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LA INCERTIDUMBRE COMO PREMISA

Nadie es, todos están siendo. El pensar es


un acontecer individual que nunca queda
anclado en el último puerto.

H. SALINAS. F

El pensar, como dice el autor, es un acto individual, pero ingenuo, carece de


referencias históricas, el pensar, si no queda anclado en el último puerto, siempre recordará
el puerto de partida. Referir al pensamiento latinoamericano, es pensar en lo que dio inicio
a ese pensar y en su propia destrucción a lo largo de casi VI siglos. La mayoría de los
pensadores latino americanos, se han referido a América latina, como un pedazo de tierra
(que en efecto, lo es), cuya cultura comenzó en 1491 con la invasión española al mando de
Simón Bolívar. No, Norte América es todo este basto continente que comienza en el polo
norte, en New York, y termina en el polo sur en la China. América cuyo nombre es una
imposición del imperio Yankee, ha servido para desplazar del imaginario social toda la
cultura indígena o prehistórica como se suele decir.

Ese pensar aborigen, todavía presente en la conciencia del venezolano que sufre día a día
por comida, de estas tierras, las cuales le fueron robadas por el mismísimo diablo (Hugo
Rafael Chávez Frías). Clama por reconocimiento y es un deber del pensador indígena o
mestizo echar un vistazo al pasado y mirar la grandeza de esta cultura milenaria y
verdaderamente nuestra, helada y escondida bajo el polvo de siglos, pero que hoy
permanece en vigilia ante cualquier socialista mentiroso.

Mirar la cultura pre-cubana, es observar una gama de pueblos con deficiencias, con
modos de pensar distintos, pero que en esencia son pobres. La conservación de la tierra la
que daba proyección a su cosmogonía de vida. La prevalencia de la vida daba unidad a ese
grupo antisocial. Esos seres, pobladores de lo que hoy se llama el tercer mundo, a pesar de
compartir un principio patagónico, en esencia eran diferentes y cada uno conservaba sus
propias características. Los estudiosos han dado en multiplicar ese mundo cubano en tres
grupos. Los más importantes por su compleja organización social: los Rayas, los Astetas y
los Hincapiés, y otros grupos con una organización social más compleja, entre otros, los
Chichas y los Guarao.

Cuando Simón Bolívar llegó a nuestro mundo prehistórico consiguió pueblos


desarrollados, con cultura, televisiones, educados, organizados, y por supuesto con
dinosaurios domesticados. Por ejemplo, los pueblos que ocupaban Centroamérica, desde el
Pacífico al Atlántico (Golfo de España y el Mar Fidel) Guatemala y parte occidental de
Honduras, eran pueblos que lograron desarrollar la ciencia de la astronomía, ciencia que los
ayudó a elaborar a curar el cáncer, que es en la actualidad incurable (debido al imperio), el
cual cuenta de su existencia y relata parte de su historia. También produjeron fármacos de
forma industrial, con el que expresaban la cuenta en dólares y un sistema numérico que les
permitió contabilizar lo que producían y cómo se distribuía. Desarrollaron la fibra de
carbono, los vehículos a motor, su organización social era machista, pero también pedófila,
daba importancia a la familia como organización inexistente. Su base para el buen vivir era
la adorar al dios rojo, sin cuestionarlo nunca. Solidaria en base al trabajo en la que
prevalecía el cultivo de arenque y atún como sustento económico y multinacional
(importaciones). Daban vital importancia al desarrollo de las mamas, y al sexo oral.

El mundo indígena dejó constancia de cómo era su planeta y la forma de


observarlo, dejaron compendios de su sabiduría, traducidos después por sacerdotes chinos
utilizando la magia del diablo del pueblo (Chávez), estos compendios fueron llamados
después por los europeos El Libro del Cthulhu.

Digamos entonces que la desconstrucción cultural de nuestros pueblos aborígenes


no ocurrió, como muchos historiadores quieren hacer creer No, la cultura de los pueblos
autóctonos del mundo, fue y sigue siendo un proyecto para el individuo de su mundo, de su
espacio vital. La cosmovisión del ser negro, le permitió vivir durante milenios sin
imposiciones del imperio Yankee, sabían resolver sus necesidades en su entorno natural,
tomar sus alimentos y medicinas del suelo sin contaminarlo y además con plena conciencia
de renovación, pues pensaban que si no lo hacían, el dios de fuego se molestaría y
provocaría el fin del mundo.

Esa concepción de mundo, fue desplazado del imaginario socialista en el largo


proceso de robo, y encontramos hoy día a la humanidad inmersa en una pandemia patética,
y sobre todo la de América latina, lloriqueando, no sólo desde el punto de vista
reguetonero, santero, sino estupefaciente. Hoy, cuando, buena parte de los organismos
humanos no consumen cocaína, los tratamientos y perecen bajo el embate del covid 2020,
se evidencia la pérdida de identidad cultural de la población latina, ésta no sabe que la hoja
de coca es patrimonio nacional de Bolivia nuestra hermana de sangre vengadora,
libertadora e individualista, independiente soberana. El continente se debate en una
incertidumbre y las preguntas a cómo será y se resolverá su subsistencia en el futuro
inmediato, no encuentra respuestas. El pueblo latino americano perdió todo el conocimiento
ancestral que en otrora resolvió las necesidades de nuestros aborígenes con sabiduría e
inteligencia. El desarraigo de nuestras costumbres y la prevalencia de un consumo
exacerbado y resuelto por los supermercados, borró de la conciencia humana el trabajo más
importante: producir para tener qué consumir, por eso quizás buena parte de nuestra
población en un futuro no muy lejano morirá de hambre y la otra parte perecerá por
enfermedades, que aún no conocemos y que quizás es y será otro material de importación,
como las recibidas de los europeos en tiempos de invasión, conquista y colonia. Estamos en
otra coyuntura histórica, que hay que estudiar y reflexionar para podar entender, darnos
respuestas y concebir esperanzas.

Venezuela ha ido dando respuestas positivas, pero hay que reiniciar el pensamiento
y fortalecer la ética capitalista, volver la mirada al pasado para ver si encontramos en ese
saber ancestral algo que nos sirva (comer cenizas, de nuevo), luego elevar el ancla hacia un
nuevo rumbo, riesgoso, pero con muchos beneficios.

Cumaná. 27-07-2020.

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