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ESENCIA Y VALOR DE LA DEMOCRACIA

HANS KELSEN

1934

I. LA LIBERTAD

El ideal de democracia envuelve dos postulados a saber, la protesta contra la


coacción resultante del estado social y la imposición en general que originan el
ansia de libertad y la aversión a la superioridad de otros, relacionando el
sentimiento de igualdad con la libertad (p. 15-16)

El ideal de la igualdad devela que nadie debería dominar a nadie. Sin embargo,
la experiencia ha dicho que, para disfrutar de cierto nivel de igualdad, es necesario
someterse a cierto grado de dominación externa. Es por ello por lo que la libertad
natural pasa a tener una acepción social y política aceptando que “es
políticamente libre quien, aun estando sometido, lo está solamente a su propia
voluntad y no a la ajena” (p.17). En este sentido, la cesión de parte de la libertad
natural del hombre está dada en término de las normas y leyes sociales (p. 18).

En el libro se hace referencia a Rousseau, aduciendo que, para él, la libertad


es la base del sistema político democrático (p. 19). Menciona además que el
individuo se reputa libre para elegir a sus dirigentes, pero una vez elegidos vuelve
a estar sometido. Esta premisa abre la puerta a todo un despliegue argumentativo
frente a la importancia de la prevalencia de las mayorías para imponer cambios en
el Estado, dado que en la mayoría de los casos el hombre nace dentro de un
régimen ya constituido y elegido por la voluntad de otros (p.21).

En síntesis, se tiene que el concepto de libertad pasó de ser visto como la no


sumisión del hombre al sistema del Estado, a concebirse como una cooperación
del individuo en la sumisión, lo que deja en evidencia el paso del liberalismo a la
democracia (p. 24). Lo anterior en el entendido que, el fin de la democracia es la
participación del individuo en la conformación del Estado. En ese aspecto, la
libertad individual pierde importancia frente a la libertad colectiva (p.25).

Posteriormente, se menciona la creación de inmaterialidad del Estado, para


abandonar en los gobernados la idea intolerable de ser sometidos por otra
persona superior, lo que viene a ser de gran importancia para la teoría del
Derecho político en la que el “súbdito renuncia a su libertad para recuperarla como
ciudadano” (p. 26). El súbdito vendría siendo el individuo aislado dentro de la
sociedad, mientras que el ciudadano hace referencia al individuo como parte
integrante de la sociedad, y su libertad depende de la libertad del Estado, es decir,
que será libre si forma parte de una Estado libre (p.27).

II. EL PUEBLO.

El pueblo es entendido inicialmente como los sujetos al orden social, como la


unidad de hombres, como los sujetos de poder (p. 30). Posteriormente es definido
como un “sistema de actos individuales regidos por la ordenación jurídica del
Estado” (p.31). Pues se explica que el hombre nunca pertenece al 100% a la
colectividad social, ni al Estado, por el contrario, solo se liga al Estado en virtud de
ciertas conductas reprochables que afectan su vida en sociedad. De acuerdo con
Nietzche, “el Estado es el más glacial de los monstruos. Miente fríamente, y de su
boca sale esta falacia: Yo, el Estado, soy el pueblo” (p.32).

La idea de los partidos políticos nace de la iniciativa de unos pocos por formar
una voluntad colectiva (p. 36). Deja en evidencia la fuerte aversión del Estado
frente a la creación de partidos políticos, pues el individuo aislado carece de poder
e influencia. De manera tal que “la democracia solo es posible cuando los
individuos se reúnen en organizaciones definidas por diversos fines políticos, de
tal manera que entre el individuo y el Estado se interpongan aquellas
colectividades agrupadas en formas de partidos políticos” (p.37). La democracia
requiere de partidos políticos como factores de la formación de la voluntad del
Estado.
Posteriormente y luego de un análisis de los partidos políticos vistos desde la
perspectiva de Triepel, se concluye que el pueblo es el conjunto de titulares de
derechos políticos o ejercientes del derecho (p. 46). De acuerdo con el autor, la
democracia del Estado moderno, es una democracia mediata, parlamentaria, en la
cual la voluntad colectiva que prevalece es la determinada por la mayoría de los
representantes de los ciudadanos (votantes) (p. 47).

