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Resumen
El TSJ de Castilla y León estima en parte el recurso de apelación interpuesto contra la
sentencia dictada por el Juzgado de lo contencioso administrativo sobre solicitud de
cambio de titularidad del Bar Peral. El método objetivo de módulos tiene una
complejidad técnica que requiere la realización de una prueba pericial que, a partir de
los datos que sean necesarios y que debe de justificar el actor, se llegue a la
determinación de ese rendimiento por lo que el mismo debe de dejarse para ejecución de
sentencia.
ANTECEDENTES DE HECHO
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FUNDAMENTOS DE DERECHO
La Sentencia recurrida, por lo que hace al primero de los actos señalados, considera que
la actuación administrativa es conforme a derecho con base en la Ley 11/2003 de 8 de
abril de Prevención Ambiental de Castilla y León y artículo 10 y 13 del Decreto de 17
de junio de 1055 y jurisprudencia que lo interpreta EDL 2003/7440.
En segundo lugar, denuncia los defectos formales en los que incurre la Sentencia
recurrida así como la falta de examen y decisión de los motivos impugnatorios
expuestos en la demanda.
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Y, finalmente, considera que concurren todos los requisitos para declarar responsable al
Ayuntamiento demandado, ya que fue su actuación la que le obligó a cerrar el bar Peral,
lo que le ha causado determinados daños y perjuicios cuya indemnización reclama, sin
que pueda sostenerse que la acción administrativa de responsabilidad ha prescrito.
A este respecto, y en primer lugar, cuestiona la actuación del Juzgado en cuya virtud,
una vez incorporado a los autos el escrito de conclusiones de la parte actora, junto con
determinada documentación a él unida y presentado por la Administración sus
correspondientes conclusiones, se acuerda, de conformidad con lo interesado por la
demandada, la devolución de dicha documentación.
Y, en segundo lugar, critica que la diligencia de prueba interesada al amparo del artículo
61.2 de la Ley de la Jurisdicción solo fuese atendida parcialmente, ya que se denegó el
reconocimiento judicial solicitado y solo se admitió la incorporación de determinada
documentación.
Para examinar estas alegaciones debemos recoger los principales antecedentes que
aparecen documentados en las actuaciones.
1.- En la demanda presentada se indica en el 2º otrosi digo que se interesa que el pleito
se falle sin necesidad de recibir el pleito a prueba, "por tratarse de un conflicto que se
plantea en estrictos términos jurídicos".
Dicho escrito fue devuelto por Providencia de 2 de febrero de 2010 con base en el
artículo 272 de la LEC. EDL 2000/77463
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5.- Por Providencia de 24 de septiembre de 2010 se acuerda la devolución del escrito
presentado porque, tal y como alegó la Administración demandada en su escrito de
conclusiones, no se encuentra en ninguno de los supuestos a los que se refieren los
artículos 56.3 y 4 de la Ley de la Jurisdicción y 270 y 272 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil.
6.- Por escrito de 19 de octubre de 2010 la parte actora interpone recurso de suplica
contra la Providencia de 24 de septiembre, que es desestimado por Auto de 28 de
diciembre de 2010, ya que la documentación aportada y que se quiere que se una a los
autos se ha presentado fuera del momento procesal oportuno para ello.
7.- Por escrito de 20 de enero de 2010 la parte actora presenta escrito de aclaración del
anterior Auto de 28 de diciembre, siendo resuelto por Auto de 1 de febrero de 2011 en
el sentido de que no concurre motivo alguno para aclarar el Auto.
8.- En fecha 7 de febrero de 2011 se presenta nuevo escrito por la parte actora
interesando la diligencia final de reconocimiento judicial, que es denegada por el
Juzgado, según Providencia de 18 de febrero de 2011, al tiempo que acuerda en esa
misma resolución que el actor aporte la documental señalada en el 1º otrosi num. 1, 2, 3,
4 y 5 de dicho escrito de 7 de febrero, lo que se lleva a efecto en el plazo conferido.
9.- En fecha 1 de marzo de 2011 se interpone por el actor recurso de suplica contra la
anterior Providencia, que es desestimado por Auto de 15 de marzo de 2011.
10.- En fecha 5 de abril de 2011 se dicta la Sentencia que es objeto del presente recurso
de apelación.
12.- En fecha 11 de mayo de 2011, se dicta Auto en el que se resuelve no haber lugar a
la aclaración de la Sentencia toda vez que en el escrito presentado se incluyen hasta 17
peticiones, lo que es indicativo de que el escrito responde más a un recurso contra la
sentencia que a una solicitud de aclaración o complemento.
13.- En fecha 14 de junio de 2011 se presenta el recurso de apelación que ha dado lugar
al presente rollo y que ahora debemos resolver.
En el caso que nos ocupa y, como hemos destacado, el actor consideró en su escrito de
demanda que no era preciso la practica de prueba alguna y mantuvo esa posición
después de que la Administración contestase a la demanda hasta el punto de presentar
un escrito, a modo de recurso de suplica, aun cuando ni lo era, ni así se le calificó, en el
que insistía en la no necesidad de recibir el pleito a prueba, pese a que la
Administración la hubiese interesado.
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Aun en estos casos, la Ley posibilita que se aporte determinada documentación en
conclusiones, al amparo del artículo 270 y 271 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
EDL 2000/77463 , correspondiendo al Juez decidir si la misma debe de quedar unida a
los autos o, por el contrario, no.
Más aun, en el propio recurso que obra en las actuaciones se dice por el apelante "voy a
acometer la tarea del recurso no porque lo considere de primer orden para la resolución
que ampare los intereses de esta parte puesto que convendremos Señoría Ilustrísima que
este asunto es colateral", sino para suministrar toda la ayuda necesaria para la
realización de la justicia (página 750 y 751)
Pero, es que más allá de todo ello, nada ha impedido al apelante interesar su unión al
rollo de apelación, argumentando la procedencia de ello (artículo 460.1 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil EDL 2000/77463, de aplicación supletoria) por lo que hay que
concluir que la decisión del Juzgado fue conforme a derecho y que la ausencia de esa
documentación en estas actuaciones se debe a la decisión del apelante.
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En efecto, la confusión sobre qué parte solicitó el recibimiento del pleito a prueba que
se recoge en los hechos del Auto de 28 de diciembre de 2010 o las razones que llevaron
a la parte actora a recurrir el Auto de recibimiento del pleito a prueba a instancias de la
demandada o la indicación en el antecedente de hecho único del Auto de 15 de marzo de
2011 de que eran ambas partes quienes recurrían cuando, en realidad era solo la actora,
son meros errores que no han causado indefensión ni han afectado a las decisiones
sustantivas que se han adoptado.
Otro tanto cabe decir de la reunión que al parecer tuvo lugar en julio de 2010 entre la
titular del órgano judicial y la parte actora, ya que la conversación que allí pudo tener
lugar no puede comprometer la decisión que posteriormente pueda adoptarse por escrito
en el seno del procedimiento, ni se ve en ello infracción del artículo 231 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil EDL 2000/77463.
Con carácter general, hay que decir que los únicos defectos que pueden dar lugar a la
anulación de la Sentencia dictada son aquellos que tengan entidad suficiente como para
causar una indefensión real y por este motivo no es suficiente con alegar un defecto y a
continuación invocar el artículo 24 de la Constitución Española EDL 1978/3879, ni
tampoco con sentir que ello se ha producido, sino que es necesario argumentar y
explicar la razón por la que ese efecto ha tenido lugar.
Así, en primer lugar, hay que decir que el objeto del recurso contencioso administrativo
está convenientemente centrado en la Sentencia recurrida y así en el Fundamento de
Derecho Primero se especifican las dos actuaciones que se recurren, en los mismos
términos a los que la parte se refiere en su escrito de aclaración que ahora reproduce en
la apelación.
En todo caso, de lo que no hay duda es de que la legalidad de ambas actuaciones ha sido
examinada por la Juzgadora a quo, como se desprende de la lectura de la Sentencia.
Por lo tanto, la contradicción a la que el actor alude carece de relevancia (por lo que no
se puede decir que haya habido incongruencia) hasta el punto de que el mismo es
consciente de ello y su critica es solo porque la contradicción "esta consumada y por
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ende el error resulta inevitable", según expresa en su escrito, sin conectar tales
valoraciones con una indefensión real y material.
En segundo lugar, tampoco observamos una infracción del artículo 248.3 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial EDL 1985/8754 ya que los Antecedentes de hecho que
recoge la Sentencia los estimamos suficientes, con independencia de que se hubiesen
podido recoger otros o reflejarlos de manera distinta.
Es verdad que hay errores, claramente constatables, como los que se refieren a la
cuantía del pleito, en todo caso superior a 155.000 euros -y no 150.000, como dice la
Sentencia- así como la fecha del Auto de 27 de noviembre de 2009, y no 2010, como
dice la Juzgadora. Y es verdad, también, que el Auto de 11 de mayo de 2011 que
resuelve el escrito de aclaración, debió de enmendar estos defectos y otros en lugar de
conformarse con enumerar los puntos que se contenían en el escrito presentado (hasta
17 peticiones) y resolver que lo interesado excedía de los límites de una aclaración
En lo que hace a los hechos probados, que también es objeto de denuncia por el
apelante, hay que decir que, en principio, no hay disputa sobre los mismos hasta el
punto de que el actor interesó que el pleito se fallase sin necesidad de recibir el pleito a
prueba, y, además, el Fundamento de Derecho Segundo recoge los que resultan del
expediente administrativo y se juzgan de interés para resolver el caso que nos ocupa.
