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Enero: 2021
Predicar de manera expositiva a través del Nuevo Testamento sigue siendo una gratificante
comunión divina. La meta ha sido siempre tener una comunión profunda con el Señor en el
entendimiento de su Palabra, y a partir de esa experiencia proceder a explicar a su pueblo lo
que significa e implica cierto pasaje. En las palabras de Nehemías 8:8, “Y leían en el libro de la
ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” . es esforzarse
en "poner sentido" a cada pasaje con el fin de que los creyentes puedan en verdad escuchar
a Dios hablar, y que al hacerlo se encuentren en capacidad de responderle.
con salmos e himnos y cánticos espirituales . Por lo tanto, la motivación, mis amados, será en
contribuir de alguna forma a que la Palabra viva de Dios sea avivada en su pueblo.
La oración es que cada discípulo, cada oyente pueda alcanzar un entendimiento pleno de lo
que el Espíritu Santo está diciendo por medio de esta porción de su Palabra, de tal manera
que su revelación pueda alojarse en las mentes de los creyentes trayendo como resultado una
mayor obediencia y fidelidad de su parte, para la gloria de nuestro gran Dios.
Introducción
La epístola a los efesios está escrita en especial para cristianos que desean, saben, y están
aprovechando el inmenso depósito lleno de alimento y recursos espirituales que está a su
disposición.
Efesios es una carta que ha recibido nombres como: el banco del creyente, la chequera del
cristiano, y el erario (conjunto de propiedades) público de la Biblia. Esta hermosa epístola
habla a los cristianos acerca de las grandes riquezas, herencias y plenitudes que tienen en
Jesucristo y en su iglesia. Les dice cuáles son las cosas que poseen y cómo pueden reclamar
y disfrutar sus posesiones.
El banco celestial de Dios no tiene esa clase de límites ni restricciones. Debido a ello, ningún
cristiano tiene razón para estar arruinado, raquítico o empobrecido en su vida espiritual. De
hecho, no tiene razón alguna para no estar del todo sano y rico de forma inmensurable en las
cosas de Dios. Los recursos celestiales del Señor son más que adecuados para cubrir todas
nuestras deudas pasadas, todas nuestras obligaciones actuales, y todas nuestras
necesidades futuras, sin que las arcas celestiales se reduzcan en lo más mínimo. Esa es la
magnitud prodigiosa de la provisión que Dios ha hecho en su gracia para sus hijos.
En esta epístola Pablo habla de "las riquezas de su gracia" (1:7), "las inescrutables riquezas
de Cristo" (3:8) y "las riquezas de su gloria" (3:16). El apóstol llama a todos los creyentes a
alcanzar "la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (4:13), a ser "llenos del Espíritu" (5:18) y a ser
"llenos de toda la plenitud de Dios" (3: 19).
En esta carta la palabra riquezas se emplea en cinco ocasiones; gracia doce veces; gloria
ocho veces; plenitud, llenar o ser llenos seis veces; y la frase clave en Cristo (o en Él), quince
veces. Cristo es la fuente, la esfera y la garantía de todas y cada una de las bendiciones y
riquezas espirituales que existen, y quienes están en Él tienen acceso a todo lo que Él es y
tiene. En nuestra unión con Jesucristo, Dios nos hace "coherederos con Cristo" (Ro. 8:17) ” si
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” y "un espíritu [somos]
con él" (Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. (1 Cor. 6:17 ). Cuando estamos "en
Cristo", Él no se avergüenza de llamarnos hermanos (Heb. 2:11), y está dispuesto a hacernos
partícipes de todo lo que Él posee, "una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible,
reservada en los cielos" para nosotros (1 P. 1:4) Incorruptible significa que no perece, que es
incapaz de decaimiento. La palabra griega usada describe una tierra que nunca ha sido
devastada o saqueada por un ejército invasor , inmarcesible (que no se marchita).
