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“Muy al Norte de Honduras vivía un hombre, jefe de una tribu, un guerrero que se
llamaba Miskut. Este Miskut con sus familiares y un grupo de guerreros caminaron
hacia el Sur, buscado un lugar para vivir, y así llegaron a una parte de Honduras,
probablemente en Brus Laguna. A Miskut no le pareció bien el lugar y después de algún
tiempo reunió su gente y siguió para el Sur, caminando por la costa del mar. No toda la
gente le siguió. Se quedaron algunos en Honduras.
Algún tiempo después llegaron al actual Cabo Viejo. Miskut vio que el lugar era muy
bonito porque tenía una bahía, cerca del mar y muchos pescados; y así Miskut con su
gente quedaron en ese lugar y lo llamaron “Sitawala” (Sita Awala), que quiere decir
“laguna o río de ostiones”. No se sabe cómo se llamaba esa tribu, pero los que vinieron
con Miskut empezaron a llamarse “Miskut kiamka” y “Miskut uplika nani”. “Miskut
Kiamka” eran los familiares de Miskut, y “Miskut Uplika nani”, las gentes de Miskut.
Muchos años después de la muerte de Miskut, siempre tenían vivos recuerdos de él,
especialmente el nombre, pues era un gran jefe, valiente guerrero. Así pues, las gentes
de Miskut se llamaban “Miskut uplika nani”.
Algunos años después, los habitantes de Sitawala quisieron dispersarse y se dividieron
en tres grupos: un grupo quedó en Sitawala, otro siguió para río arriba, y el último
siguió para el lado Sur de Sitawala. Los que caminaron hacia el Sur, llegaron a
Bihmuna. Un grupo quedó en Bihmuna y dieron el nombre del lugar “Biuhmuna”,
contracción de “Biuhu” y “Muna”, que significa “lado occidente de Biuhu”. El resto del
grupo siguió siempre para adelante hacia el Sur y llegaron a Sandy Bay, y algunos de
ellos se quedaron en Sandy Bay. Fundaron dos poblaciones en Sandy Bay: Uskira y Lî
Dakura. El resto del pueblo siempre siguió hacia el Sur y se quedaron en Dakura, y
dieron el nombre de Dakura a ese lugar, porque el grueso del grupo se había roto y sólo
una porción muy pequeño llegó a ese lugar.
Más tarde se encontraron con otra tribu más al Sur que eran los Sumos; de los que
siguieron para río arriba, algunos quedaron en Irlaya y otros en Klupki, poblaciones
fundadas por las gentes de Miskut. Los que siguieron para río arriba se encontraron con
los Sumos, que no eran Sumos todavía. Se denominaban por el grupo de sus tribus
como Ulwa, Twahka, Awawa, Malipuk, Tawaspi, Pansaka, Panamanka, etc. Los Sumos
de Río Coco fueron los primeros que llamaron Miskuto a las gentes de Miskut. Los
Sumos, como no hablaban el idioma de los Miskutos, no podían decir bien “Miskut
uplika nani”. Para decir Miskuto era más fácil, porque la palabra “u” es “gente” en
Sumo, y para decir “gente de Miskut” se decían “Miskut-u” y así con el tiempo, vino a
ser Miskito.
En cambio, los Miskutos dieron mal nombre a los Sumos. No se llamaban Sumos,
sino que por el nombre de sus tribus. Sumo quiere decir “inepto”, “haragán”, “tonto”,
“bobo”, “sin inteligencia”, lo que causó gran disgusto entre los Sumos, hasta que hubo
una guerra, perdiendo los Sumos. Los Sumos muy poco trabajaban, por eso le dieron el
nombre de Sumo. Los Miskitos de la Costa también tomaron ese nombre Miskuto.
Llegaron los españoles y los ingleses y los llamaron Mosquitos. Poco a poco los mismos
Miskitos se llamaron Miskito, siguiendo a los ingleses y a los españoles. Actualmente
los habitantes de Dakura, Krukira y Twapi, no se dicen Miskito sino Miscuyo.
Hasta 1,840 la historia de Miskut era muy viva entre los habitantes de Dakura. Llegó
un noruego a Dakura en ese año. El noruego se llamaba Tom. Cuando Tom llegó a
Dakura en 1,840 de un naufragio, encontró a varias personas viejas quienes conocían la
historia de Miskut y de quienes Tom tomó esta historia de Miskut.