Y, nuevamente hay que decir que el error pudo ser enmendado por la Juzgadora, pero el
mismo no justificaría una revocación de la Sentencia
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apelación no especifica qué hecho de los alegados por esa parte se ha omitido y cuál es
la relevancia que ello tiene para la decisión del pleito.
Y, desde luego, da respuesta a las cuestiones que plantea el recurso contencioso, que,
como el propio apelante reconoce en otro pasaje de su escrito, es extremadamente
sencillo porque se centra en determinar si tenía derecho a que se le reconociese el
cambio de titularidad en el Bar Peral que solicitó, a lo que la Sentencia le dice que no; y,
si tiene derecho a ser indemnizado por la negativa de la corporación municipal
demandada a acceder a ese cambio de titularidad, a lo que la misma Sentencia le dice
que no, incluso, como dice el apelante, excediéndose de lo que debía de argumentar,
toda vez que declarada la legalidad de la decisión administrativa que deniega el cambio
de titularidad (Acuerdo de 27 de diciembre de 2007, objeto del recurso contencioso)
resultaba innecesario examinar la concurrencia de los requisitos para declarar esa
responsabilidad, como considera la parte apelante en la página 1060 de las actuaciones.
La Sentencia recurrida, por lo tanto, confirma ambos actos administrativos y expresa las
razones de ello, con independencia de si las mismas son suficientes y correctas o no, lo
que afecta al fondo de la Resolución judicial recurrida, y no a la forma.
Esta cuestión, como veremos más adelante, constituye el fondo del asunto.
Igualmente, la Sentencia da como probado que el local llevaba cerrado seis meses así
como que para proceder al cambio de titularidad que se solicitaba por el actor era
necesario cumplimentar determinadas exigencias, que se enumeran, en la línea de lo
resuelto por la Administración, lo que para la parte actora y apelante, está huérfano de
argumentación.
Tal carencia, sin embargo, afecta al fondo del recurso, pero no a la forma, y, desde
luego no es materia de aclaración.
Los otros actos a los que se refiere el actor y los procedimientos penales en los que se
vió implicado el Alcalde del municipio demandado son ajenos a lo que aquí se debate,
por lo que al no tener relación con el objeto del pleito no tienen porqué estar recogidos
en la Sentencia (mucho menos un pronunciamiento de los mismos sobre su legalidad,
cuando no han sido impugnados) y, otro tanto cabe decir de los, a su juicio, cometidos
delitos y que, también a su juicio, aparecen documentados en el expediente
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administrativo como es la incorporación de cierto documento en el pleno de agosto de
2005 o la denuncia del Policía Local, que aparece sin firma y que no consta notificada o
la omisión de información por parte del Ayuntamiento a la Junta de Castilla y León,
etc.....
OCTAVO.- Finalmente, hay otra serie de alegaciones que carecen de fundamento desde
el punto de vista de la apelación como que se admitiese como diligencia final la
incorporación de determinada documentación y se denegase la nulidad de actuaciones o
la estimación por parte de la Juzgadora de instancia de que la solicitud de
responsabilidad patrimonial presentada por la actora no debió de ser inadmitida, sino
que debió de ser subsanada.
En otro orden de cosas, las argumentaciones que emplea el actor para criticar, por
innecesaria, la decisión de la Juzgadora de entrar a resolver sobre los requisitos de la
acción de responsabilidad, una vez declarado conforme a derecho las exigencias
efectuadas por la Administración para poder proceder al cambio de titularidad del local
"Bar Peral", carecen de relevancia para revocar la Sentencia impugnada, ya que lo que
nosotros tenemos que resolver es si los razonamientos de la Juzgadora son correctos o
no, pero en ello no entra la decisión de si los mismos son oportunos o no, debiéndose de
reparar que estas alegaciones que se contienen en el recurso de apelación no constituyen
un mero argumento a mayor abundamiento o colateral a otro, sino un motivo específico
(folio 1060 de las actuaciones)
Finalmente, se contienen otras alegaciones que hacen referencia más al fondo del asunto
que a la forma por lo que deben de ser analizadas a continuación.
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NOVENO.- Entrando en el fondo del asunto, hay que decir que el mismo queda
reducido a dos esenciales cuestiones, a saber, por un lado, si el actor tiene derecho a que
el Ayuntamiento de Adrada le autorice el cambio en la titularidad del bar Peral, que
solicitó en fecha 8 de marzo de 2005 y que le ha sido denegado, tras determinadas
vicisitudes, por el acto recurrido de 27 de diciembre de 2007 dictado por la Junta de
Gobierno Local de la citada corporación; y, en segundo lugar, y en el caso de que se le
reconozca tal derecho, si el citado Ayuntamiento debe de ser declarado responsable
patrimonialmente por los daños sufridos por el actor, como consecuencia de que no se le
haya autorizado el cambio de titularidad solicitada.
Para resolver ambas cuestiones debemos partir de los hechos que se recogen en la
Sentencia recurrida en el Segundo de sus Fundamentos de Derecho y que en esencia
consisten en que en fecha 8 de marzo de 2005, D. Ramón solicita licencia de cambio de
titularidad del establecimiento bar con terraza Peral ante el Ayuntamiento de Adrada,
que estaba a nombre de los DIRECCION000, C.B., anteriores titulares de la licencia del
establecimiento
Como quiera que, según la Administración, habían transcurrido más de 6 meses desde el
cierre del citado establecimiento, la Comisión de Gobierno del citado Ayuntamiento en
fecha 30 de marzo de 2005 acuerda y así le indica que debe iniciar expediente de
autorización medioambiental de la actividad solicitada.
El actor presenta un escrito que obra al folio 13/B del expediente, (específicamente
citado en el citado Fundamento de Derecho Segundo de la Sentencia) en el que se pone
de manifiesto su voluntad de no atender el "ruego" hecho por el Alcalde.
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El Ayuntamiento, a la vista de la citada actuación policial, en fecha 28 de julio de 2005
acuerda requerir al actor para que subsane los defectos observados (carecer de
autorizaciones y licencia de apertura).
Dicha jurisprudencia viene a decir que en la medida en que la licencia de la que estamos
hablando es de carácter objetivo, la transmisión opera de manera automática, en tanto en
cuanto subsistan y no se hayan alterado, las condiciones que determinaron el
otorgamiento de la misma, sin perjuicio de las potestades de la Administración para
verificar que ello es así y sin que las mismas puedan servir para denegar la transmisión
de la licencia, en tanto en cuanto no se haya tramitado el oportuno expediente al efecto.
Este efecto automático sólo encuentra un límite en el artículo 15 R.S.C.L. "las licencias
relativas a las condiciones de una obra instalación tendrán vigencia mientras subsistan
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aquéllas", de forma que toda variación de las características del local o instalación que
en él se desarrolla, generará la correspondiente inspección municipal, actividad
administrativa que daría lugar a la expedición de nueva licencia"
Así la Sentencia de fecha 7 de febrero de 2003, dictada por ese Tribunal en el recurso
1603/1998 Pte: López Candela, Javier Eugenio dice "Y a este respecto ha de recordarse
que la Jurisprudencia ha venido entendiendo que el cambio de titularidad de la actividad
constituye un supuesto de acto, comunicado amparado en el carácter objetivo de las
licencias, que no son por ello intuitu personae, es decir de carácter personalísimo,
conforme a los art. 13 y 15 del Reglamento de Servicios de las Corporaciones locales de
17 de junio de 1955 EDL 1955/46 ?( STS 12 de julio de 2.000 EDJ2000/23344
EDJ 2000/23344, 13 de febrero y 23 de diciembre de 2.000). y es así que dado el
carácter revisor de esta jurisdicción es evidente, y así lo ha declarado esta Sala que la
existencia de un acto comunicado no constituye una facultad conferida a los entes
locales para revisar una licencia concedida, so pena de incurrir en desviación de poder
prohibida por el art. 63.1 de la Ley 30/92 de 26 de noviembre del PAC
EDL 1992/17271 EDL1992/17271, y ello en la medida en que la Administración debe
limitarse a resolver en dicho procedimiento iniciado por el particular si procede o no
dicho cambio de titularidad, sin perjuicio de iniciar con posterioridad los trámites
oportunos para el restablecimiento de la legalidad urbanística o medioambiental".
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bienes de dominio público, y aquellas otras que se refieren a las condiciones de una
obra, instalación o servicio, resultando las primeras transmisibles sin otro requisito que
la conjunta comunicación al Ayuntamiento por parte de cedente y cesionario, cuya
omisión determina que ambos quedarán sujetos solidariamente a las responsabilidades
que fueren procedentes frente a dicha Corporación. Así se desprende con toda claridad
de la constante doctrina de esta misma sala, y últimamente de las Sentencias de 7 de
febrero EDJ2000/2708 EDJ 2000/2708, 26 de junio EDJ2000/22000 EDJ 2000/22000 y
12 de julio de 2.000 EDJ2000/23344 EDJ 2000/23344. En consecuencia el
razonamiento que concluye con la transmisibilidad de la mera titularidad de una licencia
de actividad, no parece reprochable.
