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Staff
Moderadoras
nElshIA
Mona
Traductoras
Axcia Kath Molly Bloom
BELEN Kyda Mona
Carosole Lauu LR Nelly Vanessa
daydreamer lvic15 nElshIA
delilah magdys83 Olivera
Fabiro13 Maria_clio88
GigiDreamer Melusanti
Corrección
Clau Agustina
Desiree Caronin84
Cecilia Mimi
Gerald Karen's
Recopilación
Cecilia
Diseño
Belen & Cecilia
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Índice
Sinopsis
n beso dura un momento.
Pero mil besos pueden durar una vida.
Un niño.
Una niña.
Un vínculo que se forjó en un instante y valioso por toda una década.
Un vínculo que ni el tiempo ni la distancia pueden romper.
Un vínculo que durará para siempre.
O eso es lo que ellos creen.
Cuando Rune Kristiansen de diecisiete años de edad, regresa de su Noruega natal a la
tranquila ciudad de Blossom Grove, Georgia, donde se hizo amigo de Poppy Litchfield
siendo un niño, tiene una sola cosa en su mente. ¿Por qué la chica que era la mitad de su
alma, que prometió esperar fielmente su regreso, lo cortó sin una palabra de explicación?
El corazón de Rune se rompió hace dos años cuando Poppy se quedó en silencio.
Cuando descubre la verdad, encuentra que el mayor corazón roto aún está por venir.
—¡Jeg vil dra! Nå! Jeg vil reise hjem igjen! —grité tan fuerte como pude, diciéndole a mi mamma
que quería irme, ¡ahora! ¡Quería volver a casa!
—No vamos a volver a casa, Rune. Y no nos vamos. Este es nuestro hogar ahora —replicó en
inglés. Se agachó y me miró directamente a los ojos—. Rune —dijo suavemente—. Sé que no querías dejar
Oslo, pero tu pappa consiguió un nuevo empleo aquí, en Georgia. —Su mano se deslizó arriba y abajo por
mi brazo, pero eso no me hizo sentir mejor. No quería estar en este lugar, en Estados Unidos.
Quería volver a casa.
—¡Slutt å snakke engelsk! —repliqué. Odiaba hablar en inglés. Desde que nos estableciéramos en
los Estados Unidos desde Noruega, mamma y pappa solo me hablaban en inglés. Decían que tenía que
practicar.
¡No quería hacerlo!
Mi mamma se puso de pie y levantó una caja del suelo.
—Estamos en Estados Unidos, Rune. Aquí hablan inglés. Has hablado inglés por tanto tiempo
como has hablado noruego. Es hora de usarlo.
Me mantuve firme, mirando a mi mamma mientras pasaba a mi lado hacia la casa. Miré alrededor
de la pequeña calle donde ahora vivíamos. Había ocho casas. Todas eran grandes, pero todas lucían
diferentes. La nuestra estaba pintada de rojo, con ventanas blancas y un pórtico enorme. Mi habitación era
grande y estaba en el piso inferior. Pensé que eso era de algún modo genial. Nunca antes había dormido en
el primer piso; en Oslo mi habitación estaba en el segundo.
Miré a las casas. Todas estaban pintadas de colores brillantes: celestes, amarillos, rosados…
Entonces miré a la casa de al lado. Justo al lado, compartíamos un porche de hierba. Ambas casas eran
grandes, y nuestros patios también lo eran, pero no había una valla o un camino entre ellas. Si lo deseaba,
podría correr a su patio y no habría nada para detenerme.
La casa era blanco brillante, con un pórtico que la envolvía por todo el rededor. Tenían mecedoras y
una gran silla tipo columpio al frente. Los marcos de sus ventanas estaban pintados de negro, y tenía una
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ventana enfrente de la ventana de mi dormitorio. ¡Justo al frente! No me gustaba eso. No me gustaba el
hecho de que podría ver dentro de su dormitorio y que ellos podrían ver el mío.
Había una piedra en el suelo. La pateé con mi pie, observándola bajar por la calle. Me volví para
seguir a mi mamma, pero entonces oí un ruido. Venía de la casa de al lado. Miré a su puerta delantera,
pero nadie salió. Subía los escalones de mi pórtico cuando vi un movimiento en el costado de la casa, en la
ventana de la habitación de al lado, la que estaba al frente de la mía.
Mi mano se congeló en la barandilla y observé mientras una niña, vestida con un brillante vestido
azul, trepaba por la ventana. Saltó al césped y desempolvó sus manos en sus muslos. Fruncí el ceño, lo que
hizo que mis cejas bajaran, mientras esperaba a que levantara su cabeza. Tenía pelo castaño, el cual se
apilaba en su cabeza como un nido de pájaros. Llevaba un gran lazo a un lado de este.
Cuando levantó la mirada, miró directo a mí. Luego sonrió. Sonrió hacia mí tan grande. Se agitó,
rápido, luego corrió hacia adelante y se detuvo frente a mí.
Extendió su mano.
—Hola, mi nombre es Poppy Litchfield, tengo cinco años y vivo en la casa de al lado.
Observé a la niña. Tenía un acento gracioso. Hacía que las palabras en inglés sonaran diferentes a
como nos enseñaron en Noruega. La niña —Poppy— tenía una mancha de barro en su cara y brillantes
botas de lluvia en sus pies. Ellas tenían grandes globos rojos a un lado.
Se veía extraña.
Levanté la vista de sus pies y fijé mis ojos en su mano. Aún la extendía. No sabía qué hacer. No
sabía qué quería ella.
Poppy suspiró. Sacudiendo la cabeza, alcanzó mi mano y la forzó en las suyas. Las sacudió arriba y
abajo dos veces y dijo:
—Una sacudida de manos. Mi mamaw1 dice que solo es correcto sacudir la mano de la gente
cuando la conoces por primera vez. —Apuntó a nuestras manos—. Esa fue una sacudida de manos. Y fue
algo educado porque no te conozco.
No dije nada; por alguna razón mi voz no funcionaba. Cuando miré hacia abajo me di cuenta que
era porque nuestras manos seguían unidas.
También tenía barro en sus manos. De hecho, tenía barro en todos lados.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Poppy. Su cabeza estaba inclinada a un lado. Tenía una
pequeña ramita atascada en su pelo—. Oye —dijo, tirando de nuestras manos—. Te pregunté por tu
nombre.
Aclaré mi garganta.
—Mi nombre es Rune, Rune Erik Kristiansen.
Poppy arrugó el rostro, sus grandes labios rosas sobresaliendo de forma graciosa.
—Suenas raro —soltó.
Arrebaté mi mano.
—¡Nei det gjør jeg ikke! —chasqueé. Su rostro se arrugó aún más.
—¿Qué acabas de decir? —preguntó Poppy, mientras me volvía para caminar a mi casa. No
quería hablarle nunca más.
Sintiéndome enojado, me di la vuelta.
1 Mamaw: Abuela.
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—Dije “¡No, no lo hago!” ¡Hablaba noruego! —dije, en inglés esta vez. Los ojos verdes de Poppy
se volvieron gigantes.
Dio un paso más cerca, y más cerca otra vez, y preguntó:
—¿Noruego? ¿Como los vikingos? Mi mamaw me leyó un libro sobre los vikingos. Decía que ellos
eran de Noruega. —Sus ojos se volvieron incluso más grandes—. Rune, ¿eres un vikingo? —Su voz había
perdido todo rechinar.
Eso me hizo sentir bien. Saqué pecho. Mi pappa siempre decía que yo era un vikingo, como todos
los hombres en mi familia. Éramos grandes, fuertes vikingos.
—Ja2 —dije—. Somos vikingos de verdad, de Noruega.
Una gran sonrisa se extendió por la cara de Poppy, y una aguda risa de chica estalló de su boca.
Levantó su mano y la arrastró por mi pelo.
—Por eso tienes el pelo largo dorado y ojos azul cristal. Porque eres un vikingo. Al principio pensé
que lucías como una niña…
—¡No soy una niña! —interrumpí, pero Poppy no pareció preocuparse. Pasé mis manos por mi
pelo largo.
Llegaba a mis hombros. Todos los niños en Oslo lo tenían así.
—… pero ahora veo que es porque eres un vikingo de la vida real. Como Thor. ¡Él también tenía
pelo largo dorado y ojos azules! ¡Eres justo como Thor!
—Ja —concordé—. Thor lo tiene. Y es el dios más fuerte de todos.
Poppy asintió, luego puso sus manos en mis hombros. Su cara se volvió toda seria y su voz bajó a un
susurro.
—Rune, no le cuento a nadie esto, pero me gustan las aventuras.
Arrugué mi rostro. No entendía. Poppy dio un paso más cerca y miró a mis ojos. Apretó mis
brazos. Inclinó su cabeza a un lado. Miró a todo nuestro alrededor, luego se inclinó para hablar.
—Normalmente no traigo a gente a mis viajes, pero eres un vikingo, y todos sabemos que los
vikingos se vuelven fuertes y grandes, y son real realmente buenos con las aventuras y explorando, y con
largas caminatas y capturando a los malos y… ¡todas las cosas como esas!
Seguía confundido, pero luego Poppy dio un paso atrás y extendió su mano otra vez.
—Rune —dijo, su voz seria y fuerte—, vives justo al lado, eres un vikingo y yo amo los vikingos.
Creo que deberíamos ser mejores amigos.
—¿Mejores amigos? —pregunté.
Poppy asintió y empujó su mano aún más hacia mí. Lentamente extendiendo mi propia mano,
agarré la suya y le di dos sacudidas, como ella me mostró.
Una sacudida de manos.
—Así que, ¿ahora somos mejores amigos? —pregunté, mientas Poppy retiraba su mano.
—¡Sí! —dijo animadamente—. Poppy y Rune. —Llevó su dedo a su barbilla y miró hacia arriba.
Sus labios sobresalían otra vez, como si estuviese pensando con mucho esfuerzo.
—Suena bien, ¿no crees? “¡Poppy y Rune, mejores amigos hasta el infinito!”.
Asentí porque lo hacía, sonaba bien. Poppy puso su mano en la mía.
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Ja: Sí en Noruego
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—¡Muéstrame tu habitación! Quiero contarte a qué aventura podemos ir después. —Empezó a
empujarme hacia adelante, y corrimos a la casa.
Cuando nos empujamos a través de la puerta de mi dormitorio, Poppy se lanzó directo a mi ventana.
—Esta es la habitación exactamente al frente de la mía.
Asentí, y ella chilló, corriendo hasta mí para tomar mi mano en las suyas otra vez.
—¡Rune! —dijo emocionadamente—, podemos hablar en la noche, y hacer walkie-talkies con latas
y cuerda. Podemos susurrarnos secretos cuando todos lo demás estén dormidos, y podemos hacer planes, y
jugar, y…
Poppy siguió hablando, pero no le tomé cuidado. Me gustaba el sonido de su voz. Me gustaba su risa
y me gustaba el gran lazo blanco en su pelo.
Tal vez Georgia no va a ser tan mala después de todo, pensé, no si tengo a Poppy Litchfield
como mi mejor amiga.
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Cupid’s bow: Línea curvada del labio superior.
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di cuenta que no estaba contento por la expresión de su rostro. Se había puesto de mal
humor otra vez.
Me acerqué a mi mejor amigo, y los ojos de Rune estaban fijos en los míos.
—Poppymin —dijo, su voz más profunda, dura y firme—. ¡Poppymin! Significa mi
Poppy. Hasta el infinito, por siempre y para siempre. ¡Eres MI Poppy!
Abrí la boca para gritarle también, para decirle que se trataba de una aventura que
sólo tenía que empezar. Pero ni bien la abrí, Rune se inclinó hacia adelante y de repente
apretó sus labios sobre los míos.
Me quedé helada. No podía mover un músculo cuando sentí sus labios sobre los
míos. Eran cálidos. Sabía a canela. El viento sopló su pelo largo sobre mis mejillas. Empezó
a hacerme cosquillas en la nariz.
Rune se retiró, pero su cara quedó cerca de la mía. Traté de respirar, pero mi pecho
se sentía algo raro, como liviano y esponjoso. Y mi corazón latía tan rápido. Tan rápido que
presioné mi mano sobre mi pecho para sentirlo correr ahí debajo.
—Rune —susurré. Levanté la mano para presionar mis dedos contra mis labios.
Rune parpadeó, luego parpadeó otra vez mientras me miraba. Saqué la mano y presioné los
dedos contra sus labios—. Me besaste —susurré, aturdida. Rune levantó su mano para
sostener la mía. Bajó las manos unidas a su lado.
—Yo te daré mil besos, Poppymin. Todos ellos. Nadie va a besarte jamás sino yo.
Mis ojos se abrieron, pero mi corazón no se detuvo.
—Eso sería para siempre, Rune. ¡Que nunca nadie más me bese significa que
estaremos juntos por siempre y para siempre!
Rune asintió, luego sonrió. Rune no sonreía mucho. Normalmente daba una media
sonrisa o una mueca. Pero debería sonreír más. Era realmente guapo cuando lo hacía.
—Lo sé. Porque estaremos siempre juntos. Hasta el infinito, ¿recuerdas?
Asentí lentamente, y luego la incliné hacia un lado.
—¿Tú me darás todos mis besos? ¿Los suficientes como para llenar todo este frasco?
―pregunté.
Rune me dio otra pequeña sonrisa.
—Todos ellos. Llenaremos todo el frasco, y muchos más. Reuniremos muchísimos
más que mil.
Di un grito ahogado. De repente recordé el frasco. Saqué la mano para poder agarrar
el bolígrafo y abrí la tapa del frasco. Agarré un corazón en blanco y me senté a escribir.
Rune se arrodilló delante de mí y puso su mano sobre la mía, evitando que escribiera.
Miré hacia arriba, confundida. Tragó saliva, se metió el pelo largo detrás de la oreja, y
me preguntó:
—¿Acaso... cuando te… besé... tu… tu corazón casi estalló? ¿Fue extra especial?
Dijiste que sólo los besos extra-especiales iban dentro del frasco. —Sus mejillas se tornaron
de color rojo brillante y bajó la mirada.
Sin pensar, me incliné hacia delante y envolví mis brazos alrededor del cuello de mi
mejor amigo. Presioné mi mejilla contra su pecho y escuché su corazón.
Latía tan rápido como el mío.
—Sí, Rune. Fue lo más especial que un beso puede ser.
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Sentí a Rune sonreír contra mi cabeza, luego me alejé. Crucé las piernas y puse el
corazón de papel en la tapa del frasco. Rune se sentó con las piernas cruzadas también.
—¿Qué vas a escribir? —preguntó. Me di golpecitos con el bolígrafo en los labios
mientras pensaba detenidamente. Me senté con la espalda recta y me incliné hacia delante,
presionando el bolígrafo sobre el papel:
Cuando terminé de escribir, puse el corazón en el frasco y cerré la tapa bien fuerte.
Miré a Rune, que me había estado observando todo el tiempo, y anuncié con orgullo:
—Ahí está. ¡Mi primer beso de un chico!
Rune asintió, pero sus ojos cayeron a mis labios.
—¿Poppymin?
—¿Sí? —susurré. Rune alcanzó mi mano. Comenzó a trazar patrones en el dorso con
la punta de su dedo.
—¿Puedo... puedo besarte otra vez?
Tragué saliva, sintiendo mariposas en el estómago.
—¿Quieres besarme otra vez... ya?
Rune asintió.
—He querido besarte desde hace un tiempo. Y bueno, eres mía y me ha gustado. Me
gustó besarte. Sabes a azúcar.
—Comí una galleta en el almuerzo. Mantequilla de nuez. La favorita de abuelita —
expliqué.
Rune respiró hondo y se inclinó hacia mí. Su pelo voló hacia adelante.
—Quiero hacerlo otra vez.
—Está bien.
Y Rune me besó.
Me besó y me besó, y me besó.
Para el final del día tenía cuatro besos de chicos más en mi frasco
Cuando llegué a casa, mami me dijo que mi abuelita se había ido al cielo. Corrí a mi
habitación lo más rápido que pude. Me apresuré a dormirme. Como me prometió, abuelita
estaba allí en mis sueños. Así que le dije todo acerca de los cinco besos de mi Rune.
Mi abuelita sonrió ampliamente y me dio un beso en la mejilla.
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Sabía que esta sería la mejor aventura de mi vida.
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Notas musicales y las llamas de la
hoguera
Más tarde, la sostuve en mis brazos. Nos encontrábamos uno frente al otro cuando
nos acostamos bajo las sábanas. La piel de Poppy estaba caliente al tacto y su respiración
estaba ralentizándose de nuevo a su ritmo normal. Nuestros dedos estaban entrelazados
sobre la almohada que ahora compartíamos, nuestro agarre apretado, con las manos
ligeramente temblorosas.
Ninguno de nosotros había hablado todavía. Mientras estudiaba a Poppy observando
cada movimiento que hacía, recé para que no se arrepintiera de lo que habíamos hecho.
La vi tragar profundamente y tomar una respiración lenta. Cuando exhaló, bajó los
ojos a nuestras manos entrelazadas. Lo más lentamente posible, pasó sus labios sobre
nuestros dedos entrelazados.
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Me quedé inmóvil.
—Poppymin —dije, y sus ojos se alzaron. Una larga hebra de su pelo había caído sobre
su mejilla y la empujé suavemente hacia atrás, metiéndola detrás de su oreja. Ella todavía no
había dicho nada. Necesitando que supiera qué había significado para mí lo que habíamos
compartido, susurré—: Te amo tanto. Lo que acabamos de hacer... estar contigo así... —Mi
voz se apagó, sin saber cómo expresar lo que quería decir.
Ella no respondió, y mi estómago se revolvió, temiendo que hubiera hecho algo mal.
Mientras mis ojos se cerraban en frustración, sentí la frente de Poppy contra la mía y sus
labios susurraron besos sobre mi boca. Me moví hasta que estábamos lo más cerca que
podíamos estar.
—Voy a recordar esta noche para el resto de mi vida —confesó ella, y el miedo que
sentía fue empujado lejos de mi mente.
Abrí mis ojos y apreté mi agarre alrededor de su cintura.
—¿Fue... fue especial para ti, Poppymin? ¿Tan especial como lo fue para mí?
Poppy esbozó una sonrisa tan amplia que la vista me robó el aliento.
—Lo más especial que un beso puede ser —respondió ella en voz baja, haciendo eco
de las palabras que me había dicho cuando teníamos ocho años y la besé por primera vez.
Incapaz de hacer nada más, la besé con todo lo que tenía, derramando todo mi amor en el
beso.
Cuando nos apartamos, Poppy me apretó la mano, y lágrimas se formaron en sus
ojos.
—Beso trescientos cincuenta y cinco, con mi Rune, en mi habitación... después de
que hicimos el amor por primera vez. —Tomando mi mano, la colocó sobre su pecho,
directamente sobre su corazón. Podía sentir sus fuertes latidos bajo mi palma. Sonreí. Sabía
que sus lágrimas eran lágrimas de felicidad, no de tristeza—. Fue tan especial que mi
corazón casi estalló —agregó con una sonrisa.
—Poppy —susurré, sintiendo mi pecho comprimirse.
La sonrisa de Poppy cayó, y vi que sus lágrimas comenzaron a caer a su almohada.
—No quiero que me dejes —dijo con la voz entrecortada.
No podía soportar el dolor en su voz. O el hecho de que estas lágrimas eran ahora
unas tristes.
—No me quiero ir —le contesté, con honestidad.
No dijimos nada más. Debido a que no había nada más que decir. Peiné el pelo de
Poppy con mis dedos, mientras ella pasaba la punta de sus dedos arriba y abajo en mi
pecho. No pasó mucho tiempo antes de que la respiración de Poppy se hubiera nivelado y
su mano se hubiera quedado inmóvil sobre mi piel.
El ritmo de su respiración constante arrulló mis ojos hasta cerrarlos. Traté de
permanecer despierto el mayor tiempo posible, para saborear el tiempo que me quedaba.
Pero al poco tiempo, me quedé dormido, con una mezcla agridulce de felicidad y tristeza
fluyendo por mis venas.
Parecía que apenas había cerrado los ojos cuando sentí la calidez del sol elevándose
besar mi cara. Parpadeé hasta que abrí los ojos, viendo un nuevo día aparecer a través de la
ventana de Poppy.
El día en que me iba.
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Mis entrañas se apretaron cuando vi el tiempo. Me iba en una hora.
Cuando miré a Poppy, durmiendo sobre mi pecho, pensé que nunca había parecido
más bella. Su piel estaba sonrojada por el calor de nuestros cuerpos, y sonreí al ver nuestras
manos todavía unidas en mi estómago.
De repente, los nervios me inundaron cuando pensé en la noche anterior.
Se veía tan contenta mientras dormía. Mi mayor temor era que se despertara y
lamentara lo que habíamos hecho. Deseaba, tan desesperadamente, que amara lo que
habíamos hecho tanto como yo lo hacía. Quería que la imagen de nosotros juntos este tan
arraigada en su memoria, como lo estaría en la mía.
Como si sintiera mi intensa mirada, Poppy abrió lentamente los ojos. Vi que el
recuerdo de la noche anterior apareció en su rostro. Sus ojos se ampliaron cuando tomó
nuestras manos sobre nuestros cuerpos. Mi corazón saltó un latido ante la expectación,
pero luego una lenta y hermosa sonrisa se extendió por su rostro. Viendo esto, me moví
más cerca de ella. Poppy enterró su cabeza en mi cuello mientras la envolvía en mis brazos.
La abracé durante tanto tiempo como me fue posible.
Cuando por fin levanté la cabeza y miré el reloj de nuevo, la rabia de ayer vino
estrellándose de nuevo.
—Poppymin —susurré, oyendo la rabia saturada en mi voz grave—. Yo... tengo que
irme.
Poppy se puso rígida en mis brazos. Cuando se movió hacia atrás, sus mejillas
estaban mojadas.
—Lo sé.
Sentí las lágrimas golpear mis mejillas también. Poppy las limpió con suavidad. Cogí
su mano y puse un solo beso en el centro de su palma. Me quedé por un par de minutos
más, absorbiendo cada centímetro del rostro de Poppy, antes de obligarme a salir de la
cama y vestirme. Sin mirar atrás, me deslicé por la ventana y corrí a través del césped,
sintiendo mi corazón desgarrarse con cada paso.
Trepé por mi ventana. La puerta de mi habitación había sido desbloqueada desde el
exterior. Mi pappa estaba cerca de la cama. Por un breve momento mi estómago se
revolvió ante el hecho de que me habían atrapado. Pero entonces la furia se encendió
dentro de mí y levanté la barbilla, retándolo a decir algo, cualquier cosa.
Le di la bienvenida a una pelea.
No lo dejaría avergonzarme por pasar la noche con la chica que amaba. La que él me
estaba arrancando.
Se dio la vuelta y se alejó sin decir una palabra.
Treinta minutos pasaron en un instante. Eché un vistazo por encima de mi
habitación, una última vez. Levantando mi bolso, lo colgué sobre mi hombro y salí a la
calle, mi cámara colgada al cuello.
El señor y la señora Litchfield ya estaban en nuestra entrada, de pie con Ida y
Savannah, abrazando a mis padres, despidiéndose. Al verme salir por la puerta, me
encontraron al final de la escalera y me abrazaron despidiéndose también.
Ida y Savannah corrieron hacia mí y se lanzaron alrededor de mi cintura. Despeiné su
cabello. Cuando se hicieron a un lado, oí una puerta siendo abierta. Alcé los ojos y vi a
Poppy corriendo. Ella tenía el pelo mojado, claramente acaba de ducharse, pero se veía más
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hermosa que nunca mientras corría hacia donde estábamos todos, sólo yo en su punto de
mira.
Cuando llegó a nuestro camino de entrada, se detuvo brevemente para abrazar a mis
padres y dar un beso de despedida a Alton. Luego se volvió hacia mí. Mis padres se
metieron en el auto y los padres y hermanas de Poppy volvieron hacia su casa, dándonos
un poco de espacio. No perdí tiempo extendiendo mis brazos, y Poppy se abalanzó hacia
mi pecho. Apreté con fuerza, inhalando el dulce aroma de su pelo.
Puse mi dedo bajo su barbilla, levanté su cabeza y luego la besé por última vez. La
besé con todo el amor que pude encontrar dentro de mi corazón.
Cuando me separé, Poppy habló a través del torrente de lágrimas.
—Beso número trescientos cincuenta y seis. Con mi Rune en su camino de entrada...
cuando me dejó.
Cerré los ojos. No podía soportar el dolor en el que ella estaba, en el que yo estaba
también.
—¿Hijo? —Miré por encima del hombro de Poppy a mi pappa—. Tenemos que
irnos —dijo en tono de disculpa.
Las manos de Poppy se apretaron en mi camisa. Sus grandes ojos verdes brillaban
con lágrimas, y parecía como si estuviera tratando de memorizar cada parte de mi rostro.
Finalmente soltando mi agarre sobre ella, levanté la cámara y pulsé el botón.
Capturé este raro momento: el momento exacto en que el corazón de alguien se
rompe.
Caminé hacia el auto, mis pies sintiéndose como si pesaran toneladas. Cuando subí
en el asiento trasero, ni siquiera intenté dejar de llorar. Vi a Poppy de pie al lado de nuestro
auto, su pelo húmedo volando en la brisa, viéndome ir, despidiéndome con la mano.
Mi pappa puso en marcha el motor. Abrí la ventana. Extendí la mano y Poppy la
sostuvo. Mientras miraba su cara por última vez, dijo:
—Te veré en tus sueños.
—Te veré en mis sueños —le susurré de regreso y de mala gana solté su mano
mientras mi pappa condujo el auto lejos. Miré atrás hacia Poppy a través de la ventana
trasera, mirándola ondear la mano, hasta que estaba fuera de la vista.
Guardé el recuerdo de esa mano ondeando, despidiéndose.
Prometí aferrarme a ella hasta que esa mano ondeando me diera la bienvenida a casa
de nuevo.
Hasta que una vez más significara “hola”
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Silencio
Oslo
Noruega
l está regresando.
Tres palabras. Tres palabras que enviaron mi vida en picada. Tres
palabras que me aterrorizaban.
Él está regresando.
Miré fijamente a Jorie, mi amiga más cercana, apretando mis libros fuertemente
contra mi pecho. Mi corazón despegó como un cañón y los nervios me abrumaron.
—¿Qué dijiste? —susurré, ignorando a los estudiantes a nuestro alrededor en el
pasillo, todos corriendo a su siguiente clase.
Jorie puso su mano en mi brazo.
—Poppy, ¿estás bien?
—Sí —respondí débilmente.
—¿Estás segura? Te pusiste pálida. No te ves bien.
