancé el
siguiente pasillo, mire atrás, solo para encontrar a Rune mirándome a través de los enormes
paneles de vidrio.
Mis manos comenzaron a temblar por la intensidad de su mirada, pero entonces de
repente se alejó, como si se estuviera obligando a dejarme sola.
Tomé varios segundos ganar algo de compostura, entonces me apresure a mi clase.
Aún estaba temblando una hora después.

Una semana pasó. Una semana de evitar a Rune a toda costa. Me quedé en mi
habitación hasta que sabía que no estaba en casa. Mantuve mis cortinas cerradas y mi
ventana asegurada, no es que Rune hubiera tratado de entrar. Las pocas veces que lo había
visto en la escuela él me había ignorado o me había visto como si fuera su peor enemigo.
Ambos lastimaban en igual medida.
Durante los periodos de almuerzo me mantenía lejos de la cafetería. Comía mi
almuerzo en la sala de música y pasaba el resto del tiempo practicando con mi cello. La
música aún era mi paraíso seguro, el único lugar donde podía escapar del mundo.
Cuando mi arco tocaba las cuerdas, era transportada a un mar de tonos y notas. El
dolor y la pérdida de los pasados dos años desaparecían. La soledad, las lágrimas y furia,
todo se evaporaba, dejando una paz que no podía encontrar en ningún otro lado.
La semana pasada, después de mi horrible reunión en el pasillo con Rune, había
necesitado alejarme de todo. Había necesitado olvidar la mirada en sus ojos mientras lucía
tan traicionado. La música normalmente era mi remedio, así que me lancé a prácticas
intensas. ¿El único problema? Cada vez que terminaba una pieza, tan pronto como la nota
final caía y bajaba mi arco, esa devastación cortaba de nuevo multiplicada por diez. Y
permanecía. Hoy, después de que terminé de tocar en el almuerzo, la angustia me acechó
por el resto de la tarde. Pesaba en mi mente mientras dejaba el edificio de la escuela.
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El patio estaba rebozando de estudiantes en camino a sus casas. Mantuve la cabeza
gacha y empujé por la multitud, solo para dar vuelta a la esquina y ver a Rune y sus amigos
sentados en el parque. Jorie y Ruby también estaban ahí. Igual que Avery.
Traté de no mirar fijamente mientras Avery se sentaba junto a Rune, que estaba
encendiendo un cigarro. Traté de no mirar mientras Rune comenzaba a fumar, su codo
descansando casualmente en su rodilla mientras se recargaba en un árbol. Y traté de ignorar
la vuelta de mi estómago mientras pasaba rápido, los ojos estrechados de Rune apenas
encontrando los míos.
Rápidamente alejé la mirada. Jorie saltó a sus pies y vino corriendo detrás de mí. Me
las arreglé para alejarme lo suficiente de Rune y sus amigos para que ellos no escucharan lo
que Jorie tenía que decirme.
—Poppy —dijo mientras se detenía detrás de mí. Me di la vuelta hacia ella, sintiendo
la concentrada mirada de Rune puesta en mí. La ignoré—. ¿Cómo estás? —preguntó.
—Bien —respondí. Incluso yo escuché el ligero temblor en mi voz.
Jorie suspiró.
—¿Ya has hablado con él? Ha estado de regreso por más de una semana.
Mis mejillas ardieron. Negué con la cabeza.
—No, no estoy realmente segura de que sea una buena idea. —Inhalé y confesé—.
No tengo idea de qué le diría de todos modos. Él no parece ser el chico que conocí y amé
por todos estos años. Parece diferente. Parece que ha cambiado.
Los ojos de Jorie llamearon.
—Lo sé. Pero creo que eres la única chica que ve eso como algo malo, Pops.
—¿Qué quieres decir? —Celos aparecieron en mi pecho.
Jorie apuntó a las chicas perdiendo el tiempo cerca de donde estaba sentado, tratando
de parecer casuales, pero fallando épicamente en su intento.
—Él es de lo que todos están hablando, y estoy muy segura de que cualquier chica en
esta escuela, menos tú, yo o Ruby, vendería su alma al diablo porque él incluso las
reconociera. Siempre fue deseado, Pops, pero bueno, te tenía y todos sabíamos que no te
dejaría por nada ni nadie. Pero ahora… —Se detuvo, y pude sentir mi corazón desinflarse.
—Pero ahora él no me tiene —terminé por ella—. Ahora es libre para estar con
quien quiera.
Los ojos de Jorie se ampliaron cuando se dio cuenta de que de nuevo había puesto su
pie en su boca. Apretó mi brazo en apoyo, parpadeando con disculpas. No podía estar
enojada con ella sin embargo, siempre estaba hablando antes de pensar. Además, todo lo
que dijo era verdad.
Un momento de incomodo silencio pasó, hasta que preguntó:
—¿Qué vas a hacer mañana en la noche?
—Nada —respondí. Me urgía irme.
La cara de Jorie se ilumino.
—¡Qué bien! Puedes venir a la fiesta en casa de Deacon. No podemos tenerte
sentada sola el sábado por la noche.
Me reí.
Jorie frunció el ceño.
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—Jorie, no voy a fiestas. Nadie me invitaría de todos modos.
—Yo te estoy invitando. Serás mi cita.
Mi humor cayó.
—No puedo Jor. —Me detuve—. No puedo estar ahí cuando Rune lo esté. No
después de todo.
Jorie se acercó más.
—Él no va a estar ahí —dijo en voz baja—. Le dijo a Deacon que no va a ir, que
tiene que ir a otro lugar.
—¿Dónde? —pregunté, fallando en ocultar mi curiosidad.
Ella se encogió de hombros.
—Infiernos si lo sé. Rune en realidad no habla mucho. Creo que solo se agrega al
grupo porque ha estado atrayendo admiradoras como si no hubiera mañana. —Jorie sacó
su labio inferior y acarició mi brazo—. Por favor, Pops. Te fuiste por mucho tiempo, y te
he extrañado. Quiero pasar tanto tiempo contigo como sea posible, pero sigues alejándote.
Tenemos años que recuperar. Ruby también estará ahí. Sabes que nunca te dejaría sola.
Mis ojos inspeccionaron el suelo, tratando duro de pensar una excusa. Levanté la
mirada a Jorie y pude ver que mi negativa estaba molestándola.
Alejando las hebras de duda en mi pecho, cedí.
—Está bien, voy a ir contigo.
La cara de Jorie se ilumino con una enorme sonrisa.
—¡Perfecto! —dijo. Me reí mientras me daba un abrazo rápido.
—Necesito ir a casa —dije cuando me soltó—. Tengo un recital esta noche.
—Está bien, paso a recogerte mañana a las siete, ¿bien?
Dije adiós con la mano y comencé a caminar a casa. Solo había hecho algunos metros
cuando sentí a alguien caminando detrás de mí a través del camino de cerezos. Cuando
miré por encima de mi hombro, ahí estaba Rune.
Mi corazón inició una carrera mientras mi mirada encontraba la suya. Él no alejó la
mirada, pero yo sí. Estaba aterrada de que tratara de hablarme. ¿Qué si quería que explicara
todo? O peor, ¿qué si quería decirme que lo que tuvimos no fue nada?
Eso me rompería.
Apurando el paso, mantuve la cabeza gacha y me apresuré a casa. Lo sentí
siguiéndome todo el camino, pero no trató de pasarme.
Mientras corría los escalones de mi porche, miré a un lado y lo vi apoyado en su casa,
cerca de su ventana. Mi corazón salto mientras se acomodaba el pelo. Tuve que mantener
mis pies pegados al porche, en caso de que dejara caer mi mochila y corriera hacia él, para
explicarle porqué lo deje ir, porqué lo aleje tan horriblemente, porqué daría cualquier cosa
porque me besara solo una vez más. En lugar de eso, me forcé a entrar.
Las palabras de mi mamá pesaban en mi cabeza mientras caminaba a mi habitación y
me acostaba…tal vez fue algo bueno que rompieras todo contacto. No estoy realmente segura de que él
pudiera haber manejado todo lo que pasaste por lo que su madre ha dicho…
Cerrando los ojos, prometí dejarlo solo. No sería una carga para él. Lo había
protegido del dolor.
Porque aún lo amaba tanto como siempre.
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Incluso si el chico que amaba ya no me amaba a mí.
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Labios Traicionados y Verdades
Dolorosas

lexioné una mano, balanceando mi violonchelo y mi arco con la otra. De vez en


cuando mis dedos se entumecían y tenía que esperar para ser capaz de tocar de
nuevo. Pero mientras Michael Brown terminaba su solo de violín, supe que
nada me detendría de sentarme en el centro del escenario esta noche. Tocaría mi pieza. Y
saborearía cada segundo de crear la música que amaba tanto.
Michael bajó su arco, y la audiencia explotó en un caluroso aplauso. Hizo una rápida
reverencia y salió por el otro lado del escenario.
El presentador cogió el micrófono y anunció mi nombre. Cuando la audiencia
escuchó que estaba haciendo mi regreso después de un largo descanso, sus aplausos se
hicieron más altos, dándome la bienvenida de vuelta al escenario musical.
Mi corazón se aceleró con excitación ante los silbidos y el apoyo de padres y amigos
en el auditorio. Dado que muchos de mis compañeros de orquesta vinieron a la orilla del
teatro a darme una palmada en la espalda y decirme palabras de coraje, tuve que bajar el
nudo en mi garganta.
Enderezando mis hombros, acallé el abrumador ataque de emoción. Incliné mi
cabeza ante la audiencia mientras caminaba hacia mi asiento. El foco encima iluminaba
brillante luz sobre mí.
Me posicioné perfectamente, esperando hasta que los aplausos murieron. Como
siempre, miré hacia arriba para ver a mi familia sentados orgullosamente en la tercera fila.
Mi mamá y mi papá estaban sonriendo ampliamente. Mis dos hermanas me dieron
pequeños saludos.
Sonriendo de vuelta para demostrarles que los había visto, peleé contra el pequeño
dolor que se agitó en mi pecho mientras distinguía al señor y a la señora Kristiansen
sentados a su lado, Alton también me saludaba.
La única persona que faltaba era Rune.
No había actuado en dos años. Y antes de eso, nunca se había perdido ninguno de
mis recitales. Incluso si tenía que viajar, estuvo en cada uno de ellos, cámara en mano,
sonriendo con su sonrisa de lado cuando nuestros ojos conectaban en la oscuridad.
Aclarando mi garganta, cerré mis ojos mientras ponía mis dedos en el cuello de mi
violonchelo y traía el arco a la cuerda. Conté hasta cuatro en mi cabeza y empecé el retador
Preludio de los Conjuntos para Violonchelo de Bach. Era una de mis piezas favoritas para
tocar, la complejidad de la melodía, el rápido ritmo del trabajo del arco y el perfecto sonido
de tenor que hacían eco alrededor del auditorio.
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Cada vez que me sentaba en este asiento, dejaba que la música fluyera a través de mis
venas. Dejaba que la melodía saliera de mi corazón, y me imaginaba sentada en el escenario
central en Carnegie Hall, mi mayor sueño. Imaginaba a la audiencia sentada delante de mí:
gente que, como yo, vivían por el sonido de una sola nota perfecta, que se emocionaban
por ser llevado en un viaje de sonido. Sentían la música en sus corazones y su magia en sus
almas.
Mi cuerpo se balanceaba con el ritmo, al cambio en el tempo y en el crescendo
final… pero lo mejor de todo, me olvidaba del entumecimiento en la punta de mis dedos.
Por un breve momento, lo olvidaba todo.
Mientras la nota final sonaba en el aire, levanté mi arco de la cuerda vibrante e,
inclinando mi cabeza hacia atrás, lentamente abrí mis ojos. Parpadeé contra la brillante luz,
una sonrisa tirando de mis labios en el consuelo de ese silencioso momento cuando la nota
se desvanecía en la nada, antes que el aplauso de la audiencia comenzara. Ese dulce, dulce
momento cuando la adrenalina de la música te hace sentir tan vivo que sentías que podías
conquistar el mundo, que habías llegado a la serenidad en su forma más pura.
Y después, el aplauso comenzó, rompiendo el hechizo. Bajando mi cabeza, sonreí
mientras me levantaba del asiento, inclinando mi cabeza para dar las gracias.
Mientras cogía el cuello de mi violonchelo, mis ojos automáticamente buscaron a mi
familia. Después viajaron a través de las ovaciones de la gente, y pasaron a lo largo de la
pared de atrás. Al principio, no me di cuenta de lo que estaba viendo. Pero mientras mi
corazón golpeaba contra mi pecho, mis ojos fueron atraídos hacia la parte más alejada hacia
la derecha de la pared de atrás. Capté la visión de un largo y rubio pelo desapareciendo por
la puerta de salida… un chico alto y fuerte vestido todo de negro, desvaneciéndose de mi
vista. Pero no antes que mirara por encima de su hombro una vez más, y vi un destello de
unos ojos azul cristal…
Mis labios se abrieron con sorpresa, pero antes que pudiera estar segura de lo que
estaba viendo, el chico se había ido, dejando detrás una puerta cerrándose lentamente.
¿Era él…? ¿Habría…?
No, intenté convencerme, firmemente. No podría haber sido Rune. No había manera
que hubiera venido a esto.
Me odiaba.
El recuerdo de su fría mirada azul en el pasillo de la escuela confirmó mis
pensamientos, simplemente estaba deseando cosas que no podían ser reales.
Con una última inclinación, salí del escenario. Escuché a los últimos tres artistas,
después salí a través de la puerta de detrás del escenario, sólo para encontrar a mi familia y
la familia de Rune esperándome.
Mi hermana de trece años, Savannah, fue la primera en verme.
—¡Pops! —gritó y corrió hacia mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.
—Hola a todos —repliqué y la apreté de regreso. La segunda, Ida, ahora tenía once,
también estaba abrazándome. Las abracé de regreso tan fuerte como pude. Cuando se
separaron, sus ojos estaban brillando. Juguetonamente incliné mi cabeza—. Oigan, sin
llorar, ¿recuerdan?
Savannah se rió e Ida asintió. Me liberaron. Mamá y papá tomaron su turno para
decirme lo orgullosos que estaban.
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Finalmente, me giré hacia el señor y la señora Kristiansen. Una repentina ola de
nervios me atravesó. Esta sería la primera vez que hablaba con ellos desde que habían
regresado de Oslo.
—Poppy —dijo la señora Kristiansen suavemente y estiró sus brazos. Caminé hacia
la mujer que había sido como una segunda madre para mí y caí en su abrazo. Me sostuvo
cerca y besó mi cabeza—. Te he echado de menos, querida —dijo, su acento sonando más
fuerte de lo que recordaba.
Mi mente se fue hacia Rune. Me pregunté si su acento sería más fuerte también.
Mientras la señora Kristiansen me dejaba ir, alejé esos ociosos pensamientos. El
señor Kristiansen me abrazó después. Cuando me aparté, vi al pequeño Alton cogiéndose
fuertemente a las piernas del señor Kristiansen. Me incliné. Alton bajó su cabeza
tímidamente, mirándome entre los gruesos mechones de su largo pelo.
—Hola, bebé —dije, haciéndole cosquillas en su lado—. ¿Me recuerdas?
Alton me miró por un largo momento, antes de sacudir su cabeza.
Me reí.
—Vivías en la casa al lado de la mía. A veces venías al parque conmigo y Rune o, si
hacía buen día, ¡a la arboleda!
Había mencionado el nombre de Rune sin un pensamiento consciente, pero me
recordó a mí y a todos los de mi alrededor que Rune y yo una vez habíamos sido
inseparables. Un silencio descendió sobre el grupo.
Sintiendo un dolor en mi pecho, del tipo que tengo cuando extraño ferozmente a mi
mamá, me levanté y alejé la mirada de las miradas compasivas. Estaba a punto de cambiar
de tema, cuando algo me tiró de la parte de abajo de mi vestido.
Cuando miré hacia abajo, los grandes ojos azules de Alton estaban fijos en mi cara.
Pasé una mano por encima de su suave pelo.
—Hola Alton, ¿estás bien?
Las mejillas de Alton se encendieron, pero preguntó con su dulce voz.
—¿Eres amiga de Rune?
El mismo dolor de hacía un momento se encendió, y vi la mirada de pánico entre
nuestros familiares. La mamá de Rune hizo una mueca. No sabía qué decir. Alton volvió a
tirar de mi vestido, esperando una respuesta:
Suspirando, me arrodillé y dije tristemente.
—Era mi mayor mejor amigo en todo el mundo entero. —Presioné una mano sobre
mi pecho—. Y lo amaba con todo mi corazón, cada centímetro de él. —Inclinándome más
cerca, susurré a través de mi sofocada garganta—. Y siempre lo haré.
Mi estómago se revolvió. Esas palabras eran la mera verdad desde mi alma, y sin
importar cómo estuviéramos Rune y yo ahora, siempre lo mantendría en mi corazón.
—Rune… —habló Alton de repente—. ¿Rune… hablaba contigo?
Me reí.
—Por supuesto, dulzura. Hablaba conmigo todo el tiempo. Todos sus secretos.
Hablamos de todo.
Alton miró atrás hacia su padre y sus pequeñas cejas se juntaron, frunciendo el ceño
en su adorable rostro.
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—¿Hablaba con Poppy, pappa?
El papá de Rune asintió.
—Lo hacía, Alton. Poppy era su mejor amiga. La amaba completamente.
Los ojos de Alton se hicieron imposiblemente amplios y se volvió hacía mí. Su labio
inferior tembló.
—¿Qué pasa, bebé? —pregunté, frotando su brazo.
Alton sorbió por la nariz.
—Rune no me habla. —Mi corazón se hundió. Porque Rune adoraba a Alton;
siempre lo había cuidado, jugado con él. Alton adoraba a Rune. Admiraba tanto a su
hermano mayor—. Me ignora —dijo Alton, su voz rota rompiendo mi corazón. Alton me
miró. Me miró con una intensidad que sólo había experimentado de otra persona, su
hermano mayor quien lo ignoraba. Puso su mano en mi brazo y preguntó—: ¿Puedes
hablar con él? ¿Puedes pedirle que hable conmigo? Si eres su mejor amiga, entonces te
escuchará.
Mi corazón se cayó en pedazos. Miré por encima de la cabeza de Alton hacia su
mamá y papá, después hacia los míos. Todos parecían dolidos ante la cruda revelación de
Alton.
Cuando me volví hacia Alton de nuevo, todavía estaba contemplándome, esperando
que le ayudara.
—Lo haría, dulzura —dije suavemente—, pero ahora tampoco habla conmigo.
Pude ver la esperanza de Alton desinflándose como un globo. Besé su cabeza,
después corrió de regreso hacia su mamá. Claramente viendo que estaba dolida, mi papá
cambió rápidamente el tema. Se volvió hacia el señor Kristiansen e invitó a la familia
Kristiansen a tomar algo a nuestra casa mañana por la noche. Me alejé de todos ellos,
dejando salir un profundo suspiro mientras mis ojos miraban sin rumbo a través del
estacionamiento.
El sonido del motor de un auto acelerando me sacó de mi trance. Me volví en esa
dirección. Perdí todo el aire en mis pulmones cuando, en la distancia, vi a un chico de largo
pelo rubio saltar en el asiento delantero de un Camaro negro.
Un Camaro negro que pertenecía a Deacon Jacobs, el mejor amigo de Rune.

Miré en el espejo y admiré mi atuendo. Mi vestido de patinadora color azul cielo me


llegaba hasta medio muslo, mi corto pelo marrón estaba recogido hacia el costado con un
lazo blanco, y llevaba unas bailarinas negras en mis pies.
Alcanzando mi caja de joyería, saqué mis pendientes de plata favoritos y los puse en
mis orejas. Eran símbolos de infinito. Rune me los había dado en mi cumpleaños número
catorce.
Los llevaba en cada oportunidad.
Cogiendo mi chaqueta de mezclilla recortada, me apresuré fuera de la habitación y
hacia la noche fría. Jorie me había enviado un mensaje diciendo que estaba fuera. Mientras
subía al asiento delantero de la camioneta de su madre, me volví para mirar a mi mejor
amiga. Estaba sonriéndome.
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—Poppy, te ves tan jodidamente linda —remarcó. Pasé mis manos por mi vestido,
alisando la falda.
—¿Está bien? —pregunté, preocupada—. Realmente no sabía qué ponerme.
Jorie sacudió su mano frente a su rostro mientras salía de la entrada.
—Está bien.
Miré lo que ella llevaba. Jorie llevaba un vestido sin mangas negro y botas de motero.
Definitivamente era más arriesgado que el mío, pero estaba agradecida que nuestros
atuendos no fueran polos opuestos.
—Así que —comenzó, mientras dejábamos mi calle—, ¿cómo estuvo el recital?
—Bien —dije evasivamente.
Jorie me miró con cuidado.
—¿Y cómo te sientes?
Rodé mis ojos.
—Jorie, estoy bien. Por favor, simplemente déjame en paz. Eres tan mala como mi
mamá.
Jorie, pareció quedarse sin palabras por una vez, me sacó la lengua. Y de esa manera,
me hizo reír de nuevo.
Durante el resto del viaje, Jorie me contó todos los cotilleos que habían circulado por
la escuela sobre por qué me había marchado. Sonreí en todas las partes correctas y asentí
en las partes que esperaba que lo hiciera, pero realmente no estaba interesada. Nunca me
había preocupado mucho por el drama que ocurría en la escuela.
Escuché la fiesta antes de verla. Gritos y música alta salían de la casa de Deacon y
por la calle. Sus padres estaban en unas vacaciones cortas, y en la pequeña ciudad de
Blossom Groove eso significaba una cosa: fiesta en casa.
Mientras estacionábamos cerca de la casa, podía ver a los chicos vomitando en el
jardín delantero. Tragué mis nervios. Me quedé cerca y detrás de Jorie mientras cruzábamos
la calle.
Cogiéndome de su brazo, pregunté:
—¿Las fiestas en casa siempre son así de locas?
Jorie se rió.
—Sí. —Enlazó mi brazo con el suyo y me empujó hacia delante.
Cuando entramos en la casa, me estremecí ante lo alta que estaba la música. Mientras
pasábamos a través de las habitaciones hacia la cocina, estudiantes borrachos se
tambaleaban, forzándome a agarrarme a Jorie hasta estar convencida que estaba causándole
dolor físico.
Jorie me miró y se rió. Cuando finalmente llegamos a la cocina, inmediatamente me
relajé al ver a Ruby parada con Deacon. La cocina era mucho más silenciosa que las
habitaciones por las que habíamos tenido dificultades para pasar.
—¡Poppy! —declaró Ruby y cruzó la cocina para empujarme entre sus brazos—.
¿Quieres una bebida?
—Sólo un refresco —repliqué; Ruby frunció el ceño.
—¡Poppy! —amonestó—. Necesitas una bebida de verdad.
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Me reí ante su expresión horrorizada.
—Ruby, gracias, pero me quedaré con el refresco.
—¡Boo! —gritó Ruby, pero pasó su brazo alrededor de mi cuello y me llevó hacia las
bebidas.
—Pops —me saludó Deacon, mientras un mensaje llegaba a su teléfono.
—Hola, Deek —repliqué y tomé la soda dietética que Ruby me había servido. Ruby y
Jorie me llevaron al jardín trasero, a la hoguera ardiendo en el centro del patio.
Sorprendentemente no había mucha gente aquí afuera, lo que me venía bien.
No pasó mucho tiempo antes que Deacon se llevara a Ruby de regreso hacia la fiesta
en el interior, dejándome sola con Jorie. Estaba mirando las llamas, cuando Jorie dijo:
—Siento mucho mi metida de pata ayer sobre Rune. Te lastimó, lo vi. ¡Dios!
¡Simplemente no siempre pienso antes de abrir mi gran boca! ¡Mi papá está amenazando
con ponerme cables para cerrarla! —Jorie empujó sus manos sobre su boca en una lucha
simulada—. ¡No puedo, Pops! ¡Esta boca, incontrolable como es, es todo lo que tengo!
Riendo, sacudí mi cabeza.
—Está bien, Jor. Sabía que no lo habías querido decir. Que nunca me lastimarías.
Jorie dejó caer las manos de su boca, su cabeza inclinada hacia un lado.
—En serio, Pops. ¿Qué opinas de Rune? Ya sabes, ¿desde que está de vuelta?
Jorie me observaba con curiosidad. Me encogí de hombros. Jorie puso los ojos en
blanco.
—¡Me estás diciendo que no tienes opinión acerca de cómo luce el gran amor de tu
vida, ahora que es mayor y, en mi opinión, más allá de malditamente atractivo!
Mi estómago se revolvió y jugué con el vaso de plástico en mis manos.
Encogiéndome de hombros, respondí:
—Solo es tan guapo como siempre lo ha sido.
Jorie sonrió detrás de su vaso mientras tomaba un sorbo, y luego hizo una mueca
cuando oímos la voz de Avery saliendo desde el interior de la casa. Jorie bajó su vaso.
—Uf, parece que la puta está en la casa.
Sonreí ante el nivel de disgusto en el rostro de Jorie.
—¿Realmente es tan mala? —pregunté—. ¿En realidad es una puta?
Jorie suspiró.
—En realidad no, sólo odio la forma en que coquetea con todos los chicos.
Ah, pensé, sabiendo exactamente a quién se refería.
—¿Alguno en particular? —provoqué y observé a Jorie fruncir el ceño en
respuesta—. ¿Judson, quizás? —añadí, provocando que Jorie lanzara su vaso vacío en mi
dirección.
Me reí mientras volaba delante de mí en la dirección completamente contraria.
Cuando mi risa se calmó, Jorie dijo:
—Al menos ahora que Rune está de vuelta parece haber retrocedido respecto a Jud,
de todos modos. —Mi buen humor se evaporó. Cuando Jorie se dio cuenta de lo que
acababa de decir, gimió con exasperación, y se movió rápidamente para sentarse a mi lado y
tomar mi mano—. Mierda, Pops. Lo siento mucho. ¡Lo hice de nuevo! No quise decir…
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—Está bien —interrumpí.
Pero Jorie apretó su agarre en mi mano. Momentos de silencio pasaron.
—¿Te arrepientes de ello, Pops? ¿Alguna vez te arrepientes de haberte distancia de él
de esa manera?
Miré fijamente al fuego, perdida en las rugientes llamas, y respondí con honestidad:
—Todos los días.
—Poppy —susurró Jorie con tristeza.
Le lancé una sonrisa débil.
—Lo extraño, Jor. No tienes idea de cuánto. Pero no podía decirle lo que estaba
ocurriendo. No podía hacerle eso. Era mejor que creyera que ya no estaba interesada, que
decirle la fea verdad. —Jorie apoyó la cabeza en mi hombro. Suspiré—. Si lo hubiera
sabido, habría intentado todo en su poder para regresar. Pero eso no habría sido posible. El
trabajo de su papá estaba allá en Oslo. Y yo... —Aspiré—. Y yo quería que fuera feliz. Sabía
que, con el tiempo, superaría no escuchar de mí. Pero conozco a Rune, Jor; nunca habría
logrado superar la alternativa.
Jorie levantó su cabeza y besó mi mejilla, lo que me hizo reír. Pero todavía podía ver
la tristeza en el rostro de Jorie cuando preguntó:
—¿Y ahora? Ahora está de vuelta, ¿qué harás? Con el tiempo, todo el mundo lo
descubrirá.
Inhalando profundamente, respondí:
—Estoy esperando que no lo hagan, Jor. No soy popular en la escuela como tú,
Ruby y Rune. Si simplemente desaparezco de nuevo, nadie lo notará. —Sacudí mi cabeza—
. Y dudo que al Rune que volvió a casa le importe. Ayer lo vi en el pasillo de nuevo, y la
mirada que me dio me mostró cómo se siente. No soy nada para él ahora.
Un silencio incómodo siguió hasta que mi mejor amiga aventuró:
—Pero lo amas de igual manera. ¿Estoy en lo cierto?
No le respondí. Pero mi falta de respuesta fue tan fuerte como un grito.
Lo hacía. Todavía lo amaba, igual que siempre.
Un fuerte ruido provino del patio delantero, rompiendo la intensidad de nuestra
conversación. Me di cuenta que un par de horas debían haber pasado desde que llegamos.
Jorie se puso de pie e hizo una mueca.
—Pops, ¡necesito hacer pis! ¿Vienes adentro?
Me reí de Jorie bailando en el lugar y la seguí al interior. Jorie fue hacia el cuarto de
baño en la parte trasera de la casa. La esperé en el pasillo, hasta que oí las voces de Ruby y
Deacon saliendo desde el pozo.
Decidiendo ir y sentarme con ellos mientras esperaba a Jorie, abrí la puerta y entré.
Apenas había dado tres pasos cuando me arrepentí de haber venido a esta fiesta. Tres sofás
dominaban la pequeña habitación. Ruby y Deacon ocupaban uno, Judson y algunos
miembros del equipo de fútbol estaban tendidos sobre otro. Pero fue el tercer sofá del que
no pude apartar los ojos. Sin importar cuánto les haya ordenado a mis pies que se
movieran, se negaron.
Avery estaba sentada en el sofá, bebiendo de su vaso. Un brazo estaba alrededor de
sus hombros. Avery estaba trazando patrones en la mano que colgaba sobre su pecho.
Sabía cómo se sentía esa mano.
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Sabía cómo se sentía estar bajo el refugio protector de ese brazo.
Y sentí a mi corazón hacerse añicos cuando moví mis ojos hacia el chico que estaba
sentado a su lado. Como si sintiera el peso de mi mirada, miró hacia arriba. Su mano se
detuvo, con la bebida medio camino hacia su boca.
Las lágrimas llenaron mis ojos.
La comprensión que Rune me habría superado era lo suficientemente fuerte para
soportar; verlo así trajo otro nivel de dolor que nunca pensé que fuera posible.
—¿Poppy? ¿Estás bien? —La preocupada voz de Ruby de repente sonó a través de la
habitación, obligándome a alejarme del accidentado momento que estaba presenciando.
Forzando una sonrisa hacia Ruby, susurré:
—Sí. Estoy bien.
Sintiendo mis piernas sacudirse por la atención no deseada de todos en la sala, me las
arreglé para alejarme hacia la puerta. Pero mientras lo hacía, vi a Avery girarse en dirección
hacia Rune.
Girarse por un beso.
Mientras la parte final de mi corazón se rompía, me di la vuelta y huí de la habitación
antes que pudiera atestiguar ese beso. Me empujé hacia el pasillo y corrí hacia la habitación
más cercana que pude encontrar. Frenéticamente giré la manivela, me empujé a través en la
penumbra de una habitación de lavandería.
Cerré la puerta y me incliné contra la lavadora, incapaz de evitar doblarme por la
cintura y dejar que las lágrimas se derramaran. Luché contra las náuseas levantándose por
mi garganta mientras desesperadamente luchaba para limpiar la ofensiva imagen de mi
cabeza.
Durante estos últimos dos años, pensé que había soportado todas las facetas del
dolor. Pero estaba equivocada. Estaba tan equivocada. Porque nada podía compararse con
el dolor de ver a la persona que amas en brazos de otra.
Nada podía compararse con la prometida traición de un labio por un beso.
Mis manos se aferraron a mi estómago. Mientras luchaba por arrastrar una muy
necesitada respiración, la manija de la puerta empezó a girar.
—¡No! Vete —Había empezado a gritar, pero antes que pudiera girarme y cerrar la
puerta, alguien empujó para pasar, cerrando la puerta a su paso.
Mi corazón se aceleró cuando me di cuenta que estaba atrapada en esta habitación
con alguien más. Pero cuando me di vuelta y vi quién había entrado, toda la sangre se drenó
de mi rostro. Me tambaleé hacia atrás hasta que mi espalda golpeó la pared junto a la
lavadora.
Las llamas de la fogata afuera iluminaban la habitación oscura, lo suficiente para que
pudiera ver claramente quién había invadido mi momento de debilidad.
El mismo chico que lo causó.
Rune estaba parado ante mí, junto a la puerta cerrada. Estirándose, le dio la vuelta al
seguro. Tragué mientras su rostro se volvía para mirarme. Su mandíbula estaba tensa y sus
ojos azules estaban fijos firmemente sobre mí. Su mirada era fría como el hielo.
Mi boca se secó. Rune dio un paso hacia delante, su alto y ancho cuerpo acercándose
a mí. El latido de mi corazón barrió la sangre de mis venas, su estimulado sonido rugiendo
en mis oídos.
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Mientras se acercaba, mis ojos bajaron para asimilar los brazos mayormente
desnudos de Rune: sus planos músculos magros estaban marcados por la tensión de sus
puños cerrados, su camiseta negra mostraba su firme torso, su piel lisa aún conservaba la
coloración de un bronceado desvaneciéndose. Con su movimiento característico que
siempre me ponía de rodillas, levantó una mano y retiró el pelo de su cara.
Tragando, traté de encontrar el valor para empujarme más allá de él y huir. Pero
Rune se adelantó hasta que no había manera para que saliera, estaba atrapada.
Mis ojos estaban muy abiertos mientras él se concentraba en mí. Rune se movió
hacia adelante hasta que estuvimos a meros centímetros de distancia. Así de cerca, podía
sentir el calor irradiando desde su cuerpo. Así de cerca, podía oler su fresco aroma: el que
siempre me había traído consuelo, el que me llevó de vuelta a los perezosos días de verano
pasados en la arboleda. El que trajo de vuelta, en total Technicolor, esa noche final, cuando
habíamos hecho el amor.
Sentí mis mejillas inundarse con calor cuando se inclinó más cerca. Olí el leve toque
de tabaco en su ropa, y las trazas de menta verde en su cálido aliento. Mis dedos se
torcieron a mis costados mientras miraba la barba en su mandíbula y mentón. Quería
extender la mano y tocarla. A decir verdad, anhelaba levantar la mano y correr un dedo
sobre su frente, por mejillas, y a través de sus labios perfectos.
Pero tan pronto como pensé en esos labios, el dolor se deslizó de vuelta a través de
mi corazón. Volví mi cabeza, cerrando mis ojos. Había tocado a Avery con esos labios.
Me había roto al regalar esos labios, esos labios que se suponía que fueran míos para
siempre.
Lo sentí acercarse, hasta que nuestros pechos casi se tocaban. Sentí sus brazos
elevarse por encima de mi cabeza, aterrizando en la pared por encima de mí, invadiendo
cada centímetro de mi espacio personal. Y sentí mechones de su largo pelo caer por mi
mejilla.
La respiración de Rune era acelerada, su aliento mentolado como un fantasma sobre
mi rostro. Cerré los ojos con más fuerza. Lo sentía tan imposiblemente cerca. Pero fue
inútil; por voluntad y mandato de mi corazón, mis ojos se abrieron lentamente y volví mi
cabeza, nuestras miradas chocaron entre sí.
Mi respiración se atrapó en mi garganta mientras las sombras del fuego de afuera
parpadeaban sobre su rostro. Entonces mi respiración pareció detenerse por completo
cuando una de sus manos se movió desde arriba de mi cabeza, viajando vacilantemente
para enredarse en mi pelo. Tan pronto como sentí tomar un mechón entre sus dedos,
escalofríos estallaron sobre mi cuerpo y mariposas se revolvieron alrededor de mi
estómago.
Sentí que no le iba mejor; profundas exhalaciones y lo tenso de su mandíbula eran
claras pistas. Me quedé mirando su hermoso rostro mientras él estudiaba el mío, ambos
asimilando los efectos de los últimos dos años: los cambios, mejor dicho, los aspectos que
eran totalmente familiares.
Entonces, cuando no estaba segura que mi confundido corazón pudiera tomar algo
más, su suave toque dejó la seguridad de mi pelo yendo hacia mi rostro, y pasando los
dedos ligeros como una pluma, sobre las manzanas de mis mejillas. Sus dedos se
detuvieron, mientras susurraba una palabra, una palabra emocionalmente llena, con la voz
más dolorosamente desesperada y agravada...
—Poppymin.
Una lágrima se escapó de mi ojo y cayó sobre su mano.
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Poppymin.
El nombre perfecto de Rune para mí.
Mi Poppy.
Su chica.
Para el infinito.
Para siempre.
Un bulto arañó su rápido camino por mi garganta mientras la dulce palabra navegaba
hacia mis oídos, perforando mi alma. Intenté con ahínco bajarlo para unirse con el resto del
dolor de los últimos dos años, pero vencida y totalmente derrotada, no pude, y un sollozo
largamente enjaulado se me escapó.
Con Rune tan cerca, nunca tuve una oportunidad.
A medida que el grito escapaba de mis labios, los ojos de Rune perdieron su frialdad
y se suavizaron para brillar con lágrimas contenidas. Su cabeza se inclinó hacia delante y
presionó su frente en la mía, trayendo sus dedos a presionarse sobre mis labios.
Respiré.
Respiró.
Y, en contra de mi mejor juicio, me dejé fingir que los últimos dos años nunca
habían sucedido. Me dejé fingir que no me había superado. Que tampoco me había tenido
que mudar. Que todo el dolor y el sufrimiento nunca habían sido sentidos. Y el negro vacío
sin fondo que había sustituido mi corazón se llenó con luz, la luz más brillante posible.
Del amor de Rune. De su toque y sus besos.
Pero ésta no era nuestra realidad. Alguien tocó la puerta del cuarto de lavado, y la
realidad regresó de vuelta, como una ola de tormenta cayendo en una playa con lluvia.
—¿Rune? ¿Estás ahí dentro? —llamó una voz femenina, una voz que reconocí como
la de Avery.
Los ojos de Rune se abrieron mientras el golpe de Avery se hacía más fuerte. De
inmediato se echó hacia atrás, mirándome. Levantando mi mano, me limpié las lágrimas.
—Por favor... sólo déjame ir.
Traté de sonar confiada. Quería decir más. Pero no quedaba nada dentro de mí.
Ninguna fuerza para mantener esta pretensión.
Estaba lastimada.
Estaba escrito sobre mi cara a la vista de todos.
Colocando mi mano sobre el duro pecho de Rune, lo empujé para alejarlo,
necesitando salir. Me dejó moverlo de mi camino, sólo para agarrar mi mano en la suya
justo antes de llegar a la puerta. Cerré mis ojos, tratando de reunir la fuerza necesaria para
rechazarlo de nuevo. Cuando lo hice, más lágrimas cayeron.
Rune estaba mirando fijamente a nuestras manos unidas, sus largas pestañas rubias
oscuras casi negras con lágrimas restringidas.
—Rune —susurré. Sus ojos se levantaron ante el sonido de mi voz—. Por favor —le
rogué, mientras Avery volvía a tocar.
Él sostuvo con más fuerza.
—¿Rune? —gritó Avery, más fuerte—. Sé que estás ahí dentro.
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Di un paso más cerca de Rune. Observaba cada movimiento con una profunda
intensidad. Cuando alcancé su pecho, miré hacia arriba, permitiendo que su mano
mantuviera su agarre sobre la mía. Encontré sus ojos, reconociendo la confusión en su
rostro, y levantándome sobre las puntas de mis pies.
Traje mi mano libre hasta su boca y pasé las yemas de mis dedos sobre su grueso
labio inferior. Sonreí con tristeza, recordando cómo se sentían presionados contra los míos.
Tracé el arco definido, dejando que las lágrimas cayeran mientras decía:
—Me mató cuando te alejé, Rune. Me mataba saber lo que estabas haciendo al otro
lado del Atlántico. —Inhalé temblorosa—. Pero nada me ha herido más alguna vez como
verte besar a esa chica.
Rune palideció, sus mejillas se volvieron cenizas. Sacudí mi cabeza.
—No tengo derecho a estar celosa. Todo esto es mi culpa. Todo, lo sé. Sin embargo,
estoy tan celosa, tan herida, que siento como si pudiera morir a causa de este dolor. —Bajé
mi mano de su boca. Mirándolo, rogándole con mis ojos, añadí—: Así que, por favor... por
favor, déjame ir. No puedo estar aquí, no en este momento.
Rune no se movió. Pude ver la sorpresa en su rostro. Usando eso para mi ventaja,
saqué mi mano de la suya e inmediatamente abrí la puerta. Sin mirar hacia atrás o tomarme
tiempo para hacer una pausa, la atravesé, empujando a Avery quien estaba esperando, con
rabia, en el pasillo.
Y corrí. Corrí pasando junto a Ruby y a Jorie, más allá de Deacon y Judson, quienes
se habían reunido en el pasillo para ver el drama que se desarrollaba. Corrí a través de los
muchos estudiantes borrachos de pie. Corrí hasta que salí al aire fresco de la noche. Y
entonces corrí de nuevo. Simplemente corrí tan rápido como pude, lo más lejos de Rune
que pude manejar.
—¡Rune! —Escuché una voz aguda en la distancia, seguida por una voz masculina,
que añadió—: ¿A dónde vas, hombre? ¡Rune! —Pero no dejé que eso me detuviera.
Girando bruscamente a la derecha, vi la entrada del parque. Estaba oscuro, y el parque no
estaba bien iluminado, pero era el acceso directo a casa.
En ese momento daría cualquier cosa por estar en casa.
La puerta estaba abierta. Dejé que mis pies marcaran el camino a través del oscuro
camino arbolado, guiándome más profundamente en el centro del parque.
Mi respiración era dificultosa. Me dolían los pies mientras las plantas golpeaban el
duro asfalto a través de mis bailarinas. Me giré hacia la izquierda, en dirección a la arboleda,
cuando escuché pasos detrás de mí.
De repente, asustada, volví mi cabeza. Rune estaba corriendo detrás de mí. Mi
corazón se aceleró más rápido, pero esta vez no tenía nada que ver con el esfuerzo, y
mucho que ver con esa mirada de determinación en el rostro de Rune. Rápidamente, Rune
estaba alcanzándome.
Corrí por unos metros más, entonces me di cuenta que era inútil. Mientas entraba en
la arboleda, un lugar que conocía tan bien, un lugar que él conocía tan bien, reduje el paso,
finalmente deteniéndome por completo.
Un momento más tarde, escuché a Rune entrar en la arboleda de árboles vacíos.
Escuché su dura respiración golpeando el aire fresco.
Lo sentí moverse detrás de mí.
Lentamente, giré sobre mis talones y me enfrenté a Rune. Ambas manos estaban en
su pelo, agarrando las hebras. Sus ojos azules estaban poseídos, torturados. El aire que nos
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rodeaba crujía con la tensión mientras nos mirábamos fijamente el uno al otro, en silencio,
con pechos agitados y mejillas sonrojadas.
Entonces la mirada de Rune cayó a mis labios y avanzó hacia adelante. Dio dos pasos
y dejó salir una sola pregunta áspera.
—¿Por qué?
Apretó sus dientes mientras esperaba mi respuesta. Dejé caer mi mirada, lágrimas
llenando mis ojos. Sacudí mi cabeza, y rogué:
—Por favor... no...
Rune pasó su mano por su cara. Esa expresión terca que conocía tan bien se extendió
a través de sus rasgos.
—¡No! Dios, Poppy. ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste?
Fui momentáneamente distraída por el espesor de su acento, una capa áspera en su
ya baja voz, grave. Cuando era un niño, durante los años aquí su acento noruego había
disminuido un poco. Pero ahora, su inglés estaba cubierto por un pesado borde nórdico.
Me recordaba el día que nos conocimos fuera de su casa, a los cinco años.
Pero cuando vi su cara enrojecer con ira, me recordó rápidamente que en este
momento eso no importaba. Ya no teníamos cinco. Nada era inocente. Habían ocurrido
demasiadas cosas.
Y todavía no podía decirle.
—Poppy —insistió, alzando la voz, mientras daba un paso aún más cerca—. ¿Por
qué demonios lo hiciste? ¿Por qué nunca me llamaste de vuelta? ¿Por qué se mudaron?
¿Dónde demonios has estado? ¿Qué demonios pasó?
Rune empezó a pasearse, sus músculos tensándose bajo su camiseta. Un viento frío
sopló a través de la arboleda y meció su pelo hacia atrás. Deteniéndose de golpe, me
enfrentó y espetó:
—Lo prometiste. Me prometiste que me esperarías a que regresara. Todo iba bien,
hasta que un día llamé y no respondiste. Llamé y llamé, pero nunca respondiste. Ni un
texto, ¡nada!
Se movió hasta que sus pies calzados con botas estuvieron justo contra los míos,
elevándose por encima de mí.
—¡Dime! Dímelo ahora mismo. —Su piel estaba coloreada con el enrojecimiento
nacido de su ira—. ¡Merezco saber, maldita sea!
Me estremecí por la agresión en su voz. Me encogí ante el veneno en sus palabras.
Me encogí ante el extraño de pie delante de mí.
El antiguo Rune nunca me hubiera hablado así. Pero entonces recordé que no era el
Rune de antes.
—N… No puedo —tartamudeé, apenas en un susurro. Levantando mis ojos, vi la
mirada de incredulidad en su rostro—. Por favor, Rune —supliqué—. No presiones esto.
Sólo déjalo. —Tragué, entonces me obligué a decir—: Déjanos... déjanos en el pasado.
Debemos seguir.
La cabeza de la Rune se movió bruscamente hacia atrás como si lo hubiera golpeado.
Entonces se rió. Se rió, pero el sonido no contenía ningún humor. Estaba enlazado
con furia, recubierto con rabia.
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Rune dio un paso hacia atrás. Sus manos temblaban a sus costados y se rió una vez
más. Fríamente, exigió:
—Dime.
Sacudí mi cabeza, tratando de protestar. Él levantó sus manos hacia su pelo con
frustración.
—Dímelo —repitió. Su voz había bajado una octava e irradiaba amenaza.
Esta vez no sacudí mi cabeza. La tristeza me había dejado inmóvil. La tristeza de ver
a Rune así. Él siempre era tranquilo y retraído. Su mamá me había dicho en más de una
ocasión que Rune siempre había sido un niño hosco. Siempre había temido que le daría
problemas. Me había dicho que su predisposición innata había sido ser cínico con la gente y
para mantenerse para sí mismo. Incluso de niño ella notó un aire de mal humor en él, su
inclinación a ser negativo en lugar de positivo.
Pero entonces él te encontró, dijo ella. Te encontró. Le enseñaste, a través de tus palabras y acciones,
que la vida no siempre tiene que ser tan seria. Que la vida era para ser vivida. Que la vida era una gran
aventura, para ser vivida completa y al máximo.
Su mamá había estado en lo cierto todo este tiempo.
Me di cuenta, mientras observaba la oscuridad exudar de este chico, que este era el
Rune que la señora Kristiansen había esperado, no, temido, que se convertiría. Este era el
malhumor innato que ella sabía que se albergaba debajo de la superficie de su hijo.
Una predilección a la oscuridad, no hacia la luz.
Permaneciendo tranquila, decidí darle la espalda. Dejar a Rune solo con su rabia.
Corazones de rayo de luna y sonrisas soleadas, repasé el mantra de mi abuelita en mi cabeza.
Cerré mis ojos y me obligué a repeler el dolor tratando de inundarme. Traté de evitar este
dolor en mi pecho, el dolor que me decía lo que no quería creer.
Que yo le había hecho esto a Rune.
Quería moverme hacia adelante, irme, tomar el control de la auto-preservación.
Mientras lo hacía, sentí dedos desesperados envolverse alrededor de mi muñeca y
girándome de nuevo.
Las pupilas de la Rune casi habían consumido todo excepto sus cristalinos iris azules.
—¡No! Detente justo aquí. Detente justo aquí y dime. —Tomó una larga respiración
y, perdiendo todo el control, gritó—: ¡Dime por qué demonios me dejaste completamente solo!
Esta vez, su cólera estaba desbordada. Esta vez, sus duras palabras contenían la
fuerza de un golpe en el rostro. La arboleda ante mí se desdibujó; me tomó un tiempo
darme cuenta que eran mis lágrimas las que nublaban mi visión.
Una lágrima cayó en mi mejilla. La mirada oscura de Rune no se alteró.
—¿Quién eres tú? —susurré. Sacudí mi cabeza, mientras Rune seguía mirando
fijamente, un ligero endurecimiento en la esquina de sus ojos la única evidencia que mis
palabras tuvieron algún efecto—. ¿Quién eres en este momento? —Miré hacia sus dedos,
todavía alrededor de mi muñeca. Sintiendo la garganta estrecha, dije—: ¿Dónde está el
chico que amo? —Arriesgando una mirada más hacia su rostro, susurré—: ¿Dónde está mi
Rune?
De repente, Rune arrancó sus dedos de mi brazo como si mi piel estuviera hirviendo
al tacto. Una risa desagradable se derramó de sus labios mientras me miraba fijamente. Su
mano se levantó para acariciar delicadamente mi pelo, una suavidad contradictoria en el
gesto comparado con el veneno con que habló.
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—¿Quieres saber a dónde fue a parar ese chico? —Tragué mientras él buscaba en
cada parte de mi rostro, cada rasgo excepto mis ojos—. ¿Quieres saber a dónde fue tu
Rune? —Su labio se curvó con disgusto. Como si mi Rune fuera alguien indigno. Como si
mi Rune no fuera digno de todo el amor que tenía por él.
Inclinándose, encontró mis ojos, su mirada tan severa que lanzó escalofríos por mi
espina dorsal. Con dureza, susurró:
—Ese Rune murió cuando lo dejaste solo. —Traté de darme la vuelta, pero Rune
saltó en mi camino, haciéndome imposible escapar de su crueldad mordaz. Arrastré una
dolida respiración, pero Rune no había terminado. Podía ver en sus ojos que estaba lejos de
haber terminado—. Te esperé —dijo—. Esperé y esperé que llamaras, que explicaras.
Llamé a todos los que conocía aquí, tratando de encontrarte. Pero te habías desvanecido.
Te fuiste a cuidar de alguna tía enferma, que sé que no existe. Tu papá no quiso hablar
conmigo cuando lo intenté; todos me dejaron fuera.
Sus labios se apretaron como si reviviera el dolor. Lo vi. Lo vi en cada uno de sus
movimientos, en cada una de sus palabras; había sido transportado de nuevo a ese lugar
doloroso.
—Me dije que fuera paciente, que me explicarías todo con el tiempo. Pero mientras
los días se convirtieron en semanas y las semanas se convirtieron en meses, dejé de esperar
con esperanza. En lugar de ello, dejé entrar al dolor. Dejé entrar la oscuridad que tú creaste.
Cuando un año llegó y se fue, y mis cartas y mensajes no obtuvieron respuesta, dejé que el
dolor se apoderara de mí hasta que no quedó nada del antiguo Rune. Porque no podía
mirarme en el espejo un día más, no podía caminar en los zapatos de ese Rune por un
maldito día más. Porque ese era el Rune que te tenía. Ese Rune era el Rune que tenía a
Poppymin. Ese Rune era el que tenía un corazón completo. Tu mitad y la mía. Pero tu mitad
me abandonó. Se fue, y permitió que lo que tengo ahora echara raíces. Oscuridad. Dolor.
Una carga de mierda de ira.
Rune se inclinó hasta que su respiración cayó sobre mi cara.
—Tú me hiciste así, Poppy. El Rune que conocías murió cuando te convertiste en
una perra y rompiste cada promesa que alguna vez hiciste.
Me tambaleé hacia atrás, desequilibrada por sus palabras. Sus palabras que eran como
balas a mi corazón. Rune me miraba sin mostrar culpa. No vi ninguna simpatía en su
mirada. Sólo la fría y dura verdad.
Él quería decir cada palabra.
Luego, siguiendo su ejemplo, dejé que la ira tomara el control. Entregué las riendas a
todo el enojo que sentía. Me apresuré hacia adelante y empujé el duro pecho de Rune. Sin
esperar que se moviera, me sorprendió cuando retrocedió un solo paso, antes de recuperar
rápidamente su terrero
Pero no me detuve.
Volé hacia él de nuevo, lágrimas ardientes corrían por mi rostro. Empujé y empujé su
pecho. Firmemente parado, Rune no se movió. Así que seguí. Un sollozo escapó de mi
boca mientras golpeaba su torso, los músculos tensándose por debajo de su camiseta
mientras soltaba todo lo que se había construido dentro de mí.
—¡Te odio! —grité a todo pulmón—. ¡Te odio por esto! ¡Odio esta persona que eres
ahora! ¡Lo odio, te odio! —Me ahogué con mis gritos y me tambaleé hacia atrás, exhausta.
Al ver su mirada todavía firmemente dirigida hacia mí, usé la última gota de mi
energía para gritar:
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—¡Te estaba salvando! —Respiré profundamente durante unos momentos, luego
añadí, en voz baja—: ¡Te estaba salvando, Rune! Te estaba salvando del dolor. Te estaba
salvando de sentirte impotente, como todos los demás que amaba.
Las cejas rubias oscuras de Rune se convirtieron en una línea dura sobre sus ojos. La
confusión distorsionaba su hermoso rostro.
Di un paso atrás una vez más.
—Porque no podía verte, no podía soportar la idea que vieras lo que iba a pasarme.
No podría soportar hacértelo cuando estabas tan lejos. —Los sollozos dejaron mi garganta.
Tantos sollozos que mi pecho comenzó a jadear a través del esfuerzo.
Tosí, aclarando mi garganta y moviéndome hacia adelante, donde Rune estaba de pie
inmóvil, como una estatua. Apoyando mi mano sobre mi corazón, dije con voz ronca:
—Tuve que luchar. Tuve que dar mi todo. Tuve que intentarlo. Y te quería conmigo
más de lo que puedas imaginar alguna vez. —Mis pestañas mojadas comenzaron a secarse
con la brisa fresca—. Habrías dejado todo para tratar de llegar a mí. Ya odiabas a tus
padres, odiabas tu vida en Oslo; podía oírlo cada vez que hablábamos. Te habías vuelto tan
resentido. ¿Cómo podrías alguna vez haber posiblemente hecho frente a esto?
Mi cabeza latía, un fuerte dolor de cabeza tomando el control.
Tenía que irme. Tenía que dejarlo todo. Retrocedí. Rune permanecía mortalmente
quieto. Ni siquiera estaba segura que hubiera parpadeado.
—Tengo que irme, Rune. —Agarré a mi pecho, sabiendo que el último pedazo de mí
se rompería con lo que dije a continuación—: Vamos a dejar esto aquí, en la arboleda que
tanto amamos. Déjanos terminamos lo que sea que teníamos... lo que sea que éramos. —
Mi voz casi se había desvanecido a la nada, pero con un empuje final, susurré—:
Permaneceré lejos de ti. Permanecerás lejos de mí. Finalmente nos pondremos en paz.
Porque tiene que ser así. —Bajé mis ojos, sin querer ver el dolor en los ojos de Rune—. No
puedo soportar todo el dolor. —Me reí débilmente—. Necesito corazones de rayo de luna
y sonrisas soleadas. —Sonreí para mí—. Es lo que me mantiene en marcha. No voy a dejar
de creer en un mundo hermoso. No voy a dejar que me rompa. —Me obligué a mirar a
Rune—. Y no voy a ser la causa de más dolor para ti.
Mientras volvía mi cabeza, vi una fisura de agonía fracturar la expresión de Rune.
Pero no me detuve. Corrí. Corrí rápido, solo logrando pasar a mi árbol favorito cuando
Rune agarró mi brazo y me hizo girar de nuevo.
—¿Qué? —exigió—. ¿De qué demonios estás hablando? —Estaba respirando con
dureza—. ¡Simplemente no explicaste nada! Hablaste de salvarme y protegerme. Pero, ¿de
qué? ¿Qué pensaste que no podría manejar?
—Rune, por favor —rogué y lo empujé lejos. Estuvo sobre mí en un instante, manos
sobre mis hombros, anclándome en el lugar.
—¡Contéstame! —gritó.
Lo empujé otra vez.
—¡Déjame ir! —Mi corazón se aceleró con agitación. Mi piel se erizó. Me di la vuelta
para irme de nuevo, pero sus manos me mantuvieron inmóvil. Luché y luché, tratando de
escapar, por una vez, tratando de huir del árbol cuyo refugio siempre me trajo consuelo—.
¡Déjame ir! —grité de nuevo.
Rune se inclinó.
—No, dime. ¡Explícate! —gritó de vuelta.
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—Rune…
—¡Explica! —gritó, interrumpiéndome.
Sacudí mi cabeza más rápido, tratando, en vano, de escapar.
—¡Por favor! ¡Por favor! —supliqué
—¡Poppy!
—¡NO!
—¡EXPLICA!
—¡ESTOY MURIENDO! —grité hacia la arboleda en silencio, incapaz de
aguantarlo más—. Estoy muriendo —añadí sin aliento—. Estoy… muriendo…
Mientras me aferraba a mi pecho, tratando de recuperar mi aliento, la enormidad de
lo que había hecho se filtró lentamente en mi cerebro. Mi corazón latía con fuerza. Latía
del impacto del pánico. Latía y se aceleraba con el conocimiento aterrador de lo que
acababa de admitir... de lo que acababa de confesar.
Seguí mirando fijamente hacia el suelo. En algún lugar de mi cerebro, se había
registrado que las manos de Rune se habían congelado en mis hombros. Mientras sentía el
calor de sus palmas, también me di cuenta que estaban temblando. Escuché su aliento,
arrastrado y dificultoso.
Me obligué a levantar la mirada y fijarla en la de Rune. Sus ojos estaban muy abiertos
y atormentados con dolor.
En ese momento, me odiaba a mí misma. Porque esa mirada en sus ojos, esa
atormentada mirada consumida, fue la razón por la que había roto mi promesa con él hace
dos años.
Era por eso que había tenido que dejarlo en libertad.
Al final resultó que, en cambio sólo lo había encerrado con barras de rabia.
—Poppy... —susurró, con su acento pesado, mientras su rostro palidecía al más
blanco de los blancos.
—Tengo linfoma de Hodgkin. Está avanzado. Y es terminal. —Mi voz temblaba
cuando añadí—: Tengo cuestión de unos meses de vida, Rune. No hay nada que nadie
pueda hacer.
Esperé. Esperé para ver lo que Rune tenía que decir, pero no dijo nada. En cambio,
retrocedió. Sus ojos recorrieron mi rostro, buscando cualquier señal de engaño. Cuando no
encontró ninguna, sacudió su cabeza. Un silencioso “no” dejó su boca. Luego corrió. Me
dio la espalda, y corrió.
Pasaron muchos minutos antes que encontrara la fuerza para moverme.
Pasaron diez minutos después de eso cuando entré por la puerta de mi casa, donde
mi mamá y papá estaban sentados con los Kristiansen.
Pero sólo pasaron unos segundos después de verme cuando mi mamá corrió hacia
donde estaba parada, y caí en sus brazos.
Donde rompí mi corazón por el corazón que acababa de romper.
El que siempre me había esforzado por salvar.
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Respiraciones Dispersas y Almas
Encantadas.

