Está en la página 1de 2

Fractal: Casa Loca

Para Mariel Martinez Chavez


No me quedó duda cuando al revisar la notificación de la compra del boleto de avión... hubo un error:
llegaría a ciudad de México y no la península de Yucatán.
Todo coincidía. Sabía que me seguían, cualquier azafata, cualquier conserje, cualquier guarda,
cualquier tatuaje... venía de documentar las casas locas en Centroamérica... "nadie sale vivo de aquí"
me habían repetido antes de entrar... ahora me distraía la mente terminando una novela norteamericana
que había empezado antes de haber... visto... era de un escritor que fracasaba y salía con mujeres rotas.
Pensaba en esto al salir del aeropuerto pero cuando vi las marcas en las manos el Uber que me llevó al
cuarto que me consiguieron de emergencia en esta ciudad.... supe que ya sabían dónde estaba
hospedado. Era cuestión de tiempo.
Salí a caminar convencido que moriría ese mismo día pero llegué al metro Balderas, una marejada
absorta en sí misma me condujo hasta un pasaje subterráneo de librerías y ahí lo vi: Queer, de William
Burroughs... era una mensaje que yo mismo me enviaba para alertarme del peligro.
Entré a la librería y no me sorprendió que estuviera en oferta... para un condenado a muerte cualquier
precio es bajo en tanto no hay mañana.
¿Para qué me enviaban tantos mensajes en vez de ponerme una bala en la nuca?
Tuve ganas de llorar, pero preferí salir del metro y caminar, respirar un poco ese denso aliento de la
ciudad. ¿Realmente había visto todo eso? Ví el reflejo de unos ojos afilados en unos azulejos de alguien
haciendo una cola. Moví los ojos en dirección oblicua y vi los suyos apartarse de mí con gran agilidad.
No había escapatoria, así que elegí el camino hermoso: pasé delante de ella sin mirarla y me alisté en la
cola.
El resto fue muy predecible. Era artista, "como yo" le dije, "solo que en vez de imágenes, tergiverso la
realidad con palabras".
No se les escapó ni un solo detalle. Nuestros gustos eran casi idénticos, con las variaciones que el buen
gusto siembra en las personas como nosotros... me sentí transportado a un sueño hasta que en un
movimiento no muy claro miré su tobillo: ahí estaban las marcas, no había escapatoria.
Acordamos volver a vernos y yo puse una fecha absurda. No quise pedir su número para evadir el
compromiso de asistir. Me matarían como a un perro, pero como a uno rabioso.
Se fue. Abrí el libro y me ví dentro del edificio de mosaicos que describía Burroughs, la realidad se
estaba construyendo a mi alrededor a cada instante.
Salí. Un taxi echó a andar. No pude ver la placa, pero sentí la mirada. Moriré leyendo en mi habitación
pensé.
Durante la noche devoré gran parte de la novela y cuando leí que Lee le disparaba a su esposa en la
cabeza como a una rata... supe que estaba leyendo mi destino, así que otro día decidí cambiar mi vuelo
de regreso: si habría de aceptar el ajusticiamiento, que fuera al menos en una fecha conocida.
Con el pasar de los días empecé a notar una rutina de desesperación que iniciaba con el encuentro
fortuito con algún desconocido o desconocida que me recordaba que uno no sale vivo de las Casas
Locas, que me seguían... había visto y ahora debía pagar con sangre. Y recordaba a la emisaria, como
extraída de un sueño que se convierte en pesadilla.
Así llegó el 29 de febrero y me ví a las afueras del Museo Universitario de Arte Contemporáneo
dominado por la resignación. Esperaba una bala perdida, cuando la vi venir. Sentí un vacío en el
estómago. Era simplemente más hermosa de lo que recordaba... quizá la ansiedad por la ausencia me
jugaba una mala pasada como a Lee con Allerton... se acercó a mi y la vi sonreir... tuve ganas de llorar
pero fingí una absoluta parsimonia al ver las marcas en su piel, era mi obligación mantener la calma:
pensé en una sumisa que se dejaba someter por algún agresor, que la convertía en lienzo de su deseo,
que la signaba por siempre para que todos supieran que ella tenía dueño, que la marcaba como a una
vaca o a un puerco...
Y cuando entramos al museo y pasamos a un salón oscuro donde se recreaban escenarios de violencia
doméstica, feminicios, infanticidios... comprendí que nunca había salido de la casa loca, me volví hacia
ella como buscando algún consuelo, tomé su mano e hice un gesto de fealdad y desesperación, como un
vampiro que se acerca al cuello de único cuerpo que podría mantenerlo con vida.
Ella me miró un instante con un terror indeterminado y se alejó hacia la oscuridad. Me agaché y me
puse a llorar, había una niña muerta en mis pies, podía ver sus zapatos y como su cuerpo cubierto por
una bolsa negra. Sabía que al salir de esta Casa Loca se presentaría un error en mi vuelo y llegaría a un
aeropuerto desconocido donde cualquier azafata, cualquier conserje, cualquier guarda, cualquier
tatuaje... sería la señal inequívoca de nunca se sale vivo de una Casa Loca.

DJZM
24/06/2020

También podría gustarte