Asentí, tratando de ser convincente, y pregunté:
—¿Quién…quién te dijo que él estaba regresando?
—Judson y Deacon —respondió—. Estaba en clase con ellos y estaban diciendo que
su papá ha sido transferido de nuevo aquí por la empresa. —Se encogió de hombros—.
Esta vez, para siempre.
Tragué.
—¿A la misma casa?
Jorie parpadeó, pero asintió.
—Lo lamento, Pops.
Cerré los ojos y tomé una tranquila respiración. Él iba a estar en la casa de al lado de
nuevo… su habitación justo enfrente de la mía otra vez.
—¿Poppy? —preguntó Jorie, y abrí los ojos. Su mirada estaba llena de simpatía—.
¿Estás segura de que estás bien? Solo has estado aquí un par de semanas. Y sé lo que hará
ver a Rune…
Forcé una sonrisa.
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—Voy a estar bien, Jor. Ya no lo conozco. Dos años es mucho tiempo, y no hemos
hablado ni una vez en ese tiempo.
Jorie frunció el ceño.
—Pop…
—Estaré bien —insistí, levantando la mano—. Necesito llegar a clase.
Estaba alejándome de Jorie cuando una pregunta apareció en mi cabeza. Miré hacia
mi amiga por encima de mi hombro, la única amiga con la que había seguido en contacto
en los dos últimos años. Mientras que todos pensaban que mi familia se había ido de la
ciudad para cuidar a la tía enferma de mi mamá, Jorie sabía la verdad.
—¿Cuándo? —reuní el coraje de preguntar.
La cara de Jorie se suavizo cuando se dio cuenta qué quería decir.
—Esta noche Pops. Llega esta noche. Judson y Deacon están regando la noticia para
que las personas vayan al campo esta tarde para darle la bienvenida. Todos van a ir.
Sus palabras se sintieron como una daga punzante en mi corazón. No había sido
invitada. Pero, de nuevo, no debería estarlo. Deje Blossom Grove sin una palabra. Cuando
volví a esta escuela, sin estar del brazo de Rune, me volví la chica que siempre debería
haber sido, invisible para el grupo de los populares. La chica rara que usaba moños en el
pelo y tocaba el violonchelo.
Nadie, excepto por Jorie y Ruby, le había importado que me hubiera ido.
—¿Poppy? —llamó Jorie de nuevo.
Parpadeé de regreso a la realidad y me di cuenta de que los pasillos estaban casi
vacíos.
—Mejor ve a clase Jor.
Ella dio un paso hacia mí.
—¿Vas a estar bien Pops? Estoy preocupada por ti.
Me reí sin humor.
—He pasado por cosas peores.
Agaché la cabeza y corrí a mi clase antes de que pudiera ver la simpatía y la lástima en
el rostro de Jorie. Entré a mi clase de matemáticas, deslizándome en mi asiento justo
cuando el profesor comenzaba la clase.
Si alguien me preguntaba más tarde sobre qué había sido la clase, no sería capaz de
decirles. Por cincuenta minutos en todo lo que pude pensar fue en la última vez que vi a
Rune. La última vez que me sostuvo en sus brazos. La última vez que presionó sus labios
contra los míos. Cuando hicimos el amor, y la mirada en su hermoso rostro cuando fue
alejado de mi vida.
Inútilmente, me pregunté cómo lucía ahora. Él siempre fue alto y de hombros
amplios, bien construido. Pero, como para el resto de su cuerpo, dos años era un largo
tiempo para que una persona cambiara a nuestra edad. Sabía eso mejor que nadie.
Me preguntaba si sus ojos aún se veían azul cristalino en el sol brillante. Me
preguntaba si aún llevaba el pelo largo, y si aún lo alejaba cada pocos minutos, ese
irresistible movimiento que enloquecía a todas las chicas.
Y por un breve momento, me permití preguntarme si aún pensaba en mí, la chica de
al lado. Si alguna vez se preguntó qué estaba haciendo en algún momento en particular. Si
alguna vez pensó en esa noche. Nuestra noche. La noche más asombrosa de mi vida.
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Entonces pensamientos oscuros me golpearon duro y rápido. La pregunta que me
hizo sentir enferma físicamente… ¿había besado a alguien más en el paso de dos años? ¿Le
había dado a alguien sus labios, cuando me los había prometido a mí por siempre?
O peor: ¿había hecho el amor con otra chica?
El agudo sonido de la campana me sacó de mis pensamientos. Me levanté de mi
asiento, caminando hacia el pasillo. Estaba agradecida de que fuera el final del día escolar.
Estaba cansada y dolida. Pero más que eso, me dolía el corazón. Porque sabía que
Rune estaría de regreso en la casa de al lado desde esta noche, en la escuela mañana, y no
sería capaz de hablarle. No sería capaz de tocarlo o sonreírle, como había soñado hacer
desde el día que no regresé sus llamadas.
Y no sería capaz de besarlo dulcemente.
Tenía que permanecer lejos.
Mi estómago se revolvió cuando me di cuenta de que probablemente no se
preocuparía por mí nunca más. No después de que simplemente lo corté, sin explicación,
de la nada.
Empujando las puertas hacia el frío y fresco aire, inhalé profundamente. Sintiéndome
mejor al instante, puse mi pelo detrás de mis orejas. Ahora que estaba corto y estilizado,
siempre lo sentía extraño. Extrañaba mi pelo largo.
Comenzando mi caminata a casa, sonreí al cielo azul y las aves cantando en las cimas
de los árboles. La naturaleza me calmaba, siempre lo había hecho.
Solo había recorrido unos cuantos metros cuando vi el auto de Judson, rodeado por
los viejos amigos de Rune. Avery era la única chica en la multitud de chicos. Agaché la
cabeza y traté de pasarlos rápido, pero ella gritó mi nombre. Me detuve de golpe y me forcé
a girarme en su dirección. Avery se apartó de donde había estado apoyada en el auto y se
acercó. Deacon intentó jalarla para que regresara, pero ella se alejó de su mano. Vi por su
expresión de suficiencia que no iba a ser amable.
—¿Has escuchado? —me preguntó, una sonrisa en sus labios rosas. Avery era
hermosa. Cuando volví a la ciudad, no podía creer cuán hermosa se había vuelto. Su
maquillaje siempre estaba perfecto y su largo pelo rubio perfectamente estilizado. Ella era
todo lo que un chico quería en una chica, y todo lo que la mayoría de las chicas querían ser.
Puse mi pelo detrás de mi oreja, un hábito que mostraba mis nervios.
—¿Escuchar qué? —pregunté, sabiendo exactamente lo que quería decir.
—Acerca de Rune. Está volviendo a Blossom Grove.
Podía ver el brillo de alegría en sus ojos azules. Alejé la mirada, determinada a
mantener la compostura, y negué con la cabeza.
—No, Avery, no lo había escuchado. No he estado de regreso mucho tiempo.
Vi a Ruby, la novia de Deacon, caminando hacia el auto, Jorie caminando detrás de
ella. Cuando vieron a Avery hablándome, se apresuraron a unirse a nosotras. Las amaba
por eso. Solo Jorie sabía dónde había estado el pasado par de años, por qué me había ido.
Pero desde el minuto en que regresé, Ruby había actuado como si nunca me hubiera ido.
Eran verdaderas amigas, me había dado cuenta.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Ruby casualmente, pero pude escuchar el
borde de protección en su voz.
—Le estaba preguntando a Poppy si sabía que Rune estaba regresando a Blossom
Grove esta noche —respondió Avery secamente.
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Ruby me miró con curiosidad.
—No sabía —le dije. Ruby me sonrió con tristeza.
Deacon caminó detrás de su novia y puso un brazo sobre sus hombros. Él movió su
barbilla hacia mí en saludo.
—Hola, Pops.
—Hola —respondí.
Deacon se volvió hacia Avery.
—Ave, Rune no ha hablado con Poppy en años, te lo dije. Ella ya ni siquiera lo
conoce. Por supuesto que no sabía qué estaba regresando, ¿por qué en el mundo le diría?
Escuché a Deacon y supe que no estaba siendo cruel conmigo. Pero eso no quería
decir que sus palabras no hirieran tan profundo como una estaca en el corazón. Y ahora lo
sabía, sabía que Rune nunca hablaba de mí. Era obvio que él y Deacon habían permanecido
en contacto. Era obvio para mí que ahora no era nada para él. Que nunca me mencionaba.
Avery se encogió de hombros.
—Solo me preguntaba, es todo. Ella y Rune eran inseparables hasta que se fue.
Tomando eso como mi pista para irme, moví la mano.
—Tengo que irme. —Rápidamente me di la vuelta y fui a casa. Decidí atravesar el
parque que me llevaría a Blossom Grove. Mientras caminaba por el bosque vacío, los
árboles de cerezo desprovistos de sus hermosas hojas, una tristeza me llenó.
Esas ramas estaban tan vacías como yo me sentía. Ansiando la cosa que las
completaban, pero sabiendo que sin importar cuánto lo desearan, ellas no la tendrían de
vuelta hasta primavera.
El mundo simplemente no funcionaba de esa forma.
Cuando llegué a casa, mi mamá estaba en la cocina. Ida y Savannah estaban sentadas
en la mesa haciendo sus tareas.
—Oye, cariño —dijo mi mamá. Me acerqué a ella y le di un abrazo, agarrándola por
la cintura solo un poco más apretado de lo usual.
Mi mamá levantó mi cabeza, una mirada preocupada en sus cansados ojos.
—¿Qué está mal?
—Solo estoy cansada, mamá. Voy a ir a acostarme.
Mi mamá no me dejó ir.
—¿Estás segura? —preguntó, poniendo su palma en mi frente, revisando mi
temperatura.
—Sí —le prometí, moviendo su mano y besándola en la mejilla.
Caminé a mi habitación. Miré fijamente por la ventana a la casa de los Kristiansen.
Estaba igual. Nada diferente del día en que se habían ido para volver a Oslo.
No la habían vendido. El señor Kristiansen le había dicho a mi mamá que sabían que
estarían de vuelta en algún momento, así que la mantuvieron. Amaban el vecindario y
amaban la casa. Una empleada doméstica la había limpiado y arreglado cada pocas semanas
durante dos años para asegurarse de que estuviera lista para su regreso.
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Hoy, todas las cortinas estaban levantadas y las ventanas abiertas para que entrara
aire fresco. La empleada claramente se estaba preparando para la inminente llegada. El
regreso a casa que estaba temiendo.
Cerrando las cortinas que mi papá puso para mí cuando volví a casa hace algunas
semanas, me acosté en mi cama y cerré los ojos. Odiaba sentirme fatigada todo el tiempo.
Por naturaleza, era una persona activa, que veía el sueño como una pérdida de tiempo
cuando podía ser pasado afuera en el mundo, explorando y creando recuerdos.
Pero ahora no tenía opción.
Me imagine a Rune en mi mente, y su rostro se quedó conmigo mientras caía en un
sueño. Era el mismo sueño la mayoría de las noches, Rune sosteniéndome en sus brazos,
besando mis labios y diciéndome que me amaba.
No sé cuánto tiempo dormí, pero cuando desperté, fue por el sonido de camiones
llegando. Ruidosos golpes y voces familiares venían del otro lado del patio.
Sentándome, quite el sueño de mis ojos. La comprensión me llegó.
Él estaba aquí.
Mi corazón comenzó a latir. Latía tan rápido que me sujeté por miedo a que fuera a
salirse de mi pecho.
Él estaba aquí.
Él estaba aquí.
Salí de la cama y me posicioné frente a las cortinas cerradas. Me agaché cerca así
podía escuchar lo que estaba pasando. Distinguí las voces de mamá y papá entre el bullicio,
junto con las voces familiares del señor y la señora Kristiansen.
Sonriendo, me estiré para quitar la cortina. Me detuve; no quería que me vieran.
Retrocediendo, corrí escaleras arriba a la oficina de mi papá. Era la única otra ventana que
daba hacia su casa, una ventada donde podía esconderme a plena vista debido a la cubierta
que la protegía del brillante sol.
Me moví al lado izquierdo de la ventana, solo en caso de que cualquiera levantara la
mirada. Sonreí de nuevo cuando mis ojos cayeron en los padres de Rune. Apenas lucían
diferentes. La señora Kristiansen estaba tan hermosa como siempre. Su pelo estaba más
corto, pero además de eso era exactamente la misma. El señor Kristiansen tenía un poco
más de canas, y parecía que había perdido algo de peso, pero la diferencia era pequeña.
Un niño rubio salió corriendo por la puerta y mi mano voló a mi boca cuando vi que
era el pequeño Alton. Tendría cuatro ahora, calculé. Había crecido mucho. Y su pelo era
igual al de su hermano, largo y lacio. Mi corazón se apretó. Lucía exactamente como un
pequeño Rune.
Observé a los trabajadores amueblar la casa con increíble velocidad. Pero no había
señal de Rune.
Eventualmente mis padres volvieron adentro, pero seguí vigilando la ventana,
esperando pacientemente por el chico que había sido mi mundo por tanto tiempo que no
sabía dónde comenzaba él y terminaba yo.
Más de una hora pasó. La noche llegó y estaba perdiendo la esperanza de verlo.
Mientras estaba a punto de dejar la oficina, vi movimiento detrás de la casa de los
Kristiansen.
Cada uno de mis músculos se tensó mientras atrapaba un pequeño vistazo de luz
brillando en la oscuridad. Una nube blanca de humo apareció en el aire por encima del área
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de césped entre nuestras casas. Primero no estaba segura de lo que estaba viendo, hasta que
una figura alta, vestida de negro, emergió de las sombras.
Mis pulmones dejaron de funcionar cuando la figura entró al brillo del farol y se
detuvo. Chaqueta de cuero de motociclista, camiseta negra, jeans negros ajustados, botas
negras y un largo y brillante pelo rubio.
Me quedé mirando fijamente, con un nudo en mi garganta, mientras que el chico de
hombros anchos y altura impresionante levantaba su mano y la pasaba por su largo pelo.
Mi corazón se saltó un latido. Porque conocía ese movimiento. Conocía esa fuerte
mandíbula. Lo conocía. Lo conocía tan bien como me conocía a mí misma.
Rune.
Era mi Rune.
Una nube de humo salió de su boca de nuevo, y me tomó unos minutos darme
cuenta de lo que en realidad estaba viendo.
Fumando.
Rune estaba fumando. Rune no fumaba; él nunca habría tocado los cigarros. Mi
abuela había fumado toda su vida y había muerto demasiado joven de cáncer de pulmón.
Siempre nos habíamos prometido que ni siquiera lo intentaríamos.
Estaba claro que Rune había roto esa promesa.
Mientras lo veía dar otra calada, y alejar su pelo por tercera vez en unos minutos, mi
estómago cayó. La cara de Rune se levantó hacia el brillo de la luz y exhalo una corriente de
humo a la fría brisa de la noche.
Así que aquí estaba. El Rune Kristiansen de diecisiete años, y era aún más hermoso
de lo que pude haber imaginado. Sus ojos azul cristalino eran tan brillantes como habían
sido siempre. Su una vez infantil rostro era ahora rudo y completamente impresionante.
Solía bromear con que era tan guapo como un dios nórdico. Mientras estudiaba cada parte
de su rostro, estaba segura de que su aspecto los superaba incluso a ellos.
No podía apartar mis ojos.
Rune terminó su cigarro y lo tiro al piso, la luz de la colilla gradualmente apagándose
en el corto césped. Esperé, conteniendo la respiración, a ver qué haría después. Entonces
su papá llegó al borde del porche y le dijo algo a su hijo.
Vi los hombros de Rune tensarse y su cabeza moverse en dirección a su papá. No
podía descifrar lo que estaban diciendo, pero escuché claramente las voces elevadas,
escuché a Rune responderle agresivamente a su padre en su nativo noruego. Su papá dejó
caer la cabeza derrotado y volvió a la casa, claramente herido por algo que había dicho
Rune. Mientras el señor Kristiansen se alejaba, Rune le enseñó el dedo medio a su espalda,
solo dejándolo caer cuando la puerta de su casa se cerró.
Observe, rígida de sorpresa. Vi como este chico, un chico que una vez conocí de
forma tan completa, se volvió un extraño ante mis ojos. Decepción y tristeza me llenaron
mientras Rune comenzó a caminar a través del césped entre nuestras casas. Sus hombros
estaban rígidos. Casi podía sentir la furia irradiando de él incluso desde este punto.
Mis peores miedos se habían realizado: el chico que conocí se había ido.
Entonces me congelé, quedándome quieta, mientras Rune dejaba de caminar y
miraba a la ventana de mi dormitorio, justo debajo de donde estaba parada. Una ráfaga de
viento atravesó el patio, levantando el pelo rubio de su rostro y, en ese segundo, pude ver
un increíble dolor, severa añoranza, en sus ojos. La imagen de su torturado rostro, mientras
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miraba a mi ventana, me golpeó más fuerte que un tren. En esa expresión perdida estaba
mi Rune.
A este chico, lo reconocí.
Rune dio un paso hacia mi ventana, y por un momento, pensé que trataría de trepar,
de la manera en que lo hizo todos esos años. Pero, abruptamente, se detuvo y sus manos se
apretaron en puños a sus costados. Sus ojos se cerraron y sus dientes se apretaron tanto
que podía ver la tensión en su barbilla desde donde estaba.
Entonces, claramente cambiando de idea, Rune se dio la vuelta y camino decidido
hacia su casa. Me quedé en la ventana de la oficina, en las sombras. No podía moverme con
la sorpresa de lo que acababa de presenciar.
La luz de la habitación de Rune se encendió. Lo vi caminar alrededor de su cuarto,
luego moverse hacia la ventana y sentarse en la cornisa. La abrió. Encendió otro cigarro y
soplo el humo por el espacio abierto.
Negué con la cabeza en incredulidad. Entonces alguien entró a la oficina, y mi mamá
vino a mi lado. Cuando se asomó por la ventana, supe que se había dado cuenta qué estaba
haciendo.
Sentí mis mejillas encenderse con calor por ser atrapada. Finalmente, mi mamá habló:
—Adelis dijo que ya no es el chico que conocíamos. Dijo que no les ha dado nada
más que problemas desde que volvieron a Oslo. Erik está perdido y no tiene idea de qué
hacer. Están en verdad contentos de que a Erik lo trasladaran de regreso aquí. Querían a
Rune lejos de las malas amistades que tenía en Norway.
Mi mirada cayó en Rune de nuevo. Él lanzó el cigarrillo desde la ventana, y apoyó la
cabeza contra el cristal. Sus ojos estaban enfocados en una cosa y solo una cosa… la
ventana de mi habitación.
Mientras mi mamá se movía para dejar la oficina, puso su mano en mi hombro.
—Tal vez es algo bueno que hayas roto todo contacto, cariño. No estoy realmente
segura de que él pudiera haber manejado todo lo que has pasado, por lo que su mamá ha
dicho.
Lágrimas llenaron mis ojos mientras me preguntaba qué lo había convertido en esto.
En este chico que no conocía. Me había alejado deliberadamente del mundo, los pasados
dos años, para salvarlo del dolor. Así podía tener una buena vida. Porque saber que en
Norway estaba un chico cuyo corazón aún estaba lleno de luz hacía todo lo que estaba
atravesando tolerable.
Pero esa fantasía fue rota cuando observé esta copia de Rune.
La luz de Rune era débil, ya no brillaba. Estaba oscurecida por sombras y llena de
oscuridad. Era como si el chico que había amado hubiera sido intercambiado en Norway.
El auto de Deacon estacionó en la entrada de la casa de Rune. Vi el celular de Rune
iluminarse en su mano, y lentamente caminó desde su cuarto hasta el porche. Caminó con
una actitud descuidada hacia Deacon y Judson, quienes saltaron del auto. Los palmeó a
ambos en la espalda como saludo.
Entonces mi corazón se partió en dos. Avery salió del asiento trasero y abrazó fuerte
a Rune. Estaba usando una falda corta y un top recortado, mostrando su figura perfecta.
Pero Rune no le devolvió el abrazo, a pesar de que eso no hizo nada por disminuir mi
dolor. Porque Avery y Rune, parados lado a lado, lucían tan perfectos. Ambos rubios y
altos. Ambos hermosos.
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Todos se amontonaron en el auto. Rune entró de último, tomando valor, y entonces
condujeron lejos de nuestra calle y fuera de mi vista.
Suspiré mientras veía los faros desvanecerse en la noche. Cuando miré de regreso a la
casa Kristiansen, vi al papá de Rune parado en el porche, sujetando la barandilla, mirando
fijamente en la dirección en que se acababa de ir su hijo. Entonces levantó su rostro a la
ventana de la oficina, y una triste sonrisa atravesó sus labios.
Me había visto.
El señor Kristiansen levantó su mano y me dio un pequeño saludo. Mientras se lo
devolvía, vi una mirada de profunda tristeza en su cara.
Lucía cansado.
Lucía con el corazón roto.
Lucía como si extrañara a su hijo.
Volví a mi habitación, me acosté en mi cama y tomé mi portarretrato favorito en mis
manos. Mientras miraba al hermoso chico y la chica embelesada devolviéndome la mirada,
ambos tan enamorados, me pregunté qué había pasado en los últimos dos años para hacer
a Rune tan problemático y rebelde como parecía ser.
Entonces lloré.
Lloré por el chico que era mi sol.
Añoré al chico que una vez ame con todo mi ser.
Añoré a Poppy y Rune, una pareja de extrema belleza y muerte aún más rápida.
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Pasillos llenos y corazones
destrozados
Una semana pasó. Una semana de evitar a Rune a toda costa. Me quedé en mi
habitación hasta que sabía que no estaba en casa. Mantuve mis cortinas cerradas y mi
ventana asegurada, no es que Rune hubiera tratado de entrar. Las pocas veces que lo había
visto en la escuela él me había ignorado o me había visto como si fuera su peor enemigo.
Ambos lastimaban en igual medida.
Durante los periodos de almuerzo me mantenía lejos de la cafetería. Comía mi
almuerzo en la sala de música y pasaba el resto del tiempo practicando con mi cello. La
música aún era mi paraíso seguro, el único lugar donde podía escapar del mundo.
Cuando mi arco tocaba las cuerdas, era transportada a un mar de tonos y notas. El
dolor y la pérdida de los pasados dos años desaparecían. La soledad, las lágrimas y furia,
todo se evaporaba, dejando una paz que no podía encontrar en ningún otro lado.
La semana pasada, después de mi horrible reunión en el pasillo con Rune, había
necesitado alejarme de todo. Había necesitado olvidar la mirada en sus ojos mientras lucía
tan traicionado. La música normalmente era mi remedio, así que me lancé a prácticas
intensas. ¿El único problema? Cada vez que terminaba una pieza, tan pronto como la nota
final caía y bajaba mi arco, esa devastación cortaba de nuevo multiplicada por diez. Y
permanecía. Hoy, después de que terminé de tocar en el almuerzo, la angustia me acechó
por el resto de la tarde. Pesaba en mi mente mientras dejaba el edificio de la escuela.
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El patio estaba rebozando de estudiantes en camino a sus casas. Mantuve la cabeza
gacha y empujé por la multitud, solo para dar vuelta a la esquina y ver a Rune y sus amigos
sentados en el parque. Jorie y Ruby también estaban ahí. Igual que Avery.
Traté de no mirar fijamente mientras Avery se sentaba junto a Rune, que estaba
encendiendo un cigarro. Traté de no mirar mientras Rune comenzaba a fumar, su codo
descansando casualmente en su rodilla mientras se recargaba en un árbol. Y traté de ignorar
la vuelta de mi estómago mientras pasaba rápido, los ojos estrechados de Rune apenas
encontrando los míos.
Rápidamente alejé la mirada. Jorie saltó a sus pies y vino corriendo detrás de mí. Me
las arreglé para alejarme lo suficiente de Rune y sus amigos para que ellos no escucharan lo
que Jorie tenía que decirme.
—Poppy —dijo mientras se detenía detrás de mí. Me di la vuelta hacia ella, sintiendo
la concentrada mirada de Rune puesta en mí. La ignoré—. ¿Cómo estás? —preguntó.
—Bien —respondí. Incluso yo escuché el ligero temblor en mi voz.
Jorie suspiró.
—¿Ya has hablado con él? Ha estado de regreso por más de una semana.
Mis mejillas ardieron. Negué con la cabeza.
—No, no estoy realmente segura de que sea una buena idea. —Inhalé y confesé—.
No tengo idea de qué le diría de todos modos. Él no parece ser el chico que conocí y amé
por todos estos años. Parece diferente. Parece que ha cambiado.
Los ojos de Jorie llamearon.
—Lo sé. Pero creo que eres la única chica que ve eso como algo malo, Pops.
—¿Qué quieres decir? —Celos aparecieron en mi pecho.
Jorie apuntó a las chicas perdiendo el tiempo cerca de donde estaba sentado, tratando
de parecer casuales, pero fallando épicamente en su intento.
—Él es de lo que todos están hablando, y estoy muy segura de que cualquier chica en
esta escuela, menos tú, yo o Ruby, vendería su alma al diablo porque él incluso las
reconociera. Siempre fue deseado, Pops, pero bueno, te tenía y todos sabíamos que no te
dejaría por nada ni nadie. Pero ahora… —Se detuvo, y pude sentir mi corazón desinflarse.
—Pero ahora él no me tiene —terminé por ella—. Ahora es libre para estar con
quien quiera.
Los ojos de Jorie se ampliaron cuando se dio cuenta de que de nuevo había puesto su
pie en su boca. Apretó mi brazo en apoyo, parpadeando con disculpas. No podía estar
enojada con ella sin embargo, siempre estaba hablando antes de pensar. Además, todo lo
que dijo era verdad.
Un momento de incomodo silencio pasó, hasta que preguntó:
—¿Qué vas a hacer mañana en la noche?
—Nada —respondí. Me urgía irme.
La cara de Jorie se ilumino.
—¡Qué bien! Puedes venir a la fiesta en casa de Deacon. No podemos tenerte
sentada sola el sábado por la noche.
Me reí.
Jorie frunció el ceño.
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—Jorie, no voy a fiestas. Nadie me invitaría de todos modos.
—Yo te estoy invitando. Serás mi cita.
Mi humor cayó.
—No puedo Jor. —Me detuve—. No puedo estar ahí cuando Rune lo esté. No
después de todo.
Jorie se acercó más.
—Él no va a estar ahí —dijo en voz baja—. Le dijo a Deacon que no va a ir, que
tiene que ir a otro lugar.
—¿Dónde? —pregunté, fallando en ocultar mi curiosidad.
Ella se encogió de hombros.