STOY MURIENDO… Estoy muriendo… muriendo… Tengo linfoma de Hodgkin. Es


avanzada. Y es terminal… tengo cuestión de meses de vida, Rine. No hay nada que alguien
pueda hacer…
Corrí a través de la oscuridad del parque mientras las palabras de Poppy daban
vueltas y vueltas en mi mente. ESTOY MURIENDO… muriendo… tengo cuestión de meses de
vida, Rune. No hay nada que alguien pueda hacer…
Dolor, como el que nunca creí que fuera posible, atravesó mi corazón. Se deslizó,
apuñalando y vibrando hasta que mis pies se deslizaron hasta detenerse y caí de rodillas.
Traté de respirar, pero el dolor apenas acababa de comenzar, para pasar a extraer a través
de mis pulmones hasta que no quedó nada. Viajó con la velocidad del rayo a través de mi
cuerpo, teniendo todo, hasta que sólo quedó el dolor.
Me había equivocado. Había estado tan mal.
Había pensado que Poppy apartándome durante dos años fue el dolor más grande
que alguna vez tuve que soportar. Había cambiado, fundamentalmente me cambió. Roto,
simplemente congelándome hasta estar herido... Pero esto... esto...
Cayendo hacia delante, paralizado por el dolor en el estómago, rugí en la oscuridad
del parque vacío. Mis manos arañando la dura tierra bajo mis palmas, ramas entre mis
dedos, arrancándome las uñas.
Pero me dio la bienvenida. Este dolor que podía hacerle frente, pero el dolor en el
interior...
El rostro de Poppy cruzó por mi mente. Su jodido rostro perfecto al entrar en la sala
esta noche. Su rostro sonriente buscando a Ruby y Deacon. Su sonrisa se desvaneció de sus
labios cuando sus ojos se encontraron con los míos. Vi el instante de devastación en su
rostro cuando vio a Avery sentada a mi lado, mi brazo alrededor de sus hombros.
Lo que no había visto era que yo la observaba desde la ventana de la cocina mientras
se sentaba afuera con Jorie. Ella no me había visto llegar cuando yo nunca había planeado
estar allí en primer lugar. Cuando Judson me envió un mensaje de que Poppy había llegado,
nada podía detenerme.
Me había ignorado. Desde el momento en que la vi en el pasillo la semana pasada,
nunca había dicho una palabra.
Y me mató.
Pensé cuando volví de Blossom Grove que habría respuestas. Pensé que descubriría
por qué ella me apartó.
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Me atraganté con un sollozo ahogado. Nunca, nunca, en mis sueños más salvajes,
pensé que podría ser algo como esto. Porque es Poppy. Poppymin. Mi Poppy.
No podía morir.
No podía dejarme atrás.
No podía dejarnos a cualquiera de nosotros atrás.
Nada tenía sentido si ella no estaba cerca. Tenía más vida que vivir. Estaba destinada
a estar conmigo por la eternidad.
Poppy y Rune hasta el infinito.
Para siempre.
¿Meses? No podía... No podía...
Mi cuerpo se sacudió mientras otro sollozo surgió de mi garganta, la sensación de
este dolor, no menos como si estuviera siendo colgado, arrastrado y descuartizado.
Las lágrimas caían libremente por mi rostro, cayendo a la tierra seca por debajo de
mis manos. Mi cuerpo estaba atrapado en su lugar, mis piernas se negaron a moverse.
No sabía qué hacer. ¿Qué demonios debía hacer? ¿Cómo puedes superar no ser
capaz de ayudar?
Al inclinar la cabeza hacia atrás hacia el cielo lleno de estrellas, cerré los ojos.
—Poppy —dije en voz baja, mientras la sal de mis lágrimas llegaba a mi boca—.
Poppymin —murmuré de nuevo, mi cariño a la nada en la brisa.
En mi mente vi los ojos verdes de Poppy, tan real como si estuviera sentada frente a
mí... Tengo cuestión de meses de vida, Rune. No hay nada que nadie pueda hacer...
Esta vez mis gritos no se obstruyeron en mi garganta. Fueron liberados y eran
muchos. Mi cuerpo se estremeció con la fuerza de ellos cuando pensaba en lo que ella
debió haber pasado. Sin mí. Sin mí a su lado, sosteniendo su mano. Sin besarle la cabeza.
Sin mí, sosteniéndola en mis brazos cuando estaba triste, cuando el tratamiento la debilitó.
Pensé en ella enfrentando todo el dolor con sólo la mitad de un corazón. La mitad de su
alma luchando para hacer frente sin su contraparte.
La mía.
No estaba seguro de cuánto tiempo pasé en el parque. Se sentía como una eternidad
hasta que fui capaz de pararme. Y mientras caminaba, me sentí como un impostor en mi
propio cuerpo. Como si estuviera atrapado en una pesadilla y cuando despertara me
gustaría tener quince años de nuevo. Nada de esto estaría sucediendo. Me despertaría en la
arboleda bajo nuestro árbol favorito, con Poppymin en mis brazos. Ella se reiría de mí
cuando me despierte, tirando de mi brazo alrededor de su cintura más estrecha. Levantaría
su cabeza y bajaría la mía para besarla.
Y nos besaríamos.
Nos besaríamos y besaríamos. Cuando me aparte, con la luz del sol en su cara, ella
me sonreiría con los ojos todavía cerrados y diría en un susurro, “beso dos mil, cincuenta y tres.
En el bosque de la flor, debajo de nuestro árbol favorito. Con mi Rune... Y mi corazón casi estalló”.
Tomaría mi cámara en mis manos y me gustaría esperar, mi ojo listo en el lente para el
momento en que abriría sus ojos. Ese momento. Ese momento mágico capturado, donde
me gustaría ver en sus ojos lo mucho que me amaba. Y yo le decía que la amaba también,
mientras corría el dorso de la mano suavemente por su mejilla. Luego, colgaría esa foto en
mi pared para que pudiera verla todos los días...
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El sonido de un búho me sacó de mi aturdimiento. Cuando parpadeé volviendo de la
fantasía, me golpeó como un camión, era exactamente eso: una fantasía. Entonces el dolor
aumentó de nuevo y me clavó con la verdad. No me atrevía a creer que estaba muriendo.
Mi visión borrosa por las lágrimas frescas, me tomó un momento darme cuenta que
estaba en el árbol que me había imaginado en sueños. En el cual siempre nos sentábamos.
Pero cuando miré hacia arriba en la oscuridad, con el viento fresco batiendo a través de sus
ramas, mi estómago se revolvió. Las ramas desnudas de hojas, sus delgados brazos girando
y girando, todas reflejaban este momento en el tiempo.
El momento en que supe que mi chica se iba.
Me obligué a caminar; de alguna manera, mis pies me llevaron a casa. Pero mientras
caminaba, mi mente era un revoltijo de incertidumbre dispersada, negándose a precisar
nada en el estómago. No sabía qué hacer, dónde ir. Las lágrimas se derramaban sin cesar de
mis ojos; el dolor dentro de mi cuerpo se estaba asentando en un nuevo hogar. Ninguna
parte de mí estaba excusada.
Lo hice para salvarte...
Nada me podría salvar de esto. La idea de ella tan enferma, luchando por mantener la
luz que tenía esa sonrisa radiante tan brillante atenuándose, me destruyó.
Al llegar a mi casa, me quedé mirando al otro lado de la ventana que me había
cautivado durante doce años. Sabía que ella estaba en el lado opuesto. La casa estaba a
oscuras. Pero a medida que movía los pies hacia adelante, poco a poco a un punto muerto.
No pude... No pude hacerle frente a ella... No pude…
Girando sobre mis talones, corrí por las escaleras a mi casa y entré por la puerta.
Lágrimas de rabia y tristeza se rasgaban a través de mí, tanto en la lucha por la dominación.
Estaba cada vez más desgarrado desde el interior.
Pasé por la sala de estar.
—¡Rune! —dijo mi mamma. Al instante oí la voz entrecortada.
Mis pies se detuvieron. Cuando me enfrenté a mi mamma, que estaba de pie del sofá,
vi lágrimas por sus mejillas.
Me golpeó como un martillazo.
Ella sabía.
Mamá dio un paso adelante, su mano extendida. La miré fijamente, pero no podía
tomarla. No pude...
Corrí a mi habitación. Pasé a través de la puerta y luego me quedé allí. Me puse en
punto muerto y miré alrededor, en busca de una idea de qué hacer a continuación.
Pero no lo sabía. Mis manos se levantaron hacía mi pelo y agarraron algunas hebras.
Me atraganté con los sonidos que salían de mi boca. Me ahogué en las malditas lágrimas
que caían por mis mejillas, porque no sabía qué diablos hacer.
Di un paso hacia adelante, luego me detuve. Me moví para ir a la cama, entonces me
detuve. Mi corazón latía de una manera lenta, ritmo dando tumbos. Luché para arrastrar
aire a través de mis pulmones obstruidos. Luché para no caer al suelo.
Y luego me rompí.
Dejé la ira impaciente libre. Dejo que me infunda y me arrastre. Llego a la cama, me
incliné para agarrar el marco y, con un fuerte rugido, lo levanté con toda mi fuerza,
volcando el colchón y la robusta estructura de madera. Caminé a mi escritorio y, con un
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golpe, quité todo lo que había encima. Tomando mi portátil antes de que tocara el suelo,
girando donde estaba y lo lancé contra la pared. Se hizo añicos, pero no sirvió de nada.
Nada estaba ayudando. El dolor estaba todavía aquí. La verdad desgarradora.
Las lágrimas malditas.
Apretando los puños, tiré la cabeza hacia atrás y grité. Grité y grité hasta que mi voz
era áspera y mi garganta estaba en carne viva. Cayendo de rodillas, me dejo ahogar en este
duelo.
Entonces oí la puerta abierta y levanté la vista. Mi mamma entró. Negué con la
cabeza, levantando la mano para evitarla. Pero ella siguió.
—No —dije con voz áspera, tratando de salir de su camino. Pero no escuchó, en
lugar de eso se dejó caer al suelo junto a mí—. ¡No! —espeté duramente, pero sus brazos
extendidos se envolvieron alrededor de mi cuello—. ¡No! —Luché, pero me atrajo hacia
ella, y he perdido toda la pelea. Me derrumbé en sus brazos y lloré. Grité y grité a los
brazos de la mujer a la que apenas había hablado en dos años. Pero en este momento, la
necesitaba. Necesitaba a alguien que entienda.
Entienda lo que la pérdida de Poppy significaría.
Así que dejé ir todo. Me aferré a ella con tanta fuerza que pensé que le dejaría un
hematoma. Pero mi mamma no se movió; lloró conmigo. Se sentó en silencio, sosteniendo
mi cabeza ya que había perdido toda fuerza.
Entonces oí un movimiento en la puerta.
Mi pappa nos miraba con lágrimas en los ojos, la tristeza en su rostro. Y reavivó la
llama en el estómago. Al ver al hombre que me llevó lejos, que me obligó a dejar a Poppy
cuando más me necesitaba, rompió algo en mi interior.
Empujando hacia atrás a mamma, le susurré a él:
—Vete.
Mi mamma se puso rígida y la empujé aún más, mirando a mi pappa. Él levantó las
manos, sorpresa ahora grabada en su rostro.
—Rune... —dijo con voz tranquila.
Sólo alimentó las llamas.
—¡He dicho que te vayas! —Trastabillé.
Mi pappa echó un vistazo a mi mamma. Cuando volvió a mirar hacia mí, mis manos
estaban apretadas. Abracé la rabia ardiendo dentro de mí.
—Rune, hijo. Estás conmocionado, estás dañando…
—¿Dañando? ¿Dañando? ¡No tienes ni maldita idea! —rugí y me acerqué un paso más
cerca de donde se encontraba. Mi mamma se puso de pie. La ignoré mientras trataba de
entrar en mi camino. Mi pappa se adelantó y la empujó detrás de él y hacia el pasillo.
Mi pappa cerró la puerta ligeramente, bloqueando su salida.
—Lárgate —dije por última vez, sintiendo todo el odio que sentía por este hombre
hirviendo a la superficie.
—Lo siento, hijo —susurró y dejó caer una lágrima por su mejilla. Tuvo la audacia de
estar delante de mí y derramar una lágrima.
¡Él no tenía un maldito derecho!
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—No —advertí, mi voz cortante y cruda—. No te atrevas a estar allí y llorar. No te
atreves a estar allí y decirme que lo sientes. No tenías ninguna maldita razón cuando fuiste
el que me llevó lejos. Tú me apartaste de ella cuando yo no quería ir. Me apartaste de ella
mientras estaba enferma. Y ahora... ahora... ella está mu… —No pude terminar la frase. No
me atreví a decir esa palabra. En su lugar, corrí. Corrí hacia mi pappa y cerré mis manos
sobre su amplio pecho.
Se tambaleó hacia atrás y golpeó la pared.
—Rune. —Escuché el grito de mi mamma desde el pasillo. Haciendo caso omiso de
su petición, tome el collar de mi pappa en mis manos y llevando mi cara justo enfrente de
la suya.
—Me llevaste lejos por dos años. Y debido a que no estaba, me apartó para salvarme.
A mí. Salvarme de la pena de estar tan lejos y no ser capaz de consolarla o abrazarla cuando
estaba sufriendo. Lo hiciste, así no podía estar con ella mientras luchaba. —Tragué, pero
me las arreglé para agregar—. Y ahora es demasiado tarde. Ella tiene meses... —Mi voz se
rompió—. Meses... —Bajé mis manos y di un paso atrás, más lágrimas y dolor desgarrando.
De espaldas a él, le dije:
—No hay vuelta atrás de esto. Nunca te perdonaré por llevarme lejos de ella. Nunca.
Hemos terminado.
—Rune…
—Sal —gruñí—. ¡Fuera de mi habitación y lárgate de mi vida! Ya he terminado
contigo. Ya está hecho.
Segundos después oí la puerta cerrarse y la casa quedó en silencio. Pero para mí, en
este momento, la casa sonaba como si estuviera gritando.
Apartando el pelo de mi rostro, me dejé caer sobre el colchón volcado, luego apoyé
la espalda contra la pared. Durante unos minutos, o podrían haber sido horas, me quedé
mirando a la nada. Mi habitación estaba a oscuras salvo por la luz de una pequeña lámpara
en la esquina de la habitación que de alguna manera había sobrevivido a mi rabia.
Alcé los ojos, y se fijaron en una foto que colgaba en la pared. Fruncí el ceño,
sabiendo que no la había puesto ahí. Mi mamma debe haberla colgado hoy cuando
desempaqué mis cosas.
Y me quedé mirando.
Me le quedé mirando a Poppy, sólo unos días antes de irnos, bailando en la arboleda
de cerezos, las flores de cerezo que amaba tanto en plena flor a su alrededor. Sus brazos
estaban estirados hasta el cielo mientras giraba, su cabeza echada hacia atrás mientras reía.
Mi corazón se apretó al verla de esta manera. Porque ésta era mi Poppymin. La chica
que me hizo sonreír. La chica por la que correría en la arboleda de cerezos, riendo y
bailando hasta el final.
La que me dijo que me alejara de ella. Me alejaré de ti. Te alejarás de mí. Finalmente
podremos descansar…
Pero no pude. No podía dejarla. Ella no podía dejarme. Ella me necesitaba y yo la
necesitaba. No me importaba lo que había dicho; no había forma en que la iba a dejar para
soportar esto sola. No podría, aunque tratara.
Antes de que pudiera pensar demasiado, salté en mis pies y corrí a la ventana. Tomé
una mirada a la ventana opuesta a la mía y dejé que el instinto tomara el control. Tan
silenciosamente cómo es posible, abrí mi ventana y pasé a través de ésta. Mi corazón latía
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en conjunto con mis pies mientras golpeteé el césped. Me detuve en seco. Entonces, con
una respiración profunda, puse mi mano debajo de la ventana y la subí. Se movió.
Estaba desbloqueada.
Era como si no hubiera pasado el tiempo. Subí y cerré suavemente la ventana. Una
cortina estaba en el camino, algo que no estaba allí antes. En silencio, la empujé a un lado,
di un paso hacia adelante, deteniéndome mientras bebía el salón familiar.
El perfume de aroma agradable de Poppy, el que siempre había usado, golpeó
primero a mi nariz. Cerré los ojos, ahuyentando la pesadez en mi pecho. Cuando los abrí de
nuevo, mis ojos cayeron a Poppy en su cama. Su respiración era suave mientras dormía,
frente a mí, su cuerpo iluminado sólo por el débil brillo de su lamparita.
Entonces mi estómago cayó. ¿Cómo demonios creía que alguna vez podría
mantenerme alejado? Aun si no me hubiera dicho por qué me cortó, habría encontrado la
manera de regresar a ella. Incluso a través de todo el sufrimiento, el dolor y la rabia, me he
sentido atraído, como la polilla a la llama.
Nunca podría alejarme.
Pero mientras bebía de ella, sus labios rosas fruncidos en el sueño, su rostro
ruborizado con calidez, sentí como si una lanza hubiera estrellado contra mi pecho. Iba a
perderla.
Iba a perder a la única razón por la que vivía.
Me impulsé en mis pies. Luché para hacer frente al pensamiento. Las lágrimas
cayeron en mis mejillas, justo cuando una tabla chirrió debajo de mí. Apreté mis ojos
cerrados. Cuando mis ojos se abrieron, fue para ver a Poppy mirándome desde su cama,
sus ojos pesados con el sueño. Entonces, claramente al ver mi cara, las lágrimas en mis
mejillas y la aflicción en mis ojos, su expresión se transformó en una máscara de dolor y,
lentamente, abrió sus brazos.
Fue instintivo. Un poder primitivo que sólo Poppy tenía sobre mí. Mis pies me
arrastraron hacia adelante ante la visión de esos brazos; mis piernas fallaron finalmente
cuando llegué a la cama, las rodillas golpeando el suelo, la cabeza cayendo en el regazo de
Poppy. Y, como un dique, estallé. Las lágrimas vinieron abundantes y rápidas cuando
Poppy envolvió sus brazos alrededor de mi cabeza.
Levantando mis brazos, los envolví, apretado como el hierro, alrededor de su cintura.
Los dedos de Poppy acariciaron mi pelo mientras, temblando, me desmoroné en su regazo,
las lágrimas empapando el camisón que cubría sus muslos.
—Shh —susurró Poppy, balanceándome de atrás hacia adelante. El dulce sonido era
como el cielo para mis oídos—. Está bien —agregó. Me golpeó duro que ella estaba
consolándome. Pero no podía detener el dolor. No podía detener la pena.
Y la abracé. La abracé tan fuertemente que pensé que ella me pediría irme. Pero no lo
hizo y yo no lo haría. No me atrevería a irme, por si cuando levantara mi cabeza ella no
estuviera allí.
La necesitaba para estar aquí.
La necesitaba para quedarse.
—Está bien —me tranquilizó de nuevo. Esta vez, levanté la cabeza hasta que
nuestros ojos se encontraron.
—No lo está —dije con voz ronca—. Nada sobre esto está bien.
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Los ojos de Poppy estaban brillando, pero sin que cayeran las lágrimas. En cambio,
levantó mi rostro, un dedo bajo mi barbilla, y acarició mi mejilla húmeda con otro. La vi,
sin respirar, mientras una pequeña sonrisa empezó a estirarse en sus labios.
Mi estómago dio una voltereta, la primera sensación que había sentido en mi cuerpo
desde que el entumecimiento que siguió a su revelación me había sobrepasado.
—Ahí estás —dijo ella, tan tranquilamente que casi lo perdí—. Mi Rune.
Mi corazón dejó de latir.
Su rostro se derritió en pura felicidad cuando sacó el pelo de mi frente y pasó la yema
de los dedos por mi nariz y a lo largo del borde de mi mandíbula. Me quedé
completamente inmóvil, tratando de remitir este momento a la memoria, una foto en mi
mente. Sus manos en mi cara. Esa mirada de felicidad, esa luz brillando desde adentro.
—Solía preguntarme cómo te veías, mayor. Me preguntaba si te habías cortado el
pelo. Me preguntaba si habías crecido más, cambiado de tamaño. Me preguntaba si tus ojos
habían permanecido igual. —El lado de su labio se torció—. Me preguntaba si te habías
hecho más guapo, lo que parecía imposible para mí. —Su sonrisa cayó—. Y veo que lo
haces. Cuando te vi en el pasillo la semana pasada, no podía creer que estuvieras allí, de pie
frente a mí, más hermoso de lo que alguna vez podría haber imaginado. —Empujó
juguetonamente en mi pelo—. Con tu brillante pelo rubio todavía más largo. Tus ojos de
un azul tan vibrante como siempre lo han sido. Y tan alto y robusto. —Los ojos de Poppy
se encontraron con los míos y dijo en voz baja—: Mi vikingo.
Con los ojos cerrados mientras trataba de ahuyentar el nudo en mi garganta. Cuando
los abrí, ella estaba mirándome como siempre lo hacía, con completa adoración.
Elevándome más alto en mis rodillas, me incline más cerca, viendo los ojos de Poppy
suavizarse mientras presionaba mi frente con la suya, tan cuidadosamente como si fuera
una muñeca de porcelana. Tan pronto como se tocó nuestra piel, di una respiración larga y
susurré:
—Poppymin.
Esta vez fueron las lágrimas de Poppy que cayeron en su regazo. Empujé mi mano
en su pelo y la abracé:
—No llores, Poppymin. No puedo soportar ver tus lágrimas.
—Confundes su significado —susurró a cambio.
Moví mi cabeza ligeramente hacia atrás, buscando sus ojos. La mirada de Poppy se
encontró con la mía y sonrió. Pude ver la alegría en su hermoso rostro cuando explicó:
—Nunca pensé que te escucharía decirme esa palabra de nuevo. —Tragó saliva—.
Nunca pensé que te sentiría tan cerca de mí de nuevo. Nunca soñé que sentiría esto de
nuevo.
—¿Sentir qué? —pregunté.
—Esto —dijo y llevó mi mano a su pecho. Justo sobre su corazón. Estaba acelerado.
Me quedé inmóvil, sintiendo algo en mi propio pecho agitándose de nuevo a la vida y luego
dijo—: Nunca pensé que alguna vez me sentiría completamente entera de nuevo. —Una
lágrima cayó de su ojo y en mi mano, salpicando mi piel—. Nunca pensé que recuperaría la
mitad de mi corazón antes de que yo… —Se fue apagando, pero ambos sabíamos lo que
quería decir. Su sonrisa desapareció y su mirada pasó a través de la mía—. Poppy y Rune.
Dos mitades del mismo todo. Reunidas por última vez. Cuando es más importante.
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—Poppy… —dije, pero no podía eludir el látigo de dolor agrietándose profundo en
mi interior.
Ella parpadeó, entonces parpadeó de nuevo, hasta que todas sus lágrimas se habían
ido. Se me quedó mirando, dejando caer su cabeza hacia un lado, como si estuviera
resolviendo un rompecabezas difícil.
—Poppy —dije, mi voz ronca y áspera—. Déjame quedarme un rato. No puedo…
No puedo… No sé qué hacer…
La cálida palma de Poppy aterrizó suavemente en mi mejilla:
—No hay nada que hacer, Rune. Nada que hacer más que capear el temporal.
Mis palabras quedaron atrapadas en mi garganta y cerré los ojos. Cuando los abrí de
nuevo, estaba mirándome.
—No tengo miedo —me aseguró con confianza y pude ver que lo decía en serio.
Quería decirlo en un cien por ciento. Mi Poppy. Pequeña en tamaño, pero llena de valor y
luz.
Nunca había estado más orgulloso de amarla de lo que lo estaba en ese momento.
Mi atención cayó a su cama, una cama que era más grande de la que había tenido
hace dos años. Ella parecía muy pequeña para el colchón grande. Cuando se sentó en el
centro, se veía como una niña pequeña.
Claramente viéndome mirar la cama, Poppy arrastró los pies de nuevo. Podía
detectar un borde de cautela en su expresión y no podía culparla. Sabía que yo no era el
chico que le había dicho adiós hace dos años. Había cambiado.
No estaba seguro de que podría ser su Rune nunca más.
Poppy tragó saliva, y después de un momento de vacilación, palmeó el colchón a su
lado. Mi corazón se aceleró. Estaba dejándome quedar. Después de todo. Después de todo
lo que había hecho desde que regresé, estaba dejándome quedar.
Haciéndome levantar, mis piernas se sentían inestables. Las lágrimas que habían
manchado mis mejillas, dañando mi garganta con dolor y la pena, la revelación irreal sobre
el dolor de la enfermedad de Poppy… Habían dejado un entumecimiento residual en mi
cuerpo. Cada centímetro de mí roto, parchado de nuevo con curitas, curitas sobre heridas
abiertas.
Temporal.
Sin sentido.
Inútil.
Pateé mis botas, después subí en la cama. Poppy cambió para acostarse en su lado
natural de la cama, y yo, torpemente, me recosté en la mía. En un movimiento tan familiar
para nosotros, nos pusimos de lado y nos enfrentamos el uno al otro.
Pero no era tan familiar como lo fue una vez. Poppy había cambiado. Yo había
cambiado. Todo había cambiado.
Y no sabía cómo modificarlo.
Minutos y minutos de silencio pasaban. Ella parecía contenta de verme. Pero yo tenía
una pregunta. La única pregunta que había querido hacerle cuando se detuvo el contacto.
El pensamiento de que había excavado en mi interior, volviéndose oscuro por la falta de
respuesta. El único pensamiento que me hizo sentir enfermo. La única pregunta que
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todavía tenía el potencial de desgarrarme. Incluso ahora, cuando mi mundo ya no podía
hacerse añicos.
—Pregúntame —dijo Poppy de repente, manteniendo su voz baja para no despertar
a sus padres. La sorpresa debió reflejarse en mi cara, porque ella se encogió de hombros,
viéndose tan condenadamente linda—. Podría no conocer al chico que eres ahora, pero
reconozco esa expresión. La que está construyendo una pregunta.
Pasé mi dedo por la sábana entre nosotros, mi atención enfocada en el movimiento
que estaba haciendo.
—Me conoces —susurré en respuesta, queriendo creer eso más que nada. Porque
Poppy era la única que realmente conocía al verdadero yo. Incluso ahora, escondido bajo
toda esta rabia y furia, después de la distancia de dos años silenciosos, ella todavía conocía
al corazón debajo.
Los dedos de Poppy se acercaron a los míos en el territorio neutral entre nosotros.
La tierra de nadie que separaba a nuestros cuerpos. Mientras veía nuestras dos manos,
presionando por la del otro, pero sin llegar del todo, estaba envuelto con la necesidad de
tener mi cámara, una necesidad que no había sentido durante mucho tiempo.
Quería este momento capturado.
Quería esta imagen. Quería este momento en el tiempo, para aferrarme para siempre.
—Sé algunas de tus preguntas, creo —dijo Poppy, retirándome de nuevo de mis
pensamientos. Sus mejillas sonrojadas, de un color rosa profundo extendiéndose sobre su
piel blanca—. Seré sincera, ya que has regresado, no lo admito mucho. Pero hay momentos
en que hay vistazos del chico que amo. Lo suficiente para inspirar la esperanza de que él
todavía acecha por debajo. —Su cara era determinada—. Creo, sobre todo, que quiero
verlo pelear a través de lo que tiene oculto. Creo que volver a verlo es mi mayor deseo,
antes de irme.
Aparté mi cabeza, poco dispuesto a escuchar su plática sobre irse, sobre la desilusión
que yo era, sobre el hecho de que su tiempo se estaba acabando. Entonces, como el acto de
valor de un soldado, su mano rompió la distancia entre nosotros y la yema de su dedo rozó
sobre la mía. Volteé mi cabeza de nuevo. Mis dedos se abrieron ante su toque. Poppy pasó
la yema de su dedo a lo largo de la carne de mi palma, trazando las líneas.
El indicio de una sonrisa se dibujó en sus labios. Mi estómago se hundió,
preguntándome cuántas veces más vería esa sonrisa. Preguntándome cómo ella encontró la
fuerza para sonreír en absoluto.
Entonces, lentamente retirándose a donde había estado antes, su mano todavía
creció. Me miró, esperando con paciencia por la pregunta que todavía no había hecho.
Sintiendo a mi corazón correr con agitación, abrí mi boca y pregunté:
—Era el silencio… era todo sobre… tu enfermedad, o era… era porque… —
Imágenes de nuestra última noche destelló en mi cerebro. Yo acostado sobre su cuerpo,
nuestras bocas presionadas juntas en lentos y suaves besos. Poppy diciéndome que estaba
lista. Nosotros perdiendo nuestra ropa, yo viendo su rostro mientras seguía adelante, y
después mientras ella yacía en mis brazos. Durmiendo a su lado, nada queda sin decir entre
nosotros.
—¿Qué? —preguntó Poppy, con los ojos abiertos.
Tomando una respiración rápida, hablo sin pensar:
—¿Fue porque presioné demasiado? ¿Te obligué? ¿Te presioné? —Haciendo de
tripas corazón, pregunté—: ¿Te arrepentiste?
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Poppy se tensó, sus ojos brillando. Me pregunté por un minuto si ella estaba a punto
de llorar, confesar que lo que había temido estos últimos dos años era verdad. Que la
lastimé. Ella puso su confianza en mí y la lastimé.
En cambio, se levantó de la cama y se arrodilló. La escuché tirando algo de debajo.
Cuando se levantó a sus pies, en su mano estaba un familiar vaso de conserva de cristal. Un
vaso de conserva lleno con cientos de corazones de papel color rosa.
Miles de besos de un chico.
Poppy se arrodilló cuidadosamente en la cama, e inclinando el frasco en la dirección
del brillo de la lamparita, abrió la tapa y empezó a buscar. Mientras su mano movía
alrededor los corazones de papel, yo seguía los que viajaban más allá del cristal en mi lado.
La mayoría estaban en blanco. El frasco estaba cubierto de polvo, una señal de que no
había sido abierto durante un largo tiempo.
Una mezcla de tristeza y esperanza se revolvió en mi interior.
Esperanza de que ningún otro chico había tocado sus labios.
Tristeza de que la mayor aventura de su vida había llegado a un punto muerto. No
más besos.
Entonces esa tristeza hizo un agujero completamente a través de mí.
Meses. Sólo tenía meses, no toda la vida, para llenar este frasco. Nunca escribiría el
mensaje en un corazón en el día de su boda como quería. Nunca sería mamá, ni leería esos
besos de sus nietos. Ni siquiera viviría su adolescencia.
—¿Rune? —preguntó Poppy cuando nuevas lágrimas cayeron por mis mejillas.
Utilicé el dorso de mi mano para secarlas. Dudé en encontrar los ojos de Poppy. No quería
que se sintiera triste. En cambio, cuando levanté la vista, todo lo que vi en la cara de Poppy
fue comprensión, una comprensión que cambió rápidamente a timidez.
A nerviosismo.
En su mano extendida había un corazón de color rosa. Sólo que este corazón no
estaba en blanco. Estaba lleno, de ambos lados. La tinta de este corazón era de color rosa,
prácticamente disfrazando el mensaje.
Poppy empujó más la mano.
—Toma —insistió. Hice lo que me pidió.
Me incorporé y me moví en el camino de luz. Me concentré en la dura luz de la tinta,
hasta que pude distinguir las palabras. Beso trescientos cincuenta y cinco. En mi dormitorio. Después
de hacer el amor con mi Rune. Mi corazón casi se rompió. Volteé el corazón y leí el otro lado.
Dejé de respirar.
Fue la mejor noche de mi vida... tan especial como puede ser especial.
Cerré los ojos, sin embargo, otro torrente de emoción fluyó a través de mí. Si
hubiera estado de pie, estoy seguro de que habría caído de rodillas.
Debido a que le encantó.
Esa noche, lo que hicimos, fue deseado. No había habido daño.
Me atraganté en un ruido que se deslizó por mi garganta. La mano de Poppy estaba
en mi brazo.
—Pensé que nos había destruido —dije en voz baja, mirando sus ojos—. Pensé que
te habías arrepentido.
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—No lo hice —susurró. Con mano temblorosa, un gesto oxidado del exceso de
tiempo, echó hacia atrás los mechones caídos de pelo de mi cara. Cerré los ojos bajo sus
dedos, luego los abrí cuando dijo—: Cuando sucedió todo… —explicó—. Cuando estaba
buscando tratamiento. —Las lágrimas, esta vez, resbalaron por sus mejillas—. Cuando el
tratamiento dejó de funcionar... Recordaba esa noche a menudo. —Cerró los ojos, sus
largas pestañas oscuras besando su mejilla. Luego sonrió. Su mano se quedó quieta en mi
pelo—. Pensé en lo gentil que fuiste conmigo. Cómo se sentía... estar contigo, tan cerca.
Como si fuéramos dos mitades del corazón que siempre nos llamamos a nosotros mismos.
—Suspiró—. Fue como estar en casa. Tú y yo, juntos, hasta el infinito, unidos. En ese
momento, en ese instante en que nuestra respiración era áspera y me tomaste con tanta
fuerza... Fue el mejor momento de mi vida.
Sus ojos se abrieron de nuevo.
—Era el momento que reproducía cuando dolía. El momento en el que pensaba
cuando me deslizaba, cuando comenzaba a sentir miedo. Era el momento en que me
recordaba que tenía suerte. Debido a que en ese momento experimenté el amor que mi
abuelita me envió para encontrar en esta aventura de un millón de besos de chicos. Ese
momento cuando sabes que eres amada tanto, que eres el centro del mundo de alguien tan
maravilloso, que lo viviste... Aunque fuera sólo por un corto período de tiempo.
Sosteniendo el corazón de papel en una mano, extendí la mano y con la otra muñeca
atraje los labios de Poppy. Presioné un pequeño beso sobre su pulso, la sensación revoloteó
por debajo de mi boca. Ella respiró hondo.
—Nadie más te ha besado en los labios, excepto yo, ¿verdad? —pregunté.
—No —dijo—. Te prometí que no lo haría. A pesar de que no nos hablábamos. A
pesar de que nunca pensé que te vería de nuevo, nunca rompí mi promesa. Estos labios son
tuyos. Siempre serán sólo tuyos.
Mi corazón brincó y, soltando su muñeca, levanté mis dedos para presionarlos en los
labios que me había regalado.
La respiración de Poppy se redujo al tocar su boca. Sus pestañas revolotearon y el
calor creció en sus mejillas. Mi respiración se aceleró. Se aceleró porque tenía la propiedad
de esos labios. Eran míos.
Para siempre.
—Poppy —dije en voz baja, y me incliné hacia ella. Ella se congeló, pero no la besé.
No lo haría. Podía ver que no podía leerme. Que no me conocía.
Casi no me conocía a mí mismo en estos días.
En su lugar, puse mis labios en mis propios dedos aún sobre sus labios, formando
una barrera entre mi boca y la suya y sólo la inhalé. Inhalé su aroma a azúcar y a vainilla. Mi
cuerpo se sentía lleno de energía simplemente por estar cerca de ella.
Entonces mi corazón se quebró por el centro mientras me movía hacia atrás y
preguntó entrecortadamente:
—¿Cuántas?
Fruncí el ceño. Buscando en su cara una pista de lo que estaba preguntando. Poppy
tragó y, esta vez, colocó sus dedos sobre mis labios.
—¿Cuántas? —repitió.
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Entonces supe exactamente lo que estaba preguntando. Debido a que se quedó
mirando mis labios como si fueran traidores. Los miraba como algo que una vez amó,
perdió, y nunca pudo recuperar.
Hielo frío me recorrió el cuerpo mientras Poppy tiraba de su mano. Su expresión era
vigilante, el aliento salía de su pecho, como si se protegiera contra lo que diría. Pero no dije
nada. No pude, esa expresión en su cara me mató.
Ella exhaló y dijo:
—Sé de Avery, por supuesto, pero, ¿hubo otras en Oslo? Quiero decir, sé que las
hubo, pero, ¿fueron muchas?
—¿Importa? —pregunté, mi voz baja. El corazón de papel de Poppy todavía estaba
en mi mano, la importancia de eso casi escalda mi piel.
La promesa de nuestros labios.
La promesa de nuestros corazones partidos por la mitad.
Para siempre.
Poppy lentamente comenzó a sacudir la cabeza, pero luego, con los hombros caídos,
asintió.
—Sí —susurró—. Es importante. No debería. Te dejé en libertad. —Dejó caer la
cabeza—. Pero lo hace. Importa más de lo que entenderías.
Estaba equivocada. Entendí por qué le importaba tanto. Lo hacía para mí también.
—Estuviste ausente desde hace mucho tiempo —le dije. En ese momento, sabía que
la rabia que me cautivó había recuperado el control. Una parte enferma de mí quería
lastimarla como me había lastimado.
—Lo sé. —Ella estuvo de acuerdo, con la cabeza todavía baja.
—Tengo diecisiete años —continué. Los ojos de Poppy rompieron a los míos.
Su rostro había palidecido.
—Oh —dijo y pude oír cada pizca de dolor en esa pequeña palabra—. Así que lo que
temía es cierto. Estuviste con otras, íntimamente... Como estuviste conmigo. Yo... sólo...
Poppy se acercó al borde de la cama, pero estiré la mano y le agarré la muñeca en
retirada.
—¿Por qué es importante? —exigí y vi sus ojos brillar con lágrimas.
La rabia dentro de mí se atenuó ligeramente, pero regresó al pensar en esos años
perdidos. Años que había pasado y bebido de fiesta mi dolor, mientras Poppy estaba
enferma. Casi me hacía temblar de rabia.
—No sé —dijo, luego sacudió la cabeza—. Esa fue una mentira. Debido a que sí lo
sé. Es porque eres mío. Y a pesar de todo, de todas las cosas que han sucedido entre
nosotros, me quedé con una vana esperanza de que mantuvieras tu promesa. Que hubiera
significado mucho para ti también. A pesar de todo.
Dejé caer mi mano de su muñeca y Poppy se puso de pie. Se dirigió a la puerta.
Justo cuando alcanzó el pomo, dije en voz baja:
—Lo hizo.
Poppy se congeló, con la espalda junta.
—¿Qué?
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No se volvió. En cambio, me puse de pie y caminé hacia donde ella se encontraba.
Me incliné hacia abajo, asegurándome de confesar. Mi aliento sopló el pelo de su oreja,
mientras decía, en voz tan baja que apenas podía oírme a mí mismo.
—La promesa significó tanto para mí. Significaste mucho para mí... Todavía lo haces.
En algún lugar, debajo de toda esta ira... Allí sólo estás tú. Siempre será así para mí. —
Poppy aún no se había movido. La atraje más cerca—. Para siempre.
Se dio la vuelta, hasta que nuestros pechos se tocaron y sus ojos verdes estaban
mirando los míos.
—Tú... No entiendo —dijo.
Levanté lentamente mi mano y la empujé por el pelo. Los ojos de Poppy
revolotearon, mientras lo hacía, pero se abrieron de nuevo para observarme.
—Mantuve mi promesa —admití y vi la sorpresa cruzar su rostro.
Ella sacudió su cabeza.
—Pero vi... ese beso…
—Mantuve mi promesa —interrumpí—. Desde el día que te dejé, no he besado a nadie
más. Mis labios siguen siendo tuyos. Nunca ha habido nadie más. No la habrá nunca.
La boca de Poppy se abrió y cerró.
Cuando se abrió de nuevo, dijo:
—Pero tú y Avery...
Mi mandíbula se apretó.
—Sabía que estabas cerca. Estaba enojado. Quería lastimarte como me habías
lastimado. —Poppy sacudió la cabeza con incredulidad. Di un paso más cerca todavía—.
Sabía que verme con Avery te haría eso. Así que me senté a su lado y esperé hasta que
apareciste. Quería hacerte creer que estaba a punto de besarla... Hasta que vi tu cara. Hasta
que vi cómo corriste de la habitación. Hasta que no pude soportar ver el dolor que te había
causado.
Las lágrimas rodaron por las mejillas de Poppy.
—¿Por qué harías eso? Rune, eso no…
—Lo haría y lo hice— le dije, de manera cortante.
—¿Por qué? —susurró.
Sonreí sin humor.
—Porque tienes razón. No soy el chico que conociste. Estaba lleno de tanta ira
cuando me eliminaste, que después de un tiempo, era lo único que sentía. Traté de
ocultarlo cuando hablamos, luché contra ello, sabiendo que aún te tenía conmigo, incluso si
estábamos a miles de kilómetros de distancia. Pero cuando me dejaste, no me importó
nada. Dejé que me consumiera. Me ha consumido tanto desde entonces que me cambió. —
Bajé la mano de Poppy y la puse por encima de mi pecho—. Soy la mitad de un corazón.
Esto, lo que soy ahora, se debió a una vida carente de ti. Esta oscuridad, esta ira, nació de
que no estuvieras a mi lado. Poppymin. Mi aventurera. Mi chica. —Y entonces el dolor
volvió. Por esos breves minutos, había olvidado nuestra nueva realidad—. Y ahora —dije
entre dientes—. Ahora me dices que me dejarás para siempre. Yo... —Me ahogo con mis
palabras.
—Rune —murmuró y se lanzó a mis brazos, envolviendo los suyos con fuerza
alrededor de mi cintura.
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Al instante, mis brazos se entrelazaron alrededor de ella como un tornillo de banco.
A medida que su cuerpo se fundía en el mío, respiré. Respiré el primer aliento limpio en
mucho tiempo. Entonces se restringió, estrangulándome, cuando dije:
—No puedo perderte, Poppymin. No puedo. No puedo dejarte ir. No puedo vivir sin
ti. Eres mi siempre, para siempre. Se supone que tienes que caminar a mi lado en esta vida.
Me necesitas y te necesito. Eso es todo lo que hay que hacer. —La sentí temblar en mis
brazos—. No voy a poder dejarte ir. Porque donde quiera que vayas, tengo que ir también.
He tratado de vivir sin ti, no funciona.
Poco a poco y con tanto cuidado como pudo, Poppy levantó la cabeza, que separaba
nuestro cuerpo lo suficiente para mirarme y susurró entrecortadamente:
—No puedo llevarte conmigo a donde iré.
A medida que sus palabras se hundían, me encontré retrocediendo, liberando mis
brazos alrededor de su cintura. No paré hasta que me senté en el borde de la cama. No
podía manejarlo. ¿Cómo diablos podía lidiar con todo esto?
No podía entender cómo Poppy podía ser tan fuerte.
¿Cómo se enfrentaba a esta sentencia de muerte con tanta dignidad? Todo lo que
quería hacer era maldecir al mundo, destruir todo en mi camino.
Mi cabeza cayó hacia adelante. Y lloré. Lloré lágrimas que no me di cuenta que había
dejado caer. Era mi reserva, la última ola de devastación que estaba sintiendo. Las lágrimas
que reconocían la verdad que no quería aceptar.
Poppymin se estaba muriendo.
Verdadera, realmente moriría.
Sentí la cama hundirse a mi lado. Olí su dulce aroma. La seguí mientras me guiaba
para tumbarme en la cama. Seguí su instrucción en silencio cayendo en sus brazos. Solté
todo lo que había estado reprimido en el interior mientras pasaba sus manos por mi pelo.
Envolví mis brazos alrededor de su cintura y la sostuve, tratando lo imposible de
memorizar cómo se sentía. Cómo se sentía en mis brazos. Los latidos de su corazón fuerte
y su cuerpo cálido.
No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado, pero, con el tiempo, las lágrimas
se secaron. No me moví de los brazos de Poppy. Ella no dejó de acariciar mi espalda con
sus dedos.
Me las arreglé para humedecer mi garganta lo suficiente como para preguntar:
—¿Cómo ocurrió todo, Poppymin? ¿Cómo lo descubriste?
Poppy estuvo en silencio durante unos segundos, antes de que suspirara.
—No importa, Rune.
Me senté y miré sus ojos.
—Quiero saberlo.
Poppy pasó el dorso de su mano por mi mejilla y asintió.
—Sé que lo haces. Y quiero decírtelo. Pero no esta noche. Esto… es, es todo lo que
importa esta noche. Nada más.
No rompí mi mirada de la de ella y ella tampoco. Algo de paz insensible se había
establecido entre nosotros. El aire estaba cargado mientras me apoyaba en ella, queriendo
más que nada presionar mi boca en la suya. Sentir sus labios contra los míos.
Añadir otro beso al frasco.
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Cuando mi boca estaba sólo a un pelo de la de Poppy, me moví para besarla en la
mejilla en su lugar. Fue suave y delicado.
Pero no fue suficiente.
Moviéndome hacia arriba, apreté otro beso, y otro, en cada centímetro de su mejilla,
sobre su frente y nariz. Poppy se movió debajo de mí. Mientras retrocedía, supuse por la
comprensión en su expresión que Poppy sabía que no estaba presionando las cosas.
Porque por mucho que no quería aceptarlo, éramos personas diferentes ahora. El
chico y la chica que se besaron uno al otro con tanta facilidad como respirar habían
cambiado.
Un verdadero beso vendría cuando hubiéramos trabajado nuestro camino de regreso
a nosotros.
Planté un beso más en el extremo de la nariz de la Poppy, provocando que una risa
ligera se derramara de sus labios. Parecía como si la ira se hubiera calmado lo suficiente
para permitir que sintiera su alegría echar raíces en mi corazón.
Mientras presionaba mi frente a la de Poppy, le aseguré:
—Mis labios son tuyos. De nadie más.
En respuesta, Poppy dio un beso en mi mejilla. Sentí el efecto de este beso viajar por
todo mi cuerpo. Metí la cabeza en el hueco de su cuello y me permití una pequeña sonrisa
cuando me susurró al oído:
—Mis labios son tuyos también.
Me di la vuelta para tirar de ella en mis brazos y nuestros ojos, finalmente se
cerraron. Me quedé dormido más rápido de lo que pensaba. Cansado, el corazón roto y
emocionalmente marcado, el sueño llegó rápidamente. Pero entonces siempre lo hacía
cuando Poppy estaba a mi lado.
Fue el tercer momento que definió mi vida. La noche que me enteré que iba a perder
a la chica que amaba. Conociendo nuestros momentos juntos eran contados, me aferré a
ella con más fuerza, negándome a dejarla ir.
Ella cayó dormida haciendo exactamente lo mismo...
...Un poderoso eco de lo que solíamos ser.

El sonido de un crujido me despertó.


Me froté el sueño de mis ojos. La silueta tranquila de Poppy se desvió hacia la
ventana.
—¿Poppymin?
Ella se detuvo y finalmente me devolvió la mirada. Tragué, ahuyentando las hojas de
afeitar en mi garganta, mientras Poppy caminó hasta estar delante de mí. Llevaba un abrigo
parka grueso sobre pantalones de chándal y un jersey. Una mochila yacía a sus pies.
Fruncí el ceño. Todavía estaba oscuro.
—¿Qué estás haciendo?
Poppy se dirigió de nuevo a la ventana, mirando hacia atrás para preguntar en broma.
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—¿Vienes?
Ella me sonrió y mi corazón se agrietó. Se astilló en lo hermosa que era. Mis labios se
inclinaron hacia arriba ante su felicidad infecciosa y me volví a preguntar:
—¿A dónde diablos vas?
Ella retiró la cortina y señaló al cielo.
—A ver el amanecer. —Inclinó la cabeza hacia un lado mientras me miraba—. Sé
que ha pasado un tiempo, pero, ¿has olvidado que lo hacía?
Una ola de calidez fluyó a través de mí. No lo había olvidado.
Levantándome, me permití un pequeño resoplido de risa. Inmediatamente lo detuve.
Poppy se dio cuenta y suspirando tristemente, se dirigió de nuevo a mí. Miré hacia ella,
queriendo nada más que envolver la mano alrededor de su nuca y tomar su boca con la
mía.
Ella estudió mi rostro, entonces me tomó la mano. Desconcertado, me quedé
mirando sus dedos, envuelto alrededor de los míos. Se veían tan pequeños mientras
apretaron suavemente mi mano.
—Está bien, ¿sabes? —dijo.
—¿Qué? —pregunté, acercándose.
El agarre de Poppy se contuvo en mi mano mientras la otra se levantó hacia mi cara.
Se puso de puntillas y puso la punta de sus dedos en mis labios.
Mi corazón latía un poco más rápido.
—Está bien reírse —dijo ella, su voz tan suave como una pluma—. Está bien
sonreír. Está bien sentirse feliz. ¿O cuál es el punto en la vida? —Lo que estaba diciendo
me golpeó duro. Porque no quería hacer o sentir esas cosas.
Me sentía culpable sólo de pensar en ser feliz.
—Rune —dijo Poppy. Su mano se desvió hasta descansar en el lado de mi cuello—.
Sé cómo debes estar sintiéndote. He tratado con esto por un tiempo. Pero también sé lo
que me hace sentir ver a mis personas favoritas en el mundo, a los que amo con todo mi
corazón, dolidos y enojados.
Sus ojos brillaban. Me hizo sentir peor.
—Poppy... —Iba a decir, cubriendo su mano con la mía.
—Es peor que cualquier dolor. Es peor que enfrentarse a la muerte. Ver mi
enfermedad drenar la alegría de los que amo es lo peor de todo. —Tragó saliva, respiró
suave y susurró—: Mi tiempo es limitado. Todos sabemos eso. Así que quiero que ese
tiempo sea especial... —Sonrió. Y fue una de sus grandes y brillantes sonrisas. El tipo que
podría hacer incluso a un chico enojado como yo ver una rendija de luz—. Tan especial
como especial puede ser.
Así que sonreí.
La dejé ver la felicidad que me trajo. La dejé ver que esas palabras, las palabras de
nuestra infancia, habían roto la oscuridad.
Al menos por el momento.
—Congélate —dijo de pronto Poppy. Yo sí. Una ligera risita salió de su garganta.
—¿Qué? —le pregunté, sin soltar su mano.
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—Tu sonrisa —respondió ella y en broma dejó caer su boca como sorprendida—.
¡Esta todavía allí! —susurró, de forma dramática—. Pensé que era una leyenda mítica como
Sasquatch o el monstruo del Lago Ness. ¡Pero está allí! ¡He sido testigo de eso con mis
propios ojos!
Poppy enmarcó su cara con las manos y batió las pestañas de forma exagerada.
Negué con la cabeza, luchando contra una verdadera risa esta vez. Cuando mi risa se
había calmado, Poppy siguió sonriéndome.
—Sólo tú —dije. Su sonrisa se suavizó. Inclinándome poco a poco hacia abajo,
deslicé el cuello de su abrigo más cerca de su cuello—. Sólo tú podías hacerme sonreír.
Poppy cerró los ojos, sólo por un momento.
—Entonces eso es lo que voy a hacer tanto como pueda. —Me miró a los ojos—.
Voy a hacer que sonrías. —Se elevó sobre sus dedos de los pies, hasta que nuestros rostros
casi se tocaban—. Y estoy decidida.
Un pájaro gorjeó fuera y la mirada de Poppy se desvió hacia la ventana.
—Tenemos que irnos si queremos verlo —instó y a continuación dio un paso atrás,
rompiendo nuestro momento.
—Entonces vámonos —le contesté y, poniéndome las botas, la seguí. Tomé el bolso
y lo tiré por encima de mi hombro; Poppy sonrió para sí misma mientras lo hacía.
Abrí la ventana. Poppy corrió a su cama. Cuando regresó, sostenía una manta en sus
manos. Levantó la vista hacia mí.
—Hace frío tan temprano.
—¿Ese abrigo no será lo suficientemente cálido? —pregunté.
Poppy llevó la manta contra su pecho.
—Esta es para ti. —Ella señaló hacia mi camiseta—. Tendrás frío en el bosque.
—Sabes que soy de Noruega, ¿verdad? —pregunté con sequedad.
Poppy asintió.
—Eres un vikingo real. —Ella se inclinó—. Y entre tú y yo, eres muy bueno en
aventuras, como se predijo.
Negué con la cabeza, divertido. Ella puso su mano en mi brazo.
—Sin embargo, ¿Rune?
—¿Sí?
—Incluso los vikingos sienten frío.
Señalé con la cabeza hacia la ventana abierta.
—Continúa o nos perderemos el sol.
Poppy se deslizó a través de la ventana, sin dejar de sonreír y la seguí. La mañana era
fría, el viento más fuerte que la noche anterior.
El pelo de ella azotaba su cara. Preocupado de que tuviera frío y que podría
enfermarse, me extendí a su brazo y tiré de ella hacia mí. Poppy pareció sorprendida, hasta
que levanté su gruesa capucha y la puse sobre su cabeza.
Até las cuerdas para asegurarla en su lugar. Poppy me miraba todo el tiempo. Mis
acciones fueran más lentas bajo su atención absorta. Cuando el moño estaba atado, mis
manos se detuvieron y la miré fijamente a los ojos.
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—Rune —dijo después de varios segundos de silencio tenso. Incliné la barbilla,
esperando en silencio a que continuara—. Todavía puedo ver tu luz. Debajo de la ira,
todavía estás ahí.
Sus palabras me hicieron dar un paso atrás por la sorpresa. Miré hacia el cielo. Estaba
empezando a iluminarse. Caminé hacia adelante.
—¿Vienes?
Poppy suspiró y corrió a alcanzarme. Puse mis manos en los bolsillos mientras
caminábamos, en silencio, a la arboleda. Poppy estaba mirando a su alrededor en el camino.
Intenté seguir lo que estaba viendo, pero sólo parecían ser pájaros, árboles o hierba
meciéndose en el viento. Fruncí el ceño, preguntándome qué la tenía tan encantada. Pero
esta era Poppy, siempre había bailado a su propio ritmo. Siempre había visto más cosas en
el mundo que cualquier otra persona que yo conociera.
Vio la luz atravesando la oscuridad. Vio el bien a través del mal.
Era la única explicación que tenía por qué ella no me había dicho que la dejara sola.
Sabía que ella me vio tan diferente, cambiado. Incluso si no me lo había dicho, lo habría
visto en la forma en que me miraba. Su mirada era cautelosa a veces.
Nunca me habría visto de esa manera antes.
Cuando entramos en el bosque, sabía dónde nos sentaríamos. Caminamos hasta el
árbol más grande, nuestro árbol y Poppy abrió su mochila. Sacó una manta para sentarse.
Cuando la había colocado, hizo un gesto para que me sentara. Lo hice, apoyando la
espalda contra el tronco del amplio árbol. Poppy se sentó en el centro de la manta y se
echó hacia atrás sobre sus manos.
El viento parecía haber disminuido. Desatando el moño de las cadenas de la capucha,
se dejó caer la capucha hacia atrás, mostrando su cara. La atención de Poppy se volvió
hacia el horizonte iluminado, el cielo ahora gris, con tonos de rojo y naranja atravesándolo.
Metiendo la mano en el bolsillo, saqué mis cigarrillos y llevé uno a mi boca. Retorcí el
encendedor, encendí el cigarro y le di una calada, sintiendo el instante en que golpeó mis
pulmones.
El humo hizo una masa nebulosa a mi alrededor mientras exhalaba lentamente.
Atrapé a Poppy observándome de cerca. Descansando un brazo en mi rodilla levantada, me
quedé mirando fijamente justo de vuelta a ella.
—Fumas.
—Ja.
—¿No quieres dejarlo? —preguntó. Podía oír en su voz que se trataba de una
solicitud. Y pude ver el destello de una sonrisa en sus labios que sabía que estaba sobre ella.
Negué con la cabeza. Me calmaba. No estaría dejando de fumar en cualquier
momento pronto.
Nos sentamos en silencio, hasta que Poppy volvió a mirar el amanecer ascendente y
preguntó:
—¿Alguna vez viste el amanecer en Oslo?
Seguí su mirada hacia el horizonte, ahora de color rosa. Las estrellas comenzaban a
desaparecer en un abanico de luz.
—No.
—¿Por qué no? —preguntó Poppy, moviendo su cuerpo hacia mí.
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Tomé otra calada de mi cigarro e incliné la cabeza hacia atrás para exhalar. Bajé la
cabeza y me encogí de hombros.
—Nunca se me ocurrió.
Poppy suspiró y se dio la vuelta una vez más.
—Que desperdicio de oportunidad —dijo, agitando su brazo hacia el cielo—. Nunca
he estado fuera de los EE.UU. nunca he visto un amanecer en cualquier otro lugar y allí
estabas, en Noruega, y nunca te levantaste temprano para ver el nuevo día aparecer.
—Una vez que has visto un amanecer, los has visto a todos —le contesté.
Poppy sacudió la cabeza con tristeza. Cuando me miró, fue con lástima. Se me
revolvió el estómago.
—Eso no es cierto —argumentó—. Cada día es diferente. Los colores, las sombras,
el impacto en tu alma. —Suspiró y dijo—: Cada día es un regalo, Rune. Si algo he
aprendido en el último par de años, es eso.
Me quedé en silencio.
Poppy echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
—Como este viento. Es frío porque es el comienzo del invierno y la gente huye de él.
Se quedan en el interior para mantenerse calientes. Pero yo lo abrazo. Acaricio la sensación
del viento en mi cara, el calor del sol en mis mejillas en el verano. Quiero bailar bajo la
lluvia. Sueño con recostarme en la nieve, sintiendo su frialdad en los huesos. —Abrió los
ojos. La cresta del sol comenzó a elevarse poco a poco hacia el cielo—. Cuando estaba
recibiendo tratamiento, cuando estaba confinada a la cama del hospital, cuando estaba
dolorida y volviéndome loca de todos los aspectos de mi vida, tenía a las enfermeras dando
vuelta a mi cama hacia la ventana. La salida del sol cada día me calmaba. Se restauraba mi
fuerza. Me llenaba de esperanza.
Un rastro de cenizas cayó en el suelo junto a mí. Me di cuenta que no me había
movido desde que empezó a hablar. Me miró y dijo:
—Cuando solía mirar por la ventana, cuando te extrañaba tanto que me dolía más
que la quimio, miraba el amanecer y pensaba en ti. Pensaba en ti, viendo el amanecer en
Noruega y me traía paz.
No dije nada.
—¿Fuiste feliz incluso una sola vez? ¿Hubo alguna parte en los últimos dos años en
los que no estuvieras triste o enojado?
El fuego de la ira asentado en mi estómago estalló a la vida. Negué con la cabeza.
—No. —Giré mi cigarro en el suelo.
—Rune —susurró Poppy. Vi la culpa en sus ojos—. Pensé que seguirías adelante con
el tiempo. —Bajó los ojos, pero cuando levantó la vista de nuevo, se rompió por completo
mi corazón—. Lo hice porque nunca pensamos que iba a durar tanto tiempo. —Una débil,
pero extrañamente poderosa, sonrisa iluminó su rostro—. He sido agraciada con más
tiempo. He sido agraciada con vida. —Aspiró profundamente—. Y ahora, para añadirse a
los milagros que siguen llegando, has regresado.
Volví la cabeza, incapaz de mantener la calma, incapaz de equilibrar a Poppy
hablando de su muerte con tanta indiferencia y mi regreso tan felizmente. La sentí moverse
para sentarse a mi lado. Su dulce aroma se apoderó de mí y cerré los ojos, respirando con
dificultad, cuando sentí su brazo presionado contra el mío.
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El silencio otra vez colgó entre nosotros, espesando el aire. Entonces puso su mano
sobre la mía. Abrí los ojos en el momento en que señaló al sol, ahora moviéndose con
rapidez, marcando el comienzo de un nuevo día. Apoyé la cabeza contra la corteza áspera,
observando a una bruma rosada inundar la arboleda estéril. Mi piel se estremeció con el
frío. Poppy levantó la manta junto a ella para colocarla sobre ambos.
Tan pronto como la gruesa manta de lana nos envolvió en su calor, sus dedos se
enroscaron a través de los míos, uniendo nuestras manos. Vimos el sol, hasta que la luz del
día llegó totalmente.
Sentí la necesidad de ser honesto. Dejando a un lado mi orgullo, confesé:
—Me lastimaste. —Mi voz era gruesa y baja.
Poppy se puso rígida.
No la miré a los ojos, no pude. Luego añadí:
—Rompiste por completo mi corazón.
Mientras las nubes se despejaban, el cielo de color rosa se volvió azul. A medida que
la mañana se instalaba, sentí a Poppy moverse, se limpiaba una lágrima.
Hice una mueca, odiando el hecho de que la había molestado. Pero ella quería saber
porqué estaba enojado 24/7. Quería saber porqué nunca observé una maldita salida del sol.
Quería saber porqué había cambiado. Esa era la verdad. Y estaba aprendiendo muy rápido
que a veces la verdad era una perra.
Poppy sorbió un sollozo, levanté mi brazo y lo envolví alrededor de sus hombros.
Esperaba que se resistiera, pero en su lugar se cayó suavemente contra mi lado. Me dejó
abrazarla.
Mantuve mi atención en el cielo, apretando mi mandíbula mientras mis ojos se
ponían borrosos por las lágrimas. Las retuve.
—Rune —dijo Poppy.
Negué.
—No importa.
Poppy levantó la cabeza y giró mi cabeza a la de ella, su mano en mi mejilla.
—Por supuesto que importa, Rune. Te he hecho daño. —Tragó sus lágrimas—.
Nunca fue mi intención. Desesperadamente quería salvarte.
Busqué en sus ojos y lo vi. Tanto como me había hecho daño, tanto como su brusco
silencio me había destruido, enviándome en un espiral a un lugar que no sabía cómo luchar
para salir, pude ver que era porque ella me había amado. Había querido que yo siguiera
adelante.
—Lo sé —dije, sosteniéndola más cerca.
—No funcionó.
—No. —Estuve de acuerdo, luego presioné un beso en su cabeza. Cuando alzó la
mirada hacia mí, limpié las lágrimas de su cara.
—¿Y ahora qué? —preguntó.
—¿Qué quieres que pase ahora?
Poppy suspiró y me miro con ojos determinados.
—Quiero que el viejo Rune vuelva. —Mi estómago se hundió y me aparte. Ella me
detuvo—. Rune…
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—No soy el viejo Rune. No estoy seguro de serlo jamás de nuevo. —Dejé caer mi
cabeza, pero luego me obligué a hacerle frente—. Todavía te quiero de la misma manera,
Poppymin, incluso si no me quieres.
—Rune —susurró—. Acabo de conseguir que vuelvas. No conozco este nuevo tú.
Mi mente esta en nieblas. Nunca esperé tenerte conmigo a través de esto. Estoy… estoy
confundida. —Apretó mi mano—. Pero al mismo tiempo, me siento llena de vida de
nuevo. Con la promesa de nosotros otra vez. Sabiendo que, al menos durante el tiempo
que me queda, puedo llegar a tenerte. —Sus palabras bailaban en el aire, mientras
preguntaba nerviosa—. ¿No lo hago?
Pasé mi dedo por su mejilla.
—Poppymin, me tienes. Siempre me tendrás. —Limpié el nudo en mi garganta y
añadí—. Yo podría ser diferente del niño que conociste, pero soy tuyo. —Sonreí sin
humor—. Para siempre.
Sus ojos se suavizaron. Empujó mi hombro y luego apoyó su cabeza en él.
—Lo siento —susurró.
La abracé tan fuerte como pude.
—Cristo, lo siento, Poppy. No… —No pude terminar mis palabras. Pero Poppy
esperó pacientemente hasta que dejé caer mi cabeza y continué—: No sé cómo no estás
rota en dos con todo esto. No sé cómo no estás… —Suspiré—. Sólo, no sé cómo
encuentras la fuerza para seguir adelante.
—Porque amo la vida. —Se encogió de hombros—. Siempre lo hago.
Me sentí como si estuviera viendo una nueva faceta de Poppy. O tal vez estaba
recordando a la chica que siempre supe que sería al crecer.
Poppy hizo un gesto hacia el cielo.
—Soy la chica que se levanta temprano para ver el amanecer. Soy la chica que quiere
ver lo bueno en todos, la que es llevada lejos por una canción, inspirada en el arte. —
Girándose hacia mí, sonrió—. Soy esa chica, Rune. La que espera que pase la tormenta
simplemente para echar un vistazo al arcoíris. ¿Por qué ser miserable cuando se puede ser
feliz? Es una elección obvia para mí.
Traje su mano a mi boca y besé el dorso. Su respiración cambió, el ritmo corriendo a
doble velocidad. Luego Poppy tiró nuestras manos unidas a su boca, retorciéndolas para
poder besar mi mano. Las bajó a su regazo, trazando patrones pequeños en mi piel con el
dedo índice de su mano libre. Mi corazón se derritió cuando me di cuenta de lo que ella
estaba dibujando, signos de infinito. Ochos perfectos.
—Sé lo que me espera, Rune. No soy ingenua. Pero también tengo una gran fe de
que hay más en la vida que lo que tenemos ahora, aquí, en esta tierra. Creo que el cielo me
espera. Creo que cuando tome mi último aliento y cierre mis ojos en esta vida, despertaré
en la siguiente, sana y en paz. Creo esto de todo corazón.
—Poppy —dije con voz áspera, desgarrado en el interior ante la idea de perderla,
pero tan orgulloso de su fuerza. Me sorprendió.
El dedo de Poppy cayó de nuestras manos y me sonrió, ni una pizca de miedo en su
hermoso rostro.
—Todo irá bien, Rune. Lo prometo.
—No estoy seguro de que estaré bien sin ti. —No quería hacerla sentir mal, pero esta
era mi verdad.
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—Lo harás —dijo con confianza—. Porque tengo fe en ti.
No dije nada en respuesta. ¿Qué podía decir?
Poppy miraba los árboles desnudos que nos rodeaban.
—No puedo esperar a que florezcan de nuevo. Extraño la vista de los pétalos de
rosa. Extraño entrar en este bosque y sentir como si estuviera entrando en un sueño. —
Levantó la mano y la arrastró a lo largo de una rama baja.
Poppy me dedicó una sonrisa emocionada, luego se puso de pie, su pelo moviéndose
libremente en el viento. Dio un paso hacia la hierba y estiró sus manos en el aire. Su cabeza
inclinada hacia atrás y se rió. Una risa que arrancó de su garganta con puro abandono.
No me moví. No pude. Estaba paralizado. Mis ojos se negaron a moverse lejos de la
visión de Poppy mientras ella comenzaba a dar la vuelta y girar mientras el viento soplaba a
través de la arboleda, su risa a la deriva con el viento.
Un sueño, pensé. Ella tenía razón. Poppy, envuelta en su abrigo, girando en el bosque
temprano en la mañana, era exactamente igual que un sueño.
Era como un pájaro: toda su belleza cuando volaba libre.
—¿Puedes sentirlo, Rune? —preguntó ella, con los ojos todavía cerrados mientras
absorbía el calor del sol.
—¿Qué? —pregunté, encontrando mi voz.
—¡La vida! —gritó, riéndose aún más fuerte mientras el viento cambiaba de
dirección, casi haciéndola caer a sus pies—. La vida —dijo en voz baja, a medida que
aumentaba, arraigando sus pies en la hierba seca. Su piel estaba enrojecida y sus mejillas
quemadas por el viento. Sin embargo, nunca había lucido más bella.
Mis dedos se movieron. Cuando miré hacia abajo, inmediatamente supe por qué. El
impulso de capturar a Poppy en una película picó dentro de mí. Un impulso natural. Poppy,
una vez me había dicho que nací con ello.
—Desearía, Rune —dijo Poppy, haciendo que levante la vista—. Desearía que la
gente se diera cuenta de cómo esto se siente cada día. ¿Por qué se necesita que termine la
vida para aprender cómo valorar cada día? ¿Por qué debemos esperar hasta que se nos
acaba el tiempo para empezar a lograr todo lo que hemos soñado, cuando una vez tuvimos
todo el tiempo del mundo? ¿Por qué no miramos a la persona que más amamos como si
fuera la última vez que la veamos? Porque si lo hiciéramos, la vida sería tan vibrante. La
vida sería verdadera y completamente vivida.
La cabeza de Poppy flotaba lentamente hacia delante. Me miró por encima del
hombro y me premió con la más devastadora sonrisa. Miré a la chica que más amé como si
fuera la última vez que la vería y me hizo sentir vivo.
Me hizo sentir como la persona más bendita del planeta, porque la tenía. A pesar de
que, en este momento, las cosas seguían siendo torpes y frescas, yo sabía que la tenía.
Y ella definitivamente me tenía a mí.
Mis piernas se pararon por propia voluntad, descartando la manta sobre el suelo
cubierto de hierba de la arboleda. Poco a poco, caminé hacia Poppy, bebiendo de cada
parte de ella.
Poppy me observó acercarme. Cuando estuve parado frente a ella, bajó la cabeza, un
rubor de vergüenza viajando por su cuello y reposando en las manzanas de sus mejillas.
A medida que el viento se envolvía alrededor de nosotros, preguntó:
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—¿Lo sientes, Rune? ¿Verdaderamente?
Sabía que se refería al viento en mi cara y los rayos del sol brillando.
Vivo.
Vibrante.
Asentí, en respuesta a una pregunta completamente diferente.
—Lo siento, Poppymin. Verdaderamente.
Y fue en ese momento que algo dentro de mí cambió. No podía pensar en el hecho
de que sólo tenía meses de vida.
Tenía que concentrarme en el momento.
Tenía que ayudarla a sentirse tan viva como sea posible, mientras la tenía de vuelta a
mi lado.
Tenía que recuperar su confianza. Su alma. Su amor.
Poppy dio un paso cerca de mí, pasando su mano por mi brazo desnudo.
—Tienes frío —anunció.
No me importaba si estaba sufriendo de hipotermia. Empujando mi mano en su
nuca, me incliné, observando su rostro por una señal de que este movimiento no era
querido. Sus ojos verdes se encendieron, pero no estaban con resistencia.
Estimulado, viendo sus labios abrirse y sus ojos revoloteando hasta cerrarse, incliné
mi cabeza hacia un lado, sin pasar por su boca, para correr la punta de mi nariz por su
mejilla. Poppy se quedó sin aliento, pero seguí adelante. Seguí su camino hasta llegar al
pulso en su cuello; que estaba corriendo.
Su piel estaba caliente por el baile en el viento, aun temblando al mismo tiempo.
Sabía que era por mí.
Cerrando el resto del camino, apreté mis labios sobre su pulso galopante, saboreando
su dulzura, sintiendo mi propia carrera en los latidos de mi corazón.
Vivo.
La vida siendo tan verdadera y completamente vivida.
Un suave gemido escapó de los labios de Poppy y me aparté, encontrando poco a
poco su mirada. Sus iris verdes eran brillantes, sus labios color rosa y llenos. Dejando caer
mi mano, di un paso atrás y dije:
—Vamos, necesitas dormir.
Poppy parecía adorablemente desconcertada. La dejé en ese lugar mientras recogía
nuestras cosas. Cuando terminé, le encontré exactamente donde la había dejado.
Sacudí mi cabeza en la dirección de nuestras casas: Poppy caminó a mi lado. Con
cada paso, reflexioné sobre las últimas doce horas. Sobre la montaña rusa de emociones,
sobre el hecho de que había recuperado la mitad de mi corazón de nuevo, sólo para
descubrir que era temporal. Pensé sobre besar el rostro de Poppy, sobre acostarme en la
cama junto a ella.
Entonces pensé en su jarro. Su jarro medio vacío de un millón de chicos que besar.
Por alguna razón ese destello de corazones de papel blanco me molestó más. Poppy amaba
ese jarro. Era un reto puesto por su abuelita. Un reto embotado por mi ausencia de dos
años.
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Eché una mirada a Poppy, que estaba mirando a un pájaro en un árbol, sonriendo
mientras este cantaba sobre la rama más alta. Sintiendo mi mirada, se volvió hacia mí y
pregunté:
—¿Todavía te gustan las aventuras?
La sonrisa atronadora de Poppy respondió la pregunta.
—Sí —respondió—. En los últimos tiempos, cada día es una aventura. —Bajó sus
ojos—. Sé que los próximos meses serán un reto interesante, pero estoy lista para
abrazarlo. Estoy tratando de vivir cada día al máximo.
Ignorando el dolor que esa observación encendió en mí, un plan se formó en mi
mente. Poppy se detuvo; habíamos llegado a la zona de hierba entre nuestros hogares.
Poppy se giró hacia mí mientras estábamos de pie delante de su ventana. Y esperó, a
la espera de que lo yo haría a continuación. Acercándome lentamente a donde ella se
encontraba, coloqué la bolsa y manta en el suelo y me enderecé, con las manos a los
costados.
—¿Entonces? —preguntó Poppy, con un tinte de humor en su voz.
—¿Entonces? —contesté. No pude evitar sonreír ante el brillo en sus ojos—. Mira,
Poppy —empecé, y me balanceé en mis pies—. Crees que no conoces al chico que soy
ahora. —Me encogí de hombros—. Así que, dame una oportunidad. Deja que te lo
muestre. Vamos a empezar una nueva aventura.
Sentí mis mejillas calentarse con vergüenza, pero Poppy de repente me agarró de la
mano y la puso en la suya. Perplejo, me quedé mirando nuestras manos, luego Poppy la
sacudió de arriba abajo dos veces. Con la sonrisa más grande en su cara, sus hoyuelos
profundos y orgullosos, declaró:
—Soy Poppy Litchfield y tú eres Rune Kristiansen. Esto es un apretón de manos. Mi
abuelita me dijo que es lo que haces cuando no conoces a alguien. Ahora somos amigos.
Mejores amigos.
Me miró a través de sus pestañas y me reí. Me reí al recordar el día en que la conocí.
Cuando teníamos cinco y la vi subir a través de su ventana, con un vestido azul cubierto de
barro y un lazo grande de color blanco en su pelo.
Poppy se movió para retirar su mano, pero la agarré con fuerza.
—Sal conmigo esta noche.
Ella se paralizó.
—En una cita —continué con torpeza—. Una cita de verdad.
Poppy sacudió su cabeza con incredulidad.
—En realidad, nunca fuimos a una cita antes, Rune. Nosotros siempre
simplemente… estábamos.
—Entonces vamos a empezar ahora. Te pasaré a buscar a las seis. Estate lista.
Giré y me dirigí a mi ventana, asumiendo que su repuesta era un sí. La verdad era,
que de ninguna manera le daría la oportunidad de decir que no. Iba a hacer esto por ella.
Iba a hacer lo que fuera para hacerla feliz.
Iba a ganarla de vuelta.
Iba a ganarla de vuelta como el Rune que soy ahora.
No había otra opción.
104
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Esto era nosotros.
Esta era nuestra aventura.
Una que la haría sentirse viva.
105
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9
Primeras Citas y Sonrisas con
hoyuelos