Por el año de 1,860 llegó William Vaughan de Inglaterra con sus hijos a Río Coco.
Conoció la historia de Miskut y comprobó con la historia conocida por Tom. Un alemán
también conoció la historia de Miskut. El alemán se llamaba Gustavo Schultz. Henry
Vaughan, nieto de William Vaughan por su padre y por su madre nieto de Tom,
comprobó la historia de su abuelo”.
La Desaparición de Wis-Wis
Hace muchos años, todos los pueblos del Wangki Awala (Río Coco) eran gobernados
por un jefe, cruel y déspota, llamado IBIHNA (Guardatinaja), el cual exigía a sus
vasallos pagarles grandes tributos que consistían en animales y parte de las cosechas. Si
se negaban a estas imposiciones, eran considerados como rebeldes y castigados
salvajemente.
En la región gobernada por este dictador había un pueblo muy importante, llamado
por los indígenas Wis-Wis. Estaba situado a orillas del Río Coco, en la margen
izquierda y al lado oriental de Mokorín. Sus habitantes estaban cansados de la tiranía
de su jefe.
Sucedió que un día, dos hombres de la población decidieron ir de cacería. Se
dirigieron a la montaña y mientras caminaban hacia adentro, oyeron claramente que los
llamaban por sus nombres; también se oían estas misteriosas palabras: “dar, dar, dar”.
Muy asustados, buscaron el objeto que producía aquel sonido extraño, pero sólo vieron
un bejuco que se mecía sin que soplara el viento. Pasado el susto, uno de ellos,
sintiéndose con un poco de valor, agarró el bejuco, y al instante se hizo invisible. El
otro compañero, lleno de temor, quiso correrse, pero oyó la voz de su amigo que lo
llamaba: “No te vayas; toca el bejuco a como lo hice yo”. Como la curiosidad era
más fuerte que el miedo, así lo hizo. El descubrimiento que hicieron fue que al tocar
aquello se hacían invisibles, y al soltarlo, volvían a ser visibles. Después de eso,
decidieron hacerse invisibles para cazar venados, ya que éstos no los podrían ver.
Cazaron dos venados y decidieron regresar a la comunidad en ese estado de
invisibilidad. Para ello llevaron consigo varios pedazos del bejuco mágico.
Al llegar al pueblo, la gente corría asustada, ya que no miraban a los hombres que
cargaban a los animales. Entonces los cazadores pusieron los bejucos en el suelo y de
esa manera volvieron a ser visibles. Al verlos nuevamente las personas, dejaron de huir
y se acercaron para percatarse de todos los detalles de aquel hecho tan raro.
Los habitantes de Wis-Wis, enterados del poder y efecto del bejuco dar, hicieron
planes de aprovecharse de los beneficios del mismo. Todos los hombres se dijeron entre
sí : “Vamos a buscar dar y hagámonos invisibles. De esa manera, cuando llegue Ibihna
con sus hombres a cobrarnos el tributo, no nos podrán ver”.
No hubo pasado mucho tiempo cuando el tirano se presentó con sus soldados, pero se
sorprendieron al no ver a nadie, excepto los animales domésticos. Entonces el monarca
dijo: “Se corrieron al monte para no pagarme el tributo”. Y decidió buscarlos. Pero
cuando sus hombres iban a hacerlo, recibieron tremenda paliza de manos invisibles.
Comprendieron que algo extraño estaba ocurriendo. Por lo tanto, todos corrieron a
sus pipantes y emprendieron rápidamente su regreso.
Pasados unos días, Ibihna se dio cuenta que los habitantes de Wis-Wis se
encontraban muy tranquilos en su pueblito. En represalia a la burla anterior, hizo planes
de castigarlos severamente. Trató de sorprenderlos mientras estuvieran en sus
quehaceres diarios, a fin de conocer aquel secreto tan extraño. Cuando llegaron de
nuevo, la sorpresa fue mayor, pues los moradores habían desaparecido completamente,
llevándose todas sus pertenencias, es decir, sus animales y utensilios caseros.