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previene el artículo 13.1 del Decreto mencionado EDL1955/46 es la sumisión conjunta
de transmitente y adquirente a las responsabilidades derivadas de la explotación de la
licencia en tanto no se comunique, por escrito, el cambio efectuado.
2) El resto de los argumentos contenidos en las alegaciones segunda a cuarta del escrito
de interposición se basa precisamente en la falta de validez de la primera licencia, que
ya ha quedado descartada, confundiendo asimismo la necesidad de nueva solicitud de
licencia que requiere la modificación en la explotación de las industrias sometidas al
Reglamento de 30 de noviembre de 1961, supeditadas a la eficacia de las medidas
correctoras acordadas por la autoridad municipal.
Al razonar así, olvida la parte recurrente que las únicas condiciones que le fueron
impuestas al demandante cuando efectuó la solicitud del cambio de titularidad fueron
las relativas a la presentación de licencia anterior vigente y autorización del titular
precedente, condiciones que la Sala de instancia ha declarado cumplidas, sin que se
hubiese producido cambio de actividad, sino únicamente del titular de la actividad, ni
conste en el procedimiento modificación alguna en las condiciones de explotación en el
establecimiento. Evidentemente a la autoridad local corresponde exigir -en el caso de
industrias de carácter molesto, nocivo, peligroso o insalubre- la adopción de las medidas
correctoras para que dichas industrias puedan funcionar, y el Tribunal de origen así lo
reconoce al denegar el pronunciamiento expreso de apertura del local, entendiendo
acertadamente que lo único que aquí se debate es la petición del cambio de titularidad,
que es lo que efectivamente se ha solicitado y denegado indebidamente".
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impugnada anula el Decreto Municipal de 7 de marzo de 1.991 que anuló y dejó sin
efecto la licencia de actividades que amparaba el funcionamiento de la discoteca.
Las razones que tuvo el Tribunal de instancia para decretar esa anulación se basan
precisamente en la recta aplicación del art. 16 citado EDL1955/46, que subordina la
posibilidad de revocación a la desaparición de las circunstancias que dieron lugar a su
otorgamiento, al incumplimiento de las condiciones con sujeción a las cuales hubiesen
sido concedidas, o a la sobreveniencia de nuevos criterios de apreciación, aparte de la
constancia del posible error sufrido en su concesión, con absoluta diferenciación de la
indudable facultad de transmisión de una licencia de actividades, relativa a las
condiciones de una obra, instalación o servicio (art. 13.1 del mismo Decreto de 1.955
EDL1955/46), en la que el incumplimiento del deber de notificar por escrito a la
Entidad Local otorgante la transmisión efectuada, no tiene otra sanción que la
responsabilidad conjunta de transmitente y adquirente frente a la Corporación de todas
las consecuencias desfavorables que se derivaren para el titular del ejercicio de la
actividad. Y para justificar el acuerdo revocatorio de la licencia a la vista de la
transmisión -realmente verificada y no notificada en su día- pretende el Ayuntamiento
acudir a una distinción tan sutil como injustificada: la de que esa falta de comunicación
previa a la transmisión del negocio supone el incumplimiento de las condiciones bajo
las cuales fue otorgada la licencia, en cuanto implica el abandono, súbito y repentino, de
la actividad por parte del concesionario oficial de la misma, con la consiguiente
desaparición del titular y responsable de la licencia y el correlativo incumplimiento de
las condiciones bajo las cuales fue concedida.
Es obvio que no existe infracción del art. 16 del Reglamento de Servicios de 1.955
EDL1955/46, ni tampoco del art. 46 del Reglamento de Policía de Espectáculos
EDL1982/9854, puesto que el único incumplimiento de las condiciones de otorgamiento
de la licencia de actividades que se imputa en el acto impugnado es la transmisión, no
comunicada al Ayuntamiento recurrente, del negocio en explotación que ampara y cuya
única consecuencia legal es la ya descrita en el apartado primero del art. 13
EDL1955/46. Es más: de los mismos razonamientos en que se pretende apoyar el
motivo se desprende literalmente que es la circunstancia de no haberse "solicitado
ninguna transmisión" el motivo determinante de la revocación acordada (folio 11)".
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interpretación literal, llegamos a una conclusión distinta de la que se contiene en la
Sentencia recurrida, ya que claramente se refiere solo al deber de comunicación a las
Administraciones y a las consecuencias del incumplimiento de tal deber, que se ventilan
no en la denegación de la transmisión de la licencia, sino en el de las responsabilidades
de cedente y cesionario del incumplimiento de las obligaciones que impone la ley.
Por otro lado, en ningún momento se dice cual es la norma en cuya virtud, al haber
transcurrido seis meses desde el cierre del negocio, hace necesaria la comprobación de
determinados requisitos, ni la razón por la que ese hecho, que sirve de motivación a la
actuación administrativa, según la Sentencia recurrida, debe de darse por cierto.
En todo caso, asumiendo que la razón por la que no se accede al cambio de titularidad
es que la solicitud no la firman las dos partes y que no se acompaña a la misma
determinada documentación, es lo cierto que, como ya hemos dicho, tales exigencias no
son correctas, pero, además, las mismas deben de entenderse abandonadas por la propia
Administración, toda vez que en comunicación al Procurador del Común la misma dice
que acepta "incondicionalmente y en todos sus términos la resolución emitida con fecha
5 de marzo de los corrientes, aceptando la solicitud de cambio de titularidad del bar (...)
por estar ajustadas a derecho las argumentaciones utilizadas por V.I. para la
autorización de lo citado más arriba (...)".
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Así resulta del escrito que se acompaña con la demanda en la que el Procurador del
Común comunica al actor que en fecha 20 de julio de 2007 se recibió comunicación del
Ayuntamiento de La Adrada en los términos que acabamos de recoger
A mayor abundamiento hay que tener presente que según se desprende del informe
emitido por el Procurador del Común de fecha 5 de marzo de 2007, que es aceptado por
la corporación demandada, según se ha indicado, las argumenetaciones empleadas por
dicha institución coinciden con las aquí expuestas en orden a determinar el régimen
jurídico aplicable al cambio de titularidad de una licencia objetiva como la que
corresponde al bar "Peral"
Los requisitos exigidos jurisprudencialmente para que pueda declararse la misma, con
base en el artículo 106.2 de la Constitución Española EDL 1978/3879 y artículos 139 y
siguientes de la Ley 30/1992 de 26 de noviembre EDL 1992/17271 son sobradamente
conocidos por las partes por lo que ahora lo que hay que resolver es su aplicación al
caso concreto.
Para ello, hay que partir del título de imputación que esgrime el actor y apelante, al que
se refiere en la página 1032 del rollo de apelación y que se centra en que como el
Ayuntamiento no atendió su solicitud de cambio de titularidad, el Delegado Territorial
de Avila de Industria, Comercio y Turismo de la Junta de Castilla y León en fecha 29 de
septiembre de 2006 le tiene por desistido en su solicitud de cambio de titularidad del
Bar Peral, al no haberse completado la documentación requerida al efecto, informándole
de las consecuencias legales de prestar servicios, careciendo de la preceptiva
autorización.
Para la Sentencia recurrida el dies a quo debe de situarse el 17 de agosto de 2005 que es
cuando al actor se le notifica el anterior Acuerdo del Ayuntamiento de fecha el 28 de
julio de 2005 en cuya virtud se le requiere para que presente solicitud con la firma de las
dos partes, cedente y cesionario y aporte determinada documentación, de modo que al
presentarse la solicitud de reclamación el 26 de octubre de 2007, el plazo de un año a
que se refiere el artículo 6 del Reglamento, aprobado por Real Decreto 429/1993 de 26
de marzo EDL 1993/15801 debe de considerarse superado.
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Por el contrario, el actor, sostiene que estamos en presencia de un daño continuo y que
el día de inicio debe de ser el 27 de octubre de 2006, que es cuando el Servicio
Territorial de Turismo de la Junta de Castilla y León notifica al actor la caducidad de la
solicitud por no haber aportado la licencia de actividad con el cambio de titularidad ya
operado a nombre del actor y apelante.
Es verdad que si un Tribunal basa su decisión en un motivo distinto del alegado por la
parte demandada es preceptivo someter a las partes la tesis a que se refiere el artículo 33
de la Ley de la Jurisdicción, puesto que en otro caso se causa indefensión, ya que la
parte perjudicada no puede formular las alegaciones que considere oportunas en defensa
de su derecho.
Siendo esto así, en el presente caso, entendemos que no procede estimar el recurso de
apelación por esta causa, declarando la nulidad de la Sentencia recurrida y ordenando
retrotraer las actuaciones y ello por varios motivos.
Para ello, y a la vista del título de imputación que se esgrime y al que ya nos hemos
referido, consideramos que no estamos a presencia de un daño continuo puesto que el
mismo se produce, según el actor, no por la negativa del Ayuntamiento a autorizar el
cambio de titularidad, sino por las consecuencias que esa decisión tiene y que consisten
en que la Administración Autonómica tiene por desistido al actor en la solicitud ante
ella presentada, obligándole a cerrar definitivamente el negocio que hasta entonces
había estado abierto.