ienes una cita? —preguntó Savannah, mientras ella e Ida yacían en


mi cama. Observaron mi reflejo en el espejo. Observaron a medida
que colocaba mis pendientes de infinito. Miraron mientras aplicaba
una capa final de rímel.
—Sí, una cita —respondí.
Ida y Savannah se miraron, con los ojos muy abiertos. Ida se volvió a verme.
—¿Con Rune? ¿Rune Kristiansen?
Esta vez, me volví hacia ellas. El asombro en sus caras era inquietante.
—Sí, con Rune. ¿Por qué están tan sorprendidas?
Savannah se sentó con las manos apoyadas en el colchón.
—Porque, el Rune Kristiansen del que todo el mundo ha estado hablando, no tendría
citas. El Rune que fuma y bebe en el campo. El que no habla, el que frunce el ceño en lugar
de sonreír. El chico malo que volvió como una persona diferente de Noruega. Ese Rune.
Me quedé mirando a Savannah y contemplé la preocupación en su rostro. Mi
estómago se revolvió, escuchando lo que la gente, obviamente, había estado diciendo sobre
Rune.
—Sí, pero le gusta a todas las chicas —agregó Ida, mostrándome una sonrisa—. La
gente estaba celosa de ti cuando estabas con él antes de irse. ¡Van a morirse ahora!
A medida que esas palabras salieron de sus labios, vi a Ida perder lentamente su
sonrisa. Miró hacia abajo, y luego volvió a levantar la mirada.
—¿Él lo sabe?
Ahora Savannah tenía el mismo aspecto triste. Tan triste que tuve que darle la
espalda. No podía soportar esa expresión en sus rostros.
—¿Poppy? —dijo Savannah.
—Lo sabe.
—¿Cómo se lo tomó? —preguntó Ida tentativamente.
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Sonreí por el destello de dolor en mi corazón. Me enfrenté a mis hermanas, ambas
mirándome como si fuera a desaparecer de sus ojos de un momento a otro. Me encogí de
hombros.
—No muy bien.
Los ojos de Savannah comenzaron a brillar.
—Lo siento, Pops.
—No debí haberlo apartado —declaré—. Es por eso que está tan enojado todo el
tiempo. Por eso que está tan distante. Lo lastimé, profundamente. Cuando se lo dije,
pareció destruirlo, pero entonces me pidió una cita. Mi Rune, finalmente me lleva a una
cita, después de todos estos años.
Ida se limpió rápidamente la mejilla.
—¿Mamá y papá lo saben?
Hice una mueca, y luego negué. Savannah e Ida se miraron, luego a mí y en cuestión
de segundos todas estábamos riendo.
Ida rodó sobre su espalda, sosteniendo su estómago.
—¡Oh por Dios, Pops! ¡Papá enloquecerá! De lo único que ha hablado, desde que los
Kristiansen regresaron, es de lo mucho que ha cambiado Rune para peor, la forma en que
les falta el respeto porque fuma y le grita a su pappa. —Girando, se sentó—. No va a
dejarte ir.
Mi risa se detuvo. Sabía que mamá y papá estaban preocupados por la actitud de
Rune, pero no sabía lo mal que lo habían juzgado.
—¿Vendrá a nuestra puerta? —preguntó Savannah.
Negué, aunque no estaba segura de lo que haría.
De repente sonó el timbre de la puerta.
Nos miramos unas a otras, con los ojos abiertos. Fruncí el ceño.
—Ese no puede ser Rune —exclamé sorprendida. Siempre venía a mi ventana.
Nunca era formal; Simplemente no éramos nosotros. Definitivamente no era él.
Savannah leyó el reloj en mi mesita de noche.
—Son las seis. ¿No es esa la hora en la que iba a venir?
Con una última mirada en el espejo, agarré mi chaqueta y corrí a través de la puerta
de mi habitación, con mis hermanas en mis talones. Al doblar el pasillo, vi a mi padre abrir
la puerta, su rostro cayendo cuando vio quién estaba allí.
Me detuve en seco.
Savannah e Ida se detuvieron a mi lado. Ida agarró mi mano cuando oímos una voz
conocida decir:
—Señor Litchfield.
Al escuchar el sonido de su voz, mi corazón tartamudeó a mitad de un latido. Vi que
mi papá echaba la cabeza hacia atrás, confundido.
—¿Rune? —preguntó—. ¿Qué estás haciendo aquí?
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Mi papá estaba tan cortés como siempre, pero pude oír la desconfianza en su tono.
Podía escuchar un ligero tono de preocupación, tal vez incluso una preocupación más
profunda.
—Estoy aquí por Poppy —le dijo Rune a mi papá. La mano de mi padre se tensó
sobre el pomo de la puerta.
—¿Por Poppy? —aclaró. Me asomé alrededor de la pared, con la esperanza de echar
un vistazo a Rune. Ida me apretó el brazo.
Miré a mi hermana.
—¡Oh por Dios! —articuló de manera dramática.
Negué, mientras que en silencio, me reí de ella. Reorientó su atención a mi padre,
pero miré su cara emocionada por una fracción más de tiempo. Eran momentos como éste,
los momentos relajados donde éramos sólo tres hermanas chismeando sobre citas, los que
me golpeaban más duro. Sintiendo un par de ojos mirándome, volví la cabeza hacia
Savannah.
Sin palabras, me dijo que entendía.
La mano de Savannah presionó mi hombro, a medida que escuché a Rune explicar.
—Saldré con ella, señor. —Se detuvo—. En una cita.
La cara de mi padre palideció y seguí hacia adelante. Mientras avanzaba hacia la
puerta para rescatar a Rune, Ida susurró en mi oído:
—Poppy, eres mi nueva heroína. ¡Mira la cara de papá!
Puse los ojos en blanco y me reí. Savannah agarró a Ida y tiró de ella hacia atrás,
fuera de la vista. Pero todavía estarían mirando. No se lo perderían por nada del mundo.
Una oleada de nervios me atravesó mientras me acercaba a la puerta. Vi a mi papá
comenzar a negar. Luego, su mirada se fijó en mí.
Sus ojos confundidos observaron mi vestido, el lazo en mi pelo y el maquillaje en mi
rostro. Se volvió un tono más pálido.
—¿Poppy? —preguntó mi padre. Levanté la cabeza en alto.
—Hola, papá —respondí. La puerta seguía bloqueando a Rune, pero pude ver su
borrosa figura oscura a través del panel de cristal de colores. Podía oler su aroma fresco
flotando, en la brisa fresca que se filtraba a través de la casa.
Mi corazón se aceleró en anticipación.
Papá señaló a Rune.
—Rune parece pensar que saldrá contigo —lo dijo como si no pudiera ser cierto,
pero oí la duda en su voz.
—Sí —confirmé.
Oí los susurros de mis hermanas viniendo desde atrás. Vi a mi madre, mirando desde
la sombra de la sala de estar.
—Poppy… —Mi papá fue a hablar, pero di un paso hacia adelante,
interrumpiéndolo.
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—Está bien —le aseguré—. Voy a estar bien. —Parecía que mi papá no podía
moverse. Utilicé este incómodo momento para caminar alrededor de la puerta y saludar a
Rune.
Sentí que mis pulmones y mi corazón se detuvieron en seco.
Rune estaba vestido todo de negro: camiseta, vaqueros, botas de piel, y una chaqueta
de cuero de motociclista. Llevaba el pelo suelto. Saboreé el momento en que levantó la
mano y la empujó por su pelo. Estaba apoyado en la puerta, con un aire de arrogancia
irradiando de su postura casual.
Cuando sus ojos, brillantes bajo las cejas fruncidas color rubio oscuro, cayeron sobre
mí, vi un destello de luz en su mirada. Sus ojos siguieron lentamente sobre mi cuerpo, por
encima de mi vestido amarillo de manga larga, por mis piernas y de regreso hasta el lazo
blanco sosteniendo un lado de mi pelo. Sus fosas nasales dilatadas y sus pupilas
agrandándose, fueron la única prueba de que le gustaba lo que veía.
Sonrojándome bajo su pesada mirada, respiré. El aire estaba denso y lleno. La tensión
entre nosotros era palpable. En ese momento, me di cuenta que era posible extrañar a
alguien con ferocidad, a pesar que habían pasado pocas horas desde que habíamos estado
juntos.
Mi padre, aclarándose la garganta, me devolvió a la realidad. Miré hacia atrás.
Poniendo una mano tranquilizadora en su brazo, le dije:
—Volveré más tarde, papá, ¿de acuerdo?
Sin esperar su respuesta, me agaché bajo su brazo, que estaba apoyado en la puerta, y
salí al porche. Rune apartó lentamente su cuerpo del marco de la puerta y se volvió para
seguirme. Cuando llegamos al final del camino me volví hacia él.
Su intensa mirada ya estaba en mí, apretando su mandíbula mientras esperé a que
hablara. Mirando por encima de su hombro, vi a mi padre viéndonos irnos, esa expresión
preocupada aún estropeando su rostro.
Rune miró hacia atrás, pero no reaccionó. No dijo una sola palabra. Metiendo la
mano en el bolsillo, sacó un juego de llaves. Movió su barbilla hacia el Range Rover de su
mamá.
—Tengo el auto. —Fue todo lo que dijo, mientras avanzábamos.
Lo seguí, con mi corazón latiendo silencioso, mientas caminaba hacia el auto. Me
concentré en el suelo para calmar mis nervios. Al levantar la vista, Rune había abierto la
puerta del pasajero para mí. De repente, todos mis nervios se escabulleron.
Allí estaba de pie, como un ángel oscuro, mirándome, esperando a que subiera.
Sonriéndole al pasar, me subí al auto, sonrojándome de felicidad mientras suavemente
cerró la puerta y se metió en el lado del conductor.
Rune puso en marcha el motor sin una palabra, su atención fija en mi casa a través
del parabrisas. Ahí estaba mi papá, inmóvil como una piedra, observando mientras nos
íbamos.
La mandíbula de Rune se apretó una vez más.
—Sólo es protector, eso es todo —le expliqué, mi voz rompiendo el silencio. Rune
me echó una mirada de soslayo. Con una mirada oscura a mi papá, Rune salió de la calle,
un silencio espeso intensificándose progresivamente cuanto más nos desplazamos.
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Las manos de Rune agarraron con fuerza el volante, los nudillos blancos. Podía sentir
la ira emanando de él en olas. Me hizo sentir tan triste. Nunca antes había visto a nadie
albergar tanta rabia.
No podía imaginar vivir así todos los días. No podía imaginar la sensación de esa
bobina de púas para siempre en mi estómago, ese dolor del corazón.
Inhalando, me giré hacia Rune y tentativamente pregunté:
—¿Estás bien?
Rune exhaló con dureza por la nariz. Asintió una vez y luego echó hacia atrás su
pelo. Mis ojos se posaron en su chaqueta de motociclista y sonreí.
Rune arqueó la ceja derecha.
—¿Qué? —preguntó, el sonido de su voz retumbó a través de mi pecho.
—Sólo tú —le respondí evasivamente.
Rune desvió su mirada a la carretera y luego de nuevo a mí. Cuando lo repitió varias
veces más, me di cuenta que era porque estaba desesperado por saber lo que estaba
pensando.
Extendiendo la mano, la pasé sobre el cuero envejecido en el brazo de su chaqueta.
Los músculos de Rune se movieron bajo mi palma.
—Puedo ver por qué todas las chicas de la ciudad tienen un enamoramiento por ti —
dije—. Ida estaba contándome al respecto esta noche. Cómo, todas ellas, estarían celosas
porque tenía una cita contigo.
Las cejas de Rune bajaron. Me reí, realmente me reí, de las líneas en su frente. Frotó
sus labios uno contra el otro mientras me reía más fuerte, pero pude ver el brillo en sus
ojos. Podía verlo ocultando su diversión.
Suspirando ligeramente, me sequé los ojos. Me di cuenta que las manos de Rune
habían disminuido un poco su agarre en el volante. Su mandíbula no estaba tan tensa y sus
ojos no estaban tan estrechos.
Aprovechando la oportunidad mientras podía, expliqué.
—Desde que me enfermé, papá se volvió más protector. Él no te odia, Rune.
Simplemente no conoce al nuevo tú. Ni siquiera sabía que habíamos estado hablando de
nuevo.
Rune se quedó inmóvil, sin decir nada.
Esta vez no traté de hablar. Estaba claro que Rune había vuelto a caer en un mal
estado de ánimo. Pero hoy en día, no estaba segura de cómo sacarlo de ello. Si es que
podía. Me di la vuelta para ver el mundo exterior mientras pasábamos. No tenía idea de
adónde íbamos, la emoción haciendo imposible que me quedara quieta.
Repentinamente, odiando el silencio en el auto, me incliné hacia la radio y la encendí.
Cambié el dial a mi estación favorita; las armonías de mi banda de chicas favorita llenaron
el auto.
—Me encanta esta canción —dije felizmente, sentada en mi asiento mientras la lenta
melodía de piano comenzó a llenar todos los rincones del auto. Escuché los primeros
compases, cantando en voz baja a la despojada versión acústica de la canción. Mi versión
favorita.
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Cerré los ojos, dejando que las letras desgarradoras fluyeran en mi mente y hacia
afuera a través de mis labios. Sonreí cuando la sección de cuerdas empezó a tocar en el
fondo, profundizando la emoción con sus sonidos melodiosos.
Esta era la razón por la que me encantaba la música.
Sólo la música tenía la capacidad de robar el aliento y dar vida a la historia de la
canción de forma tan impecable. Tan profundamente. Abrí los ojos y encontré que el
rostro de Rune había perdido toda la ira. Sus ojos azules me observaban tanto como
podían. Sus manos estaban más apretadas sobre el volante, pero había algo más en su
expresión.
Mi boca se secó mientras me miraba otra vez, con su cara ilegible.
—Se trata de una chica que ama desesperadamente a un chico, con todo su corazón.
Mantienen su amor en secreto, pero ella no quiere que sea de esa manera. Ella quiere que el
mundo sepa que él es suyo y ella de él.
Entonces, para mi total sorpresa, Rune dijo con voz áspera:
—Sigue cantando.
Lo vi en su rostro; vi su necesidad de oírme.
Así que lo hice.
No era una gran cantante. Así que la canté suave, canté de verdad. Canté las letras,
abrazando cada palabra. Mientras cantaba la canción sobre el amor correspondido, la
cantaba con el corazón. Estas letras, estas súplicas apasionadas, que había vivido.
Aún vivía.
Eran Rune y yo. Nuestra separación. Mi tonto plan: para mantenerlo fuera de mi
vida, para salvarlo del dolor, de forma inesperada hiriendo a ambos en el proceso. Amarlo
desde aquí en América, él amándome desde Oslo, a su vez, en secreto.
Cuando la última letra se desvaneció, abrí los ojos, mi pecho dolorido por la crudeza
de las emociones. Otra canción empezó a sonar, una que no conocía. Podía sentir la mirada
vigilante de Rune clavada en mí, sin embargo, no podía levantar la cabeza.
Algo lo estaba haciendo imposible.
Apoyé la cabeza contra el respaldo y miré por la ventana.
—Me encanta la música —dije, casi para mí.
—Lo sé —respondió Rune. Su voz era firme, fuerte y clara. Pero en ese tono, noté
un toque de ternura. De algo amable. Cariñoso. Giré la cabeza para mirarlo. No dije nada
cuando nuestros ojos se encontraron. Simplemente sonreí. Era pequeña y tímida, pero
Rune dejó escapar una respiración lenta al igual que yo.
Doblamos a la izquierda dos veces, llevándonos por un oscuro camino rural. Mis
ojos nunca dejaron a Rune. Pensé en lo verdaderamente hermoso que era. Me permití
imaginar cómo se vería en diez años. Sería más amplio, estaba segura. Me preguntaba si su
pelo aún sería largo; qué estaría haciendo con su vida.
Rogaba que tuviera algo que ver con la fotografía.
La fotografía le traía la misma paz, que a mí me traía el chelo. Sin embargo, desde
que regresó, no había visto su cámara ni una vez. Él mismo lo dijo, ya no sacaba fotos.
Eso era lo que me ponía más triste.
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Entonces, hice lo único que me había prometido, hace mucho tiempo, que nunca
haría: imaginé cómo nos veríamos en diez años, juntos. Casados, viviendo en un
departamento en Soho, Nueva York. Cocinaría en nuestra pequeña cocina. Bailaría con la
música de la radio en el fondo. Y Rune estaría sentado en el mostrador mirándome,
sacando fotos mientras documentaba nuestras vidas. Y se estiraría, detrás de la lente, para
pasar su dedo por mi mejilla. Alejaría su mano juguetonamente y me reiría. Ese sería el
momento cuando presionara el botón de la cámara. Esa sería la foto que vería más tarde
esa noche, esperándome en la almohada.
Su momento perfectamente capturado en el tiempo.
Su segundo perfecto. Amor aún en vida.
Una lágrima cayó de mis ojos mientras me aferraba a esa imagen. La imagen que
nunca podríamos ser. Me permití un momento para sentir dolor, antes de enterrarlo.
Entonces me permití ser feliz porque iba a tener la oportunidad de cumplir con su pasión y
convertirse en fotógrafo. Lo estaría observando desde mi nuevo hogar en el cielo,
sonriéndole.
Mientras Rune se concentraba en el camino, susurré:
—Te he extrañado... Te he extrañado tanto.
Rune se congeló, cada parte de su cuerpo se quedó inmóvil. Luego, puso la señal y
estacionó en el borde de la carretera. Me enderecé, preguntándome qué estaba pasando. El
motor ronroneaba debajo de nosotros, pero las manos de Rune dejaron el volante.
Sus ojos estaban desconsolados; sus manos en su regazo. Agarró momentáneamente
sus pantalones, y luego volvió la cabeza hacia mí. Su expresión era torturada.
Desgarradora.
Pero se suavizó cuando fijó su mirada en mí, y dijo en un susurro áspero:
—También te he extrañado. Malditamente demasiado, Poppymin.
Mi corazón dio un vuelco, tomando mi pulso junto con él. Ambos estaban
acelerados, mareándome, mientras bebía la honestidad en su voz. La hermosa expresión en
su cara.
Sin saber qué más decir, puse la mano en la consola. Mi palma estaba hacia arriba con
los dedos estirados. Después de varios segundos de silencio, Rune colocó lentamente su
mano en la mía y entrelazamos fuertemente nuestros dedos. Escalofríos pasaron por mi
cuerpo al sentir su gran mano sosteniendo la mía.
Ayer fue confuso, ninguno de los dos sabía qué hacer, adónde ir, cómo encontrar el
camino de vuelta a nosotros. Esta cita era nuestro comienzo. Estas manos unidas, un
recordatorio de que éramos Poppy y Rune. En algún lugar, debajo de todo el daño y el
dolor, debajo de todas las nuevas capas que habíamos adquirido, todavía estábamos aquí.
Enamorados.
Dos mitades de un corazón.
Y no me importaba lo que dijeran los demás. Mi tiempo era valioso, pero me di
cuenta que no era tan valioso para mí como lo era Rune. Sin soltarnos, Rune llevó el auto a
la carretera y seguimos nuestro camino. Después de un momento, pude ver adónde
íbamos.
Al arroyo.
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Sonreí ampliamente cuando nos detuvimos en el antiguo restaurante, su cubierta
estaba adornada con guirnaldas de luces azules y grandes calefactores calentando las mesas
al aire libre. El auto se detuvo y me volví hacia Rune.
—¿Me trajiste al arroyo para nuestra cita? ¿A la Cabaña de Tony?
Mi mamaw nos traía a Rune y a mí aquí cuando éramos niños. Un domingo por la
noche. Como ahora. Ella moría por los cangrejos. Felizmente viajaba hasta aquí para
obtenerlas.
Rune asintió. Traté de alejar mi mano, y frunció el ceño.
—Rune —bromeé—, tenemos que salir del auto en algún momento. Para hacer eso,
tenemos que soltarnos.
Me soltó de mala gana y sus cejas se suavizaron. Agarré mi abrigo, y salí del auto. Tan
pronto como cerré la puerta, Rune estaba a mi lado. Estiró el brazo, sin pedir permiso, y
me agarró de la mano de nuevo.
Por su agarre, estaba convencida de que nunca me dejaría ir.
Una ráfaga de viento sopló desde el agua mientras caminábamos hacia la entrada.
Rune se detuvo. En silencio, tomó el abrigo de mi mano y separó nuestros dedos
enlazados. Sacudiendo el abrigo, me lo ofreció para que me lo pusiera.
Empecé a protestar, pero una mirada oscura pasó por su rostro y suspiré. Me di
vuelta, metí mis brazos en mi abrigo, girándome cuando el brazo de Rune me guió delante
de él. Centrándose intensamente en la tarea, subió la cremallera de la chaqueta hasta que
retuvo el aire frío de la bahía.
Esperé que las manos de Rune dejaran mi cuello, pero en su lugar, se demoraron. Su
aliento mentolado flotó sobre mis mejillas. Levantó la vista momentáneamente, capturando
mis ojos. Mi piel chispó con el destello de timidez en esos ojos. Luego, sosteniendo su
mirada con la mía, se acercó más y dijo en voz baja:
—¿Te dije lo hermosa que luces esta noche?
Mis dedos se curvaron en mis botas ante su marcado acento. Rune podía parecer
tranquilo y distante, pero lo conocía. Cuando su acento era más notable, estaba nervioso.
Negué.
—No —susurré y Rune apartó la mirada.
Cuando volvió a mirarme, sus manos presionaron mi cuello, atrayéndome más cerca.
Dejando su cara a centímetros de la mía, dijo:
—Bueno, lo estás. Verdaderamente hermosa.
Mi corazón dio un vuelco. En respuesta, sólo pude sonreír. Pero parecía suficiente
para Rune. De hecho, parecía todo para él.
Inclinándose un poco más, los labios de Rune rozaron mi oreja.
—Mantente caliente, Poppymin. No podría soportar que te enfermes más.
Su acto de ponerme el abrigo de repente tenía sentido. Me estaba protegiendo.
Manteniéndome a salvo.
—Está bien —susurré—. Por ti.
Respiró rápido, cerrando los ojos un poco demasiado para que fuera un parpadeo.
Dio un paso atrás y tomó mi mano entre las suyas. Sin hablar, me llevó a la Cabaña
de Tony y pidió una mesa para dos. La anfitriona nos dirigió al patio con vista al arroyo.
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No había estado aquí en años, pero no había cambiado ni un poco. El agua estaba tranquila
y quieta, un pedazo de cielo se escondía entre los árboles.
La anfitriona se detuvo en una mesa en la parte trasera del patio lleno. Sonreí, a
punto de tomar mi asiento, cuando Rune dijo:
—No. —Mis ojos fueron a Rune, al igual que los de la anfitriona. Señaló a la mesa
más alejada, una justo en el borde del agua—. Esa —exigió, de manera cortante.
La joven anfitriona asintió.
—Por supuesto —respondió, un poco nerviosa y nos dirigió a través del patio hacia
la mesa.
Rune tomó el liderazgo, con su mano aún agarrando la mía. Mientras caminábamos
pasando las mesas, noté chicas mirándolo. En lugar de molestarme por su atención, seguí
sus miradas, tratando de observarlo con nuevos ojos. Era difícil. Estaba tan incrustado en
cada uno de mis recuerdos, tan profundo en lo que yo era, que lo hacía casi imposible. Pero
traté y traté, hasta que vi lo que debieron haber visto.
Misterioso y amenazante.
Mi propio chico malo.
La anfitriona dejó los menús en la mesa de madera y se dirigió a Rune.
—¿Esto está bien, señor? —Rune asintió, con el ceño fruncido aún en su cara.
Ruborizándose, la anfitriona nos dijo que nuestro mesero no tardaría en llegar, y
rápidamente nos dejó solos. Miré a Rune, pero sus ojos estaban mirando el arroyo. Solté su
mano para poder tomar asiento, y tan pronto como lo hice, su cabeza giró bruscamente
con el ceño fruncido.
Sonreí por su mal humor. Rune se sentó en la silla con vista al agua, y yo en el asiento
de enfrente. Pero tan pronto como me senté, Rune se estiró y agarró el brazo de la silla.
Grité cuando corrió la silla hacia él. Me sacudí en el asiento mientras se movía,
agarrándome a los brazos hasta que la reposicionó.
Junto a él.
Justo a su lado, así que mi silla ahora tenía vista al agua también.
Rune no reaccionó ante el ligero rubor en mis mejillas, mientras mi interior se
animaba con este simple gesto. De hecho, ni siquiera pareció notarlo. Estaba demasiado
ocupado volviendo a tomar posesión de mi mano. Demasiado ocupado entrelazando
nuestros dedos. Demasiado ocupado en nunca dejarme ir.
Se estiró hacia adelante, y ajustó el calefactor por encima de nosotros a su ajuste más
alto, sólo relajándose en su silla cuando las llamas crecieron al tope detrás del protector de
hierro. Mi corazón se derritió cuando llevó nuestras manos unidas a su boca, el dorso de mi
mano frotando hacia atrás y adelante sus labios en un movimiento hipnótico.
Los ojos de Rune estaban fijos en el agua. A pesar que adoraba los árboles que
abrazaban el agua en una cobija protectora, por más que me encantaba ver nadar a los
patos, sólo podía ver a Rune.
Algo había cambiado en él desde anoche. No sabía qué. Todavía era brusco y
malhumorado. Había oscuridad en su personalidad; su aura cubría casi todo.
Pero ahora había un nuevo borde de posesión con respecto a mí. Podía ver la
ferocidad de esa posesión en su mirada. Podía sentirlo en su agarre.
Y me gustaba.
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Por mucho que extrañaba al Rune que conocía, veía a este Rune con una renovada
fascinación. En este momento, sentada a su lado, en un lugar que significaba mucho para
ambos, estaba perfectamente feliz de estar en compañía de este Rune.
Más que feliz.
Me hacía sentir viva.
El mesero llegó: un chico de tal vez en sus veintes. El agarre de Rune se hizo más
fuerte. Mi corazón se hinchó.
Estaba celoso.
—Hola a todos. ¿Les puedo traer algunas bebidas para empezar? —peguntó el
mesero.
—¿Podría traerme un té dulce, por favor? —respondí, sintiendo a Rune tensarse a mi
lado.
—Cerveza de raíz —gruñó Rune y el mesero se retiró rápidamente. Cuando estaba
fuera del alcance del oído, Rune espetó—: No podía apartar los ojos de ti.
Negué y reí.
—Estás loco.
La frente de Rune se arrugó de frustración. Esta vez fue su turno de negar.
—No tienes ni idea.
—¿Sobre qué? —pregunté, moviendo mi mano libre para trazar un par de nuevas
cicatrices en los nudillos de Rune. Me preguntaba de dónde eran. Lo escuché contener la
respiración.
—Sobre lo hermosa que eres —contestó. Miró mi dedo mientras lo decía. Cuando
detuve mi dedo alzó la vista.
Lo miré fijamente, sin palabras.
Finalmente, el labio de Rune subió de un lado en una media sonrisa y se movió más
cerca de mí.
—Veo que todavía bebes té dulce.
Recordó.
Empujando suavemente su lado, dije:
—Veo que todavía bebes cerveza de raíz.
Rune se encogió de hombros.
—No la conseguía en Oslo. Ahora que estoy de vuelta, no me canso de esta cosa. —
Le sonreí y empecé a volver a trazar su mano—. Resulta que no me canso de algunas cosas
que no pude tener en Oslo.
Mi dedo dejó de moverse. Sabía exactamente de lo que estaba hablando: de mí.
—Rune —dije, la culpa yacía dentro de mí.
Miré hacia arriba para tratar de disculparme, pero mientras lo hacía, el mesero llegó, y
colocó las bebidas en la mesa.
—¿Están listos para ordenar?
Sin dejar mi mirada, Rune dijo:
—Dos cangrejos hervidos.
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Sentí al mesero esperando, pero después de unos tensos segundos, dijo:
—Voy a conseguir eso en la cocina entonces. —Y se alejó.
Los ojos de Rune fueron de mi cara a mis orejas, donde la señal de una sonrisa
apareció. Me preguntaba qué le había causado este momento de felicidad. Rune se inclinó
hacia delante, y con los dedos apartó el pelo de mi cara, metiéndolo detrás de mi oreja.
La punta de su dedo trazó el contorno de mi oreja, y luego dejó escapar un suspiro
reconfortante.
—Todavía los usas.
Los pendientes
Los pendientes de infinito.
—Siempre —confirmé. Rune me miró con ojos intensos—. Para siempre.
Rune dejó caer su mano, pero agarró las puntas de mi pelo entre el dedo índice y el
pulgar.
—Te cortaste el pelo.
Sonó como una declaración, pero sabía que era una pregunta.
—Mi pelo volvió a crecer —dije. Lo vi ponerse rígido. Sin querer romper la magia de
esta noche con la charla de la enfermedad o el tratamiento, cosas a las que ya no prestaba
atención, me incliné y presioné mi frente con la suya—. Perdí mi pelo. Afortunadamente,
crece. —Retrocediendo, juguetonamente lo moví—. Además, me gusta. Creo que me
queda. El Señor sabe que es más fácil de manejar que el pelo encrespado con el que luché
todos esos años.
Supe que había funcionado cuando resopló una única risa silenciosa. Continuando
con la broma, añadí:
—Además, sólo los hombres vikingos deberían llevar el pelo largo. Los vikingos y los
motociclistas. —Arrugué la nariz mientras pretendía estudiar a Rune—.
Desafortunadamente no tienes una moto... —Me detuve, riéndome de la mirada severa en
la cara de la Rune.
Todavía estaba riendo cuando me jaló a su pecho, y con su boca en mi oreja, dijo:
—Podría conseguir una moto, si eso es lo que quieres. Si es lo que se necesitaría para
recuperar tu amor.
Lo dijo como una broma.
Sabía que lo hizo.
Pero me detuvo en seco. Tan en seco que me inmovilicé, el humor desvaneciéndose
de mí. Rune notó el cambio. Su nuez de Adán se balanceaba y se tragó lo que sea que iba a
decir.
Dejando a mi corazón controlar mis acciones, levanté mi mano y deje caer mi palma
para descansarla sobre su rostro. Asegurándome que tenía toda su atención, susurré:
—No haría falta una moto para hacer eso, Rune.
—¿No? —preguntó con voz ronca.
Negué con la cabeza.
—¿Por qué? —preguntó con nerviosismo. Un enrojecimiento floreció en sus
mejillas. Podía ver que esa pregunta le había costado su orgullo fuertemente fortificado.
Pude ver que Rune ya no preguntaba nada.
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Cerrando la brecha entre nosotros, dije en voz baja.
—Porque estoy bastante segura de que nunca lo perdiste.
Esperé. Esperé conteniendo el aliento para ver lo que iba a hacer después.
No estaba esperando ternura y suavidad. No me esperaba que mi corazón cantara y
mi alma suspirara hasta derretirse.
Rune, con el más cuidadoso de los movimientos, se adelantó y me dio un beso en la
mejilla, sólo retrocediendo un centímetro para arrastrar sus labios al otro lado de los míos.
Contuve la respiración esperando un beso en los labios. Un beso de verdad. Un beso que
anhelaba. Pero en cambio, paso por alto mi boca hasta mi otra mejilla, dándole el beso que
mis labios anhelaban ganar.
Cuando Rune retrocedió, mi corazón latía como un tambor. Un bajo fuerte en mi
pecho. Rune se recostó, pero su mano, en mi mano, se había apretado una fracción.
Una sonrisa secreta se refugió detrás de mis labios.
Un sonido sobre el arroyo tiró de mi atención, un pato retomando el vuelo en el cielo
oscuro. Cuando miré a Rune, vi que también estaba viéndolo. Cuando volvió a mirar en mi
dirección, bromeé:
—Ya eres un vikingo. No es necesaria ninguna moto.
Esta vez Rune sonrió. Mostró el mero indicio de sus dientes. Sonreí con orgullo.
El mesero se acercó, llevando nuestros cangrejos, y colocó los cubos sobre la mesa
cubierta con papel. Rune liberó a regañadientes mi mano, y empezamos a devorar la
montaña de mariscos. Cerré los ojos cuando probé la jugosa carne en mi lengua, una ráfaga
de limón impactando mi garganta.
Gemí de lo buena que estaba.
Rune negó con la cabeza, riéndose de mí. Tiré una pequeña concha rota en su regazo
y frunció el ceño. Limpiando mi mano en la servilleta, incliné mi cabeza hacia el cielo
nocturno. Las estrellas eran brillantes en su manta de nubes negras.
—¿Alguna vez has visto algo tan hermoso como este pequeño arroyo? —pregunté.
Rune miró hacia arriba, luego a lo largo de la tranquila cala, con el reflejo de las luces azules
destellando hacia nosotros.
—Yo diría que sí —respondió en un tono preciso, y luego me señaló—. Pero
entiendo lo que estás diciendo. Incluso cuando estaba en Oslo, a veces imaginaba este
lugar, preguntándome si habías vuelto.
—No, esta es la primera vez. Mamá y papá no son verdaderos grandes fans de los
cangrejos; siempre lo era mamaw. —Sonreí, imaginándola sentada junto a nosotros en esta
mesa, después de escabullirnos—. ¿Recuerdas… —me reí—, que traía su petaca llena de
bourbon con ella, para ponerle a su té dulce? —Me reí más fuerte—. La recuerdas poner su
dedo sobre sus labios y decir “Ahora no le vayan a decir a sus padres sobre esto. Tuve la buena
voluntad de traerlos aquí, rescatándolos de la iglesia. ¡Así que nada de bocas sueltas!”. —Rune también
estaba sonriendo, pero sus ojos estaban viéndome reír.
—La extrañas —dijo.
Asentí.
—Cada día. Me pregunto en qué otras aventuras podríamos haber estado juntas. A
menudo me pregunto si hubiéramos ido a Italia para ver a Asís como lo habíamos hablado.
Me pregunto si hubiéramos ido a España, a correr con los toros. —Ante ese pensamiento
me reí de nuevo. Una paz se apoderó de mí, entonces añadí—: Pero, la mejor parte de todo
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esto es que pronto la veré de nuevo. —Me encontré con los ojos de Rune—. Cuando
vuelva a casa.
Como mi abuela me había enseñado, nunca jamás pensé en lo que me sucedería al
morir. El fin. Era el comienzo de algo grande. Mi alma estaría volviendo a casa donde
pertenecía.
No me había dado cuenta que había alterado a Rune, hasta que se levantó de la silla
para caminar a lo largo del pequeño muelle al lado de nuestra mesa, el muelle que conducía
a la mitad del arroyo.
El mesero se acercó. Vi a Rune encender un cigarrillo mientras desaparecía en la
oscuridad, solamente una nube de humo delatando dónde se encontraba.
—¿Debería limpiar, señora? —preguntó el mesero.
Sonreí y asentí.
—Sí, por favor. —Me puse de pie, y él se quedó perplejo, viendo a Rune en el
muelle—. ¿Podría traernos la cuenta, también, por favor?
—Sí, señora —respondió.
Salí al muelle a reunirme con Rune, siguiendo la pequeña mancha de su cigarrillo
encendido. Cuando llegué a su lado estaba apoyado sobre la barandilla, mirando
distraídamente a la nada.
Un ligero pliegue estaba estropeando su frente. Su espalda estaba tensa; se tensó aún
más cuando me detuve a su lado. Tomó una larga calada del cigarrillo y lo lanzó a la suave
brisa.
—No puedo negar lo que me está pasando, Rune —dije con cautela. Él permaneció
en silencio—. No puedo vivir en una fantasía. Sé lo que viene. Sé cómo va a pasar.
La respiración de Rune era cansada y dejó caer la cabeza. Cuando levantó los ojos,
con voz entrecortada dijo:
—No es justo.
Mi corazón lloró por su dolor. Pude verlo retorciendo su cara, en el anudamiento de
sus músculos. Inclinándome hacia adelante en la barandilla, inhalé el aire fresco. Cuando la
respiración de Rune se había nivelado, dije:
—Hubiera sido muy injusto si no nos hubieran otorgado los próximos preciosos
meses.
La frente de Rune cayó lentamente para descansar sobre sus manos.
—¿No ves la imagen más grande para nosotros, aquí, Rune? Volviste a Blossom
Grove sólo unas pocas semanas después de haber sido enviada a casa para vivir el resto de
mi vida. Para disfrutar de los pocos meses limitados otorgados por los medicamentos. —
Miré las estrellas de nuevo, sintiendo la presencia de algo más grande sonriendo sobre
nosotros—. Para ti es injusto. Yo pienso lo contrario. Volvimos a unirnos por una razón.
Tal vez es una lección que podamos tener dificultades para aprender hasta que sea
aprendida.
Me di la vuelta y empujé hacia atrás el pelo largo cubriendo su cara. En la luz de la
luna, bajo las estrellas brillando, vi una lágrima caer por sus mejillas.
La limpié con un beso.
Rune se giró hacia mí, metiendo la cabeza en el hueco de mi cuello. Envolví mi mano
alrededor de su cabeza, sosteniéndolo cerca.
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La espalda de Rune se levantó con una inhalación profunda.
—Te traje aquí esta noche para recordarte cuando fuimos felices. Cuando éramos
inseparables, mejores amigos y mucho más. Pero…
Interrumpió sus palabras. Empujé suavemente hacia atrás su cabeza para mirarlo a la
cara.
—¿Qué? —pregunté—. Por favor dime. Te prometo que estoy bien.
Buscó en mis ojos, y luego se quedó mirando al agua tranquila. Cuando su mirada se
volvió hacia mí, preguntó:
—Pero, ¿y si esta es la última vez que logramos hacer esto?
Empujándome entre él y la barandilla, tomé el cigarrillo de su mano y lo arrojé en el
arroyo. Poniéndome de puntillas, tomé sus mejillas en mis manos.
—Entonces tendremos esta noche —afirmé. La cara de Rune hizo una mueca ante
mis palabras—. Tendremos este recuerdo. Tendremos este valioso momento. —Incliné mi
cabeza hacia un lado y una sonrisa nostálgica tiró de mis labios—. Solía conocer a un chico,
un chico que amaba con todo mi corazón, que vivía por solo el momento. Me dijo que un
solo momento podría cambiar el mundo. Podría cambiar la vida de alguien. Que un
momento podría hacer la vida de alguien, en ese breve instante, infinitamente mejor o
infinitamente peor.
Cerró los ojos, pero seguí hablando.
—Esto, esta noche, estando en este arroyo contigo otra vez —dije, sintiendo una
sensación de paz llenar mi alma—, recordando a mi abuela y el porqué la amaba tanto… ha
hecho mi vida infinitamente mejor. Este momento, que tú me has dado, lo recordaré
siempre. Lo llevaré conmigo a… donde sea que vaya.
Los ojos de Rune se abrieron. Lo atraje aún más.
—Tú me diste esta noche. Has regresado. No podemos cambiar los hechos, no
podemos cambiar nuestro destino, pero todavía podemos vivir. Podemos vivir con tanta
fuerza y tan rápido como sea posible mientras tenemos estos días ante nosotros. Podemos
ser nosotros de nuevo, Poppy y Rune.
No pensé que diría nada en respuesta, por lo que me sorprendió y me llenó de
esperanza increíble cuando dijo.
—Nuestra aventura final.
La forma perfecta de expresarlo, pensé.
—Nuestra aventura final —susurré en la noche, una alegría sin precedentes llenando
mi cuerpo. Los brazos de Rune se deslizaron alrededor de mi cintura—. Con una
corrección —dije. Rune frunció el ceño.
Alisando la arruga de su frente, le dije:
—La aventura final de esta vida. Porque sé, con fe inquebrantable, que vamos a estar
juntos de nuevo. Incluso cuando esta aventura haya terminado, una mayor nos espera en el
otro lado. Y Rune, no habría cielo si no estuvieras de vuelta en mis brazos algún día.
El metro noventa y cinco de Rune Kristiansen se aferró a mí con fuerza. Y lo
sostuve. Lo sostuve hasta que se calmó. Cuando se retiró, le pregunté:
—Por lo tanto, Rune Kristiansen, vikingo de Noruega, ¿estás conmigo?
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A pesar de sí mismo, Rune rió. Reí cuando extendí la mano para que la sacudiera.
Rune, mi chico malo escandinavo con una cara hecha por los ángeles, deslizó su mano en la
mía y sellamos nuestra promesa. Dos veces. Como mi abuela me enseñó.
—Estoy contigo —dijo. Sentí su voto hasta el final de mis dedos de los pies.
—¿Señora, señor? —Miré por encima del hombro de Rune para ver al mesero
sosteniendo nuestra cuenta—. Estamos cerrando —explicó.
—¿Estás bien? —le pregunté a Rune, indicando al mesero que ya íbamos.
Rune asintió, sus cejas espesas empujando su cara de nuevo a su familiar ceño
fruncido. Imité la forma en que se veía arrugando la cara. Rune, incapaz de resistir, me dio
su sonrisa de buen humor.
—Sólo tú —dijo, más para sí mismo que para mí—, Poppymin. —Deslizando su
mano en la mía, me guió lentamente hacia el frente de la cabaña.
Cuando estábamos de vuelta en el auto, Rune encendió el motor y dijo:
—Tenemos un lugar más al que ir.
—¿Otro momento memorable?
Mientras nos incorporamos a la carretera, Rune tomó mi mano en la suya al otro lado
de la consola y respondió:
—Eso espero, Poppymin. Eso espero.