Nuestras riquezas están basadas en: la gracia de Cristo (1:2, 6-7; 2:7), su paz (1:2), su
voluntad (1:5), su beneplácito (1:9), su propósito (1:9, 11), su gloria (1:12, 14), su llamamiento
(1:18), su herencia (1:18), su poder (1:19), su amor (2:4), su hechura (2:10}, su Espíritu (3:16),
sus dones (4:11), su sacrificio (5:2), su fuerza (6:10) y su armadura (6:11, 13).
Es una carta no ocasional la cual se podía leer a cualquier iglesia, no asi como la de los
Gálatas o la de los Corintios que se le considera ocasional motivada por una ocasión a los
gálatas porque se estaban desviando de las enseñanzas así como el desorden que tenían los
Corintios
Se estructura así:
Capítulo del 1 al 3: Lo que Dios ha hecho (son los indicativos).Aquellos usados para
expresar acciones reales (pasado, presente, futuro y condicionales) (no mates, no robes)
Capítulo del 4 al 6:: Lo que a nosotros nos toca hacer (imperativos) basado en lo que
Dios ya ha hecho El espera que nosotros hagamos algo. Nada podemos hacer si El no lo
empodera, es por su gracia, recordemos eso siempre. Separados de El nada podemos hacer.
EL MISTERIO DE LA IGLESIA
También gracias a que estamos en Cristo, estamos en su cuerpo, la iglesia. Efesios se enfoca
en la doctrina básica de la iglesia, qué es y cómo funcionan los creyentes dentro de ella. Esta
verdad acerca de la iglesia le fue revelada a Pablo por Dios como un misterio (3:3). Como
Pablo explica: "leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de
Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres,
como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu" (vv. 4-5).
Este misterio, el cual había permanecido oculto hasta de Israel, el pueblo escogido de Dios,
es "que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la
promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio" (v. 6). En Cristo, judíos y gentiles por igual
serían de ahí en adelante uno en su cuerpo, la iglesia.
En la segunda categoría están las verdades que Dios ha elegido revelar a personas
especiales a lo largo de la historia. Todos los hombres pueden conocer algo acerca de la
naturaleza de Dios: "porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo
manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente
visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas" (Ro.
1:19-20). No obstante, las verdades más profundas y plenas de su naturaleza y voluntad son
incógnitas e incomprensibles para los incrédulos.
Las personas especiales a quienes Dios revela su voluntad y plan no componen un grupo elite
de videntes o profetas, sino que se trata de personas creyentes. La revelación que Él ha dado
a través de sus profetas y apóstoles es para todo su pueblo, para toda persona que le
pertenece por la fe. "La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará
conocer su pacto" (Sal. 25:14). El Señor tiene "comunión íntima con los justos" (Pr. 3:32).
"Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas"
(Am. 3:7). Quienes recibían una revelación directa del Señor la daban a conocer a su pueblo.
Esta es la categoría de verdad que Pablo revela con muchos detalles en Efesios, en especial
la verdad acerca de la iglesia de Jesucristo, la cual Dios diseñó desde la eternidad para que
incluyera tanto judíos como gentiles. El conocimiento de ese misterio es una de las grandes
riquezas que solo poseen los creyentes de esta era presente.
Mateo nos contó que Jesús no hablaba a las multitudes sino "por parábolas ... y sin parábolas
no les hablaba; para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas
mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo" (Mt. 13:34-35). Una vez
los discípulos de Jesús le preguntaron por qué razón hablaba por medio de parábolas, y Él
explicó: "Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos
no les es dado" (Mt. 13:11; cp. 11:25). Pablo hace eco de la misma verdad en 1 Corintios:
"Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son
locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente" (2:14). Los
creyentes y los incrédulos pueden escuchar o leer las mismas verdades de la Palabra de
Dios, y sin embargo, ser afectados por ella de maneras por completo diferentes. Lo que es
claro y significativo para el creyente resulta incomprensible y absurdo para el incrédulo.