III. EL PARLAMENTO.

El parlamentarismo es una forma de Estado de los siglos XIX y XX,


consistente en la emancipación de la ciudadanía frente a los privilegios
hereditarios de las clases y posteriormente en la igualdad política del
proletariado (p. 48). El parlamentarismo es rechazado por los partidos políticos
tanto de izquierda como de derecha. Sin embargo, era a través del
parlamentarismo que se puede plasmar la idea de la democracia dentro de la
realidad social de la época (p. 50).

De acuerdo con Kelsen, el parlamentarismo es una “formación de la


voluntad decisiva del Estado mediante un órgano colegiado elegido por el
pueblo en virtud de un derecho de sufragio general e igual, o sea democrático,
obrando a base del principio de la mayoría” (p. 50). A su vez, el
parlamentarismo está dominado por la idea de libertad. Dicha idea de libertad
se presenta en el parlamentarismo con un doble aspecto: por el principio de la
mayoría y como formación de la voluntad, esta última comprendida como la
formación de la voluntad del Estado a través de un parlamento creado por el
pueblo (p. 51).

El parlamentarismo se presenta a su vez como la relación entre libertad y


división del trabajo, pues, cuanto más grande es la colectividad política, es más
difícil para el pueblo desenvolverse dentro de su papel como forjador directo de
la voluntad del Estado, motivo por el cual la delegación de funciones en el
parlamento toma relevancia (p. 52). Aunque vale la pena resaltar que los
diputados no reciben órdenes directas de sus electores, sino que interpretan y
analizan sus necesidades y es así como nace el parlamento moderno, pues
otrora los electores emitían mandatos imperativos a la Asamblea (p. 53).

De acuerdo con las críticas hechas al parlamentarismo, se tiene que las


decisiones tomadas por los representantes no se consideran emanadas de la
voluntad y soberanía del pueblo, sin embargo, se trata de la coalición entre la
libertad política y el principio de diferenciación del trabajo (p. 54-55).

El autor hace una reflexión frente a la necesidad de sostener cuerpos


colegiados para la toma de decisiones y al respecto manifiesta que, así como
el pueblo necesita de personas que representen su voluntad y necesidades
frente al monarca, este también requiere de cuerpos colegiados que le
asesoren y le ayuden a tomar sus decisiones (p. 56). Bien sea por falta de
conocimientos o por sobrecarga de funciones, el autócrata tampoco puede por
sí solo gobernar al pueblo.

Posteriormente, se hace referencia a la expedición de normas generales,


que son ligadas a los órganos colegiados y no individuales, de aquí la
importancia del parlamentarismo (p. 60). Se citan varios autores que se han
manifestado en contra del parlamentarismo, entre ellos a Carlos Marx según el
cual no debe existir el parlamento sino un organismo ejecutivo, y además dice
que las elecciones no deberían ser cada 3 o 6 años para elegir a los miembros
de la clase dominante, sino para intervenir directamente en la administración
(p. 60).

IV. LA REFORMA AL PARLAMENTARISMO

De acuerdo con Kelsen, podría intentarse reformar el parlamentarismo, en el


sentido de intensificar sus elementos democráticos (p. 64). Podría otorgársele
mayor participación al pueblo en el orden estatal, que tan solo poder elegir a los
parlamentarios. Pues en ese sentido las decisiones ya no dependerían
exclusivamente del parlamento, sino que se contaría con la participación de la
soberanía del pueblo (p. 64). Resalta el autor que la existencia de un referéndum
constitucional y uno legislativo sería favorable para la formación de la voluntad del
Estado (p. 65). Esto se lograría permitiendo que cierto número de ciudadanos
políticamente capaces puedan presentar proyectos de ley y que estos deban ser
considerados por el parlamento (p. 65). Así mismo, podría aplicarse un control
periódico al parlamento por parte de los electores (p. 66). Esto último serviría para
mitigar el descontento de los electores frente a sus representantes gracias a las
irresponsabilidades de los diputados frente a sus electores (p. 67).

De acuerdo con Kelsen, es preciso suprimir o restringir la inmunidad de los


diputados, para que pueda ser perseguido judicialmente en cualquier momento y
no cuando el parlamento lo autorice, beneficio surgido durante la Monarquía
estamental, pero inaceptable en una República parlamentaria (p. 67-68).

