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7 virtudes de San José que puedes imitar en la vida diaria

Silvana Ramos

Hoy celebramos el día de San José. En un mundo donde la masculinidad se pone en tela de
juicio y se duda de casi cualquier hombre por el hecho de ser hombre. San José no solo nos
recuerda la virtud del varón sino también su encomienda y encargo. Su paternidad es ejemplo
para todos los cristianos. No en vano San José es patrono de la Iglesia universal.

El día de hoy recordamos que Dios padre encomendó la tarea de cuidado y protección de su
amadísimo Hijo y de Su Madre a un santo varón, San José.En esta galería hemos resaltado
algunas virtudes que necesitamos tomar de San José, especialmente los varones, para crecer
como cristianos.1. La influencia del Padre en el hijo

En nuestros días la idea del padre desvinculado de sus hijos se ha convertido en algo frecuente
en nuestros pensamientos. San José nos recuerda el verdadero sentido de la paternidad. La
presencia insustituible del padre en la educación de los hijos es algo que necesitamos volver a
conquistar como sociedad. San José con el niño en los brazos nos lo recuerda, un padre amoroso
y protector del cual los hijos puedan aprender y crecer seguros a su lado, incluso en las carencias
y situaciones más difíciles.San José conoce esas situaciones, él tuvo que proteger y sostener a
María esperando al niño sin tener un techo donde pudiera nacer, tuvo que huir hacia Egipto, ser
un extranjero en tierras desconocidas y ganarse el pan del día con el sudor de su frente. «Cuando
necesite ser buen padre, San José ilumina mi paternidad».

2. La alegría de ser un buen esposo

La fidelidad inquebrantable de San José es un signo contundente y firme frente a la imagen de un


varón infiel, lujurioso, egoísta e incluso violento, que es tan común asumir como normal en
nuestros días. Cuántas veces escuchamos, decimos y afirmamos que «todos los hombres son
iguales» sin saber que con esta frase justificamos un comportamiento que achica la personalidad
del varón, lo limita y espera menos de lo que realmente es. Lo priva de poder ser grande y
desplegarse completamente.

San José pasó todas las pruebas que un esposo podría pasar: la duda frente a su propia
esposa, el cuidado de un niño que no era de su sangre, la dificultad de un matrimonio casto.
Recordemos que San José, a diferencia de María no fue concebido sin pecado, era así como tú y
como yo. Su virtud y fortaleza son grandiosas y es prueba viva de lo que un hombre que entrega
su vida a Dios puede hacer por medio de su gracia. «Cuando la dificultad de matrimonio me
alcance, San José ven en mi auxilio y ayúdame a ser fiel».

3. La fortaleza física al servicio de la familia

La imagen de una masculinidad violenta hace que la fortaleza física no sea valorada como una
virtud. Muchos niños crecen sin tener cerca a un padre del cual puedan aprender y valorar lo que
es la virilidad. San José pone al servicio de su familia esta fortaleza física natural en él, una
fortaleza que tiene como misión el proteger, el ayudar, el servir. Una fortaleza que de ninguna
manera sirve para el abuso de autoridad ni de ningún otro tipo.

Conocemos a un José siempre fuerte, nunca agresivo, firme pero no indiferente ni mucho menos
insensible. Un hombre que demuestra seguridad y jamás arrogancia ni soberbia. Un padre que
carga con todo el peso de su familia y es feliz haciéndolo. «Cuando la arrogancia aparezca, San
José ayúdame a ser humilde».
4. El silencio, esa características que muchas veces encontramos tan irritante

El silencio de los varones es una característica bien conocida por las mujeres. Cuántas veces
podemos incluso perder la paciencia por esos silencios prolongados de los esposos. San José
también era un hombre silencioso, es más se dice de él; San José, santo del silencio. Tanto que
aprender del silencio. San José en el silencio escuchaba la voz de Dios, no era un silencio
indiferente ni estéril. No era un silencio que ignoraba o que buscaba pasar la página y evitar el
confrontar o solucionar problemas. San José escuchaba, meditaba en su corazón para poder
tomar las mejores decisiones para su familia y para él mismo. «Cuando el silencio sea
indiferente, San José ayúdame a escuchar a Dios».

5. El valor del trabajo duro


En aquella época si el varón de la casa no trabajaba la familia no subsistía. San José obrero,
carpintero de profesión, trabajó siempre por el sustento de su familia. La constancia de su trabajo,
la seguridad de su familia. Imagínense el camino que se habrá tenido que abrir en Egipto, sin
familia, sin apoyo de conocidos, extranjeros tal vez víctimas de prejuicio y discriminación, el
trabajo de José era la única arma que tenían para subsistir.

De vuelta a Nazareth en su taller de carpintero siguió trabajando incansablemente, fue labor que
heredó a su hijo para ayudar al sostén de su familia. Cuando el desánimo y la dificultad aparecen,
San José es un gran ejemplo de tenacidad y trabajo arduo en todo momento por el bien de los
que ama. «Cuando el trabajo canse, San José ayúdame a sobreponerme y seguir».

6. El valor del buen discernimiento

Las respuestas apresuradas y decisiones impulsivas sobre todo en época de crisis no son lo
mejor. San José, incluso en una decisión tan dura como la de aceptar el embarazo de su
prometida, decide repudiarla pero en secreto, meditando qué era lo que menos iba a perjudicarla,
lo que menos escándalo iba a levantar. No lo hace apresuradamente, lo medita, lo «sueña», y en
ese soñar escucha la voz de Dios a través de un ángel que sale al encuentro y lo aconseja.

