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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

SFM Liberalismo Político


Profesor Luis Eduardo Hoyos Jaramillo
Alumno David Villa
Trabajo Final

La representación política en Kant

Un subtitulo para este trabajo puede ser ¿Por qué afirma Kant que la democracia es la
mayor de los despotismos posibles? O también ¿Cuál es la relación entre gobernante y
pueblo en un Estado republicano y qué problemas enfrenta? Kant asienta la legitimidad
y el concepto de derecho público sobre la idea de contrato originario, donde se afirma
que todo ciudadano es visto como co-legislador junto a todos los demás, lo cual deja la
expectativa que el pueblo se reúna constantemente en asamblea para decidir el rumbo
que ha de tener el Estado. Pero esto implica, según Kant la necesaria tiranía de la
mayoría y por tanto un abuso a la constitución republicana. En el presente trabajo se
abordan las razones que permiten a Kant defender su posición en contra de la
democracia, favoreciendo otros tipos de gobiernos.

Así el primer punto se dedica a la formalidad del argumento esgrimido en el primer


artículo definitivo que se encuentra en Hacia la Paz Perpetua seguido de la justificación
que encuentra en la idea de contrato originario. Acto seguido se estudiarán algunos
supuestos antropológicos y sociales que hacen parte del planteamiento. Finalmente, se
abordaran los problemas de la representación dentro del Estado republicano

La distinción entre forma y modo de gobernar


La democracia y el republicanismo se suelen confundir, por lo cual hay que introducir
una distinción fundamental: La forma de gobierno se refiere a “la diferencia de personas
que gobiernan el Estado” o a quién detenta el poder público poniendo en ejecución las
leyes, así sólo puede haber el poder de uno, el poder de algunos o el de la mayoría (o
tradicionalmente dicho el poder de todos), en otras palabras la forma del Estado es
autocracia, aristocrática o democrática. Ahora bien, el modo de gobernar,
independientemente del gobernante, se refiere a los principios que determinan la
voluntad del jefe de Estado para hacer uso del poder coactivo; el modo sólo pude ser
republicano o despótico. Según el republicanismo el poder debe separarse en las
divisiones de poder ejecutivo y poder legislativo, por lo que se entiende que el
gobernante no puede hacer uso de la fuerza pública a su antojo, sino según los
principios del derecho que como particular debe respetar. En cambio, el despotismo el
poder que otorga la voluntad general es manejado como si fuera regido por principios
de una voluntad particular, es decir según principios que responden a la felicidad o
amor propio y por tanto no son universales.

Según lo anterior, la democracia es necesariamente un despotismo, pues con base en


la voluntad de la mayoría y no la de todos se deciden asuntos como si se tratase de una
voluntad particular que pretende ser general.
Ahora bien, la representación política se entiende como la manifestación de la voluntad
de una o varias personas en los actos de una sola, gracias al consentimiento de los
representados. “Las formas de gobierno no representativas son no formas, pues el
legislador no puede ser a su vez ejecutor de su voluntad” [PP, AK VIII 352] Como en la
democracia todos quieren ser soberanos, es decir no-súbditos, la ley no tiene obligación
(al menos para la mayoría) y la constitución es inestable.

Según Kant, contrario a lo que podría pensarse, al pueblo no le interesa tanto tener el
mismo la facultad de ejecutar la ley, sino que se tome en cuenta la voluntad general en
las leyes, en otras palabras, prefieren el modo de gobernar republicano y no están
necesariamente inclinados hacia quién deba gobernar. Esto es porque según la idea de
contrato originario el establecimiento del estado es un acto de la voluntad de todos y la
legitimidad nace del pueblo, pero el modo de mantenimiento de esta legitimidad no es
una cuestión del pueblo sino de la administrador del Estado.