Por las huellas dejadas, Ibihna y sus soldados comprendieron que todas las gentes se
habían ido por el camino del norte. Decidieron perseguirlos y darles alcance para
exterminarlos sin compasión, sin importar edad y sexo. Después de varios días
llegaron hasta Carrizal, donde desaparecieron las huellas. El tirano se regresó
decepcionado y burlado, pues pensó en la gran falta que le haría no recibir más tributos.
Desde esa fecha nadie sabe el destino que corrieron los habitantes de Wis-Wis,
Algunos dicen que se hicieron invisibles para siempre, pero hay muchos que aseguran
que siguen viviendo en el Butuk Awala (Honduras).
En Wis-Wis sólo quedaron ruinas y casas abandonadas. Los viajeros, al transitar por
el río y ver algunas escrituras grabadas en piedras, con gran admiración no dejan de
exclamar: “Aquí estuvo Wis-Wis”.
La Leyenda Wiswis
Del libro “Miskitos y Sumus” (Eduard Conzemius)
Traducción al Español por: Jaime Incer Barquero
En la ribera izquierda del Río Coco, cerca del presente asentamiento de Saulala, vivía
una subtribu de Miskitos o de Sumos. Como en cierta oportunidad mataron una gran
cantidad de pájaros wiswis, llegaron a ser conocidos por ese nombre. En cierta ocasión
rehusaron pagar tributo al rey y por esta razón éste los trataba cruelmente y los mandaba
a azotar con frecuencia.
Un día, mientras andaban de cacería, mataron un cierto número de jabalíes (wâri) y
cortaron algunas lianas de una variedad llamada dar, para amarrar a las bestias por las
patas y cargarlas sobre sus espaldas. Tan pronto como las habían atado, no pudieron ver
a los jabalíes por más tiempo, aunque podían sentirlos y percibir su olor. Uno de ellos,
entonces, desató los amarres e inmediatamente los animales se tornaron visibles
nuevamente. Los indígenas se ataron los bejucos alrededor del cuello y sus compañeros
no los pudieron ver más. Entonces se dieron cuenta que el bejuco “dar” tenía la
propiedad de hacer invisible a cualquier cosa que con él se amarrase.
Los Wiswis estaban felices con este descubrimiento y decidieron ponerlo en práctica.
Cuando supieron que venían los enviados del rey a colectar tributos, ataron algunos de
estos bejucos alrededor de sus casas y a los colectores les fue imposible encontrarlos y
aún localizar sus villas.
A pesar de esta brujería, los Wiswis no pudieron evadir la ira del rey. Para escapar de
su opresión emigraron al interior, deambulando a través de la vasta sabana que se
extiende en forma ininterrumpida sobre la margen izquierda del Río Coco hasta el Río
Kâka (arriba de Awas Bîla). Desde este lugar, se decía, alcanzaron Bocay
eventualmente, pero nadie sabe cómo, aunque algunos insisten, sin embargo, que
lograron cruzar a Honduras.
Dos filas de pequeños montículos de piedra, distribuidos en línea recta entre Azúlala y
el Río Kahka, son atribuidos a los Wiswis, de quienes se dijo las colocaron a ambos
lados del camino durante su larga marcha hacia el interior. Estos túmulos se encuentran
entre 10 y 16 millas del Río Coco; desde la villa de Awas Bîla toma un medio día de
camino para llegar a donde están. Los Miskitos los conocen con el nombre de “Wiswis
kawan”, “colocados por los Wiswis” (?).
Cuenta una vieja leyenda que en tiempos muy remotos vivía en Sita Awala, cerca de
Cabo Viejo, un jefe miskito llamado Niki Niki, quien poseía un hijo al cual quería
mucho. El hijo del jefe indio se llamaba “Lakia Tara”, que en castellano quiere decir
“Estrella Matutina”.
Siendo ya joven, un día de tantos Lakia Tara salió de cacería al bosque y nunca más
regresó donde su padre. El padre entristecido, después de esperarlo por dos días, decidió
salir a buscarlo, caminando hacia la parte que hoy es Río Coco arriba, llegando hasta lo
que hoy es Laimus, por donde pasó y que era Territorio en Litigio, ahora perteneciente a
Honduras. Como el hijo le apetecía comer semilla de pino, el anciano indio en la
desafortunada búsqueda, regó por donde pasaba muchas semillas de pino, con la
esperanza que su hijo saliera a su encuentro. Según esta leyenda, los pinares de la
Región surgieron de las semillas regadas por el anciano indio, y como resultado de sus
constantes pisadas y lágrimas botadas por la pérdida de su hijo amado, surge el Río
Coco. Desde ese entonces hasta la fecha, para los mismitos, los terremotos y los
maremotos suceden cuando el espíritu del Niki Niki está vagando por las tierras que
pertenecieron a sus antepasados y a él, en busca de su hijo perdido que nunca lo
encontró.