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Siendo ello así, la fecha que es relevante no es la del 17 de agosto de 2005, cuando se
notifica la decisión municipal acordada el 28 de julio, sino la de 29 de septiembre de
2006 dictada por el Delegado Territorial de la Junta, que se notifica al actor el 27 de
octubre de 2006, por lo que al tiempo en el que la solicitud se presenta 26 de octubre de
2007, el plazo de un año aún no había vencido.
Para resolver la cuestión que acabamos de enunciar hay que tener presente el título de
imputación que alega la parte actora que, como se ha dicho, es el funcionamiento
anormal de la Administración que no autoriza un cambio de titularidad en la licencia
correspondiente al Bar Peral, lo que da lugar y, por lo tanto, causa como efecto o
consecuencia dañosa que se tenga que cerrar el establecimiento, toda vez que la Junta de
Castilla y León le obliga a ello, por carecer, precisamente, de la autorización municipal
del cambio de titularidad.
Consiguientemente, tenemos que afirmar que existe un daño, producido por el cierre del
local y que se ha causado de modo mediato por la actuación administrativa municipal,
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que ya hemos calificado como contraria a derecho, al no autorizar el cambio de
titularidad solicitado por el actor el 8 de marzo de 2005 y provocando con ello la
decisión del Delegado Territorial de la Junta a la que nos hemos referido.
El daño indemnizable debe de reunir, además, una serie de requisitos que el actor
expone en su escrito de apelación, a saber, el mismo ha de ser real y efectivo,
individualizable en relación a una persona a grupo de personas, susceptible de
valoración económica y que el perjudicado no tenga la obligación jurídica de soportar.
Pero, además, debe de recordarse que, cuando se reclama una indemnización ante los
Tribunales, es necesario que la parte actora concrete y defina el daño cuya
indemnización reclama y que pruebe la realidad del mismo y su cuantificación puesto
que así lo exige el artículo 217 de la Ley de Enjuiciamiento Civil EDL 2000/77463, de
aplicación supletoria, como se sabe.
Es verdad que la Ley admite que se difiera para ejecución de sentencia la concreta
valoración del daño, pero lo que no es posible es que la determinación del mismo se
haga por esa vía.
A este respecto cabe recordar lo dicho por esta Sala en la reciente Sentencia de fecha 18
de noviembre de 2011 dictada en el rollo de apelación 59/2011 EDJ 2011/298077 "En
efecto, es doctrina jurisprudencial reiterada la que nos indica que el daño ha de ser
evaluable económicamente; esto es, no es imprescindible que en la propia sentencia se
determine en todos los casos una suma concreta a indemnizar; pero sí que el órgano
judicial ha de estar en condiciones de fijar en la sentencia, cuando menos, las bases para
que en ejecución de la misma se pueda concretar una suma específica.
20
En efecto, como señala la Sentencia del Tribunal Supremo de 12-12-00 , aunque no es
infrecuente que la determinación de la cuantía de los daños y perjuicios quede diferida
al periodo de ejecución de sentencia, como establecía el art. 84.c de la Ley de esta
Jurisdicción de 1956 y ahora permite el art. 71.1c) de la nueva Ley Jurisdiccional de
29/1998, de 13 de julio, sin embargo este proceder presupone el acreditamiento de la
existencia de aquéllos.
21
de tenerse en cuenta la limitación reconocida en nuestra jurisprudencia que deriva de la
imposibilidad de suplir la falta de prueba del daño o perjuicio padecido difiriendo a la
fase de ejecución de sentencia la práctica de la referida prueba, pues en ejecución de
sentencia sólo es posible determinar la cuantía de la indemnización cuando se ha
acreditado, cuando menos, la existencia del daño. O, dicho en otros términos, los daños
y perjuicios han de ser reales y efectivos, y probada su existencia por el que reclama,
aunque su concreción efectiva pueda evaluarse en ejecución de sentencia, y ese es el
sentido que ha de darse al contenido del artículo 84. c) LJ, al declarar que la
determinación de la cuantía de los mismos quedará o puede quedar diferida al período
de la ejecución de la sentencia; pero ello siempre sobre la base de que tales daños o
perjuicios "hayan sido causados", lo que debe quedar acreditado en los autos principales
o fase declarativa anterior a lasentencia ( sentencias de 28 de octubre de 1985, 9 de
mayo de 1995 EDJ1995/3113 EDJ 1995/3113, 28 de mayo de 1997 EDJ1997/4138
EDJ 1997/4138, 4 de octubre de 1999 EDJ1999/29357 , 3 de abril EDJ2001/8945 y 31
de mayo de 2001 EDJ2001/50389 , entre otras).
Por consiguiente, son plenamente asumibles los presupuestos teóricos de que parte el
motivo de casación que se analiza: la anulación de un acto administrativo no lleva
consigo necesariamente la responsabilidad patrimonial de la Administración, sino sólo
cuando concurren los requisitos de un daño real y efectivo, individualizado y evaluable
económicamente, producido por dicho acto que no haya el deber jurídico de soportar; y
sólo cabe diferir a la fase de ejecución de sentencia, en el correspondiente incidente, la
cuantificación del daño pero no la prueba de éste que ha de acreditarse en el proceso
principal, pues sólo entonces puede reconocerse en sentencia el derecho a la
indemnización.
Además, por otra parte, es bien sabido el límite que representa para las posibilidades del
recurso de casación la valoración de las pruebas, de manera que la realizada por el
Tribunal de instancia no puede ser revisada en sede casacional.
22
probatoria no es posible que el Tribunal de instancia efectúe una ponderación de la
prueba que resulte intangible en el recurso de casación; de tal manera que en ausencia
de medio probatorio, cuando no hay conformidad en la producción de algún daño o
perjuicio, la afirmación de que éste se ha producido como consecuencia del acto
administrativo que se anula no puede ser mas que una impresión subjetiva o una
afirmación apodíctica que si es susceptible de revisión en sede casacional porque para
que resulte acreditado el daño o perjuicio -requisito imprescindible para poder diferir su
cuantificación al correspondiente incidente de ejecución de sentencia- es necesario
alguna prueba del mismo, si como en este caso ocurre, la Administración no solo no
reconoce su producción sino que argumenta razonablemente sobre su inexistencia."
Por lo tanto, este es un daño que resulta acreditado por el hecho del cierre y que debe de
ser indemnizado en los términos que seguidamente se especificaran
Sin embargo, no se han probado los siguientes daños, a los que el actor se refiere en la
demanda, y, por lo tanto, no es posible que sean indemnizados.
Así, primeramente se reclama una indemnización por daño moral que el actor identifica
con el estado de permanente zozobra en el que se ha visto inmerso a consecuencia de la
actuación administrativa municipal, que el mismo califica de "kafkiana" y en el
menoscabo de su posición social, producido, según su planteamiento, por el hecho de
que se piense que "algo será ello cuando no le dan licencia".
Estas alegaciones, sin embargo, no pueden darse por probadas y, por lo tanto, no es
posible acceder al reconocimiento de esta partida indemnizatoria.
Es verdad que la prueba sobre el daño moral tiene determinadas particularidades por el
alto componente subjetivo que incorpora el mismo, al igual que su cuantificación, que
es difícil de hacerla en términos matemáticos, tal y como el propio apelante recuerda
con cita de determinada jurisprudencia, lo que no impide, desde luego que, cuando el
mismo quede acreditado, se reconozca el derecho a ser indemnizado por ello.
En el presente caso, no es posible deducir del hecho cierto que ha quedado probado,
esto es, la irregular actuación administrativa, la consecuencia que alega el actor, a saber,
estado de zozobra y quebranto del buen nombre, puesto que no media entre uno y otro
23
un enlace directo y preciso, según las reglas del criterio humano; ni desde luego puede
considerarse un hecho notorio, que no necesite prueba.
Siendo esto es así, es exigible, con arreglo a los criterios expuestos, que el actor aporte
alguna prueba que respalde su pretensión y la misma no ha sido practicada, ni constan
indicios suficientes que nos permita acreditar la realidad de este daño.
A este respecto, y por contraste, cabe apuntar que así como se recogen referencias de
prensa sobre los incidentes habidos en el Ayuntamiento como consecuencia de las
actuaciones judiciales seguidas contra el equipo de gobierno, nada hay respecto a la
difusión que de los hechos que ahora nos ocupan se pudo hacer en términos tales que
supusiese al actor el estado de zozobra al que se refiere.
Así, se dice que durante el tiempo en el que el Bar estuvo abierto, desde el 21 de julio
de 2005 hasta el día 27 de octubre de 2006, en que se procede a su cierre definitivo, el
establecimiento funcionó "a medio gas", por una serie de razones que se exponen y que
son, fundamentalmente, las siguientes: el personal que tuvo que contratar no estaba lo
suficientemente cualificado; se tomó la decisión de cerrar por la tarde a consecuencia de
los incidentes con la Policía Municipal hasta el mes de octubre, y se produjeron
determinados incidentes, que se narran en la demanda, y que provocaron que no se
abriese la terraza de verano durante el periodo estival siguiente a la apertura, ante la
imposibilidad de poder contratar un seguro por carecer de licencia de actividad.
Sin embargo, ninguna de tales circunstancias en las que el actor se basa para solicitar
una indemnización por el daño sufrido como consecuencia de que el establecimiento,
aun abierto, no estuviese a pleno rendimiento, han resultado probadas.
