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San José (biografía)

Esposo de María, madre de Jesús. Descendiente de David, José era


el padre putativo de Jesús, a cuyo nacimiento asistió en Belén. Vivió
en Nazaret ejerciendo el oficio de carpintero y, al parecer, murió antes
de que comenzase la vida pública de Jesús. Su culto, extendido en
Oriente antes del siglo V, no llegó a Occidente hasta la Edad Media.
En 1870 fue proclamado patrón de la Iglesia universal; es también
patrono de los carpinteros y de los moribundos.

San José en la Sagrada Familia del pajarito (c.1650), de Murillo


Dentro del cristianismo, San José encarna las virtudes de la
honestidad, el amor al trabajo y la fe inquebrantable en Dios. Los
hechos relativos a la vida de San José aparecen en los Evangelios,
sobre todo en los de San Mateo y San Lucas. Descendiente de la casa
del rey David, José se casó con María, pero, antes de que
cohabitasen, supo que María había concebido un hijo.
San José, «como era realmente bueno y no quería denunciarla,
determinó repudiarla en secreto» (Mateo 1:19). Sin embargo, un ángel
se le apareció en sueños y le reveló que el hijo que María tenía en su
seno había sido concebido por obra del Espíritu Santo.
Tras el nacimiento de Jesús en Belén, San José, avisado de nuevo por
un ángel, tomó a Jesús y a la Virgen María y los condujo a Egipto para
huir de la furia del rey de Judea, Herodes el Grande. A la muerte del
monarca, y después de una nueva revelación del ángel, San José
retornó a su país; pero, por temor al sucesor de Herodes, la familia no
se estableció en Belén, sino en Nazaret de Galilea. Allí San José
ejerció su oficio de carpintero.
Los evangelios citan por última vez a San José en el episodio (narrado
por San Lucas) en el que Jesús se perdió durante una visita a
Jerusalén, y fue hallado por sus padres en el templo, discutiendo con
los doctores. Nada cierto se sabe acerca de la muerte de San José,
aunque por la narración evangélica parece probable que fuera antes
de que Jesús iniciara su vida pública.
El culto a San José comenzó posiblemente entre las comunidades
cristianas de Egipto. En Occidente fueron los servitas, una orden
mendicante, quienes en el siglo XIV comenzaron a festejar el 19 de
marzo como la fecha de la muerte de San José, y esta devoción
tendría luego impulsores como el papa Sixto IV y la mística
española Santa Teresa de Jesús. El papa Pío IX lo declaró patrono de
la Iglesia universal el año 1870. Casi cien años después, en 1955, Pío
XII instituyó la fiesta de San José Obrero el 1 de mayo.

VIRTUDES DE SAN JOSE

Hoy celebramos el día de San José. En un mundo donde la


masculinidad se pone en tela de juicio y se duda de casi cualquier
hombre por el hecho de ser hombre. San José no solo nos recuerda la
virtud del varón sino también su encomienda y encargo. Su paternidad
es ejemplo para todos los cristianos. No en vano San José es patrono
de la Iglesia universal.
El día de hoy recordamos que Dios padre encomendó la tarea de
cuidado y protección de su amadísimo Hijo y de Su Madre a un santo
varón, San José.En esta galería hemos resaltado algunas virtudes que
necesitamos tomar de San José, especialmente los varones, para
crecer como cristianos.

1. La influencia del Padre en el hijo

En nuestros días la idea del padre desvinculado de sus hijos se ha


convertido en algo frecuente en nuestros pensamientos. San José
nos recuerda el verdadero sentido de la paternidad. La presencia
insustituible del padre en la educación de los hijos es algo que
necesitamos volver a conquistar como sociedad. San José con el niño
en los brazos nos lo recuerda, un padre amoroso y protector del cual
los hijos puedan aprender y crecer seguros a su lado, incluso en las
carencias y situaciones más difíciles.

San José conoce esas situaciones, él tuvo que proteger y sostener a


María esperando al niño sin tener un techo donde pudiera nacer, tuvo
que huir hacia Egipto, ser un extranjero en tierras desconocidas y
ganarse el pan del día con el sudor de su frente. «Cuando necesite ser
buen padre, San José ilumina mi paternidad».

2. La alegría de ser un buen esposo

La fidelidad inquebrantable de San José es un signo contundente y


firme frente a la imagen de un varón infiel, lujurioso, egoísta e incluso
violento, que es tan común asumir como normal en nuestros días.
Cuántas veces escuchamos, decimos y afirmamos que «todos los
hombres son iguales» sin saber que con esta frase justificamos un
comportamiento que achica la personalidad del varón, lo limita y
espera menos de lo que realmente es. Lo priva de poder ser grande y
desplegarse completamente.

San José pasó todas las pruebas que un esposo podría pasar: la
duda frente a su propia esposa, el cuidado de un niño que no era de
su sangre, la dificultad de un matrimonio casto. Recordemos que San
José, a diferencia de María no fue concebido sin pecado, era así como
tú y como yo. Su virtud y fortaleza son grandiosas y es prueba viva de
lo que un hombre que entrega su vida a Dios puede hacer por medio
de su gracia. «Cuando la dificultad de matrimonio me alcance, San
José ven en mi auxilio y ayúdame a ser fiel».

3. La fortaleza física al servicio de la familia

La imagen de una masculinidad violenta hace que la fortaleza física no


sea valorada como una virtud. Muchos niños crecen sin tener cerca de
un padre del cual puedan aprender y valorar lo que es la virilidad. San
José pone al servicio de su familia esta fortaleza física natural en él,
una fortaleza que tiene como misión el proteger, el ayudar, el servir.
Una fortaleza que de ninguna manera sirve para el abuso de autoridad
ni de ningún otro tipo.