Los "misterios del reino de los cielos" es una expresión que hace referencia a las verdades
reveladas en la modalidad actual del reino de Dios. El Antiguo Testamento habla mucho
acerca del reino de Dios y de su dominio sobre él. El Mesías que había de venir se exhibía
como un Mesías político que gobernaba, aquel único y ungido cuyo reino eterno fue
profetizado hasta en el libro de Génesis. Cuando Jacob pronunció ciertas bendiciones a sus
hijos, le dijo a Judá: "No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta
que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos" (Gn. 49:10).
Tanto Juan el Bautista como Jesús dieron comienzo a sus ministerios proclamando:
"Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mt. 3:2; 4:17). Jesús nació como
Rey, fue reconocido por los sabios de oriente como Rey, temido por Herodes como un rival en
el reino, e incluso cuestionado por Pilato acerca de su realeza. Sin embargo, debido a que
Israel le rechazó también perdió el reino mesiánico y su acceso a él quedó postergado.
Puesto que los judíos declararon "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lc. 19: 14),
este mismo Hombre tampoco reinó sobre ellos. En consecuencia, Él ha aplazado el
establecimiento de su reino terrenal hasta que Israel sea salvo y Él regrese para reinar sobre
la tierra durante mil años (Ap. 20:4).
Mientras tanto el Rey se encuentra ausente de la tierra, pero de todos modos Cristo gobierna
desde el cielo sobre su reino terrenal. Él ejercerá un dominio exterior y visible sobre el mundo
entero durante el milenio, pero ahora lo gobierna internamente, en las vidas de quienes le
pertenecen. Él es Rey sobre aquellos que le han confesado como Señor soberano. Las
bendiciones que serán dispensadas en un sentido exterior durante el milenio están siendo
dispensadas internamente ahora mismo a los creyentes. Así como Cristo será entronizado de
manera visible en Jerusalén durante el milenio, Él está ahora sentado en el trono en los
corazones de sus santos. Tal como dispensará gracia en el reino futuro, Él lo hace ahora
mismo en favor de quienes confían en Él. Así como traerá paz exterior al mundo entero, Él
trae ahora paz interior en la vida de los creyentes. Tal como impartirá en aquel entonces gozo
y felicidad en lo exterior, Él ahora imparte esas bendiciones interiores a su propio pueblo.
Los santos del Antiguo Testamento ignoraban por completo que este tiempo intermedio iba a
venir. Se trata de un paréntesis en la puesta en práctica divina del plan de redención, la cual
fue un secreto hasta la llegada del Nuevo Testamento. El reino del que habla el Antiguo
Testamento y que se manifestará a plenitud en el milenio, existe ahora en una especie de
cumplimiento preparatorio y parcial. Como Pedro explicó en su sermón del Pentecostés, los
sucesos notables que habían acabado de ocurrir en Jerusalén (Hch. 2:1-13) fueron una visión
preliminar de lo que el profeta Joel profetizó acerca del reino milenario: "Yen los postreros
días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne" (v. 17; cp.Jl. 2:28).
Dentro del misterio central del reino hay otros misterios revelados (véase Mt. 13:11). Uno de
ellos es el misterio de la presencia interna de Cristo: "el misterio que había estado oculto
desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios
quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo
en vosotros, la esperanza de gloria" (Col. 1 :26-27). Otros misterios son el de Dios en la carne,
la encarnación del Hijo de Dios, una verdad que no fue revelada a plenitud en el Antiguo
Testamento (Col. 2:2-3); el misterio de la incredulidad de Israel y el rechazo de su Mesías (Ro.
11:25); el misterio de la iniquidad (2 Ts. 2:7); el misterio de Babilonia, el sistema económico y
religioso terrible y corrupto al final de los tiempos (Ap. 17); el misterio de la unidad de los
creyentes (Ef. 3:3-6); el misterio de la iglesia como la esposa de Cristo (Ef. 5:24-32); y el
misterio del arrebatamiento (1 Cori.15:51-52). La era de los misterios llegará a su
consumación cuando Cristo regrese en gloria (Ap. 10:7).