—Infiernos si lo sé. Rune en realidad no habla mucho. Creo que solo se agrega al
grupo porque ha estado atrayendo admiradoras como si no hubiera mañana. —Jorie sacó
su labio inferior y acarició mi brazo—. Por favor, Pops. Te fuiste por mucho tiempo, y te
he extrañado. Quiero pasar tanto tiempo contigo como sea posible, pero sigues alejándote.
Tenemos años que recuperar. Ruby también estará ahí. Sabes que nunca te dejaría sola.
Mis ojos inspeccionaron el suelo, tratando duro de pensar una excusa. Levanté la
mirada a Jorie y pude ver que mi negativa estaba molestándola.
Alejando las hebras de duda en mi pecho, cedí.
—Está bien, voy a ir contigo.
La cara de Jorie se ilumino con una enorme sonrisa.
—¡Perfecto! —dijo. Me reí mientras me daba un abrazo rápido.
—Necesito ir a casa —dije cuando me soltó—. Tengo un recital esta noche.
—Está bien, paso a recogerte mañana a las siete, ¿bien?
Dije adiós con la mano y comencé a caminar a casa. Solo había hecho algunos metros
cuando sentí a alguien caminando detrás de mí a través del camino de cerezos. Cuando
miré por encima de mi hombro, ahí estaba Rune.
Mi corazón inició una carrera mientras mi mirada encontraba la suya. Él no alejó la
mirada, pero yo sí. Estaba aterrada de que tratara de hablarme. ¿Qué si quería que explicara
todo? O peor, ¿qué si quería decirme que lo que tuvimos no fue nada?
Eso me rompería.
Apurando el paso, mantuve la cabeza gacha y me apresuré a casa. Lo sentí
siguiéndome todo el camino, pero no trató de pasarme.
Mientras corría los escalones de mi porche, miré a un lado y lo vi apoyado en su casa,
cerca de su ventana. Mi corazón salto mientras se acomodaba el pelo. Tuve que mantener
mis pies pegados al porche, en caso de que dejara caer mi mochila y corriera hacia él, para
explicarle porqué lo deje ir, porqué lo aleje tan horriblemente, porqué daría cualquier cosa
porque me besara solo una vez más. En lugar de eso, me forcé a entrar.
Las palabras de mi mamá pesaban en mi cabeza mientras caminaba a mi habitación y
me acostaba…tal vez fue algo bueno que rompieras todo contacto. No estoy realmente segura de que él
pudiera haber manejado todo lo que pasaste por lo que su madre ha dicho…
Cerrando los ojos, prometí dejarlo solo. No sería una carga para él. Lo había
protegido del dolor.
Porque aún lo amaba tanto como siempre.
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Incluso si el chico que amaba ya no me amaba a mí.
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Labios Traicionados y Verdades
Dolorosas
—Nueva York —dije sin aliento, leyendo la pantalla de nuestra puerta de embarque.
Rune sonrió.
—Siempre planeábamos ir. Solo será más corto de lo que siempre habíamos pensado.
Completamente sin habla, envolví mis brazos alrededor de su cintura y apoyé mi
cabeza en su pecho. Tía DeeDee volvió de hablar con la mujer del mostrador.
—Vamos, ustedes dos —dijo, moviendo su mano hacia la entrada del avión—.
Vamos a ponerlos a bordo.
Seguimos a DeeDee. Mi boca se abrió cuando nos mostró los dos asientos delanteros
en primera clase. La miré y se encogió de hombros.
—¿Cuál es el punto de estar a cargo de la cabina de primera clase si no puedo usar
mis beneficios para malcriar a mi sobrina favorita?
Abracé a DeeDee. Ella me sostuvo un poco más de tiempo de lo normal.
—Vamos, ahora —dijo y me movió hacia mi asiento. La tía DeeDee desapareció
rápidamente detrás de la cortina de la sección de la tripulación. Me quedé de pie, viéndola
irse. Rune tomó mi mano.
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—Estará bien —me tranquilizó, luego apuntó hacia el asiento junto a la ventanilla—.
Para ti —añadió. Sin poder detener la risita emocionada que salía de mi garganta, me senté
y miré por la ventanilla hacia la gente trabajando en el suelo debajo.
Los miré hasta que el avión estuvo totalmente lleno y empezamos a movernos.
Suspirando felizmente, me giré hacia Rune, quien me estaba mirando. Envolviendo sus
dedos en los míos, dije:
—Gracias.
—Quería que vieras Nueva York. —Se encogió sus hombros—. Quería verlo
contigo.
Rune se inclinó para besarme. Detuve sus labios con mis dedos.
—Bésame a doce mil metros de altura. Bésame en el cielo. Bésame entre las nubes.
El aliento mentolado de Rune rozó mi rostro. Luego silenciosamente se recostó de
nuevo en su asiento. Me reí mientras el avión de repente ganaba velocidad y nos alzábamos
en el aire.
Cuando el avión se equilibró, repentinamente encontré mis labios siendo arrastrados
hacia los de Rune. Sus manos agarraron mi cabeza mientras tomaba mi boca con la suya.
Necesitando algo que me mantuviera en el suelo, me agarré a su camisa. Suspiré contra su
boca mientras su lengua peleaba ligeramente contra la mía.
Cuando se hizo hacia atrás, su pecho agitándose y su piel caliente, susurré:
—Beso ochocientos ocho. A doce mil metros de altura. Con mi Rune… mi corazón
casi estalló.
Para el final del viaje tenía un montón de besos nuevos que añadir a mi frasco.
ensé que había sentido una brisa en mi pelo antes. Pero nada se comparaba con
la brisa que pasaba por mis trenzas en la cima del Empire State Building.
Pensé que me habían besado de todas las maneras en las que se puede besar.
Pero nada se comparaba a los besos de Rune bajo el castillo de cuento en Central Park. A
su beso en la corona de la Estatua de la Libertad. En el centro de Times Square, las
brillantes luces iluminando mientras la gente se apresuraba a nuestro alrededor como si no
tuvieran tiempo en el mundo.
La gente estaba siempre apresurándose pese a que tenían mucho tiempo. A pesar de
que yo tenía muy poco, me aseguraba de que todo lo que hacía fuera lento. Medido.
Significativo. Me aseguraba de saborear cualquier experiencia nueva. Tomé una profunda
respiración y bebí cada nueva vista, olor y sonido.
Para simplemente parar. Respirar. Abrazar.
Los besos de Rune variaban. Eran lentos y suaves, gentiles y como el toque de una
pluma. Después eran duros, fuertes y deslumbrantes. Ambos me dejaban sin aliento.
Ambos se iban al jarrón.
Más besos cosidos a mi corazón.
Después de comer en el Stardust Diner, un sitio que decidí que quizás podría ser mi
tercer sitio favorito del planeta, llevé a Rune fuera y alrededor de la esquina.
—¿Es mi turno ahora? —pregunté, mientras Rune tomaba mi collar y lo ponía más
cerrado alrededor de mi cuello. Él miró su reloj. Le miré curiosa, preguntándome por qué
seguía comprobaba la hora. Rune me vio mirándole con sospecha.
Envolviendo sus brazos a mi alrededor, replicó:
—Tienes el próximo par de hora, después volvemos a mi horario.
Arrugué mi nariz ante su estricta actitud y juguetonamente saqué mi lengua. El calor
apareció en los ojos de Rune mientras lo hacía. Se inclinó hacia adelante y presionó su boca
contra mis labios, su lengua inmediatamente acariciando contra la mía. Chillé y me agarré
fuerte mientras él me inclinaba hacia atrás, antes de romper el beso.
—No me tientes —me dijo burlonamente. Pero aún vi el calor en sus ojos. Mi
corazón se saltó un latido. Desde que Rune había vuelto a mi vida, no habíamos hecho más
que besarnos. Besarnos y hablar, y abrazarnos el uno al otro lo más cerca posible. Nunca
me presionaba por más, pero mientras las semanas pasaban, había empezado a querer
entregarme a él de nuevo.
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Los recuerdos de nuestra noche, dos años atrás, corrieron como una grabación en mi
mente. Las escenas eran tan vívidas, tan llenas de amor, que mis pulmones se hinchaban.
Porque aún recordaba la mirada en sus ojos cuando se movió encima de mí. Todavía
recordaba la manera en que sus ojos miraban a los míos. La manera en que el calor flotó a
través de mí mientras le sentía, tan caliente, en mis brazos.
Y recuerdo sus gentiles caricias en mi cara, mi pelo y mis labios. Pero lo mejor de
todo, recordaba su cara después del éxtasis. La incomparable expresión de adoración. La
mirada que me dijo que, a pesar de que éramos jóvenes, lo que habíamos hecho nos había
cambiado para siempre.
Unió nuestros cuerpos, mentes y almas.
De verdad nos hizo infinitos.
Por siempre y para siempre
—¿Dónde vamos, Poppymin? —preguntó Rune, sacándome de mi ensoñación.
Sostuvo el dorso de su mano contra mi mejilla caliente—. Estás caliente —dijo, su acento
fuerte, el sonido perfecto pasando a través de mí como una fría brisa.
—Estoy bien —repliqué tímidamente. Tomando su mano, intenté llevarle calle abajo.
Rune cogió mi mano y me hizo confrontar su preocupación.
—Poppy…
—Estoy bien —interrumpí, apretando mis labios para que supiera que lo decía de
verdad.
Gruñendo con desesperación, Rune pasó su brazo alrededor de mi hombro y llevó
hacia adelante. Busqué por el nombre de la calle y el bloque, viendo a dónde ir desde aquí.
—¿Vas a decirme lo que vamos a hacer? —preguntó Rune.
Asegurándome que íbamos en la dirección correcta, sacudí mi cabeza. Rune presionó
un beso en el lado de mi cabeza mientras encendía un cigarro. Mientras fumaba, aproveché
la oportunidad para mirar a mi alrededor. Amaba Nueva York. Amaba todo sobre ella.
Gente ecléctica, artistas, abogados y soñadores, todos tejidos en la gigante colcha de retales
de la vida. Las calles concurridas, los cláxones de los autos y gritos la perfecta banda sonora
sinfónica para la ciudad que nunca duerme.
Respiré la fresca esencia de la nieve en el crujiente aire frío y me abracé más contra el
pecho de Rune.
—Haremos esto —dije y sonreí, brevemente cerrando mis ojos.
—¿Qué? —preguntó Rune, el ahora familiar olor del humo de su cigarro humeando
delante de nosotros.
—Esto —dije—. Nosotros, caminando por Broadway. Caminaríamos por la ciudad,
yendo a ver a unos amigos, a nuestros colegios o nuestro apartamento. —Empujé el brazo
que tenía sobre mi hombro—. Me tomarías de esta manera y caminaríamos. Me contarías
acerca de tu día y yo te contaría acerca del mío. —Sonreí ante la normalidad de la imagen.
Porque no necesitaba grandes gestos o cuentos de hadas; una vida normal con el chico que
amaba siempre habría sido suficiente.
Incluso en este momento, lo valía todo.
Rune no dijo nada. Había aprendido que cuando hablaba así, tan cándidamente
acerca de cosas que nunca podrían pasar, Rune se encontraba más cómodo no diciendo
nada. Y estaba bien con ello. Entendía que tenía que proteger su corazón que ya se estaba
rompiendo.
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Si pudiera protegerlo por él lo haría, pero yo era la causa.
Simplemente rezaba, por todo lo bueno, que yo también pudiera ser el remedio.
Viendo el letrero en el viejo edificio, miré hacia Rune y dije:
—Estamos casi allí.
Rune miró alrededor con confusión y estaba agradecida. No quería que viera dónde
estábamos. No quería que se enfadara por un gesto hecho con bondad. No quería que le
doliera al ser forzado a ver un futuro que podría ser suyo.
Le conduje a la derecha hacia el edificio. Él lanzó su cigarrillo acabado al suelo y
tomó mi mano en la suya. Caminando al registro, pedí nuestros tickets.
Rune apartó mi mano de mi bolso cuando trate de pagar. Pago él, todavía sin saber
dónde estábamos. Me levanté y le di un beso en la mejilla:
—Todo un caballero —bromeé y le miré mientras rodaba sus ojos.
—No estoy seguro que tu papá piense así de mí.
No pude contener mi risa. Mientras me reía libremente, Rune se paró y me miró,
alargando su mano. Puse la mía en la suya y le dejé que me acercara a él. Su boca aterrizó
justo encima de mi oreja y dijo:
—¿Por qué cuando ríes así necesito desesperadamente hacerte una foto?
Miré hacia arriba, mi risa desvaneciéndose.
—Porque captas todos los aspectos de la condición humana. Lo bueno, lo malo, la
verdad. —Me encogí de hombros y añadí—: Porque a pesar de lo mucho que protestas y el
aura de oscuridad que exudas, te esfuerzas por ser feliz, quieres ser feliz.
—Poppy. —Giró su cabeza. Como siempre, no quería reconocer la verdad, pero
estaba ahí, encerrada profundamente en su corazón. Todo lo que siempre había querido era
ser feliz, sólo él y yo.
Para mí, quería que aprendiera a ser feliz por sí solo. Incluso aunque caminaría a su
lado cada día en su corazón.
—Rune. —Urgí suavemente—. Por favor ven conmigo.
Rune miró a mi mano extendida, antes de ceder y apretar nuestras manos
fuertemente juntas. Incluso entonces contempló nuestras manos unidas con un poco de
dolor detrás de sus precavidos ojos.
Atrayendo esas manos a mis labios, besé la parte de atrás de su mano y las traje a mis
mejillas. Rune exhaló a través de su nariz. Finalmente, me empujó debajo de la protección
de su brazo. Envolviendo mi brazo alrededor de su cintura, le llevé a través de las puertas
dobles, revelando el espectáculo en el otro lado.
Fuimos recibidos por un vasto espacio abierto, imágenes famosas enmarcaban las
altas paredes. Rune se paró, y miré hacia arriba justo a tiempo para ver su sorprendida,
aunque desapasionada reacción al ver su sueño delante de él. Una exhibición de las
imágenes que había dado forma a nuestro tiempo.
Imágenes que habían cambiado el mundo.
Momentos perfectamente capturados en el tiempo.
El pecho de Rune se expandió lentamente mientras inhalaba profundamente,
después exhaló con una calma controlada. Miró hacia abajo a mí y abrió sus labios. Ningún
sonido salió. Ni una simple palabra formada.
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Acariciando su pecho con mi mano, por debajo de la cámara que colgaba de su
cuello, dije:
—Vi que esta exhibición estaba abierta la noche pasada y quería que la vieras. Estará
aquí durante todo el año, pero quería estar aquí contigo, en este momento. Yo… yo quería
compartir esto contigo.
Rune parpadeó, su expresión neutral. La única reacción que tuvo fue apretar su
mandíbula. No estaba segura de sí era una cosa buena o mala.
Saliendo de debajo de su brazo, entrelacé nuestros dedos sin apretar. Consultando la
guía, nos llevé a la primera imagen de la exhibición. Sonreí, viendo el marinero en el centro
de Times Square inclinando a la enfermera para besarla en los labios. “Ciudad de Nueva
York. 14 de agosto de 1945. V-J Day en Times Square por Alfred Eisenstaedt” leí. Y sentí la luz y
la excitación de la celebración a través de la imagen expuesta delante de mí. Sentí que
estaba allí, compartiendo ese momento con todos los que estuvieron allí.
Miré a Rune y le vi estudiando la imagen. Su expresión no había cambiado, pero vi su
mandíbula aflojarse mientras su cabeza se inclinaba un poco hacia un lado.
Sus dedos se movieron entre los míos.
Sonreí nuevo.
No era inmune. Y sin importar cuánto se resistiera, lo amaba. Lo podía sentir tan
fácilmente como podía sentir la nieve contra mi piel afuera. Le llevé a la siguiente imagen.
Mis ojos se abrieron mientras observaba la dramática vista. Los tanques yendo hacia
adelante en convoy, un hombre parado justo en su camino. Rápidamente leí la información,
mi corazón latiendo fuerte. “Tiananmen Square, Beijing. 5 de junio de 1989. Esta imagen captura la
protesta de un hombre para parar la supresión militar sobre las continuas protestas contra el gobierno
chino”.
Me acerqué más a la imagen. Tragué.
—Es triste —le dije a Rune. Y asintió.
Cada nueva imagen parecía evocar una emoción diferente. Mirando esos momentos
capturados entendí de verdad por qué Rune amaba tomar fotografías. Esta exhibición
demostraba cómo el capturar estas imágenes impactaban a la sociedad. Mostraban a la
humanidad en su mejor y peor momento.
Realzaban la vida en toda su desnudez y en su forma más pura.
Cuando paramos en la siguiente imagen, inmediatamente aparté la mirada, incapaz de
mirar bien. Un buitre esperando pacientemente, dando vueltas por encima de un niño
demacrado. Esta imagen inmediatamente me llenó de dolor.
Me moví para alejarme, pero Rune se acercó a la imagen. Mi cabeza se levantó y le
miré. Le vi estudiando cada parte de la imagen. Miré mientras sus ojos se encendían y sus
manos se apretaban a su lado.
Si pasión ha aparecido.
Por fin.
—Esta imagen es una de las fotografías más controversiales que se han hecho nunca
—me informó tranquilamente, todavía enfocado en la imagen—. El fotógrafo estaba
haciendo un reportaje sobre la hambruna en África. Mientras estaba haciendo fotos, vio al
niño caminando para pedir ayuda, y este buitre esperando encima, sintiendo la muerte. —
Tomó una respiración—. Esta fotografía enseñaba, en una imagen, la extensión de la
hambruna más que todos los reportajes escritos previos que había hecho. —Rune me
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miró—. Hizo que la gente se sentara y prestara atención. Les enseñaba, en toda su brutal
severidad, cuánto había crecido la hambruna. —Se volvió para señalar al niño, agazapado
en el suelo—. Por esta imagen, la ayuda creció, la prensa cubrió más los problemas de la
gente. —Tomó una profunda respiración—. Cambió su mundo.
No queriendo parar su momento, caminamos a la siguiente:
—¿Sabes de qué va ésta?
Con la mayoría de las fotografías, luchaba por mirarlas. La mayoría era de dolor, la
mayoría eran de sufrimiento. Pero para un fotógrafo, a pesar de que la visión era gráfica y
te rompía el corazón, tenían cierto tipo de gracia poética. Tenían un mensaje profundo y
sin fin, todo capturado en una sola imagen.
—Era una protesta, la guerra de Vietnam. Un monje budista se prendió fuego a sí
mismo. —La cabeza de Rune se agachó e inclinó a un lado, estudiando los ángulos—.
Nunca se acobardó. Tomó el dolor para hacer una declaración acerca de que la paz debía
ser conseguida. Realzaba la difícil situación y la futilidad de esa guerra.
Y el día siguió, Rune explicando casi cada imagen. Cuando alcanzamos la última
fotografía, era una imagen en blanco y negro de una mujer joven. Era antigua; su pelo y su
maquillaje parecían de los sesenta. Parecía tener alrededor de veinticinco en la imagen. Y
estaba sonriendo.
Me hizo sonreír también.
Miré a Rune. Se encogió de hombros, silenciosamente diciéndome que tampoco
conocía la imagen. El título sólo decía, “Esther”. Busqué en la guía por información, mis
ojos inmediatamente rebosando con agua cuando leí la inspiración. Cuando leí por qué esta
imagen estaba aquí.
—¿Qué? —preguntó Rune, sus ojos brillando con preocupación.
—Esther Rubenstein. La última mujer del patrón de esta exhibición. —Parpadeé y finalmente
conseguí terminar—: Murió a la edad de veintiséis, de cáncer. —Tragué la emoción en mi
garganta y me acerqué al retrato de Esther—. Puesto en esta exhibición por su esposo, el cual nunca
se volvió a casar. Hizo esta fotografía y la colgó en esta exhibición. Dice que, aunque esta
imagen nunca cambió el mundo, Esther cambió el suyo.
Lentas lágrimas caían por mis mejillas. El sentimiento era hermoso; el honor te
quitaba el aliento.
Secándome las lágrimas, miré de nuevo a Rune, quién se había alejado de la imagen.
Mi corazón se hundió. Me moví delante de él. Su cabeza hacia abajo. Aparté el pelo de su
cara. La torturada expresión que me recibió me rompió en dos.
—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó, con la garganta espesa.
—Porque esto es por lo que te amo. —Señalé alrededor de la habitación—. Rune,
ésta es tu NYU Tisch. Aquí es donde quieres estudiar. Quería ver lo que puedes llegar a
hacer algún día. Quería que vieras lo que el futuro aún te puede dar.
Sus ojos se cerraron. Cuando se abrieron, vio mi sofocado bostezo.
—Estás cansada.
—Estoy bien —discutí, queriendo hablar de esto ahora. Pero estaba cansada. No
estaba segura de poder hacer mucho más sin algo de descanso.
Rune pasó su mano a través de la mía y dijo:
—Vamos a descansar antes de esta noche.
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—Rune —intenté discutir, para hablar más sobre esto, pero él se giró y
tranquilamente dijo:
—Poppymin, por favor. No más. —Podía oír la tensión en su voz—. Nueva York era
nuestro sueño. No hay Nueva York sin ti. Así que por favor… —Su voz se apagó, después
susurró tristemente—: Para.
No queriendo verle tan roto, asentí. Rune besó mi frente. Este beso era suave. Era
para darme las gracias.
Dejamos la exhibición y Rune llamó a un taxi. En minutos estábamos de camino de
vuelta al hotel. Tan pronto como entramos en la habitación, Rune se estiró conmigo en sus
brazos.
No habló mientras me dormía. Me dormí con la imagen de Esther en mi mente,
preguntándome cómo su marido pudo recuperarse después de que ella volviera a casa.
Me pregunté si se había recuperado en absoluto.
—¿Poppymin?
La suave voz de Rune me llamó desde mi sueño. Parpadeé en la oscuridad de la
habitación, sólo para sentir el gentil dedo de Rune pasando por mi mejilla.
—Hola, bebé —dijo tranquilamente, cuando me giré para verle. Alargándome,
encendí la lámpara. Cuando la luz se encendió, me enfoqué en él.
Una sonrisa tiró de mis labios. Llevaba una apretada camiseta blanca debajo de una
chaqueta marrón. Sus tejanos negros apretados estaban en sus piernas, las familiares botas
negras de ante en sus pies. Tiré de las solapas de su chaqueta:
—Te ves muy inteligente, bebé.
Los labios de Rune se moldearon en una media sonrisa. Se inclinó hacia adelante y
tomó mi boca lentamente con la suya. Cuando se alejó, me di cuenta de que su pelo estaba
recién lavado y secado. Y a diferencia de cada día, hoy le había pasado el peine, los dorados
mechones se sentían sedosos entre mis dedos.
—¿Cómo te sientes? —preguntó. Estiré mis brazos y piernas.
—Un poco cansada y dolida por toda la caminata, pero estoy bien.
La frente de Rune se arrugó con preocupación:
—¿Estás segura? No tenemos que ir esta noche si no te sientes bien.
Moviéndome más adelante de mi cojín, me paré justo a un centímetro delante de la
cara de Rune y dije:
—Nada podría alejarme de esta noche. —Pasé mi mano por su suave chaqueta
marrón—. Especialmente contigo viéndote tan elegante. No tengo ni idea de lo que tienes
planeado, pero si ha hecho que te quites tu chaqueta de cuero, tiene que ser algo realmente
especial.
—Eso creo —replicó Rune después de una pausa avergonzada.
—Entonces estoy definitivamente bien —dije con confianza, dejando que me
ayudase a sentarme cuando esta simple tarea fue demasiado difícil.
Aún agachado, Rune buscó en mi cara.
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—Te amo, Poppymin.
—También te amo, cariño —repliqué. Mientras me levantaba, con la ayuda de Rune,
no pude evitar sonrojarme. Se estaba haciendo más guapo con cada día que pasaba, pero
viéndose de esta manera, hacía que mi corazón se pusiera al galope en mi pecho.
—¿Qué debería ponerme? —le pregunté a Rune. Me llevó a la sala de estar de la
suite. Una mujer estaba sentada en el centro de la habitación, instrumentos para el pelo y
maquillar desperdigados alrededor de ella.
Asombrada, miré hacia Rune. Nerviosamente apartó el pelo de su rostro.
—Tu tía lo organizó todo. —Se encogió de hombros—. Para que te vieras perfecta.
No es que no lo hagas de todos modos.
La señora en el cuarto ondeó la mano y tocó el asiento frente a ella. Rune llevó mi
mano a su boca y la besó.
—Ve, debemos irnos en una hora.
—¿Qué me pongo? —pregunté, sin aliento.
—Organizamos eso también. —Él me llevó al asiento y me senté en este,
brevemente deteniéndome para presentarme con la estilista.
Rune se fue a un sofá al otro lado del cuarto. Fui llenada con felicidad cuando sacó
su cámara de su bolso a un lado de la mesa. Lo observé llevar la cámara a su ojo mientras
Jayne, la estilista, comenzaban a trabajar en mi pelo. Y por los siguientes cuarenta minutos,
capturó esos momentos.
No podría haber estado más feliz si lo intentaba.
Jayne se inclinó, mirando mi cara, y, con un último toque de la brocha en mi mejilla,
se echó hacia atrás y sonrió.
—Ya estamos, chica. Todo listo. —Dio un paso hacia atrás y comenzó a empacar sus
cosas. Cuando hubo terminado, me besó en la mejilla—. Que tengas una buena noche,
señorita.
—Gracias —contesté y la acompañé a la puerta.
Cuando me di vuelta, Rune estaba de pie frente a mí. Levantó su mano a mi pelo
recién rizado.
—Poppymin —jadeó—. Te ves hermosa.
Agaché la cabeza.
—¿Sí?
Él levantó la cámara y presionó el botón. Bajándola de nuevo, asintió.
—Perfecta.
Rune buscó mi mano y me llevó hasta la habitación. Colgado de la puerta había un
vestido negro con cintura de corte imperio. Zapatos de tacón bajos estaban sobre la
alfombra de felpa acolchada.
—Rune —susurré mientras pasaba mi mano sobre la suave tela—. Es muy bonito.
Rune levantó el vestido y lo colocó sobre la cama.
—Vístete, cariño, luego debemos irnos.
Asentí, todavía sorprendida. Él salió de la habitación y cerró la puerta. En minutos
estuve vestida y deslicé mis pies en los tacones. Fui hacia el espejo del baño, y un jadeo
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atónito dejó mi boca cuando miré a la chica en el reflejo. Mi pelo estaba rizado y ni una
sola hebra estaba fuera de lugar. Mi maquillaje alardeaba con unos ojos ahumados, y, lo
mejor de todo, mis pendientes de infinito estaban brillando.
Un golpe sonó en la puerta de la habitación.
—¡Entra! —grité. No podía apartarme de mi reflejo.