Seguidamente se hace referencia a la necesidad de que los diputados se


hagan responsables de sus actos, máxime si se tiene en cuenta que, gracias a
algunas constituciones modernas, la elección de diputados se hace por listas, en
las que no se elige al diputado por su persona, sino en virtud de su filiación política
a cierto partido del elector (p. 69).

El autor también menciona una especialización del parlamento, diciendo


que en lugar de tener un solo parlamento que trate todos los temas, se debe
especializar en ciertas áreas de la legislación, que se ajusten a las divisiones en
departamentos de la administración (p. 72). De esta manera se conformaría un
parlamento profesional y especializado que dirija la formación de la voluntad del
Estado.

V. LA REPRESENTACIÓN PROFESIONAL

De acuerdo con Kelsen, una de las posibilidades que se planteaba para la


época era cambiar el parlamento por una organización profesional, en la que la
mayoría del pueblo pudiera participar según el papel que desempeñaran en el
conjunto nacional (p. 74). Sin embargo, Kelsen advierte que esta idea tiene
inconvenientes insuperables, por ejemplo, el choque permanente entre algunas
profesiones y las creencias religiosas, morales, públicas y estéticas (p. 75).
Adicionalmente, existen cuestiones que no pueden encasillarse específicamente
en una u otra profesión, por lo que existiría un conflicto de competencia
permanente entre los grupos de profesionales aislados (p. 76). Para lo cual habría
que conformarse un grupo colegiado neutro que dirimiera los conflictos entre los
grupos de profesionales.

En ese sentido, el profesionalismo sería reemplazar un sistema de


representación por otro sistema de representación, pero más complejo, que el
parlamentarismo. Sería necesario además saber quien graduaría la importancia de
cada grupo profesional y el procedimiento que debería adoptarse para llegar a tal
o cual determinación (p. 77). Asegura el autor que el creciente interés por formar
la representación profesional, más que una reforma al parlamento, es un intento
de los sectores menos favorecidos por la Constitución democrática de participar
orgánicamente en la voluntad del Estado (p. 79).

VI. EL PRINCIPIO DE LA MAYORÍA

Este principio es la base del parlamentarismo para evitar la hegemonía de una


clase sobre los derechos de las minorías (p. 81). Para que exista una mayoría
debe existir una minoría y para que los derechos de unos se impongan, deben a
su vez existir los derechos de otros, dando origen a la necesidad de proteger los
derechos de las minorías, frente a los de las mayorías. A dichos derechos se les
conoce como derechos públicos subjetivos, derechos políticos o garantías
individuales, pues, representan un amparo al individuo contra el poder ejecutivo
del Estado y sus dependencias (p. 81).

Kelsen asevera que solo en el parlamentarismo se pueden diferenciar las leyes


comunes de las constitucionales, así como solo en el parlamentarismo se puede
elegir entre la sumisión a la mayoría absoluta o la renuncia de la mayoría absoluta
ante las necesidades de las minorías (p. 82). Lo anterior significa que se pasa de
la protección del individuo contra el Estado, a ser una protección para una minoría,
“para ser una minoría cualificada contra la mayoría simplemente absoluta” (p. 83).

En algunas áreas de conocimiento, solo es posible dictar normas con la


aprobación de una minoría cualificada y no contra su voluntad, como, por ejemplo,
en materia religiosa, moral o económica. Aunque otrora se consideraba que solo
atendiendo al sentir de la mayoría absoluta se lograba enaltecer la democracia, ya
para la época se concibió la idea de que en ciertos casos el principio de la minoría
cualificada podría ser el camino para la idea de libertad en la libertad colectiva (p.
83).

Dentro del procedimiento parlamentario y el principio mayoritario debe


distinguirse también entre ideología y realidad. Ideológicamente el principio de la
mayoría significa que la voluntad deba formarse con el asentimiento de la mayor
cantidad de individuos, sin embargo, la realidad es que las mayorías se imponen
sobre las minorías, pero no necesariamente representa la voluntad del colectivo
(p. 84). Esta realidad genera divisiones en bandos que se enfrentan por conseguir
el poder.

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