La doctrina profusa de la iglesia como el cuerpo de Cristo es una metáfora que hace evidente
la naturaleza de la iglesia, no como una organización sino como un organismo vivo compuesto
de muchas partes relacionadas entre sí y que dependen unas de otras. Cristo es la Cabeza de
ese cuerpo, y el Espíritu Santo, por así decirlo, es su tejido sanguíneo y vital.
El Nuevo Testamento emplea muchas metáforas para la iglesia que el Nuevo Testamento usa
con referencia a Israel. Ambas son llamadas mujer o esposa (Os. 1:2; cp. 3:20; Ap. 21:2),
familia (Sal. 107:41;Jer. 31: 1; Ef. 2); rebaño (Is. 40:11; cp. Sal. 23; Le. 12:32; Hch. 20:28-29),
viñedo o ramas de vid (Is. 5:1-7; Jn. 15:5). Por otro lado, el Antiguo Testamento nunca habla
de Israel como el cuerpo de Dios. Esa es una figura distinta y no antes revelada para hacer
referencia al pueblo de Dios en el nuevo pacto. La iglesia de Cristo es su cuerpo encarnado
actualmente en la tierra.
EL AUTOR
Pablo, cuyo nombre original fue Saulo, era de la tribu de Benjamín y es probable que haya
recibido su nombre en memoria de Saúl, el primer rey de Israel y el hombre más sobresaliente
de esa tribu en toda la nación. Saulo recibió una excelente educación en lo que hoy se conoce
como humanidades, pero su entrenamiento más intenso se concentró en los estudios
rabínicos bajo la tutela del famoso Gamaliel (Hch. 22:3). Se convirtió en un rabino
preeminente por méritos propios, así como en miembro del Sanedrín, el concilio
gubernamental judío en Jerusalén. También se convirtió con toda seguridad en el líder
anticristiano de mayor vehemencia y ofuscación dentro del judaísmo (Hch. 22:4-5). Aborrecía
de manera apasionada a los seguidores de Jesucristo y se encontraba camino a Damasco
para arrestar algunos de ellos cuando el Señor de una manera milagrosa y dramática le
detuvo en la marcha y le acercó a Él mismo (Hch. 9:1-8).
Después de haber pasado tres años en un desierto de Arabia, Pablo pastoreó una iglesia en
Antioquía de Siria aliado de Bernabé, Simeón, Lucio y Manaén (Hch. 13:1). Durante su
ministerio inicial Saulo vino a ser conocido como Pablo (Hch. 13:9). El hombre nuevo adoptó
un nombre nuevo. Desde Antioquía el Espíritu Santo le envió con Bernabé para empezar la
empresa misionera más grande en la historia de la iglesia. En ese punto Pablo empezó su
obra como el apóstol especial de Dios para los gentiles (Hch. 9:15; Ro. 11:13).
FECHA y DESTINO DE LA EPÍSTOLA
En algún tiempo entre los años 60 Y 62, Pablo escribió esta carta desde una prisión en Roma
(véase 3:1) a los creyentes a quienes había pastoreado. Puesto que la frase que están en
Éfeso no aparece en muchos manuscritos antiguos, y debido a que no se hace mención de
una situación local o un creyente individual, muchos eruditos creen que esta carta fue una
encíclica que debió haber circulado entre todas las iglesias de Asia menor (incluyendo las de
Esmirna, Pérgamo, Tiatira y Sardis, así como la de Éfeso). Puede ser que la carta llegó
primero a Éfeso y por esa razón se asocia de manera específica con esa iglesia. Los primeros
tres capítulos de Efesios hacen énfasis en la doctrina, y los últimos tres capítulos se enfocan
en la conducta. La primera mitad es teológica y la segunda mitad es práctica.