Rune se puso detrás de mí, y mi corazón se derritió cuando vi su reacción en el
espejo… La mirada anonadada en su apuesto rostro.
Colocó sus manos en mis brazos. Inclinándose, una mano subió para echar mi pelo
hacia atrás mientras besaba el punto justo bajo mi oreja. Me sentí sin aire ante su toque,
ante sus ojos todavía fijos en los míos en el espejo.
Mi vestido negro se hundía ligeramente en la parte delantera, mostrando mi pecho y
cuello, tirantes anchos se extendían en el borde de mis hombros. Rune me besó bajando
por mi cuello, antes de mover su mano a mi barbilla y girar mi boca a la suya. Sus cálidos
labios se derritieron contra los míos y suspiré, de pura felicidad, contra su boca.
Rune estiró la mano hacia el tocador y levantó el lazo blanco en sus manos. Lo
deslizó en mi pelo. Mostrándome una tímida sonrisa, dijo:
—Ahora estás perfecta. Ahora eres mi Poppy.
Mi estómago dio un vuelco por la profundidad de su voz, entonces dio una vuelta
por completo cuando tomó mi mano y me llevó al cuarto. Abrigo para el vestido esperando
en el cuarto y, como un verdadero caballero, lo sostuvo y lo pasó sobre mis hombros.
Girándome para mirarlo, preguntó:
—¿Estás lista?
Asentí y le permití a Rune llevarme hacia el elevador y luego afuera. Una limosina
estaba esperando por nosotros, el chofer vestido elegantemente abrió la puerta para que
entráramos. Me giré hacia Rune para preguntarle cómo había arreglado todo, pero antes de
que siquiera pudiera, respondió:
—DeeDee.
El conductor cerró la puerta. Me aferré con fuerza a la mano de Rune mientras
entrabamos a las atestadas calles. Observé a Manhattan como un borrón pasar por la
ventana, entonces nos detuvimos.
Vi el edificio antes de que saliéramos de la limosina, mi corazón martilleó de
emoción. Giré mi cabeza hacia Rune, pero él ya se había bajado. Apareció en mi puerta,
abriéndola por mí y extendiendo su mano.
Salí a la calle y alcé la mirada hacia el gigante edificio frente a nosotros.
—Rune —susurré—. Carnegie Hall. —Mi mano se deslizó sobre mi boca.
Rune cerró la puerta y la limosina se alejó. Él me acercó más y dijo:
—Ven conmigo.
Mientras caminábamos a la entrada, traté de leer todas las señales para obtener alguna
indicación sobre la presentación. Pero sin importar qué tanto busqué, no pude descubrir
quién estaba tocando esta noche.
Rune empujó las grandes puertas, y un hombre nos saludó en el interior y apuntó el
camino a seguir. Rune me guió hasta que habíamos parado por el vestíbulo y entramos en
el auditorio principal. Si estaba sin aliento antes, no era nada comparado por como me sentí
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en ese momento, pararme en el auditorio había sido mi sueño desde que era una pequeña
niña.
Cuando observé el vasto e impresionante espacio, los balcones dorados, el acolchado
rojo de las sillas y las alfombras, fruncí el ceño, dándome cuenta que estaba completamente
vacío. No había audiencia. No había orquesta.
—¿Rune?
Rune se movía nerviosamente sobre sus pies y apuntó al escenario. Seguí su mano.
En el centro del gran escenario había una sola silla, y un chelo descansaba a un lado con su
arco encima.
Traté de imaginar lo que estaba viendo, pero no podía comprenderlo. Este era
Carnegie Hall. Una de las salas de conciertos más famosas de todo el mundo.
Sin una palabra, Rune me hizo caminar por el pasillo hacia el escenario,
deteniéndome en un juego de escaleras temporales. Me giré para mirarlo, y Rune me miró a
los ojos.
—Poppymin, si las cosas hubieran sido diferentes… —Tomó aire, pero se las arregló
para controlarse a sí mismo, lo suficiente para continuar—. Si las cosas hubieran sido
diferentes, habrías tocado aquí como una profesional algún día. Habrías tocado aquí como
parte de una orquesta, la orquesta de la has soñado ser parte. —Rune apretó mi mano—.
Habrías tocado el solo que siempre quisiste tocar en este escenario.
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Rune.
—Pero como eso no puede pasar, porque la vida es malditamente injusta… Todavía
quise que tuvieras esto. Que supieras qué se hubiera sentido este sueño. Quería que tuvieras
tu oportunidad bajo las luces del escenario. Una luz que, en mi opinión, te mereces, no sólo
como la persona que más amo en todo el mundo, sino como la mejor chelista. La música
más talentosa.
La comprensión se asentó. La magnitud de lo que él había hecho por mí comenzó a
aclararse, moviéndose lentamente hasta descansar sobre mi corazón expuesto. Sintiendo
mis ojos llenarse de agua, di un paso más cerca de Rune, extendiendo mis manos en su
pecho. Parpadeé hacia él, tratando de deshacerme de las lágrimas de mis ojos. Sin ser capaz
de contener mis emociones, intenté preguntar.
—¿Has… cómo… hiciste esto?
Rune me hizo avanzar y me hizo subir los escalones hasta que estuve en el escenario
que había sido mi mayor ambición en la vida. La mano de Rune apretó la mía de nuevo, en
lugar de hablar.
—Esta noche tienes el escenario, Poppymin. Lo siento, soy el único que va a ver tu
presentación, pero sólo quería que tuvieras este sueño cumplido. Quería que tocaras en este
escenario. Quería que tu música llenara este auditorio. Quería que tu legado quedara
impregnado en estas paredes.
Acercándose más a mí, Rune colocó sus manos sobre mis mejillas y limpió mis
lágrimas con las yemas de sus dedos. Presionando su frente contra la mía, susurró:
—Te mereces esto, Poppy. Deberías de tener más tiempo para ver este sueño hacerse
realidad, pero… pero…
Agarré mis manos alrededor de las muñecas de Rune mientras él luchaba por
terminar. Mis ojos se apretaron con fuerza, sacando las lágrimas restantes de mis ojos.
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—No —dije y levanté la muñeca de Rune para besar su pulso acelerado. Colocándola
sobre mi pecho, añadí—: Está bien, cariño. —Inhalé y una sonrisa llorosa se extendió en
mis labios. El aroma a madera llenaba mi nariz. Si cerraba mis ojos con suficiente fuerza, se
sentía como si pudiera escuchar el eco de todos los músicos que se habían subido a este
escenario de madera, el maestro de música que había adornado este escenario con pasión e
ingenio—. Estamos aquí ahora —terminé y di un paso lejos de Rune. Abriendo mis ojos,
parpadeé ante la visión del auditorio desde mi posición elevada. Lo imaginé lleno de
personas, todos vestidos para un concierto. Hombres y mujeres que amaban sentir la
música en sus corazones. Sonreí, viendo la imagen muy vivida en mi mente.
Cuando me giré de regreso al chico que había arreglado este momento para mí,
estuve sin palabra. No tenía palabras para expresar de manera correcta lo que este gesto
había hecho en mi alma. El regalo que Rune me había dado tan pura y dulcemente… mi
sueño más grande hecho realidad.
Así que no hablé. No podía.
En cambio, solté sus muñecas y caminé hacia el solitario asiento que esperaba por
mí. Pasé mi mano sobre el cuero negro, sintiendo la textura bajo las yemas de mis dedos.
Caminé hacia el chelo, el instrumento siempre se había sentido como una extensión de mi
cuerpo. Un instrumento que me llenaba con una alegría que uno nunca podía explicar hasta
que se hubiera experimentado de verdad. Una alegría que lo abarcaba todo y lo llevaba
como una forma más elevada de paz, tranquilidad, una serenidad; un delicado amor como
ningún otro.
Desabotonándome el abrigo, lo deslicé por mis brazos, sólo para que dos manos
familiares lo tomaran y lo deslizaran suavemente de mi piel. Miré hacia atrás a Rune, quien
en silencio dejó un beso sobre mi hombro desnudo, luego salió del escenario.
No vi donde se sentó, porque cuando salió del escenario, la luz directamente sobre el
asiento pasó de un tenue brillo a uno potente. Las luces de la sala fueron apagadas. Miré a
la silla brillantemente iluminada con una pesada mezcla de nerviosismo y excitación.
Un pie fue hacia adelante, los tacones de mis zapatos hicieron un eco que rebotó en
las paredes. El sonido estremeció mis huesos, incendiando mis huesos frágiles,
rejuveneciéndolos con vida.
Inclinándome, levanté el chelo y el sentir su cuello me hizo jadear. Sostuve el arco en
mi mano derecha, su delgada madera encajaba perfectamente en mis dedos.
Me senté, inclinando el chelo para mover la columna para mi altura perfecta.
Acomodando el chelo, el chelo más hermoso que había visto alguna vez, cerré mis ojos y
llevé mis manos a las cuerdas, tocando cada una para ver si estaba afinado.
Por supuesto, estaba perfecto.
Me moví al borde del asiento, plantando mis pies en el suelo de madera hasta que me
sentí lista y preparada.
Entonces me permití alzar la mirada. Incliné mi barbilla hacia la luz como si fuera el
sol. Inhalando profundamente, cerré mis ojos, luego conecté el arco con la cuerda.
Y toqué.
Las primeras notas del Preludio de Bach fluyeron de mi arco a la cuerda y hacia el
auditorio, avanzando hasta llenar el gran cuarto con los sonidos celestiales. Me moví
cuando la música se apoderó de mí en su abrazo, derramándose de mí, exponiendo mi alma
a todo el que quisiera escuchar.
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Y en mi cabeza el auditorio estaba lleno. Cada asiento estaba ocupado mientras los
aficionados me escuchaban tocar. Escuchaban la música que demandaban escuchar. Toqué
tales melodías que ningún ojo seco podría haber sido encontrado en la sala. Exudé tal
pasión que todos los corazones estarían llenos y los espíritus serían tocados.
Sonreí bajo el calor de la luz, la cual estaba calentando mis músculos y extinguiendo
su dolor. La pieza se acercó al final. Luego fui directamente a otra. Toqué y toqué hasta que
hubo pasado tanto tiempo que pude sentir mis dedos comenzar a doler.
Levanté el arco, un silencio enorme rodeaba el auditorio. Dejé que una lágrima cayera
mientras pensaba en qué tocar después. Lo que sabía que debía tocar a continuación. Lo
que debía tocar a continuación.
La única pieza de música que soñé que tocaría en este prestigioso lugar. La única
canción que mostraba mi alma como ninguna otra. La única pieza que tendría presencia
aquí mucho tiempo después de que me fuera. La que tocaría como despedida a mi pasión.
Después de escuchar su perfecto eco en este magnífico auditorio, no lo haría, no podría,
tocarla nunca más. No habría más chelo para mí.
Este tendría que ser el lugar donde dejara esta parte de mi corazón. Aquí es donde
diría adiós a la pasión que me había mantenido fuerte, que había sido mi salvación en los
momentos donde me sentía perdida y sola.
Aquí sería donde las notas serían dejadas para bailar en el aire por la eternidad.
Sentí un temblor en mis manos cuando me detuve antes de comenzar. Sentía
lágrimas fluyendo pesadas y rápido, pero no eran de tristeza. Eran por dos rápidos amigos,
la música y la vida que la creaba, diciéndole una a la otra que tenían que separarse, pero que
un día, algún día, estarían juntos de nuevo.
Contando interiormente, coloqué el arco sobre la cuerda y dejé que “The Swan” de
Carnival of Animals comenzara. Cuando mis manos ahora estables comenzaron a crear la
música que adoraba tanto, sentí un nudo llenar mi garganta. Cada nota era una oración
susurrada, y cada crescendo era un himno cantado en voz alta, al Dios que me dio este don.
Que me dio el don de tocar música y sentirla en mi alma.
Y estas notas eran mi agradecimiento al instrumento por permitir tocar su gloria con
tanta gracia.
Permitiéndome amarlo tanto que se convirtió en parte de lo que era, la misma tela de
mi ser.
Y finalmente, mientras los delicados compases de la pieza fluían tan suavemente en el
cuarto, indicación mi eterno agradecimiento al chico sentado en silencio en la oscuridad. El
chico tan entregado a la fotografía como yo a la música. Él era mi corazón. El corazón
entregado libremente a mí de niño. El corazón que lo hacia la mitad del mío propio. El
chico que, aunque roto por dentro, me amaba tan profundamente que me dio esta
despedida. Me dio, en el presente, el sueño que mi futuro jamás podría.
Mi alma gemela que capturaba estos momentos.
Mi mano tembló cuando la nota final sonó, mis lágrimas se extendían por la madera.
Sostuve mi mano en el aire, el final de la pieza suspendida hasta que el eco final de su nota
susurrada más alta voló hacia los cielos para tomar su lugar entre las estrellas.
Me detuve, dejando que la despedida se asentara.
Luego tan en silencio como fue posible, me puse de pie. Y sonriendo, imaginé a la
audiencia y su aplauso. Incliné mi cabeza y bajé el chelo al suelo del escenario, dejando el
arco sobre este justo como lo había encontrado.
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Incliné mi cabeza hacia atrás hacia el túnel de luz sobre mí una última vez, luego fui
hacia las sombras. Mis tacones crearon un tenue ritmo de tambor mientras dejaba el
escenario. Cuando llegué al último escalón, las luces de la sala se encendieron, dejando atrás
los resquicios de mi sueño.
Tomé aire profundamente mientras pasaba mi mirada sobre los asientos rojos vacíos,
luego miré de nuevo hacia el chelo todavía posicionado exactamente como estaba en el
escenario, esperando pacientemente por el próximo músico para ser bendecido con su
gracia.
Estaba hecho.
Rune lentamente se puso de pie. Mi estómago dio un vuelco cuando vi sus mejillas
enrojecidas por la emoción. Pero mi corazón latió un ritmo más que necesitado cuando vi
la expresión en su apuesto rostro.
Él me entendía. Entendía mi verdad.
Entendía que era la última vez que tocaría. Y podía ver, perfectamente claro como el
agua, la mezcla de tristeza y orgullo, en sus ojos.
Cuando llegó hasta mí, Rune no tocó las manchas de lágrimas en mis mejillas, así
como yo no toqué las suyas. Cerrando sus ojos, Rune tomó mi boca en un beso. Y en este
beso sentí la efusión de su amor. Sentí un amor, que a los diecisiete, fui bendecida al haber
recibido.
Un amor que no conocía límites.
La clase de amor que inspira música que dura a través de los años.
Un amor que debería ser sentido, querido y atesorado.
Cuando Rune se apartó y me miró a los ojos, supe que este beso sería escrito en un
pedazo de papel rosa en forma de corazón, con más devoción que ninguno de esos que
habían sido escritos antes.
Beso ochocientos noventa fue el beso que lo cambió todo. Un beso que demostró
que un chico de pelo largo de Noruega y una chica extraña del sur profundo podrían
encontrar un amor que rivalizara con los grandes.
Demostraba que el amor era simplemente la tenacidad con la que te aseguraban que
la otra mitad de tu corazón supiera que él, o ella, eran adorados de cada forma. En cada
minuto del día. El amor era ternura en la forma más pura.
Rune inhaló profundamente, luego susurró.
—No tengo palabras ahora mismo… En ninguno de mis idiomas.
Le ofrecí una débil sonrisa en respuesta. Porque yo tampoco tenía.
El silencio era la perfección. Era de lejos mucho mejor que las palabras.
Tomando la mano de Rune, lo llevé hacia el pasillo y fuera hacia el vestíbulo. La fría
brisa del viento de febrero en Nueva York fue un alivio bienvenido del calor del interior del
edificio. Nuestra limosina estaba esperando en la acera; Rune debió haber llamado al
conductor.
Nos deslizamos en el asiento trasero. El conductor salió al tráfico y Rune me atrajo a
su lado. Me dejé caer de buen agrado, respirando el aroma fresco de él en su chaqueta. Con
cada curva que el conductor tomó, el ritmo de mi corazón aumentó. Cuando llegamos al
hotel, tomé la mano de Rune y caminé al interior.
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Ni una sola palabra había sido pronunciada de camino aquí, ni un solo sonido fue
hecho mientras el elevador llegaba al piso de arriba. El sonido de la tarjeta abriendo la
cerradura electrónica se escuchó como un trueno en el silencioso pasillo. Abrí la puerta,
mis pasos repicaban en el piso de madera y caminé dentro hasta la sala de estar.
Sin detenerme, caminé hacia la puerta del dormitorio, solamente mirando hacia atrás
para asegurarme de que Rune me seguía. Él se paró en la puerta, mirándome salir. Nuestras
miradas chocaron, y necesitándolo más que el aire, lentamente levanté mi mano. Lo quería.
Lo necesitaba.
Tenía que amarlo.
Vi a Rune inhalar una respiración profunda, luego dio un paso hacia mí. Caminó con
cuidado a donde yo esperaba. Deslizó su mano en la mía, su toque enviando llamaradas de
luz y amor a través de mi cuerpo.
Los ojos de Rune estaban oscuros, casi negros, con las pupilas dilatadas tapando el
azul. Su necesidad era tan fuerte como la mía, su amor y confianza demostrados tan
completamente.
La calma fluyendo a través de mí como un río. Le permití entrar y conduje a Rune al
dormitorio y cerré la puerta. La atmósfera espesa alrededor de nosotros, los intensos y
evaluadores ojos de Rune observando cada uno de mis movimientos.
Sabiendo que tenía su completa atención, liberé su mano y di un paso atrás.
Levantando mis dedos temblorosos, empecé a desabrochar los botones grandes de mi
abrigo, nuestras miradas se encontraron nunca dudando mientras el abrigo se abría y
lentamente lo dejé caer al suelo.
La mandíbula de Rune se tensó mientras observaba, sus dedos abriéndose y
cerrándose a sus costados.
Me quité los zapatos, mis pies descalzos hundiéndose en la alfombra de felpa.
Tomando una fortificante respiración, di un paso a través de la alfombra hacia donde
Rune estaba de pie, esperando. Cuando me detuve delante de él, levanté los ojos, los
párpados pesados con la avalancha de sentimientos dentro de mí.
El amplio pecho de Rune subió y bajó, la apretada camiseta blanca debajo de su
chaqueta mostrando su tonificado pecho. Sintiendo una capa de rubor en mis mejillas, puse
suavemente mis manos sobre su pecho. Rune se quedó inmóvil cuando mis cálidas manos
lo tocaron. Luego, manteniendo mis ojos fijos en él, deslicé mis manos hasta sus hombros,
liberándolo de su chaqueta. La chaqueta cayó al piso, a sus pies.
Inhalé tres veces, luchando por controlar los nervios repentinamente corriendo a
través de mí. Rune no se movió. Permaneció completamente inmóvil, dejándome explorar;
pasé mi mano por encima de su estómago, a lo largo de su brazo y tomé su mano con la
mía. Levanté nuestras manos unidas hacia mi boca, y en un movimiento tan familiar para
ambos, besé nuestros dedos entrelazados.
—Así es como ellos deberían estar siempre —susurré, mirando a nuestros dedos
entrelazados.
Rune tragó y asintió en acuerdo silencioso.
Mis pies retrocedieron y retrocedieron otra vez. Conduciéndonos hacia la cama. El
edredón estaba retirado, desechado por el servicio de limpieza. Y cuanto más me acercaba a
esa cama, mis nervios se asentaron más y la paz se estableció dentro de mí. Porque esto
estaba bien. Nada, ni nadie, podía decirme que esto estaba mal.
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Haciendo una pausa antes del borde de la cama, Liberé nuestras manos. Impulsada
por el deseo, tomé el dobladillo de la camisa de Rune y lentamente la saqué por su cabeza.
Ayudándome, Rune arrojó la camiseta al piso, dejándolo de pie con el torso desnudo.
Rune dormía así todas las noches, pero había algo sobre la estática acumulada en la
atmósfera y la manera en que me había hecho sentir con la sorpresa de esta noche que hizo
esto diferente.
Era diferente.
Era conmovedor.
Pero éramos nosotros.
Levantando las manos, presioné mis palmas en su piel y pasé los dedos sobre los
picos y valles de sus abdominales. La piel de Rune sacudiéndose con mi atención, la
respiración dificultosa siseando a través de sus labios entreabiertos.
Mientras mis dedos exploraban su amplio pecho, me incliné hacia adelante y presioné
mis labios sobre su corazón. Este corría como las alas de un colibrí.
—Eres perfecto, Rune Kristiansen —susurré.
Los dedos de Rune se elevaron para acariciar mi pelo. Dirigió mi cabeza hacia arriba.
Mantuve mis ojos abajo hasta el último segundo, cuando finalmente levanté la mirada y me
encontré con su mirada azul cristalino. Sus ojos brillaban.
Los labios llenos de Rune se abrieron y susurró:
—Jeg elsker.
Él me amaba.
Asentí para demostrar que lo había escuchado. Pero mi voz había sido robada por el
momento. Por lo precioso de su toque. Retrocedí, los ojos de Rune siguiendo cada uno de
mis movimientos.
Lo quería.
Levantando la mano al tirante sobre mi hombro, armé de valor a mis nervios y la dejé
caer por mi brazo. La respiración de Rune entrecortada cuando liberé el otro tirante, el
vestido de seda agrupándose a mis pies. Forcé mis brazos a mis lados, la mayor parte de mi
cuerpo puesta al descubierto al chico que amaba más allá de cualquier otra cosa en el
mundo.
Estaba desnuda, mostrando las cicatrices que había obtenido en el transcurso de dos
años. Mostrándole todo de mí, la chica que él siempre había conocido y las cicatrices de la
batalla de mi lucha inquebrantable.
La mirada de Rune se redujo a correr por encima de mí. Pero no había ningún
disgusto en sus ojos. Sólo vi la pureza de su amor brillando a través de ellos. Sólo vi deseo
y necesidad y por encima de todo… Todo su corazón expuesto.
Solo para mis ojos.
Como siempre.
Rune se acercó más y más, hasta que su pecho caliente se presionó contra el mío.
Con un toque ligero como una pluma, apartó mi pelo detrás de mi oreja y luego llevó sus
dedos bajo mi cuello desnudo y sobre mi lado.
Mis ojos revolotearon por la sensación. Escalofríos recorrieron mi espalda. El olor
del aliento a menta de Rune llenó mi nariz mientras se inclinaba hacia adelante y arrastró
sus labios suaves a lo largo de mi cuello, salpicando delicados besos en mi piel expuesta.
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Me aferré a sus fuertes hombros, anclándome a mí misma al piso.
—Poppymin —susurró con voz ronca mientras su boca pasaba por mi oreja.
Inhalando profundamente, susurré:
—Hazme el amor, Rune.
Rune se quedó inmóvil por un momento y luego, moviéndose hasta que su rostro se
cernió por encima del mío, él brevemente captó mis ojos, antes de poner sus labios contra
los míos. Ese beso fue tan dulce como esta noche, tan suave como su toque. Este beso fue
diferente, era la promesa de lo que me esperaba, el compromiso de Rune de ser gentil... su
promesa de amarme como yo lo amaba.
Las fuertes manos de Rune yacían en mi nuca mientras su boca se movía lentamente
contra la mía. Luego, cuando estaba sin aliento, sus manos cayeron a mi cintura y con
cuidado me levantó sobre la cama.
Mi espalda golpeó el suave colchón y observé desde el centro de la cama que Rune se
despojaba del resto de su ropa, sin apartar sus ojos de los míos mientras se arrastraba en la
cama para acostarse a mi lado.
La intensidad en el hermoso rostro de Rune me derritió, provocando un estampido
de mi corazón con un ritmo entrecortado. Rodando sobre mi lado para enfrentarlo, pasé
mis dedos por su mejilla y le susurré:
—Yo también te amo.
Los ojos de Rune se cerraron como si necesitara escuchar esas palabras más que su
próxima respiración. Se movió por encima de mí, su boca tomando la mía. Mis manos
recorrieron su espalda firme y hacia arriba por su largo pelo. Las manos de Rune corrieron
por mi lado, luego me liberó del resto de ropa y las dejó caer en el suelo para unirse al
resto.
Estaba jadeando cuando Rune se elevó sobre mí. Sin aliento cuando él encontró mis
ojos y preguntó:
—¿Estás segura, Poppymin?
Incapaz de contener mi sonrisa, respondí:
—Más de lo que he estado de algo en mi vida.
Mis ojos revolotearon cerrados cuando Rune me besó de nuevo, mientras sus manos
exploraban mi cuerpo, todas las partes familiares. Y yo hice lo mismo. Con cada toque y
cada beso, mis nervios desaparecieron, hasta que fuimos Poppy y Rune, ahí no había un
principio para nosotros y ningún final.
El aire se volvió pesado y caliente cuanto más nos besamos y exploramos, hasta que
finalmente, Rune se movió por encima de mí. Ni una sola vez rompiendo el contacto, él
me llevó a los suyos de nuevo.
Mi cuerpo lleno de luz y vida cuando él nos hizo uno. Mi corazón se llenó con tanto
amor que me temía que no contendría toda la felicidad que se desbordaba.
Lo sostuve cuando regresamos nuevamente a tierra, sosteniéndolo fuertemente en
mis brazos. La cabeza de Rune estaba en el hueco de mi cuello, su piel brillante y cálida.
Mantuve mis ojos cerrados, poco dispuesta a romper con este momento. Este
momento perfecto. Finalmente, Rune levantó su cabeza. Viendo la expresión vulnerable en
su rostro, lo besé suavemente. Tan suavemente como él me había tomado. Tan suavemente
como él manejó mi frágil corazón.
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Sus brazos acunaron mi cabeza, manteniéndome segura. Cuando rompí el beso, me
encontré con su mirada amorosa y susurré:
—Beso número ochocientos veinte. Con mi Rune, en el día más increíble de mi vida.
Después de que hicimos el amor... Mi corazón casi estalló.
La respiración de Rune se enganchó en su garganta. Con un breve beso final, rodó a
mi lado y me envolvió en sus brazos.
Mis ojos se cerraron y me quedé dormida en un sueño ligero. Tan ligero que sentí a
Rune darme un beso en la cabeza y luego moverse de la cama. Cuando la puerta del
dormitorio se cerró, parpadeé en la oscura habitación, captando el sonido de la puerta de la
terraza deslizándose al abrir.
Empujé el edredón a un lado, me puse la bata que estaba colgando en la parte
posterior de la puerta y las zapatillas que puse cuidadosamente en el piso. Mientras
caminaba a través de la habitación, sonreí, todavía oliendo el aroma de Rune en mi piel.
Entré en la sala de estar, en dirección de la puerta exterior, pero inmediatamente me
detuve en mi camino. Porque a través de la amplia ventana pude ver a Rune en el piso,
sentado de rodillas. Derrumbándose.