Nos tomó un tiempo conducir de vuelta a la ciudad. No hablamos mucho. Había


llegado a comprender que Rune era más callado de lo que solía ser. No es que fuera
exactamente extrovertido antes. Siempre era introvertido y tranquilo. Encajaba muy bien en
la imagen del artista melancólico, con la cabeza siempre jugando con lugares y paisajes que
quería capturar en una fotografía.
Momentos.
Habíamos viajado sólo un kilómetro, más o menos, cuando Rune encendió la radio.
Me dijo que escogiera cualquier estación que quisiera. Y cuando canté en voz baja, sus
dedos se cerraron sólo un poco más en los míos.
Un bostezo escapó de mi boca cuando nos acercamos al borde de la ciudad, pero
luché para mantener los ojos abiertos. Quería saber a dónde me estaba llevando.
Cuando paramos fuera del Teatro Dixon, mi pulso se dio a la fuga. Este era el
escenario en el que siempre había soñado actuar. Era el teatro en el que siempre había
querido volver cuando fuera mayor, como parte de una orquesta profesional. A mi ciudad
natal.
Rune apagó el motor, y se quedó mirando el impresionante teatro de piedra.
—Rune, ¿que estamos haciendo aquí?
Rune soltó mi mano y abrió su puerta.
—Ven conmigo.
Con el ceño fruncido, pero mi corazón latiendo tan imposiblemente fuerte, abrí mi
puerta para seguirlo. Rune tomó mi mano y me llevó a la entrada principal.
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Era tarde en un domingo por la noche, pero nos llevó directamente a través de las
puertas delanteras. Tan pronto como entramos en el vestíbulo oscuro, oí los sonidos
débiles de Puccini tocando en el fondo.
Mi mano se apretó en la de Rune. Miró hacia mí, con una sonrisa en los labios.
—Rune —dije en voz baja, mientras me conducía a la lujosa escalera—. ¿A dónde
vamos?
Rune presionó su dedo sobre mis labios, señalándome que estuviera callada. Me
pregunté por qué, pero luego me guió a una puerta… La puerta que conducía a la platea del
teatro.
Rune abrió la puerta, y la música pasó sobre mí como una onda. Jadeando ante la
gran cantidad de sonido, seguí a Rune a la primera fila de asientos. Más abajo había una
orquesta, su director guiándolos. Los reconocí al instante: La Orquesta de Cámara de
Savannah.
Estaba paralizada, mirando fijamente a los músicos que se centraban tan
intensamente en sus instrumentos, balanceándose al tiempo que el ritmo. Volteando mi
cabeza hacia Rune, le pregunté:
—¿Cómo hiciste esto?
Rune se encogió de hombros.
—Estaba buscando cómo llevarte a ver su presentación apropiadamente, pero
viajarán al extranjero mañana. Cuando le expliqué al director lo mucho que los amabas, dijo
que podíamos dejarnos caer en su ensayo.
Ninguna palabra pasó a través de mis labios.
Estaba sin palabras. Completa y totalmente sin palabras.
Al no poder expresar adecuadamente mis sentimientos, mi enorme gratitud por esta
sorpresa, descansé mi cabeza en su hombro y me acurruqué en su brazo. El olor a cuero
llenó mi nariz mientras mis ojos se centraban en la orquesta abajo.
La vi con fascinación. La vi mientras el director, con pericia, guió a los músicos a
través de su ensayo: los solos, los pasajes decorativos, las intrincadas melodías.
Rune me abrazó, mientras me sentaba, hipnotizada. De vez en cuando, sentía sus
ojos en mí: Él observándome, yo observándolos.
Pero no pude apartar mis ojos. Especialmente de la sección del chelo. Cuando los
tonos profundos sonaron claros y verdaderos, dejé que mis ojos se cerraran.
Era hermoso.
Puede imaginarme, con tanta claridad, sentada entre los compañeros músicos, mis
amigos, mirando fijamente en este teatro, lleno de personas que conocía y amaba. Rune,
sentado, observando con su cámara alrededor de su cuello.
Era el sueño más perfecto.
Este había sido mi mayor sueño durante todo el tiempo que podía recordar.
El director llamó a los músicos para silenciarlos. Vi el escenario. Vi como todos,
menos el violinista principal, bajaban sus instrumentos. La mujer, que parecía ser de unos
treinta años, puso la silla en el centro del escenario. Sin público aparte de nosotros.
Se posicionó, su arco en equilibrio con la cuerda, para empezar. Se concentró en el
director. Cuando levantó su bastón de mando, dándole instrucciones para comenzar, oí
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tocar la primera nota. Y mientras lo hacía, me quedé completamente inmóvil. No me
atrevía a respirar. No quería escuchar más que la melodía perfecta en la existencia.
El sonido de “The Swan” de Carnival of the Animals flotaba hasta nuestros asientos. Vi
a la violonchelista perderse en la música, sus expresiones faciales traicionando sus
emociones con cada nota.
Quería ser ella.
En ese momento, quería ser la violonchelista tocando esta pieza con tanta perfección.
Quería ser dotada de esa confianza, la confianza de dar esta actuación.
Todo se desvaneció mientras la observaba. Entonces cerré mis ojos. Cerré mis ojos y
dejé que la música tomara el control de mis sentidos. Dejé que me llevara en su viaje. A
medida que el ritmo subió, el vibrato haciendo eco maravillosamente en las paredes del
teatro, abrí mis ojos.
Y llegaron las lágrimas.
Las lágrimas brotaron, mientras la música demandaba.
La mano de Rune se tensó en la mía y sentí su mirada en mí. Podía sentir que estaba
preocupado de que estuviera molesta. Pero no estaba molesta. Estaba remontando vuelo.
El corazón elevándose en la melodía de felicidad.
Mis mejillas se humedecieron, pero permití que las lágrimas fluyeran. Esta era la
razón por lo que la música era mi pasión. Desde la madera y la cuerda y arco, se había
podido crear está melodía mágica, removiendo la vida en el alma.
Y me quedé así. Me quedé así hasta que la última nota se desvió hacia el techo. La
violonchelista levantó el arco. Sólo entonces abrió sus ojos, dirigiendo su espíritu a su lugar
de descanso en su interior. Porque eso es lo que estaba sintiendo, lo sabía. La música la
había transportado a un lugar lejano, en algún lugar que sólo ella conocía. La había movido.
Durante un tiempo, la música había honrado con su poder.
El director asintió y la orquesta se dirigió detrás del escenario, dejando que el silencio
ocupara el escenario que quedaba vacío.
Pero no giré mi cabeza. No fue sino hasta que Rune se inclinó hacia delante, con una
mano colocada suavemente sobre mi espalda.
—¿Poppymin? —susurró, su voz vigilante e insegura—. Lo siento —dijo en voz
baja—. Pensé que esto te haría fel….
Me enfrenté a él, juntando sus manos en las mías.
—No —le dije, interrumpiendo su disculpa—. No —reiteré—. Estas son lágrimas de
alegría, Rune. Absoluta alegría.
Exhaló, liberando una de sus manos para limpiar mis mejillas. Me reí, mi voz
haciendo eco a nuestro alrededor. Me aclaré la garganta, ahuyentando el exceso de emoción
y expliqué:
—Esa es mi pieza favorita, Rune. “The Swan” de Carnival of the Animals. La
violonchelista principal, ella acaba de tocar mi pieza favorita. Hermosamente.
Perfectamente. —Tomé una respiración profunda—. Es la pieza que estaba planeando
tocar cuando hiciera la prueba en Julliard. Siempre ha sido la pieza que imaginé que iba a
tocar en el Carnegie Hall. La conozco desde adentro. Conozco cada nota, cada cambio de
ritmo, cada crescendo… todo. —Sorbí y sequé mis ojos—. Escucharla esta noche —dije,
apretando su mano—, sentada a tu lado… fue un sueño hecho realidad.
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Rune, también sin palabras, puso su brazo alrededor de mis hombros y me atrajo
hacia él. Sentí su beso en mi cabeza.
—Prométeme, Rune —le dije—. Prométeme que cuando estés en Nueva York,
cuando estudies en Tisch, irás a ver la Filarmónica de Nueva York. Prométeme que cuando
lo hagas, pensarás en mí. Imaginándome tocar en ese escenario, cumpliendo mi sueño. —
Respiré profundamente, contenta con esa imagen—. Porque eso sería suficiente para mí
ahora —le expliqué—. Simplemente saber que yo, al menos, llegué a vivir ese sueño incluso
si es sólo a través de tus ojos en la mente.
—Poppy —dijo Rune, dolorosamente—. Por favor, bebé… —Mi corazón saltó
cuando me llamó “bebé”. Sonaba tan perfecto como la música para mis oídos.
Levantando mi cabeza, levanté su barbilla con mi dedo e insistí.
—Prométemelo, Rune.
Apartó su mirada de mí.
—Poppy, si no vas a estar en Nueva York conmigo, ¿por qué diablos iba a ir alguna
vez?
—Debido a tu fotografía. Porque al igual que este sueño era mío, el tuyo era estudiar
fotografía en la Universidad de Nueva York.
La preocupación cortó a través de mí cuando la mandíbula de Rune se apretó.
—¿Rune? —pregunté. Después de un largo momento, se volvió lentamente hacia mí.
Busqué en su hermoso rostro. Me dejé caer en mi asiento por lo que vi en su expresión.
Negativa.
—¿Por qué ya no tomas más fotografías, Rune? —pregunté. Rune apartó la
mirada—. Por favor, no me ignores.
Rune suspiró en derrota.
—Porque sin ti, no vi al mundo de la misma manera nunca más. Nada era igual. Sé
que sólo éramos jóvenes, pero sin ti, nada tenía sentido. Estaba enojado. Me estaba
ahogando. Así que renuncié a mi pasión, porque la pasión dentro de mí había muerto.
Fuera de todo lo que podría haber hecho o dicho, esto me entristeció más que nada.
Debido a que la pasión había sido tan fuerte dentro de él. Y sus fotos, incluso a los quince
años, no se parecían a nada que hubiera visto.
Me quedé mirando los duros rasgos de Rune, con los ojos perdidos en un trance
mientras miraba fijamente al escenario vacío. Su pared estaba nuevamente arriba y la
tensión en su mandíbula estaba de vuelta. La expresión hosca había regresado.
Necesitando dejarlo estar, sin presionarlo demasiado. Apoyé la cabeza en su hombro
y sonreí. Sonreí, todavía escuchando esa pieza derivando en mis oídos.
—Gracias —dije en voz baja, cuando las luces en el escenario se desvanecieron.
Levantando la cabeza, esperé a que Rune me mirara. Finalmente lo hizo.
—Sólo tú podrías saber que eso… —Hice un gesto hacia el auditorio—…
significaría mucho para mí. Sólo mi Rune.
Rune me dio un suave beso en la mejilla.
—Eras tú en mi recital la otra noche, ¿verdad?
Rune suspiró, luego, finalmente asintió.
—Nunca iba a perderme verte tocando, Poppymin. Nunca lo haré.
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Se puso de pie. Se quedó en silencio, mientras extendía su mano. Se quedó en
silencio mientras le daba la mano y nos llevaba hacia el auto. Se quedó en silencio mientras
viajábamos a casa. Pensé que le había hecho daño de alguna manera. Me preocupaba que
hubiera hecho algo malo.
Cuando llegamos a casa, Rune dejó el auto y se dirigió alrededor del capó para abrir
mi puerta. Tomé su mano extendida mientras saltaba hacia abajo. Seguí sosteniéndolo
fuerte mientras Rune me llevaba de vuelta a mi ventana. Fruncí el ceño cuando vi la mirada
de frustración en su rostro.
Necesitando saber lo que estaba mal, pase mi mano por su cara. Pero mientras mi
dedo se posaba en su mejilla, algo en él pareció romperse. Me apoyó contra la pared de mi
casa. Su cuerpo apretado contra el mío y tomó mi cara en sus manos.
Estaba sin aliento… sin aliento por su cercanía. Sin aliento ante la intensidad de su
expresión oscura. Sus ojos azules buscaron todas las partes de mi cara.
—Quería hacer esto bien —dijo—. Quería tomar esto lento. Esta cita. Nosotros.
Esta noche. —Negó, su frente arrugándose mientras combatía con lo que estaba luchando
en su interior—. Pero no puedo. No lo haré.
Abrí la boca para contestar, pero su pulgar se deslizó para pasar por mi labio inferior,
su atención en mi boca.
—Eres mi Poppy. Poppymin. Me conoces. Sólo tú me conoces. —Tomando mi mano,
la apoyó sobre su corazón—. Me conoces, incluso bajo esta ira, tú me conoces. —Suspiró,
acercándose tanto que compartimos el mismo aire—. Y yo te conozco. —Rune palideció—
. Y sólo tenemos un tiempo limitado, no voy a desperdiciarlo. Eres mía. Yo soy tuyo. Al
diablo con todo lo demás.
Mi corazón se agitó como un arpegio en mi pecho.
—Rune. —Fue todo lo que pude decir. Quería gritar que sí, que yo era de él. Que él
era mío. Nada más importaba. Pero mi voz me falló. Estaba demasiado superada por la
emoción.
—Dilo, Poppymin —exigió—. Sólo di que sí.
Rune dio un paso final, atrapándome, su cuerpo al ras del mío, los latidos de su
corazón en conjunto con los míos. Me arrastré en un soplo. Los labios de Rune cepillando
contra los míos, flotando, esperando, preparados para poseerlos por completo.
Mientras miraba dentro de los ojos de Rune, sus pupilas negras casi eliminando el
azul, lo dejé ir y susurré:
—Sí.
Cálidos labios de repente chocaron con los míos, la boca familiar de Rune
tomándolos con resuelta determinación. Su calidez y sabor a menta ahogaron mis sentidos.
Su duro pecho me mantenía clavada a la pared, atrapada, mientras me poseía con su beso.
Rune me estaba mostrando a quién pertenecía. No me estaba dando otra opción más que
someterme a él, entregarme de nuevo a él después de haberse ido durante demasiados años.
Las manos de Rune se enroscaron en mi pelo, manteniéndome en el lugar. Gemí
cuando su lengua se abrió paso para encontrar la mía, suave, caliente y desesperada.
Levanté mis manos por su ancha espalda, aterrizando en su pelo. Rune gruñó en mi boca,
besándome más profundo, llevándome más y más lejos de cualquier miedo o temor que
albergaba con su regreso. Me besó hasta que no hubo una parte de mí que no supiera a
quién pertenecía. Me besó hasta que mi corazón otra vez se fusionó con el de él… Dos
mitades de un todo.
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Mi cuerpo comenzó a debilitarse bajo su tacto. Sintiéndome completamente
entregada a él, el beso de Rune se desaceleró a caricias suaves y gentiles. Luego se separó,
nuestra respiración pesada, un arco de tensión por encima de nosotros. Los labios
hinchados de Rune besaron mis mejillas, mi mandíbula, y mi cuello. Cuando finalmente se
retiró, sus respiraciones rápidas volaron contra mi cara. Sus manos aflojaron su agarre en
mí.
Y esperó.
Esperó, observándome con su intensa mirada.
Entonces mis labios se separaron y susurré:
—Beso trescientos cincuenta y siete. Contra la pared de mi casa… cuando Rune
tomó posesión de mi corazón. —Rune se quedó inmóvil, sus manos tensas y finalicé con—
: Y mi corazón casi estalló.
Entonces vino. La sonrisa pura de Rune. Era brillante, era amplia y era real.
Mi corazón se elevó ante la vista.
—Poppymin —susurró.
Agarrando su camisa, le susurré de vuelta.
—Mi Rune.
Los ojos de Rune se cerraron mientras decía estas palabras, un suspiro suave cayendo
de su boca. Sus manos se aflojaron poco a poco de su agarre en mi pelo y dio un paso
reacio hacia atrás.
—Será mejor que entre —susurré.
—Ja —respondió. Pero no apartó la mirada. En su lugar, se apretó contra mí de
nuevo, tomando mi boca de forma rápida y suavemente, antes de retroceder. Luego,
retrocedió varios pasos, poniendo una buena distancia entre nosotros.
Alcé mis dedos a mis labios y dije:
—Si me sigues besando así, voy a llenar mi frasco en nada de tiempo.
Rune se dio la vuelta para caminar a su casa, pero se detuvo para mirarme por encima
del hombro.
—Esa es la idea, bebé. Mil besos de mí.
Rune se apresuró a regresar a su casa, dejándome para observarlo irse, y dejándome
con una vertiginosa ligereza fluyendo a través de mí como un rápido. Cuando mis pies
finalmente se movieron, entre a mi casa y directamente a mi habitación.
Saqué el frasco de debajo de mi cama y limpié el polvo. Abriendo el frasco, tomé la
pluma de mi mesilla de noche y escribí el beso de esta noche.
Una hora más tarde estaba acostada en la cama, cuando oí abrirse la ventana.
Sentándome, vi mi cortina ser apartada a un lado. Mi corazón saltó a mi boca cuando Rune
saltó dentro.
Sonreí mientras avanzaba hacia adelante, descaradamente sacándose la camisa y
tirándola al suelo. Mis ojos se abrieron cuando bebí la vista de su pecho desnudo. Entonces
mi corazón casi estalló cuando pasó la mano por su pelo, apartándolo de su cara.
Rune se acercó lentamente a la cama, de pie esperando a un lado. Arrastrando los
pies hacia atrás, levanté el cobertor y Rune subió, envolviendo inmediatamente sus brazos
alrededor de mi cintura.
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Cuando mi espalda se acunó perfectamente contra su frente. Suspiré de satisfacción.
Cerré mis ojos. Rune me dio un beso justo debajo de mi oído y susurró:
—Duerme, bebé. Te tengo.
Y lo hizo.
Me tenía.
Al igual que yo lo tenía a él
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Manos juntas y Sueños despiertos

esperté y vi a Poppy mirándome.


—Hola —dijo Poppy. Sonrió y se enterró en mi pecho. Dejé que mis manos
vagaran por su pelo, antes de meter las manos debajo de sus brazos, para
agarrarla hasta que quedara encima de mí, con la boca frente a la mía.
—Buenos días —respondí, luego presioné mis labios contra los suyos.
Poppy suspiro en mi boca cuando sus labios se separaron y se movieron contra los
míos. Cuando me alejé, miró por la ventana y dijo:
—Nos perdimos ver el amanecer.
Asentí. Pero cuando volvió a mirarme, su expresión no mostraba ninguna tristeza.
En cambio, me dio un beso en la mejilla, y admitió:
—Creo que cambiaría todos los amaneceres si eso significa que voy a despertar así,
contigo.
Mi pecho se hinchó al oír esas palabras. Tomándola por sorpresa, la di vuelta sobre
su espalda, y me puse encime de ella. Poppy se rió cuando atrapé sus manos en la almohada
por encima de su cabeza.
Fruncí el ceño. Poppy intentó, sin éxito, detener su risa.
Tenía las mejillas rosas por la excitación. Necesitando besarla más que respirar, eso
hice.
Solté las manos de Poppy y ella me agarró del pelo. Su risa comenzó a desvanecerse
cuando el beso se hizo más profundo, y luego hubo un fuerte golpe en la puerta. Nos
quedamos inmóviles, nuestros labios aún estaban unidos y teníamos los ojos bien abiertos.
—¡Poppy! ¡Es hora de levantarse, amor! —La voz del papá de Poppy flotó en la
habitación. Podía sentir el corazón acelerado de Poppy, haciendo eco a través de mi pecho,
ya que estaba presionado contra ella.
Poppy movió la cabeza hacia un lado, rompiendo el beso.
—¡Estoy despierta! —le respondió con un grito. No nos atrevimos a movernos hasta
que oímos a su padre alejándose de la puerta.
Los ojos de Poppy estaban enormes cuando me enfrentó de nuevo.
—¡Oh, Dios mío! —susurró, estallando en una nueva serie de risitas.
Sacudiendo la cabeza, me di vuelta a un lado de la cama, agarrando mi camisa del
suelo. Mientras tiraba de la tela negra por encima de mi cabeza, las manos de Poppy se
posaron en mis hombros desde atrás. Suspiró.
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—Dormimos hasta muy tarde esta mañana. Casi nos atrapan.
—No va a suceder de nuevo —le dije; no quería que tuviera ninguna excusa para
ponerle fin a esto. Tenía que estar con ella por la noche. Tenía que hacerlo. No pasaba
nada, solo nos besamos, dormimos.
Eso era suficiente para mí.
Poppy asintió, pero cuando apoyó la barbilla en mi hombro y pasó sus brazos
alrededor de mi cintura, dijo:
—Me gustó.
Se rió de nuevo y volteé un poco la cabeza, viendo justo esa brillante mirada en su
cara. Asintió, divertida. Poppy se echó hacia atrás, tomó mi mano y la apretó sobre su
corazón. Estaba latiendo rápidamente.
—Me hizo sentir viva.
Riéndome de ella, sacudí la cabeza.
—Estás loca.
Levantándome, me puse las botas. Poppy se sentó sobre su cama.
—Ya sabes, nunca antes he hecho algo travieso o malo Rune. Soy una buena chica,
supongo.
Fruncí el ceño ante la idea de corromperla. Pero Poppy se inclinó hacia delante, y
dijo:
—Fue muy divertido. —Me saqué el pelo de la cara y me incliné sobre la cama para
darle un último beso, suave y dulce.
—Rune Kristiansen, puede que tal vez me vaya a gustar este lado de chico malo tuyo.
Seguro de que vas a hacer los próximos meses bien divertidos. —Suspiró
dramáticamente—. Besos dulces y travesuras que causen problemas… ¡me apunto!
Mientras me dirigía a la ventana, oí a Poppy moverse detrás de mí. Justo cuando iba a
salir por la ventana, miré hacia atrás. Poppy estaba llenando dos corazones en blanco del
frasco. Me permití observarla. Ver como sonreía a lo que fuera que estuviera escribiendo.
Era tan hermosa.
Mientras colocaba los corazones ya escritos en su jarro, se dio la vuelta y se detuvo.
Me había atrapado viéndola. Su mirada se suavizó. Abrió la boca para decir algo, cuando el
pomo de la puerta empezó a girar. Sus ojos se agrandaron e hizo señas con las manos para
que me fuera.
Justo cuando salté de su ventana y salí corriendo de la casa, oí su risa detrás de mí.
Sólo algo tan puro podía ahuyentar la oscuridad en mi corazón.
Apenas había llegado a tiempo de entrar por la ventana antes de tener que entrar a la
ducha para ir a la escuela. El vapor llenó todo el baño mientras estaba de pie bajo el chorro
caliente.
Me incliné hacia delante, los potentes chorros caían sobre mi cabeza. Mis manos
descansaban contra los azulejos lisos enfrente de mí. Cada día al despertar, la ira me
consumía. Tanto, que casi podía saborear su amargura en mi lengua, sentía el fuego
corriendo por mis venas.
Pero esta mañana era diferente.
Por Poppy.
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Levantando la cabeza del agua, la cerré y agarré una toalla. Me puse los pantalones y
abrí la puerta del baño. Mi pappa estaba de pie en la puerta de mi habitación. Cuando me
oyó detrás de él, se volvió hacia mí.
—Buenos días, Rune —saludó. Pasé a su lado para entrar a mi armario. Agarré una
camiseta blanca y me la pasé por la cabeza. Cuando agarré mis botas, me di cuenta de que
mi pappa seguía parado en la puerta.
Deteniéndome en seco, lo miré a los ojos y grité:
—¿Qué?
Se acercó a la habitación, sosteniendo un café en la mano.
—¿Cómo fue tu cita con Poppy anoche?
No respondí. No le había dicho nada al respecto, lo que significaba que mi mamma
lo había hecho. Yo no le respondería. El imbécil no merecía saber.
Se aclaró la garganta.
—Rune, después de que saliste anoche, el señor Litchfield vino a vernos.
Y luego volvió, corriendo a través de mí como un torrente. La ira. Recordé la cara del
señor Litchfield mientras abría la puerta anoche. A medida que nos alejamos de la calle. Él
estaba enojado. Me di cuenta que no había querido que Poppy saliera conmigo.
¡Demonios!, parecía estar a punto de prohibírselo.
Pero cuando Poppy salió, pude ver que no iba a decirle no a nada. ¿Cómo podría
hacerlo? Estaba perdiendo a su hija. Era lo único que me detuvo de decir exactamente lo
que pensaba de su objeción a que estuviera conmigo.
Mi pappa se acercó hasta estar delante de mí. Mantuve los ojos en el suelo cuando
dijo:
—Está preocupado, Rune. Está preocupado de que Poppy y tú vuelvan a estar
juntos, piensa que no es una buena idea.
Apreté los dientes.
—¿No es bueno para quién? ¿Él?
—Poppy, Rune. Ya sabes... sabes que no tiene mucho…
Giré mi cabeza hacia arriba, la ira quemándome el estómago.
—Sí, lo entiendo. No es demasiado difícil de olvidar. Ya sabes, el hecho de que la
chica que amo se esté muriendo.
Mi pappa palideció.
—James sólo quiere que los últimos días de Poppy no tengan problemas. Que sean
pacíficos. Agradable. Sin estrés.
—Y déjame adivinar, yo soy un problema, ¿no? ¿Estrés?
Suspiró.
—Me ha pedido que te alejes. Simplemente vete sin causar una escena.
—Eso no va a pasar —grité, agarrando mi mochila del suelo. Me puse la chaqueta de
cuero y caminé.
—Rune, piensa en Poppy —me rogó.
Me detuve en seco y lo miré.
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—Ella es en todo lo que estoy pensando. No tienes idea de lo que es para nosotros,
así que, ¿por qué no te metes en tus propios asuntos? James Litchfield también.
—¡Ella es su hija! —argumentó mi pappa, su voz más dura que antes.
—Sí —discutí—, y ella es el amor de mi vida. Y no voy a alejarme de ella, ni siquiera
por un segundo. Y no hay nada que ninguno de los dos puede hacer al respecto.
Salí hecho una furia del dormitorio, cuando mi papá gritó:
—No eres bueno para ella, Rune. Así no. No con todo el fumar y beber. Tu actitud.
El chip en su hombro sobre toda tu vida. Esa chica te adora, siempre lo ha hecho. Pero es
una buena chica. No seas su ruina.
Parando en seco, lo miré por encima del hombro y dije:
—Bueno, tengo de buena fuente que quiere un chico malo en su vida.
Con eso, salí de la cocina, mirando brevemente a mi mamma y a Alton, quien me
saludó al pasar. Cerré la puerta y bajé los escalones, encendiendo un cigarrillo tan pronto
como pisé la hierba. Me apoyé en la barandilla de nuestro porche. Mi cuerpo era como un
cable de alta tensión por lo que mi pappa había dicho. Por lo que había hecho el señor
Litchfield. Alejándome de su hija.
¿Qué demonios creía que iba a hacer con ella?
Sabía lo que todos pensaban de mí, pero nunca le haría daño a Poppy. Ni en un
millón de años.
La puerta principal de la casa de Poppy se abrió. Savannah e Ida salieron corriendo,
Poppy siguiéndolas. Todos estaban hablando a la vez. Entonces, como si sintiera mi
mirada, los ojos de Poppy se desviaron hacia el lado de mi casa y se enfocaron en mí.
Savannah e Ida miraron a ver qué le había llamado la atención. Cuando me vieron,
Ida se rió y saludó. Savannah, al igual que su padre, se me quedó mirando preocupada.
Moví la cabeza, diciéndole a Poppy que viniera. Poppy se dirigió a mí poco a poco,
Ida y Savannah siguiéndole los talones. Ella se veía hermosa, como siempre. Su falda roja le
llegaba a la mitad del muslo, medias de color negro cubrían sus piernas, pequeñas botas de
duendecillo en sus pies. Su abrigo azul marino estaba cubriendo su mitad superior, pero yo
sólo podía ver su camisa blanca debajo, un lazo negro alrededor del cuello.
¡Era tan bonita!
Las hermanas de Poppy se alejaron cuando Poppy se paró frente a mí. Necesitando
tranquilizarme a mí mismo de que la tenía, que ella me tenía a mí, me alejé de la barandilla,
tirando el cigarrillo al suelo. Ahuecando las mejillas de Poppy con mis manos, la empujé
hacia mis labios, estrellando mi boca contra la suya. Este beso no fue suave. No había
planeado que lo fuera. La estaba marcando, marcándola como mía.
Y marcándome a mí como suyo.
Este beso era como mostrarle el dedo medio a cualquier persona que tratara de
ponerse en nuestro camino. Cuando me alejé, las mejillas de Poppy estaban rojas y sus
labios húmedos.
—Ese beso mejor que vaya a tu frasco —le advertí.
Poppy asintió, helada. Risitas vinieron de detrás de nosotros. Cuando miré, las
hermanas de Poppy se reían. Al menos Ida, Savannah prácticamente sólo estaba
boquiabierta.
Agarré la mano de Poppy.
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—¿Estás lista?
Poppy se quedó mirando nuestras manos.
—¿Vamos a ir a la escuela así?
Fruncí el ceño.
—Sí. ¿Por qué?
—Entonces todo el mundo lo sabrá. Van a hablar y...
Aplasté mis labios contra los de ella otra vez, y, cuando me alejé de nuevo, dije:
—¿Y?, deja que hablen. Nunca antes te ha importado. No comiences ahora.
—Ellos creerán que somos novios otra vez.
Fruncí el ceño.
—Lo somos —le dije con toda claridad. Poppy parpadeó y volvió a parpadear.
Entonces, apagando por completo mi enojo, sonrió y caminó a mi lado. Tenía la cabeza
apoyada en mi bíceps.
Mirando hacia arriba, dijo:
—Entonces, sí, estoy lista.
Sostuve la mirada de Poppy por un par de segundos más de lo normal. Nuestro beso
pudo haber sido un dedo medio a cualquier persona que no nos quisiera juntos, pero su
sonrisa era un dedo medio a la oscuridad en mi alma.
Las hermanas de Poppy corrieron a nuestro lado y se unieron a nosotros cuando
empezamos a caminar hacia nuestras escuelas. Justo antes de doblar en el bosque de la
arboleda, miré por encima del hombro. El señor Litchfield nos observaba. Me puse rígido
cuando vi la mirada tormentosa en su cara. Pero apreté los dientes. Esta era una pelea que,
definitivamente, iba a perder.
Ida habló durante todo el camino a su escuela, Poppy le reía cariñosamente a su
hermana más joven. Entendí por qué. Ida era una Poppy en miniatura. Incluso hasta los
hoyuelos en sus mejillas.
Savannah era una personalidad totalmente diferente. Era más introvertida, una
pensadora profunda. Y claramente protectora de la felicidad de la Poppy.
Con un rápido gesto de despedida, Savannah nos dejó al entrar en la escuela.
Mientras se alejaba, Poppy dijo:
—Estuvo demasiado callada.
—Soy yo —le contesté. Poppy me miró, sorprendida.
—No —argumentó—. Ella te ama.
Mi mandíbula se tensó.
—Ama el hombre que solía ser. —Me encogí de hombros—. Lo entiendo. Está
preocupada de que vaya a romper tu corazón.
Poppy me detuvo al lado de un árbol cerca de la entrada de la escuela. Aparté la
mirada.
—¿Qué pasó? —preguntó.
—Nada —contesté.
Se puso justo enfrente de mí.
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—No me vas a romper el corazón —afirmó cien por ciento convencida—. El chico
que me llevó al arrollo y después a escuchar a una orquesta, nunca podría romper mi
corazón.
Me quedé en silencio.
—Además, si mi corazón se rompe, también el tuyo, ¿recuerdas?
Resoplé ante el recuerdo. Poppy me empujó hasta que mi espalda quedó contra el
árbol. Vi a los estudiantes empezar a entrar a la escuela, la mayoría nos miraba. Los
susurros ya estaban comenzando.
—¿Me lastimaras, Rune? —preguntó Poppy.
Derrotado por su tenacidad, puse una mano en su nuca y le aseguré:
—Nunca.
—Entonces, al diablo con lo que piensen los demás.
Me reí por su intensidad. Sonrió y puso la mano en su cadera.
—¿Qué te pareció esa actitud? ¿Digno de una chica mala?
Tomándola por sorpresa, la hice girar hasta que su espalda quedó contra el árbol.
Antes de que tuviera la oportunidad de discutir, me acerqué y la besé. Nuestros labios eran
lentos, el beso era profundo, los labios de Poppy se separaron dejando entrar a mi lengua.
Llegué a probar su dulzura antes de alejarme.
Poppy estaba sin aliento. Acariciándome el pelo húmedo con los dedos, dijo:
—Te conozco, Rune. No me lastimarías. —Arrugó la nariz y bromeó—: Apostaría
mi vida.
Un dolor se formó en mi pecho.
—Eso no fue gracioso.
Puso la mano haciendo un gesto: el dedo índice y el pulgar apenas separados un par
de centímetros.
—Sí lo fue. Un poquito.
Negué con la cabeza.
—Sí me conoces, Poppymin. Sólo tú. Para ti. Solo para ti.
Poppy me estudió.
—Y tal vez ese es el problema —concluyó—. Tal vez si dejas entrar a más personas.
Tal vez si les mostraras a tus seres queridos que todavía eres tú debajo de todas las ropas
oscuras, no te juzgarían tan duramente. Ellos te amarían, independientemente de quien
elijas ser, porque verían tu verdadera alma.
Me quedé en silencio y luego dijo:
—Como Alton. ¿Cómo es tu relación con Alton?
—Es un niño —le contesté, sin entender lo que quería decir.
—Es un niño pequeño que te adora. Un niño pequeño que está triste porque no le
hablas, ni haces nada con él.
Sentía esas palabras cavar un hoyo en mi estómago.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque me lo dijo —contestó—. Está triste.
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Me imaginé a Alton llorando, pero rápidamente alejé la imagen. No quería pensar en
ello. Puede que no tenga mucho que ver con él, pero no quería verlo llorar.
—Hay una razón por la que usa el pelo largo, ¿sabes? Hay una razón por la que se lo
corre de la cara como tú. Es muy lindo.
—Tiene el pelo largo porque es noruego.
Poppy rodó sus ojos.
—No todos los chicos noruegos tienen pelo largo Rune. No seas estúpido. Él tiene
pelo largo porque quiere ser como tú. Imita tus hábitos, tus idiosincrasias, porque quiere
ser como tú. Quiere que le notes. Él te adora.
Mi cabeza bajó para mirar el suelo. Poppy la subió con sus manos. Buscó mis ojos.
—¿Y tú pappa? ¿Por qué no?
—Basta —escupí, duramente, negándome a hablar de él. Nunca le perdonaría por
llevarme lejos. Este tema estaba fuera de los límites, incluso para Poppy. Ella no pareció
dolida u ofendida por mi comportamiento. En vez de eso, todo lo que vi fue simpatía en
sus ojos.
Tampoco podía soportar eso.
Tomando su mano, y sin otra palabra, le empujé hacia la escuela. Poppy agarró mi
mano fuertemente cuando otros estudiantes se pararon y empezaron a mirarnos.
—Déjales mirar —dije mientras entrabamos por las puertas.
—Está bien —respondió y se acercó más a mí.
Cuando caminamos por la entrada vi a Deacon, Judson, Jorie, Avery y Ruby todos
juntos cerca de sus casilleros. No había hablado con ninguno de ellos desde la fiesta.
Ninguno de ellos sabía sobre este desarrollo.
Jorie fue la primera en darse la vuelta, sus ojos ampliándose cuando vio nuestras
manos unidas. Ella debió de susurrar algo porque en segundos todos se dieron la vuelta
para mirarnos. La confusión estaba por todas sus caras.
Volviéndome a Poppy, le dije:
—Vamos, será mejor que hablemos con ellos.
Empecé a moverme hacia ellos cuando Poppy me empujó hacia atrás.
—Ellos no saben sobre… —susurró, para que solo yo la oyese—, nadie sabe aparte
de nuestras familias y los profesores. Y tú.
Asentí suavemente. Luego dijo:
—Y Jorie. Jorie también lo sabe.
Esa poca información me golpeó en mis entrañas. Poppy debió de haber visto el
dolor en mi cara, porque ella se explicó.
—Necesitaba a alguien Rune. Ella era mi amiga más cercana aparte de ti. Ella me
ayudó con los deberes y cosas así.
—Pero le dijiste a ella y no a mí —dije, luchando contra la urgencia de salir fuera y
tomar algo de aire.
Poppy se agarró fuertemente a mí.
—Ella no me amaba como tú lo hacías. Y yo no la amo como te amo a ti.
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Cuando Poppy dijo esas palabras mi enfado se desvaneció… Y no la amo como te amo a
ti…
Quedándome cerca de Poppy, pasé un brazo alrededor de su espalda.
—Ellos van a descubrirlo en algún momento.
—Pero todavía no —dijo firmemente.
Sonreí a la determinación en sus ojos.
—Pero todavía no.
—¿Rune? ¡Ven aquí, tienes alguna explicación que dar! —La ruidosa voz de Deacon
resonó por encima de los bulliciosos pasillos.
—¿Estás preparada? —pregunté a Poppy.
Ella asintió. Nos dirigí hacia nuestro grupo de amigos. El brazo de Poppy envuelto
firmemente alrededor de mi cintura.
—Así que, ¿están juntos de nuevo? —preguntó Deacon.
Asentí, mi labio encrespándose con asco viendo como la cara de Avery se llenaba de
celos. Claramente viendo que la veía, rápidamente cambió a su habitual máscara cínica. No
me importaba; ella nunca fue nada para mí.
—¿Entonces, son Poppy y Rune, juntos de nuevo? —aclaró Ruby.
—Sí —confirmó Poppy sonriéndome. Le di un beso en la cabeza agarrándola
fuertemente.
—Bueno, parece que el mundo ha sido restaurado nuevamente —anunció Jorie,
agarrando el brazo de Poppy—. No estaba bien, ustedes sin estar juntos. El universo se
sintió… apagado.
—Gracias Jo —dijo Poppy, y se abrazaron por un segundo, comunicándose en
silencio. Noté que los ojos de Jorie se humedecían. Mientras lo hacían exclamó—: Bueno,
tengo que ir a clase. Los veré después.
Jorie se fue. Poppy se movió hacia su casillero. Ignoré todas las miradas. Cuando
Poppy tuvo fuera todos sus libros la empujé hacia la puerta cerrada y dije:
—¿Ves? No fue tan malo.
—No tan malo —repitió Poppy, pero la vi mirando mis labios.
Moviéndome presioné mi frente contra la suya y mis labios contra los suyos. Poppy
suspiró cuando pasé mi mano por su pelo, alisándolo. Cuando volví hacia atrás sus ojos
brillaban y sus mejillas estaban sonrojadas.
—Beso trescientos sesenta. Contra mi casillero en la escuela. Enseñándole al mundo
que estamos juntos otra vez... y mi corazón casi estalló.
Me moví lejos, dejándole a Poppy tomar aire.
—¿Rune? —llamó mientras me dirigía a mi clase de mate. Me di la vuelta—. Voy a
necesitar más de esos momentos para llenar mi jarro.
Calor me recorrió el cuerpo con el pensamiento de besarla cada vez que podía.
Poppy se sonrojó con la intensidad de mi mirada. Justo cuando me volví a dar la vuelta ella
me llamo:
—¿Y Rune?
Sonreí y respondí:
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—¿Ja?
—¿Cuál es tu sitio favorito al que ir aquí en Georgia? —No pude descifras la
expresión de su cara, pero algo estaba pasando por esa cabeza suya. Estaba planeando algo.
Lo sabía.
—El bosque de la flor cuando es primavera —respondí, sintiendo mi cara calmada
solo con el pensamiento.
—¿Y cuando no lo es? —investigó.
Pensé en ello.
—La playa probablemente, ¿por qué?
—Por nada —respondió y luego avanzó en la dirección opuesta.
—Te veré en la comida —grité.
—Tengo que practicar con mi violonchelo —gritó de vuelta.
—Entonces estaré mirando —respondí.
Su cara se ilumino y repitió gentilmente:
—Entonces estarás mirando.
Nos mantuvimos de pie, en partes contrarias del pasillo, simplemente mirándonos.
Poppy articuló:
—Hasta el infinito.
Articulé de vuelta:
—Para siempre.

La semana pasó rápidamente.


Nunca me había preocupado del tiempo, de si este pasaba rápido o lento. Ahora lo
hice. Ahora quería que un minuto durara una hora, una hora durara un día. Pero, a pesar de
mi silencioso pedido a quien quiera que estuviese ahí arriba, el tiempo estaba pasando muy
rápido. Todo estaba cambiando malditamente rápido.
En la escuela. El interés colectivo sobre Poppy y yo estando de vuelta se disipo
después de unos días. La mayoría de la gente no lo entendía, pero no me importaba. En
nuestra pequeña ciudad, sabía que la gente hablaba. La mayoría de los cotilleos eran sobre
porqué y cómo habíamos vuelto juntos.
También me importaba una mierda eso.
El timbre sonó mientras estaba tumbado en la cama, me moví para levantarme,
agarrando mi chaqueta de la silla. Poppy me estaba llevando fuera.
Ella me estaba llevando a mí.
Esta mañana cuando dejé su cama me dijo que estuviese listo para las diez. No me
dijo por qué. O qué estaríamos haciendo. Pero hice lo que me pidió.
Ella sabía que lo haría.
Mientras salía por la puerta de mi habitación y bajaba por el pasillo, escuché la voz de
Poppy.
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—Hola, pequeño hombre, ¿Cómo lo estás haciendo?
—Bien —respondió Alton tímidamente.
Rodeando la esquina, me paré cuando vi a Poppy agachada para ver los ojos de
Alton. El pelo largo de Alton estaba tapando su cara. Vi como nerviosamente movía el pelo
fuera de su cara con su mano… justo como yo. Me acordé de las palabras de Poppy de la
semana pasada.
Él tiene pelo largo porque quiere ser como tú. Imita tus hábitos, tus idiosincrasias, porque quiere ser
como tú. Quiere que le notes. Te adora…
Vi a mi hermano mecerse tímidamente sobre sus pies. No pude evitar rizar mi labio
en diversión. Él era tan tranquilo, como yo. No hablaba a no ser que le hablasen primero.
—¿Qué vas a hacer hoy? —Poppy le preguntó.
—Nada —respondió Alton hoscamente.
La sonrisa de Poppy cayó. Alton preguntó:
—¿Vas a salir con Rune de nuevo?
—Sí, bebé —respondió tranquilamente.
—¿Él habla contigo ahora? —preguntó Alton. Y lo escuché. Escuché el tono de
tristeza en su tranquila voz, de la que Poppy me había hablado.
—Sí, lo hace —dijo Poppy, y como lo hizo conmigo, pasó su mano por su mejilla.
Alton bajó su cabeza avergonzado, pero vi una pequeña sonrisa por lo huecos de su pelo.
Poppy miró hacia arriba y me vio apoyado en la pared, mirando intensamente. Se
enderezó despacio y vino hacia mí, agarrando mi mano y tirando para un beso.
—¿Estás preparado? —preguntó.
Sacudí mi cabeza, mirándola sospechosamente.
—¿Todavía no vas a decirme a dónde estamos yendo?
Poppy juntó sus labios y agitó su cabeza. Agarró mi mano en la suya y me empujó
hacia la salida.
—¡Adiós, Alton! —le dijo, volteando.
—Adiós, Poppymin —le escuché decir en respuesta. Me pare mientras escuchaba mi
mote para Poppy dejar sus labios. Las manos de Poppy fueron a su boca, y la vi
prácticamente derritiéndose en ese momento.
Ella se me quedó mirando, y con esa mirada sabía que quería que yo le dijese algo a
mi hermano. Suspirando, me di la vuelta hacia Alton y él dijo:
—Adiós, Rune.
La mano de Poppy exprimió la mía, animándome a responder.
—Adiós Alt —respondí, embarazosamente.
La cabeza de Alton subió y una gran sonrisa adorno su boca. Todo porque había
dicho adiós.
Esa sonrisa que iluminó toda su cara hizo que algo se apretase en mi pecho. Llevé a
Poppy hacia el auto de su madre. Mientras subíamos al auto, Poppy se negó a soltar mi
mano hasta que la miré. Cuando lo hice, ella ladeó la cabeza hacia un lado y declaró:
—Rune Kristiansen, estoy jodidamente orgullosa de ti ahora mismo.
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Miré lejos, nada cómodo con ese tipo de alabanza. Con un suspiro pesado, Poppy
finalmente soltó mi mano y subimos en el auto.
—¿Vas a decirme a dónde nos vamos? —pregunté.
—Nop —dijo mientras sacaba el auto—. Aunque lo averiguaras enseguida.
Sintonicé la radio en la estación habitual de Poppy y me senté en mi asiento. La voz
de Poppy empezó a llenar el auto, cantando otra canción pop que no sabía. No pasó
mucho tiempo antes de que dejara de mirar la carretera y simplemente la miré. Como
cuando tocaba el violonchelo, sus hoyuelos se profundizaron cuando cantó a lo largo de
sus canciones favoritas, sonriendo a través de las letras que amaba. Su cabeza y su cuerpo
moviéndose al ritmo de la música.
Mi pecho se apretó.
Era una batalla constante. Ver a Poppy tan despreocupada y feliz me llenó de las más
brillantes de las luces, pero sabiendo que estos momentos estaban limitados, finitos,
agotándose, trajo sólo oscuridad.
Como si viera que me estaba rompiendo levantó su mano y la puso en mi muslo.
Cuando miré hacia abajo su mano estaba abierta, sus dedos preparados para juntarse
con los míos.
Dejé escapar un gran suspiro y agarré su mano con la mía. No la podía mirar. No le
podía hacer eso.
Sabía cómo se sentía. A pesar de que era el cáncer el que estaba vaciando su vida,
fue el dolor de sus familiares y de quienes la amaban lo que estaba matándola. Cuando
estaba tranquilo, cuando estaba molesto, eran la única vez que se atenuaban sus brillantes
ojos verdes. Cuando dejaba que la rabia me consumiera, podía ver el cansancio en su
rostro.
Estaba cansado de ser la causa de tanto dolor.
Manteniendo firmemente su mano en la mía, volví a mirar por la ventana. Nos
desplazamos a lo largo de las vueltas y fuera de la ciudad. Nuestras manos se unieron en mi
boca, apreté besos en la piel de Poppy. Cuando pasamos un cartel de la costa, el peso fue
levantado de mi pecho y me volví a Poppy.
Estaba sonriendo.
—Estas llevándome a la playa —dije.
Poppy asintió.
—¡Síp! Tu segundo sitio preferido.
Pensé en las flores de cerezo en la arboleda. Nos imaginaba bajo nuestro árbol
favorito. Y, envié una oración de que ella durara ese tiempo. Poppy tenía que ver los
árboles en su plena flor.
Ella simplemente tenía que aguantar ese tiempo.
—Lo haré —susurró de repente Poppy. Miré sus ojos y ella agarró mi mano como si
estuviera escuchando mi silenciosa oración—. Las veré. Estoy decidida.
El silencio se extendió entre nosotros. Un bulto se alojó en mi garganta mientras
conté silenciosamente los meses que faltaban para que estuviesen los árboles en flor. Unos
cuatro meses.
Ningún tiempo en absoluto.
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La mano de Poppy se había puesto rígida. Cuando miré su cara vi dolor de nuevo. El
dolor silenciosamente diciéndome que estaba dañándola otra vez, porque estaba
dañándome.
Forzando el bulto a un lado, dije:
—Entonces lo harás. Dios sabe no interponerse en tu camino cuando estás decidida.
Y como un interruptor, su dolor se desvaneció y pura felicidad brillaba a través de
ella.
Me acomodé de vuelta en mi asiento, mirando el mundo pasar. Me perdí en mis
pensamientos cuando escuché:
—Gracias. —Era un sonido pequeño, apenas una fracción de un susurro. Pero cerré
los ojos, sintiendo la mano de Poppy relajarse.
No respondí. Ella no hubiese querido.
Otra canción comenzó en la radio y como si nada hubiese sucedido, su voz suave
llenó el auto. El resto del viaje sostuve su mano mientras ella cantó.
Asegurándome de que saboreara cada nota.
Cuando llegamos a la costa, lo primero que vi fue el faro alto, blanco, en el borde del
acantilado. El día era cálido, el frío parecía haber pasado, y el cielo era brillante.
Había apenas una nube en el cielo, solo el sol alto, irradiando sus rayos sobre el agua.
Poppy estacionó el auto y apagó el motor.
—Estoy de acuerdo, es mi segundo lugar favorito —dije. Asentí, mirando varias
familias dispersadas en la suave arena. Había niños jugando; aves marinas a la espera de
alimentos desechados. Algunos adultos desplomados contra las dunas leyendo. Algunos
estaban relajados, con los ojos cerrados, tostándose de calor.
—¿Te acuerda de venir aquí en verano? —preguntó Poppy, con alegría en su voz.
—Ja —respondí.
Ella apuntó debajo del muelle
—Y allí, el beso setenta y cinco. —Se giró hacia mí y ríe del recuerdo—. Nos
escapamos de nuestras familias para pararnos debajo del muelle, solo así pudiste besarme.
—Tocó sus labios, sus ojos desenfocados, perdida en sus pensamientos—. Sabías a sal del
océano —dijo—. ¿Te acuerdas?
—¡Ja! —respondí—. Teníamos nueve años. Llevabas puesto un traje de baño
amarillo.
—¡Sí! —dijo riendo.
Poppy abrió la puerta. Miró hacia atrás. Con emoción en su cara, preguntó:
—¿Estás listo?
Salí del auto. La brisa cálida voló mi pelo sobre mi cara. Tomando una banda elástica
de mi muñeca, quité el pelo de mi cara, lo até en un moño desordenado y caminé hacía el
maletero para ayudar a Poppy con lo que sea que había traído.
Cuando di un vistazo dentro del largo maletero vi que había traído una cesta de
picnic y otra mochila. No tenía ni idea de lo que había dentro de esta. Me estiré para
quitarle las cosas cuando intentó llevar todo por sí misma. Las liberó para que las llevara
luego, se detuvo, inmóvil. Su inmovilidad me hizo mirar a los alrededores. Fruncí el ceño,
viéndola como me estudiaba.
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—¿Qué pasa? —pregunté.
—Rune —murmuró. Tocó mi cara con la punta de sus dedos. Los arrastró por mis
mejillas y a lo largo de mi frente. Finalmente, rompió en una enorme sonrisa—. Puedo ver
tu cara. —Parándose en puntillas, Poppy se elevó y alegremente toqueteó mi pelo,
capturando mi moño—. Me gusta esto —declaró. Los ojos de Poppy exploraron una vez
más en mi cara. Luego suspiró—. Rune Erik Kristiansen ¿te das cuenta de cuán
absolutamente hermoso eres?
Agaché mi cabeza. Sus manos descendieron hacia mi pecho. Cuando alcé la mirada
agregó:
—¿Te das cuenta de cuán profundos son mis sentimientos por ti? —Sacudí mi
cabeza lentamente, esperando que me dijera. Colocó mi mano sobre su corazón y la mía
sobre el suyo. Sentí su latido constante debajo de mi palma. El latido constante que se
volvió más rápido mientras mis ojos se trabaron con los de ella—. Es como música —
explicó—. Cuando te miro, cuando me tocas, cuando veo tu cara… cuando nos besamos,
mi corazón toca una canción. Canta que te necesita como necesito el aire. Me canta que te
adoro. Canta que he encontrado su perfecta parte faltante.
—Poppymin —dije suavemente y ella presionó un dedo sobre mis labios.
—Escucha, Rune —dijo y cerró sus ojos. Cerré los míos también. Y lo escuché. Lo
escuché tan fuerte como si su corazón estuviese presionado contra mi oreja. Los latidos
constantes, el ritmo de nosotros—. Cuando estás cerca, mi corazón no suspira, se eleva —
susurró como si no quisiera interrumpir el sonido—. Creo que los latidos son un ritmo,
como una canción. Creo que son como música. Fuimos atraídos por una melodía
particular. Escuché la canción de tu corazón y tú escuchaste la mía.
Abrí mis ojos. Poppy permaneció en la misma posición. Sus hoyuelos se hicieron
más profundos mientras sonreía y se balanceaba al ritmo de los latidos. Cuando sus ojos se
abrieron una dulce risa salió de sus labios. Me abalancé hacia adelante y aplasté mis labios
en los de ella. Las manos de Poppy fueron a mi cintura sosteniendo fuertemente mi
camiseta mientras movía mis labios lentamente contra los de ella. Nos empujé hasta que
ella estaba presionada contra el auto, mi pecho alineado con su cuerpo. Sentí el eco de su
latido en mi pecho. Poppy suspiró cuando deslicé mi lengua contra la de ella. Sus manos se
presionaron en mi pecho. Cuando retrocedí, ella susurró:
—Beso número ciento treinta dos. En la playa con mi Rune. Mi corazón casi estalló.
Respiré pesadamente mientras intentaba componerme. Las mejillas de Poppy estaban
sonrojadas y estaba respirando tan fuerte como yo. Permanecimos de esa forma,
simplemente respirando. Hasta que Poppy se empujó fuera del maletero y presionó un
beso en mi mejilla. Volteándose, tomó la mochila y la puso sobre su hombro. Fui a tomarla
de ella pero dijo:
—No soy tan débil todavía, bebé. Puedo seguir cargando algo de peso.
Sus palabras tenían un doble sentido. Sabía que no estaba hablando solo de la
mochila sino acerca de mi corazón. La oscuridad dentro de mí con la que ella estaba
incesantemente tratando de pelear.
Cuando nos detuvimos, reconocí el lugar donde la había besado todos estos años. Un
sentimiento extraño se extendió por mi pecho y sabía que antes de que regresáramos a casa
la iba a besar allí otra vez. Besarla como un chico de diecisiete años. Otro beso para su
frasco.
—¿Está bien aquí? —Poppy preguntó.
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—¡Ja! —respondí. Colocando las cosas en la arena. Viendo la sombrilla, preocupado
en que Poppy no debería tomar mucho sol, rápidamente la planté en la arena y la abrí para
darle un poco de sombra.
Tan pronto como la sombrilla y la manta estuvieron extendidas en la arena, moví mi
barbilla hacia Poppy indicándole para que se sentara debajo de la sombrilla. Lo hizo,
besando mi mano rápidamente cuando pasó a mi lado.
Y mi corazón no suspiró. Se elevó.
Mis ojos fueron atraídos por las tranquilas olas del océano. Poppy se sentó, cerrando
sus ojos, inhaló profundamente. Viendo a Poppy aceptar a la naturaleza fue como estar
viendo a la respuesta de una oración. La satisfacción en su expresión parecía ilimitada, la
paz en su humilde espíritu.
Me senté en la arena inclinado hacia adelante con mis brazos alrededor de mis
piernas dobladas. Viendo fijamente hacia el océano. Viendo fijamente a los botes en la
distancia, preguntándome a dónde estaban yendo.
—¿A qué aventura piensas que van? —Poppy preguntó, leyendo mis pensamientos.
—No lo sé —respondí honestamente.
Poppy rodó sus ojos y dijo:
—Creo que están dejando todo atrás. Creo que despertaron un día y decidieron que
había más de la vida. Creo que decidieron, una pareja enamorada, un chico y una chica, que
querían explorar el mundo. Vendieron todo lo que tenían y compraron un bote. —Sonrió y
acunó su barbilla en su mano, su codo descansando sobre su rodilla flexionada—. Ella ama
tocar música y él ama capturar los momentos en películas.
Sacudí mi cabeza y le di un vistazo por el rabillo de mi ojo. A ella no le importó y
continuó:
—Y el mundo es bueno. Viajarán a lugares lejanos creando música, arte y pinturas. Y
a lo largo del camino se besarán. Se amarán, se besarán y serán felices. —Parpadeó
mientras la suave brisa sopló a través de nosotros.
Cuando me miró otra vez, preguntó:
—¿No te suena como la aventura más perfecta?
Asentí. No podía hablar.
Poppy miró a mis pies y sacudiendo su cabeza se arrastró a lo largo de la manta hasta
que estaba al final de mis piernas. Levanté una ceja en duda.
—Tienes las botas puestas, Rune. Es un maravilloso día soleado y tú tienes las botas
puestas. —Poppy desató mis botas, quitándolas cada una. Enrolló mis pantalones hasta mis
tobillos y asintió—. Allí —dijo orgullosamente—. Eso es una ligera mejoría.
Sin poder evitar encontrar gracioso el hecho de que estuviera allí sentada tan
arrogantemente, me estiré y la tiré sobre mí, acostándome de manera que quedara recostada
encima de mí.
—Allí —repetí—. Eso es una ligera mejoría.
Poppy rio, dándome un suave beso.
—¿Y ahora?
—Una gran mejoría —bromeé con indiferencia—. Una enorme, del tamaño de un
asteroide, mejoría.
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Poppy rió más fuerte. La rodé sobre mí así podía estar a mi lado. Su brazo
permaneció en mi pecho y recorrí mis dedos sobre su suave piel expuesta. Miré al cielo
silenciosamente. Poppy también estaba tranquila. Hasta que repentinamente dijo:
—No fue mucho después de que te fuiste que comencé a sentirme cansada, tan
cansada que no podía levantarme de la cama.
Permanecí en silencio. Finalmente me estaba diciendo lo que sucedió. Diciéndomelo
todo.
—Mi mamá me llevó al doctor y realizaron algunas pruebas. —Sacudió su cabeza—.
Para ser honesta, todos pensaron que estaba actuando diferente porque te habías ido. —
Cerré mis ojos e inhalé—. Lo hice —agregó, sujetándome más fuerte—. Los primeros días,
pude pretender que solo te habías ido de vacaciones pero después de varias semanas, el
vacío que dejaste dentro de mí comenzó a doler demasiado. Mi corazón estaba
completamente roto. Además de eso, mis músculos dolían. Dormía demasiado, incapaz de
encontrar algo de energía.
Poppy permaneció en silencio. Luego, continuó:
—Terminamos teniendo que ir a Atlanta para hacer más pruebas. Nos quedamos con
la tía DeeDee mientras ellos descubrían qué andaba mal. —Poppy levantó su cabeza, y con
una mano en mi mejilla, hizo que mis ojos se encontraron con los de ella—. Nunca te lo
dije, Rune. Seguí pretendiendo que estaba bien porque no podía soportar herirte más.
Podía ver que no lo estabas haciendo muy bien. Cada vez que video-chateamos pude ver
que te enojabas más y más por estar de vuelta en Oslo. Las cosas que dijiste solo no fueron
tú.
—Así que esa visita a la casa de tu tía DeeDee —la interrumpí—. Fue porque estabas
enferma. ¿No fue solo una visita como me dijiste?
Poppy asintió y vi la culpa en sus ojos verdes.
—Te conocía, Rune. Y vi que te estabas escurriendo. Siempre fuiste de actitud
sombría. Siempre fuiste de naturaleza más oscura pero cuando estabas conmigo, no lo eras.
Solo podía pensar en qué te convertirías cuando descubrieras que estaba enferma. —Poppy
colocó su cabeza sobre mi pecho—. No mucho tiempo después recibí mi diagnóstico:
linfoma de Hodgkin avanzado. Sacudió a mi familia. Al principio, me impactó. ¿Cómo no
podría? —La sostuve más cerca pero ella se empujó hacia atrás—. Rune, sé que nunca he
mirado el mundo como nadie. Siempre he vivido cada día al máximo. Sé que siempre he
aceptado aspectos del mundo que nadie más acepta. Creo que, de alguna manera, fue
porque sabía que no tendría el tiempo para experimentarlos como los demás. Creo que, en
el fondo, mi espíritu sabía. Porque cuando el doctor nos dijo que tendría solo un par de
años de vida, incluso con tratamientos y medicamentos, estaba bien.
Los ojos de Poppy comenzaron a brillar con lágrimas. Los míos también.
—Todos nos quedamos en Atlanta; vivimos con la tía DeeDee. Ida y Savannah
comenzaron en nuevas escuelas. Mi padre viajó para su trabajo. Yo estudiaba en casa o era
monitoreada en el hospital. Mis padres oraron por un milagro pero sabía que no había
ninguno que cumplir. La quimioterapia fue dura al igual que perder todo mi pelo. —Poppy
parpadeó para aclarar su visión. Luego confesó—: Pero distanciarme de ti casi me mató.
Fue mi decisión. Vi lo que le estaba haciendo a mi familia pero podía protegerte. Podía
darte lo que mi familia no pudo conseguir: vida. Libertad. La oportunidad de seguir
adelante sin dolor.
—No funcionó —me las arreglé para decir. Poppy bajó su mirada.
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—Sé eso ahora pero créeme, Rune. Pensé en ti todos los días. Te dibujé y oré por ti
esperando que la oscuridad que vi creciendo dentro de ti se hubiese desvanecido con mi
ausencia. —Poppy colocó su mejilla en mi pecho otra vez—. Dime, Rune. Dime ¿qué te
pasó?
Apreté mi mandíbula, no quería permitirme sentir lo que sentí en ese momento pero
no podía decirle no a mi chica. Era imposible.
—Estaba enojado —dije empujando su pelo fuera de su linda cara—. Nadie podía
decirme dónde habías ido. Por qué me apartaste. Mis padres no me dejaban solo. Mi pappa
me enojaba todos los días a todas horas. Lo culpé por todo. Todavía lo hago. —Poppy
abrió su boca para hablar pero sacudí mi cabeza—. No —la detuve—. No lo hagas. —
Poppy cerró su boca y yo cerré mis ojos obligándome a continuar—. Fui a la escuela pero
no mucho tiempo después empecé a salir con las personas que estaban tan enojadas con el
mundo como yo. No mucho tiempo después empecé a ir a fiestas, a beber y fumar… a
hacer todo lo contrario que mi pappa me dijo.
—Rune —dijo Poppy tristemente. No dijo nada más.
—Eso se convirtió en mi vida. Tiré mi cámara. Luego empaqué todo lo que me hacía
recordarte. —Solté una carcajada—. Lástima que no pude sacar mi corazón y empacarlo
también porque ese idiota no me dejaba olvidarte, no importa cuánto haya intentado. Y
cuando volvimos aquí y te vi en los pasillos de la escuela toda la ira que todavía llevaba en
mis venas se convirtieron en una marea tranquila. —Rodé sobre mi lado, abrí mis ojos y
con mi mano acaricié el rostro de Poppy—. Porque lucías tan hermosa. Cada imagen que
tenía en mi cabeza de como lucirías con diecisiete años fue totalmente destruida. Al minuto
en que vi este pelo marrón y estos grandes ojos verdes fijos en los míos supe que todos los
esfuerzos que había hecho los últimos dos años de empujarte lejos estaban arruinados. Con
una sola mirada. Arruinados. —Tragué—. Luego cuando me dijiste sobre… —comencé
pero Poppy sacudió su cabeza.
—No —dijo—. Suficiente. Has dicho suficiente.
—¿Y tú? —pregunté—. ¿Por qué volviste?
—Porque estaba harta —dijo Poppy con un suspiro—. Nada estaba funcionando.
Cada nuevo tratamiento no hacía ninguna diferencia. El oncólogo nos dijo sin rodeos que
nada funcionaría. Eso fue todo lo que necesite para decidirme. Quería volver a casa, quería
vivir mis días restantes en casa, con mis tratamientos para el dolor, con los que más amo.
Poppy se movió más cerca, besando mi mejilla, mi cabeza y finalmente mi boca.
—Y ahora te tengo. Sé ahora a dónde estaba destinada a estar. Aquí es donde
estábamos destinados a estar, en este preciso momento… en casa. —Sentí una lagrima caer
de mi ojo. Poppy rápidamente la limpió con su pulgar.
Se inclinó sobre mi pecho y dijo:
—He llegado a entender que la muerte, para los enfermos, no es tan dura de superar.
Para nosotros, eventualmente el dolor termina, vamos a un lugar mejor. Pero para esos que
dejamos atrás, el dolor solo aumenta. —Poppy tomó mi mano y la sostuvo contra su
mejilla—. Realmente creo que los cuentos sobre perdidas no necesariamente tienen que ser
tristes o lamentables. Quiero que la mía sea recordada como una gran aventura que traté de
vivir lo mejor que pude. Porque, ¿cómo nos atrevemos a malgastar un solo respiro? ¿Cómo
nos atrevemos a malgastar algo tan valioso? Deberíamos esforzarnos por todos esos
valiosos respiros y gastarlos en muchos momentos valiosos mientras nos escurrimos de
este corto tiempo en la tierra. Ese es el mensaje que quiero dejar. Y que hermoso legado he
dejado a todos los que he amado.
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Si, como Poppy cree, un latido fuera una canción, entonces justo ahora, en este
momento, mi corazón estaría cantando con orgullo… por la completa admiración que
tengo por la chica que amo, en la forma en que ve la vida, en la forma en que ella trató de
hacerme creer… hacerme creer que podía haber vida después de su partida. Estaba seguro
que ese no era el caso pero podía ver que Poppy era determinada. Esa determinación que
nunca fallaba.
—Así que ahora ya sabes —dijo Poppy y descansó su cabeza en mi pecho—. Bueno,
no hablaremos más sobre eso. Tenemos nuestro futuro por explorar. No seremos esclavos
del pasado. —Cerré mis ojos y suplicó—. ¿Prométemelo, Rune?
Encontrando mi voz, susurré:
—Lo prometo. —Luché contra las emociones que se deslizaban en mi interior. No le
mostraría ninguna señal de que estaba triste. Hoy, ella vería solo felicidad de mí. Las
respiraciones de Poppy se tranquilizaron mientras acariciaba su pelo. La brisa cálida se
derramó sobre nosotros llevándose la pesadez que nos rodeaba.
Comencé a quedarme dormido, pensando que Poppy también cuando murmuró:
—¿Cómo crees que será el cielo, Rune?
Me tensé, pero las manos de Poppy comenzaron a acariciarme el pecho, liberándome
del peso que me había dado su pregunta.
—No lo sé —dije. Poppy no dijo nada, solo se quedó quieta donde estaba. Dándome
vuelta lentamente para abrazarla más fuerte, dije:
—Un lugar hermoso. Pacifico. El lugar donde te volveré a ver.
Sentí que Poppy sonreía contra mi camisa.
—Yo también —concordó, suavemente y se giró para darme un beso en el pecho.
Esta vez estaba seguro de que Poppy se había quedado dormida. Miré a la arena y
observé a una pareja sentándose cerca de nosotros. Estaban tomados de las manos. Antes
de que la mujer pudiera sentarse, el hombre puso una manta sobre la arena. Le besó la
mejilla y la ayudó a sentarse.
Me sentí celoso. Porque nosotros nunca tendremos eso.
Poppy y yo nunca envejeceremos juntos. Nunca tendremos hijos. Nunca nos
casaremos. Nada. Pero cuando miré el pelo marrón de Poppy y sus delicadas manos sobre
mi pecho, me conformé con estar agradecido de al menos tenerla ahora. No sabía qué
depararía el futuro. Pero ahora la tenía
La había tenido desde los cinco años.
Ahora me daba cuenta de porqué la había amado tanto desde tan pequeño. Para
poder pasar este momento con ella. Poppy creía que su espíritu siempre supo que moriría
joven. Estaba comenzando a creer que el mío también.
Pasó más de una hora. Poppy todavía estaba dormida. La levanté suavemente de mi
pecho y me incorporé. El sol se había movido; las olas rompían contra la orilla.
Tenía sed, así que abrí la canasta de picnic y saqué una de las botellas de agua que
Poppy había guardado. Mientras bebía, miré la mochila que Poppy había sacado del
maletero.
Preguntándome qué había adentro, la agarré y abrí el cierre. Al principio, lo único
que vi fue otro bolso negro. Este bolso estaba acolchonado. Lo saqué y mi corazón
comenzó a latir fuerte cuando me di cuenta de lo que estaba sosteniendo.
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Suspiré y cerré los ojos.
Dejé el bolso en la manta y me pasé las manos por la cara. Cuando levanté la cabeza,
abrí los ojos y miré al agua. Observé los botes a la distancia, las palabras de Poppy
resonando en mi mente:
Creo que están dejando todo. Creo que se levantaron un día y decidieron que había más cosas en la
vida. Creo que decidieron, una pareja enamorada, un chico y una chica, que querían explorar el mundo.
Vendieron sus posesiones y compraron un bote… A ella le encanta poner música y a él le encanta capturar
momentos en una filmación…
Mis ojos dejaron la bolsa de la cámara que conocía tan bien. Sabía de dónde venía su
teoría sobre los botes.
A él le encanta capturar momentos en una filmación...
Traté de estar enojado con ella. Dejé de sacar fotos hace dos años, ese ya no era yo.
Ya no era mi sueño. La universidad de Nueva York no estaba en mis planes. No quería
volver a agarrar la cámara. Pero mis dedos comenzaron a temblar, y, a pesar de estar
enojado conmigo mismo, levanté la tapa de la caja y miré adentro.
La vieja Canon vintage negra y plateada que había adorado me miraba de frente.
Sentí mi cara palidecer, la sangre moviéndose a mi corazón quien golpeaba fuertemente
contra mis costillas. Había tirado esta cámara. La había descartado, a ella y a todo lo que
representaba.
No tenía ni idea cómo la había encontrado Poppy. Me pregunté si había encontrado
otra y la había comprado. La agarré del bolso y la volteé. Sí, rayado en la parte de atrás
estaba mi nombre. Lo había escrito en mi cumpleaños trece, cuando mi mamma y mi
pappa me dieron esta cámara.
Era esta misma.
Poppy había encontrado mi cámara.
Volviéndole a dar vuelta, vi que tenía un rollo puesto. En el bolso estaban las lentes.
Aquellas que conocía tanto. A pesar de los años, todavía sabía instintivamente cuál sería la
mejor para cada toma; paisajes, retratos, para la noche, el día, luz natural, estudio…
Al oír un suave susurro detrás de mí, miré por encima del hombro. Poppy estaba
sentada, mirándome. Miró la cámara. Acercándose nerviosa, dijo:
—Le pregunté a tu pappa. Me dijo que la habías tirado. —Poppy inclinó la cabeza—.
Nunca lo supiste, y él nunca te lo dijo, pero él la encontró. Vio que la habías tirado. Habías
roto varias partes. Las lentes estaban estrelladas y otras cosas. —Estaba apretando la
mandíbula tan fuerte que ya dolía.
Poppy comenzó a acariciar el dorso de mi mano con sus dedos.
—Hizo que la repararan sin que te enteraras. La guardó estos últimos años. Esperaba
que algún día decidieras volver a la fotografía. Sabía cuánto te gustaba, También se culpa a
sí mismo por el hecho de que la hayas abandonado.
Mi instinto era abrir la boca para espetar que era su culpa. Todo era su culpa. Pero no
lo hice. Por alguna razón, el dolor en mi estómago me dejó callado.
Los ojos de Poppy brillaron.
—Deberías haberlo visto anoche, cuando le pregunté sobre la cámara. Estaba tan
emocionado, Rune. Incluso tu madre no sabía que la había guardado. Incluso tenía rollos
preparados. Solo en caso de que alguna vez la quisieras de nuevo.
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Aparté la mirada de Poppy, y volví a centrarme en la cámara. No sabía cómo
sentirme sobre todo esto. Traté de enojarme. Pero, para mi sorpresa, no lo logré. Por
alguna razón no podía sacarme la imagen de mi cabeza, de mi pappa limpiando la cámara y
arreglándola, él solo.
—Incluso tiene el cuarto oscuro preparado, esperándote en tu casa. —Cerré los ojos
cuando Poppy añadió la última parte. Me quedé en silencio. Completamente callado. Mi
cabeza estaba corriendo con demasiados pensamientos, demasiadas imágenes. Y yo estaba
en conflicto. Había jurado no volver a tomar otra foto.
Pero prometerlo había sido una cosa. Sostener el objeto de mi adicción en mis manos
ponía en peligro mi juramento: luchar, rebelarme, destruir, justo como mi pappa había
hecho con mis sentimientos cuando optó regresar a Oslo. El calor en mi estómago
comenzó a extenderse. Esta era la ira que esperaba. Esta era la ráfaga de fuego que estaba
esperando.
Aspiré profundamente, preparándome para que la oscuridad me abrumara, cuando,
de repente, Poppy se puso de pie.
—Voy al agua —anunció y pasó a mi lado sin decir nada más. La vi alejarse. La vi
hundir sus pies en la suave arena, la brisa agitando su pelo corto. Me quedé, hipnotizado,
cuando saltó a la orilla del agua, permitiendo que las olas rompieran sobre sus pies. Se
sostuvo el vestido más alto en las piernas para evitar salpicarse.
Inclinó la cabeza hacia atrás para sentir el viento en su cara. Entonces, miró de nuevo
hacia donde estaba sentado. Miró hacia atrás y se rió. Libre, con total abandono, como si
no tuviera preocupaciones más importantes del mundo.
Estaba paralizado, más aún cuando un rayo de sol reflejado en el mar le daba un
brillo dorado en el lado de su cara, sus ojos verdes eran esmeraldas en esta nueva luz.
Me quedé sin aliento, tuve que pelear literalmente para poder respirar por lo hermosa
que se veía. Antes incluso de pensarlo bien, tuve la cámara en mi mano. Sentí el peso en
mis manos, y, cerrando los ojos, dejé que las ganas ganaran.
Abriendo los ojos, levanté la cámara hasta mi ojo. Destapando la lente, encontré el
ángulo más perfecto de mi chica bailando en las olas.
E hice clic.
Hice clic en el botón de la cámara, mi corazón tartamudeando cada vez que
disparaba; estaba seguro de que estaba capturando a Poppy en este momento: feliz.
La adrenalina se apoderó de mí cuando pensé cómo se desarrollarían estas fotos. Era
por eso que usaba una cámara vintage. La anticipación del cuarto oscura, la demora en la
gratificación de ver la maravilla que había atrapado. La habilidad que se debía tener cuando
se trabajaba con una cámara para lograr la toma perfecta.
Un segundo de serenidad.
Un momento mágico.
Poppy, en su propio mundo, corría a lo largo de la orilla, con las mejillas rosas por el
calor del sol. Levantando sus manos en el aire, Poppy soltó el dobladillo de su vestido
dejando que se mojara con el agua.
Luego se volvió para mirarme. Mientras lo hacía, se quedó completamente inmóvil,
igual que mi corazón en mi pecho. Mi dedo esperaba, suspendido sobre el botón,
esperando disparar la foto. Y entonces apareció. Parecía pura felicidad en su rostro.
Apareció cuando cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás, como si fuera un alivio,
como si felicidad sin censura la poseyera.
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Bajé la cámara. Poppy me tendió la mano. Sintiéndome eufórico por volver a sentir
mi pasión, me levanté y caminé por la arena.
Cuando tomé la mano de Poppy, me acercó y presionó sus labios sobre los míos.
Dejé que hiciera todo ella. La dejé mostrarme lo mucho que esto significaba para ella. Este
momento. Y me permití sentirlo también. Me permití, por este breve momento, hacer a un
lado la pesadez que siempre llevaba a modo de escudo. Me permití perderme en el beso,
levantando la cámara en alto. Incluso con los ojos cerrados y sin dirección, estaba
convencido de que había capturado la mejor imagen del día.
Poppy dio un paso atrás y en silencio me guió de vuelta a la manta, sentándonos,
descansando su cabeza en mi hombro. Levanté mi brazo sobre sus hombros cálidos,
bañados por el sol y la acerqué a mi lado. Poppy miró cuando perezosamente le di un beso
en la cabeza. Cuando me encontré con sus ojos, suspiré y presioné mi frente contra la suya.
—De nada —susurró ella, mientras miraba hacia el mar.
No me había sentido así en mucho tiempo. No había sentido esta paz interior, desde
antes de separarnos. Y estaba agradecido con Poppy.
Más que agradecido.
De repente, un jadeo asombrado escapó de la boca de la Poppy.
—Mira, Rune —susurró señalando en la distancia. Me preguntaba que quería que
viera, luego dijo—: Nuestras huellas en la arena. —Levantó la cabeza y esbozó una sonrisa
radiante—. Dos pares. Cuatro huellas. Igual que el poema.
Arqueé las cejas, confundido. La mano de Poppy yacía sobre mi rodilla doblada. Su
cabeza metida bajo el refugio de mi brazo, explicó:
—Es mi poema favorito, Rune. Era el favorito de mi abuelita también.
—¿Qué dice? —pregunté, sonriendo ligeramente al pequeño tamaño de la huella de
Poppy junto a la mía.
—Es hermoso. Y espiritual, así que no estoy segura de qué pensaras. —Poppy me
miró burlona.
—Cuéntamelo de todos modos —la insté, sólo para escuchar su voz. Sólo para
escuchar la reverencia en su tono cuando compartía algo que le encantaba.
—En realidad es más una historia. Acerca de alguien que tiene un sueño. En el
sueño, están en una playa igual a esta. Pero están caminando al lado del Señor.
Mis ojos se estrecharon y Poppy puso los ojos en blanco.
—¡Te dije que era espiritual! —dijo, riendo.
—Lo hiciste —contesté, y le levanté la cabeza con la barbilla—. Sigue.
Poppy suspiró, y con su dedo, hizo trazos vagos en la arena. Mi corazón se agrietó
cuando vi que era otro símbolo de infinito.
—Mientras caminan por la playa, en el cielo oscuro, comienza a proyectarse la vida
de la persona, para que ellos la vean. A medida que pasa cada escena, como un rollo de
película, la persona se da cuenta de que dos pares de huellas fueron dejadas en la arena
detrás de ellos. Y a medida que continuaban, cada nueva escena traía consigo un rastro de
sus huellas.
La atención de la Poppy estaba enfocada en nuestras huellas.
—Cuando se han reproducido todas las escenas, la persona mira hacia atrás en el
rastro de las huellas y se da cuenta de algo extraño. Se dan cuenta de que durante los
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momentos más tristes, o la mayor parte de desesperación de su vida, sólo había un par de
huellas. Durante los tiempos más felices siempre había dos pares.
Mis cejas se fruncieron, preguntándome hacia dónde se dirigía la historia. Poppy
levantó la barbilla y parpadeó en la luz brillante del sol. Con los ojos llorosos, me miró y
continuó.
—La persona está realmente preocupado por esto. El Señor dijo que, cuando una
persona dedica su vida a él, él volvería a caminar con ellos a través de todos los altibajos. La
persona entonces le preguntó al Señor: ¿por qué, en los peores puntos de su vida, Él los
abandonó? ¿Por qué se fue?
Una expresión de profunda comodidad lavó el rostro de la Poppy.
—¿Y qué? —pregunté—. ¿Qué dice el Señor?
Una lágrima cayó de su ojo.
—Le dice a la persona que sí había caminado con ellos toda su vida. Pero, explica,
que en los momentos en los que hay un único par de huellas no era cuando estaba
caminando a su lado, sino cuando los estaba cargando.
Poppy sollozó y dijo:
—No me importa si no eres religioso, Rune. El poema no es sólo para los creyentes.
Todos tenemos personas que nos cargan a través de los peores momentos, de los más
tristes, esos momentos que parecen imposibles de superar. De una forma u otra, ya sea a
través del Señor o de un ser querido, o ambos, cuando sentimos que no podemos caminar
más, alguien aparece y nos ayuda… Alguien que nos carga.
Poppy apoyó la cabeza en mi pecho, metiéndose en mis brazos abiertos, que la
esperaban.
Mis ojos se perdieron en una neblina borrosa mientras miraba nuestras huellas en la
arena. En ese momento, no estaba segura de quién estaba ayudando a quién. Porque a
pesar de que Poppy insinuaba que era yo quien la estaba ayudando en sus meses finales,
estaba empezando a creer que de alguna manera ella me estaba salvando.
Un único par de huellas en mi alma.
Poppy se giró para mirarme, sus mejillas húmedas por las lágrimas. Lágrimas de
felicidad. Lágrimas de asombro... Lágrimas de Poppy.
—¿No es hermoso, Rune? ¿No es la cosa más hermosa que hayas escuchado?
Solo asentí. Este momento no era para hablar. No podía competir con lo que
acababa de recitar, ¿por qué iba a intentarlo?
Dejé que mi mirada fuera a la deriva por la playa. Y me pregunté… Me pregunté si
alguien más en este momento había oído algo así tan movilizante que los sacudiera hasta su
propio centro. Me pregunté si la persona que amaba más que a nadie más en el planeta se
había abierto a ellos con tanta pureza, con tanta emoción.
—¿Rune? —dijo Poppy en voz baja a mi lado.
—¿Sí, nena? —contesté en voz baja. Volvió su cara bonita y me dirigió una débil
sonrisa—. ¿Estás bien? —pregunté, acariciando su cara con mi mano.
—Estoy cansada —admitió a regañadientes. Mi corazón se rompió. Durante la
última semana, había empezado a ver el cansancio aparecer de a poco en su rostro cuando
hacía demasiado.
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Y lo que es peor, pude ver lo mucho que lo odiaba. Porque le impedía disfrutar de
aventuras de toda la vida.
—Está bien estar cansada, Poppymin. No es una debilidad.
Los ojos de Poppy se cerraron, derrotados.
—Lo odio. Siempre he pensado que dormir es una pérdida de tiempo.
Me reí del puchero bonito que había formado en sus labios. Poppy me observaba,
esperando que hablara. Aleccionadoramente, dije:
—La forma en que lo veo es: si duermes cuando lo necesitas, podremos hacer más
cosas cuando recuperes fuerzas. —Acaricié la punta de su nariz con la mía y dije—:
Nuestras aventuras serán mucho más especiales. Y sabes que te gusta dormir en mis
brazos. Siempre he pensado que te ves demasiado perfecta allí.
Poppy suspiró, y con una última mirada al mar, susurró:
—Sólo tú, Rune Kristiansen. Sólo tú podías darle una razón a mi mayor odio de una
manera tan bella.
Besando su mejilla cálida, me levanté y recogí nuestras cosas. Cuando todo estuvo
listo, miré por encima del hombro al muelle, luego otra vez a Poppy. Estirando la mano,
dije:
—Vamos, dormilona. ¿Por los viejos tiempos?
Poppy miró el muelle y una risa desenfrenada salió de su garganta. La puse de pie, y
caminamos lentamente, de la mano, debajo del muelle. Los sonidos hipnóticos de las olas
suaves rompiendo contra las antiguas vigas de madera donde nos paramos.
Sin perder tiempo, acorralé a Poppy contra el poste de madera, ahuecando sus
mejillas y juntando nuestros labios. Mis ojos se cerraron mientras la piel cálida de sus
mejillas se calentaba bajo mis palmas. Mi pecho jadeó, sin aliento, mientras nuestros labios
se besaron, de manera lenta y profunda, mientras que la brisa fresca se precipitó por el pelo
de Poppy.
Apartándome, rodé mis labios, saboreando el sabor de las cerezas y el sol estallando
en mi boca.
Los ojos de Poppy se abrieron. Al ver lo cansada que aparecía, susurré para ella:
—Beso cuatrocientos treinta y tres. Con Poppymin bajo el muelle. —Poppy sonrió
con timidez, a la espera de lo que tenía que venir a continuación—. Mi corazón casi estalló.
—El atisbo de sus dientes mostrándose bajo su sonrisa casi lo hizo estallar, haciéndolo el
momento perfecto para añadir—: Porque la amo. La amo más de lo que jamás podría
explicar. Mi único par de huellas en la arena.
Los hermosos ojos verdes de Poppy se abrieron ante mi confesión. Inmediatamente
brillaron, y las lágrimas se derramaron hacia abajo por sus mejillas. Traté de limpiarlas con
mis dedos mientras mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Pero Poppy agarró mi mano,
frotando suavemente su mejilla en mi palma. Manteniendo mi mano en el lugar, se
encontró con mis ojos y susurro:
—Te amo demasiado, Rune Kristiansen. Nunca, nunca dejaré de hacerlo. —Se
levantó de puntillas y llevo mi cara para quedar frente a la suya—. Mi alma gemela. Mi
corazón…
Una calma se apoderó de mí. Una tranquilidad, mientras Poppy cayó en mis brazos,
su respiración ligera filtrándose a través de mi camisa.
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La abracé. La sostuve cerca, abrazando esta nueva sensación, hasta que Poppy
bostezó. Incliné su cabeza hacia arriba, a la mía y dije:
—Vamos a llevarte a casa, hermosa.
Poppy asintió, plegándose a mi lado, permitiéndome encaminarla de regreso a
nuestras cosas, y luego hasta el auto. Metiendo la mano en el bolsillo de su bolso, tomé las
llaves del auto y abrí la puerta del lado del pasajero.
Colocando ambas manos en su cintura, la levanté hasta el asiento, extendiéndome a
través de ella para hacer clic, asegurando el cinturón de seguridad. Mientras retrocedí,
coloqué un suave beso en la cabeza de Poppy. La oí contener la respiración ante mi tacto.
Iba a enderezarme, cuando Poppy se apoderó de mi brazo, y con lágrimas en sus mejillas
plenas, susurró:
—Lo siento, Rune. Lo siento mucho.
—¿Por qué, bebé? —pregunté, mi voz se quebró ante lo triste que sonaba.
Me apartó el pelo de la cara, mientras decía:
—Por alejarte.
Mi estómago se hundió. Los ojos de Poppy buscaron algo en los míos, antes de que
su rostro se contrajera de dolor. Gruesas lágrimas corrían por su rostro pálido y su pecho
se estremeció mientras intentaba calmar su respiración repentinamente errática.
—Oye —dije, colocando las manos en sus mejillas.
Poppy miró hacia mí.
—Podríamos haber estado así si no hubiera sido una tonta. Podríamos haber
encontrado una forma para que regresaras. Podrías haber estado conmigo todo el tiempo.
Conmigo. Sosteniéndome... amándome. Tú amándome y yo amándote con tanta fuerza. —
Su voz tartamudeó, pero logró terminar—. Soy una ladrona. Robé nuestro valioso tiempo,
dos años de ti y de mí, por nada.
Sentí como si mi corazón se rompiera físicamente mientras Poppy lloraba, aferrada
fuertemente a mi brazo como si estuviera asustada de que le diera la espalda. ¿Cómo es que
no se ha dado cuenta hasta ahora de que nada podía alejarme?
—Shh —la tranquilicé, moviendo la cabeza para descansar contra la de ella—.
Respira, bebé —dije en voz baja. Puse la mano de Poppy sobre mi corazón, mientras fijaba
su mirada en la mía—. Respira —repetí y sonreí mientras seguía el ritmo de mi corazón
para calmarse.
Sequé sus mejillas húmedas con las manos, derritiéndome cuando sorbió, su pecho
sacudiéndose de vez en cuando por los sollozos que había liberado. Al ver que tenía su
atención, le dije:
—No voy a tomar la disculpa, porque no hay nada de qué disculparse. Me dijiste que
el pasado ya no importa. Que son estos momentos los que son importantes ahora. —
Afiance mis emociones, para decir—: Nuestra aventura final. Yo, dándote besos que casi
hagan estallar tu pecho para completar tu frasco. Y tú... tú sólo siendo tú. Tú amándome.
Yo amándote. Por la eternidad... —Mi voz se apagó.
Miré fijamente con atención y paciencia en los ojos de Poppy, con una gran sonrisa
cuando añadió:
—Para siempre por siempre.
Cerré los ojos, sabiendo que había atravesado su dolor. Luego, cuando mis ojos se
abrieron, Poppy se rió con voz ronca.
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—Allí está ella. —Presioné un beso en cada una de las manzanas de sus mejillas.
—Aquí estoy —repitió—, tan completamente enamorada de ti.
Poppy levantó la cabeza y me besó. Cuando se echó hacia atrás en el asiento, con los
ojos cerrados, llamada por el sueño. La miré por un segundo, antes de moverme para cerrar
la puerta. Justo cuando se cerró la puerta, atrapé a Poppy susurrando:
—Beso número cuatrocientos treinta y cuatro, con mi Rune en la playa... cuando su
amor volvió a casa.
Podía ver a través de la ventana que Poppy ya se había dormido. Sus mejillas estaban
rojas de tanto llorar, pero, incluso dormida, sus labios estaban inclinados hacia arriba,
dando la apariencia de una sonrisa.
No estaba seguro de cómo alguien tan perfecto incluso existía.
Moviéndome alrededor del auto, saqué mis cigarrillos del bolsillo trasero de mis
pantalones y accioné el encendedor. Aspiré una calada muy necesaria. Cerré los ojos
mientras el golpe de nicotina me calmó.
Abrí los ojos y me quedé mirando la puesta de sol. El sol se desvanecía en el
horizonte, destellos de color naranja y rosa a su paso. La playa estaba casi vacía, salvo por la
pareja de ancianos que había visto antes.
Sólo que esta vez, cuando los veía, todavía tan enamorados después de todos estos
años, no me permití sentir dolor. Al mirar hacia atrás a Poppy durmiendo en el auto, sentí
una… felicidad. Yo. Me sentí feliz. Me permití sentir feliz, incluso a través de todo este
dolor. Porque... aquí estoy... tan completamente enamorada de ti...
Ella me amaba.
Poppymin. Mi chica. Ella me amaba.
—Es suficiente —le dije al viento—. Eso es suficiente por ahora.
Lanzando la colilla de cigarro al suelo, en silencio me deslicé en el asiento del
conductor y le di la vuelta a la llave. El motor volvió a la vida y conduje lejos de la playa,
seguro que estaríamos aquí de nuevo.
Y si no lo hacíamos, como Poppy dijo, habíamos tenido este momento. Teníamos
este recuerdo. Ella tenía su beso.
Y yo tenía su amor.