En todo caso, la confrontación entre los ingresos obtenidos durante ese periodo de
tiempo y los existentes en el mismo periodo en años anteriores, pudiera haber
constituido, sino una prueba directa y plena, sí un indicio de la diferencia de ingresos y,
por lo tanto, de la posible causa de ello, unido a otros elementos probatorios, pero esta
prueba no se ha interesado.
Por otro lado, tampoco consta que la decisión de cerrar por la tarde tenga relación
alguna con el título de imputación que se esgrime y desde luego el contrato hecho a Dª
Esperanza, que obra al folio 447, no constituye prueba de lo que se alega.
24
En efecto, examinado el mismo se comprueba que es un contrato para obra o servicio
determinado y que se especifica como "desarrollo tarde" pero, del que no se puede
extraer la conclusión que propone el actor.
Por otro lado, se desconocen las razones por las que no se abriese la terraza de verano
durante el tiempo que el actor señala, en el caso de que fuese así, ya que la
imposibilidad de contratar un seguro de responsabilidad, que es la razón alegada, no
parece razón suficiente, ni tampoco los sucesos que se narran, toda vez que la actividad
del bar seguía realizándose y la misma entraña también un riesgo, que, siguiendo la
argumentación de la parte actora, tampoco estaría cubierto por un seguro.
A mayores, el suceso que dio lugar al juicio de faltas 697/2005, al que específicamente
se refiere la demanda, es ajeno al ámbito de cualquier seguro de responsabilidad civil,
ya que se trataba, según la Sentencia absolutoria de 21 de noviembre de 2006, que obra
al folio 503 de las actuaciones, de una denuncia por agresión, amenazas e injurias,
siendo denunciado D. Ramón y motivado, al parecer por una supuesta deuda contraída
por este y reclamada por los denunciantes de ese juicio.
Por otro lado, examinada la documental aportada con la demanda, comprobamos que las
propuestas de seguro que le fueron remitidas por la correduría Apamar Arturo Aparicio,
S.L. (folio 493) procedentes de distintas entidades son de fechas en las que aún no se
podía saber las incidencias que iba a haber con el cambio de titularidad solicitado por lo
que, a falta de más prueba, no se puede concluir que, como consecuencia de las mismas,
los contratos no se pudieron suscribir y por ende que la terraza hubo de cerrarse.
Finalmente, se alude a otras circunstancias que, según el actor, darían lugar a una
indemnización pero que están expuestas en términos tan genéricos y abstractos y
carentes de prueba que no se puede decir que resulte identificado y acreditado el daño.
Todo ello, sin embargo, es ajeno a lo que se ventila, dado que esas condiciones no se
ven afectadas por la negativa del Ayuntamiento a acceder al cambio de titularidad.
Ahora bien, tales alegaciones son, como se ha dicho muy genéricas ya que ignoramos si
el daño se produce porque no se tienen ingresos como consecuencia de ello, en cuyo
caso debería de indicarse cuales hubiesen sido los ingresos que se hubiesen podido
obtener por relación, por ejemplo, a los obtenidos con tales medios; o, si por el
contrario, tales aspectos forman parte del atractivo del negocio que hace que los clientes
25
vayan al bar y, por lo tanto, todo ello incide en una perdida de la clientela o de su
consumo, lo que, desde luego, debería de ser probado por el actor, puesto que también
puede ser que no sea así.
Nuevamente una prueba testifical o de otra índole podía haber despejado las dudas del
Tribunal, pero en ausencia de la misma y en aplicación de las normas sobre la carga de
la prueba y de la doctrina jurisprudencial transcrita, debemos concluir que el daño no se
ha acreditado.
También, se reclaman las cantidades dejadas de obtener por la herencia yacente como
canon arrendaticio.
Ahora bien, y en la línea de lo más arriba razonado, resulta que no existe prueba alguna
de esa posible y futura relación arrendaticia, esto es, de que hubiese intención de
suscribir un contrato y de que finalmente ello no se puedo hacer por no obtener el
cambio en la titularidad, ya que el negocio puede explotarse también por otras vías,
máxime cuando quien solicita el cambio de titularidad es un miembro integrante de la
comunidad hereditaria; y, tampoco, hay prueba, ni se alega de qué rentas se han dejado
de percibir porque no se prueba ninguna cantidad de dinero a este respecto, no siendo
significativa la referencia al primitivo contrato del año 1992, vigente durante 13 años,
por cuanto ninguna prueba hay de que las condiciones sean las mismas.
Y, hasta el punto ello es así que, finalmente, el actor, después de apuntar a determinados
factores correctores a aplicar sobre ese inicial contrato, no excluye la necesidad de
"encargar" una valoración pericial.
26
DECIMOOCTAVO.- También se reclama por el concepto de daño emergente con
arreglo a las siguientes argumentaciones.
Nuevamente nos encontramos ante daños que no están concretados de manera realmente
efectiva, ni probados, por lo que no se puede reconocer el derecho a ser indemnizados.
Así, no se puede considerar como un hecho notorio y, por lo tanto, que no reclame
prueba, el hecho de que como consecuencia de que un negocio ha estado funcionando
sin licencia y, finalmente, ha tenido que cerrar, se ha producido una disminución en la
clientela o en la imagen del mismo.
Desde luego que no se ha probado que ello fuese de público y general conocimiento, ni
de que, como consecuencia de ello, el público tuviese un concepto negativo del
establecimiento.
En todo caso, de poder admitirlas, sería necesario que se concretase en qué medida ello
ha sucedido, con independencia de su cuantificación que como se ha dicho puede
quedar diferido para ejecución de sentencia.
Las especulaciones, como el mismo actor las califica, que se hacen en la demanda,
haciendo una equiparación entre la indemnización que corresponde al trabajador por
despido improcedente y la cantidad correspondiente al establecimiento bar Peral, son
solo eso una especulación que parte de magnitudes muy diferentes y que no sirven para
acreditar esta partida indemnizatoria.
Dicho de otra manera, aun habiendo obtenido el cambio en la titularidad, el paso del
tiempo hubiese incidido, igualmente, en la obsolescencia de los elementos productivos
-daños estéticos y daños sobre el deterioro de los elementos funcionales.
Se señala en la demanda que por el paso del tiempo las gomas de la cafetera se habrán
secado y cuarteado; pero, lo que no se aporta es una prueba pericial que, a partir de un
27
inventario de todos los bienes existentes en el local, se relacionen los dañados, y se
explique que el deterioro es consecuencia del transcurso del tiempo y de su no uso.
Hay que decir que el actor en su demanda (folio 132 de la misma) dice haber renunciado
a reclamar partida alguna por el concepto de daño emergente, al tener que dejar de lado
su profesión de abogado, por cuanto la prueba de ello es imposible, aunque, frente a
ello, es lo cierto que, según se desprende de la documental que aporta con la demanda,
denominada "solicitud de regularización fiscal" de fecha 20 de febrero de 2008, el
rendimiento como abogado, según se declara, ha sido cero (folio 474).
Respecto del día inicial, no podemos atender a la fecha que propone el actor, que es en
marzo de 2005, que es cuando solicitó la licencia, porque, en todo caso, la concesión de
la misma no es automática, y requiere un tiempo de tramitación previsto en la norma de
aplicación y, especialmente, porque si el título de imputación es la decisión de la Junta
de tenerle por desistido en su solicitud, entendemos que el daño indemnizable solo se
produce a partir de esa fecha o en un momento posterior, lo que nos ha servido, además,
para no declarar prescrita la acción administrativa.
La fecha final debe de ser la del reconocimiento del derecho que se hace en esta
Sentencia, ya que es a partir de la misma, cuando la Administración debe de proceder a
su ejecución mediante la autorización solicitada, y, por lo tanto, las incidencias que de
ello se puedan derivar, deben de ventilarse en ese proceso.
A este respecto, hay que añadir, además, que no pueden atenderse las alegaciones que
hace el actor en el sentido de que una vez concedida la licencia, necesitará un tiempo
para poder abrir ya que las argumentaciones empleadas son genéricas y, tampoco,
concreta, ni justifica las causas y el tiempo necesario para ello.
Establecido el concepto indemnizable, que son los ingresos dejados de percibir, así
como el periodo de tiempo a que los mismos se refieren, resta por determinar el método
para su cuantificación.
28
A este respecto, el actor propone el método objetivo de módulos a que se refiere la
legislación del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas y las Ordenes
Ministeriales que lo desarrollan, método respecto del que la Administración demandada
nada dice.
La Sala considera que es un método que tiene apoyo legal, que atiende a las
características del negocio para fijar los módulos e índices que sirven para determinar el
rendimiento objetivo de la actividad y que es idóneo para fijar cual es el rendimiento
por el que hubiera debido tributarse y, por lo tanto, para determinar el rendimiento que
se ha dejado de percibir por lo que consideramos que es un método adecuado.
Como es sabido, el método tiene una complejidad técnica que requiere la realización de
una prueba pericial que, a partir de los datos que sean necesarios y que debe de justificar
el actor, se llegue a la determinación de ese rendimiento por lo que el mismo debe de
dejarse para ejecución de sentencia.
Tales datos no podemos ahora darlos por acreditados ya que lo único que aporta el actor
junto con su escrito de demanda es una documental que no está lo suficientemente
contrastada y que ignoramos si es suficiente o no por lo que no podemos aquí recoger
los datos con los que deben de fijarse los índices y valores que den lugar a los módulos
de aplicación.