Conocemos a un José siempre fuerte, nunca agresivo, firme pero no


indiferente ni mucho menos insensible. Un hombre que demuestra
seguridad y jamás arrogancia ni soberbia. Un padre que carga con
todo el peso de su familia y es feliz haciéndolo. «Cuando la arrogancia
aparezca, San José ayúdame a ser humilde».

4. El silencio, esas características que muchas veces


encontramos tan irritante

El silencio de los varones es una característica bien conocida por las


mujeres. Cuántas veces podemos incluso perder la paciencia por esos
silencios prolongados de los esposos. San José también era un
hombre silencioso, es más se dice de él; San José, santo del silencio.
Tanto que aprender del silencio. San José en el silencio escuchaba la
voz de Dios, no era un silencio indiferente ni estéril. No era un silencio
que ignoraba o que buscaba pasar la página y evitar el confrontar o
solucionar problemas. San José escuchaba, meditaba en su
corazón para poder tomar las mejores decisiones para su familia
y para él mismo. «Cuando el silencio sea indiferente, San José
ayúdame a escuchar a Dios».

5. El valor del trabajo duro

En aquella época si el varón de la casa no trabajaba la familia no


subsistía. San José obrero, carpintero de profesión, trabajó siempre
por el sustento de su familia. La constancia de su trabajo, la seguridad
de su familia. Imagínense el camino que se habrá tenido que abrir en
Egipto, sin familia, sin apoyo de conocidos, extranjeros tal vez víctimas
de prejuicio y discriminación, el trabajo de José era la única arma que
tenían para subsistir.
De vuelta a Nazareth en su taller de carpintero siguió trabajando
incansablemente, fue labor que heredó a su hijo para ayudar al sostén
de su familia. Cuando el desánimo y la dificultad aparecen, San José
es un gran ejemplo de tenacidad y trabajo arduo en todo momento por
el bien de los que ama. «Cuando el trabajo canse, San José ayúdame
a sobreponerme y seguir».

6. El valor del buen discernimiento

Las respuestas apresuradas y decisiones impulsivas sobre todo en


época de crisis no son lo mejor. San José, incluso en una decisión tan
dura como la de aceptar el embarazo de su prometida, decide
repudiarla pero en secreto, meditando qué era lo que menos iba a
perjudicarla, lo que menos escándalo iba a levantar. No lo hace
apresuradamente, lo medita, lo «sueña», y en ese soñar escucha la
voz de Dios a través de un ángel que sale al encuentro y lo aconseja.

El valor del un buen discernimiento tiene que ver con la prudencia, el


silencio y la escucha a Dios. Este escuchar a Dios que se va afinando
a medida que estrechamos nuestra relación con Él. «Cuando
necesitemos del buen discernimiento, San José sal a nuestro auxilio».

7. Castidad y juventud

Al ser los primeros capítulos de Mateo y Lucas las únicas fuentes de la


revelación sobre quién era San José, no es raro que los hombres
hayan tejido distintas historias sobre este gran santo. De José
sabemos poco, ha sido creencia frecuente pensar que era un viudo
que tenía casi 90 años y se casó con una mujer muy joven. Esto
parece estar muy lejos de la realidad, en aquella época los hombres
se casaban muy jóvenes, San José al momento de desposar a
María debió haber tenido unos 18 o 20 años. Sin embargo, la
imagen del San José como hombre viejo caló dentro de la cultura
popular y es por esto que muchos artistas lo han representado como
un hombre mayor.

Puede deberse a la dificultad que representaba la relación virginal


entre ambos. Dificultad que nace de la ruptura original. San José en
este sentido, asistido por la inmensa gracia de Dios nos enseña que
el fundamento de la unión conyugal es la comunión de amor,
ejemplo para todo matrimonio. La unión de cuerpos debe responder
a esa comunión de amor, sin embargo, la misión de María y José no
estaba en relación a ellos mismos sino al mismo Jesús y a la iglesia
Universal. «Cuando el deseo desordenado me esclavice, San José
ven en mi auxilio».

8. El trato familiar como ámbito de crecimiento espiritual y


personal

Escuchamos que la familia es la iglesia doméstica, escuela de


humanidad, imagen del amor de Dios. San José en este sentido nos
enseña que la familia en un ámbito para crecer en
santidad. La santidad de José sucedió dentro de la familia. Y así está
llamada a ser la tuya y la mía, los esposos son guardianes mutuos de
la santidad de la familia. Es ahí donde el amor crece, en entrega,
donde nos olvidamos de nosotros mismos y nos entregamos por
completo. Como nos decía el Papa Francisco: «por medio de ella se
concreta la capacidad de darse, el compromiso recíproco y la apertura
generosa a los demás, así como el servicio a la sociedad».

Es muy probable que San José haya muerto antes de que Jesús
entrara en la vida pública, ya que en las bodas de Caná no estuvo
presente ni se habló más de él. De haber estado vivo seguramente
hubiera estado presente al pie de la Cruz, tal vez lo estuvo en espíritu
acompañando y consolando también el corazón doliente de su esposa.
«Cuando nuestra familia se encuentre en problemas o esté rota, San
José ayúdanos a repararla».

«En aquellos días, el Carpintero enseñaba a rezar a Dios. Y hablaba


con Dios cara a cara. Y miraba con sus ojos los ojos de Dios. Y con
Dios reía. Y Dios se dormía en sus brazos. Y Dios despertaba con su
beso. Y Dios comía de su mano. Y oraba a Dios y le cantaba
teniéndole en sus rodillas. Con sus manos tocaba a Dios y llevaba a
Dios de la mano.  Jugaba con Dios y Dios era feliz con él. ¡Y ni en la
Gloria había más gloria que en la casa de José!»

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