Cuando me detuve en el camino de entrada, la oscuridad había caído, las estrellas


comenzando a despertar. Poppy había dormido todo el camino a casa, su respiración ligera
y rítmica como un sonido reconfortante mientras nos llevé por los caminos oscuros hacia la
casa.
Estacionando el auto, salí y caminé hacia su lado. Abrí la puerta tan silenciosamente
como pude, desbloqueando el cinturón de seguridad y recogiendo a Poppy en mis brazos.
Se sentía como si no pesara nada mientras instintivamente se acurrucó en mi pecho,
su cálido aliento deslizándose sobre mi cuello. Caminé hasta la puerta. Al llegar al escalón
más alto, la puerta principal se abrió. El señor Litchfield estaba de pie en el pasillo.
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Seguí adelante y se movió fuera de mi camino, permitiéndome llevar a Poppy a su
dormitorio. Vi a la mamá y las hermanas de Poppy sentadas en la sala de estar, viendo la
televisión.
Su madre se puso de pie.
—¿Está bien? —susurró.
Asentí.
—Sólo cansada.
La señora Litchfield se inclinó y besó la frente de Poppy.
—Que duermas bien, bebé —susurró. Mi pecho se apretó ante la vista, luego asintió
y me señaló para que llevara a Poppy a su habitación.
La llevé por el pasillo y a su dormitorio. Tan suavemente como pude, la puse en su
cama, sonriendo cuando el brazo de Poppy, naturalmente, me buscó en el lado de la cama
en el que dormía.
Cuando la respiración de Poppy se niveló una vez más, me senté en el borde de la
cama y pasé la mano por su cara. Inclinándome hacia adelante, besé su mejilla suave y
susurre:
—Te amo, Poppymin. Por siempre para siempre.
Levantándome de la cama, me quedé helado cuando vi al señor Litchfield en la
puerta, observando... escuchando.
Mi mandíbula se apretó mientras él me miró fijamente. Tomando una respiración
calmante por la nariz, caminé en silencio pasándole, por el pasillo y de regreso al auto para
conseguir mi cámara.
Regresé a la casa para dejar las llaves del auto sobre la mesa en el pasillo. Cuando
entré, el señor Litchfield salió de la sala de estar. Me detuve, balanceándome con torpeza
hasta que extendió la mano para recibir las llaves.
Las dejé caer en su mano y me giré para alejarme. Antes de que pudiera, preguntó:
—¿Pasaron un buen momento?
Mis hombros se tensaron. Obligándome a responder, lo miré a los ojos y asentí.
Ondeando la mano a la señora Litchfield, Ida y Savannah, salí por la puerta y bajé los
escalones. Al llegar al último escalón, oí:
—Ella te ama también, sabes.
La voz del señor Litchfield detuvo mis pies, y sin mirar hacia atrás, respondí:
—Lo sé.
Crucé el césped a mi casa. Me fui directamente a mi habitación y tiré la cámara sobre
la cama. Tenía la intención de esperar las próximas horas antes de ir a Poppy. Pero cuanto
más miraba fijamente la bolsa de la cámara, más quería ver cómo habían salido las fotos.
Las imágenes de Poppy bailando en el mar.
Sin darme la oportunidad de alejarme, cogí la cámara y me escabullí hasta el cuarto
oscuro en el sótano. Al llegar a la puerta y girar el picaporte, encendí la luz. Suspiré, una
extraña sensación afianzándose dentro de mí.
Porque Poppy había tenido razón. Mi pappa había preparado esta habitación para mí.
Mi equipo estaba exactamente donde habría estado hace dos años. Las líneas y las pinzas
estaban listas y esperando.
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El proceso de revelar las imágenes se sentía como si nunca lo hubiera dejado.
Disfruté la familiaridad de cada paso. Nada fue olvidado, como si hubiera nacido con la
capacidad de hacer esto.
Como si se me hubiera dado este don. Poppy reconoció que había necesitado esto en
mi vida, cuando estaba demasiado cegado por el pasado para verlo.
El olor de los productos químicos golpeó mi nariz. Pasó una hora, y finalmente di un
paso atrás, las fotos en sus pinzas moldeando en formas, segundo a segundo, revelando el
momento capturado en la película.
La luz roja no me impidió ver las maravillas que había capturado. Mientras caminaba
a lo largo de las líneas de imágenes colgando, de la vida en todo su esplendor, no pude
evitar la emoción ardiendo en mi pecho. No podía detener la sonrisa, por este trabajo,
jugando en mis labios.
Entonces me detuve.
Me detuve en una imagen que me mantuvo cautivo. Poppy, aferrando el dobladillo
de su vestido, bailando en el agua poco profunda. Poppy, con una sonrisa despreocupada y
el pelo mecido por el viento, riendo con todo corazón. Sus ojos brillantes y su piel
sonrojada mientras miraba por encima del hombro, hacia mí. El sol iluminando su cara en
un ángulo tan puro y hermoso que era como si se tratara de un proyector de su felicidad,
atraído por su alegría magnética.
Levanté la mano, manteniéndola a un centímetro de la imagen, y tracé mi dedo sobre
su rostro radiante, sobre sus labios suaves y sus mejillas rosadas. Y la sentí. Sentí la pasión
abrumadora para esta destreza estallar de nuevo a la vida dentro de mí. Esta imagen. Ésta
imagen consolidó lo que había sabido en secreto todo el tiempo.
Estaba destinado a hacer esto con mi vida.
Tenía sentido que esta imagen trajera este mensaje a casa, era de la chica que era mi
hogar. Llamaron a la puerta, y sin retirar la mirada de la foto, respondí:
—¿Ja?
La puerta se abrió lentamente. Sentí quién era antes de que verlo. Mi pappa entró en
el cuarto oscuro, sólo unos pocos pasos. Lo miré, pero tuve que girar de nuevo ante la
expresión de su cara, mientras absorbía todas las fotografías colgando de las pinzas a través
del cuarto.
No quería hacer frente a lo que esa sensación en el estómago significaba. Aún no.
Pasaron unos minutos en silencio, antes de que mi pappa dijera suavemente:
—Ella es absolutamente hermosa, hijo. —Mi pecho se contrajo cuando vi sus ojos
en la foto ante la que todavía estaba de pie.
No respondí. Mi pappa permaneció torpemente en la puerta, sin decir nada más. Por
último, se movió para salir. A medida que fue cerrando la puerta, me obligué a decir un
afilado:
—Gracias... por la cámara.
En mi visión periférica, vi a mi pappa detenerse. Oí una inhalación lenta e irregular
en su respiración, entonces respondió:
—No tienes nada que agradecerme, hijo. Nada en absoluto.
Con eso me dejó en mi cuarto oscuro.
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Me quedé más tiempo de lo que pensaba, reproduciendo la respuesta de mi pappa en
mi mente.
Agarrando dos fotografías en mis manos, subí los escalones del sótano y me dirigí a
mi habitación. Al pasar por la puerta abierta de la habitación de Alton, lo vi sentado en su
cama, viendo la televisión.
No me había visto, de pie en su puerta, y continué hacia mi habitación. Pero,
mientras lo oí reírse de lo que estaba viendo, mis pies se pegaron al suelo, y me obligué a
volver atrás.
Al entrar a su habitación, Alton se volvió hacia mí, y en un movimiento que me hizo
sentir una grieta en mi pecho, la más grande sonrisa se dibujó en su linda cara.
—Hei Rune —dijo en voz baja, y se sentó más arriba en la cama.
—Hei —respondí. Caminé hacia su cama y señale hacia el televisor—. ¿Qué estás
viendo?
Alton miró el televisor, y luego de nuevo a mí.
—Los monstruos del pantano. —Su cabeza se inclinó hacia un lado, y luego empujó
su pelo largo de la cara. Algo en mi estómago dio un tirón mientras lo hizo—. ¿Quieres ver
conmigo por un rato? —preguntó con nerviosismo Alton, luego dejó caer la cabeza.
Podía decir que pensaba que iba a decir que no. Sorprendiéndonos a ambos,
respondí:
—Seguro.
Los ojos azules de Alton se abrieron hasta el tamaño de los platos. Se recostó con
rigidez en su cama. Cuando di un paso hacia delante, arrastró los pies hacia un lado del
estrecho colchón.
Me acosté a su lado, levantando mis pies. Entonces Alton se recostó contra mi lado y
siguió observando a su programa. Lo vi con él, sólo mirando a otro lado cuando lo
sorprendí mirándome.
Cuando me encontré con sus ojos, con sus mejillas sonrojadas dijo:
—Me gusta que veas esto conmigo, Rune.
Respirando a través del sentimiento poco familiar que sus palabras trajeron, revolví
su pelo largo y respondí:
—A mí también, Alt. Me gusta también.
Alton se apoyó en mi lado. Se quedó allí hasta que se durmió, el temporizador en su
TV golpeando y hundiendo la habitación en la oscuridad.
Levantándome de la cama, pasé a mi mamma, que había estado observando en
silencio desde el pasillo. Asentí hacia ella cuando entré en mi habitación, girando y cerrando
la puerta detrás de mí. Bloqueando la cerradura, coloqué una de las fotos en el escritorio, y
trepé a través de mi ventana y corrí hacia Poppy.
Cuando entré en su habitación, Poppy todavía estaba durmiendo. Quitándome la
camisa, caminé alrededor de la cama donde dormía. Puse la foto de nosotros besándonos
cerca del agua sobre su almohada, para que la viera tan pronto como se despierte.
Me metí en la cama, con Poppy encontrándome de forma automática en la oscuridad,
poniendo su cabeza en mi pecho y envolviendo su brazo alrededor de mi cintura.
Cuatro huellas en la arena.
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Alas Remontando y Estrellas
Deterioradas

Tres meses más tarde

ónde está mi niña Poppy?


Quité el sueño de mis ojos, sentándome en mi cama, la excitación
recorriéndome ante el sonido de una voz que adoraba.
—¿Tía DeeDee? —susurré. Intenté escuchar más, asegurándome que realmente
había oído su voz. Voces amortiguadas venían del pasillo, entonces repentinamente la
puerta se abrió. Me alcé sobre mis brazos, las malditas cosas temblando después que
empujé a mis debilitados músculos demasiado lejos.
Me volví a recostar mientras tía DeeDee aparecía en el marco de la puerta. Su oscuro
pelo estaba estirado en un moño, y llevaba su uniforme de azafata de avión. Su maquillaje
estaba perfectamente en su lugar, al igual que su contagiosa sonrisa.
Sus ojos verdes se suavizaron cuando aterrizaron en mí.
—Ahí está —dijo cariñosamente, caminando hacia mi cama. Se sentó en borde del
colchón y se inclinó para envolverme en sus brazos.
—¿Qué estás haciendo aquí, DeeDee?
Mi tía alisó mi pelo hacia atrás por el desorden producto del sueño y susurró en tono
conspirativo:
—Sacarte de este tugurio.
Mis cejas se juntaron con confusión. La tía DeeDee había pasado Navidad y Año
Nuevo con nosotros, y luego otra semana entera con nosotros, hacia solo dos semanas
atrás. Yo sabía que tenía una agenda muy ocupada durante el mes siguiente.
Por eso es por lo que estaba tan confundida que estuviera de regreso ahora.
—No lo entiendo —dije, sacando mis piernas del colchón. Los días pasados había
estado mayormente metida en la cama. Después de mi revisión en el hospital al principio
de la semana, encontramos que el recuento de mis células blancas era demasiado bajo. Me
habían dado sangre y medicación para ayudar. Y me había ayudado un poco, pero me hizo
sentir cansada por unos cuantos días. Me mantenía dentro para que así las infecciones se
mantuvieran a raya. Mis doctores habían querido que me quedara en el hospital, pero me
había negado. No iba a perder ni un segundo de mi vida quedándome en ese lugar. No
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ahora que podía ver que mi cáncer iba incrementando su agarre sobre mí. Cada segundo se
iba convirtiendo en algo más y más valioso.
Casa era mi lugar feliz.
Tener a Rune junto a mí, besándome dulcemente, era mi seguridad.
Era todo lo que necesitaba.
Mirando al reloj, vi que eran casi las cuatro de la tarde. Rune pronto estaría por aquí.
Lo había obligado a ir a clases estos últimos días. Él no quería ir si yo no podía. Pero éste
era su último año de instituto. Necesitaba las notas para entrar en la universidad. Aunque
ahora protestaba que eso no le importaba.
Y eso estaba bien. Porque a mí me importaba por los dos. No lo dejaría dejar su vida
en espera por mí.
Tía DeeDee se puso de pie de un salto.
—De acuerdo, niña Poppy, métete en la ducha. Tenemos una hora antes de partir. —
Miró hacia mi pelo—. No te molestes lavando tu pelo, tengo a una chica que puede
ocuparse de ello cuando lleguemos allí.
Sacudí mi cabeza, a punto de hacer más preguntas, pero mi tía salió rápidamente de
mi habitación. Me puse de pie, estirando mis músculos. Tomando una profunda
respiración, cerré mis ojos y sonreí. Me sentía mejor de lo que lo había hecho los días
anteriores. Me sentía un poco más fuerte.
Lo suficientemente fuerte para salir de casa.
Cogiendo mi toalla, hice un rápido trabajo tomando una ducha. Me apliqué una ligera
capa de maquillaje. Até mi pelo sin lavar en un moño lateral, mi lazo blanco favorito atado
firmemente en su sitio. Me vestí con un vestido verde militar, poniéndome un suéter
blanco sobre la parte superior.
Estaba poniéndome mis pendientes de infinito en mis orejas cuando la puerta de mi
dormitorio se abrió de repente. Pude oír un zumbido de voces alzadas, la voz de mi papá
en particular.
Girando mi cabeza, sonreí cuando Rune entró, sus ojos azules encontrándose
inmediatamente con los míos. Buscando, revisando, antes de iluminarse con alivio.
Rune silenciosamente cruzó la habitación, solo deteniéndose cuando había enredado
sus brazos alrededor de mis hombros y tirado de mí hacia su pecho. Dejé que mis brazos
tomaran su cintura y respiré su fresco aroma.
—Te ves mejor —dijo Rune por encima mí.
Lo agarré un poco más fuerte.
—Me encuentro mejor.
Rune dio un paso atrás y puso sus manos sobre mi rostro. Buscó mis ojos, antes que
sus labios se curvaran hacia arriba y presionó el más dulce de los suaves besos en mi boca.
Cuando nos separamos, suspiró.
—Me alegro. Estaba preocupado que no fuéramos capaces de ir.
—¿A dónde? —pregunté, mi corazón golpeando en un rítmico compás.
Esta vez Rune sonrió y, moviendo su boca hacia mi oreja, anunció:
—Por otra aventura.
Mi corazón acelerado empezó a galopar.
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—¿Otra aventura?
Sin más explicaciones, Rune me guió fuera de mi dormitorio. Su mano, agarrando
fuertemente la mía, era la única indicación que daba de cuán preocupado había estado los
días anteriores.
Aunque yo lo sabía. Veía el miedo en sus ojos cada vez que me movía en la cama y
me preguntaba si estaba bien. Cada vez que se sentaba conmigo después de la escuela,
mirándome, estudiándome… esperando. Esperando para ver si esto era todo.
Estaba petrificado.
La progresión de mi cáncer no me asustaba. El dolor y el futuro cercano no me
asustaban. Pero ver a Rune mirarme de esa manera, tan desolado, tan desesperado, había
empezado a asustarme. Lo amaba tanto, y podía ver que me amaba sin medida. Pero este
amor, esta conexión de almas, había empezado a anclar al corazón que yo había liberado de
esta vida.
Nunca había temido a la muerte. Mi fe era fuerte; sabía que había una vida después
de esto. Pero ahora el miedo había empezado a reptar en mi conciencia. Miedo a dejar a
Rune. Miedo de su ausencia… miedo a no sentir sus brazos a mi alrededor y sus besos en
mis labios.
Rune miró atrás como sintiendo que mi corazón empezaba a desgarrarse. Asentí. No
estaba segura si había sido convincente; todavía detectaba preocupación en su expresión.
—¡No va a ir! —La voz alta de mi padre se podía oír por el pasillo. Rune me tiró
hacia su costado, levantando su brazo hasta que estuve segura debajo de él. Cuando
llegamos a la puerta, mi mamá, papá y tía DeeDee estaban de pie en la entrada del salón.
El rostro de mi padre estaba rojo. Mi tía tenía sus brazos cruzados sobre su pecho.
Mi madre pasaba su mano por la espalda de mi papá, intentando tranquilizarlo.
Mi papá levantó su cabeza. Forzó una sonrisa.
—Poppy —dijo él y se acercó. Rune no me dejo ir. Mi papá se dio cuenta y le dirigió
una mirada que lo debería haber desintegrado allí mismo.
Rune ni se inmutó.
—¿Qué pasa? —pregunté, estirándome para tomar la mano de mi papá.
Mi toque pareció dejarlo sin palabras. Miré hacia mi mamá.
—¿Mamá?
Mamá dio un paso adelante.
—Esto ha sido planeado desde que tu tía vino hace unas semanas. —Miré hacia la tía
DeeDee, la cual sonrió maliciosamente.
—Rune planeó llevarte lejos. Le pidió a tu tía que le ayudara a planearlo. —Suspiró
mamá—. Nosotros no esperábamos que tus niveles cayeran tan pronto. —Mamá puso su
mano sobre el brazo de mi papá—. Tu papá cree que no deberías ir.
—¿Ir a dónde? —pregunté.
—Es una sorpresa —anunció Rune junto a mí.
Papá dio un pequeño paso atrás y encontró mis ojos.
—Poppy, el nivel de tus células blancas ha caído. Significa que el riesgo de infección
es alto. Con tu sistema inmunológico en riesgo, no creo que debas volar en un avión…
—¿Un avión? —interrumpí.
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Levanté la mirada hacia Rune.
—¿Un avión? —repetí.
Asintió una vez cortantemente, pero no dio más explicaciones.
Mamá puso su mano en mi brazo.
—Le pregunté a tu especialista y dijo —aclaró su garganta—, dijo que, en este punto
de tu enfermedad, si quieres ir, entonces deberías ir. —Escuché la corriente oculta de sus
palabras. Ve antes que sea demasiado tarde para viajar a algún lugar.
—Quiero ir —dije con certeza inquebrantable, agarrándome a la cintura de Rune.
Quería que supiera que quería esto. Lo miré; él encontró mis ojos. Sonriendo, dije—: Estoy
contigo.
Rune, sorprendiéndome, pero al mismo tiempo sin sorprenderme en absoluto, me
besó. Me besó fuerte y rápido frente a mi familia. Rune se separó de mí y se movió junto a
mi tía. Al lado de DeeDee estaba una maleta. Sin más palabras, llevó la maleta hacia el auto.
Mi corazón estaba latiendo con un ritmo staccato por la emoción.
Papá apretó mi mano. Su toque me devolvió a su preocupación, su miedo.
—Poppy —dijo severamente.
Antes de que pudiera decir nada más, me incliné hacia delante y lo besé en la mejilla.
Lo miré a los ojos.
—Papi, entiendo los riesgos. He estado peleando contra esto por mucho tiempo. Sé
que estás preocupado. Sé que no quieres que me haga daño. Pero permanecer atrapada en
mi habitación como si fuera un pájaro en una jaula un día más… eso es lo que me hará
daño. Nunca he sido de las que se quedan dentro. Quiero esto, papi. Necesito esto. —
Sacudo mi cabeza, sintiendo una fina película de agua llenando mis ojos—. No puedo
gastar lo que me quede de tiempo encerrada por miedo a empeorar. Necesito vivir…
necesito esta aventura.
Tragó un aliento entrecortado. Pero, eventualmente, asintió. Una luz mareante flotó a
través de mí. ¡Iba a ir!
Dando un saltito, envolví mis brazos alrededor de cuello de mi papi. Me abrazó de
vuelta.
Besé a mi mamá, luego miré a mi tía. Tenía su mano estirada. La cogí, justo mientras
mi papá decía:
—Estoy confiando en ti para que la cuides, DeeDee.
Mi tía suspiró.
—Tú sabes que esta niña es mi corazón, James. ¿Crees que dejaría que le pasara algo?
—¡Y estarán en habitaciones separadas!
Simplemente rodé mis ojos ante eso.
Mi papá empezó a hablarle a mi tía. Pero no lo escuché. No escuché nada mientras
mi mirada iba a través de la puerta abierta, y hacia el chico vestido todo de negro que estaba
apoyado contra el barandal de nuestro porche. El chico con una chaqueta de piel que
casualmente se estaba llevando un cigarrillo a la boca, mirándome todo el rato. Sus ojos
azul cristal no se apartaron de mí ni una vez.
Rune exhaló una nube de humo. Tirando el cigarrillo casualmente al suelo,
levantando su barbilla y estirando su mano.
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Liberando la mano de tía DeeDee, cerré mis ojos por un segundo,
comprometiéndome a memorizar como lucía él, justo en este momento.
Mi chico malo noruego.
Mi corazón.
Abriendo mis ojos, me apresuré a cruzar la puerta. Llegué al escalón superior, y luego
salté a los brazos abiertos de Rune. Me envolvió con su abrazo. Me reí, sintiendo la brisa en
mi rostro. Apretándome fuertemente, mis pies seguían separados del suelo, Rune preguntó:
—¿Estás lista para esa aventura, Poppymin?
—Sí —contesté sin aliento.
Rune presionó su frente contra la mía y cerró sus ojos.
—Te amo —susurró después de una larga pausa.
—Yo también te amo —dije, en el mismo tono bajo.
Fui recompensada con una rara sonrisa.
Cuidadosamente me bajó hasta el suelo, cogió mi mano y preguntó de nuevo:
—¿Estás lista?
Asentí, luego me giré hacia mis padres, que estaban de pie en el porche. Les dije
adiós con la mano.
—Vamos, chicos —dijo DeeDee—. Tenemos que tomar un vuelo.
Rune me llevó hacia el auto, tomando mi mano como siempre. Mientras nos
acomodábamos en el asiento trasero, miré por la ventanilla mientras nos alejábamos. Miré
fijamente a las nubes, sabiendo que pronto estaría volando por encima de ellas.
En una aventura.
Una aventura con mi Rune.

—Nueva York —dije sin aliento, leyendo la pantalla de nuestra puerta de embarque.
Rune sonrió.
—Siempre planeábamos ir. Solo será más corto de lo que siempre habíamos pensado.
Completamente sin habla, envolví mis brazos alrededor de su cintura y apoyé mi
cabeza en su pecho. Tía DeeDee volvió de hablar con la mujer del mostrador.
—Vamos, ustedes dos —dijo, moviendo su mano hacia la entrada del avión—.
Vamos a ponerlos a bordo.
Seguimos a DeeDee. Mi boca se abrió cuando nos mostró los dos asientos delanteros
en primera clase. La miré y se encogió de hombros.
—¿Cuál es el punto de estar a cargo de la cabina de primera clase si no puedo usar
mis beneficios para malcriar a mi sobrina favorita?
Abracé a DeeDee. Ella me sostuvo un poco más de tiempo de lo normal.
—Vamos, ahora —dijo y me movió hacia mi asiento. La tía DeeDee desapareció
rápidamente detrás de la cortina de la sección de la tripulación. Me quedé de pie, viéndola
irse. Rune tomó mi mano.
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—Estará bien —me tranquilizó, luego apuntó hacia el asiento junto a la ventanilla—.
Para ti —añadió. Sin poder detener la risita emocionada que salía de mi garganta, me senté
y miré por la ventanilla hacia la gente trabajando en el suelo debajo.
Los miré hasta que el avión estuvo totalmente lleno y empezamos a movernos.
Suspirando felizmente, me giré hacia Rune, quien me estaba mirando. Envolviendo sus
dedos en los míos, dije:
—Gracias.
—Quería que vieras Nueva York. —Se encogió sus hombros—. Quería verlo
contigo.
Rune se inclinó para besarme. Detuve sus labios con mis dedos.
—Bésame a doce mil metros de altura. Bésame en el cielo. Bésame entre las nubes.
El aliento mentolado de Rune rozó mi rostro. Luego silenciosamente se recostó de
nuevo en su asiento. Me reí mientras el avión de repente ganaba velocidad y nos alzábamos
en el aire.
Cuando el avión se equilibró, repentinamente encontré mis labios siendo arrastrados
hacia los de Rune. Sus manos agarraron mi cabeza mientras tomaba mi boca con la suya.
Necesitando algo que me mantuviera en el suelo, me agarré a su camisa. Suspiré contra su
boca mientras su lengua peleaba ligeramente contra la mía.
Cuando se hizo hacia atrás, su pecho agitándose y su piel caliente, susurré:
—Beso ochocientos ocho. A doce mil metros de altura. Con mi Rune… mi corazón
casi estalló.
Para el final del viaje tenía un montón de besos nuevos que añadir a mi frasco.

—¿Esto es para nosotros? —pregunté incrédulamente. Miré fijamente hacia el último


piso del hotel ridículamente costoso en Manhattan al que mi tía nos había traído.
Miré hacia Rune y pude decir que, a pesar de su siempre neutral expresión, también
estaba sin palabras.
Tía DeeDee se paró junto a mí.
—Poppy, tu mamá no sabe esto todavía. Pero bueno, he estado saliendo con alguien
por un tiempo ya. —Una sonrisa amorosa se extendió por sus labios y continuó—:
Digamos que esta habitación es un regalo de él para ambos.
Me le quedé mirando con asombro. Pero luego una calidez me llenó. Siempre me
había preocupado por la tía DeeDee. A menudo estaba sola. Podía ver en su rostro lo feliz
que este hombre la había hecho.
—¿Él pagó por esto? ¿Para nosotros? ¿Para mí? —pregunté.
DeeDee hizo una pausa, luego explicó:
—Técnicamente, en realidad no tiene que pagar por ello. Es el dueño del lugar.
Mi boca, si es posible, cayó más, hasta que Rune juguetonamente la cerró poniendo
su dedo bajo mi barbilla. Me quedé mirando fijamente a mi novio.
—¿Lo sabías?
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Se encogió de hombros.
—Ella me ayudó a planear todo esto.
—Entonces, ¿lo sabías? —repetí yo. Rune sacudió su cabeza hacia mí, luego cargó
nuestras maletas hacia la habitación principal que estaba a la derecha. Claramente estaba
ignorando las instrucciones de mi papá sobre habitaciones separadas.
Mientras Rune desaparecía a través de la puerta, mi tía dijo:
—Ese chico caminaría sobre vidrios rotos por ti, Pops.
Mi corazón se llenó con luz.
—Lo sé —susurré. Pero ese pequeño borde de miedo que había comenzado a sentir
me penetró un poco más.
El brazo de la tía DeeDee me rodeó. Mientras la apretaba de vuelta, dije:
—Gracias.
Ella besó mi cabeza.
—No hice nada, Pops. Todo lo hizo Rune. —Hizo una pausa—. No creo, en toda
mi vida, que haya visto alguna vez a dos niños quererse tanto siendo tan jóvenes, y e
incluso más, siendo adolescentes.
La tía DeeDee me giró para encontrar mis ojos.
—Disfruta este tiempo con él, Pops. Ese chico, te quiere. Tienes que ser ciega para
no verlo.
—Lo haré —susurré yo.
DeeDee se movió hacia la puerta.
—Estaremos aquí por dos noches. Estaré con Tristán en su suite. Llámame al móvil
si necesitan algo. Estaré a unos minutos de distancia.
—De acuerdo —contesté.
Girándome, absorbí el esplendor de la habitación. Los techos eran tan altos que tenía
que doblar mi cabeza hacia atrás solo para ver el dibujo en la escayola blanca. La habitación
era tan grande que haría parecer enana a la mayoría de las casas de la gente. Caminé hacia la
ventana y contemplé una vista panorámica de todo Nueva York.
Y respiré.
Respiré mientras mi vista caía sobre las imágenes familiares que solo había visto en
fotos o en películas: el Empire State Building, el Central Park, la Estatua de la Libertad, el
Flatiron Building, la Freedom Tower…
Había tanto que ver que mi corazón se aceleró con anticipación. Esto era donde
debería haber vivido mi vida. Aquí hubiera estado como en casa. Blossom Grove habría
sido mis raíces; Nueva York habría sido mis alas.
Y Rune Kristiansen habría sido por siempre mi amor. A mi lado a través de todo.
Notando una puerta a mi izquierda, caminé hacia ella y bajé la manija. Jadeé cuando
una brisa fresca me golpeó, luego verdaderamente me dejé llevar por la vista.
Un jardín.
Una terraza exterior con flores de invierno, bancos e, incluso mejor, la vista.
Cerrando la cremallera de mi abrigo para mantenerme caliente, salí hacia el frio. Ráfagas de
ligeros copos de nieve se asentaron en mi pelo. Necesitando sentirlos sobre mi rostro, eché
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mi cabeza hacia atrás. Fríos copos aterrizaron en mis pestañas, haciendo cosquillas en mis
ojos.
Me reí mientras mi rostro se humedecía. Luego caminé hacia adelante, pasando mis
manos sobre las relucientes hojas verdes hasta que estuve de pie ante el muro que ofrecía el
panorama de Manhattan en bandeja.
Aspiré, dejando que el aire frío llenara mis huesos. De repente, cálidos brazos
estaban alrededor de mi cintura y la barbilla de Rune descansaba sobre mi hombro.
—¿Te gusta, nena? —preguntó Rune suavemente. Su voz era poco más que un
susurro como para no molestar nuestro pequeño refugio de tranquilidad.
Sacudí mi cabeza con incredulidad y me giré ligeramente hasta estar de cara a él.
—No puedo creer que hayas hecho todo esto —contesté—. No puedo creer que me
hayas dado esto. —Señalé hacia la ciudad esparcida debajo—. Me has dado Nueva York.
Rune besó mi mejilla.
—Es tarde y tenemos un montón de cosas que hacer mañana. Quiero estar seguro
que estés los suficientemente bien descansada para ver todo lo que he planeado.
Un pensamiento me vino a la cabeza.
—¿Rune?
—¿Ja?
—¿Puedo yo también llevarte mañana a un lugar?
Se puso serio, frunciendo su frente.
—Por supuesto —aceptó. Podía verlo buscando en mis ojos, tratando de descubrir
lo que estaba planeando. Pero no hizo preguntas. Y estuve feliz por eso. Se negaría si lo
supiera con antelación.
—Bien —dije orgullosamente y sonreí para mí misma. Sí, me había dado este viaje.
Sí, tenía cosas planeadas. Pero yo quería enseñarle algo, recordarle sus sueños. Sueños que
todavía podría conseguir incluso después que yo me hubiera ido.
—Necesitas dormir, Poppymin —dijo Rune y bajó su boca para besar mi cuello.
Enredé mis manos a través de las suyas.
—Contigo junto a mí en la cama.
Lo sentí asentir contra mi cuello, antes de besarlo una vez más.
—Te he preparado un baño y he pedido comida. Te bañas, luego comeremos, luego
dormiremos.
Me giré entre sus brazos y me alcé sobre los dedos de mis pies para poner mis manos
en sus mejillas. Estaban frías.
—Te amo, Rune —dije suavemente. Lo decía a menudo. Y siempre lo sentía con
todo mi corazón. Quería que supiera, todas las veces, lo mucho que lo adoraba.
Rune suspiró, y me besó lentamente.
—Yo también te amo, Poppymin —dijo contra mis labios, apenas separándose.
Luego me llevó dentro donde me bañé. Comimos. Y luego dormimos.
Me acosté entre sus brazos en el centro de una cama gigante de cuatro postes. Con su
cálido aliento flotando a través de mi rostro. Sus brillantes ojos azules mirando cada uno de
mis movimientos.
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Me quedé dormida, acurrucada en su abrazo, con una sonrisa tanto en mi corazón
como en mis labios.
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12
Canciones del corazón y Belleza
encontrada