Sentí como si mi corazón se partiera físicamente en dos cuando lo vi, en el frío de la
noche, vestido solo con sus vaqueros. Lágrimas se derramaban de sus ojos mientras su
espalda se sacudía con dolor en su tembloroso cuerpo.
Lágrimas nublaron mi visión mientras lo miraba fijamente. Mi Rune. Tan quebrado y
solo, mientras se sentaba en la nieve cayendo suavemente.
—Rune. Bebé —susurré para mí mientras me obligué a caminar hacia la puerta,
cuando mi mano giró la manija, le ordené a mi corazón prepararse para el dolor que
causaría esta escena.
Mis pies crujían sobre la fina y crujiente capa de nieve bajo mis pies. Rune parecía no
escuchar. Pero lo escuché. Escuché su respiración desenfrenada. Peor aún, escuché sus
sollozos. Escuché el dolor abrumarlo. Vi la forma en que se tambaleó hacia delante, con las
palmas plantadas en el suelo debajo de él.
Fallando en contener mi llanto, me precipité hacia adelante y envolví mis brazos
alrededor de él. Su piel desnuda congelada al tacto. Parecía no notar el frío, Rune se dejó
caer en mi regazo, su largo, ancho torso buscando la comodidad de mis brazos.
Y se rompió. Rune se desmoronó completamente: un mar de lágrimas corría por sus
mejillas, gruesas respiraciones esbozando bocanadas de humo blanco al chocar con el aire
helado.
Lo mecí hacia atrás y adelante, sosteniéndolo cerca.
—Shh. —Lo calmé, tratando seriamente de respirar a través de mi propio dolor. El
dolor de ver al chico que amaba desmoronarse. El dolor de saber que yo tenía que fallecer
pronto, sin embargo, queriendo resistirme al llamado a casa con todo mi corazón.
Había llegado a un acuerdo con mi deteriorada vida. Ahora quería luchar para seguir
con Rune, por Rune, aun sabiendo que era inútil.
Yo no estaba en control de mi destino.
—Rune —susurré, mis lágrimas perdiéndose en los largos mechones de su pelo en
mi regazo.
Rune levantó la mirada, su expresión devastada, y preguntó con voz ronca:
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—¿Por qué? ¿Por qué tengo que perderte? —Él sacudió su cabeza, su rostro
desencajado por el dolor—. Porque no puedo, Poppymin. No puedo verte marchar. No
puedo soportar la idea de no tenerte así por el resto de nuestras vidas. —Ahogó un sollozo,
pero logró decir—: ¿Cómo puede un amor como el nuestro romperse? ¿Cómo puedes ser
llevada tan joven?
—No lo sé, bebé —susurré, mirando a lo lejos, en un esfuerzo por controlarme. Las
luces de Nueva York brillaban en mi línea de visión. Ahuyenté el dolor que vino de
hacerme esas preguntas—. Solo es, Rune —dije con tristeza—. No hay ninguna razón por
la que sea yo. ¿Por qué no yo? Nadie se merece esto, pero tengo que... —Mi voz se apagó,
pero me las arreglé para añadir—: Tengo que confiar en que hay una razón más grande o yo
me desmoronaría por el dolor de dejar todo atrás. —Aspiré una bocanada de aire y dije—:
Por dejarte, sobre todo después de hoy. Especialmente después de hacer el amor contigo
esta noche.
Rune se quedó mirando a mis ojos llenos de lágrimas. Recuperando algo de
compostura, se puso de pie y me levantó en sus brazos. Me alegré, porque me sentía
demasiado débil para moverme. No estaba segura que podría haberme levantado del piso
frío y húmedo, si lo hubiera intentado.
Enlazando mis brazos alrededor del cuello de Rune, apoyé mi cabeza en su pecho y
cerré los ojos mientras me llevaba hacia el interior y de nuevo a la habitación. Empujando
el edredón hacia atrás, me colocó debajo, siguiéndome detrás y envolviendo sus brazos
alrededor de mi cintura mientras nos enfrentamos el uno al otro en mi almohada.
Los ojos de Rune estaban rojos, su largo pelo estaba húmedo de la nieve y su piel
estaba manchada con la profundidad de su tristeza. Levantando mi mano, la pasé por su
rostro. Su piel estaba helada.
Rune giró su rostro en mi palma.
—La última noche en ese escenario, sabía que estabas diciendo adiós. Y yo... —Su
voz se atascó, pero tosió y terminó—. Lo hizo todo tan real. —Sus ojos brillando con
nuevas lágrimas—. Me hizo comprender, que esto realmente estaba sucediendo. —Rune
sostuvo mi mano y la llevó a su pecho. La apretó con fuerza—. Y no puedo respirar. No
puedo respirar cuando trato de imaginar la vida sin ti. Lo intenté una vez, y no salió bien.
Pero... pero al menos estabas viva, por ahí, en alguna parte. Pronto… pronto… —Él cortó
sus palabras mientras las lágrimas caían. Volteó su cabeza de mi mirada.
Agarré su mejilla en retirada. Rune parpadeó.
—¿Tienes miedo, Poppymin? Porque yo estoy aterrado. Estoy aterrado de lo que será
mi vida de mierda sin ti.
Hice una pausa. Pensando realmente en su pregunta. Y me permití sentir la verdad.
Me dejé ser honesta.
—Rune, no tengo miedo de morir. —Agaché mi cabeza, y el dolor que no había
aceptado antes repentinamente llenó cada una de mis células. Dejé caer mi cabeza hacia la
suya y susurré—: Pero desde que te tengo otra vez, desde que mi corazón recuperó su
latido, a ti, he estado sintiendo todo tipo de cosas que no había sentido antes. Rezo por
más tiempo, para poder vivir más días en tus brazos. Rezo por más minutos para que
puedas regalarme más besos. —Arrastrando una necesaria respiración, añadí—: Pero lo
peor de todo, es que estoy empezando a sentir miedo.
Rune se acercó un poco más, apretando su brazo alrededor de mi cintura. Levanté mi
temblorosa mano a su rostro.
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—Siento miedo por dejarte. No tengo miedo de morir, Rune. Pero estoy aterrada de
ir a cualquier lugar nuevo sin ti. —Los ojos de Rune cerrados y siseando a través del
dolor—. No me reconozco sin ti —dije en voz baja—. Incluso cuando estabas en Oslo,
imaginaba tu rostro, recordaba cómo se sentía tu mano sosteniendo la mía. Tocaba tus
canciones favoritas y leía los besos en mi frasco. Justo como mi abuelita me dijo. Y cerraba
los ojos y sentía tus labios sobre los míos. —Me permití sonreír—. Recordaba la noche en
que por primera vez hicimos el amor y el sentimiento en mi corazón en ese momento…
realizada... en paz.
Sorbí y rápidamente limpié mis mejillas húmedas.
—A pesar de que no estabas conmigo, estabas en mi corazón. Y eso fue suficiente
para sostenerme, a pesar de que yo no estaba contenta. —Besé la boca de Rune,
simplemente para saborear su gusto—. Pero ahora, después de este tiempo juntos de
nuevo, me ha vuelto temerosa. Porque, ¿quiénes somos el uno sin el otro?
—Poppy —dijo Rune con voz áspera.
Mis lágrimas cayeron con desenfreno temerario y grité:
—Te he lastimado por amarte tanto. Y ahora tengo que continuar una aventura sin ti.
Y no puedo soportar cuánto te duele. No puedo dejarte tan solo y sufriendo.
Rune me atrajo hacia su pecho. Yo lloré. Él lloró. Compartimos nuestros temores de
pérdida y amor. Mis dedos se apoyaron sobre su espalda y me consoló con su calor.
Cuando nuestras lágrimas habían disminuido, Rune suavemente me empujó hacia
atrás y buscó mi rostro.
—Poppy —dijo con voz ronca y preguntó—: ¿Cómo se ve el cielo para ti?
Pude ver en su rostro que desesperadamente quería saber. Reuniendo mi
compostura, declaré:
—Un sueño.
—Un sueño —repitió, y vi su labio levantarse en la esquina.
—Una vez leí que cuando sueñas cada noche, es en realidad una visita a casa. Casa,
Rune. Cielo. —Empecé a sentir el calor que esa visión llevó a mis pies. Y comenzó a viajar
por todo mi cuerpo—. Mi cielo será, tú y yo en la arboleda. Como siempre. Eternamente
diecisiete.
Tomé un mechón de pelo de Rune entre mis dedos, estudiando el color dorado.
—¿Has tenido alguna vez un sueño tan vívido, que cuando despiertas crees que es
real? ¿Se siente como verdadero?
—Ja —dijo Rune calmadamente.
—Es porque lo fue, Rune, en cierto sentido. Así que, por la noche, cuando cierres
tus ojos, voy a estar allí, encontrándonos en nuestra arboleda.
Acercándome un poco más, añadí:
—Y luego, cuando sea el momento para que vengas a casa también, voy a ser yo
quien te reciba. Y no habrá ninguna preocupación, miedo o dolor. Sólo amor. —Suspiré
felizmente—. Imagínate eso, Rune. Un lugar donde no hay dolor o daño. —Cerré mis ojos
y sonreí—. Cuando lo pienso de esa manera, no estoy tan asustada.
Los labios de Rune rozaron los míos.
—Suena perfecto —dijo, su acento marcado, la voz rasposa—. Quiero que tengas
eso, Poppymin.
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Mis ojos revolotearon abiertos y vi la verdad y la aceptación en el hermoso rostro de
Rune.
—Va a ser así, Rune —le dije, con firme certeza—. Nosotros no vamos a terminar.
Nunca lo haremos.
Rune me hizo rodar hasta que estaba echada en su pecho. Cerré mis ojos, arrullada
por el ritmo hipnótico de la profunda respiración de Rune. Cuando estaba a punto de
quedar dormida, Rune preguntó:
—¿Poppymin?
—¿Sí?
—¿Qué quieres hacer el tiempo que queda?
Pensé en su pregunta, pero solo algunas cosas vinieron a mi mente.
—Quiero ver los cerezos florecer por última vez. —Sonreí contra el pecho de
Rune—. Quiero bailar en la fiesta de graduación contigo —eché la cabeza hacia arriba y lo
atrapé sonriéndome—, contigo en esmoquin y tu pelo peinado hacia atrás. —Rune sacudió
su cabeza divertido al escuchar eso.
Suspirando por la pacífica felicidad que nosotros habíamos encontrado ahora, dije:
—Quiero ver un amanecer perfecto al final. —Enderezándome, me encontré con los
ojos de Rune y terminé—: Pero más que nada, quiero regresar a casa con tus besos sobre
mis labios. Quiero pasar a la siguiente vida todavía sintiendo tus cálidos labios sobre los
míos.
Recostándome de nuevo sobre el pecho de Rune, cerré los ojos y susurré:
—Estoy rezando mucho por eso. Durar lo suficiente para lograr esas cosas.
—Son perfectas, nena —susurró Rune, acariciando mi pelo. Y así es como me quedé
dormida, bajo la protección de Rune.
Soñando que vería todos mis deseos cumplidos.
Feliz.
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Nubes Oscuras y Cielos Azules
Me quedé al lado de Poppy mientras era llevada a una sala de oncología. Mi corazón
latía tan rápido como los médicos y las enfermeras se movían… como un borrón, una masa
de actividad.
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Luché contra el bulto oprimiendo mi garganta. Mantuve en entumecimiento en mi
interior a raya. Poppy fue ingresada y pinchada… sangre, temperatura, demasiadas cosas
para contar. Y mi nena peleó. A medida que su pecho se volvía errático con su incapacidad
para respirar adecuadamente, se quedó en calma. Cuando la inconsciencia trató de tomarla,
obligó a sus ojos a permanecer abiertos... obligó a sus ojos a permanecer fijos en los míos,
pronunciando mi nombre cada vez que casi se deslizaba lejos.
Me mantuve fuerte para Poppy. No la dejaría verme caer.
Necesitaba que fuera fuerte.
La señora Litchfield estaba a mi lado, tomando mi mano. El señor Litchfield entró
corriendo, maletín en mano, con la corbata desaliñada.
—Ivy —dijo con voz apresurada—, ¿qué pasó?
La señora Litchfield dejó las lágrimas bajar por sus mejillas y tomó la mano de su
marido.
—Colapsó sobre Rune de camino a casa desde la escuela. Los médicos creen que se
trata de una infección. Su sistema inmunológico está tan bajo que no puede luchar contra
ella.
El señor Litchfield me miró, mientras la señora Litchfield añadía:
—Rune cargó a Poppy en sus brazos todo el camino a casa. Corrió y llamó a una
ambulancia. La salvó, James. Rune salvó a nuestra chica.
Tragué al oír las palabras de la señora Litchfield. El señor Litchfield asintió, asumí
que en agradecimiento, y luego corrió hacia su hija. Lo vi apretar su mano, pero los
médicos lo quitaron rápidamente del camino.
Pasaron cinco minutos antes de que un médico nos hablara. Se quedó quieto, con el
rostro en blanco.
—Señor y señora Litchfield, el cuerpo de Poppy está tratando de luchar contra una
infección. Como saben, su sistema inmunológico está gravemente comprometido.
—¿Es esto? —apuntó la señora Litchfield, con la garganta tensa por el dolor.
Las palabras del médico se filtraron en mi cerebro. Volví la cabeza lejos de él
mientras sentía un par de ojos mirándome.
Los médicos habían despejado un espacio y, a través de éste, vi el lindo rostro de
Poppy cubierto por una máscara, con vías intravenosas en sus brazos. Pero sus ojos verdes,
esos ojos verdes que adoraba, estaban sobre mí. Su mano colgaba hacia un lado.
—Haremos todo lo que podamos. Le daremos un momento antes de dormirla.
Oí decir al médico que la pondrían en coma inducido para ayudarla a tratar de
combatir la infección. Y que teníamos que verla antes de que lo hicieran. Pero mis pies ya
se estaban moviendo. Su mano se extendió hacia mí.
Tan pronto como tomé la mano de Poppy, vi sus ojos en busca de los míos y negó
débilmente. Cerré brevemente los ojos, pero cuando los abrí, no pude detener la lágrima
que escapó por mi mejilla. Poppy hizo un ruido debajo de su máscara de oxígeno y no tuve
que quitársela para saber lo que había dicho. No me iba a dejar todavía. Podía ver la
promesa en sus ojos.
—Rune, hijo —dijo el señor Litchfield—. ¿Podemos tener un momento con Poppy,
besarla y hablar con ella un poco?
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Asentí e iba a moverme a un lado, cuando Poppy hizo un sonido y negó de nuevo.
Me apretó la mano otra vez. Porque no quería que me fuera.
Inclinándome hacia adelante, presioné un beso en su cabeza, sintiendo su calor en los
labios, inhalando su dulce aroma.
—Voy a estar justo allí, Poppymin. No te dejaré, lo prometo.
Los ojos de Poppy me buscaron cuando me alejé. Vi como el señor y la señora
Litchfield hablaban en voz baja con su hija, besándola y tomándola de la mano.
Me apoyé en la pared de la pequeña habitación, apretando los puños mientras
luchaba por mantener control sobre mí. Tenía que ser fuerte para ella. Odiaba las lágrimas.
Odiaba ser una carga para su familia con todo esto.
No me vería rompiéndome.
La señora Litchfield desapareció de la habitación. Cuando volvió, Ida y Savannah la
seguían. Tuve que alejarme cuando vi el dolor en los ojos de Poppy. Adoraba a sus
hermanas, no le gustaba que la vieran así.
—Poppy —gritó Ida y corrió a su lado. La débil mano de Poppy se movió por el
rostro de su hermana menor. Ida besó a Poppy en la mejilla y luego dio un paso atrás a los
brazos de la señora Litchfield. Savannah fue la siguiente.
Savannah se derrumbó al ver a su hermana, su heroína, de esa manera. Poppy le
tomó la mano y Savannah susurró:
—Te quiero, PopPops. Por favor... no te vayas, por favor, todavía no.
Poppy negó, luego me miró, con su mano luchando para moverse en mi dirección.
Me acerqué, sintiendo que cada paso era un kilómetro. Dentro de mí había una tormenta
de oscuridad, pero tan pronto como mi mano se deslizó en la de ella, la tormenta se calmó.
Poppy parpadeó hacia mí, sus largas pestañas oscuras agitándose en sus mejillas. Sentado
en el borde de la cama, me incliné y le aparté el pelo del rostro.
—Hei, Poppymin —dije en voz baja, con toda la fuerza que pude reunir. Los ojos de
Poppy se cerraron al oír mis palabras. Sabía que bajo la máscara estaba sonriendo. Cuando
sus ojos se fijaron en los míos, dije—: Tienen que dormirte durante un tiempo para
ayudarte a luchar contra esta infección. —Poppy asintió comprendiendo—. Tendrás la
oportunidad de soñar, nena —dije, y me sonrió—. Ve a visitar a tu abuela un tiempo,
mientras reúnes la fuerza para volver a mí. —Poppy suspiró, una lágrima escapó de sus
ojos—. Tenemos cosas que quieres hacer antes de ir a casa, ¿recuerdas?
Poppy asintió ligeramente y besé su mejilla. Cuando me retiré, susurré:
—Duerme, nena. Me quedaré aquí, esperando a que vuelvas a mí.
Acaricié el pelo de Poppy hasta que sus ojos se cerraron y supe que había aceptado
dormir.
El médico entró un momento más tarde.
—Si esperan en la sala de estar, les daré una actualización cuando la tengamos
instalada.
Oí a su familia saliendo, pero mientras miraba su mano en la mía, no quise soltarla.
Una mano se posó en mi hombro y levanté la vista para encontrar al médico mirándome.
—Cuidaremos de ella, hijo, lo prometo.
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Poniendo un beso final en su mano, me obligué a soltarla y a salir de la habitación.
Cuando las puertas se cerraron detrás de mí, miré hacia arriba para ver la sala de estar
opuesta. Pero no podía entrar. Necesitaba aire. Necesitaba…
Corrí hacia el pequeño jardín en la parte final del pasillo y salí por la puerta. El viento
cálido sopló sobre mi rostro y, al ver que estaba solo, me tambaleé hacia el banco en el
centro del jardín. Dejándome caer en el asiento, dejando que la tristeza se apoderara de mí.
Mi cabeza cayó hacia adelante y en mis manos. Las lágrimas bajaron por mi rostro.
Oí el sonido de la puerta abriéndose. Al levantar la vista, mi pappa merodeaba cerca de la
puerta.
Esperé a que la cólera de costumbre me llenara cuando vi su rostro. Pero debió haber
estado enterrada bajo una masa de dolor. Mi pappa no dijo nada. En cambio, se adelantó y
se sentó a mi lado. No hizo ningún movimiento para consolarme. Sabía que no le daría la
bienvenida a su toque. En su lugar, sólo se sentó allí mientras me venía abajo.
Una parte de mí se alegró. Nunca se lo diría. Pero, aunque no lo admitiera, no quería
estar solo.
No estoy seguro de cuánto tiempo pasó, pero al final me enderecé y aparté el pelo de
mi rostro y me lo limpié con la mano.
—Rune, ella…
—Estará bien —dije, cortando todo lo que estaba tratando de decir. Miré hacia abajo
la mano de mi pappa en su rodilla, abriéndose y cerrándose como si estuviera debatiendo la
posibilidad de extender la mano y tocarme.
Mi mandíbula se tensó. No quería eso.
El tiempo con Poppy se estaba acabando y era su culpa que sólo hubiera tenido... El
pensamiento se desvaneció. No sabía cuánto tiempo tenía con mi chica.
Antes de que mi pappa pudiera hacer algo, la puerta se abrió de nuevo y, esta vez, el
señor Litchfield salió. Mi pappa se puso de pie y le dio la mano.
—Lo siento, James —dijo mi padre.
El señor Litchfield le dio una palmada en el hombro y luego preguntó:
—¿Te importa si hablo con Rune un momento?
Me puse rígido, todos los músculos en mí preparándose para su ira. Mi pappa miró
hacia mí, pero asintió.
—Los dejaré solos.
Pappa dejó el jardín y el señor Litchfield se dirigió lentamente a donde estaba
sentado, y luego se sentó en el banco junto a mí. Contuve la respiración, esperando que
hablara. Cuando no lo hizo, dije:
—No voy a dejarla. Ni siquiera me pida que la deje porque no iré a ninguna parte.
Sabía que sonaba enojado y agresivo, pero mi corazón latía contra mis costillas ante
la idea de que me dijera que me fuera. Si no estaba con Poppy, no tenía a dónde ir.
El señor Litchfield se tensó, luego preguntó:
—¿Por qué?
Sorprendido por su pregunta, me volví hacia él y traté de leer su rostro. Me miraba
tenso. Realmente quería saber. Sin romper su mirada, le dije:
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—Porque la amo. La amo más que a nada en el mundo. —Mi voz salió a través de mi
garganta oprimida. Inhalando profundamente, me las arreglé para decir—: Le hice la
promesa de que nunca iba a alejarme de su lado. E incluso si ese no fuera el caso, no podría
irme. Mi corazón, alma, todo, está conectado a Poppy. —Mis manos estaban en puños a
los lados—. No puedo dejarla ahora, no cuando más me necesita. Y no voy a dejarla hasta
que ella así lo quiera.
El señor Litchfield suspiró y se pasó la mano por el rostro. Se sentó en el banco.
—Cuando volviste a Blosson Grove, Rune, te di un vistazo y no pude creer lo que
habías cambiado. Me sentí decepcionado —admitió. Sentí que mi pecho se apretaba con
ese golpe. Negó—: Vi el tabaquismo, la actitud, y asumí que no tenías ningún parecido con
el chico que habías sido antes. El que amaba tanto a mi hija como ella lo amaba a él. El
chico que, habría apostado mi vida, caminaría a través de fuego por mi niña.
»Pero lo que eres ahora, nunca habría esperado que la amaras de la manera en que
merece. —La voz del señor Litchfield se volvió ronca por el dolor. Se aclaró la garganta y
dijo—: He luchado contra ti. Cuando vi cómo los dos conectaban de nuevo, traté de
advertírselo. Pero ustedes dos siempre han sido como los imanes, unidos por una fuerza
desconocida. —Resopló una risa—. La abuela de Poppy dijo que estaban juntos por un
mayor significado. Uno que nunca sabría hasta que se presentara. Dijo que los grandes
amores siempre están destinados a estar juntos por alguna buena razón. —Se detuvo y se
volvió hacia mí, declarando—: Y ahora lo sé.
Lo miré directamente a los ojos. La firme mano del señor Litchfield se posó en mi
hombro.
—Estaban destinados a estar juntos, así podrías ser su luz de guía a través de todo
esto. Fuiste creado perfectamente para ella, para hacer este tiempo especial para mi niña.
Para asegurarte de que los días que le quedaran estuvieran llenos de cosas que su mamá y
yo nunca podríamos haberle dado.
El dolor me desgarró y cerré los ojos. Cuando los abrí de nuevo, el señor Litchfield
dejó caer la mano, pero me hizo mirarlo aún.
—Rune, estaba en contra de ti. Pero pude ver lo mucho que ella te amaba.
Simplemente estaba asegurándome de que la amaras también.
—Sí —dije con voz ronca—. Nunca dejé de hacerlo.
Asintió.
—No lo supe hasta ese viaje a Nueva York. No quería que se fuera. —Inhaló y
dijo—: Pero cuando regresó me di cuenta que había una nueva paz en su interior.
Entonces, me dijo lo que hiciste por ella. ¿Carnegie Hall? —Negó—. Le diste a mi chica su
sueño más grande, por la única razón de que querías que lo consiguiera. Para hacerla feliz...
porque la amabas.
—Ella me da más —repliqué y agaché la cabeza—. Sólo estar con ella, me da eso por
diez.
—Rune, si Poppy sale de esto…
—Cuando —lo interrumpí—. Cuando salga de esto.
Levanté la cabeza para ver al Señor Litchfield mirándome.
—Cuando lo haga —dijo con un suspiro de esperanza—. No me interpondré en tu
camino. —Se inclinó hacia delante para apoyar su rostro en sus manos—. Ella nunca fue
igual después de que te fuiste, Rune. Sé que luchaste al no tenerla en tu vida. Y tendría que
ser un tonto para no ver que culpas a tu papá por todo eso. Deja de hacerlo. A veces la vida
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no pasa de la forma esperada. No esperaba perder a mi hija antes de morir. Pero Poppy me
ha enseñado que no puedo estar enojado. Porque, hijo —dijo y me miró—, si Poppy no
está enfadada por tener una vida corta, ¿cómo nos atrevemos cualquiera de nosotros a estar
enojados por eso?
Lo miré también, en silencio. Mi corazón latió más rápido con sus palabras.
Imágenes de Poppy girando en la arboleda llenaron mi mente, su sonrisa amplia mientras
respiraba el aire perfumado. Vi la misma sonrisa al recordar su baile en el agua poco
profunda en la playa, con las manos en el aire mientras el sol besaba su rostro.
Poppy estaba contenta. Incluso con ese diagnóstico, incluso con todo el dolor y la
decepción de su tratamiento, estaba feliz.
—Me alegro de que volvieras, hijo. Estás haciendo los últimos días de Poppy, en sus
palabras, “tan especiales como especiales pueden ser”.
El señor Litchfield se puso de pie. En un movimiento que sólo había visto en su hija
Poppy, inclinó el rostro hacia el sol poniente y cerró los ojos.
Cuando bajó la cabeza, se dirigió hacia la puerta, mirando hacia atrás para decir:
—Eres bienvenido aquí tanto como gustes, Rune. Creo que contigo a su lado, Poppy
saldrá de esto. Va a salir de esto sólo para poder pasar unos días extra contigo. Vi esa
mirada en sus ojos cuando se acostó sobre la cama; no irá a ninguna parte todavía. Sabes
tan bien como yo, que si está decidida a algo, entonces lo atravesará.
Mis labios se levantaron en una pequeña sonrisa. El señor Litchfield me dejó solo en
el jardín. Metiendo la mano en los bolsillos, saqué mis cigarrillos. Mientras llevaba el
encendedor al final, me detuve. Mientras la sonrisa de Poppy llenaba mi cabeza, su
desaprobación arrugando su nariz cada vez que fumaba, me hizo sacar el cigarrillo de la
boca y tirarlo al suelo.
—Basta —dije en voz alta—. No más.
Tomando una larga bocanada de aire fresco, me puse de pie y fui hacia el interior. Al
entrar en la sala para la familia, la de Poppy estaba sentada en un lado y, en el otro, mi
mamma, pappa y Alton. Tan pronto como mi hermanito me vio, levantó la cabeza y me
saludó.