El valor del un buen discernimiento tiene que ver con la prudencia, el silencio y la escucha a Dios.
Este escuchar a Dios que se va afinando a medida que estrechamos nuestra relación con Él.
«Cuando necesitemos del buen discernimiento, San José sal a nuestro auxilio».

7. Castidad y juventudAl ser los primeros capítulos de Mateo y Lucas las únicas fuentes de la

revelación sobre quién era San José, no es raro que los hombres hayan tejido distintas historias

sobre este gran santo. De José sabemos poco, ha sido creencia frecuente pensar que era un

viudo que tenía casi 90 años y se casó con una mujer muy joven. Esto parece estar muy lejos de

la realidad, en aquella época los hombres se casaban muy jóvenes, San José al momento de

desposar a María debió haber tenido unos 18 o 20 años. Sin embargo, la imagen del San José

como hombre viejo caló dentro de la cultura popular y es por esto que muchos artistas lo han

representado como un hombre mayor.


Puede deberse a la dificultad que representaba la relación virginal entre ambos. Dificultad que
nace de la ruptura original. San José en este sentido, asistido por la inmensa gracia de Dios nos
enseña que el fundamento de la unión conyugal es la comunión de amor, ejemplo para
todo matrimonio. La unión de cuerpos debe responder a esa comunión de amor, sin embargo la
misión de María y José no estaba en relación a ellos mismos sino al mismo Jesús y a la iglesia
Universal. «Cuando el deseo desordenado me esclavice, San José ven en mi auxilio».

. El trato familiar como ámbito de crecimiento 8espiritual y personal

Escuchamos que la familia es la iglesia doméstica, escuela de humanidad, imagen del amor de
Dios. San José en este sentido nos enseña que la familia en un ámbito para crecer en
santidad. La santidad de José sucedió dentro de la familia. Y así está llamada a ser la tuya y la
mía, los esposos son guardianes mutuos de la santidad de la familia. Es ahí donde el amor crece,
en entrega, donde nos olvidamos de nosotros mismos y nos entregamos por completo. Como nos
decía el Papa Francisco: «por medio de ella se concreta la capacidad de darse, el compromiso
recíproco y la apertura generosa a los demás, así como el servicio a la sociedad».

Es  muy probable que San José haya muerto antes de que Jesús entrara en la vida pública, ya
que en las bodas de Caná no estuvo presente ni se habló más de él. De haber estado vivo
seguramente hubiera estado presente al pie de la Cruz, tal vez lo estuvo en espíritu
acompañando y consolando también el corazón doliente de su esposa. «Cuando nuestra familia
se encuentre en problemas o esté rota, San José ayúdanos a repararla».

«En aquellos días, el Carpintero enseñaba a rezar a Dios. Y hablaba con Dios cara a cara. Y
miraba con sus ojos los ojos de Dios. Y con Dios reía. Y Dios se dormía en sus brazos. Y Dios
despertaba con su beso. Y Dios comía de su mano. Y oraba a Dios y le cantaba teniéndole en
sus rodillas. Con sus manos tocaba a Dios y llevaba a Dios de la mano.  Jugaba con Dios y Dios
era feliz con él. Y ni en la Gloria había más gloria que en la casa de José!»

Esposo de la Virgen María,Martirologio Romano: Solemnidad de san José, esposo de la


bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de
padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José y le estuvo sujeto como
un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor como patrón, a quien el Señor
constituyó sobre su familia.

Etimológicamente; José = Aquel al que Dios ayuda, es de origen hebreo.

Breve Semblanza

Las fuentes biográficas que se refieren a san José son, exclusivamente, los pocos pasajes de los
Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven, porque no son sino
leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este
hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición popular imagina a san José en
competencia con otros jóvenes aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque,
siempre según la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente, mientras el de los otros
quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco del Antiguo
Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la redención.

El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal. Poco después del
compromiso, José se percató de la maternidad de María y, aunque no dudaba de su integridad,
pensó “repudiarla en secreto”. Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en
esta dramática situación es como el relámpago deslumbrador que ilumina toda la figura del
santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable.
La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su esposa” y con ella fue
a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el homenaje de
los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes,
que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret,
hasta los doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.

Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una sugestiva imagen de
la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía bajo su mirada “en sabiduría, en
estatura y en gracia”. San José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre
putativo de Jesús, y probablemente murió antes del comienzo de la vida pública del Redentor.

Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó


sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo fiesta de precepto
(celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san
José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su
nombre en el canon de la misa.

Novena a San José

Esposo de la Virgen María

Martirologio Romano: Solemnidad de san José, esposo de la bienaventurada Virgen María, varón
justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el
cual quiso ser llamado hijo de José y le estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo
venera con especial honor como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia.

Etimológicamente; José = Aquel al que Dios ayuda, es de origen hebreo.

Breve Semblanza

Las fuentes biográficas que se refieren a san José son, exclusivamente, los pocos pasajes de los
Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven, porque no son sino
leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este
hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición popular imagina a san José en
competencia con otros jóvenes aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque,
siempre según la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente, mientras el de los otros
quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco del Antiguo
Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la redención.
El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal. Poco después del
compromiso, José se percató de la maternidad de María y, aunque no dudaba de su integridad,
pensó “repudiarla en secreto”. Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en
esta dramática situación es como el relámpago deslumbrador que ilumina toda la figura del
santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable.
La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su esposa” y con ella fue
a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el homenaje de
los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes,
que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret,
hasta los doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.

Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una sugestiva imagen de
la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía bajo su mirada “en sabiduría, en
estatura y en gracia”. San José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre
putativo de Jesús, y probablemente murió antes del comienzo de la vida pública del Redentor.

Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó


sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo fiesta de precepto
(celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san
José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su
nombre en el canon de la misa.
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