ensé que había sentido una brisa en mi pelo antes. Pero nada se comparaba con
la brisa que pasaba por mis trenzas en la cima del Empire State Building.
Pensé que me habían besado de todas las maneras en las que se puede besar.
Pero nada se comparaba a los besos de Rune bajo el castillo de cuento en Central Park. A
su beso en la corona de la Estatua de la Libertad. En el centro de Times Square, las
brillantes luces iluminando mientras la gente se apresuraba a nuestro alrededor como si no
tuvieran tiempo en el mundo.
La gente estaba siempre apresurándose pese a que tenían mucho tiempo. A pesar de
que yo tenía muy poco, me aseguraba de que todo lo que hacía fuera lento. Medido.
Significativo. Me aseguraba de saborear cualquier experiencia nueva. Tomé una profunda
respiración y bebí cada nueva vista, olor y sonido.
Para simplemente parar. Respirar. Abrazar.
Los besos de Rune variaban. Eran lentos y suaves, gentiles y como el toque de una
pluma. Después eran duros, fuertes y deslumbrantes. Ambos me dejaban sin aliento.
Ambos se iban al jarrón.
Más besos cosidos a mi corazón.
Después de comer en el Stardust Diner, un sitio que decidí que quizás podría ser mi
tercer sitio favorito del planeta, llevé a Rune fuera y alrededor de la esquina.
—¿Es mi turno ahora? —pregunté, mientras Rune tomaba mi collar y lo ponía más
cerrado alrededor de mi cuello. Él miró su reloj. Le miré curiosa, preguntándome por qué
seguía comprobaba la hora. Rune me vio mirándole con sospecha.
Envolviendo sus brazos a mi alrededor, replicó:
—Tienes el próximo par de hora, después volvemos a mi horario.
Arrugué mi nariz ante su estricta actitud y juguetonamente saqué mi lengua. El calor
apareció en los ojos de Rune mientras lo hacía. Se inclinó hacia adelante y presionó su boca
contra mis labios, su lengua inmediatamente acariciando contra la mía. Chillé y me agarré
fuerte mientras él me inclinaba hacia atrás, antes de romper el beso.
—No me tientes —me dijo burlonamente. Pero aún vi el calor en sus ojos. Mi
corazón se saltó un latido. Desde que Rune había vuelto a mi vida, no habíamos hecho más
que besarnos. Besarnos y hablar, y abrazarnos el uno al otro lo más cerca posible. Nunca
me presionaba por más, pero mientras las semanas pasaban, había empezado a querer
entregarme a él de nuevo.
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Los recuerdos de nuestra noche, dos años atrás, corrieron como una grabación en mi
mente. Las escenas eran tan vívidas, tan llenas de amor, que mis pulmones se hinchaban.
Porque aún recordaba la mirada en sus ojos cuando se movió encima de mí. Todavía
recordaba la manera en que sus ojos miraban a los míos. La manera en que el calor flotó a
través de mí mientras le sentía, tan caliente, en mis brazos.
Y recuerdo sus gentiles caricias en mi cara, mi pelo y mis labios. Pero lo mejor de
todo, recordaba su cara después del éxtasis. La incomparable expresión de adoración. La
mirada que me dijo que, a pesar de que éramos jóvenes, lo que habíamos hecho nos había
cambiado para siempre.
Unió nuestros cuerpos, mentes y almas.
De verdad nos hizo infinitos.
Por siempre y para siempre
—¿Dónde vamos, Poppymin? —preguntó Rune, sacándome de mi ensoñación.
Sostuvo el dorso de su mano contra mi mejilla caliente—. Estás caliente —dijo, su acento
fuerte, el sonido perfecto pasando a través de mí como una fría brisa.
—Estoy bien —repliqué tímidamente. Tomando su mano, intenté llevarle calle abajo.
Rune cogió mi mano y me hizo confrontar su preocupación.
—Poppy…
—Estoy bien —interrumpí, apretando mis labios para que supiera que lo decía de
verdad.
Gruñendo con desesperación, Rune pasó su brazo alrededor de mi hombro y llevó
hacia adelante. Busqué por el nombre de la calle y el bloque, viendo a dónde ir desde aquí.
—¿Vas a decirme lo que vamos a hacer? —preguntó Rune.
Asegurándome que íbamos en la dirección correcta, sacudí mi cabeza. Rune presionó
un beso en el lado de mi cabeza mientras encendía un cigarro. Mientras fumaba, aproveché
la oportunidad para mirar a mi alrededor. Amaba Nueva York. Amaba todo sobre ella.
Gente ecléctica, artistas, abogados y soñadores, todos tejidos en la gigante colcha de retales
de la vida. Las calles concurridas, los cláxones de los autos y gritos la perfecta banda sonora
sinfónica para la ciudad que nunca duerme.
Respiré la fresca esencia de la nieve en el crujiente aire frío y me abracé más contra el
pecho de Rune.
—Haremos esto —dije y sonreí, brevemente cerrando mis ojos.
—¿Qué? —preguntó Rune, el ahora familiar olor del humo de su cigarro humeando
delante de nosotros.
—Esto —dije—. Nosotros, caminando por Broadway. Caminaríamos por la ciudad,
yendo a ver a unos amigos, a nuestros colegios o nuestro apartamento. —Empujé el brazo
que tenía sobre mi hombro—. Me tomarías de esta manera y caminaríamos. Me contarías
acerca de tu día y yo te contaría acerca del mío. —Sonreí ante la normalidad de la imagen.
Porque no necesitaba grandes gestos o cuentos de hadas; una vida normal con el chico que
amaba siempre habría sido suficiente.
Incluso en este momento, lo valía todo.
Rune no dijo nada. Había aprendido que cuando hablaba así, tan cándidamente
acerca de cosas que nunca podrían pasar, Rune se encontraba más cómodo no diciendo
nada. Y estaba bien con ello. Entendía que tenía que proteger su corazón que ya se estaba
rompiendo.
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Si pudiera protegerlo por él lo haría, pero yo era la causa.
Simplemente rezaba, por todo lo bueno, que yo también pudiera ser el remedio.
Viendo el letrero en el viejo edificio, miré hacia Rune y dije:
—Estamos casi allí.
Rune miró alrededor con confusión y estaba agradecida. No quería que viera dónde
estábamos. No quería que se enfadara por un gesto hecho con bondad. No quería que le
doliera al ser forzado a ver un futuro que podría ser suyo.
Le conduje a la derecha hacia el edificio. Él lanzó su cigarrillo acabado al suelo y
tomó mi mano en la suya. Caminando al registro, pedí nuestros tickets.
Rune apartó mi mano de mi bolso cuando trate de pagar. Pago él, todavía sin saber
dónde estábamos. Me levanté y le di un beso en la mejilla:
—Todo un caballero —bromeé y le miré mientras rodaba sus ojos.
—No estoy seguro que tu papá piense así de mí.
No pude contener mi risa. Mientras me reía libremente, Rune se paró y me miró,
alargando su mano. Puse la mía en la suya y le dejé que me acercara a él. Su boca aterrizó
justo encima de mi oreja y dijo:
—¿Por qué cuando ríes así necesito desesperadamente hacerte una foto?
Miré hacia arriba, mi risa desvaneciéndose.
—Porque captas todos los aspectos de la condición humana. Lo bueno, lo malo, la
verdad. —Me encogí de hombros y añadí—: Porque a pesar de lo mucho que protestas y el
aura de oscuridad que exudas, te esfuerzas por ser feliz, quieres ser feliz.
—Poppy. —Giró su cabeza. Como siempre, no quería reconocer la verdad, pero
estaba ahí, encerrada profundamente en su corazón. Todo lo que siempre había querido era
ser feliz, sólo él y yo.
Para mí, quería que aprendiera a ser feliz por sí solo. Incluso aunque caminaría a su
lado cada día en su corazón.
—Rune. —Urgí suavemente—. Por favor ven conmigo.
Rune miró a mi mano extendida, antes de ceder y apretar nuestras manos
fuertemente juntas. Incluso entonces contempló nuestras manos unidas con un poco de
dolor detrás de sus precavidos ojos.
Atrayendo esas manos a mis labios, besé la parte de atrás de su mano y las traje a mis
mejillas. Rune exhaló a través de su nariz. Finalmente, me empujó debajo de la protección
de su brazo. Envolviendo mi brazo alrededor de su cintura, le llevé a través de las puertas
dobles, revelando el espectáculo en el otro lado.
Fuimos recibidos por un vasto espacio abierto, imágenes famosas enmarcaban las
altas paredes. Rune se paró, y miré hacia arriba justo a tiempo para ver su sorprendida,
aunque desapasionada reacción al ver su sueño delante de él. Una exhibición de las
imágenes que había dado forma a nuestro tiempo.
Imágenes que habían cambiado el mundo.
Momentos perfectamente capturados en el tiempo.
El pecho de Rune se expandió lentamente mientras inhalaba profundamente,
después exhaló con una calma controlada. Miró hacia abajo a mí y abrió sus labios. Ningún
sonido salió. Ni una simple palabra formada.
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Acariciando su pecho con mi mano, por debajo de la cámara que colgaba de su
cuello, dije:
—Vi que esta exhibición estaba abierta la noche pasada y quería que la vieras. Estará
aquí durante todo el año, pero quería estar aquí contigo, en este momento. Yo… yo quería
compartir esto contigo.
Rune parpadeó, su expresión neutral. La única reacción que tuvo fue apretar su
mandíbula. No estaba segura de sí era una cosa buena o mala.
Saliendo de debajo de su brazo, entrelacé nuestros dedos sin apretar. Consultando la
guía, nos llevé a la primera imagen de la exhibición. Sonreí, viendo el marinero en el centro
de Times Square inclinando a la enfermera para besarla en los labios. “Ciudad de Nueva
York. 14 de agosto de 1945. V-J Day en Times Square por Alfred Eisenstaedt” leí. Y sentí la luz y
la excitación de la celebración a través de la imagen expuesta delante de mí. Sentí que
estaba allí, compartiendo ese momento con todos los que estuvieron allí.
Miré a Rune y le vi estudiando la imagen. Su expresión no había cambiado, pero vi su
mandíbula aflojarse mientras su cabeza se inclinaba un poco hacia un lado.
Sus dedos se movieron entre los míos.
Sonreí nuevo.
No era inmune. Y sin importar cuánto se resistiera, lo amaba. Lo podía sentir tan
fácilmente como podía sentir la nieve contra mi piel afuera. Le llevé a la siguiente imagen.
Mis ojos se abrieron mientras observaba la dramática vista. Los tanques yendo hacia
adelante en convoy, un hombre parado justo en su camino. Rápidamente leí la información,
mi corazón latiendo fuerte. “Tiananmen Square, Beijing. 5 de junio de 1989. Esta imagen captura la
protesta de un hombre para parar la supresión militar sobre las continuas protestas contra el gobierno
chino”.
Me acerqué más a la imagen. Tragué.
—Es triste —le dije a Rune. Y asintió.
Cada nueva imagen parecía evocar una emoción diferente. Mirando esos momentos
capturados entendí de verdad por qué Rune amaba tomar fotografías. Esta exhibición
demostraba cómo el capturar estas imágenes impactaban a la sociedad. Mostraban a la
humanidad en su mejor y peor momento.
Realzaban la vida en toda su desnudez y en su forma más pura.
Cuando paramos en la siguiente imagen, inmediatamente aparté la mirada, incapaz de
mirar bien. Un buitre esperando pacientemente, dando vueltas por encima de un niño
demacrado. Esta imagen inmediatamente me llenó de dolor.
Me moví para alejarme, pero Rune se acercó a la imagen. Mi cabeza se levantó y le
miré. Le vi estudiando cada parte de la imagen. Miré mientras sus ojos se encendían y sus
manos se apretaban a su lado.
Si pasión ha aparecido.
Por fin.
—Esta imagen es una de las fotografías más controversiales que se han hecho nunca
—me informó tranquilamente, todavía enfocado en la imagen—. El fotógrafo estaba
haciendo un reportaje sobre la hambruna en África. Mientras estaba haciendo fotos, vio al
niño caminando para pedir ayuda, y este buitre esperando encima, sintiendo la muerte. —
Tomó una respiración—. Esta fotografía enseñaba, en una imagen, la extensión de la
hambruna más que todos los reportajes escritos previos que había hecho. —Rune me
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miró—. Hizo que la gente se sentara y prestara atención. Les enseñaba, en toda su brutal
severidad, cuánto había crecido la hambruna. —Se volvió para señalar al niño, agazapado
en el suelo—. Por esta imagen, la ayuda creció, la prensa cubrió más los problemas de la
gente. —Tomó una profunda respiración—. Cambió su mundo.
No queriendo parar su momento, caminamos a la siguiente:
—¿Sabes de qué va ésta?
Con la mayoría de las fotografías, luchaba por mirarlas. La mayoría era de dolor, la
mayoría eran de sufrimiento. Pero para un fotógrafo, a pesar de que la visión era gráfica y
te rompía el corazón, tenían cierto tipo de gracia poética. Tenían un mensaje profundo y
sin fin, todo capturado en una sola imagen.
—Era una protesta, la guerra de Vietnam. Un monje budista se prendió fuego a sí
mismo. —La cabeza de Rune se agachó e inclinó a un lado, estudiando los ángulos—.
Nunca se acobardó. Tomó el dolor para hacer una declaración acerca de que la paz debía
ser conseguida. Realzaba la difícil situación y la futilidad de esa guerra.
Y el día siguió, Rune explicando casi cada imagen. Cuando alcanzamos la última
fotografía, era una imagen en blanco y negro de una mujer joven. Era antigua; su pelo y su
maquillaje parecían de los sesenta. Parecía tener alrededor de veinticinco en la imagen. Y
estaba sonriendo.
Me hizo sonreír también.
Miré a Rune. Se encogió de hombros, silenciosamente diciéndome que tampoco
conocía la imagen. El título sólo decía, “Esther”. Busqué en la guía por información, mis
ojos inmediatamente rebosando con agua cuando leí la inspiración. Cuando leí por qué esta
imagen estaba aquí.
—¿Qué? —preguntó Rune, sus ojos brillando con preocupación.
—Esther Rubenstein. La última mujer del patrón de esta exhibición. —Parpadeé y finalmente
conseguí terminar—: Murió a la edad de veintiséis, de cáncer. —Tragué la emoción en mi
garganta y me acerqué al retrato de Esther—. Puesto en esta exhibición por su esposo, el cual nunca
se volvió a casar. Hizo esta fotografía y la colgó en esta exhibición. Dice que, aunque esta
imagen nunca cambió el mundo, Esther cambió el suyo.
Lentas lágrimas caían por mis mejillas. El sentimiento era hermoso; el honor te
quitaba el aliento.
Secándome las lágrimas, miré de nuevo a Rune, quién se había alejado de la imagen.
Mi corazón se hundió. Me moví delante de él. Su cabeza hacia abajo. Aparté el pelo de su
cara. La torturada expresión que me recibió me rompió en dos.
—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó, con la garganta espesa.
—Porque esto es por lo que te amo. —Señalé alrededor de la habitación—. Rune,
ésta es tu NYU Tisch. Aquí es donde quieres estudiar. Quería ver lo que puedes llegar a
hacer algún día. Quería que vieras lo que el futuro aún te puede dar.
Sus ojos se cerraron. Cuando se abrieron, vio mi sofocado bostezo.
—Estás cansada.
—Estoy bien —discutí, queriendo hablar de esto ahora. Pero estaba cansada. No
estaba segura de poder hacer mucho más sin algo de descanso.
Rune pasó su mano a través de la mía y dijo:
—Vamos a descansar antes de esta noche.
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—Rune —intenté discutir, para hablar más sobre esto, pero él se giró y
tranquilamente dijo:
—Poppymin, por favor. No más. —Podía oír la tensión en su voz—. Nueva York era
nuestro sueño. No hay Nueva York sin ti. Así que por favor… —Su voz se apagó, después
susurró tristemente—: Para.
No queriendo verle tan roto, asentí. Rune besó mi frente. Este beso era suave. Era
para darme las gracias.
Dejamos la exhibición y Rune llamó a un taxi. En minutos estábamos de camino de
vuelta al hotel. Tan pronto como entramos en la habitación, Rune se estiró conmigo en sus
brazos.
No habló mientras me dormía. Me dormí con la imagen de Esther en mi mente,
preguntándome cómo su marido pudo recuperarse después de que ella volviera a casa.
Me pregunté si se había recuperado en absoluto.

—¿Poppymin?
La suave voz de Rune me llamó desde mi sueño. Parpadeé en la oscuridad de la
habitación, sólo para sentir el gentil dedo de Rune pasando por mi mejilla.
—Hola, bebé —dijo tranquilamente, cuando me giré para verle. Alargándome,
encendí la lámpara. Cuando la luz se encendió, me enfoqué en él.
Una sonrisa tiró de mis labios. Llevaba una apretada camiseta blanca debajo de una
chaqueta marrón. Sus tejanos negros apretados estaban en sus piernas, las familiares botas
negras de ante en sus pies. Tiré de las solapas de su chaqueta:
—Te ves muy inteligente, bebé.
Los labios de Rune se moldearon en una media sonrisa. Se inclinó hacia adelante y
tomó mi boca lentamente con la suya. Cuando se alejó, me di cuenta de que su pelo estaba
recién lavado y secado. Y a diferencia de cada día, hoy le había pasado el peine, los dorados
mechones se sentían sedosos entre mis dedos.
—¿Cómo te sientes? —preguntó. Estiré mis brazos y piernas.
—Un poco cansada y dolida por toda la caminata, pero estoy bien.
La frente de Rune se arrugó con preocupación:
—¿Estás segura? No tenemos que ir esta noche si no te sientes bien.
Moviéndome más adelante de mi cojín, me paré justo a un centímetro delante de la
cara de Rune y dije:
—Nada podría alejarme de esta noche. —Pasé mi mano por su suave chaqueta
marrón—. Especialmente contigo viéndote tan elegante. No tengo ni idea de lo que tienes
planeado, pero si ha hecho que te quites tu chaqueta de cuero, tiene que ser algo realmente
especial.
—Eso creo —replicó Rune después de una pausa avergonzada.
—Entonces estoy definitivamente bien —dije con confianza, dejando que me
ayudase a sentarme cuando esta simple tarea fue demasiado difícil.
Aún agachado, Rune buscó en mi cara.
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—Te amo, Poppymin.
—También te amo, cariño —repliqué. Mientras me levantaba, con la ayuda de Rune,
no pude evitar sonrojarme. Se estaba haciendo más guapo con cada día que pasaba, pero
viéndose de esta manera, hacía que mi corazón se pusiera al galope en mi pecho.
—¿Qué debería ponerme? —le pregunté a Rune. Me llevó a la sala de estar de la
suite. Una mujer estaba sentada en el centro de la habitación, instrumentos para el pelo y
maquillar desperdigados alrededor de ella.
Asombrada, miré hacia Rune. Nerviosamente apartó el pelo de su rostro.
—Tu tía lo organizó todo. —Se encogió de hombros—. Para que te vieras perfecta.
No es que no lo hagas de todos modos.
La señora en el cuarto ondeó la mano y tocó el asiento frente a ella. Rune llevó mi
mano a su boca y la besó.
—Ve, debemos irnos en una hora.
—¿Qué me pongo? —pregunté, sin aliento.
—Organizamos eso también. —Él me llevó al asiento y me senté en este,
brevemente deteniéndome para presentarme con la estilista.
Rune se fue a un sofá al otro lado del cuarto. Fui llenada con felicidad cuando sacó
su cámara de su bolso a un lado de la mesa. Lo observé llevar la cámara a su ojo mientras
Jayne, la estilista, comenzaban a trabajar en mi pelo. Y por los siguientes cuarenta minutos,
capturó esos momentos.
No podría haber estado más feliz si lo intentaba.
Jayne se inclinó, mirando mi cara, y, con un último toque de la brocha en mi mejilla,
se echó hacia atrás y sonrió.
—Ya estamos, chica. Todo listo. —Dio un paso hacia atrás y comenzó a empacar sus
cosas. Cuando hubo terminado, me besó en la mejilla—. Que tengas una buena noche,
señorita.
—Gracias —contesté y la acompañé a la puerta.
Cuando me di vuelta, Rune estaba de pie frente a mí. Levantó su mano a mi pelo
recién rizado.
—Poppymin —jadeó—. Te ves hermosa.
Agaché la cabeza.
—¿Sí?
Él levantó la cámara y presionó el botón. Bajándola de nuevo, asintió.
—Perfecta.
Rune buscó mi mano y me llevó hasta la habitación. Colgado de la puerta había un
vestido negro con cintura de corte imperio. Zapatos de tacón bajos estaban sobre la
alfombra de felpa acolchada.
—Rune —susurré mientras pasaba mi mano sobre la suave tela—. Es muy bonito.
Rune levantó el vestido y lo colocó sobre la cama.
—Vístete, cariño, luego debemos irnos.
Asentí, todavía sorprendida. Él salió de la habitación y cerró la puerta. En minutos
estuve vestida y deslicé mis pies en los tacones. Fui hacia el espejo del baño, y un jadeo
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atónito dejó mi boca cuando miré a la chica en el reflejo. Mi pelo estaba rizado y ni una
sola hebra estaba fuera de lugar. Mi maquillaje alardeaba con unos ojos ahumados, y, lo
mejor de todo, mis pendientes de infinito estaban brillando.
Un golpe sonó en la puerta de la habitación.
—¡Entra! —grité. No podía apartarme de mi reflejo.
Rune se puso detrás de mí, y mi corazón se derritió cuando vi su reacción en el
espejo… La mirada anonadada en su apuesto rostro.
Colocó sus manos en mis brazos. Inclinándose, una mano subió para echar mi pelo
hacia atrás mientras besaba el punto justo bajo mi oreja. Me sentí sin aire ante su toque,
ante sus ojos todavía fijos en los míos en el espejo.
Mi vestido negro se hundía ligeramente en la parte delantera, mostrando mi pecho y
cuello, tirantes anchos se extendían en el borde de mis hombros. Rune me besó bajando
por mi cuello, antes de mover su mano a mi barbilla y girar mi boca a la suya. Sus cálidos
labios se derritieron contra los míos y suspiré, de pura felicidad, contra su boca.
Rune estiró la mano hacia el tocador y levantó el lazo blanco en sus manos. Lo
deslizó en mi pelo. Mostrándome una tímida sonrisa, dijo:
—Ahora estás perfecta. Ahora eres mi Poppy.
Mi estómago dio un vuelco por la profundidad de su voz, entonces dio una vuelta
por completo cuando tomó mi mano y me llevó al cuarto. Abrigo para el vestido esperando
en el cuarto y, como un verdadero caballero, lo sostuvo y lo pasó sobre mis hombros.
Girándome para mirarlo, preguntó:
—¿Estás lista?
Asentí y le permití a Rune llevarme hacia el elevador y luego afuera. Una limosina
estaba esperando por nosotros, el chofer vestido elegantemente abrió la puerta para que
entráramos. Me giré hacia Rune para preguntarle cómo había arreglado todo, pero antes de
que siquiera pudiera, respondió:
—DeeDee.
El conductor cerró la puerta. Me aferré con fuerza a la mano de Rune mientras
entrabamos a las atestadas calles. Observé a Manhattan como un borrón pasar por la
ventana, entonces nos detuvimos.
Vi el edificio antes de que saliéramos de la limosina, mi corazón martilleó de
emoción. Giré mi cabeza hacia Rune, pero él ya se había bajado. Apareció en mi puerta,
abriéndola por mí y extendiendo su mano.
Salí a la calle y alcé la mirada hacia el gigante edificio frente a nosotros.
—Rune —susurré—. Carnegie Hall. —Mi mano se deslizó sobre mi boca.
Rune cerró la puerta y la limosina se alejó. Él me acercó más y dijo:
—Ven conmigo.
Mientras caminábamos a la entrada, traté de leer todas las señales para obtener alguna
indicación sobre la presentación. Pero sin importar qué tanto busqué, no pude descubrir
quién estaba tocando esta noche.
Rune empujó las grandes puertas, y un hombre nos saludó en el interior y apuntó el
camino a seguir. Rune me guió hasta que habíamos parado por el vestíbulo y entramos en
el auditorio principal. Si estaba sin aliento antes, no era nada comparado por como me sentí
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en ese momento, pararme en el auditorio había sido mi sueño desde que era una pequeña
niña.
Cuando observé el vasto e impresionante espacio, los balcones dorados, el acolchado
rojo de las sillas y las alfombras, fruncí el ceño, dándome cuenta que estaba completamente
vacío. No había audiencia. No había orquesta.
—¿Rune?
Rune se movía nerviosamente sobre sus pies y apuntó al escenario. Seguí su mano.
En el centro del gran escenario había una sola silla, y un chelo descansaba a un lado con su
arco encima.
Traté de imaginar lo que estaba viendo, pero no podía comprenderlo. Este era
Carnegie Hall. Una de las salas de conciertos más famosas de todo el mundo.
Sin una palabra, Rune me hizo caminar por el pasillo hacia el escenario,
deteniéndome en un juego de escaleras temporales. Me giré para mirarlo, y Rune me miró a
los ojos.
—Poppymin, si las cosas hubieran sido diferentes… —Tomó aire, pero se las arregló
para controlarse a sí mismo, lo suficiente para continuar—. Si las cosas hubieran sido
diferentes, habrías tocado aquí como una profesional algún día. Habrías tocado aquí como
parte de una orquesta, la orquesta de la has soñado ser parte. —Rune apretó mi mano—.
Habrías tocado el solo que siempre quisiste tocar en este escenario.
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Rune.
—Pero como eso no puede pasar, porque la vida es malditamente injusta… Todavía
quise que tuvieras esto. Que supieras qué se hubiera sentido este sueño. Quería que tuvieras
tu oportunidad bajo las luces del escenario. Una luz que, en mi opinión, te mereces, no sólo
como la persona que más amo en todo el mundo, sino como la mejor chelista. La música
más talentosa.
La comprensión se asentó. La magnitud de lo que él había hecho por mí comenzó a
aclararse, moviéndose lentamente hasta descansar sobre mi corazón expuesto. Sintiendo
mis ojos llenarse de agua, di un paso más cerca de Rune, extendiendo mis manos en su
pecho. Parpadeé hacia él, tratando de deshacerme de las lágrimas de mis ojos. Sin ser capaz
de contener mis emociones, intenté preguntar.
—¿Has… cómo… hiciste esto?
Rune me hizo avanzar y me hizo subir los escalones hasta que estuve en el escenario
que había sido mi mayor ambición en la vida. La mano de Rune apretó la mía de nuevo, en
lugar de hablar.
—Esta noche tienes el escenario, Poppymin. Lo siento, soy el único que va a ver tu
presentación, pero sólo quería que tuvieras este sueño cumplido. Quería que tocaras en este
escenario. Quería que tu música llenara este auditorio. Quería que tu legado quedara
impregnado en estas paredes.
Acercándose más a mí, Rune colocó sus manos sobre mis mejillas y limpió mis
lágrimas con las yemas de sus dedos. Presionando su frente contra la mía, susurró:
—Te mereces esto, Poppy. Deberías de tener más tiempo para ver este sueño hacerse
realidad, pero… pero…
Agarré mis manos alrededor de las muñecas de Rune mientras él luchaba por
terminar. Mis ojos se apretaron con fuerza, sacando las lágrimas restantes de mis ojos.
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—No —dije y levanté la muñeca de Rune para besar su pulso acelerado. Colocándola
sobre mi pecho, añadí—: Está bien, cariño. —Inhalé y una sonrisa llorosa se extendió en
mis labios. El aroma a madera llenaba mi nariz. Si cerraba mis ojos con suficiente fuerza, se
sentía como si pudiera escuchar el eco de todos los músicos que se habían subido a este
escenario de madera, el maestro de música que había adornado este escenario con pasión e
ingenio—. Estamos aquí ahora —terminé y di un paso lejos de Rune. Abriendo mis ojos,
parpadeé ante la visión del auditorio desde mi posición elevada. Lo imaginé lleno de
personas, todos vestidos para un concierto. Hombres y mujeres que amaban sentir la
música en sus corazones. Sonreí, viendo la imagen muy vivida en mi mente.
Cuando me giré de regreso al chico que había arreglado este momento para mí,
estuve sin palabra. No tenía palabras para expresar de manera correcta lo que este gesto
había hecho en mi alma. El regalo que Rune me había dado tan pura y dulcemente… mi
sueño más grande hecho realidad.
Así que no hablé. No podía.
En cambio, solté sus muñecas y caminé hacia el solitario asiento que esperaba por
mí. Pasé mi mano sobre el cuero negro, sintiendo la textura bajo las yemas de mis dedos.
Caminé hacia el chelo, el instrumento siempre se había sentido como una extensión de mi
cuerpo. Un instrumento que me llenaba con una alegría que uno nunca podía explicar hasta
que se hubiera experimentado de verdad. Una alegría que lo abarcaba todo y lo llevaba
como una forma más elevada de paz, tranquilidad, una serenidad; un delicado amor como
ningún otro.
Desabotonándome el abrigo, lo deslicé por mis brazos, sólo para que dos manos
familiares lo tomaran y lo deslizaran suavemente de mi piel. Miré hacia atrás a Rune, quien
en silencio dejó un beso sobre mi hombro desnudo, luego salió del escenario.
No vi donde se sentó, porque cuando salió del escenario, la luz directamente sobre el
asiento pasó de un tenue brillo a uno potente. Las luces de la sala fueron apagadas. Miré a
la silla brillantemente iluminada con una pesada mezcla de nerviosismo y excitación.
Un pie fue hacia adelante, los tacones de mis zapatos hicieron un eco que rebotó en
las paredes. El sonido estremeció mis huesos, incendiando mis huesos frágiles,
rejuveneciéndolos con vida.
Inclinándome, levanté el chelo y el sentir su cuello me hizo jadear. Sostuve el arco en
mi mano derecha, su delgada madera encajaba perfectamente en mis dedos.
Me senté, inclinando el chelo para mover la columna para mi altura perfecta.
Acomodando el chelo, el chelo más hermoso que había visto alguna vez, cerré mis ojos y
llevé mis manos a las cuerdas, tocando cada una para ver si estaba afinado.
Por supuesto, estaba perfecto.
Me moví al borde del asiento, plantando mis pies en el suelo de madera hasta que me
sentí lista y preparada.
Entonces me permití alzar la mirada. Incliné mi barbilla hacia la luz como si fuera el
sol. Inhalando profundamente, cerré mis ojos, luego conecté el arco con la cuerda.
Y toqué.
Las primeras notas del Preludio de Bach fluyeron de mi arco a la cuerda y hacia el
auditorio, avanzando hasta llenar el gran cuarto con los sonidos celestiales. Me moví
cuando la música se apoderó de mí en su abrazo, derramándose de mí, exponiendo mi alma
a todo el que quisiera escuchar.
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Y en mi cabeza el auditorio estaba lleno. Cada asiento estaba ocupado mientras los
aficionados me escuchaban tocar. Escuchaban la música que demandaban escuchar. Toqué
tales melodías que ningún ojo seco podría haber sido encontrado en la sala. Exudé tal
pasión que todos los corazones estarían llenos y los espíritus serían tocados.
Sonreí bajo el calor de la luz, la cual estaba calentando mis músculos y extinguiendo
su dolor. La pieza se acercó al final. Luego fui directamente a otra. Toqué y toqué hasta que
hubo pasado tanto tiempo que pude sentir mis dedos comenzar a doler.
Levanté el arco, un silencio enorme rodeaba el auditorio. Dejé que una lágrima cayera
mientras pensaba en qué tocar después. Lo que sabía que debía tocar a continuación. Lo
que debía tocar a continuación.
La única pieza de música que soñé que tocaría en este prestigioso lugar. La única
canción que mostraba mi alma como ninguna otra. La única pieza que tendría presencia
aquí mucho tiempo después de que me fuera. La que tocaría como despedida a mi pasión.
Después de escuchar su perfecto eco en este magnífico auditorio, no lo haría, no podría,
tocarla nunca más. No habría más chelo para mí.
Este tendría que ser el lugar donde dejara esta parte de mi corazón. Aquí es donde
diría adiós a la pasión que me había mantenido fuerte, que había sido mi salvación en los
momentos donde me sentía perdida y sola.
Aquí sería donde las notas serían dejadas para bailar en el aire por la eternidad.
Sentí un temblor en mis manos cuando me detuve antes de comenzar. Sentía
lágrimas fluyendo pesadas y rápido, pero no eran de tristeza. Eran por dos rápidos amigos,
la música y la vida que la creaba, diciéndole una a la otra que tenían que separarse, pero que
un día, algún día, estarían juntos de nuevo.
Contando interiormente, coloqué el arco sobre la cuerda y dejé que “The Swan” de
Carnival of Animals comenzara. Cuando mis manos ahora estables comenzaron a crear la
música que adoraba tanto, sentí un nudo llenar mi garganta. Cada nota era una oración
susurrada, y cada crescendo era un himno cantado en voz alta, al Dios que me dio este don.
Que me dio el don de tocar música y sentirla en mi alma.
Y estas notas eran mi agradecimiento al instrumento por permitir tocar su gloria con
tanta gracia.
Permitiéndome amarlo tanto que se convirtió en parte de lo que era, la misma tela de
mi ser.
Y finalmente, mientras los delicados compases de la pieza fluían tan suavemente en el
cuarto, indicación mi eterno agradecimiento al chico sentado en silencio en la oscuridad. El
chico tan entregado a la fotografía como yo a la música. Él era mi corazón. El corazón
entregado libremente a mí de niño. El corazón que lo hacia la mitad del mío propio. El
chico que, aunque roto por dentro, me amaba tan profundamente que me dio esta
despedida. Me dio, en el presente, el sueño que mi futuro jamás podría.
Mi alma gemela que capturaba estos momentos.
Mi mano tembló cuando la nota final sonó, mis lágrimas se extendían por la madera.
Sostuve mi mano en el aire, el final de la pieza suspendida hasta que el eco final de su nota
susurrada más alta voló hacia los cielos para tomar su lugar entre las estrellas.
Me detuve, dejando que la despedida se asentara.
Luego tan en silencio como fue posible, me puse de pie. Y sonriendo, imaginé a la
audiencia y su aplauso. Incliné mi cabeza y bajé el chelo al suelo del escenario, dejando el
arco sobre este justo como lo había encontrado.
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Incliné mi cabeza hacia atrás hacia el túnel de luz sobre mí una última vez, luego fui
hacia las sombras. Mis tacones crearon un tenue ritmo de tambor mientras dejaba el
escenario. Cuando llegué al último escalón, las luces de la sala se encendieron, dejando atrás
los resquicios de mi sueño.
Tomé aire profundamente mientras pasaba mi mirada sobre los asientos rojos vacíos,
luego miré de nuevo hacia el chelo todavía posicionado exactamente como estaba en el
escenario, esperando pacientemente por el próximo músico para ser bendecido con su
gracia.
Estaba hecho.
Rune lentamente se puso de pie. Mi estómago dio un vuelco cuando vi sus mejillas
enrojecidas por la emoción. Pero mi corazón latió un ritmo más que necesitado cuando vi
la expresión en su apuesto rostro.
Él me entendía. Entendía mi verdad.
Entendía que era la última vez que tocaría. Y podía ver, perfectamente claro como el
agua, la mezcla de tristeza y orgullo, en sus ojos.
Cuando llegó hasta mí, Rune no tocó las manchas de lágrimas en mis mejillas, así
como yo no toqué las suyas. Cerrando sus ojos, Rune tomó mi boca en un beso. Y en este
beso sentí la efusión de su amor. Sentí un amor, que a los diecisiete, fui bendecida al haber
recibido.
Un amor que no conocía límites.
La clase de amor que inspira música que dura a través de los años.
Un amor que debería ser sentido, querido y atesorado.
Cuando Rune se apartó y me miró a los ojos, supe que este beso sería escrito en un
pedazo de papel rosa en forma de corazón, con más devoción que ninguno de esos que
habían sido escritos antes.
Beso ochocientos noventa fue el beso que lo cambió todo. Un beso que demostró
que un chico de pelo largo de Noruega y una chica extraña del sur profundo podrían
encontrar un amor que rivalizara con los grandes.
Demostraba que el amor era simplemente la tenacidad con la que te aseguraban que
la otra mitad de tu corazón supiera que él, o ella, eran adorados de cada forma. En cada
minuto del día. El amor era ternura en la forma más pura.
Rune inhaló profundamente, luego susurró.
—No tengo palabras ahora mismo… En ninguno de mis idiomas.
Le ofrecí una débil sonrisa en respuesta. Porque yo tampoco tenía.
El silencio era la perfección. Era de lejos mucho mejor que las palabras.
Tomando la mano de Rune, lo llevé hacia el pasillo y fuera hacia el vestíbulo. La fría
brisa del viento de febrero en Nueva York fue un alivio bienvenido del calor del interior del
edificio. Nuestra limosina estaba esperando en la acera; Rune debió haber llamado al
conductor.
Nos deslizamos en el asiento trasero. El conductor salió al tráfico y Rune me atrajo a
su lado. Me dejé caer de buen agrado, respirando el aroma fresco de él en su chaqueta. Con
cada curva que el conductor tomó, el ritmo de mi corazón aumentó. Cuando llegamos al
hotel, tomé la mano de Rune y caminé al interior.
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Ni una sola palabra había sido pronunciada de camino aquí, ni un solo sonido fue
hecho mientras el elevador llegaba al piso de arriba. El sonido de la tarjeta abriendo la
cerradura electrónica se escuchó como un trueno en el silencioso pasillo. Abrí la puerta,
mis pasos repicaban en el piso de madera y caminé dentro hasta la sala de estar.
Sin detenerme, caminé hacia la puerta del dormitorio, solamente mirando hacia atrás
para asegurarme de que Rune me seguía. Él se paró en la puerta, mirándome salir. Nuestras
miradas chocaron, y necesitándolo más que el aire, lentamente levanté mi mano. Lo quería.
Lo necesitaba.
Tenía que amarlo.
Vi a Rune inhalar una respiración profunda, luego dio un paso hacia mí. Caminó con
cuidado a donde yo esperaba. Deslizó su mano en la mía, su toque enviando llamaradas de
luz y amor a través de mi cuerpo.
Los ojos de Rune estaban oscuros, casi negros, con las pupilas dilatadas tapando el
azul. Su necesidad era tan fuerte como la mía, su amor y confianza demostrados tan
completamente.
La calma fluyendo a través de mí como un río. Le permití entrar y conduje a Rune al
dormitorio y cerré la puerta. La atmósfera espesa alrededor de nosotros, los intensos y
evaluadores ojos de Rune observando cada uno de mis movimientos.
Sabiendo que tenía su completa atención, liberé su mano y di un paso atrás.
Levantando mis dedos temblorosos, empecé a desabrochar los botones grandes de mi
abrigo, nuestras miradas se encontraron nunca dudando mientras el abrigo se abría y
lentamente lo dejé caer al suelo.
La mandíbula de Rune se tensó mientras observaba, sus dedos abriéndose y
cerrándose a sus costados.
Me quité los zapatos, mis pies descalzos hundiéndose en la alfombra de felpa.
Tomando una fortificante respiración, di un paso a través de la alfombra hacia donde
Rune estaba de pie, esperando. Cuando me detuve delante de él, levanté los ojos, los
párpados pesados con la avalancha de sentimientos dentro de mí.
El amplio pecho de Rune subió y bajó, la apretada camiseta blanca debajo de su
chaqueta mostrando su tonificado pecho. Sintiendo una capa de rubor en mis mejillas, puse
suavemente mis manos sobre su pecho. Rune se quedó inmóvil cuando mis cálidas manos
lo tocaron. Luego, manteniendo mis ojos fijos en él, deslicé mis manos hasta sus hombros,
liberándolo de su chaqueta. La chaqueta cayó al piso, a sus pies.
Inhalé tres veces, luchando por controlar los nervios repentinamente corriendo a
través de mí. Rune no se movió. Permaneció completamente inmóvil, dejándome explorar;
pasé mi mano por encima de su estómago, a lo largo de su brazo y tomé su mano con la
mía. Levanté nuestras manos unidas hacia mi boca, y en un movimiento tan familiar para
ambos, besé nuestros dedos entrelazados.
—Así es como ellos deberían estar siempre —susurré, mirando a nuestros dedos
entrelazados.
Rune tragó y asintió en acuerdo silencioso.
Mis pies retrocedieron y retrocedieron otra vez. Conduciéndonos hacia la cama. El
edredón estaba retirado, desechado por el servicio de limpieza. Y cuanto más me acercaba a
esa cama, mis nervios se asentaron más y la paz se estableció dentro de mí. Porque esto
estaba bien. Nada, ni nadie, podía decirme que esto estaba mal.
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Haciendo una pausa antes del borde de la cama, Liberé nuestras manos. Impulsada
por el deseo, tomé el dobladillo de la camisa de Rune y lentamente la saqué por su cabeza.
Ayudándome, Rune arrojó la camiseta al piso, dejándolo de pie con el torso desnudo.
Rune dormía así todas las noches, pero había algo sobre la estática acumulada en la
atmósfera y la manera en que me había hecho sentir con la sorpresa de esta noche que hizo
esto diferente.
Era diferente.
Era conmovedor.
Pero éramos nosotros.
Levantando las manos, presioné mis palmas en su piel y pasé los dedos sobre los
picos y valles de sus abdominales. La piel de Rune sacudiéndose con mi atención, la
respiración dificultosa siseando a través de sus labios entreabiertos.
Mientras mis dedos exploraban su amplio pecho, me incliné hacia adelante y presioné
mis labios sobre su corazón. Este corría como las alas de un colibrí.
—Eres perfecto, Rune Kristiansen —susurré.
Los dedos de Rune se elevaron para acariciar mi pelo. Dirigió mi cabeza hacia arriba.
Mantuve mis ojos abajo hasta el último segundo, cuando finalmente levanté la mirada y me
encontré con su mirada azul cristalino. Sus ojos brillaban.
Los labios llenos de Rune se abrieron y susurró:
—Jeg elsker.
Él me amaba.
Asentí para demostrar que lo había escuchado. Pero mi voz había sido robada por el
momento. Por lo precioso de su toque. Retrocedí, los ojos de Rune siguiendo cada uno de
mis movimientos.
Lo quería.
Levantando la mano al tirante sobre mi hombro, armé de valor a mis nervios y la dejé
caer por mi brazo. La respiración de Rune entrecortada cuando liberé el otro tirante, el
vestido de seda agrupándose a mis pies. Forcé mis brazos a mis lados, la mayor parte de mi
cuerpo puesta al descubierto al chico que amaba más allá de cualquier otra cosa en el
mundo.
Estaba desnuda, mostrando las cicatrices que había obtenido en el transcurso de dos
años. Mostrándole todo de mí, la chica que él siempre había conocido y las cicatrices de la
batalla de mi lucha inquebrantable.
La mirada de Rune se redujo a correr por encima de mí. Pero no había ningún
disgusto en sus ojos. Sólo vi la pureza de su amor brillando a través de ellos. Sólo vi deseo
y necesidad y por encima de todo… Todo su corazón expuesto.
Solo para mis ojos.
Como siempre.
Rune se acercó más y más, hasta que su pecho caliente se presionó contra el mío.
Con un toque ligero como una pluma, apartó mi pelo detrás de mi oreja y luego llevó sus
dedos bajo mi cuello desnudo y sobre mi lado.
Mis ojos revolotearon por la sensación. Escalofríos recorrieron mi espalda. El olor
del aliento a menta de Rune llenó mi nariz mientras se inclinaba hacia adelante y arrastró
sus labios suaves a lo largo de mi cuello, salpicando delicados besos en mi piel expuesta.
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Me aferré a sus fuertes hombros, anclándome a mí misma al piso.
—Poppymin —susurró con voz ronca mientras su boca pasaba por mi oreja.
Inhalando profundamente, susurré:
—Hazme el amor, Rune.
Rune se quedó inmóvil por un momento y luego, moviéndose hasta que su rostro se
cernió por encima del mío, él brevemente captó mis ojos, antes de poner sus labios contra
los míos. Ese beso fue tan dulce como esta noche, tan suave como su toque. Este beso fue
diferente, era la promesa de lo que me esperaba, el compromiso de Rune de ser gentil... su
promesa de amarme como yo lo amaba.
Las fuertes manos de Rune yacían en mi nuca mientras su boca se movía lentamente
contra la mía. Luego, cuando estaba sin aliento, sus manos cayeron a mi cintura y con
cuidado me levantó sobre la cama.
Mi espalda golpeó el suave colchón y observé desde el centro de la cama que Rune se
despojaba del resto de su ropa, sin apartar sus ojos de los míos mientras se arrastraba en la
cama para acostarse a mi lado.
La intensidad en el hermoso rostro de Rune me derritió, provocando un estampido
de mi corazón con un ritmo entrecortado. Rodando sobre mi lado para enfrentarlo, pasé
mis dedos por su mejilla y le susurré:
—Yo también te amo.
Los ojos de Rune se cerraron como si necesitara escuchar esas palabras más que su
próxima respiración. Se movió por encima de mí, su boca tomando la mía. Mis manos
recorrieron su espalda firme y hacia arriba por su largo pelo. Las manos de Rune corrieron
por mi lado, luego me liberó del resto de ropa y las dejó caer en el suelo para unirse al
resto.
Estaba jadeando cuando Rune se elevó sobre mí. Sin aliento cuando él encontró mis
ojos y preguntó:
—¿Estás segura, Poppymin?
Incapaz de contener mi sonrisa, respondí:
—Más de lo que he estado de algo en mi vida.
Mis ojos revolotearon cerrados cuando Rune me besó de nuevo, mientras sus manos
exploraban mi cuerpo, todas las partes familiares. Y yo hice lo mismo. Con cada toque y
cada beso, mis nervios desaparecieron, hasta que fuimos Poppy y Rune, ahí no había un
principio para nosotros y ningún final.
El aire se volvió pesado y caliente cuanto más nos besamos y exploramos, hasta que
finalmente, Rune se movió por encima de mí. Ni una sola vez rompiendo el contacto, él
me llevó a los suyos de nuevo.
Mi cuerpo lleno de luz y vida cuando él nos hizo uno. Mi corazón se llenó con tanto
amor que me temía que no contendría toda la felicidad que se desbordaba.
Lo sostuve cuando regresamos nuevamente a tierra, sosteniéndolo fuertemente en
mis brazos. La cabeza de Rune estaba en el hueco de mi cuello, su piel brillante y cálida.
Mantuve mis ojos cerrados, poco dispuesta a romper con este momento. Este
momento perfecto. Finalmente, Rune levantó su cabeza. Viendo la expresión vulnerable en
su rostro, lo besé suavemente. Tan suavemente como él me había tomado. Tan suavemente
como él manejó mi frágil corazón.
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Sus brazos acunaron mi cabeza, manteniéndome segura. Cuando rompí el beso, me
encontré con su mirada amorosa y susurré:
—Beso número ochocientos veinte. Con mi Rune, en el día más increíble de mi vida.
Después de que hicimos el amor... Mi corazón casi estalló.
La respiración de Rune se enganchó en su garganta. Con un breve beso final, rodó a
mi lado y me envolvió en sus brazos.
Mis ojos se cerraron y me quedé dormida en un sueño ligero. Tan ligero que sentí a
Rune darme un beso en la cabeza y luego moverse de la cama. Cuando la puerta del
dormitorio se cerró, parpadeé en la oscura habitación, captando el sonido de la puerta de la
terraza deslizándose al abrir.
Empujé el edredón a un lado, me puse la bata que estaba colgando en la parte
posterior de la puerta y las zapatillas que puse cuidadosamente en el piso. Mientras
caminaba a través de la habitación, sonreí, todavía oliendo el aroma de Rune en mi piel.
Entré en la sala de estar, en dirección de la puerta exterior, pero inmediatamente me
detuve en mi camino. Porque a través de la amplia ventana pude ver a Rune en el piso,
sentado de rodillas. Derrumbándose.
Sentí como si mi corazón se partiera físicamente en dos cuando lo vi, en el frío de la
noche, vestido solo con sus vaqueros. Lágrimas se derramaban de sus ojos mientras su
espalda se sacudía con dolor en su tembloroso cuerpo.
Lágrimas nublaron mi visión mientras lo miraba fijamente. Mi Rune. Tan quebrado y
solo, mientras se sentaba en la nieve cayendo suavemente.
—Rune. Bebé —susurré para mí mientras me obligué a caminar hacia la puerta,
cuando mi mano giró la manija, le ordené a mi corazón prepararse para el dolor que
causaría esta escena.
Mis pies crujían sobre la fina y crujiente capa de nieve bajo mis pies. Rune parecía no
escuchar. Pero lo escuché. Escuché su respiración desenfrenada. Peor aún, escuché sus
sollozos. Escuché el dolor abrumarlo. Vi la forma en que se tambaleó hacia delante, con las
palmas plantadas en el suelo debajo de él.
Fallando en contener mi llanto, me precipité hacia adelante y envolví mis brazos
alrededor de él. Su piel desnuda congelada al tacto. Parecía no notar el frío, Rune se dejó
caer en mi regazo, su largo, ancho torso buscando la comodidad de mis brazos.
Y se rompió. Rune se desmoronó completamente: un mar de lágrimas corría por sus
mejillas, gruesas respiraciones esbozando bocanadas de humo blanco al chocar con el aire
helado.
Lo mecí hacia atrás y adelante, sosteniéndolo cerca.
—Shh. —Lo calmé, tratando seriamente de respirar a través de mi propio dolor. El
dolor de ver al chico que amaba desmoronarse. El dolor de saber que yo tenía que fallecer
pronto, sin embargo, queriendo resistirme al llamado a casa con todo mi corazón.
Había llegado a un acuerdo con mi deteriorada vida. Ahora quería luchar para seguir
con Rune, por Rune, aun sabiendo que era inútil.
Yo no estaba en control de mi destino.
—Rune —susurré, mis lágrimas perdiéndose en los largos mechones de su pelo en
mi regazo.
Rune levantó la mirada, su expresión devastada, y preguntó con voz ronca:
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—¿Por qué? ¿Por qué tengo que perderte? —Él sacudió su cabeza, su rostro
desencajado por el dolor—. Porque no puedo, Poppymin. No puedo verte marchar. No
puedo soportar la idea de no tenerte así por el resto de nuestras vidas. —Ahogó un sollozo,
pero logró decir—: ¿Cómo puede un amor como el nuestro romperse? ¿Cómo puedes ser
llevada tan joven?
—No lo sé, bebé —susurré, mirando a lo lejos, en un esfuerzo por controlarme. Las
luces de Nueva York brillaban en mi línea de visión. Ahuyenté el dolor que vino de
hacerme esas preguntas—. Solo es, Rune —dije con tristeza—. No hay ninguna razón por
la que sea yo. ¿Por qué no yo? Nadie se merece esto, pero tengo que... —Mi voz se apagó,
pero me las arreglé para añadir—: Tengo que confiar en que hay una razón más grande o yo
me desmoronaría por el dolor de dejar todo atrás. —Aspiré una bocanada de aire y dije—:
Por dejarte, sobre todo después de hoy. Especialmente después de hacer el amor contigo
esta noche.
Rune se quedó mirando a mis ojos llenos de lágrimas. Recuperando algo de
compostura, se puso de pie y me levantó en sus brazos. Me alegré, porque me sentía
demasiado débil para moverme. No estaba segura que podría haberme levantado del piso
frío y húmedo, si lo hubiera intentado.
Enlazando mis brazos alrededor del cuello de Rune, apoyé mi cabeza en su pecho y
cerré los ojos mientras me llevaba hacia el interior y de nuevo a la habitación. Empujando
el edredón hacia atrás, me colocó debajo, siguiéndome detrás y envolviendo sus brazos
alrededor de mi cintura mientras nos enfrentamos el uno al otro en mi almohada.
Los ojos de Rune estaban rojos, su largo pelo estaba húmedo de la nieve y su piel
estaba manchada con la profundidad de su tristeza. Levantando mi mano, la pasé por su
rostro. Su piel estaba helada.
Rune giró su rostro en mi palma.
—La última noche en ese escenario, sabía que estabas diciendo adiós. Y yo... —Su
voz se atascó, pero tosió y terminó—. Lo hizo todo tan real. —Sus ojos brillando con
nuevas lágrimas—. Me hizo comprender, que esto realmente estaba sucediendo. —Rune
sostuvo mi mano y la llevó a su pecho. La apretó con fuerza—. Y no puedo respirar. No
puedo respirar cuando trato de imaginar la vida sin ti. Lo intenté una vez, y no salió bien.
Pero... pero al menos estabas viva, por ahí, en alguna parte. Pronto… pronto… —Él cortó
sus palabras mientras las lágrimas caían. Volteó su cabeza de mi mirada.
Agarré su mejilla en retirada. Rune parpadeó.
—¿Tienes miedo, Poppymin? Porque yo estoy aterrado. Estoy aterrado de lo que será
mi vida de mierda sin ti.
Hice una pausa. Pensando realmente en su pregunta. Y me permití sentir la verdad.
Me dejé ser honesta.
—Rune, no tengo miedo de morir. —Agaché mi cabeza, y el dolor que no había
aceptado antes repentinamente llenó cada una de mis células. Dejé caer mi cabeza hacia la
suya y susurré—: Pero desde que te tengo otra vez, desde que mi corazón recuperó su
latido, a ti, he estado sintiendo todo tipo de cosas que no había sentido antes. Rezo por
más tiempo, para poder vivir más días en tus brazos. Rezo por más minutos para que
puedas regalarme más besos. —Arrastrando una necesaria respiración, añadí—: Pero lo
peor de todo, es que estoy empezando a sentir miedo.
Rune se acercó un poco más, apretando su brazo alrededor de mi cintura. Levanté mi
temblorosa mano a su rostro.
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—Siento miedo por dejarte. No tengo miedo de morir, Rune. Pero estoy aterrada de
ir a cualquier lugar nuevo sin ti. —Los ojos de Rune cerrados y siseando a través del
dolor—. No me reconozco sin ti —dije en voz baja—. Incluso cuando estabas en Oslo,
imaginaba tu rostro, recordaba cómo se sentía tu mano sosteniendo la mía. Tocaba tus
canciones favoritas y leía los besos en mi frasco. Justo como mi abuelita me dijo. Y cerraba
los ojos y sentía tus labios sobre los míos. —Me permití sonreír—. Recordaba la noche en
que por primera vez hicimos el amor y el sentimiento en mi corazón en ese momento…
realizada... en paz.
Sorbí y rápidamente limpié mis mejillas húmedas.
—A pesar de que no estabas conmigo, estabas en mi corazón. Y eso fue suficiente
para sostenerme, a pesar de que yo no estaba contenta. —Besé la boca de Rune,
simplemente para saborear su gusto—. Pero ahora, después de este tiempo juntos de
nuevo, me ha vuelto temerosa. Porque, ¿quiénes somos el uno sin el otro?
—Poppy —dijo Rune con voz áspera.
Mis lágrimas cayeron con desenfreno temerario y grité:
—Te he lastimado por amarte tanto. Y ahora tengo que continuar una aventura sin ti.
Y no puedo soportar cuánto te duele. No puedo dejarte tan solo y sufriendo.
Rune me atrajo hacia su pecho. Yo lloré. Él lloró. Compartimos nuestros temores de
pérdida y amor. Mis dedos se apoyaron sobre su espalda y me consoló con su calor.
Cuando nuestras lágrimas habían disminuido, Rune suavemente me empujó hacia
atrás y buscó mi rostro.
—Poppy —dijo con voz ronca y preguntó—: ¿Cómo se ve el cielo para ti?
Pude ver en su rostro que desesperadamente quería saber. Reuniendo mi
compostura, declaré:
—Un sueño.
—Un sueño —repitió, y vi su labio levantarse en la esquina.
—Una vez leí que cuando sueñas cada noche, es en realidad una visita a casa. Casa,
Rune. Cielo. —Empecé a sentir el calor que esa visión llevó a mis pies. Y comenzó a viajar
por todo mi cuerpo—. Mi cielo será, tú y yo en la arboleda. Como siempre. Eternamente
diecisiete.
Tomé un mechón de pelo de Rune entre mis dedos, estudiando el color dorado.
—¿Has tenido alguna vez un sueño tan vívido, que cuando despiertas crees que es
real? ¿Se siente como verdadero?
—Ja —dijo Rune calmadamente.
—Es porque lo fue, Rune, en cierto sentido. Así que, por la noche, cuando cierres
tus ojos, voy a estar allí, encontrándonos en nuestra arboleda.
Acercándome un poco más, añadí:
—Y luego, cuando sea el momento para que vengas a casa también, voy a ser yo
quien te reciba. Y no habrá ninguna preocupación, miedo o dolor. Sólo amor. —Suspiré
felizmente—. Imagínate eso, Rune. Un lugar donde no hay dolor o daño. —Cerré mis ojos
y sonreí—. Cuando lo pienso de esa manera, no estoy tan asustada.
Los labios de Rune rozaron los míos.
—Suena perfecto —dijo, su acento marcado, la voz rasposa—. Quiero que tengas
eso, Poppymin.
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Mis ojos revolotearon abiertos y vi la verdad y la aceptación en el hermoso rostro de
Rune.
—Va a ser así, Rune —le dije, con firme certeza—. Nosotros no vamos a terminar.
Nunca lo haremos.
Rune me hizo rodar hasta que estaba echada en su pecho. Cerré mis ojos, arrullada
por el ritmo hipnótico de la profunda respiración de Rune. Cuando estaba a punto de
quedar dormida, Rune preguntó:
—¿Poppymin?
—¿Sí?
—¿Qué quieres hacer el tiempo que queda?
Pensé en su pregunta, pero solo algunas cosas vinieron a mi mente.
—Quiero ver los cerezos florecer por última vez. —Sonreí contra el pecho de
Rune—. Quiero bailar en la fiesta de graduación contigo —eché la cabeza hacia arriba y lo
atrapé sonriéndome—, contigo en esmoquin y tu pelo peinado hacia atrás. —Rune sacudió
su cabeza divertido al escuchar eso.
Suspirando por la pacífica felicidad que nosotros habíamos encontrado ahora, dije:
—Quiero ver un amanecer perfecto al final. —Enderezándome, me encontré con los
ojos de Rune y terminé—: Pero más que nada, quiero regresar a casa con tus besos sobre
mis labios. Quiero pasar a la siguiente vida todavía sintiendo tus cálidos labios sobre los
míos.
Recostándome de nuevo sobre el pecho de Rune, cerré los ojos y susurré:
—Estoy rezando mucho por eso. Durar lo suficiente para lograr esas cosas.
—Son perfectas, nena —susurró Rune, acariciando mi pelo. Y así es como me quedé
dormida, bajo la protección de Rune.
Soñando que vería todos mis deseos cumplidos.
Feliz.
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Nubes Oscuras y Cielos Azules

ibujé perezosos círculos en mi papel mientras el profesor seguía hablando


acerca de compuestos químicos. Mi mente estaba ocupada con Poppy. Siempre
lo estaba, pero hoy era diferente. Habíamos regresado de Nueva York hace
cuatro días y cada día que pasaba se había vuelto más callada.
Constantemente me preguntaba qué le pasaba. Siempre me decía que no era nada.
Pero sabía que había algo. Esta mañana, fue peor.
Su mano se sentía demasiado débil en la mía mientras caminábamos a la escuela. Su
piel estaba demasiado caliente al tacto. Le había preguntado si se sentía enferma, pero había
negado y sonreído.
Pensó que esa sonrisa podría dejarme anonadado.
Normalmente podía hacerlo, pero no hoy.
Algo se sentía raro. Mi corazón caía cada vez que pensaba en el almuerzo, cuando
nos habíamos sentados con nuestros amigos y había estado en mis brazos. Nunca habló, en
su lugar sólo pasó la punta del dedo sobre mi mano.
La tarde llegó y cada instante estaba lleno con preocupación de que ella no se
encontrara bien. Que el tiempo que le quedaba estuviera llegando a su fin. Enderezándome
rápidamente, intenté mantener a raya el pánico que la imagen traía. Pero no sirvió de nada.
Cuando sonó la campana final, señalando la terminación de la jornada escolar, salté
de mi asiento y me precipité al pasillo, yendo rápidamente al casillero de Poppy. Cuando
llegué, Jorie estaba de pie allí.
—¿Dónde está? —le pregunté de manera cortante.
Jorie dio un paso atrás y, sorprendida, señaló la puerta de atrás. Mientras iba a la
salida lo más rápido que podía, Jorie gritó:
—No parecía encontrarse demasiado bien en clase, Rune. Estoy muy preocupada.
Escalofríos bajaron por mi espina dorsal cuando irrumpí en el aire caliente. Mis ojos
recorrieron el patio hasta que encontré a Poppy de pie en un árbol en el parque que estaba
enfrente. Pasé junto a mis compañeros y corrí hacia ella.
No me notó mientras miraba hacia el frente, aparentemente sumida en un trance.
Una ligera capa de sudor cubría su rostro y la piel de sus brazos y piernas parecía pálida.
Me puse directamente frente a ella. Los ojos apagados de Poppy parpadearon y se
centraron en los míos lentamente. Forzó una sonrisa.
—Rune —susurró, débilmente.
Presioné mi mano contra su frente, mis cejas se juntaron con preocupación.
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—¿Poppy? ¿Qué pasa?
—Nada —dijo de manera poco convincente—, estoy cansada.
Mi corazón latió contra mis costillas cuando me di cuenta de su mentira. Sabiendo
que tenía que llevarla con sus padres, la puse bajo mi brazo. Cuando su nuca casi quemó mi
brazo, reprimí una maldición.
—Vamos a casa, nena —dije en voz baja. Poppy envolvió sus brazos alrededor de mi
cintura. Su agarre era débil, pero me di cuenta de que estaba usando mi cuerpo para
sostenerse recta. Sabía que iba a protestar si trataba de cargarla.
Cerré los ojos por un momento mientras caminábamos por la senda del parque.
Traté de calmar el miedo que se apoderó de mi interior. El temor de que estuviera enferma.
De que esto fuera...
Poppy estaba en silencio, pero su respiración se hizo más profunda y más ajetreada
mientras caminábamos. Al entrar en la arboleda, los pasos de Poppy fallaron. Miré hacia
abajo, sólo para sentir su cuerpo perder toda su fuerza.
—¡Poppy! —grité y la atrapé justo antes de que cayera al suelo. Mirándola en mis
brazos, aparté con una caricia el pelo húmedo de su rostro—. ¿Poppy? Poppy, nena, ¿qué
pasa?
Los ojos de Poppy comenzaron a ponerse en blanco, perdiendo la concentración,
pero sentí su mano sujetar la mía y sostenerla tan fuerte como podía. Fue apenas un
apretón.
—Rune —intentó decir, pero su respiración se hizo demasiado rápida; se esforzó por
mantener el aire suficiente para hacer salir su voz.
Metiendo la mano en el bolsillo, saqué mi teléfono y llamé al 911. Tan pronto como
respondió el operador, le di la dirección de Poppy y le informé de su enfermedad.
Recogiendo a Poppy en mis brazos, estaba a punto de ponerme a correr cuando la
débil palma de Poppy aterrizó en mi rostro. Miré hacia abajo, sólo para ver una lágrima caer
por su mejilla.
—Estoy... estoy... no estoy lista… —se las arregló para decirme, antes de que su
cabeza cayera hacia atrás y luchara con la conciencia.
A pesar de que el espíritu roto y el cuerpo debilitado de Poppy desgarraban mi
corazón, eché a correr. Impulsándome más fuerte y rápido que nunca antes.
Cuando pasé por mi casa, vi a mi madre y a Alton en la calzada.
—¿Rune? —gritó mamma, entonces susurró—: ¡No! —Cuando vio a Poppy
colgando sin fuerzas en mis brazos.
El sonido de la sirena de la ambulancia sonó en la distancia. Sin perder tiempo, di
una patada a la puerta principal de la casa de Poppy.
Corrí a la sala de estar; nadie se hallaba allí.
—¡Ayuda! —grité tan fuerte como pude. De repente, oí pasos corriendo en mi
dirección.
—¡Poppy! —La madre de Poppy llegó disparada rodeando la esquina mientras bajaba
a Poppy al sofá—. ¡Oh, Dios mío! ¡Poppy! —La señora Litchfield se puso en cuclillas a mi
lado, poniendo su mano sobre la cabeza de Poppy—. ¿Qué sucedió? ¿Qué va mal? —
preguntó.
Negué.
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—No lo sé. Simplemente se derrumbó en mis brazos. Llamé una ambulancia.
Mientras esas palabras salían de mi boca, oí el sonido de la ambulancia dando la
vuelta en la calle. La madre de Poppy salió corriendo de la casa. La vi irse, el hielo sustituyó
la sangre en mis venas. Pasé las manos por mi pelo, sin saber qué hacer. Una fría mano se
posó en mi muñeca.
Moví los ojos de nuevo a Poppy y la vi luchando por respirar. Mi rostro cayó ante la
vista. Acercándome más, besé su mano y susurré:
—Vas a estar bien, Poppymin. Lo prometo.
Poppy jadeaba por respirar, pero se las arregló para colocar su mano en mi rostro y
dijo, casi inaudible:
—No... vayas a casa... todavía...
Asentí y le besé la mano, apretándola firmemente con la mía.
De repente, el sonido de los camilleros que entraban en la casa vino de detrás de mí y
me puse de pie para dejarlos pasar. Pero mientras lo hacía, la mano de Poppy apretó la mía.
Las lágrimas escaparon de sus ojos.
—Estoy aquí, nena —susurré—. No te dejaré.
Los ojos de Poppy me mostraron su agradecimiento. El sonido del llanto provenía de
detrás de mí. Al darme la vuelta, vi a Ida y a Savannah de pie a un lado, observando,
llorando en brazos de la otra. La señora Litchfield se movió al otro lado del sofá y besó la
cabeza de Poppy.
—Vas a estar bien, cariño —susurró, pero cuando me miró, pude ver que no creía
sus propias palabras.
También pensaba que había llegado el momento.
Los técnicos de emergencias pusieron una máscara de oxígeno sobre el rostro de
Poppy y la pusieron sobre una camilla. La mano de Poppy aún sostenía la mía; se negaba a
soltarme. A medida que los paramédicos la trasladaban fuera de la casa, nunca aflojó su
agarre en mi mano, sus ojos no dejaron de mirarme mientras luchaba por mantenerlos
abiertos.
La señora Litchfield corrió detrás, pero cuando vio la mano de Poppy sujetando la
mía con tanta fuerza, dijo:
—Ve con Poppy, Rune. Los seguiré con las chicas.
Pude ver el conflicto en su rostro. Quería estar con su hija.
—Yo las llevaré, Ivy, tú ve con Poppy y Rune. —Oí a mi mamma decir detrás de mí.
Me metí en la parte trasera de la ambulancia. La señora Litchfield se unió a mí.
Incluso cuando los ojos de Poppy se cerraron en el camino al hospital, no soltó mi
mano. Y, cuando se derrumbó en lágrimas junto a mí, le di mi otra mano a la señora
Litchfield.