Haciendo lo que Poppy hubiera querido que hiciera, me senté a su lado.
—Hei, amigo —dije, y casi me derrumbé cuando se subió a mi regazo y me rodeó el
cuello con los brazos.
Sentí la espalda de Alton agitarse. Cuando movió la cabeza hacia atrás, sus mejillas
estaban mojadas.
—¿Poppymin está enferma?
Aclarando mi garganta, asentí. Su labio inferior tembló.
—Pero la amas —susurró, rompiendo mi corazón en el proceso. Asentí de nuevo y
puso su cabeza en mi pecho—. No quiero que Poppymin vaya a ninguna parte. Hizo que me
hablaras. Hizo que fueras mi mejor amigo. —Sorbió—. No quiero que te enfades de
nuevo.
Sentí cada una de sus palabras como una daga en mi pecho. Pero esas dagas
solamente dejaban pasar la luz cuando pensaba en cómo Poppy me había guiado a Alton.
Pensé en lo decepcionada que estaría si no le hiciera caso ahora.
Sosteniendo a Alton más cerca, dije en voz baja:
—No te ignoraré de nuevo, amigo. Lo prometo.
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Alton levantó la cabeza y se secó los ojos. Cuando se movió el pelo hacia atrás, no
pude evitar sonreír. Alton sonrió en respuesta y me abrazó con más fuerza. No me soltó
hasta que el médico entró en la habitación. Nos dijo que podíamos ir a verla dos a la vez.
El señor y la señora Litchfield entraron primero y luego fue mi turno. Abrí la puerta
y me congelé en seco.
Poppy yacía en una cama en medio de la habitación. Las máquinas estaban
conectadas a su alrededor. Mi corazón se rompió. Se veía tan rota acostada allí, tan callada.
Sin la risa o sonrisa en su rostro.
Caminé hacia delante y me senté en la silla junto a la cama. Sosteniendo su mano, la
llevé a mis labios y presioné un beso.
No podía soportar el silencio. Así que empecé a contarle a Poppy la primera vez que
la había besado. Le hablé de cada beso que podía recordar desde que teníamos ocho, de
cómo me hizo sentir, sabiendo que si me podía oír, le encantaría cada palabra de lo que
tenía que decirle.
Volviendo a vivir cada beso que le era tan preciado.
Los novecientos dos que habíamos tenido hasta ahora.
Y el noventa y ocho que queríamos guardar todavía.
Cuando se despertara.
Porque lo haría.
Teníamos una promesa que completar.
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Flores florecieron y La paz fue
restaurada
ola, Rune.
Levanté la vista del papel que estaba escribiendo para ver a Jorie en la
puerta del cuarto de Poppy. Judson, Deacon y Ruby estaban de pie detrás
de ella en el pasillo. Asentí con mi barbilla en su dirección y todos ellos entraron.
Poppy todavía estaba en su cama, todavía en estado de coma. Al cabo de unos días,
los médicos habían dicho que lo peor de la infección había pasado, y a otros visitantes se
les había permitido entrar.
Mi Poppy lo había hecho. Del mismo modo que lo había prometido, había luchado
para evitar que la infección la llevara hacia abajo. Sabía que lo haría. Ella había sostenido
mi mano cuando había hecho esa promesa. Había encontrado mis ojos.
Era como si ya estuviera hecho.
Los doctores planeaban traerle despacio de su coma a lo largo de los próximos días.
Iban a disminuir gradualmente la dosis de anestésico, comenzando esta tarde. Y no podía
esperar. Esta semana había parecido una eternidad sin ella, todo se sintió incorrecto y fuera
de lugar. Tanto había cambiado en mi mundo por su pasado, aunque por el contrario, nada
en el exterior realmente había cambiado.
El único cambio real era que toda la escuela sabía ahora que Poppy no tenía mucho
tiempo. Por lo que había escuchado fue todo como era de esperarse, una conmoción; todo
el mundo estaba triste. Habíamos estado en la escuela con la mayoría de estas personas
desde el jardín de niños. Aunque no conocían a Poppy como nuestro pequeño grupo de
amigos lo hacía todavía había sacudido la ciudad. Personas de su iglesia se habían reunido
para rezar por ella. Para demostrar su amor. Sabía que si Poppy supiera de esto calentaría
su corazón.
Los médicos no estaban seguros de lo fuerte que sería cuando despertara. Eran
reacios a estimar el tiempo que le quedaba, pero su médico nos dijo que esta infección le
había debilitado severamente. Nos dijo que teníamos que estar preparados:
—Cuando por fin despierte podríamos estar frente a sólo unas semanas.
Tanto como ese golpe duele, tanto como se desgarró mi corazón de mi pecho, traté
de tomar la alegría en las pequeñas victorias. Tendría semanas para ayudar a cumplir a
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Poppy sus últimos deseos. Me gustaría tener el tiempo que necesitaba para realmente decir
adiós, oírla reír, ver su sonrisa y besar sus suaves labios.
Jorie y Ruby entraron en la habitación en primer lugar, fueron al lado opuesto de la
cama a donde yo estaba sentado a apretar la mano de Poppy.
Deacon y Judson se pararon al lado de la cama cerca de mí, poniendo sus manos en
mi hombro en señal de apoyo. Los rumores se habían extendido sobre Poppy, mis amigos
habían faltado a la escuela para venirme ver. Tan pronto como había puesto los ojos en
ellos corriendo a través del vestíbulo, sabía que todo el mundo lo sabía. Sabía que ellos
sabían, habían estado a mi lado desde entonces.
Estaban disgustados porque Poppy y yo no habíamos dicho nada a ninguno de ellos
excepto Jorie. Pero al final entendieron por qué Poppy no quiso un alboroto. Creo que la
amaron aún más por esto. Vieron su fuerza verdadera.
Durante la semana pasada, cuando no había estado en la escuela, fueron mis amigos
quienes habían traído mis asignaciones de mis profesores. Habían venido a verme a mí,
como lo habían hecho para Poppy. Deacon y Judson dijeron que estaban decididos a que
no fracasara, que todos terminaremos nuestro último año juntos. Era lo que menos
ocupaba mi mente, pero apreciaba su preocupación.
De hecho, esta semana me mostró lo mucho que significaban para mí. Aunque
Poppy es toda mi vida, me di cuenta que tenía el amor en otros lugares. Tenía amigos que
caminarían a través del fuego por mí. Mi mamma también vino cada día. Como lo hizo mi
pappa. A él parecía no importarles que yo principalmente lo ignorara. Parecía no importarle
si nos sentábamos en silencio. Sólo se preocupó de estar aquí, que estaba junto a mí.
No estaba seguro de qué hacer con eso todavía.
Jorie alzó la vista, capturando mi mirada.
—¿Cómo está hoy?
Me levanté de mi silla y me senté en el borde de la cama de Poppy. Uní sus dedos a
través de los míos y los apreté con fuerza. Inclinándome adelante, cepillé el pelo atrás de su
cara y la besé en la frente.
—Se hace más fuerte cada día —dije suavemente, y luego para los oídos de Poppy
sólo, susurré—: Nuestros amigos están aquí, bebé. Han venido para verte de nuevo.
Mi corazón dio un vuelco cuando me pareció ver el parpadeo de sus pestañas, pero
cuando me quedé más tiempo, me di cuenta de que debió haber sido mi imaginación.
Había estado desesperado por verla de nuevo durante demasiadas horas para contar.
Entonces me relajé, sabiendo que, en los próximos días, al ver estas cosas no estarían
simplemente en mi imaginación. Sería real.
Mis amigos se sentaron en el sofá cerca de la ventana grande.
—Los médicos han decidido comenzar gradualmente a sacarla del coma esta noche
—dije—. Puede ser que tome un par de días para que ella sea totalmente consciente, pero
traerla de vuelta lentamente es lo que creen que es lo mejor. Su sistema inmunológico se ha
fortalecido tanto como lo hará. La infección ha desaparecido. Está lista para volver a
nosotros. —Exhalé y añadí en voz baja—: Por último. Por fin voy a ser capaz de ver sus
ojos de nuevo.
—Eso es bueno, Rune —respondió Jorie y me dio una sonrisa débil. Hubo un
silencio expectante; mis amigos todos se miraron el uno al otro.
—¿Qué? —pregunté, tratando de leer sus caras.
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Fue Ruby, la que contestó:
—¿Cómo va a ser cuando despierte?
Se hizo un nudo en mi estómago.
—Débil —le susurré. Volviendo de nuevo a Poppy, acaricié su mejilla—. Pero ella va
a estar aquí de nuevo. No me importa si tengo que llevarla a donde quiera que vayamos.
Sólo quiero ver su sonrisa. Voy a tenerla de vuelta conmigo, a donde pertenece... al menos
por un rato.
Oí un resoplido y vi llorando a Ruby. Jorie se mantuvo cerca.
Suspiré de simpatía, pero dije:
—Yo sé que la amas, Ruby. Pero cuando se despierte, cuando se entere de que todo
el mundo lo sabe, actúa con normalidad. Odia ver a los que ama tristes. Es la peor parte de
todo esto para ella. —Apreté los dedos de Poppy—. Cuando se despierte necesitamos
hacerla feliz, como lo hace todo el mundo. No podemos mostrarle que estamos tristes.
Ruby asintió, luego preguntó:
—¿No volverá alguna vez a la escuela otra vez, verdad? —Sacudí mi cabeza.
—Yo tampoco. No antes… —Me pare, poco dispuesto a terminarme con aquellas
palabras. No estaba listo para decirlas aún. No estaba listo para afrontar todo esto. Todavía
no.
—Rune —dijo Deacon, un tono grave de su voz—. ¿Qué harás el año que viene?
¿Para la universidad? ¿Has siquiera solicitado en cualquier lugar? —Retorció sus manos
juntas—. Me tienes preocupado. Todos nos vamos. Y aún no has mencionado una cosa.
Nos preocupas realmente.
—Ni siquiera estoy pensando en lo que voy hacer más adelante —contesté—. Mi
vida está aquí, ahora, en este momento. Todo lo que vendrá después. Poppy es mi enfoque.
Ella sólo ha sido mi enfoque. Me importa un bledo el año próximo o lo que voy a hacer.
Un silencio cayó sobre la habitación. Vi en la cara de Deacon que quería decir algo
más, pero no se atrevió.
—¿Podrá ir al baile?
Mi corazón se hundió cuando Jorie miró con tristeza a su mejor amiga.
—No sé —le contesté—. Ella lo quería, tanto, pero siguen siendo seis semanas. —
Me encogí de hombros—. Los médicos no saben. —Me di la vuelta para mirar a Jorie—.
Fue uno de sus últimos deseos. Ir a su baile de graduación. —Tragué saliva y volví de
nuevo a Poppy—. Al final, lo único que quiere hacer es ser besada y ver el final del baile de
graduación. Eso es todo lo que está pidiendo. Nada grande, nada que cambie la vida... sólo
esas cosas. Conmigo.
Le di a mis amigos un momento, cuando Jorie y Ruby comenzaron a llorar en
silencio. Pero no me rompí. Solo me quedé en silencio contando las horas hasta que ella
volviera a mí. Imaginando el momento en que iba a ver su sonrisa una vez más. Que mirara
hacia mí.
Apreté mi mano entre las suyas.
Después de una hora o más, mis amigos se pusieron de pie. Judson dejó caer los
papeles en la pequeña mesa al lado de la cama de Poppy que he utilizado como un
escritorio.
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—Matemáticas y Geografía, hombre. Los maestros escribieron todo allí para ti.
Fechas de trabajo y tal. —Me puse de pie y me despedí de mis amigos, dándoles las gracias
por venir. Cuando se fueron, me trasladé a la mesa para completar la tarea. Terminando
este trabajo, tomaría mi cámara. Mi cámara, que no me había quitado de mi cuello en
semanas.
La cámara que era una parte de mí otra vez.
Horas deben haber pasado mientras entré y salí de la habitación, capturando el día
fuera. Más tarde esa noche, la familia de Poppy comenzó a presentarse en la sala, los
médicos de Poppy siguiéndolos de cerca. Salté de mi asiento y me froté el cansancio de los
ojos. Había llegado la hora de empezar a sacarla del coma.
—Rune —saludó el señor Litchfield. Se acercó a donde yo estaba y me abrazó. Una
tregua feliz se había instalado entre nosotros desde que Poppy había estado en coma. Él me
entendía, y yo lo comprendía. Debido a que, incluso Savannah había empezado a confiar en
mí para no romper el corazón de su hermana.
Y porque no me había ido, ni una vez desde que Poppy había sido admitida. Si
Poppy estaba aquí, yo también. Mi dedicación debe haberles demostrado que la amaba más
que cualquiera de ellos había creído alguna vez.
Ida se acercó a donde yo estaba y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura. La
señora Litchfield me dio un beso en la mejilla.
Luego todos esperamos a que el médico terminara su examen.
Cuando se volvió hacia nosotros, dijo:
—El recuento de glóbulos blancos de Poppy es tan bueno como lo que podemos
esperar en esta etapa de su enfermedad. Vamos a reducir gradualmente la anestesia y traerla
de vuelta. A medida que se haga más fuerte, vamos a ser capaces de desconéctale algunos
cables de estas máquinas. —Mi corazón latía rápido, apretando mis manos a mis
costados—. Ahora —continuó el médico—. Poppy, en un primer momento, se deslizará
dentro y fuera de la conciencia. Cuando esté consciente, puede delirar, y estar de mal
humor. Eso será la medicina todavía en su sistema. Pero con el tiempo, debe comenzar a
despertar por períodos más largos de tiempo y, si todo va bien, en un par de días, nos
mostrará su habitual ser feliz de costumbre. —El médico levantó las manos—. Pero Poppy
estará débil. Hasta que la evaluamos en su estado consciente, no vamos a ser capaces de
determinar hasta qué punto esta infección la ha debilitado. Sólo el tiempo lo dirá. Sin
embargo, puede tener movilidad limitada que restringirá las cosas que puede hacer. Es poco
probable que recupere toda su fuerza.
Cerré los ojos, rogando a Dios para que estuviera bien. Y si no lo estaba, me prometí
que iba a ayudarla a través de cualquier cosa que me diera un poco más de tiempo. No
importa lo que se necesitaba, yo haría cualquier cosa.
Los siguientes días pasaron. Las manos de Poppy comenzaron a moverse
ligeramente, sus pestañas revolotearon, y en el segundo día, sus ojos comenzaron a abrirse.
Fue sólo durante unos pocos segundos a la vez, pero fue suficiente para llenarme con una
mezcla de emoción y esperanza.
En el tercer día, un equipo de médicos y enfermeras entró en la habitación, y
comenzó el proceso de desenganche de Poppy de las máquinas. Vi, con el corazón
palpitante, cuando el tubo de respiración fue retirado de su garganta. Vi cuando máquina
tras máquina estaba siendo retirada, hasta que vi de nuevo a mi chica.
Mi corazón se hinchó.
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Su piel estaba pálida, su usualmente suave labio ahora estaba agrietado. Pero verla
libre de todas esas máquinas, estaba seguro de que nunca había parecido tan perfecta para
mí.
Me sentaba pacientemente en la silla junto a su cama, sosteniendo su mano en la mía.
Mi cabeza estaba inclinada hacia atrás, mientras miraba en un trance el techo, cuando sentí
la mano de Poppy apretando débilmente la mía. Mi respiración se detuvo. Mis pulmones se
congelaron. Mis ojos se dirigieron a la adormilada en la cama. Sus dedos de su mano libre
se movieron suavemente en espasmos.
Alcanzando la pared, apreté el botón de llamada para las enfermeras. Cuando una de
ellas entro, le dije:
—Creo que se está despertando. —Poppy había hecho movimientos leves en las
últimas veinticuatro horas, pero nunca tantos y por tanto tiempo.
—Voy por el médico —respondió y salió de la habitación. Los padres de Poppy se
precipitaron poco tiempo después, habiendo acabado de llegar por su visita diaria.
El médico entró segundos más tarde. Cuando se acercaba a la cama, di un paso atrás
para estar al lado de los padres de Poppy, dejando que la enfermera ayudara a verificar sus
signos vitales.
Los ojos de Poppy comenzaron a agitarse bajo sus párpados, y luego poco a poco sus
párpados se abrieron. Inhalé mientras sus ojos verdes somnolientos miraban a sus
alrededores.
—¿Poppy? Poppy, estás bien —dijo el doctor con dulzura. Vi a Poppy intentar girar
la cabeza en su dirección, pero sus ojos no podían concentrarse. Sentí un tirón en algún
lugar dentro de mí cuando su mano se extendió. Estaba buscándome. Incluso en un estado
de confusión, estaba buscando mi mano—. Poppy, has estado dormida por un tiempo.
Estás bien, pero vas a sentirte cansada. Vas a estar bien.
Poppy hizo un sonido como si estuviera tratando de hablar. El médico se volvió a la
enfermera.
—Trae un poco de hielo para sus labios.
No podía permanecer así por más tiempo, así que me precipité hacia adelante,
haciendo caso omiso de la llamada del señor Litchfield para que pare. Entonces llegué al
otro lado de la cama, me agaché y envolví mi mano alrededor de la de Poppy. En el
momento en que lo hice, calmó su cuerpo y su cabeza rodó suavemente en mi dirección.
Sus ojos se abrieron. Luego miró directamente a mis ojos.
—Hei, Poppymin —susurré, la luchando contra la opresión en mi garganta.
Y luego sonrió. Era pequeña, apenas un rastro, pero estaba allí. Sus dedos débiles
exprimiendo los míos con toda la fuerza de una mosca, y luego se deslizó de nuevo a
dormir.
Solté un largo suspiro. Pero la mano de Poppy nunca dejó la mía. Así que me quedé
donde estaba. Sentado en la silla a su lado, me quedé exactamente donde estaba.
Otro día pasó con un número cada vez mayor de los momentos de conciencia de
Poppy. Ella no estaba muy lúcida cuando estaba despierta, pero me sonreía cuando
centraba su atención en mí. Sabía que una parte de ella, aunque confundida, era consciente
de que estaba aquí con ella.
Más tarde ese día, cuando una enfermera entró en la habitación para hacer sus
revisiones, le pregunté:
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—¿Puedo mover la cama?
La enfermera dejó lo que estaba haciendo y levantó una ceja.
—¿A dónde, querido?
Caminé a la amplia ventana.
—Aquí —dije—. Así cuando despierte definitivamente pueda ver fuera. —Resollé
una risa tranquila—. Ama mirar la salida del sol. —Eché un vistazo atrás—. ¿Ahora no es
conectada a nada excepto sus IV4, creía que podría estar bien?
La enfermera me miró. Podía ver la simpatía en sus ojos. No quería su simpatía. Sólo
quería que me ayudara. Quería que ella me ayudara a darle esto a Poppy
—Claro —dijo finalmente—. No puedo ver que sea un problema. —Mi cuerpo se
relajó. Me moví a un lado de la cama de Poppy, la enfermera en el otro, y le di la vuelta
para que quedara delante de la vista del jardín de oncología pediátrica exterior. Un jardín
que se sentaba bajo un cielo azul claro.
—¿Está bien? —preguntó la enfermera empujando hacia abajo los frenos.
—Perfecto —le contesté y sonreí.
Cuando la familia de Poppy llego un tiempo más tarde, su mamá me abrazó.
—A ella le encantará —dijo. Cuando nos sentamos alrededor de la cama, Poppy se
agitaba de vez en cuando, cambiando donde yacía, pero durante no más de unos pocos
segundos.
En el último par de días, sus padres se habían turnado para pasar la noche en la sala
de estar al otro lado del pasillo. Uno se quedaba en casa con las niñas. Más a menudo era su
mamá la que se alojó aquí.
Me quedé en la habitación de Poppy.
Me acosté a su lado en su pequeña cama todas las noches. Durmiendo con ella en
mis brazos, esperando el momento en que se despertara.
Yo sabía que sus padres no estaban precisamente encantados con ello, pero pensé
que lo permitían porque, ¿por qué no? Ellos no iban a rechazarme. Ahora no. No en esta
circunstancia.
Y estaba aseguro como el infierno que no me iría.
La mamá de Poppy estaba hablando con su hija dormida sobre sus hermanas. Le
estaba diciendo acerca de cómo estaban haciendo las cosas de la escuela. Me senté,
escuchando a medias, cuando se produjo un suave golpe en la puerta.
Cuando miré hacia arriba, vi a mi pappa abrir la puerta. Dio a la señora Litchfield un
pequeño hola, y luego me miró.
—¿Rune? ¿Puedo hablarte por un segundo?
Me tensé, mis cejas tirando en un ceño fruncido. Mi pappa esperó junto a la puerta,
sin romper nuestra mirada. Resoplando un suspiro, me levanté de mi asiento. Mi pappa se
alejó de la puerta mientras me acercaba. Al salir del cuarto, vi que tenía algo en la mano.
Se balanceó sobre sus pies con nerviosismo.
—Yo sé que no me lo pediste, pero he revelado tus películas por ti.
Me quedé helado.
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IV: Intra venosa.
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—Sé que me pediste que las llevara a casa. Pero lo que he visto, Rune. He visto las
fotografías que tomaste. Y sé que son de Poppy. —Se encogió de hombros—. Ahora
Poppy está despertando cada vez más, pensé que es posible que desees tenerlas contigo,
para que ella las vea.
Sin decir nada, me entregó un álbum de fotos. Estaba lleno de imágenes tras
imágenes de todas las cosas que había capturado mientras que Poppy estaba dormida. Eran
todos los momentos capturados que ella se había perdido.
Mi garganta empezó a cerrarse. No había ido a casa. No habría podido revelarlas a
tiempo para ella... pero mi pappa...
—Gracias —dije mi voz áspera, y luego bajé mis ojos al suelo.
En mi visión periférica, vi el cuerpo de mi pappa relajarse, liberar su tensión. Él
levantó la mano, como si fuera a tocar mi hombro. Me quedé quieto mientras lo hacía. La
mano de mi pappa se detuvo en el aire, para claramente decidir si hacerlo o no, puso su
mano en mi hombro y apretó.
Cerré mis ojos mientras sentía su mano sobre mí. Y por primera vez en una semana,
me sentí como si pudiera respirar. Por un segundo, que mi pappa me mostró que estaba
conmigo, en realidad respiraba.
Pero mientras más estábamos allí de pie más no sabía qué hacer. No había estado así
con él desde hace mucho tiempo. No le había dejado conseguir este final.
Teniendo que escaparme, incapaz de tratar con esto otra vez, asentí y volví al cuarto.
Cerré la puerta y me senté, el álbum en mi regazo. La señora Litchfield no preguntó qué
era. No le dije. Siguió recitando sus historias a Poppy hasta que fue tarde.
Cuando la señora Litchfield había salido de la habitación, me quité las botas, y al igual
que lo hacía cada noche, abrí las cortinas y me trasladé al lado de Poppy.
Recordé mirar las estrellas, entonces la siguiente cosa que supe, fue sentir una mano
acariciando mi brazo. Desorientado, parpadeé abriendo los ojos, los primeros rayos de un
nuevo día se filtraban en la habitación.
Traté de borrar la niebla de sueño de mi cabeza. Sentí el pelo haciéndome cosquillas
en la nariz, y el cálido aliento flotando a través de mi cara. Mirando hacia arriba, Pestañeé el
sueño de mis ojos, y mi mirada chocó con el par de ojos verdes más bonitos que había
visto nunca.
Mi corazón dio un vuelco, y una sonrisa se dibujó en los labios de Poppy, sus
hoyuelos profundos hundiéndose en sus mejillas. Levanté la cabeza, sorprendido, Tomé su
mano y susurre:
—¿Poppymin?
Poppy parpadeó, volvió a parpadear, y luego su mirada osciló alrededor de la
habitación. Tragó, haciendo una mueca mientras lo hacía. Viendo que sus labios estaban
secos, me acerqué y tomé el vaso de agua de la mesa auxiliar. Llevé el vaso a su boca.
Poppy bebió unos sorbos pequeños, y luego empujó el vaso a un lado.
Ella suspiró de alivio. Levantando su brillo de labios de cereza favorita de la mesa,
Apliqué una capa delgada en sus labios. Poppy frotó lentamente los labios. No rompió mi
mirada, sonrió, una amplia y hermosa sonrisa.
Sintiendo mi pecho expandirse con la luz, me incliné y presioné mis labios contra los
suyos. Fue breve, apenas un beso, pero cuando me aleje, tragó saliva y susurró con voz
ronca:
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—Número de beso... —Su ceño fruncido cuando confusión jugó en su cara.
—Novecientos tres —terminé por ella.
Poppy asintió.
—Cuando regresé a Rune —añadió, sosteniendo mi mirada y débilmente apretando
mi mano—, como prometí que lo haría.
—Poppy —susurré en respuesta, y bajé mi cabeza hasta que la metí en el hueco de su
cuello. Quería abrazarla tan cerca como se puede, pero se sentía como una muñeca frágil:
fácil de romper.
Los dedos de Poppy aterrizaron en mi pelo, y, en una movimiento tan familiar como
respirar, corrieron a través de las hebras, la respiración ligera de Poppy fluyendo sobre mi
rostro.
Levanté la cabeza y mirando hacia ella me aseguré de beber cada parte de su rostro,
sus ojos. Me aseguré de apreciar este momento.
El momento en el que regresó a mí.
—¿Cuánto tiempo? —preguntó.
Le acaricié de nuevo el pelo de la cara.
—Fue menos de una semana. Haz estado despertando poco a poco en los últimos
días.
Los ojos de Poppy se cerraron momentáneamente, a continuación, se abrieron de
nuevo.
—¿Y cuánto tiempo... queda?
Negué con la cabeza, orgulloso de su fuerza, y respondí con honestidad:
—No sé.
Poppy asintió, el movimiento apenas allí. Sintiendo un calor en la parte posterior de
mi cuello, me di vuelta y miré por la ventana. Sonreí. Frente a Poppy de nuevo, le dije:
—Te despertaste con el sol, bebé.
Poppy frunció el ceño, hasta que me aparté del camino. Cuando lo hice, oí su
profunda aguda respiración. Cuando la miré a la cara, vi los rayos de color naranja que
besaban su piel. Vi sus ojos cerrarse, y luego, abrirse de nuevo, cuando una sonrisa tiró de
sus labios.
—Es hermoso —susurró. Me acosté en la almohada a su lado, mirando el cielo
aligerarse con la llegada del nuevo día. Poppy no dijo nada mientras veíamos la salida del
sol en el cielo, bañando la habitación en su luz y calor.
Su mano apretó la mía.
—Me siento débil.
Mi estómago cayó.
—La infección te golpeó duro. Ha tomado su parte.
Poppy asintió comprendiendo, y luego se perdió una vez más en la vista de la
mañana.