Por:
Rufino Lucas Wilfred
En tiempo antiguos, en el poblado miskito llamado Kiwas Tara, había una laguna de
nombre Prahbani (que aún existe). Al adentrarse en la misma se divisa un crique muy
pequeño, de nombre Sukatpin. Se cuenta que allí había mucho oro. Nuestros
antepasados no se imaginaron que ese material brillante era de gran valor. Según ellos,
era piedra, y por lo tanto llevaron grandes trozos a sus casas para ocuparlos como
asientos (lo que en miskito se conoce como sulati).
Años más tarde vinieron unos ingleses con el propósito de conocer el modo de vida de
los indígenas. Su sorpresa fue tremenda, ya que al entrar en casi todas las chocitas,
notaron que en vez de banquitos de madera o bambú (que era lo más usual), la gente se
daba el lujo de tenerlos de oro macizo. Uno de los visitantes dominaba un poco la
lengua nativa y se dirigió a uno de los jefes de familia, preguntándole para qué tenían
aquello y le daban un uso tan ridículo y extraño. El dueño de casa le contestó que era
un simple mueble para sentarse. Cuando los ingleses quisieron comprarlo, los miskitos
respondieron que porqué tenían tanto interés en aquel pedazo de piedra. Como la
insistencia era grande, finalmente vendieron el artefacto por la ridícula suma de cinco
dólares. Como en casi cada hogar había lo que los explotadores deseaban, lógicamente
que todo fue comprado de aquella gente humilde por la cantidad absurda ya
mencionada. Para los indígenas del lugar, los extranjeros fueron considerados locos, ya
que en su manera sencilla de valorar y ver los objetos, aquellas piezas no valían gran
cosa. Los ingleses partieron, sin importarles otra cosa más que eso, asegurando
descaradamente que en breve estarían de regreso para llevar más oro.
Después de un mes, los comunitarios fueron en busca de más pedazos de oro (piedra),
a fin de suplir lo que semanas atrás habían vendido. El mueble era indispensable para
los miembros de una familia de aquel entonces. Pero para sorpresa de todos, no se
encontró ninguna piedra en el crique. Ante aquel hecho insólito, comenzaron todos a
preguntarse qué habría pasado con las piedras que anteriormente conseguían por
montones.
Transcurridos dos meses, los ingleses volvieron. Fueron notificados de la extraña
desaparición. En un comienzo tuvieron dudas, pero se convencieron al ir al lugar y
siendo testigos oculares. Como esto iba en contra de sus sueños, intereses y
ambiciones, optaron por irse definitivamente del país.
Sucedió que muchos años después, los señores regresaron y seguidamente se
dirigieron al lugar del hallazgo del precioso metal por los aborígenes. Luego de un
minucioso recorrido y revisión de la laguna y el crique, confirmaron que todo el oro
que anteriormente se encontraba en la superficie, había descendido a varios miles de
pies de profundidad.
Los ingleses no han olvidado a los miskitos, pues consideran que el oro recibido fue
un verdadero regalo. Se cuenta que todavía se guarda como un recuerdo de donación.
Han circulado rumores que cuando el huracán EDITH destruyó una gran parte del
sector del Río Coco y sus poblados en septiembre de 1971, Inglaterra envió un
helicóptero que llegó hasta Kiwas Tara, y viendo sus tripulantes que todo estaba
cubierto de agua, logró bajar y posarse sobre una casa que pudo aguantar el peso del
aparato. Los visitantes preguntaron por Prahbani y Sukatpin. Los sufridos moradores
les mostraron los dos lugares mencionados. Había una gran curiosidad de parte de los
extranjeros en desenterrar el codiciado metal, pero prefirieron no hacerlo, debido a que
eso implicaba muchos riesgos y dificultades.
Curiosamente, en las mentes de los nativos sigue existiendo la creencia de que el oro
desaparecido, algún día no muy lejano volverá a la superficie y se podrá recuperar.