Me quedé al lado de Poppy mientras era llevada a una sala de oncología. Mi corazón
latía tan rápido como los médicos y las enfermeras se movían… como un borrón, una masa
de actividad.
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Luché contra el bulto oprimiendo mi garganta. Mantuve en entumecimiento en mi
interior a raya. Poppy fue ingresada y pinchada… sangre, temperatura, demasiadas cosas
para contar. Y mi nena peleó. A medida que su pecho se volvía errático con su incapacidad
para respirar adecuadamente, se quedó en calma. Cuando la inconsciencia trató de tomarla,
obligó a sus ojos a permanecer abiertos... obligó a sus ojos a permanecer fijos en los míos,
pronunciando mi nombre cada vez que casi se deslizaba lejos.
Me mantuve fuerte para Poppy. No la dejaría verme caer.
Necesitaba que fuera fuerte.
La señora Litchfield estaba a mi lado, tomando mi mano. El señor Litchfield entró
corriendo, maletín en mano, con la corbata desaliñada.
—Ivy —dijo con voz apresurada—, ¿qué pasó?
La señora Litchfield dejó las lágrimas bajar por sus mejillas y tomó la mano de su
marido.
—Colapsó sobre Rune de camino a casa desde la escuela. Los médicos creen que se
trata de una infección. Su sistema inmunológico está tan bajo que no puede luchar contra
ella.
El señor Litchfield me miró, mientras la señora Litchfield añadía:
—Rune cargó a Poppy en sus brazos todo el camino a casa. Corrió y llamó a una
ambulancia. La salvó, James. Rune salvó a nuestra chica.
Tragué al oír las palabras de la señora Litchfield. El señor Litchfield asintió, asumí
que en agradecimiento, y luego corrió hacia su hija. Lo vi apretar su mano, pero los
médicos lo quitaron rápidamente del camino.
Pasaron cinco minutos antes de que un médico nos hablara. Se quedó quieto, con el
rostro en blanco.
—Señor y señora Litchfield, el cuerpo de Poppy está tratando de luchar contra una
infección. Como saben, su sistema inmunológico está gravemente comprometido.
—¿Es esto? —apuntó la señora Litchfield, con la garganta tensa por el dolor.
Las palabras del médico se filtraron en mi cerebro. Volví la cabeza lejos de él
mientras sentía un par de ojos mirándome.
Los médicos habían despejado un espacio y, a través de éste, vi el lindo rostro de
Poppy cubierto por una máscara, con vías intravenosas en sus brazos. Pero sus ojos verdes,
esos ojos verdes que adoraba, estaban sobre mí. Su mano colgaba hacia un lado.
—Haremos todo lo que podamos. Le daremos un momento antes de dormirla.
Oí decir al médico que la pondrían en coma inducido para ayudarla a tratar de
combatir la infección. Y que teníamos que verla antes de que lo hicieran. Pero mis pies ya
se estaban moviendo. Su mano se extendió hacia mí.
Tan pronto como tomé la mano de Poppy, vi sus ojos en busca de los míos y negó
débilmente. Cerré brevemente los ojos, pero cuando los abrí, no pude detener la lágrima
que escapó por mi mejilla. Poppy hizo un ruido debajo de su máscara de oxígeno y no tuve
que quitársela para saber lo que había dicho. No me iba a dejar todavía. Podía ver la
promesa en sus ojos.
—Rune, hijo —dijo el señor Litchfield—. ¿Podemos tener un momento con Poppy,
besarla y hablar con ella un poco?
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Asentí e iba a moverme a un lado, cuando Poppy hizo un sonido y negó de nuevo.
Me apretó la mano otra vez. Porque no quería que me fuera.
Inclinándome hacia adelante, presioné un beso en su cabeza, sintiendo su calor en los
labios, inhalando su dulce aroma.
—Voy a estar justo allí, Poppymin. No te dejaré, lo prometo.
Los ojos de Poppy me buscaron cuando me alejé. Vi como el señor y la señora
Litchfield hablaban en voz baja con su hija, besándola y tomándola de la mano.
Me apoyé en la pared de la pequeña habitación, apretando los puños mientras
luchaba por mantener control sobre mí. Tenía que ser fuerte para ella. Odiaba las lágrimas.
Odiaba ser una carga para su familia con todo esto.
No me vería rompiéndome.
La señora Litchfield desapareció de la habitación. Cuando volvió, Ida y Savannah la
seguían. Tuve que alejarme cuando vi el dolor en los ojos de Poppy. Adoraba a sus
hermanas, no le gustaba que la vieran así.
—Poppy —gritó Ida y corrió a su lado. La débil mano de Poppy se movió por el
rostro de su hermana menor. Ida besó a Poppy en la mejilla y luego dio un paso atrás a los
brazos de la señora Litchfield. Savannah fue la siguiente.
Savannah se derrumbó al ver a su hermana, su heroína, de esa manera. Poppy le
tomó la mano y Savannah susurró:
—Te quiero, PopPops. Por favor... no te vayas, por favor, todavía no.
Poppy negó, luego me miró, con su mano luchando para moverse en mi dirección.
Me acerqué, sintiendo que cada paso era un kilómetro. Dentro de mí había una tormenta
de oscuridad, pero tan pronto como mi mano se deslizó en la de ella, la tormenta se calmó.
Poppy parpadeó hacia mí, sus largas pestañas oscuras agitándose en sus mejillas. Sentado
en el borde de la cama, me incliné y le aparté el pelo del rostro.
—Hei, Poppymin —dije en voz baja, con toda la fuerza que pude reunir. Los ojos de
Poppy se cerraron al oír mis palabras. Sabía que bajo la máscara estaba sonriendo. Cuando
sus ojos se fijaron en los míos, dije—: Tienen que dormirte durante un tiempo para
ayudarte a luchar contra esta infección. —Poppy asintió comprendiendo—. Tendrás la
oportunidad de soñar, nena —dije, y me sonrió—. Ve a visitar a tu abuela un tiempo,
mientras reúnes la fuerza para volver a mí. —Poppy suspiró, una lágrima escapó de sus
ojos—. Tenemos cosas que quieres hacer antes de ir a casa, ¿recuerdas?
Poppy asintió ligeramente y besé su mejilla. Cuando me retiré, susurré:
—Duerme, nena. Me quedaré aquí, esperando a que vuelvas a mí.
Acaricié el pelo de Poppy hasta que sus ojos se cerraron y supe que había aceptado
dormir.
El médico entró un momento más tarde.
—Si esperan en la sala de estar, les daré una actualización cuando la tengamos
instalada.
Oí a su familia saliendo, pero mientras miraba su mano en la mía, no quise soltarla.
Una mano se posó en mi hombro y levanté la vista para encontrar al médico mirándome.
—Cuidaremos de ella, hijo, lo prometo.
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Poniendo un beso final en su mano, me obligué a soltarla y a salir de la habitación.
Cuando las puertas se cerraron detrás de mí, miré hacia arriba para ver la sala de estar
opuesta. Pero no podía entrar. Necesitaba aire. Necesitaba…
Corrí hacia el pequeño jardín en la parte final del pasillo y salí por la puerta. El viento
cálido sopló sobre mi rostro y, al ver que estaba solo, me tambaleé hacia el banco en el
centro del jardín. Dejándome caer en el asiento, dejando que la tristeza se apoderara de mí.
Mi cabeza cayó hacia adelante y en mis manos. Las lágrimas bajaron por mi rostro.
Oí el sonido de la puerta abriéndose. Al levantar la vista, mi pappa merodeaba cerca de la
puerta.
Esperé a que la cólera de costumbre me llenara cuando vi su rostro. Pero debió haber
estado enterrada bajo una masa de dolor. Mi pappa no dijo nada. En cambio, se adelantó y
se sentó a mi lado. No hizo ningún movimiento para consolarme. Sabía que no le daría la
bienvenida a su toque. En su lugar, sólo se sentó allí mientras me venía abajo.
Una parte de mí se alegró. Nunca se lo diría. Pero, aunque no lo admitiera, no quería
estar solo.
No estoy seguro de cuánto tiempo pasó, pero al final me enderecé y aparté el pelo de
mi rostro y me lo limpié con la mano.
—Rune, ella…
—Estará bien —dije, cortando todo lo que estaba tratando de decir. Miré hacia abajo
la mano de mi pappa en su rodilla, abriéndose y cerrándose como si estuviera debatiendo la
posibilidad de extender la mano y tocarme.
Mi mandíbula se tensó. No quería eso.
El tiempo con Poppy se estaba acabando y era su culpa que sólo hubiera tenido... El
pensamiento se desvaneció. No sabía cuánto tiempo tenía con mi chica.
Antes de que mi pappa pudiera hacer algo, la puerta se abrió de nuevo y, esta vez, el
señor Litchfield salió. Mi pappa se puso de pie y le dio la mano.
—Lo siento, James —dijo mi padre.
El señor Litchfield le dio una palmada en el hombro y luego preguntó:
—¿Te importa si hablo con Rune un momento?
Me puse rígido, todos los músculos en mí preparándose para su ira. Mi pappa miró
hacia mí, pero asintió.
—Los dejaré solos.
Pappa dejó el jardín y el señor Litchfield se dirigió lentamente a donde estaba
sentado, y luego se sentó en el banco junto a mí. Contuve la respiración, esperando que
hablara. Cuando no lo hizo, dije:
—No voy a dejarla. Ni siquiera me pida que la deje porque no iré a ninguna parte.
Sabía que sonaba enojado y agresivo, pero mi corazón latía contra mis costillas ante
la idea de que me dijera que me fuera. Si no estaba con Poppy, no tenía a dónde ir.
El señor Litchfield se tensó, luego preguntó:
—¿Por qué?
Sorprendido por su pregunta, me volví hacia él y traté de leer su rostro. Me miraba
tenso. Realmente quería saber. Sin romper su mirada, le dije:
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—Porque la amo. La amo más que a nada en el mundo. —Mi voz salió a través de mi
garganta oprimida. Inhalando profundamente, me las arreglé para decir—: Le hice la
promesa de que nunca iba a alejarme de su lado. E incluso si ese no fuera el caso, no podría
irme. Mi corazón, alma, todo, está conectado a Poppy. —Mis manos estaban en puños a
los lados—. No puedo dejarla ahora, no cuando más me necesita. Y no voy a dejarla hasta
que ella así lo quiera.
El señor Litchfield suspiró y se pasó la mano por el rostro. Se sentó en el banco.
—Cuando volviste a Blosson Grove, Rune, te di un vistazo y no pude creer lo que
habías cambiado. Me sentí decepcionado —admitió. Sentí que mi pecho se apretaba con
ese golpe. Negó—: Vi el tabaquismo, la actitud, y asumí que no tenías ningún parecido con
el chico que habías sido antes. El que amaba tanto a mi hija como ella lo amaba a él. El
chico que, habría apostado mi vida, caminaría a través de fuego por mi niña.
»Pero lo que eres ahora, nunca habría esperado que la amaras de la manera en que
merece. —La voz del señor Litchfield se volvió ronca por el dolor. Se aclaró la garganta y
dijo—: He luchado contra ti. Cuando vi cómo los dos conectaban de nuevo, traté de
advertírselo. Pero ustedes dos siempre han sido como los imanes, unidos por una fuerza
desconocida. —Resopló una risa—. La abuela de Poppy dijo que estaban juntos por un
mayor significado. Uno que nunca sabría hasta que se presentara. Dijo que los grandes
amores siempre están destinados a estar juntos por alguna buena razón. —Se detuvo y se
volvió hacia mí, declarando—: Y ahora lo sé.
Lo miré directamente a los ojos. La firme mano del señor Litchfield se posó en mi
hombro.
—Estaban destinados a estar juntos, así podrías ser su luz de guía a través de todo
esto. Fuiste creado perfectamente para ella, para hacer este tiempo especial para mi niña.
Para asegurarte de que los días que le quedaran estuvieran llenos de cosas que su mamá y
yo nunca podríamos haberle dado.
El dolor me desgarró y cerré los ojos. Cuando los abrí de nuevo, el señor Litchfield
dejó caer la mano, pero me hizo mirarlo aún.
—Rune, estaba en contra de ti. Pero pude ver lo mucho que ella te amaba.
Simplemente estaba asegurándome de que la amaras también.
—Sí —dije con voz ronca—. Nunca dejé de hacerlo.
Asintió.
—No lo supe hasta ese viaje a Nueva York. No quería que se fuera. —Inhaló y
dijo—: Pero cuando regresó me di cuenta que había una nueva paz en su interior.
Entonces, me dijo lo que hiciste por ella. ¿Carnegie Hall? —Negó—. Le diste a mi chica su
sueño más grande, por la única razón de que querías que lo consiguiera. Para hacerla feliz...
porque la amabas.
—Ella me da más —repliqué y agaché la cabeza—. Sólo estar con ella, me da eso por
diez.
—Rune, si Poppy sale de esto…
—Cuando —lo interrumpí—. Cuando salga de esto.
Levanté la cabeza para ver al Señor Litchfield mirándome.
—Cuando lo haga —dijo con un suspiro de esperanza—. No me interpondré en tu
camino. —Se inclinó hacia delante para apoyar su rostro en sus manos—. Ella nunca fue
igual después de que te fuiste, Rune. Sé que luchaste al no tenerla en tu vida. Y tendría que
ser un tonto para no ver que culpas a tu papá por todo eso. Deja de hacerlo. A veces la vida
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no pasa de la forma esperada. No esperaba perder a mi hija antes de morir. Pero Poppy me
ha enseñado que no puedo estar enojado. Porque, hijo —dijo y me miró—, si Poppy no
está enfadada por tener una vida corta, ¿cómo nos atrevemos cualquiera de nosotros a estar
enojados por eso?
Lo miré también, en silencio. Mi corazón latió más rápido con sus palabras.
Imágenes de Poppy girando en la arboleda llenaron mi mente, su sonrisa amplia mientras
respiraba el aire perfumado. Vi la misma sonrisa al recordar su baile en el agua poco
profunda en la playa, con las manos en el aire mientras el sol besaba su rostro.
Poppy estaba contenta. Incluso con ese diagnóstico, incluso con todo el dolor y la
decepción de su tratamiento, estaba feliz.
—Me alegro de que volvieras, hijo. Estás haciendo los últimos días de Poppy, en sus
palabras, “tan especiales como especiales pueden ser”.
El señor Litchfield se puso de pie. En un movimiento que sólo había visto en su hija
Poppy, inclinó el rostro hacia el sol poniente y cerró los ojos.
Cuando bajó la cabeza, se dirigió hacia la puerta, mirando hacia atrás para decir:
—Eres bienvenido aquí tanto como gustes, Rune. Creo que contigo a su lado, Poppy
saldrá de esto. Va a salir de esto sólo para poder pasar unos días extra contigo. Vi esa
mirada en sus ojos cuando se acostó sobre la cama; no irá a ninguna parte todavía. Sabes
tan bien como yo, que si está decidida a algo, entonces lo atravesará.
Mis labios se levantaron en una pequeña sonrisa. El señor Litchfield me dejó solo en
el jardín. Metiendo la mano en los bolsillos, saqué mis cigarrillos. Mientras llevaba el
encendedor al final, me detuve. Mientras la sonrisa de Poppy llenaba mi cabeza, su
desaprobación arrugando su nariz cada vez que fumaba, me hizo sacar el cigarrillo de la
boca y tirarlo al suelo.
—Basta —dije en voz alta—. No más.
Tomando una larga bocanada de aire fresco, me puse de pie y fui hacia el interior. Al
entrar en la sala para la familia, la de Poppy estaba sentada en un lado y, en el otro, mi
mamma, pappa y Alton. Tan pronto como mi hermanito me vio, levantó la cabeza y me
saludó.
Haciendo lo que Poppy hubiera querido que hiciera, me senté a su lado.
—Hei, amigo —dije, y casi me derrumbé cuando se subió a mi regazo y me rodeó el
cuello con los brazos.
Sentí la espalda de Alton agitarse. Cuando movió la cabeza hacia atrás, sus mejillas
estaban mojadas.
—¿Poppymin está enferma?
Aclarando mi garganta, asentí. Su labio inferior tembló.
—Pero la amas —susurró, rompiendo mi corazón en el proceso. Asentí de nuevo y
puso su cabeza en mi pecho—. No quiero que Poppymin vaya a ninguna parte. Hizo que me
hablaras. Hizo que fueras mi mejor amigo. —Sorbió—. No quiero que te enfades de
nuevo.
Sentí cada una de sus palabras como una daga en mi pecho. Pero esas dagas
solamente dejaban pasar la luz cuando pensaba en cómo Poppy me había guiado a Alton.
Pensé en lo decepcionada que estaría si no le hiciera caso ahora.
Sosteniendo a Alton más cerca, dije en voz baja:
—No te ignoraré de nuevo, amigo. Lo prometo.
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Alton levantó la cabeza y se secó los ojos. Cuando se movió el pelo hacia atrás, no
pude evitar sonreír. Alton sonrió en respuesta y me abrazó con más fuerza. No me soltó
hasta que el médico entró en la habitación. Nos dijo que podíamos ir a verla dos a la vez.
El señor y la señora Litchfield entraron primero y luego fue mi turno. Abrí la puerta
y me congelé en seco.
Poppy yacía en una cama en medio de la habitación. Las máquinas estaban
conectadas a su alrededor. Mi corazón se rompió. Se veía tan rota acostada allí, tan callada.
Sin la risa o sonrisa en su rostro.
Caminé hacia delante y me senté en la silla junto a la cama. Sosteniendo su mano, la
llevé a mis labios y presioné un beso.
No podía soportar el silencio. Así que empecé a contarle a Poppy la primera vez que
la había besado. Le hablé de cada beso que podía recordar desde que teníamos ocho, de
cómo me hizo sentir, sabiendo que si me podía oír, le encantaría cada palabra de lo que
tenía que decirle.
Volviendo a vivir cada beso que le era tan preciado.
Los novecientos dos que habíamos tenido hasta ahora.
Y el noventa y ocho que queríamos guardar todavía.
Cuando se despertara.
Porque lo haría.
Teníamos una promesa que completar.
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Flores florecieron y La paz fue
restaurada

Una semana más tarde

ola, Rune.
Levanté la vista del papel que estaba escribiendo para ver a Jorie en la
puerta del cuarto de Poppy. Judson, Deacon y Ruby estaban de pie detrás
de ella en el pasillo. Asentí con mi barbilla en su dirección y todos ellos entraron.
Poppy todavía estaba en su cama, todavía en estado de coma. Al cabo de unos días,
los médicos habían dicho que lo peor de la infección había pasado, y a otros visitantes se
les había permitido entrar.
Mi Poppy lo había hecho. Del mismo modo que lo había prometido, había luchado
para evitar que la infección la llevara hacia abajo. Sabía que lo haría. Ella había sostenido
mi mano cuando había hecho esa promesa. Había encontrado mis ojos.
Era como si ya estuviera hecho.
Los doctores planeaban traerle despacio de su coma a lo largo de los próximos días.
Iban a disminuir gradualmente la dosis de anestésico, comenzando esta tarde. Y no podía
esperar. Esta semana había parecido una eternidad sin ella, todo se sintió incorrecto y fuera
de lugar. Tanto había cambiado en mi mundo por su pasado, aunque por el contrario, nada
en el exterior realmente había cambiado.
El único cambio real era que toda la escuela sabía ahora que Poppy no tenía mucho
tiempo. Por lo que había escuchado fue todo como era de esperarse, una conmoción; todo
el mundo estaba triste. Habíamos estado en la escuela con la mayoría de estas personas
desde el jardín de niños. Aunque no conocían a Poppy como nuestro pequeño grupo de
amigos lo hacía todavía había sacudido la ciudad. Personas de su iglesia se habían reunido
para rezar por ella. Para demostrar su amor. Sabía que si Poppy supiera de esto calentaría
su corazón.
Los médicos no estaban seguros de lo fuerte que sería cuando despertara. Eran
reacios a estimar el tiempo que le quedaba, pero su médico nos dijo que esta infección le
había debilitado severamente. Nos dijo que teníamos que estar preparados:
—Cuando por fin despierte podríamos estar frente a sólo unas semanas.
Tanto como ese golpe duele, tanto como se desgarró mi corazón de mi pecho, traté
de tomar la alegría en las pequeñas victorias. Tendría semanas para ayudar a cumplir a
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Poppy sus últimos deseos. Me gustaría tener el tiempo que necesitaba para realmente decir
adiós, oírla reír, ver su sonrisa y besar sus suaves labios.
Jorie y Ruby entraron en la habitación en primer lugar, fueron al lado opuesto de la
cama a donde yo estaba sentado a apretar la mano de Poppy.
Deacon y Judson se pararon al lado de la cama cerca de mí, poniendo sus manos en
mi hombro en señal de apoyo. Los rumores se habían extendido sobre Poppy, mis amigos
habían faltado a la escuela para venirme ver. Tan pronto como había puesto los ojos en
ellos corriendo a través del vestíbulo, sabía que todo el mundo lo sabía. Sabía que ellos
sabían, habían estado a mi lado desde entonces.
Estaban disgustados porque Poppy y yo no habíamos dicho nada a ninguno de ellos
excepto Jorie. Pero al final entendieron por qué Poppy no quiso un alboroto. Creo que la
amaron aún más por esto. Vieron su fuerza verdadera.
Durante la semana pasada, cuando no había estado en la escuela, fueron mis amigos
quienes habían traído mis asignaciones de mis profesores. Habían venido a verme a mí,
como lo habían hecho para Poppy. Deacon y Judson dijeron que estaban decididos a que
no fracasara, que todos terminaremos nuestro último año juntos. Era lo que menos
ocupaba mi mente, pero apreciaba su preocupación.
De hecho, esta semana me mostró lo mucho que significaban para mí. Aunque
Poppy es toda mi vida, me di cuenta que tenía el amor en otros lugares. Tenía amigos que
caminarían a través del fuego por mí. Mi mamma también vino cada día. Como lo hizo mi
pappa. A él parecía no importarles que yo principalmente lo ignorara. Parecía no importarle
si nos sentábamos en silencio. Sólo se preocupó de estar aquí, que estaba junto a mí.
No estaba seguro de qué hacer con eso todavía.
Jorie alzó la vista, capturando mi mirada.
—¿Cómo está hoy?
Me levanté de mi silla y me senté en el borde de la cama de Poppy. Uní sus dedos a
través de los míos y los apreté con fuerza. Inclinándome adelante, cepillé el pelo atrás de su
cara y la besé en la frente.
—Se hace más fuerte cada día —dije suavemente, y luego para los oídos de Poppy
sólo, susurré—: Nuestros amigos están aquí, bebé. Han venido para verte de nuevo.
Mi corazón dio un vuelco cuando me pareció ver el parpadeo de sus pestañas, pero
cuando me quedé más tiempo, me di cuenta de que debió haber sido mi imaginación.
Había estado desesperado por verla de nuevo durante demasiadas horas para contar.
Entonces me relajé, sabiendo que, en los próximos días, al ver estas cosas no estarían
simplemente en mi imaginación. Sería real.
Mis amigos se sentaron en el sofá cerca de la ventana grande.
—Los médicos han decidido comenzar gradualmente a sacarla del coma esta noche
—dije—. Puede ser que tome un par de días para que ella sea totalmente consciente, pero
traerla de vuelta lentamente es lo que creen que es lo mejor. Su sistema inmunológico se ha
fortalecido tanto como lo hará. La infección ha desaparecido. Está lista para volver a
nosotros. —Exhalé y añadí en voz baja—: Por último. Por fin voy a ser capaz de ver sus
ojos de nuevo.
—Eso es bueno, Rune —respondió Jorie y me dio una sonrisa débil. Hubo un
silencio expectante; mis amigos todos se miraron el uno al otro.
—¿Qué? —pregunté, tratando de leer sus caras.
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Fue Ruby, la que contestó:
—¿Cómo va a ser cuando despierte?
Se hizo un nudo en mi estómago.
—Débil —le susurré. Volviendo de nuevo a Poppy, acaricié su mejilla—. Pero ella va
a estar aquí de nuevo. No me importa si tengo que llevarla a donde quiera que vayamos.
Sólo quiero ver su sonrisa. Voy a tenerla de vuelta conmigo, a donde pertenece... al menos
por un rato.
Oí un resoplido y vi llorando a Ruby. Jorie se mantuvo cerca.
Suspiré de simpatía, pero dije:
—Yo sé que la amas, Ruby. Pero cuando se despierte, cuando se entere de que todo
el mundo lo sabe, actúa con normalidad. Odia ver a los que ama tristes. Es la peor parte de
todo esto para ella. —Apreté los dedos de Poppy—. Cuando se despierte necesitamos
hacerla feliz, como lo hace todo el mundo. No podemos mostrarle que estamos tristes.
Ruby asintió, luego preguntó:
—¿No volverá alguna vez a la escuela otra vez, verdad? —Sacudí mi cabeza.
—Yo tampoco. No antes… —Me pare, poco dispuesto a terminarme con aquellas
palabras. No estaba listo para decirlas aún. No estaba listo para afrontar todo esto. Todavía
no.
—Rune —dijo Deacon, un tono grave de su voz—. ¿Qué harás el año que viene?
¿Para la universidad? ¿Has siquiera solicitado en cualquier lugar? —Retorció sus manos
juntas—. Me tienes preocupado. Todos nos vamos. Y aún no has mencionado una cosa.
Nos preocupas realmente.
—Ni siquiera estoy pensando en lo que voy hacer más adelante —contesté—. Mi
vida está aquí, ahora, en este momento. Todo lo que vendrá después. Poppy es mi enfoque.
Ella sólo ha sido mi enfoque. Me importa un bledo el año próximo o lo que voy a hacer.
Un silencio cayó sobre la habitación. Vi en la cara de Deacon que quería decir algo
más, pero no se atrevió.
—¿Podrá ir al baile?
Mi corazón se hundió cuando Jorie miró con tristeza a su mejor amiga.
—No sé —le contesté—. Ella lo quería, tanto, pero siguen siendo seis semanas. —
Me encogí de hombros—. Los médicos no saben. —Me di la vuelta para mirar a Jorie—.
Fue uno de sus últimos deseos. Ir a su baile de graduación. —Tragué saliva y volví de
nuevo a Poppy—. Al final, lo único que quiere hacer es ser besada y ver el final del baile de
graduación. Eso es todo lo que está pidiendo. Nada grande, nada que cambie la vida... sólo
esas cosas. Conmigo.
Le di a mis amigos un momento, cuando Jorie y Ruby comenzaron a llorar en
silencio. Pero no me rompí. Solo me quedé en silencio contando las horas hasta que ella
volviera a mí. Imaginando el momento en que iba a ver su sonrisa una vez más. Que mirara
hacia mí.
Apreté mi mano entre las suyas.
Después de una hora o más, mis amigos se pusieron de pie. Judson dejó caer los
papeles en la pequeña mesa al lado de la cama de Poppy que he utilizado como un
escritorio.
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—Matemáticas y Geografía, hombre. Los maestros escribieron todo allí para ti.
Fechas de trabajo y tal. —Me puse de pie y me despedí de mis amigos, dándoles las gracias
por venir. Cuando se fueron, me trasladé a la mesa para completar la tarea. Terminando
este trabajo, tomaría mi cámara. Mi cámara, que no me había quitado de mi cuello en
semanas.
La cámara que era una parte de mí otra vez.
Horas deben haber pasado mientras entré y salí de la habitación, capturando el día
fuera. Más tarde esa noche, la familia de Poppy comenzó a presentarse en la sala, los
médicos de Poppy siguiéndolos de cerca. Salté de mi asiento y me froté el cansancio de los
ojos. Había llegado la hora de empezar a sacarla del coma.
—Rune —saludó el señor Litchfield. Se acercó a donde yo estaba y me abrazó. Una
tregua feliz se había instalado entre nosotros desde que Poppy había estado en coma. Él me
entendía, y yo lo comprendía. Debido a que, incluso Savannah había empezado a confiar en
mí para no romper el corazón de su hermana.
Y porque no me había ido, ni una vez desde que Poppy había sido admitida. Si
Poppy estaba aquí, yo también. Mi dedicación debe haberles demostrado que la amaba más
que cualquiera de ellos había creído alguna vez.
Ida se acercó a donde yo estaba y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura. La
señora Litchfield me dio un beso en la mejilla.
Luego todos esperamos a que el médico terminara su examen.
Cuando se volvió hacia nosotros, dijo:
—El recuento de glóbulos blancos de Poppy es tan bueno como lo que podemos
esperar en esta etapa de su enfermedad. Vamos a reducir gradualmente la anestesia y traerla
de vuelta. A medida que se haga más fuerte, vamos a ser capaces de desconéctale algunos
cables de estas máquinas. —Mi corazón latía rápido, apretando mis manos a mis
costados—. Ahora —continuó el médico—. Poppy, en un primer momento, se deslizará
dentro y fuera de la conciencia. Cuando esté consciente, puede delirar, y estar de mal
humor. Eso será la medicina todavía en su sistema. Pero con el tiempo, debe comenzar a
despertar por períodos más largos de tiempo y, si todo va bien, en un par de días, nos
mostrará su habitual ser feliz de costumbre. —El médico levantó las manos—. Pero Poppy
estará débil. Hasta que la evaluamos en su estado consciente, no vamos a ser capaces de
determinar hasta qué punto esta infección la ha debilitado. Sólo el tiempo lo dirá. Sin
embargo, puede tener movilidad limitada que restringirá las cosas que puede hacer. Es poco
probable que recupere toda su fuerza.
Cerré los ojos, rogando a Dios para que estuviera bien. Y si no lo estaba, me prometí
que iba a ayudarla a través de cualquier cosa que me diera un poco más de tiempo. No
importa lo que se necesitaba, yo haría cualquier cosa.
Los siguientes días pasaron. Las manos de Poppy comenzaron a moverse
ligeramente, sus pestañas revolotearon, y en el segundo día, sus ojos comenzaron a abrirse.
Fue sólo durante unos pocos segundos a la vez, pero fue suficiente para llenarme con una
mezcla de emoción y esperanza.
En el tercer día, un equipo de médicos y enfermeras entró en la habitación, y
comenzó el proceso de desenganche de Poppy de las máquinas. Vi, con el corazón
palpitante, cuando el tubo de respiración fue retirado de su garganta. Vi cuando máquina
tras máquina estaba siendo retirada, hasta que vi de nuevo a mi chica.
Mi corazón se hinchó.
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Su piel estaba pálida, su usualmente suave labio ahora estaba agrietado. Pero verla
libre de todas esas máquinas, estaba seguro de que nunca había parecido tan perfecta para
mí.
Me sentaba pacientemente en la silla junto a su cama, sosteniendo su mano en la mía.
Mi cabeza estaba inclinada hacia atrás, mientras miraba en un trance el techo, cuando sentí
la mano de Poppy apretando débilmente la mía. Mi respiración se detuvo. Mis pulmones se
congelaron. Mis ojos se dirigieron a la adormilada en la cama. Sus dedos de su mano libre
se movieron suavemente en espasmos.
Alcanzando la pared, apreté el botón de llamada para las enfermeras. Cuando una de
ellas entro, le dije:
—Creo que se está despertando. —Poppy había hecho movimientos leves en las
últimas veinticuatro horas, pero nunca tantos y por tanto tiempo.
—Voy por el médico —respondió y salió de la habitación. Los padres de Poppy se
precipitaron poco tiempo después, habiendo acabado de llegar por su visita diaria.
El médico entró segundos más tarde. Cuando se acercaba a la cama, di un paso atrás
para estar al lado de los padres de Poppy, dejando que la enfermera ayudara a verificar sus
signos vitales.
Los ojos de Poppy comenzaron a agitarse bajo sus párpados, y luego poco a poco sus
párpados se abrieron. Inhalé mientras sus ojos verdes somnolientos miraban a sus
alrededores.
—¿Poppy? Poppy, estás bien —dijo el doctor con dulzura. Vi a Poppy intentar girar
la cabeza en su dirección, pero sus ojos no podían concentrarse. Sentí un tirón en algún
lugar dentro de mí cuando su mano se extendió. Estaba buscándome. Incluso en un estado
de confusión, estaba buscando mi mano—. Poppy, has estado dormida por un tiempo.
Estás bien, pero vas a sentirte cansada. Vas a estar bien.
Poppy hizo un sonido como si estuviera tratando de hablar. El médico se volvió a la
enfermera.
—Trae un poco de hielo para sus labios.
No podía permanecer así por más tiempo, así que me precipité hacia adelante,
haciendo caso omiso de la llamada del señor Litchfield para que pare. Entonces llegué al
otro lado de la cama, me agaché y envolví mi mano alrededor de la de Poppy. En el
momento en que lo hice, calmó su cuerpo y su cabeza rodó suavemente en mi dirección.
Sus ojos se abrieron. Luego miró directamente a mis ojos.
—Hei, Poppymin —susurré, la luchando contra la opresión en mi garganta.
Y luego sonrió. Era pequeña, apenas un rastro, pero estaba allí. Sus dedos débiles
exprimiendo los míos con toda la fuerza de una mosca, y luego se deslizó de nuevo a
dormir.
Solté un largo suspiro. Pero la mano de Poppy nunca dejó la mía. Así que me quedé
donde estaba. Sentado en la silla a su lado, me quedé exactamente donde estaba.
Otro día pasó con un número cada vez mayor de los momentos de conciencia de
Poppy. Ella no estaba muy lúcida cuando estaba despierta, pero me sonreía cuando
centraba su atención en mí. Sabía que una parte de ella, aunque confundida, era consciente
de que estaba aquí con ella.
Más tarde ese día, cuando una enfermera entró en la habitación para hacer sus
revisiones, le pregunté:
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—¿Puedo mover la cama?
La enfermera dejó lo que estaba haciendo y levantó una ceja.
—¿A dónde, querido?
Caminé a la amplia ventana.
—Aquí —dije—. Así cuando despierte definitivamente pueda ver fuera. —Resollé
una risa tranquila—. Ama mirar la salida del sol. —Eché un vistazo atrás—. ¿Ahora no es
conectada a nada excepto sus IV4, creía que podría estar bien?
La enfermera me miró. Podía ver la simpatía en sus ojos. No quería su simpatía. Sólo
quería que me ayudara. Quería que ella me ayudara a darle esto a Poppy
—Claro —dijo finalmente—. No puedo ver que sea un problema. —Mi cuerpo se
relajó. Me moví a un lado de la cama de Poppy, la enfermera en el otro, y le di la vuelta
para que quedara delante de la vista del jardín de oncología pediátrica exterior. Un jardín
que se sentaba bajo un cielo azul claro.
—¿Está bien? —preguntó la enfermera empujando hacia abajo los frenos.
—Perfecto —le contesté y sonreí.
Cuando la familia de Poppy llego un tiempo más tarde, su mamá me abrazó.
—A ella le encantará —dijo. Cuando nos sentamos alrededor de la cama, Poppy se
agitaba de vez en cuando, cambiando donde yacía, pero durante no más de unos pocos
segundos.
En el último par de días, sus padres se habían turnado para pasar la noche en la sala
de estar al otro lado del pasillo. Uno se quedaba en casa con las niñas. Más a menudo era su
mamá la que se alojó aquí.
Me quedé en la habitación de Poppy.
Me acosté a su lado en su pequeña cama todas las noches. Durmiendo con ella en
mis brazos, esperando el momento en que se despertara.
Yo sabía que sus padres no estaban precisamente encantados con ello, pero pensé
que lo permitían porque, ¿por qué no? Ellos no iban a rechazarme. Ahora no. No en esta
circunstancia.
Y estaba aseguro como el infierno que no me iría.
La mamá de Poppy estaba hablando con su hija dormida sobre sus hermanas. Le
estaba diciendo acerca de cómo estaban haciendo las cosas de la escuela. Me senté,
escuchando a medias, cuando se produjo un suave golpe en la puerta.
Cuando miré hacia arriba, vi a mi pappa abrir la puerta. Dio a la señora Litchfield un
pequeño hola, y luego me miró.
—¿Rune? ¿Puedo hablarte por un segundo?
Me tensé, mis cejas tirando en un ceño fruncido. Mi pappa esperó junto a la puerta,
sin romper nuestra mirada. Resoplando un suspiro, me levanté de mi asiento. Mi pappa se
alejó de la puerta mientras me acercaba. Al salir del cuarto, vi que tenía algo en la mano.
Se balanceó sobre sus pies con nerviosismo.
—Yo sé que no me lo pediste, pero he revelado tus películas por ti.
Me quedé helado.

4
IV: Intra venosa.
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—Sé que me pediste que las llevara a casa. Pero lo que he visto, Rune. He visto las
fotografías que tomaste. Y sé que son de Poppy. —Se encogió de hombros—. Ahora
Poppy está despertando cada vez más, pensé que es posible que desees tenerlas contigo,
para que ella las vea.
Sin decir nada, me entregó un álbum de fotos. Estaba lleno de imágenes tras
imágenes de todas las cosas que había capturado mientras que Poppy estaba dormida. Eran
todos los momentos capturados que ella se había perdido.
Mi garganta empezó a cerrarse. No había ido a casa. No habría podido revelarlas a
tiempo para ella... pero mi pappa...
—Gracias —dije mi voz áspera, y luego bajé mis ojos al suelo.
En mi visión periférica, vi el cuerpo de mi pappa relajarse, liberar su tensión. Él
levantó la mano, como si fuera a tocar mi hombro. Me quedé quieto mientras lo hacía. La
mano de mi pappa se detuvo en el aire, para claramente decidir si hacerlo o no, puso su
mano en mi hombro y apretó.
Cerré mis ojos mientras sentía su mano sobre mí. Y por primera vez en una semana,
me sentí como si pudiera respirar. Por un segundo, que mi pappa me mostró que estaba
conmigo, en realidad respiraba.
Pero mientras más estábamos allí de pie más no sabía qué hacer. No había estado así
con él desde hace mucho tiempo. No le había dejado conseguir este final.
Teniendo que escaparme, incapaz de tratar con esto otra vez, asentí y volví al cuarto.
Cerré la puerta y me senté, el álbum en mi regazo. La señora Litchfield no preguntó qué
era. No le dije. Siguió recitando sus historias a Poppy hasta que fue tarde.
Cuando la señora Litchfield había salido de la habitación, me quité las botas, y al igual
que lo hacía cada noche, abrí las cortinas y me trasladé al lado de Poppy.
Recordé mirar las estrellas, entonces la siguiente cosa que supe, fue sentir una mano
acariciando mi brazo. Desorientado, parpadeé abriendo los ojos, los primeros rayos de un
nuevo día se filtraban en la habitación.
Traté de borrar la niebla de sueño de mi cabeza. Sentí el pelo haciéndome cosquillas
en la nariz, y el cálido aliento flotando a través de mi cara. Mirando hacia arriba, Pestañeé el
sueño de mis ojos, y mi mirada chocó con el par de ojos verdes más bonitos que había
visto nunca.
Mi corazón dio un vuelco, y una sonrisa se dibujó en los labios de Poppy, sus
hoyuelos profundos hundiéndose en sus mejillas. Levanté la cabeza, sorprendido, Tomé su
mano y susurre:
—¿Poppymin?
Poppy parpadeó, volvió a parpadear, y luego su mirada osciló alrededor de la
habitación. Tragó, haciendo una mueca mientras lo hacía. Viendo que sus labios estaban
secos, me acerqué y tomé el vaso de agua de la mesa auxiliar. Llevé el vaso a su boca.
Poppy bebió unos sorbos pequeños, y luego empujó el vaso a un lado.
Ella suspiró de alivio. Levantando su brillo de labios de cereza favorita de la mesa,
Apliqué una capa delgada en sus labios. Poppy frotó lentamente los labios. No rompió mi
mirada, sonrió, una amplia y hermosa sonrisa.
Sintiendo mi pecho expandirse con la luz, me incliné y presioné mis labios contra los
suyos. Fue breve, apenas un beso, pero cuando me aleje, tragó saliva y susurró con voz
ronca:
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—Número de beso... —Su ceño fruncido cuando confusión jugó en su cara.
—Novecientos tres —terminé por ella.
Poppy asintió.
—Cuando regresé a Rune —añadió, sosteniendo mi mirada y débilmente apretando
mi mano—, como prometí que lo haría.
—Poppy —susurré en respuesta, y bajé mi cabeza hasta que la metí en el hueco de su
cuello. Quería abrazarla tan cerca como se puede, pero se sentía como una muñeca frágil:
fácil de romper.
Los dedos de Poppy aterrizaron en mi pelo, y, en una movimiento tan familiar como
respirar, corrieron a través de las hebras, la respiración ligera de Poppy fluyendo sobre mi
rostro.
Levanté la cabeza y mirando hacia ella me aseguré de beber cada parte de su rostro,
sus ojos. Me aseguré de apreciar este momento.
El momento en el que regresó a mí.
—¿Cuánto tiempo? —preguntó.
Le acaricié de nuevo el pelo de la cara.
—Fue menos de una semana. Haz estado despertando poco a poco en los últimos
días.
Los ojos de Poppy se cerraron momentáneamente, a continuación, se abrieron de
nuevo.
—¿Y cuánto tiempo... queda?
Negué con la cabeza, orgulloso de su fuerza, y respondí con honestidad:
—No sé.
Poppy asintió, el movimiento apenas allí. Sintiendo un calor en la parte posterior de
mi cuello, me di vuelta y miré por la ventana. Sonreí. Frente a Poppy de nuevo, le dije:
—Te despertaste con el sol, bebé.
Poppy frunció el ceño, hasta que me aparté del camino. Cuando lo hice, oí su
profunda aguda respiración. Cuando la miré a la cara, vi los rayos de color naranja que
besaban su piel. Vi sus ojos cerrarse, y luego, abrirse de nuevo, cuando una sonrisa tiró de
sus labios.
—Es hermoso —susurró. Me acosté en la almohada a su lado, mirando el cielo
aligerarse con la llegada del nuevo día. Poppy no dijo nada mientras veíamos la salida del
sol en el cielo, bañando la habitación en su luz y calor.
Su mano apretó la mía.
—Me siento débil.
Mi estómago cayó.
—La infección te golpeó duro. Ha tomado su parte.
Poppy asintió comprendiendo, y luego se perdió una vez más en la vista de la
mañana.
—He echado de menos estos —dijo, apuntando con su dedo hacia la ventana.
—¿Recuerdas cuánto?
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—No —contestó suavemente—. Pero sé que los perdí a pesar de todo. —Echó un
vistazo abajo a su mano y dijo—: Me acuerdo de sentir tu mano en la mía, aunque… es
extraño. No recuerdo algo más, pero recuerdo esto.
—¿Ah? —pregunté.
—Sí —contestó suavemente—. Creo que siempre recordaré la sensación de tu mano
sosteniendo la mía.
Extendiendo la mano a mi lado levanté el álbum de fotos que mi pappa me había
traído, lo coloqué en mi regazo y lo abrí. La primera foto era de la salida del sol a través de
las espesas nubes. Los rayos divididos entre las ramas de las hojas de los árboles de pino, la
foto capturaba los tonos de color rosa perfectamente.
—Rune —susurró Poppy y pasó la mano por la impresión.
—Fue la primera mañana que estabas aquí. —Me encogí de hombros—. No quiero
que te pierdas el amanecer.
La cabeza de Poppy se movió hasta que se detuvo en mi hombro. Entonces supe que
había hecho bien. Sentí la felicidad en su contacto. Era mejor que las palabras.
Hojeé a través del álbum. Le mostré los árboles comenzando a florecer en el exterior.
Las gotas de lluvia contra la ventana el día en que llovió. Y las estrellas en el cielo, la luna
llena, y las aves que anidan en los árboles.
Al cerrar el álbum, Poppy volvió su cabeza hacia atrás y miró a mis ojos.
—Has capturado los momentos que me he perdido.
Sintiendo mis mejillas calentarse, bajé la cabeza.
—Por supuesto. Siempre lo haré.
Poppy suspiro.
—Incluso cuando yo no esté aquí... Es necesario que captures todos estos
momentos. —Mi estómago se encogió. Antes de que pudiera decir nada, ella levantó su
mano a mi mejilla. Se sentía tan ligera—. Prométemelo —dijo. Cuando no respondí,
insistió—: Prométeme, Rune. Estas imágenes son demasiado preciosas para que nunca
sean tomadas. —Sonrió—. Piensa en lo que puedes capturar en el futuro. Basta pensar en
las posibilidades que tenemos por delante.
—Te lo prometo —le contesté en voz baja—. Te lo prometo, Poppymin.
Ella exhaló.
—Gracias.
Inclinándome sobre ella, besé su mejilla. Cuando me retiré me di la vuelta para
hacerle frente en la cama.
—Te he echado de menos, Poppymin.
Sonriendo, ella susurró a su vez:
—Te he echado de menos.
—Tenemos mucho que hacer al salir de este lugar —le dije, viendo el destello de
emoción en sus ojos.
—Sí —respondió. Sus labios se frotaban entre sí y preguntó—: ¿Cuánto tiempo
hasta la primera floración?
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Mi corazón se rompió cuando sabía lo que estaba pensando. Estaba tratando de
evaluar la cantidad de tiempo que le quedaba. Y si lo lograría. Si viviría para ver sus pocos
deseos restantes hacerse realidad.
—Creen que alrededor de una semana.
Esta vez, no hubo enmascaramiento de la felicidad absoluta que irradiaba su amplia
sonrisa. Ella cerró los ojos.
—Puedo hacer que sea tanto tiempo —afirmó con confianza, y sostuvo mi mano
sólo un poco más apretada.
—Vas a durar más tiempo —le prometí cuando Poppy asintió.
—Para un millar de pequeños besos —estuvo de acuerdo.
Acariciando mi mano por su mejilla, le dije:
—Entonces los sacaré.
—Sí. —Poppy sonrió—. Al infinito.

Poppy fue dada de alta del hospital una semana más tarde. La verdadera magnitud de
cuánto la infección la había afectado había llegado a ser evidente después de unos días.
Poppy no podía caminar. Había perdido toda la fuerza en sus piernas. Su doctor nos
informó que si su cáncer hubiera sido curado, con el tiempo habría recuperado esa fuerza.
Pero, como estaban las cosas, nunca caminaría otra vez.
Poppy estaba en una silla de ruedas. Y, como era Poppy, no dejo que la afectara ni un
poco.
—Mientras todavía pueda salir y sentir el sol en mi cara, estaré feliz —dijo cuando su
médico le dijo la mala noticia. Me miró y agregó—: Mientras todavía pueda sostener la
mano de Rune, realmente no me preocupa si alguna vez vuelvo a caminar otra vez.
Y justo con eso, me derritió donde estaba de pie.
Agarrando las nuevas fotos en mi mano, me encontré en la hierba entre nuestras dos
casas a la ventana de Poppy. Cuando subí, vi que estaba dormida en su cama. La habían
traído a casa sólo ese día. Estaba cansada, pero le tenía que mostrar esto. Era mi sorpresa.
Mi bienvenida a casa. Uno de sus deseos.
Cuando entré al cuarto, los ojos de Poppy parpadearon abiertos y una sonrisa
apareció en sus labios.
—La cama era fría sin ti —dijo y paso su mano sobre el lado donde por lo general
estaba yo.
—Tuve que conseguir algo para ti —dije, sentándome en la cama. Inclinándome,
besé sus labios. La besé profundamente, sonriendo cuando sus mejillas enrojecieron
después. Inclinándose, Poppy tomó un corazón de papel en blanco de su frasco y garabateó
algo abajo.
Contemplé el frasco casi lleno cuando dejó caer el corazón dentro. Estábamos casi
allí. Se volvió atrás, Poppy cambiando a su posición sentada.
—¿Qué está en tu mano? —preguntó, entusiasmo en su voz.
—Fotos —anuncié y miré cómo su cara era encendida con felicidad.
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—Mi regalo favorito —dijo, y sabía que quiso decir cada palabra—. Tus momentos
mágicos capturados.
Le entregué el sobre; Poppy lo abrió y se quedó sin aliento cuando sus ojos cayeron
sobre ellas. Buscó a través de cada foto con entusiasmo y, a continuación, se dirigió a mí
con esperanza en sus ojos.
—¿La primera floración? —Sonrió y asentí. Poppy puso su mano sobre su boca y sus
ojos brillaron con la felicidad—. ¿Cuando fueron tomadas?
—Hace unos días —contesté y vi su mano caer y sus labios curvarse en una sonrisa.
—Rune —susurró y tomó mi mano. La llevó a mi cara—. Eso significa que…
Me puse de pie. Me pasé a su lado de la cama, la recogí en mis brazos. Poppy pasó
sus manos alrededor de mi cuello, y bajé mis labios a ella. Cuando me aparte, le pregunté:
—¿Estás conmigo?
Suspirando felizmente, contestó:
—Estoy contigo.
La coloqué suavemente en su silla de ruedas, tiré la manta sobre sus piernas y me
moví hacia atrás. Poppy hizo su cabeza hacia atrás cuando estaba a punto de empujarla en
el pasillo. Miré hacia abajo.
—Gracias —susurró.
Besé su boca respingona.
—Vamos.
Las risas infecciosas de Poppy resonaron a través de la casa cuando la empujé abajo
al vestíbulo y al aire fresco. La llevé abajo. Una vez que sin peligro estuvo de vuelta en su
silla, la empujé sobre la hierba hacia la arboleda. El tiempo era cálido, el sol brillando desde
un cielo claro.
Poppy inclinó su cabeza hacia atrás para absorber el calor del sol, sus mejillas, se
llenaron de vida cuando lo hizo. Cuando Poppy abrió los ojos, sabía que había olido el olor
antes de que hubiera visto la arboleda.
—Rune —dijo mientras apretó de los brazos de la silla de ruedas.
Mi corazón latía más rápido cuando estábamos más cerca. Luego, doblamos la
esquina y la arboleda en flor quedó a la vista, sostuve mi aliento.
Un fuerte suspiro se deslizó de la boca de Poppy. Tomando mi cámara de alrededor
de mi cuello, Caminé a su lado hasta que tuve la vista perfecta de su rostro. Poppy no notó
cuando presionaba el botón una y otra vez; ella también se perdió en la belleza ante sus
ojos. Demasiado fascinado cuando ella alcanzó su mano y acarició delicadamente tocando
ligeramente a lo largo de un pétalo recién nacido. Entonces bajó su cabeza hacia atrás, sus
ojos cerrados, los brazos en el aire, cuando su risa resonó alrededor de la arboleda
Sostuve la cámara, apoyándome en el botón para el momento que recé sucedería
después. Y entonces sucedió. Poppy abrió sus ojos, completamente cautivada por este
momento, y luego me miró. Mi dedo hizo presión, su cara sonriente estaba llena de vida, el
telón de fondo un mar de rosa y blanco.
Las manos de Poppy bajaron lentamente y su sonrisa se suavizó cuando me miró.
Bajé la cámara y devolví su mirada fija, las flores de cerezo llenas y vibrantes alrededor de
donde estaba sentada, su halo simbólico. Entonces me golpeó. Poppy, Poppymin, era una
flor de cereza.
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Era mi flor de cereza.
Una inigualable belleza, limitada en su vida. Una belleza tan extrema en su gracia que
no puede durar. Permanece para enriquecer nuestras vidas, entonces se aparta en el viento.
Nunca se olvida. Porque nos recuerda que debemos vivir. Que la vida es frágil, pero en esa
fragilidad, hay fuerza, hay amor. Hay propósito. Nos recuerda que la vida es corta, que
nuestras respiraciones están contadas y nuestro destino es fijo, independientemente de
cuán duro luchamos. Nos recuerda de no desperdiciar ni un solo segundo. Vivir duro, amar
aún más duro, perseguir sueños, buscar aventuras... capturar momentos.
Vivir bellamente.
Tragué ya que estos pensamientos se arremolinaron en mi mente. Entonces Poppy
sostuvo mi mano.
—Llévame a través del bosque, bebé —pidió suavemente—. Quiero experimentar
esto contigo.
Bajando la cámara para descansar alrededor de mi cuello, me moví detrás de su silla
de ruedas y la empujé a lo largo del camino de tierra. Poppy inhalaba, lento y medido. La
chica que amaba bebió todo. La belleza de este momento. Un deseo cumplido.
Al llegar a nuestro árbol, sus ramas pintadas de rosas pastel, tomé una manta detrás
de su silla y la coloqué en el suelo. Levantando a Poppy en mis brazos nos dejé debajo de
nuestro árbol, la vista de la arboleda extendida delante de nosotros.
Poppy puso su espalda contra mi pecho. Suspiró, sostuvo mi mano que estaba sobre
su estómago, y murmuró:
—Lo hicimos.
Cambiando su pelo de la nuca, le di un beso en su piel caliente.
—Lo hicimos, bebé.
Se detuvo un minuto.
—Es como un sueño... es como una pintura. Quiero un cielo para mirar exactamente
como este.
En lugar de sentir dolor o tristeza en su comentario, en su lugar me encontré
queriéndolo para Poppy. Quería tanto que ella tuviera esté presente, para siempre.
Pude ver lo cansada que estaba. Pude ver que estaba en dolor. Ella nunca lo dijo,
pero no lo necesitaba. Ella me habló sin palabras.
Y yo sabía. Sabía que se quedaba hasta que estuviera listo para dejarla ir.
—¿Rune? —La voz de Poppy me sacó de todo. Apoyándome atrás contra el árbol,
levanté a Poppy para estar sobre mis piernas así la podría ver. Así pude memorizar cada
segundo de este día.
—¿Ja? —respondí y pase mis dedos por su rostro. Su frente estaba alineada con
preocupación. Me senté un poco más recto.
Poppy respiró profundamente y dijo:
—¿Qué pasa si me olvido?
Mi corazón rompió directo por el centro viendo miedo cruzar su rostro. Poppy no
sentía miedo. Pero ella lo hizo sobre esto.
—¿Olvidar qué, bebé?
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—Todo —murmuró, su voz rompiéndose ligeramente—. Tú, mi familia... todos los
besos. Los besos que quiero vivir otra vez cuando te recupere un día.
Forzándome a mantenerme fuerte, le aseguré:
—No lo harás.
Poppy miró lejos.
—Una vez leí que las almas olvidan su vida en la tierra cuando pasan. Que tienen que
olvidar o de lo contrario no podrían pasar, para estar en paz en el cielo. —Su dedo
comenzó a trazar los patrones de mis dedos—. Pero no quiero eso —agregó, casi de forma
inaudible—. Quiero recordar todo. —Mirando hacia mí, dijo con lágrimas en los ojos—:
No quiero olvidarme de ti. Te necesito conmigo, siempre. Quiero ver tu vida. La
apasionante vida que sé que tendrás. Quiero ver las fotografías que vas a tomar. —Ella
tragó—. Pero sobre todo, quiero mis mil besos. No quiero olvidar lo que hemos
compartido. Quiero recordar siempre.
—Entonces encontraré un modo para que lo veas —dije, y con la brisa que se abrigó
alrededor de nosotros, la tristeza de Poppy se fue a la deriva.
—¿Lo harás? —susurró, esperanza en su voz suave.
Asentí.
—Te lo prometo. No sé cómo, pero lo haré. Nada, ni Dios, me detendrá.
—Como yo esperando en nuestra arboleda —dijo, con una sonrisa soñadora y
distante.
—Ja.
Acomodándose en mis brazos, Poppy susurró:
—Eso va a ser agradable. —Inclinó su cabeza y dijo—: Pero esperaré un año.
—¿Un año?
Poppy asintió.
—He leído que se necesita un año para que el alma pase. No sé si eso es cierto, pero
en caso de que lo sea, esperaré un año para recordar nuestros besos. Yo no quiero perder...
hagas lo que hagas.
Los pájaros volaban de árbol en árbol, perdiéndose de la vista en las flores.
Estrechando nuestras manos juntas, Poppy dijo:
—Tú me diste esto, Rune. Tú me diste este deseo.
Yo no podía responder. Mi respiración enganchada mientras hablaba. La envolví más
fuerte en mis brazos, con mis dedos bajando a su barbilla, la atraje a mi boca. La dulzura
todavía estaba allí en sus suaves labios. Cuando me retire, ella mantenía sus ojos cerrados, y
dijo:
—Beso novecientos treinta y cuatro. En nuestra arboleda con la floración llena. Con
mi Rune… mi corazón casi estalló.
Sonreí. Mientras lo hacía, sentí un dolor de felicidad por mi chica. Estábamos casi
allí. El final de su aventura estaba a la vista.
—¿Rune? —llamó Poppy.
—¿Mm? —le respondí.
—Has dejado de fumar.
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Exhalando, respondí:
—Ja.
—¿Por qué?
Haciendo una pausa para formar mi respuesta, confesé:
—Alguien que amo me enseñó que la vida es preciosa. Me enseñó a no hacer algo
para poner en peligro la aventura. Y escuché.
—Rune —dijo Poppy, con un nudo en la garganta—. Es preciosa —susurró—, por
lo tanto muy valiosa. No pierdas un solo segundo de ella.
Poppy se lanzó contra mí, viendo la belleza de la arboleda. Cuando ella inhalo una
respiración profunda, quedamente confesó:
—No creo que vaya a ver la fiesta de graduación, Rune. —Mi cuerpo se aquietó. —
Me siento realmente cansada. —Trató de aferrarse a mí fuertemente, y repitió—:
Realmente cansada.
Apretando mis ojos cerrados la atraje más cerca.
—Los milagros pueden suceder, bebé —le respondí.
—Sí —dijo Poppy sin aliento—, pueden. —Se llevó mi mano hasta su boca y besó
cada uno de mis dedos—. Me hubiera encantado haberte visto en un esmoquin. Y me
hubiera encantado bailar contigo, bajo las luces, una canción que me hiciera pensar en ti y
yo.
Sintiendo que Poppy comenzaba a cansarse en mis brazos, contuve el dolor
evocando esta imagen y dije:
—Vamos a llevarte a casa, bebé.
Mientras me ponía de pie, Poppy alcanzó mi mano. Miré hacia abajo.
—Vas a estar a mi lado, ¿verdad?
Agachándome, ahuequé sus mejillas.
—Por siempre.
—Bueno —susurró—. No estoy lista para dejarte ir, no por el momento.
Al empujarla a su casa, envié una silenciosa oración a Dios, pidiéndole que le diera
tan sólo dos semanas más. Podía llevar a mi chica a su casa después de eso; que estaría lista,
que estaría listo. Justo después de que le diera todos sus deseos.
Sólo déjeme que le dé este último deseo.
Tenía que hacerlo.
Era mi último agradecimiento por todo el amor que me había dado.
Era el único regalo que podía darle.
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Corazones de Rayo de Luna y
Sonrisas de Amanecer