Por otro lado, el apelante, que, como se ha dicho propone este método, sostiene que la
cantidad resultante debe de incrementarse en función determinadas circunstancias con el
fin de lograr el principio de reparación integral del daño.
Sin embargo, consideramos que una vez determinado que el método idóneo para
establecer los ingresos dejados de percibir es el regulado por la ley, no consideremos
necesario que se corrijan con coeficientes ya que no tiene base legal y que ello es
propuesto por la parte sin fundamento alguno, más allá de su propio criterio, ya que
entonces el método empelado sería no el legal, sino creado al efecto.
De todo ello se desprende que la documental compuesta de 326 folios que se incorporó
a los autos seguidos en la instancia como diligencia final no es relevante a los efectos
que ahora nos ocupan por basarse en unas cantidades que fija el actor, pero que no
tienen base probatoria y legal alguna.
29
daño, y, otra muy distinta, los intereses de las cantidades líquidas que una sentencia
judicial reconoce.
VIGESIMO.- No procede imponer las costas de este recurso a ninguna de las partes en
aplicación del artículo 139 de la Ley de la Jurisdicción.
FALLO
Con estimación parcial el recurso de apelación núm. 70/11 interpuesto por D. Ramón y
la herencia yacente de D. Juan Enrique, representado por la Procuradora y defendido
por el Letrado D. Ramón y en el que ha intervenido como parte demandada el
Ayuntamiento de La Adrada contra la Sentencia de fecha 5 de abril de 2011, dictada por
el Juzgado de lo Contencioso Administrativo núm. 1 de Ávila, en el recurso contencioso
administrativo seguido por el Procedimiento Ordinario con el número 412/08, y con
revocación de la misma, debemos de declarar y declaramos:
CUARTO.- Que no procede imponer las costas de este recurso a ninguna de las partes.
30
Devuélvanse los autos al Juzgado de procedencia, con certificación de esta resolución,
para ejecución y cumplimiento, debiendo acusar recibo.
AUTO DE ACLARACIÓN
HECHOS
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- - El apelante interesa que se complete la Sentencia dictada por esta Sala en
fecha 28 de noviembre de 2011, al amparo de los artículos 267 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial EDL 1985/8754 y 215 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
EDL 2000/77463, en el sentido de que se dé respuesta a dos pretensiones que,
deducidas oportunamente, no han sido objeto de decisión por dicha Resolución judicial.
31
Sin embargo, y como sostiene el apelante, en coherencia con esa argumentación y con el
suplico del escrito de apelación, la parte dispositiva de la Sentencia debió de declararlo
así.
Por ello, a nuestro entender, no estamos ante el supuesto de hecho que contempla la
norma que invoca el actor, ya que no se trata de que se haya omitido de manera
manifiesta una pretensión oportunamente deducida, por lo que no hay que completar la
Sentencia, sino, más bien ante un supuesto de aclaración a que se refiere el artículo
267.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial EDL 1985/8754.
Por otro lado, del escrito ahora presentado también se deduce que esa partida
indemnizatoria tampoco se incluía en la demanda, que, finalmente tuvo que examinar la
Sala, dados los términos del recurso de apelación, por lo que la ausencia que se
denuncia está justificada y es coherente con las cuestiones que tiene que resolver la
Sentencia de apelación.
Por ello, no nos encontramos ante pretensiones oportunamente deducidas que no hayan
sido resueltas por la Sala y que justifiquen que la Sentencia se complete
CUARTO.-.- En todo caso, del escrito presentado parece deducirse, finalmente, que
esos gastos de cotización quiere que se tengan en cuenta, no como una partida
indemnizatoria independiente, sino como elemento a tener en cuenta para fijar la
indemnización debida en el trámite de ejecución de Sentencia, esto es, el beneficio
dejado de obtener como consecuencia del funcionamiento anormal de la actividad
administrativa que denegó el cambio de titularidad en la licencia.
32
En este sentido, sin embargo, la Sentencia sí resuelve esta cuestión ya que en el
Fundamento de Derecho Decimonoveno, cuándo se remite al sistema de módulos,
claramente establece que debe de ser el legal, sin que se pueda modificar de ninguna
forma, ya que de no ser así estaríamos ante un método "creado al efecto".
Por lo tanto, las cotizaciones no pueden tenerse en cuenta en la forma en que el actor y
apelante interesa, tal y como se argumentó en el citado Fundamento y,
consiguientemente, en lo que a este concreto aspecto se refiere, no consideramos que la
Sentencia debe de ser completada o aclarada de ninguna forma.
LA SALA ACUERDA
PRIMERO.- Haber lugar a aclarar el fallo de la Sentencia dictada por esta Sala en fecha
28 de noviembre de 2011 en el sentido de incluir en el primer apartado del mismo que
se reconoce el derecho del actor a que por el Ayuntamiento se proceda a conceder el
cambio de titularidad solicitado en la licencia del Bar Peral en los términos interesados
en el suplico de la demanda, condenando al Ayuntamiento a que lleve a cabo la
actividad necesaria para ello.
Así lo acuerdan y firman los Iltmos. Sres. Magistrados componentes de la Sala, de todo
lo cual, yo el Secretario, doy fe.
Notifíquese a las partes, haciéndoles saber que contra este Auto no cabe recurso alguno.
33
Administrativo | Conocimiento
01/10/2010 04:00:00 | PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
I. Introducción
34
el procedimiento se debe realizar una distinción fundamental entre la decisión final o
resolución y los actos procedimentales, los cuales adoptan una posición instrumental
respecto de aquélla. Unos y otros son actos administrativos, aunque con función y
régimen diversos, estando los de trámite ordenados a la producción final de la
resolución pero sin mengua de su sustantividad jurídica independiente que, en algunos
casos, permite ser recurribles. En definitiva, que no se trataría de un acto complejo sino
de un complejo de actos, todo ellos instrumentales o auxiliares del acto final resolutorio,
pero con propia singularidad y relativa autonomía.
35
calificada la actividad de la Administración de actividad legítima, esto es, ajustada al
ordenamiento jurídico y cumplir la exigencias constitucional del sometimiento de la
Administración a la ley y al Derecho (Art. 105 CE); b) como garantía para el propio
administrado al poder fiscalizar dicha actuación y, en su caso, ejercitar los recursos
oportunos si la considera no ajustada -tanto administrativa como judicialmente- (Art.
106.1 y 24.1 CE) y; c) como cauce de participación de los ciudadanos en la elaboración
de las decisiones administrativas no sólo limitado a garantizar su audiencia en el
procedimiento (Art. 105 c) CE) sino en todos los asuntos públicos –bien a través de sus
representantes legales o directamente (Art. 23 CE)-
36
de diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación a la Ley sobre el
libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio (Ley ómnibus) al incluir el
artículo 71 bis destinado a regular tanto la declaración responsable como la
comunicación previa a los efectos de la citada ley.
1.- El desistimiento es una figura propia del derecho procesal que consiste en la facultad
de disposición que tienen las partes con respecto a la acción que han ejercitado y en
virtud del cual se pone fin al proceso. En el ámbito del procedimiento administrativo
común el desistimiento se configura como un acto del administrado que determina la
finalización del procedimiento, conforme dispone el apartado primero del artículo 87
LRJPAC al decir que: “Pondrán fin al procedimiento la resolución, el desistimiento, la
renuncia al derecho en que se funde la solicitud cuando tal renuncia no esté prohibida
por el ordenamiento jurídico, y la declaración de caducidad”, dando lugar lo que
doctrinalmente se llama terminación anormal del mismo.
El efecto “instantáneo” es idéntico en ambos casos porque las dos figuras son
finalizadoras del procedimiento y, tras la reforma efectuada por la ley 4/1999, la
Administración esta obligada a dictar y notificar una resolución que así lo declare, como
señala el apartado primero del artículo 42 LRJPAC al disponer que: “(…) En los casos
de prescripción, renuncia del derecho, caducidad del procedimiento o desistimiento de
la solicitud, así como la desaparición sobrevenida del objeto del procedimiento, la
resolución consistirá en la declaración de la circunstancia que concurra en cada caso,
con indicación de los hechos producidos y las normas aplicables”. En la redacción
originaria del citado precepto se excluía expresamente, entre otros, el supuesto de
desistimiento de la obligación de la Administración de dictar resolución expresa.
3.- Nada impide que el interesado abandone o desista de una parte de su pretensión.
Incluso parece que el supuesto encajaría en la previsión contenida en el apartado tercero
del artículo 71 LRJPAC (modificación o mejora voluntaria de los términos de la
solicitud)2. Sin embargo, dado que el desistimiento implica por definición un acto del
interesado de poner fin al procedimiento deberá abarcar todos3 los extremos de la
solicitud porque si sólo se refiere a una parte de la misma no podrá calificarse como
37
desistimiento propiamente dicho, ya que el procedimiento sigue vivo y la pretensión,
aunque reajustada, sigue viva y operante.
4.- El desistimiento es un acto personal pero ello no impide que el interesado pueda
actuar por medio de representante porque, conforme señala el artículo 32 LRJPAC, los
interesados con capacidad de obrar podrán actuar ante las Administraciones Públicas
por medio de representante, que también deberá tener capacidad de obrar4.