La Idea de Contrato Originario y sus Supuestos


Kant afirma que la constitución republicana es atractiva incluso para un pueblo de
demonios [] refiriéndose al carácter interesado de la voluntad humana, pues se advierte
una infinita gama de intereses contrapuestos que dan origen a antagonismos y guerras;
pero a la vez reconoce que el hombre tiene dentro de sí una tendencia latente hacia la
moralidad []. El comienzo del gobierno civil puede verse desde dos puntos de vista
perfectamente compatibles y de hecho necesarios. Uno puede ser la necesidad de
seguridad, donde la fundación del Estado puede deberse al miedo, de tal forma que por
mera prudencia se instituya el gobierno, pero ello no lo hace republicano. Por otro lado,
el conocimiento de derecho natural al que tiene acceso el hombre gracias a la razón
práctica le da la perfecta medida en que los intereses no implican el menoscabo de la
libertad de nadie. Pero aun así, esto puede ser el resultado de un Estado despótico
pero benefactor, por ello para que el gobierno sea republicano es preciso que las leyes
que afectan al bien común y el funcionamiento de la sociedad dependan de la voluntad
general. Antes de pasar a ver como es esto posible hay que indagar los principios que
respaldan la idea de contrato original.

El problema del republicanismo con la democracia puede entenderse a partir de la


tensión entre la idea y el fenómeno, o también entre la deontología del derecho o la
moral con la teleología de los fines particulares o generales, que no implican
contradicción pero son tan heterogéneos que pueden llegar a serlo. Así la idea de
contrato originario demanda la libertad de los hombres, la dependencia de los súbditos
a la legislación y la igualdad de los súbditos en cuanto ciudadanos[PP, Ak VIII 350]. La
libertad es el derecho que tiene el hombre a seguir sólo las leyes que el puede aceptar,
en otras palabras la autonomía que tiene para actuar en el espacio público, en otras
palabras la búsqueda de su propia felicidad sin que nadie le obligue a buscarla según lo
que otro piense que ésta sea. Gracias a esta formulación, los gobiernos paternalistas
[TP, Ak VIII,293] o la tutoría del pueblo [QI,Ak VIII, 36] son ideas repulsivas en sí
mismas pues además de medrar la autonomía jurídica y moral de los seres humanos ha
de imponer una configuración especial a la voluntad general. La educación en virtud,
también llamado el resorte de la democracia, no es viable para Kant, puesto que la
moralidad es un principio interno del comportamiento humano y que no puede
determinarse exteriormente sin perder a la vez su esencia, pues implica heteronomía 1.

Ahora bien, la dependencia de todos frente a la legislación que nace de la misma idea
de derecho, se vería afectada si el soberano fuera a la vez el ejecutor pues la
constitución sería inestable, cosa que propicia la democracia aunque no sea exclusiva
de ella.

El principio de igualdad de todos los súbditos afirma que todos en cuanto ciudadanos
pueden ser legisladores, es decir seres morales capaces de proponer y acatar leyes
universales y por ende no puede haber amos o esclavos, sino que todos comparten la
misma naturaleza. Sin embargo, en Teoría y Praxis la formulación de la igualdad de los
ciudadanos era la independencia jurídica de estos, su no dependencia de ningún otro,
excluyendo así a la sección de la sociedad que se supone no puede legislar, es decir
que no posee uso de la razón y por tanto no puede pesar leyes y aceptarlas
consecuentemente; es curioso que el principio excluyera a obreros y mujeres como si
sus intereses no formaran parte del funcionamiento entero de la sociedad. Con la
diferencia en las dos formulaciones, Kant parece dar con un punto de tensión en el cual
hay que observar que los intereses de un grupo ha de primar sobre el de otros por
motivos materiales, pero a la vez debe admitirse que para que haya verdadera
legitimidad todos deben ser iguales en derechos para que no existan amos y esclavos.

Desde un punto de vista ideal, la constitución republicana basada en los tres principios
hace respetar el derecho de cada uno, logrando los dos pilares básicos importantes por
los que se estableció el Estado, a saber, la seguridad y el ambiente propicio para el
desarrollo autónomo y la búsqueda de la felicidad. Además, para que sea un verdadero
republicanismo, se desarrollan mecanismos de representación pública donde el
soberano lea la voluntad general y por medio de leyes que contribuyan al bien común
conserve el Estado y lo haga fuerte.