Dos semanas después.

e senté en mi silla, en el baño de mi mamá, mientras mi mamá me ponía


máscara de pestañas. La miraba como nunca la había mirado antes. Sonrió.
Observé, asegurándome que había grabado cada parte de su rostro en mi
memoria.
La verdad era que me estaba muriendo. Lo sabía. Creía profundamente que todos lo
sabíamos. Cada mañana que me despertaba, Rune acurrucado a mi lado, me sentía sólo un
poco más cansada, sólo un poco más débil.
Pero en mi corazón, me sentía fuerte. Podía escuchar el llamado desde casa
haciéndose más fuerte. Podía sentir la paz de su llamada flotar a través de mí, minuto a
minuto.
Y casi estaba lista.
Mientras observaba a mi familia durante los días pasados, supe que estarían bien. Mis
hermanas eran felices y fuertes, y mis padres las amaban con ferocidad, así que supe que
estarían bien.
Y Rune. Mi Rune, la persona que encontraba más difícil de abandonar... había
crecido. Aún no se había dado cuenta que ya no era el malhumorado y roto chico que había
regresado de Noruega.
Era vibrante.
Sonreía.
Estaba tomando fotografías de nuevo.
Pero aún mejor, me amaba abiertamente. El chico que había regresado se escondía
tras un muro de oscuridad. Ya no más; su corazón estaba abierto. Y por eso, había dejado
entrar la luz a su alma.
Estaría bien.
Mamá fue hacia el armario. Cuando volvió al baño, estaba sosteniendo un hermoso
vestido blanco. Extendiendo mi brazo, pasé la mano por el material.
—Es hermoso —dije y le sonreí.
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—Vamos a ponértelo, ¿podemos?
Pestañé, confundida.
—¿Por qué, mamá? ¿Qué está pasando?
Mamá agitó la mano desestimándolo.
—Suficiente con las preguntas, niña. —Me ayudó a vestirme, poniéndome unos
zapatos blancos en mis pies.
El sonido de la puerta de la habitación abriéndose me hizo mirar alrededor. Cuando
lo hice, mi tía DeeDee estaba de pie en el marco de la puerta, con la mano sobre su pecho.
—Poppy —dijo, lágrimas llenando sus ojos—. Te ves hermosa.
DeeDee miró hacia mi madre y estiró su mano. Mi mamá sujetó a su hermana y se
quedaron ahí de pie, mirándome. Sonriendo ante la mirada en sus rostros, pregunté:
—¿Puedo mirarme?
Mi mamá empujó mi silla frente al espejo y me paralicé ante la vista de mi reflejo. El
vestido lucía tan hermoso, más hermoso de lo que podría haber imaginado. Y mi pelo... mi
pelo estaba recogido a un lado en un moño bajo, mi lazo blanco favorito colocado sobre él.
Como siempre, mis pendientes de infinito destacaban, alto y claro.
Pasé mis manos por el vestido.
—No lo entiendo... parece como si estuviese vestida para la graduación...
Mis ojos se dispararon hacia mi mamá y DeeDee a través del espejo. Mi corazón
perdió el control de sus latidos.
—¿Mamá? —pregunté—. ¿Lo estoy? ¡Pero no es hasta dentro de dos semanas!
¿Cómo...?
Mi pregunta fue interrumpida por el timbre de la puerta. Mamá y DeeDee se miraron
entre ellas y mamá ordenó:
—DeeDee, ve a atender la puerta.
DeeDee fue a moverse, pero mamá estiró su mano y la detuvo con una mano sobre
su brazo.
—No, espera, tú toma la silla, tengo que cargar a Poppy para bajar las escaleras.
Mamá me alzó hasta su cama. DeeDee dejó la habitación y escuché la voz de papá en
el piso de abajo amortiguada junto con otras. Pensamientos estaban revolviéndose en mi
cabeza, pero no me atreví a hacerme ilusiones. Aunque quería desesperadamente que mis
ilusiones se hicieran verdad.
—¿Estás preparada, cariño? —preguntó mamá.
—Sí —contesté sin respiración.
Me aferré a mi madre mientras bajábamos las escaleras y nos dirigíamos hacia la
entrada. Cuando dimos vuelta en la esquina, mi papi y mis hermanas, que estaban todos
reunidos en el pasillo, miraron en mi dirección.
Entonces, a pesar que me sentía débil, mi mamá me llevó hasta la puerta. Allí,
apoyado contra el marco de la puerta, estaba Rune. Tenía un ramillete de flores de cerezo
en su mano... y vestía un esmoquin.
Mi corazón se astilló con luz.
Me estaba dando mi deseo.
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En cuanto nuestros ojos se encontraron, Rune se enderezó. Lo observé tragar saliva
cuando mi madre me puso en mi silla. Cuando se apartó, Rune se agachó, sin importarle
quién más estaba allí y susurró:
—Poppymin. —Mi respiración se detuvo, cuando añadió—: Luces tan hermosa.
Extendiendo mi mano, tiré de las puntas de su pelo rubio.
—Está echado hacia atrás así puedo ver tu hermoso rostro. Y estás vistiendo un
esmoquin.
Apareció una sonrisa ladeada en su boca.
—Te dije que lo haría —contestó.
Rune tomó mi mano y tan amablemente como pudo, puso mi ramillete en mi
muñeca. Pasé mi mano sobre las hojas de las flores. No pude evitar sonreír.
Mirando hacia los ojos azules de Rune, pregunté:
—¿Esto es real?
Inclinándose hacia adelante, me besó y susurró:
—Vas a ir a la graduación.
Una lágrima se escapó de mi ojo, empañando mi visión. Observé el gesto de Rune
ponerse serio, pero reí y le dije:
—Son lágrimas buenas, cariño. Simplemente estoy muy feliz.
Rune tragó saliva y estiré mi mano para tocar su rostro.
—Me has hecho tan increíblemente feliz.
Y supe que lo había entendido.
El sonido de la voz de mi papá separó nuestras miradas.
—Bien, niños, será mejor que se pongan en camino. —Capté la ronquera en el tono
de mi padre. Supe que quería que nos fuésemos porque todo esto era demasiado para que
pudiera manejarlo.
Rune se levantó y se movió hacia la parte de atrás de mi silla.
—¿Estás lista, nena?
—Sí —contesté con confianza.
Toda la debilidad que había sentido se desvaneció en un instante. Porque Rune de
algún modo, había hecho este deseo realidad para mí.
No iba a malgastar un solo segundo.
Rune me empujó hacia el auto de mamá. Me levantó de la silla de ruedas y me colocó
en el asiento delantero. Yo estaba sonriendo enormemente. De hecho, no dejé de sonreír
durante todo el viaje.
Cuando llegamos a la escuela, escuché la música desde el interior vagando hacia la
noche. Cerré mis ojos, saboreando cada imagen; el desfile de limusinas llegando una tras
otra, los estudiantes vistiendo de manera elegante, todos entrando al gimnasio de la escuela.
Con mucho cuidado, como siempre, Rune me sacó del auto y me dejó sobre la silla,
luego se movió frente a mí y me besó. Me besó como si lo hiciese en serio. Como si supiese
que estos besos estaban limitados, como yo sabía que lo estaban.
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Hacía cada toque y sabor mucho más especial. Nos habíamos besado casi mil veces,
aunque los últimos que nos estábamos dando eran los más especiales. Cuando sabes que
algo es finito, lo hace mucho más significativo.
Cuando se separó, tomé su hermoso rostro entre mis manos y dije:
—Beso novecientos noventa y cuatro. En mi baile de graduación. Con mi Rune...
casi estalla mi corazón.
Rune respiró hondo y presionó un último beso en mi mejilla. Comenzó a empujarme
hacia el gimnasio. Los profesores que estaban haciendo de acompañantes nos vieron llegar.
Sus reacciones hacia mí calentaron mi corazón. Sonrieron, me abrazaron... me hicieron
sentir querida.
La música retumbaba desde dentro del salón. Estaba desesperada por ver qué
apariencia tenía la habitación. Rune alcanzó la puerta y cuando la abrió, el gimnasio del
colegio entró en mi vista... una vista decorada en blanco y rosa pastel. Hermosamente
decorado, perfectamente ambientado con mis flores favoritas.
Mi mano se movió hacia mi boca. Bajándola, susurré:
—Ambientada con flores de cerezo.
Miré hacia Rune. Él se encogió de hombros.
—¿Qué más podría ser?
—Rune —susurré mientras me empujaba dentro del salón. Los chicos bailando cerca
se detuvieron cuando entré. Por un minuto me sentí incomoda cuando me encontré con
sus miradas.
Esta había sido la primera vez que muchos de ellos me habían visto desde... Pero la
incomodidad fue olvidada cuando empezaron a acercarse, saludándome y deseándome lo
mejor. Después de un tiempo, viendo claramente que estaba abrumada, Rune me empujó
hacia una mesa cerca de la pista de baile.
Sonreí cuando vi a todos nuestros amigos sentados a la mesa. Jorie y Ruby me vieron
primero. Se levantaron de un salto y corrieron hacia nosotros. Rune se apartó mientras mis
amigas me abrazaban.
—Maldita sea, Pops. Luces tan hermosa —gritó Jorie. Me reí y señalé su vestido azul.
—También tú, cariño. —Jorie sonrió de vuelta. Judson vino detrás de ella, tomando
su mano. Mientras miraba sus manos, sonreí de nuevo.
Jorie se encontró con mi mirada y se encogió de hombros.
—Siempre pensé que era algo que con el tiempo pasaría. —Estaba feliz por ella. Me
gustaba saber que estaba con alguien que adoraba. Había sido una amiga increíble para mí.
Judson y Deacon me abrazaron después, luego Ruby. Cuando todos nuestros amigos
me habían saludado, Rune se acercó para tomar su lugar en la mesa. Por supuesto se sentó
a mi lado, sujetando inmediatamente mi mano.
Lo vi mirándome, sus ojos nunca apartándose de mi rostro. Girándome hacia él,
pregunté:
—¿Estás bien, cariño?
Rune asintió, luego se inclinó para decir:
—Creo que nunca te he visto lucir tan hermosa. No puedo apartar mis ojos de ti.
Incliné mi cabeza hacia un lado y me embebí de él.
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—Me gustas con esmoquin —anuncié.
—Está bien, supongo. —Rune alzó la mano y jugueteó con la corbata de moño—.
Esto fue casi imposible de poner.
—Pero te las arreglaste —bromeé.
Rune apartó la mirada y volvió a mirarme.
—Mi padre me ayudó.
—¿Lo hizo? —pregunté suavemente.
Rune dio un pequeño asentimiento.
—¿Y lo dejaste? —insistí, notando esa terca inclinación de su barbilla. Mi corazón
latía con fuerza mientras esperaba por la respuesta. Rune no sabía que mi deseo secreto era
que pudiese arreglar la relación con su padre.
Lo necesitaría pronto.
Y su padre le amaba.
Era el obstáculo final que quería que Rune superara.
Rune suspiró.
—Lo dejé.
No pude detener la sonrisa formándose en mis labios. Me estiré y apoyé mi cabeza
sobre su hombro. Levantando mi mirada, dije:
—Estoy realmente orgullosa de ti, Rune.
La mandíbula de Rune se tensó, pero no tuvo nada que decir en respuesta.
Levantando mi cabeza, observé la habitación, mirando a nuestros compañeros de
clase bailando y divirtiéndose. Y me encantó. Miré a cada persona con la que había crecido,
preguntándome qué sería de ellos cuando crecieran. Con quién se casarían, si tendrían hijos.
Entonces mis ojos se detuvieron en un rostro familiar, mirándome desde el otro lado
de la habitación. Avery estaba sentada con otro grupo de amigos. Cuando me encontré con
su mirada, levanté mi mano y le di un pequeño saludo. Avery sonrió y me devolvió el
saludo.
Cuando volví a mirar hacia la mesa, Rune estaba observando a Avery. Cuando mi
mano aterrizó en su brazo, suspiró y sacudió su cabeza hacia mí.
—Sólo tú —dijo él—. Sólo tú.
Mientras la noche pasaba, seguí observando, completamente contenta mientras
nuestros amigos bailaban toda la noche. Atesoraría este momento. Atesoraría ver a todo el
mundo lucir tan feliz.
El brazo de Rune rodeó mi hombro.
—¿Cómo hiciste esto? —pregunté.
Rune señaló a Jorie y Ruby.
—Fueron ellas, Poppymin. Querían que tuvieras esto. Ellas hicieron todo. Adelantaron
la fecha. El tema de la fiesta, todo.
Lo miré con escepticismo.
—¿Por qué tengo la sensación que no fueron sólo ellas?
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Un sonrojo se extendió por las mejillas de Rune mientras se encogía de hombros de
manera casual. Sabía que había hecho mucho más de lo que dejaba saber.
Acercándome, tomé su rostro entre mis manos y dije:
—Te amo, Rune Kristiansen. Te amo muchísimo, tanto, tanto.
Los ojos de Rune se cerraron durante un segundo demasiado largo. Inspiró
profundamente a través de su nariz, luego abriendo sus ojos y declaró:
—Yo también te amo, Poppymin. Más de lo que creo que nunca sabrás.
Mientras pasaba los ojos por el gimnasio, sonreí.
—Lo sé, Rune... Lo sé.
Rune me sostuvo apretadamente. Me pidió bailar, pero no quería llevar mi silla hacia
la pista concurrida. Estaba felizmente observando bailar a los demás cuando vi a Jorie
dirigiéndose hacia el DJ.
Miró hacia mí. No pude leer la mirada en su rostro, pero entonces escuché los
primeros acordes de If I could fly de One Direction llenar la habitación.
Me congelé. Una vez le había contado a Jorie que esa canción me hacía pensar en
Rune. Me hacía pensar en cuando Rune estuvo alejado de mí en Noruega. Y más que nada,
me hacía pensar en cómo mi Rune era conmigo en privado. Cariñoso. Sólo para mí. Sólo
para mis ojos. Cuando le dijo al mundo que era malo, tan solo me había dicho que estaba
enamorado.
Estaba enamorado.
Tan completamente.
Le había contado soñadoramente que si alguna vez nos casábamos esa sería nuestra
canción. Nuestro primer baile. Lentamente Rune se puso de pie, parecía como si Jorie se lo
hubiese contado a Rune.
Cuando Rune se inclinó, sacudí mi cabeza, sin querer llevar mi silla hacia la pista de
baile. Pero entonces, para mi sorpresa, con un movimiento que me robó el corazón
completamente, Rune me tomó entre sus brazos y me llevó hacia la pista.
—Rune —protesté débilmente, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello. Rune
sacudió su cabeza, sin decir una sola palabra y empezó a bailar conmigo en sus brazos.
Negándome a mirar hacia otro lado, miré a sus ojos, sabiendo que podía escuchar
cada palabra de la canción, viendo claramente en su rostro por qué sabía que esta canción
era para nosotros.
Me sostenía apretadamente, balanceándose gentilmente con la música. Y, como
siempre había sido para Rune y para mí, el resto del mundo desapareció, dejándonos sólo a
nosotros dos. Bailando entre las flores, completamente enamorados.
Dos mitades de un todo.
Mientras el ritmo de la canción aumentaba, llegando lentamente al final, me incliné y
pregunté:
—¿Rune?
—¿Ja? —respondió con voz ronca.
—¿Me llevarías a un sitio?
Sus cejas rubio oscuro se fruncieron, pero asintió en concordancia. Mientras la
canción finalizaba, me acercó para besarme. Sus labios temblaron ligeramente contra los
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míos. Sintiéndome también superada por la emoción, me permití una sola lágrima, antes de
tomar una profunda bocanada de aire y alejarla.
Cuando Rune se retiró, susurré:
—Beso novecientos noventa y cinco. Con mi Rune. En el baile de graduación,
mientras bailábamos. Mi corazón casi estalló.
Rune apoyó su frente contra la mía.
Mientras Rune nos movía para marcharnos, miré hacia el centro de la pista. Jorie
estaba de pie quieta, observándome, con lágrimas en sus ojos. Capturando su mirada, puse
mi mano sobre mi corazón y vocalicé:
—Gracias... Te amo... Te echaré de menos.
Los ojos de Jorie se cerraron. Cuando volvió a abrirlos, murmuró como respuesta:
—Te amo y también te echaré de menos.
Levantó su mano en un pequeño saludo y Rune se encontró con mi mirada.
—¿Lista?
Asentí, luego me puso en mi silla y me sacó del salón. Cuando me había colocado en
mi asiento y se había metido en el auto, me miró.
—¿A dónde vamos, Poppymin?
Suspirando con completa felicidad, revelé:
—La playa. Déjame ver el amanecer desde la playa.
—¿Nuestra playa? —cuestionó Rune mientras encendía el auto—. Nos llevará un
tiempo llegar allí y ya es tarde.
—No me importa —contesté—. Mientras lleguemos antes que salga el sol. —Me
recliné, tomando la mano de Rune en la mía mientras comenzábamos nuestra última
aventura hacia la costa.

Cuando llegamos a la playa, la noche había caído. Solo faltaban un par de horas para
el amanecer. Y estaba contenta con eso.
Quería este momento con Rune.
Mientras nos deteníamos en un lugar de estacionamiento, Rune me miró.
—¿Quieres sentarte en la arena?
—Sí —respondí apresuradamente, levantando la mirada hacia las estrellas brillantes
en el cielo.
Se detuvo.
—Puede que esté frío para ti.
—Te tengo a ti —contesté y observé a su expresión suavizarse.
—Espera aquí. —Rune salió del auto y le escuché tomando cosas de la cajuela. La
playa estaba oscura, iluminada solo por la brillante luna encima. Con los rayos de la luna, vi
a Rune dejando una manta en la arena y unas cuantas mantas extra de la cajuela, junto a él.
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Mientras volvía, alzó su mano y deshizo su corbata de moño, luego abrió varios
botones de su camisa. Mientras miraba a Rune, me pregunté cómo había tenido tanta
suerte. Estaba enamorada de este chico, enamorada tan ferozmente que otros amores
palidecían en comparación.
Aunque mi vida había sido corta, había amado prolongadamente. Y al final, eso era
suficiente.
Rune abrió la puerta del auto y llegando dentro, me tomó entre sus fuertes brazos.
Me reí mientras me llevaba.
—¿Estoy pesada? —pregunté mientras él cerraba la puerta del auto.
Rune se encontró con mi mirada.
—En absoluto, Poppymin. Te tengo.
Sonriendo, presioné un beso en su mejilla y apoyé mi cabeza sobre su pecho mientras
nos llevaba hacia la manta. El sonido de las olas rompiendo llenaba el aire de la noche, un
suave aire caliente soplaba a través de mi pelo.
Cuando llegamos a la manta, Rune se dejó caer de rodillas y suavemente me bajó.
Cerré mis ojos e inhalé el aire salino, llenando mis pulmones.
La sensación de lana cubriendo mis hombros me hizo abrir mis ojos, Rune me estaba
envolviendo con las mantas para mantenerme caliente. Eché mi cabeza hacia atrás,
viéndolo detrás de mí. Notando mi sonrisa, besó la punta de mi nariz. Sonreí,
encontrándome de repente apretada entre los protectores brazos de Rune.
Las piernas de Rune se estiraron rodeándome. Mi cabeza cayó hacia atrás hasta
apoyarse en su pecho. Me permití relajarme.
Rune presionó besos en mi mejilla.
—¿Estás bien, Poppymin? —preguntó.
Asentí.
—Estoy perfecta —respondí.
Las manos de Rune apartaron el pelo de mi rostro.
—¿Estás cansada?
Iba a sacudir mi cabeza, pero queriendo ser honesta, respondí:
—Sí. Estoy cansada, Rune.
Sentí, así como escuché su profundo suspiro.
—Lo lograste, nena —dijo orgullosamente—. Los árboles floreciendo, el baile...
—Todo lo que queda son nuestros besos —acabé por él. Lo sentí asentir contra
mí—. ¿Rune? —dije, necesitando que me escuchase.
—¿Ja?
Cerrando mis ojos, levanté mi mano hacia mis labios.
—Recuerda, el beso número mil será cuando vaya a casa. —Rune se tensó contra mí.
Sosteniendo su brazo más apretadamente a mi alrededor, pregunté—: ¿Eso aún está bien?
—Cualquier cosa —contestó Rune. Pero por lo áspero de su voz, podía decir que la
pregunta le había golpeado fuerte.
—No puedo imaginar una despedida más hermosa y en paz que tus labios sobre los
míos. El final de nuestra aventura. La aventura que hemos tenido durante nueve años.
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Mirando hacia atrás, sostuve su intensa mirada y sonreí.
—Y quiero que sepas que nunca he lamentado un día, Rune. Todo sobre tú y yo ha
sido perfecto. —Tomando su mano, dije—: Quiero que sepas lo mucho que te he amado.
Giré el hombro así podía mirar a Rune directamente a los ojos.
—Prométeme que seguirás con las aventuras alrededor del mundo. Visitarás otros
países y experimentarás la vida.
Rune asintió. Esperé y esperé por el sonido de su voz.
—Lo prometo —respondió.
Asintiendo, liberé el aire contenido y apoyé mi cabeza contra su pecho.
Minutos y minutos pasaron en silencio. Observé las estrellas mientras brillaban en el
cielo. Viviendo este momento.
—¿Poppymin?
—¿Sí, cariño? —contesté.
—¿Has sido feliz? ¿Has...? —Se aclaró la garganta—. ¿Has amado tu vida?
Respondiendo con cien por cien de honestidad, dije:
—He amado mi vida. Todo. Y te he amado. Aunque suene a cliché, siempre fue
suficiente. Siempre fuiste la mejor parte de mi día a día. Tú fuiste la razón de cada una de
mis sonrisas.
Cerré mis ojos y reviví nuestras vidas en mi mente. Recordé las veces que lo abracé y
me abrazó con más fuerza. Recordé cómo le besé y él me besó más profundamente. Y lo
mejor de todo, recordé cómo le amaría y él siempre se esforzaría por amarme más.
—Sí, Rune —dije con completa certeza—. He amado mi vida.
Rune suspiró, como si mi respuesta hubiera liberado un peso en su corazón.
—Yo también —concordó Rune.
Frunciendo mi ceño. Mirándolo, dije:
—Rune, tu vida no está terminada.
—Poppy, yo...
Interrumpí lo que sea que Rune estaba a punto de decir con un gesto de mi mano.
—No, Rune. Escúchame. —Respiré hondo—. Puede que sientas que perderás la
mitad de tu corazón cuando me vaya, pero eso no te da permiso para vivir tu vida a la
mitad. Y no se habrá ido la mitad de tu corazón. Porque siempre estaré caminando a tu
lado. Siempre estaré sosteniendo tu mano. Estoy tejida en la tela de quién eres... justo como
siempre estarás atado a mi alma. Amarás, reirás y explorarás... por los dos.
Sostuve la mano de Rune, implorándome que me escuchara. Alejó su mirada, luego
volvió a mirarme a los ojos, como lo quería.
—Siempre di que sí. Siempre di que sí a nuevas aventuras.
Rune alzó la comisura de su boca, mientras lo miraba con dureza. Pasó su dedo por
mi rostro.
—De acuerdo, Poppymin. Lo haré.
Sonreí ante su diversión, pero entonces, con toda seriedad, dije:
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—Tienes muchísimo que ofrecer al mundo, Rune. Eres el chico que me dio besos,
que hizo realidad mis últimos deseos. Ese chico no se detiene porque sufre una pérdida. En
cambio, se levanta, justo tan seguro como el sol se alza cada día nuevo. —Suspiré—. Resiste
la tormenta, Rune. Entonces recuerda una cosa.
—¿Qué? —preguntó.
Perdiendo mi frustración, sonreí y dije:
—Corazones de rayo de luna y sonrisas de amanecer.
Incapaz de contener su risa, Rune la dejó salir... y era hermosa. Cerré mis ojos
mientras el intenso barítono me atravesaba.
—Lo sé, Poppymin. Lo sé.
—Bien —dije triunfal mientras me reclinaba contra él. Mi corazón dio un vuelco
cuando vi el amanecer empezando a brillar en el horizonte. Bajando la mano, en silencio
sujeté la mano de Rune y la sostuve con la mía.
Este amanecer no necesitaba ser narrado. Le había dicho a Rune todo lo que tenía
que decirle. Lo amaba. Quería que viviese. Y sabía que lo vería de nuevo.
Mi paz estaba hecha.
Estaba lista para marcharme.
Como si sintiera la conclusión en mi alma, Rune me sujetó tan imposiblemente
apretado, mientras la cima del sol rompía sobre las aguas azules, alejando a las estrellas.
Comenzaron a pesarme los párpados mientras me sentaba tan feliz en los brazos de
Rune.
—¿Poppymin?
—¿Mm?
—¿También he sido suficiente para ti? —El tono ronco en la voz de Rune hizo que
mi corazón se rompiera, pero asentí suavemente.
—Más que nada —confirmé y con una sonrisa, añadí sólo para él—: Has sido tan
especial como puede ser especial.
Rune aspiró ante mi respuesta.
Mientras el sol ascendía hasta su lugar, para vigilar protectoramente sobre el cielo,
dije:
—Rune, estoy lista para ir a casa.
Rune me apretó una vez más, luego se puso de pie. Mientras se movía, levanté
débilmente mi mano y la puse en su muñeca. Rune bajó la mirada hacia mí y alejó sus
lágrimas pestañeando.
—Quiero decir... estoy lista para ir a casa.
Los ojos de Rune se cerraron por un momento. Se puso en cuclillas y tomó mi rostro
entre sus manos. Cuando sus ojos se abrieron, asintió.
—Lo sé, nena. Sentí el momento en que lo decidiste.
Sonreí. Eché un último vistazo hacia la vista panorámica.
Era el momento.
Rune me alzó gentilmente en sus brazos y miré su hermoso rostro mientras volvía
caminando por la arena. Sostuvo mi mirada.
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Girándome una vez más para mirar hacia el sol, mis ojos cayeron hacia la dorada
arena. Y entonces mi corazón se llenó con una increíble luz cuando susurré:
—Mira, Rune. Mira tus huellas en la arena.
Los ojos de Rune dejaron los míos para mirar hacia la playa. Su respiración se
entrecortó y su mirada regresó hacia la mía. Con labios temblorosos, murmuré:
—Me llevaste. En mis momentos más duros, cuando no podía caminar... me llevaste
a través de ellos.
—Siempre —logró responder Rune con voz ronca—. Para siempre.
Respirando profundamente, apoyé mi cabeza en su pecho y susurré:
—Llévame a casa, cariño.
Mientras Rune conducía, persiguiendo el día, no aparté los ojos de él ni una sola vez.
Quería recordarlo justo así.
Siempre.
Hasta que volviese a estar en mis brazos para siempre.
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Sueños Prometidos y Momentos
Capturados

ue dos días después.


Dos días tendido junto a Poppy en la cama, grabando cada uno de sus rasgos
en la memoria. Abrazándola, besándola, alcanzando nuestro beso novecientos
noventa y nueve.
Cuando volvimos de la playa, la cama de Poppy había sido jalada a la ventana, como
en el hospital. Con cada hora, se debilitó, pero, igual que Poppy, cada minuto que pasaba se
llenó de felicidad. Sus sonrisas asegurándonos a todos que estaba bien.
Estaba tan orgulloso de ella.
Mientras estaba de pie en el fondo de la habitación, vi como cada uno de los
miembros de su familia la besó despidiéndose. Escuché, que sus hermanas y DeeDee le
dijeron que la verían de nuevo. Me mantuve fuerte mientras sus padres lloraban sus
lágrimas por su niña.
Cuando su mamá se hizo a un lado, vi la mano de Poppy extenderse. Se estaba
extendiendo por mí. Inhalando profundamente, forcé mis pies de plomo impulsarse hasta
su cama.
Todavía me dejaba sin aliento con lo hermosa que era.
—Hei, Poppymin —dije y me senté en el borde de la cama.
—Hola, bebé —respondió, su voz ahora apenas un susurro. Llevé mi mano a la de
ella y le di un beso en la boca.
Poppy sonrió y derritió mi corazón. Una ráfaga de viento pasó por la ventana
silbando contra el cristal. Poppy inhaló profundamente. Me giré para ver lo que estaba
viendo.
Una masa de pétalos de cerezo estaba volando en el viento.
—Se van… —dijo ella.
Cerré mis ojos por un momento. Fue apropiado que Poppy se fuera en el mismo día
que los cerezos perdieran sus pétalos también.
Estaban guiando su alma a casa.
El aliento de Poppy hizo un sonido hueco y me incliné hacia adelante, sabiendo que
esto era todo. Presioné mi frente a la suya, sólo una última vez. Poppy levantó su mano
suave hasta mi pelo.
—Te amo —susurró.
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—También te amo, Poppymin.
Mientras me retiraba, Poppy me miró a los ojos y dijo:
—Te veré en tus sueños.
Tratando de contener mis emociones, dije con voz ronca:
—Te veré en mis sueños.
Ella suspiró, con una sonrisa tranquila adornando su cara. Luego Poppy cerró los
ojos, inclinando la cabeza hacia arriba para su último beso, con su mano apretando la mía.
Inclinándome hasta su boca, presioné el beso más suave y significativo en sus suaves
labios. Poppy exhaló por la nariz, su dulce esencia llenándome… Y nunca respiró de
nuevo.
De mala gana retrocedí, abrí los ojos, ahora siendo testigos del sueño eterno de
Poppy. Era tan hermosa ahora como lo fue en vida.
Pero no pude alejarme y presioné otro beso en su mejilla.
—Beso mil uno —susurré. Presioné otro y otro—. Mil dos, mil tres, mil cuatro. —
Sintiendo una mano en mi brazo, miré hacia arriba, el señor Lichfield estaba sacudiendo la
cabeza con tristeza.
Tantas emociones corrían de un lado al otro dentro de mí que no sabía qué hacer, la
mano ahora inmóvil de Poppy permanecía en la mía y no quería dejarla ir. Pero cuando
miré hacia abajo, sabía que ella había regresado a casa.
—Poppymin —susurré y miré por la venta a los pétalos caídos pasando por ahí.
Mientras la miré de vuelta, vi su tarro de besos en su estante y un solo papel en forma de
corazón en blanco colocado a su lado. Me puse de pie, lo tomé todo y corrí al porche. Tan
pronto como el aire golpeó mi cara, caí contra la pared, tratando de alejar las lágrimas
corriendo por mi cara.
Cayendo al piso, coloqué el corazón en mi rodilla y escribí.

Abriendo el frasco, coloqué el corazón ahora completo dentro y lo cerré de golpe.


Luego…
No sabía qué hacer. Busqué a mi alrededor por algo en que ayudar, pero no había
nada. Coloqué el frasco junto a mí y mis brazos alrededor de mis piernas y me balanceé
hacia atrás y adelante.
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Un crujido en el escalón sonó. Al levantar la vista, mi pappa estaba de pie allí. Lo
miré a los ojos. Esto fue todo lo que necesitó para ver que Poppy se había ido. Los ojos de
mi pappa inmediatamente se llenaron de agua.
No pude contener más las lágrimas, así que los dejé en libertad, con toda su fuerza.
Sentí brazos envolverse alrededor de mí. Me tensé y luego miré hacia arriba para ver a mi
pappa sosteniéndome en sus brazos.
Pero esta vez lo necesitaba.
Lo necesitaba a él.
Renunciando a las últimas trazas de ira que todavía albergaba, caí en los brazos de mi
pappa y puse en libertad a todas mis emociones reprimidas. Y él me dejó. Se quedó
conmigo en ese porche mientras el día dio paso a la noche. Me abrazó sin pronunciar una
sola palabra.
Este fue el cuarto y último momento que definió mi vida, perder a mi chica. Y,
sabiéndolo, mi pappa simplemente me sostuvo.
Estaba seguro de que, si hubiera escuchado de cerca el aullido del viento corriendo
por ahí, habría escuchado los labios de Poppy levantarse en una amplia sonrisa mientras
bailaba su camino a casa.

Poppy fue enterrada una semana más tarde. El servicio fue tan hermoso como ella se
merecía. La iglesia era pequeña, la despedida perfecta para una chica que amaba a su familia
y amigos con todo su corazón.
Después del servicio, decidí en contra de despertar en la casa de los padres de Poppy
y volví a mi habitación. Menos de dos minutos más tarde, alguien llamó a mi puerta y mi
mamma y pappa entraron.
En la mano de mi pappa había una caja. Fruncí el ceño cuando la dejó sobre la cama.
—¿Qué es esto? —le pregunté, confundido.
Mi pappa se sentó a mi lado y puso su mano en mi hombro.
—Nos pidió que te diéramos esto después de su entierro, hijo. Ella la preparó
bastante tiempo antes de morir.
Mi corazón retumbó en mi pecho. Mi pappa tocó la caja sellada.
—Hay una carta allí dentro que me dijo que leyeras primero. Luego, unas cuantas
cajas. Están numerados en el orden que hay que abrirlas.
Mi pappa se puso de pie. A medida que fue a salir, aferré su mano.
—Gracias —le dije con voz ronca. Pappa se inclinó hacia delante y me besó en la
cabeza.
—Te quiero, hijo —dijo en voz baja.
—También te quiero —le contesté y quise decir cada palabra. Las cosas esta semana
habían sido más fáciles entre nosotros. Si la corta vida de Poppy me había enseñado algo,
era que tenía que aprender a perdonar. Tenía que amar y tenía que vivir. Había culpado a
mi pappa por tanto durante tanto tiempo. Al final, mi rabia sólo causó dolor.
Corazones de rayos de luna y sonrisas de rayos de sol.
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Mi mamma me besó en la mejilla.
—Estaremos afuera si nos necesitas, ¿de acuerdo? —Estaba preocupada por mí.
Pero también había una parte de ella que se había relajado. Sabía que era el puente que
había construido con mi pappa. Sabía que era la liberación de toda la ira que albergaba.
Asentí y esperé hasta que habían salido. Tomó quince minutos hasta que pude
convencerme de abrir la caja. Inmediatamente vi la carta en la parte superior.
Me tomó diez minutos más romper su sello:

Rune,
Déjame empezar diciendo lo mucho que te amo. Sé que sabías eso, no creo que haya una persona en
el planeta que no viera lo perfecto que éramos el uno para el otro.
Sin embargo, si estás leyendo está carta, significa que estoy en casa. Incluso mientras escribo esto, sé
que no estoy asustada.
Supongo que la última semana ha sido difícil para ti. Me imagino que ha sido incluso un esfuerzo
respirar, salir de la cama cada día, lo sé, porque es como me sentiría en un mundo desprovisto de ti. Pero
incluso aunque lo entiendo, me duele que mi ausencia te haga esto.
La parte más difícil era ver a esos que amas derrumbarse. La peor parte para mí, contigo, era
observar la ira arder en ti. Por favor, no permitas que pase otra vez.
Si sólo es por mí, continúa siendo el hombre en el que te has convertido. El mejor hombre que
conozco.
Te darás cuenta que te he dado una caja.
Le pedí a tu pappa que me ayudara hace semanas, le pedí que me ayudara y lo hizo sin un segundo
de vacilación. Porque te ama tanto.
También espero que lo sepas ahora.
En la caja habrá otro sobre grande. Por favor ábrelo ahora y luego explicaré.

Mi corazón se aceleró mientras coloqué con delicadeza la carta de Poppy sobre mi


cama. Con las manos temblorosas, saqué el sobre largo de la caja. Necesitando saber lo que
había hecho, rápidamente rompí el sello. Metiendo la mano, saque una carta. Fruncí el ceño
confundido, luego vi el encabezado y mi corazón se detuvo por completo:
Universidad de Nueva York. Tish Escuela de Artes.
Mis ojos escanearon la página y leí:
Señor Kristiansen, de parte del comité de admisiones, es mi honor y privilegio compartir con usted
que ha sido admitido en nuestro programa de fotografía e imagen…
Leí la carta completa. La leí dos veces.
Sin entender lo que estaba pasando, revolví para encontrar la carta de Poppy y
continué leyendo.

¡Felicidades!
Sé que en este momento debes estar confundido, esas cejas rubias oscuras que adoro tanto deben estar
juntas y ese fruncido del ceño que usas tan bien debe estar pegado a tu cara.
Pero está bien.
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Espero que estés sorprendido. Espero que te resistas al principio.
Pero, Rune. No lo harás. Esta escuela ha sido tu sueño desde que éramos niños y solo porque ya no
estoy ahí para vivir mi sueño junto al tuyo, no quiere decir que deberías sacrificar el tuyo.
Debido a que te conozco tan bien, también sé que mis semanas finales habrás abandonado todo para
estar a mi lado. Te amo por eso más de lo que nunca entenderás. La forma en que me cuidaste, me
protegiste… La forma en que me sostuviste en tus brazos y me besaste con tanta dulzura.
No hay nada que cambiaría.
Pero sé que tu amor sacrificaría tu futuro.
No podía dejar que eso pasara. Naciste para capturar esos momentos mágicos, Rune Kristiansen.
Nunca he visto un talento como el tuyo. Tampoco nunca he visto a alguien tan apasionado por algo. Estás
destinado a hacer esto.
Tenía que asegurarme de que pasara.
Esta vez, tuve que cargarte yo a ti.
Antes de que te pida ver algo más, quiero que sepas que fue tu pappa quien me ayudo a ensamblar
tu portafolio para asegurar tu lugar. También ha pagado la matrícula del primer semestre, así como tu
dormitorio. Incluso cuando seguiste lastimándolo, hizo esto tan desinteresadamente que me llevo a las
lágrimas. Hizo esto con tanto orgullo en sus ojos que me derribó.
Él te ama.
Eres amado más allá de la razón.
Ahora, por favor abre la caja número 1.

Tragando mis raídos nervios, agarré la caja marcada y la saqué. Dentro había un
portafolio. Pasé las páginas. Poppy y mi pappa habían juntado fotografía tras fotografía de
paisajes, amaneceres, puestas de sol. En verdad, el trabajo del que estaba más orgulloso.
Pero entonces, cuando llegué a la última página, me quedé inmóvil. Era Poppy. Era la
fotografía de Poppy en la playa conmigo hace meses. En la que se encontraba volteada
hacia mí en el momento más perfecto, permitiéndome capturarla en la película, la imagen
que hablaba de su belleza y gracia más de lo que cualquier palabra podía.
Mi fotografía favorita de todos los tiempos.
Tratando de contener las lágrimas de mis ojos, pase mi dedo por su cara.
Era tan perfecta para mí.
Bajando lentamente el portafolio, levanté su carta y continué.
Impresionante ¿no? Estas dotado más allá de las palabras, Rune. Supe cuando enviamos tu trabajo
que serías aceptado. Puede que no sea una experta en fotografía, pero incluso yo puedo ver cómo te las
arreglas para capturar imágenes que nadie más puede. Como tienes un estilo que es completamente único.
Tan especial… Como especial puede ser.
La fotografía del final es mi favorita. No porque se trate de mí, sino porque sé la pasión que esa
fotografía volvió a encender. Lo vi, ese día en la playa, el fuego interior chispear a la vida.
Fue el primer día que supe que estarías bien cuando me fuera. Porque empecé a ver al Rune que
conocía y amaba regresar. Al chico que vivirá la vida por ambos. El chico ahora curado.
Mirando de vuelta la cara de Poppy, mirándome desde la fotografía, no pude evitar
pensar en la exhibición en NYU. Ella ya debía haber sabido ese día que había sido
aceptado.
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Entonces pensé en la pintura final. Esther. La imagen que el promotor había exhibido
como pieza final. La imagen de su última esposa que murió demasiado joven. La imagen
que no cambió el mundo, pero mostraba a la mujer que había cambiado el suyo.
Nada describía esa imagen, actualmente mirando hacia mí, más que esa explicación.
Poppy Lichfield era solo una chica de diecisiete años de un pequeño pueblo en Georgia.
Sin embargo, desde el día que la conocí, volteó mi mundo de cabeza. E incluso ahora,
después de su muerte, todavía estaba cambiando mi mundo. Enriqueciéndolo y llenándolo
con una belleza tan desinteresada que nunca sería rivalizada.
Levantando la carta, leí:

Esto me lleva a la caja final, Rune. Sobre la cual sé que vas a protestar más, pero la que debes
seguir adelante.
Sé que en este momento estás confundido, pero antes de dejarte ir, necesito que sepas algo.
Ser amada por ti fue el logro más grande de mi vida. No tuve tanto tiempo y ni de cerca suficiente
para estar contigo como quería. Pero en esos años, en mis meses finales, supe lo que era el amor verdadero.
Me mostraste eso. Trajiste sonrisas a mi corazón y luz a mi alma.
Pero lo mejor de todo, me trajiste tus besos.
Mientras escribo esto y reflexiono sobre los meses pasados desde que regresaste a mi vida. No puedo
estar amargada. No puedo estar triste porque nuestro tiempo es limitado. No puedo estar triste por no
conseguir vivir mi vida a tu lado. Porque te tuve tanto tiempo como pude y eso fue perfecto. Ser amada con
tanta fiereza, tanta intensidad, una vez más, fue suficiente.
Pero no será para ti. Porque mereces ser amado, Rune.
Cuando descubriste que estaba enferma, sé que luchaste contra no ser capaz de curarme. De
salvarme. Pero mientras más pienso en eso, más creo que no eras el destinado a salvarme. Más bien, yo
estaba destinada a salvarte.
Tal vez a través de mi tiempo, a través de nuestro viaje juntos, encontraste tu camino de vuelta a ti.
La aventura más importante que he tenido.
Rompiste la oscuridad y dejaste entrar la luz.
Y esa luz es tan pura y fuerte que te sostendrá… Te guiará al amor.
Mientras lees esto, puedo imaginarte sacudiendo la cabeza. Pero, Rune, la vida es corta. Sin
embargo, he aprendido que el amor no tiene límites y el corazón es grande.
Así que abre tu corazón, Rune. Mantenlo abierto y permítete amar y ser amado.
En unos momentos quiero que abras la caja final. Pero primero, simplemente quiero decirte gracias.
Gracias, Rune. Gracias por amarme tanto que lo sentí cada minuto de cada día. Gracias por mis
sonrisas, por tu mano sosteniendo cerca la mía…
Por mis besos. Todos los mil. Cada uno fue atesorado. Cada uno fue adorado.
Como lo fuiste tú.
Permítete saber que incluso aunque no esté, Rune, nunca estarás sólo. Será la mano sosteniendo por
siempre la tuya.
Seré las huellas caminando a tu lado en la arena.
Te amo, Rune Kristiansen. Con todo mi corazón.
No puedo esperar para verte en tus sueños.
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Dejando caer la carta, sentí lágrimas silenciosas corriendo por mi cara. Levantando
mi mano, las limpié. Respiré profundo, antes de levante la caja final hasta mi cama, Era más
grande que el resto.
Abrí con cuidado la tapa y saqué el contenido. Mis ojos se cerraron mientras me di
cuenta de lo que era. Luego leí el mensaje en la etiqueta adjunta escrito a mano por Poppy:

Miré fijamente el gran frasco en mis manos. Miré fijamente los numerosos papeles
azules en forma de corazón dentro. Papeles de corazón en blanco, empujándose contra el
cristal. La etiqueta en el frasco decía:

Aferrando el frasco en mi pecho, me recosté en mi cama y simplemente respiré. No


estaba seguro de cuánto tiempo permanecí ahí, mirando fijamente al techo, reviviendo cada
momento que tuve con mi chica.
Pero cuando la noche llegó y pensé en todo lo que ella había hecho, una sonrisa feliz
se extendió en mis labios.
Paz llenó mi corazón.
No estaba seguro de si la sentí en ese momento. Pero estaba seguro de que, en algún
lugar, fuera en lo desconocido, Poppy estaba observándome con una sonrisa mostrando
sus hoyuelos en su hermosa cara… y un con gran moño blanco en su pelo.

Un año después.
Blossom Grove, Georgia

—¿Estás listo, compañero? —le pregunté a Alton mientras corría por el pasillo y
puso su mano en la mía.
—Ja —dijo y me sonrió con una sonrisa sin dientes.
—Bien, todos deberían estar ahí en este momento.
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Guié a mi hermano fuera de la puerta y caminamos hace la arboleda de cerezos. La
noche era perfecta. El cielo estaba despejado y lleno de estrellas destellando y, por
supuesto, la luna.
Mi cámara colgaba alrededor de mi cuello. Sabía que la necesitaría esta noche. Sabía
que tendría que capturar esta vista para conservarla por siempre.
Le había hecho una promesa a Poppymin.
El sonido de las personas reunidas en la arboleda nos sorprendió primero. Alton me
miró, con los ojos muy abiertos.
—Eso suena como un montón de gente —dijo nervioso.
—Mil —respondí, mientras giramos hacia la arboleda. Sonreí, los pétalos blancos y
rosas estaban completamente abiertos. Cerré por un momento los ojos, recordando la
última vez que estuve aquí. Luego los abrí de nuevo, sintiendo una calidez expandirse en mi
cuerpo ante la reunión de la gente del pueblo, en el pequeño espacio.
—¡Rune! —El sonido de la voz de Ida me trajo de vuelta a la realidad. Sonreí
mientras corría entre la multitud, sólo deteniéndose cuando se estrelló en mi pecho y
envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.
Sonreí cuando miró hacia mí. Por un minuto vi a Poppy en su joven cara. Sus ojos
verdes estaban llenos de felicidad mientras me sonreía, tenía hoyuelos también.
—¡Te hemos extrañado tanto! —dijo y dio un paso atrás.
Cuando levanté la cabeza, Savannah estaba frente a mí, abrazándome con delicadeza.
El señor y la señora Lichfield fueron los siguientes, seguidos por mi mamma y mi pappa.
La señora Lichfield me besó en la mejilla, luego el señor Lichfield me saludó antes de
atraerme a un abrazo. Cuando retrocedió, sonrió.
—Te ves bien, hijo. Muy bien.
Asentí.
—Usted también, señor.
—¿Cómo es Nueva York? —preguntó el señor Lichfield.
—Bien —dije. Viendo que esperaban más, confesé—: Me encanta. Todo. —Me
detuve y añadí en voz baja—: A ella le habría encantado también.
Lágrimas brillaron en los ojos de la señora Lichfield, luego señaló a la multitud tras
nosotros.
—Ella amará esto, Rune. —La señora Lichfield asintió y limpió las lágrimas de sus
mejillas—. No tengo ninguna duda de que lo verá desde arriba en el paraíso.
No respondí. No pude.
Moviéndose para dejarme pasar, los padres de Poppy y hermanas me siguieron
mientras mi pappa colocó su brazo alrededor de mis hombros. Alton estaba todavía
aferrando con fuerza mi mano. Se había negado a desprenderse de mí desde que llegué a
casa para esta visita.
—Todos están listos, hijo. —Mi pappa me informó. Viendo un pequeño escenario
en el centro de la arboleda, con un micrófono esperando, caminé hacia allá, justo cuando
Deacon, Judson, Jorie y Ruby aparecieron a mi lado.
—¡Rune! —Jorie exclamó con una gran sonrisa y me dio un abrazo. Como lo
hicieron todos los demás.
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La mano de Deacon golpeó mi espalda.
—Todos están listos, sólo esperando tu señal. No tomó mucho tiempo esparcir que
estabas haciendo esto. Conseguimos más voluntarios de los que necesitábamos.
Asentí y miré a la gente del pueblo esperando con sus linternas chinas cerca. En esas
linternas, con letra grande y negra, estaba cada beso que alguna vez le di a Poppy. Mis ojos
enfocados en leer aquellos cercanos…
Beso doscientos tres, en la lluvia en la calle, mi corazón casi estalló… Beso veintitrés, en mi patio
bajo la luna, con mi Rune, mi corazón casi estalló… Beso novecientos uno, con mi Rune en mi cama, mi
corazón casi estalló…
Tragando la intensa emoción en mi garganta, me detuve cuando vi la linterna
esperándome en un lado del escenario. Mire alrededor de la arboleda buscando a quien la
había dejado. Mientras la multitud se separó, vi a mi pappa observándome cerca. Lo miré a
los ojos, luego bajó la mirada antes de alejarse.
El beso mil… Con mi Poppy. Cuando regresó a casa… mi corazón completamente estalló…
Era correcto que yo enviara este a mi chica. Poppy querría que mandara este yo
mismo.
Subiendo al escenario. Cerré los ojos, reuniendo la fortaleza para hacer esto y
después levanté la cabeza. Un mar de linternas chinas siendo sostenidas en lo alto, listas
para volar, me miraron de regreso. Era perfecto. Más de lo que alguna vez pude haber
soñado.
Levantando el micrófono, respiré profundo y dije:
—No hablaré mucho. No soy muy bueno hablando en público. Sólo quería
agradecerles por reunirse aquí esta noche… —Mi voz se apagó. Mis palabras se habían
agotado. Pase la mano por mi pelo, reuniendo mi compostura, me las arreglé para decir—:
Antes de morir, mi Poppy me pidió mandarle estos besos en una forma que los viera en el
cielo. Sé que la mayoría de ustedes no la conoció, pero era la mejor persona que conocí…
Ella habría atesorado este momento. —Mi labio se curvó en una sonrisa torcida ante el
pensamiento de su cara cuando las viera.
Ella lo amaría.
—Así que, por favor, enciendan sus linternas y ayuden a mis besos a llegar a mi
chica.
Bajé el micrófono. Alton jadeó cuando alrededor de la arboleda se encendieron las
linternas y las enviaron volando al cielo nocturno. Una tras otra, flotaron en la oscuridad,
hasta que el cielo completo estaba brillando con las luces navegando hacia arriba.
Inclinándome, tomé la linterna a mi lado y la sostuve en el aire. Viendo a Alton, dije:
—¿Estás listo para enviarle ésta a Poppymin, compañero?
Alton asintió y encendí la linterna. En el minuto en que la flama se encendió,
liberamos el beso final, el mil. Permaneciendo derecho, observé mientras navegó en el aire
para alcanzar a los otros, apresurándose a su nueva casa.
—Guau —susurró Alton y puse su mano en la mía de nuevo. Sus dedos apretaron
los míos con fuerza.
Cerrando los ojos, envié un mensaje silencioso: Aquí tienes tus besos, Poppymin. Te
prometí que vendrían a ti. Que encontraría la manera.
No pude apartar los ojos del espectáculo de luces encima, pero Alton jaló mi mano.
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—¿Rune? —preguntó y miré hacia abajo donde permanecía observándome.
—¿Ja?
—¿Por qué teníamos que hacerlo aquí? ¿En esta arboleda?
—Era el lugar favorito de Poppymin —respondí suavemente.
Alton asintió.
—¿Pero porque teníamos que esperar a que los cerezos florecieran primero?
Respirando profundamente, le expliqué:
—Porque Poppymin fue simplemente como una flor de cerezo, Alt. Ella solo tuvo una
corta vida, como ellas, pero la belleza que trajo en el tiempo nunca será olvidada. Porque
nada tan hermoso puede durar para siempre. Ella fue el pétalo de una flor, una mariposa…
Una estrella fugaz… Era perfecta… Su vida fue corta… Pero era mía.
Tomé un respiro y por último susurré:
—Igual que yo era de ella.
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Epilogo

Diez años después.

estañeé cuando me desperté, la arboleda de flores llegando claramente a la vista. Pude sentir
el brillante sol en el rostro, oler la riqueza de las flores llenándome los pulmones.
Respiré hondo y alcé la cabeza. El cielo oscuro dominando, un cielo oscuro lleno de luces.
Mil linternas chinas, enviadas hace años, perfectamente fijas en el lugar.
Sentándome, busqué en la arboleda para comprobar que cada flor estaba completamente florecida.
Lo estaba. Por otro lado, siempre lo estaba. Aquí la belleza duraba para siempre.
Como lo hacía ella.
El sonido de un gentil canto vino de la entrada de la arboleda, y mi corazón empezó a latir con
fuerza. Me levanté y esperé sin respiración a que apareciese.
Y entonces, lo hizo.
Mi cuerpo se llenó de luz mientras se acercaba a la esquina, con las manos levantadas para pasarlas
suavemente contra los árboles en flor. La observé mientras sonreía a las flores. Luego miré cuando me notó
en el centro de la arboleda. Vi que una enorme sonrisa aparecía en su rostro.
—¡Rune! —gritó con emoción y corrió directo hacia mí.
Devolviéndole la sonrisa, la alcé entre mis brazos mientras me rodeaba el cuello con los brazos.
—¡Te he echado de menos! —susurró en mi oído y la acerqué un poco más—. ¡Te he echado tanto
de menos!
Alejándome para embeberme de su hermoso rostro, murmuré:
—Yo también te he echado de menos, nena
El sonrojo se asentó en las mejillas de Poppy, mostrando completamente sus hoyuelos. Bajando la
mano, tomé la suya en la mía. Poppy suspiró cuando lo hice, luego dirigió la mirada a la mía. Miré mi
mano en la suya. Mi mano con diecisiete años. Siempre tenía diecisiete cuando venía aquí en mis sueños.
Justo como Poppy siempre había deseado.
Éramos exactamente como fuimos.
Poppy se puso de puntillas, haciendo que me centrase en ella una vez más. Poniendo la mano en su
mejilla, me incliné y llevé sus labios a los míos. Poppy suspiró contra mi boca y la besé profundamente. La
besé suavemente. No quería volver a dejarla marchar.
Cuando finalmente me aparté, Poppy abrió los ojos. Sonreí mientras nos guiaba para sentarnos bajo
nuestro árbol favorito. Cuando nos sentamos, la sostuve en mis brazos, su espalda apoyada contra mi pecho.
Apartándole el pelo del cuello, presioné suaves besos a lo largo de su dulce piel. Cuando yo estaba aquí,
cuando estaba entre mis brazos, la tocaba tanto como podía, la besaba... la sostenía sabiendo que pronto
tendría que marcharme.
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Poppy suspiró de felicidad. Cuando levanté la mirada, la vi mirando las brillantes linternas en el
cielo. Sabía que ella hacía mucho esto. Esas linternas la hacían feliz. Esas linternas eran nuestros besos,
regalados solo para ella.
Apoyada contra mí, Poppy preguntó:
—¿Cómo están mis hermanas, Rune? ¿Cómo está Alton? ¿Y mis padres y los tuyos?
La sostuve apretadamente.
—Todos están bien, nena Tus hermanas y padres son felices. Y Alt, está perfecto. Tiene una novia
a la que quiere más que a la vida y su béisbol está yendo bien. Mis padres también están bien. Todo está
bien.
—Eso está bien —contestó Poppy con felicidad.
Luego se quedó en silencio.
Fruncí el ceño. En mis sueños Poppy siempre me preguntaba sobre mi trabajo; todos los lugares que
he visitado y cuántas de mis fotografías que han sido publicadas recientemente, habían ayudado a salvar el
mundo. Pero esta noche no lo hizo. Permaneció felizmente en mis brazos. La sentía más en paz, si eso era
posible.
Poppy se removió en donde estaba sentada, luego preguntó con curiosidad:
—¿Alguna vez te has arrepentido de no encontrar a alguien más a quien amar, Rune? ¿Alguna
vez, en todo este tiempo, te has arrepentido de no besar a nadie más que a mí? ¿Nunca amar a nadie más?
¿Nunca llenar el frasco que te di?
—No —respondí con honestidad—. Y he amado, nena. Amo a mi familia. Amo mi trabajo.
Amo a mis amigos y a toda la gente que he conocido en mis aventuras. Tengo una vida buena y feliz,
Poppymin. Y amo y he amado con todo mi corazón... a ti, nena. Nunca he dejado de amarte. Fuiste
suficiente para toda una vida. —Suspiré—. Y mi jarra fue llenada... fue llenada junto a la tuya. No
había más besos que coleccionar.
Girando el rostro de Poppy para que me mirase, con la mano bajo su barbilla, aseguré:
—Estos labios son tuyos, Poppymin. Te los prometí hace años, nada ha cambiado.
El rostro de Poppy cambió con una sonrisa de felicidad y susurró:
—Justo como estos labios son tuyos, Rune. Siempre fueron tuyos y solo tuyos.
Cuando me moví en la suave tierra, cuando puse una palma de la mano en el suelo, de repente me di
cuenta de que la hierba debajo de mí se sentía más real que en ninguna de mis visitas anteriores. Cuando
venía a Poppy en mis sueños, la arboleda siempre se sentía como si estuviese en un sueño. Sentía la hierba,
pero no las briznas, sentía la brisa, pero no la temperatura, sentía los árboles, pero no la corteza.
Cuando alcé la cabeza, esta noche, en este sueño, sentí la brisa caliente sobre el rostro. Pude
sentirla, tan real como cuando estaba despierto. Sentí la hierba bajo mis manos, las briznas y la
desigualdad de la tierra. Y cuando me incliné para besar el hombro de Poppy, sentí el calor de su piel en
mis labios, vi su piel ponerse de gallina como respuesta.
Sintiendo la intensa mirada de Poppy en mí, levanté la mirada para verla mirando con grandes ojos
expectantes.
Entonces me golpeó.
Me di cuenta de porqué todo esto se sentía tan real. El corazón me latió con fuerza. Porque si era
real... si había juzgado esto correctamente...
—¿Poppymin? —pregunté e inspiré hondo—. Esto no es un sueño... ¿verdad?
Poppy se movió para quedarse de rodillas frente a mí y puso sus suaves manos en mis mejillas.
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—No, cariño —susurró y buscó mi mirada.
—¿Cómo? —cuestioné con confusión.
La mirada de Poppy se suavizó.
—Fue rápido y tranquilo, Rune. Tu familia está bien; están felices de que estés en un lugar mejor.
Viviste una vida corta pero llena. Una buena vida, la que siempre soñé que tendrías.
Me congelé, luego pregunté:
—¿Quieres decir...?
—Sí, cariño —contestó Poppy—. Has venido a casa. Has venido a casa conmigo.
Una gran sonrisa curvó mis labios y un torrente de felicidad me atravesó. Incapaz de resistirme,
choqué mis labios con la expectante boca de Poppy. El momento en que probé su dulce sabor en mis labios,
una profunda paz me llenó desde el interior. Separándome, apoyé mi frente contra la suya.
—¿Consigo estar aquí contigo? ¿Para siempre? —pregunté, rezando para que fuese verdad.
—Sí —aseguró Poppy y pude escuchar la completa serenidad en su voz—. Nuestra siguiente
aventura.
Esto era real.
Era real.
La besé de nuevo, lento y suave. Después, Poppy mantuvo los ojos cerrados, entonces, mientras el
rubor se extendía en sus hermosas mejillas con hoyuelos, susurró:
—Un beso para siempre con mi Rune... en nuestra arboleda de flores... cuando finalmente vino a
casa.
Sonrió.
Sonreí.
Luego añadió:
—... y casi me estalla el corazón.
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Biografia del autor
Tillie Cole oriunda de Teesside un pequeño
pueblo del nordeste de Inglaterra. Creció en una
granja con su madre inglesa, padre escocés, una
hermana maya y una multitud de animales
recogidos. En cuanto pudo, Tillie dejó sus raíces
rurales por las brillantes luces de la gran ciudad.
Después de graduarse en la Universidad de
Newcastle, Tillie siguió a su marido jugador de
Rugby Profesional alrededor del mundo durante
una década, convirtiéndose en profesora de
ciencias sociales y disfrutó enseñando a estudiantes
de secundaria durante siete años.
Tillie vive actualmente en Calgary, Canadá
dónde finalmente puede escribir (sin la amenaza de
que su marido sea transferido), adentrándose en
mundos imaginarios y las fabulosas mentes de sus
personajes.
Tillie escribe comedia Romántica y novelas
nuevos adultos y felizmente comparte su amor por
los hombres-alfa masculinos (principalmente
musculosos y tatuados) y personajes femeninos
fuertes con sus lectores.
Cuando no está escribiendo, Tillie disfruta en la pista de baile (preferentemente a Lady
Gaga), mirando películas (preferiblemente algo con Tom Hardy o Will Ferral, ¡por muy
diversas razones!), escuchando música o pasar tiempo con amigos y familiares.
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