Comentan autores como AYALA MUÑOZ, José María y otros (“Régimen Jurídico de
las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo”. 4ª ed., Aranzadi,
Pamplona, 2008, Pág. 596) que el Tribunal Supremo ha entendido al respecto que la
acreditación de la representación se hará mediante “documento público”, documento
privado con firma notarialmente legitimada y, en su caso, legalizada, o poder “apud
acta” (Sentencia de 10 de febrero de 1981 [RJ 1981, 360]).
También plantean la cuestión relativa a determinar el alcance del poder para la validez y
eficacia del desistimiento sobre la que la LRJPAC no dice nada. Por el contrario, añaden
estos autores, la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la jurisdicción contencioso
administrativa (LJCA), exige, para que el desistimiento del representante en juicio
produzca efecto, que lo ratifique el representado o que el poder sea un poder especial.
La LJCA ha llevado al Tribunal Supremo, en su Sentencia de 20 de septiembre de 1988
(RJ 1988, 6722), a exigir un poder especial en el ámbito del procedimiento
administrativo, diciendo que “es un principio lógico el que aconseja extremar las
cautelas y las exigencias en los supuestos en que el representante intente realizar
posturas que impliquen un abandono de derecho y de expectativas del representado, ya
que en principio no se presume que ello entre dentro de los cálculos del comitente,
como no se presumen los actos de liberalidad……Y por eso también nuestra ley
jurisdiccional exige poder especialísimo para poder desistir de un recurso entablado,
no considerando suficiente el general para pleitos, aunque en él se contengan
expresiones genéricas referidas a posibles desistimientos”
5.- No parece que pueda discutirse que el desistimiento requiere una declaración del
interesado manifestando su voluntad de renunciar a la pretensión generadora del
procedimiento y reservarse el derecho sustantivo que sirve de fundamento a esa
pretensión, así como el derecho de acción que protege ese derecho. Pero lo que resulta
más problemático es saber si esa declaración del interesado basta para producir, por sí,
38
la extinción del procedimiento, o si debe concurrir también alguna otra declaración de
voluntad, de la Administración o de terceros intervinientes en el procedimiento, para
que esa extinción se produzca.
A primera vista parece que hay que inclinarse por entender que el desistimiento es un
acto unilateral del interesado que produce la extinción del procedimiento administrativo
teniendo la declaración de la Administración el carácter de un “acto debido” que actúa
como mero requisito de eficacia. Así parece deducirse de una interpretación conjunta de
los artículos 87.1º LRJPAC (“Pondrá(n) fin al procedimiento (…) el desistimiento,
(…)”) y del artículo 91.2º LRJPAC (“La Administración aceptará de plano el
desistimiento (…), y declarará concluso el procedimiento”).
Pero esta solución no es tan definitiva como parece porque, como es comentará en el
siguiente apartado, si hay terceros interesados que se oponen al desistimiento o media
razones de interés general, la Administración puede limitar los efectos del desistimiento
sólo con respecto al interesado que desiste –para quien el procedimiento se extingue- y
continuar con el procedimiento. Esta expresión “poder limitar” parece convertir el
desistimiento en una potestad de la Administración y no en el “acto debido” que en un
principio parecía ser. Por tanto, aunque siempre se exija un acto administrativo de
aceptación el desistimiento no siempre opera por sí solo como finalizador del
procedimiento y, correlativamente, el acto de la Administración no siempre es tan
“debido”.
1.- Conforme dispone el artículo 90.1º LRJPAC el desistimiento puede ser ejercitado
por “todo interesado” y, por tanto, no necesariamente el que inicie o haya promovido el
procedimiento porque con esta expresión la ley es lo suficientemente clara como para
permitir incluir a todos aquellos que caben bajo el concepto de interesado que el artículo
31 LRJPAC establece, esto es: a) quienes lo promuevan como titulares de derechos o
intereses legítimos individuales o colectivos; b) Los que, sin haber iniciado el
procedimiento, tengan derechos que puedan resultar afectados por la decisión que en el
mismo se adopte y; c) Aquéllos cuyos intereses legítimos, individuales o colectivos,
puedan resultar afectados por la resolución y se personen en el procedimiento en tanto
no haya recaído resolución definitiva.
2.- De acuerdo a esta formulación legal, o sea, al emplear la expresión “todo interesado”
parece que sólo cabe el desistimiento en los procedimientos iniciados por solicitud de
interesado. En la práctica, sin embargo, se ha planteado el problema de si, pese a lo
claro y terminante de la regulación legal, es posible admitir también un desistimiento de
la Administración en los procedimientos que ella misma inicia de oficio (procedimiento
de contratación, expropiatorio, sancionador, etcétera).
39
de que se trata (SSTS de 11 de julio de 1990, RJ 1990, 6032; de 23 de junio de 1987 RJ
1987, 6542 y de 28 de octubre de 1986 RJ 1956, 5355).
En este último caso, MESEGUER YEBRA, Joaquín (Ob. cit., Pág. 18) considera que se
produce una mutación del procedimiento al continuar éste de oficio cuando lo cierto es
que se había iniciado a instancia de parte.
En línea con lo anterior, y como límite formal que tiene el órgano competente
administrativo a la hora de resolver el procedimiento, el legislador recoge un principio
jurisprudencial que, a su vez, deriva de los principios de seguridad jurídica y del
40
derecho de tutela judicial efectiva, al establecer en el artículo 89.2º que: “En los
procedimientos tramitados a solicitud del interesado, la resolución será congruente con
las peticiones formuladas por éste, sin que en ningún caso pueda agravar su situación
inicial y sin perjuicio de la potestad de la Administración de incoar de oficio un nuevo
procedimiento, si procede” y, en el artículo 113.3ª (en materia de recursos ) que: “El
órgano que resuelva el recurso decidirá cuantas cuestiones, tanto de forma como de
fondo, plantee el procedimiento, hayan sido o no alegadas por los interesados. En este
último caso se les oirá previamente. No obstante, la resolución será congruente con las
peticiones formuladas por el recurrente, sin que en ningún caso pueda agravarse su
situación inicial.”
Ahora bien, como señala MESEGUER, la ley no resuelve el efecto que puede tener la
concurrencia en un mismo procedimiento de intereses contrapuestos. Si los intereses
que se dilucidan están enfrentados la estimación de las pretensiones de unos podrían
llevar aparejada un empeoramiento de la situación que, sin embargo, no incurre en
infracción de aquél principio porque en esta hipótesis la agravación no trae causa de la
iniciativa administrativa sino de la acción de eventuales adversarios.
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LRJPAC regula al decir: “Si la solicitud de iniciación no reúne los requisitos que
señala el artículo anterior y los exigidos, en su caso, por la legislación específica
aplicable, se requerirá al interesado para que, en un plazo de diez días, subsane la
falta o acompañe los documentos preceptivos, con indicación de que, si así no lo
hiciera, se le tendrá por desistido de su petición, previa resolución que deberá ser
dictada en los términos previstos en el artículo 42.1”.
Tras la reforma efectuada por la ley 4/1999 los autores6 sí hablan de desistimiento tácito
o presunto con respecto al supuesto contemplado en este apartado primero del artículo
71 LRJPAC y, claro está, si se trata de un verdadero supuesto de desistimiento y no de
perención, habrá que distinguir dos clases de desistimiento: el expreso (Arts. 90 y 91) y
el presunto (Art. 71) por lo que consideran que este último constituye una excepción a la
necesidad de una declaración de voluntad expresa (sea oral o escrita) establecida en el
apartado primero del artículo 91 LRJPAC.
42
La subsanación a que se refiere el apartado primero del artículo 71 LRJPAC es la que
tiene por objeto defectos que afectan a la solicitud inicial, cuya existencia determina la
inviabilidad de la misma y, por ende, la imposibilidad de continuar el procedimiento.
Cuando el defecto formal afecte a un trámite en particular, una vez iniciado válidamente
el procedimiento, los efectos son los que dispone el artículo 76 LRJPAC, esto es, a los
interesados que no hayan cumplimentado un trámite en el plazo de 10 días otorgado por
la Administración requirente se les podrá declarar decaídos su derecho al mismo sin que
ello impida la continuación del procedimiento y la intervención posterior del interesado
en sucesivos trámites7.
4.- La redacción del apartado primero del artículo 71 LRJPAC, antes de ser reformada
por la ley 4/1999, no preveía que la Administración estuviese obligada a dictar
resolución si concurría el supuesto contemplado en el mismo pues su petición se
archivaba sin más trámite. Por otra parte, la versión original del artículo 42.1º, al que
remite aquél, tampoco establecía la obligación de la Administración de dictar resolución
y notificarla, entre otros supuestos, si finalizaba el procedimiento por desistimiento.
Esta redacción fue objeto de crítica por la doctrina por cuanto el archivo de las
actuaciones cuando el interesado no atendía al requerimiento para subsanar los defectos
de su solicitud supone una decisión que afecta a sus derechos e intereses legítimos por
lo que, conforme disponía (y dispone) el artículo 58 LRJPAC, debía ser objeto de
notificación. La modificación del artículo 42.1, estableciendo la obligación de dictar
resolución y notificarla en caso de desistimiento, obligaba a tener que modificarse el
apartado primero del artículo 71 LRJPAC en los mismos términos.