—He echado de menos estos —dijo, apuntando con su dedo hacia la ventana.
—¿Recuerdas cuánto?
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—No —contestó suavemente—. Pero sé que los perdí a pesar de todo. —Echó un
vistazo abajo a su mano y dijo—: Me acuerdo de sentir tu mano en la mía, aunque… es
extraño. No recuerdo algo más, pero recuerdo esto.
—¿Ah? —pregunté.
—Sí —contestó suavemente—. Creo que siempre recordaré la sensación de tu mano
sosteniendo la mía.
Extendiendo la mano a mi lado levanté el álbum de fotos que mi pappa me había
traído, lo coloqué en mi regazo y lo abrí. La primera foto era de la salida del sol a través de
las espesas nubes. Los rayos divididos entre las ramas de las hojas de los árboles de pino, la
foto capturaba los tonos de color rosa perfectamente.
—Rune —susurró Poppy y pasó la mano por la impresión.
—Fue la primera mañana que estabas aquí. —Me encogí de hombros—. No quiero
que te pierdas el amanecer.
La cabeza de Poppy se movió hasta que se detuvo en mi hombro. Entonces supe que
había hecho bien. Sentí la felicidad en su contacto. Era mejor que las palabras.
Hojeé a través del álbum. Le mostré los árboles comenzando a florecer en el exterior.
Las gotas de lluvia contra la ventana el día en que llovió. Y las estrellas en el cielo, la luna
llena, y las aves que anidan en los árboles.
Al cerrar el álbum, Poppy volvió su cabeza hacia atrás y miró a mis ojos.
—Has capturado los momentos que me he perdido.
Sintiendo mis mejillas calentarse, bajé la cabeza.
—Por supuesto. Siempre lo haré.
Poppy suspiro.
—Incluso cuando yo no esté aquí... Es necesario que captures todos estos
momentos. —Mi estómago se encogió. Antes de que pudiera decir nada, ella levantó su
mano a mi mejilla. Se sentía tan ligera—. Prométemelo —dijo. Cuando no respondí,
insistió—: Prométeme, Rune. Estas imágenes son demasiado preciosas para que nunca
sean tomadas. —Sonrió—. Piensa en lo que puedes capturar en el futuro. Basta pensar en
las posibilidades que tenemos por delante.
—Te lo prometo —le contesté en voz baja—. Te lo prometo, Poppymin.
Ella exhaló.
—Gracias.
Inclinándome sobre ella, besé su mejilla. Cuando me retiré me di la vuelta para
hacerle frente en la cama.
—Te he echado de menos, Poppymin.
Sonriendo, ella susurró a su vez:
—Te he echado de menos.
—Tenemos mucho que hacer al salir de este lugar —le dije, viendo el destello de
emoción en sus ojos.
—Sí —respondió. Sus labios se frotaban entre sí y preguntó—: ¿Cuánto tiempo
hasta la primera floración?
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Mi corazón se rompió cuando sabía lo que estaba pensando. Estaba tratando de
evaluar la cantidad de tiempo que le quedaba. Y si lo lograría. Si viviría para ver sus pocos
deseos restantes hacerse realidad.
—Creen que alrededor de una semana.
Esta vez, no hubo enmascaramiento de la felicidad absoluta que irradiaba su amplia
sonrisa. Ella cerró los ojos.
—Puedo hacer que sea tanto tiempo —afirmó con confianza, y sostuvo mi mano
sólo un poco más apretada.
—Vas a durar más tiempo —le prometí cuando Poppy asintió.
—Para un millar de pequeños besos —estuvo de acuerdo.
Acariciando mi mano por su mejilla, le dije:
—Entonces los sacaré.
—Sí. —Poppy sonrió—. Al infinito.
Poppy fue dada de alta del hospital una semana más tarde. La verdadera magnitud de
cuánto la infección la había afectado había llegado a ser evidente después de unos días.
Poppy no podía caminar. Había perdido toda la fuerza en sus piernas. Su doctor nos
informó que si su cáncer hubiera sido curado, con el tiempo habría recuperado esa fuerza.
Pero, como estaban las cosas, nunca caminaría otra vez.
Poppy estaba en una silla de ruedas. Y, como era Poppy, no dejo que la afectara ni un
poco.
—Mientras todavía pueda salir y sentir el sol en mi cara, estaré feliz —dijo cuando su
médico le dijo la mala noticia. Me miró y agregó—: Mientras todavía pueda sostener la
mano de Rune, realmente no me preocupa si alguna vez vuelvo a caminar otra vez.
Y justo con eso, me derritió donde estaba de pie.
Agarrando las nuevas fotos en mi mano, me encontré en la hierba entre nuestras dos
casas a la ventana de Poppy. Cuando subí, vi que estaba dormida en su cama. La habían
traído a casa sólo ese día. Estaba cansada, pero le tenía que mostrar esto. Era mi sorpresa.
Mi bienvenida a casa. Uno de sus deseos.
Cuando entré al cuarto, los ojos de Poppy parpadearon abiertos y una sonrisa
apareció en sus labios.
—La cama era fría sin ti —dijo y paso su mano sobre el lado donde por lo general
estaba yo.
—Tuve que conseguir algo para ti —dije, sentándome en la cama. Inclinándome,
besé sus labios. La besé profundamente, sonriendo cuando sus mejillas enrojecieron
después. Inclinándose, Poppy tomó un corazón de papel en blanco de su frasco y garabateó
algo abajo.
Contemplé el frasco casi lleno cuando dejó caer el corazón dentro. Estábamos casi
allí. Se volvió atrás, Poppy cambiando a su posición sentada.
—¿Qué está en tu mano? —preguntó, entusiasmo en su voz.
—Fotos —anuncié y miré cómo su cara era encendida con felicidad.
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—Mi regalo favorito —dijo, y sabía que quiso decir cada palabra—. Tus momentos
mágicos capturados.
Le entregué el sobre; Poppy lo abrió y se quedó sin aliento cuando sus ojos cayeron
sobre ellas. Buscó a través de cada foto con entusiasmo y, a continuación, se dirigió a mí
con esperanza en sus ojos.
—¿La primera floración? —Sonrió y asentí. Poppy puso su mano sobre su boca y sus
ojos brillaron con la felicidad—. ¿Cuando fueron tomadas?
—Hace unos días —contesté y vi su mano caer y sus labios curvarse en una sonrisa.
—Rune —susurró y tomó mi mano. La llevó a mi cara—. Eso significa que…
Me puse de pie. Me pasé a su lado de la cama, la recogí en mis brazos. Poppy pasó
sus manos alrededor de mi cuello, y bajé mis labios a ella. Cuando me aparte, le pregunté:
—¿Estás conmigo?
Suspirando felizmente, contestó:
—Estoy contigo.
La coloqué suavemente en su silla de ruedas, tiré la manta sobre sus piernas y me
moví hacia atrás. Poppy hizo su cabeza hacia atrás cuando estaba a punto de empujarla en
el pasillo. Miré hacia abajo.
—Gracias —susurró.
Besé su boca respingona.
—Vamos.
Las risas infecciosas de Poppy resonaron a través de la casa cuando la empujé abajo
al vestíbulo y al aire fresco. La llevé abajo. Una vez que sin peligro estuvo de vuelta en su
silla, la empujé sobre la hierba hacia la arboleda. El tiempo era cálido, el sol brillando desde
un cielo claro.
Poppy inclinó su cabeza hacia atrás para absorber el calor del sol, sus mejillas, se
llenaron de vida cuando lo hizo. Cuando Poppy abrió los ojos, sabía que había olido el olor
antes de que hubiera visto la arboleda.
—Rune —dijo mientras apretó de los brazos de la silla de ruedas.
Mi corazón latía más rápido cuando estábamos más cerca. Luego, doblamos la
esquina y la arboleda en flor quedó a la vista, sostuve mi aliento.
Un fuerte suspiro se deslizó de la boca de Poppy. Tomando mi cámara de alrededor
de mi cuello, Caminé a su lado hasta que tuve la vista perfecta de su rostro. Poppy no notó
cuando presionaba el botón una y otra vez; ella también se perdió en la belleza ante sus
ojos. Demasiado fascinado cuando ella alcanzó su mano y acarició delicadamente tocando
ligeramente a lo largo de un pétalo recién nacido. Entonces bajó su cabeza hacia atrás, sus
ojos cerrados, los brazos en el aire, cuando su risa resonó alrededor de la arboleda
Sostuve la cámara, apoyándome en el botón para el momento que recé sucedería
después. Y entonces sucedió. Poppy abrió sus ojos, completamente cautivada por este
momento, y luego me miró. Mi dedo hizo presión, su cara sonriente estaba llena de vida, el
telón de fondo un mar de rosa y blanco.
Las manos de Poppy bajaron lentamente y su sonrisa se suavizó cuando me miró.
Bajé la cámara y devolví su mirada fija, las flores de cerezo llenas y vibrantes alrededor de
donde estaba sentada, su halo simbólico. Entonces me golpeó. Poppy, Poppymin, era una
flor de cereza.
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Era mi flor de cereza.
Una inigualable belleza, limitada en su vida. Una belleza tan extrema en su gracia que
no puede durar. Permanece para enriquecer nuestras vidas, entonces se aparta en el viento.
Nunca se olvida. Porque nos recuerda que debemos vivir. Que la vida es frágil, pero en esa
fragilidad, hay fuerza, hay amor. Hay propósito. Nos recuerda que la vida es corta, que
nuestras respiraciones están contadas y nuestro destino es fijo, independientemente de
cuán duro luchamos. Nos recuerda de no desperdiciar ni un solo segundo. Vivir duro, amar
aún más duro, perseguir sueños, buscar aventuras... capturar momentos.
Vivir bellamente.
Tragué ya que estos pensamientos se arremolinaron en mi mente. Entonces Poppy
sostuvo mi mano.
—Llévame a través del bosque, bebé —pidió suavemente—. Quiero experimentar
esto contigo.
Bajando la cámara para descansar alrededor de mi cuello, me moví detrás de su silla
de ruedas y la empujé a lo largo del camino de tierra. Poppy inhalaba, lento y medido. La
chica que amaba bebió todo. La belleza de este momento. Un deseo cumplido.
Al llegar a nuestro árbol, sus ramas pintadas de rosas pastel, tomé una manta detrás
de su silla y la coloqué en el suelo. Levantando a Poppy en mis brazos nos dejé debajo de
nuestro árbol, la vista de la arboleda extendida delante de nosotros.
Poppy puso su espalda contra mi pecho. Suspiró, sostuvo mi mano que estaba sobre
su estómago, y murmuró:
—Lo hicimos.
Cambiando su pelo de la nuca, le di un beso en su piel caliente.
—Lo hicimos, bebé.
Se detuvo un minuto.
—Es como un sueño... es como una pintura. Quiero un cielo para mirar exactamente
como este.
En lugar de sentir dolor o tristeza en su comentario, en su lugar me encontré
queriéndolo para Poppy. Quería tanto que ella tuviera esté presente, para siempre.
Pude ver lo cansada que estaba. Pude ver que estaba en dolor. Ella nunca lo dijo,
pero no lo necesitaba. Ella me habló sin palabras.
Y yo sabía. Sabía que se quedaba hasta que estuviera listo para dejarla ir.
—¿Rune? —La voz de Poppy me sacó de todo. Apoyándome atrás contra el árbol,
levanté a Poppy para estar sobre mis piernas así la podría ver. Así pude memorizar cada
segundo de este día.
—¿Ja? —respondí y pase mis dedos por su rostro. Su frente estaba alineada con
preocupación. Me senté un poco más recto.
Poppy respiró profundamente y dijo:
—¿Qué pasa si me olvido?
Mi corazón rompió directo por el centro viendo miedo cruzar su rostro. Poppy no
sentía miedo. Pero ella lo hizo sobre esto.
—¿Olvidar qué, bebé?
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—Todo —murmuró, su voz rompiéndose ligeramente—. Tú, mi familia... todos los
besos. Los besos que quiero vivir otra vez cuando te recupere un día.
Forzándome a mantenerme fuerte, le aseguré:
—No lo harás.
Poppy miró lejos.
—Una vez leí que las almas olvidan su vida en la tierra cuando pasan. Que tienen que
olvidar o de lo contrario no podrían pasar, para estar en paz en el cielo. —Su dedo
comenzó a trazar los patrones de mis dedos—. Pero no quiero eso —agregó, casi de forma
inaudible—. Quiero recordar todo. —Mirando hacia mí, dijo con lágrimas en los ojos—:
No quiero olvidarme de ti. Te necesito conmigo, siempre. Quiero ver tu vida. La
apasionante vida que sé que tendrás. Quiero ver las fotografías que vas a tomar. —Ella
tragó—. Pero sobre todo, quiero mis mil besos. No quiero olvidar lo que hemos
compartido. Quiero recordar siempre.
—Entonces encontraré un modo para que lo veas —dije, y con la brisa que se abrigó
alrededor de nosotros, la tristeza de Poppy se fue a la deriva.
—¿Lo harás? —susurró, esperanza en su voz suave.
Asentí.
—Te lo prometo. No sé cómo, pero lo haré. Nada, ni Dios, me detendrá.
—Como yo esperando en nuestra arboleda —dijo, con una sonrisa soñadora y
distante.
—Ja.
Acomodándose en mis brazos, Poppy susurró:
—Eso va a ser agradable. —Inclinó su cabeza y dijo—: Pero esperaré un año.
—¿Un año?
Poppy asintió.
—He leído que se necesita un año para que el alma pase. No sé si eso es cierto, pero
en caso de que lo sea, esperaré un año para recordar nuestros besos. Yo no quiero perder...
hagas lo que hagas.
Los pájaros volaban de árbol en árbol, perdiéndose de la vista en las flores.
Estrechando nuestras manos juntas, Poppy dijo:
—Tú me diste esto, Rune. Tú me diste este deseo.
Yo no podía responder. Mi respiración enganchada mientras hablaba. La envolví más
fuerte en mis brazos, con mis dedos bajando a su barbilla, la atraje a mi boca. La dulzura
todavía estaba allí en sus suaves labios. Cuando me retire, ella mantenía sus ojos cerrados, y
dijo:
—Beso novecientos treinta y cuatro. En nuestra arboleda con la floración llena. Con
mi Rune… mi corazón casi estalló.
Sonreí. Mientras lo hacía, sentí un dolor de felicidad por mi chica. Estábamos casi
allí. El final de su aventura estaba a la vista.
—¿Rune? —llamó Poppy.
—¿Mm? —le respondí.
—Has dejado de fumar.
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Exhalando, respondí:
—Ja.
—¿Por qué?
Haciendo una pausa para formar mi respuesta, confesé:
—Alguien que amo me enseñó que la vida es preciosa. Me enseñó a no hacer algo
para poner en peligro la aventura. Y escuché.
—Rune —dijo Poppy, con un nudo en la garganta—. Es preciosa —susurró—, por
lo tanto muy valiosa. No pierdas un solo segundo de ella.
Poppy se lanzó contra mí, viendo la belleza de la arboleda. Cuando ella inhalo una
respiración profunda, quedamente confesó:
—No creo que vaya a ver la fiesta de graduación, Rune. —Mi cuerpo se aquietó. —
Me siento realmente cansada. —Trató de aferrarse a mí fuertemente, y repitió—:
Realmente cansada.
Apretando mis ojos cerrados la atraje más cerca.
—Los milagros pueden suceder, bebé —le respondí.
—Sí —dijo Poppy sin aliento—, pueden. —Se llevó mi mano hasta su boca y besó
cada uno de mis dedos—. Me hubiera encantado haberte visto en un esmoquin. Y me
hubiera encantado bailar contigo, bajo las luces, una canción que me hiciera pensar en ti y
yo.
Sintiendo que Poppy comenzaba a cansarse en mis brazos, contuve el dolor
evocando esta imagen y dije:
—Vamos a llevarte a casa, bebé.
Mientras me ponía de pie, Poppy alcanzó mi mano. Miré hacia abajo.
—Vas a estar a mi lado, ¿verdad?
Agachándome, ahuequé sus mejillas.
—Por siempre.
—Bueno —susurró—. No estoy lista para dejarte ir, no por el momento.
Al empujarla a su casa, envié una silenciosa oración a Dios, pidiéndole que le diera
tan sólo dos semanas más. Podía llevar a mi chica a su casa después de eso; que estaría lista,
que estaría listo. Justo después de que le diera todos sus deseos.
Sólo déjeme que le dé este último deseo.
Tenía que hacerlo.
Era mi último agradecimiento por todo el amor que me había dado.
Era el único regalo que podía darle.
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Corazones de Rayo de Luna y
Sonrisas de Amanecer
Cuando llegamos a la playa, la noche había caído. Solo faltaban un par de horas para
el amanecer. Y estaba contenta con eso.
Quería este momento con Rune.
Mientras nos deteníamos en un lugar de estacionamiento, Rune me miró.
—¿Quieres sentarte en la arena?
—Sí —respondí apresuradamente, levantando la mirada hacia las estrellas brillantes
en el cielo.
Se detuvo.
—Puede que esté frío para ti.
—Te tengo a ti —contesté y observé a su expresión suavizarse.
—Espera aquí. —Rune salió del auto y le escuché tomando cosas de la cajuela. La
playa estaba oscura, iluminada solo por la brillante luna encima. Con los rayos de la luna, vi
a Rune dejando una manta en la arena y unas cuantas mantas extra de la cajuela, junto a él.
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Mientras volvía, alzó su mano y deshizo su corbata de moño, luego abrió varios
botones de su camisa. Mientras miraba a Rune, me pregunté cómo había tenido tanta
suerte. Estaba enamorada de este chico, enamorada tan ferozmente que otros amores
palidecían en comparación.
Aunque mi vida había sido corta, había amado prolongadamente. Y al final, eso era
suficiente.
Rune abrió la puerta del auto y llegando dentro, me tomó entre sus fuertes brazos.
Me reí mientras me llevaba.
—¿Estoy pesada? —pregunté mientras él cerraba la puerta del auto.
Rune se encontró con mi mirada.
—En absoluto, Poppymin. Te tengo.
Sonriendo, presioné un beso en su mejilla y apoyé mi cabeza sobre su pecho mientras
nos llevaba hacia la manta. El sonido de las olas rompiendo llenaba el aire de la noche, un
suave aire caliente soplaba a través de mi pelo.
Cuando llegamos a la manta, Rune se dejó caer de rodillas y suavemente me bajó.
Cerré mis ojos e inhalé el aire salino, llenando mis pulmones.
La sensación de lana cubriendo mis hombros me hizo abrir mis ojos, Rune me estaba
envolviendo con las mantas para mantenerme caliente. Eché mi cabeza hacia atrás,
viéndolo detrás de mí. Notando mi sonrisa, besó la punta de mi nariz. Sonreí,
encontrándome de repente apretada entre los protectores brazos de Rune.
Las piernas de Rune se estiraron rodeándome. Mi cabeza cayó hacia atrás hasta
apoyarse en su pecho. Me permití relajarme.
Rune presionó besos en mi mejilla.
—¿Estás bien, Poppymin? —preguntó.
Asentí.
—Estoy perfecta —respondí.
Las manos de Rune apartaron el pelo de mi rostro.
—¿Estás cansada?
Iba a sacudir mi cabeza, pero queriendo ser honesta, respondí:
—Sí. Estoy cansada, Rune.
Sentí, así como escuché su profundo suspiro.
—Lo lograste, nena —dijo orgullosamente—. Los árboles floreciendo, el baile...
—Todo lo que queda son nuestros besos —acabé por él. Lo sentí asentir contra
mí—. ¿Rune? —dije, necesitando que me escuchase.
—¿Ja?
Cerrando mis ojos, levanté mi mano hacia mis labios.
—Recuerda, el beso número mil será cuando vaya a casa. —Rune se tensó contra mí.
Sosteniendo su brazo más apretadamente a mi alrededor, pregunté—: ¿Eso aún está bien?
—Cualquier cosa —contestó Rune. Pero por lo áspero de su voz, podía decir que la
pregunta le había golpeado fuerte.
—No puedo imaginar una despedida más hermosa y en paz que tus labios sobre los
míos. El final de nuestra aventura. La aventura que hemos tenido durante nueve años.
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Mirando hacia atrás, sostuve su intensa mirada y sonreí.
—Y quiero que sepas que nunca he lamentado un día, Rune. Todo sobre tú y yo ha
sido perfecto. —Tomando su mano, dije—: Quiero que sepas lo mucho que te he amado.
Giré el hombro así podía mirar a Rune directamente a los ojos.
—Prométeme que seguirás con las aventuras alrededor del mundo. Visitarás otros
países y experimentarás la vida.
Rune asintió. Esperé y esperé por el sonido de su voz.
—Lo prometo —respondió.
Asintiendo, liberé el aire contenido y apoyé mi cabeza contra su pecho.
Minutos y minutos pasaron en silencio. Observé las estrellas mientras brillaban en el
cielo. Viviendo este momento.
—¿Poppymin?
—¿Sí, cariño? —contesté.
—¿Has sido feliz? ¿Has...? —Se aclaró la garganta—. ¿Has amado tu vida?
Respondiendo con cien por cien de honestidad, dije:
—He amado mi vida. Todo. Y te he amado. Aunque suene a cliché, siempre fue
suficiente. Siempre fuiste la mejor parte de mi día a día. Tú fuiste la razón de cada una de
mis sonrisas.
Cerré mis ojos y reviví nuestras vidas en mi mente. Recordé las veces que lo abracé y
me abrazó con más fuerza. Recordé cómo le besé y él me besó más profundamente. Y lo
mejor de todo, recordé cómo le amaría y él siempre se esforzaría por amarme más.
—Sí, Rune —dije con completa certeza—. He amado mi vida.
Rune suspiró, como si mi respuesta hubiera liberado un peso en su corazón.
—Yo también —concordó Rune.
Frunciendo mi ceño. Mirándolo, dije:
—Rune, tu vida no está terminada.
—Poppy, yo...
Interrumpí lo que sea que Rune estaba a punto de decir con un gesto de mi mano.
—No, Rune. Escúchame. —Respiré hondo—. Puede que sientas que perderás la
mitad de tu corazón cuando me vaya, pero eso no te da permiso para vivir tu vida a la
mitad. Y no se habrá ido la mitad de tu corazón. Porque siempre estaré caminando a tu
lado. Siempre estaré sosteniendo tu mano. Estoy tejida en la tela de quién eres... justo como
siempre estarás atado a mi alma. Amarás, reirás y explorarás... por los dos.
Sostuve la mano de Rune, implorándome que me escuchara. Alejó su mirada, luego
volvió a mirarme a los ojos, como lo quería.
—Siempre di que sí. Siempre di que sí a nuevas aventuras.
Rune alzó la comisura de su boca, mientras lo miraba con dureza. Pasó su dedo por
mi rostro.
—De acuerdo, Poppymin. Lo haré.
Sonreí ante su diversión, pero entonces, con toda seriedad, dije:
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—Tienes muchísimo que ofrecer al mundo, Rune. Eres el chico que me dio besos,
que hizo realidad mis últimos deseos. Ese chico no se detiene porque sufre una pérdida. En
cambio, se levanta, justo tan seguro como el sol se alza cada día nuevo. —Suspiré—. Resiste
la tormenta, Rune. Entonces recuerda una cosa.
—¿Qué? —preguntó.
Perdiendo mi frustración, sonreí y dije:
—Corazones de rayo de luna y sonrisas de amanecer.
Incapaz de contener su risa, Rune la dejó salir... y era hermosa. Cerré mis ojos
mientras el intenso barítono me atravesaba.
—Lo sé, Poppymin. Lo sé.
—Bien —dije triunfal mientras me reclinaba contra él. Mi corazón dio un vuelco
cuando vi el amanecer empezando a brillar en el horizonte. Bajando la mano, en silencio
sujeté la mano de Rune y la sostuve con la mía.
Este amanecer no necesitaba ser narrado. Le había dicho a Rune todo lo que tenía
que decirle. Lo amaba. Quería que viviese. Y sabía que lo vería de nuevo.
Mi paz estaba hecha.
Estaba lista para marcharme.
Como si sintiera la conclusión en mi alma, Rune me sujetó tan imposiblemente
apretado, mientras la cima del sol rompía sobre las aguas azules, alejando a las estrellas.
Comenzaron a pesarme los párpados mientras me sentaba tan feliz en los brazos de
Rune.
—¿Poppymin?
—¿Mm?
—¿También he sido suficiente para ti? —El tono ronco en la voz de Rune hizo que
mi corazón se rompiera, pero asentí suavemente.
—Más que nada —confirmé y con una sonrisa, añadí sólo para él—: Has sido tan
especial como puede ser especial.
Rune aspiró ante mi respuesta.
Mientras el sol ascendía hasta su lugar, para vigilar protectoramente sobre el cielo,
dije:
—Rune, estoy lista para ir a casa.
Rune me apretó una vez más, luego se puso de pie. Mientras se movía, levanté
débilmente mi mano y la puse en su muñeca. Rune bajó la mirada hacia mí y alejó sus
lágrimas pestañeando.
—Quiero decir... estoy lista para ir a casa.
Los ojos de Rune se cerraron por un momento. Se puso en cuclillas y tomó mi rostro
entre sus manos. Cuando sus ojos se abrieron, asintió.
—Lo sé, nena. Sentí el momento en que lo decidiste.
Sonreí. Eché un último vistazo hacia la vista panorámica.
Era el momento.
Rune me alzó gentilmente en sus brazos y miré su hermoso rostro mientras volvía
caminando por la arena. Sostuvo mi mirada.
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Girándome una vez más para mirar hacia el sol, mis ojos cayeron hacia la dorada
arena. Y entonces mi corazón se llenó con una increíble luz cuando susurré:
—Mira, Rune. Mira tus huellas en la arena.
Los ojos de Rune dejaron los míos para mirar hacia la playa. Su respiración se
entrecortó y su mirada regresó hacia la mía. Con labios temblorosos, murmuré:
—Me llevaste. En mis momentos más duros, cuando no podía caminar... me llevaste
a través de ellos.
—Siempre —logró responder Rune con voz ronca—. Para siempre.
Respirando profundamente, apoyé mi cabeza en su pecho y susurré:
—Llévame a casa, cariño.
Mientras Rune conducía, persiguiendo el día, no aparté los ojos de él ni una sola vez.
Quería recordarlo justo así.
Siempre.
Hasta que volviese a estar en mis brazos para siempre.
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Sueños Prometidos y Momentos
Capturados
Poppy fue enterrada una semana más tarde. El servicio fue tan hermoso como ella se
merecía. La iglesia era pequeña, la despedida perfecta para una chica que amaba a su familia
y amigos con todo su corazón.