Los problemas de la Representación Política


Pero la idea de voluntad general ha de ser cuestionada aquí, pues ésta no es un factum
que se da y se muestre evidentemente para todo ser racional, por lo cual el soberano
debe inferirle a partir de la opinión pública. Ésta última refleja los antagonismos propios
de las sociedades plurales, en donde el soberano no puede dejar de tomarlas en
consideración ni tampoco imponer una solución arbitraria a las mismas, lo cual
implicaría inclinar la justicia hacia una partícula de la sociedad. En el mundo
fenoménico, la desigualdad y los intereses contrapuestos pueden llegar a implicar que
1. Dice Kant “Sin embargo, hay más posibilidades que el público se Ilustre a sí mismo; algo que es casi
inevitable si se lo deja en libertad. Pues ahí siempre nos encontraremos con algunos que piensen por
cuenta propia incluso incluso entre quienes han sido erigidos como tutores de la gente, lo cuales tras
haber superado la minoría de edad, difundirán entorno suyo el espíritu de una estimación racional por
pensar por sí mismos” Y más abajo respecto a la implantación de doctrinas “por eso es muy pernicioso
inculcar perjuicios… de ahí que el publico sólo pueda ilustrarse lentamente.” QI AK VIII, 36.
sin detrimento a la libertad jurídica, las facciones sociales empiecen una guerra, como
los sobornos, la parcialidad de los medios de comunicación y otros sabotajes posibles
relacionados con la economía. En este ambiente, la decisión por vía democrática del
modo de operar el Estado es el peor de los despotismos, pues los intereses de la
mayoría no sólo no serían representativos sino que además estarían manipulados por
intereses de facciones de la sociedad, haciendo de la democracia algo más perverso.
Para evitar esto, el soberano debe respetar la libertad de pluma [TP, AK VIII, 304] o el
uso público de la razón por parte de los doctos[QI, Ak,VIII 37], pues en la constante
discusión de la sociedad entorno a sus problemas y progreso de las ciencias el
soberano puede leer mejor cual es la voluntad general. En esa misma medida, Kant
recomienda al soberano escuchar el consejo del filósofo, ya que este por su naturaleza
no le queda bien hacer propaganda alguna[] sin implicar esto que deba obedecerlo, sino
sólo tomarlo en consideración.

Sin embargo, esta batalla que se libra dentro de la opinión pública no necesariamente
visibiliza los intereses de las clases menos favorecidas o excluidas del medio legislativo.
Así, con deseos de responder a principios republicanos el soberano debería tener la
obligación (moral) de promover la inclusión y encogimiento de las diferencias materiales
entre los súbditos, empero, esto no puede verse como una obligación moral impuesta a
la sociedad, sino como un medio de progreso hacia una constitución republicana. Sin
embargo Kant no dice nada al respecto de las obligaciones positivas de los
gobernantes con el pueblo, aunque podría suponerse en la puya que le hace a
Federico, afirmando que este es como un servidor para el pueblo[PP, AK VIII, 353]. El
papel de este progreso lo pone Kant en manos de la naturaleza, pues ésta se vale de
los antagonismos para generar un progreso en los talentos humanos y en la moral
dentro de la sociedad[]. No obstante, se mantiene la tensión que existe dentro de la
imposibilidad del soberano para influir en la educación moral de los ciudadanos y la
necesidad de que todos sean iguales en cuestión de derechos, en otras palabras, la
igualdad que es incondicional se ve condicionada a factores materiales.

Conclusión
La democracia es rechazada por Kant porque desde un punto de vista lógico implica
despotismo. Exige a los súbditos la sumisión a la mayoría, permite la inestabilidad de la
constitución y bajo la sociedad pluralista soporta atropellos a la libertad de las personas
discriminadas. Además de ello, la democracia necesita de la promoción de la virtud para
no caer en una tiranía, sin contar los problemas técnicos del gobierno para llevar a cabo
sus leyes. Sin embargo, Kant acepta que después de una revolución violenta, la
desigualdad social se reduce y la democracia puede llegar a funcionar más soportable
pero esto no asegura su duración tal y como lo muestran las “repúblicas antiguas”.

Bibliografía
Kant, Immanuel
- Hacia la Paz Perpetua Jacobo Muñoz, Gredos 2011 Madrid (PP)
- Teoría y Praxis Aramayo, Gredos 2011 Madrid (TP)
-Contestación a la Pregunta ¿Qué es la Ilustración? Aramayo, Gredos 2011 Madrid (QI)

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