Esta bondad de los recursos administrativos como garantía de los particulares debe ser
adecuadamente matizada, porque los recursos administrativos se interponen ante la
Administración Pública y se resuelven por la propia Administración por lo que la
imparcialidad y objetividad queda claramente entredicha y, además, porque cuando los
actos recurribles no ponen fin a la vía administrativa el recurso administrativo se
articula como presupuesto necesario y previo para acceder a la vía jurisdiccional lo que
constituye un auténtico privilegio a favor de la Administración (excepción hecha
respecto a la materia relativa a los derechos fundamentales a los que se refiere el
artículo 54 CE y la LJCA), siendo preciso agotar la vía administrativa con carácter
previo a la interposición del contencioso-administrativo que, de otro modo, resulta
inadmisible.
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la vía administrativa y los que no la ponen fin. De suerte que puede haber actos que
pongan fin a la vía administrativa y no ser firmes así como actos que NO ponen fin a la
vía administrativa pero pueden llegar a ser firmes.
Los recursos ordinarios proceden, en principio, contra cualquier clase de actos, salvo
exclusión legal expresa –así, por ejemplo, la LRJPAC los excluye de recurso con
respecto a los actos administrativos por los que se adopte la ampliación de plazos, la
tramitación de urgencia, los que resuelvan la recusación, entre otros-, y pueden fundarse
en cualquier infracción del ordenamiento jurídico (por nulidad o anulabilidad). Bajo esa
rúbrica se incluyen el recurso de alzada y el recurso potestativo de reposición. Por otra
parte, el artículo 107.2º LRJPAC dispone la posibilidad, siempre que una ley lo prevea,
de sustituir el recurso de reposición y/o el recurso de alzada por otros procedimientos de
impugnación, reclamación, conciliación, mediación y arbitraje, ante órganos colegiados
o comisiones específicas no sometidas a instrucciones jerárquicas, con respeto a los
principios, garantías y plazos que la LRJPAC reconoce a los ciudadanos y a los
interesados en todo procedimiento administrativo.
Ahora bien, algún autor, como LINDE PANIAGUA, Enrique (Ob. cit. Págs. 241 y 243)
considera que el carácter potestativo del recurso de reposición tiene una limitación
importante, que supone el mantenimiento de un privilegio injustificado por la
Administración, consistente en que una vez interpuesto el recurso de reposición el
interesado no puede acudir a la vía contencioso-administrativa sin que la
Administración resuelva expresamente el recurso en plazo, o que se haya producido la
desestimación presunta del recurso de reposición interpuesto. Esto es, considera el
profesor LINDE PANIAGUA, que “el interesado no puede desistir del recurso
administrativo e interponer el recurso contencioso-administrativo”.
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desestimación presunta del recurso de reposición interpuesto”. Alegando el autor citado
que no tiene sentido, a su juicio, que no quepa el desistimiento en este recurso.
3.- La mayoría de la doctrina afirma que el desistimiento debe admitirse como forma de
finalizar el procedimiento del recurso de reposición aunque no se contemple
expresamente en su regulación8. Personalmente tampoco comparto la opinión de su
exclusión, dicho sea con los debidos respetos, pues existen argumentaciones que
permiten superar esta interpretación tan literal del mentado precepto y entender que la
figura del desistimiento es perfectamente viable en el recurso potestativo de reposición.
3.2.- En segundo lugar, porque no tiene sentido interpretar que el legislador excluya el
desistimiento en el recurso de reposición y, sin embargo, no lo prohíba en el de alzada o
en el extraordinario de revisión, en los supuestos en que, respectivamente, procedan.
3.4.- En cuarto lugar, porque es válido interpretar el meritado párrafo segundo del
artículo 116 LRJPAC en el sentido de que hay que esperar a la resolución del recurso
(bien de manera expresa o presunta mediante la institución del silencio) porque la
Administración está obligada a resolver expresamente todos los procedimientos -se
hayan iniciado de oficio o a instancia- salvo los supuestos excepcionados por la propia
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ley entre los que no se encuentra el desistimiento. De hecho, el precepto 42 LRJPAC,
sienta la obligación de resolver en los casos de desistimiento lo que significa que la
Administración debe dictar una resolución que consistirá en comprobar que el
desistimiento se ha producido y declarar concluso el procedimiento.
Este acto finalizador del procedimiento, al que nuevamente hace referencia el artículo
91.2 LRJPAC, es una resolución que resuelve el procedimiento del recurso, esto es, el
recurso, en los términos del párrafo segundo del artículo 116 LRJPAC comentado,
dejando expedita la vía judicial si el interesado así lo considera conveniente. En otras
palabras, la resolución a la que se refiere el párrafo segundo del artículo 116 LRJPAC es
aquélla que declara la finalización del procedimiento por desistimiento del interesado.
Bibliografia
Abajo Quintana, Joaquín José (y otros): Estudios y comentarios sobre la ley de régimen
jurídico de las administraciones publicas y del procedimiento administrativo común,
Ed. Ministerio de Justicia y Ministerio de la Presidencia, Madrid, II, 1993.
46
común, introducidas por la ley 4/1999, de 13 de enero” publicado en el Boletín
Aranzadi administrativo, núm. 4/1999, Pamplona.
Ginard Martínez, Salvadora: “La revisión de oficio: análisis tras la reforma de la ley de
régimen jurídico de las Administraciones Públicas y del procedimiento administrativo
común por la ley 4/1999, de 13 de enero” publicado en el Boletín Aranzadi
administrativo núm.: 12/2000
Suay Ricon, José (dir) y otros: La Ley 4/1999 de procedimiento administrativo: reforma
de la ley 30/1992, Colex, 2000.
Notas
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complejo unitario, o sea, una forma de integración de una sola voluntad administrativa
que se nutre de diferentes procedencias.
2 Recordemos que el apartado tercero del artículo 71 LRJPAC establece que: “En los
procedimientos iniciados a solicitud de los interesados, el órgano competente podrá
recabar del solicitante la modificación o mejora voluntarias de los términos de aquélla.
De ello se levantará acta sucinta, que se incorporará al procedimiento.”
4 La capacidad no es un tema específico del derecho administrativo sino del civil al que
debe remitirse. En el ámbito privado se diferencia entre la capacidad jurídica y la
capacidad de obrar. La capacidad jurídica es la capacidad o aptitud de una persona
para ser titular de derechos y deberes y que, conforme a los artículos 29 y 30 del Código
Civil se adquiere en el momento del nacimiento (personas físicas) o constitución
(personas jurídicas). Pero el concepto con más importancia es el de capacidad de obrar
que es la aptitud de una persona para actuar en el tráfico jurídico y ejercitar
personalmente los propios derechos de los que es titular (por tener capacidad jurídica) y
si en el ámbito civil se alcanza, generalmente, con la mayoría de edad en el
administrativo, además de tenerla quien la ostente con arreglo a las normas civiles,
también se le reconoce a los menores de edad para el ejercicio y defensa de aquellos de
sus derechos e intereses cuya actuación esté permitida por el ordenamiento jurídico
administrativo sin la asistencia de la persona que ejerce la patria potestad, tutela o
curatela, excepto en el supuesto de los menores incapacitados, cuando la extensión de la
incapacidad afecte al ejercicio y defensa de los derechos o intereses de que se trate.
(artículo 30 LRJPAC).
6 De esta opinión, entre otros, vid. AYALA MUÑOZ, José María y otros: Ob. cit., Pág.
597; GONZALEZ PEREZ, Jesús y GONZALEZ NAVARRO, Francisco: Ob. cit. 2293
y ss.; LINDE PANIAGUA, Enrique: Procedimientos, actos y recursos administrativos:
cuestiones prácticas, 3ª ed. Colex, Madrid, 2008.
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8 En este sentido vid. AYALA MUÑOZ, José María y otros: Ob. cit. Pág. 849: “la ley
se refiere sólo a supuestos de resolución expresa o desistimiento presunto, enumeración
que resulta insuficiente ya que si bien nunca podrá haber estimación presunta de la
reposición (Art. 43.2.2º) No se hace referencia a otras posibles formas de terminación
anormal del procedimiento del recurso como el desistimiento.” GONZALEZ PEREZ,
Jesús, FERNANDEZ NAVARRO, Francisco: Ob. cit. Pág. 2652.
9 De esta opinión son, entre otros: GINARD MARTINEZ, Salvadora: “La revisión de
oficio: análisis tras la reforma de la ley de régimen jurídico de las Administraciones
públicas y del procedimiento administrativo común por la ley 4/1999, de 13 de enero”,
publicado en Boletín Aranzadi núm. 12/2000, Aranzadi, Pamplona, 2000; GONZALEZ
PEREZ, Jesús y GONZÁLEZ NAVARRO, Francisco: Ob. cit.; ABAJO QUINTANA,
Joaquín José y otros: Estudios y comentario sobre la ley de régimen jurídico de las
Administraciones públicas y del procedimiento administrativo común, Ed. Ministerio de
Justicia y de la presidencia, Madrid, 1993, Pág. 661; VILLAR ROJAS, José en la obra
colectiva dirigida por SUAY RICON, José: La ley 4/1999 de procedimiento
administrativo: reforma de la ley 30/1992, Colex, 2000.
10 Vid. ob. ut, supra. Pág. 849: “La ley atribuye carácter potestativo al recurso de
reposición pero, una vez interpuesto, no es posible iniciar el contencioso, o sea,
simultáneamente sino cuando el procedimiento del recurso haya finalizado.
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