Después del servicio, decidí en contra de despertar en la casa de los padres de Poppy
y volví a mi habitación. Menos de dos minutos más tarde, alguien llamó a mi puerta y mi
mamma y pappa entraron.
En la mano de mi pappa había una caja. Fruncí el ceño cuando la dejó sobre la cama.
—¿Qué es esto? —le pregunté, confundido.
Mi pappa se sentó a mi lado y puso su mano en mi hombro.
—Nos pidió que te diéramos esto después de su entierro, hijo. Ella la preparó
bastante tiempo antes de morir.
Mi corazón retumbó en mi pecho. Mi pappa tocó la caja sellada.
—Hay una carta allí dentro que me dijo que leyeras primero. Luego, unas cuantas
cajas. Están numerados en el orden que hay que abrirlas.
Mi pappa se puso de pie. A medida que fue a salir, aferré su mano.
—Gracias —le dije con voz ronca. Pappa se inclinó hacia delante y me besó en la
cabeza.
—Te quiero, hijo —dijo en voz baja.
—También te quiero —le contesté y quise decir cada palabra. Las cosas esta semana
habían sido más fáciles entre nosotros. Si la corta vida de Poppy me había enseñado algo,
era que tenía que aprender a perdonar. Tenía que amar y tenía que vivir. Había culpado a
mi pappa por tanto durante tanto tiempo. Al final, mi rabia sólo causó dolor.
Corazones de rayos de luna y sonrisas de rayos de sol.
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Mi mamma me besó en la mejilla.
—Estaremos afuera si nos necesitas, ¿de acuerdo? —Estaba preocupada por mí.
Pero también había una parte de ella que se había relajado. Sabía que era el puente que
había construido con mi pappa. Sabía que era la liberación de toda la ira que albergaba.
Asentí y esperé hasta que habían salido. Tomó quince minutos hasta que pude
convencerme de abrir la caja. Inmediatamente vi la carta en la parte superior.
Me tomó diez minutos más romper su sello:
Rune,
Déjame empezar diciendo lo mucho que te amo. Sé que sabías eso, no creo que haya una persona en
el planeta que no viera lo perfecto que éramos el uno para el otro.
Sin embargo, si estás leyendo está carta, significa que estoy en casa. Incluso mientras escribo esto, sé
que no estoy asustada.
Supongo que la última semana ha sido difícil para ti. Me imagino que ha sido incluso un esfuerzo
respirar, salir de la cama cada día, lo sé, porque es como me sentiría en un mundo desprovisto de ti. Pero
incluso aunque lo entiendo, me duele que mi ausencia te haga esto.
La parte más difícil era ver a esos que amas derrumbarse. La peor parte para mí, contigo, era
observar la ira arder en ti. Por favor, no permitas que pase otra vez.
Si sólo es por mí, continúa siendo el hombre en el que te has convertido. El mejor hombre que
conozco.
Te darás cuenta que te he dado una caja.
Le pedí a tu pappa que me ayudara hace semanas, le pedí que me ayudara y lo hizo sin un segundo
de vacilación. Porque te ama tanto.
También espero que lo sepas ahora.
En la caja habrá otro sobre grande. Por favor ábrelo ahora y luego explicaré.
¡Felicidades!
Sé que en este momento debes estar confundido, esas cejas rubias oscuras que adoro tanto deben estar
juntas y ese fruncido del ceño que usas tan bien debe estar pegado a tu cara.
Pero está bien.
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Espero que estés sorprendido. Espero que te resistas al principio.
Pero, Rune. No lo harás. Esta escuela ha sido tu sueño desde que éramos niños y solo porque ya no
estoy ahí para vivir mi sueño junto al tuyo, no quiere decir que deberías sacrificar el tuyo.
Debido a que te conozco tan bien, también sé que mis semanas finales habrás abandonado todo para
estar a mi lado. Te amo por eso más de lo que nunca entenderás. La forma en que me cuidaste, me
protegiste… La forma en que me sostuviste en tus brazos y me besaste con tanta dulzura.
No hay nada que cambiaría.
Pero sé que tu amor sacrificaría tu futuro.
No podía dejar que eso pasara. Naciste para capturar esos momentos mágicos, Rune Kristiansen.
Nunca he visto un talento como el tuyo. Tampoco nunca he visto a alguien tan apasionado por algo. Estás
destinado a hacer esto.
Tenía que asegurarme de que pasara.
Esta vez, tuve que cargarte yo a ti.
Antes de que te pida ver algo más, quiero que sepas que fue tu pappa quien me ayudo a ensamblar
tu portafolio para asegurar tu lugar. También ha pagado la matrícula del primer semestre, así como tu
dormitorio. Incluso cuando seguiste lastimándolo, hizo esto tan desinteresadamente que me llevo a las
lágrimas. Hizo esto con tanto orgullo en sus ojos que me derribó.
Él te ama.
Eres amado más allá de la razón.
Ahora, por favor abre la caja número 1.
Tragando mis raídos nervios, agarré la caja marcada y la saqué. Dentro había un
portafolio. Pasé las páginas. Poppy y mi pappa habían juntado fotografía tras fotografía de
paisajes, amaneceres, puestas de sol. En verdad, el trabajo del que estaba más orgulloso.
Pero entonces, cuando llegué a la última página, me quedé inmóvil. Era Poppy. Era la
fotografía de Poppy en la playa conmigo hace meses. En la que se encontraba volteada
hacia mí en el momento más perfecto, permitiéndome capturarla en la película, la imagen
que hablaba de su belleza y gracia más de lo que cualquier palabra podía.
Mi fotografía favorita de todos los tiempos.
Tratando de contener las lágrimas de mis ojos, pase mi dedo por su cara.
Era tan perfecta para mí.
Bajando lentamente el portafolio, levanté su carta y continué.
Impresionante ¿no? Estas dotado más allá de las palabras, Rune. Supe cuando enviamos tu trabajo
que serías aceptado. Puede que no sea una experta en fotografía, pero incluso yo puedo ver cómo te las
arreglas para capturar imágenes que nadie más puede. Como tienes un estilo que es completamente único.
Tan especial… Como especial puede ser.
La fotografía del final es mi favorita. No porque se trate de mí, sino porque sé la pasión que esa
fotografía volvió a encender. Lo vi, ese día en la playa, el fuego interior chispear a la vida.
Fue el primer día que supe que estarías bien cuando me fuera. Porque empecé a ver al Rune que
conocía y amaba regresar. Al chico que vivirá la vida por ambos. El chico ahora curado.
Mirando de vuelta la cara de Poppy, mirándome desde la fotografía, no pude evitar
pensar en la exhibición en NYU. Ella ya debía haber sabido ese día que había sido
aceptado.
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Entonces pensé en la pintura final. Esther. La imagen que el promotor había exhibido
como pieza final. La imagen de su última esposa que murió demasiado joven. La imagen
que no cambió el mundo, pero mostraba a la mujer que había cambiado el suyo.
Nada describía esa imagen, actualmente mirando hacia mí, más que esa explicación.
Poppy Lichfield era solo una chica de diecisiete años de un pequeño pueblo en Georgia.
Sin embargo, desde el día que la conocí, volteó mi mundo de cabeza. E incluso ahora,
después de su muerte, todavía estaba cambiando mi mundo. Enriqueciéndolo y llenándolo
con una belleza tan desinteresada que nunca sería rivalizada.
Levantando la carta, leí:
Esto me lleva a la caja final, Rune. Sobre la cual sé que vas a protestar más, pero la que debes
seguir adelante.
Sé que en este momento estás confundido, pero antes de dejarte ir, necesito que sepas algo.
Ser amada por ti fue el logro más grande de mi vida. No tuve tanto tiempo y ni de cerca suficiente
para estar contigo como quería. Pero en esos años, en mis meses finales, supe lo que era el amor verdadero.
Me mostraste eso. Trajiste sonrisas a mi corazón y luz a mi alma.
Pero lo mejor de todo, me trajiste tus besos.
Mientras escribo esto y reflexiono sobre los meses pasados desde que regresaste a mi vida. No puedo
estar amargada. No puedo estar triste porque nuestro tiempo es limitado. No puedo estar triste por no
conseguir vivir mi vida a tu lado. Porque te tuve tanto tiempo como pude y eso fue perfecto. Ser amada con
tanta fiereza, tanta intensidad, una vez más, fue suficiente.
Pero no será para ti. Porque mereces ser amado, Rune.
Cuando descubriste que estaba enferma, sé que luchaste contra no ser capaz de curarme. De
salvarme. Pero mientras más pienso en eso, más creo que no eras el destinado a salvarme. Más bien, yo
estaba destinada a salvarte.
Tal vez a través de mi tiempo, a través de nuestro viaje juntos, encontraste tu camino de vuelta a ti.
La aventura más importante que he tenido.
Rompiste la oscuridad y dejaste entrar la luz.
Y esa luz es tan pura y fuerte que te sostendrá… Te guiará al amor.
Mientras lees esto, puedo imaginarte sacudiendo la cabeza. Pero, Rune, la vida es corta. Sin
embargo, he aprendido que el amor no tiene límites y el corazón es grande.
Así que abre tu corazón, Rune. Mantenlo abierto y permítete amar y ser amado.
En unos momentos quiero que abras la caja final. Pero primero, simplemente quiero decirte gracias.
Gracias, Rune. Gracias por amarme tanto que lo sentí cada minuto de cada día. Gracias por mis
sonrisas, por tu mano sosteniendo cerca la mía…
Por mis besos. Todos los mil. Cada uno fue atesorado. Cada uno fue adorado.
Como lo fuiste tú.
Permítete saber que incluso aunque no esté, Rune, nunca estarás sólo. Será la mano sosteniendo por
siempre la tuya.
Seré las huellas caminando a tu lado en la arena.
Te amo, Rune Kristiansen. Con todo mi corazón.
No puedo esperar para verte en tus sueños.
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Dejando caer la carta, sentí lágrimas silenciosas corriendo por mi cara. Levantando
mi mano, las limpié. Respiré profundo, antes de levante la caja final hasta mi cama, Era más
grande que el resto.
Abrí con cuidado la tapa y saqué el contenido. Mis ojos se cerraron mientras me di
cuenta de lo que era. Luego leí el mensaje en la etiqueta adjunta escrito a mano por Poppy:
Miré fijamente el gran frasco en mis manos. Miré fijamente los numerosos papeles
azules en forma de corazón dentro. Papeles de corazón en blanco, empujándose contra el
cristal. La etiqueta en el frasco decía:
Un año después.
Blossom Grove, Georgia
—¿Estás listo, compañero? —le pregunté a Alton mientras corría por el pasillo y
puso su mano en la mía.
—Ja —dijo y me sonrió con una sonrisa sin dientes.
—Bien, todos deberían estar ahí en este momento.
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Guié a mi hermano fuera de la puerta y caminamos hace la arboleda de cerezos. La
noche era perfecta. El cielo estaba despejado y lleno de estrellas destellando y, por
supuesto, la luna.
Mi cámara colgaba alrededor de mi cuello. Sabía que la necesitaría esta noche. Sabía
que tendría que capturar esta vista para conservarla por siempre.
Le había hecho una promesa a Poppymin.
El sonido de las personas reunidas en la arboleda nos sorprendió primero. Alton me
miró, con los ojos muy abiertos.
—Eso suena como un montón de gente —dijo nervioso.
—Mil —respondí, mientras giramos hacia la arboleda. Sonreí, los pétalos blancos y
rosas estaban completamente abiertos. Cerré por un momento los ojos, recordando la
última vez que estuve aquí. Luego los abrí de nuevo, sintiendo una calidez expandirse en mi
cuerpo ante la reunión de la gente del pueblo, en el pequeño espacio.
—¡Rune! —El sonido de la voz de Ida me trajo de vuelta a la realidad. Sonreí
mientras corría entre la multitud, sólo deteniéndose cuando se estrelló en mi pecho y
envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.
Sonreí cuando miró hacia mí. Por un minuto vi a Poppy en su joven cara. Sus ojos
verdes estaban llenos de felicidad mientras me sonreía, tenía hoyuelos también.
—¡Te hemos extrañado tanto! —dijo y dio un paso atrás.
Cuando levanté la cabeza, Savannah estaba frente a mí, abrazándome con delicadeza.
El señor y la señora Lichfield fueron los siguientes, seguidos por mi mamma y mi pappa.
La señora Lichfield me besó en la mejilla, luego el señor Lichfield me saludó antes de
atraerme a un abrazo. Cuando retrocedió, sonrió.
—Te ves bien, hijo. Muy bien.
Asentí.
—Usted también, señor.
—¿Cómo es Nueva York? —preguntó el señor Lichfield.
—Bien —dije. Viendo que esperaban más, confesé—: Me encanta. Todo. —Me
detuve y añadí en voz baja—: A ella le habría encantado también.
Lágrimas brillaron en los ojos de la señora Lichfield, luego señaló a la multitud tras
nosotros.
—Ella amará esto, Rune. —La señora Lichfield asintió y limpió las lágrimas de sus
mejillas—. No tengo ninguna duda de que lo verá desde arriba en el paraíso.
No respondí. No pude.
Moviéndose para dejarme pasar, los padres de Poppy y hermanas me siguieron
mientras mi pappa colocó su brazo alrededor de mis hombros. Alton estaba todavía
aferrando con fuerza mi mano. Se había negado a desprenderse de mí desde que llegué a
casa para esta visita.
—Todos están listos, hijo. —Mi pappa me informó. Viendo un pequeño escenario
en el centro de la arboleda, con un micrófono esperando, caminé hacia allá, justo cuando
Deacon, Judson, Jorie y Ruby aparecieron a mi lado.
—¡Rune! —Jorie exclamó con una gran sonrisa y me dio un abrazo. Como lo
hicieron todos los demás.
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La mano de Deacon golpeó mi espalda.
—Todos están listos, sólo esperando tu señal. No tomó mucho tiempo esparcir que
estabas haciendo esto. Conseguimos más voluntarios de los que necesitábamos.
Asentí y miré a la gente del pueblo esperando con sus linternas chinas cerca. En esas
linternas, con letra grande y negra, estaba cada beso que alguna vez le di a Poppy. Mis ojos
enfocados en leer aquellos cercanos…
Beso doscientos tres, en la lluvia en la calle, mi corazón casi estalló… Beso veintitrés, en mi patio
bajo la luna, con mi Rune, mi corazón casi estalló… Beso novecientos uno, con mi Rune en mi cama, mi
corazón casi estalló…
Tragando la intensa emoción en mi garganta, me detuve cuando vi la linterna
esperándome en un lado del escenario. Mire alrededor de la arboleda buscando a quien la
había dejado. Mientras la multitud se separó, vi a mi pappa observándome cerca. Lo miré a
los ojos, luego bajó la mirada antes de alejarse.
El beso mil… Con mi Poppy. Cuando regresó a casa… mi corazón completamente estalló…
Era correcto que yo enviara este a mi chica. Poppy querría que mandara este yo
mismo.
Subiendo al escenario. Cerré los ojos, reuniendo la fortaleza para hacer esto y
después levanté la cabeza. Un mar de linternas chinas siendo sostenidas en lo alto, listas
para volar, me miraron de regreso. Era perfecto. Más de lo que alguna vez pude haber
soñado.
Levantando el micrófono, respiré profundo y dije:
—No hablaré mucho. No soy muy bueno hablando en público. Sólo quería
agradecerles por reunirse aquí esta noche… —Mi voz se apagó. Mis palabras se habían
agotado. Pase la mano por mi pelo, reuniendo mi compostura, me las arreglé para decir—:
Antes de morir, mi Poppy me pidió mandarle estos besos en una forma que los viera en el
cielo. Sé que la mayoría de ustedes no la conoció, pero era la mejor persona que conocí…
Ella habría atesorado este momento. —Mi labio se curvó en una sonrisa torcida ante el
pensamiento de su cara cuando las viera.
Ella lo amaría.
—Así que, por favor, enciendan sus linternas y ayuden a mis besos a llegar a mi
chica.
Bajé el micrófono. Alton jadeó cuando alrededor de la arboleda se encendieron las
linternas y las enviaron volando al cielo nocturno. Una tras otra, flotaron en la oscuridad,
hasta que el cielo completo estaba brillando con las luces navegando hacia arriba.
Inclinándome, tomé la linterna a mi lado y la sostuve en el aire. Viendo a Alton, dije:
—¿Estás listo para enviarle ésta a Poppymin, compañero?
Alton asintió y encendí la linterna. En el minuto en que la flama se encendió,
liberamos el beso final, el mil. Permaneciendo derecho, observé mientras navegó en el aire
para alcanzar a los otros, apresurándose a su nueva casa.
—Guau —susurró Alton y puse su mano en la mía de nuevo. Sus dedos apretaron
los míos con fuerza.
Cerrando los ojos, envié un mensaje silencioso: Aquí tienes tus besos, Poppymin. Te
prometí que vendrían a ti. Que encontraría la manera.
No pude apartar los ojos del espectáculo de luces encima, pero Alton jaló mi mano.
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—¿Rune? —preguntó y miré hacia abajo donde permanecía observándome.
—¿Ja?
—¿Por qué teníamos que hacerlo aquí? ¿En esta arboleda?
—Era el lugar favorito de Poppymin —respondí suavemente.
Alton asintió.
—¿Pero porque teníamos que esperar a que los cerezos florecieran primero?
Respirando profundamente, le expliqué:
—Porque Poppymin fue simplemente como una flor de cerezo, Alt. Ella solo tuvo una
corta vida, como ellas, pero la belleza que trajo en el tiempo nunca será olvidada. Porque
nada tan hermoso puede durar para siempre. Ella fue el pétalo de una flor, una mariposa…
Una estrella fugaz… Era perfecta… Su vida fue corta… Pero era mía.
Tomé un respiro y por último susurré:
—Igual que yo era de ella.
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Epilogo
estañeé cuando me desperté, la arboleda de flores llegando claramente a la vista. Pude sentir
el brillante sol en el rostro, oler la riqueza de las flores llenándome los pulmones.
Respiré hondo y alcé la cabeza. El cielo oscuro dominando, un cielo oscuro lleno de luces.
Mil linternas chinas, enviadas hace años, perfectamente fijas en el lugar.
Sentándome, busqué en la arboleda para comprobar que cada flor estaba completamente florecida.
Lo estaba. Por otro lado, siempre lo estaba. Aquí la belleza duraba para siempre.
Como lo hacía ella.
El sonido de un gentil canto vino de la entrada de la arboleda, y mi corazón empezó a latir con
fuerza. Me levanté y esperé sin respiración a que apareciese.
Y entonces, lo hizo.
Mi cuerpo se llenó de luz mientras se acercaba a la esquina, con las manos levantadas para pasarlas
suavemente contra los árboles en flor. La observé mientras sonreía a las flores. Luego miré cuando me notó
en el centro de la arboleda. Vi que una enorme sonrisa aparecía en su rostro.
—¡Rune! —gritó con emoción y corrió directo hacia mí.
Devolviéndole la sonrisa, la alcé entre mis brazos mientras me rodeaba el cuello con los brazos.
—¡Te he echado de menos! —susurró en mi oído y la acerqué un poco más—. ¡Te he echado tanto
de menos!
Alejándome para embeberme de su hermoso rostro, murmuré:
—Yo también te he echado de menos, nena
El sonrojo se asentó en las mejillas de Poppy, mostrando completamente sus hoyuelos. Bajando la
mano, tomé la suya en la mía. Poppy suspiró cuando lo hice, luego dirigió la mirada a la mía. Miré mi
mano en la suya. Mi mano con diecisiete años. Siempre tenía diecisiete cuando venía aquí en mis sueños.
Justo como Poppy siempre había deseado.
Éramos exactamente como fuimos.
Poppy se puso de puntillas, haciendo que me centrase en ella una vez más. Poniendo la mano en su
mejilla, me incliné y llevé sus labios a los míos. Poppy suspiró contra mi boca y la besé profundamente. La
besé suavemente. No quería volver a dejarla marchar.
Cuando finalmente me aparté, Poppy abrió los ojos. Sonreí mientras nos guiaba para sentarnos bajo
nuestro árbol favorito. Cuando nos sentamos, la sostuve en mis brazos, su espalda apoyada contra mi pecho.
Apartándole el pelo del cuello, presioné suaves besos a lo largo de su dulce piel. Cuando yo estaba aquí,
cuando estaba entre mis brazos, la tocaba tanto como podía, la besaba... la sostenía sabiendo que pronto
tendría que marcharme.
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Poppy suspiró de felicidad. Cuando levanté la mirada, la vi mirando las brillantes linternas en el
cielo. Sabía que ella hacía mucho esto. Esas linternas la hacían feliz. Esas linternas eran nuestros besos,
regalados solo para ella.
Apoyada contra mí, Poppy preguntó:
—¿Cómo están mis hermanas, Rune? ¿Cómo está Alton? ¿Y mis padres y los tuyos?
La sostuve apretadamente.
—Todos están bien, nena Tus hermanas y padres son felices. Y Alt, está perfecto. Tiene una novia
a la que quiere más que a la vida y su béisbol está yendo bien. Mis padres también están bien. Todo está
bien.
—Eso está bien —contestó Poppy con felicidad.
Luego se quedó en silencio.
Fruncí el ceño. En mis sueños Poppy siempre me preguntaba sobre mi trabajo; todos los lugares que
he visitado y cuántas de mis fotografías que han sido publicadas recientemente, habían ayudado a salvar el
mundo. Pero esta noche no lo hizo. Permaneció felizmente en mis brazos. La sentía más en paz, si eso era
posible.
Poppy se removió en donde estaba sentada, luego preguntó con curiosidad:
—¿Alguna vez te has arrepentido de no encontrar a alguien más a quien amar, Rune? ¿Alguna
vez, en todo este tiempo, te has arrepentido de no besar a nadie más que a mí? ¿Nunca amar a nadie más?
¿Nunca llenar el frasco que te di?
—No —respondí con honestidad—. Y he amado, nena. Amo a mi familia. Amo mi trabajo.
Amo a mis amigos y a toda la gente que he conocido en mis aventuras. Tengo una vida buena y feliz,
Poppymin. Y amo y he amado con todo mi corazón... a ti, nena. Nunca he dejado de amarte. Fuiste
suficiente para toda una vida. —Suspiré—. Y mi jarra fue llenada... fue llenada junto a la tuya. No
había más besos que coleccionar.
Girando el rostro de Poppy para que me mirase, con la mano bajo su barbilla, aseguré:
—Estos labios son tuyos, Poppymin. Te los prometí hace años, nada ha cambiado.
El rostro de Poppy cambió con una sonrisa de felicidad y susurró:
—Justo como estos labios son tuyos, Rune. Siempre fueron tuyos y solo tuyos.
Cuando me moví en la suave tierra, cuando puse una palma de la mano en el suelo, de repente me di
cuenta de que la hierba debajo de mí se sentía más real que en ninguna de mis visitas anteriores. Cuando
venía a Poppy en mis sueños, la arboleda siempre se sentía como si estuviese en un sueño. Sentía la hierba,
pero no las briznas, sentía la brisa, pero no la temperatura, sentía los árboles, pero no la corteza.
Cuando alcé la cabeza, esta noche, en este sueño, sentí la brisa caliente sobre el rostro. Pude
sentirla, tan real como cuando estaba despierto. Sentí la hierba bajo mis manos, las briznas y la
desigualdad de la tierra. Y cuando me incliné para besar el hombro de Poppy, sentí el calor de su piel en
mis labios, vi su piel ponerse de gallina como respuesta.
Sintiendo la intensa mirada de Poppy en mí, levanté la mirada para verla mirando con grandes ojos
expectantes.
Entonces me golpeó.
Me di cuenta de porqué todo esto se sentía tan real. El corazón me latió con fuerza. Porque si era
real... si había juzgado esto correctamente...
—¿Poppymin? —pregunté e inspiré hondo—. Esto no es un sueño... ¿verdad?
Poppy se movió para quedarse de rodillas frente a mí y puso sus suaves manos en mis mejillas.
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—No, cariño —susurró y buscó mi mirada.
—¿Cómo? —cuestioné con confusión.
La mirada de Poppy se suavizó.
—Fue rápido y tranquilo, Rune. Tu familia está bien; están felices de que estés en un lugar mejor.
Viviste una vida corta pero llena. Una buena vida, la que siempre soñé que tendrías.
Me congelé, luego pregunté:
—¿Quieres decir...?
—Sí, cariño —contestó Poppy—. Has venido a casa. Has venido a casa conmigo.
Una gran sonrisa curvó mis labios y un torrente de felicidad me atravesó. Incapaz de resistirme,
choqué mis labios con la expectante boca de Poppy. El momento en que probé su dulce sabor en mis labios,
una profunda paz me llenó desde el interior. Separándome, apoyé mi frente contra la suya.
—¿Consigo estar aquí contigo? ¿Para siempre? —pregunté, rezando para que fuese verdad.
—Sí —aseguró Poppy y pude escuchar la completa serenidad en su voz—. Nuestra siguiente
aventura.
Esto era real.
Era real.
La besé de nuevo, lento y suave. Después, Poppy mantuvo los ojos cerrados, entonces, mientras el
rubor se extendía en sus hermosas mejillas con hoyuelos, susurró:
—Un beso para siempre con mi Rune... en nuestra arboleda de flores... cuando finalmente vino a
casa.
Sonrió.
Sonreí.
Luego añadió:
—... y casi me estalla el corazón.
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Biografia del autor
Tillie Cole oriunda de Teesside un pequeño
pueblo del nordeste de Inglaterra. Creció en una
granja con su madre inglesa, padre escocés, una
hermana maya y una multitud de animales
recogidos. En cuanto pudo, Tillie dejó sus raíces
rurales por las brillantes luces de la gran ciudad.
Después de graduarse en la Universidad de
Newcastle, Tillie siguió a su marido jugador de
Rugby Profesional alrededor del mundo durante
una década, convirtiéndose en profesora de
ciencias sociales y disfrutó enseñando a estudiantes
de secundaria durante siete años.
Tillie vive actualmente en Calgary, Canadá
dónde finalmente puede escribir (sin la amenaza de
que su marido sea transferido), adentrándose en
mundos imaginarios y las fabulosas mentes de sus
personajes.
Tillie escribe comedia Romántica y novelas
nuevos adultos y felizmente comparte su amor por
los hombres-alfa masculinos (principalmente
musculosos y tatuados) y personajes femeninos
fuertes con sus lectores.
Cuando no está escribiendo, Tillie disfruta en la pista de baile (preferentemente a Lady
Gaga), mirando películas (preferiblemente algo con Tom Hardy o Will Ferral, ¡por muy
diversas razones!), escuchando música o pasar tiempo con amigos y familiares.
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